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Carta de Francisco Después de contarlo deje de sentirme avergonzado. Quería que más personas supieran las razones y el origen de todo mi mal. Salió algo de mí que llevé durante tiempo y que solía dirigir contra personas que de algún modo me dañaban. Lo peor de todo es que esto me destruía por dentro. Es el odio, no estoy seguro, pero esto en gran parte te lo debo a ti. Así que dirigí todo el odio y la rabia acumulada durante años sobre ti. Hablé y hablé; era una forma de vengarme de ti. A la vez empecé a maldecirte. El momento más crítico fue saber que no fui el único. Esto me lleno de más furia que dirigí sobre mi padre por culparle de muchas de las cosas que me ocurrieron, incluida su manera de educarme. Si supe de esto fue por contar algo que me ocurrió el día de mi cumpleaños, cuando recibí algunos golpes, uno de ellos muy fuerte en el estómago. Parece una locura contar esto pero fue como el presagio de tu final. 138 días duró desde que empezó todo hasta que dejaste de existir. Mientras yo hablaba, tu agonizabas de un mal que tenías donde yo recibí el golpe. Me sentía poderoso y a la vez creía estar volviéndome loco. Cuando supe que dejaste de respirar, sentí algo que no entiendo, supongo que me alegraba. Llegué a creer que fui yo quien te llevó hasta tu final. Pero esto me llevó a la locura. Creía que no podías tener alma pero al mismo tiempo temía que si y que vendrías a buscarme. Todas las crisis que tuve entonces tenían que ver con esto. Pensé que te apoderarías de mí, pero había algo más fuerte que no dejaría que ocurriera, no estaba solo, luche y esta vez te gane. Con el tiempo empecé a pensar que la venganza más positiva seria que llegara a superar todos los estragos que me causantes, que fuera feliz. Muchas veces creía que mi mayor triunfo sobre ti seria borrarte de mi mente, cosa inútil. Mi hundía para volver a levantarme. Si algo he ganado durante este tiempo es tener personas que han estado a mi lado, que me han apoyado y ayudado. Me han dado fuerza para seguir, y una muy especial me animó aunque en mi mente anidaban muchas dudas. La idea era enfrentarme con el lugar, ir hasta allí. Estar frente a tu puerta. No me sentía solo, creía tener detrás de mí un ejército de personas dignas que clamaban justicia. No se explicar que pensamientos pasaron por mi cabeza. Llegué a tener un miedo injustificado, al principio, cuando los niños que vivían en mi antigua casa se acercaron a tu puerta. Lo bueno es que me hicieron recordar cuando yo jugaba en mi casa. Me he llegado a odiar a mi mismo por no contarlo antes creyendo que podías hacer daño a otros niños. Me quedé muy tranquilo sabiendo que nunca más te acercaras ni a estos ni a ningún niño más. Después de aquel momento me tocaba enfrentarme solo a mis miedos. Volví aquel lugar que me llevaste, a la playa, ¿te acuerdas? Aquel lugar tranquilo y solitario alejado de la ciudad. Volví allí, no había tranquilidad, el mar estaba enfurecido y el sol salía tímido entre las nubes. Cuantas veces he pensado en este lugar y como con el tiempo intentaba evitar ir a la playa sin saber muy bien a que se debía. Y por la noche volví, llovía y el miedo me atrapó, me agarraba al paraguas y escondía mi cara. No entiendo que me pasó, pero recordé más adelante que era algo que me pasaba de niño cuando salía del colegio y volvía a mi casa. Pase por el portal y cuando me alejé, junto aquel lugar debajo de la platanera, me agache y cogí una de las hojas que estaba en la acera. Lo hice sin pensarlo, supongo que para intentar borrar aquel recuerdo, justo donde me obligaste a callar y a guardar el secreto.

Biblioterapia ASI

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Carta de Francisco

Después de contarlo deje de sentirme avergonzado. Quería que más personas supieran las razones y el origen de todo mi mal. Salió algo de mí que llevé durante tiempo y que solía dirigir contra personas que de algún modo me dañaban. Lo peor de todo es que esto me destruía por dentro. Es el odio, no estoy seguro, pero esto en gran parte te lo debo a ti. Así que dirigí todo el odio y la rabia acumulada durante años sobre ti. Hablé y hablé; era una forma de vengarme de ti. A la vez empecé a maldecirte. El momento más crítico fue saber que no fui el único. Esto me lleno de más furia que dirigí sobre mi padre por culparle de muchas de las cosas que me ocurrieron, incluida su manera de educarme. Si supe de esto fue por contar algo que me ocurrió el día de mi cumpleaños, cuando recibí algunos golpes, uno de ellos muy fuerte en el estómago. Parece una locura contar esto pero fue como el presagio de tu final. 138 días duró desde que empezó todo hasta que dejaste de existir. Mientras yo hablaba, tu agonizabas de un mal que tenías donde yo recibí el golpe.

Me sentía poderoso y a la vez creía estar volviéndome loco. Cuando supe que dejaste de respirar, sentí algo que no entiendo, supongo que me alegraba. Llegué a creer que fui yo quien te llevó hasta tu final. Pero esto me llevó a la locura. Creía que no podías tener alma pero al mismo tiempo temía que si y que vendrías a buscarme. Todas las crisis que tuve entonces tenían que ver con esto. Pensé que te apoderarías de mí, pero había algo más fuerte que no dejaría que ocurriera, no estaba solo, luche y esta vez te gane.

Con el tiempo empecé a pensar que la venganza más positiva seria que llegara a superar todos los estragos que me causantes, que fuera feliz. Muchas veces creía que mi mayor triunfo sobre ti seria borrarte de mi mente, cosa inútil. Mi hundía para volver a levantarme. Si algo he ganado durante este tiempo es tener personas que han estado a mi lado, que me han apoyado y ayudado. Me han dado fuerza para seguir, y una muy especial me animó aunque en mi mente anidaban muchas dudas. La idea era enfrentarme con el lugar, ir hasta allí. Estar frente a tu puerta. No me sentía solo, creía tener detrás de mí un ejército de personas dignas que clamaban justicia. No se explicar que pensamientos pasaron por mi cabeza. Llegué a tener un miedo injustificado, al principio, cuando los niños que vivían en mi antigua casa se acercaron a tu puerta. Lo bueno es que me hicieron recordar cuando yo jugaba en mi casa. Me he llegado a odiar a mi mismo por no contarlo antes creyendo que podías hacer daño a otros niños. Me quedé muy tranquilo sabiendo que nunca más te acercaras ni a estos ni a ningún niño más.

Después de aquel momento me tocaba enfrentarme solo a mis miedos. Volví aquel lugar que me llevaste, a la playa, ¿te acuerdas? Aquel lugar tranquilo y solitario alejado de la ciudad. Volví allí, no había tranquilidad, el mar estaba enfurecido y el sol salía tímido entre las nubes. Cuantas veces he pensado en este lugar y como con el tiempo intentaba evitar ir a la playa sin saber muy bien a que se debía. Y por la noche volví, llovía y el miedo me atrapó, me agarraba al paraguas y escondía mi cara. No entiendo que me pasó, pero recordé más adelante que era algo que me pasaba de niño cuando salía del colegio y volvía a mi casa. Pase por el portal y cuando me alejé, junto aquel lugar debajo de la platanera, me agache y cogí una de las hojas que estaba en la acera. Lo hice sin pensarlo, supongo que para intentar borrar aquel recuerdo, justo donde me obligaste a callar y a guardar el secreto.

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Después de todos esos momentos que viví, de aquellas palabras que tu vecino pronunció: “el ya no esta” que se me quedaron grabadas, llegaron los pensamientos y los sueños. No me he enfrentado a ti pero mis sueños se encargaron de hacerlo. Algunos eran horribles, otros que no entiendo y pensamientos y miedos de ser como tú. Pero con la diferencia que todas las dudas las resuelvo. Y saber que mi mundo se llena de cosas que tú jamás disfrutaste, porque una persona sin alma es incapaz de ver ni sentir. Mi última batalla la he ganado, y que casualidad que has desaparecido de mis sueños, esos en los que conseguías que la cadena siguiera. ¡Malditas cadenas! El mundo está lleno de ellas y hay que romperlas.

Joan Montane martes 23 de marzo de 2010

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¿Invisible? ¡Nunca para mí!

Danielito, mi niño querido, mi hijito hermoso:

Desde que te conocí, un click mágico hiciste en mi corazón. Es decir, de entrada me caíste muy bien, tienes un encanto, buena vibra y carisma muy particular, muy especial.

Ya con el trato, te fui conociendo y encariñándome contigo. Por alguna razón divina y también por elección, te fuiste convirtiendo de amigo a parte de mi familia; hasta incluso mi corazón te adoptó como mi hijo. Yo puedo presumir que tengo 3 hijos. Mamá águila tiene 3 aguiluchos!!!Tú sabes que te quiero mucho, mucho. También sabes que disfruto de tus bromas, de tus risas, de tu conversación, de tus sueños, de tus travesuras, de tu cariño…

Pero también me duele, y me duele mucho, todo lo que has tenido que vivir y como lo has tenido que vivir… Pero a la vez, me lleno de respeto y admiración por ti, al ver el  hombrazo, el tamaño de ser humano que eres. Qué pese a todo: luchas, te rebelas, sueñas, das amor, eres empático y humano, tienes ganas de vivir, tienes convicciones, eres un sol, eres un ángel.

Desde el lunes -que me otorgaste tu confianza-no puedo sacarte de mi cabeza, no puedo dejar de pensarte un solo instante. No puedo dejar de sentir rabia, indignación, dolor, impotencia…¿Sabes? el lunes todo esto lo sentí pero en un estado de shock; el martes las mismas emociones y sentimientos, pero en un estado de llanto casi permanente. Y hoy, mi cabeza y mi corazón no se aplacan (¡no se pueden aplacar!).Pero, ya con un poco de control, sigo con las mismas emociones y sentimientos y más… pero con unas ganas terribles de escribirte para decirte que no estás mas solo -y en medida que tú me lo permitas, lo quieras y lo necesites- seré el hombro donde llores, los oídos donde te desahogues, la pata que sostenga tu mesa, los ojos que te miren, la mano que te apoye y el corazón y alma que te quieren siempre.

Sé que no puedo borrar todo lo que ha pasado… Pero si puedo acompañarte a veces en silencio, otras en acción… Mamá águila soplará muy fuerte, lo más fuerte que sus pulmones puedan, para que las alas de sus aguilucho Daniel, vuelen muy, pero muy alto, en un vuelo libre y esplendoroso.

¡Qué paradoja! Pese a todo el dolor e ira que siento, también estoy feliz, muy feliz, porque te has atrevido, al fin, a romper el silencio. Ese el paso más grande y más difícil, pero es el que abre la puerta para quitarle la anestesia a tus emociones, a dejar de vivir en soledad encerrado en el mundo que tú mismo te has tenido que crear, que ha sido tu caparazón o tu armadura oxidada.

Ese túnel que parecía sin salida, resulta que ¡sí tiene salida!, solo hay que recorrerlo… Mi niño adorado, no tengas miedo, la soledad ya no es más tu refugio. Es hora de recobrar todo tu poder.

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Tal como me escribiste con tanta convicción, estás demostrando con hechos que no vas a gastar más tiempo con amarguras del pasado. Ese es mi Danielito, ese es mi aguilucho a punto de convertirse en una águila real.

Mi niño amado, te mando todas las bendiciones del mundo, un abrazo apretado y mi corazón.

Con CariñoMargarita

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Aprender a respirar

Piense en su secreto más escondido y doloroso. El que le hace sudar las manos y revolver el estómago cuando piensa en reconocerlo públicamente. El que intenta llevarse consigo a la tumba.

Las estadísticas son espeluznantes. Según el Departamento de Justicia de EE.UU., una de cada tres mujeres, y uno de cada seis hombres han sido violados sexualmente.

El abuso sexual infantil destruye muchos aspectos de la vida de las víctimas, pero para la mayoría de los sobrevivientes, los resultados más evidentes no se comparan con el daño interpersonal que puede durar hasta entrada la edad adulta. Ya se trate de un abuso cometido sólo una vez, o de un abuso mantenido durante largo tiempo, las consecuencias afectan toda la vida.

Atrapados en el silencio Relaciones saludables con otras personas es lo que nos lleva a experimentar sanidad. Sin embargo, como sobreviviente del abuso sexual infantil, entiendo los temores y las ansiedades que acompañan el tratar de tener amistades cercanas. Mi padrastro abusó de mí durante casi una década hasta que, cuando tuve catorce años, encontré el valor para contarlo a mi madre. A diferencia de muchos sobrevivientes que he conocido, tuve la suerte de tener una madre que me creyó e hizo todo lo posible para protegerme y pedir justicia. Pero una semana después de romper el silencio, mi padrastro se suicidó.

En un sentido, ya era libre; no tendría que enfrentar más sus humillaciones. Pude enterrar el pasado junto con él. Pero las heridas que dejó en mí no sanaron, sino que se infectaron silenciosamente. Por fuera, parecía la chica perfecta, estudiante excelente, deportista sobresaliente, reina de la escuela. Sin embargo, por dentro me estaba muriendo. Me sentía sucia, dañada, y sola, y tenía miedo de lo que otros pondrían pensar de mí si se hubieran enterado de la verdad. Me causaba temor la idea de tener amigos, y tenía problemas para confiar en los hombres.

Ahora sé que no estaba sola en este problema; muchas historias, aunque únicas, son igualmente dolorosas:

Rafael, quien había sido abusado sexualmente por su tío, sentía que nunca podría hablar de lo que pasó, o de cómo lo afectó. Aunque quería desesperadamente que sus padres notaran lo que estaba sucediendo y lo ayudaran, reprimió la ira que sentía hacia el hombre que lo lastimó, hacia sí mismo, y hacia sus padres. Bloqueado por el dolor y el odio, juró no volver a amar ni a confiar en nadie, para no recibir amor.

Estefanía fue abusada sexualmente por un primo; finalmente acudió a su abuela en busca de ayuda. Pero esta mujer no quería "arruinar el nombre de la familia" y le exigió que nunca más mencionara el asunto. Por tanto, Estefanía creció creyendo la mentira de que lo que su primo había hecho era culpa de ella; que no valía nada; que no merecía ser amada; y que sólo era buena para el sexo. Basada en esas falsas creencias, cayó en un ciclo de relaciones promiscuas, una tras otra.

El director de la escuela de Jennifer decidió no creerle cuando ella le dijo que había sido violada por el profesor de gimnasia, un entrenador muy prestigioso de la comunidad. Por tanto, Jennifer

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creció creyendo que no era lo suficientemente importante como para ser escuchada o protegida. El resultado fue que se aisló de los demás, y trató de ahogar su dolor en el alcohol y las drogas.

Puedo identificarme con estas historias porque yo también lo experimenté durante un tiempo. Aunque no me aislé exteriormente, no estaba dispuesta a dejar que los demás me conocieran a fondo, y nunca ablandé mi corazón lo suficiente, para no tener ningún tipo de relación emocional. Yo era una "chica fuerte" que nunca se permitía llorar. En realidad, no podía dejarle a nadie una puerta abierta para traer más dolor o engaño a mi vida. Pensaba que si podía separar mi corazón de los demás con una pared, nadie podría acercarse lo suficiente para hacerme daño. Ponerme una máscara de dureza, de perfeccionismo, y agradar a los demás de manera compulsiva, parecía ser la única manera de vencer mis temores y permanecer ilesa. Pero, al final, encontré que esta actitud sólo aumentaba mis temores, y me impedía encontrar la vida de libertad y las sanas relaciones que anhelaba.

Salir del escondite, la confianza, y la comunicación abierta y sincera, es la base de todas las relaciones sanas. Pero cuando la vida se vuelve difícil, los sobrevivientes del abuso sexual infantil suelen dejar de comunicarse. Justo cuando más necesitamos relacionarnos con las personas que pueden apoyarnos, nos retiramos, nos cerramos, y tratamos de hacer las cosas por nosotros mismos. Las amistades sanas y confiables son el oxígeno de la vida que puede ayudarnos a soportar las dificultades; al aislarnos, damos un paso atrás en el camino hacia la recuperación.

A las personas compasivas en la vida de un sobreviviente, las llamo un "círculo de inspiración". Porque se interesan y nos inspiran, ellas insuflan nueva vida en nosotros al animarnos a dejar atrás mecanismos disfuncionales de supervivencia, y a abrazar otros nuevos.  Necesitamos muchísimo de un círculo así. Es nuestro hábitat para la sanidad, un lugar para hablar y escucharnos, para aprender y enseñar, para ayudar y ser ayudados, y para dar y recibir amor incondicional. Es donde podemos compartir nuestra historia, crear intimidad, y aprender la comunicación saludable.

Necesitamos amigos con los que podamos hablar de nuestras luchas de cada día. Sí, es amedrentador pensar en poner a la vista de los demás toda nuestra "basura" y todas nuestras cargas, pero nunca encontraremos verdadera libertad si lo guardamos todo adentro, y tratamos de resolver las cosas por nuestra cuenta.

Para liberarnos, debemos quitarnos las máscaras, salir del escondite, renunciar a las adicciones que hemos utilizado para sustituir las relaciones, y aprender a decir a los demás la verdad acerca de lo que hemos vivido.

Pero se necesitará de mucho valor para comenzar la búsqueda de su "círculo de la inspiración". A los niños víctimas de abusos se les dice una y otra vez que oculten su gran dolor. Aunque usted sea un adulto, su mente aún puede estar diciéndole que guarde silencio. Lo entiendo. Pero también sé que hay cosas que pueden ayudarle a superar su temor.

Primero, tenga en cuenta que valor no es la ausencia de temor; es la disposición de actuar frente al temor. Es lo que le permite contar su historia a pesar de su temor.

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Segundo, tenga en cuenta que contar su historia a alguien de su confianza, puede ayudarle a reconstruir su vida.

Hablar con franqueza es el primer paso para que usted acepte el pasado, y destruya su poder sobre su vida. El hecho de haber mantenido oculto su secreto fue, para empezar, parte de la injusticia cometida contra usted. Encuentre a alguien de confianza que le escuche. Si es necesario, escriba primero su historia, y léala. Luego, a medida que tenga más valor, cuente su historia de nuevo. Cuando un secreto como ese sale a la luz, pierde el poder sobre usted.

Usted merece tener una vida sana, confiada, y unas relaciones prósperas. Recuerde que usted no es el pasado que ha soportado; fue algo que le hicieron a usted, que no tiene por qué caracterizarle por el resto de su vida.

Y si usted nunca ha sido una víctima, es probable que conozca a alguien que sí lo ha sido. Junto a nosotros hay cada día muchas personas que tienen mucho dolor escondido, y les daría un gran alivio al hablar de ello con una persona amiga que realmente las escuche. Todos tenemos un peso en nuestra vida, y muchos estamos esperando que alguien que se interese lo suficiente nos ayude dándonos un espacio seguro donde podamos depositar nuestras cargas y hablar de ellas. Podemos impactar profundamente la vida de los demás, cuando cada uno de nosotros elija romper el silencio.