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ara Basha Argeneau, cualquier cosa es mejor que enfrentar ... · aturdida en el rostro; Divine inmediatamente se dejó caer a horcajadas sobre su regazo. Grava molida envió dolor

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ara Basha Argeneau, cualquier cosa es mejor que enfrentar a su familia

distanciada. Incluso esconderse en el sofocante sur de California. Pero

cuando un inmortal sexy vestido de negro aparece decidido a llevarla

de vuelta al clan, ella hará cualquier cosa para mantenerse lejos, muy

lejos del pasado que no puede dejar atrás.

Marcus Notte no está aquí para jugar, especialmente no con alguien tan loco

como esa rubia infame. Por pedido de Lucian Argeneau, está ahí para llevarla de

vuelta y que sea interrogada, y Marcus está decidido a llevar a cabo la solicitud de

Lucian, no importa cómo la pequeña vampira lee-mentes seductora se sienta al

respecto.

A Basha no le importa luchar contra el fuego con fuego, especialmente con un

inmortal caliente involucrado. Pero si quiere llevársela, tendrá que atraparla

primero...

P

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Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Sobre la Autora

¡Visítanos!

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Agosto de 2009

ivine vio su último cliente salir, sorprendida al notar que no había nadie

fuera de su puerta esperando para una lectura. Era la primera vez en el día

que no había una fila fuera de su casa rodante. Un vistazo a su reloj explicó

por qué; era la hora de cenar. Esas eran las únicas veces que tenía un

momento de calma con los clientes. En este momento los puestos de comida

tendrían una fila ridículamente larga mientras todos en la feria convergían a

ellos en busca de golosinas y grasosas para impulsar el resto de los paseos y diversión de

la tarde. Lo que significaba que tenía unos minutos para recuperar el aliento y descansar

un poco.

Apenas había tenido la idea cuando vio a un par de mujeres moviéndose

resueltamente hacia su remolque. Después de una breve vacilación, Divine volteó

rápidamente el letrero de “Regreso en cinco minutos", dejó deslizarse la puerta mosquitera

hasta cerrarse y bajó los pocos escalones hasta el suelo. Ignorando el hecho de que las

mujeres estaban mirándola alarmadas y precipitándose hacia ella, se deslizó por el costado

de su casa rodante. La mayoría de los clientes lo habrían dejado entonces, hundiéndose en

la decepción y esperando probablemente con impaciencia, pero aún así esperando, por lo

que Divine se sorprendió un poco cuando su brazo fue agarrado por detrás. Estuvo más

sorprendida, sin embargo, por la fuerza en la mano que se aferró a ella... hasta que se giró

y notó que no era una de las mujeres en absoluto, sino un hombre.

De un par de centímetros más alto que ella, con cabello oscuro y de buen aspecto, él

estaba formado como un apoyador1. También estaba cernido sobre ella, invadiendo

deliberadamente su espacio de forma amenazante mientras gruñía:

—¿Qué demonios le dijiste a mi esposa?

Divine rodó los ojos con exasperación, preguntándose cómo se suponía que sabría si

no tenía idea de quién era su esposa. Estaba a punto de decirlo, pero entonces se dio

1Apoyador: posición de fútbol americano.

D

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cuenta de que había algo familiar en el hombre y rápidamente se sumergió en sus

pensamientos. Un latido más tarde ella se relajó.

—Allen Paulson —murmuró su nombre, consiguiendo una satisfacción casi infantil

cuando los ojos de él se abrieron con incredulidad.

—¿Cómo lo…?

—Le dije a su esposa que usted estaba teniendo una aventura con su secretaria

pechugona y rubia de veinte años, Tiffany —interrumpió Divine bruscamente, para

hacerlo callar de una vez—. Le dije que Tiffany insistía en casarse y que usted, sin querer

perderla pero no queriendo renunciar al dinero de su esposa, prefería la viudez al

divorcio. Le dije acerca de sus planes para ocasionar la viudez en sus próximas vacaciones.

Creo que era ¿ahogarla o que sufriera una caída mientras acampaban en el parque

nacional Yosemite? —Inclinó la cabeza—. Según recuerdo, ese viaje estaba programado

para esta semana, ¿no?

Cuando su boca se abrió y su agarre en el brazo se alivió, Divine agregó:

—Supongo que el hecho de que esté aquí en vez de en Yosemite significa que ella

escuchó mi consejo de hacer una cita con su abogado a la mañana siguiente y cambiar su

testamento, así como de retirarlo como beneficiario en su seguro de vida.

Su mano se retiró, cayendo fláccidamente a su lado.

—Sin duda ella también escuchó mi consejo y contrató a un detective privado.

Deduzco que lo envió a obtener pruebas fotográficas de su infidelidad en ese pequeño

motel barato al que le gusta llevar a su secretaria todos los días a la hora del almuerzo. —

Se deslizó en sus pensamientos brevemente, leyó la respuesta en el caos allí, y sonrió con

satisfacción. Su esposa no sólo había hecho eso, sino que después había llevado la prueba

directamente a un buen abogado de divorcio. La mujer estaba a salvo ahora y en camino a

ser soltera otra vez. Después de eso, sin embargo, la mujer le había dicho a su querido

maridito que la adivina en el carnaval era quien le había dado el aviso y puesto en ese

camino, y que habían sido los mejores veinte dólares que jamás había gastado. Razón por

la cual Divine ahora tenía a un iracundo, pronto-a-ser divorciado y desamparado esposo

en sus manos.

Divine esperó, preparada para la ira del hombre. Pero en lugar de la ira explosiva

que esperaba, él le preguntó con voz débil, asustada:

—¿Cómo lo supiste? Nadie lo sabía. No le dije a nadie lo que había planeado. Ni

siquiera a Tiffany.

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—¿Ni siquiera se molestó en leer el letrero cuando acompañó a su esposa a mi

remolque ese día, hace dos semanas en Pahrump? —preguntó ella con diversión, y luego

le recordó—: Madame Divine. Permítale que haga una lectura y defina su futuro —le recordó

—Sí, pero eso es sólo... una estafa —protestó—. Eres una cirquera. Sólo estafas a la

gente por su dinero y una risa.

—Sí, por supuesto —estuvo de acuerdo Divine fríamente, luego inclinó la cabeza—.

¿Así que por qué no te estás riendo?

Allen Paulson se estremeció como si lo hubiera golpeado, entonces su asombro y

consternación dio paso a la rabia que ella había previsto anteriormente. Divine vio cómo lo

llenaba, y sabía que estaba a punto de reventar sin necesidad de leerlo, pero se deslizó en

sus pensamientos de todos modos. Era como cortar a través de mantequilla suave y

medio-derretida con un cuchillo de cerámica. El hombre estaba tan enojado que sus

pensamientos estaban muy abiertos. Divine no se sorprendió al leer que había traído un

arma y que planeaba usarla. Sin embargo, esperó hasta que sacó el arma del interior de su

chaqueta y la levantó antes de reaccionar. De hecho, lo dejó llegar tan lejos como para

poner el dedo en el gatillo antes de golpear lejos su mano y capturar su garganta,

levantándolo del suelo. Luego dio media vuelta y lo estrelló contra su casa rodante.

Cuando el arma cayó de su mano y él gimió de dolor, ella lo liberó. El hombre cayó

como un muñeco de trapo. Aterrizó en su culo con las piernas separadas y una expresión

aturdida en el rostro; Divine inmediatamente se dejó caer a horcajadas sobre su regazo.

Grava molida envió dolor por sus rodillas, pero ignoró eso, lo cogió por el pelo en su nuca,

echó su cabeza hacia un lado y hundió los colmillos en su garganta.

Un pequeño escalofrío de placer se deslizó a través de Divine cuando sangre caliente

y espesa comenzó a brotar de la herida, recogida por sus dientes y pasando a su cuerpo. Le

dio un subidón inmediato mientras los nanos en su cuerpo pululaban, deseosos de recoger

esta nueva fuente de alimento. El hombre se había sacudido con sorpresa cuando sus

dientes perforaron su piel, y había levantado las manos para tratar de empujarla, pero en

realidad nunca encontró el momento de ejercer ninguna presión. En cambio, se quedó

paralizado brevemente, su mente abrumada cuando la de ella comenzó automáticamente a

transmitir su propio placer hacia él. Al momento siguiente, él estaba gimiendo y tirando

de ella, atrayéndola con una mano, apretando su cabeza con la otra y murmurando

alentadoramente:

—Oh, sí, nena. Por favor.

También estaba arqueando su cuerpo por debajo suyo, frotando una repentina

dureza contra ella. Divine generalmente no causaba dolor en sus víctimas, pero éste se lo

merecía. Tampoco estaba terriblemente ansiosa por dejar que un hombre que había

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planeado asesinar a su propia esposa la refregara allí en los terrenos del carnaval, así que

deliberadamente retiró el placer que ella estaba experimentando y que sin querer había

compartido. También se deslizó en su mente para controlar su reacción y evitar que él

gritara de horror y dolor mientras su mente se aclaraba y tomaba conciencia de lo que

estaba sucediendo.

Divina siempre era cuidadosa de no matar a sus víctimas. ¿Por qué matar a la vaca

que da la leche? Además, matar estaba mal, no importa cuán despreciable la persona

fuera, así que aunque bebió más de lo que normalmente habría hecho, se apartó y lo liberó

en el momento en que él estuvo débil y mareado, pero mucho antes de que el hombre

pudiera acercarse a morir.

Sonriendo con frialdad ante su expresión horrorizada, Divine se paró y lo levantó

consigo. Una vez que los dos estuvieron de pie, lo soltó, dejándolo inclinarse débilmente

contra la casa rodante en lugar de tener que tocarlo más.

—Escuche con cuidado, Allen Paulson —dijo con gravedad—. No va a hacerle daño

a su esposa, ni nunca considerará dañar o matar a nadie para obtener beneficios o por

cualquier otra razón. Si lo hace, me enteraré y lo encontraré… —Levantó la mano para

deslizar un dedo ligeramente sobre la herida en su cuello—. Y entonces terminaré esta

comida, cortaré su cabeza y dejaré su frío cuerpo muerto en algún lugar donde nadie

pueda encontrarlo. ¿Nos entendemos?

Allen Paulson asintió débilmente. El rostro del hombre estaba blanco como su

camiseta, sus ojos casi hundidos con horror, y él se deslizaba lentamente a lo largo de su

casa rodante, obviamente ansioso de escapar pero temeroso de tratar y ser detenido.

Divine frunció el ceño.

—Y si le dice a alguien de esto, acerca de mí —enfatizó—, voy a hacer algo peor.

Él comenzó a sacudir su cabeza frenéticamente y susurró:

—No lo haré. Lo juro.

Ella entrecerró los ojos y luego su nariz se arrugó cuando el olor acre de la orina flotó

entre ellos. Mirando hacia abajo, vio la mancha de humedad creciendo en la parte

delantera de sus pantalones y se apartó con disgusto.

—Fuera de aquí antes de que cambie de idea y limpie las suyas.

Allen Paulson no tenía idea de lo que ella quería decir con eso, podía verlo en su

expresión, pero no se quedó para averiguarlo. Simplemente asintió incontrolablemente y

se deslizó a lo largo de la casa rodante por un par de metros antes de encontrar el valor

para darle la espalda y correr.

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—Deberías haber borrado su mente.

Divine se puso rígida ante esas palabras detrás de ella, y luego se volvió lentamente.

Escudriñó al hombre alto, rubio que había hablado. Era un novato, un trabajador no

calificado y supuestamente un local que había sido contratado para ayudar en el carnaval

mientras estaban en el pueblo. El nombre al que respondía era Marco. Divine sabía esto de

segunda mano, porque aunque normalmente estaba presente en el proceso de contratación

—utilizando sus "habilidades especiales" para ayudar a Bob y Madge Hoskins, quienes

poseían la propiedad y funcionamiento de Hoskins Carnaval—, esta vez ella no había

estado ahí.

Los problemas familiares la habían mantenido lejos y la contratación estaba hecha

para el momento en que ella había vuelto al carnaval. Si hubiera estado aquí para ayudar a

eliminar a los alborotadores en el proceso de contratación como generalmente hacia, nunca

habría permitido que Bob y Madge contrataran al hombre. Primero que nada, no podía

leerlo, y eso normalmente era un signo de locura en un mortal. Esto llevaba a la segunda

razón por la que no lo habría contratado: el hombre, como ella, era un inmortal. Había

sentido eso con bastante rapidez. Divine no estaba segura de cómo lo sabía. No se

relacionaba con un montón de inmortales. De hecho, había arreglado su vida para no

hacerlo. Pero había tenido un escalofrío de reconocimiento cuando lo había pasado al

volver al carnaval justo antes del mediodía ese día, como si los nanos en su cuerpo lo

reconocieran y le enviaran señales. Había estado evitándolo desde entonces.

Pero eso no la había detenido de averiguar todo lo que pudiera sobre él. Que no es

que hubiera habido mucho. Él respondía a Marco, apellido Smith, de todas las cosas.

Todas las mujeres pensaban que era un galán. Los hombres pensaban que era

prácticamente un dios porque era fuerte y podía hacer el trabajo de cuatro hombres, y Bob

y Madge tenían la esperanza de que él no sólo ayudara en su estancia en este pueblo, sino

que viajara con ellos al siguiente y al siguiente y así sucesivamente. Pero Divine

desconfiaba. Había evitado a otros Inmortales por una razón y lo había estado haciendo

durante un tiempo muy largo. No le gustaba tener a nadie alrededor. Eso la ponía ansiosa

y no le gustaba sentirse ansiosa.

—¿No tienes nada que hacer? —preguntó, moviéndose más allá del hombre y hacia

la parte posterior de su casa rodante. El anuncio que había girado decía cinco minutos y

ese tiempo había terminado. Además, había tomado un tentempié de Allen Paulson y se

sentía mejor por ello. La hora de descanso había terminado.

—Deberías haber borrado su mente —repitió Marco, caminando junto a ella.

—Él va a mantener la boca cerrada —murmuró Divine molesta, sobre todo porque

sabía que tenía razón. La verdad era que no había limpiado la mente de Allen Paulson

porque era fangosa, y no quería tener que pasar más tiempo del necesario en su mente.

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Además, se merecía ir por la vida asustado de que ella algún día pudiera visitarlo si hacía

algo equivocado.

—¿Y si no mantiene la boca cerrada? —preguntó Marco mientras se acercaban al

final de su casa rodante—. ¿Qué si va a la policía?

—Si va a la policía y si ellos no lo encierran inmediatamente por loco pero en lugar

de eso vienen a hablar conmigo… —Se encogió de hombros—. Borraré su mente, la del

oficial y dejaré este carnaval por otro.

—¿Es así como aterrizaste en Hoskins Carnaval? —preguntó Marco mientras

rodeaban el extremo del vehículo—. ¿No limpiaste a alguien que deberías haber limpiado

y tuviste que irte?

Divine se volvió hacia él bruscamente, una réplica de enojo en sus labios, pero con la

misma rapidez atrapó las palabras que querían derramarse y se limitó a decir con una

calma forzada:

—Eres un sujeto curioso, Marco. Eso no es saludable por aquí. Los trabajadores del

carnaval se ocupan de sus propios asuntos. Te sugiero que hagas lo mismo.

Giró, alejándose de él, y sonrió a las dos mujeres que estaban esperando frente a su

puerta. Otros se les habían unido. De hecho, Divine ahora tenía una fila de media docena

de personas y estaba creciendo a cada minuto, pero reservó su sonrisa sólo para las dos

primeras y dijo:

—¿Quién de ustedes quiere ser la primera? ¿O prefieren hacerlo juntas?

—Oh, yo primero —dijo con entusiasmo una de las mujeres—. Esta fue mi idea.

Divine asintió y condujo a la mujer dentro, dejando a Marco y a todo pensamiento

sobre él fuera, en su escalera de entrada.

—Aquí, señor.

Marcus apartó la mirada de la puerta a través de la que Madame Divine acababa de

guiar a su cliente y miró hacia abajo al niño pequeño tirando de la parte superior de la

pernera de su pantalón, ofreciéndole una pelota a medio comer de algodón de azúcar en

un cono de cartón.

—Aquí —repitió el niño, sosteniéndolo un poco más alto—. No me siento bien.

Puede quedarse el resto.

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Marcus arqueó una ceja, pero tomó el algodón de azúcar. Sospechaba que el niño no

se sentía bien porque estaba atiborrado de algodón de azúcar, algo empapado en mostaza,

con orejas de elefante granuladas, y… —consideró la última mancha en la camisa del niño

y luego decidió que tenía que ser helado. El chico era un menú andante de todo lo que

había comido ese día. Por lo menos, Marcus esperaba que fuera todo lo que el chico había

comido ese día. De lo contrario estaría preguntándose si Dante y Tomasso no habían

engendrado al pequeño chiquillo. Ellos eran las únicas dos personas que conocía, mortales

o inmortales, que podrían haber comido así de igual a un niño.

—¡Danny! ¿Qué estás haciendo? Ven aquí y deja a ese hombre solo.

Marcus miró a la mujer corriendo hacia ellos desde la avenida central y le ofreció

una sonrisa tranquilizadora incluso mientras se deslizaba en sus pensamientos para aliviar

su mente de que él no era un abusador de menores y que nada malo estaba sucediendo. En

el momento en que ella los alcanzó, había reducido su paso a una caminata rápida y estaba

sonriendo de manera relajada.

—¿Espero que no estuviera molestándolo? —dijo en tono de disculpa mientras

tomaba la mano del niño.

—No, en absoluto —le aseguró Marcus.

La joven madre volvió a sonreír, luego asintió y se alejó con el muchacho, diciendo:

—Vamos, cariño. Papá está esperando con tu hermana en la fila de la rueda de la

fortuna. Estarán preocupados.

Marcus los vio irse y luego giró su mirada de vuelta hacia la casa rodante de

Madame Divine. La puerta estaba cerrada ahora, al igual que las persianas. No podía ver a

la mujer excepto en su mente, y estaba definitivamente viéndola allí. Madame Divine era

más que memorable en su atuendo de gitana. Una blusa campesina blanca, desgastada en

los hombros, una enagua carmesí, una falda de pañuelo verde azulado brillante, un fajín

de color naranja atado a la cintura con cadenas doradas colgando de él y tintineando

alegremente, un ancho cinturón de cuero, y una bufanda carmesí alrededor de su cabeza.

Tenía aros de oro colgado de sus oídos, una cadena en su cuello, varias pulseras en su

muñeca y botas de cuero negro hasta la rodilla con tacones de aguja, atadas con correa en

la parte delantera de sus piernas, terminaban el atuendo.

La mujer parecía malditamente sexy en ese atuendo, muy sexy de hecho cuando

había estado a horcajadas sobre el aspirante a asesino de esposas; Marcus había querido

tirar de ella fuera del hombre y sobre su propio regazo. Había estado bastante sorprendido

por esa urgencia. Marcus no había estado interesado en las mujeres durante un tiempo.

Bueno, más bien un par de milenios. Aun así, no se había topado con una mujer como

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Madame Divine en mucho tiempo. La mujer era sexo paseándose en ese atuendo, y su

cuerpo estaba despertando y respondiendo a eso.

Obviamente, tengo una obsesión gitana, pensó Marcus irónicamente. Eso tenía tanto

sentido como cualquier otra cosa en este momento. Ciertamente más sentido que su propia

vida actualmente. Se asomaba a la madura edad de 2548 y estaba teniendo una crisis de la

mediana edad. Esa era la única explicación para la forma en que se había encontrado

haciendo un favor a Lucian Argeneau.

Marcus sonrió irónicamente ante el pensamiento. Lucian Argeneau no sólo era la

cabeza del poderoso clan Argeneau, sino que también supervisaba a los Cazadores de

Renegados y lideraba al Consejo Inmortal Norteamericano. Los Cazadores de Renegados

eran la fuerza policial inmortal, ellos cazaban inmortales renegados que eran presentados

ante el Consejo de Inmortales, quienes luego los enjuiciaban y sentenciaban a cualquier

castigo que les pareciera —a menudo la muerte.

Como la cabeza de esas dos organizaciones, Lucian podría decirse que era el

inmortal más poderoso de Norte América. Era difícil imaginarlo necesitando la ayuda de

alguien. Pero así era. Estaba buscando a un familiar, su sobrina Basha Argeneau, quien se

había creído muerta durante milenios, pero que ahora podría estar viva después de todo…

y temiblemente convertida en renegada.

Lo cuál era cómo Marcus había llegado a encontrarse en el carnaval, echando un

vistazo al remolque de una mujer que no podía leer y que encontraba increíblemente sexy.

No es que su incapacidad de leerla le molestara. Si se trataba de Basha Argeneau, ella era

aún mayor que él, y los inmortales más jóvenes por lo general no podían leer a los

inmortales mayores que ellos. No era como si cualquiera de los otros signos de haber

encontrado a un compañero de vida hubieran surgido, como el renovado interés en la

comida y demás. Gracias a Dios, porque si ella hubiera sido una posible compañera de vida

y además fuera Basha Argeneau… bueno, esa habría sido una relación condenada desde el

principio. Porque Basha Argeneau era considerada renegada… y los renegados eran

ejecutados. La última cosa que necesitaba en este punto en su vida era una compañera de

vida renegada.

—¡Eh! ¡Marco! ¿Vas a estar por aquí comiendo como un cerdo toda la noche o vas a

ayudarme con el puesto de banderillas?

Marcus miró alrededor, sorprendido de encontrar a Kevin Morrow caminando hacia

él. El trabajador de feria de veinte años era alto y delgado como un palo, su cara una

colección de pecas tan espesa que desde lejos parecía bronceado. De cerca veías que su

rostro era definitivamente pecoso, y ahora se arrugaba con disgusto, recordándole a

Marcus que sólo se suponía que tomara un descanso de quince minutos de ayudar al

hombre con el puesto de comida.

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—Estaba…

—Atiborrándote de comida —interrumpió el joven trabajador de feria secamente y

luego se alejó, haciéndole un gesto para que lo siguiera—. Vamos. Si tienes hambre puedes

comer un perrito de maíz mientras trabajas. Es probable que sea mejor para ti que esa

pelusa azucarada de todos modos.

Marcus parpadeó y bajó la mirada hacia el cono con algodón de azúcar a medio

comer que el niño le había dado desde hacía varios minutos. O lo que había sido algodón

de azúcar a medio comer. No quedaba nada del convite dulce ahora. ¿Seguramente no se

lo había comido él? No había comido en más de un milenio. No recordaba comérselo. Pero

tenía un sabor dulce en la boca que era bastante agradable.

—Maldita sea —murmuró, lanzando el cono de cartón en un cubo de basura

mientras se dirigía hacia Kevin. Él se lo había comido. No podía leer a Madame Divine y

estaba deseando a la mujer. Oh, esto no era bueno.

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ivine vio al último cliente fuera de su remolque e hizo una pausa en los

escalones para mirar a lo largo del camino central. Era medianoche, hora de

cierre, pero las luces de varias atracciones aún brillaban a lo largo del

camino central. La música metálica todavía tocaba también, pero el resto de

los sonidos estaban extinguiéndose. Los gritos ofreciendo un paseo

montado a caballo tratando de atraer gente y los agentes tratando de atraer

a los lugareños a los juegos habían desaparecido. La risa, la charla y los chillidos de los

lugareños disfrutando de las atracciones estaban desapareciendo también cuando la

multitud loca de personas que había llenado el área más temprano descendió a un goteo

de rezagados dirigiéndose a la salida.

Sin gente llenando cada espacio, ahora podías ver el lío que había quedado atrás.

Envases de alimentos y bebidas desechados, ensuciando el camino central, dejados caer y

pateados a un lado en lugar de ser colocados en los contenedores de basura provistos a

intervalos regulares. Se entremezclaban con las hamburguesas a medio comer, perritos de

maíz y conos de helado dejados para derretirse en el asfalto donde caían. Entre el

desorden podía ver un par de pequeños zapatos para correr e incluso una o dos arrugadas

camisetas dejadas atrás, y se preguntó cómo los propietarios se habían marchado sin ellas.

Los zapatos pertenecían a un niño que podría haber sido cargado, ¿pero los padres no

habían notado los pies descalzos? En cuanto a las camisetas, un montón de chicos se las

quitaban y las colgaban a través de los cinturones de sus pantalones cortos en el calor del

día, pero eran requeridas para los paseos y tenían que ser puestas nuevamente si deseaban

regresar. La única cosa que podía pensar era que los dueños de estas camisetas en

particular las habían perdido en la salida. Eso le hizo preguntarse lo molestos que estarían

cuando llegaran a casa y se dieran cuenta que habían desaparecido.

La música murió repentinamente y las luces de la rueda de la fortuna se apagaron.

Divine miró hacia ella incluso cuando las luces en varias de las otras atracciones siguieron

el ejemplo. Todo empezaba a cerrar. En cuestión de momentos, el camino central estaría a

oscuras, los paseos y los puestos cerrados por la noche. La limpieza quedaría para la

mañana en vez de desperdiciar electricidad por mantener las luces encendidas para

hacerlo ahora. Era más rentable hacerlo en la luz brillante del día. Además, para entonces

algunos de los alimentos desechados habrían sido engullidos por los perros o bichos

locales, quienes podrían salvar un poco del tiempo de limpieza.

D

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La mirada de Divine barrió el oscurecido camino central, las estructuras en su

mayoría negras sombras contra la luz de la luna. En cuestión de momentos, el primero de

los trabajadores de la feria terminaría su cierre y se dirigiría al estacionamiento trasero

más allá del frente de su casa rodante, donde todos los remolques estaban. Ahí estarían

bebiendo y riendo mientras se deshacían de su largo día y del estrés de tratar con el

público. Divine a veces se unía a ellos. No para beber, ya que hacía poco por ella. Iba a

disfrutar de la camaradería. Solía sentarse y abrigar una taza de té fuera del remolque de

Bob y Madge Hoskins en una noche agradable. Si llovía, se movían dentro para

diseccionar el día y hablar de cuán bueno o cuán pobre había sido la recaudación.

Divine movió sus pies, debatiéndose brevemente sobre si debería hacerlo esta noche.

Era el novato Marco quien la hacía vacilar. La mayoría de los inmortales, al igual que los

mortales, consideraban a los trabajadores de feria por debajo de ellos, no viendo las largas,

duras horas que trabajaban, sólo viendo su aspecto descuidado y desgastado, y sus dientes

en mal estado por falta de dinero y tiempo para solucionarlo. De hecho, Marco era el único

inmortal además de ella que sabía que había elegido pasar tiempo con los carnavales,

viajando a través de los años, y su presencia aquí ahora era preocupante.

Sospechaba que Marco tenía que ser un renegado escondiéndose que debió haber

encontrado su camino hacia el carnaval. Si ese fuera el caso… bueno, la última cosa que

necesitaba era a un renegado para llamar la atención de los Cazadores de Renegados hacia

su carnaval. Divine había conseguido esconderse en este ambiente durante un buen

centenar de años. No quería que alguien como este tipo nuevo arruinara eso. Lo más

seguro por hacer era evitar al hombre, y como no podía garantizar que no iría él también a

visitar a los Hoskins… bueno, pensó que tal vez debería pasar por alto su rutina habitual

de relajarse con la pareja esta noche.

Por otro lado, los novatos a menudo tenían casas a las que ir por la noche. Si no lo

hacían y se quedaban aquí con los trabajadores del carnaval, por lo general se sentaban en

la periferia, alejándose del propietario y su esposa. Podría estar bien para que se uniera a

la pareja y descansara un poco. Ciertamente, no tenía necesidad de ir a cazar esta noche.

Allen Paulson le había suministrado la cena.

Decisión tomada, Divine puso el cerrojo a la puerta de su casa rodante. Luego se

dirigió alrededor de su vehículo hacia el estacionamiento de atrás donde Bob y Madge

habían estacionado su propia casa rodante privada. La pareja tenía varios vehículos para

los negocios, incluyendo un remolque donde contrataban a los novatos y manejan los

problemas de servicio al cliente. También tenían varios juegos y paseos, pero nunca

viajaban sin su propia casa rodante para vivir y dormir. Después de un largo día de

negociación con los trabajadores de la feria y clientes por igual, un espacio privado para

refugiarse era una necesidad.

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El estacionamiento de atrás era un área grande, casi tan grande como el propio

carnaval. Aquí había media docena de casas rodantes pertenecientes a los más

acomodados trabajadores de la feria a tiempo completo que tenían puestos de venta,

paseos o juegos de carreras, pero también había remolques barraca con diminutas

habitaciones lo suficientemente grandes como para una cama o literas y un pequeño

espacio para caminar. Divine sospechaba que tendrías más espacio en una celda de la

prisión, pero todo eso era para estar durmiendo así que en ese sentido cumplía su

propósito. Había por lo general de cinco a seis dormitorios en cada remolque; algunas

barracas tenían su propio baño para los habitantes, otros no. Para los que no, había otros

remolques con baños móviles en ellos. También había un remolque que servía como aula

escolar para los niños viajando con los padres trabajadores de la feria, así como un

remolque de lavandería y un par de pequeños remolques que actuaban como pequeños

mercados, tiendas de barrio, o farmacias, dependiendo de cómo los usaras.

En efecto, el carnaval era una pequeña ciudad viajando y llevando todo lo que se

pudiera necesitar con ella. Un trabajador de feria realmente no tenía que ir a los pueblos

que visitaban en absoluto si no quería, a menos que hubiera algún artículo especial que no

estaba disponible en las tiendas de viaje.

—Señorita Divine.

Reduciendo la marcha, miró a un lado, asintiendo a modo de saludo cuando vio a

Hal caminando hacia ella con una leve cojera. Un trabajador de feria de toda la vida, Hal

era bajo, enjuto, con piernas arqueadas, y tenía más arrugas y menos dientes que un

elefante. El hombre tenía sólo un diente en su boca, una cosa desagradable y marrón que

lucía como si debiera haberse caído hacía mucho. A Divine no le gustaban los estereotipos,

pero algunos de los trabajadores de la feria estaban a la altura de aquellas cosas que se

decían sobre ellos: bebedores empedernidos, vida rápida, dientes podridos y viejos antes

de tiempo. Hal encajaba en cada uno de esos estereotipos. Aun así, le gustaba el hombre.

Por lo que Divine había leído en su mente, Hal se había ganado cada una de esas

arrugas, y no había perdido todos sus dientes por pudrición. De hecho, parecía haber

perdido la mitad de ellos en peleas por alcohol en los últimos años. También era tan

honesto como se podría ser. Él te diría de plano cierra con llave tus cosas o se irán caminando.

—El que se lo encuentra se lo queda —había agregado con un guiño, haciendo más

que obvio el que les ayudaría a irse caminando. No te podías quejar del hombre por eso.

Al menos daba una advertencia razonable. Pocas personas lo hacían.

—Tu cojera está un poco mejor —comentó Divine mientras lo observaba caminar los

últimos metros entre ellos.

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—Ah, sí. —Él sonrió, mostrando su único diente bueno y una gran cantidad de

goma. Pasando los dedos por su cabello desaliñado y gris, asintió y dijo—: Todo gracias a

ti. Ese remedio que me diste hizo maravillas. La gota va a desaparecer toot sweat2.

Los labios de Divine se torcieron hacia arriba ante la mala pronunciación de "tout

suite3", pero no lo corrigió.

—Otro día y no estaré cojeando en absoluto —continuó, sonriendo

confidentemente—. No he estado libre de cojera en mucho tiempo, me había olvidado

cómo se siente. Y sólo quería darte las gracias amablemente, Madame Divine. No me he

sentido tan bien en más de una década, y seguro que es bueno.

—De nada —dijo Divine, sonriendo ligeramente. Se había dado cuenta de que el

hombre parecía estar peor que de costumbre un par de ciudades atrás. No había

necesitado leer su mente para saber que estaba sufriendo la gota y Divine había mezclado

un viejo remedio para la dolencia que conocía de sus días andando con los gitanos. Como

él dijo, parecía estar funcionando relativamente rápido. Por supuesto, habría trabajado

más rápido si él se abstuviera de las carnes rojas, el café y el alcohol. Pero eso era pedir

demasiado al viejo.

Divine podría haberse deslizado en sus pensamientos y controlarlo, haciéndole

renunciar a la bebida y los otros elementos no saludables que habían contribuido a su

problema, pero no tenía ningún deseo de controlar la vida de otras personas. Animales

como Allen Paulson eran una cosa, y no tenía reparos en absoluto acerca de prevenir que

él o los de su calaña dañaran o mataran a alguien para obtener ganancias financieras, pero

aparte de eso, Divine era una defensora del credo "vive y deja vivir". No quería que nadie

controlara sus acciones y conductas, y no tenía ninguna necesidad o deseo de controlar a

los demás. Opinaba que la gente que trataba de controlar a los demás estaba tristemente

falta de autoestima… y parecía que había un montón de ellos. A juzgar por todas las

personas que iniciaban movimientos para tratar de conseguir que el gobierno detuviera

esto y prohibiera aquello, también parecía que tenían un infierno montón de tiempo libre

en sus manos. No pudo evitar pensar que si tuvieran un trabajo, un amante, amigos, un

hobby, o, infiernos, incluso una vida, estarían mucho más satisfechos y no mirarían a los

demás para controlar lo que hacían como una manera de satisfacerse a sí mismos.

—Bueno, sólo quería darte las gracias —dijo Hal de nuevo—, y hacerte saber que tus

esfuerzos funcionaron antes de ir a celebrar con Carl. —Vaciló y luego añadió

tentativamente—: ¿Y ver si tal vez te gustaría unirte a nosotros? Vamos a ir a la ciudad, a

McMurphy, un bar irlandés. Me detuve allí la última vez que estuvimos en Bakersfield y

2Too sweet: muy suavemente, muy dulcemente. 3En francés tout suite; enseguida, inmediatamente.

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tienen las mejores costillas que he probado. Ahumadas con madera de roble, creo que dijo

la chica. Verdaderamente bueno —le aseguró.

—Tentador —dijo Divine suavemente—. Pero no, gracias, Hal. Tú y Carl diviértanse.

Sin peleas, sin embargo —añadió con firmeza—. Si vuelves sin dientes estaré muy molesta

contigo.

—No tengo un gran amor por el tambo4, así que sin combates —prometió,

levantando los dedos cruzados que sugerían lo contrario. El hombre era demasiado

encantadoramente honesto, pensó mientras él añadía—: Al menos no los empezaremos

nosotros. Pero si algún inútil en el pueblo empieza algo, no podemos dejar que nos

pisoteen, ya sabes. Pero no vamos a provocarlos.

Sacudiendo la cabeza con diversión, Divine asintió y se giró para seguir su camino,

pensando que debería mantener cerca su teléfono. Si Hal y Carl terminaban en el "tambo"

y necesitaban pagar la fianza esta noche, preferiría que la llamaran a ella ante que

molestaran a Madge y Bob. La pareja había estado ahí por años, y el factor de estrés de

dirigir el carnaval estaba empezando a mostrarse. Si era capaz de hacer las cosas un poco

más fáciles para la pareja, estaba feliz de hacerlo. Además, no era como si fuera a estar

durmiendo. Por lo general sólo dormía una hora o dos al día. Divine no tenía ni idea de si

eso era una función de su edad o la preocupación, y no le importaba. Era sólo la forma en

que era. Divine había aprendido con el tiempo a no preocuparse por las cosas pequeñas.

Había suficiente en la vida de qué preocuparse, las cosas pequeñas no valían la pena.

La luz estaba encendida en la casa rodante de los Hoskinses, lo que significaba que

Madge, como de costumbre, había dejado a Bob ir a manejar cualquier problema de última

hora que pudiera surgir en el cierre y había vuelto a su casa rodante para poner una jarra

de café y hacer un refrigerio ligero para disfrutar mientras se relajaban. Era su rutina

habitual. Madge abría y comenzaba el día y Bob cerraba al final de la noche. El trabajo en

equipo en su mejor momento. Al menos, eso parecía funcionar para ellos. La pareja se

había casado hacía treinta años, y todavía estaban felices y afectuosos, lo cual no era algo

inaudito sino bastante raro entre los mortales.

Por supuesto, aunque no era habitual para los mortales, esa era la norma con los

inmortales. Una vez que se encontraban con su compañero de vida, se establecían. Diez,

cien, incluso mil años después, esa pareja seguiría siendo sólida y feliz. Era lo que cada

inmortal adulto esperaba. Divine acostumbraba a soñar con eso, pero cuando era mucho

más joven. Pronto se había dado cuenta de que la forma en que vivía, teniendo que

ocultarse y evitar a otros inmortales, hacía prácticamente imposible encontrar su

compañero de vida. Estaría sola siempre, y eso era un tiempo muy largo a menos que

tuviera suerte y sufriera un accidente fatal, donde fuera decapitada o quemada viva, o

4Tambo: prisión.

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fuera realmente renegada y consiguiera ser ejecutada. Algunos días, cuando su estilo de

vida gitano y la falta de casa y familia la alcanzaban, organizar un accidente así realmente

parecía casi atractivo. Hasta cierto punto, sin embargo, y esos estados de ánimo pasaban

antes de que hiciera algo estúpido. Hasta ahora.

Empujando ese pensamiento cuando llegó a la puerta de la casa rodante de los

Hoskinses, Divine golpeó brevemente, esperó por el “¡pasa!” que Madge gritó, y luego

empujó la puerta y entró. Pero la sonrisa que había comenzado a levantar las comisuras de

su boca y el saludo que había estado a punto de ofrecer murieron cuando casi choca con el

novato, Marco.

—Oh, ahí estás, Divine, cariño —dijo Madge alegremente—. Justo le estaba diciendo

a Marco todo sobre ti. Pensé que sería bueno si se nos unía esta noche, así ustedes dos

podrían llegar a conocerse mutuamente. Tienen muchas cosas en común. Él es alérgico al

sol también.

—No me digas —murmuró Divine, mirando solemnemente al hombre. Tanto por

evitar al novato.

Marcus casi sonrió ante la expresión de Divine. Era evidente que no estaba feliz de

verlo, pero estaba tratando duramente de ocultarlo en lugar de hacer a Madge notarlo y

tener que explicar por qué. Él sospechaba que lo que ella más deseaba en ese momento era

girarse y huir, pero al parecer no pudo encontrar una buena excusa para hacerlo, porque

todavía estaba allí de pie, algo vacilante en la puerta.

—Hola… Marco, ¿no? —dijo finalmente Divine. Le ofreció una sonrisa obviamente

forzada antes de cambiar su mirada a Madge, donde su sonrisa se hizo más natural

cuando le dijo—: Hubiera sido agradable la visita, pero Hal me detuvo de camino aquí. Su

gota está mucho mejor y me pidió que me uniera a él y Carl en el pueblo para celebrar.

Odiaría ver al viejo perder su último diente. Solamente me detuve para decir que voy a

pasar de nuestro típico café klatch5 para ir con ellos.

Corrección, había una excusa por ahí después de todo, pensó Marcus. No sabía cuánto de

lo que dijo era una mentira. Pero estaba bastante seguro de que ella no había planeado

unirse a este Hal y Carl en el pueblo cuando entró inicialmente en la casa rodante. De

hecho, estaba seguro de que era su presencia lo que la había decidido a irse… y bueno, dos

podían jugar ese juego. Poniendo una expresión de preocupación fingida, murmuró:

5Coffee klatch: traducción parcial de Kaffeeklatsch en alemán Kaffee=café + Klatsch=chismes.

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—Oh, no creo que debas acompañarlos sola. Sospecho que una vez que comiencen a

beber, esos dos viejos excéntricos podrían ser un poco difíciles de manejar. Tal vez debería

ir con ustedes tres.

—Oh, esa es una maravillosa idea —intervino Madge cuando Divine comenzó a

negar con la cabeza—. Me preocuparía por ti de lo contrario, Divine, pero con Marco allí

para cuidar de ti, me sentiría mucho mejor.

Por un segundo, Marcus estaba seguro de que Divine iba a negarse, pero después de

un momento sus hombros se hundieron con derrota. Su expresión no era de derrota, sin

embargo, sino rígida de ira cuando dijo:

—Está bien. Vamos.

—Pasen por aquí cuando regresen si las luces están todavía encendidas —dijo

Madge alegremente, al parecer totalmente inconsciente de las olas de ira y resentimiento

ondulando fuera de Divine cuando murmuró de manera afirmativa y se giró para abrir la

puerta de la casa rodante de nuevo.

Marcus ofreció a Madge una especialmente cálida sonrisa mientras seguía a Divine

fuera. Él había sabido que la propietaria del carnaval tenía el emparejarlos en mente

cuando lo había invitado a la casa rodante esta noche. Podía leer sus pensamientos,

después de todo, y luego de entrevistarlo esa mañana y verlo trabajar hoy, había decidido

que parecía un bastante decente compañero guapo, fornido, y trabajador… un buen

partido para "nuestra Divine", como ella había pensado en la mujer. Él no estaba

interesado en una trampa, por supuesto, pero había funcionado bien a su intención de

acercarse a Divine y averiguar si ella era Basha Argeneau, la mujer a la que había estado

buscando.

Marcus encontró difícil creer que Divine pudiera ser Basha, la renegada que había

escapado con Leonius Livio. No después de leer los pensamientos de Madge. Había

encontrado un gran respeto y afecto por la adivina allí. Pero claro, había encontrado la

misma cosa en la mayoría de las mentes que había leído ese día. Parecía que Madame

Divine —o Divine, como la mayoría de los trabajadores de feria pensaban sobre ella— era

un poco distante, pero siempre estaba ahí para echar una mano o ayudar a instalarse al

llegar a un nuevo pueblo y ayudar con el desmontaje al final de un ciclo cuando en

realidad no tenía que hacerlo, y siempre estaba allí cuando alguien necesitaba ayuda,

incluso a veces antes de que la persona en sí supiera que necesitaba esa ayuda.

De lo que había averiguado ese día, sabía que Divine había estado con este carnaval

durante dos años. En ese tiempo, se había ganado el respeto y la simpatía de la mayoría de

la gente de aquí. A los pocos a los que no les gustaba, o que al no la respetaban, era porque

parecían tenerle rencores de un tipo u otro. Una mujer estaba celosa porque estaba segura

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de que el hombre en quien estaba interesada estaba interesado en Divine, mientras que a

otra no le gustaba la forma en que todos los demás pensaban tan bien de Divine, que era

algo que ella quería para sí misma.

También había dos hombres con quien se había cruzado hoy que no tenían

pensamientos muy halagadores hacia la mujer. Un hombre era el cabezudo Romeo, quien

se había encamado con casi todas las mujeres, las solteras y varias de las casadas. Pero

cuando se había topado con Divine, lo había desalentado en términos muy claros.

El otro sujeto con quien se había cruzado ese día con pensamientos poco

favorecedores sobre Divine era un hombre llamado Paul. Él y su novia Kathy habían

estado con el carnaval por un tiempo. Aparentemente, Paul había sido un buen trabajador,

hasta recientemente cuando había empezado a beber.

Desafortunadamente, tenía la tendencia a golpear a Kathy siempre que se

emborrachaba, lo cual se estaba convirtiendo en una rutina nocturna. Divine le había

detenido recientemente. Ella le había arrancado a la chica, rompiendo su muñeca en el

proceso, probablemente deliberadamente según la humilde opinión de Marcus. Divine

entonces le había explicado que si Paul lastimaba a Kathy, o a cualquiera de las otras

mujeres trabajadoras de la feria otra vez, le rompería sus dos muñecas. Paul había

conseguido abstenerse de golpear a Kathy desde entonces, pero sabía que era sólo cuestión

de tiempo antes de olvidarse y golpearla… y luego Divine mantendría su promesa, lo cual

lo asustaba como el infierno.

A Paul no sólo no le gustaba Divine, tenía miedo de ella, y eso era una cosa

peligrosa. Según la experiencia de Marcus, el miedo puede hacer que la gente haga cosas

estúpidas, y a juzgar por los pensamientos en la mente de Paul ese día, iba a terminar

haciendo alguna estupidez más temprano que tarde. El hombre había disfrutado de varias

fantasías desagradables ese día mientras Marcus había trabajado con él, fantasías como

atrapar desprevenida a Divine una noche, golpeándola en la cabeza con un bate para

dejarla inconsciente, y luego golpearla hasta la muerte para que nunca pudiera

amenazarlo de nuevo. Siempre y cuando se mantuvieran como fantasías, las cosas estarían

bien. Pero fantasear sobre algo con la suficiente frecuencia podría hacerte lo

suficientemente valiente como para probarlo en la vida real. Marcus sospechaba que Paul

se llevaría una gran sorpresa si alguna vez fuera lo suficientemente estúpido como para

llevar a cabo esa fantasía. Una paliza no mataría a Divine, y su furia porque lo intentara

sería algo digno de ver, Marcus estaba seguro. El hombre tendría suerte de escapar con

vida. Ella probablemente le rompería todos los huesos del cuerpo, y Marcus no podría

culparla.

—Deja de mirarme el culo. Puedo sentir tus ojos taladrando mi trasero. Si vienes

conmigo, camina a mi lado.

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Marcus parpadeó ante las palabras de Divine cuando ella lo apartó de la casa

rodante de los Hoskinses, y luego volvió a parpadear cuando se dio cuenta que

efectivamente había estado mirando su trasero. Huh, pensó. Eso era nuevo… pero era una

buena vista. Le gustaba la forma en que su falda se balanceaba de un lado al otro

alrededor de sus caderas y hacia atrás con cada paso. Y esas botas. Maldita sea, ellas…

Sus pensamientos murieron abruptamente cuando Divine hizo una pausa, se

balanceo hacia atrás, y le frunció el ceño. Entonces señaló con el dedo el suelo a su lado en

demanda silenciosa. Reprimiendo una sonrisa, Marcus se acercó a su lado y se detuvo, una

ceja arqueada.

—Pensé que te gustaba la atención. ¿No es por eso por lo que te pones las monedas

en tu falda de pañuelo?

—No tu atención —le aseguró Divine con gravedad, y luego se volvió hacia adelante

para caminar de nuevo. Un momento después se dio cuenta de que lo estaba llevando a su

casa rodante. ¿Seguramente no tenía la intención de tratar de llevar el vehículo fuera de

este lío? Buen Señor, había un juego a un lado, un remolque de algodón de azúcar al otro,

y el estacionamiento de atrás en su parte frontal. El estacionamiento de atrás era un

laberinto de vehículos que ella posiblemente no podía pasar. Debería decirle que tengo un

vehículo y conducirla a la camioneta que Lucian me dio, pensó Marcus. Estaba ahora

estacionada fuera de las puertas, donde lo había dejado. Antes de que pudiera hacer la

sugerencia, sin embargo, ella se detuvo junto a un grande, ligeramente sobresaliente

rectángulo a lo largo del lado de la casa rodante que no había notado hasta ahora. Divine

plegó hacia arriba una pequeña solapa, revelando un conjunto de botones numerados.

Tecleó un código y luego dio un paso atrás mientras un panel lateral de inmediato se

abría, revelando una motocicleta.

Mientras Marcus se quedaba boquiabierto, Divine desamarró el vehículo de dos

ruedas, volteó una rampa estrecha en el extremo, y a músculo puso el vehículo sobre la

tierra. Colocando el pie de apoyo en posición para mantenerla vertical, se giró, sacó dos

cascos del recuadro, y luego presionó el botón de nuevo, cerrando el panel.

Marcus tomó el casco que le entregó y se lo puso mientras la veía ponerse el suyo.

Pero su intención de abrochar la correa murió rápidamente cuando ella lo distrajo

doblándose hacia adelante. Sus ojos se agrandaron sobre su trasero cuando ella tomó el

dobladillo de la parte trasera de su falda y jaló el tenso material hacia adelante. No fue

hasta que se enderezó con la tela en la mano y la metió al frente en la cintura de la falda

que entendió lo que estaba haciendo. Luego pasó una pierna sobre la moto, arranco el

motor, aceleró y se volvió para mirarlo.

—¿Y bien?

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—Correcto —murmuró él, abrochando rápidamente el casco que le había dado.

Parecía que ella conducía. Infiernos. Una motocicleta. Esperaba que supiera cómo conducir

la maldita cosa.

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n el momento en que Marco se instaló en la motocicleta detrás de ella y

deslizó sus brazos alrededor de su cintura, Divine sabía que había cometido

un error. Había tenido pasajeros ocasionales en su motocicleta antes, tanto

hombres como mujeres, pero esta vez se sentía incómodamente íntimo. El

hombre había pegado su pecho a su espalda, y Divine era muy consciente de

sus manos descansando justo debajo de sus pechos. Se sentía envuelta en su

abrazo, y eso era algo que no había experimentado en mucho tiempo, si es

que alguna vez lo había hecho. Salvo darle un codazo, tal vez cogerlo desprevenido y

mandarlo a volar fuera de la motocicleta, era poco lo que podía hacer al respecto, así que

Divine hizo lo posible por ignorar su propia incomodidad concentrándose en conducir.

Hoskins Carnaval llegaba a Bakersfield, California, cada año. Divine había estado en

la ciudad antes, pero no sólo con esta feria. Ella conocía el lugar que Hal había

mencionado. Había rondado McMurphy por mucho tiempo. No es que Divine hubiera

cenado en el establecimiento, pero había pasado cerca de él y tenía buena memoria. Años

atrás había sido la taberna de McMurphy. Ahora, sin embargo, McMurphy era un Pub

Irlandés y Bar Deportivo. No sabía si había cambiado de manos y hubiera sido

remodelado, o si los propietarios sólo le habían cambiado el nombre. No obstante, sabía

dónde estaba, y lo encontró con facilidad. Poco más de diez minutos después, se sintió

aliviada al ser capaz de detener la moto y esperar con un poco de impaciencia que Marco

se bajara antes de fijar el pie de apoyo en el piso y bajar también.

Divine evitó mirar a Marco mientras se quitaba el casco y rápidamente

desabrochaba su falda para dejarla caer alrededor de sus piernas de nuevo. Todavía podía

sentir el calor de su cuerpo donde había presionado su espalda, y se descubrió molesta por

ello. Suspirando, aseguró su casco para protegerlo, tomando a continuación el que Marco

le daba para fijarlo también. Con la determinada decisión de ignorarlo, Divine se dirigió a

la entrada del pub, pero podía oírlo.

El día había refrescado una vez que el sol se hubo puesto, pero aún estaba caliente,

alrededor de los ochenta y cinco grados. El pub tenía aire acondicionado, sin embargo, y la

ola de aire frío que los golpeó cuando entraron fue un alivio. Divine hizo una pausa dentro

de las puertas y simplemente disfrutó de la ráfaga de aire fresco por un momento antes de

volver su atención a tratar de encontrar a Hal y Carl.

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—No los veo —comentó Marco detrás de ella, inclinándose para hablar en su oído y

hacerse oír por encima de la cacofonía de voces en la sala.

Divine sofocó un escalofrío cuando su aliento sopló a través de su piel. Haciendo

caso omiso de la sensación, simplemente se asomó alrededor y luego frunció el ceño. No

los veía tampoco.

—Hal definitivamente habló de McMurphy. Me dijo que probó sus costillas el año

pasado y que las quería otra vez.

—Hola. ¿Puedo ayudarte? Parece que estás buscando a alguien.

Divine miró a la alegre chica que se había acercado. Tenía el cabello largo y castaño

recogido en una cola de caballo y llevaba una bandeja vacía, apretada contra su pecho.

Divine no podía dejar de notar que estaba mirando a Marco con admiración mientras

esperaba una respuesta.

—Estamos buscando a unos amigos nuestros —dijo Divine, llamando la atención de

la reacia chica—. Un par de señores mayores. Tipos de aspecto rudo, desgastados por el

sol, uno sin dientes y el otro sin pelo.

—Oh, sí. —Sonriendo, la joven asintió, agitando su cola de caballo y volviendo su

mirada de nuevo a Marco—. Están aquí. Los senté… ―Retirando su mirada fija en Marco

gesticuló hacia una mesa en la esquina y frunció el ceño cuando la encontró vacía—. Los

senté allí hace un par de minutos. —Mirando a su alrededor por un momento, sonrió y se

encogió de hombros—. Es probable que salieran a fumar al patio.

—Probablemente —estuvo de acuerdo Divine, recordando que Hal y Carl fumaban.

Algunos de los trabajadores de la feria lo hacían.

—Bueno, pueden buscarlos en el patio o sentarse y esperarlos si son sus amigos.

Probablemente no tardarán. Vi a su mesera hablando con ellos justo después de que los

senté. Es probable que hayan pedido bebidas y el menú, pero no hayan ordenado todavía.

—Esperaremos en la mesa —anunció Marco, tomando del brazo a Divine para

llevarla. Ella no protestó. Divine no tenía ganas de salir al patio de fumadores. Ni siquiera

quería estar realmente aquí. Sólo había venido en un esfuerzo por evitar que el hombre la

acompañara. Planes y todo eso. Si no fuera por este hombre, podría estar sentada en el

remolque de Madge en este momento, relajándose con el murmullo de su conversación.

Maldito hombre, pensó con irritación.

Instalándose en la silla que sacó para ella, Divine tomó el menú para mirarlo.

—¿Tú comes?

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Poniéndose rígida, echó un vistazo por encima de su menú a Marco, que se

acomodaba en la silla frente a ella. En lugar de responder, le preguntó:

—¿Y tú?

Él vaciló un instante, luego dijo.

—De vez en cuando.

Divine se encogió de hombros sin interés y bajó la mirada al menú de nuevo.

—Así que… eres un inmortal…

Eso llamó su atención; Divine le miró bruscamente y luego a su alrededor para

asegurarse de que nadie había oído el comentario. Nadie parecía estarles prestando

atención, pero…

—Yo soy un inmortal —continuó él.

—Por amor de Dios —le dijo violentamente, mirándolo—. ¿Puedes hablar de

mejores cosas en público que de esas tonterías?

—Nadie nos escucha —le dijo Marco con dulzura, luego inclinó la cabeza y le

preguntó—: ¿De qué estás huyendo?

Divine se puso rígida en su asiento.

—¿Qué te hace pensar que estoy huyendo de algo?

—Oh, no sé —le dijo divertido—. ¿Tal vez el hecho de que estás escondiéndote en la

feria?

—Si estuviera escondiéndome, no estaría trabajando en algún lugar donde cientos de

personas me ven todos los días —le respondió secamente—. Trabajo en la feria porque

resulta que tengo una muy buena vida allí.

—¿Leyendo el futuro de la gente?

No había ningún juicio en su voz, pero aún así Divine se puso rígida y a la defensiva.

—No leo el futuro y no lo afirmo.

― Cierto. Lo defines ―él dijo en voz baja.

Divine asintió. Era una fina distinción, pero importante para ella.

—Leo sus mentes y defino su futuro. O a veces leo la mente de quien los acompaña a

mi remolque y uso lo que aprendo para definir el futuro del cliente.

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—¿Como el del marido que planeaba matar a su mujer por el seguro? —preguntó

Marco. Su expresión se volvió considerada cuando agregó—: El marido debió

acompañarla a tu puesto cuando la feria estaba en su ciudad y así pudiste saber que

planeaba matarla para cobrar el seguro.

Divine asintió.

—Así que utilizas tus habilidades inmortales para ayudar a los mortales —dijo

solemnemente.

Divine se sintió relajar. Por mucho que tratara de hacer como que no la molestaban,

las actitudes de “los lugareños” con los que se topaba acerca de los trabajadores de feria la

irritaban. La mayoría de las personas se acercaban a las ferias sólo para divertirse y no

para hacer juicios, pero había un gran número de gente que pensaba que todos los

trabajadores de la feria eran rufianes, estafadores y ladrones. Que ella era una estafadora y

ladrona, que le robaba el dinero a la gente tonta que creía en adivinos y esas tonterías.

Divine no lo hacía, y nunca afirmaba nada —sólo decía la fortuna. Sin embargo,

trataba de ayudar a quienquiera que leía en cualquier forma que pudiera. Era raro que

salvara una vida como lo había hecho con la esposa de Allen, pero le gustaba pensar que

había contribuido a la salud y el bienestar de los demás. Podía oler muy a menudo

enfermedades en un mortal. Los diabéticos no diagnosticados tenían un olor dulce,

mientras que el cáncer tenía un leve pero distintivo y empalagoso hedor a putrefacción.

También podía oír el roce de los problemas pulmonares o bronquiales, un salto o un latido

irregular del corazón, un pulso rápido o lento, etcétera. Había muchos problemas de salud

que podría reconocer y diagnosticar, por lo que le sugería a su cliente que fuera a revisión.

Divine también hacía una rápida lectura de la mente de quien acompañaba a cada

cliente, y a veces encontraba información útil allí, como un marido infiel, un amigo en

problemas, un niño con un secreto peligroso que era necesario revelar, o el abuso al que

habían sido sometidos como advertencia para guardar silencio. Y también, podía leer la

mente del cliente y saber cuándo iba a hacer algo estúpido, ilegal o desesperado y

aconsejarles lo contrario. A menudo, su sorpresa ante que ella supiera lo que estaban

pensando o planeando era suficiente para devolverles algún sentido.

Divine trataba de ayudar a la gente a cambio del dinero que pagaban. No sólo se

limitaba a tomar el dinero y darles una perorata acerca de encontrar un alto, oscuro y

apuesto extraño y vivir una buena vida. Ella intentaba ayudar. Siempre lo había hecho.

—Sí, uso nuestras habilidades para tratar de ayudar a los mortales —dijo Divine al

final—. Y me pagan por ello. No estoy avergonzada de eso.

Marco asintió, pero luego preguntó:

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—¿Así que no te estás ocultando o huyendo de algo?

Divine cambió impacientemente la pregunta. Quería decir que no, pero en cambio le

preguntó:

—¿Es por eso que te has unido a la feria? ¿Porque estás corriendo o escondiéndote

de algo?

Marco hizo una mueca y se echó hacia atrás en su asiento con una sonrisa.

—Touché.

—No has respondido a la pregunta —señaló.

—Tú tampoco —respondió él a la vez.

Ambos guardaron silencio por un momento y luego Marco se inclinó hacia delante y

preguntó:

—Al menos dime tu verdadero nombre.

—Madame Divine para los extraños y Divine para mis amigos —respondió y levantó

su menú de nuevo.

—¿Es Divine tu nombre verdadero? —le preguntó con suspicacia.

—¿Es Marco el tuyo? —respondió ella, con la mirada perdida en la sección de

aperitivos.

Tras una pausa, él preguntó:

—¿Cuántos años tienes?

Divina golpeó el menú hacia abajo, molesta.

—Eso es muy grosero.

—Sí, lo es —anunció una voz risueña, atrayendo su atención hacia una linda rubia

que se había detenido junto a su mesa. Su mesera, o eso parecía. Con los ojos brillantes y

una amplia sonrisa, amonestó a Marco—: Nunca se le pregunta a una señora su edad. Al

menos, no si te gusta tu virilidad y deseas mantenerla intacta.

La boca de Divine tembló por un momento, luego cedió en una sonrisa cuando la

mandíbula de Marco cayó ante el atrevimiento de la muchacha.

—Gracias —le dijo Divine a la mesera—. Conseguirás una buena propina.

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—Sólo si tú pagas —se quejó Marco, pero había demasiada diversión en sus ojos en

ese instante, y disgusto cuando le echó un vistazo a Divine y murmuró—: Mis disculpas.

No estaba pensando.

—Obviamente —dijo Divine ásperamente, pero seguía sonriendo.

La mesera se rió e inclinó la cabeza.

—¿Puedo traerles algo?

—Ah. —La mirada de Divine regresó al menú que había estado fingiendo examinar.

Realmente quería pedir algo. Planeaba darle a la chica una propina. El problema era que

no comía. Por lo menos no lo había hecho en eones. Ni siquiera bebía, excepto tés

curativos en compañía de los mortales, y no era tanto que los bebiera como que los ponía

delante de su cara, de vez en cuando presionando la boca en el borde ya que el vapor le

daba una especie de mini facial. Probablemente es bueno para mis poros, pensó, frunciendo el

ceño ante el menú. Después de un momento, suspiró y sonrió disculpándose con la chica.

—En realidad, tal vez debamos esperar a que Hal y Carl vuelvan.

—Oh, ¿esperan la llegada de sus amigos? —preguntó la chica.

—Bueno, ellos ya están aquí, creo. Dos hombres mayores, uno es calvo y al otro le

falta la mayor parte de sus dientes —dijo, con la esperanza de estimular la memoria de la

chica—. La señorita que nos recibió en la puerta dijo que habían sido sentados aquí y

pensó que podrían haber salido al patio.

—Oh, no, se fueron —dijo la rubia, viéndose un poco decepcionada al darles la

noticia—. Querían las costillas de roble ahumado, pero sólo las servimos los domingos.

Dijeron que bien podrían venir el domingo entonces y volver a sus botellas y literas

ahora… a lo que sea que se refirieran —añadió la chica con ironía.

Divine sonrió débilmente. Eso significaba exactamente a lo que sonaba; los dos

hombres habían vuelto a sus literas en los remolques y a las botellas de licor que los

esperaban allí. Sin embargo, no lo explicó, sino que deslizó la mano al bolsillo de su falda

y sacó un billete de diez. Poniéndolo sobre la mesa, le ofreció una sonrisa a la chica y se

puso de pie.

—Gracias.

—Oh, no tiene por qué —protestó la chica, cogiendo el billete de diez dólares para

devolvérselo.

Divine lo rechazó.

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—Agradezco la información. Podríamos haber estado aquí esperando por un rato, y

entonces nos habríamos preocupado porque algo les hubiera pasado a nuestros amigos.

Guárdatelo.

Acariciando el hombro de la chica, se dirigió hacia la puerta, consciente de que

Marco la estaba siguiendo.

—¿Botellas y literas? —preguntó Marco—. Supongo que eso significa…

—Volver a la feria —acabó Divine con un movimiento de cabeza—. Tanto Hal como

Carl tienen literas en las barracas. —Se encogió de hombros y añadió—: Salir a cenar es

caro con su salario. Si quieren las costillas, es probable que no puedan permitirse el lujo de

gastar dinero esta noche también.

—Sí, me di cuenta de que la paga es pésima en la feria —dijo Marco secamente.

—Peor que pésima —estuvo de acuerdo Divine divertida—. Lo que me hace

preguntarme por qué te molestas con ella. Seguramente podrías encontrar trabajo en otro

lugar.

—Sin duda podría —dijo él evasivo—. Pero esto parecía divertido.

—Hmm —dijo Divine indecisa, dudando que hubiera algo de divertido en cargar

acero y vender banderillas

—¿Me das a entender que ganas mejor que los obreros? —preguntó Marco mientras

salían al exterior en la húmeda noche.

Era como entrar en una sauna o chocar contra una toalla caliente y húmeda.

Honestamente, el calor de la última semana había sido terrible, pero la humedad era peor

que la mísera pared que les envolvía dondequiera que fueran. Estaría contenta cuando

pasara el verano y regresara el otoño con sus suaves temperaturas.

—Supongo que también es una pregunta grosera —murmuró Marco de repente, y

Divine se dio cuenta de que seguía a la espera de una respuesta. Pensó en sólo decir sí, lo

cual era grosero, pero luego cambió de idea.

—Soy dueña de mi remolque y no necesito contratar trabajadores —dijo en voz baja

mientras guiaba el camino hacia su motocicleta—. Todo lo que hago es mío.

—¿No tienes que pagarle a Madge y a Bob la renta por el espacio o algo? —le

preguntó sorprendido.

—Antes —admitió—. Pero me convertí en una atracción, y después comencé a

ayudarles con cosas como la contratación de lugareños al llegar a cada ciudad, alejándolos

de los alborotadores, criminales y cosas por el estilo. El segundo año que lo hice, impedí

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que contrataran a un tipo que estaba en la lista de los más buscados del FBI. Estaban tan

agradecidos que decidieron que ya no pagaría más el alquiler como agradecimiento.

—Sí, alguien lo mencionó esta mañana cuando me contrataron —dijo Marco en voz

baja—. No que impediste la contratación de alguien de la lista de los más buscados, pero sí

que normalmente ayudas con las contrataciones —le explicó, luego agregó—: Pero no

estabas allí.

Era una pregunta, la hubiera expresado como una o no. Cuando llegaron a la

motocicleta, Divine dijo simplemente:

—Tenía asuntos personales que atender y no volví a la feria hasta justo antes de la

apertura.

Marco no era tan grosero como para preguntarle abiertamente sobre qué eran esos

asuntos, y se mantuvo en silencio mientras Divine liberaba los cascos y le entregaba uno.

Ella se puso el otro y entonces se recogió la falda para montar la motocicleta y arrancarla.

Esta vez no tuvo que decirle que se subiera. Apenas había puesto en marcha el motor antes

de que Marco se deslizara en el asiento trasero detrás de ella, deslizando sus manos

alrededor de su cintura.

—Podría acostumbrarme a esto —dijo en su oído, hablando en voz alta para hacerse

oír por encima del rugido del motor.

Divine no hizo ningún comentario, sólo aceleró el motor y se dirigió a los jardines de

la feria. Este viaje había sido un fracaso total y absoluto. No sólo no había escapado de su

presencia, sino que no sabía más de él que cuando había comenzado. De hecho, había sido

a la inversa —él había averiguado más sobre ella. Aunque no había sido mucho. Al menos

eso esperaba, y se preguntó si Marco podría leerla. Divine esperaba que no, y estaba

bastante segura de que no podía. Seguramente, si hubiera leído quién era ella, habría

dicho o hecho algo a estas alturas.

Se preocupó por eso durante el resto del viaje. En el momento en que llegaron a los

terrenos de la feria, estaba ansiosa por alejarse del hombre y tener una oportunidad de

pensar. Divine encontraba difícil concentrarse con sus manos y su cuerpo presionándose

contra ella. Suponía que no estaba acostumbrada a una gran cantidad de contacto físico. Se

estaba distrayendo.

Divine condujo la motocicleta hasta la mitad del vacío camino, pero no se dirigió a

su caravana, en cambio, se giró a mitad de camino entre la rueda de la fortuna y uno de los

puestos de juegos para poder girar alrededor del extremo opuesto hacia la parte trasera de

la caravana de él. Era donde estaban las barracas y donde presumía que Marco se estaba

quedando si no tenía un lugar en la ciudad.

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Detuvo la motocicleta en la primera de las barracas y fijó sus pies en el suelo a cada

lado de la motocicleta para mantenerla en posición vertical, pero dejó el motor en marcha

mientras esperaba a que Marco bajara. Después de una ligera vacilación, él lo hizo, y el

alivio de inmediato corrió a través de ella. Cuando en seguida se trasladó a su lado y le

dijo algo que ella no pudo oír, Divine decidió que probablemente era un gracias por el paseo

—o por lo menos quería que lo fuera. Ansiosa por estar fuera, sólo asintió y disparó la

motocicleta hacia delante, conduciendo a lo largo del exterior de la parte trasera para

alcanzar su caravana. Una vez allí, dejó caer el pie de apoyo y se quitó el casco mientras se

bajaba de la motocicleta.

Estaba a punto de pulsar el botón para abrir el panel lateral y guardar la moto

cuando oyó un ruido sordo. Se escuchaba como si viniera de dentro de su caravana.

Haciendo una pausa, Divine escuchó por un momento y oyó un tintineo. Puso su casco en

el asiento de su motocicleta y se movió hacia la puerta. Subió los dos pasos y entró en el

silencio.

No había nadie en la zona de cortinas donde veía a los clientes. Divine bajó por el

piso, cogió la cortina, y la jaló a un lado lo suficiente como para ver a través de ella, pero

no había nadie en la sala de estar y en zona de la cocina tampoco. No le sorprendía. El

panel donde mantenía la motocicleta estaba fuera de la habitación. Dejando escapar un

suspiro lento, se movió a través de la sala de estar, llegando hasta la puerta de acordeón de

la habitación, pero se detuvo cuando un crujido sonó detrás de ella.

Antes de que se pudiera darse la vuelta, dolor explotó en su cabeza, y luego las luces

se apagaron.

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arcus se movió hacia un lado para evitar a un grupo de los feriantes más

jóvenes que se dirigían hacia las barracas. Ellos, obviamente, habían

estado celebrando el final del primer día en una nueva ciudad. Todos y

cada uno parecían flotar como tres hojas al viento. No había pasado

mucho tiempo desde el cierre, sin embargo, así que debían haber

consumido sólo bebidas. Pero claro, no era como si tuvieran horas para

relajarse. Pasaba la medianoche cuando habían cerrado, y la mañana llegaba temprano.

Con ese último pensamiento en mente, Marcus aceleró en dirección a la caravana de

Divine. No sólo no respondió cuando él había bajado de la moto y le había preguntado si

iba a volver con Madge, sino que además había estado con tanta prisa por alejarse de él

que se había ido sin tomar de vuelta su casco. Lo cual era bastante deprimente cuando

pensaba en ello, porque mientras ella parecía ansiosa por escapar de su compañía, sus

sentimientos eran exactamente los contrarios. Marcus había disfrutado de su excursión al

restaurante, corta como había sido. Había disfrutado de sus altercados verbales con ella,

pero aún más, había disfrutado del paseo hasta el restaurante ida y vuelta, con las manos

sobre ella, presionando su pecho contra su espalda. Había sido una experiencia

estimulante.

—¡Hey, Marco!

Girando la cabeza, miró en silencio al hombre que se acercaba. Tan alto como él y

casi tan ancho, Chapman era dueño de la atracción que Marcus le había ayudado a instalar

ese día, así como del soporte de los perritos de maíz, luego había pasado el resto del día

con Kevin. Técnicamente, Chapman era su jefe, aunque Bob Hoskins, el dueño del

carnaval, era quien había hecho en realidad la contratación. Marcus había pensado que era

un poco extraño que Hoskins insistiera en hacer la contratación de todo el mundo, incluso

de los propietarios independientes. Al menos hasta que hubo leído la mente del hombre.

Parecía que a un vecino que habían contratado para trabajar en el carnaval en una de las

ciudades unos tres años atrás le habían gustado demasiado los niños. Había engañado a

una niña para llevársela lejos mientras su madre estaba distraída y la había llevado a las

literas en la parte trasera. Las cuales estaban generalmente abandonadas durante el día.

Afortunadamente, ese día un feriante a tiempo completo se había deslizado de vuelta en

M

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su propia litera en su descanso para tomar algo y había visto al hombre introduciendo a la

niña en una de las literas. Había intervenido.

Por desgracia, no la había llevado de vuelta a tiempo y la madre se había dado

cuenta de que la niña estaba desaparecida y había armado un escándalo. Habían llamado a

la policía, y aunque fue un feriante el que rescató a la niña y golpeó al trabajador local en

el proceso, el carnaval había cargado con la culpa. Los titulares decían cosas como

“Trabajador de carnaval secuestra a una niña local” en lugar de “Local contratado como empleado

temporal por el Carnaval secuestra a una niña local”.

Al parecer, la asistencia había caído justo después de eso, y Bob Hoskins y su esposa,

Madge, casi quebraron antes de que el negocio se hubiese recuperado lentamente de

nuevo. Fue entonces cuando Bob Hoskins insistió en que a partir de entonces él se haría

cargo de todas las contrataciones. También fue poco después que esa señora Divine se

había unido a su tropa y le ofreció su ayuda en la investigación de antecedentes de las

personas solicitantes. Al parecer, había eliminados algunos malos feriantes de tiempo

completo al incorporarse al programa, advirtiendo a Bob y Madge que éste no era para

nada bueno, o que aquel otro estaba robando. Pero también había comenzado a sentarse

en todas las entrevistas, y Bob Hoskins hacía sus decisiones en base a su opinión.

Al menos ella lo había hecho hasta esa mañana. De acuerdo a los pensamientos de

Bob, un negocio personal la había ocupado poco después de su llegada al recinto del

carnaval a las 4 AM. Le había dicho que esperara estar de vuelta para el momento en que

Bob comenzara a entrevistar, pero no había llegado. Bob había comenzado a regañadientes

la entrevista, pensando que eliminaría a los peores y más obvios “no contratados” y les

pediría a los demás que volvieran para una segunda entrevista cuando Divine regresara.

Al menos esa había sido su intención. Sin embargo, Marcus no había querido a la

mujer que sospechaba era Basha Argeneau leyendo sus pensamientos y sabiendo que él

estaba allí para averiguar si ella era la buscada renegada. Así que se había deslizado en la

mente del hombre, puesto el pensamiento rebelde de que no necesitaba su ayuda, que

había trabajado en el negocio por años, y que distinguía a la gente buena de la mala.

Después de todo, no había contratado al hombre que había secuestrado a la chica, él

podría tomar su propia decisión… al menos en el caso de Marcus.

Madge Hoskins había quedado un poco desconcertada por la decisión de su marido

de contratar a Marcus sin que Divine le viera primero, pero un pequeño empujón de

Marcus la había ayudado a aceptarlo y hacer el papeleo, contratándolo cuando Bob se lo

llevó. Según lo que Marcus había leído en la mente de Madge, esa tarde, cuando Divine

había aparecido, no le había dicho nada sobre la contratación de Bob a Marcus. Pero claro,

no había tenido mucha oportunidad. Había regresado de su negocio personal mientras el

carnaval abría sus puertas y se había lanzado hacia su caravana para exponer su letrero.

Con excepción de dos o tres descansos en los que había preguntado por ahí sobre Marcus,

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había trabajado bastante de corrido a excepción de aquellos pocos minutos cuando el

señor mato-a-mi-esposa-por-el-seguro-así-podré-huir-con-mi-secretaria la había atacado.

—¿Tierra llamando a Marco? ¿Has oído una maldita palabra de lo que he dicho?

Marcus parpadeó cuando la mano de Chapman se agitó delante de su cara, luego

hizo una mueca y sacudió la cabeza con disgusto.

—Lo siento. Supongo que estoy un poco cansado.

—Eso parece. Lucías como si estuvieras durmiendo de pie —dijo Chapman con

diversión, luego se encogió de hombros ligeramente y dijo con entendimiento—:

Trabajamos largos días. Puede tomar algún tiempo acostumbrarse.

—Sí. Puedo imaginarlo —murmuró Marcus.

―¿Por qué no vas a dormir un poco? Tenemos que comprobar los paseos antes de

abrir mañana, y estaba pensando que eres un desperdicio en el puesto de perritos de maíz.

Creo que deberías dirigir el juego mañana.

Marcus arqueó las cejas.

—¿No es eso trabajo de Stan?

—Sí, bueno, acabo de recibir una llamada. Stan hizo un alboroto en la ciudad y está

en la cárcel. No estoy seguro de cuando lo dejarán salir —dijo Chapman sombríamente, y

pasó una mano curtida con cansancio por su pelo. Dejando que la mano cayera de nuevo

a su lado, negó con la cabeza—. No sé la historia completa todavía, pero Stan estaba medio

borracho. Probablemente hizo enojar a la persona equivocada, el hijo del alcalde o algo así.

Si es así, podría estar uno o dos días, y eso me deja corto. Una de las chicas se va a

encargar del puesto de perritos de maíz para que puedas ayudarme en el juego mañana.

Te voy entrenaré antes de abrir. —Sonrió con ironía—. Pareces inteligente para variar, lo

cual es una bendición. Por lo general, los novatos que contratamos son estúpidos,

perezosos o lentos, y tú no eres nada de eso. No deberías tener ningún problema con el

juego. Ahora ve a dormir un poco.

Marcus asintió, pero el hombre ya se alejaba —su mente, sin duda, ya en el siguiente

problema. Chapman ni siquiera había estado realmente hablando con Marcus tanto como

diciéndole lo que iba a tener que hacer. Parecía ser de una personalidad tipo A, siempre

bajo tensión. Marcus imaginó que a esa velocidad, el hombre, quien al parecer estaba en

los cincuenta, no llegaría a los sesenta, que era la edad que aparentaba. Ese pensamiento

hizo a Marcus echar un vistazo alrededor de la parte trasera, observando a la gente que

caminaba aquí o allá. Había notado que la mayoría de la gente aquí parecía más vieja de lo

que eran, hombres y mujeres por igual. Si se veían de cincuenta, probablemente eran de

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cuarenta. Esta vida parecía ser dura para todos. Hace a la gente interesante, sin embargo,

pensó mientras se dirigía hacia la caravana de Divine.

Mientras caminaba entre una caravana y la valla alrededor de un juego, Marcus notó

que su motocicleta ya no estaba a la vista. El panel estaba cerrado. Ya debe haber guardado la

moto, pensó mientras llegaba y subía las escaleras para llamar a su puerta.

Se giró para mirar a lo largo del camino, mientras esperaba a que ella respondiera.

Era extraño verlo tan vacío y silencioso. Era como un pueblo fantasma, las diversas

atracciones y puestos sólo sombras oscuras contra el cielo nocturno. Era un poco

espeluznante, realmente. Se volvió para llamar a la puerta otra vez, pero se detuvo al

observar que no había ninguna luz mostrándose por la ventana en la parte superior de la

puerta.

Frunció el ceño y retrocedió unos pasos, se movió hacia un lado y miró a lo largo de

la caravana. No había luces en ninguna de las ventanas. La mujer no sólo había tenido

tiempo suficiente como para regresar y guardar su motocicleta, sino que también se había

ido a la cama. Eso o no había regresado todavía, se dio cuenta. Tal vez fue de nuevo con

Madge, pensó, y decidió pasar por allí para averiguarlo.

El sonido de voces alzándose despertó a Divine y ella abrió los ojos, pero de

inmediato volvió a cerrarlos cuando el dolor atravesó sus pupilas y su cabeza palpitante.

Querido Dios, se sentía como si alguien estuviera usando una sierra en su cráneo.

Por un momento, estaba tan atrapada en la agonía aplastante que no prestó atención

a los gritos en la habitación. Después de un momento, sin embargo, el dolor se alivió un

poco. Todavía estaba allí, pero ahora era sólo un sordo, punzante dolor que podía soportar

si no se movía, abría los ojos o respiraba demasiado fuerte. Tendida completamente

inmóvil y respirando entrecortadamente, esperó a que se fuera y poco a poco se dio cuenta

de lo que se decían.

—…que ser razonable. Cuando los chicos me dijeron que ella estaba retozando con

ese espía Argeneau tuve que ordenarles traerla.

—No estaba retozando con él, Abby —dijo una voz que reconoció como la de su hijo,

Damian, la furia en su tono—. Estaba buscando con él algunos amigos mortales en el viaje.

No lo quería ahí al principio, ¡y ni siquiera sabe quién es! Me lo dijiste tú mismo.

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—Sí, pero yo sólo lo sé porque la leí —dijo la primera voz masculina

razonablemente. Abaddon, pensó Divine mientras el hombre continuaba—: Los chicos no

pueden leerla, son demasiado jóvenes. Yo soy el único que puede leer a tu madre.

—¿Así que les dijiste que aplastaran su cráneo y la arrastraran aquí? —preguntó

Damian con disgusto.

—Les dije que la dejaran inconsciente y la trajeran de vuelta —corrigió con calma—.

Estuvieron un poco… entusiastas en sus esfuerzos.

—¡Hundieron su cráneo, Abby!

—Tenían miedo de ella, la golpearon con un poco más de fuerza de la necesario —

dijo el hombre con dulzura.

—¿Un poco más de fuerza? —Damian dio un resoplido de disgusto—. Tuvimos que

darle tres chicas para que tuviera la sangre suficiente como para sanar. Ahora tenemos que

encontrar otras. —Hubo una pausa y luego preguntó—: ¿Quiénes eran los muchachos que

tenías espiándola? Quiero que sean castigados.

—Los envié a buscar más chicas. Todo estará bien. Deja que yo me ocupe de esto —

instó Abaddon.

—¿Cómo manejaste esto? —preguntó Damian bruscamente. Luego gruñó—: ¿Qué

demonios estaban haciendo espiándola sin mi permiso? No quiero que tú y los chicos

hagan cosas a mis espaldas.

—Parecías estar disfrutando de la pequeña rubia con la cual te entretenías. No quise

interrumpirte y molestarte con esto, así que me tomé la libertad de enviar a un par de

muchachos a vigilar a Basha. Estaba preocupado —añadió rápidamente—. Con Lucian

enviando espías a buscarla, me pareció lo mejor asegurarme que había alguien cerca para

ayudarla si se metía en problemas.

—Arrastrarla aquí medio muerta no la está ayudando.

—Ella es inmortal —le recordó Abaddon con paciencia—. No está cerca de morir. Va

a estar bien.

—No gracias a ti.

Un largo suspiro sonó, y luego Abaddon dijo:

—Vamos, te has estado con ella toda la noche. Debes descansar.

—He pasado toda la noche con ella por ustedes —dijo Damian con resentimiento, su

voz alejándose.

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—Sí, y lo siento por eso —dijo Abaddon con voz cada vez más débil a medida que

los dos hombres aparentemente salían de la habitación—. Pero al menos sabemos que no

está en connivencia con ellos.

—Ella es mi madre, Abby. Nunca actuaría contra mí.

—Yo no estaría tan seguro. Si alguna vez se enterase…

Lo que vino después de eso fue dicho demasiado bajo como para que Divine lo

escuchara. Instintivamente abrió los ojos y volvió la cabeza en un esfuerzo por ser capaz

de oír de nuevo, pero en el instante en que lo hizo, agonía se disparó a través su cráneo

una vez más. Esta vez trajo la inconsciencia con ella.

—Buenos días, Marco.

Marcus miró hacia arriba desde el panel del juego y le ofreció una sonrisa de saludo

a Madge cuando ella se acercó. Había ido al remolque de los Hoskinses anoche después de

chequear el oscuro y silencioso de Divine, pero ella no había estado allí. Sin embargo, Bob

y Madge sí, por lo que se había sentado y charlado con ellos por una buena hora antes de

regresar a su camioneta y dirigirse a un motel cercano para dormir un poco antes de

volver al carnaval hoy.

Le gustaban los Hoskinses, y a ellos obviamente les gustaba Divine. No sólo lo

habían dicho mientras hablaban con él, sino que también lo había leído en sus

pensamientos. La pareja no había sido capaz de tener sus propios hijos y tendían a

adoptar de manera no oficial a los miembros más jóvenes de su carnaval. Divine era una

de las que consideraban familia. Si hubieran tenido una hija, se habrían sentido orgullosos

de que fuera como Divine.

Aunque la pareja le había dicho al menos un centenar de buenas acciones que había

hecho Divine, y otro tanto de rasgos positivos de su personalidad, Marcus no había

aprendido nada sobre el pasado de Divine antes que llegara a esta feria. Aparentemente

ella no compartía gran parte de eso, y ellos, al igual que la mayoría de los feriantes, no

curioseaban. Pero lo que sabían de ella los últimos dos años que había estado ahí les había

impresionado. No bebía, no se drogaba, no jugaba. Era tranquila, hacía su trabajo, y

siempre estaba disponible para ayudar a los demás.

De acuerdo a los pensamientos de la pareja, Divine podía parecer distante al

principio, pero una vez que se la conocía más, se hacía evidente que era atenta y amable.

Tenía que hacer muy poco con su negocio de adivinación en su caravana, por lo que

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siempre estaba ayudando a los demás a instalar y quitar sus propios puestos de venta o

atracciones. Ayudaba con las entrevistas, como había averiguado antes, pero también

estaba dispuesta a ayudar si se necesitaba mano de obra o alguna otra cosa, y era muy útil

para tener alrededor. Bob no creía que hubiera algo que no pudiera arreglar. La chica era

muy inteligente, según él. Era como si hubiera estado en el negocio mucho más tiempo de

lo que sus años podrían permitirle.

Ese pensamiento había hecho a Marcus sonreír. Divine podía parecer de veinticinco

años, pero era inmortal, y aunque no sabía qué edad tenía exactamente, podría haber

estado “en el negocio” en la época del primer carnaval. Eso explicaría el conocimiento y la

habilidad que sorprendía tanto a los mortales aquí.

—¿Qué demonios le hiciste a nuestra pobre Divine cuando se fueron anoche? —

preguntó Madge, ajustando su atención al hecho de que la mujer había llegado y que

aunque estaba sonriendo, había preocupación en sus ojos también.

—¿Qué quieres decir? —preguntó él con sorpresa.

—Bueno, por lo general se levanta con los pájaros. Juro que la chica no duerme más

que un par de horas por la noche. Pero por lo que sé ni se ha levantado aún. Abrimos en

media hora, pero su caravana está cerrada herméticamente, su cartel no está fuera, y

golpeé la puerta y no obtuve respuesta.

Marcus frunció el ceño y miró hacia la caravana de Divine.

—Tal vez ella fuera o algo así —murmuró Madge, mirando hacia la allí también—.

Aunque no sé a dónde habrá ido. Siendo alérgica al sol como tú, por lo general se pega a la

caravana cuando no está ayudando a alguien. —El pensamiento al parecer le recordó una

preocupación que había tenido, así que miró al toldo que encima de los controles del juego

y asintió con satisfacción—. Me alegro de que Chapman me escuchase y pusiera esto para

ti. Bob le advirtió que podría perderte si trataba de hacerte trabajar bajo el sol.

—Gracias —murmuró Marcus. Había sido una preocupación cuando Chapman le

había mencionado que tenía que controlar el juego. Bueno, está bien, su cabeza había

estado demasiado envuelta en el pensamientos de Divine para preocuparse de eso anoche,

pero sin duda había estado en su mente cuando había salido de su camionera esa mañana.

Temprano como era, el sol ya había salido y golpeado su calor en la tierra. Había estado

contento de llegar y encontrar que Chapman había puesto el toldo para él.

—¿La has visto esta mañana?

Volviendo a la cuestión de la que trataban, Marcus sacudió su cabeza lentamente y

luego sugirió:

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—Tal vez tenía que ir a la ciudad por algo.

—Es posible —dijo Madge con un suspiro—. Es raro, pero a veces va a la ciudad en

busca de hierbas y otras cosas para sus remedios naturales.

Marcus dudó. Eso era otra cosa que había aprendido la noche anterior. Divine

siempre estaba ofreciendo remedios naturales a los otros feriantes cuando se enfermaban,

lo cual era muy apreciado ya que la mayoría no podía pagar la atención de salud

adecuada. A veces incluso parecía saber que estaban enfermos antes de que la persona lo

supiera, y todos habían aprendido a escucharla si ella decía que tenían que hacer algo por

su salud. A todos en el carnaval les gustaba, o al menos la respetaban, por ello.

—Probablemente sea allí donde esté entonces —dijo Marcus para calmar la

preocupación de la mujer.

—Sí —acordó Madge, relajándose un poco—. Probablemente vendrá zumbando en

su motocicleta justo antes de que las puertas se abran.

Marcus se limitó a asentir, su mirada moviéndose sobre la caravana de nuevo.

—Hablando de eso, creo que mejor voy a la puerta y ayudo a las chicas de las

entradas a prepararse. —Se dio la vuelta, y agregó—: Ven con nosotros después de que

cerremos esta noche y te alimentaré. Tenemos que mantener tu fuerza. Bob jura que

trabajas más duro que tres hombres juntos.

—Gracias —murmuró Marcus, pero su mirada aún estaba en la caravana, y después

de que ella se fue, se alejó del panel de control del juego y se dirigió hacia el vehículo.

Llamó una vez al llegar a la puerta, esperó hasta la cuenta de diez, y cuando no hubo

sonido de movimiento desde el interior, probó con la manija. No estaba cerrada con llave.

Marcus dudó, miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estaba prestando atención

y luego se deslizó rápidamente dentro.

—¿Hola? —llamó mientras esperaba a que sus ojos se adaptaran. Con las cortinas

cerradas, no había luz en la habitación, pero él tenía la buena visión nocturna de todos los

inmortales que después de un momento se hizo presente; echó un vistazo alrededor de la

pequeña sala de consulta de Divine. Todo estaba quieto, en silencio y en su lugar, así que

fue a un lado y miró alrededor de la sala de estar/cocina, empezando a avanzar.

Marcus estaba a mitad de camino de la habitación cuando notó la sangre en la pared

junto a la puerta del dormitorio. Siguiendo las vetas hacia abajo, vio que terminaban en un

charco alarmantemente grande en el suelo. Corriendo hacia adelante, se arrodilló y tocó el

charco. La sangre se había secado, pero el charco era lo suficientemente profundo como

para estar todavía húmedo en el medio. Conjeturó que algo había sucedido hacía horas…

y esa era sangre inmortal. Podía decirlo con seguridad.

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Maldiciendo, se enderezó y se trasladó al exterior para comprobar el panel lateral

donde guardaba la motocicleta. Había estado observando a Divine la noche anterior,

cuando había tecleado el código para abrirlo, y copió sus acciones ahora. Cuando el panel

se abrió, estaba vacío. Sin moto y sin casco. Marcus cerró el panel y volvió dentro para

buscar en la caravana.

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l rose de ropas moviéndose despertó a Divine, y entonces abrió los ojos con

sorpresa cuando un paño frío fue colocado sobre su frente. Se encontró

mirando hacia arriba al delgado rostro de su hijo. Estaba medio oscurecido

por mechones de su largo cabello, haciendo su expresión inescrutable.

—Estas despierta. ¿Cómo te sientes? —preguntó Damian, sentado en

el borde del colchón donde ella yacía.

Divine lo miró sin expresión, confusión atravesando sus pensamientos.

—¿Damian? ¿Qué haces aquí?

—¿No lo recuerdas?

Divine miró detrás de su hijo ante esa pregunta, sus ojos posándose con disgusto en

el hombre de cabello oscuro que había hablado. No pudo evitar la mueca que reclamó sus

labios.

—Abaddon.

—Basha —saludó él con una sonrisa condescendiente, y la ira se enroscó a través de

ella como una serpiente.

—No respondo ante ese nombre, Abaddon, y bien lo sabes. Mi nombre es Divine y lo

ha sido por un buen siglo. Deberías ya haberte acostumbrado.

—Puedes llamarte como quieras, pero en tu corazón siempre serás Basha —dijo

Abaddon encogiéndose de hombros.

Eso la puso furiosa, tal vez porque en su corazón sabía que era verdad. Ella podría

darse el nombre que deseara, pero siempre sería Basha, hija de Félix y Tisiphone, nieta de

Alexandria y Ramsés, y sobrina del gran y poderoso Lucian Argeneau, un hombre que ella

solía adorar pero que había aprendido a temer. En su corazón aún era Basha, pero estaba

intentando de verdad no serlo, y odiaba que la joven que había sido por tanto tiempo aún

se atara a la mujer en la que se había convertido.

E

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Sabiendo que él podía y probablemente estaba leyendo sus pensamientos, Divine

cambió su atención hacia la habitación en que estaba para aclarar sus pensamientos. Notó

el papel tapiz roto y fuera de moda, y el raído piso de madera. Había hoyos en las paredes

y uno muy grande en el piso también, diciéndole donde estaba —el edificio abandonado

en las orillas de la ciudad en el que su hijo se había asentado para su estadía en California.

—No sé porque decides vivir en lugares tan horribles, Damian —dijo ella

infelizmente.

—¿Dónde debería vivir? —preguntó Abaddon secamente—. ¿Debería huir? ¿Unirse

al carnaval como tú?

—No huí —espetó ella.

—Basha, dulzura, has estado huyendo de ti misma desde que…

—Sal de aquí, Abby —interrumpió Damian—. Solo la estás alterando.

Abaddon dudó, pero asintió obsequiosamente.

—Como desees.

—No sé por qué lo admites en tu vida —gruñó Divine mientras miraba al hombre

marcharse.

—Tiene sus problemas —dijo Damian apaciblemente.

—Es un animal como su amo lo fue antes de él —espetó Divine, y luego se giró hacia

su hijo y dijo con frustración—: Me tomó diez años alejarnos de ese hombre y remover su

influencia fuera de tu vida y entonces cuando cumpliste dieciocho y te independizaste,

simplemente lo recibiste de vuelta como a un tío perdido.

—¿Realmente quieres pelear por esto de nuevo? ¿Ahora? —preguntó Damian.

Suspirando, Divine sacudió la cabeza y cerró los ojos brevemente. Había renunciado

a discutir por Abaddon hacía dos milenios… después de doscientos años de inútiles

intentos de alejar a Damian de ese hombre, había aprendido que era su vida, que él podía

hacer lo que quisiera con ella y tener a quien quisiera en ella. Fue también entonces

cuando comenzó a pasar menos tiempo con su hijo, haciendo su propia vida y dejando

que él hiciera la suya.

—No quiero discutir, Damian —dijo finalmente—. Pero él…

—Salvó tu vida —la interrumpió, entonces agregó de forma condescendiente—. De

nuevo. ¿Seguro puedes quitarle algo de culpa?

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—¿Me salvó la vida? —preguntó Divine con el ceño fruncido, intentando buscar en

sus recuerdos cómo había llegado ahí. Recordaba regresar de la ciudad, dejar a Marco

junto a las caravanas, regresar a su remolque intentando alejar la motocicleta y… oír un

ruido dentro del remolque, recordó Divine. Había ido a investigar y… levantó una mano

para tocar su cabeza mientras recordaba el dolor estrellándose contra ella.

—Abby estaba preocupado por este asunto de Lucian enviando espías para buscarte.

Divine desechó sus recuerdos en un parpadeo y miró a su hijo cuando él dijo eso.

Había descubierto eso en su última visita ahí el día anterior. Divine se había sorprendido

al descubrir cuando llegó con el carnaval que Damian estaba ahí. Incluso más

sorprendente era que él quería verla. Aunque habían sido cercanos cuando él era joven, se

había distanciado y envejecido, y ella rara vez lo veía ya… a menos que él necesitara algo.

Esta vez quería verla para prevenirla. Damian se había enterado de que su tío Lucian no

sólo lo estaba buscando a él, sino que también había enviado espías para buscarla a ella.

Parecía que de alguna manera sabía que estaba viva. Su suposición era que el hijo de

Damian, Ernie, lo había revelado cuando había sido capturado y llevado ante el Concilio.

El pequeño tonto, pensó Divine con un suspiro. Había criado a Ernie por Damian, al

menos hasta los primeros cinco años. El chico inmortal había sido un niño dulce, pero de

alguna manera se había convertido en un débil y en ocasiones tonto adulto. Siempre

parecía estar intentando probarle algo a su padre, y aparentemente se había ido al norte de

Canadá con algún plan descabellado para ganarse el respeto de su padre.

El pequeño idiota lo había hecho todo mal. Había secuestrado a alguien conectado

con los Argeneau, sólo Dios sabía para qué, y luego había sido capturado y ejecutado por

sus esfuerzos. Al final, Ernie sólo había puesto las cosas peor. Lucian había comenzado a

buscar a su hijo con fervor entonces… así como a ella. Sabiendo eso, Divine había

sospechado que Marco podría ser un espía, pero no había tenido oportunidad de

descubrirlo o hacer algo al respecto.

—Abby estaba preocupado de que estuvieras sola en el carnaval, así que mandó a un

par de los chicos a checarte y asegurarse de que estabas bien —continuó Damian,

capturando su atención de nuevo—. Te encontraron inconsciente en tu remolque, con una

herida en la cabeza, y te trajeron aquí. Estás en la casa.

Divine sólo asintió. Ya había deducido dónde estaba y el saberlo era deprimente.

Odiaba que su hijo tuviera que vivir así, siempre mudándose, siempre escondiéndose,

intentando evadir a su familia. Ambos lo hacían, pero ella al menos tenía al carnaval y su

remolque. Damian se negaba a establecerse en tal existencia y prefería evadir a mortales e

inmortales por igual, haciéndolo en casa y edificios abandonados. No tenía un hogar real y

nunca lo había tenido, en verdad. Siempre habían huido… por su maldita familia.

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—Abby tiene algunas sospechas acerca de quién pudo haberte noqueado.

Divine lo miró.

—¿Las tiene?

Damian asintió.

—Uno de los espías de Lucian está trabajando en tu carnaval.

—¿Qué? —preguntó ella con sorpresa, y luego sus ojos se ampliaron ante la mención

del carnaval, que le recordó sus responsabilidades. Sentándose, bajó sus pies de la cama—.

¿Qué hora es? ¿Cuánto llevo aquí?

—Madre, acuéstate. Recibiste un buen golpe en la cabeza. Un poco de descanso…

—Ya estoy curada —murmuró Divine, y miró el reloj en su muñeca. Dios Santo, casi

era medio día. El carnaval abriría pronto y se esperaba que ella estuviera ahí. Los sábados

abrían a las 10 a.m., pero entre semana y los domingos abrían al mediodía. Era demasiado

engorroso preocuparse por eso en esos días. Pero incluso cuando no abrían hasta el

mediodía, se levantaba temprano, limpiando lo de la noche anterior y checando que todo

funcionara bien y estuviera listo para el ocupado día que tenían por delante. Lamentaba

no poder ayudar con eso, pero absolutamente no podía perderse la apertura—. Tengo que

regresar.

—Madre —dijo Damian con exasperación mientras ella se ponía de pie y miraba

hacia abajo a su blusa teñida de sangre. Parecía como si trabajara en la casa embrujada en

lugar de prediciendo el futuro.

—¿Cómo está tu cabeza? —preguntó el, tomando su brazo y alejando su atención de

su blusa manchada.

—Estoy bien —le aseguró—. Sano rápidamente, todos nosotros lo hacemos, y tengo

que regresar. Abrimos a medio día.

—Sí, pero no creo que debas regresar —protestó él—. No estás a salvo allá, uno de

los espías de Lucian se ha unido a tu carnaval. Debe sospechar que creemos que fue él

quien te hirió. Si los chicos no te hubieran hallado…

Divine se detuvo para mirarlo cuando sus palabras estallaron un recuerdo en su

cabeza.

Cuando los chicos me dijeron que ella estaba retozando con ese espía Argeneau tuve que

ordenarles traerla.

Las palabras resonaron en su cabeza con la que ella creía era la voz de Abaddon.

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—¿Ves que no puedes regresar allá, verdad? —preguntó Damian.

Divine se giró con ojos solemnes hacia su hijo.

—¿Los chicos me encontraron?

—Sí. Creemos que fue ese chico Marco quien te golpeó. Él es uno de los hombres que

Lucian envió en tu busca.

—¿Marco? —preguntó Divine con sorpresa, aunque suponía que no debía

sorprenderse. Ella ya sabía que él era inmortal.

—Afortunadamente, la llegada de los chicos debió haberlo espantado —continuó

Damian—. Te encontraron y te trajeron aquí para que sanaras. Te he estado dando sangre

toda la noche. Lo peor de la sanación probablemente ha terminado, pero sin duda

necesitarás sangre extra por un rato.

Divine lo miró, otras palabras sonado en su cabeza.

—¿Así que les dijiste que aplastaran su cráneo y la arrastraran aquí?

—Les dije que la dejaran inconsciente y la trajeran de vuelta. Estuvieron un poco…

entusiastas en sus esfuerzos.

—¡Hundieron su cráneo, Abby!

—Tenían miedo de ella, la golpearon con un poco más de fuerza de la necesario.

—¿Un poco más de fuerza? Tuvimos que darle tres chicas para que tuviera la sangre

suficiente como para sanar. Ahora tenemos que encontrar otras. ¿Quiénes eran los muchachos que

tenías espiándola? Quiero que sean castigados.

—¿Madre?

Divine forzó su atención lejos de la conversación que sonaba en su cabeza y miró a

su hijo. Él estaba frunciendo el ceño con preocupación.

—Tal vez debas sentarte —dijo Damian—. Te has puesto pálida.

Divine inhaló profundamente y se giró para moverse hacia la puerta en lugar de

mirarlo. Su hijo le estaba mintiendo.

—Tengo que regresar.

—Madre…

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—Ahora que sé que Marco es un espía puedo estar en guardia cerca de él —dijo

calmadamente—. Pero tengo que regresar. Mi remolque está ahí. —Deteniéndose en la

puerta, se giró—. ¿Aún está ahí?

—Sí. Los chicos trajeron tu motocicleta pero dejaron tu remolque —le aseguró, y

después agregó rápidamente—: pero podemos mandar a alguien a recogerlo. No hay

necesidad de que regreses.

—Claro que la hay. Si sólo desaparezco, sabrán que soy la mujer que buscan —

discutió—. Además, es mejor aprender lo que puedas de tu enemigo. Podría ser capaz de

descubrir lo que Lucian sabe si regreso.

Divine no esperó a que le respondiera, se giró y abrió la puerta, apresurándose fuera.

El pasillo estaba vacío, así como la primera habitación cuando llegó ahí, y todos estaban en

la cama ahora. Tendían a ser búhos nocturnos. Aunque se alegraba de que Abaddon no

estuviera cerca para leer sus caóticos pensamientos, le hubiera gustado cruzarse con al

menos un par de los chicos. Una rápida patada en el trasero de uno o dos de ellos le habría

dado la verdad de quien había golpeado su cabeza anoche… lo cual era probablemente

por qué no estaban ahí en ese momento. Damian obviamente no quería que ella supiera

que Abaddon había enviado a sus propios nietos a atacarla.

Divine miró su motocicleta al momento en que salió al dilapidado porche. Sería

bueno salir sin encontrarse con Abaddon. Sospechaba que si él la leía y anunciaba que

sabía que Damian estaba mintiendo, se quedaría ahí atascada por un rato discutiendo con

su hijo o pateando el trasero de alguien, y realmente no tenía tiempo para ninguna de las

dos cosas.

—Está bien, de acuerdo, vete —dijo Damian mientras ella se ponía su casco.

Divine se las arregló para no sonreír ante su tono. Lo dijo como si le estuviera dando

permiso. Ella era la madre aquí, por amor de dios. Se iría cuando y a donde quisiera, y

siempre… y lidiaría con él y sus mentiras en su momento.

—Pero ten cuidado. Marcus Notte podría no ser el único espía que Lucian tenga.

Divine apenas se había puesto su casco, pero se detuvo de atar la cinta para mirarlo

con el ceño fruncido.

—¿Marcus Notte?

—Ese tipo Marco en el carnaval es Marcus Notte. Los Notte están con los Argeneau

ahora. Marguerite está casada con Julius Notte, y Christian es su hijo. Él y sus primos

están pasando más y más tiempo con los Argeneau en Canadá. Se hacen más cercanos

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cada vez. De hecho, si te topas con un Notte, podrías pensar en él o ella como un

Argeneau.

Divine digirió esta noticia, estando al tanto de la decepción que le provocaba esta

noticia de que Marco era realmente Marcus Notte, un espía de su tío Lucian. Suspirando,

sacudió la cabeza. Miró a su hijo y preguntó lentamente:

—¿De dónde sacas esa información?

—Abaddon tiene espías en todas partes —dijo Damian con una sonrisa—. ¿Cómo

crees que nos las arreglamos para evitar a tu familia todos estos años?

La usual culpa se deslizó a través de Divine ante el recordatorio de que su propia

familia estaba cazando a su hijo, que él estaba forzado a vivir de la manera en que lo hacía

por ellos. Tensando la boca, Divine simplemente asintió, ató la cinta y montó su

motocicleta. La llave estaba en el interruptor y prendió el motor, entonces miró a su hijo y

abrió sus brazos cuando él dio un paso al frente para abrazarla.

—Ten cuidado —le dijo él antes de alejarse, Divine forzó una sonrisa y asintió,

entonces puso a andar la moto. Su mente era un remolino de confusión mientras se

alejaba. Su cerebro estaba aún sanando por el ataque que aparentemente le había

perforado el cráneo, y la memoria estaba regresando rápidamente —incluyendo la

conversación que había oído al despertar la primera vez. Entre más recordaba, más

preguntas aparecían en su mente. Había ciertas frases clave que la molestaba.

Tenían miedo de ella, la golpearon con un poco más de fuerza de la necesaria.

La parte acerca de los chicos teniéndole miedo no la sorprendía mucho. Había tenido

que noquear un par de cabezas recientemente cuando los chicos hacían cosas estúpidas o

llamaban la atención sobre sí mismos. Por lo que sabía, un par de los chicos había hecho

algo y se había dejando atrapar por los Argeneau, lo cual habían forzado a Damian a

intentar rescatarlos, casi provocando que lo atraparan también.

Fue Abaddon quien la había llamado diciendo que Damian la necesitaba. El hombre

había sido demasiado vago sobre qué habían hecho los chicos para llamar la atención, pero

no le había preocupado mucho en ese momento. Ella era su madre. Se había apresurado a

ir al norte para salvar a su bebé, preocupándose por el resto después. Pero después, nadie le

explicó lo que había pasado exactamente. Todos habían dicho simplemente que habían

sido estúpidos y que era sólo una actuación, y ninguna cantidad de amenazas o patadas en

el trasero los había hecho hablar.

Era muy frustrante para Divine no poder leer la mente de su hijo ni de sus nietos. No

sabía por qué era ese el caso. Su propia madre había sido capaz de leerla. Lo único en lo

que podía pensar era que el ser sin-colmillos, a diferencia de los demás inmortales, había

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de alguna manera obstaculizado su habilidad para leerlos. Divine suspiró extrañada. Que

su hijo fuera un sin-colmillos no era el primer golpe que la vida le había dado a él, pero era

uno bueno. Ella no sabía por qué, pero algunos inmortales nunca desarrollaban los

colmillos que otros tenían. Eso significaba que él debía cortar a sus víctimas para obtener

la sangre que necesitaba para sobrevivir. La mayoría de los hijos de Damian eran iguales,

y aunque Divine había sido capaz de leerlos cuando eran niños, una vez que llegaban a la

pubertad perdía la habilidad de hacerlo. Eso la hacía pensar que la falta de colmillos no

era su única diferencia con ellos.

Divine frunció el ceño de nuevo ante eso, y luego giró su atención hacia otra cosa

que la molestaba acerca de la conversación que había oído. La parte de tuvimos que darle

tres chicas para que tuviera la sangre suficiente como para sanar. Ahora tenemos que encontrar

otras. ¿Quiénes eran los muchachos que tenías espiándola? Quiero que sean castigados.

Esa parte de la conversación la molestaba por dos razones. Por un lado, la parte de

haber pasado por tres chicas la hacía pensar… bueno, francamente, sonaba como si esas

chicas hubieran muerto. Debía equivocarse acerca de eso. Había criado bien a Damian. Se

alimentaba sólo cuando tenía que hacerlo, por voluntad cuando podía, y nunca al punto

de muerte. Le había enseñado eso desde pequeño. Era así como la habían criado y era así

como ella lo había criado a él.

Yo no estaría tan seguro. Si alguna vez se enterase…

¿Se enterase de qué?, se preguntó. ¿Qué podría haber hecho Damian que la haría

retirarle su amor y apoyo? No lo sabía, pero las palabras de Abaddon sugerían que podría

haber hecho algo que provocaría dicho alejamiento, y el hecho de que le mintiera

descaradamente acerca de cómo se había lastimado era perturbarte, así como lo era el

hecho de que fuera tan convincente. Le hizo preguntarse cuantas otras mentiras le había

dicho en el pasado.

Divine pasó una cartelera promocionando la feria de Kern County, y su mente se

llenó con otra preocupación. Marco. Así que su nombre real era Marcus Notte, y era un

espía de Lucian Argeneau. Eso explicaba por qué estaba en el carnaval. El hombre no era

un renegado, después de todo, y a juzgar por las preguntas que había hecho anoche, él

podía sospechar que ella era Basha, pero no estaba seguro. Eso era algo bueno al menos.

También era probable que no tuviera una idea clara acerca de cómo era ella físicamente,

excepto tal vez por la de su tío y algunos de los otros inmortales más viejos que la habían

conocido cuando era joven.

No tenían cámaras antes, o siquiera retratos, así que no tenía una imagen que seguir

a menos de que Lucían se las hubiera arreglado con algún retratista algo así. Bien podría

haber hecho eso, pero si así había sido, dependería de su memoria, la cual era demasiado

buena. Aún así, él no la había visto en más de dos milenios. Eso era mucho tiempo.

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Además, cualquier retrato de ella la mostraría rubia, lo cual no era actualmente. Había

comenzado a teñir su cabello de castaño oscuro justo antes de unirse al Carnaval Hoskins

y ahora se alegraba de haberlo hecho. Podría no haber despistado completamente a

Marcus, pero tampoco empeoraba las cosas.

Divine pasó un momento intentando resolver qué hacer con él. Primero pensó que

evitarlo sería lo mejor, pero entonces le pareció inútil. El hombre no se iba a ir a menos que

lo convenciera de que ella no era Basha, y no podía hacer eso evitándolo. El problema era

que sí era la mujer que todos ellos tenían como Basha. Siendo ese el caso, ¿cómo se suponía

que lo convencería de lo contrario?

Ninguna idea le había venido a la mente para cuando llegó al carnaval, y Divine

decidió que lo mejor que podía hacer era actuar natural a su alrededor. Si no actuaba

nerviosa o le dejaba ver que sabía algo, él podría decidir eventualmente que ella no era la

mujer que estaba buscando. Además, tal vez hablando con el hombre como si fuera un

amigo más que un enemigo, podría averiguar qué sabían los Argeneau acerca de ella y su

hijo. Tal vez incluso podría averiguar cuáles habían sido esas acciones riesgosas que su

hijo y sus nietos habían hecho para que ella tuviera que salvarlos de su tío.

Muchas personas la saludaron mientras circulaba por los terrenos del carnaval.

Regresó los saludos, pero no se detuvo hasta que llegó al remolque. Rápidamente dejó la

motocicleta y el casco, cerró el panel, se giró y entonces jadeo, parándose en seco para

evitar chocar con Marcus.

—¿Cómo estás? —preguntó el.

Divine frunció el ceño brevemente ante la preocupación en su rostro. Era como si

supiera… dejando el pensamiento ahí, lo pasó, murmurando:

—Estoy bien.

—Hay sangre en tus ropas, y en tu cabello.

Divine se había olvidado de ello con todo lo demás en su mente. La parte de haber

sangre en su cabello eran noticias para sus pensamientos. Se tocó instintivamente para

sentir el costado de su cabeza, tensando la boca mientras sentía la costrosa colección de

sangre seca allí. No dejó de caminar, y mientras subía los escalones del remolque, repitió:

—Estoy bien.

Entrando al remolque, Divine prendió las luces. Recuerdos de la última vez que

había entrado se deslizaron por su mente. También recordaba haber sido golpeada en la

cabeza afuera de la puerta de la habitación, y se movió hacia esa sección del remolque,

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encendiendo esa luz también. No era que la necesitara para ver la sangre seca en la pared,

puerta y piso.

Divine respiró profundo mientras la miraba, y entonces se movió hacia el baño para

elegir ropas limpias del closet. Se dirigió a la dura compacta junto al inodoro. No tenía

mucho tiempo para prepararse. Faltaban exactamente tres minutos para el medio día

cuando se metió bajo la ducha; dos minutos después estaba fuera y poniéndose las ropas.

Secó su cabello con una toalla y puso las húmedas hebras en una cola de caballo mientras

caminaba de vuelta a través del remolque.

Enganchando el cartel a un lado de su puerta mientras salía, Divine se paró junto a

los escalones y miró su reloj: 12:01. Un minuto tarde. No está mal, decidió, y miró a través

del camino principal para ver que la gente comenzaba a filtrarse por la puerta.

Relajándose, comenzó a girarse de vuelta hacia la puerta, sus ojos deslizándose y entonces

deteniéndose en Marcus. Estaba de pie bajo la marquesina junto a los controles de un

juego, mirándola.

Divine terminó de girarse y entró, dejando la puerta abierta para poder ver cuando

el primer cliente llegara. Entonces se colocó en la silla de cara a la puerta para esperar a

que otro largo día comenzara. Aunque habían abierto del medio día a la media noche el

día anterior, hoy era viernes. Estaría abierto hasta las 2 am, y mañana abrirían de 10 am a

medianoche. El domingo abrirían al medio día y cerrarían a las seis. Aún así, ese sería el

día más largo. Una vez que las puertas se cerraran, empezarían a recoger todo.

Empacarían el carnaval, lo cual tomaría cuatro o seis horas, y luego manejarían hasta el

siguiente pueblo en su agenda.

Divine no podía recordar el nombre del pueblo, pero lo que sí recordaba era que

estaba a seis horas de Bakersfield. Incluso así, no podrían descansar aún, tendrían que

montar inmediatamente todo de nuevo. Con suerte, tendrían un par de horas de sueño

antes de abrir, pero algunas veces ni eso tenían. Realmente, mucha gente hablaba mal de

las personas del carnaval, pero eran unas de las personas más trabajadoras que alguna vez

había conocido.

Su mirada encontró la de Marcus a través de la puerta abierta. Aún estaba en los

controles, pero Chapman estaba ahora con él, sin duda dándole instrucciones de último

minuto.

Divine se mordió el labio. Tenía tres días para convencer a Marcus de que no era

Basha. O sospechaba que los seguiría al siguiente pueblo. Tal vez necesitaría crearse un

pasado falso, una historia y una explicación de por qué estaba en el carnaval. Aunque eso

podría significar reclamar un clan, lo cual sería verificable.

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Alternativamente, ella podría decir que había sido convertida por un forajido hacía

siglos y que había huido antes de hacer algo ruin. Tendría que nombrar a algún forajido, y

dar el nombre de un mortal con una fecha de nacimiento de la época que escogiera como

cuartada. Siempre podrían verificar sus historias.

Divine suspiró y frotó una mano por el costado de su cabeza. Aún dolía un poco, lo

que significaba que la sanación seguía en marcha. El mayor daño ya había sido resuelto, su

cráneo estaba reparado y soldado en su lugar y la mayoría de su cerebro obviamente

trabajaba de nuevo en orden o no sería capaz de caminar y hablar. Pero suponía que las

pequeñas arterias y pedazos de tejido y sinapsis estaban siendo reparadas. Su cuerpo

estaría usando sangre como loco para hacer esa tarea. Necesitaría sangre de nuevo pronto.

—¿Hola?

Divine miró hacia la puerta y ofreció una sonrisa como saludo. Su primer cliente

había llegado.

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res una estrella, chico! —anunció Chapman cuando se detuvo

en el Tilt-A-Whirl6 junto a Marcus—. Manejaste la

inclinación como si lo hubieras operado durante años. Y

manejaste a los niños como una estrella del pop también.

Estaban comiendo de tu mano. Nunca tuvimos una noche de

viernes sin algún tipo de guerra de tira y afloja o sin peleas

estallando por chicas o al cortar la línea. Sí, señor; chico, eres

una estrella.

Marcus se enderezó de recoger los conos de algodón de azúcar y vasos vacíos de

bebidas desechables que se había caído por descuido alrededor del Tilt-A-Whirl y sonrió

con ironía hacia Chapman. A menudo era llamado chico, hijo o joven por gente en sus

cuarenta o cincuenta años en adelante. Ya no le sorprendía, pero todavía se sentía como si

estuvieran siendo condescendientes, y eso le molestaba un poco.

—Gracias. Me alegro de que estés contento.

—¿Contento? ¡Infiernos! —Chapman negó con la cabeza y escupió en el suelo—. ¿Te

gustaría un trabajo a tiempo completo y venir con nosotros cuando nos vayamos de aquí?

—¿Y Stan? —le preguntó Marcus suavemente.

—Stan —murmuró Chapman con un suspiro y se frotó la parte posterior de la

cabeza con agitación—. Parece que esa pelea en la que Stan se metió en el pueblo no era

una pelea tanto como empujones. Él empujó más fuerte, el otro tipo cayó y se rompió el

cuello contra el último peldaño de un taburete de la barra. Muerto antes de golpear el

suelo. —Dejó caer la mano con cansancio a su lado—. Stan ha sido acusado de homicidio

imprudencial. No va a estar disponible por un tiempo.

—Lamento escuchar eso —dijo Marcus en voz baja. Había visto demasiados

accidentes estúpidos como ese a lo largo de los siglos como para estar sorprendido por

ello.

6 Tilt-A-Whirl: se compone de un número de coches en forma de concha en posición vertical que

están libres para girar de forma individual mientras que giran alrededor de un punto central, como un carrusel. El suelo del juego no es plano y los coches suben y bajan cuando el juego gira.

—¡E

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—Sí, yo también —dijo Chapman en voz baja, mirando al suelo y moviendo la

cabeza—. Stan no es un mal tipo, y por lo que escuché, el otro chico empezó. No soportó

que un trabajador de feria hablara con una chica local y decidiendo intervenir, comenzó a

empujar a Stan, y cuando él lo empujó también… —Se encogió de hombros. Se enderezó y

sacudió la cabeza de nuevo, como si se sacudiera la idea del destino de Stan y la alejara—.

Bueno, piensa en ello. Tienes un trabajo si quieres viajar.

—Voy a pensar en ello —murmuró Marcus, mirando al hombre alejarse con aspecto

cansado y derrotado. El sonido de una puerta mosquitera abriéndose atrajo su mirada

hacia un lado para ver a Divine acompañando a una mujer joven fuera de su casa rodante.

—Muchas gracias —estaba diciendo la morena seriamente mientras Divine la

acompañaba bajando las escaleras.

—De nada —dijo Divine solemnemente, haciendo una pausa al pie de los

escalones—. Espero que todo salga bien para usted.

—Gracias —repitió la mujer, y luego se alejó. Divine observó hasta que la cliente

estuvo a medio camino del obscurecido camino central, y luego se giró para recoger su

anuncio de la acera.

Marcus frunció el ceño cuando notó lo pálida que estaba, y que había líneas de dolor

alrededor de su boca y ojos. Recordó la sangre que había encontrado en su casa rodante y

la sangre seca que había tenido en su ropa y en su cabello anteriormente. Obviamente

había sido herida en algún momento de la noche, y a juzgar por la cantidad de sangre que

había en la casa rodante, demasiado. No estaba seguro de si había podido curarse por sí

misma siquiera. Pero estaba bastante seguro de que estaba en grave necesidad de sangre…

y ella no tenía ninguna. Él había revisado la casa rodante de proa a popa y no encontró

nada más que una pequeña nevera con crema vieja, probablemente para esas ocasiones

cuando Madge venía por un café.

Moviéndose al cubo de basura más cercano, Marcus desechó lo que había reunido

mientras esperaba que Chapman viniera a decirle que podía terminar. Luego se dirigió al

estacionamiento trasero donde su camioneta estaba ahora estacionada. La había movido

allí en su descanso. Encontrar sangre en su casa rodante y verla luego en ella lo había

convencido de que podría ser mejor tenerla a mano, al menos hasta que se enterara de lo

que había sucedido. Lo cual significaba que dormiría en su camioneta. Es probablemente lo

mejor, reconoció. Alojarse en el hotel podría levantar sospechas entre los trabajadores de

feria. Nadie con sus salarios podría permitirse una habitación de motel y mucho menos

una de hotel. No conseguiría ninguna información en absoluto si todos sospechaban y

estaban recelosos de él, así que alojarse aquí parecía la mejor opción.

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Varias personas lo saludaron cuando pasó y Marcus respondió educadamente, pero

no aminoró el paso. En su camioneta, se aseguró de que nadie estaba mirando, luego subió

en la parte trasera, abrió la nevera incorporada, y sacó varias bolsas de sangre. Las metió

dentro de su camisa, haciendo una mueca ante lo obvio que era que tenía algo allí, luego

jaló la chaqueta de cuero que había usado como almohada anoche. Estaba

condenadamente caliente para la chaqueta, pero el cuero al menos hizo que el bulto en su

camisa fuera menos obvio. Aun así, se movió rápidamente cuando cerró y dejó la

camioneta, pegándose a las sombras lo más posible en su camino de regreso hacia la casa

rodante de Divine.

Llamó una vez a su puerta, pero con miedo de que ella lo rechazara, Marcus no

esperó a que le respondiera. Abrió la puerta y entró, apenas esquivando a tiempo el

trapeador que venía balanceándose a su cabeza.

—Whoa. Soy yo —dijo rápidamente, levantando una mano mientras se enderezaba.

Lo bueno es que lo hizo, o habría tenido el trapeador en la cara. Maldita sea, la mujer era

rápida—. Divine, soy yo, Marco.

—¿Y qué diablos te hace pensar que está bien entrar en mi casa rodante —preguntó

con sequedad, en esta ocasión haciendo lo inesperado y embistiendo el final del trapeador

en su ingle.

El aliento de Marcus lo dejó en un sonido que no creía que jamás hubiera hecho

antes. Salió un sibilante “eeeee iiiiii owwwww” y terminó en un aullido. También dejó caer

las bolsas de sangre a favor de ahuecar sus genitales, gritando con una mano mientras

agarraba el trapeador con la otra para asegurarse de que no lo hiciera de nuevo. No tenía

que haberse preocupado, las manos de Divine se habían quedado laxas en el trapeador, su

atención fija en lo que él había dejado caer.

—¿Qué diablos es eso? —preguntó con consternación, mirando las bolsas

transparentes de líquido carmesí oscuro tiradas en el piso de su casa rodante.

—Son para ti —murmuró Marcus entre dientes. Maldiciónnnn, la mujer casi lo había

castrado… y el golpe le había dolido tanto que casi se había desmayado. Todavía podría

hacerlo. Las mujeres inmortales eran más fuertes que las mujeres mortales o los hombres

mortales, para el caso, y ella no se había contenido. Tomó todo de él no cruzar las piernas

y saltar alrededor, aullando continuamente como un chico afeminado. Alternativamente,

quería arrancarse el pantalón y ver si sus bolas estaban todavía intactas. Sospechaba que le

había aplastado al menos una de ellas con su golpe, haciéndola estallar como un globo en

sus jeans.

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Ese pensamiento hizo que Marcus lanzara una mirada renuente hacia abajo. Gimió

cuando vio sangre comenzando a florecer en su ingle. Maldita sea, la mujer lo había

castrado.

—Bueno, ¿qué demonios es lo que esperas que haga con eso? —preguntó Divine,

inclinándose para recoger una de las bolsas y mirándola con disgusto.

Marcus se la arrebató de su mano y la golpeó en su boca casi antes de que sus

colmillos hubiesen terminado de extenderse.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos cuando la bolsa rápidamente comenzó a

contraerse. Cuando la última gota de sangre había sido succionada a través de sus

colmillos hacia su cuerpo, jaló la bolsa lejos con un gemido de dolor y se alejó para golpear

su cabeza contra la pared y luego inclinarse allí, tratando de ignorar el nuevo dolor ahora

centrado en su ingle cuando los nanos en su sangre comenzaron a hacer las reparaciones.

Maldita sea, la solución era casi peor que el daño que había sentido cuando ella le golpeó.

Corrección, pensó con tristeza, tratando de no rechinar sus dientes, es peor, porque el golpe

tomó sólo un momento y las reparaciones se van a tomar mucho más tiempo.

—Mierda —gimió Marcus, presionando su frente con más fuerza contra la pared

para tratar de distraerse del dolor en sus partes bajas. Siguió con una cadena de

encantadoras maldiciones en italiano e inglés que terminó en un—: Ah, infiernos. —

Cuando el mundo se desenfocó a su alrededor y se sintió deslizar hacia el suelo, perdiendo

el conocimiento. Parecía que la cura iba a noquearlo ya que el golpe real no lo había hecho.

Divine observó a Marcus tumbado en su piso y suspiró con exasperación. Realmente

necesitaba controlar su temperamento. Aunque había estado molesta porque él entró antes

de que le diera permiso, todo lo que había logrado era tener más trabajo.

Chasqueando la lengua, negó con la cabeza, poniendo a un lado el trapeador y luego

acuclillándose para girar al hombre. Estaba blanco como una hoja, pero no entendía por

qué hasta que le dio un vistazo y observó la mancha de sangre alrededor de su ingle.

—Oh, mierda —murmuró Divine, deslizándose a través de su culpabilidad. No

había tenido intención de hacer un daño real, sólo de enseñarle una lección acerca de

entrar en las casas de otras personas sin permiso. Desafortunadamente, rara vez utilizaba

su fuerza, y Divine había olvidado lo fuerte que era. Esta no era la primera vez que había

hecho más daño del deseado. Una vez había lanzado a su nieto a través de una pared

cuando lo único que había querido hacer era golpearlo contra ella. Pero no se había

sentido muy mal por eso. Había sido Rufus, quien sospechaba no seguía sus reglas acerca

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de la alimentación. Él era un respondón, siempre burlándose de la "estupidez y debilidad

de los mortales”. Lo había oído más de una vez declarar que eran estúpido ganado y que

merecían ser sacrificados. Sabía que ella odiaba cuando decía esas cosas. Odiaba que

incluso pensara así, y se culpaba a sí misma por ello.

Divine no pasaba mucho tiempo alrededor de su hijo y sus nietos. No desde que se

había hecho hombre y emprendido su propio camino. Había pasado tiempo con él más a

menudo al principio. Incluso había criado a varios de sus niños en los primeros siglos,

cuando la madre biológica no quería ser molestada, pero había sido demasiado

desgarrador cuando uno u otro de ellos era capturado por uno de los exploradores del tío

Lucian y moría. Había sido en realidad un alivio cuando Damian había dejado de pedirle

que los criara.

La última vez que había pasado más de una media hora con Damian había sido

cuando había tenido que rescatarlo del tío Lucian en Canadá. Se había movido tan rápido

como pudo cuando había recibido el mensaje de Abaddon de que su hijo podría

necesitarla. Afortunadamente, el carnaval con el que había estado viajando en ese

momento había estado en Michigan, así que había llegado a Toronto con la suficiente

rapidez. Se había registrado en un hotel y había tratado inmediatamente de ponerse en

contacto con Damian. Cuando no había sido capaz de llegar a él, había intentado de mala

gana ponerse en contacto con Abaddon sin éxito. Había caminado de un lado al otro en su

habitación de hotel por dos días, intentando repetidamente contactar a cualquiera de los

hombres. Justo cuando estaba a punto de darse por vencida y regresar a Michigan,

Abaddon había llamado en estado de pánico. Le había dicho que Leo estaba encerrado en

un hotel en el centro de Toronto y Lucian y sus hombres estaban allí en busca de él.

Divine había apretado los dientes porque le decía Leo a Damian, pero se limitó a

ignorarlo.

—¿Qué hotel? ¿En qué habitación está?

El hotel no estaba lejos del suyo. Sin embargo, para el momento en que había

llegado, deslizándose más allá de los hombres de su tío que parecían estar por todo el

edificio y arribado al piso de la habitación donde Damian estaba, había sido demasiado

tarde. Ellos lo habían encontrado, y Damian estaba tendido en el suelo del vestíbulo,

varias balas en su pecho y una flecha sobresaliendo de su corazón.

Conmocionada y horrorizada, Divine lo había recogido y comenzado a alejarse con

él, pero un sonido pequeño, tal vez un jadeo, la había hecho regresar de nuevo a la

habitación donde Damian había yacido. Una pequeña morena estaba tratando de ayudar a

un hombre de cabello oscuro a levantarse, y la había visto. La mujer estaba abriendo la

boca para gritar cuando Divine tomó el control de su mente, le impidió hacer el menor

ruido, la limpió, y la puso a dormir. Luego salió corriendo por las escaleras con su hijo,

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llevándolo arriba en lugar de hacia abajo y luego saltando desde la azotea de ese edificio al

siguiente, y luego al siguiente después de eso, antes de parar para quitar la flecha de su

corazón. Él no había despertado milagrosamente de inmediato, por supuesto. Además de

la flecha, tenía varios impactos de bala y había perdido bastante sangre, por lo que iba a

estar fuera por un tiempo. Ella había esperado una hora, sin embargo, antes de moverlo.

Sin saber qué más hacer, Divine lo había dejado allí mientras iba a su casa rodante.

No le había llevado mucho tiempo… aun así, Damian se había ido para el momento en

que regresó.

Presa del pánico, había llamado a su número sólo para tener una voz extraña

respondiendo. Sospechando que era uno de los hombres del tío Lucian, había colgado y

llamado a Abaddon en su lugar, diciéndose a sí misma que sólo porque tenían el teléfono

no significaba que tenían a su hijo. Sus llamadas a Abaddon habían quedado otra vez sin

respuesta. Divine se había quedado en la ciudad otro día completo, llamando una y otra

vez, y luego había empacado y se había ido a la frontera, con la intención de llegar lo más

lejos de Canadá y su tío como fuera posible.

Las siguientes semanas habían sido estresantes, mientras esperaba a saber si su hijo

había logrado arrastrarse fuera de ese techo por su cuenta, o si había sido capturado.

También había cambiado de carnavales en ese momento, moviéndose a Hoskins Carnaval,

y marcó el número de Abaddon tantas veces que había empezado a soñar con marcarlo. Y

entonces finalmente recibió una llamada, no de Abaddon, sino de su hijo. Él estaba vivo,

bien, y quería darle las gracias por haberle salvado la vida. En serio, eso es lo que él había

dicho. Divine había saltado. ¿Toda esa ansiedad y miedo, y él finalmente la llamaba alegre

como un chimpancé para decir gracias? Divine había exigido saber dónde estaba, y cuando

se enteró de que estaba escondido no lejos de donde estaba el carnaval, se había marchado

de inmediato para ir a verlo.

Su temperamento no había mejorado nada una vez que había llegado al edificio en

ruinas en el que él había tomado refugio. Merecía algo mejor que los agujeros que escogía

para habitar, y tampoco le gustaba su elección de compañeros. Ni de mujeres. Todos eran

drogadictos demacrados, cada uno de ellos volando alto como cometas, ya sea

desmayados y con los cerebros en blanco o tan enviciados con sus pensamientos que no

tenían sentido cuando trató de leerlos. No había estado más contenta de encontrar a sus

nietos justo mientras se alimentaban de ellos. Había ignorado eso en un principio,

demasiado concentrada en ver por sí misma que Damian estaba bien como para

preocuparse de que sus nietos lograran separarse. Una vez que había visto por sí misma

que estaba vivo y bien, Divine había exigido una explicación y Damian había explicado

que Abaddon se lo había llevado del techo cuando ella lo había dejado allí.

Esa última parte la había dicho con una nota herida que sugería que lo había

abandonado, y ahí fue cuando Divine había dejado crecer su temperamento. Le había

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explicado en términos inequívocos que lo había dejado para ir a buscar la casa rodante y

volvió para encontrar que se había ido.

—Eso dices. Probablemente estabas fuera buscando a los Cazadores de Renegados

para venir a atrapar a papá —se había burlado Rufus, sus palabras mal articuladas con los

efectos de la sangre impregnada de drogas que había consumido. Divine ni siquiera lo

había pensado; lo tomó por el cuello y lo lanzó contra la pared… sólo que había ido a

través de ella, estrellándose contra el suelo de la habitación contigua. Divine lo había

seguido para asegurarse de que estaba bien, y luego advertido de vigilar su lengua si no

quería quedarse sin lengua y sin colmillos. Había sido una amenaza vacía, pero eficaz. Él

había dicho “sí, señora” y asentido con la cabeza repetidamente mientras ella se giraba y

salía encolerizada.

Damian la había seguido, pero cuando ella había preguntado cómo le había seguido

la pista Lucian Argeneau, él había sido exasperantemente vago sobre toda la dura

experiencia. Había afirmado que un par de los chicos habían tomado algunos riesgos que

no deberían y se comportaron estúpidamente, y que él había tratado de limpiar su

desorden, consiguiendo que lo atraparan. Damian se había negado a explicar cuáles

habían sido esos riesgos, sin embargo. También había evitado sus ojos todo el tiempo, lo

que la había hecho sospechar que estaba mintiendo acerca de algo, aunque no podía decir

qué parte de la historia era mentira.

—¿Qué riesgos? —había exigido—. ¿Qué cosas estúpidas hicieron?

—Son mis hijos. Yo me encargo de eso —había dicho, negándose a explicar.

Divine había dejado ir el asunto, emocionalmente agotada por semanas de

preocupación como para tener energía para pelear con él. Pero se había tomado un

momento para advertirle en términos inequívocos esconderse y evitar problemas por un

rato. A Lucian no le gustaba perder, no era feliz perdiendo, y tendría a su gente

buscándolo con toda su fuerza. Se lo había enfatizado, machacándole hasta que él le había

asegurado que se escondería por un tiempo.

En el momento en el que él había hecho esa promesa, ella montó su moto y se fue.

Divine siempre se marchaba de las visitas a los refugios escogidos de Damian sintiéndose

un poco sucia. Culpaba a Abaddon y algunos de sus nietos por eso. Siempre había

encontrado a Abaddon repugnante, pero aunque no le gustaba admitirlo, algunos de sus

nietos la dejaban con la misma sensación. Por lo general la evitaban tanto como fuera

posible, y eran en su mayoría tranquilos y educados cuando no podían evitarla, pero no

importaba. Divine siempre se iba preocupada por lo que estaban haciendo y sintiéndose

como si necesitara un baño. Era por eso que no buscaba la manera de ver a su hijo. De

hecho, no lo había visto más de una media docena de veces en el último siglo, y cuatro de

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esas habían sido en los últimos dos o tres años, dos veces cuando había tenido que salvarlo

de Lucian y luego lo había visitado después, y dos veces el último par de días.

Marcus gimió desde lo más profundo de su inconsciencia y Divine dirigió su

atención al hombre sobre el que estaba agachada. Supuso que no podía dejarlo allí tendido

en su piso. Bueno, podía, pero podría llegar a ser complicado de explicar si Madge o

alguien viniera para una visita y se asomaba por la ventana.

Chasqueando su lengua contra los dientes, tomó al hombre y lo llevó hasta el

dormitorio en la parte trasera de la casa rodante. Después de acostarlo allí, debatió

desnudarlo para que estuviera más cómodo y luego negó, alejando ese pensamiento. Ver

la lesión que le había ocasionado sólo haría que se sintiera culpable y le molestaba sentirse

culpable. No debería. Él había entrado sin invitación. Un hombre podría conseguir un

disparo por algo así.

Eso sí, Divine supuso que él tal vez preferiría recibir un disparo a lo que había

sucedido en su pantalón cuando ella lo había golpeado. Había vivido mucho tiempo y

nunca había visto a un hombre volverse de los diferentes colores que había tenido por el

dolor. Por un momento, realmente se había puesto verde.

Haciendo una mueca, rápidamente lo cubrió con una manta para que no tuviera que

ver la evidencia de lo que Divine le había hecho, luego regresó a la otra habitación y

evaluó el desorden. Después de un suspiro, recogió las bolsas restantes de sangre y las

arrojó en su refrigerador, luego se puso a la tarea de limpiar la sangre que se había secado

en el piso. Afortunadamente, no le gustaban las alfombras y su casa rodante tenía un piso

de un laminado que parecía madera. Todo en su casa rodante era fácil de limpiar, lo cual

era práctico en momentos como éste. No es que hubiera muchos momentos como éste. En

realidad, éste era el primero. Pero no tenía ninguna duda de que habría otros en el futuro

antes de que cambiara esta casa rodante por otra. La vida podía causar problemas.

No tomó mucho tiempo terminar su limpieza. Una vez hecho eso, Divine caminó

hacia la puerta del dormitorio y revisó a Marcus de nuevo. Casi había cubierto su cabeza

con la manta cuando la arrojó sobre él, y estaba acostado tan quieto como un muerto bajo

ella, ni cerca de recuperar la conciencia. Sabía por experiencia que si no fuera así, estaría

gimiendo y revolviéndose. La curación era a menudo más dolorosa que la lesión

provocada, lo cual era algo que había aprendido a bien temprana edad.

No queriendo pensar en eso, Divine le dio la espalda y se dirigió a la puerta. Tenía

que ir a la ciudad y encontrar comida. Necesitaba sangre. El palpitar en su cabeza había

ido cada vez peor conforme el día avanzaba, y entonces había empezado a extenderse.

Una señal segura de que necesitaba sangre. No estaba demasiado preocupada por dejar a

Marcus aquí solo. No había nada que él encontrara que revelara su identidad. De hecho,

no había nada aquí que le dijera mucho acerca de ella. Divine había aprendido hacía

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mucho tiempo a viajar ligera. Nunca sabía cuándo podría tener que moverse de nuevo, y a

veces tenías que hacerlo con nada más que la ropa que llevabas puesta. Había hecho eso

muchas, muchas veces a lo largo de los años.

Dando un paso fuera, aspiró una bocanada de aire fresco, se asomó a la noche

iluminada por las estrellas y luego fue a buscar su motocicleta.

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ue el hambre lo que despertó a Marcus. Su estómago estaba acalambrado por

ello. Esta conciencia fue seguida por la comprensión de que estaba acostado en

una cama, bajo una manta. Una mirada alrededor le dijo dónde estaba y le

recordó lo que había pasado. Eso también explicaba por qué estaba tan

hambriento. Una bolsa de sangre no había sido suficiente para compensar la

sangre que su cuerpo había utilizado en la curación de sus pelotas.

Haciendo una mueca al pensar en la herida que había sufrido, Marcus se estiró para

tocarse con cautela por debajo de la manta. Su vaquero estaba duro y crujiente por la

sangre seca alrededor de su ingle, pero ya no había ningún dolor ahí abajo. Había sanado.

Genial. Ahora sólo tenía que levantarse, salir de ahí sin que su oh-tan-encantadora

anfitriona le reventara de nuevo sus pelotas literalmente, y volver a la camioneta para

conseguir un poco de sangre. A no ser que, por supuesto, la sangre que había traído aquí

estuviera todavía alrededor. Por la mirada de disgusto en la cara de Divine, dudaba de

que ella la hubiera consumido. Había actuado como si le hubiera ofrecido un sucio animal

arrollado en la carretera. Aquí estaba él, tratando de hacer algo bueno, y ella lo había

golpeado como la mierda y se había burlado de su ofrecimiento.

—Mujeres —murmuró en voz baja, y estaba a punto de quitarse la manta y

levantarse cuando un sonido en el otro cuarto le hizo detenerse. Supuso que debería

asumir que era Divine. Esta era su caravana, después de todo, pero había algo furtivo en el

sonido. Se quedó inmóvil, afinando el oído, y de inmediato se puso rígido y cerró los ojos

para fingir que dormía cuando escuchó que la puerta del dormitorio se abría. Apenas se

abrió y se cerró de nuevo, pero el sonido vino con un olor que le dijo que la persona en la

puerta no era Divine. Ella olía a rosas silvestres y vainilla, una combinación

sorprendentemente potente que le hacía pensar en cupcakes en el jardín. Eso lo dejaba

hambriento.

Sin embargo, el olor que se había deslizado en la habitación cuando la puerta se

abrió era de almizcle y sudor masculino.

Marcus abrió los ojos para encontrar el cuarto vacío. Sorprendido por eso, arrojó las

mantas a un lado y cuidadosamente se sentó, aliviado cuando la acción no intensificó el

dolor que la falta de sangre estaba causando. Sin embargo, estaba débil. Necesitaba sangre.

F

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El zumbido distintivo de la puerta mosquitera de la caravana cerrándose hizo que

Marcus se levantara y asomara la cabeza fuera de la habitación para investigar. Incluso si

solo lograba un vistazo de quienquiera que fuera que se alejaba de la caravana, era algo,

pensó.

Marcus había recorrido la mitad de la sala cuando las llamas explotaron

repentinamente fuera de las ventanas a cada lado suyo. Atrapado, miró de una ventana a

la otra, para después continuar hacia adelante, corriendo ahora. Separando las cortinas del

área con la mesa donde Divine realizaba sus predicciones, notó que había llamas fuera de

esas ventanas también.

Apretando los músculos, Marcus llegó a la puerta y trató de abrirla, mirando con

horror cómo el pomo giraba, pero la puerta no se abría. ¿Por qué prender fuego a la caravana

y dejar la puerta abierta para que la persona dentro pudiera escapar? Y tenía que haber sido un

incendio deliberado. Las llamas se alzaban hacia cada ventana. Los incendios naturales no

comienzan de esa manera. Además, podía oler el gas. Debió haber sido utilizado como

acelerador. Eso, aunado con el ataque perpetrado sobre Divine que dejó ensangrentada la

caravana anoche, hacía parecer que alguien había salido a buscarla.

Apretando los dientes mientras el pomo se calentaba en su mano, Marcus dio un

paso atrás para luego arrojar su peso sobre el sólido panel. Eso habría roto la mayoría de

las puertas que había encontrado, pero lo único que hizo aquí fue agrietar en algunas

partes la sólida puerta interior. El centro permaneció intacto. Debieron bloquearla con algo al

interior de la puerta mosquitera, se dio cuenta.

El fuego estaba creciendo muy rápido. A juzgar por la forma en que el incendio

había estallado, debieron derramar gasolina alrededor de la caravana y luego prenderle

fuego. Era la única explicación para la forma en que las llamas habían aparecido por todas

las ventanas. Pero ahora el fuego se iba imponiendo muy rápido, minando la fibra de

vidrio y cualquier material del que estuviera hecha la caravana, y el calor en el interior la

estaba convirtiendo muy rápido en un horno asador. Los inmortales solían ser altamente

inflamables y Marcus sabía que no tenía mucho tiempo.

Renunciando a la puerta, se volvió, miró de una ventana a otra y luego se apresuró a

volver a la zona del salón. Tras una breve pausa, se conformó con la ventana que estaba

encima del sofá. Era la más grande y él podría utilizar el sofá como una plataforma de

lanzamiento, decidió, y corrió hacia ella. Cuando golpeó el sofá y saltó, Marcus levantó sus

piernas, atrayéndolas cerca de su pecho mientras acurrucaba la cabeza hacia abajo y

envolvía sus brazos a su alrededor, tratando de hacerse lo más pequeño posible para

estrellarse contra la ventana. Sólo cuando el cristal lo cortó, Marcus consideró que debió

arrojar una de las sillas de la mesa de la cocina primero para deshacerse del cristal, y sólo

cuando las llamas lo rozaron pensó que debió humedecer una sábana de la cama y

envolvérsela alrededor antes de saltar hacia fuera.

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La reflexión, sin embargo, es tan perfecta como inútil, pensó Marcus sombrío mientras

sentía quemarse la piel de su espalda y brazos cruzando las llamas. Cayó al suelo con un

ruido sordo, sacudiéndose por lo que le parecieron horas, pero que debió ser un segundo

más tarde. A pesar del dolor que se esparcía por cada parte de su cuerpo, Marcus comenzó

a alejarse de la caravana tan pronto como golpeó la tierra. Rodó una o dos veces,

estrellándose luego contra el puesto de algodón de dulce colocado al lado este del hogar

de Divine.

Haciendo entonces una pausa sobre su espalda, Marcus levantó la cabeza para mirar

con detenimiento todo su cuerpo, aliviado de no seguir en llamas. Suspirando, dejó caer la

cabeza un instante; respirando hondo, comenzó a levantarse, sólo para gemir y caer

mientras su cuerpo se quejaba con energía. Puede que no fuera por el fuego ahora, pero

era obvio que no se había escapado de las quemaduras. Su piel estaba tensa y adolorida en

varios lugares, pero su espalda, piernas y brazos se llevaron la peor parte. Los inmortales

eran muy inflamables, leña humana. Tuvo suerte que al rodar se apagaran las llamas.

Suspirando, Marcus cerró los ojos, pero parpadeó de inmediato abriéndolos de

nuevo cuando el sonido de voces alarmadas le anunció que el fuego había sido advertido y

los trabajadores de la feria llegaban a investigar. Sospechaba que como era un recién

llegado y nadie lo había visto salir por la ventana, él iba a ser el primero en la lista de

sospechosos de haber provocado el incendio. Ese pensamiento fue suficiente para que

Marcus se pusiera en movimiento, con dolor o sin dolor. Él no estaba en condiciones de

controlar la mente y los pensamientos de una multitud. Demonios, ni estando en

condiciones óptimas podría hacerlo.

Impulsándose hacia arriba, se apoyó en el remolque del algodón de azúcar y se

tambaleó hacia delante, haciendo una mueca cuando su hombro y brazo rozaron la

superficie de madera. Después de un par de pasos, Marcus lo dejó. Se movía demasiado

despacio y sus piernas se tambaleaban, amenazando con derrumbarse debajo de él con

cada movimiento. No había forma de que regresara de nuevo a su camioneta y a la sangre

que lo esperaba allí.

Marcus tragó y respiró profundamente, tratando de despejar su mente y descubrir

qué hacer. Su cerebro en este momento era una masa caótica de dolor y confusión y sus

pensamientos eran en definitiva menos que óptimos o no le habría tomado tanto tiempo

como lo hizo el notar la puerta a su lado. Sin embargo, una vez que de verdad la notó,

escondida dentro del remolque del algodón de azúcar en que estaba apoyado, ésta fue su

mejor opción. Si tuviera energía, Marcus se habría maldecido por ser tan lento. En su

lugar, simplemente se giró hacia ella, cerrando su mano alrededor del candado, tirando de

él una vez con fuerza.

Se sorprendió cuando se abrió de golpe. Marcus no pensaba que tuviera fuerza para

ello. Pero tal vez la adrenalina estaba haciendo la diferencia. En definitiva, había un

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montón de adrenalina corriendo por él mientras escuchaba el ruido de la gente corriendo

hacia donde estaba. Empujando la puerta para abrirla, Marcus se deslizó dentro del

remolque y cerró la puerta, cayendo al piso como una piedra, con toda su energía agotada.

—¿Qué demonios? —soltó Divine dentro de su casco, automáticamente

desacelerando la motocicleta cuando vio la enorme hoguera que una vez había sido su

caravana al final del camino. Tomó nota de las siluetas de las personas más próximas, y en

un principio no estaba segura de lo que hacían, pero después se dio cuenta de que varios

corrían alrededor arrojando cubos de agua al fuego, mientras otros utilizaban extintores. Y

algunos gritaban frenéticamente su nombre. Piensan que estoy dentro, se dio cuenta Divine,

y recordó que aunque ella no estaba ahí, Marcus sí.

Maldiciendo, impulsó la motocicleta a toda carrera hacia delante, cruzando muy

rápido la distancia a lo que una vez había sido su casa. No se detuvo junto al borde del

grupo, sólo desmontó mientras dejaba caer de la motocicleta al piso. Los neumáticos

seguían moviéndose cuando que se estrelló de lado. Divine se desabrochó y tiró de su

casco, dejándolo caer sobre la motocicleta mientras se abalanzaba hacia adelante.

—¡Oh, Divine! ¡Gracias a Dios! —gritó Madge al verla y lanzándose a su lado.

—¿Qué pasó? —preguntó con gravedad, moviéndose a lo largo de la caravana,

revisando las ventanas en busca de una forma de entrar.

—Nadie lo sabe. Sólo creció como la yesca —dijo Madge siguiéndola ansiosa—.

Hemos llamado a los bomberos, pero no estábamos seguros de si estabas dentro. Los

hombres han tratado de combatir el fuego frente a la puerta para que alguien pudiera

entrar y tratar de sacarte en caso de que estuvieras allí.

—Diles que no se molesten con mi caravana, pero que comiencen a empapar o

mover los puestos cercanos y los remolques —dijo Divine en voz baja, luego se volvió para

mirar a la mujer, dándole un pequeño empujón mental para asegurarse de que ella hiciera

eso, antes de girar y continuar alrededor de la caravana.

Caminó rodeando la parte delantera del vehículo. Había una puerta detrás de la del

conductor y la del pasajero que conducía al armario de su dormitorio, y esperaba poder

pasar por ella, pero el fuego era peor aquí que en cualquier otro lugar. Divine continuó su

camino alrededor de la caravana, deteniéndose cuando vio la ventana rota en la zona del

salón. El olor a carne quemada la golpeó ahí. Divine apretó los dientes y se dirigió hacia la

ventana con la vaga intención de saltar hacia adentro. Pero al momento en que se acercó a

la caravana el olor empezó a desvanecerse.

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Haciendo una pausa, se dio la vuelta con lentitud, siguiendo con la nariz la raíz

donde el olor era más fuerte. La luz del fuego brillaba sobre la sangre y piel quemada a un

lado del remolque del algodón de azúcar llamando su atención, y se dio cuenta de que el

candado estaba roto. Apenas había comenzado a dar un paso hacia él cuando tres hombres

corrieron alrededor de la caravana incendiada hacia ella.

—Los camiones de bomberos apenas vienen a mitad de camino.

—Moveremos el puesto de algodón de azúcar más lejos.

—Todo el mundo está mojando el Tilter para asegurarse de que no se incendie.

Divine parpadeó mientras cada hombre aportaba un comentario, pero ellos no se

dieron cuenta.

—Íbamos por la camioneta de Roch para remolcar el puesto de algodón de azúcar y

llevarlo lejos, pero no pudimos pasar por atrás.

—Tendríamos que pasar cerca de una docena vehículos para poder llegar hasta allí.

—No había tiempo para eso, así que los tres vamos a arrastrarlo. Si es que podemos.

El último hombre, un pequeño individuo enjuto que era larguirucho, sonaba

bastante dudoso sobre logar esa hazaña, y Divine no lo culpaba. Aunque el puesto tenía

ruedas y Bevy era uno de ellos y un gran bruto, Mac y el chico delgado que no conocía

eran los otros dos. No creía que fueran capaces de moverlo tampoco.

—Yo les ayudaré —les anunció, moviéndose hasta el final, donde estaba el enganche

del remolque—. Ustedes empujan y yo dirijo.

Los hombres asintieron y corrieron hacia el otro extremo del pequeño remolque.

—¿Listos? —preguntó, inclinándose para deslizar una mano debajo del enganche

para levantarlo de los ladrillos sobre los que descansaba.

Gruñidos y gemidos le contestaron mientras los hombres ponían sus espaldas en

mover el remolque. Ella no estuvo muy sorprendida cuando éste apenas avanzó poco a

poco; de hecho, estaba preparada para ello y simplemente levantó el enganche hacia arriba

y lo alejó de la caravana, tirando del remolque detrás suyo. Divine lo jaló más allá de la

caravana, zigzagueando entre un par de otros vehículos, al centro de la parte trasera

mucho antes de detenerse y apoyarlo.

Caminando de regreso alrededor del remolque, hizo una mueca para sus adentros

cuando vio a los tres hombres de pie unos buenos 7 metros atrás, mirándola a ella y al

remolque. Suspirando, se acercó a ellos, deslizándose rápidamente en la mente de un

hombre, para luego hacerlo con cada uno de los otros, reordenando sus memorias un poco

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de modo que ellos recordaran el difícil y desgarrador trabajo que fue empujar el remolque

lejos de la caravana.

—Buen trabajo —los elogió Divine en voz baja cuando terminó—. Tal vez deberían ir

a ver si necesitan ayuda con el Tilt-A-Whirl.

Sus palabras fueron acompañadas por un codazo mental que los tuvo asintiendo,

dando vuelta hacia la caravana y alejándose al encuentro de los demás.

Sacudiendo la cabeza, Divine se volvió hacia el remolque. La puerta estaba atascada,

o parecía estarlo al principio. Después de un momento, sin embargo, consiguió abrirla lo

suficiente para darse cuenta de que Marcus estaba tumbado en frente de ella. Lo llamó por

su nombre, pero cuando él no respondió, forzó la puerta, empujando su cuerpo a través

del piso de metal del interior mientras lo hacía. Cuando pudo deslizarse dentro, dejó que

la puerta se cerrara y se inclinó para examinar a Marcus.

El olor a carne quemada era insoportable dentro del pequeño espacio y Divine tuvo

que contener su respiración mientras lo examinaba. El fuego era una de las pocas cosas

que podía matar a uno de su especie, aunque tenían que darse circunstancias especiales

para tener éxito. El atrapar a alguien dentro de un edificio en llamas o en un vehículo era

bastante especial... siempre y cuando esa persona no lograra escapar antes de la

combustión. Marcus había logrado escapar, con graves quemaduras pero antes de que la

temperatura hubiera estado tan caliente que lo consumiera.

Divine lo sacudió con suavidad, no queriendo despertarlo en realidad por el dolor

que sin duda sentía, pero necesitaba saber lo mal que estaba. Al ver que no despertaba del

todo, lo movió lejos de la puerta, enderezándolo, y se asomó. El cielo nocturno estaba

iluminado no sólo por el fuego, sino también por las intermitentes luces rojas y blancas, y

ella podía ver los arcos de agua en el aire alrededor de su caravana. Los bomberos estaban

trabajando duro.

—Sangre.

Divine desvió la mirada hacia abajo ante esa palabra mientras Marcus

repentinamente le agarraba el tobillo con un fuerte apretón. Cerró la puerta y se arrodilló

junto a él de nuevo.

—¿Qué tan mal estás?

—Sangre —repitió Marcus.

Divine suspiró, pero asintió.

—Voy encontrar a alguien.

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—No. —Su mano se apretó en su tobillo—. Mi caravana.

—¿Qué hay ahí? —preguntó confundida.

—Sangre... ahí —le dijo con voz entrecortada.

Divine frunció el ceño, aún más confundida, y entonces recordó las bolsas que había

llevado a su caravana y que incluso se había acercado a la boca y vaciado. Le preguntó

asombrada:

—¿Quiere decir aquella cosa en las bolsas?

Él gruñó y Divine negó con la cabeza.

—No podemos sobrevivir con eso, Marcus. Los nutrientes mueren al momento en

que abandona el cuerpo. Necesitas...

—No —dijo entre dientes—. Empaquetada.

—Tu sangre empaquetada está en la nevera de mi caravana —dijo, y luego añadió

con sequedad—. Y no voy a ir allí a conseguirla.

—Más —dijo con voz entrecortada—. En mi camioneta.

Divine chasqueó la lengua impacientemente. Sangre embolsada no lo ayudaría con

esto. Necesitaba sangre viva para recuperar sus fuerzas y ayudarle a sanar. Sin embargo,

ella sabía sin lugar a dudas que el hombre era tan terco como para negarse a alimentarse

de un mortal si le llevaba a uno de los trabajadores de la feria. Además, el remolque era

pequeño, caliente y olía a carne quemada. Sacarlo de allí y llevarlo a su SUV era más

atractivo en este momento. Y una vez que ella lo hubiera puesto en el SUV, podría llevarlo

a otra parte y encontrar donantes para alimentarlo. Nunca era una buena idea alimentarse

dónde vivías. Divine evitaba eso como regla general. Tomada la decisión, se inclinó y lo

recogió.

—¿Qué... haciendo? —casi gimió sin terminar la pregunta, pero Divine comprendió

su idea.

—Llevarte a tu camioneta —dijo con gravedad, dirigiéndose a la puerta y sacando la

mano de sus hombros para poder asomarse fuera.

—Tráela... aquí —le dijo él con voz entrecortada.

Divine resopló ante la mera sugerencia.

—No voy a traer nada aquí. Necesitas sangre para curarte, pero una vez que la

consigas, vas a gritar y a golpearte la cabeza como un pez fuera del agua. Te estoy

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llevando lejos de aquí, a algún lugar donde no puedas alertar a todo el pueblo de la agonía

que estás sintiendo.

Marcus gimió pero no protestó más, por lo que supuso que él pensaba que era la

decisión correcta. No me importaba si piensa eso o no, es lo que voy a hacer, pensó Divine

sombríamente y se deslizó fuera del remolque una vez que vio que el camino estaba

despejado.

El primer problema que Divine encontró fue que no tenía idea de dónde estaba su

SUV. Le tomó un poco buscarla hasta encontrarla y sólo entonces se dio cuenta de que

tenía un vehículo con placa canadiense. Eso debió plantear un montón de preguntas entre

los trabajadores de la feria. La única manera de que no haya sido así es sólo si Marcus controló

algunas mentes, pensó cuando se detuvo al lado del vehículo.

—¿Llaves? —preguntó, mirando al hombre en sus brazos.

—Bolsillo —dijo, o por lo menos pensó que eso era lo que había murmurado.

Usando la parte posterior de la camioneta para apoyarse, rápidamente le dio una

palmadita abajo hasta que encontró las llaves en su bolsillo, dentro de los vaqueros, por

supuesto. Rodando los ojos, deslizó la mano en el espacio apretado para arrebatarle las

llaves, haciendo todo lo posible por no sentir nada de lo que moldeaba sus bolsillos.

Querido Dios, era una anciana, no debería ser tímida sobre escarbar dentro del bolsillo de

un hombre... ¿qué iba a hacerle?

Apartando la idea, Divine miró el llavero de cadena con otras llaves y luego

presionó el símbolo de cerradura rota dos veces, oyendo el chasquido cuando las

cerraduras fueron liberadas. Deslizó de inmediato las llaves en su bolsillo, debatiéndose

sobre cómo abrir la puerta con el hombre inclinado contra ella y suspirando para sus

adentros. No había nada más que pudiera hacer; lo levantó por encima de su hombro,

haciendo una mueca por su grito de dolor, después usó su mano libre para abrir la puerta

trasera. Entonces se inclinó hacia adelante, deslizándolo de su hombro hacia el piso de la

SUV, en seguida poniendo sus piernas dentro y cerrando la puerta.

Había una pequeña nevera incorporada en una esquina de la parte trasera de la

SUV. Estaba cerrada con llave así que rebuscó en su llavero hasta encontrar la más

adecuada y la abrió, pero entonces sólo se quedó mirando el contenido. Seis bolsas de

sangre, casi heladas. Divine hizo una mueca al verlas. Comida chatarra para inmortales.

Tenían pocas sustancias nutritivas, pero era lo que él quería y ella supuso que en este

punto, incluso una pequeña cantidad de nutrientes eran mejor que nada.

Sacudiendo la cabeza, cogió una bolsa y se dirigió a Marcus. Él todavía estaba

consciente y sus colmillos se deslizaron tan pronto como vio la bolsa en su mano, por lo

que Divine se la metió en la boca y esperó a que la vaciara, luego la reemplazó con otra.

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Había seis bolsas en la nevera y Marcus se las acabó en tal vez un poco más de seis

minutos. Comenzó a agitarse y gemir incluso antes de terminarse la última bolsa. La

curación comenzaba, y esto obviamente iba a ser desagradable.

Divine lo miró preocupada por un momento, luego se maldijo en voz baja y

comenzó a cambiarse del asiento trasero al del conductor, con las llaves todavía aferradas

en la mano. No podían quedarse aquí. Tenía que llevarse el infierno lejos de los

trabajadores de la feria y de cualquier otra persona si no quería que él llamara la atención.

Con ese pensamiento siempre presente en su mente, arrancó el motor y se las arregló

para maniobrar de reversa hacia la carretera. Marcus comenzó a golpear y chillar a su

espalda casi al momento en que consiguió que los neumáticos aceleraran sobre el asfalto.

Divine apretó los dientes e hizo lo posible por ignorar los sonidos torturados, así

como la forma en que el vehículo se mecía por la salvaje paliza. Necesitaba concentrarse.

Tenía que encontrar un lugar lo bastante aislado como para que sus gritos no fueran

escuchados.

Marcus estaba sufriendo. Todo su cuerpo se sentía como si estuviera en llamas,

desde la punta de los dedos de los pies hasta los confines de los cabellos de su cabeza.

Todo parecía estar gritando en agonía. Había sufrido bastante daño y las seis bolsas en la

camioneta no habían sido suficientes. Necesitaba más.

—Divine —dijo con voz ronca, retorciéndose sobre lo que fuera que estaba. En

realidad no tenía ni idea, y no le importaba.

Todo lo que le importaba en el mundo era detener el dolor. Le daría el número de

Bastien y tendría que ordenar más sangre de inmediato. La necesitaba. Eso era lo único

que pondría fin a su agonía.

—Divine —jadeó, rodando la cabeza hacia atrás, buscándola. Estaba en la SUV, por

lo visto. Solo. Gimiendo, se hizo un ovillo en el suelo del vehículo y lloró desvalido,

abrumado por el dolor que lo golpeaba. Pero entonces se obligó a arrastrarse más cerca de

la puerta y alcanzarla. Él necesitaba más sangre.

Antes de que pudiera tratar de abrirla por sí mismo, la puerta se abrió desde fuera,

revelando a Divine y a una joven mortal en camisón. Se quedó mirándola por un

momento, abrumado esta vez por los olores y sonidos que provenían de la inexpresiva

mortal. Él podía oler y escuchar el bombeo de la sangre por todo su cuerpo, y era hermoso,

pensó en un momento.

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Se abalanzó sobre la joven, con sus colmillos deslizándose hacia afuera.

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ivine tiró de la chaqueta de cuero que se había puesto un poco más

apretadamente alrededor de sí misma y se desplazó incómodamente en el

asiento delantero, luego abrió los ojos con un pequeño gemido y rodó su

cabeza. Tenía un calambre en el cuello por dormir en posición vertical en el

asiento del conductor. Genial. Eso era algo que los inmortales no

conseguían si tenían suficiente sangre en su sistema, pero ya sabía que no la

tenía. Necesitaba alimentarse.

Repentinamente consciente de que los gemidos y quejidos que venían de la parte

trasera de la camioneta desde hacían horas ya habían desaparecido, Divine se retorció en

el asiento para mirar hacia atrás a Marcus. Él estaba profundamente dormido, acostado

sobre la espalda en medio de los restos de carne quemada que su cuerpo había derramado

cuando había sanado.

La camioneta necesitaría un riego, pensó con una mueca. Aunque probablemente eso

no ayudaría. Divine sospechaba que el olor a carne quemada permanecería en el vehículo

durante un largo tiempo.

Volviéndose, abrió la puerta del lado del conductor y se deslizó fuera. Divine se

tomó un momento para estirar y chasquear unos cuantos huesos antes de trasladarse hacia

la puerta en la parte trasera de la camioneta. Una vez allí, le echó un vistazo a Marcus

brevemente, lo atrapó por las piernas y empezó a arrastrarlo hacia ella, pero las dejó caer y

rápidamente dio un paso atrás cuando él de pronto se sentó en posición vertical, con una

expresión medio dormida y medio alarmada.

—Divine —suspiró su nombre con alivio, bajando los puños que había levantado

instintivamente. Marcus se desplomó donde estaba, dejando que sus manos cayeran al

suelo, sólo para levantarlas de nuevo y con una mueca de repugnancia mirar la piel

arruinada ahora aferrada a sus manos—. Qué asco.

—Sí —estuvo de acuerdo Divine con diversión—. Iba a instalarte junto a un árbol o

algo así y sacar lo peor de ello, luego ir a la ciudad y encontrar un lugar para limpiarlo con

una manguera. Tal vez limpiarte a ti con una manguera también.

D

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—No le diré que no a ninguna sugerencia —dijo Marcus secamente, deslizándose

hacia delante en el piso del vehículo hasta poder salir de la camioneta. Moviéndose a

pocos pasos de distancia del vehículo, trató de sacudirse lo peor de las escamas aferradas a

él—. ¿Hay un lago o algo así cerca de aquí?

—De hecho, estamos a media hora o cuarenta y cinco minutos del mar —admitió

ella, y cuando él la miró con sorpresa, se encogió de hombros—. Tenía que llevarte a un

lugar donde nadie te escuchara gritar. Conozco a las personas que poseen esta propiedad.

Está a unos cuarenta minutos de San Bernardino, se extiende por cientos de hectáreas, y

está fuera de la ciudad. Pensé que esta era nuestra apuesta más segura.

Marcus entonces miró a su alrededor. Estaban estacionados en un camino de tierra

cerca de un bosquecillo de árboles. No podía ver las luces de la civilización en ninguna

dirección, aunque el bosquecillo podría estar bloqueando algunas.

—¿Así que aparcaste aquí y te fuiste a dar un paseo mientras yo gritaba como loco?

—preguntó él con diversión.

—En realidad, fui por cinco o seis paseos —le informó Divine secamente, y luego

añadió—: Pero no aquí, sino en el borde de la ciudad más cercana, y cada vez que fui

busqué un anfitrión.

Marcus inclinó la cabeza con incertidumbre.

—¿Un anfitrión?

—Alguien de quien alimentarse —dijo sucintamente—. Necesitabas sangre para

curarte.

—¿Dejaste que mordiera a alguien? —preguntó, y ella sospechaba que estaba

teniendo algunos recuerdos de su alimentación, porque la miró horrorizado. Podía

entender eso. El hombre había estado en agonía y fuera de control. Si ella no hubiera

estado allí ayudando a controlar la situación, probablemente habrían muerto cada uno de

los mortales que había traído con él. Pero ella había estado allí.

—Todos ellos están vivos, bien y de vuelta en casa —le aseguró Divine

solemnemente—. Me di cuenta cuando te lanzaste a la primera de ellas que no estabas

completamente en tus cabales. Controlaba su mente mientras te alimentabas, y te obligaba

a parar cuando tenías suficiente; luego la regresaba a su cama y iba a buscar otro —le

aseguró, dejando de lado que no había sido capaz de deslizarse en sus pensamientos y

detenerlo, así que había tenido que llegar a lo físico con él.

—Anfitriones para alimentarse —murmuró Marcus con tristeza.

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Divine no hizo ningún comentario. Incluso después de tantos siglos, no le gustaba

usar la palabra sangre. No sabía si era la necesidad de ocultar lo que era de los mortales

con que había vivido a lo largo de los años lo que la hacía evitar el uso de la palabra, pero

se encontraba reacia a decirla. Anfitriones para alimentarse sonaba menos desagradable

para ella.

Marcus se volvió hacia el vehículo. Inclinándose, tomó su bolsa de lona y se

enderezó. Llevó la bolsa a la puerta de atrás para los pasajeros, la puso en el interior, y

luego se volvió para mirarla con solemnidad.

—Gracias por levarme a la camioneta y cuidar de mí.

Divine se encogió de hombros, incómoda.

—No podía dejarte en el puesto para que alguien te encontrara. Habrías atacado a la

primera persona que llegase y lo habrías drenado. Tal vez también a la segunda persona

que llegase.

—Sí —estuvo de acuerdo él, sonando cansado y avergonzado a la vez. Enderezando

los hombros, añadió—: Aún así, algunos me habrían dejado allí de todos modos.

—Yo no lo haría —dijo con firmeza.

—No —aceptó Marcus en silencio—. Sé que no lo harías. Puedes ser una rompe

pelotas…

Divina lo miró fijamente, sorprendida cuando él sonrió.

—…pero también eres la mujer que hace todo lo posible por ayudar a los mortales

que vienen a ti, así como a los feriantes con los que viajas. No me habrías dejado gritando

en el puesto de algodón de azúcar en el carnaval —dijo con certeza.

Divine se encogió de hombros y desvió la mirada, luego suspiró y se dio la vuelta.

—Lo siento por… er… la cosa de romper pelotas. Yo…

—No debería haber entrado —interrumpió Marcus en voz baja—. Tengo entendido

que aquí en Estados Unidos eso podría conseguirle un disparo a un hombre. La verdad es

que entré porque no pensé que me invitarías a pasar. —Sonrió con ironía y admitió—: Lo

que probablemente significa que me lo merecía, supongo.

—Te merecías ser golpeado —le aseguró Divine—. Pero no quise hacer… lo que

pasó —terminó con una mueca. Realmente no había tenido intención de hacer ese tipo de

daño. Simplemente no manejaba bien que la gente tratara de tomar sus decisiones. Ahora

que había pasado por muchas cosas, realmente se sentía mal por su parte en su

sufrimiento. El destino en verdad le había castigado.

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—Bueno, por suerte me curé. Uno de los beneficios de ser inmortal —dijo Marcus

con un encogimiento de hombros y luego añadió con gravedad—: Un beneficio que es sin

duda apreciado después de lo del fuego.

Divine asintió solemnemente. La curación era una ventaja muy clara de ser inmortal,

pero había muchas otras: ser más fuerte, más rápido, capaz de ver en la oscuridad, nunca

enfermarse… algunos dirían que nunca envejecer era un beneficio increíble también, pero

eso perdía su encanto después de un par de siglos. Por lo menos lo había hecho para

Divine. En realidad, habría sido feliz de morir en su adolescencia, pero había pasado por

algo terrible en ese momento, una pesadilla de verdad. Todo un año de su vida había sido

un infierno. Le había tomado mucho tiempo superarlo, pero lo había conseguido. Sin

embargo, era el tipo de cosa que tiene gran impacto en una persona y que forma su

personalidad. Siempre sería parte de ella, pero hacía tiempo que había cortado el deseo de

muerte que eso había inspirado. Lo más cerca que había estado de ese sentimiento desde

entonces era con un profundo cansancio, o aburrimiento hasta los huesos. Ella había

existido el tiempo suficiente como para haberlo visto todo; bueno, al menos cuando se

trataba de la conducta humana.

El aburrimiento y el cansancio habían empezado a decaer un poco el último par de

días, sin embargo. Entre las preguntas que de repente tenía sobre su hijo y los

acontecimientos que habían tenido lugar en el carnaval, las cosas se habían vuelto sin

duda interesantes.

Su mirada se deslizó a Marcus y notó su palidez. Lo había visto alimentarse varias

veces mientras estaba pasando por lo peor de la curación, pero era obvio que necesita más.

—Tienes que alimentarte de nuevo.

—Sí. El problema es que no hay más sangre en la nevera y tomará algún tiempo

obtener otra entrega —dijo en tono cansado.

Divine arqueó una ceja con desaprobación.

—Sabes que la sangre empaquetada es como la comida chatarra para los inmortales,

¿verdad?

Los ojos de Marcus se ampliaron un poco.

—¿Dónde has oído eso?

—De Ab… un amigo —se corrigió rápidamente, y luego se encogió de hombros—.

La mayoría de los nutrientes son destruidos una vez que salen del cuerpo, y cuanto más

los refrigeran, es menos buena la sangre. Es como beber de una persona muerta. Más o

menos inútil.

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Marcus frunció el ceño.

—Lo siento, pero tu amigo está mal informado, Divine. Si lo que dijo fuese cierto, los

mortales no podrían usar la sangre para transfusiones y cosas así. Mientras la sangre se

mantenga a la adecuada temperatura, todavía mantendrá sus nutrientes. Es tan bueno

como conseguir sangre directamente de la fuente —vaciló y luego añadió con

solemnidad—: Por eso es que los inmortales están restringidos a sangre empaquetada

ahora. Es igual de nutritivo, pero no conlleva el riesgo de ser descubiertos como lo hace el

morder mortales.

—¿Los inmortales están restringidos a sangre empaquetada? —preguntó ella con

sorpresa.

Él asintió y caminó lentamente para unirse a ella detrás del vehículo.

—Salvo en casos de emergencia, no debe consumir nada más que sangre embolsada.

Divine frunció el ceño ante esta noticia.

—¿Y si lo hacen?

—Son considerados renegados —dijo él en voz baja—. Por lo menos aquí en los

EE.UU. y en Canadá. Alimentarse de la gente todavía está permitido en Europa y en

algunos otros lugares, pero incluso allí está cada vez peor visto.

Divine se hundió para sentarse en el extremo de la camioneta. No se había enterado

de que habían hecho esa regla. Ni siquiera sabía que la sangre embolsada podía

sustentarlos. Abaddon había dicho…

Divine cerró los ojos e inclinó la cabeza. Debería haber sabido que no podía confiar

en nada de lo que Abaddon dijera, y normalmente se mostraba escéptica de todo lo que

salía de su boca, pero había sonado tan lógico. No es que hubiera hecho mucha diferencia.

Ella no tenía acceso a bancos de sangre y se habría visto obligada a alimentarse de la gente

de todos modos. Ese pensamiento hizo que lo mirara con curiosidad.

—Entonces, ¿qué hacen los inmortales? ¿Roban la sangre a los bancos o algo así?

Marcus sonrió torcidamente ante la pregunta y negó con la cabeza.

—Tienen sus propios bancos de sangre. Juntan la sangre y los demás inmortales la

compran como un mortal va a comprar carne o patatas a un supermercado o tienda.

—¿Realmente la venden en tiendas? —preguntó Divine con sorpresa.

—No, por supuesto que no. Los inmortales la piden y se las entrega en su lugar de

residencia o en el que se vayan a quedar —dijo él con diversión.

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—Oh —murmuró Divine—. Entonces, ¿cómo la pides?

—Las empresas Argeneau dirigen los bancos de sangre y la distribución de…

―Por supuesto que sí —dijo con un suspiro y se puso a caminar hacia el asiento del

conductor. Si los Argeneau estaban involucrados en la distribución, no podía arriesgarse a

ordenarla y llamar la atención sobre sí misma. Sólo tendría que continuar como iba. Era un

poco angustioso pensar que ella era considerada una renegada ahora.

Bueno, había sido considerada renegada antes de esto, supuso Divine, pero

injustamente en su opinión. Esto, sin embargo… bien, sabía la regla y podría ordenar la

sangre, pero estaba eligiendo no hacerlo, por lo que suponía que verdaderamente era una

renegada ahora.

—Vamos —dijo, deslizándose en el asiento del conductor.

Marcus cerró la puerta trasera y caminó para ponerse en el lado del acompañante.

—¿Dónde vamos?

Divine hizo una pausa, y luego preguntó:

—¿Cuánto tiempo te llevará obtener la sangre?

Marcus hizo una mueca y sacudió la cabeza.

—Bastien me dijo que le hiciera saber cuando me quedaran un par días de

suministros, ya que le tomaría ese tiempo obtener sangre fresca para mí.

Divine asintió y se volvió hacia delante para encender el motor.

—Bueno, entonces vamos a encontrar donantes. No puedes esperar dos días por

sangre empaquetada, estás pálido y sudando. Me imagino que estás con dolor también.

Él asintió de mala gana cuando ella miró.

—Sí, pero…

—Sin peros, Marco. Necesitas sangre y esto es una emergencia. No te has visto. Te

has curado hasta el punto de la cicatrización, pero las cicatrices de quemaduras no van a

desaparecer. Los nanos no tienen suficiente sangre para trabajar. Aunque obviamente

están tratando de encontrarla. —Lo miró solemnemente cuando él tocó su cara y, a

continuación, se inclinó para darle la vuelta al visor y verse en el espejo en la parte

inferior.

Marcus hizo una mueca en estado de shock al ver a su propia carne cicatrizada.

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—Es una emergencia —repitió Divine sombríamente—. Los nanos todavía tienen

mucho trabajo que hacer. Vas a estar loco con la sed bastante rápido si no conseguimos un

poco de sangre para ti. —Puso el visor en su lugar y arrancó el coche—. Por lo tanto, te

encontramos un donante.

—Sí, está bien —accedió a regañadientes—. Pero debo llamar por esa orden en este

momento también.

—Debes haber perdido el teléfono en la casa rodante o mientras escapabas —dijo

Divine mientras lo observaba buscar en sus bolsillos—. No lo tienes.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Marcus con suspicacia.

—Porque busqué en tus bolsillos dinero en efectivo cuando me detuve para la

gasolina —admitió en voz baja—. No tenía suficiente para llenar el depósito de gasolina y

no quería robar el combustible. Afortunadamente, tenías tu billetera todavía. Pero la

encontré en el último bolsillo que busqué y no he visto un teléfono, así que… —Se encogió

de hombros y giró fuera de los caminos de tierra hacia una carretera—…no lo tienes

contigo.

—¿Mi billetera? —preguntó Marcus de repente mirándola cauteloso, y Divine

sonrió.

—Mientras buscaba el dinero vi tus tarjetas de crédito y licencia de conducir y me di

cuenta de que tu nombre es Marcus Notte, no Marco Smith —dijo ella con diversión.

Cuando él pareció perdido en cuanto a cómo abordar eso, negó con la cabeza y dijo

suavemente—: No necesitas parecer tan culpable. Muchas personas usan nombres falsos

cuando se unen al carnaval.

Marcus gruñó ante eso y pareció relajarse en el asiento, a pesar de que sus manos

aún estaban apretadas mientras luchaba contra el dolor que estaba sintiendo. Después de

un momento, ofreció un cansado—: Gracias de nuevo por cuidar de mí.

—No es como si tuviera algo mejor qué hacer —dijo Divine con ironía, su atención

sobre todo en conducir—. Mi hogar y negocios fueron destruidos en el fuego, así como el

dinero que mantenía a mano. Voy a tener que esperar hasta el lunes para conseguir el

dinero suficiente como para comprar otra caravana y empezar de nuevo. —Lo miró por

encima con un toque de diversión curvando sus labios y añadió—: Eso significa que estoy

a tu disposición por un día, al menos.

—Qué suerte la mía —dijo Marcus en voz baja, y no sonaba sarcástico. Pero claro

que probablemente estaba pensando que era afortunado, supuso Divine. Después de todo,

su trabajo era descubrir si era Basha Argeneau, y sin duda tenerla a su lado por las

próximas veinticuatro horas podría ayudar a eso.

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—¿Divine?

—¿Hmm? —murmuró, su atención dividida entre conducir y tratar de decidir dónde

era mejor ir a buscarle la sangre que necesitaba. Era sábado por la noche. Bueno, más bien

domingo por la madrugada, reconoció mirando el reloj del salpicadero que decía 12:30. Una

gran ciudad siempre era su preferencia. Podía ir a los bares allí y atraer fácilmente a un

hombre o tres fuera por un pequeño bocado —uno a la vez, por supuesto. Pero las

grandes ciudades no siempre eran fácilmente accesibles, ya que las ubicaciones en las que

el carnaval a veces se instalaba eran pueblos o incluso ciudades pequeñas de vez en

cuando. Nadie, ni mortales ni inmortales, querían conducir durante horas por una comida,

y a veces se veía obligada a alimentarse en las zonas más rurales. En esos casos, tendía a

buscar casas bien lejos de la población general —las granjas en su mayoría eran

autosuficientes y los habitantes no tenían que ir a la ciudad todos los días. Lo cual hacía

que el que la atraparan fuera menos probable.

Ese había sido su truco con Marcus mientras él estaba sanando. Dejarlo en un

estacionamiento de bar mientras iba a buscar donantes para él no parecía práctico. Sus

gritos no lo permitirían. Ella había tenido que encontrar una buena familia saludable en

algún lugar remoto. En realidad, había terminado por tener que encontrar dos familias

sanas en el culo del mundo. Eso había sido su culpa. Era evidente que no lo había previsto

cuando le había llevado los primeros donantes. Marcus había estado tan desesperado por

sangre que había atacado con una velocidad y necesidad desconcertante. Divine había

controlado la mente de la muchacha para que no sintiese el dolor del asalto o incluso fuera

consciente de ello, lo cual era mucho más fácil que tratar de borrar su memoria después.

Sin embargo, cuando había juzgado que él había tomado suficiente de la primera

donante y trató de que Marcus parara, él no había sido capaz ni había estado dispuesto.

Atrapado en su sed de sangre, Divine no había sido capaz de pararlo. Había tenido que

golpearle en la cabeza con una barra de hierro que había encontrado en la parte posterior

del vehículo para detenerlo. Eso había ocurrido tres veces antes de que Divine le

tranquilizase. Afortunadamente, la última vez se había hecho daño al tratar de hacerle

daño a ella y se había golpeado a sí mismo. Ya era la mañana del sábado para entonces y

había conducido a la ciudad a una gran ferretería para comprar la cadena más gruesa que

tenían. Marcus todavía estaba inconsciente cuando ella regresó a la camioneta.

Afortunadamente, el estacionamiento estaba casi vacío, por lo que se arriesgó a ser vista y

lo encadenó al refrigerador antes de regresar al campo en busca de otro donante.

Al estar Marcus encadenado todo había sido mucho más fácil. Divine no había

tenido que darle con la barra de hierro después de eso, lo que fue sin duda una buena

cosa. Cada vez que lo había golpeado, había dado a los nanos en su cuerpo más daño que

reparar, lo que significaba que necesitaba más sangre. Había estado creando una especie

de círculo vicioso de esa manera.

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—Estoy teniendo algunos recuerdos desagradables —dijo Marcus tentativamente.

Divine lo miró ante ese comentario, y luego se volvió de nuevo hacia delante.

—No me sorprende. Ser asado a la parrilla en una caravana no puede ser agradable.

—No, no se trata de eso —dijo él en voz baja—. Estos recuerdos son un poco

borrosos, pero yo… ¿ataqué a esa gente?

Divine hizo una mueca. Si él había cambiado por la sangre empaquetada cuando eso

salió, probablemente no había cazado mucho desde la llegada de los bancos de sangre.

Dudaba que él estuviera acostumbrado a ello. Lo que era más, sus comidas habían sido

bastante horribles. Había estado sin sentido. Era difícil decir si había estado al tanto de que

sus donantes eran personas vivas por la forma en que había arrancado su piel.

Difícilmente podría decirle eso a él, sin embargo, por lo que en su lugar dijo:

—Te traje donantes, y sí, fuiste un poco entusiasta, pero eso era de esperar después

de lo que te había pasado.

—¿Pero no le hice daño a nadie? —le preguntó con el ceño fruncido.

—Controlé tus donantes por ti. No recordarán nada —le aseguró en voz baja.

—Así que les hice daño —dijo con tristeza.

Divine vaciló.

—Todos ellos estarán bien. Tomaste un poco más de sangre de lo cómodo del

primer donante, pero eso fue mi culpa. Debería haber esperado esa reacción. Estabas en

grave necesidad y con una gran cantidad de dolor. Además, cuando no pude conseguir

que la liberases, yo… er… —Suspiró y admitió—: Te golpeé en la cabeza con una barra de

hierro.

Ella sintió más que ver la aguda mirada que le dio.

—Funcionó —dijo sin pedir disculpas—. La soltaste a tiempo. Probablemente estará

un poco débil y anémica esta mañana, pero por lo demás estará bien.

Marcus maldijo y se hundió con tristeza en su asiento. Cuando lo miró

interrogativamente, le hizo una mueca.

—Ahora lo recuerdo. Actué como un animal. —Él miró por la ventana con

insatisfacción por un momento, luego se movió incómodo y dijo—: Es preocupante darse

cuenta de lo delgado que es el barniz de la civilización. Realmente somos sólo animales

bajo la cara amable que ofrecemos a la sociedad.

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—No somos sólo nosotros. Priva de comida a un mortal por una semana o dos y

luego dale una pata de pollo y él comerá como un animal, desgarrando la carne, los

fluidos corriendo por sus mejillas, las manos empapadas en grasa —dijo ella en voz baja—.

La supervivencia es un fuerte instinto… no has hecho nada de lo que avergonzarte.

Marcus se quedó en silencio por un momento y luego suspiró la palabra:

—Gracias.

Divine lo miró con sorpresa.

—¿Por qué ahora?

—Por… todo —dijo con una sonrisa cansada.

—¿Incluso el golpe en la ingle? —preguntó ella con diversión.

—Bueno, eso podría haberse evitado —dijo Marcus con una sonrisa torcida—. Pero

me lo merecía. —Se volvió para mirarla a través del oscuro interior del coche—. ¿Dónde

estabas cuando empezó el fuego?

—En la ciudad —admitió, y su boca se tensó—. Volví para encontrar la caravana

totalmente engullida por las llamas y a los feriantes corriendo para tratar de vencer el

fuego detrás de la puerta lo suficiente como para entrar y buscarme.

—¿Hicieron eso? —preguntó Marcus con asombro.

—Los feriantes son como una familia —dijo Divine en voz baja, y luego sus labios se

inclinaron con una sonrisa torcida y añadió—: Una totalmente disfuncional tal vez, pero…

—Una familia promedio entonces —bromeó él, pero ella podía escuchar el dolor en

su voz. El hombre estaba sufriendo. Realmente necesitaba averiguar dónde encontrar

sangre. A Divine no le vendría mal un poco para sí misma. Marcus no sólo había atacado a

los donantes que había traído. Cuando había tratado de detener la alimentación, y luego

con el asunto del encadenamiento, había sido bastante agresivo con ella. Divine no se lo

había tomado como algo personal. Sabía que él no estaba en sus cabales. Sin embargo, ella

había sido herida profundamente un par veces en el proceso. Se habían sanado lo

suficientemente rápido, pero eso significaba que estaba abajo por un par de pintas o tal

vez cuatro, y ahora necesitaba sangre nueva también.

El problema era que ahora que Divine sabía que alimentarse de los mortales estaba

en contra de las reglas, se sentía reacia a hacerlo, incluso en una emergencia como ésta.

—Entonces, ¿quién está tratando de matarte, Madame Divine?

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ivine se puso tensa.

Él la había tomado por sorpresa con esa pregunta, tanto así que ella lo

miró bruscamente, girando el volante cuando lo hizo y desviando la

SUV. Una vez que tuvo el vehículo de nuevo bajo control, Divine se

obligó a relajarse y le preguntó:

—¿De qué estás hablando?

—Fuiste atacada la primera noche después de regresar de buscar

a Hal y a Carl. A juzgar por la cantidad de sangre y otras materias en la caravana y en tu

ropa, fuiste bastante lesionada también —dijo él tranquilamente—. Y ahora alguien ha

puesto tu caravana en llamas.

—¿El incendio fue provocado? —preguntó en voz baja, un gesto curvando sus

labios.

—¿Pensaste que fue un accidente? —preguntó él secamente.

Divine dejó escapar una larga exhalación y luego admitió:

—No he tenido mucho tiempo para preocuparme por eso. —Sin embargo, ahora lo

hacía. Con el ceño fruncido, preguntó—: ¿Qué pasó?

—Me desperté, escuché un ruido, alguien abrió la puerta. Podía oler que no eras tú.

—Marcus sonrió ligeramente cuando lo miró con sorpresa—. Hueles a rosas y vainilla. Él

olía más almizclado, masculino.

—¿Lo viste? —preguntó con preocupación.

—No —admitió Marcus—. Para cuando me di cuenta de que no eras tú y abrí los

ojos, ya habían cerrado la puerta. Me levanté y comencé a caminar a través de la caravana.

Estaba en la sala cuando repentinamente estallaron llamas fuera de las ventanas. Debe

haber vertido gasolina en ellas antes de entrar. Eso o hubo más de uno, y una vez que el

culpable número uno le hubo asegurado que estabas dentro, el culpable número dos lo

encendió.

D

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—Pero yo no estaba dentro. Estabas tú —señaló Divine.

—Estaba cubierto por el edredón, la cabeza volteada hacia un lado. Lo único que vio

fue el pelo rubio sobresaliendo de la parte superior del edredón. Si es que vio eso. Lo

único que probablemente pudo distinguir fue que alguien estaba en la cama. No había

luces encendidas en la caravana —señaló.

Divine asintió, pero no podía dejar de pensar que si él o ellos eran inmortales,

habrían visto más de lo que Marcus pensaba.

—¿Crees que podría haber sido el marido?

Ella lo miró con sorpresa.

—¿Quieres decir el señor planeo-matar-a-mi-esposa?

Marcus asintió.

Divine pensó en ello. No había considerado que la pequeña comadreja podría tener

el valor de hacer algo como esto. Todavía no estaba segura de que él lo hubiera hecho.

Aunque era posible.

Al ver las luces de una gasolinera en la carretera por delante, Divine desaceleró.

—Tienen gasolina —señaló Marcus.

—Y un baño público. —Divine se detuvo junto a la entrada de la estación—. Puedes

asearte y tomar un aperitivo mientras yo lleno el tanque.

Marcus había llegado a la parte posterior por la bolsa de lona en el asiento, pero se

detuvo ante su comentario.

—Necesitas alimentarte —dijo ella en voz baja—. Es mejor que lo hagas mientras

aún lo tienes bajo control.

Él soltó una lenta exaltación y asintió solemnemente mientras finalmente agarraba

su bolsa.

—Deja el llenado. Lo haré yo cuando salga.

—Claro —dijo Divine con facilidad mientras él salía. Cerró la puerta y entró en la

tienda, regresando fuera un momento después con la llave baño en la mano. Divine lo

observó hasta que se deslizó en el baño, y luego condujo hacia los soportes de gasolina.

Había cambio y billetes de poco valor en el portavasos del centro de la camioneta entre los

asientos delanteros; Divine agarró un puñado de ellos y se deslizó fuera. Un momento

después tenía la parte trasera abierta, el llenado en marcha, y estaba limpiando el

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desorden en la parte de atrás de la camioneta. Había una gran cantidad de suciedad.

Divine estaba sólo a la mitad de la tarea cuando Marcus apareció a su lado.

—Te dije que yo haría eso —dijo Marcus con exasperación, tomando la manguera

que tenía ella.

—Puedes terminar mientras yo uso el baño —dijo con un encogimiento de hombros,

luego se giró para dirigirse a la entrada de la estación de gas para conseguir la llave que él

acababa de regresar. Una mirada al empleado de la solitaria gasolinera y Divine sabía que

Marcus no se había alimentado. Supuso que podría haberse alimentado de él ella misma,

pero descubrió que no podía hacerlo. Si la sangre embolsada era tan buena como

conseguirla de la gente… y si Marcus, quien lo necesitaba más que ella, no se había

alimentado del hombre…

Parece que vamos a tener que encontrar algunas bolsas de sangre, pensó tristemente

mientras se dirigía a la puerta del baño al lado del edificio. Divine no tenía que ir al baño,

pero quería salpicar un poco de agua en su cara y tal vez despertarse un poco. Estaba

agotada, pero aún tenía un poco que conducir por delante. No tenía ni idea de dónde

estaba el banco de sangre más cercano, pero sospechaba que tendría que conducir a San

Bernardino para encontrar uno.

Marcus había acabado con llenado y estaba en el teléfono público fuera de la

estación cuando Divine regresó fuera del edificio. Se puso rígida ante la vista, pero

continuó, pasándolo para regresar la llave. Él estaba colgando cuando regresó fuera.

—Estamos de suerte —dijo, dando un paso lejos del teléfono mientras ella se

acercaba.

—¿Ah, sí? —preguntó Divine suavemente.

—Sí. No estamos muy lejos de Los Ángeles. Hay un amigo de la familia que vive

fuera de la ciudad. Su casa está a sólo media hora de aquí. Él nos puede dar algunas bolsas

de sangre para subsistir hasta que Bastien pueda conseguirnos más.

—¿A nosotros? —preguntó ella con cuidado.

—Le expliqué que el fuego sin duda destruyó todo lo que tenías a la mano y que

necesitarías un nuevo suministro también —dijo Marcus solemnemente.

Divine se limitó a asentir y se giró para caminar hacia la camioneta. No había tenido

nada de sangre en su caravana, y él lo sabía. Tenía que saber eso por su reacción al ver las

bolsas de sangre, pero la había cubierto. No estaba segura de qué hacer con eso.

—Yo conduciré —dijo Marcus cuando ella se dirigió automáticamente hacia el lado

del conductor—. Probablemente no dormiste mucho mientras cuidabas de mí, y yo

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definitivamente no voy a dormir. Puedes descansar un poco en el camino. Además, yo sé

la dirección y tú no.

Divine se limitó a asentir y cambió de rumbo, dirigiéndose hacia el lado del pasajero.

Era consciente de que Marcus la estaba siguiendo, y estaba confundida por eso hasta que

abrió la puerta del pasajero para ella.

—Gracias —murmuró tímidamente, subiendo al vehículo.

—El placer es mío —murmuró Marcus y cerró la puerta.

Divine negó con la cabeza y simplemente se ató el cinturón de seguridad. No estaba

acostumbrada a ser tratada como… bien, como una dama. Había sido independiente

durante tanto tiempo, realmente viviendo más como un hombre que como una mujer

durante la mayor parte de su vida. Desde el momento en que había sido capaz de dirigir

su propia vida había… bien, había estado sola. Llevado su propio peso y a veces el peso de

los demás. Había abierto sus propias puertas, encontrado sus propias comidas, pagado a

su manera. No estaba acostumbrada a otra persona organizando sus comidas y abriéndole

las puertas. No estaba segura de cómo manejarlo.

—Ajusta el asiento —anunció Marcus mientras se deslizaba en el asiento del

conductor—. Se reclina, tiene ajustes de apoyo lumbar y el reposacabezas sube y baja.

Aquí, te mostraré —añadió cuando Divine lo miró sin comprender.

Contuvo el aliento y se pegó al asiento cuando Marcus repentinamente se inclinó

sobre ella y presionó los botones de la parte exterior del asiento del pasajero. Su asiento se

reclinó lentamente, demasiado lentamente en su opinión, ya que él permaneció

cubriéndola todo el tiempo. Una vez que ella estuvo casi de espaldas, él tomó su mano y la

condujo hacia los botones.

—Éste levanta y baja la parte inferior de tu asiento. Éste sube y baja tu

reposacabezas. Éste te mueve adelante y atrás si lo desplazas de un lado a otro, pero te

sube y te baja si giras aquí…

—Lo tengo —jadeó Divine, desesperada por quitárselo de encima. El hombre debía

haberse aseado seriamente en el baño de la gasolinera. Se había cambiado de ropa, pero

también debía haberse lavado parado. Eso suponía. Marcus olía a limpio y masculino sin

ni siquiera un olorcillo a la piel quemada de antes, y eso le resultaba un poco inquietante

por alguna razón.

Marcus levantó una ceja ante sus palabras entrecortadas, pero se enderezó y abrochó

su propio cinturón de seguridad. Mientras arrancaba el motor, dijo:

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—Sólo relájate. Estaremos allí en un santiamén y luego ambos podremos

alimentarnos y conseguir un poco de sueño apropiado.

Divine murmuró afirmativamente, luego se echó hacia atrás y cerró los ojos. A pesar

de eso, estaba segura de que no pegaría un ojo. Aún con la tensión y el agotamiento que

había estado sufriendo durante las últimas veinticuatro horas, estaba demasiado agitada

como para dormir. El problema era que no podía entender la razón de estar tensa, excepto

que eso parecía aumentar cada vez que él se le acercaba. Extraño, fue el último

pensamiento de Divine antes de que ese sueño que estaba segura no podría lograr la

superara.

Marcus encontró que su mirada iba repetidamente de la carretera a Divine mientras

conducía. Se había quedado dormida rápidamente después de salir de la gasolinera, y es

que había lucido agotada cuando él se había despertado.

Había supuesto que ella no había dormido nada desde que regresó para encontrar su

caravana en llamas. En lugar de eso, había estado cuidando de él y eso era algo a lo que

Marcus no estaba acostumbrado. Él había pasado la mayor parte de su vida cuidando de

los demás. Cuando era un niño, su abuelo lo había llevado aparte y le había confiado la

misión de velar por su tío Julius.

Pese a ser su tío, Julius era en realidad dos años más joven que él. Ambos habían

crecido juntos y ya eran tan cercanos como hermanos cuando su abuelo había hecho la

petición, pero Marcus lo había tomado en serio. Su abuelo nunca había dicho por qué

debería vigilar a Julius, o quién podría ser una amenaza para él, pero eso no le había

importado —Marcus había llevado su encargo en el corazón, actuando como amigo y

guardaespaldas por siglos después de eso.

Por lo menos así lo había hecho hasta que el hijo de Julius, Christian, nació. Habían

sucedido algunos asuntos desagradables cuando el muchacho era joven, y Julius le había

pedido a Marcus vigilar a su hijo. No había tenido que pedirlo dos veces. Marcus entonces

se había convertido en el confidente y guardián de Christian, acompañándolo a todas

partes y ayudándolo con su guía a través de la vida, manteniéndolo a salvo mientras tanto.

La necesidad de eso se había terminado cuando Julius se había unido a su compañera de

vida, Marguerite. Los peligros de los que su abuelo se había preocupado por Julius, y de

los que Julius se había preocupado más tarde por su propio hijo, habían sido revelados y

resueltos. Ni Julius ni Christian necesitaban protección por más tiempo. Marcus de repente

se había encontrado a sí mismo sin un encargo para vigilar… lo cual había sido

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increíblemente extraño para él. Marcus se había sentido un poco perdido e inútil después

de eso.

Fue Marguerite Argeneau quien había notado su cambio de comportamiento y

repentina falta de energía y le había dicho que estaba sufriendo lo que los mortales llaman

Síndrome de Nido Vacío. Él era como una madre quedándose en casa cuya descendencia

ha crecido y dejado el nido, dejándolo sintiéndose que no era necesario.

Ella entonces le había dicho que Lucian tenía un asunto personal con un pariente

que podría o no ser un renegado, al cual estaba tratando de encontrar y con lo que

necesitaba ayuda. Tal vez él podría ayudar a Lucian a encontrar a este individuo, había

dicho ella. Por lo menos eso le daría a Marcus algo en qué ocupar su mente y su tiempo

mientras se ajustaba al cambio de situación.

Marcus se había negado a la mera sugerencia de que estaba actuando como un ama

de casa mortal, pero la idea de ayudar a Lucian a encontrar a este miembro de su familia

había tenido cierto atractivo. Ser útil a cualquier persona en ese momento había parecido

atractivo. No es que no hubiese tenido trabajo. Siempre tenía trabajo cuando quisiera. La

empresa familiar, Notte Enterprises, tenía muchas divisiones y él podría haber trabajado

en cualquiera de ellas si lo deseara. De hecho, había reemplazado a Julius un poco en los

últimos años cuando Julius se había adaptado a la vida con su compañera de vida, pero

Julius estaba bastante bien ahora, y Marcus no era realmente necesario allí.

Lucian, por otro lado, lo necesitaba —aunque sospechaba que el hombre nunca lo

diría. Esta Basha Argeneau era alguien a quien él obviamente quería mucho poder

encontrar. Sabía eso porque Lucian había sido muy frío al explicarle las cosas, y había

descubierto que con Lucian, entre más frío era, más importante la cosa era para él. Era

como si tuviera que divorciarse de toda emoción para ser capaz de lidiar con los

problemas que lo afectaban más de cerca. Por lo menos con cuestiones en las que temía

que el resultado no sería feliz. Lucian simplemente no podía divorciarse de la emoción

cuando se trataba de su compañera de vida, Leigh, pero Marcus sabía que lo había hecho

con su hermano Jeanne Claude cuando se había enterado de que el hombre estaba

alimentándose de mortales… y lo estaba haciendo de nuevo con Basha. También se

mantenía reservado en esta situación. Todo lo que Marcus sabía sobre Basha era que ella

era su sobrina por un hermano fallecido. Que había desaparecido hacía mucho tiempo, y

que su nombre había aparecido en relación con Leonius Livio II, un renegado no-

colmilludo a quien le gustaba alimentarse de mortales vivos en lugar de conformarse con

sangre empaquetada. Aquellos mortales a menudo no terminaban viviendo cuando él se

hacía con ellos.

Por lo que Marcus podía decir, Lucian no estaba seguro de si esa Basha en cuestión

era la sobrina que había desaparecido hacía mucho tiempo. Pero temía que fuera ella por

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la información que le habían dado uno de los hijos de Leonius, Ernie, y por Dee, una

mortal medio loca que había estado viajando con Ernie.

Ernie había afirmado que era la sobrina de Lucian, pero Lucian no parecía poder

creer que la chica que conocía estuviera enredada con los gustos de Leonius Livio II. De

cualquier manera, quería encontrar a la mujer y traerla con él.

Marcus miró a Divine de nuevo y se preguntó si ella era la mujer en cuestión. Era

difícil de decir. No había fotos de ésta Basha. No habían existido en los días en que ella

había desaparecido, y para el momento en que alguien había sugerido conseguir un

retratista para dibujar una interpretación, Dee y Ernie no estaban disponibles para ayudar

con eso. El Consejo había limpiado la mente de Dee, lo cual había sido la cosa más amable

que hacer por la chica, y Ernie… pues bien, el Consejo le había dictado sentencia y lo

ejecutaron.

Al final, fue Lucian quien había trabajado con el retratista, pero sus recuerdos de ella

eran de hacía más de dos milenios. Había sido una jovencita entonces, en algún lugar de

su adolescencia por conjetura de Marcus. Habían encontrado a alguien que envejeciera la

imagen, hicieron copias del nuevo retrato y las enviaron con cada entrega de sangre que

Empresas Argeneau había enviado. Adjunto a la imagen había estado una carta

solicitando que cualquier persona que localizara a esa mujer debía por favor contactar a

Empresas Argeneau. Aparentemente había habido innumerables llamadas y Lucian tenía

varias personas verificando la información recopilada. Marcus era uno de ellos. La

llamada que él estaba siguiendo había venido de un inmortal en Nevada que había

visitado el carnaval hacía algunos años y había visto a una adivina llamada "Madame algo

más", que él pensaba se veía "de algún modo parecida a la imagen".

Marcus había ido a Nevada para entrevistar a la persona y averiguar en qué

carnaval, pero el hombre no sabía el nombre. Nunca se había preocupado por localizarlo,

pero le dio a Marcus la fecha en que había asistido. Armado con eso y el nombre del

pueblo, Marcus había sido capaz de localizarlo por sí mismo. El único problema era que

una vez que había localizado el carnaval y se encontró con ellos, le dijeron que su adivina,

Madame Divine, los había dejado un par de años atrás para unirse a otro carnaval, del cual

no sabían el nombre.

Esto obligó a Marcus a empezar a comprobar cada carnaval que tenía un adivino. Lo

habían asombrado cuántas compañías de carnaval operaban en los Estados Unidos, y poco

a poco había ido a visitar a cada uno. Hasta ahora, había encontrado tres inmortales

viajando con carnavales. Uno era un hombre que había estado nervioso como el infierno y

que había salido al minuto en que Marcus llegó, lo que le hizo pensar que debería

mencionarle al hombre a Lucian. Viajar con un carnaval sería una buena manera para que

un renegado se ocultara. El segundo inmortal había sido femenino. Resultó ser una

adivina como Divine, pero no se había visto nada como el boceto. Divine era la tercera

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inmortal, también una adivina. Sin embargo, ella sí se veía un poco como el boceto. Por lo

menos, pensaba que así sería si fuera rubia. No estaba seguro. Y hasta que lo estuviera,

Marcus tendría que quedarse y averiguarlo.

Su mirada se deslizó hacia ella de nuevo y su boca se torció con disgusto. En este

punto, él realmente esperaba que no fuera Basha. Le gustaba Divine. También descubrió

que quería a Divine. Y no podía leerla o controlarla, pero había empezado a comer. Había

comido ese algodón de azúcar el otro día mientras estaba distraído, y luego una manzana

de caramelo la tarde del fuego cuando una de las chicas, una novata como él, se había

detenido por el Tilt-A-Whirl a coquetear y se la había ofrecido. La maldita cosa se había

visto deliciosa, su estómago había gruñido ante la mera visión, y antes de que él supiera lo

que estaba haciendo Marcus había tomado la manzana con un agradecimiento musitado y

le había dado un bocado.

Aquella manzana había sido la cosa más malditamente deliciosa que había probado

en siglos. Jugosa, dulce y ácida a la vez… Maldita sea, la había comido hasta la médula.

Parecía bastante seguro que Divine era su compañera de vida.

Y si ella además era Basha… bueno, eso sería simplemente una complicación que no

necesitaba.

Suspirando, Marcus giró en el camino de entrada de Vincent Argeneau, se detuvo en

la puerta y pulsó el interruptor para bajar su ventana. En lugar de presionar el botón

anunciando su llegada, Marcus se inclinó para empujar suavemente a Divine.

—Ya llegamos —anunció en voz baja cuando ella abrió los ojos con confusión.

—Me quedé dormida. —Parecía sorprendida y Marcus sonrió.

—Estás agotada. Me di cuenta de eso cuando desperté. Necesitas dormir.

—Gracias —dijo ella secamente—. Tú sí que sabes cómo encantar a una chica.

—Lo siento —murmuró él, dándose cuenta de cuán poco favorecedoras debían

haber sonado sus palabras. No había querido decirlas así. La mujer era hermosa, aún con

su pelo revuelto, su cara pálida y enormes bolsas negras bajo sus ojos. Sospechaba que ella

podría estar delante de él llevando un saco de patatas y cubierta de barro y él aún así

pensaría que era hermosa… y eso era un poco alarmante.

Girándose, Marcus presionó el botón del interfono en un poste a varios metros de la

puerta cerrada en el camino de entrada y luego esperó.

—¿Sí? —Era la voz de una mujer. Probablemente Jackie, la esposa y compañera de vida de

Vincent, pensó Marcus mientras le daba su nombre.

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—¡Suban! Estamos listos —dijo Jackie, sonando casi dolorosamente alegre. Parecía

obvio que Bastien les había advertido acerca de su compañera de viaje. Jackie era una

investigadora privada antes de casarse con Vincent Argeneau y todavía lo era por lo que él

sabía. Ella estaría sobre todo esto como lo blanco en el arroz, haciendo todo lo que pudiera

por resolver si Divine era esta Basha que Lucian estaba buscando… y ese pensamiento le

preocupaba a Marcus.

Empujando la preocupación a un lado por ahora, deslizó su pie del freno al

acelerador cuando la puerta comenzó a abrirse.

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ivine miró con curiosidad alrededor mientras se dirigían por el camino de

entrada, subiendo las cejas cuando pasaron por la puerta, y pudo realmente

ver la casa bañada por el sol de la mañana. De dos alas y enorme, era

mucho más de lo que esperaba. Este “amigo de la familia” era obviamente

un tipo de éxito. Y tampoco se había visto obstaculizado por la necesidad de

deslizarse por debajo del radar, se dijo Divine. Además, podría no tener una

casa tan grande, pero había ahorrado un poco de dinero a lo largo de los años. No era

precisamente pobre, sólo no podía permitirse el lujo de llamar la atención sobre sí misma

arrojando dinero por todos lados, por lo tanto vivía de forma conservadora.

Hubiera sido agradable tener un hogar verdadero, sin embargo, reconoció Divine

tristemente mientras echaba un vistazo a las ventanas con cortinas y jardines bien

cuidados. El tipo de casa que tenía un terreno en vez de un remolque que se movía cada

par de días, siempre sentado en tierras arrendadas. Pero Divine había renunciado a ese

sueño hacía mucho tiempo. Permanecer en el mismo lugar era peligroso. Estar

constantemente en movimiento ayudaba a evitar ser capturada.

Marcus paró en frente de la casa y apagó el motor. Echándole un vistazo cuando

abrió la puerta, le dijo:

—¿Vamos?

Los ojos de Divine se abrieron con sorpresa.

—Solamente iba a esperar en la camioneta, mientras entrabas en la casa para

conseguir la sangre con tus amigos.

Marcus dudó y luego cerró la puerta. Volviéndose hacia ella, dijo solemnemente:

—Bastien nos enviará sangre aquí, pero no va a llegar hasta, posiblemente, mañana

por la noche a más tardar. Vincent y Jackie se ofrecieron a acomodarnos hasta entonces.

Van a darnos de comer y habitaciones para dormir.

Divine frunció el ceño ante esta noticia. No se había inscrito para todo eso. No estaba

acostumbrada a depender de los demás, y no se sentía cómoda haciéndolo ahora.

D

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—Tengo que volver al carnaval, Marcus. Madge estará preocupada por mí. No he

tenido oportunidad de llamar aún. Y tengo que sacar dinero del banco, comprar un nuevo

remolque, y organizarlo para recibir a los clientes. Ellos cuentan conmigo para…

—Puedes llamar a Madge en la casa o mandarle un texto. Estoy seguro de que

Vincent estará encantado de dejarte utilizar el teléfono. Y no podrás comprar un nuevo

remolque hasta que llegues al dinero. Es domingo. Los bancos están todos cerrados. Así

que tendrás que esperar hasta mañana de todos modos. — Extendiendo la mano, le tomó

la suya y dijo suavemente—: Necesitas sangre y un lugar para descansar. Ambos te

esperan del otro lado de esa puerta.

Divine se volvió y miró a la puerta en cuestión, pero aún dudaba. Por último, dijo:

—Háblame de estos amigos tuyos.

Marcus vaciló, y luego dijo:

—Bueno, sus nombres son Vincent y Jackie Morrisey Argeneau. Son compañeros de

vida que se encontraron hace aproximadamente unos cuatro años.

Divine se puso rígida en su asiento, con el corazón de repente golpeando como un

conejo asustado en su pecho.

¿Argeneau? ¿La había llevado a la casa de un Argeneau? ¿Sus amigos de la familia eran

Argeneau? ¿Quiénes eran? ¿Cómo se conectaban con ella? Querido Dios, estaba sentada fuera de la

boca del lobo como un cordero en espera de la masacre.

—Jackie nació mortal y fue convertida hace menos de cinco años… por un renegado

—agregó en voz baja—. Lo que fue una suerte, porque Vincent había utilizado su turno

para salvar a un primo mío.

Divine tragó. ¿Jackie era una mortal? Eso estaba bien. Jackie no sería capaz de leerla, y

probablemente no sería una amenaza. Sin embargo...

—¿Cuántos años tiene Vincent?

Marcus hizo una mueca y luego admitió:

—No estoy seguro. Creo que tiene unos cuatrocientos o quinientos años.

—Un bebé —murmuró Divine, relajándose un poco. Ninguno de ellos sería capaz de

leerla. ¿Si sólo seguía actuando como si no hubiera nada de malo, seguramente no sabrían

quién era? Se preguntaba quiénes eran sus padres, y si alguna vez los había conocido. Y se

preguntó si aún recordaría a sus padres si los hubiera encontrado. Había pasado mucho

tiempo desde que había vivido con sus abuelos. Tío Lucian había estado mucho alrededor,

y su gemelo también, aunque no podía recordar su nombrar. Nunca le había gustado

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mucho el hombre. Recordaba a una tía Marta o Martine, y un par de otros tíos que venían

de visita en un momento u otro, pero aquellos no eran recuerdos que había conservado.

Había hecho todo lo posible por olvidar ese tiempo de su vida una vez que se había dado

cuenta que nunca podría volver a él.

Y sin embargo, allí estaba, a punto de conocer a un familiar, y Divine se encontró

extrañamente entumecida por todo el asunto. Este hombre era probablemente un primo o

algo, pero no se sentía como si estuviera a punto de conocer a un pariente. Él era un

extraño, a pesar de llevar el mismo apellido que ella una vez había tenido.

—Vincent tiene una empresa con intereses diversificados, pero su interés principal

está en el teatro —continuó Marcus—. Él produce obras de teatro. Solía actuar en ellas

también, pero tengo entendido que dejó de hacerlo desde que conoció a Jackie.

Un actor, pensó Divine, relajándose un poco más. Ninguno de ellos sonaba muy

amenazante, ¿ciertamente no sería malo quedarse aquí por una noche? Estaba agotada, y

dormir en una cama y no en la camioneta sonaba poderosamente atractivo. Suspirando,

Divine asintió y tiró sus manos de su agarre. Su toque era extrañamente inquietante.

—Está bien. Una noche —dijo en voz baja, tratando de alcanzar la puerta—. Pero

mañana, tengo que visitar un banco y algún sitio que venda vehículos recreativos.

—Te llevaré yo mismo a ambos —le aseguró, saliendo de su lado cuando ella abrió

su propia puerta y se deslizó fuera.

—¿A ambos qué?

Divine se volvió ante esa pregunta alegre y se encontró mirando a una mujer rubia

bien vestida que era baja y curvilínea, con ojos inteligentes rebosando curiosidad.

—Jackie —dijo Marcus con un gesto de saludo al caminar alrededor de la camioneta.

Volviéndose hacia Divine, dijo—: Ésta es Jackie Morrisey Argeneau. La esposa de Vincent.

—Volviendo de nuevo a la mujer, agregó—: Jackie, esta es Divine.

Jackie sonrió y le tendió la mano a modo de saludo, pero preguntó:

—¿Sólo Divine?

—Es Madame Divine, pero Divine bastará —dijo con suavidad.

—Correcto —dijo Jackie lentamente, estrechando los ojos brevemente. Pero luego

sonrió y se volvió hacia Marcus—. Entonces, ¿qué es esto de que llevarás a Divine tú

mismo?

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—Oh. —Él sonrió torcidamente—. El remolque de Divine se quemó hace dos noches

y tiene que comprar uno nuevo. Vamos a tener que ir a un banco y a un lugar que venda

remolques mañana.

Divine notó la conmoción y consternación en el rostro de Jackie mientras reconocía

lo que el fuego le había hecho a la cara de Marcus, y se encontró mirándolo de cerca. Se

había olvidado de alguna manera de que su rostro todavía mostraba los estragos del

fuego. En forma de cicatrices, pero todavía eran devastadoras.

—Dios querido, Marcus. —Ese comentario, tan horrorizado como la expresión de

Jackie, atrajo la mirada de Divine a un macho inmortal que acababa de salir de la casa. Era

tan oscuro como la mujer era hermosa, su cara sosteniendo rasgos cincelados y los

sorprendentes ojos azul plata de un Argeneau. También estaba, obviamente, horrorizado

por el estado de Marcus en este momento.

—Estabas en el remolque en ese momento —dijo Jackie, y no era una pregunta. Su

mirada se volvió hacia Divine y se estrechó—. Pero tú no estabas.

—No. No estaba —dijo Divine, su voz enfriándose por la sospecha en los ojos de la

mujer—. Estaba en la ciudad y volví para encontrar el remolque en llamas y a Marcus

escondido en el puesto de algodón de azúcar.

—Ella me ayudó a llegar a la camioneta y me sacó de allí —dijo Marcus

rápidamente, llamando la atención de la pareja hacia sí otra vez—. Me ha estado cuidando

por las últimas veinticuatro horas, y se las arregló para encontrarme un par de donantes

para ayudarme a acelerar la curación. Obviamente necesito más sangre para finalizar, y

ella también la necesita, pero ninguno de los dos quería una incómoda alimentación de

personas una vez que lo peor de la curación estuvo hecho.

La mirada de Divine parpadeó ante sus palabras. No se había sentido incómoda con

su alimentación, a pesar de que se había encontrado poco dispuesta a comer de esa

manera ahora que sabía que no debía. Su renuencia a alimentarse del empleado de la

gasolinera a pesar de la agonía que sabía él tenía la había hecho que renunciase a

alimentarse del empleado a pesar del calambre en su estómago. Sin embargo, no le había

mencionado su resistencia a Marcus y se preguntó si él había sido capaz de reconocerlo de

alguna manera, o si sólo lo dijo en beneficio de la pareja.

—Bueno, recibimos una remesa fresca ayer así que tenemos un montón de sangre a

mano por el momento —dijo Vincent alegremente, llamando la atención de Divine de

nuevo a la pareja justo a tiempo para ver a Jackie mirándola fijamente. Se preguntó por

qué mientras Vicent continuaba—: Así que vamos dentro. Está la cama y la sangre para

ustedes dos. Parece que lo necesitan.

—Gracias —dijo Marcus solemnemente, tomando el brazo de Divine.

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Estaba a punto de quitarse de encima su agarre cuando se dio cuenta de que no

estaba tratando de controlarla, sino simplemente tomándola del brazo para caminar hacia

el interior con ella, en lo que podría considerarse una manera caballerosa. Realmente no

estaba acostumbrada a este tipo de trato.

—Vamos, la cocina es por este camino —dijo Jackie intensamente, conduciéndolos

por el pasillo mientras Vincent se volvía para cerrar la puerta frontal. Parece que son

conscientes de la seguridad, notó, y se preguntó acerca de eso.

Marcus soltó el brazo de Divine y movió su mano a su espalda mientras seguían a la

joven. Divine tuvo que apretar los dientes para contener el escalofrío que el toque le

inspiraba.

—Tenemos un montón de sangre, así que no sean tímidos. Además, Bastien está

enviando más, recuerden —les dijo Jackie mientras los conducía a la gran cocina brillante

al final del pasillo.

Divine observó a Jackie moverse a un refrigerador y abrirlo para poder mirar

adentro, pero luego volvió su mirada sobre la cocina. Probablemente era la cocina de

sueño de todo mortal; muchos armarios, una mesa de trabajo, una gran isla con taburetes

alrededor de ella, y un lado de la pared constituida por grandes ventanales y puertas

francesas que daban a una piscina. Miró a la piscina con interés. Divine había amado

nadar desde que era una niña pequeña y esto le venía naturalmente. Solían decir que nadó

antes de caminar, aunque no sabía si eso era cierto.

—Aquí tienes.

Divine se volvió y vio que Jackie había agarrado media docena de bolsas de sangre y

le entregaba una de ellas.

—Gracias —murmuró, aceptando el ofrecimiento. Pero sólo las sostuvo. Cuando

miró a Marcus y vio que Jackie ya le había dado una bolsa, dos en realidad, y que él había

abierto la boca y llevado una de ellas a sus dientes que habían descendidos, sus ojos se

abrieron con alarma—. Espera. Marcus, tal vez deberías...

No se molestó en terminar. La bolsa ya estaba sujeta a sus dientes y la drenó tan

rápido que estaba vacía antes de que pudiera completar la frase.

—¿Está algo mal? —preguntó Jackie mientras Vincent entraba en la cocina.

—Oh, Dios —murmuró, entendiendo la situación.

—¿Qué? —le preguntó Jackie desconcertada mientras Marcus arrastraba la bolsa

vacía de sus dientes, alarma en su propia cara.

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—No lo pensé —dijo él con voz entrecortada en tono de disculpa, y apenas había

terminado de decirlo cuando gritó y cayó de rodillas.

Divine suspiró y le devolvió su bolsa a Jackie mientras se arrodillaba junto a Marcus.

―¿Puedes caminar?

Su respuesta fue un rugido de dolor mientras alcanzaba su rostro, ambas manos

extendidas en garras.

Divine atrapó sus manos antes de que pudiera tratar de arrancar su propio rostro y

miró a Vincent, gritando:

—¡Hay una cadena en la parte de atrás de la camioneta!

Él asintió, dio media vuelta y salió precipitadamente de la cocina.

—¿Qué está pasando? —le preguntó Jackie alarmada, gritando para hacerse oír por

encima de Marcus—. Él estaba muy bien hace un minuto.

—Eso fue antes de que bebiera la sangre —espetó Divine, culpándola por dársela en

primer lugar. Pero entonces recordó que la chica no había sido inmortal por mucho

tiempo, y desde luego este tipo de situaciones no surgían cada día, cavó profundo por

paciencia y cuando los gritos de Marcus bajaron a un constante, pululante gemido,

explicó—: Los nanos están tomando la sangre y corriendo para tratar de terminar sus

reparaciones. Será insoportable. Marcus debería haber sido encadenado o atado antes de

que se le diera sangre.

—Pero entonces, ¿por qué se lo bebió? —le preguntó con desaliento.

—Es evidente que él no estaba pensando con claridad —dijo con gravedad.

—Pero él parecía estar bien —argumentó Jackie sonando un poco inestable—. Él

hablaba muy bien, y pensaba bien... y tú lo dejaste conducir hasta aquí —señaló en tono

acusatorio.

—Él estaba muy bien —le aseguró Divine con gravedad—. No lo hubiera dejado

conducir de otra forma, pero... —Marcus logró liberar una mano de su asimiento, y ella se

tomó un momento para agarrarla de nuevo antes de decir―: Mira, cuando se despertó la

última vez, era porque él ya no estaba en peligro médicamente hablando, y los nanos

necesitaban más sangre para terminar de curarlo. Ellos retroceden entonces, zumbando

por el interior de su cuerpo, atacando órganos no esenciales, como la vejiga y los riñones

en busca de más sangre...

—Esos son órganos apenas no esenciales —protestó Jackie.

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—Lo son para un inmortal. Cualquier daño hecho a ellos será invertido al momento

en que el inmortal consiga más sangre. Mientras tanto, el dolor sirve para indicar al

anfitrión que necesitan esa sangre. Los nanos en su mayoría dejan la mente y los miembros

solos hasta que llegue la sangre necesaria. Por lo general son curados primero de todos

modos.

—¿Por qué? —preguntó Jackie a la vez.

—Supongo que porque el cerebro y la movilidad pueden ser necesarios para que el

anfitrión obtenga la sangre que los nanos necesitan —dijo Divine entre los dientes

apretados mientras arrastraba las manos de Marcus para estrecharlas contra su pecho y

presionarlas allí. Casi había escapado de su agarre de nuevo y no tenía ninguna duda de

que si se soltaba iba a tratar de arrancar su propio rostro en un intento desesperado por

terminar con el dolor que estaba sufriendo. No funcionaría, por supuesto, pero él no

estaba pensando exactamente con claridad en estos momentos. Todo de lo que Marcus

sería consciente en este punto era la agonía que estaba pasando, ya que los nanos se

pusieron a trabajar reparando las cicatrices recién formadas en su cara. Probablemente se

sentía como si la carne estuviera en llamas, o como si hubieran presionado sartenes al rojo

vivo en su cara. Básicamente, un millón de pequeños nanos estaban desgarrando la piel

dañada en pequeñas piezas y reconstruían piel fresca y suave como la de un bebé en su

lugar.

—¿Así que el dolor se fue el tiempo suficiente como para que él consiguiera la

sangre? —preguntó Jackie, sonando casi fascinada.

—Oh, él todavía estaba con dolor, pero era un tipo diferente de dolor a esto —dijo, y

al detectar su expresión, Divine suspiró—. El dolor cuando estás bajo de sangre se siente

insoportable, ¿verdad?

Jackie asintió.

—Bueno, no lo es. Lo llevamos, pero sin duda nos inspira para asegurarse de que

nos alimentamos, y ese es el punto. Es como un dolor de muelas o una alarma resonando

sin parar a todo volumen. Es doloroso constante, impulsando a hacer algo. En este caso, a

alimentarse. Y esto distrae lo suficiente como para que se le dé de comer sin importar el

dolor que tú sabes que eso causará una vez lo hagas. O tal vez el dolor está ahí para

asegurarse de que no puedas pensar con claridad suficiente como para recordar el dolor

que va a seguir una vez que te alimentes —murmuró. Sabía todo eso sólo de la experiencia

después de haber vivido tanto tiempo. Divine no tenía ningún conocimiento científico que

la respaldara.

Encogiéndose, dijo:

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—Si bien el dolor causado por la necesidad de alimentarse se siente insoportable, el

dolor de la curación realmente es insoportable. Marcus no será capaz de resistir por mucho

tiempo antes de que él… —Se detuvo abruptamente mientras el gemido de Marcus se

convertía en otro largo y fuerte alarido. Todo su cuerpo vibró brevemente en sus brazos,

sus dientes chasqueando como un perro acorralado por el dolor, luego se calló como si

alguien hubiera movido de un tirón un interruptor, apagándolo.

Divine se quedó mirando su rostro pálido y lleno de cicatrices y lanzó un pequeño

suspiro. Marcus se había desmayado, pero ¿quién sabía cuánto tiempo iba a durar? El

dolor probablemente lo despertaría en poco y lo tendría pateando y gritando de nuevo.

Tenían que actuar con rapidez para conseguir atarlo y que no se hiciera daño. Él

simplemente prolongaría la curación si eso ocurría. Con esa preocupación siempre

presente en su mente, Divine cambió de posición para aferrarse a Marcus y luego se puso

de pie con él, estrechándolo en sus brazos.

Jackie dio un paso atrás, su expresión incrédula, y por un minuto Divine pensó que

la chica era tan novata como era inmortal y que aún no conocía su propia fuerza de ahora.

Se dio cuenta de que ese no era el caso, sin embargo, cuando Jackie dijo:

—Tu pecho.

Divine bajó la mirada y tomó nota de los sangrientos riachuelos en su pecho donde

había atrapado las manos de Marcus. Él la había arañado, clavándole las uñas en su pecho

para hacer que lo liberara. Había sido consciente de ello en ese momento, pero lo había

ignorado. Suspirando, se encogió de hombros:

—Hizo algo peor en la parte trasera de la camioneta. Me curaré. —Balanceándose

hacia la puerta, le preguntó—: ¿Me puedes mostrar el cuarto preparado para él?

—Por supuesto. —Jackie corrió a su alrededor para llegar a la puerta, la sostuvo, y

luego pasó junto a ella otra vez para conducirla escaleras arribas. Estaban a medio camino

cuando Vincent se apresuró a regresar por la puerta principal con las cadenas en mano.

—Deberías haberme dicho que él las había escondido bajo el asiento delantero.

Busqué por todas partes antes de encontrarlas allí —la reprendió Vincent mientras corría

hacia las escaleras.

—Lo siento —murmuró Divine, sin tomarse la molestia de explicar que ella las había

escondido allí, no Marcus. No quería que se despertara, las viera y recordara lo que había

sufrido.

—Ven, déjame que lo lleve por ti —se ofreció Vicente, corriendo por las escaleras

detrás de ellos.

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—Yo… —Divine había querido decir que estaba bien, pero no tuvo la oportunidad

de terminar. Vincent ya había entregado las cadenas a Jackie y luego tomado a Marcus

fuera de ella. Entonces se apresuró a subir las escaleras con Jackie pisándole los talones.

Divine fue dejada para seguirlos.

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stás despierto.

Marcus apenas se había movido cuando la voz en

exceso alegre de Vicent terminó por despertarlo del sueño.

Al abrir los ojos, miró por un momento al hombre de pie

junto a la cama en que yacía antes de mirar alrededor de la

habitación. Era perturbadoramente alegre, una habitación

color amarillo brillante con una línea al borde de papel tapiz

de girasoles. Cerró los ojos con un suspiro.

—Sí.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Vincent.

Marcus abrió los ojos de nuevo cuando su cerebro comenzó a funcionar. Estaba en

una habitación de la casa de Vicent y Jackie, curándose después de que el fuego

incendiara la caravana de Divine, recordó.

—¿Dónde está Divine? —preguntó abruptamente tratando de incorporarse, sólo

para que Vincent lo obligara a recostarse con una mano en su pecho.

—Despacio, amigo. Ella está bien. Descansando en su propia habitación. Ahora,

dime cómo te sientes —insistió Vincent, retirando la mano que lo detenía y enderezándose

cuando Marcus dejó de luchar para sentarse.

Marcus casi ladró bien como respuesta automática, pero luego lo pensó mejor y

realizó un inventario. Nada le dolía, lo que era un alivio. Sólo tenía un caso severo de

resequedad en la boca, y aunque no sufría el dolor por la sed de sangre, tenía hambre… lo

que era raro en realidad. No la había experimentado en mucho tiempo.

—Hambriento —dijo finalmente.

Vincent asintió como si lo hubiera esperado.

—Pudimos distinguir que estabas a punto de despertar así que Jackie fue a buscarte

una bebida y algo para comer. Deberá estar de vuelta en un minuto.

—E

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—¿Cómo supiste que estaba a punto de despertar? —preguntó Marcus con

curiosidad.

—Dejaste de gemir y de moverte hace algunas horas y te quedaste inmóvil como

muerto desde entonces —le dijo Vincent secamente—. Sin embargo, hace unos diez

minutos empezaste a moverte sin descanso y a hablar en sueños.

Marcus se puso rígido ante la noticia.

—¿Hablar? ¿Qué estaba diciendo?

—Algo sobre romper bolas —dijo Vincent divertido—. La mayor parte era bastante

inteligible.

Marcus hizo una mueca y se relajó en la cama.

—Deduzco que Divine les hizo algún daño a los antiguos fabricantes de bebés, ¿eh?

Marcus se tensó de nuevo, con sus ojos penetrantes en el hombre más joven.

—¿Acaso Divine te dijo eso?

Vincent sacudió la cabeza solemnemente.

—Lo he leído en tus pensamientos.

Marcus lo miró en silencio por un momento, su mente era un alboroto. Vincent no

debería ser capaz de leerlo. El hombre era más joven que él. El hecho de que Vincent lo

pudiera leer… bueno, era otro síntoma de que había encontrado una compañera de vida.

El hambre, el deseo sexual, y la imposibilidad de bloquear sus pensamientos, todos eran

signos de la presencia de una compañera de vida. Divine era su compañera de vida.

—Maldita sea —murmuró Marcus finalmente, dejando caer la cabeza hacia atrás y

cerrando los ojos—. Tenía miedo de eso.

—Sí, lo sé.

Marcus frunció el ceño ante sus palabras de simpatía y de nuevo abrió los ojos.

—¿Y? ¿También a ella puedes leerla?

—Sí —admitió Vincent, pero Marcus no se perdió la reticencia en su voz.

—Sí, puedes leerla, y… ¿qué? —le preguntó en voz baja. Cuando Vincent vaciló,

empezó a sospechar—. ¿Ella es Basha?

—No estamos seguros todavía —admitió Vincent.

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—¿Qué? —preguntó Marcus incrédulo, sentándose de nuevo.

Vincent lo empujó hacia abajo casi automáticamente, con su atención en sus

pensamientos y tratando de expresarlos.

—Ella tiene una muy… —Se detuvo, vaciló, y luego volvió a intentarlo—. Su mente

es más bien…

—Más bien, ¿qué? —dijo Marcus impaciente, sentándose de nuevo, sólo para que

Vincent distraídamente lo empujara hacia la cama como si no representara esfuerzo

alguno. Podré haberme curado, pero es obvio que aún no recuperé toda mi fuerza si Vincent puede

manejarme con tanta facilidad, pensó disgustado, luego miró fijamente a Vincent cuando

comenzó a hablar de nuevo.

—Nunca he sido capaz de leer a alguien tan viejo como parece ser Divine —le dijo

finalmente—. Su mente es… —Vincent hizo una mueca y luego dijo—: Bueno, con

franqueza, es una extraña combinación casi perfecta de organización y completa

desorganización al mismo tiempo.

—¿Cómo puede ser a la vez organizada y desorganizada? —exigió Marcus

impaciente, sentándose de nuevo.

—Es extraño, lo admito —dijo Vincent, empujándolo hacia atrás una vez más, y

luego sentándose al borde a su lado, apoyando su peso sobre su codo en el estómago de

Marcus como si fuera una almohada. El movimiento aseguraba que Marcus no se

levantara de nuevo, lo cual al parecer era su intención. Parecía jodidamente satisfecho de

sí mismo cuando lo hizo—. Pero creo que puede ser el resultado de la duración de su vida.

—¿La duración? —preguntó Marcus con el ceño fruncido—. ¿Cuántos años tiene?

Vincent negó con la cabeza.

—No estoy seguro, pero es vieja. Hay recuerdos en su cabeza que datan de muy

atrás. Pasó su vida siempre en movimiento, de un lugar a otro, siempre entre mortales, en

tribus nómadas. Viajó con Wu Hu7, los hunos8, los magiares9, los Romani10, los

trabajadores de la feria. —Se encogió de hombros, excavando el estómago de Marcus con

su hombro—. Hay demasiados para mencionarlos a todos.

7 Wu Hu: es el nombre colectivo que reciben varias tribus originarias de las estepas situadas al norte

de China del período que abarca desde la Dinastía Han a las Dinastías del Norte. 8 Hunos: fueron una confederación de tribus euroasiáticas, pueblos de los más diversos orígenes

unidos por una aristocracia que hablaba una lengua túrquica. 9 Magiares: son un grupo étnico de Europa del Este, correspondiente a los actuales pobladores

de Hungría. 10 Se denominan gitanos, romaníes, zíngaros o pueblo gitano a una comunidad o etnia originaria

del Subcontinente Indio, que data de los Reinos medios de la India.

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—Inténtalo —dijo Marcus secamente.

—Lo que es más interesante —continuó Vicente como si él no hubiera hablado—, es

que en cada sección o capítulo de su vida, ella ha tenido un nombre diferente del que es su

nombre. Ahora, y desde que comenzó a viajar con los trabajadores de la feria, ha sido

Madame Divine, y al momento en que se convirtió en Divine, ya no era quienquiera que

fuese en el capítulo anterior de su vida. Con los Romani era Nuri, lo que significa gitana,

que es lo que son los Romani, y es así cómo ha vivido toda su vida según puedo decir.

—Nuri —murmuró Marcus.

Vincent asintió.

—En lo que a ella concernía, ese era su nombre mientras viajaba con los Romani, y

su nombre y su vida anterior no habían existido. —Él frunció los labios y luego comentó—

: Es casi disociativa.

Marcus frunció el ceño ante el comentario.

—¿Cuándo conseguiste tu grado de psicología, Doctor Freud?

—Sin ningún título todavía —admitió Vincent alegremente—. Pero he estado

tomando algunos cursos nocturnos el último año y tengo un poco de psicología bajo la

manga.

—No hay nada más peligroso en este mundo que "un poco" de conocimiento —

gruñó Marcus.

Vincent dejó escapar un dramático suspiro, mostrando sus dotes de interpretación,

luego le alzó la barbilla con la palma de su mano y arqueó una ceja.

—Puesto que estás, obviamente, de mal humor, voy a pasar sólo a los hechos. Está

en la siguiente habitación durmiendo después de su propia pelea por curarse.

—¿Qué? —Marcus se sentó abruptamente, a pesar del peso de Vincent sobre él—.

¿Curarse de qué?

—No deberías levantarte todavía —dijo Vincent con el ceño fruncido cuando Marcus

tiró las sábanas y las mantas a un lado y se sentó en el borde de la cama.

—Que te jodan —espetó Marcus, mirando a su alrededor buscando su ropa—. ¿De

qué se está recuperando?

—Las heridas que le hiciste —dijo Vincent con gravedad cuando Marcus se puso de

pie.

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Eso lo detuvo en seco y Marcus se volvió para mirarlo con los ojos muy abiertos

cuando Vincent caminó alrededor de la cama hacia él.

—¿Las heridas que le hice?

Asintiendo, el joven le dio un empujón que lo mandó a sentarse al borde de la cama

de nuevo. Entonces inclinándose, Vincent agarró sus piernas que ahora no ofrecían

resistencia y las levantó sobre la cama, dándole la vuelta cuando lo hizo. Luego lo cubrió y

le dijo:

—Le sacaste unos bonitos surcos en el pecho después de beber la sangre cuando

llegaste. Deduzco por lo que he leído en su mente que esas no fueron las primeras lesiones

que le hiciste. Mientras estabas fuera de tus cabales y te curabas en la camioneta, le hiciste

varios daños graves. Ella estaba sufriendo y tenía una grave necesidad de sangre, aunque

no nos dimos cuenta al primer momento. —Terminando, Vincent lo arropó, sentándose al

borde de la cama de nuevo, mirándolo solemnemente y diciendo—: La mujer es muy

buena para ocultar su dolor. Y a juzgar por algunos de los recuerdos que he vislumbrado,

proviene de la práctica.

—¿Qué significa eso? —preguntó Marcus preocupado—. ¿Qué has visto?

La puerta se abrió entonces y los dos miraron hacia ella para ver a Jackie caminar

con una bandeja en la mano. Marcus levantó la cabeza, con su nariz olfateando el aire.

—Pensé que estarías despierto a estas alturas, yo… —Se detuvo con brusquedad, su

mirada disparándose a su marido cuando una alarma sonó de repente en la casa.

—¿Qué es eso? —preguntó Marcus, incorporándose bruscamente.

—La alarma de seguridad. Alguien violó la puerta —dijo Jackie con gravedad,

volviéndose hacia la cómoda con su carga.

Marcus no se quedó a verla dejándola, sino que saltó de la cama y salió de la

habitación con Vincent pisándole los talones.

—¿Dónde está? —gruñó él, una vez en el pasillo.

—En ésta —dijo Vincent, llevándolo a la siguiente puerta a la derecha. El hombre no

era tan estúpido como para interponerse entre él y la mujer en la habitación. Vincent se

limitó a girar el pomo y empujar la puerta, luego dio un paso atrás para permitir que

Marcus entrara. Fue algo bueno, ya que Marcus cargó derecho sobre él en su intento por

ver que Divine estuviera bien.

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—Quédate con ella —dijo Vincent después de mirar a la mujer inconsciente en la

cama—. Jackie y yo echaremos un vistazo. Volveremos, ya sea cuando capturemos a

alguien o cuando todo esté bien.

Marcus se limitó a gruñir, con su atención en la inquieta mujer en la cama. No estaba

gritando o removiéndose, pero tampoco estaba bien. Suaves gemidos y murmullos de

dolor salían de sus labios, y comenzó a removerse en la cama, como evidencia de que

todavía estaba curándose.

Vincent le había dicho a Marcus que le había hecho daño, y ese conocimiento le hizo

mirar con detalle su cara. Cuando no vio nada allí, alcanzó la parte superior de la manta

que la cubría y tiró de ella hacia abajo, revelando la blusa campesina que todavía llevaba.

Al igual que la de esa mañana, ésta estaba manchada de sangre seca, pero lo que más le

preocupaba eran las cicatrices en su pecho. Se estaban desvaneciendo incluso mientras las

miraba, pero obviamente eran muy profundas. Era como si hubiera tratado de cavar

profundas zanjas en su pecho. Marcus sólo podía imaginar la cantidad de dolor que le

había causado. Eso le hizo preguntarse acerca de las otras lesiones que Vincent había

mencionado. ¿Qué le había hecho a la pobre mujer mientras estaba fuera de sí después del

incendio?

La pregunta hizo que tirara de la manta hacia abajo. Tenía la intención de echar un

vistazo a sus brazos, que descansaban a sus lados bajo de la manta, pero en su lugar su

atención fue captada por una mancha de sangre aún mayor por debajo de su pecho

izquierdo. Estaba seca, pero había fluidos alrededor de un agujero a través del material de

ahí. Obviamente, había sido apuñalada con algo.

¿Cómo diablos me perdí esto antes y no la interrogué?, se preguntó consternado, luego,

pensándolo, recordó que ella había estado usando una chaqueta de cuero en la parte

superior de su cuerpo cuando se despertó. Mi chaqueta de cuero, pensó ahora. En el desierto

hacía frío por la noche y ella pudo habérsela puesto por esa razón, pero había hecho un

buen trabajo ocultando todo esto también.

—Todo despejado —anunció Jackie, apareciendo de repente en la puerta.

—El video muestra a dos hombres escalando la valla y luego huyendo cuando sonó

la alarma. Lo bueno es que Jackie insistió en poner alarmas en la reja y el patio además de

la casa después del asunto cuando se convirtió —añadió Vincent, deteniéndose detrás de

ella, con una mano en su hombro.

Marcus miró a la pareja y asintió. Había estado allí por “ese asunto” y no le

sorprendió que Jackie hubiera incrementado la seguridad desde entonces. Podría ser que

el culpable del ataque ya hubiera sido capturado y juzgado, pero una experiencia así podía

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rondar a una persona y hacerla más cautelosa. Su mirada se deslizó de nuevo a Divine, y

preguntó:

—¿Le hice esto a ella?

—Estabas fuera de tus cabales —dijo Vincent de inmediato, deslizándose entre Jackie

para pasar a su lado—. Ella no te hace responsable.

Tal vez no, pero él se sentía culpable como el infierno, y preguntó con gravedad:

—¿Con qué la apuñalé?

—Deduzco que con una flecha o una barra, supongo —dijo Vincent, mirando

detenidamente la lesión y luego doblándose para jalar la blusa campesina hacia arriba

para echarle un vistazo a la herida. La cicatriz era más larga que los surcos del pecho.

—Cómo diablos se lo hice… Oh —terminó Marcus en un murmullo mientras

recordaba la caja de armas integrada en el piso al lado de la nevera. Cada SUV tenía una;

contenía una pistola, un cuchillo y arcos especiales hechos con barras, con las puntas

pintadas con un fármaco lo bastante fuerte como para derribar a un inmortal, aunque sólo

fuera temporalmente.

—Supongo que los dos estaban luchando, abriste la caja de armas, agarraste la

primera cosa que encontraste, y la apuñalaste. Por fortuna, la apuñalaste con el lado

equivocado, y por accidente te pinchaste con la punta drogada mientras lo hacías —

anunció Vincent, enderezándose—. Lo que fue probablemente algo bueno. Te desmayaste

y ella fue capaz de llegar a la ciudad, comprar cadenas y encadenarte antes de que

despertaras.

Marcus gruñó, y luego murmuró:

—Me sorprende que no lo usara para estacarme y hornearme en el desierto después

de que le hice esto.

Vincent sonrió ligeramente ante la sugerencia, pero negó con la cabeza.

—No parece de ese tipo.

—No, y no lo es —estuvo de acuerdo Jackie, y cuando Marcus miró hacia ella, la

mujer añadió—: Fue muy cuidadosa contigo cuando te desmayaste y al traerte hasta aquí.

Los recuerdos que pude leer sugieren que es así con todo el mundo. Divine es como una

madre, cuidando y ayudando a todo el mundo que se encuentra. —Hizo una breve pausa

para mirar la cara de Divine, luego frunció el ceño—. Si ella es Basha Argeneau, creo que

Lucian debe estar equivocado acerca de que sea una renegada.

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Marcus había llegado a la misma conclusión, pero temía que sus decisiones

estuvieran influenciadas por el hecho de que ella era probablemente su compañera de

vida. Sin embargo, una mujer que había hecho todo lo posible por ayudar a cada mortal

que encontraba no parecía ser del tipo que andaba y residía con un animal como Leonius

Livio. Ella no iba a alinearse con un hombre que cortó y mató brutalmente a familias

enteras. Tal vez no era Basha. Y eso era algo bueno.

Todos estuvieron en silencio por un momento, cada uno de ellos mirando a Divine,

luego Jackie dijo en voz baja, casi en tono de disculpa:

—Tenemos que aclarar lo que está pasando aquí. ¿Quién prendió fuego la caravana?

¿Iban por ti o por ella? ¿Es probable que fuera la misma gente que entró aquí? ¿Podrían

haberte seguido?

Cuando Marcus frunció el ceño, pero no respondió, Vincent dijo:

—Ella tiene razón, mi amigo. Tenemos que saber con lo que estamos tratando aquí.

Si necesitamos más gente, más seguridad, más armas.

—Sí, sí, y sí —dijo Marcus de inmediato. En definitiva quería cualquier cosa y todo

lo que pudiera conseguir para mantener a salvo a Divine. Pasando una mano por su

cabello agitado por el sueño, se dejó caer sentado al lado de la cama y de inmediato

comenzó a contar todo lo que había sucedido desde su llegada a la feria. Sin embargo,

vaciló cuando llegó a la parte en la que llevó a Divine la bolsa de sangre e irrumpió en su

caravana por su cuenta sin esperar a que ella lo invitara. Sólo recordar lo que había pasado

fue suficiente para hacer que deseara gemir de dolor.

Fue Vicent quien dijo lo que él no pudo.

—Ella se fue contra ti como una fiera por no esperar su permiso para entrar y se

estrelló contra uno de tus fabricantes de bebés.

Marcus hizo una mueca por el recuerdo.

—Sí. Dolió como el infierno también.

—Me lo imagino —dijo Vincent, y Marcus se dio cuenta de que inconscientemente

apretaba sus piernas, juntándolas como si sus propios fabricantes de bebés se encogieran

en simpatía.

Un sonido ahogado, sospechosamente una risa, vino de Jackie, y los dos hombres se

volvieron para mirarla con expresiones coincidentes de indignación.

—Tener las pelotas reventadas no es cosa de risa, Jackie —dijo Vincent con el ceño

fruncido.

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—Lo siento —dijo ella de inmediato con expresión en verdad arrepentida, pero

luego ésta pasó, soltó una risita y dijo—: Es sólo que… los hombres siempre están

llamando rompe pelotas a las mujeres generalmente cuando no se lo merecen, y ahora

Divine se ha ganado el título con justicia y… no es divertido en lo absoluto —terminó

Jackie con solemnidad cuando notó sus expresiones. Sacudiendo la cabeza, añadió—:

Definitivamente no es divertido.

—Hmm —murmuró Vincent, que no aparecía convencido.

Jackie se aclaró la garganta y dijo:

—Pero ella no quería… er... romper tus pelotas.

—No —reconoció Marcus—. No creo que lo hiciera.

—Y te cuidó después, poniéndote en su cama para que sanaras —señaló.

—Sí, lo hizo —estuvo de acuerdo Marcus—. Y ahí es donde estaba cuando un

hombre entró en la caravana. Al principio pensé que era Divine y me quedé allí esperando

a que ella dijera o hiciera algo, pero luego percibí el olor de esa persona y supe sin duda

que no era Divine.

—¿Viste quién era? —preguntó Jackie, acercándose a la cama.

Marcus negó con la cabeza.

—Abrí los ojos cuando la puerta se cerró, pero se había ido. Me levanté para ir tras

él, con la intención de averiguar quién había sido, y fue entonces cuando la caravana se

incendió.

—¿Pero vieron que eras tú quien estaba en la cama y no Divine? — preguntó Jackie

con el ceño fruncido.

—No lo creo —dijo Marcus de inmediato—. Mi cara estaba tapada casi enteramente

con las mantas. Sólo mi frente y cabello sobresalían un poco, y estaba oscuro allí. —Él negó

con la cabeza—. Estoy bastante seguro de que no sabían que yo estaba en la cama. Es

probable que notaran el bulto bajo las sábanas y creyeran que era ella, así que salieron

para prenderle fuego.

—¿Así que dos ataques contra ella en un día? —dijo Vincent, pensativo.

—Dos ataques en dos noches —lo corrigió Marcus—. Estoy seguro de que debió

conseguir esa herida en la cabeza justo después de que regresara de la ciudad la noche del

jueves.

Jackie no parecía segura sobre eso.

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—¿Así que crees que fue atacada al regresar y que de alguna manera se marchó en

su motocicleta? Dijiste que ella regresó al día siguiente, ¿no?

—Sí. —Marcus sabía que no tenía sentido. La cantidad de sangre en la caravana y

reseca en su cabello sugerían una herida terrible. No debería haber sido capaz de caminar

tan lejos, por no hablar de saltar en una moto y viajar sobre ella. Además, ¿dónde se había

ido su atacante? ¿Qué había hecho mientras ella se escapaba? La motocicleta no estaba y la

caravana estaba a oscuras y en silencio cuando había regresado con la intención de

devolverle su casco. No pudo haberle llevado más de diez o quince minutos llegar a la

caravana después de que ella la dejó. Eso no fue mucho tiempo. Lo que sucedió, pasó muy

rápido.

Echando un vistazo a Jackie y luego a Vincent, preguntó:

—¿Han visto algo sobre el ataque en sus recuerdos?

—No —admitió Vincent—. Pero en ese momento no estaba buscando algo

específico, y como he dicho, sus pensamientos y recuerdos están organizados y

desorganizados al mismo tiempo. Ella…

Cuando su voz se apagó, Marcus siguió la mirada del hombre hacia a Jackie para

encontrarla mirando fija y concentradamente a Divine. Se dio cuenta de que la estaba

leyendo, y casi protestó, pero ver el horror en la cara de Jackie se lo impidió. Observaba

con un repugnante nudo creciendo en su estómago cómo Jackie palidecía, después

enrojecía y palidecía de nuevo, esta vez de un gris carente de sangre antes de que ella se

volviera de pronto y corriera hacia el baño.

—Bien, eso no puede ser bueno —murmuró Vincent, corriendo tras ella cuando la

escucharon dando arcadas.

Marcus miró de nuevo a Divine y luego siguió a la pareja. Observó en silencio cómo

Vincent sostenía el cabello de Jackie mientras ella arrojaba toda comida que hubiera

ingerido desde la última vez. Esperó mientras Vincent murmuraba palabras suaves y le

pasaba un paño humedecido para que se limpiara la cara ahora enrojecida; entonces, justo

cuando estaba a punto de preguntar lo que había visto, Jackie le miró, tragó saliva y con

voz ronca dijo:

—Ella no está albergando a Leonius. Es una de sus víctimas, y el hombre es un

animal. Peor aún, un monstruo. Las cosas que le hizo, al menos en lo poco que vi… —

Negó con la cabeza—. Nunca daría abrigo a alguien así. Él…

El resto de lo que ella había dicho se perdió cuando se giró y vomitó de nuevo en el

inodoro.

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Vincent de inmediato dejó caer el paño que había usado para limpiarle la cara,

deslizó su brazo alrededor de sus hombros de nuevo y le murmuró con dulzura mientras

sostenía su cabello hacia atrás. Marcus se alejó de la escena para mirar con detenimiento a

Divine en la cama, preguntándose qué demonios había visto Jackie.

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ivine despertó haciendo un sonido estrangulado que reconoció de

inmediato como un grito atrapado en su garganta. Se había despertado

como muchas veces a lo largo de los años. Solía despertar así todos los días,

saliendo a la superficie de las pesadillas que la reclamaban mientras

dormía. Pero habían disminuido al pasar los siglos y milenios. Raramente

las tenía ya. Supuso que era el dolor de la curación lo que las había traído

de vuelta ahora.

Empujando los oscuros recuerdos fuera de su conciencia con determinación, Divine

en cambio se concentró en el aquí y ahora, tomando nota cuidadosamente de la habitación

en la que estaba. Era la misma habitación de color rosa que Jackie y Vincent le habían

mostrado antes de encadenarla para que no se hiciera daño y darle sangre empaquetada.

Las cadenas faltaban ahora, notó, probablemente habían sido retiradas una vez que la peor

parte de la curación había terminado.

Eso es una buena señal, decidió. Eso significaba que no tenían idea de que ella era la

Basha Argeneau que ellos buscaban.

Suspirando, Divine se sentó, empujó las sábanas a un lado e hizo una mueca hacia

sus ropas manchadas de sangre. Parecía una niña de dos años que se chorreaba encima

todo lo que comía. Arrugando su nariz con desagrado hacia la desagradable materia seca,

se deslizó fuera de la cama y se dirigió hacia el baño que Jackie le había señalado antes.

Había considerado desnudarse y ducharse entonces, pero parecía una pérdida de tiempo

en ese momento cuando sabía que la curación la dejaría sintiéndose viscosa y sucia de

todos modos. Siempre era como si las impurezas y el tejido dañado se descompusieran y

expulsaran a través de los poros.

Jackie y Vincent probablemente tendrían que tirar las sábanas y las camas en las que

ella y Marcus habían sido puestos durante la curación… a menos que tuvieran protectores

de cama realmente buenos. Esperaba que lo hicieran. Odiaría pensar que les había costado

algo. Tal vez debería darles dinero por los problemas, pensó Divine mientras abría la ducha y se

quitaba la ropa.

El agua caliente le golpeó la cabeza y el cuerpo, limpiando lo último de las tinieblas

en las esquinas de su mente. Divine odiaba las pesadillas que ocasionalmente la

D

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atormentaban. Ya era bastante malo haber sufrido todo eso una vez; tener pesadillas sobre

ello sólo le parecía como si su propia mente continuara la tortura original causada por

Leonius Livius. Ella no se merecía eso. Nadie lo hacía. Siendo ese el caso, había aprendido

a darle a las pesadillas el menor espacio posible en su mente despierta. Al despertar,

siempre las empujaba de vuelta en un armario imaginario en su cabeza y cerraba la puerta

firmemente. En su mente esa era la única forma de manejarlo.

Divine se sentía muy bien después de la ducha, e incluso mejor cuando salió a la

habitación y vio la ropa limpia cuidadosamente doblada y colocada en el extremo de la

cama. El hecho de que las mantas que había dejado a un lado al despertar estuvieran

nuevamente en su lugar le dijo que habían estado allí cuando se había levantado y que

habían traído eso mientras ella se duchaba. Jackie era obviamente no sólo atenta, sino del

tipo organizada, averiguando lo que se necesitaba hacer y haciéndolo antes de que fuera

necesario. Divine apreció eso.

Dejando caer su toalla, cogió la ropa y empezó a ponérsela, sorprendida de

encontrar aún las etiquetas en todo. Bonitas bragas de color rosa, un sujetador a juego, una

falda suelta en color rojo oscuro similar a una de sus propias faldas que probablemente

había ardido en llamas, y una blusa campesina blanca con costuras de color rojo a lo largo

de la línea del cuello que sugerían que era de origen mexicano. Había también una larga

pañoleta, pero sin las monedas que ella había cosido en la suya propia. También había un

par de botas negras de tacón, altas hasta la rodilla.

No era tan elaborado como los trajes que solía llevar como Madame Divine, pero

funcionaría y agradeció el esfuerzo puesto en el conjunto.

Una vez vestida, Divine agarró la toalla y volvió al cuarto de baño para colgarla

sobre la puerta de la ducha y que se secara. Luego miró en los cajones y encontró un

cepillo de dientes nuevo en su empaque, pasta de dientes y un peine. Utilizó los tres para

ponerse más presentable, y luego salió de nuevo para hacer la cama.

Había un protector de colchón, vio con alivio. Así que sólo la ropa de cama tendría

que ser desechada. Ninguna cantidad de lavados eliminaría el mal olor y las manchas de

una curación. Después de echar un vistazo a las ventanas mostrando que era tarde, que el

sol acababa de ponerse, Divine enrolló las fundas dentro de las sábanas, cogió el paquete,

y salió de la habitación en busca de Marcus y sus anfitriones, segura de que si no estaban

levantados ya, pronto lo estarían.

El murmullo de voces procedentes de abajo mientras bajaba las escaleras le dijo que

alguien estaba levantado. Divine siguió el sonido por el pasillo hacia la cocina, pero se

paró al llegar a la puerta cuando oyó a Marcus preguntar:

—¿Lucian dijo que iba a venir aquí? ¿Por qué? No sabemos si ella es Basha.

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—Supongo que es por eso —dijo Vincent, y ella podía imaginarlo encogiéndose de

hombros mientras lo decía—. Para averiguar si es ella.

Hubo un breve silencio y luego Jackie dijo:

—No te preocupes, Marcus. Tanto si es Basha como si no, no hay manera de que ella

esté asociada con Leonius. Lucian lo verá. Él obtuvo información equivocada. Ella nunca

estaría asociada con él después de las cosas que le hizo.

—¿Qué demonios fue lo que le hizo? —gruñó Marcus, y la frustración en su voz

sugería que no era la primera vez que había hecho esa pregunta.

—Te lo dije, eso no me corresponde a mí decirlo. Vas a tener que preguntarle a

Divine —respondió Jackie solemnemente.

Divine se giró lentamente, alejándose de la puerta, y avanzó en silencio de vuelta por

el pasillo. Llevó las sábanas todo el camino de regreso a la habitación en la que había

despertado, las puso sobre la cama y luego simplemente se quedó allí por un momento, su

mente corriendo.

Lucian estaba llegando.

La idea la aterrorizó a pesar de las garantías de Vicente y Jackie a Marcus de que

todo iba a estar bien. El hombre era un monstruo, igual que Leonius lo había sido.

Mientras que Leonius la había perseguido en sus pesadillas, Lucian la había perseguido en

sus horas de vigilia. Temiendo que él la encontrara, que la matara a ella y a Damian. Había

estado escondida del hombre durante más de dos milenios. Todo eso estaba arraigado

ahora y su mente le gritaba que corriera y se escondiera. Pero una vida de entrenamiento

le impedía simplemente correr. Eso rara vez llevaba a buenos resultados.

Detente, piensa, planea, se dijo Divine a sí misma. Él todavía no había llegado. Ella

tenía tiempo. Tenía que hacer todo esto cuidadosamente, averiguar a dónde correr y

dónde esconderse.

Los carnavales ya no serían seguros, ellos buscarían allí. Tendría que renunciar a esa

vida, pero de todos modos ya se había visto venir el final de eso. Hoskins era uno de un

número cada vez menor de carnavales de auto-propiedad que quedaban en la industria.

Las grandes corporaciones se movían, comprándolos y tomando el control como lo hacían

con todo lo demás.

Divine sabía que Bob y Madge se habían acercado ya dos veces a vender. También

sabía que habían considerado seriamente aceptar la oferta y retirarse. No lo habían dicho,

pero ella lo había leído en sus mentes. La pareja estaba en sus finales de los cincuenta, la

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vida de un trabajador de feria era dura, y la oferta mejoraba cada vez que se les acercaban.

La única cosa que los detenía eran los propios feriantes.

Bob y Madge pensaban en la mayoría de su gente como familia. Muchos de los

feriantes habían estado con ellos desde el principio, otros por casi tanto tiempo. Bob y

Madge se sentían como si estuvieran traicionando parientes por retirarse, pero Divine

sabía que tomaría sólo una cosa mala que cambiaran de opinión —otro novato tratando de

atraer a un niño en el camino central, o encontrar que alguien en quien ellos confiaban

estaba robándoles. Fue por eso que Divine se había puesto en la contratación y ayudado a

limpiar la casa cuando se había unido al carnaval. Bueno, eso y porque realmente quería

ayudar a la pareja.

Divina miró al paquete de sábanas en la cama y frunció el ceño cuando de repente se

le ocurrió que el fuego en la casa rodante podría ser eso malo que los haría cambiar de

opinión y hacerlos aceptar la próxima oferta. Ciertamente así sería si ellos se enteraban de

que el fuego había sido provocado. Había olido gasolina alrededor de la casa rodante en

llamas. ¿Ellos podían olerla? No estaba segura de si los mortales habrían sido capaces de

hacerlo, pero sin duda un inspector de incendios o quienquiera que investigara tales cosas

sería capaz de decir que se había utilizado un acelerador.

—Mierda —murmuró, y se volvió para jalar la puerta, abriéndola y revelando a un

Marcus muy sorprendido de pie en el pasillo, con una mano levantada y curvada para

llamar.

—Oh. Bien. Te has levantado —dijo él después de una pausa. Se movió de un pie al

otro, luego le dirigió una sonrisa torcida y preguntó—: ¿Cómo te sientes?

—Tenemos que irnos —anunció Divine, empujándolo más allá en el pasillo.

—¿Qué? —dijo Marcus con sorpresa, luego se apresuró a seguirla—. No creo que eso

sea una buena idea, Divine. Acabas de despertarte. No has terminado de curarte aún.

Deberías descansar un poco y…

—¿Qué día es hoy? —preguntó ella mientras empezaba a bajar las escaleras.

—Es martes por la noche. Cerca de las 4 p.m. —respondió él amablemente.

—Maldita sea, nunca llegaré a un banco antes de que cierre —murmuró y luego se

encogió de hombros. Se preocuparía por eso más tarde. En este momento, tenía que llegar

a Madge y Bob y ver lo que estaba pasando.

—Divine. —Marcus sonaba menos sorprendido y más exasperado. Estaba

recuperando el equilibrio después de la sorpresa inicial. El hecho de que le hubiera

tomado tanto tiempo, sin embargo, le dijo que él todavía no estaba completamente curado.

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Supuso que probablemente ella tampoco lo estaba, pero se sentía bien. Un poco sedienta,

tal vez, pero las marcas de su apuñalada con la flecha y los arañazos en su pecho se habían

ido. No había ni la más mínima cicatriz. Cualquier curación restante sería en el interior.

—¡Maldita sea, Divine, detente! —gritó Marcus de repente, cogiendo su brazo

mientras ella bajaba las escaleras y se dirigía a la puerta principal.

—¿Qué está pasando? —preguntó Vincent, llamando su atención mientras iba hacia

ellos por el pasillo con Jackie a su lado.

Marcus abrió la boca para responder, pero Divine se apresuró a decir:

—Gracias por todo lo que han hecho por nosotros. Pero tengo que irme ahora.

Ella sintió más que vio la cabeza de Marcus girando bruscamente en su dirección.

—Un minuto antes era “tenemos que irnos” —gruñó, sonando molesto.

Divine se encogió de hombros.

—Bueno, yo sí tengo que irme. Pero tú no, así que entiendo si quieres quedarte con

tus amigos. Siempre puedo tomar un taxi de vuelta a los terrenos del carnaval.

—No tomarás un taxi. —Él se detuvo repentinamente, la comprensión en su rostro—

. El carnaval no estará allí. Se moverían a la siguiente ciudad en la noche del domingo.

—Puede ser que hayan sido retenidos por el fuego, el incendio y todo eso —dijo en

voz baja Divine—. Si así fue, aclararé las cosas para que puedan continuar con su

programa. Si no, entonces aún así aclararé las cosas con los bomberos locales, la policía y

lo que sea, y luego los seguiré al próximo pueblo.

No estaba segura de si esa última parte era cierta. Divine no tenía idea de lo que iba

a hacer. Podría alcanzar el carnaval sólo el tiempo suficiente para ver cómo estaban

tomando las cosas Bob y Madge y para asegurarles que ella estaba bien. Después de todo,

había desaparecido bastante abruptamente. Pero después de eso, tendría que seguir

adelante con alguna otra cosa. El problema era que no estaba segura de qué.

—Divine está en lo correcto —dijo Jackie pensativamente.

—¿Lo está? —preguntó Marcus con asombro.

—¿Sobre qué exactamente? —preguntó Vincent.

—Bueno, hemos estado tan ocupados preocupándonos por si ella es… er…

Divine enarcó las cejas y simplemente observó cómo la mujer vacilaba. Sabía que el

final de esa frase habría sido "si es Basha o no". Sin embargo, también sabía que Jackie no

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iba a decir eso ahora que se había atrapado a sí misma. La pregunta era, ¿qué iba a utilizar

en su lugar?

Al final resultó que Jackie no dijo nada. Fue Vincent quien salvó su pellejo al sugerir:

—¿Por si ella está sanando bien?

—Sí. —Jackie inspiró aliviada, e incluso se las arregló para sonreír—. Hemos estado

muy preocupados por las curaciones y no consideramos lo que pasaba con las autoridades

locales. —Ella miró a Marcus—. ¿Dijiste que podías oler gasolina y que las llamas

estallaron alrededor de la casa rodante a la vez? ¿Llenando cada ventana? —Apenas

esperó a que Marcus asintiera antes de decir—: Bueno, no pasará mucho tiempo antes de

que las autoridades decidan que el incendio fue provocado, y ya que ustedes dos

desaparecieron justo después…

Marcus parpadeó sorprendido.

—¿Crees que van a pensar que Divine y yo provocamos el fuego?

—Lo más probable es que vayan a pensar que tú provocaste el incendio pero que

Divine no estaba allí —comentó Vincent, viéndose pensativo—. Pero el que ustedes dos

desaparecieran después de eso probablemente les hizo pensar que provocaste el fuego y

que tal vez la secuestraste cuando te diste cuenta de que no estaba atrapada en el fuego.

—¿Qué? —graznó Marcus con consternación.

—Está bien. Podemos arreglar esto —dijo Jackie, luego dio una sacudida de cabeza y

admitió—: Aunque estoy un poco avergonzada de que no hayamos pensado en eso

cuando llegaron por primera vez. Cuanto más pronto nos ocupemos de esto, menos

fijación habrá. Por ahora, probablemente un montón de gente está involucrada y a cada

uno de ellos deberá limpiárseles la mente y demás. —Chasqueó con irritación y de repente

dijo—: ¿A quién llamas?

Divine no se molestó en mirar nada más que el teléfono que había recogido,

golpeando los números mientras le respondía:

—A Informaciones. Necesito el número de un servicio de taxi.

Marcus inmediatamente le arrebató el teléfono de su mano.

—No necesitas un taxi. Yo te llevaré de vuelta. Desde luego que no te dejaré volver

sola con gente golpeándote en la cabeza y poniendo tu casa en llamas.

—Todos nosotros iremos —dijo Vincent, de repente sonando alegre—. De hecho, ese

era el plan desde el principio. Marcus estaba seguro de que desearías volver al carnaval

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tan pronto como te levantaras, así que llamé a la oficina e hice que nos enviaran un par de

nuestros vehículos de sobra.

Vincent pasó junto a ella hacia la puerta principal y la abrió con un gesto dramático

que fue interrumpido por la alarma de la casa de repente sonando a todo volumen.

Maldiciendo, se precipitó a un panel en la pared y comenzó a golpear los números para

silenciarla.

—Olvida lo del… er… —Vincent hizo un gesto hacia el panel con una mueca y luego

se movió de regreso para tomarla del brazo—. Cierra los ojos —le ordenó mientras él la

conducía hacia la puerta.

Divine hizo lo que le pidió a regañadientes, y le permitió conducirla hacia afuera.

Luego él dijo:

—Está bien, ábrelos.

Ella abrió los ojos para encontrarlo de pie delante suyo sonriendo como un idiota y

bloqueando su vista. Justo cuando comenzaba a arquear una ceja, él agitó sus brazos como

un mago y se hizo a un lado con un cantarín:

—¡Ta-daaaa!

Divine observó con sorpresa. Había dos casas rodantes estacionadas frente a la casa,

ambas tan grandes y si no más que la suya. Las miró brevemente y luego dijo:

—Se ven nuevas.

—Bastantes nuevas —admitió Vincent—. Tenemos más antiguas, pero me gusta

viajar con comodidad así que les dije que enviaran las más nuevas.

Divine frunció el ceño.

—Entendí que estabas en el negocio del teatro.

—Entre otras cosas —acordó Vincent—. Usamos éstas a veces como camerinos de las

estrellas más exigentes en nuestras obras. O para operaciones de vigilancia.

—Más para operaciones de vigilancia que para estrellas exigentes —dijo Jackie

secamente—. Vincent no parece entender que una operación de vigilancia significa ser

discreto y moverse atrayendo tan poca atención hacia ti mismo como sea posible, y que

estacionar un gran pedazo de vehículo recreativo en la calle es lo opuesto a discreto.

—Tonterías —dijo de inmediato Vincent—. Nunca hemos sido identificados

mientras estábamos en una operación de vigilancia.

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—Sólo porque nadie con sentido común podría imaginar que un detective sería tan

estúpido como para conducir un vehículo tan ridículamente grande y notorio en una

operación de vigilancia —dijo Jackie con exasperación.

—Ves. Funciona entonces —dijo Vincent con una sonrisa de satisfacción.

Jackie sacudió la cabeza, pero luego sonrió e incluso soltó una breve carcajada

mientras admitía:

—Sí, así es.

—Y disfrutamos de las comodidades del hogar mientras espiamos a los buenos para

nada del mundo —dijo él con satisfacción.

Divine entrecerró los ojos y se volvió hacia Marcus.

—Jackie era un detective privado antes de transformarse —explicó Marcus en voz

baja, y luego añadió—: Bueno, obviamente todavía lo es, y Vincent la ayuda de vez en

cuando.

Divine dejó escapar su aliento en un pequeño suspiro. Grandioso. Así que los dos

que había pensado que eran un bebé inmortal y un tipo artístico y excéntrico eran en

realidad otro par de detectives dispuestos a encontrarla. Grandioso. Se giró hacia Vincent.

—¿Por qué dos?

—Uno para nosotros —dijo Vincent, deslizando su brazo alrededor de Jackie—. Y

uno para ustedes dos.

—Puedes cambiar eso por uno para ustedes dos y uno para Marcus. Yo no dormiré

en ninguno de esos con él —dijo con firmeza, y luego se movió con impaciencia—. En

realidad, ni siquiera sé por qué vienen. Ustedes no tienen asuntos en el carnaval. Marcus y

yo podemos ocuparnos de las autoridades.

—Pero necesitas protección —dijo Jackie firmemente—. Ya has sido atacada dos

veces. No queremos que suceda una tercera vez. Vincent y yo ayudaremos con las

autoridades y luego nos mantendremos cerca para ayudarlos a resolver quién provocó el

incendio y quién te atacó la primera vez.

Divine casi dijo: "¿no tienen que esperar aquí a que Lucian aparezca?", pero reprimió la

pregunta. No tenía intención de revelarles que sabía sobre eso. Su principal preocupación

en ese momento era llegar al carnaval, dejar que Bob y Madge supieran que estaba sana y

bien, y asegurarse de que no estaban siendo detenidos por las autoridades buscando en su

remolque incendiado. Después de eso, podría escapar, desaparecer y empezar otra nueva

vida. Pero primero tendría que llegar al carnaval y al parecer, si quería llegar, sería con

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compañía. Hubiera sido mucho más fácil si la dejaran llamar a un taxi, pero eso

obviamente no iba a suceder.

—Bien —espetó, luego se obligó a sonreír y añadir—: Gracias. Por… todo —terminó

en un suspiro, entonces preguntó—: ¿Podemos irnos ahora?

Jackie y Vincent intercambiaron una mirada y luego se giraron hacia la casa.

—Sólo danos un par de minutos para empacar nuestras maletas. ¿Por qué ustedes

dos no saquean la nevera y la despensa en busca de comida?

—Hay una nevera en la casa rodante para las cosas frías —añadió Jackie, mirando

hacia ellos mientras empezaban a entrar en la casa—. Y bolsas para poner los alimentos

enlatados y secos.

—No se preocupen por la sangre. Yo me ocuparé de eso —añadió Vincent antes de

que los dos desaparecieran en el interior.

—¿Vamos? —preguntó Marcus.

Divine quería decir que no y hacer una salida rápida, pero sospechaba que no

llegaría lejos. Aunque había sido más veloz que el hombre cuando lo había golpeado con

el trapeador, sospechaba que el factor sorpresa había jugado un importante factor en eso.

El hombre era inmortal. Era tan o más rápido que ella, y probablemente más fuerte,

aunque sólo fuera porque los hombres eran físicamente más fuertes por naturaleza.

Aunque le parecía que él podría ser físicamente más fuerte que la mayoría de los

inmortales varones, decidió, su mirada deslizándose sobre su pecho en la camiseta

ajustada y obviamente prestada que llevaba puesta. Realmente tenía un gran y muy

agradable físico. Divertido que realmente no hubiera notado eso hasta ahora.

—¿Quién compró mi ropa? —preguntó Divine con curiosidad mientras le dejaba

conducirla dentro.

—Vincent hizo que uno de los de su gente la comprara —admitió Marcus—. Me

preguntó qué usas normalmente y le dije que principalmente lo que tenías cuando

llegamos aquí. Que nunca te había visto en ninguna otra cosa; él hizo un par de llamadas

y… —se encogió de hombros.

—Y voilà —terminó ella con ironía, pensando que debía ser bueno tener "gente" que

hiciera las cosas por ti.

—Tenía que comprar ropa para mí también, pero… —Marcus bajó la mirada hacia sí

mismo con una mueca.

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—Pero se quedó un poco corto de tamaño contigo —dijo Divine con diversión, luego

agregó—: O lo cabreaste en algún momento del pasado, o Vincent sólo tiene ojo para la

talla cuando se trata de mujeres.

—Jackie le ayudó contigo —le aseguró Marcus.

—Oh, bien —murmuró Divine, y cuando él la miró en pregunta, admitió—: Bueno,

sería un poco alarmante pensar que pudo adivinar mi talla de sujetador de un vistazo.

La mirada de él se deslizó sobre sus hombros desnudos, donde había estirado la

blusa campesina hacia un lado, y ella explicó:

—Es sin tirantes.

—Oh. —Él asintió.

Cuando entraron en la cocina, Divine añadió:

—Bastante rosa con bordes de encaje blanco en la parte inferior. Estoy usando ropa

interior a juego también.

Marcus se detuvo en la puerta como si hubiera recibido un disparo y después de un

par de pasos, Divine miró hacia atrás y casi sonrió ante la expresión de su rostro. No sabía

qué pequeño diablo la había hecho decir eso. En realidad, se había sorprendido también

cuando las palabras se le habían escapado, pero la expresión de su cara…

Dios, el hombre se veía como si se hubiera tragado la lengua. También la miraba

como si pudiera ver la ropa interior que ella había descrito a través de su ropa. Por alguna

razón, eso envió un escalofrío de excitación a través de su cuerpo.

—¡Oye! ¿Marcus?

Divine miró más allá de Marcus hacia las escaleras. Vincent estaba a mitad de

bajarlas, colgando sobre la barandilla para mirarlos en la cocina a través de la puerta que

Marcus mantenía abierta con su cuerpo.

Marcus se giró para mirar al hombre y luego se aclaró la garganta.

—¿Sí?

—Asegúrense de poner un poco de helado en la nevera también. Quiero hacernos

algunos de mis buenísimos y famosos helados más tarde mientras estemos relajándonos.

—Correcto. Helado. —Marcus asintió.

—Y los accesorios —añadió Vincent.

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—Correcto. Accesorios. —Marcus asintió de nuevo.

Divine no podía ver su expresión, pero cualquiera que fuera hizo que Vincent de

repente frunciera el ceño.

—¿Sabes qué accesorios son necesarios para los helados, verdad?

Cuando Marcus no respondió, Vincent chasqueó la lengua con impaciencia y gritó al

piso de arriba:

—Cariño, ¿puedes empacar un par de pantalones cortos y algunas camisetas en una

bolsa para mí? Marcus no ha comido en más de dos milenios. Si se lo dejamos a él,

estaremos encerrados con Puppy Chow o algo así.

—¿Tienes un perrito? —preguntó con curiosidad Divine.

Vincent bajó la mirada hacia ellos y sonrió.

—Sí. La dejamos ayer por la noche con el veterinario. Iba a ser operada esta mañana.

Esterilizada —agregó y luego frunció el ceño—. Se suponía que íbamos a recogerla a las

cuatro. —Alzando la cabeza, gritó—: Jackie, nos olvidamos de recoger a Chiquita a las

cuatro.

—Mierda —escucharon venir de arriba—. Creo que está abierto hasta las ocho. Voy a

llamar.

Divine levantó una ceja.

—No planeas que nos acompañe, ¿verdad? Quiero decir, ¿qué si provocan un

incendio en la casa rodante de nuevo, la hacen explotar o algo así?

Vincent se puso rígido y luego levantó la cabeza y gritó:

—Llamaré a la oficina y haré que alguien la recoja si está abierto. Pueden llevarla a la

perrera mañana hasta que regresemos.

—Oh, pero…

—Es más seguro para ella —interrumpió Vincent.

Hubo una pausa y luego Jackie suspiró.

—Está bien.

Vincent asintió, pero no se veía complacido con sí mismo cuando bajó el resto de las

escaleras para unirse a ellos en la cocina. Una vez allí, comentó:

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—Saben, Bastien realmente debería hacer que algunos de sus científicos investigaran

el desarrollo de nanos en perros.

—¿Por qué no sólo darle nuestros nanos al perro y ver si los acepta? —sugirió

Divine, cruzando la cocina hacia un conjunto de puertas dobles que sospechaba era la

despensa. Tenía razón, lo vio una vez que las abrió.

—Porque no funcionaría —dijo Marcus con una sonrisa.

—¿Por qué? —preguntó Divine distraídamente mientras encendía un interruptor,

iluminando la pequeña habitación llena de estanterías. Un vistazo de los contenidos en los

estantes la dejó un poco perpleja. Había frutas y verduras. Reconoció esos, pero había una

tonelada de otros artículos que no reconoció. ¿Qué demonios es Spam?, se preguntó.

—Estás bromeando, ¿verdad?

Divine miró por encima de su hombro para ver a Marcus en la entrada, mirándola

con ojos amplios, incrédulos. Moviéndose incómodamente, le preguntó:

—¿Sobre qué?

—Sobre que nuestros nanos no funcionaría en los perros —dijo—. Quiero decir,

fueron hechos para funcionar con la anatomía humana y la química única. Los científicos

que los hicieron los programaron de esa manera. Ellos…

—¿Los científicos? —interrumpió Divine con sorpresa antes de poder detenerse a sí

misma. No se había dado cuenta de que los nanos que la hacían tan fuerte y le daban una

vida tan larga habían sido hechos por el hombre. Había pensado… bien, había asumido

que eran parte de cada inmortal, tan natural como las branquias en un pez. Que los

inmortales eran quizás una especie diferente a la de los seres humanos o algo así.

Divine no había sido educada en el origen de los inmortales antes de haber sido

secuestrada, y Leonius ciertamente no había tenido ningún deseo de enseñarle nada que

no tuviera que ver con el horror y el dolor. Una vez que ella estuvo libre de él, su tiempo

se había ocupado en correr, esconderse y moverse constantemente para evitar al gran y

monstruoso Lucian Argeneau. Eso le había dejado poco tiempo para reflexionar sobre los

orígenes de su gente o de sus nanos.

—Divine —dijo Marcus suavemente—. ¿Nadie te enseño sobre eso…?

—Por supuesto que sí —interrumpió bruscamente. Dándose la vuelta, cogió una lata

de Spam mientras agregaba—: Sólo estaba tomándote el pelo.

Un largo silencio pasó y luego Vincent dijo:

—Marcus, ven a ayudarme con esto, ¿quieres?

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Divine permaneció completamente quieta hasta que él se alejó, luego dejó escapar su

aliento en un suspiro. Debería haber admitido que no lo sabía, pero no quería parecer

estúpida delante de Marcus. Divine no tenía ni idea de por qué debería ser ese el caso. Ella

no era estúpida. Sabía eso, y no saber algo no la hacía estúpida. Simplemente no quería

decir que no sabía algo. Eso no la restaba de todas las cosas que conocía. Nadie podría

saber todo lo que había que saber sobre este vasto planeta, no importa cuántos años o

siglos hubieran vivido. Por ejemplo, no tenía ni idea de qué era Spam y no le importaba

quién lo sabía. ¿Entonces por qué no conocer sus orígenes la molestaban y la hacía sentir

ignorante?

Suspirando, Divine puso la lata de Spam de nuevo en el estante. No empacaría nada

que no reconociera… lo cual era casi todo en una lata o una caja en la despensa.

Sacudiendo la cabeza, cogió una bolsa plegable del estante, la abrió, y empezó a colocar las

verduras en ella.

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stoy tan contenta de que ambos estén bien —dijo Madge,

sonriéndoles a Divine y Marcus.

—Sí. —Ofreciendo una sonrisa, Divine asintió y luego

cambió su expresión a una de disculpa—. Realmente lo siento,

Madge. Pensé que había dejado una nota para hacerte saber que

Marco me llevaría a comprar un nuevo remolque. Supongo que

en toda la excitación y el caos me olvidé. O tal vez solo se extravió. Estaba segura de que

dejé esa nota.

Era al menos la duodécima vez que Divine había dicho esa mentira. Estaba

empezando a tener dificultades para mantener su sonrisa en su lugar mientras repetía eso,

y es que las últimas ocho horas habían sido un poco preocupantes. Habían llegado al lugar

del carnaval para encontrarlo vacío. La única prueba de que había estado alguna vez ahí

era una cinta policial de escena del crimen color amarilla que se había quedado atrapada

entre las ramas de un árbol al borde de los terrenos y se agitaba en el seco, caluroso viento.

Divine, Marcus, Vincent y Jackie se habían dirigido directamente a la estación de

policía desde allí y luego a los bomberos. Cuando Vincent lo había sugerido, el

investigador de incendios había reconocido rápidamente que el incendio había sido

provocado. Divine parecía haber sido la número uno de los sospechosos al principio. Al

menos hasta que se enteraron por varios testigos, feriantes y lugareños por igual, de que

ella había estado en el pueblo cuando todo empezó, que había vuelto para encontrarla en

llamas y que ahora estaba desaparecida. Cuando la ausencia de Marcus se había notado

entonces, él se había convertido en el principal sospechoso, tanto del incendio provocado

como de su secuestro.

No había habido ninguna otra opción para Divine, Marcus, Vincent y Jackie que

utilizar una combinación de recuerdos sutiles, influyendo en los pensamientos, e incluso

limpiando las mentes para revertir la situación. Para el momento en que habían

terminado, todo el calvario había cambiado de un incendio premeditado y un secuestro a

nada más que un incendio accidental sin reclamación de seguro, nadie lesionado, y nada

de lo realmente sucedido en todo el episodio. Luego se habían asegurado de que el archivo

desapareciera, tanto en papel como digital.

—E

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Después de que lo habían atendido, habían seguido el carnaval a su próxima parada

programada. Llegaron a la feria donde el carnaval estaba establecido para encontrar el

camino central en silencio y oscuro, y a los feriantes relajándose en el estacionamiento en

la parte trasera después de un largo y caluroso día.

Divine se había dirigido directo hacia la casa rodante de Madge y Bob con Vincent,

Jackie, y Marcus siguiéndola. Pero para el momento en que habían llegado a la casa sobre

ruedas de la pareja, la mayoría de los feriantes los seguían también, todos y cada uno de

ellos mirando sospechosamente a Marcus y preguntándole a ella si estaba bien, pero

dejando cualquier otra pregunta hasta que llegaran a Madge y Bob.

Había una jerarquía en los carnavales, y como los propietarios, Madge y Bob eran

Mamá y Papá, Rey y Reina. Los otros los dejaron a ellos obtener las respuestas que querían

y solamente rodearon a Divine y a los tres extraños que la acompañaban mientras se

abrían camino hacia la casa rodante Hoskinses.

Bueno, la mayoría de ellos había hecho eso. Alguien obviamente había corrido por

delante para decirle a Madge y Bob que ella estaba de vuelta, porque la pareja había

estado saliendo de la casa rodante cuando Divine condujo a Marcus, Vincent y Jackie hacia

allí. La pareja mortal había saludado a Divine con alivio, ignorando a las tres personas con

ella, incluso a Marcus, hasta que les había explicado que si bien el investigador de

incendios había confundido el fuego por un incendio provocado, ahora había determinado

que había sido accidental, un fuego eléctrico que había terminado con el tanque de

propano explotando. Entonces había explicado que Marco la había encontrado angustiada

después de que ella se alejó de su casa en llamas, la había consolado y luego se había

ofrecido a ayudarla a reemplazar el vehículo para que pudiera volver a trabajar. Eso era lo

que habían estado haciendo el último par de días: visitar lotes de casas rodantes usadas y

bancos para arreglar un reemplazo.

—Bueno, sólo estoy contenta de que el inspector de incendios se haya dado cuenta

de su error e informado a la policía que fue un accidente antes de que arrestaran al pobre

de Marco —dijo Madge ahora.

Bob resopló ante las palabras de su esposa.

—Él habría estado de suerte si era arrestado. Si Marco hubiera vuelto con nosotros

solo en lugar de con Divine viva y bien a su lado, nuestros chicos lo habrían colgado sin

hacer preguntas.

—Sí —acordó Madge solemnemente, y luego palmeó el brazo de Marcus como para

calmarlo—. Bueno, por suerte no lo hizo. La trajo de vuelta y con amigos para ayudarnos.

La sonrisa de Divine se convirtió en una decididamente forzada ante este

comentario. Vincent la había cogido por sorpresa cuando le había informado a Madge y

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Bob que él y Jackie eran amigos suyos que habían venido a ayudar en todo lo que

pudieran, y que querían establecer un puesto gourmet de manzanas de caramelo con otra

pareja, Tiny y Mirabeau, justo al lado del puesto de adivinación de Divine. Ella había

estado sorprendida cuando Madge y Bob habían abrazado la idea con entusiasmo, hasta

que se dio cuenta de que Vincent y Jackie estaban usando sus habilidades especiales para

influir en la pareja y asegurar que pensaran que era una buena idea.

Parecía que mientras se quedara con el carnaval, Divine tendría a un trío de

guardaespaldas/niñeras tras su trasero. En realidad, un quinteto de guardaespaldas/niñeras,

pensó, recordando esos desconocidos Tiny y Mirabeau.

—Y el momento no podría ser mejor —anunció Bob—. El paseo marino de Jack

murió hoy. Lo moveremos fuera en la mañana y pueden aparcar sus casas rodantes donde

estaba eso antes.

—Oh, sí —dijo Madge felizmente—. Eso funcionará bien.

—No para Jack —murmuró Divine y luego preguntó—. ¿No puede arreglarlo?

—Cariño, Divine, ese paseo tiene más de cincuenta años —dijo Bob secamente—.

Jack lo ha reparado y reparado, pero, francamente, creo que esta vez está acabado.

—Trajo a un técnico hoy, pero le dijeron que las partes costarían un buen par de

miles de dólares —le dijo Madge solemnemente—. Y Jack ya no gana nada de dinero en

ese paseo.

Bob gruñó y asintió.

—Es un paseo para niños que hasta los chiquillos encuentran aburrido. Un montón

de bañeras amarillas que dan vueltas y vueltas. —Arrugó la nariz—. No tiene mucha

emoción que digamos. Probablemente lo venda como chatarra o como una antigüedad en

línea o algo así.

Madge asintió en acuerdo.

—Íbamos a ponerle un anuncio de “Fuera de Servicio” y dejarlo en su lugar para no

tener un agujero allí donde estaba colocado —admitió, y añadió alegremente—: Pero

ahora que tú y tus amigos están aquí, haremos que los chicos lo desarmen así ustedes

podrán estacionar allí las casas rodantes para pasar la noche.

—Oh, no —protestó Divine cuando varios de los hombres avanzaron, al parecer

como voluntarios para la labor—. No quiero que los muchachos tengan que preocuparse a

esta hora.

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—Oh, señorita Divine, eso no es ningún problema —dijo Jack, moviéndose a través

de la multitud para unirse a ellos—. Es de remolque montado. Sólo tenemos que quitar la

valla alrededor y arrastrar el remolque fuera. No va a tomar más de un par de minutos.

Además —agregó secamente—. No puedo soportar ver a la maldita cosa. Me ha dado

nada más que disgustos durante años. Estaré encantado de sacarlo de mi vista y que deje

de molestarme. Estoy feliz de moverlo.

—Genial —dijo Divine secamente cuando Jack se alejó con varios hombres

siguiéndolo.

—¿Por qué no vas con tus amigos a buscar sus casas rodantes? —sugirió Madge—.

Para el momento en que entren allí y conduzcan de regreso, garantizo que el paseo marino

se habrá ido y que podrán estacionarse directamente.

—Genial —repitió Divine débilmente mientras Marcus la tomaba del brazo para

instarla a salir. Había estado esperanzada de que tuvieran que separar las casas rodantes y

aparcarlas en diferentes lugares a lo largo del camino central. O que no hubieran sido

capaces de meter a ninguna de las dos en absoluto y que la segunda casa rodante —con

Marcus, Vincent y Jackie en ella— habría tenido que ser estacionada en algún lugar en el

estacionamiento de atrás, bien lejos de la que ella pretendía utilizar. Eso le habría dado al

menos un poco de espacio para maniobrar y manejar su escape. Ciertamente necesitaba

alejarse de sus guardaespaldas/niñeras antes de que Lucian llegara. Pero parecía que

incluso el destino estaba en su contra. En serio, ¿cuáles eran las posibilidades de que el

paseo marino muriera, dejando un espacio lo suficientemente grande para dos casas

rodantes estacionadas lado a lado en ese lugar?

Bastantes buenas, en realidad, Divine reconoció. La maldita cosa parecía romperse con

regularidad. Aunque ésta era la primera vez que la avería había sido algo que Jack no

pudo reparar por sí mismo.

—¡Oh, maldición, Divine! —gritó Madge de repente.

Divine se detuvo abruptamente y se giró para ver a la mujer agitando un brazo

detrás de ella. Después de una vacilación, se volvió hacia Marcus y sugirió:

—¿Por qué no se adelantan? Los alcanzaré. Probablemente solo olvidó decirme algo.

Él ni siquiera vaciló, sólo dijo:

—Volveré contigo.

—¿Vas a unirte a mí en el inodoro también cuando tenga que usarlo? —preguntó

con dulzura Divine, y cuando sus ojos se ampliaron con sorpresa, ella dijo con voz firme—

: He estado cuidando de mí misma por un muy largo tiempo, Marcus. No necesito una

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escolta para caminar y hablar con Madge, y no me gusta tropezar con la gente cada vez

que me muevo. Te agradecería un poco de espacio. Puedes esperar aquí mientras veo lo

que quiere, o ir a buscar la casa rodante, pero no me vas a seguir por ahí como un perro

guardián.

Marcus la miró solemnemente por un momento, luego asintió con la cabeza y dijo:

—Como quieras.

Divine no tenía ni idea de lo que eso significaba. ¿Iba a ir a buscar la casa rodante o

esperar aquí? ¿Y por qué diablos estaba Vincent ahora riendo en voz baja? Sacudiendo la

cabeza con perplejidad ante ellos dos ellos, Divine se volvió y se dirigió hacia Madge.

Aunque había tomado sólo un par de pasos cuando oyó a Jackie decir en voz baja:

—Tiny ama esa película.

El comentario era tan desconcertante como el comportamiento de los hombres, pero

Divine simplemente rodó los ojos con exasperación y continuó yendo hacia Madge.

Honestamente, no sabía qué hacer con ellos tres. Habían sido amables, le habían dado

sangre, una cama y ropa; habían cuidado de ella mientras sanaba. También aparentaban

sinceridad en su intención de averiguar quién estaba detrás de los ataques contra ella y su

remolque. Pero los había oído hablar. Sabía que sospechaban que era Basha, y sabía que

Lucian estaba llegando. ¿Por qué simplemente no la habían mantenido encadenada a la

cama y retenido allí hasta que llegara? ¿Por qué esta farsa de la amistad y cuidado?

Divine no entendía y no tenía tiempo para averiguarlo. Tenía que perder al trío,

dejar el carnaval, y comenzar un nuevo capítulo en su vida de correr y esconderse.

—Vamos —dijo Madge cuando Divine la alcanzó. Cogiendo su mano, se volvió para

conducirla hacia su remolque—. Casi lo olvido.

—¿Casi olvidas qué? —preguntó Divine, siguiendo a la mujer.

Madge no respondió, sino que la condujo hacia el remolque más pequeño que ellos

siempre mantenían unido a la parte de atrás de su casa rodante. Rápidamente quitó el

cerrojo de la puerta, la abrió y le sonrió a Divine.

—Apuesto a que pensaste que se había ido para siempre.

Divine levantó las cejas ante el comentario y se acercó más a la mujer para mirar el

interior del remolque, con una sonrisa jalando sus labios separados cuando vio su

motocicleta en el interior. Había olvidado todo sobre el vehículo que había dejado

tumbado en el suelo frente a su casa rodante quemándose la noche que Marcus había sido

herido.

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—Madge, eres un ángel —dijo ella, dando un paso adelante para correr una mano

suavemente sobre el manubrio. Este era su boleto a la libertad. Era la forma en que iba a

escapar. Todo lo que tenía que hacer era separarse del trío esperándola por cinco minutos,

subirse a la moto y conducir lejos. Girándose, le dio un rápido abrazo a Madge—. Gracias.

¿Puedo dejarla contigo por ahora?

Las cejas de la mujer se levantaron con sorpresa, pero asintió con bastante facilidad.

—Si tú quieres. Supongo que la nueva casa rodante no tiene un espacio de

almacenamiento integrado para guardarla como la anterior.

—No, no lo tiene —estuvo de acuerdo Divine, y luego admitió—: Pero la casa

rodante que estoy usando ahora es sólo prestada. Voy a tener que esperar por un encargo

para un espacio de almacenamiento especial como ese. Pero haré que tengas la moto por

ese tiempo —le aseguró—. Sólo prefiero dejarla aquí por ahora. Mañana o pasado

probablemente pase a recogerla. ¿Si eso está bien contigo?

—Por supuesto —le aseguró Madge, cerrando la puerta—. No es ningún problema.

—Bien —murmuró Divine mientras la observaba poner la cerradura una vez más, y

eso fue bueno. Realmente no habría querido tener que sumergirse en la mente de la mujer

y hacerla estar de acuerdo con quedársela un tiempo. Pero lo habría hecho. Necesitaba la

motocicleta y necesitaba que Marcus y los demás no supieran acerca de ella.

—¿Qué crees que le esté mostrando en el remolque? —preguntó Marcus,

entrecerrando los ojos hacia las mujeres cuando se giraron para caminar hacia ellos.

—Una motocicleta —anunció Jackie—. La motocicleta de Divine. Aparentemente la

abandonó aquí cuando te llevo en la camioneta la noche del incendio y Madge hizo que

Bob la pusiera en el remolque para guardársela hasta que ella volviera.

—Hmm. —Marcus asintió. Tenía buenos recuerdos de esa moto y de montar detrás

de Divine. Se sorprendió realmente de haberse olvidado de ella hasta ahora—. Podríamos

guardarla en la casa rodante para mantenerla a salvo y además a mano. ¿Por qué no la trae

con ella?

—Porque no quiere que sepamos que la tiene —anunció Jackie, y luego señaló—:

Sería más fácil para ella el escabullirse y escapar si no sabemos que la tiene.

—¿Escapar? —preguntó Marcus con sorpresa—. ¿Por qué iba a querer escapar? Soy

su compañero de vida.

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—No creo que ella sepa eso todavía —dijo Vincent, pensativo.

—Bueno, entonces tal vez es hora de que la ayude con eso —murmuró Marcus.

—Vas a tener que ayudarla con más que eso —dijo él solemnemente, y cuando

Marcus lo miró en pregunta, dijo—: No tiene idea de qué son los nanos o cómo funcionan.

Realmente no sabía que fueron hechos por el hombre, por los científicos en la Atlántida.

—¿Qué? —Marcus lo miró con sorpresa—. ¿Cómo podría no saber algo como eso?

Vincent negó con la cabeza.

—No estoy seguro. Supongo que tendrás que preguntárselo a ella para averiguarlo.

Marcus frunció el ceño y se volvió para mirar a Divine. Era segura, solidaria,

hermosa para él, y parecía tan inteligente en tantos temas que era difícil creer que no

supiera lo que eran básicamente los hechos de la vida inmortal. Esperaba que al menos

supiera cuáles eran los síntomas de los inmortales al encontrar sus compañeros de vida.

Ese pensamiento le hizo preguntar:

—¿Crees que ella sepa sobre los compañeros de vida?

La pregunta obviamente sorprendió a Vincent y él parpadeó dos veces antes de

decir:

—Por tu bien, espero que sí.

Divine vio a Marcus mostrarle el pulgar hacia arriba en el espejo retrovisor, ralentizó

la casa rodante, la metió en el estacionamiento y apagó el motor. Para su gran sorpresa, él

había sugerido que tal vez debería ser ella quien la aparcara en el estrecho espacio que

quedaba una vez que Vincent había aparcado la otra casa rodante. Se había sorprendido

porque la mayoría de los hombres parecían preferir tomar el volante a la hora de conducir.

Al parecer, Marcus no era la mayoría de los hombres. Él simplemente se había encogido

de hombros ante su sorpresa y señalado que nunca había conducido una casa rodante

antes, mientras que ella tenía años de experiencia en eso. Así que parecía ser la mejor

opción para hacerlo. Divine descubrió que tenía un gran respeto por él debido a eso, y

estaba un poco avergonzada de no haber admitido su propia falta de conocimiento sobre

el origen de los nanos. A Marcus no le importaba admitir que ella conocía o tenía más

experiencia y habilidad que él en algo. Sin embargo, ella había estado demasiado

avergonzada como para hacer lo mismo.

Ah, bueno, pensó Divine cuando abrió la puerta para salir. Nadie era perfecto.

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—Buen trabajo —elogió Marcus, encontrándola a mitad de camino del costado de la

casa rodante.

—Gracias —murmuró Divine, y comenzó a pasar a su lado, pero él la agarró del

brazo para detenerla. Haciendo una pausa, ella levantó las cejas—. ¿Qué?

—Quería hacerte un par de preguntas —dijo Marcus en voz baja.

Divine vaciló, pero luego se obligó a parecer relajada y asintió lentamente.

—Está bien.

Marcus tomó aire, considerándola brevemente y luego preguntando:

—¿Sabes acerca de los compañeros de vida?

Divine inclinó la cabeza, un poco sorprendida por la pregunta.

—Por supuesto. —Sonrió levemente y admitió—: Una prima mía que nos solía

visitar y yo jugábamos a ser compañeras de vida cuando tenía once años. Ella siempre era

la chica —agregó secamente y se encogió de hombros—. ¿No hablan, juegan y sueñan

todos los niños inmortales con encontrar a su compañero de vida un día?

—¿Qué sabes acerca de ellos? —la presionó.

Divine se encogió de hombros.

—Son una verdadera pareja de inmortales, una que no puede leerse o controlarse

entre sí. Están vinculados de por vida.

—¿Conoces los síntomas de encontrar un compañero de vida?

Ella frunció el ceño ahora.

—¿Por qué me preguntas eso?

—Porque tengo 2.548 años de edad —anunció Marcus—. Y no puedo leerte.

Divine parpadeó. Él era viejo… pero ella era mayor. El que no fuera capaz de leerla,

por lo tanto, no era una gran sorpresa. Sin embargo, como la mayor, ella debería haber

sido capaz de leerlo… y no podía. Sin embargo, no había disfrutado de alguno de los otros

síntomas de encontrar a un compañero de vida, por lo menos no que hubiera notado. No

estaba hambrienta de comida, pero claro que tampoco había estado alrededor de ella a

menos que contaran los productos enlatados y en cajas en la despensa de Vincent y Jackie.

—Y ni Jackie ni Vincent deberían ser capaces de leerme, pero pueden, por primera

vez desde que los conozco —añadió Marcus solemnemente, y luego señaló—: La

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incapacidad de bloquear tus pensamientos a los inmortales más jóvenes es otro síntoma de

encontrar un compañero de vida.

Divine tragó, su mente comenzando a girar.

—Y —añadió él—. Aunque yo no puedo leerte, Jackie y Vincent sí pueden.

Divine realmente sintió que la sangre dejaba su cara mientras ésta noticia la

golpeaba. Eso era… caramba, ¿Vincent y Jackie podían leerla? ¿Dos bebés como ellos?

Imposible. Pero si podían… ¿Marcus era su…?

¿Qué habían leído? Estaba preocupada, de repente. ¿Qué sabían ellos? ¿Era todo esto

cierto? ¿Era Marcus su compañero de vida? Recordó las sensaciones que tenía cada vez

que sus cuerpos se tocaban, rozaban o frotaban accidentalmente y tuvo que sacudir su

cabeza. No podía manejar eso justo en este momento. No podía manejar que Marcus fuera

su compañero de vida tampoco. Esto era una broma cósmica. ¿Uno de los espías de Lucian

era su compañero de vida?

Querido Dios, pensó Divine con disgusto y luego su mente giró de nuevo,

preguntándose qué habían leído Vincent y Jackie en sus pensamientos. ¿Qué sabían? ¿Qué

había revelado?

¡Marcus es tu compañero de vida!, gritó su mente, y Divine levantó sus manos para

frotar sus sienes. Sus pensamientos eran demasiado caóticos. No podía lidiar con todo esto

ahora. No podía incluso considerar que fuera su compañero de vida. Él era espía de

Lucian, por el amor de Dios, y su hijo podría estar en peligro por cualquier cosa que

Vincent y Jackie hubieran leído en sus pensamientos.

—¿Divine? —preguntó él con preocupación.

—Tengo que… —Divine sacudió la cabeza y trató de moverse para pasarlo, pero

estaba tan afectada que tropezó con sus propios pies y se habría caído si él no hubiera

atrapado su brazo. Marcus la salvó de caer, pero su impulso la hizo girar y se estrelló

contra su pecho con un jadeo de sorpresa. Tragando, miró su pecho brevemente, luego

cerró los ojos mientras su olor flotaba hasta su nariz. Olía definitivamente masculino, algo

amaderado, pero con un toque cítrico. Era increíblemente… tentador. Quería presionar la

nariz en el hueco de su cuello y sólo inhalar profundamente. En cambio, dejó de respirar

por completo y trató de reunirse a sí misma para alejarse.

—¿Divine? —Su voz había caído, convirtiéndose en un sexy murmullo ronco. Eso

combinado con su cálido aliento rozando su oreja hizo que un pequeño gemido se

escapara de sus labios—. ¿Te has hecho daño? —preguntó Marcus con preocupación,

instándola a retirarse ligeramente para tratar de ver su rostro. La acción presionó sus

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partes inferiores, clavando su entrepierna contra la suya, y Divine se mordió el labio ante

la sensación que eso envió a través de ella. Querido Dios.

—¿Divine? ¿Qué pasa? Mírame —insistió.

Inclinando la cabeza hacia atrás, Divine a regañadientes abrió los ojos y luego

simplemente se quedó mirando. Sus ojos eran de un brillante negro con vetas plateadas.

Eran fascinantes, hipnóticos. De hecho, habían atrapado tanto su atención que no se dio

cuenta de que estaba moviéndose más cerca hasta un instante antes de que sus labios

cubrieran los de ella. Divine tuvo un latido para apartarse, y debería haberlo hecho, pero

lugar de eso vaciló —y eso fue su perdición. Una vez que su boca rozó la suya, estuvo

perdida.

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omenzó con una sensación de hormigueo que se desató en donde se

reunieron sus labios, como una bengala escupiendo pequeñas llamas de

calor. Entonces los brazos de Marcus se deslizaron alrededor de su espalda,

acercándola más, y su boca se abrió sobre la suya y la noche estalló en la

cabeza de Divine. Esa era la única manera de describirlo; el calor, la luz y el

color —todo parecía estar a punto de estallar detrás de sus ojos, y el fuego

lamía su cuerpo mientras su lengua se deslizaba para separar sus labios y empujar entre

ellos.

Al principio se aferraron el uno al otro como si cada uno fuera el salvavidas del otro

en un mar tormentoso, pero luego Divine dejó de aferrarse a él para que sus manos

comenzaran a moverse. En cualquier lugar donde los dedos de Marcus pasaban, su cuerpo

estallaba en llamas… y sus manos estaban por todas partes, moviéndose con una rapidez

que era casi vertiginosa, como si quisiera asegurarse de que tenía todas las piezas

necesarias, o como si quisiera tocar todo de ella a la vez.

Divine jadeó y gimió a su vez, empujando inconscientemente sus caderas más cerca

cuando sus manos cubrieron y apretaron sus pechos y luego tiraron desesperadamente de

sus hombros. Se levantó de puntillas cuando él dejo caer una mano para acariciarle entre

las piernas y presionar hacia arriba, la fina tela de su falda y bragas la única cosa entre

ellos. Esa caricia la volvió un poco loca y Divine comenzó a chupar casi con saña su

lengua, una de sus propias manos finalmente renunciando a su agarre sobre el hombro de

él para iniciar su camino por el pecho, arañando la fina tela de la camiseta ceñida que

llevaba. Ya tensa, la tela cedió como un plástico, el material se rasgó abriéndose y dejando

una abertura grande sobre un lado de su pecho. Sintiendo el grueso vello bajo su palma, y

la sensación de un pezón, Divine arrancó su boca de la de Marcus y bajó la cabeza sobre su

pecho, con ganas de saborear su piel.

Su mente se llenó con un hambre insaciable que le hizo lamer su piel y luego cerrar

los labios alrededor de su pezón y tomarlo con impaciencia. Apenas oyó la maldición de

sorpresa que Marcus pronunció sintiendo su sorprendido placer volar de su cuerpo al

suyo.

Placer compartido, otro síntoma de compañeros de vida, recordó, y la idea era tan

electrizante que le dio una audacia que Divine no había sabido que poseía en esa área.

C

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Incluso ella se sobresaltó cuando de repente se agachó y agarró la dureza presionándose

contra sus jeans ajustados negros. Las sensaciones que se enviaron a través de ellos la

tuvieron desgarrando su boca fuera de su pecho y buscando la boca de él de nuevo para

un beso casi violento.

Divine sintió la tela de su falda moviéndose contra el dorso de sus piernas, y luego

las manos de él estaban allí, deslizándose hacia arriba y empujando el material entre ellos.

Aun así, sus ojos parpadearon con sorpresa cuando de repente la agarró por la parte

posterior de los muslos y se los puso alrededor de sus caderas. El instinto se hizo presente

y cruzó los tobillos detrás de su espalda para no caer. También retiró su mano acariciando

su atrapada erección para agarrarse a sus hombros de nuevo. En el momento en que lo

hizo, él de repente se volvió con ella.

Divine se quedó sin aliento por la sorpresa cuando su espalda se estrelló contra el

costado del remolque.

Marcus inmediatamente apartó la boca y entonces murmuró una disculpa en su

mejilla. Él tomó varias respiraciones profundas y, a continuación, tiró la cabeza hacia atrás

para preguntarle sin aliento:

—¿Estás bien?

Sus palabras se arrastraban como si hubiera estado bebiendo y ella sabía que no era

así. Marcus estaba obviamente tan superado por la pasión como ella. Divine gruñó

afirmativamente como respuesta y luego agarró su cara y la jaló hacia ella para poder

cubrir su boca con la suya otra vez.

Maldita sea, el hombre sabía besar. Por lo menos eso pensaba. Aunque no pensaba

bien. Tal vez era sólo una reacción química de ser pareja. Se suponía que fuera alucinante

y esa parecía una buena descripción. Divine nunca había experimentado nada como esto.

Incluso la sed de sangre nunca había sido tan consumista para ella. Lo quería dentro suyo

y a su alrededor. Lo quería todo y lo quería en ese mismo momento, justo ahí.

Para su alivio, el momento de preocupación de Marcus pasó rápidamente bajo la

influencia de su beso y empezó a besarla y tocarla de nuevo. La presionó contra el

remolque, sujetándola allí con la parte inferior de su cuerpo, y jaló su parte superior para

quitarle la blusa. Era una maldita blusa muy útil para una situación como ésta y Divine

gruñó de alivio cuando tiró de ella hacia abajo, dejando al descubierto sus pechos al aire

caliente de la noche. Luego gimió profundamente con placer cuando la levantó un poco

más alto contra el remolque y bajó la cabeza para reclamar un pezón ya erecto.

Era como si sus labios estuvieran puestos en una mecha que corría desde el pecho

hasta su ingle y el contacto de su boca le hubiera prendido fuego. Jadeando, ella echó la

cabeza hacia atrás, casi desmayándose cuando se estrelló contra la pared del remolque. La

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mano de Marcus estuvo inmediatamente allí, frotando el punto en su cabeza donde se

había golpeado en la pared, y luego ahuecando su cabeza para evitar que lo hiciera de

nuevo, pero su boca no salió de su pecho, nunca dejó de lamer y chupar, su lengua

tomando el pezón todo el tiempo.

Esto fue suficiente para volverla loca. Divine gimió y gimió, sus manos atrapadas en

el cabello de él jalándolo, sus caderas moviéndose y empujando contra su estómago ahora.

Y entonces alcanzó su pecho libre con su propia mano y empezó a apretar y amasar la

carne excitada que estaba siendo descuidada.

Todo lo que él estaba haciendo era increíble, abrumadoramente emocionante. Todo

su cuerpo estaba tarareando con entusiasmo y necesidad. Estaba realmente adolorida

entre las piernas con esto… y no era suficiente. Lo quería dentro de ella, quería sentir su

cuerpo caliente y duro presionándose contra el suyo. La idea la hizo estirarse hacia abajo

ahora, tratando de encontrar esa dureza de nuevo. Pero él la sostenía muy alto. Ella

desenganchó sus tobillos y pateó sus pies en señal de frustración, gruñendo de satisfacción

cuando él levantó su boca de su pecho y la dejó deslizarse hacia abajo a lo largo de la

pared del remolque hasta que su mano encontró la parte superior de sus jeans. Mientras

comenzaba a besarla de nuevo, Divine apretó la palma de su mano en el estómago de él y

luego deslizó su mano entre el material y su piel hasta que pudo agarrarlo sin sus jeans o

ropa interior en el camino. No es que él pareciera estar usando ropa interior. El hombre iba

a comando, y ella estaba agradecida por ello. Dudaba que su mano cupiera con el material

añadido en ese espacio apretado.

Divine no podría haber conseguido más reacción de Marcus si hubiera encendido un

cerillo donde sus dedos lo agarraban. La emoción lo atravesó como un tsunami de

sensaciones que estuvo malditamente cerca de noquear a Divine cuando vibró a través de

su conexión y fluyó a través de ella. Cuando entonces él deslizó una mano bajo su falda en

respuesta, y la corrió a lo largo de su muslo para pasarla por debajo del borde de sus

bragas y tocarla, Divine ya estaba mojada para él, empapada de hecho, su cuerpo gemía

porque lo llenara.

Gimió en señal de protesta cuando él rompió el beso, y realmente no entendía lo que

estaba tratando de decirle cuando habló con voz entrecortada:

—Nosotros no deberíamos… no aquí, pero no puedo… necesito…

Divine jadeó y tiró de sus brazos mientras su toque se hacía más íntimo, sus dedos se

deslizaron entre su piel húmeda y tibia para encontrar el centro de su excitación. Él la toco

una vez, dos veces, y luego deslizó un dedo dentro de ella y Divine mordió su hombro

para ahogar el grito que brotó mientras su cuerpo se estremecía y sacudía con la

liberación. En el momento siguiente, sus dientes le soltaron y un suspiro se deslizó fuera

de sus labios mientras la oscuridad rodaba sobre ella.

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Un grito seguido de una risa ebria agitó a Marcus. Él parpadeó, sus ojos abriéndose,

confundido al principio acerca de dónde estaba. Fue la cabeza reposada en su pecho y el

cuerpo caliente entre sus piernas lo que trajo su memoria de nuevo a él. Maldita sea…

acababa de experimentar su primera unión sexual con su compañera de vida… y había

sido…

Maldita sea, pensó. No había manera de describirlo. Había oído que era alucinante e

increíble y había sido sin duda las dos cosas, pero eso era como llamar a un tornado una

brisa ligera, o decir que un tsunami era la marea que viene. Lo que había experimentado

había sido una flexión de mente y una alteración de vida, y definitivamente no quería

dejarlo ir.

Otra carcajada, esta vez más cerca, reclamó su atención de nuevo y Marcus miró a su

alrededor, de forma rápida analizando la situación. Se habían desmayado y estaban

afuera, en el suelo al lado de su remolque… y alguien se acercaba, tambaleándose

borracho hacia ellos… más de una persona.

Marcus recorrió el área en ambas direcciones, pero aún no vio quién se estaba

acercando. Entonces se debatió brevemente sobre esperar allí y tratar de controlar a la

persona o personas cuando se acercaran lo suficiente como para que él los viera. Podría

tomar el control, asegurarse de que ellos no vieron a Divine, y enviarlos en otra dirección...

si no hubiera más de dos. Dos sería complicado, pero más que eso sería prácticamente

imposible.

Acababa de tener la idea cuando vio movimiento por el rabillo del ojo y miró a un

lado y hacia abajo. Estaba tumbado sobre su espalda entre los dos remolques con sus pies

hacia la parte posterior y mitad del camino, su cabeza hacia el frente de los remolques y el

lote de atrás donde estaban las barracas. El movimiento que había vislumbrado era varios

pares de pies, tal vez una media docena, caminando a lo largo de la parte trasera del

remolque. Dentro de una media docena de pasos, los dueños de esos pies estarían en la

apertura del espacio entre los dos remolques y podrían verlos.

Marcus se movió rápidamente entonces, moviéndose hacia un lado para deslizarse

por debajo del remolque que se suponía usaba Divine y arrastrarla con él a través de la

tierra. Trató de no pensar en lo que la acción estaba haciendo en su ropa nueva, estaba más

preocupado por conseguir meterlos bajo la cubierta del vehículo antes de que pudieran ser

vistos. Y los habrían vistos con certeza, pensó con tristeza mientras los seis pares de pies

daban vuelta en la fila entre los remolques para caminar al terreno trasero.

—Ellos son nuevos —dijo alguien, arrastrando las palabras ligeramente.

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Un grupo de jóvenes enfiestados que regresan de celebrar el final de un largo día de trabajo,

pensó Marcus y no dudaba que ese fuera el caso. No sabía de dónde sacaban la energía

suficiente. Trabajaron como perros durante todo el día en el calor y deberían haber estado

exhaustos, agotados en sus camas cuando la media noche llegó y el carnaval cerró.

—Tal vez Divine tenga un nuevo remolque y esté de vuelta —sugirió otra voz. La

primera había sido mujer. Éste era un hombre.

—Eso sería increíble —dijo otra voz masculina—. Divine es caliente.

—¿Caliente? —exigió otra mujer en tono malhumorado—. Es vieja. Tiene que tener

por lo menos veinticinco.

—¿Sí? Bueno, yo tengo veinticuatro años, así que supongo que soy demasiado viejo.

Demasiado viejo para ti, al menos. ¿Cuántos tienes de todos modos? ¿Doce? —se burló

cuando pasaron el lugar donde yacían Marcus y Divine.

—Dieciocho —dijo la chica con irritación—. Bob y Madge difícilmente contratarían a

una niña de doce años.

—Lo que sea. —El compañero se echó a reír con voz cada vez más débil.

Marcus echó la cabeza atrás para mirar al grupo alcanzar el frente del remolque y

girar a la izquierda para caminar a lo largo del estacionamiento trasero. Esperó un

momento y luego miró a su alrededor, revisando bajo los remolques en todas las

direcciones para estar seguro de que nadie más se acercaba. Sólo entonces se deslizó de

debajo del remolque, llevando a Divine con él de nuevo. Una vez que los tenía en la línea

entre vehículos, Marcus rápidamente se levantó y luego se agachó para recoger a Divine.

Ella no estaba durmiendo. Divine ni siquiera se movió. Estaba sin duda inconsciente,

lo cual era otra señal de compañeros de vida; por lo general se desmayan durante o

después del sexo con su compañero de vida. La idea le hizo abrazarla con más fuerza

contra su pecho. Era suya. Su compañera de vida, su compañera, la luz que evitaría la

oscuridad de los próximos dos milenios o más de su vida. Ella sería su razón para

levantarse por la mañana y sería el por qué se fuera a la cama por la noche en paz con su

mundo… siempre y cuando no fuera Basha Argeneau.

Ese pensamiento hizo que Marcus frunciera el ceño. No podía ser Basha. Ella era

Divine.

—Divine —murmuró en voz baja, saboreando el nombre en sus labios. Ciertamente

había elegido el nombre correcto para sí misma. Era divina en todos los sentidos.

Marcus seguía sonriendo ante ese pensamiento mientras la llevaba alrededor del

remolque a la puerta y hasta el lado del pasajero. Este remolque no estaba hecho a la

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medida. Era de configuración estándar. En lugar de una puerta en la parte de atrás, la

puerta estaba en un lado y conducía directamente a la zona combinada de la cocineta y

sala de estar, aunque la cocineta estaba a la izquierda y la sala a la derecha con una cortina

que podría establecer una división entre las dos, como lo había estado en el remolque de

Divine. Más allá de la cocineta estaba la habitación, y detrás corriendo de un lado a otro

estaba el pequeño cuarto de baño con la ducha en un extremo, el inodoro en el otro y un

lavabo en medio.

Divine había estacionado el remolque al lado de la cerca, alrededor de un paseo

llamado Zipper. Ella había estacionado con la parte posterior terminando un poco más

lejos que el extremo posterior del remolque de Vincent para que la puerta lateral estuviera

visible y de fácil acceso, donde la valla alrededor del Zipper estaba curveada.

Marcus se detuvo en la puerta y movió un poco a Divine para poder abrirla, pero

hizo una pausa y miró alrededor ante el sonido de unos pasos corriendo hacia él.

—¿Qué pasó? —jadeó Jackie mientras los alcanzaba. Su mirada preocupada se

deslizó sobre Divine—. ¿Fue atacada otra vez?

Marcus hizo una mueca. Supuso que dependía de cómo lo viera. Desde luego, él no

había sido demasiado suave o cuidadoso en lo que había pasado entre ellos. Aunque no

pensó que sería clasificado como un ataque, a menos que quisieras decir que ella lo atacó

también a él. Ambos se habían comportado como animales realmente… ¡y había sido

impresionante!

—Ella está bien —le aseguró mientras Jackie abría la puerta de pantalla fuera del

camino y se estiraba para abrirle la puerta de madera interior—. Sólo… se ha desmayado.

—¿Necesita sangre? —preguntó Jackie con preocupación, siguiéndolo mientras

llevaba dentro a Divine.

—No. Está bien —repitió mientras ella encendía las luces—. Un poco de descanso y

estará tan bien como la lluvia.

—Pero, ¿qué…?

La forma en que se detuvo tan abruptamente le hizo dar un vistazo para ver que

estaba mirando con los ojos muy abiertos hacia Divine. Marcus siguió su mirada,

mordiéndose el labio cuando vio la blusa campesina de Divine todavía abajo de cuando él

había estado prodigando sus pechos con atención. Estaban a plena vista y sus pezones

todavía estaban erectos. Cuando Jackie luego miró a su camisa rota y él cambió su propia

mirada allí para ver que sus pezones estaban también erectos, suspiró con resignación.

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—Oh —dijo con repentina comprensión y luego arqueó una ceja mientras les

apreciaba una vez más, notando su estado sucio—. ¿Afuera, en la tierra?

Marcus hizo una mueca y se limitó a decir:

—Somos definitivamente compañeros de vida. Un beso y los dos perdimos todo

sentido.

—Sí. —Jackie suspiró la palabra con una pequeña sonrisa y advirtió—: Esto va a

suceder una y otra vez, y no creo que las buenas intenciones lo detengan. Un toque, un

beso… —Se encogió de hombros—. Bien podrían sólo encerrarse aquí por el próximo año

y divertirse, porque serán inútiles para todo lo demás.

—De alguna manera, no creo que Divine aprobara eso —dijo Marcus secamente,

llevándola a través del remolque hacia el dormitorio en la parte trasera.

—No, tal vez no —estuvo de acuerdo Jackie, después encendiendo las luces mientras

caminaba. Se detuvo en la puerta del dormitorio, encendió la luz también, y lo vio poner a

Divine en la cama antes de decir—: Muy bien, entonces… es posible que deseen evitar

ciertas situaciones.

Marcus se irguió junto a la cama y levantó una ceja.

—¿Qué situaciones?

Jackie frunció los labios y empezó a enumerar cosas con los dedos.

—Ascensores públicos, cines, vehículos en movimiento a menos que alguien más

esté manejando.

—Estás bromeando —interrumpió Marcus con diversión—. ¿Vehículos en

movimiento?

—No está bromeando —dijo Vincent apareciendo detrás de su esposa. Deslizando su

brazo alrededor de su cintura, tiró de ella contra su pecho y le besó la parte superior de su

cabeza antes de decir—: No has vivido hasta que te encuentras volando por la autopista a

toda velocidad con tu compañera de vida rebotando entre tus piernas y chillando de

placer como un babuino enloquecido.

Jackie se sonrojó de vergüenza y le dio un codazo a su marido en el estómago, lo que

lo hizo soltarla mientras ella murmuraba:

—Tú eras el que gritaba como un babuino enloquecido.

—Tal vez lo era. —Vincent asintió con una sonrisa mientras Jackie pasaba junto a él

para salir del confinado espacio.

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—He visto tu coche —dijo Marcus secamente—. No creo que haya suficiente espacio

en ese pequeño Lexus para…

—Es un convertible —interrumpió Vincent—. La parte superior estaba abajo.

—Dios mío —murmuró Marcus mientras lo visualizaba. Estaba sorprendido de que

no se hubiera dado un choque en cadena, o que alguien hubiera grabado un vídeo y lo

hubiera puesto en YouTube.

—Estábamos en medio de la noche —dijo Vincent con un encogimiento de hombros,

y luego añadió—: Gracias a Dios. No estaba muy bien para manejar, y estuve

malditamente cerca de desmayarme antes de poder hacerme a un lado y lograr

detenernos.

—¿Te desmayaste en un lado de la carretera? —preguntó Marcus con incredulidad.

Eso parece condenadamente arriesgado.

—Sí. Así fue —dijo Vincent, como si hubiera dicho el pensamiento en voz alta—.

Tuvimos suerte, pero no lo recomiendo.

Marcus negó y luego se volvió para mirar hacia abajo a Divine, tirando rápidamente

la blusa de nuevo en su lugar al darse cuenta de que todavía estaba a la vista. Sólo

entonces Vincent dejó la puerta para unirse a él.

—¿Cómo se tomó el descubrir que eres su compañero de vida?

Marcus hizo una mueca.

—Parecía un poco molesta antes de que le diera un beso.

—Hmm. —Vincent asintió, no parecía sorprendido—. ¿Dijo algo útil antes de que se

vieran demasiado atrapados?

—¿Los gruñidos y gemidos cuentan? —preguntó Marcus secamente—. Eso cayó

sobre nosotros muy rápidamente.

—Sí, así sucede —reconoció Vincent—. Jackie no estaba bromeando acerca de

mantenerte lejos de cierto lugares. Probablemente está haciendo una lista en estos

momentos.

Ambos rieron ante eso, pero entonces Vincent se puso serio y dijo:

—Pero en caso de que ella lo olvide, sin duda manténganse alejados de cualquier

tienda de comestibles en la noche. Y el congelador de la tienda no es un buen lugar para

arrastrarla si las cosas se ponen calientes y pesadas.

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Cuando Marcus se volvió para mirar hacia él con incredulidad, asintió

solemnemente.

—Debo haber caído sobre ella cuando me desmayé. Cuando me desperté, tres de los

encargados de la noche estaban de pie frente a nosotros sorprendidos como idiotas, y mi

pene se quedó pegado por congelamiento a un estante de metal. ―Hizo una mueca ante el

recuerdo y murmuró—: Desagradable.

Marcus negó con horror, y luego lo agarró por los hombros, volviendo a Vincent

hacia la puerta y dándole un empujón para que se moviera.

—Fuera de aquí. No quiero escuchar nada más de esto.

—Sólo estoy tratando de darte un consejo útil —dijo Vincent con un encogimiento de

hombros, pero salió de la habitación.

Marcus se acercó y estaba a punto de cerrar la puerta cuando Vincent apareció de

nuevo y anunció:

—Pasé una manguera para el suministro de agua mientras ustedes dos estaban

haciéndolo entre los remolques. Puesto que estaban ocupados, enganché y luego enchufé

ambos remolques al suministro de energía. Tienen luz y agua por si quieren tomar una

ducha y lavar algo de su suciedad.

Marcus se miró a sí mismo, capaz de ver lo sucio que estaba en la habitación

iluminada. Estaba cubierto con una capa de polvo tan espesa que su jean negro parecía

casi beige.

—De nada —añadió Vincent mientras se giraba y se alejaba.

—Gracias —dijo Marcus tardíamente, pero tenía el ceño fruncido mientras lo hacía.

¿Qué había querido decir Vincent con mientras ustedes estaban haciéndolo entre los remolques?

¿Realmente los había visto? ¿O estaba simplemente adivinando?

Marcus suspiró y cerró la puerta del dormitorio. No importaba realmente lo que

Vincent hubiera querido decir. Si el hombre los había visto… bueno, Marcus no podría

hacer nada al respecto, así que bien podía olvidarse de ello, se dijo mientras cruzaba la

habitación hacia la puerta del cuarto de baño.

Hizo una mueca al ver el tamaño de la habitación. Es poco más que un baño de avión

con una ducha al final, pensó Marcus, pero sabía que no era cierto. Era un poco más

espacioso que eso, pero seguiría siendo un poco confinado para un hombre de su tamaño.

Se encogió de hombros, abrió el agua y rápidamente se quitó la ropa.

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ivine despertó con una terrible necesidad de ir al baño. Ese fue su primer y

único pensamiento mientras se sentaba en la cama y giraba sus pies al suelo.

Corrió hacia la puerta, manteniéndola abierta, luego hizo una pausa

inmediata cuando reconoció la caravana prestada de Vicente y Jackie. Se

había olvidado por un momento de que ésta no era su caravana. En su

caravana, el cuarto de baño había estado a lo largo de la pared lateral fuera

del dormitorio. Aquí...

Se volvió, apresurándose a regresar a través de la habitación, corriendo hacia el

baño. Divine se subió la falda, tiró hacia abajo su ropa interior, y se instaló en el inodoro

tan rápido que era muy probable que fuera una mancha para quien estuviera mirando. La

velocidad inmortal es genial, pensó con un pequeño suspiro de alivio cuando procedió a —

como un trabajador de feria que conoció una vez le había dicho— mear como un caballo

de carreras. Realmente había tenido que ir. Probablemente por toda la sangre que me dieron

para sanar, pensó Divine, y se maravilló de que el ruido que estaba haciendo no estuviera

ahogando el sonido de la lluvia en el exterior. Había estado vagamente consciente del

sonido del agua salpicando cuando se despertó, pero no le había prestado mucha atención.

Ahora, sin embargo, le parecía muy fuerte, casi como si el agua en realidad cayera…

Su cabeza rápidamente se giró hacia arriba, Divine miró hacia la ducha frente a ella,

notando la figura en su interior, y no pudo reprimir un murmullo.

—Oh, mierda.

—Por favor, no.

Marcus estaba desnudo en la ducha dándole la espalda, pero ella podía oír la

diversión en su voz cuando dijo esas palabras y sabía que se estaba burlando de ella.

Quería darle una risa ligera y decir algo ingenioso. Después de todo, no era la primera vez

que estaba atrapada en una situación como ésta. Había vivido con un demonio demasiado

tiempo como para no haber experimentado esto o un escenario similar cien veces más.

Pero ninguno de esos escenarios había incluido a Marcus, y en vez de manejar la situación

con la despreocupación que hubiera querido, Divine gimió y cerró los ojos mientras su

rostro ardía de lo que sospechaba era un violento rojo.

D

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—Supongo que esto significa que la fase del romanticismo en nuestra relación ha

terminado, ¿eh? —bromeó él.

Los ojos de Divine se abrieron por el repentino silencio cuando el sonido del agua se

detuvo de pronto. Él había cerrado la ducha. Eso significa que está por salir, pensó

desalentada.

—Quiero decir, dicen que una vez que una pareja comienza a hacer este tipo de

cosas uno frente al otro, la etapa de luna de miel se acaba y están en la fase de relación. —

Marcus salió de la muy pequeña ducha en la pequeña habitación a pocos centímetros de

distancia de ella, y agarró una toalla para secarse rápidamente, golpeando la pared con los

codos mientras lo hacía.

Divine se mordió el labio y muy tarde soltó la falda, dejándola reposar a su

alrededor. Luego trató de sentarse allí, fingiendo que estaba en una silla en lugar del trono

de porcelana, evitando al mismo tiempo mirar a un muy grande y muy desnudo Marcus

de pie a pocos centímetros de distancia.

—Para de mirar fijamente mi polla, que la estás haciendo crecer.

Divine parpadeó ante esas roncas palabras, mortificándose al darse cuenta de lo que

había estado mirando. Tanto por evitar mirarlo... y maldita sea, estaba creciendo.

—Todavía estás mirando —le advirtió.

—Bueno, deja de agitarla frente a mí si no te gusta —dijo ella bruscamente,

obligando a sus ojos a voltear—. Cúbrelo o algo.

Marcus se echó a reír y luego cogió su cara con una mano para voltearla y poder

presionar un beso en sus labios. Ella sospechaba que él había querido que fuera un beso

rápido. No terminó de esa manera. El fuego saltó entre ellos al primer toque, ambas bocas

abiertas, con lenguas comprometidas, y Divine se olvidó de sí misma, a punto de envolver

sus brazos alrededor de sus hombros y treparlo como a un poste de teléfono cuando de

pronto él rompió el beso y se enderezó.

Los dos estaban jadeando y simplemente se miraron un instante, luego Marcus

gruñó:

—Voy a ir acostarme. Desnudo.

Los ojos de Divine se ampliaron y miraron en silencio cómo él tiraba su ropa al suelo

y se volvía, deslizándose fuera de la habitación y cerrando la puerta. Ella se sentó allí por

un momento más antes de ponerse en acción. Terminó su asunto y casi salió corriendo del

cuarto de baño detrás de él, pero luego se vio a sí misma en el espejo del lavabo mientras

se enjuagaba las manos. Era un desastre, el pelo revuelto, la piel sucia...

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Volteando hacia la ducha, abrió la puerta, giró las llaves para tener agua corriente, y

se despojó rápidamente de su ropa.

Divine pasó mucho más tiempo en la ducha de lo que normalmente lo hacía, sobre

todo porque una vez que estuvo ahí empezó a pensar en todas las razones por las que no

debería haber hecho lo que hizo y porque no debería hacerlo de nuevo. La razón principal

era que ella era una mujer buscada, perseguida por el hombre para el que aparentemente

trabajaba Marcus. No es que él hubiera admitido mucho todavía.

Lo que tenía que hacer era aprender lo que pudiera sobre Marcus, averiguar lo que

sabía, lo que Lucian sabía, y lo que podía hacer para mantener a su hijo y a ella misma a

salvo. Con ese pensamiento firme en mente, Divine terminó su ducha y salió para secarse

rápidamente. Luego miró su ropa disgustada. Estaba sucia, pero no parecía inteligente

salir del cuarto de baño en una toalla, no si realmente quería hablar con Marcus y no

terminar desnuda e inconsciente en la cama.

Haciendo una mueca, levantó la blusa y le dio una sacudida, luego se la puso y

utilizó la toalla para limpiarle lo que pudiera del polvo y la suciedad adherida. Una vez

que comprobó que había hecho lo mejor que podía, Divine hizo lo mismo con la falda. Sin

embargo, no se atrevió a ponerse de nuevo las bragas y el sujetador. Decidió que así

tendría que ser, respiró hondo, puso una sonrisa en su cara y salió del baño.

Divine había esperado que Marcus la hubiera esperado en la habitación, así que

estaba un poco sorprendida de encontrarla vacía. Después de dudarlo, se dirigió a la

puerta del dormitorio y la abrió para mirar el resto de la caravana, sorprendiéndose al

encontrarlo trabajando afanosamente en la cocina. Incluso estaba vestido. Más o menos. El

hombre traía sus vaqueros, pero sin camisa. Era un espectáculo hermoso, con el pelo aún

húmedo peinado hacia atrás, los músculos del pecho brillando con la luz del techo,

ondeando mientras cortaba el queso sobre una tabla en la mesa.

—Deja de mirarme así o no vamos a llegar a comer este delicioso guiso que Jackie

hizo para nosotros —dijo sin levantar la vista, con voz ligera.

Divine se relajó e incluso logró sonreír. Avanzó hacia la mesa, diciéndole igual de

ligera:

—A mí me parece que eres tú el que está haciendo ese delicioso guiso.

—Yo lavé la fruta, tomé la ensalada, la puse en tazones, y ahora estoy cortando el

queso, pero Jackie hizo la cazuela que huele tan deliciosa —le aseguró y finalmente

levantó la vista. Sus ojos comenzaron a brillar mientras los deslizaba sobre ella con la ropa

aún polvosa, luego los bajó de nuevo para seguir con lo que estaba haciendo—. Maldita

sea, estaba seguro de que tenía hambre de comida cuando la olí, pero ahora…

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—Ahora yo tengo hambre —dijo Divine firme y se sentó frente a él. También se obligó

a dejar de mirar hacia su pecho como una ternera enferma de amor y, en cambio, se centró

en examinar el contenido de la mesa.

La cazuela olía delicioso y todo lo demás parecía bueno también. Aun así, Divine se

sorprendió cuando de pronto su estómago se quejó. Era un sonido que no había oído

desde... bueno, no podía recordar cuándo fue la última vez que había escuchado a su

cuerpo producir ese sonido. Hacía mucho tiempo que no ingería alimentos, y por lo

mismo no sentía hambre. Como la mayoría de los inmortales, había dejado de comer

después de cientos de años de vida. Alimentarse había sido tedioso y la comida parecía

insípida y aburrida.

No olía ni aburrida ni insípida ahora.

—Aquí. —Marcus cogió la tabla y el cuchillo utilizándolos para deslizar varias

piezas de queso en su plato. Luego dejó eso y tomó algo de la cazuela para agregarlo a su

plato, después empujo el tazón con las uvas y las fresas al lado del plato de la ensalada

que había puesto junto a su plato—. Tenemos un par de aderezos para elegir. Al parecer,

van en la ensalada, pero no sé cuál es el bueno y cual no.

Divine se encogió de hombros.

—Supongo que lo averiguaremos —dijo, alcanzando una uva del tazón. Se la metió

en la boca, la mordió, y cerró los ojos mientras el dulce jugo estallaba a través de su

lengua. Querido Dios, era... deliciosa, encantadora, dulce, húmeda.

—Prueba las fresas —sugirió Marcus cuando ella alcanzaba el tazón de nuevo—. Son

aún mejor.

De inmediato, Divine cambió de dirección, alcanzando la fruta roja en vez de las

bolas verdes sin semilla llamadas uvas. Se metió una en la boca, la mordió y encontró que

él tenía razón. Las fresas eran…

Marcus levantó la vista de lo que cortaba sorprendido cuando Divine hizo una

mueca y escupió un pedazo de fresa masticada. La miró un instante, luego arrugó la nariz.

—No creo que debas comerte los tallos y las hojas. He visto a otros comerlas y dejar

esa parte.

—Oh —murmuró Divine, usando la servilleta que él había dejado junto al plato para

limpiarse la boca.

—Prueba otra —sugirió tomando una grande y gorda, y dándosela—. Sólo muerde

la fruta, yo agarraré el tallo y las hojas.

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Divine dudó, después se inclinó hacia adelante y con cuidado mordió la fresa,

evitando acercarse demasiado al extremo de las hojas. Empezó observando el rostro de

Marcus mientras lo hacía, pero la aparición repentina de plata en sus ojos la hizo bajar la

mirada. Fue un alivio cuando terminó y se echó hacia atrás.

—¿Buena? —le preguntó Marcus, y ella no se perdió la nota ronca en su voz.

Divine permaneció en silencio durante un minuto mientras se concentraba en

masticar la fruta y tragarla, pero sonrió y asintió.

—Sí. Son deliciosas. Mucho mejores sin el tallo y los trozos de hojas.

Marcus sonrió y se acomodó en el asiento frente a ella. Se quedaron en silencio

durante varios minutos mientras empezaban a comer. Todo estaba bueno, pero la cazuela

era increíble. ¿Cómo lo había llamado Marcus? ¿Un guiso de salchicha, papa, y queso? Los

distintos sabores se mezclaban maravillosamente en su boca. No habían tenido una

comida como ésta la última vez que comió.

—¿Divine?

—¿Hmmm? —preguntó ella, probando la ensalada. Sin estar segura de que le

gustara el aderezo, Divine había puesto un brebaje cremoso llamado ranchero en una mitad

de su ensalada y en la otra una cosa que se llamaba “algo” balsámico. Probó el ranchero

primero y lo encontró sorprendentemente sabroso. Pero se preguntó a qué sabía el

balsámico y cogió un poco de ensalada de ese lado para probarlo.

—¿Me puedes contar un poco acerca de tu vida?

La pregunta la hizo detenerse con la ensalada a medio camino de su boca. Dejando el

tenedor cargado de nuevo, lo miró en silencio.

—Lo que sea —dijo él en voz baja—. ¿Cuánto tiempo has viajado con las ferias, por

ejemplo?

Divine se relajó un poco y contempló su tenedor. No suponía que responderle fuera

un problema o que revelara algo que no debía.

—Más o menos desde que comenzaron las ferias —dijo y añadió—: Bueno, creo que

la primera fue alrededor de un par de años antes de unirme a un competidor en 1901.

Marcus asintió y dio un mordisco al guiso.

Relajándose aún más, Divine deslizó la ensalada con balsámico en su boca y sintió

que sus cejas se elevaban. Ella pensó que podría gustarle ésta más que la cremosa. Tenía

un sabor sutil, lo que le gustaba.

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—¿Y antes de la feria?

Divine tragó su ensalada y tomó un trago mientras pensaba, luego dejó el vaso y

admitió:

—Antes de pasar a las ferias monté y viví con los Comanches.

Los ojos de Marcus se abrieron incrédulos.

—¿En serio?

Ella esbozó una sonrisa al ver su expresión y asintió.

—Me llamaban Naduah.

—Naduah —murmuró—. Eso es hermoso. ¿Qué quiere decir?

—Eso depende de a quién se le pregunte —admitió divertida—. Me dijeron que para

el jefe que me dio el nombre significaba “ella quien se lleva con dignidad y gracia”. Sin

embargo, una desagradable y celosa doncella me dijo una vez que significaba “la que

mantiene el calor con nosotros” y la forma en que me lo dijo sugería que lo hacía de una

manera más bien de valor XXX.

Divine sonrió al ceño que eso trajo a la cara de Marcus y se encogió de hombros.

—Como ya he dicho, estaba celosa. El jefe me escuchaba cuando le aconsejaba y me

permitió entrar en batalla con los hombres. Supongo que pensaba que había dormido con

el jefe para abrir camino a mi favor y que me permitiera hacerlo. —Sonrió y luego

agregó—: Incluso si el jefe estaba equivocado y quería decir “la que mantiene el calor con

nosotros”, sería verdad. Compartí su fuego una noche.

—No pudiste haberte quedado con ellos por mucho tiempo. Se hubieran dado

cuenta de que no envejecías —dijo.

—Fueron diferentes tribus de Comanches; los Yamparikas, los Jupes y los

Kotsotekas, y todos tenían diferentes bandas. —Ella se encogió de hombros—. Me mudé

entre las diversas bandas durante un tiempo, pero no, no estuve con ellos tanto como lo

que he pasado con las ferias.

—¿Y antes de ellos?

Divine suspiró y dejó el tenedor.

—Marcus…

—Dime... por favor —añadió en voz baja y luego ofreció—: Si lo haces, te contaré

sobre mí.

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Ella lo miró un instante, asintió y cogió el tenedor de nuevo; tomando algo del guiso,

le dio un mordisco, masticó, tragó saliva y admitió:

—Antes de los Comanches estuve con los Romani.

—Gitanos —dijo él en voz baja y ella asintió.

Divine sonrió torcidamente.

—Me llamaban Nuri. Significa Gitana.

—¿Así que incluso los gitanos te consideraban una gitana? —preguntó divertido.

Ella sonrió irónica.

—Bueno, yo me trasladaba incluso más que ellos. Viajaba con un grupo por cinco o

diez años, luego los dejaba y encontraba otro. Viajé por la mayor parte de Europa con

diferentes grupos romaníes antes de navegar a Estados Unidos.

—Me sorprende que te permitieran viajar con ellos —le dijo en voz baja—. Sé que

los Romaní no aceptan a los extraños.

Divine sonrió divertida y le recordó:

—Soy inmortal, y puedo ser muy persuasiva.

—Ah. —Marcus asintió—. Un poco de control mental, un poco de influencia y

bibbidi-bobbidi-boo, estabas dentro.

—¿Bibbidi-Bobbidi-Boo? —repitió ella, con los ojos muy abiertos por la incredulidad.

Marcus se sonrojó.

—Hay una niña llamada Livy que se estaba alojado con un amigo mientras yo estaba

allí, y ella tenía una cosa con las películas de Disney.

—Ah —dijo Divine, pero de pronto tenía una imagen en su mente de Marcus viendo

dibujos animados de Disney con una niña con coletas. Ella no tenía ni idea de si Livy

llevaba coletas, pero esa fue la imagen que vino a su mente. Era una imagen hermosa.

Pensó que sería bueno con los niños. Se preguntó cómo serían sus hijos. Y luego empujó la

fantasía a un lado. Podría ser su compañero de vida, pero ella nunca lo podría reclamar

como suyo mientras él trabajara con Lucian.

—¿Y antes de los Romaní? —preguntó ahora Marcus.

Divine lo consideró brevemente, luego dijo:

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—¿No es hora de que me digas un poco sobre ti?

Marcus hizo una pausa y después puso su propio tenedor hacia abajo moviendo la

cabeza.

—Me parece bien.

Se alegró de que no discutiera el punto... por dos razones. Realmente quería conocer

más sobre él, pero también quería comer más de la deliciosa comida en su plato, lo cual era

difícil de hacer mientras estaba hablando.

Marcus tomó un sorbo de agua del vaso al lado de su plato, después lo dejó y dijo:

—Está bien. Mis abuelos son Marzzia y Nicodemo Notte. Eran parte del grupo de

inmortales originales, los sobrevivientes de la Atlántida.

—¿Atlántida? —preguntó ella desconcertada.

Marcus se quedó quieto e inclinó la cabeza.

—¿No te ha enseñado nadie la historia de nuestros orígenes, Divine?

Casi mintió otra vez, diciéndole que sí en lugar de lucir ignorante, pero después

suspiró admitiendo:

—No, temo que no. Mi infancia fue bastante... —Frunció el ceño y miró hacia otro

lado.

—¿No convencional? —sugirió él suavemente, y la palabra la hizo resoplar sin

delicadeza.

Se cubrió rápidamente la boca y la nariz, mirando su mano con los ojos muy

abiertos, pero de pronto perdió la paciencia consigo misma. No era una chica tímida. Ella

se había cuidado así misma durante milenios, y estaría maldita si encontrar un compañero

de vida que no pudiera reclamar y recordar una infancia que había sido un horror todo el

tiempo la reduciría a un estado de miedo idiota por no decir lo que sentía o lo que quería.

Su historia era su historia y eso era todo. No podía cambiarla, y él podía aceptarlo,

manejarlo, o simplemente irse al infierno y salir de su vida si no le gustaba.

Dejando caer la mano dijo:

—No, convencional no comienza a describir mi infancia. Para empezar, mis padres

no eran verdaderos compañeros de vida. —Las cejas de él se elevaron ante eso y ella

asintió—. Mi madre, Tisiphone, era mayor que mi padre Felix, y quería tener un hijo. Mi

padre era en apariencia muy agradable y tranquilo, así que ella decidió que funcionaría.

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Divine hizo una pausa para tomar un sorbo de agua antes de continuar.

—Aunque mi padre no podía leer a Tisiphone, él sabía que ella era mayor así que

nunca pensó mucho en ello. —Hizo una mueca y añadió—: Hasta que Tisiphone afirmó

que no podía leerlo tampoco y que por lo tanto deberían ser compañeros de vida.

—¿Estaba mintiendo? —preguntó Marcus.

Divine asintió.

—Sí. Ella podía leerlo... y controlarlo también. Usó ambas habilidades, además de la

manipulación y drogas, para hacerle creer que estaba experimentando el infame sexo de

compañeros de vida.

Marcus frunció el ceño.

—¿Era tu padre lo bastante joven como para seguir creyéndoselo?

Divine negó con la cabeza.

—Tengo entendido que ella utilizó control mental, o tal vez drogas también, para

hacerle creer que él tenía hambre y que la comida era lo más delicioso que había tenido y

todo eso.

—¿Y ella hizo todo eso por un bebé? —le preguntó con el ceño fruncido—. ¿Por qué

no manipular a un mortal para que la dejara embarazada? Demonios, ni siquiera habría

tenido que manipular a uno. Habrían estado haciendo cola para dormir con ella.

Cuando Divine levantó las cejas ante eso, él le explicó:

—Aparentemente, despedimos una mezcla química de hormonas que nos hacen

parecer ultra atractivos para los mortales.

—¿En serio? —preguntó interesada. Divine no sabía eso. Pero explicaba por qué los

hombres mortales parecían siempre estar indispuestos a su alrededor.

—Sí —dijo Marcus, luego añadió—: Incluso si eso no hubiera funcionado, podría

haber influenciado fácilmente a cualquier mortal para que pensara que ella era hermosa.

Aunque si te pareces a ella, debe de haber sido magnífica.

Divine sintió su rostro encenderse por el cumplido y rodó los ojos ante su propia

reacción. ¿En serio? ¿Sonrojándose? Con un infierno, soy demasiado vieja para sonrojarme,

pensó, y dijo:

—Sí, podría serlo. Pero al parecer, mi madre no quería sólo un niño cualquiera. Ella

quería al bebé de un hombre con una poderosa familia.

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—¿Y tu padre, Felix? ¿Él era de una familia de gran alcance?

Divine casi se mordió la lengua cuando se dio cuenta de que le había contado algo

que podía ser peligroso. Tratando de actuar como si no lo hubiera hecho, se encogió de

hombros.

—Al parecer, aunque sólo escuché todo esto de un sirviente. Y mi madre había sido

ella misma una sirvienta antes de que engañara a mi padre con el pensamiento de que él

era su compañero de vida.

—Tu madre era más vieja que tu padre, inmortal también, y sin embargo ¿era una

sirvienta? —le preguntó Marcus sorprendido.

Divine se encogió de hombros.

—Eso es lo que me dijeron.

Marcus se sentó y sacudió la cabeza por la noticia —al parecer, le resultaba difícil de

creer. Ella podía entender por qué. Una inmortal como Tisiphone podría haber controlado

e influenciado a cualquier número de ricos mortales para casarse con ella, y estando bajo

su control, ellos la habrían dejado hacer lo que quisiera con su fortuna. Demonios, incluso

sólo podría haber utilizado el control mental para hacer que ellos le entregaran su fortuna

si hubiera usado la cabeza. Eso hubiera sido sin duda no menos vil que lo que le había

hecho al pobre padre de Divine. Pero la verdad era que lo que necesitaba era el poder de la

familia del padre de Divine para que la sacara de su servidumbre. Porque era la sirvienta

de otra poderosa familia inmortal pagando una deuda que les debía por haber causado la

muerte de uno de sus hijos.

Marcus se aclaró la garganta de pronto y Divine lo miró. Estaba a punto de hacer

una pregunta, y ella sabía exactamente cuál iba a ser. ¿Cuál era el nombre de la poderosa

familia de su padre? No podía responder a eso, por lo que rápidamente dijo:

—Por supuesto, sus mentiras y manipulaciones no podían mantenerse por siempre.

Tenía cuatro años cuando mi padre finalmente descubrió que lo había utilizado. Una vez

que se dio cuenta, al parecer, mandó un mensaje explicando la situación y solicitó ayuda a

uno de los sirvientes, a quien le dio la orden de buscar a uno de sus hermanos.

—Ella todavía lo podía controlar —se dio cuenta Marcus con lento terror por la

difícil situación en que su padre había estado.

Divine asintió.

—Y aún podía leerlo, que es lo que debió haber hecho. La noche después de que el

sirviente se escabullera con el mensaje, atrincheró las puertas y ventanas de nuestra casa y

le prendió fuego.

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—¿Y te llevó con ella cuando huyó? —le preguntó Marcus.

—Oh, ella no huyó —lo corrigió Divine —. Nos atrincheró a todos en la casa

mientras dormíamos: a mí, a mi padre, al resto de los criados, y a ella misma. Quería que

todos muriéramos.

—¿Cómo escapaste? —preguntó Marcus.

—Los sirvientes —dijo Divine en voz baja—. Dormían en el piso principal y

despertaron primero. Ella trató de controlarlos y hacer que sencillamente se sentaran y se

dejan arder, pero parece que había cuatro de ellos, demasiados para controlarlos a todos a

la vez. Aunque tengo entendido que hizo un buen intento —añadió tajante—. Los

mantuvo ocupados un buen tiempo para que en el instante en que mi padre se despertó

por los gritos, el fuego estaba en su apogeo.

>>Se precipitó escaleras abajo, enviado a uno de los sirvientes a sacarme, y trató de

luchar con mi madre, pero ella todavía lo podía controlar. Cuando Aegle, el sirviente

mortal que mi padre había enviado a buscarme, regresó a la parte superior de las escaleras

conmigo en sus brazos, dos de los sirvientes restantes estaban muertos y el tercero estaba

corriendo por las escaleras mientras mi madre y mi padre luchaban más adelante,

envueltos en llamas.

Divine hizo una pausa, más para dejar a Marcus digerir todo lo que acababa de decir

que por su propio bien. Para ella, esto era historia vieja, una que había vivido toda su vida.

Ya no tenía más lágrimas para sus padres perdidos hace largo tiempo y solo sentía tristeza

por su padre, que había sido utilizado para mal y que había muerto tratando de salvarla a

ella y a los sirvientes.

—Los sirvientes te sacaron —dijo Marcus al fin.

No era una pregunta, pero Divine asintió en respuesta de todos modos.

—Se las arreglaron para desbloquear una ventana de arriba y saltaron conmigo. —

Devolvió distraída su tenedor al plato y dijo—: No sé lo que pasó con el otro sirviente.

Creo que Aegle dijo que nos dejó, que pensaba volver con su propia familia, pero Aegle

permaneció en la zona durante tres días en espera del hermano de mi padre, antes de

dejarlo y salir de ahí para tratar de encontrar a mi familia por sí misma. —Lo miró e hizo

una mueca antes de explicar—: Aegle era en realidad mi niñera, aunque no creo que la

llamaran así en aquel entonces. Ella se había preocupado por mí desde mi nacimiento y

era la confidente de nuestros secretos. Sabía que yo era inmortal y que necesitaba sangre

para sobrevivir, e hizo todo lo posible para ayudarme a conseguirla. Pero yo era joven y

todavía no podía controlar las mentes de los donantes, lo cual hacía el asunto más difícil.

—¿Cómo demonios te alimentó? —le preguntó asombrado.

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—No lo recuerdo, pero más tarde me dijeron que ella engañaba a los hombres para

llevarlos a una zona aislada y luego los golpeaba para que pudiera alimentarme de ellos.

—Divine sonrió débilmente—. Aegle era una muy inteligente y creativa mujer.

—No es de extrañar que ella tuviera que mudarse después de un par de días —dijo

Marcus divertido—. En realidad, estoy sorprendido de que se quedara en la zona tanto

tiempo y que ninguno de esos hombres la buscara.

Divine asintió.

—¿Así que fue capaz de encontrar a tu familia y reunirte con ellos? —le preguntó

después de un momento en el que Divine no continuó.

—Con el tiempo.

Los ojos de Marcus se estrecharon.

—¿Cómo con el tiempo?

Divine suspiró.

—Tenía once años cuando nos tropezamos con un tío que leyó mi mente,

comprendió quién era yo, y nos llevó con mis abuelos.

—¿Te refieres a que tomó siete años el que…?

—Sí —lo interrumpió Divine—. Me temo que la forma en que nos vimos obligadas a

vivir no ayudó. En realidad, lo dificultó muchísimo. Nunca pudimos alojarnos por mucho

tiempo con ella teniendo que noquear a la gente para que yo me alimentara.

Marcus se dejó caer en su silla consternado.

—No tenías a nadie que te enseñara a leer o controlar sus mentes así ella podía dejar

de golpearlos.

—No —dijo Divine.

Por alguna razón, su respuesta le hizo fruncir el ceño, y dijo lentamente:

—¿Pero comenzaste a aprender a hacerlo por tu cuenta? Es una habilidad natural. La

formación ayuda, pero con suficiente tiempo alrededor de los mortales deberías haber

empezado a captar sus pensamientos y luego empezar a ser capaz de controlarlos.

—Pero no estuve mucho tiempo alrededor de mortales que no fueran Aegle —le dijo

ella—. Estábamos en constante movimiento, viajando principalmente por la noche para

evitar el daño del sol y la necesidad de alimentarme aún más a menudo. Y entonces las

historias de los ataques de Aegle sobre los hombres se convirtieron en casi leyenda y

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teníamos que evitar a las personas en caso de que hubieran oído hablar de ella y les

hubieran dado una descripción.

—Hmmm. —Marcus negó con la cabeza—. Es un milagro que hayas encontrado a tu

tío después de todo.

—Eso fue pura suerte —admitió—. Él se encontraba en la misma zona que nosotros

por negocios. Aegle lo descubrió mientras estaba buscando a un hombre probablemente

para atraerlo lejos y ser mi próxima comida. Se dio cuenta de que parecía ser similar a mi

padre, y entonces lo vio a los ojos y supo que debía ser un inmortal como yo debido al

color plateado metálico dentro del azul, así que se acercó a él. Pero cuando le preguntó si

conocía a Felix, él la miró con desconfianza y le preguntó: “¿quién quiere saberlo?”

Divine sonrió suavemente.

—A pesar de todo lo que hizo por mí y las decisiones que se obligó a tomar para

ayudarme a sobrevivir, Aegle no se consideraba una mujer valiente y su reacción la asustó.

Mi padre había sido un hombre tan encantador y relajado que estaba segura de que había

cometido un error y en lugar de decir algo, sólo se escabulló y se apresuró a volver

conmigo. Pero ella llamó su atención con el nombre de mi padre, y al parecer él leyó su

mente y la siguió hasta mí.

Su sonrisa se desvaneció.

—Era un hombre duro. Taciturno por naturaleza y no muy... —vaciló, buscando la

palabra correcta, y al final dijo—: No era muy simpático. Nos dio un buen susto cuando

entró en nuestro pequeño campamento, y después simplemente comenzó a dar órdenes.

Cuando no nos movimos lo bastante rápido, nos subió en su caballo, agarró las riendas y

sólo nos llevó de vuelta a la aldea donde Aegle se había encontrado con él. Fue en ese

momento cuando dijo que era mi tío, a quien mi padre había enviado el mensaje. La

familia había estado buscándome durante años y él nos llevó con ellos.

—¿Aegle fue contigo? —preguntó Marcus con una sonrisa.

—Por supuesto. Era lo más parecido a una madre que conocía en ese momento. No

me hubiera ido sin ella —dijo Divine solemnemente.

Marcus asintió comprensivo, luego preguntó:

—¿Y tus abuelos? ¿Estaban felices de verte cuando tu tío te llevó con ellos?

—Oh, sí. —Divine sonrió—. Me dieron la bienvenida con los brazos abiertos. Ambos

eran muy dulces y amorosos. También fueron amables con Aegle. Le ofrecieron una

posición en el hogar como mi tutora, de manera que no íbamos a estar separadas, y le

pagaban muy generosamente, prometiéndole un hogar y la riqueza suficiente para

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jubilarse cuando estuviera lista. De repente, las dos teníamos ropa bonita, un montón de

comida, y mis abuelos me enseñaron a leer y a controlar las mentes. Todo era perfecto.

Todo era como un cuento de hadas de verdad —dijo con tristeza, y pensaba que todos los

cuentos de hadas tenían un monstruo.

—¿Pero ellos no te enseñaron acerca de nuestra herencia? —le preguntó con el ceño

fruncido.

Divine negó con la cabeza.

—Pasaron el año siguiente no sólo enseñándome cómo utilizar y controlar mis

habilidades, sino también poniéndome al día en todas las cosas que me perdí mientras

deambulaba por ahí con Aegle. Tenía once años, sin educación alguna que fuera sólo la

forma de ocultarse y sobrevivir —señaló—. Tuve que aprender a leer y escribir y hacer

operaciones matemáticas y... —Se encogió de hombros.

—¿Y después de eso? —preguntó Marcus—. ¿Por qué no te enseñaron una vez que

habías aprendido lo necesario?

—No tuvieron la oportunidad —dijo inexpresivamente, luego tomó otro trago de

agua, lo dejó, lo miró y dijo—. Supongo que tendrás que enseñarme tú sobre la Atlántida.

—Oh. —Marcus pareció sorprendido por la sugerencia.

—Después de que me digas más sobre ti —añadió con firmeza—. Todo lo que me

has dicho hasta ahora es que tus abuelos eran Marzzia y Nicodemo Notte y que eran

sobrevivientes de la Atlántida.

—Bien —murmuró Marcus, luego hizo una mueca—. Me temo que mi historia no es

tan interesante como la tuya. Mi madre era la tercera hija de mis abuelos, Claudia. Su

compañero de vida era un hombre mortal que ella convirtió. Mi padre, Cyrus, murió

decapitado en batalla poco antes de que yo naciera, y mi madre volvió con sus padres para

tenerme. Ellos le ayudaron a criarme.

—¿Y luego? —le solicitó Divine, no dispuesta a dejar que se detuviera allí.

—Unos años más tarde, mis abuelos tuvieron su primero y hasta ahora único hijo

varón, y…

—¿Hasta ahora? —interrumpió Divine sorprendida—. ¿Todavía están vivos?

Marcus sonrió con ironía y asintió.

—Son un par de duros pájaros viejos. Nada menos que un apocalipsis se los llevará.

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—Oh —dijo ella débilmente y se preguntó si alguna vez los habría conocido... o si

alguna vez lo haría.

—De todos modos, tuvieron un hijo, Julius —continuó Marcus—. A pesar de que era

mi tío, yo era un poco más viejo. Aun así los dos éramos lo bastante cercanos en edad

como para hacernos amigos rápidamente. Entonces un día mi abuelo se sentó y me dijo

que había una amenaza para el bienestar de Julius. Alguien quería hacerle daño y él quería

que yo mantuviera un ojo en él y cuidara la espalda de Julius.

Divine levantó las cejas por esto, pero no interrumpió de nuevo.

—Quiero a Julius como a un hermano, así que por supuesto estuve de acuerdo con la

solicitud —dijo Marcus—. Y he pasado la mayor parte de mi vida trabajando y jugando a

su lado.

—¿Qué clase de trabajo? —preguntó con curiosidad Divine, tratando de imaginar lo

que sería. Él era muy fuerte y bien constituido, lo que sugería trabajo físico, pero también

era inteligente.

—Al principio fueron muchas cosas; espada de alquiler, servicio de mensajería, etc.

—Guerrero —dijo Divine, asintiendo. No se habría esperado nada menos. Tenía el

cuerpo de un guerrero que empuñaba grandes armas.

—Más tarde cambió a otras inquietudes —continuó Marcus—: Y ahora tenemos una

empresa que alberga diferentes industrias. La principal de ellas en este momento es una

compañía internacional de construcción.

Divine sonrió. Lo podía ver en la construcción. Camisa, jeans ajustados aferrándose a

sus caderas, botas de constructor, y su cuerpo bañado en sudor mientras blandía un

martillo. Una fantasía, lo sabía. Si él ayudaba a dirigir la compañía, dudaba que blandiera

algo más que una pluma, pero estaba disfrutando de la fantasía.

—La mayoría de la familia trabaja ahí o tiene acciones en la empresa familiar —

continuó Marcus, atrayendo la reacia atención de Divine lejos de su pequeño y agradable

sueño—. Por lo que he estado entrando y saliendo a lo largo de los siglos.

—¿Por qué entrando y saliendo? —preguntó ella con curiosidad.

Marcus se encogió de hombros.

—Julius tuvo sus momentos de rebelión durante los siglos y ya que se suponía que

estaba cuidando su espalda…

—Ibas a donde él fuera —terminó ella.

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Marcus asintió.

—Y luego, hace un poco más de 500 años, Julius conoció a su compañera de vida y

tuvieron un hijo, Christian. —Sonrió con ironía y dijo—: Y entonces una situación similar

se presentó con Christian, una amenaza a su vida, y Julius me pidió que…

—No —interrumpió Divine con una media sonrisa—. ¿Seguramente él no te pidió

que cuidaras el bienestar de su hijo y protegieras su espalda?

—Sí, lo hizo —dijo Marcus compartiendo la diversión.

—¿Qué hiciste? —preguntó ella curiosa.

Marcus se encogió de hombros.

—¿Qué podía hacer? Julius estaba crecido y cualquier amenaza que se podría haber

producido no pareció manifestarse, pero Christian era sólo un bebé y la amenaza sobre él

era muy real.

—¿Cuál era la amenaza sobre él? —preguntó intrigada Divine.

Marcus dudó y luego dijo:

—Julius estaba de viaje cuando nació Christian y su madre le dio a luz fuera de casa.

Una sirvienta trajo al chico en estado de pánico, alegando que la madre había ordenado

matarlo.

—¿Lo había hecho? —preguntó Divine.

—Sí —dijo Marcus—. Dio la orden, aunque no había más que eso. Sin embargo, no

lo sabíamos en el momento. Lo único que sabíamos era que ella le había ordenado matarlo.

Él necesitaba ser protegido.

—De su propia madre —dijo Divine con un movimiento de cabeza. Parecía que su

madre no había sido la única fría, sin corazón, perra loca por ahí. Al menos no estaba sola

en eso—. Así que lo protegiste y cuidaste —murmuró.

—Sí —dijo Marcus con solemnidad.

—¿Por cuánto tiempo? —preguntó.

Marcus examinó la cuestión, después pareció hacer un cálculo en su cabeza.

—Todo fue resuelto hace unos tres años.

—¿Y qué hiciste después? —preguntó. Se acercaban al ahora. ¿Habría empezado a

trabajar con Lucian entonces?

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—Bueno, Julius encontró a su nueva compañera de vida para esa época y estaba un

poco distraído, por lo que intervine y asumí la tarea de dirigir la empresa familiar hasta

que él pasara de eso, lo que llevó unos dos o tres años.

—¿Y una vez que estuvo de nuevo en la empresa a tiempo completo? —presionó

Divine.

—Bueno, en realidad no regresó a tiempo completo. Marguerite, su compañera de

vida —explicó con una sonrisa afectuosa que sugería que le gustaba la mujer—, y su

familia viven en Canadá, por lo que Julius gasta una gran cantidad de tiempo viajando ida

y vuelta entre Italia y Canadá.

—Italia —suspiró Divine, sentada en su asiento mientras su mirada cubría su rostro.

Debería haber sabido por su nombre y aspecto que él provenía de allí. Incluso tenía un

poco de acento, aunque parecía haberse diluido y distorsionado, probablemente por su

vida en un montón de lugares diferentes. Divine dudaba que hubiera pasado toda su vida

en Italia. Parecía tener inflexiones del francés, alemán, español, e incluso el inglés sonaba

en su hablar... justo como con ella. Siendo ese el caso, supuso que habría clasificado su

acento como simplemente de origen europeo.

Al darse cuenta de que él la estaba mirando en pregunta, negó con la cabeza.

—Lo siento. Adelante. ¿Julius viaja entre Italia y Canadá, así que...? —Inclinó la

cabeza y le sugirió—: ¿Así que diriges la empresa cuando él no está allí y la dejas cuando

él está?

—Lo hacía —dijo Marcus con ironía—. Pero gracias a los avances en la tecnología, ya

no es necesario. Mientras tenga un ordenador y un teléfono celular a mano, Julius puede

dirigir la compañía desde cualquier parte del mundo. Puede hacer operaciones bancarias

en línea, reuniones por llamadas... —Marcus se encogió de hombros—. Le tomó un par de

años conseguir manejarse con la nueva tecnología, pero ahora que la tiene, realmente no

me necesita. Y ahora que Christian ha conocido a su compañera de vida... —Se encogió de

hombros y admitió con ironía—: Estoy más o menos con los cabos sueltos.

Divine lo consideró con seriedad. Él no iba a admitir que la espiaba por Lucian y

supuso que no podía culparlo por eso. ¿Qué clase de espía admitiría que estaba espiando?

—¿Por qué alojarte aquí en América del Norte? —le preguntó bruscamente, con

ganas de saber cómo iba a explicar eso—. ¿Por qué no volver a Italia? ¿Seguramente

podrían encontrar un puesto para ti en la empresa familiar?

—Consideré eso —admitió Marcus en voz baja—. Y, de cierto modo, tenían muchas

cosas para que yo hiciera allá, pero me encontré demasiado inquieto como para volver a la

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empresa familiar una vez que Julius se hizo cargo de nuevo. Sencillamente no sonaba

atractivo.

—¿Así que de repente decidiste volar a Estados Unidos y unirte a la feria? —

preguntó en voz baja.

Marcus dudó, jugando con sus cubiertos y evitando sus ojos mientras lo hacía.

Después de un momento, levantó la cabeza para ofrecerle una sonrisa torcida y dijo:

—En realidad, manejé hasta aquí y me uní a la feria. Estaba en Canadá hasta hace un

par de días.

—Ya veo. —Divine se puso de pie y empezó a recoger los platos—. Creo que

deberíamos terminar por esta noche.

A pesar de negarse a mirar directamente a sus ojos, Divine vislumbró de pronto el

ceño preocupado en el rostro de Marcus, por lo que no se sorprendió cuando dijo:

—Pero, ¿y qué acerca de la explicación de la Atlántida?

—Eso tendrá que esperar —dijo ella, incapaz de mantener la rigidez fuera de su

voz—. Hemos estado hablando casi toda la noche, y ya es casi el amanecer. La mañana

llega temprano a la feria.

—Correcto —murmuró Marcus, y empezó a recoger los aderezos para ensalada,

pero se detuvo y frunció el ceño mientras le preguntaba—: ¿He dicho algo malo?

—Es lo que no dijiste —murmuró ella, de pronto enfadada. Él era su compañero de

vida. No se suponía que debía mentirle, ¿verdad? ¿Incluso por omisión?

—¿Qué quieres decir? —le preguntó—. ¿Qué fue lo que no dije?

—Oh, no lo sé. ¿Por qué no me lo dices tú? —sugirió Divine tajante mientras se

giraba para raspar su plato en el cubo de basura extraíble debajo del fregadero. Dejó caer

el plato en la basura cuando se hizo desesperadamente a un lado en un esfuerzo por evitar

su contacto cuando fue a agarrar su brazo. Sin duda tenía la intención de tirar de ella hacia

él, pero no podía arriesgarse a que la tocara. Un toque y ambos se quemarían como la

yesca. Estaba muy segura de eso.

—Divine —dijo exasperado, moviéndose para acortar el espacio entre ellos—. No

voy a hacerte daño. Nunca podría hacerte daño. Eres mi compañera de vida.

—¿En serio? —preguntó ella, alejándose de él—. No estoy tan segura de eso. ¿Cómo

sé que no eres más que alguien como mi madre? Podrías estar mintiéndome acerca de ser

más joven que yo. Podrías ser mayor y capaz de leer y controlar mi mente. Tal vez sólo

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estás reclamando ser mi compañero de vida para calmarme con una falsa sensación de

seguridad o algo así.

—¿Cómo iba a mentir acerca de ser más joven que tú? Nunca dije que lo fuera. Todo

lo que hice fue decirte qué tan viejo soy. No sé cuántos años tienes —dijo razonando—. ¿Y

por qué iba a querer calmarte con una falsa sensación de seguridad?

Porque eres el espía del Tío Lucian.

Divine quería tanto decir eso, pero se tragó las palabras y lo miró fijamente.

—Además, no hay manera de que lo que hayamos vivido allí juntos esta noche no

fuera sexo de compañeros de vida —dijo con firmeza—. Sentía cada eje de placer que

atravesó tu cuerpo, cada estremecimiento de emoción que mi toque levantó. Y tú sentías

los míos. Verdad.

No era una pregunta, sino una afirmación. Y tenía razón, había experimentado su

placer... o ella pensaba que así era. O él realmente era su compañero de vida, o fingía

endemoniadamente bien. Y el hombre estaba allí de pie, tan sangrientamente hermoso con

su pecho desnudo, los pies descalzos y los vaqueros ajustados. Su cabello estaba seco, pero

yacía en rizos alrededor de su cabeza. Podía recordar lo suave e infernales que se habían

sentido bajo sus dedos, tan suaves como el resto de él había sido duro.

Había querido sentir toda esa dureza contra su suavidad, recordó Divine. Había

querido su desnuda piel contra la suya. Lo había querido a él llenándola con la abultada

erección que había sentido en su mano... y nunca tuvo la oportunidad. Nunca podría tener

la oportunidad si encontraba el momento para huir hoy, recuperar su motocicleta y

escapar.

—¿Divine?

Ella desvió la mirada hacia su rostro y observó que sus ojos eran más del color

plateado que negro y que se deslizaban sobre su cuerpo. Murmuró un:

—Ah, infierno. —Y entonces él cerró el pequeño espacio entre ellos y básicamente se

pegó contra su pecho, sus manos extendidas para jalar su cabeza hacia la suya. Divine no

tuvo que hacer mucho esfuerzo. La cabeza de él bajó impaciente para dejar que su boca

reclamara la suya y entonces estuvieron en esa hermosa montaña rusa llamada sexo de

compañeros de vida de nuevo. Sólo que este viaje tenía un montón de altos y giros

emocionantes y sólo uno de bajada —uno que esperaba para arrastrarlos abajo al final.

Profundo en su mente, Divine comenzó a moverse lentamente hacia atrás, jalando a

Marcus hacia la puerta de la habitación. Él fue de buena gana, pero no se detuvo de

besarla y comenzó a tocarla mientras iban.

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Sus manos se deslizaron por sus brazos hasta la mitad, entonces simplemente se

movieron reclamaron sus pechos a través de la blusa de algodón. Divine mordió su labio

en reacción, y luego llegó de inmediato a tirar de su blusa, jalándola hacia abajo y hacia

fuera de sus dedos para quedar en su carne desnuda.

En el momento en que lo hizo, Marcus se detuvo para agacharse y atacar primero un

pezón y luego el otro con la lengua. El hombre tenía una lengua muy talentosa, decidió

ella débilmente, agarrándose de su cabeza con una mano y de su hombro con la otra para

mantener sus pies derechos mientras el placer la invadía.

Divine sintió caer su mano detrás suyo y comenzar a apretar, y de repente se dejó

caer de rodillas frente a ella, su boca sin dejar la atención que le estaba dando a sus pechos.

Pero cuando comenzó a subir la falda hasta sus piernas, ella se quedó sin aliento y sacudió

la cabeza mientras agarraba su mano errante. Estaban todavía a unos pasos de la puerta de

la habitación.

—Oh, no, no, no —se las arregló para decir—. Al dormitorio.

—Está bien. —Él gruñó la palabra alrededor de un pezón excitado. Luego dejó que el

pezón se deslizara fuera de su boca.

Divine se debatía entre la decepción de que ya no lo succionara y el alivio de que se

estuvieran moviendo hacia la habitación, pero antes de que pudiera moverse, de repente él

se agachó para sentarse sobre sus pies delante de ella.

—¿Qué…? —empezó a decir confundida y luego casi se mordió la lengua cuando de

repente él empujó hacia arriba su falda y apretó la boca contra la parte interior de su

muslo izquierdo.

—Oh Dios, no —jadeó, y habría tratado de empujar su boca, pero no era capaz de

hacer que sus manos cumplieran sus órdenes. Ellas llegaron a su cabeza, pero en lugar de

empujar, se agarraron a su cabello para alentarlo mientras pasaba la lengua hacia arriba.

Su lengua estaba a un centímetro de la parte superior de su pierna cuando de pronto soltó

su falda con una mano y agarró su pierna para levantarla sobre su hombro. Antes de que

siquiera se hubiera asentado allí, su lengua había encontrado el núcleo de su emoción y

procedió a mostrarle cuán talentoso era.

Divine se resistió por un instante para mantenerse en posición vertical, pero cuando

su dedo encontró su centro y se deslizó dentro y fuera incluso mientras sus labios tiraban

de ella y su lengua se movía al mismo tiempo... bueno, gritó y echó la cabeza hacia atrás,

perdiendo por completo el equilibrio. Al momento siguiente estaba cayendo. Por fortuna,

la oscuridad la reclamó antes de que se golpeara la cabeza contra el marco de la puerta del

dormitorio.

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n realidad, no es tan malo como pareces estar leyendo en tu bola

de cristal. Él puede ser dulce.

Divine abrió los ojos ante esas tensas palabras y se quedó

mirando al marco de la puerta sobre su cabeza, con la mente

completamente en blanco por un momento.

—Chica, él es un ladrón desempleado, sin educación, drogadicto que te trata como

una mierda. Realmente necesitas dejarlo ir y encontrar a alguien más.

Era la voz de Jackie, se dio cuenta. ¿Con quién diablos estaba hablando? ¿Y dónde

diablos estoy?

Divine levantó la cabeza para mirar a su alrededor, luego la dejó caer cuando se dio

cuenta de que estaba contra la puerta del dormitorio del remolque prestado. Por lo menos

su cabeza lo estaba, el resto de ella estaba tendido en el piso de la cocina con Marcus

medio tumbado encima, su cabeza en su regazo... y debajo de su falda.

Querido Dios, ellos habían…

—Te lo dije, él simplemente tomó prestado el coche de la novia de su papá. No lo

robó. Lo tomó prestado por el día y luego lo regresó un poco después de la medianoche.

No es un ladrón.

Divine no reconoció esa voz, pero sonaba como una mujer joven, una joven hembra

más que desesperada. Y estaba cerca. Volviendo la cabeza para tratar de encontrar la

fuente de la voz, Divine tomó nota del hecho de que la cortina había sido colocada entre el

área de estar y la cocina, donde ella y Marcus yacían ahora. Las voces parecían venir desde

el salón más allá.

Esa cortina no había estado cerrada ayer por la noche. Pero entonces, Jackie no había

estado allí la noche anterior tampoco. Su mirada giró al pequeño reloj colgado sobre el

lavabo y Divine casi gimió en voz alta. Eran cerca de las tres de la tarde. Se habían

desmayado en el suelo y dormido lo que había quedado de la mañana y una buena parte

de la tarde. Jackie debía haber venido en busca de ellos cuando no se habían presentado

esa mañana y…

—E

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Divine se sentó abruptamente, el horror deslizándose a través de ella cuando se dio

cuenta de que la mujer debía haberlos visto así. Bajó la mirada hacia el bulto en su regazo

cubierto por la falda que era la cabeza de Marcus, notó que el cuello de su blusa estaba

asentado por debajo de sus pechos, y cerró los ojos. Vaya. Bueno, esto era vergonzoso.

—Tomarlo sin derecho o permiso es la definición de robar —dijo Jackie con firmeza

desde el otro lado de la cortina—. No importa que trajera el coche de vuelta. Tomarlo en

primer lugar fue robo.

—Dios, estás siendo tan dura con él como su padre y la novia. —La mujer más joven

sonaba resentida.

—Por supuesto que están siendo duros con él —respondió Jackie—. El robo es un

asunto serio.

—Él lo trajo de vuelta —destacó la chica.

—Correcto —dijo Jackie sin sonar impresionada—. ¿Y regresó el dinero que sacó de

tu monedero para comprar su hierba?

Las cejas de Divine se levantaron. La chica tenía a un verdadero ganador.

Sacudiendo la cabeza, levantó su falda, sacando la cabeza de Marcus de su regazo para

descansarla en el suelo, y luego se puso de pie silenciosamente.

—¿Puedes ver eso en tu bola de cristal también? —gritó la mujer más joven con

consternación—. ¿Qué más puedes ver? ¿Está hablando de mí por ahí? Porque si lo está,

está fuera de mi apartamento.

Divine rodó los ojos mientras cepillaba lo peor de las arrugas en su falda. Así que el

que fuera un drogadicto sin educación y desempleado que la trataba como una mierda y al

parecer no sólo le robaba, sino que también la aprovechaba, no era suficiente para

convencer a la chica de irse. ¿Pero si él estaba hablando por ahí terminaría todo?

Al menos la chica tiene algunos límites que no aguantará, pensó Divine irónicamente

mientras se volvía y se deslizaba a través de la habitación a la puerta del baño. Había

conocido a muchas mujeres mortales que no parecían tener ningún límite sobre el mal

comportamiento que aceptarían de un compañero. No parecían reconocer su propio valor

y que se merecían mucho más, lo cual era una vergüenza. Los mortales tenían una vida tan

corta, tan poco tiempo para disfrutar de ella y de lo que el mundo tenía para ofrecer.

¿Por qué perderían un momento de su valioso tiempo en alguien que no las

apreciaba ni las trataba bien?

Divine negó con la cabeza otra vez mientras se deslizaba en el baño y cerraba la

puerta, bloqueando las voces del otro lado de la cortina. Entró y salió de la diminuta

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habitación rápidamente, sólo tomándose el tiempo para lavarse la cara y pasar un cepillo

por su pelo. Le habría gustado detenerse para cambiarse de ropa también, pero cuando

salió del baño y asomó la cabeza fuera de la habitación para revisar, los sonidos viniendo

del otro lado de la cortina le sugirieron que Jackie estaba terminando la sesión y

preparándose para ver a la chica irse.

Enderezando los hombros, Divine obligó a su cabeza a levantarse y se trasladó a la

cortina para separar el final de ésta unos pocos centímetros de la pared. Notó que ellos

habían instalado una pequeña mesa redonda entre el sofá y las sillas en el salón,

cubriéndola con un mantel antiguo y luego colocando lo que parecía una bola de cristal

como-Dios-manda en el centro. Probablemente serían apoyo, pero aún así... Divine nunca

se había molestado con esa puesta en escena, simplemente tomaba la mano del cliente

como si le leyera el futuro a través de alguna extraña energía que emanaba de ellos. Lo

cual realmente era lo que ella hacía. Leía sus pensamientos y los ayudaba a aclarar la

situación de la que ya sabían pero a la que posiblemente estaban ignorando, o mintiéndose

a sí mismos.

Encogiéndose, Divine miró a las mujeres en la habitación. Una pequeña rubia en

vaqueros y camiseta estaba levantándose de una de las dos sillas plegables colocadas a

cada lado de la mesa, mientras Jackie se levantaba de la otra.

Sus cejas se levantaron al ver a la mujer. La compañera de Vincent estaba usando

una larga y fluida falda, una blusa campesina, un pañuelo rojo alrededor de su cabeza, las

joyas llamativas más espantosas que ella alguna vez hubiera visto y un maquillaje

ridículamente dramático. Probablemente hechura de Vincent, decidió Divine. Jackie

parecía una versión teatral de una gitana en lugar de la cosa real.

Apenas había tenido el pensamiento cuando Jackie la miró mientras acompañaba a

la chica a la puerta. Se detuvo, con una sonrisa curvando sus labios.

—Buenos días —dijo ella, sonriendo ampliamente—. Te ves bien descansada.

Divine hizo una mueca ante las palabras mientras tiraba de la cortina para abrirla

más. Normalmente no dormía más que un par de horas al día, pero sin duda había

conseguido algo más que eso esta mañana.

Había sido justo antes de las 6 a.m. cuando ella y Marcus habían… bueno, de todos

modos, eso no podría haber tomado más que un par de minutos, por lo que debía de haber

dormido unas buenas nueve horas. Extraño.

—¿Quién es ella?

La rubia miró a Divine ante esa curiosa pregunta, pero fue Jackie quien respondió.

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—No te preocupes por eso. Vete ahora. Que tengas un buen día —dijo alegremente,

y luego empujó a la chica hacia la puerta y añadió con gravedad—: Y bota a ese perdedor

al que llamas novio.

Cerrando la puerta, Jackie se volvió hacia Divine y dijo irónicamente:

—No sé cómo lo haces. Juro que he querido meter algo de sentido común en la

mitad de las personas que han venido aquí esta mañana.

—Eso es parte de la maldición —dijo Divine con diversión.

—Hmmm. —Jackie arrugó la nariz ante esta noticia y luego preguntó—: ¿Marcus se

levantó?

—Ahora sí.

Divine se sobresaltó ante ese anuncio y miró por encima de su hombro mientras

Marcus se levantaba y caminaba hacia ella.

—¿Esa es Jackie? —preguntó mientras se acercaba.

Al darse cuenta de que sólo había abierto la cortina lo suficiente para encuadrarse a

sí misma, la empujó aún más abierta para que él pudiera ver a la otra mujer.

—Sí. Abrió el negocio mientras dormíamos. Gracias por eso, por cierto —añadió

Divine, volviéndose para ofrecerle una sonrisa de agradecimiento a la mujer.

Jackie le devolvió la sonrisa y se encogió de hombros.

—Fue divertido.

Divine resopló ante la declaración, sabiendo que a veces era interesante, a veces

gratificante, y a veces simplemente frustrante, pero en realidad no siempre divertido.

—Bueno, te lo agradezco —dijo con sinceridad, poniéndose un poco rígida de la

sorpresa cuando Marcus deslizó un brazo alrededor de su cintura. Sonriendo un poco

forzadamente ahora, se deslizó por debajo del brazo de Marcus y se volvió hacia la cocina

diciendo—: Ve y encuentra a ese marido tuyo, yo voy a cambiarme rápido y hacerme

cargo desde ahora.

—No seas tonta, voy a seguir aquí por la tarde —dijo Jackie, haciéndola parar

reaciamente. Cuando Divine se volvió, agregó—: Tienes que comer, alimentarte, ducharte

y cambiarte. Sólo agarra algo de ropa y dirígete a nuestra caravana, puedes ducharte y

todo lo demás ahí.

Divine negó con la cabeza.

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—Oh, no puedo hacer que tú…

—No me estás haciendo hacer nada —dijo Jackie con firmeza, entrando en la cocina

para cogerla por los hombros y urgirla hacia la puerta del dormitorio—. Además, quiero

que conozcas a Tiny y Mirabeau.

—¿Ellos ya están aquí? —preguntó Marcus, arrastrándose tras ellas cuando entraron

en el dormitorio.

—Llegaron esta mañana temprano. Vinieron con la mitad de las manzanas

cultivadas en California y suficientemente caramelo y chocolate como para cubrir el estado

—anunció Jackie secamente, y luego apretó los hombros de Divine y dijo—: Vas a amar a

Tiny. Ha sido mi mejor amigo durante mucho tiempo. Es un encanto. Y su compañera,

Mirabeau, también es adorable.

Divine murmuró sin comprometerse, casi sin darse cuenta cuando Jackie la dejó al

final de la cama y se movió hacia el armario. Su mente estaba ocupada tratando de

encontrar una manera de deshacerse de Jackie y Marcus y reclamar su posición como

Madame Divine. La llegada de la otra pareja sólo iba a complicar los asuntos y hacer más

difícil escapar. Necesitaba pensar y le resultaba difícil hacerlo con Marcus cerca.

—Espero que no te importe, pero me metí y tomé prestado uno de tus trajes esta

mañana cuando me di cuenta de que ustedes dos no iban a hacer la apertura. Pero hay

mucho más aquí para elegir —anunció Jackie, comenzando a deslizar la ropa a lo largo de

la varilla en el pequeño armario.

—Por supuesto que no me importa. —Divine sonrió irónicamente mientras miraba la

falda azul y la blusa campesina que Jackie llevaba. ¿Cómo podía importarle que la mujer

las usara cuando en realidad no eran suyas de todos modos? Vincent había dispuesto para

que la ropa de Jackie ahora fuera suya.

—Pienso que la falda verde bosque —decidió Jackie, sacando la falda en cuestión—.

Se verá genial con tu colorido.

Asintiendo, Divine se acercó a tomar la falda que la mujer estaba sosteniendo.

Entonces llegó junto a ella y agarró varias bufandas también. Necesitaría añadirles un

poco de color, pensó Divine, y luego miró al suelo del armario y a la fila de botas alineadas

allí. Se agachó y cogió un par de color marrón rojizo oscuro y luego se alejó con su botín,

haciendo una breve pausa cuando notó que Marcus estaba sacando ropa del armario en el

lado opuesto de la cama.

—Vincent puso la ropa de Marcus aquí —explicó Jackie rápidamente—. Sólo hay dos

pequeños armarios en cada una de las casas rodantes y estábamos usando los dos

nuestros.

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—Por supuesto —murmuró Divine y simplemente se volvió para salir de la

habitación. Pero mientras entraba en la zona de la cocina, frunció el ceño y dijo—: Tal vez

debería ducharme y cambiarme aquí. De esa manera Marcus puede utilizar la ducha en tu

casa rodante y…

—El sonido de la ducha podría ser una distracción para las personas que deseen una

lectura —señaló Jackie y negó con la cabeza—. No. Es mejor que utilices la otra caravana.

Te va a gustar más de todos modos. Tiene una ducha más grande —añadió en un tono

tentador, luego sonrió con ironía y agregó—: Todo es más grande. Es la caravana “lujosa”

que Vincent había hecho para nuestras operaciones de vigilancia e insiste en que todo

debe ser más grande y mejor. El hombre está echado a perder.

Divine no pudo dejar de sonreír ante el reclamo. Especialmente ya que Jackie lo hizo

con una combinación de exasperación, diversión, amor y algo que sonaba muy parecido a

orgullo.

—Todo listo —anunció Marcus, saliendo de la habitación. Se había puesto una

camiseta, botas y parecía listo para el día. Su mirada se deslizó hacia Divine—. No te

preocupes por la ducha. Es tuya. Tengo que llegar al trabajo antes de que Chapman o Mac

vengan a buscarme.

—No lo harán. Vincent se ocupará por ti hoy —anunció Jackie.

Eso envió las cejas de Marcus hacia arriba.

—¿Vincent? ¿Trabajar?

—Sólo está manejando el Tilt-A-Whirl, no es como si estuviera arrojando acero o

algo así —dijo Jackie con diversión—. Y, de hecho, creo que lo está disfrutando. Es

sorprendentemente bueno en atraer a los paseantes con su charlatanería. Debe de ser el

teatro en él.

—Debe ser —dijo Divine con una sonrisa.

—Ustedes dos vayan al lado —dijo Jackie, empujándolos hacia el salón—. Tengo que

volver al trabajo. Los lugareños probablemente se pongan inquietos por ahí fuera.

—Sin duda —murmuró Divine y luego salió al exterior cuando Marcus abrió la

puerta para ella.

Hizo una pausa después de un paso, sin embargo, su mano instintivamente

levantándose para bloquear lo peor del sol mientras el día la abofeteaba. Era la parte más

caliente de la tarde. El sol estaba alto en el cielo y el calor era una ola que se pegaba a su

piel como un fino plástico, aferrándose. Se robó el aliento de Divine mientras el resplandor

del sol la cegaba.

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Aspiró una bocanada de aire sofocante y parpadeó varias veces para conseguir que

sus ojos se acostumbraran, luego dejó salir su aliento en un suspiro mientras el resplandor

borroso se hundía en las formas y colores que se formaban a la mitad del camino. Personas

de todas las formas y tamaños se arremolinaban en todas partes, los caminos se devolvían

y giraban moviéndose, varias canciones y sonidos se elevaban desde los diferentes paseos,

chocando en el aire con el sonido de la risa, el golpeteo de jinetes montando y agentes de

juegos, y los gritos excitados de la gente en los paseos. Todo ello acompañado por los

olores de las palomitas de maíz y comida asada bajo el ardiente sol de Death Valley. La

vida del Carnaval.

—¿Está bien? —preguntó Marcus, apoyando una mano en su hombro.

Forzando una sonrisa, Divine asintió con la cabeza y bajó las escaleras para tejer su

camino a través de la línea exterior de su puerta hacia la caravana al lado de ésta. Como la

suya, la puerta de la caravana de Jackie y Vincent estaba en el costado, de modo que tenía

que caminar alrededor de la parte posterior para llegar a ella. Divine estaba moviendo el

bulto de ropa que llevaba para así poder abrir la puerta cuando Marcus la alcanzó,

haciéndolo él.

Murmurando un agradecimiento, Divine se deslizó dentro y se detuvo en seco de

nuevo.

Esta caravana estaba distribuida de la misma forma que la que ella estaba usando,

excepto que tanto la cocina como el salón eran un poco más grandes. También estaba llena

de manzanas; cestas de la dulce fruta color rojo llenaban cada espacio en el suelo, así como

el sofá, las sillas en el salón y la cocina americana. Mientras tanto, las encimeras y mesa de

la cocina estaban cubiertas con bandejas de manzanas, cada una con un palo de paleta

sobresaliendo de ellas. Estaban todas recubiertas con alguna variación de chocolate,

caramelo, o ambos, y luego habían sido rodadas sobre varias coberturas, variando desde

maní triturado a pequeños malvaviscos. La estufa era el único lugar libre de manzanas. En

su lugar, contenía cuatro grandes ollas, a fuego lento, que un hombre enorme estaba

removiendo por turnos mientras tarareaba.

—Hola, ustedes deben ser Marcus y Divine. Despiertos al fin, ¿eh?

Divine se volvió para mirar fijamente a la mujer que había hablado. Alta y

curvilínea, con corto cabello oscuro iluminado con vetas de color fucsia, la mujer llevaba

un delantal que decía “¿Abrazaste al chef hoy?”. Bajo eso usaba unos apretados y

desteñidos vaqueros y una camiseta. Tenía sin duda un aspecto interesante, decidió

Divine, aceptando la mano que la mujer extendió como saludo mientras Marcus decía:

—Sí, soy Marcus, y ella definitivamente es Divine.

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La forma en que lo dijo sugirió que no estaba hablando de su nombre. No fue la

única en pensar así, sin embargo, debido a que el hombre en la cocina parecía divertido

mientras murmuraba:

—Estoy seguro de que lo es.11

Sonrojándose, Divine miró al hombre con curiosidad. Realmente era un compañero

grande. Enorme. Marcus era un hombre grande, pero no como este hombre. Nunca había

visto hombros tan anchos y musculosos como los que él tenía.

—Este es mi compañero de vida y esposo, Tiny —anunció Mirabeau.

Moviéndose para pararse detrás del hombre, Mirabeau deslizó una mano arriba y

abajo por el centro de su ancha espalda.

Tiny se estremeció y arqueó bajo el toque brevemente antes de gruñir:

—Mujer, a menos que quieras que derrame toda esta chapuza sobre los dos, sugiero

que dejes eso.

Mirabeau sonrió y se inclinó para besar su oreja, murmurando:

—Eso podría ser divertido.

—Sí —estuvo de acuerdo él, inclinándose para besar la punta de su nariz. Entonces

miró más allá hacia Divine y Marcus—. Deben de tener hambre. Voy a prepararles algo

para desayunar mientras se duchan y se cambian.

—Oh, eso no es…

—Gracias, Tiny. Eso sería genial —interrumpió Marcus, instando a Divine hacia la

puerta del dormitorio—. Adelante, toma una ducha y alístate —dijo él, empujándola

suavemente hacia la habitación—. Estaré aquí con Tiny y Mirabeau.

Divine lo observó cerrar la puerta, mirándola durante un minuto, y luego se encogió

de hombros y se dirigió al cuarto de baño.

Marcus se paró junto a la puerta por un momento hasta que escuchó los sonidos que

sugerían que Divine realmente iba a hacer lo que él le había sugerido, luego se relajó y se

volvió hacia Tiny.

11 Se refiere a la traducción del nombre Divine, que en español significa Divina. Marcus está

diciendo que ella es Divina y el otro hombre le da la razón.

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—Me alegro de verte de nuevo.

—¿Ustedes dos se conocen? —preguntó Mirabeau con sorpresa.

—Ese asunto con Vincent y Jackie —dijo Tiny con solemnidad.

—Oh, sí. —Mirabeau asintió una vez y le sonrió a Marcus disculpándose—.

Christian y tú llegaron a tiempo para ayudar con el cambio y lo que siguió.

Marcus asintió.

—Los vi en la gran boda múltiple, también, pero los dos estábamos un poco

distraídos y luego desaparecimos, por supuesto, en tu misión secreta. Me alegro de que

todo saliera bien.

—Hubo un par de momentos cercanos, pero todo se puso mejor justo al final —dijo

Tiny con una sonrisa, deslizando su mano libre a través de la de Mirabeau.

Marcus asintió mientras compartían una sonrisa y murmuró:

—Espero ser tan afortunado.

Mirabeau lo miró rápidamente.

—Jackie nos dijo acerca de ti y Divine. Ella podría ser Basha, pero ninguno está

seguro.

Marcus hizo una mueca y asintió.

—Pero Jackie dice que está bastante segura de que si Divine es Basha, no puede ser

la delincuente que Lucian piensa —añadió Tiny con solemnidad—. Y nunca he sabido que

Jackie estuviera equivocada. Las cosas se resolverán.

—De tu boca a la oreja de Dios —dijo Marcus, pasándose una mano cansada por el

pelo. No debería estar cansado, acababa de despertar, por el amor de Dios, pero estaba tan

agotado como si no hubiera dormido en absoluto.

—Es la situación —dijo Mirabeau con simpatía, como si él hubiera dicho sus

pensamientos en voz alta. Y bien podría haberlo hecho, supuso. Su mente era al parecer un

libro abierto en estos momentos, para todos.

—Sí, bueno, todos hemos estado allí, así que podemos simpatizar con eso —dijo Tiny

con suavidad.

—Sí —dijo Marcus y luego preguntó con ironía—: ¿Crees que podrías dejar de hacer

eso y tal vez sólo abordar las cosas que digo en voz alta?

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—Podríamos intentarlo —dijo Mirabeau con diversión.

—Apreciaría eso —le aseguró Marcus.

—Por qué no vienes aquí y colocas algunos palitos de helado en las manzanas,

trataremos de resolver cómo puedes convencer a Divine de que ella es tu compañera de

vida y que debe aceptarte como suyo —sugirió Tiny, señalándolo.

—Ya sabe que es mi compañera de vida —murmuró Marcus, aceptando la bolsa de

palitos de paleta que Tiny le tendió y luego moviéndose enfrente de una bandeja vacía con

una cesta de manzanas al lado—. Por lo menos, debería después de anoche.

—Me temo que el problema no es que ella no haya aceptado que él es su compañero

de vida —comentó Mirabeau, tomando un palo de su bolsa y mostrándole cómo pegarlo

en la manzana y colocarlo en la bandeja. Era un procedimiento bastante simple. Sin

embargo, los ejemplos eran siempre buenos.

—No —acordó Tiny, regresando para agitar sus cacerolas—. El problema es

convencerla de que puede tenerlo.

—Ella puede tenerme —les aseguró Marcus, apuñalando una manzana—. En

cualquier momento, en cualquier lugar, de cualquier manera.

—Sí. Te siento, amigo —dijo Tiny con diversión.

Mirabeau rodó los ojos mientras los hombres compartían una sonrisa irónica, y

luego dijo con seriedad:

—Pero ella no cree que tú vayas a quererla como compañera de vida una vez que

sepas que es Basha Argeneau.

Marcus se puso rígido, su cabeza lentamente volviéndose hacia la mujer. Fue Tiny

quien dijo con sorpresa:

—¿Estás segura de que ella es Basha?

Mirabeau asintió solemnemente.

—Está justo allí, en sus pensamientos, claro como el día.

—Yo no leí eso —dijo Tiny con el ceño fruncido.

—No has sido inmortal por mucho tiempo, cariño. Puede que no estés leyendo todo

con claridad.

—Sí, pero Jackie y Vincent no leyeron eso y Vincent tiene cuatrocientos o quinientos

años —señaló Tiny.

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—Pero yo soy más vieja —señaló Mirabeau en voz baja—. Y es posible que eso no

estuviera en la parte superior de su lista de preocupaciones cuando llegó a donde Jackie y

Vincent. Después de todo, Marcus estaba herido, ella estaba herida... —Mirabeau se

encogió de hombros.

—¿Pero lo está ahora? —preguntó Marcus con el ceño fruncido—. En la parte

superior de su lista de preocupaciones, quiero decir.

Mirabeau asintió.

—Ella te quiere como su amante y compañero de vida. Eso está en la parte superior

de su cabeza ahora mismo. Que te quiere, pero no cree que pueda tenerte. Que tiene que

escapar. Que te alejarías de ella de todos modos si supieras que es Basha. Sabe que eres un

espía de Lucian.

—¿Cómo diablos averiguó eso? —añadió Marcus, apuñalando otra manzana un

poco con demasiado entusiasmo esta vez. Partió el palo.

Mirabeau le quitó la manzana para remover el palo y reemplazarlo.

—No estoy segura. Supongo que pudo haber leído a Jackie y Vincent, pero no creo

que eso sea todo. —Se quedó en silencio durante un minuto, luego se encogió de hombros

y dijo—: Eso no importa. El punto es que ella sabe que fuiste enviado aquí por Lucian para

encontrarla. También sabe que Lucian está en camino aquí y está desesperada por escapar.

—¿Qué hago? —preguntó Marcus en voz baja.

Mirabeau se encogió de hombros.

—Ustedes dos necesitan pasar más tiempo juntos, haciendo algo más que pelear o

tener sexo. Tienes que ganarte su confianza, Marcus. Creo que Jackie tiene razón y ella no

es una renegada, o al menos, no intencionalmente. Pero tienes que conseguir que confíe en

ti para poder saber qué es entonces.

Marcus se quedó en silencio por un minuto. Sabía que Divine —Basha, se corrigió a sí

mismo, había estado alimentándose fuera de las reglas a pesar de que el Consejo lo tenía

prohibido. Pero no había tenido conocimiento de la prohibición. No estaba seguro de que

eso fuera suficiente para sacarla del problema, pero seguramente tenía que ser algo a

considerar. No podía imaginar que ella hubiera hecho algo más que la etiquetara como

una renegada.

—Acerca de eso —dijo Mirabeau, y Marcus la miró sin comprender. Él no había

dicho nada. Oh, cierto, recordó, ella puede leer mis pensamientos.

—¿Acerca de qué? —preguntó él finalmente.

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—La cosa de renegada… —dijo ella con una mueca.

—¿Qué hay con eso? —preguntó con recelo, sospechando por la forma en que ella

evitaba sus ojos que no le gustaría lo que estaba a punto de decirle.

Mirabeau vaciló y luego dejó escapar un profundo suspiro.

—Bueno, Lucian y los chicos en algún momento atraparon a Leonius. Hace unos dos

años. Asaltaron un hotel en Toronto y lo atraparon. Bueno, en realidad, le dispararon —se

corrigió—. A través del corazón con una flecha. Él no iba a ninguna parte.

Marcus entrecerró los ojos cuando ella se detuvo de nuevo. Conocía la historia, pero

de todos modos preguntó:

—¿Y?

—Y alguien se lo llevó. Lo recogió y se lo llevó mientras todo el mundo estaba

ocupado con sus víctimas.

—¿Alguien? —preguntó Marcus severamente.

—Sí, bueno, no sabían quién al principio, pero Mortimer, el jefe de los Cazadores de

Renegados de Lucian…

—Sé quién es Mortimer —interrumpió Marcus con impaciencia.

—Cierto. Bueno, miró todas las cintas de seguridad del hotel y vio que era una

mujer. Las cámaras en las escaleras mostraron a una mujer rubia llevando a Leonius hasta

el techo. Yo los vi. No había fotos realmente buenas de su cara, pero por lo que vi, podría

haber sido Divine. Una Divine rubia.

Marcus no hizo ningún comentario, pero su corazón se estaba hundiendo. Había

descubierto ayer por la noche, mientras su cabeza estaba bajo la falda de Divine, que su

pelo no era naturalmente del color que llevaba actualmente. Su cabello estaba teñido.

—Y luego está Dee —agregó Mirabeau.

—¿Dee? —preguntó Marcus—. ¿La víctima mortal y de alguna forma co-

conspiradora de uno de los hijos de Leonius?

Mirabeau asintió.

—Describió a una mujer conectada a Leonius llamada Basha, una rubia helada… que

era su madre —terminó como disculpándose.

Marcus estaba tan sorprendido por eso que no sólo apuñaló la siguiente manzana

con suficiente fuerza como para romper el palo, sino que estropeó la manzana entera y

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rompió el palo en su propia mano. Maldiciendo, dejó caer la manzana y saltó hacia atrás,

sosteniendo su mano lesionada por la muñeca.

—Está bien. No hay problema —dijo Tiny con dulzura a su lado. El gran hombre

tomó su mano herida, eliminó rápidamente el palo y envolvió una toalla de secar

alrededor de la herida, luego se volvió para abrir la pequeña nevera tamaño bar y sacó una

bolsa de sangre para él.

Marcus llevó la bolsa a su boca al momento en que Tiny se la entregó y luego se

quedó parado allí, su cabeza dando vueltas. Divine era Basha... ¿y la madre de Leonius?

—Espera un minuto —murmuró, quitando la bolsa de su boca. Afortunadamente, la

maldita cosa ya se había vaciado o se habría vuelto un maldito desastre—. Divine no

puede ser ésta Basha, la madre de Leonius. No es posible. Ella es inmortal. Él es un sin-

colmillo. El niño recibe la sangre de su madre, ya sea mortal, inmortal o sin colmillo. Una

mujer inmortal no puede tener un niño sin colmillos.

Las cejas de Tiny se levantaron, y luego él le lanzo una mirada cuestionadora a

Mirabeau.

—Tiene razón —confirmó Mirabeau—. Y aunque encontré a un hijo en los

pensamientos de Divine, su nombre es Damian, no Leonius, pero…

—Así que ella no puede ser esa Basha, la madre de Leonius —dijo Marcus con alivio.

Mirabeau negó con la cabeza.

—Pero lo leí en su mente. Ella es Basha Argeneau.

—¿Y? —preguntó Marcus con irritación—. La otra Basha podría ser Basha Smith o

incluso Livius o algo así. Podrían sólo tener el mismo nombre de pila. Estoy seguro de que

no eres la única Mirabeau en el mundo y de seguro yo no soy el único Marcus.

Mirabeau se mantuvo en silencio durante un minuto y luego negó con la cabeza.

—No lo sé. Se parece terriblemente a la mujer en el video de seguridad y ella piensa

que es una renegada o buscada por alguna razón.

Tiny miró de uno al otro, luego asentó su mirada sobre Marcus.

—Yo tampoco lo sé, pero creo que mejor lo averiguas y lo haces rápidamente, antes

de que Lucian llegue aquí.

Marcus suspiró y se pasó la mano buena por su pelo, con frustración.

—¿Cómo demonios se supone que haga eso?

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—Como dijo Mirabeau, tienes que pasar tiempo con ella y ganar su confianza —dijo

Tiny simplemente.

—Si sólo fuera tan simple como lo haces sonar —murmuró Marcus.

—Lo es —le aseguró Tiny—. Si haces lo que te digo... y tenemos que tener una charla

rápida con Jackie, Vincent y Madge antes de que Divine salga.

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ivine había querido ser rápida con su ducha y ella lo habría sido si hubiera

podido apagar su cerebro. Lamentablemente, en el momento en que estaba

de pie bajo la ducha, su mente volvió a esa mañana y lo que había sucedido

con Marcus. El hombre definitivamente era su compañero de vida. O podría

haberlo sido, pensó con tristeza. Sospechaba que él no la querría como

compañera de vida si supiera quién era, y Divine no podía dejar de pensar

en lo irónico que era eso —después de más de dos mil setecientos años, conocer a su

compañero de vida y que fuera el enemigo.

Y era tan patética que su mente estaba haciendo volteretas, tratando de averiguar

cómo podía tenerlo... lo cual era imposible. Sabía que lo era. Sin embargo, su mente estaba

corriendo en círculos, tratando de solucionarlo.

Tal vez si le explicaba lo que había sucedido. Tal vez si podía hacerlo entender...

Por supuesto, no había manera de hacer eso. No podía ser honesta con él sin correr

el riesgo... bueno, ella no estaba segura de lo que estaría arriesgando. ¿Qué haría él si ella

admitía ser Basha Argeneau? ¿La contendría hasta que el tío Lucian pudiera llegar? O tal

vez sólo la mataría como otros espías, exploradores, y los tan aclamados Cazadores de

Renegados habían estado matando a sus nietos durante los últimos dos mil setecientos

años, la mayoría de ellos menores a los diez, niños inocentes que no habían hecho nada

más que haber tenido la mala suerte de nacer siendo sus nietos.

Divine suspiró y presionó la frente contra las frías baldosas de la ducha de pared, de

pronto avergonzada de incluso haber dejado que Marcus la tocara, o compartir una

sonrisa y reír con Vincent y Jackie. Estaba confraternizando con el enemigo. La gente a la

que había temido y odiado la mayor parte de su vida.

Por otro lado, argumentó su mente, sus propios nietos la habían golpeado y

arrastrado lejos de su caravana para tal vez luego prenderle fuego, aunque no estaba

segura de eso. Podría haber sido Allen Paulson, o algún otro mortal al que hubiera

encolerizado con los años por frustrar sus menos-que-agradables planes.

Y su hijo le había mentido, recordó Divine. Damian había afirmado que Marcus la

había golpeado y que los chicos la habían salvado y llevado hacia él, cuando ella sabía que

D

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él sabía que eso no era cierto. Podía entender su reticencia a decirle lo que sus hijos habían

hecho y volverla contra ellos, pero eso la hizo preguntarse... ¿qué otras mentiras le había

contado con los años?

Más importante aún, ¿qué había hecho Damian para que Abaddon pensara que

podría volverse contra su propio hijo?

Esa preocupación la molestaba más que cualquier otra cosa. La hacía sospechar y

querer evitarlo, y eso la hizo sentir frustración de no poder leerlo. Si sólo supiera... bueno,

sin saber estaba imaginando todo tipo de cosas, todas ellas horribles, pero tardaría mucho

el ponerla en contra del muchacho al que había dado a luz. Ya sabía eso. Divine no estaba

contenta con la forma en que él vivía su vida, o la gente con la que se rodeaba. No estaba

contenta con la forma en que criaba a sus hijos o su insistencia en tener muchos de ellos.

Pero era su hijo. Haría falta que rompiera sus reglas sobre la alimentación y lastimara a un

mortal, o incluso a un inmortal para hacerla volverse contra él. Seguramente no había

hecho eso, ¿verdad? Lo había criado con las reglas que le habían enseñado. Él lo sabía

bien... ¿no es así?

Suspirando, Divine cerró la ducha y salió para secarse. Le parecía que había una sola

cosa que pudiera hacer. Tenía que escapar de los otros, recuperar su motocicleta y

desaparecer. Tenía que salir de Estados Unidos y encaminarse a otro lugar, quizás algún

lugar de Asia esta vez. América del Norte era demasiado riesgosa ahora. Y dejar el país

contaba con la ventaja añadida de poner algo de distancia entre ella y su hijo.

Esta no sería la primera vez que Divine había hecho eso. Había dejado Europa para

poner distancia entre ellos debido a la forma en que él vivía, sólo que la había seguido.

Esta vez tendría que asegurarse de que no dejaba ningún rastro. Estaría sola otra vez, pero

Divine estaba acostumbrada a eso —o debería haberlo estado, pero de alguna manera esta

vez era diferente. La idea era agotadora hasta más no poder. Tal vez porque esta vez

estaría dejando atrás a un compañero de vida y cualquier posibilidad de volver a tener

uno. Le había tomado 2.758 años encontrar a Marcus; no era tan tonta como para imaginar

que encontraría a otro posible compañero de vida al dar la vuelta a la siguiente esquina.

Una vez que ella se alejara de él, ese sueño, uno que nunca se había atrevido a soñar antes

de esto, estaría muerto. Eso hizo que el futuro pareciera insoportablemente sombrío.

Empujando estos pensamientos depresivos firmemente lejos, Divine se concentró en

vestirse. Había encontrado que era siempre mejor vivir en el aquí y ahora, en lugar de

perder el tiempo con eventos del pasado, o que ella no podría tener y lo que podría haber

sido. Eso sí, vivir en el aquí y ahora no siempre era fácil, pero hacía su mejor intento.

Cuando Divine se dirigió a la cocina, Marcus estaba de pie en el mostrador,

colocando palitos de paleta en las manzanas. Mirabeau luego las sumergía en las ollas de

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chocolate o caramelo y las rodaba en los cacahuetes y/o malvaviscos antes de colocarlas

en una bandeja para que endurecieran.

Mientras ellos hacían eso, Tiny estaba manejando una sartén de freír que estaba

despidiendo los olores más asombrosos que Divine había encontrado en sus muchos años.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? —preguntó Divine después de observar

por un momento.

Los tres miraron alrededor y le sonrieron a modo de saludo, pero Tiny

inmediatamente abrió una puerta del armario y recuperó dos platos para entregárselos,

diciendo:

—Justo a tiempo. La tortilla está hecha. Toma estos.

Divine se movió hasta estar junto al hombre grande y tomó los platos vacíos. En el

momento en que lo hizo, Tiny cortó su obra maestra por la mitad y deslizó cada porción

en uno de los platos. Ella bajó la mirada hacia los humeantes platos con interés, insegura

de lo que estaba viendo y sólo sabiendo que olía delicioso.

—Y aquí —añadió Tiny, metiendo la mano en el horno con un guante de cocina para

recuperar un plato con cuatro rebanadas de pan tostado con mantequilla, que él al parecer

había almacenado allí para que mantuvieran el calor. Deslizó dos rebanadas del dorado

pan tostado en cada plato. Luego hizo una pausa para admirar su obra antes de asentir

con satisfacción.

—Disfrútalo.

—Gracias —murmuró Divine.

—No me agradezcas hasta que lo pruebes —dijo él con una sonrisa, luego echó un

vistazo alrededor de la cocina, frunció los labios y murmuró—: No estoy seguro de a

dónde vas a comer, sin embargo. Me temo que de alguna forma hemos ocupado cada

lugar con nuestra fábrica de manzana.

—No hay problema —dijo Marcus, apuñalando un último palo en una manzana y

luego estirándose para tomar los platos de Divine—. Comeremos en la cabina delantera.

—¿La cabina delantera? —preguntó Divine con incertidumbre, mientras él

comenzaba a alejarse.

—Sí. Vamos —dijo, dirigiéndose a la sala de estar.

—Espera, necesitarán estos —dijo Tiny, y cuando Divine se volvió hacia él estaba

sosteniendo una bandeja con cubiertos, dos tazas de café, crema y azúcar.

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—Gracias. —Divine tomó la bandeja y se volvió para seguir a Marcus.

La condujo a través de la sala de estar cerrada en la parte delantera de la caravana y

sostuvo la cortina a un lado para que ella pasara. Divine se deslizó junto a él y luego vaciló

antes de elegir el asiento del pasajero. Luego miró a la consola central entre los dos

asientos, feliz de ver que al igual que en la de ella, una solapa podía deslizarse hacia

adelante para convertirse en una especie de tabla.

—Los asientos se voltean también —dijo Marcus, acomodándose en el del conductor.

Divine se limitó a asentir y a colocar la bandeja sobre la consola, luego se inclinó

hacia un lado un poco para ajustar su asiento así giraría hacia la consola central. Entonces

tomó ambos platos de Marcus para que él pudiera hacer lo mismo.

—Gracias —murmuró él, tomando de nuevo uno de los platos. Después de una

vacilación, movió la bandeja de manera que sólo ocupó la mitad de la consola. Eso dejaba

suficiente espacio para que sus platos descansaran juntos y ambos comieran.

—Huele bien —murmuró Divine, mirando por encima hacia algo color amarillo

pálido en su plato—. ¿Tiny la llamó tortilla?

—Huevo batido con… —Marcus levantó la parte superior para ver qué llevaba

dentro—…queso, cebolla, pimiento verde y salchicha.

Divine levantó la esquina superior de su mitad para mirar en su interior. Se veía un

poco de desordenado por dentro, pero olía divino.

—Christian ama estas. Caro se las hace todo el tiempo —comentó Marcus, cortando

un pedazo—. Nunca he estado tentado incluso a probar una antes de esto, pero ahora... —

Hizo una pausa y sonrió irónicamente mientras su estómago rugía, luego se encogió de

hombros y se metió el bocado de tortilla en la boca.

Divine lo vio masticar, tragar y levantó una ceja.

—¿Y bien?

—Mmmm, increíble —anunció Marcus, cortando otro pedazo.

—¡Gracias! —gritó Tiny desde el otro lado de la cortina.

Divine se rió y cortó un pedazo para sí misma. Fue más vacilante en ponerlo en su

boca, sin embargo. Este asunto de comer era bastante nuevo para ella todavía. Movió la

comida por el interior de su boca, masticó experimentalmente, y luego sonrió mientras

tragaba. Volteándose hacia la cortina, gritó:

—¡Él tiene razón! ¡Increíble!

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—Gracias —repitió Tiny alegremente.

Comieron en silencio durante un rato, pero había pasado tanto tiempo desde la

última vez que había comido, que Divine estuvo llena antes de haber comido un tercio de

su tortilla. No comí mucho anoche, tampoco, recordó mientras bajaba su plato y volvía su

atención a los cafés sobre la bandeja. Madge y Bob bebían café todo el tiempo. Divine

nunca lo había probado. Ahora miraba con incertidumbre el líquido oscuro.

—Bob bebe el suyo con crema y azúcar, pero Madge lo toma negro. Menos calorías,

dice —comentó Divine.

—Tú no tienes que preocuparte por las calorías —dijo Marcus con diversión—. Pero

si no estás segura de cómo te va a gustar, pruébalo negro y luego agrega crema y azúcar y

pruébalo de nuevo.

—Buena idea —dijo, y cogió la taza más cercana para tomar un sorbo, haciendo una

mueca ante el sabor. Buen Dios, era amargo y... bueno, ni siquiera sabía cómo describirlo.

Tragando el poco que había tomado, Divine dejó la taza y le puso dos cucharaditas de

azúcar, luego vertió un poco de crema también hasta que era de un bonito color caramelo.

Lo agitó durante bastante tiempo antes arriesgarse a probarlo de nuevo.

—¿Bueno? —preguntó Marcus.

Divine se encogió de hombros.

—Mejor.

Él se rió ante su falta de entusiasmo y arregló su café de la misma manera, luego

tomó un sorbo y suspiró.

—Me gusta.

Ella sonrió ante su expresión. Se veía... satisfecho, decidió, y bebió un sorbo de su café

de nuevo.

—¿Quieres que te diga acerca de la Atlántida ahora?

Divine levantó la mirada con sorpresa ante la pregunta.

—¿Ahora?

—¿Tienes algo mejor que hacer? —preguntó él.

Sonriendo irónicamente, ella negó con la cabeza. No podría escapar ahora mismo, a

menos que saliera con la excusa de apartarse de su presencia durante un rato.

—¿Tal vez deberías decirme lo que sabes acerca de nuestro... estado?

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—¿Nuestro estado? —preguntó ella con diversión.

—Bueno, por qué somos diferentes de los mortales. ¿Sabes acerca de los nanos?

Divine asintió.

—Sí. Mi niñera sólo me dijo que era diferente a los demás y que necesitaba sangre

para sobrevivir, pero mi abuela me dijo una vez que yo era diferente porque tenía nanos y

ellos eran los que necesitaban la sangre extra. —Sonrió débilmente ante el recuerdo—.

Cuando le pregunté qué eran los nanos me dijo que eran básicamente pequeños y

milagrosos trabajadores minúsculos en nuestra sangre que nos mantenían sanos y bien.

—¿Eso es todo? —preguntó Marcus con el ceño fruncido.

—Era hora de la siesta y ella estaba tratando de hacer que me durmiera —explicó

Divine, luego suspiró y añadió—: Le pregunté una o dos veces acerca de los nanos, pero

ahora que pienso en ello, normalmente estábamos en medio de algo: enseñándome a

controlar la mente, o la forma de acechar presas... —Se encogió de hombros—. El abuelo

prometió que me enseñarían todo con el tiempo, pero la prioridad era garantizar que sabía

cómo sobrevivir y conocía las reglas acerca de la alimentación. Después de eso ellos

podían enseñarme nuestra historia.

—¿Las reglas sobre la alimentación? —preguntó Marcus, sus ojos atentos.

—El abuelo tenía reglas —explicó Divine y las enumeró—: Nunca debía llamar la

atención sobre mí misma, mi gente, o lo que somos. Cuando me alimentara, siempre debía

tratar a mi anfitrión con el respeto que merecía y nunca causarles dolor o sufrimiento. Y

jamás debía alimentarme hasta el punto de dañar la salud de, o matar a, mi anfitrión.

Marcus se recostó, su expresión pensativa. Cuando pasaron varios momentos así,

Divine preguntó:

—Entonces, ¿qué son los nanos? ¿Y qué tiene que ver la Atlántida con nosotros?

Él vaciló y luego dijo:

—Voy a darte la respuesta corta.

—Está bien —dijo ella.

—La Atlántida es de donde vinieron nuestros antepasados. Estaba un tanto aislada

del resto del mundo, y tecnológicamente más avanzada. Mientras que los humanos fuera

de la Atlántida todavía estaban empuñando lanzas y durmiendo alrededor de los fuegos,

la tecnología de nuestros antepasados estaba más allá de lo que tenemos ahora mismo en

la actualidad. Una de las áreas donde su ciencia fue más fuerte era en la salud. Sus

científicos se propusieron desarrollar una forma de reparar el cuerpo humano

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internamente, para reparar las heridas y combatir las infecciones sin necesidad de cirugías

invasivas o antibióticos. Los nanos fueron su respuesta. Minúsculas y pequeñas... —

Marcus dudó y luego dijo sin poder hacer nada—: No soy científico, no estoy seguro de lo

que son exactamente. Sé que están parcialmente compuestas de tejido o sangre humana.

Usan la sangre para impulsarse y reproducirse a sí mismos, y han sido programados como

computadoras con la anatomía humana cuya tarea es mantener a su huésped en su mejor

condición.

Ella arqueó las cejas.

—¿Así que nuestra necesidad de sangre se debe a que los nanos utilizan sangre para

reproducirse a sí mismos?

—Y para hacer reparaciones, combatir infecciones, etcétera —dijo Marcus—.

También reparan los daños causados por el sol, contaminación, enfermedades, lesiones,

venenos, toxinas... básicamente cualquier cosa. Y al parecer, toma mucha más sangre de la

que podemos producir hacer todo eso.

—Está bien —murmuró Divine. Lo consideró brevemente y luego dijo—: ¿Así que

fuimos humanos una vez?

—Somos humanos —corrigió él—. No somos una especie diferente. Los nanos

simplemente nos hacen más fuertes, más rápidos y capaces de vivir más tiempo.

—¿Y los colmillos? —preguntó ella.

—Ah, bueno, es… —Marcus hizo una mueca y admitió—: Creo que me salté una

parte.

—Está bien —dijo Divine pacientemente.

—Los nanos fueron desarrollados originalmente como una ayuda a corto plazo. Se

suponía que serían inyectados en el huésped, un humano enfermo o lesionado, curarían la

herida, o rodearían y destruirían las células virales de la enfermedad o lo que sea que

tuvieras. Una vez que su trabajo estuviera terminado, los nanos estaban programados para

destruirse a sí mismos y ser eliminados del cuerpo. Pero lo que los científicos no tomaron

en cuenta fue que el cuerpo humano está constantemente siendo atacado por el sol, la

contaminación, e incluso el simple envejecimiento. Siempre hay algo para reparar o curar,

por lo que los nanos nunca se autodestruyeron como se esperaba.

—Ah —dijo Divine lentamente. Eso tenía sentido.

—Y entonces la Atlántida cayó. Casi todos los Atlantes murieron ese día. Los únicos

sobrevivientes fueron los que llevaban los nanos. Se arrastraron fuera de las ruinas y de las

montañas, y se unieron a una sociedad mucho menos desarrollada de lo que su patria

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había sido. Mientras que habían tenido transfusiones de sangre en la Atlántida para

ayudar a alimentar a los nanos, aquellas ya no estaban disponibles. Algunos

sobrevivientes murieron, pero en otros, los nanos siguieron su programación para

mantener a su anfitrión en su máxima condición y básicamente obligaron a la evolución

necesaria en nosotros para asegurarse de que sucediera. Hicieron inmortales más fuertes y

más rápidos, les dieron una mejor visión nocturna y la capacidad de leer y controlar las

mentes de otros seres humanos, y nos dieron colmillos. Cada habilidad adicional o fuerza

que nos dieron fue para hacernos más capaces de cazar y alimentarnos exitosamente de los

humanos mortales. Fue así que pudimos conseguir la sangre que necesitábamos para

asegurar su continua capacidad y cumplimiento de su programación, manteniéndonos en

nuestra mejor condición.

Divine asintió lentamente, y luego preguntó:

—¿Hay algo más que deba saber?

Marcus frunció el ceño, lo consideró brevemente, y luego dijo:

—Creo que eso lo cubre.

—Está bien. Gracias —dijo Divine, poniéndose de pie.

—¿Está bien, gracias? —hizo eco Marcus con incredulidad, saltando para seguirla

cuando ella llevó su plato a través de la sala hacia la cocina—. ¿Eso es todo?

Haciendo una pausa ante el fregadero, Divine miró sobre su hombro con sorpresa.

—¿Estabas esperando algo más?

—Bueno... sí —dijo él secamente mientras ella abría la puerta del armario bajo el

fregadero y empezaba a arrojar los restos de su tortilla en la basura.

—¿Qué estabas esperando? —preguntó Divine con curiosidad mientras cerraba la

puerta y comenzaba a lavar el plato en el fregadero.

—Bueno... no lo sé —admitió él con el ceño fruncido—. Deduzco que la mayoría de

la gente reacciona con sorpresa y asombro al enterarse del origen de los nanos.

—¿En serio? —preguntó, y consideró eso mientras dejaba su plato y tenedor en el

pequeño lavavajillas junto al fregadero. A Vincent realmente le gustan los lujos, pensó, se

volvió hacia Marcus y sacudió la cabeza—. Sospecho que si están conmocionados y

sorprendidos, es más por el hecho de que realmente existen los vampiros que por que su

origen sea científico. Yo ya sabía acerca de nosotros, sólo que no conocía la mecánica que

nos hacía de esta manera, así que no hay nada por lo que esté sorprendida y asombrada.

—Probablemente ella esté en lo cierto —comentó Tiny.

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Marcus lo miró y luego de nuevo a ella, entonces se relajó y sonrió con ironía.

—Sí. Probablemente lo esté.

Divine se volteó hacia Tiny y Mirabeau, les ofreció a ambos sonrisas y dijo:

—Muchas gracias por el desayuno. Lo agradezco.

—Tiny hizo todo el trabajo. Él es el cocinero en la familia —admitió Mirabeau con

una sonrisa—. Todo lo que yo hice fue hacer el pan tostado.

—Y también estuvo delicioso —le aseguró Divine, luego vaciló antes de decir—:

Ahora, supongo que haría mejor en ir a relevar a Jackie.

—En realidad...

Divine había comenzado a girarse hacia la puerta, pero se detuvo ante esa sola

palabra de Mirabeau. Volteando lentamente, arqueó una ceja inquisitivamente.

—Hemos preparado un día de juegos para ti —espetó Mirabeau.

—¿Qué? —preguntó Divine con una media sonrisa.

—Bueno, medio día de juego ahora —puntualizó Tiny con ironía—. O una noche de

juegos, supongo.

Divine los miró con desconcierto.

—¿Una noche de juegos?

Tiny asintió.

—Entre una cosa y la otra, ustedes dos han tenido un par de días duros. Ambos. Por

lo tanto, nos reunimos con Jackie, Vincent y Madge y organizamos un día de juego para

ustedes. Madge nos dio estos pases. —Se dio la vuelta para recoger dos pases del

mostrador y se los ofreció, ella los miró con curiosidad mientras Marcus los tomaba. Eran

pases VIP, permitiéndoles montarse en todos los paseos—. Jackie va a continuar con tus

lecturas, Vincent va a seguir en el Tilt-A-Whirl, y ustedes dos podrán divertirse por la

noche.

Divine frunció el ceño y empezó a negar con la cabeza.

—Oh, vamos —la reprendió Mirabeau—. Apuesto a que nunca has montado en los

paseos. Por lo que he oído, siempre estás atrapada dentro, con una larga línea de clientes

fuera de la puerta esperando por tus lecturas. Madge dice que siguen llegando desde el

momento en que abres, por lo general hasta varios minutos después del cierre. Pero esta

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noche tendrás la libertad para ir a donde quieras y hacer lo que quieras. Puedes tener un

poco de diversión para variar.

Divine dejó de sacudir la cabeza. El uso de Mirabeau de la palabra atrapada había

captado su atención, y el comentario acerca de ser libre de ir a donde quisiera y hacer lo

que quisiera lo había hecho también. Ambas la hicieron darse cuenta de que si se hacía

cargo de leer a los clientes, se quedaría atrapada en el interior de la caravana hasta

después del cierre.

Pero aceptar esta oferta le daría un poco de libertad. No tendría a cinco niñeras

observándola, sólo tendría a Marcus, y seguramente sería más fácil darle el esquinazo a él

solo que tratar de alejarse de todos ellos. De repente, esto estaba sonando como una muy

buena idea.

—Está bien —dijo ella—. Una noche de juegos será.

—Genial —dijo Mirabeau y entonces, de repente, levantó una botella de loción—.

SPF 100 —anunció—. El sol todavía está arriba y es mejor prevenir que lamentar.

Afortunadamente, es en espray, así que es más fácil de aplicar. Pero sería mejor que lo

hiciéramos en el dormitorio o las manzanas sabrán a loción.

—Correcto —dijo Divine con ironía, y se volvió para abrir el camino hacia la

habitación.

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uién tirará de la cuerda?

—Ella —dijo Marcus enseguida y cuando

Divine lo miró con sorpresa, añadió—: Bueno, estoy

seguro de que yo no la tiraré. Odio las alturas.

Estaríamos sentados allí para siempre si lo dejaran

en mis manos.

—No odias las alturas —dijo ella con una carcajada mientras las dos chicas unían sus

arneses a la plataforma para la caída del bungee. Divine y Marcus habían estado en el

Zipper, el Yo-Yo, y cualquier otro paseo de altitud disponible y ambos se habían reído al

hacerlo mientras todos los demás gritaban. Divine no había sabido lo que se estaba

perdiendo ya que nunca se había molestado en tomar los paseos en la feria. Siendo

honesta, eran increíbles; estimulantes, emocionantes, y tan divertidos como podían serlo.

Había estado pasándola fabuloso durante toda la noche, y al parecer, Marcus también. Los

dos habían hecho el Zipper tres veces, la tercera vez debido a la insistencia de él. Divine se

sentía como una niña otra vez, o tal vez por primera vez, ya que se había perdido de tener

algo parecido a una infancia normal cuando realmente había sido una niña.

—Sí, odio las alturas —le aseguró Marcus, riendo incluso mientras lo decía—.

Quiero decir, sé que probablemente sobreviviría a una caída incluso desde alturas

increíbles, pero la curación… —Hizo una mueca y sacudió la cabeza.

—Bueno, ¿por qué no lo dijiste antes? —dijo ella con exasperación—. No tenemos

que…

Sus palabras terminaron en un jadeo cuando sus piernas fueron barridas de repente,

quedando colgando en el aire al estilo Súperman.

—Está bien, voy a contar hasta tres y luego diré “tirón”. Cuando diga tirón, tirarás

de la cuerda, Divine —instruyó Kathy Walters, atrayendo su atención—. Cuando diga

tirón, tiras. ¿Entiendes?

—Sí, pero… —Divine dejó que sus palabras murieran a medida que comenzaban a

subir, tirados hacia atrás y hacia arriba por el cable de las chicas unido a sus arneses

—¿Q

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conectados. Miró a Marcus con incertidumbre—. Podría meterme en su cabeza y hacer que

nos bajara. Puedo hacer esto sola.

Marcus sonrió y negó, extendiendo la mano para frotar su brazo izquierdo, que

estaba entrelazado con su brazo derecho.

—Nah. Estoy contigo. Si vas a bajar, yo también.

—Agárrense las muñecas —gritó Kathy desde abajo—. No rompan el agarre.

Marcus sonrió con ironía y volvió a juntar las muñecas con sus manos mientras

Divine hacía lo mismo antes de murmurar:

—Esperemos aterrizar con seguridad.

—Estoy segura de que lo haremos —dijo Divine—. Nunca han tenido un accidente

desde que me uní hace dos años.

—Así que lo que estás diciendo es que son propensos a tener un accidente.

—No. —Se rió Divine—. Yo…

—¡Uno! —gritó Kathy desde abajo.

—Oh, ¿ya estamos arriba? —preguntó Divine con sorpresa, mirando a su alrededor.

Sí, estaban en lo alto, condenadamente alto también.

—¡Dos!

—Oh, mira, puedo ver a Vincent en el Tilt-A-Whirl —dijo ella alegremente.

—¡Tres!

—Sí, parece un bicho desde aquí. ¿Qué tan alto estamos?

—¡Tirón!

En lugar de responder, Divine soltó su muñeca lo suficiente como para tirar de la

cuerda y luego rápidamente le tomó la muñeca otra vez, cuando de repente se

desplomaron hacia abajo. A pesar de su afirmación de que no le gustaban las alturas,

Marcus se rió a carcajadas mientras caían, pero Divine no se unió a él al principio. Durante

esos primeros cinco segundos se sintió como si fueran a caer en picado a la tierra. No fue

hasta que el cordón se estiró y de repente se balancearon hacia adelante, girando sobre sus

estómagos en sus arneses, que comenzó a sonreír y luego a reír. Esto era una locura, loco,

¡impresionante!

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Se les permitió columpiarse tres veces antes de que los llevaran hasta un poco más

de la mitad del camino y luego de regreso por encima de la parte trasera, antes de que

Kathy les gritara que agarraran una cuerda que ella sostenía sobre un asta.

—¿Está bromeando? —preguntó Marcus con incredulidad—. Vamos a tirarla de

donde está parada.

Divine se encogió de hombros y confió en que la chica sabía lo que estaba haciendo;

agarró la cuerda hecha un bucle cuando pasaron volando. Marcus la agarró primero. No

los agitó haciéndolos parar en seco, o arrastrando a Kathy fuera del estrado, en vez de eso

el bucle se salió, demostrando que estaba unido a una cadena. Salió más lentamente de lo

que ellos se habían movido de no haberse aferrado a él y les hizo desacelerar hasta

detenerse después de nueve o doce metros, luego comenzó a tirar de ellos hacia la

plataforma de despegue.

—Bueno —dijo Marcus y luego le sonrió—. Eso fue divertido. ¿Quieres hacerlo de

nuevo?

Divine se rió de él.

—¿Pensé que tenías miedo a las alturas?

—No les tengo miedo. Es sólo que no me gustan —la corrigió—. Pero he descubierto

que contigo, hay un montón de cosas que no me gustaban o no me importaban, que de

repente son interesantes y divertidas.

—Lo mismo digo —admitió ella con voz ronca mientras pensaba en algunas de esas

cosas.

El brazo de Marcus se tensó sobre el de ella donde estaban entrelazados en los codos

y la abrazó, acercando su cara. Ella supo que iba a besarla y cerró los ojos mientras su

cuerpo comenzaba a temblar ante la idea y entonces parpadeó abriéndolos de nuevo con

sorpresa cuando de repente se detuvieron en seco.

—¿Cómo estuvo eso? —preguntó Kathy junto a su oído, y Divine apartó los ojos de

Marcus y miró a su alrededor para ver que Kathy y la novata que trabajaba con ella los

habían capturado y colocado sobre la plataforma de aterrizaje. Incluso mientras notaba

eso, la parte posterior de su arnés se soltó y ambos se balancearon volviéndose a poner de

pie.

—Fue grandioso —dijo Divine con una sonrisa mientras las chicas trabajaban para

desengancharlos.

—¿Quieres hacerlo de nuevo? —preguntó Kathy, haciendo una pausa en el

desenganche.

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—Todo depende de ti —dijo Marcus cuando ella miró en su dirección—. Yo lo hago

si tú lo haces.

Divine vaciló, pero luego miró a la fila de chicas que había.

—No. Gracias, Kathy, tienes una condenada fila allí. Además, estoy un poco

hambrienta.

—Sí, yo también —anunció Marcus a medida que las chicas seguían

desenganchándolos—. Siempre podemos hacer esto de nuevo más adelante si lo deseas.

—Vengan por aquí al momento del cierre —sugirió Kathy—. Muchos de nosotros

nos turnamos en esto después del cierre de la feria.

—Suena bien —dijo Marcus, saliendo de su arnés. Luego se volvió para agarrar las

manos de Divine cuando ella salió del suyo, y deslizó su brazo alrededor de su cintura

para llevársela—. ¿Qué te apetece comer?

—No estoy segura —contestó Divine con diversión—. Esa tortilla esta mañana y la

cazuela de la noche anterior son las únicas cosas que he comido en mucho tiempo.

—Yo también —reconoció él, y luego dejó caer la mano de su cintura para atrapar

sus dedos y decir—: Vamos. Tengo una idea.

Lo siguió, sorprendida cuando los condujo de vuelta a los remolques. Él le soltó la

mano, y luego dijo:

—Espera aquí. —Y se deslizó dentro.

Divine se quedó mirando el remolque por un momento antes de que de repente se le

ocurriera que ésta era su oportunidad.

Estaba sola. Podía escabullirse y hacer su escape ahora, ir a algún lugar y comenzar

su nueva vida… sola. Una vez más.

Permitió que ese pensamiento se asentara en su cabeza y no tuvo que preguntarse

por qué eso no era demasiado atractivo.

Se había estado divirtiendo con Marcus. No habían hablado mucho o tenido

conversaciones largas y profundas, en su mayoría se divirtieron de paseo en paseo, riendo

como niños y básicamente disfrutando. Habían dicho bromas ocasionales, o comentado las

cosas que veían. Una madre gritando a un niño que lloraba por dejar caer su helado les

había enfurecido a ambos. Los niños dejaban caer las cosas, los accidentes ocurrían. El niño

ya estaba alterado por eso y la madre gritándole al niño que era estúpido, torpe e inútil no

había impresionado a cualquiera de ellos. Que Marcus se deslizara en la cabeza de la

madre y le diera un ajuste de actitud había hecho sonreír a Divine. Sabía que no duraría

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mucho tiempo, pero la sonrisa del niño cuando la madre lo abrazó y le dijo que lo amaba,

que los accidentes ocurrían, que era un buen chico y que le iba a comprar un nuevo

helado… bueno, al menos tendría una buena noche en la feria para recordar cuando

creciera.

Ambos habían sonreído cuando vieron un par de adolescentes gordos besándose en

la rueda de la fortuna mientras pasaban. La pareja había estado bastante concentrada en

ello y fue Marcus quien se percató de que Carl dejaba que su coche pasara sin hacerlos

salir de allí.

—Nuestro Carl es un viejo romántico —le había dicho Divine con diversión cuando

él comentó:

—Va a permitir que sigan dando vueltas dos o tres veces antes de terminar su paseo.

Habían sonreído y reído por varias cosas desde que habían salido en su noche de

juego hacía tres horas, y Divine habían disfrutado cada momento. He acumulado recuerdos

que podré sacar y mirar a lo largo de los próximos años, se dijo. Pero ahora el tiempo de juegos

había terminado. Tenía que irse.

Suspirando, se dio la vuelta y comenzó a rodear el remolque, con la intención de

deslizarse por el lado opuesto del mismo para llegar a la parte trasera mucho antes de que

Marcus saliera y la viera escapando entre los dos vehículos. Estaba a punto de alcanzar el

lado más lejano y dirigirse a la parte trasera cuando Marcus dijo de pronto:

—No estarás tratando de escapar de mí, ¿verdad?

Divine se volvió rápidamente para verlo trotar hacia ella, con una sonrisa en su cara

que parecía un poco preocupada e incluso forzada. Consiguiendo esbozar una sonrisa

propia, ella negó.

—Sólo pensé en… —Miró a su alrededor buscando una excusa, y terminó—, probar

mi mano en el juego de globos mientras esperaba.

Marcus miró al juego algunos puestos por delante y luego la tomó de la mano.

—Ambos lo probaremos antes de irnos.

—¿Irnos? —preguntó Divine con el ceño fruncido—. ¿A dónde?

—Ya verás —dijo Marcus, apretándole la mano—. Es una sorpresa.

Divine frunció el ceño hasta que llegaron al puesto de juego de globos. Marcus

intercambió los boletos por los dardos con el agente del juego y ambos comenzaron a

lanzarlos hacia los globos. Ella siempre había considerado tener una buena puntería, y la

tenía, pero los globos no explotaban por completo y los dardos a veces sólo rebotaban en

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ellos, hasta que empezó a poner más fuerza en el tiro. Marcus no erró un solo globo con

sus dardos, y fue rápido. Estaba trabajando en su tercera ronda de dardos para el

momento en que ella terminó su primera.

Dio un paso atrás y entonces se limitó a observar, esperando a que él se cansara.

Divine no se dio cuenta que estaba trabajando por cumplir un objetivo hasta que de

repente se detuvo y puso su cabeza junto al agente del juego, quien asintió, se dio media

vuelta y sacó un pequeño oso marrón con un corazón en su estómago y se lo entregó.

Marcus se volvió y se lo ofreció de inmediato.

—Para ti.

Divine miró fijamente la ofrenda y luego lentamente la agarró. No podía decir el

número de veces que había presenciado esa escena o algo parecido; un hombre ganando

un premio para su chica. Siempre había pensado que era dulce y había sentido una

punzada de envidia. Ahora tenía su propio premio, ganado para ella por Marcus.

—Encontraremos a alguien que le bordee “Marcus y Basha” al año —anunció él con

una sonrisa torcida, y cuando ella se sonrojó, le tomó la mano y la condujo a lo largo del

camino.

Se dirigían a través de las rejas del estacionamiento cuando Divine de repente

registró lo que había dicho. Se detuvo abruptamente, segura de estar tan pálida como una

sábana. Sin duda se sentía como si toda la sangre hubiera abandonado su rostro.

—¿Qué? —preguntó Marcus con preocupación cuando observó a su alrededor y vio

su expresión.

—¿Marcus y Basha? —preguntó ella, tratando de no entrar en pánico.

Él asintió.

—Vincent, Jackie, Tiny, y Mirabeau pueden leerte; todos, Divine. Pueden leernos a

los dos. Pero Mirabeau fue la primera en captar que tu nombre real es Basha.

Trató de tirar de su mano para liberarla, pero él mantuvo su agarre.

—Sé que Madge tiene tu motocicleta y que planeabas huir en ella, pero no puedo

permitir eso —dijo en voz baja, y luego le tomó la otra mano cuando ella la balanceó hacia

él. Cuando intentó entonces una patada frontal, la giró bruscamente y la empujó contra

una camioneta que estaba junto a ellos—. No puedo permitir eso porque no hay sitio para

mí en la moto y yo voy contigo.

—¿Qué? —preguntó Divine con incredulidad, poniéndose rígida de repente.

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—Eres mi compañera de vida, Basha.

—No me llames así —lo interrumpió bruscamente.

—Muy bien —accedió pacientemente—: Entonces, eres mi compañera de vida,

Divine —corrigió Marcus solemnemente y luego añadió—: Donde tú vayas, yo voy. Tu

futuro es mi futuro. Tu destino es el mío. —Liberando sus manos, ahuecó su cara con

suavidad y le susurró—: Huiré contigo. Esa es la sorpresa. Tomé prestada la camioneta

pequeña en la que vinieron Mirabeau y Tiny. Ellos piensan que te voy a llevar a cenar, y lo

haré, pero luego escaparemos juntos. Podemos ir a Italia. Mi familia es poderosa. Ellos te

pueden proteger de Lucian si es necesario. O podemos ir a otro sitio si quieres. Pero no vas

a irte sola.

Divine se le quedó mirando con los ojos abiertos como platos por un momento. En

todos los escenarios que se había imaginado con Marcus, ni una sola vez se atrevió a

imaginar éste. Por un momento pareció como si tuviera el anillo de latón en la mano, pero

entonces su conciencia se inmiscuyó. Lo condenaría a una vida de Gitano, siempre en

movimiento, nunca quieto, sin hogar. Y también lo sentenciaría a una vida sin hijos,

porque ella nunca traería a otro niño a la vida que se había visto obligada a llevar. No

podía hacerle eso a un niño inocente, y no podía hacérselo a Marcus tampoco. Nadie

debería tener que vivir la vida que ella siempre vivió, corriendo y escondiéndose, siempre

mirando por encima de su hombro, siempre asustada.

Suspirando, Divine bajó la cabeza y la sacudió con tristeza.

—Eso es dulce, Marcus. Pero no puedo pedirte que hagas eso.

—No me lo estás pidiendo —dijo Marcus, tomando su mano y alejándola de la

camioneta para llevarla a través del estacionamiento antes de añadir—: Te digo cómo va a

ser todo. He esperado por dos mil quinientos años para tener una compañera de vida,

Divine. No voy a dejar que te me escapes ahora.

—No sabes lo que estás diciendo —dijo en voz baja—. Ni siquiera sabes quién soy.

—Te acabo de decir quién no eres hace unos minutos, Basha Argeneau, recuerda —

dijo él secamente, haciendo una pausa al lado de una camioneta. Abrió la puerta para que

ella se subiera.

Divine se detuvo junto a él, sin embargo, y lo enfrentó con gravedad.

—Soy una renegada.

—Se piensa que es posible seas una renegada —corrigió Marcus con firmeza—. No

creo que lo seas. Pero —añadió rápidamente cuando ella intentó hablar—, si es así, debes

haber tenido una buena razón para todo lo que hiciste, o estabas confundida, o… algo —

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terminó débilmente, luego negó y dijo con más certeza—: Lo que sea, vamos a tratar con

ello.

—Marcus, yo…

—Se espera que Lucian esté aquí esta noche —la interrumpió, atrayéndola un

poco—. No estoy seguro de a qué hora llegará aquí, pero prefiero que nos hayamos ido

antes de que llegue. Puedes decirme todo lo que quieras. Quiero oírlo, pero no aquí

mismo, ahora mismo. ¿De acuerdo? ¿Por favor? Sólo métete en la camioneta. Vamos a ir a

cenar y me cuentas lo que quieras.

Divine vaciló un momento más, pero luego se metió en la camioneta. Lucian era un

viejo hombre del saco para ella, evitarlo era una especie de prioridad número uno.

Permaneció en silencio mientras Marcus caminaba alrededor y se metía en el asiento del

conductor, pero una vez que encendió el motor y los condujo fuera del estacionamiento

adentrándose en la carretera, le dijo:

—Esta no es una conversación que debamos tener en un lugar público.

—Está bien —dijo Marcus con calma—. ¿Dónde?

Divine vaciló brevemente, considerando sus opciones. Un hotel funcionaría, pero

quería estar en un lugar lleno de gente y ocupado. Esto le ayudaría a escapar rápidamente

y en silencio.

—¿Qué tan lejos estamos de Las Vegas?

—A un poco más de dos horas, creo —dijo Marcus en voz baja—. ¿Querías ir allí?

—Sí, por favor —murmuró Divine, tratando de hacer planes y planes de

contingencia en su cabeza. No había manera de que fuera a permitir que Marcus

desperdiciara su vida para estar con ella, y la única manera de detener eso era contándole

todo. Una vez que él supiera la verdad, no querría tener nada que ver con ella, estaba

segura. El problema es que entonces, él podría querer entregar su trasero a Lucian para

redimirse. Necesitaba un plan para evitar eso. Tan deprimente como le parecía un futuro

sin Marcus, todavía no era una suicida.

—Las Vegas será entonces —dijo Marcus, relajándose en su asiento—. Va a ser muy

útil, en realidad. Podemos hablar, arreglar las cosas, y entonces visitar una de esas

pequeñas capillas y casarnos mientras estamos en la ciudad.

Divine parpadeó cuando esas palabras la golpearon, y luego simplemente cerró los

ojos. El hombre podría saber su nombre, pero él no había aceptado quién era. Estaría

cantando una canción diferente una vez que supiera la verdad.

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or qué el Luxor? —preguntó Marcus mientras abría la puerta de su

habitación y la conducía al interior—. No es exactamente lindo

aquí.

—Por eso —dijo Divine, sonando divertida mientras miraba

alrededor de la habitación y se trasladaba al cuarto de baño para verlo.

Marcus miró a su alrededor y se las arregló para no arrugar la nariz. La habitación

necesitaba una remodelación. La moqueta estaba desgastada, también el mobiliario, y el

papel tapiz tendría unos treinta años. Si este era el estado de las habitaciones, no estaba

seguro de querer probar la comida.

—Lo elegí porque está cerca del final de la calle principal y está menos ocupado —le

explicó Divine, saliendo del cuarto de baño—. Y me recuerda a mi juventud.

Él arqueó una ceja ante eso. El Luxor era una enorme pirámide de unos cien por diez

pies con una re-creación de la Gran Esfinge de Giza—. ¿Estuviste en Egipto durante tu

juventud? ¿Tus padres viven en Egipto?

Divine sonrió ante la pregunta.

—Juventud es un término relativo. Supongo que tenía doscientos, tal vez casi

trescientos años cuando acompañé a los persas allí.

Marcus arqueó las cejas.

—Los persas conquistaron Egipto, ¿no es así?

—Pero bien —estuvo de acuerdo secamente.

—Hmmm. —Él la vio cruzar la habitación hacia una carpeta sobre la mesa, abrirla y

echar un vistazo a su contenido. Habían tomado un par de donas y café de un carrito para

ayudarse a superar el camino hasta aquí, pero ahora, él estaba hambriento. Y parecía que

bastante.

—¿P

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—Éste es el menú de servicio a la habitación… —Divine frunció el ceño y sacudió la

cabeza—. Bien podría estar en griego. ¿Qué son las alas de pollo búfalo? ¿Hay pollos

búfalo? Pensé que los búfalo eran bueyes salvajes o vacas o algo así.

—También yo —dijo Marcus encogiéndose de hombros—. Siempre podemos pasar

por alto el menú y pedir pizza. Dante y Tomasso parecen hacerlo siempre, ordenan y te

hacen la entrega todo el tiempo.

—¿Entregarán en una habitación de hotel? —le preguntó con interés.

—¿Por qué no? —dijo Marcus y sacó el celular que Vincent le había prestado.

Rápidamente localizó una pizzería que hacía entregas en las Vegas. Encontró una cerca del

hotel, levantó la vista del menú y frunció los labios.

—¿Algún problema? —preguntó Divine, cerrando la carpeta de golpe.

Marcus negó con la cabeza.

—Simplemente no estoy seguro de cuál sea una buena pizza. Los chicos suelen pedir

algo que se llama comedor de carne o algo así y… oh, bueno, tienen una pizza “amante de

carne” que debe ser similar… contiene peperoni, salchicha, tocino y albóndigas —le leyó y

la miró cuestionándola—. ¿Está bien para ti?

—Suena bien —dijo Divine, levantándose para dirigirse al baño—. Voy a tomar una

ducha rápida mientras la pides.

—Tómate tu tiempo —murmuró Marcus, distraído en marcar el número telefónico

del restaurante en la memoria—. Por lo general, la pizza toma un tiempo en llegar después

de realizar el pedido. En cualquier lugar tardan de una media hora a una hora en Canadá.

—Está bien.

Él oyó cerrarse la puerta, pero su atención estaba en el timbre del teléfono. No fue

hasta que hizo el pedido y terminó la llamada que Marcus se dio cuenta de que Divine

estaba tomando un baño. Podía oír el agua corriendo y supuso que estaba desvestida y…

Al darse cuenta de que se había movido de alguna manera a través del cuarto sin

proponérselo y que su mano estaba ahora en el pomo de la puerta, Marcus se contuvo. Ella

quería una ducha. Si hubiera querido algo más no estaría encerrada en el cuarto de baño

con el agua corriendo, sino que estaría desnuda aquí enfrente de él.

No puedo culparla por querer un baño, pensó Marcus mientras se alejaba de la puerta.

Habían estado en los noventa grados cuando habían empezado su noche de juegos, y

aunque había enfriado un poco a medida que avanzaba la noche, aún así habían tenido

ochenta grados y una alta humedad mientras corrían de aquí para allá. Él también sentía

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un poco la necesidad de bañarse y su ropa estaba sucia y sudorosa, notó Marcus

arrugando la nariz mientras alzaba un brazo y se olisqueaba.

Definitivamente necesito un cambio de ropa y Divine, sin duda, apreciaría tener ropa limpia

cuando saliera del baño, pensó Marcus, y se dirigió hacia la puerta.

El plan era ir rápidamente a comprar un par de cosas y entonces darse prisa en

volver. Pero no terminaría de esa manera. Divine era el problema. Marcus no estaba

seguro sobre la talla o incluso sobre lo que a ella le gustaría. No era como si los trajes de

gitana fueran fáciles de encontrar en la tienda de regalos del hotel. En realidad, si bien

había un montón de camisetas, chaquetas y demás con el logotipo de Luxor en ellos, no

había mucho para la parte inferior. No es pensaba que Divine quisiera andar con un

“Luxor” en el trasero.

Al final, Marcus preguntó al conserje si podía sugerirle alguna tienda cercana y

luego tomó un taxi para ir al lugar que le sugirió el hombre. Lo que siguió fueron varios

momentos de pánico, tal vez incluso una media hora, de elegir y eliminar artículos hasta

que sólo reunió un montón de cosas y se precipitó hacia la caja. Tenía que estar de vuelta a

tiempo para recibir la pizza. Y Marcus no estaba seguro de si Divine tenía dinero, o si

incluso estaría fuera de la bañera para abrir la puerta.

Estaba cargado con media docena de pesadas bolsas con ropa cuando regresó al

Luxor. Marcus se precipitó hacia los ascensores, consciente del paso del tiempo y con

miedo de haberse perdido la entrega de pizza. Con esa preocupación en mente, corrió

cuando vio que uno de los ascensores estaba en la planta baja, las puertas a punto de

cerrarse. Aun así, no lo habría hecho si el chico joven en el interior, el único ocupante, no

hubiera agarrado la puerta para evitar que se cerrara.

—Gracias —murmuró Marcus aliviado mientras se deslizaba dentro.

—No hay problema —dijo con facilidad el joven cuando Marcus miró los botones

numerados en la pared. Al encontrar el botón de la planta donde estaba la habitación que

compartía con Divine, Marcus se dio cuenta que ya estaba iluminado y dejó escapar un

pequeño suspiro mientras se apoyaba contra la pared durante el viaje. Apenas lo había

hecho cuando los olores en el ascensor atrajeron su atención a su nuevo acompañante. El

chico que había detenido la puerta para él sonrió y asintió cuando la mirada de Marcus se

centró en la bolsa ancha y plana con aislamiento que llevaba en una mano levantada como

un camarero llevando una bandeja.

—Huele bien, ¿eh? —preguntó el hombre.

—Sí —acordó Marcus y se relajó completamente mientras leía el número de

habitación en el comprobante de venta pegado a la parte superior del paquete de seis

Coca-Colas que sostenía el chico en la mano. No se había perdido la entrega. Esto era todo.

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Marcus no le dijo nada al repartidor, sin embargo, sólo tuvo que rodearlo, salir y dirigirse

por el pasillo, consciente de que el chico lo estaba siguiendo.

—Figúrese —dijo el chico con una sonrisa cuando Marcus se detuvo para abrir la

puerta de su habitación.

—Sí —estuvo de acuerdo Marcus—. Temía no volver a tiempo. Lo bueno es que

detuviste la puerta del ascensor para mí. Gracias de nuevo por eso.

—Es un placer. Me ahorró un viaje de ida y vuelta a cambio de nada —dijo

divertido, moviéndose hacia adelante cuando Marcus hizo un gesto para que lo siguiera.

No entró del todo a la habitación, sino que se detuvo justo en el interior, usando su cuerpo

para mantener la puerta abierta mientras esperaba que Marcus dejara caer todas sus bolsas

y sacara la cartera para pagarle.

Marcus le dio una propina de buen tamaño, tomó la pizza, las gaseosas y le deseó

una buena noche al chico, luego dejó que la puerta se cerrara y se adentró en la habitación

cuando Divine salió del cuarto de baño. Su cabello estaba húmedo y peinado hacia atrás

en su cabeza, llevaba una bata del hotel. Se veía radiante, limpia y sexy como el infierno en

esa bata de gran tamaño, y por un minuto Marcus consideró dejar la pizza para más tarde

y sólo…

—Mmmm, eso huele delicioso —dijo Divine, sonriendo ampliamente.

—Bien —murmuró Marcus, y bajó la cabeza abatido. Alimentos primero, se dijo con

firmeza llevando la pizza y las gaseosas a la pequeña mesa redonda entre dos sillas. Los

dejo allí, luego cogió el cubo para el hielo y se dirigió a la puerta—. Adelántate y empieza

a comer. Voy traer un poco de hielo.

Marcus no esperó una respuesta, sino que se apresuró a salir. Había descubierto el

cuarto de hielo en su caminata por el pasillo y ahora corría allí para llenar el cubo. Cuando

regresó, Divine había dispuesto paquetes de café medio envasados con una cuchara de

azúcar, crema, edulcorante, y servilletas. Había abierto un par y sacado las servilletas para

que las utilizaran. También había tomado los dos vasos de la barra del baño y los había

puesto a ambos lados de la caja de pizza en la mesa.

—Continúa y comienza, voy a lavarme las manos —dijo Marcus, dejando la cuchara

sobre la mesa y dirigiéndose al cuarto de baño. La habitación aún estaba llena del vapor de

su baño y se dio cuenta que olía muy bien por el champú y el jabón mientras se acercaba al

lavabo. Giró el grifo, pero un vistazo al espejo lo hizo hacer una mueca. Estaba sucio. Y no

sabía por qué, si todo lo que había hecho fue montar en los juegos y luego viajar en auto

un par de horas, pero estaba recubierto por una fina capa de polvo y suciedad, y tenía

surcos que le atravesaban donde había corrido el sudor.

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Cerrando el grifo, se giró hacia la ducha y la abrió, luego se desnudó rápidamente.

Lo que siguió fue, posiblemente, la ducha más rápida jamás vista. No podrían haber sido

más de cinco minutos después que él salió de la habitación con una toalla envuelta

alrededor de su cintura.

—Hay otro traje en el armario —le anunció Divine al verle, y Marcus se detuvo para

buscarlo, quitándose la toalla a continuación—. ¿Te sientes mejor? —le preguntó Divine

cuando se unió a ella.

—Sí. Lo siento —dijo Marcus mientras se acomodaba en su silla y se percataba de

que había puesto hielo en los dos vasos llenos de gaseosa… y que la caja de la pizza estaba

aún cerrada—. No tenías que esperarme.

Divine se encogió de hombros.

—Acabo de terminar de servir la gaseosa, hace un minuto. Estaba debatiéndome en

comenzar sin ti cuando me di cuenta de que cerraste el agua, así que esperé.

—Bueno, gracias por servir la gaseosa —murmuró Marcus, abrió la caja de la pizza y

miró a su alrededor con una mueca—. No hay platos. No pensé en eso. Supongo que

tendremos que comer sobre la caja. Los chicos lo hacen a veces.

—¿Mencionaste que a Dante y Tomasso les gusta la pizza? —preguntó Divine

divertida, tomando un pedazo de pizza.

—Sí. —Marcus sonrió débilmente mientras tomaba un trozo también—. Ellos no son

los únicos a los que les gusta la pizza, sin embargo. En realidad, no puedo pensar en nadie

de la familia a quién no le gusta la pizza.

—Entonces tiene que ser buena —dijo Divine, levantando la pieza hacia su boca,

pero sólo para olerla—. Huele bien.

Marcus tomó un bocado despacio, saboreando los diferentes sabores que asaltaron

su lengua.

—¿Buena? —preguntó Divine curiosa. Cuando gimió en voz alta con placer,

asintiendo, ella finalmente le dio un mordisco a la suya. Sus ojos se abrieron de inmediato.

Después de masticar y tragar, dijo—: Oh, sí. Es buena.

Fue lo último que cualquiera de ellos dijo durante varios minutos, ya que se

concentraron en comer. Marcus no estaba seguro de qué tamaño la había ordenado. Dante

y Tomasso podrían terminar una bastante grande cada uno, pero Christian y Caro tendían

a pedir sólo una grande, así que esa es la que había ordenado, una grande para compartir.

Sin embargo, aún cuando Divine y él comían de nuevo y estiraban sus estómagos, una

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grande era demasiado. Consiguió comer dos pedazos, y Divine sólo uno. Dejaron la mayor

parte de la pizza en la caja.

Marcus cerró la caja con pesar, preguntándose si podría engullir un bocado más

adelante, luego se echó hacia atrás con un pequeño suspiro de satisfacción y dio un vistazo

a Divine. Estaba acurrucada en la silla de enfrente, mirándolo relajada y sorbiendo su

bebida. Su mirada se deslizó lentamente sobre ella hacia la bata. Era grande, blanca y

esponjosa. También se había separado por encima de sus rodillas, dejando al descubierto

sus piernas. Marcus no pudo evitar pensar que tenía los pies más lindos que había visto

nunca. Quería besar cada uno de sus pequeños dedos y jugar al juego de este cerdito fue al

mercado, y cuando llegara al este cerdito fue wee, wee, wee, todo el camino a casa, le haría

cosquillas entre sus piernas y…

—Tienes la sonrisa más extraña en la cara —le dijo Divine de repente—. ¿Qué estás

pensando?

Marcus parpadeó y se enderezó bruscamente. Sexualmente, deseaba a Divine como

loco, pero era más que eso, él la quería en su vida. Pero tenía que averiguar si era

renegada, y si era así, por qué. Necesitaba ese conocimiento para encontrar una manera de

mantenerla a salvo. Así, en lugar de contestarle, le dijo:

—Háblame de tu familia.

Divine guardó silencio, con la cautela cruzando su cara_

—¿Mi familia? Ya te hablé de mi familia.

—Sí, es cierto, pero… —Hizo una pausa, se inclinó hacia adelante y dijo—: Divine, la

Basha que Lucian está buscando es la madre de Leonius Livius.

—¿Su madre? —preguntó sobresaltada—. No creía que ella estuviera viva. Pensé

que había muerto mucho antes que él. —Luego, súbitamente alarmada, Divine preguntó—

: Él está muerto, ¿no? Me dijeron que murió durante la guerra de los inmortales contra los

no vampiros.

—Leonius Livius I está muerto —le aseguró Marcus, percatándose de la forma en

que estaba palideciendo—. Estoy hablando de Leonius Livius II.

Ella palideció, como si la hubiera abofeteado.

—¿Hay otro?

—Sí —respondió suavemente, preocupado por su evidente malestar—. Al parecer,

su hijo escapó durante la guerra de los inmortales contra los no vampiros. —Sus ojos se

estrecharon cuando de repente ella pareció dejar de respirar.

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Después de un momento, dejó escapar el aliento y dijo con amargura:

—Así que uno de sus hijos sobrevivió y se llama Leonius Livius II. —Y antes de que

Marcus pudiera responder, le preguntó bruscamente—: ¿Por qué? Porque es el hijo de su

padre.

—No, porque es así como él se llama a sí mismo —dijo Marcus pacientemente y

luego explicó—: Se hace llamar Leonius Livius II y ha llamado a todos sus hijos Leonius

también. Sin embargo, ellos van por números. Por lo menos, Leonius XXI se llama

Veintiuno, Leonius decimotercero es Trece, y los otros a quienes los Cazadores de

Renegados han capturado van todos por número. A excepción de Ernie —añadió con el

ceño fruncido.

—¿Ernie? —preguntó Divine bruscamente.

—Otro hijo suyo, pero es un inmortal en lugar de un no vampiro —le explicó

Marcus—. Por alguna razón, fue nombrado Ernie en lugar de Leonius… tal vez porque era

inmortal en lugar de no vampiro —pensó Marcus en voz alta considerándolo brevemente

antes de sacudir la cabeza—. De todos modos, estoy yéndome por las ramas. El punto es

que Leonius fue capturado hace dos años o menos y al parecer una mujer fue quien se lo

llevó lejos; mujer que, de acuerdo con Mirabeau, se parece a ti, pero con el pelo rubio.

Entonces Ernie y esta chica llamada Dee fueron capturados, y para Dee la rubia que se

llamaba Basha era la madre de Leo.

Divine se puso de pie y comenzó a caminar lentamente a través de la habitación.

Marcus frunció el ceño y dijo:

—Ahora sabemos que el nombre de tu hijo es Damian, así que no puedes ser ésta

Basha, la madre de Leonius. Y Jackie dijo que en realidad eras víctima de Leonius. Pero

Mirabeau dice que aún piensas que eres una renegada buscada. Así que dime por qué

crees que sea… —Se detuvo abruptamente, casi mordiéndose la lengua cuando Divine se

detuvo de pronto a un lado de la cama, y se volvió hacia él abriéndose la bata y

encogiéndose de hombros. Todo lo que Marcus podía hacer era sentarse y ver como la bata

caía al suelo, agrupándose alrededor de sus pies descalzos.

Tragó saliva y abrió la boca para hablar, luego la cerró de nuevo, sin saber lo que

había estado a punto de decir. ¿De qué habían estado hablando?

Dándose la vuelta, Divine se subió a la cama, arrastrándose hasta el centro en sus

manos y rodillas, y luego pasó a descansar sobre ella con las piernas juntas, las rodillas

levantadas, y los pies y las palmas de las manos sobre la cama, con los brazos un poco

hacia atrás, sosteniéndose vertical en un ángulo que empujaba sus pechos al aire. Era la

más sexy pose que había visto nunca, o tal vez era sólo la mujer. Marcus no sabía qué era y

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no le importaba; sin llegar a darle la orden a su cuerpo de avanzar, se encontró de pie al

lado de la cama. La decepción se coló en Marcus cuando Divine de inmediato fue a

sentarse al borde de la cama frente a él, pero ésta murió cuando ella se acercó, tomó su

bata y la abrió. Su erección, que había surgido a la vida en el momento en que la bata había

caído, rebotó hacia arriba sin que el tejido lo sostuviera hacia abajo y casi se le metió en el

ojo. Divine, sin embargo, lo tomó con calma y simplemente lo cogió en su mano.

Marcus cerró los ojos, tomó aliento mientras su fría mano se cerraba exprimiendo

alrededor de su miembro caliente. Sus ojos parpadearon de nuevo, sin embargo, gruñendo

sorprendido cuando su caliente y húmeda boca de repente se cerró alrededor de él.

Oh, Dios mío, no, pensó Marcus. Eso era demasiado, demasiado rápido. Perdería el

control y… Oh, demonios, pensó mientras sus manos llegaban a su cabeza, y sus dedos se

enredaban en su pelo seco. Ella parecía saber exactamente cuánta presión ejercer, justo

dónde chasquear con la lengua, cuándo chupar duro y cuándo ir más despacio. Era como

si fuera psíquica.

O una compañera de vida experimentando lo mismo que él, se dio cuenta Marcus mientras

su placer parecía crecer dentro suyo en ondas que rodaban hacia fuera, pareciendo

convertirse en vapor, girando para agrandarse y poniéndose en marcha de nuevo.

Marcus gimió cuando una ola particularmente fuerte de pasión lo golpeó, y cuando

escuchó el gemido en respuesta de Divine, llegó y comenzó a dejarse caer sobre el borde

de ese precipicio que su placer había construido, pero entonces fue como si

repentinamente estuviera solo. Era como si estuvieran de vuelta en ese paseo de salto de

Bunge, enfrentándolo juntos, pero cuando tirara de la cuerda, de pronto cayera lejos de

ella, saltando en solitario. Marcus instintivamente trató de detener su propia caída, pero

no pudo, y se encontró hundiéndose sin remedio en el abismo de oscuridad que se cerraba

sobre él.

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ivine se enderezó con un suspiro, luego hizo una pausa para contemplar al

hombre con el que acababa de terminar emparejada en la cama. Las sogas

de jean que había rasgado para usar como ataduras para Marcus no lo

detendrían por mucho tiempo, pero no los hizo para eso. Ella no quería

dejarlo allí indefenso hasta que el servicio a la habitación fuera a ver por

qué no habían realizado ningún pedido, sólo quería evitar que la siguiera

demasiado pronto en caso de que se despertara antes de lo esperado.

Por desgracia, estaba a destiempo de ese tipo de cosas. Divine había querido tratar

de apagar su mente antes de cuando lo había hecho, pero había quedado envuelta en la

pasión entre ambos, que se agitó con tan poco cuidado que se permitió dejarse ir por uno o

dos segundos demasiado largos. Divine nunca había tenido un compañero de vida antes

para probar, por lo que no había estado segura de cómo empujarlo fuera de su cabeza en

el último minuto para evitar perder el sentido. Afortunadamente, aunque ambos quedaron

sin sentido, ella se había despertado primero. De ahí la razón por la que ahora estaba

atado a la cama.

Se volvió y se trasladó hacia las bolsas que Marcus había traído de su viaje de

compras y rebuscó en ellas de nuevo. Ya lo había hecho una vez cuando buscaba algo para

atarlo, ahora Divine lo hacía buscando ropa limpia. Se había dado cuenta de que él le

había comprado dos vestidos. Rápidamente escogió un par de vaqueros y una camiseta,

tirando el resto, mirándose a sí misma con una mueca.

Divine normalmente usaba faltas. En realidad, nunca había usado pantalones, así

que no estaba segura de cómo se suponía que debían encajar exactamente, pero

ciertamente no eran tan cómodos como los trajes de gitana que había estado usando

durante los últimos cien años más o menos. Los vaqueros le ajustaban bien, pero apenas le

llegaban al hueso de la cadera en la parte superior, y a las pantorrillas en la parte inferior.

En cuanto a la camiseta… bueno, tenía un problema similar, era de cuello redondo pero no

llegaba a la parte superior de sus vaqueros, las mangas le llegaban justo pasados los codos.

Si no hubiera visto a mujeres jóvenes con trajes similares en el carnaval, habría pensado

que Marcus erróneamente los había comprado en la sección infantil o algo así.

D

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203

Sacudiendo la cabeza, Divine miró las bolsas, teniendo en mente buscar algo más

que usar, pero igual de rápido cambió de opinión. No sabía cuánto tiempo tenía antes de

que él despertara. Es mejor salir mientras pueda, pensó Divine, y se dirigió hacia la puerta.

Estaba casi en la puerta cuando recordó que iba a necesitar las llaves de la

camioneta. Volviéndose, Divine dejó la puerta entreabierta y rápidamente buscó en la

habitación las llaves de Marcus. No fue hasta que recordó su ducha que pensó que debía

mirar en el cuarto de baño. Sus vaqueros estaban en el piso y una búsqueda rápida en los

bolsillos las mostró en el bolsillo delantero derecho.

Suspirando aliviada, Divine se apresuró a salir del baño, dirigiéndose a la puerta de

nuevo. Sin embargo, sólo llegó hasta el pomo de la puerta antes de detenerse de nuevo.

Esta vez por el murmullo de Marcus:

—¿Qué demonios?

Haciendo una pausa, miró hacia atrás justo cuando él volvía su atención de sus

manos atadas a ella y le decía confundido:

—¿Divine?

—Es mejor así, Marcus —le dijo ella rápidamente—. No quieres renunciar a todo y

todos los que conoces por mí.

—No me digas qué es lo que quiero. Yo… ¡Espera! —le gritó cuando ella abrió la

puerta. Divine vaciló y eso fue su perdición—. Por lo menos dame una explicación. Me la

debes, ¿no crees? Eres mi compañera de vida, Divine. Sólo ayúdame a entender. Eso es

todo lo que te pido.

Divine se mordió el labio y miró por un momento el pomo de la puerta que estaba

sosteniendo, tratando de obligarse a dejarlo. Pero su mente estaba vomitando razones por

las que no hacerlo. Una de las cuales era que tenía preguntas propias que necesitaban

respuesta. Suspirando, cerró la puerta y se volvió, frunciendo el ceño cuando vio que él

estaba mirando con intensión las ataduras en sus manos.

—Sólo si me prometes no tratar de liberarte hasta que me haya ido —le dijo

bruscamente.

Marcus desvió la mirada hacia ella, vacilando para tal vez contar hasta diez, luego se

relajó en la cama. Mirando el techo, dijo:

—Está bien. Lo haremos a tu manera.

Divine soltó un pequeño suspiro de alivio y luego se quedó allí por un momento

antes de admitir:

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—No sé por dónde empezar.

—El principio es… —Había levantado la cabeza para verla mientras hablaba, pero se

detuvo a preguntar—: ¿Puedes por lo menos sentarte para esta charla sin querer correr

hacia la puerta? ¿Por favor? —añadió Marcus secamente.

—Oh, sí, por supuesto —dijo, moviéndose hacia adelante—. ¿Necesitas ayuda?

Ya que él estaba sentado en posición vertical con las manos ahora colgando hacia los

lados, donde habían sido atadas, al momento en que llegó a la cama, Divine supuso que

no.

—Como estaba diciendo, el principio en general es un buen lugar —dijo

solemnemente. Recostado contra la cabecera, él le solicitó—: Me dijiste que después de que

tu tío te encontró, te llevó a la casa de sus padres, quienes te enseñaron a leer y controlar

las mentes mortales y alimentarte de forma segura. ¿Pero me dijiste que nunca tuvieron la

oportunidad de hablarte acerca de la Atlántida, de nuestra historia, y del origen de los

nanos?

—Correcto —murmuró Divine, pero no habló de inmediato. En cambio, se paseó por

la habitación una vez, poco a poco, luego se detuvo frente a la cómoda, se apoyó en ella y

se cruzó de brazos.

—Tu nombre es Basha Argeneau —dijo Marcus cuando ella no dijo nada.

—Nací como Basha Argeneau —le corrigió, y luego añadió—: Alexandria y Ramses

fueron los padres de mi padre, mis abuelos. Lucian Argeneau es mi tío y es quien nos

encontró a Aegle y a mí, y nos llevó con mis abuelos.

—Y fue como un cuento de hadas, dijiste —le recordó Marcus.

Divine asintió, pero inconscientemente apretó sus brazos alrededor de su cintura, y

luego dijo:

—Mis abuelos eran estupendos, pero el tío Lucian daba un poco de miedo al

principio, era brusco y… sí, le daría miedo a un niño. Pero la abuela me aseguró que era

un malvavisco por dentro.

Cuando Marcus arqueó las cejas ante esa evaluación, Divine asintió divertida.

—Sí, creo que pudo haber sido un poco delirante en ese aspecto, pero en ese

momento yo le creí y perdí un poco de miedo estando a su alrededor. —Le sonrió con

tristeza ante los recuerdos que se deslizaban sobre ella, luego negó con la cabeza y

admitió—: Básicamente, lo seguía como un perrito… y a él tampoco le molestó. Ayudó con

mi entrenamiento, me llevaba a acechar a los mortales para controlar sus mentes y

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alimentarme. Dijo que era un aprendiz rápida e inteligente —admitió, recordando lo feliz

que había estado cuando él había dicho eso. Cómo había brillaba bajo esa alabanza.

—Suena como si sólo lo miraras a él —dijo Marcus en voz baja.

Divine hizo una mueca.

—En realidad, creo que era algo así como… supongo que él era una especie de padre

sustituto para mí. —Marcus se limitó a asentir.

Dejando caer los brazos, Divine bajó la mirada hacia sus pies descalzos y dijo:

—Todo estaba bien. Yo estaba feliz, Aegle era feliz. Estaba a salvo, abrigada,

alimentada y amada. La abuela y el abuelo eran muy amables, pero fue siempre al tío

Lucian a quien admiraba… no sé por qué —terminó con tristeza, y se apresuró a

continuar—. Todo era genial hasta que una tarde me levanté y el tío Lucian se había ido.

Abuela dijo que era por un viaje de negocios, pero… —Ella arrugó la nariz—. Antes me

había llevado con él durante sus viajes, y la única vez que no, por lo menos había venido a

despertarme y decirme que se marchaba y por cuánto tiempo, así como cuándo estaría de

vuelta. Esa vez me levanté y él ya se había ido.

—Te sentiste herida —murmuró Marcus.

—Supongo que sí —dijo Divine encogiéndose de hombros.

—¿Qué pasó? —preguntó, obviamente reconociendo que la historia no terminaba

ahí.

—Vivíamos en lo que ahora se llama la Toscana —dijo Divine—. El abuelo tenía una

gran extensión de tierra junto al río Tíber y me gustaba jugar y nadar en él, a veces con mi

primo cuando nos visitaba, pero siempre en compañía de Abuela, Aegle o del tío Lucian.

Esa noche, sin embargo, Aegle sufría de algún dolor mortal y no quería ir. Me dijo que le

preguntara a mi abuela, pero Abuela tenía compañía y el tío Lucian no estaba allí, así que

decidí ir sola.

Divine suspiró, lo miró y admitió:

—Creo que estaba un poco fuera de mí porque él se había ido sin decir adiós, y…

—Y con rebeldía hiciste lo que sabías que no debías —sugirió Marcus en voz baja.

Ella asintió y se alarmó al sentir las lágrimas en sus ojos. No había llorado en mucho

tiempo, sobre todo por eso, y no tenía idea de por qué el hablarle a Marcus sobre ello le

traía de vuelta las antiguas lágrimas.

Limpiándose con impaciencia, retomó un tono más entrando-en-materia y dijo:

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—Elegí el día equivocado para hacerlo, y luego, añadiéndose a mi locura, vi una

liebre y la perseguí. Planeaba atraparla y llevarla a casa para mostrársela al tío Lucian

cuando regresara, pero la maldita cosa era rápida y me llevó a toda una persecución.

Estaba tan concentrada en la captura que ni siquiera me di cuenta cuando la seguí fuera de

nuestra propiedad. —Soltó un bufido—. Caray, corrí directo hacia el centro de un grupo

de hombres y caballos antes de darme cuenta de que estaban allí.

Divine cerró los ojos un instante al recordar chocar contra el caballo de Abaddon y

rebotar. Había aterrizado en su trasero y luego simplemente se había quedado mirando

con los ojos muy abiertos a los hombres que reían de pie o montados a su alrededor.

—¿Qué tenemos aquí? —había cantado uno de los hombres, inclinándose para

cogerla por el cuello y levantarla para ponerla en pie. Entonces la miró, estrechando sus

feos ojos amarillo-dorados que se habían ampliado—. Pero si eres un ser inmortal. Es una

pena. Tenía la esperanza de que fueras un aperitivo.

Luego se rió cuando ella de inmediato comenzó a luchar y patalear.

—Ponla abajo —había gruñido alguien y Basha volteó a ver a un hombre a caballo

con largo y lacio cabello rubio sucio y feos ojos color amarillo-dorado. Era Leonius Livio,

aunque ella no lo supo en ese momento. A pesar de no saberlo, él le había dado miedo

desde la primera mirada, y lo observó con los ojos muy abiertos hasta que el hombre de

cabello oscuro en el caballo a su lado avanzó hacia adelante, inclinándose para recogerla y

ponerla sobre el caballo delante de él.

Volteándole la cara para que lo enfrentara, Abaddon la miró de nuevo y dijo:

—Si no me equivoco, esta pequeña inmortal es una Argeneau. Tiene los ojos azul-

plateados de ellos. ¿Estoy en lo cierto, pequeña? ¿Eres una Argeneau?

Basha lo fulminó con la mirada, negándose a hablar. Pero él no necesitaba que

hablara. Había leído fácilmente su mente.

—Ah, pequeña Basha Argeneau. La hija perdida de Felix, recién reincorporada a la

familia. —Las palabras habían salido a la luz, pero no había nada en sus ojos que pudiera

asustar a la niña que era entonces.

—¿Divine?

La voz de Marcus la sacó de sus recuerdos y forzó una sonrisa irónica.

—Estaba anticipándome a redimirme por mi estupidez. El grupo de hombres al que

llegué eran Leonius, sus hijos y su mano derecha Abaddon. Me capturaron y me llevaron

de vuelta a su campamento… y allí permanecí por un año.

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Marcus maldijo.

—Él estaba tratando de construir un ejército con sus propios hijos. Torturó y violó a

cualquier mujer que tuviera en sus manos, mortal, inmortal y sin-colmillos por igual.

—Sí, lo sé —dijo ella de manera sucinta y él palideció.

—¿Él…?

Divine lo miró impávida y él negó con la cabeza.

—Pero eras sólo una niña. De tan sólo once años de edad.

—Cumplí los doce una semana después de que me llevaran —dijo Divine,

sintiéndose tan vacía como sonaban sus palabras… lo cual no entendía en absoluto. Había

llorado un río de lágrimas por esto durante los dos o tres primeros siglos, pero con el

tiempo había dejado de llorar. Divine pensaba que ya podría recordarlo sin tener una

reacción emocional, que finalmente había superado ese periodo de su vida. Sin embargo,

allí estaba ahora, teniendo que cerrarse emocionalmente para evitar la rabia, el dolor, la

vergüenza y el terror de recordarlo.

—El primer par de meses fue insoportable —se encontró diciendo Divine, y se

sorprendió al escuchar que las palabras que salían de su boca eran verdad. Leonius era un

sin-colmillos, lo que significaba exactamente a lo que sonaba. Aunque él era un inmortal,

nunca había desarrollado colmillos para alimentarse. Tenía que cortar a sus víctimas. Y al

igual que los inmortales, podía controlar las mentes de sus víctimas y evitar que sintieran

el dolor de su corte si así lo deseara, pero la mente de Leonius estaba enferma y retorcida

más allá de toda comprensión. Disfrutaba del sufrimiento de los demás. Cortaba, tajeaba y

desmembraba a los mortales de los que bebía, y se alimentaba tanto de su agonía como de

su sangre hasta que los dejaba secos. Pero aunque era malo con los mortales, era peor con

los inmortales, porque no podía alimentarse de su sangre, así que los cortes eran por puro

placer. Por lo menos los mortales podían morir y escapar de él. A los inmortales los dejaba

sanarse… luego volvía sobre ellos para hacerlo todo de nuevo, violando y cortando,

violando, desmembrándolos en pedazos, a veces cortando lentamente una extremidad casi

por completo sólo para ver si sanaba y se recolocaba a sí misma.

—Pero luego aprendí cómo dejarlo fuera —resopló Divine.

—¿Dejarlo fuera? —le preguntó Marcus, entrecerrando los ojos.

—Él disfrutaba del dolor y el sufrimiento. Pensé que si dejaba de darle eso, se

cansaría de mí y terminaría por matarme —admitió—. Así que empecé a tratar de cerrarle

mi mente. Al final lo logré.

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—¿Fue eso lo que me hiciste? —le preguntó Marcus en voz baja, y cuando ella

parpadeó y lo miró sorprendida, le dijo—: Al final, justo antes de desmayarme, sentí como

si de repente no estuvieras más allí.

Divine tragó saliva y asintió con solemnidad.

—Sí. Traté de usar la misma técnica contigo. No quería desmayarme.

—Querías estar despierta y atarme —le dijo secamente y vio con resentimiento sus

muñecas atadas—. Y obviamente funcionó.

—En realidad, no, no lo hizo. No tan bien como esperaba —le confesó—. Dejé que

durara demasiado antes de terminarlo y me desmaye por un poco de tiempo también.

Marcus la miró menos severo, pero de mala gana le dijo:

—Continúa. Aprendiste a dejarlo fuera. Dudo que estuviera contento.

—No lo estaba —reconoció Divine—. No era divertido si no podía sentir mi

sufrimiento. Pero en lugar de parar, pareció redoblar sus esfuerzos.

—Lo siento —dijo Marcus en voz baja.

—Bueno, afortunadamente, antes de que se cansara de eso y me matara, quedé

embarazada.

Marcus se puso rígido.

—Tu hijo…

—Damian es hijo de Leonius Livio I, sí —dijo Divine cansada.

—Damian —resopló con aparente alivio y luego frunció el ceño—. Dices que por

suerte, ¿como si eso fuera algo bueno? Quiero decir, algunas mujeres…

—Algunas mujeres detestan llevar al hijo de su violador y torturador, y mantenerlo

con vida —le dijo ella en voz baja—. Entiendo eso, pero… —Divine tragó saliva y miró

hacia abajo a sus pies, dándose cuenta entonces de que había estado a punto de salir sin

zapatos. Estaba descalza. Suspirando, levantó la cabeza y dijo—: Tienes que entender que

estar embarazada significaba el fin de la tortura y la violación para nosotras. Algunas no

podían soportar la idea de llevar a los hijos de nuestro captor, pero otras lo veían como

una bendición, como un regalo. Mientras estuviéramos embarazadas o amamantando

después, no éramos de ningún interés para Leonius. Porque ese bebé le era precioso y no

se alimentaba de nosotras con la misma frecuencia, desesperado por sólo consumir la

suficiente sangre como para mantener el embarazo seguro.

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—¿Cuántas de ustedes estaban allí? —le preguntó Marcus con el ceño fruncido—.

Quiero decir, he escuchado historias de que mantenía encerradas en jaulas a un centenar

de mujeres, atadas sólo para ser violadas o torturadas, pero siempre pensé que eran una

exageración

—No lo eran —le dijo Divine en voz baja—. Imagino que cuando los inmortales lo

atacaron, tenía cerca de cincuenta mujeres mortales para alimentarse continuamente, una

veintena de sin-colmillos a quienes mantenía para violar y torturar, y cuatro mujeres

inmortales con las cuales mantenía la esperanza de procrear; otras veinticuatro sin-

colmillos y yo estábamos embarazadas o lactando.

Marcus exhaló lentamente y luego preguntó:

—¿En qué estabas? ¿En periodo de lactancia o embarazada?

—Di a luz la mañana del ataque —le respondió en voz baja—. En realidad, mirando

hacia atrás, creo que fue un parto inducido.

—¿Inducido? —preguntó Marcus.

Divine asintió.

—Recibimos noticias una noche antes de que los inmortales habían formado un

ejército bajo las ordenes de mi abuelo, así como del tío Lucian y de algunos otros, y que

ellos estaban marchando hacia el campamento de Leonius. Todas las mujeres estaban

conflictuadas, medio esperando ser rescatadas y medio aterrorizadas por ello.

—¿Y tú? —preguntó Marcus—. ¿Lo esperabas o estabas aterrorizada?

—Estaba confundida —le dijo Divine con tristeza—. Estaban diciendo todo tipo de

cosas. Algunos pensaban que los inmortales rescatarían a las mujeres pero purgarían los

embarazos en lugar de arriesgarse a traer otro Leonius al mundo. Otros pensaban que sólo

los matarían a todos, a Leonius, sus hombres y a las mujeres.

—¿Por qué las mujeres? —preguntó Marcus con el ceño fruncido—. Eran las

víctimas de todo eso.

—Nos había contaminado —dijo ella con simpleza—. Muchas de las mujeres creían

que íbamos a ser consideradas bienes dañados.

—¿Y tú lo creías? —preguntó Marcus con el ceño fruncido.

Divine negó con la cabeza.

—No sabía qué pensar.

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Ambos guardaron silencio durante un minuto, y luego Divine continuó:

—De todos modos, no creo que durmiera esa noche. Estaba tan angustiada por todo,

pero tengo el recuerdo de que Abaddon tuvo que sacudirme para que me despertara.

Estaba en medio de la noche, confundida porque me despertó y aún más cuando me dio a

beber tintura. Cuando le pregunté qué era, se limitó a tomar control de mí y me hizo

beberlo. Poco después entré en labor de parto.

Divine cerró los ojos un instante e hizo una mueca.

—Damian nació de inmediato. Todo pasó mucho más rápido de lo que nadie

esperaba. Dima, la mortal que me sirvió de partera, dijo que si hubiera sido mortal, no

habría sobrevivido. Estaba muy mal.

—Pero sobreviviste, y ¿también lo hizo el bebé? —le preguntó.

Divine asintió.

—Sí. Él estaba bien. No tenía colmillos, pero era un bebé sano y fuerte.

—Espera, ¿qué? —dijo Marcus confundido.

—Era sano y fuerte —repitió Divine, luego dijo con ironía—. Desearía decir lo

mismo de mí. Como ya mencioné, me fue muy mal durante el parto y no se me concedió

tiempo para sanar. Leonius le ordenó a Abaddon sacarnos a mi bebé y a mí del

campamento a través de un túnel secreto ante la irrupción de los inmortales en el

campamento, y lo hizo minutos después del nacimiento de Damian.

—¿También fueron llevadas lejos las otras madres y sus bebés? —le preguntó

Marcus.

—No —dijo Divine en voz baja —. Por lo menos, Abaddon me dijo que yo era la

única y todos estaban allí cuando él me empujó fuera de la…

—¿Por qué quería que te llevaran fuera? —preguntó Marcus.

Divine vaciló, un poco sorprendida por su tono agudo al interrumpirla, pero

después de un minuto suspiró y dijo:

—Abaddon dijo que Leonius pensaba que mi tío podría dejar vivir a las otras, pero

que estaba seguro de que me eliminaría si me encontraba y que mataría a Damian cuando

se enterara de que había deshonrado así a la familia.

—¿Así cómo? —le preguntó confundido—. ¿Cómo habías deshonrado a tu familia?

—Al tener un hijo de Leonius —señaló ella en voz baja.

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Marcus negó con la cabeza.

—Divine, eras una niña, fuiste violada y torturada. Lucian difícilmente podría creer

que eras responsable del niño que resultó de ello, y no habría asesinado a un bebé

inocente.

—Asesinó a todas las otras mujeres y niños que encontró en el campamento —dijo

ella triste, recordando a las mujeres que habían vivido y sufrido con ella.

—Los inmortales no mataron a las mujeres y los niños —le dijo Marcus con

firmeza—. Cuando Leonius se dio cuenta de que iba a perder la batalla, se retiró al

campamento con seis de sus hijos mayores. Reunieron a todas las mujeres y los niños y los

mataron. A los pocos inmortales sin-colmillos que estaban atados con las hembras los

quemaron, y mientras ellos gritaban y se quemaban, él y sus hijos mayores tuvieron una

orgía de sangre con los mortales restantes, bebiendo hasta secar a la última mujer mortal.

—Pero dijo Abaddon… —Su voz se apagó. Había sabido toda su vida que no podía

confiar en Abaddon. Debió desconfiar y sospechar de todo lo que él le había dicho. Pero

fue su única fuente de información en ese entonces, y había fingido que era importante ya

que había sido asignado a cuidarlos, atenderlos y protegerlos. El último deseo de su señor.

—¿Qué pasó después de que Abaddon te sacara fuera del campamento? —le

preguntó Marcus—. ¿A dónde fuiste?

Divine se encogió de hombros cansada.

—La primera parte de la jornada después de escapar es un borrón en mi memoria.

Estaba débil y adolorida por el parto, sin oportunidad para sanar, ni alimentarme.

Tuvimos que correr, escondernos y correr de nuevo.

—¿Por qué? —exigió Marcus—. ¿Para mantenerte a ti y a tu hijo a salvo de tu tío?

Divine asintió.

Él la miró por un momento, y luego dijo:

—¿Quieres decir que toda tu vida ha transcurrido escondiéndote y huyendo de tu

familia porque creías que iban a matar a tu hijo?

—Y a mí —añadió solemnemente.

—Divine —le dijo lentamente—. Lucian no habría hecho eso. Él no iba a matar a un

niño inocente.

—Pero él es un sin-colmillos como su padre —le dijo—. Y mi abuelo y mi tío

destruyeron a todos los sin-colmillos.

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—Tu hijo no puede serlo. —Él sacudió la cabeza y murmuró algo sobre tratar eso

más tarde, diciendo—: Sí, los inmortales estaban decididos a acabar con todos los sin-

colmillos en aquel entonces. Pero no a los desdentados.

—¿Desdentados? —repitió ella dudosamente.

—Son los inmortales que no tienen colmillos. Se les llama desdentados. Cualquier

niño nacido sin colmillos se considera desdentado a menos que se vuelva loco y muestre

tendencias de sin-colmillos, como el gusto por la tortura, el asesinato, etcétera; pero no

todos los desdentados se convierten en sin-colmillos. Tu hijo no habría muerto. Y

ciertamente tú tampoco.

—Pero yo no me suicidé —le dijo Divine.

—¿Qué? —le preguntó desconcertado.

—La razón por la que había tan pocas mujeres inmortales en el campamento era

porque generalmente se suicidaban en lugar de soportar el sufrimiento de que Leonius las

violara y embarazara. Vi a dos de ellas que lo hicieron durante el año que estuve allí. Una

fue logró liberarse y cuando el guardia sacó su espada, acabó por lanzarse de cabeza sobre

ella, decapitándose a sí misma. Otra se tiró al fuego y se consumió hasta la muerte.

Abaddon dijo que tenían honor y que sus familias se habrían avergonzado si no lo

hubieran hecho. Que sus familias probablemente les habrían hecho eso si las encontraban

con vida y bien en el campamento de Leo, sin haber tratado de escapar o suicidarse. Me

dijo que el tío Lucian era el mismo arrogante, frío y duro…

—Abaddon otra vez —la interrumpió Marcus airadamente—. Divine, estaba

mintiendo. Él mintió sobre lo sucedido a las mujeres en el campamento y también te

mintió acerca de eso. ¿Cuánto tiempo tuvo para poner esos cuentos en tu cabeza?

—No lo sé. Diez años, supongo —dijo Divine, mirándolo con los ojos muy abiertos.

Era la primera vez que lo había visto realmente enfadado.

—¿Estuviste con él durante diez años después de que te sacó del campamento?

Ella asintió.

—Al principio, lo necesitaba. Tenía a Damian, estaba en periodo de lactancia y…

—Eras una niña —añadió sombríamente—. Necesitabas a alguien que te encontrara

a los huéspedes de los que alimentarte mientras amamantabas, y necesitabas de alguien

que pudiera proporcionarles un techo a los dos.

—Sí —le dijo, inclinando la cabeza.

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—No hay vergüenza en eso —respondió Marcus, con un tono de voz menos

enojado—. Además, como ya he dicho, sospecho que estaba usando su control mental

sobre ti. Parece que veías a Lucian como una especie de hombre del saco, y eso de que hayas

pasado de verlo como un padre a verlo como el hombre del saco de esa forma, es porque

el control mental sin duda estaba involucrado.

Divine se frotó los ojos cansada. Sospechaba que Marcus estaba en lo cierto y se

preguntó cómo no lo había visto ella misma siglos atrás.

—¿Cómo escapaste finalmente de él?

—Estaba fuera buscando huéspedes para traer de vuelta una noche y yo… —Ella se

encogió de hombros—. Sólo empaqué, tomé a Damian y corrí con él.

—¿Sólo así? —preguntó Marcus con el ceño fruncido.

Divine asintió.

—¿Qué pasó para que decidieras hacerlo? —le preguntó después de una pausa.

—No estoy segura de entender lo que quieres decir —le dijo ella lentamente.

—Tú pensabas que lo necesitabas para sobrevivir. ¿Por qué de repente te pareció que

era mejor estar lejos de él?

Divine se mordió el labio y luego admitió de mala gana:

—Llamaba a Damian con el nombre de Leonius.

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arcus dejó caer su cabeza contra la cabecera de la cama y cerró los ojos.

Divine pudo haber llamado a su hijo Damian y enseñarle las reglas acerca

de no dañar a los mortales, pero Abaddon afanosamente había deshecho

todo su buen trabajo desde el nacimiento del niño. Era obvio para él que

Damian y Leonius eran el mismo, el hijo de Leonius Livio I.

—Me enfureció —admitió Divine, atrayendo su atención de nuevo—. Y me asustó.

De repente me sentí desesperada por alejar a Damian de él.

—Él lo llamó Leonius —murmuró Marcus, luego levantó la cabeza para mirarla, y se

limitó a preguntar—: ¿Recogiste a Leonius en ese hotel en Toronto hace dos años?

—No —dijo Divine con firmeza, y él sintió un momento de alivio hasta que ella

añadió—: Recogí a mi hijo, Damian, de allí.

—Ah, mierda —murmuró Marcus, cerrando los ojos de nuevo.

—Él no es como su padre —dijo Divine rápidamente—. Mi tío ha estado acosándolo

y cazándolo desde la guerra entre inmortales y los sin-colmillos, sólo porque lleva la

sangre de su padre, pero Damian no es como Leonius. Yo lo crié con las mismas reglas que

mi abuelo me enseñó. Sabe que no se deben dañar o matar a los mortales. Sin embargo, el

tío Lucian lo ha cazado, matando a los hijos de Damian en el proceso, niños pequeños e

inocentes, la mayoría de ellos menores de diez años.

—¿Qué? —preguntó Marcus, sorprendido por la mera sugerencia. Cuando Divine

asintió, él la miró fijamente durante un minuto y dijo—: Divine, no sé lo que pasó con tus

nietos, pero te garantizo que Lucian no mataría niños pequeños. No a menos que fueran

sin-colmillos y mataran mortales.

—No eran sin-colmillos. La mayoría de ellos no se había convertido aún y eran

mortales —respondió ella.

—¿Aún mortales? —preguntó sin comprender.

Divine se encogió de hombros.

M

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—Algunos de los muchachos parecían ser mortales y luego se convertían cuando

estaban en algún lugar entre los cinco y los diez años.

—Eso no es posible —dijo Marcus rápidamente—. Lo que es más, si Damian es un

sin-colmillos, entonces no es tu hijo.

Ella parpadeó sorprendida ante ese comentario, y soltó una breve carcajada.

—Lo siento, Marcus, pero estás equivocado esta vez. Damian es un sin-colmillos y es

definitivamente mi hijo. Le di a luz.

—No podrías haberlo hecho —dijo Marcus con firmeza—. Divine, te expliqué sobre

los nanos. Se llevan en la sangre. Una madre se los pasa a su hijo.

—O el padre lo hace —dijo ella con certeza.

—No —respondió Marcus firme—. No lo hace. No puede. Está en la sangre, no en el

espermatozoide.

—Bueno, aún así eso no significa que una madre inmortal no pueda tener un hijo

sin-colmillos… desdentado —se corrigió—. Los sin-colmillos y los desdentados son

inmortales también, ¿no es así? Todos tenemos los mismos nanos.

—Ah, maldición —susurró él comprendiendo de pronto—. No te expliqué esa parte

en la caravana.

—¿Qué parte? —preguntó Divine insegura.

Marcus exhaló un suspiro y luego explicó:

—Los sin-colmillos y los desdentados no llevan los mismos nanos que los

inmortales. Los primeros, los sin-colmillos y su progenie, llevan los nanos del primer lote

que los científicos idearon. Pero esos nanos resultaron ser defectuosos de alguna manera.

Un tercio de los sujetos murió cuando se les dieron, y una tercera parte se volvió loca. El

otro tercio estuvo bien. Y después, cuando la Atlántida cayó, ninguno de ellos

desarrollaron colmillos y tuvieron que hacer cortes para alimentarse. Los inmortales locos

que no tenían colmillos fueron llamados sin-colmillos. Los inmortales cuerdos que no

tenían colmillos fueron llamados desdentados para diferenciarlos.

>>Los inmortales —continuó—, son el resultado que obtuvieron los científicos

cuando volvieron a ajustar los nanos. No sé lo que hicieron o cómo cambiaron la

programación, pero el segundo lote de nanos produjo a los que simplemente llevan el

nombre inmortal. Ninguno de ellos murió o se volvió loco cuando los nanos se

introdujeron en sus cuerpos. Y cuando la Atlántida cayó, fue sólo en los inmortales con el

segundo lote de nanos que los colmillos se desarrollaron.

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—Oh —dijo Divine con el ceño fruncido.

Marcus suspiró y luego continuó:

—Debido a que los nanos se llevan en la sangre, el niño se convierte en lo que es su

madre. Una madre mortal tendrá un hijo mortal siempre sin importar lo que sea el padre,

y es lo mismo con un inmortal. Una madre inmortal con el segundo lote de nanos sólo

puede engendrar un niño inmortal. Pero una madre sin-colmillos o una desdentada con el

primer lote de nanos pasará éstos a su hijo y engendrará un desdentado que tendrá una

probabilidad de treinta y tres por ciento de permanecer como desdentado, una

probabilidad de treinta y tres por ciento de convertirse en un sin-colmillos, y una

probabilidad de un treinta y tres por ciento de morir.

>>Tú llevas el segundo lote de nanos, Divine. El niño que diste a luz en ese

campamento, y los hijos que engendres en el futuro, sólo podrán ser inmortales. Si Damian

no es un inmortal con colmillos, entonces él no es tu hijo biológico.

—Pero… —Sacudió la cabeza, con la confusión inundando su rostro—. Le di a luz.

—¿Es posible que tu hijo fuera cambiado por Damian? —le preguntó con suavidad.

Esa parecía la única explicación—. ¿El bebé que diste a luz salió alguna vez de tu vista?

—No, yo… —Divine hizo una pausa y frunció el ceño—. Bueno, Abaddon lo sacó

del cuarto un instante para limpiarlo, pero… sólo se fue un momento antes de regresar con

él envuelto en pañales.

—Este Abaddon debe haber cambiado a Damian por tu hijo entonces. Damian debe

ser el hijo de Leonius y una mujer sin-colmillos. —Levantó las cejas en cuestión—. ¿Hubo

alguna mujer sin-colmillos que diera a luz en esa época también?

—Sí —murmuró Divine, luciendo derrotada—. Una de ellas tuvo un niño el día

anterior.

Marcus asintió.

—Damian probablemente sea su hijo.

—Sí —acordó Divine, y, de pronto, se enderezó—. Pero sigue siendo mi hijo,

Marcus. Yo lo crié, lo amamanté, me preocupé por él, lo eduqué, besé sus rodillas raspadas

y sus heridas. Yo crié a Damian. Él es mi hijo.

—Lamento que te sientas así —dijo con tristeza, y ella lo miró sorprendida.

—¿Por qué?

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—Porque si Damian es el hombre a quien le dispararon en varias ocasiones,

incluyendo una flecha que atravesó su corazón, y fue sacado de la habitación del hotel en

Toronto, entonces él es un asesino a sangre fría, y un sin-colmillos, no un desdentado.

Divine estaba sacudiendo la cabeza incluso antes de que él hubiera terminado.

—No. Él no es un asesino. Le enseñé…

—Si el hombre que recogiste en el hotel es Damian, entonces Damian es un asesino

—dijo Marcus con firmeza—. Él y un puñado de sus hijos mataron a varias mujeres en el

norte de Ontario, y luego secuestraron a una doctora y a su hermana. La doctora fue

rescatada de inmediato, pero uno de los hijos, Veintiuno creo que le llamaban, escapó con

la hermana. El hombre al que recogiste fue capturado en el lugar donde encontraron a las

mujeres muertas, pero se escapó.

Vio a Divine cerrar los ojos ante esta noticia, pero continuó:

—La hermana, que era una adolescente, por cierto, fue rescatada junto con un par de

otras víctimas de la habitación del hotel del que recogiste a tu hijo, así como de la

habitación contigua. Y a él lo llamaban por el nombre de Leonius.

—Dijiste eso antes —murmuró ella triste, luego dijo—. Pero Damian dijo que sólo

estaba allí porque un par de los muchachos se anotaron para un negocio riesgoso y tuvo

que ir a sacarlos de los problemas.

—¿Un negocio riesgoso? —la interrumpió asombrado—. Ellos cortaron a esas

mujeres como leña… y él se jactó de al menos uno de los asesinatos con la doctora que

secuestraron. Y —añadió con dificultad—, una de sus víctimas, una joven llamada Dee,

nos contó cómo Leonius y sus muchachos sacrificaron a su familia. Él no estaba allí para

sacarlos del apuro. Él los estaba guiando en eso. —Marcus le dio un momento para digerir

eso y, a continuación, le dijo—: Todo lo que he dicho es verdad, Divine. Yo no te mentiría.

Eres mi compañera de vida… y créeme que me gustaría que esto no fuera cierto. Porque

esto sí significará que eres una renegada y que vamos a pasar el resto de nuestras vidas

huyendo y escondiéndonos.

Divine se le quedó mirando fijamente durante un minuto, y de pronto se volvió,

dirigiéndose a la puerta.

—¡Espera! ¿A dónde vas? —le gritó, luchando con sus ataduras.

Divine no respondió, simplemente se deslizó fuera de la habitación y dejó que la

puerta se cerrara detrás suyo. Maldiciendo, Marcus renunció a intentar liberar sus

muñecas de las ataduras y comenzó a sacudirlas, tratando de romper la tela. En su lugar,

al cuarto tirón, la cabecera de la cama se partió, separándose de su sitio. Eso fue suficiente.

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Marcus sacó los lazos de la madera rota y rápidamente la desató de sus muñecas mientras

se deslizaba fuera de la cama. Se precipitó hacia la puerta, pero cuando se apresuró a salir

al pasillo y miró a ambos lados, estaba vacío.

Marcus maldijo y volvió a la habitación, con la intención de vestirse e ir tras ella, sólo

para encontrar que la puerta se había cerrado detrás de él… y que estaba bloqueada.

—Genial —murmuró, estrellando un puño en el panel de madera con furia.

Divine siguió esperando a que Marcus corriera detrás de ella y la detuviera mientras

se abría camino hacia el estacionamiento del hotel donde estaba estacionada la camioneta.

No sabía si estaba aliviada o decepcionada cuando eso no sucedió. Un poco de ambos,

supuso Divine mientras se deslizaba en el asiento del conductor y arrancaba el vehículo.

Sin embargo, probablemente era lo mejor. Ella sabía que lo era. Pero eso no lo hacía más

fácil. Claro que había muy poco en su vida que pareciera ser fácil.

Aunque Marcus había querido saber más sobre ella durante su charla, al final fue

ella quien había aprendido más de él. Todo lo que él descubrió fue que realmente era la

renegada que había sido enviado a encontrar. Pero ella descubrió que su hijo no era su

hijo, que era un asesino, y que Abaddon probablemente había estado utilizando el control

mental en ella desde el primer momento para salirse con la suya.

Divine efectivamente no podía creer que no se hubiera enterado antes de esto. Ahora

que Marcus lo había dicho, parecía tan obvio. Su miedo a su tío había sido tan sólido y

profundo, con pocas dudas... y tan constante. Abaddon debió haber alimentando eso en

sus pensamientos día tras día durante aquellos primeros diez años, y después reforzado

ese proceso cada vez que ella se lo había encontrado.

Por supuesto, el hecho de que él hubiera jugado con sus propios miedos

probablemente había ayudado. Ella había admirado y envidiado a esas dos mujeres

inmortales que habían elegido la muerte por encima del abuso de Leonius. Incluso se

había preguntado si esa no era la opción más honorable. Habían escapado, después de

todo, aunque sólo fuera con su muerte. No tenían por qué sufrir el dolor y la humillación

que él había dispensado sobre ella y los demás. Eran libres. El honor de su familia estaba a

salvo… mientras que ella había temblado, llorado y gritado de dolor y terror, rogándole

que no la lastimara, arrastrándose a sus pies como una patética…

Divine le dio una sacudida furiosa a su cabeza mientras encendía el motor de la

camioneta. Pudo haber hecho todo eso por casi cuatro meses, pero luego se había quedado

embarazada y la vida había sido más soportable… y había sobrevivido. Había vivido más

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de dos mil años desde entonces. Había conocido a millones de personas en los últimos

años, algunas brillaban como relucientes estrellas, y otras que necesitaban un poco de

orientación para encontrar ese brillo.

Divine había pasado su vida ayudando a los demás. ¿Seguramente eso compensaba

algo de la vergüenza que su familia podría haber sufrido? Y era probable que eso hiciera

que lo que ella había sufrido fuera, si no valioso, ¿al menos soportable?

Su vida había sido extensa, con muchas alegrías serenas, momentos de satisfacción o

paz. Puede ser que hayan sido momentos tranquilos, escondidos, en comparación con los

momentos brillantes y ardientes que había compartido con Marcus estos últimos días,

pero eran momentos y cada uno de ellos había tenido lugar lejos de Abaddon. No había

disfrutado ni un segundo de paz o gozo en la presencia de Abaddon. Esa era parte de la

razón por la que al final había tomado a Damian y escapado del hombre, y por qué pasó

tan poco tiempo con su hijo después de enterarse de que él había acogido a ese hombre de

vuelta en su vida.

Ahora Divine se preguntaba si todo esto era culpa suya. Damian podría no ser su

hijo de sangre, pero ella lo había criado, él era su hijo. Y había sido un niño dulce al crecer.

Siempre sonriente, siempre dispuesto a agradar. Fue después de que habían dejado a

Abaddon que Damian había cambiado, convirtiéndose en alguien recluido y

malhumorado.

Al principio, Divine había pensado que sólo extrañaba al hombre y que lo superaría,

pero después ella le había echado la culpa a la pubertad. Todos los adolescentes eran así,

¿o no?

A los doce años, él había empezado a vagar por el bosque o las ciudades,

dependiendo de donde vivían, desapareciendo durante horas a pesar de que ella le insistía

con vehemencia que permaneciera cerca de la casa. A los dieciséis años había empezado a

desaparecer durante días. Al volver siempre estaba frenético de felicidad; riendo,

charlando a mil por hora, contándole cuentos de sus aventuras durante el viaje. Se lo había

permitido en ese momento porque lo consideraba un hombre en ese período.

Damian tenía dieciocho años cuando se fue una semana en lugar del habitual día o

dos. Preocupada de que Lucian —quien Abaddon le había asegurado que seguía

buscándolos— finalmente hubiera encontrado a su hijo, Divine había ido a buscarlo y lo

encontró escondido en una choza abandonada. Estaba fuera, riendo y charlando junto al

fuego con otra persona, Abaddon. Y Abaddon lo había estado llamando Leo, recordó.

Había estado tan furiosa por encontrarlo con el hombre que había permitido que eso se

deslizara fuera de su mente en ese momento.

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Divine había intentado enviar lejos a Abaddon, pero Damian había protestado.

Abaddon era su amigo.

—Abaddon no es nuestro amigo —le había dicho furiosa—. Él era el perro faldero de

Leonius Livio.

—¿Te refieres a mi padre? —le había preguntado Damian.

Divine se había limitado a mirarlo boquiabierta. Ella nunca le había hablado de su

padre. ¿Cómo podía decirle a su hijo que era producto de una violación? ¿Que su padre

era un hombre al que detestaba, que la había torturado y violado durante meses antes de

que él hubiera sido concebido? Ella no se lo había contado antes de eso, y no lo iba a hacer

entonces.

En cambio, se había erguido y le había dicho:

—Eres lo bastante mayor como para hacer lo que desees y vivir donde quieras ahora.

Pero no quiero tener nada que ver con este hombre. Nunca lo lleves a mi casa cuando

vengas de visita.

Ella se había girado e ido entonces. Damian no la había seguido. Y Divine

simplemente siguió con su vida. Él la había visitado a menudo durante los primeros

cincuenta años más o menos, en términos relativos. Fue sólo un año después de eso

cuando Damian había llegado a ella con su primer nieto. Cuando le había preguntado su

nombre, él le había dicho que la madre no le había dado uno y que no quería al chico. Ella

se había ofrecido a criarlo y sospechaba que él había contado con eso.

Divine había llamado al chico Luc y lo había amado como propio. Se le rompió el

corazón cuando Damian fue a visitarla en el décimo cumpleaños del muchacho y decidió

que necesitaba un padre y que debía ir con él. Ella estaba absolutamente devastada, sin

embargo, cuando había ido a visitar a Damian y al chico unos meses más tarde, solo para

descubrir que su campamento había sido allanado por los rastreadores de Lucian y que el

chico no había escapado. Estaba muerto.

Los viejos temores sobre su familia de inmediato habían vuelto a surgir y nació el

primer pensamiento de enojo hacia ellos. Luc fue sólo el primero de sus nietos que Divine

había criado. Damian le había traído a ocho durante los primeros dos siglos. Había criado

a cada uno como propio, con todo el amor que podía darles, para después tener que verse

obligada a soportar que su hijo se los llevara para terminar su crianza por sí mismo.

Algunos se habían convertido en sin-colmillos después de dejarla, otros no, cosa que

Abaddon había dicho que era normal. Él había dicho que algunos niños eran así, sus

necesidades de sin-colmillos simplemente no se hacían presentes hasta la pubertad.

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Por supuesto, ahora que Marcus le había explicado lo de los nanos, se dio cuenta de

que ese no podía ser el caso en absoluto.

Esos chicos debían haber sido dados a luz por mujeres mortales. Si ellos se

convirtieron en sin-colmillos más tarde, fue porque Damian debía de haber tratado de

convertirlos. Ahora ella se preguntaba si esa era la verdadera causa de sus muertes,

porque ninguno de los nietos que ella había cuidado sobrevivió hasta la edad adulta. Cada

uno de ellos supuestamente había muerto, asesinados por los espías o cazadores de los

Argeneau. Y luego Damian había dejado de traerle los hijos que engendraba, alegando que

ella los volvía débiles.

Una vez que él dejó de llevarles a sus hijos, las visitas de Damian se habían vuelto

más escasas. Algunos siglos lo había visto con más frecuencia que otros, pero se habían

espaciado hasta ocho décadas entre esas visitas. De hecho, Divine a menudo se había

asombrado de que él fuera capaz de encontrarla cuando la visitaba o enviaba por ella. Ya

que estaba constantemente en movimiento, después de todo.

Divine suspiró y se frotó los ojos irritada. Los pensamientos de sus nietos siempre la

hacían llorar. Pero era más que eso en este momento. Mirando hacia atrás con la nueva

información que tenía, estaba viendo un montón de mentiras que le habían dicho y se

preguntaba qué había sido cierto en su vida. También deseaba no haber sido tan crédula y

aceptado lo que Abaddon había dicho. De hecho, en realidad no entendía por qué lo había

hecho. Había detestado al hombre. ¿No debería haber dudado de cada palabra que saliera

de su boca?

La influencia parecía la respuesta obvia. Todo lo que podía pensar era que él había

usado control mental, influenciándola y aguijoneándola mentalmente para asegurarse de

que le creyera. Sin embargo, ya no importaba; ya sea que hubiera utilizado influencia o

que simplemente estuviera ciega y estúpida, el resultado final era el mismo. Divine se

quedó con las ruinas de una vida, sin casa, sin familia, sin amigos y sin poder reclamar a

su compañero de vida. También la dejó con un hijo que, si Marcus decía la verdad, era un

asesino como su padre. Y también lo eran sus nietos.

Divine negó con la cabeza. Nunca había visto ninguna evidencia de ello. Las mujeres

que habían estado cerca cuando había ido de visita… con franqueza, no había pensado

mucho en ellas. Todas habían lucido descuidadas y demacradas, y siempre habían estado

drogadas como cometas cuando había ido de visita, al igual que sus nietos. Ahora tenía

que preguntarse sobre eso también. ¿Estaban drogados o simplemente los mantenían así

cuando ella andaba alrededor de modo que no pudiera leer el miedo o el terror en sus

mentes? Los narcóticos enturbiaban los pensamientos lo suficiente como para hacerlos

incomprensibles.

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¿Eran esas pobres mujeres víctimas como ella lo había sido del padre de Damian,

Leonius? La boca de Divine se apretó. Marcus había dicho que Damian se hacía llamar por

el nombre de su padre y nombraba a sus hijos Leonius también, por lo que tenía que

llamarlos a cada uno por su número de orden de nacimiento. Había oído que los llamaba

por números a lo largo de los siglos. Por ejemplo, había llamado a Rufus, el nieto grosero

que ella por lo general quería golpear, Cuatro —en más de una ocasión, a pesar de que con

frecuencia en frente suyo sólo los llamaba chicos.

Sus pensamientos volvieron a las mujeres. Divine no podía soportar la idea de que

su hijo estuviera tratando a las mujeres como su padre la había tratado a ella. Tenía la

intención de encontrarlas y ponerlas en libertad si ese era el caso. Tenía la intención de

descubrir toda la verdad si podía.

Al ver una estación de servicio, Divine desaceleró y se estacionó. Como esperaba,

había un teléfono público allí, al lado del edificio. Tenía que llamar a Damian y averiguar

dónde se encontraba. No quería conducir todo el camino hasta el último lugar en el que

había estado sólo para descubrir que se había mudado.

Divine siempre había tenido buena memoria. Sospechaba que eso tenía algo que ver

con los nanos. Ciertamente no recordaba el número de Damian porque lo usara en exceso.

Por lo general, lo llamaba una vez al mes o algo así. Al menos lo había hecho hasta hacía

un par de días, cuando él la había llamado de pronto diciendo que estaba en la zona y que

necesitaba verla.

El teléfono apenas sonó una vez antes de ser atendido, pero no fue Damian quien

contestó, sino Abaddon. El sonido de su voz de inmediato la hizo rechinar los dientes.

—Quiero hablar con mi hijo.

—Lo siento, Basha, está jugando con una de sus pequeñas amigas en este momento

—dijo Abaddon dulcemente—. ¿Puedo tomar el mensaje?

Divine no se molestó en insistir que utilizara el nombre Divine, sino que

simplemente gruñó:

—¿Todavía están en la casa en que me desperté el otro día?

—No —dijo Abaddon enseguida—. Nos hemos mudado. Tenía ganas de ver el

espectáculo del Cirque du Soleil, y tu hijo estuvo dispuesto, así que nos dirigimos a Las

Vegas. Estamos a media hora de esa ciudad.

Divine se quedó inmóvil. Esa parecía ser una feliz coincidencia, pero dudaba que lo

fuera. Después de todo, ella sabía que Abaddon tenía a algunos de los hijos de Damian

vigilándola. Probablemente le habían dicho que ella y Marcus estaba en Las Vegas, y esa

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era la verdadera razón por la que él estaba aquí. La única pregunta era ¿por qué? Los

chicos podían reportarlo en sus informes. Él no tenía que permanecer cerca.

Apretando los dientes, le preguntó:

—¿Cuál es la dirección?

Cuando él terminó de decírsela, Divine colgó sin despedirse y regresó a la camioneta

para comprobar el GPS. La dirección que le había dado estaba a media hora fuera de la

ciudad, pero al otro lado de donde ella estaba ahora. Y parecía estar en medio de la nada,

notó, haciendo que la imagen del GPS se agrandara.

Estableciendo esa dirección como destino, Divine encendió la camioneta y cambió la

marcha. La devolvería al estacionamiento del hotel después de enfrentarse a su hijo. Si es

que sobrevivía a la confrontación. Divine sospecha que uno de ellos no lo haría. Si él

estaba matando gente, Damian era una amenaza, y aunque técnicamente ella no lo había

traído a este mundo, lo había criado, era responsable de él, y lo mataría si tenía que

hacerlo.

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ivine paró la camioneta y la dejó en el estacionamiento, pero no salió. En su

lugar, simplemente se sentó y miró al edificio al que el GPS la había llevado.

Parecía como un viejo almacén abandonado, aunque por qué alguien

almacenaría algo aquí en medio de la nada, no lo sabía. Lo único en lo que

podía pensar era que la tierra probablemente era barata como la saliva.

Aunque, por cómo se veía, incluso eso no habría sido suficiente para que

valiera la pena una vez que el precio de la gasolina hubiera comenzado a dispararse. Por

lo que adivinaba, nadie había usado el edificio en al menos treinta años... hasta ahora.

Otro palacio para mi hijo, pensó Divine gravemente. En el pasado, habría culpado a su

tío por hacer vivir así a Damian. Ahora se preguntaba si Damian no elegía lugares como

éste por la falta de vecinos. No había nadie para oír los gritos si realmente había seguido

los pasos de su padre y estaba torturando mujeres en ese edificio.

Con la boca tensa, Divine finalmente salió de la camioneta y se dirigió al edificio.

Había varias puertas para elegir, media docena de puertas de carga a las que las

furgonetas habrían retrocedido, y una puerta para clientes y empleados habría sido usada

para entrar a pie. Eligió la última.

Divine no se molestó en llamar, sino que simplemente levantó la mano y giró el

pomo, sin sorprenderse cuando se abrió sin impedimento. Damian nunca había estado

excesivamente preocupado por la seguridad... algo que siempre la había frustrado ya que

había pensado que quizás los asesinatos de su nieto podrían haberse impedido con incluso

una pizca de seguridad.

Empujando ese pensamiento a un lado, Divine entró. Obviamente aquí era dónde los

clientes habrían sido recibidos cuando aún había estado en uso. Era un área de recepción

grande con una larga encimera corriendo desde una punta hasta casi la otra. Más allá

había un escritorio viejo, algunos archivadores, y la puerta a otra sala. A pesar del hecho

de que estaba brillante por la luz del día y la parte delantera de las oficinas tenían grandes

ventanales, esta sala estaba poco iluminada. Una buena limpieza de la mugre que cubría

las ventanas habría arreglado eso, pero Divine no estaba aquí para actuar de ama de casa

para su hijo. Además, evitar la luz del sol era siempre algo bueno. El daño de la luz del sol

significaba que se necesitaba más sangre y era necesario alimentarse con más frecuencia.

D

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Divine se movió alrededor de la encimera, sus ojos observando todo cuando cruzó la

segunda puerta. No había mucho más que ver, unos pocos trozos de viejo papel amarillo

en el suelo junto con años de polvo acumulado y mugre. A través de la puerta, encontró

una sala que estaba oscura como la boca de un lobo.

—Hiciste un buen tiempo.

Divine estrechó sus ojos ante el sonido de la voz de Abaddon y esperó a que su

visión nocturna hiciera efecto. Una vez hecho, vio que estaba en una gran habitación con

una larga mesa y varias sillas. También había una pequeña cocina con una blanca nevera

gastada y armarios de cocina, la mitad de ellos sin puertas. Con respecto a Abaddon, él

estaba sentado en una silla a la mesa, tan cómodo como quisiera. Sus ojos brillaban

dorados en la oscuridad.

Yendo a su lado, Divine buscó en la pared el interruptor, encontrándolo y

encendiéndolo, pero no ocurrió nada.

—No hay electricidad —dijo Abaddon amablemente.

Un crujido llamó su atención de vuelta a él cuando encendió lo que parecía ser una

linterna en la mesa. Giró una rosca y la linterna bajó a un débil brillo que apenas

iluminaba un pequeño círculo alrededor de dónde estaba sentado.

—Solar —explicó Abaddon—. Mucho más barato que la gasolina o las pilas.

Dejamos esto fuera durante el día mientras dormimos y pueden iluminar la noche para

nosotros. Soy un gran partidario de la energía solar —dijo con una sonrisa, y las sombras

lanzadas por la luz le hicieron parece como el diablo.

El diablo en un polvoriento traje azul para correr, pensó Divine, mirando al hombre con

disgusto. Donde ella y Leo eran de cabello claro, Abaddon tenía el cabello oscuro, ojos

marrones con doradas manchas en ellos, y una cara afeitada y limpia. Parecía común y

corriente; constitución promedia, apariencia promedia, totalmente no peligroso. Mucha

gente le confundiría con un hombre de negocios en su camino fuera del trabajo después de

un día ocupado... hasta que era demasiado tarde.

—¿Dónde está Damian? —le preguntó ella poco después.

—De camino. Llegaste antes que él. Pero claro, como dije, hiciste un buen tiempo.

—Estaba en las Vegas —dijo Divine fríamente—. Pero claro, ya sabías eso.

—¿Ah, sí? —preguntó él ligeramente.

—Si no era así, entonces tus espías están fallando.

—Oh —dijo Abaddon suavemente—. Así que lo sabes.

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—¿Qué me has tenido dando vuelta durante dos milenios? —preguntó Divine

gravemente.

—Dos milenios más setecientos cuarenta y siete años —corrigió Abaddon—. Estoy

bastante orgulloso de que me dieras cada día que me merezco.

Divine le miró. No había culpa o consternación por ser atrapado, no es que hubiera

esperado eso, pero había esperado algo, y no había reacción aparente en su cara después de

todo. Le miró con odio durante un minuto y entonces dijo:

—Si Damian realmente está viniendo, esperaré para hablar con él.

—Él no está viniendo —dijo Abaddon—. De hecho, no sabe de este lugar o incluso

de esta reunión. Le dije que tenía algunos asuntos personales que atender y sugerí que hoy

se relajara y jugara. Tomó mi consejo —añadió Abaddon con placer, y sonrió cuando ella

maldijo—. ¿Deduzco que estás decepcionada?

—Sólo porque él tomara tu consejo en algo —dijo ella bruscamente.

—Siempre toma mi consejo, Basha. Me ve más como un padre de lo que tú nunca

serás —dijo Abaddon, su voz goteando pena fingida—. Porque mientras tenía que

esconder su verdadera naturaleza de ti, siempre podía ser él mismo conmigo. Lo conozco

y lo acepto por lo que es más que intentar convertirle en lo que quiero que sea.

—Oh, supéralo, Abaddon —gruñó, furiosa—. Nunca fuiste un padre para él. Le

gustas porque siempre le dejas hacer las cosas a su manera. Yo era la madre, diciéndolo

no, castigándole cuando hacía algo mal, y enseñándole bien desde la equivocación.

—Hmm —añadió Abaddon—. Debe ser por eso que se confesó a mí cuando

comenzó a torturar y matar animales y niños pequeños cuando era un chico.

Divine se tensó y se sintió pálida por esas noticias. ¿Su hijo había torturado y matado

animales y niños pequeños? Animales era bastante malo, pero ¿niños pequeños? ¿Cómo

pudo no haber sabido...?

—Porque cuando él lloraba y se preocupaba de que te enfadaras si lo averiguabas, le

ayudaba a esconderlo —dijo Abaddon como si ella hubiera dicho sus pensamientos en voz

alta. Sonriendo, añadió—: Leo estuvo preocupado durante un tiempo de estar sucio y que

hubiera algo malo con él, pero le expliqué que era simplemente su naturaleza. Como la

picadura de una abeja y el acecho de un león, él había nacido para ser así. Su padre era así

antes que él y era sólo como quería ser. Fue entonces cuando comencé a llamarle Leonius...

y le gustó.

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—Bastardo —gruñó ella, lanzándose hacia él. Divine quería sacarle los ojos, ahogarle

y arrancarle la cabeza en ese momento, pero ni siquiera llegó a tocarle. Divine apenas

había dado dos pasos cuando fue agarrada por detrás.

Maldiciendo, giró su cabeza de lado a lado para ver que había sido agarrada por dos

de sus nietos. Sin duda las que habían sido enviados para espiarla, se dio cuenta Divine, y

se preguntó cómo podía haberse olvidado de ellos.

—Siéntenla en la silla y encadénenla —ordenó Abaddon poniéndose de pies, y

Divine se encontró con unos brazos fuertes que la hicieron cruzar la habitación y la

dejaron en la silla que él acababa de desocupar. Uno de sus nietos —uno de los hijos de

Damian, se corrigió—se movió a la nevera, la abrió y recuperó algunas cadenas y varios

candados de un montón del interior. Parecía que habían venido preparados. Divine solo

deseaba haber hecho lo mismo. Había estado tan determinada a hablar con su hijo que no

había considerado un escenario así.

Permaneció en silencio mientras los dos jóvenes sin-colmillos trabajaban. Abaddon

les observó, comprobando las cadenas después, y asintió con satisfacción. Él entonces

murmuró un alto a uno de ellos. A pesar de su oído inmortal, todo lo que Divine captó fue

las palabras “Quiero que esperes por...” mientras Abaddon caminaba fuera de la habitación.

Volvió solo un momento después, pero ni siquiera lanzó una mirada hacia Divine antes de

comenzar a pasear, su cabeza baja, la expresión pensativa.

Divine frunció el ceño, su mirada deslizándose al joven sin-colmillos aún detrás de

ella. Se había movido para apoyarse contra la pared, una expresión aburrida en su cara. Su

mirada se deslizó de vuelta a Abaddon, aún paseando.

—¿A qué estás esperando?

—A tu compañero de vida —respondió Abaddon ausentemente, continuando su

paseo.

—Bueno, entonces estás perdiendo tu tiempo —dijo ella—. Marcus no vendrá aquí.

No sabe dónde estoy.

—Sí lo sabe. Dejé un mensaje para él en el hotel con esta dirección —murmuró

Abaddon, sacando el teléfono cuando hizo el sonido de una sirena. Obviamente era un

mensaje de texto, y uno que le molestó, porque comenzó a teclear un mensaje de

respuesta, su boca retorcida con desagrado. Terminó su mensaje, comenzó a deslizar el

teléfono de vuelta a su bolsillo, pero paró y lo sacó de vuelta cuando hizo ese sonido de

sirena otra vez. Murmuró con exasperación a lo que fuera que el último mensaje recibido

dijera y rápidamente tecleó otra respuesta. Esta vez, cuando guardó el teléfono, miró a

Divine y anunció con irritación:

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—Tu hijo está aburrido.

—No es mi hijo —dijo Divine fríamente—. Tú eres el que le animó a ser como es.

—Bueno, sí, porque eso es lo que hace un padre, Basha —dijo con exasperación—.

Un padre se supone que anima al hijo.

—Él no era tu hijo para animarlo —gruñó ella.

—No, pero tampoco era su padre, y aún así le animé y le ayudé a encontrar todo su

potencial —dijo Abaddon con un encogimiento de hombros.

—¿Ayudaste a Leonius Livius a encontrar su verdadero potencial? —se hizo eco

dudosamente.

—Por supuesto. ¿Realmente crees que él tendría la idea de crear un ejército de sus

propios hijos por sí mismo? —preguntó secamente—. El hombre no pensaba más allá de

su placer, menos el día siguiente. No estaba preocupado porque los otros refugiados

atlantes oyeran lo que estaba haciendo y se levantaran contra él.

Divine solamente le miró. Siempre había pensado que Abaddon era sólo otro

seguidor del hombre. Que se había presentado en escena después de que Leonius Livius

estuviera bien con el plan. Ahora estaba sugiriendo que había estado ahí desde el

comienzo.

—Muchos sin-colmillos están locos, pero realmente no son naturalmente crueles —

conferenció, aparentemente determinado a convencerla y a reclamar el dudoso honor de

ser la marioneta maestra detrás del monstruo—. Mayormente sólo parecen estar faltos de

conciencia y no les importa a quién o cómo hagan daño para conseguir lo que quieren. Así

fue la crueldad de Leo y la de su padre antes que él, ¿verdad? Eso tenía que ser alimentado

y ayudado a crecer en ellos, y yo hice eso por ambos, por Leonius Livius I y por el hijo que

tú criaste.

Divine le miró con horror.

—Arruinaste a Damian.

Él bufó por el reclamo.

—¡Tonterías! No puse el cuchillo en su mano la primera vez que troceó a un niño.

Solo le ayudé a desarrollar todo su potencial una vez lo reveló.

Ella estaba sacudiendo su cabeza en negación antes de que él terminara de hablar.

—Él tenía conciencia, acabas de decir que estaba llorando y preocupándose por lo

que había hecho. Sabía que estaba mal. Si yo lo hubiera sabido y...

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—Él estaba llorando y preocupado por la posibilidad de ser atrapado y por las

consecuencias —corrigió Abaddon afiladamente—. Tenía miedo de que su mami se

enfadara y ya no le amara. —Los labios se fruncieron con disgusto, y añadió—: El chico

tenía algunos temas serios con mamá, Basha. A pesar de todo lo que había hecho por él, te

escuchaba a ti por encima de a mí cuando sentía que tenía que hacerlo para

tranquilizarte... y no quería hacerte daño o enfadarte. —Frunció el ceño y añadió—: Eso sí,

podría preocuparse menos por eso si supiera que su preciosa mami estuvo pensando en

entregarlo a su tío Lucian. ¿Qué tipo de madre te hace eso?

—Él está torturando y violando a mortales inocentes —ladró ella defensivamente,

ardiendo por la acusación de que querer detener a Damian la hacía una mala madre.

—Y matar. No olvides eso —añadió Abaddon con una sonrisa—. ¡Pero inocente,

bah! —se burló, y luego dijo con disgusto—: Muchas de ellas estaban fuera de control,

putas y yonquis que tenían una corta esperanza de vida.

—Siendo incluso más cortas por la llegada de mi hijo a sus vidas —gruñó Divine—.

Y dijiste muchas de ellas, ¿qué pasa con las otras? ¿Cuántas vidas ha llevado a un final

temprano? ¿Cuántas mujeres ha torturado antes de matar?

—Mujeres y hombres —corrigió él—. A diferencia de su padre, Leo tiene un gusto por

los picnics familiares. Algo que le inculcaste, por cierto.

—¿Picnics familiares? —preguntó con desconcierto.

—Sí, ya sabes, encontrar una familia bastante saludable en una granja y llevarlos a

todos al granero para una comida. Aunque creo que tú estás acostumbrada a tomarles de

uno en uno y generalmente en la parte de atrás del porche o detrás del granero. Por

supuesto, nunca le dejaste hacer daño o matarles, le hacías tomar la suficiente sangre antes

de ponerles de vuelta en sus camas. Aun así, esos son recuerdos cariñosos para él y le

gusta revivirlos.

—¿Revivirlos? —se hizo eco ella inseguramente.

—Sí. Así es, a Leo le gusta hacer cosas en una escala más grande.

—¿Más grande cómo? —preguntó, segura de que no le gustaría la respuesta.

Abaddon la consideró brevemente, pero aparentemente no pudo resistirlo y se dio

prisa en reclamar la silla enfrente de ella. Apoyado contra la mesa, él sonrió entusiasmado

y explicó:

—Mira, él consigue media docena o así de chicos y encuentran una granja aislada

con una bonita familia grande. Pero ahí es donde su alimentación difiere de las que le

enseñaste. En lugar de tomar a un miembro a la vez, él y los chicos hacen salir

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bruscamente a todos de sus camas y llevan a toda la familia al granero. Ahora, están aún

en sus pijamas, molestos, y mami y los niños están abrazados y un par de los chicos evitan

que salgan corriendo y aparten la mirada, haciéndolos observar mientras papá está

colgado por los pies como un cerdo para la matanza, y entonces... —Se encogió de

hombros—. Bueno, le masacran.

Divine cerró sus ojos contra las imágenes que le estaba pintando, pero continuaron

jugando a través de su mente mientras él añadía:

—Realmente es algo que ver, todos los chicos trabajando juntos con su padre cuando

cortan y trocean a su presa. Lo hacen lentamente, por supuesto, para prolongar el placer.

—Cállate —susurró Divine.

—Algunas veces están sedientos y paran para dar tragos de la sangre de los cubos

que dejan debajo de él para capturar el precioso líquido, pero otras veces... aunque esto es

sólo al final —le asegura—, uno de ellos golpea la arteria principal como una carótida, o...

y esto es genial, la cubital o la radial en uno de los brazos que cuelgan, y entonces sólo se

ponen de pie allí y lo dejan fluir en sus bocas desde su brazo como si fuera el chorro de

una tetera.

—Cállate —repitió Divine, su voz más fuerte pero rasposa. Sentía que su garganta se

estaba cerrando.

—Oh, lo siento, ¿te estoy poniendo sedienta? —preguntó atentamente.

—¿Sedienta? —repitió con incredulidad—. Me estás poniendo enferma.

—Oh —dijo Abaddon con fingida sorpresa, luego chasqueó la lengua y sacudió su

cabeza—. Siempre tuviste un estómago débil, ¿verdad? Ah, bueno. —Se encogió de

hombros y luego dijo—: De todas formas, eso normalmente termina con el padre y cuelgan

a la madre a continuación, también al revés, lo cual es práctico para conseguir que su

camisón salga del camino si lleva uno y entonces lo hacen todo otra vez. Por supuesto, ella

es seguida por el niño mayor y así sucesivamente.

Incapaz de matarle encadenada a la silla como estaba, Divine sólo inclinó su cabeza,

intentando callarle cuando él terminó:

—Así que hay un incendio, la sangre, los gritos, y la diversión para terminar con

todo. Los chicos lo adoran. Todos se excitan cuando Leo dice que van de picnic familiar.

—Querido Dios —gimió Divine.

—Oh, no seas así —reprendió Abaddon—. Tu hija fue una niña con los ojos azules

como la plata y el cabello rubio hielo como el tuyo bajo ese repugnante tinte. Ella... —Paró

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cuando su teléfono hizo otro sonido, esta vez un twitter. Sacándolo, miró fijamente el

mensaje y sonrió—. Bueno, Marcus hizo un buen tiempo, también. Acaba de estacionar.

Divine sintió que su corazón se hundía por esa noticia. A pesar de que dijo que

estaban esperando a Marcus, había esperado que le estuviera mintiendo o que Marcus

tuviera el sentido de no venir al final. Incluso habría estado feliz de hacerle odiarla ahora

que sabía que era la mujer que había rescatado inconscientemente a un monstruo cuando

se había dejado llevar por su hijo y le había alejado ese día en el hotel. Se odiaba a sí

misma por eso ahora que había oído lo que él había estado haciendo todos esos años.

Divine no podía imaginar la sangre que el hombre que había creído su hijo, Damian,

tenía en sus manos. Pero sabía que cada gota estaba en sus manos también. Ella le había

fallado como madre. Debería haber escapado de Abaddon en el momento que salieron del

campamento. Debería haber... bueno, realmente no sabía qué más podría haber hecho para

prevenir esto, pero estaba segura de que había algo.

Marcus paró el sedán de alquiler al lado de la camioneta que Divine había tomado y

sondeó el edificio de delante, preguntándose cuántas personas había dentro. Estaba

caminando hacia la guarida del león y haciéndolo voluntariamente. ¿Por qué? Porque el

mensaje que dejaron para él en el hotel había dicho que si venía y renunciaba a su vida, la

de Basha sería perdonada.

Tanto como Marcus estaba preocupado, eso le había dejado poca elección. Ella era su

compañera de vida. Era así de simple. Prefería cortarse su propia cabeza que verla herida

de alguna manera. No sabía si rendir su vida salvaría la de ella al final. No era lo bastante

idiota como para confiar en que este Abaddon, quien había dejado el mensaje, realmente

dejara ir a Divine.

Marcus tampoco sabía cuánto tiempo tenía antes de que Lucian y los otros les

rastrearan. Habían estado esperando detrás del desfile la pasada noche. Él los había

llamado en el taxi de camino a comprar ropas la pasada noche para decirle a Vincent que

iba a llegar un poco más tarde de lo que esperaban, que Divine había estado de acuerdo en

contarle todo pero que llevaría tiempo. De alguna manera, ahora era mediodía del día

siguiente y no había llamado otra vez, ni había respondido a ninguna de las muchas

llamadas de ellos esta mañana. Primero había estado atado y hablando con Divine en el

dormitorio mientras su teléfono estaba en el bolsillo de su pantalón en el cuarto de baño y

no había oído las primeras llamadas, luego había estado tan desesperado por llegar a ella

que ignoró el resto. Además, no sabía qué decir, si les llamaba pidiéndoles ayuda o no.

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Marcus no estaba seguro de que Divine estuviera más segura en sus manos de lo que lo

estaba con el hombre que había criado como su hijo.

El sonido de un coche lanzó su mirada hacia el espejo retrovisor. Marcus no se

sorprendió al ver el coche que se detuvo detrás del suyo alquilado. Le habían seguido todo

el camino desde el hotel en Las Vegas. Pero ahora que ya no estaban manteniendo una

distancia segura entre ellos, pudo ver a los dos hombres en el interior. Podrían haber sido

gemelos a pesar del hecho de que uno tenía la cabeza afeitada y el otro el cabello largo con

hebras desordenadas. Definitivamente eran hijos de Leonius Livius II. Todos sus hijos

parecían asemejarse a él en apariencia.

Los hombres salieron de su vehículo, pero simplemente se apoyaron en él,

esperando pacientemente, ambos vestidos en vaqueros y camisetas. Ninguno parecía

demasiado molesto por el hecho de que estaban de pie bajo el sol del mediodía y tendrían

que alimentarse más por eso después. Porque saben que se alimentarán de algún pobre mortal

que arrancarán de su cama o de la calle, pensó Marcus.

Con la boca tensa, salió del coche y se dirigió hacia la puerta principal del edificio,

sin ni siquiera molestarse en mirar alrededor para ver si los hombres le estaban siguiendo.

Marcus sabía que lo estaban haciendo. Lo habría sabido incluso si no pudiera oír el crujido

de la tierra y la piedra bajo sus Doc Martens.

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h, aquí estás. Gracias por venir tan rápidamente.

Divine se sacó de sus pensamientos y miró hacia

la puerta cuando Abaddon dijo esas palabras. Su

corazón saltó y luego se hundió cuando vio a Marcus

caminar tranquilamente en la sala, dos hijos más de

Damian en sus talones.

De Leonius, se corrigió ella. Eran hijos de

Leonius. Él podría haber sido Damian cuando era niño, pero ya no lo era. Había elegido su

camino, y había elegido su nombre. Él era Leonius II ahora, y ella nunca podría olvidarse

de eso.

—Ven, siéntate —dijo Abaddon jovialmente, gesticulando hacia la silla que él había

desocupado momentos antes.

Marcus cruzó hacia la silla, sus ojos moviéndose sobre Divine con preocupación

cuando se situó frente a ella.

—Estoy bien —le susurró tristemente, realmente deseando que él no hubiera venido.

—Por supuesto que lo está, Marcus. ¿Te importa si te llamo Marcus? —preguntó

Abaddon, gesticulando hacia los hombres, quienes inmediatamente recuperaron más

cadenas y comenzaron a encadenar a Marcus en la silla—. Y tú, por supuesto, deberías

llamarme Abaddon. O Abby, si gustas.

Marcus le ignoró, también a los hombres que le estaban encadenando, y solamente

miró a los ojos de Divine como si ella fuera lo único allí. Podía ver la plata girando a través

de la negrura de sus ojos y estaba segura de que sus emociones eran una mezcla

tumultuosa de enfado, preocupación y algún sentimiento más suave al que ella no se

atrevía a llamar amor. Pero no sabía si estaba enfadado con ella o con Abaddon.

Probablemente con ambos, pensó infeliz y luego miró hacia Abaddon cuando ordenó a los

dos hombres recién llegados que salieran y mantuvieran ojo atento por compañía. Los dos

hombres se fueron, dejando sólo a Abaddon y al nieto que se había quedado detrás suyo

—A

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todo este tiempo. Él había permanecido apoyado contra la pared, con apariencia aburrida,

desde que ella había sido encadenada a la silla.

—Bueno —dijo Abaddon, instalándose en el asiento al final de la mesa—. Estamos

aquí reunidos para charlar sobre los buenos viejos días.

Marcus finalmente apartó sus ojos de Divine para reconocer al otro hombre,

diciendo:

—Divine me dijo que eres uno de los primeros hombres de Leonius.

—Su amigo —corrigió Abaddon—. Éramos grandes amigos.

—Me sorprende que tengan algo en común. Tú eres inmortal, no un sin-colmillo

¿verdad? —murmuró Marcus, estrechando sus ojos cuando miró al otro hombre.

—Oh, sí, muy cierto, pero a pesar de eso teníamos mucho en común —le aseguró

Abaddon.

—¿Te gusta violar y torturar mujeres también, verdad? —preguntó Marcus

gravemente.

—Soy más un observador que un ejecutor —admitió Abaddon con una pequeña

risa—. A Leo le gustaba cortarlas y a mí me gustaba observarlas gritar y retorcerse. Eso

funcionaba muy bien.

Divine le miró afiladamente. Siempre había pensado que estaba sola con Leonius

cuando él había hecho las cosas que hizo. Ahora se preguntaba si Abaddon no había

estado allí de alguna manera, observando a través de una mirilla todo el tiempo. El

pensamiento sólo se añadió a su humillación.

—Solo la primera vez —dijo Abaddon de repente, aparentemente leyendo su

mente—. Y me sacó después de los primeros minutos, lo cual nunca hizo con ninguna de

las otras mujeres —añadió él con resentimiento, luego forzó una sonrisa y dijo—, Leo era

extrañamente celoso de ti... lo cual puedo comprender completamente, por supuesto —

añadió, recorriendo una mirada lasciva por su cuerpo—. Él y yo siempre tuvimos gustos

similares en las mujeres.

A pesar de que se la comía con los ojos, todo lo que Divine sintió fue alivio de que

Abaddon no hubiera sido testigo de su humillación, al menos no pasados esos primeros

minutos. Aunque supuso que era estúpido sentirse de esa manera cuando todo lo que él

tenía que hacer era leer su mente para disfrutar cada segundo.

—Suficiente de eso —dijo Abaddon de repente, sentándose de vuelta en su silla y

girando su mirada hacia Marcus—. Antes que de llegaras aquí estuvimos hablando sobre

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el bebé de Basha. Le estaba diciendo cuán bonita era, y que se parecía a una mini versión

de ella, pero de alguna manera rechoncha y redondeada como lo son los bebés. —Su

mirada cambió de vuelta a Divine—. Deberías haberla visto, Basha. Realmente era

adorable.

—¿Qué le ocurrió? —gruñó Marcus.

Abaddon dirigió la respuesta hacia Divine.

—Le corté la cabeza fuera de la tienda mientras estabas aún dentro jadeando por el

esfuerzo de darla a luz. Leonius no tenía ningún uso para las niñas.

Divine cerró sus ojos, pero Marcus gruñó y tiró indefenso de sus cadenas.

—Tú...

—¿Y me diste a Damián en su lugar? —dijo Divine rápidamente, interrumpiendo a

Marcus. Abaddon podría reclamar divertirse observando más que ejecutando la tortura,

pero él era bastante cruel a su manera, y había sabido que eso la golpearía. Ella no quería

que se arrojara sobre un incapacitado Marcus.

La expresión de Abaddon era divertida cuando se giró hacia ella. Sabía exactamente

lo que estaba haciendo, pero todo lo que dijo fue:

—Sé que te gusta pensar que le llamaste Damian, pero realmente, Basha, tenía un día

de edad y ya había sido llamado Leonius II cuando le situé en tus brazos.

Él dejó que eso hundiera, luego rió y añadió:

—Aunque debo decir que es irónico. Tu elección de nombre, quiero decir. ¿No lo

encuentras irónico... especialmente ahora? Me refiero a que debes pensar que él es la

semilla del mal.

Cuando Divine solo le miró con perplejidad, él suspiró con decepción.

—Por supuesto, no hiciste nada tan plebeyo como ir a ver películas o ver la

televisión, ¿verdad? ¿Así que nunca has visto The Omen? ¿No? —Él sacudió su cabeza—.

Qué pena. Creo que realmente lo disfrutarías.

Divine no tenía ni idea de lo que estaba hablando y ningún interés en las películas en

ese momento. Ella tenía muchas preguntas.

—¿Por qué? —preguntó gravemente—. ¿Por qué me diste al niño en lugar de a mi

hija? ¿Por qué me sacaste corriendo de allí con un niño que no era el mío? ¿Por qué no

tomaste a la madre del niño en su lugar?

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—Para darme una mejor oportunidad de sobrevivir —dijo él simplemente—. Tú eres

una Argeneau, la madre del niño sólo era alguna mortal a la que Leonius había convertido

en sin-colmillos. Contigo en su lugar, si nos pillaban escapando, tu tío los tomaría a ambos

bajo su ala y los llevaría a casa de sus padres, y el hijo de Leonius sería criado en el seño de

la buena familia que provocó la caída de su padre.

Divine sacudió su cabeza una vez.

—Ellos habrían sabido que no era mi hijo. Él es un sin-colmillos, una mujer inmortal

solo puede producir inmortales.

Abaddon miró a Marcus.

—¿Adivino que has esclarecido la ciencia para ella? Debías hacerlo. Nunca estuvo

alrededor de inmortales antes que tú. Me aseguré de eso. —Sonriendo débilmente, él se

volvió a sentar y sugirió—: Quizás deberías decirle por qué habrían creído que él podía ser

su hijo.

Marcus estuvo en silencio durante un momento y Divine estaba empezando a pensar

que él se negaría a hacerlo cuando se giró hacia ella y dijo:

—Tiene razón. Ellos podrían haber creído que él era tuyo en ese entonces. Los

inmortales tendían a no emparejarse con los sin-colmillos para que no hubiera

experiencias raras. Además, ninguno de los científicos salió de Atlántida, y tuvieron que

pasar un par de siglos para que la ciencia mortal hubiera progresado lo suficiente como

para que nosotros aprendiéramos ese tipo de cosas.

—Exactamente —dijo Abaddon triunfalmente—. Lucian habría aceptado a Damian

como tu hijo y probablemente habría ayudado a criarlo también. —Él volvió a tomar

asiento con un pequeño suspiro y dijo—: ¿No hubiera sido eso genial?

—Es lo que Leonius quería, ¿verdad? —dijo Divine con repentina comprensión,

segura de que el bastardo habría disfrutado la ironía de eso.

—Hmm —murmuró Abaddon con un asentimiento—. Y estoy seguro de que murió

felizmente, pensando que eso ocurriría. Tristemente para él, tuve un cambio de idea

cuando lo dejé suelto en el campamento y decidí que no ser pillado era preferible.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—¿Te refieres a aparte del hecho de que hubiera sido asesinado en mi sitio si

hubiéramos sido atrapados? —preguntó Abaddon secamente y sacudió su cabeza—. Tenía

miedo de no ser tan leal a Leonius. Encontraba su comportamiento entretenido,

seguramente, pero morir por él y su causa estaba un paso más allá de la llamada del deber

en mi mente.

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—Entonces, ¿por qué no nos dejaste y huiste una vez saliste del campamento? —

preguntó Divine, pensando cuán diferentes habrían sido las cosas que habían ocurrido.

Ella tendría familia, una casa... Damian podría haber sido mejor.

—Ese es el por qué —dijo Abaddon.

Divine parpadeó y le miró fijamente con confusión, pero fue Marcus quién preguntó:

—¿Qué fue el por qué?

Mirando a Divine a los ojos, Abaddon dijo:

—Tú tendrías familia, una casa... —Él dejó de escuchar los pensamientos que ella

había estado teniendo y se encogió de hombros—. Tan avergonzado como estoy de

admitirlo, soy un vengativo capullo. Incluso mi madre solía decir eso.

—¿Tuviste una madre? —dijo bruscamente Divine—. Y aquí yo segura de que fuiste

odiado como el resto de las serpientes.

—¿Insultas? —preguntó él con una risa—. ¿De verdad? ¿Eso es lo mejor que puedes

hacer?

—Quita estas cadenas y yo lo haré mejor por ella —dijo Marcus sedosamente,

lanzándole una mirada.

Abaddon sonrió.

—Ahora ¿por qué haría eso? Los tengo a los dos dónde quiero y realmente estoy

disfrutando esto.

—¿Torturándola, te refieres? —preguntó gravemente Marcus—. Podría no gustarte

ensuciarte las manos con la tortura física, pero seguramente no tienes ningún problema

torturándola mentalmente, ¿verdad? Lo has estado haciendo cada vez que la has visto

durante dos mil años.

—No tanto como me hubiera gustado —le aseguró él—. Era complicado con Leonius

allí. Él era protector con su madre... como debería ser un adorable hijo —añadió él con una

burla.

—¿Por qué? —demandó Divine antes de que Marcus pudiera responder a eso—.

¿Sólo dime por qué demonios me gané tanta antipatía de ti? ¿Por qué querías que fuera

tan condenadamente miserable todos estos años?

Abaddon se giró para mirarla.

—¿La verdad?

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Cuando Divine asintió, él se encogió de hombros.

—Básicamente porque no acepto bien el rechazo.

—¿Rechazo? —repitió ella con confusión, sin tener una idea de qué estaba hablando.

Abaddon suspiró con exasperación.

—¿Eso ha sido una espina en mi costado durante eones y tú ni siquiera lo recuerdas?

—preguntó él con molestia.

—¿Recordar qué? —preguntó Divine con molestia propia. Ostras, si había estado

pagando todos esos años por algo, sería bueno saber qué demonios era.

—Me ofrecí a salvarte —dijo pesadamente, y cuando Divine le miró en blanco, él

chasqueó la lengua irritablemente y le recordó—: ¿En el camino de vuelta al campamento

la noche que nos conocimos? Estabas toda atada y en mi caballo delante de mí. Cuando

creías que nadie te estaba prestando alguna atención, comenzaste a llorar. Yo te levanté la

barbilla y me miraste con esos grandes, tristes y maravillosos ojos azules como la plata, y

eso me afectó —añadió él con auto disgusto—. Me ofrecí a salvarte de Leonius.

—Te ofreciste a salvarme si me convertía en tu amante —dijo Divine con furia

recordada cuando el recuerdo volvió a ella.

—¿Habría sido peor que dejar que ese animal te maltratara, violara y troceara? —dijo bruscamente Abaddon.

—¿Dejarlo? —dijo ella bruscamente, inclinándose en la silla tanto como las cadenas

le permitieron—. Tenía once años. Una niña. No tenía ni idea de qué me deparaba. Todo lo

que sabía era que algún viejo pervertido me estaba maltratando y demandando que fuera

su amante o lo lamentaría.

—Pero no lo lamentas, ¿verdad? No lo lamentas después de todo—gruñó él—.

Disfrutaste lo que te hizo.

Divine cayó contra su silla como si él la hubiera abofeteado. Aquí estaba sentada su

vergüenza. La razón por la que había estado segura de que su familia se mantendría

alejada de ella, sólo porque Abaddon se lo había dicho repetidamente. La razón por la que

ella había pasado su vida corriendo y escondiéndose, incluso de sí misma. La mayoría del

tiempo, su cautividad no había sido nada excepto aterradora agonía de gritos. Pero hubo

ocasiones... Divine no lo había comprendido en ese momento, pero había habido sesiones

cuando ella al parecer había experimentado el placer de Leonius con su dolor, junto con su

agonía. Al principio fueron breves, solo imágenes realmente, porque Leonius rápidamente

había parado lo que estaba haciendo y se alejaba de ella cuando ocurría, pareciendo

sacudido y confuso. Pero después de media docena de sesiones así, él no había

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retrocedido, había continuado, lloviendo una tormenta de dolor y placer en ella hasta que

la hacía perder el conocimiento.

Eso había sacudido a Divine, sacudido su fe en sí misma. La había hecho sentir

avergonzada, sucia, irredimible. Como si hubiera algo malo en ella. En su mente, lo que le

hizo era abominable, inhumano. Había estado aterrada y dolorida. Así que ¿cómo pudo

haber experimentado al mismo tiempo algún tipo de todo eso?

—No puedes negarlo —acusó Abaddon—. Lo disfrutaste.

La mirada de Divine se disparó hacia Marcus y luego rápidamente se alejó cuando le

vio mirarla con preocupación. Frunciendo el ceño hacia Abaddon, murmuró:

—Vete al infierno.

—Eso espero —dijo Abaddon, relajado—. De hecho, espero que me guste.

—Ese no es el por qué ella rechazó tu oferta de protección hace tantos años —dijo

Marcus de repente—. Toda la energía que has gastado en hacerla miserable todos estos

años, asegurándote de que nunca sintiera que era seguro volver con su familia,

asegurándote de que siempre estuviera sola, mintiendo al hacerla seguir alimentándose

fuera de las reglas cuando sabías que ya no estaba permitido... y alejándote de Leonius

cuando Lucian y los otros le habían capturado... —Marcus sacudió su cabeza, los ojos

estrechado en el hombre—. Podrías haberte salvado, pero deliberadamente la hiciste

hacerlo porque sabías que eso la transformaría en una renegada y te aseguraría que nunca

fuera aceptada de vuelta con los suyos. O esperabas que lo hiciera.

—¿Y? —Abaddon frunció el ceño.

—Y esas no son las acciones de un hombre que fue rechazado —dijo Marcus

tranquilamente, y luego añadió—: Esas son las acciones de una esposa celosa que culpa a

la amante de robarle el marido.

Los ojos de Divine se abrieron ampliamente, incrédulos, y miró hacia Abaddon para

ver que su cara estaba encendida, primero roja y luego morada por la furia.

—¿Qué ocurrió, Abaddon? —preguntó Marcus—. ¿No podías leer a Leonius y él no

podía leerte a ti? Le querías como tu compañero de vida y ni siquiera importaba que

estuviera ocupado torturando a niños pequeños mientras te dejara ser parte de ello. Pero

entonces llegó Divine. ¿Cómo sabías que la tomaría como lo hizo? Deberías haberlo sabido

para ofrecerle protección. Aunque sospecho que solo ofrecías eso pensando que Leonius

no la querría si ella se iba contigo voluntariamente.

—Era la manera en la que la miraba —dijo bruscamente Abaddon y luego miró a

Divine—. Desde el momento en que corriste al claro, fue como si él hubiera quedado

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deslumbrado. Nunca había mirado a ninguna otra mujer así. Lo supe... —Su boca se tensó

y frunció el ceño hacia Divine—. Así que te puse en mi caballo antes de que él pudiera

hacerlo e hice mi oferta de camino al campamento, pero oh, no, tú querías a Leonius, mi

Leonius.

Él se giró hacia Marcus.

—No sólo me expulsó de la tienda una vez comenzó con ella, quería parar de jugar

con los otros. No de inmediato, por supuesto, tomó una sesión o dos antes de que él

comenzara a no molestarse con los otros. Tenía que recordarle una y otra vez nuestros

planes y la necesidad de un ejército de sus hijos. Pero fue sólo cuando le dije que los

Argeneau la alejarían de él si no tenía un ejército lo bastante fuerte como para frenarlos

que dio sus atenciones a los otros otra vez. Me dejó observar de nuevo, pero era obvio que

su corazón ya no estaba puesto en eso. Todo lo que quería era a ella —dijo con disgusto.

—Ella era una posible compañera de vida también —dijo Marcus con repentina comprensión, y Divine le miró afiladamente.

¿Una compañera de vida de Leonius Livius? El pensamiento era insoportable.

Además...

—Creí que sólo podíamos tener a un compañero de vida. Tú eres mi compañero de

vida.

Marcus sacudió su cabeza.

—Los compañeros de vida son raros, pero no tan raros. Otros han encontrado a más

de uno en una vida —dijo él gentilmente, luego se giró hacia Abaddon y dijo fríamente—:

Divine era una posible compañera de vida para él, y la eligió a ella por sobre ti... así que la

odiaste por ello.

Divine permaneció en silencio, su mente corriendo. Quería negar lo que él estaba

diciendo, pero eso explicaba muchas cosas. El placer que había sentido en medio de la

lucha cuando Leonius la había violado y torturado... podría haber sido el placer de él

placer en el acto. De ser así, eso sería una señal de que ella no era tan desviada y sucia

como las cosas que él le hizo... lo cual había sido su miedo más grande, lo que la había

permitido creer sus reclamos de que su familia no la quería, que ella les había

avergonzado, que se había avergonzado a sí misma.

—Y no planeas parar con esta mierda y dejar ir a Divine —dijo Marcus de repente y

ella le miró otra vez. Él ya no la estaba observando. Su mirada ahora estaba firmemente en

Abaddon cuando dijo—: No puedes. Sabe demasiado, y se lo dirá todo a Damian. Cómo la

has manipulado y te has asegurado que estuviera sola y fuera solitaria todos esos años.

Cómo los has mantenido a ambos lejos de su familia aún cuando su padre quería que

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fuera criado entre ellos. Y la razón de todo esto, que ella era la compañera de vida de su

padre.

—Ella no debería haberlo sido. No era lo bastante buena para él. Era una niña

pequeña, estúpida y... —Él paró y bajó la mirada a su bolsillo con sorpresa cuando emitió

el sonido de campanas otra vez. Soltando su respiración en un lento suspiro, alcanzó su

teléfono y se puso de pie para alejarse de la mesa mientras lo leía.

—¿Cómo le explicarás a Damian su asesinato? —preguntó Marcus ociosamente

cuando Abaddon comenzó a teclear una respuesta en su teléfono.

—Le diré que la convenciste de que no era su hijo y que le hablaste acerca de lo que

él ha estado haciendo. Le diré que ella quería entregarle. No tenía ninguna opción —

murmuró Abaddon, aunque tecleando.

—Si creyeras que él aceptaría eso como una razón suficiente para matarme, no

habría arreglado para reunirte conmigo furtivamente —dijo Divine, apartando todos los

otros temas por el momento. Había aprendido hacía mucho a compartimentar cuando era

necesario, y quedarse allí sentada preocupada por el hecho de que probablemente había

sido compañera de vida de Leonius Livius no iba a ayudarles a salir de allí vivos. Cuando

Abaddon no respondió, añadió—: Damian no estará feliz si muero. Como dijiste, tiene

asuntos con mamá. Y el que sepa sobre él ahora no será una excusa lo bastante buena

como para matarme cuando todo lo que tendría que hacer es dejar de darme su dirección.

Ya tiene a Lucian y a todos sus Cazadores de Renegados detrás de él; esconderse de mí

difícilmente sería una dificultad.

Abaddon soltó un largo suspiro de sufrimiento y apartó su mirada del teléfono para

mirarla.

—Entonces tendré que decirle que tu tío los atrapó a ambos, los mató y los

encontramos aquí.

—Oh, cierto. Bien, asegúrate de quitar las cadenas de nuestros cuerpos antes de que

las vea entonces —dijo ella secamente, dando una corta risa cuando él volvió a teclear.

—¿Qué? —preguntó Abaddon, frunciéndole el ceño.

—¿Qué de qué? —preguntó ella inocentemente.

—Te reíste como si pensaras en algo, pero estaba distraído con mi teléfono y no

estaba leyendo tu mente. ¿En qué estás pensando?

Divine se encogió de hombros.

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—Solo estaba pensando que Danny aquí detrás de mí, o número Diecisiete como

creo que he oído llamarle a Damian, probablemente no mantendrá su boca cerrada sobre

lo que ocurrido aquí hoy. Ni ninguno de los otros. Siempre fueron niños codiciosos. Cada

vez que quieran algo, te chantajearán con esto, y buen Señor, no digas o hagas algo para

enfadarlos o se lo dirán a su papá para que te odie.

Abaddon la miró en blanco durante un minuto y luego movió su mirada al hombre

detrás suyo. Ella no se giró para mirarlo, pero adivinó que el hijo de Damian debía haber

estado sonriendo y asintiendo o algo así de estúpido porque Abaddon de repente sacó una

pistola del bolsillo de sus pantalones de correr y le disparó a Danny.

Divine se giró entonces, justo a tiempo para ver que había sido disparado a morir en

medio de su frente. El joven sin-colmillos cayó como una piedra sin ni siquiera el tiempo

suficiente para parecer sorprendido. Él era un sin-colmillos, de alguna manera, y un no

muerto. Dado el tiempo en el que curaba, su cuerpo sacaría la bala de su cabeza. O lo

habría hecho si Abaddon no deslizara entonces su teléfono en su bolsillo, abriera uno de

los armarios a lo largo de la pared al lado de la nevera, sacara un hacha, la sopesara, y

entonces caminara y le cortara la cabeza a Danny de un golpe.

—Ahí —dijo, enderezándose con satisfacción—. Ahora Danny ya no le dirá nada a

nadie, ¿verdad? Me encargaré de los otros después, cuando su utilidad haya terminado.

Leonius siempre puede hacer más. El Señor sabe que trabaja en eso bastante duramente.

Es peor que su padre. Parece disfrutar tanto o mucho más que él causándoles dolor. Algo

que esperaba que perdiera, pero no hubo suerte —murmuró, sacando su teléfono de su

bolsillo cuando sonó con campanas otra vez.

Divine apartó su mirada del hombre muerto en el que había pensado como un nieto

y miró a Abaddon. La muerte de Danny le había recordado a los otros chicos, los que ella

había criado como nietos, y preguntó abruptamente:

—¿Quién mató a Luc?

Abaddon la miró con sorpresa. Aparentemente le había pillado por sorpresa, pero

después de un momento, admitió:

—Nadie. Él no sobrevivió a la trasformación.

Divine asintió.

—¿Y los otros?

—Un par murieron cuando Leonius les convirtió, pero el resto... —Él hizo una

mueca—. Eran desdentados, débiles, no herían ni a una mosca. Eso los hacía inútiles para

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Leo, y él estaba preocupado de que ellos le acusaran, así que... —Gesticuló hacia Danny—.

Acabaron de la misma manera que éste, sólo que sin la parte del disparo primero.

Divine cerró sus ojos e inclinó su cabeza ante el pensamiento de todos esos adorables

niños, y entonces levantó la mirada afiladamente cuando el teléfono sonó en lugar de

hacer un sonido de campanas. Abaddon maldijo, tomó una profunda respiración por

paciencia, y entonces respondió a su teléfono.

—¿Hola? —dijo amablemente—. Sí, Leo. Lo sé. Estaré allí tan rápido como pueda,

pero tengo algunos asuntos... no, lo sé, pero... sí, pero... bien —terminó un poco

bruscamente y golpeó el botón de finalizar la llamada. Sus dientes estaban audiblemente

apretados cuando anunció—: Parece que tengo que irme durante un rato. Los otros chicos

estarán aquí para vigilarlos y yo volveré.

—Gracias por la advertencia—murmuró Marcus cuando Abaddon dejó la

habitación.

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esearía que no hubieras venido aquí.

Marcus giró su atención de la puerta por la que

Abaddon acababa de salir a Divine ante esas palabras.

Ella parecía increíblemente triste. Él solo quería

tomarla en sus brazos y sujetarla cerca, besarla,

abrazarla y decirle que todo estaría bien.

Desafortunadamente, estaba encadenado a su asiento

y no podía hacer nada de eso. Al menos no la parte de

abrazar y besar.

—Te lo dije, Divine. Tu destino es el mío. Si estás muerta y enterrada, yo estaré

pudriéndome en la tierra a tu lado. —Hizo una mueca incluso mientras decía eso, y luego

añadió solemnemente—: Pero si puedo salvar tu vida a cambio de la mía, lo haré.

—¿Y dejarme seguir sin ti? —dijo ella secamente y luego sacudió su cabeza—.

Abaddon adoraría eso, así podría añadir la horrible culpa y tu pérdida a mi sufrimiento

durante el siguiente milenio o el tiempo que viva.

—Entonces creo que será mejor que salgamos de aquí —dijo él y comenzó a empujar

contra sus cadenas.

—Las sillas son de metal y las cadenas son fuertes —dijo Divine, sonando cansada—.

No vamos a ninguna parte.

—¿Te rindes? —reprendió él—. No creía que fueras de ese tipo.

—No lo soy normalmente —dijo ella cansadamente—. Pero ahora mismo...

Cuando Marcus permaneció en silencio, su atención en presionar contra las cadenas,

y Divine dijo:

—No comprendo por qué Abaddon no tomó el control de mi mente y me hizo

aceptar la oferta de ser su amante ese día. Quiero decir, si creía que eso hubiera evitado

que Leonius me tocara...

—D

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—No lo habría hecho —le aseguró Marcus—. Leonius probablemente le habría

matado y te habría tomado de vuelta. Además, Abaddon en realidad no te quería a ti,

quería a Leonius. Y en ese punto, sospecho que sólo era una oferta descartable. Él vio la

manera en la que Leonius te miraba, tuvo miedo, y lo hizo. Pero en ese momento no sabía

que eras una posible compañera de vida para Leonius. Sólo estaba celoso de la manera en

que te miraba, así que no había una necesidad real de presionar el asunto.

—Oh, sí —murmuró Divine y luego le miró con sorpresa cuando uno de los

peldaños verticales que sujetaba el respaldo de su silla de repente se rompió.

—Noté que estaba oxidada cuando me urgió a sentarme en ella —dijo Marcus con

una sonrisa cuando las cadenas a su alrededor se aflojaron. Se volcó y rápidamente salió

de la silla con cadenas, luego se puso de pie y llegó a ella. Pero no se puso inmediatamente

a trabajar en las cadenas. En su lugar, se arrodilló ante ella y acunó sus hombros con sus

manos—. Divine, vi tu expresión cuando te acusó de disfrutar de la... atención de Leonius.

Sonrojada, ella descendió su cabeza, pero él atrapó su barbilla y la levantó otra vez.

—No tienes nada de lo que avergonzarte. Incluso con los niños abusados los

violadores mortales pueden hacer que la experiencia con sus víctimas tenga un momento

de placer.

—Pero las cosas que él me hizo, Marcus. No me gustó nada de eso. No me gusta el

dolor. Mi cerebro estaba gritando con horror por lo que me hacía, pero mi cuerpo...

—Él era un posible compañero de vida —dijo Marcus firmemente—. Estoy seguro

de ello, y de ser ese el caso, lo que experimentabas era su placer. No el tuyo. —Cuando ella

sacudió su cabeza, él preguntó—: ¿No sentiste mi placer cuando me besaste y me

acariciaste la pasada noche, y luego cuando tomaste mi pene en tu...?

—Sí, por supuesto que lo hice —interrumpió ella, deseando tener un pañuelo. Sus

ojos estaban comenzando a lagrimear y su nariz a obstruirse. Realmente podría haber

usado un pañuelo.

—Bueno, es lo mismo, corazón —dijo él gentilmente—. Succionar una banana te

habría dado mucho más placer que lo que experimentaste físicamente cuando hiciste lo de

la pasada noche, más porque sabe rico. Pero el punto es que me diste placer, y porque

somos compañeros de vida lo compartiste, experimentándolo conmigo. Y eso es lo que

experimentaste con Leonius. Tu cuerpo podría haber estado en agonía, pero su placer era

enviado hacia ti al mismo tiempo. —Él paró y luego dijo tristemente—: Debió haber sido

horriblemente confuso para ti a esa edad. Infiernos, habría sido confuso para un adulto,

también, estoy seguro.

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—Me sentía tan sucia —admitió ella, apoyando su cabeza contra su pecho y

sorbiendo por la nariz miserablemente—. Creía que había algo mal conmigo, que estaba

enferma y era retorcida como él. Desagradable.

—No dudo que fuera por eso que Abaddon encontró tan fácil mantenerte alejada de

tu familia todos estos años —murmuró Marcus, abrazándola contra su pecho tanto como

podía.

Divine asintió contra su camisa, dejando un rastro mojado.

Suspirando, él empujó hacia atrás su cara y dijo firmemente:

—Bueno, no eres como Leonius, no estás enferma y no eres retorcida, y te amo.

Ella parpadeó por la sorpresa de eso.

—¿Lo haces?

Él asintió.

—¿Por qué? —preguntó ella con perplejidad—. Quiero decir, sé que tenemos todo

eso de los compañeros de vida, Marcus, pero...

—Corazón, por lo que he estado viendo, eres como yo —dijo él con diversión—. He

pasado toda mi vida cuidando de otros, y eso has hecho tú. Al menos sé que has intentado

ayudar a todas esas personas a las que les leíste la mente en el carnaval, y también a los

feriantes. Adivino que has hecho eso toda tu vida. Aparte, eres valiente, fuerte, inteligente

y sexy como el infierno.

Divine rió por lo último. No se sentía muy valiente, fuerte o sexy en ese momento

mientras lloraba sobre su pecho. Pero Dios, amaba a este hombre. Cualquier hombre que

pudiera hacerte reír en una situación como ésta es un guardián, pensó ella.

—Espero que llegues a amarme también —añadió Marcus, besando su frente.

Divine se mordió el labio, pero entonces suspiró y admitió:

—Tanto como odio admitirlo, estoy bastante segura que sellaste el trato sobre mi

amor por ti cuando entraste aquí por tu propia voluntad, ofreciendo tu vida por la mía.

Marcus sonrió y la apretó brevemente, pero luego aflojó su agarre y frunció el ceño

mientras preguntaba:

—¿Por qué odias admitirlo?

—Porque estarías mejor sin mí. Si salimos de aquí y seguimos juntos, vas a tener que

pasar el resto de tu vida huyendo —señaló tristemente.

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—He estado pensando en ello —dijo Marcus, liberándola para moverse alrededor y

mirar sus cadenas y la silla en la que estaba sentada—. Eso no necesariamente es cierto.

—Um, sí lo es —le aseguró ella secamente—. Rescaté a Leonius de Lucian.

Difícilmente va a olvidar eso.

—Sí. Pero estoy pensando que Damian —dijo el nombre firmemente—, es tu Jean

Claude.

Divine lo miró con sorpresa.

—¿El gemelo del tío Lucian?

—Sí, no sé si sabes de eso, quiero decir, no has estado en contacto con tu familia en

un tiempo, pero Jean Claude fue un renegado. Él estaba rompiendo las leyes inmortales.

En plural —añadió secamente—. De todas formas, Lucian sabía que él se estaba

comportando mal, pero como tú, no estaba realmente rompiendo las leyes, y, como tú, le

ayudó a irse cuando habría sido mejor si no lo hubiera hecho —explicó Marcus, tirando de

su silla—. Por supuesto, una vez lo averiguó, mató a Jean Claude, pero sólo porque Jean

Claude se lo pidió.

Divine oyó un chasquido y el respaldo de su silla de repente se movió detrás suyo,

las cadenas se aflojaron.

—Pienso que si le recordamos eso a Lucian, él podría ser más suave contigo —

terminó Marcus, girando para ayudarla a desenredase de las cadenas. Una vez la hubo

liberado, acunó su cara y sonrió—. Aún podríamos llegar a tener una familia, una casa y

todas las otras cosas que nunca has tenido y que otros dieron por sentado.

Divine cerró sus ojos brevemente, temiendo permitir que la esperanza se plantara en

su corazón para crecer. Abriendo sus ojos, preguntó:

—¿Pero y si no lo hace?

—Entonces creo que viajaremos mucho —dijo Marcus irónicamente—. Podría ser

divertido.

Divine dio una corta risa y sacudió su cabeza.

—¿Siempre eres tan alegre?

Marcus se encogió de hombros.

—En mi juventud, sí. Aunque de eso han pasado muchos siglos. Pero encuentro que

me haces sentir de esa manera. —Deslizando sus brazos a su alrededor, él dijo—: Me

siento como si pudiera conquistar el mundo contigo a mi lado.

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—No si vas a perder tu tiempo quedándote ahí en medio de territorio enemigo,

besando y abrazando.

Divine y Marcus se tensaron por esas palabras y se giraron para ver al hombre que

estaba de pie en el umbral de la puerta. Él estaba apoyado contra el marco de la puerta,

tobillos y brazos cruzados, mirándoles con una expresión que era difícil de leer.

—Lucian —respiró Marcus, liberando a Divine y caminando protectoramente

delante de ella—. Necesitamos hablar.

—¿Ah, sí? —preguntó Lucian secamente.

Divine frunció el ceño y se deslizó delante de Marcus, las manos en las caderas

cuando enfrentó al tío que había sido el hombre del saco para ella durante tantos años.

—No. Nosotros necesitamos hablar —dijo ella firmemente, y luego añadió

gravemente—, Marcus no ha hecho nada malo. Puedes arrestarme o matarme, pero tienes

que dejarle ir.

—Divine —dijo bruscamente Marcus, agarrando su brazo para empujarla detrás de

él—. Déjame manejar esto. Yo...

—Sugiero que ambos se callen y me dejen hablar antes de cabrearme —dijo Lucian

secamente.

Marcus dejó de tirar de Divine y en su lugar deslizó su mano para coger y apretar la

suya alentadoramente. O quizás para sugerir que ella tomara la advertencia del hombre y

se quedara quieta. Divine no estaba segura de cuál era, pero sujetó su lengua y se apoyó

contra él, aceptando el apoyo que le ofrecía.

Lucian asintió, aparentemente satisfecho con su obediencia, y luego su mirada se

deslizó a Marcus.

—Cuando no respondiste a las llamadas, hicimos que Mortimer rastreara el GPS de

la camioneta de Tiny y Mirabeau y volamos aquí para averiguar qué demonios estaba

ocurriendo. Encontramos y tomamos a tres de los hijos de Leonius vigilando el edificio

cuando llegamos, ¿hay más?

Cuando Marcus dudó, Divine le miró para ver que la estaba mirando

interrogativamente. Girándose de vuelta hacia su tío, ella dijo:

—Solo sé de cuatro. Ese tipo... —Asintió hacia el desafortunado Danny que estaba

tumbado en dos trozos en el suelo—, su compañero y los otros dos hombres que vinieron

detrás de Marcus.

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—Ellos me siguieron desde el hotel —agregó Marcus y luego preguntó—: ¿No viste

a Abaddon salir por alguna parte?

—¿Qué es un Abaddon? —preguntó Lucian secamente—. Suena como algo que

pertenece a un retrete.

El comentario sacó una sorprendente risa de Divine. Se mordió el labio, rápidamente

inclinando su cabeza para esconder su diversión, temiendo que su tío se enfadara si creía

que no se estaba tomando esto en serio.

—Es bueno oír tu risa otra vez, Basha —dijo Lucian tranquilamente.

Divine levantó la mirada con sorpresa por las palabras, pero dijo automáticamente:

—Soy Divine ahora.

Por alguna razón, eso hizo que la expresión de Lucian se cerrara como una cúpula.

Sus ojos también se estrecharon sobre ella con concentración. Él la estaba leyendo, lo sabía,

y se quedó quieta, sin intentar cerrarse. Después de un momento, él parpadeó y liberó un

largo suspiro cansado mientras frotaba sus ojos con el pulgar y los dedos de una mano.

Cuando esa mano finalmente cayó, Lucian arponeó a Marcus con una mirada y dijo:

—Fuera.

Divine sintió a Marcus tensarse y le miró con alarma, medio temiendo que le dijera a

su tío que se fuera al infierno y medio temiendo que obedeciera y se fuera. Había venido

aquí como el espía de Lucian, después de todo. ¿Eso significaba que tenía que obedecer?

Marcus apretó su mano consoladoramente, pero no bajó la mirada. Miró a su tío a

los ojos y dijo:

—Es mi compañera de vida, Lucian, así que con todo el debido respeto... jódete.

Con los ojos amplios, Divine disparó una mirada de vuelta a su tío para ver su

reacción. Para su sorpresa, después de mirar a Marcus durante varios tensos momentos, él

asintió, su boca casi formando una sonrisa antes de que dijera:

—Lo harás.

Divine aún estaba parpadeando con confusión, insegura de lo que él quería decir con

eso cuando Lucian giró su atención de vuelta a ella.

—Tu nombre es Basha Argeneau —dijo él firmemente—. No eres Divine, Nuri, o

Naduah. Eres Basha Argeneau y siempre lo serás.

—Hasta que sea Basha Notte —dijo Marcus gravemente desde detrás suyo.

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Lucian le ignoró, sin ni siquiera responderle con una mirada mientras continuaba:

—Eres Basha, la hija de mi hermano Felix. La chica que se parecía a la hija mayor que

perdí en Atlántida. Eres Basha, mi sobrina favorita y por quién me he apenado y sentido

culpa al no mantener a salvo durante dos milenios y medio. —Él se movió hacia delante

para agarrar sus hombros firmemente—. Eres Basha Argeneau. ¿Comprendes?

Cuando ella asintió a regañadientes, apretó sus hombros y dijo:

—Tu padre te llamó Basha. No te niegues a usarlo por algo que te hicieron cuando

eras una niña. Siempre llevarás a esa niña contigo, pero ya no eres ella. Eres una

superviviente, fuerte y valiente. Tuviste el valor de sobrevivir cuando mujeres inmortales

con siglos más que tú se rompieron y tomaron sus propias vidas.

Eso la hizo parpadear mientras se preguntaba cuánto de sus recuerdos había leído

en su mente en esos pocos momentos que había buscado. Pero entonces movió su atención

de vuelta a su tío cuando él continuó.

—Fuiste una víctima de Leonius. No hay vergüenza en lo que ocurrió, eso te

pertenece. —Frunció el ceño, y luego añadió—: Y aunque lamento que hayas sufrido

enormemente durante años por los confusos sentimientos que experimentaste cada vez

que él te atacaba, te diré ahora mismo que estoy agradecido que le fueras una posible

compañera de vida. Si no lo hubieras sido, tus restos habrían estado entre los del montón

de cenizas de mujeres inmortales y sin-colmillos que encontramos cuando llegamos allí.

Sospecho que ser su compañera de vida fue la única razón por la que te dejó vivir y gracias

a eso soy capaz de hablar contigo ahora.

La cabeza de Divine se levantó ligeramente ante eso. Era una consideración que no

se le había ocurrido, y una que definitivamente consideraría más tarde, si tenía la

oportunidad.

—Aún estás pensando en ti misma como Divine en tu cabeza —gruñó Lucian—.

Elimínalo.

—Sí, tío —murmuró Basha, y luego, incapaz de contener la preocupación por su

futuro algo, soltó—: Soy la mujer que alejó a Leonius II cuando le tenías en el hotel en

Toronto.

—Sí. Eso es un problema —dijo Lucian, liberando sus hombros con una mueca.

—Tú... —comenzó Marcus, pero Lucian le interrumpió.

—No sueltes nada sobre mi hermano Jean Claude. Lo oí la primera vez —dijo

afiladamente, y luego admitió—: Estuve de pie en la puerta el tiempo suficiente como para

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oírte, lo cual prueba que somos inútiles cuando encontramos a nuestra compañera de vida.

Infiernos, si hubiera sido este tipo Bidel...

—Abaddon —corrigió Basha, pero no pudo evitar sonreír por su mal pronunciación.

—Lo que sea —murmuró Lucian—. Si hubiera sido él, ambos estarían muertos ahora

mismo.

Ninguno de ellos discutió el punto. Él tenía razón.

Lucian frotó su frente gravemente y luego enderezó sus hombros.

—No sabías que el chico que criaste como tu hijo era un asesino cuando le ayudaste.

Ni siquiera sabías que era un renegado.

—No —le aseguró Basha incluso si él no lo estaba preguntando.

—Tampoco sabías que alimentarse fuera de la fuente ya no estaba permitido —

añadió, y ella parpadeó, sorprendida porque lo supiera. Pero él continuó—: Aunque no es

excusa para tus acciones, las mitiga.

Basha se quedó quieta cuando él la observó brevemente.

—Podemos olvidar lo de la alimentación si usas sangre embolsada en el futuro.

—Lo haré —prometió ella.

—Con respecto a lo otro... —Él paró, su expresión infeliz, y luego dijo

solemnemente—: Sé que esto será duro ya que has pensado en él como tu hijo todos estos

años, pero necesitarás ayudarnos a volver a capturar a Leonius para compensar esto.

Basha estuvo en silencio durante un momento, sus emociones un caos. Había

pensado en él como su hijo durante mucho tiempo, y como tal, sus instintos eran proteger,

pero después de todo lo que había aprendido sobre él...

Marcus apretó sus hombros, y Basha suspiró y asintió en respuesta.

—Y también tendrás que ayudarnos a atrapar a este tipo Abaddon, que

aparentemente se ha escapado a algún agujero en el que los dos hombres estás escondidos

—añadió él.

Sin duda esta vez, Basha asintió firmemente. Estaría feliz de poner fin a ese bastardo.

—Bien —dijo Lucian tranquilamente—. Entonces vamos. Hice que los otros

esperasen fuera hasta que supiera qué estaba ocurriendo. Estoy seguro que están meando

sus pantalones preocupados de si están ambos bien o no.

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Basha se hundió contra el pecho de Marcus con alivio cuando su tío se giró para

alejarse. Era un alivio que sabía que Marcus compartía. Sintió la tensión deslizarse fuera

de su duro cuerpo mientras sus brazos se deslizaban a su alrededor.

—Estaremos bien —le aseguró él.

—Sí —estuvo de acuerdo Basha, y encontró una sonrisa que darle mientras la giraba

en sus brazos.

—No más huir —dijo él con una sonrisa—. Podemos tener una casa. Tendremos una

familia, la tuya y la mía, podemos tener hijos... si aún soy capaz —añadió irónicamente.

—¿Por qué no serías capaz? —preguntó Basha con preocupación.

—Bueno, después de lo que me hiciste con el trapeador... —Marcus paró y atrapó

sus muñecas riendo cuando ella se dio cuenta de que se estaba burlando e intentó golpear

su pecho. Usando su agarre en sus muñecas, la tiró contra su pecho y la besó rápidamente

antes de decir—: Te amo, Basha Argeneau.

Por una vez, ella no se encogió por el nombre, y supuso que saber que su padre se lo

había puesto hacía la diferencia. Había intentado durante mucho tiempo renegar del

pasado y lo que le había ocurrido cuando era niña. Negar su nombre había sido la única

manera que había conocido para separar a esa pobre niña abusada de la mujer que quería

ser. Ahora se daba cuenta de que negar el nombre era negar a su padre también, y a todo

lo demás que la conectaba con la familia de la que tan sinceramente quería ser parte.

Además, la pequeña Basha había hecho todo bien. Había sobrevivido y se había vuelto

más fuerte. No tenía nada por lo que estar avergonzada.

—Yo también te amo, Marcus Notte —murmuró ella y se puso de puntillas para

besarle.

—Vamos, ustedes dos, me están rompiendo las pelotas aquí. Avancemos.

Divine se giró afiladamente hacia la puerta, justo a tiempo para ver a su tío girarse y

alejarse.

—¿Él no...?

—Sí—dijo Marcus secamente.

—Pero él no sabe...

—Lo sabe —le aseguró Marcus—. Lee nuestras mentes.

—Oh, maldición —gruñó Basha—. Se van a buscar de mí por eso durante toda la

eternidad.

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—Sí —estuvo de acuerdo él con una mueca mientras deslizaba su brazo alrededor de

su cintura para dirigirla hacia la puerta—. Ambos seremos burlados. Ya puedo oírlos, una

pelota, una nuez, medio hombre...

—No —dijo Basha enseguida—. Ellos sabrán que curó. Aún tienes dos pelotas.

—Eso no importa —le aseguró él con una sonrisa torcida.

—Adivino que tendremos que sufrirlo juntos —le dijo arrepentida.

—Juntos podemos manejar cualquier cosa —le aseguró Marcus, y se arriesgó a la ira

de su tío al parar y besarla otra vez.

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Lynsay Sands (nacida en Leamington, Ontario) es una galardonada autora

canadiense de más de 30 libros. Es conocida por el humor inyectado en sus

historias. Aunque escribe novelas históricas y paranormales, es más conocida por

su serie Argeneau, sobre una familia moderna de vampiros.

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