biografia Osvaldo Pos

Embed Size (px)

Citation preview

OSVALDO POS PRIMER HEROE CIVIL DE ORAN .....Corra el ao 1.943, cuando l arrib a esta ciudad, trayendo a su padre Don ngel Pos y a su madre Doa Marcelina Samaniego. Haba dejado atrs a su pueblo natal, Villa ngela provincia del Chaco (territorio nacional en esos aos). Vena buscando un futuro mejor para l y los suyos, atrado por la inmensa riqueza maderera que exista en esta zona; actividad que l abraz apasionadamente, con toda la plvora de su juventud, pues contaba con 22 aos de edad en aquellos momentos. Se afinc en una vieja casona ubicada en la calle Carlos Pellegrini, entre Lpez y Planes y Alvarado, sobre la vereda hacia el este, frente a las actuales oficinas del ANSES. All se domicili hasta su muerte. Comparti la vivienda con la familia de Don Juan Mauricio Lacoste y con la familia de Don Jos Donat Isides. Mabel Lacoste, hija mimada de su familia, fue desde sus aos mas tiernos, como una hermana para Osvaldo Pos, y as se comport con l, durante toda su vida. Era l un hombre amable, de un espritu divertido, generoso en todo lo que estaba en sus manos proporcionar a los dems; era respetuoso y a la vez alegre y dicharachero. Tena muchos amigos y con todos se haba hecho querer. Pero su verdadera pasin, el mas grande de su vida fue su madre; l todo lo que deca y haca, era pensando en ella y tambin en su padre. En su vida, tuvo muchas novias, pero nunca una mujer, porque muri soltero. En esa lucha que no supo de claudicaciones, los sueos que tanto acarici Don Osvaldo, a veces se hacan realidad, y otras se alejaban de l, esquivos y mezquinos, provocndole desazones en su espritu, desesperanzas en su alma, pero nunca se dej abatir; siempre sigui adelante con su mente puesta en las cosas positivas, en la solucin de los problemas. As pasaron diez aos y lleg el da 2 de julio de 1953. Haca mucho fro. Doa Marcelina se haba levantado muy de madrugada como todos los das, a preparar el desayuno para su hijo, quien tambin muy temprano deba salir a trabajar. Ella, cuando estaba prendiendo el fuego en la cocina a lea, haba notado que una urpila, es decir una paloma pequea, se haba asentado en el ramaje de un rbol aoso del fondo de la casa, lanzando su canto montono y lgubre y mirando insistentemente hacia la vivienda. Doa Marcelina sinti un escalofro en todo su cuerpo, y un mal presentimiento se apoder de ella. Al medio da regres Osvaldo, y ni bien baj de su camin, llam con alegre voz a su madre, y la abraz tiernamente, besando su frente como nunca lo haba hecho. Ya en la sobremesa y en un descuido de su padre, le dijo en secreto, que se ira enseguida al ingenio San Martn, para comprar un regalo que entre los dos le haran a don ngel, el da de su cumpleaos que caa el 4 de agosto. Doa Marcelina le quiso decir que no lo hiciera, le quiso contar lo del canto de la paloma, del mal presagio que para ella eso significaba, pero no lo pudo hacer, al ver el entusiasmo y la alegra del muchacho, puestos para regalar a su padre. As fue que en horas de la tarde, sali de Orn, al volante de su camin Chevrolet 4 cilindros, acompaado por doa Pastora Snchez, vecina de esta ciudad y amiga de Osvaldo y de su familia. Iban hacia el Lote Sarita a comprar un poncho catamarqueo de los vendedores ambulantes que estaban estacionados en ese lugar. La compra no se pudo realizar dado que los vendedores ya se haban ido a otro lugar con toda su mercanca. Cuando volva a Orn, divis un mnibus detenido en la banquina, con direccin hacia Pichanal; llevaba alumnas de la Escuela de Manualidades, que haban terminado sus tareas y regresaban a sus hogares. Par para ayudar, y vio que el chofer y su ayudante, estaban echando nafta en el carburador, al parecer, para hacer arrancar al motor. Estaban manipulando un recipiente en el que tenan nafta. El motor iba adentro, debajo del asiento del chofer. Osvaldo Pos entr al mnibus para ver de cerca que hacan los muchachos y ayudarles; y en el preciso instante en que sali del mnibus, se produjo una terrible explosin que mat instantneamente al chofer don Nemesio Ruiz y a su ayudante.

Segundos despus, se produjo un voraz incendio desde el motor hacia atrs. El vehculo tena una nica puerta de ascenso y descenso de pasajeros en su parte delantera. Como el ncleo de las llamas estaba all, las alumnas no podan salir por lo que retrocedieron, en forma desesperada, pidiendo auxilio a grandes voces. Viendo Osvaldo Pos que la muerte de las nias era un hecho si alguien no entraba a sacarlas, y no habiendo en el lugar ninguna otra persona a ms de l que lo pudiera hacer, decidi ingresar al colectivo envuelto en llamas; ello, no obstante las splicas para que no lo hiciera, de parte de su amiga, quien se haba dado cuenta de que no podra sobrevivir, atento a la ferocidad del incendio que vena calcinando todo a su paso. Osvaldo se desprendi como pudo de los brazos y de los ruegos de su acompaante y protegido slo con una campera con un forro de piel de cordero y una bufanda, dando un salto de felino, se meti en medio de las llamas. El cuadro que se le present a los ojos, fue dantesco, ya que el humo haca irrespirable la atmsfera del lugar y no dejaba ver casi nada alrededor; los llantos eran ensordecedores y los gritos desgarradores, haba cuerpos cados por todas partes, y algunas nias se estrellaban contra las ventanillas que no cedan y que adems eran muy estrechas, tratando de salir de aquel infierno. Osvaldo arremeti con todas sus fuerzas contra la compuerta trasera del colectivo, que tambin estaba trabada, buscando abrir un escape. A duras penas e invirtiendo valiossimos segundos, logr abrir un agujero suficiente para que un cuerpo humano pudiera pasar. De inmediato se volvi hacia las aprisionadas, y las fue sacando de una en una, apagndole con sus propias manos, el fuego prendido en sus ropas. Cuando crey haber sacado a todas, una de las salvadas que se haba recuperado a medias de su desvanecimiento, se arrodill delante de l, suplicndole que sacara a su hermana que haba quedado atrapada en el interior del mnibus. Las ropas de Osvaldo ardan como una tea encendida, y l peda a su amiga que le apagara las llamas, porque senta que se estaba quemando entero. La campera arda pegada a su piel, lo mismo que su bufanda, arda pegada a su cuello. Doa Pastora trataba de apagar ese fuego desesperadamente, sin lograrlo. Mientras esa alumna le peda que salvara a su hermana, su acompaante le rogaba que no entrara de nuevo , porque ciertamente morira. El se compadeci mucho de aquellas splicas, pero pudieron ms en su nimo, los vehementes pedidos, los ruegos imperiosos de la chica y su amor sin fronteras hacia el prjimo, lo llevaron a despreciar su propia vida, y temblando de dolor y casi cayndose de debilidad, reingres a ese infierno y con un esfuerzo sobrehumano que slo dentro de l poda caber, ubic a la pasajera atrapada entre los hierros retorcidos por el fuego, cada sin sentido en el piso, cubierta por el denso humo y cercada por las llamas. La arrastr un trecho como pudo, con sus ltimas fuerzas la alz y la sac afuera. Cuando l tambin puede salir, dijo con voz entrecortada: estoy ciego, no puedo ver nada; se me han quemado los ojos. Fue entonces cuando Pastora not que el rostro de Osvaldo estaba totalmente desfigurado, que sus manos estaban deformadas y que de todo su cuerpo brotaban llamas. Con fuerte voz, l peda que lo apagaran apguenme que me estoy quemando !, deca. Pero su suerte estaba echada. Nadie lo poda ayudar. Las mujeres por l salvadas, estaban aterradas por lo vivido y ms por verlo arder a l, como una antorcha humana. Nunca haban presenciado cmo un hombre se quemaba vivo. Su amiga mientras tanto, gritando enloquecida y llorando desesperadamente, levantaba del suelo tierra con sus manos y la tiraba sobre el que arda; lo abrazaba con todas sus fuerzas, lo soplaba, lo envolva y le pegaba con su abrigo; todo, tratando de sofocar el fuego, el que a duras penas y tras un estrago enorme, se apag, dando comienzo as, al verdadero suplico de Osvaldo Pos. Su acompaante not, que las carnes se les desprendan con facilidad, en el preciso momento en que l le peda que lo ayudara a subir a su camin porque estaba afligido por las alumnas y quera llevarlas al Hospital de Orn. Su amiga llorando le deca que no lo hiciera, que no estaba en condiciones para manejar, que estaba ciego y muy lastimado en todo el cuerpo. l respondi que esas nias no podan quedar a la deriva en medio del camino, que ello podra ser peligroso para ellas. Le dijo: Mientras yo manejo, vos indcame por dnde tengo que ir . Le pidi que no se asustara, le prometi que todo iba a salir bien. Puso en marcha el camin y mas tarde lo estacion frente al Hospital. Segundos despus,

perdiendo el conocimiento, cay sobre el volante, con lo que la bocina comenz a sonar continuamente. La gente comenz a salir de sus casas, y los que iban pasando a mirar, porque crean que se trataba de una fiesta de estudiantes, de una manifestacin juvenil. Lo sacaron moribundo y lo internaron de inmediato. Agarrar y transportar ese cuerpo, fue algo terrible, pues se desarmaba donde quiera que se lo tocaba. Lo vendaron ntegramente, como una momia egipcia; lo nico que dejaron libre fue su boca, que asemejaba un infinito agujero negro. El terrible olor a esa carne quemada, penetr tanto en las narices, en las manos y an en las ropas de quienes trajinaron ese cuerpo martirizado, que muchos aos despus, todava crean sentir aquel olor y percibir los ltimos temblores del cuerpo agonizante. Sufri infinitamente ese da con su noche, todo el da siguiente, con su noche, y falleci a las 6,00 hs. de la maana del da 5 de julio de 1.953. Una persona piadosa lleg a la casa de Osvaldo, para dar la infausta noticia a su madre. Doa Marcelina estaba en la cocina, con sus ojos cubiertos de lgrimas, cuando el recin llegado la vio. Pens que ella ya saba lo ocurrido, titube sin saber que decir, hasta que ella secndose las manos en su delantal, le pregunt con la voz quebrada: qu pas con mi muchacho ? Qu le han hecho a mi hijito ?. El amigo, rompiendo en llanto y abrazndola, le cont lo sucedido. Ella dio un grito, sinti que una espada le traspasaba el alma y cay de rodillas, golpeando su frente en el suelo. Entre amargos sollozos, deca Bien saba yo, que algo as, iba hoy a sucederme. Se arrepinti de no haber impedido a su hijo, realizar el fatdico viaje, de no haberle dicho nada sobre su mal presentimiento; se sinti culpable de la desgracia que alcanz a su muchacho. Con grandes ayes y largos lamentos, estuvo a su lado hasta el momento mismo de su muerte. Su esposo, abrazndola le deca. nimo viejita, tenemos que conformarnos, porque sta ha sido la voluntad de Dios. Su cuerpo ya sin vida, fue recogido por sus padres que quedaron as, totalmente desamparados. En ese duro trance, fueron ayudados con toda generosidad, por doa Isides Mabel Lacoste de Acevedo y su esposo y por don Jos Donat y su familia. Fue velado en la casona que era el comn domicilio de todos ellos. Los gastos que insumieron esas luctuosas ceremonias, fueron afrontados por stos amigos de verdad, que supieron estar al lado de don Osvaldo Pos, de su madre y de su padre, en las buenas y en las malas. Nadie ms se arrim en aquellos difciles momentos a consolar a esos pobres viejitos traspasados de dolor. No le hicieron ni siquiera las adolescentes salvadas a costa de la vida del muchacho, tampoco se hicieron presentes ninguno de sus familiares. Esto me trae a la mente, la ingratitud que mostraron los diez leprosos curados por Nuestro Seor Jesucristo, ya que de los diez que eran, regres slo uno de ellos para darle las gracias, el cual era samaritano, por lo que el Seor dijo Donde estn los otros nueve, el nico que ha vuelto a alabar a Dios ha sido este extranjero ?. Dos de esas sobrevivientes son las hermanas Guil Cornejo y Betty Cornejo, que se domiciliaban en el Ingenio San Martn en aquellos aos, y cursaban sus estudios secundarios aqu. Debo destacar, que cuando Osvaldo Pos conduca su camin de regreso con su carga de estudiantes lesionados, vena manejando con el pecho y con los codos, pues sus manos estaban ya descarnadas y dejaban ver sus blancos huesos. El camin fue retirado del lugar, por don Valentn Z. Acevedo, quien se impresion casi hasta la descompostura, al ver el volante cubierto con jirones de piel; algunos pedazos de carne y algunas uas, cadas en el piso de la cabina. A l lo llamaban Tumba tarritos ; y era por su costumbre entretenimiento que haba tenido desde nio patear hasta volcar, todo tarro que se le cruzaba en el camino. Por qu lo pateas ?. Le preguntaban los transentes, y l contestaba Me gusta tumbar los tarritos !. Lo enterraron en el cementerio local, como a un difunto cualquiera; sin ninguna ceremonia oficial ni mucho menos. Cont slo con la presencia de sus seres mas queridos: pap y mam, los Lacoste, los Donat y los Acevedo. A la

distancia silenciosamente y transida de dolor, una multitud de vecinos de este pueblo, almas bien nacidas, le hizo el cortejo fnebre. Eran aquellos que se haban percaptado de que el da 5 de julio de 1.953, haba muerto un hombre, pero haba nacido para la eternidad, el primer HROE CIVIL de la ciudad. Su tumba qued olvidada, nadie le puso una flor, nunca nadie le encendi una vela; nadie rez por l, ni pidi por su alma. Las autoridades municipales, policiales, de gendarmera, los curas y todas las dems instituciones de la ciudad, dejaron esa tarea para los padres de Osvaldo Pos, y para aquellas familias que formaron su entorno, como una verdadera corona de amor. En esa tumba, hoy tambin descansan los restos de sus padres, que nunca se consolaron y que jams dejaron de llorar su muerte. Pasaron muchos aos, y un da, alguien quit el polvo que cubra su memoria, y le erigieron un monolito, tan insignificante y pobre, que casi no se lo nota; en l generosamente, la municipalidad local, coloc una pequea placa recordando el sexto aniversario de su muerte. Luego, el barrio Parque de Orn coloc otra placa, recordando los 10 aos de su muerte. A los 13 aos, la Villa Centro Vecinal Osvaldo Pos, coloc otra placa recordativa. En un pedestal aparte, en el ao 1959, se coloc un retrato del HROE en bronce. Lo firma: R. Carrizo. Ese monolito est emplazado actualmente en el pasaje Sargento Cabral al 800. Antes lo haba estado en la esquina de las calles Pizarro y Alvear. El nombre del Hroe le fue impuesto al Barrio Osvaldo Pos, no por iniciativa ni decisin municipal, sino por voluntad de los habitantes del mismo, a partir del ao 1966, quienes reunidos en el Centro Vecinal Osvaldo Pos, tomaron esa decisin, que luego hicieron conocer a dicha autoridad. Presida el Centro don Celio Salazar (padre del famoso Pitn); y don Jacinto Hiplito Ruz, era el Vicepresidente. El intendente del pueblo era el viejito Bustamante, un gendarme jubilado y recientemente fallecido. Antes el barrio se haba llamado Barrio Vivero, despus Barrio Parque y luego Barrio Osvaldo Pos. La Escuela primaria N 228, pas a llamarse Escuela Osvaldo Pos . Se cre el 12 de abril de 1965 y se inaugur el 20 de agosto de 1965. Esto tambin fue por voluntad popular y por gestiones realizadas por el pueblo. Cuando digo pueblo, me refiero a los habitantes de ese barrio, que abarca las manzanas comprendidas entre las calles Pizarro y Los Constituyentes y entre Pueyrredn y Arenales. No hace mucho tiempo atrs, se hizo presente aqu una comisin oficial de la Intendencia del pueblo natal del Hroe: Villa ngela, Chaco, para conmemorar el 40 Aniversario de su muerte, habiendo sido invitados por el intendente de esta localidad. Cuando dicha comisin regres a su ciudad, decidieron poner el nombre de Osvaldo Pos a una de sus calles, en homenaje a ese Hijo Heroico, que en medio del dolor que su trgica muerte le provoc, los llenaba de orgullo el corazn. As fue cmo esta comuna rompi un poco el hielo que haba tendido alrededor de este Hroe Civil, a lo largo de tantos aos de olvido y desinters. Es bueno decir aqu, que Osvaldo Pos fue un guapo, uno de esos guapos bien temidos y por todos respetado. Los mas jvenes lo trataban de Usted. Se dirigan a l en forma ceremoniosa, por lo que l les deca: no me traten con tanta solemnidad porque me hacen mas viejo de lo que soy. Esta fachada que ustedes ven en m, es slo una ilusin porque en el fondo soy un pibe como ustedes. Usaba un sombrero negro aln y otras prendas del gaucho chaqueo que viva en l. Era un hombre donoso y prolijo, aseado y pulcro en su persona; era bien parecido, es decir, buen mozo, un lindo muchacho. Los que lo conocieron dicen sin temor a equivocarse, que el famoso cantante conocido como el chaqueo Palavecino, es su vivo retrato. Se ha cuidado la gente al afirmar esto, de aclarar que no lo dice porque el personaje ahora forma parte de la cultura de la ciudad del imaginario popular, ni porque se haya convertido en un mito una leyenda, sino porque sa es la verdad mas pura de todo lo que del Hroe se dice y se pueda decir. Quiero dejar plasmado tambin en este escrito, que le hace vivir una experiencia muy especial a quien quiere recoger del pblico en general y de algunas personas en particular, los datos relativos a un personaje como del que

aqu se trata, porque hay gente que sin saber nada del asunto, por no quedarse callada, inventa la informacin que proporciona haciendo mas difcil la tarea del recopilador, quien no sabe a ciencia cierta, cual versin creer, cual aceptar y cual desechar. Hay algunos que sabiendo lo que se quiere averiguar, se niegan a narrar los hechos, por mil motivos diferentes, no importndoles que queden en el olvido y en la nebulosa, inmensos tesoros de la cultura popular. En esta tarea, busqu a un baquiano, quien me llev a entrevistar a un testigo presencial que saba al detalle lo que yo aqu, quera publicar. Cuando le pregunt que saba sobre la persona y la obra del Hroe local Osvaldo Pos, me contest que ciertamente, lo haba conocido muy bien, que haban sido compaeros de trabajo y que desde hacan muchsimos aos haba dejado de verlo. Cuando le pregunt si saba que l es un Hroe actualmente, me dijo que haba escuchado un rumor sobre ese asunto, pero que no saba la razn. Le pregunt si saba que haba muerto quemado por salvar a varias nias, me respondi apesadumbrado que recin ahora se vena a enterar de eso, y se explic enseguida la razn de que no lo vea haca tanto tiempo. Le pregunt si saba que estaba viviendo en el barrio que lleva su nombre, y me respondi que no tena idea de que se trataba de la misma persona. Me retir desilusionado y me fui a buscar otro testigo y otro baquiano. A m me han dicho, que un grupo de gente desubicada, pretende quitar el nombre de Osvaldo Pos, al barrio que lo lleva; son oportunistas que quieren perpetuar en el mismo, el nombre de algn politiquero, de otro traficante de influencias, de algn acaudalado comerciante, de un profesional de la mentira, de un obscuro profesor, de un encumbrado jerarca vitalicio de un organismo pblico, de un titiritero, de un falso profeta de cualquier otro hroe de barro, que nunca hicieron nada por nadie y siempre cobraron puntualmente sus sueldos, dietas, emolumentos, ddivas, coimas, etc. Digo yo, que son sus propios habitantes y especialmente los que forman su Centro Vecinal, los mejores custodios del nombre de Osvaldo Pos para ese barrio; ya que cuando me arrim a tomar los datos necesarios para esta publicacin, falt un tris para que me agarraran a pedradas; cuando los pude sofocar, me explicaron que haba sido porque crean que era yo uno de los autores de aquella mala idea. Los habitantes del Barrio que lleva su nombre, nos sentimos orgullosos de que el sacrificio sin lmites a favor del prjimo y su nombre imperecedero, hayan traspuesto las fronteras de nuestra ciudad y de la provincia toda. Cuando en las generaciones venideras alguien pregunte quien fue OSVALDO POS y qu fue lo que hizo para merecer que su nombre figure en lugares e Instituciones pblicas, ser hermoso que un hijo de esta tierra, como de su tierra natal, conteste embargado de emocin, que el hecho extraordinario realizado por Osvaldo Pos, lo ha sido en servicio del prjimo, que en l, se aunaron el propio martirio y la actitud altruista sublime, que su accin tuvo tintes trgicos y gloriosos, con alarde de inmenso valor y sobre todo, con desprecio de su propia vida; que l es entre nosotros, el mas vivo ejemplo de lo mejor. Que ese acto, demostr quien en realidad era OSVALDO POS y lo elev al pedestal de los Hroes y lo hizo inmortal. El presente trabajo, no es un estudio cientfico, ni un riguroso relato histrico de aquellos acontecimientos. Es slo una inquietud, un deseo de plasmar por escrito, lo que del Hroe se cuenta por las calles de la ciudad, en las reuniones familiares y polticas, en los fogones, en las fiestas patrias y en todo el quehacer de la convivencia cotidiana de sus habitantes, por aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo, y por los que no lo conocieron tambin. Es con la intencin de que Osvaldo Pos y su obra, nunca sean olvidados y brillen por siempre en nuestro horizonte, como un ejemplo grandioso, digno de ser imitado por cada uno , en los mltiples hechos que presenta la vida, y dentro de sus posibilidades.