Butler, Judith. “¿Qué Es La Critica

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    Producción cultural yprácticas instituyentes

    Líneas de ruptura en la críticainstitucional

    transform

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    Traficantes de Sueños no es una casa editorial, ni siquiera una editorialindependiente que contempla la publicación de una colección variable detextos críticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estricto de«apuesta», que se dirige a cartografiar las líneas constituyentes de otrasformas de vida. La construcción teórica y práctica de la caja de herra-mientas que, con palabras propias, puede componer el ciclo de luchas delas próximas décadas.

    Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin concesionescon el narcisismo literario, sin lealtad alguna a los usurpadores delsaber, TdS adopta sin ambages la libertad de acceso al conocimiento.Queda, por tanto, permitida y abierta la reproducción total o parcial delos textos publicados, en cualquier formato imaginable, salvo porexplícita voluntad del autor o de la autora y sólo en el caso de las edi-ciones con ánimo de lucro.

    Omnia sunt communia!

    traficantes de sueños

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    mapas 20

    Mapas . Cartas para orientarse en la geografía variable de lanueva composición del trabajo, de la movilidad entre fronteras,de las transformaciones urbanas. Mutaciones veloces que exi-gen la introducción de líneas de fuerza a través de las discusio-nes de mayor potencia en el horizonte global.

    Mapas recoge y traduce algunos ensayos, que con lucidez y unagran fuerza expresiva han sabido reconocer las posibilidadespolíticas contenidas en el relieve sinuoso y controvertido de losnuevos planos de la existencia.

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    1ª edición: 1000 ejemplares Julio de 2008 Título:Producción cultural y prácticas instituyentes. Líneas de ruptura enla crítica institucional

    Autores y autoras:Boris Buden, Judith Butler, Alberto De Nicola, Brian Holmes, JensKastner, Maurizio Lazzarato, Isabell Lorey, Stefan Nowotny,Gerald Raunig, Gigi Roggero, Raúl Sánchez Cedillo (UniversidadNómada), Hito Steyerl, transform, Benedetto Vecchi, Marion vonOsten.

    Traducción:Marcelo Expósito (cap. 2, 3, 5, 7, 8, 9, 10 Y 11)Glòria Mèlich Bolet y Gala Pin Ferrando (cap. 1, 4, 6)

    Joaquín Barriendos (revisión cap. 1, 3, 4, 6, 7, 8, 9, 10 Y 11)Maquetación y diseño de cubierta: Traficantes de Sueños.Edición:

    Traficantes de SueñosC/ Embajadores 35, local 628012 Madrid. Tlf: 915320928e-mail:[email protected]ón:Queimada Gráficas.C/ Salitre, 15 28012, Madrid

    Tlf: 915305211

    ISBN 13: 978-84-96453-31-9Depósito legal: M-40500-2008

    El proyecto transform ha sido financiado con el apoyo de la Comisión Europea. Esta publicación es responsabilidad exclusiva de sus autores. La Comisión no es responsable del uso que pueda hacerse de la información aquí difundida.

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    © 2008, de los textos, las autoras y los autores© 2008, de la edición, Traficantes de Sueños y transform

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    traficantes de sueños

    mapas

    Producción cultural yprácticas instituyentes

    Líneas de ruptura en la críticainstitucional

    Boris Buden, Judith Butler, Alberto De Nicola, Brian Holmes, Jens Kastner, Maurizio Lazzarato, Isabell

    Lorey, Stefan Nowotny, Gerald Raunig, Gigi Roggero, Raúl Sánchez Cedillo (Universidad Nómada) , Hito Steyerl,

    Benedetto Vecchi, Marion von Osten

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    Índice

    Introducción. Marcelo Expósito 15

    PRIMERA PARTE . Los devenires de la clase creativa yla producción cultural 25

    1. La industria creativa comoengaño de masas. Gerald Raunig 27

    2. Contra la clase creativa. A. De Nicola, B. Vecchi y G. Roggero 433. Gubernamentalidad y precarización de sí.

    Sobre la normalización de los productores y lasproductoras culturales. Isabell Lorey 57

    4. Salidas incalculabes. Marion von Osten 795. Las miserias de la «crítica artista» y

    del empleo cultural. Maurizio Lazzarato 1016. Efectos inmanentes.

    Notas sobre la creactividad. Stefan Nowotny 121

    SEGUNDA PARTE . Crítica y crisis. Hacia una nueva críticainstitucional 139

    7. ¿Qué es la crítica? Un ensayo sobre lavirtud de Foucault. Judith Butler 141

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    8. Crítica sin crisis, crisis sin crítica. Boris Buden 1699. La institución de la crítica. Hito Steyerl 17910. Internacionalismo artístico y

    crítica institucional. Jens Kastner 18911. Investigaciones extradisciplinares.

    Hacia una nueva crítica de las instituciones. Brian Holmes20312. Hacia nuevas creaciones políticas. Movimientos,

    instituciones, nueva militancia. Raúl Sánchez Cedillo 217

    Apéndice 243

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    EL LIBRO QUE AHORA TENÉIS EN VUESTRAS MANOSrecopiladoce textos de los más de cien que el proyectotransformha publicado, desde su inicio en 2005 hasta su finaliza-ción en 2008, a traves de la revistatransversal.1 El proyec-to se hizo público con una declaración de intenciones, deacuerdo con la cual mostraba su voluntad de «[investi-gar] las prácticas políticas y artísticas de la crítica institu-cional».2 Las líneas de investigación quetransformse mar-caba inicialmente eran tres, y por este orden: en primerlugar, «la línea de la producción artística»; en segundo lugar,

    «la línea de las instituciones artísticas»; y en tercerlugar, «la línea de la relación entre las instituciones y la crí-tica como movimiento». Nos parece relevante hacer notar cómola propia evolución del proyecto, más que simultanear estas

    IntroducciónMarcelo Expósito

    (por el colectivo editorial t ransform)

    1 transversales una publicación que, como su nombre señala, ha venido cru-zando transversalmente (siendo compartida por) tres proyectos:republicart(http://www.republicart.net),translate(http://translate.eipcp.net) ytransform(http://transform.eipcp.net). Editada online y concebida en formato multi-lingüe, en lo que se refiere atransformtodos los textos se han publicado comomínimo en tres idiomas (inglés, alemán, castellano, y ocasionalmente enotros como italiano, francés, rumano, serbocroata, etc.). El archivo completode los números publicados desde 2000 (más de cuarenta, al cierre de estetexto) se encuentra en: http://eipcp.net/transversal.2 Véase «Acerca de transform», http://transform.eipcp.net/about/es. Enel sitio web se puede encontrar también el listado completo de activi-dades (http://transform.eipcp.net/Actions) y publicaciones (http://trans-form.eipcp.net/publications) que se han realizado.

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    líneas originalmente programadas, ha ido progresandodesde la primera hacia la última, manteniendo siemprecomo eje articulador la reflexión sobre la crítica comopráctica de intervención en contextos de crisis.

    transformcomenzó, de esta manera, pensándose como unproyecto inscrito en la tradición de aquella crítica institucio-nal que surgió alrededor de 1968 como un reflejo, en el inte-rior del campo artístico, de las formas más generales de crí-tica de las instituciones sociales que, a su vez, caracterizaronal muy heterogéneo ciclo de luchas de las décadas de 1960 y1970. Elmito del origenparticular que sostiene el relato de lacrítica institucional artística intentó ser adecuadamenteimpugnado en los inicios detransform , fundamentalmenteen lo que se refiere a la función que tal mito adoptó en lasdécadas siguientes en tanto sostén de una progresiva cano-nización y cosificación de esa «crítica» que, en su autorrefe-

    rencialidad, ha venido haciéndose progresivamente incapazde pensar sobre sus propios fantasmas de confinamiento enel interior de la institución artística.3 Pero la intención detransformpartía del análisis de esa reificación, que las formashistóricas de la crítica institucional han sufrido en el campoartístico, para pasar a continuación a pensar cuál habría deser la función y cuáles las oportunidades de una nueva «ola»de la crítica institucional. La mirada crítica retrospectivahacia los «cánones» de la crítica institucional artística, ennuestro caso, ha discurrido así cada vez más de la mano de

    3 Véase, de los textos contenidos entransversal: do you remember institu-tional critique?(enero de 2006, http://transform.eipcp.net/transver-sal/0106), principalmente los de Hito Steyerl («La institución de la críti-ca»), Jens Kastner («Internacionalismo artístico y crítica institucional»),Stefan Nowotny («Anticanonización. El saber diferencial de la críticainstitucional») y Simon Sheikh («Notas sobre la crítica institucional»),los dos primeros reproducidos en este volumen. Un texto de MarceloExpósito, «Entrar y salir de la institución. Autovalorización y montajeen el arte contemporáneo» (entransversal: instituciones progresivas , abrilde 2007, http://transform.eipcp.net/transversal/0407/exposito/es), con-tribuía a reflexionar también sobre cómo ha sido posible operar, en la

    última década, a partir del paradójico confinamiento en el interior de lainstitución artística en el que acabaron desembocando las prácticashistóricas de la crítica institucional.

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    una doble concepción que serviría de palanca, precisamente,para superar las múltiples formas de autorreferencialidady autoconfinamiento de las prácticas (críticas) del arte. Enprimer lugar, el concepto prácticas instituyentesnos permi-te reformular las relaciones entre crítica e institución, pen-sando el ejercicio de la crítica como una condición necesa-ria de aquellas prácticas que operan a contrapelo de lasactuales formas de gobernabilidad sin limitarse exclusiva-mente a señalarlas o desvelarlas, sino también extrayendo

    consecuencias de aquello que Foucault llamaba el «noquerer ser gobernadosde esa forma».4 En segundo lugar, elconceptoinvestigación extradisciplinar—en oposición a lasformas normalizadas de «interdisciplinariedad» o «multi-disciplinariedad» que hoy tienen una función renovadoraen el campo artístico, y no sólo en él, sino también en elconjunto de las prácticas de (re)producción económica ysimbólica del capitalismo semiótico— nos permite pensarlas prácticas críticas e instituyentes en su dimensiónexce-siva y desbordante.5

    Brian Holmes explica que «la noción detransversalidad ,tal y como fue elaborada por algunos practicantes del análi-sis institucional, nos ayuda a teorizar los agenciamientosheterogéneos que conectan actores y recursos del circuitoartístico con proyectos y experimentos que no se agotandentro dicho circuito, sino que se extienden hacia otroslugares. Si se definen como arte los proyectos que de ahíresultan, dicha denominación no carece de ambigüedades,

    4 Véase Gerald Raunig, «Prácticas instituyentes. Fugarse, instituir,transformar» (http://transform.eipcp.net/transversal/0106/raunig/es) y«Prácticas instituyentes, núm. 2. La crítica institucional, el poder consti-tuyente y el largo aliento del proceso instituyente» (http://transform.eipcp.net/transversal/0507/raunig/es). Estos dos textos prefi-guraban el monográfico llamado, precisamente, prácticas instituyentes(julio de 2007, http://transform.eipcp.net/transversal/0707).5 Véase Brian Holmes, «Investigaciones extradisciplinares. Hacia unanueva crítica de las instituciones» (http://transform.eipcp.net/transver-sal/0106/holmes/es), reproducido en este volumen. Se trata de un textoque prefiguraba lo que acabó siendo un monográfico completo resulta-do de la colaboración entretransformy la revista francesa Multitudes , yque fue publicado online bajo el títuloextradisciplinaire(mayo de 2007,http://transform.eipcp.net/transversal/0507).

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    ya que se basan en una circulación entre disciplinas quecon frecuencia incorpora una verdadera reserva crítica deposiciones marginales o contraculturales —movimientossociales, asociaciones políticas, okupas o centros sociales,universidades o cátedras autónomas— que no pueden redu-cirse a una institucionalidad omniabarcante». Y esta explica-ción apunta seguramente a uno de los motivos por los que elproyectotransformha ido deslizándose progresivamentea través de algunas de las formas de la crítica práctica

    de las instituciones que los movimientos sociales hanadoptado en la últimas décadas; formas, conceptos yherramientas que cada vez más, durante los últimosdiez años, hemos observado hibridadas con el propiotrabajo del arte: del análisis institucional a las experien-cias contemporáneas entre investigación y militancia.6Dicho deslizamiento ha resultado determinante en lamanera en que una parte importante del arsenal reflexi-vo de transformha acabado por aplicarse a la búsquedade maneras de superar la espinosa polémica sobre lasrelaciones entre «instituciones» y «movimientos»,mediante el intento de enfocar de forma crítica el estadode las instituciones de movimiento , postulando a conti-nuación la necesidad de acometer una nueva fase de ins-

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    6 Como reza el subtítulo con el que entransversal/transformse deno-minó la segunda parte del texto de Marta Malo de Molina que sirvióoriginalmente de introducción al libroNociones comunes(Traficantesde Sueños, Madrid, 2004). El monográficoinvestigación militante(abrilde 2006, http://transform.eipcp.net/transversal/0406) trataba también,entre otras cosas, de esas hibridaciones características del actual ciclode religamiento de las prácticas artísticas con lo político (véase, porejemplo, los textos en los que se reflexiona sobre el trabajo de los artis-tas Alice Creischer y Andreas Siekmann, y del colectivo kleines pos-tfordistisches Drama—kpD). En este orden de cosas, cabe remitirsetambién a las contribuciones de Dmitry Vilensky, del grupo ChtoDelat? («¿Cómo podemos politizar la práctica de la exposición?»,http://transform.eipcp.net/correspondence/1192394800/?lid=1192394999) y de Maribel Casas-Cortés y Sebastián Cobarrubias («Máquinas»,http://transform.eipcp.net/correspondence/1177371677?lid=117737244

    3), así como varios de los textos contenidos en el monográficotrans-versal: máquinas y subjetivación(noviembre de 2006,http://transform.eipcp.net/transversal/1106).

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    titucionalidad que calificamos dehíbrida y monstruosa , y quefavorezca en definitiva lo que hemos denominado«materialización deotra política».7

    Con todo, la organización de los materiales que hemosseleccionado de cara a conformar el presente libro, proponeun tipo de recombinación que mantiene los argumentosanteriores como telón de fondo, para pasar a proponerdos nuevas áreas de reflexión que nos parecen tan importan-tes como desatendidas en lengua castellana. Así, hemos deno-minado el primer bloque de textosLos devenires de la clase crea-tiva y la producción cultural. Se podría decir que, en conjunto,tratamos de revertir aquí dos puntos de vista establecidos. Elprimero se refiere a la todavía dominante (y fuertemente con-tradictoria) visión de las prácticas artísticas y culturales comoun campo de la actividad social dotado de un carácterextraordinario con respecto al conjunto de los ámbitos del

    trabajo y de la vida. Sea en su vertiente culta, adorniana (laesfera del arte y la cultura como un reducto a proteger ydesde el cual protegerse de la mercantilización: en cualquiercaso, el dominio de la cultura por parte de la industria daríalugar a un híbrido, la industria cultural, cuyas dos compo-nentes se supone que son entre sí heterogéneas); sea en suvertiente popular y ocasionalmente nacionalista (la cultura yel arte como excepcionalidad, como patrimonio que caracte-riza y conforma la identidad de una comunidad), la produc-ción artística y cultural se concibe en definitiva, desde estesentido común, como una especie de hipotético campo en elcual todavía es posible, por ejemplo, experimentar formas devida no reglamentadas por la disciplina del trabajo, o que

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    7 El editorial del monográficoinstituciones monstruo(mayo de 2008,http://transform.eipcp.net/transversal/0508), fruto de la colaboraciónentre transformy la Universidad Nómada, continuaba así: «En elamplísimo campo que esta propuesta abre, los textos que hemos pro-ducido eligen articular determinadas líneas de reflexión: qué nuevos prototipos mentalespara qué nuevas formas de conocimiento y de subje-tivación política; qué formas de institucionalidad (de autogobierno, derelaciones de servicio...) para la “nueva generación” de centros sociales;qué dinámicas virtuosas y arriesgadas de negociación/conflicto y quétipo de circuitos y redes para contrarrestar, sabotear, interrumpir eldominio de la nueva governancemetropolitana».

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    puede ser pensado como un territorio simbólico desde elcual producir bienes inmateriales que son en sí mismos bienescomunes que necesitan ser protegidos de la injerencia delmercado y de la industria cultural.

    Si el texto de Gerald Raunig «La industria creativacomo engaño de masas» explica —de la mano de PaoloVirno— que «la industria cultural puso a punto el para-digma de la producción postfordista en su conjunto [...]en la industria cultural [...] se puede vislumbrar el prea-nuncio de un modo de producir que luego, con el pos-tfordismo, se generaliza y asume el rasgo de canon [deltrabajo]»,8 la experiencia del movimiento de los trabaja-dores intermitentes del espectáculo en Francia9 ha deja-do sentado definitivamente el hecho de que, dado queel carácter supuestamente «extraordinario» de la pro-ducción «artística» y cultural no es hoy sino el paradig-

    ma de las nuevas formas de trabajo en el postfordismo(por su discontinuidad, movilidad, flexibilidad, preca-riedad), una lucha adecuada es aquella que busca no ya protegerla cultura en su excepcionalidad, sino más bientrabajardesdela producción cultural en favor de formasde reorganización del trabajo y de la producción de los bienes comunes que sean precisamente declinables en—y articulables con— otros ámbitos de la producciónsocial.

    El segundo aspecto del sentido común actual acerca de laproducción cultural que este primer bloque de textos quiererevertir, es aquel que trata las actuales —e innegables— con-diciones de precarización del trabajo cultural como un pro-ceso impuesto desde fuera—fundamentalmente desde la

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    8 Paolo Virno,Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas devida contemporáneas , trad. por Adriana Gómez, Juan Domingo SánchezEstop y Miguel Santucho, Madrid, Traficantes de Sueños, 2003, p. 58.9 Véase, en este volumen, el texto de Maurizio Lazzarato, «Las miseriasde la «crítica artista» y del empleo cultural»; también Antonella Corsani,«Producción de saberes y nuevas formas de acción política. La expe-

    riencia de los trabajadores y trabajadoras intermitentes del espectáculoen Francia», entransversal: investigación militante , op. cit.(http://trans-form.eipcp.net/transversal/0406/corsani/es).

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    necesidad de explotar económica e institucionalmente eltrabajo cultural—sobrelos sujetos. El texto de IsabellLorey10 echa mano de la manera en que Foucault dio lavuelta al punto de vista sobre la sociedadrepresiva , parapasar a pensar cómo el sujeto se autoinstituye dentro deun sistema de normas dado, y cómo ese sistema de nor-mas opera de forma no necesariamente coercitivamediante técnicas de gobierno que él denominó guberna-mentalidad.De lo que se trata es de pensar cómo la pre-

    cariedad es una condiciónautoimpuesta , interiorizadaporlos sujetos de la producción cultural, los cuales, a partirde dicha condición, operan constantemente en unas con-diciones contradictorias y ambiguas de simultánea suje-ción y libertad. Esta fuerte ambivalencia de la precariza-ción de sí de los productores y productoras culturales sefundamenta sin duda en las dinámicas de subjetivaciónque siguen siendo dominantes en los ámbitos culturales:aquellas que permiten —e inducen— a los sujetos pen-sarse a sí mismos comoexcepcionalesen diversos senti-dos. Esta doble reversión del sentido común que aquíintentamos acometer parece ser, en definitiva, la precon-dición necesaria para atravesar el problema actual queprecisamente se superpone con el planteamiento anteriorde la autoconcepción de la práctica cultural y artísticacomo excepción: el dilema de una producción culturalque cada vez más se deja atrapar en la figura genérica dela clase creativay en los dispositivos de normalización yexplotación de lasindustrias creativas: podríamos decir,de la mano del texto de Alberto de Nicola, BenedettoVecchi y Gigi Roggero («Contra la clase creativa»), que setrata de poner el énfasis tanto en el aspecto de lacreati-vidadcomo en el de laclase , de manera que la constitu-ción de unaclaseportadora de conflicto sirva para evitarque los productores culturales y la «clase creativa» acaben

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    10El cual resulta provechoso inscribir en el conjunto del trabajo del colec-tivo kleines postfordistisches Drama (kpD), al que la autora pertenece juntoa, entre otras, Marion von Osten, también incluida en este volumen. Véase

    kpD, «La precarización de los productores y productoras culturales y laausente «vida buena»», entransversal: investigación militante , op. cit.(http://transform.eipcp.net/transversal/0406/kpd/es).

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    Producción cultural y prácticas instituyentes

    por constituir una nueva clase media estabilizadora delos emergentes conflictos y las contradicciones socialesy de la producción.11

    A continuación, hemos titulado el segundo bloque detextos Crítica y crisis. Hacia una nueva crítica institucional.Recordemos, como ya mencionamos al inicio de esta intro-ducción, que la propia reflexión sobre la crítica como prácti-ca y la relación entre crítica y crisis se ha mantenido como elverdadero eje articulador detransformdesde sus inicioshasta su conclusión.12 Si el importante texto de Judith Butlersobre el concepto de crítica en Foucault nos permite invertirel lugar común «crítica de arte» para convertirlo en «el artede la crítica», ello nos sirve precisamente para hacer que ladetección de los límites (Hito Steyerl) y las potencialidades(Jens Kastner) de las formas históricas de la crítica institu-cional artística nos permita dar un paso hacia aquello que los

    textos de Raúl Sánchez Cedillo y Brian Holmes, tomandoimpulso desde los diferentes campos de los que sus reflexio-nes provienen (uno desde la historia de la militancia y los movi-mientos críticos del 68; el otro desde el campo de las prácticasartísticas radicales sesentayochistas), diagnostican: que «unconjunto de síntomas recurrentes nos obliga, de nuevo, a ima-ginar, recordar, proyectar y construir instituciones».

    Una palabra final, de nuevo, sobretransform.La organi-zación que está detrás de su realización es el eipcp, un acró-nimo que resume (irónicamente) la pomposa identidad delEuropean Institute for Progressive Cultural Policies.13 El eipcp seha dotado desde su fundación, principalmente, de fuentes

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    11Véase los textos contenidos en el monográficotransversal: creativity hypes(http://transform.eipcp.net/transversal/0207), cuatro de los cuales (Marionvon Osten, Maurizio Lazzarato, Gerald Raunig y Stefan Nowotny) estánincluidos en este volumen, aunque cabe remitirse también a los de AngelaMcRobbie, Esther Leslie y Brigitta Kuster / Vassilis Tsianos.12Véasetransversal: crítica(agosto de 2006, http://transform.eipcp.net/trans-versal/0806) y los dos monográficos tituladosel arte de la crítica(agosto ynoviembre de 2008, http://transform.eipcp.net/transversal/0808, http://trans-form.eipcp.net/transversal/1108).

    13Véase Boris Buden, «¿Qué es el eipcp? Un intento de interpretación».(http://transform.eipcp.net/transversal/0407/buden1/es), y el sitio webhttp://eipcp.net.

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    de financiación provenientes de la Unión Europea; fuentesque surgieron a raíz de la perspectiva estratégica de que enla UE la cultura constituye un instrumento crucial, tantopara la construcción de una identidad compartida quesupere la extrema fragmentación del territorio europeo,como para la implementación de las nuevas industrias cul-turales y creativas como motores de desarrollo económico.La práctica del eipcp, a través de sus sucesivos proyectosrepublicart , translatey transform,14 ha consistido en trabajar

    desde dentro de esas dinámicas, no sólo para poder ejerceruna crítica inmanente a las mismas, sino también paraimplementar un tipo demáquinao institución monstruoquepermita producir, desde abajo,redesde producción intelec-tual cooperativas y transnacionales, que se doten tanto demomentos de concentración o precipitación de gran visibili-dad (seminarios, encuentros, conferencias, exposiciones,publicaciones, proyectos online...), como delíneas de fugaquese disparen hacia configuraciones y agenciamientos inespe-rados entre sujetos, instituciones, colectivos, con un grado devisibilidad menor o más capilar. Se puede decir por lo tantoque la política que se ha puesto en práctica a lo largo de estostres años constituye un prototipo práctico deinstitución pro- yectoque, aun buscando su sostenibilidad, se construye noobstante sobre la propia inestabilidad y coyunturalidad quecaracterizan a la vida y el trabajo basados en la siempre deli-cada idea de proyecto. Máquina o institución monstruoe insti-tución proyectoson seguramente los dos conceptos másimportantes que, en la fase final de nuestro proyecto, hanemergido de un trabajo cooperativo de producción de cono-cimiento que ha tratado de escapar de las dinámicas especu-lativas para, anclado en la materialidad de las prácticas y delas militancias, favorecer la creación, traducción, comparti-ción y circulación de herramientas que nos permitan pensary producir algunas de las posibles formas que pudieranadoptar los nuevos bienes e instituciones de lo común.

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    14Es éste el momento de indicar que el equipo de trabajo detransform ,integrado en gran medida por miembros del eipcp, ha sido el siguiente:Andrea Hummer, Bernhard Hummer, Birgit Mennel, RaimundMinichbauer, Stefan Nowotny y Gerald Raunig; Marcelo Expósito ejer-ció de responsable de la edición castellana.

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    Primera parte.Los devenires de la clase creativa

    y la producción cultural

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    EL CAPÍTULO SOBRE LA INDUSTRIA CULTURALde laDialéctica de laIlustraciónde Max Horkheimer y Theodor W. Adorno llevapor título «La industria cultural: Ilustración como engaño demasas». Escrito a comienzos de los años cuarenta, este ensa-yo estaba dirigido contra la creciente influencia de la indus-tria del entretenimiento, contra la comercialización del arte ycontra la uniformización totalizante de la «cultura», sobretodo en el país al que emigraron los autores, Estados Unidos.En un estilo verbal violento con tintes de pesimismo cultu-ral, su posición escéptica hacia los nuevos medios —como la

    radiodifusión o el cine— llevó a los dos autores a describirun amplio espectro del ámbito cultural por medio de un con-cepto que parecía el más ajeno a las esferas culturales: defi-nieron la cultura como industria.

    Las tesis de Horkheimer y Adorno fueron tratadasdurante décadas, incluso tras su retorno a Europa, como unasuerte de información interna dentro del círculo del Instituto

    para la Investigación Social. En el transcurso de los añossesenta, sin embargo, empezó a desarrollarse lentamente lahistoria efectual de este texto, que acabó por establecerse através de la actualización de la crítica a los medios de comu-nicación de masas que tuvo lugar en la década de los añossetenta: laDialéctica de la Ilustraciónmarcó un punto de infle-xión de la literatura filosófica no sólo en relación con laambivalencia de la Ilustración sino, principalmente, en tantoriguroso rechazo de una «economización de la cultura».Transcurridos sesenta años desde la publicación tardía de la

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    Dialéctica de la Ilustración , en el ámbito cultural actual, en elque todavía los mitos del genio, la originalidad y la autono-mía representan puntos de referencia marcadamente esen-ciales, la palabra «industria» no supone mucho más que unimproperio. Surge entonces la pregunta de cómo ha podidosuceder que con un simple desplazamiento del singular alplural —deindustria culturala creative and cultural indus-tries—esta marca conceptual haya podido resignificarse hoyen algo parecido a una promesa de salvación universal, y no

    sólo para unos pocos políticos,1

    sino también para muchosde los actores del campo mismo del arte.Se puede obtener una posible explicación de esta para-

    doja a partir de una observación más profunda de las formasde subjetivación que se dan en los ámbitos, estructuras e ins-tituciones que eran y son descritos con el concepto «indus-tria(s) de la cultura y de la creatividad». Me gustaría discu-

    tir aquí estas formas de subjetivación y las institucionesespecíficas de este ámbito, investigando para ello cuatrocomponentes del concepto «industria cultural» para compa-rarlos después, en orden inverso, con sus equivalentes actua-les dentro de lascreative industriescontemporáneas.

    1. El capítulo de la industria cultural se refiere en primerlugar a la creciente industria cinematográfica y mediática,sobre todo al cine de Hollywood y a las emisoras de radioprivadas de Estados Unidos. Adorno y Horkheimer, demanera totalmente diferente a como lo hiciera su colegaWalter Benjamin o Bertolt Brecht —quienes sostenían pers-pectivas ambivalentes acerca de los problemas y posibilida-des que traían consigo la reproductibilidad técnica, losmedios de comunicación de masas y los múltiples aspectosde la producción y la recepción bajo las nuevas condicio-nes— valoraron de forma directamente negativa la industria

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    1 En el contexto de la política cultural es de suponer que, a raíz de laestabilización en toda Europa del concepto decreative industries , deberíaproducirse un desplazamiento de los recursos para la financiación

    pública dentro de los programas de política cultural desde la promociónde posiciones críticas/divergentes hacia la promoción de empresascomerciales.

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    agricultores y pequeños burgueses. La producción capitalis-ta los encadena de tal modo en cuerpo y alma que se some-ten sin resistencia a todo lo que se les ofrece. Pero lo mismoque los dominados se han tomado la moral que les venía delos señores más en serio que estos últimos, así hoy las masasengañadas sucumben, más aún que los afortunados, al mitodel éxito. Las masas tienen lo que desean y se aferran obsti-nadamente a la ideología mediante la cual se les esclaviza».5Esta imagen del consumidor que ha sucumbido ante el apa-

    rato de seducción anónimo de la industria cultural muestrael apogeo y también la limitación de la aproximación deAdorno y Horkheimer: la figura de la «masa engañada» con-vierte a ésta en una víctima pasiva, heterodeterminada,engañada y esclavizada.

    2. Como segunda componente del concepto de industria cul-tural de Adorno y Horkheimer se traza una imagen específi-ca de la producción. La posición de quienes la consumenaparece en la descripción de los autores claramente separa-da de la de quienes la producen, aunque esta separación, sinembargo, no sea pensada como una figura dualista en la quequien consume y quien produce constituyan respectivamen-te los sujetos pasivos y activos dentro de la industria cultu-ral. Al contrario, ambos se implican mutuamente en una raraheteronomía paralela. Igual que quienes consumen la indus-tria cultural, quienes la producen aparecen también comouna función sometida y pasiva del sistema. Esta visión secontrapone a la teoría de la autoría y de los nuevos mediosde Benjamin, en la que los autores pueden convertirse enproductores a través de una transformación del aparato pro-ductivo, así como también se contrapone a la teoría y prácti-ca del método teatral pedagógico de Brecht de los tempranosaños treinta, según la cual en casa, en lugar de un públicoque consume, sólo existen autores. La rígida imagen deAdorno y Horkheimer muestra, por el contrario, sólo a pro-ductores característicamente pasivos que se encuentran ellosmismos cautivos en la totalidad de la industria cultural. La suje-ción social se presenta como la única forma de subjetivación

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    5 Ibidem , p. 178.

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    pensable, también en el lado de la producción. El ejemplomás fértil del capítulo de la industria cultural muestra a losactores de las emisiones radiofónicas como funciones de laempresa «condenadas a la clandestinidad»: «Se limitan alámbito no reconocido de los “aficionados”, que por lo demásson organizados desde arriba. Cualquier huella de esponta-neidad del público en el marco de la radio oficial es dirigiday absorbida, en una selección de especialistas, por cazadoresde talento, competiciones ante el micrófono y manifestacio-

    nes domesticadas de todo género. Los talentos pertenecen ala empresa aun antes de que ésta los presente: de otro modono se adaptarían tan fervientemente».6 La imagen de losfigurantes que son protagonistas sólo en apariencia, si laconsideramos en relación a losreality-shows,los docudramasy loscasting-shows,se muestra hoy, de hecho, más plausibleque entonces. Sobre el trasfondo de un concepto más ampliode productor (que genera y da el acabado no sólo a mercancíasculturales materializadas sino también a afectos y comunica-ción) la imagen de un sistema totalizante que determina cadaatmósfera y cada movimiento se vuelve aún más oscura.

    Adorno y Horkheimer anticipan ya este oscurecimiento,y lo hacen de una forma marcadamente feminizada. «Laforma en que una muchacha acepta y cursa el compromisoobligatorio, el tono de la voz en el teléfono y en la situaciónmás familiar, la elección de las palabras en la conversación,la entera vida íntima, ordenada según los conceptos del psi-coanálisis vulgarizado, revela el intento de convertirse en elaparato adaptado al éxito, conformado, hasta en los movi-mientos instintivos, al modelo que ofrece la industria cultu-ral».7 El aparato de la industria cultural se correlaciona conel aparato-persona. Consumidores y consumidoras así comoproductores y productoras aparecen como esclavas de latotalidad y de la ideología, conformadas y movidas por unsistema abstracto. Como aparatos no son más que pequeñasruedas de un engranaje mucho mayor; parte de una institu-ción llamada industria cultural.

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    6 Ibidem , p. 167.7 Ibidem , p. 212.

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    3. Como efecto de la relación entre el engranaje y sus piezassurge el tercer componente del concepto de industria cultu-ral. Éste consiste en el hecho de que los actores y los pro-ductores de cultura son empleados cautivos de la(s) institu-ción(es) (de la) industria cultural. Según Adorno yHorkheimer, la forma institucional en la cual se desarrollala industria cultural es la de los gigantescos consorcios dela música, el entretenimiento o los medios de comunica-ción de masas. Los creativos se encuentran encerrados

    dentro de una estructura institucional en la que su creati-vidad es oprimida bajo la forma del trabajo dependiente.Este vínculo entre la creatividad como empleo que es unaprisión y la sujeción social en general es descrito en laDialéctica de la Ilustraciónde la siguiente manera: «En todoslos casos se trata siempre, en el fondo, de la burla que se hacea sí mismo el varón. La posibilidad de convertirse en sujetoeconómico, en empresario o propietario, ha desaparecidodefinitivamente. Descendiendo hasta la última quesería, laempresa independiente, en cuya dirección y herencia sehabía fundado la familia burguesa y la posición de su jefe, hacaído en una dependencia sin salida. Todos se convierten enempleados, y en la civilización de los empleados cesa la dig-nidad, ya de por sí problemática, del padre».8

    Del mismo modo que en el mundo de los empleadosreina una dependencia y un control social sin salida, tam- bién el último refugio de la autonomía (y aquí se refleja ya elromanticismo de la autonomía del arte de la obra tardía deAdorno,Teoría Estética),9 la producción de creatividad, esdescrito como un proceso serializado, estructurado y cla-sificado, en el que la mayoría de sus actores, que anterior-mente se entendían como resistencia, han sido finalmentecivilizados como empleados. De acuerdo con la definición

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    ©8 Ibidem , p. 198.9Contra la substancialización que Adorno hace de la autonomía adscri-ta al arte burgués se podría haber objetado hace tiempo que precisa-mente ésta tiene el efecto de una praxis total, heteronomizante y jerár-quica, y que perfila tanto el espacio de la producción como el de larecepción: el aparato de producción jerarquizado del teatro burgués o ladisciplina extrema en las orquestas clásicas se correlaciona con los hábi-tos de recepción en ambos campos.

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    antropológica de institución ésta proporcionaría, como com-pensación, seguridad a los empleados y prometería tomardeterminadas medidas en caso de aparecer contradiccionesirresolubles. Aun cuando las instituciones específicas de laindustria cultural no fueran eternas, sus aparatos despertaríanprecisamente esa sensación debido a su condición de apara-tos y de esa forma aliviarían a los sujetos. Para Horkheimery Adorno, sin embargo, incluso esta idea se debe también alhecho de que «el cuidado de las buenas relaciones entre los

    dependientes [...] pone hasta el último impulso privado bajocontrol social».10

    4. El desarrollo de la industria cultural, como cuarto y últi-mo componente, debe contemplarse como un todo en tantoque transformacióntardíadel ámbito cultural que reproduceaquellos procesos que llevaron al fordismo en la agricultura,o en lo que se ha llamado industria rural. En contraposicióncon los sectores más poderosos de la industria —acero,petróleo, electricidad y química— los monopolios culturalesserían débiles y dependientes. También los últimos restos deresistencia contra el fordismo —de nuevo encontramos aquíreminiscencias de la antigua función heroica del arte autó-nomo— fueron convertidos en fábricas. Las nuevas fábricasde la creatividad (el ámbito de los periódicos, el cine, la radioy la televisión) se adaptaron a los criterios de la fábrica for-dista. El carácter de cadena de montaje ordenó la produccióncreativa de la industria cultural de forma similar a como lohabía hecho antes con la agricultura y el trabajo del metal:mediante la serialización, la estandarización y el dominiototal de la creatividad. «Pero, al mismo tiempo, la mecaniza-ción ha adquirido tal poder sobre el hombre que disfruta detiempo libre y sobre su felicidad, determina tan íntegramentela fabricación de los productos para la diversión, que ese suje-to ya no puede experimentar otra cosa que las copias o lasreproducciones del propio proceso de trabajo.»11 Por lo tanto,según Adorno y Horkheimer, la función de las fábricas de

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    10Theodor W. Adorno y Max Horkheimer,Dialéctica de la Ilustración ,op.cit. , p. 195.

    11Ibidem,p. 181.

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    creatividad consiste, por un lado, en la fabricación mecani-zada de bienes de entretenimiento y, por otro, en la fijacióny control —más allá de los ámbitos de producción tradicio-nales— de la reproducción en tanto que reproducción asimi-lada cada vez más a las formas de producción de la fábrica.

    4. En lugar de contemplar la industria cultural como aquelloque en la esfera cultural sustituye al arte burgués y a las

    vanguardias, y que traslada al ámbito cultural un modelofordista generado en el exterior de la cultura, el filósofopostoperaista Paolo Virno se pregunta por el papel que lecorresponde jugar a la industria cultural en lasuperacióndelfordismo y el taylorismo. Según sus afirmaciones enGramática de la multitud«ésta [la industria cultural] puso apunto el paradigma de la producción postfordista en su con- junto. Creo que los procedimientos de la industria culturaldevinieron, en un cierto momento y de ahí en adelante,ejemplares e invasivos. En la industria cultural, incluso en laque analizan Benjamin y Adorno, se puede vislumbrar elpreanuncio de un modo de producir que luego, con el pos-tfordismo, se generaliza y asume el rango de canon».12Encontramos aquí un giro fértil de la interpretación respectoa ese campo tardíamente industrializado y desposeído de sulibertad, tal y como fue conceptualizado por la teoría crítica.Así como Horkheimer y Adorno describen la industria cul-tural en tanto reacia y rezagada en la transformación fordis-ta, Virno la concibe como anticipación y paradigma de lasformas de producción postfordistas.

    Para Horkheimer y Adorno las instituciones de la indus-tria cultural construyeron monopolios culturales modernosy, al mismo tiempo, un campo económico en el cual la esferade circulación liberal burguesa pudo en parte continuarsobreviviendo (al lado y a pesar de su desintegración empre-sarial en otros sectores). Dentro de la totalidad de la indus-tria cultural aparecen así pequeños espacios de diferencia yresistencia, pero también esta diferencia es rápidamente

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    12Paolo Virno,Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas devida contemporáneas , trad. por Adriana Gómez, Juan Domingo Estop yMiguel Santucho, Madrid, Traficantes de Sueños, 2003, p. 58.

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    integrada de vuelta en la totalidad. Tal y como Horkheimer yAdorno no dudan en exponer: «Lo que se resiste puede sobre-vivir sólo en la medida en que se integra. Una vez registradoen sus diferencias por la industria cultural, forma ya parte deésta como el reformador agrario del capitalismo».13

    En esta descripción, la diferencia no es más que un resi-duo del pasado que, al servicio del alcance de nuevos esta-dios de producción, es tratado como un resto en la transfor-mación fordista generalizada de la industria cultural. SegúnVirno, en cambio: «Mirando las cosas desde la perspectivade nuestro presente, no es difícil reconocer que estos supues-tos residuos —un cierto espacio concedido a lo informal, a loimprevisto, al “fuera de programa”— estaban cargados defuturo. No se trataba de residuos, sino de presagios antici-patorios. La informalidad de la acción comunicativa, la inter-acción competitiva típica de una reunión, la brusca variación

    que puede animar un programa televisivo, en general todolo que hubiera sido disfuncional reglamentar más allá decierto punto, hoy, en la época postfordista, se ha vuelto unaspecto típico detodaproducción social. Y no sólo de laactual industria cultural, sino también de la Fiat de Melfi».14La industria cultural, desde el punto de vista de la teoríapostoperaista, no es sólo una tardía y débil ramificación dela industria en el proceso de transformación fordista, sinotambién un modelo para el futuro y una anticipación de laamplia expansión de las formas de producción postfordistas:aquí los espacios informales y no programados, la apertura a loimprevisto y las improvisaciones comunicativas constituyen enmenor medida el resto que el núcleo, el margen que el centro.

    3. Los consorcios mediáticos y del entretenimiento de laindustria cultural se muestran, según Horkheimer yAdorno, como una estructura institucional para la sujecióndel individuo al control del capital y, por lo mismo, comolugares de pura sujeción social. Incluso si damos por válida

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    13Theodor W. Adorno y Max Horkheimer,Dialéctica de la Ilustración ,op.cit., p. 176.

    14Paolo Virno,Gramática de la multitud , op. cit. , p. 59.

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    esta perspectiva estructuralista unilateral en lo que se refie-re a las formas tempranas de la industria cultural, desdemediados del siglo XX algo parece haberse modificado eneste terreno. Esta modificación se puede abarcar, por unlado, con conceptos que Gilles Deleuze y Félix Guattari des-arrollaron en los años setenta. Aquí se trata sobre todo de laidea (desarrollada ampliamente más abajo) de que más alláde la sujeción social se desarrolla una segunda línea queacentúa, a un costado de los factores estructurales, la impli-

    cación activa y las formas de subjetivación. Deleuze yGuattari llaman a esta segunda línea fronteriza con la suje-ción social [assujettissement social], «servidumbre maquínica»[asservissement machinique].15 Junto a esta problematizacióndesde el punto de vista conceptual se puede preguntar, porotro lado y en relación con los fenómenos actuales, cuálesson las formas de subjetivación emergentes en las nuevasformas institucionales de la industria creativa. Ya que lo quehoy se denominacreative industries—no sólo en el discursode la política cultural y de la planificación urbanística neoli- beral— se diferencia considerablemente en forma y funciónde la industria cultural de la vieja escuela.

    Si nos fijamos en el tercer componente analizado, laforma institucional, resulta obvio que bajo la estructura eti-quetada comocreative industriesya no se organizan estasindustrias en forma de gigantescas empresas de comunica-ción sino, principalmente, como pequeños negocios de pro-ductores y productoras de cultura autónomos en el campode los nuevos medios de comunicación, la moda, el diseñográfico, la cultura popular y, en el caso ideal, como acumu-lación de estas pequeñas empresas, es decir, comoclusters. Sinos preguntamos entonces por las instituciones de lascreati-ve industries , parece más adecuado hablar deno-instituciones

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    ©15Véase Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esqui-zofrenia , trad. por José Vázquez Pérez con la colaboración de UmbelinaLarraceleta, Valencia, Pre-Textos, 2004, pp. 461-464 [el traductor de estaedición castellana utiliza «esclavitud» donde nosotros decimos, conGerald Raunig, «servidumbre», de acuerdo con la nomenclatura esta- blecida en Félix Guattari,Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial inte- grado y revoluciones moleculares , Madrid, Traficantes de Sueños, 2004 (N.del E.)].

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    o de pseudo-instituciones. Mientras el modelo de instituciónde la industria cultural era la gran empresa establecida alargo plazo, las pseudo-instituciones de lascreative industriesse muestran como temporalmente limitadas, efímeras y basadas en proyectos.

    Estas «instituciones-proyecto»16 parecen tener la ventajade fundarse sobre la autodeterminación y el rechazo al rígi-do orden del régimen fordista. En los últimos dos apartadosde este texto voy a entrar a discutir cuán convincente eseste argumento. Teniendo en cuenta lo señalado antes enrelación con la función de alivio de las instituciones res-pecto a la superación de las contradicciones quisiera esta- blecer en este punto, sin embargo, que las instituciones-proyecto de lascreative industries , en lugar de cumplir conla antigua tarea de liberar y gestionar las contradicciones,se dedican a promover, al contrario, la precarización y la

    inseguridad. Porque la idea de las instituciones-proyectose caracteriza por una contradicción que clama al cielo: poruna parte apela a esa descongestión estable que el concep-to de institución implica; por otra, el concepto de proyectose basa precisamente en el hecho de que éste no puedepensarse sin una limitación temporal. Retomando un moti-vo deGramática de la multitudde Paolo Virno para aplicar-lo al fenómeno de la «institución-proyecto», el caráctercontradictorio de la institución como proyecto lleva sinduda alguna a esa completa superposición descrita porVirno de miedo y angustia, de temor absoluto y relativo, yfinalmente a una expansión total de ese temor más allá deltrabajo a todos los aspectos de la vida.17

    Mientras que Horkheimer y Adorno se lamentaban deque los sujetos de la industria cultural no tenían la posibili-dad de convertirse en empresarios independientes, el pro- blema en la actual situación es justamente el contrario. Laempresaria o empresario autónomo se ha convertido en lafigura generalizada, aunque tenga luego que ir saltandocomo trabajador o trabajadora temporal de proyecto enproyecto o vaya abriendo, una tras otra, pequeñas empresas.

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    16Agradezco a Birgit Mennel por haberme apuntado este concepto.17Véase Paolo Virno,Gramática de la multitud , op. cit., p. 31 y ss.

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    Asimismo, los grandes sucesores de la industria cultural delsiglo XX, los consorcios de los medios de comunicación, llevana cabo bajo la bandera del espíritu emprendedor una políticade externalización y subcontratación desmedida. En estos nue-vos consorcios de medios de comunicación (en los que conver-gen desde el ámbito de la prensa escrita, pasando por losmedios audiovisuales, hasta internet) permanecen en muchoscasos, como puestos fijos, sólo quienes están vinculados conlos ámbitos centrales de administración, y esto vale también

    para los medios públicos y oficiales. La mayoría de los indivi-duos llamados creativos trabajan, por el contrario, como free-lanceso como empleados y empleadas autónomas con (o sin)contratos temporales. Se puede decir cínicamente que aquí lamelancolía de Adorno por la pérdida de autonomía se realizade un modo perverso en las condiciones de trabajo de lascrea-tive industries: los individuos creativos son abandonados a unámbito específico de libertad, independencia y gobierno de sí.Aquí la flexibilidad se vuelve norma déspota, la precarizacióndel trabajo la regla, las fronteras entre tiempo de trabajo y tiem-po libre se diluyen del mismo modo que las de empleo y paro,y la precariedad se extiende desde el trabajo a la vida entera.

    2. Pero ¿a qué se debe esta precarización universal? ¿Es tam- bién la industria creativa, como la industria cultural, un siste-ma que somete a sus sujetos? ¿O se da una forma específica deimplicación en los actores de este proceso de precarización?Para discutir este segundo componente, las formas actuales desubjetivación en el ámbito cultural, quisiera volver a laexposición de Isabell Lorey sobre gubernamentalidad biopo-lítica y precarización de sí.18 Lorey habla de la precarizacióncomo una línea de fuerza dentro de la gubernamentalidadliberal y de las sociedades biopolíticas. Esta línea de fuerza,que se remonta hasta bien atrás en la modernidad, fue actua-lizada de una forma específica por medio de las condiciones

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    18Isabell Lorey, «Gubernamentalidad y precarización de sí. Sobre la normali-zación de los productores y productoras culturales», trad. por MarceloExpósito,Brumaria , núm. 7, Arte, máquinas, trabajo inmaterial , diciembre de 2006(http://brumaria.net/publicacionbru7.htm) , y publicación multilingüe entransversal: máquinas y subjetivación , noviembre de 2006 (http://eipcp.net/trans-versal/1106/ lorey/es). Reproducido también en este volumen.

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    de trabajo y vida que surgieron a raíz de los nuevos movi-mientos sociales de los años setenta, tomando como base losprincipios de la generación post ‘68: decidir uno o unamisma en qué, con quién y cuándo quiere trabajar; deci-sión autodeterminada por unas condiciones de trabajo yde vida precarias. En este punto, Lorey desarrolla el con-cepto de precarización autodeterminada o «precarizaciónde sí». Ya bajo las condiciones de la gubernamentalidadliberal, las personas tenían que desarrollar una relación

    creativa y productiva consigo mismas; esta praxis de lacreatividad y esta capacitación para modelarse a sí mismoha formado parte de las tecnologías gubernamentales delyo desde el siglo XVIII. Lo que siguiendo a Lorey ha cam- biado en la actualidad es la funciónde la precarización: deuna contradicción inmanente en el interior de la guberna-mentalidad liberal se ha convertido en una función de nor-malización en la gubernamentalidad neoliberal; de una expul-sión inclusiva en los márgenes de la sociedad, en un proceso quese sitúa en su centro. En el transcurso de este proceso —y estoexplica también las transformaciones del fenómeno descrito porHorkheimer y Adorno hasta las actuales formas de lascreativeindustries—fueron especialmente influyentes los experimentosde los años setenta con el fin de desarrollar formas de vida y detrabajo autodeterminadas como alternativas al régimen de tra- bajo reglamentado y normalizado. Con la emancipación conce- bida como un acto soberano respecto de una cotidianeidadespacial y temporalmente encorsetada, nació el fortalecimientode aquella línea que ya no permite pensar la subjetivación, queva más allá de la sujeción social, únicamente en tanto subjetiva-ción emancipadora: «Son precisamente estas condiciones devida y trabajo alternativas las que se han convertido de formacreciente en las más útiles en términos económicos, en la medi-da en que favorecen la flexibilidad que exige el mercado de tra- bajo. Así, las prácticas y discursos de los movimientos socialesde los últimos treinta o cuarenta años no sólo han sido resis-tentes y se han dirigido contra la normalización sino quetambién, al mismo tiempo, han formado parte de las trans-formaciones que han desembocado en una forma de guber-namentalidad neoliberal».19

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    19Ibidem , pp. 245-246.

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    A través de lo anterior hemos llegado a la actualidad, a untiempo en el que las viejas ideas e ideologías de autonomía ylibertad del individuo (sobre todo las del individuo comogenio artístico) junto con determinados aspectos de la políti-ca post ‘68 se han transformado en una forma neoliberalhegemónica de subjetivación.

    La precarización de sí significa asentir respecto de laexplotación de cada aspecto de la vida, incluida la creativi-dad. Ésta es la paradoja de la creatividad como gobierno desí, «gobernarse, controlarse, disciplinarse y regularse signifi-ca, al mismo tiempo, fabricarse, formarse y empoderarse, loque, en este sentido, significa ser libre».20 Aquí resuena tam- bién la diferencia conceptual que genera la distinción entrela imagen de marca de la industria cultural y la de la indus-tria creativa: mientras la industria cultural parece apelar aúnal componente colectivo abstracto de la cultura, en lascreati-

    ve industriesse produce una continua invocación a la pro-ductividad del individuo. Una diferencia tal entre lo colecti-vo y lo individual sólo se da sin embargo en el plano de lainvocación, puesto que las industrias de la creatividad des-tacan por atravesar este dualismo.

    1. Recordemos por último el primer componente del con-cepto de Horkheimer y Adorno: la industria cultural totalizaal individuo y somete completamente a sus consumidores yconsumidoras al dominio del capital. Con ayuda de las tesisde Isabell Lorey debería ser posible una ampliación delcampo de mira: de la defensa de un concepto reduccionistade totalidad y heteronomía, a una focalización en la intro-ducción específica de prácticas de resistencia para oponersea la totalización de la creatividad, las cuales han motivado, asu vez, las formas de subjetivación actuales.

    La industria cultural produce «ejemplos para los hom- bres, que deben convertirse en aquello a lo que los pliega elsistema».21Aunque sea lógicamente contradictoria, se muestra

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    20Ibidem , p. 243.21Theodor W. Adorno y Max Horkheimer,Dialéctica de la Ilustración ,op.cit., p. 198.

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    aquí una ambivalencia —como también en otras partes de laDialéctica de la Ilustración—que vincula la esclavitud auto-mática y la sujeción heterodeterminada por medio de un sis-tema totalizante (cuando no directamente entre ellas) ya queal fin y al cabo les otorga el mismo derecho. Esclavitud ysujeción son, para Deleuze y Guattari, dos polos coexistentesque se actualizan en las mismas cosas y en los mismos acon-tecimientos. En el régimen de la sujeción social, una unidadsuperior constituye al ser humano como un sujeto que remi-

    te a un objeto que ha devenido exterior. En el modo de laesclavitud maquínica los humanos no son sujetos, sino queadoptan el carácter de animales o de herramientas que for-man parte de una máquina que sobrecodifica el conjunto.Precisamente en el fenómeno de lascreative industriesse dejaver la acción conjunta de ambos regímenes, dos partes queno cesan de reforzarse la una a la otra, aunque el compo-nente de la servidumbre maquínica gana significación a tra-vés de un plus en subjetivación: «¿Habría, pues, que hablarde una “servidumbre voluntaria”?», preguntan Deleuze yGuattari, y su respuesta es: no, «existe una esclavitudmaquínica de la que siempre se diría que se presupone, quesólo aparece como ya realizada, y que ni es tan “volunta-ria” ni es “forzosa”».22

    La perspectiva de un doble movimiento de sujeción bajouna unidad social y de servidumbre dentro de una máquinadesmonta la idea de Horkheimer y Adorno de individuospasivos y de un sistema que funciona como totalidad. Lasformas de subjetivación reconstruyen cada vez más y mástotalidad, y no se introducen en el proceso de sujeciónsocial y servidumbre maquínica ni voluntaria, ni forzosa-mente. Y aquí encontramos también una respuesta a la pre-gunta planteada al comienzo: ¿cómo ha podido sucederque este pequeño desplazamiento de la industria culturalhacia lascreative and cultural industriesse haya convertido, nosólo para los políticos, sino también para muchos actoresdentro de este ámbito, en una marca de liberación universal?Ha podido pasar precisamente porque las formas de subjeti-vación de la servidumbre maquínica están tan unidas al

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    22 Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas , op. cit. , p. 465 [véasesupra , N. de las T. en nota 15].

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    deseo como a la adaptación, y los actores de lascreativeindustriesapelan al hecho de que al menos son ellos mismoslos que han tomado la decisión de la precarización de sí. Eneste sentido, y para volver al título de nuestro texto, seríacasi inadecuado hablar de «engaño de masas» si tenemos encuenta la implicación de los actores en el modo de la servi-dumbre maquínica; de hecho, quisiera poner en duda quehaya tenido sentido alguna vez. En el contexto de la indus-tria de la creatividad sería más adecuado hablar de «autoen-

    gaño masificante» como un aspecto de la precarización de sí.Y este «engaño a sí mismo» constituiría la posibilidad deintroducir, en este orden de cosas, la resistencia, que seactualizaría sobre el plano de inmanencia de aquello queaún hoy es designado comocreative industries.

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    IMAGINAD UN«MILENIO NEGRO» sin Chelsea Marina, unametrópolis multicultural sin conflictos radicales.1 Imaginaduna clase media creativa en expansión a la búsqueda de

    reconocimiento, en una sociedad que (afortunadamente,debemos añadir) reduce el trabajo de fábrica, pero que (des-graciadamente) ha expulsado la lucha de clases. En este esce-nario fantasociológico, a la izquierda, en los meandros de lacomposición técnica de clase, existen dos imágenes de «lostrabajadores del conocimiento». Por un lado, hay quieneslos ven como un sector de élite, inequívocamente alejadode los obreros y de los «verdaderos» precarios a quienes seidentifica con los trabajadoreslow wage[con salarios bajos]y low skill[de baja cualificación]. Por otro lado, encontra-mos a quienes exaltan a esos trabajadores del conocimien-to como los nuevos sujetos del cambio, punta avanzada de lainnovación, a la búsqueda de un reconocimiento en la socie-dad que se corresponda con su condición. Paradójicamente,ambas posiciones —aunque con juicios de valor opuestos—

    coinciden en su lectura de la composición técnica de clase y enque sustancialmente legitiman la estratificación del mercado

    2. Contra la clase creativa Alberto De Nicola,

    Benedetto Vecchiy Giggi Roggero

    1 Alude a la novela de J. G. Ballard Millenium People[ed. cast.: Milenionegro , Barcelona, Minotauro, 2004], que narra la rebelión de ChelseaMarina, un barrio de clase media acomodada, integrado por profesio-nales liberales («clase creativa» con buenos salarios) los cuales, no obs-tante, están embarcados en una espiral de gastos que hace imposible suritmo de vida siempre al límite. [N. del T.]

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    de trabajo. El problema que se plantea en ambos casos es quétipo de derechos han de ser reconocidos de acuerdo conestas diferentes perspectivas.

    Ambas posiciones, por otra parte, sostienen lo que podría-mos definir como una nueva visión de la «clase media», quetradicionalmente ha sido un concepto enteramente político eideológico. Esta nueva visión consiste en la individuación deun grupo que estabiliza el sistema capitalista en un sentidoprogresivo.2 Estas imágenes políticas, en fin, remarcan dosimágenes sociológicas dominantes: en primer lugar, la delknowledge workercomo clase restringida que emerge en unmarco de creciente polarización social; en segundo lugar,plantean la hipótesis de un proceso lineal de profesionaliza-ción, intelectualización y cualificación de la fuerza de traba- jo.3 De la primera posición —que es la de los nostálgicos deaquello que las luchas han destruido— no vale la pena ocu-

    parse: ya lo hemos hecho suficientemente en los últimosaños, y los conflictos en torno al trabajo asalariado y la fugamasiva del mismo ya se han ocupado también de darle res-puesta. Vale la pena no obstante detenerse a responder lasegunda visión, en la misma medida en que en ella coincidenampliamente liberales y sectores del movimiento, sobre todoa partir de la sugerente descripción que Richard Florida hizodel ascenso de la clase creativa.4 El problema que nos propo-nemos afrontar, por lo tanto, es el de cómo elaborar una críti-ca de la clase creativa que esté radicalmente más allá del «malobrerismo» —arquitrabe de la cultura política de izquierda—de manos callosas y empapado de aceite y grasa.

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    ©2Véase Mariuccia Salvati,Da Berlino a New York. Crisi della classe media e futuro della democrazia nelle scienze sociali degli anni trenta , Milán,Mondadori, 2000.3 Véase Federico Butera, Enrico Donati y Ruggero Cesaria,I lavoratoridella conoscenza. Quadri, middle manager e altre professionalità tra professio

    ne e organizzazione , Milán, Franco Angeli, 1997.4Richard Florida,The Rise of the Creative Class: And How It’s TransformingWork, Leisure, and Daily Life , Nueva York, Basic Books, 2003.

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    El sustantivo «clase»...

    Florida define la clase como un grupo de personas que tienenintereses comunes y tienden a pensar y a comportarse demodo similar. Pero estas similitudes están determinadas prin-cipalmente por su función económica. Las distinciones y carac-terizaciones subsiguientes son consecuencia de esa función. Elelemento peculiar de nuestra era, continúa Florida, es que las

    personas se ganan la vida poniendo a trabajar su propia crea-tividad. Dentro de la categoría deknowledge workerexiste unaestratificación. Knights, Murray y Willmott sostienen que elconcepto deknowledge worksirve sobre todo para nombrarmutaciones en la organización del trabajo, en el sentido de unamayor intensidad del conocimiento. Por lo tanto, más que paraclasificar determinadas ocupaciones, el concepto es útilpara analizar el nuevo papel que asume el conocimiento entodo el espectro de la actividad productiva y de las formas deproducción. Al mismo tiempo, se señala a losnetworkerscomola vanguardia en los procesos de innovación y de desarrollo delos sistemas organizativos, cada vez más basados en las tecno-logías informáticas y en la capacidad de tejer red a nivel glo- bal.5 De manera diferente, Florida propone una distinción den-tro de la clase creativa entre el núcleo principal supercreativo—compuesto por científicos, ingenieros, docentes universita-rios, poetas y escritores, artistas, actores, diseñadores y arqui-tectos, en definitiva el grupo de aquellos que definen ellea-dershipde pensamiento en la sociedad contemporánea, queconstituyen alrededor del 12 % de la fuerza de trabajo— y el 20 %de profesionales creativos implicados en los sectoreshigh-tech ,en los servicios financieros, en elbusiness management , en lasprofesiones legales y en los sectores de la sanidad. El 43 % dela fuerza de trabajo está implicada en laservice class , mientrasque un cuarto se puede clasificar dentro de la declinantewor-king class. Estos dos últimos estratos, sostiene Florida, sirven deapoyo infraestructural a la economía creativa.

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    5 David Knigths, Fergus Murray y Hugh Willmott, «Networking as

    knowledge work: a study of strategic interorganizational developmentin the financial services industry», Journal of Management Studies , vol. 30,núm. 6, 1993.

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    Muchas críticas se han planteado a las tesis de Florida. PaulMaliszewski denuncia su aspecto apologético, que oculta laprecarización y la producción ideológica de la economía crea-tiva, y contesta el olvido de los 55 millones de trabajadoresde servicios que en Estados Unidos limpian la basura de laclase creativa.6 Tales críticas, si bien captan algunos de losaspectos problemáticos de la visión liberal y progresista deFlorida, tienen sin embargo una vena nostálgica por losmodelos ocupacionales puestos en crisis no sólo por la reac-

    ción neoliberal, sino también por los conflictos de clase. Másinteresante resulta la tentativa de conceptualizar de otramanera la categoría de clase por parte de McKenzie Wark. Elteórico australiano, en el ambicioso intento de poner al día el Manifiesto comunistade Marx y Engels en la era del «trabajoinmaterial», traza las nuevas líneas del conflicto entre clasehackery clase vectorial.7 La clasehackercoincide con los tra- bajadores inmateriales de alto nivel, motor de la innovación,obligados a vender su propia capacidad de invención y deabstracción a la clase vectorial, esto es, a quienes poseen losnuevos medios de producción y monopolizan la informa-ción y los agentes virales que la transportan, o sea los vecto-res. La clasehackeres un sujeto de vanguardia, separada dela clase obrera y los campesinos, pero en torno a la cual sepuede dar vida a un proceso de alianzas y recomposiciones.Transforma la política de masas en una política de la multi-plicidad, dentro de la cual todas las clases pueden expresarsu propia virtualidad.

    El análisis de Wark —de manera no muy diferente a losestudios de Peter Drucker sobre elknowledge worker— se cen-tra en la propiedad. Carece en cambio de un discurso sobrelas formas de vida y la subjetividad, sobre la precariedad ysu relación con la explotación. La composición técnica coin-cide, para el teórico australiano, con la composición políti-ca. Más allá de sus obvias diferencias de impostación y deperspectiva política, es en este punto en el que coincidenlos análisis de Florida y de Wark: tanto la clase creativa

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    6Paul Maliszewski, «Flexibility and Its Discontents»,The Baffler , núm.16, 2006.

    7 McKenzie Wark,Un manifiesto hacker , Barcelona, Alpha Decay, 2006.

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    como lahackerson todavía «clase en sí», y deben convertirseen «clase para sí». Deben, en último término, adquirir la con-ciencia de clase para estar a la altura del papel histórico queel desarrollo capitalista les ha asignado.

    … y el adjetivo «creativa»

    La identidad y la conciencia de quienes pertenecen a la clasecreativa, sostiene Florida, ya no se fundan sobre el trabajo osobre las instituciones tradicionales, sino sobre su propiacreatividad. Los criterios clásicos de clasificación delknowledgeworker , basados en el nivel de formación y en el contenido deltrabajo, en la posición ocupacional y en el encuadramiento

    jurídico, son sometidos a discusión por el economista esta-dounidense. No hay, en efecto, una correspondencia inmedia-ta entreskills[competencias] y titulación. La autovalorización,la movilidad horizontal dentro del mercado de trabajo y laautoformación se convierten en variables decisivas paraadquirir saberes y competencias. Hace ya tiempo que el pro- blema de cómo certificar las capacidades forma parte de laliteratura sobre los trabajadores del conocimiento, y resultade gran interés el intento de Florida de elaborar nuevos índi-ces para medir la creatividad. Propone así un GlobalCreativity Index, que se basa en tres T: Tecnología, Talento yTolerancia. Las dos primeras se utilizan habitualmente porparte de quienes se ocupan del crecimiento económico y dela valorización capitalista. En lo que se refiere a cuál es lagenealogía del presente, por otra parte, no parece que quepandudas: en el ADN de la clase creativa están los movimientosy las contraculturas de los años sesenta. Es justamente poresto por lo que a Florida le preocupan terriblemente laspolíticas liberticidas y fundamentalistas de losneocon , fun-damentadas materialmente en una atenta lectura de lacomposición de clase: tienden a fomentar el odio a la gentealternativa, para acaparar así el consenso proletario deamplias zonas desindustrializadas del interior de EstadosUnidos. Esta política de valores, que hoy en día sigue dominan-do miserablemente en la izquierda italiana (aunque privada

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    del análisis materialista que originalmente la fundamenta),corre el riesgo de poner en fuga a la clase creativa, haciendoperder peso a Estados Unidos en la competición global porla captación de talentos.8

    El índice de tolerancia se mide por la presencia de gente bohemia. El teórico militante estadounidense Andrew Rosslocaliza en la «industrialización de la bohemia» el origen deSilicon Alley, el distrito tecnológico de Nueva York, anali-zando así cómo se ponen a producir beneficio las formas devida y de cooperación artísticas, alternativas y transgresorasque, en los años setenta, se concentraban en particular en elLower East Side de Manhattan, el cual se convirtió ya en losaños noventa en una cuenca de asentamiento productivo delas empresas de lanet economy.9 Justamente la recomposiciónde las figuras del bohemio y del burgués, o mejor dicho, lamanera en que los conflictos y los movimientos edulcoran su

    propia radicalidad, constituye la premisasine qua nonpara eldesarrollo de lacreative class. Tanto es así que el modelo deorganización de empresa llega a ser el del proyectoopensource , que originalmente nació para exceder los confines dela propiedad intelectual, dentro de los cuales el trabajo crea-tivo acaba siendo reconducido. Si la creatividad, condensadaen el entrelazamiento de las tres T, se basa en la relaciónentre el uno y lo múltiple, podríamos decir que lo que surgede las páginas de Florida es el lado oscuro, o mejor dicho, lalarga sombra capitalista de la multitud: la singularidadasume la apariencia del individualismo, la autovalorizacióndeviene culto del hedonismo, el común se transfigura en elemprendedor de negocios. El lugar donde la ética bohemiase encuentra con la ética protestante, la contracultura —qui-zás hoy teñida de pink— se convierte en una cuenca dondeinvertir en el capital humano propio y en una manera dehacer dinero. Incluso a la nueva forma delbusinessde la ciu-dad creativa se aplican medidas de seguridad y es ahí dondese anestesia el conflicto de clase. Ésta es la lección que

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    8 Richard Florida,The Flight of the Creative Class. The New GlobalCompetition for Talent , Nueva York, HarperCollins, 2005.9 Andrew Ross,No-Collar. The Human Workplace and Its Hidden Costs ,Nueva York, Basic Books, 2003.

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    Florida extrae de la Bahía de San Francisco, cuna de la con-tracultura estadounidense y de Silicon Valley. Por lo tanto,allá donde la ética del trabajo se acaba, cuando el deseo deautonomía y la infidelidad se convierten en los nuevos ras-gos comunes de la composición de clase, la creatividadasume la forma de una nueva ética del trabajo.

    Los saberes y la creatividad, por lo demás, pertenecensegún Florida a una dimensión ahistórica, pues caracterizanal ser humano en cuanto tal. Se oculta así su carácter históri-camente determinado, su condición de producto de la acti-vidad y de la cooperación. Faltan, en otros términos, el tra- bajo vivo y las relaciones sociales de producción. Sobre estoWark no tiene dudas: la clase vectorial puede reconducir laproducción de la conciencia dentro de los límites de la propie-dad sólo mediante la producción artificial de carencias allídonde hay riqueza y abundancia. Es justamente esa riqueza y

    abundancia, característica de la producción de saberes, lo queconstituye el excedente que el capitalismo puede intentar regu-lar y controlar, pero del cual no puede apropiarse completa-mente. Pero —¡cuidado!— esto no significa la crisis lineal delsistema capitalista, tal y como André Gorz parece deducir apre-suradamente.10 Al contrario, constituye la base material de laautonomía del trabajo vivo en el posfordismo. Define, al mismotiempo, el campo del conflicto entre la producción del común(al contrario de lo que afirma mucha de la retórica de los movi-mientos, es oportuno precisar que el bien común no existe enestado de naturaleza, sino que es continuamente producido porel trabajo vivo y la cooperación social) y las tentativas de cap-tura y apropiación por parte del capitalismo.

    No hay clase sin lucha de clases

    La clase creativa corre así el riesgo de presentarse como laideología de la clase media sobre cuáles son sus propiosfines, problema político en el que se centran Massimo Gaggi

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    10Véase André Gorz,L’immatériel , París, Galilée, 2003.

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    y Edoardo Narduzzi en un libro reciente.11 O mejor dicho, sila clase media se definía predominantemente en negativo, esdecir, si designaba la pertenencia a un grupo que se distin-guía de la clase obrera y de los capitalistas, y se encargaba demantener el equilibrio social, la clase creativa se define enpositivo, recogiendo al mismo tiempo la función política dela middle class.Lo de Florida es una suerte de liberal-marxis-mo que distingue entre la estructura económica —que ya nose identifica simplemente en el trabajo, sino en la puesta a

    producir de la creatividad y de las formas de vida— y lasuperestructura de la conciencia de la clase creativa, queaún se ha de hacer emerger. Esto responde a la racionalidadde la historia: la afirmación de la clase creativa es en efecto,para el economista estadounidense, el resultado de la evo-lución de las fuerzas económicas. Se propone así una nuevateoría de la sociedad dual: no aquella —nefasta— que divi-día entre quienes tienen sus derechos garantizados y quie-nes no los tienen, sino otra que distingue la clase creativafrente a laold society.

    La de Florida es una teoría de las clases basada en unanueva idea de modernización; de ahí el interés que suscita.Las así llamadas «tres T», por otra parte, no son sino lascondiciones de posibilidad para que el desarrollo, la com-petencia y el crecimiento económico puedan imponerse enla economía globalizada. El componente crítico de su dis-curso, incluida la crítica albushismo , se centra por consi-guiente en la denuncia del retraso o en la aversión de lasinstituciones políticas con respecto del «nuevo curso» quetiene propiedades salvíficas. El capital ha de atender aldesarrollo de la clase creativa y a su pleno reconocimientopara salir de las simas de su crisis de acumulación. Justamente es éste el motivo por el que Florida puede jactar-se de que en él confluyen las figuras de estudioso progresis-ta y consultor de las grandes corporaciones.

    Lo explicado hasta aquí basta para delinear los contornosde un discurso innovador y coherente sobre la crisis del capi-talismo y su posible cura. Pero más difícil resulta comprender

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    11Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi,La fine del ceto medio e la nasciadella società low cost , Turín, Einaudi, 2006.

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    por qué la idea de clase creativa —en tanto elemento políti-co, no analítico— ha calado en distintos ámbitos del movi-miento. Podemos observar cuáles son los resultados, enmuchas luchas de los precarios de la clase creativa, de la ten-dencia a percibirse a sí mismos y a comportarse como si fue-sen lobbys , esto es, a estar más atentos a que se reconozca elvalor de su propio capital creativo en las jerarquías del mer-cado de trabajo que a poner en discusión los mecanismos deregulación del mismo. Podemos decirlo de otro modo: lacrea-

    tive classevidencia la esquizofrenia del trabajador postfor-dista, esto es, el hecho de ser al mismo tiempo trabajo y capi-tal, tal y como Sergio Bologna y Andrea Fumagalli describenóptimamente mediante el paradigma del trabajador autóno-mo de segunda generación,12 que exalta apologéticamenteAldo Bonomi mediante la ideología del empresario de sí,superada por Florida al fundir las figuras del bohemio y el burgués. El problema de los procesos de composición políticade clase en el postfordismo no es en realidad el de cómorecomponer una figura jurídica que albergue en sí al emplea-dor y al prestador de trabajo, sino más bien cómo escindirlos.

    Las perspectivas políticas de los liberales y de algunossectores de movimiento tienen un mínimo común denomi-nador: ambas proponen un nuevo compromiso social porparte de la economía creativa. Unnew dealglobal paraFlorida, unwelfare low costpara Gaggi y Narduzzi, un key-nesianismo postestatal para quienes defienden al cognitaria-do. Pero todos ellos excluyen de sus análisis el hecho de queel compromiso social se fundaba anteriormente no sobreprocesos de conflicto genéricos, ni mucho menos sobre la búsqueda racional de equilibrios progresivos. Era el resulta-do de la lucha de clases. Rehuyendo tanto de la imagen eli-tista delknowledge workercomo de la nostalgia por los dispo-sitivos de ocupación y garantismo «fordistas», Andrew Rossidentifica el nudo político central donde se combinan las ins-tancias subjetivas que están por encima y por debajo de la«línea» que marca la jerarquización del trabajo cognitivo.

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    12Véase Sergio Bologna y Andrea Fumagalli (eds.),Il lavoro autonomo diseconda generazione. Scenari del postfordismo in Italia , Milán, Feltrinelli,1997 [ed. cast.: Sergio Bologna,Crisis de la clase media y posfordismo ,Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonismo, 2006].

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    Si se carece de este tipo de perspectiva, continúa el teóricoestadounidense, la parte alta se identificará con la imagenautoemprendedora, mientras que la otra se identificará conlos procesos dede-skilling[descualificación] en los empleosde subsistencia.13 En lugar de eso, Ross apunta hacia larecomposición de los conflictos en torno a la propiedad inte-lectual y la distribución de la renta a caballo de un des