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JUAN G. RENOVALES APUNTE DE COMEDIA en un acto y en prosa, original Copyright, by 3uan 6. Renouales, 1910 exí SOCIEDAD DE AUTORES ESPADOLES HAias de Balboa, 12 ÍSIO

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JUAN G. RENOVALES

APUNTE DE COMEDIA

en un acto y en prosa, original

Copyright, by 3uan 6. Renouales, 1910

exí

SOCIEDAD DE AUTORES ESPADOLES

HAias de Balboa, 12

ÍSIO

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Esta obra es propiedad d6 su autor, y nadie po¬ drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en ios países con los cuales se hayan cele¬ brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio¬ nales de propiedad literaria.

El autor se reserva el derecho de traducción. Los comisionados y representantes de la Sociedad de

Autores Españoles son los encargados exclusivamente de conceder ó negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad.

Droits de représentation, de traduction et de repro- duction réservés pour tous les pay6, y compris la Sufe- de, la Norvege et la Hollando,

Queda hecho el depósito que marca la ley.

»

m

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I

HORAS DICHOSAS APUNTE DE COMEDIA

©n un aoto y ©n prosa

ORIGINAL DE

JUAN G. RENOVALES

Estrenado en el teatro SALÓN NACIONAL la noche del 14 de Marzo de 1910

MADRID 2* TBLAflOO, IM7\, MABQGÉ8 OI BAWTA AMA, II OOP.*

Teléfono número 56lj

1910

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^4 tut c/Meiido caute/o u cout/iaueió t Tí . /

dP<3/?<3 francés

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REPARTO

V

PERSONAJES

DONA BLANCA.. V

VI VINA...

SEÑORITA INGLESA.

DON SEVERO.

JUANITO,.

GUARDA.

TEODOSIO.

• ■ K ’.-/

ACTORES

Pilar Martínez.

Elvira Pacheco.

Isabel Espada.

Trinidad de Arcas.

Federico Casuso. i t .

Fernando Fernández Gil.

Alfonso Santos.

i

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ACTO UNICO

X.a escena representa una plazoleta de un jardín que puede ser el

Retiro, la Moncloa ú otra plaza cualquiera de jardín. Ha de ha¬

ber tres bancos: uno, primer término derecha; otro, primero iz¬

quierda, y otro, foro. Es una mañana espléndida del mes de las

flores,

ESCENA PRIMERA

En cuanto se levanta el telón, el público verá á un GUARDA de jar- r

din que duerme dulcemente en el banco del foro, dando grandes

cabezadas, pero sin soltar de la mano el palo ó vara que suelen usar

estas gentes y el cual parece cetro de monarca vencido. El Guarda

es gallego, cosa que ha de verse á simple vista antes de que hable.

A poco aparece por derecha una pareja de ochentones, limpios, pul¬

cros y vestidos de obscuro. El con su gabancito, su sombrerito flexi¬

ble, arrastra los pies bien á su pesar y se inclina hacia el suelo; pero

su color es sano. Ella está más ágil. Lleva un abriguito de verano y,

sobre sus cabellos blancos, capota elegante. De su mano derecha

pende una bolsa en la que guarda labor de ganchillo. Ella se llama

BLANCA, y es blanca en efecto. El, SEVERO, y es un alma de Dios.

• 4 «v

¿Te parece que nos sentemos aquí? Bien estaremos aquí. Pues á ello, (se sientan primer término izquierda.)

¿Tú habrás traído la labor? ' ►Sí, aquí la tengo, (saca de la bolsa una tira de

crochet.) ¿Y tú tragiste tu periódico? Presente, (saca un peiiódico y busca la noticia que

Blan.

Sev.

Blan.

Sev.

Blan. *• •

Sev.

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8 —

Blan.

Sev. Blan. Sev.

Blan.

Sev.

Blan. 0

Sev. Blan,

Sev.

Blan. Sev.

Blan.

Sev.

Blan.

Sev.

Blan.

Sev.

mris le conviene mientras Blanca hace labor. Pausa

larga.) Oye, ¿qué se hizo de aquel roscón que nos regalaron las hermanitas de los pobres? ¿Conque qué se hizo? ¿Qué hiciste tú de él? ¿Te lo comiste en dos dias? ¿Será posible? Y tan posible. ¡Cuidado que estaba rico! Hay roscones que debieran retrotraerse á los tiempos de Ca- naan. Pues no sé cómo te las ibas á arreglar para comértelo. Hablo únicamente en lo que se refiere á la multiplicación de ellos. ¡Golosazo! No te cansas de chucherías. Sí, que tú debes estar pesarosa de ello. Claro, hombre; si cada día te gustan más las golosinas. Por eso me gustas tú. (Haciéndola una caricia.)-

Vamos, déjate de arrumacos ahora. ¿Y cuándo mejor? A la luz del día,—porque ya nosotros no buscamos la noche con an¬ sia,—cuando la Naturaleza sonríe como chL quillo bien cuidado y ahíto, nosotros, pobres viejos que no tenemos á nadie en el mundo, somos el uno para el otro mutuo báculo. Antes habia la esperanza de... puede que mañana, ¿quién sabe?... Pero ahora... ya na hay esperanza ninguna, y no hay cuidada de dedicarnos todo nuestro amor. Calla, no me avergüences. Pero, mujer, si nadie nos oye. (ei Guarda suel¬

ta un espléndido ronquido.)

¿Eh? (Mirando hacia donde está el Guarda.) ¡Ca¬ ramba con el amigol ¿Ves? Nadie nes oye. Dicen que al llegar á la edad madura, toda recuerdo es alegre. El nuestro es bien triste. ¿Y por qué es triste? (La coge las manos.) Va¬ mos, tontina, no te apesadumbres por cosa que no lo merece. De haber tenido hijos, tal vez nuestro amor se hubiera entibiado. La lucha por la vida, la falta de comodida¬ des de que hoy nos vemos rodeados, hubie-

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Blan. Sev.

Blan.

Sev ,

Blan.

Sev. Blan.

Sev.

ra sido causa, no de borrar nuestro cariño, que eso sería imposible, pero sí de repar¬ tirle. Mientras que ahora todos nuestros pensamientos son mutuos, como son mutuos nuestros amores. Alegrémonos de haber lle¬ gado á viejos con el alma libre de penas y nuestros cuerpos exentos de dolores mate¬ riales. Eres un gran filó-ofo, Severo. Y tú un hada que me trae á la memoria nuestros mejores días. ¿Ves esa colcha que estás tejiendo con tus manos? Es el símbolo de nuestro cariño. Cada nudo que tus dedos tejen, es un día de nuestro pasado alegre y dichoso. Fuertes, apretados, seguidos, van multiplicándose poco á poco. Es el ahorro diario, es una sucesión de ideas, sentimien¬ tos y bienandanzas, que no pueden separar¬ se. En cuanto uno de esos puntos se esca¬ pase, si no se le sujetara pronto, se marcha- rían todos y habría necesidad de volver atrás para reconstituir la obra. Pero no; nin¬ guno se escapa. Míralos: todos unidos, triqui triqui, apretados como si se abrazasen. c Ves? son muchos, muchos, pero uno con otro van siempre aparejadlos como nosotros. ¿Y por qué han de ir siempre de dos en dos? Porque donde hay dos puede haber dicha. Donde son tres, aunque este sea un hijo, alguna vez se enturbia, y si este tercero es un amigo cariñoso, ¡entonces sí que hay que recurrir al pañuelo rojo! Siempre picante. Siempre queriéndote. Zalamero. ¿Y cómo no con mujer tan buena?

ESCENA II

DICHOS, JUAMTO y VIVINA. En este momento aparecen por iz¬

quierda una pareja de enamorados jóvenes y elegantes, en traje de

mañana, á los que acompaña una «miss» un tantico rara y con un

libro en la mano. La rareza de esta señorita, estriba en su cara no

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— 10 —

/

en la «toilette» que ha de ser severa. A la cabeza llevará un sombre-

rito con una pluma larga que ha de jugar á su tiempo. La pareja, se

sienta en primer término derecha; la «miss» modelo de discreción, se

sienta ¿ foro, junto al guarda que duerme tranquilo; abre su libro

y lee

JüA. Viv.

-JUA.

Viv. Blan.

Sev.

Blan.

Sev,

Blan.

Sev.

Blan.

Sev.

Jüa.

Viv.

Jüa.

Viv.

Jüa.

Viv.

Jüa . Viv. Jija .

Sev

¡Ya verás, ya verás tú qué boda! Como que dice mi mamá que quiere que yo me case de blanco, para obligar á los invi¬ tados á ir de frac. ¡Tan bien como me sienta á mí el frac! Y á mí lo blanco.

(A Seveio, que mira á los jóvenes desde que llegaron*)

¿Por dónde te andabas tú ahora? Ya puedes suponerlo.

¿Por el día de nuestras bodas? No precisamente por el día; pero en fin, te daré premio por la aproximación. Calla, Severo, calla, que vas á desbarrar. ¿Por acordarme de que aquel día feliz, hubo de anochecer también? Pues bueno fuera que no hubiera anochecido, con las ganas que yo tenía... ¡Severo! (Un poco amoscada.)

¡Blanca!... Con las ganas que yo tenía de descansar de tanto ir y venir, de tanta en¬ horabuena. (a vívina.) ¿Te acuerdas del día que nos co¬ nocimos? Ya lo creo. Fué en casa de las de Salmo¬ nete. ¿De las de Salmonete? Sí, hombre. Las llaman así porque el padre, en sus buenos tiempos, fué pescadero. Será en sus malos tiempos. No, en sus buenos; porque entonces estaba el hombre en su centro, y ahora, todo el mundo se ríe de él. Pues mira, se come bien en su casa. Como que su mujer ha sido cocinera. Es claro, y como dice el refrán: el que ha sido cocinero antes que fraile... (a Blanca.) ¿Te acuerdas del día que fué papá á pedirte?

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ÜLAN.

Sev.

Blan.

Sev.

Blan. Jua.

Viv. J U A .

Sev.

Vív.

Blan. Sev.

Jua.

Viv. Jua. Viv. Jua.

Viv.

Sev. Viv.

Blan. Sev.

¡Vaya! Muy serio, muy nervioso, parecía que iba á algun asunto grave. En aquella ocasión no fué grave; pero crée¬ me, de cien casos como aquel, noventa y nueve son principio de padecimiento incu¬ rable. ¿Y qué sería de aquel militarote que me rondaba? Como yo le viera, ya le diría cuántas son dos y dos. Ahora vas á acordarte. (a Vívina.) ¡Ah! Te advierto que al memo de tu primo no le consiento que vuelva á darte conversación. Pero hombre, ¡si es primo hermano! Es que no quiero resultar yo el primo. (a Blanca.) És que era insoportable. Todo el día calle arriba, calle abajo.. (a juanito.) Vamos, no seas tontín, si sabes que solo á ti te quiero. (a severo.) Pero ya viste como te preferí á ti. ¡Bueno fueral ¿Dónde vas á comparar mi elegancia con la de aquel mamarracho? Y yo á ti sólita, Vivina mía. Ya verás qué regalo te voy á hacer el día de tu Santo. Pero me tienes que prometer no mirar á nadie más que á mí. ¿Y á quién quieres que mire sino á ti? Anda, déjame que te bese esta orejita. Que no, que no; eso cuando seas mi marido. Entonces ya no tiene gracia. ¿Cómo que no tiene gracia? Eso quiere de¬ cir que entonces te dedicarás á besar á otra. (a Blanca siguiendo su conversación.) Es SegUi’0.* (Creyendo que es por ellos ) ¡Eh! (Tranquilizándose.)

¡Ah, no es con nosotros! Mira, mira los vie¬ jos qué animados. (a severo.) Como que yo te iba á dejar... Si no nos veía nadie. (Hace un rato que la ‘miss»

duerme dando cabezadas y en una de ellas toca la

pluma del sombrero la cara del guarda. Este de vez en

vez se sacude creyendo que es una mosca lo que le

pica.)

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JüA .

VlV.

J UA „

Blan.

Sev

Viv.

JüA. Blan.

Viv,

JüA.

(a Vivina.) ¿Tú ves eso? Pues no es nada com¬ parado con lo que nosotros nos queremos. Anda, acércate un poquito, con disimulo, para besarte la orejita. Que no, Juanito, que no, que nos pueden ver. Anda, riquita, nada más que uno. La miss duerme. Mira, se ha contagiado del guarda. (a Severo.) Mira á ver si viene alguna noticia en los «Ecos de Sociedad.» ¡Ya lo creo! Trae una lista interminable. (Leyendo.) «La hija de los Barones de la Ca¬ seta, dió á luz ayer un robusto niño. Damos el parabién á los padres dichosos.» (a juanito.) No seas pesado, que vas á con¬ vencerme y no quiero. Pues yo quiero. (a severo.) Probablemente será un esper¬ pento. Si yo también quiero, pero me da mucha vergüenza. Pues hija, si Dios no lo remedia, te he de dar muchos, y tú á mí. (Vivina se tapa la cara y

Juanito lucha por destapársela. La abraza dos ó tres

veces, sin ver que los viejos les están mirando.)

ESCENA III

DICHOS y OBRERO. Sale por derecha un Obrero, con las ropas algo

sucias del trabajo. A este Obrero como le suponemos bautizado le

llamaremos TEODOSIO

Tegd

Sev. Teod. Sev Teod

Sev. Teod. Sev. Teod.

(a don severo.) ¿Me hace usted el favor de de¬ cir si han tocao? ^Con intención, mirando á los novios.) ¡Ya lo Creo! Porque como uno es una miaja sordo. Pues sí, sí que han tocado. ¿Cómo decía usted? (se sienta en el banco, junto

al viejo, ensuciándole; él se sacude etc., etc.)

Que SÍ. (Hace señas con la cabeza.)

¿Y cuántos toques han dao? ¡Qué se yo! Eso no lo he llevado por cuenta. ¿Cómo?

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— 13 —

Blan.

Teod .

Sev.

Blan .

Teod.

Sev. Blan . Teod

Blan . Teod.

Sev. JüA

Viv.

Leod .

Sev.

Teod .

Sev. Teod.

¡Qué sordo es el diablo del hombre! (severo hace señas de que tres ó cuatro, á la vez que

mueve exageradamente la boca como si hablara pero

sin decir palabra.)

¿ Ve usted? Ahora lo he oído perfectamente: ha dicho usted que tres ó cuatro. Como que no es más que una miaja, y ná más que de este lao. ¡Es claro! (a Blanca.) Mira tú lo que es la imaginación. Ahora me ha oido. Ten cuidado, que á lo mejor estas gentes se hacen los sordos y no lo son. Pues entonces es la hora del cocí; de modo que si ustés quieren una miaja de la pobre¬ za de uno... Abundante, eso si; pero sota, caballo y rey. Pues cante usted veinte en lo que sean. ¡Severo! (Riendo.)

La señorita de buena gana tomaría un poco. Se lo he conocido en la cara. ( Riendo.) No, no, muchas gracias. Pues andando, que ya estará la parienta aguardando. ¡Maldita sea!... Tóo el día ape- rreao pa ná. (Mirando á los jóvenes que al principio

de la escena fijaron su atención en el diálogo, pero

que han vuelto á lo suyo.) Pues mire Usted eSOS cómo están. ¡Ya verais, ya os lo dirán, de misas! Y menos mal si tenéis dinero. Aun¬ que de tóos modos esta me cortan (La cabeza.)

si al año no estáis más arrepentios que la María Madalena. Se le va á enfriar el cocí. Señor albañil, procure morigerarse, que yo no tengo el honor de conocer á usted. No hagas caso, Juanito. Es un hombre in¬ culto. Bueno. En último término, ¿á mí qué? Allá cuidiaos. Eso; allá, allá le esperan á usted. ¡Cristo, qué hombre más charlatán! Entonces, si no quieren, de aquí á luego que volveré... ¡Ah! ¿pero piensa volver? Pa despedirme de ustés.

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u Sev.

Teod .

Blan.

Sev.

Teod.

Sev.

Ieod .

Blan . Sev. JüA. Viv. Teod.

Blan .

Juanito

mirando

Viv.

JUA.

Sev.

Mira qué fino. Muchas gracias, por nosotros- no se moleste. ¿Qué decía? ¡Picaro oído! Y es que los días que sopla Este, nada por éste, (ki oído de¬

recho.)

Y los que sopla Oeste, ni por este ni por el otro. (En este momento se oye la campana.)

(a gritos.) La campana. Que suena la cam¬ pana. ¡Recontra! Será para volver al tajo. Si le digo á usted que ni pa comer tié uno tranquili- dá. Conque... Teodosio Tumbao pa servir á UStés. (Medio mutis.)

En esa postura para poco podrá usted ser¬ virnos. (volviendo.) ¿Qué decían ustés?

| Nada, nada.

| (aI ver que el obrero les mira.) Nada, nada. )

IJstes disimulen. Ya los digo que cuando sopla Este... Este nos va á dar la lata. (Vase Teodosio.)

ESCENA IV

DICHOS menos TEODOSIO

a emprende otra vez con Vivina. Don Severo finge que lee,

de reojo á los novios. A Blanca se le cae el ovillo por mi¬

rar también

Vamos, no seas pesado. Ya te he dejado hoy que me abraces. Mañana veremos. Tiene que ser hoy, Vivina. (Después de breves

momentos de lucha «comprimida», ella cede de buen

grado y él la besa dos ó tres veces.)

Que ellas fuertes en amar y flacas en resistir, se duermen para esperar, despiertan para morir.

(Hero y Leandro. «Campoamor».)

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Guar.

Miss Guar.

Jua

Miss

Viv. Guar.

Miss

Guar.

Miss Guar

Jua. Viv. Jua. Viv.

Jua Sev.

Blan.

(Pega un manotón y cogiendo la pluma del sombrero

de la institutriz, dice:) ¡Te pesque! (Se queda con

la pluma en la mano, y al ver que es larga y de co¬

lores, su asombro llega al límite. Mira al espacio en

todas direcciones. La institutriz despierta asustada, se

coloca bien su sombrero, que del tirón se ha torcido,

busca su pluma, la ve en poder del Guarda y se la

quita indignada. Juanito se levanta asustado al oir el

bofetón, pensando que es su futura suegra. Vivina tam¬

bién se asusta. Don Severo y doña Blanca contemplan

la escena riendo.)

Osté gastar bromas con su señora abuela. Señora, azviertu á usté que tengu que pre- sentarlu en la Intendencia. Y que yo non he tenidu nunca abuela. Creí que era tu mamá. Yo no querer hablar con osté. (Leyendo en su

libro.)

¿Ves tú? (Vuelven á sentarse.)

Yo lo que la digu es que á todu ozjetu ú bichu raru, ú persona sospechosa, tengu que llevarlu á la Intendencia. Yo he cogido ese bichu, escapóseme, lástima fué. Ustez me quita las plumas y yo non puedu poner la partida. Yo no hablar con osté. (sigue leyendo.)

Ni cun nadie. Y si yo hablo con ustez es nun más que porque mi carázter de autoridá me obliga, que si non, con esa cara... imposible. ¡Grosero! Tengamos la fiesta en paz. (El Guarda vase con altanería mirando á la inglesa

desdeñosamente. A poco vuelve á entrar, pasea por el

foro. Por último vuelve á sentarse, y tras de muchas

contorsiones, se duerme nuevamente.)

¿Nos habrá visto la Miss? No lo creo; pero además es muy reservada. Ya vuelve á leer. Nos han interrumpido cuando... me estabas diciendo unas cosas tan bonitas. Y pensando otras más atrevidas. (a Blanca.) ¿Te acuerdas de aquella amiguita tuya que se llamaba Eloisa? ¿Que si me acuerdo? Como que porque no

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— 16 —

Sev.

Blan .

Sev.

Blan.

Sev.

Blan .

Sev.

Blan .

Jüa.

Viv.

Jua .

Viv6 Jua.

Viv.

J UA.

Vtv. Jua.

Viv.

Jua.

Viv.

hacía más que ponerte la cara tierna tuve que ponerla de patitas en la calle. Eso sí, de buena manera. Y tan de buena manera: «Mira, Eloísa, á mí no me toma nadie el pelo; por lo tanto, te agradeceré que no vuelvas á esta casa.» Me parece que... Pues anteayer la vi en la calle. Me miró, la miré, se puso muy colorada, me estiré cuan¬ to pude, aligeré el paso contoneándome, y... vamos, que todavía, todavía conserva restos de aquel amor que la trajo loquita. (Hace to¬ dos los movimientos que dice, pero sin levantarse.)

Tú sí que estas loquito. ¡Carcamal! ¿De dón¬ de sacas tú que puedes contonearte, si gas¬ tas en medias suelas más que el rey en ga¬ solina? Mira, mira, no digas, que aún, aún... Sí, aún te voy á tener que comprar un so¬ najero y un frasco de jarabe para la baba. Sí, que tú estás todavía con los colmillos. Y con ellos estoy... si los echo ó me los sa Can. (siguen hablando bajo muy cariñosamente.)

Y al primer bebé le pondremos Simeoncito, como mi abuelo. ¡Uy, qué nombre tan feo para mi niño! ¡Si¬ meón! ¿Pues qué? ¿Quieres ponerle Gundemaro, como si fuera un rey godo? [Y vaya si será un rey de su casal Y nosotros le cantaremos, (como si arrullara á

un niño entre sus brazos.)

Y el ama también le cantará. Porque ten¬ dremos ama. Ya lo creo. Y dos niñeras: una de verano y otra de invierno. Oye, ¿en qué se diferenciará la de verano? Pues.. en la ropa. Irá vestida como las ti¬ ples sicalípticas. ¿Cómo van vestidas las tiples esas? Pues no se puede explicar, porque la ver¬ dad es que casi no van vestidas. ¿Entonces son como las venus que no tapan casi nada?

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JUA.

Sev.

Blan.

Sev.

Blan,

Sev.

Blan.

Sev.

Los DOS

Jua.

Viv.

Blan.

Sev.

Viv.

Blan .

Sev.

- 17 —

Eso es: como las venus, aunque no sean venus precisamente. (Hablando con Blanca.) ¿Cómo era aquella can¬ ción? Tú la recuerdas seguramente. jVamOS, déjate de bobadas! (Hace que no quie¬

re, pero revienta por cantar.) Para que Se burlen de nosotras. Anda, tontina, nada más que un poquito. Pero muy quedito, ¿eh? Sí, SÍ, quedito. (Doña Blanca empezará á cantar á menos de media voz, pero más fuerte después, una

canción popular y antigua, cuya música va al final de

la obra.)

Que se casa, que se casa la mocita del lugar, que se casa, que se casa sin poderlo remediar. Ven, zagalilio, ven á mi lado, ven, no te alejes, tengo dolor. Voy, que te quiero, dueño adorado; voy, zagalilla, junto á mi amor. Tirirí, tiriró, tirirí, tiriró.

Oye, cómo cantan los viejos. Será que recuerden días dichosos.

Tirirí, tirirí, tirirí, tiriró; tirirí, tirirí, tirirí, tiriróoooo. (Muy largo.)

(Juan y Vivina ríen, pero no con risa burlona, sino

alegres, pensando acaso en una vejez tan dichosa

como la de aquellos ancianos á quienes oyen cantar.

Severo y Blanca casi lloran, pensando, tal vez, que

son pocos los días que les quedan para sus recuerdos.)

(Riendo.) Cantan. (Por los viejos.)

(También riendo.) Ríen. (Por los jóvenes.)

Porque esperan días felices. La risa es tam¬ bién canción alegre que endulza las horas. (Juan y Vivina, contagiados por la simpatía que les

ha inspirado el amor de aquellos ancianos, cantan

muy bajito, como recordando la canción que acaban

de escuchar, á la vez que Blanca y Severo, obligados

por la misma simpatía, ríen con igual risa que los

jóvenes reían cuando ellos cantaban.)

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1

— 18 -

Blan. También cantan. (Riendo.)

Bev. (Riendo también.) Y nosotros reímos. Cuando la vida es vida de amor, cantos y risas son esperanzas de dichoso porvenir ó recuerdos de venturoso pasado. (El Guarda despierta, mira á la Miss, ésta le hace un

gesto y se vuelven los dos de espaldas, al mismo tiem¬

po que las dos parejas, riendo todos, se levantan y

muy lentamente se van acercando los unos á los otros

mirándose con cariño, y si el telón no nos lo impidie¬

ra, llegando al suelo con oportunidad, veríamos que

Blanca y Vivina, Severo y Juanito se estrechan efusi¬

vamente las manos.)

VIN DE LA OERA

V

•-

/

I -

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Y

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IV OTA

Las Empresas que pongan en escena esta

obra, abonarán por derechos de representa¬

ción, la mitad de un acto de comedia.

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Obras del mismo autor

I * * *# K.

El sobrino del tutor, comedia en un acto y en prosa.

Madrid al día, pasillo cómico-cinematográfico-callejero,

en prosa y verso. (1)

Cosas de la tierra, pasillo cómico de costumbres anda¬

luzas. * •

El día gordo, comedia en un acto, en prosa y verso. (1)

Lo eterno, comedia en un acto y en prosa.

El barranco de la muerte, zarzuela en un acto y tres cua¬

dros, en prosa y verso.

La casa del amor, sainete líricó en un acto y en prosa.

(1) En colaboración con D. Luis Faoio.

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