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  • 509Revista SAAP (ISSN 1666-7883) Vol. 2, N3, agosto 2006, 509-536

    Determinismo y contingencia en las interpretaciones polticasde la crisis argentina*

    ALEJANDRO BONVECCHICONICET / UTDT / [email protected]

    Este artculo revisa las interpretaciones polticas de la crisis argentina de2001 producidas en sede acadmica. Clasifica estas interpretaciones segnel principio explicativo que proponen: las instituciones, los actores y lainteraccin estratgica de stos. Analiza los aportes de cada interpretacinbuscando identificar las combinaciones de determinismo y contingenciacon que cada una presenta su versin de los hechos. Como balance, plan-tea que los tres tipos de interpretaciones ofrecen visiones deterministas de lacrisis, en las cuales sta fue un resultado necesario de los principios expli-cativos invocados y no un acontecimiento contingente, que podra haberocurrido de otro modo. Y concluye ofreciendo, como alternativa para darcuenta de la singularidad del acontecimiento, una estrategia interpretativaque distinga lo necesario de lo contingente en el proceso que condujo alcolapso de 2001.

    La crisis econmica y poltica que estall en Argentina en diciembre de2001 ha sido objeto de diversas formas de reflexin. La sucesin de colapsofinanciero, piquetes, saqueos, cacerolazos, renuncias presidenciales, asam-bleas populares, devaluacin y confiscacin de depsitos bancarios fue abor-dada desde crnicas periodsticas orientadas a narrar los hechos y especu-lar, ms o menos informadamente y la mayora de las veces con noto-rios sesgos ideolgicos, acerca de sus causas (Morales Sol, 2001; Graziano,2001; Sevares, 2002; Seoane, 2002; Bonasso, 2002), hasta por intervencio-nes de teora social y poltica empeadas en investir a la crisis y en espe-cial a la configuracin de las movilizaciones multitudinarias que dieron for-ma a su estallido como la emergencia de una nueva subjetividad poltica

    * El autor agradece los comentarios de Juan Carlos Torre, Vicente Palermo, Marcos Novaroy Luis Tonelli, as como las observaciones y crticas de dos ex funcionarios del gobiernoargentino que optaron por el anonimato.

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    (Lewkowicz, 2002). Tambin en sede acadmica la crisis fue materia de unapanoplia de argumentos de economistas y cientficos sociales, pero mien-tras los primeros inscribieron decididamente sus intervenciones en un cam-po problemtico especfico y consolidado, el de la discusin sobre las causasy los modos de propagacin de las crisis financieras, los politlogos y soci-logos interesados en dar cuenta de la crisis han presentado trabajos de nota-ble disparidad tanto en lo que respecta a la naturaleza de sus enfoquescomo en lo concerniente a la consistencia de sus proposiciones. Este art-culo se propone organizar esa reflexin dispersa y formular, a la vez, unbalance crtico de la pertinencia emprica de sus premisas formales para elanlisis del caso y de la consistencia de sus aseveraciones sustantivas.

    Dos restricciones son necesarias para llevar adelante este ordenamientocrtico: una restriccin sobre el objeto, y otra sobre el tipo de intervencin aconsiderar. Por un lado, este artculo slo discute textos que se ocupan direc-tamente del colapso poltico y econmico de diciembre de 2001; no discurre,por tanto, sobre trabajos que apuntan a dar cuenta de otros procesos de loscuales este colapso podra ser considerado una consecuencia. Por otro lado,este artculo analiza nicamente argumentos elaborados en sede acadmicadesde perspectivas sociolgicas o politolgicas; excluye, por ende, los compo-nentes polticos de argumentos esencialmente econmicos y las notas pe-riodsticas escritas por socilogos y politlogos. Ambas restricciones apun-tan a preservar la comparabilidad de los textos en cuestin: no correspondesopesar trabajos con distintos objetos como si tuvieran el mismo, ni resultaequitativo medir con idntica vara argumentos que ofrecen evidencia emp-rica respaldatoria y conjeturas que eluden ese requisito.

    Las intervenciones sociolgicas y poltolgicas acerca de la crisis queen adelante, por simplificacin retrica, se denominan polticas pretendendistinguirse de los argumentos econmicos por su matriz epistemolgica,no por las variables que articulan en su despliegue. Los argumentos econ-micos constituyen explicaciones: entienden el colapso argentino y sus proce-sos como un ejemplo de los mecanismos macroeconmicos y financieros tpi-cos de crisis cambiarias y bancarias. Combinan, para construir sus explica-ciones las caractersticas de la estructura econmica argentina, la naturalezay alcance del desequilibrio fiscal, la regla de la convertibilidad, la situacindel sistema financiero local e internacional y el impacto de ciertos shocksexternos sobre la economa y sobre las finanzas del Estado. Los argumentospolticos, sin dejar de mencionar algunas de estas variables econmicas, danmayor peso a factores como la estructura institucional del federalismo fiscaly electoral argentino, los ciclos electorales, las disputas internas de los parti-

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    dos polticos y las personalidades de los lderes de gobierno, pero pretendenno tomar la forma de explicaciones, sino la de interpretaciones: pretendenentender la crisis como un caso cuya singularidad slo puede ser aprehendi-da reconociendo la diversidad de sus elementos constitutivos y la compleji-dad de las relaciones entre ellos tramadas. Sin embargo esta divergenciaepistemolgica no obsta a que el presente balance identifique, entre los fac-tores articulados en las interpretaciones polticas estudiadas, aquellos queostentan, en la estructura de cada argumento, un valor explicativo; son es-tos factores los que vertebran los argumentos y constituyen la gramtica desus proposiciones sustantivas.

    Este artculo pretende, entonces, reconstruir la gramtica y la semnti-ca de las interpretaciones polticas de la crisis argentina, pero tambin apun-ta a ponderar, sobre esa base, los aportes de cada interpretacin en funcinde la combinacin entre determinismo y contingencia con que cada una deellas ha tramado su versin de los hechos. Por determinismo se entiende aqulo que se denomina como necesidad en la lgica modal aristotlica: Es nece-sario p si y slo si no es posible ~ p (Lukasiewicz, 1998: 135). La necesidades una cualidad de orden fctico e irrevocable: algo existe porque no esposible que no exista; algo sucede porque no es posible que no suceda. Porcontingencia se entiende, tambin en el mbito de la lgica modal, algo quepuede ser pero tambin puede no ser el caso (Lukasiewicz, 1998: 155). La con-tingencia depende de la seleccin, la que, a su vez, implica la posibilidadde no ser y el ser de otras posibilidades (Luhmann, 1998: 15). Una inter-pretacin determinista, entonces, entendera a la crisis como un aconteci-miento necesario porque cualquier alternativa a ella sera imposible; unainterpretacin basada en la contingencia entendera a la crisis como algoque podra no haber ocurrido o haber ocurrido de maneras distintas de lasque ocurri.

    El uso de la lgica modal como criterio para la evaluacin crtica de lasinterpretaciones tiene dos objetivos. Uno: explorar la consistencia de lasinterpretaciones en tanto interpretaciones de la crisis i.e. de la condensa-da sucesin de colapso financiero, piquetes, saqueos, cacerolazos, renunciaspresidenciales, asambleas populares, devaluacin y confiscacin de depsi-tos bancarios. El otro: identificar, tanto en los aciertos como en las omisio-nes y deslizamientos de estas interpretaciones, aquellos elementos aptos paracomponer una visin de la crisis adecuada a su complejidad fctica.

    De acuerdo con estas premisas, la presente revisin se propone mostrarque las interpretaciones polticas de la crisis desarrollan principios explicati-vos deterministas que no les permiten dar cuenta de la consistencia de la

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    crisis ni de la especificidad de los procesos que dieron lugar a ella. Las expli-caciones de la crisis por las instituciones y por la naturaleza o la interaccinestratgica de los actores hacen desaparecer el acontecimiento de la crisis enla eficacia frrea de las reglas o en la perseverancia en su ser de los agentes.Al concebir la crisis como el resultado necesario de la vigencia de ciertasinstituciones o del comportamiento de ciertos actores, estas interpretacio-nes niegan el carcter contingente de factores y procesos decisivos para elestallido de la crisis y, con ello, obstruyen la posibilidad de su comprensin.

    El artculo est organizado en cuatro secciones. La primera presenta ydiscute las interpretaciones de la crisis argentina cuyo principio explicativoson las instituciones. La segunda seccin se ocupa de las interpretacionesbasadas en los actores. La ltima seccin esboza, a modo de conclusin, loscontornos de una interpretacin capaz de compensar los dficits de las in-terpretaciones existentes con las virtudes que ellas mismas exhiben.

    I. Las instituciones como principio explicativo de la crisis

    I.1. Reglas y procesos en el caso argentino

    Algunos autores han argumentado que las causas de la crisis radican enla estructura y el funcionamiento de ciertas instituciones argentinas. Tommasi(2002a, 2002b) ha identificado a las instituciones polticas y fiscales federa-les como los constreimientos que impiden alcanzar consensos polticosintertemporalmente consistentes y, por ello, hacen imposible el desarrollode polticas pblicas eficaces y eficientes. Esta proposicin tiene su origenen dos presupuestos tericos precisos. Uno, extrado de la teora de los cos-tos de transaccin en economa (North, 1993), establece que los costos detransaccin (poltica o econmica) sern menores cuanto mejor especifica-dos y garantizados se encuentren los derechos de propiedad, ya que su es-pecificacin y su garanta determinarn el grado de credibilidadintertemporal de los acuerdos. El otro presupuesto consiste en una distin-cin jerrquica de tipos de reglas institucionales: las reglas de bajo nivel(lower level rules), que regulan de manera inmediata el comportamiento delos agentes; las reglas de nivel intermedio (intermediate level rules), que deter-minan quin tiene el poder y bajo qu procedimientos puede utilizarlo pararegular el comportamiento de los agentes; y las reglas de alto nivel (high-levelrules), que establecen cmo son determinadas las reglas de nivel intermedio(Tommasi, 2002a: 1-2). Combinando ambos presupuestos, Tommasi pos-

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    tula que lo importante a la hora de reformar la economa de un pas son lasreglas de alto nivel, pues ellas condicionan no slo las elecciones de polticaen sentido amplio () sino, ms importante an, la efectividad en laimplementacin de las polticas (Tommasi, 2002a: 11). El caso argentinomostrara, desde este punto de vista, lo que ocurre cuando no se reformanlas reglas de alto nivel.

    En efecto, la estructura institucional que gobierna la formulacin eimplementacin de polticas pblicas en Argentina conduce, segn Tommasi,a una generalizada incapacidad para realizar transacciones polticasintertemporales eficientes (Tommasi, 2002a: 14). La naturalezapresidencialista y bicameral del rgimen poltico induce una fragmentacinnatural de los intereses que incrementa sustancialmente el nmero de agen-tes de veto a la hora de tomar decisiones de polticas pblicas. Las reglaselectorales, que otorgan a los jefes polticos provinciales significativo poderpara armar las listas de candidatos, incrementan la importancia de los go-bernadores provinciales en la arena poltica nacional vis-a-vis los legisladoresnacionales, a los que transforman en mandatarios de aquellos y cuyos in-centivos para proseguir una carrera parlamentaria y fortalecer las capacida-des del Congreso decrecen sustancialmente. La historia de interrupcionesdel orden constitucional ha hecho del cortoplacismo la estrategia naturalde la mayora de los actores polticos. Y las reglas fiscales federales generanuna fuerte dependencia de las finanzas provinciales respecto de las decisio-nes del gobierno nacional, lo cual al contar ste con numerosas oportu-nidades legislativas y presupuestarias para maniobras unilaterales con-duce a un intercambio miope y oportunista de dinero por votos (Tommasi,2002a: 14-16).

    Esta configuracin de reglas habra manifestado su funcionamientoperverso durante los procesos de reformas estructurales de la dcada de1990. La instrumentacin poltica de estas reformas habra consistido enuna estrategia de compra de votos en la cual los actores claves de la coali-cin reformista articulada por el gobierno habran recibido beneficios yexenciones sustanciales en el diseo y la implementacin de las reformas(Tommasi, 2002a: 18). Estas concesiones habran informado el balance delos procesos de reformas: insuficiente reforma fiscal, especialmente en elnivel provincial, insuficiente reforma del mercado laboral, no reforma delsector de salud () y no reforma (profunda) del muy distorsivo diseo fis-cal federal (Tommasi, 2002a: 18).

    La crisis de 2001 habra sido, simultneamente, una ms de las desas-trosas consecuencias de la estructura institucional argentina y un efecto de

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    la dinmica poltica auspiciada por las reglas emergentes de los juegos pol-ticos que tallaron las reformas de los aos 90 (Tommasi, 2002a: 19). Tommasilocaliza el comienzo del descalabro en la campaa electoral de 1999: la apuestade Menem por una segunda reeleccin inmediata abri una competenciaentre el presidente y el Gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, enla cual cada uno recurri al incremento del dficit fiscal a travs del endeu-damiento para obtener apoyo poltico y popular (Tommasi, 2002b: 36). Elpeso econmico de la provincia en 2000 represent 30 por ciento del PBI,30 por ciento del gasto provincial total, 31 por ciento del gasto en personal,23 por ciento de la deuda provincial total (Tommasi, 2002b: 36) influydecisivamente en el dficit consolidado del sector pblico argentino y diolugar a una guerra de desgaste entre el nuevo gobierno nacional (de la Alianza)y el gobierno justicialista de Buenos Aires para decidir quin cargara conlos costos del ajuste o de la cesacin de pagos de la provincia.

    Este conflicto se superpuso con la pugna entre el gobierno nacional y elconjunto de las provincias por la distribucin de los recursos fiscales en elcontexto recesivo que entonces padeca el pas. En diciembre de 1999 y ennoviembre de 2000, las provincias y el gobierno federal firmaron sendospactos fiscales que restringan las transferencias federales a las provincias acifras nominales estipuladas a la vez como piso y como techo, con el prop-sito para el gobierno nacional de retener eventuales mejoras en la recauda-cin impositiva, y para los gobiernos provinciales de asegurarse un nivel detransferencias adecuado aun en caso de cada de los ingresos fiscales por laprofundizacin de la recesin. Las disputas sobre el incumplimiento de estaclusula fueron, segn Tommasi, un hecho importante en la dinmicapoltica que condujo al fin del gobierno de De la Ra y al consiguientedefault argentino (Tommasi, 2002b: 41). Los gobernadores lograron que elSenado aprobara un proyecto de ley que estableci la coparticipacin conlas provincias del impuesto a las transacciones financieras, entonces exclusi-vo del gobierno federal; presentaron un proyecto de ley que declaraba laintangibilidad de las transferencias de coparticipacin de impuestos; y de-mandaron al gobierno federal ante la Corte Suprema por el incumplimien-to de los pactos fiscales. Obtuvieron, as, que el gobierno federal financiaralos desequilibrios fiscales provinciales con bonos (LECOP) a cambio de que40 por ciento de las transferencias garantizadas en los pactos se abonarantambin en ttulos pblicos. Pero la conflictividad que caracteriz a las ne-gociaciones contribuy decisivamente a minar la credibilidad del gobiernonacional ante los actores financieros y a precipitar, con ello, el colapso delrgimen de convertibilidad (Tommasi, 2002b: 41).

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    Tambin Waisman (2004) identifica a las instituciones fiscales y polti-cas federales como causas de la crisis. La causa central de la cesacin depagos de 2001 fue la incapacidad de controlar el dficit (Waisman, 2004:221), derivada a su vez de la combinacin de dos caractersticas de laestructura gubernamental argentina: la pauta de coparticipacin de im-puestos entre los gobiernos central y provinciales, y el sistema electoral(Waisman, 2004: 222). Los fondos de coparticipacin, que el gobiernocentral recauda y luego distribuye entre los gobiernos subnacionales, cons-tituyen el principal ingreso de las provincias. stas, por su parte, gozantambin de un tipo inusual de autonoma financiera y monetaria: puedenincurrir en deuda, y transferirla en ltima instancia al gobierno nacional;todo lo cual las coloca en la envidiable posicin de no tener responsabili-dad por la recaudacin de una parte muy importante del ingreso que gas-tan (Waisman, 2004: 222-223).

    El sistema electoral de representacin proporcional hace que los legisla-dores nacionales sean responsables ante el aparato partidario de sus pro-vincias, de quien depende su candidatura para la reeleccin, y no ante cir-cunscripciones de votantes (Waisman, 2004: 223). Esto transforma al jue-go parlamentario argentino en una competencia donde los legisladorestratan de maximizar los beneficios para sus provincias en percepcionesfiscales y subsidios sin prestar atencin a las consecuencias globales delargo plazo de sus acciones (Waisman, 2004: 223).

    Esta combinacin de coparticipacin y sistema electoral, asociada alriesgo moral alentado por la continua asistencia financiera del FMI a laArgentina ms all de la persistencia del desequilibrio fiscal, estimul ladinmica poltica que condujo al default. El gobierno de la Alianza jugun juego de gallina con las administraciones provinciales en el cual na-die tena incentivos para ceder, puesto que otro rescate del FMI era unaexpectativa de rutina (Waisman, 2004: 224). Con el argumento, ciertoen trminos de la exposicin crediticia de ese organismo multilateral, deque Argentina era uno de los clientes ms importantes del Fondo yera, por ende, demasiado grande para caer, los funcionarios argenti-nos no otorgaron credibilidad a la poltica restrictiva de salvatajes fi-nancieros anunciada por la administracin de Bush en 2001 y especu-laron hasta el fin con que ella no sera aplicada al pas. Cuando loshechos desmintieron esa expectativa, el colapso fue inevitable (Waisman,2004: 224).

    Faucher y Armijo (2003) encuentran en la estructura de las institucio-nes polticas y en los incentivos que ellas generan para la cooperacin y el

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    conflicto entre los actores de las polticas pblicas (policy players)1 la explicacinde la magnitud de las dificultades enfrentadas por Argentina para lidiar conlo que califican como una crisis cambiaria (Faucher y Armijo, 2003: 2). Estacrisis tuvo, para los autores, origen econmico en la apreciacin del peso alen-tada por el rgimen de convertibilidad, pero su naturaleza no habra sido,empero, econmica, puesto que aun si la sobrevaluacin era predecible, ladevaluacin catica no era inevitable (Faucher y Armijo, 2003: 3). La posibi-lidad de evitar la devaluacin dependa de tres caractersticas estructuralesdel entorno nacional de las polticas pblicas (national policy environment):las preferencias y los prejuicios de los actores internacionales; la distribucinde preferencias de poltica econmica en la ciudadana; y los rasgos de lasinstituciones polticas (Faucher y Armijo, 2003: 7). Los tres factores presenta-ron configuraciones desfavorables que empujaron a la Argentina al abismo,pero uno de ellos result determinante sobre los dems.

    Argentina recibi, como Brasil, pas con que los autores comparan laexperiencia de la crisis, importantes paquetes de ayuda financiera de losorganismos multilaterales de crdito, y de hecho el FMI slo decidi inte-rrumpir su asistencia cuando estuvo claro () que nada poda hacersepara evitar la devaluacin y el consiguiente default (Faucher y Armijo, 2003:28). Esto disminuye el valor explicativo de las preferencias de los actoresinternacionales. Pero lo contrario ocurre con las preferencias de poltica eco-nmica de los ciudadanos argentinos, pues los pasos que el gobierno ar-gentino dio para ampliar la credibilidad de su caja de conversinincrementaron el peso neto de los intereses sociales opuestos a la devalua-cin: el aliento a la dolarizacin de las deudas privadas y pblicas y a larepatriacin de capitales hacia depsitos en pesos a tasas de inters superio-res a las del mercado internacional reforzaron la resolucin y la credibilidaddel compromiso de no devaluar jams (Faucher y Armijo, 2003: 30-31).Esta restriccin poltica generada para sostener la credibilidad de laconvertibilidad fortaleci, a su vez, las rigideces derivadas de la estructurainstitucional del rgimen poltico.

    Esta estructura institucional, en la que los autores incluyen al sistema departidos, las relaciones Ejecutivo-Legislativo y el federalismo, y a la que califi-

    1 Faucher y Armijo definen a los policy players como aquellos actores corporativos o indivi-duales que usualmente pueden esperar ser consultados por los jefes del Ejecutivo acerca deposibles cambios importantes de poltica pblica, y los distinguen de los actores de veto (vetoplayers) definiendo a stos, en acuerdo con Tsebelis (1995), como aquellos actores cuyoconsentimiento (o neutralidad) explcito es esencial para cualquier cambio de poltica pbli-ca (Faucher y Armijo, 2003: 13-14). As, pues, todos los veto players son policy players, pero notodos los policy players son necesariamente veto players.

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    can como hiperpresidencial, presenta un nmero limitado de policy playersen relacin con otros regmenes polticos, pero entre estos actores hay unoscuantos con poder de veto efectivo sobre el proceso de toma de decisiones(Faucher y Armijo, 2003: 32). La limitada cantidad de policy players permitiraal presidente abstenerse de numerosas y prolongadas consultas a la hora deformular decisiones econmicas importantes, pero el poder de veto efectivode algunos de esos actores le impondra la necesidad de contar con su apoyopara llevar adelante tales decisiones (Faucher y Armijo, 2003: 32).

    Los policy players con capacidad de veto en Argentina son, para Armijo yFaucher, el partido de gobierno, los grupos de inters y los gobernadoresprovinciales. El primero puede oponerse a las decisiones presidenciales atravs del Congreso, aun cuando ste se encuentre completamente bajo sucontrol; de ah el recurrente uso por parte de los presidentes de los decretosde necesidad y urgencia. Los grupos de inters se han mostrado reiterada-mente efectivos para paralizar la economa: el movimiento obrero a travsde huelgas generales; los empresarios y banqueros, por medio de la fuga decapitales. Los gobernadores provinciales han ejercido su poder a travs desus posiciones de liderazgo en los partidos polticos especialmente en elPartido Justicialista y en la Unin Cvica Radical y de la influencia questas, gracias al control de las bases electorales que suponen, les han permi-tido desplegar sobre los legisladores de sus provincias en el Congreso Nacio-nal. Sin embargo, slo el gobernador de Buenos Aires es capaz de desafiarseriamente a la autoridad presidencial en virtud de su control polticosobre el mayor contingente de legisladores en la Cmara de Diputados(Faucher y Armijo, 2003: 33-34).

    Sobre la base de esta caracterizacin de la estructura institucional delrgimen poltico argentino, la esencia de la crisis es definida como polti-ca (Faucher y Armijo, 2003: 21). El Presidente De la Ra no contaba conmayora en el Congreso ni con una coalicin unificada con lo cual tanto elpartido de gobierno como la oposicin funcionaban como actores de veto.Los grupos de inters operaron de manera de polarizar la opinin pblica:el movimiento obrero y los piqueteros realizaron numerosas huelgas pararesistir los ajustes fiscales; y el sector financiero alent primero el manteni-miento de la convertibilidad para intentar revertir la fuga de depsitos, yluego el establecimiento de restricciones sobre la extraccin de depsitospara evitar el vaciamiento de los bancos. Los gobernadores provincialespulsearon con el gobierno federal para eludir los costos del ajuste y recurrie-ron, con particular intensidad en la provincia de Buenos Aires, a la emisinde bonos como desafo directo a las medidas de austeridad fiscal pro-

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    movidas por las autoridades nacionales (Faucher y Armijo, 2003: 34). Enestas condiciones, concluyen los autores, Argentina no tena un liderazgopoltico capaz de ejecutar un cambio maysculo en la poltica econmica(Faucher y Armijo, 2003: 21).

    I.2. Determinismo I: instituciones sin coyunturas

    Las interpretaciones de la crisis basadas en las instituciones son interpre-taciones deterministas: postulan la determinacin de los procesos polticosque condujeron a la crisis por la estructura institucional del rgimen polticoargentino. Esta estructura, que abarca desde la configuracin de los poderesejecutivo y legislativo nacionales y el sistema electoral hasta el federalismopoltico y fiscal, no slo genera incentivos para el comportamiento de los acto-res; restringe, tambin, sus alternativas de decisin hasta convertirlas en cal-culables en funcin de la posicin y de los recursos institucionales a mano decada actor. Las decisiones polticas que condujeron a la crisis no son, pues, enestas interpretaciones, apuestas basadas en percepciones situadas de losactores a convertir la incertidumbre en riesgo, sino operaciones lgicamen-te necesarias en un tablero predeterminado por las reglas formales y el legadode la historia. En este reino de la necesidad institucional, el nico lugar para lacontingencia reside en la economa internacional, en tanto el valor de las va-riables que inciden sobre su comportamiento no puede ser determinado demanera endgena por las instituciones argentinas.

    El carcter algebraicamente necesario de las decisiones polticas es unaconstante de las interpretaciones reseadas. En Tommasi y en Waisman apa-rece como emergente de la estructura del federalismo fiscal y del sistema elec-toral y partidario: con provincias financieramente dependientes del gobiernonacional y legisladores nacionales polticamente dependientes de los gober-nadores provinciales, el intercambio de votos parlamentarios y el apoyo pol-tico por transferencias fiscales federales es el modo natural de relacin entrelos distintos niveles de gobierno y el instrumento requerido para implementarpolticas pblicas. En Faucher y Armijo se manifiesta como en Tsebelis (1995,2002) como funcin del nmero y la cohesin de los agentes de veto: conminora en el Congreso, falta de afinidad ideolgica con los grupos de intersy elevada popularidad de la convertibilidad, el veto sobre las decisiones presi-denciales en poltica econmica no poda sino resultar irremontable.

    Esta necesidad algebraica de las decisiones supone que ni las diferen-cias ideolgicas o personales entre partidos o dirigentes inciden sobre susdisposiciones a cooperar o confrontar, ni las restricciones de financiamiento

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    desalientan el riesgo moral de las decisiones fiscales de ambos niveles degobierno. Los dirigentes polticos y sus organizaciones son, como los indivi-duos en la ortodoxia marxista, soportes de relaciones objetivas que los tras-cienden y que no pueden modificar; y ni la historia ni las seales ostensiblesde las finanzas pblicas internacionales influyen en la formacin de las ex-pectativas de los actores.

    La circunscripcin de la contingencia a la economa internacional esttambin presente en los tres casos: en Tommasi, implcitamente, bajo laforma de las dificultades del financiamiento pblico; en Waisman, por me-dio del cambio de poltica de la administracin norteamericana sobre losrescates financieros del FMI; en Faucher y Armijo, a travs de la decisinfinal de este organismo internacional de no renovar su asistencia a Argenti-na en diciembre de 2001.

    La localizacin de la contingencia en la economa internacional consti-tuye una notable inconsistencia de estas interpretaciones. Si las decisionesde los actores se explican por las instituciones en y con que operan, enton-ces la sujecin de las cuentas pblicas y del financiamiento de la cuentacorriente argentina a las contingencias de los mercados internacionales decapitales debe ser explicada como efecto de la institucin de la convertibilidad.sta, como se sabe, ataba la masa monetaria a la evolucin de las reservas deoro y divisas y a la colocacin de ttulos pblicos en dlares del Banco Cen-tral. La vulnerabilidad fiscal y la vulnerabilidad externa de la economa ar-gentina eran, pues, endgenas: determinadas por el rgimen de convertibilidad(Palermo, 1995).

    Omitir el estatuto endgeno de las vulnerabilidades fiscal y externa noequivale, meramente, a callar un argumento de path-dependence que reforzarael estructuralismo de este tipo de interpretacin i.e. que la dolarizacin dela economa durante los aos 80 haba transformado a la convertibilidad enla ltima alternativa antes de la renuncia a la soberana monetaria, y que unavez adoptada la convertibilidad aquellas vulnerabilidades iban de suyo.Equivale, tambin, a desconocer las contingencias que permitieron tanto elxito inicial como la supervivencia de la convertibilidad: el sostenido flujode capitales a los mercados emergentes entre 1991 y 1994, su rpida reanu-dacin tras la crisis del Tequila en el segundo semestre de 1995 y, quizs msimportante an, las decisiones financieras del Ministerio de Economa y elBanco Central entre enero y mayo de 1995 que salvaron a la convertibilidaddeteriorando silenciosamente su respaldo (Broda y Secco, 1997).

    Estas omisiones son inherentes a este tipo de interpretacin. En l no hay,ni puede haber, coyunturas: las instituciones operan independientemente de

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    ellas, o no operan en absoluto. En este mundo de individuos sujetados por lasreglas y de reglas sin historicidad, la crisis argentina no puede sino ser unanecesidad, un riguroso destino. Pero muchos de los pasos que a ella conduje-ron difcilmente puedan gozar, con consistencia, de ese cmodo estatuto: losacuerdos que dieron forma a la Alianza, los resultados electorales de 1999, laconfiguracin del primer gabinete, el diseo y la recepcin de las medidaseconmicas iniciales, los conflictos entre el presidente y el vicepresidente, lamodalidad de la incorporacin de Cavallo al gobierno, la decisin y el timingde impulsar la Ley de Convertibilidad Ampliada, la reticencia del presiden-te a buscar una cooperacin institucionalizada con la UCR y el PJ, lareluctancia del gobierno a negociar un acuerdo econmico estratgico conla administracin norteamericana Qu reglas institucionales explican estosacontecimientos? Ante las percepciones, los clculos y las maniobras quetraman las coyunturas, estas interpretaciones de la crisis argentina slo pue-den hacer silencio.

    II. Los actores como principio explicativo de la crisis

    Otros autores han entendido la crisis como el resultado de comporta-mientos conflictivos de ciertos actores. Para algunos, estos comportamien-tos derivan exclusivamente de la naturaleza de los actores; para otros, a esanaturaleza debe aadirse la interaccin como factor explicativo.

    II.1. La naturaleza de los actores de la crisis argentina

    La interpretacin de Manzetti (2003) es paradigmtica del primer enfo-que. Segn este autor, la crisis fue consecuencia del endeudamiento externocontrado por el gobierno de Menem para financiar su clientelismo poltico.Este patrn de comportamiento fue posible por la desarticulacin de los me-canismos de control del sector pblico operada bajo esa administracin: si lasreformas estructurales son ejecutadas en un rgimen con dbiles institucio-nes de accountability de los funcionarios pblicos, o en pases donde las insti-tuciones fueron debilitadas deliberadamente para acelerar la implementacinde las polticas, la corrupcin, la colusin entre intereses pblicos y privadosy el clientelismo poltico emergern y promovern desastrosas crisis econ-micas en el corto plazo (Manzetti, 2003: 322). El caso argentino sera, en estesentido, uno ms de la serie iniciada por Mxico en 1994 y seguida porIndonesia (1997), Tailandia (1997) y Rusia (1998) (Manzetti, 2003: 315).

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    La evidencia de que la corrupcin y el clientelismo empujaron al pas ala crisis residira, por un lado, en el impacto de los escndalos de corrupcinsobre la confianza de los ciudadanos en los funcionarios pblicos medidoa travs de ndices de percepcin de corrupcin (Manzetti, 2003: 342) y,por otro, en el derroche de recursos econmicos a travs del clientelismopoltico identificable en el financiamiento federal a los gobiernos provin-ciales (Manzetti, 2003: 349) y en la seguridad social. Los escndalos popu-larizaron las crticas al costo de la poltica i.e. al nivel de gasto pblicoutilizado para financiar a los poderes del Estado y la desconfianza de losciudadanos respecto de la dirigencia poltica en general. La coparticipacinfederal de impuestos y las transferencias garantizadas por los pactos fiscalesfirmados durante la dcada del 90 fueron las principales fuentes delclientelismo; la seguridad social fue tambin, a travs de las pensiones otor-gadas por la Administracin Nacional de Seguridad y de los contratos deprestacin mdica del Instituto de Servicios Sociales para Jubilados y Pen-sionados, terreno para el fraude y el desvo de fondos pblicos en beneficiode los allegados al Presidente Menem.

    Cuando la articulacin de desconfianza ciudadana respecto de los diri-gentes polticos y dficit fiscal provocado por el uso clientelista de los recur-sos pblicos que haba sido regla durante el gobierno de Menem coincidicon la recesin y el encarecimiento del financiamiento externo, el caminohacia la crisis econmica y poltica result expedito: si Menem se hubieraabstenido del clientelismo poltico, habra podido reducir los pagos de inte-reses [de la deuda pblica] casi a la mitad y muy probablemente habra evi-tado el colapso econmico de 2001 (Manzetti, 2003:358).

    II.2. Determinismo II: actores sin restricciones

    Las interpretaciones de las crisis basadas en la naturaleza de los actoresson tambin, como las versiones basadas en las instituciones, interpretacio-nes deterministas: postulan la determinacin de los procesos que conduje-ron a la crisis por dicha naturaleza. Estos actores los funcionarios pbli-cos corruptos no pueden hacer nada ms que perseverar en su ser: slotoman decisiones que amplan y protegen los frutos de su corrupcin. Lacrisis es, al cabo, el resultado de un conflicto de suma cero, provocado por elencuentro de estos patrones de comportamiento uniformemente persisten-tes. La contingencia no tiene lugar en estas interpretaciones. Los actoreshacen aquello para lo cual su naturaleza los ha programado, y eso que ha-cen conduce al colapso.

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    El desconocimiento de la contingencia en la interpretacin de Manzettiest basado en una concepcin ingenua de los actores sociales y en unavisin superficial de sus interacciones. Como si Olson jams hubiera escritouna lnea, esta interpretacin desconoce la existencia de problemas de ac-cin colectiva: supone que los actores invariablemente colectivos queinvocan en sus argumentos operan constantemente en bloque, con criteriosuniformes, sin costos de organizacin, monitoreo o sancin que permitansostener la unidad y uniformidad presupuestas. La ignorancia de los pro-blemas de accin colectiva es lo que permite predicar acerca de los gruposcomo sujetos: el Estado, los empresarios, los funcionarios corruptos,los ciudadanos, la Alianza no son actores complejos cuya existencia debaser construida y mantenida conflictivamente, sino personalidades perfecta-mente constituidas que despliegan comportamientos sistemtica eintertemporalmente consistentes sin hesitacin. Con la expulsin de losproblemas de accin colectiva del campo de visibilidad de esta interpreta-cin desaparecen dos de los lugares posibles para la contingencia en argu-mentos centrados en el comportamiento de los actores: el de los clculos decosto-beneficio y el del uso de los recursos disponibles para producir y sos-tener la accin colectiva.

    La interpretacin de Manzetti, por otra parte, slo describe la interaccinde los actores que la protagonizan como un choque de intereses invariable-mente reiterado y de inalterable forma. Los funcionarios pblicos corruptosque generan el dficit fiscal desviando fondos hacia el clientelismo explotansin pausa ni error a los ciudadanos virtuosos que financian el dficit con susimpuestos y la apuesta de sus ahorros a los ttulos pblicos. Los conflictoscarecen de secuencialidad, y por ende los efectos acumulativos de los com-portamientos pasados son estrictamente impensables. Sin reconocimientode la temporalidad de las acciones ni de la incidencia de las percepciones delos actores, quedan eliminados los restantes lugares lgicos posibles para lacontingencia: el aprendizaje potencialmente emergente de la iteracin delos comportamientos y las posibles alteraciones de los mismos.

    Esta interpretacin presenta tambin una concepcin simplificadorade las disposiciones cognitivas de los actores. Los actores perciben el mundopor medio de la ideologa y del inters egosta sin que la iteracin del con-flicto con otros actores ponga, en modo alguno, tales matrices en cuestin.Estas visiones del mundo tienen, ciertamente, historia en la interpretacinde Manzetti: la del proceso poltico de las reformas estructurales. Pero setrata de una historia cosificada, detenida, cristalizada en las disposicionescognitivas, y no ya de un proceso en curso, abierto a modificaciones en

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    fin, contingente. Dotados de matrices cognitivas sin historicidad, los ac-tores de las interpretaciones societalistas jams se encuentran ante presio-nes del entorno que los induzcan a ajustar esas matrices, a ampliar sus cate-goras o a descartarlas y sustituirlas por otras.

    En esta interpretacin, pues, los actores operan libres de restricciones:sin problemas de accin colectiva, sin estmulos para aprender de sus com-portamientos ni de los ajenos, sin presiones para adaptar o reconfigurar susdisposiciones cognitivas. En este universo de actores sin restricciones, lacrisis es tambin un resultado necesario: escrito en la naturaleza de susprotagonistas, que no pueden dejar de vivir ni por un instante de acuerdo asu esencia. Las sorpresas empricas que estas interpretaciones se abstienende problematizar, son, no obstante, centrales: que la crisis no haya tenidolugar antes y que haya ocurrido precisamente cuando y en la secuencia enque ocurri. En lugar de interrogarse por las cambiantes relaciones entre elsector pblico y los diversos tipos de empresarios e inversores que operaronen Argentina, por el grado de captura de distintas agencias del Estado, porlas formas, la frecuencia y las causas de la corrupcin de los funcionariospblicos, por la trayectoria y los determinantes de la evolucin de las expec-tativas sociales, esta interpretacin elude las preguntas que pondran encuestin la necesidad inherente a su versin de los hechos postulando su feen ella.

    II.3. La interaccin estratgica de los actores de la crisis argentina

    Serrafero (2002) enfatiza los vnculos entre los socios de la Alianza comodeterminantes en el proceso poltico de la crisis. Tanto la UCR como elFREPASO habran soslayado, desde los inicios de su asociacin, una pre-gunta medular: cmo construir una coalicin de gobierno relativamenteestable (Serrafero, 2002: 26). Sin preguntarse por el papel de la dirigenciade la coalicin en un pas con tradicin presidencialista como Argentina,por el rol de la vicepresidencia ocupada por el lder de uno de los sociosmayores de la coalicin, por la funcin de la jefatura de gabinete, por losmecanismos de toma de decisiones y de resolucin de conflictos dentro dela Alianza, por las tareas posibles de los partidos miembros de la coalicin enla formulacin e implementacin de las polticas pblicas y por la distribu-cin de cargos no electivos y los criterios para eventuales reemplazos defuncionarios, la Alianza oper como una entrega de lugares institucionalesa los socios mayores i.e. como una coalicin electoral que no lleg atransformarse en coalicin de gobierno (Serrafero, 2002: 26-27).

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    A la ausencia de reglas de funcionamiento de la coalicin se aadieronlas caractersticas del liderazgo presidencial, ambiguo y un tanto confu-so, a cargo de un De la Ra que pretendi diluir a la Alianza con el pasodel tiempo antes que mantenerla saludable; que eludi buscar el apoyode su propio partido y mantuvo relaciones ms conflictivas que coopera-tivas con su titular; que se rode de un entorno de familiares y amigosque lo aisl de la percepcin social y bloque una interaccin ms fluidacon el resto de los actores polticos y sociales; que concentr el poder sinejercerlo en decisiones claras; que apost todo a un vnculo privilegiadocon la oposicin que ms resistencias despertaba en su partido la deCavallo y que entr en competencia con sus propios aliados (Serrafero,2002: 47). El presidente y la Alianza protagonizaron entonces un minude desencuentros crecientemente ms profundos y virulentos: la designa-cin de Lpez Murphy, rechazada por el FREPASO y por muchos radica-les, que termin en su destitucin sin gloria dos semanas despus; la reor-ganizacin del gabinete que acompa al nombramiento de Cavallo, de lacual quedaron afuera tanto frepasistas como alfonsinistas; la campaa paralas elecciones legislativas de 2001, en la cual la UCR y el FREPASO agita-ron junto al Partido Justicialista en contra del rumbo econmico del go-bierno defendido nicamente por Accin por la Repblica, el partidode Cavallo; la respuesta autista (Serrafero, 2002: 33) al resultado elec-toral, con la cual el presidente busc hacer como si nada hubiera ocurri-do y evit intentar la cooperacin an con la UCR, el nico partido toda-va dispuesto, aunque con creciente reticencia, a sostenerlo. El desencuentrofinal tuvo lugar el mismo 20 de diciembre de 2001, cuando en medio de laprotesta callejera y las muertes, De la Ra ofreci al PJ participar de ungobierno de unidad nacional con la UCR pero sin resignar puestos cla-ve del gabinete ocupados por miembros de su entorno (Serrafero, 2002:38). Aislado, repudiado por la sociedad y sin apoyo parlamentario, el pre-sidente se vio entonces forzado a renunciar.

    Novaro (2002a, 2002b) propone, para sostener una explicacin noreduccionista (Novaro, 2002a: 30) de la crisis, distinguir los factores inevi-tables de los evitables en los procesos que condujeron a ella, y utiliza, comocriterio de demarcacin, la cantidad y calidad de los recursos en manos delos actores, bajo el doble supuesto de que las decisiones tomadas al influjode factores que disminuan los recursos de los actores indicaban la existen-cia de problemas que, siendo en alguna medida evitables, [eran] ms dif-ciles de remontar o corregir (Novaro, 2002a: 22), y de que ciertos factoresevitables podan mutar en estructurales (Novaro, 2002a: 20). Entre los fac-

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    tores inevitables, cita a la crisis de Rusia, la devaluacin de Brasil, el fortale-cimiento del dlar frente a las monedas de los dems socios comerciales deArgentina, el deterioro de los precios de las exportaciones argentinas y ladecisin del gobierno de Menem de financiar con endeudamiento pblicoel dficit fiscal y el mantenimiento del rgimen de convertibilidad; este con-junto de factores habra configurado un cuadro explosivo de dficit fiscalcreciente, acumulacin de vencimientos de la deuda pblica y rigidezinstitucional del tipo de cambio (Novaro, 2002a: 23-24). Como factores evi-tables, identifica a los acuerdos electorales celebrados por la Alianza convistas a la campaa de 1999, la conformacin del gabinete, la estrategiaeconmica inicial, el rumbo adoptado en el vnculo con el peronismo en lasprovincias y en el Congreso, en la poltica anticorrupcin y en las iniciativasde reforma poltica, pero enfoca su inters en un factor especfico: la co-operacin entre los miembros de la coalicin y el fortalecimiento de un vr-tice gubernamental (Novaro, 2002a: 24).

    El desajuste entre el respaldo electoral recogido por la Alianza en las elec-ciones de 1999 y el poder institucional que ste le permiti alcanzar apenasuna mayora en la Cmara de Diputados y el control de un puado degobernaciones provinciales se articul con la ausencia de cohesin internaen y entre los socios de la coalicin y con la falta de un liderazgo incuestionadode la misma. Mientras el FREPASO, que haba nacido y crecido con la crticade la vieja poltica de los partidos tradicionales, persista en un discurso decrtica al poder corporativo ahora identificado en la clase poltica, la UninCvica Radical, y particularmente el entorno del Presidente De la Ra, apun-taba a reestablecer equilibrios institucionales basados en intercambiosbipartidistas y acuerdos de convivencia con grupos de inters (Novaro, 2002a:17). Esta diversidad de orientaciones hizo del problema de la cooperacin enel vrtice del gobierno una cuestin tempranamente crtica.

    Novaro concibe este problema como el resultado del encuentro entre losestilos de conduccin del Presidente de la Ra y el Vicepresidente lvarez.El primero, condensado por propia confesin en la mxima de mantenerla ambigedad hasta que resulte insoportable, es caracterizado como undispositivo para no decidir y para montarse, en cambio, en tendencias ge-neradas por otros; y es criticado por su propensin al riesgo que, consis-tente en presentar las decisiones como nica alternativa al abismo, resultaen el debilitamiento de todos los actores del juego poltico por obra de lainminencia del colapso (Novaro, 2002a: 26-27). El mtodo de lvarez, porsu parte, es descrito como una apuesta coyunturalista a hacer de cadacircunstancia una oportunidad a travs del favor del periodismo y de la

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    opinin pblica, y es criticado por su desprecio abierto hacia los aspectosinstitucionales y organizativos como recursos legtimos de la accin poltica(Novaro, 2002b: 94). El estilo del presidente pareca requerir la concentra-cin del poder de decisin en su persona y el consiguiente debilitamientode la coalicin y de sus lderes partidarios; el mtodo del vicepresidentepareca sujetar las decisiones a su testeo en la opinin manufacturada pormedios de comunicacin y encuestas, y por ende supeditaba su coopera-cin a las expectativas favorables de la gente. El punto de convergenciaentre ambos habra sido, entonces, el menos virtuoso: la desatencin de losdispositivos institucionales para la cooperacin en la coalicin, en el gobier-no, y entre ste y aquella.

    La dinmica de la gestin de la Alianza habra estado marcada, pues,por una sucesin de diagnsticos y respuestas divergentes en el vrticegubernamental. La persistencia de la recesin habra sido percibida por elpresidente como un motivo y una oportunidad para reconfigurar la coali-cin bajo su gida exclusiva, y por el vicepresidente como la ocasin paraampliar el espacio poltico del gobierno con la incorporacin de otras fuer-zas; pero mientras que el primero slo se habra mostrado dispuesto aconsentir esa incorporacin cuando ella resultara inevitable por el dete-rioro de la Alianza original, el segundo habra buscado evitar este deterio-ro precisamente por medio de dicha ampliacin. Ms adelante, la crisispor los sobornos en el Senado habra sido vista por el presidente comouna amenaza directa a su poder por parte del vicepresidente, y por stecomo una coyuntura apta para presionar y lograr la reconfiguracincoalicional que juzgaba consistente con el fortalecimiento del gobierno.Posteriormente, la propia renuncia de lvarez, derivacin de estedesencuentro, tambin habra sido comprendida de maneras divergentes:como reaccin confusa e impulsiva de lvarez por parte del presidente, ycomo chance para conservar el favor de la opinin pblica e incidir atravs de ella sobre De la Ra ms eficazmente que desde dentro del go-bierno. Al cabo, la modalidad de incorporacin de Cavallo al gabinetehabra sido entendida por De la Ra como una victoria contra las resisten-cias de una UCR que apenas toleraba su liderazgo presidencial y de unFREPASO abiertamente en la oposicin, y por lvarez como una derrotaque lo conducira a su retiro de la poltica activa (Novaro, 2002b: 83-96).

    As, pues, habran sido los conflictos internos de la Alianza, antes quelas dificultades de negociacin con un PJ sumergido en su propia disputapor el liderazgo partidario, los que habran resultado en el retorno de laingobernabilidad y en el derrumbe poltico de diciembre de 2001 (Novaro,

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    2002b: 97). Los factores inevitables habran tramado, con su letal interaccin,la configuracin de la crisis como un destino2.

    II.4. Determinismo III: coyunturas sin estructuras

    Las interpretaciones basadas en la interaccin estratgica de los actoresconstituyen el inverso complementario de las interpretaciones anteriores:sujetan la eficacia de los factores que stas postulan como necesarios y sufi-cientes a las percepciones de los actores y la articulacin situada de sus deci-siones. En lugar de oponer estas percepciones y articulaciones como con-tingencias que interrumpiran el despliegue de la necesidad de los demsfactores, estas interpretaciones sustituyen sin beneficio de inventario el rei-no de la necesidad institucional y sociolgica por el imperio de la coyuntura.

    En estas interpretaciones, las estructuras institucionales son menos efi-caces como constreimientos cognitivos y estratgicos previos a la accinque como recursos u obstculos operativos en el instante de las decisiones.Para Serrafero y Novaro, las reglas constitucionales y las prcticas informalesque configuran el presidencialismo argentino no parecen haber informadoel conjunto de incentivos que indujo a la Alianza a abstenerse de formular eimplementar dispositivos para su cooperacin interna. Las estructuras sloparecen existir en las situaciones, sin enmarcar con claridad las alternativasque ellas presentan.

    Estas interpretaciones tampoco atribuyen una eficacia sostenida a lanaturaleza de los actores de la crisis. Serrafero y Novaro se concentran en losproblemas de cooperacin como si stos modificaran la esencia de los acto-res a los que involucran: las divergencias y las fallas de comunicacin entreel presidente y el vicepresidente parecen responder a sus encontrados esti-

    2 En la misma compilacin que incluye los trabajos de Novaro, el propio autor de esteartculo explor los procesos polticos de la poltica econmica utilizando la distincin entrelo evitable y lo inevitable de la crisis. Como factor inevitable, propuso la estrategia de super-vivencia de la convertibilidad adoptada por el gobierno de la Alianza, en virtud de la altadolarizacin de los pasivos privados y pblicos, la elevada popularidad del tipo de cambiofijo, las expectativas de continuidad macroeconmica alimentadas por la propia Alianzadesde su formacin en 1997 y la posibilidad de que la reversin del flujo de capitales fueratransitoria (Bonvecchi, 2002: 167-169). Como factores evitables, identific las tcticas dedisuasin ejecutadas por el Presidente De la Ra para impedir que la cooperacin entreactores polticos y econmicos lo desplazara del centro de las decisiones, y las reacciones queestas tcticas suscitaron en la Alianza, el Partido Justicialista, los organismos internacionales,los inversores directos y los inversores financieros. La crisis se habra producido, segn esteargumento, por la inconsistencia entre los efectos de las tcticas presidenciales y la estrategiade supervivencia de la convertibilidad.

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    los polticos mucho ms que a sus respectivas trayectorias organizacionalescomo dirigentes3. Las limitaciones propias de cada actor resultan, as, dilui-das en la fluidez de la coyuntura.

    He ah el inconveniente con las interpretaciones basadas en la interaccinestratgica: al supeditar a la coyuntura tanto la eficacia de las estructurasinstitucionales como la de la naturaleza de los actores, impiden incorporarlas restricciones que estas variables comportan como elemento formal desus versiones de los hechos. Que no todo en la crisis haya estado determina-do no implica que todos los factores intervinientes hayan operado de mane-ra contingente. Tanto el rgimen presidencialista y sus prcticas polticasasociadas como las reglas del sistema financiero de la convertibilidad impu-sieron restricciones a la accin de las cuales estas interpretaciones no dancuenta. Al desconocer estas restricciones no se da lugar, pese a la pretensinmanifiesta de ello en la distincin entre factores evitables e inevitables plan-teada por Novaro, a la contingencia; se reemplaza, en cambio, una determi-nacin por otra: la de la naturaleza de los actores por la de la acumulacin ycondensacin de sus deficiencias.

    III. Determinismo y contingencia: balance y posibilidades

    Los tipos de interpretaciones polticas de la crisis argentina analizadosen este artculo constituyen variantes de interpretaciones deterministas. Tantolas interpretaciones basadas en las instituciones como aquellas basadas enlos actores argumentan que la crisis fue un resultado necesario de las es-tructuras institucionales las unas; de la naturaleza o interaccin de los acto-res en pugna las otras. Ninguna de estas interpretaciones, pues, entiendela crisis como un acontecimiento contingente como algo que podra nohaber ocurrido. Se oponen, ms bien, por su estructura lgica a pensarlade ese modo. La cuestin a elucidar en esta seccin es si tal oposicin lgicaobsta a la articulacin de un esquema interpretativo que supere las deficien-cias identificadas en cada tipo de interpretacin.

    Las interpretaciones basadas en las instituciones presentan precisas es-pecificaciones acerca de las reglas bajo las cuales operan los actores, pero no

    3 Novaro registra esas diferencias de trayectoria pero no explora sistemticamente sueficacia en cada maniobra del drama. El autor de este artculo, por su parte, distingue, entrelos actores financieros, a los inversores con alta exposicin en la economa real de aquellosconcentrados en inversiones lquidas, pero omite discriminar dentro de ambos grupos portamao y por nacionalidad.

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    hay actores que operen fuera de las reglas, ni reglas cuyo alcance y sentidosea susceptible de modificacin en el curso de los acontecimientos. Las in-terpretaciones basadas en los actores presentan agentes polticos y econmi-cos definidos, pero no hay problemas de accin colectiva, ni estmulos alaprendizaje de los actores, ni presiones para la adaptacin o la modificacinde sus matrices cognitivas. En las interpretaciones de interaccin estratgi-ca hay percepciones y estrategias que se modifican por su mutua eficacia,pero no hay estructuras con suficiente permanencia ni actores con natura-lezas suficientemente estables como para ser formalizadas en tanto restric-ciones sobre la percepcin y la decisin de los actores.

    Este balance podra sugerir la conclusin de que los distintos tipos deinterpretaciones polticas de la crisis son complementarios. Esta conclusinsera consistente desde el punto de vista de los factores identificados comoclaves de cada tipo de interpretacin. Ciertamente, un esquema interpretativoque incluyera la especificacin de las reglas institucionales bajo las cualesoperaron los actores de la crisis y la definicin precisa de la naturaleza eco-nmica y sociolgica de esos actores junto al reconocimiento de las sucesi-vas adaptaciones de sus matrices cognitivas y de la consistencia y los efectosde sus interacciones estratgicas articulara los aportes de cada tipo de in-terpretacin.

    Pero desde el punto de vista de la estructura lgica del esquemainterpretativo subsistira una inconsistencia crucial: la que se derivara de otor-gar valor explicativo a las instituciones o a la naturaleza de los actores. Si seconfiriera valor explicativo a estos factores para formalizarlos adecuada-mente como restricciones sobre las percepciones y las decisiones de los acto-res, el esquema interpretativo resultante seguira siendo determinista. Losprocesos cognitivos y las interacciones estratgicas que se pretenda ponderaren su eficacia especfica resultaran determinados en ltima instancia por lasestructuras institucionales o por la naturaleza socioeconmica de los actores.Las preguntas por los factores evitables de la crisis, al decir de Novaro, noslo careceran de respuesta sino tambin de relevancia. La crisis argentinasera, como en las interpretaciones econmicas, un ejemplo de leyes trascen-dentes a la situacin y no un caso a ser elucidado en su especificidad.

    Tampoco el otorgamiento de valor explicativo a los procesos cognitivosy a las interacciones estratgicas permitira articular un esquema interpretativolgicamente consistente. Si la eficacia de estos factores implica supeditaraquella de las instituciones y de la naturaleza de los actores a las coyunturasen que se desarrollan los acontecimientos, las restricciones que estas ltimasvariables imponen sobre las primeras permaneceran como impensables. La

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    crisis argentina constituira un caso de tan extrema singularidad que resul-tara incomparable con procesos ocurridos en regmenes polticos y econ-micos similares.

    Es as que ninguna de estas interpretaciones permite dar cuenta delacontecimiento mismo del colapso poltico y econmico de diciembre de2001. Todas las formas de la determinacin desplegadas en estos textosdiluyen el acontecimiento. La determinacin institucional y la determina-cin socioeconmica no pueden dar cuenta del timing, ni de la secuencia nide los procesos especficos de su ocurrencia. La determinacin coyunturalpuede hacerlo, pero resulta incapaz de identificar los modos en que ciertosfactores estructurales que prepararon la crisis intervinieron en su desarrollomismo. Para las determinaciones institucional y socioeconmica, la crisis esel mero resultado de la invariablemente correcta operacin de un lgebraperfectamente consistente. Para la determinacin coyuntural, la crisis esuna acumulacin de determinantes cuya combinacin es fruto del azar, ladesgracia o la falta de virtud poltica antes que de la interpretacin de loshechos o de la decisin entre cursos de accin alternativos. En todas estasinterpretaciones la crisis es abordada como una sustancia a descomponeren sus elementos constitutivos. Y el problema es que como tal resulta im-pensable, porque los principios explicativos deterministas con que se tratade entenderla la despojan de toda especificidad como objeto.

    Cabe entonces formularse la siguiente pregunta: puede explicarse unacrisis? Esta dificultad exhibida por las interpretaciones polticas carece decorrelato en las interpretaciones econmicas. Los economistas difieren so-bre los valores de las variables que sealan el umbral y la terminacin de lascrisis fiscales, de balance de pagos, de abastecimiento, etc. pero no acercade la idea misma de crisis: hay crisis cuando el funcionamiento de la econo-ma no se ajusta a los modelos de equilibrio utilizados para su observacin yanlisis. La ciencia poltica, en cambio, no ha logrado formular criteriosfuncionalmente equivalentes a este. Ms bien ha oscilado entre tratar lascrisis meramente como coyunturas diferentes de lo ordinario en naturalezao en grado lo cual plantea el problema abismal de definir lo ordinario y lasmodalidades de su disrupcin o debilitamiento o como interrupcionesde un curso naturalizado de la historia lo cual plantea el problema nomenos abismal de especificar ese curso, los procedimientos para su natura-lizacin y los modos para dejarla de lado (Dobry, 1986). Sin un conceptoclaro de crisis, el ejercicio de explicar una crisis no tiene rumbo. Tal vez seapor eso que las explicaciones polticas revisadas aqu eluden al fin y al cabosu declarado objeto y se concentran en hacer la etiologa de un aconteci-

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    miento mudo e informe. Estos ejercicios etiolgicos tienen sin dudas la for-ma lgica de una explicacin, pero esta forma lgica resulta inadecuadapara dar cuenta del objeto en cuestin cuando ste desborda los nichos delas determinaciones bajo las cuales se pretende subsumirlo.

    El abandono de la pretensin explicativa ofrece una alternativa mspromisoria para la construccin de un esquema lgicamente consistente deinterpretacin poltica de la crisis. Ausente la pulsin de jerarquizar los fac-tores identificados en la sucesin de hechos que los actores denominaroncrisis, se vuelve posible organizar un relato en que cada uno de estos aconte-cimientos serializados por los propios actores pueda desplegar su efica-cia con plenitud en el momento correspondiente. Tal esquema interpretativono tendra ni una estructura lgica de la necesidad pura, ni una de la con-tingencia pura, sino una que sea, simultneamente, de la necesidad de lacontingencia y de la contingencia de la necesidad: una estructura lgicaque permita identificar los puntos en que lo que podra no haber sido devinonecesario, y en que lo que debera haber sido abri posibilidades contingentes. Conun esquema interpretativo as tal vez resulte posible elucidar cmo la tradi-cin presidencialista y las rigideces del rgimen de convertibilidad informa-ron, en cada instancia de decisin clave de la gestin poltica y econmicade la crisis, las matrices cognitivas y la formulacin e implementacin dealternativas por parte de los actores, y dar cuenta, propiamente, no ya slodel proceso de la crisis sino del acontecimiento mismo del colapso. A conti-nuacin se ofrecen algunas indicaciones posibles para esta tarea pendiente.

    El rgimen de convertibilidad debera haber colapsado en 1995, cuan-do la devaluacin de Mxico encontr al sector pblico argentino con nece-sidad de fondos frescos en un contexto de incremento de las tasas de intersy al sistema financiero local bajo extremo riesgo sistmico por la insolvenciade los bancos provinciales. La ingeniera financiera orquestada por el Minis-terio de Economa con la asistencia de los organismos internacionales evitel colapso, y este xito modific decisivamente las matrices cognitivas deactores polticos y econmicos domsticos e internacionales. Logradas lasupervivencia a esa crisis y la reactivacin de la economa luego de una breveaunque profunda recesin, la apuesta a la continuidad de la convertibilidaddevino una decisin compartida por ciudadanos, funcionarios locales y ex-tranjeros, inversores reales y financieros, y hasta por la propia oposicin po-ltica, que vio en esa apuesta la posibilidad de modificar los trminos de laagenda pblica en su beneficio. Esta decisin colectiva de continuidad nose alter cuando la devaluacin de Brasil en 1999, otra ocasin en que elrgimen debera haber colapsado, porque ninguno de los actores polticos

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    el gobierno, para asegurar su legado; la oposicin, para proteger suschances de heredar ni econmicos los internos, por su elevado endeuda-miento; los externos, por sus elevadas rentas cont con incentivos pararomper el equilibrio. La contingente supervivencia de la convertibilidad en1995 volvi as necesaria la decisin contingente de sostener su continuidad.

    La tradicin presidencialista debera haber alumbrado una gestin fuer-temente decisionista por parte del Presidente De la Ra, y hacia ello se orien-taron los esfuerzos iniciales de cooperacin de los lderes de la Alianza. Peroel presidente entendi que una gestin as slo sera posible sobre la base dela neutralizacin efectiva de los dems actores polticos y econmicos, y nomeramente como resultado de su disposicin a cooperar. Emprendi en-tonces la tarea de profundizar los problemas de coordinacin y de coopera-cin propios del rgimen poltico federal argentino y de toda burocraciapblica jerrquicamente organizada: retace el apoyo a sus ministros, legis-ladores y gobernadores a la hora de implementar medidas y de sostenerlasfrente a las impugnaciones de la oposicin y de numerosos actores econ-micos, y eludi la definicin de todo rumbo estratgico que implicara crista-lizar una coalicin de apoyo integrada por actores con peso especfico pro-pio. Despreciados y excluidos de la toma de decisiones, a la vez que alarma-dos por la falta de rumbos consistentes, los actores polticos y econmicosabandonaron progresivamente su disposicin a cooperar y adoptaron estra-tegias de supervivencia individual, con lo cual despojaron al presidente dela neutralizacin que requera para gobernar de acuerdo con sus conviccio-nes. Las contingentes percepciones y estrategias presidenciales estimularonas respuestas contingentes de los dems actores que volvieron necesaria laprdida de poder del gobierno.

    Tanto en la percepcin de la opinin pblica, modelada por los mediosde comunicacin y por los discursos de los actores polticos y econmicos,como en la lgica institucional propia del rgimen econmico, la continui-dad de la convertibilidad dependa de la toma e implementacin de decisio-nes por parte del gobierno: reducciones del gasto pblico, incrementos dela recaudacin, estmulos a la competitividad de las exportaciones, mejora-miento de la calidad institucional. Todas estas acciones hubieran sido con-sistentes con las expectativas de los actores con poder de veto sobre la capa-cidad de financiamiento de la economa argentina, y habran contribuidoentonces a que renovaran su apuesta por el mantenimiento del rgimen.Pero las estrategias polticas del presidente y las respuestas que ellas suscita-ron fueron privando al gobierno de la voluntad unificada primero, y al cabodel poder mismo para tomar e implementar decisiones semejantes. Y las

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    expectativas positivas que dependan de la eficacia de esas decisiones fuerondesapareciendo, y dando lugar a la fuga masiva de capitales y a la insolven-cia del sistema financiero.

    As, pues, all donde la necesidad dio espacio a la contingencia, la con-tingencia termin por cederlo a una necesidad an ms letal. El gobiernopodra haber presentado otro men de medidas fiscales en diciembre de1999, pero opt, inducido por las expectativas de los financistas y por lanaturaleza poltica e ideolgica de su coalicin, por buscar un equilibrioentre la obtencin de reputacin ante los actores financieros y la preserva-cin de equidad en el esfuerzo de ajuste. El presidente podra no haberretaceado su apoyo a ese paquete inicial de medidas, o an la reduccin desalarios y jubilaciones de mayo de 2000, pero opt, movido por su lecturaestratgica de la situacin, por dejar al Ministro Machinea y al resto delgabinete librados a su suerte. El vicepresidente podra no haber renuncia-do, o podra haberlo hecho sin conservar a su partido dentro de la Alianza,pero opt, aferrado a su disposicin aunque decreciente a cooperarcon el presidente, por retirarse de manera ambigua y por continuar traba-jando para influir sobre la marcha del gobierno con lo cual reforz lapercepcin presidencial de que operaba para reducir su poder y las expecta-tivas negativas de la opinin pblica, los actores financieros y los propiosdirigentes polticos acerca de la marcha del gobierno. Los organismosinternacionales podran no haber otorgado el blindaje financiero a finesde 2000 ni su refuerzo en agosto de 2001, pero optaron, convencidos de quenegarse a ello podra precipitar una crisis financiera regional y lesionar lasolvencia de algunas instituciones multilaterales y bancos de inversin delos pases centrales, por mantener su apuesta por la continuidad de laconvertibilidad con lo cual contribuyeron a que los actores polticos yeconmicos domsticos sostuvieran su parte de esa apuesta. El MinistroCavallo podra no haber lanzado sus planes de competitividad y deconvertibilidad ampliada ni implementado el megacanje de deuda en losmodos y los tiempos en que lo hizo, pero opt, informado por su diagnsti-co de los problemas del rgimen econmico y probablemente por su estiloproactivo, por elevar desde el comienzo la apuesta por la supervivencia de laconvertibilidad con lo cual reforz inicialmente las expectativas de losciudadanos menos informados y mell sin retorno las de quienes contabancon mayor y mejor informacin. Los dirigentes del PJ y de la Alianzapodran no haber apoyado la Ley de Dficit Cero y sus complementos, opodran haberlo hecho sin protestar ni descalificar sus contenidos, perooptaron, motorizados por las estrategias de supervivencia poltica indivi-

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    duales que haban sido inducidos a seguir por la reticencia del presidente apagar los costos de la cooperacin, por prestar una cooperacin extremada-mente acotada al gobierno y por dedicar el grueso de sus esfuerzos a elabo-rar propuestas y programas alternativos a los que el gobierno intentaba lle-var a cabo con lo cual profundizaron el aislamiento al que el gobiernopareca encaminarse por su cuenta y agravaron las expectativas negativasacerca de su capacidad de sobrevivir y de garantizar la continuidad de laconvertibilidad. El presidente podra no haber desarrollado una respues-ta autista a los resultados electorales de octubre de 2001, ni haber presenta-do el 20 de diciembre de 2001 una oferta de cogobierno al PJ sin poner latotalidad del gabinete a su disposicin, pero opt, aferrado a su visin estra-tgica, por ignorar los efectos que esos hechos implicaban para su propiopoder poltico, con la expectativa de que los dems actores decidieran igno-rarlos junto con l y colocaran la preservacin de la continuidad institucionalpor encima del pago de los costos polticos y econmicos del inminentecolapso de la convertibilidad con lo cual termin de convencer a los acto-res polticos y econmicos de que no podran contar con l para una solu-cin a la situacin en donde ellos participaran de manera central. Laoposicin, finalmente, as como algunos sectores de la UCR, podran nohaber estimulado o, respectivamente, permitido que se estimularan ciertoshechos de violencia, pero optaron por hacerlo, movidos por la certeza deque con ellos el gobierno pagara todos los costos del colapso y el caos resul-tante abrira el margen de maniobra necesario como para que la salida de laconvertibilidad, preferida y buscada a esta altura por numerosos actorespolticos y econmicos domsticos e internacionales, fuera una decisin in-evitable.

    Los argumentos esbozados en los prrafos precedentes no constituyen,desde ya, ni siquiera los preliminares de la versin definitiva de una inter-pretacin poltica consistente de la crisis argentina, sino apenas los contor-nos de otra interpretacin posible. Pero s se proponen como ejemplos de lalgica que, como se ha intentado sostener en este artculo, debera organizaruna interpretacin consistente: una lgica segn la cual no todo lo queacontece en la historia debe necesariamente suceder, pero todo lo que ocu-rre lo hace por algo. En esa compleja articulacin de determinismo y con-tingencia, que an resta especificar, la crisis argentina ha de encontrar tantosu singularidad como sus parecidos de familia.

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    Palabras claveArgentina - crisis de 2001 - instituciones - federalismo - partidos

    Key wordsArgentina - 2001 crisis - institutions - federalism - parties

    AbstractThis article reviews the political interpretations of the 2001 crisis in Argenti-na produced within academia. It classifies these interpretations accordingto the explanatory principle they propose: institutions, actors, and theirstrategic interaction. It analyzes the contributions of each interpretationseeking to identify the combinations of determinism and contingency withwhich they craft their version of the facts. In balance, it proposes that allthree types of interpretation offer deterministic visions of the crisis, in whichthe latter appears as a necessary outcome of the explanatory principles theyinvoke, rather than as a contingent event which might have occurred insome other way. The article concludes by offering an interpretive strategythat distinguishes the necessary from the contingent in the process leadingto the 2001 crisis as an alternative to account for the singularity of the event.