Aspectos de La Cuestion Wagner Nietzsche en La Cataluña Modernista

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En pocos campos literarios como el modernista sigue conservando cierta fuerza de persuasión el concepto de Zeitgeist

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  • Aspectos de la cuestin Wagner/Nietzsche en la CatalutiaModernista *

    GIOVANNI ALLEGRAUniv. de Perugia

    Oscura es la noche: oscuros los caminos de Zarathustra. Ven, t , froy rgido camarada, Ilevarete all donde enterrarte con mis manos.

    F. Nietzsche, As habl Zarathustra **

    En pocos campos literarios como el modernista sigue conservan-do cierta fuerza de persuasin el concepto de Zeitgeist y en pocas po-cas como en la modernista puede legtimamente hablarse de un climacultural, de ideas que estn en el aire. Nuestra intencin es hoy la deaislar unas vetas del espiritu del tiempo modernista haciendodestacar las consecuencias que la lectura de unos pocos textos-claveprodujo, o pudo haber producido, en aquella parcela del debate estticoque se manifest en Cataluria. Ha escrito Gustav Siebenmann que elmodernismo cataln, movimiento que califica de transicin entre lareinaxenpa y el noucentisme, fue la expresin de un entusiasmoidealizante que quera manifestar [...] una protesta contra el crecientematerialismo de una burguesa embriagada con la victoria de larevolucin industrial [...] Oscilante entre el culto de la voluntadpredicada por Nietzsche y la lujuria decadentista, el modernisme fuems una crisis prolongada que un movimiento de renovacin cultural.

    Si aceptamos, en parte, la justeza de esta valoracin nos parecetil buscar fechas de nacimiento e hitos de tan prolongada crisis. Basereiteradamente citada para registrar la existencia de una atmsferamodernista avant la lettre en Cataluria sigue siendo la famosa pgina deRubn Daro en su viaje finisecular por Europa, cuando nos habla deBarcelona como de una ventana abierta a la luz universal2.

    Texto de la conferencia pronunciada por el autor el 25 de enero de 1984. Universidad deAlicante.

    ** Vase la n. 30.G. Siebenmann, Modernismo y vanguardia en el mundo ibrico, Anuario de Letras

    (Mxico), XX (1982), pp. 251-286 (pp. 257-258).2 R. Dario, Obras compleias, Madrid, 1950, III, p. 39.

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    GIOVANNI ALLEGRA

    Esta atmsfera vena fragundose, con sus vaivenes y sus precariasfortunas, desde por lo menos un par de dcadas, y no es un azar que elprimer nombre de alcance realmente universal que hace su aparicin enella sea el de Richard Wagner. Su presencia anticipadora es otra pruebade la naturaleza europea del movimiento, pues el ensayo que lededica Juan Marsillach en 1878 es el primero en Esparia y uno de losprimeros en el Continente. Trabajo admirable si consideramos la pocaen que se escribi y la jovencsima edad de su autor, este libro tiene paranosotros el valor de indicarnos unas constantes que hallaremos entoda el rea del modernismo. Escrito en castellano en una poca enque ya se haca frecuente uso de la lengua catalana, tiene el libro laevidente ambicin de introducir ideas posteriormente llamadasneorromnticas sobre las estructuras metahistricas del Musikdra-ma. Es decir, su ndole de epopeya popular, el trasunto legendario delas baladas, la preferencia para cuanto pertenece a las poticascreaciones de la mitologa septentrional, lo cual explica cmo, segn elmusiclogo barcelons, el Rienzi es obra que ni literaria ni musical-mente pas de ser un mero ensayo, eco, sin duda, de no pocos juiciosdel grupo de Bayreuth3.

    Estamos delante, claro est, de una predileccin por la visinarcaica y esfrica del tiempo que tiene su terico en el mismo Wagner,su ms precisa formulacin en la doctrina nietzscheana del eternoretorno, su reflejo hispnico en los textos ms ambiciosos delmodernismo. Emerge, desde las pginas dedicadas por Marsillach a losNibelungos, una suerte de campo semntico que se contrapone tanto alos cnones del arte burgus como a los de la pera italiana o francesaque domina en aquellos arios. Nada de la mediocritas realista odidctica, sentimental o bullanguera del teatro de diversin parececorresponder a la visin juvenilmente admirada, algo ingenua si sequiere, que trasluce de palabras como stas: dioses, gigantes, parcas yondinas; [...] los mismos elementos en perpetua lucha forman unaepopeya grandiosa, imponente y colosal como el genio que le diovida 4.

    Tambin debe serialarse que un captulo de este libro (El festivalde Bayreuth) se abre con un epgrafe nietzscheano, sospechando,quiz su autor, sin quererlo, una interdependencia ideolgica quetras arios de negacin ha vuelto a imponerse a la atencin de loscrticos 5 . De hecho la nocin de gran estilo es el Leitmotiv de este

    3 J. Marsillach Lleonart, Ricardo Wagner. Ensayo biogrfico-crtico, con un prlogp epistolardel Dr. J. de Letamendi, en donde se legitima por la Filosofa del Arte teatral la aparicin del granreformador, Barcelona [1878], p. 60.

    Ibid., p. 64.5 En campo musicolgico vase especialmente P. Isotta, Le ali di Wieland, en R. Wagner,

    L'opera d'arte dell'avvenire, Milano, 1983.

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    wagnerismo en ciernel que polemiza contra la moda operstica no tantopor su derivacin novelesca como por el vulgar sentimentalismo quevehicula. El Wagner de Marsillach constituye un conjunto mtico, unsistema ideolgico-musical que nos hace comprender la razn por lacual Arrigo Boito apadrin la versin italiana de su ensayo en la tierraque ms fuerte resistencia ofreca al drama wagneriano6.

    Aqu no queremos entrar en los detalles tcnicos de esta contribu-cin espariola a la formacin del caso Wagner sino solamente serialarun dato que se har constante en el espritu del movimiento que nosocupa: la importancia primeriza, en este modo de enfocar la cuestindramtico-musical, es de ndole mtica y esttica, la misma queencontraremos en la veta literaria representada por un Jeroni Zann,por ejemplo, o en un soneto poco conocido de Miquel dels Sants Oliver.

    Oh poeta, oh cantor del vell Imperi!Amb ton vaixell fantasma t'estengueresa platges de recndita hermosura.

    Son encantats palaus d'obri el misteri,per record de pelegri en endugueres

    la intacta flor de la flegenda pura.

    Este clima wagneriano tiene cierto lejano parecido con el que sedesprende de dos novelas muy importantes de D'Annunzio, ambastraducidas al espariol por un cataln y publicadas en Barcelona, 11trionfo della morte e 11 fuoco. Esta ltima concluye, como es sabido,con las exequias venecianas del maestro alemn, cuando el protagonistaStelio Effrena acaba rindiendo homenaje a la grandeza del rivelatoreche aveva trasformato in infinito canto per la religione degli uomini leessenze dell'Universo 7 . Donde la expresin revelador, muy de lapoca, no limita su extensin ni a Wagner ni a la esfera musical, debidoa su paralelismo con la teora sobre el poeta-vate (voyant) tanvinculada a todo el simbolismo europeo. Tampoco est de sobrarecordar la importancia de D'Annunzio en el modernismo hispnico en

    6 Gioacchino Marsillach Lleonardt [sic] Riccardo Wagner. Saggio biogralko eriiico,versione dallo spagnuolo di D. Rubbi. El tomo contiene tambin un ensayo de

    .F. Filippi, Secondoviaggio nelle regioni dell'avvenire, adems una interesante carta de Marsillach a Boito, otra deWagner a Boito, y la carta-prlogo de Letamendi a Marsillach, Milano, 1880.

    G. D'Annunzio, 11 fuoco (1900). E. Paratore, D'Annunzio e Wagner, Quaderni delVittoriale, 34-35 (1982), trata magnficamente este tema.

    Las dos citadas novelas dannunzianas . se tradujeron al espaol en Barcelona por el cataln

    Toms Orts-Ramos, El triunfo de la Muerte y El Fuego; las public Mucci (s.a., pero a primersimosde siglo). El pasaje entrecomillado en el texto es traducido asi por Orts-Ramos: ...Aquel quehaba transformado en infinito canto para la religin de los hombres, las fuerzas del Universo,Fuego, cit., vol. II, oo. 213-214. Dannunzianos y wagnerianos eran a menudo los mismos, asSalvador Vilaregut que tradujo La fiaccola sotto il moggio con el ttulo La Ilantia del odi,Barcelona, 1908.

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    general y en el de Cataluria, donde, introducido por la revista oficialdel wagnerisrno, Juventut, supuso, segn un estudioso de esta poca,un model de superaci del decadentisme a travs d'una ideologianacionalista i messinica...; a travs de la insistencia en l'exaltacinietzscheana de la voluntat i del messianisme, hom atribuYa a l'escriptorel paper de guia i profeta de la comunitat 8 . Opinin que puedecompartirse no sin antes aclarar que el vago trmino mesianismo,cuando a D'Annunzio se refiere, es lo ms remoto posible de ciertosproyectos de palingnesis igualitaria acariciados en las contemporneasrevistas cratas; lo mismo debe decirse de toda lectura simplementevoluntarista del Nietzsche que influye sobre este D'Annunzio.

    Y decimos esto porque, como acontece en el superhombreinterpretado por Pere Coromines, no faltaron desde un principiointentos de amansar la dinamita ideolgica de la Tetraloga y de la Obrade arte del porvenir. Por ejemplo, al doctor Letamendi, en un prlogoepistolar que acompaaba el ensayo de Marsillach, se le ocurraaconsejar a sus coterrneos, y para sanar los males de la sociedad, queorganizaran grupos de propagacin de la reforma wagneriana,estableciendo entre todos ellos estrecha solidaridad, como tambinentre ellas y la wagneriana universal. Panacea que, segn este buensabio, hara posible un prximo renacer seg n la ltima norma delprogreso 9.

    La verdad es, por el contrario, muy otra: aparte la importanciatemtica del legendario, la funcin metapotica de la polifona, larenovacin de los estatutos y de las estructuras del drama, el magisteriode Wagner integra precisamente la honda y extensa sensibilidadneoarcaicista de la Europa del fin de siglo. Si en Cataluria los brotesms acusados de este sentimiento afloran en personajes como Rusiol yAlexandre de Riquer, influidos ms bien por la ladera anglo-francesadel estetismo, no debe olvidarse que, con anterioridad al Ruskinmoralista, es precisamente Wagner quien formula una de las denunciasms radicales del industrialismo y del cientifismo. Reza as un famosoprrafo de la Obra de arte del porvenir: El alma de la industria mata alhombre para utilizarlo como una mquina...; el alma de nuestra cienciadesta* sacrifica al hombre para que sea devorado por un dios inmaterialfuente de toda "necesidad" y de lujo; y es sta, desgraciadamente, lacondicin del arte actual 1 . Fragmento embrionario, si los hay, de todasu crtica a la modernidad, a la alienacin por el trabajo y a sus fetichesmercantiles (el lujo), al concepto judaico-cristiano de dios inmaterial,

    J. LL. Marfany, Aspectes del Modernisme. Barcelona, 1979, p. 28.9 Cf. J. Pena, El doctor Letamendi, en Varios Autores, XXV Conferencies, (por cuenta de la

    Associaci Wagneriana), Barcelona, 1908, p. 220 s.' R. Wagner, Das Kunstiverk der Zukunft, 1849, I. Hubo traduccin parcial al cataln de

    J. Pena, Msica del Pervindre. L'Art i la Revoluci, Barcelona, 1909.

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    y, por supuesto y como de resultas, al teatro contemporneo dondetriunfa la frivolidad y el pasatiempo.

    Este ltimo punto, el de ms inmediata comprensin, se convirtien el puntal polmico y hasta en el tpico de los wagneristas catalanes,de Marsillach a Jeroni Zann, de Joaquim Pena a Xavier Viura.

    No tan conocido como merece fue ya en pleno modernismo elesbozo de interpretacin que un musiclogo ilustre, Felip Pedrell, dio dela obra wagneriana en el ensayo titulado De msica nacionalista. En lanueva msica Pedrell ve la integracin de dos polos, religioso el uno,popular el otro que mutuamente se atraen y compenetran regresando alas bellezas arquetpicas del corazn humano, de la belleza divina eincreada, y la belleza humana, adivinada y refleja que forman lamisteriosa y dulce compenetracin del arte.

    El autor de este ensayo critica el Renacimiento como poca en quela msica empieza a empobrecerse o deshacerse de aquellos valorestrgicos y eternos que la polifona de Palestrina supo individualizar yexpresar. Es ese uno de los pilares de la doctrina wagneriana que irfructificando en la corriente continuadora del Musikdrama y en laliteratura surgida a su alrededor. Su esencia estriba en el valoreuropeo de la restauracin polifnica de Palestrina. De este modo eslcito asociar a Pedrell con toda una corriente de m sicos y musiclogosque llega a su cumbre en una obra de Hans Pfitzner, Palestrina,precisamente, y comentada por Thomas Mann como ejemplo sublimede arte trgico. A los ojos del novelista y crtico alemn el m sicoitaliano reinterpretado por Pfitzner es un smbolo conscientementeradical de la esfera wagneriano-schopenhaueriana, romntica, cuyosrasgos marcadamente drirerianos y fusticos, cuya aura methfsica,cuyo thos de "cruz, muerte y sacrificio" protagonizan ese verdaderotestamento de una poca y de una cultura que son las Betrachtungeneines Unpolitischen12.

    Al unlsono con la mejor crtica europea Pedrell individualiza as elpathos palestriniano y lo relaciona primero con la msica de Victoria ydespus con la de Wagner, no sin haber condenado el Renacimiento,negador de la enserianza polifnica, lo mismo que sus herederos, loscontemporneos compositores de pera, harn con Bach, el m sicoms creyente de los tiempos modernos' 3 . Lo que tambin resultaevidente en Pedrell es su rigurosa filiacin neorromntica reflejada,como se sabe, en la triloga Els Pirineus y que le une al movimiento

    esttico europeo. Ms all del simple nacionalismo de poca que elttulo pedrelliano dejara suponer, su concepto de polifona lleva

    " F. Pedrell, De msica nacionalista. en XXV Conferencies, cits., p. 5.12 Se cita por la ed. it. de M. Marianelli, Considerazioni di un impolitico, Bari, 1967, p. 356

    passim.Pedrell, art. cit., p. 6.

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    consigo la nocin de arte como patrimonio mtico, de memoriacolectiva y ritual que la msica postrenacentista y moderna habamarginado, pero que, a modo de ro subterrneo, segua circulandodesde la tradicin medieval hasta la escuela flamenca y de ah hasta laitaliana del XVI que alcanza su perfeccin en Palestrina.

    Por esto son aleccionadoras las citas indirectas del discursopedrelliano en fragmentos que si por una parte denuncian la decadenciamusical del siglo en que haba nacido con la inundacin de peras yarietas... que hundi en imperdonable olvido cuanto el espritu humanohaba conquistado, por otra anuncian el resurgir de un clima quehace posible oir y admirar los concentos hierticos y tradicionales.Leemos concentos y no conciertos, como en el Somnium Scipionis deCicern que utiliza preciosos fragmentos de la Repblica y del Timeode Platn. La palabra concento, en el cuadro que en esta rpidadisertacin hemos perfilado, nos conduce directamente al mito de laarmona de las esferas, verdadero topos del espritu occidental, segnpudo mostrar el memorable estudio de Leo Spitzer ".

    Como se ve, nada hay aqu de modernismo como blandenguera ofalsedad, nada de posturillas esteticistas o atrocidades que preocupa-ban tanto a Clarin como a su amigo Josep Yxart, y produciran losconocidos desdenes de Unamuno. Mucho, en cambio, se deja ver delespritu que va sacudiendo otras reas de la cultura europea yfraguando las tempestades estticas hoy vueltas a aflorar en los debatesacerca de la modernidad. Las miras de Pedrell se salan muyambiciosamente de los lmites del modernismo como fenmeno decultura Verncula. No nos extraria pues que un Jaume Brossa, que notena precisamente autoridad para ello, le reprochara haberse equivoca-do en la valoracin de la obra wagneriana y esto, nada menos, que porescasez de conocimientos tericos. Ni que al mismo Brossa pudieraconcebir agresiones verbales como las que indican estas palabras:Vost festegi amb les seves Zoraides i Lindarajas...; mntrestant, des dela nostra msica indo-germnica, ens compadirem de vost al veureque cultiva msica semtica, fent-se il rinnegato i encesant-se amb l'artd'una raca inferior 15 . Lo de rinnegato se deba el imperdonableespariolismo de Pedrell, verdadera explicacin de la feroz campariaque en aquellos arios se mont contra el maestro tortosino. Desde lactedra de su supuesto indo-germanismo el periodista antes menciona-do lleg a escribir estas otras amenidades: Em sembla que quantPedrell vulgui entrar a la [sic] Walhalla, en Wagner ordenar quetanquin la porta...; aleshores sols li quedar un recurs: anar al purgatori

    L. Spitzer, Classical and Christian Ideas of World Harmony, (1963).15 Cf. F. Bonastre ,Bertrn, Felipe Pedrell. Acotaciones a una idea, [Barcelona] 1977, cit. en la

    p. 107.

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    del Dant Alighieri, acompanyat d'en Palestrina i en Victoria 16 . Sindarse cuenta de ello, Brossa, citando estos tres apellidos para vergiienzade Pedrell, indicaba la hondura y la latitud de referentes culturales delwagnerismo de ste17.

    Al lado de otras pruebas exegticas raramente a la altura delasu'nto tratado mencionaremos aqu de pasada la que propiamentepuede llamarse fortuna de Wagner en Cataluria. Fortuna que, como essabido, tuvo su foco en la revista Juventut y su mayor pregonero enJoaquim Pena y su centro de actividades en la Associaci Wagneriana.El mismo Pena tradujo, solo o en colaboracin con Xavier Viura,varios dramas wagnerianos que contribuyeron a determinar un difusoya que no siempre hondo ni bien entendido clima germanizante, uninters marcadamente teosofizante en la lectura de la simbologawagneriana.

    Otro importantsimo venero del pensamiento esttico europeo esintroducido en Cataluria, y en Esparia, gracias a la intuicin de JoanMaragall. No hablaremos de sus contribuciones wagnerianas laversin del Tristan und Isolde, poco diremos aqu de la huellanovalisiana en su obra, slo indicaremos en l la convivencia de la lneaWagner (que desde luego no llega a convertirse en wagneromana) conla decisiva lectura potica de la palabra de Friedrich Nietzsche.

    Si se repara en la frecuencia con que Maragall se refiere a suslecturas germnicas y en el carcter siempre tajante, dirase comprome-tido, de estas referencias, se podr observar a lo largo de su obra, unasuerte de Leitmotiv, de retorno temtico a unos nombres cuyaenserianza se deja oir en la doctrina de los Elogis con gil pero firmeconcepcin esttica. Son nombres cuya peridica llamada forma unaespecie de contrapunto rebelde en el corpus de la gran copia de pginasedificantes o serenas que nos dej el patriarca barcelons; lemediatizan, en otras palabias, un cosmos imaginativo bastante singular

    16 F. Pedrell, Orientaciones, Pars,1911, pp. 38 y sigs. El artculo de Brossa haba salido enL'Avenc el 31 de marzo de 1893, despus de una conferencia pedrelliana sobre Palestrina yVictoria.

    " El wagnerismo de Pedrell proceda de su maestro J. A. Nin i Serra, pero, lejos de pararse enlo musical, se fue enriqueciendo de intereses, muy peculiares en su obra erudita, hacia lo memorial-colectivo, impropiamente Ilamado folklrico. Ya en 1868 haba escrito que Alemania era en esto sugua, ya que haba impulsado este movimiento, elemento de la vida de su pueblo, misteriosa yprofunda fuerza , oculta tanto tiempo en el corazn de su nacionalidad (cf. Bonastre, p. 102 y sigs.).Tericamente su wagnerismo se manifiesta en el escrito Pornuestra msica (1891), donde el Ilamadogermanismo es asumido como patrimonio virtual de todo pueblo europeo sin necesidad develeidades nrdicas. Es significativo el hecho que Maragall sin escatimar reparos alnacionalismo pirenaico de Pedrell se sintiera orgulloso de que el maestro musicara su Comtel'Arnau, y le invitara a hablar del nuevo movimiento cultural cataln en el Ateneo de Madrid juntocon Rusiol, Rubi y el mismo Menndez y Pelayo (que tanto sabe de nuestra historia literaria).Cf. J. Maragall, Obres completes, Barcelona 1961, II, p. 925 passim; v. tambin A. Terry, L'Epistolaride Joan Maragall i Felip Pedrell, Estudis Romanics, VII (1959-1960), pp. II-62.

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    en la Esparia de su tiempo. Algo de ello se trasluce al final de su vidacuando confiesa a un amigo que lo que ahora en 1911 le apasionapertenece al orden metafisico, mistico, al hombre interior, segnun oscilar de significantes, que, por discutible que a veces aparezca,caracterizaba y en parte sigue caracterizando, la lectura del Nietzschepoeta". En esta coincidencia de trminos desembocan en realidad susentusiasmos germnicos.

    Sigamos una lnea ideal que en s tiene ya cierta lgica: la versincatalana de unos fragmentos del Zarathustra (1898); la del fundamentalHeinrich von Ofterdingen de Novalis (1904); finalmente la de los HimnesHomrics (1910-1911). Puede afirmarse que el inductor de estosintereses es el pensador de Ltzen, cuyo primer y accidentadoencuentro le abre a Maragall el mundo del arte trgico y del universomtico de Grecia, ofrecindole un peligroso brebaje, como, no sinresabios moralizantes, afirma Eduardo Valent".

    Antes de acercanos a la cuestin del Nietzsche conocido y asumidopor Maragall bueno ser aclarar unos puntos preliminares. Elencuentro de este filsofo, con Novalis, con Wagner y, en otravertiente, con Ruskin, supone obviamente una ruptura con la que elcrtico antes aludido llama el primer modernismo cataln y que dehecho viene a coincidir, hechas algunas salvedades debidas adems aescaso conocimiento de autores y textos, con una corriente o variantedel regeneracionismo y que el propio Valent califica como de abolengoradical y positivista". Ahora, slo cuando dicho abolengo declinatras los horizontes estticos de la poca o se ve inexorablementecuestionado, el modernismo se configura como tal; cuando el soplo dela cultura europea, de simple aspiracin innovadora se convierte enalgo autntico, no viciado por ideas preconcebidas o por tpicos que enla mejor literatura del Continente se hallaban en franca quiebra,tenemos el inicio de la crisis aludida por Siebenmann. De ah eldesengario de alguns intelectuales que seguan guardando el legadoreformista de Almirall. Es conocida, por ejemplo, la frialdad con quela generacin de Yxart que es la de Clarin en el resto de Esparia-acoge la oleada neorromntica y espiritualista de la cual teme noinfundadamente los prximos ataques a la ideologa radicalburguesa

    8 Vase la carta de Maragall a Puig i Ferrater en J. F. Puig i Ferrater, Algunes idees sobreMaragall, La Publicitat, 16/X/1927. Acerca de la lectura potica de Nietzsche en el ms ampliocontexto europeo, y que justifica los adjetivos maragallianos entrecomillados en nuestro texto,escribe Michaud que al solitario de Sils Maria se le vea a la fois tourn vers le monde et anim d'uneintense vie intrieure; attach son corps et son Ime; mystique exalt et critique impitoyable desoi-meme. (G. Michaud, Message potique du Symbolisme, Pars 1961, p. 519). .

    E. Valenti, Juan Maragall, modernista y nietzscheano, Revista de Occidente, XX (1968),p. 202. Este artculo est incorporado en el libro citado rns abajo.

    " E. Valent, El primer modernismo literario cataln y sus fundamentos ideolgicos, Barcelona1973, pp. 190-191.

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    en que se integra por directa o indirecta filiacin krausista, y de la cual,justamente, se ha propuesto la separacin de Maragall21.

    El punto es que antes de su Ilegada a Cataluria y Esparia elmovimiento de raigambre simbolista se haba manifestado en la Europaburguesa, haciendo estragos precisamente de aquellos valores ideolgi-cos y filosficos en que se fundaba la cultura invocada por los hombresde L'Aven9, tanto de la primera como de la segunda poca. Esta es, enesencia, la tesis de un libro que hizo mucho ruido en aquellos aos,Entartung de Max Nordau, y que, traducido al espariol, se public poriniciativa y apadrinamiento del institucionista Nicols Salmern yGarca.

    Como siempre, el ojo avizor de Maragall, an sin entrar enpolmicas con personas que en el fondo quera, se dio cuenta de ladecepcin que el nuevo cariz esttico iba a causarles a sus amigos dela revista antes citada, y lo dijo indirectamente hablando de Ruskin y delos prerafaelitas: Todo esto es lo que se ha Ilamado Modernismo [osea, no el del "Aven9"] y va desenvolvindose entre burlas y veras,entre corduras y locuras, entre exageraciones y aciertos indelebles conseriales de un nuevo idealismo y hasta de un neo-misticismo... cuyaexistencia es evidente no slo en Alemania, sino tambin en Inglaterra,en Blgica y hasta en nosotros mismos22.

    No menos evidente, por otra parte, es la ruptura de un Rusiriol y decuantos corripartan sus entusiasmos neogticos y primitivos con elviejo grupo de intelectuales congregados bajo el tierno y enternecedorlema claveriano Virtut, Amor, Progrs. Pinsese si no en sus dis-cursos de Sitges. Y el hecho es, repitmoslo, que slo puede hablarsede modernismo cuando dicha ruptura se consuma, cuando la secesinparisiense de los discpulos de Zola empieza a tener reflejos en Cataluriay en Esparia. Se ver entonces que cuantos no aceptan las nuevas ideasliterarias pasarn a lo que queda del naturalismo, siendo los msconsecuentes entre ellos los que pararn en las revistas cratas.

    Si, como hace notar Valent, Maragall colabora con poeslasintrascendentes en el Aven y escribe, en cambio, sus artculos mscomprometidos en el Diario de Barcelona (el Brusi), ello no sedebe a simple oportunismo o a modus vivendi, sino a dos consideracio-nes que parecen obvias: 1) No comparte la orientacin ideolgica de dicha revista, ni, porotra parte, se nos alcanza por dnde poetas y pensadores como Novalis,Baudelaire, Carlyle, Maeterlinck, Wagner y Nietzsche los degene-

    21 E. Trias, El pensament de Joan Maragall, Barcelona, 1982, p. 91: ... el mateix racionalismekrausista el predisposa a optar contra la ra i a incrrer en l'irracionalisme. Cosa curiosa: Unamunoera, als ulls de Maragall massa racionalista. 1 en aixO el poeta catal no errava. Maragall era moltms afl a l'animisme romantic, a Novalis o a Schelling, que al racionalisme harmonicista.

    Maragall, 0.C., II, p. 120 y p. 151.

    2

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    rados del pobre Nordau, el conjunto heterogneo pero no del todoincoherente de los intereses modernistas podan leerse en clave desimple radicalismo o

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    acusado se hallara en el orden social existente en lo que ste tiene defalso, de vaco, de formal, de cuerpo sin alma, resultado, a no dudarlo,de tanta democracia y tantas instituciones democrticas 24 . La escasahondura exegtica del texto annimo reseriado y en este caso delreseriante se revela en el hecho de presentarnos a Nietzsche comootro eslabn, el ltimo, de una cadena de rebeldes formada por perso-najes de tan distinta ndole como Spencer, Renan, Ibsen, Tolstoj y Scho-penhauer. Sin embargo lo arbitrario o genrico del parentesco as tra-zado lo not Sobejano en su insuperada pesquisa por Maragall, noquita por lo menos el que haya individualizado en el pensador de L tzenal hereje de los herejes, tanto con respecto a la kleine Moral de los filis-teos de la burguesa como a los que a sta hostigaban desde posturasradicalreform istas.

    Se comprende que Alexandre Cortada le reproche precisamenteeso: el que,rer atacar a la burguesa en lo que tiene seg n el propioCortada de bueno y positivo, es decir de democracia, parlamen-tarismo, adelantos polticos y materiales. Dicho con otras palabras, aMaragall se le achaca el no ponerse del lado de los buenos, o sea decuantos, lejos de combatir las premisas del espritu burgus y algunasde sus realidades actuales, se limitan a criticar sus contradicciones,inconsecuencias o timideces, lo que los filsofos de la escuela deFrankfurt estudiaran hondamente cuarenta arios ms tarde comoaspecto de la dialctica de la Ilustracin25.

    En cambio, y quizs tras la lectura del ensayo de Georg Brandesel primero a la altura de la circunstancia, Maragall pareceacercarse a un llamado radicalismo aristocrtico muy acorde, porotra parte, con la postura del nietzscheanismo alemn de la primeradcada de nuestro siglo. Algunas intervenciones periodsticas y ciertasactitudes de director de conciencias as lo prueban. Pero debeariadirse que el mismo escritor, curndose en salud contra posiblesresquemores, esfuma este aspecto de la cuestin y en cambio pone elacento sobre el otro, efectivamente el ms importante: su Nietzsche esun poeta, un iluminado cuyas afirmaciones no son hijas de un sistemafilosfico en el estricto sentido de la palabra, sino que ms bien parecenprofecas, ditirambos inspirados por potica intuicin y expresados conarte maravilloso que embellece y cautiva26.

    " Maragall, cits., 11, pp. 137-138.T. Wiesengrund Adorno-M. Horkheimer, Dialektik der Auficldrung, 1947, v. el cap. IQ

    especialmente, donde se denuncia la lgica del vnculo entre los postulados de la Ilustracin, laderivada praxis positivista y la funcionalidad de ambos a la sociedad capitalista.

    Maragall, loc. cit., p. 137, tras haber aclarado: Tampoco entendemos, con la divulgacinde aquello que de Nietzsche nos ha Ilegado, hacer lo que suele Ilamarse atmsfera reaccionaria, puescualquiera puede comprender que de Ilegar el mundo al ideal nietzschiano no seran las menosoprimidas las clases interesadas en que la susodicha atmsfera domine. Con lo cual parece obvio

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    As es, en efecto, cautiva; y creo que la historia de estecautiverio, algo embarazoso para crticos timoratos, slo reciente-mente ha recibido la debida atencin a pesar de que el magisterio deZarathustra, o, mejor dicho, la fascinacin de su poesa, prosigue condistintas modulaciones a lo largo de la vida de Maragall. Trtase, claroest, del Zarathustra que prefiere la tnica asistemtica de los escritosjuveniles y el que ms se presta al debate ideolgico de aquellos arios, elque, en ltimo anlisis, permanecer fiel a s mismo a n despus dedeshecha la tutela de Schopenhauer y de Wagner; el mismo Nietzschemaduro que con su problemtica emancipacin de la metafsica, seexplica siempre en el marco del juvenil suerio dionisaco. Justamente hapodido escribir Francisco Rodrguez Adrados: este nuevo Nietzscheno difiere radicalmente del antiguo...; ya el Dioniso del Origen de laTragedia era un anticipo de esta pasin devoradora y el smbolo de lasfuerzas a cuyo triunfo quera ayudar Nietzsche; mientras que elpensamiento del eterno retorno, que sabemos bien que fue la ideagerminal del Zarathustra el ario 1881, procede sin duda alguna deHerclito, siempre admirado por Nietsche y una de sus mscaras22.

    El repentino entusiasmo hace de estrella polar al escritor barcelonsy se manifiesta como siempre en l en una traduccin. Es ms, endos traducciones fragmentarias: la primera, indita, en castellano,vierte los diez capitulillos del prembulo; la segunda, publicada encataln, constituye el primer homenaje hispnico a Nietzsche. De esaspocas pginas podemos deducir su grado de intuicin nuclear delmas clebre texto del Alemn. Colocados de modo distinto respecto aloriginal forman una suerte de seleccin estructural de los aforismos delasceta y bailarn, dndonos como una gua a la lectura de lo que elpoeta Maragall ms entrariablemente parece ambicionar 28 . Siguiendo elque el autor ha querido contestar, por indirecta, a los dos bando . radicales y burgueses vueltosa posibles instrumentaciones de la predicacin zarathustrea.

    F. Rodriguez Adrados, Nietzsche y el concepto de la filologa clsica, Flabis, I (1970),pp. 87-105 (p. 96). Vase ahora S. Givone, Nietzsche interprete della tragedia greca, en ErmeneuticaeromanticiSmo, Milano, 1983.

    28 Trias, op. cit., p. 147, observa atinadamente que tras la noticia inmeditada, de segundamano, generalmente infirmada por el siempre mal comprendido tema del superhombre,...l'encontre amb el veritable Nietzsche, amb Zarathustra [...] degu ser, sens dubte, un catalit-zador, una trobada amb una anima germana. Car el Nietzsche del Zarathustra sl que posseeixuna doctrina de la vida i de la connexi entre vida, creativitat y amor que s'acobla als pressupOsitsmaragallians. Lo cual sin embargo no implica un rechazo del Nietzsche parcelado condistintas finalidades por Stein o por Brandes y admirado por Maragall en los trminos indicadosarriba, sino el acercamiento a la summa metapolitica y potica que tales aspectos engloba. Deotro modo caerlamos en la cmoda e ingenua contraposicin de un Nietzsche bueno, mentorbenemrito del hombre liberado, a un Nietzsche malo y supuestamente falso que hay quesepultar en los infiernos del pensamiento reaccionario. Giorgio Colli sali al paso de paredidasoperacione con estas palabras: ... Si pu esaminare iI contenuto razionale di Cosi parlbZarathustra. Spogliandolo di ogni immagine e di agni magia, ritroveremo precisamente le stesse tesi,gli stessi giudizi che leggiamo in altre opere di Nietzsche: valutazioni sul presente a sul passato, sullareligione e sulla morale, persino un'identica dottrina sugli affetti e sulle pssioni. [...] Quanto,agli

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    orden de estos fragmentos, publicados cinco arios ms tarde del primerencuentro con su autor relativa demora que indica lo meditado de ladecisin encontramos el captulo 4 Q de la parte 3. a (A l'anar a sortir elsol), un captulo de la parte 2 a (El coneixement pur), finalmente el pre-facio. Estamos delante, pues, del corazn dionisiaco de Also sprachZarathustra, donde ms se advierte y estiliza la protesta contra el saberde los filisteos (la teva puresa, per mi, s no tenir taranyines de ra).La exaltacin antisocrtica del conocimiento puro, esto es intuitivo,corre pareja con la intuicin maragalliana del Nietzsche poetavertical o ascensional exaltado ms que descubierto por Bache-lard".

    No sera operacin descaminada buscar aquellos fragmentos de laprosa maragalliana en que el gran enemigo del Nietzsche de la Tragediaest presente, implcita o explcitamente, con singular dependencia delAlemn, aunque toda intencin realmente filosfica queda al margende los flechazos (Socrates era un esclau neula). En este lugar nopodemos detenernos en ello, bstenos con reproducir por primera vezunos prrafos de su traduccin castellana.

    Gracias a la desinteresada amabilidad de Jordi y Helena Maragallhemos podido consultar las 22 cuartillas que contienen los incunablesmnimos del Nietzsche en espariol. He aqu dos significativos pasajes:La grandeza del hombre consiste en ser un puente y no una meta, loque hay que amar en l es el ser un levante y un poniente. Yo amo aaquellos que no saben vivir: ellos son como ponientes porque sonlevantes. Amo a los grandes menospreciadores, porque son los grandesveneradores y flechas del anhelo hacia la otra orilla (Prefacio, prr.El motivo de la flecha como imagen del vuelo potico es muy caro aNietzsche y a Maragall, que lo recoger al conmemorar a su autor.

    Ms interesante que la conocida alusin al tema de los leones querien, metfora algo abusada del llamado vitalismo nietzscheano,

    altri contenuti dottrinali, nudi ecrudi, di Cos parTh Zarathustra, i giudizi sulla cultura, sullo Stato,sulla morale sono gli stessi che nelle altre opere di Nietzsche, e cosi quelli sulla scienza, sull'arte, sullaregione (in ogni caso soltanto questo e impossibile: razionalit). G. Colli, Scritti su Nietzsche,Milano 1980, pp. 120-121. La inagistral reconstruccin colliana del pensamiento de Nietzsche, comose sabe, nos restituye y esta vez sin interesadas extrapolaciones el ms radical y consecuentenegador de lo que propiamente Ilamamos modernidad, desde los supuestos socrticos hasta loscorolarios tico-polticos de su tiempo. Estos ltimos fueron los que ms Ilamaron la atencin deMaragall, y, a pesar de su escasa u ocasional atencin especulativa al problema exegtico,indujeron claras predilecciones estticas. En el ejemplar de Also sprach Zarathustra. Ein Buchfiir Alleund Keinen (Leipzig, 1894) utilizado por Maragall en sus lecturas posteriores al Nietzsche conocidode odas, hemos podido ver que los pasajes subrayados del libro son los de Peter Gast (Vorbemer-kung des Heraugsgebers, pp. I-XXXV) acerca de los aspectos, Ilammoslos actuales, del frenteatacado por el autor (democratismo, liberalismo, socialismo, Selbstverneinung...). Entre las frasesatormentadas por el lpiz hay una que en cierto modo halla su eco en Maragall: Im Kopf Atheist,im Herzen Christ- (p. VII).

    G. Bachelard, L'Air et les Songes, Pars 1943, p. 146 y sigs.

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    nos parece otro parrafito del final del Prefacio, el famoso del guila y laserpiente. As lo vierte Maragall: Esto haba dicho Zarathustra a sucorazn cuando lleg el sol al medioda. Entonces mir al cielo conojos interrogadores porque oy sobre s el penetrante grito de un pjaro.Y he aqu que un guila volaba en grandes crculos por el aire, y llevabacolgando una serpiente no como una presa sino como una amiga, puesla tena enroscada al cuello. i0h! son mis bestias, dijo Zarathustra yalegrse su corazn.

    Como consecuencia de esta predileccin por el Nietzsche poetaque se integra con la expresada por Novalis, lo que podemos definir elpensamiento esttico maragalliano y lo que de ste logra difundirse enmedios modernistas se resuelve en una firme y constante denuncia delracionalismo cientfico, de su disolucin del mito trgico, es decir de losprolegmenos de un saber que acabara con el mundo querido de susHimnes homrics y que le har tomar distancias del mismisimo Goethe.Eugenio Tras en su reciente monografa maragalliana ha dado preciososejemplos de este antirracionalismo en que el nudo doctrinal-estticoNovalis/Nietzsche desarrolla un papel esencia131.

    Derivacin directa de esta actitud son las ideas de Maragall sobrela funcin de la msica que podemos colegir de muchas interven-ciones sobre el tema y que en una ocasin le sugieren un comentario auna homila del obispo Torras i Bages, en donde compara a Jess conel simbolo o figura del divino Orfeo, que al son del arpa amans lasfieras y domin las potencias infernales". Como en el Nietzscheanterior a la ruptura con Wagner, la m sica, segn la ms destacadafigura del modernismo cataln, puede recomponer el vnculo entre laedad del lenguaje crtico, hijo del socratismo, y la conciencia mticaprimordial. A la par que el joven profesor de Basilea lleva nuestro autorhasta las ltimas consecuencias el modo de representarse el universo delos Griegos. Y es all donde las voces del Tristan y de la Tragedia se sumanen una concepcin de la msica convertida en la primera y ms grandede las artes: ms all de la pintura, ms all de la escultura, de la mismapoesa, por lo que tiene de abismal, inefable e inexpresable, es decir, detrgico. Por eso no nos extraria que en las pginas de el Drama musicalde Mozart, en que se deja oir el eco del tercer libro del Mundo como

    Como el pasaje anteriormente citado y como el que hace de epgrafe a nuestro texto, esteprrafo se halla entre las 22 cuartillas de la versin fragmentaria castellana (respectivamente, p. 16,p. 8 y pp. 21-22). [Archivo Maragall].

    Tras, op. cit., 145 passim. Por otra parte la existencia de cierto parentesco entre los dospensamientos poticos mediando el Wagner del Tristn fue indicado por Teodor de Wyzewa,crtico de la Revue de deux Mondes muy advertido en cosas alemanas y conocido por Maragall.Vase en general I. de Wyzewa, La Revue Wagnrienne, essai sur Finterpretation esthtique deWagner en France, Pars, 1934.

    32 Maragall, La m sica y el alma, en 0.C., II, p. 155.

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    voluntad y representacin, esencial para comprender la teora de Wort-Ton-Drama, el verdadero protagonista no sea Mozart sino Wagner.

    El oyente, afirma Maragall, sin que le sea necesario comprender elsignificado de la obra, queda hondmente conmovido, intuye el auraideal que aquella msica por s sola realiza". ,Cmo sigue esto siendoposible parece preguntarse nuestro autor en el siglo de la crtica yde su opuesto gemelo, el fanatismo? Al comentar La lmpara mara-villosa pudimos evidenciar la deliberada vaguedad con que se regis-tran en el libro de Valle-Incln estos conceptos, tpicos de todo elsimbolismo europeo. Aqu, en cambio, la procedencia debe buscarse noen la mediacin francesa de la musique avant toute chose sino enel contacto directo con las fuentes del neorromanticismo. La nocin demsica superadora de todas las artes es la clave de bveda wagnerianade la Geburt der Tragodie y mana directamente del encuentro antidialc-tico Apolo-Dinisos, el primero padre del principium individuationis, elsegundo camino hacia la madres del ser e intima esencia de lascosas".

    Todo el prrafo 16 de este clebre desafo a la miseria delfilologismo profesoral que es el primer gran ensayo de Nietzschey que el Cataln pudo haber conocido por alguna crestomatafrancesa es uno de los secretos manantiales de la potica maragallia-na que el posterior encuentro con Novalis contribuir en prte a serenar,en parte a penetrar ms hondamente. Cuando el modernista escribe:una pintura, una estatua, us plaura mes o manys per s, per quansabeu el que representen, la vostra emoci artstica, amb el coneixe-ment de la correspondncia real, augmenta sense impurificarse; i tambla poesia us emociona per la seva relaci amb la idea. Mes la m sica esun art molt misteriosa que toca dret a l'nima i no es correspon amb resms, que amb el sentit de la bellesa que l'ha creada..."; cuando estoescribe no hace sino trasladar conceptos nietzscheanos y expresarlos enun medio algo preparado el de la Associaci Wagneriana peroreacio a las consecuencias ltimas que el texto original implica. Esdecir, una suerte de sistema potico en que la m sica se une a lo que eshondd, arquetpico, ajeno a todo proceso racionalizante y a lalittrature en el sentido verlainiano, a todo lo que es transe nte,superficial, actual, o, con palabra manniana, poltico. El ncleo deeste pensamiento, repitmoslo, se halla en el Nietzsche que explaya elconocido aforismo wagneriano (la tendencia dice esto significa, lamsica dice esto es) con estas palabras: La literatura dice "nosotros

    " Ibid., I. p. 796.34 Cf. F. Serpa, La polmica sull'arte iragica, Firenze 1972, p. 45. (Tex tos de Nietzsche, Rohde,

    Wilamowitz, Wagner).Maragall, loc. cit. 1, p. 794.

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    creemos en la vida eterna"; en cambio la m sica es la idea inmediata deesta vida".

    Las palabras con que, el 19 de septiembre de 1900, Maragallconcluye el artculo conmemorativo de este maestro semi-ocultado alcual tanto debe la conciencia esttica de nuestro tiempo pueden sertomadas como indirecta definicin de la esencia espiritual delmovimiento literario que nos ocupa, obviamente no slo en sus logroscatalanes sino en el conjunto de su manifestarse hispnico: flecha delanhelo hacia la otra orilla. Es una frase lo hemos visto delZarathustra, que nos dice mucho de este segmento de la crisis que fueno slo el modernismo sino todo el simbolismo: una bsqueda de la