Upload
others
View
19
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
Ana María Giraldo Giraldo
Autistas davidsonianos, autistas wittgensteinianos
Problemas del externismo de doble aspecto y una alternativa expresivista
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Filosofía
Bogotá, D.C., julio de 2012
Autistas davidsonianos, autistas wittgensteinianos
Problemas del externismo de doble aspecto y una alternativa expresivista
Trabajo de Grado presentado por Ana María GiraldoGiraldo, como requisito parcial para optar al título de Magisteren Filosofía.
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Filosofía
Bogotá, D.C., julio de 2012
Agradecimientos
A Dios que me dio la vida, fuerza y voluntad para emprender y culminar esta etapa de mi vida.
A mi papá, que hace que hasta las cosas que parecen más imposibles sean posibles.
A mi mamá, que con su solo recuerdo sigue siendo uno de los motores más importantes de mi vida.
A mis hermanos, Juan Camilo y José Julián, que me apoyan incondicionalmente en mis empresas para ellos muchas veces incomprensibles.
A los que me esperan siempre en Armenia, que me recuerdan que todo lo que hago tiene una razón de ser.
A los grandes amigos que encontré en este espacio, con sus conversaciones y compañía hicieron de ésta una experiencia maravillosa.
A mis excelentes profesores, especialmente a Miguel Ángel Pérez, que me dieron una formación inigualable y a quien les debo las ideas aquí consignadas.
A Carlos Eduardo Jiménez, que con su paciencia y todo el cariño nunca dejó que yo perdiera de vista el norte. Sin él, la fuerza me hubiera abandonado en cualquier momento del camino.
Índice Carta del director del trabajo .................................................................. 3
Agradecimientos................................................................................................. 4
Índice ........................................................................................................................... 5
Introducción ........................................................................................................... 7
Primera parte El debate sobre el contenido mental
Capítulo primero El problema del contenido mental ................................................... 13
1. El contenido mental y la intencionalidad ............................................... 13 1.1. La intención ............................................................................. 13 1.2. La intención y la intencionalidad ........................................... 15 1.3. Características de la intencionalidad ...................................... 21
2. Exigencias para una teoría del contenido .............. ............................ 26
2.1. Exigencias semánticas .............................................................. 26 2.2. Exigencias sobre la naturaleza causal o normativa
del contenido……………………………………………….. ......... 27
2.3. Exigencias sobre la autoridad de primera persona ................... 28 Capítulo segundo
Concepciones internistas y externistas del contenido mental ................................................................................................................... 28
1. La concepción internista del contenido mental ..................................... 28 1.1. El funcionalismo y la concepción internista
del contenido mental ................................................................. 29
1.2. El funcionalismo de máquina ................................................... 32 1.3. El funcionalismo y las exigencias para una
teoría del contenido .................................................................. 34
2. El externismo y el contenido mental ..................................................... 37 2.1. El externismo ............................................................................ 37 2.2. El externismo y las exigencias para
una teoría del contenido ............................................................ 38
2.3. El debate internismo/externismo ............................................ 39
Segunda parte Externismo, expresivismo y el contenido de la
mente autista
Capítulo tercero El externismo de doble aspecto ....................................................... 42
1. Algunas teorías externistas del contenido mental ................................ 42 1.1. Externismo causal .................................................................... 43 1.2. Externismo social ...................................................................... 48 1.3. Convergencias del externismo causal y el social ...................... 50
2. El externismo de doble aspecto ................................................................. 52
2.1. El externismo triangular de Davidson ...................................... 52 2.2. El externismo triangular y las exigencias
para una teoría del contenido .................................................... 55
3. El autismo: desafío para una teoría del doble aspecto .............................. 58
3.1. El autismo de alto desempeño ................................................... 59 3.2. El autismo de alto desempeño como objeción
al externismo de doble aspecto ................................................. 63
Capítulo cuarto Los problemas del externismo de doble aspecto y el expresivismo de Wittgenstein .............................................................. 66
1. La perspectiva de segunda persona: una alternativa a la objeción del autismo .................................................................................................... 66
1.1. Perspectivas de primera persona (simulación) y tercera persona (teoría) .......................................................... 67
1.2. La perspectiva de segunda persona .......................................... 69 1.3. El autismo en perspectiva de segunda persona ....................... 70
2. Wittgenstein, el expresivismo y el autismo ............................................ 72
2.1. El autismo y las formas de vida ................................................ 72 2.2. El externismo expresivista de Wittgenstein ............................. 76 2.3. El externismo expresivista y las exigencias
para una teoría del contenido ................................................... 79
Conclusión ......................................................................................................... 84
Bibliografía ........................................................................................................ 87
Introducción
Este trabajo de grado tiene como objetivo principal explorar qué le da
identidad al contenido de lo mental. De éste se desprenden cada uno de los
objetivos específicos de cada capítulo:mostrar los problemas a los que tiene
que enfrentarse toda teoría que quiera dar cuenta del contenido de lo mental
(capítulo 1), mostrar el externismo como la mejor posición para responder a
las exigencias de una teoría del contenido (capítulo 2), exponer el caso del
autista de alto rendimiento como contraejemplo de la teoría de doble aspecto
de Davidson (capítulo 3) y presentar el expresivismo de Wittgenstein como la
versión más incluyente de una respuesta externista al problema del contenido
de lo mental (capítulo 4). Nuestra tesis es que solo una posición externista no
teórica como elexpresivismo de Wittgenstein puede cumplir las exigencias
que enfrenta una teoría del contenido.
Dado que la referencia a Brentano,quien caracterizó el contenido de lo mental
por su inexistencia intencional, fue la que más influyó en las teorías del
contenido, decidimos empezar este recorrido explorando el concepto de
‘intencionalidad’. Basados en esto, exploramos las exigencias de una teoría
del contenido de lo mental desde las características de las actitudes
proposicionales, pues éstas son los estados intencionales por excelencia. Así,
16
encontramos que una teoría del contenido que pretenda ser completa debe
dar cuenta de tres exigencias, a saber: sobre aspectos semánticos, por el
carácter subjetivo de los estados intencionales; sobre la naturaleza causal o
normativa del contenidoy sobrela autoridad de primera persona.
Una vez establecidas dichas exigencias, pasamos a examinar las diferentes
clases de teorías en las que pueden clasificarse aquellas que intentan
cumplirlas. Por un lado, tenemos las teorías internistas y, por el otro, las
externistas. Se diferencian las primeras de las segundas porque consideran
que la individuación del contenido de lo mental se da gracias a factores
internos, mientras las segundas consideran lo contrario. En esta parte de la
exploración encontramos que las teorías de corte externista tienen mayor
alcance explicativo en sus respuestas a las exigencias de una teoría del
contenido de lo mental.
Por tal razón, nuestro recorrido continúa con una exploración de los
diferentes tipos de externismo, entre ellos el causal, el social y el de doble
aspecto. Aunque esta división en la bibliografía especializada parece trazarse
con claridad, encontramos que tanto en las teorías externistas causales como
en las sociales hay aspectos que no permiten asegurar una división tan
radical. Por esta razón, nos inclinamos a decir que todas las teorías
externistas que exponemos en este trabajo merecen ser llamadas teorías de
doble aspecto. Entre ellas, el externismo de Davidson tiene los argumentos
más fuertes para dar cuenta de las exigencias de una teoría del contenido.
Hasta este punto, parecía que la mejor candidata era el externismo triangular
de Davidson. Empero, aparece el autismo de alto desempeño como una
psicopatología que pone a tambalear los argumentos de la teoría
davidsoniana. Esos argumentos, que se basan en la tesis de la
interdependencia entre lenguaje y pensamiento, quedan en entredicho por la
presencia de un grupo de personas que, al parecer, hablan pero no piensan.
Por lo tanto, si sostenemos una posición como la de Davidson tendríamos que
17
negar la posibilidad de que un autista tuviera mente. Sin embargo, la
experiencia de interacción con población autista parece indicar algo
diferente.
Para entender por qué este caso es tan relevante para esta investigación,
veamos el siguiente pasaje de La risa de Bergson.
Toda rigidez del carácter, del espíritu y aún del cuerpo, le resultará sospechosa a la sociedad, porque sería la posible señal de una actividad que se adormece, y también de una actividad que se aísla, que tiende a apartarse del centro común alrededor del cual gravita la sociedad, siendo, en fin, señal de excentricidad (Bergson, 1940, p. 23).
El caso del autismo se caracteriza por su rigidez emocional, que se refleja
tanto en la expresión facial y en la entonación vocal como en la postura
corporal.Esto querría decir que esta psicopatología no es de carácter
cognitivo sino expresivo.En este orden de ideas, si el problema del autismo
no es originariamente cognitivo sino expresivo, entonces es posible cumplir
con las exigencias de una teoría del contenido sin necesidad de excluir
personas con una patología como el autismo.
Nuestro siguiente paso fue examinar la caracterización del autismo que se
contrapone fuertemente al externismo triangular de Davidson. Esta revisión
arrojó resultados ya conocidos, a saber: el presupuesto de la
interdependencia del lenguaje y pensamiento se torna insostenible.
Finalmente, encontramos que abandonando las posiciones cognitivistas que
explican el autismo para abordar esta psicopatología desde una nueva
perspectiva, desde una perspectiva de segunda persona, se enriquecen las
discusiones acerca del contenido de lo mental. Si dejamos de ligar el lenguaje
al pensamiento y viceversa en una relación de interdependencia, podremos
reconocer que el contenido de lo mental es mucho más que contenidos
representacionales como las actitudes proposicionales. En la expresión se
refleja la mente humana y a través de ella podemos vislumbrar alguna
respuesta a las exigencias de una teoría del contenido mental. De esta
18
manera, llegamos al final del recorrido: el externismo expresivista de
Wittgenstein.
Los autistas davidsonianos son muy diferentes a los wittgensteinianos. Los
primeros no representan más que un dolor de cabeza para Donald Davidson,
ya que solo su presencia pone a temblar el presupuesto más importante de su
teoría de la interpretación: la interdependencia entre lenguaje y pensamiento.
Por su parte, a los autistaswittgensteinianos se les puede adscribir actividad
mental y, en ese sentido, pertenencia al género humano, pues comparten en
algún grado una forma de vida común con nosotros. Mientras por un lado
vemos problemas del externismo de doble aspecto; por otro, una alternativa
expresivista.
Este trabajo de grado es uno de los resultados del proyecto de investigación
Expresión, interacción y naturaleza de la emoción. Investigación registrada
en la Vicerrectoría Académica de la Pontificia Universidad Javeriana con el
número de registro 004061. Duración 2010-2012. Así mismo, el cuarto
capítulo lo realizamos con base a toda la información recogida del proyecto
de investigación Autismo: recursos no verbales y desarrollo de funciones
cognitivas. Investigación registrada en la Vicerrectoría Académica de la
Pontificia Universidad Javeriana con el número de registro 003852 y
financiada por la beca Jóvenes investigadores e innovadores año 2010de
Colciencias. Duración 2011-2012. Ambos proyectos de investigación
pertenecen al grupo de investigación De Interpretatione. Filosofía y ciencia
de la interpretación.
Entre los logros de este trabajo se encuentran, por un lado, la ponencia
Autobiografía e histrionismo. Una imagen del autoconocimiento en la obra
tardía de Wittgenstein. Presentada en el II Seminario Wittgenstein, en Chile
(Noviembre, 2011). Por otro, la ponencia Una imagen en presente, pasado y
futuro del autoconocimiento en la obra tardía de Wittgenstein. Presentada
en el II Congreso de la Sociedad Brasilera de Filosofía Analítica, en Brasil
(Junio, 2012).
Primera Parte
El debate sobre el contenido mental
Capítulo primero El problema del contenido mental
El tema de este primer capítulo es el contenido mental y sus características.
En él nuestro objetivo es mostrar los problemas que tiene que enfrentar toda
teoría que quiera dar cuenta del contenido mental. Para cumplir este
objetivo, en el primer apartado haremos un recorrido por el origen del
concepto de intencionalidad y por sus características y, enel segundo,
mostraremos que de aquellas características se derivan tres tipos de
exigencias para una teoría del contenido mental: semánticas, normativas y
epistemológicas.
Lo que defendemos aquí son, entonces, dostesis. Primera, que la
intencionalidad no es el rasgo característico de los fenómenos mentales en
general, solo de algunos. Segunda, que toda teoría que pretenda dar cuenta
del contenido mental debe responder a exigencias aspectos de la misma, a
saber: las semánticas, las normativas y las epistemológicas.
1. El contenido de lo mental y la intencionalidad
En este primer apartado nos ocupamos de presentar el problema de la
intencionalidad, tal como se la entiende hoy en día. Para ello, asumimos tres
estrategias. En primer lugar, recuperamos la fuente de la discusión acerca de
este término en Brentano. En segundo lugar, señalamos cuáles son las tres
21
tesis con las que secompromete este autor (Jacob, 2003). En tercer lugar,
extraemos algunas de las características más reconocidas por Brentano y
discusiones posteriores.
1.1. La intención
Para empezar este breve estudio sobre la intencionalidad, recogeremos las
distintas acepciones que se le reconocen a la palabra ‘intención’ en su uso
filosófico. En la actualidad, a la palabra ‘intención’ se le reconocen varios
significados, al menos dos. Uno práctico, su uso más común; y uno lógico,
que fue introducido en el vocabulario filosófico contemporáneo por Brentano.
La intención, en el primer sentido, ha sido definida como el propósito de
hacer algo o propósito de conducta (Cabanellas, 1981), como determinación
de la voluntad en orden a un fin (DRAE) y como ánimo, designio, idea,
pensamiento o propósito de hacer cierta cosa (Moliner, 1981). Más aún,
Jacob la define como
La representación que el sujeto tiene del fin o el propósito de su acción, ya que esta representación es la causa de la acción. Los actos no son necesariamente coherentes con las intenciones (se puede matar sin la intención de hacerlo), y tanto la intención como la acción son susceptibles de una valoración moral. Estas diferencias implican cuestiones difíciles acerca de la evaluación moral del sujeto de la acción, sobre todo porque también puede ser juzgada por sus consecuencias1(Jacob, 1990, p. 1345).
Así, en este sentido, cuando una persona dice: “tengo la intención de sacar a
mi perro”, la palabra ‘intención’ puede ser reemplazada por la palabra
‘propósito’, sin que con esto afecte el sentido de la frase. Como puede verse en
la anterior definición, la palabra tiene un sentido práctico, pues su uso está
siempre relacionado con la acción humana. La intención, entendida de esta
1Représentation que le sujet a de la fin ou du but de son action, en tant que cette représentation est le motif de l’action. Les actes accomplis ne sont pas nécessairementconformes aux intentions (ont peut donner la mort sans l’intention de la donner), et tant l’intention que l’action sont susceptibles d’une évaluation morale. Ce divergences entraînent des problèmes délicats quant à l’évaluation morale du sujet de l’action, d’autant que celle-ci peut également être jugée en fonction de ses conséquences.
22
forma, puede ser contable, es decir, se puede hablar de ella en términos
numéricos, a saber: una intención, dos intenciones, etc. En adelante me
ocuparé exclusivamente del sentido lógico del término ‘intención’.
En el sentido lógico, “el vocablo ‘intención’ intentio expresa la acción y efecto
de tender –tendere– hacia algo –aliquidtendere” (Ferrater, 1965, p. 980). Así
descrito, se hace visible cómo el uso filosófico no es unívoco. La intentio no es
solo tendere, es también aliquidtendere. Esto es, el término ‘intención’ no
sólo se refiere al acto de tender, sino que también se refiere a aquello a lo que
se tiende, al objeto de tender2. Desde aquí puede anunciarse ya la
ambigüedad del término, pues, como puede verse, unas veces se refiere a una
característica del sujeto y otras, a una del objeto.
1.2. La intención y la intencionalidad
El término ‘intencionalidad’ que usamos hoy en las discusiones de la filosofía
de la mente fue introducido por Brentano en el vocabulario filosófico (Jacob,
1990). Sin embargo, Brentano usa el término como un adjetivo, pues
propiamente no utiliza el término ‘intención’ sino que con él enuncia una de
las características propias de los fenómenos psíquicos, su ‘inexistencia
intencional’ (intentionaleInexistenz) (Brentano, 1874b, p. 81). En su
Psicología desde un punto de vista empírico dice:
Todo fenómeno psíquico está caracterizado por lo que los escolásticos de la Edad Media han llamado la inexistencia intencional (o mental) de un objeto, y que nosotros llamaríamos, si bien con expresiones no enteramente inequívocas, la referencia a un contenido, la dirección hacia
2El término intentio fue usado por los escolásticos con distintos significados. Por poner algunos ejemplos, la intentio, para Alfarabi, era la traducción de término griego νόηµα, usada por Aristóteles en su obra De Interpretatione. En esta obra, la intentio era el pensamiento que podía ser analizado lógicamente con respecto al objeto extramental del que era pensamiento y con respecto a las palabras que lo expresaban. Para Avicena, era la cosa real conocida entendida en su capacidad de ser conocida. Por lo tanto, no es la cosa real como tal sino su capacidad de ser representada mentalmente. Para Santo Tomás, el término intentiocognota una tendencia existente entre dos cosas: una entidad psicolingüística y la cosa expresada por dicha entidad (Giraldus, 1839).
23
un objeto (por el cual no hay que entender aquí una realidad), o la objetividad inmanente. (p. 81)
Como se aprecia en este pasaje, Brentano no usa el sustantivo ‘intención’ sino
el adjetivo ‘intencional’ (Intentionale). Esto enriquece la caracterización
global de la intencionalidad, en la medida en que plantea un problema más a
la discusión y nos remite directamente al programa de Brentano. Veamos el
texto original.
Jedes psychischePhänomenistdurch das charakterisirtwas die Scholastiker des Mittelalters die intentionale (auchwohlmentale) InexistenzeinesGegenstandesgenannthaben, undwaswir, obwohlmitnichtganzunzweideutigenAusdrücken, die BeziehungaufeinenInhalt, die RichtungaufeinObject (worunterhiernichteineRealitätzuverstehenist), oder die immanenteGegenständlichkeitnennenwürden. (Brentano, 1874a, p. 115)
En esta cita vemos que el término intentionale es el adjetivo derivado del
sustantivo intentio, recogido, como él explícitamente lo dice, de los
escolásticos de la Edad Media. El sentido de recoger el vocablo
adjetivadamente puede esclarecerse si recordamos que la empresa de
Brentano es tratar de encontrar la característica que define lo mental. En esta
medida, puesto que está buscando una característica, Brentano retoma la
palabra ‘intención’ pero como adjetivo, esto es, con el término ‘intencional’
(Intentionale). La intencionalidad, en este autor, se presenta, de manera
novedosa, como lo que caracteriza al objeto de los fenómenos psíquicos. Los
objetos de los fenómenos psíquicos existen en la mente y ella misma se dirige
a ellos. De allí la importancia de abordar el problema de la intencionalidad
desde el contenido mental.
Esta inexistencia intencional es exclusivamente propia de los fenómenos psíquicos. Ningún fenómeno físico ofrece nada semejante. Con lo cual podemos definir los fenómenos psíquicos diciendo que son aquellos fenómenos que contienen en sí, intencionalmente, un objeto. (Brentano, 1874b, p. 82)
La ‘inexistencia intencional’, dice Brentano, es lo que diferencia los
fenómenos psíquicos de los físicos, pues los primeros, a diferencia de los
24
segundos, contienen intencionalmente un objeto dentro de ellos mismos. Es
decir, Brentano tiene una concepción de los fenómenos psíquicos según la
cual los objetos a los que estos se refieren están contenidos en ellos. Entre
ellos, los fenómenos psicológicos y los objetos, se establece una relación
intencional, ésta consiste en un comportamiento subjetivo hacia algo que
puede no ser real, pero que se hace presente como objeto (Paredes, 2007).
Por otra parte, Husserl, alumno de Brentano, concibe la intencionalidad no
solamente desde su aspecto psicológico sino también como un problema
lingüístico. Para Husserl la intencionalidad es también un rasgo definitorio
de la vida mental. Sin embargo, ésta no es la preocupación que conduce su
investigación. Husserl, es sus Investigaciones lógicas,comienza estudiando el
lenguaje y en su análisis encuentra la intencionalidad. Su objetivo es,
entonces, construir la reflexión sobre el significado a partir de la
intencionalidad (Husserl, 1900). Para este filósofo, la intención es el vínculo
que se establece entre signo y las vivencias o actos psíquicos del hablante, en
la medida en que las expresiones lingüísticas son portadoras de
intencionalidad y forman una unidad fenoménica con los actos psíquicos que
otorgan la significación (Paredes, 2007). Si desde Brentano se anuncia la
relevancia de una explicación del contenido mental para dar cuenta de la
intencionalidad, desde pensadores como Husserl puede verse ya cómo van
tomando protagonismo los aspectos semánticos de la misma.
Brentano ejerció una gran influencia en el pensamiento de la mayoría de
autores que estudian el fenómeno de la intencionalidad, como pudo verse en
el caso de Husserl (Acero, 1995; Lycan, 1999; Searle, 1998; Perry, 1998;
Haugeland, 1998). Esto se evidencia en que todos los intentos de dar cuenta
de él comienzan con una alusión a dicho filósofo y reconocen que él se
compromete principalmente con tres ideas, éstas son: primera, que el
fenómeno de la intencionalidad, tal como se exhibe en los estados mentales,
consiste en la dirección que dichos estados poseen hacia otras cosas
diferentes de ellos mismos. Segunda, que la intencionalidad es el rasgo
25
definitorio de lo mental. Tercera, que los objetos de los estados mentales
poseen una característica llamada ‘inexistencia intencional’ (Jacob, 2003).
En la discusión actual, la triple tesis de Brentano ya no es aceptada. Solo las
ideas de la ‘inexistencia intencional’ y de la direccionalidad parecen
permanecer vigentes. Con esto, no solo se pone en cuestión si lo intencional
es definitorio de lo mental, sino también si es privativo con respecto de lo
mismo. Veamos.
Muchos autores, por un lado, se resisten a reducir la vida mental a estados
intencionales. La mente está compuesta por cuatro tipos de fenómenos, a
saber: los estados intencionales, los estados fenomenológicos, los estados
mixtos y las disposiciones puras (Moya, 2004; Kim, 1998). Los estados
intencionales se caracterizan, en primera medida, por tener una relación
semántica con la realidad, esto quiere decir que, se distinguen por tener un
contenido ante el cual un sujeto adopta una determinada actitud. Dicho
contenido es representacional y, por lo tanto, su estructura es proposicional
(Moya, 2004). Estos estados constan, así, de un sujeto que tiene una actitud
hacia una proposición (Kim, 1998). Por ejemplo, Juan cree que ‘María es
alta’. En este caso, la creencia es el estado intencional de Juan y ‘María es
alta’ su contenido. Este contenido incluye, por así decirlo, la descripción de
un hecho que es objeto de la actitud.
“Un fenómeno es lo que se le presenta a la mente cuando ejercitamos
nuestros sentidos”3 (Guttenplan, 1998, p. 471), por esta razón, los estados
fenomenológicos se caracterizan por ser cualidades sentidas y aparecen de un
modo peculiar en el sujeto. El ejemplo más recurrente de un estado
fenomenológico es el dolor. Así, cuando se dice que ‘Juan tiene dolor’, se
quiere decir que el dolor es sentido por Juan de un modo que no puede
describirlo con precisión, sin embargo, no puede dudar si lo siente y nadie
puede expresarse con mayor autoridad que él con respecto a su dolor.
3A phenomenon is that which is present to the mind when we exercise our senses.
26
Los estados mixtos, como emociones y sentimientos, son la combinación de
una actitud hacia un contenido y cierta cualidad sentida. Además de tener un
componente cualitativo especial, estos pueden involucrar actitudes
proposicionales (Kim, 1998). En este caso, Juan ama a María. El amor de
Juan no consiste solo en una serie de sensaciones sin más, sino que dicho
estado está dirigido a un contenido específico: María. Podría decirse, así, que
las emociones y sentimientos son estados fenomenológicos con contenido.
Por último, las disposiciones puras son las capacidades y rasgos de carácter
de un sujeto, como los hábitos, propensiones, habilidades intelectuales y
talentos artísticos. Éstas tienen una duración mayor, pueden incluso durar
toda una vida y en la mayoría de casos son descubiertas por terceros. Debido
a que Juan es envidioso, tiene la tendencia a desear que los demás fracasen y
puede llegar a sentirse mal por el éxito de otras personas. La envidia es una
disposición pura en el caso de Juan (Moya, 2004). Un maestro de música
puede reconocer el talento para cantar de Luisa, incluso antes que ella
misma. Este talento puede ser perfeccionado y puede tener, según las
circunstancias de Luisa, diferentes duraciones.
Por este argumento no puede afirmarse que lo intencional es definitorio de lo
mental. Por eso cabría preguntarse si no sería, por lo menos, privativo de lo
mental. La posición más fuerte frente a esta segunda idea es la del filósofo
francés Merlau-Ponty y su tesis de que hay intencionalidad corpórea. Para
este autor, la intencionalidad es el ser de la conciencia o función genérica de
revelar al mundo como algo que está ahí. El proceso intencional parte, así, del
hecho de que los objetos se presentan por medio del cuerpo. Si se concibe el
cuerpo como un sistema que nos revela el mundo como algo que está ahí,
entonces el cuerpo es intencional y la motricidad es la manifestación de dicha
intencionalidad, en este caso, corporal (Paredes, 2007). Vemos así que lo
mental excede lo intencional y éste, a su vez, no es privativo de lo mental; por
lo tanto, la segunda tesis de Brentano se hace insostenible.
27
Tras el análisis de la posición de Brentano, pasemos a desarrollar las
características de los estados mentales propiamente intencionales. Los
estados intencionales son únicamente aquellos que están en una relación
semántica con el mundo. Tienen un contenido proposicional hacia el cual un
sujeto adopta cierta actitud. Dicho contenido se introduce con la cláusula
‘que’4 y está precedido por un verbo psicológico. De este modo, a estos
estados se les llaman actitudes proposicionales para nombrar la apariencia y
propiedades que se les puede dar en el lenguaje. Debido a que la actitud
proposicional es la expresión lingüística del estado intencional, el fenómeno
mental se puede estudiar desde su estructura lingüística. En este orden de
ideas, el recorrido que haremos por los problemas de la intencionalidad será
a partir de los problemas que suscitan las actitudes proposicionales.
Si aceptamos como herramienta heurística la caracterización de las actitudes
proposicionales para caracterizar los estados intencionales, entonces es
posible que los estados mentales intencionales sean pensados a partir de las
llamadas ‘actitudes proposicionales’5. Así pues, las actitudes proposicionales,
cuyo ejemplo más destacado es la creencia, “son estados mentales de un nivel
cognitivo superior al de las sensaciones y percepciones” (p. 145), pues en
dichos estados mentales se hace más patente la relación entre la capacidad
humana para el pensamiento conceptual y el lenguaje que es usado.6
Las actitudes proposicionales pueden reconocerse por las siguientes
características: primera, son estados mentales con contenido
representacional, es decir, una actitud proposicional representa el mundo
4Los estados intencionales caracterizados de esta manera fueron llamados por Russell (1918) actitudes proposicionales.
5La tesis de la interdependencia del lenguaje y el pensamiento tiene dos posiciones, a saber: una metafísica y una interpretativa. La primera sostiene que el lenguaje es una condición necesaria para tener pensamiento y así, los seres que no tienen capacidad lingüística no tienen capacidad cognitiva. La segunda sostiene que el lenguaje es una condición necesaria no para tener pensamiento sino para adscribirlo (Davidson, 1975).
6 En las líneas que siguen hablaré de actitudes proposicionales y de intencionalidad indistintamente.
28
siendo de una manera y el contenido de la actitud es lo que determina la
manera como el mundo es representado (Stalnaker, 1999). Segunda,
expresan una relación entre un agente y un objeto peculiar, pues son
actitudes hacia proposiciones (Stalnaker, 1999; Acero, 1995). Tercera, los
contenidos de esas proposiciones son entidades peculiares, las proposiciones,
ya que pueden ser inexistentes. Cuarta, la forma sintáctica de aquella relación
es “la de una oración principal con un verbo de actitud proposicional, seguida
de una oración subordinada, introducida por ‘que’ o ‘si’, a la que podemos
llamar ‘oración-contenido’” (García, 2011, p. 278). Quinta, “crean contextos
opacos, en los que parece fallar el principio leibniziano de substitutividad de
los idénticos” (p. 278), esto es, la referencia de algunos objetos del contenido
no es directa, sino oblicua y, por tanto, no pueden ser sustituidos por otros
sin cambiar el valor de verdad de la actitud proposicional.
Si bien esto es aceptado, hay muchas discrepancias acerca de si el contenido
representacional “tiene una naturaleza cuasi-lingüística o si más bien
comporta elementos de representación analógica de tipo ‘imaginístico’”
(Lowe, 2000,p.157) o ambas. Si la relación entre el sujeto y el contenido es
causal o normativa (Haugeland, 1998). Si pueden reducirse los contextos
intensionales a contextos extensionales (Pérez, 2009a). Si dichas actitudes
están en nuestra cabeza o si “el fenómeno de la intencionalidad sugiere que
las actitudes son esencialmente relacionales. Ellas involucran relaciones con
las proposiciones a las que se dirigen y con los objetos a los que éstas últimas
se refieren” (Perry, 1998, p. 388)7. Por esta razón, expondremos primero las
características principales de los estados intencionales, teniendo en cuenta lo
ya expuesto de las actitudes proposicionales, para pasar a examinar los temas
de los que tiene que dar cuenta una teoría que pretenda caracterizar el
contenido mental.
7The phenomenon of intentionality suggests that the attitudes are essentially relational in nature; they involve relations to the propositions at which they are directed and at the objects they are about.
29
1.3. Características de la intencionalidad
Como veíamos anteriormente, el recorrido que haremos por los problemas de
la intencionalidad será a partir de los problemas que suscitan las actitudes
proposicionales. Los estados intencionales tienen tres características
esenciales. De ellas se derivan los tres problemas de los que tiene que dar
cuenta una teoría del contenido mental. Éstasson: un carácterperspectivista,
eficacia causal en la conducta y asimetría epistemológica entre la primera y la
tercera persona. Las cinco características de las actitudes proposicionales
hacen parte de lo que en este apartado se llama el carácter perspectivista de
los estados intencionales, pues todas se refieren a propiedades semánticas.
Veamos cada una de ellas y los problemas que implican.
En primer lugar, en los estados intencionales se manifiesta una perspectiva
subjetiva sobre la realidad. Son estados mentales con contenido
representacional, es decir, representan el mundo siendo de una manera y su
contenido determina la manera como el mundo es representado. “Poseer
estados intencionales es poseer una subjetividad, un modo peculiar de
concebir las cosas, una interioridad” (Moya, 2004, p. 19). Esto se entiende
bien con un ejemplo: imaginémonos que entra una serpiente en una casa
donde se encuentran Juan, María y Pedro. Juan es el padre de Pedro, quien
tiene dos años de edad, y es amigo de María. María, por su parte, es bióloga.
Juan cree que la presencia de la serpiente representa un peligro para los
presentes. María cree que la presencia de la serpiente es interesante pues no
es habitual encontrarlas en aquél lugar. Mientras, Pedro cree que la presencia
de la serpiente es un juego divertido. Vemos, entonces, cómo con respecto a
un mismo suceso pueden tenerse diferentes actitudes con diferentes
contenidos.
“La intencionalidad de la mente posee un carácter perspectivistaineliminable,
y este carácter ha de tener un reflejo en el lenguaje con el que describimos el
contenido intencional” (p. 21). Este contraste entre cómo son las cosas y
cómo es percibida por agentes se refleja lingüísticamente en dos
30
características de las actitudes proposicionales, ambas fallos de
extensionalidad, a saber: en la introducción de expresiones con posición
oblicua y en la ilegitimidad de la generalización existencial de expresiones
referenciales. Veamos cada una de ellas.
Por un lado, el contenido de las actitudes proposicionalescontiene términos
referenciales que no pueden sustituirse libremente por expresiones co-
referenciales. Las expresiones ‘Luisa Lane cree que Superman es un héroe’ y
‘Luisa Lane cree que Clark Kent es un héroe’ no son equivalentes. ‘Superman’
no puede sustituirse libremente por ‘Clark Kent’, aunque estos términos sean
co-referenciales. Esto sí es posible en contextos extensionales, por ejemplo,
los términos ‘H2O’ y ‘agua’ en la proposición ‘en una molécula aislada de
agua, el agua contiene dos 13w2m,átomos de hidrógeno y un átomo
de oxígeno’. Por esa razón, la consideración de las actitudes proposicionales
ayuda a ver el problema de la intensionalidad, entendida ésta como la
propiedad de algunos enunciados que fallan en algunas pruebas de
extensionalidad (Searle, 1998). El fenómeno de introducción de expresiones
con posición oblicua es conocido como el fenómeno de la co-referencia
(Perry, 1998).
El otro fallo de extensionalidad consiste en que, cuando se describen o
atribuyen actitudes proposicionales, es ilegítimo generalizar existencialmente
las expresiones referenciales de su contenido, pues, si un sujeto cree que un
individuo u objeto determinado tiene cierta propiedad, no es necesario que
haya alguien o algo que la tenga (Moya, 2004). Manuela puede creer que los
unicornios son hermosos sin que ello implique que aquello en lo que cree, los
unicornios, exista. En las expresiones de las actitudes proposicionales hay
nulo compromiso del sujeto con la existencia de los objetos del contenido de
sus actitudes. Por este hecho, precisamente, algunos, incluso, han llegado a
afirmar que lo más distintivo de la intencionalidad es su indiferencia ante la
realidad (Lycan, 1999). El fenómeno de la ilegitimidad de la generalización
31
existencial de expresiones referenciales se conoce como el fenómeno de la
no-referencia (Perry, 1998).
En segundo lugar, tenemos la eficacia causal de la actitud proposicional sobre
la conducta de un sujeto8. Dicho más técnicamente, del mismo modo en que
la experiencia perceptual es un suceso mental consciente, la experiencia de
actuar también lo es. Los estados intencionales de un sujeto se relacionan de
un modo peculiar con las acciones, a diferencia de las otras experiencias de la
vida mental de un sujeto (Searle, 1998; Davidson, 1963). Juan cree que el
agua calma la sed. Juan desea un vaso de agua. Juan toma un vaso de agua.
De acuerdo con esta secuencia es natural afirmar que la causa de la acción de
Juan, tomar un vaso de agua, son su deseo y su creencia.
Es difícil sostener que la eficacia causal sobre la conducta de un sujeto sea el
rasgo propiamente característico de los estados intencionales, pues también
los estados fenomenológicos son causalmente efectivos en nuestro
comportamiento. Juan siente dolor de cabeza. Juan se toma un analgésico.
Como en el caso anterior, es natural afirmar que la causa de una acción,
tomarse un analgésico, puede ser un estado fenomenológico, tener dolor de
cabeza. Sin embargo, los estados fenomenológicos no tienen contenido
semántico y, por lo tanto, no pueden justificar racionalmente la conducta de
un sujeto. Los estados intencionales, como las creencias y los deseos, no solo
causan lo que un sujeto hace, sino que también lo justifican racionalmente
(Davidson, 1963): en este sentido, la relación entre estados intencionales y
comportamiento es normativa. De esta forma, el elemento normativo de
justificación racional distingue la causalidad del contenido de las relaciones
causales de eventos físicos (Moya, 2004). Así pues, “los contenidos mentales
ocupan un lugar central en la explicación de la conducta. Sin embargo, 8Cuando hablamos de relaciones causales aquí, lo hacemos en su sentido más amplio. “Causal relations involving mental events are among the familiar facts of every day experience. My fingers are busily dancing about on the computer keyboard because I want to write about mental causation. The word ‘because’ connecting my want and the movements of my finger is naturally taken to express a causal connection: My want causes my fingers to move” (Kim, 1998, p. 173).
32
interesan también por otra propiedad que poseen: la de la normatividad de
lo mental” (Acero, 1995, p. 177).
En tercer y último lugar, los estados intencionales introducen una asimetría
epistemológica entre la primera y la tercera persona y, en esa misma línea, el
problema de la autoridad de primera persona. La asimetría existe entre el
modo en que cada uno conoce sus propios estados mentales y el modo en que
conoce los de los demás. El conocimiento de los estados propios es directo, el
de los demás, inferencial. La explicación más común, aunque no la única, de
esto es que el sujeto tiene acceso privilegiado a sus estados internos y por
esto, esta asimetría deriva en el problema de la autoridad de la primera
persona. Un sujeto tiene más autoridad con respecto al valor de verdad de sus
actitudes proposicionales que con respecto al valor de verdad de las actitudes
proposicionales de un tercero9. Además tiene más autoridad que la que
podría tener un tercero con respecto al valor de verdad de las actitudes del
sujeto. Siendo así que María tiene más autoridad para decir que es verdad
que ella cree en la inmortalidad del alma que para decir que es falso que Juan
no cree en la inmortalidad del alma. Así mismo, tiene más autoridad para
decir que ella desea el bienestar de su padre que la que tiene Juan para decir
que es falso que María desea el bienestar de su padre.
Los estados intencionales tienen, entonces, al menos, tres características:
manifiestan una perspectiva subjetiva, son eficaces causalmente e introducen
una asimetría epistemológica entre la primera y la tercera persona. Ahora
veamos cuáles son losexigencias, derivadas de estas características, que debe
tratar una teoría que pretenda dar cuenta del contenido mental.
9No obstante, cabe señalar que la autoridad de primera persona es mucho más fuerte cuando los estados a considerar son fenomenológicos o mixtos y disminuye gradualmente en los estados intencionales y, más aún, en los rasgos de carácter. Sobreesta idea se fundamenta la terapiapsicológica.
33
2. Exigencias para una teoría del contenido
El problema del contenido, según Stalnaker, puede desglosarse en dos tipos
preguntas. Uno de los tipos indaga por el objeto y el otro por la dirección o
relación entre el sujeto y sus estados. Esto es, la intencionalidad sigue
teniendo los dos rasgos que no fueron descartados en la triple tesis de
Brentano, expuesta en la primera parte de este capítulo.
Para dar cuenta filosóficamente de las actitudes proposicionales debe responderse dos tipos de preguntas que están relacionadas: primero, qué clase de cosa es el contenido de una actitud (¿qué es el objeto denotado por las cláusula ‘que’?). Segundo, ¿cómo pueden los estados mentales de los agentes estar relacionados con los sujetos? El problema de explicar cómo los estados mentales pueden tener contenido representacional es el problema de la intencionalidad10 (Stalnaker, 1999, p. 678).
Las respuestas a estos dos tipos de preguntas, aunque se trate de actitudes
proposicionales, no sólo deben tener en cuenta los aspectos semánticos de
dichas actitudes sino también de la naturaleza causal o nomrativa del
contenido y de la autoridad de primera persona. En este orden de ideas, voy a
dedicar esta sección a mostrar que la respuesta a estas preguntas debe darse
dando cuenta de cada uno de los rasgos de la intencionalidad.
2.1. Exigencias semánticas
Como ya dijimos, los estados intencionales son representaciones del mundo.
En esto consiste su aspecto semántico. Una actitud proposicional presenta al
mundo de una manera, y su contenido es lo que determina la manera como el
mundo es representado. De ahí que “las proposiciones deben ser objetos que
10A philosophical account of propositional attitudes must answer two interrelated kind of questions: first, what kind of thing is the content of an attitude (what is the object denoted by the that clause?). Second, how can the states of mind of agents relate them to such subjects? The problem of explaining how mental states can have representational content is the problem of intentionality.
34
tengan las condiciones de verdad que deben satisfacerse para que el estado
representacional con ese contenido represente correctamente el mundo” (p.
678)11.
Debido a este carácter representacional de las actitudes proposicionales, que
se refleja en la introducción de un vocabulario intensional, hay dos
fenómenos semánticos de los que toda teoría del contenido mental debe dar
cuenta, a saber: el fenómeno de la no-referencia y el fenómeno de la co-
referencia del contenido proposicional. Es decir, debe explicar cómo es
posible que un sujeto tenga actitudes hacia un contenido que versa sobre algo
que no existe y cómo el valor de verdad de una actitud proposicional cambia
dependiendo del conocimiento que el sujeto tenga de las co-referencias del
objeto hacia cuál se dirige la actitud.
2.2. Exigencias sobre la naturaleza causal o normativa del contenido
En segundo lugar, una de las preguntas que ilustra el problema del contenido
mental, tal como lo caracterizó Stalnaker, exige dar cuenta de la relación que
existe entre las acciones del sujeto y sus actitudes proposicionales.
Clásicamente, éstas han sido concebidas como motivadoras, como recursos
explicativos o incluso como justificaciones racionales de la acción humana.
Por eso, Haugeland (1998) divide las teorías del contenido de lo mental en
dos grupos diferentes, de acuerdo a la respuesta que dan a esta versión de la
pregunta. Las primeros sostendrían que la relación es causal; las segundos,
que es normativa. Un caso extraño en este panorama sería Davidson, que
reconoce a los estados intencionales propiedades tanto causales como
normativas.
Por lo tanto, lo segundo que tiene que hacer una teoría del contenido mental
es dilucidar la naturaleza causal, normativa o ambas de la relación entre las
acciones del sujeto y sus actitudes proposicionales.
11So propositions must be objects that have truth conditions that must be satisfied for a representational state with that content to correctly represent the world.
35
2.3.Exigencias sobre la autoridad de primera persona
En tercer lugar, la relación entre el sujeto y sus actitudes proposicionales
debe verse desde su dimensión epistemológica. Según parece, a propósito de
nuestros estados mentales existe una autoridad de primera persona. Esto
quiere decir que el conocimiento que un sujeto tiene de sus propios estados
mentales es especialmente fiable y que está menos sometido a error que el
conocimiento de los estados mentales de los demás (Moya, 2004). En este
orden de ideas, una teoría que pretenda dar cuenta del fenómeno del
contenido mental debe explicar, por último, cómo es posible la autoridad
epistemológica de primera persona frente a sus estados mentales.
***
En este capítulo vimos cómo nace el problema del contenido mental y las
exigencias que debe cumplir una teoría del mismo. Una vez aclarados los
puntos que deben ser tratados por una teoría que pretenda enfrentarse al
problema del contenido mental, pasaremos a exponer, en el siguiente
capítulo, el funcionalismo como una respuesta internista al problema y
mostraremos su insuficiencia. También, consideraremos, si bien de modo
general, la posición externista.
Capítulo segundo Concepciones internistas yexternistas del contenido mental
El tema de este segundo capítulo es el debate entre el internismo y el
externismo. En él nuestro objetivo es mostrar el externismo como la mejor
posición para responder a las exigencias de una teoría del contenido. Para
cumplirlo, en el primer apartado, expondremos el funcionalismo para ilustrar
la insuficiencia de la respuesta internista a los problemas que plantea el
carácter intencional de algunos estados mentales y, en el segundo apartado,
explicaremos en qué consiste una posición externista y cómo ésta tiene mayor
poder explicativo que una posición internista. En este capítulo defendemos,
así, la tesis de que una teoría externista tiene mayor alcance explicativo, con
respecto al contenido mental, que una teoría internista.
1. La concepción internista del contenido mental
En esta sección expondremos el funcionalismo como una respuesta internista
al problema del contenido mental. Nuestro objetivo es presentar la posición
internista con respecto a las tres exigencias principales de uan teoría del
contenido mental. Esto para mostrar, en la siguiente sección, dos cosas, a
saber: por un lado, por qué “ninguna de las dos posiciones [ni la internista ni
la externista] consigue dar cuenta satisfactoriamente de las tres dimensiones
del contenido” (Moya, 2004, p. 153). Por otro lado, que la perspectiva
externista tiene más ventajas que la internista para explicar el contenido
37
mental, pues desde esa posición no solo se pueden explicar los elementos que
explica el internismo, sino también aquellos que éste último no puede. Siendo
así que considero que el externismo tiene mayor fuerza explicativa que el
internismo con respecto a dar cuenta del contenido mental12.
1.1. El funcionalismo y la concepción internista del contenido
mental
El debate entre el internismo y el externismo aparece cuando se indaga por la
naturaleza del contenido intencional, si éste es estrecho o amplio,
independiente o dependiente del entorno, respectivamente. En consecuencia,
las respuestas que dan, el internismo y el externismo, con respecto a las
exigencias deuna teoría del contenido mental, dependen de cómo dan cuenta
de la identidad del mismo.
Hay dos tipos de dependencia del contenido con respecto al entorno externo,
a saber: la dependencia causal y la dependencia constitutiva. El contenido de
un estado mental depende causalmente de factores internos o externos si el
primero es causado, en un sentido amplio, por estos últimos; mientras que
depende constitutivamente, si la constitución misma de dicho estado mental
depende de tales factores. En este orden de ideas, “el internismo considera el
contenido como constitutivamente independiente del entorno natural o
social, aunque no necesariamente como causalmente independiente de dicho
entorno” (p. 153). Por ejemplo, la experiencia puede considerarse como
causalmente relevante para el repertorio conceptual de un agente, pero, a la
vez, puede considerarse que el lenguaje del pensamiento es independiente de
todo lenguaje natural y, por lo tanto, que el agente no aprende sus conceptos
más básicos de la experiencia.
12No vamos a defender la tesis de que el externismo no puede dar cuenta de las tres características. Si no que las diferentes corrientes del externismo que expondremos en el siguiente capítulo no dan cuenta de ellas. Sin embargo, mostraremos que ha habido al menos un intento, el de Finkelstein, para dar cuenta de aquello en lo que es más débil el externismo con respecto a una teoría de la intencionalidad desde una posición externista.
38
Así, para un internista es compatible la diversidad del origen causal con el
mismo conjunto de contenidos mentales. De este modo, los contenidos
mentales que un sujeto tiene, en un momento determinado, pueden ser
causados tanto por un ambiente normal como por un Genio Maligno, pero su
constitución será la misma. El internismo es, por lo tanto, la “tesis según la
cual dicho contenido viene determinado exclusivamente por factores internos
al individuo, bien internos a su mente, bien, […] internos al cuerpo del
individuo”. (p. 153).
El funcionalismo nace como una nueva concepción de la relación mente-
cuerpo que se contrapone al conductismo y a la teoría de identidad de
propiedades. “El funcionalismo, en relación con el problema ontológico de la
naturaleza de la mente y su relación con el cuerpo, es la tesis según la cual las
propiedades mentales son propiedades funcionales” (Moya, p. 99). Esto
quiere decir que, según el funcionalismo, un estado mental es de un tipo
determinando según su papel causal con respecto a determinadas entradas
sensoriales, determinadas salidas conductuales y otros estados mentales
(Kim, 1998, p. 132).En este orden de ideas, un funcionalista puede postular,
como Fodor, que el poder de las representaciones lingüísticas viene, no de
una causa externa a ellas, sino de la organización misma del lenguaje. El
significado de una proposición depende del significado de las palabras que la
componen y su estructura.
Si el internismo es una posición con respecto a la identidad del contenido
mental, cuya tesis es que dicho contenido es independiente constitutivamente
del entorno externo; y el funcionalismo plantea que la identidad del
contenido depende únicamente de las relaciones causales entre entradas
sensoriales, salidas conductuales y otros estados mentales; entonces,
podemos afirmar que la tesis del funcionalismo puede inscribirse dentro de
una posición internista. Pasemos a ver cómo el funcionalismo, más
específicamente el funcionalismo de máquina, da cuenta de las tres
dimensiones de los estados intencionales.
39
1.2. El funcionalismo de máquina
Como ya veíamos, la tesis central del funcionalismo es que las propiedades
mentales son propiedades funcionales. Las propiedades funcionales son
aquellas que posee un objeto de manera exclusiva como aptitud para cumplir
un papel causal en un contexto determinado (Moya, 2004, p. 100). Las
propiedades funcionales no pueden identificarse con las propiedades físicas;
sin embargo, entre estos dos tipos de propiedades se dan dos tipos de
relaciones, a saber: la relación de superveniencia y la relación de realización.
La relación de superveniencia es una especie de dependencia de las
propiedades funcionales con respecto a las propiedades físicas. Un cambio en
las propiedades funcionales implica, necesariamente, un cambio en las
propiedades físicas; empero, un cambio en las propiedades físicas no implica,
necesariamente, un cambio en las propiedades funcionales. De esta forma,
diferentes objetos pueden ser clasificados en el mismo conjunto en virtud de
su función y no de sus propiedades físicas. Los estados intencionales son
clasificados de acuerdo a sus propiedades funcionales y de acuerdo a un
discurso físico de primer orden como el del conductismo.
Por otro lado, la relación de realización consiste en que “las propiedades
funcionales tienen realizaciones físicas; las propiedades físicas realizan las
propiedades funcionales” (Moya, 2004, p. 100). Por ejemplo, el reloj de
arena, el reloj digital y el reloj de pulso son realizaciones físicas de las mismas
propiedades funcionales. Esto quiere decir que si las propiedades físicas son
una base de superveniencia, pero una propiedad funcional puede tener
distintas bases de superveniencia;entonces las propiedades funcionales
tienen múltiples realizaciones o múltiples bases de superveniencia.
Existen, empero, diferentes tipos de funcionalismo, dentro de ellos se
encuentra el funcionalismo de máquina, fundado por Hilary Putnam. Este
autor relaciona la hipótesis funcionalista con la idea de máquina de Turing.
40
Del mismo modo que, en el punto de vista funcionalista, lo que hace un determinado estado mental un tipo de estado mental es su papel causal en lo que respecta a los estímulos sensoriales, las salidas de comportamiento, y otros estados mentales, así lo que hace un estado físico la realización de un determinado estado de máquina es su relación causal con las entradas, salidas y otros realizadores físicos de los estados internos de la máquina. Es por esto que es natural que los funcionalistas miren a las máquinas de Turing para un modelo de la mente13 (Kim, 1998, p. 132).
Una máquina de Turing es un “sistema descrito por una tabla de máquina
que contiene una lista de estados y una serie de instrucciones (un programa)
que especifican, para cada estado en que se halla el sistema y para cada
entrada que recibe, una salida que emite el sistema y un estado en el que pasa
a hallarse. El sistema posee los medios necesarios para identificar las
entradas, emitir las salidas y cambiar de estado” (Moya, 2004, p. 108).
Por lo tanto, poseer un estado mental es poseer una organización funcional
adecuada que pueda describirse en términos de una determinada tabla de
máquina. Un deseo o una creencia, como estado intencional, se describe en
términos de la entrada que recibe el cerebro, la salida que emite y el estado al
que cambia. Pues, “la tabla de máquina de una máquina de Turing es una
especificación completa y exhaustiva de la operación de la máquina14” (Kim,
1998, p. 126). En otras palabras, la mente humana es una realización física de
una máquina de Turing y los estados intencionales, estados de tablas de
máquina.
Esta posición fue aceptada por Fodor (2000), aunque no en su totalidad.
Fodor no se refiere a los estados mentales como estados de tablas de
13Just as, on the functionalist view, what makes a given mental state the kind of mental state it is its causal role with respect to sensory inputs, behavior outputs, and other mental states, so what makes a physical state the realize of a given machine state is its causal relations to inputs, outputs, and other physical relaizers of the machine’s internal states. This is why it is natural for functionalists to look to Turing machines for a model of the mind.
14the machine table of a Turing machine is a complete and exhaustive specification of the machine’s operation.
41
máquina, sino como estados computacionales. Debido a que los estados
computacionales, a diferencia de los estados de tablas de máquina, no
constituyen una lista finita y una máquina de Turing puede hallarse en varios
estados computacionales al mismo tiempo, esto le permite explicar algunos
aspectos de la vida mental que no eran explicados por el funcionalismo de
máquina, a saber: primero, que un estado intencional puede ser también el
resultado de la interacción entre estados mentales simultáneos. Segundo, que
la distinción que el funcionalismo de máquina establece entre distintos tipos
de estados intencionales es demasiado fina, de modo que tiende a clasificar
como de distintos tipos estados intencionales que parecen ser del mismo tipo.
Tercero, que los tipos de estados intencionales en que un organismo,
especialmente un organismo humano, puede hallarse son potencialmente
infinitos (Moya, 2004, p. 109).
1.3.El funcionalismo y las exigencias de una teoría del contenido
mental
Hasta aquí hemos expuesto por qué la tesis funcionalista puede inscribirse
dentro de una posición internista y las tesis principales del funcionalismo de
máquina. Ahora, pasaremos a describir esta posición con respecto a las
exigencias de la teoría del contenido mental y por consiguiente, a las
preguntas que debe responder si pretende dar cuenta de la naturaleza de los
estados intencionales.
Para los funcionalistas tener una creencia es tener una organización funcional
adecuada y compartir una misma creencia es compartir dicha organización.
En la medida en que ellos entienden los estados mentales como estados
internos reales con propiedades causales, “es una parte crucial en la
concepción funcionalista de la mente exponer que sus causas y efectos típicos
puede, y regularmente lo hacen, incluir otros estados mentales”15 (Kim, 1998,
15it is a crucial part of functionalist conception of a mental state that its typical causes and effects can, and often do, include other mental states.
42
p. 123). Y aunque rechazan una tesis conductista, aceptan que la mente tiene
una relación causal con la conducta. Causar cierta conducta o ciertas
disposiciones para la misma es parte de la función o papel causal de los
estados mentales. Así, esta posición explica muy bien la propiedad causal del
contenido mental con respecto a las acciones del sujeto.
Empero, “el internista, al conceder al contenido un papel causal-explicativo,
ha de prescindir de sus propiedades semánticas, como su capacidad de
representar estados de cosas y de ser verdadero o falso” (Moya, 2004, p.
156). Por lo tanto, no explica los fenómenos de la co-referencia y de la no-
referencia como fenómenos semánticos, expuesto en la sección anterior,
pues, para ello tendría que explicar cómo dichas propiedades semánticas, que
involucran relaciones entre el contenido y la realidad, pueden surgir de
relaciones puramente intrínsecas al individuo. Si bien el internismo puede
explicar el fenómeno de co-referencia, por ejemplo, no puede hacerlo desde
su carácter intencional sino puramente formal. Así, un internista puede
explicar el fenómeno de la co-referencia de los términos ‘Superman’ y ‘Clark
Kent’ arguyendo que aunque ambos tengan el mismo referente, los signos son
distintos. Sin embargo, no puede dar cuenta del contexto opaco o la
introducción de expresiones con posición oblicua, todas ellas propiedades
semánticas de los estados intencionales. Como bien señala Fodor, para el
internismo la explicación psicológica debe prescindir de las relaciones
semánticas entre las representaciones mentales y sus referentes, solo debe
trabajar con las propiedades formales de dichas representaciones (Moya,
2004).
Finalmente, la identidad de los estados mentales está dada, como bien se ha
dicho, en función de la organización funcional del organismo mientras se
encuentra en dicho estado. Por lo tanto, para tener conocimiento de un
estado mental, hay que referirse a las relaciones causales que hay entre
determinadas entradas, salidas y otros estados mentales; en ningún caso, a
factores externos. De este modo, conocer un estado intencional es conocer el
43
estado de tabla de máquina o el estado computacional. Empero, debido a que
el funcionalismo nace como un intento de responder a la pregunta por la
relación mente-cuerpo, no se pronuncia al respecto si este conocimiento de
los estados intencionales es inferencial en tercera persona y directo en
primera, o inferencial o directo en ambos casos. Este problema queda
totalmente de lado en las teorías funcionalistas.
Como podemos ver, el funcionalismo, como representante, en este caso, de
una posición internista, puede explicar, sin problemas, la eficacia causal de
los estados mentales sobre la conducta de un sujeto y no toma en cuenta para
su explicación la asimetría entre la primera y la tercera persona, con respecto
al conocimiento de los estados mentales. No obstante, las propiedades
semánticas constituyen una importante dificultad para el funcionalismo, pues
los estados intencionales son explicados desde sus propiedades sintácticas.
Por lo tanto, primero, si, siguiendo a Stalnaker, el problema de explicar cómo
los estados mentales pueden tener contenido representacional es el problema
de la intencionalidad y si el funcionalismo es una posición internista que
intenta dar cuenta de la identidad del contenido mental, entonces el
funcionalismo intenta dar cuenta de la intencionalidad. Segundo, si el
funcionalismo pretende dar cuenta de la intencionalidad, entonces debe dar
cuenta de cada una de las exigencias de una teoría del contenido, a saber: sus
aspectos semánticos, la naturaleza normativa o causal del contenido y la
autoridad de primera persona. Tercero, el funcionalismo solo da cuenta
satisfactoriamente de una de las tres exigencias de una teoría del contenido.
En conclusión, el funcionalismo y, en general, el internismo es una posición
que no da cuenta satisfactoriamente de la intencionalidad.
En este orden de ideas, en la siguiente sección, examinaremos el externismo
como otro tipo de teoría del contenido mental y sus ventajas frente a una
posición internista.
44
2. El externismo y el contenido de lo mental
En esta segunda sección expondremos, en líneas generales, la posición
externista frente al contenido mental, las posibles respuestas de ésta a las
exigencias de una teoría que pretenda dar cuenta del contenido mental y los
motivos por los cuales es preferible una teoría externista a una internista, en
cuanto a su alcance explicativo.
2.1.El externismo
El externismo es la “tesis según la cual los contenidos de las actitudes
intencionales de un sujeto no son constitutivamente independientes del
entorno externo de este sujeto” (Moya, 2004, p. 161). Esto es, el contenido de
los estados psicológicos de un agente depende de aspectos que están más allá
de las superficies corporales del sujeto.
El externismo es introducido por Hilary Putnam con su texto “El significado
de ‘significado’”. En él se expone una crítica a la posición internista por medio
del experimento mental de la Tierra gemela. En éste, “dos humanos podrían
ser molécula a molécula iguales y aún así diferir en sus creencias y deseos,
dependiendo de varios factores en su entorno espacial e histórico”16 (Lycan,
1999, p. 414).
Después de esto, aparecieron diferentes teorías acerca del contenido mental
de corte externista. Éstas pueden dividirse en dos grandes grupos: las teorías
causales y las teorías sociales. SaulKripke ha sido considerado uno de los
mayores representantes de las teorías causales;Tyler Burge, de las sociales.
Hay otros, como Donald Davidson, que son considerados una alternativa
mixta entre estos dos tipos de teorías. En la próxima sección, explicaremos
más a fondo las diferentes posiciones externistas. Por ahora, presentaremosla
16
Two human beings could be molecule-for-molecule alike and still differ in their beliefs and desires,
depending on various factors in their spatial and historical environments.
45
posición externista en general con respecto a las tres exigencias de una teoría
del contenido mencionadas en el capítulo anterior.
2.2. El externismo y las exigencias para una teoría del contenido
En primer lugar, el externismo concibe el contenido como esencialmente
relacional, es decir, dependiente constitutivamente del entorno externo del
individuo. En esta medida, el pensamiento tiene la capacidad de apuntar
intencionalmente al mundo y representarlo. En ese orden de ideas, el
significado de una palabra también es constitutivamente dependiente de
factores externos al sistema sígnico. El significado de los términos que
aparecen en los enunciados con los que se expresan las actitudes
proposicionales se explica por las propiedades semánticas de dichos
términos. Así, se ve que diferentes teorías externistas hayan intentado dar
respuesta al problema de la co-referencia y la no-referencia, mencionado
anteriormente.
En segundo lugar, en consonancia con el punto anterior, las posiciones
externistas plantean que la relación que hay entre la actitud proposicional de
un sujeto y sus acciones es normativa. Los criterios de corrección de las
acciones son públicos y, por lo tanto, el comportamiento humano solo puede
ser explicado dentro de un contexto específico. Tal como mostraremos más
adelante podemos hablar de los estados mentales como razones de la acción,
pero en ningún caso podrá decirse que hay una relación causal entre unos y
otra.
Por último, al parecer, el externismo pareciera que entra en conflicto con la
autoridad epistemológica de primera persona respecto a los estados
intencionales, debido a que si la normatividad y el significado del contenido
depende del entorno externo, no tendría sentido que hubiera un acceso
privilegiado a los propios estados. Pareciera, por el contrario, que otras
personas pudieran conocer los estados intencionales de un agente mejor que
46
él mismo. Empero, este problema ha sido ampliamente estudiado y, a mi
modo de ver, satisfactoriamente resuelto por Finkelstein (2001)17.
2.3. El debate internismo/externismo
Las teorías del contenido mental de corte externista tienen una ventaja
explicativa con respecto a las de corte internista; pues, por un lado, las teorías
de corte internista, como mostrábamos en este capítulo, solo pueden dar
respuesta, satisfactoriamente, a dos de las tres exigencias de una teoría del
contenido mental, a saber: la naturaleza causal o normativa del contenido,
pues para los defensores del internismo causar cierta conducta o ciertas
disposiciones es parte de la función o papel causal de los estados mentales; y
la autoridad de primera persona, debido a que el funcionalismo nace como un
intento de responder a la pregunta por la relación mente-cuerpoeste
problema queda totalmente de lado en las teorías funcionalistas. Empero, son
insuficientes para dar una explicación del carácter subjetivo de los estados
mentales, ya que no explica los fenómenos de la co-referencia y de la no-
referencia como fenómenos semánticos,para ello tendría que explicar cómo
dichas propiedades de relación entre el contenido y la realidad pueden surgir
de relaciones puramente intrínsecas al individuo.
Por otro lado, parece que las teorías de corte externista solo pueden dar
respuesta, también, a dos de las tres exigencias: el carácter subjetivo y la
eficacia causal de los estados mentales. Siendo así que serían insuficientes
para dar respuesta a la asimetría epistemológica de primera y tercera
persona. No obstante, han habido intentos, a nuestro modo de ver exitosos,
de respuesta a esta exigencia desde una teoría de corte externista como el
expresivismo. Así, puede argüirse que una teoría de corte externista podría
dar cuenta de las tres exigencias para una teoría del contenido mental.
17Esta posición será enunciada posteriormente en el cuarto capítulo de este trabajo.
47
***
Hasta aquí llega la primera parte de este trabajo. Una vez hemos mostrado
las razones por las cuales una posición externista está más capacitada para
responder a las exigencias de una teoría del contenido que una internista,
podemos pasar a examinar los tipos de teorías que se pueden encontrar
dentro de una posición externistay entre ellas cuál tiene un mayor alcance
explicativo.
Segunda parte
Externismo, expresivismo y el contenido de la mente autista
Capítulo tercero El externismo de doble aspecto
El tema de este capítulo es el externismo como la mejor posición para
responder a las exigencias de una teoría del contenido y los límites que el
externismo tiene para dar cuenta de manera completa del contenido mental.
En este capítulo tenemos tres propósitos. Primero, exponer las tres
variedades en las que pueden clasificarse las tesis de corte externista y
mostrar cómo dicha clasificación espocorigurosa. Segundo, exponer la teoría
externista con más alcance explicativo con respecto al contenido mental: la
teoría externista de doble aspecto de Donald Davidson. Tercero, exponer el
caso del autismo de alto desempeño como objeción de la teoría de doble
aspecto de Davidson.
1. Algunas teorías externistas del contenido mental
Esta primera sección tiene tres partes, a saber: primera, expondremos una
teoría externista de corte causal, apoyados en las ideas de Kripke y Putnam.
De acuerdo con dichas ideas, el contenido mental depende de la naturaleza de
los objetos externos a la mente. Segundo, expondremos una teoría externista
de corte social, apoyados en las ideas de Burge. Él defiende que el contenido
mental depende del acuerdo intersubjetivo de hablantes competentes.
Tercero, presentaremos pruebas textuales de que la división entre teorías
externistas causales y sociales no es adecuada, pues, al parecer, las teorías
externistas antes mencionadas poseen rasgos tanto causales como sociales.
50
Es decir, todas podrían llamarse teorías externistas de doble aspecto.
Veamos, entonces, en qué consiste cada una de estas teorías.
1.1. Externismo causal
En su artículo "Identidad y necesidad", Kripke se hace una pregunta análoga
a la planteada por Kant en la Crítica de la razón pura, ésta es: ¿Cómo son
posibles los enunciados contingentes de identidad? Todo enunciado de
identidad debe ser necesario si pretende ser verdadero. Sin embargo,
encontramos enunciados de identidad contigente en las ciencias naturales
como, por ejemplo, agua es igual a H2O. Para explicar cómo es posible esto,
Kripke distingue entre un designador rígido y un designador no rígido. Un
designador rígido es aquel que designa al mismo objeto en todos los mundos
posibles y un desginador no rígido es aquel que "en nuestro lenguaje, tal
como nosotros lo usamos, al describir una situación contrafáctica, pudiera
haber habido un objeto diferente que satisficiera las condiciones descriptivas
que nosotros damos para la referencia" (Kripke, 1978, p.108). Cabe aclarar
que el hecho de que haya un designador rígido no implica que el objeto
designado tenga que existir necesariamente en un mundo posible. Es decir, la
necesidad epistémica no implica la necesidad metafísica.
La identidad necesaria solo puede darse entre designadores rígidos. 'Agua' y
'H2O' son designadores rígidos. Por lo tanto, su relación de identidad no es
contigente. Pero ¿por qué parece que así lo fuera? Esta confusión se da,
afirma Kripke, porque se tiene como supuesto que la descripción de un
nombre fija su referencia y esto, a su modo de ver, es incorrecto; por el
contrario, "la referencia de los nombres rara vez o casi nunca se fija mediante
una descripción" (p. 123). Así, lo que es contigente son las descripciones y no
podemos identificar un nombre con su descripción.
La referencia de un nombre está determinada por las propiedades modales
del objeto al que refiere, es decir, por su modalidad de re, aquellas
propiedades que un objeto tiene necesariamente en cuanto tal,
51
independientemente de cómo se describa. La representación que un sujeto se
haga del mundo, por ejemplo, de una mesa, dependerá exclusivamene de la
modalidad de re de la mesa y no de la manera cómo la describen las
personas.
En este orden de ideas, esta teoría externista se inscribe en el grupo de las
teorías causales, pues el contenido mental depende de la modalidad de re del
objeto al que se dirige. Siguiendo con el ejemplo, la identidad de la mesa
representada como contenido mental es constitutivamente dependiente de
las propiedades que tiene la mesa como mesa, independientemente de las
descripciones que puedan hacerse de ella.
En su artículo "El significado de 'significado'"Putnam retoma varios de los
puntos de Kripke. Su objetivo en este escrito es evaluar si, con respecto al
significado de una palabra, la intensión determina la extensión. Su
conclusión es tajante: “los significados no están en la cabeza” (Putnam, 1975,
p. 17). Putnam parte de que, desde épocas antiguas el significado de
'significado' ha sido ambiguo. Por un lado, se entendía como el conjunto de
cosas de las cuales un término es verdadero y, por otro, el concepto asociado
al término. Esta ambigüedad ha intentado ser solucionada definiendo el
significado como compuesto tanto por lo primero como por lo segundo, a los
que se les llamó extensión o referencia e intensión o sentido,
respectivamente.
"Mientras que la noción de 'extensión' está formulada de manera
completamente precisa, relativa a la noción lógica y fundamental de verdad
[...], la noción de 'intensión' no tiene más precisión que la vaga [...] noción de
'concepto'"(p.10). De esta manera, la teoría del significado descansa en dos
supuestos incuestionables, estos son: primero, que conocer el significado de
un término es solo una cuestión de estar en un cierto estado psicológico y,
segundo, que la intensión de un término determina su extensión. Putnam
defiende que esta concepción del significado descansa en una teoría falsa.
52
Siguiendo esta línea argumentativa, si entender una palabra de manera
diferente equivale a estar en un estado psicológico diferente y si los estados
psicológicos tienen un carácter público por el hecho de que varias personas
pueden encontrarse en el mismo estado, entonces los estados psicológicos
determinan la intensión de un término y, dado que la intensión determina la
extensión, también determina su extensión. Es decir, el significado es
determinado por los estados psicológicos.
No obstante, con los experimentos mentales de 1750 y de la Tierra gemela,
Putnam demuestra que los significados no están en la cabeza. Veamos.El
primer experimento mental consta en pensar en el significado de la palabra
'agua' en 1750 y el significado que tiene en la actualidad.
En aquella época la química no se había desarrollado ni en la Tierra ni en la Tierra Gemela. El típico hablante terrestre del inglés no sabía que el agua estaba constituida por hidrógeno y oxígeno, y el típico hablante del inglés en la Tierra Gemela no sabía que el ‘agua’ estaba constituida por XYZ. Sea Oscar 1 un típico hablante terrestre del inglés y Oscar 2 su doble en la Tierra Gemela. Puede suponerse que no hay creencia alguna sobre el ‘agua’ que Oscar 1 tenga y Oscar 2 no tenga. […] y, más aún, que la extensión del término ‘agua’ era precisamente H2O en la Tierra tanto en 1750 como en 1950 y la extensión del término ‘agua’ era precisamente XYZ en la Tierra Gemela, tanto en 1750 como en 1950. Oscar 1 y Oscar 2 entendían el término ‘agua’ de diferente manera en 1750 aunque estaban
en el mismo estado psicológico, y aunque, dado el estado de la ciencia en su tiempo, sus comunidades científicas habrían tardado unos 50 años en descubrir que entendían el término ‘agua’ de manera distinta (Putnam, 1975, p. 19).
Dos personas de estas dos diferentes épocas pueden encontrarse en el mismo
estado psicológico; sin embargo, su comprensión del término es diferente,
pues en 1750 todavía no había sido descubierta la composición química del
agua.
Ambos, Oscar 1 y Oscar 2, están en el mismo estado psicológico, a saber:
creen que ‘agua’ significa o bien H2O o bien XYZ. Sin embargo, entienden la
palabra de manera diferente, uno la entiende como H2O y el otro, como
XYZ.Este ejercicio mental, así, echa por tierra una de las premisas del
53
anterior razonamiento, aquella que dice que entender una palabra de manera
diferente equivale a estar en un estado psicológico diferente.Por lo tanto, un
estado psicológico individual no puede fijar la extensión de un término; por el
contrario, lo que fija la extensión es el estado sociolingüístico del cuerpo
lingüístico colectivo al cual pertenece el hablante.
Con el segundo experimento mental, el de la Tierra gemela, Putnam muestra
que es posible que dos individuos tengan el mismo estado psicológico pero la
extensión de los términos que usan es diferente. Pensemos ahora en dos
individuos, molécula a molécula idénticos, uno vive en la Tierra otro en una
Tierra gemela, molécula a molécula idéntica a la anterior. Ambos usan el
término 'agua', sin embargo, en la Tierra agua es sinónimo de H2O, mientras
que en la Tierra gemela agua es sinónimo de XYZ. Ambos individuos, al usar
el término 'agua', se encuentran en el mismo estado psicológico, sin embargo,
no solo su comprensión del término es diferente, sino que también la
extensión de 'agua' en ambos mundos es diferente. Esto ocurre pues,
retomando a Kripke, las palabras de clase natural como 'agua' son
designadores rígidos y esto implica que se comporten como indexicales, es
decir, que tienen una extensión que varía de contexto a contexto o de
ejemplar a ejemplar. "Por eso, la teoría de que (1) las palabras tienen
'intensiones' que son algo así como conceptos que los hablantes asocian a las
palabras, y de que (2) la intensión determina la extensión, no puede ser
verdadera para las palabras de clase natural como 'agua' por la misma razón
que la teoría no puede ser verdadera de palabras obviamente indexicales
como 'yo'" (Putnam, 1975, p. 33).
Si se usa el término 'agua' rígidamente, lo que es llamado 'agua' en la Tierra
gemela no lo es, pues, en este caso, el término 'agua' se usa de tal manera que
solo se refiere a aquellas cosas que compartan la naturaleza que normalmente
poseen las cosas que satisfacen su descripción. Es decir, solo podría llamarse
'agua' al líquido de la Tierra gemela si concordase en propiedades físicas
importantes con el líquido de la Tierra.
54
Nótese que no hay ningún problema respecto a la extensión del término ‘agua’. La palabra tiene, simplemente, dos significados diferentes: en el sentido en que se usa en la Tierra Gemela […] lo que llamamos ‘agua’, simplemente no es agua; mientras que, en el sentido en que se usa en la Tierra […] lo que los hablantes de la Tierra Gemela llaman ‘agua’, simplemente no es agua (p. 18).
Por lo tanto, la posición que Putnam ha desarrollado implica que los
miembros de la extensión de una palabra de clase natural o designador rígido
tienen en común una estructura oculta. De esta manera, concluye que "el uso
de las palabras de clase natural refleja un importante hecho con respecto a
nuestra relación con el mundo: sabemos que existen clases de cosas con
estructura oculta común, pero aún no tenemos los conocimientos que
permitan describir todas esas estructuras ocultas" (p. 48). Empero, no hay
que olvidar que la extensión de un término se determina también por lo que
Putnam llama una división de la tarea lingüística. De ella nos ocuparemos
más adelante.
Retomando, según Putnam diremos que alguien adquirió una palabra, por
ejemplo 'lobo', si es capaz de usarla de forma tal que: primero, su uso llena
una serie de requisitos y, por lo tanto, no es reprochado por los demás; y,
segundo, su manera de situarse en el mundo y en su comunidad lingüística es
tal que, en su idiolecto, la extensión socialmente determinada de la palabra
'lobo' es el conjunto de lobos. Empero, de esto no se sigue que la extensión de
'lobo' en la Tierra gemela sea el conjunto de lobos solo porque los hábitos
lingüísticos de los habitantes de ese planeta sean los mismos. La naturaleza
de los 'lobos' en la Tierra gemela es lo más importante. Entonces, la identidad
de la representación de lobo como contenido mental es constitutivamente
dependiente fundamentalmente de la naturaleza común oculta de los lobos.
Por esta razón, Putnam es considerado uno de los grandes representantes de
las teorías externistas causales.
Como pudimos ver con Putnam, pareciera que el contenido mental se
determinara, por un lado, socialmente, y por otro, causalmente o, como él
55
dice, indexicalmente. Sin embargo, con su ejercicio de la Tierra gemela
muestra claramente que lo más fundamental de dicha constitución del estado
mental es la naturaleza común oculta de los juegos designados. Por esto,
Putnam se inscribe en las teorías causales de corte externista. Veamos, ahora,
una teoría representante de las teorías sociales.
1.2. Externismo social
Quizás el mayor exponente de una teoría externista social es Burge en su
artículo "El individualismo y lo mental". En él, el autor presenta una crítica al
individualismo, posición que defiende que los fenómenos mentales
intencionales de una persona se definen solo en términos de lo que le sucede
internamente a esa persona y de cómo responde a su entorno físico, sin hacer
referencia al contexto social en el que está ubicada. El individualista que
Burge tiene en mente al escribir este artículo es Descartes. A su posición,
Burge responde que "la clave para entender nuestra atribución de contenidos
mentales cuando nos enfrentamos a casos de dominio incompleto o de
malentendido, radica en gran medida en las funciones sociales asociadas de
mantenimiento y aplicación del estándar" (Burge, 1979, p. 380).
Para emprender su ataque,Burge divide los estados mentales en dos grupos,
que pueden identificarse con los mencionados en el primer capítulo, a saber:
con los estados fenomenológicos y las actitudes proposicionales, pues estos
términos no aparecen mencionados en este artículo. Los primeros no tienen
una relación semántica con el mundo; los segundos, sí. Estos últimos se
caracterizan por dos rasgos: primero, porque los términos que contienen
frecuentemente no son reemplazables por expresiones extensionalmente
equivalentes de manera tal que se conserve el valor de verdad de la oración
que los contiene. Segundo, porque "las figuraciones claramente oblicuas en el
discurso mentalista tienen algo que ver con la caracterización de la
perspectiva epistémica de una persona" (p. 317). Por lo tanto, las expresiones
que figuran oblicuamente en las proposiciones son un medio fundamental
para identificar los estados mentales intencionales de una persona.
56
Burge, al igual que Putnam, propone un experimento mental para probar su
punto. Una persona adquiere la palabra 'artritis' gracias a su contexto social,
a través de conversaciones y lecturas. Dicha persona tiene un dolor en el
muslo y cree que es ‘artritis’. Esta persona decide visitar al médico. Hasta
ahora nada de su contexto social ha contradicho su uso normal de la palabra
y, por lo tanto, para él es normal decir que su dolor en el muslo se debe a esta
enfermedad. Esto ocurre hasta que visita a su médico, el cual posee un
significado diferente. "La diferencia en cuanto a sus contenidos mentales es
atribuible a diferencias en su entorno social" (p. 321). Esto muestra, también,
que la mayoría de nuestro vocabulario se adquiere de otros que entienden
mejor los términos que nosotros.
Con Burge, concluimos que
la práctica comunitaria es un factor (además de mi entendimiento, patrones de inferencia, y tal vez conducta, actividad física, y otros rasgos) que interviene para fijar los contenidos de mis actitudes, inclusive en los casos en los que entiendo cabalmente el contenido (Burge, 1979, p. 334).
Es claro, entonces, por qué Burge se encuentra entre los teóricos externistas
sociales. Sin embargo, esto no quiere decir que no tenga en cuenta rasgos
causales. Veamos, pues, por qué cada una de estas teorías puede inscribirse
mejor como teorías de doble aspecto y, así, cómo la distinción entre social y
causal no es adecuada.
1.3. Convergencias del externismo causal y el social
A través de sus propios textos, podemos ver que los grandes exponentes de
ambas subclases de las teorías de corte externista tienen en cuenta no solo los
aspectos propios de la subclase en la que son inscritos sino también aspectos
de la otra. Es decir, la división entre el externismo causal y el externismo
social no puede ser tajante. Como lo muestran sus escritos, parece que un
aspecto no puede darse sin el otro. A nuestro modo de ver, todas merecen
llamarse teorías de doble aspecto. Veamos las razones en cada uno de estos
autores.
57
Para Kripke, la modalidad de re de un objeto fija la extensión del término con
el que nos referimos a él. Sin embargo, es claro, incluso para Kripke, que
aunque la referencia sea directa, el designador rígido se construye desde una
comunidad lingüística, como la científica en el caso del término 'agua'. Si bien
la relación entre términos singulares y el mundo no está mediada por ningún
concepto descriptivo, la rigidez de un término se determina por una
comunidad lingüística. Esto se evidencia si recordamos la definición que el
propio Kripke da de un designador no rígido, esto es, aquel que "en nuestro
lenguaje, tal como nosotros lo usamos, al describir una situación
contrafáctica, pudiera haber habido un objeto diferente que satisficiera las
condiciones descriptivas que nosotros damos para la referencia" (Kripke,
1978, p.108). La identidad del contenido mental es dependiente
constitutivamente de la modalidad de re; sin embargo, la rigidez de los
designadores que contenga dependen de las condiciones descriptivas que una
comunidad da para su referencia.
Para Putnam, la extensión de un término se determina, no por su intensión,
sino por aspectos tanto sociales como indexicales. Siendo el aspecto indexical
más importante que el social. Empero, los aspectos indexicales, por ejemplo,
las propiedades físicas que son relevantes, son determinados gracias a una
división de la tarea lingüística. Esta división permite que haya unos expertos
que determinen el estado sociolingüístico del cuerpo lingüístico colectivo que
fija la extensión del término. La estructura común oculta de los objetos en
cuestión se revela a través de las descripciones del cuerpo lingüístico experto.
Así, la capacidad de reconocer que tienen estos hablantes ‘expertos’ la posee el cuerpo lingüístico colectivo a través de ellos, aunque no la posea cada miembro individual de este cuerpo, y de esta forma el hecho más estudiado sobre el agua pasa a formar parte del significado social de la palabra, significado desconocido por casi todos los hablantes que adquieren la palabra (Putnam, 1975, p. 25).
Por último, para Burge, los estados mentales intencionales del individuo no
pueden entenderse si se fija únicamente en los actos, disposiciones, y
58
acontecimientos internos del individuo. El contenido mental está
determinado por el contexto social. La evidencia de esto está en que "la
disposición del sujeto de someter su afirmación y creencia al arbitraje de una
autoridad sugiere que está dispuesto a que sus palabras se tomen de manera
normal" (p. 356). Como ya habíamos expuesto, la normalidad del significado
está determinada por un grupo de expertos que tienen un mejor
conocimiento del término. Pero el significado de éste es fijado, también, de
acuerdo a unas características comunes que comparten los objetos que caen
bajo dicho término. Por lo tanto, el dolor en un muslo no es artritis pero la
inflamación de una rodilla sí puede serlo. La identidad de la representación
de la artritis depende constitutivamente tanto de las descripciones que
otorgan un selecto grupo de expertos como de las características comunes
que comparten los hechos de los que es representación el contenido mental.
Como hemos mostrado, todas las posiciones externistas aquí presentadas
tienen en cuenta tanto los aspectos causales como los aspectos sociales de la
condición dependiente de los estados mentales del entorno externo. Esto
conlleva a que tanto la referencia como la sociedad son necesarios para la
identidad del contenido mental. Si bien esto es cierto, Davidson hizo explícita
esta doble dependencia. Por esto, es considerado el mayor exponente de la
teoría externista de doble aspecto. Pasemos, entonces, a la exposición de ésta.
2. El externismo de doble aspecto
En esta segunda sección presentaremos, primero, la posición de Davidson
como una teoría externista de doble aspecto y, por lo tanto, más completa que
una teoría externista meramente causal o que una meramente social.
Segundo, las respuestas a las exigencias de una teoría del contenido mental
que pueden ofrecerse desde el externismo triangular de Davidson.
59
2.1. El externismo triangular de Davidson
Los argumentos a favor de una posición externista frente a la individuación
del contenido mental están presentes a lo largo de la obra de Davidson. En
esta sección, presentaremos su pensamiento a partir de alguno de sus
artículos más conocidos.
Davidson parte del hecho de que las creencias acerca de los contenidos de
nuestras propias mentes no pueden estar equivocadas de un modo general.
En algunos casos, en la tradición filosófica, autores como Descartes ha
tomado la autoridad de primera persona como fundamento del conocimiento
de otras mentes y del mundo exterior. Davidson considera esta posición
errónea y, por consiguiente, presenta su externismo triangular como una
propuesta alternativa a esta imagen del conocimiento. Dicho externismo
plantea que hay tres tipos de conocimiento, estos son: el subjetivo, el objetivo
y el intersubjetivo. Además, a diferencia de descartes, plantea que ninguno de
estos conocimientos puede darse si no se dan los otros dos y que la base de
estos tipos de conocimiento es el intersubjetivo. Veamos.
Para Davidson es claro que hay una asimetría epistemológica entre la primera
y la tercera persona, es decir, que el conocimiento de nuestras mentes es
dependiente del conocimiento del mundo exterior y, por lo tanto, "el
conocimiento de los contenidos de nuestras propias mentes no puede
constituir la base para el resto de nuestro conocimiento" (Davidson, 1990, p.
267).
El carácter holista de lo mental es el primer argumento que presenta para
defender su posición. Éste consiste en que "la identificación de una creencia
del tipo que sea, verdadera o falsa, descansa en un trasfondo de creencias
verdaderas" (p. 267). Esto se da porque para atribuir una actitud
proposicionales necesario atribuir un patrón de racionalidad. Dichas
actitudes o pensamientos aparecen dentro de un sistema o red de creencias
coherente relacionadas entre sí. No hay creencias sin tener muchas creencias
60
relacionadas, ni creencias sin deseos, ni deseos sin creencias, ni intenciones
sin las dos cosas El holismo consiste, así, en que tenemos muchos contenidos
de diferentes tipos estructurados sistemáticamente (Davidson, 1982).
El segundo argumento es la relación entre el concepto de creencia y el
concepto de verdad. Las situaciones que causan una creencia determinan las
condiciones en las que ésta es verdadera, pues "en los casos básicos, la
aplicación determina el contenido del concepto" (Davidson, 1990, p.270).
Davidson explica esto recurriendo a la sorpresa. Alguien no podría
sorprenderse si no tuviera creencias. Asimismo, tener una creencia supone la
posibilidad de sorprenderse. La sorpresa “[…] requiere que esa persona se
percate del contraste entre lo que creía y lo que pasó a creer después. Sin
embargo, ese percatarse es una creencia sobre una creencia: si se sorprende,
entonces entre otras cosas, pasa a creer que la primera creencia que tenía [...]
era falsa” (Davidson, 1982, p. 153). En este sentido, tener el concepto de
creencia es tener el concepto de verdad objetiva. Sin embargo, la verdad
objetiva no consiste en aquello que pensaba Putnam, a saber: en la naturaleza
oculta común de los objetos de dichas creencias. Para Davidson, la causa
usual del uso de una palabra es lo que determina su referencia. La verdad
objetiva depende de la causa usual del contenido representacional: lo que se
dice de él. De esta manera, entra en juego la intersubjetividad en la
individuación del contenido mental.
Davidson está parcialmente de acuerdo tanto con Putnam, como con Burge,
pues afirma que los contenidos de las oraciones que aprendemos están
determinados por aquello en el mundo que los provoca causalmente y que
provoca que los consideremos verdaderos, aunque reconoce que los factores
sociales tienen un papel en el externismo de lo mental. Para Davidson, la
sociedad está dentro del nexo causal que incluye la interacción entre las
personas y el resto de la naturaleza. Los seres humanos son quienes agrupan
y crean las clases con las cuales son clasificadas las cosas. Las categorías se
61
van forjando en la intersubjetividad y los humanos vamos clasificando bajo
esas categorías en la medida en que vemos que concordamos con los demás.
Por lo tanto, según Davidson, "lo que individualiza a un estado es al mismo
tiempo lo que lo hace accesible a los demás, pues el estado se individualiza
mediante la interacción causal entre tres elementos: el sujeto pensante,
aquellos otros con quien se comunica y el mundo objetivo que ellos saben que
comparten" (Davidson, 1990, p. 279). La adscripción de un estado psicológico
se da, así, mediante un proceso de interpretación triangular que descansa
sobre una base social.
Para Davidson, la interpretación radical consiste en tomar evidencia
conductual del hablante de un lenguaje extraño para dar cuenta del
significado de las oraciones de la comunidad a la que el hablante pertenece.
Para ello debe establecer las condiciones de verdad bajo las cuales dichas
oraciones son verdaderas y adoptar el principio de caridad. De acuerdo con
éste último, el hablante debe ser interpretado como un agente que tiene un
sistema de creencias coherente y que actúa de acuerdo con sus creencias y
deseos, es decir, como un agente racional. Las creencias solo pueden ser
atribuidas al hablante si hay al menos dos agentes racionales y el mundo
externo, esto es, si hay un sujeto pensante, un sujeto con el cual el sujeto
pensante se comunica y el mundo objetivo que dichos agentes saben que
comparten.
Para ser un intérprete psicológico, es decir, adscribir una creencia es
necesario tener el concepto de creencia. Para esto, a su vez, es necesario tener
el concepto de verdad objetiva y, por último, éste no se obtiene si no hay una
relación entre el mundo y dos agentes. Debido a que las actitudes
proposicionales como las creencias son actitudes que tienen como objeto una
entidad lingüística, entonces nada en el proceso de triangulación sería posible
si los agentes no son hablantes competentes. Así, para ser un intérprete
psicológico hay que ser un hablante competente y para ser un hablante
competente hay que ser in intérprete psicológico. Hay una interdependencia
62
clara entre lenguaje y pensamiento (Davidson, 1973). Una vez presentada esta
teoría externista de doble aspecto, pasemos a la respuesta que puede darse a
las exigencias de una teoría de la intencionalidad desde esta posición.
2.2. El externismo triangular y las exigencias para una teoría del
contenido
Como expusimos en el primer capítulo, las tres exigencias que debe cumplir
una teoría que pretenda dar cuenta del contenido mental son: el carácter
subjetivo de los estados mentales, la eficacia causal de los mismos y la
asimetría epistemológica entre la primera y la tercera persona.
Con respecto a la primera exigencia, la subjetividad implica un contraste
entre cómo son las cosas y cómo nos las representamos. Este contraste entre
cómo son las cosas y cómo son percibidas por agentes se refleja
lingüísticamente en dos características de las actitudes proposicionales,
ambas fallos de extensionalidad, a saber: en la introducción de expresiones
con posición oblicua y en la ilegitimidad de la generalización existencial de
expresiones referenciales.
En su artículo “Animales racionales” Davidson explica cómo los estados
mentales fallan en las pruebas de extensionalidad. Los fallos dependen, en
este caso, de las creencias verdaderas que hagan parte del sistema de
creencias coherente del agente. Solo puede reconocerse una creencia falsa en
un conjunto de creencias verdaderas que estén organizadas
sistemáticamente. Así, un agente considerará algunas creencias como
verdaderas si siendo verdaderas su sistema de creencias continúa siendo
coherente. Por ejemplo, para un amigo de Jorge las proposiciones ‘yo creo
que Jorge es calvo’ y ‘yo creo que el gerente del banco de Bogotá es calvo’
tienen el mismo valor de verdad pues en su sistema de creencias coherente se
encuentra la creencia de que ‘Jorge es el gerente del Banco de Bogotá’. Sin
embargo, para un cliente del Banco de Bogotá es posible que ‘yo creo que
Jorge es calvo’ y ‘yo creo que el gerente del Banco de Bogotá es calvo’ tengan
63
valores de verdad diferentes, la primera proposición sería falsa y la segunda,
verdadera. Esto debido a que, ‘el gerente del Banco de Bogotá es calvo’
pertenece a su sistema de creencia coherente, mientras que ‘Jorge es el
gerente del Banco de Bogotá’, no.
Con respecto a la segunda exigencia, Davidson defiende que la relación entre
los estados mentales y las acciones del sujeto no son causales, en el sentido de
causalidad científica, es decir, dicha causalidad no es nomológica, no está
sujeta a leyes. Un comportamiento se entiende como una acción humana solo
si puede explicarse como algo que se hace por una razón. En este sentido,
tanto creencias, como deseos e intenciones son razones para actuar. Por lo
tanto, Davidson se ve en la necesidad de distinguir entre razones y causas.
En su artículo "Sucesos mentales" (1970), Davidson expone su tesis
ontológica más conocida: el monismo anómalo. Éste consiste en que los
sucesos mentales y los sucesos físicos solo se distinguen en virtud del
vocabulario que usamos para referirnos a ellos. Para defenderlo, propone
como argumento central la irreductibilidad nomológica de lo mental. Este
argumento consiste en que mientras los sucesos físicos pertenecen a una red
nomológica estricta, sujetos por ejemplo a la causalidad, los sucesos
mentales, no. Por lo tanto, siguiendo las ideas de este artículo, para Davidson
no puede haber una relación causal estricta entre un suceso mental y uno
físico o, siquiera, entre dos sucesos mentales, aunque estos últimos puedan
servir de razones para la acción, pues a la causalidad nomológica de lo físico
se le contrapone la causalidad singular de lo mental.
En su artículo "Acciones, razones y causas" (1963), Davidson plantea que la
explicación de una acción mediante razones constituye una forma de
explicación causal, pues las razones pueden ser entendidas como causas
efectivas de la acción. Esta causalidad no está regida por leyes y, por lo tanto,
no es causalidad nomológica; este otro tipo de causalidad es llamada
causalidad singular. En ese sentido, se podría decir que las razones son
causas. Así, las acciones intencionales son susceptibles de ser analizadas
64
como una especie de conclusión, la cual se deriva de ciertas premisas
correspondientes a las razones y los deseos de un agente. En este orden de
ideas, los sucesos mentales, entendidos como razones, tienen dos funciones:
justificar porqué un agente actúa como actúa y causar una determinada
acción. En conclusión, los sucesos mentales tienen eficacia causal, pero esta
causalidad no debe entenderse como la causalidad nomológica que rige los
sucesos físicos.
Por último, con respecto a la tercera exigencia, podemos encontrar una
respuesta en su artículo "Tres variedades de conocimiento" (1991). Para
Davidson existen tres variedades de conocimiento distintas, a saber: el
conocimiento del mundo exterior, el conocimiento de otras mentes y el
conocimiento de la propia mente. A estos conocimientos los llamó objetivo,
intersubjetivo y subjetivo, respectivamente. La asimetría entre primera y
tercera persona se presenta, pues, entre el conocimiento subjetivo y el
objetivo. Gracias a un elemento como la sorpresa, nos podemos dar cuenta
que no puede haber conocimiento subjetivo, es decir de mis propias
creencias, si no hay un conocimiento objetivo, de los hechos efectivos, y un
conocimiento intersubjetivo, de las creencias de los demás. Debido a que,
como ya lo mencionábamos antes, la individuación de un estado mental se da
en la interacción de tres elementos: el sujeto pensante, aquellos con quien se
comunica y el mundo objetivo que ambas partes saben que comparten.
En cuanto a la autoridad de primera persona, pese a que defiende una
posición claramente externista, Davidson defiende que "nadie más puede
saber de la misma manera en que nosotros sabemos lo que creemos,
tememos, queremos, valoramos y pretendemos" (Davidson, 1990, p. 265).
Dicha autoridad tiene como base el argumento del holismo de lo mental y el
de la relación entre creencia y verdad, pues, de acuerdo con estos, no
podemos estar equivocados con respecto a la mayoría de creencias que
tenemos sobre el mundo, en la medida en que la identificación de una
creencia falsa reposa sobre el trasfondo de un gran número de creencias
65
verdadera. Teniendo en cuenta esto y dado que el conocimiento de nuestras
propias mentes depende del conocimiento del mundo exterior y de otras
mentes, entonces la mayoría de creencias sobre nuestras propias mentes
deben ser verdaderas.
Después de este recorrido vemos, primero, que el externismo tiene mayor
alcance explicativo que el internismo. Segundo, que aunque hay diversos
tipos de externismo, en realidad podemos encontrar en las teorías aquí
estudiadas aspectos tanto causales como sociales y, por lo tanto, dichas
teorías externistas serían de doble aspecto. Tercero, que desde una teoría
externista de doble aspecto como la de Davidson se pueden responder las
exigencias de una teoría de la intencionalidad. No obstante, mostraremos en
la próxima sección, que esta teoría descansa sobre un presupuesto que no es
posible seguir defendiendo: la interdependencia entre lenguaje y
pensamiento.
3. El autismo: desafío para una teoría de doble aspecto
Esta sección tiene dos partes. En la primera parte, expondremos la definición
de autismo como trastorno mental y los tratamientos y terapias comunes con
los que es tratado dicho trastorno. En la segunda parte, mostraremos,
siguiendo a varios autores, que algunos individuos con esta patología,
especialmente los que tienen autismo de alto desempeño, sirven de objeción a
la teoría externista de doble aspecto, propuesta por Davidson.
3.1.El autismo de alto rendimiento
Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-
IV existen tres criterios para diagnosticar autismo a una persona. Estos son:
la existencia de una disfunción cualitativa de interacción social recíproca, una
disfunción cualitativa de la comunicación verbal y no verbal y de la actividad
66
imaginativa, y, por último, un repertorio de intereses y actividades
claramente limitado (Happé, 1994; Frith, 1989).
Dentro de los problemas para socializar solo se encuentran los siguientes: las
dificultades para compartir y dirigir la atención, y las dificultades para imitar
y reconocer afecto. Por otra parte, dentro de los problemas comunicativos se
encuentran la mayor parte de las dificultades que estas personas poseen, tales
como: primero, el retraso o ausencia de habla sin ningún gesto
compensatorio, ya que en todo el espectro de esta psicopatología, solo
aquellos que están cerca del rango de los denominados autistas de alto
desempeño rinden y desarrollan un lenguaje estándar. Por la misma razón
surgen otros problemas como la falta de respuesta al habla de los demás y los
problemas para iniciar o mantener una conversación normalmente. Cuarto,
también se presenta el uso estereotipado y repetitivo del lenguaje, debido a
que si un autista llega a desarrollar un lenguaje normal su comprensión
semántica se limitaría al significado literal de las palabras. A estos problemas
se le suman las anomalías en la prosodia, así a partir de la entonación de un
autista es difícil distinguir entre una pregunta, una exclamación y una
afirmación, y, también, la inversión pronominal: para referirse a ellos mismo
utilizan el pronombre 'tú' y para referirse a otros, el pronombre 'yo'. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que el autismo es un trastorno que cubre
un espectro muy amplio y, por lo tanto, estas dificultades pueden presentarse
en diferentes grados o simplemente no presentarse (Happé, 1994; Frith,
1989). Cada una de ellas puede ser suficiente para el autismo y ninguna de
ellas necesaria.
Dentro del amplio espectro del autismo, podemos encontrar individuos en los
que las anteriores dificultades se dan en un grado menor. A estos individuos
se les suele llamar autistas de alto desempeño. Entre estos se encuentran
aquellos que han sido diagnosticados con el síndrome de Asperger. Los que
padecen este síndrome hablan sin retraso, pero el contenido de sus
proferencias es extraño, pedante y estereotipado. Su comunicación no verbal,
67
como la expresión facial, es escasa, su voz es monótona y sus gestos
inapropiados. En sus interacciones sociales falta la reciprocidad y la empatía.
Se resisten al cambio, pues sus intereses son muy limitados y tienen muy
buena memoria de repetición (Happé, 1994; Frith, 1989). En este orden de
ideas, esta psicopatología se refleja tanto en la expresión facial como en la
entonación vocal y la postura corporal.
Por lo general, esta psicopatología ha sido diagnosticada con el 'test de
creencia falsa', veamos en qué consiste.Este test, desarrollado por Premack y
Woodruff (1978), fue usado por autores como Baron-Cohen (1985) para
mostrar la posibilidad de que los niños autistas carecieran de una teoría de la
mente o padecieran de lo que ha sido llamadomindblindness. El test se aplica
de la siguiente manera: primero, se le presentan al niño dos muñecas, una se
llama Sally, que tiene una cesta; la otra, Ana, tiene una caja. Segundo, el niño
ve que Sally deja una canica en su cesta y se va. Tercero, el niño ve cómo Ana
cambia la canica de Sally de la cesta a su propia caja y se va. Quinto, el niño
ve que Sally vuelve. Sexto, al niño se le hace la pregunta ‘¿dónde buscará Sally
su canica?’. El resultado obtenido por este autor fue que el 80 % de los niños
autistas de la muestra no eran capaces de apreciar la creencia falsa de Sally,
pues no respondían que Sally buscaría en la cesta, donde ella había dejado la
canica, sino que respondían que Sally la buscaría en la caja donde realmente
estaba. Estos resultados contrastan con el 86 % de los niños con síndrome de
Down, de una edad mental bastante inferior, que resolvieron la tarea
teniendo en cuenta la creencia falsa de Sally (Happé, 1994; Frith, 1989). Con
estos resultados se concluye quesi una persona no pasa este test, es decir, si
no contesta correctamente la pregunta formulada, no tiene la capacidad de
adscribir una creencia falsa.
68
Imagentomada de (Happé, 1994, p. 71)
Si el test de creencia falsa muestra si un individuo puede o no adscribir una
creencia falsa, entonces dicho test puede determinar si un individuo posee o
69
no el concepto de 'creencia falsa' y, por lo tanto, el concepto de 'creencia'. Si
poseer el concepto de 'creencia' implica poder adscribir una creencia y la
habilidad de atribuir creencias es tener una teoría de la mente, entonces, un
test que pueda determinar si un individuo puede adscribir una creencia falsa,
puede, también, determinar si un individuo posee una teoría de la mente. Así,
a partir de estos resultados, Happé (1994) desarrolló un cuadro con las
capacidades y déficits que posee un niño autista de alto desempeño.
Capacidades Déficits
Ordenar dibujos conductuales Ordenar dibujos mentalistas
Comprender 'ver' Comprender 'saber'
Gesto protoimperativo de señalar Señalar usando protodeclarativos
Reconocer sabotaje Reconocer engaño
Reconocer fotos falsas Reconocer creencias falsas
Reconocer alegría y tristezas Reconocer la sorpresa
Ocultar un objeto Ocultar información
Expresión literal Expresión metafórica
Juego estructurado elicitado Juego de ficción espontáneo
Gestos instrumentales Gestos expresivos
Hablar de los deseos y emociones Hablar de las creencias y las ideas
Usar las personas como instrumentos Usar las personas como receptores de información
Mostrar sociabilidad activa Mostrar sociabilidad interactiva
Con respecto a este cuadro, puede observarse que todas las capacidades que
puede desarrollar un autista no dependen del desarrollo de la capacidad de
interpretar psicológicamente a otros agentes.Mientras que, los déficits
requieren claramente de una teoría de la mentePara que un niño pueda
comprender lo que ve, hablar de algunos deseos o entender una expresión
70
literal no necesita adscribir creencias a sus interlocutores; por el contrario,
para reconocer que alguien se sorprende, para reconocer que otra persona
puede recibir y procesar que el emita o simplemente tratar de ocultar
información, es necesario que pueda reconocer en su interlocutor a un
intérprete psicológico es decir, que él mismo sea un intérprete psicológico.
Por esta razón, esta información será de gran utilidad para comprender la
crítica al externismo de doble aspecto de Davidson que expondremos en la
siguiente sección.
3.2.El autismo de alto desempeño como objeción del externismo
de doble aspecto
La caracterización del autismo que presenta la psicología puede ser llevada al
plano filosófico para obtener una mejor explicación de nuestra vida mental.
Por lo tanto, vamos a dejar a un lado, por ahora, las formas de diagnóstico del
autismo para concentrarnos en las consecuencias que el estudio de dicha
psicopatología tiene en la filosofía de la mente. Más adelante volveremos al
terreno de la psicología.
Glüer y Pagin (2003) y Andrews (2002) parten de la caracterización del
autismo como carencia de una teoría de la mente para desarrollar una crítica
a la teoría de doble aspecto de Davidson. Tener una teoría de la mente es
tener la habilidad o capacidad de predecir y explicar el comportamiento de un
agente por medio de la atribución apropiada de creencias. Para poder atribuir
apropiadamente una creencia es necesario poseer el concepto de creencia.
Como bien lo ha expuesto Davidson, entender qué es tener una creencia falsa
es una parte esencial de entender qué es tener una creencia en absoluto. Por
lo tanto, el test de creencia falsa muestra si un individuo tiene, o no, la
habilidad o capacidad de predecir y explicar el comportamiento de un agente
por medio de la atribución apropiada de creencias. Esto es, si posee, o no, una
teoría de la mente.
71
La deficiencia de predecir y explicar el comportamiento de un agente por
medio de una atribución apropiada de creencias está directamente
relacionada con la incapacidad de tener pensamientos de orden superior
(Glüer y Pagin, 2003), es decir, pensamientos acerca de otros pensamientos.
Empero, a pesar de esta incapacidad, el test de creencia falsa muestra que los
niños que presentan esta prueba requieren la habilidad de comunicar sus
creencias acerca de las creencias de otros y, por lo tanto, requieren la
habilidad de comunicarse en un nivel lingüístico elevado. Estos mismos niños
hablan de sus creencias acerca de las creencias de Sally, aunque realmente no
tengan creencias de tal orden. No tienen creencias acerca de las creencias
falsas de la niña que ha sido engañada, solo proyectan su propia creencia a
dicho personaje. Así pueden hablar como si tuvieran creencias de segundo
orden, pero solo tienen una creencia de primer orden proyectada a otro
sujeto.
Los autistas de alto desempeño pueden producir y entender proferencias
hechas a partir de oraciones nuevas. Pueden, además, entender que una
proposición es verdadera o falsa. Pueden expresar sus creencias acerca de
ellos mismos, del mundo y de otros. Es difícil ver, entonces, cómo podría
negárseles el título de ‘usuarios del lenguaje’. El niño autista de alto
desempeño es, de este modo, un usuario de un lenguaje que no interpreta las
proferencias de otros agentes por medio de la atribución de estados mentales.
Como se expuso en la sección anterior, Davidson defiende dos tesis, a saber:
primero, que todos los hablantes deben ser intérpretes de otros hablantes.
Segundo, que solo puede tener creencias un hablante competente. Parece,
pues, que los autistas de alto rendimiento son un objeción que muestran que
la primera tesis es falsa.
Para Davidson, la interpretación radical consiste en tomar evidencia
conductual del hablante de un lenguaje extraño para dar cuenta el significado
de las oraciones de la comunidad a la que el hablante pertenece. Para ello,
debe establecer las condiciones de verdad bajo las cuales dichas oraciones
72
son verdaderas y adoptar el principio de caridad. De acuerdo con éste último,
el hablante debe ser interpretado como un agente que tiene un sistema de
creencias coherente y que actúa de acuerdo con sus creencias y deseos. Las
creencias solo pueden ser atribuidas al hablante si hay al menos dos agentes
racionales y el mundo externo. Así, gracias a la triangulación, el pensamiento
surge solo cuando un hablante es capaz de atribuir una creencia a otro al
observar cierto estado de cosas. Ser un hablante competente y tener una
teoría de la mente son dos caras de la misma moneda.
Volviendo al plano psicológico, gracias al test de creencia falsa, algunos
psiquiatras pudieron comprobar empíricamente que existen personas, los
autistas de alto desempeño, que son hablantes competentes pero, en ningún
caso, intérpretes. En consecuencia, dice Andrews (2002), Davidson tiene dos
opciones: o negar que los niños autistas son usuarios del lenguaje o puede
revisar a profundidad todos los aspectos de su teoría que descansan en el
presupuesto de que todos los hablantes son intérpretes psicológicos.
***
Una vez que hemos mostrado cómo el autismo de alto desempeño representa
una fuerte objeción a la teoría de corte externista de doble aspecto de
Davidson, debemos buscar una mejor candidata para dar cuenta del
contenido mental, una teoría, en este orden de ideas, con más alcance
explicativo. Sin embargo, para ello es necesario revisar si la descripción que
se da del autismo como una carencia de teoría de la mente nos permite
avanzar hacia una teoría sobre el contenido que cumpla con las exigencias
antes establecidas. O si, por el contrario, dicha explicación es insuficiente y es
necesario encontrar una descripción alternativa adecuada de esta
psicopatología.
Capítulo cuarto Los problemas del externismo de doble aspecto y el expresivimo de Wittgenstein
El tema de este cuarto capítulo es la propuesta expresivista de
Wittgensteincomo candidata para dar cuenta de las exigencias de unateoría
del contenido mental desde una perspectiva externista. En este capítulo
nuestro objetivo es presentar el expresivismo de Wittgenstein como la
versión más incluyente de una respuesta externista al problema del contenido
mental. Para alcanzar dicho objetivo, en el primer apartado, presentaremos la
crítica del psiquiatra Peter Hobson a las concepciones conceptualistas del
autismo para darle paso a una concepción expresivista, afín a la filosofía de
Wittgenstein. Segundo, expondremos el expresivismo de Wittgenstein y las
consecuencias que éste tiene para la concepción tradicional del contenido
mental. Tercero, presentaremos las respuestas a las exigencias de una teoría
del contenido desde esta posición.
1. La perspectiva de segunda persona: una alternativa a la
objeción del autismo
En esta primera sección, presentaremos, en primer lugar, las llamadas teorías
de la mente, concepción sobre la cual se apoyan las concepciones acerca del
autismo expuestas en la primera sección y una crítica a las mismas. En
74
segundo lugar, una propuesta alternativa para explicar la interpretación
humana, que propone un cambio de perspectiva: de primera y tercera a
segunda persona. Por último, en tercer lugar, mostraremos qué
consecuencias tiene este cambio de perspectiva para la comprensión de una
psicopatología como el autismo y la necesidad de una nueva teoría del
contenido mental con más alcance explicativo.
1.1. Perspectivas de primera persona (simulación) y tercera
persona (teoría)
Como veíamos en el capítulo anterior, el presupuesto fundamental, que
quiere minar el autismo como contraejemplo, de las teorías externistas de
doble aspecto es la interrelación entre pensamiento y lenguaje. Pues, según
estas teorías, para tener pensamientos, más específicamente creencias, es
necesario poder ser intérpretes. Ser intérpretes significa poder predecir y
explicar lo que otro agente haría al atribuirle los deseos y creencias
apropiados, y para ello, es indispensable que ambos intérpretes sean
hablantes competentes. Así, todo aquel que tenga una creencia debe ser un
hablante competente y todo hablante competente debe ser intérprete de otros
hablantes. Esto es, no se puede ser un hablante competente sin tener una
teoría de la mente ni tener una teoría de la mente sin ser un hablante
competente. A menos que se sea un autista de alto rendimiento y se cumpla el
primer caso, ser un hablante compentente sin tener la habilidad o capacidad
de predecir y explicar el comportamiento de un agente por medio de la
atribución apropiada de creencias.
Así las cosas, la concepción de la psicopatología del autismo como carencia de
una teoría de la mente, por un lado, nos muestra que la teoría externista del
doble aspecto no tiene el alcance explicativo suficiente pero, por otro, no nos
da una mejor alternativa. Para encontrar una debemos, pues, primero, ver
qué alternativas se nos ofrecen dentro de las llamadas teorías de la mente y
por qué deben ser rechazadas. Luego, es necesario buscar una alternativa que
75
explique, incluso, el comportamiento comunicativo de una persona autista de
alto desempeño.
Según los defensores de la teoría de la mente como fundamento de la
interpretación psicológica, o bien tener una teoría de la mente es tener
propiamente una teoría o bien es el ejercicio de la capacidad de ponerse en el
lugar del otro. A la primera posición se le ha llamado ‘teoría de la teoría’ y a la
segunda, ‘teoría de la simulación’. Para los primeros, un sujeto capaz de
atribuir creencias a otros debe entender lo que son las creencias, pues
necesita un mecanismo representacional en el que la atribución mental
presupone conocer los conceptos mentalistas explícitamente formulados.
Este mecanismo representacional consiste en poder comprender la diferencia
entre cómo son las cosas y cómo se las representa un agente.
Para los segundos, la atribución de estados mentales consiste en el ejercicio
de empatizar con el otro, a través de simular sus estados mentales. Esto
quiere decir, que la atribución de estados se da por la activación de nuestro
sistema mental no por circunstancias propias, sino por consideración de las
circunstancias ajenas. Al hacer esto, la interpretación psicológica ya no se da
desde una perspectiva de tercera persona sino de primera. La posibilidad de
conocer los estados mentales de otros depende de la posibilidad de conocer
los propios estados mentales (Gomila, 2002).
Hay dos razones por las cuales estas teorías deben ser, por lo menos,
revisadas. La primera razón es que tanto la ‘teoría de la teoría’ como la ‘teoría
de la simulación’ tienen una visión que podría llamarse estrecha de la
atribución de estados mentales, ya que éstas solo explicarían la atribución de
estados como las actitudes proposicionales, en especial, como las creencias y
los deseos. Así dejan de lado otros modos y niveles de interacción social
psicológicamente mediada, como las emociones. Por esta razón, en estas
teorías el test de creencia falsa es el criterio que determina cuándo un
individuo posee una teoría de la mente, es decir, cuándo se encuentra en la
capacidad de atribuir estados mentales a otros agentes. Una de las diferencias
76
radicales entre ‘teoría de la teoría’ y ‘teoría de la simulación’ es que la
atribución, en el primer caso, se explica desde una perspectiva de tercera
persona y en el segundo, desde una perspectiva de primera persona. Como ya
vimos, la perspectiva de tercera persona requiere la aparición del lenguaje
pues su mecanismo representacional depende del poder representacional
propio del lenguaje. Esto se ha rebatido con ejemplos de niños menores de
cuatro años con capacidades de interacción intencional previas a las
capacidades de atribución de creencias (Gomila, 2008).
La segunda razón es que si se necesita inferir la mente de otras personas
basados en las propias experiencias o en las experiencias que se tiene del
comportamiento de los otros, entonces ni la ‘teoría de la teoría’ ni la ‘teoría de
la simulación’ tienen en cuenta la dimensión normativa de las atribuciones
mentales.Esta idea ha sido ampliamente discutida y rebatida a partir del
llamado ‘argumento contra el lenguaje privado’ de las Investigaciones
filosóficas de Ludwig Wittgenstein (1953), que explicaremos más adelante
(Hobson, 2009).
Por lo tanto, es necesario encontrar una posición alternativa que amplíe la
interpretación psicológica a modos de interacción psicológica con contenido
no necesariamente representacional, teniendo en cuenta el carácter
normativo de las atribuciones de estados mentales. Esto es, no desde una
perspectiva de tercera o primera persona, sino desde una nueva perspectiva:
la perspectiva de segunda persona.
1.2. La perspectiva de segunda persona
La perspectiva de segunda persona tiene tres características que la
diferencian radicalmente de las otras dos perspectivas, la de tercera y la de
primera persona. En primer lugar, la atribución de los estados mentales no se
dan en una sola vía, es decir, no ocurre simplemente que un intérprete
atribuya estados mentales a un hablante. Desde esta perspectiva, la
atribución mental se explica como una actividad recíproca durante la cual los
77
intérpretes son conscientes de la mutua atribución y, por lo tanto, este
conocimiento mutuo condiciona y determina el contenido de las atribuciones
(Gomila, 2002).
En segundo lugar, puede dar cuenta de la atribución no solo de actitudes
proposicionales sino también de modos de interacción psicológica que no
tiene contenido representacional. Desde una perspectiva de segunda persona
podemos decir que el proceso de atribución de emociones consiste en
reconocer las emociones del otro por medio de la expresión de las mismas,
generando así en el intérprete respuestas emocionales apropiadas, no
necesariamente las mismas, gracias a la ilusión de participación (Gomila,
2002).
En tercer lugar, teniendo en cuenta que las tres perspectivas se desarrollan en
los seres humanos, la perspectiva de segunda persona es la primera que
aparece en el desarrollo ontogenético. Por esta razón, la explicación de la
atribución de estados mentales no depende de que el intérprete haya
adquirido lenguaje previamente, pues los niños en sus primero años de vida
son capaces de interacciones de atribución intencional mucho antes de ser
capaces de atribuir creencias (Gomila, 2008).
En conclusión, la perspectiva de segunda persona nos ofrece tres cosas, a
saber: primero, la capacidad de involucrarnos con otros intérpretes en una
estructura triádica de interacción intersubjetiva con el mundo. Segundo, un
mecanismo para explicar la constitución intersubjetiva de la subjetividad.
Tercero, una descripción de la perspectiva primera, más natural y espontánea
con la que interactuamos con otras personas (Pérez, 2008). Veamos,
entonces, qué le aporta esta nueva perspectiva a la comprensión de la
psicopatología del autismo.
1.3.El autismo en perspectiva de segunda persona
El psiquiatra Peter Hobson, en su libro El autismo y el desarrollo de la
mente, intentar explica esta psicopatología, a nuestro modo de ver, desde una
78
perspectiva de segunda persona, aunque, en ningún momento, el autor use
dicho concepto. Para cumplir con este objetivo, se pregunta primero si un
niño autista tiene una teoría de la mente. Como ya se explicó en la primera
parte, el criterio principal con el cual se determina si una persona posee o no
una teoría de la mente es la posesión del concepto de creencia, y para
determinarlo se usaba el test de creencia falsa. Para dar el giro de
perspectiva, Hobson centra su investigación en analizar qué significa
comprender una creencia. Veamos.
Para comprender una creencia, una persona debe comprender el carácter
representacional de la misma. Esto es, comprender que lo que es el caso, la
realidad, es diferente de cómo no lo representamos, las apariencias. Es decir,
que existe algo que podemos llamar un ‘mundo compartido’ y un ‘mundo
subjetivo’. “Dado que las posibilidades de acuerdo entre las personas
presuponen la existencia de reacciones y actitudes comunes con respecto al
mundo, el conocimiento y la experiencia sólo serán posibles en aquellas
criaturas que posean dichos intereses; es decir, en personas que tienen
sentimientos, sentimientos mutuos y no solo sentimientos acerca de las
cosas” (Hobson, 1993, p. 185). Los sentimientos también hacen parte del
‘mundo subjetivo’ y, así mismo, el ‘mundo compartido’ se compone también
de sentimientos compartidos.
Por lo tanto, para que una persona pueda comprender una creencia debe
tener la capacidad de pertenecer a una forma común de vida, al poder
reaccionar con sus sentimientos a los sentimientos de los demás.La
interpretación psicológica se da desde una perspectiva de segunda persona, a
través de las emociones.En conclusión, una experiencia empobrecida de
relación interpersonal tiene implicaciones en la capacidad de comprender
conceptos relacionados con la actividad mental. Así, el autismo se define
como “una constelación de déficits que surgen de un trastorno fundamental
en la experiencia de relación personal, intersubjetiva y coordinada que tiene
el niño” (p. 213).
79
En esta sección vimos, entonces, cómo una comprensión del autismo como
una carencia de teoría de la mente no nos permite avanzar hacia una teoría
de la intencionalidad con mayor poder explicativo que la teoría externista de
doble aspecto. En consecuencia, fue necesario primero replantear la
caracterización de esta psicopatología. Una vez hecho esto, pasemos ahora a
exponer, con ayuda de Hobson, cómo cada una de las características de la
condición de los niños autistas puede explicarse con base en una teoría
expresivista de la intencionalidad, la de Wittgenstein.
2. Wittgenstein, el expresivismo y el autismo
En esta segunda sección, partiremos de la definición de la condición autista a
la que llegamos de la mano de Hobson para concluir en la respuesta a las tres
características de la intencionalidad, expuestas en el primer capítulo, desde
una perspectiva externista expresivista de la mano de Wittgenstein. Para ello
expondremos, primero, la relación que puede establecerse entre la
explicación de las características del autismo con algunas ideas del
pensamiento wittgesnteiniano. Segundo, las principales ideas de
Wittgenstein acerca de la naturaleza de lo mental. Tercero, cómo estas ideas
pueden constituir una respuesta a las exigencias de una teoría del contenido
mejor que cualquier otra de las opciones que en este trabajo se han expuesto.
2. 1. El autismo y las formas de vida
Hobson (2009), afirma que el autismo puede reconocerse gracias a seis
deficiencias en la siguientes habilidades: los niños autistas tienen dificultades
para percibir la expresión de una emoción como expresando una vida mental
subjetiva, para relacionar o reconocer a otras personas como personas con
estados subjetivos propios, para identificar actitudes en otra gente y
coordinar las experiencias que tienen de sí mismos con las de otros, para
entender las mentes y lo que significa tener creencias, para ejercitar la
imaginación y, finalmente, para llegar a un acuerdo interpersonal en los
80
juicios y adquirir lenguajes y pensamientos coherentes con el contexto
sensitivo, que se caracteriza por su flexibilidad.
Al igual que el DSM-IV y Happe (1994) y Frith (1989), Hobson reconoce en la
psicopatología del autismo disfunciones tanto en la interacción social
recíproca como en la comunicación lingüística. Sin embargo, como
mostraremos más adelante, hay dos diferencias fundamentales entre esta
concepción del autismo y las dos anteriores, a saber: primera, para Hobson,
las disfunciones en la interacción social recíproca no se basan en la
incapacidad de atribuir pensamientos a un interlocutor por medio de la
simulación o una teoría, sino en la incapacidad de expresar, percibir e imitar
emociones. Segunda, para este mismo autor, las disfunciones en la
comunicación lingüística se derivan de las disfunciones en la interacción
social recíproca.
Ahora bien, la condición de posibilidad de desarrollo de todas estas
habilidades es la pertenencia a una forma de vida común, Sin embargo, no
podría afirmarse de los autistas que no compartan una forma de vida con los
otros, pues sus limitaciones no son absolutas sino parciales, es decir, éstas se
pueden dar en diferentes grados. Por lo tanto, en cuanto a una forma de vida
común con otros, los autistas la comparten parcialmente.
Con respecto a la dificultad de percibir expresiones de emociones, los niños
con autismo pueden percibir, por ejemplo, rostros en detalle y hacer una
descripción muy acertada de ellos, pero tienen una gran dificultad para
percibir los sentimientos o emociones que se expresan en los rostros. Aunque
esto no ocurre solo con el rostro, pues tienen dificultades en reconocer
expresividad en cualquier tipo de movimiento corporal. Así mismo, tienen
dificultades para relacionar o reconocer a otras personas como personas con
estados subjetivos propios. Esto se ve reflejado en un comportamiento
característico de los niños autistas: ellos nunca miran a las personas a los
ojos, que para una persona estándar representa una de las partes más
expresivas del cuerpo. Se comportan con los demás como si fueran objetos
81
inanimados tales como mesas o sillas. Por esta razón, los niños con autismo
tienen dificultades especialmente en compartir y coordinar sus estados
afectivos con los de otros.
Los niños autistas también presentan problemas para identificar las actitudes
de otras personas y, de esa manera, pareciera que también tuvieran
dificultades al coordinar sus propias actitudes con las de los demás. Más aún,
esta deficiencia no solo se presenta en el acoplamiento en las transacciones
interpersonales afectivas que se dan uno a uno, sino que también se
encuentra en el reconocimiento de actitudes de otras personas con respecto a
objetos y sucesos en el mundo. Esto es, una deficiencia en el reconocimiento
de actitudes indica la carencia de atención conjunta. Hobson considera dicha
atención conjunta una análoga a la simpatía espontánea o acuerdo
espontáneo, considerados por Wittgenstein como actitudes primitivas,
esenciales e indispensables para llegar a tener un mundo compartido, pues
"el acuerdo espontáneo, la simpatía espontánea, es lo que, de cualquier
modo, resulta esencial para nosotros" (RPP, Vol. 2, §699). Empero, esta
carencia no es garantía de no pertenencia a una forma de vida común. Así lo
muestra Wittgenstein con el siguiente ejemplo:
'Estos hombres no tendrían nada de humano' ¿Por qué? Sería imposible que pudiéramos entendernos con ellos. Ni siquiera como podríamos hacerlo con un perro. No podríamos encontrarnos en ellos.
Y, sin embargo, seguramente podría haber seres así, que por lo demás fueran humanos (Z, §390).
Es difícil encontrar muchos rasgos de la vida mental que un ser humano
promedio pueda compartir con un niño autista. Ciertamente, no podría
decirse que comparte con ellos esa simpatía espontánea esencial para hablar
de un mundo compartido. Sin embargo, reconoce en ellos a seres humanos,
puede decir de ellos casi lo mismo que puede decir de cualquier ser humano
promedio, pues así se lo permite la gramática de las palabras.
82
Entender otras mentes es otra de las deficiencias características del autismo.
Hobson se apoya de nuevo en Wittgenstein, en este punto, para explicar en
qué consiste este 'entender otras mentes'. Para este psiquiatra, entender una
mente significa poder 'verla' como expresión en las actitudes corporales del
sujeto. Ya bien lo decía Wittgenstein en las Investigaciones, el cuerpo
humano es la mejor figura o imagen del alma (PI, 178e). No obstante, es
manifiesto que los autistas presentan grandes dificultades para ver la
corporalidad como lugar de la expresión. Esto implica que, al tener
dificultades para reconocer a las personas como portadoras de estados
subjetivos propios, los que padecen esta psicopatología tienen grandes
dificultades para entender lo que significa tener una creencia. Esta dificultad
está directamente relacionada, además, con la deficiencia en el ejercicio de la
imaginación, pues los autistas no tienen la capacidad de interactuar
socialmente cuando se requiere un cambio de roles ni de entender conceptos
como 'ver como', indispensables para poder atribuir subjetividad. El concepto
de creencia está directamente relacionado con el concepto de verdad y, por
ende, con el concepto de creencia falsa. Dichos conceptos, como la gramática
de toda palabra, tienen como trasfondo una forma de vida compartida. Sin
embargo, Hobson insiste en ello, esto no nos permite concluir sin más que los
autistas no comparten una forma de vida común con nosotros, aunque no la
compartan en su totalidad.
Finalmente, Hobson sostiene que todas estas capacidades, de las que los
autistas carecen en algún grado, tienen como consecuencia la dificultad que
tienen estas personas de acordar o coincidir en los juicios con otras personas.
Para Hobson, la incapacidad de interacción afectiva y de atribución de
subjetividad impiden que pueda haber un acuerdo, ya que éste solo puede
darse cuando se reconocen por lo menos dos posiciones, la propia y la de otro
distinto de sí. Dichos acuerdos no pueden darse sino en una forma de vida
compartida. Por lo tanto, lo dado son las formas de vida, es decir, la
condición de posibilidad de toda atribución psicológica es la pertenencia a
una forma de vida común (PI, 226e). Así, solo podremos atribuir subjetividad
83
a una persona que padezca la psicopatología del autismo si logramos mostrar
que comparte una forma de vida común con nosotros en algún grado. Hobson
sostiene, como ya lo hemos anunciado, que este es el caso.
"Sin embargo, nadie podría saberlo. Uno podría creerlo. Creerlo con toda el alma, pero no saberlo". En este caso, la diferencia no reside en la certeza de la persona que está convencida.
Debe hallarse en otra parte, en la lógica de la pregunta (RPP, Vol. 2, §701).
Como hemos venido mostrando, el hecho que un autista comparta o no con
nosotros en algún grado una forma de vida común no es un hecho empírico.
No hacen falta pruebas neurológicas de que esto es así. Que podamos, o no,
asegurar que un autista comparte con nosotros una forma de vida común
depende de la gramática de las palabras.
Apoyado en Wittgenstein, este psiquiatra afirma, a continuación, que estos
acuerdos en los juicios son la base de todo conocimiento y lenguaje humano.
De allí, que los autistas también tengan problemas cognitivos y
comunicativos. Esto es, el autismo no se caracteriza por ser una deficiencia
cognitiva como lo creían los que sostienen la teoría de la teoría o la teoría de
la simulación. El autismo se caracteriza por ser una deficiencia perceptiva de
expresividad, aunque tiene consecuencias cognitivas y comunicativas. Esta
nueva concepción del autismo nos guía hacia una concepción diferente de la
de la vida mental. Tal como lo sugiere Hobson, dicha concepción fue expuesta
por Wittgenstein en su obra tardía. Veamos de qué se trata.
2. 2. El externismo expresivista de Wittgenstein
Una teoría acerca del contenido mental es externista si sostiene la tesis de
que el contenido mental de un sujetoes constitutivamente dependiente del
entorno externo de dicho sujeto. La posición que presentaremos a
continuación puede inscribirse en esta clase de teorías. Empero, lo primero
que debemos decir, antes de exponer su pensamiento, es que para
Wittgenstein en filosofía no es posible hacer teorías (PO,§ 84). Lo que
84
encontramos en sus escritos son una serie de descripciones acerca de cómo
entendemos nuestros estados mentales desde la manera en que hablamos de
ellos.
Podemos partir estas consideraciones desde la forma cómo Wittgenstein
concibe que percibimos los contenidos mentales de los demás. El cuerpo
humano es la mejor figura de su alma, por eso la conocemos a través de la
expresión de aquel (PI).
"La emoción se ve". -¿En oposición a qué? -No se ven las contorsiones del rostro y se hacen conjeturas (como el doctor que da un diagnóstico) para hablar de alegría, aflicción o aburrimiento. Suele describirse un rostro directamente como triste, radiante, aburrido, aun cuando se sea incapaz de ofrecer otra descripción de las facciones del rostro. -La aflicción, se podría decir, está personificada en el rostro.
Esto pertence al concepto de la emoción (Z, §225).
Las emociones son públicas, visibles a los ojos de todos, por lo que no es
necesario un proceso deductivo para ir de lo que se ve a lo que no se ve, desde
una contorción de rostro hasta la emoción interna que la produce.
Wittgenstein nos muestra que parece ser que nuestra capacidad de
aprehender las emociones de otras personas por medio de sus contorciones
faciales es algo primitivo. La razón de esto es que para los seres humanos
ciertas contorciones faciales no son simplemente contorciones. En ellas
vemos estados mentales: fenomenológicos, intencionales, etc.
Contempla el rostro de alguien y mira en él la conciencia y observa un determinado matiz de conciencia. Adviertes en ese rostro alegría, indiferencia, interés, enternecimiento, apatía, etcétera. La luz en el rostro del otro.
¿Miras dentro de ti mismo, para reconocer la furia en su rostro?
Allí está claramente como en tu propio pecho (Z, §220).
85
Aunque muchos podrán argüir que, en realidad, lo que sucede es que una
persona infiere un estado mental a partir de un movimiento corporal, es
decir, que se genera una creencia a partir de éste último. A propósito de esto,
Wittgenstein se pregunta "¿Creo que existe un alma en otro cuando miro con
asombro y fascinación sus ojos?" (RPP, Vol.1, §268).Wittgenstein rechaza
esta explicación por dos motivos. Primero, porque la percepción afectiva no
puede ser una cuestión de creencias, en la medida en que dicha percepción no
está abierta a la duda y esto es una característica esencial en toda creencia.
Segundo, porque ante un movimiento corporal tal como una contorsión facial
lo primero que surge es una actitud frente a él y no una creencia sobre él. Más
primitiva que la creencia es la actitud.
Pareciera entonces que todos los conceptos mentales están relacionados no
solo con las expresiones de los mismos sino también con las actitudes de
respuesta que suscitan, en la medida en que "mi relación con la apariencia
forma aquí parte de mi concepto" (RPP, Vol. 2, §617). Por ejemplo, uno no
puede adquirir el concepto de sonrisa, a menos que uno pueda ser afectado
por una persona sonriendo. Siendo así que no podemos entender en su
totalidad el concepto de sonrisa si no podemos reconocer una sonrisa, pues el
reconocimiento de la contorción facial como sonrisa sería parte del concepto.
Por lo tanto, las relaciones interpersonales proveen las bases para los
conceptos mentales en los niños más pequeños. Para que todo lo dicho
anteriormente pueda darse debe haber entonces una regularidad entre los
sentimientos en cuanto sentidos, los sentimientos en cuanto expresados y los
sentimientos en cuanto percibidos (Pérez, 2009). En esto se descubre, así, los
prerrequisitos para compartir una forma de vida con otros.
Finalmente, "uno podría decir también: "está haciendo esta cara" o "su rostro
se modificó de esta manera", imitándole, y nuevamente, uno no puede
describir de otro modo esa alteración" (RPP, Vol. 1, §920). La interpretación
psicológica desde una perspectiva de segunda persona, quedepende en última
instancia del reconocimiento de las actitudes tanto en los otros como en las
86
reacciones propias, requiere un elemento adicional, esto es: la capacidad de
imitar la expresividad del otro. Según Hobson, Wittgenstein hace énfasis en
esta capacidad por tres razones, a saber: primero, porque esta habilidad de
transponer lo que uno percibe en la expresión de otro a la propia expresión es
básica o primitiva. Segundo, porque la comprensión del concepto de
expresión no depende solo de expresar y reconocer expresiones, también de
poder reproducirlas. Tercero, porque la imitación nos da una pista de qué es
lo que se reconoce como expresivo en el rostro del otro. En resumidas
cuentas, los estados de segundas y terceras personas pueden llegar a ser parte
de la experiencia en primera persona (Pérez, 2008).
Podemos concluir así que, para Wittgenstein, la interpretación psicológica se
da en tres niveles diferentes: en la expresión, en el reconocimiento de la
expresión y en la imitación. Esto es, la interpretación psicológica puede darse
desde cualquier perspectiva, bien sea primera, segunda o tercera persona,
pero, sin duda, la segunda persona es la perspectiva más básica y primitiva y
por lo tanto, está a la base de las demás. Una vez esbozadas las ideas que
tiene Wittgenstein acerca de la naturaleza de lo mental, pasemos a examinar
qué podría decirse, con base en ellas, acerca de las exigencias de una teoría
del contenido desarrolladas en el primer capítulo.
2.3. El externismo expresivista y las exigencias para una teoría del
contenido
La primera característica de la que debe dar cuenta una teoría del contenido
mental, como ya se había expuesto, es el carácter subjetivo de lo mental. Es
preciso volver a aclarar que no estamos defendiendo la idea de que en
Wittgenstein exista algo así como una teoría de la intencionalidad, sino que a
partir de sus ideas podemos hacernos una mejor imagen de lo que es la
mente.
Wittgenstein reconoce abiertamente el carácter subjetivo de los estados
intencionales. Así lo expresa en el Zettel, donde afirma que "describir una
87
intención significa describir lo que ocurrió desde determinado punto de vista,
y con un propósito específico. Pinto un retrato particular del acontecimiento"
(Z, §23). En este apartado, Wittgenstein está hablando de aquellos estados
mentales que tienen contenido representacional.
La clave para una explicación del fenómeno de la no-referencia y de la co-
referencia desde las ideas de Wittgenstein la podemos encontrar en los §§
452 – 7 de las Investigaciones Filosóficas. En este pequeño apartado
Wittgenstein se pregunta ¿cómo puede apuntar o señalar una flecha? Al
mismo tiempo que muestra que podemos hacernos una pregunta análoga con
respecto a los signos (PI).Sería un error pensar que “si la intencionalidad de
los signos no se deriva de procesos internos, entonces puede derivarse de
‘actos’ de significación (actos de voluntad)18” (Hacker, 2000, p. 8). La vida de
un signo descansa en las reglas que gobiernan su uso en la práctica. Así, “las
prácticas lingüísticas, constituyen al hablante como tal en un contexto
ontogenético y regulan el comportamiento lingüístico de los hablantes en un
contexto normalizado” (Cabanchik, 2010, p. 55).En este orden de ideas, si
con una frase podemos referirnos a algo que no existe o que tiene múltiples
referencias no es gracias a un proceso interno que realicemos sino a la
gramática de las palabras que usamos.
La segunda exigencia de una teoría del contenido mental es la eficacia causal
de los estados mentales con respecto a las acciones del sujeto. La pregunta
que surge aquí es si la relación entre dichos estados y las acciones son
efectivamente causales o si, por el contrario, son normativas. Este problema
está directamente relacionado con dos grandes temas que Wittgenstein
analiza en las Investigaciones filosóficas: el seguimiento de reglas y el
lenguaje privado. Para este autor, la respuesta es que dicha relación es
normativa. Su posición puede resumirse en la siguiente frase: creer seguir
una regla, no es seguir una regla. Esto quiere decir, por un lado, que una 18
If the intentionality of signs is not derived from inner processes, then maybe it is derived from
‘acts’ of meaning (acts of will).
88
persona puede seguir una regla solo si hay una manera ya predeterminada de
seguirla, es decir, una costumbre. Esta afirmación tiene como principal
consecuencia que la manera como aprehendemos una regla no puede ser una
interpretación, es decir, no puede haber una regla que nos diga cómo seguir
una regla. La normatividad de las acciones debe aprenderse en el hacer
mismo y, por lo tanto, tiene que haber un trasfondo práctico. Este trasfondo
es lo que Wittgenstein llama el modo de actuar humano común.
Por otro lado, esta normatividad de las prácticas implica que el lenguaje, que
a su vez es una práctica normativa, no pueda ser privado. Para Wittgenstein,
así como nombrar requiere criterios públicos de aplicación de una palabra,
también necesita criterios públicos de corrección. Para emplear una palabra
referida a estados psicológicos debemos saber cuál es su uso correcto en un
contexto público. Si, por ejemplo, fuese posible que un niño genio pudiera
marcar su sensación de dolor con una palabra que se invente estrictamente
para esa sensación, ese niño no podría dar una correcta aplicación a su
término inventado, a menos que otros le indiquen si su uso es adecuado con
relación al comportamiento humano normal. Lo importante no es que un
concepto psicológico tenga que estar ligado de manera intrínseca a criterios
públicos de aplicación, sino que esos conceptos estén en el contexto de un uso
gramatical común. El lenguaje es, así, un sistema normativo que responde a
criterios de corrección que son necesariamente públicos, por lo tanto es
imposible un lenguaje privado.
En nuestro modo de actuar humano común, nuestra mente se ve: sus estados
son públicos. Si nuestro modo de interpretación se da desde una perspectiva
de segunda persona, es decir, en la expresión, reconocimiento e imitación de
dichos estados, entonces, la relación que hay entre una acción y otro estado
es normativa. Así, se muestra la posibilidad de que una persona le reclame a
otra por reaccionar desmedidamente ante cierta situación.
89
La tercera y última exigencia de una teoría del contenido es la asimetría
epistemológica de primera y tercera persona, y, más aún, la autoridad de
primera persona. Con respecto a lo primero, Wittgenstein dice lo siguiente:
Los verbos psicológicos caracterizados por el hecho de que la tercera persona del presente tiene que verificarse mediante observación, en tanto que la primera no.
Frases de la tercera persona del presente: información. En primera persona del presente: expresión. (No del todo cierto.)
La primera persona del presente afín a una expresión (Z, §472).
Esto quiere decir, a primera vista, que las autoadscripciones son expresivas.
'Tengo dolor' no es una descripción de un estado interno del sujeto sino una
forma aprendida más sofisticada de expresión de dolor, tal como lo es un
grito. Si bien esto es cierto, también lo es que las autoadscripciones de
estados mentales no son meramente expresivas como lo son los gestos o los
gritos. De serlo, no podría haber contradicciones entre distintas
declaraciones de estados mentales y esto es una cuestión de hecho, las
personas se acusan de mentir acerca de sus jaquecas. Por lo tanto, “si bien
Wittgenstein sí dice que las declaraciones del estado mental de un hablante
son expresiones, no niega que sean evaluaciones respecto a su verdad”
(Finkelstein, 2001, p. 219). Pero no hay que perder de vista que no son
informes, si por ‘informe’ se entiende intento de informar a alguien de un
hecho que el hablante ha aprendido o averiguado (Finkelstein, 2001).
En este orden de ideas, las frases de verbos psicológicos de la primera
persona en presente son afines a expresiones. Empero, esto no ocurre, nos
dice Wittgenstein en las Investigaciones, con las autoascripciones en pasado.
Estas no son expresivas, su carácter es enteramente descriptivo. Estas
autoadscripciones se asemejan a cuando “puedo describir una fotografía para
describir aquello de lo que es una fotografía” (PI, X, p.190). En pasado,
hablamos en primera persona como hablamos en tercera persona en
presente. Conocemos nuestros estados mentales por medio de la observación,
ya no de nuestros comportamientos y proferencias sino de nuestra memoria.
90
En la narración autobiográfica nos vemos a nosotros mismos como a otro y
por lo tanto, podemos describirnos. Así, el autoconocimiento no solo es
histriónico sino autobiográfico. De este conocimiento podemos estar seguros,
por eso podemos aceptar la autoridad de primera persona, pues en presente o
en pasado
Es imposible escribir sobre uno mismo con más verdad que la que uno es. Se escribe sobre uno mismo tan alto como se está. No está uno sobre zancos o en una escalera, sino sólo sobre los pies(cultura y valor, 1938, p. 33).
Así pues, esta doble forma de auto conocimiento es una muestra clara de la
asimetría epistemológica que hay entre la tercera y la primera persona.
***
Hasta aquí llega nuestro recorrido. Hemos optado, entonces, por elegir el
expresivismo de Wittgenstein como el conjunto de pensamientos con base en
los cuales se puede dar cuenta del contenido mental de una manera más
amplia. Esta escogencia se debe a que las ideas de Wittgenstein tienen en
cuenta la gran riqueza y variedad de la vida mental, mientras otros tipos de
pensamiento, aquí discutidos, reducen toda esa riqueza a un subgrupo
determinado: las actitudes proposicionales. Una teoría que pretenda dar
cuenta del contenido mental debe tener en cuenta, sobre todo, dicha riqueza,
incluso si eso implica la imposibilidad de seguir siendo una teoría.
Conclusión
Nuestro objetivo principal era explorar qué le da identidad al contenido de lo
mental. Una primera teoría del contenido que rastreamos en la tradición
filosófica fue la de Brentano, cuyo eje central es la intencionalidad. Esta
respuesta, con muchos matices, fue sostenida a lo largo de la historia por
diversos autores. Por esta razón, intentamos cumplir nuestro objetivo
estableciendo las exigencias que debería cumplir una teoría que pretenda dar
cuenta del contenido mental basados en las características de los estados
intencionales.
En este recorrido pudimos sacar algunas conclusiones parciales que nos
fueron llevando poco a poco a la demostración de nuestra tesis, de que solo
una posición externista no teórica como el expresivismo de Wittgenstein
puede cumplir las exigencias que enfrenta una teoría del contenido. . Como
conclusiones parciales encontramos que, primero, una teoría del contenido
de lo mental no sólo debe dar cuenta de las exigencias semánticas de dicho
tipo de teoría sino también de la naturaleza causal o normativa del contenido
y de la autoridad de primera persona. Estas son las tres exigencias que
encontramos a partir de las coincidencias entre diferentes concepciones de lo
que debería ser una teoría del contenido.
Segundo, que una teoría de corte externista podría dar cuenta mejor que una
de corte internista de las tres exigencias para una teoría del contenido de lo
mental. Esto gracias a que una teoría de corte externista puede dar cuenta de
las tres exigencias, mientras que una de corte internista solo puede cumplir
dos de las tres exigencias. Las teorías de corte externista son mejores en
virtud de su alcance explicativo.
Tercero, que el autismo de alto desempeño representa un contraejemplo
fuerte a la teoría de corte externista de doble aspecto de Davidson. La
existencia de una persona que habla pero, al parecer, no piensa es un gran
problema para una teoría que defiende la interdependencia entre lenguaje y
pensamiento.
Cuarto y último, que la propuesta expresivista de Wittgenstein es la mejor
candidata para dar cuenta del contenido de lo mental desde una perspectiva
externista. Una vez visto que para dar cuenta del contenido mental había que
cambiar de perspectiva a una de segunda persona, no parece haber nada
mejor que el expresivismo de Wittgenstein para dar cuenta de la riqueza y
variedad de la vida mental.
Así las cosas, hay tres exigencias de las que tiene que dar cuenta una teoría
del contenido mental; el externismo es mejor candidato que el internismo,
pues da cuenta de dichas exigencias; sin embargouna psicopatología mina el
presupuesto fundamental de la teoría externista de más alcance: la de doble
aspecto. Por lo tanto, una teoría que pueda dar cuenta de una mejor manera
del contenido mental debe ser de corte externista pero no sostener el
supuesto antes mencionado. En la búsqueda por la mejor teoría del contenido
mental, descubrimos que no puede ser una teoría. Encontramos una serie de
pensamientos que pueden describir la riqueza de la vida mental y dar cuenta
de las exigencias establecidas: el expresivismo de Wittgenstein. En
conclusión, la propuesta expresivista de Wittgenstein es la mejor candidata
para dar cuenta del contenido de lo mental desde una perspectiva externista.
Desde una perspectiva como la de Wittgenstein, ampliar nuestra
comprensióndel campo de lo mental, de la lingüisticidad a la expresividad,
permite prescindir del contenido representacional como rasgo fundamental,
esencial y necesario de lo mental. Esta nueva perspectiva no solo provee una
concepción de la vida mental sino que muestra la insuficiencia de toda teoría
de lo mental pues el reino de lo mental es tan rico y variado que no puede ser
explicado a partir de una característica que solo le atañe a un subgrupo de
dicho reino, por ejemplo, a los estados mentales con contenido
representacional
Así mismo, gracias a esta nueva concepción de lo mental, se desarrolla una
nueva concepción de la psicopatología del autismo, ya no entendido como
una deficiencia cognitiva sino como una deficiencia en el plano de la
expresividad, tanto en su expresión como en su reconocimiento e imitación.
Esto es, desde una perspectiva de segunda persona. Solo yendo a la raíz del
problema, éste puede solucionarse. Solo desde una perspectiva de segunda
persona, estamos más cerca de un tratamiento efectivo para el autismo. Este
trabajo de grado tiene, entonces, un alcance explicativo solo en lo
concerniente a la indagación filosófica por el contenido mental; los alcances
que estas ideas puedan tener en el campo ético o psicológico no están
contemplados en él.
Si lo que buscamos es una visión más amplia de lo que es el contenido mental
debemos pensar en autistas wittgensteinianos en lugar de autistas
davidsonianos, es decir, en vez de ver esta psicopatología como un problema
que choca con los presupuestos de nuestra teoría del contenido debemos ver
en la misma la posibilidad de encontrar una salida no teórica como el
expresivismo.
BIBLIOGRAFÍA
Acero, J.J. (1995). “Teorías del contenido mental”. En: Broncano, F. (ed.). La mente humana.EnciclopediaIberoamericana de Filosofía. Madrid: Trotta. Andrews, K. (2002). "Interpreting Autism: A Critique of Davidson on Thought and Language".En: PhilosophicalPsychology, 15, pp. 317 - 332. Barón-Cohen, S.; Leslie, A.; Frith, U. (1985). "Does the Autistic Child have a 'Theory of Mind'?". En: Cognition, 21, pp. 37 - 46.
Borgoni, C. (2009). “Davidson’sExternalism”. En: UniversitasPhilosophica, 53, pp. 65 – 87. Brentano, F. (1874a). PsychologievomempirischenStandtpunkt.Berlin: Duncker and Humblot. Brentano, F. (1874b). Psicología desdeun punto de vista empírico. Trad. José Gaos. Madrid: Revista de Occidente. 1935. Burge, T. (1979). “El individualismo y lo mental”. En: Valdéz, M. (comp.) Pensamiento y lenguaje.Problemas en la atribución de actitudes proposicionales. México: UNAM. 1996, pp. 311 – 382.
Cabanchik, S. (2010). Wittgenstein. La filosofía como ética. Buenos Aires: Quadrata.
Cabanellas, G. (1981). Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Buenos Aires: Heliasta. Carruthers, P. (1992). La cuestión de los animales. Teoría de la moral aplicada. Trad. José María Perazzo. España: Akal. 2004. Davidson, D. (1963). “Acciones, razones y causas”. En: Davidson, D. Ensayos sobre acciones y sucesos. Barcelona: Crítica. 1995, pp. 17 – 36.
95
Davidson, D. (1970). “Sucesos mentales”. En: Cuadernos de Crítica, 11. Trad. Lourdes Valdivia. México: UNAM. Davidson, D. (1973). "Interpretación radical". En: Davidson, D. De la verdad y la interpretación. Trad. Guido Filippi.Barcelona: Gedisa. 1989, pp. 137 – 163. Davidson, D. (1975). “Pensamiento y habla”. En: Davidson, D. De la verdad y la interpretación. Trad. Guido Filippi.Barcelona: Gedisa. 1989, pp. 164 – 186. Davidson, D. (1982). "Animales racionales". En: Davidson, D. Subjetivo, intersubjetivo, objetivo. Trad. Olga Fernández Prad. Madrid: Cátedra. 2003, pp. 141 -155. Davidson, D. (1990). “La externización de la epistemología”. En: Davidson, D. Subjetivo, intersubjetivo, objetivo. Trad. Olga Fernández Prad. Madrid: Cátedra. 2003, pp. 265 – 279. Davidson, D. (1991). "Tres variedades de conocimiento". En: Davidson, D. Subjetivo, intersubjetivo, objetivo. Trad. Olga Fernández Prad. Madrid: Cátedra. 2003, pp. 280 – 300.
Davidson, D. (1997). "La aparición del pensamiento". En: Davidson, D. Subjetivo, intersubjetivo, objetivo. Trad. Olga Fernández Prad. Madrid: Cátedra. 2003, pp. 176 – 190. DRAE. (2001). Diccionario de la lengua española. Real Academia Española.Vigésima segunda edición. Consultado el 17 de junio de 2012. Ferrater, J. (1965). Diccionario de filosofía. Buenos Aires: Sudamericana. Fodor, J. (2000). La mente no funciona así: alcances y límites de la psicología computacional. Madrid: Siglo XX. 2003. Frith, U. (1989). Autismo: hacia una explicación del enigma. Trad. Ángel Rivière. Madrid: Alianza Editorial. García, A. (2011). Modos de significar. Madrid: Tecnos. Giraldus, O. (1839). Opera philosophica. Trad. L.M. de Rijk. Leiden: Brill. 2005. Glüer, K.; Pagin, P. (2003)."Meaning Theory and Autistic Speakers".En: Mind and Language, 18, pp. 23 - 51. Gomila, A. (2002). "La perspectiva de segunda persona de la atribución mental" En: Azafea, 4, pp. 123 - 138.
96
Gomila, A. (2008). “La dimensión moral de la perspectiva de segunda persona”. En D. Pérez & L. Fernández (eds.) Cuestiones Filosóficas: ensayos en honor de Eduardo Rabossi. Buenos Aires: Ed. Catálogos, pp. 155-173. Guttenplan, S. (1998).“Phenomenal/Phenomenologiccal”. En: Guttenplan, S. (Ed.). A Companion to the Philosophy of Mind.Oxford: Blackwell. Hacker, P.M.S. (2000).Mind and Will: Volume 4 of an Analytical Commentary on the Philosophical Investigations. Part II: Exegesis §§428 – 693. Oxford: Blackwell. Happé, F. (1994).Introducción al autismo.Trad. María Nuñez. Madrid: Alianza Editorial. Haugeland, J. (1998). Having Thought: Essays on the Metaphysics of Mind. London: Harvard University Press. Hobson, P. (2009). "Wittgenstein and the Developmental Psychopatology of Autism".En: New Ideas in Psychology, 27, pp. 243 - 257. Hobson, P. (1993). El autismo y el desarrollo de la mente. Trad. Ángel Rivière. Madrid: Alianza. 1995. Husserl, E. (1900). Investigaciones Lógicas. Trad. Manuel G. Morente y José Gaos. Madrid: Alianza. Jacob, P. (1990). “Intention”. En:Encyclopédie Philosophique Universelle. Les notions philosophiques.París: Presses Universitaires de France. Jacob, P. (2003). “Intentionality”. En: StanfordEncyclopedia of Philosophy. URL: http://plato.stanford.edu/entries/intentionality/ . Consultado por última vez el 13 de junio de 2012. Kim, J. (1998). Philosophy of Mind. Oxford: Westview Press. Kripke, S. (1978).“Identidad y necesidad”.En: Cuadernos de Crítica, 7. Trad. Margarita Valdés. México: UNAM. Lowe, E. J. (2000). Filosofía de la mente. Trad. Olga Fernández Prats, Barcelona: Idea Books, 2000. Lycan, W. (1999).“Intentionality”. En: Wilson, R; Keil, F. (Eds.). The MIT Encyclopedia of the Cognitive Science.Massachusets: MIT press, pp. 413 – 415.
97
McDowell, J. (1994). Mente y mundo. Trad. Miguel Ángel Quintana. Salamanca: Sígueme. 2003. Moliner, M. (1981). Diccionario del Uso del Español. Madrid: Gredos. Moya, C. (2004). Filosofía de la mente. Valencia: PUV. Paredes, M. (2007). Teorías de la intencionalidad. Madrid: Síntesis. Pérez, M. A. (2008). "First, Second, and Third Person in the Emergence of Thought".En: Padilla-Galvez (Ed.) Phenomenology as Grammar. Frankfurt: Ontos.
Pérez, M.A. (2009a). La aparición del pensamiento. Una enmienda emotiva a la tesis de Donald Davidson. Granada: Universidad de Granada. Pérez, M. A. (2009b). "Anáfora. La estructura normativa del contenido emocional". En: Universitas Philosophica, 52. pp. 53 - 80. Pérez, M. A. (2011). “Un primate de tercera y una persona de segunda. Sobre el valor del rostro, la Mirada y la piel para comprender a un extraño”. En: Universitas Philosophica, 57. pp. 265 – 293. Perry, J. (1998). “Intentionality”. En: Guttenplan, S. (Ed.). A Companion to the Philosophy of Mind. Oxford: Blackwell, pp. 386 -395. Premack, D. G.; Woodruff, G. (1978). "Does the chimpanzee have a theory of mind?".En: Behavioral and BrainSciences, 1, pp. 515 – 526. Putnam, H. (1975). “El significado de ‘significado’”. En: En: Cuadernos de Crítica, 28. Trad. Jorge Gabriel Flematti Alcalde. México: UNAM. Russell, B. (1918). La filosofía del atomismo lógico. Madrid: Alianza editorial. 1974. Searle, J. (1998). “Intentionality”. En: Guttenplan, S. (Ed.). A Companion to the Philosophy of Mind. Oxford: Blackwell, pp. 379 -386. Stalnaker, R. (1999). “Propositional Attitudes”. En: Wilson, R; Keil, F. (Eds.). The MIT Encyclopedia of the Cognitive Science.Massachusets: MIT press, pp. 678 – 679. Wittgenstein, L. Cultura y Valor. Trad. Elsa Cecilia Frost. Madrid: Espasa-Calpe.1996.En el texto se cita como CV. Wittgenstein, L. Investigaciones filosóficas. Trad. Alfonso García Suárez y CarlosUlisesMoulines. México: UNAM.En el texto se cita como PI.
98
Wittgenstein, L. Ocasiones filosóficas 1912 - 1951. Trad. Ángel García. Madrid:Cátedra.En el texto se cita como PO. Wittgenstein, L. Observaciones sobre la filosofía de la psicología. Trad. Luis Felipe Segura. México: UNAM.En el texto se cita comoRPP. Wittgenstein, L. Zettel. Trad. Octavio Castro y Carlos Ulises Moulines. México: UNAM.En el texto se cita como Z.