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– 1 – Riot motherrrr Entrevista a CAITLIN MORAN Se peina como la Bruja Avería y suelta más obs- cenidades que un actor porno. Es la escritora inglesa Caitlin Moran, pesadilla de feministas ceñudas, súper-mamás abstemias y otras cria- turas del Averno. Y tiene miles de fans, lo que implica que hay esperanza para el planeta. Es- paña necesita más Caitlins: escritoras malhabla- das y sucias, cómicas y rocanroleras y valientes. Cómo ser mujer (Anagrama 2013) es su manual para ser una tía con un par. TEXTO: K IKO A MAT / FOTOS: I SMAEL LLOPIS Conocí a la periodista y escritora Caitlin Moran cuando yo aún leía Melody Maker (un pasatiem- po cuestionable pero que me proporcionaba mi

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Riot motherrrrEntrevista a CAITLIN MORAN

Se peina como la Bruja Avería y suelta más obs-cenidades que un actor porno. Es la escritorainglesa Caitlin Moran, pesadilla de feministasceñudas, súper-mamás abstemias y otras cria-turas del Averno. Y tiene miles de fans, lo queimplica que hay esperanza para el planeta. Es-paña necesita más Caitlins: escritoras malhabla-das y sucias, cómicas y rocanroleras y valientes.Cómo ser mujer (Anagrama 2013) es su manualpara ser una tía con un par.

TEXTO: K IKO AMAT / FOTOS: ISMAEL LLOPIS

Conocí a la periodista y escritora Caitlin Morancuando yo aún leía Melody Maker (un pasatiem-po cuestionable pero que me proporcionaba mi

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buena dosis matutina de odio + asco para afron-tar la jornada laboral). ¿En qué número topé conella por primera vez? Diría que fue en el especial«Touched by the Hand of Mod» (ejem) de 1994,donde entrevistaba a Menswear, un abazofiadogrupo de Britpop especialmente anémico. Su ar-tículo –faltoso, grosero, hiperbólico, acusador–era para morirse de risa, y desde allí fui más omenos fan. Luego me olvidé de ella, y, cuandovolví a mirar, Moran y su Gran Bocaza eran yaambos súper-estrellas mediáticas, gracias albest-seller mundial Cómo ser mujer.

Mi entrevista con ella fue larga y mondante.Caitlin Moran no ha inventado nada en el campodel feminismo, pero lo discute con mucho mássentido del humor y desvergüenza de lo habi-tual. La charla tocó temas cruciales como la mú-sica pop, emborracharse, pajas, cultura de claseobrera, tener hijos, querer matar a todos los de-más padres del mundo, feminismo feliz y los tes-tículos de Tom Jones. Lo que leerán a continua-ción es la transcripción íntegra de la entrevista,una pequeña parte de la cual se publicó previa-mente en la revista Rockdelux de octubre.

Una f igura como tú es bastante poco co-mún en España: escritora de c lase obreraque no teme soltar guarradas, fan delrock ’n’roll, con sent ido del humor... En elReino Unido es algo más habitual (sin que-rer quitarte mérito); en los ochenta estabaJulie Burchill, por ejemplo. Pero aquí losnombres son escasos, y puramente under-ground.

Ya me di cuenta. Hice una entrevista para... (sevuelve hacia la jefa de prensa de Anagrama)¿Cómo se llama la mujer de ese periódico, Ana?La que vino con un niño (era Ima Sanchís, paraLa Contra de La Vanguardia). Por su cara desen-cajada (realiza una mueca de parálisis facial) ya

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percibí que así no es como hablan las escritorasaquí, que la gente no empieza a dar berridos so-bre la masturbación en una terraza a las cuatrode la tarde. Así que yo estaba allí con mi habi-tual blablabla PRIVA blablabla PAJAS blablablaFEMINISMO blablabla MARXISMO y el intérpre-te iba traduciendo, y la cara de ella se iba mar-chitando. Me sentí como si me hubiera entrevis-tado el tipo de jefa que me contrata y despide alcabo de dos días.

Pero lo cierto es que en Inglaterra, de acuer-do, hemos tenido a Johnny Rotten y Julie Bur-chill, y probablemente se acabó. Y creo que minumerito sigue siendo inusual, y que no haytanta gente diciendo lo mismo. Lo mejor de esoes que terminas siendo una república de unosolo. Cuanta menos gente hay haciéndolo, máspercibes que puedes ir haciendo las reglas túmismo. Y que puedes ir a un programa televisi-vo y empezar a hablar de vello púbico. La gentete dirá: ¿por qué hablas de eso? Eh, tío: ¿Por quéno? Todo lo relacionado con ser mujer tiende ahacerte sentir anormal, porque pasamos el díaintentando encubrir el sencillo hecho de ser mu-jeres.

El gran escándalo actual es el póster de Algopasa con Mary, una peli y un poster cuyo pun-to clave es el hecho de que Cameron Díaz ter-mina echándose semen en el pelo sin saberlo.Primero de todo: no hay ni una chica de más dequince años en el mundo entero que no reco-nozca un puñado de esperma a primera vista.Es una técnica de supervivencia que aprendesbien rápido, joder. Si te lo tienes que tragar oesparcírtelo por encima primero tienes que sa-ber qué es, digo yo. En segundo lugar: es Ca-meron Díaz. Ella es la víctima de la broma, todoel mundo se mofa de ella en la peli por ser idio-ta. Y nada de eso puede haber sucedido en elmundo real. Nadie se ha echado semen en elpeinado.

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Lo que sí podría haber pasado es que la chicatuviese sangre en los dedos después de haber-se puesto un tampón o haberse masturbado, yque hubiese salido a la calle con sangre en lacara, asustando a todo el mundo, como un zom-bi. Eso es la escena que habría escrito una mu-jer, y otras mujeres hubiesen dicho: «Eso mepasó a mí». Pero nunca he visto sangre mens-trual en un filme. Lo que sí he visto es tíos aquien les volaban la cabeza, he visto la Estrellade la Muerte estallar dos veces... Pero nunca vesla realidad de ser mujer. Así que estoy acostum-brada a no ser normal, y estoy tan contenta depoder salir en televisión y seguir comportándo-me de forma anormal.

Def ines tu at ract ivo como un «numerito».¿No se convierte eso, tras un cierto un t iem-po, en una faena farragosa? Como si todoel mundo esperase que te comportasessalvajemente, y el día en que te apeteceser bien hablada y decente, la gente se lle-va una decepción. ¿Cómo, no va a bebersetoda la botella de whisk y de un t rago?

(Aplaude rítmicamente) DE UN TRAGO, DE UNTRAGO (Ríe) El tema es que me dejo el culo enel trabajo, seis o siete días a la semana, tengotres columnas en The Times, estoy escribiendomi tercer libro y mi programa de TV, y encimaestoy escribiendo dos películas. Así que si undía me levanto grave, y me apetece hablar demarxismo, puedo escribir sobre eso en The Ti-mes, o meterlo en el libro, etc. Y en los días enque me apetece beber una bañera de güiski...Hace unos días estuvimos en Glastonbury, ycompartíamos tienda con Benedict Cumber-batch, el tío que hace de Sherlock en las nuevasseries...

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Dicen que es el único actor que ha hechode Sherlock con un nombre más ridículoque el del propio Holmes.

Cierto. Cuando le conocí no podía dirigirme a élsin partirme de risa. Ahora le llamo simplemen-te «Ben». La cuestión es que un día estoy en elbackstage de Glastonbury con el Khan de StarTrek, que encima lleva un pedo descomunal, yal otro estoy hablando de feminismo en Barce-lona. Es una vida cambiante, así que no, no sehace cansina. Según como me siento una ma-ñana puedo ir a un sitio y ser eso.

Me gusta mucho la parte de Cómo ser mu-jer donde hablas de tus inicios en el Me-lody Mak er, porque desde siempre he leídolos semanarios musicales ingleses y...

(Me interrumpe) ¿Cuántos años tienes?

Los mismos que tú, más o menos. Soy del 71.

O sea, que eres uno de los que se compró aquelMelody Maker con Skinny Puppy en portada yse dijo: «¡Voy a comprar este buen álbum!» (ríe)

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No, con eso no me la pegasteis. Salad tam-poco colaron. De hecho, me reí muchocuando en el libro decías que Echobelly (dequien sí me compré el disco, maldita sea)eran inmundos.

Dios, sí que lo eran. Jesús. Por mucho que tuvie-sen a una mujer cantando. Pero por otra parte,todo el mundo se esforzaba tanto, queríamosque nos gustaran: una chica asiática cantando enun grupo pop... Pero luego escuchabas el disco ydecías: No, no puedo ponerles bien, soy incapaz.

Yo iría más allá: creo que todo el Britpop,desde la perspect iva actual, es horrible.

Sin duda. Era terrible. Pero ya lo sabíamos en-tonces. Es solo que la cocaína que circulaba erade muy buena calidad. Muy buen éxtasis. Aquelaño fue muy soleado, también. Creo que el Brit-pop es todo consecuencia de una insolación. Unmontón de tajas con insolación chillando «Par-klife!» por los parques. Si nos hubiésemos pues-to algún tipo de sombrero para protegernos delsol nada de eso hubiese sucedido.

Da la sensación que en Melody Maker cum-plías la «cuota» femenina. El periodismomusical es un entorno muy masculino,pero debo decir que no tanto como el delas t iendas de discos, donde no ha t rabaja-do jamás una mujer (excepto en un par decasos documentados).

Y tanto. Estoy escribiendo una novela que trans-curre en los 90’s, y que habla de lo que es seruna chica involucrada en cultura juvenil, y unade las escenas transcurre precisamente en unatienda de discos, y allí es un poco como la ca-baña del árbol de los niños, con el cartel quepone «PROHIBIDO NIÑAS». Es un pequeño club

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solo para mozos. Y la tienda queda en absolutosilencio cuando entras, y el tío del mostradorlleva una camiseta que sugiere que va a matar-te y luego comerte. Una camiseta de Sepulturaes, de hecho, el lenguaje internacional para «voya matarte y luego comerte».

¿Quizás antes follándote, para así aprove-char la ocasión?

Sí, pero en ningún sitio agradable. En la cuencadel ojo, o algún lugar así; nada de follarte enagujeros que ya están concebidos para ello. Mipadre es músico de jazz, y uno de los consejosque me dio fue: «Si la conversación se pone di-fícil, habla de jazz. Eso confunde a la gente». Asíque un día fui a una tienda de discos, y no sabíaqué pedir, y le dije al tío del mostrador si teníanel Scalator over the hill, una odisea expansivade jazz de Carla Bley que es la hostia, y me pre-guntó: «¿Qué es?». Le contesté que jazz, pero élentendió Johnny Hates Jazz, un grupo de mier-da de los 80’s, y lo repitió gritando para que loescuchara toda la tienda: «¿JOHNNY HATESJAZZ? NO, DE ESO AQUÍ NO TENEMOS». Tuveque huir. Lo bueno de Internet es que puedesser fan de la música sin pasar por eso, y en losconciertos los dos sexos están más mezcladosque antes. Pero en aquella época todo el mundoasumía que eras una groupie, que estabas allísolo para follar con los grupos. Y en ciertomodo yo lo era. Pero a la vez me pagaban paraescribir sobre esos grupos, y creo que esa esuna distinción importante. «Sí, voy a follar con-tigo. Pero antes tengo que escribir este artículosobre tu banda» (ríe). Eso es feminismo.

Es curioso que, al contrario de lo que hasucedido con el manga o los videojuegos,el rock ’n’roll haya permanecido inmutable

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a los avances del feminismo. Incluso post -riot grrrl, nada parece haber cambiado enlo fundamental. Los conciertos de rock si-guen siendo propiedad privada de chicos.Chicos gorditos con alopecia incipiente.

Sí, es verdad, pero a la vez el ciclo de la culturajuvenil no se ha cerrado, continúa en evolución.Lo que más me gustaba de la cultura 90’s, queen cierto modo se ha perdido hoy por el tema delas descargas gratuitas, es que la cosa era comoun sindicato.

La cosa funcionaba así: pagabas por tu disco,pagabas por tu prensa musical, como una per-sona de clase obrera, y entonces ese dinero querecibía el sello discográfico permitía que bandasde clase obrera pudiesen comer, e ir de gira. Lomismo con la prensa: los periodistas de claseobrera también podían vivir de ello, gracias aldinero que los lectores de clase obrera invertíanallí. Pero con el advenimiento de la descargagratuita hemos perdido eso. Cualquiera quequiera escribir para una revista sabe que tendráque trabajar de gratis, de becario. Soy de la últi-ma generación que trabajó a jornada completade esto, y que cobraba por ello. Y si he aprendi-do a hacerlo más o menos bien se debe preci-samente a eso. Cualquier chaval de clase obre-ra que quiera dedicarse a esto ahora tendrá quecompaginarlo con un trabajo a media jornada, yno aprenderá nada. Las clases medias nos hanganado, esta vez.

Antes, cuando hablábamos del est igma dela mujer que suelta tacos, escucha músicapop, etc. se me olvidó decirte que, en miopinión, en España estamos aún peor. EnInglaterra se les pide a las chicas que seanf lacas, y vayan arregladas, y todo eso.Pero aquí, además, ¡se les exige que seanabstemias!

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(Pone cara de horror) ¿En serio? En Inglaterra eslo que más hacemos las chicas. Ponernos pedo.¡Oh no! Pero los chicos españoles sí beben,¿no? Nosotros fundamos un Imperio a base deponernos ciegos de cerveza floja.

Y ginebra ilegal.

La ginebra es mi gran descubrimiento. Desdeque soy una mujer madura he perdido los enzi-mas que me permitían digerir el vino, así quesufro unas resacas espeluznantes. Resacas deltipo «Quiero matarme ahora». Esa es la edad dela razón para una mujer: cuando te pasas a la gi-nebra. Ese es mi gran consejo para ti hoy: pása-te a la ginebra, querido (reflexiona). Humm. Asíque aquí está mal visto que las mujeres se em-borrachen en público, ¿eh? Por un lado (se frotael mentón) puede ser una buena idea. Pero qui-zás haya que fundar un club de bebedores, solopara chicas. Yo puedo ir enseñando los pasos:empiezas con sidra, porque es una bebida paraniños. De esas, un par. Disfruta de tu baile sobrela mesa. De ahí progresamos al cóctel nocturno,y luego unas cuantas latas de lager asquerosasacadas de la máquina de una gasolinera...

Pero ahora en serio: para gente con proble-mas psicológicos desde luego que no es unabuena idea beber en exceso. Pero para alguiengeneralmente alegre y centrado como yo... Undía a la semana dejo a los niños y me agarrouna tranca espantosa. Es como un botón de re-set. Además, disfrutas la resaca. O sea: estás in-vitando a tu mente al horror crepitante. Un día ala semana te sometes al castigo de sus infier-nos, y te preguntas: «¿Llevo una vida virtuosa?¿Hay alguna otra cosa con la que pueda tortu-rarme ahora, cuando me encuentro en mi puntopsicológico más bajo y me invade la ansie-dad?». Es como una pequeña gesta semanal.Como ir a Mordor y soltar el anillo en la grietadel mal. Si te bebes un camión de ginebra y a la

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mañana siguiente todavía te gusta cómo eres yte consideras buena persona, todo va bien. Mishijos me cuidan, cuando tengo un resacón. «¿Tetraemos más zumo de naranja, Mami?».

Los míos no están aún en la fase de reca-dos, pero pienso adiest rarlos a concienciapara ese f in.

Hay un momento en que captan que bebes bas-tante. Recuerdo una noche en que vino a visi-tarnos Stephen Duffy, de The Lilac Time, que esamigo mío y un reputado bebedor, y llevába-mos dos horas en la cocina, y entraron los ni-ños, porque obviamente no les estábamos ha-ciendo ni caso, y nos dijeron: «Tenemos unregalo para vosotros en el salón». Y nos habíanconstruido un bar (Ríe). Habían hecho un mos-trador, con todas las botellas allí en fila india.Pensaron que era la única manera de captarnuestra atención.

Eso es otra diferencia cultural entre tupaís y el mío. Aquí se espera que dejes depasarlo bien en el momento en que nacentus niños. En la mayoría de cumpleaños in-fant iles en los que he estado (y, por Dios,he estado ya en unas cuantas de esas mier-das) no había alcohol.

Dios del cielo, tienes que pedir ya que te repa-tríen. En Inglaterra, mucho antes de contratar alpayaso o al mago, o reservar la sala, lo primeroque haces es comprar un montón de cajas decava. Joder, es la única manera de soportar lode tener niños. No hace falta decir que llevar bo-rracha a los niños al cole, a las ocho y media dela mañana, no está bien. Pero a las siete de latarde, el atajo más rápido para ser una madregenial es zamparte un par de copas. Es el único

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momento en que puede apetecerte arrodillarte yempezar a construir castillos de Lego. Despuésde un par de tragos te parece la cosa más increí -ble del mundo.

Existe un pacto de silencio entre padresdel mundo (que afortunadamente tú estáscontribuyendo a romper) para no admitirque estar con niños, a veces, puede serasombrosamente aburrido. Lo que sugie-res es uno de los antídotos más ef icacescontra ello.

Sí. No hasta quedar en coma, por descontado,pero sí ligeramente achispado. Beber el tipo debebida que debía beberse en la Segunda GuerraMundial, como un té con chorrito de whisky. Enla guerra todo el mundo iba un poco pispado, erala única forma de soportar el horror. Churchill ibasiempre algo curda, para soportar lo de los nazis,y yo necesito estar un poco alegre para soportarlos castillos de Lego. Es obvio, según lo veo.

En las guerras la gente bebe y folla mucho,está demostrado.

Por eso me metí en lo de ser madre. Follar y be-ber todo el rato, ¡esa soy yo! No puedes salir decasa en dos años, ¿qué vas a hacer en casa todoel día, si no? Beber-y-follar, Beber-y-follar. Ese vaa ser mi nuevo libro: Beber y follar; dos temaspor la especialista Caitlin Moran.

Cómo ser mujer habla de forma muy ho-nesta sobre las cosas de la paternidad: elesfuerzo, el caos, el amor, las recompen-sas... En mi opinión, solo te has dejado unacosa: admit ir que hay momentos en quematarías a tus hijos.

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Sí (se carcajea). De acuerdo. Hemos de lanzarese mensaje al mundo. Dios, la de veces que hetenido que encerrarme en el armario duranteveinte minutos... Por otro lado les odias menoscuando son algo más mayores. Los míos tienendoce y diez respectivamente, ya puedes razonarcon ellos, sobornarles... Pero cuando son bebésno puedes salir de casa, te vuelves loco, erescomo John McCarthy, el periodista que estuvoencadenado a un radiador en el Líbano durantecinco años.

Esa es una de las cosas buenas de Twitter.Me encanta Twitter por eso, porque puedeschatear con gente desde dentro del armario.Diez minutos es todo lo que necesitas. Me pa-rece una forma muy poco civilizada de tenerniños, esto del encierro. En la antigüedad hu-biésemos estado en una aldea, y en cuanto elniño anduviera sus primeros pasos le habríasmandado a jugar al río. Posiblemente habríamuerto ahogado, de acuerdo, la mortalidad in-fantil era bastante elevada por aquel entonces,o lo habría aplastado un carro o habría pilladoalgún tipo de plaga. Pero al menos estaría alaire libre, mientras la madre moría a los 38, desífilis, y ese era el orden natural de las cosas.Pero ahora se les mantiene en casa todo el día,¡con adultos! Piensa en ello. Hace años, estonunca habría colado. Una persona hecha y de-recha, que ha estado en la universidad y tienetodos esos intereses y amigos, a la que secondena a pasar todo su tiempo con alguienque no habla. Es como si pasaras varios añosde tu vida con un chimpancé particularmenteexigente. Nadie firmaría por esa mierda. Poreso hoy en día la gente enloquece. Y tienesque irte evadiendo de ello. De ahí: alcohol +Twitter.

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Mencionas en el libro que lo de ser padrees como ser veterano de guerra. Solo ha-blas de tu experiencia con otros veteranos.

Es mejor no hablar del asunto, porque si les di-jeras lo que realmente sucede entonces nadietendría hijos. Y tú necesitas que los demás ten-gan hijos, para que así vengan contigo en lamierda de vacaciones que vas a soportar el res-to de tu vida. Y así podrás quejarte de lo mierdaque es todo con alguien. Nunca desalientes anadie respecto a la paternidad. Necesitamosque sus vidas estén tan arruinadas como lanuestra en un par de años. Si no tienen hijos in-sistirán en seguir yendo de vacaciones a lugaresestupendos y presentándose a fiestas fabulosasvestidos elegantemente. Ni hablar, colega.

La perspect iva desde la que observas elfenómeno riot grrrl también es inusual:af irmas que era una comunidad bastanteelit ista, y que deberían haber aceptado apa-recer en prensa en lugar de transformarloen un club privado.

Por un lado entiendo sus razones, pero no pue-des intentar hacer una revolución privada. Escomo si yo apareciera afirmando que he rein-ventado el feminismo, pero me negara a explicarcómo y no dejara que nadie se acercara a mí.«Se lo voy a contar a tres de mis amiguitos, y alos demás que os jodan». Eso es un comporta-miento muy estúpido. Si haces algo de forma di-ferente, especialmente si eres mujer, tienes quedejar que la gente lo vea. Lo que hacen las mu-jeres está siempre tan escondido, y se discutetan poco, que si tienes algo relevante que decirdeberías echarle un par de huevos y dar la cara,por desagradable que pueda resultar.

Por otra parte generalmente creo que no de-beríamos exponer a debate inmediato lo que

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hacen otras mujeres. Debería existir algún tipode moratoria de cuatro años antes de poder dis-cutir las acciones de otras mujeres. Lena Dun-ham crea Girls, y uno de los debates es «¿Porqué no hay chicas negras en la serie?». ¡PorDios! ¡Al menos ha hecho algo! Deberíamosajustar nuestras mentes al nuevo estado de«Bravo. Buena suerte», en lugar de estar siem-pre buscando fallos en lo que hacen las demásmujeres.

Pero a la vez, creo que riot grrrl fue una granoportunidad desperdiciada. Casi todas eran chi-cas asustadas de clase media que nunca habíantenido que luchar demasiado por nada, y sinquerer lo transformaron en un pequeño clubsolo para miembros. Y no creo en esos clubs.Tienes que salir al descampado con tu banderay permitir que todo el mundo se entere, y darejemplo sobre cómo vives, e intentar que lotuyo llegue a la gente de las casas baratas. Meenteré que existía el fenómeno solo porque tra-bajaba en la prensa musical. Por eso me gustaLady Gaga. Sale allí y hace su numerito paratodo el mundo. Imagínate que lo hubiese hechosolo en un loft gay privado de Nueva York. Notendría ningún sentido. Si vas a montar una re-volución, envía más invitaciones. Me recuerdana esos estudiantes que hablan de revolución alas cuatro de la mañana, pero no hacen absolu-tamente nada para cambiar las cosas. ¿Cambiarel mundo? Joder, salta a la vista que no te hascambiado de ropa en cuatro días.

Algunas fundadoras originales de riot grrrleran gente muy part icular, que no encaja-ba socialmente.

Pero eso es lo mejor de la cultura rock’n’roll.Que creces creyendo que no eres normal y todoel mundo se mofa de ti por no ser normal, y derepente eso es el requisito principal para ser

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una estrella del rock: no encajar. Y el truco, quese ha aplicado desde David Bowie y más allá, essimplemente: voy a hacer mi anormalidad nor-mal. Escribiendo canciones y siendo sexy voy aconseguir que ser un freak acabe siendo lo quetodo el mundo anhela ser. Y eso es lo bonito.Creo en cambio político, y en alterar la situaciónvotando, pero mi amor principal es el cambiocultural. Mira lo que pasó en los 60’s. No se pue-de retroceder a una situación cultural pre-60’s,aunque puedan ir cambiando las leyes. En losUSA todo el día están modificando la legisla-ción sobre el aborto, pero no van a alterar lamentalidad cultural sobre el tema.

Lo que dices es especialmente reconocibleen el caso de los nerds. A f inales de los se-tenta y principios de los ochenta, un nerdera el t ipo a quien pegaban chicle en elpelo. Y ahora es algo perfectamente acep-table, inc luso envidiado.

Esos nerds que jugueteaban con sus computa-doras primitivas han acabado creando Google yFacebook. En la era pre-informática, el jock, elbruto arquetípico que podía cazar y tener hijosfuertes, era lo que todo el mundo buscaba. Peroahora ya no necesitamos tíos fuertes, por su-puesto. Necesitamos gente muy lista que puedaidear apps acojonantes. Eso es un buen ejemplode cambio cultural: el interés por la gente inteli-gente. Por cosas así soy una fan del siglo XX.

Y sin embargo hay una parte de romanti-c ismo que se pierde. El ot ro día vi por pri-mera vez la expresión «nerd del fútbol» yme rompió el corazón. Hace veinte añoslos fans del fútbol y los nerds éramos ene-migos irreconciliables. No es justo.

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(Se carcajea) Claro. Y yo soy una «nerd de lafiesta», no te jode. Recuerdo que cuando me pu-sieron gafas estuve llorando durante cuatro díasseguidos, porque creía que mi vida social habíaterminado. Pero mi hija, que tiene diez años, meha pedido gafas de freak, y su gran ilusión esllevar ortodoncia, incluso el otro día me pidió¡un Sonotone! Vale, Morrissey, relájate. Quiereparecer un poco minusválida, porque es lo quemola. Y me dije: Joder, sí que ha cambiado elmundo.

Morrissey hizo un intento hermoso en esecampo. El de dignif icar la sordera. Era unhomenaje a Johnnie Ray, aparentemente.

¿Ah, sí? No lo sabía. En cualquier caso, he ahíuna innovación que el rock no adoptó. El pobreMorrissey se quedó más solo que la una, con lodel Sonotone.

Dif iero con la idea de que en música «nohan existido unas Led Zeppelin», como af ir-mas en el libro. Tal vez en música blanca nohaya sido así, pero el soul, reggae, jazz, dis-co, etc . son géneros donde las mujeres hansido, si no mayoría, si parte fundamentalde su desarrollo, y muchas de sus grandesestrellas son mujeres.

Tienes toda la razón. Eso es verdad. Ahora mis-mo se me están ocurriendo treinta nombres demujeres del blues. Pero en mi defensa debo de-cir que el trabajo de documentación del libro fueeste: przzzzz (suelta una pedorreta) ¡Ninguno enabsoluto! ¡Cero! Escribí el libro en cinco meses,y ahora veo millones de cosas que podría cam-biar. Pero tienes toda la razón. Un día enmenda-ré mi error y pondré a todas esas mujeres.

Otra cosa que podría decir para mitigar mi

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culpa es que la plataforma que han tenido esasmujeres para lanzar su música siempre ha sidomenor. Pero la música la inventaron las muje-res, eso lo descubrí cuando nació mi primer hijoy tuve que cantarle desde el retrete porque ha-bía empezado a llorar. Así que era esto: las mu-jeres inventaron la canción para que se callaranlos bebés. Pero tienes razón. Lo único que estoyhaciendo es intentar confundirte con argumen-tos para que parezca que he acabado ganandola discusión (ríe).

Salta a la vista que uno de tus talentos esla hipérbole enloquecida...

(Interrumpiéndome) ¡Cómo te atreves! ¡Soy lamejor en hipérbole del mundo entero!

...y otro es la comparación asquerosa. Quie-ro darte las gracias por haber implantadoen mi cerebro la imagen de aquel bolso queera igual que «los testículos de Tom Jo-nes». Lo recordaré en mi lecho de muerte.

(Se carcajea) Si, las mujeres los llevan así, pelu-dos y colgando de unas cadenas. Hoy en díaTom Jones es juez de un programa parecido aFactor X que se llama The Voice, en el Reino Uni-do, y sigue siendo una bestia. Cuando comparteescenario con alguna mujer, sus ojos están di-ciendo a) Si es menor de 35, me encantaría fo-llármela o b) Si es mayor de 35, creo que me lafollé una vez. Una vez le entrevisté y estuvimoshablando hasta las seis de la mañana, hasta quealguien del hotel empezó a pasar el aspirador, yél dijo: «Ah, el sonido del aspirador. Es mi corodel alba». Me encantó hablar con él, aunque devez en cuando sus ojos también me estuviesendiciendo: «Me follaría eso que tienes ahí».

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No sé si el resto de lectores estarán t ancomidos por la curiosidad como yo, perome encantaría saber quién era de veras tuex-novio, el eufemíst icamente baut izado«Court ney». Parece el capullazo más gran-de de toda la crist iandad.

Sí, era un payaso. Y lo dejé algo mejor de lo queera en realidad. En el libro no digo nada de suestatura (era bastante bajito) ni de su calvicie.Tras salir conmigo empezó a salir con una ami-ga mía, que terminó siendo bastante famosa, yluego con otra, que también lo fue. Así que pa-rece un cruel rito de pasaje para chicas adoles-centes que luego se harían populares. Era unimbécil increíble.

Tocaba en un grupo, ¿Verdad?

Sí, pero no puedo decirte más porque en la edi-torial me avisaron que el asunto legal podría po-nerse feo. Con las amigas rastreamos su blog(«¡Es él, es él, oh Dios mío!«) y descubrimosque está viviendo de ayudas estatales, que aúnestá lleno de autocompasión, que sigue que-dándose calvo, que está bastante gordo, y elpost más celebrado fue donde decía que todo eledificio estaba en el patio celebrando una fiestacon barbacoa y luces y «todo el mundo lo estápasando bien menos yo». Habían invitado atoda la comunidad excepto a él. ¡Ja, ja! (ríe a loCruella de Vil) Eso es otra gran cosa del sigloXXI: todo aquel que te ha jodido acabará col-gando en Facebook o su blog algo de lo que tepodrás mofar. Siéntate y espera lo suficiente, ytodos ellos terminarán lloriqueando en Internet.

Cuando entrevisté a Tracey Thorn me dijoalgo que considero interesante: que quizásya no podamos juzgar a la gente por su co-

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lecc ión de discos como sucedía en losochenta. Que ya no es una unidad de me-dida f iable.

En efecto. Antes era la forma de saber si te po-días casar con alguien. En mi Iphone he dejadouna nota que pone «Por favor no me juzguespor mi colección de discos», por si me atrope-llan y se sabe que llevaba Miley Cyrus, o la ban-da sonora de Camp Rock (son cosas que ha in-troducido mi hija). Tu colección ha empezado aser invisible, en cierto modo.

Tracey Thorn es otra bestia, por cierto. Com-partí casa con ella en un festival, y acabamos to-dos pedísimo, pero Tracey Thorn estuvo senta-da allí sin que pareciese afectarle, y eso quebebió más que nadie. Incluso se había traído supropia marca de ginebra. Y eso es porque ha es-tado de gira durante treinta años. Ha tumbado ainnumerables tour managers. La diferencia esesa: ella tenía un grupo, nosotros somos perio-distas. Ella sí sabe beber.

Cuando la entrevisté estaba de un humorde perros. El mal humor atroz que solo pue-de poseer una madre cansada.

Es muy particular. Aquí donde me ves, yo seríacapaz de decir cualquier mierda para que estaentrevista fuera interesante. Cualquier salvaja-da. Literalmente. Hagamos esto lo más diverti-do posible, porque sé lo que es tener que escri-bir sobre alguien que no abre la boca. TraceyThorn no es así. Nunca dice mentiras, se atienea los hechos, piensa concienzudamente en laspreguntas que le haces... Eso acojona.

A mí me echó la bronca tres o cuatro veces,como si fuese un niño pequeño. Un pocomás y me meo encima.

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Impone, es verdad. Yo me la imagino en el mis-mo backstage que, yo qué sé, los Red Hot ChiliPeppers, todos haciendo el indio hasta que Tra-cey Thorn los agarra de la oreja y los manda a lacama. «Os voy a dar en el pompis!» (ríe). Joder,todas esas tías de los ochenta son putas bestias.Alison Moyet está todo el rato con la botella detequila reclamando coscorrones, y Radioheadahí al lado con los zumitos veganos.

No parece que te preocupe la falta de inti-midad. Siempre estás dispuesta a hacertefotos, a aparecer en televisión...

Bueno, si creces en una familia numerosa sincerrojo en el váter y compartiendo habitacióncon un niño pequeño te desprendes muy rápidode esa necesidad. Como adolescente que seestá descubriendo a sí misma (susurra: quierodecir que me estaba masturbando), y que tiene

que compartir cama con un niño de dos añosque se mea en ella... Esa colisión de formas devida acaba con tu intimidad. Pero el resto de mifamilia es gente muy celosa de ella, y por consi-guiente me encuentran completamente repulsi-

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va. Cuando era niña me daba tanto asco a mímisma, me encontraba tan fea, que a los diecio-cho ya había gastado toda mi vergüenza.

Otra de las razones por las que escribí el li-bro era porque nadie se atrevía a empezar unaconversación así sobre abortos, o masturba-ción, o desórdenes alimenticios. Como yo ca-rezco de vergüenza, pensé que me tocaba amí. Si tengo que ser la tía guarrindonga delplaneta entero, así sea. Seré la tía loca con elabrigo de piel leopardo y el cigarrillo en la co-misura de la boca, escandalizando a los niñoscon «¡Vamos a hablar de pajas, je je je!». Por-que es divertido y sucio, pero también revolu-cionario. Y si algo es revolucionario y guarro ydivertido, quiero ser parte de ello. Otra cosaque la gente me pregunta sobre Cómo ser mu-jer es qué voy a hacer para el siguiente, te-niendo en cuenta que en este lo he confesadotodo. Error: tengo un camión entero de confe-siones dispuesto para el siguiente, que porcierto es una novela, y es mil veces más ínti-mo e indiscreto y sucio.

En el libro admites algo que c iertos secto-res del feminismo pueden considerar cho-cante: los t íos se lo pasan mejor. Los t íosno son mejores, pero es mejor ser t ío.

Es la forma en que los hombres se ven a sí mis-mos. Las mujeres se ven a sí mismas como unproblema, mientras que los tíos se levantan porla mañana y dicen: «Me llamo Dave. Voy a po-nerme los pantalones y pasarlo de puta madreallí fuera». Las mujeres se levantan y lo primeroque piensan es: «Estoy gorda. No puedo salir decasa así. Oh Dios, y mira qué cabello». Se ven así mismas como una larga lista de inconvenien-tes, y todo lo que tiene que ver con cultura fe-menina perpetúa esa perspectiva. Todas las re-vistas femeninas se regodean en mostrar a

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mujeres que la han cagado esa semana: la queno debería haber llevado ese vestido, la que nodebería salir con aquel, la que debería llevar za-patos sin tacones...

Los programas televisivos muestran a chicaspreocupadas por no encontrar novio, o no serbuenas madres o... Todo angustias. Los progra-mas para tíos muestran a hombres lanzando co-ches por acantilados, o sentados en un sofá y di-ciendo: «Me gustan las tetas». Aunque no esque las tetas sean algo que me interese tanto,prefiero esa conversación a la de «Estoy dema-siado gorda, qué puedo hacer, bla bla». ¡A lamierda con eso! En cincuenta años vamos a es-tar todos muertos. Yo quiero vivir en el borde deun precipicio, como Slash en el video de «No-vember rain», con la guitarra sin enchufar a nin-guna parte, sombrero en cabeza, pitillo en bocay haciendo playback como una energúmena.Mientras Axl Rose prepara speedballs enormesen la caravana.

Eran buenos t iempos para Axl Rose. Ahorase parece más a Jabba El Hutt.

¿Y qué me dices de Slash? No sé si sabes quenació en Stoke, un pueblo de mierda al lado deWolverhampton, de donde yo soy, y su nom-bre real es «Paul». Eso sí es poder de reinven-ción: de ser «Paul, de Stoke» a ser «Slash, deGuns’n’Roses» mediante la construcción de unpeinado más voluminoso y la aplicación desombrerito.

Quería preguntarte algo sobre c lases so-c iales. La cultura inglesa ha cambiado losuyo desde el t riunfo en los c incuenta y se-senta de nuestra cultura (con Beatles, mods,etc), pero me pregunto si aún te encuen-t ras con situaciones en las que gente del

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mundo de la cultura y los medios te miranmal por ser de c lase obrera.

La historia de las clases en nuestro país es in-teresante. Hasta el principio del siglo XX, sieras de clase obrera y querías ser un artista te-nías que buscarte un mecenas, y entoncespintar retratos de su horrenda esposa, o morir-te de hambre en las alcantarillas, como hizo Ge-orge Orwell. Y entonces se instauró una brillan-te legislación sobre el copyright, que culminóen la revolución de los sixties, y que permitióque chicos de clase obrera cobraran por lo quehacían. Y del mismo modo aquello influenció laeconomía de nuestro país: Paul McCartney segastará 500 millones de libras de un modo dis-tinto que un banquero de Barclays Bank. El go-teo permitió la formación de una cultura de cla-se obrera.

El terrible error de internet fue asumir que to-dos los artistas debían entregar su trabajo gra-tis, cuando el arte era la manera tradicional enque la gente pobre podía escapar de su guetosin ser boxeador o futbolista. La demagogia quesiempre nos lanzan a la cara a los artistas de cla-se obrera es: ¿Por qué no regalas tu trabajo?Porque Mami tiene que pagar el alquiler, tío. Na-die regala su trabajo, los artistas somos los úni-cos que lo hacemos. Es una locura. Ningunaotra industria ha regalado su mierda en internet.H&M no está regalando sus chaquetas en la red.Solo los gilipollas bohemios y de izquierdas loestamos haciendo.

Todo eso me pone paranoica como si hubieraestado fumando maría: ¿Por qué será que lagente que diseminaba las ideas más peligrosas,los artistas de clase obrera, de repente estánsiendo apartados del discurso (no pueden per-mitirse hacerlo gratis) y las clases medias estántomando su lugar? En nuestro país se asumeque cuando empiezas a ganar buen dinero porlo que haces pasas mágicamente de la clase

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obrera a la clase media. Eso es un pensamientomezquino. Siguiendo ese razonamiento, todo loque tiene que ver con la clase obrera solo pue-de ser pobreza y dificultad, nunca éxito. Eso mehace hervir la puta sangre. Yo soy de clase obre-ra y moriré de clase obrera.

Existe una gran diferencia entre cultura declase obrera y cultura de clase media: la pre-sunción del privilegio. Detalles como que misamigos de clase obrera que han llegado a algoson los que celebran las fiestas más gordas ymás invitan, mientras que a alguien de clasemedia ni se le ocurre preguntar cómo dividimosla cuenta.

Pero a veces el éxito puede cercenarte detus raíces completamente, lo que es un pe-ligro añadido. Mira a Rod Stewart o genteasí. No creo que pasen el día hablando consu jardinero.

Para mí, el éxito en la clase obrera implica unaserie de obligaciones que no puedes perder devista: ayudar a tus amigos, hablar siempre dedesigualdad de clase, del estado del bienestar...Es el impuesto que se te debe aplicar si eres fa-moso. Y si no lo cumples, eres un capullo. Ycreo en esto firmemente.

Versión completa de la entrevista de Kiko Amat a CaitlinMoran publicada en el número de octubre 2013 de Rock-delux.

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