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Gaceta Laboral ISSN: 1315-8597 [email protected] Universidad del Zulia Venezuela García, Brígida; Rojas, Olga Cambios en la formación y disolución de las uniones en América Latina Gaceta Laboral, vol. 08, núm. 3, septiembre-diciembre, 2002, pp. 391-410 Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=33608305 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Gaceta Laboral

ISSN: 1315-8597

[email protected]

Universidad del Zulia

Venezuela

García, Brígida; Rojas, Olga

Cambios en la formación y disolución de las uniones en América Latina

Gaceta Laboral, vol. 08, núm. 3, septiembre-diciembre, 2002, pp. 391-410

Universidad del Zulia

Maracaibo, Venezuela

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=33608305

Cómo citar el artículo

Número completo

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Página de la revista en redalyc.org

Sistema de Información Científica

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Cambios en la formación y disoluciónde las uniones en América Latina

Brígida GarcíaOlga RojasProfesora-investigadora del Centro deEstudios Demográficos y de DesarrolloUrbano de El Colegio de México.Investigadora Asociada del ProgramaSalud Reproductiva y Sociedad de El Co-legio de México.

Resumen

En este trabajo se analizan los cam-bios sociodemográficos más significati-vos ocurridos en los patrones de uniónen América Latina que podrían suge-rir la proximidad de una segunda tran-sición demográfica. Para ello se revi-san tres aspectos fundamentales: lasmodificaciones en la edad media a launión, el incremento en la disoluciónde las uniones y, finalmente, la preva-lencia de las uniones consensuales. En

cada uno de estos aspectos se sinteti-za el conocimiento existente hasta lafecha y se exploran las conexiones en-tre la desigualdad social y los cambiosen los patrones de formación familiar.A partir del análisis de los datos queaquí se presentan se concluye que nohay suficiente evidencia para soste-ner que los países latinoamericanosestén experimentando una segundatransición demográfica.

Palabras clave Patrones nupcialidad, edad unión, disolución uniones, unionesconsensuales, pobreza.

Changes in the Formation and Dissolutionof Family Unions in Latin America

Abstract

This paper analyses the most sig-nificant social-demographic changes

which have occurred in family forma-tion (union) activity in Latin America,

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Recibido: 20-02-02 . Aceptado: 14-07-02

and which could suggest the nearingof a second demographic transition.To do this three fundamental aspectsare analyzed: modifications in the av-erage age of union groups, the in-crease in the dissolution of unions,and the prevalence of consensual un-ions. In each of these aspects presentup-to-date knowledge is synthesized,

and connections between social ine-qualities and changes in family for-mation patterns are explored. Basedon the analysis of data the conclusionis that there is not enough evidence tosustain that Latin American coun-tries are experimenting a seconddemographic transition.

Key words: Marriage patterns, marriage age, marriage dissolution,consensual unions, poverty.

Introducción

El objetivo de este trabajo es siste-matizar y poner al día el conocimientoexistente sobre las principales trans-formaciones ocurridas en la forma-ción y disolución de las uniones enAmérica Latina, a la luz de un posibleadvenimiento de la segunda transi-ción demográfica. Nuestra estrategiaha consistido en seleccionar tres as-pectos fundamentales: las modifica-ciones en la edad media a la unión, elincremento en la disolución de lasuniones y, finalmente, la prevalenciade las uniones consensuales a fin deilustrar el tipo de preguntas y la natu-raleza de las respuestas que están te-niendo lugar en nuestra región en uncontexto de globalización, reestructu-ración económica y desigualdades so-ciales persistentes.

Dado nuestro interés analítico, nosimporta no sólo clarificar los posiblesniveles y tendencias que se observanen torno a estos fenómenos y los retosque se enfrentan para establecerlos alo largo del tiempo, sino también tra-tar de establecer comparaciones con

los países desarrollados y, fundamen-talmente, ver en qué medida lastransformaciones que tienen lugarson una expresión de las carencias delos grupos más necesitados, o tam-bién, en el otro extremo, una muestrade las nuevas formas de vivir de lasminorías más privilegiadas de la re-gión latinoamericana. En todo mo-mento también buscamos estar aten-tas a posibles significados distintosentre sectores sociales allí donde pre-valece un mismo patrón a lo largo detoda la sociedad.

El universo temporal de nuestrotrabajo es la segunda mitad del sigloXX, aunque no en todas las ocasio-nes fue posible localizar informaciónpara la totalidad de este periodo. Enlo que toca a la cobertura geográfica,nuestro esfuerzo ha estado encami-nado a la inclusión de un númeroamplio de países de la región, bus-cando siempre una buena represen-tación de contextos nacionales condiferentes niveles de desarrollo rela-tivo. Además, con fines comparati-vos, se toma en cuenta información

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referente a los Estados Unidos y Ca-nadá, y se persigue establecer distan-cias o cercanías, convergencias y di-vergencias con respecto a los patronesde unión y de disolución conyugalesen Latinoamérica.

Como antecedente necesario delanálisis que sigue hay que señalarque en el año 2000 era muy importan-te la proporción de población latino-americana que continuaba teniendoniveles de vida deficitarios. Durantelos dos últimos decenios del siglo XX,la mayor parte de los países de la re-gión se vio inmersa en el proceso deglobalización a la vez que enfrentóuna severa crisis de su deuda externay un subsecuente proceso de reestruc-turación económica. Es cierto que des-pués de la “década perdida” de losochenta, durante gran parte de los no-venta tuvieron lugar aumentos mo-destos del producto per cápita (1.4%para un conjunto de 19 países durante1990-1997), pero en 1998-1999 esteindicador del producto descendió has-ta –0.5% motivado en cierta medidapor la turbulencia financiera interna-cional de la crisis asiática y la depre-sión en el precio de las materias pri-mas. Siguiendo estas tendencias, elporcentaje de la población pobre bajóde 41 a 36% en el primer período, peroes muy probable que este descenso sehaya revertido después. En la actuali-dad se estima que la cifra de latino-americanos pobres no estaría por de-bajo de los 220 millones (de un total dealrededor de 518 millones en el año2000) (datos de CEPAL, 2000). Segúnesta misma fuente, los sectores me-dios en nuestra región son sin dudaminoritarios, ya que tres cuartas par-

tes de la población de América Latinaobtiene ingresos promedio que no re-basan 4 líneas de pobreza, lo cual seconsidera insuficiente para que unafamilia típica pueda salir de su condi-ción precaria. Los países peor ubica-dos en términos de niveles de pobrezaalrededor del año 2000 eran Bolivia,Ecuador, Haití, Honduras y Nicara-gua, y los relativamente mejor situa-dos en ese momento eran Argentina,Chile, Costa Rica y Uruguay.

A la par que persisten en AméricaLatina grandes desigualdades socioe-conómicas -entre países y al interiorde ellos- interesa para los fines de estetrabajo destacar importantes trans-formaciones en procesos tales como eldescenso de la mortalidad y la fecun-didad, el incremento de los niveles deurbanización y de escolaridad prome-dio, así como la elevación de la partici-pación femenina en los mercados detrabajo. Hacia finales del siglo XX sehabía alcanzado en la región una es-peranza de vida al nacer de 66 y 73años para hombres y mujeres respec-tivamente, una tasa global de fecun-didad ligeramente inferior a los 3.0hijos por mujer, una tasa de inserciónescolar en los niveles de primaria y se-cundaria superior al 80% en la mayo-ría de los países y una tasa de partici-pación laboral femenina de casi 40%con respecto a la población de 12 añosy más1. Muchos de estos cambios hanafectado sobre todo a la vida de lasmujeres, y hoy se menciona con fre-cuencia que como antecedente y con-secuencia de dichas transformacionesse está dando un cambio en el ámbitode las ideas y las valoraciones relacio-nado con una creciente pérdida de im-

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portancia del poder y control patriar-cal, religioso y del Estado, además deun creciente proceso de individuacióny autonomía femeninas, sobre todo enlo que respecta a la separación entrela vida sexual y reproductiva, graciasa la anticoncepción. Todo lo anteriorllevaría a que se incremente cada vezmás, tanto la ocurrencia como la tole-rancia, hacia nuevos patrones de for-mación y de interrupción voluntariade las uniones, así como nuevas for-mas de convivencia y residencia fami-liar (véase, Jelín, 1991; Wainerman yGeldstein, 1994; Ramírez, 1995; Sa-lles y Tuirán, 1998; Ariza y Oliveira,2001).

Es importante, sin embargo, docu-mentar la rapidez y la extensión de es-tos procesos de cambio, sobre todo te-niendo en cuenta las inequidades queprevalecen en América Latina, lascuales pueden haberse aún incremen-tado en algunos órdenes con los proce-sos de globalización y de reestructura-ción económica y social2. Desde estaperspectiva, es útil recordar que han

coexistido en la región dos modelos detransición demográfica de altos a ba-jos niveles de mortalidad y fecundi-dad: uno, identificado con los sectoressociales más beneficiados por el desa-rrollo económico, la urbanización y elincremento en los niveles de escolari-dad promedio, más cercano cultural-mente a los patrones modernos de re-producción, basado en la ampliacióndel uso de métodos anticonceptivos.El otro, propio de los sectores más po-bres y tradicionales de la sociedad,poco beneficiados por el desarrollo ysobre los que se impuso la moderniza-ción. En estas capas sociales –ruralesy urbanas marginadas- la fecundidaddescendió con los programas de plani-ficación familiar, pero sin habersedado mejorías sustanciales en sus ni-veles de vida (véase, Zavala de Cosío,1996; Guzmán et al., 1996).

Por otro lado, es bien conocido quea partir de los 1960s en la mayoría delos países desarrollados han surgidonuevos patrones en la formación delas uniones y en la conformación de

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1 Con excepción de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, AméricaLatina es la región en desarrollo cuyos indicadores de urbanización, escolaridad,mortalidad y fecundidad se asemejan en mayor medida a los de los países hoy desa-rrollados (véanse las tablas de indicadores demográficos y sociales elaboradas porlas Naciones Unidas -1998- y por el Population Reference Bureau-2000). (Véasetambién, De Graff y Anker, 1999 y UNESCO, 1999).

2 Aparte de los niveles de pobreza mencionados con anterioridad, se indican con fre-cuencia al menos los siguientes aspectos en los cuales la desaparición del Estado debienestar puede haber afectado los niveles de vida de las familias latinoamericanas:unos estarían relacionados con la eliminación de los subsidios a la alimentación y alos servicios básicos y la reestructuración del sistema de seguridad social en la ma-yoría de los países, y otros tendrían que ver con el mercado de trabajo, en especial suprecarización (crecimiento del número de empleos sin prestaciones sociales y sincontratos permanentes) y la presencia constante del sector informal.

las familias que se consideran propiosde una segunda transición demográfi-ca. Según los principales estudiosos,algunos de los elementos presentes enesta segunda transición serían: lacada vez mayor postergación de lasuniones, la mayor presencia de lacohabitación y la procreación extra-marital, así como el incremento de ladisolución de las uniones y las fami-lias reconstituidas (van de Kaa, 1987;Lesthaeghe, 1995). Varios cambioseconómicos, sociales y culturales degran envergadura estarían por detrásde esta segunda transición demográfi-ca, que se considera como un síntomamuy relevante del fin del control reli-gioso o de las doctrinas políticas sobrela vida personal. El papel central loestaría jugando la creciente autono-mía individual y la emancipación eco-nómica femenina, que llevarían a de-mandar mayor calidad y menor asi-metría en las relaciones entre los gé-neros, en un marco de aspiraciones in-dividuales crecientes en lo que toca alconsumo y a los estándares de vida(véase, Lesthaeghe, 1995).

En América Latina, la pregunta so-bre el posible advenimiento de la se-gunda transición demográfica –o so-bre las nuevas tendencias que carac-terizan a algunos de sus componen-tes- está cada vez más presente en losestudios de nupcialidad y familia.3 Noobstante, las respuestas no son homo-

géneas -variando según la informa-ción y metodología que se utilice, asícomo el país de que se trate- lo cualjustifica nuestro esfuerzo por inten-tar ofrecer un panorama más general.Son muchos los aspectos que estaríaninvolucrados en un tratamiento com-prehensivo de este tema, pero la exis-tencia de estudios previos, la disponi-bilidad de información, así como losintereses analíticos de este trabajonos han llevado a priorizar tres fenó-menos. Abordaremos primero, y demanera conjunta, los cambios en laedad de entrada a la unión conyugal yla disolución marital, y posteriormen-te analizaremos lo referente al incre-mento y significado de las unionesconsensuales.

La postergación y la disoluciónde las uniones en América

Latina

Los estudios comparativos sobre lanupcialidad latinoamericana nos hanpermitido conocer la evolución de laedad a la unión en varios países de laregión en el transcurso del siglo XX,así como documentar algunas de lasprincipales diferencias que se presen-tan entre los diversos contextos nacio-nales. Por medio de ellos sabemos quela edad a la unión conyugal en Améri-ca Latina no es excesivamente joven,que ha mostrado mucha estabilidad alo largo del tiempo, y que no jugó un

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3 Véanse, por ejemplo, Rossetti, 1993 y Quilodrán, 1999, para varios países en la re-gión; Wainerman y Geldstein, 1994, para Argentina; Muñoz y Reyes, 1997, paraChile; Ariza y Oliveira, 1999a, para diversos países del Caribe; y Quilodrán, 2000;Solís, 2000; Gómez de León y Rabell (en prensa) para México, entre otros.

papel central en la reducción de los ni-veles de fecundidad. En los 1980s unaparte importante de los países teníauna edad promedio a la unión conyu-gal entre 20 y 21 años, en algunas delas naciones del cono sur como Argen-tina, Brasil, Chile y Uruguay dichaedad era un poco más tardía (23 años)y en varios países de América Centraly del Caribe era un poco más tempra-na (entre 18 y 19 años) (véanse, ONU,1990; Rosero-Bixby, 1996 y Zavala deCosío, 1996).

Aunque las transformaciones en laedad a la unión en Latinoamérica hansido de magnitud reducida, en diver-sos diagnósticos para el conjunto de laregión se toma la posición de destacarla tendencia a la alza en este particu-lar (véanse, por ejemplo, Rossetti,1993, CEPAL, 1994 y Ramírez, 1995).En cambio, en otros estudios compa-rativos se es más escéptico sobre laexistencia de un patrónregional de in-cremento en la edad a la unión conyu-gal, por lo menos hasta finales de losaños ochenta (véanse, ONU, 1990 yRosero-Bixby, 1996). Es relevante en-tonces aportar evidencia adicionalpara intentar enriquecer la discusiónsobre la ubicación de América Latina

en el posible inicio de una segundatransición demográfica.

En el Cuadro 1 se presenta infor-mación sobre la edad media de los sol-teros al momento de la unión hasta losaños 1990s y permite examinar paraun conjunto de 11 países latinoameri-canos (en forma comparativa con Es-tados Unidos y Canadá) la evoluciónde este indicador para las últimas dé-cadas4. Con base en esta informacióncabe reafirmar que los cambios másperceptibles se observan para las mu-jeres, y que la tendencia sigue siendoa la alza pero de magnitud siempremodesta. Asimismo, llama la aten-ción el hecho de que hacia finales delperiodo analizado la brecha entre losdiferentes países haya tendido a ce-rrarse. Aún naciones como Panamá,El Salvador y Guatemala que partíande las edades femeninas más tempra-nas, se acercaban en esa fecha a los21-22 años de edad promedio a launión conyugal, lo cual hace que todosestos contextos nacionales se ubiquende manera cada vez más cercana al ni-vel de los 23 años que tenían desde elcomienzo del periodo Argentina, Chi-le y Uruguay. En lo que respecta a loshombres, su edad promedio a la unión

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4 En los datos del cuadro 1 se consideran tanto las uniones consensuales como los ma-trimonios. Al interpretarlos hay que tener en consideración que la calidad de la in-formación sobre ambos tipos de eventos es de calidad diferencial, ya que las unionesconsensuales –más comunes en Centroamérica y el Caribe- no siempre se reportancomo uniones maritales, aun cuando son socialmente reconocidas como tales (ONU,1990; De Vos, 1999). En todo caso, es necesario tener en consideración que la edadpromedio de las mujeres a la primera unión varía de acuerdo con el tipo de la misma,puesto que se sabe que quienes inician una relación consensual lo hacen de maneramás temprana que quienes contraen matrimonio (véase, Quilodrán, 1999).

no ha variado significativamente conel paso del tiempo, y de hecho se apre-cia una disminución en algunos paí-ses, lo cual ha propiciado que las dife-rencias de edad entre los cónyuges sehayan reducido ligeramente.

Lo anterior nos indica que la unióno el matrimonio permanece como unaalternativa central en la vida de muje-res y hombres jóvenes latinoamerica-nos, y que la postergación de esta op-ción de gran trasfondo cultural siguesiendo paulatina. Al parecer, en nues-tro caso se trata todavía de uno de losaspectos de la vida familiar más difíci-les de transformar de manera acen-tuada, aún en presencia de cambiossocioeconómicos y en la vida femeninacomo los que hemos señalado. En todocaso, hay que subrayar que hacia el fi-nal del siglo XX existe una diferenciaconsiderable en la edad de entrada ala unión conyugal entre América Lati-na y los Estados Unidos y Canadá (en-tre 3 y 4 años de diferencia en las eda-des medias a la unión).

También habría que destacar quelos modestos incrementos en la edadpromedio a la unión al parecer siguendándose de manera diferenciada en-tre sectores sociales, zonas de mayor ymenor desarrollo económico o resi-dencia rural-urbana. Investigacionesrecientes coinciden en señalar distin-

tos patrones según estos diversos ejesde diferenciación social (aunque nosabemos de estudios comparativosque incorporen estas dimensiones so-cioeconómicas a lo largo del tiempo).Se indica la presencia de un patrón denupcialidad más precoz entre los sec-tores sociales pobres y marginadosdel ámbito rural (campesinos, jorna-leros agrícolas e indígenas), y urbano(trabajadores no asalariados con ocu-paciones inestables) con bajos nivelesde escolaridad, frente a los que preva-lecen entre los sectores de ingresosmedios y elevados urbanos y con altosniveles de escolaridad (profesionales,técnicos y personal directivo)5. Todohace pensar que son precisamente lascondiciones de pobreza e inestabili-dad las que propician y explican el ini-cio más temprano de las uniones. Confrecuencia las mujeres en estas cir-cunstancias se unen o contraen ma-trimonio a edades tempranas parahuir de la pobreza y de los conflictosfamiliares (véanse, Geldstein, 1994;Riquer, 1998 y la evidencia que se sis-tematiza en Oliveira et al., 1999).

¿Son las tendencias actuales en ladisolución marital por separación odivorcio semejantes a las observadasen la edad a la unión? Esta es una pre-gunta más difícil de contestar, en pri-mer lugar por la escasez de trabajos

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5 Véanse Wainerman y Geldstein (1994) para Argentina; Muñoz y Reyes (1997) paraChile; Quilodrán (en prensa) y Vázquez (2000) para México; y ONU (1990), Rossetti(1993) y Ramírez (1995) para Latinoamérica en general.

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sobre este aspecto en la región6. Tam-bién cuenta el hecho de que no todaslas fuentes de información disponi-bles registran de manera adecuadalas separaciones que provienen de lasuniones consensuales y de los matri-monios, cuando se sabe que la separa-ción, más que el divorcio, es la formapreferente de disolución de la uniónconyugal, independientemente de sutipo. De tal suerte que si se tomaranen cuenta las separaciones, el nivel dedisolución marital se incrementaríaconsiderablemente. Además, hay querecordar que hasta 1985 siete de 19países de América Latina (Argentina,Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Nica-ragua y Paraguay) no tenían una leyde divorcio (Rossetti, 1993).

Con las salvedades expuestas, esmuy ilustrativo observar la evolucióndel cociente entre divorcios y matri-monios que se presenta en el Cuadro 2para un total de 9 países de la región(junto con Estados Unidos y Canadá).Este es un indicador muy grueso delfenómeno de la disolución marital, nosólo por su naturaleza, sino por el he-cho de que se refiere a la interrupciónvoluntaria de los matrimonios legal-mente constituidos (divorcios) y no alas separaciones. No obstante, es útilporque nos permite trazar una ten-dencia de mediano plazo y además in-corporar información hasta 1996 para

un número interesante de contextosnacionales.

En lo que respecta al nivel que al-canza el cociente entre divorcios y ma-trimonios, sigue sobresaliendo el casode Cuba -muy cercano ya a EstadosUnidos y Canadá- país que presentano sólo una elevada escolaridad y par-ticipación femenina en los mercadosde trabajo, sino un marco institucio-nal y legal que ha facilitado la concre-ción de las interrupciones voluntariasde los matrimonios y también de losembarazos. En el caso cubano -y tam-bién en el de otros países del Caribeque presentan un grado elevado de di-solución marital como Puerto Rico y laRepública Dominicana7- también ha-bría que tener en cuenta el posiblepeso de la herencia cultural de matri-focalidad en algunos sectores socia-les, la cual puede facilitar la disolu-ción de uniones conflictivas, así comola formación de hogares jefaturadospor mujeres.

En lo que concierne a las tenden-cias, la información del Cuadro 2 nosindica que en la gran mayoría de loscasos se ha incrementado de manerasistemática y acentuada el cocienteque relaciona los divorcios con los ma-trimonios. Sin embargo, también seaprecian algunas diferencias al inte-rior de la región, pues mientras enCosta Rica se duplicó y en Venezuela

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6 Algunos de los estudios que incorporan mayor cantidad de países y momentos en eltiempo sobre este tema en América Latina están principalmente centrados en el po-sible efecto de la disolución de las uniones sobre la disminución de la fecundidad(véase, Rossetti, 1993; Rosero-Bixby, 1996).

7 República Dominicana no está incluida en el Cuadro 2, pero sabemos por otros estu-dios de su elevado índice de disolución marital (véase Rosero-Bixby, 1996).

se cuadruplicó entre 1980 y 1996, enMéxico y Guatemala se mantuvo casiconstante. Pese a que se parte de nive-les muy reducidos, consideramos queen este fenómeno de la disolución ma-rital hay indicios de transformacióndignos de ser tenidos en cuenta. Esimportante establecer con mayor pre-cisión su verdadero alcance, y tam-bién conocer mejor los factores que leestán dando origen, tanto de ordenmacrosocial como en lo relacionadocon la posición de la mujer en la socie-dad y las relaciones entre los géneros.

Por lo que toca a los diferencialessocioeconómicos en la interrupciónvoluntaria de la unión o el matrimo-

nio, la información con que contamosno es concluyente. Por un lado, hay es-tudios que indican una relación inver-sa entre posición socioeconómica y di-solución marital, que probablementetenga mucho que ver con el fenómenode las uniones consensuales más ca-racterísticas de los estratos menos fa-vorecidos8. Y por otro lado, ciertas in-vestigaciones reportan que la inte-rrupción del vínculo conyugal es másfrecuente cuando hay un mayor desa-rrollo socioeconómico, en las áreas ur-banas y a medida que tiene lugar unaparticipación -en el ámbito público-más amplia de la mujer. Por ello se es-tablece que la propensión a la separa-

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Cuadro 2América Latina (9 países), Canadá y Estados Unidos

cociente de divorcios (1960-1996)(Porcentajes)

Fuentes: a) Para 1960-1989: Suárez (2000), con base en Demographic Yearbook 1976, 1982, 1991y 1993; b) Para 1993 y 1996: cálculos propios con base en Demographic Yearboo, 1997; c) Cifraspara 1995.

8 De acuerdo con los resultados de la investigación de Geldstein (1994) en barrios po-pulares del área metropolitana de Buenos Aires, entre los sectores populares las cir-cunstancias económicas de crisis recesivas se han constituido en un factor que incre-menta el número de separaciones conyugales.

ción ha aumentado de acuerdo con laescala social, y que es mayor cuandolas mujeres trabajan o estudian y en-tre las que perciben un ingreso igual osuperior al del cónyuge. Se señalatambién en esa dirección que el divor-cio (o las nulidades por el civil en elcaso de Chile) es una práctica más fre-cuente entre los sectores medio y alto,ya sea porque se divorcian los que sehan casado legalmente, o porque el di-vorcio supone atravesar trámites le-gales que demandan erogaciones eco-nómicas, por lo que las personas de es-casos recursos difícilmente acuden alos tribunales para formalizar la diso-lución matrimonial9.

Estos hallazgos ponen de manifies-to la necesidad de mayor investiga-ción en este campo, pues nos alertansobre el hecho de que sería incorrectoatribuir un sentido unívoco a los dis-tintos tipos de disolución conyugal(separación, divorcio, anulaciones)entre los diferentes sectores sociales.

En los futuros estudios sería muy im-portante tener en cuenta no sólo losfactores socioeconómicos detrás de es-tos fenómenos, sino también las moti-vaciones individuales10.

Las uniones consensuales en lassociedades latinoamericanas

Uno de los rasgos distintivos delpatrón de nupcialidad latinoamerica-no es la importancia de las unionesconsensuales, las cuales sabemos quepueden constituir una forma de uniónconyugal muy común y socialmentereconocida11. Se ha argumentado queeste particular vínculo conyugal tieneimportantes raíces históricas puestoque constituye un vestigio del pasadocolonial y de la esclavitud, aunque al-gunos autores enfatizan que el princi-pal factor determinante es la pobreza(véase, Charbit, 1987). La informa-ción estadística existente ha permiti-do constatar que, desde los 1950s, ha-bía una clara diferenciación en su pre-valencia a lo largo de la región puesto

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9 Véanse los trabajos de Ojeda, 1986 y Oliveira et al., 1999, para México; Geldstein,1994, Wainerman y Geldstein, 1994 y Meler, 1998, para Argentina; Muñoz y Reyes,1997, para Chile; Rossetti, 1993 y Ramírez, 1995, para América Latina en general.

10 Una investigación en Chile constató que los sectores sociales de mayores ingresosatribuyen la interrupción conyugal a motivos relacionados con la propia relación: in-compatibilidad, incomunicación o inmadurez. En tanto que en los sectores más po-bres los problemas económicos cobran especial relevancia. También se encontraronevidencias de que en los sectores medio y alto son las mujeres preferentemente lasque manifiestan su deseo de romper la relación, mientras que en los sectores de esca-sos recursos son los varones quienes toman la decisión de abandonar el hogar (Mu-ñoz y Reyes, 1997).

11 Hallazgos al respecto han sido aportados desde finales de los años setenta y princi-pios de los ochenta por investigaciones pioneras realizadas por Camisa (1977) y Qui-lodrán (1985).

que las proporciones de mujeres uni-das consensualmente eran muchomayores en la mayoría de los paísescentroamericanos y del Caribe -endonde este tipo de vínculo puede ad-quirir incluso mayor importancia quelos matrimonios- en contraste con loque ocurre en varios países de Améri-ca del sur, o también en el caso de Mé-xico, en donde las uniones consensua-les siempre han sido menos relevan-tes (Camisa, 1977; ONU, 1990;Rossetti, 1993; Ramírez, 1995; CastroMartin, 1997; Quilodrán, 1999).

Las investigaciones sobre el temahan corroborado que la consensuali-dad es más común entre los sectoressociales menos favorecidos –donde lasubordinación femenina es mayor-,con menor nivel de instrucción y entrela población que reside en ámbitos ru-rales y urbanos marginados. Se cono-ce también que la unión libre ha sidotradicionalmente más temprana queel matrimonio y que es más frecuenteentre los jóvenes, quienes inician suvida conyugal de esta manera, casisiempre con la aspiración de legalizarsu unión, y de hecho, en varios países

se ha constatado que proporcionessignificativas de las uniones consen-suales se legalizan con el tiempo. Porello, la importancia de las unionesconsensuales tiende a disminuir con-forme aumenta la edad o se cambia laobservación de la primera unión a launión actual, en la medida en que es-tas uniones se disuelven o se legalizanprogresivamente. Asimismo, tambiénse sabe de tiempo atrás que las unio-nes libres tienden a ser más inesta-bles que las uniones legales y que alparecer esta inestabilidad tiende aser más común en las zonas urbanasque en las rurales12. En fin, la uniónlibre tradicional latinoamericana seencuentra lejos de ser un símbolo deemancipación femenina y de abando-no de las normas que rigen la institu-ción matrimonial, tal y como sí sucedeen la actualidad en los países desarro-llados (véase la argumentación eneste sentido en Castro Martin, 1997 yQuilodrán, 2000)13.

Las evidencias estadísticas presen-tadas en diversos trabajos indican unincremento significativo de las unio-nes consensuales en América Latina

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12 Véanse, Quilodrán, 1985 y 1999, Charbit, 1987; Ojeda, 1988; ONU, 1990; Rossetti,1993; Ramírez, 1995; Rosero-Bixby, 1996 y Castro Martin, 1997.

13 Este planteamiento también ha sido desarrollado en profundidad para el caso de las“uniones de visita” caribeñas en comparación con el modelo de “living apart to-gether” europeo por Ariza y Oliveira (1999). Estas autoras argumentan que ambospatrones de unión se aproximan en sus aspectos formales, pero que no puede hablar-se de una convergencia entre ellos. Las “uniones de visita” constituyen una prácticasocial de larga tradición histórica y cultural que se concentra en las etapas inicialesde formación de la pareja, y que tienden también a legalizarse por medio del matri-monio incluso con mayor frecuencia que las uniones consensuales en algunos países.En este caso no podría propiamente hablarse de una desinstitucionalización de la fa-milia, sino más bien de lo contrario.

durante la segunda mitad del sigloXX, especialmente en aquellos paísesdonde eran menos importantes (Ar-gentina, Chile, Brasil). Como puedeverse en el Cuadro 3, este aumentotiene lugar a lo largo de diferentes dé-cadas, y definitivamente podemos de-cir que lejos de perder su ímpetu, lo haincluso aumentado en muchos casosen los años 1980-1990, último periodoconsiderado. También es interesantedestacar -como ya ha sido hecho enotros trabajos- que, a pesar de los in-crementos, todavía en la actualidadvarios países centroamericanos y delCaribe permanecen con mayores por-centajes de uniones libres que los al-canzados por diversas naciones deAmérica del Sur, además de México yCosta Rica (véanse, Rosero-Bixby,1996; Castro Martin, 1997 y Quilo-drán, 1999)14.

¿Se deben estos aumentos a unaacentuación del fenómeno de la uniónlibre tradicional, o también indican elsurgimiento de un tipo de unión con-sensual distinta con característicassemejantes a la de los países desarro-llados? Esta es una pregunta clave en

los estudios actuales de nupcialidad yfamilia latinoamericana y demandaun diseño específico de investigaciónque tenga en cuenta las característi-cas socioeconómicas de las nuevasuniones que se están formando segúndistintos patrones.

Estudios de este tipo han sido lle-vados a cabo al menos en los casos deMéxico, Argentina y Chile, con resul-tados un tanto diferentes. Por ejem-plo, en el caso de México, Quilodrán(2000) y Solís (2000) parten de consta-tar que se ha registrado en los últimosaños de la década del noventa un im-portante incremento de la cohabita-ción en este país15. No obstante, lle-gan a la conclusión de que no se tratade un fenómeno nuevo, sino del mis-mo tipo de consensualidad conocidade tiempo atrás, asociada a ámbitosrurales, a población pobre y con esca-sa escolaridad.

Por el contrario, en los casos deChile y Argentina -donde también separte de fundamentar un incrementode la población conviviente-16, algu-nos autores subrayan más los cam-bios, aunque habría que llevar a cabo

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14 En la interpretación de estas tendencias habría que tener en cuenta que en algunosde estos países no ha existido a lo largo de los años la opción del divorcio, por lo que laalternativa de la unión consensual a veces se presenta como la única posible despuésde una separación.

15 Estos incrementos son ciertamente considerables. Quilodrán encuentra que la pro-porción de uniones libres en el grupo de 15 a 19 años aumentó de 25.6% en 1970 a46.5% en 1997. Por su parte, Solís estima un crecimiento de la consensualidad de19.5% a 25.4% para las cohortes de mujeres nacidas entre 1943-1952 y 1968-1972.También Welti (2000) ha señalado recientemente que de 1990 a 2000 las uniones li-bres se han incrementado de manera notable entre los jóvenes mexicanos de 15 a 19años, de un 35.4% a 49.3%. Lo que implica que, entre las mujeres, una de cada dosadolescentes unidas actualmente vive en unión consensual.

investigaciones verdaderamente com-parativas que precisasen la extensiónde los mismos entre diferentes grupossociales en los diversos países de la re-gión. Por lo pronto, autores como Wai-nerman y Geldstein (1994) indicanque hacia 1989 en el área metropolita-na de Buenos Aires se incrementaron

las uniones consensuales principal-mente entre los sectores de menoresingresos; sin embargo, también seña-lan que más personas de los sectoresde mayores ingresos adoptaron estapauta de unión conyugal. Entre estosúltimos grupos mejor ubicados, lacohabitación sería una opción elegida

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Cuadro 3América Latina (19 países). Uniones consensuales entre

las mujeres de 15 a 49 años en unión marital (1970s-1990s)

Fuente: Adaptado de Castro Martin (1997) con base en Censos de Población y Encuestas Demo-gráficas y de Salud (DHS) para diferentes países; a) 1986; b) Mujeres de 15 a 44 años, 1987; c) 1988(Véase también Rosero-Bixby, 1996; Quilodran, 1999).

16 Entre 1982 y 1992 se señala en Chile una disminución de los casados legalmente yun aumento de los convivientes en todos los tramos de edad, tendencia que venía ob-servándose desde los años setenta. En 1992 más de medio millón de personas de 15años y más era conviviente, lo que representaba el 9.9% de los que vivían en pareja.Del total de unidos menores de 20 años, los que han optado por la cohabitación repre-sentan poco más de una quinta parte (21.6%) (Muñoz y Reyes, 1997). En Argentina,un análisis del estado civil en el área metropolitana de Buenos Aires entre 1980 y1989 mostró un descenso de la población casada (de 58 a 54 por ciento), pero acompa-ñado de un claro aumento de la población unida consensualmente en el transcursode esa década (de 4 a 7 por ciento) (Wainerman y Geldstein, 1994).

preferentemente por varones mayo-res de 40 años y por mujeres mayoresde 25 años. Para estas autoras estoshechos constituirían importantes in-dicaciones de un cambio social y cultu-ral. El tránsito hacia la consensuali-dad obedecería entonces a diferentesrazones y significados, puesto que en-tre los jóvenes de sectores de bajos in-gresos se debería a dificultades econó-micas para constituir un hogar, entanto que entre las personas mayoresde sectores de altos ingresos sería pro-ducto de nuevas uniones posteriores aseparaciones y divorcios (Wainermany Geldstein, 1994).

De manera similar a la argumenta-ción anterior, en el caso de Chile seafirma de manera más contundenteque las uniones consensuales estánempezando a constituir una verdade-ra opción de unión conyugal entre lossectores de mayores ingresos. En efec-to, Muñoz y Reyes (1997) llegan a laconclusión de que la consensualidades similar en las zonas urbanas y ru-rales, y que si bien es más frecuenteentre la población más pobre, a nivelnacional se observa actualmente unalto grado de aceptación de este tipode unión en todos los sectores sociales.Se argumenta que entre los sectoresmás acomodados, la opción de la con-vivencia se encontraría motivada porla necesidad de permanecer juntospor razones afectivas, que se trataría

de un periodo de prueba antes del ma-trimonio, una forma de rechazar elformalismo legal o también un patrónque comienza a ser más habitual.

En síntesis, las tendencias exami-nadas en los patrones de formación ydisolución de las uniones en AméricaLatina nos indican que pueden estar-se dando en algunos países algunasseñales de cambio en la dirección deuna segunda transición demográfica;no obstante, la mayor parte de la evi-dencia impide afirmar que una trans-formación de esa envergadura estéplenamente en marcha y que los cam-bios observados tengan su origen enuna mayor autonomía individual yemancipación femenina, pues se tra-taría precisamente de lo contrario. Entodo caso, las modificaciones hastaahora tienen más que ver con el tipoy/o las pautas de disolución de lasuniones, y menos con el posterga-miento de la entrada a la unión. Laopción de diferir de manera acentua-da la entrada a la unión conyugal (o derenunciar a ella de manera definitiva)estaría menos presente en la actuali-dad en la región latinoamericana17.

Consideraciones Finales

La sistematización de algunos estu-dios y el análisis de la información quellevamos a cabo en este trabajo nospermitió llegar a los siguientes resul-tados sobre las transformaciones en la

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17 Aunque en este trabajo no tratamos la prevalencia de la unión conyugal en la región,se sabe a medida que se mejora la información que dicha prevalencia es elevada envarios países de la misma (véase ONU, 1990).

formación y disolución familiar enAmérica Latina ocurridas durante lasúltimas décadas del siglo XX. Loscambios principales atañen a la diso-lución marital y a las uniones consen-suales, que se han incrementado demanera notable en muchos países. Laedad a la unión continúa siendo la di-mensión para la que se observan me-nos transformaciones a lo largo deltiempo, aunque en los años 1990s nin-guno de los países considerados teníauna nupcialidad femenina precoz(menor a los 21 años). Pese a que loscambios en la disolución de las unio-nes y en las uniones consensuales vanen la dirección de lo que se ha llamadola segunda transición demográfica,consideramos que todavía dicha tran-sición no ha tomado su curso en Amé-rica Latina, porque gran parte de lastransformaciones tienen una natura-leza y un significado distinto. Al me-nos en el caso de las uniones consen-suales, quedó claro que su principalorigen sigue asentándose en la pobre-za y la subordinación femenina, aun-que se observaron indicios en la direc-ción opuesta en algunos países delcono sur y a los que hay que poneratención.

Si se consideran las diferencias alinterior de América Latina, nuestrainvestigación permite, en primer lu-gar, ratificar hallazgos anteriores queseparan a los países del cono sur delresto de la región. Encontramos queArgentina y Uruguay (y también Chi-le en casi todas las instancias) -paísesque hacia finales del siglo XX conta-ban con relativamente mejores condi-

ciones de vida y que estuvieron a lavanguardia de la primera transicióndemográfica- se diferencian clara-mente de los demás en lo que toca alas edades relativamente más tardíasa la primera unión y la menor preva-lencia de las uniones consensuales.En segundo término, los resultados deeste estudio también confirman quemuchos países centroamericanos ydel Caribe -donde el panorama econó-mico ha sido tradicionalmente más di-fícil y la herencia cultural de matrifo-calidad está tal vez más presente- sesiguen distinguiendo de los demás enlo que concierne a la mayor prevalen-cia de las uniones consensuales, y es-pecialmente el Caribe en lo que toca ala mayor disolución de las uniones.

Las diferencias son todavía muyconsiderables entre América Latina ylos países desarrollados de nuestrocontinente en lo que respecta a la for-mación familiar, puesto que en Cana-dá y Estados Unidos la edad promedioa la unión es mucho más tardía, y elsignificado de las uniones consensua-les probablemente continúe en granmedida siendo opuesto en los dos con-textos, aunque hay señales de algu-nos cambios en los países del cono surlatinoamericano que en el futuro ha-rían matizar esta aseveración. De talsuerte que aunque se podría argu-mentar que las tendencias analizadasen algunas de estas dimensiones iríanen la dirección de una eventual con-vergencia, hasta ahora hay señalessuficientes de que los patrones latino-americanos de formación y disoluciónfamiliar son significativamente dis-

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tintos a los de Estados Unidos y Cana-dá, lo cual tiene su origen en heren-cias culturales dispares y niveles dedesarrollo económico muy desiguales.

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