BUCHRUCKER, facismos y nacionalismos después de 1945.pdf

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    FASCISMOS Y NACIONALISMOS DESPUS DE 1945.

    APROXIMACIONES Y DISTANCIAS

    C R I S T I A N B U C H R U C K E R

    EL FASCISMO CLSICO

    Los fascismos surgieron como una nueva familia ideolgica en una situ-acin histrica concreta, radicalizada por el doble impacto de la PrimeraGuerra Mundial y la Revolucin Rusa. En lo fundamental, fueron un

    intento por revertir buena parte de las tendencias societarias que habancaracterizado el siglo anterior. Construido como una amalgama inestablede intereses prcticos y mitos de enorme fuerza emocional, el fascismo seplante ante las tensiones contemporneas con un perfil propio, pero a suvez atravesado por una contradiccin interna que permite caracterizarlocomo un modernismo reaccionario y engaoso o como un intento deforzar el reencantamiento de las relaciones polticas y sociales.

    El fascismo plante a la nacin una realidad supuestamente indi-soluble formada de sangre y suelo como supremo centro de toda as-piracin comunitaria slida, desvalorizando los lazos que implicasenformaciones sociales o polticas por encima o por debajo de ese centro.

    El miembro de la nacin fascista es concebido como un guerrero y unidealista, alguien que, en vez de negociar, combate y conquista. Las in-

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    vocaciones de Mussolini a un difuso europesmo, o a la universalidad de

    la idea romana, as como el mito nazi de la solidaridad internacional ger-mnica o aria, parecieron ser el esbozo de una visin complementaria.Con ella se pretenda suplantar la propuesta de la unidad revolucionariade la clase trabajadora de Lenin y la liga de las naciones pacficas de Kant,ambas denigradas como tpicamente societarias; esto es, supuestamentematerialistas y desarraigadas de la verdadera comunidad.

    El conglomerado ideolgico que el fascismo pretendi convertir enel discurso legitimador de su misin y su rgimen se bas en recla-mar para el binomio lder-partido (ms bien un lazo mstico, no unarelacin deliberativa) el monopolio de una idea curiosa: la de que lamoderna ciencia concretamente la geopoltica y la raciologa ha-

    bra confirmado la vieja tradicin aristocrtica de que la naturaleza lehaba asignado a cada nacin y raza un lugar jerrquico en el mundo.Esta mezcla de argumentos arcaicos y nuevos rechazaba la aplicacinde criterios experimentales y voluntario-contractuales a la organiza-cin poltica y social, implicando un proceso de re-encantamiento dela misma. Al tomar ese camino se planteaba no slo como alterna-tiva frente a las opciones seculares democrticas, sino tambin a lasposiciones conservadoras entonces predominantes tanto en la iglesiacatlica como en la protestante.

    En cuanto al conflicto distributivo entre aspiraciones en expansiny disponibilidades limitadas, la jerarquizacin de los pueblos predica-

    da por el fascismo sealaba claramente la solucin: los superioresdeban redistribuir el mundo y no deban retroceder ante la guerrasi eso generaba resistencias, ya que los inferiores y parsitos se ha-bran apoderado de recursos que no les correspondan. En el interiorde la comunidad nacional se respetara en lneas generales el statusquode la propiedad, salvo en el caso de opositores o elementos consi-derados forneos hostiles.

    Consecuentemente, la pretensin totalitaria que desarrolla el rgi-men fascista tiene rasgos muy diferentes a los de la aspiracin totalita-ria estalinista. En el fascismo, las elites del poder econmico mantie-nen una considerable autonoma, mientras se produce la unificacin

    ms completa posible de las elites poltica y cultural. En este planoes donde la dictadura consigue sus mayores xitos, reduciendo a los

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    disidentes al silencio, a la clandestinidad, a la prisin o al exilio.1

    RESIDUOS FASCISTAS Y NACIONALISMOS

    LATINOAMERICANOS EN EL CONO SUR DURANTE LA ERA DE

    LA GUERRA FRA

    Durante la Guerra Fra hubo algunos regmenes que fueron cata-logados como fascistas o, al menos, muy cercanos al mismo por di-versos observadores: el primer peronismo (1946-1955), la sedicenteRevolucin Argentina (1966-1973), el autodenominado Proceso

    de Reorganizacin Nacional argentino (1976-1983), y la larga dicta-dura de Pinochet en Chile (1973-1990).

    El primer peronismo es uno de los casos ms estudiados en el con-junto de los populismos iberoamericanos. Una constante en la evolu-cin del rgimen fue una tensin interna entre elementos democr-ticos y autoritarios. Su base de legitimidad fue el sufragio universal,a la vez que las oportunidades de progreso econmico y educativo

    1 La fundamentacin histrica de esta caracterizacin se encuentra en Buchrucker, C., El

    fascismo en el siglo XX, Buenos Aires, Emec, 2008. Predominan en esta mirada las co-

    incidencias con Luebbert, G. M., Liberalism, Fascism or Social Democracy, Nueva York/Oxford, Oxford University Press, 1991; Soucy, R., French Fascism: e Second Wave

    1933-1939, New Haven/Londres, Yale University Press, 1995; Kallis, A. A., Fascist Ideo-

    logy: Territory and Expansionism in Italy and Germany 1922-1945, Londres/ Nueva York,

    Routledge, 2000; Berg-Schlosser, D. y Mitchell, J. (eds.), Authoritarianism and Democra-

    cy in Europe 1919-39. Comparative Analyses, Londres, Palgrave/Macmillan, 2002; De

    Grand, A. J., Fascism: Its Origin and Development, Lincoln, University of Nebraska Press,

    2000; Kershaw, I., La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de interpretacin , Buenos

    Aires, Siglo XXI, 2004; y Paxton, R. O., e Anatomy of Fascism, Nueva York, A. Knopf,

    2004. En cambio, son importantes las divergencias con De Felice, R., Entrevista sobre el

    fascismo, Buenos Aires, Sudamericana, 1979; Sternhell, Z., Neither Right nor Left. Fascist

    Ideology in France, Princeton, Princeton University Press, 1987; Payne, S. G., Historia del

    fascismo, Barcelona, Planeta, 1995; Griffin, R., International Fascism, Londres/Sydney/

    Auckland, Arnold, 1998; y Gregor, J. A., Phoenix: Fascism in Our Time, New Brunswick/Londres, Transaction Publ., 2002.

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    para los trabajadores produjeron un acelerado proceso de integracin

    de esos sectores en una nacin concebida segn criterios modernosy constructivistas. Pero el liderazgo personalista de Juan Pern, su-mado a algunos rasgos esencialistas y maniqueos en la idea de nacin(pueblo versus oligarqua), redujeron el nivel de tolerancia frente ala oposicin y favorecieron las prcticas autoritarias. Fue entoncesel peronismo una simple versin sudamericana del gnero fascista?Sin duda existieron algunas similitudes, pero las diferencias fueronnumerosas e importantes.2Se resumen ambas en el siguiente cuadro:

    SIMILITUDES ENTRE FAS-CISMO Y PERONISMO

    DIFERENCIAS ENTRE FASCISMO Y PERONISMO

    a) La concepcin de la nacin fuems comunitaria y menos individu-alista que la del liberalismo.

    1) El peronismo no inclua posiciones abiertamente xenfobasy antidemocrticas. Tampoco planteaba un proyecto de expan-sin territorial.

    2) La configuracin social del peronismo implic una presenciamasiva de militantes y votantes de clase baja. Falt totalmenteel elemento clave de los excombatientes, que no exista en la so-ciedad argentina de esa poca.

    b) Fuerte personalismo en la con-duccin del movimiento con ten-dencias hacia el culto del lder,quien es fundador del movimiento yarticulador de la doctrina.

    3) Pern no tena el perfil bsico del lder fascista (joven veter-ano sin adscripcin profesional clara). Como militar de carreradevenido poltico, se acercaba ms a figuras como los GeneralesPrimo de Rivera (Espaa de los aos 20) y Schleicher (Alema-nia de 1932).

    4) El peronismo en gestacin (1943-1946) no cont con fuer-zas paramilitares (del tipo squadristi, SA o SS).

    5) El peronismo no lleg al poder montado en una oleada detemor de sus seguidores a una amenaza roja, sino en el apoyoque gener su poltica social y la confrontacin con la injeren-cia de los Estados Unidos en el proceso electoral argentino de1945-1946.

    2Para el peronismo y otras corrientes polticas argentinas consideradas desde una perspectiva

    comparativa vase: Brennan, J. A. (ed.), Peronism and Argentina, Wilmington, SR Books,

    1998; Rock, D., Mc Gee Deutsch, S. y otros, La derecha argentina, Buenos Aires, Javier

    Vergara, 2001; y Buchrucker, C., La cultura poltica antidemocrtica en el Cono Sur.

    Trayectorias histricas en el siglo XX, en: Colom Gonzlez, F. (ed.), Relatos de nacin.

    La construccin de las identidades nacionales en el mundo hispnico, Madrid /Francfort,Iberoamericana/Vervuert, 2001, tomo II.

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    Tanto en el peronismo de 1946-1955 como posteriormente por

    lo menos hasta 1983 existieron en su seno grupos que podran ubi-carse como fascistas o semifascistas (continuadores de los nacionalis-tas de extrema derecha de los aos 30), alcanzando su mxima cuotade poder durante el gobierno de Mara Estela Martnez Isabelita,viuda de Pern (1974-1976). Sin embargo, nunca fueron el elementodominante. Tomado en conjunto, los rasgos que diferencian al pero-nismo del modelo fascista son ms numerosos y parecen ms signifi-cativos que aquellos que lo acercan.3Otras agrupaciones argentinas

    6) El peronismo no clausur experimentos democrticos, sinoque surgi despus de una era de represin de las mayoras yfraude electoral masivo (1930-1943).

    7) El acceso al gobierno no se realiz por una coalicin confuerzas conservadoras, las que en la Argentina eran en su may-ora, antiperonistas.

    c) Ideas sobre una representacincorporativista, aunque escasamenterealizadas.

    8) En el plano de las relaciones obrero-patronales, el peronismofue identificado tanto por seguidores como por adversarios msinclinado al primer sector que al segundo.

    9) La poltica econmica no se caracteriz por un crecimientodesmesurado del gasto militar.

    d) Existi la pretensin de difundirla doctrina por medios oficiales entodos los mbitos de la sociedad,fuertes presiones para encuadrar alos empleados pblicos en el partido

    gobernante y restricciones de laslibertades de las fuerzas opositoras.

    10) El ndice de democratizacin de la Italia fascista fue de 0.Entre 1940 y 1959 el ndice argentino oscil alrededor del 5,7(el comienzo de lo que podra denominarse democracia en laescala de Tatu Vanhanen. Vase el clsico estudio comparativo de autorque cubre los siglos XIX y XX a nivel mundial: Vanhanen, T., Prospects of

    Democracy. A Study of 172 Countries, Londres, Routledge, 1997.). El rgi-men no cont con milicias y la juventud no fue militarizada. Larepresin de los adversarios no lleg a la supresin de sus parti-dos, no hubo campos de concentracin y las muertes y prisionescausadas por motivos polticos estuvieron muy por debajo delas que ocasionaron algunos gobiernos civiles (Yrigoyen 1916-1922) o dictaduras militares como las de 1930-1932, 1966-1973 y 1976-1983.

    11) El rgimen no desat una guerra de agresin ni se derrum-b por la derrota externa.

    3A esta conclusin tambin lleg Robert Paxton, al decir que ms all de apariencias su-

    perficiales, la dictadura de Pern funcion de una manera muy distinta a las de Hitler yMussolini (ob. cit., p. 196).

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    con algunos rasgos fascistas se mantuvieron autnomas o colaboraron

    activamente con las dictaduras militares de los aos 60 y 70.Por otra parte, sera ingenuo creer que se vislumbra cercano un

    consenso entre los estudiosos de este tema. Si bien han disminuido,mas no desaparecido, las divergencias en lo que respecta al conjuntode datos empricos que son reconocidos por todos como base mni-ma de discusin, persisten desacuerdos profundos en el uso de ciertascategoras analticas. Tal es el caso de Federico Finchelstein cuandodefine la ideologa nacionalista, neutralista de los militares argenti-nos de 1943 como pronazi en un contexto hemisfrico antinazi. Sifuera as, resulta inexplicable que ese neutralismo estuviese acompa-ado todo el tiempo por un continuo suministro de materias primas

    a los Aliados en muy convenientes condiciones financieras para stos.Tampoco resulta muy esclarecedora la tesis de que el peronismo ha-bra sido lo ms cercano a un rgimen fascista clsico que tuvo el pas,porque Finchelstein no presenta una clara definicin o estudio com-parativo de lo que entiende por fascismo clsico. Esto no se solucionacon frases enigmticas como el peronismo reformul el fascismo y lovolvi irreconocible4. Cul sera la utilidad cientfica de un conceptogenrico que no sabemos como reconocer para aplicarlo a los casoshistricos concretos? El debate tambin se bloquea por enfoques to-talmente incompatibles en el planteo de un marco terico. Esto ocurresi se comparan estudios que entienden las formaciones histrico-so-

    ciales como sistemas compuestos por partes y relaciones inestables enconstante adaptacin a las presiones del entorno con una concepcinesencialista como la de Loris Zanatta que pretende conocer la natu-raleza ms ntima y los fundamentos antropolgicos, adems de loshorizontes ontolgicos del peronismo.5

    En cuanto a la dictadura del Gral. Juan C. Ongana, se puede afirmar

    4 Vase Finchelstein, F., La Argentina fascista. Los orgenes ideolgicos de la dictadura, Buenos

    Aires, Sudamericana, 2008.5 Vase Zanatta, L., Breve historia del peronismo clsico, Buenos Aires, Sudamericana, 2009.

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    que constituy la etapa fuerte (1966-1970) de una vagamente definida

    Revolucin Argentina, cuyos postulados bsicos fueron los siguientes:

    Una opcin securitista occidental en la Guerra Fra, reformu-lada en lenguaje nacional (una especial misin rectora de la Ar-gentina en Sudamrica) combinada con una visin geopoltica deconfrontacin. De tal manera, el pas no slo deba dar prioridada la seguridad contra la amenaza interna subversiva (comunis-ta y peronista), sino contra el peligro chileno y brasileo en susfronteras.

    como demasiado proclive al populismo peronista y tolerante con

    el marxismo) y un mayor nfasis en la repblica, lo que en rea-lidad implicaba la transferencia de poderes prcticamente ilimita-dos a equipos tecnocrticos formados por militares autodesigna-dos y algunos civiles cooptados.

    -mente basado en la moral, el rechazo de la pluralidad y el conflic-to y el logro de una rpida modernizacin econmica.

    Hacia 1969 haba comenzado una insurgencia armada de una serie

    de pequeas agrupaciones de ultraizquierda y del peronismo ms mili-tante, a lo que se sum la accin semiclandestina de la ultraderecha unosaos despus. En su segunda dictadura securitista de la Guerra Fra elProceso de 1976 a 1983, los militares integraron esta ltima formade violencia en su aparato represivo y lanzaron una campaa de terrorestatal sin precedentes en el pas. Desde el punto de vista intelectual, elsustento ideolgico de estos dos regmenes militares no era slido, sobretodo porque contena dos contradicciones irresueltas: 1) la que surga dela simultnea defensa de la libertad econmica y del autoritarismo pol-tico; 2) la que emanaba del intento paranoico de combinar la vieja visingeopoltica antichilena y antibrasilea con el anticomunismo global de la

    Guerra Fra (y finalmente con la aventura de las Malvinas en 1982).En Chile, el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) plante

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    reformas socioeconmicas an ms audaces que la derecha interpret

    como la antesala de un liso y llano comunismo. Con el sangriento golpemilitar de 1973 se iniciaba una larga etapa de conservadurismo autorita-rio. La militarizacin de la vida pblica chilena se intent justificar comoreaccin preventiva frente a una supuestamente poderosa amenaza deinsurrectos marxistas, tolerados por el gobierno y controlados desde laCuba castrista; los hechos demostraron luego que esta no era una situa-cin real, sino ms bien un producto del clima ideolgico de la GuerraFra. En cuanto al rgimen del Gral. Augusto Pinochet, su larga duracinlo hizo ms comparable al caso brasileo que a los dos ejemplos argenti-nos ya mencionados, pero su personalismo lo alej de aquel. Llamativoresult el intento de estabilizar por vas constitucionales un civilismo

    restringido por rasgos que otorgaban poderes especiales a la corporacinmilitar ms all de la presidencia de Pinochet, intento que tuvo tambinadmiradores en la Argentina.

    Hubo fascismo en estas tres dictaduras militares? A pesar de quemuchas veces se ha usado esa categora para catalogarlas, es bastante evi-dente que en rasgos importantes estos casos se diferenciaron fuertementedel modelo fascista: en ninguno de ellos se encuentra una guerra exteriorperdida como origen constitutivo; su liderazgo lo formaron burcratasmilitares de tipo tradicional carentes del carisma de los tribunos popula-res; no produjeron un partido de masas (aunque hubo un acercamientode Pinochet a esto en las postrimeras de su rgimen); no desarrollaron

    un culto al lder comparable al del fascismo. La pretensin de politizartotalmente la masa de los ciudadanos, convirtindolos en militantes, noexisti en los casos sudamericanos; en stos solamente se busc la coor-dinacin autoritaria de las lites militar, econmica y cultural, sumada ala casi total despolitizacin forzada de la mayora de la poblacin. Porltimo, la derrota en las Malvinas jug un rol fundamental en la cadade la dictadura argentina de 1976-1983 (aunque no tan masivo como enlos regmenes de Mussolini e Hitler), mientras que las aventuras blicasnada tuvieron que ver en el final de los otros dos casos. En cuanto a lasafinidades con el fascismo, tambin existieron, tratndose bsicamentede las mismas que ya se registraron en las conservadurismos autoritarios

    de Europa en la entreguerra: el miedo ante una amenaza comunista so-

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    brestimada como principal pasin movilizadora de los jefes y seguidores

    de la dictadura, la destruccin del pluralismo poltico en sociedades decultura democrtica relativamente dbil y la persecucin del sindicalismocon el beneplcito de sectores patronales. En suma: Mikls Horthy, En-gelbert Dollfuss, Ion Antonescu y Francisco Franco son el trmino msadecuado de comparacin para los generales Juan Carlos Ongana, JorgeRafael Videla y August Pinochet; no Benito Mussolini o Adolf Hitler.

    EL PRESENTE. HAY ESPACIO PARA EXPERIENCIAS

    NEOFASCISTAS?

    Ante todo, cabe constatar que algunos fragmentos de las pasiones,las ideas y los conflictos que contribuyeron a la amalgama fascista hansobrevivido a lo largo de muchas dcadas. En ese sentido, se podra decirque los restos del naufragio fascista actan como uno (no el nico) de losindicadores de alarma, cada vez que la compleja construccin que son lassociedades democrticas modernas entra en una coyuntura tormentosa.Por debajo de la inevitable superficialidad del discurso poltico cotidia-no, sabemos que estas sociedades no pueden pretender resolver de unavez por todas la totalidad de las tensiones, superar todas las carencias oprometer armonas perfectas. Y a diferencia de todas las sociedades pre-

    modernas, no pueden entregarse a proyectos que prometen revertir el bi-secular proceso de emancipacin de viejos y nuevos mitos, para regresar ala boba seguridad psicolgica de antao. Pero esa promesa seductora fueuna de las claves del ascenso de los fascismos y con ciertas adaptacionesa los nuevos tiempos, podra volver a serlo en el futuro.

    A nivel mundial, el fenmeno que podra implicar la amenaza mssignificativa es la reconstitucin de un conglomerado de perfil fascistoideen alguno o varios de los Estados ms poderosos. Los contornos de eseconglomerado pueden sintetizarse en una serie de puntos:

    La persistencia y generalizacin de conflictos armados en re-

    giones de la periferia que resultan claves para la economa de lospases centrales especialmente el Medio Oriente. Esto contri-

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    buira a un renacimiento de las consignas de seguridad nacio-

    nal y guerra preventiva que fueron tan importantes en el viejodiscurso fascista.

    el rtulo de discurso que favorece a los terroristas.

    desembozada de la guerra, sino un sistemtico vaciamiento de lasustancia democrtica, a travs de la difusin del elitismo tecno-crtico y la manipulacin sistemtica de la informacin.6

    keynesianismo, concentrando excesivas dosis de poder (escasa-mente controlado) en un eje formado por las fuerzas armadas y elaparato industrial especializado en material blico.

    -cla de supuesta ortodoxia cientfica con elementos religiosos fun-damentalistas.

    No slo los siempre citados pases islmicos, sino tambin Rusia, Chinay Estados Unidos, cada uno con los matices especficos de su legado hist-

    rico, poseen esos ingredientes, aunque en diferentes grados de intensidad.

    6Las tendencias en este sentido, especialmente visibles en el caso norteamericano a partir de

    la dcada de 1980, han sido analizadas por muchos autores, aunque suelen ser vistos con

    horror o ignorados por los que se consideran los guardianes de las corrientes dominantes

    el neoliberalismo econmico, el conservadorismo cultural y el securitismo globalizado

    en el mundo meditico anglosajn. Vase: Domhoff, G. W., Who Rules America Now?,

    Nueva York, Simon and Schuster, 1986; Chomsky, N., El miedo a la democracia, Barce-

    lona, Grijalbo/Mondadori, 1992; Wolin, S. S., Democracia S.A..La democracia dirigida y

    el fantasma del totalitarismo invertido, Madrid, Katz, 2008; y Serrano, P., Desinformacin.Cmo los medios ocultan el mundo, Barcelona, Pennsula, 2009.

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    COMENTARIOS1

    D A R O R O L D N

    La literatura sobre el nacionalismo o, ms en general, sobre las derechas,ya sea tradicionalista, reaccionaria o fascista, es considerable tanto en laArgentina como en el resto del mundo. Como toda tradicin polticade envergadura, incluyendo en ella partidos e ideologas, sus expresio-

    nes divergen segn el perodo, la geografa y los contextos polticos. Noobstante, como ocurre habitualmente, son los momentos de agudizacinde los conflictos los que impulsan una delimitacin ms ruda de los con-

    1Antes que nada, quisiera agradecer la invitacin que me hicieron para participar en este

    libro. Como probablemente algunos sepan, yo no soy especialista en estos temas de modo

    que mis comentarios son ms bien los de un lector. A pesar de que algunos puntos trata-

    dos en los artculos tienen contacto con los que habitualmente trabajo, ste no es siem-

    pre el caso. Estos comentarios deben ser tomados, entonces, como disparadores de una

    discusin e intercambio que espero fecundo y productivo. Por otro lado, quisiera sealar

    que estn pensados especficamente en relacin con los textos que me fueron gentilmente

    comunicados por responsables de este libro. La aclaracin es imprescindible puesto que

    algunos de los textos forman parte de trabajos de mayor envergadura, indisponibles almomento de preparar estos comentarios.