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ESTRELLA POLICIAL PUBLICACIÓN DEL COLEGIO DE GENERALES DE LA POLICÍA NACIONAL DE COLOMBIA AÑO 7 / EDICIÓN 19 / MARZO DE 2017 / BOGOTÁ D,C. - COLOMBIA / ISSN 1909-0269 “La credibilidad y confianza en nuestras instituciones, es un invaluable patrimonio moral que ha significado la sinergia y la estabilidad de nuestro Estado de Derecho.” L a Policia Nacional, vuelve a estar de luto por los asesinatos de sus hombres y muje- res. En los albores de una anhelada paz, la arremetida terrorista se vuelve a ensañar con unos servidores públicos que solo quieren ser un apoyo de la ciudadanía. El Colegio de Generales de la reserva activa policial se solidariza con la Institución y con las familias de estos mártires que ofrendaron sus vidas por la salud de la Patria y rechaza y condena estos hechos demenciales que solo son testimonio de las crimina- les y absurdas intenciones de organizaciones que deben seguir siendo proscritas por el Estado y la sociedad. Paz en sus tumbas y fortaleza para las familias de quienes así pierden sus seres queridos. Otro mártir policial

año 7 / edición 19 / marZo de 2017 / bogotá d,c ... · os colombianos de hoy estamos viviendo una etapa muy espe-cial de nuestra historia, quizás solo comparable con la expecta-tiva

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EstrElla Policialpublicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

año 7 / edición 19 / marZo de 2017 / bogotá d,c. - colombia / issn 1909-0269

“La credibilidad y confianza en nuestras instituciones,

es un invaluable patrimonio moral que ha significado la sinergia y la estabilidad de nuestro

Estado de Derecho.”

La Policia Nacional, vuelve a estar de luto por los asesinatos de sus hombres y muje-res. En los albores de una anhelada paz, la arremetida terrorista se vuelve a ensañar con unos servidores públicos que solo quieren ser un apoyo de la ciudadanía. El Colegio de Generales de la reserva activa policial se solidariza con la Institución y con las familias de estos mártires que ofrendaron sus vidas por la salud de la Patria y rechaza y condena estos hechos demenciales que solo son testimonio de las crimina-les y absurdas intenciones de organizaciones que deben seguir siendo proscritas por

el Estado y la sociedad. Paz en sus tumbas y fortaleza para las familias de quienes así pierden sus seres queridos.

Otro mártir policial

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EstrElla Policial2

publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Av. Boyacá No.142A-55 Bogotá, D.C.Web. www.colgenerales.com.co

Correo Electrónico: [email protected]

DIRECTOR GENERAL

MG. (RA) Héctor Darío Castro CabreraPresidente Junta Directiva

JUNTA DIRECTIVAVicepresidente

BG. (RA) Gustavo Socha SalamancaVocales principales

MG. (RA) Carlos Alberto Pulido BarrantesBG. (RA) José Laureano Sánchez Guerrero

Vocales SuplentesMG. (RA) Jaime Augusto Vera GaravitoBG. (RA) Guillermo Julio Cháves Ocaña

FiscalBG (RA) Jorge Alirio Barón Leguizamón

Secretario EjecutivoBG. (RA) Héctor García Guzmán

CONSEJO DE REDACCIÓNGeneral (RA) Víctor Alberto Delgado Mallarino

General (RA) Miguel Antonio Gómez PadillaBG. (RA) Fabio Arturo Londoño CárdenasBG. (RA) José Domingo Murcia Florián

BG. (RA) Pablo Elbert Rojas Flórez

EDITORBG. Guillermo León Diettes Pérez

FOTOGRAFÍAEstrella Policial

Archivo Revista Policía Nacional DISEÑO E IMPRESIÓN

Editorial La Unidad S. A. El NuEvo Siglo413 92 00 - ExT. 126

NOTA: Los artículos no reflejan el pensamiento del Colegio de Generales de la Policía Nacional, son

de exclusiva responsabilidad de sus autores, y por razones de espacio podrán ser editados.

EstrElla Policialpublicación del colegio de generales

de la policía nacional de colombia

Edición Nº 19ISSN 1909-0269

Foto portada: El escalafón de los héroes se acre-cienta cada día en la vida nacional. Con la tristeza que nos embarga, homenaje a nuestro compañero Albeiro Gariballo Alvarado. Dios y Patria.

“Caballerosidad, gratitud y afecto”

Por: Mayor general (r) HECTOR DARÍO CASTRO CABRERAPresidente del Colegio de Generales de la Policía Nacional

Los colombianos de hoy estamos viviendo una etapa muy espe-cial de nuestra historia, quizás solo comparable con la expecta-tiva que se generó cuando nuestros próceres anunciaron a las comunidades de la colonia que podían ser libres y se promul-garon los derechos humanos que ocasionó un rompimiento de la monotonía para reflexionar sobre la idea de que efectiva-mente todos los seres humanos nacemos y permanecemos li-

bres e iguales. Muchos de nuestros antepasados soñaron con esa ilusión y se sacrificaron por hacer de ese sueño una realidad.

Poco a poco se fue construyendo ese futuro que se ha convertido en un legado de generación en generación y todavía se escuchan voces que nos señalan el camino, para procurar dejarles a nuestros hijos un mejor país, motivación que es realmente convincente y que debería compro-meter la voluntad de todos, pues no puede haber ningún ser sobre la tierra que no quiera entregarle a sus descendientes una patria más digna, segura, justa y con mejores oportu-nidades a sabiendas que si hay algo que no nos van a perdonar quienes nos releven en la carrera de la vida, es que hayamos hecho tan poco ha-biendo sido capaces de hacer tanto y que por alguna razón no justificada no nos atrevimos a hacerlo.

La mayoría de nosotros, inclui-dos varios de nuestros más destaca-dos dirigentes, nos quejamos de no haber podido vivir ni un solo día en paz y que eso es lo que básica-mente queremos modificar en el futuro que tendrán quienes hacen parte de las nuevas generaciones. Qué gran compromiso el que adquirimos cuando manifestamos esa intención, pues ese cambio no lo vamos a lograr solo con buenas inten-ciones sino con una consiente revisión de nuestro comportamiento que nos lleve a reconocer errores y a procurar un sincero y efectivo cambio de actitud, pues si seguimos en la misma dirección en que hemos ve-nido desde hace siglos, caracterizada por las erráticas administraciones, la agresividad, el odio y la violencia tendremos como consecuencia la misma situación que hoy reprochamos.

Los comprometidos con esta gran empresa desafortunadamente no somos todos los colombianos, la realidad nos muestra como cuando se habla de paz se presentan hechos criminales del mas reprochable te-rrorismo como el cometido en las proximidades de la plaza de toros de Bogotá, donde una veintena de abnegados policías resultaron heridos y uno, un ser bueno y generoso, de solo 23 años sacrificó su futuro, sus ilusiones, su aspiración de superación personal, familiar e institucional y se fue a la tumba cargado de felicitaciones por sus buenos servicios pero dejando una familia adolorida que seguramente con mucha dificultad va a seguir creyendo en la posibilidad de reconciliación, pues sin duda la sinceridad de quienes han acogido la absurda violencia como herra-mienta para sus protervos intereses, es menos evidente y cada día nos alela más de una realidad diferente que nos mantiene estáticos en la que

nos ha tocado vivir y que la rechazamos pero sin la honestidad y sin el verdadero propósito de cambiar las circunstancias que nos condenan a sufrir sus nefastas consecuencias. La Policía se viste de luto ante el sacrificio de sus hombres y mujeres, experimenta el más intenso dolor de patria ante estos ataques aleves y monstruosos, pero nunca claudica-rá ante el compromiso adquirido con el pueblo colombiano de luchar incansablemente por las condiciones de seguridad y convivencia para todos, fortalecida por sus principios y valores que constituyen su mayor patrimonio.

Los policías de Colombia, siguen dando muestras de su indeclinable vocación de servicio, de su valor y de sus sanas intenciones, estoy seguro que seguirán poniendo su cuota de sacrificio para ese loable propósito de poder dejar a nuestros hijos un mejor país muy a pesar de ser incompren-didos pues en ocasiones han visto cómo se pasa en muy corto tiempo de héroe a villano o de victima a victimario. Las manifestaciones de inso-lidaridad y de rechazo, provienen de unos pocos compatriotas, los que critican el empoderamiento de la Policía para que pueda emprender una campaña de disciplina social, fundamental para la convivencia pacífica,

son precisamente los amigos del des-orden y del libertinaje. Estas voces aisladas no deben desmotivar a los buenos Policías que deben seguir su apostólica labor con el respaldo de los mandatarios de turno que poco a poco deben ir convirtiendo el tema de la seguridad en una política de Estado para que tenga continuidad y produzca los resultados esperados y tan anhelados por toda la ciuda-danía. A la Policía y a las demás au-toridades no se les puede dejar solas en este propósito y todos debemos concientizarnos que la seguridad de los colombianos y de quienes nos visitan, debe ser un compromiso de todos. Así y solo así, podremos tran-

sitar hacia la verdadera seguridad ciudadana.Quizás la voluntad de perdonar a quienes son responsables de tanta

barbarie, aún siga latente en muchos de los corazones adoloridos de nuestros sufridos compatriotas, pero se requieren respuestas que con-soliden esa sana intención, pues las expresiones que repetidamente se escuchan de quienes están en proceso de reinserción, relativas a la paz no como un bien supremo sino como un elemento más para lograr sus muy personales propósitos, no hacen muy alentadora esa esperanza de reconciliación que añora el ciudadano de bien y que tanto se promueve desde el poder político de la nación.

La reserva policial seguirá promoviendo la paz y la convivencia de los colombianos, tal como lo hicimos cuando cumplimos las responsa-bilidades del servicio y ahora rodeando a nuestros compañeros policías, hoy en actividad, para que, con la permanente subordinación y obe-diencia al poder político legítimamente constituido, que siempre ha go-bernado las actuaciones y operaciones policiales y las militares de apoyo policial, sigamos defendiendo la libertad, la igualdad y los derechos de las personas, como nuestro ideal supremo patriótico y profesional, se-guros y confiados que nuestros directores y orientadores de la dirigencia nacional, regional y local, nos ofrecerán su respaldo y solidaridad para el cabal cumplimiento de la difícil pero sagrada misión policial.

La esperanza ante el terror

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por: General (r) MIGUEL ANTONIO GÓMEZ PADILLA Exdirector General de la Policía Nacional

“La Policía es a un país, lo que la salud a la especie humana; que solo se llega a apreciar cuando

se ha perdido” Guillermo León Valencia,

Expresidente de Colombia.

El 8 de marzo, es el Día Mundial de la Mujer y qué mejor homenaje a ellas, al referirnos a su presencia en el desempe-ño de las tareas propias del policía uni-formado. Este hecho ha causado las más encontradas reacciones dentro y fuera de nuestra institución.

Allá por el año 50 ac., en el Senado romano, el senador Catón, el joven, se lamentaba: “Si cada uno de nosotros hubiese mantenido la autoridad y los derechos del marido en el interior de la propia casa, no habríamos llegado a este punto. Ahora he-nos aquí, la prepotencia femenina, tras haber anu-lado nuestra libertad de acción en la familia nos la está destruyendo también en el foro. Recordad lo que nos constaba sujetar a las mujeres y frenar sus licencias, cuando las leyes nos permitían hacerlo. Imaginad qué sucederá de ahora en adelante, sí esas leyes son revocadas y las mujeres quedan puestas, hasta legalmente, en pie de igualdad con nosotros. Vosotros conocéis a las mujeres: hacedlas vuestras iguales e inmediatamente las encontrareis converti-das en dueñas” y nosotros, agrego, en sus esclavos. ¡Pero qué agradable y voluntaria esclavitud!

Todo parece indicar que el Cuerpo institución no pensaba como Catón pero tuvo que actuar conforme a las costumbres, las leyes y a las épocas.

En 1891, cuando Juan María Marcelino Gi-libert, convocó el primer curso de policías, les

exigió que supieran leer, escribir y conocieran las operaciones matemáticas básicas: sumar, restar, multiplicar y dividir.

No incorporó mujeres, pues ellas existían solo para las labores del hogar y para la procreación; parece que los avances logrados en la Roma de los años de Catón no habían llegado a nuestro me-dio. Recordemos que en 1945 se le reconocen los derechos del ciudadano pero no el derecho del su-fragio y a ser elegidas que aparecen solo en 1954 y que se hacen realidad con el Plebiscito. Ellas eran un hermoso adorno que el padre o el marido mos-traban con orgullo. ¡Mujeres policías no se dejen cosificar! Están aquí para realizar las mismas fun-ciones que el varón y con los mismos derechos.

En 1956, en la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander, la figura femenina se daba en los oficios de aseo, cocina y en una que otra secretaria. En la cátedra, ninguna. Y no existe evidencia que no fuera así en épocas anteriores a esa.

En 1953 se nombró un selecto número de damas como tenientes segundas todas ellas, ho-norarias. Cumplieron una labor social importante con menores y en actividades de protocolo en los comandos de divisiones.

Para esa misma época, se organizó la “Policía Femenina” (Resolución ministerial 003135 del 26 de octubre de 1953) e igualmente se decidió iniciar el primer curso, bajo la responsabilidad de la Escue-la Gonzalo Jiménez de Quesada (calle 68 con carre-ra 22), curso de efímera existencia, ante un proceso de selección deficiente en los departamentos.

La experiencia de 1953, creó reservas y rechazos a la presencia femenina en el servicio policial. Su-perados estos, y a pesar del recalcitrante machismo que se nos ha indilgado siempre, en 1977, luego de un rigoroso proceso de admisión, 12 dignas damas

de diferentes profesiones, ingresaron a la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula San-tander y se graduaron el 14 de abril del mismo año, como tenientes del Cuerpo Administrativo o de los servicios. Estas primeras policiales, que esculpieron el camino a las siguientes generaciones, están próxi-mas a cumplir cuarenta años de egresadas son: Ana Consuelo Rodríguez Álvarez, Nelly Beltrán Pinzón, Gladys Castañeda Cadena, Laura Cajiao Cuéllar, Marcela Currea Galvis, María Magdalena Forero, Sonia Luz Gil Echeverri, Olga Patricia Hernández, Gloria Isabel Lamo Jiménez, Cecilia Navarro Re-yes, María Victoria Ordóñez Quintana, y Martha Wiesner. (Era Director de la Escuela el Coronel Víctor Alberto Delgado Mallarino).

En 1978, la Dirección Docente dirigida por el Teniente Coronel Miguel Antonio Gómez Padilla y cumpliendo directrices del señor Mayor General Pablo Alfonso Rosas Guarín dispuso la iniciación del primer curso femenino para cabos segundos y de agentes de vigilancia. Exigente, severa y quisqui-llosa la aceptación; pedagógicos y transformadores los programas académicos y con una gran expec-tativa por las mudanzas institucionales que se rea-lizarían, muchos cambios hubo que efectuar. En diciembre de 1979, se gradúan después de un año de permanencia en la Escuela de Suboficiales Gon-zalo Jiménez de Quesada (Director de la Escuela El teniente coronel Guillermo Camelo Caldas).

El 5 de noviembre de 1981, se gradúan las primeras Subtenientes de vigilancia, es decir, dos años después de los suboficiales y agentes. Luz Marina Bustos Castañeda, hace parte de esta pro-moción; ella, años más tarde, llegó a ser Mayor General y Subdirectora General de la Institución.

La ministra de Defensa doctora Martha Lucía Ramírez (2003) se dolía que no había mujeres en los altos cargos y rangos policiales. Le contesté que solo era asunto de tiempo.

Estos hechos convierten a la Policía Nacional en la primera institución de la fuerza pública en incorporar a la mujer en sus cuadros de servicio.

Hoy, concurren mujeres en todas las activida-des policiales; las diferencias han sido superadas y ya no se excluyen para ninguna dignidad. Nuestra institución, acogió oportunamente y con beneplá-cito a la mujer y hasta el presente los resultados son extraordinarios. Además de la belleza se ha gana-do en mesura, prudencia, intuición e inteligencia, factores estos tan valiosos en el quehacer policial y se le ha dado un toque más amable a la vida en las unidades policiales. Ellas han demostrado la di-mensión de su vocación y la calidad de sus servicios.Nota: En la calle 68 con carrera 22 de Bogotá, exis-tió una dependencia que se anexó a la Escuela Jimé-nez, pero muy pronto desapareció.

La mujer en la Policía

Nuestra institución, acogió oportunamente y con beneplácito a la mujer y hasta el presente los resultados son extraordinarios. Además de la belleza se ha ganado en mesura, prudencia, intuición e inteligencia.

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por: Mayor General HéCTOR DARÍO CASTRO CABRERA

Bogotá y muchas otras ciudades del país, viven hoy una asfixiante situación por las invivibles condiciones de la movili-dad que hacen casi imposible pensar en poder llevar una vida digna en la coti-dianidad laboral y social.

Las preguntas que se formula toda la comunidad, están orientadas a conocer qué ha sucedido y qué está sucediendo para que la si-tuación haya alcanzado la dimensión que nos ha llevado a los extremos que producen desconcierto generalizado y generan un razonable pesimismo cuando se formulan propuestas que la gente está cansada de escuchar, pero que ningún efecto han tenido en el campo de las soluciones.

La pregunta a la que no se le ha dado respues-ta, es ¿qué ha pasado en Colombia que hemos dejado llegar la situación a los límites que han acabado con la paciencia de todo un pueblo, ya al borde de una absoluta frustración ante la ausencia manifiesta y comprobada de soluciones prácticas y reales?

Se dice que han pasado muchas décadas para la ciudad de Bogotá, en manos de administracio-nes que no han hecho nada por solucionar esta necesidad, pues no se han construido nuevas vías y lo que es aún más grave, que no se han mante-nido las pocas existentes, mientras se promueve el incremento de la comercialización de automoto-res que alcanza un importante número promedio de 23.000 automotores que anualmente ingresan a nuestra precaria red vial, sin darse la salida de los vehículos viejos y obsoletos que van acumulándo-se y haciendo cada día más gravosa la situación. Esta apreciación es sin duda alguna cierta, pues está para que cualquier desprevenido ciudadano lo compruebe en un instante. Pero ¿será solo esto lo que ha sucedido? Seguramente que no.

En días pasados tuve la oportunidad de obte-ner importante información para hacer un análi-sis comparativo de la situación nuestra con otras ciudades que, aunque nos llevan muchos siglos de ventaja, por su larga existencia, bien podríamos pensar que el problema pudiera tener peores con-secuencias, si no se hubiera actuado en la direc-ción correcta para lograr soluciones efectivas, ante su robusto crecimiento. Ver las amplias redes de

tranvías en ciudades como Zúrich, Viena, Praga, Berlín, Londres, Oslo y muchas más que haría interminable relacionarlas a todas, hace forzosa una pregunta; qué pasó con la red de tranvías que existía en Bogota? La respuesta seguramente no puede ser particularmente clara, pues tendríamos que preguntar también por la Empresa Distrital de Trasportes, por Ferrocarriles de Colombia, por Puertos de Colombia, por la Corporación Finan-ciera del Transporte, que convirtió a muchos con-ductores en propietarios y pequeños empresarios del trasporte y por los ferrocarriles nacionales, como también podríamos preguntar por el Ban-co Cafetero o por Banco Ganadero, que hizo a muchísimos colombianos prósperos ganaderos y otras tantas organizaciones oficiales que cumplían misiones básicas para el desarrollo y que han des-aparecido como por arte de magia.

¿Sería que los estudios que debieron hacerse, indicaron la inconveniencia del tranvía para la ciudad de Bogotá? ¿O la inviabilidad de la em-presa distrital de trasportes por administraciones erráticas, o quizás hubo intereses ajenos que no permitieron su desarrollo en la medida en que iba creciendo la ciudad? O de pronto; ¿las ciudades

que desarrollaron estos medios de trasporte, como las que he citado, se equivocaron y dentro de esa equivocación encontraron la solución al problema que hoy nos agobia en nuestras ciudades, o que aquí no se ha hecho mayor esfuerzo por lograr una solución o, mejor, que no nos hemos atrevido a buscar alternativas serias y responsables de solu-ción?

Pero es que la solución que se ha aplicado en otras latitudes, no ha sido solo el tranvía como medio de trasporte masivo para las ciudades que he citado y también para las que lo emplean y que no he mencionado; lo que se ha creado en esos lugares es un sistema integrado de trasporte públi-co que hace casi innecesario el vehículo particular.

Se encuentran también, extensas y bien do-tadas redes de buses, metro, trenes y botes que se conjugan para entregar una solución efectiva al problema de trasporte público y, en consecuencia, que hacen viable y sin ninguna duda, hasta muy agradable la movilidad.

En nuestro medio se han intentado medidas, como el famoso “pico y placa”, para sacar de cir-culación a una buena cantidad de vehículos parti-culares, que han generado rechazo de la sociedad y

El problema de la movilidad como herencia o como una creación nuestra

En nuestro medio se han intentado medidas, como el famoso “pico y placa”, para sacar de circulación a una buena cantidad de vehículos particulares, que han generado rechazo de la sociedad y que no han dado los resultados esperados.

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

que no han dado los resultados esperados; lo que se ve en otras partes, es que la mejor manera de lograr ese objetivo es la implementación de me-dios de trasporte público adecuados que invitan a los asociados a preferir ese sistema y dejar de utilizar su vehículo particular. En esas ciudades, se recorren las calles de los sectores residenciales y se observan, a primera hora de la mañana, las calles o vías secundarias, repletas de carros particu-lares, parqueados a lado y lado de la vía, más tar-de la situación continúa igual y termina el día sin modificación; se podría pensar que los vehículos no pertenecen a la gente que habita la zona pero resulta que todos tienen una calcomanía que los autoriza para parquear en ese sitio precisamente por residir en esa área y quien no tiene esa autori-zación, esporádicamente se observan grúas que los retiran; lo que sucede es que la gente sale de sus casas a tomar el bus, el metro o el tren y dejan su vehículo en casa, pues solo lo utilizan los fines de semana o en casos especiales y no contribuyen a generar el caos que nos agobia.

Surge entonces otra pregunta: ¿cómo hicieron esas ciudades para alcanzar esos niveles de desa-rrollo en el trasporte público? Pues encontré la respuesta sin formular la pregunta: Un historiador enamorado de su profesión, nos hizo un relato claro y preciso de lo que sucedía en las nacientes ciudades que, muchos siglos antes de que existiera Santa Fè de Bogotá, se comenzaban a proyectar en el viejo continente. Se refería con notorio entu-siasmo a las instrucciones que impartían los gran-des Emperadores de la época, cuando se decidía la creación de una ciudad; lo primero es que se escogiera un equipo de los más destacados arqui-tectos, especialistas en arquitectura urbana para que diseñara la ciudad; al instalar esa comisión les ordenaba tener en cuenta, dotarla de extensas y amplias avenidas, grandes bulevares, generosas zonas de parques y proyectar efectivos y suficien-tes medios de trasporte público, los cuales debían nacer con la ciudad y desarrollarse paralelamente con su crecimiento, instrucción que se cumplió y que aparece como una innegable realidad ante la mirada de cualquier desprevenido visitante, como testimonio incontrovertible de lo anunciado.

He ahí la clave de la solución, eso, a mi juicio, fue lo que nos faltó y que nos sigue faltando, o mejor lo que faltó a nuestros gobernantes, que to-davía siguen autorizando ampliaciones gigantescas de nuestras ciudades sin tener en cuenta para nada la necesidad de amplias zonas comunes, extensas y suficientes vías ni el más elemental diseño urba-nístico y mucho menos los medios de transporte que deben servir para atender la demanda de los nuevos residentes. ¿Hasta cuándo seguiremos in-curriendo en estas ligerezas u omisiones?.

¿Hasta cuándo seguiremos viendo gigantes-cas urbanizaciones, grandes conjuntos con eleva-dos edificios que no tienen una sola vía de acceso adecuada y mucho menos una previsión y el di-seño para el desarrollo de los medios de trasporte

público que ofrezca este servicio a quienes habiten esas urbanizaciones? Y qué no decir de los centros comerciales que se autorizan construir a pocos metros de las vías principales sin la más elemental infraestructura para accesos y salidas de vehículos y peatones.

Todos recordamos el caos vehicular por la ave-nida Boyacá cuando se inauguró el centro comer-cial Titán Plaza, o cuando se inauguró el centro comercial Santa Fe por la autopista norte y, para no hacerles esforzar su memoria en la pasada navi-dad se inauguró el centro comercial Parque de La Colina, sobre la avenida Boyacá, donde la movili-dad tuvo que hincarse ante la existencia de ese gi-gantesco complejo comercial y sacrificarse, por la instalación de dos semáforos peatonales que han hecho intransitable esa importante vía. ¿Dónde estarían los planificadores urbanos que no previe-ron el inmenso mal que se causaría a la movilidad con esa obra sin la infraestructura adecuada para permitir su funcionamiento sin traumatismos de esa magnitud?

Indudablemente, lo que nos afecta es un atra-so de siglos en planeación urbanística. ¿Qué ha-brán hecho y qué estarán haciendo las oficinas de planeación local?, ¿sobre qué protocolos estarán actuando?. ¿Cuándo se pondrá remedio a esta evi-dente falla?, ¿Cuando los planes de ordenamiento territorial (POT) comenzarán a funcionar, mane-

jados por un equipo eminentemente técnico con un evidente interés general y un claro y muy pro-fesional criterio de ciudad?

Si no revisamos nuestras erróneas actuaciones en este aspecto, no vamos a tener nunca una solu-ción efectiva. De pronto tendremos que atrevernos a decidir la demolición de gran parte de nuestras ciudades para recomponerlas, para permitirles que puedan contar y aspirar a desarrollar “extensas y amplias avenidas, grandes bulevares, generosas zo-nas de parques y proyectar efectivos y suficientes medios de trasporte público” por no haber nacido nada de esto con la ciudad y en consecuencia no haberse podido desarrollar paralelamente con su crecimiento.

Si a esta situación le sumamos la falta de asig-nación de los recursos públicos que proceden de la actividad del transporte, tanto público como pri-vado, al mantenimiento y ampliación de la malla vial de las ciudades, la solución a este grave proble-ma será cada día más lejana.

Mientras no acabemos con el lastre de la im-provisación y el manejo indiscriminado de inte-reses de diferente orden que alejan a las adminis-traciones de buscar el logro de sus fines esenciales en procura del bienestar y el interés colectivo, no habrá la mínima posibilidad de encontrar la solu-ción para este grave problema que está haciendo invivibles nuestras ciudades.

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Por: Brigadier General (r) JAIRO DELGADO MORA Analista Seguridad y Defensa

Después del anuncio del gobierno nacio-nal y del grupo guerrillero ELN para formalizar el inicio de los diálogos en la fase pública, el pasado 10 de octubre de 2016 desde Caracas (Venezuela), se-ñalando el 27 del mismo mes como el día D para instalar las conversaciones

en Ecuador, la fecha no se cumplió. En ese momento durante el discurso ceremo-

nial, el delegado insurgente “Pablo Beltrán” (Is-rael Ramírez Pineda o Víctor Orlando Cubides) se comprometió a liberar dos secuestrados y co-menzar una serie de “acciones y dinámicas huma-nitarias”. No obstante surgieron las tradicionales incompatibilidades entre las partes, siendo el se-cuestro el punto de discrepancia, por la manera en que el ELN radicalizó su posición para no liberar los plagiados.

Igualmente el grupo guerrillero acudió a la clásica presión armada para fortalecer su tesis polí-tica de paz y obligar al gobierno a continuar con el proceso de acercamientos y diálogo. Esos hechos de violencia los generó el ELN en Norte de San-tander, especialmente la región del Catatumbo; en Arauca y en Bogotá donde las autoridades lo responsabilizan de asesinar un auxiliar de la Poli-cía Nacional quien se encontraba de servicio en la subestación eléctrica de Torca.

Retomando luego la temática de las conver-saciones, el Gobierno Nacional le exigió al grupo insurgente liberar al ex congresista Odín Sánchez, estableciéndose así el volver a la mesa de negocia-ción el 7 de febrero.

Las discrepancias post-anuncio de Caracas (Venezuela), cuando las partes informaron a la opinión pública (30 marzo 2016) el compromi-so de iniciar diálogos formales, no modificaron la Agenda de seis puntos. De esta manera el Gobier-no Nacional demostró que no estaba dispuesto a ceder a otros intereses del ELN, al menos como

condición previa para sentarse a la Mesa de ne-gociación.

Surgen, en consecuencia, distintas inquietu-des. Una de ellas relacionada con la afinidad entre el proceso con las FARC en Cuba y el del ELN en Ecuador, en relación con los temas de la agenda.

Lo primero que se debe señalar, es que no ha-brá una justicia diferencial para las dos guerrillas, por lo tanto no se tendrá una justicia exclusiva para las FARC ni otra justicia exclusiva para el ELN. La denominada JEP (Jurisdicción especial para la Paz) ya acordada en La Habana, será la que investigue, juzgue y sancione todas las conductas criminales cometidas en relación con el conflicto armado interno. Se considera, entonces, que este tema no sería necesario abordarlo con deteni-miento en Ecuador.

En relación con la entrega de armas y la des-movilización del ELN, aunque en términos gene-rales ya hay un marco procedimental y unos pro-

tocolos establecidos, acordados por el Gobierno y las FARC; es probable que el ELN los acepte de manera parcial o incluso se distancie de ellos totalmente. Es el caso del actual modelo de zonas veredales transitorias de normalización (ZVTN) donde serán concentradas las FARC.

Una de las razones es la lógica de territoria-lidad que el ELN concibe para la denominada “fuerza militar insurgente”, de acuerdo con los subversivos, ésta fuerza la constituyen las unidades guerrilleras, urbanas, suburbanas y rurales. Aquí hay una marcada diferencia entre FARC y ELN; mientras a los primeros se les atribuye una condi-ción “campesina”, a los segundos se les atribuye una condición “obrera”, y estas dos concepciones tienen implicaciones en el territorio.

En consecuencia, mientras para las FARC hasta ahora ha sido más fácil adaptarse a la vere-da (zona rural) para continuar con el proceso de desmovilización, el ELN podría exigir territorios

Colombia: ¿segundo proceso de paz o complemento de La Habana?Surgen distintas

inquietudes. Una de ellas relacionada con la afinidad entre el proceso con las FARC en Cuba y el del ELN en Ecuador, en relación con los temas de la agenda.

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EstrElla Policial 7

publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por: Mayor General (r) LUIS ENRIqUE MONTENEGRO RINCO

Excomandante Policía Metropolitana de Bogotá

El pasado domingo 19 de febrero en el sector de La Macarena, en Bogotá, explotó un artefacto, ocasionando le-siones graves en 26 policiales y, pos-teriormente, la muerte del Patrullero Albeiro Garibello, del ESMAD.

El lunes 27 el ELN, mediante co-municado se adjudicó el acto terrorista, señalan-do que el atentado iba dirigido hacia el perso-nal de la policía del ESMAD. Una vez más este grupo criminal, mostró su cinismo, cobardía y arrogancia, en medio de un proceso que busca el tránsito hacia la paz.

¿Qué clase de cerebro tienen los criminales del ELN que colocaron el petardo que le quitó la vida al patrullero Albeiro?

Así se deteriora la voluntad de los colom-bianos, su credibilidad y confianza en el proce-so de paz en desarrollo. En estas condiciones el gobierno debe, pedir explicaciones en la mesa de negociación y si continúan las acciones terro-ristas, suspenderla.

La sociedad colombiana rechazó, como un acto cobarde, demencial, con vehemente indig-nación, el acto terrorista que ejecutó el ELN.

Exhorto a las instituciones con fuerza públi-ca a continuar enfrentado a fondo a estos grupos terroristas.

¿Qué significó para la policía y para el país la muerte de Albeiro Garibello? ¿Cómo honrar su memoria?

Albeiro entró a la Policía hace pocos años y aspiraba superarse y alcanzar en la institución mayores cargos, desafíos y retos que estaba ense-ñado a sortear y enfrentar.

Albeiro, al fallecer a sus 23 años, al cumplir realmente con sus funciones, dejó un legado de cualidades heroicas, de mística, de transparen-cia, de sacrificio, que todos los colombianos y, en particular los policías en servicio activo de-ben aplicar e imitar.

El sábado 25 de febrero, tuvimos la oportu-nidad de rendir el último adiós a nuestro com-pañero Albeiro sus compañeros del ESMAD, igualmente mostraron su admiración. El honor y la gloria, al sostener el casco que utilizó en ser-

Otro mártir policialHonor y gloria a la memoria del insigne patrullero Albeiro Garibello

Alvarado, quien se constituye en el símbolo de la lucha contra el terrorismo.

vicio el fiel patrullero, a su lado aparecía su foto que lo presenta como portador del uni-forme policial.

Si queremos honrar la memoria de Al-beiro, todas las gentes, deben convertirse en comunicadores leales, es decir es decir cívicos con las autoridades, sin recibir recompensa pecuniaria Hemos de señalar siempre la pre-sencia de paquetes, vehículos, personas sos-pechosas; porque así podremos ubicar a los responsables de la muerte de Albeiro y de las graves lesiones de sus demás compañeros.

Las personas deben informar las situa-ciones delictivas, que observen, sin esperar recompensa; porque les nace del corazón, y es su deber de ciudadanos.

“Ha muerto un gran héroe de la nación, que se constituye en el símbolo de la lucha contra el terrorismo”.

Soy solidario con los sentimientos de do-lor que embargan a la familia policial, en ca-beza del señor General Jorge Nieto, nuestro director y la familia de Albeiro.

Es necesario desarrollar un frente común, para prevenir y capturar a los autores de estos actos demenciales.

En estos momentos debemos acompañar a nuestra policía y a las autoridades.

Albeiro se constituirá, entre nosotros, en el faro que ilumina, guía y señala el horizonte policial, en medio de las tormentas y dificul-tades que presenta su quehacer.

urbanos o suburbanos. Por ejem-plo si se tiene en cuenta la actividad proselitista política que la subversiva Gladys Teresa Blanco Torres, cono-cida como “Paula” (hoy negociadora del ELN), desarrolló en Barrancaber-meja en sus inicios como integrante de este grupo armado ilegal, no se puede descartar que el puerto petro-lero, aparezca en las aspiraciones de los guerrilleros para solicitar que ahí se concentren parte de los insurgen-tes durante la fase de reintegración.

De hecho según el “proceso de construcción del ELN” hay que mi-rar de forma integral la ciudad región y los espacios urbanos, suburbanos y rurales, una construcción que debe armonizarse con enfoque y políticas desde el plan regional; así lo consi-deran los guerrilleros de este grupo.

Si lo anterior se relaciona con el primer punto de la agenda de nego-ciación: “Participación de la socie-dad en la construcción de la paz”, se puede entender que para el ELN, el propósito de antaño de conven-ción nacional lo buscará consolidar presionando al Gobierno para que “esa sociedad”, por ahora abstrac-ta, participe activamente una vez se materialice en sus integrantes. Aquí surgiría, en primer lugar, su tradicio-nal línea de lucha por “la causa de los trabajadores del petróleo” y, sería entonces, desde este sector donde se encontraría el primer componente de “la sociedad” que el grupo insur-gente pretendería incorporar en las negociaciones.

Pero notoriamente “la sociedad” que representa al sector petrolero no será la única que nutra las iniciativas del ELN para alimentar sus temas de discusión en los diálogos más aún, cuando la caída de la economía del

petróleo también disminuye las ex-pectativas de la fuerza reivindicativa de quienes laboran en este campo.

Por lo tanto el grupo guerrillero va a necesitar de otros sectores y te-mas para fortalecer esa participación de la sociedad; la salud, la educación, los problemas medioambientales, entre otros, irán convirtiéndose en el acumulado que progresivamente for-talezca sus posiciones, sus intereses y su visión de paz. Entre más “socie-dad” le coloque el ELN a sus anhelos en los diálogos, (más discusión podrá generar) que busca en esta manera, como estrategia, profundizar todos los debates de tal manera que se intensifiquen y se conviertan en ex-presiones de apoyo (movilizaciones, manifestaciones) a su agenda.

De esta manera más allá de la “paz armada” (cese bilateral de hos-tilidades), el ELN buscará insistir en la “paz social” inquiriendo con este aspecto marcar la gran diferencia con las FARC.

En conclusión: no se trata de un segundo proceso de paz. No obstan-te para el ELN será importante tratar de diferenciarse de las FARC por lo que significan sus “bases de apoyo popular” en el futuro político al que aspiran. Viajar a Ecuador para calcar el proceso de La Habana sería el ma-yor contrasentido para los insurgen-tes; por consiguiente la manera como el ELN represente o se atribuya la representación de lo que ellos identi-fican como sociedad, probablemente sea lo que defina la particularidad de este grupo guerrillero en relación con las FARC. No obstante el ELN tendrá que reconocer y aceptar que su negociación con el Gobierno será complementaria a la ya realizada con las FARC.

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EstrElla Policial8

publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

“Si el Señor no guardare la ciudad, en vano vela la guardìa…”

(Salmos 127:1)

Por: Coronel (r) HéCTOR áLvAREZ MENDOZA

Parece que los policías colombianos, como obligados “sparrings” del pugilato nacional, estamos condenados a pade-cer y soportar con paciencia francisca-na, los insultos, los golpes y pedradas de los patanes de turno, las “papas bomba” y los cocteles molotov con los cuales

manifiestan sus excesos y hasta se entretienen los vándalos de cuanta gavilla de violentos y matones que decide plantear “democráticamente” sus caren-cias, sus reivindicaciones y sobre todo, su “mala le-che”. Eso se entiende y eso hemos venido toleran-do desde nuestros primeros turnos de vigilancia en entornos cada vez más agresivos e intolerantes.

Para citar un caso simbólico, tomado al azar, recordamos por ejemplo que tiempo atrás, a tra-vés de gráficos y videos publicados por los medios de divulgación periodística, fuimos impotentes y asombrados espectadores del humillante ataque del que fueron víctimas soldados y policías, de fac-ción en alguna jurisdicción indígena del Cauca, cuando fueron expulsados a rastras, empujones, escupitajos y patadas, de sus puestos de guardia,

por grupos de indígenas, seguramente infiltrados por la subversión, lo que supuso una afrenta al estado colombiano y a su ordenamiento jurídico más que a los soldados y policías directamente agraviados, quienes en tales ocasiones, demostra-ron con su conducta respetuosa y tranquila un ejemplar dominio de sí mismos y una templanza y profesionalismo a toda prueba.

Fieles al llamado de sus deberes y siguiendo instrucciones de sus superiores, ninguno intentó siquiera levantar su arma de dotación oficial para defenderse de las injustificadas agresiones y ofensas de los enceguecidos y equivocados energúmenos. La hierática reacción de los ofendidos y las lágrimas de frustración e impotencia de un joven suboficial, pusieron en evidencia, antes que su aparente debili-dad e indefensión, la madurez y profesionalismo de nuestra Policía Nacional y Ejército Nacional, cuyos miembros demostraron con su serenidad y estoicis-mo que su concepción del deber siempre han esta-do por encima de las provocaciones infundadas y las explicables emociones del momento.

Pero nos alivia y sirve de consuelo que, al menos ocasionalmente, nuestra Institución ha contado con la gratitud y solidaridad de nuestras autoridades y permanentemente de la gran mayo-ría de los colombianos de bien que siempre han valorado los esfuerzos de hombres y mujeres de la Policía Nacional y en general de las institucio-nes con fuerza pública como confiables y celosos

guardianes y garantes de la seguridad de todos los colombianos en campos y ciudades.

No obstante, nos resulta preocupante que, cada vez con más frecuencia, apreciamos el des-enfado y frescura con los cuales cualquier infrac-tor de pacotilla, en sus cabales o atolondrado por los vapores del alcohol o los estimulantes decide desatar sus frustraciones y miserias contra la hu-manidad y el honor de los policías, quienes en cumplimiento de sus obligaciones profesionales acuden presurosos a restablecer la convivencia en cualquier vulgar pleito de cantina, vecindario o incidente de tránsito.

Los casos de “¿Usted no sabe quién soy yo?” se multiplican con pasmosa frecuencia, aun entre los estratos más modestos de la sociedad, a pesar de las reacciones y a la sanción social que en cada ocasión ha llovido sobre sus protagonistas más re-levantes y conocidos.

Infortunadamente, es obvio que con cuatro aguardientes en la cabeza, más de un gañán des-adaptado o suripanta de medio pelo, consideren juicioso y hasta divertido estrellar su frustración y agresividad contra el policía que, pensando en la preservación de la seguridad del mismo infractor, se atreva a poner coto a sus excesos, comporta-miento deplorable y estupideces, actitudes que suelen terminar con la más absoluta impunidad.

Es claro que el resistirse a los requerimientos de un agente de la autoridad con agresiva vulgari-dad y violencia, es conducta que en cualquier pais civilizado del mundo resulta impensable porque supone para el protagonista exponerse a la aplica-ción de drásticas medidas coercitivas y sanciones ejemplarizantes. Sin embargo en nuestro país se ha convertido en el pan nuestro de cada día, en un ejercicio banal e intrascendente, casi que en una noticia especial para la sección de crónica ligera y graciosa de cualquier noticiero que se digne infor-mar sobre su cuotidiana ocurrencia.

Resultan patèticas las escenas que suelen pu-blicar diariamente los noticieros, en las cuales aparecen policías defendiéndose como pueden de ciudadanos agresivos, hombres y mujeres, que re-chazan y se resisten por la fuerza contra cualquier procedimiento policial de rutina.

¡Qué calamidad! pero la verdad es que la pro-gresiva escalada de desacato y atropello descarado a la autoridad representada por el uniformado en la calle, que se ha entronizado en nuestro medio, plantea la oscura realidad del deterioro moral y la inversión de valores que corroe las entrañas e intoxica la savia de nuestra nacionalidad. Pero el asunto espeso que más preocupa es el de apreciar, con cuànta facilidad, que nos hemos habituado al hecho de que la falta de moderación y respeto a la autoridad se convierta en la norma rectora de la conducta personal y no en la excepción.

Eso nos ha conducido fatalmente a conside-rar que resulte tolerable que cualquier funciona-rio, desde el modesto concejal de un municipio

Del coscorrón a la metralla

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EstrElla Policial 9

publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

olvidado, hasta el más encumbrado y arrogante personaje de las altas esfe-ras, con altanería e irreverencia digna de mejores causas se consideren en libertad de tratar a punta de cosco-rrones y sombrerazos a los abnegados servidores con fuerza pública que los protegen y que, diariamente y a to-das horas, están dispuestos a arriesgar la vida en beneficio de su seguridad personal, tal como pudimos apre-ciarlo recientemente en un penoso incidente observado a través de los testimonios gráficos divulgados por los noticieros del pais, con divertido asombro por algunos y con ofendida dignidad por los miembros de la Ins-titución y por la gran mayoría de los colombianos.

Si tal es el modelo de compor-tamiento y trato en público para los encargados cercanos de su seguridad personal, servidores públicos oficial-mente designados, ¿Cómo será la si-tuación de su trato en privado?, se pre-guntaron algunos analistas críticos y observadores. ¡Qué verguenza ajena! y cuánta indignación propia sacu-dieron nuestros sentidos, ofendidos irremediablemente y en materia gra-ve por la inexcusable arrogancia del personaje y las malas maneras, raya-nas en la ordinariez y la patanería, evidentes aún en las tibias y teatrales manifestaciones de contrición con las que posteriormente se intentó zanjar el desafuero, aparentemente para quedar bien con la galerìa.

Lo grave de esta situación es que del maltrato ocasional y público, del

coscorrón humillante, el insulto des-considerado, el empujón, el golpe o el agravio, resulta explicable que el mal ejemplo cunda y propicie el escalamiento sutil hasta el hamponil “plan pistola” y el aleve atentado te-rrorista urbano con trampas explo-sivas a base de “metralla”, fenómeno criminal por desgracia reaparecido recientemente en nuestra capital.

¡Cómo nos duele el dolor de nuestros jóvenes policías agredidos tan injusta y arteramente por la ca-nallesca letalidad del atentado del barrio La Macarena: y el desasosie-go y el luto de sus familias y de co-munidades enteras de todo el país que, a diario, lloran sus pérdidas que también son nuestras pérdidas y las de toda la gran familia de la Policía Nacional de Colombia!

La solidaridad y las oraciones de los integrantes del Colegio de Gene-rales de la Policía Nacional de Co-lombia y sus familias, acompañan de corazón a la afligida familia del Pa-trullero Albeiro Garibello Alvarado, nuevo mártir sacrificado en el cum-plimiento de sus deberes, para quien imploramos al Todopoderoso que lo acoja en sus dominios y brinde una pronta y completa recuperación al resto de incansables paladines de la seguridad y la paz de los colombia-nos que fueron víctimas del cobarde atentado y que hoy sufren de tan severas lesiones. Para las familias, allegados y compañeros de todos los afectados, nuestra solidaridad, admi-ración y simpatía. Dios y Patria.

Por: Brigadier General (r) FABIO ARTURO LONDOñO CáRDENAS

Extraña e insistentemente, algunas au-toridades en general, y judiciales en particular, han venido denominando, con dudosas actitudes, el que hacer del cuerpo institucional Policía Nacional con el vocablo “actividad”, cuando, se-gún las razones que vamos a exponer, se

denomina, doctrinal y jurídicamente: “Función pública de policía” porque existe, por fortuna , una retórica extensa acerca del tema dicho, sin-gularmente en cuatro de sus principios filososfi-cos y las cualidades personales que han de poseer quienes la ejercen, para poder cumplir con éxito el objeto y, el fin de la policiologia y, principal-mente de la “ciencia del derecho de policía”. Sin embargo, debemos destacar los conceptos que son de importancia capital para la determinación esencial -sillar- de la función, como son:

La calle (ámbito natural y público de la fun-ción), el prójimo (personas que protegen con todo su empeño) y la convivencia (fin de la poli-ciología) con sus categorías: seguridad, tranquili-dad, moralidad, y ecología públicas. Entonces, la base o la línea de la función a la que nos referimos tiene como cimiento, el triángulo en mención, (calle, prójimo, convivencia). Pero, para ser más claros, definamos los términos:

PRÓJIMO: latín “próximos” (cercano). Cualquier hombre respecto al otro, considerado bajo el concepto de la solidaridad, humanismo…

Puntos de Vista

Razones de la denominación: función pública de policía

No lastimar el bien ajeno. En el lenguaje común y popular: amar al prójimo como amamos a Dios y a sí mismos: principio miliar del entendimiento e interrelación, entre los seres humanos, con ma-yor razón del hombre policía y su nación.

CALLE: “espacio público”, abierto al públi-co o de los hechos que, siendo privados o ínti-mos, trascienden al público; es, en otras palabras, el ámbito propio del derecho de policía cuyos sucederes ha de atender siempre el miembro del cuerpo institución Policía Nacional, con capaci-dad y conocimiento suficiente para hacerlo per-fectamente; con decisión sabia, oportuna y rápi-da; en el mismo lugar de su aparición o suceder y con base en la regla de oro de lo ético: TRATAR A LOS DEMAS COMO ELLOS SON, NO COMO QUEREMOS QUE SEAN.

CONVIVENCIA: de convivir (vivir con), que exige: una sociedad en paz; por ello es por lo que le sobran adjetivos o calificativos, como son: social, pacífica, democrática, etc, que reduntan y modifican la semántica y semiología del término.

Hemos de recordar, con respecto al vocablo mencionado, que el constituyente, legisló en el artículo 218 de la Carta del Estado, cuando de-finió la Policía Nacional de Colombia, como se mencionó anterioridad. Este criterio así expre-sado vino a remplazar el anfibológico de : “or-den publico interno”, cuya significación, hoy, ha exigido el cambio y además, ratificado por la reforma de la teoría de “ servicio público” por el de “función pública” acerca de la cual hablan los tratadistas franceses Vedel y Laubadere, y en Co-lombia Vidal Perdomo.

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por: Mayor General (r). CARLOS ALBERTO PULIDO BARRANTES

Los ciudadanos reclaman, permanente-mente, a las autoridades mayor seguridad y a la Policía más presencia y efectividad. Los delitos llamados menores son los que causan mayor sensación de inseguridad, porque afectan el desarrollo de la vida cotidiana y mantienen un ambiente de

zozobra e intranquilidad generalizado.Corresponde al Estado y sus autoridades estu-

diar e investigar este fenómeno criminal denomi-nado “delitos menores” para establecer una sensata y eficaz política criminal. Son variadas las formas de la actuación policial basadas en estudios, inves-tigaciones y estadísticas que rigurosamente realiza la Institución y que le permite disponer de una mayor presencia policial en puntos críticos con alto índice de delincuencia; adelantar labores de inteligencia policial con policías de particular y ca-muflados; comprender el modus operandi delin-cuencial; establecer mapas de riesgo y utilizar, del modo más eficiente, las ayudas tecnológicas y los planes operativos permanentes en las calles, con los cuales, se han logrado numerosas capturas y la atención oportuna a las víctimas.

De otra parte, no es extraño encontrar que

delincuentes capturados o investigados por este tipo de delitos como el hurto de celulares y el lla-mado raponazo, entre otros, reinciden con varias entradas a centros carcelarios lo que no ha dejado ser incomprensible para la autoridad policial. Las causas son múltiples, entre ellas: las víctimas no denuncian, los elementos materiales probatorios del delito no se allegan, los procedimientos judi-ciales son largos y engorrosos, los términos judi-ciales se vencen y las estratagemas de la defensa dilatan los procesos.

En buena hora, el Congreso de la República acaba de expedir la Ley N° 1826 de enero 12 de 2017, “Por medio de la cual se establece un pro-cedimiento penal especial abreviado y se regula la figura del Acusador privado”, bautizada como de las pequeñas causas,1 que, sin duda, favorece la ac-tuación de la Policía, Institución que afronta este fenómeno mediante la prevención, la captura en flagrancia, la recepción de la denuncia ciudadana y la persecución del delincuente que, en muchas ocasiones actúa en pandillas organizadas.

Entre los aspectos con mayor incidencia y re-levancia para el actuar policial, tratados en la cita-da ley, merecen ser destacados en forma especial los siguientes:

La denuncia y la Policía. Como es bien sa-bido, para que se inicie la investigación penal, se requiere la denuncia penal que, en muchas ocasio-nes, no se realiza porque la víctima o querellante legítimo, se encuentra en imposibilidad física o mental; en estos casos, cuando se trata del deli-to de hurto, esta podrá ser instaurada dentro del término legal (seis meses), por el miembro de la Policía Nacional, que en ejercicio de su función, tenga conocimiento del hecho.

El acusador privado. Esta figura reviste enor-

me importancia porque faculta a la víctima de es-tos delitos para ejercer la acción penal y presentar su propio material probatorio, representada por su abogado y, en esta forma, contribuir a la investi-gación, a la celeridad del proceso y a la defensa de sus intereses. La Ley aclara que, si bien autoriza al ciudadano para el aporte de material probatorio obtenido por investigadores privados, en ninguna circunstancia los autoriza para interceptar comu-nicaciones, inspecciones corporales, allanamien-tos, seguimiento a personas o retención de corres-pondencia, porque estas actividades son potestad de la fiscalía; tampoco se trata de que los particula-res adquieran funciones de investigación criminal.

Conductas punibles. Los delitos que pueden ser juzgados por el procedimiento especial abre-viado, se señalan taxativamente en el artículo 534 que se adicionó al Código Penal, según lo dispues-to en el artículo 10 de la Ley de pequeñas causas, con la única finalidad de fijar el ámbito de aplica-ción del nuevo procedimiento.

El citado artículo 534 es bastante complejo y debe ser analizado con minuciosidad por la per-manente remisión que hace a los artículos del Có-digo Penal. El procedimiento abreviado se aplicará en todo caso a:1°. Las conductas punibles que requieren querella

para el inicio de la acción penal.2°. A otra serie de tipos penales entre los que se

pueden destacar , sin ánimo de ser exhaustivos, algunas modalidades de lesiones personales, la comisión de actos de discriminación, hostiga-miento, inasistencia alimentaria, hurto califi-cado y agravado, estafa, corrupción, abuso de confianza, violación de derechos de autor, uso ilegítimo de patentes, violación de la confiabi-lidad y administración desleal.

La ley de pequeñas causas y la Policía

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Para cada uno de ellos se indica si operan ex-cepciones o cuantías que pueden excluirlos de este procedimiento, para dejar en claro la prioridad del proceso ordinario cuando exis-ta concurso entre las conductas punibles aquí comprendidas y otras que deben ser juzgadas mediante el procedimiento ordinario.

3.- El Procedimiento abreviado se aplicará, igual-mente en todos los casos de flagrancia relacio-nados con los delitos incluidos en el ámbito de aplicación de la Ley 1826, según lo dispuesto en el artículo 534 del Código Penal.El procedimiento especial abreviado. Se es-

tableció para buscar una pronta y expedita justicia y dar agilidad a los procedimientos teniendo en cuenta que con el procedimiento ordinario una sentencia para este tipo de delitos podría tardar entre dos y tres años, con todas las consecuen-cias derivadas de su demora; ahora, con el pro-cedimiento abreviado se producirá sentencia en menos de seis meses.

La detención preventiva. Para quienes son in-vestigados bajo el sistema abreviado no podrá ser mayor a seis (6) meses con el fin de evitar deten-ciones mayores sin el juzgamiento y la sentencia correspondiente. Igualmente, establece la Ley que cuando se presenten maniobras dilatorias por par-te del acusado o su defensor, los días de retraso no se contabilizarán dentro de los términos esta-blecidos para determinar una posible violación de la detención preventiva. Tampoco se podrá consi-derar que se ha excedido la detención preventiva cuando la audiencia no se haya podido iniciar o terminar por causa razonable fundada en hechos externos.

El proceso ordinario. Consta de cinco au-diencias a saber: audiencia de imputación, audien-cia de acusación, audiencia preparatoria, audiencia de juicio oral y audiencia de lectura del fallo; con la promulgación de la Ley de las pequeñas causas a las que se aplicará el proceso abreviado, éstas se reducirán a solo dos audiencias, 1.-Audiencia con-centrada en la que se descubrirán y solicitarán las pruebas y 2.-Audiencia de juicio oral en la que se adelantaría la práctica de prueba y de inmediato se definiría la culpabilidad o inocencia del procesa-do, de tal suerte que, el tiempo del procedimiento judicial se reduce en más de un 50 %.

Vigencia. La Ley de las pequeñas causas em-pezará a regir seis meses después de su expedición, es decir, para el mes de junio de 2017 y se aplicará únicamente para los delitos establecidos en la ci-tada norma y cometidos con posterioridad a su vigencia.

Naturalmente, la Ley 1826, contiene otros aspectos que requieren estudio y análisis en te-mas como los siguientes: el querellante legítimo, las conductas punibles que requieren querella, su desistimiento, el ámbito de aplicación, las normas del procedimiento especial abreviado, la justicia restaurativa, la figura del acusador privado, la

conversión de la acción penal pública en privada y otros, todos ellos de la mayor importancia, pero cuyo estudio pormenorizado no cabe en este ar-tículo.

Lo esencial es conocer que la Ley de las pe-queñas causas, para juzgar delitos menores, está hecha para facilitar la denuncia, hacer más breves y menos complejos los procedimientos y sancio-nar penalmente a los responsables para que haya menor impunidad. Las estadísticas revelan que anualmente se presentan cerca de 400.000 deli-tos menores los que de una u otra forma afectan a gran parte de la sociedad, razón por la cual, se requiere la participación de toda la comunidad y una coordinación de todas las autoridades para que no se pierdan los esfuerzos ni el propósito de la Ley.

Algunas sugerencias para su implementación

Con el fin de que puedan alcanzarse los obje-tivos propuestos con motivo de la promulgación de la Ley, es de suma importancia que, por par-te de las autoridades competentes, entre ellas la Policía Nacional, se aproveche el tiempo entre su expedición y la entrada en vigencia, para ir ade-lantando diversas tareas que tienen que ver con su aplicación para facilitar su implementación. Algu-nas de ellas podrían ser las siguientes:l Elaborar protocolos de procedimientos por

parte de cada una de las autoridades compro-

metidas, con el fin de lograr una coordinación cercana y permanente entre la Policía de Vigi-lancia, la investigación criminal, la Fiscalía Ge-neral de la Nación, el Ministerio de Justicia, la Procuraduría y las alcaldías.

l Incrementar el número de centros de recep-ción de denuncias y realizar campañas de di-vulgación sobre su ubicación y uso adecuado, con el fin de estimular a los ciudadanos a de-nunciar los hechos delictivos que los afectan.

l Intensificar la instrucción y capacitación de las autoridades que deben aplicar los procedi-mientos.

l Hacer seguimiento periódico a los resultados de la aplicación con el fin de realizar los ajustes necesarios.

l Elaborar investigaciones, análisis, estudios y estadísticas que permitan evaluar la aplicación de la Ley.

l Diseñar y ejecutar campañas de publicidad y socialización nacional de la Ley con el fin de divulgar su existencia y utilidad para la comu-nidad.

1 Esta nueva circunstancia que faculta a la Policía para formular la denuncia con el fin de que la Fiscalía inicie al investigación penal, permite que la co-misión de tal tipo de delitos que, tanto afectan a la comunidad, no queden impunes y que el delincuente sea debidamente procesado.Nota de redacción: Esta denominación es una más que se han inventado para llamar las conductas prodelictuales, antisociales, estados antisociales, etc. Con quien el estado mal asesorado - trató de reducir o evitar la inseguridad reinante, principalmente en el siglo XX. Consultar al efecto el estudio del penalista Gutiérrez Anzola.

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por: Hugo Acero velásquez

El nuevo Código de Policía y Convivencia, como cualquier ley, no es perfecto, pero hay que reconocer que su actualización le da herramientas importantes a las autori-dades de policía para que cumplan con la obligación de garantizar la convivencia.

Algunos consideran que el Código es predomi-nantemente coercitivo, regulatorio de los compor-tamientos inciviles en cabeza exclusiva de la Policía, que no tiene una orientación educativa y de forma-ción ciudadana y consideran que algunos artículos violan derechos o contravienen otras normas, como es el caso de las facultades que se le dan a la Policía y demás autoridades de policía para ingresar a los domicilios sin orden de un juez; hacer retenciones temporales de personas cuando estén en condición de alteración de la conciencia o que pongan en peligro la vida de terceros; atender y tomar medi-das correctivas ante hechos o fenómenos de niños, niñas y adolescentes, en la medida en que pueden contravenir el Código de Infancia y Adolescencia y normas internacionales, de acuerdo con UNICEF, y regular reuniones y marchas, entre otros.

Además de estos reparos, que se han converti-do en demandas ante la Corte Constitucional, el nuevo Código, como cualquier norma, contiene algunas limitaciones que dificultan su aplicación a la hora de garantizar la convivencia dicha.

Una de las primeras limitaciones para su ade-cuada aplicación tiene que ver con la idea gene-ralizada que existe, entre el común de las gentes y algunas autoridades que es una Ley que le co-rresponde aplicarla exclusivamente a la Policía Nacional y dejar por fuera a las demás autoridades de policía, como es el caso del presidente, gober-nadores, alcaldes, inspectores de policía, corre-gidores, las autoridades especiales de policía en salud, seguridad, ambiente, minería, ordenamien-to territorial, protección al patrimonio cultural, planeación, vivienda y espacio público (Art 198) y los poderes subsidiarios y residuales de Policía (Artículos 12 y 13) que son las asambleas departa-mentales, el Concejo Distrital de Bogotá y demás concejos. Como se ve, no son pocas las autorida-des de policía que deben trabajar para aplicar el nuevo Código de Policía y Convivencia y, hasta ahora, en el escenario solo aparece la Policía y al-gunas gobernaciones y alcaldías.

La segunda limitación, tiene que ver con la posibilidad real que la mayoría de las personas paguen las sanciones económicas impuestas por infringir normas. De acuerdo con el Código, si los sancionados no pagan de manera inmediata serán reportados al Boletín de responsables fiscales de la Contraloría General de la República y se les cobrarán intereses. Si transcurridos noventa días no ha pagado, se procederá al cobro coactivo, que incluye los intereses por mora y costos del cobro coactivo (Art 182). En este punto hay que mirar la capacidad real que se tienen las instituciones para realizar miles de cobros coactivos.

Si, definitivamente el multado no paga, no “podrá obtener o renovar permiso de tenencia o porte de armas, ser nombrado o ascendido en car-go público. Ingresar a las escuelas de formación de la Fuerza Pública, contratar o renovar contrato con cualquier entidad del Estado, obtener o reno-var el registro mercantil en las cámaras de comer-cio” (Art 183). La pregunta que hay que hacer en este caso es: ¿cuántos de los miles de los que no paguen, van a sentirse afectados por estas restric-ciones? Se puede asegurar que muy pocos ciuda-danos infractores del Código se verán afectados.

En este caso, para no limitarse solo a la sanción económica, hay que hacer uso de otras formas de control expuestas en el Código, como son las me-didas preventivas y administrativas contempladas en la normatividad subsidiaria de esta norma y ha-cer uso de la medida de prevención y protección prevista en el Artículo 155 y en la sentencia 720 de 2007 de la Corte Constitucional.

La tercera limitación está en la manera como los ciudadanos pueden presentar quejas, peticio-nes y reclamos. Dentro de los deberes de las auto-ridades de Policía (art 10), el parágrafo transitorio, establece que “Dentro de los seis (6) meses siguientes a la entrada en vigencia de la presente ley, el Gobier-no nacional reglamentará y dispondrá lo concernien-te a los espacios físicos necesarios para que la Policía Nacional reciba y atienda de manera pronta, opor-tuna y eficiente las quejas, peticiones y reclamos de las personas”. Cabe anotar cómo este artículo se refiere a todas las autoridades de policía y el parágrafo solo aplica a la Policía.

Ahora, si las quejas de los afectados se refieren a abusos y excesos por parte de las autoridades de policía en la aplicación del Código, la Policía no es la instancia adecuada para abordar esta situación, en este caso serían los organismos de control que tienen poder de investigación, sanción y además independencia como garantes de los derechos in-dividuales.

En este tema, hay que promover la participa-ción de asociados y de las comunidades, en la medi-da en que no solo pueden apoyar a las autoridades en sus labores de garantizar la convivencia, sino que pueden constituirse en veedores para que el Código se ejecute en el marco del Estado Social de Derecho y no haya corrupción en la aplicación de las multas. Sin la participación de los ciudadanos organizados, la convivencia no es posible y puede prevalecer el autoritarismo de las instituciones.

Por otro lado, el nuevo Código, en su afán de garantizar los derechos, puede afectar el bienestar de la mayoría de las gentes. El artículo 54 que re-gula el uso de vías para el ejercicio del derecho de reunión o manifestación pública y pacífica en el es-pacio público establece que “Los alcaldes distritales o municipales, salvo circunstancias excepcionales o de fuerza mayor, deberán autorizar el uso temporal de vías dentro de su jurisdicción para actos o even-tos de ejercicio del derecho de reunión o manifesta-ción pública y pacífica en el espacio público. “En el caso de las vías arterias principales o corredores de transporte público colectivo deberán estable-cer un plan efectivo de desvíos para la movili-zación de los ciudadanos que no participan del acto o evento, como medida de protección de los derechos de los demás ciudadanos”, es decir, obli-gatoriamente el alcalde tiene que aceptar la ruta im-puesta por los organizadores, quienes por supuesto elegirán las de mayor tráfico.

Con este artículo, quienes quieran protestar, pueden elegir las rutas de transporte público, in-clusive vías nacionales para hacerlo y las autorida-des tendrán que buscar desvíos de los transportes masivos, desvíos que en la mayoría de las ciudades y vías nacionales no son posibles, es decir cien, doscientos, mil o dos mil personas que protestan pueden bloquear toda una ciudad o una región con perjuicios para la gran mayoría de población, sin que las autoridades puedan determinar la ruta o concentración de los manifestantes y garantizar el derecho legítimo a la protesta y al bienestar de la mayoría de los asociados.

Seguramente, algunas de estas limitaciones pueden ser subsanadas en los procesos de regla-mentación, en la definición de protocolos y en la aplicación coordinada y transparente del Código, entre las distintas autoridades de policía. Después de casi 50 años, hoy las autoridades de Policía cuentan con una herramienta importante para ga-rantizar la convivencia de la Nación, que, aunque no es perfecta, contribuye de manera importante para el logro de ese fin.

Limitaciones del Código de Policía

El nuevo Código, como cualquier norma, contiene algunas limitaciones que dificultan su aplicación a la hora de garantizar la convivencia.

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EstrElla Policial 13

publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por el doctor ALvARO CHAvEZ PUERTO Experto en Comercio Exterior

Para muchas personas jubiladas o en pro-ceso de jubilación, la perspectiva de no tener ocupación igual o semejante a la venían cumpliendo, no deja de ser una real preocupación.

Sucede con mucha frecuencia que en el primer día de su jubilación, el más importante y responsable funcionario o ejecutivo se convierte en un personaje de cuestionable importancia do-méstica, cuya función principal seria dedicarse a la auditoria de los procedimientos caseros como las reparaciones locativas, el pago de los servicios etc., tareas aburridas que muchas veces entran en contradicción con la organización tradicional del hogar.

Sin embargo, siempre hay una alternativa que los adultos mayores desean y pueden continuar, como seguir siendo individuos productivos, vivir la plenitud de sus conocimientos prácticos, y la cer-teza de poseer gran capacidad organizativa y una enorme experiencia de vida para mantenerse como aporte a la sociedad con su concurso eficiente.

No menos importante es saber qué se está ge-nerando de paso con opciones económicos válidas para sí mismo y para otras personas de su entorno.

El comercioUna de estas actividades es interesarse en el

comercio, sea este nacional o internacional. En el campo internacional, se pueden presentar opor-tunidades reales para construir y encontrar un NICHO importante de negocios. (En comercio exterior, se conoce el término nicho como el en-cuentro de un mercado especializado en un pro-ducto o servicio que alguien requiere en un lugar y otro agente está en capacidad de ofrecerlo y co-mercializarlo).

Se puede emprender una aventura productiva individual o colectiva. Individual, si se cuenta con recursos financieros apropiados y un conocimien-to real dónde invertir. Otra vía es ingresar a coo-perativas de productores ya en funcionamiento, o coordinar alianzas con empresas que manejen mercados y requiera socios que suministren sus productos.

Se empieza de manera colectiva, creando o asociándose a una Pyme, o microempresa, des-pués de conocer y evaluar la información actua-lizada sobre los negocios que entidades oficiales programan y asesoran para incentivar la actividad exportadora nacional, base real del desarrollo.

Para ingresar al mercado internacional no se requiere ser un gran productor de materias primas o de elementos para usos industriales, ni siquiera saber de todos los trámites de exportación, porque está creyendo que son de un alto nivel de compli-cación. No es indispensable que el productor posea un conocimiento especializado. Solo requiere estar seguro si le interesa explorar el mundo del comer-cio exterior, buscar el campo en el que cree poder actuar, conocerlo en detalle y, entonces, definir una estrategia, implementándola con tácticas comer-ciales que se pueden aprender con la experiencia que organismos especializados gubernamentales o privados hoy día suministran a los interesados. Luego, vendrá a prender en detalle los tramites y procedimientos necesarios que se convertirán, con el tiempo, en rutinas operacionales.

¿Dónde comenzar?El potencial exportador de Colombia abarca

diferentes campos, entre los que podemos reseñar:Agroindustria, productos orgánicos, hierbas

aromáticas, cacao, frutas naturales, concentrados, enlatados y café “gourmet”. Prendas de vestir, confecciones, joyería, bisutería, artesanías, obras de arte, industria editorial, etc. Podríamos seguir enumerando actividades, comerciales pero lo cier-to es que el cúmulo de necesidades por satisfacer en el intercambio de productos y servicios en el mundo, es infinito.

En Colombia hay una gran necesidad de crear una política exportadora, si se conoce el postulado económico de que el comercio exterior es el mo-tor del enriquecimiento social. De ahí el mundo competitivo que existe para mejorar las balanzas de pago entre los países y la implementación de tratados de libre comercio que se crean para mejo-rar sus ingresos sociales. Los países negocian para aprovechar sus ventajas estructurales de mano de obra competitiva, de productos autóctonos y de materias primas.

En Colombia, por fortuna, existen muchas ins-tituciones gubernamentales y privadas que auxilian al principiante exportador. La más importante es PROCOLOMBIA a cuya página web puede ingre-sar el interesado y en ella encontrará un panorama general del mundo exportador existente.

Los grupos Bancoldex y Fiducoldex suminis-tran toda la información financiera sobre el apoyo para alcanzar recurso crediticio a micros, pequeñas y medianas empresas. Allí se informa sobre cómo obtener el capital de los fondos gubernamentales que son múltiples y muchas veces subutilizados.

El ministerio de Comercio, Industria y Turis-mo, las Cámaras de Comercio internacionales y

nacionales, Inexmoda, Artesanías de Colombia y Analdex, entre otros, son organismos a los cuales se puede acceder vía Internet en busca de infor-mación y aprendizaje.

En la forma más concreta, para tener una idea de que se produce y que se necesita, en América Latina, podemos sugerir una visita a la página In-focomercial.com.

Como ejemplo del interés académico existen-te, transcribo un aparte de la correspondencia ac-tualizada de la Universidad EAN:

“Buen día, mi nombre es Juan Manuel Gil Ba-rragán soy el Coordinador de Negocios Internacio-nales de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas de la Universidad EAN. Esta-mos trabajando en un proyecto de la Secretaria de Desarrollo económico de Bogotá, que tiene como fin divulgar una cartilla sobre los beneficios del Acuerdo de la Alianza del Pacífico; esta cartilla será dirigida especialmente a las micro y pequeñas empresas infor-mando sobre casos exitosos que han tenido diferentes empresas al momento de acogerse al acuerdo ante-riormente mencionado”.

Para terminar, amigo y futuro exportador, cito y le recomiendo pensar un poco en la hoy multi-nacional KFC, cuyo fundador tenía 65 años y es-taba desempleado en el momento en que decidió montar esta empresa de venta de pollos fritos, uti-lizando una receta de preparación que su señora madre le había enseñado.

¿Hasta dónde ha llegado? Mi consejo: no se duerma sobre los laureles.

Usted sigue siendo útil y productivo.

Coronel Harland David Sanders,Fundador de la

multinacional KFC.

¿Un jubilado puede seguir activo?

Siempre hay una alternativa que los adultos mayores desean y pueden continuar, como seguir siendo individuos productivos.

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EstrElla Policial14

publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por: Mayor General (r) ALBERTO RUIZ GARCÍA

He permanecido atento a los comentarios y debates televisivos que se han venido surtiendo alrededor de la puesta en vi-gencia del nuevo Código Nacional de Policía, y por ello me he motivado, por segunda vez, a realizar algunos comen-

tarios de carácter general sobre este importante y apasionante tema, por tratarse de las libertades pú-blicas y en especial de la aplicación consciente y sensata del principio de autoridad por parte no solo de la policía, sino de los funcionarios a los cuales la ley les ha delegado esta importante responsabilidad social y del servicio.

Como era de esperarse, aparecieron las protes-tas de algunos sectores de la comunidad no muy versados sobre el tema, de algunos dirigentes polí-ticos siempre a la expectativa y ávidos de protago-nismo, así como de algunos juristas, magistrados, abogados y expertos del derecho, que se pronun-cian de diferentes maneras, para criticar, aportar y demandar el nuevo código, pretextando múltiples razones, que la Honorable Corte Constitucional en su momento, aclarará y precisará.

Me resulta imperativo, volver al punto de mi decepción por no haberse incluido el tema de la moralidad pública en el nuevo texto del código en referencia, lo cual consulté con los oficiales que participaron en su elaboración, y de quienes recibí una respuesta que me dejó de cierta manera per-plejo, pues acotaron que la moralidad pública ya no era aceptada y estaba pasada de moda ante los nuevos desenlaces de las libertades públicas que se han entregado a las minorías políticas y sociales.1

INSISTO, por lo tanto, en recordar dos con-ceptos que en mi criterio permanecen vigentes a pesar de la modernidad y el paso raudo del tiempo.

El primero de ellos reza que “la moral es el con-junto de costumbres y normas que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en comunidad. Un segundo concep-to moderno de filosofía establece que “los grandes temas de la filosofía moral del momento giran en torno al respeto por los demás, por la naturaleza, por los animales, por las generaciones antiguas y ve-nideras”. Esto ha hecho que muchas personas que no compartan la misma fe, compartan la misma moral.

Las diferentes posiciones, demandas y criterios

sobre la oprobiosa omisión, han guardado silen-cio cómplice, pero aspiro que la honorable Corte Constitucional en el análisis del texto del nuevo código, haga las aclaraciones jurídicas, doctrinales y filosóficas del caso.

En esta oportunidad, voy a referirme a comen-tarios de carácter general que servirán simplemente como antecedente histórico institucional, pero que no por ello dejarán de ser motivo de reflexión y por qué no, de preocupación.

Los medios de comunicación se refieren que ya han sido presentadas 55 demandas al nuevo código nacional de policía, de las cuales 15 han sido ad-mitidas y 20 se encuentran en proceso de revisión preliminar. Los aspectos que sustentan las deman-das en referencia y que están presentando mayor polémica tienen que ver entre otros aspectos con:

Registro de domicilio: Se argumenta que se viola el debido proceso y la reserva judicial. Este ar-tículo no es nuevo en su concepción y corresponde al anterior código de policía que hablaba del cla-mor público o voces de auxilio.

La autoridad está en la obligación de acudir al auxilio de las personas cuando estas ven su integri-dad y su vida seriamente amenazadas. Inclusive los

Observaciones generales al nuevo Código Nacional de Policía

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

vigilantes privados, y, es más, cualquier ciudadano que perciba un inminente atentado contra la vida de otro. Se viene tergiversando este procedimiento policial, al decir que el policía en cualquier circuns-tancia puede penetrar a un domicilio. Ello es te-merario y perverso.

Derecho de reunión: Es un derecho total-mente amparado por la constitución nacional, y no podrá la policía, en ningún caso, oponerse a su libre ejercicio, aunque por consideraciones de pro-tección de otros derechos como el de locomoción y protección del espacio público, está en la obli-gación de sugerir o hasta modificar los recorridos, previa concertación con los realizadores del evento. De igual manera la policía hará presencia preven-tiva, sin interferir el desarrollo de la protesta y solo hará empleo legal de la fuerza, cuando la concen-tración, movilización, desfile o protesta, degenere en clara y evidente violación de la convivencia y del ejercicio de los derechos de las personas o bienes de los no intervinientes, o inclusive cuando se pon-ga en peligro la vida o la integridad de los mismos participantes. Es por ello por lo que se requiere la solicitud de un permiso a la autoridad local o jefe de policía. Es este uno de los argumentos de los contradictores para tratar de vetar este artículo.

Medios de vigilancia masiva: Se vienen uti-lizando en todo el mundo como una ayuda eficaz al control de la delincuencia, pues ningún país está en capacidad de garantizar la vigilancia de las ca-lles, sitios públicos o abiertos al público, solo con presencia física policial, ante el desmesurado creci-miento de las ciudades. La intimidad de las perso-nas está debidamente protegida. Es apenas lógico que la ubicación de cámaras y otros aditamentos electrónicos deba realizarse de tal manera que no interfieran ni violen los derechos del ciudadano a su intimidad y vida privada. Quien se sienta vul-nerado en este derecho deberá hacerlo conocer de la autoridad para que se corrija su ubicación o se disponga su traslado. No hay razón fundada para que este artículo sea motivo de veto.

Recuperación del espacio público: Promueve una colisión de derechos (al trabajo, locomoción) con el disfrute del espacio público del ciudadano, para no enfrentar peligros inminentes contra su in-tegridad, cuando tiene que bajarse del andén y ver-se obligado a tomar la vía pública (atestada hoy de vehículos), para poder transitar. Eliminar las ventas callejeras, es tan difícil como acabar con la prosti-tución, pero sí se puede organizarlos de tal manera que no interfieran la libre locomoción, ni molesten al vecindario, y menos hagan competencia desleal al buen comerciante. Como puede observarse el policía queda en una situación muy difícil, pues es a él a quien corresponde hacer cumplir la orden del jefe de policía (alcalde) por intermedio de su comandante. Pero su actuación en estos casos es fundamental.

Traslado de quienes riñan o estén bajo los efectos de sustancias sicoactivas: Es apenas ele-

mental entender que lo que se pretende no es nada diferente a proteger a las demás personas de una acción violenta o de restablecer la tranquilidad. Se conduce a los protagonistas de las riñas para evi-tar que estas terminen en lamentables tragedias, y a los consumidores de las sustancias sicoactivas, para propender por su protección e integridad, o para evitar que su anómalo comportamiento pueda afectar a otros. EN NINGUN CASO PARA VUL-NERAR SUS DERECHOS.

Intervención de las Fuerzas Militares: Solo como medio especifico, asistencia a la policía cuan-do no está en capacidad de contener la rebelión, asonada, o desorden generalizado, la agresión vio-lenta e ilimitada o el grave atentado contra la convi-vencia. Esta asistencia militar solo se hará por orden de los jefes de policía (gobernadores, alcalde ma-yor de Bogotá) y solo en casos especiales. Llama la atención que en el futuro las Fuerzas Militares pre-tendan realizar labores permanentes de seguridad, materia para la que no están formados, preparados ni capacitados. La redefinición de roles, sobre la cual me he pronunciado en varias oportunidades, cobra vigencia en esta oportunidad.

Afectación medio ambiente: Era urgente ac-tualizar este prioritario tema. De verdad, la policía estaba careciendo de herramientas suficientes de carácter legal, para afrontar los graves problemas de infectación y deterioro que la gran polución de las ciudades, el incremento desmesurado de la po-blación y la indiferencia social, vienen generando contra el ecosistema y la biodiversidad, uno de los grandes tesoros de que aún disponemos. Algunos sectores como el de las empresas de taxis, deben implementar sitios en donde sus afiliados, puedan realizar sus necesidades fisiológicas y así evitar que lo hagan a la luz pública y en cualquier sitio como viene ocurriendo. De igual manera, las autoridades deberán construir baños públicos para reducir la in-salubridad, el deterioro de zonas verdes y el amobla-miento público, y no dejar a la policía en el control del tema en forma exclusiva, por los roces con el público que la aplicación de las medidas correctivas van a desencadenar. Lo que sí debe quedar muy en claro es que la sola presunción no da margen a la corrección, sino que se requiere la flagrancia para justificar la intervención policial.

Finalmente, acotaría, que se hace indispensa-ble revisar las cuantías de las multas para imponer, por cuanto algunas son de cierta forma exageradas y superan la capacidad económica del ciudadano del común para sufragarlas. A manera de ejemplo podemos tomar como referencia lo que viene su-cediendo con la aplicación del código nacional de tránsito, en lo relativo a la imposición de las mul-tas, que por onerosas algunas, propician la inope-rancia de las autoridades por hacerlas efectivas, y la corrupción que se presenta en los procedimientos. Según un reporte reciente de la Procuraduría Gene-ral de la Nación, fueron anulados 140 millones de comparendos, y se prescribieron multas por 25.182 millones. Es decir, que se archivaron el 81% de los

comparendos realizados, y prescribieron el 15% dentro de ese ejercicio de la cultura del no pago que nos agobia.

Estas consideraciones dan fundamento para que el nuevo código, propenda por incrementar aún más la acción preventiva y educativa, sobre la represiva y coercitiva, para evitar que las medidas correctivas de amonestación privada o pública, muy prácticas y aceptadas por la comunidad, no sean apartadas del nuevo texto como ocurre en el nuevo código. Por las dificultades que se van a pre-sentar con el pago de las multas en el nuevo código, se sugiere que se estudie la posibilidad de conmu-tarlas por trabajo en obras de interés social, entre otras posibilidades.

Finalmente, es dable reconocer el acierto del gobierno nacional al expedir el nuevo código na-cional de policía después de casi 5 décadas, actuali-zándolo e incluyendo los nuevos comportamientos ciudadanos, confiando plenamente en que, en un futuro, la nueva policía y la nueva sociedad, se uni-rán por fin en la búsqueda de la convivencia, el so-siego y la armonía en sus relaciones. La POLICIA MEDIADORA Y EDUCADORA será una de las grandes soluciones.

1 Nota de la Redacción: concepto que como lo señala el señor general (r) Ruiz, está vigente y vivido, como lo definió la comisión redactora del código y corresponde al pensamiento expresado por el Brigadier General (r) Fabio A. Londoño Cárdenas.

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Por: Brigadier General (r) GUSTAvO SOCHA SALAMANCA vicepresidente del Colegio de Generales

de la Policía Nacional

I. INTRODUCCIÓN

Nuestro país, tristemente, se ha venido desenvolviendo en medio de actos de violencia.

Tal vez los conquistadores españoles se ensañaron con nuestras ascendencias y la mezcla de las razas de la hispania-

romana e indígena engendró, en muchos, las particularidades de una raza guerrera, agresiva, belicosa, bravucona y violenta, en la cual ha impe-rado el sectarismo, la provocación, la pasión, inti-midación y agresión, verbal o física, como forma de comportamiento y dominación.

Los antepasados vivieron los efectos violentos de La Colonia, que con amenazas les cambiaron sus costumbres sociales, su libertad y su honor,

para imponerles creencias a la fuerza y unas reglas de comportamiento social generadoras de la mar-ginalidad. La conquista, la república y la nueva era están caracterizadas por las guerras, la coacción, el terror y por los conflictos políticos y partidistas, creando como base la destrucción de una etnia, la explotación de una raza, el saqueo descarado de las riquezas de un territorio, la degradación de los valores y de las costumbres de nuestra sociedad, dejando como resultado la formación de una so-ciedad desigual, con odiosos privilegios para unos pocos y la marginalidad y la explotación inhuma-na para una mayoría; la diferencia de estratos so-ciales, como efecto de la influencia de los “criollos blanco-mestizos sobre los aborígenes indianos, los esclavizados africanos y los mestizos” desde tiem-pos remotos, al enquistar en sus corazones: dolor, amargura, desconfianza y resentimiento.

Tal como nos lo ha enseñado la historia, esa di-ferenciación ha creado una fuerte disconformidad social a lo largo de la historia, la que ha generado

hechos escabrosos de violación de los derechos hu-manos y de la dignidad de las familias menos favo-recidas. Por eso, han sido necesarios los esfuerzos de tantos procesos para buscar y alcanzar la anhelada paz, que parece asoma hasta ahora su perfil.

En los últimos años nos ha correspondido presenciar, con gran nostalgia, la arrogancia, vio-lencia, provocación y agresión que muchos nacio-nales han desarrollado como fórmula para tratar de imponer sus ideas, caprichos, intereses o su poder, al estimular permanentes expresiones de re-chazo por parte de la comunidad, que en muchas ocasiones han terminado en vías de hecho, de en-frentamiento y de violencia en que la autoridad ha tenido que intervenir para garantizar la conviven-cia, la normalidad y tranquilidad; esa autoridad ha sido, sin duda alguna, la Policía Nacional.

Esas manifestaciones de multitudes que pro-testan, justa o injustamente, de manera apasionada y parcializada en diversas e incontables ocasiones, con rasgos de fanatismo, intransigencia, intole-rancia y extremismo, son las que debe enfrentar el Policía que casi siempre termina provocado, agre-dido, maltratado, herido y hasta asesinado.

En cumplimiento de su función policial, estos servidores públicos deben enfrentar unas turbas violentas, que proveídas muchas veces de diversas armas: de fuego, contundentes, cortantes, pun-zantes, granadas, papas explosivas, ácidos, orines, etc., los atacan sin misericordia y hasta con odio y, al reaccionar, en el ejercicio de la función policial y con los medios que les confiere la Constitución, la Ley y los reglamentos, tratan de disuadir y en ocasiones de limitar a estas muchedumbres para restablecer y preservar la convivencia.

Lastimosamente en Colombia ha hecho carre-ra la proliferación de organizaciones y colectivos internacionales, nacionales, regionales y locales, que cuentan con personal profesional en diferen-tes campos que, posan de humanistas, abogados, sociólogos, antropólogos, etc., para hacer procesar y condenar policías injustamente, con el pretex-to de defender los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y a los grupos sociales discriminados, con objetivos perversos; no de hacer valer los derechos de las víctimas, sino de buscar la manera de obtener jugosas y exageradas sumas de dinero demandando al estado, con prue-bas simuladas, exageradas o hasta falsas.

A ese servidor público que renuncia a disfru-tar de los festivos, las temporadas navideñas y de fin de año, los carnavales y hasta su propia fami-lia por servirle con vocación, solidaridad, entrega desinteresada a la colectividad, sin esperar nada de nadie, simplemente cumplir con su deber, se le debe respetar y así debemos enseñarlo en el hogar, en la escuela, en la universidad y en los diferentes momentos del devenir cotidiano.

En el profesional de Policía existen ciertos rasgos de la personalidad que forman parte de los requisitos en el proceso de ingreso a su carrera,

Respeto, amistad y solidaridad con el Policía

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como por ejemplo: el honor, la responsabilidad y el autocontrol que le permita actuar con serenidad, ecuanimidad y a resolver situaciones extremas; gran tolerancia, un interés genuino por el prójimo y sus problemas, y la empatía suficiente para generar confianza y seguridad en quienes acuden a él.

II. EL DRAMA O LA INJUSTICIA Los integrantes de la Policía de Colombia han

tenido que enfrentar, con valor y convicción, los retos de los últimos cuarenta años de conflicto ar-mado con: los grupos guerrilleros, paramilitares, mafias del narcotráfico y grupos criminales que han tenido la intención, no sólo de subvertir el or-den constitucional y jurídico de la Nación, sino de imponer sus propios intereses con algunos de los miembros de los poderes del estado, lo que le ha costado la vida a más de diez mil uniformados y que han dejado heridos y discapacitados a más de cuarenta mil policías, en los últimos veinticinco años. Las minas antipersonales han dejado inváli-dos a más de 7.000 uniformados; los francotirado-res, los cilindros bomba, las trampas explosivas y el plan pistola, han contribuido poderosamente a la cantidad de asesinatos. Pero es desconsolador en-contrar que entre 4.500 a 5.000 personas por año, aproximadamente, son capturadas por agredir a la Policía; son puestas a disposición de las autoridades competentes con pruebas suficientes de la violencia del ataque a los uniformados y, sin embargo, sólo cinco de esas personas terminan con sanción con-denatoria y, lo más triste, pagan la pena en la casa.

Hoy, esos valientes Policías, deben enfrentar las bandas criminales establecidas a nivel nacional, regional y local, muy bien armadas, entrenadas y equipadas, fruto de anteriores organizaciones de armados ilegales que, permanentemente, han ata-cado a los uniformados para mantener su dominio territorial y los jugosos negocios producto del cri-men y que únicamente han sembrado violencia, desolación, atraso y negación de opciones válidas para movimientos innovadores, transformadores y de cambio constructivo.

A lo anterior se suma, no solo el accionar de la delincuencia común, sino de las pandillas estable-

cidas en zonas urbanas y de algunas organizaciones que han tenido influencia y se han infiltrado en esos grupos y, en las cuales hay miembros de esas organizaciones que simulan protestas o se adhieren a las legítimas, con diferentes fines políticos, econó-micos y sociales, con el objeto de subvertir la convi-vencia, entorpecer el tránsito en las carreteras, des-truir bienes públicos y atacar a la Policía, como ha sucedido con las marchas cocaleras, movilizaciones y paros agrarios, de camioneros, transporte público urbano, contra las corridas de toros, juegos depor-tivos, etc. No hemos visto el potencial esquema de comunicaciones de tales organizaciones que imple-mentan para acusar a miembros con fuerza públi-ca, para descubrir, así sea tímidamente, a los 150 cocaleros que agredieron con todo tipo de armas y luego secuestraron a dieciséis valientes Policías, so-metidos por el Gobierno a erradicar manualmente los cultivos ilícitos, o al denunciar y rechazar el acto terrorista indiscriminado en la zona de la Macarena en Bogotá, que dejó gravemente heridos a Policías y transeúntes.

Esas conductas de violencia, agresión, intimi-dación, amenaza y humillación en contra de nues-tros valerosos policías, que han servido a la Patria con valentía y decoro, no están tipificadas como delitos autónomos en la legislación penal y, general-mente, la Fiscalía General de la Nación las investiga como violencia contra servidor público, omiten el tener en cuenta el bien jurídico protegido como es la necesidad que toda sociedad organizada tiene de proteger la actuación de los servidores públicos uniformados, para que éstos puedan desarrollar sus funciones sin interferencias y obstáculos, en garan-tía del público y de los derechos asistenciales de to-dos los usuarios. Desgraciadamente, en la inmensa mayoría de los casos de agresión al Policía, no se ha aplicado, de manera efectiva, la legislación penal, que contempla penas entre 4 y 8 años de prisión por el delito de violencia contra servidor público. Tampoco ha prosperado la acción penal, cuando este delito tiene el agravante de lesiones personales, el daño de sus elementos y uniforme y el hurto de elementos de uso privativo de las instituciones con fuerza pública.

En el Código Penal como se consignó, se tipi-fica el delito de violencia contra servidor público en los siguientes términos: “El que ejerza violencia contra servidor público, para obligarlo a ejecutar u omitir algún acto propio de su cargo o a realizar uno contrario a sus deberes oficiales”.

Cuando la violencia ejercida contra los miem-bros de la policía por alteración de la tranquilidad por ejemplo, produce consecuencias contra la vida e integridad personal del Policía, se investiga gene-ralmente con la figura de concurso heterogéneo y simultáneo de delitos.

Pero el hecho delictivo de irrespetar, agredir, ridiculizar, desacatar, humillar, menospreciar o im-pedir con violencia que ese guardián de la convi-vencia garantice el normal desarrollo de las activi-dades, no tienen identidad esos verbos rectores en la legislación penal; no ha sido importante para los legisladores enmendar esa omisión de tantas gene-raciones, como se hace en otros Estados, para al-canzar esa distinción y acatamiento hacia tales per-sonas, pues es un ataque manifiesto a la dignidad profesional del funcionariado público. Por eso no se respeta, en muchos sectores de la sociedad, ni se valora al principal representante del Estado y de la autoridad en todo el territorio colombiano, como un ataque manifiesto a la dignidad profesional del funcionariado público.

Como un primer paso, al leer el artículo 35 de la Ley 2801 de 2016, encuentro que hay una enu-meración de comportamientos que afectan la rela-ción entre las personas y las autoridades y que, por lo tanto, no deben realizarse, porque su ejecución genera algunas “multas” irrisorias por la conducta contra la majestad de la autoridad que engendra el profesional de Policía, y “actividades pedagógicas”, tales como:1. Irrespetar a las autoridades de policía, 2. Incumplir, desacatar, desconocer e impedir la

función o la orden de policía; 3. Impedir, dificultar, obstaculizar o resistirse a

procedimiento de identificación o individua-Continúa en la página siguiente

En la inmensa mayoría de los casos de agresión al Policía, no se ha aplicado, de manera efectiva, la legislación penal, que contempla penas entre 4 y 8 años de prisión por el delito de violencia contra servidor público.

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lización, por parte de las autoridades de policía;4. Negarse a dar información veraz sobre lugar

de residencia, domicilio y actividad a las au-toridades de policía cuando estas lo requie-ran en procedimientos de policía;

5. Ofrecer cualquier tipo de resistencia a la aplicación de una medida o la utilización de un medio de policía; y

6. Agredir por cualquier medio o lanzar obje-tos que puedan causar daño o sustancias que representen peligro a las autoridades de policía.Cuando a la autoridad se le estime, defienda,

valore y aprecie por lo que ha sido, es y por lo que hace, por su vocación de servicio y pasión por el cumplimiento del deber (inclusive hasta ofrendar su propia vida); cuando se le quiera y se le dé el trato respetuoso que se merece tendremos una so-ciedad mejor, un país grande, venerado y admirado por la comunidad mundial. Hoy, a pesar del proce-so de paz en curso, por tanta violencia intrafamiliar contra los menores, la mujer, los ancianos y las au-toridades, nos ve la comunidad internacional como una sociedad enferma; o si no, lo observamos así cuando analicemos el actuar de Rafael Uribe No-guera y el entorno de su actuación: poder, dinero, rumba, mujeres, alcohol, droga, violencia, mentali-dad machista y clasista, con familia que le encubría sus actos aberrantes precedentes y la tentativa del actual y recuerdan eso de “…usted no sabe quién soy yo…”, o el caso del desacato a la Policía del hijo de un alto funcionario que protagonizó un escándalo de talla mayor, al ser sorprendido en el vehículo oficial de su padre en aparentes actos obs-cenos. Son muchos los ejemplos de jóvenes y adul-tos que actúan agresivamente contra la sociedad y la Policía y luego de judicializarlos nada pasa, sólo impunidad.

Estamos estrenando Código Nacional de Poli-cía y me he sorprendido al ver y escuchar a algunos periodistas, columnistas, profesionales de diferentes

linajes, supuestos líderes políticos y hasta congre-sistas que, desconociendo los valores y los bienes protegidos o deseando confundir a los ciudadanos sobre la importante labor del Policía o lo que son como personas y profesionales, los quieren mostrar a la sociedad como ignorantes y estúpidos, que no serán capaces de interpretar las normas o de evaluar situaciones o conductas, o de tener criterio para rea-lizar un adecuado procedimiento.

Pero lo que es peor, se está distorsionando el espíritu de la Ley al acudir a supuestos, a mentiras y a hipótesis fantasiosas, y con lo que han tratado de crear un clima adverso, no solo a la Policía sino al Código de Policía y Convivencia y quieren mostrar al funcionario como un monstruo: desconocedor de los derechos y libertades de las personas, que va a violar el domicilio, la intimidad de las comunica-ciones o la libertad y, acuden a la desinformación y a asegurar que se afectaron los derechos funda-mentales consagrados en la Constitución de 1991. No hay nada más lejos de la verdad que ese tipo de eufemismos. Confiemos en nuestra Policía Nacio-nal y sus valientes Policías, y profesionales en todo el sentido de la palabra, que sabrán responder a los colombianos y a este reto, como siempre lo han he-cho; por eso es, por lo que se le considera la mejor Policía del mundo.

III. SUGERENCIASInsisto en que en Colombia es un imperativo

que el Ministerio de Educación Nacional exija a to-dos los docentes de los centros educativos: escuelas, colegios, cooperativas, corporaciones, fundaciones, universidades, instituciones universitarias, o como las quieran bautizar, la educación en virtudes, con la creación de la cátedra en ética y deontología de las ciencias, en que se haga énfasis en el respeto a la autoridad, la tolerancia, la cultura jurídica y, honestidad, y en formar buenos ciudadanos, al exigirles que se desarrollen estrategias pedagógicas

para interiorizar en cada docente, en cada alumno y en sus familias esos conocimientos. Hay que crear conciencia y cultura en la sociedad para erradicar la violencia, la agresión y la corrupción.

En otros países como los europeos y en Esta-dos Unidos han sido ejemplarizantes con: las con-denas con prisión y multas de cientos de millones de pesos a los responsables de irrespetar, agredir o atentar contra la vida y la integridad personal de los Uniformados; aunado a lo anterior, cada esta-do promueve campañas de afecto al Policía y en los planes educativos, es muy fuerte la reiteración que se hace a los niños y jóvenes para que aprecien y respeten tal autoridad. Por qué no se preocupan los gobiernos y el legislativo para lograr ese objetivo fundamental en la democracia del país? Al Policía lo deben tratar con dignidad y preeminencia como héroe que es.

A los funcionarios judiciales hay que crearles conciencia por que la ligereza en un fallo judicial, al dejar en libertad al agresor, sin ejecutar con cuidado una severa investigación que busca los elementos materiales de prueba para fundamentar muy bien la teoría del caso, con el propósito de establecer la responsabilidad y condena, o de no darle la grave-dad que tiene ante la sociedad este tipo de delitos o sin valorar con diligencia las pruebas por parte de los jueces de garantías o de conocimiento, lo cual auspicia para la impunidad. Cuando esto sucede, se está motivando a los mismos autores o a otras personas para que repitan estos hechos.

A quienes les divulgan sus constantes declara-ciones en los medios de comunicación les pido ser más moderados, prudentes, reflexivos y humanis-tas en los calificativos que utilizan en las diferentes confrontaciones ideológicas y de otro tipo, porque algunos son responsables del terror y la violencia que provocan sus explosivas declaraciones y la in-citación a la agresión en un país tan polarizado que han logrado establecer, con las consecuencias anali-zadas anteriormente.

La Policía Nacional en las diferentes activi-dades que realiza, estimula a aquellos héroes de la patria que se destacan por sus buenas acciones y en compañía de diferentes entes jurídicos o funda-ciones premian a los Policías sobresalientes por sus extraordinarias acciones, iniciativas y creatividad en beneficio de la sociedad y el engrandecimiento de Colombia; pero lamentablemente esos actos de reconocimiento y las acciones que se premian y re-saltan tienen muy poca difusión, no hacen noticia, dentro de una sociedad que se acostumbró a ver y leer actos de violencia de origen político, criminal, económico o de otro orden que es lo que se vende y tiene gran impacto y difusión. Veamos las imágenes de los noticieros, los “realities”, concursos; los nove-lones y las películas que producimos. En éstos no se resaltan las virtudes de millones de colombianos; los actos heroicos de miles de Policías, la ciencia, la cultura y la producción científica de cientos de coterráneos.

En el profesional de Policía existen ciertos rasgos de la personalidad que forman parte de los requisitos en el proceso de ingreso a su carrera, como por ejemplo: el honor, la responsabilidad y el autocontrol.

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

CONDOLENCIASel presidente, la Junta directiva, los generales colegiados y sus es-posas, presentan un saludo de condolencia a nuestros compañeros generales oscar peláeZ carmona, JosÉ domingo murcia Florian y carlos alberto pulido barrantes por el falleci-miento reciente de sus seres queridos.Que dios les de fortaleza en estos momentos de dolor.

Por Jorge Eliecer Castellanos M. Comentado por el jurista Gustavo Coronado Pinto.

El ameritado tratadista del derecho de po-licía, catedrático y abogado litigante por más de tres décadas ininterrumpidas, Gustavo Coronado Pinto, ha puesto a dis-posición de la crítica nacional e interna-cional la publicación comentada del nue-

vo Código Nacional de policía y convivencia, Ley 1801 de 2016, precisando e integrando criterios de alto nivel político, jurídico, social y particu-larmente, esta vez, hace un juicioso examen de la norma a la luz del riguroso ordenamiento jurídico colombiano.

Coronado Pinto, autor, entre otras obras, de varias ediciones del texto académico intitulado Derecho de Policía Aplicado, -actualizadas con el paso de los años- con estricto panorama jurídico hace precisiones doctrinales, recoge autorizada-mente la jurisprudencia y lleva a cabo un análisis exhaustivo, con lente de consagrado jurista, de la nueva herramienta jurídica establecida por el le-gislativo colombiano para la convivencia entre los connacionales.

Bajo el título: “Nuevo Código Nacional de Policía y Convivencia – Comentado- Coro-nado Pinto realiza in extenso una esquemática observación jurídica en torno a los primordiales alcances de la normatividad policiva y se aden-tra en el interior laberintico de cada uno de los preceptos para denotar sus bondades y sus con-notaciones.

La visión estratégica del autor del libro permite a los ciudadanos tener al alcance de la mano serias e importantes observaciones sobre los límites que tienen las autoridades y de las fronteras que poseen, asimismo, los colombia-nos y extranjeros residentes en el país, cuando se enfrentan en la calle a la discusión de la te-mática del orden normativo policivo y, desde luego, cuando la controversia aumenta en los estrados judiciales.

El esfuerzo editorial del tratadista, de igual manera, facilita al lector prevenido y despreveni-do, y al infractor, en general, por ejemplo, cono-cer las sanciones que en derecho corresponden, los riesgos que asume frente a la autoridad y también

los parámetros legales que está obligado a respetar en aras de la convivencia ciudadana, fundamen-talmente.

Nuestra sociedad requiere conocer amplia-mente el mencionado libro del jurista Gustavo Coronado Pinto, para entender, con claridad meridiana, los horizontes normativos de una ley como el nuevo código de policía, que es compleja por su extensión y uso permanente, empero, que desde luego, es necesaria atisbarla con la cotidiani-dad que igualmente amerita.

Cabe anotar que dado el continuo trasegar de nuestras vidas en el ámbito social colombiano, implica entender, conocer y por poco memorizar, las diferentes normas compiladas bajo la ley 1801 de 2106, pues de un lado, el desconocimiento de las normas no sirven de excusa y, por supuesto, su entendimiento cabal, hace que podamos evitar desmanes de todo orden.

En buena hora, Coronado Pinto pone en los diversos estantes de las librerías nacionales, este documento analítico para, sencillamente, saber

El nuevo Código de Policía y Convivencia

que la convivencia nacional deja claramente fija-dos los derechos en el sentido de conocer hasta dónde van los ajenos y hasta donde podemos ir con los propios. El libro Nuevo Código Nacio-nal de Policía y Convivencia – comentado, así los hace conocer.

Al finalizar la presentación, el reconocido abogado sinceramente reseña que: “El Código Nacional de Policía y Convivencia no puede ser la panacea de nuestros problemas. Constituye un programa de orden y de acción esencial para supe-rarlos e impedir que sus disposiciones se infrinjan, posterguen o soslayen.

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publicación del colegio de generales de la policía nacional de colombia

Por: Brigadier General (r) GUILLERMO LEÓN DIETTES PéREZ Presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial

Antecedentes

El periódico “ESTRELLA POLICIAL” rinde un homenaje a nuestro colegiado brigadier general Luis Felipe Estupiñan Fuertes quien falleció en esta capital el mes pasado. Para ello, presentamos esta sencilla semblanza, de quien fue reconocido como un buen policía

colombiano, gran señor, superior y amigo.Tomamos datos de su historia laboral que repo-

sa en el Archivo General de la Policía, de las palabras pronunciadas por su compañero de curso el señor general Víctor Alberto Delgado Mallarino y de la oración fúnebre de su hijo el coronel (r) Luis Andrés Estupiñán Chaustre.

Biografía breve Don Luis Felipe Ignacio, nació en el municipio

de Potosí, departamento de Nariño, el 3 de mayo de 1931. Fueron sus padres don Luis Felipe Estupiñán y doña Ángela Fuertes.

Las enseñanzas de la Escuela primaria en su pue-blo natal, fueron la base de su exitoso bachillerato agrícola en Pupiales y luego en Ambato (Ecuador) donde se tituló como agrónomo.

Celebró con alborozo el arribo a Nariño de la co-misión de incorporación de la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander y, con la bendición de sus padres, acudió al llamado e ingresó a la Alma Mater institucional en el año de 1951. Allí cursa sus estudios y recibe su grado como Subcomi-sario a prueba (equivale hoy a Subteniente), como integrante del curso número 9 promoción “Carlos Holguín Mallarino”.

A partir de ese momento, inicia su periplo por Colombia, en cumplimiento a las órdenes de los man-dos superiores. Hizo parte del grupo de oficiales de la Policía que fueron en comisión al Ejército Nacio-nal, para combatir a las cuadrillas de bandoleros que azotaban varios departamentos y regiones que, por la época, se denominaban “de orden público”.

También trabajó en vigilancia en Bogotá donde conoció a la jovencita Ángela Chaustre con quien contrae matrimonio católico el 26 de enero de 1957 (unión que duró casi 59 años) y que se consolidó con sus hijos Luis Andrés, Mauricio Alberto y Ángela Pa-tricia; los dos hombres también abrazaron la profesión policial y alcanzaron el grado de coronel y hoy disfru-tan de su condición de oficiales en uso de buen retiro.

“Pastuso”, como se acostumbra llamar a todos los nariñenses, se mostró siempre orgulloso de su terruño y no olvidó su otra profesión que pudo poner en prác-tica, cuando durante el gobierno del teniente general

Gustavo Rojas Pinilla, fue enviado en comisión a la administración pública y ocupó el cargo de Secretario de Agricultura en el departamento de Chocó.

Con el tiempo, se aficiona con el deporte del golf, que se convierte en una verdadera pasión que hasta los últimos años de su existencia comparte con otros policías en retiro y los oficiales de otras fuerzas inte-grantes del Club Militar de Golf, que hoy extrañan su presencia en esas instalaciones.

Su carrera policialComo ya señalamos de Bogotá, va el Chocó y

de allí, por vez primera es destinado a la Escuela de Cadetes de Policía como oficial de planta. Más tarde se convierte en el Comandante del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá durante varios años.

Al naciente departamento del Cesar, va para ocupar el cargo de primer Comandante; allí cultiva una buena amistad con su, también primerizo, gober-nador el doctor Alfonso López Michelsen. Después de esos dos años, lo trasladan como Comandante al Atlántico. De allí pasa a ocupar el Subcomando de la Bogotá, como un paso obligado para asumir el Co-mando del Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales, que por entonces era una de las unidades más grandes de Colombia, como quiera que abarcaba casi medio país.

Cuando se “abrió el cupo” para Agregado de Po-licía de Colombia ante el Gobierno de Perú, el señor brigadier general Estupiñán Fuertes, fue un oficial se-leccionado para ese cargo. Allí cumplió una agradable tarea de acercamiento entre nuestras instituciones her-manas y cultivó estrechas amistades con miembros de la guardia civil, la Guardia Republicana y la Policía de Investigaciones (PIP) convertidas en un solo Cuerpo: Policía Nacional de Perú.

Fue varias veces oficial de planta de la Escuela de Cadetes; allí ocupó el cargo de Jefe Académico, pero con gran orgullo llegó a Director de la misma desde el 1 de junio de 1977 hasta el 8 de septiembre de 1978.

Más tarde ocupó el cargo de jefe de la Rama de Servicios de Policía (hoy Dirección de Seguridad Ciu-dadana); allí termina su servicio activo.

Después un poco más de 36 años de una brillante carrera policial, solicitó su retiro del servicio activo y se radicó en Bogotá con toda su familia.

Condecoraciones Los reconocimientos a su carrera policial, están

señalados en muchos mensajes y constancias de auto-ridades civiles, eclesiásticas, militares y de policía, te-soro que ahora queda al cuidado de Ángela y sus hijos.

Además, varias condecoraciones entre las cuales, están:l Cruz de Boyacá

l Héroes del silencio, del Cuerpo de Bomberos.l Medallas de Servicio, clases 15, 20 y 25 años.l Menciones honoríficas de buena conducta.l Medalla Honor al Mérito.l Condecoraciones extranjeras (Ecuador y Perú).l Distintivo de la Escuela de Cadetes de Policía Ge-

neral Santander.l Condecoraciones de los departamentos donde

ejerció el Comando de la Policía.

Epílogo Superiores, compañeros y subalternos, lo recor-

damos con cariño. Brindaba su amistad con since-ridad, respeto y cariño. El Club Militar de Golf le ofreció un homenaje especial, acto al cual no pudo asistir por razones de salud; les contestó con una nota muy sentida de agradecimiento, que se convirtió en una de los últimos escritos de su existencia.

Su salud se agravó este año y aunque luchó con gran empeño y con la ayuda de tratamientos intensos tanto en el Hospital Militar Central como en el Hos-pital de la Policía Nacional.

En el Colegio de Generales de la Policía Nacio-nal, fue un colegiado dinámico, participativo y caba-lleroso.

Falleció el día domingo 25 de septiembre de 2016, en la ciudad de Bogotá. Sus exequias, muy concurridas, se llevaron a cabo en la iglesia de Cristo Sacerdote, de la Escuela de Cadetes que tanto quiso y fue la cuna de muchos recuerdos en la carrera poli-cial del señor brigadier general Luis Felipe Estupiñan Fuertes.

Semblanza

Brigadier General (r) Luis Felipe Estupiñán Fuertes

Fue varias veces oficial de planta de la Escuela de Cadetes; allí ocupó el cargo de Jefe Académico, pero con gran orgullo llegó a Director de la misma desde el 1 de junio de 1977 hasta el 8 de septiembre de 1978.