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Busqué a todos lo nietos
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“Busqué a todos los nietos, hoy encontré el mío”
Entrevista a cargo de Alessandro Portelli, La Plata, 18.8.2014
Estela de Carlotto. El encuentro “después de 37 años de camino por todo el mundo”
Recibí una de las alegrías más grandes de mi vida: reencontrar un nieto que robó la dictadura
cívico-militar, cuando mi hija Laura, la más grande, lo dio a luz en un campo de concentración. Lo
busqué por más de treinta y seis años –treinta y siete, porque cuando la detuvieron yo ya sabía que
esperaba un niño y empecé a buscarlo, a reclamarlo a la justicia de entonces, que era la justicia
militar, una justicia que no existía. Treinta y siete años de camino por todo el país, por todo el
mundo, buscando a todos los nietos, porque esta de las Abuelas es una institución colectiva –no se
busca el nieto de cada una, sino todos los nietos. Es un trabajo duro, una lucha de mujeres que se
rebelaron, y lo conseguimos cuando vienen ellos a buscarnos ahora que son adultos, como hizo mi
nieto, o cuando nosotras encontramos datos suficientes para presentarlos en los tribunales.
Yo veía que pasaban los años sin noticias, tengo ya 84 años y mi petición era: no quiero morir sin
poder abrazar a mi nieto. También cuando debí testificar en el proceso que está en curso en contra
de los asesinos, le pedí que se pusieran una mano en el corazón, y que nos dijeran lo que saben para
que podamos encontrar a los nietos que son desaparecidos vivos.
En todo caso no sé cómo llegó el día en el que en nuestro banco de datos genéticos resultó que
habían identificado a mi nieto Guido –porque para mí y para mi familia se llama así (él vivió hasta
ahora con el nombre de Ignacio y se encuentra más a gusto así). El 5 de agosto. Un milagro, una
cosa que me llenó de luz, dicen que me rejuvenecí de golpe. La alegría transforma todo. (Las
compañeras de la universidad de La Plata que están conmigo lo confirman: el pasado abril vino a La
Plata para inaugurar la lápida en la universidad, y caminaba con el bastón, encorvada y con la cara
agotada. Esta tarde entra sin ayuda, ágil y elegante como si tuviera 25 años menos). Lo que siento
desde entonces es una satisfacción enorme no solo mía y de mi familia: pienso en su madre y en su
padre. Y en mi esposo Guido. Porque la madre lo tuvo y lo parió en un lugar horrendo, desnutrida,
torturada, pero Guido, su niño, nació; y nació bien. Fue una pareja desafortunada, ya habían perdido
dos niños; pero se ve que en esta soledad de la cárcel se aferró a este hijo. Desde donde nos ve,
estará feliz también ella. El padre, que pocos días después lo secuestraron –fue asesinado.
Encontramos sus restos, continuábamos buscándolo, y existía una correspondencia con una familia
del sur. Los investigadores nos hablaron, le dijeron que existía la posibilidad de que su hijo
desaparecido era el compañero de Laura y que también ellos podían ser abuelos, y aceptaron dar la
sangre para el Banco. Así que cuando se presenta aquí mi nieto, de inmediato se encuentra su
identidad porque estaba toda la sangre, la paterna y la materna.
El mismo día, nos encontramos para conocernos, en casa de mi hija. Yo fui a abrazarlo
fuerte –y él dijo: “paso a paso. Hagamos las cosas de a poco.” Y verdaderamente estoy viviendo un
sueño. Porque yo no sabía con qué me iba a encontrar. Quien lo había educado, como lo habían
tratado, si había sido abusado, si lo habían encuadrado para que fuese igual a los asesinos. Por lo
contrario, encontré un muchacho puro. Creció en el campo, con una familia de campesinos que
quizás no podían tener todas las sutilezas de la cultura, pero lo criaron bien. No creo que esta pareja
gente simple y campesina sean culpables, han actuado de buena fe, en el campo se puede creer que
realmente una familia a la que se le entrega un niño no sea capaz de educarlo. Sé que es un crimen
contra la humanidad, porque era un plan preciso de la dictadura; pero espero que no tengamos
consecuencias demasiado graves.
No se entiende como fue a parar con ellos, es toda una cadena, el último que se los entregó
era una latifundista, el propietario de la tierra y que ahora está muerto. Se los entregó y les dijo: no
le digan a nunca que ustedes nos son sus verdaderos padres. Guido está todavía en contacto con
ellos. Nadie les impide a los abuelos de hacerlo; solo con el tiempo, un poco de tiempo, se alejan.
Pero, dice, “había algo en mí, como un ruido, que me decía: soy diferente a ellos. Me gustaba la
música, y aunque estudié y me diplomé, maestro de obra, que es un oficio donde se gana bien, pero
quería estudiar música.” Se lo dijo a la familia, ellos le dijeron que no, pero él insistió y ahora dirige
una escuela de música, tiene un grupo musical y es un chico bueno, sano, puro. Sintió siempre una
inclinación hacia los derechos humanos, y participó también en uno de nuestros proyectos, Música
por la identidad. Entre los músicos estaban algunos de los nietos recuperados, y habló con ellos.
Cuando se decidió a venir decía irónicamente, porque es un muchacho alegre, le gusta bromear, le
decía a su compañera: si sale que de verdad soy hijo de desaparecidos quiero que mi abuela sea
como mínimo Estela porque es lo máximo.
Dice que había visto fotos mías y le parecía que éramos parecidos. Pero no es solo una cosa
familiar. El impacto social de esta noticia fue compartido en todos los niveles de la sociedad. Me
escribió el papa, los presidentes de toda América Latina, la Unesco. El autobús 114, en vez del
número daba vueltas con el nombre de Guido, porque él es el nieto recuperado número 114. Había
carteles en las calles, en las verdulerías. Todos reaccionaron con alegría ¿Por qué? Porque nos
podemos unir en la alegría de este encuentro, que es la liberación de una persona y el sueño
realizado de otra que ha luchado mucho, hay algo que podemos festejar en común, algo que nos
pertenece a todos ¿lo necesitábamos? Creo que sí. Este país lo necesitaba, en este momento, con el
problema de la deuda y de los fondos buitres, con las palabras vacías de la política, con estas
guerras en todo el mundo – que es lo que predicamos nosotras las Abuelas: unidad. Si todos somos
habitantes de este planeta tierra, no podemos ser enemigos. Seremos distintos pero no enemigos; y
buscamos eso que tenemos en común. Es necesario darle un sentido a esta alegría colectiva. Me
llegan flores de todo el mundo, de Suiza, de Bélgica; de Italia me llamó el alcalde de Arzignano, la
ciudad de la que emigraron los míos, me llamaron de la Fundación Basso, también políticos,
Massimo D’Alema... debemos compartir este momento de amor colectivo. Ya estábamos unidos en
la búsqueda. En la campaña para invitar a quien tiene dudas sobre su identidad, vinieron a nosotras
incluso, los jugadores del equipo nacional de futbol. Porque hablamos de gente que ahora tiene 35
años, y desde entonces empezamos a preguntarnos qué cosa podíamos hacer para cada edad de
nuestros nietos. En la adolescencia tratamos de llegar por medio del teatro porque sabíamos que
eran muchachos que hacían teatro; después hicimos Música por la Identidad, Tango por la
Identidad… y fuimos a los partidos de futbol, con los carteles. Y después sucedió esta cosa de
Messi. Y Messi con mucho gusto [junto a Lavezzi, Mascherano y Agüero] fueron a la televisión con
el cartel de las Abuelas invitando a los chicos a venir con nosotras. Ahora hará una cosa Maradona.
Se saturaron los teléfonos. Llegaron once millones de mensajes –como decir que al menos un cuarto
de la población Argentina nos buscó. Ahora tenemos una afluencia increíble de chicos que vienen; a
los que tienen la edad indicada les hacemos el test. Saben que aquí les espera respeto, escucha y –si
son hijos de desaparecidos- liberación.