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Revista Cambios y Continuidades N°2 - 1 - EDITORIAL CAMBIOS Y CONTINUIDADES retoma el contacto con sus lectores, y en éste, su segundo número, se muestra enriquecida con las numerosas colaboraciones recibidas, muchas de las cuales, por razones de espacio y organización pasarán a formar parte integrante del N° 3. En el lapso transcurrido entre la aparición de nuestro primer número y éste, hemos recibido numerosos mensajes de estímulo y felicitación, los que agradecemos profundamente, por lo que significan en su conjunto para la comunidad educativa, y porque, además, retemplan nuestro ánimo para continuar en la lucha. La revista aparece con algunos cambios en su diagramación, que apuntan a mejorar la presentación sin descuidar la calidad del mensaje emitido. La edición es fruto del esfuerzo integrado de alumnos, egresados, colegas y representantes del poder público; quienes han comprendido la necesidad de nuestra presencia en el ámbito científico y por lo mismo ayudaron, cada uno desde su óptica, a que esta edición viese la luz. Agradecemos, por lo tanto, esa comprensión traducida en aportes y estímulos y deseamos que los mismos se vean concretados en el contenido de la Revista. COMITÉ EDITORIAL REVISTA CAMBIOS Y CONTINUIDADES

C y C Nº 2

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  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 1 -

    EDITORIAL

    CAMBIOS Y CONTINUIDADES retoma el contacto con sus lectores, y en ste, su segundo nmero, se muestra enriquecida con las numerosas colaboraciones recibidas, muchas de las cuales, por razones de espacio y organizacin pasarn a formar parte integrante del N 3. En el lapso transcurrido entre la aparicin de nuestro primer nmero y ste, hemos recibido numerosos mensajes de estmulo y felicitacin, los que agradecemos profundamente, por lo que significan en su conjunto para la comunidad educativa, y porque, adems, retemplan nuestro nimo para continuar en la lucha. La revista aparece con algunos cambios en su diagramacin, que apuntan a mejorar la presentacin sin descuidar la calidad del mensaje emitido. La edicin es fruto del esfuerzo integrado de alumnos, egresados, colegas y representantes del poder pblico; quienes han comprendido la necesidad de nuestra presencia en el mbito cientfico y por lo mismo ayudaron, cada uno desde su ptica, a que esta edicin viese la luz. Agradecemos, por lo tanto, esa comprensin traducida en aportes y estmulos y deseamos que los mismos se vean concretados en el contenido de la Revista.

    COMIT EDITORIAL REVISTA CAMBIOS Y CONTINUIDADES

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 2 -

    ESTATUTO DEL INSTITUTO DE HISTORIA Director: Celia Gladys Lpez

    Secretara Tcnica Docente: Prof. Alejandro Bernasconi Alumnos: Mara Rodrguez Pamela Plana

    Secretara Administrativa: Franco Luciano Parlatto Alejandro Claverie Mara Elizabeth Salate Claudia Pereyra Lorena Romero Isabel Rapallo Erica Kapes

    Investigadores: Celia G. Lpez Mario Carballo Raquel Bonin Graciela Cosso Luis Charfullio Rodolfo Gonzlez Risotto Uruguay Profesor Visitante Eric Eduardo Palma Gonzlez Chile Profesor Visitante Lilia Mena Brasil Profesor Visitante Michael Prinz Alemania Profesor Visitante Ana Mara Prieto Hernndez Mxico - Asesora Rubn Cucuzza U.N.L.U. Asesor Margarita Arnaldo Mara Elizabeth Galcern Adrin Gmenez Mario Ramrez Flavia Portela Aixa Mega Silvina Corujo Isabel Rapallo Erica Kapes Claudia Pereyra Lorena Romero Javier Guerin Valeria Mercado Javier Patricio Borche Rosario Coulleri Cristian Jos Fellay

    ORGENES OBJETIVOS El Instituto de Historia fue creado en 1995 por iniciativa de un grupo de alumnos y profesores del departamento de Historia encabezados por la Profesora Celia Lpez e interesados en la investigacin el debate y la difusin de los temas histricos, sobre la base de la Hemeroteca de la Escuela Normal Mariano Moreno y del Trabajo realizado all desde 1990.

    OBJETIVOS ESPECFICOS Realizar estudios investigaciones, y diversas actividades de perfeccionamiento y extensin sobre temas

    histricos con una visin interdisciplinaria que permita la ms amplia variedad de contenidos y enfoques. Formar Investigadores. Dictar Cursos y Seminarios. Editar Publicaciones Peridicas. Organizar un Centro de Documentacin.

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 3 -

    Promover el intercambio Universitario en la ms amplia escala. Llevar a cabo Congresos, Jornadas y Conferencias de alcance nacional e internacional. Mantener relaciones de carcter cientfico con entidades similares, as como el intercambio de Profesores

    e Investigadores, como de sus publicaciones y documentos de Trabajos. Promocionar las Redes Acadmicas de Investigacin.

    PROGRAMAS DE INVESTIGACIN 1. Con Universidad de Biellefel (Alemania) Historia Econmico Social. 2. U.A.D.E.R. Comit Electoral Uruguayo, Universidad Central de Chile, Historia Poltica. 3. Universidad Catlica de Campinas, U.A.D.E.R., Historia Econmica. 4. Universidad Pedaggica Nacional Mxico. U.A.D.E.R. Historia de la Educacin. 5. Asociacin de Historia Actual-Espaa, U.A.D.E.R. Historia del Tiempo Presente. 6. UNLU (Universidad de Lujn) U.A.D.E.R. Historia Social de la Lectura y la Escritura en la Argentina.

    CONVENIOS 1. Con Escuela Normal Mariano Moreno para la Formacin de Guas Histricos del Establecimiento.

    PUBLICACIONES

    Cambios y Continuidades: Revista semestral que publica investigaciones, ensayos y artculos de inters histrico e institucional.

    Cuadernos del Instituto: Series puntuales de Investigacin. Libros de Personal del Instituto.

    BIBLIOTECAS 1. Del Pensamiento Americano Rolando Mellafe Rojas. 2. Pedaggico Normalista Dr. Gustavo F.J. Cirigliano. 3. Hemeroteca especializada. 4. Videoteca. 5. Ciditeca.

    PRESENCIA EN REDES 1. RED ACADMICA HISTORIA A DEBATE (Santiago de Compostela-Espaa) 2. RED ACADMICA ASOCIACIN HISTORIA ACTUAL (Cdiz-Espaa) 3. ASOCIACIN INTERNACIONAL DE HISTORIA ECONMICA (Londres-Inglaterra). 4. RED DEL PATRIMONIO EDIFICIOS PARA LA EDUCACIN-O.E.A. 5. ASOCIACIN INTERNACIONAL DE LA LECTURA I.R.A. U.N.E.S.C.O.

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 4 -

    Tapa Revista Cambios y Continuidades N 1 Tapa Cuaderno del Instituto N 1

    TESTIMONIOS

    Catamarca, 24 de junio de 2002

    Profesora Celia Gladys Lpez ------------------------

    Estimada Amiga: He recibido su atenta carta de fecha 13 de mayo y el ejemplar del N 1 de la revista Cambios y Continuidades, que edita el Departamento Historia de la Facultad de Humanidades de vuestra Universidad. Intuyo que para la concrecin de esta iniciativa usted tiene una participacin decisiva, actitud generosa y encomiable que me recuerda el entusiasmo que puse para publicar revistas culturales aqu en Catamarca. Quiero expresarle mis felicitaciones, que hago extensivas a sus colaboradores, por este logro historiogrfico que les da presencia en la comunidad cientfica de nuestro pas. Fue gratsima la experiencia que viv con ocasin del IV Congreso Nacional de Historia de Entre Ros, tanto por su nivel acadmico cuanto por la clida hospitalidad que ustedes nos brindaron. Me sorprendi gratamente el compromiso y la curiosidad intelectual de los alumnos del Departamento en el desarrollo de las jornadas con quienes tuve el placer de dialogar. Ellos no fueron receptores pasivos del mensaje transmitido por los disertantes y panelistas. Propiciaron entrevistas con los expositores invitados buscando repuestas a cuestiones relacionadas con su formacin profesional. Sigan trabajando con ese entusiasmo y esforzndose para dar continuidad a esta revista. Y como testimonio de mi compromiso con ustedes, le envo una colaboracin titulada Visin Regional de la Historia Argentina que puede tener cabida en el tercer nmero de esa publicacin.

    Lic. Armando Ral Bazn Universidad Nacional de Catamarca.

    Alumnos avanzados del Profesorado de Historia entrevistando al Lic. Armando Ral Bazn, durante el IV Congreso Nacional de Historia de Entre Ros.

    De entre las numerosas notas recibidas se insertan las ms significativas, agradecemos muy especialmente los

    estmulos recibidos.

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 5 -

    Estimada Celia, tu idea de hacer un trabajo de Historia comparativa sobre las Cooperativas de Crditos es sumamente interesante; el movimiento cooperativo alemn tiene mucha similitud con el argentino, tanto en sus aciertos como en sus errores. He sido testigo de estos ltimos y de los cambios operados en la caracterstica e ideario cooperativo. Estoy interesado tambin en conocer algo mas sobre los alemanes del Volga... realmente agradezco tu propuesta y creo que la misma significa el comienzo de un rico y fructfero intercambio.

    Michael Prinz Doctor en Economa y Ciencias Histricas

    Universidad de Bielefeld Alemania

    Estimada Celia: Hemos recibido los ejemplares de la Revista Cambios y Continuidades, Ao 1 - 2a-poca - N 1 Noviembre 2001, Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades Sede Concepcin del Uruguay de la U.A.D.E.R; y Cuadernos del Instituto, Ao 1 - N 1 - Junio 2002, Serie Educacin. Mucho agradecemos el envo de este importante material editado por ustedes y que demuestra una vez ms el tesn y compromiso de quienes lo proponen y dirigen. Aprovecho la oportunidad para reiterar nuestro agradecimiento y expresar nuestro apoyo a tal emprendimiento. Carios de

    Prof. SILVIA BIALE de BERGARA Directora Biblioteca Provincial de Entre Ros

    Profesora Celia Gladys Lpez Jefe Departamento Historia Facultad de Humanidades Universidad Autnoma de Entre Ros

    Estimada Profesora, Adjunto a esta nota un archivo que contiene el artculo que el profesor Ren Salinas Meza y el suscrito, elaboramos para vuestra prestigiosa revista. Aprovechamos la ocasin para agradecerle la gentileza de invitarnos a participar en esta publicacin. A fines del mes de octubre esperamos hacerle llegar el nmero 6 de nuestra publicacin regular "Revista de Historia Social y de las Mentalidades" (2002), la cual queda a vuestra disposicin para futuras publicaciones. Sin otro particular la saluda cordialmente,

    Dr. Igor Goikovski Donoso Departamento de Ciencias Sociales Universidad de Los Lagos

    Osorno, Chile.

    Celia, recib tu mensaje con gran entusiasmo pues colaborar con ustedes me parece muy interesante. Considero que uno de los aspectos a trabajar es la influencia que el positivismo tuvo en los procesos de formacin y particularmente en la enseanza de la historia y como bien dices preguntarnos que pas con quienes, teniendo en sus manos buensimos presupuestos educativos, preparacin suficiente y apoyo poltico, no se animaron a barrer con el pasado, sino que siguieron anclados a l. En Mxico pas igual y fue hasta los aos 70s cuando se inici una reforma educativa que intent buscar otros caminos. Sin embargo, actualmente, aunque con nuevos supuestos tericos, algunos de ellos que hablan de los annales y la historia total, en la prctica escolar an no se supera la historia fctica, de bronce, llena de datos, nombres y fechas. Con el nimo de iniciar un proceso de colaboracin fructfero, me despido.

    Prof. Ana Mara Prieto Hernndez Universidad Pedaggica Nacional - Mxico

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 6 -

    CONCEPCIN DEL URUGUAY, 15 DE AGOSTO DE 2002

    A LA DIRECTORA INSTITUTO DE HISTORIA UNIVERSIDAD AUTNOMA DE ENTRE ROS Sra. PROFESORA CELIA G. LPEZ PRESENTE

    De mi mayor consideracin: Tengo el agrado de dirigirme a Ud. con la finalidad de agradecer el ejemplar N

    1 de Cuadernos del Instituto, Serie: Educacin; Reflexiones del viejo Profesor. Siendo la reflexin y el debate instancias altamente formativas, el tema

    abordado da lugar a ellas, manteniendo la jerarqua de lo expresado y una vez ms se pone de manifiesto la jerarqua e idoneidad del Prof. Gustavo F. J. Cirigliano.

    Sin ms es oportuno saludarle atte.

    Prof. Laura Susana Correa Rectora Escuela Normal en Lenguas Vivas

    Mariano Moreno

    Estimada Celia: He recibido con verdadero placer y mucho le agradezco el envo de dos ejemplares de Reflexiones del viejo Profesor y tambin un nmero de Cambios y Continuidades y la felicito por la excelente tarea que Vd. Ha realizado. Y que sin duda seguir realizando. Reflexiones... ha salido muy bien, se nota el cuidado en la preparacin, el inters en su diseo y armado, la preocupacin por su diagramacin, En fin, el resultado que ha logrado es excelente. Sinceramente le agradezco todo el empeo que ha puesto en la preparacin de ese nmero. Y deseo que la gente valore el esfuerzo que Vd. Ha puesto en la empresa. Leer con inters la revista Cambios... donde veo que se refleja la labor y actividad acadmica del Instituto de Historia. Me dice Vd. que espera algn trabajo mo para la N 3. Gustosamente estoy a su disposicin. Yo creo haberle enviado una serie de artculos sobre el Movimiento de Oswego que es la continuacin de la actividad de las Maestras norteamericanas que Vd. ya conoce. Si los recibi le pido que vea si tienen cabida dentro de sus planes. O hgame llegar sus sugerencias, en caso de no haberlas recibido. Si le parece bien puedo enviarle los ttulos de los artculos y el orden de la secuencia. Le adjunto los dos primeros: 1 The Oswego Movement, 2 Sheldon, Miss Jones y el Prof. Ksi. Nuevamente le hago llegar mi agradecimiento por la generosidad de sus conceptos respecto a m y al mismo tiempo la felicito por la tarea que cumple.

    Dr. Gustavo F. J. Cirigliano

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 7 -

    SOBRE FILOSOFIA DE LA HISTORIA

    AUTOR: Prof. Hctor M. CASARETTO

    Cambios y Continuidades N 2

    SOBRE FILOSOFA DE LA HISTORIA

    eguramente los principios fundamentales en que esta basificada la obra de Marx y que han influido profundamente en Ciencias

    Humanas sean como ha especificado Jucien Coldman-estructura dinmica significativa, conciencia posible y posibilidad objetiva-. La significatividad de una estructura la explica el materialismo dialctico por el anlisis de las relaciones constitutivas entre la composicin de los elementos que la integran, pero aunque en este caso se trata de estructuras correspondientes a un mismo tipo se amplia la posibilidad de constituir un cierto numero de otras estructuras ms vastas que engloban y abrazan los elementos descriptos. Por tanto no existe otra manera de desconocer la concepcin dinmica de los momentos histricos expuesta sin entender que la evolucin pasada en su exegens dar inflexiblemente las tendencias que esto seguir inexorablemente en su proyeccin al porvenir. Por tanto la desestructuracin de una estructura antigua conduce a la estructuracin de una nueva que resultara como superacin de aquella, respetando en ciencias humanas un hecho insoslayable: los juicios de hecho implican juicios de valor por tanto es imposible desconocer los intereses de los grupos sociales que utilizan sus categoras mentales en los procesos histricos globales y los califican. La comprensin de una estructura es decir su naturaleza y la significacin de los distintos elementos y procesos que forman el conjunto como as la explicacin de las mismas que hace que hace que las estructuras parciales estudiadas den cuenta de las vastas anteriormente mencionadas. Aunque se haya dicho que Marx mas se asemeja al Freud de la alienacin y no es valido en su concepcin de la sociedad sin clases-no es menos cierto que en las sociedades capitalistas que estn regidas por valores de uso los bienes que posea propiedades cualitativas aunque son parte del consumo Real de los miembros de la comunidad sucede con ellos que en una economa planificada el valor de uso nombrado antes no se extiende a ninguno de los agentes de la produccin, estos valores sufren un comportamiento puramente cuantitativo y por ende humanamente deagradados. Si bien con estos parmetros y con las filosofas pesimistas de la poca se descubren las profundas hendiduras que haban socavado la sociedad burguesa no se desprende de ello mas que una visin trgica del ser; conciencia de sus limites, no valor del mundo y por ello mismo rechazo enftico de el; pero la conciencia posible que se toma del entorno conduce a una posibilidad objetiva: la esperanza basada en un pensamiento que autentico ms solitario pueda afirmarse grandiosamente con la sublimidad del rechazo, instalarse mas all del sino de la contradiccin. Una serie de filsofos de la

    Profesor de idiomas, conferencista, autor de libros de

    investigacin cultural.

    historia nacieron de las ideas de Whihem Dilthey quien en su gran obra "Introduccin a las Ciencias del Espritu". Afirmo que si la explicacin es analtica la comprensin es emotiva con lo cual trato de que los fenmenos histricos fueran tratados por una globalidad que incluso incluyera la intuicin que solo pueden tener los grandes artistas. Por ello tanto las obras de Spengler como las de Toynbee estn pletricas dan ejemplos tornados de otras disciplinas. El 1ro de los nombrados en su obra pontificial "La decadencia de occidente" mostr que la historia no se mueve en un proceso continuo sino que el crecimiento, madurez y ocaso de todas civilizaciones siguen un proceso rtmico cuyas manifestaciones intelectuales, sociales y artsticos son siempre similares. La era de los Super -Cesares: Mussolini, Hittler,-segn Spengler- es contempornea del periodo Hysos en Egipto ( a 1680 a C ), al periodo Helenstico de la civilizacin grecorromana ( 300-100 a C), esta idea ayuda a explicar la predisposicin o simpata que se pueda sentir por un personaje de otro momento histrico, asimismo Luis XIV y su corte de grandes artistas barrocos fueron posteriores al siglo de Augusto, Cesar en el tiempo absoluto pero en la afirmacin de Spengler estaban mas atrasados en el tiempo relativo y eran menos maduros porque reiteraron un modelo que ya en milenios antes tenia las mismas caractersticas: incluso el gauvre no seria sino la reconstruccin de la parte central de Roma en la era de Augusto. Moliere Racine y Corneille no son sino segn esta teora nada mas que Virgilio, Horcado y Lucrecio con otras mascaras? La gran obra de Arnold Toynbee "Estudio de la historia" posee un impresionante material bibliogrfico y una cantidad sorprendente de aportes de diferentes reas todo esto con un estilo colosall. Toynbee utilizo la teora yungiana del insconsciente infragenerico no solo aplicable a un determinado tipo de individuos sino valido universalmente tanto como el sujeto-colectivo que hace la historia en otras concepciones. La interpretacin de Toynbee as manifestada mostrara que las leyes sociales en la historia y desarrollo de las civilizaciones son en verdad reflejo de leyes psicolgicas y as quedaran clarificadas muchas oscuridades que puedan presentarse al investigador: se comprendera que las fases de desintegracin en las civilizaciones son mas regulares que en las fases de crecimiento de las mismas, la concatenacin de tres generaciones seria el vehculo cclico -regular en el terreno de la religin, las clases sociales y las nacionalidades y una fase de cuatro generaciones correspondera a la duracin de las polticas internacionales, a su vez un ciclo de cuatro generaciones podra determinar en su longitud de onda un ciclo de paz y guerra. Y en un termino ms amplio entre 800 y 1000 aos pensaba Toynbee la duracin de un ciclo histrico completo, de cualquier manera Toynbee especificaba que la imposibilidad de considerar ajustadamente estos ciclos porque aun los ms largos y repetidos regularmente son sin embargo un termina solitario sometido a cambios en tiempos de angustias. De modo que a pesar de estas precisiones las incitaciones y respuestas histricas no responden a una onda estricta de longitud normal. Tampoco paso desapercibido para Toynbee el hecho de que 14 civilizaciones abatidas en el tiempo no dieran lugar a que la ley libre del espritu pudiera hacer florecer sobre lo colapsado una nueva forma de incitacin y

    S

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 8 -

    que esta abriera as un camino desconocido de progreso espiritual sin precedentes. La nocin de progreso histrico no debera tender a la reiteracin de un mismo modelo: Toynbee crey en un estadio superior de la vida histrica de donde debe nacer algo nuevo y no exactamente lo que ha vivido y muerto anteriormente, por tanto creacin y destruccin se alternan con armona y no son un canto fabricado: civilizacin es la absorcin de todas las cosas incluso las que son contrarias a ella. Estas ideas apuntan a mostrar que haba 2 motores que vehiculizan la historia: la dependencia de los seres humanos al aspecto econmico y la teora del "cansancio" que presupone que cada determinado tiempo los individuos y grupos humanos rechazan los sistemas de diversos rdenes que ellos mismos han forjado. Por ello un sincretismo entre ambos trminos mostrara como un movimiento es llevado desde un ala menor a un ala mayor comprensin de la dinmica de los procesos histricos.

    1) "Sociologa del Arte" 2 tomos- Editorial Luadarrama, Madrid 2) "Introduccin a las Ciencias del Espritu" Editorial Fondo de Cultura Econmica, Madrid. 3) "Der Untergang des Abendlands" 2 tomos (sin trad. Espaola) 4) " La Tradicin Clsica " 2 tomos, Editorial Fondo de Cultura Econmica, Madrid. 5) "Estudio de la historia" 3 tomos. Editorial Alianza, Madrid (sntesis de Somerville)

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 9 -

    CONSIDERACIONES SOBRE EL EJECURVO DE LA HISTORIA AMERICANA

    CRTICA AL ENFOQUE EPISTEMOLOGICO TRADICIONAL

    AUTOR: Prof. Juan Jos ROSSI

    Cambios y Continuidades N 2

    CONSIDERACIONES SOBRE EL EJE CURVO DE LA HISTORIA AMERICANA:

    CRTICA AL ENFOQUE EPISTEMOLGICO TRADICIONAL

    e sabe, o al menos se intuye, que desde la irrupcin del sistema socio-cultural europeo a nuestro continente, en el siglo XV de su

    candelario juliano-cristiano, el contenido y la perspectiva del paquete historiogrfico americano propuesto tanto por la investigacin acadmica cuanto por ensayos especializados, programas y textos oficiales u oficiosos, ha sido (en gran medida lo sigue siendo) medularmente recortado y, sobre todo, desgajado de su legtimo proceso y contexto temporo-espacial que indiscutiblemente comienza con el ingreso del hombre hace alrededor de 40.000 aos antes del presente. En aquel lejano da sin fecha, pero tan real como nuestra actual presencia, la humanidad continental de la especie Homo sapiens sapiens como la que se desarrollaba en Eurasia en ese momento puesto que de all provena inici una aventura fascinante y original en pos de una sobrevivencia digna, acorde con las urgencias y expectativas emergentes y a partir de los desafos que a lo largo del espacio y tiempo propios del continente iban a presentar los diferentes enclaves elegidos. En definitiva, un proceso histrico-cultural absolutamente humano que demandara de aquellos primeros grupos un abanico de decisiones, propias de la especie. Entre ellas: lenta dispersin de norte a sur hacia climas ms benignos y con mejores recursos, organizacin entre sus miembros, adaptacin a mltiples habitats, experimentacin y creacin de incontables estrategias en el orden de la comunicacin, cosmovisin, organizacin familiar con lenta diferenciacin de roles, arte, tecnologa e industria... que finalmente, y tras milenario proceso, conformaran el espectacular y variado espectro que encontraron los tripulantes de Coln y dems conquistadores.

    No en vano los europeos a medida que arribaron al continente durante los siglos XV al XVIII, si bien es cierto que destruyeron y menospreciaron casi todo cuanto encontraron a su paso movidos por diferentes pulsiones, sin embargo no pudieron disimular el asombro ante las maravillas del nuevo mundo y las promesas que ste les deparaba. En tal sentido baste citar tres ejemplos significativos.

    Cristbal Coln, mientras navegaba de regreso de su primer viaje, escribi a los reyes, va su benefactor Luis de Santngel, los siguientes conceptos: Porque s que os complacer conocer la gran victoria que Nuestro Seor (...) me ha dado en mi viaje os escribo sta por la cual sabris como pas (...) a las Indias donde hall muchas islas muy

    Prof. Ctedra Americana I; Universidad Autnoma de Entre Ros

    pobladas. De todas ellas he tomado posesin en nombre de sus Altezas (...) por lo que nadie me contradijo (...) Envi dos hombres tierra adentro por saber si haba rey o grandes ciudades. Anduvieron tres jornadas y hallaron infinitas poblaciones pequeas e infinidad de gentes (...) temerosas sin remedio. Sin embargo cuando se sienten seguros y pierden el miedo, la verdad es que se muestran tan sin engao y liberales de lo que tienen que no lo creera quien lo viese. Si se les pide algo, jams dicen que no de cosa alguna que tengan; antes bien convidan a la persona y demuestran tanto amor que daran los corazones (...) Crean muy en serio que yo, con mis navos y mi gente, vena del cielo y en tal creencia me recibieron cuando hubieron perdido el miedo. Y esto no se debe a que son ignorantes, sino de muy sutil ingenio, son hombres que navegan por todos aquellos mares, y es una maravilla ver cmo ellos dan cuenta de todo (...) Esta isla es de desear y de nunca dejar. De todas he tomado posesin en nombre de sus Altezas. En la mejor comarca para las minas de oro (...) he tomado posesin de una villa a la que puse el nombre de Villa Navidad (...) En conclusin (...) pueden ver sus Altezas que les dar todo el oro que hubiere menester, especias, algodn, resina, linaza y esclavos idlatras, tantos cuanto mandaren cargar (...) As pues, nuestro Redentor otorg esta victoria a nuestros ilustrsimos rey y reina y toda la cristiandad debe alegrarse, hacer grandes fiestas y con solemnes plegarias dar gracias por el alto merecimiento de que tantos pueblos se tornen a nuestra santa fe as como por los bienes temporales que no slo Espaa sino todos los cristianos obtendrn de aqu. Esto, en breve, es todo.1

    Cuando lleg Hernando Corts a Mxico el esplendor de la cultura azteca seoreaba y progresaba con un sistema socio-poltico y cultural de caractersticas teocrticas, eficaz y dominante en la regin. Eran herederos de antiguas tradiciones Olmecas, Zapotecas, Teotihuacanas, Mayas y Toltecas, entre otras. Habiendo llegado por fin a Technotitln, Corts relata su primera impresin: (Moctezuma) me hizo sentar en un estrado muy rico; me dijo que le esperase all, y se fue. A poco rato volvi con muchas y diversas joyas de oro y plata y plumajes y con hasta cinco o seis mil piezas de ropa de algodn, muy ricas. Luego se sent en otro estrado junto a m. De esta manera describi Corts, en carta a Carlos V en octubre de 1520, su primer encuentro con Moctezuma. El impacto fue enorme y lo manifest abiertamente: Para dar cuenta muy poderoso seor, a vuestra real excelencia de la grandeza, extraas y maravillosas cosas desta gran ciudad de Temixtitln, y del seoro y servicio deste Moctezuma, y de los ritos y costumbres que esta gente tiene, y de la orden que en la gobernacin hay (...) sera menester mucho tiempo y ser muchos relatores y muy expertos: no podr yo decir (...) mas como pudiere, dir algunas cosas de las que v, que aunque mal dichas, bien s que sern de tanta admiracin, que no se podr creer, porque lo que ac con nuestros propios ojos las vemos, no las podemos con el entendimiento comprender.

    El artista alemn Alberto Durero, al apreciar en 1525 una coleccin de obras saqueadas en Amrica,

    1 Fragmentos de la Carta escrita por Coln desde las Islas

    Canarias, ya de regreso de su primer viaje, dando cuenta de sus descubrimientos al escribano de racin de los reyes catlicos, Luis de Santngel, fechada el 15 de febrero de 1493.

    S

  • Revista Cambios y Continuidades N2 - 10 -

    escribi lo siguiente en su diario: Nada de cuanto viera anteriormente haba alegrado tanto mi corazn. Los objetos que del nuevo pas del oro se refiere a nuestro continente han sido tradas al rey, comprenden, entre otros, un sol de oro macizo, ancho como los dos brazos extendidos, y una lmina de plata maciza de la misma anchura. Tambin hay dos salas llenas de armas de todas clase, corazas y otros objetos extraordinarios, ms bellos que maravillas. Algunos revelan un arte sorprendente, a tal punto, que me qued estupefacto ante el sutil ingenio de los habitantes de esos lejanos pases...

    Pero el torrente histrico-cultural milenario del continente, legtimo y propio, fue discontinuado ex abrupto voluntaria o involuntariamente, segn el caso por un poderoso y sobrevaluado sistema advenedizo que no supo respetar la compleja realidad encontrada. Ms an, un sistema global poltico-militar-civil y religioso que, para satisfacer sus al principio confusos y compulsivos objetivos, no dud en destruir, menospreciar y tapar o bloquear lo que a su criterio era obstculo a la consecucin de sus fines econmicos, polticos y religiosos. Este fenmeno socio-cultural con caractersticas nicas en la historia de la humanidad se produjo, como se sabe, primero en forma compulsiva y cruel (siglos XV y XVI), luego metdica y sultilmente (XVII al XX) por una accin en abanico tanto poltica cuanto filosfica y teolgica que an tiene vigencia en las estructuras y en las conciencias de los americanos. En tal sentido es justo reconocer que durante los siglos XIX y XX disminuy significativamente la presin y control ideolgico desde que se iniciaron los movimientos independentistas y cobraron relevancia y difusin las investigaciones arqueolgicas e histrico-antropolgicas en torno a la fecunda y muy prolongada etapa anterior al casual, impactante y traumtico arribo europeo.

    Ahora bien, a fin de perpetuar la apropiacin y sometimiento cultural y econmico inicial transmitido en la literatura de poca y retransmitido por sus comentaristas posteriores como descubrimiento-pacificacin-civilizacin y continuar as usufructuando amrica... estrategas, intelectuales y ejecutores de la compleja invasin consumada en varias etapas tal vez en algunos inconscientemente a pesar de haber sido todos protagonistas con astucia y decisin mesinica desplazaron los orgenes y antecedentes del proceso histrico-cultural propio del continente hacia otro, supuestamente superior, curvando de ese modo el eje natural de la historia humana local. Mecanismo, este ltimo, habitual en todo invasor-conquistador compulsivo y alborotado tal como sucedi con los luso-ibricos en relacin a nuestro continente, pero que ni siquiera los brbaros segn su propia caracterizacin historiogrfica llegaron a ese extremo cuando invadieron Europa. En efecto, durante el primer siglo de la invasin, considerada antolgica por quienes la llevaron a cabo con sangre, sufrimientos indescriptibles inclusive de muchos miembros invasores y desconcierto absoluto en los 60 o ms millones de habitantes que cubran el continente en ese momento, y luego en las siguientes generaciones de aborgenes y mestizos e inmigrantes hasta el presente, se acu sutil o burdamente un perverso concepto vigente an en muchas conciencias, en el mbito de la investigacin y, por supuesto, en el sistema educativo. Vale decir que, hasta el arribo de los europeos, segn ellos, en este continente haba muy poco o nada humano. Slo un mundo con un

    presente endeble y sin pasado que lo respaldara. Con el tiempo apenas reconocern una difusa etapa anterior objetivamente tan difusa como la prehistoria de Europa que en aquellos das todava se supona que sus orgenes se remontaban a fechas mticas indicadas por la Biblia que los historiadores y filsofos del viejo mundo arbitrariamente, y a lo sumo por concesin, denominaron pre-historia, presuntamente porque en el continente no existan hechos registrados por alguna escritura y, sobre todo, porque en su concepcin etnocntrica aqu no haba hombres capaces de generar y escribir esa historia. En cambio, despus de su arribo se habra iniciado la civilizacin y el comienzo de la historia propiamente dicha. Divisin contundente hoy algo atenuada del proceso humano local, basada en argumentos y parmetros con premisas y conclusiones errneas o falsas.

    Expresado de otra manera: oficialmente es decir, por determinacin vertical de un invasor ms poderoso y desarrollado tecnolgicamente que el nativo en este continente antes de su arribo no habra sucedido nada estrictamente humano. No habran existido hombres como los de Eurasia, ni idiomas a pesar de que florecan por entonces no menos de 160 familias lingsticas y ms de 1000 idiomas dialectales, entre ellos el Aymara, Quechua, Nahuatl y Guaran de una difusin territorial fabulosa2; tampoco existan, segn ellos, autnticas cosmovisiones, arte, tecnologa, organizacin social y familiar, msica, juegos, sentimientos, educacin, amor... Es decir, para los europeos salvo contadas excepciones que no incidieron en el resultado final no haba historia ni hombres, sino primitivos o salvajes quasi hombres.

    Tanto para ensayos histricos an los de vanguardia, que por cierto suelen estar actualizados respecto de los vestigios y permanencia de la cultura de origen prehispnico, cuanto para textos y programas curriculares slidamente estructurados en la letra y el espritu de la visin etnocntrica del conquistador, en nuestro continente todo habra comenzado con la llegada de sus barcos arribados por casualidad al Caribe y que portaban, todava sin ellos imaginarlo, el germen del genocidio y culturicidio ms extenso, duradero y perverso que se haya consumado hasta ahora en la historia de la humanidad. Bajo la triple proclama de civilizacin, pacificacin y evangelizacin estratgicamente el invasor curv hacia Europa el verdadero eje de la historia americana bloqueando el torrente propio y diferencindolo en forma tajante del que ellos inauguraban.

    El eje curvado de la historia continental consiste, como mnimo, en haberse discontinuado el complejsimo proceso humano que se vena desarrollando ignorndose y menosprecindose, a partir de ese momento, la realidad subyacente, sus dimensiones temporo-espaciales y humanas que en definitiva, adems de continuar vigentes y pujantes a lo largo del continente, hicieron posible la generacin de nuevas etapas en la larga y legtima historia americana que sigui al siglo XV: la Colonia, el lento mestizaje que dio origen a nuevos sistemas sociales y la fuerte presencia nativa de origen prehispnico a

    2 Paul Rivet registra 122 familias lingsticas; W.

    Kricheberg, 125 y ms de 1200 idiomas; L. Pericot, 176; Powel 59 slo en Amrica del norte; Thomas y Swanton, 29 en Amrica Central y Chamberlain, 84 en Amrica del sur.

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    lo largo de todo el continente. Slo en Mxico subsisten ms de 30 naciones aborgenes y en la Argentina 15 cada una de ellas con su idioma propio; ms del 50% de la poblacin en Per, Ecuador y Bolivia es de directa ascendencia biolgico-cultural prehispnica, etctera.

    Para el comn de la gente, tambin para investigadores, intelectuales y docentes, la expresin nuestra historia es decir de los argentinos retrospectivamente termina en la Colonia; all mgicamente se desva en direccin a Eurasia, lo anterior es prehistoria de los indios. De tal modo que nuestra historia slo involucrara la estructura colonial y republicana, por ejemplo, sucesin de presidentes, generacin del 80, San Martn, Belgrano, 25 de mayo, virreinatos, avance de los europeos sobre los territorios, etc, y el descubrimiento (como si hubiramos sido nosotros tan nativos de Amrica como los habitantes prehispnicos quienes hubiramos protagonizado la llegada al continente con Coln), pero no la conformacin y espectro de las naciones que encontraron los europeos, las migraciones guaranes tras la Tierra sin Mal, la espectacular construccin de observatorios, ciudades y pucars, la tecnologa agrcola con sus sofisticados sistemas de riego, las pinturas rupestres diseminadas por todo el territorio, la fabulosa cermica, escultura, orfebrera y tejedura, etc. Este cmulo interminable de fenmenos continuados y contundentes slo sera historia de los otros que, a lo sumo, vale la pena conocer como algo extico o interesante, como apndice de la supuesta verdadera historia americana y Argentina iniciada en el siglo XV.

    Frente a este hecho hoy consumado es decir, su eje histrico torcido, con un extremo en Amrica y otro en Europa con forzada, aparente y estratgica ruptura de la continuidad retrospectiva corresponde a todos, pero en especial a investigadores, escritores, polticos y docentes, cuestionar la perspectiva histrica escrita a partir de la conquista, sin negar por cierto los importantsimos aportes de otras culturas transocenicas (de Asia y frica) y el proceso de nuestro actual sistema republicano. Corresponde investigar y asumir todo lo sucedido en el continente como una sola historia que se inicia en los hielos de Bering y llega ininterrumpidamente hasta nosotros.

    Enderezar el eje curvo significa, entre otros aspectos, rastrear el pasado sin los prejuicios y preconceptos instalados por el invasor poniendo en evidencia los valores ticos, morales, cientficos, tecnolgicos, industriales, filosficos, religiosos y sociales tambin, por supuesto, sus aspectos negativos porque todo es historia que fueron cristalizando y sucedindose en nuestro territorio desde que los hombres penetraron en l hace miles de aos, poco importa si 25, 40 o ms miles de

    aos. Lo relevante es el hecho en s mismo, fundante de la historia americana. Una aventura que con paciencia y tenaz dedicacin est grabada por cientos de generaciones que nos precedieron a lo largo y ancho del continente. Grabada en todas sus manifestaciones culturales, por ms aberrantes, grandiosas o insignificantes que parezcan a la luz de criterios y parmetros de la cultura invasora.

    En un primer anlisis, la pretensin de recuperar el autntico eje de la historia continental puede aparecer utpico y herir legtimos sentimientos de quienes sin malicia se consideran europeos por su real o supuesta ascendencia biolgico-cultural de sus antepasados ms o menos mediatos, por sus creencias religiosas o por sus apellidos de origen forneo y color de su piel. Sin embargo no se trata de renunciar por decreto a esas convicciones o circunstancias culturales incorporadas a nosotros, ni de cambiar algunas costumbres que hacen a las preferencias cotidianas de un sector de la poblacin como, por ejemplo, el gusto por tallarines y pizza a la italiana, paella a la espaola, salsas a la francesa, msica alemana o deportes ingleses...; tampoco se trata de privarse del placer de ritmos africanos, danzas y comidas rabes o zapateos trtaros; ni de resistirse a disfrutar de la literatura y pintura de allende el mar, sea de Europa, frica, Asia u Oceana. Tampoco es cuestin de rechazar ingenuamente los avances cientficos y tecnolgicos del primer mundo que ya, al menos tericamente, son patrimonio de la humanidad..., sino de reconocer y valorar sin complejos lo que el hombre sinti, realiz e imagin en su largo peregrinar por esta tierra desde que comenz a habitarla y transformarla en el orden cientfico, tecnolgico, filosfico, mtico y artstico. En suma, el esfuerzo consiste en asumir como propio y coherente el torrente histrico-cultural que subyace ms all y ms ac de la irrupcin europea del siglo XV.

    Cualquier observador puede constatar un hecho sorprendente que debera hacernos reflexionar. El 90% o ms de los argentinos (no estoy en condiciones de ofrecer porcentajes de otras naciones), incluidos los intelectuales, docentes e investigadores, afirmar categricamente y sin complejos que Coln descubri el continente. Esa misma mayora, a su vez, inducida por el sistema educativo impuesto desde parmetros culturales europeos, no es conciente de que el avezado navegante italiano bajo bandera de Castilla y Aragn arrib por casualidad a nuestras costas. Slo un mnimo porcentaje de ese 10% restante de la poblacin (quizs un 2 o 3%) se atrever a afirmar con seguridad y convencimiento, apoyados en pruebas palmarias de la arqueologa e historia, que hombres como nosotros no primitivos ni salvajes aunque con tecnologa ms rudimentaria en algunos aspectos y, segn califica la filosofa occidental, con slo pensamiento mgico (!), descubrieron, ellos s, el continente hace alrededor de 40.000 aos. Sin embargo este dato crucial y fundante es desconocido o menospreciado por la literatura educativa impuesta a presin por una sociedad que necesitaba estratgicamente borrar o disimular la historia del continente.

    El intento de enderezar la perspectiva correcta del eje histrico sin duda nos coloca ante reflexiones y propuestas relativamente complicadas y poco usuales porque estamos acostumbrados a considerar la historia y cultura de origen prehispnico como extica (de afuera), inconsistente

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    y tangencial a nuestra verdadera historia. En relacin a lo nativo por antonomasia se activa inconscientemente un sutil mecanismo invasor o colonialista con eje geogrfico y cultural en occidente eurasitico, ella s cultura extica en relacin a Amrica por cuanto es de origen extracontinental.

    Por qu, en la sociedad mestiza posterior al siglo XV hasta el presente, cuaj esa perspectiva histrica y la tajante dicotoma concomitante? Ciertamente no se produjo a raz de una especfica bula papal ni por uno o ms decretos monrquicos al estilo del triste clebre Requerimiento promulgado bajo el reinado de Carlos V3, sino sensu sine sensu, insensiblemente, a medida que los mismos invasores fueron pergeando y volcando en sus documentos, cartas, normas, leyes y crnicas de la conquista su propia visin etnocntrica y mesinica de los hechos. Especialmente en sus escritos conocidos como crnicas en las que, explcita o implcitamente, justificaron desde los distintos rdenes de aquella sociedad, el logro de sus objetivos polticos, econmicos y religiosos. Esa misma sociedad que, a travs del catolicismo y en forma excluyente al menos hasta fines del siglo XVIII, se apropi de la interpretacin ideolgica de los hechos y de su transmisin por medio de lo que hoy conocemos como sistema educativo. A partir de aquella abundantsima produccin, indiscutible formadora de mentalidad y conciencia, las sucesivas generaciones de mestizos, aborgenes convertidos (indirectamente tambin los no-convertidos) e inmigrantes asumieron su contenido como algo natural y sagrado.

    Los luso-hispanos hicieron de las crnicas de la conquista de las que mucho se habla pero poco se conoce una verdadera Biblia indiscutible, que se impuso tenazmente para asegurar el dominio y posesin del continente. El cmulo de interpretaciones filosficas y teolgicas, denostaciones, fantasas y relatos siempre realizados desde parmetros occidentales involucrados en las crnicas, tendi un espeso velo sobre la realidad subyacente de Amrica (tanto pasada como contempornea a la conquista) y la conden a la inexistencia, olvido o menosprecio. Estrategia eficaz la de ocultar y desvalorizar la realidad que palpitaba y palpita detrs de esa densa telaraa tejida por las crnicas, leyes, bulas, decretos y disquisiciones forneas para imponer fcilmente sus condiciones.

    Segn el enfoque de la mayora de los investigadores y escritores europeos y americanos cronistas o no Coln habra descubierto un continente slo habitado por primitivos, salvajes y minusvlidos a todo nivel, necesitados de una salvacin que providencialmente vena a ofrecer el occidente cristiano. Entre tanto, desde el primer da y durante 300 aos, con una asombrosa pertinacia, aquella sociedad civilizada y cristiana empez a desestructurar, robar o destruir todo (lo espiritual y material) imponiendo al mismo tiempo su propia estructura socio-econmica, filosfica y religiosa para asegurar el dominio global, como de hecho sucedi. Para lo cual, adems, era necesario y conducente discontinuar la historia propia del continente.

    Fuentes clsicas e investigacin histrica

    3 si cabe citar el requerimiento

    Acerca de la realidad continental que encontraron los europeos, tradicionalmente se han considerado fuentes de informacin directa y confiable al cmulo de relatos, diarios de viaje, cartas y documentos de conquistadores, gobernantes, misioneros, exploradores, espas de distinta ndole y los cronistas oficiales propiamente dichos. En todos los casos se trat de informes detallados de la gestin conquistadora o de relatos ms o menos fantasiosos y poco o nada profesionales acadmicamente (desde un ngulo histrico, antropolgico y etnogrfico), de la compleja realidad que encontraron en su avance y toma de posesin.

    Estos escritos, generalmente pobres desde el punto de vista literario, a la luz de intenssimas investigaciones arqueolgicas que se llevan a cabo en el continente hoy son objeto de severo anlisis y crtica por parte de especialistas historiadores, etngrafos, antroplogos, fillogos, lingistas y filsofos. Se intenta reubicar esos escritos en el contexto socio-cultural y poltico de donde emanaron teniendo en cuenta las pulsiones, objetivos y limitaciones reales de sus autores.

    Para quienes han ledo, aunque ms no sea parte de esas crnicas y documentacin de los siglos XV al XVIII todas resultara imposible por la enorme cantidad que contiene el Archivo de Indias, Vaticano, Bibliotecas, Museos y colecciones privadas de difcil acceso salta a la vista que el objetivo primordial de las crnicas y epistolario era informar a sus superiores europeos sobre la marcha de la conquista, es decir de la toma de posesin sistemtica del territorio y del desarrollo de la gestin religiosa.

    Cuando alguno de ellos por ejemplo Pedro Cieza de Len o Sarmiento de Gamboa intentaron registrar retrospectivamente el mundo incaico o cualquier otra cultura, lo hicieron desde parmetros culturales estrictamente etnocntricos y cristianos que los llev a subestimarlas y describirlas superficialmente, jams valorarlas en s mismas con metodologas apropiadas, que por cierto desconocan o no aplicaban.

    Todo investigador debe saber que la estructura formal, su contenido y el producto final de las crnicas resultaron ser verdaderos espionajes del comportamiento de los sbditos de ambas instituciones (iglesia y estado) y de la realidad nativa que iban encontrando y que destruan o, a lo sumo, utilizaban en funcin exclusiva de Europa. Todo el resto, en aquella andanada de tediosos relatos, es relleno superficial, oportunista, ambiguo y fantasioso con una mnima cuota de realismo objetivo. Incluso es legtimo suponer que aquellos improvisados escritores, con pocas excepciones, dijeron lo que vieron o lo que ms les llam la atencin, pero en ningn caso existi la voluntad y capacidad cientfica de compenetrarse con personas y culturas del continente. Menos an de respetarlas e intercambiar con ellas informacin en pie de igualdad. Sin embargo es justo reconocer que algunos cronistas superaron en parte esa ineptitud que tuvo consecuencias lamentables para el continente. Entre ellos se destacaron los frailes Bartolom de Las Casas que ms que un cronista fue terico contestatario y Bernardino de Sahagn, como tambin los mestizos de todas maneras muy influidos por la ideologa catlica Felipe Guaman Poma de Ayala y el descendiente de incas por parte de madre Garcilazo de la Vega.

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    Es aguda la observacin del espaol-cataln Luis Nicolau Dolwer: (A veces)... el cronista cuenta honradamente lo que ha visto, o mejor, lo que ha credo ver, que no siempre coincide con lo que realmente existe. El testigo puede ser veraz y no ser verdico su testimonio. Los ms perspicaces se daran cuenta de ello; pero slo quien a su perspicacia uniera una extrema sinceridad o un jocoso humanismo, como el caso de Pero Vaz de Caminha portugus miembro de la expedicin de Pedro Alvarez Cabral en 1590 ser capaz de confesarlo4.

    En relacin al conocimiento de la cultura nativa y a su retrospectiva histrica unitaria, aunque en diversas etapas, la ptica con que las describieron los cronistas result viciada en s misma ms all de si estaban bien o mal escritas y de si transmitieron hechos reales o no y esta ptica, a su vez, invalid sus apreciaciones que de facto, y en muchos casos quizs tambin intencionalmente, resultaron tendenciosas. No fueron escritas para dar cuenta de un hallazgo de una realidad contundente que ellos ignoraban o de un conocimiento progresivo de culturas que desconocan hasta ese momento. Fueron compuestas, sin lugar a dudas, para documentar la marcha de la toma de posesin constituyendo una forma eficaz y nica de controlar mejor la invasin disfrazada de cruzada civilizatoria y evangelizadora an cuando muchos lo hacan con buenas intenciones y convencimiento desde el muy distante centro de poder poltico y religioso transocenico.

    Germn Arciniegas lo expresa certeramente: El viaje de Coln no abre la historia de Amrica, sino la de su conquista. Una cosa es descubrir a un pueblo, penetrar el sentido de sus instituciones y otra muy distinta es conquistarlo, dominarlo materialmente, contrariar su carcter para imponerle el del pueblo que lo sojuzga y reduce a servidumbre... En el caso particular de Amrica, los indios descubrieron a los espaoles, a tiempo que los espaoles no hacan si no cubrirlos con el manto de su rey, de su patria y de su dios... Apenas iniciada la conquista, el recin llegado borr a sangre y fuego hasta las huellas de la religin de los nativos. De su literatura se hicieron hogueras en la plaza de Mxico; de su escultura, piras en la altiplanicie de Chibchas, Incas, etc..5

    4 Luis Nicolau DOlwer, Cronistas de las culturas

    precolombinas; Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1981, Pg. XIII, II. 5 Germn Arciniegas, El sentido de los descubrimientos, en

    revista Hombre de Amrica N 5, Bs. As., 1940. Tambin en revista Todo N 5, Bs. As., 1946.

    Aquellos escritores circunstanciales, si bien se transformaron para el mundo occidental del hemisferio norte en fuente casi nica y sagrada de la historia y cultura del continente, no utilizaron herramientas apropiadas para comprender a fondo el proceso y espectro cultural al que arribaron y conocieron en tanto cronistas oficiales, conquistadores o aventureros por cuenta propia, como fue el caso de Ulrico Sdmidl o Jean de Lry en 1536 y 1555 respectivamente. En consecuencia, queriendo o sin querer, en psima redaccin castellana, portuguesa, alemana, inglesa o francesa... los improvisados cronistas ocultaron, disimularon o, en la mayora de los casos, no entendieron las dimensiones de la realidad de nuestro continente. Captaron s algunos datos externos, inventaron otros y los hilvanaron a su arbitrio para mantener informados a sus autoridades o simplemente para editar y vender sus obras en Europa.

    Para captar mejor la distorsin, desvalorizacin y consecuente ruptura o curvatura del eje histrico cultural humano de Amrica producido insensiblemente por las crnicas y dems documentacin, transcribir dos fragmentos de poca, acompaados de breves comentarios exegticos y de interpretacin. Dos ejemplos concretos de cmo se deberan investigar y leer las famosas crnicas, documentos y cartas de la conquista tratando de trascender, al menos metodolgicamente, las apariencias y la letra con que describen, califican o descalifican los hechos negndoles antecedentes histricos tan importantes como los de Europa, aunque distintos.

    Sarmiento de Gamboa (circa 1580). En Relacin y derrotero del viage, 5 captulo de la obra Viage al Estrecho de Magallanes por el capitn Pedro Sarmiento de Gamboa, se narra el segundo encuentro de europeos con los Selknam de Tierra del Fuego de la siguiente manera (mis comentarios al texto original se incluyen entre parntesis y en tipo redondo):

    Pasada la Punta dicha que llamamos Punta de Gente Grande... hace la tierra una Ensenada... Y en surgiendo apareci Gente en la Costa y nos dio voces: y para ver qu era y para tomar alguno de esta Provincia para lengua (se insina claramente uno de los objetivos del acercamiento a los nativos: raptar a uno o ms de ellos para utilizarlos como intrprete y gua) Pedro Sarmiento envi all al alfrez y Hernando Alonso con algunos arcabuceros en el batel; y llegados tierra, los naturales de aquella Provincia (se refiere a una provincia del sistema europeo ya impuesto en nuestro territorio), que era Gente Grande, comenzaron a dar voces y saltar hacia arriba las manos altas y sin armas, porque las haban dejado all junto (obviamente la reaccin de los selknam fue amistosa y motivada por la curiosidad que cualquiera de nosotros hubiera tenido ante la aparicin de un fenmeno desconocido como fue el barco espaol con su velamen desplegado) y el alfrez hizo las mesmas seas de paz y los Gigantes se llegaron a la playa cerca del batel, y el alfrez salt en tierra con quatro hombres, y los naturales les hicieron seas que dexasen sus armas y se fueron retirando hacia donde haban dexado sus arcos y flechas (los nativos eran amistosos siempre lo fueron en primera instancia pero no tontos, por tal motivo, si bien los soldados dejaron sus armas, ellos se acercaron a las suyas porque ya tenan noticias de

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    las actitudes traicioneras de los raros visitantes). Visto esto el alfrez les mostr rescates (obsequios) que llevaba para darles: lo cual visto, los Gigantes se detuvieron y volvieron, aunque rezelndose. Y como los nuestros vieron que se iban, apercivironse para que arremetiesen, y as arremetieron diez hombres que haban salido del batel contra uno de los indios (en realidad esta era la intencin desde el principio), y asindole, apnas le podan tener (la ingenuidad y fuerza de un hombre contra estrategias preconcebidas del que tiene elementos para dominar la situacin); y entre tanto los dems (nativos) arremetieron donde haban dexado los arcos y flechas, y volvieron con tanta presteza contra los nuestros flechndolos (parece un matiz, pero se trata de un razonamiento falso que a lo largo de la invasin justific la agresin permanente a la humanidad de Amrica: en efecto, estos hombres de Tierra del Fuego no volvieron prestamente contra los nuestros sino que intentaron defenderse y rescatar a uno de los suyos. La ecuacin cambia radicalmente: el agresor es el europeo, el que se defiende es el nativo) a los que no se haban podido meter en el batel, y al final los nuestros se embarcaron con el preso (no tienen empacho en reconocer que lo apresaron porque se sienten justificados por la obediencia debida) y (los nativos) cargaron con muchos flechazos sobre ellos y los hicieron echarse a la mar (como se dijo ms arriba, no eran tontos) (...) y trahendo al preso se volvieron a la nao, y el preso aunque lo regalamos con cosas que l reciba de buena gana, no se poda asegurar, ni quiso comer ese da, ni noche (en efecto era conciente de que haba sido raptado y alejado de sus compaeros).

    Se ve con claridad el mecanismo, a veces inconciente, de los europeos: somos dueos de esta provincia y queremos empezar aqu la historia imponiendo nuestro sistema. Refirindose a esta misma gente tres siglos despus Charles Darwin dira: (Son) los hombres ms desgraciados del mundo... (a causa) de la perfecta igualdad que reina entre los individuos... Actualmente, si se le da a uno de ellos una pieza de tela, la desgarra en trozos y cada cual tiene su parte. Nadie puede ser ms rico que su vecino... Parece imposible que el estado poltico de Tierra del Fuego pueda mejorar en tanto no surja un jefe cualquiera, provisto de un poder suficiente... Por otro lado, es difcil que surja un jefe mientras todos esos pueblos no adquieran la idea de propiedad, que les permita manifestar superioridad y acrecentar poder... (Diario a bordo del Beagle, 1833).

    Ambos autores (1580 y 1833), cuanto la interpretacin histrica posterior, parten de presupuestos y parmetros etnocntricos que tapan la realidad supuestamente descripta. Por su parte, en relacin a este caso, el antroplogo y sacerdote Martn Gusinde que vivi por ms de dos aos con los Selknam, produciendo la monumental obra de 4.000 pginas los Indios de Tierra del Fuego, cita textualmente a Adelung-Brosses 127 (Gusinde, O.c., T.1, V.1, pg.23): Sarmiento era un hombre vanidoso y mentiroso, y su historiador Argensola no slo publica como ciertos todos los cuentos narrados por aqul, sino que agrega a ellos muchos otros inventados por el mismo.

    2. Jean de Lry (circa 1555). En la dcada de los 50 del siglo XVI este francs cristiano-protestante, se aventur entre los Tup-namb de la actual costa brasilera. Con otros trece correligionarios forma la

    expedicin de ministros de la palabra de Dios enviada por el Consistorio de Ginebra para satisfacer un requerimiento del almirante Nicos Durand. Segn refiere Lry escribi la mayor parte de sus Memorias durante su estada en el Brasil con la ayuda de un normando que conoca el idioma por haber naufragado siete aos antes, pero las redact en Francia y fueron publicadas hacia 1576. El producto final prcticamente es una novela en la que entrevera noticias exactas y fantasas para impactar a los europeos y polmicas confesionales e ironas contra la iglesia catlica. Comienza el captulo XVI que transcribo con mis comentarios entre parntesis con una sntesis acerca de los nativos, digna de un inquisidor de la poca (aunque en realidad l era un perseguido por la Inquisicin): Ni creen, ni adoran a ningn dios, celeste o terrestre (est queriendo significar que no creen en un dios parecido al del cristianismo histrico). En consecuencia no tienen ninguna frmula ni lugar indicado para reuniones de ndole religiosa (o sea templos majestuosos); no rezan, ni en pblico ni en privado y desconocen la oracin (como se podr apreciar ms adelante, estas conclusiones tajantes se contradicen burdamente con elementos que aportar, sin pretenderlo, en su mismo relato). Del mismo modo ignoran la creacin del mundo (debi decir que los nativos ignoraban los diversos mitos creacionistas antropomorfos propuestos por la biblia judeo-cristiana tanto cuanto el autor desconoca y no entenda los mitos de Amrica); no distinguen por nombres los das. Tampoco cuentan las semanas, los meses ni los aos, nicamente saben del tiempo por las lunas (o sea que, mal le pese al autor, tenan su calendario y calculaban el tiempo con su propio sistema lunar, por otra parte Lry ignoraba o callaba que, en ese momento y desde mucho tiempo antes, en el norte de nuestro continente el calendario era ms perfecto que el de Europa). En cuanto a la escritura, ya sea santa o profana (sic) tampoco saben nada. Ni siquiera tienen caracteres que signifiquen algo (indiscutiblemente el ignorante era el seor Lry por cuanto en este continente existan sistemas de escritura jeroglfica e ideogrfica sobre papel, cermica, piedra y telas, an cuando en el caso puntual de los tupi-namb se desconozca su sistema de transmisin que, casi con seguridad, lo hacan a travs de dibujos sobre cermica y por medio de la literatura oral). Cmo es posible, se dirn, que al igual que bestias embrutecidas (sic), estos nativos vivan sin ninguna religin?... Cuando anteriormente toqu este tema (en otro captulo de la misma obra) declar que, sin embargo, alguna luz brilla todava en medio de las densas tinieblas en que la ignorancia los tiene sumidos (fcilmente se percibe que es una frase rimbombante y muy preparada desde una posicin superior. A rengln seguido su contradiccin empieza a ser garrafal). Dije, en primer lugar, que creen en la inmortalidad del alma. Estn firmemente convencidos que las almas de los que han vivido virtuosamente, es decir, segn ellos los que se vengaron muchas veces y comieron muchos enemigos (se refiere al av por o ingesta ritual de carne humana que jams quisieron entender los europeos) moran en las grandes montaas y bailan con las almas de sus antepasados en medio de hermosos jardines; por el contrario, las de los afeminados y de la gente negativa, que no supieron defender su tierra van a parar con augnam (Lry, inmerso y anclado en su propia mitologa y creencias en torno al ms all y su supuesta incidencia en el mundo aclara que es

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    de esa manera como llaman al diablo componente predominante en la cultura occidental cristiana de aquella poca) y este los atormenta constantemente, segn dicen. (...) Antes de entrar en materia, hay que saber que entre esta gente hay unos falsos profetas que se llaman carabes (se refiere a shamanes). Estos van y vienen de aldea en aldea, como los frailes mendicantes del papado (o sea, segn el cronista, carabes falsos como los misioneros y obispos catlicos que tratan de convertir a los nativos) hacindoles creer que pueden comunicarse con los espritus y que son capaces por este medio de conferirle fuerza al que le plazca, para superar y vencer a los enemigos... asmismo les hacen creer que son ellos los que hacen madurar las frutas y las grandes races que produce esta tierra (por ejemplo la mandioca. Obsrvese en este ltimo prrafo la hiriente irona con que un cristiano reformado trata al sector catlico supuestamente del mismo cristianismo y sujetos a la misma biblia con el objeto de despreciar tanto al catolicismo romano cuanto a la religiosidad de los tup-namb; por eso compara a los carabes con los frailes mendicantes del papado que andan de un lado para otro haciendo creer a la gente que ellos pueden comunicarse con los espritus. Si cualquier observador de la historia se ubica en la personalidad y filosofa de vida que se atribuye a Jess de Nazareth, esta actitud resulta pattica y denigrante, sin embargo ambos sectores religiosos insaciasables proselitistas europeos fueron y son los que insisten en imponer en Amrica su mitologa y creencias de origen oriental y transculturar a las personas en nombre de su dios). Por otra parte s que los tupinambos tienen por costumbre reunirse (...) en medio de una gran solemnidad. Sin esperrmelo me encontr un da en una de estas asambleas y por eso puedo decir como son en realidad (a pesar del terco hbito de los cronistas de distorsionar voluntaria o involuntariamente la realidad nativa transmitiendo slo lo que observaban desde afuera sin entender idiomas, gestos y ritos, en este caso el autor se traiciona a s mismo, o quizs se distrajo, en parte porque la ceremonia indudablemente le impact y, en parte, porque narra hechos contundentes en s mismos an cuando luego el cronista los descalifique; hechos con lenguaje propio pero vistos y vituperados profusamente desde una mentalidad etnocntrica que logra su objetivo en el lector si no se sabe leer entre lneas y desprejuiciadamente). Un francs y yo bamos a travs de la regin (hoy sudeste brasileo) con un intrprete. Una noche nos quedamos a dormir en una aldea llamada Cotina y al da siguiente nos disponamos a seguir nuestro camino cuando vimos a los salvajes (sic) de los alrededores acudir de todos los rincones (...) Al momento se juntaron en una gran plaza unos 600 salvajes (sic) de los alrededores acudir de todos los rincones. Nosotros nos detuvimos para averiguar con qu objeto celebraban esta asamblea. Cuando nos acercbamos, les vimos de pronto separarse en tres grupos; todos los hombres en una casa aparte, las mujeres en otra y los nios tambin aparte (es importante imaginar el contexto en el que se desarrollar el evento: complejidad y solemnidad de las acciones, orden y exactitud de la escena, comparable a los ritos catlicos y protestantes, pero con una diferencia: en el caso de los nativos se trataba de la comunidad como tal todos bajo la direccin de unos 12 carabes peregrinantes; en el caso de la religin europea la participacin es de

    unos pocos y absolutamente dispersos). Cuando v que haba diez o doce de estos carabes alineados con los hombres (quizs un cierto machismo en el rol de funcionarios religiosos pero no mayor que el del catolicismo o cualquier otra de las grandes religiones actuales) me d cuenta de que haran algo extraordinario y rogu a mis compaeros (el intrprete normando y el gua nativo) que nos quedramos all para presenciar aquel misterio, a lo que accedieron. Antes de alejarse de las mujeres y los nios, los carabes les prohibieron salir de las respectivas casas en que estaban metidos, pero deban escuchar atentamente cuando oyeran cantar. A nosotros tambin nos mandaron quedarnos encerrados en el recinto de las mujeres. Mientras comamos, sin saber todava lo que pensaban hacer, empez a llegar a nuestros odos desde el recinto donde estaban los hombres alejado unos treinta pasos del que ocupbamos nosotros un sonido muy bajo parecido al murmullo de los que mascullan oraciones cannicas (nuevamente el cronista se vale de la irona parablica contra su colega el catolicismo para desvalorizar a ambos: a la iglesia y a la ceremonia nativa). Al or esto las mujeres, que eran aproximadamente 200, se pusieron todas de pie y se apretaron en un montn. Las voces de los hombres fueron aumentando poco a poco y pudimos orlos muy claramente cantar todos juntos y repetir a cada rato esta interjeccin de estmulo: H, ha, h, h. Nosotros nos quedamos atnitos de ver que las mujeres, por su parte, respondan con voz temblorosa reiterando la misma interjeccin. Durante un cuarto de hora gritaron de tal manera que nosotros no sabamos qu actitud adoptar, y slo las mirbamos. Despus cesaron gritos y canciones y los hombres hicieron una pausa. Las mujeres y los nios callaron temerosos (ms all de la fidelidad o no de los detalles aportados por la crnica, ciertamente puede apreciarse que se trata de una ceremonia sumamente compleja y antigua como para que todo se desarrolle con tanta exactitud bajo las rdenes de verdaderos maestros de ceremonias, los carabes. Por otra parte, es difcil suponer que 600 salvajes improvisaran una ceremonia de estas caractersticas). De nuevo los omos cantar y llevar con sus voces un tono acorde y maravilloso, y me tranquilic escuchando aquel son lleno de dulzura y sumamente melodioso, invadindome de inmediato un increble deseo de verlos (a los hombres) de cerca. As que nos acercamos al lugar de donde provenan estos cnticos (...) Viendo que los salvajes (sic) no se alarmaban en lo ms mnimo por nuestra presencia (en efecto, estaban compenetrados en lo que hacan) sino que al contrario continuaban ordenadamente en fila y proseguan sus canciones, nos apartamos hacia un rincn desde donde los contemplamos a nuestras anchas (obviamente el autor y sus compaeros estaban fascinados por la belleza y orden de la asamblea nativa). En tanto, los carabes danzaban avanzando y despus retrocediendo en sentido contrario a los dems (...) diciendo con regularidad a los otros salvajes (sic): Para que podis superar a vuestros enemigos, recibid todos el espritu de la fuerza. Y la ceremonia duraba ya casi dos horas sin que estos seiscientos salvajes (sic) cesaran de bailar y cantar (es decir que se trataba de una verdadera y compleja ceremonia ritual como para que durara dos horas con semejante orden, ritmo y elementos, varios de ellos, por otra parte, muy parecidos a los realizados en cualquier culto de las grandes religiones occidentales u orientales). Fue en ese momento que

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    entonaron una meloda tan hermosa, que los que no la han odo no podrn jams creer que tengan tanto sentido del ritmo, teniendo en cuenta que no saben lo que es la msica (sic) (con este criterio excluyente, tampoco sera msica la africana o china. Uno se pregunta hasta dnde llegaba la pedantera etnocntrica y la ignorancia de los cronistas como para suponer que slo era msica la de ellos, sin negarles por cierto su calidad indiscutible. A tal punto obcecados que, por un lado reconoce que acababa de escuchar una meloda tan hermosa que el que no la escuch no podr creerlo y, por otro, afirma que los salvajes no saben lo que es la msica). Si al principio de este alboroto (sic) (cave preguntarse: cmo alguien puede calificar de alboroto a esta ceremonia si no quien, a priori, intenta descalificarla en procura de otros fines?) tuve algn temor, recib en cambio tal alegra que me sent encantado escuchando los acordes tan bien acompasados de semejante multitud y, sobre todo, la cadencia y el estribillo de la balada cuyo sentido no entenda bien (al menos tiene la honestidad de reconocer que no entiende). A cada estrofa de los carabes todos prolongaban la voz exclamando: Heu, heuaure, heura, huirauri, heura, heura, oueb. Cada vez que lo recuerdo mi corazn se estremece y me parece estar escuchndolos (pero, recurdese, Lry en su relato dice que eran salvajes sin conocimiento de dios, del ms all, de la religin, de la oracin, ceremonias y msica. Felizmente para nosotros no pudo disimular el impacto en su corazn y se traicion a s mismo expresando lo que sinti. Es obvio que los salvajes e ignorantes eran los europeos y no los nativos tupinamb que finalmente fueron arrasados por no ser tan hombres como los europeos, por carecer de historia y cultura! Y pensar que el cristianismo occidental pregonaba y pregona el respeto por los dems). Para poner fin a todo esto, golpearon el suelo con el pie derecho (no con cualquier pie), con ms fuerza que antes, y despus que cada cual hubo escupido delante de s (en occidente y oriente besan la tierra) pronunciaron al unsono con voz ronca dos o tres veces: H, hua, hua y as terminaron (una especie de amn ritual).

    Hasta aqu el cronista nos narra, si se quiere, el aspecto formal de la ceremonia con pocas referencias a su contenido pues no lo entiende ni le interesa entenderlo, sin embargo finalizada la asamblea siente cierta curiosidad acerca del significado de lo que decan y cantaban y le pide explicaciones al intrprete. Este le responde: Estuvieron deplorando mucho la muerte de sus antepasados, que tan valientes eran; pero terminaron por consolarse puesto que despus de morir iran a reunirse con ellos detrs de las altas montaas, donde bailaran y se solazaran juntos (antes Lry haba dicho que los salvajes no creen en nada admitiendo luego que estn convencidos en la inmortalidad del alma. Ahora bien, si lo ltimo no es la descripcin de la fe y el cielo catlico (obviamente cambiando los trminos histricos e idiomticos), o sea, una esperanza mtica en un ms all, qu es la fe y el cielo para catlicos y protestantes?). (...) Tambin contina el intrprete haban mencionado en sus canciones una enorme inundacin que hubo una vez y haba tanta agua que toda la tierra qued cubierta: todos los hombres del mundo se ahogaron, no as sus antepasados (de los tupinamb) que se salvaron subindose a los rboles ms altos de su tierra (se trata del mito del diluvio que, sin lugar a dudas, es mucho ms

    verosmil y comprensible que el bblico en el que supuestamente toda una familia extensa y las parejas de todas las especies animales y vegetales se habran salvado en un arca. Los que suponen an a ese mito diluviano como hecho histrico exclusivo, deberan repensar su ptica, al menos para llegar a la altura de los tupinamb y no tener que dar explicaciones del calibre de cmo se salvaron todas las especies animales y vegetales no anfibios).6

    En cada pgina y tema de las crnicas y documentos del invasor puede encontrarse una mayor o menor distorsin de los hechos y de la perspectiva histrica de modo que el lector termina pensando que realmente nada cultural legtimo y con antecedentes haba antes de su ingreso en esta tierra.

    Otro ejemplo paradigmtico de distorsin, aplicable a todo el continente, es el rechazo y la agresividad con que se refieren al canibalismo que, por otra parte, las pocas naciones que lo practicaron siempre lo hicieron a modo de ritual y nunca como hbito alimentario. En efecto, este delicado tema, con o sin fundamento, fue uno de los ms esgrimidos para desestructurar y arrasar la cultura milenaria del continente. Al respecto, el antroplogo W. Arens7 de la Universidad de Nueva York realiz un profundo estudio de las crnicas y fuentes que supuestamente probaran la prctica de la antropofagia. Arens llega a la conclusin de que despus de haber analizado exhaustivamente todos los cronistas y documentos referidos al tema, no encontr uno solo que relatara lo que estaba presenciando. En todos los casos se transmite lo que otros vieron, generalmente despus de haber transcurrido bastante tiempo y a travs de una visin subjetiva, condicionada por la brutalidad de sus objetivos materiales o culturales y por la urgencia de conquistar posiciones sin preguntarse quines y cmo eran los pueblos all instalados desde muchos siglos atrs.

    6 Jean de Lry, Memorias. Los Tuinambos, 1 edicin 1576,

    Cp.-XVI. 7 W. Arens, El mito del canibalismo, Edit. Siglo XXI, Mxico,

    1981.

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    Las crnicas, relatos, cartas y novelas de la poca colonial, de hecho crearon la imagen del nativo sin historia; del mal o buen salvaje (segn de qu autor se trate), del hombre primitivo, infiel, inmoral, canbal, brujo o demonaco, apenas plantado en distintos lugares del continente sin antecedentes histricos, como los vegetales y animales. Imagen que lleg hasta nosotros a travs de una idealizacin de esas crnicas y por medio de la educacin digitada desde Europa, bando vencedor que tena la urgencia de encontrar, ante s misma y el mundo, argumentos para justificar la aberracin de la conquista que, objetivamente y sin atenuantes, fue invasin de un sistema muy estructurado tecnolgica e ideolgicamente sobre otro, tan slido culturalmente como el primero, pero con un estilo de vida diametralmente distinto e incapaz de defenderse con estrategias militares rudimentarias y carentes de armamentos contundentes.

    Un aspecto a tener en cuenta en relacin al valor de las crnicas en cuanto fuentes de la historia americana es la idoneidad de sus autores, por cierto muy dismil. Coinciden en su absoluta ignorancia de los idiomas locales (an cuando algunos" llegaban a conocerlos superficialmente), de las cosmovisiones, simbologa, filosofa y temple de las naciones nativas, muy diferentes unas de otras, por ejemplo los aztecas de los onas o los guaranes de los incas. Tambin coinciden en sus objetivos y en el menosprecio hacia las manifestaciones culturales de estas naciones. Todos, cada uno con su estilo personal, buscaban con la misma pulsin y ceguera etnocntrica, riquezas materiales o espirituales, oro o almas, sin importarles los sentimientos, lazos sociales, creencias y legtimos progresos y convicciones de los nativos. La circunstancia, por ejemplo, de que muchos de ellos anduvieran desnudos les impact ms que su pensamiento, su filosofa de vida y su profunda religiosidad. Muchos de los autores de crnicas y epistolarios se escandalizaban al ver mujeres desnudas o con tapa rabo, pero las violaban y seducan (a veces las tomaban como esposas), asesinaban o incineraban en macabras hogueras. Pregonaban el amor cristiano mientras esclavizaban amparados en sus buenas intenciones y en la obediencia debida al monarca y el pontfice. Les recitaban el Requerimiento8 y de inmediato asesinaban a quienes desobedecan los trminos de lo que ni siquiera entendan. Ponan el grito en el cielo por la antropofagia ritual de algunos nativos y simultneamente se coman entre ellos por hambre en el primer Buenos Aires o siempre simblicamente

    8 Documento compuesto por telogos y cortesanos de

    Carlos V en 1513 para ser ledo ante los nativos (en un idioma que ellos desconocan.) con el fin de reducirlos a la hegemona catlica y espaola. Uno de sus prrafos expresa: Vos ruego reconozcais a la iglesia por seora e superiora del universo, al Sumo Pontfice llamado Papa en su nombre, al rey a la reyna como seores e superiores. Si as lo hiciredes haris bien e aquellos a que sois tenidos e obligados (...) si no lo hiciredes (...) con el ayuda de Dios yo (cualquier enviado del rey) entrar poderosamente contra vosotros e vos traer guerra, por todas las partes e manweras que yo pudiere, e vos subjetar al yugo e obediencia de la iglesia sus altezas e tomar vuestras personas vuestras mujeres e hijos los har esclavos e como tales los vender, a vos tomar vuestros bienes har todos los males e daos que pudiere...

    por avidez desenfrenada de oro, plata, tierras, conversiones y ttulos nobiliarios.

    Aunque parezca irrelevante, es de capital importancia tener presente quines eran los informantes, de dnde provenan, qu buscaban y a quines informaban. En general con unas pocas excepciones las crnicas, cartas y documentos, que se instalaron como clsicos de la historia, etnografa y antropologa americanas, estaban dirigidas a los reyes o a distintas autoridades segn el rea de la compleja estructura poltica y religiosa con sede en Europa. En el caso de los misioneros fueron muchos miles a lo largo de 400 aos la mayora inform acerca de su misin de convertir (dar vuelta) a los nativos salvajes, idlatras e ignorantes. Las afirmaciones de esa calaa son infinitas, ms frecuentes en sus escritos que los trminos amor, respeto, personas, culturas...

    Nicols DOlwer en una tmida crtica, por cuanto l mismo es espaol, llega a reconocer: Medio centenar de autores se refiere a los que l seleccion, a su criterio los ms confiables contribuyen a esta antologa. Medio centenar de autores, todos ellos diferentes. Diferentes en nivel de cultura, en carcter, en moralidad, en inteligencia, en categora social. Navegantes y sacerdotes, juristas y militares, gobernantes y aventureros, santos varones (segn la moral y categoras europeas) y todo lo contrario. Cada uno con sus ideas, con sus gustos, con sus intereses. Unos obsesionados por el oro, otros por la comida, otros por las mujeres; quienes por salvar almas, quienes por gozar los cuerpos; estos persiguen su proyecto inmediato, aquellos dicen trabajar por la gloria de Dios, los de ms all se esfuerzan por cimentar su propia gloria. Vasta galera donde se reflejar diversa y contradictoriamente la cultura de los pueblos americanos, como figura que se refleja simultneamente en espejos cncavos, convexos, esfricos, parablicos. Imagen deformada9.

    Por otra parte, la fuente de inspiracin fundamental de los cronistas fue la apariencia, juzgada desde sus propios parmetros subjetivos y de cultura en decadencia, autoritaria y etnocntrica, es decir, funesta para el continente a pesar de que fueran portadores por accidente de muchos componentes humanos y sociales de envergadura. Seguramente estos escritos describen hechos, costumbres y circunstancias reales, pero relacionados con la marcha de la conquista. Por tal motivo, investigadores, historiadores y docentes deberan trascender esa informacin, sin despreciarla en la medida en que se intente leerlas entre lneas o corroborarlas con la arqueologa, para de ese modo conectarse con el torrente histrico-cultural de la humanidad milenaria del continente a travs de los enormes avances de la etnoarqueologa americana y argentina y por el testimonio vivo de las culturas nativas sobrevivientes. No se puede ignorar que las crnicas repito, voluntaria o involuntariamente quebraron o desviaron el autntico eje de nuestra historia hacia otro continente y que esa estructura permanece.

    El contenido de las crnicas que trascendieron luego como fuente privilegiada de la historia americana pre contempornea y post invasin an cuando aporten datos reales e importantes de la cultura material de los pueblos nativos (industrias, vestido, vivienda, etc.), constituy un monumento al encubrimiento escrito por personas y mviles,

    9 Ob.cit., pg. XVI.

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    como mnimo cuestionables desde el punto de vista profesional y tico. Debe entenderse que el problema no es tanto si las crnicas relatan hechos verdicos o falsos, si fantasean o no, cuanto la ptica, falta de perspectiva temporo-espacial y valoracin con que describen el presente que encontraron.

    Es sabido que hasta mediados del siglo XX el contenido vertebral sobre el Hombre, Historia y Cultura nativa transmitida fielmente por la literatura y sistema educativo, estaba basado en las crnicas, a pie juntilla, casi como una revelacin inapelable, y no en la realidad.

    En la Argentina, por ejemplo, la estructura educativa, sus programas y textos literarios en torno a la realidad nativa fueron extremadamente pobres y tendenciosos inspirados precisamente en la tnica y lenguaje de las crnicas. Avanzado el sistema republicano se sigui pensando que en nuestro territorio haba salvajes, malones, haraganes e infieles, brbaros y enemigos contumaces de la civilizacin blanco-europea, fundamentalmente porque tenan un estilo de vida distinto al europeo y porque defendan tanto su territorio cuanto su cultura que contaba con antecedentes milenarios. El general Bartolom Mitre, luego presidente, lo expres con claridad: En el territorio comprendido entre el ro Limay, Cordillera de los Andes y Nahuel Huapi (en ese momento tierra de Tehuelche y Mapuche) no ha quedado un solo indio, todos han sido arrojados al occidente. Al sur del ro Limay y en lo que propiamente se puede llamar Patagonia, quedan del salvaje los restos del cacique Sayhueque... Hoy se puede decir que la Nacin tiene sus territorios despejados de indios10 . Tambin lo resumi el sacerdote catlico Juan Bosco desde Italia: Solo a la iglesia catlica le est reservado el honor de amansar la ferocidad de esos salvajes... recoger a los hijos de los brbaros (los que abiertamente rechazaban la cultura europea) o semibrbaros (los amigos del blanco) y por su medio penetrar en aquellas regiones inhspitas (...) y abrir as la fuente de la verdadera civilizacin.Estas conclusiones no son invento de los citados autores sino fiel reflejo del contenido de las crnicas y documentos coloniales.

    La desvalorizacin del complejo panorama autctono de los siglos XV al XVIII y la negacin implcita o explcita de procesos de desarrollos histrico-culturales, anteriores y subyacentes a la conquista, fue pattica. En las primeras dcadas de la invasin las crnicas slo produjeron una fotografa plana y velada. Hasta aqu el historiador puede ser indulgente con los cronistas dada su ignorancia de idiomas y el alboroto provocado por las riquezas y maravillas que encontraban. Pero luego, durante tres siglos, contumazmente crearon un enorme globo, inflado con aires de vencedor. Estupendo globo diseado con tal tenacidad que ni siquiera an durante la Repblica nos permiti dudar de esa informacin o preguntarnos acerca de sus objetivos latentes y de la catadura de quienes las escribieron.

    A modo de sntesis

    He intentado brindar reflexiones en orden a modificar la perspectiva, a mi juicio curvada, con que habitualmente se aborda el proceso histrico y

    10 Archivo del General Mitre, T. XVII, pg. 123, en J.C.

    Walther.

    la realidad actual y pasada de los habitantes de nuestra tierra a partir del ingreso del hombre hace miles de aos.

    En relacin al mtodo de investigacin y transmisin he sugerido dos presupuestos metodolgicos bsicos y elementales. Por un lado, no conformarse con las informaciones enciclopdicas y descontextualizadas basadas en documentos que en la actualidad se los considera poco confiables desde el ngulo cientfico etno-antropolgico y arqueolgico. Por otro, saber escrutar uno mismo la realidad, leer entre lneas las crnicas y comentarios posteriores de la Colonia; compenetrarse de la inmensidad de la riqueza arqueolgica que da a da sale a la luz y, en general, de las vertientes y logros innegables que enriquecen desde hace miles de aos al continente y la Argentina.

    Si pudiramos tomar distancia en el tiempo, despojarnos de prejuicios y preconceptos y, de algn modo, sentirnos parte de aquella sociedad nativa sorprendida e impactada por la irrupcin de quienes seran sus enemigos y dominadores, constataramos que si Coln, Mendoza, Corts, Pizarro, Valdivia o Garay y toda la avalancha de conquistadores y misioneros... no hubieran encontrado naciones y pueblos pacficos, organizados, sensibles, receptivos, hbiles, solidarios, artistas, industriosos, polglotas, etc., y con guas, intrpretes, estructuras sociales, edilicias y agrarias, caminos, agricultura, especias, manufacturas de oro y plata y otras riquezas... esos seores no seran ni Coln, ni Mendoza, ni Corts, ni Pizarro, ni Valdivia, ni Garay, encumbrados por el vencedor, o por quien suponga que lo es, en absurdos monumentos al genocidio y culturicidio. Monumentos que nos recuerdan patticamente que este continente, habitado por una humanidad milenaria, fue en gran parte arrasado, humillado y vaciado no hace mucho y, por qu no reconocerlo, en la actualidad.

    Sin el espectro socio-cultural que heredaban los 60 millones de habitantes que encontraron los europeos, y que en gran medida contina vigente, tampoco hubieran existido la Colonia (quizs tampoco Espaa) y luego nuestra Nacin, nacida del mestizaje de unos pocos varones europeos y millares de mujeres aborgenes que gestaron lentamente al actual hombre de Amrica.

    Resumen En funcin de la investigacin histrica y su

    transmisin se plantea la revisin del enfoque epistemolgico y de dos elementos vertebrales que configuraron la actual perspectiva histrica de Amrica:

    1) La irrupcin europea en el continente desplaz los orgenes y antecedentes histricos culturales propios hacia otro, supuestamente superior, curvando de ese modo el eje natural de la historia humana local.

    2) Una de las realidades a tener en cuenta para enderezar ese eje distorsionado es el cmulo de escritos del invasor, en especial las crnicas consideradas, hasta no hace mucho, fuentes sagradas e intocables de la historia americana. Sin embargo, estos escritos son hoy objeto de severo anlisis y crticas por parte de distintos especialistas. Se sugieren ejemplos y mtodos de cmo leer las crnicas y cmo percibir la curvatura del eje que conspira contra el legtimo patrimonio e identidad de los americanos.

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    SEMBLANZA DE UN HISTORIADOR

    AUTOR: Mara Teresa GONZALEZ DE MELLAFE

    Cambios y Continuidades N 2

    SEMBLANZA DE UN HISTORIADOR

    a seora Celia Gladys Lpez, jefe del departamento de Historia, me ha pedido estar presente, a travs de estas lneas, en la

    inauguracin de la seccin americana de vuestra biblioteca. Siendo un honor inmerecido, acepto esta invitacin por cuanto el acercamiento entre nosotras ha surgido a propsito de mi marido, el historiador chileno Rolando Mellafe. S que algunos de sus libros y artculos ya se encuentran entre Uds. y aspiro a que a travs de su lectura puedan llegar a interesarse no slo en la historia de Chile, sino en el tipo de historia que l cultivaba. Rolando, fue un historiador bastante interesante. Su aporte, ms que algunas de sus obras de especial inters, podramos centrarlo en una perspectiva global de anlisis, ms all de una determinada especialidad o corriente historiogrfica especfica. Aunque bastante crtico de los historiadores que lo precedieron tuvo, al mismo tiempo, un gran respeto por sus obras las que lo estimulaban para plantearse nuevas preguntas o para indagar en aspectos poco estudiados o simplemente no estudiados. Movindose dentro del mbito americano y chileno, especialmente en el referente temporal del perodo indiano y colonial, abord, en sus comienzos como historiador, temas principalmente de historia social y econmica. Tras una fructfera estada en la Universidad de Berkeley, imbuido de las nuevas corrientes historiogrficas de los aos sesenta, centr su inters en la historia demogrfica, usando y participando de todos los mtodos cuantitativos: reconstruccin de familias del pasado, construccin de estadsticas aplicadas al pasado, ndices sobre natalidad, fertilidad, fecundidad, edad de matrimonio, nmero de hijos, esperanza de vida, mortalidad, en una palabra, la concrecin de los parmetros vitales de los individuos. Pronto, todo lo anterior lo llev al estudio del intermedio vital, no tanto relacionado con la vida pblica, sino, bsicamente, lo relativo a la vida privada, en donde la familia ocup un lugar de primera importancia: problemas relativos a las diferencias observadas entre las normas sociales y las conductas reales de los individuos y la colectividades; aspectos relativos al amor, la desamor, al deseo, a la sexualidad, a la represin, a los sueos, a los sentimientos encontrados. De all, en forma delicada y sutil, se desliz a lo que podramos llamar historia de las mentalidades, es decir al estudio de algunas de las variadas categoras de lo ntimo. Para l, en sus palabras, " la

    Colaboracin enviada especialmente, para ser leda en la inauguracin de la Biblioteca que lleva el nombre de su esposo.

    historia se compone no slo a partir de la intervencin del ser humano en tanto hace una u otra cosa, tambin supone entender la globalidad de su vida cotidiana en la variadas formas que tiene de percibir, recrear y reaccionar ante el mundo que lo rodea. As, cada hecho histrico se desgaja en una serie de posibilidades de expresin, que a su vez se amplan con la multiplicidad de relaciones por establecer entre lo poltico, econmico, social, demogrfico, cultural, entrecruzado en diferentes tiempos y espacios". Esta concepcin histrica hizo que ni siquiera intentara escribir grandes y largos libros de asuntos puntuales, pues su gran imaginacin y el profundo conocimiento de las fuentes, le hacan abordar una enorme y variada cantidad de temas. Los documentos se hacan carne en l y le hablaban de miles de posibilidades producindose una verdadera simbiosis con la historia. Por ello, su mayor aporte est