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MANUEL CHAVES REY EN SUS PÁGINAS SEVILLANAS: CONOCER EL PASADO PARA COMPRENDER EL PRESENTE José María González-Serna Sánchez LA SOMBRA DEL HIJO En las dinastías de intelectuales, algunos autores han tenido la suerte, a corto plazo, y la desgracia, al largo, de vivir bajo la sombra protectora de sus padres. Otros, en cambio, se han visto irremisiblemente oscurecidos por las figuras agigantadas de sus hijos. A este segundo grupo pertenece, sin duda, el periodista sevillano Manuel Chaves Rey. La influencia que sobre el padre ha tenido el hoy aclamado Manuel Cha- ves Nogales (1897-1944) se antoja determinante, aunque ambivalente. La peculiaridad política de la España salida de la Guerra Civil condenó al ol- vido la obra del periodista sevillano al tratarse de alguien afecto a la Re- pública, exiliado en Gran Bretaña y autor de algunos reportajes 1 sobre acontecimientos de actualidad analizados siempre desde una perspectiva crítica. La España oficial del control ideológico y del pensamiento único no podía dar valor a la crítica imparcial de un hombre que tan pronto denun- ciaba los horrores del stalinismo como los del nazismo, que ponía en el mismo nivel de barbarie tanto la persecución ejercida por los comisarios políticos en el Madrid asediado como los bombardeos indiscriminados de la aviación franquista. Revista de Aula de Letras. Septiembre de 2012. ISSN: 1579-6884 - 1 - 1 Baste citar títulos como La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja (Madrid, 1929), Lo que queda del Imperio de los zares (Madrid, 1931), los reportajes sobre la Alemania nazi publicados en el diario madrileño Ahora en 1933, La defensa de Madrid (México, 1938), A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (Santia- go de Chile, 1937) o La agonía de Francia (Montevideo, 1941).

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MANUEL CHAVES REY EN SUS PÁGINAS SEVILLANAS:CONOCER EL PASADO PARA COMPRENDER EL PRESENTE

José María González-Serna Sánchez

LA SOMBRA DEL HIJO

En las dinastías de intelectuales, algunos autores han tenido la suerte, a corto plazo, y la desgracia, al largo, de vivir bajo la sombra protectora de sus padres. Otros, en cambio, se han visto irremisiblemente oscurecidos por las figuras agigantadas de sus hijos. A este segundo grupo pertenece, sin duda, el periodista sevillano Manuel Chaves Rey.La influencia que sobre el padre ha tenido el hoy aclamado Manuel Cha-ves Nogales (1897-1944) se antoja determinante, aunque ambivalente. La peculiaridad política de la España salida de la Guerra Civil condenó al ol-vido la obra del periodista sevillano al tratarse de alguien afecto a la Re-pública, exiliado en Gran Bretaña y autor de algunos reportajes1 sobre acontecimientos de actualidad analizados siempre desde una perspectiva crítica. La España oficial del control ideológico y del pensamiento único no podía dar valor a la crítica imparcial de un hombre que tan pronto denun-ciaba los horrores del stalinismo como los del nazismo, que ponía en el mismo nivel de barbarie tanto la persecución ejercida por los comisarios políticos en el Madrid asediado como los bombardeos indiscriminados de la aviación franquista.

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1 Baste citar títulos como La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja (Madrid, 1929), Lo que queda del Imperio de los zares (Madrid, 1931), los reportajes sobre la Alemania nazi publicados en el diario madrileño Ahora en 1933, La defensa de Madrid (México, 1938), A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (Santia-go de Chile, 1937) o La agonía de Francia (Montevideo, 1941).

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La obra del padre, en consecuencia, se vio afectada: en los cuarenta años que sigueron a la Guerra Civil Española sus textos no se reeditaron, aun-que en ellos no se apreciaran excesos de contenido político. Pero es que el apellido Chaves, en la Sevilla afecta al régimen, era sinónimo de pen-samiento disolvente. Otros autores contemporáneos de Chaves Rey y orientados, como él, a la recuperación de la historia, las costumbres y la materia legendaria sevillana corrieron suerte muy diferente. Las obras de Gestoso, Guichot o Rodríguez Marín se vieron reeditadas y referenciadas, mientras que las aportaciones de nuestro autor quedaban en un segundo plano, aflorando en una cita, a veces declarada.El fin del régimen franquista en 1975 trajo también la lenta recuperación del patrimonio intelectual olvidado. La figura de Chaves Nogales también se benefició del cambio de rumbo y, poco a poco, las obras del reportero fueron reeditándose2 y apareciendo estudios sobre su obra y significa-ción3. Si en los cuarenta años anteriores la obra de Chaves Rey se vio perjudicada en algún grado por la alargada y espesa sombra del hijo, es de justicia admitir que en los siguentes se ha visto beneficiada. Así parece demostrarlo la aparición en los últimos tiempos de diversos volúmenes que pretenden recuperar lo más granado de la producción de Manuel Chaves Rey4. El pistoletazo de salida al renovado interés llegó con la publicación en 1984 de Pepe-Illo (Granada, Editoriales Andaluzas Unidas) y, poco después, con Bocetos de una época, 1820-1840 (Sevilla, Ayuntamiento, 1987), reedición del publicado en 1892. A estos libros siguió Crónicas se-villanas (Sevilla, Guadalmena, 1990), que recoge tres textos clásicos del autor: “Sevilla en la Guerra de África, 1869-1870”, “La calle Génova de Sevilla” y “El primer año de Feria en Sevilla, 1847”. En ese mismo año vio la luz Cosas nuevas y viejas (Sevilla, Caja San Fernando, 1990), facsímil

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2 En 1970 reeditó la Editorial Alianza Juan Belmonte, matador de toros, ensayo biográfico sobre el torero trianero publicado en Madrid en 1933 y reeditado posteriormente en Nue-va York, en Londres, en Santiago de Chile y en México. También en 1977 se reedita el libro La ciudad (Sevilla, Universidad, 1977), que había publicado Chaves Nogales en 1921.

3 En la recuperación de Chaves Nogales merece destacarse el incansable trabajo de la investigadora María Isabel Cintas Guillén, responsable de la edición de la edición de la Obra narrativa completa (Sevilla, Diputación Provincial, 1993), de la Obra periodística (Sevilla, Diputación Provincial, 2001) y, recientemente, del completo estudio biográfico Chaves Nogales. El oficio de contar (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2012).

4 Mucho tiene que ver en el renacimiento de Manuel Chaves Rey el denuedo con que se ha aplicado uno de sus descendientes, el historiador Salvador Villalba Díaz de Mayorga, responsable de la edición de libros como Bocetos de una época, 1820-1840 y Ambientes de antaño.

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del volumen en que el autor recoge los artículos aparecidos en el primer año de vida de El Liberal Sevillano y que había salido de la imprenta en 1904. Uno de los últimos trabajos publicados en vida de Chaves Rey tam-bién ha sido objeto de reedición reciente, Ambientes de antaño (Sevilla, Universidad, 1993), en el que de nuevo se incluyen texto aparecidos en las páginas de El Liberal. Pero, sin lugar a dudas, una de las obras más significativas del polígrafo sevillano fue la Historia y bibliografía de la prensa sevillana, compuesta en 1896 y reeditada en 1995 dentro de la co-lección “Clásicos sevillanos” del Servicio de Publicaciones del Ayunta-miento de Sevilla gracias a la labor del historiador Alfonso Braojos. Con posterioridad, las editoriales Maxtor y la aljarafeña Extramuros han saca-do al mercado facsímiles de Cosas nuevas y viejas, El primer año de Fe-ria en Sevilla, 1847 y Páginas sevillanas, libro que nos ocupa en esta ocasión.La proliferación de reediciones llegadas en los veinticinco últimos años demuestra el renovado interés que la obra Manuel Chaves Rey despierta en la actualidad y al que no parece ser ajeno el renacimiento de la memo-ria de su hijo. No obstante, sea por la razón que fuere, las aportaciones del periodista decimonónico a la costrucción de la imagen de la ciudad de Sevilla merecen ser sacadas de las profundidades del olvido erudito y ocupar un lugar relevante en los anaqueles orientados a la temática local.

EL HOMBRE

Fue Manuel Chaves Rey el primer fruto del matrimonio entre José Chaves Ortiz y María Dolores Rey Piñal. Corría el año 1870 y la familia llevaba es-tablecida desde su unión, el 6 de junio de 1864, en el número 16 de la ca-lle Santa Ana. La primera infancia de Chaves Rey transcurrió, pues, en el populoso barrio sevillano de San Lorenzo, primero en el domicilio ya cita-do, hasta 1877, y después en una vivienda situada en el número 6 de la calle Hombre de Piedra5. Es fácil imaginar al niño recorriendo unas calles tan repletas de historia y de leyendas, de tipos populares, de ecos del pa-sado de una ciudad que crecía día a día, sometida a un flujo inmigratorio constante después de la crisis demográfica provocada por la epidemia de fiebre amarilla y los avatares bélicos de la primera mitad del siglo, pero que se negaba a olvidarse a sí misma.Mientras el crío jugaba en las plazas y ensanches del barrio, un nutrido grupo de escritores y periodistas se empeñaban en que la Sevilla que fue

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5 Así consta en la Guía de Sevilla y su provincia de esos años (entre 1866 y 1889) elabo-rada cada año por Manuel Gómez Zarzuela e impresa en los talleres de La Andalucía.

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no desapareciese sin dejar un último fulgor de sus glorias pasadas. A esa tarea se consagraron gentes como Joaquín Guichot, o José Gestoso6, con los que en el futuro mantendría Manuel Chaves una estrecha relación, y que junto a otros muchos conformarían un grupo de intelectuales “acordes con el espíritu de su tiempo e inductores del regionalismo andaluz”7. Con-tinúan estos autores una tradición de las letras sevillanas preocupada por el ser de la ciudad que se remonta varios siglos en el pasado y que tiene en Ortiz de Zúñiga y en Justino Matute dos de sus principales valedores. Según su propio testimonio, el niño que jugaba en el barrio de San Loren-zo conoció un buen número de estos textos clásicos que modelaron su orientación futura. Así puede desprenderse de las palabras mediante las cuales se acusa de haber sido un lector compulsivo desde su infancia:

“Las pícaras aficiones me tenían a los quince años sorbido el seso, siendo toda mi ocupación leer cuantos libros caían en mis manos y cuantos periódicos me proporcionaban o compraba.”8

Manuel Chaves Rey, pues, debió pasar su infancia y primera juventud en-frascado en la lectura, contaminándose de la ciudad y de una forma de verla, abriendo los ojos al pasado para comprender así su presente.Sin embargo, no todo fueron lecturas. En la formación del muchacho influ-yó poderosamente la figura de su padre, don José Chaves Ortiz. Era este un conocido profesor de artes y pintor enclavado dentro de la escuela ro-mántica. La temática de algunas de sus obras más relevantes coincide con los intereses que en futuros libros desarrollará un Manuel Chaves ya adulto y plenamente asentado en el mundillo cultural sevillano. La cues-tión marroquí es uno de esos nudos de interés común, pues fue abordada por el padre en el cuadro La paz de Wad-Ras y por el hijo en Sevilla en la Guerra de África. También lo es la tauromaquia, a la que José Chaves de-dica, entre otras muchas obras, una serie de dibujos entre 1870 y 1875, mientras que el hijo se centra en ella en el ensayo biográfico Pepe-Illo. Las costumbres, tipos locales y los edificios emblemáticos de la ciudad, como no podía ser de otra forma, son columna vertebral de las obras de José y Manuel Chaves; el primero con pinturas como El Salón Alto del Al-

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6 En 1873 se publica el que suele indicarse como libro más determinante de la obra de Joaquín Guichot, Historia de la ciudad de Sevilla: desde los tiempos más remotos hasta nuestros días (Sevilla, Establecimiento Tip. Hijos de Fe, 1873). Durante la juventud de Chaves Rey, publica también José Gestoso uno de sus libros fundamentales, la Guía artística de Sevilla (Sevilla, Establecimiento Tipográfico El Orden, 1884).

7 Alfonso Braojos: “Introducción”, en Manuel Chaves Rey: Historia y bibliografía de la prensa sevillana. Sevilla, Ayuntamiento, 1995.

8 Cit. en Luis Montoto y Rautenstrauch: Manuel Chaves Rey: necrología. Sevilla, Tipogra-fía de La Exposición, 1916, p. 9.

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cázar de Sevilla, Un majo o Un trovador de Sevilla, y el segundo con el grueso de su obra periodística e histórica. La pasión por Sevilla del pintor queda patente en las palabras que escribe Luis Montoto en la carta-prólo-go que encabeza la biografía escrita años después por Manuel Chaves:

“Amaba con frenesí la patria chica, y ponía en sus lienzos algo del sol de este cielo y de las primorosas gracias de esta tierra.”9

La inclinación por la pintura heredada de su padre le llevó a cultivar du-rante toda su vida el dibujo, casi siempre de tema localista, y a cursar los estudios superiores en la Escuela de Bellas Artes. No obstante, lo más significativo de la influencia paterna va más allá de la dedicación al oficio de pintor, para el que no estaba especialmente dotado. Es la mirada sobre la ciudad y sobre el pasado lo que parece haber aprendido el joven Ma-nuel en los lienzos de su padre. Prueba de la admiración que don José Chaves Ortiz despertaba en el hijo es la biografía que publicará en 1904 -posiblemente escrita a raíz de la muerte del pintor un año antes-, donde se acerca a la vida del padre y establece una primera catalogación y valo-ración de su obra.Del padre aprendió nuestro escritor no sólo la vinculación sentimental con la ciudad y el aprendizaje de la técnica pictórica, sino algo mucho más de-terminante para su vida futura: el amor al trabajo. De nuevo es Luis Mon-toto quien presenta al pintor como un trabajador incansable:

“Muchas y bonísimas cualidades lo abonaban; pero entre todas so-bresalía su amor al trabajo. Puede decirse que para él, la palabra ociosidad no tuvo significado.”10

Pese a la dedicación de toda una vida, don José Chaves Ortiz, según in-dica Montoto, murió en 1903 tan pobre como había vivido. El legado más importante que dejó lo expresa el hijo con palabras plenas de amor y, so-bre todo, respeto en el último parrafo de su biografía:

“La caja de colores abierta, la paleta y los pinceles que habían ser-vido días atrás esperaron inútilmente la mano incansable que vol-viera a recogerlos; yo cerré aquella caja y guardé aquella paleta y aquellos pinceles, única herencia que el artista dejaba: ¡los instru-mentos del trabajo!”11

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9 Luis Montoto: “Carta-prólogo”, en Manuel Chaves Rey: Noticia biográfica del pintor don José Chaves Ortiz. Sevilla, El Progreso, 1904, p. 4.

10 Ibid., pp. 4-5.

11 Ibid., p. 29.

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La educación reglada recibida por Manuel Chaves no es sobresaliente. Se sabe que cursó las primeras letras en la escuela parroquial de San Loren-zo, donde compartió pupitre y aficiones literarias con los hermanos Sera-fín y Joaquín Álvarez Quintero, y que, vista su afición a los lápices, entró como aprendiz en 1883 en el establecimiento tipográfico de Enrique Utre-ra para ejercitarse en el dibujo litográfico, así como que estuvo matricula-do en la Escuela de Bellas Artes. El deseo de la familia era que el joven se dedicase al comercio, pero su inclinación personal se orientaba hacia las artes y las letras.Tras cumplir con sus estudios y el obligado servicio militar, Chaves Rey decide buscar su horizonte profesional lejos de los pinceles, aunque no de la preocupación por el alma de Sevilla, y lo encontrará en las redacciones de los periódicos. En esos años posteriores a 1889, la familia Chaves mu-da su domicilio y, con ello, su contexto social. Primero hacia San Marcos y Santa Marina12, barrios de población mayoritariamente jornalera y artesa-nal en los que una familia de extracción pequeño burguesa no debía en-cajar demasiado bien; y, después, hacia el barrio de San Roque, extramu-ros de una ciudad que ya no podía contener su creciente población y se veía obligada a extenderse hacia el este13.Al hilo de los cambios de domicilio señalados, Manuel Chaves Rey se irá afirmando como uno de los periodistas más leídos y afamados de la Sevi-lla del momento. Son años en los que desarrolla un incansable trabajo que dejará su eco en la práctica totalidad de las cabeceras de la prensa de la ciudad. En 1891 ya firma artículos en El Arte Andaluz, dirige en 1892 La Mariposa y colaborará posteriormente en El Cronista, El Orden, El Ave María, El Posibilista, El Mundo Obrero, El Comercio de Andalucía, El Dia-blo Cojuelo, El Indispensable, El Porvenir, El Progreso, El Cometa, La Fiesta Nacional, El Correo de Sevilla, La Biografía Ilustrada, La Andalucía Ilustrada, Serio y Broma, Arte Fotográfico, Mari Clara. Escribe en medios generalistas y publicaciones temáticas; en la prensa católica, la liberal y la obrera. Cualquier medio es válido para acoger los textos del cronista so-bre la ciudad y su historia.El infatigable trabajo desarrollado en los años que van desde 1889 hasta 1901 cristaliza, además, en sus primeros libros y folletos, algunos recopi-lación de breves textos aparecidos en prensa y otros compuestos con el

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12 Según consta en las Guías de Sevilla y su Provincia (op. cit) de 1890 y 1891, la familia Chaves habría fijado su domicilio en el número 85 de la calle Bustos Tavera.

13 Desde 1892 y hasta 1896, los Chaves vivirán en el número 7 de la Quinta de la Flori-da. Así lo indican las Guías de Sevilla de esos años y las cédulas de empadronamiento consultadas.

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objeto ser publicados de manera independiente. Tampoco dejará de lado Chaves Rey la creación literaria, ya que de este periodo datan su única novela, Constancia14, el poemario Perder el tiempo y el largo poema refle-xivo La madre y la muerte.En el terreno más íntimo, son estos años los de conformación de su per-sonalidad y de su núcleo familiar. En la primavera de 1894 contrae matri-monio con la joven Pilar Nogales y Nogales, hermana del también perio-dista José Nogales, afincado en Sevilla desde unos años antes y que brindará en el futuro la posibilidad de ascenso profesional al autor que nos ocupa cuando le ofrezca colaborar en la recién nacida edición sevillana de El Liberal. A finales de la década, en 1897, otro motivo de alegría personal tiene lugar, pues viene al mundo el primero de sus cuatro hijos, el ya mencionado Manuel Chaves Nogales, que continuará, como hemos seña-lado, la labor periodística y literaria del padre, aunque con una dimensión más universal y, acaso, relevante.Como complemento de su vida profesional o derivado de ella, Chaves Rey se convertirá en este final del turbulento siglo XIX en un asiduo de las tertulias y los cafés políticos, donde compartirá velador con lo más grana-do de la cultura sevillana. De entre todas las tertulias en las que participó, la de Juan Perez de Guzmán y Boza, duque de TʼSerclaes, fue en la que tuvo mayor protagonismo. Se celebraba esta reunión en la biblioteca del propio aristócrata, en la esquina entre la Plaza del Duque de la Victoria y la actual calle Alfonso XII. A ella asistían gentes de la talla de José Gesto-so, Joaquín Guichot, Luis Montoto, Fernando Belmonte, Cano y Cueto, Francisco Rodríguez Marín, el propio duque de TʼSerclaes y su hermano, el marqués de Jerez de los Caballeros, ambos nobles importantes bibliófi-los. Pese a la altura intelectual de los nombres citados, no era, ni mucho menos, una reunión cerrada y exclusiva. Luis Montoto la define de la si-guiente manera:

“Era la democrática confraternidad de hombres encanecidos por el estudio y jóvenes ansiosos de ganar en buena lid un lugar señala-do en la república de las letras.”15

La tertulia del duque, como era conocida, se constituyó en un espacio de intercambio de conocimiento e ideas, cuyo leit motiv no era otro que la

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14 A esta novela se dedica uno de los escasos estudios publicados que existen sobre la obra literaria de Chaves Rey: Ángeles Carmona González, “Constancia: un folletín de Manuel Chaves Rey”, en Actas del I Simposio Regional de Actualización Científica y Di-dáctica sobre Literatura Culta y Popular en Andalucía. Sevilla, Asociación Andaluza de Profesores de Español “Elio Antonio de Nebrija”, 1995.

15 Luis Montoto y Rautenstrauch: Don Manuel Chaves Rey: necrología. Op. cit., p. 4.

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historia y, por supuesto, Sevilla; aunque al hilo de un documento encon-trado, de un autor recuperado del olvido, la conversación fluyera por veri-cuetos insospechados y enriquecedores. Ante esa academia humanística se presentará un día el joven Chaves Rey. Luis Montoto recuerda así su irrupción:

“Una noche llegó a la tertulia del duque un mozalbete resuelto, de-sembarazado, de palabra premiosa, muy andaluz en el cecear, muy desaliñado en el vestir. Al verlo, pensé en un retrato de Larra.”16

Desde ese momento, la tertulia se convirtió, en opinión de Montoto, en el instituto y universidad que el joven periodista e historiador autodidacta no había tenido oportunidad de pisar. La especial vinculación trabada con Juan Pérez de Guzmán justifica, por ejemplo, la dedicatoria en 1894 del volumen Páginas sevillanas, pues Chaves sabe de “las decididas aficio-nes a los trabajos de la índole del mío”17.Es lógico pensar que en estas charlas aflorara de tanto en tanto la cues-tión política y que en ellas manifestara nuestro hombre la posición ideoló-gica liberal y moderadamente anticlerical que también se aprecia en la suave sátira de algunos clérigos y en la ironía sobre ciertos comporta-mientos religiosos que glosa en sus colaboraciones periodísticas. Son muy numerosos los ejemplos que pueden citarse de censura de los com-portamientos eclesiásticos, casi siempre envueltos en un dulce sarcasmo, como se aprecia en el párrafo que cierra una de las historias que compo-nen el volumen Páginas sevillanas:

“En aquella bendita época los mancebos eran sin duda más crédu-los que hoy, y por eso eran engañados más fácilmente por el sexo femenino, que en todos los tiempos sólo ha tratado de seducir y perder a los hombres, como dijo un santo padre, que debió ser per-sona experimentada y conocedor práctico de tan sutiles materias.”18

Al igual que sucede en el terreno de lo religioso, los ejemplos de crítica a los comportamientos políticos absolutistas son constantes en su obra. En relación a los sucesos de junio de 1823 en Sevilla, Chaves Rey no duda utilizar un vocabulario despectivo para censurar a aquellas “hordas abso-

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16 Ibid., p. 9.

17 En la colección del duque de TʼSerclaes predominaba la “historia de los pueblos”, se-gún indica Luis Montoto, mientras que Manuel Pérez de Guzmán, marqués de Jerez de los Caballeros, coleccionaba libros poéticos. Buena parte de la inmensa colección de libros que ambos hermanos reunieron en vida fue adquirida por Archer Huntington y for-ma parte hoy de la biblioteca de la Hispanic Society of New York.

18 Manuel Chaves Rey: Páginas sevillanas. Sevilla, Imprenta de E. Rasco, 1894, p. 148.

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lutistas” que “en aquel memorable día cometieron tantos excesos”19. Es este pensamiento liberal el que, muy posiblemente, llevara a nuestro autor en estos años a ingresar en la logia masónica sevillana Germinal 306, tal y como indica el historiador Leandro Álvarez Rey20.En 1901, José Nogales y Nogales recibe el encargo de lanzar El Liberal Sevillano, versión andaluza del gran emblema periodístico de la España liberal y llamado a ser también el referente de la opinión publica en la Se-villa de principios del siglo XX. Nogales no duda en ofrecer el puesto de redactor jefe del recién creado periódico a su cuñado, no por afinidad fa-miliar, sino porque en ese tiempo Chaves era ya un consolidado, trabaja-dor y solvente periodista avalado por una interesante obra, pese a contar con unos escasos treinta años. En El Liberal trabajará Chaves hasta el fin de sus días ocupando diferentes puestos, pese a la difícil relación que mantendrá con José Laguillo, el director del periódico21.El nombramiento supone el primero de los muchos reconocimientos pro-fesionales y personales que recibirá el autor en el último periodo de su vi-da. Desde este momento, el prestigio de Chaves Rey se agiganta en el ámbito local y también más allá de las fronteras sevillanas: sus investiga-ciones recibirán hasta seis galardones en los juegos florales convocados por el Ateneo22, será nombrado académico numerario de la Real Acade-mia Sevillana de Buenas Letras y de la de Bellas Artes de Córdoba, co-rrespondiente de la Real Academia de la Historia y de la Hispanoamerica-na de Cádiz y, en el último año de su existencia, presidente de la Asocia-ción de la Prensa Sevillana. Pero la más alta distinción le llega el 25 de septiembre de 1909, fecha en que recibe el nombramiento como cronista oficial de Sevilla, ocupando el cargo honorario que dejara vacío Joaquín Guichot a su muerte. También en ese mismo 1909 se le concede el pues-to de oficial del Archivo y Biblioteca Municipal de la ciudad, gracias al cual se garantiza el acceso a un ingente mar de documentación que aprove-chará en las obras de sus últimos años. Se puede decir que el nuevo siglo supone el triunfo de un hombre que lleva desde su nacimiento preparán-

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19 Ibid., p. 95.

20 Leandro Álvarez Rey: Aproximación a un mito: Masonería y Política en la Sevilla del siglo XX. Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1996.

21 Alfonso BRAOJOS GARRIDO (Ed.), José Laguillo. Memorias. Veintisiete años en la dirección de El Liberal de Sevilla (1907-1936). Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1979.

22 El humorismo en la literatura española del siglo XIX (1900), Don Diego Ortiz de Zúñiga (1902), Catálogo biográfico-bibliográfico de novelistas sevillanos del siglo XIX (1903), Bibliografía cervantina sevillana (1905), Las escritoras sevillanas del siglo XIX (1906) y Don José de Velilla (1907).

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dose para ello, con trabajo callado, infatigable, exhaustivo y prolífico. El éxito profesional y personal cristaliza también en diversas investigaciones biográficas e históricas de calado y en algunas de sus obras más relevan-tes, como las Cosas nuevas y viejas, donde reúne los artículos aparecidos en el primer año de vida de El Liberal Sevillano, o Ambientes de antaño, recolección de textos escritos entre 1910 y 1911 también destinados a las páginas de El Liberal y publicado el último año de la vida del autor.Sin embargo, la relevancia alcanzada y la estabilidad familiar de estos años se ve truncada demasiado pronto. No fue Chaves Rey hombre de recia salud y unas fiebres malignas lo llevaron de este mundo el 7 de no-viembre de 1914 con poco más de cuarenta y cuatro años. Dejó tras de sí una familia deshecha por lo sorpresivo del fatal desenlace y un escaso capital, si nos atenemos a las informaciones que hablan de cómo la viuda hubo de impartir clases de piano para poder sacar adelante a los hijos23. Pero más allá de lo material, Chaves Rey legó a las generaciones futuras una forma de mirar Sevilla, rigurosa y plena de amor, en la que lo legen-dario y lo histórico, la anécdota y la sólida referencia se funden a la per-fección para componer uno de los más interesantes mosaicos que la abundante bibliografía sobre la capital andaluza pueda ofrecer.

LA OBRA

Escribió Manuel Chaves Rey más de cincuenta obras a lo largo de su vi-da, sin contar el innumerable conjunto de artículos aparecidos en los dis-tintos medios en los que colaboró. Como ya se indicó al principio de estas páginas, la mayoría de su producción fue editada una única vez en tiradas de escasos ejemplares y duerme el sueño de los justos en los anaqueles de las bibliotecas. Sólo unas pocas han visto la luz en los últimos años. Tan ingente volumen de textos obliga a un esfuerzo de clasificación gené-rica de los mismos que, en el caso de nuestro autor, no se presenta esca-so de problemas, ya que en bastantes ocasiones es difícil dilucidar cuál es la fina línea fronteriza que separa el ensayo histórico del artículo periodís-tico, por ejemplo. Pese a las dificultades de la tarea, intentaremos organi-zar su producción en tres categorías genéricas, basándonos en la combi-nación del canal de comunicación utilizado y el asunto objeto del texto.De esta manera, puede hablarse de un primer grupo de obras de tipo pe-riodístico, compuestas para la publicación en la prensa periódica, aunque después fueran recogidas en forma de libro. La mayoría de estos textos

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23 Así lo afirma Ana R. Cañil en el prólogo a Manuel Chaves Nogales: A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. Madrid, Espasa-Calpe, 2000.

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se encuentran dispersos por las páginas de los periódicos sevillanos en los que colaboró asiduamente el autor; sin embargo, un nutrido conjunto encontró abrigo en los volúmenes Hablar por hablar (1894), Cosas nuevas y viejas (1904) y Ambientes de antaño (1914), a los que ya nos hemos re-ferido con anterioridad.Los temas característicos del Chaves más claramente periodista son va-riados: las costumbres, la historia, la biografía de personajes relevantes, leyendas y anécdotas, el arte y la literatura, la posición política, en alguna ocasión. Pero casi siempre se advierte como nexo común que recorre sus artículos la relación con el pasado de Sevilla, la mirada atrás, quizás, para así intentar explicar mejor un presente desconcertante. Precisamente, es-ta vocación de apego al pasado y a la ciudad es la que justificó los ata-ques recibidos desde las posiciones ideológicas más progresistas que le acusaban de ser un periodista de costumbres y escasamente comprome-tido con los problemas de su tiempo. Y aunque es cierto que Chaves no se distinguió por la virulencia de su denuncia, no lo es menos que com-partía las ideas de aquellos hombres empeñados en modernizar la labor de la prensa para transformarla en un arma educativa y que tan bien que-da expresada en las palabras de Narciso Campillo:

“[El periodismo] es la múltiple voz de la conciencia, de las necesi-dades y aspiraciones públicas; que así levanta poderes y gobier-nos, como los desacredita y hunde en el polvo; que pone en comu-nicación íntima y diaria los hombres y las naciones, las virtudes, los heroísmos, los crímenes, los descubrimientos de la ciencia, los cantos de la poesía, las invenciones de la industria, los progresos de las artes y cuanto puede interesar a nuestro espíritu por el pe-riodismo nos llega, siendo la más poderosa palanca sobre la que obra en toda su fuerza intelectiva y social el presente siglo.”24

Como Campillo, Chaves Rey tenía fe ciega en el poder educador de la prensa y en su función de vigilante social; pero no era un revolucionario, sino un liberal moderado. Su posición es la de quien pretende contribuir humildemente, con datos fiables, al conocimiento y la comprensión de los hechos para que sea el destinatario del discurso, llegado el caso, el en-cargado de obrar en consecuencia. En el prólogo que escribe José Ges-toso para las Páginas sevillanas, el historiador destaca, precisamente, la incomprensión que entre sus contemporáneos ha de tener la obra de Chaves y las causas de la misma:

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24 Cit. en Memoria y Catálogo de las publicaciones periódicas madrileñas presentadas por la Hemeroteca Municipal de Madrid en la Exposición Internacional de Prensa en Co-lonia. Madrid, 1928, XV.

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“¡Qué lástima, amigo mío! V. con su buen talento, su carácter in-vestigador, su genio alegre y su juventud, fuerza es decirlo, malo-gra esas cualidades y emprende un camino extraviado. Sus sacrifi-cios, sus entusiasmos y su amor a Sevilla valdrán a V. menos, mu-cho menos, que si fuese muñidor en unas elecciones...Muy pocos (pero éstos buenos amigos en verdad) le aplaudirán y harán justicia; mientras que si endereza sus pasos por el ancho campo de la ambición soberbia o de la adulación servil y baja al-canzará gran predicamento, y entonces muchos le halagarán y enaltecerán.”25

El segundo grupo de obras que puede aislarse en la producción del autor lo componen los ensayos históricos, propiamente dichos. Estos presentan dos modalidades; por un lado, el breve apunte sobre un hecho, un lugar o un personaje; y, por otro, el documento largo, más académico y sustenta-do en una investigación solvente y comprobable. El primero de ellos aspi-ra casi exclusivamente a la divulgación, mientras que el segundo, sin de-jar de lado la aspiración a llegar al gran público, se dirige a un receptor más preparado y deseoso de conocer en profundidad los acontecimientos del pasado.Son los textos divulgativos breves los que presentan un mayor grado de hibridación, pudiendo situarlos entre lo periodístico y la pura referencia histórica. De hecho, muchos de ellos aparecieron publicados en prensa antes de alcanzar la disposición de libro independiente. Así sucede con las narraciones que componen el volumen Páginas sevillanas o con los incluídos en Bocetos de una época (1820-1840), ambos libros publicados en los últimos años del siglo XIX.Heredero de un incuestionable espíritu ilustrado en el que enseñanza y deleite deben andar de la mano, los apuntes históricos responden a la perfección al ideal que el propio autor manifestó en la nota introductoria al volumen Hablar por hablar:

“Si con la lectura de mis libros logra alguien saber algo que ignora-ba y pasar un rato entretenido, se habrán satisfecho los deseos que siempre me han movido a escribir para el público.”26

El asunto prioritario y casi único de este tipo de textos es el pasado sevi-llano, gran protagonista de toda su obra, analizado desde un punto de vis-ta subjetivo que deja aflorar sus filias y fobias personales, al igual que en aquellos artículos más puramente periodísticos. Le interesa a Chaves Rey

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25 Manuel Chaves Rey: Páginas sevillanas. Op. Cit., p. 15.

26 Manuel Chaves Rey: Hablar por hablar. Sevilla, Imprenta de El Posibilista, 1894.

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la geografía urbana, pero no tanto por sí misma, como por la vinculación que con ella guardan personajes, acontecimientos, leyendas y costum-bres perdidas. De alguna manera, parece que los edificios o las calles de la ciudad no sean más que una brillante y sugerente excusa para que el cronista vuelque sobre el papel las vidas de los hombres, de los que fue-ron protagonistas de la historia y de aquellos otros seres anónimos que, en ocasiones, hubieron de conformarse con sufrirla. Paisaje y paisanaje, pues; aunque siendo el primero la razón de ser del segundo.Junto al breve apunte histórico, Chaves Rey cultivó también el ensayo más riguroso, lo que le valió el reconocimiento fuera del ámbito local y el ingreso como miembro correspondiente en la Real Academia de la Histo-ria. Como afirma Alfonso Braojos27, nuestro autor bebió de la fuente ro-mántica por su pasión localista, pero fue capaz de envolverla en el positi-vismo imperante en su tiempo. Sus estudios no se limitan a impresiones subjetivas, sino que están cimentados en la solidez de la documentación atesorada en los principales nichos de información sevillanos, de los que era un gran conocedor y a los que tuvo un acceso franco a raíz de su nombramiento en 1909 como oficial del Archivo y Biblioteca Municipal.Sobre la base común de la temática local, los ensayos de Chaves abor-dan cuestiones diversas. Son muy abundantes los estudios biográficos de personajes relevantes, algunos de los cuales le otorgaron bien merecida fama entre sus contemporáneos. A este tipo pertenece Pepe-Illo. Ensayo biográfico, histórico y bibliográfico, en el que desvela la vida y el contexto del torero muerto trágicamente en la plaza de toros de Madrid en 1801. También debe destacarse Micer Francisco Imperial, espléndido estudio acerca de la vida y obra del poeta afincado en Sevilla que pretendió intro-ducir el uso del endecasílabo en las letras españolas un siglo antes de que Garcilaso y Boscán se aplicasen a tan difícil tarea. Aunque la gran contribución de Chaves a los estudios biográficos llega con Mariano José de Larra. Su tiempo, su vida, sus obras, texto en el que ofrece una docu-mentada biografía donde glosa las aportaciones del periodista y escritor madrileño a la historia de las letras y la prensa hispánica.El espíritu positivista que ilumina a Chaves Rey le llevó a ocuparse tam-bién de la catalogación de recursos bibliográficos. En este campo encon-tramos una de sus contribuciones más relevantes, aunque no la única: la Historia y bibliografía de la prensa sevillana, publicada en 1896 y que re-cibió el beneplácito de la Real Academia de la Historia por medio de Luis Vidart:

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27 Manuel Chaves Rey: Historia y Bibliografía de la Prensa Sevillana. Op. Cit.

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“La Historia y bibliografía de la prensa sevillana, escrita por D. Ma-nuel Chaves, es una obra de no pequeña utilidad para el conoci-miento de la historia de Sevilla, y que su autor merece que esta Real Academia acepte con agrado la dedicatoria de su libro y ma-nifieste que ve con singular complacencia la asidua aplicación del Sr. Chaves a los estudios históricos, que en la actualidad son base necesaria de todo conocimiento verdaderamente científico.”28

En esta obra se reúnen referencias a seiscientas veinticuatro piezas pe-riodísticas radicadas en Sevilla; desde la primera conocida, la Gazeta de Sevilla de 1661, hasta 1896, año de publicación del catálogo. En palabras de Alfonso Braojos, responsable de la reedición en 1995, Manuel Chaves Rey

“Supo en esta obra indagar con tesón y exhaustivamente en la prensa de Sevilla publicada hasta 1896, otorgarle una interpreta-ción, articularla en secuencias anuales y distinguir su contenido, sus trazos externos y sus inspiradores, como jamás se había hecho antes y como tampoco se ha convenido después."29

En definitiva, la obra no consiste en un simple catálogo de nombres, sino que el estudioso sevillano deseó ir más allá y ofrecernos el análisis y la interpretación de los medios de comunicación radicados en la ciudad, arrojando luz sobre una parcela de la cultura que había convertido en su labor profesional y en la que mantenía la firme de creencia de estar lla-mada a ser motor del cambio en España. De nuevo, pues, la idea que ya se ha repetido varias veces en estas páginas: conocer el pasado para comprender el presente.Por supuesto, nuestro autor también se aplicó al cultivo del que podría-mos llamar ensayo histórico convencional, extenso y bien documentado. En ellos suele centrarse en algún hecho puntual, como sucede en el que lleva por título El primer año de Feria en Sevilla, 1847: apuntes históricos, o en un periodo limitado de tiempo analizado con singular minuciosidad, que es el caso de Sevilla en la Guerra de África, 1859-1860. Esta predi-lección por partir de los concreto se aprecia también en otras contribucio-nes que parten de un lugar, en vez de un periodo de tiempo o un hecho, de manera análoga al sistema de trabajo que habíamos descrito en rela-ción a algunos de sus artículos periodísticos. Ese procedimiento es el que

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28 Luis Vidart: “Historia y bibliografía de la prensa sevillana, por D. Manuel Chaves, con un prólogo de D. Joaquín Guichot. Sevilla, 1896”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1897, p. 265.

29 Manuel Chaves Rey: Historia y Bibliografía de la Prensa Sevillana. Sevilla. Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1995.

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se encuentra presente en otro de sus trabajos más conocidos, el titulado La calle Génova de Sevilla, donde intenta reconstruir la peculiar vida de un lugar emblemático que había dejado de existir poco tiempo antes a causa de las obras de ensanche que perseguían adecuar la estructura urbana a las exigencias de la modernidad.Otra de las grandes pasiones de Chaves Rey, la literatura, también en-cuentra un lugar entre sus páginas, tanto desde una perspectiva creativa, a la que nos referiremos posteriormente, como desde un punto de vista estrictamente historicista. Ya se han citado algunos títulos en los que lo literario cobra protagonismo -es el caso de las biografías de Larra o Fran-cisco Imperial-; pero no sería justo terminar el repaso de su obra ensayís-tica sin hacer referencia a los estudios directa o indirectamente literarios. Entre ellos debe destacarse el pequeño libro Los teatros de Sevilla en la segunda época constitucional (1820-1823), donde describe los locales existentes y repasa la cartelera de espectáculos. También son reseñables el ensayo El humorismo en la literatura española del siglo XIX y los catá-logos bibliográficos Bibliografía cervantina sevillana y Catálogo biográfico-bibliográfico de novelistas sevillanos del siglo XIX.En el breve recorrido por la obra de Chaves Rey hemos dejado para el último lugar sus obras de creación, pese a que algunas de ella fueron las primeras en verse publicadas. No deben tomarse estas producciones co-mo núcleo fundamental de su obra, sino más bien como un complemento de lo ensayístico y periodístico. En la necrología publicada dos años después de su muerte, Luis Montoto no puede evitar expresar un negativo juicio de valor:

“Para lírico le faltaba sentimiento exquisito, calor y entusiasmo. Las piezas que dio al teatro son tímidos ensayos; preparación para obras de más substancia. Sus cuentos y novelas adolecen de pro-saísmo [...] Si, a lo menos, hubiese adornado aquellas sus produc-ciones con los arreos de una dicción castiza y elegante... Pero se curó muy poco, mejor dicho, no se curó de lo que el autor del Diá-logo de las lenguas llama «punticos y primores del leguaje».”30

Son duras palabras en boca de quien es designado por la Academia de Buenas Letras para cantar la memoria del difunto; pero el objetivo del pa-negirista es ensalzar la contribución de Chaves a los estudios humanísti-cos, aunque para ello censure sus “deslices” creativos, pues “no fue un artista; pero fue un crítico”. El lugar que debe ocupar Manuel Chaves Rey en el recuerdo de las letras sevillanas se encuentra en otra parcela bien

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30 Luis Montoto y Rautenstrauch: Don Manuel Chaves Rey: necrología. Op. cit., p. 13.

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distinta, probablemente más digna de memoria, siempre en opinión de Montoto:

“Para expresar en pocas palabras la significación de don Manuel Chaves en las letras hispalenses, diría yo que fue el sucesor legí-timo de aquel gran papelista que se llamó don Justino Matute y Gaviria, a quien si faltó arte para narrar y exponer, en erudición y buen juicio pocos se le aventajaron.”31

La obra creativa de Chaves mantiene como punto de contacto con el res-to, de nuevo, la historia local, el protagonismo de Sevilla y sus gentes. Deben ser entendidas como un medio diferente de acercamiento a los acontecimientos históricos que más preocupaban al escritor y en el que podía mostrarse más libre, lejos de la atadura del hecho comprobable. Si en algún momento tuvo el autor aspiraciones literarias más altas, las abandonó pronto, dejando su producción creativa en un segundo plano o, incluso, en la estela de Petrarca, considerándolas “pecadillos de juven-tud”. Solamente perseverará en los textos teatrales que esporádicamente seguirá cultivando hasta un año antes de su muerte.El primer trabajo de Chaves Rey que ve la imprenta en 1891, Constan-cia32, es una novelita ambientada en la Primera Guerra Carlista dedicada a la que será su compañera durante toda la vida, Pilar Nogales. Que se-pamos, es la única incursión del autor en la narrativa como tal, aunque debe tenerse en cuenta que una buena parte de sus textos son relatos de leyendas locales y, como tales, pudieran encuadrarse dentro de un géne-ro extensamente cultivado durante el siglo XIX. Así sucede, por ejemplo, con la breve narración “Las sombras del subterráneo” incluída en el volu-men Páginas sevillanas. El relato viene encabezado por una cita de Fer-nández y González que da a la perfección las claves para su interpreta-ción:

“Seres fantásticos que por las noches amedrentan al triste desve-lado, y desaparecen con los primeros albores del nuevo día...”33

Nos encontramos, por tanto, ante un relato fantástico, en la línea de los que compusiera Gustavo Adolfo Bécquer y cuyo ambientación fantasma-górica se repetirá en otros muchos. El gusto por lo misterioso presente en el texto, al igual que por la ambientación local, la recreación histórica y la defensa de la libertad individual, sitúan a Chaves Rey dentro de la órbita

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31 Ibid., p. 14.

32 Esta novela, como ya se indicó con anterioridad ha sido estudiada por Ángeles Car-mona González en “Constancia: un folletín de Manuel Chaves Rey”, op. cit.

33 Manuel Chaves Rey: Páginas sevillanas. Op. cit., p. 130.

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de un romanticismo tardío. Sin embargo, el rigor en el acercamiento al pa-sado que ya hemos comentado y el alejamiento del lenguaje pretencioso y efectista para construir un discurso sencillo y accesible a todos lo sitúan en una posición pareja al positivismo y dentro de los nuevos tiempos co-mo miembro de pleno derecho.Tras la contribución novelística, el escritor sevillano alternó los estudios históricos con los ejercicios líricos. Muestra de ello es el volumen Perder el tiempo, en el que recoge poemas compuestos con anterioridad a 1896, y el poema reflexivo inspirado en un relato de Hans Christian Andersen titulado La madre y la muerte, salido de la imprenta en 1899. No puede saberse si Chaves Rey compuso más textos líricos con posterioridad, aunque, si lo hizo, los guardó a buen recaudo. Posiblemente, la mentali-dad positiva del autor le llevó a centrarse en aquellos géneros que a su juicio contribuían más claramente a la educación social, relegando la ex-presión de la propia sentimentalidad a un segundo plano. El nombre que da a su primer poemario parece indicar la consideración en que tenía la lírica, por mucho que se trate también de una estrategia tópica derivada de la falsa modestia.Mayor recorrido tienen los ensayos dramáticos, a los que parece aplicarse con especial dedicación en los primeros años del siglo XX. De ellos mere-cen destacarse los dramas Daoiz, donde muestra el alzamiento nacional contra el invasor francés; El candilejo, escenificación de un episodio de tiempos del rey don Pedro; o La justicia plebeya, obra estrenada el 12 de octubre de 1911 en el Teatro Duque de la capital hispalense. También en clave histórica se encuentra la obra breve Un entremés de Cervantes: bo-ceto histórico en un acto, texto en verso compuesto en 1905 con motivo de la conmemoración del tercer centenario de la publicación de El Quijote. El gusto que el autor tenía por las costumbres populares es el punto de partida de Los palomos, obra en la que recrea diferentes escenas popula-res. En la misma línea de recreación de ambientes populares debe situar-se la obra de 1906 Vivan las caenas, aunque en la receta dramática se mezclan también la reconstrucción de un episodio de la historia sevillana -la caída del régimen liberal en 1823 y los desmanes llevados a cabo por la facción absolutista-, así como una buena dosis de crítica a las posicio-nes políticas conservadoras.Como se ha podido apreciar, la obra creativa de Chaves Rey es muy limi-tada en extensión si se compara con las otras modalidades señaladas. No supone ninguna novedad en relación con el resto de la producción del au-tor, ya que el mundo desarrollado en ellas es el mismo que se ha descrito en los textos ensayísticos o periodísticos y los presupuestos ideológicos que afloran en la ficción son, evidentemente, los mismos que subyacen a

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su labor más académica. En cambio, sí tienen valor como medio para acercarnos al hombre que se encuentra detrás del investigador, obsesio-nado con la historia de una ciudad y con las maneras de darla a conocer a sus conciudadanos en un tiempo en que la urbe se estaba transformando irremisiblemente. La obra de ficción es para el cronista una especie de “descanso del guerrero” que no está dispuesto a olvidar el objetivo de su lucha ni siquiera en los tiempos de paz.

LAS PÁGINAS SEVILLANAS

En 1894, con apenas veinticuatro años, contaba ya Manuel Chaves con tres libros impresos y una cierta fama en el mundillo cultural sevillano. Se había cimentado esta en la asidua colaboración en buena parte de las ca-beceras periodísticas de la ciudad y en la pertenencia como miembro de pleno derecho a la tertulia del duque de TʼSerclaes. Precisamente, es la participación en la reunión de bibliófilos la que facilita, de alguna manera, la aparición del volumen, pues ve la luz gracias al trabajo del reputado im-presor sevillano E. Rasco, habitual garante de las publicaciones que te-nían su origen en tan singular academia, y cuya edición, presumiblemen-te, fue sostenida por el propio duque, auténtico mecenas en aquella Sevi-lla finisecular.La vinculación del texto con la tertulia se manifiesta en varios aspectos. Además del impresor, la dedicatoria del autor a don Juan Pérez de Guz-mán y Boza así lo demuestra:

“Me permito dedicarla a V., pues quiero corresponder de algún mo-do a las atenciones y pruebas de estima que le debo.”34

También se pone de relieve la conexión de la que hablamos en el hecho de que la carta-prólogo esté firmada por otro de los habituales en las reu-niones del duque, José Gestoso y Pérez, académico e investigador casi veinte años mayor que Chaves:

“Confieso a V. que después de hojeado el volumen y complacído-me con sus preciosos artículos he sentido, no la natural satisfac-ción del amor propio al estampar mi nombre junto al de V., sino al-go superior a aquella, algo más vivo y más profundo, porque no se basa en el halago personal, ni en la vanidad satisfecha, sino en el más puro y más noble de todos los humanos sentimientos, en el

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34 Manuel Chaves Rey: Páginas sevillanas. Op. cit., p. 5

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amor a la patria, tan grande en mí, que no lo cedo ante ningún otro.”35

Con total seguridad no pudo escoger el joven historiador firma más indi-cada para presentar su libro que quien había sido el principal instigador de la creación en 1886 del Museo Arqueológico Municipal, con lo que ello supuso en la recuperación del patrimonio histórico de la ciudad, y autor de obras tan relevantes como la Guía artística de Sevilla o Sevilla monumen-tal y artística36. En las páginas del prólogo, Gestoso expresa una relación con el texto de Chaves que va más allá de lo histórico y académico para caer en lo puramente sentimental, en el dolor de quien comprueba día a día cómo el presente de la ciudad no responde ya a las glorias pasadas:

“Dulce recreo del espíritu fatigado de las luchas de la vida, descan-so inefable para el alma enmedio del continuo tráfago que nos ro-dea, experiméntase con la lectura de su obra de V.; por más que luego, cuando la razón nos lleva a establecer el contraste entre lo pasado y lo presente, sea mayor el desencanto ante la realidad abrumadora.”37

El reputado arqueólogo parece interpretar las Páginas sevillanas como un canto elegíaco al pasado de la ciudad, pero también a la propia juventud perdida:

“¡Cuántas veces he buscado reposo para mi espíritu en muchos de los parajes que V. describe, y cuántas hallé consuelo en otros que traen siempre a mi mente memorias juveniles, recuerdos impere-cederos de impresiones que no han de repetirse jamás.”38

La relacion del lector con una obra es un acto de libertad suprema, aun-que siempre deba partirse de las claves interpretativas que la obra en cuestión ofrezca. En el caso que nos ocupa, el prologuista ha derivado hacia una interpretación de índole estrictamente personal: ve en las pala-bras de Chaves una muestra más de la descomposición de un entorno urbano y personal que se empeña en evitar con su trabajo diario, pero que sabe condenado a sucumbir bajo “los golpes del hacha o de la pique-ta”. Sin embargo, no parece ser esa la intención del libro. El todavía aprendiz de historiador ofrece con sus páginas un canto a la Sevilla eter-

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35 José Gestoso y Pérez: “Carta-prólogo” en Ibid., p. 7.

36 Guía artística de Sevilla se publica en el Establecimiento Tipográfico El Orden en 1884 y Sevilla monumental y artística apareció por primera vez en la Oficina Tipográfica de El Conservador en 1889, aunque se hicieron sucesivas reediciones en los siguientes años.

37 José Gestoso: op. cit., p. 9.

38 Ibid., p. 9.

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na, la del pasado y la del presente. No se duele por la desaparición de ca-lles o edificios emblemáticos, sino que que ve en sus restos, en sus ecos, en la memoria, un signo de lo que fueron y una razón para la esperanza; pues el tiempo, pese a todo, no ha conseguido hacer desaparecer el re-cuerdo. Resuenan en el espíritu que subyace al libro los últimos versos del soneto que Francisco de Medrano dedicara a las ruinas de Itálica:

“¡Cómo feneció todo, ay!; mas erguidas, a pesar de fortuna y tiempo, vemos estas y aquellas piedras combatidas.

Pues si vencen la edad y los estremos del mal, piedras calladas y sufridas,suframos, Amarilis, y callemos.”39

Medrano quiso ver en los restos de la ciudad romana no un signo de muerte o decadencia, como la mayoría de sus contemporáneos barrocos, sino un ejemplo de esperanza; Chaves también se adentra en los restos que la historia ha dejado a su paso para encontrar en ellos la iluminación necesaria que le permita enfrentarse al presente. De ahí el diálogo cons-tante que se establece en sus textos entre el hoy y el ayer, entre la con-templación de una costumbre o de un resto material y los hechos pasados que los sustentan: conocer para comprender y para valorar en su justa medida lo actual.Páginas sevillanas está compuesto por setenta y ocho textos de muy bre-ve extensión. La mayoría de ellos oscilan entre las tres y las cuatro pági-nas, y solamente en casos muy contados, el autor se deja ir más allá de las cinco, como sucede en “La velada de San Juan”, recreación del am-biente en el entorno de la Alameda de Hércules, o en “Una aventura”, re-lato de las andanzas amorosas del caballero Álvaro González de Aguilar. Un libro compuesto por tal cantidad de textos y de una entidad material tan escueta corría el riesgo de pecar de cierta falta de uniformidad que lo condenara a ser entendido como obra fragmentaria, falta de un sentido único y fruto de la simple recolección de trabajos precedentes. Pero el au-tor no quiere provocar ese efecto en el lector, motivo por el cual introduce en la obra una serie de elementos que la dotan de unidad y garantizan su interpretación como un todo bien integrado.Sin lugar a dudas, el nexo de unión más relevante es la ciudad, verdadera obsesión en la obra de Chaves y de tantos otros con quienes compartió tiempo, lecturas y charlas. Al autor le interesan los edificios, las calles, los

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39 Francisco de Medrano: Poesía (Ed. de Dámaso Alonso). Madrid, Cátedra, 1988, pp. 242-243.

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personajes conocidos y también los anónimos protagonistas de la historia, los sucesos, leyendas y tradiciones, las instituciones más señaladas, los comportamientos políticos de la historia reciente, las costumbres. Sevilla es mostrada por Chaves como la suma de muchas ciudades que sólo co-bran sentido en un conjunto repleto de aristas misteriosas, más por el desconocimiento que de ellas se tiene que por su propia esencia. Quien tome las Páginas sevillanas en sus manos toma a una Sevilla esclarecida por el trabajo del investigador, coherente, hasta cierto punto, en su deve-nir.La aspiración al orden en el discurso lleva al escritor a disponer las piezas del rompecabezas sevillano según un férreo orden cronológico. El primer texto, “La Fuente del Arzobispo”, retrotrae al lector hasta la segunda mitad del siglo XIII, poco después de la conquista de la ciudad por el rey Fer-nando III, y lo sitúa en las huertas de la zona norte, donde “existía la huer-ta y palacio que el Monarca conquistador regaló a D. Remondo, su confe-sor, y segundo arzobispo que tuvo Sevilla después de ser abandonada por los sarracenos”40. No se priva Chaves de lanzar su erudición más atrás en el tiempo, ya que da noticia también de cómo existió en las cer-canías de ese lugar un templo romano dedicado al dios Panteo y edifica-do por Lucio Luicinio Adamas. Sin embargo, la Sevilla anterior a la con-quista cristiana no es el objeto del libro y solamente se hacen referencias a ella como complemento o ampliación erudita. Incluso en el caso de edi-ficios tan vinculados a la ciudad musulmana como la Giralda, el historiador renuncia a ocuparse por extenso de la construcción almohade, a la que se refiere en un escueto párrafo, para centrarse en el relato de las trasforma-ciones sufridas por la torre en periodo cristiano. Algo similar sucede con la Torre del Oro, de la que se interesa por los usos que de ella se hicieron en tiempos del rey Don Pedro, uno de los personajes históricos recurrentes en el libro.Por tanto, la Sevilla sobre la que Chaves pone su foco de atención nace con el asedio y conquista cristiana de noviembre de 1248, aunque sin ne-gar, evidentemente, la historia anterior. El recorrido por el pasado llegará hasta unos pocos años antes de la publicación del libro. El último artículo es el dedicado a Gustavo Adolfo Bécquer, fallecido el 22 de diciembre de 1870 y, en la opinión de Chaves, injustamente olvidado por la Sevilla ofi-cial. Las palabras con que termina la breve semblanza del poeta y que da fin al libro es una amarga queja contra la ingratitud social:

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40 Manuel Chaves Rey: Páginas sevillanas. Op. cit., pp. 17-18.

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“La patria ha sido ingrata con el poeta que tanto la amó; inútilmente buscará el viajero en nuestra población un monumento que perpe-túe su memoria.Hace algunos años, varios jóvenes entusiastas proyectaron dedi-carle un recuerdo a las orillas del Guadalquivir, pero el proyecto no llegó a realizarse.... Una modesta lápida colocada en la casa donde nació, y el nombre de una de las calles más extraviadas de la ciu-dad, son las únicas cosas que en Sevilla recuerdan a Bécquer.”41

Habría que esperar aún algún tiempo para que se hiciera justicia con uno de los hijos preclaros de una ciudad que tiene por costumbre no recono-cer a tiempo a quienes mejor han paseado su nombre.Entre la conquista cristiana y el recuerdo de Bécquer, las Páginas sevilla-nas atraviesan poco más de seis siglos de historia. La distribución crono-lógica de los textos no arroja dudas sobre las preferencias del investiga-dor: veinte artículos se ocupan del periodo medieval (del I al XX), entre la segunda mitad del siglo XIII y el reinado de los Reyes Católicos, en el XV; treinta y seis se centran en los Siglos de Oro (del XXI al LVI); a los tiem-pos ilustrados dedica siete artículos (LVII-LXIII); y, por último, quince refe-rencias tratan sobre acontecimientos y personalidades del siglo XIX (LXIV-LXXVIII). Los tiempos más remotos y los de máximo esplendor de la ciu-dad son, como no podía ser de otro modo, aquellos a los que se dedican más esfuerzos divulgadores; aunque la importancia que a su juicio tiene los acontecimientos recientes en la conformación de la ciudad contempo-ránea justifican el mayor número de crónicas en la relación años-textos que muestra el libro. De este último periodo merece especial mención las palabras que dedica a la jura de la Constitución por el Cabildo de la ciu-dad el 12 de septiembre de 1812:

“Terminada la misa, se adelantó Ruiz del Burgo, como jefe político que era de la ciudad, y dirigiéndose a la multitud que ocupaba el templo, pronunció estas palabras:—¿Juráis guardar y observar la nueva Constitución política, publi-cada por la Regencia, y sancionada por las Cortes generales, que se os acaba de hacer presente?—¡Sí juramos!—contestó la multitud.—¿Juráis conocer y defender a vuestro rey el señor D. Fernando VII, que Dios guarde?—¡Si juramos!—volvieron a responder todos.

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41 Ibid., p. 345.

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Entonces las campanas de la Giralda comenzaron sus alegres re-piques, los cañones hicieron salvas, y el Cabildo entonó el Te-Deum, dando fin la ceremonia cerca del medio día.¡Quién hubiera imaginado entonces que el nuevo código que con tanto regocijo se acogía iba a ser causa de tan hondas perturba-ciones para la nación!”42

Chaves presenta a una multitud enardecida gracias a la libertad recién al-canzada. La iglesia, el poder civil, el pueblo son presentados como un cuerpo único en torno al hecho más determinante de la historia reciente. Tal es la importancia que quiere dar al hecho, que el emblema de la ciu-dad, la Giralda, se suma también con la alegre algarabía de sus campa-nas. Pero, como en otros muchos textos del libro, el tiempo del autor hace acto de presencia en la exclamación dolorida que ocupa el párrafo final: aún queda mucho camino por recorrer hasta que la libertad triunfe, reco-noce el escritor.En la necrología que Luis Montoto y Rautenstrauch43 dedica a Chaves Rey en 1916 lo acusa de no haber cuidado en exceso el lenguaje en sus obras. Niega el autor del panegírico las dotes artísticas del finado, presen-tándolo como un hombre preocupado por la expresión del conocimiento, más que por el lucimiento de su prosa. En la carta-prólogo que acompaña a las Páginas sevillanas, José Gestoso también incide sobre este carác-ter; aunque el autor de la Guía artística de Sevilla no ve en ello un defec-to, sino, más bien, un acierto del joven investigador:

“Lleva V. su abnegación y su entusiasmo hasta el punto de escribir el nuevo libro que a estos renglones acompaña, sin más estímulo que el de vulgarizar nuestras glorias, ilustrando al pueblo; porque V. no ha escrito para los doctos, sino para contribuir a la enseñanza de aquél, mostrándole sanos y altísimos ejemplos que lo inciten a imitar lo bueno y a apartarse de lo malo.”44

El libro es, pues, una obra divulgativa que pretende acercar la historia de la ciudad al gran público, a esa pequeña burguesía comercial que había crecido en Sevilla a lo largo del siglo XIX, interesada vagamente por las cuestiones culturales, pero sin la preparación necesaria para digerir sesu-dos tratados eruditos ni gusto por una prosa recargada. La opción estilís-tica de Chaves se convierte, de esta manera, en otro elemento uniforma-

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42 Ibid., p. 320.

43 Luis Montoto y Raustenstrauch: Don Manuel Chaves Rey: necrología. Op. cit.

44 José Gestoso y Pérez: “Carta-prólogo”, en Manuel Chaves Rey: Páginas sevillanas. Op. cit., pp.15-16.

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dor del libro: lenguaje sencillo, brevedad en la exposición o narración, au-sencia de interminables notas y referencias eruditas, punto de partida concreto, texto autorreferencial, salvo en contadas ocasiones. El resultado es una obra muy del gusto burgués, que se lee con ligereza y permite una degustación parcial de cada una de las piezas que la componen, sin que por ello se renuncia a la unidad de sentido final. Responde, como ya se indicó con anterioridad, al ideal horaciano de aut delectare aut prodesse est, enseñar entreteniendo, aunque historiadores tan exquisitos como Montoto o Luis Vidart vieran en ese carácter una causa de desdoro, más que una opción de estilo:

“Los muchos artículos que ha publicado en los periódicos de Sevilla el Sr. Chaves, no son ciertamente la acabada labor del literato; pe-ro sí deben considerarse como buenos ensayos del escritor princi-piante, que estudia y trabaja, y entiende que por el estudio y por el trabajo se puede llegar a producir obras literarias de verdadero mérito.”45

Otra peculiaridad que presenta el libro y que contribuye a la uniformidad del mismo es la particular estructuración de las crónicas que lo componen. No se trata de un procedimiento general en todas ellas, pero sí muy abundante y tremendamente significativo en una obra que es, ante todo, un conjunto de ensayos históricos. Suele Chaves, en la línea de los Ensa-yos de Montaigne, decantarse por iniciar sus textos partiendo de alguna referencia concreta y, desde ella, alzar el vuelo hacia el pasado. Ese pun-to de arranque concreto puede ser de diferente naturaleza. En algunos casos es un lugar familiar que contempla y ante el que nadie parece repa-rar en la tradición de atesora. Así sucede, sin ir más lejos, en el fragmento que lleva por título “El Conde Negro”:

“Existe en Sevilla, y en el barrio de San Roque, una calle abando-nada y sucia, de feísimos edificios, habitados por los descendientes de aquellos Repolidos y Maniferros de que habla Cervantes, la cual lleva el nombre que encabeza estas líneas en memoria de un sin-gular personaje que allí tuvo su residencia a fines del siglo XV.”46

En el tiempo en que escribe el libro, el autor vivía junto a sus padres y es-posa en el número 7 de la Quinta de la Florida, muy cerca, por tanto, de la calle a la que se refiere el artículo. Desde la visión del estado actual de la calle, Chaves se remonta al siglo XV para explicar el por qué de dicho nombre y trae a colación la semblanza de Juan de Valladolid, esclavo li-

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45 Luis Vidart: “Historia y bibliografía de la prensa sevillana, por D. Manuel Chaves, con un prólogo de D. Joaquín Guichot. Sevilla, 1896”. Op. cit., p. 2.

46 Manuel Chaves Rey: Páginas sevillanas. Op. cit., p. 75.

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berto que fue nombrado por los Reyes Católicos “mayoral y juez de los negros”, conocido como Conde Negro por sus contemporáneos. En rápi-das puntadas, Chaves no solamente aporta información sobre el persona-je en cuestión, sino que alude también a la costumbre de los negros de reunirse en esta zona de la ciudad los días festivos para celebrar bailes y tertulias, así como da noticia de las facilidades que el arzobispo Gonzalo de Mena dio al colectivo para fundar la hermandad de penitencia que hoy se conoce con el nombre de “Los negritos”. En apenas tres páginas, el cronista ha saltado cuatrocientos años hacia el pasado, ha recuperado un personaje relevante del final de la Edad Media, ha retratado unas costum-bres ya perdidas, ha informado sobre el origen de una popular institución sevillana y, además, ha denunciado, de pasada, el estado de abandono en que algunas calles y barrios de la ciudad se encuentran. Todo ello sin una nota al pie de la página, sin citar el título de un libro de difícil acceso, sin oscurecer el texto con sobreabundancia de fechas; aunque con el rigor que se espera de un historiador enamorado de su trabajo, como se pone de manifiesto en la inclusión de una cita de la cédula en que se concede a Juan de Valladolid tan alta distinción.El mismo procedimiento es utilizado con otros barrios y calles de la ciu-dad, como la Fuente del Arzobispo, el mesón del moro, la Cárcel Real, la morería, la calle del Diablo, el angostillo de San Andrés. En otras ocasio-nes, el impulso nace de alguno de los edificios singulares que dan forma a la ciudad presente o que tuvieron especial relevancia en el pasado: la Puerta Real, la Torre de don Fadrique, la iglesia de Santa Ana, la Giralda, Puerta del Perdón, el Patio de las Muñecas, la Torre del Oro, la Cruz del Campo, la Capilla de los Reyes, el colegio de San Telmo, la Puerta de Triana, el convento de San Francisco, la Biblioteca Colombina, la plaza de toros o el Teatro Principal. Gracias a unos y otros, el lector de las Páginas sevillanas pude pasear la ciudad, del presente al pasado y del pasado al presente, adentrarse en ella y conocerla en mayor profundidad.Pero Sevilla no es para Chaves tan sólo paisaje. Es, ante todo, paisanaje. Las gentes que pueblan la capital andaluza son las verdaderas protago-nistas de la historia fragmentaria que quiere relatar el investigador. Por esa razón, muchos de los artículos tienen a personas de carne y hueso como punto de partida. Esta modalidad es la que puede encontrarse en los textos que se acercan a las figuras del rey don Pedro, Guzmán el Bueno, doña Urraca, la Susona, Cristóbal Colón, Torrigiano, Juan de Mal Lara, Fernando de Herrera, Juan de Arguijo, Baltasar del Alcázar, Per-A-fán de Rivera, Cervantes, el pintor Pacheco, Martínez Montañés, la Rol-dana, Murillo, Monedero, Miguel de Mañara, la beata Dolores, Francisco

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Bruna, Justino Matute, el asistente Arjona o, por último, Gustavo Adolfo Bécquer.Junto a los personajes que han merecido el recuerdo de sus nombres, Chaves Rey no quiere olvidar al pueblo anónimo de Sevilla, verdadero protagonista de la historia, que también encuentra su lugar en el libro en relación a costumbres y acontecimientos. Los encontramos constante-mente entre los artículos, a menudo como telón de fondo, aunque en oca-siones alcancen papel protagonista, como sucede en “El alma en pena”, “La morería”, “Las sombras del subterráneo”, “La velada de San Juan”, “Los esclavos negros”, “La fiebre amarilla”, “El puesto de agua”, “La fiesta del quemadero” o “Los soldados de África”.En la aspiración del cronista de construir un retrato total de Sevilla no po-dían faltar las referencias a las instituciones que vertebran la ciudad, tanto de las vinculadas con la iglesia (la Hermandad del Pilar, la Inquisición, el Santo Entierro), como las que están relacionadas con el poder político (la Cárcel Real, la Constitución) o con la cultura (las academias de Juan de Mal Lara y de Pacheco, el colegio de navegantes, la Biblioteca Colombi-na, o la escuela de tauromaquia).El procedimiento de partir de lo concreto, esporádicamente, es aplicado también en los pocos artículos que se centran en un suceso. Así sucede en “Viaje regio”, a raíz de la visita a la ciudad realizada por el rey Carlos IV; en “La fiebre amarilla”, donde se centra en la epidemia que diezmó la población sevillana en el primer año del siglo XIX; en “Entrada del rey in-truso”, en relación a la llegada de las tropas francesas en 1810; y, tam-bién, en el sentido homenaje que dedica a los caídos por la patria en “Los soldados de África”:

“Fueron héroes anónimos; fueron parte de ese montón informe que sucumbe en las batallas, sin que su recuerdo viva y se perpetúe de generación en generación; fueron, en fin, de esas víctimas para quienes la historia no tiene una página ni la gloria un laurel.... Pe-learon y murieron por la patria: eso es todo lo que se sabe de ellos.”47

Para completar el repaso a los elementos que dotan de unidad al conjun-to, debe referirse un último de ellos; aunque sea, sin lugar a dudas, el más resbaladizo de todos. A lo largo de estas páginas se ha aludido en varias ocasiones a la posición ideológica de Manuel Chaves Rey y a cómo no rehuye incluir declaraciones en defensa del liberalismo, atacando con suave ironía ciertos comportamientos eclesiásticos y censurando con ma-

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47 Ibid., p. 340.

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yor fiereza las actuaciones absolutistas. Sirva como ejemplo las palabras que escribe en relación al asistente Arjona:

“El estar Arjona al servicio de aquel Gobierno no ha de ser causa de que le escatimemos nuestras alabanzas, mucho más cuando estuvo muy lejos de cometer los abusos y atropellos que casi todas las autoridades absolutistas cometían, y llegó a captarse con habi-lidad suma el aprecio y estimación de todos los andaluces, aunque éstos profesaren las más avanzadas ideas.”48

La postura del cronista es clara en todas las ocasiones en que aflora, pe-se a no ser Páginas sevillanas un libro de contenido político. Quizás la ra-zón de que aparezcan las suaves pinceladas ideológicas tenga que ver con las dos dimensiones que el escritor mantuvo en vida: el enamorado de la historia local y el periodista. La primera lo orienta hacia el pasado de su patria chica, la segunda lo mantiene aferrado al presente. La conjun-ción entre ambas podía llegar a ser difícil; sin embargo, Manuel Chaves Rey logró con solvencia mirar hacia el ayer sin olvidar nunca su propio tiempo.

OBRAS PUBLICADAS

Según indica Salvador Villalba Díaz de Mayorga49, Manuel Chaves escri-bió más de cincuenta obras en sus poco más de cuarenta años de vida. Muchas de ellas se presentaron en folletos de tiradas cortas y se ha per-dido irremisiblemente la referencia de las impresiones o esta es incom-pleta. A continuación se relacionan aquellas obras cuya existencia ha po-dido ser contrastada hoy, bien por la existencia física en bibliotecas, bien por la referencia completa en otros documentos.Constancia (novela). Sevilla, Imp. de El Cronista, 1891. Segunda edición en Sevilla, Imp. de El Posibilista, 1894.

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48 Ibid., pp. 325-326.

49 Salvador Villalba Díaz de Mayorga: “Introducción” a Manuel Chaves Rey: Bocetos de una época (1820-1840). Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1987, pp. 5-22. Además de las que se relacionan en esta sección,el historiador y descendiente de Manuel Chaves Rey cita la existencia de unos Estudios Históricos y Bibliográficos que preparaba cuando le sorprendió la muerte, así como el Catálogo biográfico-bibliográfico de novelistas sevillanos del siglo XIX, la Bibliografía cervantina sevillana, y el drama Daoiz. En la presentación que el historiador escribe para el volumen Ambientes de anta-ño (Sevilla, Servicio de publicaciones de la Universidad, 1993, pp. 9-25) cita también el ensayo Las escritoras sevillanas del siglo XIX, que recibió el premio en los juegs florales del Ateneo en 1906.

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Bocetos de una época (1820-1840). Sevilla, Imp. de Francisco Leal, 1892. Reedición en Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1987.Pro-Patria. Homenaje a los heroicos hijos de Sevilla don José González Cuadrado y don Bernardo Palacios Malaver. Sevilla, Tipografía de Díaz y Carballo, 1893. Segunda edición en Sevilla, Tipografía de Leal y Compa-ñía, 1894.Hablar por hablar. Sevilla, Imp. de El Posibilista, 1894.Páginas sevillanas. Sevilla, Imp. de E. Rasco, 1894. Reedición facsímil en Valladolid, Maxtor, 2009.Pepe-Illo. Ensayo biográfico, histórico y bibliográfico. Sevilla, Imp. de Án-gel Resuche, 1894.Una carta del rey neto y algunas menudencias para ilustrar un capítulo de la historia. Sevilla, Imp. de Ángel Resuche, 1894.La Semana Santa y las cofradías de Sevilla de 1820 a 1823. Sevilla, Imp. de E. Rasco, 1895.Don Bernardo Márquez de la Vega. Memorias de la reacción absolutista. Sevilla, Imp. de El Porvenir, 1896.Perder el tiempo (versos). Sevilla, Imp. de El Porvenir, 1896.Historia y bibliografía de la prensa sevillana. Sevilla, Imp. de E. Rasco, 1896. Reedición en Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1995.Don Mariano José de Larra (Fígaro). Su tiempo, su vida y sus obras. Sevi-lla, Imp. de La Andalucía, 1898.Discurso de recepción leído ante la Academia Sevillana de Buenas Letras el día 11 de abril de 1899. Sevilla, Tipografía Monsalves, 1899.Micer Francisco Imperial. Apuntes biográficos. Sevilla, Tipografía Monsal-ves, 1899.La Madre y la muerte. Poesía escrita sobre el pensamiento de un cuento de Hans Cristián Andersen. Sevilla, Tipografía La Industria, 1899.El humorismo en la literatura española del siglo XIX. Sevilla, Ateneo, 1900.Los teatros de Sevilla en la segunda época constitucional (1820-1823). Sevilla, Imp. de F. Marta-García, 1900.Don Diego Ortiz de Zúñiga. Su vida y sus obras. Sevilla, Imp. de E. Ras-co, 1903.Cosas nuevas y viejas. Apuntes sevillanos. Sevilla, Tipografía Sauceda, 1904. Reedición facsímil en Sevilla, Caja San Fernando, 1990.

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Noticia biográfica del pintor don José Chaves y Ortiz. Sevilla, El Progreso, 1904.Un entremés de Cervantes: boceto histórico en un acto, dividido en dos cuadros, original y en verso. Sevilla, Imp. de Francisco de P. Díaz, 1905.¡Vivan las caenas! Episodio histórico en un acto dividido en cuatro cua-dros y escrito en prosa y verso. Sevilla, 1906.Discurso necrológico del señor don Joaquín Guichot y Parody. Sevilla, Est. Tip. de El Progreso, 1906.Los palomos: zarzuela en un acto dividida en tres cuadros, en prosa y verso. Sevilla, 1906.Crónica abreviada o Registro de sucesos de Sevilla (Año 1909). Sevilla, Imp. E. Bergali, 1910.Don José de Velilla: su vida y sus obras. Sevilla, Imp. de El Mercantil Sevi-llano, 1910.Relación de la visita que a los Reyes de España hicieron en Sevilla los príncipes Fushimi del Japón en 1910. Sevilla, Imp. de El Mercantil Sevilla-no, 1910.Sevilla en la Guerra de África (1859-1860). Sevilla, Imp. de El Mercantil Sevillano, 1910. Reedición junto a otros dos ensayos en Crónicas sevilla-nas, Sevilla, Guadalmena, 1990.Crónica abreviada o Registro de sucesos de Sevilla (Año 1910). Sevilla, Imp. E. Bergali, 1911.La justicia plebeya: drama lírico fantástico, en un acto, en cuatro cuadros, en prosa y verso. Sevilla, 1911.La calle Génova de Sevilla: apuntes históricos. Sevilla, Librería de José de los Heros, 1911. Reedición junto a otros dos ensayos en Crónicas sevilla-nas, Sevilla, Guadalmena, 1990.Don Alberto Rodríguez de Lista : conferencia, ilustrada y con documentos y cartas inéditas, acerca de su vida y de sus obras. Sevilla, Tipografía de El Mercantil Sevillano, 1912.Crónica abreviada o Registro de sucesos de Sevilla (Año 1912). Sevilla, Imp. E. Bergali, 1913.El candilejo: leyenda sevillana en un acto dividida en dos cuadros, en ver-so. Sevilla, 1913.Ambientes de antaño: evocaciones sevillanas. Sevilla, Tipografía de La Guía Oficial, 1914. Reedición en Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1993.

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El primer año de Feria en Sevilla, 1847: apuntes históricos. Sevilla, Ángel Saavedra, 1914. Reedición junto a otros dos ensayos en Crónicas sevilla-nas, Sevilla, Guadalmena, 1990.

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Forma de citar este artículoGONZÁLEZ-SERNA SÁNCHEZ, José María: “Manuel Chaves Rey en sus Páginas sevillanas: conocer el pasado para comprender el presente”, en Revista de Aula de Letras, Septiembre de 2012.

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