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CAPÍTULO IV ARISTÓTELES 1 BIOGRAFÍA Y OBRAS Aristóteles nació en Estagira, ciudad de la Tracia, en el año 384, hijo de Nicóma- ca, médico del rey Amintas II de Macedonia. Muy joven marchó a Atenas para completar su formación. Allí ingresó en la Academia, que entonces era sin duda el mejor centro de estudios de toda Grecia, y en ella permaneció durante vein- te años, primero como alumno y luego como profesor, hasta la muerte de Platón (347). Entonces dejó Atenas y trabajó como profesor en otras ciudades hasta que recibió la llamada de Filipo de Macedonia para encargarse de la educa- ción de su hijo Alejandro, que entonces tenía trece años. Durante seis años Aristóteles vivió en Pella dedicado a la formación de Alejandro. Cuando Alejandro sucedió a Filipo (336), Aristóteles volvió a Atenas, don- de al año siguiente fundó su propia escuela en las afueras de la ciudad, junto al templo de Apolo Lykeios (<< el de los lobos», quizá porque los había o los había habido en aquel paraje), de donde tomó el nombre de Liceo. Por su pórtico cu- bierto, donde las lecciones se daban paseando, también fue llamada Peripato (el paseo) o escuela peripatética. La noticia de la muerte de Alejandro (323) suscitó en Atenas una revuelta antirnacedóníca. Aristóteles, el maestro y amigo del macedonio, fue acusado de impiedad. Nuestro autor comprendió que su situación era peligrosa y huyó a Calcis (isla de Eubea), donde murió al año siguiente (322). • • Resulta sugerente y cómodo suponer que la profesión de su padre influyó decisivamente en la orientación intelectual de Aristóteles. Efectivamente, éste, en contraste con Platón, da clara primacía a la observación de la realidad como base permanente de todo su trabajo científico. Este interés por la realidad le lleva a una amplitud en el campo de su investigación -desde las ciencias na- turales a la metafísica, pasando por las ciencias humanas- sin igual en todo el mundo antiguo. Es más, Aristóteles no sólo se basa en la propia experiencia,

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CAPÍTULO IV

ARISTÓTELES

1 BIOGRAFÍA Y OBRAS

Aristóteles nació en Estagira, ciudad de la Tracia, en el año 384, hijo de Nicóma­ca, médico del rey Amintas II de Macedonia. Muy joven marchó a Atenas para completar su formación. Allí ingresó en la Academia, que entonces era sin duda el mejor centro de estudios de toda Grecia, y en ella permaneció durante vein­te años, primero como alumno y luego como profesor, hasta la muerte de Platón (347). Entonces dejó Atenas y trabajó como profesor en otras ciudades hasta que recibió la llamada de Filipo de Macedonia para encargarse de la educa­ción de su hijo Alejandro, que entonces tenía trece años. Durante seis años Aristóteles vivió en Pella dedicado a la formación de Alejandro.

Cuando Alejandro sucedió a Filipo (336), Aristóteles volvió a A tenas, don­de al año siguiente fundó su propia escuela en las afueras de la ciudad, junto al templo de Apolo Lykeios (<<el de los lobos», quizá porque los había o los había habido en aquel paraje), de donde tomó el nombre de Liceo. Por su pórtico cu­bierto, donde las lecciones se daban paseando, también fue llamada Peripato (el paseo) o escuela peripatética.

La noticia de la muerte de Alejandro (323) suscitó en Atenas una revuelta antirnacedóníca. Aristóteles, el maestro y amigo del macedonio, fue acusado de impiedad. Nuestro autor comprendió que su situación era peligrosa y huyó a Calcis (isla de Eubea), donde murió al año siguiente (322).

• • • Resulta sugerente y cómodo suponer que la profesión de su padre influyó decisivamente en la orientación intelectual de Aristóteles. Efectivamente, éste, en contraste con Platón, da clara primacía a la observación de la realidad como base permanente de todo su trabajo científico. Este interés por la realidad le lleva a una amplitud en el campo de su investigación -desde las ciencias na­turales a la metafísica, pasando por las ciencias humanas- sin igual en todo el mundo antiguo. Es más, Aristóteles no sólo se basa en la propia experiencia,

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sino que recoge la experiencia de quienes le han precedido. En las materias que estudia, nuestro autor suele comenzar haciendo la historia de lo que otros han investigado anteriormente. El contraste con la orientación de Platón es evidente. Si en éste la ciencia básica que da la pauta a su filosofía es la geometría, en Aristóteles es la ciencia de la naturaleza .

Los escritos de Aristóteles se clasifícan en dos categorías: los exotéricos y los esotéricos. Aquéllos son obras destinadas al gran público (exotérico = para los de afuera), redactadas con estilo cuidado, algunas en forma de diálogos, corresponden en general a la juventud de Aristóteles. De ellas sólo conservamos algunos fragmentos. Su pensamiento está todavía próximo al de Platón. Las obras esotéricas están dirigidas a los alumnos del Liceo (esotérico = para los de dentro), a modo de apuntes para ser explicados en clase, su redacción care­ce de toda pretensión literaria. Conservamos buena parte de ellas. Aunque la redacción que ha llegado hasta nosotros sea en algunos casos posterior a la muerte de Aristóteles, todas estas obras forman el corpus aristotelicum. De ese corpus podemos recordar algunos títulos como el Órganon (<<el instrumento» del saber) que comprende los seis libros de lógica; los ocho libros de Física; los catorce libros de Filosofía Primera o Metafísica (llamada así en un principio sim­plemente por el lugar de colocación, después de la Física); los tres libros Sobre el alma; los diez libros de la Ética a Nicómaco (el hijo de Aristóteles); la Retórica; etc., y citamos para el final la obra que directamente nos interesa, los ocho li­bros de la Política.

2. LA POLÍTICA: COMPOSICIÓN Y ORIENT ACIÓN

El título español repite fonéticamente el griego, aunque no lo traduce: politiká es el adjetivo que califica a un substantivo omitido, biblia (libros). La traduc­ción española sería, pues, (libros) políticos. Éstos, tal como han llegado hasta nosotros, pertenecen a la categoría de las obras esotéricas: son un conjunto de apuntes de redacción poco literaria sobre los que se basaba la explicación de clase. Pero además, tal como la tenemos, tampoco podemos considerarla como una obra acabada.

Seguimos la hipótesis sobre la composición de la Política propuesta por Werner Jaeger. Según ella, la obra tal como nosotros la conocemos reúne ele­mentos de dos épocas del pensamiento de Aristóteles. En primer lugar, la épo­ca en que Aristóteles sigue de cerca el pensamiento de su maestro. Podriamos hablar de la época platónica de Aristóteles. La temática naturalmente es la polis ideal. Su tratamiento comienza, según un método muy querido por Aristóte­les, recogiendo las teorías ya formuladas sobre el tema: a ello dedica el libro II. El libro III contiene una especie de teoría general de la polis ideal: Los libros VII y VIII tratan de elementos concretos en la construcción de la polis ideal, si­tuación, habitantes, urbanismo (libro VII) y, sobre todo, la educación (libro VIII). Aristóteles sigue de cerca las aportaciones de El político y Las leyes. La idea cen-

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tral es la subordinación de la política a la ética. La política es una continuación, un complemento de la ética. Tengamos en cuenta que la pregunta central de la ética aristotélica no es «¿qué debo hacer?» sino «¿cuál es la mejor vida posi­ble?, ¿cómo es el hombre auténticamente feliz?» Es decir, la ética aristotélica no es una ética deontológica, como la kantiana, sino eudemonista como corres­ponde a una mentalidad griega. La investigación descubre que la auténtica felicidad se encuentra en la vida virtuosa; pero no en el sentido que luego ha difundido el estoicismo y el cristianismo. No se trata del heroísmo ascético, sino del término medio, de la moderación. Su objetivo no es formar santos, sino hombres felices por sentirse realizados en el conjunto de sus capacidades hu­manas. Pues bien, la sociedad «política» es el ambiente, la atmósfera, donde el hombre alcanza su perfección. Esto nos lleva a dar el paso desde la ética indi­vidual a la ética social y entrar en el estudio de las leyes de la ciudad.

En segundo lugar, la época en que Aristóteles ya ha elaborado una concep­ción propia de la ciencia política que supone el estudio empírico de las reali­dades políticas, como veremos más adelante. Ahora la política se independiza de la ética y se convierte en técnica del poder: incluso el tirano necesita la cien­cia política. No se trata de una ruptura con la época anterior, puesto que si­guen presentes las consideraciones del ideal político. Se trata de una amplia­ción del concepto de la ciencia política y ésta es la aportación más importante de Aristóteles. Es una época que podríamos llamar propiamente aristotélica. A esta época corresponden los libros IV, V Y VI.

Finalmente Aristóteles compuso el libro 1 como una introducción general a toda la obra, precisamente como un intento de unir y justificar los dos trata­mientos de la ciencia política. Así, el conjunto aparece como un tratado com­pleto sobre la política, pero con el inconveniente de que Aristóteles nunca rea­lizó la revisión necesaria para unificar diversas partes que fueron escritas a lo largo de un periodo de diez a quince años.

3 LA POLlS IDEAL

Como lo hace en otras obras suyas, Aristóteles comienza el libro TI de la Políti­ca con un examen de lo que otros ya han escrito sobre la materia. Entre estos otros el más importante con mucho es Platón. Se podria esperar que, al hacer la crítica a su maestro, Aristóteles nos explicara con exactitud por qué se ha apartado de él. Pero no lo hace. Su crítica de La república se centra en el comu­nismo económico y en la supresión de la familia. Los argumentos maduros y ponderados con que Aristóteles defiende la propiedad han mantenido su vi­gencia a través de los siglos. Su crítica de Las leyes se detiene en detalles y no es muy fiel al texto, lo cual no tiene explicación: Aristóteles conocía bien esta obra, hasta el punto de que luego, al construir su polis ideal, sigue muy de cerca a Las leyes incluso en sus formulaciones.

Ya hemos dicho que la polis ideal para Aristóteles corresponde a la que Platón

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colocaba como segundo grado de ideal. La diferencia nace de una diferente epistemología y se concreta en el concepto de autoridad que debe regír la polis. Platón había expuesto en El político su idea de que la ley gozaba de algo así como una autoridad vicaria a la que se recurre cuando no existe la clase políti­ca ideal, los sabios. Aristóteles tiene la convicción básica de que la leyes la única fuente de autoridad compatible con la dignidad del ciudadano. Tengamos en cuenta que la ley no tenia entonces la carga técnica que, al menos en teoría y siempre en apariencia, tiene en los Estados contemporáneos. La leyera sobre todo asunto de costumbre o era decisión de una asamblea a la que se llegaba por un debate muy abierto, espontáneo y nada técnico. La ley, en la medida en que fuera acertada, era producto de la experiencia, era, en la terminología platónica, un producto de la opinión. Darle a la ley la máxima autoridad en la polis es la gran novedad de Aristóteles; en otras palabras, hacer la teoría del imperio de la ley y dar el primer paso en la teoría del Estado de Derecho.

Como siempre, el tema clave de todo pensamiento político es el de la legí­timidad de la autoridad o del poder. Aristóteles expone al comienzo de la Po­lítica y lo repite en otros pasajes su intuición básica de que el poder político es una realídad distinta de los otros poderes sociales. No hay un continuum que va desde el poder familiar hasta el poder político, de modo que la diferencia entre uno y otro sea solamente de grado. Hay una diferencia cualítativa que se define tanto por la finalídad específica de la sociedad política como por la cualí­dad de sus miembros. Respecto a esto último, Aristóteles cree que la autori­dad social se justifica por algún tipo de superioridad natural del que manda sobre el mandado. Así es el caso del jefe de familía sobre la mujer y los hijos, y del amo sobre el esclavo. En el bien entendido que esta superioridad crea una relación de poder que es también en beneficio del mandado: es bueno para el hijo o para el esclavo, incapaces de gobernarse a sí mismos, ser dirigídos por el padre o el amo. Pero la polis es «una comunidad de iguales que aspira a la mejor vida posible» (VII, 8; 1328a)1 ¿Cómo se justifica el poder de un hombre sobre sus iguales? Únicamente mediante la ley: la leyes la única instancia que da un contenido racional al poder de un hombre sobre sus iguales. Aristóteles reflexio­na sobre la hipótesis de que en una polis existiera una persona manifiestamen­te superior en todas sus cualidades. La conclusión lógíca sería entregarle el poder, que tomaría la forma monárquica. Es la conclusión de Platón en El po­lítico. Pero no siendo este el caso, no existiendo el sabio ideal, no sería razona­ble que una persona sujeta a las mismas pasiones que los demás fuera encum­brada a una situación en la que precisamente esas pasiones tendrían mayor ocasión para desarrollarse e impedir el ejercicio racional del poder. La ley, por su esencial contenido de generalidad, aparece como la única forma de manda­tos racionales no decididos por las pasiones: <<la leyes la razón desprovista de pasión» (1Il, 16; 1287a). Naturalmente que el gobierno de una polis exige ade­más la aplicación de la ley a los casos concretos y la decisión en los casos no previstos por la ley. Es decir, no basta la autoridad impersonal de la ley; hace

1 La numeración remite a la edición de la Academia de Berlín, por Bek.ker.

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falta la autoridad personal del magistrado. La ley no suprime al magistrado, pero le da a su poder una cualidad que lo hace compatible con la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos. El magistrado que gobierna por la ley y se­gún la ley impera sobre súbditos que obedecen libremente porque obedecen racionalmente.

La afirmación de la racionalidad de la ley lleva a preguntarse por el autor de la ley, por la causa eficiente de la ley. Aristóteles hace una famosa defensa de la elaboración democrática de la ley (III, 11; 1281b-1282a). La base de su argumento reside en su concepción gnoseológica con marcado acento empirista, muy diferente del racionalismo platónico. Aristóteles cree que la razón políti­ca, como también sucede en otros campos de la actividad humana, es una rea­lidad que se construye acumulativamente, con la aportación de los miembros presentes de la comunidad y con la aportación de los antepasados plasmada en las costumbres. No admite la aplicación de la tajante distinción platónica entre ciencia y opinión al campo de la política. La opinión pública no es sólo una realidad política que el gobernante ha de tener en cuenta, sino que es la expresión normal de la razón política. La política no puede ser epistéme en el sentido platónico, sino otro tipo de sabiduría, la frónesis o prudencia. Por eso defiende la asamblea como el sujeto colectivo que debe elaborar la ley. Nos da tres razones para ello: primera, que la sabiduría política conseguida mediante la acumulación de opiniones es mayor que la poseída por un legislador indivi­dual; segunda, que es más difícil corromper a un colectivo que a un individuo; tercera -contra las pretensiones de lo que hoy llamamos tecnocracia- que el último juez del acierto de una leyes el súbdito y no el experto, lo mismo que el último juez de los sabores de un banquete es el comensal y no el cocinero .

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Puede decirse que nuestra exposición del pensamiento arístotélico ha tratado hasta ahora de explicar la primera parte de la definición de la polis, la que se refiere a la composición de la ciudad, «una comunidad de iguales». La afirma­ción igualitaria nos planteó el problema de cómo surge en ella una situación de superioridad que es el poder. Vamos a fijarnos ahora en la segunda parte de la definición, la finalidad de la polis, «1a mejor vida posible», entendida como vida moral, según hemos indicado. En el tema de la unidad entre la ética y la política el Estagirita se mantuvo siempre fiel a su maestro, incluso cuando el desarrollo de su pensamiento le llevó a apartarse de él con una nueva concep­ción de la ciencia política. Que una moral colectiva sea el objetivo político ex­plícito es algo peculiar del pensamiento griego. Desde esta óptica se explica la definición de la constitución (politeia) de una polis como una forma o un estilo de vida. Para hacerla posible, la polis toma una determinada forma de gobier­no y una determinada organización política. Desde esta óptica habría que con­cluir en la identidad entre ciudadano bueno y hombre bueno, es decir, que la mejor manera de realizarse humanamente sería convertirse en un buen ciuda­dano. Aristóteles comprende que esta identidad sólo es posible en la polis ideal.

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En las poleis concretas hay muchos tipos de ciudadanos y muchos grados en la realización de la virtud. De todos modos el Estagirita no se da por contento con esta renuncia impuesta por la realidad y se pregunta si habría algún ciuda­dano de quien debería esperarse que fuera un hombre bueno. Lo hay, respon­de, es el gobernante: al gobernante se le exige un alto comportamiento ético. Pero corno en la democracia el polites es a la vez súbdito e imperante, se con­cluye que en la democracia, si es completa, el ciudadano adquiere su perfec­ción moral. Se reafirma la fe en la unidad de la ética y la política.

La reflexión sobre la polis ideal ocupa, corno hemos dicho, los libros III, VII Y VIII de la Política. Es evidente que Aristóteles sigue de cerca los ternas del libro de Las leyes. Estudia la población adecuada en los dos aspectos de canti­dad y calidad. Estudia el territorio, que debe tener salida al mar, en contra de la opinión de Platón. Estudia la estructura económica, basada en la propiedad, cuyos productos deben ser en buena parte disfrutados en común; piensa en una agricultura trabajada por los esclavos y en una industria en manos de artesa­nos libres, pero excluidos de la ciudadanía, porque la virtud propia del polites es imposible para quien se dedica al trabajo manual. La ciudad es, por tanto, asunto de una clase ociosa. Estudia, finalmente, el sistema de educación en el libro VIII.

Dentro del conjunto de libros que atribuirnos a esta parte del pensamiento aristotélico queda incluido también el terna de las formas de gobierno. Pero precisamente al exponernos sus investigaciones aparece claramente que, a medida que el estudio progresaba, Aristóteles se interesaba cada vez menos por la construcción de la polis ideal y se dedicaba cada vez más al análisis con­creto de las fuerzas operantes en las poleis reales.

4 LA POLIS REAL

En el comienzo del libro IV Aristóteles da un importante giro al planteamiento de su investigación. Nos dice que toda ciencia o arte debe abarcar la totalidad de su objeto. Un maestro de gimnasia tiene corno objetivo supremo formar atletas que lleguen a ser campeones; pero también debe saber educar fisicamente a los que no tienen capacidad para o sencillamente no quieren ser atletas, debe saber impartir lo que hoy llamarnos ejercicios de mantenimiento. Lo mismo se puede decir del científico de la política: debe saber cuál es el gobierno ideal, pero también debe saber cuál es el gobierno mejor en unas circunstancias que no son apropiadas para el gobierno ideal. Estas circunstancias comprenden tanto la base material de la polis corno el elemento humano con su concreto déficit de virtud o de cultura. Debe saber cómo corregir los defectos de las poleis concretas, históricas, de acuerdo con los medios que de hecho el gobernante tiene a su alcance. Es decir, la ciencia política debe estudiar también las técni­cas políticas sin ninguna restricción, incluso los medios por los que un tirano puede conservar la tiranía. Efectivamente Aristóteles emprende en los libros

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IV, V Y VI un estudio técnico o instrumental de la política, donde su genio lIe­ga a un conjunto de análisis que no ha sido superado hasta el presente. Este planteamiento implica a primera vista la separación de la ética y la politica. Pero, dada su mentalidad, esta separación no podía ser más que metodológica y provisional. Aristóteles nunca renunció a la convicción griega de que la activi­dad política recibe su más profundo sentido de su contenido moral. Más ade­lante veremos cuál fue la mediación descubierta por el Estagirita para mante­ner unida la política a la moral.

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En el libro III nuestro autor había comenzado a tratar el consabido tema de las formas de gobierno. Lo hacía tras ofrecernos un cambio muy importante en el concepto de constitución (politeia). Ya no es una forma de vida, sino algo más modesto y más moderno: el orden de las magistraturas, la organización del gobierno de la polis (IlI, 6; 1278b Y IV, 1; 1289a). Seguía lo que Platón había ex­puesto en El político: la clasificación de las seis formas (monarquía, aristocra­cia, república; ' tiranía, oligarquía, democracia) que resultan de aplicar los dos criterios, el de quién ejerce el poder (uno, algunos, todos) y el de cómo ejerce el poder (formas puras e impuras). Respecto a esto último Platón proponía como criterio el sometimiento a la ley, mientras que Aristóteles proponía la finali­dad del poder, que puede ser ejercido en beneficio de la comunidad (formas puras) o en beneficio del imperante (formas impuras). No hay en realidad di­ferencia de fondo, puesto que el mismo Aristóteles nos había demostrado en su teoría del imperio de la ley que el gobierno según la leyes en interés de la comunidad.

Ahora bien, nuestro autor piensa que esta clasificación por el número de los gobernantes es superficial. La oligarquía no es tanto el gobierno de unos pocos cuanto el gobierno de los ricos. En el libro IV prosigue el tema de las formas de gobierno con el estudio de las dos formas básicas: la oligarquía y la democracia (de la cual la república es una variante). La primera observación es que no existe un solo tipo de cada una de estas dos categorías. Aristóteles aÍlade un nuevo nivel de análisis político: el del juego político de las clases sociales (ricos, agricultores, comerciantes, artesanos, jornaleros). Aunque el Estagirita no ha desarrollado todos los puntos de análisis que nos propone y se limita en muchos momentos a dar meras indicaciones, éstas significan un gran avance en ciencia política y nos muestran un conocimiento de la dinámi­ca política de su mundo que no ha sido igualado por ningún pensador en la posteridad. Nuestro autor sabe distinguir entre la estructura política formal y la material. Así, por ejemplo, nos dice que una democracia basada en una po­blación agrícola cambia su sentido, aunque no haya cambio constitucional, si en la polis se desarrolla una importante clase urbana comercial. Las costum-

2 En griego politeia. Es, como dice Aristóteles también, el nombre común para todas las formas de gobierno (IIJ, 7; 1279a).

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bres pueden hacer que una oligarquía funcione como democracia, y a la inver­sa (IV, 5; 1292b). Hay instituciones políticas que son propias de la democracia, ~mo es la elección por sorteo o el pago de una dieta por asistencia a la asam­blea; otras son propias de la oligarquía, como es la elección por votación. El número de combinaciones es muy grande porque puede darse la mixtura; por ejemplo, una asamblea democrática y unos tribunales oligárquicos. El texto aristotélico que nos ha llegado es poco ordenado en la exposición de tantas y tan agudas observaciones.

En cuanto a la estructura política, las democracias difieren por la mayor o menor extensión de los derechos políticos. En general, la restricción o ampli­tud del cuerpo político se hace en base a la propiedad. Puede no existir ningún requisito económico para participar en la asamblea, la cual queda abierta in­cluso a los pobres. Es más, se puede favorecer la participación de los pobres, estableciendo una dieta por la asistencia, como era el caso de Atenas. Pero, además, las democracias difieren según la composición social de la población. Una democracia de agricultores modestos, que tienen ocupado su tiempo en el cultivo de la tierra, dejará seguramente la gestión de los asuntos políticos en manos de la nobleza, que dispone de tiempo libre. Aristóteles cree que esta es la mejor de las democracias: hay una reducida clase gobernante con prepara­ción y libertad para gestionar los asuntos comunes, pero está controlada por el pueblo (IV, 6; 1292b). Es un régimen que resuelve el problema central de toda democracia: unir el poder popular --que sólo se puede expresar en la gran asamblea- con la gestión eficaz --que nunca puede ser llevada por una gran asamblea-o Es un régimen que coincide con lo que nos va a decir el Estagirita sobre la forma mixta. Las democracias que se basan en una gran población urbana tienen otras características. Es muy agudo y de permanente actualidad el análisis que hace Aristóteles sobre la demagogia: la democracia asamblearia, no sujeta a leyes, dirigida por los demagogos, equivale a una tiranía (IV, 4; 1292a).

Para el estudio de las clases de oligarquía Aristóteles sigue el mismo esque­ma. En primer lugar, la definición de los derechos políticos en función de la propiedad puede tomar formas muy diversas. Los cargos públicos pueden quedar en manos de una minoría muy reducida o pueden extenderse a una gran parte de la población. La forma concreta de oligarquía depende en gran manera de la estructura económica. Si existe una clase amplia de propietarios, sin grandes diferencias entre ellos, la oligarquía será también amplia. Cuando existe una clase reducida de propietarios muy ricos, la oligarquía será reduci­da. Llevada hasta el extremo, los cargos públicos pueden quedar dentro de una sola familia y la oligarquía equivale en la práctica a una tiranía. El problema central de toda oligarquía es inverso al de la democracia: unir un poder con­centrado no popular con una gestión que sea popular. Es un ejemplo de la penetración política de Aristóteles su opinión de que es más difícil organizar bien la oligarquía que la democracia.

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Dentro de los capítulos que dedica al análisis de la democracia y la oligarquía Aristóteles presenta por primera vez en la Historia la distinción de las tres fun­ciones del Estado: legislativa, ejecutiva y judicial (IV, 14; 1298a) y su atribu­ción a órganos diversos. Cada uno de ellos puede estar constituido democráti­ca u oligárquicamente, según el procedimiento que se emplee para nombrar a sus miembros: el sorteo es democrático y la votación es oligárquica. Pero ade­más, en un mismo régimen, un órgano puede ser democrático y otro oligár­quico. Aristóteles no llega a formular una teoría de la división de los poderes, sencillamente porque una problemática tal no tenía sentido dentro de la polis donde las mismas personas podían ocupar puestos en los diversos órganos.

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El tema cumbre del pensamiento político griego, la mejor polis posible, tiene también cabida dentro de esta segunda etapa del pensamiento aristotélico. El tema de la polis ideal de Platón ha bajado desde el cielo de las ideas para con­cretarse en el mundo histórico en que vivimos. Aristóteles nos expone cuál es su idea del mejor régimen político aplicable a la polis tal como él la conoce. Lo designa con la palabra politeia. Hemos visto que este término es usado por el Estagirita con el sentido general de «constitución», con el sentido más concre­to de «democracia moderada» y ahora con éste que traducimos por «repúbli­ca». Nuestro autor recoge el gran invento de su maestro, la forma mixta, y lo coloca como clave de su politeia. Efectivamente, su primera y formal caracte­rística es el de ser una forma mixta de oligarquía y democracia. Aristóteles estudia las diversas posibilidades de combinar las instituciones de una y otra forma, concluyendo que

la democracia y la oligarquía están bien mezcladas cuando el mismo régi­men puede ser llamado democracia u oligarquía ... una república bien mez­clada debe parecer que es a la vez ambos regimenes ... (IV, 9; 1294b).

Aristóteles defiende la república con un argumento de filosofía política que va a ser recogido por pensadores posteriores: el de la combinación de los dos principios de calidad y cantidad. La calidad es la capacidad política que viene de la riqueza y de la educación: es el factor oligárquico; quiere decir que los cargos públicos deben estar ocupados por hombres preparados. La cantidad es la capacidad política que viene del número; es el factor democrático, garan­tía de una opinión pública razonable y no corrompida.

Ahora bien, el análisis no se queda en las alturas de la abstracción sino que el Estagirita sabe concretar sociológicamente lo que abstracta mente afirma el principio. La combinación de cantidad y calidad tiene más aplicación social si ya se encuentra hecha dentro de una clase social, que es la clase media. Lo más interesante del análisis son las observaciones sobre la base social de la repúbli­ca: es un régimen político basado en la existencia de una amplia clase media. En primer lugar, nos da un argumento de moral social. Puesto que la virtud consiste en el término medio, aquella clase social que se define por una pro-

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piedad intennedia es la más propensa a una conducta virtuosa, porque ade­más es la que más fácilmente se somete a las exigencias de la razón. En segun­do lugar, un argumento político: da polis debe estar constituida por personas lo más iguales y semejantes posible y esta condición se da especialmente en la clase media" (IV, 11; 1295b). En tercer lugar, otro argumento político que es consecuencia del anterior: la estabilidad política; las revoluciones son menos probables donde hay una amplia clase media.

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Las revoluciones es el tema del libro V de la Política. Aristóteles estudia sus causas y sus remedios poniendo de manifiesto su asombroso talento político. Puesto que la polis es una comunidad de iguales, la inestabilidad es siempre un problema de igualdad, más exactamente, de la opinión que los ciudadanos tienen sobre la igualdad: "Los ciudadanos se rebelan cuando no intervienen en el régimen según la idea que tienen de él." (V, 1; 1301a). Por lo tanto el pro­blema se plantea de modo diverso en las oligarquías y en las democracias. En concreto, el problema se plantea porque cada una de estas formas acentúa su correspondiente principio. Cuanto más oligárquica sea una elite gobernante, más sienten los ciudadanos su poder como tiránico. Lo mismo sucede -ya lo explicó Aristóteles anteriormente- cuanto más democrática sea una polis. La otra cara de estos problemas es verlos desde la perspectiva de la estabilidad del régimen: ¿qué ha de hacer cada régimen para evitar las revoluciones? Este planteamiento vale incluso para la tiranía y son famosas las páginas en que Aristóteles describe los procedimientos que debe usar el tirano para permane­cer en el poder:

acabar con los que sobresalen y suprimir a los arrogantes; no permitir ni co­midas en común, ni asociaciones, ni educación ... procurar por todos los me­dios que los ciudadanos se desconozcan lo más posible ... (V, 11; 1313 a-b).

Además, hay otra línea de actuación que es promover la imagen del tirano, aparentando el comportamiento del buen rey. Veinte siglos más tarde, Maquia­velo va a exponer ideas muy parecidas.

5 LA NATURALEZA DE LA POLlS

Siguiendo a Jaeger en su hipótesis sobre la composición de la Política, nos toca finalmente hablar de los primeros capítulos del libro 1. La obra comienza con un intento de darnos una definición filosófica de la polis.

Acude ahora Aristóteles al método genético que ya había utilizado Platón en Las leyes. Se trata de seguir el proceso por el cual los hombres van constitu­yendo comunidades cada vez más amplias y complicadas. Hay una primera comunidad que es la del hombre y la mujer: es una comunidad natural porque

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se forma con un vínculo que reside en la misma naturaleza del ser humano. Aquí ha introducido Aristóteles la unidad entre comunidad y naturaleza, y esta unidad va a permanecer en la base de todo su razonamiento. La familia se amplía con un nuevo tipo de comunidad que Aristóteles también cree natural: el amo y el esclavo; esta familia ampliada es la casa. La comunidad de varias casas es la aldea.

La comunidad perfecta de varias aldeas es la polis -[ decimos que es perfec­ta] porque tiene el remate de la completa autarquía- que surgió para [satis­facer]las necesidades [básicas] de la vida, pero que ahora existe para [pro­mover]la vida buena (1, 2; 1252b).

Nuestro autor ha introducido un nuevo concepto en su razonamiento: la comunidad perfecta. Esta perfección consiste en su autarquía. La autarquía tiene un primer sentido económico que está aludido en la expresión "las necesida­des de la vida», pero esto es sólo la base material para algo que va mucho más allá, para "la vida buena». Ya sabemos lo que Aristóteles entiende por tal. Si admitimos que la naturaleza del hombre tiene capacidad para "la vida buena» y que ésta sólo es posible en la polis, hemos de concluir con Aristóteles que

la polis es una de las cosas naturales y que el hombre es por naturaleza un animal político (1, 2; 1253a).

Ahora Aristóteles tendría que demostrar que las específicas capacidades para «1a vida buena» del hombre sólo se pueden realizar en la polis. No lo demues­tra: cree que no es necesario. Está razonando desde el supuesto nunca demos­trado, aunque sí afirmado implícita o explícitamente, de que los griegos han llegado a la perfección de la vida social con la polis, que ningún otro tipo de vida en el horizonte de la experiencia humana ofrece mayores posibilidades para el desarrollo de la naturaleza humana. Aristóteles se queda en un paso anterior, nos prueba que la naturaleza humana está destinada a la vida social y, por lo tanto, a la vida social más perfecta que es la polis .

Es evidente la razón por la cual el hombre es un animal 'político' más que la abeja o cualquier otro animal gregario: la naturaleza no hace nada en vano y el hombre es el único animal que tiene la palabra (logos). La voz es un signo del dolor y del placer, por eso la tienen también otros animales ... pero la palabra existe para expresar lo conveniente y lo danino, y también lo justo y lo injusto. Pues es propio de los hombres, frente a los demás animales, poseer el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto. (Ibid.).

Es decir, la capacidad de una convivencia moral, es decir, de una conviven­cia en libertad, es lo que distingue específicamente al hombre de los otros ani­males.

• •• La demostración de que la polis es una realidad natural da a Aristóteles la po­sibilidad de recuperar la unidad entre los dos objetos de la ciencia política, la

ARISTÓTELES 63

polis ideal y la polis real. Para ello necesita la mediación del concepto de natura­leza.

Todo ser cuya existencia se presenta como un desarrollo puede ser explica­do mediante el concepto de naturaleza. La naturaleza es la esencia de una cosa en cuanto principio de operaciones. Por eso la naturaleza es un concepto que tiene su mejor campo de aplicación en aquellos seres que se desarrollan, los seres vivos. El ojo ve porque su naturaleza está hecha para la visión; el ser humano va tomando las formas de niño, joven, adulto y viejo, porque ésa es su naturaleza. Los cambios que pueden darse en la vida de un ser son verda­deramente espectaculares: una bellota y una encina son dos momentos de la vida de un mismo ser. Por eso sólo se conoce la naturaleza de un ser cuando éste ha recorrido todas las etapas de su desarrollo y ha puesto en actualidad todas sus capacidades. Por eso se puede decir que la naturaleza de una cosa es su primaria y esencial finalidad: una cosa está hecha para desarrollar su natu­raleza. Lo cual quiere decir que la naturaleza es el bien primario y esencial de cada cosa, es el valor primario. Por ejemplo, para un niño llegar a ser adulto con todas sus facultades desarrolladas es su valor primario.

Pues bien, todas las naturalezas de nuestra experiencia realizan su desarro­llo asumiendo elementos del universo que las rodea. Un árbol, por ejemplo, sólo puede desarrollarse si cuenta con la tierra, el agua, el sol, el aire. Si faltan estos elementos, la naturaleza no se puede desarrollar; decirnos que se ha frus­trado. El agricultor tiene como misión cuidar que la planta reciba los elemen­tos que necesita y cuando los necesita para el desarrollo de su naturaleza.

La polis también es una realidad natural, tiene su naturaleza. Esto quiere decir que sólo puede desarrollarse y tener plenitud si concurren una enorme cantidad de factores. El político tiene que basar su actividad en el conocimien­to de la naturaleza de la polis, pues de lo contrario su acción política podría ser contraproducente y llevar la polis a la ruina. Por tanto la acción política correc­ta tiene como base una preparación técnica que corresponde al nuevo concep­to de ciencia política que ha propuesto Aristóteles. Pero además el político debe sentirse obligado por la naturaleza de la polis. La naturaleza se convierte en el ideal normativo al que debe ajustar su actividad. Si el político sabe que una determinada medida es más conveniente para la naturaleza de la polis que otra, está obligado a tomarla. La naturaleza le da un valor ético a la gestión política. El conocimiento de la naturaleza de la polis es cuestión técnica, pero una vez conocida, se convierte en un imperativo ético. Hemos recuperado la unidad entre la ética y la política.