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178 // williams et al . capítulo ocho 1 Instituto de Arqueología, F F y L (UBA) / CONICET. [email protected] 2 Instituto de Arqueología y Museo (FCNeIML-UNT) / Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT.). [email protected] 3 Instituto de Arqueología y Museo (FCNeIML-UNT) / Cátedra de Pedología (FCNeIML-UNT.) [email protected] 4 Instituto de Arqueología, F F y L (UBA) / CONICET. [email protected] Verónica Williams 1 , M. Alejandra Korstanje 2 , Patricia Cuenya 3 y María Paula Villegas 4 LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA EN UN SECTOR DEL VALLE CALCHAQUÍ MEDIO 08

Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

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En este trabajo intentaremos observar las diferentes marcas que el paisaje socialmenteconstruido ha ido dejando en el espacio agrícola. Para ello, no sólo debimosobservar ese paisaje desde una perspectiva integral que reuniera política, economíay sociedad, sino que a su vez fue necesaria una perspectiva temporal ampliaque nos permitiera contraponer, o al menos distinguir, las modificaciones en el paisajea partir de los cambios producidos históricamente en los ejes ya citados. En talsentido, discutiremos aquí algunos aspectos que ayudarán a comprender ese paisajeagrícola formado en más de cinco siglos de historia, en el valle Calchaquí Medio,hoy provincia de Salta.

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178 // williams et al . capítulo ocho

1 Instituto de Arqueología, F F y L (UBA) / CONICET. [email protected]

2 Instituto de Arqueología y Museo (FCNeIML-UNT) / Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT.).

[email protected]

3 Instituto de Arqueología y Museo (FCNeIML-UNT) / Cátedra de Pedología (FCNeIML-UNT.) [email protected]

4 Instituto de Arqueología, F F y L (UBA) / CONICET. [email protected]

Verónica Williams 1, M. Alejandra Korstanje2, Patricia Cuenya3 y María Paula Villegas4

LA DIMENSIÓN SOCIALDE LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA EN UN SECTOR DEL VALLE CALCHAQUÍ MEDIO

08

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INTRODUCCIÓNEn este trabajo intentaremos observar las diferentes marcas que el paisaje social-

mente construido ha ido dejando en el espacio agrícola. Para ello, no sólo debimos

observar ese paisaje desde una perspectiva integral que reuniera política, econo-

mía y sociedad, sino que a su vez fue necesaria una perspectiva temporal amplia

que nos permitiera contraponer, o al menos distinguir, las modificaciones en el pai-

saje a partir de los cambios producidos históricamente en los ejes ya citados. En tal

sentido, discutiremos aquí algunos aspectos que ayudarán a comprender ese paisaje

agrícola formado en más de cinco siglos de historia, en el valle Calchaquí Medio,

hoy provincia de Salta.

Dentro de los lineamientos de la Arqueología del Paisaje consideramos que el

espacio es ante todo una construcción social, creado por la objetivación de la acción

humana tanto material como imaginaria. De esta manera, el paisaje pasa a ser un

sistema político e histórico que no debe ser entendido solamente como una entidad

física, siendo inseparable del sistema de saber de una sociedad particular en un

tiempo dado, producto de la interacción dinámica entre naturaleza y cultura (Ans-

chuetz et al. 2001; Criado Boado 1995).

Se ha propuesto que la conquista y dominación del actual territorio del Noroeste

argentino (NOA) por parte del estado Inca fue realizada a partir de la aplicación de

una serie de políticas coordinadas que integraron el control militar, el reclamo ideo-

lógico, la hospitalidad ceremonial, la reubicación demográfica, el tratamiento pre-

ferencial de algunos grupos étnicos y la intensificación minera y agro-pastoril

(Williams y D´Altroy 1998). Aunque estas políticas se aplicaron simultáneamente,

en algunos casos los Incas tomaron en cuenta las variaciones locales en la organi-

zación social, los recursos y la historia de las relaciones políticas de las poblaciones

preexistentes. Para los Andes del sur las políticas empleadas por el estado inca fue-

ron: 1) la instalación de fortalezas a lo largo de sus fronteras y de la red vial para

mantener la seguridad; 2) la instalación de centros estatales a lo largo del camino

principal y vías secundarias (Hyslop 1984, 1990; Raffino 1983; Vitry 2000); 3) la in-

tensificación de la producción minera y artesanal (Raffino 1983); 4) el reclamo del

paisaje sagrado a través de la construcción de santuarios en más de 50 elevaciones

que superan los 5000 m snm (Ceruti 1997; D´Altroy et al. 2000; Reinhard 1985; Scho-

binger 1966) y 5) la intensificación de la producción agro-pastoril a partir del desa-

rrollo de recursos separados de aquellos de las sociedades nativas.

La información etnohistórica señala la existencia de tierras del estado destinadas

a la agricultura. La descripción del Padre Cobo (1979 [1653]: 211, 215) de la división

tripartita de las tierras y los animales es la visión clásica de una economía inca or-

denada, aunque menos idealizada que la de Garcilaso, quien señala que las comu-

nidades practicaban una antigua forma de asistencia mutua (Garcilaso 1960 [1609]:

Cap. XIV, Libro 11). En general, en las tierras altas andinas los enclaves de produc-

ción fueron establecidos en valles fértiles aptos para el cultivo de alimentos, en es-

pecial maíz, como en Abancay y Cochabamba (aunque el término maíz pudo ser la

mínima expresión de una variedad amplia de granos) (Polo 1916 [1571]; Gyarmati

y Vargas 1999; Wachtel 1982). Arqueológicamente se ha podido constatar en los

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Mapa del NOA con sitios agrícolas y área de estudio.

FIGURA UNO

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Andes Centrales la existencia de tierras agrícolas estatales en Cusco, Huánuco

Pampa, Arequipa, Abancay e Islas del Sol y de la Luna en el lago Titicaca (Bande-

lier 1910; Espinoza Soriano 1973; La Lone y La Lone 1987; Niles 1987).

En el NOAtambién se encuentran evidencias de la producción agrícola a gran es-

cala como las de la quebrada de Humahuaca, valle de Santa María y Calchaquí (Fi-

gura 1)1. En el primero de los casos, las más grandes se ubican en Coctaca (Albeck

1992-93; Casanova 1936; Nielsen 1995), en donde hay un amplio sistema de campos

aterrazados que cubren cerca de 3900 ha sobre los abanicos aluviales y el piede-

monte (3700 m snm) y en Rodero, ubicado al norte de Coctaca, que cubre una su-

perficie de 2280 ha (Albeck y Scattolin 1991). Por su parte en el valle de Santa María,

se han identificado áreas de agricultura intensiva en la región de Rincón Chico (Ta-

rragó 1987), en Quilmes, donde se estima que la zona de producción agrícola ubi-

cada al sur del asentamiento habría cubierto aproximadamente 500 ha (Raffino et al.

1983-85), y en El Pichao, donde se han registrado andenes de cultivo (Bengtsson et

al. 2001).

En el sector norte del valle Calchaquí, especialmente en el río Potrero y entre Po-

trero de Payogasta y Corral Blanco, la producción agrícola estatal se evidencia en di-

versas áreas asociadas con asentamientos incas y en la construcción de canales a

ambos lados del río. Esta misma situación se da en La Poma y Palermo en el Cal-

chaquí norte, donde las tierras irrigadas están asociadas a las instalaciones arqueo-

lógicas imperiales. Un canal de varios kilómetros de largo que irriga las tierras

ubicadas en frente del complejo La Paya-Guitián fue construido a unos 40 km al sur

de Payogasta. Aquí la producción agrícola debió localizarse en las terrazas bajas del

río Calchaquí donde existen grandes posibilidades de cultivo hasta la actualidad.

El sector medio del valle Calchaquí, en las cuencas de Angastaco y Molinos (apro-

ximadamente 180.000 ha), el paisaje arqueológico está dominado por las extensas

áreas de cultivo con estructuras para el manejo del agua superando las 350 ha y

“custodiadas” por sitios denominados pukara (sensu Ruiz y Albeck 1997), natural-

mente defendidos y estratégicamente ubicados. El potencial agrícola del área se evi-

dencia en grandes sectores, superficies aterrazadas (andenes, terrazas) y cuadros o

canchones, despedres y sistemas de irrigación (acequias, canales, etc.) (Albeck 2003-

2005). Algunos de ellos son los complejos de andenerías de Mayuco (aproximada-

mente 30 ha), La Campana-Roselpa-La Despensa (aproximadamente 125 ha),

Corralito (aproximadamente 101 ha), Pucarilla (5 ha), Gualfín (36 ha), Gualfín LC (20

ha) y Tacuil (30 ha), entre otros, ubicados en las quebradas tributarias del río Cal-

chaquí (como las de Colomé o Gualfín).

Los valles subsidiarios o laterales del Calchaquí presentan ciertas características

ambientales propicias para la agricultura, especialmente sobre los contrafuertes de

los cerros occidentales donde se producen neblinas diarias en las cabeceras de las

quebradas transversales creando condiciones especialmente favorables para la agri-

cultura e incrementando notablemente la productividad del área (Baldini y De Feo

2000). También son vías de comunicación enclavadas dentro de las serranías occi-

dentales del valle Calchaquí que conectan con los salares de Ratones, Diabillos y

Hombre Muerto en el altiplano puneño.

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En el valle Calchaquí Medio la presencia Inca en la zona está reflejada en seis sitios

con clara arquitectura imperial que fueron ubicados en lugares relativamente ale-

jados de los asentamientos locales y áreas productivas. Sin embargo, se observa una

desproporción entre la población preinca y el área cultivada, por lo que la amplia

infraestructura desplegada para la producción agrícola puede corresponder a la

misma intervención inca, quienes al igual que en otros lugares de los Andes, ha-

brían intensificado la producción a partir del acondicionamiento de grandes ex-

tensiones para cultivo, la construcción de canales, represas, estructuras de

almacenamiento y asentamientos estatales, trabajados por mano de obra local como

una forma de tributación agrícola organizada como prestación rotativa de trabajo

o por mano de obra especializada (mitmaq).

En el marco de las relaciones sociales y políticas planteadas para la zona y el mo-

mento histórico mencionado, nos proponemos aquí integrar paisaje, tierra, trabajo

en infraestructura y producción. Nuestra perspectiva va desde el paisaje histórica-

mente construido como una unidad general, al sitio agrícola mismo, para entender

su rol específico en la problemática citada y evaluar cómo fueron incluidos estos

espacios productivos pertenecientes a las poblaciones locales, dentro de la órbita

imperial. Realizamos entonces una aproximación interdisciplinaria que incluye el

estudio del paisaje arqueológico en las dimensiones tanto física como ideológica, a

partir de las marcas en andenes, caminos, el arte representado en los campos de

grabados dispersos entre las tierras agrícolas y asociados a los pukara, poblados

preincas y asentamientos estatales. Para esto, integramos arqueología, arqueobotá-

nica de microvestigios y suelos. Un tema de especial interés que aquí también in-

corporamos, es la cronología absoluta de los espacios agrícolas aterrazados, cuya

discusión metodológica presentamos en otro trabajo (Korstanje et al. 2008 y 2010).

EL CONTEXTO SOCIAL QUE ENMARCA LA PRODUCCIÓNDurante el Período Intermedio Tardío (PIT) o Período de Desarrollos Regionales

(PDR), las sociedades andinas se caracterizaron por un incremento demográfico, la

elevada producción de bienes de subsistencia, la ampliación de las redes de inter-

cambio y tráfico caravanero, la producción de “bienes de prestigio” y la aparición

de pukaras como ya mencionamos. Estos últimos asentamientos se localizan en te-

rrenos naturalmente defendidos, de difícil acceso y con elevada visibilidad de su en-

torno. Son interpretados generalmente como reflejo de una situación de conflicto

entre las poblaciones (Cieza de León 1947 [1553]). La extensa presencia en el área

Circumtiticaca de este tipo de asentamientos defensivos – pukara- (Stanish et al.

1997) apoyarían este supuesto aunque hay otra postura que pone “[...] en duda la

gravedad, duración o hasta la realidad de aquellos enfrentamientos[...]” (Nielsen 2003:75).

Esta postura se basa en el registro arqueológico obtenido de excavaciones de sitios

defensivos en donde no se han recuperado claras evidencias de conflicto, sino más

bien actividades domésticas, de grupos corporativos y de festividades patrocinadas

por grupos de elite (Frye y de la Vega 2005; Stanish et al. 1997).

Sin embargo, la guerra en los Andes era concebida con mayor frecuencia como

una serie de batallas separadas por relaciones normales, antes que como un estado

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constante de beligerancia. Su objetivo pudo ser la expansión territorial, así como la

venganza de muertes o la captura de prisioneros y/o mujeres. El concepto etnohis-

tórico y etnográfico de tinku (o batallas rituales), tendría como función la predic-

ción de la cosecha (Alencastre y Dumézil 1953; Gorbak et al. 1962; Hartmann 1972,

1978).

Muchos autores coinciden en que los asentamientos defensivos deben contar con

una serie de rasgos como parapetos, bastiones, muros perimetrales múltiples, pues-

tos de control, localización alta y/o inaccesible y entradas diseñadas para la defensa

del sitio, entre otros. Sin embargo, el tipo de defensa que una población requiere

dependerá en gran medida de la capacidad de organización y tecnología, tanto pro-

pia como de sus potenciales atacantes. Es por ello que la ausencia de algunos indi-

cadores no debe ser tomada como una evidencia de ausencia de conflicto o asociada

directamente a una violencia puramente ritual, sino que deben ser evaluadas en

conjunto la mayor cantidad de líneas de evidencia posible (Arkush y Stanish 2005;

Arkush 2006).

La etnografía señala que la superioridad numérica es uno de los principios que

determinan la victoria en enfrentamientos entre pueblos premodernos (Hayden

1995:74; Keeley 1996) y es probable que las comunidades más pequeñas hayan sido

las que necesitaran protección. Este podría haber sido el caso en el área de investi-

gación ya que no se han detectado grandes conglomerados residenciales del PDR,

mostrando los datos una relación inversa entre el tamaño de los asentamientos y

las ventajas defensivas que ofrece su localización. En la cuenca de Angastaco (valle

Calchaquí Medio), los mayores asentamientos habitacionales son aquellos que ofre-

cen mejor visibilidad y menor accesibilidad, como si buscasen “compensar su vulne-

rabilidad numérica maximizando las características defensivas del terreno y reduciendo el

riesgo de ser atrapados (Nielsen 2003: 88)2.

Uno de nuestros interrogantes más puntuales es saber cómo funcionaron la eco-

nomía y la vida cotidiana en el área en una situación de conflicto permanente entre

vecinos. Bajo la vigilancia de los enemigos, ¿cómo accedería cada comunidad a sus

campos de cultivos, algunos de ellos situados a más de una hora de marcha de su

asiento permanente? (Nielsen 2003:94). ¿Cómo se desarrolló la producción agrícola

en tiempos de conflicto?

Esta última pregunta es la que exploramos en este trabajo a través de herra-

mientas arqueológicas, pero no consideramos que pueda ser logrado desde pers-

pectivas estrechas. Por el contrario, deberá ser estudiada tendiendo puentes

constantemente entre las perspectivas sociales y ambientales.

EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICOA partir del relevamiento fotogramétrico y prospecciones en el terreno en el área citada

se han ubicado unos 25 asentamientos arqueológicos con diferente cronología y fun-

cionalidad (Villegas 2007) (Figura 2). Es notable la agregación de asentamientos prein-

cas en locaciones de elevada altitud que ocupan entre 1,5 a 4 ha (como Fuerte de Tacuil,

Peña Alta de Mayuco, Peña Punta, Fuerte Gualfín, Pukará Cerro La Cruz, Pueblo Viejo,

El Alto, La Angostura y Ellencot) (Figura 3). Es interesante además marcar la distribu-

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Área de estudio con sectores con sitios de diferente tipo.

FIGURA DOS

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Fotografías de algunos de los fuertes o pukara cita-

dos y panel de arte rupestre y maqueta en Quebrada

Grande.

FIGURA TRES

ción de estos pukara ya que en una distancia lineal de 75 km N-S entre la quebrada de

Luracatao y la de Gualfín, se han localizado 10 de ellos (uno de época Inca y nueve del

PDR).

Estos sitios están rodeados por extensas áreas de cultivo que incluyen aterraza-

dos y campos agrícolas (“canchones”), asociados a grandes bloques rocosos con

grabados de motivos abstractos de líneas serpenteantes unidas a horadaciones o

depresiones circulares u ovoidales llamadas cochas en los Andes Centrales y pie-

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dras esculpidas (Briones et al. 1999). Por ejemplo, en Quebrada Grande y en Tacuil

se localizaron grabados en bloques pétreos, con motivos de líneas paralelas con-

céntricas, tipo andenes (chacras o miniaturas de campos de cultivo) o en forma de

tumi o cuchillo y ancoriformes (Figura 3).

Es característico de este sector del valle Calchaquí que los grabados estén in-

mersos en sitios que corresponderían al momento previo a la llegada de los incas,

como los pukara. Ahora bien, ¿por qué el Inca se adueña de estos espacios o territo-

rios? Para responder esta pregunta se debe retomar el concepto de pukara que va

más allá de la idea de “fortaleza”, e incluye dos dimensiones simbólicas que aluden

a la Pachamama y a los antepasados.

Estos parajes con características especiales por su aislamiento y por la presencia

de bloques rocosos aptos para recibir inscripciones y dibujos, o los campos de pie-

dras grabadas o petroglifos, también debieron ser lugares de peregrinaje y de reu-

nión en relación con las creencias y la concepción del mundo de los pueblos de los

valles calchaquíes (Tarragó 2000: 291). Para Van de Guchte (1990), las piedras talla-

das, por su ubicación en las cercanías de canales, ríos o vertientes, serían marcado-

res de la organización del espacio con relación a cuerpos de agua y de la

organización del tiempo en relación con el calendario agrícola. Sherbondy (1986:46)

sostiene que para el imperio inca los canales de irrigación no tenían solo un valor

económico, sino que también servían a funciones cosmológicas debido a que las

fuentes de los canales eran consideradas huacas. A su vez, Meddens (2002) sugiere

que la estructura de distribución de los grabados asociados al sistema de riego en

el valle de Chicha (sur oeste de Perú) puede corresponder a una variante del con-

cepto de ceque y constituiría un sistema que semeja quipus en el paisaje, en el que las

piedras grabadas con cúpulas corresponderían a los nudos, mientras que los cana-

les y los ríos aludirían a los hilos. Desde esta perspectiva, la presencia de determi-

nados motivos rupestres y sitios que pueden estar vinculados con la dinámica ritual

y ofrendas, reforzaría la idea de que se trata de actividades integradas, dirigidas a

reafirmar la apropiación simbólica del paisaje (Hernández Llosas 2006). Sin em-

bargo, algunas de estas rocas grabadas podrían ser muy antiguas en el diseño del

paisaje andino como se observa en ejemplos de Antofagasta de la Sierra, Catamarca

(Aschero et al. 2009).

Muchas veces, los incas usaron la intervención artística, sin imponerla visual-

mente, para revelar la naturaleza de un importante rasgo natural. Por ejemplo, el

Pucará de Angastaco, uno de los más conspicuos sitios incas en el área, en la con-

fluencia de los ríos Calchaquí y Angastaco, no se localiza sobre una geoforma tan

imponente como los pukara preincaicos dado que las construcciones en su cima pue-

den ser vistas desde el fondo del valle. Este asentamiento parece haber sido cons-

truido con la intención de ser visible desde todos los ángulos, representando un

cambio radical en la estructura del paisaje local. Los otros sitios incas del área, tales

como los tambos de Gualfín, Las Cuevas y Compuel -todos localizados en sectores

separados de los asentamientos locales-, pueden ser vistos como una forma de “se-

gregar” el espacio estatal del de las poblaciones del área.

Finalmente, para las cuencas de Angastaco y Gualfín no podemos dejar de men-

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cionar la red de caminos incas que comunican instalaciones estatales, asentamien-

tos defensivos preincaicos y áreas agrícolas. Esta aparente paradoja entre disconti-

nuidad espacial e inclusión plantea la pregunta de por qué el Inca conquistó estos

espacios y territorios. La desproporción entre población y tierra cultivada en el área

de estudio ha llevado a algunos investigadores a concluir que estas tierras recibían

la contribución de trabajadores estacionales de otros sectores (Salas 1945). En ese

sentido, es interesante contemplar la propuesta de Berenguer de que el camino inca

pudo haber funcionado como un geoglifo, como un marcador espacial primordial

en la territorialidad simbólica de los incas (Berenguer 2005). Desde esta perspec-

tiva, la presencia de determinados motivos rupestres y sitios que pueden estar vin-

culados con actividad ritual y ofrendas reforzaría la idea de que se trata de

actividades integradas dirigidas a reafirmar la apropiación simbólica del paisaje

(Debenedetti 1918; Frye 2006: 204; Hernández Llosas 2006; Meddens 2002; Tarragó

2000; Williams 2002-2005, 2008).

Volviendo al tema de la producción de alimentos, en esta parte del valle los si-

tios residenciales inca no están directamente asociados a áreas agrícolas, pero estas

últimas sí están directamente relacionadas al camino inca, como La Campana, Ma-

yuco, Tacuil y Gualfin.

Considerando que una de las consecuencias de la guerra podría haber sido la in-

tensificación de la explotación económica, ocasionando la agregación poblacional en

un área y la construcción de nuevos sistemas de irrigación, es importante destacar

que en el NOA los incas se apropiaron de recursos naturales por medio de la in-

tensificación3 de la producción agrícola (Williams 2007a). En varios casos, como que-

brada de Humahuaca (Jujuy), Calchaquí Norte (Salta) y bolsón de Andalgalá

(Catamarca) los incas parecen haberse apropiado de gran parte de las áreas pro-

ductivas poco utilizadas en el período previo. Esta estrategia pudo haber amino-

rado el impacto en la productividad agrícola de la población local y disminución de

la presión de ser explotados en trabajo y recursos.

Como se menciona en las crónicas, una vez que los incas tomaban el control de

nuevos territorios, el personal estatal se asentaba asegurándose que hubiera comida

suficiente y reservando tierras para el estado que eran cultivadas por los trabaja-

dores locales como parte de su servicio en trabajo. Esta parece haber sido una prác-

tica habitual para garantizar los derechos de usufructo de la tierra de los mitmaqkuna

para su propio sostén. Las chacras estatales estaban ubicadas a menudo cerca de

los centros provinciales, pero algunas más grandes se localizaban en sectores espe-

cialmente favorables para la agricultura.

EL ESPACIO GEOGRÁFICO PARA EL PAISAJE AGRÍCOLAPara entender estas relaciones deberemos contextualizarlas en un espacio geográ-

fico claramente definido en los aspectos relacionados con la agricultura: suelos, agua

y vegetación. Así, podemos comenzar por observar que, en su sector medio, el río

Calchaquí recibe afluentes que bajan de las cumbres del bloque Calchaquí, situado a

occidente. Las cuencas de Molinos y Angastaco y sus correspondientes tributarios, son

las que constituyen los principales aportes de agua permanente al río, sirviendo asi-

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mismo como vía de comunicación entre los valles bajos y el ambiente puneño.

La zona presenta un paisaje de montañas y valles por los que discurren los prin-

cipales ríos de la región, convergiendo así dos ambientes morfológicos: la puna y las

quebradas y valles intermedios que forman el borde montañoso de Puna (Daus

1959:104). Este último, presenta un clima árido (aproximadamente unos 250 mm de

precipitaciones anuales), con escasas precipitaciones invernales y una gran ampli-

tud térmica. El basamento geológico está formado mayoritariamente por afloramientos

graníticos, ignimbritas del neógeno, sedimentos cuaternarios (arenas finas, pelitas y tobas

volcánicas intercaladas en conglomerados) y depósitos fluviales (Hongn y Seggiaro

2001). Estas características y la escasez de vegetación resultante no favorecen el desarrollo

edáfico, por lo que los suelos presentes pertenecen al orden de los Aridisoles y Entiso-

les, con perfiles del tipo A/C o A/Cr/R (USDA 2006).

La vegetación general corresponde a la provincia de Prepuna, caracterizada por

la presencia de cactáceas columnares y variedad de poáceas, asteráceas achaparra-

das y xerófilas. Entre ellas se observa la “pichana” (Psila spartoides) y “pichanilla”

(Cassia aphylla), “molle” (Schinus molle), “molle castilla o aguaribay” (Schinus areira),

“churqui” (Acacia caven), algarrobo (Prosopis sp.), “paja o pasto iro” (Stipa ichu), “vis-

col”, cardón (Trichocereus pasacana), y variedades de cactáceas como “quiepo” y “ai-

rampo” (Opuntia spp.). No existe una gran diversidad vegetal y aunque el análisis

del herbario local esta en curso, es bastante homogéneo en todos los sectores estu-

diados. La zona, en cambio, constituye un paisaje heterogéneo en lo que respecta a

las áreas productivas próximas entre sí:

a) el fondo de valle del río Calchaquí y sus tributarios (entre los 2200 y 1900 m

snm), zona apta para los cultivos mesotérmicos con irrigación como el maíz,

poroto, ají y calabaza;

b) las porciones medias y altas de las quebradas tributarias, la cabecera del valle

troncal y los piedemontes (entre 3000 y 2500 m snm) donde hay cursos de agua

permanente que ofrecen oportunidades para el riego y donde prosperan culti-

vos mesotérmicos y microtérmicos como papa, oca y quinua; y

c) las cotas por encima de las áreas agrícolas donde se encuentran los recursos

de pastoreo y caza como Compuel y la cabecera de Mayuco, Río Blanco (Tacuil)

y Gualfín (entre 4000 y 3500 m snm).

Debido a la amplitud del área de estudio (aproximadamente 180.000 ha) y dada la

imposibilidad de recorrerla en toda su extensión en el terreno, se realizaron en un

primer momento tareas de teledetección por medio de fotografías aéreas (Villegas

2006, 2007). Gracias a esto y previo al inicio de los estudios intensivos sobre agri-

cultura, pudieron relevarse la mayor parte de los sectores agrícolas de la zona y la

relación espacial entre ellos y con respecto a otros sitios arqueológicos, ayudando a

comprender la dinámica entre ambiente y paisaje domesticado.

METODOLOGÍA PARA EL ESTUDIO DE LA AGRICULTURA PREHISPÁNICADesde el punto de vista de las estructuras agrícolas mismas, se trabajó en tres lí-

neas articuladas. Una incluye el análisis arquitectural y espacial, considerando a la

producción agrícola como uno de los temas centrales de la vida cotidiana y de las

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la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 189

relaciones entre sociedad y estado. La otra es más específica para cada sitio e in-

cluye las propiedades de los suelos y los microvestigios vegetales y animales que

han quedado como remanentes de la actividad agrícola misma(ver capítulo 2 en

este volumen). Finalmente, y teniendo en cuenta la importancia que tiene para nues-

tro problema la incidencia de la ocupación inca en la región como un factor dife-

rencial en las relaciones de producción, hicimos un esfuerzo para lograr dataciones

absolutas y confiables de los espacios de cultivo construidos. Este trabajo se ins-

cribe dentro de la primera línea, pero se presentan algunos resultados preliminares

de las otras dos, por lo que las incluiremos en la descripción metodológica.

Siguiendo experiencias anteriores (Albeck 1992-1993), la metodología imple-

mentada en este estudio comienza por localizar las estructuras en el espacio y en el

ambiente, su descripción detallada con diferentes medidas y todo su contexto ma-

terial incluyendo cerámica de superficie. Sobre esta base se eligen las estructuras a

ser muestreadas, para lo cual requerimos una planialtimetría de las mismas tan efi-

ciente como las realizadas para estructuras residenciales, pero con mayor énfasis

en el buen trazado de las curvas de nivel (Korstanje 2005). En esta ocasión los pla-

nos se habían realizado con Estación Total Leica4, sin embargo, en una segunda cam-

paña hemos debido corregir estos planos y realizar nuevos croquis que son los que

usaremos en este trabajo, por lo cual no están representadas aquí las curvas de nivel

que usamos en la interpretación. La descripción de las laderas no está dada por su

posición respecto al sol, sino por su posición geográfica sensu stricto. Así, por ejem-

plo, la ladera ubicada geográficamente al Sur, tendrá su exposición solar hacia el

Norte.

Para la descripción de las estructuras en base a las formas que toman en el pai-

saje, hemos consultado varios autores (Albeck 1993; Raffino 1975; Schulte 1996; Tre-

acy 1994, entre otros), pero si bien seguimos en especial los lineamientos de Albeck

(1993 y capítulo 1 en este volumen), hemos diferenciado los siguientes grupos,

donde los tipos son simplificados para dar más espacio a la descripción de sus ca-

racterísticas particulares5:

Andenes: construcciones rectangulares en piedra que modifican sustancialmente la

pendiente, suavizándola generalmente en varios grados menos respecto a la pendiente

natural. El largo mayor de los rectángulos que forman es paralelo al drenaje natural o

curso de agua principal. Las paredes de contención son elevadas y su construcción im-

plica importantes movimientos de tierra del tipo “corte y relleno”. En la terminología

local de esta zona se denomina patillas a los andenes, y cimientos a los muros.

Paños:cada sector de andenería separado por un muro o despedre transversal al mismo.

Terrazas: Construcciones en piedra que modifican la pendiente, suavizándola en

superficies rectangulares o irregulares de diferentes dimensiones. Siguen el mismo

principio general de a los andenes, pero de menor complejidad constructiva y no im-

plican movimiento de suelo en su construcción. Como resultado de esto, el frente de

una terraza se eleva muy poco por encima de la terraza adyacente. Pueden ser per-

pendiculares o paralelas al drenaje principal.

Canchones: espacios delimitados por muros someros de piedra, a veces sin su-

perposición de bloques alguna. Pueden ocupar espacios con pendiente o sin ella,

Page 13: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

190 // williams et al . capítulo ocho

pero en el primer caso la pendiente es modificada más por la práctica del uso del

suelo que por grandes movimientos de tierra previos. Toman diversas formas, va-

riando entre cuadrangulares, circulares e irregulares.

Despedres: Acumulaciones de piedras pequeñas y medianas, que son el producto

de limpieza de los terrenos, y que en algunos casos forman parte de los tabiques de

contención laterales de los andenes.

Acequias: cualquier tipo de cauce artificial, por el cual fluye el agua de riego.

Una vez correctamente mapeadas y descriptas las estructuras en el sentido ar-

quitectónico y localizadas en su emplazamiento topográfico, procedemos a reali-

zar los sondeos/calicatas para la descripción y caracterización de los suelos

(Korstanje y Cuenya 2008a). En base a las preguntas y problemas que se estén bus-

cando resolver, las calicatas se hacen aguas arriba o aguas abajo de la superficie ate-

rrazada, pero manteniendo en todo el muestreo la misma definición. Los distintos

horizontes pedológicos son definidos en el campo, tomando las siguientes caracte-

rísticas: color, estructura, límites y espesores de los horizontes.

En cada horizonte definido de esta manera, procedemos a tomar muestras para

realizar tres tipos de análisis: sedimentos, microfósiles en general y polen en parti-

cular. Cabe remarcar entonces que el muestreo no es sistemático, sino cualitativo: no

se toman muestras estandarizadas de un perfil cada tantos centímetros, sino que se

toman muestras idénticas de sedimentos de cada horizonte pedológico.

A su vez, se toman muestras de control en espacios cercanos, pero que no mues-

tren signos de haber sido utilizados para la producción agrícola (“campo abierto”).

Estas responden, a los fines comparativos, como muestras de suelo no usado.

Para la descripción de los suelos se siguen las normas de reconocimiento estándares

(Echevehere 1976). En laboratorio se hacen las siguientes determinaciones: textura (mé-

todos de Bouyoucos); pH (relación suelo-agua 1:2,5); porcentaje de Carbono y materia

orgánica (método de Walkley y Black) y, en algunos, Fósforo Total (método de Bray –

Kurtz6). En la medida en que estos resultados disparan nuevas preguntas, se toma otra

porción de muestra para realizar estudios más específicos, por ejemplo: Nitrógeno, Peso

Específico Real (PER), Peso Específico Aparente (PEA), etc.

Las muestras de microfósiles (entre los cuales se puede incluir el polen, pero

según las circunstancias y debido a su alto valor diagnóstico conviene separar en

muestras especiales) son analizadas siguiendo la metodología de análisis múltiple

(Coil et al. 2003; Korstanje 2003, 2004 y 2009). Las muestras son contabilizadas y ca-

racterizadas en microscopio petrográfico, con método de alícuota y test ciego (Kors-

tanje y Cuenya 2008b).

Los resultados de ambos análisis (y del polen en caso de que se haya estudiado

separadamente) se revisan conjuntamente. Para la interpretación se toman en

cuenta y se discuten no sólo los resultados de los análisis de sub-superficie, sino

también los perfiles, la ubicación de los sitios, la pendiente, la orientación al sol y

el resto de los vestigios materiales culturales (Korstanje y Cuenya 2008a y 2008b).

LA INFRAESTRUCTURA AGRÍCOLA EN LOS SECTORES MUESTREADOSA partir de la teledetección y prospecciones citadas arriba, se eligieron para traba-

Page 14: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 191

jar en profundidad dos sectores -Río del Remate/Gualfin y Río Pucarilla/Corralito-

, que presentaban las variables necesarias para avanzar en la fase analítica (accesi-

bilidad, visibilidad, extensión, localización, estado de conservación). En todos los

casos se trata de aterrazamientos en pendientes pronunciadas, del tipo andenería,

acompañados por importantes líneas de despedre con o sin riego por acequias. Sin

embargo, dentro de estos dos sectores, se seleccionaron a su vez dos sitios porque

los rasgos arquitectónicos de las estructuras de producción sugerían la idea inicial

de que su construcción y/o uso podría haber sucedido en distintos momentos del

Foto aérea de la zona del Río del Remate/Gual-

fin y los sitios mecionados en el texto.

FIGURA CUATRO

Page 15: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

192 // williams et al . capítulo ocho

lapso cronológico que va desde el Tardío hasta el Inca.

A continuación caracterizamos los dos sectores con andenería y los cuatro sitios

analizados para este trabajo:

1) El primer grupo, al que aquí denominaremos Grupo del Remate/Gualfin, está con-

formado por los sitios Gualfin 2 y Quebrada Grande 1, sobre la margen derecha del

Río del Remate (Figura 4). En el sector del Río del Remate, hay dos laderas con an-

denería (Oeste y Sur) y en ambas se distingue una tecnología constructiva diferente

en lo que a los muros de andén respecta. Esto puede estar denotando distintas épo-

cas en su construcción –no hay señales de reciclaje por uso. No es claro si estos an-

denes estuvieron regados: hasta el momento no hemos detectado ninguna acequia

antigua. Habría una acequia muy grande siguiendo el probable camino prehispá-

nico (hoy usado como camino y en parte como senda de bicicletas), pero no se ob-

serva actualmente la conexión para el riego de estos sectores. La vegetación presente

está compuesta sobre todo por Asteráceas de porte mediano, tolar mixto (Parastre-

phia spp.), arbustivas xerófilas (ej. Schinus Molle sp.) y cactáceas bajas (ej. Airampo

spp.), escasas cactáceas columnares (Trichocereuns Pasacana sp.) y muy baja repre-

sentativad de Poáceas (tanto en variedad como en abundancia).

Además de las estructuras netamente agrícolas, hay otro tipo de estructuras de

piedra de forma subcircular -que pueden constituir residencias o corrales-, en la ex-

planada inferior, sobre el nivel de terraza del río.

Hemos denominado Gualfín 2 a la ladera oeste, donde las estructuras están lo-

calizadas sobre una pendiente de 18-20%. Sobre esta ladera es que se han realizado

los muestreos y dataciones. Consiste en un grupo de terrazas bastante rústicas que

cubren un total de 0,26 ha. Los diferentes paños están separados entre sí por líneas

de despedre compactas y muestran una litología diferente en las rocas que los cons-

tituyen. En el sector Norte de los mismos, los muros parecen más prolijos, porque

la roca es metamorfita angulosa y está acomodada en paños uniformes, pero no hay

canteado ni técnica constructiva especial. La distancia entre un muro de contención

del andén y otro puede llegar a los 10 m. Cada paño tiene como mínimo 7 líneas de

andenes hasta llegar al curso de agua.

En Gualfin 2, paño 1 (Figura 5) el despedre -donde tomamos muestras para da-

taciones-, tiene una litología de grandes rocas tipo vulcanitas-granitos rosados. Este

despedre mide 8 m de ancho y un máximo de 0,70 de alto. El paño estudiado y

muestreado para suelos y microfósiles tiene 10 líneas de andenes. Mientras la pen-

diente natural es del 23%, en los andenes disminuye a un 5%. El muro de los ande-

nes tiene una altura máxima de 1,10 m, altura que se repite en la mayoría de los

bien conservados. Todos los muros son de pirca simple y el ancho es el ancho de la

roca (máximo 0,55 m). En los extremos, la mayoría de ellos tiene un sector sin muro

para permitir el paso del agua. Los andenes inferiores son los más dañados y de-

rrumbados. En superficie se encuentra cerámica de estilos tardíos y material lítico

expeditivo en basalto y cuarcita.

En el sector Sur, en cambio, la pendiente es mucho mayor (un 45 %) y el pircado

es más alto. Los muros llegan medir entre 0,50 y 1 m en algunos sectores. Sólo hay

un paño de andenería en este sector, que finaliza en canchones amplios por la baja

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la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 193

Plano del anden muestreado en Gualfin 2.

FIGURA CINCO

pendiente. Un dato interesante como rasgo de no-utilización reciente, es el creci-

miento de grandes cardones añosos.

Siguiendo el curso del río del Remate hacia arriba, poco después de una curva

que cambia el recorrido del mismo hacia el Oeste, se encuentra la “Quebrada

Grande”. Entre Quebrada Grande 1 y el pukara conocido como Fuerte de Gualfín,

median unos 1,3 km de distancia, con visual directa entre ambos. Las laderas de la

vertiente sur, están prácticamente todas cubiertas con andenería. En algunos paños

se ha llegado a contar 18 líneas de andenes. A diferencia del caso anterior, la apa-

riencia de los mismos es más homogénea en litología y en técnicas constructivas, y

se observan las acequias con claridad. La manufactura de los andenes es bastante

rústica. La piedra es la más cercana (ignimbrita o metamórfica) y de acuerdo a eso

es su angulosidad. En algunos sectores, sobre todo los más cercanos al fuerte o pu-

kara, la ausencia de abundante suelo y la fuerte pendiente no sugieren un lugar na-

turalmente apto para el cultivo y que, de haber sido elegido para tal fin, sería porque

Page 17: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

194 // williams et al . capítulo ocho

Plano del anden muestreado en Quebrada Grande 1.

FIGURA SEIS

Page 18: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 195

Foto aérea

de la zon

a de

l Río Puc

arilla/Co

rralito

con

los sitio

s indica

dos en

el texto.

FIGU

RA SIETE

mediaron condiciones sociales de presión sobre el territorio.

Quebrada Grande 1 es el paño que hemos estudiado en detalle (Figura 6). El sitio

muestra una pendiente promedio de 40% (considerablemente mayor que el sitio

anterior). A diferencia de lo observado para Gualfin 2, aquí se registraron tres lí-

neas de acequias para riego, dos de ellas abandonadas7 y ubicadas en el sector más

alto de la loma, mientras que la que aun está en uso, es la más cercana al curso de

agua actual. En la parte superior de la ladera y muy cercana a una de las acequias,

existe un gran panel con grabados rupestres, que hemos denominado “Panel de los

Suris” (Figura 3).

En cuanto a los andenes -que como decíamos, están bastante deteriorados-, la al-

tura máxima de los muros es de 0,95 m. El despedre es similar a los antes descritos,

con un tamaño promedio de las rocas de 10-20 cm (son rodados aplanados). El resto

de las características son semejantes al sitio arriba detallado.

2) El segundo grupo estudiado, que denominaremos Grupo Pucarilla/Corralito,

(Figura 7) se encuentra a una distancia de 13,5 km respecto al grupo anterior. Está

Page 19: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

196 // williams et al . capítulo ocho

Plano del paño de andenes muestreado en Corralito 4.

FIGURA OCHO

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la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 197

cercano al caserío de Pucarilla y al paraje de Corralito, camino hacia Compuel

(borde de puna), sobre la margen izquierda del Río Pucarilla y de uno de sus tribu-

tarios. La vegetación es similar a la del sector anterior, pero con algunas diferencias

interesantes, como la mayor presencia de cardonal y monte xerófilo y la ausencia

cuasi absoluta del tolar y de cobertura de gramíneas.

Los dos sitios muestreados -Corralito 4 y 5-, están muy cercanos uno del otro,

pero sobre sustratos litológicos diferentes. Sin embargo, no es esta circunstancia lo

que los diferencia a nivel de apariencia constructiva, sino propiamente la forma en

que han sido construidos.

Corralito 4 está ubicado sobre una ladera con el afloramiento rocoso muy super-

ficial y un promedio de pendiente del 30%. Rodeando el conjunto de las estructu-

ras se observa un muro en forma de anillo grande y otro más pequeño, de pirca

doble línea. El sitio está formado además por una serie de aterrazamientos, despe-

dres perpendiculares a los mismos y estructuras subcirculares -aparentemente de

tipo residencial- encerradas entre ambos o recostadas sobre los mismos (Figura 8).

A diferencia de los otros sitios con arquitectura agrícola estudiados, hay gran can-

tidad de cerámica en superficie (Santamariana bicolor, tricolor y con modelado,

entre otras menos frecuentes). La contemporaneidad y/o el reuso con adaptación de

estas estructuras es un factor que aún está en estudio.

Desde el punto de vista de las estructuras agrícolas en sí, el sitio presenta gran-

des despedres de rocas de distintos tamaño, que no constituyen un conjunto aco-

modado –como en el caso siguiente-, sino que por el contrario llaman la atención por

su falta de prolijidad. En algunos casos estos despedres se presentan paralelos, y en

otros perpendiculares a la pendiente. Lo más llamativo es que, además de los des-

pedres, hay muros dobles en los lados de los andenes pero estos muros a veces se

abren para incluir las citadas “unidades residenciales”. Hay muchos de estos cír-

culos de pirca simple y baja en el medio o a los costados de los campos, pero no es

claro por qué los límites de los paños son muros dobles y sobre ellos se realiza una

tarea de despedre tan poco sistematizada.

No se observan acequias ni existen posibilidades de riego ya que la topografía

impediría llevar agua de los cursos de agua cercanos.

El último sitio en estudio, Corralito 5, está ubicado enfrente del anterior, en la la-

dera occidental de un pequeño río tributario del Pucarilla, con una pendiente media

de 45%. La regular distribución de los muros y los aterrazamientos, así como la pro-

lijidad de sus despedres es una de las características que lo diferencia claramente del

resto de los sitios agrícolas de estos sectores en estudio. Contrastando con esta gran

diversidad y heterogeneidad, el sitio Corralito 5 es el de manufactura más estan-

darizada que hemos observado hasta aquí. El pircado es muy parejo y bien hecho,

simil aparejo, aunque sobresalen rocas. La altura máxima de muro conservado es

de 1,50 m, siendo los muros de andén más altos de los conjuntos estudiados. Los

despedres son bastante homogéneos en tamaño de piedra despejada y hay paredes

laterales (o sea, perpendiculares a la pendiente) hechas también como muro.

En el paño muestreado (Figura 9) contamos 9 andenes de muy buena construc-

ción, pero con varios niveles de derrumbe. Es muy interesante ver que el paño está

Page 21: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

198 // williams et al . capítulo ocho

delimitado por dos líneas de despedres que se van abriendo hacia abajo (NW) y

que están contenidos por un lado con muro y del otro lado no.

Una sola acequia estaría regando este sitio, pero es llamativo que la misma es cor-

tada en uno de los grandes despedres, y luego sigue hacia otros campos, como si

este despedre fuera posterior e impidiera la continuación de la misma.

SUELOS, MICROFÓSILES, DATACIONES Y PRIMEROS RESULTADOS DEL USO AGRÍCOLA DE LOS ANDENES:SORPRESAS Y PRECAUCIONESEn tanto el análisis específico de los suelos y microfósiles ha presentado nuevos

desafíos que están en estudio, presentaremos aquí sólo los primeros resultados que

nos llevan a plantearnos nuevos interrogantes.

Se hicieron los estudios pedológicos citados arriba (campo y laboratorio) y el análisis

múltiple de microfósiles a un total de ochenta y seis muestras de suelo (N= 86).

En primer lugar, es importante destacar que, con muy pocas excepciones, los va-

Plano del paño de andenes muestreado en Corralito 5.

FIGURA NUEVE

Page 22: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 199

lores de pH varían entre 5,27 a 8,14, como valores extremos, presentando por lo

tanto condiciones normales para la preservación de los microfósiles silíceos. Las

texturas varían entre franco arenoso, a franco arcillo arenoso; mientras que la ma-

teria orgánica oscila entre porcentajes de 0,20 a 2,89. Los más altos valores de ma-

terial orgánica son aquellos de los depósitos más profundos de los despedres y

aquellos de las muestras a “campo abierto” (o extra sitio). En ambos casos, y de

acuerdo a la dinámica de uso de los suelos, esto implica que no fueron utilizados

para propósitos agrícolas, como ya hemos mostrado en casos anteriores (Korstanje

y Cuenya 2008a).

Lo que es sorprendente, respecto a lo originalmente asumido, es que hasta el mo-

mento no hemos encontrado silicofitolitos ni almidones de maíz. Por el contrario,

aun los fitolitos de Poáceas en general son muy escasos y en muchas muestras no

hay fitolitos en absoluto (Korstanje y Cuenya 2008c). Esto sin embargo, cobra sen-

tido al analizar con más detenimiento la flora local.

Lo mismo sucede con las diatomeas. Hemos encontrado muy pocas diatomeas en

las muestras escaneadas. El análisis independiente de diatomeas para la región reali-

zado por Kligmann también muestra ausencia de diatomeas en las muestras de suelo,

a pesar de que las fuentes de agua muestran el desarrollo normal de ellas (Débora Klig-

mann comunicación personal 2008)8. Por otra parte, los valores de pH no permiten

tampoco esgrimir tal razón tafonómica para explicar su no-preservación.

El resto de los microfósiles presentes también es escaso (polen, microcarbones),

excepto por los gránulos de almidón de tubérculos (afines a Solanum tuberosum sp.

y otros aun no identificados), que son muy frecuentes en ciertas muestras. También

hay un número interesante de esferulitas de carbonatos cálcicos (residuos de ori-

gen animal, asociados a estiércol generalmente frágiles para su conservación).

A pesar de estos tentadores indicios de cultivo de papas (denotado por los almi-

dones) en los andenes, con uso de fertilizantes (esferulitas) y sin regadío aparente

(ausencia de diatomeas y crisoficeas)9, por ahora no podemos arriesgar un resul-

tado seguro en ese sentido, ya que las consecuencias teóricas que implicarían esta

inesperada ausencia de maíz y abrumadora frecuencia de papa -pero también de

otros almidones, excepto de maíz-, nos obliga a tomar precauciones de control ta-

fonómico, ampliación de muestreos, etc.

En cuanto al problema cronológico, dado que hemos desarrollado metodológi-

camente las posibilidades y limitaciones para la datación absoluta de estructuras

agrícolas en otro trabajo (Korstanje et al. 2010), reproduciremos aquí solo los resul-

tados de tales dataciones, a los efectos de poder después integrar todos estos datos

en una interpretación preliminar del uso agrícola y estrategias de producción en la

zona estudiada del valle Calchaquí Central.

Cuatro muestras de sedimentos -tomados de las bases de un despedre de cada uno

de los sitios aquí presentados- fueron datadas con el método de carbono 14 (Tabla 1).

Estas dataciones indican, entonces, el momento en que se comenzó a despedrar

el terreno y construir la infraestructura para la producción agrícola organizada. Los

fechados no sólo son confiables en sí mismos por la metodología utilizada sino que,

como decíamos antes, los valores de materia orgánica también son coherentes con

Page 23: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

200 // williams et al . capítulo ocho

esta fase de pre-uso agrícola intensivo.

Estos resultados nos indican al menos tres momentos de inicio en la construcción

de la infraestructura de andenes: uno pre-Tardío (Formativo Medio), uno clara-

mente de Desarrollos Regionales, y otro claramente Incaico.

El más temprano es el fechado de Quebrada Grande, que muestra una andene-

ría más tosca y casi destruida, por cuya ladera pasan tres acequias a diferentes ni-

veles y que presenta en la cima de la ladera un panel con arte rupestre de diferentes

estilos y momentos prehispánicos. Este fechado calibrado entra dentro del rango

del Perío-do Medio, lo cual lo hace interesante no sólo porque se puede relacionar

con los diferentes niveles de acequia (que pueden indicar variaciones en el nivel de

base de río y su correlación con las posibilidades de tomar el agua para riego a di-

ferentes altitudes), sino porque el despedre fechado es uno de los pocos que tiene

también escasos gránulos de almidón de tubérculos, que podríamos interpretar

como un uso del suelo para agricultura relacionado con las prácticas de los perío-

dos anteriores (Korstanje y Cuenya 2008c). En ese sentido, tanto las citadas acequias

como la forma de la arquitectura agrícola, indican un reuso permanente en este sec-

tor, cuyo abandono no podemos precisar aún. Por otro lado, en otras áreas pros-

pectadas en el valle, también hay arte rupestre y hallazgos correspondientes al

Periodo Medio, como por ejemplo en Tacuil, a 22,7 km al norte de este sitio.

El segundo momento, es el que corresponde a los sitios Gualfín 2 y Corralito 4,

cuyos inicios de construcción y uso están claramente comprendidos en el Período

de Desarrollos Regionales. La datación inicial es coherente con el registro cerámico,

la arquitectura productiva y la presencia de los fuertes o pukaras situados en el área

(Williams et al. 2005, Cremonte y Williams 2007). No obstante ello, al igual que en

el caso anterior, Corralito 4 muestra signos de reuso y resignificación del espacio,

cuya duración y carácter no podemos calibrar ni explicar aún.

Por último, el sitio Corralito 5, por su datación es contemporáneo a la ocupación

Cronología post quem (inicio de las construcciones agrícolas) en cada uno de los sitios.

TABLA UNO

Page 24: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 201

incaica; pero su infraestructura y arquitectura muestran diferencias tan notables res-

pecto a los otros sitios, que no sólo es interpretada como correspondiente a este pe-

ríodo, sino también como un diseño verdaderamente incaico.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONESEn el NOA y para el PDR se ha planteado un fuerte crecimiento demográfico y la

aparición de sociedades con territorios bien controlados y defendidos en todos los

oasis de Puna y valles mesotermales que entraron en competencia con otras por la

apropiación de los recursos. Las técnicas más avanzadas de regadío sistemático y

control de la erosión por medio de andenería posibilitaron el cultivo de tierras fér-

tiles en quebradas altas y de pendientes pronunciadas con lo que el uso de terrenos

cultivables se amplió hasta límites que superan los actualmente explotados.

A pesar que el patrón de asentamiento pueda estar representando situaciones de

conflicto, la amplia distribución espacial de ciertos rasgos arquitectónicos y estilís-

ticos hace pensar en redes de intercambio que mantendrían una comunicación entre

las poblaciones. Es por esto que consideramos que el estudio de la relación entre

una serie de rasgos arqueológicos presentes en el paisaje y producto de un cons-

tructo social que son los pukara, las tierras agrícolas, campos de grabados o de pe-

troglifos y centros estatales, nos ayudará a comprender los procesos sociales que se

dieron entre el 900 y 1536 DC al interior de las poblaciones locales y en relación con

la dominación Inca (Williams 2007b).

En ese sentido, el sector medio del valle Calchaquí presenta una serie de asenta-

mientos prehispánicos tardíos del tipo conglomerado, grandes extensiones de tie-

rras destinadas a la agricultura, sitios fortificados o pukaras y sitios con clara

arquitectura inca. Si bien la idea de una época de conflicto endémico en los Andes

-como se ha propuesto sustentado por datos históricos-, no está tan claramente plas-

mada en el registro arqueológico, hemos tomado esta hipótesis como vía de análi-

sis a la producción agrícola.

De ese modo, el paisaje arqueológico observado en el área nos genera nuevas

preguntas: ¿cómo se relaciona la producción con los tiempos de guerra y de con-

flicto? Más allá de las estrategias de almacenamiento, treguas políticas, alianzas cir-

cunstanciales u otros, ¿hay una adaptación de la agricultura en sí misma a estos

momentos? Especialmente, cuando la guerra ocurre durante el tiempo que va de la

siembra a la cosecha... ¿hay planes alternativos para la producción? Seguramente sí,

¿pero cuáles? ¿Cultivos más seguros y sencillos? ¿Con menos necesidad de cuida-

dos intensivos y riego?

Dedenbach Salazar (1985) ha recopilado el vocabulario inca agrícola y deduce

que existen programas agrícolas definidos según especie en sincronía con el clima

y la estación del año, pero no hay referencias a los momentos de zozobra o conflicto

social. Todo el vocabulario hace referencia a una agricultura cíclica, pautada, que re-

quiere de estabilidad o paz social.

Es probable que los poblados en las alturas o zonas inaccesibles hayan sido edi-

ficados como refugios temporales para momentos de peligro por poblaciones que

habitaban mayormente en la zona baja con una ubicación más favorable y próxima

Page 25: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

202 // williams et al . capítulo ocho

a recursos de subsistencia. La extensión y calidad de la infraestructura agrícola

muestra que el área era un importante sector de producción de alimentos antes de

la llegada del inca. La inversión de trabajo en infraestructura de riego es igualmente

muy importante (Figura 10). Sin embargo toda esta amplia red agrícola no tiene con-

trapunto con una gran instalación humana en áreas residenciales en los alrededo-

res (Williams 2007b). Queda por verificar, con un mayor muestreo, si la siembra

realizada en los andenes era principalmente de tubérculos, ya que ello cambiaría las

perspectivas teóricas que se están manejando en torno a la producción de cultivos

con otra capacidad alimentaria y simbólica, como el caso del maíz.

Se ha sostenido que el Estado inca habría incorporado grandes extensiones para

cultivo a cotas más elevadas y con mayor pendiente que en momentos anteriores

(Albeck 1992-1993, 2001), construyendo canales, represas, estructuras de almace-

namiento y asentamientos estatales, trabajados por mano de obra local como una

forma de tributación agrícola organizada (prestación rotativa de trabajo) o por mano

de obra especializada recibiendo el aporte estacional de trabajadores de otros lados

debido a la desproporción entre población y área cultivada. En relación a esto, para

el valle Calchaquí Medio, la producción agrícola ha sido también de fundamental

importancia a la llegada del inca, no sólo por el manejo de lo ya existente, sino tam-

bién con la ampliación de áreas y mejoras tecnológicas. Pero los asentamientos incas

-diferenciados por su calidad constructiva, forma de las estructuras y fechados ra-

diocarbónicos-, no se encuentran directamente asociados a las áreas agrícolas. Esto,

sumado a que los asentamientos preincaicos no parecen haber mantenido una gran

cantidad de población local, podría estar indicando que el estado invirtió energía en

ampliar las áreas agrícolas como una estrategia de producción y administración de

bienes y servicios a través del dominio del espacio productivo.

Vista general de andenería y acequias, camino a Compuel.

FIGURA DIEZ

Page 26: Arqueologia Argentina - La Dimensión Social de La Produccion en Un Sector Del Valle Calchaqui

la dimensión social de la produción agrícola en un sector del valle calchaquí medio // 203

La red de caminos incas, eje a partir del cual se estructuró la administración esta-

tal, incluyó en este sector tanto a los pukara como a las áreas agrícolas (más de 300

ha en total), constituyendo un recordatorio constante de su dominio. Por lo arriba

señalado, el Inca habría materializado su poder apoderándose de estos lugares con

un significado ritual para las poblaciones locales, convirtiéndolos en huacas o man-

teniéndolas como tales (Hernández Llosas 2006). Sin embargo, hay casos que han

llamado particularmente nuestra atención, como la construcción de inmensas obras

de andenería en laderas que desde el punto de vista pedológico no son aptas para

tal fin. Este constreñimiento en espacios reducidos y cerrados (pero muy cercanos

al Fuerte de Gualfín) nos puede estar indicando algo más que un desarrollo tecno-

lógico. Nos preguntamos si no se trata de una agricultura en tiempos de conflicto,

y en ese caso conflicto entre quienes (¿contra los incas?, ¿contra los españoles?, ¿los

locales entre sí?) pero para evaluarlo debemos afinar algunas metodologías, tarea

que está actualmente en curso.

AGRADECIMIENTOS: Las autoras desean agradecer especialmente la colaboración yamistad brindadas por María, Juan y Santos, en diferentes parajes de Gualfin, a la

familia Bonner, propietarios de la Finca Gualfin y a Mike Follet por su hospitali-

dad.

Esta investigación fue financiada por Wenner Gren Foundation; FONCyT y CO-

NICET, y contó con la autorización del Museo de Antropología de Salta ■

NOTAS:1 Aunque debemos considerar que existe consenso sobre la difi-

cultad de relacionar áreas agrícolas del momento inca especial-

mente en el NOA, donde existe una larga tradición de agricultura

prehispánica. Albeck ha planteado una serie de líneas de eviden-

cia interesantes de analizar como es la ubicación de las áreas de

cultivo, especialmente la expansión hacia los espacios más mar-

ginales de producción agrícola durante el Período de Desarrollos

Regionales (PDR), áreas que fueron de cultivo en épocas anterio-

res pero que probablemente se encontraban abandonadas a la lle-

gada del Inca (Albeck 2003-2005).2 En cuanto a las causas que pudieron haber desencadenado el

conflicto, existe cierto consenso para el Área Andina sobre los cam-

bios climáticos como una de las más importantes, especialmente

una prolongada sequía que se dio en las tierras altas andinas a

partir del siglo XI siendo severas entre ca. 1250-1310 D.C, además

del crecimiento demográfico o la disputa por el control del tráfico

interregional. Esto, que posiblemente causó el colapso Tiwanaku,

pudo afectar a poblaciones que debieron migrar a localidades más

benignas enfrentándose a comunidades ya instaladas (Guamán

Poma 1980 [1615] I:52). Sin embargo, las causas últimas deberán

ser investigadas para cada región particular.3 La intensificación es considerada como un cambio en el uso de la

tierra que permite una mayor cantidad de producción de alimen-

tos que la previamente obtenida en un área de terreno dada (Bo-

serup 1965: 43).4 Los planos originales de los sitios Corralito 4 y Gualfín 2 fueron re-

alizados por Mariano Mariani sobre el relevamiento de Williams y

equipo con Estación Total (2005) y posteriormente modificados

según observaciones de campo, al igual que la realización de los

croquis de los sitios Corralito 5 y Quebrada Grande, por Villegas y

Korstanje en 2006. Todas las figuras presentadas aquí fueron re-

alizadas por Villegas.5 En el simposio que dio lugar a este libro, se discutió el uso flexi-

ble de las diferentes categorías de estructuras agrícolas, en tanto

ninguna de ellas da cuenta de toda la variabilidad existente.6 Si bien seria ideal realizar análisis de Fósforo Total en todas las

muestras, es necesario elegir solo algunas por cuestiones de costo.7Una de estas acequias fue vista ya en ruinas en 1910 por el abuelo

de nuestro informante (Esteban Alancay) y pasaba por arriba como

canal, sin regar este sector, sino sólo como conector hacia otros

paños, incluido el de Gualfin 2 antes descrito.8 Es importante notar que Kligmann no está siguiendo un proto-

colo de extracción múltiple de microfósiles - donde cabría la posi-

bilidad de que estas sean submuestradas- sino un protocolo

especial para la extracción de este tipo de algas.9Situación extraña, ya que en dos de los sitios las acequias están

presentes.

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