Aristoteles - Retorica

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ARISTTELES

RETORICA

HUNAB KUPROYECTO BAKTUN

RETORICA

NOTA PREVIA1. El heleno tuvo secularmente naturaleza de artfice. La paciencia menuda de las cosas perfectas corra por sus venas. Puli con esmeru.el mrmol del Pentlico y de Paros, hasta aquilatar la suma calidad de las superficies, las lneas y las formas. Disciplin su cuerpo y su musculatura hasta la armona perfecta y pimple de las violencias atlticas de Istmos y Olimpia. Estructur la polis como un arte y concibi el arte como una poltica ciudadaa. Minimiz el pensamiento hasta el maiabarisma de la dialctica y la estabilidad de la idea. Calcul la tica con la precisin de un equilibrio de tensiones entre la materia y el espritw. No fue ni excesivamente espiritualista, ni excesivamente materialista. Se inclin al placer, procurando no caer en el desenfreno, y a la. arrogancia sin caer en la j/bns. Admiti sus dioses como una superacin de lo terreno y como una explicacin de lo incomprensible de la vida; pero los calz de carne sensible, para no perderlos en la inaccesibilidad de un misticismo abstracto y tambin para poder explicar en nina fcil analoga antropomrfica lo me no sabia cmo explicar. Lgicamente, tena que estar tambin en la mano del griego la palabra. Y estuvo. Desde las epopeyas antiguas, los protagonistas y los hroes son artesanos del verbo. Del verbo clido, como mensaje de humanismo ntimo. Y ms an si cabe, del verbo fro, colorista y sonoro, ritmo, meloda y pintura. Ese goce sumo de la palabra culmin en los hroes de Homero, ligados todos a sus intervenciones oratorias, como a un carcter o a una sicologa. La palabra hablada fue, pues, una espontaneidad del griego. Cuando los hroes de Homero nos hablan en, su gran totalidad en estilo directo, hasta llegar a ocupar este estilo casi la mitad de la Ilada y ms de dos tercios de la Odisea, no hacen ms que reflejar una cualidad natural del hombre de Grecia, y una costumbre cultivada espontneamente en las reuniones sociales de los hombres, verdaderas comuniones en la palabra. As lleg la palabra hablada a adquirir casi dimensiones mgicas; Cicern mismo consideraba al oyente masivo como una lira: el orador deba pulsarla hablando. La temtica de esta oratoria espontnea tena un poco de todo; y tambin un poco de nada. Era sencillamente comunicacin. Era comercio de ideas y opiniones, hechos y cosas, 'conceptos y tica. Tenia, un poco de forense, otro poco de poltica, y mucho de expositiva o narrativa. De la mentalidad mgica de la palabra deriv a la retrica tina de sus primeras caractersticas: el acto de hablar se convirti en una ceremonia ritual, en que el orador exhiba todos sus trucos en la pulsacin de esta lira masiva. Nacida la oratoria para la persuasin nacida, quiz tambin, de la misma persuasin espontnea, la relacin de actitudes orador-oyente tomaba un matiz agnico, solo que ese agn tendi a apoyarse en el cuidado de los exteriores y en la habilidad de citarista en pulsar a la masa. No preocupaba tanto el luchar a golpe seco de verdad. El ora-

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dor exhiba un autntico judo de pa- na una doble caracterstica bien defilabras y argucias, dirigidas a dominar nida: de una parte, una dimensin emoen breve la masa. No tanto a labrar en cional, que haca del orador un artfiella ittna conviccin duradera. ce de la persuasin; por otra parte, una Esa actitud, que amenazaba desviar- actitud decididamente forense, que haca se, recibi ya entonces un primer tirn de la trinquiuela y la verosimilitud su de alerta. En los aos primeros de la arma ms eficiente. oratoria, ya aplicada sobre todo a la El heredero ms directo de esta forvida forense, el Arepago prohibi a los ma, ya fijada, de discurso fue Gorgias, oradores divagar en torno al asunto que el sofista. Desde luego, Gorgias no fue llevaran entre manos; no se considera- d-lscipulo directo de Tisias. Pero tambin ba lcito, en el alto organismo judicial su doctrina y su pertrecho retrico se de la colina ateniense, entretener la elo- fundan en el arte de lo que es persuacuencia en cosas ajenas al asunto judi- dible, no en el arte de la verdad. Aporcial en trmite. t, con todo, a las artes precedentes dos Este hecho tiene sobre todo un carc- elementos dignos de atencin: el cuiter simblico de las tendencias binaras dado minucioso de la diccin, poetizada de la oratoria espontnea: de esta pri- incluso, nacida del afn de lucimiento mitiva poca griega. Una prehistoria de propio de la escuela sofista, y el atenla retrica, porque sobre ella, como tal der especialmente a la circunstancia y retrica, no hay documentos escritos. oportunidadal cairospara Para la fecha y el comienzo de la re- a la desenlace de la accin oratoria. el hbil trica-arte, o la historia retrica, habr No vamos a detenernos en los retrique ir a Sicilia. cos que median entre Gorgias e IscraConcebido por el griego el uso de la tes. Baste una sumaria enumeracin. palabra como una segara, una equiTrasmaco (i), ms sistemtico que valencia de derechos al hablar en pu- Gorgias, habla tambin de elementos blic, resulta evidente que la oratoria rtmicos del discurso (2), con lo que se no se poda aislar de un rgimen social en de Gorgias. y poltico determinado. Y tambin re- coloca de la lnea estilstica verso su peEuenu Paros sunta evidente que el rgimen ms fa- quea preceptiva escribe en Mas extenretrica. vorable no era la aristocracia ni la oli- so parece fue el Arte de Antifn, tamgarqua, sino la democracia. No es, pues, bin sofista. Es difcil la personalidad mera casualidad que el arte retrica naPnfilo-Calipo, del ni ciera con la muerte de la tirana y del de sabe si en realidad, que tal siquiera se fue binomio rgimen aristcrata, y oligrquico. o fue uno Fue en 468 cuando muere Hieran de de oradores preceptistas (3), quien tamsolo. Teodoro de Bizancio, a Siracusa. En 466 es expulsado de all bin menciona Platn (4), aporta la suTrasbulo. cae la tirana. Aparece la re- peracin de la teora siciliana del trica. Nacida all, en Siracusa, por obra eikslo verosmil, y adopta la docde Crax y Tisias. Ellos fueron los pri- trina tica de la disposicin en sus dismeros preceptores retricos; exigidos por cursos. Con todo, sigue limitado a la las circunstancias sociales del desbara- oratoria forense. De manera semejante juste ms absoluto de la propiedad pri- ocurre en Lictmnio, Termenesmaesvada. Colisiones continuas de derechos tro de Iscrates, Policrates el sofista llevaron necesariamfnte, fatalmente, a y Alcidamasel del vocablo rebuscaesta retrica siciliana al mundo de 'o do: oscilan entre lo forense y la oraforense. No se sabe de qu manera fueron C- toria epidictica o de aparato. rax y Tisias los autores de esta primera. Arte. Pudo ser obra de colaboracin. Pu- (1) Trasmaco, cfr. Platn, Rep. 1. I; Aristdo ser Tisias un simple escribano de C- teles, Ret. IH, 1. rax. Tampoco imaginamos qu sera (2) Artst. Ret., IH, . aquella arte primigenia. Una simple (3) Trata la cuestin Radermacher, tArtium amalgama de ejemplos y preceptos? scripores, 191 y sgs. Esta primera retrica metodizada te- (4i> Fedro, 2lc. 266c.

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2. Con. esto desembocamos en Iscrar tes y en el dilema filosofa-retrica. A lo largo de la historia que hemos esb"zado, el afn sofista del lucimiento personal y la tendencia retrica a lo verosmil y aparente de cara al triunfo forense, han resultado dos aliados, a medida el uno del otro: Iscrates, sin ser sofista, era decididamente retrico y ambicionaba adems, a toda costa, la denominacin de filsofo. A Platn se le ofreca esta denominacin, tanto ms peligrosa cuanto que, en su identificacin espontnea entre retrica y sofstica, vea en Iscrates filsofo una amena&a contra la integridad del mensaje de verdad que hered de Scrates. Este temor se vea aumenr tado por el hecho de que Iscrates haba sido tambin discpulo del maestro. Era, pues, un peligro para aquella decisin vectorial con que el socratismo buscaba la verdad. En realidad, los sofistas, con su .nuevo ideal de cultura, con la ambicin de formar una nueva dase intelectual, con su actitud de representantesentonces casi por primera vezde una intelectualidad desarraigada (1), no representaban otra cosa que el eterno snobismo humano de la seudointelectualidad. Platn, el poeta escueto y severo de la verdad, el moralista conciso e inflexible de la adaptacin a la idea insobornable, comprendi a fondodesde sw ligero extremismo idealista, el peligro de aquella retrica sofisticada. Y reaccion. El esquema de sofista que nos da en la primera parte del dialogo de este mismo nombre--El Sofistaes una pin/uro acre, perseguida con saa tras el pretexto de una definicin, acerada, y es, al mismo tiempo, su crtica ms exacta de la sofistica. Vale la pena recoger estas definiciones aunque sea en extracto; dice que la sofistica es el arte que se dedica a la caza de los hombres, persuasivo, que se realiza privadamente, recibe paga en dinero y quiere parecer como educador, que es una venta de discursos y nociones de virtud, que es

una especie lucrativa del arte de discutir, que es ciencia imaginaria y no la verdad (2). Que esta posicin de la sofstica tena que chocar con, el afn de absoluto autntico de Platn, nos lu puede remachar esta observacin de Hans Freyer (3): Cuando los sofistas descubrieron que el nomos es convencin, comenzaron a medirlo con medidas humanas, y cuando como ncleo del logos que gobierna el mundo, descubrieron la retrica, signific esto una crisis de la filosofa verdaderamente radical, esto es, la que llegaba hasta las mismas races (y no slo de la filosofa); pues la proposicin, que sostiene' toda la cultura griega, de que el hombre es la medida de todas las cosas, se transform entonces, sin que se cambiara en ella ni una palabra, en destructiva y desarraigada. La sofistica supona un cambio efectivo de patrn en la concepcin de las cosas, sin cambiar de nombre: la sustitucin del hombre-ideade alguna manema inmutable, por tanto, por el hombre-convencin, prcticamente arbitra' rio. La reaccin de un platn ante esta actitud tenia que ser por fuerza radical. Y pud incluso ser fatal en alguna manera para la retrica sin un Aristteles como segundo tiempo. Tal vez no estaba totalmente alejado de la verdad aquel pensamiento de Hegel de que la irrupcin del pensamiento filosfico fue uno de los acontecimientos que echaron a perder la polis; o prepararon su corrupcin, porque el inters de tal pensamiento no estaba ya en el estado, sino que transformaba la realidad en idealidad, la costumbre en interioridad' (4). En todo caso la postura exacerbada de Platn, ante la amenaza de ver escurrrsele de los dedos la seda untuosa y escueta de la verdad absoluta, sell de momento un abismo infranqueable entre filosofa y retrica. Y aun pudo dar quiz al traste con el concepto de la polis, tan enraizado en

(21 Sciacca, Platn, pg. 249. Troquel, Buenos Aires, 195. (3) Preyer, Historia Universal de Europa, p(1) Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Guadarrama, Madrid, 1951, gina 340. Guadarrama, Madrid, 1958. (4) Preyer, 1. c., pg. 336. pgs. 137 ss.

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el arte y las letras como en la tica y filosofa. Que quiz l mismo adivin algo de esas consecuencias, lo podran demostrar sus ulteriores esfuerzos por hacer ms flexible y comprensiva su posicin. Pudo tambin influir en l la actitud de Iscrates en su escrito Contra los Sofistas. Quiz algo de su primer viaje, la belleza indudable e algunos discursos de Iscrates, decidi un tmido retomo del filsofo al arte de la palabra. LO cierto es que contemporiz con Iscrates. Que en el Fedro te colm de alabanzas. Y que en el Poltico se aventura a conceder a la retrica el calificativo de epistemeciencia. Pero se muestra inflexible en lo concerniente a una denominacin de arte o filosofa. La episteme al fin y al cabo supondra tan solo una ciencia dirigida a convencer a la masa por medio del mito, y filosofa seria juna fuerza educadora en la verdad. 3. Aristteles, nacido en E st agir Tracia, el ao 3S4 a. C., fue durante veinte aos discpulo e la Academia de Platn. Su primera intervencin'en el campo de la retrica fue un dilogo de estilo platnico: el Grilo. El Grilo es una obra de juventud, aquiescente an a las influencias del magisterio doctrinal recibido en la Academia. Quintiliano (1), al hablar de ese dilogo, da a entender que no era ni mucho menos ligera la exposicin del joven Aristteles. El Grilo revelaba una originalidad sistemtica genuino, y nueva, en la exposicin de los arg mentas del Gorgias platnico, pero, segua negando a la retorica la categora e artetejne. Las razvnes que esgrima a favor de esta negacin eran las siguientes: que la retrica careca de terreno propio en que desenvolverse y que, por ello mismo, no haca ms que entrar en conflicto con otras artes y ciencias, en las que se inmiscua con su fiebre persuasoria. Adems no sala del mbito de la opinin, sin tan siquiera acercarse al mundo de la verdad. Insiste en el falta moral de la retrica de preparar al orador para defender cualesquiera de dos opiniones opuestas so(1) Quint. II, 17.

bre cualquier tema. Esa labilidad moral era resueltamente incompatible con la recta adhesin, del platonismo a la verdad y al bien. A este primer dilogo aristotlico respondi Cefisodoro, atacando sencilla y directamente a Platn, cuyo portavoz, y no ms, se crey ser Aristteles. Enredado asi el Estagirita en "i polmica, que baraj en estos aos otros muchos nombresEpicuro, Digenes de Babilonia, Critolao, Carnades, Clitmaco..., se vio obligado a desarrollar un curso sistemtico de retrica. Algn vestigio parece quedar de este primer cursillo. Es significativo de la objetividad del talento aristotlico ei hecho de que esta polmica, que tom con su rigor critico natural, le llevara pocu a poco a reconciliarse con la retrica y a ser su ms eficiente y definitivo sistematizador. Cuando aos ms tarde escribe la *Synagogu tejnnuna especie de sntesis enciclopdica de todas las artes, la retrica es ya un tema que le interesa integrar al mundo de su saber. tFue en este estudio, cuya fecha no nos consta por ningn dato, donde Aristteles adquiri el convencimiento de que la retrica al fin y al cabo mereca ser incorporada a su sistema de conocimientos (2). Esta evolucin afectivo-intelectual acab por cuajar en la Retrica que estudiamos. 4. La Retrica de Aristteles, decantada en una larga reflexin crtica sobre las artes anteriores, es una ciencia nueva, una verdadera tejne, un arte. Este era quiz el primero y el ms agudo de los problemas que tuvo que plantear Aristteles, para reivindicarle a la retrica Ja, categora de arte. La retorica tradicional manejaba tan solo opiniones y su fuerza era la verosimilitud. La verosimilitud, al no requerir una plena y absoluta adhesin del entendimiento, no era verdad. Ni objeto siquiera del entendimiento, porque este objeto era la verdad. El Cratilo, por otra parte, exiga imperiosamente que toda ej'ne, para serlo, manejara solo(> Tovar, Retrica, Introduc., pg. XXV. Inst. Est. Polit., Madrid, 1953.

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deas. Ah haba estado la piedra de escndala. Y aqu puso su primer lazo conciliador Aristteles. Rechaz, por de pronto, la teortica antigua que consideraba corno primarios en la orataria los estados emocionales. La preocupacin bsica del orador debe ser el asunto a tratar y lo que a l se refiere; no es, pites, lo primero la atencin vigilante a la debelacin de un juez o un adversario, por el medio que sea Hay en esta postura el mismo implacable radicalismo tico y el mismo impulso rectilneo hacia la verdad y lo mejor, que conocemos por el Gorgias... (1). Considera luego la retrica como un mtodo persuasivo, cuya temtica es de la pg. 101. (3) Querilo de Samos : Perseida. (2) La palabra griega significa navegacin (4) Del ditirambo Eica, de Timoteo. coa viento favorable. Tomo el neologismo de (5i Comienzos de la Ilada, la Odisea, y Tovar, 1. c. III, 13 y nota. probablemente la Perseida. de Querilo.

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al menos, en el prlogo, como hace S- sar por alto que todas estas cosas estn, focles : fuera del discurso; porque van dirigidas a un oyente vulgar y que escucha MI padre era Plibo (1). las cosas marginales al asunto; puesto Y de manera semejante hace la come- que, si no es as, para nada es necesadia. La funcin, pues, mas relevante del rio el exordio, sino basta exponer en reexordio y la propia de l es dar a en- sumen el asunto, para que el discurso, tender cul es el fin a que se dirige el como un cuerpo, tenga su cabeza. Adediscurso; por eso, si es evidente y de ms, el atraer la atencin de los oyenpoca monta el asunto, no es necesario tes es algo comn a todas las partes del discurso, si es conveniente hacerlo; porel exordio. Las otras especies de exordios que se que en cualquier lugar de l se aburren usan son precaucionesremediosora- ms las gentes que al comienzo. Por eso torias y comunes a todos los gneros. es ridculo imponer atencin al comienEStas especies derivan del que habla, zo, cuando precisamente todos oyen con. del oyente, del asunto o de lo contrario ms atencin. De manera que, donde sea a l. Todas las cosas que se refieren al oportuno, hay que decir y prestadme mismo orador o a su adversario son re- atencin, porque esto no es ms m cursos para refutar la acusacin o para que vuestro, y reforzarla. Pero no se hace en ambos casos de igual manera; porque, al que porque os voy a decir algo grave como nunca se defiende le corresponde atender a la habis odo, ni tan sorprendente. Esto odiosidad de la acusacin en el exordio, es, como deca Prdico, intercalar, cuany al que acusa le corresponde hacerlo en el epilogo. Kl porqu de ello no es do se le adormilaban los oyentes, la oscuro; ya que el que se defiende, cuan- oracin de las cincuenta dracmas. Est va encaminado al do va a presentarse a s mismo, es ne- claro que esto cuanto es oyente; oyente, ya que cesario que remueva los obstculos, de aunque no en todos, en los exordios, o exacerban la manera que lo primero que tiene que hacer es desvirtuar lo odioso que tiene odiosidad o disipan temores. la acusacin; al que acusa le es necesaRey, hablar no como si por prisa... rio agudizar la odiosidad en el eplogo, para que se recuerde con ms fuerza. A qu viene este exordio? (2). Los recursos que se refieren al oyente deben partir del intento de hacerle be- Y as lo hacen tambin los que tienen nvolo o provocarle a la ira, y a veces mal su asunto o as lo creen; porque es volverle atento a lo contrario; ya que mejor gastar el tiempo en cualquier parno siempre es conducente atarle la aten- te antes que en el asunto. Por eso los cin, por eso muchos procuran mover- siervos no dicen lo que se les ha prele a la risa. Si uno quiere, todas las co- guntado sino con rodeos, y hacen premsas llevan a una disposicin favorable, bulos. Quede, pues, esto dicho sobre de y el aparecer persona decente tambin; dnde hay que sacar recursos para haporque a esta clase de personas se les cer benvolo el auditorio, y se ha hahace ms caso. S presta atencin a las blado ya de cada una de las dems cocosas grandes, a as propias, a las que sas de este estilo. Ya que bien dicho son admirables, a las que son agrada- est: bles; por eso'es preciso dar a entender que el discurso versa sobre cosas de es- Concdeme llegar a los Feacios amado y digno [de compasin (3), tas. Y, si no se quiere que los oyentes estn atentos, hay que decir que el dis- ya que conviene tender a estos dos sencurso trata de cosas de poca monta, que los demostratinada tienen que ver con ellos, que es timientos. En hacerdiscursos oyente que creer al desagradable. Con todo, no conviene pa- vos convienec) Del Edipo Rey, pues, del prlogo... (2) Sfocles, Antgona, 223, y Eurpides, Ifiverso TI*. No parece, genia en T&uriae, 1102. (3) Odisea, VI, 327.

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es ensalzado con todos, o bien l personalmente o su linaje o su profesin o de otro modo cualquiera; porque es verdad lo que dice Scrates en el Epitafio: que no es difcil ensalzar a los atenienses ante los atenienses, sino ante los lacedemonios. Los exordios del gnero deliberativo se hacen a partir de los del forense, aunque por naturaleza son poco adecuados; porque ya se sabe de qu se va a tratar y el asunto para nada necesita de exordio, salvo si es sobre el mismo orador o sus adversarios, o si los oyentes no toman el asunto con la gravedad que el orador quiere, sino con ms o con menos; por eso es necesario exacerbar la odiosidad o disiparla, y amplificar o atenuar la cuestin. Por estas causas se necesita el exordio; o para darle ornato, no fuera a parecer improvisado todo, de no tenerlo. Porque tal es el caso del encomio de Gorgias a los eleos; pues, sin ningn braceo previo o ademn alguno de preparacin, comienza de repente : Elis, ciudad venturosa. CAPITULO 15SOBRE COAO REBATIR LA ACUSACIN DEL CONTRARIO

Respecto de la acusacin, lo primero es ver a partir de qu cosas podra uno desvirtuar la enojosa sospecha; porque nada, importa que se haga hablando o no, con tal de que ello se logre en absoluto. Otra manera de salir al encuentro de los puntos que estn en litigio es decir o bien que el hecho imputado no existe, o que no fue daoso, o bien que no fue tal para el adversario, o que no lo es tanto como dice, o que no es injusto o al menos no mucho, o que no es vergonzoso, q que no tiene importancia; porque la discusin se centra en estas cosas; asi lo hizo Ifcrates contra Nauscrates: porque afirm haber hecho lo que deca y haber causado dao, pero no haber cometido injusticia. Tambin se puede decir que se ha cometido la injusticia en compensacin; que, si la accin ha ocasionado dao, ha sido con todo honrosa; que, si ha motivado tristezas, tambin ha sido provechosa; o

algo por el estilo. Otro modo consiste en decir que ha sido un error, una desgracia o una necesidad imperiosa; como Sfocles dijo que temblaba no por parecer viejo, como deca' el acusador, sino por necesidad; porque tena ya ochenta aos y no por propia voluntad. Y contradecir al adversario en aquello por cuya causa dice l haberse obrado, diciendo que no pretenda uno ocasionar un dao sino tal cosa, y que no hizo aquello de que se le acusa, y que fue por casualidad que causara aquel dao; sera justo que se me odiara, si hubiera obrado para que esto sucediera. Otra forma es, si ha estado complicado en ello el que acusa, sea en la actualidad, sea antes, l mismo o alguno de los suyos. Otro mod0, si estuvieran complicados otros en el asunto, otros que la gente conoce .que no son objeto de la acusacin, como, por ejemplo, que si porque uno es pulcro es adltero, tambin lo tendra que ser fulano. Otro medio, si el contrario acus a otros, o los acus un tercero, o si sin acusacin se sospechaba de ellos como ahora del acusado, y que luego result evidente que no eran culpables. Otro es el de acusar al que acusa; porque sera absurdo que, si l mismo no mereca crdito, fueran dignas de fe sus razones. Otro medio, si se dio ya la sentencia; como, por ejemplo, hace Eurpides contra Higisinon (1), que le acusaba en un proceso de antidpsis (2) de que era impo, porque haba escrito incitando al perjurio :la lengua Jur, pero la mente no jur.

Pues Eurpides dijo que su acusador cometa injusticia trayendo a los tribunales los juicios del certamen dionisaco; porque all era donde l haba dado cuenta de s, o la dara, si le quera acusar. Otro medio es acusar partiendo de una calumniapoderoso medio!, y esto porque hace dar media vuelta a(1) Personaje desconocido, asi como la ancdota. (2) Consista este pleito en procurar hurtar una carga pblica, denunciando a otro con mayores bienes que uno y, por tanto, con mayor obligacin. Como prueba se ofreca la antdosis, el cambio de bienes.

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los juicios y porque no se da fe al asunto. Comn a ambas partes es el tpico de decir los indicios; por ejemplo, en el Teucro, cuando Ulises pretende que Teucro es pariente de Pramo; porque Hesone era hermana de este; Teucro, en cambio, dice que su padre, Telamn, era enemigo de Pramo y que no haba denunciado a los espas (1). Otro medio es propio para el acusador y es ensalzar un poco prolijamente y luego censurar mucho y concisamente, o bien, presentando por d e l a n t e muchas cosas buenas, lo nico que atae al asunto, censurarlo. Estos son los medios ms hbiles y ms injustos; porque intentan hacer dao con lo bueno, mezclndolo con lo malo. Un modo hay an, que sirve en comn al que acusa y al que refuta; puesto que una misma cosa cabe hacerla por muchos motivos, al que acusa le es posible tomarlo a mala parte, inclinndolo a lo peor, y al que se defiende le es posible echarlo a buena parte, inclinndose a lo mejor; por ejemplo, que Diomedes eligi de antemano a Ulises: el uno puede decir que recibi a Ulises por sus notables dotes; el otro puede decir que no las tena, pero que le recibi tan slo porque, como cobarde que era, no era rival suyo. CAPITULO 16SOBRE LA NARRACIN, LOS CARACTERES Y EL PATETISMO

Quede esto dicho en torno a la acusacin: la narracin, en los discursos demostrativos, no es seguida, sino por partes; pues es preciso recorrer los hechos y acciones de que consta el discurso; ya que el discurso consta por una parte de algo sin arte, pues el que habla no es en manera alguna causante de los hechos y por otra parte de algo sujeto al arte; es decir, o bien porque hay que demostrar, si algo resulta increble, o porque hay que probar cmo es, o de qu importancia, o todo ello junto. Por estos motivos algunas veces no(1) Referencia a una tragedia perdida de Stocles.

conviene narrarlo todo seguido, porque es difcil de recordar una demostracin as. Y se dir: segn estos hechos se mostr valeroso, segn estos otros, sabio o justo. Y este discurso es ms sencillo, aquel en cambio variado y no sencillo. Conviene refrescar la memoria de los hechos conocidos; por eso la mayora no necesitan de narracin, por ejemplo, si quieren ensalzar a Aquiles; porque todos conocen los hechos, pero es preciso servirse de ellos; pero, si quieres alabar a Critias, s conviene hacerlo, porque muchos no los conocen. Ahora ridiculamente dicen que conviene que la narraccin sea rpida. Sin embargo es, como cuando al panadero, que pregunt si haba de hacer la masa dura o blanda, se le respondi: Pues, qu? Es imposible hacerla en su punto? De modo semejante aqu; porque es necesario no narrar prolijamente, como tampoco hacer grandes exordios ni largas argumentaciones; porque aqu el punto no est en lo rpido ni en lo conciso, sino en lo proporcionado; eso es, decir lo que pueda esclarecer el asunto, o lo que haga sospechar que sucedi, o que se cometi dao o injusticia, o aquellas cosas que le dan la importancia que conviene; y, para el adversario, lo contrario. Hay que aadir a la narracin todo lo que haga resaltar la propia virtud, por ejemplo: yo le advert siempre, dicindole lo que era justo, que no deba abandonar a sus hijos; o bien lo que haga resaltar la maldad del contrario: y l me respondi que dondequiera estuviese tendra otros hijos; lo cual dice Herodoto, respondieron los egipcios desertores. O bien tambin lo que haga resaltar las cosas que resultan agradables a los jueces. Al que se defiende le corresponde una narracin ms breve; las cuestiones en litigio son o bien que no se dio tal hecho, o que no fue nocivo, o que no fue injusto, o que no fue de tanta monta, de manera que no conviene perder el tiempo en aquello en que todos estn de acuerdo, a no ser que alguien discuta aquello, por ejemplo, sobre si algo se ha hecho, pero no fue injusto. Tambin conviene dar las cosas como 1 hechas, a no ser que al narrarlas en los

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detalles de su realizacin produzcan lstima o terror. Un ejemplo de ello es el relato de Alcino, porque Ulises se lo cuenta todo a Penlope en sesenta versos (1); y como Phayllos hace los poemas cclicos y el prlogo en el Oineo. Es necesario que la narracin posea carcter propio. Esto se lograr, si sabemos qu es lo que confiere carcter. Un medio es manifestar el propsito que gua la narracin, ya que el carcter es lo que es la. intencin, y la intencin es lo que es el fin que la rige. Precisamente por esto no tienen carcter los razonamientos matemticos, porque no tienen propsito alguno, ya que no tienen finalidad. Pero lo tienen, en cambio, los dilogos socrticos; porque tratan de cosas del tipo de las indicadas. Otros rasgos que dan a conocer el carcter son los que acompaan a cada uno de los caracteres, por ejemplo, decir de uno que, al mismo tiempo que hablaba, caminaba; porque muestra violencia y rudeza de carcter. Y no hablar como partiendo de un plan preconcebido, como se hace ahora, sino como partiendo de un fin que lograr: yo quera esto, pues me lo propona, aunque no me favoreca, como lo mejor; ya que una cosa es propia de un hombre prudente, la otra de uno bueno; ya que la prudencia est en perseguir lo que conviene, la bondad en buscar lo bueno. Si algo es increble, entonces hay que aadir su causa, como haca Sfocles; por ejemplo, aquello de la Antgana, de que ella se cuidaba mas de su hermano que del marido o de los hijos; porque, si se perdan estos, podan an engendrarse.pero, una vez bajados al Hades la madre y el [padre, no es ya posible que alguna vez nazca un her[mano.

pattico, narrando lo que se sigue de las pasiones, y las cosas que ya se saben, y las cosas particulares oue distinguen al mismo orador o al adversario; el se march, luego de haberme mirado de reojo. Y como dice Esquines sobre Cratilo, que silbaba y bata palmas; porque no son cosas crebles, ya que estas cosas que se saben son seales de aquellas que no se saben. La mayora de estas se pueden tomar de Homero:As habl, y la anciana se cubri con las manos [la cara;

Si no se tienen razones que dar, antes no se desconoce que es realmente inCAPITULO 17 creble lo que se dice, se dir, con todo, que uno es as por naturaleza; porque SOBRE LA DEMOSTRACIN Y SUS CASOS Y se desconfa que se haga de buena gana PARTICULARIDADES otra cosa que la conveniencia. Parte tambin en el discurso de algo Los argumentos retricos deben ser de(1) Alusin a la narracin de la Odisea, mostrativos ; y, puesto que la disputa se XXIII, resumen de los cantos IX a XII de la puede centrar sobre cuatro cosas, es nemisma. cesario demostrar, dirigiendo la demos-

lo cual dijo, porque los que se echan a llorar se ponen las manos ante los ojos. Y, en seguida, presntate t a ti mismo de alguna manera, para que as te consideren tal, y haz lo mismo con la parte contraria; pero esto hazlo de modo que pase inadvertido. Que es fcil, se puede ver por los que nos traen una noticia; ya que sobre aquello de que nada sabemos, adquirimos, sin embargo, al verlos una cierta prevencin. Conviene narrar en varios lugares, y a veces no al comienzo. En los discursos polticos es donde menos cabida tiene la narracin, porque nadie hace una narracin de las cosas futuras; pero, si hubiera algn relato,1 ser de las cosas pasadas, para que, recordando aquellas, mejor deliberen sobre el futuro. Y lo mismo si es acusando o si es alabando. Pero entonces no se hace el papel de consejero. Si lo que se va a relatar es increble, hay que prometer en seguida decir tambin la causa y disponerla con los pormenores que los oyentes quisieren; por ejemplo, la locasta del Edipo de Karkinos siempre promete esto, a medida que la va interrogando el que busca a su hijo; y tambin el Hermn de Sfocles.

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tracin a lo que es el punto de litigio; por ejemplo, si la disputa es sobre que el hecho no ocurri, es preciso, en el juicio, dirigir la demostracin precisamente a esto; si le dicen que no caus dao, a esto; y si arguyen que el dao no fue tan grande o bien que fue justo, de la misma manera que si la disputa se cendrara sobre si el hecho sucedi. No debe pasarse por alto que, solo en esta disputa de si el hecho sucedi, es necesario que sea mala una de las partes ; ya que no se puede dar como causa la ignorancia, como si se disputara sobre si la accin fuera justa; de modo que hay que demorarse en esta cuestin y no en las otras. En los discursos demostrativos, de ordinario, la amplificacin ser decir que los hechos son buenos y provechosos; ya que conviene que los hechos mismos se crean; puesto que pocas veces se aducen pruebas de ellos, como en el caso de que fueran poco dignos de fe o que otro tuviera motivo de censura contra ellos. En los discursos deliberativos se podra discutir o bien que una cosa no va a ser o que suceder lo que se aconseja, pero que no es justo, o que no es til, o que no tiene la importancia que se le atribuye. Conviene tambin mirar si se aduce algo falso en 1(5 que es ajeno al asunto; porque se tomara como argumento irrebatible de que tambin en lo dems se miente. Los ejemplos constituyen lo ms propio de la oratoria deliberativa, y los entimemas de la forense; porque una se refiere al futuro, de manera que es necesario presentar ejemplos de las cosas que han sucedido; la otra trata de lo o_ue es o no es, de lo cual es ms propia la demostracin y la necesidad; porque lo sucedido tiene la dimensin de lo necesario. No conviene enunciar unos detrs de otros los entimemas, si no se han de ir mezclando; porque, si no, se estorban mutuamente. Pues tambin hay un lmite en la cantidad.Ol amigo, puesto que dijiste tantas cosas cuan[tas podra decir un varn prudente....

Dice tantas, pero no tales. Y no hay que buscar entimemas sobre todas las cosas; porque, si no, hars lo que algn

filsofo que otro, que prueba con silogismos cosas ms conocidas y ms dignas de crdito que las premisas de que parte en su demostracin. Y, cuando excites una pasin, no digas un entimema; porque, o bien estorbars la pasin, o habr sido intil que se dijera el entimema; porque chocan entre s movimientos opuestos y se anulan o e debilitan. Cuando el discurso sea de matiz caracterolgico, tampoco conviene buscar entimemas, porque la demostracin no admite ni carcter ni preferencia. Hay que hacer uso de sentencias tanto en la narracin como en la argumentacin ; porque son cosas de carcter: tambin yo se lo di, aun sabiendo que no hay que confiar en l; y, si es de tonalidad pattica: y no me arrepiento, aunque haya padecido yo la injusticia; porque a l le ha tocado el fruto, a m la justicia. Hablar al pueblo es ms difcil que hacerlo en un juicio, naturalmente, porque hay que hablar sobre el futuro; en cambio, all hay que hablar de lo ocurrido, cosa sabida ya hasta por los adivinos, como deca Epimnides de Creta, ya que este no vaticinaba sobre el futuro, sino sobre las cosas sucedidas, pero ocultas. La ley es el objeto propio de la oratoria forense; y teniendo un principio, es fcil hallar una demostracin. Tampoco admite muchas digresiones, como por ejemplo hablar contra la parte contraria, o sobre uno mismo, o hacerlo patticamente, sino menos que ningn genero, si es que no se quiere distraer al oyente. Es, pues, necesario hacer esto slo cuando se .est, en un apuro, como hacen los oradores atenienses e Iscrates; ya que este hasta deliberando acusa, por ejemplo, a los lacedemonios en el Panegrico, y a Cares en el discurso sobre los aliados. En los discursos demostrativos, conviene intercalar en el desarrollo del discurso elogios episdicos, como hace Iscrates', que siempre mete alguno. Y lo que deca Gorgias de que nunca le faltaba materia para el discurso, es precisamente esto; porque si habla de Aquiles, alaba a peleo, luego a ac, luego al dios; y de modo semejante si habla del valor, que si realiza tales y tales cosas, o bien que si es tan grande.

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RETORICA.LIBRO III.CAP. 18

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Una vez que se tienen argumentos, hay que hablar con carcter y apodcticamente; pero, si no pe tienen entimemas, al menos hay que hacerlo con carcter; porque, al que es bueno, le conviene ms parecer bueno ante los oyentes, que de oratoria muy atildada. De los entimemas son ms estimados los refutativos que los demostrativos, porque los que refutan, con.ms claridad dan a entender que estn construidos silogsticamente ; ya que las cosas contrarias, puestas unas junto a otras, se conocen mejor. Lo que se dice a la parte contraria no es de una especie diversa, sino de la misma que los argumentos que refutan con una objecin o con un silogismo. Es necesario, tanto en la deliberacin como en el juicio, al comenzar, decir primero los argumentos propios, y luego salir al encuentro de las razones contrarias, refutndolas y deshacindolas. Si la rplica fuera copiosa, hay que decir primero las razones contrarias, como hizo Calistrato en la asamblea de Mesenia; ya que, una vez hubo respondido a lo que dijeron, entonces habl l. Cuando se hable despus, primero hay que hacerlo contra el discurso adversario, refutndolo y razonando a su vez en contra, y de una manera especial si ha sido considerado favorablemente; porque, igual que el espritu no admite a un hombre que ha sido antes sospechoso, tampoco admite un discurso, ti el contrario parece haber hablado bien. Conviene, pues, preparar en el oyente un lugar para el discurso que va a venir; y esto suceder, si se destruyen primero sus razones. Por eso, luego de combatir todos los argumentos, o los ms principales, o los que ms favorablemente han impresionado, o los ms vulnerables, han de probarse de la misma manera las propias razones.En primer lugar vendr a ser un aliado para los dioses; porque yo a Hera... (1):

dado que decir algo sobre uno mismo o bien puede parecer reprochable, o bien palabrera, o contradiccin, y decirlo sobre otro puede parecer injuria o grosera, es conveniente hacer ver que habla otro, cosa esta que hace Iscrates en el Filipo y en la Antidosis, y as es como censura Arquloco, que presenta al padre hablando sobre su hija, en los yambos:de las cosas no hay ninguna inesperada, ni que [se pueda jurar imposible;

y presenta al carpintero Carn, en el yambo que comienza:Las de Giges no me...;

y de igual manera, Sfocles hace que Hemn interceda por Antgona ante su padre, como si hablaran otros. Tambin conviene variar los entimemas y convertirlos a veces en sentencias ; por ejemplo: es necesario que los que tengan sentido comn, hagan las paces con el enemigo, cuando estn en buena posicin; porque as podrn obtener ms ventajas. En forma de entimema sera: porque, si conviene firmar la paz, cuando pueda ella ser ms til y ms ventajosa, es preciso firmarla, cuando se tiene la suerte a su favor. CAPITULO 18DE LA INTERROGACIN ORATORIA Y SUS RESPUESTAS, Y EL EMPLEO DEL RIDICULO

en estos versos se toc primero el punto ms inseguro. Sobre los argumentos, eso era lo que haba que decir. Respecto del carcter,(1) Eurpides, Troyanas, 969, 971.

Sobre la interrogacin: es sobre todo oportuno hacerla, cuando se haya dicho ya uno de los dos trminos de la alternativa, de manera que, haciendo una pregunta ms, se caiga en el absurdo ; por ejemplo: Pericles interrogaba a Lampn (2) sobre la iniciacin de los misterios de Demter Soteira y, al responder que no eran como para que los oyera un no iniciado, le pregunt si lo conoca l y, al afirmarlo, dijo Pericles: y, cmo, no siendo t iniciado?. En segundo lugar, cuando uno de los trminos es evidente, y sabe con toda claridad el que interroga que el otro seZ) Adivino al que alude alguna vez Aristfanes.

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lo conceder; porque, una vez haya preguntado una premisa, no es necesario seguir preguntando lo evidente, sino enunciar la conclusin. Por ejemplo: Scrates, al afirmar Meleto que l no crea en los dioses, pero haba dicho que podra admitir algn daimon, le pregunt si los dimones no eran acaso hijos de los dioses o algo divino y, al contestar Meleto afirmativamenteciertamente lo son, le dijo Scrates. Es que hay quien crea que existen los hijos de los dioses, pero los dioses no?. Tambin cabe la interrogacin, cuando se va a demostrar que el adversario se contradice o dice algo inaudito. En cuarto lugar, cuando no se puede resolver la dificultad, sino respondiendo so^ fsticamente; porque, si se responde as, que es y que no es, que unas cosas s y otras no, o que en parte s y en parte no, se alborotan los oyentes al verlo en un callejn sin salida. En otro caso, no hay que exponerse a hacer la pregunta. Porque, si el adversario objeta algo, parece haberse impuesto l; ya que no es posible preguntar muchas cosas, por la incapacidad del oyente. Por eso tambin conviene concentrar lo ms posible los entimemas. Conviene responder a las preguntas ambiguas, distinguiendo mediante una explicacin y no concisamente, aportando en seguida en la respuesta la solucin a lo que parece contrario, antes de que se nos pregunta lo que sigue, o se someta todo a razonamiento; porque no es difcil prever dnde estn las razones. Consideramos aclarado por los Tpicos tanto esto como las refutaciones. Y al concluir, si el adversario formula su conclusin en forma de pregunta, hay que decir la causa. Por ejemplo: Sfocles, al ser preguntado por Pisandro (1) si le pareca, como a los dems consejeros, que subieran al poder los cuatrocientos, dijo que s. Cmo?dijo Pisandro, no te parece a ti que esto est mal?. Respondi que s. Por consiguiente, has obrado t mal?. Ciertamentedijo Sfocles, pero no se poda hacer nada mejor. Y como el la-

cedemonio al rendir cuentas de su eforado (2), habindosele preguntado si crea que los dems haban sido muertos justamente, respondi que si. Y el otro: Acaso t no hiciste lo mismo que ellos? Respondi que si. Y no seria tambin justo que fueras tambin t ejecutado? No, por ciertorespondi, porque aquellos obraron estas cosas habiendo recibido riquezas, pero yo no, sino por conviccin. Ptor eso no conviene interrogar ms all de la conclusin, ni presentar en forma de pregunta la conclusin, si no nos sobra mucho de verdad. Sobre las cosas risibles, ya que parecen tener su utilidad en los debates, y deca Gorgias, hablando con sobrada razn, que conviene estropear la seriedad de los adversarios con la risa y la risa con la seriedad: se ha dicho ya cuntas especies haba de cosas risibles, en los libros sobre Potica, especies de las cuales unas son adecuadas a un hombre libre, otras no. De esta manera se tomar lo que a cada uno le convenga. La irona es ms propia del hombre libre que la bufonada; porque el irnico hace el chiste para s mismo, el chocarrero para divertir a otro. CAPITULO 19SOBRE EL EPILOGO

El epogo consta de cuatro elementos: disponer favorablemente al oyente respecto del mismo orador y desfavorablemente respecto del contrario; enaltecer y humillar; disponer al oyente para lo pasional o pattico; y refrescar la memoria. Porque es natural que, luego de demostrar que uno dice verdad y que el contrario dice mentira, se elogie una cosa, se censure otra y se remache el efecto. A una de dos cosas conviene tender, o bien a demostrar que se es bueno para los oyentes, o que se es bueno absolutamente, o bien a demostrar que el contrario es malo para los oyentes o absolutamente. De qu medios puede uno usar para conseguir esto, queda dicho

Sfocles es el poltico. Pisandro era un