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Apuntes de Curso: Instituciones Políticas (corregidos, editados y complementados por el profesor) Primer Semestre 2013 Alberto Coddou Mc Manus Instrucciones para estudiar con estos apuntes: - La lectura de estos apuntes, elaborados en base a vuestras colaboraciones, deben acompañarse con los textos incluidos en las lecturas obligatorias del cronograma. Además, cada vez que haya referencia a algún precepto legal o constitucional, se les recomienda buscarlos en internet y asegurarse de que entienden su lectura. Son apuntes aún incompletos que requieren siempre una nueva revisión. - Además, requieren una reflexión crítica. - Se recomienda, además, anotar las dudas o consultas para que puedan hacerla a través del portal, de modo que toda la clase se vea beneficiada de las respuestas del profesor. - Se sugiere, también, estudiar en grupo. Recuerden que, para la prueba solemne, pueden tener las lecturas obligatorias del cronograma. - En varias partes, hay hipervínculos a libros, artículos, ensayos, columnas de opinión o entrevistas que serán útiles para ilustrar algún punto. Les recomiendo tomarse el tiempo para ello. 14.3.2013 Primera unidad: Conceptos fundamentales de política, Estado y poder. Poder y Política. Si buscáramos definir política, al poco andar se nos plantearían varias dificultades a la hora de cubrir la amplitud del concepto. La vaguedad y ambiguedad que éste supone nos hace particularmente compleja la tarea. Varios pensadores en la historia se han aventurado 1

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Apuntes de Curso: Instituciones Políticas (corregidos, editados y complementados por el profesor) Primer Semestre 2013

Alberto Coddou Mc Manus

Instrucciones para estudiar con estos apuntes:

- La lectura de estos apuntes, elaborados en base a vuestras colaboraciones, deben acompañarse con los textos incluidos en las lecturas obligatorias del cronograma. Además, cada vez que haya referencia a algún precepto legal o constitucional, se les recomienda buscarlos en internet y asegurarse de que entienden su lectura. Son apuntes aún incompletos que requieren siempre una nueva revisión.

- Además, requieren una reflexión crítica.

- Se recomienda, además, anotar las dudas o consultas para que puedan hacerla a través del portal, de modo que toda la clase se vea beneficiada de las respuestas del profesor.

- Se sugiere, también, estudiar en grupo. Recuerden que, para la prueba solemne, pueden tener las lecturas obligatorias del cronograma.

- En varias partes, hay hipervínculos a libros, artículos, ensayos, columnas de opinión o entrevistas que serán útiles para ilustrar algún punto. Les recomiendo tomarse el tiempo para ello.

14.3.2013

Primera unidad: Conceptos fundamentales de política, Estado y poder.

Poder y Política.

Si buscáramos definir política, al poco andar se nos plantearían varias dificultades a la hora de cubrir la amplitud del concepto. La vaguedad y ambiguedad que éste supone nos hace particularmente compleja la tarea. Varios pensadores en la historia se han aventurado en este trabajo. El primero de ellos fue Aristóteles (filósofo griego del S. IV a.C) quien lo definió como "El arte del buen gobierno." (dimensión prescriptiva: la política es una cuestión de deber ser).

El origen etimológico de la palabra es evidente que se liga con la polis, es decir, la ciudad. En sus orígenes, el concepto se entiende como los asuntos propios de la ciudad. Sin embargo, posteriormente, se entendería política como una ciencia que

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tenía precisamente como objeto de estudio los temas públicos (dimensión descriptiva: la política como una disciplina que estudia los fenómenos del poder o los temas o asuntos públicos).

El rol cívico de los ciudadanos en Grecia era particularmente fuerte y bajo este contexto florece la idea de hablar, discutir o debatir de las cosas públicas, los temas de interés de todos. Existía, por otro lado, un sentido colectivo como en pocos momentos de la historia. No era una cultura individualista sino más bien que se construia en sociedad. La ciudad o la polis era responsabilidad de todos los ciudadanos y se intentaba hacer valer ese principio.

Con el paso del tiempo el concepto de política fue adquiriendo un cierto rechazo entre las personas. Esto debido al carácter agonal de la misma (en este sentido, política como acción, competencia o lucha por el poder). La idea de la política como una cuestión de negociación entre quienes quieren llegar y quienes llegan al poder es uno de los grandes motivos por los cuales hoy en día asistimos a una desafección de la política1. Los asuntos políticos son los asuntos del poder y cuando éste no se usa de debida forma se produce una progresiva repulsión hacia sus tópicos y sobre todo contra sus practicantes y operadores.

Quizás uno de los temas más polémicos y discutibles sobre la política debe ser la justificación para que un individuo someta a otro bajo su voluntad y con total legitimidad. Podríamos llegar a plantear al poder político como sometimiento de un individuo sobre otro. En efecto, el concepto de política se puede definir por el poder político, que a su vez se define como “la relación entre 2 sujetos en la que uno impone al otro la voluntad propia y determina contra la de aquel su comportamiento”.

En la obra "La Política" de Aristóteles se distinguen tres tipos de poder (tipología clásica):

A) Paternalista (ex natura, es decir, está inserto en la naturaleza): surge de la idea de autoridad que ejerce un padre sobre su hijo, donde el progenitor sabe lo que es bueno para su hijo y actúa en la medida de eso. Un ejemplo de ello sería el ideario portaliano que imperó en Chile (‘los chilenos son muy inmaduros, por lo que se requiere un estado paternalista) o las justificaciones que Estados Unidos da por las invasiones o intervenciones humanitarias (Haití o Libia) que realiza sobre otros Estados.

1 Escuchen esta entrevista sobre los datos en temas de desafección y los posibles motivos: http://www.duna.cl/programas/hablemos-en-off/2012/09/13/claudio-fuentes-estamos-en-un-record-historico-de-desafeccion-con-la-politica/

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B) Despótico (ex delicti, es decir, que surge porque el sometido ha cometido algún mal): se actúa en interés del bien del patrón en desmedro del esclavo (como el argumento para sostener la esclavitud, basado en que los afroamericanos habían cometido un mal). Se entiende como tiranía.

C) Poder Civil (ex contractu, es decir, que surge por un consentimiento de los sometidos a ese poder): es la noble idea de que los actos de poder se efectúan en favor tanto de los gobernados como de los gobernantes. Tiene su fundamento en la idea contemporánea del contrato, del consentimiento y del bienestar recíproco.

Max Weber (sociólogo alemán de fines del S. XIX y principios del S.XX), por su parte, va a distinguir las formas de gobierno por la manera en que éstas buscan hacer vale su poder político o, mejor dicho, por los medios que condicionan el comportamiento de los sometidos a un determinado poder:

A) Poder económico: la dependencia que genera el trabajador la remuneración que recibe. Sin trabajo no hay dinero para comer y esto evidentemente obliga al sujeto a trabajar sea como sea, por el sueldo que sea. Hay una situación obvia, la escasez de trabajo, que determina la conducta del trabajador.

B) Poder ideológico: tiene relación con el convencimiento o persuasión que genera quien tiene el poder, generalmente un líder carismático, sobre el resto. Es la facultad de demarcar patrones sociales y es llevado a cabo principalmente por el monopolio del conocimiento.

C) Poder político: para Weber, es el poder supremo, dado que ostenta el medio más eficaz para determinar el comportamiento. Además, es aquí donde se nota más claramente la preeminencia del medio por sobre el fin. Por ello, no es posible definir la asociación política señalando los fines de la acción de la asociación. Hay una sola finalidad mínima, que es el orden público y la integridad nacional en las relaciones de un Estado con los demás (y esta finalidad mínima coincide con el medio, que no es otro que el poder físico). Esta finalidad mínima es la condictio sine qua non para la obtención de cualesquiera otros fines.

Características del poder político:

A) exclusividad: monopolio del uso de la fuerza física. Esto es lo que justifica muchas veces las intervenciones humanitarias. Cuando hay una continua desmonopolización del poder político (surgen otros grupos, como mafias, guerrillas, traficantes, etc.), y surgen grupos que empiezan a ejercer la fuerza física por sus propios medios, empezamos a hablar de Estados fallidos (casos en

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que el gobernante es incapaz de mantener por la fuerza el poder político. Ejemplos: Libia o Haití).

B) universalidad: decisiones legítimas y operativas para toda la colectividad. Aspira, en las condiciones del Estado moderno, a que las decisiones se cumplan en todo el territorio que aspira ser controlado. Por eso, por ejemplo, se habla de que cuando en Colombia hay una parte del país en control de la fuerza guerrillera (FARC), entonces nos cuesta decir que esos territorios están bajo el poder del Estado colombiano.

C) inclusividad: posibilidad de intervenir en diversas actividades de los miembros del grupo a través de normas primarias y secundarias (orden jurídico). Un estado omni-inclusivo, que no observe límites en esta tercera característica es un Estado Totalitario (un Estado que puede intervenir en cualquier actividad). Un Estado que si observa límites es por definición un Estado liberal.

En general, según Weber, el poder político en la modernidad se va a su vez definiendo por un continuo:

- Pues se ejerce a favor del que gobierna y de los gobernados

- Además, se define y preserva paulatinamente por la exclusividad y monopolio del uso de la fuerza (se va sofisticando, por ejemplo, a través de la creación de tribunales que solucionan los conflictos con respecto a la interpretación de los usos autorizados de violencia).

- Se va criminalizando la violencia no autorizada (es decir, se van haciendo códigos penales y se van tipificando las conductas que se entenderán como ejercicios de violencia no autorizada).

Para la tradición Marxista el poder político no es más que la superestructura, que tiene como su base al poder económico. En otras palabras, el poder político es un instrumento de dominación de la clase dominante para someter a la clase dominada. Sin embargo, el Estado es sólo uno de los componentes de la institucionalización del poder de una clase sobre el resto de la sociedad, que se logra bajo la forma de una imposición más o menos homogénea de sus normas, valores y fines. Para Marx:

- El poder del estado es un medio, no un fin (desacralización del Estado: solo una herramienta sobre las clases no dominantes)

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- “el poder del Estado no tiene su fundamento ni en el derecho, ni en la legitimidad, ni en la violencia, sino en la situación global en la que se ejerce y reproduce una hegemonía de clase. El derecho y la violencia no tienen distinta naturaleza: sólo son dos manifestaciones del poder del Estado destinadas a preservar las relaciones sociales”.

- “la legalidad y la coerción se mezclan y combinan para mantener las relaciones de fuerza desigual entre las clases. El poder del Estado se siempre alguna mezcla específica de orden jurídico, violencia institucional y legitimación ideológica, dentro de un campo de relaciones de fuerza variables (…) pero si la función normativa o ideológica fracasa, el poder del Estado se torna fácilmente en función represiva”. En otras palabras, cuando fallan los aparatos ideológicos vuelve a aparecer la violencia desnuda que se ejerce en la correlación de fuerza de grupos antagónicos. Para mantener el poder político son necesarias todas las demás instituciones del Estado y los aparatos ideológicos (como las escuelas, decía Althusser), pues ya no es suficiente solo la fuerza.

A partir de este análisis de Marx, Weber sugiere que el poder político, como cualquier tipo de dominación, para preservarse, tiende a buscar una cierta estabilidad. El poder busca continuidad y predictibilidad; institucionalización, en el sentido de que se organiza en una diversidad de roles y agentes claramente definidos y permanentemente coordinados.

“Las relaciones de dominación que se traducen en la posibilidad de mandar y en la obligación de obedecer tienden a hacerse permanentes a través del tiempo y a constituir paulatinamente un fundamento político, más allá de la base material de fuerza de la que provengan. A este fundamento, constituido lentamente, Weber lo llamó legitimidad”.

Weber, al definir el poder como “monopolio de la coacción legítima”, agrega a la idea de coerción (que en Marx era lo que estaba en el origen, cuando ya el poder quedaba desnudo) la necesidad de una legitimación de esa exclusividad.

“legitimación es entonces simultáneamente una forma de justificación que hace al poder aceptable, y una descripción del lento pasaje del poder coactivo al poder político”.

En otras palabras, para Weber no basta con el sólo el análisis de la fuerza, sino que se requiere algo más. El poder requiere justificarse en alguna creencia o sentimiento generalmente aceptado en alguna época y pueblo determinado. Para

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que el poder de mandar se transforme en derecho, la obediencia en deber, se requiere paulatinamente que el poder vaya observando ciertas reglas que él mismo se ha ido dando. En esto, se llega a una primacía de la ley por sobre la voluntad de un gobernante, y una superioridad jurídica respecto del poder. Por ello,

“un poder político es legítimo en la medida en que actúa dentro de los límites establecidos por la misma legalidad que lo ha instituido. La legalidad es el fundamento de la legitimidad, porque el poder tiene la necesidad de ser regulado para volverse legítimo. Ella es también el soporte de la autoridad jurídico-racional, es decir, de la autoridad basada en la creencia de la legalidad de las normas”.

Para Weber, por tanto, como buen sociólogo, no es tan importante el origen, si acaso violento, sino el modo en que el poder se va racionalizando y legitimando, como el poder se va legitimando a través del cumplimiento de reglas que el mismo se ha ido dando. Las relaciones de dominación gradualmente terminan generando su propio fundamento (legitimidad ex post). Puede que el origen de esas reglas surja de un acuerdo (es decir, que esas reglas que el poder debe cumplir para ser legítimo sean autoría de las mismas personas sujetas a ese poder) o que provengan de una falsa conciencia (como en el caso del marxismo, para el que toda creencia acerca de la legalidad es una ilusión que le es impuesta al dominado, como una conciencia errónea de su situación). Esto es lo que intentaremos hacer en la segunda unidad, es decir, indagar por el origen de una convicción compartida por dominadores y dominados acerca de la validez de la normatividad en la que es ejerce el poder.

El Concepto de lo Político en Carl Schmitt.

Para Schmitt, lo político se podía entender como una relación entre amigo y enemigo. En otras palabras, lo político se podía definir por esta cuestión dicotómica (o eres mi amigo o mi enemigo); al igual que la estética se define por lo bello y lo feo, y la moral se define por lo bueno y lo malo. La política, para Schmitt, está cruzada por conflictos antagónicos, “que no pueden ser resueltos si no es a través de la guerra”.

18.3.2013.

Para entender la clase del 18 de marzo de 2013, acerca del decreto ley N° 1 de 1973, quizás sea bueno hacer una pequeña guía de lectura del texto “Sobre la

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Soberanía y lo Político”, de Fernando Atria2. Si bien este texto no era obligatorio, sería bueno que pudieran ‘echarle una mirada’ antes de la prueba, para comprender algunas de las cuestiones esenciales. No es para que se lo aprendan de memoria, sino para que intenten comprender la problemática, y de por qué es necesario tener un curso de teoría política (al menos en la primera y segunda unidad de este curso sobre “Instituciones Políticas”) en una facultad y una carrera de Derecho. Lo que me interesa es que se den cuenta de por qué el problema por la legitimidad del poder del derecho es en último término una cuestión política que no puede ser decidida jurídicamente.

1) Preguntas que guían al autor:

¿Cómo se comprende lo que pasó el 11 de septiembre de 1973?

¿Cómo se comprende el proceso político posterior y que hoy tiene su expresión en las dudas que planteamos acerca de la legitimidad de la Constitución?

¿Por qué, a pesar de que la Constitución actual lleva la firma de Ricardo Lagos (y no la de Pinochet), seguimos llamándola “Constitución del 80”?

2) Premisa de la que parte el autor: “Una teoría de la Constitución sólo puede ser una teoría política de la Constitución”.

Por ello, el autor parte su artículo dialogando con Renato Cristi, uno de los pocos intelectuales chilenos que ha intentado responder estas preguntas, quien esgrime argumentos jurídicos (que la Junta Militar usurpó el poder del pueblo, que según la Constitución de 1925 era el único habilitado para reformar la Constitución, a través de sus representantes) para fundar sus pretensiones políticas (que él es contrario al golpe de Estado).

Al interpretar el Art. 3 del D.L. n° 1, Cristi sostiene que se trata de un caso de destrucción de la Constitución porque el poder constituyente de la constitución de 1925 era el pueblo, y por eso “sólo el pueblo en su totalidad podía proclamarse superior a ella”. Al declararse superior a la Constitución de 1925 (en tanto que la respetaría sólo “en la medida de lo posible”), la junta de gobierno se estaba arrogando el poder constituyente, y con esto negando el del pueblo.

2 Conferencia presentada en el III Congreso estudiantil de Teoría del Derecho y Derecho Constitucional, Universidad de Chile, 2006.

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Sin embargo, la principal pregunta que debemos responder en esta clase, sobre el poder constituyente, se involucra en el problema de la identificación y atribución del poder constituyente, lo que supone una pregunta interpretativa (en el sentido de que no es una pregunta que se pueda responder empíricamente, con referencia a hechos que fueron de una u otra manera).

Como la respuesta no es jurídica sino política, entonces debemos hacer un esfuerzo casi sobrehumano para intentar comprender una historia que se piensa común. En este sentido, los argumentos políticos se formulan hacia el pasado, como un esfuerzo de comprensión de una historia que se declara común (de ahí a los grandes problemas que ustedes han visto en los medios en el último tiempo: por ejemplo, si hablar o no de dictadura en los textos escolares; el problema con el museo de la memoria, etc.).

3) Para comenzar en el desarrollo de su argumento, Atria nos invita a preguntarnos lo siguiente: si la asignación de significado a un hecho como el golpe de estado es siempre posterior, entonces la comprensión de estos hechos que los agentes del golpe tuvieron (expresada en bandos, decretos leyes, etc.) es simplemente la percepción de un agente más, y no tenemos razón alguna (al menos en principio) para reconocerles un peso especial.

Aún así, es interesarse preguntarse por el modo en que la propia junta militar se auto-comprendía. Justamente porque es una pregunta política, entonces también nos debe importar esto; si la pregunta fuera jurídica, como lo parece sostener Cristi, la respuesta sería absurda, obvia, y trivial.

Si la pregunta es política (repito esto una y mil veces), es bueno seguir el concepto de acción política de Hannah Arendt, que observa dos características principales:

- Es una acción contingente: expresa la capacidad humana de un nuevo comienzo, es decir, de hacer algo que no se encontraba ya larvado en las condiciones previas a la acción.- Es una acción imprevisible: el significado de la acción política no es tanto el significado privado que le asignan los actores, sino el que asume en público (el que asumimos todos los chilenos) donde el actor es sólo uno en una pluralidad

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(por ello lo que pensó la Junta Militar que estaban haciendo no es lo único relevante, también i porta lo que nosotros digamos ahora).

4) ¿Cómo se auto-comprendía la Junta Militar?

Una distinción posible es la que utiliza Renato Cristi:

- Dictadura Comisaria: Suspende la constitución in concreto, para proteger la misma constitución en su existencia concreta (es herencia de la figura del dictador romano, quien era llamado por el senado y nombrado por el cónsul, por un período de 6 meses). Aquí, la dictadura es entendida como un medio para proteger el orden constitucional.

o Por ejemplo, el bando n°5, de los primeros momentos posteriores al golpe.

- Dictadura soberana: No apela a una constitución existente, sino a una que va a implantar. En el fondo, destruye el derecho para crear un nuevo orden constitucional.

5) Dictadura o Tiranía: Para Atria, sin embargo, esta no es la distinción más importante para responder a la pregunta (política) por el poder constituyente. En este sentido, es más relevante ocupar la distinción entre tiranía y dictadura, porque la dictadura no es necesariamente opuesta al derecho, en el sentido de que sí es capaz de dar forma a algo, o de ser expresión de un poder constituyente que da forma a algo.

Desde el orden, o desde la normalidad (que la explicaremos al final de la clase) seremos capaces de juzgar políticamente lo que sucedió el 11 de septiembre. De otro modo, sería pura tiranía, puro caos y desorden, lo que nos impediría pensar sobre ello. Sea el origen una asamblea constituyente, o una dictadura con sus asesores redactando la Constitución, sólo desde el orden actual comprendemos hacia atrás que es lo que sucedió.

Es esta distinción la que nos permitirá comprender de mejor manera al poder constituyente, y para eso es bueno volver a los argumentos de Renato Cristi. Como ya vimos antes, este autor cree que estas cosas se dan en términos inmediatos: el poder constituyente, cuando es invocado, opera normalmente con la “celeridad instantánea de un rayo”. Por ello puede decirse que fue instantánea

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y completa la transición a la dictadura en 1973, y así lo mismo en el 1988 (que la transición fue completa, no gradual). Bastaba, para Cristi, con fijarse en lo que la junta de gobierno entendía que hacía o, para decirlo en el lenguaje de la reforma del 2005, que bastaba la firma de Ricardo Lagos para que el poder constituyente fuera realmente el pueblo.

La razón por la que la interrupción de lo jurídico opera de inmediato es que para destruir el derecho basta la violencia. Pero la violencia no es suficiente para constituir poder. Entre destrucción de una constitución y creación de una nueva, entonces, hay una asimetría, y es esta asimetría la que es ocultada por la caracterización schmittiana de destrucción de la constitución (que supone que la destrucción de la Constitución lleva siempre a una nueva): ignora la posibilidad de la des-constitución del poder, de la tiranía.

Ahora entonces podemos explicar la distinción entre tiranía y dictadura: si bien ambas utilizan la violencia para destruir el derecho existente, es decir, si bien la violencia es apta para “interrumpir” el derecho, la pura violencia no constituye poder.

- D.L. n° 1: Tiranía (voluntad no sometida a reglas) "la junta de gobierno respetará la Constitución si le parece adecuado respetarla"

- Art. 3° D.L. 788: Dictadura (alguna regla se va dando a si misma) "se modificará la Constitución sólo cuando la Junta de Gobierno declare que emite sus actos en ejercicio del Poder Constituyente"

- D.L. 1873: Tiranía (daba lo mismo para poner en forma de acta a las modificaciones constitucionales se cumpliera).

- Pero en la madrugada del 6 de octubre, la decisión de Pinochet de cumplir la Constitución fue la que, de algún modo, permitió la constitución definitiva de un orden, de auto-comprenderse como dictadura (acuérdense, los que vieron la película "NO", como se hablaba del auto-golpe, y de esa escena en que Matthei, no Evelyn, sino su padre, anuncia el triunfo del NO y en que todos comentan: "los generales están dejando sólo a Pinochet").La pregunta que enfatiza la distinción entre destrucción del derecho (tiranía) y suspensión del derecho (dictadura) es la pregunta de si hemos de entender que la fundación de nuestro sistema jurídico se encuentra en el 11 de septiembre  y esa

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no es una pregunta sobre el 11 de septiembre sino sobre nuestro sistema jurídico, sobre nuestra comprensión de la comunidad política chilena. En este sentido, el control de los medios de violencia basta para interrumpir  el derecho, no para re-constituirlo.

6) Constitución chilena leida desde Schmitt: Por ello, si con Schmitt vimos que la constitución en sentido positivo surge mediante un acto del poder constituyente, un acto que constituye la forma y modo de la unidad política, cuya existencia es anterior, la pregunta por el poder constituyente es una pregunta política sobre quiénes somos nosotros los chilenos y como hemos de entender eso que nos une. El contenido de este acto es la decisión política del titular del poder constituyente, es decir, del pueblo en la democracia, y del monarca en la monarquía auténtica.

En este punto, llegamos a la paradoja de la teoría constitucional: si la unidad de agencia colectiva es políticamente construida, entonces la primera decisión política es la afirmación de una voluntad existencial, de una voluntad de ser. Pero la voluntad de ser es la voluntad de un agente colectivo que afirma su identidad en el acto mismo de declararse constituido. Esto parece imposible: uno normalmente espera que exista primero un agente y sólo entonces puede actuar.

El que en Schmitt la unidad política sea anterior a la Constitución (pre constitucional) supone que esta vendría dada por datos etnográficos como la lengua común, un origen racial común o algo así (esto es justamente lo que se debiese purgar de la teoría de Schmitt). Para Hobbes, en cambio, y esta es la lectura que vamos a seguir, no hay agente colectivo en la condición natural de la comunidad. Por ello, para constituir algo se necesita poder en el sentido de Arendt, en tanto este se entienda como la capacidad de actuar en conjunto (no pura tiranía, entendida esta como una fuerza de la que el tirano dispone y que no está sujeta sino a su propia voluntad, fuerza que se niega a dejar de ser potencia y convertirse en acto constitutivo, negando así las potencialidades no actualizadas).

7) Por qué el momento constitutivo es violento? Por qué en el origen casi siempre hay violencia? El momento constitutivo es violento porque sólo puede haber un nosotros en la medida en que haya un ellos ¿Cuál será la reacción de

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ellos frente a nuestro acto de autoafirmación existencial? Normalmente ellos nos considerarán políticamente inexistentes, en tanto incluidos en su ‘nosotros’ (los colonos norteamericanos como súbditos de la corona británica). Al contrario de lo que ocurre con la violencia normal, la violencia fundacional no puede ser sujetada al derecho, porque sujetarla al derecho es negar su carácter fundacional. Lo que para ellos es aplicación del derecho, para nosotros es un acto de guerra. Entonces triunfaremos y nos declararemos constituidos (y seremos luchadores por la libertad, patriotas o revolucionarios) o fracasaremos (y seremos criminales o terroristas, como el ‘Tancazo’ de Junio de 1973). Triunfar es ser el origen de una comunidad política que se entiende fundada a si misma como fundada en nuestra gesta. Esto es el poder constituyente, el poder que afirma la aparición de una nueva voluntad. Para el derecho la violencia fundacional es siempre trivialmente criminal. Por eso el derecho constitucional (a diferencia de la teoría constitucional) no puede comprender el poder constituyente.

8) Solución a la paradoja, purgando el nazismo de Schmitt: Pero, para solucionar o entender la paradoja de la teoría constitucional, es decir, el cómo sostener la unidad del agente político colectivo que actúa, en la modernidad encontramos nuestra integración no en esos datos etnográficos o en nuestra raza o lengua común. De algún modo, es entender la lealtad constitucional de los norteamericanos a pesar de que el origen de esa Constitución eran caballeros blancos, quizás racistas, sin participación de indígenas, etc. De algún modo, es la capacidad del pueblo de decir: “sostenemos estas verdades como autoevidentes, pero también esas verdades definen quiénes somos, es decir, los que creemos en ellas”.

9) Dado esto, ¿"Tanto le importa el origen", como diría Rosa Espinoza? Cuál sería la hipótesis más razonable para interpretar la historia política de Chile entre 1925 y 1973?: que no fue el poder constituyente del pueblo el que se manifestó en 1925 (pocos ciudadanos participaron en su discusión, y fue aprobaba en un plebiscito con casi nula participación ciudadana), pero que la república a la que dicha constitución dio forma y modo de existencia debe ser entendida como un proceso por el cual el pueblo se afirma progresivamente como titular del poder constituyente en desmedro del poder constituyente minoritario que la impuso. Para permitir una posición como ésta es necesario entender el problema de la identificación y atribución del poder constituyente es un problema de interpretación política, y como la interpretación de una práctica es una interpretación de esa práctica, el modo (contingente) en que ella se ha

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desarrollado, su historia, puede hacer más o menos adecuadas diferentes interpretaciones. Eso es lo que está en juego en nuestros tiempos con la pregunta por la legitimidad de la Constitución del 80. ¿Importa el origen de esta Constitución? O, mejor dicho, ¿podemos reconocernos, por ejemplo, en el artículo 4°, a pesar de que este fue originalmente redactado por los Chicago Boys y por los civiles asesores de los militares?

Por eso es importante la distinción entre tiranía y dictadura: sólo esta última es capaz de generar algo, un poder constituido desde el que después podemos evaluar ese momento (el 11 de septiembre de 1973). En este sentido, el poder constituyente no puede ser una voluntad absoluta: el poder constituyente no crea lo constituido, sino que se retira para que lo constituido pueda ser.

10) Y aquí llegamos a la tensión existente entre excepción y normalidad: la excepción (lo constituyente) supone la normalidad (lo constituido). La declaración es un acto violento porque es jurídicamente contrario a derecho, y por eso- y en este sentido- no está sometida al derecho. Como la excepción suspende al derecho carece de sentido decir que su validez depende del contenido del derecho que suspende. Pero la excepción supone la normalidad en un sentido más radical, porque la excepción debe su carácter de tal a la manera en que ella es interpretada en la normalidad que sigue (si sigue). La excepción constituye a la normalidad, pero la normalidad constituye la excepción al reconocerle su carácter constitutivo (lo constituyente constituye a lo constituido, pero es lo constituido, al entenderse como constituido, lo que hace constituyente a lo constituyente).

El pueblo en momentos de normalidad tiene la forma que le da el derecho, mientras que en momentos excepcionales carece de forma (he ahí la incógnita del poder constituyente: no es fácil reconocerlo, pues no tiene forma, no sabemos cuándo actúa, ni cuáles son los indicios, o si acaso en ese reconocimiento estamos siendo facciosos). Como carece de forma, la identificación del pueblo en esos momentos es una cuestión política, partisana: apoyar a la junta de gobierno en 1973 significaba creer que ella actuaba a nombre del pueblo mientras que estar contra ella significaba creer, con Cristi, que ella había usurpado el poder del pueblo. Pero cuando Cristi dice lo que dice, él cree estar ocupando una posición de analista, no de partisano: él cree que está haciendo algo más que comunicarnos que él estaba entre los que se opusieron al golpe de estado. Y es esta pretensión la que es estrictamente ininteligible.

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Quizás este es el modo de entender lo que dijo Atria cuando la Constitución tenía que ser cambiada “por las buenas o por las malas”. A lo que él se refería era que no podíamos invocar alguna cuestión de texto para señalar, por ejemplo, que una eventual convocatoria a plebiscito, después de lleguen muchos votos marcados con la sigla AC (asamblea constituyente), podía ser declarada como contraria a la Constitución, considerando que el capítulo XV de esta sólo contempla el plebiscito como una posibilidad de evitar el conflicto terminal entre el Congreso y el Poder Ejecutivo con respecto a un proyecto de ley de reforma constitucional (revisar artículo 128 de la CPR). Para mayor información, les recomiendo revisar los siguientes hipervínculos:

1) Fernando Muñoz: “Así se deba hacer la nueva Constitución de la que habla Bachelet”

2) Fernando Muñoz: “Asamblea Constituyente: respondiendo algunas críticas”.

3) El Mostrador, entrevista a Fernando Atria

19.03.2013

Ética-Moral y política3

El problema entre la ética y la política es uno de los problemas que ha intentado descubrir la filosofía política, que no es necesariamente el mismo que se refiere a las diversas respuestas del por qué de la obligación política. Sin embargo, están íntimamente relacionadas: intuitivamente, cualquiera sabe que un poder inmoral tiene pocas posibilidades de reclamar obediencia de sus sujetos, salvo que sea por la fuerza.

En esta dimensión, la filosofía política puede corresponder a “filosofía moral socializada”, es decir, puesta en práctica en los asuntos del poder. Si la filosofía moral busca responder la pregunta básica del razonamiento práctico “¿Qué debo hacer?”, entonces la filosofía política se podría entender como la aplicación de esta reflexión a los asuntos del poder.

La primera relación entre política y ética tiene que ver con el individualismo metodológico, el “individualismo metodológico” asume que la sociedad se puede dirigir de la misma manera que a un individuo.

3 A pesar de que en muchas ocasiones se hace una distinción entre ética y moral, para este curso se ocuparán como sinónimos.

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La relación entre política y moral hace referencia al problema de la autonomía de la política: es decir, de si acaso lo que es obligatorio para la moral, no lo es para la política, y viceversa. Para algunos, estos dos ámbitos están sometidos a diferentes criterios de justificación: - Absolutismo (o una cuestión propia de una cuestión deontológica): “haz lo

que debas, y que suceda lo que suceda”. Para Weber, esto se enmarca en lo que él llama “ética de las convicciones”, que se aplica mayormente a las acciones individuales.

- Consecuencialismo en términos amplios: “haz lo que debas para que suceda lo que quieres”. Para Weber, esto se enmarca en lo que él llama “ética de la responsabilidad”, que se aplica al ámbito de la política, en donde hay que responder por las consecuencias previsibles de la propia acción (se aplica a los ámbitos de la acción colectiva).

Quienes sostienen la autonomía de la política señalan que “aquello que es obligatorio para el individuo no tiene por qué ser obligatorio para el grupo del cual forma parte”. Esto puede ilustrarse a través de la famosa de la “Razón de estado”, que corresponde a la posibilidad de mantener a oscuras (en secreto) el fundamento de las decisiones de la política.

El problema de la moral y de la autonomía de la política surge con el contraste entre la moral cristiana y el estado. En general, se sindica a la obra “El Príncipe”, de Nicolás Maquiavelo, como el inicio de esta reflexión. En la época en la que escribe Maquiavelo, el príncipe debía gobernar el estado (o las pequeñas ciudades-estado, como la Florencia del mismo Maquiavelo) a partir de los dictados de la moral individual. “El Príncipe” es un contraste con la obra de Erasmo de Rotterdam, ya que la virtud de los príncipes se refiere a que lo que tienen que hacer los príncipes no es directamente lo que tiene que hacer un individuo.

Teorías de la relación entre ética y política:

Monismo Rígido: Consiste en que sólo rige uno de los sistemas normativos que puede ser el moral o el político: uno de los dos sistemas prevalece ya que no existen simultáneamente. En esta teoría la moral se disuelve en la política o la política se disuelve en moral.

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Política en moral: un ejemplo está en “La paz perpetua” (Kant): el político moral es “aquel que no subordina la moral a las exigencias de la política sino que interpreta los principios de la prudencia política haciéndolos consistentes con la moral”.

Moral en política: Thomas Hobbes: puede ser descrito como el primer positivista jurídico, quien dice que no existe una conexión necesaria entre el derecho y la moral, para él no hay moral si no después de la constitución de la sociedad política. El sistema normativo, con exclusión de cualquier otro, es el sistema político, que crea el poder (el soberano), y quien determina cuál es el límite entre lo correcto y lo incorrecto. No hay distinción entre un buen o mal gobierno, pues es el poder mismo quien determina esa línea.

Monismo Flexible: Hay una relación entre el sistema normativo que es la regla general, y otro sistema normativo que es la excepción. Las leyes morales, universales y generales, no pueden aplicarse a todos los casos. Aquí, la influencia de los juristas es decisiva, pues han ido generando conceptos como el de “estado de necesidad”, que hace referencia a la imposibilidad de aplicar reglas cuando no se dan las circunstancias normales para las cuales estas han sido creadas o diseñadas (se entiende que estas situaciones excepcionales no cuestionan la validez de la regla general). Sin embargo, el problema es cuando la frecuencia de las circunstancias excepcionales pasan a transformarse en la regla (piensen en el modo en que Estados Unidos ha aplicado la Patriot Act, una legislación que le permite al presidente tener ciertos poderes excepcionales por encontrarse en un estado de guerra externa, últimamente, contra el terrorismo).

También, con respecto a esta teoría, podemos hacer referencia a la ‘teoría de la ética especial’, en que las circunstancias no son el criterio central, como en la teoría de la excepción que vimos antes, sino el estatus de los sujetos a quienes se aplica. Así, por ejemplo, a ciertas personas aplicamos un estatuto o régimen normativo distinto o diferente del resto de la gente (ej: médicos, abogados, funcionarios públicos, etc,). Hay una reminiscencia al Ius Singulare, en que se introduce reglas especiales para ciertos oficios, que difieren del conjunto de normas de la moral común, ya sea por exceso o por defecto. Aquí, la pregunta es si a los políticos les debemos un régimen normativo especial, ya sea más laxo o más exigente. Piensen, por ejemplo, en las normas sobre transparencia o en relación a las obligaciones de los políticos de hacer declaraciones de patrimonios

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o intereses. Para otros, los políticos podrían estar sometidos a un régimen un poco más laxo, dado las funciones y los fines de la política en ciertos casos.

Dualismo Aparente: en esta teoría, ética y política se consideran como sistemas normativos distintos pero no totalmente independientes, sino en una relación jerárquica (se ocupa un criterio jerárquico en caso de que normas que ambos sistemas estén en contradicción). O la moral es superior a la política, como en Benedetto Croce, o la política es jerárquicamente superior a la moral, como en Hegel. Este último no expulsa a la moral del sistema político, sino que la considera un momento inferior del Espíritu Objetivo que encuentra si cumplimiento en la moral colectiva o eticidad (de la que es portadora el Estado).

“¿acaso debe ceder la majestad del Estado, de esa rica estructura del ethos en si que es el Estado, ante los que le oponen la papilla del corazón, de la amistad y de la inspiración?” (Hegel).

El Estado, en Hegel, actúa como un protagonista concreto del movimiento histórico (esto lo veremos más adelante con la introducción a Marx). Sería sólo la historia universal la que va a juzgar sobre el bien o el mal de los Estados.

Dualismo Real: Consiste en la existencia paralela o simultánea de los dos sistemas, moral y política coexisten independientemente. Hay una diferencia entre las acciones finales, que se juzgan o evalúan por un valor intrínseco (Kant); y ciertas acciones instrumentales, que se juzgan por su mayor o menor idoneidad para alcanzar un fin. En estas acciones, hay una exclusión de los imperativos categóricos.

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