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64 Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, n.º 17|| ISSN 1697-1019 ||2015 CAMBIOS EN EL PAISAJE ARQUEOLÓGICO DE OSUNA. EL PARADIGMA DE 1903 Por JUAN A. PACHÓN ROMERO 1 Arqueólogo L a1 arqueología de Osuna ha dejado una notable im- pronta en la historiografía del ramo, sin que sea pre- ciso recordarla completamente aquí. Para su conoci- miento, o su más sencillo recordatorio, basta remitir a alguna de las obras generales más recientes que las han compilado (Chaves, 2002; Caballos 2006; Pachón y Ruiz Cecilia 2006; Ruiz Cecilia 2007), o repasar las aportaciones parciales de tema arqueológico local que, al respecto, se han venido publicando en esta misma revista en los últimos años. No obstante, hay una vertiente de la indagación que no se ha destacado sucientemente en los análisis previos y es lo que pretendemos abordar en esta ocasión, dado su interés res- pecto de la historia reciente del yacimiento y su preocupante evolución patrimonial. Nos referimos al aspecto que ofrecía el paisaje arqueoló- gico de la antigua Vrso no hace tanto tiempo, al menos con 1 Universidad de Granada (Grupo de Investigación HUM 143) & Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, [email protected] y http://japr5.blogspot.com. 1. MAPA DE LOCALIZACIÓN DE LOS FOTOGRAMAS ANALIZADOS, CON INDICACIÓN DE LA ORIENTACIÓN CON QUE FUERON TOMADOS, BAJO LA BASE CARTOGRÁFICA DEL VUELO AMERICANO DE 1956 la distancia suciente para apreciar las transformaciones su- fridas por ese espacio geográco; ya que, por lo sabido, esos cambios han sido sustanciales, afectando presumiblemente al estado de conservación patrimonial del yacimiento o, al menos, comprometiendo su futuro. Como las referencias grácas disponibles de tal paisaje son muy recientes, resulta complicado disponer de imáge- nes diferentes y sucientemente distanciadas para apreciar esas transformaciones que buscamos y la evolución de las mismas; con independencia de la dicultad para recopilar un número suciente de imágenes que deben existir, aunque en una situación de absoluta dispersión en demasiados álbumes particulares, como para acceder a ellos. Pero Osuna, casi al principio de la historia fotográca, tuvo la suerte de disponer de un conjunto visual de instantáneas, datadas a principios del siglo XX, que permiten cotejarse con lo que recogen las panorámicas que hoy pueden realizarse para una mejor com- paración entre ellas y destacar los procesos de transforma- ción sufridos por los paisajes de interés arqueológico en el último siglo. Cambios en el paisaje arqueológico de Osuna..., pp. 64-75 JUAN A. PACHÓN ROMERO

CAMBIOS EN EL PAISAJE ARQUEOLÓGICO DE … · ción sufridos por los paisajes de interés ... Sobre la autoría de estas fotos, ... para la catalogación del año 2009 en el álbum

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64 Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, n.º 17|| ISSN 1697-1019 ||2015

CAMBIOS EN EL PAISAJE ARQUEOLÓGICO DE OSUNA.EL PARADIGMA DE 1903

Por

JUAN A. PACHÓN ROMERO1

Arqueólogo

La1 arqueología de Osuna ha dejado una notable im-pronta en la historiografía del ramo, sin que sea pre-ciso recordarla completamente aquí. Para su conoci-

miento, o su más sencillo recordatorio, basta remitir a alguna de las obras generales más recientes que las han compilado (Chaves, 2002; Caballos 2006; Pachón y Ruiz Cecilia 2006; Ruiz Cecilia 2007), o repasar las aportaciones parciales de te ma arqueológico local que, al respecto, se han venido publicando en esta misma revista en los últimos años. No obstante, hay una vertiente de la indagación que no se ha destacado sufi cientemente en los análisis previos y es lo que pretendemos abordar en esta ocasión, dado su interés res-pecto de la historia reciente del yacimiento y su preocupante evolución patrimonial.

Nos referimos al aspecto que ofrecía el paisaje arqueoló-gico de la antigua Vrso no hace tanto tiempo, al menos con

1 Universidad de Granada (Grupo de Investigación HUM 143) & Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, [email protected] y http://japr5.blogspot.com.

1. MAPA DE LOCALIZACIÓN DE LOS FOTOGRAMAS ANALIZADOS, CON INDICACIÓN DE LA ORIENTACIÓN CON QUE FUERON TOMADOS, BAJO LA BASE CARTOGRÁFICA DEL VUELO AMERICANO DE 1956

la distancia sufi ciente para apreciar las transformaciones su-fridas por ese espacio geográfi co; ya que, por lo sabido, esos cambios han sido sustanciales, afectando presumiblemente al estado de conservación patrimonial del yacimiento o, al menos, comprometiendo su futuro.

Como las referencias gráfi cas disponibles de tal paisaje son muy recientes, resulta complicado disponer de imáge-nes diferentes y sufi cientemente distanciadas para apreciar esas transformaciones que buscamos y la evolución de las mismas; con independencia de la difi cultad para recopilar un número sufi ciente de imágenes que deben existir, aunque en una situación de absoluta dispersión en demasiados álbumes particulares, como para acceder a ellos. Pero Osuna, casi al principio de la historia fotográfi ca, tuvo la suerte de disponer de un conjunto visual de instantáneas, datadas a principios del siglo XX, que permiten cotejarse con lo que recogen las panorámicas que hoy pueden realizarse para una mejor com-paración entre ellas y destacar los procesos de transforma-ción sufridos por los paisajes de interés arqueológico en el último siglo.

Cambios en el paisaje arqueológico de Osuna..., pp. 64-75 JUAN A. PACHÓN ROMERO

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Las imágenes a las que nos referimos son las que nos de-jaron los investigadores franceses que en 1903 excavaron la muralla en el Garrotal de Postigo y reunieron los famosos relieves escultóricos que se le asociaron, Arthur Engel y Pie-rre Paris. Concretamente, parecen deberse a la iniciativa de Pierre Paris y los conocemos gracias al álbum fotográfi co de su propiedad conservado en la institución científi ca gala de la Casa de Velázquez en Madrid. Este corpus gráfi co es ya bastante conocido (Ruiz Cecilia y Moret, 2009), aunque aquí solo comentaremos una selección del mismo, de tema arqueológico, pero susceptible de observar en ella el cambio espacial que perseguimos, ampliando los comentarios que en aquella inicial edición se publicaron. Dentro de ese grupo de imágenes, tampoco comentaremos el grueso de aquellas más directamente relacionadas con la excavación de la muralla Engel/Paris, ya que lo que aquí buscamos es documentar la transformación de la fi sonomía más destacable del yacimien-to desde aquellos momentos hasta ahora, sin detallar pérdi-das patrimoniales más concretas que esperamos publicar más adelante (Ruiz Cecilia y Pachón, en preparación). No obstan-te, sí que debatiremos sobre una de ellas por su especial in-terés en, curiosamente lo menos frecuente de Osuna, su muy probable conservación patrimonial.

En la fi gura 1, encabezando nuestro artículo, recogemos los lugares desde donde debieron hacerse las fotografías que comentaremos, mientras que las fl echas que las acompañan expresarían las distintas direcciones hacia las que se orientó el objetivo fotográfi co en sus respectivos disparos. Así, será más fácil localizar qué se fotografi ó y comprender las dife-rencias respecto de las imágenes actuales. En este caso, ins-tantáneas hechas con el mismo criterio direccional, para faci-

litar la presentación y reconocimiento de esas divergencias.Por otro lado, esa primera fi gura se ha establecido sobre

una imagen aérea, la más antigua posible y de sufi ciente reso-lución. Particularmente, sobre los dos vuelos aéreos america-nos de la década de los cuarenta/cincuenta del siglo pasado, que ofrecen la ventaja de mostrar un paisaje más cercano a lo que debieron ver los fotógrafos franceses en la Osuna de 1903; hemos optado por la más reciente de las dos posibili-dades existentes (1956-57, serie B), al ser la que reúne las condiciones visuales más apropiadas, sin apenas diferencias respecto del vuelo anterior (1945-46, serie A). Si se compara nuestra primera fi gura con la segunda, que recoge una ima-gen reciente (2013) se evidenciarán gran parte de los obstá-culos visuales que, a día de la fecha, han crecido en todos los alrededores que registraron visualmente P. Paris y acom-pañantes cuando hicieron la mayor parte de sus fotografías.

Sobre la autoría de estas fotos, todo parece indicar que se debieron a P. Paris, directamente o por alguno de sus colabo-radores, no sabemos si el mismo A. Engel. Al formar parte del álbum personal del propio Paris (Moret y Ruiz Cecilia 2009: 12), nada induce a pensar que su autoría se distancie demasiado de su propia mano y, salvo algunas de las instan-táneas donde aparece él mismo, en otras se vislumbra incluso una sombra con sombrero que no podemos evitar adjudicarle (fi g. 8). Aunque la cuestión del fotógrafo no es lo más impor-tante en este trabajo.

ANÁLISIS DEL CATÁLOGO FOTOGRÁFICO

Las referencias numéricas que aparecen en la fi gura 1, son las que indicamos en negrita más abajo, para evitar excesivos

2. LOCALIZACIÓN DE LOS FOTOGRAMAS DE LA FIGURA ANTERIOR, SOBRE UNA VISTA AÉREA ACTUAL. GOOGLE EART, VUELO DE 2013

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añadidos sobre la cartografía base. Pero corresponden, según la pauta seguida, con los mismos registros que se utilizaron para la catalogación del año 2009 en el álbum fotográfi co de 1903 de la Casa de Velázquez. No hemos querido hacer un nuevo inventario independiente por no desvirtuar aque-lla publicación y evitar ulteriores errores de localización de las imágenes que aquí reunimos. Considerando lo anterior, el conjunto total de fotografías que recogemos solo son nue-ve, correspondientes con las siguientes signaturas originales (entre paréntesis), que aludían a los dos álbumes conservados (primer dígito) y al número de orden dentro de cada uno de ellos, separados por un guión. Por lo tanto, comentaremos imágenes procedentes del segundo de esos álbumes, salvo el último caso, único del primero:

1. [(2-12). Fig. 3: arriba]. Esta imagen no tenía ninguna descripción manuscrita en el álbum original, pero conocemos perfectamente a los personajes que allí aparecen (Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 154-157), por lo que podemos describirla como Juan Lasarte Lobo y José Postigo, sentados en el án-gulo noroeste de La Pileta, junto al Camino de Las Cuevas. El interés de la instantánea, que historiográfi camente ya se analizó en aquella referencia bibliográfi ca, reside en su com-paración con la vista fotográfi ca actual que la acompaña (fi g. 3: abajo), tomada en el mismo sitio que la de 1903, pero en agosto de 2015.

En la vista actual se aprecia, en primer término, la misma Pileta (fi g. 6: 1) donde se sentaron Lasarte y Postigo cien años antes, aunque su integridad física está ya perdida por el infortunado rayo que la fracturó el siglo pasado; siendo un referente que encontraremos luego en otra de las imágenes. Quizás, lo más notable sean hoy las construcciones del fon-do, a la izquierda de la cantera de El Coto (visible en el ángu-lo superior izquierdo) y donde se patentiza cómo la presión urbana ha transformado notablemente la zona. Un espacio de especial protección patrimonial, dado su carácter de Bien de Interés Cultural (BIC), que constituye –según las actuales le-yes patrimoniales– una de las fi guras de máxima protección que exige a la ciudadanía y a los responsables públicos su total salvaguarda.

Algunas de esas edifi caciones se observan a medio ter-minar, invadiendo también el aledaño Camino de San José, indicando que el proceso de transformación se sigue pro-duciendo, ante la inacción de las autoridades patrimoniales y municipales que, en lugar de frenar y anular este avance urbano, gastan fondos públicos de todos en infraestructuras viarias, alumbrado público y acometidas energética e hidráu-lica para lo que ha acabado siendo una barriada más en torno a la calle Cantera Luisa. Una zona que formó parte de la urbs romana de la antigua Osuna, donde han sido frecuente los ha-llazgos de edifi caciones antiguas, estucos, restos de colum-nas y un conjunto de terracotas que aludirían a la presencia

3. JUAN LASARTE Y JOSÉ POSTIGO SENTADOS EN LA PILETA EN 1903 (ARRIBA). EN LA IMAGEN INFERIOR, ASPECTO ACTUAL DE LA MISMA PILETA CON EL PAISAJE PROFUNDAMENTE ANTROPIZADO DE SU ENTORNO.

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en estos alrededores de un taller o incluso de un espacio cul-tual de indudable importancia (Corzo 1979). Por no hablar de la cercanía de estos lugares con el sitio donde se recuperó la mayor parte de las tablas municipales de bronce de la Co-lonia Genetiua Iulia. Hecho que justifi caría entender estos alrededores como el espacio público por antonomasia de la antigua ciudad, proclive a deparar en el futuro mucha más documentación arqueológica de la que ahora conocemos, si esa posibilidad no se frustra con la explosiva urbanización ilegal que denunciamos.

Tal despropósito, califi cable de auténtico atentado cultural, proviene de una administración que, en lugar de velar por el patrimonio de todos, parece esforzarse en lo contrario, con el pírrico objetivo de rentabilizar un escaso puñado cuatrienal de votos. Las fotografías aéreas disponibles son una prueba irrefutable del imparable desarrollo de un espacio urbano ile-gal, pudiéndose detallar la nómina de gobiernos municipales (desde el franquismo) que han sido responsables de este des-aguisado inasumible y del que cabría empezar a pedir res-ponsabilidades con nombres, apellidos y siglas políticas.

2. [(2-25). Fig. 4, arriba] (Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 186-187). En este caso hay una leyenda manuscrita en la fotografía, que defi ne literalmente lo que se ve: «alrededor de un descubrimiento» (en el original francés: autour d’une découverte), que podríamos renombrar en castellano del

siguiente modo, Testigos arremolinados ante una excavación de afi cionados en el Camino de San José.

No hemos podido identifi car exactamente el sitio donde se realizó la fotografía en cuestión. Hoy, el camino está colma-tado por un relleno causado por adecentamientos realizados con posterioridad, al tiempo que las masas de pitas ahora visibles no concuerdan lógicamente con las de hace un si-glo. Aunque esto nos hace ser optimistas por la posibilidad de que el nivel arqueológico excavado en 1903 se encuentre sepultado por ese relleno reciente, a la espera de positivas exploraciones futuras.

La actual fotografía (fi g. 4: abajo) se ha tomado en la parte superior del tercio medio del Camino de San José, desde el antiguo Garrotal de Postigo, considerando la perspectiva de situar en el paisaje del fondo el mimo Coto de las Canteras, que era tan visible en la imagen del siglo pasado (ángulo su-perior derecho). La comparación en este caso es menos trans-formadora que la anterior, salvando las diferencias vegetales que se aprecian en el volumen de ágaves y la masa total de olivos, además de la profundidad de cota del propio camino.

De todos modos, creemos que –realmente– la foto de Paris debió tomarse algo más arriba, ya que el Coto parece mos-trar todo su frente oriental. En esta parte, el camino aparece hoy mucho más estrecho, probablemente por la ocupación del viario público por parte de las fi ncas colindantes, lo que permite estar más confi ados ante la posible conservación de

4. EXCAVACIÓN DE AFICIONADOS Y CURIOSOS EN EL CAMINO DE SAN JOSÉ (ARRIBA). PANORÁMICA DE TODA ESA MISMA ZONA EN EL VERANO DE 2015 (ABAJO).

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los rellenos arqueológicos que pudieran aún permanecer bajo el sustrato vegetal. En este sentido, esta parte está bastante menos antropizada que lo visibilizado en la imagen previa; incluso se aprecia, en la foto antigua, parte del camino des-pejado de Cantera Luisa (a media altura, detrás del personaje con sombrero, a la izquierda de la imagen), hoy totalmente fl anqueado por las nuevas construcciones que hacen imposi-ble advertirlo desde la nueva perspectiva. La imagen reciente (fi g. 4: abajo) es indicativa de ello, como se observa por la izquierda, mostrando las últimas casas del reducto urbano que ya alcanza desde esta dirección El Coto, dejando al des-cubierto las explotaciones de piedra de la parte más elevada del cerro de las Canteras. Situación que, dadas las circunstan-cias, en este caso, no deja de resultar sorpresiva.

Como indicábamos antes, esta segunda imagen abre un rayo de esperanza, al mostrar una pequeña isla en el yaci-miento que aún se conserva sufi cientemente íntegra, sin pro-fundos cambios desde inicios del siglo pasado. Conforman-do un referente que habría que consolidar dentro del espacio protegido del BIC de Osuna, frenando otras actuaciones que ya han afectado gravemente su carácter.

3. [(2-27). Fig. 5]. También se acompañaba esta fotografía de una leyenda manuscrita en francés: «al lado de las exca-vaciones» (à côté des fouilles). Esta imagen también la co-nocemos a fondo (Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 192-195) y creemos que está bien interpretada: en ella aparece un grupo de solo nueve personas, alrededor de un pozo que conocemos por el propio escrito de Engel y Paris (1906 y 1999: 375-376) y que se identifi ca bien por la presencia del trípode que sostiene una carrucha con su cuerda colgando, en un orifi cio evidentemente profundo.

Esta instantánea y la número cinco son las únicas que no hemos podido cotejar con fotografías actuales en la misma perspectiva, por las cortapisas visuales que representan las cercas que hoy rodean estas propiedades, difi cultando su rea-

lización y la posibilidad de contrastar gráfi camente con el paisaje antiguo. Afortunadamente, la identifi cación espacial es aquí casi milimétrica y el comentario comparativo tam-bién es posible. Como contraposición, sí disponemos de una foto aérea donde sí han podido situarse los lugares recogidos por esta y la siguiente imagen (fi g. 6: 3/5), junto a algunas otras, donde apreciar mejor lo que estamos diciendo.

El pozo en cuestión separa hoy la propiedad municipal del más antiguo de los depósitos de agua de la fi nca de la familia Cruz, precisamente en la cota más elevada de la antigua Haza de Blanquel, que era como se llamaba el terreno que recoge la imagen que comentamos. Sin limitaciones visuales como las que ahora existen (apreciables si comparamos las dos fo-tos aéreas iniciales), habría que diferenciar entre el entorno inmediato de la escena y el paisaje del fondo.

En el primero, las transformaciones han supuesto la in-terposición de los depósitos hídricos y el muro que hoy los rodea. En 1903 no había ninguno de ellos y, en los años cincuenta, ya se había levantado el depósito más cercano al pozo; luego, con los dos construidos, se interpuso el muro perimetral que los encierra y que vino a unirse el que se había levantando, durante los sesenta, alrededor de la propiedad de los Cruz, haciendo perder la perspectiva paisajística de estos lugares. Comparado con otros entornos, como el de Cantera Luisa, esta pequeña transformación no parece tan letal, ni tan urbanizadora, pese a los espacios habitacionales que salpican ahora aquella propiedad. Aunque las apariencias pueden re-sultar engañosas: ya que en el suroeste, el barrio de La Far-fana ya ha empezado a subir por la ladera de esta elevación topográfi ca con edifi caciones ilegales que podrían acabar ocupando todo el espacio arqueológico que aún está libre de construcciones (fi g. 6: arriba izquierda).

En el horizonte más alejado del pozo, la situación no pare-ce tan preocupante, el paisaje prácticamente no ha cambiado desde este lado, descontando la desaparición de las masas de olivar de la izquierda (Garrotal de Postigo) que ya no existen.

5. P. PARIS (SEGUNDO POR LA IZQUIERDA) OBSERVANDO LOS HALLAZGOS DE C. PEREA Y GUTIÉRREZ CAVALLO EN UN POZO DE LAS INMEDIACIONES DEL TEATRO ROMANO.

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En cambio, la elevación del fondo (Cerro de la Quinta), inclu-yendo el camino que lo cruza hacia la escombrera municipal, permanece casi idéntico. Desde ahí no se ve el cerro artifi cial que, detrás de La Quinta y en los últimos años, ha crecido con esa abominable masa de cascotes y basura que ha hecho desaparecer por completo el perfi l que ofrecía el yacimiento de Osuna desde oriente, ilustrando literalmente las descrip-ciones recogidas en el Bellum Hispaniense XLI (bell. Hisp., 41), al relatar las luchas cesáreo-pompeyanas en la campaña de Munda, cuando indica que «... marchando en seguida a Osuna, ciudad defendida con grandes fortifi caciones, cuya situación muy elevada hacía muy difi cultoso el ataque, no sólo por las obras, sino por la naturaleza del terreno»2 (Oliver y Hurtado 1861: 453-454). Una referencia que, aunque muy conocida, no hemos querido dejar de recordar.

4. [(2-28). Fig. 7, arriba]. Aunque sin leyenda, la instantá-nea es fácilmente ubicable por la proximidad, en el centro del margen derecho de la misma, de la esquina noroeste de La Pileta, pero también podríamos describirla por los dos perso-najes que aparecen en la izquierda, así: P. Paris y J. Lasarte observando, junto a otros curiosos, las excavaciones junto a la Pileta. Como ya habíamos estudiado esta imagen (Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 196-197), el interés actual solo estriba en la comparación con una vista actual de ese mismo entorno (fi g. 7: abajo).

Se trata de una zona bastante alterada, no solo por las ac-tuaciones contemporáneas. Por un lado, la propia rotura de La Pileta que antes comentamos, independientemente de la causa fortuita que la provocara, se presenta hoy volcada ha-2 «... ac deinde Ursaonem profi ciscuntur: quod oppidum magna munitione

continebatur, sic ut ipse locus non solum opere, sed etiam natura editus, ad obpugnandum hostes abverteret».

cia occidente, a partir de la línea de fractura, algo que parece sobrevenido por el rayo que la partió, junto al hecho de que el terreno en esta misma parte está excesivamente rebajado, afectando incluso al apoyo en el suelo bajo la propia estruc-tura de opus caementicium, que ya empezaba a producirse en 1903. Pero que ha debido seguir produciéndose por la con-tinuidad de labores clandestinas en el sitio, las diversas ac-ciones de acondicionamiento de la cañada que pasaba junto a ese contenedor hidráulico y, probablemente, por las actua-ciones previas a la búsqueda de espacios idóneos para iniciar canteras como la que hoy aún subsiste frente al teatro, al otro lado del camino y otra más, hoy soterrada, que hasta no hace mucho estuvo ante La Pileta en ese mismo lado y que debió abrirse al fi nal de la década de los cincuenta, ya que todavía no se observaba en la fotografía aérea de los años 1945-46, tal como tampoco se aprecia en la instantánea de principios de ese siglo.

Desde La Pileta hacia abajo, es donde se observan hoy las más importantes novedades de este espacio, que aún falta-ban en la fi g. 6: 4. Se deben a intervenciones municipales que han ordenado con un dudoso gusto el lugar, incluso in-terponiendo un paseo con bancos y un parque infantil como hoy puede apreciarse (fi g. 7, abajo), pero que deslucen el aire romántico de las vistas de 1903 y esperemos que solo hayan incrementado la acumulación del relleno sobre los antiguos estratos arqueológicos. No obstante, esas «mejoras» urbanas no serían las más indicadas respecto de lo que cabría espe-rarse en un lugar arqueológico. Aquí, la trayectoria habría debido ir en dirección contraria a cualquier transformación de infraestructuras, que solo han parecido servir para con-solidar áreas urbanas ilegales sobre espacios arqueológicos catalogados con el mayor grado de preservación.

6. VISTA AÉREA DEL ANTIGUO SOLAR O HAZA DE BLANQUEL, DESDE EL NOROESTE, CON LA SITUACIÓN DE LOS PUNTOS FOTOGRÁFICOS 1 Y 3 A 5. ARRIBA, DE IZQUIERDA AL CENTRO, PERIFERIA DE LA FARFANA Y DEPÓSITOS DE AGUA.

A PARTIR DE LA IMAGEN DE: HTTP://WWW.JUNTADEANDALUCIA.ES/CULTURAYDEPORTE/RUTASTEATRO/GALERIA_A/GALERIA_124.JPG

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En esa misma imagen contemporánea vuelve a patentizar-se alguna de las construcciones que ya suben por el margen septentrional del Camino de San José, como venimos comen-tando y que no existían en el referente gráfi co de hace más de un siglo.

5. [(2-30). Fig. 8]. Igualmente sin leyenda, el ángulo de enfoque de la foto no permite demasiadas indicaciones fi a-bles de lo que recoge, pero por el conocimiento previo y las referencias documentales existentes debe tratarse de Esca-cena y asociados excavando el escenario del teatro romano en el Haza de Blanquel, como sabemos de las propias indi-caciones de Engel y Paris (1906: 375 y 1999: 20; Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 196-197), por lo que la situación debe ser aproximadamente el centro de la actual fi nca de la familia Cruz, al oriente del graderío del teatro romano, por donde entonces habría una linde entre la propiedad y la siguiente mediante una hilera de pitas que hoy ha debido perderse, si no coincide con el lindero actual de sillares; aunque en ese caso tendríamos que desplazar algo la situación de aquella vieja fotografía y poner en duda la localización de la antigua excavación exactamente en el escenario del teatro.

Esta última opción es difícil de asegurar, máxime porque es casi imposible que Engel/Paris pudieran confundirse con la situación aproximada de ese espacio escénico; aunque con-siderando que aquella linde muraria está hoy en el descenso de la pendiente hacia Las Cuevas, parece también probable que la línea de pitas pudieron estar algo más arriba, en las

cotas más horizontales de la parte frontal del teatro. No sería de extrañar que esos ágaves, incluso pudieran coincidir con el frente de árboles que hoy vemos por debajo y hacia la iz-quierda de ese probable sitio (fi g. 6). Por lo demás, los olivos que aparecen en el fondo sí son reconocibles, como ocurre con otras imágenes del conjunto analizado, concretamente los que poblaban en aquellas fechas el Garrotal de Postigo.

Ya hemos dicho que no ha podido disponerse de imágenes actuales del lugar de esa excavación, pero las otras que sí hemos incorporado son sufi cientes para apreciar que estamos en un espacio aparentemente menos transformado. Además, en el caso de esta construcción clásica, hoy hay una actitud favorable desde el Ayuntamiento, para fi nanciar el estudio con métodos prospectivos de última generación los restos conservados del teatro romano. Un cambio de actitud que no equilibra anteriores desmanes antipatrimoniales, pero que quizás inicie el camino de un más recto proceder, que es-peremos no sea un espejismo circunstancial dentro de una práctica habitualmente nefasta.

6. [(2-39). Fig. 9, arriba]. Esta nueva instantánea vuelve a tener una leyenda, que en el álbum original rezaba: Les carriéres. Lo que no deja de ser una perogrullada, viendo lo que representa y lo que signifi ca esa expresión francesa (Las canteras). Pero quizás debamos decir que lo fotografi ado era, precisamente, una de las canteras más especialmente conoci-da de todas las explotaciones de piedra que se encuentran en el cerro homónimo conocido por todos. Esta imagen también

7. ARRIBA: P. PARIS Y J. LASARTE EN LAS EXCAVACIONES DE AFICIONADOS EN LOS ALREDEDORES DE LA PILETA. ABAJO: LA MISMA ZONA DE LA VEREDA DE GRANADA COMO HOY SE ENCUENTRA.

Cambios en el paisaje arqueológico de Osuna..., pp. 64-75 JUAN A. PACHÓN ROMERO

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fue analizada en la publicación de los álbumes, pero no se le dio ningún profundo sentido arqueológico, porque inicial-mente no resultó claro hacerlo (Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 212) y, probablemente, todavía hoy resulte problemático en gran medida, al menos respecto de la arqueología antigua.

De cualquier manera, fueron los propios Engel y Paris quienes relacionaron esta curiosa explotación pétrea, mitad cantera y mitad mina subterránea (El Coto), con ciertos yaci-mientos minerales antiguos de otros ámbitos mediterráneos (Engel et Paris 1906: 379). Incluso recuperando para deno-minarlas una acepción derivada de un término latino, lato-miae, en alusión a cuevas subterráneas con la doble función de lugar de cantería y de cárcel hipogea, que asimilaron con algunos ejemplos italianos como los sicilianos de Siracusa (Paris 1910: 195; Chazaud 2007-8: 44-45; Mazzé 2010; Er-coli et al. 2014). Paradigmas que ya habían sido destacados en las fuentes antiguas, gracias al propio Tucídides en su Guerra del Peloponeso (VII, 86-87), en la que nos dejó un espléndido y detallado relato del asedio ateniense de aquella ciudad.

No pretendemos desarrollar aquí una comparativa con es-tos prototipos centro-mediterráneos, pero hay bastantes simi-litudes que podrían estar indicando que la cantera de El Coto pudiera tener un origen más arcaico de lo que se ha venido pensando tradicionalmente, para alcanzar sin problemas los tiempos antiguos. Pero, para ello, habría que hacer un estudio más profundo que el ahora planteado.

Estableciendo una mera comparación visual entre las dos imágenes que cotejamos (fi g. 9), las diferencias pueden pa-recer inexistentes. Pero, más detenidamente, se observa la desaparición del vano con arco que en 1903 aún subsistía en el extremo izquierdo de la explotación. Por lo demás, las tres grandes galerías cuyos accesos adintelados muestran ambas imágenes, siguen siendo muy parecidas, salvo el patente co-lapso de parte de esos dinteles en la foto más reciente, en los que se aprecia la pérdida de la pared vertical que en la foto antigua delimitaba ese corte de la cantera con el triple vano que describimos.

No obstante, las últimas y más profundas transformaciones que se han venido produciendo en ese mismo espacio no se evidencian en la panorámica visible desde este lado, que –por lo demás– no ha variado mucho en el entorno inmediato, salvo el extremo norte de la calle Cantera Luisa que hemos procurado no refl ejar en nuestra imagen.

Los verdaderos cambios se han reunido en el fl anco occi-dental de El Coto y en el interior de la propia cantera, como se ha tratado de ilustrar en el colage que aportamos (fi g. 10). Esta imagen múltiple es plenamente signifi cativa de lo que han supuesto estas intervenciones, para convertir este espa-cio en un referente de ocio que no queremos criticar en su fi nalidad totalmente legítima de sus promotores. Pero, desde una óptica genuinamente patrimonial, transformar este icono paisajístico local, añadiéndole una carga ornamental de dudo-so gusto como se ha hecho, lo ha convertido en un auténtico pastiche historicista, mucho más propio de cualquier parque temático contemporáneo (https://vimeo.com/139803885). Un cambio profundo que choca con el tratamiento respetuoso que debiera haber primado en esta estructura histórica inte-grada en el BIC de Osuna. En defi nitiva, unas actuaciones transformadoras que han signifi cado un proceso de cambio excesivamente transgresor e inapropiado para una comuni-dad que debiera estar más dispuesta a conservar su patrimo-nio y la personalidad del mismo.

Aunque la cantera de El Coto no contemplase un origen claro en tiempos prerromanos o en la misma antigüedad clá-sica, sería muy probable que –como poco– tuviera que datar-se a partir del siglo XVI, coincidiendo con el auge constructi-vo de la edilicia pública y religiosa de don Juan Téllez Girón en la villa de Osuna (Santos 2009). Y, únicamente por eso, El Coto hubiese merecido un respeto similar al que sí estamos acostumbrados en otros monumentos renacentistas del rico patrimonio de Osuna. Con ello, se hace evidente que nuestro municipio necesitaría de la constitución efectiva de una Co-misión de Patrimonio Municipal de sobrada solvencia, que emitiera juicios responsables sobre la viabilidad de todas las obras e intervenciones edilicias que se proyectaran en los

8. ESCACENA Y SUS SOCIOS EXCAVANDO EN EL HAZA DE BLANQUEL

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9. DOS VISTAS DE EL COTO DE LAS CANTERAS DESDE EL SUR. ARRIBA, SEGÚN EL ÁLBUM DE PARIS, EN 1903 Y ABAJO, EN AGOSTO PASADO (© J.A. PACHÓN, 2015).

10. VISTAS GENERAL, INTERIOR Y EXTERIOR ACTUALES DE EL COTO DE LAS CANTERAS. SEGÚN HTTP://WWW.ELCOTODELASCANTERAS.COM/

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límites del BIC y cuyas resoluciones fuesen de obligado cum-plimiento, tanto para las instancias privadas como públicas.

Al margen de esto, tampoco estaría de más que las acti-vidades del área de Medio Ambiente, usado muchas veces como subterfugio pseudo-legal para sortear las limitaciones de la normativa en materia cultural, también se centralizaran desde las áreas competenciales de Patrimonio Histórico. Así, se evitarán nuevos atentados y excesos derivados de enten-der aviesamente cómo las actuaciones en lugares fuera del PGOU, o de los límites urbanizables, pueden quedar libres del control debido en la protección de la herencia histórica recibida, incluso aunque se encuentren inmersos en lugares de especial protección cultural, como en Osuna.

7-8. [(2-38 y 2-41). Fig. 11, arriba]. La ermita de la Vía Sacra desde el Camino de Santa Mónica y Calvario del Vía Crucis. Sin leyendas, se estudiaron en su momento (Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 210-11 y 216-17). Aquí, el cambio pai-sajístico ha acabado siendo dramático, pese al pintoresquis-mo resultante. En esta parte del yacimiento, sin la presión urbana de otras partes aledañas, el paso del tiempo ha sido devastador, debido al abandono de los espacios religiosos que se usaban antaño y a la extensión de las áreas de cantera, que han dejado su histórica cueva sepulcral (Pachón 2014) totalmente despejada, ya sin el monumento cruciforme que

la antecedía, junto a un abismo pétreo espectacular, pero de total inseguridad para el futuro de la gruta. Es patente que la propia cueva ya ha perdido parte de la masa pétrea de su cubierta, pues en las fotos de Paris aún conservaba una visera más extensa que la que hoy cubre el hipogeo.

Todo el área, incluyendo los cercanos restos ruinosos de la pequeña iglesia renacentista, siguen siendo de propiedad municipal, por lo que es una de las pocas zonas de todo el ya-cimiento arqueológico de Osuna que, con su titularidad pú-blica, más fácil sería de recuperar y de conservar para la pos-teridad, tanto si se quisiera volver a la melancólica integridad visible en aquellas viejas fotos de principios de siglo pasado, como si –por contra–se quisiera mantener con seguridad lo conservado y perpetuar ese aire romántico que todavía hoy se enseñorea de todos estos lugares.

9. [(1-05). Fig. 12, arriba]. En último término, la imagen de la muralla Engel/Paris desde el noreste, también respon-de a una vista previamente analizada (Pachón y Ruiz Cecilia 2009: 106-107). Pero que, desde la perspectiva que se recoge en la imagen, ha sido otro de los espacios que se mantiene bastante bien conservado desde principios del pasado siglo, salvo los inevitables cambios de la masa vegetal cultivada que, en el caso de los olivares, exige sacas y reposiciones de plantas que hacen imposible un paisaje inamovible. Pese a

11. DE ARRIBA ABAJO: ERMITA DE LA VÍA SACRA Y CALVARIO EN 1903 Y PANORÁMICAS ACTUALES DE SU ENTORNO, SEGÚN (HTTP://JAPR5.BLOGSPOT.COM.ES/2014/12/ISIS-EN-EL-PANTEON-FUNERARIO-ROMANO-DE.HTML) Y EL AUTOR.

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todo, la comparación entre las dos instantáneas parangona-das ofrece muchas más similitudes que divergencias, incluso pese a la leve distorsión que hay hacia el norte, en el caso de la fotografía actual.

La imagen antigua tenía una leyenda en español, en dos líneas separadas por la propia instantánea: Osuna / El garro-tal, refi riéndose al Garrotal de Engel, donde el fotógrafo dis-paró su cámara. En la vista actual, aún se visibiliza al fondo el promontorio donde se situaba la muralla que entonces se excavó, mostrando un cambio de cota tan acusado que, con casi total seguridad, todavía preserve restos importantes de la construcción defensiva. Un espacio que convendría explorar arqueológicamente, para sacar a la luz esa infraestructura que se trasluce soterrada en el paisaje y ponerla en valor, antes de que desaparezca por las acciones negativas que han eviden-ciado otros lugares del yacimiento.

EPÍLOGO

Las fotografías que se han comentado representan el con-traste de dos visiones de idénticos paisajes arqueológicos, separados por algo más de un siglo. El balance ha sido, por lo general, tremendamente negativo, evidenciando el notable deterioro de los espacios con valor patrimonial del yacimien-

to de la antigua Osuna. Pero lo que pudiera justifi carse por el evidente paso del tiempo, acrecentado en este caso por la progresiva mecanización de unas propiedades agrícolas que han abandonado en ese tiempo las prácticas agropecuarias tradicionales menos lesivas, han recibido un plus demasiado negativo desde dos instancias bien diferentes.

De un lado, es evidente que la extensión de las áreas ex-tractivas de piedra redujeron proporcionalmente el espacio arqueológico; destruyendo un notable patrimonio, gracias a su mayor desarrollo en momentos en que la protección de los bienes arqueológicos no dependían, tanto como ahora, de la responsabilidad política de las autoridades.

Por otro, la presión urbana ha determinado el estado actual de deterioro de las áreas paisajísticas que se han destacado en muchas de las fotografías analizadas. Aunque en esta úl-tima circunstancia, buena parte del proceso destructivo se ha producido en una época en la que la cautela patrimonial se ha vendido –contradictoriamente– como ejemplar.

Desde palestras editoriales como estos Cuadernos poca efi cacia directa se tendrá en este ámbito de la conservación de los bienes arqueológicos, pero sí podremos tratar de con-cienciar a cuántos nos lean de la necesidad de cambiar el errado rumbo que hasta ahora ha primado en la preservación de la herencia histórica de la Osuna pasada.

12. LA MURALLA ENGEL/PARIS DESDE EL NORESTE EN 1903 Y VISTA DEL MISMO PROMONTORIO EN LA ACTUALIDAD (© J.A. PACHÓN, 2015).

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EL RETABLO DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUADE LA COLEGIATA DE OSUNA

Por

ANTONIO JOAQUÍN SANTOS MÁRQUEZ1

Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla

La1 Colegiata de Osuna guarda, sin lugar a dudas, un rico patrimonio retablístico. De épocas muy diversas, que van desde su fundación hasta el siglo XVIII, es-

tas obras dan buena fe del consabido mecenazgo ducal, de la propia riqueza de la institución y de sus capitulares en el pasado, así como de la devoción de muchos ursaonenses que también patrocinaron la decoración de sus altares. Desafor-tunadamente, aún existen grandes lagunas sobre la historia de muchas de estas creaciones, sobre todo cuando han sido ensombrecidas por las sobresalientes piezas maestras que custodia el templo, como es el caso de la obra que vamos a estudiar, el retablo de Nuestra Señora de la Antigua. Presi-diendo su capilla homónima, siempre ha pasado totalmente desapercibido por estar junto al portentoso y célebre Calva-rio de José de Ribera. De hecho, incluso en los estudios que se han realizado sobre este templo, ni siquiera es menciona-do o, si aparece, simplemente reseñado como creación die-ciochesca. Pues bien, de manera tangencial, hemos podido averiguar parte de la historia del mismo, ubicarlo cronológi-camente, conocer su mecenas y adjudicarlo a sus verdaderos autores. Todo ello, gracias a una serie de datos insertos en un largo expediente abierto para la realización de la nueva solería que fue colocada en el templo durante el último lustro del siglo XVIII y el de la siguiente centuria. Concretamente, 1 [email protected]

el 5 de enero de 1799, el vicario general del Arzobispado, don Joaquín María de Torres, pidió al canónigo más antiguo de la Colegial ursaonense, que era el presbítero y comisario del Santo Ofi cio, el licenciado don Luis de Torres y Mantilla, que diera su parecer e informase sobre la situación en la que se hallaba el pago de la solería del templo. Unos trabajos que, en esos momentos, se encontraban paralizados y sus canteros en una situación económica bastante precaria, por haber existido falta de previsión y cálculo en el precio de la obra. En dicho informe, Torres y Mantilla ratifi ca la penosa situación en la que se hallaban Nicolás y Ceferino Blanco, lapidarios de Estepa y encargados de realizar la solería de la colegial, y elogia el prestigio de ambos, como reputados artistas en Sevilla y Córdoba, además de alertar del claro co-nocimiento de su trabajo. Concretamente, argumenta que él les había encargado hacer para la capilla de Nuestra Señora de la Antigua el retablo de su titular, cuya piedra y mármoles habían sido extraídos de las canteras de Teba. Por lo tanto, el retablo estuvo concluido a fi nales del año 1798 y fue labrado por estos dos ostipenses, cuya tradición y vínculo con Osuna es sobradamente conocido2.

Los Blanco eran originarios de Asturias, concretamente de

2 Archivo General del Arzobispado de Sevilla. Sección Justicia. Serie Ordi-nario-Fábrica, Legajo 11307. Autos para la solería de la iglesia Colegial de Osuna, año 1795, f. 85 recto.

ANTONIO JOAQUÍN SANTOS MÁRQUEZ El retablo de Nuestra Señora de la Antigua..., pp. 75-77