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EL UNIVERSAL Viernes 18 de enero de 2 0 19 CULTURA E15 PROYECTO UNAM Texto: Leonardo Huerta Mendoza [email protected] Curso sobre Don Juan El Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM invita al curso “D on Juan: entre la literatura y la filosofía”, que impartirá la doctora Leonarda Rivera todos los miércoles, del 20 de febrero al 10 de abril, de 17:00 a 20:00 horas, en el Aula 8 del citado instituto, en Ciudad Universitaria. Informes en los teléfonos 56-22-18-88 y 56-22-66-66, extensión 49448, y en el correo electrónico i i f l e d u c o n @ g m a i l.c o m ESPECIAL La UNAM es líder del mundo en Twitter The uniRank Twitter University Ranking 2018, que clasifica a las 200 mejores universidades del planeta, reconoció a la UNAM co- mo la institución de educación su- perior con más seguidores en di- cha red social, al sumar más de tres millones y más de 58 mil tuits publicados. También la comuni- dad de Twitter de esta casa de es- tudios destaca por ser la de mayor interacción dentro de la industria de educación superior. La UNAM duplica la cifra de su más cercana competidora: la King Abdulaziz University, de Arabia Saudita, con un millón 600 mil seguidores. Consecuencias de tener malos maestros De acuerdo con Benilde García Cabrero, académica de la División de Estudios de Posgrado de la Fa- cultad de Psicología de la UNAM, los malos maestros generan en sus alumnos sentimientos de incapa- cidad que pueden acompañarlos durante mucho tiempo y marcar su estilo personal de enfrentar sus estudios. Así, en vez de disfrutar, alegrarse y emocionarse positiva- mente, éstos experimentan ansie- dad, aburrimiento y falta de orgu- llo por los logros alcanzados. “Un mal maestro hace que sus educan- dos tengan sentimientos de poco valor en sí mismos”, añadió. ESPECIAL Antonio Lazcano Araujo, coordinador del Laborato- rio de Microbiología del De- partamento de Biología Evolutiva de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional es uno de los más eminentes cientí- ficos a nivel mundial dedicados al estudio del origen de la vida. Por su trabajo académico y de investigación y divulgación ha recibido numerosos reconoci- mientos, tanto de universidades mexicanas co- mo del extranjero. Además, es el primer cien- tífico latinoamericano que ha ocupado —do s veces consecutivas— la presidencia de la Socie- dad Internacional para el Estudio del Origen de la Vida (ISSOL, por sus siglas en inglés), de la cual Alexander I. Oparin, autor del célebre libro El origen de la vida, y Stanley L. Miller, fundador de la etapa moderna del estudio del origen de la vida, también fueron presidentes. ¿Cómo fue su infancia, cómo empezó a interesarse en la ciencia? Él mismo nos lo cuenta. En 1950, los padres del futuro investigador universitario vivían en San Francisco, Califor- nia, Estados Unidos. Poco antes del parto via- jaron a Tijuana porque no querían que Antonio naciera allá. “En realidad, ellos querían que yo naciera en la Ciudad de México, y cuando se decidieron a venir acá, mamá ya no podía viajar porque el embarazo estaba muy avanzado.” La niñez de Antonio transcurrió en el vecino país del norte. Como sus padres se empeña- ban en que él y sus hermanos se consideraran, ante todo, mexicanos, siempre les hablaban en español. “Vengo de una familia muy mexicana. Papá era extraordinariamente nacionalista, pero ma- má también tenía una visión muy clara de lo que significa ser mexicano.” San Francisco era en ese entonces una ciudad con un ambiente muy igualitario y Antonio asis- tía a una escuela multinacional en la que había niños de varios países; no obstante, nunca se adaptó del todo a la sociedad estadounidense. “Me encanta decir que en mi escuela había niños morados, azules, verdes, rojos, blancos, amarillos. Nosotros vivíamos en una zona con una presencia mexicana muy fuerte.” Libro determinante A finales de la década de los años 50 del siglo pasado, la enseñanza de la ciencia en las escue- las primarias de Estados Unidos tuvo un des- pegue espectacular (se invirtió mucho dinero en ella), gracias al Sputnik, el primer satélite arti- ficial en orbitar la Tierra, lanzado el 4 de octubre de 1957 por la entonces URSS (Unión de Repú- blicas Socialistas Soviéticas). “En mi salón de tercero de primaria teníamos un telescopio, un microscopio, un acuario, li- bros de ciencia, mapas y una maestra maravi- llosa, miss Stromberg. Cada semana, ella nos pa- saba documentales sobre ciencia e historia na- tural, entre otros temas. Después averigüé que lo mismo sucedía en la junior high school, la high school y el c o l l e ge .” En uno de los cumpleaños de Antonio, su pa- dre tuvo la afortunada idea de regalarle el libro de Alexander I. Oparin, que, por cierto, todavía conserva. “Sin duda, mi interés en el origen de la vida surgió con la lectura de ese libro.” Un mundo raro En las vacaciones escolares, Antonio y sus her- manos eran enviados a casa de su abuela ma- terna, en la Ciudad de México, “para que no se les olvide que son mexicanos”, como decía su p a d re. “Llegar a México era asomarme a un mundo raro porque si bien no era estadounidense, tam- poco era mexicano, pero esto no me causaba problemas de identidad.” En México, el idioma fue una fuente de con- flictos para Antonio porque, a pesar de que ha- blaba, pensaba y soñaba en español, tenía pro- blemas con este idioma. Otra fuente de proble- mas fueron los juguetes de los niños mexicanos de los años 50. “Por ejemplo, nunca aprendí a jugar trompo, y los baleros me siguen pareciendo una cosa ab- solutamente extraña. No eran los juguetes que se usaban en Estados Unidos.” Su primera teoría científica Un día, la abuela materna de Antonio, que les mandaba libros a todos sus nietos desde México, le envió uno de Tarzán, que no le gustó porque, en las ilustraciones, éste aparecía con el pelo muy largo. Sin embargo, gracias a su lectura pu- do concebir su primera teoría científica… “En él se hablaba de un avión que caía en la selva, en el centro de África. A partir de ese he- cho propuse la teoría de que en la selva había un imán gigante que jalaba a los aviones.” Posteriormente, cuando Antonio dijo que quería ser astrónomo, su abuela materna le mandó los libros de su bisabuela, en los que ésta había estudiado astronomía. “En esos libros de finales del siglo XIX, que también conservo, ni siquiera se menciona el descubrimiento de Neptuno.” El investigador de la UNAM no se cansa de decir, parafraseando al poeta autro-húngaro Rainer Maria Rilke, que su patria son los libros de su infancia. “Los libros han jugado un papel muy impor- tante en mi vida, tanto que cuando mamá fa- lleció mientras dormía, en lo que los médicos llaman la muerte de los justos, y entré en su habitación, en lo primero que pensé fue en los que me había regalado. Hoy en día, cuando pienso en mi familia, recuerdo los libros que nos enviaba mi abuela, en los libros que com- praba mamá, en una enciclopedia que nos compró papá. Los libros fueron una constante en mi niñez.” Llegada a México Los padres de Antonio se divorciaron, por lo que él y sus hermanos se vinieron a vivir definiti- vamente a México. Allá, Antonio cursaba el pri- mer año de la junior high school ; aquí cursaría el segundo de secundaria. “Papá quería que estudiara en el Colegio Ale- mán, pero mi abuela materna quería que lo hi- ciera en el Liceo Francés. Después de una serie de discusiones me inscribí en la Secundaria 15, ‘Albert Einstein’, que está enfrente del antiguo Colegio Militar. Tuve mucha suerte porque era una secundaria excelente; además, mis amigos de la cuadra estudiaban ahí.” A decir de Antonio, la subdirectora de esa se- cundaria, una juchiteca muy guapa, alta, del- gada, morena, de ojos negros muy intensos, con la energía característica de la mujer oaxaqueña, tenía una presencia impresionante. “Ya sea en el patio o en el salón de clases, escuchábamos sus firmes pisadas. La maestra De Gyves, que así se apellidaba, nos daba his- toria. Por su parte, el director (creo que se lla- maba Teodoro de la Garza y, comparado con la maestra De Gyves, era más bien chaparrito) nos daba física.” Al terminar la secundaria, Antonio logró ins- cribirse en el plantel número 1 de la Escuela Nacional Preparatoria, que en esa época estaba en San Ildefonso, en el centro de la Ciudad de México. “Recuerdo que, cuando fui a hacer el examen de ingreso —en el que, por cierto, me fue muy bien, lo cual me gusta presumir—, pasé frente a un edificio en el que se leía: ‘El Colegio Na- cional’. ‘Bueno, si no me quedo en la Prepa 1, me vengo a El Colegio Nacional’, pensé.” Quién lo diría: desde el 6 de octubre de 2014, Lazcano es miembro de El Colegio Nacional... Biólogo por casualidad En un primer momento, Antonio quería ser quí- mico. Por eso, una vez que concluyó la prepa- ratoria, fue a la Facultad de Química de la UNAM para conocerla, pero no le atrajo porque percibió que era muy conservadora. Después fue a la Fa- cultad de Ciencias y llegó a la conclusión de que ahí la gente era más interesante. “A la hora de inscribirme había dejado en blanco el espacio donde debía señalar qué ca- rrera quería estudiar, y al llegar a la ventanilla, la secretaria —siempre he dicho que era una es- pecie de Coatlicue, ‘la de la falda de serpientes’, re encarnada— me gritó: ‘¡C arrera!’ ‘Póngale bio- lo gía’, le dije.” De esta manera improvisada, Antonio co- menzó a estudiar biología, aunque tampoco le gustó. Con todo, en el primer semestre llevó una materia (geología) con un maestro (Ochoterena) que daba unas clases deslumbrantes. Un tanto frustrado, Antonio decidió tomar las clases que tomaban sus amigos de física y de matemáticas, y pronto descubrió que le com- placían porque en ellas se podía teorizar. “Había una materia optativa de astronomía que daba Manuel Peimbert. La tomé y me gus- tó, y a él le gustó mi devoción por las tareas. Al poco tiempo, él y su esposa, Silvia Torres de Peimbert, me invitaron a trabajar con ellos y entré en el Instituto de Astronomía, donde per- manecí 12 años.” Desde el principio, Antonio se interesó en la astroquímica, en la composición química de los cometas y meteoritos. Así, practicó una astro- nomía ligada al origen de la vida. “Quería entender cómo era la Tierra primi- tiva, qué atmósfera tenía. Recordemos que la vi- da apareció muy pronto en la historia del pla- neta, y uno tiene que entender cómo fue eso, lo cual representa un problema astronómico.” De acuerdo con Lazcano Araujo, es difícil res- ponder cómo se originó la vida, porque esta pre- gunta implica un problema de origen, un pro- blema histórico, y esto siempre pasa con las dis- ciplinas históricas, como la biología. “Uno no puede entender la naturaleza de los seres vivos si no considera su evolución, y la evo- lución es algo que transcurre en el tiempo. Las ecuaciones del movimiento de Isaac Newton fueron perfectamente válidas en la época en las que el físico y matemático inglés las dedujo, pero también lo son ahora y lo serán dentro de mil años. Eso es física, y no cambia. Sin embargo, el universo, igual que el planeta, tiene historia, y la historia va definiendo las entidades contem- poráneas. En ese sentido, la biología es una cien- cia histórica”, finaliza. b ESPECIAL Antonio Lazcano: un científico de primer nivel Es el único latinoamericano que ha ocupado —dos veces consecutivas— la presidencia de la Sociedad Internacional para el Estudio del Origen de la Vida. Aquí nos cuenta cómo se interesó en la ciencia “Sin duda, mi interés en el origen de la vida surgió con la lectura de ese libro [El origen de la vida, de Alexander I. Oparin]” ANTONIO LAZCANO ARAUJO Coordinador del Laboratorio de Microbiología del Departamento de Biología Evolutiva de la Facultad de Ciencias de la UNAM

Antonio Lazcano - dgcs.unam.mx · De acuerdo con Lazcano Araujo, es difÌcil res - ponder cÒmo se originÒ la vida, porque esta pre - gunta implica un problema de origen, un pro

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EL UNIVERSAL Viernes 18 de enero de 2 0 19 CULTURA E15

PROYECTO UNAM Texto: Leonardo Huerta Mendozasabina0210 @hotmail.com

Curso sobre Don JuanEl Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM invita al curso “D onJuan: entre la literatura y la filosofía”, que impartirá la doctora LeonardaRivera todos los miércoles, del 20 de febrero al 10 de abril, de 17:00 a 20:00horas, en el Aula 8 del citado instituto, en Ciudad Universitaria. Informesen los teléfonos 56-22-18-88 y 56-22-66-66, extensión 49448, y en el correoelectrónico i i f l e d u c o n @ g m a i l.c o m

E S P E

C I A L La UNAM es

líder del mundoen Tw itte rThe uniRank Twitter UniversityRanking 2018, que clasifica a las200 mejores universidades delplaneta, reconoció a la UNAM co-mo la institución de educación su-perior con más seguidores en di-cha red social, al sumar más detres millones y más de 58 mil tuitspublicados. También la comuni-dad de T witter de esta casa de es-tudios destaca por ser la de mayorinteracción dentro de la industriade educación superior. La UNAMduplica la cifra de su más cercanacompetidora: la King AbdulazizUniversity, de Arabia Saudita, conun millón 600 mil seguidores.

C o n se c u e n c i a sde tener malosma est rosDe acuerdo con Benilde GarcíaCabrero, académica de la Divisiónde Estudios de Posgrado de la Fa-cultad de Psicología de la UNAM,los malos maestros generan en susalumnos sentimientos de incapa-cidad que pueden acompañarlosdurante mucho tiempo y marcarsu estilo personal de enfrentar susestudios. Así, en vez de disfrutar,alegrarse y emocionarse positiva-mente, éstos experimentan ansie-dad, aburrimiento y falta de orgu-llo por los logros alcanzados. “Unmal maestro hace que sus educan-dos tengan sentimientos de pocovalor en sí mismos”, añadió.

E S P E

C I A L

Antonio Lazcano Araujo,coordinador del Laborato-rio de Microbiología del De-partamento de BiologíaEvolutiva de la Facultad deCiencias de la Universidad

Nacional es uno de los más eminentes cientí-ficos a nivel mundial dedicados al estudio delorigen de la vida.

Por su trabajo académico y de investigación ydivulgación ha recibido numerosos reconoci-mientos, tanto de universidades mexicanas co-mo del extranjero. Además, es el primer cien-tífico latinoamericano que ha ocupado —do sveces consecutivas— la presidencia de la Socie-dad Internacional para el Estudio del Origen dela Vida (ISSOL, por sus siglas en inglés), de lacual Alexander I. Oparin, autor del célebre libroEl origen de la vida, y Stanley L. Miller, fundadorde la etapa moderna del estudio del origen dela vida, también fueron presidentes. ¿Cómo fuesu infancia, cómo empezó a interesarse en laciencia? Él mismo nos lo cuenta.

En 1950, los padres del futuro investigadoruniversitario vivían en San Francisco, Califor-nia, Estados Unidos. Poco antes del parto via-jaron a Tijuana porque no querían que Antonionaciera allá.

“En realidad, ellos querían que yo naciera enla Ciudad de México, y cuando se decidieron avenir acá, mamá ya no podía viajar porque elembarazo estaba muy avanzado.”

La niñez de Antonio transcurrió en el vecinopaís del norte. Como sus padres se empeña-ban en que él y sus hermanos se consideraran,ante todo, mexicanos, siempre les hablabanen español.

“Vengo de una familia muy mexicana. Papáera extraordinariamente nacionalista, pero ma-má también tenía una visión muy clara de lo quesignifica ser mexicano.”

San Francisco era en ese entonces una ciudadcon un ambiente muy igualitario y Antonio asis-tía a una escuela multinacional en la que habíaniños de varios países; no obstante, nunca seadaptó del todo a la sociedad estadounidense.

“Me encanta decir que en mi escuela habíaniños morados, azules, verdes, rojos, blancos,amarillos. Nosotros vivíamos en una zona conuna presencia mexicana muy fuerte.”

Libro determinanteA finales de la década de los años 50 del siglopasado, la enseñanza de la ciencia en las escue-las primarias de Estados Unidos tuvo un des-pegue espectacular (se invirtió mucho dinero enella), gracias al Sputnik, el primer satélite arti-ficial en orbitar la Tierra, lanzado el 4 de octubrede 1957 por la entonces URSS (Unión de Repú-blicas Socialistas Soviéticas).

“En mi salón de tercero de primaria teníamosun telescopio, un microscopio, un acuario, li-bros de ciencia, mapas y una maestra maravi-llosa, missStromberg. Cada semana, ella nos pa-saba documentales sobre ciencia e historia na-tural, entre otros temas. Después averigüé quelo mismo sucedía en la junior high school,la highschool y el c o l l e ge .”

En uno de los cumpleaños de Antonio, su pa-dre tuvo la afortunada idea de regalarle el librode Alexander I. Oparin, que, por cierto, todavíaconser va.

“Sin duda, mi interés en el origen de la vidasurgió con la lectura de ese libro.”

Un mundo raroEn las vacaciones escolares, Antonio y sus her-manos eran enviados a casa de su abuela ma-terna, en la Ciudad de México, “para que no seles olvide que son mexicanos”, como decía sup a d re.

“Llegar a México era asomarme a un mundoraro porque si bien no era estadounidense, tam-poco era mexicano, pero esto no me causabaproblemas de identidad.”

En México, el idioma fue una fuente de con-flictos para Antonio porque, a pesar de que ha-blaba, pensaba y soñaba en español, tenía pro-blemas con este idioma. Otra fuente de proble-mas fueron los juguetes de los niños mexicanosde los años 50.

“Por ejemplo, nunca aprendí a jugar trompo,y los baleros me siguen pareciendo una cosa ab-solutamente extraña. No eran los juguetes quese usaban en Estados Unidos.”

Su primera teoría científicaUn día, la abuela materna de Antonio, que lesmandaba libros a todos sus nietos desde México,le envió uno de Tarzán, que no le gustó porque,en las ilustraciones, éste aparecía con el pelomuy largo. Sin embargo, gracias a su lectura pu-do concebir su primera teoría científica…

“En él se hablaba de un avión que caía en laselva, en el centro de África. A partir de ese he-cho propuse la teoría de que en la selva había unimán gigante que jalaba a los aviones.”

Posteriormente, cuando Antonio dijo quequería ser astrónomo, su abuela materna lemandó los libros de su bisabuela, en los que éstahabía estudiado astronomía.

“En esos libros de finales del siglo XIX, quetambién conservo, ni siquiera se menciona eldescubrimiento de Neptuno.”

El investigador de la UNAM no se cansa dedecir, parafraseando al poeta autro-húngaroRainer Maria Rilke, que su patria son los librosde su infancia.

“Los libros han jugado un papel muy impor-tante en mi vida, tanto que cuando mamá fa-lleció mientras dormía, en lo que los médicosllaman la muerte de los justos, y entré en suhabitación, en lo primero que pensé fue en losque me había regalado. Hoy en día, cuandopienso en mi familia, recuerdo los libros quenos enviaba mi abuela, en los libros que com-praba mamá, en una enciclopedia que noscompró papá. Los libros fueron una constanteen mi niñez.”

Llegada a MéxicoLos padres de Antonio se divorciaron, por lo queél y sus hermanos se vinieron a vivir definiti-vamente a México. Allá, Antonio cursaba el pri-mer año de la junior high school; aquí cursaríael segundo de secundaria.

“Papá quería que estudiara en el Colegio Ale-mán, pero mi abuela materna quería que lo hi-ciera en el Liceo Francés. Después de una seriede discusiones me inscribí en la Secundaria 15,‘Albert Einstein’, que está enfrente del antiguo

Colegio Militar. Tuve mucha suerte porque erauna secundaria excelente; además, mis amigosde la cuadra estudiaban ahí.”

A decir de Antonio, la subdirectora de esa se-cundaria, una juchiteca muy guapa, alta, del-gada, morena, de ojos negros muy intensos, conla energía característica de la mujer oaxaqueña,tenía una presencia impresionante.

“Ya sea en el patio o en el salón de clases,escuchábamos sus firmes pisadas. La maestraDe Gyves, que así se apellidaba, nos daba his-toria. Por su parte, el director (creo que se lla-maba Teodoro de la Garza y, comparado conla maestra De Gyves, era más bien chaparrito)nos daba física.”

Al terminar la secundaria, Antonio logró ins-cribirse en el plantel número 1 de la EscuelaNacional Preparatoria, que en esa época estabaen San Ildefonso, en el centro de la Ciudad deM éxico.

“Recuerdo que, cuando fui a hacer el examende ingreso —en el que, por cierto, me fue muybien, lo cual me gusta presumir—, pasé frentea un edificio en el que se leía: ‘El Colegio Na-cional’. ‘Bueno, si no me quedo en la Prepa 1, mevengo a El Colegio Nacional’, pensé.”

Quién lo diría: desde el 6 de octubre de 2014,Lazcano es miembro de El Colegio Nacional...

Biólogo por casualidadEn un primer momento, Antonio quería ser quí-mico. Por eso, una vez que concluyó la prepa-ratoria, fue a la Facultad de Química de la UNAMpara conocerla, pero no le atrajo porque percibióque era muy conservadora. Después fue a la Fa-cultad de Ciencias y llegó a la conclusión de que

ahí la gente era más interesante.“A la hora de inscribirme había dejado en

blanco el espacio donde debía señalar qué ca-rrera quería estudiar, y al llegar a la ventanilla,la secretaria —siempre he dicho que era una es-pecie de Coatlicue, ‘la de la falda de serpientes’,re encarnada—me gritó: ‘¡C arrera!’ ‘Póngale bio-lo gía’, le dije.”

De esta manera improvisada, Antonio co-menzó a estudiar biología, aunque tampoco legustó. Con todo, en el primer semestre llevó unamateria (geología) con un maestro (Ochoterena)que daba unas clases deslumbrantes.

Un tanto frustrado, Antonio decidió tomar lasclases que tomaban sus amigos de física y dematemáticas, y pronto descubrió que le com-placían porque en ellas se podía teorizar.

“Había una materia optativa de astronomíaque daba Manuel Peimbert. La tomé y me gus-tó, y a él le gustó mi devoción por las tareas. Alpoco tiempo, él y su esposa, Silvia Torres dePeimbert, me invitaron a trabajar con ellos yentré en el Instituto de Astronomía, donde per-manecí 12 años.”

Desde el principio, Antonio se interesó en laastroquímica, en la composición química de loscometas y meteoritos. Así, practicó una astro-nomía ligada al origen de la vida.

“Quería entender cómo era la Tierra primi-tiva, qué atmósfera tenía. Recordemos que la vi-da apareció muy pronto en la historia del pla-neta, y uno tiene que entender cómo fue eso, locual representa un problema astronómico.”

De acuerdo con Lazcano Araujo, es difícil res-ponder cómo se originó la vida, porque esta pre-gunta implica un problema de origen, un pro-blema histórico, y esto siempre pasa con las dis-ciplinas históricas, como la biología.

“Uno no puede entender la naturaleza de losseres vivos si no considera su evolución, y la evo-lución es algo que transcurre en el tiempo. Lasecuaciones del movimiento de Isaac Newtonfueron perfectamente válidas en la época en lasque el físico y matemático inglés las dedujo, perotambién lo son ahora y lo serán dentro de milaños. Eso es física, y no cambia. Sin embargo, eluniverso, igual que el planeta, tiene historia, yla historia va definiendo las entidades contem-poráneas. En ese sentido, la biología es una cien-cia histórica”, finaliza. b

E S P E

C I A L

Antonio Lazcano: uncientífico de primer nivel

Es el únicolatinoamericano que haocupado —dos vecesc o n s e c ut iva s— lapresidencia de laSociedad Internacionalpara el Estudio delOrigen de la Vida.Aquí nos cuenta cómose interesó en la ciencia

“Sin duda, mi interés en elorigen de la vida surgió conla lectura de ese libro [Elorigen de la vida, deAlexander I. Oparin]”ANTONIO LAZCANO ARAUJOCoordinador del Laboratorio de Microbiologíadel Departamento de Biología Evolutiva de laFacultad de Ciencias de la UNAM