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BAVIERA: EN BUSCA DE LAS RELIQUIAS CRISTIANAS por Ferran Sacristán Las religiones, desde tiempos inmemoriales, veneran las reliquias de personajes que antaño tuvieron un papel relevante en la fe que profesaban. Los peregrinos acuden en masa a estos santos lugares para rendir tributo a estas figuras. Seguir sus huellas nos llevará a Múnich, Rothenburg ob der Tauber y Salzburgo.

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BAVIERA: EN BUSCA DE LAS RELIQUIAS CRISTIANAS por Ferran Sacristán

Las religiones, desde tiempos inmemoriales, veneran las reliquias de personajes que antaño tuvieron un papel relevante en la fe que profesaban. Los peregrinos acuden en masa a estos santos lugares para rendir tributo a estas figuras. Seguir sus huellas nos llevará a Múnich, Rothenburg ob der Tauber y Salzburgo.

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En Baviera, hay unas cuantas reliquias del cristianismo que bien merecen la pena visitar. Ya sea por intentar lograr un viaje místico o por admirar el pomposo arte que las envuelve, a nadie dejará indiferente. La primera parada nos llevará a la capital bávara, Múnich. Allí se conservan dos supuestas reliquias de suma importancia: el cráneo de san Juan Bautista y los restos de san Juan de Nepomuceno. La majestuosa residenz, custodiada en su entrada por cuatro leones e iniciada en 1385, guarda en su tesoro el preciado cráneo del hombre que bautizó a Jesús. Durante la II G.M solamente 50 m² del techo de la residencia sobrevivió, lográndose restaurarlo con un gran y minucioso trabajo. Antes de llegar a las dependencias del museo, habrá que pasar por los incontables salones (130 para ser más exactos, de los cuales noventa son visitables) que tiene la antigua residencia de los reyes de Baviera, la familia de los Wittelsbach, que gobernaron el territorio desde 1385 hasta 1918. Una amalgama de estilos se da cita entre sus muros, desde el arte renacentista y barroco, hasta el clasicismo y rococó. Nada más entrar nos espera el patio de la gruta y la fuente de Perseo, que está sujetando la cabeza de una medusa con su mano. Seguidamente, destaca por encima de todas las estancias el elegante antiquarium (1571), una de las mejores y más grandes salas renacentistas que se conservan en el continente europeo, repleta de bustos. Decorada su bóveda de cañón con frescos, le da un aire colorido de fantasía al espacio, reservado para albergar las numerosas colecciones de arte que los Wittelsbach fueron reuniendo a lo largo de los siglos.

La capilla imperial de la residenz de Múnich.

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Al fin, tras pasar por salas como la de porcelana o la capilla real de estilo bizantino, de la que solo quedaron los muros, se llega a la sala del tesoro. 1250 artículos lujosos de todo tipo entre los que sobresalen las insignias reales (cetro, corona, globo y espada imperiales), la cruz de la reina Gisela de Hungría (s. XI), la estatuilla de san Jorge a lomos de su caballo (1586-1597) y, la que nos concierne a nosotros, el relicario del cráneo san Juan bautista. Es imposible afirmar si realmente esta es una reliquia original o simplemente se trata de una más de las muchas que hay repartidas por el mundo. Hasta ocho lugares, como la catedral de Amiens o la iglesia romana de San Silvestre in Capite, reclaman que ellos tienen el cráneo original del santo. Además, una veintena de sitios dicen poseer parte del cráneo.

El antiquarium de la residenz de Múnich.

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Tras contemplar los numerosos objetos de la sala del tesoro, la capilla imperial nos deslumbra con un techo dorado y azulado al más puro estilo barroco. Para finalizar el recorrido, conviene visitar el teatro de la residencia, del arquitecto Cuvilliés, construido entre 1751-1753 en estilo rococó y lugar de estreno de la ópera Idomeneo de Mozart. En los exteriores del recinto, un agradable jardín renacentista nos invita a tomarnos una pausa para desconectar.

La asamkirche de Múnich. Antes de marcharnos de la capital bávara haremos un alto en la iglesia de San Juan de Nepomuceno (Asamkirche). Auténtica joya rococó realizada por los hermanos Asam

Los restos de san Juan Bautista La leyenda nos cuenta que en el año 385 d.C., en la época del emperador romano Teodosio el grande, la reliquia fue trasladada desde Cilicia hasta Hebdomon, un suburbio de Constantinopla. Desde la ciudad de Constantino, los cruzados la trajeron a occidente. Otra tradición nos dice que la reliquia la llevaron en el año 450 d.C. unos monjes desde Palestina hasta Emesa en la época de los emperadores Valentiniano III y Marciano, y que, posteriormente, se llevó al monasterio de Spileon, en Grecia.

Supuesto cráneo de san Juan Bautista en la residenz de Múnich

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entre 1733-1746, el pequeño templo (22 x 8 m) no tiene ni un hueco libre sin decorar. Está inspirada en la iglesia romana de San Carlo alle quattro fotane de uno de los maestros italianos del barroco, Borromini. Egid Quirin realizó las esculturas y los estucos, mientras que su hermano Cosmas Damian fue el encargado de realizar la espectacular pintura al fresco, en tan solo seis semanas de 1735, que narra la vida del santo. Es más grande que el fresco del juicio final (13,7 m x 12,2 m) de la capilla Sixtina que muchos consideran el fresco sobre superficie plana más grande del mundo. Fue erigida como capilla privada de los hermanos para la salvación de sus almas y gloria a dios, pero la presión popular les obligó a abrirla a todos los habitantes. El altar mayor se encuentra protegido por cuatro columnas salomónicas, en referencia a las del baldaquino de san Pedro, obra de Bernini en la basilica vaticana. Debajo de las esculturas de la trinidad una vitrina con forma de ataúd contiene un hueso del santo como reliquia.

Las calles de Rothenburg y su estética de cuento.

San Juan de Nepomuceno es el santo patrón de la región de Bohemia y de la infantería marina española desde 1758. Se trata del primer santo que fue martirizado por guardar el secreto de confesión. Según cuenta la leyenda, era el confesor de la reina de Bohemia Sofía de Baviera, y se negó a quebrar el voto de confesión que le había reclamado el rey Wenceslao IV de Bohemia, lo que provocó su ira y fue arrojado por el puente Carlos de Praga por orden del monarca. Por este motivo el santo también es protector, además de contra las calumnias, contra las inundaciones.

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Abandonamos Múnich para dirigirnos hacia la antigua ciudad imperial de Rothenburg ob der Tauber (“fortaleza roja sobre el río Tauber”), que nos llevará unas tres horas de camino. Se trata de uno de los pueblos más bonitos de Europa, situado en lo alto de una colina que domina el silencioso y verde valle. Forma parte de la denominada ruta romántica, repleta de pueblos medievales y castillos. La primera vez que se visita este pueblo produce un gran impacto que es imposible de borrar. La definición perfecta de pueblo de cuento sería la de Rothenburg. No obstante, películas como “Charlie y la fábrica de chocolate” y “Harry Potter: las reliquias de la muerte” se rodaron aquí. Además, fue el lugar que inspiró a Disney para recrear las calles de “Pinocho”. Su casco histórico medieval está muy bien conservado y, aparte del ya de por sí atractivo de deambular por su callejuelas y atravesar sus puertas amuralladas, tiene unos cuantos atractivos como el museo de la navidad, un lugar repleto de magia que recrea un pueblecito nevado en su interior junto a un gran árbol de navidad en el centro. El viejo ayuntamiento y el museo de la justicia de la Edad Media, situado en la que antaño fue la residencia de los caballeros de la orden de san Juan de Jerusalén, son visitas imprescindibles también. Pero el monumento que nos ha traído hasta aquí en busca de reliquias cristianas es la iglesia luterana de San Jacobo. Y es que aquí dentro, supuestamente, se guardan tres gotas de la sangre de Cristo. Construida entre los siglos XIV-XV, lo más destacable del edificio son las impresionantes vidrieras de 17 m de altura (1350-1450) y el altar de la santa sangre (1504) del maestro escultor de Wurzburgo Tilman Riemenschneider. Por encima de la escena principal, que representa a la última cena, con Judas situado en el centro mirando a Cristo, una gran cruz dorada protege una cápsula de cristal que contiene el relicario de las gotas de sangre. Fue traída hasta aquí al final de las cruzadas, y desde entonces numerosos peregrinos vienen a visitar este edificio. Además de Rothenburg, tres lugares más dicen tener la sangre de Cristo: la basílica de la santa sangre en Brujas, la sainte-chapelle de Paris y la abadía la Trinidad en Fécamp.

El altar de la santa sangre, donde supuestamente se guardan gotas de la sangre de Cristo.

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La última parada de nuestro viaje es Salzburgo, situada a dos horas de Múnich, justo en la frontera entre Baviera y Austria, en cuya catedral se conservan las reliquias de San Ruperto. La ciudad de Mozart, “Sonrisas y lágrimas” y los príncipes-arzobispos es una auténtica oda al arte barroco que artistas italianos embellecieron de la forma más elegante. Realmente, parece una ciudad tocada por los dioses, y aquí más que

nunca cobra sentido la estrofa que cantaba Peter Gabriel con Genesis en su álbum Trespass (1970): “Visions of angels all around, dance in the sky” (“Visiones de ángeles alrededor, bailando en el cielo”). Multitud de grandes cúpulas y agujas despuntan hacia el cielo y se reflejan en el río Salzach, que divide la ciudad en dos partes. El casco viejo (alstadt) reúne los mayores atractivos para los visitantes. Está vigilado desde hace 900 años por una fortaleza inexpugnable en lo alto de un cerro que sirvió de bastión al Sacro Imperio. Un auténtico nido de águilas que nos regala unas panorámicas de Salzburgo y sus alrededores alpinos majestuosas. En su interior, además de un completísimo museo histórico, guarda joyas como el salón dorado, lugar donde antiguamente se celebraban grandes banquetes y cuyo techo representa al cielo en una noche

estrellada. Por sus calles multitud de artistas acompañan la visita con música clásica que hace que la experiencia sea simplemente perfecta. Junto al castillo y a la residencia arzobispal, el edificio que más destaca en Salzburgo es su gigantesca catedral. Obra maestra del barroco, esta imponente mole guarda en su interior los restos del santo cuyo monumento está dedicado: San Ruperto. Ruperto de Worms fue un misionero

El salón dorado del castillo de Salzburgo.

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Merovingio del s. VIII d.C. que se encargó de evangelizar la zona del Danubio y refundó la ciudad explotando las minas de sal cercanas, revitalizando su economía y dándole el nombre por la que todos la conocemos hoy, Salzburgo (“ciudad de sal”). Gran parte del cuerpo está enterrado debajo del altar mayor de la catedral, guardándose también restos del santo y la supuesta tumba en la vecina abadía de San Pedro, monasterio benedictino de la ciudad de Salzburgo que el mismo Ruperto fundó. Al quemarse por segunda vez el templo románico en 1598, se encargó al arquitecto Santino Solari la construcción de la nueva catedral, que se convertiría en la primera gran iglesia en estilo barroco al norte de los Alpes. En 1628 se inauguró y en ella, además de los bonitos frescos del techo de Arsenio Mascagni que representan la pasión de Cristo y la hipnótica cúpula policromada, se conserva la pila bautismal con la que fue bautizado Mozart. En Salzburgo se pone punto y final a nuestra ruta en busca de las reliquias cristianas por Baviera, que nos ha servido de excusa para conocer ciudades y monumentos de la más elevada categoría. La cultura occidental siempre ha ido vinculada a la religión y su legado sigue muy presente en el pensamiento de la misma. Seas o no creyente, no resulta un inconveniente para disfrutar del recorrido. Se trata de un itinerario que aúna historia, tradición, mitos, leyendas, arte, cultura y religión. Aunque cabe reconocer que seguir el rastro de las reliquias otorga al viaje un aire místico y mágico que hacen de la experiencia aún más satisfactoria, emulando las epopeyas de los antiguos viajeros peregrinos que buscaban reencontrarse consigo mismos y recibir el perdón de dios. Si a esto le sumamos que la banda sonora del viaje sea “Ommadawn” (1975), de Mike Oldfield, el resultado puede alcanzar cotas divinas.

La cúpula de la catedral de Salzburgo