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Año XXIX • Número 7002 • Lunes, 1 de septiembre de 2008 www.diariolaley.es LA LEY 38775/2008 La sociedad civil y su personificación jurídica: crónica de una suerte anunciada Antonio José QUESADA SÁNCHEZ Profesor Ayudante Doctor. Universidad de Málaga DOCTRINA Tribuna En Cataluña, la posesión de bienes muebles, adquirida de buena fe, no equivale al título 9 Corresponsalías Autonómicas Comunidad Valenciana 13 Jurisprudencia Daños causados por el aumento de cigüeñas en Parque Regional 15 El contrato de sociedad civil es en nuestro ordenamiento, todavía, uno de los más polémicos. El presente trabajo trata de realizar un recorrido a vista de pájaro por las cuestiones más discutibles que presenta, unas más tratadas por la doctrina y, otras, menos. Problemas que van desde la propia introducción del artículo 1669 en el Código Civil a la configuración de las sociedades civiles, el régimen jurídico de las sociedades civiles sin personalidad o las sociedades civiles profesionales. I. INTRODUCCIÓN El contrato de sociedad civil sigue siendo, en nuestro ordena- miento, una fuente inagotable de problemas, debido a su es- pecial regulación codificada. Este hecho suele ser sugerente para cualquier investigador del Derecho civil, que sabe que con este contrato va a encontrar terreno abonado para rea- lizar reflexiones que resulten útiles para el colectivo social. Por nuestra parte, no parece desacertado comenzar este tra- bajo recordando que ya en algunas ocasiones anteriores nos hemos ocupado del contrato de sociedad civil, desde diferen- tes perspectivas y atendiendo a diferentes cuestiones proble- máticas, por lo que de alguna manera estamos más o menos familiarizados con el mismo, con su regulación y su proble- mática más destacada. No es nuestra intención, con el traba- jo que ahora presentamos, reiterar ideas ya expuestas en an- teriores trabajos, pues sería absurdo e indigno, como puede imaginar cualquier lector, pero sí que pretendemos utilizar el mayor o menor bagaje acumulado hasta ahora para meditar de modo más profundo y sistemático sobre el contrato de so- ciedad civil, intentando provocar al lector mediante el inven- tario de polémicas y dudas que nos parece más interesante, y ofreciendo las respuestas que nos parecen más razonables o, cuando menos, menos problemáticas, con la intención de despertar la curiosidad y, en su caso, el debate al respecto. Para eso sí debe sernos útil el bagaje antes citado: para saber detectar velozmente los principales problemas generales que presenta el contrato de sociedad civil. Por ello es clara nuestra intención y es beneficioso recono- cerla desde el primer momento, para que nadie se llame a en- gaño: con el presente trabajo pretendemos meditar sobre los principales problemas puntuales que plantea la personifica- ción jurídica de la sociedad civil, fruto de la deficiente regu- lación legal empleada para ello. No nos van a faltar serios pro- blemas, todo sea dicho, pues si algo es evidente al adentrarnos en este contrato es la cantidad y calidad de los problemas existentes al estudiar esta cuestión. Es dudoso, para empezar, el propio modo de personificación de las sociedades civiles, pues no ha quedado claro en el CC. Más dudas: por ejemplo, el porqué de la apresurada personificación de la sociedad ci- vil en el CC (su consecuencia será la anterior duda: es impo- sible extraer del CC, con seguridad, una clara respuesta a cuán- do y cómo se personifica exactamente la sociedad civil). Y si a estas dudas citadas se han ofrecido respuestas más o me- nos llevaderas, que vamos a tratar en su momento, la «pal- ma jurídica» se lo llevará el gran problema que plantean las sociedades civiles no personificadas: el régimen jurídico de estas sociedades civiles. Son, todas, dudas de no poca enti- dad, a las que el ordenamiento no ofrece respuesta o, en el peor de los casos, las ofrece equivocadas. A estas dudas va- mos a unir la reflexión sobre un fenómeno novedoso, como 3652K06632 3652K06632 sumario Doctrina La sociedad civil y su personificación jurídica: crónica de una suerte anunciada 1 Tribuna En Cataluña, la posesión de bienes muebles, adquirida de buena fe, no equivale al título 9 Corresponsalías Autonómicas Comunidad Valenciana 13 Jurisprudencia Responsabilidad de la Administración por los daños causados por el aumento incontrolado de cigüeñas en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares 15 Intrusismo profesional en concurso con abusos sexuales cometidos por un osteópata que realiza actos propios de un especialista en ginecología 15 Juzgado de lo Social lasentenciadeldía Nulidad del despido motivado por la ideología política de la trabajadora, contraria a la que rige en la Alcaldía donde presta servicios Ponente: Gónzalez de la Aleja, Ramón 7

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“En Cataluña, la posesión de bienes muebles, adquirida de buena fe, no equivale al título”, LA LEY, 2 de septiembre de 2008.

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Año XXIX • Número 7002 • Lunes, 1 de septiembre de 2008 www.diariolaley.es

LA LEY 38775/2008

La sociedad civil y su personificaciónjurídica: crónica de una suerteanunciada Antonio José QUESADA SÁNCHEZ Profesor Ayudante Doctor. Universidad de Málaga

DOCTRINA

TribunaEn Cataluña, la posesiónde bienes muebles,adquirida de buena fe,no equivale altítulo 9

CorresponsalíasAutonómicasComunidad Valenciana

13

JurisprudenciaDaños causados por el aumento de cigüeñas en Parque Regional

15

El contrato de sociedad civil es en nuestroordenamiento, todavía, uno de los máspolémicos. El presente trabajo trata de realizar un recorrido a vista de pájaro por las cuestiones más discutibles que presenta, unas más tratadas por la doctrina y, otras, menos. Problemasque van desde la propia introducción del artículo 1669 en el Código Civil a la configuración de las sociedades civiles,el régimen jurídico de las sociedades civiles sin personalidad o las sociedades civilesprofesionales.

I. INTRODUCCIÓN

El contrato de sociedad civil sigue siendo, en nuestro ordena-miento, una fuente inagotable de problemas, debido a su es-pecial regulación codificada. Este hecho suele ser sugerentepara cualquier investigador del Derecho civil, que sabe quecon este contrato va a encontrar terreno abonado para rea-lizar reflexiones que resulten útiles para el colectivo social.Por nuestra parte, no parece desacertado comenzar este tra-bajo recordando que ya en algunas ocasiones anteriores noshemos ocupado del contrato de sociedad civil, desde diferen-tes perspectivas y atendiendo a diferentes cuestiones proble-máticas, por lo que de alguna manera estamos más o menosfamiliarizados con el mismo, con su regulación y su proble-mática más destacada. No es nuestra intención, con el traba-jo que ahora presentamos, reiterar ideas ya expuestas en an-teriores trabajos, pues sería absurdo e indigno, como puede

imaginar cualquier lector, pero sí que pretendemos utilizar elmayor o menor bagaje acumulado hasta ahora para meditarde modo más profundo y sistemático sobre el contrato de so-ciedad civil, intentando provocar al lector mediante el inven-tario de polémicas y dudas que nos parece más interesante,y ofreciendo las respuestas que nos parecen más razonableso, cuando menos, menos problemáticas, con la intención dedespertar la curiosidad y, en su caso, el debate al respecto.Para eso sí debe sernos útil el bagaje antes citado: para saberdetectar velozmente los principales problemas generales quepresenta el contrato de sociedad civil.

Por ello es clara nuestra intención y es beneficioso recono-cerla desde el primer momento, para que nadie se llame a en-gaño: con el presente trabajo pretendemos meditar sobre losprincipales problemas puntuales que plantea la personifica-ción jurídica de la sociedad civil, fruto de la deficiente regu-lación legal empleada para ello. No nos van a faltar serios pro-blemas, todo sea dicho, pues si algo es evidente al adentrarnosen este contrato es la cantidad y calidad de los problemasexistentes al estudiar esta cuestión. Es dudoso, para empezar,el propio modo de personificación de las sociedades civiles,pues no ha quedado claro en el CC. Más dudas: por ejemplo,el porqué de la apresurada personificación de la sociedad ci-vil en el CC (su consecuencia será la anterior duda: es impo-sible extraer del CC, con seguridad, una clara respuesta a cuán-do y cómo se personifica exactamente la sociedad civil).Y sia estas dudas citadas se han ofrecido respuestas más o me-nos llevaderas, que vamos a tratar en su momento, la «pal-ma jurídica» se lo llevará el gran problema que plantean lassociedades civiles no personificadas: el régimen jurídico deestas sociedades civiles. Son, todas, dudas de no poca enti-dad, a las que el ordenamiento no ofrece respuesta o, en elpeor de los casos, las ofrece equivocadas. A estas dudas va-mos a unir la reflexión sobre un fenómeno novedoso, como

3652K066323652K06632

sumario� Doctrina

La sociedad civil y su personificaciónjurídica: crónica de una suerte anunciada 1

� TribunaEn Cataluña, la posesiónde bienes muebles,adquirida de buena fe,no equivale al título 9

� Corresponsalías AutonómicasComunidad Valenciana 13

� JurisprudenciaResponsabilidad de laAdministración por losdaños causados por elaumento incontroladode cigüeñas en el ParqueRegional de la CuencaAlta del Manzanares 15

Intrusismo profesionalen concurso con abusossexuales cometidos porun osteópata que realizaactos propios de unespecialista enginecología 15

Juzgadode lo Social

lasentenciadeldíaNulidad del despido motivadopor la ideología política de latrabajadora, contraria a la querige en la Alcaldía donde prestaservicios

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son las sociedades profesionales. Con-forme a la Ley reguladora de este tipode sociedades, éstas pueden adoptar laforma legal que las partes considerenoportuna, pero para su personificacióndeben acceder al Registro Mercantil. ¿Có-mo afecta todo ello al contrato de so-ciedad civil?

Algunas de estas dificultades que apun-tamos han sido puestas de manifiestodesde antaño, y no nos sorprende aho-ra la cuestión.Ya en el año 1952 AZUR-ZA Y OSCOZ advertía de la falta deatención científica que se estaba pro-duciendo respecto de los problemas delcontrato de sociedad civil, e indicabaque «el tema de la sociedad civil entra-ña en Derecho español un interés prác-tico superior al que en general se le vie-ne atribuyendo» (1). GARRIDO PALMA,a su vez, reincidía y, con cierta ironía,destacaba que la sociedad civil «llevauna vida legal tranquila, pacífica, sin me-recer la atención, ni siquiera el recuer-do, por nadie» (2). Pero fue GARCÍA MAS,estudioso del contrato, quien más inci-sivo se mostró al respecto, destacandoque «uno de los temas más oscuros ennuestra vigente legislación es el trata-miento de la sociedad civil» (3), así co-mo que «la figura de la sociedad civil hasido tratada como un fósil históricoarrinconado en el Código civil sin nin-gún tipo de encaje» (4). En trabajo pos-terior llegará a concluir que la sociedadcivil es una figura que, con el devenir delos tiempos, quedó desenfocada o, me-jor dicho, desfasada, y quizá falta de efi-cacia práctica (5).

Por tanto, ha quedado claro que todoestudioso de la sociedad civil en el or-denamiento español se encontrará conuna atención relativamente escasa y,como comprobará tras adentrarse en di-cho estudio, con una regulación que noes la más adecuada o la mejor adapta-da a los tiempos que corren (6). Si uni-mos ambos factores, podemos intuir laexistencia de una necesidad clara de es-tudio. Nos ocuparemos de todo ello ensu momento.

Para comenzar ubicando al lector, de-bemos destacar que el contrato de so-ciedad civil es configurado legalmenteen el artículo 1665 CC (7), que señalaque «La sociedad es un contrato por elcual dos o más personas se obligan aponer en común dinero, bienes o indus-tria, con ánimo de partir entre sí las ga-nancias». De este precepto se deduceque es aquel contrato por medio del cualvarias personas colaboran patrimonial-mente para conseguir un fin lucrativo,común y partible, mediante el desem-peño duradero de una actividad lícita deíndole no mercantil. La definición ofre-cida en el precepto es clarificadora yamplia (8), lo que provoca que si se in-terpreta adecuadamente pueda ser muyinteresante de cara a determinar qué esuna sociedad civil personificada y quées una sociedad civil no personificada.La sociedad personificada será aquellaen la que las personas que realizan la ci-tada puesta en común desarrollan una

actividad lucrativa operando como en-te jurídico en el mercado, mientras quela sociedad no personificada debe ser,por tanto, aquella en la que las perso-nas que realizan la puesta en comúndesarrollan una actividad lucrativa sinoperar como ente jurídico en el merca-do. Esta idea será básica en su momen-to, para definir las diferentes clases desociedades, pero todas deben tener encomún esta base conceptual aportadapor el artículo 1665 CC.

Si ya en anteriores momentos hemosdedicado atención a esta configuracióny a los caracteres predicables de la so-ciedad civil (9), es oportuno dedicar eneste momento una breve atención a losaspectos más destacados de dicha con-figuración, para ubicarnos adecuada-mente en el contrato.

En primer lugar, la sociedad es califica-da expresamente como contrato. Sinembargo, es un contrato bastante espe-cial, ya que, por una parte, será un con-trato plurilateral (estructuralmente sus-ceptible de ser celebrado por más de dospartes contractuales) y, por otra, tam-bién es un contrato asociativo (la exis-tencia de un interés común entre laspartes no elimina los intereses propiosy divergentes de cada una de ellas: co-existen ambos tipos de intereses). Estono empaña para nada su naturaleza con-tractual, como se ha pretendido en cier-tas épocas por diferentes autores (prin-cipalmente en Alemania y, comoconsecuencia de la recepción de dichasideas, en Italia): es evidente que no es-tamos ante un contrato bilateral, queadmite únicamente dos partes contrac-tuales, como puede ser la compraven-ta, el arrendamiento o el mandato (conindependencia de los intervinientes queactúen).Aquí pueden existir más de doscentros de imputación de intereses, nocomo en esos otros contratos citados(lo que no quiere decir que existan siem-pre y en todo caso más de dos partes,pero ello no desmerece en nada su con-sideración de contrato plurilateral).Ade-más, el contrato no es de cambio, puesa esa tradicional divergencia entre losintereses de las partes se une aquí la ne-cesidad de beneficiar un interés comúnprevio a todas ellas. Se une, entiéndaseadecuadamente esta idea: la necesidadde beneficiar un interés común a todoslos socios se une, pero no sustituye, a lacontraposición de intereses propia detodo contrato (y que no empaña la con-sideración del contrato como instru-mento de colaboración en el tráfico, porotra parte).

En segundo lugar, del artículo 1665 CCse deduce que la sociedad es un contra-to por medio del cual dos o más perso-nas pondrán en común dinero, bienes oindustria. Aunque no es imprescindible,como se comprueba de la lectura lite-ral del precepto, en casi todas las socie-dades suele existir un patrimonio co-mún para desarrollar el ejercicio de laactividad social de que se trate (por latranquilidad que ello supone para el ade-cuado ejercicio de la misma). Por últi-

mo, las partes contractuales tienen áni-mo de partir entre sí las ganancias ob-tenidas: la finalidad lucrativa es impres-cindible para que exista una sociedad(si no sería otro tipo de persona jurídi-ca, según la intención de las partes cons-tituyentes: una asociación, una funda-ción, etc.). Además, en dicha actividadno se pretenderá actuar en el ámbito es-trictamente mercantil, pues ello impli-caría salirnos de la órbita del Derechocivil para caer de lleno en el ámbito mer-cantil (10).

Como hemos indicado, la configuracióncontractual establecida nos parece bá-sica, en tanto en cuanto estamos anteun mínimo común denominador de to-do tipo de sociedades civiles, personifi-cadas y no personificadas. Se configu-ren como sea, en cualquier caso laspartes pretenden llevar a cabo todoaquello descrito en el artículo 1665 CC,aunque difiere la forma de hacerlo. Es,por tanto, una regulación lo suficiente-mente clara y extensa como para ser degran utilidad a la hora de configurar ydistinguir sociedades civiles. En nues-tros trabajos así lo hemos apuntado ex-presamente, pero esta óptica no ha te-nido un tratamiento doctrinal adecuado,y por ello consideramos oportuno des-tacarlo en este momento.

Por último, en lo que afecta a la formadel contrato, el sistema espiritualistaderivado del artículo 1278 CC rige tam-bién en el caso de la sociedad civil, aun-que no inspirará de modo pleno dicharegulación, recogida en los artículos1667 y 1668 CC. El primero de los mis-mos indica que «La sociedad civil se po-drá constituir en cualquiera forma, sal-vo que se aportaren a ella bienesinmuebles o derechos reales, en cuyocaso será necesaria la escritura públi-ca». Por su parte, el segundo señala que«Es nulo el contrato de sociedad, siem-pre que se aporten bienes inmuebles, sino se hace un inventario de ellos, firma-do por las partes, que deberá unirse a laescritura». Doctrinal y jurisprudencial-mente estos requisitos se han interpre-tado, sin embargo, de modo menos es-tricto que el que cabría deducir del tenorde los preceptos, pero no debemos ol-vidar que la letra de la ley es tan rigu-rosa como comprobamos. Podemos en-contrar, ya, el primer problema entreregulación legal e interpretación prác-tica diaria: como se viene considerandoque dicha regulación resultaría tremen-damente restrictiva, se interpreta la mis-ma de modo laxo [teniendo en cuentala letra de los artículos, se interpreta demodo extremadamente extenso (11)].Ésta es una manera de evitar el proble-ma de una regulación legal inadecuada.

A este respecto cabría preguntarse si nosería más acorde con la seguridad jurí-dica modificar los preceptos y estable-cer una regulación que pudiera ser in-terpretada en la práctica de modo másarmónico con la letra del texto legal. Pa-rece que sí: una regulación que no esta-bleciese esas graves consecuencias in-dicadas que doctrina y jurisprudencia

OPINIÓN

El contrato de sociedad civiles en nuestro ordenamien-to, todavía, uno de los que

más polémica puede llegar a ge-nerar. El presente trabajo trata derealizar un recorrido genérico y ge-neral por las cuestiones más dis-cutibles que presenta. Así, se co-mienza repasando el atropelladomodo de inclusión del artículo1669 en el Código Civil y cómo semodifica una concepción jurídicade siglos de una manera precipi-tada, sin diseñarla adecuadamen-te. El autor llega desde el Derechoromano hasta 1889, deteniéndo-se especialmente en el Antepro-yecto de 1888, y concluye que laregulación vigente en el CC, regu-ladora de la personificación de lassociedades, es la consecuencia deun proceso veloz, poco meditadoe influido en diferentes fases porprincipios opuestos.

A continuación,se ocupa de la con-figuración de las sociedades civilesy del modo de personificación delas mismas. Este tema, más trata-do doctrinalmente, es abordadocon menor profundidad, pues estámás transitado por los juristas, y elautor se limita a extenderse sobreaquel modo de configuración quele parece técnicamente correcto, ya considerar que una reforma delartículo 1669 en el sentido de re-flejar esta configuración sería po-sitiva,aunque cabe realizar una lec-tura del precepto en ese sentido.Entercer lugar, el autor aborda uno delos temas peor tratados:el régimenjurídico de las sociedades civiles sinpersonalidad. La regulación del ar-tículo 1669 CC, según expone, seasienta sobre un grave error con-ceptual, que es considerar que to-da sociedad civil encierra una co-munidad de bienes, por lo que si noexiste personalidad, existe comu-nidad sin más. Considera el autorque serán las propias partes las queestablezcan en el pacto social cons-titutivo cómo se configurará patri-monialmente la sociedad creada.Defiende, por ello, la supresión dela remisión al régimen de la comu-nidad de bienes.

Por último,el autor se ocupa de có-mo la Ley 2/2007, de SociedadesProfesionales, provoca que ciertassociedades civiles, las profesiona-les, se personifiquen tras su inscrip-ción en el Registro Mercantil. Estomodifica parcialmente la concep-ción del régimen de personificacióny abre el Registro Mercantil a estassociedades civiles.

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terminan obviando, en detrimento de laseguridad jurídica.

En realidad, esta cuestión conecta conel gran problema general que presentael articulado dedicado a la regulaciónde la sociedad civil, y es que nos encon-tramos con una regulación de conteni-do bastante antiguo, en la que algunosde los artículos, como sucedió ya con elCode francés, se tomaron directamen-te por sus redactores de los antiguos ju-risconsultos, que, a su vez, recibieron di-chas normas de los textos romanos,pasado por el tamiz del Tratado de Po-thier (12). La consecuencia es evidente:algunos artículos hoy vigentes en el CCestén más próximos a la realidad de laAntigua Roma que a la del siglo XXI, ybasta con leer los preceptos del CC pa-ra percibir esta sensación.

Por tanto, no cabe dudar de que la re-gulación de la sociedad civil nace conuna especie de «pecado original», fru-to de la inercia histórica, sin perjuicio deque doctrina y jurisprudencia intenteninterpretar del modo más razonable es-ta regulación para intentar racionalizaruna regulación que debe aplicarse al trá-fico jurídico.

Por tanto, a la hora de tratar el régimenregulador de las sociedades civiles no sepuede decir que nos encontremos conuna regulación inservible, pero tampo-co se puede negar la inercia históricatan apreciable en estos preceptos. Ellodebe provocarnos el planteamiento dela necesidad de reformar algunos artícu-los para adaptarlos a la nueva realidadsocial de hoy día. En tiempos en los quelas sociedades anónimas y limitadas hanadquirido un desarrollo evidente es po-co inteligente mantener una regulacióncasi romana del contrato de sociedadcivil. Esta regulación no plantea grandesproblemas prácticos debido, en primerlugar, a la importante operatividad dela autonomía de la voluntad de los con-tratantes, que pactan expresamente to-do aquello que consideran de su interésy que salvan la deficiente regulación le-gal, y en segundo lugar, a las interpre-taciones correctoras de algunos precep-tos que se desarrollan por doctrina yjurisprudencia, con lógica pero no siem-pre con respeto al espíritu y letra de lospreceptos interpretados.

Una vez repasado el marco normativo,no es de extrañar la función residual quemuchos atribuyen al contrato de socie-dad civil, «pues entra en juego siempreque no reclame su vigencia la correspon-diente a un tipo especial»(13), o inclusosu consideración como una estructuragenérica e inútil. Eso parece deducirsede las palabras de DURÁN Y BAS cuan-do, durante la elaboración del CC, indi-caba: «Lo confieso: en mi ya dilatadapráctica no he visto una sola vez apli-cado el contrato de sociedad general enlo civil» (14).

No es de extrañar que la regulación noparezca la más adecuada: estamos anteuna regulación un tanto desfasada, ne-

cesitada de revisión. En la parte que va-mos a trabajar en el presente artículo, lade la personificación jurídica, la necesi-dad de revisión es urgente si no quere-mos seguir en manos de interpretacio-nes más o menos lógicas, pero sin unencuadre legal claro e indubitado.Y si esevidente que las interpretaciones más omenos lógicas van permitiendo solucio-

nar en la práctica los problemas de unaregulación inadecuada, es nuestro deberintentar mejorar dicha regulación, parapermitir el beneficio técnico de nuestrasnormas jurídicas.

II. LA SOCIEDAD CIVIL Y SU PERSONIFICACIÓNJURÍDICA: CRÓNICA DEUNA SUERTE ANUNCIADA

Si el genial Premio Nobel de Literaturacolombiano Gabriel García Márquez es-cribió en su día un excelente trabajo li-terario titulado Crónica de una muerteanunciada, a la hora de estudiar la per-sonificación de las sociedades civiles ca-si podríamos hablar de una «crónica deuna suerte anunciada», pues sólo de vercómo se introdujo en el CC el artículo1669 ya podía el intérprete comenzar atemer lo peor desde el punto de vistade su correcta armonía jurídica con elresto del ordenamiento. Evidentemen-te, lo peor se acabó cumpliendo, y la in-seguridad jurídica se enseñoreó connuestra regulación.

Podríamos seguir poetizando con Gar-cía Márquez, incluso, y hablar de los«cien años de soledad» de un preceptomás que centenario que casi aporta másproblemas que soluciones, de que te-niendo en cuenta cómo salió todo casipodemos aludir al «codificador en su la-berinto», codificador que, valorando eltrabajo apresurado realizado, o «no tie-ne quien le escriba» o sufría un autén-tico «otoño del patriarca», o de que laspartes suelen pactar expresamente losaspectos relevantes de la sociedad civilque constituyen para evitar «la hojaras-ca» legal cuasi romana del CC. Si se nospermite la pedantería literaria final, co-mo guiño al magistral Milan Kundera, alo mejor tendríamos que meditar sobrela insoportable levedad del artículo 1669CC, introducido con nocturnidad en elCC y que, por tanto, aporta la oscuridadcaracterística de dicho período del día.

Descendiendo de nuevo al mundo másestrictamente jurídico, repasaremos al-gunas cuestiones vinculadas con esteprecepto, cuestiones que plantean pro-blemas interpretativos de no escasa en-tidad hoy día, fruto en muchos casos dela regulación del mismo. En concreto,dedicaremos cierta atención a cuatrocuestiones de gran interés:

a) Breve reflexión histórica dela personificación de las socie-dades civiles en el Derecho es-pañol. ¿Por qué la regulación estan deficiente? ¿Hubo premu-ra? ¿Cómo se introdujo el ar-tículo 1669 en el CC?

b) La configuración de las so-ciedades civiles. Es imprescin-dible conocer cómo se personi-fican las sociedades civiles enel Derecho español, conocer lasvirtudes y defectos de la regu-lación vigente.

c) El régimen jurídico de las so-ciedades civil sin personalidad. ¿Qué es-tablece la norma? ¿Qué recomienda lalógica jurídica?

d) Las sociedades civiles profesionalesy su personificación: ¿cómo se integranen el esquema legal preexistente?

A todo ello atenderemos en los próxi-mos apartados.

1. La personificación de las sociedadesciviles y su inclusión en el CC: brevenota histórico-jurídica sobre la cuestión

En otras ocasiones hemos tenido opor-tunidad de estudiar con interés cómose ha llegado a la personificación de lassociedades civiles en nuestro Código Ci-vil (15). Al realizar dicho análisis pudi-mos determinar que, pese a que ahoralo estén, sociedad civil y personalidadjurídica no fueron unidas durante granparte de nuestra Historia.

En Derecho romano, por ejemplo, no sepersonificó a la societas como regla ge-neral (16), y es algo que debemos te-ner presente: sólo se hizo en supuestosmuy concretos, como por ejemplo lasocietaspublicanorum, la societasargen-tariorum y algún otro caso menor. Nose concibió la idea de un patrimonio so-cial distinto de los patrimonios de lossocios, y no se construyó una teoría ge-neral de las personas jurídicas, a pesarde que existieran «corporaciones» y«fundaciones». Ello era así porque seconcebía a la societas como un víncu-lo puramente interno, origen de obliga-ciones entre los socios pero no de unente titular de derechos que operasefrente a terceros (17). También es ver-dad que no se creó una teoría generalde la personificación jurídica como laentendemos hoy.

Es fundamental que tengamos presen-te cómo se concebía la societas en Ro-ma, pues muchos de los preceptos que

hoy día rigen en el CC son pura trans-cripción de normas romanas. No es ba-ladí incidir en que la societas no era per-sona jurídica, como norma general, ysólo lo era cuando se consideraba ne-cesario para su actuación en el tráficojurídico.

Tampoco en el Derecho germánico en-contramos destello alguno de personi-ficación social como tal considerada: pe-se a la riqueza de las elaboraciones sobrecomunidades (18), y al acusado carác-ter asociacional del antiguo Derechoalemán. En cualquier caso, su influenciaen nuestra regulación «es prácticamen-te nula» (19).

Cuando pasamos al Derecho español,comprobamos que este tema se man-tendrá prácticamente igual hasta la re-dacción del Código Civil [el Título X dela Partida V, dedicado a la regulacióndel contrato de sociedad, por ejemplo,no se alejó de la concepción romana(20)]. Debemos llegar al Anteproyec-to de 1888 para encontrar una regu-lación mínima al respecto, ya que nilos incompletos proyectos de 1820-1821 (21) o 1833 (22), ni el Proyectode 1836 (23), establecen nada a esterespecto. Ni siquiera lo hace el másdesarrollado Proyecto de 1851, que,pese a estar inspirado por la idea de lapersonificación de la sociedad civil, nola establece expresa y claramente (aun-que la doctrina comenzara ya a hablarde ella) (24).

En el texto de 1882-1888 ya sí se per-sonificará a las sociedades, aunque demanera un tanto especial. Se dedicarádos títulos a las sociedades: el primeroy más desarrollado, «De la sociedad»,dedica su atención a las sociedades sinpersonalidad jurídica (su artículo 5 es-tablece que «la sociedad civil no cons-tituye una personalidad jurídica distin-ta de la de los asociados»), mientras queel segundo, «De las sociedades con per-sonalidad jurídica», reconocerá de mo-do expreso personalidad a la sociedadcivil, por primera vez en nuestra histo-ria, aunque se configura como excep-ción a la regla general.

El artículo 47 señala que «Las asocia-ciones de personas, formen o no socie-dad civil, sólo constituyen una entidadjurídica, independiente de la personalde los individuos que las componen,cuando tienen dicho concepto por laley o se forman con aprobación de laautoridad pública». El criterio restric-tivo es evidente, como se puede com-probar en los citados artículos 47 y 5 (25): por tanto, en el texto se une latradición romana a la influencia fran-cesa codificadora, aunque vaya algomás lejos admitiendo la persona jurí-dica, pese a sus prejuicios. Es una regu-lación bastante intervencionista, con«una escasa simpatía por la libertad deasociación, al dejar la vida jurídica delas asociaciones en las manos arbitra-rias de la autoridad pública» (26). Ellono pasará finalmente al Código, comoveremos.

Los textos completos de los documentos extractados están disponibles en www.diariolaley.es

Algunos artículos hoy vigentesen el CC estén más próximos ala realidad de la Antigua Romaque a la del siglo XXI, sinperjuicio de que doctrina yjurisprudencia intenteninterpretar del modo másrazonable esta regulación paraintentar racionalizar unaregulación que debe aplicarseal tráfico jurídico

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El artículo 51, en sintonía con esapersonificación, indica que «los acree-dores de la sociedad carecen de accióncontra los socios en particular, y sólopueden reclamar contra la misma y co-brarse del fondo social». Se puede com-probar que la situación es opuesta a ladiseñada en el título dedicado a las so-ciedades sin personalidad, donde los so-cios respondían de las deudas.Aquí exis-te ente y será el que responda, comopersona que es, y además diseñado co-mo perfecto (27).

Se puede comprobar el importante cam-bio de orientación que se produce en elCC con el citado artículo 1669, cambioapenas digerido desde el punto de vis-ta jurídico: con este precepto se perso-nificará de modo genérico a todas lassociedades civiles, ya que establece lano personificación como una situaciónexcepcional, pero pese a ello la regula-ción que regirá el contrato proviene ín-tegramente de los preceptos que el tex-to de 1888 dedicaba a las sociedadessin personalidad jurídica. El artículo 1669CC señalará expresamente que «No ten-drán personalidad jurídica las socieda-des cuyos pactos se mantengan secre-tos entre los socios, y en que cada unode éstos contrate en su propio nombrecon los terceros. / Esta clase de socie-dades se regirá por las disposiciones re-lativas a la comunidad de bienes».

Cambio tan relevante y veloz implicóproblemas de inserción, como era de es-perar (28): entre el 6 de octubre y el 29de noviembre de 1888, la Comisión Ge-neral de Codificación celebró veinte se-siones en las que, en algunas ocasiones,sólo participaron tres de sus treintamiembros y en las que se modificarony suprimieron artículos del Anteproyec-to que había comenzado ya a publicar-se como Código. El Código de comerciode 1885 había personificado a las socie-dades mercantiles, y el CC también de-cide personificar a sus sociedades, ce-diendo a cierto ambiente doctrinal quevenía existiendo desde el Proyecto de1851, pese a que no se regulase así ex-presamente. En palabras de DE CASTRO,se concede dicha personalidad con grangenerosidad (29). Esa persona jurídica,además, se configura como imperfecta[la sociedad goza de personalidad jurí-dica básica, no plena (30)], y la socie-dad civil como una clase de sociedadpersonalista, donde la identidad de ca-da socio es importante para el contra-to social (31).

Por otra parte, esta personificación dela sociedad civil es una regulación no-vedosa en nuestro entorno jurídico máspróximo, pues no se recogía en otras re-gulaciones equivalentes. Por ejemplo,en Francia sólo se reconoció expresa-mente con la reforma del artículo 1842del Code producida por la Ley de 4 deenero de 1978 (32): antes de dicha nor-ma se era bastante reacio a reconoceresa personificación (33), y la reforma seprodujo gracias a la presión doctrinal yjurisprudencial (34). En esa actitud fran-cesa contraria a la personificación influ-

yó tanto la influencia romana ya citadacomo el prejuicio revolucionario hacialos cuerpos morales, no cabe duda.

En Portugal, por su parte, no se perso-nifica a la sociedad civil ni en el textode 1867 (35) ni, posteriormente, en elvigente de 1966 (36). En Italia ni se per-sonificó a la società civile en 1865 (37)ni a la società semplice en 1942 (38).

Por último, en Alemania, a la sociedadcivil, regulada en los parágrafos 705 a740 del BGB, tampoco se reconoció ex-presamente personalidad jurídica (39),pese a que gozase de patrimonio dife-renciado. Sin embargo, la Sentencia delTribunal federal alemán II ZR 331/00, de

29 de enero de 2001, provocó un grancambio al enfocar la cuestión, y ahorano se duda de esa personificación de lasociedad civil (40).

Todo este recorrido histórico que hemosapenas esbozado debe inducirnos a re-flexionar, y lo haremos en los próximosapartados, distinguiendo diferentes blo-ques de temas dudosos: la regulaciónvigente en el CC en lo tocante a la per-sonificación de las sociedades civiles esla consecuencia de un proceso veloz,poco meditado e influido en diferentesfases por principios opuestos, sobre esono cabe duda (41).

Pese a ello, también es cierto que hoydebemos preguntarnos si no ha sido po-sible racionalizar la regulación duranteel período posterior a la elaboración delartículo, período de más de cien años.Hubiese sido interesante dicha reformapara, con una mayor dosis de calma yfinura jurídica, modificar los artículosoportunos para solucionar problemasclásicos y más actuales (especialmen-te, el artículo 1669 CC).

A la hora de tratar el tema de la perso-nificación de las sociedades civiles, de-bemos plantearnos dos grandes dudas:en primer lugar, qué es exactamente unasociedad civil sin personalidad jurídica(debemos responder claramente a lacuestión de cómo se personifican las so-ciedades civiles en nuestro ordenamien-to jurídico), y en segundo lugar, cuál esel régimen jurídico de este tipo de so-ciedades civiles.

En cualquier caso, no es una saludablepolítica jurídica que doctrina y jurispru-

dencia tengan que solucionar los pro-blemas que la Ley no sólo no resuelve,sino que a veces provoca.

2. La configuración de las sociedadesciviles y su personificación: un primerproblema legal (soportable)

La polémica sobre la configuración delas sociedades civiles es, posiblemente,la cuestión más tratada por la doctrinaa la hora de estudiar el contrato de so-ciedad civil. Por nuestra parte, hace yatiempo que dedicamos nuestra atencióna esta cuestión, tan polémica como su-gerente y mal resuelta en nuestro país,y allí desmenuzamos las polémicas doc-

trinales existentes (42). Comoexpusimos al principio, no pre-tendemos reiterar ideas ya ex-puestas entonces, pero no estáde más recordar cómo en nues-tros trabajos, ante la falta declara regulación en el artículo1669 CC, nos decantábamospor la teoría que denominamosestructuralista para interpretarel modo de personificación delas sociedades civiles.

Conforme defendimos y argu-mentamos entonces, la socie-dad civil nacía personificada silas partes la constituían para

cumplir con los objetivos del artículo1665 CC operando como ente en el mer-cado (se había configurado, por tanto,una sociedadexterna, pues la intenciónde las partes era que operara en el trá-fico como persona jurídica), mientrasque la sociedad civil nacía sin persona-lidad jurídica si las partes, para lograr lamisma pretensión negocial (cumplir lamisión del artículo 1665 CC), configu-raban a la sociedad civil pero no paraoperar en el mercado como ente, sinoque mantenían reservada su existenciay los socios contrataban con tercerosen su propio nombre (se configuraba, eneste caso, una sociedadinterna, que noiba a ofrecer una imagen de sociedad).Lo que era exactamente la sociedad in-terna lo aclaraba el párrafo primero delartículo 1669 CC, pues establecía que«No tendrán personalidad jurídica lassociedades cuyos pactos se mantengansecretos entre los socios, y en que cadauno de éstos contrate en su propio nom-bre con los terceros».

Esta configuración que defendíamos yque defendemos resulta no sólo más co-rrecta conceptualmente, sino tambiénla menos problemática en sus efectos,comparándola con las otras teorías con-figuradoras desarrolladas o apuntadaspor la doctrina. Estas teorías pasabanpor defender la necesidad de inscripciónen el Registro Mercantil para que la so-ciedad civil se personificase [teoría cla-ramente errónea en nuestro ordena-miento (43)], la inscripción en el Registrode la Propiedad, la existencia de «publi-cidad de hecho» de la misma (configu-ración bastante problemática y que plan-tea nefastas consecuencias por suinseguridad jurídica), o su consideración

como sociedad irregular, vinculando lapersonificación de la sociedad a la ne-cesidad de cubrir requisitos formales.

Pese a que el artículo 1669 CC nada es-tablezca de modo indubitado, su lectu-ra en clave estructuralista es posible ygenera menos problemas que el restode concepciones doctrinales: en la so-ciedad civil sin personalidad los sociospretenden los objetivos del artículo 1665CC, pero sin actuar como ente en el mer-cado, y todo ello queda determinadodesde la propia perfección del contrato.De ahí que, en este caso, los pactos per-manezcan secretos entre los socios (pa-ra ser exactos es la propia existencia dela sociedad la que permanece oculta aterceros) y, como causa y consecuenciade ello, además, los socios contratan ensu propio nombre con los terceros, evi-tando de esa manera aparecer como en-te jurídico en el mercado.

Esta argumentación, pese a no aparecerde modo expreso en el artículo 1669CC, es armónica con el mismo y puederealizarse sin provocar consecuenciasindeseables para la seguridad jurídica.Pese a ello, en su momento ya conside-ramos que, pese a que del precepto po-día realizarse la lectura indicada, «se ga-naría en claridad y seguridad jurídica sise modificara su redacción y se incidie-ra más en la importancia de la autono-mía de la voluntad de las partes, que nopretenden crear un ente, antes que enlas consecuencias de dicha configura-ción» (44).

Teniendo en cuenta que la regulacióndel precepto sigue idéntica, entende-mos que esta teoría explicativa siguesiendo la más sugerente, correcta y po-sible: en primer lugar, consideramos quela regulación legal debiera establecerexpresamente un modo de nacer o node la persona jurídica que aclarase lacuestión y evitase las inevitables disqui-siciones doctrinales al respecto (por muylógicas que las mismas pudieran llegara ser). En segundo lugar, nos parece ne-cesario que dicho modo de personifica-ción que demandamos fuese respetuo-so con la idea de la personalidad jurídicacomo emanación de la autonomía de lavoluntad de los particulares, por lo quesería positivo que la norma establecie-ra que la sociedad civil nacerá con per-sonalidad cuando las partes la consti-tuyan como sociedad externa, comoente para operar en el mercado, y queno nacerá personificada cuando las par-tes no deseen operar como ente en elmercado, y la constituyan, por ello, co-mo sociedad interna. Es pintoresco quea día de hoy sólo de las sociedades ci-viles profesionales se pueda predicar quese regula de modo claro su modo de per-sonificación, como veremos en su mo-mento.

En conclusión, al tratar el tema de lapersonificación de las sociedades civi-les nos encontramos con el primer granproblema de la regulación española. Pro-blema que no ha sido solucionado le-galmente de modo expreso (45), y to-

Hoy debemos preguntarnos sino ha sido posible racionalizarla regulación durante elperíodo posterior a laelaboración del artículo,período de más de cien años.Hubiese sido interesante dichareforma para, con una mayordosis de calma y finura jurídica,solucionar problemas clásicos y más actuales

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do ello ha provocado que la doctrinahaya debido dedicarse a racionalizaruna regulación legal que no aparecía cla-ra (46). Con todo, no podemos tampo-co dejar de reconocer que este proble-ma que ahora tratamos es relativo ysoportable hoy día, ya que la doctrinaha ofrecido una respuesta razonable ala cuestión y se puede leer el artículo1669 CC del modo indicado. Para serexactos, el gran problema surgirá con lagran duda que plantea el régimen jurí-dico de las sociedades civiles sin perso-nalidad jurídica, que es la cuestión quetrataremos en el próximo apartado.

3. El régimen jurídico de lassociedades civiles sin personalidad:el segundo problema legal

Una vez tratada la primera de las gran-des cuestiones problemáticas que se pre-sentan a la hora de estudiar la regula-ción de la sociedad civil en el Derechoespañol, es el momento de abordar lasegunda de las mismas, que es la del ré-gimen jurídico de la sociedad civil sinpersonalidad jurídica, cuestión especial-mente polémica, como vamos a com-probar, pues nos vamos a encontrar an-te un problema crucial que, además, noha sido resuelto adecuadamente por ladoctrina ni por la jurisprudencia.

El artículo 1669 CC, en su párrafo se-gundo, señala que «Esta clase de socie-dades (las sociedades sin personalidadjurídica) se regirán por las disposicionesrelativas a la comunidad de bienes». Aesta cuestión hemos dedicado nuestraatención (47), pero es necesario volversobre algunas de estas cuestiones.

La remisión que el artículo 1669 realizaal régimen de la comunidad de bienesderiva de la convicción de que toda so-ciedad encierra en su seno una comu-nidad de bienes. Esta idea, propia delDerecho intermedio (48), se integraen el CC gracias a la influencia de LAU-RENT (49), y entronca con las reflexio-nes de autores como DONDERIS TATAY,MANRESA, BONET RAMÓN, BENITO GU-TIÉRREZ o PONSÁ GIL (50). Así, porutilizar palabras textuales de DONDERISTATAY, la sociedad viene a ser una «co-munidad contractual personificada» (51).Incluso el TS no se ha mantenido ajenoa esta idea: así, la STS 21 de marzo de1988 indica que «no es concebible so-ciedad sin algún tipo de comunidad».

Pese a todo, una meditación un pocomás detenida de la cuestión induce aconcluir que esta idea no es exacta: pa-ra ser exactos, debajo de toda sociedadlo que suele existir es una masa de bie-nes destinada a cubrir la actividad so-cial que se va a llevar a cabo, no una co-titularidad, e incluso dicha masa puedeque tampoco exista necesariamente (yaestudiamos los términos en los que seexpresaba el artículo 1665 CC). Pero laexistencia de dicha masa no equivale ala constitución de una copropiedad so-bre la misma. Para ser riguroso con lostérminos debemos tener claro que el au-

téntico régimen jurídico de la sociedadno personificada no es sino el que laspartes pacten expresamente y el de lasociedad civil en general, aunque exclu-yendo aquellos preceptos que partiesende la personificación social para ser apli-cables (52). Esta cuestión, lógica y bá-sica, no ha sido estudiada con deteni-miento por nuestra doctrina, por lo quees fundamental ponerlo de manifiesto.

La solución, por tanto, no reside en acu-dir al régimen de la comunidad de bie-nes, como hace el artículo 1669 CC, puesno en todo caso existirá esa copropie-dad que presume dicho precepto. La so-lución correcta pasa por acudir al pac-to constitutivo de la sociedad ycomprobar cuál es la voluntad real delos contratantes. En dicho pacto se es-tablecerá, si existiera masa aportada, có-mo se configura patrimonialmente pa-ra desarrollar la actividad social (si setransmite la propiedad de los bienesaportados al socio actuante, para queactúe, si se constituye una copropiedadsobre los mismos, etc.) (53).

Por lo tanto, serán las propias partes lasque establezcan en todo caso cómo seregula la sociedad creada en todos susaspectos (siempre según sus interesesy de modo armónico con ellos estable-cerán cómo se configura la masa patri-monial aportada). Sería difícil de imagi-nar que las partes no establecieran pactoalguno al respecto, por lo que éste exis-tirá en todo caso, más o menos desarro-llado (es difícil imaginar que unos so-cios contratantes configurasen unasociedad sin personalidad jurídica, rea-lizasen unas aportaciones concretas yno establecieran cómo se configura lamasa aportada). Algo debe establecer-se al respecto, por muy general que seadicho pacto establecido.

Una vez sentada esta primera idea, esfácil de imaginar nuestra opinión sobrequé debe hacerse con el párrafo segun-do del artículo 1669 CC. La remisión rea-lizada por él nos parece, por todo lo ex-puesto, un grave error de nuestrolegislador, y lo más correcto desde elpunto de vista de la seguridad jurídicay la bondad técnica sería su supresión.Es lógico, si se sigue el argumento ex-puesto: si no existe en toda sociedad ci-vil no personificada una comunidad debienes, no hay razón para que la normaremita en todo caso al régimen de lamisma. Esa remisión más que ayudar aaclarar la cuestión la ensombrece gra-vemente. Por lo tanto, debemos asumirque, en abstracto, resulta imposible co-nocer cómo se regulará la masa patri-monial existente en el seno de una so-ciedad no personificada.

Como conclusión a todo lo expuesto,nos parece que lo más lógico sería eli-minar la remisión del artículo 1669 CCy destacar en la redacción de la normaque sustituyera a tan desgraciado pá-rrafo que el régimen jurídico de aplica-ción sería el régimen propio de la socie-dad civil, exceptuando del mismoaquellos preceptos que impliquen per-

sonificación de la sociedad, formacióno existencia de patrimonio autónomoen todo caso o actuación como entefrente a terceros, así como también de-biera destacarse la labor fundamentalde la autonomía de la voluntad a la ho-ra de configurar la vertiente patrimonialde la sociedad civil.

4. La excepción dotada de claridad:las sociedades civiles profesionales y su personificación

En 2007 hemos tenido ocasión de ac-tualizar todos los problemas a los quealudimos cuando pensamos en las so-ciedades civiles. Ello se debe a la pro-mulgación de la Ley de Sociedades Pro-fesionales, Ley 2/2007, de 15 de marzo.A la cuestión de las sociedades profe-sionales que se constituyen como so-ciedades civiles hemos dedicado aten-ción con detalle en su momento (54),así como al polémico artículo 8 de di-cha norma (55), pero es oportuno re-plantearnos ahora dudas esenciales so-bre el tema de la personificación de estassociedades, para cerrar el círculo que he-mos abierto con este trabajo.

Los socios que constituyen una socie-dad profesional pueden constituirla co-

mo sociedad civil o bien pueden esco-ger alguna de las formas mercantiles,personalistas o capitalistas, al uso, tal ycomo se deduce del artículo 1.2 de laLey.Además, cada sociedad se regirá porla normativa propia pero, ante todo, con-forme a la Ley 2/2007, por lo que cual-quier previsión que se establezca en és-ta debe prevalecer sobre la regulaciónpropia que sea. Esto va a suceder en elcaso de la personificación de las socie-dades profesionales, cuestión que nosinteresa en nuestro trabajo, pues con-forme al artículo 8.1, «la escritura pú-blica de constitución deberá ser inscri-ta en el Registro Mercantil. Con lainscripción adquirirá la sociedad profe-sional su personalidad jurídica».

Las sociedades civiles adquieren su per-sonalidad jurídica al margen de inscrip-ción registral alguna, como ya sabemos,pero de esta regulación se deduce queaquellas sociedades civiles que sirvande vehículo a una sociedad profesionaltambién deben inscribirse en el Regis-tro Mercantil para adquirir su persona-

lidad jurídica, tal y como se desprendedel artículo 8.1 citado.

Para que ello sea posible, la Disp. Adi-cional 4.ª de la Ley modificó el Códigode Comercio para permitir esta inscrip-ción, y el propio párrafo cuatro del Apar-tado II de la Exposición de Motivos dela Ley 2/2007 tiene esta situación pre-sente en todo momento, pues señalaque «en coherencia con lo que antece-de, se someten las sociedades profesio-nales a un régimen de inscripción cons-titutiva en el Registro Mercantil en todoslos casos, incluso cuando se trate de so-ciedades civiles [...]». Esta reforma es le-galmente aceptable, aunque sea discu-tible (56).

La reforma de la nueva Ley, por tanto,afecta en primer lugar a la propia formade celebración del contrato de sociedadcivil. Las sociedades civiles que se cons-tituyan como profesionales deben cu-brir una serie de requisitos formales ensu pacto constitutivo, algo novedoso,planteado de modo general: deben ce-lebrar su pacto por escrito, incluir unaserie de cuestiones previstas en el ar-tículo 7 de la Ley 2/2007, y elevar dichopacto a escritura pública, incluyendo losextremos a los que alude el artículo 8.Por tanto, el pacto constitutivo de la so-

ciedad civil debe cubrir una for-ma concreta e incluir una seriede datos regulados legalmente.Primera gran novedad con res-pecto al régimen genérico delas sociedades civiles, que co-mo sabemos no establecía es-te tipo de requisitos formales.

En segundo lugar, la reforma le-gal afectará también al modode personificación de estas so-ciedades civiles, pues las socie-dades civiles profesionales ad-quieren su personalidad jurídicatras su inscripción en el Regis-tro Mercantil, concepción no-vedosa si la comparamos con la

idea estructuralista defendible de nues-tra regulación general.

Esta regulación de la Ley 2/2007 tieneuna virtud que no podemos soslayar: lapersonificación se produce de modo cla-ro e indubitado. Aunque no nos parez-ca correcto dicho modo de personifica-ción ni la unificación producida a esterespecto en el seno de las sociedadesprofesionales, no se puede negar que esmuy positiva la claridad jurídica queaporta esta regulación. Por eso, estamosante una isla de claridad en el océanode dudas de las sociedades civiles: si unobservador ajeno al mundo del Derechonos preguntara si la Ley española regu-la expresa y claramente el modo de per-sonificación de las sociedades civiles,deberíamos decirle que ello sólo se rea-liza de modo indubitado en el caso delas sociedades civiles profesionales.

Pese a todo, estimamos que la regula-ción expresa que venimos reclamandopara la personificación de las socieda-des civiles no debe pasar por incluir ins-

Los textos completos de los documentos extractados están disponibles en www.diariolaley.es

La reforma introducida por laLey de SociedadesProfesionales afectará al modode personificación de estassociedades civiles, pues lassociedades civiles profesionalesadquieren su personalidadjurídica tras su inscripción en elRegistro Mercantil, concepciónnovedosa comparada con laregulación general

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NOTAS

(1) AZURZA Y OSCOZ, P. J.: «Problemas de lasociedad civil», ADC, 1952, pág. 125.

(2) GARRIDO PALMA, V. M.: «Hacia un nuevoenfoque jurídico de la sociedad civil», RDP,1972, pág. 759.

(3) GARCÍA MAS, F. J.: «La sociedad civil y suconexión registral (Conferencia en Centro deEstudios Hipotecarios de Granada)», RCDI,núm. 599, julio-agosto 1990, pág. 155.

(4) GARCÍA MAS, F. J.: «La Sociedad Civil: unacrisis provocada. Comentario a la Resoluciónde 31 de marzo de 1997 de la DGRN», RCDI,núm. 647, julio-agosto 1998, pág. 1165.

(5) GARCÍA MAS, F. J.: «La Sociedad Civil en elmarco de la reforma del Reglamento delRegistro Mercantil en virtud del Real Decreto1867/1998, de 4 de septiembre», RCDI, núm.657, 2000, pág. 1068.

(6) Comentario generalizable a las sociedadespersonalistas (DE EIZAGUIRRE, J. M.: «Lasubjetivación de las sociedades de personas»,Revista de Derecho de Sociedades, vol. 14,2000-2, págs. 85-107).

(7) La sociedad civil aparece regulada en elTítulo VIII («De la sociedad») del Libro IV («Delas obligaciones y contratos») del CC. Enconcreto, en los artículos 1665 a 1708.

(8) Ya PAZ-ARES hablaba de ese «concepto desociedad relativamente amplio» queconllevaba también una importante funciónresidual del mismo (PAZ-ARES, C.: Capítulo19: «La sociedad en general: caracterizacióndel contrato de sociedad», en URÍA-MENÉNDEZ: Curso de Derecho Mercantil, I,Ed. Civitas, Madrid, 1999, págs. 438).

(9) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: La sociedadcivil sin personalidad en el Derecho español.Concepto y régimen jurídico, Ed. Comares,Granada, 2007, págs. 9-25.

(10) Profunda reflexión sobre este tema enPAZ-ARES, C.: Capítulo 21: «La sociedadmercantil: mercantilidad e irregularidad de lassociedades», en URÍA-MENÉNDEZ: Curso deDerecho Mercantil, I, Ed. Civitas, Madrid,1999, págs. 492-505.

(11) Que consideremos que la líneainterpretativa escogida es la más lógica yrazonable no empaña que sintonice mal conla letra estricta de los preceptos, pocosusceptibles de ser relativizados del modo enque se hace.

(12) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: La sociedadcivil sin personalidad en el Derechoespañol..., cit., pág. 8, nota 11.

(13) PAZ-ARES, C.: Comentario al artículo1665 CC, dentro de «Comentario del CC»,tomo II, Secretaría General Técnica delMinisterio de Justicia, Madrid, 1991, pág.1314. En idéntico sentido, previamente,GIRÓN TENA: Derecho de sociedades, tomo I,pág. 38.

(14) Diario de Sesiones de las Cortes. C.Diputados, núm. 53, 23-2-1889, pág. 882.

(15) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: La sociedadcivil sin personalidad en el Derechoespañol..., cit., págs. 37-69, así como, sobretodo, con mayor detalle, QUESADASÁNCHEZ, A. J.: «La personificación de lasociedad civil en nuestros Proyectos deCódigo civil», publicado en el Boletín delServicio de EstudiosRegistrales de Cataluña,número 117 (marzo-abril 2005), págs. 297-324.

(16) Se consideraban personas civiles lasgrandes sociedades creadas para laexplotación de las rentas públicas, como lassociedades de publicanos y las dedicadas a laexplotación de las minas de oro y plata y lassalinas (vid. GAYO, D., 3, 4, 1).

(17) Sobre ello, con detenimiento, ARNÒ, C.:Corso di Diritto Romano. Il contratto disocietà, G. Giappichelli Editore, Torino, 1938,especialmente págs. 137-155, y en nuestropaís, TENA PIAZUELO, I.: «Aproximación alorigen histórico de la sociedad en el DerechoRomano», RJN, núm. 23, julio-septiembre1997, págs. 193-211.

(18) En este sentido, vid. SCHUPFER, F.: Ildiritto privato dei popoli germanici conspeziale riguardo all’Italia, I. Le persone. Lafamiglia, Casa Editrice, S. Lapi, Roma-Torino-Firenze, 1907, pág. 162.

(19) Palabras textuales de CAPILLARONCERO, F.: La sociedad civil, Bolonia,1984, pág. 23. Sin embargo, en el campo dela comunidad de bienes la riqueza de laconstrucción germánica ha influido tambiénen nuestro ordenamiento, por lo que laremisión a dicho régimen podría implicarinfluencia indirecta en el sector del que nosocupamos: ¿existirá algún tipo de comunidadsui géneris en el caso de la sociedad sinpersonalidad jurídica?

(20) En este sentido, MARTÍNEZ MARINA(«Ensayo Histórico-Crítico sobre la AntiguaLegislación y principales cuerpos legales de

los Reynos de León y Castilla, especialmentesobre el Código de D. Alonso el Sabio,conocido con el nombre de las SietePartidas», Imprenta de la Hija de D. JoaquínIbarra, Madrid, 1808, núm. 398, págs. 336-337) y ORTIZ DE ZÁRATE (Análisis histórico-crítico de la legislación española, tomo I,Vitoria, 1845, pág. 181). En las Partidas no sealude a la compañia como ente ni amecanismo alguno que reconocieseautonomía patrimonial. Pese a ello, sí escierto que existe una extraña referencia enotra parte (P. 3, 38, 47), que parece aludir a laexistencia de un patrimonio común,conforme a la configuración de que todasociedad encierra una comunidad en su seno,pero no desarrolla esta idea (vid. SANTOSMORÓN, M. J.: «La forma de los contratos enel Código Civil», Universidad Carlos III-BOE,Madrid, 1996, nota 15, pág. 296).

(21) El no redactado Título VI del Libro Tercerose iba a ocupar de los «contratos enparticular», y tras un título general, se iba aregular cada contrato en particular, con clarainfluencia francesa (sobre ello, vid. PESETREIG, M.: «Análisis y concordancias delproyecto de código civil de 1821», ADC,1975, págs. 96-98). Por tanto, es evidenteque la regulación no hubiera diferido de latradición romana.

(22) El Título XI no concibe crear a unapersona jurídica para satisfacer interesesparticulares de las partes.

(23) Su Exposición de Motivos presenta a lasociedad como un contrato que no tiene unobjeto determinado y de conocidos límitescomo los demás, además de incidir en que,respecto de su regulación, no ha podidohacerse otra cosa que sentar reglas generalesaplicables a cualquier especie de sociedad;reglas fundadas en la buena fe que debeprevalecer en este contrato más que en otrocualquiera. Después, en el texto en sí, laregulación sobre personas morales noclasifica a las mismas (artículos 541 a 547), ylos artículos dedicados a la sociedad civil(artículos 1438 a 1490) no personifican a lamisma, aunque sí parezca diferenciarse elpatrimonio social de los patrimonios de lossocios.

(24) La regulación del contrato de sociedadcivil se establece en los artículos 1564 a 1601,Título XI del Libro Tercero. A la personajurídica en general dedica el artículo 33,atención exageradamente escueta, y en laregulación dedicada al contrato de sociedadcivil, no se personificó a la misma, pero deciertos artículos se puede deducir autonomía

patrimonial de ésta (artículos como el 1580,1583, 1591 o 1594). El ser persona moral,entiende GARCÍA GOYENA, conlleva que seaadmisible esa autonomía patrimonial que sediseña. Por consiguiente, pese a no existirreconocimiento expreso e indubitado de esapersonalidad jurídica en el texto, parece quees la idea que sirve de base para regular lapreferencia citada.

(25) Otro artículo donde puede apreciarse laevidente intención restrictiva respecto de lapersonalidad jurídica de la sociedad civil es elartículo 53, donde se señala que «Laconcesión de la personalidad puede revocarsepor la ley o por la autoridad que la haotorgado», añadiendo que «cuando laasociación es de exclusivo interés privado,puede acabar por la voluntad unánime de lossocios, a no impedirlo alguna de las cláusulasde la concesión». No se especifican las causasde privación de personalidad jurídica.

(26) PANTALEÓN PRIETO, F.: «Asociación ysociedad (a propósito de una errata delCódigo Civil)», ADC, 1993-I, nota 45, pág. 30.

(27) Esta regulación no se trasladará al CC,donde del artículo 1698 se deduce queestamos ante una persona jurídicaimperfecta. Por tanto, la sociedad civil sólo severá personificada de modo excepcional,pero cuando ello ocurra la persona jurídica esperfecta.

(28) Las críticas a la premura se manifiestandurante la propia tramitación parlamentaria,como se puede comprobar en DANVILA, enDiario de Sesiones de las Cortes. Congreso delos Diputados, 1889, núm. 75, de 21 de marzode 1889, pág. 2004.

(29) DE CASTRO, F.: «Estudio preliminar» alCódigo Civil de España, Instituto de CulturaHispánica, Madrid, 1959, págs. 20-21.

(30) Esto se comprueba leyendo el artículo1698 CC, tan diferente del artículo 51 delAnteproyecto, que diseña la vinculación delos patrimonios particulares de los socios alcumplimiento de las deudas sociales.

(31) Algo perfectamente comprobableobservando, por ejemplo, que conforme alartículo 1700.3 CC, la sociedad se extinguepor muerte de cualquier de los socios,inimaginable en una sociedad capitalista.

(32) Pasó a expresarse en estos términos: «lessociétés autres que les sociétés enparticipation visées au chapitre III jouissent dela personnalité morale à compter de leurimmatriculation».

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6 1 de septiembre de 2008

cripción registral alguna, sino por elevara rango de Ley la visión estructuralistade la cuestión, que incide en la configu-ración que las partes imprimen a la so-ciedad que fundan para saber si nacerápersonalidad jurídica o no.

III. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

AZURZA Y OSCOZ, P. J.: «Problemas dela sociedad civil», ADC, 1952, págs. 125-198.

CAPILLA RONCERO, F.: «La sociedad ci-vil», Real Colegio de España, Bolonia,1984.

— Comentario al artículo 1669 CC, den-tro de «Comentarios al Código Civil yCompilaciones Forales», tomo XXI, vol.1, Edersa, Madrid, 1986, págs. 37-56.

EIZAGUIRRE, J. M. DE: «La subjetivaciónde las sociedades de personas», Revistade Derecho de Sociedades, vol. 14, 2000-2, págs. 85-107.

GARCÍA MAS, F. J.: «La sociedad civil ysu conexión registral (Conferencia enCentro de Estudios Hipotecarios de Gra-nada)», RCDI, núm. 599, julio-agosto1990, págs. 155-169.

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— Comentario al artículo 1669 CC, den-tro de «Comentario del CC», tomo II,Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, págs.1352-1376.

— Capítulo 19: «La sociedad en gene-ral: caracterización del contrato de so-ciedad», en URÍA-MENÉNDEZ: Curso deDerecho Mercantil, I, Ed. Civitas, Madrid,1999, págs. 429-462.

— Capítulo 21: «La sociedad mercantil:mercantilidad e irregularidad de las so-ciedades», en URÍA-MENÉNDEZ: Cursode Derecho Mercantil, I, Ed. Civitas, Ma-drid, 1999, págs. 491-525.

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— La sociedad civil sin personalidad enel Derecho español. Concepto y régimenjurídico, Ed. Comares, Granada, 2007.

— «Una primera aproximación a la per-sonificación de las sociedades civiles des-pués de la Ley de Sociedades Profesio-nales», Revista Jurídica del Notariado,núm. 62, abril-junio 2007, págs. 245-271.

— Comentario al artículo 8 en «Comen-tarios a la Ley de Sociedades Profesio-nales. Régimen Fiscal y Corporativo»,coordinado por GARCÍA PÉREZ, R. y AL-BIEZ DOHRMANN, K. J., Editorial Thom-son-Aranzadi, Navarra, 2007, págs. 265-307.

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— Alcance de la personalidad jurídica dela sociedad civil externa, Tirant lo Blanch,Valencia, 2003. ■

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(33) Esto es explicado con cierto detalle porCAPILLA RONCERO, F.: La persona jurídica:funciones y disfunciones, Tecnos, 1984, págs.22-25. Vid. también DELHAY, F.: «La naturejuridique de l’indivision», LGDJ, 1968, págs.353-367.

(34) Es clara la influencia de las Sentencias dela Corte de Casación francesa de 23 defebrero de 1891, y de la Corte de Casación deBélgica de 22 de junio de 1855, quereconocen la personalidad moral a lasociedad civil.

(35) En este texto no se reconocíaexpresamente personalidad jurídica a lasociedad civil, por causa de la influenciafrancesa al respecto (COELHO DA ROCHA. M.A.: Instituiçôes de Direito civil Portuguez,Coimbra, 1867, tomo II, pág. 672).

(36) La sociedad civil es regulada en susartículos 980 a 1021, y ninguno de ellosconcede expresamente esa personalidad (niparece deducible del citado articulado).

(37) La società civile se regula en el Título Xdel Libro III, entre los contratos, artículos1697 a 1736. Durante la elaboración deltexto, se rechazó expresamente en laComisión de Coordinación de la Cámara deDiputados la concesión a la societàcivile depersonalidad jurídica (vid. BATTISTA, M.: «Delcontratto di società e del mandato». EugenioMarghieri (Napoli) / UTET, 1925, en «Il DirittoCivile Italiano secondo la dottrina e lagiurisprudenza», núm. 34, pág. 119, yGIORGI, G.: «La dottrina delle personegiuridiche o corpi morali esposta con specialeconsiderazione del Diritto moderno italiano»,vol. I, (Parte Generale), Firenze, Casa EditriceLibraria «Fratelli Cammelli», 1913, núm. 27,pág. 78). Ni se reconoce la personalidad ni esposible deducirla de modo tácito, teniendo encuenta el propio proceso de elaboración delCodice, sus claras influencias romanas y supropio articulado. No cabe hablar ni deautonomía patrimonial, ya que no nace unpatrimonio social distinto del patrimonio delos socios y con el cual los acreedores puedansatisfacerse prioritariamente respecto a losotros acreedores.

(38) En el texto de 1942, vigente, el dato deinterés inicial será la desaparición de lasocietà civile y la aparición de la societàsemplice, que pretende superar problemas dela anterior configuración, modificando laestructura e intención. La società semplice nose ubica entre los contratos (Livro IV, dedicadoa las obligaciones), sino en el Título V del LivroV, «Del lavoro», que incide más en cuestionesde organización empresarial. Sin embargo,pese a ese ánimo de ruptura, no existeartículo que, de modo expreso, reconozca lapersonalidad jurídica a la società semplice(como ocurre en el caso de la società perazioni con el artículo 2331), por lo que, comoocurría en el texto de 1865, se debeinterpretar y deducir del articulado si sereconoció o no dicha personalidad, con lo queello conlleva. Lógicamente, doctrina yjurisprudencia discuten y se defiendenposturas diversas: desde que la societàsemplice es una persona jurídica, hasta que deninguna forma lo es, pasando por posturasintermedias que aluden a la existencia no depersonalidad jurídica, pero sí de autonomíapatrimonial(cierta autonomía patrimonial,vid. GORLA, G.: Le società secondo il nuovoCodice. Breve guida pratica, Milano, Dott. A.Giuffrè Editore, 1942-XX, pág. 1). Parececlaro, si se repasa su regulación, que no gozade personalidad, pues no existe artículoalguno que se la conceda expresamente, ni sepuede deducir del resto de articulado, aunquesí existe autonomía patrimonial, derivada delartículo 2267, que garantiza el derecho de losacreedores sociales a cobrarse sobre elpatrimonio social.

(39) Únicamente una norma procesal parecepresuponer que la sociedad civil no tienepersonalidad, y es el parágrafo 736 ZPO (tal ycomo indica TORRES PEREA, J. M. DE: «Lapersonalidad jurídica de la sociedad civilexterna. Estudio comparativo de los

ordenamientos español y alemán», Diario LaLey, núm. 5539, 8 de mayo de 2002, pág. 6,nota 22).

(40) KARSTEN SCHMIDT ha llegado a indicarque, después de dicha Sentencia, el Derechovigente en materia de sociedades civilesqueda atrasado y requiere una revisión. Sobreesta modificación de enfoque del Derechoalemán, vid. TORRES PEREA, J. M. DE: Alcancede la personalidad jurídica de la sociedad civilexterna, Tirant lo Blanch, Valencia, 2003,págs. 142-151.

(41) CAPILLA RONCERO, F.: Comentario alartículo 1669 CC, dentro de «Comentarios alCódigo Civil y Compilaciones Forales», tomoXXI, vol. 1, Edersa, Madrid, 1986, págs. 39-40.

(42) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.:«Configuración de las sociedades sinpersonalidad jurídica en el Código Civilespañol», Revista Jurídica del Notariado,núm. 56, octubre-diciembre 2005, págs. 183-231, así como La sociedad civil sinpersonalidad en el Derecho español..., cit.,págs. 71-113.

(43) En su momento trataremos la regulaciónexcepcional de la sociedad civil profesional.

(44) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: La sociedadcivil sin personalidad en el Derechoespañol..., cit., pág. 113.

(45) Y cuando el legislador ha pretendidohacerlo, de alguna manera, ha sido peor elremedio que la enfermedad (recordemos lareforma ilegal del Real Decreto 1867/1998,de 4 de septiembre).

(46) Excelente resumen de la posición quedefendemos en PAZ-ARES, C.: Capítulo 19,cit., págs. 446-450.

(47) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: La sociedadcivil sin personalidad en el Derechoespañol..., cit., págs. 115-176. Vid. lassugerentes reflexiones de PAZ-ARES, C.:Comentario al artículo 1669 CC, dentro de«Comentario del CC», tomo II, Ministerio deJusticia, Madrid, 1991, págs. 1352-1376.

(48) Con antecedentes romanos, vid. D.17.2.31.

(49) En el artículo 1883 de su Anteproyecto seestablecía que «Si hay muebles comunes, seaplican los principios que rigen la comunidadde hecho».

(50) Hemos estudiado estos orígenes, condetalle, en QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: Lasociedad civil sin personalidad en el Derechoespañol..., cit., págs. 60-63.

(51) DONDERIS TATAY, L.: La copropiedad.Teorías. Derecho español, Ed. Reus, Madrid,1933, pág. 20.

(52) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: La sociedadcivil sin personalidad en el Derechoespañol..., cit., págs. 145-146. Es lógico queasí sea: los artículos reguladores de lasociedad civil son de plena aplicación, salvoaquellos que implican la creación de unapersona jurídica como consecuencia delcontrato constitutivo de la sociedad (artículos1681, párrafo segundo, 1698 y 1699 CC).

(53) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: La sociedadcivil sin personalidad en el Derechoespañol..., cit., págs. 138-145.

(54) QUESADA SÁNCHEZ, A. J.: «Una primeraaproximación a la personificación de lassociedades civiles después de la Ley deSociedades Profesionales», Revista Jurídica delNotariado, núm. 62, abril-junio 2007, págs.245-271.

(55) Comentario al artículo 8 en«Comentarios a la Ley de SociedadesProfesionales. Régimen Fiscal y Corporativo»,coordinado por GARCÍA PÉREZ, R. y ALBIEZDOHRMANN, K. J., Editorial Thomson-Aranzadi, Navarra, 2007, págs. 265-307.

(56) Sobre ello, vid. comentario a laDisposición Adicional Cuarta en«Comentarios a la Ley de SociedadesProfesionales...», cit., págs. 647-650.

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Nulidad del despido motivadopor la ideología política de la trabajadora, contraria a la que rige en la Alcaldíadonde presta serviciosRESUMEN DEL FALLO:El Juzgado de lo Social núm. 1 de Cuenca estima la demanda formulada y declara laexistencia de vulneración de los derechos fundamentales a la igualdad y a la libertadideológica de la trabajadora cometido por el Ayuntamiento, por lo que declara nulosu despido, con derecho a la readmisión en su puesto y a una indemnización por da-ños morales.

DISPOSICIONES APLICADAS:Arts. 108.2, 113, 179 y 180.1 TR LPL (LA LEY 1444/1995); arts. 14 y 16 CE (LA LEY2500/1978); arts. 15.1.a.3 y 55.5 ET 1995 (LA LEY 1270/1995); art. 2 RD 2720/1998de 18 Dic. (regulación contrato de trabajo de duración determinada) (LA LEY 62/1999);art. 6.4 CC (LA LEY 1/1889).

DESPIDO NULO.—Discriminación por motivos ideológicos.—Negativadel Ayuntamiento a recibir una ayuda conforme a un Convenio suscri-to con la Administración autonómica que conlleva que las funcionesque realizaba la trabajadora, las realicen otros y con cargo al deficita-rio presupuesto municipal.

En el caso, el Ayuntamiento no justifica la causa por la que, habiendo recibi-do comunicación de la Consejería de Medio Ambiente de que estaba apro-bado el presupuesto general autonómico en el que se incluía la renovaciónde los fondos económicos del «Convenio de Colaboración del Proyecto Ciu-dades y Pueblos Sostenibles» existente con dicho Ayuntamiento, no lo acep-tara, sin que la denuncia de la prórroga de su vigencia se realizara conformeestipula el Convenio. Por ello, no se entiende qué razón le llevó a, sin impli-car gasto propio alguno y dado el déficit presupuestario municipal, se nega-re a recibir la ayuda económica autonómica, prefiriendo que las funcionesque realizaba la trabajadora las hicieran otras personas, y con cargo a los pre-supuestos municipales. Por otra parte, la negativa a prorrogar el Convenio,ha implicado que la Ciudad se haya descolgado de la «Agenda 21», esto es,de la «Red de Ciudades y Pueblos Sostenibles de Castilla-La Mancha» y, portanto, del programa regional dirigido a facilitar una mejor calidad de vida desus ciudadanos. Por tanto, asumiendo como veraz la alegación de que la ex-tinción de la relación laboral ha tenido como único motivo el desvincularsecontractualmente de la trabajadora por su ideología política, contraria a ladel Ayuntamiento, al tener como móvil una causa discriminatoria prohibida,porque nadie puede ser discriminado por motivos ideológicos, el despido de-be declararse como nulo.

Indemnización en concepto de daños morales en cuantía de 12.000 eu-ros.—Violación del ámbito reservado de la trabajadora, que tuvo quehacer públicas, para articular adecuadamente su defensa, circunstan-

sumario

lasentenciadeldíaJS Cuenca, S 12 Jun. 2008

Ponente: Gónzalez de la Aleja, Ramón.

LA LEY 78872/2008

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cias íntimas de su vida.—Estres derivado de la pérdida del trabajo, in-certidumbre laboral y carencia de rentas económicas.

En el caso, debe indemnizarse el daño moral producido a la trabajadora porsu despido, con vulneración de su derecho fundamental a la libertad ideoló-gica —art. 16 CE, siendo discriminada por su opinión política —art. 14 CE—,violentando su ámbito propio y reservado, al tener que haber hecho públicopara articular adecuadamente su defensa circunstancias íntimas de su vida—separación conyugal y posterior relación sentimental, opinión política, fi-liar, patrimonial, académica, laboral—. Por otra parte, tuvo que defendersede una entidad pública como es el Ayuntamiento de la localidad donde resi-de, que debe velar y ser el máximo exponente de garantía de los derechosfundamentales de sus ciudadanos, viéndose abocada a sufrir el estrés deri-vado, no sólo de la pérdida de un trabajo que creía legítimamente consoli-dado al menos 1 año más, y de su incertidumbre laboral, sino de la carenciade rentas económicas que ello supone para soportar su economía familiar.Por tanto, se estima como adecuada y razonable, dentro de los parámetroslegales, la solicitud de la indemnización derivada del despido nulo por viola-ción de derechos fundamentales en la cantidad de 12.000 euros.

(...)

FUNDAMENTOS DE DERECHO

(...)

TERCERO.- Sobre lo ya determinado, en su abundamiento, y en contestación a locontenido en la demanda, es necesario exponer que los contratos de trabajo sus-critos por la actora lo han sido en fraude de ley, al ser la causa que los motiva con-traria a la norma que los ampara (artículos 15.1a) del Estatuto de los Trabajadoresy 2 del Real Decreto 2720/1998), por cuanto el objeto de estos contratos es la re-alización de obras o la prestación de servicios determinados, con autonomía y sus-tantividad propias dentro de la actividad de la empresa, y cuya ejecución, aunquelimitada en el tiempo, es, en principio, de duración incierta. La actividad que res-ponde a la normal o permanente de la empresa debe ser atendida por trabajado-res fijos, porque lo esencial en la naturaleza de este contrato es que la obra debepresentar sustantividad o autonomía dentro de la empresa y así la necesidad quese pretende atender debe quedar satisfecha mediante la terminación de la obra oel servicio (Sentencias del Tribunal Supremo de 21 de abril de 1.988, y de 19 demarzo de 2.002).

En el supuesto de autos la actora fue sucesivamente contratada, desde el año 2.000hasta el 2.007, de forma ininterrumpida y bajo idéntica cobertura contractual, co-mo «Monitor hábitos saludables», realizando su función como colaboradora/co-ordinadora de la Red de Ciudades y Pueblos Sostenibles de Castilla-La Mancha, asícomo responsable de la «Agenda 21 Local» en el Ayuntamiento de Cuenca, sin quela causa amparadora de los mismos estuviere justificada, por cuanto la obra o ser-vicio contratado no tendría autónoma ni sustantividad propia, deviniendo por elloen fraudulento (artículo 6.º.4 del Código Civil; y artículo 15.3 del Estatuto de losTrabajadores) al ser los servicios prestados actividades permanentes dentro de laspropias del Ayuntamiento (específicamente cuando la empleadora es una Admi-nistración Pública: Sentencias del Tribunal Supremo de 20 de enero de 1.998, de 19de julio de 1.999; y de 21 de septiembre de 1.999), persiguiendo la extinción de larelación laboral en base a causas inexistentes y que se tratan de eludir bajo un as-pecto de legalidad con la finalidad de conseguir un resultado prohibido por el or-denamiento jurídico (Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Man-cha de 18 de marzo de 1.994, Rec. n° 85/94).

Sin que tampoco pueda justificar su temporalidad ni causalidad que la misma es-tuviera pendiente de las anuales subvenciones autonómicas, pues las mismas sehan ido sucediendo, como le impone la propia norma al Gobierno autonómico, con-tinuándose con posterioridad al cese de la actora a prestación del mismo servicioa la comunidad, por tanto, sin que, en última instancia, la obra o servicio para laque la trabajadora fue contratada hubiera finalizado, como se deduce del dato deque la demandada haya realizado provisión en propiedad por el sistema de concur-so-oposición de una plaza de «Monitor de Hábitos Saludables» de la plantilla depersonal laboral del Ayuntamiento de Cuenca, en el marco de proceso de consoli-dación de empleo temporal y, asimismo, que en fecha 7 de abril de 2.008 se hubie-ra aprobado por la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Cuenca las bases parala selección de dos plazas de «Inspectores de Medio Ambiente», a cubrir como fun-cionarios interinos, con similares funciones y cometidos que los que la actora ve-nía realizando.

Por otra parte, la Estipulación Novena del Convenio de Colaboración firmado en-tre la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La

Mancha y el Excmo.Ayuntamiento de Cuenca para el año 2.007 establecía que «Elpresente convenio tendrá vigencia desde la fecha de su firma hasta al 31 de di-ciembre del 2001, excepto para la justificación final contemplada en la cláusulasexta [ justificación final de gastos], debiéndose prorrogar expresamente, por perí-odos anuales, salvo denuncia de alguna de las partes realizada al menos con trein-ta días de antelación a la terminación de cada ejercicio».

Y en el supuesto de Autos el Ayuntamiento demandado no denunció en tiempo yforma el citado Convenio, por lo que es consecuencia de dicho irregular procederentender que la vigencia del mismo se extendía automáticamente para el año 2.008,teniendo la actora amparo causal suficiente para entender amparada la vigencia yobjeto de su contrato de trabajo.

Por todo ello, no cabe sino entender que el Ayuntamiento demandado ha preten-dido realizar un acto amparado por una norma, que jurisprudencialmente se ha ve-nido a denominar como «ley de cobertura» (contratación temporal), pero persi-guiendo un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico o contrario a él -«leydefraudada»: obra o servicio sin autonomía ni sustantividad propia dentro de la ac-tividad de la empresa- (Sentencia del Tribunal Supremo de 19 de mayo de 1.997),debiéndose calificar, en consecuencia, ejecutado en fraude de ley (artículo 6.4 delCódigo Civil).

Lo que obliga a considerar que el contrato de trabajo que unía a la actora con laempleadora pública ha de entenderse celebrado por tiempo indefinido, tal y comoinveterada doctrina jurisprudencial ha establecido en estos supuestos (Sentenciasdel Tribunal Supremo de 27 de julio de 1.992, de 29 de marzo de 1.993; de 22 deseptiembre de 1.993; de 24 de enero de 1.994; y de 19 de mayo de 1.997, entreotras); y su cese irregular bajo el amparo de una causa temporal inexistente (Sen-tencias del Tribunal Supremo de 7 de octubre de 1.996, de 10 de diciembre de 1.996;de 19 de enero de 1.999; de 26 de enero de 1.999; de 3 de febrero de 1.999; de 23de abril de 1.999; de 19 de julio de 1.999; de 13 de octubre de 1.999; de 18 de oc-tubre de 1.999; y de 20 de marzo de 2.002, entre muchas).

CUARTO.- Es imprescindible que, a la hora de fijar los salarios dejados de percibirpor la actora desde la fecha del despido (artículo 113 de la Ley de ProcedimientoLaboral), se entre a valorar cuál es la cuantía diaria de los mismos, siendo una va-riable decisiva para su cálculo la antigüedad de la actora. Pues aunque en el Actode Juicio Oral la representación legal de la demandada no ha cuestionado la can-tidad determinada sobre ello en la demanda de 74,97 euros diarios, sí que, empe-ro, ha mostrado discrepancia con respecto a la antigüedad de la actora, lo que im-plica la obligación de centrar a analizar dicho extremo fáctico.

El artículo 26 del Convenio Colectivo del Personal Laboral del Ayuntamiento deCuenca (publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Cuenca de 16 de agostode 2.004) establece que el plus de antigüedad «Se devengará por cada 2 años deservicio prestados en la Administración Pública. El valor del bienio será del 6% so-bre el salario base. Una vez reconocidos los dos primeros bienios, la antigüedad sedevengará por quinquenios con una cuantía del 9% sobre el salario base. Dicha an-tigüedad será también aplicada al personal laboral contratado, con el servicio re-conocido en el Ayuntamiento de Cuenca».

Por tanto, el concepto del que parte el reconocimiento de la antigüedad es el de«servicios prestados», sin que en dicho apartado de la norma convencional, ni enningún otro, se limite dicho concepto laboral a que dichos servicios deben ser pres-tados de forma ininterrumpida, ni se condicione su devengo a que la vinculaciónlaboral sea indefinida o temporal, en cualquiera de sus modalidades contractuales.

Y dicha conclusión procede alcanzarse por varios motivos, acumulativos y coinci-dentes, no enervados por ningún otro dato o lectura que pudiera darse de la nor-ma que destruyera tal conclusión:

Así, en primer lugar, atendiendo a la propia literalidad del precepto, y a su espírituy finalidad(ex artículo 3º del Código Civil); dado que las partes creadoras y signa-tarias de la citada norma convencional no han expresado de forma limitativa suaplicabilidad, ni de la lectura de dicho apartado ni de ningún otro del bloque nor-mativo convencional de referencia se puede obtener la interesada y sesgada inter-pretación que presenta la demandada.

En segundo lugar, existen Sentencias de otros Juzgados (de la Jurisdicción Con-tencioso-Administrativa, de Cuenca, de fechas 4 de abril de 2.006, de 8 de no-viembre de 2.005 y de 15 de mayo de 2.006) y de este mismo de lo Social (defecha 18 de diciembre de 2.007, n.º 349/07, que, en interpretación del citadoConvenio sobre el mismo concepto de la antigüedad para el pago de los deriva-dos premios, considera que el concepto de «años de servicios» son todos aque-llos que se tengan por realizados a la entrada en vigor de la norma convencio-nal, sin que tampoco en las citadas resoluciones judiciales se establezca distincionesdiscriminatorias según sea la norma, continuada o interrumpida, de la prestaciónde los mismos.

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En tercer lugar, en aplicación en el Orden Social de la Jurisdicción, del importanteprincipio «in dubio pro operario», que establece que en caso de duda razonable enorden a la interpretación y aplicación de una norma, legal o convencional, y de susconsecuencias aplicativas, debe prevalecer la que resulte más favorable a los inte-reses del trabajador.

En cuarto lugar, incluso aplicando el sentido común, pues si lo que el citado extre-mo normativo pretende es premiar los años de fidelidad de los servicios prestadosal Ayuntamiento, concediendo una gratificación especial por antigüedad, no seríaconforme al espíritu y finalidad de la misma que se diferencie y se enerve su apli-cación a aquellos trabajadores que, habiendo cumplido los respectivos tramos tem-poral de prestación de servicios, los mismos no hubieren sido prestados de formaininterrumpida, incluso por causa no imputable a ellos mismos o contrarios a suvoluntad; sin que sea dable admitir que, contrariando todos los argumentos ante-riormente expuestos, sea la propia causante de las interrupciones laborales rese-ñadas la beneficiaria de una consecuencia no establecida expresamente por la nor-ma y contraria al espíritu, razón de ser y finalidad para la que fue concebida.

Reconocido el derecho de la actora a que los servicios prestados para el Ayuntamien-to de Cuenca se computen en su integridad, y dado que la actora acredita haber pres-tado sus servicios para la demandada durante 4.588 días (más de 12 años), ello su-pone, en consecuencia, que la actora ha prestado sus servicios para el Ayuntamientodemandado durante dos bienios (6% para cada uno) y un quinquenio (9%), lo quegenera el derecho al percibo de un 21% sobre el salario base por dicho concepto.

De lo que se deduce, en aplicación del citado artículo 26 del Convenio Colectivo,que la actora tiene derecho a que, a efectos de antigüedad, tenga reconocida lacantidad mensual de 296,08 euros, cantidad que se corresponde a lo calculado poreste concepto en la demanda.

En consecuencia, si al salario mensual que la actora ha percibido en su última nó-mina de 1.953,08 euros (con prorrata de pagas extras) se le añade 296,08 euroscorrespondientes a la antigüedad debida, el salario diario a tener en cuenta a efec-tos de lo determinado para su pago por el despido nulo es el de 74,97 euros dia-rios, con prorrata de pagas extras. ■

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TribunaEn Cataluña, la posesiónde bienes muebles,adquirida de buena fe,no equivale al título

LA LEY 39132/2008

En Cataluña, la posesiónde bienes muebles,adquirida de buena fe,no equivale al título Pablo RODRÍGUEZ-PALMERO SEUMA Responsable del Departamento de Derecho Procesal. Manubens & Asociados Abogados

Ante la derogación, en el Derecho catalán, de la reglaconsistente en que la posesión de los bienes muebles,adquirida de buena fe, equivale al título, el autor, tras recorrerlas doctrinas formuladas sobre el artículo 464 del CódigoCivil, analiza las principales cuestiones que plantea el precepto catalán, y lamenta la escasísima confianza que el legislador catalán concede a las situaciones posesorias.

I. INTRODUCCIÓN

La posesión es una de las institucionesmás complejas del mundo del Derecho.Su inicial carácter meramente fáctico,que al mismo tiempo constituye habi-tual reflejo de la existencia de un dere-cho, le confiere unos contornos difusos,en ocasiones de difícil tratamiento porparte del ordenamiento jurídico.

Más allá, la posesión de bienes muebles(en la que nos centramos en este estu-dio) no es únicamente legítima en la

medida en que venga amparada por underecho, sino que, como es sabido, estambién objeto de protección por sí mis-ma, con independencia de la prueba deaquel derecho o, al menos, a la esperade la acreditación de su existencia.

Por tanto, la protección posesoria al-canza especial vigor en relación conlos bienes muebles: constituye el me-dio habitual por el que se manifiestanlas titularidades. En efecto, si la publi-cidad de los inmuebles se halla legali-zada a través del Registro de la Propie-

dad (artículos 34, 38 y 97 de la Ley Hi-potecaria, entre otros), respecto de losmuebles la posesión debe, en princi-pio, ser tenida por reflejo de titulari-dad. Como dice SALEILLES (1), «la di-ferencia con la publicidad resultante delos libros del Registro consiste única-mente en que respecto a los inmueblesesta publicidad se halla reglamentaday organizada, mientras que la posesiónes la publicidad en bruto e inorgánica,en su forma elemental y natural, comola vida nos la presenta».

En el Código Civil español (en lo suce-sivo, CC), dicha protección, dejando almargen la tutela sumaria, va desde lamera presunción de que el poseedorgoza del título que le legitima para po-seer (artículo 448 CC), hasta, en el otroextremo, la consideración, bajo deter-minadas condiciones, de que el posee-dor es sustancial titular del bien o de-recho poseído. Nos referimos a la reglaprevenida en el artículo 464 CC, quearranca con la misteriosa afirmaciónde que «la posesión de los bienes mue-bles, adquirida de buena fe, equivale altítulo».

El presente artículo tiene por objeto elanálisis del precepto que, en el Derechocatalán, ha sido presentado, y general-mente admitido, como adaptación del464 CC: el artículo 522.8 del Libro V delCódigo Civil de Cataluña (CCCat), de 24de mayo de 2006. Esta regla ha intro-ducido determinadas modificacionesrespecto del artículo 464 CC, supuesta-mente justificadas por la tradición jurí-dica catalana (en la que se ha defendi-do la inaplicabilidad del mencionado464 CC) y por la voluntad de solventarlos problemas interpretativos aquel pre-cepto ha suscitado.

No puede evitarse anticipar que, si bienes posible que el nuevo precepto hayadado respuesta a determinados interro-gantes planteados acerca del artículo464 CC, impone una regla que —quizácontrariamente a lo que pudiera pare-cer— atenta gravemente contra la se-guridad del tráfico. Ello por cuanto, aleliminar la regla de que la posesión equi-

vale al título, exige que todo poseedor,para gozar de la protección que en él seconsagra, acredite su título adquisitivo(que, además, debe ser oneroso). Seme-jante solución resulta especialmentedesafortunada si se toma en considera-ción que la doctrina y jurisprudencia es-pañolas han adoptado, casi unánime-mente, determinada tesis en relacióncon el artículo 464 CC, especialmenteprotectora de la apariencia otorgada porla posesión.

No cabe argumentar que la protecciónposesoria concedida por el Código Civilresulta desproporcionada e incluso pe-ligrosa, y que ello justifica que dicha pro-tección deba únicamente ser concedi-da al poseedor que demuestre un títuloadquisitivo oneroso. Respecto de los bie-nes muebles, la publicidad de las titula-ridades se articula a través de la pose-sión, porque no cabe otro remedio y,además, porque la realidad nos demues-tra que, en la inmensa mayoría de loscasos, quien posee es efectivo titular delderecho. No se comprende cómo pue-de el legislador catalán dejar sin pro-tección a quienes, sin posibilidad de de-mostrar título, poseen de buena fe.

El presente estudio se inicia con unbreve examen de los antecedentes his-tóricos del artículo 464 CC, para pos-teriormente examinar las principalesinterpretaciones que aquél ha mereci-do y, finalmente, examinar a fondo lasolución adoptada en el Derecho ca-talán.

II. ANTECEDENTESHISTÓRICOS

En pocas ocasiones como en la presen-te se hace tan necesario, para entresa-car el significado de un precepto, acu-dir a sus antecedentes históricos, queen este caso nos remiten a concepcio-nes extremadamente divergentes, co-mo pasamos a analizar:

a) Derecho romano. Según explicaSCHULTZ (2), como consecuencia de losprincipios «nemo plus iuris in alium trans-

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ferre potest quam ipse haberet» o «nemodat quod non habet», regía la regla gene-ral «ubi rem meam invenio, ibi vindico».

En la controversia surgida cuando unpropietario no aparece como poseedorde un bien, que es poseído por el adqui-rente de persona intermedia sin poderpara transmitir, la solución concedidapor el Derecho romano no constituye laúnica posible. Lejos de ello, implica laadopción de determinada posición, puesnos hallamos ante un supuesto en queentran en conflicto intereses contra-puestos, ambos legítimos y potencial-mente protegibles por el Derecho: el delpropietario que no se halla en poder dela cosa, y el del poseedor que adquirióde quien se le apareció como titular.

Por tanto, el Derecho romano otorgóprevalencia al interés del propietario so-bre el del poseedor, aun en caso de seréste de buena fe. Esta regla ha sido tra-dicionalmente consideraba como opues-ta a la recogida (y analizada a continua-ción) en el Derecho germánico. Noobstante, debe matizarse que los prin-cipios expuestos, formulados en el De-recho posclásico, procedieron de unamás que discutible adaptación de la te-sis de los juristas clásicos (véase el Di-gesto, 50, 17, 54).Además, como advier-te HERNÁNDEZ GIL (3), la reivindicacióndel propietario no estaba libre de excep-ciones, de entre las que destacaba el ca-so en que el acreedor pignoraticio trans-fería a terceros la propiedad de la cosarecibida en garantía (4).

b) Derecho germánico medieval. Se par-tía de diferenciar el caso en que la co-sa hubiera salido voluntariamente delámbito del dueño (en el que no cabíaque éste reivindicase frente al posee-dor), y aquél en el cese en la posesiónse hubiera producido sin voluntad de di-cho dueño (supuesto en el que sí cabíala reivindicación).

Para el primero de los casos expuestos,regían las reglas «suche dein Glaubenwo du ihn gelassen hast»[«busca tu con-fianza donde la dejaste»] y «Hand mussHand wahren»[«que la mano se atengaa la mano»]. Lo explicaba WOLF en lossiguientes términos (5): «en cuanto a lascosas que hubieran salido de la posesiónsin la voluntad del poseedor, y, en parti-cular, las cosas robadas o perdidas, el des-poseído podía exigir de cualquier terce-ro su restitución. En cambio, el quevoluntariamente hubiese hecho dejaciónde su Gewere sobre la cosa, por ejemplo,la hubiera dado en comodato, depósito,arrendamiento o prenda, sólo podía exi-gir la devolución a la otra parte contra-yente; el tercer adquirente, si bien no ad-quiría la propiedad, alcanzaba unaposición inatacable».

Por tanto, quien perdió la cosa o fue pri-vada de ella, al no haber creado volun-tariamente la apariencia que la posesiónimplica, podía reivindicar el bien. Por elcontrario, aquel que cedía voluntaria-mente el bien era responsable de la apa-riencia creada por ese acto, y debía su-

frir las consecuencias: particularmente,no podía recuperar el bien de quien, debuena fe, había adquirido de quien apa-recía como dueño.

Obviamente, también esta solución im-plicaba una concreta toma de posición,esta vez en favor del poseedor y en per-juicio de quien pudiera ser legítimo pro-pietario. Como dice JERÓNIMO GON-ZÁLEZ (6), «la Gewere era una relacióndel hombre con la cosa que, por el orde-namiento jurídico, era reconocido comoforma aparente de un señorío legítimosobre la misma».

Esta concepción influyó asimismo en elDerecho inglés, en el que, de forma prác-ticamente idéntica, se estableció la re-gla de que el «bailor» únicamente teníaacción contra el «bailee», de acuerdocon la expresión «where I have reposedmy trust, there I must seek it» (7).

c) El Código Civil francés. Es conocidoque, al elaborar este Código, los legisla-dores franceses se habían visto intensa-mente influenciados por el Derecho ger-mánico, no tanto por afinidad jurídicasino por imposición de las necesidad dela época: en una sociedad en que el trá-fico comercial había adquirido una im-portante agilidad, resultaba inconcebi-ble que cualquier propietario pudieradestruir las operaciones llevadas a tér-mino sobre la base de determinadas apa-riencias. Era momento, pues, de garan-tizar la seguridad del tráfico, de modoque el adquirente que confiaba en quien,a través de la posesión, aparecía comopropietario, debía estar protegido fren-te a terceros (salvo en los casos de pér-dida y sustracción).

Ese espíritu se reflejó en el artículo 2.279del Código Civil francés («en fait de meu-bles, la possession vaut titre»), cuya re-dacción ha sido objeto de discrepancias,que rebasan con mucho el objeto de es-te artículo.

III. LAS INTERPRETACIONESCONCEDIDAS A LA REGLAPRIMERA DEL ARTÍCULO464 CC

Dice el párrafo primero del artículo 464CC: «La posesión de los bienes muebles,adquirida de buena fe, equivale al título.Sin embargo, el que hubiese perdido unacosa mueble o hubiese sido privado deella ilegalmente, podrá reivindicarla dequien la posea».

Resumidamente, las principales postu-ras mantenidas acerca de este precep-to han sido las siguientes:

a) El artículo establece una presunciónde titularidad, una mera presunción iu-ris tantum de que el poseedor de buenafe (y en concepto de dueño, requisitoadicional generalmente exigido) es ti-tular del bien o derecho poseído.

Tal interpretación fue recogida en lasSentencias del Tribunal Supremo de 19

de junio de 1945 y 19 de diciembre de1966. No obstante, en la actualidad sehalla casi completamente olvidada, prin-cipalmente porque tal presunción se ha-lla ya contenida en el artículo 448 CC,con lo que esta tesis deja sin contenidoel precepto aquí analizado.

b) La irrevindicabilidad del bien frenteal poseedor de buena fe, postura inicia-da por VALLET DE GOYTISOLO (8) ycontinuada por otros autores como MI-QUEL (9) o ALBÁCAR LÓPEZ (10).

A nuestro juicio, esta doctrina única-mente se comprende por dos razones:en primer término, porque algunos co-mentaristas germánicos habían afirma-do que el poseedor protegido frente alpropietario gozaba de una posición in-atacable, pero sin devenir por ello pro-pietario; y, en segundo término, por uninjustificado mimetismo terminológi-co con el artículo 85 del Código de Co-mercio.

Constituyendo la posibilidad de reivin-dicar una de las facultades inherentesal derecho de propiedad (artículo 348CC), no parece posible calificar comopropietario a quien no puede ejercitaraquella acción. En esta tesitura, el lla-mado propietario no sólo no puede re-cuperar la cosa, sino que, como conse-cuencia, tampoco tiene posibilidad deejercer las demás facultades propias delderecho de propiedad. No cabe disociarla acción reivindicatoria y la propiedadhasta el punto de que se niegue aqué-lla a quien, por otro lado, es calificadocomo propietario.

Asimismo, consideramos insostenibledefender que quien posee un bien queno le puede ser reivindicado no sea, enverdad, propietario. Debe recordarse,además, que nuestros Tribunales tienensentado (particularmente, al analizartercerías de dominio) que los poseedo-res amparados por el artículo 464 CC nosólo quedan inmunes frente a reivindi-caciones de terceros, sino que ellos mis-mos están facultados para reivindicar,lo que no puede entenderse sino comouna afirmación de su condición de pro-pietarios.

Por tanto, la afirmación de que el pose-edor de buena fe tiene una posición irrei-vindicable sólo puede predicarse comoconsecuencia de la interpretación ger-mánica del artículo 464 CC, esto es, co-mo natural consecuencia de que el po-seedor es propietario. En este sentido loafirman las Sentencias que citaremos alanalizar la tesis germánica.

c) El precepto se refiere al título ad usu-capionem. Esta corriente, que tuvo sumayor fuerza entre los primeros intér-pretes del Código Civil y se inspiraba enla doctrina romanista, afirma que la re-ferencia al «título» debe entenderse co-mo título que concede una ventaja pa-ra la adquisición de la propiedad: que lausucapión pueda tener lugar en el bre-ve plazo de 3 años previsto en el párra-fo primero del artículo 1955 CC, y no en

los 6 años contemplados en el segundopárrafo del mismo precepto.

De acuerdo con esta doctrina, la omi-sión, en el artículo 1955 CC, del requi-sito del título (a diferencia de lo que su-cede respecto de los inmuebles: artículos1957 a 1959 CC) se explica precisamen-te por lo dispuesto en el artículo 464CC: la posesión necesaria para usucapirimplica, por sí sola, ese título. El primerpárrafo del 1955 CC no tiene necesidadde hacer mención alguna al título, porcuanto el poseedor de buena fe en élmencionado goza en todo caso de di-cho elemento.

No obstante, como explica RODRÍGUEZ-ROSADO (11), esta interpretación hacaído en descrédito, principalmente por-que:

i) Si el título es simplemente para usu-capir, no se explica la segundo incisodel párrafo primero del artículo 464 CC(«sin embargo, el que hubiese perdidouna cosa mueble o hubiese sido privadode ella ilegalmente, podrá reivindicarlaque quien la posea»), pues no se ve quécontraposición introduce respecto delinciso primero.

ii) Esta tesis no es capaz de explicar el ter-cer párrafo del artículo 1955 CC, comotampoco la excepción final del 1962 CC.

d) La posesión de buena fe implica títu-lo de propiedad. Constituye, especial-mente en las últimas décadas, la doctri-na más extendida, de acuerdo con la queel poseedor de buena fe es propietario(obviamente, excepto en los casos depérdida o privación ilegal).

Entre nuestros autores, esta tesis ha si-do defendida desde NAVARRO AMAN-DI (12), ALAS ARGÜELLES (13), PÉREZGONZÁLEZ Y ALGUER y HERNÁNDEZGIL (14), hasta ALBADALEJO (15), LA-CRUZ BERDEJO (16), DÍEZ-PICAZO yGULLÓN (17).

También se trata de la corriente mayo-ritariamente acogida por nuestro Tribu-nal Supremo, a pesar de la opinión deMIQUEL (18), quien niega que las Sen-tencias citadas a continuación consti-tuyan aval a esta tesis.

Como primeras Sentencias a favor deesta corriente, destacan las de 11 de ju-lio de 1900, 19 de diciembre de 1900, 1de diciembre de 1910, 5 de diciembrede 1924, 8 de octubre de 1929, 18 dejunio de 1930, 3 de marzo de 1951 y 18de diciembre de 1958.

En la actualidad, esta doctrina se ha con-solidado como casi exclusiva del AltoTribunal. Dice, por ejemplo, la Senten-cia de 3 de marzo de 1980: «se ha se-guido la dirección germanista en la inter-pretación del art. 464 del C. Civ., a tenorde la cual su párr. 1.º sienta el principiode irreivindicabilidad adquirida de bue-na fe [...] por tanto, la posesión de las co-sas muebles a estos efectos se refiere atítulo de dominio».

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En muy similares términos se pronun-cia la sentencia del mismo Tribunal de15 de febrero de 1990: «atendiendo a lainterpretación germanista que, aunqueno en una línea pacífica y uniforme, pre-domina en la doctrina de esta Sala [...]con arreglo a la cual la posesión de lascosas muebles adquirida de buena fe(siempre, claro es, que tal adquisición po-sesoria lo sea en concepto de dueño)equivale a título de dominio de las mis-mas, que las hace irreivindicables, salvoque se dé alguno de los dos supuestos quemenciona el inciso segundo del mismopárrafo primero del citado artículo (pér-dida o privación ilegal)».

En la misma línea, las Sentencias del Tri-bunal Supremo de 25 de febrero de1992, 5 de octubre de 2006 o 29 de ma-yo de 2006.

También las Audiencias Provinciales vie-nen mayoritariamente siguiendo estacorriente germánica: entre otras mu-chas, la Sentencia de la Audiencia Pro-vincial de Barcelona de 29 de enero de2002 o la de la Audiencia Provincial deMadrid de 19 de marzo de 2001. Estaúltima resulta especialmente clara alconsignar el efecto concedido por el ar-tículo 464 CC, ya que, sin limitarse a em-plear la expresión título de dominio, ha-bla de virtualidad adquisitiva dominical.Dice esa sentencia: «[...] atendiendo ala interpretación germanista que, aun-que no en una línea pacífica y uniforme,predomina en la doctrina de la Sala Pri-mera del Tribunal Supremo [...], con arre-glo a la cual la posesión de las cosas mue-bles adquirida de buena fe (siempre, claroes, que tal adquisición posesoria lo seaen concepto de dueño) equivale a títulode dominio de las mismas, que las haceirreivindicables, salvo que se dé algunode los dos supuestos que menciona el in-ciso segundo del mismo párrafo primerodel citado artículo (pérdida o privaciónilegal), lo cierto es que en el supuestopresente no concurren los requisitos ne-cesarios para que dicho precepto operesu virtualidad adquisitiva dominical [...]».

La principal crítica arrojada contra estatesis consiste en afirmar que deja sin

explicación el párrafo primero del ar-tículo 1955 CC, que (recuérdese), al re-ferirse al poseedor de buena fe, no ha-ce mención al título. No obstante, comoya dijo PUIG BRUTAU, esta crítica care-ce de fundamento, pues la usucapión entres años seguiría jugando —entre otroscasos— respecto de bienes muebles per-didos o privados ilegalmente (19).

IV. EL VERDADEROSUPUESTO DE HECHOCONTEMPLADO EN EL ARTÍCULO 464 CC

Por nuestra parte, consideramos la últi-ma de las doctrinas expuestas como lamás acertada, tanto por los anteceden-tes del precepto como por la necesidadde conceder la máxima seguridad a laapariencia (respecto de los muebles, re-velada mediante su posesión). Por tan-to, quien de buena fe adquiere un bienmueble, es (no simplemente se presu-me) propietario, con dos únicas excep-ciones, cuya concurrencia deberá serprobada por quien invoque su titulari-dad: la pérdida y privación ilegal.

Partiendo de lo anterior, debemos con-signar una observación de la máximaimportancia, para comprender el verda-dero alcance de esa tesis mayoritaria enel Derecho común y, singularmente, pa-ra apreciar la gravedad del artículo 522.8CCCat: la regla de que el poseedor espropietario no debe ser únicamente apli-cada en el encorsetado esquema trian-gular tradicionalmente citado como su-puesto de hecho de la norma, que partede la existencia de tres personas (pro-pietario, persona a quien aquél entregóvoluntariamente el bien y que carecepoder de disposición, y adquirente debuena fe).

Es cierto que, al analizar los anteceden-tes del artículo 464 CC y las doctrinascreadas en torno a él, se acude con fre-cuencia al caso analizado, que ha alcan-zado la condición de paradigmático. Noobstante, ese supuesto constituye unamínima parte del ámbito en que el ar-tículo 464 CC debe desenvolver su efi-

cacia. En la inmensa mayoría de las oca-siones, la evolución de los hechos no estan clara, e incluso resulta imposible re-construir el esquema triangular antesdescrito: lo que la realidad más cotidia-na nos ofrece es que todos llevamos,portamos, tenemos, conducimos (en de-finitiva, poseemos) cosas, sin que nossea posible justificar de quién adquiri-mos, ni las demás circunstancias relati-vas al título.

Pues bien, esa incapacidad para demos-trar el título en modo alguno impide laaplicación de la regla de que los posee-dores de buena fe son propietarios. Si senos obligase a identificar la persona dequien adquirimos, se nos estaría impo-niendo acreditar, al menos, parte del tí-tulo, cuando lo cierto es que el artículo464 CC contundentemente afirma queel poseedor de buena fe ya goza de aquél.

Como se ha anticipado, la necesidad deentender las cosas del modo expuestoresulta de la vida diaria, que obliga a en-tender que cada uno de nosotros es pro-pietario —sin necesidad de justificar tí-tulo alguno— de aquello que posee. Laúnica excepción a esta regla (por cierto,muy amplia) está constituida por los ca-sos de pérdida y privación ilegal, pero de-be ser quien afirme ser propietario el quepruebe tales hechos. Por el contrario, nin-guna prueba de propiedad cabe pedir alposeedor, particularmente consideran-do que su buena fe se presume (artícu-lo 433 CC, artículo 521.7 CCCat).

La imposibilidad de identificar la perso-na de quien se adquirió no es el únicoaval para que la regla de que el posee-dor es propietario deba también apli-carse a casos distintos al que hemos ca-lificado de paradigmático: así lo imponetambién la protección de la seguridaden el tráfico, que debe permitir dar porseguro que las cosas son propiedad deaquel que las posee (algo que, por lo de-más, es cierto en la inmensa mayoría delas ocasiones).

Es necesario recordar que la asunciónpor el Código Civil francés de buena par-te de la tesis germánica respondió a que,

en una sociedad con un elevado núme-ro de transacciones, la apariencia pose-soria debía ser especialmente protegi-da, aunque en alguna ocasión fuera endetrimento del propietario. Pues bien,en la actualidad, por la misma razón,acentuada (no es necesario llamar laatención sobre la infinidad de operacio-nes llevadas a cabo sobre muebles, y lavertiginosa velocidad con que se produ-cen), impone que el poseedor de buenafe se vea liberado de toda acreditaciónrespecto de su adquisición. Debe ser ab-solutamente respetado como propieta-rio, salvo que quien alega serlo acredi-te una pérdida o privación ilegal.

Pueden encontrarse algunas resolucio-nes judiciales que ponen de manifiesto,respecto de los muebles, la enorme di-ficultad, o imposibilidad, de acreditar lassucesivas adquisiciones derivativas, yadvirtiendo que es precisamente el ar-tículo 464 CC el que permite soslayarese problema. Dice la Sentencia de laAudiencia Provincial de Las Palmas de30 de mayo de 1998: «Doctrina jurispru-dencial mantenida igualmente por la doc-trina científica, al sostener que el propie-tario que reivindica o solicita ladeclaración de dominio deberá probar suderecho de propiedad, pero si su adqui-sición fue derivativa, la prueba habrá deconsistir en justificar el título por virtuddel cual ha adquirido la cosa y, además,el derecho del causante que se lo trans-mitió, exigencia probatoria que, por sudificultad, se ha llegado a denominar«probatio diabolica», que en nuestra le-gislación civil viene a ser mitigada por re-glas específicas que constituyen excep-ciones a la regla general de la carga de laprueba y así, en cuanto a bienes muebles,del artículo 464».

En el mismo sentido, la Sentencia de laAudiencia Provincial de Teruel de 31 demayo de 1992.

De acuerdo con lo expuesto, conside-ramos incorrecto afirmar (como a me-nudo se hace) que el artículo 464 CCcontempla una adquisición a non do-mino. El precepto es muchísimo másque eso.

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V. EL ARTÍCULO 522.8CCCAT

Sentado lo anterior, pasamos a analizarel artículo 522.8 CCCat, que dispone:«La adquisición de la posesión de un bienmueble de buena fe y a título onerosocomporta la adquisición del derecho enque se basa el concepto posesorio, aun-que los poseedores anteriores no tuvie-ran poder de disposición suficiente sobreel bien o el derecho».

Es decir, de acuerdo con este precepto,introducido para eliminar las controver-sias derivadas del 464 CC (ánimo quequizá en demasiadas ocasiones guía allegislador catalán), la posesión de bue-na fe sobre bienes muebles no equiva-le al título.

La regla establecida por CCCat es lamen-table. Obviamente, el Código Civil espa-ñol es, también en este punto, claramen-te mejorable (como decía DE CASTRO,no es «la obra cumbre que merecería lagloriosa tradición jurídica española»). Noobstante, no parece la mejor política le-gislativa aquélla basada en la voluntadde, partiendo del Derecho común, pre-tender solventar todos los problemasque su aplicación ha revelado durantecasi 120 años de historia. Se trata de unintento abocado al fracaso, pues a lanorma jurídica es norma y, por tanto,general, de modo que no puede —ni de-be— aspirar a resolver todos los proble-mas que la realidad pueda plantear: pa-ra eso están la doctrina y los Tribunales.No sólo eso: la experiencia demuestraque pretender que la norma contempletodos los casos que la vida pueda reve-lar, lejos de evitar problemas interpre-tativos, los incrementa.

Dicho ello, pasamos a analizar determi-nadas cuestiones planteadas por el ar-tículo 522-8 CCCat:

a) Lo primero que llama la atención esque entre los (todavía escasos) autoresque han analizado el precepto no existeacuerdo sobre si estamos ante un sim-ple trasunto, en versión mejorada, del ar-tículo 464 CC o, por el contrario, nos ha-llamos ante algo netamente diferente.

ROCA TRÍAS se limita a manifestar quees una regla similar, aunque no igual,que la del Código Civil, la cual —conti-núa diciendo— ha dado lugar a un de-bate largo e infructuoso (20).

Sin perjuicio de que, como se explicará,consideramos que el precepto analizadono puede es similar al 464 CC, no com-partimos la afirmación de que las discu-siones habidas en torno a aquél hayan si-do infructuosas. La existencia de diversascorrientes acerca de determinada cues-tión no es algo que deba lamentarse: alcontrario, constituye un proceso necesa-rio para establecer la más acertada inter-pretación y aplicación de las normas yde todo el ordenamiento jurídico.

Además, el significado del artículo 464CC está casi unánimemente fijado des-

de hace décadas, de modo que difícil-mente puede sostenerse que la polémi-ca de él derivada haya sido estéril.

Por otra parte, ESPIAU (21)(22) sí apre-cia una diferencia esencial entre am-bos preceptos: mientras el 464 CC pre-dica la adquisición de la posesión debuena fe, de modo que se trata de unaregla posesoria que opera en abstrac-to, independientemente de que el tí-tulo sea oneroso o gratuito, el artícu-lo 522.8 CCCat exige que la adquisiciónse haya producido a título oneroso,centrándose en la inatacabilidad deltítulo.

A nuestro juicio, este autor, si bien pa-rece intuir la diferencia esencial entreambos preceptos, no la expresa en to-da su radicalidad. En efecto, el artículo464 CC establece una regla posesoriaabstracta; no obstante (como se ha di-cho), esa abstracción no radica en queopere independientemente de que el tí-tulo sea oneroso o gratuito: se funda enque juega sin necesidad de que el po-seedor deba acreditar título alguno. Elposeedor de buena fe debe poder serconsiderado como propietario real, co-rrespondiendo la carga de probar la pér-dida o privación ilegal a quien alegueesa misma titularidad.

Por tanto, el CCCat añade dos exigen-cias adicionales: que exista título (queel poseedor debe acreditar) y que, ade-más, sea oneroso. Resulta inaceptable,tanto porque no se atiende a la más ele-mental realidad social —no puede exi-girse a todo poseedor que, frente a cual-quier negación de su derecho, acreditesu título— como porque es radicalmen-te contrario a la seguridad del tráfico,manifestada a través de la posesión yque requiere que pueda confiarse en laapariencia que aquélla concede. Al pa-recer, de acuerdo con la regla analiza-da, cualquier poseedor, para ser consi-derado propietario, deberá aportar elcorrespondiente título de adquisiciónonerosa. De esta forma, se implanta unageneralizada sospecha respecto de to-das las situaciones posesorias, que, ca-so de ponerse en duda (aunque sea me-diante una simple pregunta, sin acreditarpérdida ni privación ilegal), obliga al re-querido a mostrar el documento de ad-quisición onerosa.

b) En relación con el efecto previsto enel artículo 522.8 CCCat, debe recordar-se que en él se habla de «la adquisicióndel derecho en que se basa el conceptoposesorio». En este punto, parece haberunanimidad en que se ha configuradouna auténtica adquisición de la titula-ridad. Así lo afirman, por ejemplo, RO-CA TRÍAS (23) y ESPIAU (24). Se tratade un efecto declarado en el propioPreámbulo del Libro V (25), al decir queel artículo analizado «configura la ad-quisición de buena fe de bienes mueblescomo mecanismo transmisor del dere-cho sobre el bien poseído».

A pesar de ello, no consideramos lícitoconcluir —como se viene generalmen-

te afirmando— que, a la vista de ello, elprecepto recoge la tesis germánica. És-ta implica que el poseedor de buena fees, sin más, propietario. No obstante, elDerecho catalán supedita ese efecto aunos requisitos tan distintos que no pa-rece que pueda hablarse de ninguna con-sagración de la aludida doctrina, sinoante algo absolutamente diferente, pen-diente de bautizar.

c) Debe también hacerse mención a laexcepción a la protección concedida alposeedor. Dice el artículo 522.8.3 CCCat:«Los propietarios de un bien mueble per-dido, hurtado o robado o apropiado in-debidamente pueden reivindicarlo de losposeedores que tienen su posesión efec-tiva, salvo que éstos la hayan adquiridode buena fe y a título oneroso en subas-ta pública o en un establecimiento dedi-cado a la venta de objetos similares a di-cho bien y establecido legalmente».

Sin entrar en la crítica a la barroca re-dacción del precepto, nos centramos enlos casos que quedan exceptuados de laprotección posesoria general, que sonlas cosas perdidas, hurtadas, robadas oapropiadas indebidamente.

Pues bien, tampoco parece que este as-pecto haya sido correctamente resuel-to por el legislador catalán. A pesar delas Sentencias del Tribual Supremo de19 de junio de 1945 y 22 de enero de2002, que incluyeron en la excepcióndel artículo 464 CC casos como el abu-so de confianza, en la doctrina españo-la es prácticamente unánime, desdeHERNÁNDEZ GIL (26), el clamor en fa-vor de una interpretación restrictiva delconcepto de privación ilegal contenidoen el artículo 464 CC, propugnando quedebe exclusivamente referirse a los ti-pos penales de hurto y robo. Esa limita-ción ha encontrado tradicionalmente,como mejores argumentos, los siguien-tes: primero, que el párrafo segundo del464 CC habla de sustracción; segundo,que el antecedente inmediato del pre-cepto, el artículo 2279 del Código deNapoleón, emplea la palabra «vol», queúnicamente se corresponde con el hur-to y el robo, y tercero, la referencia alhurto o robo contenida en el inciso fi-nal del artículo 1962 CC.

Al margen de los argumentos, la finali-dad que siempre ha buscado esa inter-pretación es sencilla: evitar que, me-diante la extensión de la excepción, laregla general del artículo 464 CC que-de prácticamente vacía de contenido.Denuncia, entre otras, la Sentencia dela Audiencia Provincial de Baleares de20 de septiembre de 2002: «La eficaciadel artículo 464 del Código Civil para au-torizar una adquisición “a non domino”puede resultar fuertemente obstaculi-zada si se da una gran extensión al con-cepto de “privación ilegal” que se utili-za en la segunda frase del precepto comoexcepción al principio de que la pose-sión de bienes muebles, adquirida de bue-na fe, equivale al título con el que se ini-cia el artículo. La excepción podría serconcebida de modo tan amplio que, de

hecho, anulase la regla. Por ello la doc-trina se muestra partidaria de un con-cepto restrictivo de privación ilegal dela posesión».

Pues bien, a pesar de ello, el artículo522.8 CCCat ha exceptuado de la reglageneral —además, como denuncia ES-PIAU, sin que se haya justificado la dis-crepancia respecto del Proyecto (27)—,además del hurto y el robo, la apropia-ción ilegal. Nos encontramos, pues, an-te una desmesurada excepción a la re-gla general, que resulta especialmentegrave si se toma en consideración quedicha regla está sujeta a presupuestostan exigentes como los ya descritos.

d) Por último, debe analizarse una cues-tión también puesta de manifiesto porESPIAU: si el artículo 522.8 debe abar-car los casos en que el transmitente noes titular de derecho alguno sobre el bien,o carece de poder de disposición, o, ade-más, debe comprender los de anulabili-dad por defectos en la capacidad o vi-cios del consentimiento del transmitente,resolución y rescisión en fraude de acree-dores. Contrariamente a lo manifestadopor autores como BADOSA (28), ESPIAUse muestra partidario de incluir en la nor-ma casos como la anulabilidad, resolu-ción y rescisión descritos (29).

No puede compartirse semejante opi-nión. Con carácter general, porque laredacción del artículo —«aunque losposeedores anteriores no tuvieran po-der de disposición suficiente sobre elbien o derecho»— no permite incluirsupuestos como los citados (que tam-poco históricamente han sido incluidoen esta sede).

Por lo demás, debe añadirse:

i)En cuanto a la anulabilidad, su invo-cación parece imposible teniendo encuenta que únicamente puede ser ale-gada por los contratantes (con las limi-taciones del artículo 1302 CC).Y, en ca-sos como el analizado, el únicointeresado en invalidar la transmisiónserá el propietario privado de la pose-sión, que es un tercero en relación conaquel contrato.

ii) La ampliación de la regla general delartículo 522.8 CCCat resulta más inve-rosímil, si cabe, a los casos de resolución.Obviamente, en caso de incumplimien-to contractual del poseedor de buena fe,dicha resolución sólo podría ser instadapor el transmitente, y no por quien ale-ga ser propietario, de modo que no se al-canza a imaginar qué aplicación pudie-ra tener la regla de protección posesoria.

Por otro lado, si es el transmitente quieninsta la resolución de la transmisión porincumplimiento del poseedor, es obvioque éste jamás podrá negarse la resti-tución (artículo 1124 CC) alegando sucondición de poseedor de buena fe y atítulo oneroso.

iii) La rescisión por fraude de acreedo-res (artículos 1111 y 1291.3 CC) sí pue-

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de ser instada por quien no fue parte enel contrato fraudulento, concretamen-te por el acreedor cuya posibilidad decobro se ve frustrada por aquél.

No obstante, si el poseedor cuya pro-tección se pretende por el artículo 522.8CCCat es el primer adquirente en el con-trato fraudulento, tampoco podrá ale-gar esa posesión para regar la restitu-ción a favor de su transmitente. Y si elposeedor es un posterior subadquiren-te, su inmunidad frente a la restituciónno requiere de la regla que estamos ana-lizando, sino que aparece ya consagra-da en el artículo 1295 CC.

VI. CONCLUSIÓN

Como puede concluirse, nuestra opiniónacerca de la solución contenida en el ar-tículo 522.8 CCCat no es precisamentefavorable. Pudiera pensarse que la regla

en él contenida, al exigir la existenciade título oneroso, evita que se produz-can transmisiones de parte de quien noes propietario, garantizando así, en de-finitiva, la justicia.

No compartimos esa opinión: como su-cede en otros casos de protección de laapariencia (artículo 34 de la Ley Hipo-tecaria, 85 del Código de Comercio, 9 dela Ley de Mercado de Valores, etc.), con-curren aquí dos intereses: el del propie-tario que puede verse privado de su de-recho, y el del adquirente que se basaen determinada apariencia, en este ca-so posesoria. E igual de injusto que pri-var al propietario de su derecho resultaque quien adquiere un bien basándoseen la apariencia, sea posteriormente, porcausas que desconocía, privado de él.

Es por ello falaz la contraposición entrejusticia y seguridad jurídica: ésta es uncomponente esencial de aquélla. ■

Los textos completos de los documentos extractados están disponibles en www.diariolaley.es

NOTAS

(1) RAYMOND SALEILLES, La posesión debienes muebles, Madrid, pág. 103.

(2) FRITZ SCHULTZ, Classical Roman Law,Oxford, 1951, págs. 351 y 352.

(3) ANTONIO HERNÁNDEZ GIL, Revista deDerecho Privado, 1944, págs. 491 ysiguientes.

(4) Digesto, 16, 3, 1, 4: «Cuando uno eligióla fidelidad de otro y no se devuelve eldepósito, debe contentarse con el simpleimporte; mas cuando deposite habiendonecesidad, crece el delito de la perfidia y seha de castigar la pública utilidad paravindicar la causa pública; porque es inútilquebrantar la fidelidad en causas de estanaturaleza».

(5) MARTIN WOLF, Derecho de cosas,Editorial Bosch, Barcelona, 1951, pág. 391.

(6) JERÓNIMO GONZÁLEZ, Estudios deDerecho hipotecario y Derecho Civil,Madrid, 1948, pág. 38.

(7) HOLDSWORTH, citado por NOYES, TheInstitution of Property, Nueva Cork, 1936,pág. 274.

(8) JUAN BERCHMANS VALLET DEGOYTISOLO, La reivindicación mobiliariacomo tema fundamental del artículo 464del Código Civil, Anuario de Derecho Civil,1956, págs. 361 y siguientes.

(9) JOSÉ MARÍA MIQUEL GONZÁLEZ, Laposesión de bienes muebles, Madrid, 1979.

(10) JOSÉ LUIS ALBÁCAR LÓPEZ, CódigoCivil. Doctrina y Jurisprudencia, Tomo II,editorial Trivium, Madrid, 1995.

(11) BRUNO RODRÍGUEZ-ROSADO, Cobrode lo indebido, tradición y usucapión(Estudio de los artículos 464 y 1897 delCódigo Civil y 35 de la Ley Hipotecaria),Anuario de Derecho Civil, n.º 57-3, julio de2004.

(12) NAVARRO AMANDI, Cuestionario delCódigo Civil reformado, tomo II, Madrid,1889, págs. 188 y siguientes.

(13) LEOPOLDO ALAS ARGÜELLES, Lapublicidad y los bienes muebles, Madrid,1920, páginas 131 y siguientes.

(14) ANTONIO HERNÁNDEZ GIL, De nuevosobre el artículo 464 del Código Civil,Revista de Derecho Privado, 1945, págs. 413y siguientes, y Dictámenes, Madrid, 1968,tomo I, págs. 101 y siguientes.

(15) MANUEL ALBADALEJO GARCÍA,Derecho Civil, tomo III, Barcelona, 2002,págs. 114 y siguientes.

(16) JOSÉ LUIS LACRUZ BERDEJO, Elementosde Derecho Civil, tomo III, Madrid, 2000,págs. 200 y siguientes.

(17) LUIS DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN yANTONIO GULLÓN BALLESTEROS, Sistemade Derecho Civil, tomo III, Madrid, 1995,págs. 673 y siguientes.

(18) JOSÉ MARÍA MIQUEL GONZÁLEZ,Notas sobre el artículo 464 del Código Civily la reciente jurisprudencia, Anuario deDerecho Civil, 1999, vol. 52, n.º 2, págs.574 y siguientes.

(19) JOSÉ PUIG BRUTAU, Fundamentos deDerecho Civil, tomo III, Editorial Bosch,Barcelona, 1978, págs 83 y 84.

(20) ENCARNA ROCA TRÍAS, Institucions deDret Civil de Catalunya, vol. IV, EditorialTirant lo Blanch, Valencia, 2007, pág. 85.

(21) SANTIAGO ESPIAU ESPIAU, Laadquisición de buena fe de bienes mueblesen la regulación del Código civil deCataluña, Anuario de Derecho Civil, 2007,vol. I, pág.18.

(22) SANTIAGO ESPIAU ESPIAU, Laadquisición de buena fe de bienes mueblesen la regulación del Código civil deCataluña, Jornades de Dret Català a Tossade Mar, segunda ponencia.

(23) ENCARNA ROCA TRÍAS, op. cit., pág. 85.

(24) SANTIAGO ESPIAU ESPIAU, op. cit.,pág. 20.

(25) Preámbulo, III, 4.

(26) ANTONIO HERNÁNDEZ GIL, El giro dela doctrina española entorno al artículo 464del Código civil y una posible interpretaciónde privación ilegal, Revista de DerechoPrivado, 1944, págs. 413 y siguientes.

(27) SANTIAGO ESPIAU ESPIAU, Laadquisición de buena fe de bienes mueblesen el Proyecto de Libro V del Código civil deCatalunya, La Notaría, 11-12, noviembre-diciembre 2003, págs. 13 y siguientes.

(28) FERRAN BADOSA COLL, Els sistemasadquisitius a Catalunya, Jornades de DretCatalà a Tossa de Mar, segunda ponencia.

(29) SANTIAGO ESPIAU ESPIAU, Laadquisición de buena fe de bienes mueblesen la regulación del Código civil deCataluña, Anuario de Derecho Civil, 2007,vol. I, págs. 21 y 22.

La publicación del auto del TC permite,tras su publicación en el BOE, la recu-peración de la primera Ley de desarrollode Derecho foral civil valenciano y unnuevo impulso al desarrollo de la LeyOrgánica 1/2006, de 10 de abril, de Re-forma de la Ley Orgánica 5/1982, de 1de julio, de Estatuto de Autonomía dela Comunidad Valenciana.

Para el ente autonómico, esta Ley ma-terializa la importancia de la reformadel Estatuto de Autonomía de 2006, por-que se trata de la primera Ley de Dere-cho civil propiamente dicho que regulael Derecho de familia desde hace 300años.Concretamente desde que en 1707se promulgan los Decretos de NuevaPlanta y se deroga todo el sistema le-gislativo e Institucional del Reino de Va-lencia, y también el de Aragón.

Además, el rechazo al recurso interpues-to por el Gobierno central a todo el ar-ticulado de la LREM dota de nuevos ar-gumentos al ente autonómico parahacer frente al recurso de inconstitucio-nalidad presentado por el Ejecutivo deJosé Luis Rodríguez Zapatero, ya que, enla práctica, sólo 11 de los artículos fue-ron tratados en la negociación en la co-misión bilateral por dudosa legalidad.

La renovada norma establece que todoslos matrimonios que se celebren en laComunidad Valenciana, a partir de juliode este año, lo harán en régimen de se-paración de bienes y no de ganancialescomo hasta la fecha. Se trata de una res-puesta a la realidad social, ya que, se-gún el Gobierno autonómico, desde elaño 2003 hasta la fecha, el 75% de laspersonas que contraían matrimonio acu-dían a la Notaría para acogerse al régi-men de separación de bienes.

En concreto, esta Ley tiene tres pilaresfundamentales: en primer lugar, intro-duce la libertad de pactos entre los cón-yuges, para que adopten el régimen eco-nómico matrimonial a sus necesidadese intereses. Garantiza la igualdad entreel hombre y la mujer en la toma de de-cisiones.Y, asimismo, protege a los másdesfavorecidos, hijos menores, discapa-citados, mayores en situación de de-pendencia o víctimas de violencia degénero.

De hecho, el régimen económico matri-monial valenciano tiene como funda-mento «la plena igualdad jurídica» delos cónyuges y se define por «la más ab-soluta libertad civil entre los mismos,sin perjuicio de la necesaria protección

CorresponsalíasAutonómicasComunidad Valenciana

LA LEY 30469/2008

Valencia recuperasu primera normaforal y tiene otras dos más en la recámara El Tribunal Constitucional (TC) ha levantado la suspensión cautelarde la Ley de Régimen EconómicoMatrimonial (LREM) de la Generalidad Valenciana.Y el Gobierno autonómico no haperdido ni un minuto en presentarlaen sociedad, especialmente en los tiempos que corren. Es uno de los primeros pasos para larecuperación del Derecho civilvalenciano. Conseguido el primerreto, ahora la Generalidad anunciaque priorizará dos iniciativaslegislativas más: la Ley de Sucesionesy la Ley de Derechos Reales y Contratos.

José Antonio GIMÉNEZFERNÁNDEZPeriodista

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14 1 de septiembre de 2008

social, económica y jurídica de la fami-lia, en especial en los casos de violenciade género o familiar y de las medidasde protección integral de los hijos me-

nores y discapacitados, así como de per-sonas mayores o en situación de de-pendencia», tal y como recoge el enun-ciado de su artículo tercero. ■

LA LEY 30470/2008

Castiga la violencia de género

La adaptación del Derecho foral a la realidad actual no sólo llega conel respeto a la Constitución española y la legislación vigente, sino tam-bién a los problemas que afectan gravemente a la sociedad, caso de laviolencia de género. De ahí que la LREM implemente medidas de pro-tección de las víctimas de malos tratos y, cuando exista sentencia firmepor violencia de género, se impongan sanciones patrimoniales paraquien resulte condenado.

De este modo, en el caso de muerte de la pareja, el causante de la mismaperdería el derecho al ajuar doméstico o la adjudicación preferente del usode la vivienda familiar que le correspondería por derecho en la herencia.

Así, tal y como recoge el texto de la LREM: «El derecho de adjudicaciónpreferente al cónyuge supérstite no se reconocerá en aquellos casos enlos que el fallecimiento de uno de los cónyuges haya sido causado porviolencia doméstica ejercida por el superviviente y éste haya sido con-denado por la muerte dolosa del otro en sentencia firme y también cuan-do el cónyuge supérstite hubiera estado incurso en otra causa de indig-nidad para suceder o de desheredación».

Otro de los aspectos destacables de la Ley es el reconocimiento del traba-jo doméstico y el establecimiento de una compensación económica en elcaso de disolución del matrimonio. Asimismo, amplía el concepto de lascargas familiares, puesto que se incluye la atención a mayores en situa-ción de dependencia, o la atención de los hijos menores o discapacitados.

En el primer caso, se considera trabajo doméstico la contribución al le-vantamiento de las cargas del matrimonio, así como la colaboración noretribuida o insuficientemente retribuida que uno de los cónyuges pres-te al otro en el ejercicio de su actividad empresarial o profesional.

Por ello, la LREM estipula que se tenga en cuenta con «carácter orien-tativo y como mínimo» el costo de tales servicios en el mercado labo-ral, los ingresos que el cónyuge que preste tales servicios haya podidodejar de obtener en el ejercicio de su profesión u oficio como conse-cuencia de la dedicación al trabajo doméstico «en cualquiera de sus ma-nifestaciones, o los ingresos obtenidos por el cónyuge beneficiario detales servicios en la medida en que su prestación por el otro cónyuge leha permitido obtenerlos».

La misma consideración tendrá la atención especial a los hijos, disca-pacitados y a los ascendientes, que vivan en el hogar familiar o en el su-yo propio o en otro establecimiento de acogida, pero en régimen de de-pendencia económica y asistencial, en su caso, del matrimonio.

Del mismo modo, la LREM recupera una institución típicamente valen-ciana como la germanía, es decir, que los cónyuges pueden poner encomún uno o más bienes que ellos deseen y a la vez tener régimen deseparación de bienes, una figura que no existe en el Código Civil.

Tras la entrada en vigor de la Ley de Régimen Económico Matrimonial,la Generalidad Valenciana ha anunciado que priorizará dos iniciativas le-gislativas más de la Comisión de Codificación del Derecho Foral, concre-tamente la Ley de Sucesiones y la Ley de Derechos Reales y Contratos.

LA LEY 30471/2008

Lagunas competenciales en lascondenas de tráfico

Los Juzgados de lo Penal alicantinos han dado la voz de alarma. En almenos dos casos, conductores sancionados han tratado de eludir elcumplimiento de la pena de trabajos en beneficios de la comunidad. Lasituación ha generado un conflicto de competencias entre un Juzgadode lo Penal y el de Vigilancia Penitenciaria sobre a quién de los dos le co-rresponde hacer que se cumpla la pena.

Al parecer, el Juzgado de lo Penal impuso la condena a trabajos co-munitarios al conductor y lo remitió a los Servicios Sociales Peniten-ciarios para que le hicieran un programa personalizado sobre cómodebía cumplir la condena. Después no se presentaron para hacer laprestación. En teoría, los hechos serían constitutivos de un delito dequebrantamiento de condena. En la práctica, no hay delito de que-brantamiento, porque la condena ni siquiera ha empezado a cumplir-se y, por tanto, no se trata de un asunto que competa a Vigilancia Pe-nitenciaria.

Lo curioso es que tampoco se puede ordenar la detención del reo, por-que no hay ninguna condena de prisión contra él. Y, al final, es posibleque la pena prescriba -algunas de ellas deben cumplirse antes de unaño-, ya que mientras que los conductores no digan expresamente queno quieren cumplir la condena, se va prolongando la situación.

La cuestión es quién le pone el cascabel al gato. El cascabel —y tam-bién el sentido común— lo ha puesto la Audiencia Provincial. El controlde estos casos corresponde al Juzgado de Vigilancia, porque los pena-dos ya habían ido a los Servicios Sociales. Eso sí, el fallo no entra a de-cir qué pasaría si el penado ni siquiera se presenta en la oficina, comoya está empezando a ocurrir, o cómo deben hacer los Jueces que se cum-pla la Sentencia.

Con la reforma del Código Penal, los trabajos en beneficio de la comu-nidad han pasado a ser la pena principal con la que se castiga el exce-so de velocidad y conducir ebrio o sin carné. La prisión se reserva sólopara los casos más graves y la mayoría de las condenas que se imponenson multas o trabajos.

Acreditar la participación ciudadana por Ley

La Ley de Participación Ciudadana de la Generalidad Valenciana ya es-tá en vigor. Al margen de otras consideraciones y de los sucesivos re-cortes que ha sufrido, esta norma defiende los derechos políticos delos ciudadanos y los convierte en copartícipes en las decisiones, en es-te caso, del Gobierno autonómico. Así, los anteproyectos de Ley o pro-gramas que definan políticas sectoriales del Consell deberán llevar con-sigo un informe de participación ciudadana, tal y como recoge la nuevanorma.

Este informe recogerá aquellos mecanismos empleados para conocerla opinión de la ciudadanía, el resultado de dicho proceso, así como laevaluación sobre aquellas sugerencias o iniciativas que se hayan inclui-do en el texto. Esta medida no afecta a los anteproyectos de Ley y pro-gramas que recaigan sobre materias excluidas de la iniciativa legislati-va popular.

Según el Estatuto de Autonomía, todos los valencianos tienen derechoa participar de forma individual o colectiva, en la vida política, econó-mica, cultural y social de la Comunidad. La Ley de Participación Ciuda-dana trata de convertir unas palabras en hechos. De hecho, los ciuda-danos podrán participar en la elaboración de leyes y normas, bien atítulo individual o a través de entidades ciudadanas. Eso sí, la Generali-dad regula la composición de los órganos de consulta que en el caso delos denominados paneles ciudadanos estarán formados por al menossiete ciudadanos y cinco entidades.

brevesEn Comunidad Valenciana

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Intrusismo profesional en concurso con abusos sexualescometidos por un osteópata que realiza actos propios de un especialista en ginecologíaRESUMEN DEL FALLO:La Audiencia Provincial confirma la sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 6 de LasPalmas que condena por un delito de intrusismo en concurso ideal con un delito con-tinuado de abuso sexual.

DISPOSICIONES APLICADAS:Arts. 181.1 y 403.1.2 CP 1995 (LA LEY 3996/1995).

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1 de septiembre de 2008 15

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Tribunal Superior de Justicia de MadridTSJM Sala de lo Contencioso-administrativo,Secc. 9, S 22 Abr. 2008

Ponente: Pazos Pita, Margarita Encarnación.

LA LEY 58659/2008

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onsulte los textos íntegros en

Responsabilidad de la Administración por losdaños causados por el aumentoincontrolado de cigüeñas en el Parque Regional de la Cuenca Alta del ManzanaresRESUMEN DEL FALLO:El TSJ Madrid estima en parte el recurso contencioso-administrativo interpuesto con-tra la desestimación presunta de las reclamaciones formuladas ante la Consejería deMedio Ambiente y declara la existencia de responsabilidad de la Administración porlos daños y perjuicios ocasionados por el aumento de población de la especie cigüe-ña blanca en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.

DISPOSICIONES APLICADAS:Arts. 139 [y ss.] y 141.1 LRJAP (LA LEY 3279/1992); arts. 14 y 15.1 L 2/1991 de 14 Feb.CA Madrid (protección y regulación de la fauna y flora silvestres) (LA LEY 1943/1991);arts. 2.a, 3, 11 y 12 L 1/1985 de 23 Ene. CA Madrid (Parque Regional de la Cuenca Al-ta del Manzanares) (LA LEY 117/1985).

RESPONSABILIDAD DE LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS.—Indemni-zación por daños producidos por el aumento incontrolado de la pobla-ción de la especie protegida de cigüeña blanca.—Concurrencia de cul-pas de la Administración y los interesados.

Solicitan los interesados una indemnización por los daños y perjuicios oca-sionados por el aumento de población de la especie Ciconia Ciconia —ci-güeña blanca— en explotación agraria. Ésta, se encuentra situada dentrodel Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, zona en la que laAdministración demandada asume un deber de proteger la integridad delconjunto de los ecosistemas, estableciéndose las directrices que incluyen elcontrol y el chequeo de los mismos y específicamente, el control de las po-blaciones de las especies que pudieran quedar fuera del equilibrio, sin que,

sumario

Audiencia Provincial de Las PalmasAPLP Secc. 1, S 31 Ene. 2008

Ponente: Vielba Escobar, Carlos.

LA LEY 43993/2008

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onsulte los textos íntegros en

UN SALTO DE CALIDADpara afrontar con garantías la nueva Ley de Contratos del Sector Público

CONTRATACIÓNADMINISTRATIVA

EL CONSULTOR

Autores:José Antonio

Moreno Molina y Francisco Pleite

Guadamillas

NUEVODVD CON

ACTUALIZACIÓNTRIMESTRAL

30 de abril de 2008:

Entrada en vigor de la nueva

Ley de Contratos del Sector Público

CONTENIDO: Comentarios; Informes; Consultas; Jurisprudencia;Código; Legislación; Formularios; Bibliografía; Información «on line».

Tel. 902 42 00 10 / [email protected] / www.laley.es

por lo tanto, pueda excusar al cumplimiento de tal deber la circunstanciade que debido a la bondad climatológica de los últimos años y la abundan-cia de alimentos, las cigüeñas permanezcan en la finca, no realizando losviajes migratorios característicos de esta especie. Y a este respecto el infor-me pericial acredita el desequilibrio producido como consecuencia del ex-ceso de nidificación y aumento de población de cigüeñas, y, así, tras la des-cripción de los daños producidos, se señala que como consecuencia de ellose ha producido una ruptura del equilibrio entre todas las especies existen-tes en la dehesa, a favor de las cigüeñas y en detrimento de las demás, ha-ciéndose patente la imposibilidad de desarrollar el aprovechamiento sos-tenible de la dehesa, en general, y comprobándose la desaparición por muertede la especie principal de esta dehesa, es decir, el fresno. Ruptura de equi-librio que no podía pasar desapercibida para los órganos encargados de lagestión del Parque, pero por otra parte, ante tal situación, los recurrentes,podían haber solicitado las autorizaciones e intervenciones pertinentes pa-ra la protección de la finca, exigiendo la adopción de las medidas oportu-nas. Por tanto media una concurrencia de culpas en la causación del resul-tado lesivo.

Page 16: Artículo en 'La Ley

INTRUSISMO PROFESIONAL.—Ejercicio de actos propios de una profe-sión sin estar legitimado.—Bien jurídico protegido.—Médicos.—Realiza-ción por el acusado, en su condición de osteópata, de actos propios y re-servados a los licenciados en medicina.—Exploración física de la pacientey realización de un diagnóstico que correspondía a un ginecólogo.

La antijuridicidad de la conducta tipificada en el art. 403 CP 1995 radicano tanto en la falsedad, cuanto en el ejercicio de actos propios de la pro-fesión que el título, de existir, ampararía, es decir, el acento descansa másbien en el ejercicio de actos propios de una profesión sin estar legitimado.El bien jurídico protegido, además del interés corporativo de un determi-nado grupo de profesionales, radica en proteger el interés colectivo de queciertas profesiones sólo la ejerzan aquellas personas que están debidamen-

te capacitadas por la Administración Pública en atención a la superior na-turaleza de los bienes jurídicos que pueden quedar afectados por los actospropios de tales profesiones: vida, integridad corporal, libertad y seguri-dad, etc. Pues bien, en el caso, se perfecciona el delito en tanto que el acu-sado, excediéndose de las competencias o atribuciones que en su condi-ción de osteópata le eran propias, realizó una exploración de la paciente yefectuó un diagnóstico —desviación de coxis y útero en retroflexión—, ac-tividades que son propias, y por tanto les estaban reservadas a los profe-sionales de la medicina, y en concreto a un ginecólogo. En este escenario,es irrelevante que el acusado no se arrogase el título de médico, ya que dehacerlo hubiera incurrido en la figura agravada del art. 403.2 CP 1995 nique la «paciente» supiera que no era médico en el sentido académico deltérmino. Lo relevante penalmente es la actuación de una praxis propia deun médico aunque no se atribuye tal condición ni hubiera engaño al res-pecto entre los pacientes. ■

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16 1 de septiembre de 2008

sumario

Igualdadefectiva de mujeresy hombres

NUEVO

Comentarios a la Ley Orgánica 3/2007,de 23 de marzo

objeto de la Ley Orgánica 3/2007, es claro y categórico: «hacer efectivo el dere-cho de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres, en parti-

cular mediante la eliminación de la discriminación de la mujer, sea cual fuere su cir-cunstancia o condición, en cualesquiera de los ámbitos de la vida y, singularmente, enlas esferas política, civil, laboral, económica, social y cultural».

Se trata, como ha señalado el Consejo General del Poder Judicial, de una disposicióncon una gran amplitud de contenidos y ambiciosa en su ámbito de protección. Lo cualse debe, sin duda, a la necesidad de cumplimentar la normativa de mínimos que im-ponen las Directivas comunitarias que quedan en ella incorporadas.

En esta obra se analiza el significado general y conceptual de la Ley Orgánica, sus as-pectos administrativos, mercantiles y laborales.

El

COORDINADORES:

Tomás Sala Franco (coordinador general)María Amparo Ballester PastorJosé María Bañó LeónJosé Miguel Embid IrujoJosé María Goerlich Peset

Páginas: 752 / Encuadernación: RústicaISBN: 978-84-9725-886-9

LA LEY, un paso por delante

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