Apologia de Socrates

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  • APOLOGA DE SCRATES

  • El proceso y la consiguiente condena a muerte de Scrates fue un hecho que iba a tener una trascendencia imposible de pensar en las fechas en que sucedi. Ni siquiera es posible suponer cul habra sido la influencia posterior del pensamiento socrtico a travs de sus discpulos, si stos, especialmente Platn, no hubieran recibido el doloroso impulso de la injusta condena del maestro. Sin embargo, colocado en su fecha y en su ambiente, era un proceso sin nada especial, salvo en la pena solicitada y en el encausado, conocido por su extraa personalidad y popularizado a travs de la comedia.

    En el .proceso de Scrates se juzg y conden _a^un hombre_c_Q]ocrio, Pero_se_Le conden porque se _ crey ver en l^.^qui^ac^damente, una figura representativa deTa^ofjtetiQa,. movimientoJiD.lelgUial ..dominante, sobre todo en el ltimo tercio del siglo v. Cada uno de los trminos de la acusacin y todos ellos juntos habran tenido poco valor, si los atenienses no hubieran visto en todo ello no a un conciudadano equivocado sino las ideas disgregadoras que arrumaran, y en parte ya haban arruinado, segn ellos, la fuerte contextura poltica y social con que Atenas haba vivido tantos aos. Aun en el perodo medio de la Guerra del Peloponeso una acusacin de este tipo habra tenido menos posibili-

  • dades de xito K Pero en 399, la sensibilidad para estas cuestiones era distinta. Adems de la transformacin de creencias y costumbres, a la que se culpaba de la, decadencia y derrota de Atenas, la ctuacin de _dos polticos, Acibades y Critias,.que haban sido en .sju juventud seguidores de Scrates, permita proyectar sobre e maestro una falsa imagen que muchos, j>pr confusin, podran, aceptar de buena fe. En el proceso d Scrates hay un componente personal de malquerencia, pero se ha aprovechado tambin el ambiente de hostilidad, hacia aquellos personajes que ponan en duda la existencia de los dioses, cuestionaban la autoridad de los padres y relativizaban los ms firmes principios sobre los que se asentaba la sociedad. Scrates no era evidentemente un sofista. Sinjiuda, era el^naas. serio oponente que tuvo la sofstica antes de Platn, pero las gentes T vean conversar con los sofistas est^x c^onstantemente en su compaa, en unas relaciones jpersona- les seguramente ms amistosas de lo que se puede deducir d^^lguxidL, dilogos platnicos2. La multitud difcilmente poda distinguir los firmes, pero sutiles, rasgos que le separaban de los sofistas. Para estas gentes, su actividad era muy semejante a la de ellos* Adems, Scrates era ateniense, viva siempre en la ciudad, era conocido de todos y, por sus caractersticas personales, deba de ser un personaje muy popular. Slo muy pocos entendan lo que Scrates deca, pero todos saban que durante todo el da conversaba sobre temas no habitua-

    t En las Grandes Diorsias de 423, Aristfanes present las Nubes, comeda despus reelaborada, y Amipsias, el Connos, tambin con Scrates como personaje. Amipsias obtuvo el segundo puesto y Aristfanes el tercero. En La parbasis de la versin de las Nubes llegada a nosotros, Aristfanes se lamenta del fracaso de la obra.

    2 Vase, en el Protdgoras, cmo el joven Hipcrates acude a Scrates para que le introduzca en el crculo sofista.

  • Ies en la vida diaria. Afirmar ante estas gentes que S- crates trataba cualquier clase de asuntos no poda suscitar la incredulidad de nadie. Hay que pensar que una buena parte de los votos que le condenaron fueron de personas que no tenan enemistad personal contra l, pero que se dejaron llevar por las impresiones generales que hemos indicado.

    .La acusacin Jfue presentada por Meleto ante el ar- contejey. A_el!^^MLQiarQn Anito y LicniJBl^verda- dero impulsor de la acusacin iu Anita. poHco in- fluyente, cuyo resentuniento contra Scrates se apoyaba en causas que no nos^ es fcil determinar. Meleto era un poeta mediocre y Licn, orador. La acusacin era de impiedad> acusacin gravsima en una poca en la que, adems, no eran posibles las acusaciones polticas por estar vigente la amnista. En el comienzo del Eutf- f rn, Scrates muestra su profunda-preocupacin por ^posible curso del proceso y juicio, La acusacin precisaba que Scrates no crea en los dioses de la ciudad y quera introducir otro_s .^y_tambin,_.que corrompa a los jvenes.

    A pesar de todas las circunstancias desfavorables, era difcil que se consiguiera la culpabilidad, y casi imposible la imposicin de la pena de muerte. Sin embar-

    1 Meleto era joven y poco conocido, segn se indica a( comienzo del Eutifrn. Se prest a presentar* la acusacin por afn de notoriedad o por presin dej influyente Anito. Tambin habra podido nito comprar su intervencin, segn un escolio de la Apologa. Anito era un ciudadano bien acomodado. En 409 haba sido acusado por el fracaso de una expedicin a Pilos de la que haba sido encargado, aunque no como estratego, pero fue absuelto. Particip en la cada de los Treinta, tras la cual fue estratego durante varios aos. An, quince aos despus de la muerte de Scrates, fue arconte, Licn era un orador de no mucho prestigio, Los poetas cmicos lo ridiculizaban con frecuencia, tomando como pretexto su pobreza y el origen extranjero de su esposa.

  • go, para salvar ambas cosas, tena Scrates que humillarse y echar a perder la imagen de rectitud moral cuyo ejemplo era su propia vida. Ah es donde la acusacin haba hecho blanco certeramente. Los reproches sobre la incapacidad de Scrates para defenderse puestos por Platn en boca de los sofistas, unas veces de forma un tanto indirecta, como la ltima intervencin de Hipias en el Hipias Mayor, otras, de forma violenta, como la de Calicles en el Gorgias, as como algunas alusiones en la misma Apologa, hacen pensar que quiz Platn, como discpulo que deseaba sobre todo que Scrates no fuera condenado, quiso insistir en el inmenso drama del maestro, de ningn modo incapaz de defenderse, sino resignado a llevar el juicio por unas vas que le condujeran a la confirmacin de su vida pasada antes que a buscar su absolucin.

    Las reflexiones que Scrates hace en el Critn. sobre la necesidad de ser consecuente con toda su actuacin anterior, son. mutatis mutandis las mismas,_qiie se haru impus&tom-sy defensa ante el tribunaL No es posible que aparezca en el juicio un Scrates discorde delegue l ha sido. Los argumentos que han sido vlidos antes tienen que serlo tambin en esta ocasin. ^s^Jicrates completara en su defensa esa simbiosis del mbito del conocimiento c o n e T deT mor aloque caracterizan su pensamiento. No era necesario pensar si el final iba a ser la muerte, aunque, al seguir este camino, eso sera lo ms probable.

    Pero es Rlaion, y no Scrates, quien ha escrito la Apologa. Estuvo presente en el juicio _y tuvo qu_gy&r~ dar ^un recuerdo^ muy seguro .de-,lodoJio._aue_kcrales dijp^Tambin lo guardaban otros discpulos que estuvieron all y muchos otros que conocieron, por narracin directa y prxima a los hechos, todo lo que en el juicio sucedi. Escribi la Apologa como una creacin literaria al margen de los hechos? Sobre este punto ha

  • habido opiniones para todos los gustos, hasta haberse llegado a afirmar, incluso, que Scrates guard silencio durante el juicio.

    No obstante, ste debi de desarrollarse normalmente, La frase de Apologa 19a: ...debo obedecer a la ley y hacer mi defensa, responde perfectamente a lo que podamos esperar de Scrates. Aunque no se huMe^ s^cIitcueL-W^ ^nu s^traJLdea_dfiJS,-Gates_Cion- linuara _^iejoido-Ia.de__uD^^ersGn5L ntimamente respes tuosa^de las leyes.Cua.n^oJL^JJL^.la^hora, ciertamente insospechada hasta entonces, de. comparecer ante mju tribunal,,. respet, ii]udud.a,-.todas-las-BO-pma8.

    Es difcil pensar que Platn se apartara de la suce- sin de los hechos y de los mismos razonamientos expresados por Scrates ante los jueces. No improvis Scrates ni orden las ideas sobre la marcha4. La divisin temtica del discurso es perfecta: las dos clases, de acusadores^ la Justificacin de su conduca antes de pasar d.ifis pripaeros acusadores a los segundos; el interrogatorio de Meleto; la necesidad moral para el hmbre^de^defendej^sus convicciones ms gue su vida; la actuacin en privado, en vez de la actuacin poltica; el_ acogimiento^ de los JSvenes; finalmente, la apelacin a la dignidad del acusado_y a la de los jueces con que termina la parte d&dj&ada. a. la defensa. Ciertamente, este tipcT de defensa no es un modelo de discurso forense y, desde luego, poco adecuado para conseguir la absolucin. Pero, si Scrates hubiera buscado la absolucin, tendra que haberse sometido a los hbitos usua- les en este tRO_jie juicios y, con elfo,,.hubiera creado una imagen.^J^r^he^ha dojsLmismoJLTuyo que elegir la muerte fsica para .5alyar. su verd&djera imagen.

    4 Cuando dice en 17c: ../vais a or frases dichas al azar con las palabras que me vengan a la boca, se refiere a Ja forma y no al contenido. Otra cosa no es imaginable en Scrates.

    5 Desde 34b hasta 35d encontramos una pattica afirmacin

  • Pero estaraos hablando de la actuacin de Scrates en una obra que es de Platn. No es adecuado pensar que uDa obra tan perfecta slo se pudo conseguir tras la muerte de Scrates y tras una reposada reflexin sobre el enfrentamiento del maestro con aquellos sectores de la vida ateniense que simblicamente representaban los jueces? Sera imposible contestar a esta pregunta. Es difcil pensar que Platn, a poca distancia de los hechos y ante unos hombres con gran fijeza de memoria, que nosotros hemos perdido por evolucin de la cultura, se hubiera atrevido a configurar unos hechos ajenos a la realidad. JE1 estilo de Platn rezuma por_todas partes. Sin duda, las palabras, las frases, .el apasionado patetismo de ciertas afirmaciones. algunos de los rasgos de humor, etc., etc., son elementos inse- parablesdel estilo de PiatuJLLque no_parece tan_fcil de admitir es que un hombre muy inteligente, con una capacidad .dialctica excepcional, y en absoluto desconocedor, al igual que cualquier otro ciudadano, _de un becbo cotidiano _como la prctica judicial ateniense haya podido scr_deelaradq culpable a poco que hubiera credo que. l-deba^defender su vida antes que cualquier otro_valor. Si fuera necesaria una confirmacin de esta hiptesis la misma Apologa nos la ofrece. Tras la votacin6 en la que fue decidida la culpabilidad de

    de esta idea. Son sus ltimas palabras antes de la votacin. Estn pronunciadas en un momento y en un tono que, necesariamente, le haban de restar votos favorables.

    * El sistema Judicial ateniense era bastante rudimentario y poda dar lugar a grandes injusticias. Despus de hablar los acusadores y el acusado, se produca una primera votacin. Tras a primera votacin hablaba, nuevamente, la acusacin para Justificar Ta pena propuesta. A continuacin, el acusado haca su contraproposicin. Lo verdaderamente grave en es le sistema es que el tribunal estaba obligado a elegir entre una u otra y no poda condenar a ninguna otra pena que no fuera una de ellas. Como, cuando la acusacin se reafirmaba en a

  • Scrates7, propuso Meleto la pena de muerte. Muy pocos de los jueces, si haba alguno as como los acusadores, podan pensar que esa propuesta serla la que finalmente adoptara el tribunal. Una contrapropuesta congruente con la marcha del juicio y la votacin producida habra tenido, sin duda, la aceptacin do slo de los treinta y un votos necesarios de entre los 281 condena tarios, sino la de muchos ms. Sin embargo, sucedi todo lo contrario. De los 220 votos absolutorios de la primera votacin, 79 votaron a favor de la pena de muerte. Las palabras de Scrates, al hacer la contrapropuesta, haban producido ese cambio, sin que exista posibilidad de atribuirlo a otra causa.

    Resulta difcil suponer que la argumentacin de Scrates en este momento fuera otra de la que aparece en la Apologa. La actitud de Scrates es congruente con Ia_ mantenida durante la ~3fegsa7HPero^honTla situacin es distinta. No^e trataba ya de adherirse o no adherirse a los hbitos denigratorios que, en la justicia ateniense, 'rmycrt^^ *> lriC acusados en supli-cantcsT'Shora se trataba, nada menos, de que Scrates admitiera su culpabilidad y, como consecuencia de ella,

    no iba a suceder y, por tanto, no quedaba al tribunal otro camino, que condonar aLacusado de acuerdo con la propuesta del acusador. El paralelismo de su actitud, en esta parte de la contrapropuesta, con la que adopt durante la parte asignada a la defensa es evi

    pena propuesta ya estaba decidida la culpabilidad del acusado, ste se vea obligado a proponer una pena que fuera ms aceptable para el tribunal que la que propona la acusacin, pero deba calcular cuidadosamente para no obligar a los jueces a considerar ms justa la propuesta del acusador.

    7 El resultado fue de 251 votos condenatorios frente a 220 absolutorios. Por ello, puede afirmar Scrates que, si treinta de los votos condenatorios hubieran cambiado de opinin, habra sido absuelto.

  • dente. Si admitimos, como no podemos por menos, que Platn en esta ltima parte ha reflejado la actitud de Scrates, es tambin necesario que admitamos que la arquitectura de la parte dedicada a la defensa es propia de 'Scrates.

    L a s secuencias^ son 1 a s s ni i e. n tesSi _5tr.ra era UevadcTa juicio, tenia que_eJegxr_en^mantener-SLuprQ^ pa imagen, o destruirla .adoptando. Ja acJtucLa la que los jueces e sta b a acostumbrados. j$i se decidla por lo primero, era casi seguro que fuera declarado culpable. n caso ele que fuera declaradoLCuljpable, no poda, por congruencia no slo con su vida anterior sino tambin con su comportamiento en la parte del juicio dedicada a la defensa, admitir su culpabilidad yjproponerse una pena. Es decir, para un observador cuidadoso de] comportamiento habitual de Scrates, siempre que se comportara con arreglo a las palabras que habitualmente pronunciaba, lo que presumiblemente haba de suceder, promover un juicio contra l como lo hizo Meleto era, con la mayor probabilidad, conseguir su condena a muerte.

    Son mu^ pocos los hombres a los que se les presenta dcasISn ^ e ser absueltos_de una acusacin d muerte por admitir, durante el es.caso_tiempo de un juicio, ciertas contr^di.QPQ2ies_en_su^actitud antJla_vida. Son menos an, lgicamente, los que en la eleccin prefirieren la muerte. Scrates fue uno de ellos. No es ste el lugar para destacar las consecuencias que su actitud ha tenido en la creacin del concepto de hombre en eL mundo occidental.

    Al margen del dolor que pudiera sentir ante una muerte inevitabJ^su^c^acidaxLjde eleccin era nula. La actitud adoptada proceda de un impulso anancstico a que l no se_po da_op^jr^^Ecsu-eUresuJtado de la simbiosis que Scxates-haba-realizado entre conoc* miento y moral. Platn nos ha hecho ver, ms de una

  • vez, cmo juzgaban algunos sofistas esta actitud de Scrates. Como es natural, el punto de vista que toman es e) de la utilidad, el provecho, el triunfo sobre el rival, etc., con total olvido de cualquier razn moral. Quiz se ajustan ms a las ideas que se acaban de expresar las frases puestas en boca del sofista Calicles en Gorgias 486a-b; No te parece vergonzoso estar as como yo creo que ests t y todos los que continan adelante con la filosofa? En efecto, si ahora alguien te detuviera, a ti o a otro como t, y te Llevara a la crcel afirmando que has cometido un delito, sin haberlo cometido, s que no sabras cmo valerte, sino que estaras aturdido y atontado sin saber qu decir; y, al comparecer ante el tribunal, aunque tu acusador fuera de muy poco valor y malvado, seras condenado a muerte, si l propusiera para ti la pena de muerte.

    Estas ltimas Lneas nos permiten ver que, ya en las fechas que siguieron a la muerte de Scrates, haba dos puntos de vsta para juzgar su actitud ante sus jueces. Se iniciaba una polmica que durara siglos*

    NOTA SOBRE EL TEXTO

    Para la versin espaola se ha seguido el texto de Burnbt, Platonis Opera, voK I, Oxford, 1900 (reimpresin, 1973).

    BIBLIOGRAFIA

    lina bibliografa selectiva muy amplia, hasta la fecha respectiva de su publicacin, se encuentra en las obras siguientes:

    A Lesky, Geschichte der Grizchischcn Uieralur = Historia de ta Literaura Griega [trad. Jos Mara Daz Regan, sobre la 2* ed., Berna, 1963], Madrid, 1968, pgs. 378-79 y 574-77.

    W. K. C. Gimoufi, A His/ory of Greck PJtilosophy, vol. IV: Pialo. The man and his Dialogues. Earier Period, Cambridge, 1975, pgs. 562-81.

  • S crates

    17a No s, atenienses, la sensacin que habis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por asi decirlo, no han dicho nada verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, una me caus especial extraeza, aquella en la que decan que tenais que precaveros de ser engaados por

    b m porque, dicen ellos, soy hbil para hablar. En efecto, no sentir vergenza de que inmediatamente les voy a contradecir con la realidad cuando de ningn modo me muestre hbil para hablar, eso me ha parecido en ellos lo ms falto de vergenza, si no es que acaso stos llaman hbil para hablar al que dice la verdad. Pues, si es eso lo que dicen> yo estara de acuerdo en que soy orador, pero no al modo de ellos. En efecto, como digo, stos han dicho poco o nada verdadero. En cambio, vosotros vais a or de m toda Ja verdad; ciertamente, por Zeus, atenienses, no oiris bellas frases como las de stos, adornadas cuidadosamente con expresiones y

    c vocablos sino que vais a or frases dichas al azar con las palabras que me vengan a la boca; porque estoy seguro de que es justo lo que digo, y ninguno de vosotros espere otra cosa. Pues, por supuesto, tampoco

  • .sera adecuado, a esta edad roa, presentarme ante vosotros como un jovenzuelo que modela sus discursos. Adems y muy seriamente, atenienses, os suplico y pido que si me os bacer mi defensa con las mismas expresiones que acostumbro a usar, bien en el gora, encima de las mesas de los cambistas, donde muchos de vosotros me habis odo, bien en otras partes, que no os cause extraeza, ni protestis por ello. En efecto, la d situacin es sta. Ahora, por primera vez, comparezco ante un tribunal a mis setenta aos. Simplemente, soy ajeno at modo de expresarse aqu. Del mismo modo que si, en realidad, fuera extranjero me consentirais, por supuesto, que hablara con el acento y manera en los que me hubiera educado, tambin ahora os pido como algo 18d justo, segn me parece a m, que me permitis mi manera de expresarme quiz podra ser peor, quiz mejor y consideris y pongis atencin solamente a si digo cosas justas o no. ste es el deber del juez, el del orador, decir Ja verdad.

    Ciertamente, atenienses, es justo que yo me defienda, en primer lugar, frente a las primeras acusaciones falsas contra m y a los primeros acusadores; despus, frente a las ltimas, y a los ltimos l. En efecto, desde antiguo b y durante ya muchos aos, han surgido ante vosotros muchos acusadores mos, sin decir verdad alguna, a quienes temo yo ms que a Anito y ios suyos, aun siendo tambin stos temibles. Pero lo son ms, atenienses,Jos que tomndoos a muchos de vosotros desde nios os persuadan y me acusaban mentirosamente, diciendo que hay un cierto Scrates, sabio, que se ocupa de las cosas celestes, que investiga todo lo que hay bajo la

    * Scrates pretexta una razn cronlogica para hablar, primeramente. sobre los que han creado en la ciudad una imagen en la que se apoyan sus acusadores reales. Esta distincin entre primeros acusadores, que legalmente no existen, y ltimos acusadores nrtlcula la primera parte de la Apologa.

  • tierra y que hace ms fuerte el argumento ms dbil. c stos, atenienses, los que han extendido esta fama, son

    los temibles acusadores mos, pues los oyentes consideran que los que investigan eso no creen en los dioses. En efecto, estos acusadores son muchos y me han acusado durante ya muchos aos, y adems hablaban ante vosotros en La edad en la que ms podais darles crdito, porque algunos de vosotros erais nios o jvenes y porque acusaban in absentia, sin defensor presente. Lo ms absurdo de todo es que ni siquiera es posible

    d conocer y decir sus nombres, si no es precisamente ei de cierto comedigrafo. Los que, sirvindose de la envidia y la tergiversacin, trataban de persuadiros y los que, convencidos ellos mismos, intentaban convencer a otros son Los que me producen la mayor dificultad. En efecto, ni siquiera es posible hacer subir aqu y poner en evidencia a ninguno de ellos, sino que es necesario que yo me defienda sin medios, como si combatiera sombras, y que argumente ^in que nadie me responda. En efecto, admitid tambin vosotros, como yo digo, que ha habido dos clases de acusadores mos: unos, los que me han acusado recientemente, otros, a los que ahora me refiero, que me han acusado desde hace

    e mucho, y creed que es preciso que yo me defienda frente a stos en primer tugan Pues tambin vosotros les habis odo acusarme anteriormente y mucho ms que a estos ltimos.

    Dicho esto, hay que hacer ya la defensa, atenienses, e intentar arrancar de vosotros, en Lan poco tiempo,

    19a esa maLa opinin que vosotros habis adquirido durante un tiempo tan largo. Quisiera que esto resultara as, si es mejor para vosotros y para mi, y conseguir algo con mi defensa, pero pienso que es difcil y de ningn modo me pasa inadvertida esta dificultad. Sin embargo, que vaya esto por donde al dios le sea grato, debo obedecer a la ley y hacer mi defensa.

  • Recojamos, pues, desde el comienzo cul es La acusacin 2 a partir de la que ha nacido esa opinin sobre m por la que Meleto, dndole crdito tambin, ha b presentado esta acuusacin pblica. Veamos, con qu palabras me calumniaban los tergiversadores? Como si, en efecto, se tratara de acusadores legales, hay que dar lectura a su acusacin jurada 3. Scrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas subterrneas y celestes, al hacer ms fuerte el argumento ms dbil y al ensear estas mismas cosas a otros*. Es c as, poco ms o menos. En efecto, tambin en )a comedia de Aristfanes verais vosotros a cierto Scrates que era llevado de un lado a otro afirmando que volaba y diciendo otras muchas necedades sobre las que yo no entiendo ni mucho ni poco. Y no hablo con la intencin de menospreciar este tipo de conocimientos, si alguien es sabio acerca de tales cosas, no sea que Meleto me entable proceso con esta acusacin, sino que yo no tengo nada que ver con tales cosas, atenienses. Presento como tes- d tigos a la mayor parte de vosotros y os pido que cuantos me habis odo dialogar alguna vez os informis unos a otros y os lo deis a conocer; muchos de vosotros estis en esta situacin. En efecto, informaos unos con otros de si alguno de vosotros roe^ov jams dialogar poco o mucho acerca de estos temas. De aqu conoce-

    2 La llama acusacin, comparndola con la acusacin legal. Tampoco el contenido de esta ltima puede ser referido a la verdadera personalidad de Scrates, segn l mismo ha. indicado en sus primeras palabras ante los jueces.

    * Scrates resume los conceptos vertidos sobre l durante muchos aos y les da la forma de una acusacin. Se trata de burdas ideas, que calan bien entre los ignorantes, en las que se mezclan conceptos atribuibles a los filsofos de la naturaleza con los propios de los sofistas, en todo caso poco piadosos. Con estas ideas aparece Scrates representado en las Nubes de Aristfanes .

  • ris que tambin son del mismo modo las dems cosas que acerca de m la mayora dice.

    Pero no hay nada de esto, y si habis odo a alguien decir que yo intento educar a los hombres y que cobro

    a: dinero4, tampoco esto es verdad. Pues tambin a m me parece que es hermoso que alguien sea capaz de educar a los hombres como Gorgias de Leontinos, Pr- dico de Ceos e Hipias de lide5. Cada uno de stos, atenienses, yendo de una ciudad a otra, persuaden a los jvenes a quienes les es posible recibir lecciones gratuitamente del que quieran de sus conciudadanos a

    20a que abandonen las lecciones de stos y recban las suyas pagndoles dinero y debindoles agradecimiento. Por otra parte, est aqu otro sabio, natural de Paros, que

    * Esta afirmacin es tambin importante para distinguir a Scrates de los sofistas* No profesa la enseanza ni cobra por dejarse or, lo que si hacen aqullos.

    5 En 3a Apologa procura Platn ser muy escrupuloso en cuanto a las referencias de personas que, con certeza, an vivan en la fecha del proceso. Al citar aqu a tres famosos sofistas, omite el nombre del creador y gran impulsor de la sofistica: Protgoras de Abdera, que haba muerto en 415. Gorgias de Leontinos era el representante del Occidente griego en la sofstica. Es, sin duda, el sofista ms calificado despus de Protgoras. Alcanz una gran longevidad, pues deba de ser unos quince aos mayor que Scrates y muri algunos aos despus que l. Es un personaje muy interesante en otros muchos aspectos del pensamiento, pero sobre todo lo es por la manifiesta influencia de su estilo desde finales del siglo v. Esta influencia fue decisiva en la retrica y en la prosa artstica. Su ms caracterizado discpulo fue Iscrates. Prdico era jonio, de Ylide de Ceos. Distinguido discpulo de Protgoras. Era hombre de poca salud y escasa voz, segn lo presenta Platn en el Protgoras. Prao- tic sobre todo las distinciones lxicas, especialmente la sinonimia. Poco ms joven que Scrates, Viva an, como los tres citados, a la muerte de ste. Hipias de lide es el ms joven de los tres citados. Aunque no es comparable en mritos con Protgoras y Gorgias, es una personalidad muy interesante. Platn ha escrito dos dilogos en que Hipias es interlocutor de Scrates. Es discutida la autenticidad del Hipias Mayor.

  • me he enterado de que se halla en nuestra ciudad. Me encontr casualmente al hombre que ha pagado a los sofistas ms dinero que todos los otros juntos, Calas 6, el hijo de Hipnico. A ste le pregunt pues tiene dos hijos : Calas, le dije, si tus dos hijos fueran potros o becerros, tendramos que tomar un cuidador de ellos y pagarle; ste debera hacerlos aptos y buenos b en la condicin natural que Ies es propia, y sera un conocedor de los caballos o un agricultor. Pero, puesto que son hombres, qu cuidador tienes la intencin de tomar? Quin es conocedor de esta clase d perfeccin, de la humana y poltica? Pues pienso que t lo tienes averiguado por tener dos hijos. Hay alguno o no?, dije yo. Claro que s, dijo l. Quin, de dnde es, por cunto ensea?, dije yo. Oh Scrates dijo l Eveno7, de Paros, por cinco minas. Y yo consider feliz a Eveno, si verdaderamente posee ese arte y ensea tan convenientemente. En cuanto a m, presum- c ra y me jactara, si supiera estas cosas, pero no las s, atenienses.

    Quiz alguno de vosotros objetara: Pero, Scrates, cul es tu situacin, de dnde han nacido esas tergiversaciones? Pues, sin duda, no ocupndote t en cosa ms notable que los dems, no hubiera surgido seguidamente tal fama * y renombre, a no ser que hicieras algo distinto de lo que hace a mayora. Dinos, pues, qu es ello, a fin de que nosotros no juzquemos a la ligera. Pienso que el que hable as dice palabras justas y yo i voy a intentar dar a conocer qu es, realmente, lo que me ha hecho este renombre y esta fama. Od, pues. Tal

    * Rico ateniense, veinte aos ms joven que Scrates, cuya liberalidad para con los sofistas muestra Platn en el Protgoras.

    ? Eveno de Pavos era poeta y sofista. Citado tambin por Platn en el Fedn y en el Fedro.

    * Fama, en el sentido de una opinin generalizada que no responde a la realidad.

  • vez va a parecer a alguno de vosotros que bromeo. Sin embargo, sabed bien que os voy a decir toda la verdad. En efecto, atenienses, yo no he adquirido este renombre por otra razn que por cierta sabidura. Qu sabidura es esa? La que, tal vez, es sabidura propia del hombre; pues en realidad es probable que yo sea sabio respecto a sta. stos, de los que hablaba hace un momento,

    e quiz sean sabios respecto a una sabidura mayor que la propia de un. hombre o no s cmo calificarla. Hablo as, porque yo no conozco esa sabidura, y eJ que lo afirme miente y habla en favor de mi falsa reputacin. Atenienses, no protestis ni aunque parezca que digo algo presuntuoso; las palabras que voy a decir no son mas, sino que voy a remitir al que las dijo, digno de crdito para vosotros. De mi sabidura, si hay alguna y cul es, os voy a presentar como testigo al dios que est en Delfos. En efecto, conocais sin duda a Quere-

    21z fon te 9. ste era amigo mo desde la juventud y adepto al partido democrtico, fue al destierro y regres con vosotros. Y ya sabis cmo era Querefonte, qu vehemente para lo que emprenda. Pues bien, una vez fue a Delfos 10 y tuvo la audacia de preguntar al orculo esto pero como he dicho, no protestis, atenienses, pregunt si haba alguien ms sabio que yo. La Pitia le respondi que nadie era ms sabio. Acerca de esto os dar testimonio aqu este hermano suyo, puesto que l ha muerto.

    b Pensad por qu digo estas cosas; voy a mostraros de dnde ha salido esta falsa opinin sobre m. As pues,

    9 Querefonte, cuya relacin con Scrates queda descrita, admiraba a ste profundamente. Aristfanes, en las Nubes, hacc Agrurar el nombre de ambos ai frente del Pensatorio.

    W El famoso santuario de Apolo, de prestigio panlielnico y> tambin, entre los no griegos. La pitonisa, Pytha, que tenia un papel secundario en la jerarqua dlfica, pronunciaba en trance frases inconexas que eran interpretadas por los sacerdotes.

  • tras or yo estas palabras reflexionaba as: Qu dice realmente el dios y qu indica en enigma? Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho. Qu es )o que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es licito. Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quera decir. Ms tarde, a regaadientes me inclin a una investigacin del orculo del modo siguiente. Me dirig a uno de ios que parecan ser sabios, en la idea de que, si en alguna parte era posible, all refutara el c vaticinio y demostrara al orculo: ste es ms sabio que yo y t decas que lo era yo. Ahora bien, al examinar a ste pues no necesito citarlo con su nombre, era un poltico aquel con el que estuve indagando y dialogando experiment lo siguiente, atenienses: me pareci que otras muchas personas crean que ese liombre era sabio y, especialmente, lo crea l mismo, pero que no lo era. A continuacin intentaba yo demostrarle que l crea ser sabio, pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gan la enemistad de l y de muchos de los presentes. Al retirarme de all razonaba a solas que yo era ms sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, as como, en efecto, no s, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy ms sabio que l en esta misma pequeez, en que lo que no s tampoco creo saberlo. A continuacin me encamin hacia otro de los que parecan ser ms sabios que aqul y saqu la misma impresin, y tambin all me gan la enemis- e tad de l y de muchos de los presentes.

    Despus de esto, iba ya uno tras otro, sintindome disgustado y temiendo que me ganaba enemistades, pero, sin embargo, me pareca necesario dar la mayor importancia al dios. Deba yo, en efecto, encaminarme, indagando qu quera decir el orculo, hacia todos los

  • 22a que parecieran saber algo. Y por el perro, atenienses pues es preciso decir 1a verdad ante vosotros, que tuve Ja siguiente impresin. Me pareci que los de mayor reputacin estaban casi carentes de lo ms importante para el que investiga segn el dios; en cambio, otros que parecan inferiores estaban mejor dotados para el buen juicio. Sin duda, es necesario que os haga ver mi camino errante, como condenado a ciertos trabajos , a fin de que el orculo fuera irrefutable para m. En efecto, tras los polticos me encamin hacia los poetas,

    b los de tragedias, los de ditirambos y los dems, en la idea de que all me encontrara manifiestamente ms ignorante que aqullos. As pues, tomando los poemas suyos que me parecan mejor realizados, les iba preguntando qu queran decir, para, al mismo tiempo, aprender yo tambin algo de ellos. Pues bien, me resisto por vergenza a deciros la verdad, atenienses. Sin embargo, hay que decirla. Por as decir, casi todos los presentes podan hablar mejor que ellos sobre los poemas que eDos haban compuesto. As pues, tambin respecto a los poetas me di cuenta, en poco tiempo, de

    c que no hacan por sabidura lo que hacan, sino por ciertas dotes naturales y en estado de inspiracin como los adivinos y Jos que recitan los orculos. En efecto, tambin stos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. Una inspiracin semejante me pareci a m que experimentaban tambin los poetas, y al mismo tiempo me di cuenta de que ellos, a causa de la poesa, crean tambin ser sabios respecto a las dems cosas sobre las que no lo eran* As pues, me alej tambin de all creyendo que les superaba en lo mismo que a los polticos.

    En ltimo lugar, me encamin hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por as decirlo, no saba nada,

    n Pone su esfuerzo en comparacin con los Doce ira bajos de Heracles.

  • m cambio estaba seguro de que encontrara a stos con d muchos y bellos conocimientos. Y en esto no me equivoqu, pues saban cosas que yo no saba y, en ello, eran ms sabios que yo. Pero, atenienses, me pareci a ra que tambin Los buenos artesanos incurran en el mismo error que los poetas: por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio tambin respecto a las dems cosas, incluso las ms importantes, y ese error velaba su sabi- dura. De modo que me preguntaba yo mismo, en nom- e bre del orculo, si preferira estar asi, como estoy, no siendo sabio en la sabidura de aquellos ni ignorante ea su ignorancia o tener estas dos cosas que ellos tienen.As pues, me contest a mi mismo y al orculo que era ventajoso para m estar como estoy.

    A causa de esta investigacin, atenienses, me he creado muchas enemistades> muy duras y pesadas, de 73a tal modo que de ellas han surgido muchas tergiversaciones y el renombre ste de que soy sabio. En efecto, en cada ocasin los presentes creen que yo soy sabio respecto a aquello que refuto12 a otro. Es probable, atenienses, que el dios sea en realidad sabio y que, en este orculo, diga que la sabidura humana es digna de poco o de nada. Y parece que ste habla de Scrates u se sirve de mi nombre ponindome como ejemplo, como si dijera: Es el ms sabio, el que, de entre vos- b otros, hombres, conoce, como Scrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabidura.* As pues, incluso ahora, voy de un lado a otro investigando y averiguando en el sentido del dios, si creo que alguno de los ciudadanos o de los forasteros es sabio. Y cuando me parece que no lo es, prestando mi auxilio al dios, le demuestro que no es sabio. Por esta ocupacin no he

    & Scrates desea aclarar la diferencia entre conocer )a verdad V conocer lo que no es verdad.

    u Se conserva en )a traduccin el anacoluto del texto flriego.

  • tenido tiempo de realizar ningn asunto de Ja ciudad digno de citar ni tampoco mo particular, sino que me

    c encuentro en gran pobreza a causa del servicio del dios.

    Se aade, a esto, que los jvenes-que me acompaan espontneamente los que disponen de ms tiempo, los hijos de los ms ricos se divierten oyndome examinar a los hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a otros, y, naturalmente, encuentran, creo yo, gran cantidad de hombres que creen saber algo pero que saben poco o nada. En consecuencia, los examinados por eJlos se irritan conmigo, y no consigo mis-

    d mos< y dicen que un tal Scrates es malvado y corrompe a los jvenes. Cuando alguien les pregunta qu hace y qu ensea, no pueden decir nada, lo ignoran; pero, para no dar la impresin de que estn confusos, dicen lo que es usual contra todos los que filosofan, es decir: las cosas del cielo y lo que est bajo la tierra, no creer en los dioses y hacer ms fuerte el argumento ms dbil. Pues creo que do desearan decir la verdad, a saber, que resulta evidente que estn simulando saber sin saber nada. Y como son, pienso yo, susceptibles y

    e vehementes y numerosos, y como, adems, hablan de m apasionada y persuasivamente, os han llenado los odos calumnindome violentamente desde hace mucho tiempo. Como consecuencia de esto me han acusado Meleto, Anito y Licn; Meleto, irritado en nombre de los poetas; Anito, en el de los demiurgos y de los pol-

    24a ticos, y Licn, en el de los oradores. De manera que, corno deca yo al principio, me causara extraeza que yo fuera capaz de arrancar de vosotros, en tan escaso tiempo, esta falsa imagen que ha tomado tanto cuerpo. Ah tenis, atenienses, la verdad y os estoy hablando sin ocultar nada, ni grande ni pequeo, y sin tomar precauciones en lo que cligo. Sin embargo, s casi con certeza que con estas palabras me consigo enemistades,

  • lo cual es tambin una prueba de que digo la verdad, y que es sta la mala fama ma y que stas son sus causas. Si investigis esto ahora o en otra ocasin, con- b firmaris que es asL

    Acerca de las acusaciones que me hicieron los primeros acusadores14 sea sta suficiente defensa ante vosotros. Contra Meleto, el honrado y el amante de la ciudad, segn l dice> y contra los acusadores recientes voy a intentar defenderme a continuacin- Tomemos, puesf a su vez, la acusacin jurada de stos, dado que son otros acusadores. Es as: Scrates delinque corrompiendo a los jvenes y no creyendo en ios dioses en los que la ciudad cree, sino en otras divinidades n u e v a s Tal es la acusacin. Examinmosla punto por c punto.

    Dice, en efecto, que yo delinco corrompiendo a los jvenes. Yo, por mi parte, afirmo que Meleto delinque porque bromea en asunto serio, sometiendo a juicio con ligereza a las personas y simulando esforzarse e inquietarse por cosas que jams le han preocupado. Voy a intentar mostraros que esto es as.

    Ven aqu , Meleto, y dime: No es cierto que consideras de la mayor importancia que los jvenes sean lo mejor posible? d

    Yo s.Ea, di entonces a stos quin los hace mejores.

    Pues es evidente que lo sabes, puesto que te preocupa.

    14 Termina aqu Scrates la parte dedicada a explicar las causas de la falsa opinin que la gente tiene de l. A todos los que la han creado, bien dando origen a ella, bien difundindola intencionada o inntendonadamente. los llama primeros acusadores, para distinguirlos de los que realmente presentaron fa acusacin, cuyo texto se cita a continuacin.

    (5 El acusado poda interrogar al acusador y presentar testigos. Durante la intervencin de stos no contaba el tiempo asignado al acusado para su defensa.

  • En efecto, has descubierto al que los corrompe, a m, segn dices, y me traes ante estos jueces y me acusas.

    /amos, di y revela quin es el que los hace mejores. Ests viendo, Meleto, que callas y no puedes decirlo? Sin embargo, no te parece que esto es vergonzoso y testimonio suficiente de lo que yo digo, de que este asunto no ha sido en nada objeto de tu preocupacin? Pero dilo, amigo, quin los hace mejores?

    Las leyes.e Pero no te pregunto eso, excelente Meleto, sino

    qu hombre, el cual ante todo debe conocer esto mismo, las leyes.

    stos, Scrates, los jueces 16. Qu dices, Meleto, stos son capaces de educar a

    los jvenes y de hacerlos mejores?S, especialmente. Todos, o unos s y otros no?Todos.Hablas bien, por Hera, y presentas una gran abun

    dancia de bienhechores. Qu, pues? Los que nos es- 25a cuchan los hacen tambin mejores, o no?

    Tambin stos. Y los miembros del Consejo?Tambin los miembros del Consejo.Pero, entonces, Meleto, acaso los que asisten a

    la Asamblea, los asamblestas corrompen a ios jvenes? O tambin aqullos, en su totalidad, los hacen mejores?

    Tambin aqullos.Luego, segn parece, todos los atenienses los hacen

    buenos y honrados excepto yo, y slo yo los corrompo. Es eso lo que dices?

    w Los jueces lo eran por sorteo entre los ciudadanos. Lo mismo suceda con los miembros del Consejo. Los asistentes a la Asamblea eran todos los ciudadanos en plenitud de sus derechos.

  • Muy firmemente digo eso.Me atribuyes, sin duda, un gran desacierto. Con

    tstame. Te parece a ti que es tambin as respecto a los caballos? Son todos los hombres los que los hacen mejores y uno slo el que los resabia? O, todo lo con- b trario, alguien slo o muy pocos, los cuidadores de caballos, son capaces de hacerlos mejores, y la mayora, si tratan con los caballos y los utilizan, los echan a perder? No es as, Meleto, con respecto a los caballos y a todos los otros animales? Sin ninguna duda, digis que s o digis que no t y nito. Sera, en efecto, una gran suerte para los jvenes si uno solo los corrompe y los dems Ies ayudan. Pues bien, Meleto, has mostrado c suficientemente que jams te has interesado por los jvenes y has descubierto de modo claro tu despreocupacin, esto es, que no te has cuidado de nada de esto por lo que t me traes aqu.

    Di nos an, Meleto, por Zeus, si es mejor vivir entre ciudadanos honrados o malvados. Contesta, amigo. No te pregunto nada difcil. No es cierto que los malvados hacen dao a los que estn siempre a su lado, y que los buenos hacen bien?

    Sin duda.Hay alguien que prefiera recibir dao de los que d

    estn con l a recibir ayuda? Contesta, amigo. Pues la ley ordena responder. Hay alguien que quiera recibir dao?

    No, sin duda.Ea, pues, Me traes aqu en la idea de que corrom

    po a ios jvenes y los hago peores voluntaria o involuntariamente?

    Voluntariamente, sin duda. Qu sucede entonces, Meleto? Eres t hasta tal

    punto ms sabio que yo, siendo yo de esta edad y t tan joven, que t conoces que los malos hacen siempre algn mal a los ms prximos a ellos, y los buenos

  • e bien; en cambio yo, por lo visto, he llegado a tal grado de ig n o ra n c ia , que desconozco, incluso, que si llego a hacer malvado a alguien de los que estn a mi lado corro peligro de recibir dao de l y este mal tan grande lo hago voluntariamente, segn t dices? Esto no te lo creo yo, Meleto, y pienso que ningn otro hombre. En efecto, o no los corrompo, o si los corrompo, lo hago involuntariamente, de manera que t en uno u otro

    26a caso mientes, Y si los corrompo involuntariamente, por esta clase de faltas la ley no ordena hacer comparecer a uno aqu, sino tomarle privadamente y ensearle y reprenderle. Pues es evidente que, si aprendo, cesar de hacer lo que hago involuntariamente. T has evitado y no has querido tratar conmigo ni ensearme; en cambio, me traes aqu, donde es ley traer a los que necesitan castigo y no enseanza.

    Pues bien, atenienses, ya es evidente lo que yo deca, b que Meleto no se ha preocupado jams por estas cosas,

    ni poco ni mucho. Veamos, sin embargo; dinos cmo dices que yo corrompo a los jvenes. No es evidente que, segn la acusacin que presentaste, ensendoles a creer no en los dioses en los que cree la ciudad, sino en otros espritus nuevos? No dices que los corrompo ensendoles esto?

    En efecto, eso digo muy firmemente.Por esos mismos dioses, Meleto, de los que trata

    mos, hblanos an ms claramente a m y a estos hom- c bres. En efecto, yo no puedo llegar a saber si dices que

    yo enseo a creer que existen algunos dioses y entonces yo mismo creo que hay dioses y no soy enteramente ateo ni delinco en eso, pero no los que la ciudad cree, sino otros, y es esto lo que me inculpas, que otros, o bien afirmas que yo mismo no creo en absoluto en los dioses y enseo esto a los dems.

    Digo eso, que no crees en los dioses en absoluto.

  • Oh sorprendente Meleto, para qu dices esas d cosas? Luego tampoco creo, como los dems hombres, que el sol y la luna son dioses?

    No, por Zeus, jueces, puesto que afirma que el sol es una piedra y la luna, tierra.

    Crees que ests acusando a Anaxgoras 17, querido Meleto? Y desprecias a stos y consideras que son desconocedores de las letras hasta el punto de no saber que los libros de Anaxgoras de Clazmenas estn llenos de estos temas? Y, adems, aprenden de m los jvenes Jo que de vez en cuando pueden adquirir en la orquestra 1, por un dracma como mucho, y rerse de e Scrates si pretende que son suyas estas ideas, especialmente al ser tan extraas? Pero, oh Meleto, te parece a ti que soy as, que no creo que exista ningn dios?

    Ciertamente que no, por Zeus, de ningn modo.No eres digno de crdito, Meleto, incluso, segn

    creo, para ti mismo. Me parece que este hombre, atenienses, es descarado e intemperante y que, sin ms, ha presentado esta acusacin con cierta insolencia, intemperancia y temeridad juvenil. Parece que trama una especie de enigma para tantear. Se dar cuenta ese 21a sabio de Scrates de que estoy bromeando y contra- dicindome, o le engaar a l y a los dems oyentes?Y digo esto porque es claro que ste se contradice en la acusacin; es como si dijera: Scrates delinque no creyendo en los dioses, pero creyendo en los dk> ses. Esto es propio de una persona que juega.

    17 La fama de Anaxgoras deba de ser grande, puesto que, por estas fechas, haca ya 29 aos que haba muerto en Lmpsaco. Haba vivido muchos aos en Atenas en el crculo de Pendes. Aunque Scrates, en sus comienzos, se haba interesado por el pensamiento de Anaxgoras, cuyas ideas le eran perfectamente conocidas, aprovecha esta ocasin para precisar que su pensamiento no tiene relacin con el de los filsofos de 3a naturaleza.

    lft Probablemente un lugar en el gora en el que se ejerca el comercio de libros. No se trata de la orquestra de) teatro.

  • Examinad, pues, atenienses por qu me parece que dice eso. Tu, Meleto, contstame. Vosotros, como os

    b rogu al empezar, tened presente no protestar si construyo las frases en mi modo habitual.

    Hay alguien, Meleto, que crea que existen cosas humanas, y que no crea que existen hombres? Que conteste, jueces, y que no proteste una y otra vez. Hay alguien que no crea que existen caballos y que crea que existen cosas propias de caballos? O que no existen flautistas, y s cosas relativas al toque de la flauta? No existe esa persona, querido Meleto; si tu no quieres responder, te lo digo yo a t y a estos otros. Pero, responde, al menos, a lo que sigue.

    Hay quien crea que hay cosas propias de divini- c dacles, y que no crea que hay divinidades?

    No hay nadie. [Qu servicio me haces al contestar, aunque sea

    a regaadientes, obligado por stos! As pues, afirmas que yo creo y enseo cosas relativas a divinidades, sean nuevas o antiguas; por tanto, segn tu afirmacin, y adems lo juraste eso en tu escrito de acusacin, creo en lo relativo a divinidades. Si creo en cosas relativas a divinidades, es sin duda de gran necesidad que yo crea que hay divinidades. No es as? S lo es. Supongo que ests de acuerdo, puesto que no contestas. No

    d creemos que las divinidades son dioses o hijos de dioses? Lo afirmas o lo niegas?

    Lo afirmo.Luego si creo en las divinidades, segn t afirmas,

    y si las divinidades son en algn modo dioses, esto sera lo que yo digo que presentas como enigma y en lo que bromeas, al afirmar que yo no creo en los dioses y que, por otra parte, creo en los dioses, puesto que creo en las divinidades. Si, a su vez, las divinidades son hijos de los dioses, bastardos nacidos de ninfas o de otras mujeres, segn se suele decir, qu hombre creera que

  • hay lujos de dioses y que no hay dioses? Sera, en efecto, tan absurdo como si alguien creyera que hay hijos e de caballos y burros, los mulos, pero no creyera que hay caballos y burros. No es posible, Meleto, que hayas presentado esta acusacin sin el propsito de ponemos a prueba, o bien por carecer de una imputacin real de la que acusarme* No hay ninguna posibilidad de que t persuadas a alguien, aunque sea de poca inteligencia, de que una misma persona crea que hay cosas relativas a las divinidades y a los dioses y, por otra parte, que 2Ba esa persona no crea en divinidades, dioses ni hroes.

    Pues bien, atenienses, me parece que no requiere mucha defensa demostrar que yo no soy culpable respecto a la acusacin de Meleto, y que ya es suficiente Jo que ha dicho

    Lo que yo deca antes, a saber, que se ha producido gran enemistad hacia m por parte de muchos, sabed bien que es verdad. Y es esto Jo que me va a condenar, si me condena, no Meleto ni nito sino la calumnia y la envidia de muchos. Es lo que ya ha condenado a otros muchos hombres buenos y los seguir condenando. No hay que esperar que se detenga en mi. b

    Quiz alguien diga: No te da vergenza, Scrates, haberte dedicado a una ocupacin tal por La que ahora corres peligro de morir? A ste yo, a mi vez, le dira unas palabras justas: No tienes razn, amigo, si crees que un hombre que sea de algn provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir, sino el examinar solamente, al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre

    15 Con es ras palabras, da por terminada Scrates su defensa frente a la acusacin real presentada con ira l. El resto del tiempo concedido para la defensa lo va a dedicar a justificar su forma de vida y a demostrar que es beneficiosa para la ciudad y digna de ser seguida por todos los hombres.

  • c malo. De poco valor serian, segn tu idea, cuantos semi- dioses murieron en Troya y, especialmente, el hijo de Tetis30, el cual, ante la idea de aceptar algo deshonroso, despreci el peligro hasta el punto de que, cuando, ansioso de matar a Hctor, su madre, que era diosa, le dijo, segn creo, algo as como: Hijo, si vengas Ja muerte de tu compaero Patroclo y matas a Hctor, t mismo morirs, pues el destino est dispuesto para ti inmediatamente despus de Hctor; l, tras orlo, desde

    d la muerte y el peligro, temiendo mucho ms vivir siendo cobarde sin vengar a los amigos, y dijo: Que muera yo en seguida despus de haber hecho justicia al culpable, a -fin de que no quede yo aqu junto a las cncav a naves, siendo objeto de risa, intil peso de la tierra. Crees que pens en la muerte y en el peligro?

    Pues la verdad es lo que voy a decir, atenienses. En el puesto en el que uno se coloca porque considera que es el mejor, o en el que es colocado por un superior, aU debe, segn creo, permanecer y arriesgarse sin teaer en cuenta ni la muerte ni cosa alguna, ms que la deshonra. En efecto, atenienses, obrara yo indignamente, si, ai asignarme un puesto los jefes que vosotros elegisteis para mandarme en Potidea21, en Anfpo- lis y en Delion, decid permanecer como otro cualquiera aU donde ellos rae colocaron y corr, entonces, el riesgo

    e de morir, y en cambio ahora, al ordenarme el dios,

    10 Aquilcs, que conociendo que deba morir inmediatamente despus de Hctor, obr como se indica a continuacin. Las palabras de Te lis y de Aquiles, citadas en Ja Apologa responden resumida y aproximadamente a llada XVIII 96-104. Los hroes homricos tenan valor de ejemplaridad entre los griegos.

    21 Potidea, Antlpolis y Delion son batallas en las que luch Scrates como hoplita y que tuvieron lugar, respectivamente, en 429, 422 y 424. Aunque para su presencia en Potidea y Delio hay otros testicnonios, la referencia a AnfpoLis se encuentra slo aqu. Scrates tena a cala no haber abandonado Atenas ms que en servicio de la patria.

  • segn he credo y aceptado, que debo vivir filosofando y examinndome a mi mismo y a los dems, abandonara mi puesto por temor a Ja muerte o a cualquier otra cosa. Sera indigno y realmente alguien podra con jus- 29a ticia traerme ante el tribunal diciendo que no creo que hay dioses, por desobedecer al orculo, temer la muerte y creerme sabio sin serlo. En efecto, atenienses, temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero La temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males. Sin embargo, cmo no va a ser la ms reprocha- b ble ignorancia la de creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses, tambin quiz me diferencio en esto de la mayor parte de los hombres, y, por consiguiente, si dijera que soy ms sabio que alguien en algo, sera en esto, en que no sabiendo suficientemente sobre las cosas del Hades22, tambin reconozco no saberlo. Pero s s que es malo y vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. En comparacin con los males que s que son males, jams temer ni evitar lo que no s si es incluso un bien. De manera c que si ahora vosotros me dejarais libre no haciendo caso a nito, el cual dice que o bien era absolutamente necesario que yo no hubiera comparecido aqu o que, puesto que he comparecido, no es posible no condenarme a muerte, explicndoos que, si fuera absuelto, vuestros hijos, poniendo inmediatamente en prctica las cosas que Scrates ensea, se>corromperan todos totalmente, y si, adems, me dijerais: Ahora, Scrates, no vamos a hacer caso a Anito, sino que te dejamos libre, a condicin, sin embargo, de que no gastes ya ms tiem-

    72 Aqu, a diferencia de 40e, donde tiene el sentido de morada de los muertos, expresa lo que sigue a la muerte.

  • po en esta bsqueda y de que no filosofes, y si eres d sorprendido haciendo an esto, morirs; si, en efecto,

    como dije, me dejarais libre con esta condicin, yo os dira: Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy a obedecer al dios ms que a vosotros y, mientras aliente y sea capaz, es seguro que no dejar de filosofar, de exhortaros y de hacer manifestaciones al que de vosotros vaya encontrando, dicindole lo que acostumbro: 'Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad ms grande y ms prestigiada en sabidura y poder, no te avergenzas de preocuparte de cmo tendrs las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores,

    e y, en cambio no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cmo tu alma va a ser lo mejor posible?. Y si alguno de vosotros discute y dice que se preocupa, no pienso dejarlo al momento y marcharme, sino que le voy a interrogar, a examinar y a refutar, y, si me parece que no ha adquirido la virtud y dice

    30a que s, le reprochar que tiene en menos lo digno de ms y tiene en mucho lo que vale poco. Har esto con el que me encuentre, joven o viejo, forastero o ciudadano, y ms con los ciudadanos por cuanto ms prximos estAis a m por origen- Pues, esto lo manda el dios, sabedlo bien, y yo creo que todava no os ha surgido mayor bien en la ciudad que mi servicio al dios. En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que

    b intentar persuadiros, a jvenes y viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que del alma ni con tanto afn, a fin de que sta sea lo mejor posible, dicindoos: No sale de Jas riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los pblicos. Si corrompo a los jvenes al decir tales palabras, stas seran dainas. Pero si alguien afirma que yo digo otras cosas, no dice verdad. A esto yo aadira: Atenienses, haced caso o no a nito, dejadme o no en libertad, en la idea

  • de que no voy a hacer otra cosa, aunque hubiera de c morir muchas veces.

    No protestis, atenienses, sino manteneos en aquello que os supliqu, que no protestis por lo que digo, sino que escuchis. Pues, incluso, vais a sacar provecho escuchando, segn creo. Ciertamente, os voy a decir algunas otras cosas por las que quiz gritaris. Pero no hagis eso de ningn modo. Sabed bien que si me condenis a muerte, siendo yo cual digo que soy, no me daaris a m ms que a vosotros mismos. En efecto, a m no me causaran ningn dao ni Meleto ni Anito; cierto que tampoco podran, porque no creo que naturalmente est permitido que un hombre bueno recba d dao de otro malo. Ciertamente, podra quiz matarlo o desterrarlo o quitarle los derechos ciudadanos. ste y algn otro creen, quiz, que estas cosas son grandes males; en cambio yo no lo creo as, pero s creo que es un mal mucho mayor hacer lo que ste hace ahora: intentar condenar a muerte a un hombre injustamente.

    Ahora, atenienses, no trato de hacer la defensa en mi favor, como alguien podra creer, sino en el vuestro, no sea que al condenarme cometis un error respecto a la ddiva del dios para vosotros. En efecto, si me e condenis a muerte, no encontraris fcilmente, aunque sea un tanto ridiculo decirlo, a otro semejante colocado en 1a ciudad por el dios del mismo modo que, junto a un caballo grande y noble pero un poco lento por su tamao, y que necesita ser aguijoneado por una especie de tbano, segn creo, el dios me ha colocado junto a la ciudad para una funcin semejante, y como tal, despertndoos, persuadindoos y reprochndoos uno a uno, no cesar durante todo el da de posarme en todas partes* No llegaris a tener fcilmente otro semejante, 31 a atenienses, y si me hacis caso, me dejaris vivir. Pero, quiz, irritados, como los que son despertados cuando cabecean somnolientos, dando un manotazo me conde-

  • naris a muerte a la ligera, haciendo caso a nito. Despus, pasarais el resto de la vida durmiendo, a no ser que el dios, cuidndose de vosotros, os enviara otro. Comprenderis, por lo que sigue, que yo soy precisamente el hombre adecuado para ser ofrecido por el

    b dios a la ciudad. En efecto, no parece humano que yo tenga descuidados todos mis asuntos y que, durante tantos aos, soporte que mis bienes familiares estn en abandono, y, en cambio, est siempre ocupndome de lo vuestro, acercndome a cada uno privadamente, como un padre o un hermano mayor, intentando convencerle de que se preocupe por la virtud. Y si de esto obtuviera provecho o cobrara un salario al haceros estas recomendaciones, tendra alguna justificacin. Pero la verdad es que, incluso vosotros mismos lo veis, aunque los acusadores han hecho otras acusaciones tan desvergonzadamente, no han sido capaces, presentando

    c un testigo, de llevar su desvergenza a afirmar que yo alguna vez cobr o ped a alguien una remuneracin. Ciertamente yo presento, me parece, un testigo suficiente de que digo la verdad: mi pobreza.

    Quiz pueda parecer extrao que yo privadamente, yendo de una a otra parte, d estos consejos y me meta en muchas cosas, y no me atreva en pblico a subir a la tribuna del pueblo y dar consejos a la ciudad. La causa de esto es lo que vosotros me habis odo decir muchas veces, en muchos lugares, a saber, que hay

    d junto a m algo divino y demnico23; esto tambin lo incluye en la acusacin Meleto burlndose. Est conmigo desde nio, toma forma de voz y, cuando se manifiesta, siempre me disuade de lo que voy a hacer, jams me incita. Es esto lo que se opone a que yo ejerza la

    23 Scrates justifica por qu ha ejercido privadamente su labor en beneficio de Atenas y no lo ha hecho desde la actividad poltica. Introduce la presencia de un espntu disuasor.

  • poltica, y me parece que se opone muy acertadamente.En efecto, sabed bien, atenienses, que si yo hubiera intentado anteriormente realizar actos polticos, habra muerto hace tiempo y no os habra sido til a vosotros ni a m mismo. Y no os irritis conmigo porque digo e la verdad. En efecto, no hay hombre que pueda conservar la vida, si se opone noblemente a vosotros o a cualquier otro pueblo y si trata de impedir que sucedan en la ciudad muchas cosas injustas e ilegales; por el contrario, es necesario que el que, en realidad, lucha 32a por la justicia, si pretende vivir un poco de tiempo, acte privada y no pblicamente.

    Y, de esto, os voy a presentar pruebas importantes, no palabras, sino lo que vosotros estimis, hechos. Od Lo que me ha sucedido, para que sepis que no cedera ante nada contra lo justo por temor a la muerte, y al no ceder, al punto estara dispuesto a morir. Os voy a decir cosas vulgares y leguleyas, pero verdaderas. En efecto, atenienses, yo no ejerc ninguna otra magistratura en la ciudad, pero fui miembro del Consejo24, b Casualmente ejerca la pritana nuestra tribu, la An- tiquide, cuando vosotros decidisteis, injustamente, como despus todos reconocisteis, juzgar en un solo juicio a los diez generales que no haban recogido a los nufragos del combate naval25* En aquella ocasin yo

    El Consejo (llamado Consejo de los Quinientos) estaba constituido por cincuenta miembros de cada una de las diez tribus. Se divida el ao en diez perodos, en cada uno de los cuales ejerca el gobierno y presida el Consejo cada una de las tribus (tribu en pritania). Los cincuenta miembros de la tribu en funciones se llamaban prtanes. En esta poca, los cargos que ejercan los prtanes, algunos por un solo da, se asignaban, por sorteo; tambin se haba efectuado sorteo para nombrar a los cincuenta representar)tes de cada tribu.

    La batalla naval de las islas Arginusas en el ao 406 termin con La victoria de los generales atenienses sobre los espar- taos, Una tormenta impidi recoger a los nufragos propios.

  • solo entre los prtanes me enfrent a vosotros para que no se hiciera nada contra las leyes y vot en contra.Y estando dispuestos los oradores a enjuiciarme y detenerme, y animndoles vosotros a ello y dando gritos,

    c cre que deba afrontar el riesgo con la ley y la justicia antes de, por temor a la crcel o a la muerte, unirme a vosotros que estabais decidiendo cosas injustas. Y esto, cuando la ciudad an tena rgimen, democrtico. Pero cuando vino la oligarqua, los Treinta26 me hicieron llamar al Tolo, junto con otros cuatro, y me ordenaron traer de Salamina a Len el salaminio para darle muerte; pues ellos ordenaban muchas cosas de este tipo tambin a otras personas, porque queran cargar de culpas al mayor nmero posible. Sin embargo, yo mostr tambin en esta ocasin, no con palabras, sino

    d con hechos, que a m la muerte, si no resulta un poco rudo decirlo, me importa un bledo, pero que, en cambio, me preocupa absolutamente no realizar nada injusto e impo. En efecto, aquel gobierno, aun siendo tan violento, no me atemoriz como para llevar a cabo un acto injusto, sino que, despus de salir del Tolo, los otros cuatro fueron a Salamina y trajeron a Len, y yo sal y me fui a casa. Y quiz habra perdido la vida por esto, si el rgimen no hubiera sido derribado rpida-

    e mente. De esto, tendris muchos testigos.Acaso creis que yo habra llegado a vivir tantos

    aos, si me hubiera ocupado de los asuntos pblicos y, al ocuparme de ellos como corresponde a un hombre

    A esta circunstancia se iinieroo intrigas polticas que determinaron la instruccin de un proceso y la condena a muerte de los generales victoriosos. Era ilegaJ juzgarlos en un solo juicio. Scrates, con evidente peligro, fue el nico de los prtanes que se opuso. (Jen., Re. I 6.)

  • honrado, hubiera prestado ayuda a Las cosas justas y considerado esto lo ms importante, como es debido? Est muy lejos de ser as. Ni tampoco ningn otro hombre. En cuanto a m, a lo largo de toda mi vida, 33a si alguna vez he realizado alguna accin pblica, me he mostrado de esta condicin, y tambin privadamente, sin transigir en nada con nadie contra la justicia ni tampoco con ninguno de Los que, creando falsa imagen de m, dicen que son discpulos mos. Yo do he sido jams maestro de nadie. Si cuando yo estaba hablando y me ocupaba de mis cosas, alguien, joven o viejo, deseaba escucharme, jams se lo imped a nadie. Tampoco dialogo cuando recibo dinero y dejo de dialogar si no lo recibo, antes bien me ofrezco, para que me pre- b gunten, tanto al rico como al pobre, y lo mismo si alguien prefiere responder y escuchar mis preguntas. Si alguno de stos es luego un hombre honrado o no lo es, no podra yo, en justicia, incurrir en culpa; a ninguno de elios les ofrec nunca enseanza alguna ni les instru. Y s alguien afirma que en alguna ocasin aprendi u oy de m en privado algo que no oyeran tambin todos los dems, sabed bien que no dice la verdad.

    Por qu, realmente, gustan algunos de pasar largo tiempo a mi lado? Lo habis odo ya, atenienses; os he c dicho toda a verdad. Porque les gusta orme examinar a los que creen ser sabios y no Lo son. En verdad, es agradable. Como digo, realizar este trabajo me ha sido encomendado por el dios por medio de orculos, de sueos y de todos los dems medios con los que alguna vez alguien, de condicin divina, orden a un hombre hacer algo. Esto, atenienses, es verdad y fcil de comprobar. Ciertamente, si yo corrompo a unos jvenes ahora y a otros los he corrompido yar algunos de ellos, d creo yo, al hacerse mayores, se daran cuenta de que, cuando eran jvenes, yo les aconsej en alguna ocasin algo malo, y sera necesario que subieran ahora a la

  • tribuna, rae acusaran y se vengaran. Si ellos no quieren, alguno de sus familiares, padres, hermanos u. otros parientes; si sus familiares recibieron de m algn dao, tendran que recordarlo ahora y vengarse. Por todas partes estn presentes aqu muchos de ellos a los que estoy viendo. En primer lugar, este Critn de mi misma edad y demo, padre de Critobulo, tambin presente;

    e despus, Lisanias de Esfeto, padre de Esquines, que est aqu; luego Antifn de Cefisia, padre de Epgenes; adems, estn presentes otros cuyos hermanos han estado en esta ocupacin, Nicstrato, el hijo de Teoztides y hermano d Tedoto Tedoto ha muerto, as que no podra rogarle que no me acusara; Paralio, hijo de Demdoco, cuyo hermano era Tages; Adimanto, hijo

    34a de Aristn, cuyo hermano es Platn, que est aqu; Ayantodoro, cuyo hermano, aqu presente, es Apolodoro. Puedo nombraros a otros muchos, a alguno de los cuales Meleto deba haber presentado especialmente como testigo en su discurso. Si se olvid entonces, que lo presente ahora yo se lo permito y que diga si dispone de alguno de stos. Pero vais a encontrar todo lo contrario, atenienses, todos estn dispuestos a ayudarme a m, al que corrompe, al que hace mal a sus fami-

    b liares, como dicen Meleto y nito. Los propios corrompidos tendran quiz motivo para ayudarme, pero los

    *7 Las personas citadas eran amigos fieles de Scrates. Critn est configurado en el dilogo que Ueva su nombre. Esquines de Esfeto estuvo tambin presente en la muerte de Scrates. Tras la muerte del maestro se traslad a Sicilia, donde residi muchos aos antes de regresar a Atenas. Epgenes, del demo de Cefisia, estuvo tambin presente en la muerte de Scrates. Nicstrato no nos es conocido por otras referencias. Tages, ateniense, hijo de Demdoco, est nombrado ya como fallecido en la fecha del proceso. Es interlocutor de Scrates en el dilogo apcrifo de su nombre. Adimanto, el hermano mayor de Platn, es interlocutor de Scrates en la Repblica. Apolodoro aparece tambin en el Banquete 172b, y en el Fedn 59a y 1.

  • no corrompidos, hombres ya mayores, los parientes de stos no tienen otra razn para ayudarme que la recta y la justa, a saber, que tienen conciencia de que Meleto miente y de que yo digo la verdad.

    Sea, pues> atenienses; poco ms o menos, son stas y, quiz, otras semejantes las cosas que podra alegar en mi defensa28. Quiz alguno de vosotros se irrite, acordndose de s mismo, si l, sometido a un juicio de c menor importancia que ste, rog y suplic a los jueces con muchas lgrimas, trayendo a sus hijos para producir la mayor compasin posible y, tambin, a muchos de sus familiares y amigos 29, y, en cambio, yo no hago nada de eso, aunque corro el mximo peligro, segn parece. Tal vez alguno, al pensar esto, se comporte ms duramente conmigo e, irritado por estas mismas palabras, d su voto con ira. Pues bien, si alguno de vos- d otros es as ciertamente yo no lo creo, pero si, no obstante, es as, me parece que le dira las palabras adecuadas, al decirle: Tambin yo, amigo, tengo parientes. Y, en efecto, me sucede lo mismo que dice Homero, tampoco yo he nacido de "una encina ni de una roca', sino de hombres, de manera que tambin yo tengo parientes y por cierto, atenienses, tres hijos, uno ya adolescente y dos nios. Sin embargo, no voy a hacer subir aqu a ninguno de ellos y suplicaros que me absolvis. Por qu no voy a hacer nada de esto? No por arrogancia, atenienses, ni por desprecio a vos-

    26 Los ltimas palabras de Scrates antes de votar los jueces tienen una creciente tensin dramtica. As como nito habladicho que no se deba haber procesado a Scrates, o que, una vez procesado, era necesario condenarlo a muerte, as tambin Scrates sabia que tena que renunciar a toda su labor pasada adoptando una actitud suplicante o mantenerse firme, con elcasi seguro riesgo de ser condenado a muerte.

    29 Se trata de prcticas que eran frecuentes en juicios en los que la sentencia poda ser la pena capital

  • e otros. Si yo estoy confiado con respecto a la muerte o no lo estoy, eso es otra cuestin. Pero en lo que toca a la reputacin, la ma, La vuestra y la de toda la ciudad, no me parece bien, tanto por mi edad como por el renombre que tengo, sea verdadero o falso, que yo haga nada de esto, pero es opinin general que Scrates se

    35a distingue de la mayora de los hombres. Si aquellos de vosotros que parecen distinguirse por su sabidura, valor u otra virtud cualquiera se comportaran de este modo, sera vergonzoso. A algunos que parecen tener algn valor los he visto muchas veces comportarse as cuando son juzgados, haciendo cosas increbles porque crean que iban a soportar algo terrible si eran condenados a muerte, como si ya fueran a ser inmortales si vosotros no los condenarais. Me parece que stos llenan de vergenza a la ciudad, de modo que un extranjero

    b podra suponer que los atenienses destacados en mrito, a los que sus ciudadanos prefieren en la eleccin de magistraturas y otros honores, sos en nada se distinguen de las mujeres* Ciertamente, atenienses, ni vosotros, los que destacis en alguna cosa, debis hacer esto, ni, si lo hacemos nosotros, debis permitirlo, sino dejar bien claro que condenaris al que introduce estas escenas miserables y pone en ridculo a la ciudad, mucho ms que al que conserva la calma.

    Aparte de la reputacin, atenienses, tampoco me parece justo suplicar a los jueces y quedar absuelto por

    c haber suplicado, sino que lo justo es informarlos y persuadirlos. Pues no est sentado el juez para conceder por favor lo justo, sino para juzgar; adems, ha jurado no. hacer favor a los que le parezca, sino juzgar con arreglo a las leyes. Por tanto, es necesario que nosotros no os acostumbremos a jurar en falso y que vosotros no os acostumbris, pues ni unos ni otros obraramos piadosamente. Por consiguiente, no estimis, atenienses, que yo debo hacer ante vosotros actos que considero

  • que no son buenos, justos ni piadosos, especialmente, d por Zeus, al estar acusado de impiedad por este Meleto. Pues, evidentemente, si os convenciera y os forzara con mis splicas, a pesar de que habis jurado, os estara enseando a no creer que hay dioses y simplemente, al intentar defenderme, me estara acusando de que no creo en los dioses. Pero est muy lejos de ser as; porque creo, atenienses, como ninguno de mis acusadores; y dejo a vosotros y al dios que juzguis sobre m del modo que vaya a ser mejor para m y para vosotros.

    Al hecho de que no me irrite, atenienses, ante lo su- e cedido, es decir, ante que me hayis condenado, con- 36a tribuyen muchas cosas y, especialmente, que lo sucedido no ha sido inesperado para m, si bien me extraa mucho ms el nmero de votos resultante de una y otra parte.En efecto, no crea que iba a ser por tan poco, sino por mucho. La realidad es que, segn parece, si slo treinta 30 votos hubieran cado de la otra parte, habra sido absuelto. En todo caso, segn me parece, incluso ahora he sido absuelto respecto a Meleto, y no slo absuelto, sino que es evidente para todos que, si no hubieran comparecido nito y Licn para acusarme, quedara l condenado incluso a pagar mil dracmas por no haber b alcanzado la quinta parte de los votos.

    As pues, propone para m este hombre la pena de muerte. Bien, y yo qu os propondr a m vez31, ate-

    Scrates ha sido declarado culpable de la acusacin. Para los datos numricos, ver la Introduccin. Si el acusador no consegua la quinta parte de los votos de los jueces, debia pagar rail dracmas.

    31 Meleto ha propuesto la pena de muerte. El tribunal no puede ms que elegir entre las dos propuestas. En las circunstancias del momento, Scrates tenia que admitir una culpabilidad o exponerse a que el tribunal tuviera que elegir la pena de

  • ilienses? Hay alguna duda de que propondr lo que merezco? Qu es eso entonces? Qu merezco sufrir o pagar porque en mi vida no he tenido sosiego, y he abandonado las cosas de las que la mayora se preocupa: los negocios, la hacienda familiar, los mandos militares, los discursos en la asamblea, cualquier magistratura, las alianzas y luchas de partidos que se producen en la ciudad, por considerar que en realidad soy

    c demasiado honrado como para conservar la vida si me encaminaba a estas cosas? No iba donde no fuera de utilidad para vosotros o para m, sino que me diriga a hacer el mayor bien a cada uno en particular, segn yo digo; iba all, intentando convencer a cada uno de vosotros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser l mismo lo mejor y lo ms sensato posible, ni que tampoco se preocupara de los asuntos de la ciudad antes que de la ciudad misma y

    d de las dems cosas segn esta misma idea. Por consiguiente, qu merezco que me pase por ser de este modo? Algo bueno, atenienses, si hay que proponer en verdad segn el merecimiento. Y, adems, un bien que sea adecuado para m. As, pues, qu conviene a un hombre pobre, benefactor y que necesita tener ocio para exhortaros a vosotros? No hay cosa que le convenga ms, atenienses, que el ser alimentado en el Pri- taneo32 con ms razn que si alguno de vosotros en las Olimpiadas ha alcanzado la victoria en las carreras de caballos, de bigas o de cuadrigas. Pues ste os hace parecer felices, y yo os hago felices, y ste en nada

    e necesita el alimento, y yo s lo necesito. Asi, pues, si

    muerte. La decisin, que Scrates seguramente tena prevista desde antes del juiciOj fue la de no aceptar la culpabilidad.

    32 En el Prltaneo, establecido en el Tolo, podan comer las personas a las que la ciudad juzgaba como sus benefactores. Este honor era muy estimado.

  • t\s preciso que yo proponga lo merecido con arreglo a lo justo, propongo esto: la manutencin en el Prtaneo. Ma

    Quiz, al hablar as, os parezca que estoy hablando limo de arrogancia, como cuando antes hablaba de lamentaciones y splicas. No es as, atenienses, sino ms bienr de este otro modo. Yo estoy persuadido de que no hago dao a ningn hombre voluntariamente, pero no consigo convenceros a vosotros de ello, porque hemos dialogado durante poco tiempo. Puesto que, si tuvieris una ley, como la tienen otros hombres, que ordenara no decidir sobre una pena de muerte en un solo da, sino en muchos, os convencerais. Pero, ahora, en poco b tiempo no es fcil liberarse de grandes calumnias. Persuadido, como estoy, de que no hago dao a nadie, me hallo muy lejos de hacerme dao a m mismo, de decir contra m que soy merecedor de algn dao y de proponer para m algo semejante. Por qu temor iba a hacerlo? Acaso por el de no sufrir lo que ha propuesto Meleto y que yo afirmo que no s si es un bien o un mal? Para evitar esto, debo elegir algo que s con certeza que es un mal y proponerlo para mi? Tal vez, la prisin? Y por qu he de vivir yo en la crcel siendo c esclavo de los magistrados que, sucesivamente, ejerzan su cargo en ella, los Once? Quiz, una multa y estar en prisin hasta que la pague? Pero esto sera lo mismo que lo anterior, pues no tengo dinero para pagar. Entonces propondra el destierro? Quiz vosotros aceptarais esto. No tendra yo, ciertamente, mucho amor a la vida, si fuera tan insensato como para no poder reflexionar que vosotros> que sois conciudadanos mos, no habis sido capaces de soportar mis conversaciones y razonamientos, sino que os han resultado lo bastante d pesados y molestos como para que ahora intentis libraros de ellos, y que acaso otros los soportarn fcilmente? Est muy lejos de ser as, atenienses. [Sera, en efecto, una hermosa vida para un hombre de mi edad

  • salir de mi ciudad y vivir yendo expulsado de irna ciudad a otra S con certeza que, donde vaya., los jvenes escucharn mis palabras, como aqu. Si los rechazo, ellos rae expulsarn convenciendo a los mayores. Si

  • As pues, propongo esa cantidad. stos sern para vosotros fiadores dignos de crdito.

    Por no esperar un tiempo no largo, atenienses, vais c a tener la fama y la culpa, por parte de los que quieren difamar a la ciudad, de haber matado34 a Scrates, un sabio. Pues afirmarn que soy sabio, aunque no lo soy, los que quieren injuriaros. En efecto, si hubierais esperado un poco de tiempo, esto habra sucedido por s mismo. Veis, sin duda, que mi edad est ya muy avanzada en el curso de la vida y prxima a la muerte. No digo estas palabras a todos vosotros, sino a los que me d han condenado a muerte. Pero tambin les digo a elloslo siguiente. Quiz creis, atenienses, que yo he sido condenado por faltarme las palabras adecuadas para haberos convencido, si yo hubiera credo que era preciso hacer y decir todo, con tal de evitar la condena. Est muy lejos de ser as. Pues bien, he sido condenado por falta no ciertamente de palabras, sino de osada y desvergenza y por no querer deciros lo que os habra sido ms agradable or: lamentarme, Dorar o hacer y decir otras muchas cosas indignas de mi, como digo, y que vosotros tenis costumbre de or a otros. Pero ni antes cre que era necesario hacer nada innoble por causa del peligro, ni ahora me arrepiento de haberme

    w En nueva votacin, el tribunal ha condenado a m ucric a Scrates. Casi ochenta jueces han cambiado de opinin y han dado su voto adverso a Scrates. El juicio ha terminado, pero mientras los magistrados terminan sxis diligencias para conducirlo a la prisin, Scrates ha podido brevemente hablar con los jueces. Platn recoge estas palabras separando las dirigidas a los que le han condenado, de las que dedica a los que han votado su propuesta.

    Estas ideas expresadas aqu son Jas que, al parecer, han guiado el comportamiento de Scrates durante el juicio. En ningn lugar expresa estos puntos de vista con mayor claridad.

  • defendido as, sino que prefiero con mucho morir habindome defendido de esle modo, a vivir habindolo hecho de ese otro modo. En efecto, ai ante la justicia ni en la guerra, ni yo ni ningn otro deben maquinar

    39a cmo evitar la muerte a cualquier precio. Pues tambin en los combates muchas veces es evidente que se evitara la muerte abandonando las armas y volvindose a suplicar a los perseguidores. Hay muchos medios, en cada ocasin de peligro, de evitar la muerte, si se tiene la osada de hacer y decir cualquier cosa. Pero no es difcil, atenienses, evitar la muerte, es mucho ms difcil evitar la maldad; en efecto, corre ms deprisa que

    b la muerte. Ahora yo, como soy lento y viejo, he sido alcanzado por la ms lenta de las dos. En cambio, mis acusadores, como son temibles y giles, han sido alcanzados por la ms rpida, la maldad- Ahora yo voy a salir de aqu condenado a muerte por vosotros, y stos, condenados por la verdad, culpables de perversidad e injusticia. Yo me atengo a mi estimacin stos, a la suya- Quiz era necesario que esto fuera as y creo que est adecuadamente.

    c Deseo predeciros a vosotros, mis condenadores, lo que va a seguir a esto. En efecto, estoy yo ya en ese momento* en el que ios hombres tienen capacidad de profetizar, cuando van ya a morir. Yo os aseguro, hombres que me habis condenado, que inmediatamente despus de mi muerte os va a venir un castigo mucho ms duro, por Zeus, que el de mi condena a muerte. En efecto, ahora habis hecho esto creyendo que os ibais a librar de dar cuenta de vuestro modo de vida, pero, como digo, os va a salir muy al contrario. Van a ser

    d ms los que os pidan cuentas, sos a los que yo ahora contena sin que vosotros lo percibierais. Sern ms in-

    36 Era creencia comn que, a ia hora de la muerte, los hombres adquiran cualidades profticas.

  • transigentes por cuanto son ms jvenes, y vosotros os irritaris ms. Pues, si pensis que matando a la gente vais a impedir que se os reproche que no vivs rectamente, no pensis bien. Este medio de evitarlo ni es muy eficaz, ni es honrado. El ms honrado y el ms sencillo no es reprimir a los dems, sino prepararse para ser lo mejor posible. Hechas estas predicciones a quienes me han condenado Ies digo adis.

    Con los que habis votado mi absolucin me gusta- e ra conversar sobre este hecho que acaba de suceder, mientras los magistrados estn ocupados y an no voy adonde yo debo morir. Quedaos, pues, conmigo, amigos, este tiempo, pues nada impide conversar entre nosotros mientras sea posible. Como sois amigos, quiero 40z haceros ver qu significa, realmente, lo que me ba sucedido ahora* En efecto, jueces pues llamndoos jueces os llamo correctamente, me ha sucedido algo extrao. La advertencia habitual paxa m, la del espritu divino, en todo el tiempo anterior era siempre muy frecuente, oponindose aun a cosas muy pequeas, si yo iba a obrar de forma no recta. Ahora me ha sucedido lo que vosotros veis, lo que se podra creer que es, y en opinin general es, el mayor de los males. Pues bien, la seal del dios no se me ha opuesto ni al salir de b casa por la maana, ni cuando sub aqu al tribunal, ni en ningn momento durante la defensa cuando iba a decir algo. Sin embargo, en otras ocasiones me retena, con frecuencia, mientras hablaba. En cambio, ahora, en este asunto no se me ha opuesto en ningn momento ante ningn acto o palabra. Cul pienso que es la causa? Voy a decroslo. Es probable que esto que me ba sucedido sea un bien, pero no es posible que lo comprendamos rectamente los que creemos que la muerte es un mal. Ha habido para m una gran prueba de c ello. En efecto, es imposible que la seal habitual no se

  • me hubiera opuesto, a no ser que me fuera a ocurrir algo bueno.

    Reflexionemos tambin que hay gran esperanza de que esto sea un bien. La muerte es una de estas dos cosas: o bien el que est muerto no es nada ni tiene sensacin de nada, o bien, segn se dice, la muerte es precisamente una transformacin, un cambio de morada para el alma de este lugar de aqu a otro lugar, Si es

    d una ausencia de sensacin y un sueo, como cuando se duerme sin soar, la muerte sera una ganancia maravillosa. Pues, si alguien, tomando la noche en la que ha dormido de tal manera que no ha visto nada en sueos y comparando con esta noche las dems noches y das de su vida, tuviera que reflexionar y decir cuntos das y noches ha vivido en su vida mejor y ms agradablemente que esta noche, creo que no ya un hombre cualquiera, sino que incluso el Gran Rey 71 encontrara fcil-

    e mente contables estas noches comparndolas con los otros das y noches. Si, en efecto, la muerte es algo as, digo que es una ganancia, pues la totalidad del tiempo no resulta ser ms que una sola noche, Si, por otra parte, la muerte es como emigrar de aqu a otro lugar y es verdad, como se dice, que all estn todos los que han muerto, qu bien habra mayor que ste, jueces?

    41a Pues si, llegado uno al Hades, libre ya de stos que dicen que son jueces, va a encontrar a los verdaderos jueces, los que se dice que hacen justicia all: Minos38, Radamanto, aco y Triptlemo, y a cuantos semidioses fueron justos en sus vidas, seria acaso malo el viaje?

    37 Es la manera corriente de llamar al rey de los persas, cuya riqueza y lujo eran proverbiales.

    ^ En el Gorgias 523e, cita Platn a Minos, aco y Rada- manto, pero no a Triptlemo. En el libro X I de la Odisea, el juez es Minos. Orfeo, Museo, Hesodo y Homero estn nombrados como seres extraordinarios con los que todo ser humano deseara hablar.

  • Adems, cunto dara alguno de vosotros por estar junto a Orfeo, Museo, Hesodo y Homero? Yo estoy dispuesto a morir muchas veces, si esto es verdad, y sera un entretenimiento maravilloso, sobre todo para m, b cuando me encuentre all con Palamedes39, con Ayante, el hijo de Telamn, y con algn otro de los antiguos que haya muerto a causa de un juicio injusto, comparar mis sufrimientos con los de ellos; esto no sera desagradable, segn creo. Y lo ms importante, pasar el tiempo examinando e investigando a los de all, como ahora a los de aqu, para ver quin de ellos es sabio, y quin cree serlo y no lo es. Cunto se dara, jueces, por exa- minar al que llev a Troya aquel gran ejrcito, o bien a c Odiseo40 o a Ssifo o a otros infinitos hombres y mujeres que se podran citar? Dialogar all con ellos, estar en su compaa y examinarlos sera el colmo de la felicidad. En todo caso, los de all no condenan a muerte por esto. Por otras razones son los de all ms felices que los de aqu, especialmente porque ya el resto del tiempo son inmortales, si es verdad lo que se dice.

    Es preciso que tambin vosotros jueces, estis llenos de esperanza con respecto a la muerte y tengis en el nimo esta sola verdad, que no existe mal alguno para el hombre bueno, ni cuando vive ni despus de muerto, d y que los dioses no se desentienden de sus dificultades. Tampoco lo que ahora me ha sucedido ha sido por casualidad, sino que tengo la evidencia de que ya era mejor para mi morir y librarme de trabajos. Por esta razn, en ningn momento la seal divina me ha detenido y, por eso, no me irrito mucho con los que me han con-

    39 Palamedes y Ayante fueron, como Scrates, vctimas de un juicio injusto ambos a causa de Odiseo.

    40 El nombre de Odiseo viene atrado como pareja con Agamenn; el de Ssifo, como pareja de Odiseo, por urdidor de engaos. No tendra sentido nombrar aqu el castigo de Ssifo, ya conocido en Odisea XI 593.

  • denado ni con los acusadores. No obstante, ellos no me condenaron ni acusaron con esta idea, sino creyendo que me hacan dao. Es justo que se les haga este re-

    e proche. Sin embargo, Ies pido una sola cosa. Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos causndoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacis esto, mis hijos y yo

    42a habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de marchamos, yo a morir y vosotros a vivir. Quin de nosotros se dirige a una situacin mejor es algo oculto para todos, excepto para el dios.