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Arboladura del otoño

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Tomografía de un poetaGregorio Echeverría / Arboladura del otoño / Poesía completaAuditgraf Ediciones / 800 páginas formato 160x220 mm / ISBN 978-987-33-5812-8Por primera vez en las letras latinoamericanas, un autor asume la tarea de entretejer su vida con su arte poética, ofreciendo al Lector la posibilidad de interpretar una obra plasmada al borde de la utopía y al mismo tiempo matizada con toques intensos de romanticismo, humor y sensibilidad social. Imprescindible en la biblioteca de cualquier profesional de la comunicación y en la de toda persona dispuesta a disfrutar esta aventura de hacer propia una piel ajena, capturando los matices más sugerentes y expresivos de esta Poesía a la vez íntima y abrumadoramente contemporánea.• Todos sus poemas entre 1954 y 2014.• Compilado y anotado por su autor.• 24 documentos relacionados con la obra.• 33 fotografías.• Cartas y mails con opiniones y anécdotas de terceros.• 28 recortes periodísticos.• Crítica de columnistas profesionales.Más información y contacto:http://www.gregorioecheverria.com.ar/http://www.gregorioecheverria.com.ar/Muelle01.htmlhttp://www.gregorioecheverria.com.ar/Muelle02.htmlhttp://www.gregorioecheverria.com.ar/Muelle06.htmlhttp://www.gregorioecheverria.com.ar/Muelle07.html

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Arboladura del otoño

POESÍA COMPLETA

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GREGORIO ECHEVERRÍA

Arboladura del otoño

POESÍA COMPLETA

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La obra literaria del autor ha sido declarada de interés municipal

por la intendencia de Tigre. Decreto 1593/12 del 28 de noviembre de 2012. Fecha de catalogación: 04/09/2014 Recopilación, edición y notas a cargo del autor. © Gregorio Echeverría 2014 © Auditgraf ediciones 2014 ISBN: 978-987-33-5812-8 Diseño gráfico Dissegnogrosso Tapa Corbeta Uruguay

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio y soporte, sin autorización expresa

del titular de los derechos de propiedad intelectual

Realizado el depósito que marca la ley 11.723 Libro de edición argentina / Impreso en Argentina

Echeverría, Gregorio Arboladura del otoño : poesía completa . - 1a ed. - Ricardo Rojas : el autor, 2014. 800 p. : il. ; 22x16 cm. ISBN 978-987-33-5812-8 1. Poesía Argentina. I. Título CDD A861

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A mis nietos

Lautaro Agustín Tabaré Felipe

Joaquina

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Intemperie del poeta Termino la lectura y el corazón intuye que aún estoy en unión con la palabra. Pronunciada para que recorra el tuétano, la esencia de la vi-da con toda su vigencia, perpetuidad y fortaleza. Y presiente mensa-jes encendidos abriéndose caminos en la sangre. La imagen de porta-da es una nave perfilando la quilla en el crepúsculo. En tanto cabecea la terca arboladura y esas jarcias desnudas menosprecian las ráfagas llegadas desde el río. Una intemperie de goleta negra encallada en medio de la noche ins-pira esa cruzada hacia sí mismo que el maestro Gregorio Echeverría viene patrocinando hace más de treinta años. Para entonces teorizo que el hombre y su destino parieron lazos demasiado estrechos. Y hoy resulta imposible divorciar al poeta de su misión, su historia, sus diezmos de esperanzas. Si intento presentarlo ante quienes se inician en el descubrimiento, considero imperioso hablarte de ideales, des-amparos, emblemas, simulacros, sucesiones, vigilias, apetencias y ciegas obsesiones por el discurso exacto, el título adecuado, la orato-ria precisa. Si insisto en definirlo ante tus ojos, desplegaré esa sórdi-da tristeza de las postergaciones por decisión legítima, ante el ara de mármol donde ofician las musas sus hechizos. Entonces me pregunto si el navío sujeto por maromas, es la simbolo-gía del regreso a las fuentes, al muelle primitivo, al fuego del que fuimos expulsados, a la orilla aguardando más allá del veloz amane-cer que Tolkien nos describe como el alba final. Sin embargo, no puedo desdeñarlo en momentos como este. Cuando guardan silencio los aplausos. Cuando el balance duele y toda la insolencia que adopta la rutina llega a depositar entre los labios racimos de preguntas sin respuestas. “¿Cómo se retoma el hilo de una vida vieja? ¿Cómo se-guir adelante cuando en tu corazón empiezas a entender que no hay regreso posible, que hay cosas que el tiempo no puede enmendar, aquellas que hieren muy adentro, que dejan cicatrices?”

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Puesto que ahora regreso de las profundidades interiores donde el ingenio cava sus estrofas con los filos de un léxico admirable, recelo de la magia, sospecho del indulto justificando mi supervivencia. Por-que aunque presumamos, nadie regresa indemne de las trampas ten-didas a lo largo y lo ancho de una obra importante e identificada. Nada en Arboladura del otoño es espontáneo, frívolo, inocente. Nada en él permanece librado a la ventura. Cual delicado orfebre, Gregorio Echeverría opta por la elocuencia a la que ya nos tiene acostumbra-dos. Esquematiza, en ejercicio del lenguaje lírico, verbos y sustanti-vos prestos a ser plagiados por trinares de pájaros novicios. Y aunque descreo de estas oberturas, retóricas honestas, favorables y bien intencionadas con que algunos discípulos celebramos reseñas de admirados mentores, he llegado hasta aquí para advertirte. Dado que el mismo artista elige convocarte desde la hondura de su propio abis-mo. No has de encontrar, en esta antología, textos conciliadores, complacientes. Ejemplo es el acento nutrido de empirismo. La esté-tica admirable disimulando todos los eclipses. La ética humanitaria de un hombre, tan cercano a la médula del cosmos, que ningún sufri-miento le resulta distante. Entusiasma su impulso de trovador oscuro ejerciendo nostalgias, destinos, profecías a puro contracielo. Capaz de disfrutar de socarronerías nombrándose a sí mismo “tonto predi-cador de versos encriptados” o “iluso escribidor de endecasílabos”. Y todavía procuro, osada peregrina, encontrar esa fórmula secreta que desmenuza rutas amarillas. Rastreo procederes madurados en tiempos de cosecha mientras ayudo al parto de este nuevo misterio desde el útero mismo de la imaginería. Por momentos, su voz de afir-maciones, en pleno uso de los vaticinios, ayuda a percibir tonalidades de enviados evangélicos clamando en la orfandad de los desiertos hasta que se perpetran los presagios. Por eso insiste en atizar el pe-cho con su rabioso puño arrepentido. Por eso es que confiesa los pe-cados paridos en curvas de la historia tal si sobrevinieran a través de delgadas pesadillas. Su glosario lo expone. Manifiesta el amor y asu-me su tarea. El apasionamiento. El compromiso. La belleza sumisa. La mirada del ángel.

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Pertenece a la estirpe de hombres probos juramentados con la litera-tura como si no existieran más opciones, ni mejores destinos. En es-tos años de culturicidio, el destierro lo acosa con sus fauces babean-tes y feroces. Muy pocos apadrinan competencias cuya importancia no cotiza en bolsa. Y por tales principios a nadie le interesa, conmue-ve o maravilla cuando embiste en jauría la palabra quemante. Herido por la sombra, asume todavía la grandeza de interpretar sus himnos para decir la tierra, bellas topografías milenarias, enseñanzas nacidas en la Biblia, personajes, descuidos, injusticias o esa pena in-saciable que deja, detrás suyo, el egoísmo. Su lenguaje es fraterno, protector, combativo. Mas no esperes por ello un panfleto exaltado o un sitio en la trinchera. Incluso refiriéndose a desenmascarados latro-cinios, masacres, epopeyas, crímenes, injusticias, lo poético asume todo el protagonismo. Tras una larga noche con sus dioses oscuros, se atreve a la denuncia. Aflora de su canto lo mejor del espíritu humanista. Porque el autor expresa la armonía entre dogmas, hablares y decires. Es la oportuni-dad de continuar el viaje. El punto justo en el que el alma emprende la impugnación de todos los regresos. El instante de ofertas y deman-das. Situaciones comunes a las postergaciones de los pueblos cerca-dos por mordazas, omisiones, silencios, desmemorias, algo de mez-quindad contemporánea. No por ser habitual, satisfactorio o más gra-tificante. Es la articulación, el gozne justo para dejar atrás la desme-moria decapitando todas las traiciones. Sí. El presente social es arbi-trario. Le niega al ciudadano los accesos a la obra de buenos escri-tores. Reserva a los rapsodas un empleo frustrante donde pasar los días mordiendo el ofensivo anonimato al que fue confinado. Sin embargo hay instantes, ocasiones, fragmentos de imprevistos, una casualidad que les permite reflejarse en las láminas de azogue. Leer Arboladura del otoño. Promulgar algún gesto de intemperie, puntualizar alianzas, terciar supersticiones como salvoconductos para cruzar espesas madrugadas. No hay retorno, elección, alternativa. No hay otro condenado. Gregorio Echeverría es el culpable de tejer, a destajo, la trama que el silencio le reclama. Esas tensas urdimbres atravesadas por el balanceo de navetas y peines esenciales.

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Tal vez, por eso, vagan profecías acompañando la fragata a puerto. En tanto se adivina, junto al maltrecho mascarón de proa, el fantasma del alma que la ha capitaneado en calmas y borrascas hacia el atraca-dero de la lluvia. Y aunque haya recibido el reconocimiento de sus pares, aunque haya sido honrado por la crítica, admirado por todos sus lectores, algo, en su corazón, le engendra dudas. En tanto el filo de la proa escinde su camino hacia el poniente. Responsable de ese aura de aventura, de epopeya quemante, inventa un mundo nuevo en la argumentación de quien intenta arribar al confín de la memoria. Como todos los nautas condenados a derivar en aguas procelosas, to-davía es capaz de detenerse en este punto “a media luz a media agua a media marcha entre el infierno y esas otras orillas que huyen / nada más huyen hacia donde ninguna quilla las alcance.”

Norma Segades-Manías Santa Fe, setiembre de 2014

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Llevas en la sangre algunas cosas buenas y otras muy malas. Dios sabe si podrás tú solo en la vida con toda esa carga.

Ya verás que no basta con la inteligencia. De poco te servirá una buena cabeza si no miras por dónde caminas.

Aunque llegues a ministro. Deberás aprender que no siempre dos y dos son cuatro.

Así lo digas en inglés, anda. Y si en mala hora te diera por la poesía, que el Señor te ayude.

Pepe siempre decía que de poetas y de locos todos tenemos un poco. Me da el cuerpo que sufres bastante de las dos cosas.

Hazte cargo como puedas de tu poesía. Que si alguien se hace cargo de tu locura, hasta puede ser que le

encontréis el gusto al pan y a la cebolla 1.

1 GE; Zapping. Al pie la firma autógrafa de Macrina, mi abuela materna. Macrina Iglesias Pena viuda de Andrés Vidal Castromán.

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El viejo Puente Colgante sobre la laguna Setúbal, alrededor del año 1960. Un símbolo siempre presente de la tierra perdida. Y en alguna medida, tam-bién del regreso imaginado. ¿El mito del Eterno Retorno?

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Romance marinero 2

En el timón del barco voy cantando en voz baja y mis canciones vuelan gaviotas sobre el mar entraremos a puerto al llegar la mañana tal vez en ese puerto encontraré a mi amor. Estoy solo en mi barco y en esta noche clara al dirigir el rumbo me siento capitán le sonrío a la luna que me mira callada y la luna sonríe yo soy el capitán. No importa si estoy solo y en mi barco no hay nada yo manejo las velas y también el timón llegaremos a puerto al entrar la mañana llegaremos al puerto donde aguarda mi amor.

Santa Fe 1954

2 Leído por el autor en la Biblioteca Mota Capdevila, de La Carlota (Cba), el 13 de abril de 2010. GE; Noche en el Sábalos, pag. 268. ISBN 978-987-33-4275-2.

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Revista Octógono / Facultad Ingeniería Química UNL / Año I No 1 Santa Fe 1960.

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Prometeo encadenado 3 Prometeo de hierro contemplando

sacerdote una iniciación de árboles sin memoria / entre las fauces

abiertamente del dragón de asfalto ribereño / garganta oscura luces

lejos lengua negra violada cada día de recordar palabras pequeñas

para voltear estrellas / dinosaurio amordazado de progreso y piedra

con vocación de río.

Santa Fe 1960

3 Publicado en la revista Octógono, año 1 No 1 / Santa Fe 1960, Facultad de Inge-niería Química, Universidad Nacional del Litoral, pág. 46.

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Sumario del número incial de Octógono, donde figura el primer poema publicado.

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“Y me entero de que Aldo Oliva se crio en el Parque, el barrio de los studs cerca del C.A. Provincial donde a los ocho o nueve años me largué en pú-blico con Romance del Negro Falucho y libré mis primeras batallas con el Rey Blanco y la Dama Negra. Y encuentro en su soberbio poemario, un tex-to dedicado a Jorge Conti, quien me iniciara allá por 1954 en los misterios de Corelli, Herman Hesse, Händel, Omar Kayyam y Novalis, y de quien a-tesoro un poema manuscrito dedicado a GE.”

[© GE; Entre el Nano y la Violeta / El Talar, 20 de octubre 2006], pág. 538..

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Buenos Aires 6 de diciembre de 1960 Querido sobrino: Recibí tu amable carta de nvbre. ppdo. acompañada de algunos poemas tu-yos que, según dices, responden a tu nueva orientación y me pides opinión al respecto. Poco valdrían mis setenta y un años de vida si no tuviera, ade-más de la experiencia alcanzada, el sentido común, la discreción y la mente abierta a todo lo nuevo, aparentemente bueno o malo que pueda acaecer en el mundo, y aceptarlos como fenómenos naturales de los cuales la humani-dad extraerá lo mejor que se llegue a alcanzar. No he leído hasta hoy a nin-gún pensador que reniegue de la juventud, cuando a esta la guían elevados propósitos. Todos la exaltan y veneran esperando de ella las obras más ex-celsas del arte, la ciencia y el pensamiento. Hay quienes se alarman porque las nuevas generaciones rompen los moldes de todo lo conocido. Yo no me alarmo de nada porque la historia nos demuestra los altibajos de la cultura y la civilización; las decadencias y los renunciamientos y a la postre la huma-nidad va cerrando los ciclos del eterno retorno en busca de la verdad. Quie-ro aclarar que en todo lo dicho no me refiero a esa juventud que aprove-chando el romper de las cadenas de los bien intencionados, se hacen ban-doleros, asaltantes, invertidos, cayendo en el desenfreno, como ocurre des-pués de un sismo cuando aparece el bandidaje y es necesario decretar la ley marcial. Pareciera que estos se proponen darle la razón a Shakespeare cuando dijo: “la juventud, aunque nadie la combata, halla en sí misma su peor enemigo”. Hechas estas aclaraciones, debo expresarte que yo no es-toy en condiciones para juzgar ni tus poemas ni tu nueva orientación, por carecer de los conocimientos imprescindibles que se necesitan, ni la sensi-bilidad adecuada para juzgar una obra de tal naturaleza. En estos momen-tos, en que la juventud se proyecta con impulso propio hacia otros derrote-ros, solo cabe estar a la expectativa y en espera de sus resultados, si es que uno alcanza a verlos. Espero pues, de la juventud culta e idealista como la tuya, las más altas definiciones sobre la verdad, la belleza, el bien, la jus-ticia y el amor, que superen en forma brillante y rotunda lo que los viejos he-mos aceptado, hasta hoy, como hipótesis legítimas de perfeccionamiento humano. Y digo todo esto porque recuerdo esta sentencia de Ingenieros: la juventud es savia renovadora de los pueblos; ignora la esclavitud de la ruti-na y no soporta la coyunda de la tradición. Deseándote el mejor de los éxitos en tus nobles propósitos, recibe un cari-ñoso abrazo de este tío que no te olvida. Ángel.4

4 Ángel Ramón Chenlo era hijo de un paisano de abuela Macrina, vecino de Puente Cesures (Pontevedra) cerca de la villa de Marín de donde es oriunda mi familia ma-terna. Nacido en Buenos Aires, me dio sostenidas muestras de afecto y apoyo. Lo mismo su hermana Elvira, de quien conservo su poemario Y el mundo seguirá… fe-chado en 1970 y dedicado a María Herrán de Pelayo, ambas amigas de mi madre.

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Santa Fe 1960. Náufragos de la inundación, acorralados en galpones del fe-rrocarril dentro de la zona portuaria. Un fotograma que bien pudiera inser-tarse en alguna secuencia de Tire dié, el documental que Fernando Birri ter-minaba de rodar hacía un par de años, con el Instituto de Cine de la Univer-sidad Nacional del Litoral. Filme al cual se sumaría luego Los inundados. Material en blanco y negro registrado por el autor, con una cámara analó-gica Beirette de 35 mm modelo 1958, película Agfa 100 ASA.

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“En un acto realizado ayer en LT10 se recordó la figura del poeta y perio-dista Jorge Conti, y se descubrió la placa que lleva su nombre en el estudio mayor de la emisora universitaria. […] El recuerdo de este hombre, recono-cido en el ámbito cultural de nuestra ciudad -fallecido el pasado 3 de julio-, llenó de emoción el acto que tuvo lugar durante la víspera en las instalacio-nes de la propia emisora.” [El Litoral. Santa Fe 11 de diciembre 2008].

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Tapa de la primera edición de Ejercicios con Brato. Antología de textos del taller literario coordinado por Nicolás Bratosevich en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, de Martínez (San Isidro) BA. Incluye 5 cuentos y 3 poemas de Gregorio Echeverría. Uno de ellos Che, p. 21, reescrito luego ba-jo su título actual. Editado por la BPBR. Impreso en Artes Gráficas Carde-mar, Mexico 844 BA 128 páginas sin ISBN y sin ficha catalográfica. 2a edi-ción 1988 Ediciones Media Legua. Impreso por Talleres Printex, Fleming 1526 Martínez, BA. 130 páginas, sin ISBN y sin ficha de catalogación.

Pero ¿Neruda no se murió de Chile? no, se murió de un cáncer de próstata. Che, ¿y el café pa / mierda. ¿En qué pizzería parás? Gregorio copia. Anda nerviosa porque el marido está de via / era universal. A la gente que escribe como Selva habría que liquidarla. Leí tus últimos poem / eso te hicimos estudiar? Son un asco pero con rico gusto. La mierda es algo oriental. Ese poe / en el 60. El título parece una pedantería mía. Pero ¿Neruda no se murió de Chile? no, se murió / el café para cuándo? Váyanse a la mierda. ¿En qué pizzería parás? Gregorio copia. A la gente que escribe como Selva habría que liquidarla. Leí / e parecieron una mierda. ¿Para eso te hicimos estudiar? Son un asco pero con rico gusto. La mierda / se me ocurrió en el 60. / una pedantería mía.

[Texto de fondo de tapas].

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Comandante

“… y yo digo merde / porque mi corazón no puede más y nuestros corazones no pueden más, no pueden en un mundo que deja morir solos a sus héroes.”

Pablo Neruda; Canto a Stalingrado.

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Comandante 5 Tu sangre capitular amonestando las terrazas cabizbajas

del Tiahuanaku se derrama / ocres sudores minerales salificando los ovarios amordazados del Potosí la santifican

están pariendo niños muertos los vientres de la sierra vomita el Urubamba clavículas y lengua quebrantada

de los condorcanki / un sol con filacterias de plomo amanece decapitado en Pomacancchi

enarbola negritud el coyote sobre anfiteatros de pólvora y basalto / desde Rosaspata huacas

de veinte generaciones regurgitan ceniza y agua estéril los fenicios del águila y los dioses oscuros tomaron

tus medidas / contabilizaron denarios y vergüenza los embalsamadores / la hiena y los devoradores de tributos

se disputaron en el centro del ayllu tu cadáver / no alcanzó para cubrir tu desnudez toda la piel en úlceras de América

desmantelado tu fusil se despereza en un poster de colores melifluos printed in USA / tu coraje ayudará

a vender más pallmall (los kingsize) y pepsicola ellos apuntalaron a su pesar tu monumento

hay un ojo de miel petrificado en el vértice de cada lágrima / hay una flor escrita por tu dedo

en cada dedo / y tu nombre… insepulto en el estaño.

La Lucila / marzo de 1973 <http://www.gregorioecheverria.com.ar/Comandante.html>

5 Incluido en la antología Ejercicios con Brato, editada en 1973 por la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, Martínez (BA), sin ISBN, pag. 21. Reeditada 1988 por Ediciones Media Legua, pág. 21, ibid. ibid.

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En 1973 se abría un enorme agujero en el cielo de mis posibilidades. Un agujero lleno de promesas y tentaciones. Conocí a un tiempo la existencia de talleres literarios ¡…! y me conecté con el taller literario de la Biblioteca de Martínez. Nicolás Bratosevich. Dos nacimientos adventicios —un plus que me regalaron las estrellas— tuve hasta ahora en mi vida. Este taller de Brato. Y la isla. Acaso hubieron otros. Cada vez que uno se juega por algo vuelve a nacer. […] Y sigamos con el taller de Brato. Me enseñaron a leer. Me enseñaron a analizar. Me enseñaron a criticar. Lo propio y lo ajeno. Me dieron consciencia de mis posibilidades. Todo eso que se llamaría motiva-ción. Desde Brato, quien debió padecer la pasión de todo líder de grupo o patriarca de tribu. La comprobación de todas las propuestas de La rama dorada de Frazer 6. Pero antes de que lo matáramos nos lo dio todo. No lo matamos antes de tiempo. Detrás había una oscura sombra edípica. Petra su mujer y Salvador su hijo mayor. A quien no se atrevió a matar cuando era posible todavía. Después Salvador ya era demasiado fuerte. Y saltó Niky también al ruedo. Y entró en la etapa jodida de rechazar los afectos y los intentos de apoyo. No tenés derecho a analizarme Gregorio. Osvaldo y Concepción. Carlos Pizzorno y Selva. Carlos Espinosa y Didí. Daniel Link y Cristina. Y Marta Ponzi. Delfina. Victoria. María del Carmen. Giuliana. Isabel. Queridos míos. Entre nosotros circuló el amor. Se alzaron nuestras barreras. Se agrandaron las ilusiones. Se atrincheró el coraje. Crecieron ad-miraciones y celos. Se instalaron también envidias y previsibles resenti-mientos. Todo absolutamente humano y absolutamente vivo. Seis maravi-llosos años en los cuales también Alicia y Silvia.

[GE; Zapping, página 472] Durante la época del taller de Brato, se me cerró la posibilidad de publicar material en el suplemento de La Nación por no avenirme a suavizar el len-guaje. Córdova Iturburu incluyó Vientos azules del sur en una nota de la re-vista Noticias Ford. Previo extirpar por su cuenta, los versos otros viernes / huyendo del taller (de la oficina) la boca vulnerada / por un rencor pastoso … Años más tarde, el responsable del suplemento de El Litoral se permitió eliminar de Noches de Montiel la referencia a “su destino de pequeño via-jante gris, insatisfecho y cornudo”. Episodios todos ellos irritantes. Aunque menos que los surgidos de uno mismo en razón de argumentos no siempre sustentables. A los que a veces por vergüenza llamamos autocrítica.

[GE; Zapping, página 75]

6 Sir James George Frazer; La rama dorada / Magia y religión. Título original The golden bough. 1a edic. inglesa 1890.

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Bautismo 7 Me descalzo al llegar frente a las puertas de la ciudad

de mis perros de oro y los espejos negros / soplando sobre mi huella todo rastro vuelve a su pie / eludiendo

vigilia de alfaneques desde su minarete abandono cayado alforjas —el recuerdo incluso de mi onomástico—

he de mellar los cuernos cerriles de la vanidad / escogiendo armas deseché los venablos y la espada / doné mi bolsa

a un trujamán sin piernas / el cinturón a una zigana vieja que acunaba sin lágrimas un feto / reverberan soles de pus

en el salitre —un búho acecha— rasgo el alba de lino para abrigar a un mirlo helado / crujen mis dientes contra

las aspilleras del penúltimo foso / entierro tarsos y falanges en la mierda en procura de mi nombre / está circuncidado

sobre el basalto sacrificial del fondo / tanteo pedestales rechazos cóncavos de una vejez pulida / surge —decúbito—

un busto apoltronado en el inmundo lecho / me incita desde el obsceno escorzo de sus dos cabezas / muerdo

golpeo / decapitadas ruedan las coronas / hinco pulgares en sus párpados / perros y espejos negros enceguecen.

Ya amanezco.

La Lucila / setiembre de 1973 7 Incluido en la antología Ejercicios con Brato, editada en 1973 por la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, Martínez (BA), sin ISBN, pág. 57. Reeditada 1988 por Ediciones Media Legua, pág. 57 ibid. ibid.

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Luctuoso Chile / Ejercicios con Brato, 1a edic. pág. 62.

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Luctuoso Chile 8 Otra vez el carbón aborrecido / luto devorador —verdugo—

de los fuegos (la chispa no ha durado) siniestra opaca vertebrando ropajes de miseria repta —planea— sobre

toldos araucanos muerte con charreteras puercas de soldado / asfixiando la llama torna el carbón que es filo

y latigazo a masticarnos / kollas guajiros cholos rotos indios de esta insumisa mansedumbre acribillados

bajo la encarnada azul y blanca y estrellada pero negra de mugre insignia de crespones y dientes tibia y calavera

tan negra y sucia rotos esa bandera gringa que mordiendo los ijares de la pampa nos fusila / rapiñan nuestro cobre

un Pablo se nos vuela —ya no reinan los kondores inmóviles en sus heridos féretros de pluma— el mundo

se encabrita / malherido de botas mercenarias agonizas una lanza bastarda siembra traición y plomo en tu costado.

La Lucila / octubre de 1973

8 Incluido en la antología Ejercicios con Brato, editada en 1973 por la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, Martínez (BA), sin ISBN, pág. 62. Reeditada 1988 por Ediciones Media Legua, pág. 62, ibid. ibid.

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Página final de otra carta de Ángel R. Chenlo, fechada en 1961, donde hace referencia a material del autor publicado en la revista Octógono. Contraste sorprendente con la actitud reaccionaria de los delegados del Ateneo Uni-versitario en el Consejo de Redacción de la Revista, editada por la Facultad de Ingeniería Química. La cuestión de su inclusión debió ser zanjada por el ing. Alberto Guillermo Davie —decano entonces— quien sería años más tarde el primer presidente del directorio de EUDEBA.

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Mahâpralaya 9

Y le fue dada potestad para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las bestias de la tierra.

Apocalipsis 6.8 Acudiendo —flecha en la galaxia— Acuario a recalar

en la cerviz de Capricornio / navegando Leo hacia la Cruz del Sur / con armadura y furia el ángel su alazán enfrenando

sobre el mar (las Aleutianas admiran los alamares de su manto) fuego de alacranes derretidos restalla plomo

ázimo en su montura / monzón aprisionando vapores sulfurosos / una ceniza agria desmaya la risa de los ánades

espesando los vértices del aire / cúmulus de mercurio con aprensión y trueno refrenan el galope del ángel

hundido en su coraza dando la espalda al sol avizora una ciudad —apenas una aldea— con su iglesia y almendros

niños en la escuela un mar con sal pescadores cormoranes pelícanos y arena / desenvainando un cáliz (en sus manos

relumbra con precisión y muerte) lo derrama con gesto y ceremonia / resuenan timbales / estruendo de un millón

de búfalos hollando tamboriles de acero / en el amanecer repercute creciendo en huracanes de luz

un fuego negro atornillándose en el mar. El horizonte ondula terremotos amarillos.

La Lucila / agosto de 1974 9 Gran Disolución Cósmica en la tradición brahmánica.

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Virtud de lo repetitivo Primer Premio / I Certamen Anual “Rosalina Fernández de Peirotén” /

ASDE Asociación Santafesina de Escritores / Santa Fe 1978. Integra el volumen Señor de todo y otros poemas.

Acta del fallo, firmada por Susana Gianello de Olivera, Francisco L. Mián y Osval-do Valli.

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Virtud de lo repetitivo

Dios del calor ocioso,

en este deslumbrante camino, todo lo dominas.

Robert Duncan; Sol de agosto. Para que cualquier acto heroico —digamos asaltar carabela

en mano / con arcabuces lombardas y caballos desplegados alguna isla evasivamente extragangética

fructifique sin pérdida de presupuesto y vidas bastimento ni entusiasmo / conviene atenerse con sencillez

y estilo grave (virtudes que todo marino sobrelleva con epidérmico decoro) a la experiencia de almirantes

capitanes hidalgos y corregidores / sin desechar la praxis rústica de los adelantados / avanzar a caballo disparando

fanfarrias y enarbolando perros quemar algunos indios avanzar en trompetas disparando pendones

y argumentando bulas ahorcar algunos indios / avanzar crucifijos disparando evangelios y retemplando pífanos

fusilar unos indios / avanzar con paciencia y herradura hasta que el sol se acueste sobre el rojo

poniente complacido / desmalezado de indios.

La Lucila / marzo 1976

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Diario El Litoral, Santa Fe. Jueves 16 de noviembre 1978.

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Abstracción de lo vulgar Antes de que las agendas nos acorralen / al tiempo

que la computadora reemplace palimcestos y rollos por su memoria de soles de ferrita / melifluos titulares

se mezclen con anuncios de compraventa de heroína y megatones / nos ofrezcan un avant escène en Josafat

cerca del Trono y a pagar en cuotas / confundamos el acónito con el acento inocuo del durazno

o un torbellino de basura cósmica divida sus medidas en el localizado marco de una taza y la vista

ya no identifique sino una taza y algo tan poco emocionante como una cucharilla de café y pensemos

Medellín o Juan Valdez / por precaución conviene ejercitar los códigos de la imaginería

si toda voz ha de recuperar —generalizándolos— sus semas unitarios / defendamos este instinto

cuyo valor preservativo reside en la aceptación con goce y descubrimiento de que en Angola

algunos muertos y en Nicaragua algún dolor irremediablemente existen (coexisten) y se pasa

hambre / simultáneos metabolismos aquí instalan un pan fresco y manteca con mermelada de frutilla

y té (con sacarina porque la silueta).

La Lucila / marzo 1976

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El poema de la página anterior está fechado en marzo de 1976. Lamentable-mente no precisa el día. El de la página que sigue lleva fecha de mayo de 1976. Mi memoria consciente no registra el estado de ánimo que los suscita, pero me parecen sugestivos estos versos:

Si toda voz ha de recuperar —generalizándolos— / sus semas unitarios defendamos este instinto / cuyo valor preservativo reside en la aceptación / con goce y descubrimiento de que en Angola / algunos muertos y en Nicaragua algún dolor / irremediablemente existen / (coexisten) y se pasa hambre / simultáneos metabolismos aquí instalan / un pan fresco y manteca con mermelada de frutilla / y té (con sacarina porque la silueta).

Y del otro poema repaso estas líneas:

… abro los ojos hacia mí / campanas y camino / en llamaradas fosforosas repican horizontes de niebla / nombro la luz para obturar tanta noche / fuelles ardidos apuntalan la sombra / un poder de cenizas ribetea los cimientos del aire asesinando pájaros / en torno se subdividen tus silencios / moribundo contra el volcán de mica se despeña un tropel de ruiseñores 10.

Entre uno y otro texto, un episodio que jamás borraré de mi memoria. El miércoles 5 de mayo alrededor de las 18:00, estábamos trabajando en el ta-ller de Bratosevich, en la Biblioteca de Martínez. Entra Dolly Frangi 11 con la cara demudada. Acaban de llevárselo a Haroldo. 10 Anoto, por un principio de honestidad profesional, creo que es la única vez en que utilizo esta voz “ruiseñor” en un sentido no peyorativo. Al respecto hay una aclara-ción detallada en un mail a Silvia Braun del 4 de febrero de 2001, que se trascribe en página 284. 11 Se habían agregado al taller Elvira Ezcurra, Susana Cazenave y Dolores (Dolly) Frangipani. A Elvira le debo el contacto con el suplemento del diario La Nación, que no prosperaría por “incompatibilidad de caracteres”.

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Arboladura del otoño

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Memento 12 Rizos de agua sobre mi almohada piedra a piedra

desbordando —en vertical fecunda— las raíces del fresno tu sudor mineral espesado en músculo de mar me aferra

grito babean mis fantasmas / la irrealidad me recupera a despecho de clepsidras perentorias y cúmulus estallando

en voces de aluminio / sangro redobles de frazada escandalizando los verdores del fuego / cumplo

con impaciencia y música los insaciables ritos del poema abro los ojos hacia mí / campanas y camino

en llamaradas fosforosas repican horizontes de niebla nombro la luz para obturar tanta noche / fuelles

ardidos apuntalan la sombra / un poder de cenizas ribetea los cimientos del aire asesinando pájaros

en torno se subdividen tus silencios / moribundo contra el volcán de mica se despeña un tropel

de ruiseñores —releo el Génesis— en mis pupilas crujen corpúsculos de sal / un sol de bronce desenrosca

pecíolos azules / arrojo las alforjas y mi báculo.

Él sonríe.

La Lucila / mayo 1976

12 XIX Premio Internacional Tiflos de Poesía, Madrid 2006. Incluido en el volumen inédito Asunción en el Huerto.

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Yo vulneré el color Mención Certamen “Themis Speroni” / SELP Sociedad de Escritores

de La Plata (BA), 1979. Uno de los pocos sonetos que me atreví a escribir en mi vida. Si hubo algu-nos de adolescencia, han sido olvidados junto con otros pecados. Me deleita disfrutar de su música, pero no es un formato poético en el cual me resulte cómodo expresarme. Alrededor de 1990 conocí a Julia Prilutsky Farni en el Teatro San Martín, en una reunión de participantes en un certamen literario, con el objeto de designar un representante en el Jurado. Allí Julia declaró que “escribía diez sonetos por día y contabilizaba ya más de diez mil”.

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Arboladura del otoño

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Yo vulneré el color

Yo vulneré el color de tus vitrales la luz a mi través decapitada envejeció y fue sombra y opacada redefinió en carbón tus catedrales. Yo conturbé la paz de tus undosos campanarios / mi espada fue badajo en tu cintura y fue mi voz un tajo huérfano de piedad / tu pudoroso claustro de refrescantes palomares se abrió al furor pedestre de mis manos y el pichón fue festín de los milanos y tu sangre vestal en los altares de mi hambriento egoísmo sollozaba fui tu verdugo atroz / pero te amaba.

La Lucila / agosto 1976

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Interrogada esfinge Primer Premio / VIII Fiesta de las Letras / Dirección de Cultura de Al-

mirante Brown (BA) 1978. Jurados: María Teresa R. O. de Robles; Blanca Rayagnan de Jaccard y Lisandro Gayoso.

Primer Premio I Certamen de Poesía “Rosalina Fernández de Peirotén” ASDE Asociación Santafesina de Escritores 1978. Integra el volumen Señor de todo y otros poemas.

Primer Premio “Alfonsina Storni” 1978 / Biblioteca Popular Cornelio Saavedra, ciudad de Buenos Aires.

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Interrogada esfinge

Qui passo gli anni, occulto senz’amor senza vita; ed aspro a forza tra lo stuol di malevoli divengo.

Giacomo Leopardi; La ricordanze

¿Qué encabalgado viento el azafrán oscureció y el prisma de tus torres? ¿Qué concluyente empuje la armonía destronó y la altivez de tus almenas? ¿Quién revistió de seda las paredes y de pudor pintó tus catedrales? ¿Qué subterráneo amor quebró tus piedras desgastando en azul sus alamares? ¿Qué atmosférico acero taló el tronco sin voz y atemporal de tus santuarios? ¿Qué porcelana oblicua dividiendo toda tu sangre en celdas la retuvo? ¿Qué obscenos hormigueros anidaron en el perfil dorsal de tu obelisco? ¿Qué metálico espanto sembró un filo de rencor en la piel de tu suburbio? Queda —tal vez— tras la forjada espina de solemnes portales leve escorzo de una luz zenital empavesada por el cenizo escarnio de los años. ¿Qué delirante mar en úteros de sal precipitó tus mitos Buenos Aires?

La Lucila / julio de 1977

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Quebrantamiento del Ande Primer Premio / I Certamen Anual “Rosalina F. de Peirotén” / ASDE

Santa Fe 1978. Integra el volumen (inédito) Señor de todo y otros poemas.

Este poema fue reescrito varias veces hasta llegar a la versión actual tras-cripta en las páginas siguientes. El texto premiado no pasaba de los veinte versos.

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Quebrantamiento del Ande

Nada quedó de mí,

excepto mi pie derecho y mi hombro izquierdo.

James Wright; Sueño de sepultura. Es menester actuar con prolijidad —ni siquiera justicia

o preocupación— para desmantelar la cordillera / las calizas oponen apenas resistencia / con buen ojo separar

lo amarillo del ocre y el dorado con atisbos de leve ley aguzando sin maldad cadalsos y la pólvora (una forma

modesta de alabar a Dios) para acallar el subversivo intento balbuceado en flechas alarido lanza o boleadora —hasta

en suicidio colectivo lo cual ofende los órdenes celestes— con recurrencia soez al exorcismo de amontonar omóplatos

y sangre rota / despoblar tolderías decretar barbechos / regando con una estirpe todo el sol tanta montaña / sin claudicaciones

dispensando la lavandina del bautismo para purificar el aire de azufres y sudores y desterrar el tufo de la muerte. Domeñando la arquitectura del basalto encadenar los cumulos

terciarios de granito a las estalagtitas de cuarzo entretejidas bajo los arbotantes que alzan cada cúpula / hollar a zapapico

el cráter donde hincan su cofia raíces de araucaria cósmica afilando arcabuces y hachas / ha de horadarse

la bóveda del cielo para que se derrumben las auroras australes sobre los socavones y se rompa la vena mineral / a cielo

abierto será la ceremonia del hidrargirio y el lavado de barros desechando escoria y agua envenenada

nada resiste a la regla de tres y a la ley que reparte horizontes

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atenta a la prosopopeya de gules o ligas esmalcaldas amordazar lo azul de los glaciares y el susurro que fluye

desde los rectos ventisqueros / uno deja volar la vista sobre la superficie de una gota de lluvia / pequeña si se piensa

en el mar / se siente poderoso abarcando íconos geográficos la ladera de verde cardenillo / uno sonríe recordando

aquello del color del caballo blanco de San Martín casi cayendo en tentación de ir por un atajo empezar

con la historia de las mulas grisonas embarradas y granaderos andrajosos aviados como una Armada

Brancaleone / recuerda a tiempo que no es la madrugada de un amanecer del primer cuarto del penúltimo siglo

en medio de un pedregal interminable a más de siete mil pies bajo el castigo duplicado de la nevisca y la proximidad

del enemigo / sino —alellujah— un domingo de enero de este siglo / cuando todo ha pasado el charco se ve ínfimo

y la mañana más insulsa / gira sobrevolando el Mar de los Sargazos / el silencio excluye todo sonido

que no provenga de benteveos o zorzales / uno desciende hacia la superficie verde trasparente / escucha estampidos

de nieve y vuelo funerario de unos kondores / cada gránulo hinchado a escala de ventisquero palidece

debajo de los vientos / los glaciares devoran hasta el mar de horizonte a horizonte gobierna el hielo en alta soledad.

Se cumplen profecías y tiempos / yace Jananti

encadenada reviviendo otra historia de fuegos robados y eslabones bajo la furia de las águilas / desterrada la yunga

decapitados a topadora y hacha quebrachales y lapacho ya no más silbo triste de vidala tras quejumbre

de tarkas mugiendo en la quebrada / ya no más trino

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chalchalero en el cardón alzado en medio de la nada secas las fuentes del arroyo que ayer cantaba bajando

de los cerros / nada más socavones y escoria amontonada nada más una carne amoratada hecha piedra que el dolor

apelmaza / apenas largas bocanadas de ceniza brotando de cráteres vacíos como queda ahuecado el tronco

de los cedros al paso del taladro / como vacía un bosque la termita / la codicia hincando a muerte sus mandíbulas

en el gran costillar / vértebra a vértebra la altura saqueada / la veta herida deja fluir un pus de huaca

funeraria / flota en el alba la voz de Condorcanki al pie de una kantuta / insumisa su voz de cordillera

y su nombre insepulto en el estaño.

La Lucila / agosto 1977