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Cash Luna: ¿en honor a qué espíritu? Reseña del libro: “En Honor Al Espíritu Santo”, Cash Luna (Miami, Florida: Editorial Vida, 2010). 191 páginas. La doctrina de la Persona del Espíritu Santo es una de las doctrinas bíblicas menos atendidas en algunas iglesias evangélicas, y es al mismo tiempo una de las más abusadas. Teólogos importantes como Juan Calvino, John Owen y Abraham Kuyper escribieron bastante sobre el rol del Espíritu Santo en la creación, en la salvación, y en la vida de la iglesia. Al mismo tiempo, el Espíritu ha sido uno de los temas favoritos de liberales (aquellos que hacen lo que le place con la Biblia), los místicos, y diferentes sectas. En América Latina encontramos ejemplos de cada uno de estos grupos, y algunos libros se han escrito para beneficio de la Iglesia, mientras otros contribuyen a su detrimento. En las próximas líneas compartiremos una reseña del libro titulado “En Honor Al Espíritu Santo”, escrito por Cash Luna. El texto está compuesto por doce capítulos y un “capítulo de cierre”, donde el autor narra su testimonio sobre el rol del “Espíritu Santo” en su vida y ministerio. El autor discute temas como la oración, la obediencia, la importancia del cuerpo humano, etc.slide-1-728 Luna nos dice que este libro contiene “lecciones de vida únicas que no encontrarás en otras publicaciones sobre el tema (el Espíritu Santo)”, afirmando que “esta combinación de enseñanzas y el relato de mis vivencias personales edificarán tu existencia, te motivarán a buscar su presencia y anhelarle más” (10). El libro no pretende presentarnos una teología del Espíritu Santo, pero la realidad es que es imposible escribir sobre Dios sin hacer

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Reseña del libro: “En Honor Al Espíritu Santo”, Cash Luna (Miami, Florida: Editorial Vida, 2010). 191 páginas

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Cash Luna: ¿en honor a qué espíritu?Reseña del libro: “En Honor Al Espíritu Santo”, Cash Luna

(Miami, Florida: Editorial Vida, 2010). 191 páginas.

La doctrina de la Persona del Espíritu Santo es una de las doctrinas bíblicas menos atendidas en algunas iglesias evangélicas, y es al mismo tiempo una de las más abusadas. Teólogos importantes como Juan Calvino, John Owen y Abraham Kuyper escribieron bastante sobre el rol del Espíritu Santo en la creación, en la salvación, y en la vida de la iglesia. Al mismo tiempo, el Espíritu ha sido uno de los temas favoritos de liberales (aquellos que hacen lo que le place con la Biblia), los místicos, y diferentes sectas.

En América Latina encontramos ejemplos de cada uno de estos grupos, y algunos libros se han escrito para beneficio de la Iglesia, mientras otros contribuyen a su detrimento. En las próximas líneas compartiremos una reseña del libro titulado “En Honor Al Espíritu Santo”, escrito por Cash Luna. El texto está compuesto por doce capítulos y un “capítulo de cierre”, donde el autor narra su testimonio sobre el rol del “Espíritu Santo” en su vida y ministerio. El autor discute temas como la oración, la obediencia, la importancia del cuerpo humano, etc.slide-1-728 Luna nos dice que este libro contiene “lecciones de vida únicas que no encontrarás en otras publicaciones sobre el tema (el Espíritu Santo)”, afirmando que “esta combinación de enseñanzas y el relato de mis vivencias personales edificarán tu existencia, te motivarán a buscar su presencia y anhelarle más” (10). El libro no pretende presentarnos una teología del Espíritu Santo, pero la realidad es que es imposible escribir sobre Dios sin hacer teología. Y es por eso que Luna usa términos teológicos como Trinidad (40-41), omnipresencia (71), y hace referencias al idioma griego (135). No es el propósito de esta reseña el discutir cada uno de los temas y subtemas que tiene el libro, por lo que nos limitaremos a evaluar los pilares teológicos sobre los cuales está desarrollado.

Es por eso que no evaluaremos ningún aspecto anecdótico, como cuando Luna hizo crecer la pierna de una persona, o episodios estilo Loki, hermano de Thor, donde Luna narra caminar por un aeropuerto ver las personas caer ante su presencia (69-70); o el episodio estilo Justin Bieber cuando Luna en un estadio miró hacia un balcón y las personas se desmayaron (82), o cuando él vio al “Espíritu” acercándose y tocar varias personas (38). Tampoco discutiremos la hermenéutica moralista que permea el libro, o las simples equivocaciones, por ejemplo, cuando confunde a Pablo con Mateo (59).

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Una versión errada y diminuta de DiosLa Biblia nos enseña que el Dios trino y verdadero es un ser majestuoso, perfecto, eterno, autosuficiente y autoexistente (Dt. 32:40; Sal. 102:26-27, 90:2; Hch. 17:25; Jn1:1; Heb. 1:10-12; Ap. 10:6). Como el apóstol Pablo les dijo a los atenienses: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hch. 17:24-25). El Dios de la Biblia es el Soberano, Rey de reyes y Señor de señores; el inmortal y único Dios (1 Ti. 6:15-16). Tristemente, ese Dios no es el “Dios” de este libro. La deidad de este libro es inferior. Es una deidad que le pide a Cash Luna que le diga a su congregación que “me acepten como soy, no como pretenden que sea, porque no puedo negar quien soy” (38). Y es por eso que Luna le dice a su lector: “debemos aceptarlo a él tal y como es”, y añade que el “Espíritu Santo no debería evitar el momento de manifestarse por temor a impresionarte” (39). La visión diminuta de Dios, y visión mayúscula del hombre, es también clara cuando le dice a su lector: “sé sincero contigo mismo y sensato en tus actos.

Dios nunca te ha hecho nada malo para que te apartes de él” (44). Es una imagen de Dios de hermano mayor que no ofende a nadie. Esto es evidente cuando Luna narra una historia en que fue ofendido por algunas personas, y ” [Dios] estaba muy enfadado por eso”. Luna dice que “tenía certeza de que [Dios] actuaría a mi favor si se lo pedía…” y “aunque sabía que podía pedir justicia o simplemente dejar que él (Dios) la hiciera, creí que no era lo mejor para mí” (159). Esto es aún más claro y preocupante cuando habla de la persona de Jesucristo, a quien reduce a un simple hombre ungido por el Espíritu.

En un supuesto diálogo con Dios, Luna le decía que para él hubiese sido más fácil creer en los milagros si hubiese vivido en el tiempo de Cristo, a lo que supuestamente Dios responde: “Carlos, si hubieras vivido en esos tiempos te hubieras perdido, porque tienes muy buenos modales para seguir a un hombre que escupe a otros” (59). También es visible en sus analogías, donde compara su ministerio al de Jesús (ej.: 70), o donde dice que Jesús “hablaba bien de sí mismo porque creía en su identidad delante de Dios”. Los ejemplos que pone son cuando Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” o “Yo soy la vid verdadera”. Esta ilustración la usa para preguntarle a su lector: ¿Sabes quién eres?

El objeto de la feLas personas comúnmente dicen tener fe. La realidad es que todos tenemos fe en algo. Aun el ateo tiene fe. El ateo pone su fe en el supuesto de que no hay Dios. El cristiano no es salvo solo por tener fe, sino por el objeto de su fe. Somos justificados por nuestra fe en la vida y obra de Jesucristo. Es la fe en Cristo que nos salva. Tristemente, muchos

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predicadores han querido confundir eso. Tal es el caso del predicador del “evangelio de la prosperidad” Kenneth Copeland, que escribió un libro titulado “de fe a fe”. Luna no lo dice de esa forma, él simplemente habla de fe obviando el objeto de la fe.

Por ejemplo, el momento de la “unción” vino a su vida cuando él tuvo fe en Dios y compró un buen par de zapatos (15-16). Narra además cómo en una ocasión fue impactado al ver a un niño con hidrocefalia de tal manera “que se me fue la fe”, dice, y por eso no pudo sanarlo. Esa situación le enseñó a manejar sus sentimientos “para evitar la fe a favor de los necesitados y alcanzar el milagro que están buscando” (161). La fe que él recomienda “administrar” es como si fuera un poder mágico en un frasco que se va y viene.

Una confusión de revelación con iluminaciónEs común escuchar a personas confundir revelación con iluminación. Cuando la Biblia habla de revelación, se refiere a que Dios le está manifestando al hombre su poder y gloria, su carácter y naturaleza, sus caminos, voluntad y planes. Toda revelación es sobrenatural. La revelación perfecta la encontramos en la Biblia. La iluminación, por otro lado, es la aplicación de la revelación de Dios a nuestros corazones por parte del Espíritu Santo. Es esa iluminación que nos ayuda a entender la verdad y la realidad que encontramos en las Escrituras. La responsabilidad del creyente no es buscar nuevas revelaciones, reduciendo la suficiencia de la Biblia. Más bien es orar para que el Espíritu Santo nos ilumine y nos dé sabiduría para entender y obedecer lo que Dios ha revelado.

El autor del libro, en un estilo místico, narra por lo menos 14 “conversaciones” que ha tenido con Dios (33, 37, 57, 59, 60, 62, 73, 93, 119, 125, 155, 160, 185). Desde conversaciones donde el “Espíritu” le dice: “donde quiera que vayas, dile a mi gente que los amo como son, con sus virtudes, fortalezas, defectos y debilidades (37)”, a conversaciones donde el “Espíritu” le pregunta a Luna si cree que le va a dejar de ungir “porque juegues con tus hijos y cumplas con tu deber de padre” (119). No encontramos ese tipo de revelaciones con Elías, Isaías, Ezequiel, Pedro o Pablo. Lamentablemente, el tema de las “revelaciones personales” ha sido característico de las sectas y herejías a lo largo de toda la historia: Mormonismo, Mahoma, Nuevo Pensamiento, etc.

El Espíritu es CristocéntricoLa centralidad de Cristo en la obra del Espíritu en la vida del creyente está clara en la Biblia (Jn. 16:13-14; 1 Co. 12:3; Gá. 4:6). Es por eso que Martín Lutero dijo que donde Cristo no es predicado, no hay Espíritu Santo para crear, llamar y juntar al pueblo de Dios. El teólogo inglés J. I. Packer, en su libro “Keep In Step with the Spirit”, lo pone de

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esta forma: “es como si el Espíritu estuviera detrás de nosotros lanzando luz sobre nuestros hombros para que veamos a Jesús, a quien tenemos en el frente.

El mensaje del Espíritu nunca es: 'mírame; escúchame; conóceme', más bien es: 'mira a Cristo, observa su gloria, óyele, y escucha su palabra; ve a Él y recibe vida; conócele, y prueba el regalo del gozo y la paz'”. No es esto lo que vemos en el libro. El autor llega a decir: “para conocer al Padre es necesario tener comunión con su Espíritu. Él escudriña el corazón de Dios como el nuestro y los hace uno solo” (48).

La Biblia enseña que nadie va al Padre sino a través del Hijo (Jn. 14:6). La doctrina del Espíritu Santo que se presenta aquí no es solo trinitariamente problemática (ej. 102; 125), sino que también abre las puertas al pluralismo religioso que dice que podemos venir a Dios a través de encuentros con el “Espíritu”.

ConclusiónComo hemos podido ver, estamos ante un libro teológicamente problemático y espiritualmente dañino. Presenta una visión errada de Dios y acomodaticia del hombre. Roba al lector la oportunidad de poder ver la gloria, la santidad, la justicia, la dulzura y la belleza del carácter de Dios, y lo sustituye por sueños y apariciones. El Espíritu Santo es reducido a subjetivismo, sentimentalismo y emocionalismo. La Biblia pasa a un segundo o tercer plano, al punto que el autor narra un episodio en el que su esposa no llevó la Biblia a la iglesia porque iba a beber “tanto del Espíritu que tendrás que sacarme en tus brazos” (15).

El caso del creyente es diferente. Tenemos mejor comunión con Dios cuando leemos y oramos con la Biblia. Es a través de su Palabra que Dios nos confronta, corrige, motiva, y nos ayuda a conocerle y amarle más. Cristiano, recuerda las palabras de Pablo a Timoteo: “el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti. 4:1), pero tú “procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15).