103
BABYLON DAYS Mikael Estarrona

Babylon Days

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Novela.

Citation preview

Page 1: Babylon Days

BABYLON DAYS

Mikael Estarrona

Page 2: Babylon Days

2

Oscuridad. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Días, años, siglos? ¿Cómo podía saberlo? ¿Acaso importaba? A veces le parecía que su existencia siempre había sido así, que sus recuerdos

de la luz (extraño concepto), de un mundo exterior, de cuerpos y de mentes como la suya no habían sido más que vagos pero perturbadores sueños.

Pero a veces recordaba con intensidad su vida antes de la oscuridad, y sabía que había sido auténtica. Aquellos momentos eran horribles, y siempre le habían hecho tener ganas de gritar. Pero no conservaba las cuerdas vocales.

Y sin embargo había algo peor que eso… cuando aquella extraña pero de algún modo familiar presencia (es la Madre, la Gran Madre…) le visitaba, y se burlaba de él y de su fracaso. En sus burlas siempre había desprecio.

Le decía que sus intentos de dar la vida sólo le habían ganado la muerte. Que ahora los dos estaban en la muerte, y…

(¡Haz que pare, haz que pare!) ¿Muerte? ¿Qué significaba aquello? (Ya lo sabes, muerte es dejar de existir. Una idea absurda. La oscuridad siempre

ha existido, siempre existirá. La muerte es una idea absurda, Madre). ¡CALLA! ¡CALLA! Sólo sentía algo parecido a la felicidad cuando aquella presencia callaba. Pero

siempre volvía. Ésta es la historia de una eternidad de oscuridad. Pero incluso la eternidad

debe terminar. (¡Eso es luz! ¡Luz! ¡La recuerdo!) Llevaba tanto tiempo esperándola… Abre los ojos, pequeño.

Page 3: Babylon Days

3

1 Supongo que debería presentarme. Me llamo María. Tengo… tenía en aquel

entonces 17 años. Creo que era bastante normal. Mi padre murió cuando yo era un bebé, así que nunca llegué a conocerlo. De

niña echaba de menos tener un papá, como los que mis amigas decían tener. Pero una acaba madurando y olvidando esos anhelos. Uno no puede llorar realmente la pérdida de alguien a quien nunca conoció. Lo de mi hermano mayor, un año mayor, fue distinto, porque a él le conocí y le amé. Porque pese a nuestras ocasionales discusiones, pese a que teníamos gustos y miras bastante distintos y no nos comprendíamos del todo, era una de las personas más queridas de mi vida, de las que más me hicieron reír y más me apoyaban cuando tenía una crisis. Aún recuerdo lo mucho y muy felizmente que jugábamos juntos de niños, a juegos casi siempre inventados por él, como aquel de meter papelitos con diversos nombres de animales y objetos en una caja y dibujar en un folio los que fuéramos sacando al azar. Recuerdo que yo solía meterme con sus dibujos y él con los míos, siempre desde el más juguetón cariño.

Él no murió. Simplemente durmió. Coma irreversible por traumatismo craneoencefálico. Fue un accidente terrible, y la culpa del conductor.

Aquello nos devastó a ambas, sobre todo a mi pobre madre. Se negó a permitir que le desconectaran, pese a saber demasiado bien que nunca volvería. Al menos así podía seguir viéndole, besándole, susurrándole al oído que todo iría bien. Se negaba a asumir otra pérdida. Se negaba a dejar marchar a quien quería más que a su propia vida.

Yo sabía que aquel cuerpo marchito ya no era mi hermano, y cada vez estaba más segura de que no tenía ningún sentido mantenerlo así, pero nunca me atreví a decirlo. Así pues, casi día tras día, me veía obligada a franquear con mi madre las puertas del hospital y a cruzar las escaleras y pasillos de siempre (¿cómo podría describir lo que aquel recorrido me suscitaba… odio, tedio, dolor desgarrador? Probablemente todo ello junto) hasta que entrábamos al fin en la habitación en la que se hallaba mi hermano, un sepulcro en vida, con un cadáver animado por máquinas. No sé cómo pude resistir que aquel macabro espectáculo se convirtiera en rutina. Lo peor eran los momentos de debilidad en los que la vana esperanza de mi madre lograba contagiarme un poco, haciendo que yo también le pidiera entre lágrimas que se despertase.

Aquella muerte en vida duró un año, hasta que… despertó. Bueno, en realidad no lo hizo. Es complicado, y es lo que me dispongo a contar.

Estaba en la habitación, al lado del cuerpo de mi hermano, acariciándole una mano. Mi madre había ido al baño, así que no presenció el milagro.

Imaginaos a un cadáver abriendo los ojos. No fue como en las películas de terror, con párpados abriéndose en menos de un segundo para revelar una mirada espantosa. Fue lento y gradual, retinas tratando de asimilar el regreso de una luz largamente ausente.

Al principio quedé completamente perpleja, sin saber como reaccionar. Era como si el mundo hubiese dejado de tener sentido.

Unos segundos después pude abrir la boca para gritar. -¡MAMÁ! ¡HA DESPERTADO! ¡¡MATEO HA DESPERTADO!! Ni siquiera se molestó en subirse los pantalones. Salió del baño como una

exhalación, cuando mi hermano ya había conseguido abrir completamente los ojos. Comenzó a llorar, y prácticamente a gritar, de pura alegría. Corrió hacia él para abrazarle, pero se contuvo al darse cuenta de su fragilidad y aparente confusión.

Page 4: Babylon Days

4

Finalmente, el recién renacido pronunció sus primeras palabras con voz seca y rasposa.

-¿Dónde estoy? Mi madre estaba demasiado conmovida como para poder responder. Incluso a

mí me costó hacerlo. -En el hospital. Estás en el hospital, Mateo. -¿Hospital…? Pareció tardar unos momentos en asimilar la palabra. -¿Qué hago aquí? -Has estado un año en coma. Sufriste un accidente. Creíamos que nunca ibas a

despertar… Unas pocas lágrimas habían comenzado a rodar por mis mejillas. Le besé en la

mejilla y sonreí. Mi madre sólo sollozaba. -Tú eres María, ¿no? -Pues claro que sí. -Y tú eres mi madre. Mamá… -Mateo…-dijo ella, y apoyo la cabeza sobre su hombro para seguir llorando. Los

últimos rastros de confusión desaparecieron del rostro de mi hermano. Sonrió también, y la besó.

-Estoy aquí. Estoy aquí. En aquellos momentos no percibí que sucediera nada raro con Mateo. Acababa

de vivir algo mágico, de esas cosas que uno juraría que sólo suceden en las telenovelas. Nunca había sido tan feliz.

Los médicos estaban casi tan perplejos como lo habíamos estado nosotras. No se explicaban aquel repentino despertar, e insistieron en hacerle todo tipo de pruebas. Por lo visto los resultados fueron extraños a su manera, porque se encontraba sorprendentemente bien dada su condición, sin las secuelas neurológicas que suelen acompañar a un coma tan largo. No encontraron la explicación, y sospecho que acabaron archivando el caso como una simple anomalía estadística.

Pese a ello hicieron falta varias semanas de rehabilitación muscular antes de que pudieran darle el alta, semanas en las que nuestra euforia apenas se apagó y en las que le hicimos partícipe de cada pequeña novedad y chismorreo que se había dado en su ausencia.

Al fin, llegó el día en el que salió del hospital. Mi madre y yo le habíamos preparado una sorpresa.

Nos subimos al coche, yo en un asiento delantero y Mateo en el trasero. Me volví hacia él.

-¿Qué? ¿Con ganas de volver a casa? -Sin duda. Fue entonces cuando noté algo extraño por primera vez. Mi hermano sonreía,

pero había algo en su sonrisa que parecía ser extrañamente… falso. Como si un actor muy bueno sonriera por exigencias del guión. No tardé en borrar aquel inquietante pensamiento de mi mente. Todo era maravilloso. Mateo volvía a casa.

Bajamos del coche, subimos las escaleras, abrimos la puerta. Y… -¡¡¡SORPRESA!!! La pancarta en la que habíamos escrito con grandes letras rojas “Bienvenido

Mateo” colgaba del techo. Debajo, más de una docena de amigos de mi hermano sonreían con los brazos abiertos.

Uno de ellos se adelantó y le estrechó entre sus brazos. -Te hemos echado de menos, tío.

Page 5: Babylon Days

5

-Gracias. Una chica de aspecto tímido llamada Ana (más de una vez me había confesado

que sentía algo por mi hermano) se enjugó unas lágrimas de los ojos, carraspeó y leyó con voz entrecortada un discurso de bienvenida que habían preparado entre todos. Hablaba sobre la amistad, sobre los contratiempos que la vida nos obliga a afrontar, sobre el poder de la esperanza, sobre esa clase de cosas. Fue muy bonito. Pero por algún motivo me dio la impresión de que Mateo apenas prestaba atención. Tampoco tardé demasiado en desechar aquella extraña sensación, porque mi hermano, profundamente conmovido, abrazó a su amiga con todas sus fuerzas cuando ésta terminó de hablar. Después abrazó al resto, uno por uno. Hubo multitud de sonrisas y lagrimas. Fue una fiesta inolvidable.

Pasadas unas horas Mateo dijo estar agotado. Sus amigos se fueron para dejarle descansar, y les despidió a todos. Cuando cerró la puerta le vi la cara, y había en ella algo que me inquietó profundamente. Sólo duró una centésima de segundo, pero fue algo inconfundible. No había sido un producto de mi imaginación.

Había visto un profundo alivio, como si se alegrará de haberse deshecho de ellos. Como si no hubiesen sido más que unos vendedores a domicilio particularmente pesados. Mi hermano, tan profundamente amigo de sus amigos, jamás habría reaccionado así.

Intenté atribuirlo a sus ganas de descansar, pero algo en mi interior sabía que no era eso. Ya eran demasiadas impresiones extrañas.

-Mateo, ¿estás bien? -¡Mejor que nunca!-contestó, sonriendo- Ha sido una sorpresa maravillosa.

Gracias. Aquella sonrisa era falsa. FALSA. -Mateo… ¿qué te ocurre? La sonrisa se borró de su cara. Ahora había otra cosa en sus ojos. Temor. -¿Qué te ha parecido la sorpresa? Mi madre acababa de entrar. Había pasado la fiesta en su habitación para, según

sus propias palabras, “dejar a solas a la juventud”. -Genial, mamá. -Me alegro mucho. Bueno, voy a preparar la cena. Con tu plato favorito, por

supuesto. Y volvió a irse. Francamente, era mejor así. No quería hacerle partícipe de mis

temores. -Mateo, no me engañes. Te pasa algo. Algo raro. -Eso es ridículo… -No sé cómo he podido tardar tanto en darme cuenta. Actúas como si nada de

esto fuera contigo. Como si sólo representaras un papel. Hubo unos momentos de silencio que se hicieron eternos. Algo parecía debatirse

en su interior. Finalmente, habló. -¿Me creerías si te dijera que no soy Mateo? Mi sonrisa era pretendidamente sarcástica, pero lo cierto es que estaba asustada. -¿Y quién eres? ¿Su hermano gemelo perdido? -Es una tontería, ¿verdad? Claro que soy Mateo. -¿Y qué está pasando entonces? Tragó saliva. Estaba tan asustado como yo. Tardó bastante en volver a hablar. -Supongo que debería contarlo. Supongo que tarde o temprano ibas a darte

cuenta. Supongo… que necesito a alguien que lo sepa.

Page 6: Babylon Days

6

-¿Que sepa el qué? -No soy Mateo. Simplemente he… ocupado su cuerpo. Me eché a reír. Estaba casi histérica. -¡Ya lo pillo! Te has vuelto loco, ¿verdad? -Ojala fuera así. Porque supongo que preferirías a tu hermano antes que a un

desconocido. Aunque estuviera loco. -¿Y quién se supone que eres? ¿Un puto demonio, como el de El Exorcista?

Miiira lo que ha hecho el guarro de Mateeeo. -No. -¿PUES QUIÉN? -Qingu. Mi nombre era otro, pero lo abandoné. -¿Qingu? ¿Qué clase de nombre es ése? -Soy de Babilonia. -¿Babilonia? ¿Eso no es una mierda de hace miles de años? -Sí. Supongo que sí. Volví a reír, esta vez a carcajadas. -¡Claro! ¡Sí! Pero si te soy sincera prefería una visita de Jesucristo. Estoy segura

de que sería aún más fascinante. -Sigues sin creerme, ¿verdad? -Hay que llevarte a un manicomio. A mamá se le partirá el corazón, pero hay

que hacerlo. Tal vez lo tuyo tenga cura. Y entonces se me acercó y me puso una mano en cada hombro. Y… Apenas puedo describir lo que pasó. Era como un remolino de imágenes y

sensaciones, de las que solo recuerdo unas pocas. Templos piramidales, de aspecto tan antiguo como la propia tierra. Imponentes híbridos alados de león y humano, tallados en la piedra. Dos personas luchando, luchando a muerte, y sus armas eran…

Su poder… Retiró las manos. Se apartó. -¡Chicooos! ¡La cena está lista! -¡Ahora vamos, mamá!-contestó Mateo, o Qingu, sin quitarme los ojos de

encima. Salí corriendo hacia el baño, levanté la tapa del retrete y caí de rodillas. Vomité

hasta que sólo salió agua de mis entrañas.

Page 7: Babylon Days

7

2 Aquella noche tuve una espantosa pesadilla. En ella no sólo mi falso hermano,

sino también mi madre, mis amigas, todos mis seres queridos… todos eran impostores. Les habían arrancado las caras a los auténticos para llevarlas puestas como obscenas máscaras.

Eran buenos actores, pero no tardé en descubrir la impostura; ellos reaccionaban a mi horror sonriendo, consolándome con afectuosas palabras. Intentaba zafarme de ellos, pero mi falsa madre me dijo que todo iba a salir bien, y entonces supe que estaba condenada y que era inútil luchar. Por suerte desperté poco antes de rendirme a sus fríos y muertos brazos.

Aunque no sé por qué lo llamo suerte, porque suponía salir de un horror imaginario para enfrentarme a otro aterradoramente real.

La cena me había puesto medio enferma. Había logrado tragar la comida pese a las nauseas, sintiendo continuamente el peso de la mirada de un desconocido en cuerpo familiar. La feliz inconsciencia de mi madre había sido lo peor de todo.

Durante los días que siguieron hice todo lo posible por esquivarlo. Cuando coincidíamos en la misma habitación siempre me iba a otra, disimuladamente y con excusas si también estaba presente mi madre, brusca y rápidamente si no estaba. Creo que llegó a sospechar que algo raro ocurría entre Mateo y yo, pero parecía quitarle importancia. Mi pobre, pobre madre…

Un día, mientras estudiaba en mi cuarto, mi falso hermano entró y cerró la puerta. Reprimiendo un grito, intenté salir, pero él me bloqueaba la entrada.

-Tranquilízate. Por favor. -¡Apártate de mi camino, o no respondo de mí! -Por favor. Respiré hondo, intentando calmarme. Mi hermano era mucho más corpulento, y

no podía ganar en una pelea contra él. Al fin, me senté en el borde de la cama, sintiéndome en un callejón sin salida y dispuesta a escuchar lo que tuviera que decirme para que aquello acabara cuanto antes.

-¿Qué quieres? -Mañana empiezo el colegio. -¿Y? Seguro que aprendes muchas cosas que no os enseñaron en Babilonia,

felicidades. Vete ya. -¿No lo entiendes? Con el coma he perdido un año, el que estás cursando tú

ahora. Vamos a estar en la misma clase. Aquello me sentó como una patada en el estomago. Ahora no sólo tenía que

vivir con él, sino también soportar su horrible presencia en el colegio. Ni siquiera allí lograría librarme de él.

-El curso empezó hace poco más de un mes, ¿no? Dicen que con un poco de esfuerzo seré capaz de recuperarlo y alcanzar al resto.

-No. No. Me niego. Se acercó hacía mí y puso sus manos sobre las mías. Las retiré asqueada, como

si fueran arañas gordas y peludas. Volvían a entrarme ganas de vomitar. -Lo siento. -¡Vete del cuerpo de mi hermano! ¡Déjanos en paz de una puta vez! -Ojala pudiera. -¡Pues sal de mi habitación! ¡Ahora mismo! No se movió. -Puedo explicarte qué hago aquí. En parte, al menos. ¿No quieres saberlo?

Page 8: Babylon Days

8

-Ya sé todo lo que tengo que saber. Sé que eres un puto impostor. Sé que mi madre es feliz pensando que su hijo ha vuelto, cuando en realidad eres tú tomándole el pelo.

-Ella no puede saber quién soy en realidad. No lo entendería. De nuevo mi risa histérica. -¿Y yo sí? ¿Yo lo entiendo? -Lo entenderás. -¡¡¡VETE!!! Me dirigió una mirada que parecía cargada de dolor y compasión. Aquello me

pilló desprevenida, y enfrió un poco mi rabia. Abrí la boca para hablar, sin saber que decir, pero él ya había empezado a caminar hacia la puerta. Al cabo de unos segundos se había ido.

Al día siguiente mi madre se levantó temprano para desearle suerte a mi

hermano en su primer día de colegio, como si éste fuera un niño pequeño. Supongo que por aquello de que Mateo había “vuelto a nacer”. Fue insoportable, y tuve que morderme con fuerza el labio para intentar tranquilizarme. Salimos de casa los dos juntos, y no intercambiamos ni media palabra durante el trayecto.

Nuestra entrada en clase fue todo un acontecimiento. Todo el mundo se acercó a nosotros para ver al famoso hermano renacido de María.

-Eh tío, ¿qué se siente al estar en coma? ¿Tienes sueños raros, o revives tu vida, o algo así?

Ése había sido Carlos, el típico bocazas. -Nada de eso- contestó el susodicho ex-comatoso, sonriendo- Sólo ves

oscuridad. -¿Oscuridad? ¿Durante todo un año? Y yo que creía que el colegio era

aburrido… Y entonces todo el mundo empezó a hablar a la vez, pero no recuerdo nada de lo

que dijeron. Uno de los pocos que permanecieron callados fue Laura, mi mejor amiga. Laura y yo nos conocíamos desde que éramos niñas, ya que nuestras familias

siempre han sido vecinas. Era más callada e introvertida que yo, pero eso no nos había impedido forjar una de esas amistades que los que las viven consideran eternas. Éramos distintas en unos cuantos aspectos que probablemente elabore más adelante, pero nos sentíamos almas gemelas. Sabía que en esos momentos no callaba sólo por timidez, sino también por respeto. Se lo agradecí con un ligero ademán de cabeza y media sonrisa.

Al cabo de unos minutos entró el profesor en clase, preguntando a qué se debía el barullo pese a conocer ya la respuesta. Nos sentamos en nuestros asientos; por suerte, el de Mateo estaba varias filas detrás del mío.

En el recreo, mi falso hermano pareció querer retirarse a una esquina para estar solo, pero una nube de gente le siguió de cerca para impedírselo. Yo me fui por mi cuenta, y Laura me siguió.

-¿Estás bien? Te noto como abatida. -Estoy bien- dije, pero me conocía demasiado bien como para creerme. -¿No estás contenta de que tu hermano esté aquí? -Es complicado. Ha… cambiado. No es como era antes. -Bueno, no sé. Es… normal, supongo. No me imagino cómo ha podido afectarle

el pasar un año entero en coma. Tú dale tiempo. Estaba harta, muy harta de ser la única que sabía la verdad. Lo único que pude

hacer fue asentir y sonreír a duras penas para tranquilizarla. Fue una mañana muy larga.

Page 9: Babylon Days

9

Volvíamos a casa, de nuevo juntos. Yo seguía sin querer hablar, pero él parecía

algo inquieto, como si quisiera decirme algo pero no encontrase las palabras. Pasó cinco minutos así, hasta que al fin decidió abrir la boca. Y entonces, justo entonces, sucedió.

Estábamos en un callejuela estrecha, completamente desierta. Nadie lo vio. No puedo imaginarme qué habría pasado si alguien lo hubiera visto. Aquella cosa sabía dónde y cuándo acechar.

Mateo se volvió hacía un oscuro portal que había justo a su lado. En unas milésimas de segundo se puso pálido como la nieve, los ojos como platos, y sus labios pronunciaron algo muy distinto a lo que habían estado buscando.

-Rabisu. -¿Qué? Una sombra con forma de hombre imposiblemente delgado y encorvado saltó

desde la oscuridad. Tenía unas garras con uñas más grandes que mi pulgar. Grité. Cayó sobre Mateo, y empezaron a luchar. Mi hermano trataba de mantener las

garras a raya, pero tenía dificultades más que visibles. La cosa pronunciaba palabras desconocidas con una voz tremendamente gutural, y reía. O al menos parecía una especie de risa.

Me quedé congelada. El mundo exterior parecía haber dejado de existir, reemplazado por una ilusión muy extraña. O un programa de televisión. En el capítulo de hoy, mi falso hermano contra el monstruo de las profundidades.

-¡En los bolsillos! ¡Busca en mis bolsillos y tíraselo! ¡Rápido! Era como en esos teatros de marionetas en los que los personajes piden la

colaboración del público. Como buena espectadora me apresuré a acercarme y rebuscar en uno de sus bolsillos. Creo recordar que la bestia intentó sacarme los ojos, pero mi hermano se lo impidió y siguió forcejeando con ella. Saqué un puñado de lo que parecía sal y lo arrojé sobre el lomo de la criatura.

Su espeluznante y desgarrador aullido me devolvió a la realidad. Unas enormes ampollas rojas brotaron en su piel, humeando. Mi hermano la

soltó, pero la bestia no aprovechó la ventaja que acababan de ofrecerle. Se alejó dando saltos, sin dejar de aullar, mientras las ampollas iban extendiéndose por todo su cuerpo. Estaba empezando a desprender un horrible olor a quemado.

-Dios mío. Mateo dedicó unos segundos a recuperar el aliento, antes de decirme que todo

había terminado. Y así era. No pasó mucho tiempo hasta que el ser se disolvió en una nube de vapor rojo. Y el vapor se disipó en segundos. Visto y no visto. Como si la maldita cosa nunca hubiera estado ahí.

Una voz salió de mi garganta, con una potencia que nunca habría creído posible en mí.

-¿QUÉ COÑO ERA AQUELLO? -¡Eh! ¿Quién grita de esa forma? ¡Largo de aquí! Salimos corriendo de allí, alejándonos de la ira del vecindario, y no dejamos de

correr hasta llegar a casa. Teníamos media hora hasta que mi madre terminara de preparar la comida.

Decidí aprovecharlo para intentar sacarle un sentido a aquella locura. -Dime qué era aquello. ¡Dímelo, por Dios! -Un rabisu. Mierda, mierda… Parecía a punto de estallar de estrés, pero no me importaba en absoluto. Yo

estaba igual o peor.

Page 10: Babylon Days

10

-¿Rabisu? -Una especie de… demonio. Supongo que es la palabra más adecuada. Mierda… -¿¿Y sabes tú por qué cojones nos ha atacado un demonio?? -Quería matarme. Creo que era obvio. Dejé pasar unos segundos para respirar hondo. Se me ocurrió pensar que tal vez

estaba soñando. ¿Y si era yo la que estaba en coma, imaginándome todo aquello? Habría sido muy gracioso. Habría reído, pero algo en mi interior me decía con profunda convicción que todo era real.

-Explícame qué coño está pasando. -Tenía enemigos, y por lo visto el tiempo no ha acabado con ellos. Quería creer

que habían dejado de existir, pero en el fondo sabía que esto pasaría. -¿Lo sabías? ¿Por eso llevabas sal en el bolsillo? -Sí. La sal es lo único que puede contra un rabisu. Representa la vida

incorruptible, justo lo contrario de lo que encarnan. -¿Qué clase de enemigos son? ¿Por qué quieren matarte? -Vaya… Mateo me miró a los ojos. Mis últimas preguntas parecían haberle calmado.

Poco a poco sus labios formaron una sonrisa. -¿Ahora sí quieres escucharme?

Page 11: Babylon Days

11

3 En Babilonia era sacerdote. Adoraba al Bien. Tenía otro nombre antes de adoptar el de Qingu, como ya te dije hace días. No

diré cuál fue el primero, pues hace tiempo que renuncié a él y es completamente irrelevante. Ya no significa nada. En cambio, el de Qingu fue una recompensa, una señal de haber alcanzado los más altos honores dentro de mi culto. Es uno de mis mayores orgullos.

Aquellos eran tiempos oscuros. Babilonia era gobernada por marionetas, que a su vez danzaban al son de blasfemas flautas. Los señores secretos de mi tierra sólo querían propagar el caos y la destrucción. La oscuridad era su maestra, las sombras su cobijo. Mi culto era de los pocos grupos organizados que luchaban contra ellos; varios hombres puros emprendieron sus propias y solitarias cruzadas, pero sus destinos eran invariablemente horribles. Había que luchar en grupo, y más valía que el grupo estuviera bien unido. La discordia y la disensión eran el pan y el agua de aquellos monstruos, y les alimentaban como tales.

Fuimos un desafío para ellos. A veces creíamos que eran invencibles, que las sombras ya cubrían el mundo, pero lo cierto es que siempre fuimos una piedra en su zapato. A veces éramos capaces de verlo, y entonces nos permitíamos el raro lujo de la esperanza.

Y sin embargo fuimos cayendo, uno por uno. Yo era Qingu, su miembro más valioso. Todos pensaban que, si había luz en

nuestro futuro, yo sería el encargado de proporcionarla. No era una simple cuestión de talento fortuito; me habían educado para ello desde niño. Y un día, una llama se encendió en mi pecho y decidí hacer realidad mi destino de una vez por todas. Fue después del asesinato de mi mentor más querido.

Desafié a la bestia más inmunda y poderosa de todas, al sumo sacerdote. Se rumoreaba que había vivido durante cientos de años, que había conseguido lo que al propio Gilgamesh de Uruk se le escapó de entre las manos: la inmortalidad. Era, sin duda alguna, uno de los mayores hechiceros que jamás hayan existido. Porque la magia existe, aunque vosotros la hayáis olvidado.

Nada de eso me preocupaba. Mi conocimiento era vasto, tanto que poseía poderes de los que ni siquiera mis mentores habían oído hablar. Me confié, y le reté a luchar en el centro de la ciudad sagrada. Un enorme grupo de gente se reunió a nuestro alrededor; no sabían que el destino del mundo dependía del resultado de nuestra batalla, pero algo en su interior les había dicho que aquél sería un evento decisivo.

Fue una batalla titánica. Como yo ya había supuesto, ninguno de los dos era claramente superior al otro. Luché, luché durante horas, hasta el límite de mis fuerzas.

Perdí. Nunca he sabido qué pasó exactamente. Creo recordar que me ganó con un

hechizo inimaginablemente poderoso, del que ni yo ni nadie habíamos oído hablar. Debía de ser su as en la manga. Por suerte yo tenía otro. No sé si el sumo sacerdote era realmente inmortal, pero yo había encontrado la clave para serlo. Conocía un poder largamente olvidado por el resto del mundo: el de trasladar mi alma a un refugio. Un lugar de pura oscuridad y soledad… supongo que ahora lo llamaríais limbo. Si tu cuerpo estaba intacto podías regresar a él sin problemas. El mío había sido completamente destruido.

La inmortalidad que proporcionaba aquello consistía en la teórica posibilidad de ocupar otros cuerpos que no fueran el mío. Sospechaba que tardaría mucho en encontrar uno adecuado por la increíblemente compleja combinación de factores que necesitaba,

Page 12: Babylon Days

12

pero lo que nunca pude imaginar es que me llevaría miles de años. Sí, el de tu hermano ha sido el único cuerpo que he podido ocupar desde que destruyeron el mío. Lo siento, de veras que lo siento. Ojala hubiera podido no hacerte este daño, pero tenía que volver. Tenía que ver las consecuencias de mi fracaso e intentar arreglarlas.

Ya hemos comprobado que mis enemigos siguen existiendo. Lo extraño es que no parecen haber conquistado el mundo, y no sé qué es lo que ha podido impedir su victoria durante tanto tiempo. Puede que surgieran otras personas capaces de hacerles frente. Puede que estén llevando a cabo un plan tan meticuloso que su ejecución conlleve siglos. No lo sé. Pero siguen aquí, y la humanidad no podrá descansar tranquila hasta que desaparezcan.

Conozco la forma definitiva de vencerlos. Siempre la he conocido. Simplemente espero no tener que recurrir a ella. Jamás. Intentaré antes el resto de medios posibles. No me preguntes por qué. Aún no.

Hay otras cosas que debería aclararte. Poseer el cuerpo de tu hermano me permite acceder a la información almacenada en su cerebro. Sé todo lo que él sabía. Gracias a eso eres la única que ha descubierto que yo no soy él. Creía que mi disfraz era perfecto, pero aparentemente la perfección no existe.

Tal vez te hayas preguntado por qué nadie ha oído los ruidos que ha producido el rabisu. Son unos asesinos muy sutiles y eficaces. Nadie que no les haya visto puede oírlos. Y si los has visto, normalmente es porque estás condenado. Su voz es la de la muerte.

La buena noticia es que no creo que vayamos a enfrentarnos a más rabisu. Si un método les ha fallado no suelen volver a intentarlo. Y en cualquier caso siempre tendré sal en los bolsillos.

La mala noticia es que seguramente intentarán algo aún peor. Cosas que podrían poneros en peligro a ti y a tus seres queridos. Pero te doy mi palabra de que lucharé con todas mis fuerzas para evitar que eso ocurra.

¡Chicos! ¡La comida está lista!

Page 13: Babylon Days

13

4 Recuerdo un día. Uno de muchos. Estaba viendo una competición de patinaje sobre hielo, admirando la prodigiosa

habilidad de aquellos peculiares bailarines. Fantaseaba con ser igual que ellos, ágil como el viento, el asombro de mis amigas y del mundo entero.

Mi hermano entró en la habitación. Cambió de canal, sin previo aviso, sin piedad ni remordimientos.

-¡Eeh! ¡No es justo, lo estaba viendo! ¡Mamaaa! -Chht, calla, que empieza. En la pantalla del televisor desfilaban una serie de imágenes confusas y

frenéticas, sin el menor interés para mí. Un grupo de héroes juntaban sus espadas, a modo de juramento. Se enfrentaban a dragones, demonios, varias bestias que no recuerdo. En la penumbra, una especie de mago reía siniestramente.

-¿Cómo puede gustarte eso? Es todo muy raro. Él me sonrió, no sé si con cariño o con burla. -Me gusta lo raro. La vida es demasiado normal. Recuerdo a mis amigas ensimismadas con un libro que no me interesaba en

absoluto. Iba sobre una chica corriente, completamente corriente, hasta que un vampiro entra en su vida. Se enamoran. Le dice a la chica corriente que es especial. Y su amor, cómo no, viene acompañado de enemigos y peligros.

Me decían que era un libro precioso, que debía leerlo. Les respondía que prefería soñar con un hombre de verdad, no con un ridículo chupasangres. Pero las recomendaciones no cesaban, y acabé harta del maldito libro.

Mi hermano lo despreciaba incluso más que yo. Decía que esa clase de vampiros eran ñoños y estúpidos. Los de verdad eran bestias sanguinarias y peligrosas. Y yo siempre le contestaba que los vampiros “de verdad” no existen.

Yo tenía los pies en la tierra. Los demás, la cabeza en las nubes. Ahora mi hermano se había ido, y yo seguía aquí. Aún no me había dado cuenta

de lo absurdamente irónico que era todo aquello. Sólo sabía que me había topado con una situación que no comprendía, ni podía comprender. Que mis seres queridos estaban en peligro, y seguirían estándolo mientras ese sacerdote viviera en nuestra casa. Que sabía como derrotar definitivamente a esa escoria pero no quería decirlo. Nunca había estado tan confundida, ni tan furiosa. Esperé a que mi madre se distrajera con la televisión para gritarle que se fuera, que nos dejara de una puta vez. Y él sólo calló. Estaba claro que no iba a irse.

Le odiaba. Odiaba todo aquello. Sólo quería que mi vida tuviera sentido. Sin conspiraciones milenarias, sin peligros sobrenaturales. Que fuera normal.

Tenía que desconectar, o explotaría. Llamé a Laura y quedamos para ir al cine a ver la comedia más estúpida que pude encontrar en la cartelera. Ninguna de las dos prestó la más mínima atención a la película: yo no dejaba de pensar en Mateo, y ella no dejaba de preocuparse por mí. Sentía grandes deseos de contarle todo lo que me estaba sucediendo, pero no lo hice. Temía que me tomara por loca. Pero aún no había logrado desconectar, y tenía que contárselo a alguien porque iba a explotar de un momento a otro.

Me registré en un foro de literatura y narré lo que me estaba pasando. Recibí todo tipo de comentarios, desde los “me encantaaaa, sigue escribiendoo” hasta los

Page 14: Babylon Days

14

“aprende a escribir”. Poco después de apagar el ordenador me derrumbé sobre el teclado y empecé a llorar. Pasaron unos minutos hasta que oí unos golpecitos en la puerta.

-María, ¿puedo entrar? Era la voz de mi madre. Por lo visto me había oído desde fuera. Intenté reprimir

los sollozos. -Sí, pasa. Y entró, avanzando hasta donde estaba yo y poniéndome una mano sobre el

hombro. -¿Por qué lloras? ¿Qué es lo que ha pasado? -Nada. Pero… gracias por preocuparte. -Qué cosas tienes, ¿cómo no iba a preocuparme? Se hizo un largo e incomodo silencio. Deseaba claramente que hablara, pero

sabía que no iba a hacerlo. Finalmente, se dio por vencida. -Si alguna vez quieres contármelo estaré más que dispuesta a escucharte. Esperé hasta que salió de la habitación, sin dejar de pensar en lo mucho que la

quería. Y cuando cerró la puerta reanudé mi llanto, con más fuerza que antes. Me había preparado para otra noche de pesadillas, pero lo que soñé fue

completamente inesperado. Había fuerzas oscuras atacándome, aunque no recuerdo ni cómo eran ni cómo atacaban, pero mi falso hermano estaba a mi lado. Y él, de algún modo, vencía. Por primera vez desde que descubrí su verdadera identidad me sentía segura. Feliz.

Ya no le temía ni le odiaba, sino que sentía cariño hacia él. Un cariño extrañamente intenso. Y él me decía que todo iba a salir bien, y yo sabía que era cierto. Disfruté rindiéndome a sus brazos.

Fue muy extraño despertar y descubrir que seguía sintiendo exactamente lo contrario.

Su segundo día de colegio, mi tercer paseo con él. Seguía sin querer mirarle, y

prefería evitar pensar en el sueño. Hasta esa mañana nunca habría pensado que se podía soñar con emociones tan lejanas a la realidad. Por un brevísimo instante me sorprendí preguntándome si aquel aparente disparate tenía un significado.

No hubo ningún incidente en el trayecto. El entusiasmo por mi hermano se había enfriado bastante desde ayer, y casi todos le dejaron en paz. Carlos fue el más insistente, pero tampoco él tardó mucho en retirarse.

Llegó la hora del recreo, y Laura y yo nos disponíamos a salir al patio juntas, pero Mateo nos abordó antes de que pudiéramos traspasar la puerta.

-María, ¿podría hablar un poquito contigo? ¿A solas? Es importante. -Lee mis labios: no. -Por favor. Importante. -Anda, María, ve con él. Seguro que sólo es un momento. No me quedaba más remedio que ceder. Suspiré y le seguí hasta un rincón

apartado de los pasillos. -Creo que va a pasar algo. Algo malo. El colegio está rodeado. -¿Rodeado? -De magia negativa. Es muy característica de ellos. -Joder. Joder, joder… ¿Y qué se supone que van a hacer? ¿Bombardear el

edificio? ¿Matar a todos los que estén dentro? -No. Silencio. Al parecer ya había dicho todo lo que tenía que decirme.

Page 15: Babylon Days

15

-¿Puedo volver con Laura? -Ten cuidado. -Lo tendré- respondí mientras le deseaba la muerte para mis adentros. En

aquellos días no tenía mucha vocación de heroína, ni me importaba demasiado la amenaza que los malos suponían para el mundo. Me daba igual que el puto sacerdote fuera la última o penúltima esperanza. Sólo quería el final de aquella locura, y su muerte era la vía más directa. Mi verdadero hermano ya estaba muerto.

Volví con Laura, que me preguntó por lo que me había dicho Mateo. Le respondí alguna tontería sobre que había perdido las llaves y me había pedido las mías. Tras bajar al patio nos reunimos con varias amigas más, y empezamos a hablar de cosas agradablemente insustanciales. Tengo la sospecha de que Laura les había pedido que no sacaran el tema de mi hermano.

El ambiente estaba extrañamente cargado, como si estuviera a punto de caer una tormenta, pero el cielo estaba completamente despejado. Eso me ponía cada vez más nerviosa y asustada, pero lo disimulé bien. Hacía todo lo posible por centrarme en nuestra conversación. Chorradas, planes para el fin de semana, chicos guapos… un mundo inofensivo y banal, sin peligros ni amenazas.

De repente me entró mucha sed. -Chicas, esperadme. Voy un momento al baño. Y hacía allí me dirigí. Había recorrido la mitad del camino cuando de repente

descubrí que no podía dar un solo paso más. Estaba completamente paralizada de cintura para abajo. La gente a mi alrededor me miraba extrañada. Algo en mi interior me dijo que debía alzar la mirada al cielo, y cuando lo hice descubrí con horror que justo encima de mí se estaban arremolinando unas nubes negras como el carbón.

¿La magia negativa? Mierda. Las nubes dejaron de moverse. De su extremo salió un rayo de oscuridad, que se

dirigía justo al punto donde me encontraba yo. Seguía paralizada. Las voces de mis amigas me llegaban como un eco muy lejano; creo que me preguntaban qué estaba pasando.

Iba a morir. Lo sabía. Había sido muy, muy breve. Oí una especie de grito. Me preguntaba de quién podía haber procedido, y

aunque ya nada importaba sentía deseos de averiguarlo, pero no podía apartar los ojos de aquel rayo. Era imparable y veloz, como una flecha apuntando al corazón. Era la muerte y le estaba mirando a la cara. Y cuando estaba a punto de alcanzarme sentí un enorme impacto que me tiró al suelo.

Tardé unos segundos en darme cuenta de que podía volver a moverme y me levanté, aturdida. Todo el mundo parecía muy alterado; algunos gemían como asustados, otros pedían ayuda a gritos. Tardé unos momentos en darme cuenta de lo que había pasado.

El cuerpo de mi hermano yacía inconsciente a mi lado, justo en el punto en el que yo había estado hasta que me empujó.

Page 16: Babylon Days

16

5 Cuando hablé con la gente descubrí que nadie había visto las nubes negras, ni

mucho menos el rayo. Para ellos, lo único que había pasado es que yo me había quedado tan quieta como una estatua humana, mi hermano había corrido hacia mí gritando, me había dado un violento empujón y había caído inconsciente. Habría parecido un peculiar teatro preparado en secreto entre ambos, de no ser porque su inconsciencia no era fingida. De hecho no pudieron despertarle.

A mi madre casi le dio algo cuando le llamaron desde el hospital. Su hijo había tenido una especie de recaída, y había entrado en coma de nuevo. La pesadilla había regresado, todo volvía a pasar. Fue hacia allí todo lo deprisa que pudo, y cuando entró en la habitación yo estaba en ella, con una mano de Mateo entre las mías. Ninguna de las dos dijo nada. Ni siquiera lloramos.

Yo ni siquiera sabía cómo reaccionar a todo aquello. Me había pasado todos los últimos días sin desear otra cosa que la desaparición de mi falso hermano. Incluso había llegado a desearle la muerte. Y ahora que parecía haberse ido, en unas circunstancias tan horriblemente similares a la partida del verdadero Mateo, sólo sentía dolor y desesperación. No podía sentir otra cosa por alguien que había entregado su vida a cambio de la mía. Lo único que deseaba ahora era que despertara. Es extraño lo mucho que pueden cambiar las cosas en tan poco tiempo.

Los médicos estaban tan confundidos con este nuevo coma como lo habían estado con el despertar. No sabían qué era lo que le pasaba, aunque tenían pocas esperanzas de que se recuperase.

Los días que siguieron fueron como un mal sueño. Los amigos de mi hermano, que hacía menos de un mes habían celebrado la fiesta de su recuperación, volvían a rogarle entre lágrimas que despertara. Mi madre permanecía todo el tiempo posible al lado de su cama, y no quería moverse por nada. Y en cuanto a mí… lo único que pensaba era que yo había deseado que ocurriera esto. Las poquísimas veces que me quedaba a solas con él le pedía que despertara, porque tenía que luchar contra los villanos. Lucharíamos juntos.

Un día tuve la idea de echar sal sobre su cuerpo. Pensé que algo que simboliza la vida incorruptible podría ir bien para este caso. Me ilusioné tanto que casi llegué a esperar que despertara mientras la echaba, pero no sucedió.

Aquella misma noche oí una voz, aunque ni siquiera sé si estaba dormida o despierta. Me dijo que tuviera fe, que despertaría pronto, que alguien con el título de Qingu no podía ser derrotado de una forma tan sencilla. Deseé creerla con todas mis fuerzas, pero a la mañana siguiente se la atribuí a mi imaginación.

A la tarde llamaron del hospital. Mateo había despertado. Lo primero que sentí con aquella noticia fue incredulidad. Lo segundo, un

intenso alivio. Lo tercero, una considerable preocupación. Al fin y al cabo sabía que aquello significaba que todo volvería a empezar, que volveríamos a sufrir ataques. Mi madre, claro está, no cabía en si de alegría. Procuraba por todos los medios evitar pensar que lo que había ocurrido dos veces podía repetirse una tercera.

Esta vez tardaron mucho menos en darle el alta, aunque nos pidieron que estuviéramos atentas a cualquier signo de una posible recaída. No hubo ninguna fiesta de bienvenida, aunque mi hermano quedó con sus amigos por su cuenta. Me consta que fue una reunión muy emotiva, marcada tanto por la alegría como por la preocupación.

En cuanto pude quedarme a solas con él le pedí perdón. -¿Perdón? ¿Por qué? -Por desear que te fueras. Aunque… aunque tuvieras que morir para ello.

Page 17: Babylon Days

17

-Fue un rayo de magia negativa el que me hizo eso, no tus deseos- contestó sonriendo- La verdad, no me extraña que desearas eso. No puedo culparte, y no te culpo. Pero espero que ahora entiendas que sólo quiero ayudar.

-Gracias por lo que hiciste. Por salvarme. -No fue nada. En Babilonia me enfrenté a cosas aún peores. Y seguramente

vuelva a hacerlo. Su sonrisa se había vuelto amarga. Se me hizo un nudo en la garganta, y tragué

saliva antes de continuar. -A partir de ahora quiero apoyarte. Ayudarte en lo que pueda. -Preferiría que te vieras envuelta en esto lo menos posible. Es demasiado

peligroso. Y no es tu lucha. -Han intentado matarme. Claro que es mi lucha. Además, me dijiste que un

hombre solo no puede ganarles. Ni siquiera creo que el gran Qingu pueda. Él me miró fijamente, sin decir nada, con una expresión principalmente neutra

en la cara. Hasta que decidió su respuesta. -De acuerdo. Haremos que esos bastardos lamenten el día en el que te hicieron

querer luchar. -Que así sea. Estiré una mano. Él la observo confuso durante unos segundos, antes de sonreír

con honesta alegría y estrecharla. Había nacido una alianza. A partir de entonces mi madre pudo observar complacida que las relaciones con

mi hermano eran más cordiales y amistosas que nunca desde que despertara por primera vez. No me dijo nada al respecto, pero pude observar su aprobación en su sonrisa.

Cuando volvimos al colegio la gente se reunió de nuevo alrededor de Mateo para hacerle preguntas. Mientras mi hermano las contestaba todas, Laura se acercó a mí y me comentó que parecía bastante más feliz que antes. Era cierto, y yo sonreía continuamente como para querer demostrarlo. No es que estuviera realmente feliz (nuestros enemigos me preocupaban, y mucho), pero era una mejora indudable.

Pasaron varios días sin incidentes. Mateo se puso rápidamente al día con sus estudios; estaba claro que era una persona inteligente y capaz. Tal vez fuera por haber asimilado los recuerdos de mi hermano, pero me sorprendía que un sacerdote babilónico pudiera acostumbrarse tan fácilmente al mundo moderno. Lo único malo era que quedaba mucho menos que mi verdadero hermano con sus amigos, y estaba claro que los consideraba poco más que molestias. Ni siquiera hacía demasiados esfuerzos por mostrarse apegado a mi madre. Por lo visto yo era lo más parecido a un ser querido que tenía, seguramente por ser la única que compartía su secreto y haber prometido ayudarle en su lucha.

¿Y yo? ¿Había aprendido a quererle? Mis sentimientos eran bastante ambiguos. A veces recordaba que había

arriesgado su vida para salvarme, y entonces sentía cierto cariño hacia él. Pero la mayor parte del tiempo lo veía como algo más parecido a un compañero de negocios, un amable extraño con el que compartía un interés común.

En aquellos días tranquilos me preguntaba a menudo por qué no nos atacaban nuestros enemigos, a qué esperaban para hacerlo. Me había vuelto comprensiblemente paranoica; esperar signos de una guerra era tan o más estresante que la guerra en si. Le pregunté a Mateo, y él simplemente contestó que estaban planeando su siguiente movimiento.

Entonces se me ocurrió algo. -¿Por qué no atacamos nosotros, en vez de esperar que lo hagan ellos?

Page 18: Babylon Days

18

-No sé dónde encontrarles. -¿No podríamos ir en su busca? -A la larga sí. A medida que fracasen sus planes se volverán más atrevidos, y

empezarán a salir a la luz. Pero mientras se mantengan en las sombras será imposible encontrarles. Es una de sus mayores habilidades.

Así que tocaba seguir esperando. Pero toda calma termina tarde o temprano, y llegó la tercera tormenta.

Page 19: Babylon Days

19

6 Volvía a casa después de haber pasado la tarde con mis amigas. Cogí la llave

para abrir la puerta, y justo antes de usarla me di cuenta de que había un sobre blanco sobre el felpudo. Propaganda, seguro. Aun así sentía curiosidad, y me agaché para cogerlo.

Dos cosas me llamaron la atención casi al instante. La primera era que la dirección estaba escrita a bolígrafo. La segunda, que estaba dirigida a “la señorita María Gómez”.

Por unos instantes me pregunté si sería cosa de nuestros enemigos, porque si lo era tal vez no debía abrirla, pero estaba demasiado intrigada como para contenerme y la tranquilidad de los últimos días me había hecho bajar la guardia. Rasgué el sobre y saqué el contenido, una hoja con dos líneas escritas a color rojo sangre.

La primera de ellas decía “El sacerdote es tu enemigo”. ¿Mi enemigo? Aquella idea resultaba extrañamente persuasiva, pero no la veía

posible. ¿Cómo podía ser mi enemigo alguien que me había salvado la vida? Tal vez la segunda línea me explicara lo que estaba pasando.

Decía “El sacerdote mató a tu hermano”. No, no le había matado. Estaba en un coma irreversible, él sólo había ocupado su

cuerpo. ¿Irreversible? ¿Seguro? Empezaba a dolerme la cabeza. Me llevé una mano a la frente y releí la primera

línea. “El sacerdote es tu enemigo”. Sólo entonces me di cuenta de que estaba escrita en un alfabeto que no conocía, pero que de algún modo había podido leer. Los signos empezaron a brillar con una fantasmal luz rojiza, y supe que pedían sangre. La sangre de nuestro enemigo.

“El sacerdote mató a tu hermano”. Cada vez lo veía más claro. Mateo habría despertado tarde o temprano, pero ese repugnante impostor se lo había impedido. Ya no despertaría nunca más, a no ser…

A no ser que obligara al sacerdote a desocupar su cuerpo. Pero ¿cómo podía hacerlo?

El brillo de los signos aumentó de intensidad, y fue como si alumbraran el camino previamente a oscuras que debía recorrer. Era muy sencillo. Tenía que matarle. Sólo así volvería Mateo.

Quedaba una parte en mi interior gritándome desesperadamente que Qingu era mi aliado, pero yo hacía oídos sordos. Metí la carta en el sobre, sonreí y abrí la puerta.

-Hola, mamá. -Hola, María. ¿Lo has pasado bien? -Genial. ¿Mateo está en su cuarto? -Sí, estudiando. Es increíble lo aplicado que se ha vuelto ese chico. -Sí, está irreconocible. Ya ni parece mi hermano. Fui a la cocina y cogí el cuchillo más afilado que pude encontrar. El sobre era

grande, así que cupo dentro sin problemas. Eso ayudaría a disimularlo. Di unos golpecitos en la puerta de su cuarto. -Adelante. Abrí y entré. Estaba sentado delante de su mesa, leyendo un libro de Historia. -Hola, María. ¿Querías algo? -¿Sabes? Últimamente te estoy cogiendo mucho aprecio. No eres mi hermano,

no puedes sustituirlo pero de algún modo… contigo a tu lado ya no le echo tanto de menos.

Page 20: Babylon Days

20

Mateo apartó los ojos de su libro y me miró. Se le veía agradablemente sorprendido.

-Vaya, no sé qué decir… -Un gesto vale más que mil palabras- contesté, extendiendo los brazos para que

se levantara y nos abrazáramos. No se levantó. De repente parecía reticente, y observaba fijamente el sobre en mi

mano. -¿Qué llevas ahí? -Nada de importancia. ¿Quieres un abrazo o no, bobo? Se encogió de hombros y se levantó. Lo quería. Nos dimos un fuerte y largo…

cariñoso abrazo. Pero no debía sentir cariño. No puedo sentir cariño hacia alguien a quien estoy a punto de matar.

Pensé en las últimas palabras que debía decirle. Dos frases pugnaban por salir de entre mis labios. Una llena de rabia y odio: “¡Esto es por mi hermano!”. La otra llena de horror e impotencia: “Voy a matarte”. Moví la mano del sobre, dispuesta a asestar la puñalada. Varias lágrimas se escaparon de entre mis ojos.

-Voy a matarte. Y entonces me di cuenta de que su suspicacia no había desaparecido en ningún

momento. Cuando pronuncié aquellas palabras ya estaba preparado para quitarme el sobre de la mano. Luché como un perro rabioso para impedirlo, pero mi fuerza terminó por desaparecer y permití que me lo arrebatara. Ya no quería matarle, sólo gritar de pánico. Logré contenerme.

Mateo abrió el sobre y dejó caer en una mano el cuchillo y la carta. Desdobló el papel, leyó lo que ponía y maldijo entre dientes. Apartó la vista de él para mirarme fijamente a los ojos.

-Yo no soy tu enemigo. Ellos lo son. Y pronunció unas palabras en un idioma que no había oído nunca. El papel

volvió a brillar, con tanta intensidad que me obligó a cerrar los párpados, pero al cabo de unos segundos todo parecía haber vuelto a la normalidad.

-Lee lo que pone. Me enseñó la carta. La sangre, o tinta roja, o lo que quiera que fuera aquello

estaba chorreando. Ahora los signos sólo me parecían garabatos sin sentido. -No… no lo entiendo. -Perfecto. Tiró el papel al suelo antes de abrazarme con todas sus fuerzas. Le devolví el

abrazo con sincero afecto y traté de contener las lágrimas. -¿¿Esos cabrones pueden controlarte la mente?? -Se puede decir que sí, pero sólo en parte. -¿Sólo en parte? ¿Lo dices porque al final pude resistirme? -Sí, pero no sólo por eso. Verás… ellos no pueden meterte en la cabeza ideas

que no estuvieran ya ahí de alguna forma. Me quedé petrificada, sin poder creer lo que acababa de oír. -¿Quieres decir que yo ya quería matarte? -En cierto modo. Imagino que era un deseo inconsciente, que nunca habrías

llevado a cabo por ti misma. Pero estaba ahí. -¿Pero cómo iba a querer matarte? ¡Me salvaste la vida! -Uno no es dueño de su inconsciente. Ahí dentro las cosas nunca son tan

sencillas.

Page 21: Babylon Days

21

Me sentía destrozada. Hasta entonces había creído que ya había dejado de odiarle, pero por lo visto estaba equivocada. Y por culpa de ese odio habría podido suceder algo terrible.

-Lo siento. Te he fallado como aliada. -No ha sido culpa tuya- contestó, aunque en su mirada había reflejada decepción.

O al menos eso me pareció ver. -Aún nos queda un largo camino por recorrer, ¿verdad? -Ni te lo imaginas, María. Ni te lo imaginas. No hubo más ataques en bastantes días, pero yo sentía que la tranquilidad de

antes había desaparecido por completo. Me sentía sucia por dentro, casi monstruosa. Era incapaz de asumir que había deseado (y probablemente aún deseaba) la muerte de Qingu, incluso después de que me salvara la vida. Recordé una escena que salía en una película sobre la vida de Sigmund Freud, el llamado “padre del inconsciente”, comparando a éste con una caja oscura con escorpiones en su interior. Por lo visto era totalmente cierto.

Reflexioné mucho. Pensaba que antes de que empezara todo eso estaba convencida de que Mateo jamás volvería, pero empecé a darme cuenta de que siempre albergué un rescoldo de esperanza. Qingu me lo había arrebatado por completo, al menos mientras permaneciera en su cuerpo. Y si se marchase de él, el rescoldo podría volver. Al parecer mi parte más oscura y oculta quería que volviera por todos los medios necesarios. Y mientras siguiera queriéndolo, mi aliado seguiría corriendo más peligro del debido. No sabía que hacer para solucionarlo.

Qué breve había sido. Volvían las incomodidades, la sensación de que mi madre sabía que algo no iba bien. Cuando parecía que todo iba a solucionarse, las cosas volvían a joderse. No había escapatoria. Mis amigas atribuían mi malestar al miedo a que Mateo recayera, aunque les extrañaba un poco que lo manifestara ahora y no los primeros días después de que despertara. Me apoyaban como podían, e intenté hacerles creer que sus desvelos me estaban animando.

Reanudé mi narración del foro de literatura. Me divertía un poco el hecho de que algunos lectores me habían echado de menos. Recuerdo haber pensado que tal vez tenía talento para escribir. Tenía unos cuantos detractores, pero ¿qué escritor no?

Aquello era casi terapéutico. Los momentos en los que escribía en el foro eran los únicos en los que podía darles la vuelta a mis preocupaciones y convertirlas en algo parecido a una diversión. El resto del tiempo estaba prácticamente hundida.

Un día, Mateo entró en mi habitación con una propuesta. -Cuando un nuevo miembro entraba en nuestro culto tenía que realizar un rito de

hermandad. Según nuestras creencias eso nos unía espiritualmente. -¿Qué significa eso? -Que los propósitos de todos se convertían en el mismo. Unidos contra el mal, en

la vida y en la muerte. -¿Significa eso que me convertiría en una auténtica aliada? ¿Que dejaría de

querer matarte? Trataba de ilusionarme, pero en el fondo no terminaba de gustarme cómo había

sonado aquello. Pese a mi desánimo, pese al odio hacia mi misma, prefería seguir siendo dueña de mis pensamientos.

-No. Voy a ser honesto contigo, se trata de algo puramente simbólico. Pero he pensado que tal vez te animaría sellar un pacto de una forma más elaborada e íntima que un apretón de manos.

-¿Íntima? Mateo sonrió.

Page 22: Babylon Days

22

-Venga, procedamos. El comienzo era sencillo. Consistía en cogernos de la mano mientras

pronunciábamos una especie de juramento, que decía más o menos así: “A partir de este instante somos uno solo. Una voluntad, una determinación. A partir de ahora nos consagramos a dar la vida, a hacer frente a quienes quieran impedírnoslo. En el nombre de la Gran Madre, hágase”.

El siguiente paso era dibujar unos símbolos en la pared. Lo hicimos con lápiz, para poder borrarlos después (lo importante era crearlos, no que se mantuvieran ahí). Él me daba instrucciones y me pedía que le imitara, pero los dibujos eran complejos y me equivoqué en más de un detalle, por no mencionar las líneas torcidas. Fingía exasperarse siempre que lo hacía mal, con unas caras tan cómicas que me hacían reír. Fue muy divertido, aunque nos llevó bastante acabar.

-Y ahora el tercer y último paso: el gesto de consagración. -¿En qué consiste?- pregunté, ya con buen humor- ¿En derramar nuestra sangre

sobre una mano y chocarlas? -No. Algo aún más simple. Fue muy rápido e inesperado. En un instante Mateo estaba mirándome risueño, y

al instante siguiente ya se había consumado. Había unido sus labios a los míos, fundiéndolos en un largo e intenso beso. Cuando pude darme cuenta de lo que estaba pasando decidí que debía separarme, pero mi cuerpo no actuó. Simplemente se dejó llevar hasta que hubo terminado.

Estaba roja como un tomate, sin saber si reír tonta e histéricamente o enfurecerme. Me limité a preguntarle con tono neutro qué cojones acababa de hacer.

-¿No has oído nunca que en algunas culturas la gente se saluda con besos en la boca? La consagración de nuestro rito de hermandad es igual. Con eso ya somos hermanos.

Y, tras dedicarme una última sonrisa, salió de la habitación. Yo me quedé mirando los dibujos que habíamos hecho, reflexionando sobre si había mentido o no y negando por todos los medios que aquel repugnante e incestuoso beso me hubiese gustado.

Page 23: Babylon Days

23

7 ¿Conocéis la historia de Gilgamesh? Yo no la conocía. Era un rey, de la ciudad de Uruk. Era muy tiránico, así que los dioses decidieron

castigarle enviando a un hombre salvaje como un animal, un tal Enkidu. Gilgamesh le civilizó de una forma muy curiosa: enviándole a una prostituta sagrada para que follara con él. Una idea deliciosamente alejada de la castidad cristiana.

Luego lucharon, porque Gilgamesh iba a abusar de su poder acostándose con una recién casada antes que el propio novio, y cuando terminó la lucha se habían hecho amigos. Creyeron que podían desafiar a los propios dioses, e incluso fueron a un bosque de su propiedad para matar a su guardián. La diosa del amor y la guerra se enamoró de Gilgamesh, pero éste le rechazó porque decía que no quería acabar como el resto de sus amantes. La diosa despechada envió al toro de los cielos para vengarse, pero Gilgamesh y su amigo lo mataron. Así que los dioses decidieron el castigo definitivo: hacer que la muerte se llevase a Enkidu para dejar solo al rey de Uruk. Pensé que eso reflejaba que no se puede jugar a desafiar a los dioses, porque son tan cabrones como los humanos y no les gusta nada que alguien entre en su juego sólo a medias. Eso explica muchas más cosas de las que explicaría el típico Dios de amor.

Después de la muerte de su amigo Gilgamesh perdió su orgullo y su alegría, y buscó la inmortalidad para no sufrir el mismo destino. Se la pidió al único hombre inmortal que existía, y éste le dijo que tenía que resistir una semana despierto para lograrla. Falló, así que decidió darle un premio de consolación: una planta rejuvenecedora. Se la comió una serpiente.

Una historia fascinante que nos dice como el ser humano ha buscado la inmortalidad desde el alba de los tiempos. La moraleja es que es inútil buscarla, y que vale más disfrutar de lo que tenemos.

A los que ya la conocíais: me disculpo por haberme desviado de mi propia historia contándola, y aún más por haberlo hecho de una forma tan pobre. A los que no teníais ni puta idea de mitología babilónica: os he hecho dar vuestro primer paso para conocerla, el mismo que yo tomé por mi cuenta. Ya que me estaba viendo tan envuelta en el asunto de Qingu y sus enemigos, ¿por qué no empezar a informarme sobre las creencias de aquella gente? Unos meses atrás no habría estado ni remotamente interesada en aquello, del mismo modo que no me interesaba la fantasía, pero todo había cambiado. Había cambiado muchísimo.

No me atrevía a hablar con el sacerdote, pero ya no me sentía culpable por haber querido matarle. Tal vez era eso lo que él había querido con ese peculiar rito de hermandad. Mi lealtad a nuestra alianza era fuerte, y cada vez tenía menos miedo. El sacerdote había demostrado con creces su poder. Había contenido los ataques del rabisu durante el tiempo suficiente como para que yo pudiera echarle la sal que había preparado. Había resistido un hechizo que a mí me habría matado. Había evitado que le apuñalara. Mi fe en sus capacidades ya era grande. Era como si aquel sueño esperanzado que tanto me había extrañado en su momento estuviese empezando a hacerse realidad. Pero en aquellos días había algo que me obsesionaba un poco, algo que vosotros podríais considerar una tontería, al menos en comparación con el resto de cosas que me habían pasado hasta entonces. La obsesión era una duda: ¿el sacerdote se sentía atraído hacia mí?

Es cierto que a veces la imaginación juega malas pasadas, pero desde que me hubo dado aquel beso sentía que me miraba como a algo más que una aliada, o incluso algo más que una amiga. No hizo nada extraño en ningún momento, pero el brillo en sus

Page 24: Babylon Days

24

ojos me inquietaba e intrigaba. Parecía de deseo, o incluso de amor platónico. Esperaba que me lo estuviera inventando, o al menos que la mirada no se convirtiera en hecho.

Lo peor fue cuando tuve aquel maldito sueño que incluso hoy en día me avergüenza un poco contar. Paseábamos por una verde y cálida pradera, bajo un cielo totalmente desprovisto de nubes. La hierba estaba fresca y lozana, salvo en un área de varios centímetros cuadrados, donde era negra como el carbón. De repente, aquella negrura se alzó y se condensó en una nube, que a su vez se materializó con la forma del rabisu.

El rabisu dijo “uuuuuh”, como cuando alguien hace un intento extremadamente patético de asustar a otra persona en las series de televisión. Mateo se rió, se echó un poco de sal en una mano y la sopló hacia él. La bestia gritó y desapareció, volviendo a dejarnos solos.

“Eso ha sido fantástico”, decía yo. “Una nadería”, decía él. “Cuando me diste aquel beso, ¿realmente era parte del ritual? ¿O fue una

patética excusa para liarte conmigo?”, preguntaba yo. “Lo dejo a tu imaginación”, contestó él sonriendo. “Eres mi hermano y los hermanos no se lían entre ellos, pervertido de mierda”,

dije yo. Y entonces él se abalanzaba sobre mí para besarme apasionadamente. Por suerte

desperté instantes después. Tuve el valor de contarle el meollo del sueño a Laura, omitiendo rabisus y

menciones a rituales. Le dije preocupada que recordaba haber disfrutado del beso abortado. Ella se echó a reír.

-Dios, me alegra no ser la única que ha tenido sueños tan pervertidos. Yo una vez soñé que me liaba con mi padre, y también lo disfrutaba.

-¿De veras? Qué asco. -Dímelo a mí. -Y ni siquiera está bueno. Lo digo sin ánimo de ofender, pero es que es un

cuarentón con barriga cervecera y bigote de morsa. Si al menos hubiese sido con tu primo… Mmmm…

Y ambas nos echamos a reír. Volvíamos a ser felices juntas. Un día me recomendó un libro de fantasía, y lo compré con gusto. -Despierta, dormilona. ¿Mm? Tenía mucho sueño, pero era muy extraño que me estuviera despertando

mi madre. Tenía despertador desde hacía bastantes años. -¿Mamá…? -Hora de despertar, milady. Tenemos que continuar. Aquellas palabras eran muy extrañas, y las había pronunciado un hombre mayor.

Me levanté y descubrí que estaba al aire libre, tendida sobre un montón de hojas. El sol me daba en plena cara.

A mi lado había un hombre de unos cincuenta años, flaco y con barba, al que no había visto nunca hasta entonces.

-¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy? -¿Se encuentra bien, milady? -No lo sé. ¿Quién se supone que eres? -Vuestro… guardaespaldas, milady. -¿De veras? -Por supuesto. ¿Qué sucede?

Page 25: Babylon Days

25

-Creo que he estado soñando con otro lugar, uno muy lejano… -Tenemos que continuar. Las tropas del conde nos persiguen. -¿Qué conde…?-empecé a preguntar, pero ya estaba recordando cosas. Yo era

hija de un rey… uno que había muerto. Y un conde quería matarme por no sé qué profecía.

-El conde Thoror, milady. -Claro, Thoror. Que los buitres devoren a esa maldita carroña andante. -Que así sea. Rápido, mi señora. Vuestros hombres esperan la orden. Me sacudí las hojas de la ropa. Llevaba puesto un vestido que tenía pinta de

haber sido muy lujoso y elegante en otros tiempos, pero ahora estaba repleto de rasguños e incluso algún parche de tela barata.

Cerca de ahí esperaba media docena de hombres a caballo. Dos de los caballos no tenían jinete, y supuse que uno era de mi fiel Mogberl y el otro mío. Monté, y Mogberl hizo lo mismo detrás de mí.

-Partamos. Y justo cuando hube pronunciado aquella palabra salió una lluvia de flechas del

bosque adyacente. Por suerte las armaduras de mis hombres repelieron la mayor parte, pero una había atravesado la cabeza de uno de ellos. Contemplé horrorizada como caía del caballo en una nubecilla de sangre y astillas de cráneo.

-¡Mierda, nos han alcanzado! ¡Esto es el fin! -¡Salid de ahí si sois hombres!-gritó Mogberl en dirección al bosque,

desenvainando la espada en señal de desafío. De entre los árboles salieron un puñado de hombres, también a caballo. Unos

llevaban arco y flechas y otros espadas. Uno de ellos se adelantó; era joven y atractivo, pero sus labios formaban una sonrisa de repugnante arrogancia.

-Vaya vaya, el muy honorable Mogberl. ¿Sabes cuánto llevo queriendo arrancarte las entrañas? Milady…

-El conde Thoror en persona. ¿A qué se debe tamaño honor?-pregunté con todo el sarcasmo del que fui capaz.

-Es por lo que dicen. Si quieres un trabajo bien hecho… Él y el resto de los que tenían espada las desenvainaron. -A la carga, muchachos. Y comenzó la pelea, un frenético entrechocar de aceros mientras el pánico se

apoderaba de mí. Habían profetizado que salvaría al reino del mal, pero en ese momento estaba completamente indefensa. Cayeron hombres de ambos bandos. Mogberl se enfrentaba al conde Thoror, y ambos eran combatientes muy capaces. No tenía forma de saber quién de los dos ganaría.

Poco a poco el caos de la batalla amainó. Los hombres del conde habían recibido la peor parte, pero habían logrado diezmar a los míos gracias a su superioridad numérica. Ajenos a lo que ocurría a su alrededor, Mogberl y Thoror luchaban cada vez con mayor furia y menor destreza. En aquel duelo se decidiría el destino del mundo: si mi guardaespaldas moría yo estaría condenada, y si Thoror perdía las fuerzas del mal sufrirían un duro golpe.

Y entonces Mogberl cayó. El conde le había clavado la espada en un hueco en la armadura.

Thoror se detuvo unos momentos para descansar, resoplando. Cuando al fin recuperó el aliento me miró con ojos lujuriosos, desclavó la espada del cuerpo de mi guardaespaldas y la apunto hacia mí.

-Y ahora, preciosa, llegó el momento de…

Page 26: Babylon Days

26

Un virote salió de la nada y se clavó en el cuello de uno de los pocos espadachines del conde que quedaban en pie. Los arqueros se giraron confusos, intentando ver de dónde había salido. Unos instantes después, varios virotes más volaron hacia ellos y los derribaron de sus caballos.

Una voz alegre y cantarina salió de entre los árboles. -¡Llegaron los refuerzos, milady! -¡Mierda! Un caballero de refulgente armadura plateada se adelantó al resto del grupo, de

unos diez jinetes. Su cara me era familiar. Era… oh Dios, era… -Lord Qingu para serviros, para mostraros que aún queda gente leal a vuestro

padre. Sólo quedaban el conde y otro espadachín. Éste intentó salir huyendo, pero

Thoror se acercó a él y le rebanó el cuello desde detrás antes de que pudiera hacerlo. -Ah, ah, ah. Aún te necesito. La lástima es que no esperaba tener que usarlo tan

pronto. Y derramó unas gotas del hombre sobre el talismán que llevaba colgado al

cuello. Lord Qingu perdió su buen humor al instante. La joya comenzó a emitir una luz rojiza, del color de la sangre.

La sonrisa del conde era terrorífica. -Por el viejo rey. La luz se extendió en tentáculos, que a su vez atacaron a los hombres de Qingu.

La carne se desintegraba al entrar en contacto con ella. Verles gritar mientras eran disueltos era lo más dantesco que había visto nunca.

Por algún motivo que fui incapaz de entender (algo de una protección mágica…) los tentáculos no tocaron a Qingu. Tras unos instantes la luz se apagó, y sólo quedamos Qingu, el conde y yo.

La expresión en el rostro de mi pretendido rescatador era seria, pero no dejaba entrever dolor ni desespero. Era como si ya hubiese esperado que aquello fuera a ocurrir, y no tardó en confirmar esa impresión con sus palabras:

-Sabía que acabaría así. Tú y yo solos. -¿Y sabías que yo iba a matarte, lord del tres al cuarto? Qingu desenvainó y dio comienzo al duelo. Fue increíblemente épico, como ver

a dos semidioses combatiendo entre si. El conde estaba cansado e incluso herido, pero usó las fuerzas que le quedaban con la ferocidad de un león acorralado. Qingu tenía serios aprietos para hacerle frente. Intenté hacerme con una espada para atacar al conde por la espalda, pero justo cuando la recogía del suelo mi salvador hizo un ataque de inspirada habilidad. Thoror no pudo bloquearlo, y en unos segundos yacía en la tierra con la cara partida en dos.

-¿Estáis bien, milady? -Señor Qingu, eso ha sido… increíble. -Una nadería- contestó él, y tuve vagos recuerdos de haber sido testigo de una

conversación parecida a aquella. Pero no les vi la más mínima importancia. Aquel hombre era maravilloso. Las manchas de sangre cubrían su armadura,

pero eso sólo le añadía majestuosidad. Nunca había sido testigo de una gloria como aquella.

-Señor, le debo la vida. ¿Cómo podría agradecérselo? Y él no dijo nada. Simplemente desmontó y se acercó hacia mí. Algo en mi

interior me dijo que yo también debía desmontar, y así lo hice. Me besó. Un beso largo, apasionado, pura fusión de almas a través de la unión

de nuestros labios.

Page 27: Babylon Days

27

Y entonces… -¡Despierta! ¡María, despierta! Abrí los ojos. Estaba en el sofá de mi casa, con el libro que Laura me había

recomendado entre las manos. Mateo me sacudía los hombros. Me sentía atontada, como si tuviera la cabeza llena de algodón. -¿Mateo? ¿Qué ha pasado? -Nos han vuelto a atacar. -¿Atacar…? -No sé cómo han podido hacerlo, pero habían encantado el libro. Han hecho que

tu mente entrara en una simulación de una de las escenas. Y yo he hecho que la mía fuera detrás para rescatarte, tal y como habían planeado. Mira.

Abrió el libro y me mostró la escena original. Era casi idéntica a lo que acababa de vivir, excepto que el rescatador (que allí se llamaba Pandor y era un amigo de la infancia de la princesa) moría a causa de un ataque por la espalda del conde después de la supuesta derrota de éste.

-Esto es lo que se suponía que debía pasar, pero me las he arreglado para provocarle una herida genuinamente mortal y cambiar la historia.

Releí una y otra vez el pasaje en el que el infeliz Pandor y la princesa se besaban, hasta que el conde les interrumpía provocando la tragedia. Cada vez me sentía más enferma.

-¿Me besaste porque era parte de la historia? ¿O también podías haber cambiado eso? ¿¿Por qué me has besado??

Tardó mucho en hablar, pero en el fondo no hacía falta que contestara. Su silencio, su mirada caída, el ligero rubor de sus mejillas, todo le delataba.

-No vi necesario cambiar esa parte. -¡Vete a la mierda, ¿me oyes?! -Oye, he vuelto a salvarte. Creo merecer algo mejor que… No escuche el final de la frase. Salí de la sala de estar y me metí en mi

habitación, cerré la puerta de un portazo y rememoré el beso. No había sido repugnante. Había sido maravilloso.

Hacía ya un tiempo que no odiaba tanto a aquel maldito sacerdote.

Page 28: Babylon Days

28

8 Recordé vagamente haber leído en alguna parte que los humanos somos los

únicos animales capaces de sentir varias emociones al mismo tiempo. No sé dónde lo leí, ni sé cuándo, ni siquiera sé si en realidad me lo había inventado. Pero pensé: ojala fuera un puto animal, para así poder escapar de este maldito caos emocional.

Mateo tenía dos caras. Por un lado era alguien paciente, que velaba por mi bien y que había arriesgado su vida dos veces para salvarme. Y luchaba por salvar el mundo, aunque éste ya no se pareciera en nada a lo que había conocido en su época. Visto así era un buen tipo. Por el otro lado, había usurpado el cuerpo y la identidad de mi hermano, y se había aprovechado de mí robándome dos besos. No era sólo el mero hecho del robo, sino que no parecía importarle hacerlo con el cuerpo del verdadero Mateo. ¿No era consciente de que aquello era incesto? Una de las cosas más repugnantes concebibles, un tabú universal. Ojala fuera un animal, decía, para no poder quererle y odiarle al mismo tiempo. Porque creo que había empezado a quererle, aunque aún no sabía de qué forma exactamente. Ahora la historia de fantasía también era un culebrón. Seguro que mis lectores estarían encantados.

Un día en el que estábamos solos en casa decidí centrarme en el odio, y fue entonces cuando decidió pedirme disculpas. En su favor hay que decir que realmente parecía avergonzado.

-Lo siento. Siento mucho haber seguido con la historia en ese punto. Procuré serenarme, aunque en mi interior hervía de ira. -Dime una cosa… Cuando me besaste la primera vez, ¿realmente era parte del

ritual? Estuvo unos segundos sin contestar. Cuando abrió la boca decidí interrumpirle. -Déjalo. Da igual. De todos modos nunca podría asegurarme de que tu respuesta

fuera verdad. -Ya no te fías de mí. Era una afirmación, no una pregunta. -Sé qué quieres lo mejor para mí y para el mundo en general. Lo has

demostrado. Pero no puedo fiarme en lo que a tus sentimientos hacía mí atañe. Aun así…

Quería que me lo dijera, aunque ese deseo se contradijera con lo que acababa de decirle yo. Mi ira se estaba apagando.

-Dime. ¿Me deseas? -Sí. -Genial. Sencillamente genial. Me sentí realmente mal en aquel momento. Acababa de confirmar mis temores,

aunque en realidad ya supiera que eran ciertos. Tuve que hacer un esfuerzo para continuar.

-¿Por qué? -Eres guapa, muy atractiva. Y sé que eres una buena persona. La ira regresó de golpe, como un estallido. -¿¿A qué cojones juegas?? Reaccionó a mi grito dando un respingo. Tenía cara de auténtico miedo. -¿Es que no te das cuenta de que estás en el cuerpo de mi hermano? ¡Y todo el

puto mundo cree que eres él, aunque tengas abandonados a unos amigos a los que Mateo quería mucho! ¡¡Eres mi jodido hermano!!

-No, no lo soy, y tú lo sabes de sobra. Me has odiado por ello. Incluso ahora lo haces.

Page 29: Babylon Days

29

-¡¡¡Eso no importa!!! -¿Es eso entonces? ¿No soy tu hermano para que puedas odiarme pero sí lo soy

para impedirme desearte? Aún parecía algo asustado, pero estaba claro que había logrado reunir bastante

valor, como para reaccionar contra algo que percibía injusto. ¿Así lo veía él? ¿Injusto? Tenía cojones aquello.

-Vete de aquí. -Te quiero. Espero que algún día aprendas a quererme. Las palabras se me clavaban como cuchillos. Cuando pude sacudirme un poco el

dolor de encima hacía tiempo que se había ido. Había salido de casa. -Hola, hijo. ¿Dónde has estado? -Con mis amigos, mamá. -¿De veras? Eso me alegra. Hacía mucho que no salías con ellos. -Sí, ya tocaba. -Muy bien. María, supongo que estarás preguntándote por qué te he llamado

para que vinieras conmigo al recibidor. Lo cierto era que sí me lo preguntaba. -Os he estado observando y sé que pasa algo raro. Las relaciones entre vosotros

son… irregulares. A veces parece que os lleváis bien, pero a veces… Dios me libre, a veces me da la impresión de que María te odia. Supongo que puede ser normal… primero Mateo despierta de un coma de un año, semanas después recae durante varios días. Son emociones demasiado fuertes. Tal vez le odies porque temas que vuelva a abandonarnos.

-Mamá, yo… -No hace falta que me digas nada, tranquila. Pero he pensado que tal vez

convenga acudir a un profesional. Un psicólogo. -¿Qué? -Te pido por favor que lo pienses. Creo que podría ayudarnos. Me estaban entrando unas ganas casi incontrolables de echarme a reír. ¡Un

psicólogo! ¡Claro! “Verá, yo creo que el problema está en que mi hermano no es en realidad mi hermano, sino un sacerdote babilónico que aspira a salvar el mundo y a meterme mano en sus ratos libres”.

-Mamá. Era Mateo el que había hablado esta vez. Nos volvimos para mirarle, y

prosiguió. -María y yo agradecemos tu intención, pero no creemos que sea necesario.

Nosotros mismos somos conscientes del problema, y estamos hablando para ver cómo podemos solucionarlo.

-¿Es eso cierto, María? -Sí, lo es. -Si acabamos rindiéndonos, viendo que se trata de algo imposible, entonces

acudiremos a un psicólogo. Hasta entonces déjanos intentarlo. Mi madre reflexionó durante unos instantes, y tomó una decisión. -De acuerdo. Pero si no sale bien tened en cuenta lo que os he propuesto. -Lo haremos, mamá. Entonces ella salió del recibidor, con una cara que reflejaba tanto preocupación

como esperanza, pero nosotros nos quedamos durante unos minutos más. Sentía que necesitábamos hablar sobre lo que acabábamos de oír.

-Psicólogo. Genial, lo que faltaba.

Page 30: Babylon Days

30

-Bueno, nos he dado tiempo. Sólo necesitamos empezar a comportarnos como si no ocurriera nada extraño entre nosotros.

-Bravo, genio. Pero el problema es que sí ocurre algo, y yo nunca he destacado por mis habilidades como actriz.

-Entonces deberíamos convertir la mentira en una media verdad, y empezar a hablar para intentar solucionarlo.

-Tampoco sé qué coño tenemos que hablar. Tú quieres incesto y a mí me parece repugnante. Fin de la historia.

-¿Repugnante? ¿Realmente estás segura de que sólo sentiste asco? Nunca en mi vida había hecho esfuerzos tan grandes para evitar gritar como

después de oír aquello. -Vete a la mierda. No sé ni por qué me molesto en hablar contigo. -Lo haces porque tienes que hacerlo. ¿O es que prefieres que el psicólogo te

ayude a librar esa batalla? Le miré con un odio increíblemente intenso. Había dejado de sentir otra clase de

emoción, al menos temporalmente. En cierto modo eso era lo que había querido. -Escucha-dijo él, con un tono lo más apaciguador posible-Tenemos que salir de

ésta, y tenemos que hacerlo juntos. Haz un esfuerzo, por favor. Prometo no volver a besarte y no mencionar más mis sentimientos hacia ti, ¿de acuerdo? Sólo aliados, como mucho amigos. Nada más.

Aquellas palabras no disiparon por completo mi enfado, pero sí me ayudaron a calmarme. Respiré hondo y le miré fijamente a los ojos.

-Nada más. Pasaron varios días más, y mi madre no volvió a decirnos nada al respecto. No

sé si yo fingía bien o si simplemente estaba dándome tiempo, pero rezaba para que aquello durase.

Lo malo es que no se puede engañar a todo el mundo, ni siquiera cuando has logrado engañarte a ti misma. Un día mis amigas y yo nos juntamos en el recreo, y ellas empezaron a hablar sobre lo típico.

-Dios, pero qué bueno está Roberto. -¿Sabéis si tiene novia? -Si la tiene la oculta bien. Nadie en el colegio sabe nada. -¡Si no tiene me lo pido! Le tengo tantas ganas… -Eh guapa, ¿y las demás qué? -¿María? Acababan de descubrir que estaba en las nubes. No recuerdo en qué estaba

pensando, o tal vez es que no quiera recordarlo. -¿Eh? ¿Qué pasa? -¿Qué opinas tú de Roberto? -Opino que está bueno, pero nada más. Seguro que no tiene mucho cerebro.

Podéis quedároslo, no me interesa. -¿Pero qué dices? Bueno, así somos menos a repartir. -María… A ti te gusta alguien, ¿verdad? -¿Cómo dices? Todas mis amigas me miraban, con ojos brillantes y labios sonrientes. Se habían

dado cuenta al unísono de que la que me había dicho aquello llevaba razón. -Por eso estabas en las nubes y rechazas a Roberto. ¡A ti te gusta alguien! -¡Eso no es cierto! -Oh, sí que lo es. ¡Fijaos en lo roja que se ha puesto!

Page 31: Babylon Days

31

-¿Quién es el afortunado, María? ¿Pedro? ¿Gabriel? Carlos no, ¿verdad? Dime que no.

-Pues no, Carlos no. Ni Carlos ni nadie. ¡Dejadme en paz! -Dejémosla en paz, sí. Ya nos lo dirá cuando se encuentre preparada. Y siguieron hablando sobre el dichoso Roberto, mientras yo me negaba

desesperadamente a mí misma que tuvieran razón. La repugnancia ante el incesto es un mecanismo adaptativo. Existen los genes

dominantes, de los que sólo hace falta una copia por parte de un solo progenitor para que se expresen. Y existen los genes recesivos, que necesitan dos copias, una por cada progenitor. El incesto es malo, porque aumenta las probabilidades de recibir dos copias de un gen recesivo defectuoso o negativo para la supervivencia o la calidad de vida. Por tanto era un tabú prácticamente universal, aunque había habido notorias excepciones, como las familias reales de multitud de culturas. Pensaban que su sangre era sagrada y que no debía mezclarse con la de gente corriente, y esa creencia anuló en ellos el imperativo evolutivo. Por supuesto, el resultado de aquello fue que muchos gobernantes dejaron mucho que desear.

Son cosas que aprendí en aquellos días. Me había informado. No quería preguntarme por mi repentina curiosidad al respecto, sólo informarme y punto.

Tuve otro sueño significativo. Mateo y yo estábamos encerrados en la misma

celda, y fuera de ella nuestro captor (uno de nuestros enemigos, por supuesto) reía y decía que sólo nos liberaría si confesaba mi amor por mi hermano. Yo gritaba, suplicaba, juraba que no sentía nada por él.

Y entonces Mateo se volvía hacía mí. “Diles la verdad. Es la única manera” Y me besaba. Odio asco repugnancia deseos de matar deseos de morir genes

recesivos retraso mental… mil ideas que fluyeron y se apagaron lentamente a la luz de una llama que ardía en mi pecho. Amor. Éramos libres.

No pude volver a dormirme.

Page 32: Babylon Days

32

9 A veces olvidaba que la locura que estaba viviendo no me eximía de llevar una

vida de estudiante normal. Llegó la primera tanda de exámenes del curso, pero yo no fui consciente de ello hasta la víspera del primero. Antes de la llegada del sacerdote era una estudiante buena y formal, casi obsesiva en mis esfuerzos por sacar la mejor nota posible. Ahora… ahora no me importaba. Era como si nada me importase. Mateo había absorbido por completo mi vida. En mi mente se libraba continuamente una batalla entre la razón y mis más oscuros impulsos.

Él, en cambio, parecía bastante tranquilo. Llevaba varios días estudiando casi sin parar, pero yo estaba tan encerrada en mí misma que ni siquiera había sido consciente de lo que hacía entre tanto el culpable de mi estado.

-María, los exámenes empiezan mañana y aún no te he visto estudiando… -Lo siento, mamá. -¿Estás bien? ¿Cómo van las cosas entre Mateo y tú? -Mejorando, mamá. -Me alegra saberlo, pero no debes descuidar tus estudios. -No, claro que no. Ahora mismo me pongo a ello. Me encerré en mi habitación y abrí el libro de Lengua Castellana. Intenté

concentrarme en el tema sobre los sintagmas verbales, pero mi mente no tardó en perderse en el acostumbrado mar de dudas y neurosis. Hacía ya unos cuantos días que las evidencias no me permitían el lujo de autoengañarme, aunque a veces aún lo intentaba, como el moribundo que gasta sus últimas fuerzas en luchar sabiendo que nada de lo que haga podrá salvarle. ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Cómo podía desear a alguien con el cuerpo de mi hermano?

Una vocecita en mi interior me pidió que me concentrara en el libro que tenía delante. Intenté obedecerla con más pena que gloria, pero pasadas unas horas decidí que había logrado estudiar lo suficiente como para poder sacar un aprobado raspado. No pasaron muchos días hasta que descubrí que me había equivocado.

Suspendí. Y junto a ése, otros dos más. Nunca antes había suspendido nada. Aquello me disgustó, por supuesto, pero fue un disgusto tremendamente débil. Me había enemistado con fuerzas malignas que querían conquistar el mundo, me sentía atraída por mi hermano. Los suspensos sonaban ridículos en comparación. Ya no podía tener los sentimientos que correspondían a una vida normal.

Mi madre se lo tomó mucho peor que yo, pero no me gritó, no me echó la bronca, ni siquiera se enfadó. Se limitó a pedirme con cara de profunda pena y preocupación que reconsiderara lo del psicólogo. Hice lo que pude para tranquilizarla diciéndole que el problema entre Mateo y yo estaba cada vez más cerca de solucionarse, que aprobaría las recuperaciones, que el fracaso no iba a repetirse. No quedó muy convencida, pero aceptó darme más tiempo.

La amenaza del psicólogo me preocupaba mucho más que los exámenes, aunque a veces llegaba a pensar que tal vez lo mejor era ceder para poder exponerle a alguien el tema de mis deseos incestuosos. No podría contarle la historia completa, pero tal vez pudiera ayudarme con el punto que más me atormentaba.

Nunca tardaba mucho en desechar aquellos pensamientos. Acudir al psicólogo era una locura. Lo que debía hacer era hablar con Mateo; él era el problema y en él estaría la clave para la solución. Lo malo era que no me atrevía a hacerlo.

Tenía bastantes problemas para dormir bien, y no era infrecuente que pusiera la televisión cuando el resto ya se había acostado para pasar el tiempo e intentar conciliar un poco el sueño. Una noche decidí poner un programa sobre temas paranormales.

Page 33: Babylon Days

33

-A petición del público, hemos decidido volver a poner la escalofriante psicofonía que nos enviaron hace una semana y que sigue siendo uno de los mayores misterios que hemos tenido el privilegio de intentar analizar.

Y la pusieron. Realmente era escalofriante: la voz (si es que se le podía llamar así) que se oía era gutural, cavernosa y prácticamente inhumana. Al principio supuse que era alguna clase de truco, pero al cabo de unos segundos me molesté en tratar de escuchar lo que presuntamente estaba diciendo.

“¿María? ¿María? ¿Puedes oírme, María? Soy yo, Mateo. El verdadero” No hay palabras para describir el terror que sentí al oír aquello. El que hablaba

era mi hermano, o alguien que fingía serlo. No podía tratarse de una coincidencia. “Me robaron el cuerpo, me impidieron regresar. María, ¿cómo has podido? Ese

hombre es un monstruo. ¿Cómo puede atraerte? ¿Cómo puedes desearlo? Es lo que se interpone entre nosotros. Deja de desearlo y mátale, ¡mátale! Sólo así podré volver…”

Y terminó. No podía dar crédito a lo que acababa de oír. Me sentía como si aquello fuera una horrible pesadilla de la que no podía despertar.

-¿Descubriremos alguna vez qué es lo que trata de decirnos? Nosotros prometemos investigarlo. Les informaremos de cualquier novedad.

No podía soportarlo más. Apagué el televisor, aunque aún no sé de dónde saqué las fuerzas para hacerlo. Me convencí de que aquello había sido obra de nuestros enemigos. Al fin y al cabo, no era la primera vez que intentaban ponerme en contra del sacerdote usando a mi hermano como excusa. Pero el terror apenas desapareció, y no pude conciliar el sueño en toda la noche.

Al día siguiente decidí hablar con Mateo de una vez por todas. Empecé por

contarle lo que había sucedido (omitiendo las referencias a mi atracción por él), y dijo que seguramente se trataba de otra argucia más de nuestros enemigos, pero que también (y esto lo dijo con bastante preocupación) podía ser una alucinación auditiva debida al estrés o la falta de sueño. Genial. Otro que empezaba a pensar que necesitaba un psicólogo.

-Últimamente te veo fatal, María. ¿Qué es lo que te sucede? Yo he cumplido con mi promesa, ¿no?

Por lo visto había llegado el momento de confesar. Habría tenido que decirlo tarde o temprano, y ya no tenía sentido seguir aplazándolo.

-Yo también te deseo. -¿Cómo dices? -Ya lo has oído. No me obligues a repetirlo. Tardó unos instantes en asimilarlo, pero cuando lo hizo sonrió de oreja a oreja. -¡Vaya! Eso es… -… una puta mierda. No es como ibas a terminar la frase, pero es lo que es. La sonrisa desapareció al instante. -María, no… -María sí. No podemos ser algo más que amigos, joder. Sigue siendo incesto.

Pero avísame cuando decidas mudarte de cuerpo y ya hablaremos entonces. -¿Te parece que esto es para hacer bromas? ¡No voy a mudarme de cuerpo! ¡Me

encantaría, créeme, pero es imposible! Tenemos que resolver nuestros malditos problemas con éste.

Me derrumbé. Le abracé torpemente, pero con tanto ahínco como si se tratase de un leño al que tuviera que sujetarme para no morir ahogada.

-No sé que hacer, Qingu…

Page 34: Babylon Days

34

-Ojala pudiera ayudarte. Siento no habértelo dicho hasta ahora, pero lo cierto es que en parte te entiendo; a veces los recuerdos de tu hermano se sobreponen a los míos, y entonces también siento que mi deseo es incestuoso e impuro. Pero no puedo evitar desearte.

No sabía qué responder. Lo único que deseaba era que aquel abrazo no terminase nunca.

-Haré lo que tú quieras, María. Evitarte o acercarme a ti. Lo único que pido es que me ayudes en mi lucha.

-No puedo seguir así. Si sigo así me volveré loca, si es que no lo estoy ya… Y por un momento pensé que lo único que podía hacer era rendirme y abrazar la

locura. Y lo hice. Me separe ligeramente de él y le besé en la boca; un beso largo e intenso, maravilloso y repugnante, mis confusos y desagradables sentimientos condensados en una sola acción. Quise olvidarme de todo y centrarme en el beso, pero era imposible disociarlo de mi sufrimiento. Era lo más amargo que había hecho nunca.

Recordé mi primer beso. Yo tenía 12, él 13, y nos habíamos conocido en unos campamentos de verano. Éramos unos criajos que apenas sabían lo que hacían, y en consecuencia el beso fue breve y muy torpe, pero recuerdo que me gustó bastante. Me gustaba aquel chico. A las pocas semanas ya le había olvidado.

Después recordé a mi primer y único novio formal. Ambos teníamos 15 años. Era simpático y muy mono, y siempre era agradable estar con él. Era muy detallista, y siempre me regalaba algo a la mínima excusa. Siempre estuvo ahí para escuchar mis problemas y consolarme. El problema era que nunca le quise como algo más que un amigo, aunque no lo sabía entonces y quería creer que no era así. Era un chico perfecto, ¿qué más podía pedir? Fue duro descubrir que la perfección no era suficiente, porque él sí me amaba. Me sentí fatal cuando corté con él, e incluso a mí me pareció injusto. Le partí el corazón, y recuerdo que no paraba de preguntarme qué era lo que había fallado. Qué era lo que hacía falta para poder corresponderle.

Y ahora me había enamorado de la persona equivocada. Era una buena persona, pero eso no era un consuelo para mí. Sólo empeoraba más las cosas.

Algo (¿razón, locura?) se apoderó con fuerza de mí y me hizo terminar repentinamente el beso. Mi mente me gritaba que había hecho algo terrible y asqueroso, y aunque traté de hacer oídos sordos terminé dejándome convencer. Disgustada, me alejé corriendo de Mateo. No supe cómo reaccionó a aquello. No miré atrás.

En el recreo: -Laura, quería comentarte algo… -Dime. -Teníais razón. Me gusta alguien. -¡Pues claro que la teníamos! Esas cosas siempre se notan. Dime, ¿quién es? Ignoré la pregunta. -¿Qué harías tú si tuvieras un amor imposible? -¿Imposible en qué sentido? ¿Como el de Romeo y Julieta? -No exactamente. -Imagino que trataría de olvidarlo, pero supongo que eso también es imposible. -Supones bien. -Entonces no lo sé. Cuéntame, ¿quién es? ¿Por qué es imposible? -No puedo decírtelo. -Soy tu mejor amiga. ¿A quién se lo vas a contar si no es a mí? Vamos, di. Estoy

segura de que te vendrá bien desahogarte. -De verdad, no puedo…

Page 35: Babylon Days

35

-Pues entonces, ¿cómo esperas que te ayude? -No lo sé. Olvídalo. Ha sido una tontería. Un sábado noche: -María, estás muy borracha. Será mejor que te acompañe a casa. -¡No me jodas, Laura! ¡No me digas lo que tengo que hacer, que ya soy

mayorcita! Si quiero quedarme… me quedaré. Quiero ser libre, ¿me oyes? -Apenas te tienes en pie. Seguro que vomitas de un momento a otro. Por favor,

hazme caso. -¡Estoy harta, coño! Quiero seguir con la fiesta y olvidarme… de que tengo

hermano. ¡Vámonos a la chupitería! -¿María? -Le quiero, ¿sabes? Sé que es incesto y que el incesto es… una puta mierda.

Antinatural y asquerosa. Pero quiero a ese cabrón. Y te quiero a ti, pero sólo como amiga. ¿Por qué pones esa cara? ¡La chupitería nos esperaaa! ¡Fiesta! ¡Libertad!

Vómito.

Page 36: Babylon Days

36

10 A partir de este punto Laura pasa a ser bastante importante en la historia, así que

tal vez debería hablaros más de ella. Os he dicho antes que era más bien callada e introvertida, pero también era de espíritu fuerte, afectuosa con sus seres queridos y siempre dispuesta a ofrecer apoyo y ayuda. También era lo que mucha gente conoce como “friki”. Le encantaban las series y comics japoneses y devoraba literatura fantástica, y más de una vez me había hablado sobre las virtudes de esa clase de historias, aunque normalmente era muy respetuosa con mis gustos. Sólo logró convencerme cuando me recomendó el libro que había albergado aquella trampa de mis enemigos. Cuando todo había cambiado. Para ella fue una sorpresa muy grata.

Estas diferencias podrían parecer barreras, pero nunca habían sido tales. Pese a todo compartíamos gustos similares (en televisión, deportes…), y la bondad de su carácter y la larga lista de vivencias compartidas me habían unido a ella más de lo que me había unido a nadie que no fuera de mi familia inmediata. Nos habíamos contado secretos que nadie más había llegado a conocer. Sirva de ejemplo aquella vez que se enamoró de Carlos el de clase cuando éramos pequeñas: fui la única amiga a la que se lo contó, porque sabía que yo era la única que no se reiría al oírlo. Nunca nos habíamos ocultado nada.

Hasta que vino Qingu. Hasta entonces sólo habíamos vivido cosas de crías normales. ¿Cómo habría

podido contarle que mi supuesto hermano no era tal? ¿Cómo habría podido explicarle que nos enfrentábamos a fuerzas más allá de mi comprensión que amenazaban con engullir el mundo? Y, sobre todo, ¿cómo habría podido confesarle un amor mucho más prohibido de lo que lo había sido el de ella por Carlos?

La respuesta a lo último resultó ser fácil: con alcohol. Me había desinhibido demasiado, estaba demasiado desesperada por confesárselo a alguien. Supongo que era inevitable que ocurriera.

A la mañana siguiente me levanté con resaca y sin recordar mucho de lo que había pasado, aunque tenía la sensación de haber hecho algo muy importante y significativo. Estaba preocupada, pero lo único que podía hacer era esperar hasta el lunes. Y cuando éste llegó, mis peores temores se hicieron realidad al ver que Laura parecía tratar de evitarme. Era como si yo le asustara.

En el recreo no pude contenerme más, y corrí hacia ella cuando trataba de irse por su cuenta. Le pregunté qué era lo que le pasaba, pero no quería contestarme y evitaba continuamente mirarme a los ojos. Sólo pude reaccionar de una manera: suplicándole que me respondiera mientras las lágrimas empezaban a correr por mis mejillas. Su cara, que hasta ese momento sólo había reflejado temor, comenzó a mostrar pena. Finalmente, cedió.

-El sábado me dijiste quién te gusta. -Mierda. Laura, puedo explicarlo… -Mira, María… tal vez deberías acudir a un psicólogo. Tal vez podría ayudarte. -¡¡No quiero oír hablar del puto psicólogo!! ¡No lo menciones! No estoy loca,

¿me oyes? ¡He dicho que puedo explicarlo! Hubo un silencio bastante prolongado mientras decidía si debía escucharme o

no. Me miró a los ojos, y vi que los suyos también empezaban a lagrimear. -De acuerdo, explícate. -Sé que no me vas a creer, pero mi hermano… no es mi hermano. Hay otra

persona en su cuerpo. Y es de ella de quien estoy enamorada.

Page 37: Babylon Days

37

Laura estaba llorando. Nunca la había visto tan angustiada y asustada como en ese momento. Estaba claro que pensaba que me había vuelto loca. Debí poner una cara de preocupación muy intensa, porque al verla trató de controlarse y me abrazó.

-Todo va a salir bien, María. Te lo prometo. -No estoy loca. Puedo demostrarlo. Laura, por favor… -Ven conmigo. Creo que deberíamos hablar con el director. -Laura, sólo necesito que nos reunamos a solas con Mateo para demostrártelo.

He sido tu mejor amiga durante al menos diez años. ¿No piensas darme el beneficio de la duda?

Ella aflojó su abrazo y empezó a sollozar violentamente como respuesta. Había perdido el control. Le sacudí por los hombros en un vano intento de que se calmara. La gente a nuestro alrededor nos miraba extrañada, y varias personas se acercaron a nosotras. Nuestras amigas.

-Chicas, ¿qué es lo que pasa? -Yo… María… Mierda. ¿Cómo iba a salir de aquel apuro? Debía pensar algo rápido. -Le he dicho quién me gusta. -¿Y por qué se ha puesto así? Una idea ya había empezado a cocerse en mi mente. Algo horrible, pero

preferible a la verdad. -Porque está preocupada por mí. El chico que me gusta era un maltratador que

pegaba a su antigua novia. Pero yo creo que ha cambiado, y estaría dispuesta a darle una oportunidad. ¿Vosotras estáis conmigo o tampoco creéis que un hombre así pueda cambiar?

Laura intentó decir algo, pero apenas podía hablar. Decidió rendirse y dejarlo en manos de mi mentira. El resto de mis amigas pusieron caras de horror, sin excepción.

-¡No estarás hablando en serio! ¡Esos mamones nunca cambian, no pueden cambiar!

-Lleva razón. María, deberías alejarte de él. Haznos caso, por favor. -Vaya, ¿vosotras también…? De acuerdo, lo pensaré. -Nada de pensar, haznos caso y punto. -Está bien. Lo prometo. Venga Laura, tranquilízate y vamos al baño para lavarte

la cara. Ella asintió y volvió a tratar de controlarse. Había logrado salvarme, al menos

por el momento. Al salir de clase le dije a Mateo que no íbamos a ir derechos a casa como de

costumbre, y le pedí que esperara un momento conmigo al lado de la puerta principal. Nos quedamos ahí viendo pasar a la gente, hasta que Laura apareció al fin. Había decidido permitirme la demostración.

Estaba hecha un auténtico manojo de nervios, como si el mundo se hubiera vuelto loco y ella tuviera que seguirle la corriente para no sufrir algo horrible.

-¿Era a ella a quien esperábamos? ¿Por qué? -Chht, aquí no. Vayamos a un lugar tranquilo. Estuvimos caminando hasta llegar a un parque, y una vez allí buscamos una

zona particularmente desierta para sentarnos en uno de sus bancos. Laura aún no se había tranquilizado lo más mínimo. Mateo estaba perplejo, e incluso se le veía preocupado.

-¡Habla! ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué está así? -Ha descubierto nuestro secreto, Qingu.

Page 38: Babylon Days

38

Se hizo el silencio. Un silencio muy prolongado, sofocante, como una presión que amenazaba con ahogarme. Mi falso hermano parecía incapaz de asimilar lo que acababa de oír. Laura seguía igual.

-¿Qingu? -¿Me puedes decir cómo coño lo ha descubierto? La expresión de su rostro era totalmente neutra, y casi daba la impresión de que

nunca volvería a cambiar. Empecé a asustarme. -¿Entonces es cierto? ¿Cómo es posible? Laura seguía pareciendo nerviosa, aunque no tanto como antes. Su cara se había

desfigurado en una mueca de perplejidad casi infinita. En otras circunstancias menos serias habría resultado bastante cómica.

La expresión de Mateo cambió pese a todo, pasando de neutra a colérica. -¿Se lo has contado tú? ¿Acaso te has vuelto loca? ¡Sólo tú debías saberlo! -Yo no quería contárselo. Me emborraché, y… -Ah, fantástico. Gran habilidad para guardar secretos, sí señora. -Creo que ahora lo entiendo. Mateo se volvió loco con el coma, y ha logrado que

creyeras sus desvaríos. Tiene que ser eso. -¡Callaos los dos! Por increíble que parezca obedecieron al instante. Mateo seguía enfadado, pero

Laura parecía intimidada. -Mira, lo sabe y ya está. Ya no podemos arreglarlo, ¿vale? Y llegados a estas

alturas, lo mejor será que le demuestres que realmente no eres Mateo para que deje de pensar que estamos locos.

-Llevas razón. No podemos hacer otra cosa. Y puso sus manos sobre los hombros de Laura, como había hecho conmigo en

un pasado que ya parecía lejano. Lo único que yo vi fueron las caras que iba poniendo a medida que las visiones desfilaban por su mente. Al principio había incredulidad. Después miedo, y después de eso simple asombro. Por último, aceptación.

-Es verdad. No estás loco. Acabo de verlo, lo he visto todo… Babilonia, ¿no? -En efecto. Mi nombre es Qingu, por cierto. -Yo soy Laura, aunque creo que ya lo sabías. Encantada, supongo. -Sí, lo sabía. Y hay muchas cosas que tú aún no sabes. No te he mostrado a

nuestros enemigos. -¿Vuestros enemigos? -Deja que se lo cuente yo, Mateo. Quiero contárselo yo. Y le conté todos los ataques que habíamos sufrido. Creyó toda mi historia sin

ningún problema. Su fe ya era casi absoluta. Cuando terminé de hablar esbozó una ligera sonrisa.

-Y a ti que no te gustaba la fantasía por alejarse demasiado de la realidad… -Yo lo llamaría ironía cósmica. Creo que es una buena forma de definirlo. -Y que lo digas. Pero te veo demasiado tranquila al respecto. Esa gente es

peligrosa, ¿no, Qingu? -Digamos que ya me derrotaron una vez, y que podrían volver a hacerlo. -Creo que te subestimas- le dije yo, sonriendo cálidamente- Hasta ahora no has

tenido problemas en pararles los pies. -Eso es porque aún están tanteando el panorama. Aún no nos han mostrado ni la

mitad de lo que pueden llegar a hacer, te lo aseguro. Aquellas palabras me preocuparon, pero no mucho. Seguía confiando en él.

Laura estaba más preocupada, pero trataba de aparentar esperanza. -Podéis contar conmigo. Os apoyaré en lo que pueda.

Page 39: Babylon Days

39

-La fuerza del grupo, ¿no, Mateo? No parecía muy convencido, pero tampoco lo había estado antes de aceptar mi

proposición de alianza. Se encogió de hombros. -No podría evitarlo ni aunque quisiera. Bienvenida al grupo. Mateo y yo volvíamos a estar solos. Yo estaba feliz, tanto que casi había logrado

olvidar el horrible conflicto interior que tanto me había estado atormentado. Lo que había empezado como un peligroso desliz había terminado con una agradable alianza, y podía volver a compartir mis secretos con Laura. Mi amiga había empezado a vivir una historia como las que tanto le gustaban. Me preguntaba si no lo vería como un sueño hecho realidad…

-Te veo demasiado feliz, María. Casi como si hubieses olvidado que has cometido un grave error.

-¿Y por qué es un error? ¡Una aliada más, más fuerza para el grupo! ¿Desde cuando eso no es bueno? Es de fiar, te lo aseguro.

-Deja de hablar del grupo. Esto no es Babilonia. -Pero la lucha es la misma, ¿o no? -Estás feliz porque al fin has podido desahogarte, ¿me equivoco? Estoy seguro

de que tenías muchas ganas de hacerlo. Ya vuelves a estar unida a tu amiga. Mi enhorabuena.

Pero no lo olvides, la lucha no ha acabado. Y a medida que prosiga comprobaremos definitivamente si has cometido un error o no. Espero que tu optimismo esté en lo cierto. De verdad.

Al día siguiente ya se había pasado la mayor parte de mi buen humor. Lo de

Laura seguía pareciéndome fantástico (ni todas las advertencias ominosas del mundo me habrían quitado ese optimismo), pero mis problemas no habían terminado. Mateo seguía atrayéndome, seguía siendo una atracción prohibida, y aunque no recordaba qué era lo que había soñado aquella noche sabía que había sido algo relacionado con él. La buena noticia de nuestra nueva aliada me había proporcionado un día feliz, pero sólo uno. El sufrimiento pesaba más.

Al menos ahora podría recibir consejo y apoyo de mi amiga, aunque no creía que pudiera ayudarme mucho.

Varios minutos antes de que empezara la primera clase me la llevé a un rincón apartado y le pregunté cómo se sentía respecto a lo que había pasado ayer.

-No sé qué decir-contestó, y al instante esbozó una pequeña sonrisa-Tal vez debería pedirte disculpas por no haberte creído, pero lo que estabas diciendo era una locura y necesitaba una demostración. No, no voy a pedírtelas.

-Eso me ofende, que lo sepas. -No sé, María. Ya te dije ayer que todo esto parece peligroso. Lo cierto es que

estoy preocupada. -Eres demasiado pesimista, estoy segura de que Mateo podrá hacerles frente.

¿No te sientes ni un poquito emocionada? ¡Es como una de tus adoradas novelas! Seguro que más de una vez has soñado con ser una de las protagonistas.

-Pues sí, pero… esto es distinto. No es lo mismo soñar que vivir. Aquello me estaba quitando la poca alegría que me quedaba. Me había

empeñado en creer que el asunto había ilusionado a Laura, pese a los indicios que ya el día anterior habían apuntado a lo contrario. Había querido convertir a toda costa algo que incluso yo misma sospechaba que había sido un error en algo maravilloso. Pero ya no podía seguir negando la realidad: Laura tenía más miedo que ilusión, y el que mejor conocía a nuestros enemigos tenía pocas esperanzas de que aquello fuera a terminar

Page 40: Babylon Days

40

bien. Me volví hacia Mateo y éste, como si hubiera adivinado lo que estaba pensando, bajó la mirada con aspecto apesadumbrado. Poco después empezó la clase, y tuve que esperar hasta el recreo para poder volver a hablar a solas con mi amiga.

-Siento que te hayas visto envuelta en esto. -No tienes por qué sentir algo así. Ahora que lo sé todo lo único que quiero es

ayudar. -Laura, escucha… La verdad es que tengo un problema muy serio y no sé que

hacer. -¿Te refieres a lo de que Qingu te atrae? -Sí… -Muy serio, sin duda. Aunque casi parece algo salido de un shojo. -¿Shojo? -Sí, manga pensado especialmente para chicas. -Lo que sea. El caso es que no sé qué hacer. Creo que le quiero, y él me quiere a

mí, pero es que es mi hermano. En cierto modo, al menos. -No sé qué decirte. Ya sabes que yo no tengo hermanos. No creo poder imaginar

muy bien cómo te sientes. -Ya, claro. -Supongo que deberías olvidarlo, pero ya dijimos que era imposible. Y más si

encima vive contigo. -Lo sé. Una mierda. Se detuvo a reflexionar unos momentos. Estaba empezando a arrepentirme un

poco de haberle pedido una ayuda que no parecía poder proporcionarme. -¿Sabes? Tal vez no sería tan malo que os dejarais llevar. Creí que no le había entendido bien. -¿Cómo has dicho? -Mira, sé que tiene el cuerpo de tu hermano y que todo el mundo cree que lo es.

Pero no es tu hermano. Tratarlo como tal es una farsa. Entiendo que mantengáis su verdadera identidad en secreto, pero tú la conoces, y mejor que yo. No tiene mucho sentido pretender lo contrario, ¿no crees?

-Supongo que no… -Pues yo supongo que podríais dejaros llevar. Siempre que lo hicierais en

secreto. Y a estas alturas, ¿qué importa un secreto más? -No lo entiendes. No puedo tener una relación amorosa con alguien con el

cuerpo de mi hermano. No puedo evitar que me parezca asqueroso. Y creo que si la tuviera ya no podría mirar a la cara a mi madre sin pensar que le estaría ocultando algo terrible.

-Ya le estás ocultando algo terrible. Piensa que su hijo ha regresado, y tú sabes que no es cierto.

-Precisamente. No me queda otro remedio que hacerlo, pero esto sí puedo evitarlo. No quiero cargar con otro peso en mi conciencia que ni siquiera es necesario.

-Entonces no puedo decir nada más. Es tu decisión, no la mía. Había acertado. Laura no podía ayudarme. Volvía a casa de haber quedado con mis amigas aquella misma tarde, cuando de

pronto vi que se me acercaba alguien corriendo. Era la chica a la que le gustaba mi hermano. Me detuve para que me alcanzase más fácilmente.

-Hola, Ana. ¿Ocurre algo? -Quería hablar contigo. Se me había ocurrido que tal vez tú pudieras decirme lo

que pasa.

Page 41: Babylon Days

41

-¿A qué te refieres?-pregunté, aunque ya sospechaba algo. -¿Sabes por qué tu hermano no quiere quedar con nosotros? Al menos contesta

nuestras llamadas, pero siempre es para poner excusas. -No tengo ni idea. Lo siento mucho. -Oh, yo creo que sí la tienes. -¿Cómo? Con una velocidad tal que me impidió por completo reaccionar, me cogió por los

hombros y me empotró contra la pared más cercana. -¿Qué coño estás haciendo? -Óyeme bien, zorra. Sé que nos estáis ocultando algo y no voy a soltarte hasta

que me digas de qué se trata. -¿¿Te has vuelto loca?? -Hay más gente que parece saber vuestro secreto. Si tú no quieres contármelo tal

vez deba recurrir a ellos. ¡Mierda, con que eso era! -Ana… ¿has recibido alguna carta anónima por un casual? -¿Y eso qué te importa? ¡Contesta ya! -¿La has recibido? Es importante. Necesito saberlo para contestar. -Sí, la he recibido. -¿Qué ponía? -“Mateo y su hermana os ocultan algo terrible”. -Entonces creo que será mejor que sea el propio Mateo el que te lo cuente. -Él no va a contarme nada. -Lo hará. Parecía algo reticente, pero al cabo de unos segundos asintió y decidió soltarme. -De acuerdo. Vamos juntas a tu casa. No dijimos nada durante el trayecto. Estaba muy nerviosa, pero sabía que el

sacerdote podía solucionar aquel embrollo. Cuando llegamos llamé al portero automático y le pedí a mi madre que le dijera a Mateo que tenía que bajar durante unos minutos. Esperamos hasta que lo hizo, y cuando nos vio reaccionó con gran sorpresa.

-¡Ana! ¿Qué estás haciendo aquí? -¡Dime qué es lo que pasa, cabrón! ¡Sé que nos estás ocultando algo! ¡¡Dímelo o

te juro que te arrepentirás!! -Ha recibido una carta anónima-expliqué. -Oh, vaya. ¿Podrías mostrármela? Por favor. -¡No hasta que no me contestes! -Hazlo y te contestaré. Ana, por favor. Sé que estás enfadada, pero seguimos

siendo amigos. Estaba roja de ira y parecía que iba a empezar a pegarnos de un momento a otro.

Por suerte, decidió acceder y sacó el papel. Mateo repitió el proceso que ya había seguido semanas atrás en mi caso,

incluyendo el preguntarle qué ponía en el papel cuando hubo terminado. Cuando vimos que no sabía qué responder suspiramos con alivio.

La pobre estaba completamente confusa, sin tener ni idea de lo que acababa de pasar. Señaló el papel y pregunto qué era aquello.

-Algo sin importancia, no te preocupes. Me temo que has sufrido una pequeña crisis nerviosa. ¿Estás bien?

-No lo sé. Supongo. Hacía tanto que no te veía… -Lo sé. Lo siento.

Page 42: Babylon Days

42

-No pareces querer quedar con nosotros. Creo que nos estás ocultando algo. Mateo, somos tus amigos… ¿qué es lo que ocurre?

-He estado ocupado. -Mientes. ¿Por qué mientes? Había empezado a llorar. Mateo estaba angustiado, aparentemente sin la menor

idea de cómo podía salir del paso. -Ana, lo siento, yo… -Te quiero. Era algo que yo ya sabía desde hacía tiempo, pero no pude evitar sentir una

punzada de celos al oírlo. Él no dijo nada en respuesta a aquella confesión. Se limitó a abrazarla y prometer que quedaría con ellos más a menudo. Por suerte aquello le tranquilizó, aunque insistía en mantener el abrazo. No quería separarse de él. Parecía que no iban a separarse nunca.

Me di cuenta de que no podía seguir aguantando aquello, y subí sola a casa. Mateo cumplió su promesa. A partir de entonces empezó a quedar con sus

supuestos amigos con mucha más frecuencia que antes. Algo que me alegraba pero que también me dolía era que no parecía hacerlo a desgana. No pasó mucho tiempo hasta que empecé a preguntarme si sentía algo por Ana.

Un día decidí preguntarle por qué había dejado de sentirse incómodo con ellos. -Hasta ahora eras muy introvertido y solitario, y no puedo decir que me

extrañara. Sólo podías abrirte de verdad a mí, aunque ahora también tienes a Laura. ¿Qué es lo que ha cambiado?

-No sé. Supongo que he recapacitado. Son buena gente, y me permiten desconectar.

Así no íbamos a llegar a ninguna parte. A la mierda la sutilidad. -¿Estás seguro de que no es por Ana? -¿Por Ana? ¿Por qué preguntas eso? -No sé. Sólo sé que empezaste a disfrutar de quedar con tus “amigos” muy poco

después de que confesara que te quería. -¿Estás celosa? Vaya vaya… Me dirigió una sonrisa tan arrogante que tuve que hacer serios esfuerzos para no

tratar de borrársela de un puñetazo. -Eres lo que llamáis el perro del hortelano. Ni comes ni… -¡Calla! -Tú no quieres nada conmigo, ¿verdad que no, María? La única vez que me

besaste saliste corriendo, y no has vuelto a mencionarlo desde entonces. No contesté. No sabía qué contestar, aunque cada vez estaba más cabreada. Creo

que no sólo con él, sino conmigo misma. -No voy a decirte si siento algo por Ana o no, aunque sí te confesaré que es una

chica encantadora. No creo que el resto sea de tu incumbencia. Si al final decides que después de todo quieres algo conmigo, entonces hablaremos. Hasta entonces, mis asuntos con las mujeres son sólo míos y de ellas. No tuyos.

-No hace falta que me lo digas. Puedo averiguarlo por mi cuenta. -Buena suerte si lo intentas. Descubrirás que, a diferencia de ti, soy bueno

ocultando mis secretos. Había dicho la verdad. Llamé a uno de sus amigos, uno con el que siempre me

había llevado bastante bien, pero no sabía nada. Me dijo que la relación entre Mateo y Ana se había vuelto inusualmente cariñosa, pero nunca habían hecho nada que pudiera

Page 43: Babylon Days

43

delatarles como pareja en su presencia. Siempre la acompañaba hasta su casa, aprovechando que no estaba muy lejos de la nuestra. En resumen, conductas bastante sospechosas pero ninguna prueba definitiva. Pensé en llamar a otros de sus amigos para ver si ellos sabían algo, pero no parecía probable, y no tenía tanta confianza con ellos como para hacerles esa clase de preguntas.

Mateo había ganado, y yo ya no sabía qué hacer. No me había sentido más estúpida en toda mi vida. Sabía que él llevaba razón,

que me estaba comportando de una forma ridículamente inmadura, pero no podía evitarlo. Cada vez me sentía peor, pero mi única alternativa a seguir soportando aquello (decirle que sí quería algo con él y seguir a partir de ahí) me parecía igual de desagradable.

Por suerte o por desgracia, llegó la gota que colmó el vaso. -¿Otra vez con tus amigos? Llevas quedando todos los días de esta semana con

ellos. ¿Es que no te cansas? -No he quedado con ellos. -¿No?-pregunté, genuinamente sorprendida-¿Con quién entonces? -Con Ana. A solas. -¿¿Qué?? No podía creérmelo. Sentí que mis rodillas empezaban a temblar. -Ya lo has oído. ¿No te ha satisfecho la respuesta? Quise gritar, maldecir, insultarle. Quise dejarme llevar y poder explotar de pura

rabia. Pero no hice nada de eso. La vocecita que salió de entre mis labios estaba cargada de dolor.

-Mateo… No, por favor. Cuando dije aquello pareció apiadarse de mí, pero su decisión era inamovible. A

no ser que yo hiciera algo. -Lo siento. Hizo amago de dirigirse a la puerta. Tenía que actuar, ahora o nunca. -¡No te vayas! Y le besé. Fue un beso torpe, sin gracia, dado a toda prisa para evitar

desesperadamente que se fuera. Pero cuando vi que había detenido su avance, que había cerrado los ojos y estaba disfrutando de él, me supo increíblemente maravilloso. Fue un pequeño milagro. No sentía asco. No sentía deseos de huir. Sólo placer, felicidad y el deseo de que aquello no terminara.

Por supuesto, terminó. Sonreí como una estúpida. Mateo sonreía como un demente. -¡Ha funcionado! -¿Qué? -No había quedado con Ana a solas. Había quedado con todos, como siempre. -¡¿Quieres decir que me has engañado?! -Sí. Pero si quieres mi opinión, te lo merecías. -¡Eres un cabrón!-grité, no sé si con ira o alegría. Y volvimos a besarnos, como en una estúpida y estereotipada película

romántica.

Page 44: Babylon Days

44

11 Nunca me había parado a pensar en el supuesto atractivo físico de mi hermano.

Casi todas mis amigas le consideraban bastante apuesto, e incluso alguna había expresado cierto interés por él. Yo nunca había opinado al respecto, ¿cómo habría podido hacerlo?

Era mi hermano. Pero ahora que en cierto modo ya no lo era y que todo había cambiado, empezaba a descubrir que tenían razón. Era guapo, además de alto y bien formado, aunque no podía evitar ver esa belleza como extraña, casi antinatural. Seguía siendo el cuerpo de mi hermano, pese a todo. Una parte de mí aún me decía que no estaba bien desearlo.

En mi optimismo, supuse que era cuestión de acostumbrarse. Me sentía feliz. Más libre de lo que lo había estado en los últimos meses. Eufórica. Y aunque, tal y como había predicho, me sentía mal al ver a mi madre y pensar en lo que estábamos ocultándole, mi euforia nunca se mermaba demasiado. La felicidad era mayor que la culpa.

En aquellos días leí mi segunda leyenda babilónica. Al principio sólo existían Apsu y Tiamat, que representaban el caos y las aguas primordiales. Tuvieron hijos, que a su vez tuvieron hijos, y todo cambió. La paz primordial se rompió, y Apsu quiso recuperarla matando a sus descendientes, pero estos se le adelantaron y acabaron con él. Tiamat quiso vengar la muerte de su marido, pero un dios la asesinó y formó con su cuerpo el cielo y la tierra. Las relaciones familiares de nuestros supuestos creadores habían sido ciertamente oscuras y sórdidas. Se me hacía extraña la idea de vivir en el cadáver de un ser primigenio. Por primera vez me descubrí preguntándome si la mitología babilónica contaba hechos que habían sucedido de verdad. Al fin y al cabo, si la magia existía, ¿por qué no los dioses?

Me encontraba apoyada en el regazo de Mateo cuando decidí sacar el tema y preguntarlo. Estábamos viendo la televisión, aprovechando que nuestra madre echaba la siesta.

-Los dioses no son abstracciones simbólicas, sino seres reales. Más reales que tú y que yo. Son los representantes de todo cuanto existe. Estamos vivos por ellos. Nos amamos por ellos. Luchamos por ellos.

-¿Cómo lo sabes? ¿Les has visto alguna vez? -Claro que no. Pero me basta con sentirlos. Lamento que tú no puedas hacerlo…

Tal vez te enseñe algún día. -¿Puedes enseñarme a sentirlos? ¿Cómo harías eso? -Ayudándote a recordar algo que ya sabes, pero que has olvidado. Nuestra

civilización recordaba, pero la gente acabó olvidando. Empezaron cambiando sus nombres y sus rostros, distorsionando su naturaleza. Después surgió la creencia en un solo Dios, ¡uno solo! Es cierto que hay una sola realidad fundamental, pero su naturaleza es múltiple. Si no fuera así no existirían el conflicto o la discordia. Te debatiste entre el deseo y el asco antes de decantarte por el primero, nos enfrentamos a rivales con una visión radicalmente distinta a la nuestra. ¿Crees que un solo Dios puede representar adecuadamente eso? Es cierto que algunas corrientes hablan de un Enemigo, un siervo caído, pero ni siquiera eso tiene sentido. Para que pudiera tenerlo, el diablo tendría que ser tan divino como Dios. Y seguiría siendo una visión demasiado simplista. El mundo no puede explicarse con una sola verdad fundamental, y tampoco con dos. Nosotros luchamos por el Bien y ellos lo hacen por el Mal, cierto, pero tanto el Bien como el Mal tienen muchas facetas. Hay muchas cosas que los unen, y otras muchas

Page 45: Babylon Days

45

que los separan. Y muchísimas que no parecen tener relación, pero no dejes que eso te engañe. Todo está relacionado.

-¿Ya has terminado? Menudo discursito. -Considéralo la primera parte del aprendizaje-dijo, sonriéndome antes de

besarme. Le devolví el beso y seguimos viendo la tele, sin pensar en nada más, disfrutando de la compañía del otro.

Le había contado a Laura lo del inicio de nuestra relación. Se alegró por mí,

aunque dijo que ya había sospechado que acabaría pasando. Añadió, sonriendo de oreja a oreja, que me conocía desde hacía mucho y sabía anticipar casi todas mis acciones.

También me dijo que ya no temía tanto a mis enemigos. Su último ataque, el de Ana, había ocurrido hacía ya semanas, y ella ni siquiera lo había visto. No parecía que su unión a nuestra alianza fuera a tener grandes consecuencias. Los primeros días los había pasado temerosa y paranoica, casi esperando que algo fuera a abalanzarse sobre ella desde las sombras de un momento a otro. Pero los días pasaron, el temor se redujo, y ahora estaba casi relajada.

“Aunque a veces pienso: ¿y si no atacan porque están planeando algo gordo, muy muy gordo? Sobre todo cuando recuerdo lo que dijo Mateo, ya sabes, lo de que aún no hemos visto ni la mitad de lo que son capaces de hacer. Pero me tranquilizo pensando que hablaba de cómo eran hace miles de años. Puede que hayan cambiado. Puede que los de hoy día sean más débiles”

Nunca se me había ocurrido pensarlo. De todos modos hacía bastante tiempo que apenas los temía.

Seguía escribiendo en el foro de literatura. Lo que empezó como forma de desahogo se había convertido en simple rutina, e incluso mis fans más acérrimos empezaban a cansarse de que todo fuera tan bien. Querían conflicto, drama, angustia vital, la clase de elementos que les habían enganchado desde el principio. Que les jodan, pensaba yo sin dejar de escribir, sobre esta o aquella cita con mi amado Mateo, sobre esta conversación o aquellas reflexiones, sobre lo bueno que era mi estado de ánimo. Las vidas felices hacen historias aburridas, y yo quería una lo más aburrida posible. Lo siento, queridos lectores. Os avisaré cuando vuelvan a atacarnos.

Pues bien, cumpliendo esa promesa debo avisaros. Llegó el día de la primera aventura de Laura.

DIARIO DE SUEÑOS Día 37 El de hoy no ha sido nada ordinario, e incluso creo que puede tratarse de una

intervención sobrenatural. Me encontraba en una sala grande y muy oscura, aunque de algún modo podía ver a las figuras delante mío. Eran encapuchados, un número indeterminado de ellos, y no podía ver la cara de ninguno de ellos.

Decían cosas extrañas. Uno de ellos me acusaba de haber impulsado una relación antinatural y monstruosa. Yo le preguntaba a qué se refería, y otro me aclaraba que estaban hablando de incesto. De la relación entre María y Mateo. Les explicaba que no era su auténtico hermano, sino un sacerdote babilónico que había ocupado su cuerpo. Lo sabemos, niña, decían. La sangre es la sangre, y eso no puede cambiarlo un alma intrusa. Traté de replicarles, pero me di cuenta de que estaba empezando a despertar. Me dijeron que seguramente me habrían prevenido contra las cartas anónimas, pero que aun así debería leer la que estaba a punto de recibir. Que era importante.

Page 46: Babylon Days

46

Si recibo pronto una de esas cartas sabré que realmente se trata de un mensaje, y no de un auténtico sueño.

Examiné la carta que Laura me ofrecía. La dirección estaba escrita a bolígrafo, y

la letra era la misma que la de la carta dirigida a mí. -¿Otra de estas malditas cosas? Me dijiste que nunca solían reintentar un método

que les había fallado. -Y es cierto. Pero cada carta está dirigida a una persona distinta y tiene distintos

mensajes. Cuenta como métodos distintos. Aunque me extraña que te enviaran una, porque estoy casi seguro de que sabían que no ibas a abrirla…

-Opino que deberíamos destruirla sin más. -Oh, no es tan fácil. Su encantamiento le impide ser destruida si no la ha leído

nadie. -¿Y qué vamos a hacer entonces? -La leeré yo. -¿Te has vuelto loco? -Tranquila. Sólo hace efecto si eres la persona a la que va dirigido el mensaje. -Aun así ten cuidado, por favor. La abrió y leyó. Los signos empezaron a despedir la acostumbrada luz roja, pero

Mateo no hacía nada. No apartaba los ojos del papel. -¿Mateo? ¿Ocurre algo? -Lo sabía. Sabía que todo era inútil. Algo iba muy mal. -¡¿Qué es lo que pone?! -Pone “No pondrás vencernos, sacerdote”. “María corre peligro por tu culpa”.

“Suicídate y será libre”. Una puta trampa. El mensaje no iba dirigido a Laura. Nos la habían jugado. Mi amiga demostró tener mucha valentía. Logrando disimular su miedo para

evitar ponerle más nervioso, le dijo con toda la calma de la que fue capaz que no debía hacer caso de esos pensamientos, que estaban intentando controlarle.

-Lo sé. Pero llevan razón-fue la respuesta. -¡María! -¿Sí?-contesté a duras penas, completamente aterrada. Aquello era muy serio.

Habían logrado controlar al único que podía anular el control mental. -¡Dile lo que sientes por él! ¡Dile que le necesitas, que no podrías vivir sin él!

¡Que si se suicidara te destrozaría, y que sigue habiendo esperanzas de ganar! Recordé que cuando me controlaron a mí acabé logrando resistirme. Aquello

podía funcionar. Respiré hondo y recobré la serenidad. -Laura lleva razón. Te necesito. No soportaría que me abandonases. -María, yo… -Anula el hechizo, Mateo. Podemos derrotar a esa escoria. Juntos. Mis palabras le habían hecho estremecerse. Parecía estar combatiendo con todas

sus fuerzas contra un enemigo invisible por el control de su mente. La lucha era tan ardua que por un momento se rindió.

-Lo siento, pero debo hacerlo. -¡No! Me acerqué a él y le di un fuerte abrazo, reminiscente del que le había dado

cuando era yo la que intentaba resistir el hechizo. Aquello le dio fuerzas para pronunciar las palabras necesarias para anularlo. El papel brilló con luz cegadora, se apagó y todo volvió a la normalidad.

Page 47: Babylon Days

47

Le di las gracias a Laura con lágrimas en los ojos, aunque sentía que jamás podría agradecérselo lo suficiente. Era ella la que lo había salvado.

Horas después del incidente seguía sin poder tranquilizarme. Me debatía

constantemente entre la euforia por la salvación de Mateo y la preocupación por lo cerca que había estado de sucumbir. ¿Cómo había podido olvidar de esa forma lo peligrosos que realmente eran nuestros enemigos? Me había centrado tanto en la larga lista de victorias que había dejado de ser consciente de lo cerca que habíamos estado más de una vez de la derrota. No debía volver a bajar tanto la guardia.

Ardía en deseos de comentar lo que había sucedido, pero tuve que esperar hasta que nos quedamos solos.

-¡Te dije que lo de Laura era bueno! Ha sido ella la que te ha salvado la vida. Yo me había quedado paralizada, no tenía ni idea de qué podía hacer. No habría podido reaccionar de no haber sido por ella.

-Es cierto que me ha salvado, pero… -¿Pero? -Pero también ha sido la herramienta que casi me cuesta la vida. -¿Cómo dices? -Piénsalo. La necesitaban para que me llegara la carta. Necesitaban a alguien que

supiera lo que esas cartas significaban. De no haber sido por ella nunca habrían llevado a cabo ese plan.

-Eso es mentira. También podían haberme usado a mí. -Sí, podían. Pero tenía muchas más posibilidades de fallar. Lo de enviarle una

carta a Laura, que había escuchado lo que pasó con las otras pero nunca había recibido ninguna ella misma, parecía un plan absurdo, pero plausible hasta cierto punto. Las posibilidades de que la leyera no eran inexistentes: curiosidad, confianza en que desharía el hechizo antes de que pasase nada serio, creencia imprudente en su falta de pensamientos inconscientes que pudieran usar en mi contra… Ya sabes lo que dicen, nadie escarmienta en cabeza ajena. Me extrañaba que hubiesen intentado algo así, pero no había llegado a plantearme la posibilidad de que fuera una trampa. Pensaba que simplemente la estaban tanteando. ¿Me sigues?

-Eso creo. -Tú ya habías vivido una mala experiencia con una de esas cartas, por no

mencionar que viste de primera mano lo que pasó con Ana. Si en el caso de Laura era improbable que la abriera, en el tuyo era directamente imposible. La trampa habría sido demasiado obvia.

Estuve meditando durante casi un minuto lo que acababa de oír, hasta que decidí lo que tenía que responder.

-Nada de eso importa. -Ah, ¿no? -¿Qué importa que la usaran? También me han usado a mí, y más de una vez. Al

principio la idea de unirme a tu lucha no te convencía, pero tomaste la decisión de permitírmelo y nunca te he visto arrepentido por ello. ¿Por qué iba a ser distinto con Laura? Puede que la hayan utilizado, pero te ha salvado. Ha compensado el riesgo que ha traído. Somos un equipo, y me da igual que esto sea o no Babilonia. La unión hace la fuerza, y la desconfianza debilita la unión. Son verdades universales. Siempre han sido ciertas, para tu lucha y para cualquier otra.

Calló durante unos instantes antes de responder. Parecía avergonzado, pero sólo ligeramente.

Page 48: Babylon Days

48

-No puedo protegerla tan bien como a ti, ¿sabes? No puedo vigilarla tanto. En mi culto vivíamos juntos y éramos más que hermanos. No está tan unida a mí como lo estaban ellos. Ni tanto como lo estás tú.

Lo que decía era muy serio, pero no pude evitar sonreír al oírlo. -Tranquilo. Aun así la vigilas, y cuando tu vigilancia falle, bueno… Ella sabe

cuidarse. Créeme, lo sé. Hay algunas cosas que aún nos he contado sobre Laura, y una de ellas es que

nunca había sido muy agraciada. No sólo era lo que podría llamarse friki, sino que tenía un aspecto casi estereotípico de ello: rellenita, con gafas, incluso había tenido que llevar aparato durante una buena temporada. Soportó durante mucho tiempo las burlas de nuestras más perversas compañeras de clase, pero siempre les respondía con comentarios que les hacían quedar como idiotas. Sabía que eso no les dolía, pero a ella tampoco le dolían las burlas. “Si a ellas no les daña la inteligencia, ¿por qué debería dañarme la estupidez?”, me decía a menudo, y siempre sonreía al hacerlo.

Siempre admiré su fortaleza. Sabía que era mucho más fuerte que yo, que yo nunca habría podido aguantar tan bien todo lo que aguantó ella. Pero lo más admirable fue el día en que la cabecilla de las que se burlaban de ella vino a clase sin poder parar de llorar, con marcas de golpes en la cara. Su hermano, varios años mayor, la había pegado, y por lo visto no había sido la primera vez. Laura no se alegró lo más mínimo. Lo que hizo fue acercarse, tenderle un hombro sobre el que llorar y consolarle con palabras de ánimo y fuerza. Desde entonces no volvieron a meterse con ella.

Por eso tenía tanta fe en su capacidad para resistir aquella lucha, aun sin contar con tanta protección como yo. Si alguien de los que conocía podía hacerlo, ésa era Laura. Tenía un punto flaco, como todos, y es que resistía bastante peor los golpes dirigidos a seres queridos que los dirigidos a ella misma. Pero incluso en las peores circunstancias trataba de mantener la fuerza, y normalmente lo conseguía.

Aunque ya había podido ver de primera mano lo peligrosos que eran nuestros enemigos, no parecía ni la mitad de nerviosa que los primeros días después de que le contáramos nuestra historia. Había genuina esperanza en su cara. Nunca quiso reconocer su mérito a la hora de salvar a Mateo; decía que era yo la que realmente le había salvado con nuestro amor. Jamás pude convencerle de lo contrario.

Decidí contarle lo que me había dicho Mateo sobre su incapacidad de protegerla tanto como a mí, para que estuviera preparada por lo que pudiera pasar, pero le quitó importancia diciendo que era algo que había imaginado desde el principio. Era obvio que su relación con el sacerdote no era ni la mitad de estrecha que la mía.

“Además, ¿qué más da? Si tan convencida estás de que fui yo el que le salvó y no al revés, entonces es él el que se pierde mi protección. Lo siento por él.”

Y cuando oí aquello sentí más que nunca que no había desafíos que ella no pudiera superar; puede que para ello tuviera que acabar derramando sangre, sudor y lágrimas, pero siempre conservaría la fuerza necesaria para acabar con la adversidad.

Eran tiempos felices pese a todo. Eran tiempos ingenuos.

Page 49: Babylon Days

49

12 DIARIO DE SUEÑOS Día 40 Otra vez los encapuchados. Me dijeron que había cometido un terrible error,

que el suicidio de Qingu habría sido la mejor solución para todos. Ahora todos íbamos a sufrir, y el sufrimiento nos destrozaría.

Desperté instantes después de mandarles a la mierda. Un día tuve la idea de ir con Mateo al cine. No sabía qué clase de películas

podían gustarle a un sacerdote babilónico, así que le pedí su opinión. Señaló una de ciencia ficción, una de ésas que me habría negado a ver en los viejos tiempos, y yo estuve conforme. Si les había cogido el gusto a las historias con hechizos y princesas, bien podía probar con las de alienígenas y naves espaciales.

Mi madre se enteró, y aunque creo que le pareció algo extraño (nunca antes había ido al cine a solas con Mateo) le encantó la idea. Se había fijado en que estábamos más unidos que nunca, y sus temores prácticamente habían desaparecido.

Una vez en el cine me olvidé rápidamente de la película. En el fondo lo único que quería era abrazarme a Mateo, besarle, sentirle. Pero no pude hacerlo. Me di cuenta enseguida de que estaba como ausente, frío, distante. Parecía que algo le atormentaba, algo que le impedía disfrutar de mi compañía.

-¿Ocurre algo? -Anoche leí las estrellas. Recordé que le había visto alguna vez contemplando fijamente el cielo nocturno.

Había pensado que lo hacía simplemente porque le gustaba la vista, o para meditar sobre lo que había vivido aquel día.

-¿Y qué decían? -Que va a suceder algo terrible. Me asusté. Aquello no era normal. Como ya habéis podido comprobar el

sacerdote no era la persona más optimista del mundo, pero nunca había llegado a decir nada parecido a aquello, con la única posible excepción de cuando estuvo hechizado. No era simple temor ante lo que podría llegar a ocurrir. Era una certeza, referida a algo muy concreto.

-¿A qué te refieres con eso? ¿Va a morir alguien? -No lo sé. -¿Y no puedes hacer algo para evitarlo? -No. Lo que está escrito en las estrellas está escrito en el propio tejido del

cosmos. No se puede cambiar eso. Y no dijo más. Permaneció distante, incluso cuando le abracé para tratar de

disipar mi miedo. Traté de prestar atención a la película, pero apenas lo logré. La felicidad había desaparecido. Hice lo posible por fingir que no había sucedido

nada, que todo seguía igual, que ningún presagio oscuro había marcado nuestro destino. Dije al oído de Mateo las más bellas palabras de amor que pasaron por mi mente, le abracé con toda mi pasión, besé cada rincón de su piel. Todo el odio y el temor de los primeros días habían sido sustituidos por el más puro afecto. Estaba segura de que ya no podían usar ningún deseo de mi inconsciente en su contra. Le adoraba, quería estar siempre unida a él, reír con él, llorar con él, soñar con él…

Sólo existía el amor. Nada de amenazas, nada de nubes oscuras en nuestro horizonte. Ésa era la realidad que quería, y cada segundo luchaba por mantenerla. Me

Page 50: Babylon Days

50

había fabricado la más bella máscara concebible, y no quería que nada del mundo la rompiera. Tal vez, si mi deseo era lo suficientemente fuerte, la máscara se convertiría en realidad. Sabía que aquello no ocurriría, pero trataba de creer que si lo haría. Y os juro que hice todo lo posible. Pero entonces veía el rostro de Mateo, el temor en sus rasgos y la angustia en su mirada, y la ilusión se rompía.

A veces tenía la impresión de que alguien, en alguna parte, reía. Alguien que sólo quería nuestra destrucción.

DIARIO DE SUEÑOS Día 43 Qingu y yo estábamos solos, en la misma sala en la que había visto a los

encapuchados. Se reía de mí, me decía que nunca había sido ni sería una verdadera aliada. Que aquella era la historia de María y él, no la mía. Le repliqué que le había salvado, pero eso sólo le hizo reír más fuerte. Me dijo que había leído mi muerte en las estrellas. En ese momento sacó una daga, y en el brillo de su acero vi mi final. Grité.

Creo que cuando desperté estaba gritando de verdad. Por suerte todos seguían dormidos.

-Otra cosa que hay que saber para sentir a los dioses es que el mundo es cruel

porque ellos lo son. Me dijiste que habías leído la historia de Gilgamesh, ¿no es así? El desamor, la venganza de un amante despechado… todo eso son ecos de cuando Gilgamesh rechazó a la diosa del amor y la guerra y ésta trato de vengarse. Algunos decían que los humanos tienen la misma clase de mentalidad que los dioses, y por eso son capaces de comprender el universo. Otros decían que nunca seremos capaces de comprenderlo porque los dioses son fuerzas ajenas a cualquier psicología conocida, y si se comportan así en los mitos es por tratarse de la única forma de poder pretender entenderles. Se diría que nadie puede aprender de una ilusión, aunque puede que el hecho mismo de que haya una ilusión sea la clave. Pero sea cual sea la realidad, ellos moldean el mundo. La pregunta es… ¿podría tratarse de algo bilateral? ¿Podría el mundo moldearles a ellos? Hubo quien creía que la sola idea era blasfemia, pero el caso es que Gilgamesh actuó en contra de la voluntad de la diosa, y ésta reaccionó en consecuencia. Ocurre algo extraño cuando lo divino y lo humano se tocan. Como si el reflejo en tu espejo pudiera tocarte. Como si pudiera rebelarse contra ti.

-¿Cómo es posible? ¿Cómo podría nadie rebelarse contra aquello que le moldea? -Nadie lo sabe. Muchos decían que la rebelión era ilusoria, que seguían

cumpliendo la voluntad de los dioses aunque no lo pareciera. Otros pensaban que hay una chispa de divinidad en la humanidad que les permite rebelarse, ese misterio al que llaman libre albedrío. Resolver el enigma supondría entender la naturaleza divina.

-¿Y tú? ¿Cuál crees tú que es la respuesta? -Lo único que sé es que cumplo la voluntad del Bien. -No entiendo, Mateo. Aún no siento nada. -Lo harás. Lo harás si esto puede continuar. -María, yo… sé que piensas que soy fuerte, pero tengo miedo. Mucho miedo.

Cada vez más. -No pasa nada. Yo también lo tengo. Intento creer que no es así, pero lo único

que hago es engañarme. Estoy muerta de miedo. -¿Crees que lo de mi sueño puede ser cierto? ¿Que aquello tan horrible que

profetizó Qingu podría ser mi propia muerte?

Page 51: Babylon Days

51

-Tu sueño es absurdo. Estoy segura de que sólo te lo han enviado para asustarte, si es que realmente te lo ha enviado alguien y no es un simple producto del estrés. Lo cual me recuerda a una vez que escuché una psicofonía en la televisión…

-¿Psicofonía? Creo que sé a cuál te refieres. Un ruido muy inquietante, pero no se entendía nada.

-Eso me parecía. Escucha, no va a pasarte nada. Mateo y yo haremos lo posible para impedirlo.

-¿Y si lo posible no es suficiente? -No me lo puedo creer. ¡Escúchate! Tú eres la que siempre intenta mantenerse

fuerte contra viento y marea, la que nunca deja que las adversidades acaben con ella. No permitiré que te derrumbes.

-Estás negando la realidad. Si ese algo terrible es mi muerte no podréis evitarlo. El propio Qingu lo dijo.

-Puede que lleves razón. Puede que la esté negando. Pero esa negación sería lo único que me permite mantenerme fuerte, y alguna de las dos tiene que serlo.

Intentó sonreír, pero era una sonrisa terriblemente falsa. Casi no pude soportarla. -De acuerdo. Yo también intentaré serlo.

Page 52: Babylon Days

52

13 Pasaron varios días, pero no ocurrió nada. Intenté creer que aquella ausencia de

acontecimientos significaba que Mateo se había equivocado; tal vez las estrellas no eran tan infalibles como él creía, o quizá había interpretado mal su mensaje. No quise comentarle esas posibilidades, porque sabía que él iba a desmentirlas. Cada vez tenía más problemas en mantener la ilusión; la angustia en el rostro de Mateo no disminuía, y mi propio nerviosismo no hacía más que aumentar.

Mis amigas casi se habían acostumbrado a verme con mal estado de ánimo, pero les preocupaba seriamente ver que Laura parecía estar aún peor que yo. Nos preguntaron si yo había decidido hacer caso omiso de sus consejos y empezar una relación con el ex - maltratador, y aunque no se fiaron de mi negativa sí creyeron la de Laura. Nos preguntaron por qué estábamos tan alicaídas, y no supimos contestarles. La armonía en nuestro grupo se había roto.

Mi madre también se percató del mal aspecto que Mateo y yo teníamos. Nuestra convivencia seguía siendo más o menos buena, pero no era difícil ver que algo malo pasaba. Intenté tranquilizarla con palabras vacías, pero cuando hablaba con ella nunca podía evitar recordar todo lo que estábamos ocultándole, y entonces tenía que hacer ciertos esfuerzos para no empezar a derramar lágrimas. Ella lo notaba, y aquello la preocupaba aún más. Hizo todo lo posible por sonsacarme lo que ocurría, y a veces sentía deseos de contárselo todo. La verdadera identidad de Mateo, mi relación con él, el presagio y los sueños de Laura… Quería que todo volviera a ser como antes, cuando apenas había secretos entre ella y yo, cuando aún no tenía secretos de verdad. Quería dejar la máscara a un lado con alguien que no estuviera directamente implicado en el asunto, decirle que temía por la vida de mi mejor amiga, llorar sobre su hombro.

Por suerte no sacó el tema del psicólogo, aunque sospechaba que estaba volviendo a considerarlo.

Mateo había empezado a rezar en mi presencia, aunque lo hacía en su propio idioma y no podía entender lo que decía. Me dijo que hasta entonces sólo lo había hecho en privado. Le pregunté qué era lo que pedía, y me respondió que fuerza. No podía pedir que no se cumpliera algo que estaba predestinado, sólo fuerza para afrontarlo.

Cada vez era más difícil creer que hacía sólo unos pocos días era feliz y disfrutaba del primer gran amor de mi vida.

Un día decidí hacerle un pequeño regalo a Laura, con la esperanza de que eso la

animara un poco. Era un frasquito de cristal con un poco de sal en su interior, teñida de varios colores distintos para que fuera más decorativa.

-¿Recuerdas lo del rabisu, ese demonio tan vulnerable a la sal? Mateo me dijo que le afectaba tanto porque simbolizaba la vida incorruptible. Espero que te dé suerte.

-Muchas gracias, María. Es muy bonita. De repente supe que no podía seguir conteniendo las lágrimas. Tenía que

liberarlas, desahogarme, dar rienda suelta a todo lo que sentía. Y así lo hice. Lloré lo que pareció una eternidad. Le dije que la quería muchísimo, que era de las mejores personas que habían pasado por mi vida. Al principio ella se limitó a recordarme que le había dicho que iba a ser fuerte, pero al cabo de unos momentos también había empezado a llorar. Nos dimos un fuerte e intenso abrazo que supo a despedida.

Dos días después sucedió el milagro. Cuando llegué al colegio, tan deprimida

como en cada momento de aquellos últimos días, descubrí para mi gran estupefacción que Laura estaba radiante de felicidad.

Page 53: Babylon Days

53

-¿Qué ha ocurrido?-pregunté con una mezcla de incredulidad y profunda esperanza.

-¡Me han atacado! ¡Me han atacado y he sobrevivido! ¡Que se joda el destino! Contuve un grito de euforia y miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie

nos escuchaba, antes de pedirle que me lo contara con más detalle. -Ha sido uno de esos rabisu. Se ha abalanzado sobre mí desde las sombras, y

apenas he podido reaccionar. Casi no lo cuento. Me mostró un desgarrón en la ropa del que no me había percatado antes. Creo

que había estado ocultándolo. Empecé a sospechar el desenlace de la historia, y mi corazón se aceleró.

-Pero al final he sido lo suficientemente rápida y he logrado romperle encima el frasquito que me regalaste. ¡Ha sido justo como lo describiste! Los aullidos, el olor, el vapor… una experiencia horrible, pero desde que ha terminado no quepo en mí de alegría.

No podía creer lo que acababa de oír. Ni siquiera sabía cómo sentirme. -¿Quieres decir que mi regalo te ha… salvado la vida? -Exacto. Me has devuelto el favor de salvar a Qingu. Estamos en paz. La confusión de emociones que se había estado cociendo en mi interior explotó

con fuerza. Volví a tener ganas de gritar, y esta vez no las contuve. Di saltos, reí como una loca, me enjugué lágrimas de la cara, hice caso omiso de la perplejidad de la gente de mi alrededor. Ni siquiera cuando entró el profesor en clase había logrado calmarme, y me hizo salir unos minutos para tranquilizarme y tomar aire.

Era lo más maravilloso que me había ocurrido desde el despertar de Mateo, antes de que me diera cuenta de que aquel no era mi hermano. En el recreo Laura y yo corrimos hacia él y le contamos lo que había pasado. No pareció alegrarse demasiado.

-Entiendo que os hayáis dejado llevar por la euforia del momento, pero estáis olvidando el presagio. Puede que ese algo terrible no sea la muerte de Laura, pero sea lo que sea va a pasar.

-¡Venga ya, Mateo! ¿Es que siempre tienes que tener la razón? ¿No te has planteado siquiera la posibilidad de haber cometido un error?

-Yo no cometo errores. Fui el mayor astrólogo de mi tiempo, y puedes creerme si te digo que por astrología no me refiero a esas bobadas que publican en los periódicos de hoy día para complacer a los idiotas crédulos.

-Pues yo creo que el pesimismo te nubla el juicio. Recuerda lo que pasó cuando te tendieron aquella trampa con la carta. Tú mismo lo dijiste, usan ideas que ya están en el inconsciente. Y en el tuyo estaba la de cometer suicidio para salvarme. Eso es algo terriblemente derrotista. ¡Por no hablar de esa manía tuya de decir que la entrada de Laura en el grupo fue un error! ¿No has tenido suficientes demostraciones de lo contrario?

Parecía bastante apenado por lo que acababa de decir, pero seguía habiendo determinación en su rostro. Estaba convencido de que llevaba razón, y nada ni nadie podría convencerle de lo contrario.

-Algún día aprenderás que hay cosas en las que yo no me equivoco. Aprenderás a asumir las verdades, a no dudar de ellas. Ojala ese día no estuviese destinado a llegar.

Yo seguía en mis trece, pero Laura parecía bastante menos alegre que antes. A ella sí le habían calado sus palabras. Sentí deseos de mandar a la mierda a Mateo por haber estropeado nuestra celebración, pero me contuve. Sabía que, equivocado o no, sólo quería lo mejor para nosotras.

Page 54: Babylon Days

54

A mi madre no le tranquilizó en absoluto mi nueva felicidad. Pensaba que tanta oscilación entre la alegría y el desánimo no podía ser buena. Me dijo que sabía que los adolescentes tendían a los cambios de humor, pero que nunca había visto que yo tuviera tantos y tan extremos. Me habló de una enfermedad sobre la que había leído en una revista: el trastorno bipolar.

-Mamá, ¿de verdad piensas que estoy enferma? -¿Quieres que te diga la verdad? No lo sé. Y no creo que lo sepas tú. -Estás volviendo a pensar en acudir al psicólogo, ¿verdad? -Sí. Suspiré, aunque entendía perfectamente que lo pensara. Yo en su lugar también

lo habría hecho. -Mateo y yo te dijimos que podíamos arreglar las cosas entre nosotros, y así ha

sido, ¿no? Puede que hace unos días estuviera deprimida, pero estoy segura de que te fijaste en que no estaba volviendo a tratar de evitarle. Lo arreglamos. Lo que pasa es que ahora estamos atravesando una etapa… difícil. No estoy enferma. También estoy segura de que viste que no era la única deprimida; Mateo también lo estaba, y sigue estándolo. No significa que ambos estemos enfermos, sino que estamos compartiendo una serie de vivencias que nos afectan de este modo. No podemos decirte qué es lo que ocurre, pero créeme si te digo que también lo arreglaremos.

-Te doy dos semanas, María. Si en dos semanas vuelves a deprimirte iremos al psicólogo.

Estaba completamente decidida. Mi charla no le había convencido casi nada, y creo que atribuía la depresión de Mateo a que él también se preocupaba por mí. Al menos había decidido hacerme una concesión, supongo que por querer resistirse pese a todo a creer que estaba enferma.

-De acuerdo, mamá. Dos semanas. DIARIO DE SUEÑOS Día 51 Estaba paseando sola por una pradera de un verde radiante, cuando de pronto

percibía que alguien me estaba siguiendo. Quise salir corriendo, pero antes de que pudiera darme cuenta de ello ya me había alcanzado. Suspiré aliviada cuando vi que se trataba de Qingu. Precioso día para pasear, decía. Así es, contestaba yo.

Tú me crees, ¿verdad?, preguntaba él. Cuando digo que va a ocurrir algo terrible.

Ojala no hubiera sacado el tema, pensaba yo antes de contestarle que efectivamente le creía. ¿Y tú crees que ese algo terrible puede ser tu muerte?, preguntaba. ¿O ya te has librado de eso? Le dije que no lo sabía.

Me contestaba que él sí lo sabía. Entonces yo me volvía hacia él, y veía que se había convertido en uno de aquellos malditos encapuchados. En su mano estaba la daga del otro sueño. Lo siento, niña, decía. No es nada personal.

Creo que el sueño continuaba durante un par de minutos más, pero los he borrado de mi mente.

Intenté animar a Mateo de varias formas. Sabía que le gustaban bastante los

bombones, así que le regalé una pequeña cajita. Un día en que nos quedamos solos en casa durante varias horas le preparé una cita romántica sorpresa: ropa sugerente, música sensual…

Nada funcionó. Me agradeció los bombones y se los comió, pero me dio la impresión de que lo hacía por hacerme un favor. Intentó fingir que estaba disfrutando de

Page 55: Babylon Days

55

la cita, pero se veía claramente que no era así. Era deprimente, pero intentaba que no me afectara, principalmente por esa especie de ultimátum de mi madre.

A falta de una semana de que se cumpliera el plazo de dicho ultimátum, decidí probar preguntándole cosas sobre Babilonia. Qué clase de estilos de vida llevaba la gente, cómo eran sus casas, qué comían… Pensé que tal vez le gustaría hablar sobre cosas de los viejos tiempos, tan distintos a los que estaba viviendo ahora. Parecía que había estado en lo cierto, porque cuando empezó a hablar se le iluminó ligeramente la cara, y habló largo y tendido, como si hubiera estado mucho tiempo deseando exponer el tema pero sin poder hacerlo.

Todo iba bien hasta que su fascinante exposición quedo interrumpida por una violenta tos. El ataque no duró mucho, pero cuando hubo terminado me dijo que no iba a seguir hablando. Volvía a parecer angustiado, incluso más que de costumbre. Aquello me desconcertó, pero decidí dejarle tranquilo. Estaba claro que quería estar solo.

A la mañana siguiente me extrañó ver que no se había levantado antes que yo.

Siempre se levantaba antes. Fui a su cuarto para despertarle, pero ya estaba despierto. Tenía una cara espantosa.

-Mateo, ¿estás bien? Recibí una arcada por toda respuesta, mientras se levantaba corriendo para ir al

baño. Al cabo de unos segundos escuché el ruido del vomitar. Cuando volvió no parecía que aquello le hubiera aliviado lo más mínimo.

Decidí decirle lo obvio. -Estás enfermo. Deberías quedarte en casa. Lo dije por decir, suponiendo que en realidad ya pensaba hacerlo, pero para mi

sorpresa respondió que no podía permitirse quedarse. -¿Y eso? ¿Hay algún motivo? -El presagio. Creo que va a cumplirse hoy. Vi algo en las estrellas y… Una nausea interrumpió la frase. Estaba claro que no estaba en condiciones de

salir, pero sus palabras me habían preocupado. -¿No puedes curarte con tu magia o algo de eso? -Ojala pudiera, pero sé muy poco de magia curativa. De eso se ocupaban otros.

Yo me especialicé en otros campos. No parecía haber salida. Debía quedarse en cama. Incluso él lo sabía, y no tardó

mucho en acabar entrando en razón. Tuve que salir yo sola de casa, con un puñado de sal en un bolsillo como

prevención, rezando a cualesquiera que fueran los verdaderos dioses para que no pasara nada.

Cuando llegué a clase descubrí para mi horror que Laura no estaba. Nuestras

amigas asumían que estaría enferma, pero nadie sabía nada. La espera al recreo se me hizo eterna, y cuando al fin llegó aproveché para llamar a su casa. Mis peores sospechas se confirmaron cuando su madre me dijo que había salido como todos los días. Le preocupó bastante descubrir que no estaba en el colegio, porque sabía que no había hecho novillos en su vida. Tuve que hacer esfuerzos para no desmayarme.

El presagio se había cumplido. Laura había desaparecido.

Page 56: Babylon Days

56

14 Corrí como nunca había corrido en toda mi vida. Me faltaba el aliento, los

músculos se me resentían, pero lo único que importaba era llegar a mi destino lo antes posible. No me detuve ni un solo instante, no vacilé en ningún momento. Un coche estuvo a punto de atropellarme cuando me salté un semáforo en rojo, pero en aquel momento apenas me di cuenta. Mi seguridad no me preocupaba. Sólo importaba Laura. El móvil empezó a sonarme y no paró en dos minutos, pero no quería oírlo.

Cuando al fin llegué al portal de casa me di cuenta de lo cansada que estaba. Tuve que esperar unos segundos para recuperar el resuello, y cuando estuve lista para continuar el móvil volvió a sonar. No iba a cogerlo, pero entonces se me ocurrió que podría tratarse de Laura.

-¿Diga?-pregunté con una voz convertida en poco más que un vago susurro por el cansancio y los nervios.

-¿Eres María? La voz que me había hecho esa pregunta parecía femenina, pero era

extrañamente ronca, como si una afónica la estuviera forzando. -¿Quién eres tú? -Dile al sacerdote que vaya a buscar a tu amiga al almacén abandonado que hay

tres manzanas más allá de tu casa. Debe venir solo, o ella morirá. Intenté contestar que Mateo estaba enfermo, que apenas podía dar dos pasos sin

que le entraran náuseas, pero ya habían colgado. No sabía qué hacer. Ya ni siquiera estaba segura de por qué había ido a casa;

quizá para que Mateo la localizara, pero ya me habían revelado dónde estaba. ¿Debía subir para contarle lo que había pasado aunque no pudiera hacer nada? Tal vez supiera alguna forma de arreglar la situación aun estando enfermo.

Apenas fui consciente de que mis piernas estaban empezando a dirigirme al almacén. Cuando me di cuenta de lo que estaban haciendo decidí no detenerlas. Tal vez la amenaza fuera un farol. Y cada vez tenía más claro que, aun suponiendo que Mateo pudiera llegar hasta el almacén, no iba a poder defenderse de sus enemigos en su estado. Sería prácticamente una condena de muerte para él, y no podía soportar la idea. Prefería arriesgar mi propia vida, como ya había hecho él varias veces con la suya para salvarme. Sabía que tal vez estaba cometiendo un terrible error, que era posible que la mataran en cuanto vieran entrar a alguien que no fuera Mateo, pero no veía otra opción. Yo estaría allí, y lucharía con uñas y dientes para impedirlo.

No sabía dónde estaba aquel almacén, y me llevó unos minutos encontrarlo. Resultó ser un edificio grande y destartalado, con casi todas las ventanas rotas y hierbas trepadoras en las paredes. La puerta principal estaba abierta, y el interior estaba muy oscuro.

Entré con cautela, casi esperando oír un grito de un momento a otro, aunque el silencio era bastante opresivo. La poca luz que entraba desde fuera me permitía ver un montón de cajas alineadas contra las paredes, pero no parecía haber nada más. Empezaba a preguntarme si no me habría equivocado de lugar, cuando de pronto creí ver que un bulto se había movido. Me dirigí hacia él, y cuando vi de qué se trataba estuve cerca de soltar un grito. Era Laura, sentada en el suelo.

Tenía los ojos completamente abiertos, la boca entreabierta, y no reaccionaba a mi presencia. Por un horrible instante pensé que había muerto, pero entonces volvió a moverse. Fue un movimiento breve y espasmódico, sin finalidad aparente. Daba la impresión de que no tenía nada que ver conmigo, de que lo habría hecho aunque no hubiese estado yo ahí. Le sacudí violentamente por los hombros y grité su nombre.

Page 57: Babylon Days

57

-Sangre. -¿Cómo? -Sangre. Mucha, mucha sangre… Como si hubiese pronunciado unas palabras mágicas, comencé a percibir en

aquel mismo instante un vago olor a sangre en el ambiente. Ya había notado que el aire estaba viciado, pero no lo había olido hasta ese momento. Las tripas se me revolvieron tanto que tuve que apartarme unos metros para vomitar. Esperé un poco para recuperarme y volví hacia donde estaba Laura. Seguía como antes, e hice lo único que se me ocurrió para que reaccionara: soltarle una brutal bofetada. No gritó ni dijo nada, pero sí me observó fijamente, lo cual era señal de que al menos había logrado hacerle reaccionar al exterior.

-Laura, ¿me oyes? ¡Dime cómo estás! ¡Dímelo! -¿María? ¿Eres tú? -¿Qué es lo que te han hecho esos hijos de puta? -No lo sé. Había mucha sangre, y una daga… y hacían algo con mi cuerpo… Se me pusieron los pelos de punta. Aún no tenía claro lo que había ocurrido,

pero parecía algo horrible. No quería ni imaginármelo. -Tengo que sacarte de aquí. Dame la mano. Lo hizo. Le ayude a levantarse y dejé que se apoyara en mí para que pudiera

avanzar sin caerse. Salimos lentamente del edificio, y cuando estuvimos en el exterior y pude verla a la luz descubrí algo que me hizo gritar.

Laura estaba completamente pálida, como si no tuviera sangre en el cuerpo. Se montó un buen escándalo. Me vi obligada a decirle a la madre de Laura

dónde y en qué estado la había encontrado. No parecía recordar nada de lo que había pasado, salvo lo poco que me había dicho antes. Lo denunciaron a la policía, salió en los periódicos, y la gente no hablaba de otra cosa en el colegio. Los médicos dijeron que había perdido mucha sangre, pero lo extraño era que no parecía sufrir consecuencias serias por ello más allá de su extremada palidez. Ni siquiera le habían encontrado marcas de heridas. Le hicieron transfusiones, pero no recuperó el color. No se explicaban lo que ocurría.

Cuando al fin salió del hospital descubrí que no sólo no recordaba lo que le había sucedido en el almacén, sino que también había olvidado todo lo referente al sacerdote. Volvía a pensar que Mateo era mi auténtico hermano, y ya no sabía nada de rabisus ni de ningún otro enemigo. Aquello me destrozó; había llegado a considerarla una gran aliada, incluso prácticamente vital para la lucha, y la había perdido. Ninguno de mis intentos por hacer que recuperara sus recuerdos dio resultado. Y eso no era lo peor. Se había convertido en alguien permanentemente apagado y carente de energía; parecía, tanto por su aspecto como por su nuevo carácter, una especie de muerta viviente. Me ponía enferma verla así, pero trataba de no separarme de ella: le abrazaba continuamente, le decía que todo iba a salir bien y trataba de ayudarle en todo lo posible. Ella solía reaccionar a mis acciones con una media sonrisa que parecía más un simple acto reflejo que el producto de algún sentimiento. Nuestras amigas nos acompañaban a menudo; no lo llevaban tan mal como yo, pero también estaban prácticamente hundidas.

Qingu, que no tardó en recuperarse de su fatídica enfermedad, aceptó todo aquello con estoica resignación. Llevaba bastante tiempo pensando que algo así iba a suceder, e incluso llegó a decir que teníamos suerte de que no hubiera muerto. Yo no supe qué responderle. También dijo algunas cosas extrañas. El día después de haber encontrado a María me señaló una noticia en el periódico que decía que varias decenas

Page 58: Babylon Days

58

de personas habían muerto en un terrible e inesperado terremoto al sur de la India. Parecía peculiarmente interesado en el hecho de que ese terremoto se había producido mientras Laura había estado secuestrada. No entendía qué clase de importancia podía tener aquello, pero le dejé hablar.

Le pregunté más de una vez si no podía hacer algo para devolver a Laura a la normalidad, pero siempre me contestaba que era imposible. Ni siquiera él sabía lo que le habían hecho, y no podía ponerle ningún remedio. La estudió atentamente un par de veces, pero no sacó ninguna conclusión. Íbamos a tener que acostumbrarnos a su nuevo estado. Era lo que las estrellas habían presagiado.

Obviamente, me deprimí profundamente antes de que terminara el plazo del ultimátum, pero mi madre sabía como todo el mundo lo que había ocurrido y no mencionó para nada al psicólogo. Era perfectamente normal que estuviera tan hundida. A ella también le había sentado bastante mal todo aquello; al fin y al cabo, había sido amiga y vecina de la familia de Laura durante muchos años.

La policía no encontró ni rastro de sangre en el escenario del crimen. No había ninguna clase de huella o pista, y mucho menos sospechosos. Era como si lo hubiera hecho un fantasma. Tengo entendido que los padres de Laura rezaban a diario para que encontraran al que había hecho eso a su hija. Yo no tenía esperanzas.

Empecé a tener un sueño recurrente. Soñaba que despertaba y descubría que todo aquello no había sido más que una horrible pesadilla. Laura estaba con el color y la energía de siempre, recordaba a Qingu y las aventuras que habíamos vivido, y aunque seguía habiendo villanos estos eran ridículamente incompetentes, casi inofensivos. Ni de lejos capaces de hacer lo que habían hecho en la pesadilla. Mi amiga solía decirme que todo aquello era fascinante, como vivir en una novela de fantasía en la que el Bien estaba destinado a triunfar. Fueron felices y comieron perdices.

Cuando me despertaba de verdad nunca podía evitar echar a llorar. Ojala hubiese podido convertir el sueño en realidad, aunque fuera a costa de dormir para siempre. Tal vez Mateo, mi verdadero hermano, fuera feliz dondequiera que estuviera.

Al menos mi amado estaba bien, y aún tenía la posibilidad de vengarme. Era lo único que realmente me daba fuerzas. Aún no habíamos perdido, e iba a hacer todo lo posible para que lo pagaran muy, muy caro.

Page 59: Babylon Days

59

15 Un día me planté ante Mateo y le dije que teníamos que intentar encontrar a esos

monstruos. Le dije que recordaba lo que me dijo sobre lo difícil que era localizarles, pero también era obvio que se habían vuelto más atrevidos que antes, y lo más probable era que eso les hubiera hecho bajar la guardia a la hora de volver a ocultarse. Sabíamos dónde habían estado, y aunque la policía no había encontrado nada confiaba en las capacidades mágicas del sacerdote para hallar algo. Él no parecía muy convencido, pero sabía que no teníamos nada que perder y sí mucho que ganar, y aceptó intentarlo.

Nos dirigimos al almacén y pasamos por encima del cordón policial para entrar, aprovechando que en aquel momento no había nadie. Aún seguía ahí aquel maldito olor a sangre.

Mateo se situó en el centro exacto del lugar, extendió los brazos a los lados y alzó la mirada al techo antes de cerrar los ojos. Tuve que esperar unos minutos, intentando reprimir las nauseas, derramando lágrimas de pura rabia.

-Han estado aquí. Ya no tenía los brazos extendidos, pero seguía con los ojos cerrados. No estaba

segura de que hubiera terminado, aunque aquella estúpida obviedad me hizo dar rienda suelta a mis sentimientos.

-¿Que han estado aquí? ¡¿Que han estado aquí?! ¡¡Eso es toda una novedad!! ¿¿Para eso sirve tu magia, hechicero de pacotilla??

Él siguió hablando, sin dar muestras de haberme oído. -Usaron una daga. Allí. Señaló hacia un punto sobre una gran pila de cajas, aunque ni siquiera había

abierto los ojos para orientarse. La pila parecía lo suficientemente estable como para sostener a un par de personas.

-Hubo mucha sangre. La quitaron. Limpiaron todos sus rastros. Todos salvo… Olfateó el aire. Me estaba poniendo muy nerviosa; la localización del punto

exacto en el que se cometió el crimen era una novedad, pero el resto no eran más que bobadas que ya sabíamos de sobra. Estaba perdiendo las esperanzas de que aquello realmente acabara conduciéndonos a algo.

Abrió los ojos. -Creo que ya no están en este plano de existencia. -¿En cristiano, por favor? -No están en este mundo. -¿Y en cuál se supone que están? -No lo sé. Hay muchísimos, y yo apenas puedo acceder a ellos. Me asombra que

ellos hayan podido entrar en uno. -¡¡Tiene que haber algo que podamos hacer!!-grité, medio histérica. -Esperar a que vuelvan. No nos han dejado otra salida. -Maravilloso. No sabía si echar a reír o a llorar. -Ya sabes que yo no tenía muchas esperanzas en encontrar algo. De hecho he

descubierto más de lo que esperaba. No sabía que pudieran entrar en otros planos, y es un dato bastante relevante.

-¿Relevante? ¿Es que acaso piensas hacer algo con él? -Sí. Corrió hacia el punto que había señalado antes y se subió a la pila. Una vez

arriba, hizo varios gestos con la mano y pronunció una serie de palabras en su idioma. Bajó en cuanto hubo terminado.

Page 60: Babylon Days

60

-¿Qué acabas de hacer? -Crear una especie de imán espiritual. Cuando vuelvan a nuestro mundo no

podrán volver a huir. Aquello logró aliviarme, pero no mucho. -Aun así tendremos que esperarlos. Y sólo tus dioses saben cuando piensan

volver. -Tendrán que hacerlo tarde o temprano. Es a mí a quien quieren, y yo sigo aquí. -¿Cómo va… la historia? -Los protagonistas han intentado dar caza a los malos, pero estos se han ocultado

demasiado bien. Así que tienen que esperar a que se atrevan a salir. -Vaya, qué lastima. Espero que… lo hagan pronto. -Yo también lo espero. No sabes cuánto. -Es una historia interesante. Me recuerda a cosas de… mi diario de sueños. Las

últimas entradas, ésas que apenas entiendo y no recuerdo haber escrito. Y lo cierto es que me gustaría leerla aunque ya me la estés contando, ver de primera mano lo que ha logrado… aficionarte de esa forma a la fantasía.

-Cuando haya terminado, Laura… -María… ¿por qué… lloras? -¿Por qué me has traído aquí? Estábamos solos en una iglesia grande y oscura. En cierto modo me recordaba

un poco al almacén. -¿Tú creías en Dios antes de que yo viniera? -Lo cierto es que no estoy muy segura. No pensaba mucho en ello. Supongo que

no, en el fondo no. -Lástima. Ya te dije que una religión monoteísta es una idea incompleta y

bastante equivocada, pero sirve como aproximación al mundo de lo divino. ¿No te has preguntado nunca de dónde viene el sentimiento místico? ¿Por qué hay personas que simplemente saben que Dios existe?

-Me lo temía. Mira, lo cierto es que no estoy para una de tus reflexiones teológicas.

Mateo sonrió sin humor. -Pensé que te iría bien como pequeña distracción. Y me gusta terminar lo

empezado. -Está bien, me rindo. No, no me lo he preguntado en mi vida. -Esa gente es capaz de sentir a los dioses, pero los sienten como si fuera una sola

entidad. Una que, curiosamente, es pura bondad y amor. Creo que es su forma de centrarse en los aspectos que más les gustan del conjunto divino. Si tan solo aprendieran a darse cuenta de que en realidad están sintiendo múltiples fuerzas…

-Una lástima que no aprendan, supongo. -Trata de sentirlo, María. Intenta sentir a ese Dios equivocado. -No sé cómo. -Céntrate en tus alrededores. El altar, el crucifijo. Piensa qué podían tener en

mente los que los hicieron. Piensa qué clase de sensaciones debe tener la gente que viene aquí para las misas.

Lo intenté, aunque de una forma muy desganada y superficial. Por supuesto, no dio resultado, y así se lo dije.

-No importa. Podemos volver otro día. -¿Y tú? ¿Qué sientes tú en este lugar?

Page 61: Babylon Days

61

Volvió a sonreír, esta vez con sinceridad. -Construyeron este lugar para honrar a un dios de bondad, así que yo siento al

Bien al que he dedicado mi alma. Siento a la Gran Madre. Había una expresión de gran calidez en su rostro, la aparente prueba de que

realmente sentía lo que decía. No sabía qué responder, así que decidí callar y esperar. -Un Padre envía a su Hijo al mundo para que redima a sus hermanos, y estos le

matan. Y es precisamente su muerte la que redime a sus asesinos. El cristianismo es muy curioso, te lo aseguro. Tan equivocado, pero tan fascinante…

-Lo que he leído sobre tu religión es muy curioso, también te lo aseguro. ¿Nos vamos ya?

-De acuerdo. Continuaremos otro día. La espera era eterna. No recibíamos ninguna noticia de esas ratas; parecían

haberse atrincherado en su madriguera, tal vez esperando a que bajáramos la guardia. Pero no iba a bajarla. Nunca más.

Entre tanto decidí recuperar la cara romántica de mi relación con Mateo, que prácticamente se había perdido durante los últimos días. Se me hacía difícil, porque sólo podía pensar en Laura y en nuestros enemigos. Tuve que esforzarme para recordar un atisbo de la felicidad que había llegado a sentir con su mera compañía, pero acabé lográndolo. Me sumergí en sus brazos y durante unos breves pero dulces segundos fui capaz de olvidar todo lo demás. Mi amado también se sumergió en los míos, y pude sentir su felicidad. Sabía que llevaba tiempo deseando volver a compartir un momento así conmigo. Cuando le besé en los labios una parte en mi interior que ya creía olvidada me gritó que estaba besando a mi hermano. Aquello me turbó bastante, pero afortunadamente no tardé en acallar mi inquietud y convertirla en un placer casi puro.

Hasta esos momentos no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba aquello.

Seguía escribiendo en el foro, pero ya no lo hacía para desahogar penas o restregar alegrías. Mis lectores nunca me habían importado demasiado, pero ya ni siquiera me molestaba en leer sus respuestas. Lo hacía por Laura, para que algún día, cuando la pesadilla hubiera terminado al fin, pudiera leerlo todo. Tal y como había prometido. Procuraba no pensar en la posibilidad del fracaso, aunque era consciente de ella. El optimismo es el primer paso para la victoria, y ésta era una lucha que debía vencer, costara lo que costase. Lo malo era que en aquellos días no había lucha sobre la que hablar. Sólo rutina, inseguridad y frustración. No paraba de preguntarme cuándo volverían, ni de desear que lo hicieran.

Como dice el viejo dicho, ten cuidado con lo que deseas.

Page 62: Babylon Days

62

16 Fue Laura la que me dio el pastelito de chocolate, poco antes de que nos

fuéramos a casa. Tenía un envoltorio blanco y negro, sin marca. Me dijo que había comido uno, que estaba riquísimo y quería que lo probara. Lo acepté y me lo comí en el trayecto de vuelta. Entendía que le hubiese gustado tanto: sabía a chocolate negro intenso de la mejor calidad.

Cuando llegué a casa mi madre estaba en el salón, viendo la tele. Mateo estudiaba Matemáticas en su habitación. Parecía que iba a ser otra tarde odiosamente insulsa. Abrí mi propio libro de Matemáticas y me puse a hacer los ejercicios de práctica. Estuve con ellos durante media hora, hasta que me di cuenta de que había empezado a ver borroso. Entorné los ojos para intentar ver qué estaba escribiendo, pero no logré descifrar aquellos confusos borrones. Mareada, volví la vista hacia las paredes de mi habitación.

Una de ellas parecía estar burbujeando. Otra cambiaba regularmente de color. Me fijé en el póster que tenía colgado de mi actor favorito; su imagen me sonrió y me guiñó un ojo. Una parte de mí me decía que algo no iba bien, pero no entendía por qué lo hacía. No tuve problemas para acallarla, y cuando lo hice fue sustituida por una extraña voz que no parecía proceder de mi propia mente.

“Has abierto las puertas de la percepción” Aquello sí tenía sentido. Asentí. “Voy a mostrarte la realidad que se te había ocultado hasta ahora. Dirígete al

salón” Le obedecí gustosa. Las paredes parecían reaccionar a mi movimiento; una de

ellas formó una línea blanca que empezó a seguirme. Teníamos una copia de Las Tres Gracias de Rubens en el pasillo, y me detuve unos instantes a contemplarla. Las gracias estaban bailando, y casi me pareció oír la música a cuyo son lo hacían. Me invitaban a unirme a su fiesta.

“Sigue avanzando. Debes verla” Obedecí. Entré en el salón, y mi madre apartó la mirada del televisor para verme.

Sólo que no era mi madre. Era un encapuchado al que no se le veía el rostro. “Ha estado sustituyendo a tu madre durante meses” Una rabia histérica invadió mi cuerpo. Corrí hacia él y trate de quitarle la

capucha. Gritó. Alguien, presumiblemente Mateo, entró corriendo en el salón, pero estaba

ocupada tratando de descubrir el verdadero rostro del impostor y no me volví. Me separó de él y me inmovilizó tumbándome en el suelo. Maldije y pedí que me soltara, pero callé horrorizada al ver que el supuesto Mateo era una especie de híbrido entre dragón y humano. Por algún motivo que no alcanzaba a explicar parecía un ser femenino, en vez de masculino.

El monstruo me hizo algo, no sé qué, y quedé inconsciente. Cuando desperté me sentí como si me estuvieran dando martillazos en la cabeza.

Tardé unos instantes en recordar vagamente lo qué había ocurrido, y cuando lo hice me incorporé para ver las paredes. Habían vuelto a la normalidad. Tardé otros instantes más en darme cuenta de que estaba en la cama de mi cuarto.

¿Qué había pasado? Pensé durante un buen rato, hasta que recordé el pastelito y me di cuenta de que me habían drogado usando a Laura como intermediaria inconsciente. Nuestros enemigos habían vuelto.

Fue entonces cuando oí ruidos como de sollozos. Parecían proceder del salón.

Page 63: Babylon Days

63

Salté de la cama para ir hacia allí, pero Mateo me interrumpió entrando en la habitación.

No le había visto tan preocupado desde los días anteriores al cumplimiento del presagio.

-¿Estás bien? -Aparte de que mi cabeza está a punto de estallar y de que por lo visto he hecho

llorar a mi madre, sí. Eso creo. -¿Por qué la has atacado? ¿Qué habías visto? -No lo recuerdo bien… Creo que la había confundido con uno de los

encapuchados. Y una voz en mi cabeza… -Me lo temía. -¿Qué te temías? -Han usado una sustancia que también se usaba en mis tiempos. Permite al

fabricante alterar las percepciones del drogado a su antojo. -Pues ahora que lo dices creo que yo también me lo temía... ¡Tenemos que

encontrar a esos hijos de puta! ¡Con tu imán espiritual no podrán volver a escapar! -He hablado con tu madre mientras estabas inconsciente. No me gustó nada el tono con el que había dicho aquello. Mi ira se convirtió en

miedo. -¿Y de qué habéis hablado?-pregunté, aunque ya me estaba imaginando la

respuesta. -Cree que necesitas ayuda profesional, y que cuanto antes la obtengas mejor. No

he sabido qué decirle para convencerle de lo contrario. Así que, a no ser que se te ocurra algo a ti…

-Pues no. No es el caso. -Iré a seguir consolándola. Lo mejor será que tú te quedes aquí y termines de

recuperarte. -Estoy bien. -Hazme caso. Y decidí obedecerle, volví a quedarme a solas y traté de asumir lo que había

sucedido y lo que iba a suceder. Al día siguiente fuimos al psicólogo. Era un hombre simpático y bien educado,

pero varias de las preguntas que me hizo resultaron bastante desagradables, sobre todo las que hacían referencia a Mateo y a Laura. Contesté como pude a algunas y me limité a callarme en otras. Por suerte no me presionó demasiado. Quedamos para otro día y nos despedimos.

Mi madre parecía tenerme algo de miedo desde el incidente. Me había disculpado diciéndole que había tenido una especie de crisis nerviosa, que no había aguantado más la presión que sentía continuamente por el estado de mi amiga y que desgraciadamente lo había pagado con ella. Aceptó mis disculpas, aunque como es natural no le habían tranquilizado en absoluto. La relación entre nosotras se había vuelto muy tensa, aún más distante que de lo que había sido costumbre tras el despertar de Mateo, y aunque aquello me dolía bastante no tenía ni idea de cómo podía solucionarlo.

En cuanto pudimos, mi amado y yo fuimos de nuevo al almacén para tratar de

sacar nuevas respuestas ahora que se suponía que nuestros enemigos estaban en el mismo mundo que nosotros. Se situó en el mismo punto que la primera vez, realizó el mismo hecho, repitió palabra por palabra las mismas bobadas. Cuando abrió los ojos y habló su voz sonó entre sorprendida y desolada.

Page 64: Babylon Days

64

-No están en este plano de existencia. No me lo pude creer, literalmente. No sabía por qué había dicho aquello, pero no

le veía el menor sentido. Él se percató de mi incredulidad y me miró a los ojos. -Es cierto, María. Yo tampoco lo entiendo, pero no están en este mundo. -Pero… El imán… -Han logrado anular completamente sus efectos. De hecho creo que lo han

disipado, aunque no creía que fuera posible. No tenía fuerzas para gritar, ni para llorar siquiera. Mi voz apenas era audible. -¿Qué vamos a hacer, Mateo? -Ojala lo supiera. En la segunda cita el psicólogo me pasó un cuestionario que aparentemente

medía el grado de depresión. Respondí a las preguntas lo más sinceramente que pude, porque no sentía que mentir en ellas tuviera mucho sentido. No sabía qué acabaría saliendo de todo aquello.

-A menudo siento que eres lo único que tengo. -No digas eso. Aún tienes a tu madre, a Laura… -Mi madre cree que estoy loca y me teme. Laura es una sombra de lo que era, y

verla siempre me deprime. -Pero siguen ahí, y aún te quieren. -Supongo. Pero eso apenas me anima. -¿Qué me dices del resto de tus amigas? -Bueno, son las mismas de siempre, pero tampoco disfruto realmente de su

compañía. Hay demasiadas cosas que desconocen, en estos últimos meses casi se han convertido en extrañas… Tú eres el único con el que puedo compartirlo todo. El hombre al que amo. Lo eres casi todo para mí.

-Si he de ser sincero eso me alegra. No está bien, no deberías depender tanto de mí. Pero no puedo evitar que me alegre. Tú lo has sido todo para mí desde que volví al mundo en este cuerpo.

-Te quiero. Te quiero muchísimo. -Y yo a ti. Lo cierto era que había perdido seriamente las esperanzas de derrotar a nuestros

enemigos. Tenía la impresión de que nos desgastarían poco a poco sin que nosotros pudiéramos contraatacar, de que nos robarían todas las fuerzas hasta acabar destruyéndonos. Trataba de vivir el día a día, de disfrutar el amor de Mateo mientras pudiera. Y aunque a menudo lograba consolarme, la depresión se había convertido en mi estado de ánimo por defecto.

Mi amado siempre había sido el más pesimista de los dos, así que me resultó bastante extraño que empezara a tratar de darme esperanzas. Me decía que aún quedaban posibilidades de derrotarles, que si lo intentábamos con suficiente empeño podríamos darle un final feliz a la historia. Nunca me convencía demasiado, pero aquella extraña inversión de roles casi me divertía.

Llegó la segunda tanda de exámenes del curso, y esta vez empecé a estudiar a tiempo. Saqué tan buenas notas como Mateo, pero eso no nos animó ni a mí ni a mi madre. Habían perdido su sentido. Ya no me preocupaba mi futuro laboral. Sólo vivir. Resistir lo poco que pudiera mientras pudiera.

-¿Puedes sentirlo?

Page 65: Babylon Days

65

-No estoy segura. -Concéntrate. Está ahí. Millones de personas lo han sentido antes que tú. Y me concentré, todo lo que pude. Hasta que llegó la epifanía. Fue breve, de

unos segundos de duración como mucho, pero logré sentirlo. Una presencia alrededor de nosotros, una fuerza que cubría el mundo entero. Por un instante me pregunté si no habría sido obra de mi imaginación, pero rechacé el pensamiento. Por una vez quería ser optimista.

-Lo he sentido. -¿Lo ves? Están ahí. Siempre lo han estado. Siempre lo estarán. Y rezamos juntos frente al crucifijo, a unos dioses a los que no representaba,

para que nos dieran fuerzas para superar nuestro calvario. Cuando hubimos terminado sentí esperanza, la ya extraña sensación de que tal vez podríamos ganar. Nuestra derrota no estaba escrita en las estrellas.

Por desgracia no duró mucho, y no tardé en regresar al estado de ánimo habitual en mí.

Page 66: Babylon Days

66

17 Estaba en una pradera, la misma en la que se había ambientado aquel sueño en el

que Mateo me besaba. Y tenía acompañante, uno idéntico a mi amado, pero no era él. Por unos instantes llegué a pensar que se trataba de un impostor, pero no tardé en darme cuenta de quién era en realidad. Mi auténtico hermano.

-No me puedo creer que seas tú. Ha pasado tanto tiempo… -He sabido que estás deprimida, querida hermanita. Que piensas que todo está

perdido, que la vida ya no tiene auténtico sentido. -¿Acaso no es cierto? Por un instante parecía enfadarse conmigo. -¡Claro que no! -¿Tú también? Mat… Qingu quiere hacerme creer que hay esperanza, pero no

creo que lo diga de corazón. Creo que sólo intenta animarme. -Tal vez tengas razón en eso, tal vez no. No lo sé. No me importa. Lo que sí sé

es que nunca antes habías sido tan negativa. Nunca te has creído realmente fuerte, y menos al lado de tu amiga Laura, pero yo sé que sí lo eres. Que siempre te has subestimado en ese aspecto. Soy tu hermano, te conozco, y hay cosas en las que puedo juzgarte mejor que tú.

-Aun suponiendo que lleves razón, sigo sin poder recuperar la fuerza. No veo motivos para hacerlo. El futuro está negro.

-¿Quieres que te diga lo que realmente pienso? -Adelante. -Pienso que aunque esos encapuchados sean capaces de cosas terribles también

son unos cobardes de mierda. Que intentan esquivaros constantemente por miedo a que les hagáis frente. Y si tienen miedo es por algo. ¡Demostradles que ese temor está justificado! Yo sé que lo está.

Estaba a punto de derramar lágrimas de alegría. Sonaba exactamente como el viejo Mateo, y estaba logrando darme esperanza.

-Gracias. -No hay de qué. Para eso estamos los hermanos mayores. -Oye… no es cierto que odies a Qingu por ocupar tu cuerpo, ¿verdad? -¿Por qué iba a hacerlo? Yo ya no iba a usarlo. Vaya, me temo que ya es la

hora… La pradera, y su propio cuerpo, estaban empezando a difuminarse. Iba a volver a

perderlo. -Escúchame, esos cabrones van a volver pronto. Estad preparados, ¿de acuerdo?

Y sé fuerte. Sé que puedes serlo. -No me dejes, Mateo. No me dejes… -Dale recuerdos a nuestra madre, hermanita. Os quiero. Desperté. No sé cuántos minutos tardé en dejar de llorar. Llegó la tercera cita con el psicólogo. Me dijo que parecía estar de mejor humor

que en las dos anteriores, y le contesté que había recuperado un poco de esperanza en la vida. Aprovechó para repetirme las preguntas que no le había contestado en la primera cita, y las contesté con las mentiras que se me ocurrieron. Cuando terminamos decidió que iba a derivarme al psiquiatra para que me recetara unos medicamentos, pero eso no me preocupo demasiado. No pensaba tomármelos.

Page 67: Babylon Days

67

Mis amigas también me hicieron comentarios sobre la aparente mejora en mi estado de ánimo. Yo les respondí con cierta sorna que ése debía ser el motivo por el que querían recetarme antidepresivos. Mi madre, si se fijó, no dijo nada, pero el hecho de que me derivaran al psiquiatra le había producido una mezcla de preocupación y esperanza. Me dijo que confiaba en que eso me ayudara, si era lo que el psicólogo veía necesario. Estaba claro que no había dejado de temerme, aunque trataba de no pensar mucho en tan deprimente hecho. Prefería centrarme en las palabras de mi hermano, la inspiración que me daban para continuar con todo aquello y poder confiar en la posibilidad de la victoria.

Gracias a ellas todo fue más o menos bien, dentro de lo que cabía en aquella época, mientras Mateo y yo esperábamos una señal del regreso de nuestros enemigos.

La señal llegó en un momento completamente inesperado. Estábamos en casa, relativamente relajados, y Mateo había decidido sacar algo que al parecer había reservado para cuando le picase el gusanillo del hambre. No me fijé en lo que se disponía a comer hasta que puso el envoltorio vacío sobre la mesa. Era pequeño, blanco y negro. Idéntico al del pastelillo que habían usado para drogarme.

Me di cuenta de que no le había contado el método exacto que habían utilizado para ello. No sabía nada. Cuando pude reaccionar estaba a punto de metérselo en la boca.

-¡No! ¡No te lo comas! Me miró ligeramente extrañado, como esperando una explicación que en el

fondo ya había empezado a imaginarse. -¡Así fue como me drogaron! ¡Con un pastelillo igual a ése! -Vaya. Pues ha estado cerca… -¿Dónde lo has conseguido? -Los estaban repartiendo gratis. Parecía una especie de promoción de un

producto nuevo, así que no he sospechado nada. -¿Quién los repartía? -Un tipo normal y corriente, de eso estoy seguro. No tenía ninguna clase de aura

mágica, y por muy buenos hechiceros que sean les habría sido imposible ocultarla. Es buena parte del motivo por el que no he sospechado.

-¿Imposible? ¿Estás seguro? Porque disipar el imán también era supuestamente imposible…

-Sí, estoy seguro. Es una ley básica de la magia, como la de la gravedad en la física.

-Da igual. Tenemos que volver al almacén cuanto antes. Con suerte aún no habrán escapado.

-Espera un momento. Quiero asegurarme. Arrancó un pedacito minúsculo del pastelillo y se lo metió en la boca. Estuvo

saboreándolo durante unos segundos, tras los cuales lo escupió en su mano. -Llevabas razón. Contiene la sustancia, una dosis muy fuerte. -¡Pues vamos! ¡¡Ahora!! Salimos corriendo con toda la velocidad de la que fuimos capaces, y no nos

detuvimos hasta llegar al almacén. Mateo se situó en el centro y realizó el hechizo de localización por última vez. Esperaba que dijera las chorradas de siempre, pero para mi sorpresa sólo tardó unos segundos en abrir los ojos. Tenía el rostro lívido.

-¿Qué pasa? ¿Qué has descubierto? -Está aquí. -¿¿Dentro del almacén?? -No. Fuera. Tenía la mano apoyada en la pared.

Page 68: Babylon Days

68

-¿Y a qué esperamos? ¡Corramos tras él! Actuó como si no me hubiera escuchado. Se acercó lentamente a la pared y al

llegar apoyó la mano en ella. Permaneció en esa postura durante varios segundos, cada vez más y más asustado.

-¿Qué estás haciendo? -¡¡CORRE!! Y en ese preciso instante las paredes empezaron a temblar, como si estuvieran

siendo sacudidas por un terremoto. La estructura era débil, deteriorada por años de abandono, y no estaba resistiendo bien aquello. Me quedé hipnotizada viendo como varias grietas se abrían en la pared y se extendían hasta el techo.

Mateo pasó a mi lado mientras corría hacia la salida. -¿¿Es que no me has oído?? ¡¡Tenemos que salir de aquí!! ¡¡Esto va a venirse

abajo!! Esas últimas palabras lograron hacerme reaccionar. Trate de huir lo más deprisa

que pude, mientras varios trozos del techo empezaban a derrumbarse a mi alrededor. Uno de ellos cayó a sólo unos centímetros de donde estaba en aquel momento.

Tras unos instantes Mateo logró salir del edificio. Yo estaba muy cerca de él, a punto de ponerme también a salvo, pero justo antes de traspasar el umbral sentí una enorme presión sobre mí. Caí al suelo, con la mente demasiado aturdida como para darme cuenta de lo que acababa de suceder. Traté de levantarme, pero me fue imposible.

Veía la cara de Mateo desde donde estaba. Su expresión era de tal terror que logró sacarme de mi aturdimiento. Intenté de nuevo moverme, pero tenía demasiado peso encima. Notaba los pulmones doloridos, y una sensación de calidez fluía por una de mis piernas. Sangre.

Intenté hablar, decirle que estaba atrapada y necesitaba ayuda, pero sólo logré emitir un gemido ininteligible. Noté un fuerte golpe en la nuca y el mundo se cubrió de sombras.

Page 69: Babylon Days

69

18 Me desperté en una especie de gruta. Estaba muy oscuro, pero podía distinguir

las paredes irregulares de piedra, y a lo lejos oía el sonido de una gotera. Recordaba lo que había pasado antes de que cayera inconsciente, así que creía que debía estar herida de gravedad, pero no sentía ningún dolor. Cuando probé a incorporarme descubrí para mi sorpresa que estaba fuerte e ilesa. No lograba explicármelo, aunque tampoco entendía qué hacía en un sitio tan extraño como ése. ¿Quién me había llevado hasta allí y por qué lo había hecho? Decidí tratar de salir de aquel lugar, y probé a tomar la dirección en la que el camino se inclinaba hacia arriba. Tras un paseo de unos cinco minutos descubrí atónita que no había salida; un muro de piedra sólida me bloqueaba el paso. Lo tanteé con los dedos para ver si había alguna puerta secreta, pero no encontré nada. Empecé a sentir una profunda claustrofobia, pero de pronto una extraña sensación me alivió y me permitió recuperar el control. Era como si algo me dijera que no debía tener miedo, que no me iba a pasar nada malo. Volví sobre mis pasos y tomé la única dirección que ponía explorar: hacia abajo. Hacia las entrañas de la tierra.

El trayecto se me hizo largísimo, y por momentos parecía que iba a tener que pasarme la eternidad descendiendo, pero el camino no era infinito. Al final me esperaban unos enormes portones de acero, cerrados a cal y canto y custodiados por dos hombres gigantescos. Debían medir alrededor de dos metros y medio; sus cabezas estaban afeitadas, y sus cuerpos eran increíblemente musculosos. Las únicas prendas que llevaban era taparrabos. Sentí que mi cuerpo quería alarmarse, pero aquella sensación que no parecía proceder de mí se lo impedía.

-¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois?-pregunté, casi con toda tranquilidad. -Estáis en el camino a Irkalla, señora. Somos los guardianes de la primera

puerta-respondieron al unísono. -¿Y qué es eso de Irkalla? -El inframundo. Al oír aquello un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no tardé mucho en

relajarme. Alterarme no era una opción. -¿Entonces estoy muerta? -No exactamente, como tampoco lo está vuestro hermano. Los auténticos

muertos entran físicamente en Irkalla. Vosotros sois espíritus desencarnados, algo entre la vida y la muerte.

-¿Queréis decir que mi hermano está ahí dentro? -Sí. -¿Puedo pasar? Me gustaría verle. -Es deseo de la Reina. Pasaréis en cuanto dejéis una de vuestras prendas aquí. Aquello me confundió. ¿Por qué tenía que hacer eso? Los guardianes parecieron leer mi pensamiento, porque no tardaron en

responder. -Son las normas, tan antiguas como el mismo tiempo. Incluso los espíritus

desencarnados deben hacerlo. No estáis realmente vestida, son sólo proyecciones de vuestra esencia. Os permitirán pagar el precio.

Asentí y me quité mi cinta para el pelo. Uno de los guardianes la recogió y el otro abrió los portones. Seguí adelante hasta toparme con otros casi idénticos, ésta vez custodiados por extraños e imponentes híbridos con cola y patas de escorpión y torso de humano. Me miraron con curiosidad y uno de ellos habló con voz sibilante, dirigiéndose al otro:

-¿Has visto, hermano? Una viva dirigiéndose al reino de los muertos.

Page 70: Babylon Days

70

-Una vista curiosa, hermano. Pero es deseo de la Reina. -¿Viva? Los guardianes de la primera puerta me han dicho que yo no estaba ni

viva ni muerta- repliqué con curiosidad. -Los guardianes de la primera puerta nunca han llamado a las cosas por los

mismos nombres que nosotros, ¿no es cierto, hermano? -Cierto es, hermano. Para nosotros sólo entran dos clases de personas en Irkalla

sin Retorno… -¿Sin retorno?-pregunté con un ligero temor, pero él siguió hablando como si no

le hubiera interrumpido. -Los vivos destinados a volver y los muertos destinados a quedarse. La chiquilla

está viva. Su hermano está muerto. -¿Muerto? En ese instante me planteé la posibilidad de que todo aquello no fuera más que

otro sueño inducido por nuestros enemigos. La influencia de la sensación tranquilizadora se rompió. Volvía a estar nerviosa y asustada.

-Mira lo que has hecho, hermano. Aún tenía esperanzas de que él volviera, y luchará por seguir teniéndolas.

-Nunca he entendido a los vivos, hermano. Los muertos siempre aceptan la verdad. Los vivos existen para la mentira. Ni siquiera la Reina podría cambiar eso, y sería tan fácil si pudiera…

-Ésa es su tragedia, hermano. Pero a nosotros no nos conciernen los asuntos de los vivos. Sólo estamos para vigilar que se cumplan las normas.

Por primera vez uno de los hombres-escorpión se volvió hacia mí. -¿Sabes cuántos vivos ha recibido el seno de Irkalla, niña? ¿Sabes el gran honor

que te hace la Reina? Tenlo presente cuando entres. El otro le imitó y clavó sus ojos en los míos. -Danos la prenda y podrás entrar. Vacilé durante unos instantes. Empezaba a dudar de que me conviniera seguir

adelante, pero no veía otra salida. Acepté y me quité la sudadera. Los portones se abrieron como había ocurrido con los anteriores, y continué. Tuve que atravesar cinco barreras más, cada una de ellas con guardianes más extraños e inquietantes que los de la anterior, hasta el punto de que más de una vez tuve que hacer verdaderos esfuerzos para reunir el valor para acercarme a ellos. Para cuando entregué la última prenda sólo llevaba puestas las bragas.

Irkalla sin Retorno resultó ser una gigantesca ciudad que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, cubierta de polvo gris y completamente carente de vegetación. Los edificios, todos ellos pequeños y con la puerta cerrada, eran extraños pero vulgares y aparentaban una antigüedad indeterminada pero seguramente inconcebible en su vastedad; no había un solo resto de acero, cristal o demás materiales similarmente modernos. Cientos de personas, todas ellas vestidas con los mismos tocados de plumas, caminaban de aquí para allá por las calles, deteniéndose de vez en cuando para coger un puñado de polvo del suelo y tragárselo. Nadie hablaba con nadie, hasta el punto de que ni siquiera parecía que fueran conscientes de la presencia de los demás. Cuando alcancé a los más cercanos comprobé con un escalofrío que sus cuerpos presentaban signos de putrefacción; raro era el rostro que no estuviera desfigurado, e incluso llegué a ver algún gusano asomándose por orificios en la carne. Sin saber qué otra cosa podía hacer, empecé a caminar en una dirección; no tardé en descubrir que el paisaje nunca cambiaba, y tras ver a decenas y decenas de muertos y edificios todos acababan pareciendo iguales.

Page 71: Babylon Days

71

La presencia tranquilizadora volvió con más fuerza que antes, pero no fue capaz de apaciguar mi preocupación. Por lo visto pensar que todo aquello podía tratarse de un engaño por parte de mis enemigos era la única forma de repeler su influencia. Mi paranoia me forzaba a hacer todo lo posible para resistirla.

Tras caminar durante lo que parecieron horas decidí llamar a gritos a la Reina que los guardianes habían mencionado. Los muertos a mi alrededor se volvieron para mirarme, y aunque sus caras estaban completamente vacías de expresión daba la extraña impresión de que desaprobaban profundamente lo que estaba haciendo.

Uno de ellos se acercó hasta mí, como habiéndose decidido a hablar conmigo. Aproveché la ocasión.

-Disculpa, ¿sabes dónde puedo encontrar a la Reina? -Claro que lo sé. De hecho deberías estar sintiéndola. Era la voz de mi hermano. Tenía la cara tan hinchada y descompuesta que no le

había reconocido. Solté un grito que provocó que el restos de muertos se llevaran un dedo a la boca, como pidiendo silencio.

-Mateo, ¿eres tú?... -Sí, soy yo. Los espíritus desencarnados también nos podrimos aquí, como

también debemos dejar nuestras prendas en las siete entradas. Son las normas. Todos somos iguales en Irkalla.

Por un instante sentí que empezaban a entrarme nauseas, pero la presencia no tardó en aliviarme. Por una vez le dejé hacer.

-La has sentido, ¿verdad? Ésa es la Reina Ereshkigal. No quiere ni miedo ni asco en su reino. Sólo la paz de ultratumba.

Recordé las lecciones del sacerdote sobre cómo sentir a los dioses. Irónicamente, había estado sintiendo a una sin siquiera proponérmelo.

-Mateo, yo… hace días soñé contigo, y estábamos en una pradera, y tu cuerpo era idéntico al que tenías en vida…

-No era yo. Puede que sólo fuera un sueño. Puede que fuera algo más. Aquello aumentó bastante mis recelos. -¿Y por qué debo fiarme de ti? ¿Por qué tendrías que ser tú el auténtico? -Tú eres la que decide. Pareces más dispuesta a fiarte de la versión más

agradable, pero la realidad no siempre es como deseáramos que fuera. A estas alturas deberías saberlo.

-¿Puedes decirme por qué estoy aquí? Los guardianes han dicho que era deseo de la Reina. ¿Por qué deseaba que entrara?

-Para hablar contigo, proporcionarte una información que puede ser vital. Yo soy el enviado de la Reina, y hablaré en su nombre.

-¿Por qué no me habla en persona? -Porque no es imprescindible que lo haga. La Reina Ereshkigal sólo atiende

personalmente a visitantes más excepcionales que tú. -Quiero hablar cara a cara con ella. -Deduzco por tu actitud que no te alegras de verme. -¿Cómo iba a alegrarme de verte así, encerrado en este deprimente lugar,

convertido en un poco más que un cadáver putrefacto? Y eso suponiendo que no seas un engaño de mis enemigos.

-Hablando de eso, la Reina quería hacerte saber que te ha convocado hasta aquí para aprovechar la gran oportunidad que la providencia nos ha brindado. El enemigo no quería que sucediera esto. No lo tenía… planeado. No tiene influencia sobre los espíritus que viajan al Reino sin Retorno.

-¿Qué quieres decir?

Page 72: Babylon Days

72

-Que los dioses no podían enviarte mensajes, no mientras permanecieras en tu cuerpo. Ahora sí pueden, y quieren aprovechar la ocasión. Creen que una vez despiertes de vuelta a la vida no habrá más oportunidades.

Aquello encajaba con la insistencia del sacerdote en enseñarme a sentir a los dioses, aun cuando a mí no me interesaba aprenderlo. Probablemente había estado intentando eliminar esa barrera, y así decidí decírselo a mi supuesto hermano.

-Me están enseñando a superar eso. Seguro que a la larga no habría sido necesario que me cayese un almacén encima.

-La Reina opina que sí lo habría sido. Aprender a sentir a los dioses no equivale a recibir sus mensajes.

-¿Y qué es lo que la Reina quiere decirme ahora que puede? -El sentido de lo que te está ocurriendo. La verdad. Pero opina que no la

creerías, no a estas alturas. Que sería contraproducente decírtela. Y no es vital que la sepas.

-¿Quién es ella para decidir lo que creería y lo que no? ¡Que tenga agallas y me lo diga!

-La Reina Ereshkigal lamenta que reacciones así. Le gustaría darte paz si se lo permitieras.

-¡Pues no voy a permitir nada! ¡Quiero saber de una vez qué es lo que quiere de mí!

-Pobre hermana. Hay tanta oscuridad en tu alma… Has sufrido demasiado, y estás destinada a sufrir más. Sólo espero que eso no acabe destruyéndote.

-¿Me vas a decir por qué estoy aquí, o preferís seguir compadeciéndoos de mí? -¿Recuerdas la historia de Apsu y Tiamat? Parpadeé confusa. No me había esperado una pregunta así. -¿A qué viene eso? -Es vital. Fue como el gran Marduk creo los cielos y la tierra y consiguió la

legitimidad como rey de toda la Existencia. -¿Y qué importancia puede tener algo así en la lucha contra mis enemigos? -Toda. Aquello también fue inesperado. No creí que fuera a ser tan contundente. -Explícamelo. -Lo verás cuando llegué el momento. Ahora me temo que estás a punto de

despertar. Simplemente recuerda. Recuerda a Tiamat. Adiós, hermana. Volveremos a vernos, tarde o temprano.

-Espera. Aún quiero que me digas… No pude terminar la frase. Empecé a sentir cómo me elevaba, mientras las

prendas que había entregado en las puertas iban apareciendo una a una en mi cuerpo, como si nunca me las hubiera quitado. Cada prenda me volvía más ligera y veloz, y ascendí hasta el cielo cada vez más y más rápido. La presencia, la influencia de la diosa Ereshkigal se desvanecía y creí sentir que me estaba diciendo adiós. O hasta pronto.

Atravesé un umbral invisible, pasé de un estado del ser a otro. Desperté, y al hacerlo olvidé casi todo lo que había vivido o aprendido en Irkalla. Sólo me quedaba la vaga sensación de haber vuelto a ver a mi hermano.

Page 73: Babylon Days

73

19 Había pasado varios días en coma, como si ésta fuera una maldición que toda la

familia debía atravesar tarde o temprano. A nadie se le escapaba la increíble coincidencia que suponía el que ambos hermanos hubiesen sufrido accidentes con la misma consecuencia. Incluso parecía ser que los médicos tampoco habían tenido demasiada esperanza en mi despertar, aunque éste había acabado dándose mucho antes que en el caso de mi hermano.

No hay palabras para describir cómo se debió sentir mi madre. La muerte de mi padre, el coma de Mateo, el despertar, la recaída, mi depresión, mi supuesta locura y ahora mi coma y mi despertar… Era abrumador pensarlo. Fue entonces cuando me di cuenta de que durante los últimos meses había estado demasiado centrada en mis propios sentimientos como para pensar en los de ella, en lo que sentía al margen de que supiera o no la verdad. La primera vez que nos vimos desde mi despertar nos abrazamos y lloramos juntas. Su miedo hacia mí se había desvanecido, convertido en poco más que el recuerdo de una tontería de mal gusto. Prometí preocuparme más de lo que sintiera, recuperar en la medida de lo posible la relación que tenía antes con ella.

La cara de Mateo tenía grabados los signos de la profunda preocupación que había sentido por mí. Aún estaba algo pálido y desmejorado, y sus ojeras eran las mayores que le había visto nunca. Estaba claro que había temido seriamente por mi vida. Una vez que estuvimos a solas me dijo que me había fallado, que esta vez no había podido protegerme. Le perdoné por ello (de hecho no creía que hubiera nada que perdonar), pero él siguió atormentándose. Le ayudé a consolarse con un abrazo, y él lo aceptó con una pasión casi desesperada, como temiendo que fuera el último.

Yo estaba extrañamente esperanzada, incluso más que tras el sueño con mi hermano. Haber estado al borde de la muerte me había permitido ver las cosas desde otra perspectiva. Sentía que había hecho varias cosas mal, como no atender a los sentimientos de mi madre salvo en la medida en que estos habían interferido con mi historia con Mateo, o no tratar de disfrutar de mi tiempo con Laura. Había tratado de no pensar en ello, pero ahora me parecía obvio que mi amiga, mi pobre amiga, que no sabía casi nada de lo que le había sucedido, que apenas era consciente del terrible cambio que había sufrido, se entristecía al verme triste. Creo que sospechaba que el motivo estaba relacionado con ella. Pese a su falta de energía aún pensaba, sentía, se preocupaba por mí, y yo la había visto como poco más que un cadáver, como si realmente la hubiera perdido. Mateo tenía razón. Seguía ahí y me quería. Tenía que aprender a valorar el tiempo que pasase con mis seres queridos; podían acabar matándome definitivamente tarde o temprano, pero sentía que hasta entonces debía hacer las cosas lo mejor posible.

Le conté mi nueva perspectiva a mi amado para ver si eso ayudaba a animarle, y aunque no pareció dar mucho resultado me felicitó de corazón por ello.

Mis amigas fueron a verme al hospital en cuanto pudieron tras enterarse de la buena noticia. Para entonces ya había tenido esas reflexiones sobre mi actitud, así que en cuanto vi a Laura le di un abrazo de honesta alegría. Ella sonrió en respuesta, y por primera vez desde su cambio me pareció que había sonreído sinceramente. El resto de mis amigas no tardaron en hacerme preguntas sobre cómo se había dado aquel supuesto accidente; confirmé su hipótesis de que había ido allí para investigar sobre lo que le había sucedido a Laura, y aunque no supe explicarles cómo se había derrumbado el almacén les dije que sospechaba que los culpables habían sido los mismos que en el otro caso. Ellas me echaron la bronca por haber vuelto a un lugar que en retrospectiva veían como peligroso, como si se trataran de madres amonestando a su hijo por haber hecho

Page 74: Babylon Days

74

una tontería arriesgada. También me dijeron que a mi salida del hospital organizarían una buena fiesta, con la condición de que dejase el caso en manos de la Policía.

La víspera del día de mi alta tuve un vago sueño del que sospechaba que

consistía en los restos de un recuerdo. Lo único que saqué de aquello fue el saber que por fin había sentido sin ningún lugar a dudas a una diosa. Al día siguiente se lo comenté a Mateo antes de salir del hospital, aprovechando que mi madre se había detenido a hablar con parte del personal.

Aquello le produjo curiosidad, aunque aparentemente también cierta preocupación. Por lo visto pensaba que podía tratarse de algo negativo, aunque yo no entendía el porqué. Me preguntó si recordaba a quién había sentido, y le dije que sólo recordaba la palabra Reina y su relación con un lugar en el que había vuelto a ver a mi hermano.

-¿Puede ser la Reina Ereshkigal? ¿Te suena? -Sí, ahora que lo dices sí me suena. -¿Estás segura de que era ella de verdad? ¿O crees que podría tratarse de un

engaño de nuestros enemigos? -Vaya pregunta. No tengo forma de saber eso, y menos cuando prácticamente no

recuerdo nada del suceso. No se veía que su preocupación hubiese disminuido mucho, pero no me hizo

más preguntas ni me dio explicaciones. Una vez fuera del hospital no tardé en verme obligada a informar a la Policía de

mis supuestas sospechas de que el derrumbe del almacén había sido provocado. Sabía que no iban a averiguar nada, pero era lo que tenía que hacer. Mis amigas y yo celebramos la fiesta prometida, y para mi sorpresa vi que también habían acudido los amigos de mi hermano. Mateo había vuelto a descuidarlos bastante en las últimas semanas, aunque de vez en cuando hacía ciertos esfuerzos por mantener el contacto. Me dijeron que estaban ahí porque no les parecía bien celebrar el fin de un coma en la familia Gómez e ignorar el otro. Les agradecí el detalle, aunque me incomodaba un poco ver a Ana y pensar en que le había “robado” a su amado. La idea de una fiesta en mi honor se me hacía algo rara después de haber atravesado una época de desánimo tan profundo, pero la disfruté mucho.

La relación con mi madre se hizo bastante más estrecha. Pasaba más tiempo con ella, hablábamos más (tanto de tonterías como de temas más trascendentes), trataba de animarla si la veía particularmente desanimada… A veces, cuando veía la expresión en el rostro de Mateo, llegaba a darme la impresión de que sentía celos de ella, pero prefería verlo como una tontería salida de mi imaginación. Al fin y al cabo fue él el que me dijo que debía tenerla más en cuenta.

También empecé a disfrutar más de quedar con mis amigas. No podíamos recuperar totalmente el espíritu de otros tiempos más felices, pero estar con ellas era agradable. Ya no dependía tanto de Mateo. Cada vez iba pareciéndome más a mi antiguo yo, el de antes de que el mundo se volviera loco.

Poco después recibí una nueva fecha para la cita con el psiquiatra, que había sido aplazada por el accidente. Fue relativamente breve: llegar, responder a varias preguntas y recibir la receta para los antidepresivos. Los compramos en una farmacia de vuelta a casa; yo ya había tomado la firme decisión de ir tirando las pastillas al retrete una a una, cada vez que tocara tomar la dosis. Temía que mi madre fuera excesivamente vigilante y quisiera verme tomándolas, pero siempre quedaba el recurso de meterlas debajo de la lengua hasta que pudiera deshacerme de ellas. No fue necesario; cuando llegó la hora de

Page 75: Babylon Days

75

la dosis mi madre me recordó que debía tomármela, pero no se molestó en ver cómo lo hacía. La mejora en la calidad de nuestra relación había hecho que confiara lo suficiente en mí. Me dolió un poco tener que traicionar dicha confianza, pero era preferible a tomarse esa droga.

El tema de nuestros enemigos seguía siendo preocupante, incluso más que antes, pero ya no estaba tan obsesionada con ellos. Quería centrarme en las relaciones con mis seres queridos, vivir la vida lo mejor que pudiera mientras pudiera. Aun así, me percaté de que el derrumbe del almacén había estropeado la principal pista que teníamos. Mateo ya no podía realizar el hechizo de localización; decía que era necesario un eco mágico fuerte como el que habían dejado en ese lugar, pero lo habíamos perdido. De todos modos no me pareció una gran pérdida, porque no nos había servido más que para que nos tendieran una emboscada. Esas alimañas eran demasiado buenas ocultándose, con hechizos de localización o sin ellos. Nuestro papel nunca había cambiado, siempre habíamos sido los que esperaban sentados a recibir los ataques. Suponer lo contrario era pura ilusión. Lo único que quedaba era esperar a que hubiera una auténtica oportunidad para contraatacar, si es que tal cosa era posible. El resto era vivir nuestra vida, pura y simplemente.

Tuve otro sueño reminiscente de mi estancia en el inframundo. Me permitió

recordar que el lugar en el que había estado era Irkalla sin Retorno, además de lo que mi hermano me había dicho sobre cómo estaban impidiendo que los dioses contactaran conmigo. Se lo conté a mi amado para que me diera su opinión sobre el asunto.

-Es… interesante. No se le veía muy impresionado. -Ya sabemos que puede tratarse de un engaño, pero ¿y si es cierto? ¿Y si

realmente quieren enviarme algún tipo de mensaje que no puedo recibir? -Lo que dices es teóricamente posible, salvo en el caso de los espíritus

desencarnados en Irkalla. Si quieren comunicarse contigo ya han tenido la oportunidad de hacerlo.

-De hecho creo que lo hicieron, pero no puedo recordar qué fue lo que me dijeron. ¿Por qué no puedo hacerlo?

-Digamos que Irkalla sólo está pensado como lugar en el que entrar, nada de salir. Así que, aunque tu espíritu salió con relativa facilidad, tus recuerdos lo tienen un poco más difícil. Imagino que tarde o temprano lo recordarás todo, pero tendrás que esperar para hacerlo.

-Entonces, ¿no crees que se trate de un engaño? -No he dicho eso. Aunque reconozco que de serlo se trataría de algo

sorprendentemente elaborado. -¿No puedes comprobar si es cierto? ¿Ver si realmente hay algo que me impida

recibir mensajes divinos? -Me gustaría, pero eso es algo que sólo los propios dioses pueden saber. Espera a

recordarlo, simplemente. -Lo que hacemos siempre. Esperar. -Lamento no poder servir de más ayuda. -No es culpa tuya. Tú haces todo lo que puedes. -Eso es cierto. No sabes hasta qué punto lo es… Había veces en las que quería llevar más allá mi aprendizaje sobre cómo sentir a

los dioses. Sin recurrir a Mateo, me sentaba con los ojos cerrados y trataba de percibir las corrientes ocultas en el flujo del universo, las fuerzas que presuntamente dirigían

Page 76: Babylon Days

76

todo lo que conocíamos. A veces, sólo a veces, notaba algo, pero cuando ocurría era muy significativo. Mi amor por Mateo y mi odio hacia nuestros enemigos unidos en una sola fuerza, por ejemplo. O la majestuosidad de la Creación representada en una entidad, como una especie de rey o emperador. Una vez traté de sentir la clase de maldad que podría haber detrás de los actos de nuestros enemigos, pero aunque creí percibir algo (la sombra de un odio infinito y primordial) no pude ir tan lejos como en los otros casos. Casi parecía un producto de mi imaginación, una impresión que no me dieron las otras sensaciones por resultarme de una esencia peculiarmente similar a la de mi experiencia con la Reina Ereshkigal. Nunca le había preguntado a Mateo a qué dios o dioses servían aquellos monstruos, pero nunca me había parecido necesario hacerlo. Simplemente era Mal en su estado más puro. Sin embargo, cuando noté aquel inquietante odio no pude evitar preguntarme de dónde procedía, si es que era real.

Page 77: Babylon Days

77

20 Estaba de nuevo en Irkalla. Por primera vez desde mi despertar del coma veía

con claridad lo que había a mi alrededor; el yermo infinito, los muertos con sus tocados de plumas, mi hermano con la cara podrida. Volvía a sentir las mismas emociones que entonces; el miedo, las nauseas, la presencia de la Reina Ereshkigal acechándome. La misma conversación, palabra por palabra, hasta el punto en el que preguntaba si iban a decirme por qué estaba ahí o preferían seguir compadeciéndose de mí. Entonces hubo un cambio, aunque en ese momento no lo supe porque lo viví como algo tan cierto como el resto del sueño.

Mi hermano sonrió. Era una sonrisa terrible, cargada de un regocijo diabólico, como si fuera una bestia que sólo deseaba mi sufrimiento. Hasta ese momento su expresión no había cambiado en lo más mínimo. Empezó a hablar, y aunque el terror me invadía y no quería oír lo que tuviera que decir sus palabras se clavaron en lo más profundo de mi alma sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

-Nuestra madre va a venir al Reino sin Retorno, hermana. Va a morir. No podía, no quería asimilarlo. Medio aterrada y sin saber lo que estaba

haciendo, me giré a mi alrededor y vi que había muertos por doquier clavando su mirada en mí, todos con la misma insoportable sonrisa. Grité con todas mis fuerzas, y se llevaron el dedo a la boca sin dejar de sonreír.

-Tranquila, María. Ya te he dicho que la Reina no quiere miedo en su reino. La presencia luchaba por tranquilizarme, incesable pero paciente, como sabiendo

que estaba destinada a vencer la lucha más temprano que tarde. -¿Por qué sonríes? ¿¿Por qué sonríes?? -Se está tan solo aquí abajo, María… -¡¡Tú no eres mi hermano, impostor de mierda!! Los muertos borraron su sonrisa al oír aquello y volvieron a sus expresiones

neutras de antes. -Qué triste es que ya no puedas reconocer ni a tu propio hermano. ¿No me oíste

en la psicofonía aquella? No imaginas lo que me costó que mi voz saliera más allá de Irkalla. Aquello me granjeó la ira de la Reina, y total, ¿para qué? Me ignoraste. Mi regreso al mundo estaba en tus manos, y has estado impidiéndolo. ¿Te gusta besar su carne mientras mi espíritu se pudre aquí? ¿Te excita el hecho de que el alma de tu hermano haya sido sustituida por el hombre de tus sueños? ¿Por qué no te lo has tirado aún? Deja que el semen del cuerpo que me robó penetré en ti, y vuestra unión será completa.

-Cállate. No quiero escucharte... Empezaba a sentirme como si me hubieran drogado. La presencia estaba

ganando. -Hay una solución. Haz lo que te pedí y mata a ese bastardo. Demuestra que

valoras más a tu familia que a él. ¿No te gustaría que la pesadilla terminara? ¿No te gustaría que todo volviera a ser como era antes de mi accidente?

Ya ni siquiera tenía fuerzas para responder. Intenté negar con la cabeza, pero de algún modo ésta hizo lo contrario y asintió.

-Pues claro que sí. Quién sabe, tal vez incluso se planteen devolver a tu amiga Laura a su estado original. Tienen que pensárselo, porque eso es un castigo por no haber cumplido sus exigencias en el pasado. Es culpa tuya.

El suelo empezó a alejarse de mí, aunque no le concedí ninguna importancia al hecho. Ya nada importaba. Sólo sentía la paz de ultratumba. Mi hermano alzó la mirada hacia mí.

Page 78: Babylon Days

78

-¿Lo recordarás, María? Es importante. La Reina y el resto de los dioses esperan que hagas lo correcto. La familia antes que cualquier impostor. Son las normas.

Las prendas volvieron a mi cuerpo y desperté. -O sea, que al final se trataba de una visión producida por nuestros enemigos. -Por lo visto sí. La han usado para amenazar a mi madre. ¡Esos hijos de puta

quieren matar a mi madre! -Bueno, tranquilidad. No he leído nada en las estrellas, no es algo que esté

escrito. Podemos impedirlo. -Pues si te digo la verdad yo ya no estoy segura de lo que podemos o no impedir. -¿Y qué piensas hacer entonces? ¿Quedarte encogida en posición fetal esperando

a que pase lo que tenga que pasar? ¿Matarme como te han pedido? No supe qué contestarle. -¡Tú eras la que siempre hablaba de optimismo! ¿Qué es lo que ha pasado con

eso? Ten espíritu de lucha, joder. Se calló tras dedicar unos instantes a estudiar mi rostro, mientras el

arrepentimiento empezaba a marcar el suyo. -Lo siento. Ésta era mi lucha, no la tuya. Te viste involucrada por mí, has vivido

cosas terribles, y aun así siempre has sido la más fuerte de los dos. Es perfectamente normal que estés así, he sido demasiado duro contigo.

-No… Da igual. Llevas razón. Tenemos que ser fuertes. Tengo que confiar más en tus capacidades. Por lo que he oído, alguien con el título de Qingu no puede ser vencido fácilmente.

Por un momento pareció pensar que lo había dicho con ironía, pero no había sido así. Cuando se dio cuenta me dedicó una calida sonrisa.

-Así me gusta. Verás como al final no ocurrirá nada. Nos dimos un largo y fuerte abrazo. Me besó en la boca, por toda la cara, en el

cuello. Me dejé hacer mientras le acariciaba la espalda. Por unos instantes asomó ligeramente el terrible recuerdo de las palabras de mi falso hermano en Irkalla, pero no tuve demasiados problemas en reprimirlo. Tal vez sí era tan fuerte como decían. Tal vez no tenía tanto que envidiar a la antigua Laura. Durante los últimos meses me había hundido a menudo, pero como había dicho Mateo eso era lo más normal del mundo. Estaba segura de haber sido sometida a más estrés en menos de un año que mucha gente en décadas.

De repente me vino un tema inesperado a la cabeza. -Entonces… no es cierto que sintiera a Ereshkigal. -¿Mmm? Dejó de besarme y me miró ligeramente sorprendido. -He creído sentir a otros dioses, pero ya no estoy muy segura de que no fuera mi

imaginación. -¿Por ejemplo? -No sé. Puede que el más interesante fuera uno que parecía puro odio. Pero dudo

que fuera real. -¿Puro odio? -Sí. ¿Te suena? ¿Hay alguno así? Su expresión era extraña, como si no supiera bien cómo reaccionar. -No estoy seguro… -¿No? Qué raro, creía que eras un experto en esas cosas. Bueno, no importa. Y seguimos con los mimos, aunque no podía evitar la sensación de que se habían

vuelto más fríos y artificiales que antes de mi interrupción.

Page 79: Babylon Days

79

Tras haber tenido aquel sueño estreché la relación con mi madre hasta un extremo casi obsesivo. Intentaba estar con ella todo el tiempo posible, incluso a costa de quedar bastante menos con mis amigas. A veces llegaba a preocuparse por ello, pero creía que mis sonrisas y mi buen ánimo bastaban para tranquilizarla. No me había visto particularmente deprimida desde que empecé a tomar las pastillas, y estaba segura de que pensaba que me estaban haciendo efecto.

Así las cosas, me llevé una desagradable sorpresa el día que me descubrió tirando una por el retrete. Por lo visto había sospechado lo suficiente como para ir a mirar lo que estaba haciendo. Yo no noté que estaba ahí hasta que oí su grito.

-¡¡María!! ¿Qué es lo que estás haciendo? Di un respingo y me di la vuelta, asustada. -Mamá, yo… Tenía la cara completamente roja. Parecía estar sintiendo una fuerte mezcla de

emociones. Callé, intimidada. -¿Eso es lo que has estado haciendo con las dosis? ¿Tirarlas por el retrete? -Mamá, déjame intentar explicártelo… -No hay nada que explicar. ¿Es que no entiendes que son por tu bien? ¿Cómo

esperas curarte así? Empecé a enfadarme, aunque en principio no hubiera nada más lejos de mi

intención. -¿Curarme? ¿Es que no me has visto bien estos últimos días? Hemos estado

mucho tiempo juntas. ¿Has visto, aunque sea por un solo instante, una señal de que estuviera enferma?

-Últimamente has estado demasiado pendiente de mí. Como si temieras perderme en cualquier instante, como si estuvieras disfrutando de tus últimos momentos conmigo.

-Bueno, ¿y qué si fuera así? ¿Debo recordarte que se me cayó un almacén encima? ¿Que estuve a punto de morir?

Me arrepentí de aquellas palabras prácticamente al instante de pronunciarlas, pero el daño ya estaba hecho. Le había dolido profundamente, y me miraba como si no me reconociera.

-¿Insinúas que soy capaz de olvidar algo así…? -Mierda, mamá, no… No quería decir eso. Perdóname… -A partir de ahora me ocuparé de vigilar personalmente que te las tomes. No

permitiré que esto vuelva a pasar. Intenté replicarle, pero me fue imposible encontrar algo que pudiera decirle.

Desde su perspectiva era lo que debía hacer, y yo no podía cambiar eso. -Tómate una. Ahora. No sé como me las arreglé para metérmela debajo de la lengua sin que

sospechara al instante de lo que había hecho, pero aun así tuve que esperar durante horas a que bajara lo suficiente la guardia como para poder deshacerme de ella.

Como es natural, nuestra relación se enfrió bastante después de aquel incidente.

Al día siguiente ya decía haberme perdonado, pero en su voz y expresiones se notaba que el dolor apenas había disminuido. Hice todo lo posible por aliviar la tensión, pero nada dio gran resultado. Me tranquilicé diciéndome a mí misma que era cuestión de tiempo, de que me viera tomar las pastillas durante un número suficiente de dosis como para que pudiera recuperar la confianza perdida. Hasta entonces no podía hacer nada, así que me centré en mis relaciones con el resto de mis seres queridos para no volver a perder las fuerzas.

Page 80: Babylon Days

80

Las cosas volvieron a cambiar una noche en la que me levanté para ir al baño. Salían luz y unos extraños ruiditos del salón y, curiosa, entré en él para averiguar quién estaba ahí. Una pequeña y temerosa parte de mí decía que posiblemente se tratase de uno de nuestros enemigos, que había logrado entrar en nuestra casa de algún modo, pero no le di mucho crédito.

Resultó ser mi madre, sollozando en el sofá. -¿Mamá? ¿Qué pasa? Ella, que no se había percatado de mi presencia, dio un respingo y trató de

tranquilizarse al instante, aunque sin mucho éxito. -No es nada, cariño. Una pesadilla, sólo eso. -¿Qué clase de pesadilla? -Prefiero no hablar de ello… -Vamos. Te hará bien contármelo. Tras unos instantes de súplica logré persuadirla, y me contó una escalofriante

historia en la que unos matones me secuestraban y me hacían cosas que prefirió no detallar. Al final me hacían un gran tajo con una navaja y me dejaban tirada en el suelo para que me desangrara.

Cuando terminó de contar le di un fuerte abrazo y dejé que llorara sobre mi hombro durante varios minutos. A partir de entonces empezó a ablandarse y a reducir su estricta vigilancia.

Tuve un sueño que me recordó el resto de mi visita al inframundo,

principalmente las conversaciones con los guardianes. Me pareció algo bastante irrelevante, porque ya conocía de sobra el supuesto propósito principal de aquella asquerosa visión, pero la historia estaba completa. El auténtico mensaje seguía oculto y olvidado.

Page 81: Babylon Days

81

21 -¿Qué es esto?-pregunté, pasando por mis dedos el trocito de cristal transparente

con forma de rombo que Mateo me había dado. Despedía un brillo extraño, casi como si no perteneciera del todo a este mundo.

-Un amuleto localizador. -¿Amuleto localizador? Explícate. -Es fácil. Si alguien ataca a la persona que lo esté llevando, se disparará una

señal mágica en la mente del creador que le permitirá saber dónde se está produciendo el ataque. Si se lo damos a tu madre podremos protegerla más fácilmente.

-¡Eso es fantástico! Pero, ¿por qué no me lo has dado antes? -He tenido que esperar a la configuración planetaria adecuada para poder

crearlo. La verdad es que hemos tenido suerte de que aún no hayan atacado. No quería hacer hincapié en ello hasta no tener una garantía de protección para no estresarte, pero lo cierto es que cada vez que la dejamos sola hay una oportunidad de oro para que la maten.

No pude reprimir un escalofrío al oír aquello. Llevaba razón, aunque me había negado a pensarlo.

-¿Y por qué no lo han hecho? -No lo sé. Tal vez están esperando a ver si al final decides matarme para acabar

con esto, pero no creo que valga la pena especular sobre ello. Lo importante es que a partir de ahora se lo vamos a poner más difícil.

Me dejé llevar por la alegría y le di las gracias una y otra vez mientras le cubría de besos. Él lo aceptó todo encantado, ligeramente contagiado por mi entusiasmo.

-Bueno, he hecho un agujerito en el cristal para poder meter un hilo a través de él y usarlo como colgante. Si se lo regalas como tal estoy seguro de que se lo pondrá con gusto.

-Sí, yo también lo creo. Ahora mismo voy a ello. Y así fue. Hice el colgante, se lo regalé a mi madre y se lo puso al instante, muy

agradecida por el bello e inesperado regalo aun sin saber el tremendo valor que tenía en realidad.

Y siguieron pasando los días, las semanas e incluso los meses, un periodo de

calma inusualmente largo. Sin amenazas, sin intentos de secuestro o asesinato, sin nada. Hubo dos visitas más al psiquiatra; en la primera me dijo que debía seguir tomando la medicación durante una temporada más, pero en la segunda me permitió dejarlo. Al fin podía dejar de engañar a mi madre, ahorrarnos el innecesario y absurdo gasto que nos suponían las malditas pastillas.

Llegó la tercera y última tanda de exámenes. Tanto Mateo como yo tuvimos unas notas geniales, y yo recuperé sin problemas mis suspensos. Y a diferencia de la tanda anterior, tanto mi madre como yo estábamos henchidas de orgullo por mi éxito. Nuestra relación se había normalizado completamente. Nuestras propias vidas parecían normales y corrientes.

Mateo y yo seguíamos disfrutando de un amor de ensueño, y tan feliz era por ello que mis amigas acabaron percatándose de la clase de historia que estaba viviendo. Les confirmé que tenía novio, y les tranquilicé asegurándoles que no se trataba del maltratador. Insistieron varias veces en que se lo presentara, pero como es lógico tuve que negarme por todos los medios. Tuve verdaderos problemas para pensar en excusas mínimamente convincentes, y más de una vez pensé que me habían pillado, que sabían que les estaba dando evasivas y les ocultaba algo raro. Pero nada de ello me preocupaba

Page 82: Babylon Days

82

seriamente. Aquellos problemas no eran más que minucias al lado de muchas de las cosas que había vivido por culpa de nuestros enemigos.

A veces tanto Mateo como yo nos preguntábamos por qué estarían tardando tanto, pero con el paso del tiempo la frecuencia de esas dudas disminuyó. Empezábamos a acostumbrarnos. Empezaba a bajar la guardia, algo que me había prometido a mí misma tiempo atrás que no volvería a hacer.

Llegó el viaje de fin de estudios y nos fuimos a Paris y Londres. Cuando surgió la idea tenía miedo de hacerlo, porque imaginaba que nuestra madre podría ser atacada en nuestra ausencia, pero Mateo me tranquilizó diciéndome que era sumamente improbable que actuasen estando él lejos, y que conocía varios hechizos de teletransporte por si las moscas. Fue una experiencia mágica; era la primera vez en mi vida que veía cosas tan maravillosas y emblemáticas como la Torre Eiffel o la Abadía de Westminster, y lo hice en compañía de Mateo y mis amigas. Apenas tuve momentos de intimidad con mi amado, pero los que conseguí fueron de los más felices que había vivido nunca. Una vez que pudimos escaquearnos para pasear juntos por las calles de la Ciudad del Amor, me dijo que deseaba que aquello no terminara nunca. Le respondí que yo sentía lo mismo, y nos dimos un maravilloso beso cargado de pasión y dulzura. Lo extraño fue que me pareció detectar algo de nostalgia en los rasgos de su rostro, pero lo achaqué a la conciencia de que aquella experiencia, en contra de nuestro deseo, iba a ser tristemente efímera.

Nuestra felicidad no terminó con el viaje. Hubo unos días de ligera tensión mientras nos preparábamos para la Selectividad, pero confiaba en lo que había oído sobre lo fácil que era y los exámenes terminaron dándome la razón. Tanto Mateo como yo salimos sumamente satisfechos, y todos celebramos aquel final con una gran fiesta de fin de curso repleta de alcohol, risas y algunas lágrimas por los que iban a abandonarnos para mudarse a otras ciudades, incluida una de mis amigas. Yo tenía pensado quedarme y estudiar Psicología, y cuando le conté esos planes a Mateo me dijo que él haría lo mismo que yo. Al parecer no tenía ni idea de qué hacer, y mi opción le pareció tan buena como cualquier otra.

La nota más amarga de la noche se dio tras terminar la fiesta, a altas horas de la madrugada. Mi amado y yo volvíamos juntos a casa, y él me pidió que nos detuviéramos en un parque desierto. Nos pusimos a besarnos, abrazarnos, acariciarnos, y estuvimos un buen rato así hasta que Mateo dio el paso de quitarse chaqueta y camisa.

-¿Qué piensas hacer? -¿Tú que crees?-contestó con una sonrisa picara, mientras empezaba a

desnudarme de cintura para arriba. Aquello no me parecía excitante. Me asustaba. -No tenemos condones…-dije, no por precavida sino como medio de defensa.

Para entonces ya me había dejado en sujetador. -Eso lo dirás por ti-contestó alegre, mientras sacaba una caja del bolsillo del

pantalón. -¡No! ¡No, por favor, no! Mi miedo se había hecho completamente manifiesto. Mateo me miraba perplejo,

sin soltar la caja. No se había esperado algo así. -¿María? Traté de serenarme para responderle. No se merecía que me alterara tanto, no era

su culpa. -Lo siento, cariño. Es que… no puedo hacerlo. No quiero hacerlo. No puedo

evitar que me venga a la mente el recuerdo de lo que me dijo mi falso hermano en Irkalla… Lo siento.

Page 83: Babylon Days

83

-Pero… Eso… Yo… Al comprobar que no le salían las palabras calló y permaneció varios segundos

en la misma postura. Me sentía terriblemente mal por haberle cortado de esa manera, pero es que me veía simplemente incapaz de hacerlo. Finalmente, volvió a ponerse las prendas que se había quitado y yo hice lo mismo con las mías.

-Tal vez con el tiempo… -Sí, sí, ya. Con el tiempo. El desagradable incidente no tardó en quedar prácticamente olvidado, al menos

por mi parte, si bien a veces creía notar una extraña tensión en Mateo que podía acabar contagiándoseme ligeramente. Sin embargo, en ningún caso llegaba a durar más de unos instantes y la felicidad volvía enseguida para ambos. Teníamos todo el verano por delante, y parecía que ya no había sombras en el horizonte. El mundo en nuestras manos, aunque fuera de forma modesta y limitada (los costes del viaje de fin de estudios habían sido demasiado grandes como para que pudiera permitirme volver a viajar).

Una mañana que en principio era como otra cualquiera, mi madre salió a hacer algunas compras mientras nosotros nos quedamos en casa. Aprovechamos bien el momento de intimidad, y aunque Mateo no había vuelto a sugerir lo de aquella noche habíamos empezado a hacer cosas desnudos, aunque nada más allá de besos en el pecho o caricias en las nalgas. Y de eso disfrutábamos ahora, dejando que pasaran los minutos sin pensar en nada más que el contacto y la compañía. Tan poco significado tenía el tiempo para nosotros en esos momentos que pasó una hora hasta que nos dimos cuenta de que mi madre estaba tardando bastante más de lo habitual en volver. Cuando lo hicimos empecé a preocuparme, pero como el amuleto no se había activado esperaba que se hubiera topado con algún imprevisto inofensivo, tal vez con una vieja amiga a la que hiciera tiempo que no veía o algo de eso. Mateo parecía más inquieto que yo, pero no tenía forma de saber lo que había ocurrido. Pasó el tiempo sin novedades y nuestro nerviosismo crecía, hasta que mi amado dijo unas palabras que nunca habría querido oír: que era posible que hubiesen desactivado de alguna forma el amuleto.

Antes de que me pusiera demasiado histérica me dijo que podía tratar de reactivarlo usando un vínculo mágico que le unía a él incluso estando inactivo. Le urgí a hacerlo, y dedicó unos minutos que se me hicieron eternos a concentrarse para hallar la conexión. Parecía tener serios problemas para lograrlo, pero cuando estaba empezando a perder la esperanza soltó una pequeña exclamación de triunfo que se vio rápidamente apagada ante la comprensión de lo que su nueva percepción suponía. La buena noticia era que había podido activar la señal. La mala, que el hecho de que ésta estuviera siendo emitida demostraba nuestras peores sospechas. Mi madre había sido atacada.

Page 84: Babylon Days

84

22 -¡Rápido, rápido! ¡¿Dónde está, joder?! -¡Estoy haciendo todo lo que puedo! Mateo y yo corríamos por la calle sin destino aparente, tratando de encontrar la

localización de la fuente de la señal. -Hay algo que me impide averiguar desde dónde está siendo emitida

exactamente. No es normal tener tantos problemas en hacerlo, pero ¿qué coño es normal con esta escoria?

-¡Hay que joderse con el gran Qingu, la gran esperanza del mundo! ¡Pero si no hacen más que tomarte el pelo!

-¿Es que acaso puedes hacerlo mejor tú? Porque no me importa invitarte a ello. Aquella carrera no tenía fin. Cambiábamos de dirección continuamente, a veces

incluso retrocedíamos. Parecía una broma de mal gusto. -¡Creo que estoy empezando a detectar el origen de la perturbación! -¡Aleluya! -Mierda. Fluctuaciones dimensionales… Se detuvo en seco, y aunque yo no quería parar (tenía que seguir moviéndome,

hacer algo, lo que fuera…) mi cuerpo agradeció el súbito descanso que aquello le ofrecía.

-¿Qué es lo que pasa? ¿Qué significa eso? -Que están en otro plano. La historia se repetía, y al hacerlo se burlaba cruelmente de mí. Pensé que nunca

les encontraríamos, que mi madre estaba condenada. No hay forma de describir la frustración que sentí en aquel momento.

-¡Mierda! ¡¡Mierda!! ¡¡¡MIERDA!!! Bajé la mirada, queriendo llorar y sin poder hacerlo, pero volví a alzarla al sentir

que Mateo me ponía una mano sobre el hombro. Su rostro estaba completamente sereno.

-He localizado el plano en el que se encuentran. No estamos tan perdidos como piensas.

Traté de calmarme, pero me costaba hacerlo. -¿Dónde… están? ¿Qué plano? -En el astral. Variante cuadruplicada de la configuración Nergal, segundo sector. -¿Cómo? -Te haría un mapa, pero no creo que sea el momento. -¿Y hay alguna forma de que podamos entrar? Me dijiste que tenías problemas

para acceder a otros mundos. -Creo que hay un portal abierto en alguna parte no muy lejos de aquí. Si no lo

hubiera habría sido aún más difícil detectar la señal, y prácticamente imposible hallar el plano de procedencia.

-¿Un portal?-pregunté, momentáneamente confundida-¿Por qué iban a dejar un portal abierto?

-¿No es obvio? Quieren que les encontremos, aunque nos lo hayan puesto tan difícil. Supongo que eres consciente de que si simplemente hubiesen querido matarla ya lo habrían hecho. Algo parecido a lo que ya te dije el día que te entregué el amuleto.

-¿Y dónde está ese maldito portal? Si es cierto que no esta muy lejos de aquí me extraña que no lo hayas encontrado aún.

Page 85: Babylon Days

85

-No es tan fácil. Las fluctuaciones dimensionales distorsionan la señal. He reconocido la huella distintiva del plano del que proceden y por eso he podido decirte cuál es, pero es complicado hallar más información.

Suspiré hondo. Estaba más tranquila que antes y había logrado descansar un poco, pero seguía sintiendo la urgencia de encontrarles.

-¿Qué hacemos entonces? -¡Reanudar nuestra carrera! Y eso hicimos. Seguimos corriendo de un lado para otro, buscando la posible

localización del portal como fuera. Por lo visto sólo podríamos encontrarlo a muy pocos metros de él.

De repente algo cambió, y Mateo empezó a moverse como si supiera adónde ir. Le seguí y no tardamos en llegar a la calle en la que se encontraba la iglesia a la que había recurrido para enseñarme a sentir a los dioses. Mi amado redujo el paso.

-¿Lo has encontrado? -He encontrado la señal de otro hechizo, pero creo que está relacionado con lo

que buscamos. -¿Qué clase de hechizo? -Mira a nuestro alrededor. ¿Notas algo extraño? Había varias personas más en la calle, y ninguna de ellas miraba en dirección a

la iglesia. Lo raro era que daban la impresión de estar evitando hacerlo. Intenté mirarla, pero al cabo de unos segundos desvié la vista. Tenía la impresión de que no debía perder el tiempo fijándome en ella, que no valía la pena. Era la cosa más sosa y anodina del mundo. Teniendo en cuenta eso, el comportamiento de la gente era perfectamente normal.

-¿Extraño? ¿Qué hay de extraño? Sólo veo una calle y un puñado de personas corrientes en ella.

-La iglesia. Fíjate en la iglesia. -¿Por qué debería fijarme en la iglesia? Es aburrida y estúpida, la antítesis de lo

interesante. -Creo que el portal está ahí. -Imposible. Ahí no. Cualquier sitio menos ése. -Ven conmigo. Tenemos que entrar. -¿Eres idiota? ¿Para qué quieres ir ahí, para santiguarte? Tenía entendido que no

eras demasiado cristiano. Por no mencionar que éste no es precisamente el momento más adecuado para algo así.

-Apostaría a que el portal está ahí, y si a ti te parece imposible es por el hechizo de ocultamiento que han utilizado. Sería capaz de convertir un rascacielos de oro macizo en el colmo de lo mediocre.

-¿Qué hechizo ni que gaitas? Si esa iglesia parece aburrida es porque es aburrida. No hace falta darle más vueltas.

Mateo inspiró y espiró durante unos segundos, como tratando de reunir paciencia.

-Acompáñame, por favor. No me obligues a gastar un poder que podría resultarnos muy útil allí dentro.

-Que no, joder. Tenemos que seguir buscando el portal, y esté donde esté te aseguro que no es ahí.

-María… Me miró fijamente a los ojos, y aunque su semblante era serio su mirada

desprendía un afecto y una ternura increíbles. Me amaba, y en aquel momento no pude evitar sentir que le amaba más que a nada en el mundo.

Page 86: Babylon Days

86

-María, ¿confías en mí? -Yo… -¿Confías en mí? No podía resistirme a aquella mirada. Deseaba besarle, abrazarle, olvidar lo

demás y creer por unos instantes que todo iba bien. Pero no podía ignorar que mi madre me necesitaba, y en lugar de cualquiera de esas cosas respondí a su pregunta.

-Sí. -Entonces acompáñame. Te lo ruego. -Está bien… Seguía sin entender por qué estaba tan empeñado en que fuéramos ahí, aunque la

idea del hechizo lo explicase de forma satisfactoria. Mi mente se negaba a considerar la posibilidad de que allí pudiera haber algo especial, pero mi corazón confiaba en Mateo. Le seguí hasta el umbral de la iglesia, y cuando penetró en él se desvaneció por completo. Aquello me dejó atónita; había sido muy extraño, y había ocurrido en un lugar que hasta entonces había parecido extremadamente anodino. Luché por darle sentido a aquella contradicción, y al fin la idea del hechizo se afianzó en mí. Entré, y cuando lo hice noté al instante que todo había cambiado. No habría sabido decir en qué consistía exactamente aquel cambio, y era una sensación demasiado rara como para poder describirla detalladamente, pero si algo estaba claro era que todo se había vuelto extrañamente distinto.

Al principio todo estaba muy oscuro y apenas podía ver, pero en cuanto di unos pasos mi visión empezó a aclararse. Distinguí las paredes, las formas de los bancos. Continué andando, y las sombras siguieron retirándose, muy poco a poco. A unos metros de distancia percibí una figura humana, y estuve segura de que era Mateo. Unos pasos más me lo confirmaron, y me permitieron ver más allá: el altar, y a su lado otras dos figuras. Una de ellas estaba de pie y la otra de rodillas. Aún no podía percibir sus caras.

-¿María?-preguntó Mateo sin volverse, y su voz sonó extrañamente débil y distorsionada. Me acerqué un poco más.

Fue entonces cuando empecé a oír los otros sonidos; al principio eran demasiado vagos y apagados como para averiguar de qué se trataba, pero para cuando alcancé a Mateo mi percepción se había aclarado lo suficiente como para distinguir el típico ruido que hace la gente amordazada en la televisión. Otro más fuerte lo interrumpió al instante: una voz femenina extrañamente ronca. Una voz que ya había oído antes, cuando me llamó al móvil tras el secuestro de Laura.

-Bienvenido, Qingu de Babilonia. Bienvenida, María Gómez. La figura de pie era una encapuchada al que no se le distinguía la cara. La figura

arrodillada era mi madre. Tenía el rostro congestionado por la angustia y el desconcierto, y la boca cubierta por una mordaza. Al verme gritó más fuerte.

-Os estaba esperando. Al fin podemos empezar.

Page 87: Babylon Days

87

23 -¡¡Suelta a mi madre, zorra de mierda!! La encapuchada no dio muestras de haberme oído. Se volvió hacia Mateo, que

permanecía callado como una estatua, con la tez ligeramente pálida y una expresión totalmente neutra. Al notar que le estaba observando me dirigió brevemente una mirada como para pedirme silencio, y decidí obedecer y contener mis ganas de seguir gritando. Era un gran esfuerzo, pero lo llevé a cabo.

-El elegido del culto que se oponía a nuestras fuerzas, nada menos. Creíamos que habíais perecido, que estabais extintos. Creíamos que de Babilonia sólo quedaban piedras e historias que nos olvidaron. No esperaríamos que fueras ni remotamente consciente de lo mucho que nos sorprendió descubrir tu regreso a este mundo. Estábamos convencidos de que Irkalla te había tragado, como a todos los que conociste en los viejos tiempos. ¿Cómo escapaste? ¿Por qué tardaste tanto en hacerlo?

-Esos asuntos no te conciernen, demonio-contestó con un tono profundamente despectivo, aunque sin mostrar la más mínima emoción en su rostro.

-Lograste sorprendernos, sacerdote. Hiciste algo que jamás habríamos previsto. Fue algo completamente excepcional, y por ello diríamos que sí nos concierne. Más que ninguna otra cosa de las que podríamos preguntarte.

-Pues no tengo intención de responderos. -Vaya, desafiante hasta el final. Porque sabes que esto es el final, ¿no es así? ¿O

prefieres creer que puedes vencernos? Si es así te diremos que nuestro poder no ha cesado de aumentar desde tus tiempos. Que hasta ahora sólo hemos estado jugando contigo. Tu reaparición fue lo único que logró sorprendernos. Todo lo demás ha estado bajo nuestro control, en todo momento, de formas que no creemos que puedas imaginar. La esencia de nuestro espíritu no ha cambiado, pero nuestras fuerzas están más allá de tus sueños. Tú eres una sombra del pasado, y nosotros aquellos que moldean presente y futuro.

-Eso habrá que verlo. -Y lo verás, por supuesto. Y en cuanto a esa chica tan impetuosa a la que has

arrastrado en nuestros juegos… La encapuchada se volvió hacia mí, y aunque no podía distinguir nada de su

rostro sentí de algún modo la fuerza de su mirada. -¿Nos reconoces, niña? Somos la sombra que acecha tus sueños. Somos la

oscuridad que penetra en tu alma. La victoria será nuestra porque no puede ser de otro modo. El espacio y el tiempo nos pertenecen.

Sus palabras me habían intimidado profundamente, pero tragué saliva y logré reunir fuerzas para hacer las preguntas que me carcomían.

-¿Quiénes sois? ¿Por qué hacéis todo esto? Mateo me miró con severidad, prácticamente diciéndome sin palabras que no

tenía que haber hablado. La encapuchada calló durante unos momentos, como si quisiera meditar la respuesta. Cuando volvió a hablar su voz sonó distinta, algo menos ronca. Me resultó familiar, muy familiar.

-¿Por qué hacemos lo que hacemos? Por la victoria. La victoria es nuestro deseo y destino. No dar los pasos necesarios iría en contra de nuestra naturaleza más profunda y cambiaría por completo la finalidad del universo, a una que no puede ni debe existir. ¿Quiénes somos? Dejaremos que lo averigües por ti misma.

Y entonces se quitó la capucha. No sé muy bien qué esperaba ver, pero creo que mi subconsciente lo sabía y me lo advirtió. No podía escuchar lo que me decía, no podía

Page 88: Babylon Days

88

ser consciente de algo que iba en contra de mi imaginación y sentimientos, pero la visión me confirmó que tenía razón, que efectivamente conocía muy bien aquella voz.

El rostro de la figura era el de Laura. -¡No me puedo creer la cara que estás poniendo! ¡Es completamente hilarante!

Deberías verte en un espejo, créeme. -No… -Te has llevado una buena sorpresa, ¿verdad? Por tu expresión queda muy claro

que no te lo esperabas. No sabía cómo reaccionar a aquello. Sencillamente no tenía sentido. No había

forma de que pudiera encajar en mis esquemas, a no ser que fuera como un horrible truco para descolocarme.

Fue en ese momento cuando Mateo hizo amago de atacar, pero Laura o quienquiera que fuese bajó un brazo en respuesta. Aquello le paralizó por completo, congelando en el tiempo su intento de actuar.

-No tan rápido, sacerdote. Antes tu amada debe tomar la decisión que le pedimos. ¿Te acuerdas, María?

Sacó una daga de un bolsillo, y aunque no tenía rastros de sangre algo me decía que era la misma que se había utilizado con Laura. De algún modo, como si el mundo se hubiera vuelto al revés, ahora era ella la que la tenía. Se agachó y la puso contra el cuello de mi madre, que empezó a llorar en respuesta. Todo estaba siendo tan extraño e impactante que aunque me horroricé al ver lo que estaba ocurriendo, también tuve la misma sensación que había tenido con el ataque del rabisu de que aquello no era real. ¿Cómo habría podido creerme del todo a mi mejor amiga amenazando de muerte a mi madre? Ni siquiera la idea de una impostora con un rostro falso me sacaba de aquel ensimismamiento.

-Vas a tener cinco segundos para decidir quién de los dos muere. Si no dices nada, sencillamente daré por supuesto que habrás elegido a tu madre. ¿Conforme? Empieza la cuenta atrás. Cinco…

Una parte de mí me gritaba que debía actuar, aunque no sabía cómo. -Cuatro… Otra parte de mí seguía viendo todo aquello como una horrible ilusión. Era

difícil hacerla reaccionar. -Tres… Tenía que hacer algo cuanto antes. Logré tomar la decisión de correr hacia Laura

y quitarle la daga, pero mis pies no la obedecieron. -Dos… No iba a dejar que tomara una tercera alternativa. Debía decir algo, condenar a

alguno de los dos, pero ¿cómo demonios esperaba que hiciera eso? Los dos eran imprescindibles en mi vida.

-Uno… Debía condenar a Mateo. Mi madre era mi madre, y a él le conocía desde hacía

menos de un año. Y además ocupaba el cuerpo de mi verdadero hermano. Tal vez volviera si él se iba. Abrí la boca para contestar.

-¡Cero! La daga rajó limpiamente el cuello de mi madre. Era un corte muy profundo,

mortal de necesidad. Intentó gritar, pero los borbotones de sangre que empezaron a manar de la herida ahogaron el sonido y se lo impidieron. Cayó al suelo y continuó desangrándose mientras la vida escapaba de su cuerpo entre espasmos.

Empecé a reír, primero suavemente y segundos después a carcajadas. Aquello era absurdo, imposible. Lo había visto, pero no podía haber ocurrido. Laura me miró

Page 89: Babylon Days

89

entre sorprendida y divertida; al parecer no había terminado de esperarse aquella reacción. Los segundos que siguieron ocurrieron muy deprisa, y mi estado emocional me impedía procesarlos adecuadamente. Mientras yo seguía riendo, Mateo se liberó de su parálisis y se abalanzó sobre Laura, que trató de defenderse volviendo a alzar el brazo. No debió de resultar muy eficaz, porque al instante siguiente el sacerdote ya le había derribado y arrebatado la daga. Después no sé muy bien qué pasó; algo relacionado con palabras y gestos extraños, como si aquel fuera un duelo de magos por ver quién lanzaba un hechizo más rápidamente. Creí ver un destello que no parecía proceder de ninguna parte, pero no estaba segura de que no fuera mi imaginación. Tampoco importaba.

Hubo una especie de forcejeo en el que Laura combatió con todas sus fuerzas, aunque éstas eran escasas y más aún a partir de que empezara a salirle sangre de la boca, probablemente a raíz del destello de antes. Creo que Mateo no tuvo que esforzarse demasiado. Al cabo de unos segundos ya había logrado dejarla tumbada en el suelo, con la daga clavada en el corazón. Reí más fuerte, aunque empezaba a faltarme el oxígeno. Mi amado se acercó a mí con cara de gran pesar y puso la mano sobre mi cabeza. Era tranquilizador, hasta el punto de que mi ataque cesó prácticamente al instante. Me calmé, sonreí y cerré los ojos.

Page 90: Babylon Days

90

24 Mis sueños fueron una vorágine de imágenes, reales e imaginadas, y de

sentimientos. A veces veía que no había pasado nada realmente malo en mi vida, que vivía con mi madre y mi hermano, disfrutaba de mi tiempo con la Laura de siempre y no había más preocupaciones a la vista que las que suponían los exámenes. A veces estaba Qingu en el lugar de Mateo y había algún tipo de amenaza acechándonos, pero también me sentía feliz porque era el amor de mi vida y sabía que siempre iba a protegerme.

Y otras veces veía cómo mi madre era degollada como un cerdo, una y otra y otra vez, como una pesadilla que no pretendiera tener fin. Y entonces trataba de gritar, pedir ayuda, hacer cualquier cosa con tal de cesar aquel bucle. Por suerte mi mente era misericorde, y acababa devolviéndome a alguna de mis visiones de una buena vida.

Un par de veces aparecieron unas imágenes más reales que el resto. Estaba en la iglesia, tumbada en el suelo y con la chaqueta de Mateo arropándome. Sentía que me ardía la frente, tenía escalofríos, pero mi amado estaba a mi lado, velando por mi salud con una adorable expresión de preocupación en su rostro. A su lado todo estaba bien.

No habría sabido decir por mi cuenta cuánto tiempo permanecí en aquel estado. Por lo que sabía aquella era mi vida, no una situación anómala que tuviera que terminar tarde o temprano. Pero terminó, y cuando desperté del todo el peso de la realidad cayó sobre mí. Mi madre había muerto. Había un cadáver con la forma de Laura en el suelo. Desesperada y ansiosa por negar todo aquello, me incorporé y sentí una enorme presión en la cabeza. Antes de que pudiera volver a tumbarme para tratar de aliviarla, Mateo me abrazó y dejó que me apoyara en él mientras me acariciaba el pelo y me besaba. Había lágrimas en sus ojos. Permanecimos así durante una eternidad, sin decir nada, sin saber qué podíamos decir ni desear averiguarlo, intentando que aquel silencio y la nada nos absorbieran.

Cuando Mateo se decidió a hablar me dijo que había estado muchas horas

durmiendo, con una fiebre alta que para aquel momento sólo se había curado parcialmente. Asentí por puro reflejo, sin que las palabras tuvieran significado para mí. Dejó pasar varios minutos más en silencio hasta que se atrevió a decirme que el cadáver que parecía de Laura era realmente el de Laura. Quise horrorizarme, preguntarle a gritos por qué la había matado en vez de salvarla, pero en vez de eso eché a llorar y enterré la cara en mis brazos. Mateo me abrazó de nuevo, y aunque su contacto me repugnaba no pude resistirme. No podía hacer nada más que quedarme en aquella postura y dejar que las lágrimas fluyeran, fuerte e incesablemente.

Cuando al fin pude tranquilizarme un poco me dijo que no había tenido más remedio, que nuestros enemigos se habían apoderado por completo de su ser y no había habido forma de recuperarla, que la auténtica Laura ya estaba muerta antes de que la daga se clavara en su corazón. También aclaró que seguramente habían podido poseerla de aquella manera gracias a lo que le hicieron hacía ya tantos meses en el almacén, porque generalmente era imposible hacer algo así e ir más allá del control a través de las cartas con escritura mágica. Eso último no me importaba lo más mínimo. Lo único que sabía era que la que había sido mi mejor amiga durante casi toda mi vida había muerto, y que no había sido culpa de Mateo. Que él había hecho lo que tenía que hacer.

Todo había perdido su sentido. Mis seres más queridos ya no estaban. Primero mi hermano, después mi madre y Laura. No sabía qué hacer ni a dónde ir. Estaba completamente perdida. Suponía que debía intentar hacérselo pagar a nuestros

Page 91: Babylon Days

91

enemigos, pero no sabía cómo. Hasta que, poco a poco, algo que mi amado dijo hacía ya bastante tiempo empezó a asomarse a mi memoria.

“Conozco la forma definitiva de vencerlos. Siempre la he conocido. Simplemente espero no tener que recurrir a ella. Jamás. Intentaré antes el resto de medios posibles. No me preguntes por qué. Aún no.”

-Mateo. -¿Sí?-contestó él, sorprendido de oírme hablar. No le había dicho nada desde que

me había despertado. -He recordado algo que me dijiste. -¿El qué? Por su tono de voz y su cara supe que sabía de qué estaba hablando, aunque me

hubiera hecho esa pregunta. -Sabes cómo vencer a esos hijos de puta, ¿no es así? Me lo dijiste. Un último

recurso. -Sí, así es-contestó con cierta reticencia. -¿De qué se trata? -No, María. No podemos hacerlo… Sé que ahora lo estás viendo todo negro,

pero se les puede derrotar de otras formas. -Y una puta mierda. -¿Cómo dices? Aquello le había dejado atónito, e incluso ligeramente asustado. Por lo visto no

había imaginado una respuesta como ésa, pero estaba segura de que sabía por qué lo había dicho.

-No sé qué valor tiene exactamente tu maldito título de Qingu, pero contra ellos no te sirve de nada. A tu lado son putos dioses. No tienes ni idea de qué hacer para derrotarlos, ni siquiera piensas que puedas hacerlo por mucho que te empeñes en hacerme creer lo contrario. No soy idiota.

-¿Es que acaso tienes idea de cuál es el método definitivo, de por qué no quiero hacerlo? ¡Porque dudo mucho que sea el caso, así que hazme caso si te dijo que lo mejor es olvidarse de ello!

-Han matado a mi madre y a mi mejor amiga. Sé que a ti no te importaban, así que no espero que lo entiendas, pero ahora mismo estaría dispuesta a hacer cualquier cosa para vengarlas. Cualquier cosa.

-¡¿Incluso a morir?! “Así que era eso”, pensé, con una indiferencia casi total. Apenas me había

impactado. Simplemente era algo que tenía sentido, una explicación bastante razonable a su reticencia.

-Eso es algo que tengo que decidir yo, no tú. -¿Es que te has vuelto loca? ¡Se trata de un sacrificio! ¡No puedes consentir en

algo así, tienes toda la vida por delante! -¿Y qué clase de vida sería ésa? Ya han destrozado casi todo lo que conocía y

amaba, y no pararan hasta destruirnos por completo. No se trata de un futuro que merezca la pena vivir.

Estaba profundamente serena, cosa que aunque pueda parecer extraña me resultaba perfectamente lógica. Había encontrado una respuesta a la situación, lo único que podía pedir, y no pensaba dejarla marchar. Eso era lo único que importaba.

-¿Y piensas que a mí no me concierne, ni siquiera un poquito? ¡Yo te amo, María! ¡Eres lo único que tengo, y no podría vivir sin ti!

-Claro que podrías. O al menos no sería peor que ver a mi lado cómo esos monstruos aplastan incesablemente nuestras vidas.

Page 92: Babylon Days

92

Me dio un beso, desesperado, tratando de transmitir con él lo que con las palabras no bastaba. Pude sentir toda su pasión, su angustia, su miedo a perderme. Fue conmovedor, y casi llegó a convencerme. Casi.

-Lo siento, pero me he decidido. Si el sacrificio es la única posibilidad de victoria elijo el sacrificio.

-¿Y si me suicidara yo? Eso también acabaría con tus problemas. -No seas ridículo. No sólo me harías sufrir a mí lo mismo que quieres evitar que

te haga sufrir a ti, sino que además no podríamos hacerles pagar lo que han hecho. Negó con la cabeza. No quería aceptarlo, pero en el fondo sabía que no le

quedaba otro remedio. Yo no descansaría hasta que lo llevásemos a cabo. -Explícame el método. Suspiró profundamente, algo que interpreté como una señal de que se había

rendido. -Es un sacrificio, como ya te he dicho, uno voluntario. Antes de realizarlo hay

que practicar un ritual preliminar: ceremonias, letanías, esa clase de cosas. La idea es que nada es más poderoso que la esencia vital, que además de la vida nos da la magia a todos los hechiceros. Si una persona se la entrega voluntariamente a alguien que sepa cómo utilizarla, bueno… se pueden obrar verdaderos prodigios. Incluso moldear el propio cosmos en contra de la voluntad divina. El que realiza el sacrificio se convierte en demiurgo, utiliza la naturaleza humana para alterar la cósmica aprovechando su interconexión. Esto consistiría en… abrirte por dentro y extirpar todo lo que hay en tu interior que representa el mal. Y con ello podría extirpar el mal que atenaza al mundo.

-Entiendo. Bien, empecemos. -No voy a lograr hacerte cambiar de opinión, ¿verdad? -¿No era ése tu sueño en Babilonia? ¿Extirpar el mal? -De acuerdo, de acuerdo… Estaba desolado ante la idea, y sus primeros movimientos para llevarla a cabo

fueron extremadamente lentos. Lo primero que hizo fue arrancar la daga del corazón de Laura, ir a la pila de agua bendita y lavarla ahí. Lo cierto era que no podía imaginar un instrumento más siniestramente apropiado para mi sacrificio que el mismo que había producido las muertes que me habían llevado hasta ese punto.

El agua bendita se tiñó de sangre, como un símbolo de las muertes que habían mancillado aquel lugar supuestamente sagrado. Pero nos disponíamos a purificar el mundo.

Lo siguiente que hizo, con la daga aún en la mano, fue realizar ciertos gestos parecidos a los que solían preceder a sus hechizos. Cuando hubo terminado se acercó hasta el altar y trazó un círculo en él con la punta de la hoja.

-¿Recuerdas el juramento que hicimos, María? ¿Cuando nos consagramos a dar la vida por la Gran Madre?

-Sí. Ahora sí. -Nunca pensé que acabarías cumpliéndolo literalmente. Ojala no hubiese tenido

que ser así. No era tu batalla. -No importa el pasado, sólo el presente y el futuro. -Desnúdate y túmbate en el altar. Obedecí. Estaba frío, y yo estaba enferma, así que no pude evitar una serie de

fuertes escalofríos cuando mi espalda entró en contacto con él. Mateo esperó pacientemente hasta que pasaron.

-Eres tan hermosa… -No creo que sea momento para halagos. Haz lo que tengas que hacer.

Page 93: Babylon Days

93

Y lo hizo, comenzando a recitar una larga letanía en su idioma. Era algo extraño, como ser testigo de mi propio funeral, aunque sin poder entender las palabras que me estaban dedicando. Lentamente comenzaron a subir de volumen, mientras el sacerdote realizaba gestos cada vez más pronunciados. Al cabo de unos minutos estaba gritando, alzando la mirada y los brazos al techo, al cielo más allá de él. El ambiente se había cargado, como si estuviera a punto de caer una tormenta, y sentía que podía percibir las corrientes mágicas que atravesaban la iglesia. Recorrían cada rincón de mi cuerpo, deseosas de explorar a conciencia la ofrenda.

Mateo empezó a recitar la misma palabra una y otra vez. Algo se agitó en mi cerebro. Conocía aquella palabra. Había leído una historia

sobre ella. “¡Tiamat! ¡Tiamat! ¡Tiamat! ¡Tiamat!” Recuerda la historia de Apsu y Tiamat, dijo una voz en mi mente. Una voz

extremadamente familiar. Realidad y ficción se debatieron en mi interior mientras el recuerdo verdadero de

mi estancia en Irkalla pugnaba por salir a la superficie y desmentir al falso. Fue una lucha muy dura; la ilusión se había afianzado durante meses y era muy persistente. Pero al final el bien triunfó, y mis esfuerzos dieron resultado.

Mi supuesto hermano no había amenazado con la muerte de mi madre. Me había pedido que recordara la historia de los dioses primigenios, del ser al que el gran emperador divino Marduk mató para crear cielo y tierra y legitimizar su gobierno del cosmos. Y no había podido obedecerle hasta ese momento.

“¡TIAMAT! ¡TIAMAT! ¡TIAMAT!” ¿Tiamat? -¿Por qué gritas tanto esa palabra? Mateo se detuvo. De algún modo me había oído pese a su constante y

ensordecedor griterío. -¿Cómo dices? Algo en su tono de voz me puso los pelos de punta, tanto que tuve que resistir la

tentación de quedarme callada y dejar pasar todo aquello. -Esa palabra… Tiamat. ¿Por qué la gritas tanto? Hubo un momento de silencio en el que pude ver cómo su ira iba aumentando.

Su cara enrojeció completamente, y cuando habló su voz sonó artificialmente serena. -No me interrumpas. -¿Disculpa? -¡¿Eres idiota o qué!? ¿¿Tan difícil es de entender?? ¡No me interrumpas! ¡¡NO

ME INTERRUMPAS!! ¡¿TIENES IDEA, TIENES UNA LIGERA IDEA DE LO IMPORTANTE QUE ES ESTO?!

Sentí un terror indescriptible al oír aquello. No sólo no le había visto nunca tan alterado como en ese momento, sino que no le veía el sentido a que reaccionara así después de haber mostrado tantas reticencias para llevar a cabo el sacrificio.

Él pareció darse cuenta de ello, porque trató de relajarse casi al instante. Tuve que esperar bastantes segundos hasta que lo logró.

-Disculpa. Disculpa, yo… no sé qué me ha pasado. Quise repetirle la pregunta, pero no me atrevía a hacerlo. Aún estaba asustada. -Tiamat. Tiamat, sí… es la Gran Madre, ¿nunca te lo había dicho? El nombre de

la Gran Madre. Aquellas palabras lograron darme las fuerzas que necesitaba para hablar. -¿La Gran Madre a la que adoras? ¿La Gran Madre por la que hicimos el

juramento?

Page 94: Babylon Days

94

-Sí. -¿Significa eso que tu diosa es la que intentó acabar con sus descendientes? ¿La

que murió a manos de Marduk, el material con el que fue creado el mundo? -Sí, eso es lo que significa. Bueno, continuemos… -No. -¿Cómo? Me incorporé y me levanté del altar. -No me gusta la idea de sacrificarme en nombre de una diosa muerta que fue

enemiga del emperador de la Creación. Mateo estaba boquiabierto, como si no pudiera dar crédito a lo que estaba

haciendo. Intentó responder, pero no le salieron las palabras. -¿Por qué pones esa cara? Tú no querías hacer esto. Mejor para ti, ¿no? -Pero ya hemos empezado-dijo al fin tras varios segundos más de vacilación-

Tenemos que terminarlo. No se puede dejar algo así sin terminar. -Pues yo creo que sí. -Esto es por el mensaje de Ereshkigal, ¿verdad? No le hagas caso. La historia de

la Gran Madre no importa nada en esto. No es más que otro truco de nuestros enemigos, quieren que desconfíes de mí.

-¿Ah, sí? ¿Y cómo sabes tú que Ereshkigal me transmitió ese mensaje si nunca te lo he contado? Yo no lo he recordado hasta ahora.

Silencio. La cara de Mateo era como una máscara haciéndose pedazos lentamente; de algún modo se podía ver que había sido una pura mentira hasta ese momento, y sólo entonces empezaba a volverse auténtica. No había amor por mí, o al menos no tanto como pensaba. No le importaba tanto que muriera como me había hecho creer. Llevaba mucho tiempo deseando realizar aquel sacrificio, y sus intentos por disuadirme de hacerlo habían sido pura farsa.

-Has fingido ser alguien que no eras, ¿verdad? ¿Quién coño eres tú? Puso la daga en el suelo, rebuscó en uno de sus bolsillos y sacó una hoja de

papel. La desdobló y me mostró su contenido, y aunque traté de apartar la mirada por todos los medios no fui capaz de ello. Era como si el mensaje me obligara a leerlo.

-Sé que no tienes por qué creerme, pero no quería que acabara de este modo. Quería que entregaras tu vida de forma totalmente voluntaria, y no sólo porque el sacrificio fuera a ser más potente así. Quería que murieras en paz, confiando en mí hasta el final.

El mensaje, con esa maldita escritura roja que tantas veces había visto ya, decía “Confía en el sacerdote y haz lo que te pide”

“Es por el beneficio del mundo”

Page 95: Babylon Days

95

25 No era nada sencillo resistir el impulso de volver a tumbarme en el altar y dejar

que todo siguiera su curso. Había estado perdidamente enamorada de aquel hombre durante meses, pese al serio impedimento que suponía el cuerpo en el que habitaba. Llevaba tiempo confiando incondicionalmente en él, pensando que era un héroe. Me había salvado la vida varias veces. Todo aquello provocaba sentimientos muy fuertes en mí, tanto que con la ayuda de aquel hechizo me hacía casi imposible tomar en debida consideración la revelación de que había estado mintiéndome. Todo sería mucho más sencillo y agradable si me limitaba a ignorarla y a dejar que todo siguiera como antes. Poco a poco, paso a paso, fui retrocediendo hasta donde debía colocarme para continuar con el sacrificio que tan torpemente había interrumpido. La parte de mi mente que trataba de resistir aquella compulsión gritaba desesperadamente, diciéndome una y otra vez que aquella persona no era de fiar, haciendo lo imposible por impedir que siguiera moviéndome hacia atrás. Tenía las de perder.

Y entonces la mirada se me desvió en dirección a los cadáveres. Al cuello cortado de mi madre, al pecho herido de mi mejor amiga. Y pensé que probablemente el sacerdote había tenido un papel en aquello mayor de lo que había querido admitir. Mis piernas seguían retrocediendo, casi por inercia, pero la parte de mi cerebro encargada de moverlas estaba cambiando de idea. No podía dejarme sacrificar sin averiguar hasta qué punto había sido responsable de las muertes. Hasta qué punto había sido él el que me las había arrebatado.

Logré detenerme. Mateo, visiblemente agitado, agitó el papel y las letras brillaron con más fuerza.

Cada vez era más difícil sustraerse de su influencia, pero tenía que hacerlo. Había cosas que debía saber. Pensé que no podía confiar en alguien que recurría a la persuasión mágica para que le siguiera la corriente, y aquel poderoso razonamiento me permitió resistirme lo suficiente como para poder pronunciar una orden, aunque a duras penas.

-Anula… ese hechizo… cabrón. Unas gotas de sudor recorrían su frente. Se daba cuenta de que no podía

vencerme, de que mi voluntad estaba destinada a imponerse. Pese a todo estaba dispuesto a tratar de impedirlo hasta el final. Darme cuenta de aquella rastrera insistencia me puso más furiosa y me dio más fuerzas.

-¡He dicho… que lo anules! -No puedo-contestó, y en su voz sonó una nota de arrepentimiento

aparentemente sincero que me hizo dudar por unos instantes-Tengo que persuadirte. Tengo que hacerlo.

Hice amago de retroceder, pero logré resistir de nuevo. -No lo vas a lograr, no así… Tienes que dejar que hablemos. No tienes… otra…

alternativa. -No puedo hablarlo. No lograría convencerte. Tiene que ser así. Tienes que

creerme. Confiar en mí es lo mejor para todos. -Entonces… ya no puedes hacer nada. Me acerqué hasta él y tiré para quitarle el papel de las manos. Él era más fuerte

que yo, no estaba enfermo y no tenía que luchar con una compulsión mágica, así que lo evitó con facilidad, pero aquello le hizo ver que no tenía sentido seguir con esa estrategia. Disipó el hechizo y tiró la hoja al suelo.

-Lo siento. De veras que lo siento. -Dime la verdad, ¿desde cuándo llevabas planeando mi sacrificio? -Desde que abrí los ojos en el hospital y te oí decir que Mateo había despertado.

Page 96: Babylon Days

96

Se le veía abatido, derrotado. Confesaba porque ya no tenía nada que perder. Cuando logré asimilar lo que me había dicho me entraron violentos escalofríos, y tuve que sentarme y taparme con la chaqueta de Mateo para contenerlos.

-¿Todo este tiempo? ¿Siempre has sabido que no ibas a lograr derrotarlos de otra forma?

-Sí-contestó, y al instante noté que pese a todo seguía ocultándome algo. ¿Qué podía ser? Reflexioné sobre todo lo que había ocurrido hasta ese momento,

y entonces recordé un detalle extraño al que hasta entonces no le había dado importancia; el terremoto en la India que tanto había llamado su atención tras el incidente de Laura.

-Tú sabes lo que le hicieron a Laura, ¿verdad? Cuando desapareció y la encontré en el almacén. Siempre lo has sabido.

-Sí. -¿Qué fue? Esperé unos momentos que se me hicieron eternos a que contestara. Parecía

ansioso por desahogarse, pero le costaba desprenderse completamente de la máscara que tanto se había trabajado.

-Un ensayo. -¿Un ensayo? ¿Para qué? -Para tu sacrificio. Me quedé totalmente desconcertada. No entendía nada. -Pero si eras tú el que iba a sacrificarme, para derrotarles… -Eso… no es del todo cierto. -Explícate. -María, tienes que saber que pese a todo… pese a todo te quería. De verdad. Te

quiero… -¡No me andes con ésas y explícate de una puta vez! -Nuestros supuestos enemigos no existen. Era yo. Siempre he sido yo. -¿Cómo? Aquello no tenía sentido, no podía tenerlo. Y sin embargo… daba la impresión

de que algunas cosas se explicaban mejor así. Recordé el sueño de Laura en el que Qingu se convertía en el encapuchado y le mataba con la disculpa de que no era nada personal, y antes de ése aquel en el que le decía que la historia sólo era de él y mía antes de sacar la daga. Probablemente habían sido mensajes de los dioses con la intención de advertirle.

-Tenía enemigos en Babilonia. La historia que te conté del enfrentamiento de mi culto con ellos, la de mi duelo con el sumo sacerdote… todo era cierto. Pero no sobrevivieron al paso del tiempo. Todo lo que queda de esa lucha soy yo. El perdedor de la batalla.

El hombre al que había amado, el impostor en el que aprendí a confiar… -¿Por qué…? La enfermedad me tentó a rendirme a sus brazos, caer inconsciente y olvidarlo

todo. Los escalofríos regresaron, aún más intensos que antes. -Porque necesitaba enemigos para una lucha, y necesitaba una lucha para el

sacrificio. -Todo lo has hecho tú… las muertes de mi madre y Laura… las has matado tú. -Lo hice por el Bien. En eso jamás te he mentido. Yo sirvo al Bien. Una parte de mí quería seguir escuchando las explicaciones, porque tenía el

derecho a saberlas. Otra quería sumergirse en la nada. Venció la primera, y seguí luchando para mantenerme consciente.

Page 97: Babylon Days

97

-¿Cómo puedes llamar Bien a algo que requiere métodos tan horribles? ¿Cómo… te atreves… a hacerlo?

-Algunos pensamos que el fin justifica los medios, sobre todo en algo tan importante como esto.

-¿Qué fin? ¿¿Qué fin?? ¿¿Para qué querías sacrificarme si no era para derrotar a los enemigos??

Mi energía iba en aumento, pero no estoy segura de poder llamar ira a aquello aunque lo pareciera. Era un sentimiento horrible e indescriptible.

-Tú sabes que la Gran Madre está muerta, ¿verdad? Y, siendo como es mi diosa… ¿qué deseo podría tener mayor que el de devolverle a la vida?

-¿Eso es el Bien? ¿A eso le llamas Bien? Esas palabras marcaron el fin de su actitud defensiva. Le habían ofendido

profundamente, del mismo modo que unos insultos a Alá podrían ofender a un musulmán radical.

-¡Claro que es el Bien! Te lo expliqué, ¿verdad? El Bien y el Mal tienen distintas facetas, se solapan tanto como se separan… Tengo que usar métodos malignos para hacer el Bien. Y hago el Bien, de una forma que tú no comprenderías. El sumo sacerdote y sus esbirros tampoco lo entendían. Sois demasiado necios para comprenderlo. Ellos dejaron que el orden divino imperante les lavara el cerebro. Vosotros sencillamente lo habéis olvidado todo, pensáis que mis creencias son falsedades para hombres primitivos, para dar una explicación absurda a cosas que no estábamos capacitados para entender. ¡Sois vosotros los que no entendéis nada!

-¿Y qué es lo que yo debería entender? -¡Que resucitar a una madre cuya vida fue vilmente arrebatada por sus hijos es

hacer justicia! ¿Qué derecho tenían? ¡Ella les creó! ¡Sin ella no habrían existido! ¿Recuerdas el odio que sentiste cuando intentaste encontrar al dios de nuestros enemigos? Ésa era Tiamat. Nos odia, odia a sus asesinos, y ese odio es el auténtico sentido de todo cuánto existe. El agravio primigenio.

-Tenía entendido que fue defensa propia. -Eso no importa. Ella sólo quería vengar a su esposo. Y puede que Apsu

cometiera un error al querer matarles, pero eso no justifica en absoluto lo que le hicieron a la madre Tiamat. Debieron someterse a su juicio, o negociar una tregua sin importar el precio; en el peor de los casos, aprisionarla hasta que estuviera dispuesta a recapacitar. ¿Pero matarla? No tenían derecho. Ningún derecho. ¡El matricidio es de las peores facetas del Mal! ¿Qué crimen puede haber peor que matar a la que te ha dado la vida?

-Tú has matado a la que dio la vida a tu cuerpo. ¿En qué lugar te deja eso? -¡Ella no era mi madre! ¡Y si no hubiera engendrado nunca a mi cuerpo tarde o

temprano habría encontrado otro! Tenía toda la eternidad por delante. Pero, ya que al final me tocó estar aquí, he tenido que matar a tu madre para que aceptaras el sacrificio. Y a tu amiga, para asegurarme mejor de que lo harías. Tu sometimiento era fundamental, y lo has estropeado.

-¿Y qué efectos iba a tener realmente el sacrificio? -La base era la misma que te he dicho antes, salvo por lo de extirpar el mal de tu

cuerpo. El auténtico propósito era matarte, despedazar tu cuerpo de la misma forma que fue despedazado el de Tiamat para establecer una conexión simpatética entre ambos, recomponerte y resucitarte, aunque no podía decirte que iba a hacer eso último. Habría desvirtuado el sacrificio. Finalmente, tu resurrección habría conllevado la de Tiamat.

-¿Eso fue lo que le hiciste a Laura? ¿Matarla, despedazarla, recomponerla y resucitarla?

Page 98: Babylon Days

98

-Exacto. Lo que te he dicho antes: un ensayo, ni más ni menos, completamente imperfecto por haberse realizado con un sacrificio involuntario. Pero me servía como prueba para asegurarme de mi futuro éxito, además de ayudar a mi plan de hacerte desear el sacrificio. El terremoto en la India fue una señal de que había logrado perturbar el sueño de la Gran Madre, de que había dado resultado.

-El terremoto… Entonces, ¿qué habría supuesto la resurrección de Tiamat para el mundo?

-El final, naturalmente. La gloriosa muerte de todos los seres vivos, dando su vida para restaurar la de su madre. No se trataba sólo de tu sacrificio. Era un sacrificio universal.

Aquello hacía aún más horrible su propósito si cabe, pero ya no me sorprendía nada.

-A ellos no les has pedido permiso, ¿no? -¿Para qué? Sólo tenía que ser voluntario en tu caso, por puro requisito mágico.

El resto iba a ser justicia, una forma de compensar el agravio primigenio. Que quisieran o no formar parte es lo de menos. El deber del buen hijo es darlo todo por su madre, y yo existo para que se cumpla el deber.

-¿El deber? No sabes lo que eres, ¿verdad? Eres un monstruo que se cree el parangón de la justicia. Me das asco.

Aquello le dolió visiblemente. -Yo te quiero, María. Al principio eso iba a ser… parte de la mentira. Pero acabó

convirtiéndose en la dolorosa realidad, y ojala no hubiese sido así. Por eso pasaron tantos meses entre el derrumbe del almacén y el secuestro de tu madre. Quería pasar más tiempo contigo antes de terminar de llevar a cabo mi deber. Si de verdad fuera un monstruo, ¿crees que eso habría pasado? Soy humano. Un humano que tiene que hacer cosas muy desagradables por la justicia, porque nadie más puede.

No contesté nada. Ya no sabía que contestar a esa locura. Me limité a mirarle con desprecio hasta que suspiró y se volvió, aparentemente con la intención de salir de la iglesia.

-Si tú no me proporcionas el sacrificio tendré que empezar de cero. Buscar a otra chica, prepararla como te preparé a ti, y confiar en que esa vez tenga éxito. Lamento muchísimo lo ocurrido. Yo… intentaría enmendar un poco las cosas reanimando a tu madre y tu amiga, créeme que lo haría, pero ha pasado demasiado tiempo desde su muerte y… en fin. Lo siento. Adiós, María. Prometo no olvidarte jamás.

Recogió la daga y dio los primeros pasos para irse. -¡Espera! Se dio la vuelta, entre sorprendido y esperanzado. Definitivamente no se había

esperado aquello. Reflexioné mucho sobre sus palabras, y tuve que hacerlo en unos pocos instantes. Para bien o para mal tomé mi decisión.

-No te vayas. Pese a lo que me has hecho, pese a lo que te he dicho… no quiero que te vayas.

-¿Por qué no? -Porque pese a todo aún te quiero. Más que a mi propia vida. Y ahora que me he

quedado sin nada quiero dedicar mis últimos actos a cumplir tu voluntad. Voy a someterme al sacrificio.

Su sorpresa se convirtió en pura perplejidad, hasta el punto de que daba la impresión de que se habría esperado absolutamente cualquier cosa antes que eso, pero la esperanza seguía ahí. Era evidente que le resultaba difícil creerme, pero también que estaba deseando hacerlo.

-¿Por qué ibas a querer algo así después de todo lo que te hecho?

Page 99: Babylon Days

99

-Uno, porque te quiero; lo digo y lo repito. Dos… puede que no termine de entender tus ideales, puede que hayas usado medios horribles, que hayas… matado a mis seres queridos, pero te creo cuando dices que no eres un monstruo, porque un monstruo no mostraría tanto dolor en su mirada como tú. Eres una persona que aunque haya cometido errores serios sólo piensa en el bien mayor, en aquello que es justo, y lo hace por encima de su propia felicidad. Una persona que hace cosas que sabe que son horribles, que está dispuesto a sacrificar a la persona a la que más ama, porque sabe que lograr su objetivo es lo mejor que podría pasar. Estoy dispuesta a dar la vida por unos valores tan nobles como esos.

-María, yo… no sé qué decir… Estaba al borde de las lágrimas. Yo también. -Un gesto vale más que mil palabras- contesté, extendiendo los brazos. Él se

acercó a mí, radiante, y tuve la suerte de que no soltó la daga. Nos abrazamos durante unos instantes, y tras separarnos le miré con cara de la mayor felicidad posible antes de soltarle un rápido rodillazo en la entrepierna. Se contrajo de dolor y dejó caer el arma, y cuando se agachó para recogerla me adelanté y le di un puñetazo en la cara. Para cuando volvió a incorporarse yo ya le apuntaba al corazón.

-María, no… -Reza a tu puta diosa lo que sepas. Y me abalancé sobre él. El dolor que le había producido le impidió reaccionar

adecuadamente. Pronunció un par de palabras en su idioma e hizo un gesto con la mano en un desesperado intento de evitar lo inevitable, pero antes de que pudiera terminar el hechizo la daga ya se había clavado en su pecho. Me miró a los ojos con pesar infinito, como si le hubiera fallado gravemente, como si él me hubiera fallado a mí o a la Gran Madre. Intentó desclavársela, pero las fuerzas comenzaban a fallarle. Lo único que podía hacer antes de abrazar la muerte era pronunciar sus últimas palabras.

-No… Otra vez no… Y cayó. Aún tardó alrededor de un minuto más en morir. Fue en ese momento

cuando di rienda suelta a mis lágrimas, me abracé a su cadáver y le grite que volviera. Supongo que se lo estaba pidiendo a mi verdadero hermano, sólo a él, pero si quiero ser sincera… he de decir que no estoy tan segura. Aún sueño con aquel monstruo, pero no siempre son pesadillas.

No siempre lo son. Nadie volvió. Ésta es la reescritura de la historia que puse por partes en el foro de literatura

Mundos de Papel, hace ya tres años, y está dedicada a mis padres, a mi hermano y a Laura. Aún os siento, mejor que a cualquier dios. Lamento no haber podido darle el final que buscaba.

Page 100: Babylon Days

100

Oscuridad. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Días, años, siglos? ¿Cómo podía saberlo? ¿Acaso importaba? A veces le parecía que su existencia siempre había sido así, que sus recuerdos

de la luz (extraño concepto), de un mundo exterior, de cuerpos y de mentes como la suya no habían sido más que vagos pero perturbadores sueños.

Pero a veces recordaba con intensidad su vida antes de la oscuridad, y sabía que había sido auténtica. Que había querido con todas sus fuerzas a una mujer, y que ella le había querido a él. Que al final ambos se traicionaron mutuamente. Eran recuerdos horribles, y siempre le hacían tener ganas de gritar. Pero no conservaba las cuerdas vocales.

Había algo igual de malo o peor que eso… cuando aquella extraña pero de algún modo familiar presencia (es la Madre, la Gran Madre…) le visitaba, y se burlaba de él y de su fracaso. En sus burlas siempre había desprecio. Sólo sentía algo parecido a la felicidad cuando aquella presencia callaba. Pero siempre volvía.

“Tarde o temprano encontraré otro cuerpo”, pensaba a menudo para no perder la cabeza, pero no siempre recordaba qué significaba.

(Tengo toda la eternidad por delante)

Page 101: Babylon Days

101

Apéndice: La cultura babilónica (Este apéndice ha sido redactado a partir de la información que da respecto a los

temas pertinentes la versión inglesa de la Wikipedia). Babilonia (nombre procedente del acadio Babilu, significado: “portal de los

dioses” según algunas fuentes) era una ciudad-estado de la antigua Mesopotamia, tierra que se encontraba en la región entre los ríos Tigris y Eufrates y que ahora principalmente corresponde a Irak. El nombre Mesopotamia significaba, precisamente, “tierra entre los ríos”, y la propia Babilonia estaba construida a orillas del Eufrates.

Los restos que quedan de Babilonia se encuentran a aproximadamente un centenar de kilómetros al sur de Bagdad. En sus orígenes (alrededor del comienzo del tercer milenio antes de Cristo) era una ciudad pequeña, pero floreció y terminó convirtiéndose en el centro de un reino al que dio su nombre. Se estima que fue la mayor ciudad del mundo entre 1770 y 1670 AC, y posteriormente entre 612 y 320 AC. Es posible que fuera la primera ciudad con más de doscientos mil habitantes.

Uno de sus gobernantes más importantes y prominentes fue Hammurabi, el autor del Código de Hammurabi, texto que enuncia una serie de leyes fundamentales en la historia del derecho. También albergaba una de las siete maravillas de la Antigüedad, los jardines colgantes que el rey Nabucodonosor II construyó en honor de su esposa persa Amytis, que anhelaba los árboles y las plantas de su tierra natal. Por desgracia, fueron destruidos por varios terremotos posteriores al siglo II antes de Cristo.

Las murallas de la ciudad, que tenían fama de impenetrables, también fueron una de las siete maravillas en un listado más antiguo, y destacaba en ellas la bella y majestuosa puerta de Ishtar, también construida por Nabucodonosor II, la más espectacular de las ocho que rodeaban el perímetro.

Continuando con la arquitectura, un elemento importante de la cultura mesopotámica en general, y por extensión también de la babilónica, son los llamados ziggurats, como los que María ve cuando Qingu le muestra Babilonia en el primer capítulo. Los ziggurats eran monumentos religiosos masivos con forma de pirámides escalonadas, y formaban parte de complejos sagrados que incluían patios, almacenes, baños y residencias. No eran lugares para ceremonias públicas, sino que se pensaba que eran moradas de los dioses, y sólo los sacerdotes podían estar en ellos para atender las necesidades divinas. En Babilonia destacaba el de Etemenanki, dedicado al dios Marduk, de siete pisos de altura.

Durante años Babilonia estuvo sujeta al gobierno asirio, hasta que recuperó su independencia en el año 612 AC, y en el 539 AC fue conquistada por el rey de Persia Ciro el Grande; pese a tres intentos de rebelión se mantuvo solidamente bajo dominio persa durante dos siglos, hasta que fue conquistada por Alejandro Magno. A la muerte del gran conquistador helénico, las disputas de sucesión entre sus generales vaciaron la ciudad, lo que prácticamente supuso el final de su historia hasta que el Imperio Parto se hizo con la región. Tras eso se mantuvo como provincia del Imperio Persa durante nueve siglos.

La mitología babilónica derivó principalmente de la mitología sumeria. Sus

textos estaban escritos en acadio, usando escritura cuneiforme en tabletas de arcilla, y algunos eran traducciones prácticamente directas del sumerio, con los nombres de algunas deidades cambiados. Algunos elementos exclusivos de Babilonia son el dios Marduk y la historia que narra su lucha contra Tiamat, el Enuma Elish, aunque algunos

Page 102: Babylon Days

102

han llegado a considerar que ésta última también se basa en material sumerio protagonizado por el dios Enlil.

Marduk era el dios patrón de la ciudad de Babilonia, y empezó a alzarse a la posición de jefe del panteón babilónico cuando Babilonia se convirtió en el centro político del valle del Eufrates, en tiempos de Hammurabi. De hecho se le atribuyeron rasgos anteriormente pertenecientes a otros dioses a los que se les había considerado jefes del panteón, principalmente Ea (su progenitor junto a la diosa madre Damkina) y Enlil. En el Enuma Elish, Ea reconoce que su hijo es superior a él y le otorga el control de la humanidad, lo que viene a representar el reconocimiento de la superioridad de Babilonia frente a Eridu, el antiguo centro político y religioso del que procedía el culto a Ea. En cambio, la absorción del poder y las prerrogativas de Enlil, asociado a la ciudad de Nippur, fue menos pacífica y se hizo a expensas del prestigio de éste último. Marduk estaba conectado con el agua, la vegetación, los juicios y la magia, y su símbolo era el dragón-serpiente. A menudo era referido formalmente como Bel, “señor”. Para apoyar su estatus de dios supremo se escribió el Enuma Elish, que relata la historia de la creación y sus hazañas matando a Tiamat y formando el cosmos con su cadáver, como ya viene indicado en la novela. También figuran cincuenta nombres que el resto de los dioses le otorgaron para alabarle. Su consorte era Sarpanit y su hijo Nabu, el dios de la escritura, la sabiduría y los escribas, encargado de escribir el destino de las personas.

Tiamat era una diosa que personificaba el mar y el caos primordial, y algunas fuentes la identifican con imágenes de una serpiente marina o dragón, hecho que en la historia se referencia en la visión que María tiene de Qingu cuando está bajo los efectos de la droga y que le marca como elegido de la diosa, aunque en ningún texto antiguo se da una asociación clara entre esa clase de criaturas y ella. Lo que sí dice el Enuma Elish es que sí dio a luz a dragones y serpientes, además de a otras clases de monstruos como hombres escorpión.

Aunque en la novela no aparezca la explicación, en aras de no dar demasiadas pistas antes de tiempo a los lectores poco duchos en mitología babilónica, el nombre de Qingu (también conocido como Kingu) procede del Enuma Elish y se refiere al hijo y consorte de Tiamat, que quería establecerle como líder de los dioses leales a ella en la batalla contra los asesinos de su difunto esposo. Le dio las Tabletas del Destino, que le conferían poder y autoridad como gobernante del universo y le nombró general de sus ejércitos, pero fue asesinado por Marduk y su sangre fue utilizada para crear a la humanidad.

Apsu, también conocido como Abzu, es la deidad que personificaba el agua dulce y que inspiró el conflicto entre los dioses por sugerencia de su malvado consejero al querer matar a sus descendientes para acabar con el barullo que montaban y poder descansar bien. Antes de eso, el abzu era el nombre que se daba al agua procedente de acuíferos subterráneos; tenía importancia religiosa, y se consideraba que las fuentes de agua fresca como los lagos o los ríos procedían de ella. Era la residencia del dios Ea y su familia, y la ciudad de Eridu estaba situada a orillas de un pantano como representación de ese hecho. Algunos depósitos de agua sagrada en patios de templos babilónicos también recibían el nombre de abzu.

Otra diosa mencionada en la novela, aunque nunca por su nombre, es la del amor de la guerra, Ishtar, procedente de la sumeria Innana. Estaba muy asociada a la sexualidad, y su culto involucraba prostitución sagrada; de hecho, se le consideraba la dama cortesana de los dioses. Tenía muchos amantes, pero el destino de estos solía ser oscuro y muchos de ellos perdían por completo su vigor. Uno de sus mitos más famosos es precisamente el de su descenso al inframundo, también conocido como Irkalla, para hablar con la que según algunas fuentes era su hermana Ereshkigal, la reina del lugar, la

Page 103: Babylon Days

103

cual termina por matarla. La muerte de Ishtar provoco esterilidad universal, por lo que el dios Ea terminó enviando a un mensajero para que le devolviera a la vida.

Otras criaturas que aparecen en la historia son los hombres-escorpión. Como ya se ha señalado, surgieron como progenie de Tiamat, para que formaran parte de su ejército y le ayudaran a vengar a Apsu. También aparecen como los terribles guardianes de las puertas que dan entrada a la tierra de oscuridad que el sol recorre por las noches, hecho que la novela refleja parcialmente en su estatus de guardianes de la segunda puerta del Irkalla. También se menciona brevemente a híbridos alados de león y humano tallados en la piedra. Estos son los llamados sedu, y sus figuras guardaban las entradas a palacios y ciudades.

Los rabisu son básicamente lo que ya aparece en la novela: perversos demonios vampíricos que se escondían en las sombras para atacar a la gente, además de acechar las entradas de las casas. Se decía que la sal marina podía repelerles por el motivo ya expuesto en la historia, además de por el hecho de que la vida surgió por primera vez en el mar.

Hay un pequeño guiño a la deidad Nergal en el nombre de la configuración astral en la que se halla secuestrada la madre de María. Ésta representa el sol de mediodía y el solsticio de verano, además de las guerras y la pestilencia, por lo que se trata de una entidad completamente destructiva (en Mesopotamia el verano alto suponía una peligrosa aridez). También era el señor del inframundo junto con Ereshkigal, aunque en algunas fuentes (y la novela) la única señora es ésta última.

Hay otros dioses que sería interesante destacar para completar la información de

lo que llevamos de apéndice, aunque no aparezcan mencionados en la historia. Ea, o Enki en la mitología sumeria, que como ya se ha comentado era el dios

patrón de Eridu, era un dios asociado al agua, la inteligencia, la creación y las técnicas artísticas. Fue él el que acabó con Apsu, motivo con el que se justifica su residencia en el abzu. También salvó a Utnapishtim, figura predecesora de Noe, advirtiéndole del diluvio universal que iba a acaecer. Se le atribuían funciones de pacificador y mediador.

Enlil, un dios del aire y el viento, era en ocasiones hostil, hasta el punto de ser el que provoca el diluvio universal por haberse hartado del ruido que hacían los humanos, una historia que en ese sentido es similar a la de Apsu.

Anu era el dios del cielo y el patrón de Uruk, y junto a Enlil (aire) y Enki (agua) formaba una tríada de dioses especialmente importantes. Como a los otros dos, llegó a ser considerado jefe del panteón, y tenía poderes judiciales sobre los criminales, pero en la época del auge babilónico había llegado a convertirse en una fuerza bastante impersonal, poco más que un sinónimo de cielo. En la Epopeya de Gilgamesh era el padre de Ishtar, y es a él a quien recurre ésta para enviar al toro de los cielos como castigo a su rechazo.

Por último, y aunque no sea un dios, puede ser interesante mencionar al sirrush, un dragón mostrado en la Puerta de Ishtar al que algunos llegaron a identificar con un animal genuino. Me gusta pensar que una pareja de ellos guarda una de las puertas del Irkalla, pero si no resulta ser así, o si el inframundo no es exactamente como lo he pintado, no me hago responsable.