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MIGUEL ÁNGEL CAMPODÓNICO

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© Miguel Ángel Campodónico

© Librería Linardi y Risso

Juan Carlos Gómez 1435

Montevideo - Uruguay

 Tels.: 29157129 - 29157328

Fax: (598) 2915 7431

E-mail: [email protected]

www.linardiyrisso.com

ISBN: 978-9974-675-50-6

1ª edición, noviembre 2011.

Diseño de carátula: Rodolfo Fuentes

Impreso en Uruguay

Queda hecho el depósito que marca la ley.

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 Agradecimientos

a Florentina Viola

a Álvaro Risso

a Pablo Gelsi

a Ismael Piñero

a Damián Rapela

a Fernando Cortinasal Padre Lucas

a Miguel Ángel Campodónico

a Juan y en su nombre a todos los adictos en recuperación

Un particular agradecimiento a Jorge Brito, Presidente de

Banco Macro, quien me impulsó a dar una conferencia

sobre mi segunda cordillera, hecho que significó el inicio

de este libro.

“Empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible, y de pronto te

encontrarás haciendo lo imposible...”

San Francisco de Asís

El grupo es un respaldo indestructible que ayuda a despertar las cualidades

dormidas de cada uno de sus integrantes.

Carlitos Páez

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Dedicatoria

a mi hijo Carlos Diego (Mulú)

Homenaje

a mi madre Madelón, como símbolo de

todas las madres que sufren a lo largo

de este doloroso proceso

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INTRODUCCIÓN

Por Carlitos Páez

Confieso que cuando pensé en la posibilidad de publicar este libro meenfrenté a numerosas dudas antes de decidir que se hiciera realidad.

Razones de todo tipo hubo para que yo fuera postergando la realización de

aquella idea durante más de dos años, razón por la cual recién fue en este

2011 que acordé con Campodónico que se abocara a su escritura. Él

puede, precisamente, dar fe de que lo que digo sucedió tal como lo relato y

que la primera vez que estuvimos a punto de empezar a trabajar en el texto

fue cuando nos reunimos en junio de 2009.

Entre las razones que me llevaron a postergarlo me parece necesario

subrayar la verdad que consistía en que me costaba recordar el período enel que mi vida estuvo a merced de las drogas y, sobre todo, porque muy

probablemente eso se debiera a que yo no quería recordarlo. De todos

modos, ahora que el libro está pronto me doy cuenta de que se trata

apenas del esqueleto de lo sucedido, ya que resulta imposible abarcar en

su compleja totalidad lo vivido tantos años atrás. Pienso, además, que no

sería conveniente insistir hasta el cansancio con el mismo tema, llover

sobre mojado no haría otra cosa que convertir la lectura en una tarea

tediosa. Me interesa que el lector se encuentre con el núcleo y éste estoy

seguro que realmente está.

Hay una aclaración que me parece imprescindible formularla desde el

principio mismo. Fui yo quien le indiqué al autor los nombres de las

personas a quienes debería entrevistar para complementar la información

que yo mismo podría darle. Y a todos ellos los dejé en absoluta libertad, es

decir, yo me mantuve totalmente al margen, al extremo de que no me

enteré del tenor de sus declaraciones hasta que el libro estuvo terminado.

Esta actitud la tuve incluso con mi hija, a quien tampoco le sugerí ni

siquiera ni una palabra de lo que yo quisiera que dijera. Por lo demás,

tampoco ninguno de ellos sabía cuáles serían las preguntas que les

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formularía el autor.

Dije antes que el libro es una especie de esqueleto a lo que debo

agregar ahora que en un principio, cuando leí el original, me pareció que

no era suficientemente extenso. Sin embargo, inmediatamente despuéscomprendí que eso era lo que correspondía, al fin de cuentas numerosos

libros como, por ejemplo, “El Principito”, no son demasiado largos. Es que

en ellos lo que importa no es la cantidad de páginas que contienen sino la

esencia que encierran. Este trabajo es probable que pueda leerse en poco

tiempo, pero estoy seguro de que se digiere durante toda la vida.

 Yo aprendí que no era responsable de mi adicción, pero que en

cambio lo era de mi rehabilitación. El grupo fue fundamental, tal como en

el libro se explica, ya que la recuperación es muy vasta y necesita de los

otros. La semejanza que se me ocurre tiene que ver con lo que realiza enun circo el malabarista que con una larga vara metálica logra mantener

cinco platos en movimiento permanente mientras los hace girar allá en lo

alto sobre su extremo. Es precisamente el grupo el que ayuda a que el

rehabilitado también consiga mantener equilibrados todos los platos de su

vida, esto es, la familia, los hijos, los amigos, el trabajo, el dinero, la

vastedad en suma que supone el complejo regreso a la normalidad sin

drogas.

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PRÓLOGO

Por el Padre Lucas

A medida que iba leyendo estas páginas sobre “la Segunda Cordillera”rondaba por mi mente algo así como un subtítulo aclarador: “De la Lucha

por la Vida a la lucha por ser Persona”. Todos los seres vivientes venimos

dotados de muchas herramientas para enfrentar la vida pero el ser

humano tiene el privilegio de tener la ocasión de hacerse a sí mismo, claro

está que desde sus posibilidades. Podemos encontrar un sentido, disfrutar

del reino de los valores, ganarnos a nosotros mismos o perdernos la

oportunidad de encontrar ese “para qué” que hace de nuestra vida algo

grande a pesar de nuestros límites. Es una opción LIBRE de la que

debemos responder ante nosotros mismos y ante la sociedad.

En el planteo del primer apartado ya ronda esta idea: la primera

cordillera fue un accidente; la segunda una elección. De la primera pasó a

ser a los ojos de las gentes un héroe, casi un Dios. En la segunda, en su

lucha por superar la droga vemos a un héroe en lo cotidiano, no el que

nace de la mirada ajena sino de la propia decisión. Vemos en este tercer

apartado la grandeza en la pequeñez. Es interesante la respuesta que da a

Mirtha Legrand en aquella entrevista cuando lo invita a brindar con

champagne y preguntado ante la negativa contesta “yo ya me lo bebí todo”.

La gran heroicidad consistía en el cambio “de un proyecto de muerte a un

proyecto de vida”.

Hay un texto en el libro que les adelanto porque habla también de mi

vida y de la de muchos adictos de los que nadie se fía por lo que fueron,

cuando lo más importante en una persona no es el camino que hizo sino el

que está haciendo y la meta que le hace caminar. Para poder disfrutar del

libro hay que saber mirar:

“Cuando ya estaba viviendo sin drogas de ninguna clase una persona

conocida me dijo cierta vez que había visto una fotografía mía en un diario

 y agregó ‘¡vos siempre estás tomando !’.  Yo había concurrido a una reunión

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 y en el momento en que se tomó la fotografía que se publicó estaba con un

vaso de refresco en la mano. Hacía una eternidad que no tomaba alcohol,

pero para esa persona lo más fácil fue ver lo que había imaginado, lo que él

quería ver, no lo que en verdad era. Si Carlitos Páez tenía un vaso debía

estar lleno de alcohol. Para aquel conocido no podía ser otra cosa.”

Podemos mirar sin ver. Les quiero invitar a mirar viendo. A mirar con

el cariño que inspira cualquier ser humano cuando se logra descubrir su

grandeza de hombre, sin juzgar y dejándose sorprender, porque las

miradas objetivas descubren objetos. Únicamente las miradas con amor

descubren lo profundamente humano, al verdadero sujeto.

El apartado cuatro plantea que “para cambiar hay que padecer”. No se

preocupen, no se trata de masoquismo. Siempre, creo que desde tengo uso

de razón, me gustó la naturaleza, las caminatas por la montaña, nobuscaba caminos fáciles, sino los senderos, aquello que tenía sabor a

aventura; a veces se hacían casi impenetrables, salía marcado por las

espinas, pero eso no era nada comparado con el disfrute de lo nuevo, con

el placer de vencer la misma comodidad. Los mejores recuerdos los tengo

de aquellos sacrificios compartidos que hicieron posible mis mejores lazos

de amistad en personas que buscaban lo mismo que yo: descubrir algún

paisaje no conocido.

El camino de la recuperación no se hace por autopista sino por

senderos, llenos de dificultades, donde se forja el espíritu, se vence lacomodidad, se lucha por ser libres. Les digo que vale la pena.

¿Se fijaron en la frase: Vale la PENA? Lo ponemos con mayúsculas,

porque en todo valor hay algo de pena. Aceptamos el vale, pero la sabiduría

popular de los dichos nos indica el camino: La pena. Sin esfuerzo, sin

dolor, no hay cambio. La crisálida es el gusano que aceptó morir y por ello

se transformó en mariposa.

En uno de los retiros con personas en recuperación de las drogas

observé que cada uno pugnaba por aparecer como el que más habíasufrido. Recuperarse supone un proyecto de vida, un mirar hacia adelante,

así que corté la reunión y los llevé a los baños, les hice observar el pozo

ciego. Al rato pregunté ¿Saben ustedes que hay ahí?

Si, excrementos.

Entonces les mostré los árboles más grandes y hermosos que había

en el lugar. Eran los que había plantado al lado. Esa fue la meditación: de

lo que todo el mundo desecha nace lo más hermoso. No qué desgracia, sino

qué suerte que la adicción los había hundido y lo habían aceptado; tenían

por delante un futuro insospechable. En el mismo retiro uno de ellos oró

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de la siguiente manera: “Gracias te doy Señor porque soy adicto en

recuperación porque si no nunca te habría descubierto”.

En el proceso de ser persona son imprescindibles los demás. Es el

tema del apartado quinto. A mis alumnos les explico que en realidad lo quecura en una terapia es el encuentro y más que nunca se puede aplicar a la

adicción. Los compañeros que buscan lo mismo, que caminan en la misma

dirección, la figura del padrino, convierten la experiencia frustrante en

inicio de un camino común. Las penas compartidas son menos penas y las

alegrías compartidas se multiplican a sí mismas. Estos días atrás estuve

en la casa de mis padres; pude ver cuadernos de mi niñez que había

guardado mi padre y descubrí una página escrita cuando tendría unos

treinta años. Eran unos pensamientos tras una ascensión al pico del

águila perteneciente al prepirineo. Me decía a mí mismo “He estadopreguntándome por qué estas montañas producen en mí un gozo distinto

al de otras y he descubierto el secreto en ese perrillo negro que me ha

seguido. Son montañas compartidas.” El otro es más que compañía, es

necesario para crecer.

El apartado sexto reza así: “La libertad de una actividad propia.”

El grupo, que es necesario, puede llegar a ser una trampa, una

rémora para vivir y se convierte en eso cuando pasa a ser el refugio y la

excusa para dejar de trabajar, para seguir viviendo de arriba. Los doce

pasos son más que una manera de dejar la droga, son un excelente modode caminar en el desarrollo de mis posibilidades como persona. Las críticas

a Carlitos ignoraban algo fundamental, el descubrimiento de valerse por sí

mismo, el abandono de lo fácil para ser consecuente con el camino elegido,

luchar contra la dependencia.

 Y finalmente podrán disfrutar al leer las últimas páginas, de la

ternura, la delicadeza, la alegría de una afectividad centrada. Si miran con

el corazón podrán encontrar los gestos que necesitamos todos para poder

amar la vida aún en las dificultades. Carlitos perdió la familia pero en el

proceso de recuperación ha podido gozar en plenitud de su paternidad. Esun buen testimonio y un estímulo para seguir en la lucha a aquellas

personas que perdieron todo. La obscuridad no tiene la última palabra, al

final triunfa la luz. Los caminos de Dios son inescrutables.

Fr. Lucas Alberto del Valle

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UNA NUEVA CORDILLERA

Si a alguien se le preguntara si es verdad que Carlitos Páez, después

de la odisea de los Andes tuvo que enfrentar otra prueba límite que

amenazó con sepultarlo, casi seguramente contestaría negativamente. Es

difícil imaginar que una misma persona tenga que pasar por dos

momentos de tal naturaleza que estén a punto de llevarla a la muerte. Sin

embargo, quien negara este hecho estaría completamente equivocado. Es

que quienes pudieran interesarse en conocer cómo fue la vida del

sobreviviente Carlitos Páez, en los años siguientes a la tragedia desatada

por la caída del avión en el que viajaba, necesariamente tendrán que

conocer el durísimo desafío al que debió enfrentarse cuando ya había

vuelto a la vida y se había reintegrado a la rutina cotidiana en Uruguay.

En principio es cierto que parece imposible que después de

permanecer perdido durante setenta y dos días en la inmensa cordillera y

de haber tenido que recurrir, como sus compañeros de desgracia, a la

antropofagia como medida extrema para no morir, Carlitos tuviera que

padecer otra experiencia que estuviera a punto de lograr lo que los Andes

no habían podido conseguir. Claro que a aquella no llegó como

consecuencia de un accidente sino de actos propios que fueron

encadenándose hasta dejarlo al borde de un abismo que estuvo cerca de

tragarlo.

Entonces, lo que cabe es, una vez aceptada la existencia de esa nueva

prueba que Carlitos Páez denomina “mi segunda cordillera”, indagar para

saber en qué consistió y sobre todo cuáles fueron los caminos que recorrió

para paulatinamente ir librándose de la trampa en la que había caído con

el correr de los años. Lo que importa conocer es, en suma, cómo recuperó

la libertad al zafar de aquella y en qué consistió su fundamental

transformación.

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En el libro “Después del día diez”1, Carlitos Páez afirmó con una

sinceridad poco frecuente —esa característica suya que llama la atención

porque no se detiene ni siquiera frente a los asuntos más personales— que

él tiene una mentalidad adicta. Cuando hizo ese comentario para el libro se

refería concretamente a la adicción a los medicamentos, pero en las

páginas siguientes también habló de la dependencia del tabaco, del alcohol

 y de otras drogas más pesadas que lo atrajeron de tal modo que terminó

convirtiéndose en un adicto obligado a buscar ayuda para lograr la

rehabilitación.

Después del tabaco —su única adicción hasta la tragedia de los Andes

en octubre de 1972— tal como también lo dijo en el libro antes

mencionado, llegó el alcohol para sumarse a los cigarrillos negros “La Paz

Suave”, entonces su marca preferida. No podía decirse todavía que sehubiera convertido en un alcohólico absoluto, pero es verdad que una vez

que se reintegró a la normalidad, durante el primer verano después de la

tragedia, esto es, a fines de 1972 y principios de 1973, tomaba más de un

whisky diariamente. Él lo comenta de esta manera: “No recuerdo haber

pasado un solo día de ese verano sin tomar uno o dos vasos de whisky,

creo que lo hacía para hacerme el hombre, me parecía algo divertido”, lo

que en cierto modo permite pensar que el terreno ya había sido abonado

convenientemente para que tiempo después crecieran en él nuevas

adicciones.

 Y para subrayar esa especie de indiferencia con que se trata al

consumo del alcohol agrega: “Ahora me causa gracia recordar que algunas

publicaciones decían que los sobrevivientes de los Andes habían

madurado. Una revista japonesa, por ejemplo, había expresado que tanto

habíamos madurado que a pesar de nuestra juventud parecíamos personas

de alrededor de cuarenta años. Aquello era absurdo, quizás era verdad en

parte, en algún punto concreto y nada más, pero en muchísimas cosas

importantes no habíamos madurado nada. Además, generalmente se olvida

que la gran droga es el alcohol, es habitual dejarlo de lado como si no fuera

una droga, yo me animo a decir que el noventa por ciento de los adictos

toman alcohol”.

Es necesario recordar que Carlitos cumplió los diecinueve años de

edad en la cordillera, por lo que apenas entrado en la juventud, con tan

pocos años a cuestas, llegó a Montevideo para encontrarse con que el

común de la gente lo consideraba una especie de héroe de temple de acero

 —más de una publicación extranjera lo llamó precisamente así, “the man of

the iron spirit”— que parecía salido de una novela de aventuras. Las

Miguel Ángel Campodónico, Linardi y Risso, Montevideo, 2003. 

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circunstancias aparentemente ingobernables lo habían llevado a que se le

adjudicara el papel de un protagonista literario que después de pasar por

mil vicisitudes lograba salir ileso para culminar en un final feliz escapando

de la oscuridad para regresar a la luz plena. Difícil papel que nunca había

pensado que le sería reservado y para el que, por supuesto, tampoco

estaba preparado.

Pasarían varios años desde aquel verano de 1972-1973 —es necesario

insistir con que fue el primero que vivió en el Uruguay después de haber

sobrevivido en los Andes— para que Carlitos Páez se convirtiera en un

alcohólico debido muy probablemente a que, como recién lograría

entenderlo con el paso del tiempo, había considerado que al escapar de la

cordillera había traído consigo una especie de salvoconducto que al

hombre del temple de acero le permitiría hacer todo lo que quisiera delmodo que se le ocurriera porque la sociedad se lo perdonaría.

Sin embargo, Carlitos ha declarado más de una vez que siempre ha

sentido que su verdadera cordillera no fue la tragedia de los Andes, sino la

separación de sus padres cuando él tenía trece años, un golpe que debido

a su exacerbada sensibilidad lo marcó para siempre. Esta opinión suya,

según sostiene, fue comprendida por mucha gente que se sintió

identificada con su sentimiento y que así se lo hizo saber. Pero, además,

también ha repetido que sus adicciones terminaron levantándose frente a

él como una barrera tan imponente y difícil de superar como el divorcio desus padres y como la andina.

Sería entonces cuando se vería obligado a pelear nuevamente, a

luchar por recuperar su libertad, a romper los nudos que lo mantenían

atado en principio al consumo de alcohol y posteriormente de la

marihuana, de la cocaína y de los medicamentos. Y tampoco se ha cansado

de reiterar que para triunfar en esa pelea tuvo un papel fundamental el

respaldo de un grupo tal como había sucedido cuando se apoyaron los

unos a los otros para sobrellevar la tragedia de los Andes. La presencia de

los demás en Narcóticos Anónimos, fue el camino adecuado que,paralelamente a un inicial tratamiento estrictamente médico, contribuyó de

modo decisivo a su rehabilitación. Él no estuvo solo, sintió que esos otros

sobrevivientes que eran los adictos con los que compartía en el grupo las

reuniones semanales lo comprendían, lo protegían y lo ayudaban a

continuar la marcha hacia delante para quedar liberado de las drogas.

 Tal como se dijo, durante aquel verano Carlitos no dejó de tomar

whisky todos los días. En tanto se trata de una droga socialmente

aceptada, él no sentía que estuviera cometiendo un acto que fuera

condenado por la gente que frecuentaba. Por lo demás, muy probablemente

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buscando formar una familia debido al conflicto emocional desatado por la

separación de sus padres, en 1976 se casó muy joven —apenas tenía

veintidós años— y si bien entonces era una persona contraria a las drogas,

al punto que la sola mención de la palabra lo molestaba, con el paso del

tiempo igualmente terminaría convirtiéndose en un adicto.

Carlitos explica que se casó a una edad tan temprana debido a la

atracción que ejerció sobre él la familia de su esposa, quien, por otra parte,

tenía solamente diecinueve años: “Me gustaba mucho su familia, era gente

de campo y a mí me parecía que esa clase de gente era la que lograba

formar una organización familiar más sólida, bien constituida, al menos en

comparación con la mía donde había sido todo diferente. En mi casa yo no

tenía límites, mi padre me parecía una figura inalcanzable, puedo decir que

 yo vivía a su sombra, su fama, sus éxitos tanto en el Uruguay como en elexterior en todo lo que hacía, así como sus viajes permanentes lo alejaban

constantemente de mí. Sin embargo, a pesar de la nueva familia que me

había aportado el matrimonio estuve casado solamente tres años”.

Su mentalidad por el propio Carlitos definida como adicta, que lo

llevaría a pasarse de una droga a la otra, fue la que lo impulsó a la cocaína

después de concurrir durante un período a Alcohólicos Anónimos. Su

última internación en el Hospital Británico, la más importante ya que duró

treinta días, no se debió a ninguna de aquellas drogas sino a su adicción a

los medicamentos. “En realidad —comenta— el adicto es adicto a todo, seva sustituyendo una cosa por la otra, yo llegué a tomar tres Lexotan2 por

día, los ponía en el mate. Estuve internado tres veces por el alcohol por

decisión propia y la primera vez estuve un año sin tomar aunque seguía

consumiendo pastillas. Yo no me había dado cuenta de que los

psicofármacos eran tan perjudiciales como el alcohol. Claro que además a

las pastillas yo le sumaba la cocaína.”

Efectivamente, sus adicciones lo habían llevado, entre otras cosas, a

internarse para hacerse una cura del sueño. En total estuvo cuatro veces

internado, tres en el Sanatorio Americano y una en el Hospital Británico.Pero, además, como consecuencia de sus adicciones tuvo que padecer

cuarenta y dos días en prisión en distintas cárceles del país por el simple

consumo de drogas, una medida represiva que hoy nadie se animaría a

considerar como la más apropiada para ayudar a quien ha caído en una

adicción. En esa época, es decir, en 1980, el Uruguay estaba gobernado

por una dictadura militar producto del golpe de estado que se había

producido en 1973 y seguramente a las autoridades se les hizo agua la

boca cuando se les presentó la oportunidad de mostrar públicamente la

Marca muy conocida en el Uruguay de un psicofármaco. 

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fotografía de un héroe de los Andes, perteneciente a la llamada clase alta,

encerrado en prisión por actos que consideraban inmorales. Los militares

deben haberse sentidos satisfechos porque de ese modo contribuían a

demostrar que aquel hombre mirado como un pituco del residencial

Carrasco que se había transformado en héroe tenía los pies llenos de barro

como cualquier persona común que vivía en los barrios populares de la

ciudad. Las fotos de frente y de perfil de Carlitos Páez en los diarios, su

imagen en la televisión y la reproducción de la noticia demostraban que las

autoridades velaban por la moralidad pública y que no se detenían ni

siquiera frente a un hombre a quien se veía como una especie de símbolo

de la voluntad y de la actitud positiva por lo que había tenido que vivir en

los Andes.

 Tanta fuerza adquirió la forma elegida para exponer públicamente loque debería verse como una debilidad de Carlitos Páez, que un compañero

suyo de la odisea andina fue a visitarlo a la cárcel no para solidarizarse por

el momento que estaba pasando en la prisión sino para echarle en cara su

adicción a las drogas. Ese compañero se mostró indignado porque pensaba

que la actitud de Carlitos, a quien al fin de cuentas condenaba por ser un

drogadicto irresponsable, terminaría desprestigiando a todos los

sobrevivientes de los Andes. La difusión de la noticia en los medios de

prensa había logrado que el héroe reasumiera su pobre condición humana,

los supuestos héroes admirados por la opinión pública no lo eran tanto.

Cuando salió en libertad, Carlitos decidió comenzar una terapia, ya

que de ese modo se convenció de que contribuiría a borrar la imagen que la

gente común podría haberse hecho del héroe caído, pero sobre todo porque

 ya rondaba en su cabeza la necesidad de enfrentar sus adicciones con el

valor y la determinación que le exigía el gigantesco muro que las drogas

habían levantado entre él y la vida normal. Para liberarse totalmente del

consumo, sin embargo, todavía debería pasar algún tiempo más.

Las terapias se sucedieron y aún hoy continúa asistiendo una vez por

semana a una sesión que lo ayuda a tratar fundamentalmente la culpa,una traba psicológica bastante extendida que como él mismo comenta

preocupa a muchísimas personas. En un principio concurría cuatro veces

por semana para llevar adelante una de corte psicoanalítico, pero luego

decidió dejarla y reiniciar un tratamiento diferente. Aquella fue una

decisión fundamental en tanto lo hacía por su propia voluntad buscando el

camino para desprenderse de la adicción del alcohol, paso que culminaría

con su internación durante diez días. Claro que, como suele suceder en

casos similares, después de pasar un año entero sin tomar un solo trago,

un día en el que se festejaba un cumpleaños tomó una copa y ya no volvió

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a detenerse. Nuevamente pasaría un tiempo hasta que finalmente llegaría

el momento en el que daría el gran salto al tomar la determinación,

mientras estaba internado en el Hospital Británico, de integrarse a las

reuniones de Narcóticos Anónimos. Esto fue consecuencia, como se verá

más adelante, de su asistencia a una terapia con un médico que también

era un alcohólico en recuperación y quien finalmente le sería de gran

utilidad para empezar a dejar las drogas ya que si bien se había

desprendido del alcohol había terminado cayendo en las garras de la

cocaína mientras seguía consumiendo los medicamentos.

En verdad, el proceso de las adicciones de Carlitos tuvo varias etapas

que él mismo se encarga de recordar: “En 1976 probé la marihuana, me

acuerdo que quise hacerlo en presencia de mi padre, fue cuando hice un

viaje a Nueva York con mi esposa invitados por él. Ahora hago una enormecantidad de viajes anuales, solamente a México he viajado más de veinte

veces en un año, pero aquel fue mi primer viaje largo de modo que para mí

era toda una novedad. Si hoy me preguntara por qué aquel día decidí

fumar marihuana lo único que se me ocurriría contestarme sería que lo

hice por novelería, no puedo decir otra cosa, no tengo ninguna explicación

más convincente. Como tampoco tengo una razón clara para justificar que

quisiera fumar estando mi padre presente. Después dejé el alcohol y me

pasé a la cocaína debido a que un amigo me invitó a probarla. Y más tarde

todavía empecé a consumir medicamentos. Fui por primera vez a un grupo

de Alcohólicos Anónimos en Argentina, pero en aquel tiempo esos grupos

funcionaban únicamente para dejar de consumir alcohol, esa era la

substancia que debía abandonarse. Si el integrante del grupo se liberaba

del alcohol se consideraba que el procedimiento había dado resultado. No

había grupos formados para combatir adicciones diferentes. Y entonces,

uno si bien dejaba el alcohol, pasaba a consumir cualquier otra cosa.

 Tengo entendido que ahora el enfoque cambió, ya no se trata de

Alcohólicos Anónimos, se habla de Adictos Anónimos. En cambio,

Narcóticos Anónimos enfocaba su actividad para quedar limpio del alcohol

 y de las otras drogas. Mientras concurrí a Alcohólicos Anónimos nuncamás consumí alcohol, cuando recaí en el cumpleaños ya no estaba

concurriendo a los grupos. En aquellos tiempos me internaba, salía del

sanatorio, volvía a tomar y volvía a internarme, pero cuando iba al grupo

 yo seguía consumiendo cocaína, de modo que no estaba limpio ni mucho

menos de drogas. Por suerte el alcohol y la coca no fueron

contemporáneos, cuando me pasé a los medicamentos y a la cocaína no

tomaba alcohol”.

En la vida de Carlitos hubo, pues, una variada historia de

internaciones y de distintas terapias que hablan claramente de los

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diferentes caminos que tuvo que recorrer hasta que con una actitud

decididamente positiva estimulada por quienes estaban hundidos en el

mismo problema logró liberarse de las adicciones. Parece oportuno

transcribir lo que él dijo en el libro “Después del día diez”, al referirse al

sentimiento que ha guardado por las personas que conoció en los grupos

de ayuda para dejar las drogas en comparación con la condición de amigos

que se les ha atribuido a quienes se enfrentaron a la muerte en los Andes.

En aquella declaración una vez más su sinceridad no dejó de

sorprender: “Hay además una verdad que me interesa especialmente

puntualizar. Sobre todo para que no se siga hablando equivocadamente de

las características de las personas que subimos al avión el jueves 12 de

octubre de 1972. Aquel grupo —ya lo he insinuado anteriormente— no

estaba conformado exclusivamente por amigos. Por consiguiente, despuésde nuestro reingreso a la vida normal, no nos convertimos por arte de

magia en lo que nunca habíamos sido. No somos todos amigos ni somos un

conjunto de apóstoles que anda por el mundo predicando la verdad. Yo,

por ejemplo, me siento mucho más amigo de los compañeros que integran

Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos —grupos a los que concurro

todavía—3 que de algunas de las personas que hicieron el viaje conmigo. Y

esto es importante, ya que se trata de amistades elegidas, de una elección

personal. Con los compañeros que compartimos los sufrimientos en la

cordillera nos reunimos para realizar determinadas cosas concretas, pero

esto no significa que seamos todos grandes amigos”. Y posteriormente, en

otra charla con el autor de este libro, Carlitos agregó que “no se trata de

una novela rosa, no todos los sobrevivientes de los Andes éramos amigos ni

lo somos, es evidente que cada uno de nosotros es diferente y eso lo

sabemos”.

Escuchar el relato de Carlitos de las circunstancias que rodearon su

detención y la posterior prisión por ser un adicto, sirve para incorporar

nuevos elementos que ayudan a conocer cómo las autoridades de la época

lo exhibieron como si fuera un delincuente.

“En 1980 pasé cuarenta y dos días preso en distintos

establecimientos de Canelones, Maldonado y Montevideo, en este caso en

la Cárcel Central. Me sacaron del apartamento en el que entonces vivía en

la Avenida Brasil. Me acuerdo que entre otros apremios se empeñaban en

preguntarme a quién había matado para comérmelo en los Andes, que

confesara, que diera el nombre de la persona que yo había asesinado. Mi

3  Actualmente no concurre a esos grupos a pesar de sostener que es probable que

debería continuar yendo. “Al fin de cuentas se trata de una terapia grupal, gratuita yefectiva”, afirma. 

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fotografía aparecía en la televisión y en los diarios, cosa que estaba

totalmente prohibida ya que yo no tenía antecedentes de ninguna

naturaleza, en el peor de los casos, si yo era culpable de algo, debían

tratarme como a un primario absoluto. Como si fuera poco la noticia y mi

fotografía también aparecieron en la prensa argentina y lo que todavía es

peor publicaron una en la que yo estaba con mi mujer y mi hija. Me

llevaron simplemente por consumo, pero en el momento en que me

apresaron no estaba consumiendo, ni siquiera me encontraron droga

encima, no tenía nada de nada. No fui el único que cayó preso, conmigo

marcharon otros, lo que ellos querían era gente conocida y yo les venía

como anillo al dedo. La peor tortura que recibí fue la psicológica, pero

también me encapucharon, claro, a cada rato me anunciaban que iban a

aplicarme la picana eléctrica. La tortura en aquellos tiempos era moneda

corriente, no hay que olvidar que no se ejercía únicamente contra losmilitantes de los sectores políticos. El operativo que desplegaron se

llamaba ‘Hongos en abril’, la policía llegó a hablar de un ‘turbio caso de

estupefacientes’, parecía que estuvieran desarrollando un gran plan para

desbaratar a una banda de delincuentes y que yo fuera uno de ellos.”

Cuando se había rendido al consumo, Carlitos realizó actos que

muestran el grado de desequilibrio al que puede llegar una persona que se

ha rendido a la droga. Si él los menciona es, precisamente, para recordar

que la personalidad se transforma y que el adicto se cree todopoderoso al

punto que está convencido de que los límites no existen. Justamente es

debido a esa condición que adquiere quien se ha drogado que él recuerda

que a la cocaína se la conocía como la “droga tarzanesca”. Los hechos que

Carlitos evoca son apenas dos, no le parece necesario ofrecer otros para

ejemplificar lo dicho anteriormente.

“Yo tenía una heladera que no sé por qué razón cuando se la tocaba

siempre daba un fuerte golpe de corriente. Yo no me preocupaba por

arreglarla, así dejaba que siguiera funcionando. Me acuerdo que cuando

algún amigo iba a visitarme a mi casa yo aprovechaba para pedirle que me

trajera alguna cosa de la heladera y de esa manera disfrutar viendo cómo

al abrirla recibía la descarga eléctrica. Así me divertía, jugando con lo que

podría terminar en una tragedia. En otra oportunidad recibí una llamada

telefónica anónima de un amigo que para hacerme una broma se hizo

pasar por policía. No llegué a identificarlo porque había desfigurado la voz

de modo que asumí que lo que había dicho quien me hablaba era verdad.

Su llamada, según me dijo, se debía a que quería avisarme que estaba en

conocimiento de que en ese momento la policía se dirigía a mi casa para

llevarme preso. Yo tomé entonces aquella noticia con mucha tranquilidad,

si es que puede decirse que un drogado en algún momento está tranquilo

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como una persona que no es adicta, lo que quiero decir es que me convencí

de que yo podría arreglármelas por mí mismo, que no me importaba

absolutamente nada que vinieran a buscarme para trasladarme a la cárcel.

Me quedé tirado en la cama, puse sobre ella la droga que tenía, dos

pistolas y una escopeta y me dispuse a enfrentarlos. Así esperé que la

policía llegara a mi casa, cosa que nunca sucedió. Pero yo no sabía que se

trataba de una broma, estaba convencido de que como Tarzán todo lo

podía.”

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 ADICTO SIN LOS ANDES

En el caso de Carlitos, lo primero que sorprende a alguien que no es

entendido en adicciones es el largo lapso que transcurrió entre lo que vivió

en los Andes y su caída en el infierno de las drogas más allá del alcohol

que había empezado a tomar en el verano antes mencionado.

Contrariamente a lo que podría pensarse no puede establecerse una

relación directa entre lo sucedido en la cordillera y la costumbre de

consumir drogas. Carlitos no se convirtió en un adicto inmediatamente

después de la tragedia. Sus adicciones no pueden explicarse de esa

manera, no fue la consecuencia natural por haber enfrentado a la muerte

en la cordillera lo que lo llevó a tomar ese camino.

Por un lado, el mismo Carlitos está convencido de que “lo que pasó en

los Andes no tuvo nada que ver con que yo fuera un adicto, es verdad que

ser alguien con renombre en plena juventud, con cierta cuota de fama,

termina embarullando y en cierto modo desequilibrando, pero

probablemente yo hubiera sido un adicto aunque el avión en el que viajaba

no se hubiera caído y no hubiera vivido aquella tragedia que soporté

durante más de dos meses”.

Evoca los momentos vividos al regresar al Uruguay, en medio del

entusiasmo de la gente que les ofreció a los sobrevivientes un recibimientopropio de semidioses, pero reitera que no cree que haya caído en las

adicciones por el lugar tan particular que pasó a ocupar en la

consideración pública a partir de aquel momento: “Tengo todavía en la

cabeza lo que fue el recibimiento en el aeropuerto de Carrasco cuando los

sobrevivientes regresamos de Chile, miles de personas se aglomeraban

para darles la bienvenida a quienes habían llamado ‘los chicos que volvían

de la muerte’. Aquel día, como pocas veces sucedió en el Uruguay, se

paralizó el país. Cuando llegué a mi casa el ambiente era una locura,

entraba y salía gente todo el tiempo. También la prensa del mundo entero

estaba pendiente de nosotros, de pronto dimos un salto a la fama y eso no

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es fácil de manejar a los diecinueve años. Sin embargo, repito, no soy

adicto por los Andes, eso ya venía conmigo, en todo caso la cordillera fue el

campo propicio para que yo me largara por un camino fácil, un camino que

estaba lleno de frivolidad y de insensatez. Yo no voy a echarle la culpa a la

cordillera por mis adicciones. Me preguntaba qué misión tenía que cumplir

en la vida, una pregunta completamente fuera de lugar, absurda, yo no

tenía que cumplir ninguna misión por el hecho de haberme salvado de

morir en los Andes, no tenía que sentirme culpable por haber seguido con

vida”.

Cuando a Carlitos se le pregunta si en aquel momento realmente se

sintió una especie de héroe moderno no deja de sonreír y de contestar

negativamente. Para él todo fue producto de las circunstancias explotadas

por los medios uruguayos y extranjeros para presentar a los sobrevivientescomo seres legendarios de modo de despertar el mayor interés en el público

que cuando aparecía el nombre de uno de ellos se afanaba por leer los

diarios y las revistas, escuchar las radios y ver la televisión.

Es en ese sentido que recuerda un hecho que otra vez evoca con la

misma naturalidad con la que enfoca todos los asuntos para ejemplificar

hasta dónde llegó la confusión en la que cayeron los medios víctimas de su

propia estrategia para ganar consumidores: “¡Qué voy a ser un héroe, todo

aquello fue un bluf! Al fin de cuentas, yo soy una persona inteligente, no

soy un estúpido, de modo que sabía muy bien quién era, como tambiénsabía que no era un sabelotodo. Voy a dar un ejemplo de la exageración a

la que llegaron los medios. ¿Cómo puedo yo ser un hombre de consulta

literaria? ¿Acaso me había convertido en un especialista porque había

sobrevivido en los Andes? Sin embargo, un día me llamaron por teléfono

desde un diario montevideano para preguntarme qué libros recomendaba

leer. Era un despropósito total. Yo le seguí la corriente al periodista y salí

del paso porque como justamente en esos días había leído algo sobre

Antonio Tabucchi, el escritor italiano, se me ocurrió decir que había que

leerlo. Lo único que recordaba era que en cierto momento me había

llamado la atención que Tabucchi definiera el cielo como de un ‘azul

furioso’. Eso me había gustado mucho así que aproveché para atarlo a la

respuesta que le di al periodista. Supongo que de ese modo, debido a lo

que contesté, habrá creído que entre tantas otras cosas yo era un gran

lector, al fin de cuentas parecía que los sobrevivientes de los Andes

podíamos opinar con propiedad sobre cualquier tema. Me sentía como si yo

fuera el personaje protagónico de la película ‘Desde el jardín’, aquel

 jardinero interpretado por Peter Sellers, que solamente conocía el mundo

exterior por lo que veía en la televisión y que cierto día, debido a un hecho

circunstancial, se convirtió en una personalidad de quien todos querían

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escuchar sus opiniones. Era algo retardado, no tenía idea de nada, pero

todo cuanto decía —siempre relacionado con las plantas, las flores y los

árboles— era interpretado por lo demás como si hablara un lenguaje

cifrado sobre los temas más importantes de la política y de la economía

hasta que terminaron considerándolo algo muy parecido a un genio”.

La opinión de Carlitos al rechazar la idea de que sus adicciones

fueron directamente causadas por la tragedia de los Andes, es también la

del doctor Fernando Cortinas, especialista en medicina de la adicción,

quien trató a Carlitos en su momento más difícil y fue el responsable del

tratamiento que se le aplicó durante la internación en el Hospital Británico,

así como quien provocó su participación en un grupo de Narcóticos

Anónimos: “Yo no excluiría a los Andes, pero diría que fue un elemento

complementario, ya que se trata de un hecho esencial en la vida decualquier persona. Carlitos antes de ser mi paciente ya había tenido otras

internaciones por alcoholismo que no habían dado resultado. Los Andes

pueden haber sido un factor desencadenante, coadyuvante, catalizador,

pero no determinante: esto está claro. La adicción tiene otros elementos

etiológicos que la desencadenan, tiene que ver con una predisposición

biológica, con la vulnerabilidad genética que en el caso de Carlitos estaba

presente. Los fenómenos psicológicos son elementos coadyuvantes que

hacen desarrollar el proceso adictivo de acuerdo a la estructura de la

personalidad de cada individuo, pero no son determinantes de la adicción.

Conozco tantas personalidades como adictos conozco. Claro, en medicina

no hay nada absoluto, simplemente transmitimos experiencias y

porcentajes”.

 Y el doctor Cortinas agrega una última explicación que seguramente

llamará la atención a las personas que no son entidades en estos temas:

“Yo no tengo dudas de que Carlitos hubiera sido adicto de todos modos

aun sin la tragedia de los Andes. Hoy se saben muchas cosas que en

aquella época no se conocían. Así, por ejemplo, si hacemos un genograma,

el árbol genealógico del sistema familiar, y llegamos a la cuarta generación,

algo difícil pero no imposible, podremos establecer sin margen de error

quién será adicto en la familia. Todavía no se sabe cuál es el gen, se habla

de una enfermedad poligénica multifactorial”.

El doctor Cortinas en aquellos tiempos dirigía un equipo desde el

punto de vista médico conformado por otros integrantes que en el campo

terapéutico contribuían y participaban en el tratamiento. Entre ellos estaba

Damián Rapela, consejero en adicción quien hizo estudios de esa

especialidad en los Estados Unidos y que también había estado en

rehabilitación.

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Es necesario destacar que Rapela no fue el único rehabilitado con

quien se trató Carlitos, también el doctor Cortinas se define como un

adicto a pesar de que hace ya treinta y dos años que no consume ninguna

droga psicoactiva. Es interesante transcribir la frase que emplea para

demostrar lo que piensa alguien que hace tanto tiempo que no consume,

pero que de todos modos sabe que la batalla hay que librarla día a día. “Yo

digo que soy un adicto porque una copa para mí es demasiado, pero ciento

cincuenta son pocas”, dando a entender que si volviera a tomar aunque

más no fuera un trago terminaría desencadenando nuevamente el proceso

de la adicción. Satisfecho por cómo ha manejado su rehabilitación en tan

largo lapso señala los distintos títulos de su actividad profesional que tiene

encuadrados y colgados en la pared para afirmar que en realidad el más

importante no se encuentra entre ellos, ya que considera que el de mayor

valor es, justamente, el haberse desprendido del hábito del alcohol.

Aquella es, por lo demás, la postura de todos quienes se han

rehabilitado, nunca dicen que han dejado de consumir para siempre,

solamente afirman que no han consumido drogas en el día, saben que lo

que tienen que hacer es decir no a la primera. Rapela comenta de la

siguiente manera esta singular característica de quienes están en los

grupos buscando la rehabilitación: “Esa magia de decir ‘hoy no’ durante

toda la vida es paradojal porque nunca se encara para la vida entera. Si a

un adicto se le dijera desde el primer día que va a tener que pasar toda la

vida sin consumir se iría en ese mismo momento, lo que se plantea es no

consumir en el día de hoy”.

Las opiniones coincidentes respecto a la falta de relación entre la

tragedia de los Andes y las adicciones de Carlitos, no terminan con lo que

expresó el doctor Cortinas, también el psicólogo Pablo Gelsi, con quien

Carlitos continúa tratándose una vez por semana, hace una afirmación

terminante que apunta hacia la misma conclusión: “Yo puedo afirmar que

las adicciones de Carlitos no tuvieron nada que ver con la tragedia de los

Andes. Esa tragedia no cambió en nada su destino, él seguramente iba a

ser un adicto debido a su estructura. En aquel momento era un muchacho

muy desvalorizado por sí mismo y también en su casa. Además, actuaba

un poco como un payaso, le gustaba jugar un papel divertido con un

sentido del humor maravilloso. Y no tenía muchos límites. Entre los otros

sobrevivientes, al menos que yo sepa, no hubo adictos, salvo uno que fue

alcohólico. Yo estoy seguro de que salir de la droga fue para Carlitos

muchísimo más difícil que salir de la cordillera de los Andes y que sus

consecuencias también fueron peores. Los Andes sucedieron en un tiempo

determinado, aparecieron y desaparecieron. Las drogas, en cambio,

estuvieron durante años y años y le exigieron un esfuerzo tremendo para

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escapar. Cuando él empezó a tratarse conmigo ya hacía bástate tiempo que

no consumía, la terapia no tuvo que ver con las drogas, se dirigía a

considerar el tema familiar, especialmente la relación con sus padres. En

todo caso, la droga aparecía como algo del pasado, pero lo que sí estaba

presente era que Carlitos sentía que algunos de los sobrevivientes en cierto

modo lo habían despreciado por haber caído en la adicción. En cuanto a la

tragedia de los Andes, si en la terapia hablamos de ella tres veces fue

mucho. Ya no son los Andes, es otro el capítulo de su historia el que está

viviendo. Aquello está terminado. Desde un principio me llamó la atención

lo poco que ese hecho cambió a los sobrevivientes. En aquel momento, es

decir, cuando se produjo el accidente, yo estaba estudiando psicología y

puedo decir que tuvo mucha importancia en mi actividad profesional

posterior. El trauma, el golpe, de por sí no tiene efecto. No cambia la

personalidad de nadie. Hay un proceso, ellos sufrieron un trauma muyfuerte, lo procesaron allá y después cuando volvieron hicieron la vida que

iban a hacer. Si algún efecto tuvo la cordillera fue que al regresar al

Uruguay, se produjo lo que podría definirse como ‘una cierta inflación’,

pero después pasó. Y se terminó. El único que hizo terapias por las drogas

fue Carlitos, sus temas no giran alrededor de los Andes, son otros. Ya no

duda de él, como dudaba antes”.

Curiosamente, Pablo Gelsi había actuado como intérprete cuando

Piers Paul Read, el autor del libro “Viven”, publicado en 1974, estuvo en

Montevideo para ponerse en contacto con los sobrevivientes y comenzar a

recoger la información que utilizaría en su trabajo. Varios años después,

concretamente en 1993, se haría la película basada en el libro y dirigida

por Frank Marshall, en la que participó como narrador el reconocido actor

John Malkovich.

En aquella oportunidad, Gelsi traducía las preguntas que Read

formulaba y luego hacía lo mismo con las respuestas de los sobrevivientes.

Gelsi explica de esta manera la causa de su intervención como intérprete:

“Yo también fui al Colegio Stella Maris, fundado por hermanos católicos

irlandeses, conocía a todos los sobrevivientes pero puede decirse que de

lejos dado que yo soy mayor y la diferencia de edades en aquella época nos

separaban mucho más que ahora. Es una especie de leyenda que todos los

que viajaban en el avión que cayó en los Andes sabían inglés porque eran

alumnos del Stella Maris. Algunos sabían algo y nada más. El tema de la

antropofagia era un asunto muy delicado, de modo que los sobrevivientes

quisieron tener con ellos a una persona de absoluta confianza cuando se

hablara de eso en las conversaciones con el autor del libro. De ahí que yo

fuera quien se ocupara de traducir las preguntas y las respuestas para que

Read las recibiera con la mayor precisión”.

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Carlitos ha dicho anteriormente que el adicto es adicto a todo, que

pasa de una droga a la otra y que, incluso, consume más de una a la vez. Y

es en ese mismo sentido que el doctor Cortinas expresa una opinión que

está respaldada por su larga actividad profesional: “En treinta años de

experiencia todavía no conozco a un adicto puro, es decir, alguien que

consuma una sola droga. Generalmente se consumen dos y por momentos

varias. Todos los adictos tienen una droga de preferencia o un objeto de

consumo preferente, también puede ser el sexo, el juego, la comida, la

televisión, la computadora, el trabajo, etc. La adicción es una sola, lo que

cambia es el objeto de consumo”.

El doctor Cortinas, además, puntualiza cuál es la condición del adicto

 y explica la enorme difusión que tiene el alcohol en la gente: “No es adicto

quien quiere sino quien puede serlo. El cien por ciento de la poblaciónconsume o ha tenido contacto con drogas psicoactivas, pero el cien por

ciento no desarrolla la enfermedad. Y hay un veinte por ciento de la

población, es decir, un porcentaje muy importante, que tiene factores de

riesgo que pueden desarrollar la enfermedad. El resto, esto es, el ochenta

por ciento consume socialmente, en una reunión, en un casamiento, en un

cumpleaños, etc., como sucede con el alcohol que también es una droga

psicoactiva”.

Nadie mejor que el doctor Cortinas para hablar con absoluta

propiedad sobre el estado en el que se encontraba Carlitos cuando decidiósu internación en el Hospital Británico y, además, ofrecer interesantes

detalles de las características de las pastillas que consumía. De sus

palabras se desprende claramente la gravedad a la que lo había llevado a

Carlitos el consumo de medicamentos cuando fue internado para realizar

el tratamiento por el síndrome de abstinencia.

Dice el doctor Cortinas: “Cuando Carlitos llegó a mí estaba muy mal,

por lo que tomé la decisión de internarlo. El objeto primario de esa

internación fue tratar el síndrome de abstinencia, ya que él además de la

cocaína estaba consumiendo benzodiacepinas”.De acuerdo a lo que explica el doctor Cortinas, la benzodiacepina es

una droga psicoactiva depresora del sistema nervioso central, un sedativo e

hipnótico que apareció en el mercado en la década de los años sesenta del

siglo XX, con un éxito rotundo y que desplazó a los barbitúricos hasta

entonces la droga sedativa hipnótica por excelencia. Se vendieron millones

de pastillas hasta que finalmente cuando se realizaron ciertos estudios se

conocieron los efectos secundarios. De acuerdo a sus palabras, la

conclusión fue muy importante: “Se supo que todas las benzodiacepinas

generaban adicción, con una característica particular, entre tantas, es

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decir, que a pesar de ser excelentes drogas si son bien utilizadas no deben

usarse durante más de tres semanas ya que después de ese lapso empieza

el abuso de la droga. Una vez transcurridas las tres semanas si el síntoma

por el cual se prescribió no ha desaparecido no tiene sentido continuar

tomándola. Y, como dije, el principal efecto secundario es la dependencia,

la adicción. Además, tiene una larga vida media, es decir, el tiempo que se

necesita para eliminar la mitad de la droga. Así, por ejemplo, si una

persona toma seis miligramos de Lexotan, para eliminar del organismo por

las vías naturales de excreción la mitad, esto es, tres miligramos, serán

necesarias entre noventa y ciento cuatro horas. Cuando las personas

empiezan a tomar estas drogas terminan adquiriendo tolerancia, razón por

la cual con el transcurso del tiempo necesitarán una mayor cantidad para

lograr los mismos efectos. Este era el caso de Carlitos, tomaba una gran

cantidad de Lexotan como elemento depresor porque al mismo tiempoconsumía cocaína, o sea un estimulante del sistema nervioso central. De

ese modo buscaba compensar una cosa con la otra. El síndrome de

abstinencia implica un abanico sintomático muy amplio, tanto psicológico

como biológico. Los síntomas pueden ser leves, moderados o graves. De

moderados a graves el paciente debe estar internado, en primer lugar para

que no se muera, especialmente en el caso del síndrome de abstinencia de

las benzodiacepinas, el más grave de todas las drogas psicoactivas y el más

difícil de tratar. En aquel tiempo el tratamiento con Carlitos fue muy

novedoso, fue uno de los primeros que se hizo en el Uruguay. Y elresultado fue exitoso, él salió con cero droga psicoactiva”.

 También es de mucha utilidad para entender la forma de vida que

llevaba Carlitos cuando estaba en el período de consumo escucharlo

comentar su actitud en el momento en el que llegó a Montevideo el grupo

de productores que estarían vinculados a la película ya mencionada que se

conocería en 1993.

Antes de transcribir sus palabras, es necesario precisar que Carlitos

empezó su recuperación en Narcóticos Anónimos el 29 de octubre de 1991,

de manera que su relación con los productores de la película que vinieron

en setiembre de ese año se produjo en la que debe entenderse como la

última etapa de sus adicciones ya que faltaba muy poco tiempo para que

comenzara a participar de las reuniones del grupo.

Expresa Carlitos: “Digamos que cuando ellos llegaron yo estaba al

final de mi proceso de drogas y a punto de empezar mi etapa de

recuperación. Se trataba de los productores considerados entre los más

poderosos del mundo cinematográfico, gente que había producido muchas

películas de gran suceso y que manejaba millones y millones de dólares en

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sus empresas. Para tener una idea del lugar que ocupaban en ese

ambiente basta que diga que entre ellos estaba Frank Marshal, director y

productor de ‘Viven’, pero también había venido su esposa Kathleen

Kennedy, considerada una de las figuras más importantes de la producción

norteamericana. Sin embargo, eso no era todo. También habían viajado a

Montevideo Bruce Cohen y Robert Watts, todos ellos vinculados a títulos

que habían obtenido éxitos extraordinarios en el mundo entero con sus

producciones, como, por ejemplo, ‘Indiana Jones’, ‘Papillon’, ‘E.T. El

extraterrestre’, ‘Star Wars’, etc. Se comentaba que la casa de Marshall, en

los Estados Unidos, valía nada menos que veintisiete millones de dólares.

Eran personas que vivían en otro planeta, así, por ejemplo, mucho tiempo

después cuando regresaron a Montevideo para asistir al estreno de la

película, se hizo una fiesta para festejar el acontecimiento y como broma a

Frank Marshall lo tiraron a la piscina. Me acuerdo que mientraschapoteaba no dejaba de quejarse porque se le había estropeado su camisa

que, según decía, costaba cinco mil dólares. Me pareció una exageración,

pero era verdad, yo me informé y llegué a saber que en ese mundo había

gente que se daba el lujo de gastar esa suma en una camisa. Esos

productores habitualmente se movían en limusinas y yo tuve que llevarlos

a aquella primera reunión en mi auto que era un adefesio, completamente

descuidado, seguramente era el peor de todos los autos ya que en esa

época como consecuencia de mi estado no me preocupaba por arreglar

ninguna de mis cosas. Por otra parte, ahora me resulta gracioso recordarque ese auto yo se lo había comprado a un amigo también adicto que en el

momento de recibir mi dinero había extendido un recibo en el que lo único

que se leía era ‘recibí cuatro mil dólares por un auto’. Eso fue todo lo que

llegó a escribir, ni marca del auto, ni modelo, ni nada, lo que habla de

cómo nos movíamos en la vida cotidiana quienes consumíamos drogas. Yo

llevé a los productores muerto de vergüenza en ese auto por el que mi

amigo me había dado un recibo que parecía escrito por un niño. Durante la

reunión me levantaba para ir al baño donde me daba una dosis de cocaína

 y después regresaba para unirme a las conversaciones. Lo curioso es quecuando ellos se fueron yo me encerré en mi casa y mientras seguía

consumiendo cocaína me puse a hablar de la película, solo, por supuesto,

me sentía eufórico, pensaba en la plata que podría obtener, mi imaginación

volaba tratando de imaginar lo que se iba a recaudar en el mundo entero a

partir de su exhibición. Y en medio de la euforia que me daba la cocaína yo

hablaba sobre lo que, según mi opinión, debía ser la película. Grabé

alrededor de dos horas de aquel monólogo que amenazaba con ser

interminable, se trataba de algo que me encantaba hacer cuando

consumía, me gustaba mucho hablar de esa manera. Y entre las tantas

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cosas que imaginé aquel día estuvo la necesidad que sentí de que en la

película hubiera un narrador. El director hizo suyas muchas de las cosas

que yo había pensado, por de pronto puso a John Malkovich como

narrador, quien en realidad hacía un papel que me representaba, podía

decirse que hacía de mí. Por lo demás, es verdad que en un principio se

había pensado que fuera yo quien tuviera ese papel de narrador. Las

palabras que dice Malkovich son las mismas que yo había dicho bajo los

efectos de la droga. Así fue como los productores más importantes del

mundo del cine aprobaron el largo monólogo que yo había pronunciado

mientras consumía cocaína que ellos habían recibido porque se los envié

grabado en una cassette. Es evidente que en aquel momento funcionó

plenamente la desinhibición, me largué a hablar cuando estaba zarpado y

pude redondear varias ideas que en su momento fueron aprovechadas para

hacer la película. Posteriormente sobrevino mi internación en el HospitalBritánico, de modo que mientras yo me encontraba luchando para

sacudirme la droga de encima aquellos otros estaban trabajando para

llevar en cierta medida al cine lo que yo había escrito mientras consumía”.

Carlitos tuvo la oportunidad de asistir durante un corto período a la

filmación de “Viven” en Canadá y allí pudo comprobar lo que acaba de

afirmar. En realidad, hacía muy poco tiempo que había empezado su

rehabilitación, apenas seis meses habían pasado desde su integración a

Narcóticos Anónimos: “Después del 29 de octubre de 1991, es decir, el día

que empecé la recuperación, fui a Canadá en abril del año siguiente para

ver cómo se filmaba la película. Estuve quince días. Cuando llegué me

encontré con dos actores que estaban leyendo parte de lo que yo había

escrito encerrado en mi casa de Montevideo. Los papeles que tenían con

mis palabras se los había dado el director de la película. Fue un momento

muy especial, recordé el estado en el que yo estaba cuando había

imaginado cómo debía hacerse la película. Y también se trató de algo

riesgoso, de alguna manera podía decirse que yo estaba sin defensas ya

que me encontraba alejado del grupo que integraba desde hacía tan poco

tiempo. Todo aquello fue muy conmovedor, asistir a la filmación para mífue como revivir la tragedia de los Andes, me sentí tan golpeado que me

puse a llorar. En mi escrito yo había confesado que había integrado un

grupo de Alcohólico Anónimos y para mi sorpresa uno de los actores

cuando me vio me dijo en una especie de lenguaje en clave ‘'yo también soy

amigo de Bill Wilson’. Inmediatamente entendí el significado oculto de sus

palabras, ya que Wilson fue uno de los fundadores de Alcohólicos

Anónimos, o sea que aquel actor había querido darme a entender que

participaba en el programa de grupos. Y como resultó que había otros que

estaban en situaciones similares terminamos formando un grupito en las

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Rocallosas que a mí me resultó de mucha utilidad, me sentí acompañado y

protegido a pesar de no estar con mis compañeros de Montevideo. Pero,

además, como si fuera poco, me trataron de una forma muy particular,

todos ellos querían conocerme debido a que era la primera vez que estaban

frente a un sobreviviente de los Andes, yo no era un personaje de ficción,

era una persona de carne y hueso que en la cordillera había vivido la

tragedia que intentaban reproducir en la película”.

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EL HÉROE EN LO COTIDIANO

Cierta vez, Carlitos y otros tres sobrevivientes de la tragedia de los

Andes fueron invitados por Mirtha Legrand, actriz y presentadora

argentina de televisión, a su conocido programa “Almorzando con Mirtha

Legrand”, que durante cuarenta y dos años condujo diariamente en

Buenos Aires. Basado en entrevistas a varios invitados notorios y por lo

tanto de interés para los televidentes, el programa se desarrollaba mientras

los participantes contestaban las preguntas que durante el almuerzo les

formulaba la conductora. Era costumbre que en la primera parte, es decir,

en el comienzo mismo, se les sirviera una copa de champagne al tiempo

que Mirtha Legrand iba presentándolos al público. Cuando le llegó su

turno, Carlitos rechazó la copa que se le ofrecía y ante la pregunta de lasorprendida conductora que quiso conocer la razón por la cual se negaba a

brindar con champagne, él simplemente contestó “porque ya me lo tomé

todo”.

Aquella respuesta tuvo una inesperada consecuencia un año después

cuando un hombre le dijo a Carlitos que había decidido integrar un grupo

para intentar su rehabilitación porque al ver el programa de televisión y

escuchar su respuesta de “ya me lo tomé todo”, se había enterado de que

Carlitos había logrado desprenderse de la adicción a las drogas.

La anécdota tiene una gran importancia en tanto ha sido una de las

razones por las cuales Carlitos decidió dejar sus numerosas dudas de lado

 y encarar la realización de este libro. Por lo demás, es también verdad que

ha influido en su decisión el hecho de que casi siempre, después que

terminaba de dar una conferencia sobre su experiencia en la cordillera —

actividad a la que se dedica desde hace varios años— la pregunta

insistente que aparecía una y otra vez era “bien, ¿pero qué pasó después

de los Andes”. La gente que lo había escuchado relatar los terribles

momentos vividos por los sobrevivientes quería saber cómo había sido el

después, necesitaba que Carlitos aportara luz sobre ese tiempo que para el

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público en general en cierto modo había permanecido en tinieblas. Y por

eso la gente deseaba que Carlitos develara la incógnita revelando al menos

algunos detalles de su vida postcordillera.

 Tal como Carlitos lo repite permanentemente, alejado de una actitudarrogante, sin proponerse ofrecerles a los demás lecciones de vida, se

convenció de que en alguna medida el libro podía tener utilidad para la

gente en tanto sintió que se trataba de un deber por todo lo que había

recibido en la comunidad de Narcóticos Anónimos. También está muy lejos

de su intención dejarse dominar por la tentación que podría arrastrarlo a

ofrecer a los lectores un libro del género llamado “autoayuda” tan en boga

en los últimos tiempos. Nada de eso es lo que pretende. El núcleo de su

interés gira alrededor de su decisión de transmitir su experiencia personal

con el deseo de que los demás puedan sacar conclusiones que les sirvan enel caso de estar viviendo una situación similar a la que a él le tocó

enfrentar. Y eso es así debido simplemente a que él está convencido de que

su historia es como la de todos los adictos, nada hay distinto en ella que la

diferencie de cualquier otro que consumió drogas.

A Carlitos no se le escapa que al publicarse este trabajo quedará

mucho más expuesto, pero también está convencido de que la madurez

que adquirió después de su rehabilitación hace que no le importe correr el

riesgo de semejante exposición pública. En realidad, se trata de la misma

postura que adoptó en el momento que decidió que apareciera “Despuésdel día diez”. No siente vergüenza por lo que hizo, al fin de cuentas, según

sostiene totalmente convencido, es verdad que él fue ayudado por los otros

 —los integrantes del grupo— para liberarse de las drogas. Y por eso es que

está completamente seguro de que bastará con que una sola persona

entienda la finalidad de este libro para que su publicación esté justificada.

 Tal como le sucedió a aquel hombre que después de ver el programa de

Mirtha Legrand tomó la decisión de ingresar a un grupo siguiendo los

pasos que, según se había enterado, Carlitos ya había dado.

Respaldando en cierto modo la finalidad que Carlitos ha declaradobuscar con la publicación de este libro, Pablo Gelsi no duda en afirmar que

realmente esa intención nada tiene que ver con la pretensión de Carlitos de

ofrecer hoy lo que podría ser el mensaje de un iluminado. Y expresa un

largo comentario que se convierte en una elocuente caracterización del

interesante proceso que para transformarse siguió hasta el día de hoy para

regresar a lo que podría denominarse su vida común o corriente similar a

la de cualquier otra persona.

Estas son las palabras de Gelsi que ayudan a comprender el resultado

de aquel itinerario: “Carlitos está tratando ahora de dar el mensaje de que

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no es un héroe en el sentido que lo son algunas figuras populares, lo que

quiere es hacer un llamado de atención sobre la heroicidad que existe en lo

cotidiano. Que la gran hazaña no es el antídoto sino que en todo caso lo

que importa es la pequeña hazaña que se realiza en la cotidianeidad. Y que

el que no se da cuenta de esto en el día a día, en la hora a hora, puede

terminar haciéndose un drogadicto. En el fondo todo adicto espera una

revelación, un milagro, una transformación a través de algo maravilloso.

 También a Carlitos le pasó lo mismo hasta que se cayó, pero después logró

comprobar que la sobrevivencia y la posibilidad de superación y de

transformación llegan a partir de la voluntad y de la responsabilidad

ejercidas cada día. Este Carlitos es el verdadero héroe no el de los Andes.

Allá ni él se la creyó, de esto se ha dado cuenta, es posible que no lo diga

de esta misma manera pero es evidente que ahora lo ha comprendido. Este

es el mensaje que quiere dar. Lo heroico de él no fue sobrevivir en losAndes sino que se manifestó en la segunda cordillera, no allá arriba sino

acá abajo, en la tierra”.

Así fue, pues, que Carlitos llegó a encontrar la respuesta adecuada

para contestar aquella pregunta que se hacía acerca de cuál era la misión

que tenía que cumplir en la vida. Esto es lo que él opina hoy al mirar hacia

atrás y comprobar que lo que logró le permitió dar un salto gigantesco que

lo llevó hacia delante, bien lejos de su pasado nublado por las adicciones:

“Quizás mi misión en esta vida era, justamente, contar mi historia, una

historia que probablemente no sea más dolorosa que la de otros, es que,

como ya lo dije en varias oportunidades, no hay un dolorímetro ni un

angustiómetro para medir y comparar los sufrimientos de los seres

humanos, se trata de experiencias personales que cada uno siente de modo

también personal. A mí me ayudaron los otros y al mismo tiempo entendí

que el camino estaba en la humildad, que solamente con ella podría lograr

un cambio real porque me ayudaba a reconocer los errores propios y me

disponía nada menos que a aceptar la ayuda que necesitaba. En el grupo

también aprendí que el dolor y la desesperación que siente un adicto en el

proceso de recuperación puede compararse a lo que sentiría un nadadorque mientras está cruzando el océano con un gran esfuerzo tiene que

aceptar que de pronto le quiten el salvavidas que lo ayudaba a confiar en

que llegaría a destino. En el grupo éramos uno para todos y todos para

uno, por eso yo repetía ‘no somos machos, pero somos muchos’, esa era

una manera de despojarme de la arrogancia machista para aceptar que

dependía de los demás. Si a un adicto se le pregunta si tiene ganas de

dejar de consumir seguramente contestará que no, pero si la pregunta que

se le hace es si tiene ganas de tener ganas contestará que sí. Esto puede

parecer un juego de palabras pero aseguro que no lo es. Yo tuve ganas de

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tener ganas, las tuve de nuevo para pelear por la vida, es que estoy

absolutamente seguro de que no se trata de contabilizar la cantidad de

veces que caemos, lo que verdaderamente importa es cuántas veces nos

levantamos”.

En cierto sentido de modo coincidente con lo que Carlitos expresó al

afirmar que si a un adicto se le preguntara si tiene ganas de dejar de

consumir contestaría negativamente, el doctor Cortinas sostiene que el

adicto tiene voluntad para muchas cosas menos para dejar de consumir ya

que no concibe su vida sin consumo. Entonces, si toma conciencia de que

la vida se le escapa de las manos, que ya no puede con ella, busca ayuda

pero no para dejar de consumir sino para consumir menos, para controlar

a las drogas. Es en el grupo, junto a sus pares, donde le será posible vivir

sin ellas.Aquel paso decisivo que Carlitos dio al integrarse al grupo de

Narcóticos Anónimos, se hizo realidad mientras estaba internado en el

Hospital Británico. De acuerdo a lo que el doctor Cortinas explica el

síndrome de abstinencia de las benzodiacepinas teóricamente requiere

alrededor de treinta días de internación, aunque él cree recordar que en el

caso de Carlitos llevó algunos días menos. Sea como sea, sostiene que no

hay enfermedades sino enfermos y que, por lo tanto, todos los pacientes

ofrecen respuestas distintas. La decisión de internarlo fue tomada de

común acuerdo con Carlitos, su permanencia en el hospital norepresentaba un castigo, al contrario, lo que el doctor Cortinas perseguía

con la internación era abatir su sufrimiento ocasionado por la falta de

drogas.

Cuando ya había transcurrido la segunda semana en la que Carlitos

estaba internado y como durante el tiempo que estuvo en el hospital él

tenía la libertad de salir porque como lo aclara el doctor Cortinas, no se lo

había llevado a una prisión, le propuso que dentro de un sistema de altas

transitorias saliera para concurrir al grupo de Narcóticos Anónimos y que

después de cada reunión regresara al hospital. Según el doctor Cortinas,en casos como los de Carlitos es necesario buscar la recuperación integral,

no se trata solamente de abandonar las drogas sino que, además, es

imprescindible rehabilitarse en todas aquellas áreas en las que la persona

actuaba anteriormente a la internación. Y para eso el grupo de Narcóticos

Anónimos sería el camino más adecuado.

 Y agrega el doctor Cortinas: “Un punto clave es que el paciente tome

conciencia mórbida, es decir, que llegue a tomar conciencia de la

enfermedad. El destino final tiene que ser el grupo de autoayuda. La

recuperación de quien concurre a las reuniones grupales es muy diferente

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a la del que no va a un grupo, este último corre más riesgo de reincidir.

Carlitos no ha sido el responsable de su enfermedad pero sí de su

rehabilitación. Cuando salía del Hospital Británico podía haber ido al bar

más cercano y tomarse unos whiskys, pero nunca lo hizo. Después que

terminó la internación se sometió a lo que se llama un tratamiento

ambulatorio, es decir, terapia conmigo y terapia en el grupo. Él no dejó

solamente la droga, en realidad transformó un proyecto de muerte que

llevaba años procesándose en un proyecto de vida que ya dura veinte

años”.

El primer grupo de Narcóticos Anónimos en el Uruguay, se formó

como consecuencia de un grupo terapéutico conocido como “Grupo de

Pereira”, debido a que funcionaba en un consultorio ubicado en la calle

Gabriel Pereira de Pocitos. A él concurrían alrededor de ocho adictos enrecuperación bajo la dirección especializada del doctor Fernando Cortinas y

de Damián Rapela. Sus participantes tenían distintos orígenes, es decir,

provenían de Alcohólicos Anónimos, de la Clínica Crea (Fundación Jellinek)

 y de la propia consulta privada del doctor Cortinas. Luego de pasar varios

meses profundizando en los temas que les resultaban comunes, tales como

dejar de consumir, aprender a vivir en abstinencia y apostar al cambio de

vida, en los integrantes del Grupo de Pereira maduró la necesidad de crear

otro diferente, un ámbito de carácter gratuito y abierto dirigido a todos

quienes estuvieran padeciendo el consumo de drogas. De ese modo las

ganas de llegar a concretar lo que en el pasado ya se había intentado sin

éxito fue tomando cada vez mayor fuerza hasta vencer las dudas y los

temores. Se trataba concretamente de tener un espacio similar a

Alcohólicos Anónimos para los adictos, ese era en definitiva el objetivo

planteado.

Cuando finalmente aquel deseo se hizo realidad el nuevo grupo se

llamó “La Magia”, nombre simbólico elegido por los propios adictos que

empezaron a reunirse en el salón parroquial de la iglesia de la Comunidad

de los Dominicos, ubicado en la calle Mario Cassinoni, el mismo lugar en el

que hoy en día sigue funcionando. Magia era lo que esperaban que

ocurriera quienes tenían la esperanza de rehabilitarse de ahí que al grupo

le adjudicaron ese nombre alegórico, como demostración de que estaban

aguardando que el encantamiento maravilloso se produjera lo más rápido

posible. Esto es, como por arte de magia.

Carlitos concurrió por primera vez once meses después de su

fundación. Al día siguiente de lo que fue su inauguración en el grupo, el

doctor Cortinas fue a verlo al Hospital Británico y le preguntó cómo le

había ido. La respuesta que recibió la recuerda todavía. Carlitos

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visiblemente emocionado recurrió a una imagen que revivía un hecho

fundamental de los Andes. Le contestó: “Fue como ver otra vez los

helicópteros”. Aquella metáfora que comparaba al grupo con la aparición

en la cordillera de los helicópteros que después de setenta y dos días

habían llegado a rescatar a los sobrevivientes indicaba de modo indudable

que él había tenido la sensación de que acababa de encontrar el camino

que lo llevaría al lugar desde donde sería rescatado nuevamente. Pero

ahora se trataría de un rescate que lo arrancaría de su segunda cordillera

mucho más dura y de mayor duración que la primera tal como él mismo lo

ha admitido.

Juan, un adicto que como Carlitos se había tratado con el doctor

Cortinas, fue uno de los fundadores de “La Magia”, razón por la cual se

encontraba en abstinencia desde antes que Carlitos se convirtiera en sucompañero en el grupo. Como ya se ha dicho, “La Magia” no hacía mucho

que se había formado por lo que todavía concurrían pocas personas, en su

gran mayoría adictos que se trataban con el equipo del doctor Cortinas y

Damián Rapela. Con el paso del tiempo, “La Magia” incorporó el nombre

internacional de Narcóticos Anónimos en consonancia con el de Alcohólicos

Anónimos que ya funcionaba en el Uruguay.

Debido, justamente, a que el grupo inicial era pequeño, a quienes

empezaban a sumarse a “La Magia” se les pedía que se acercaran

invocando el nombre de alguna persona conocida. Esta precaución teníasu explicación en el hecho de que entonces, veinte años atrás, se temía la

intervención policial debido a que todavía el tema de las adicciones tenía

ciertas características propias de un tabú. En aquella época permanecía

algo oculto por la falta de comprensión acerca de los adictos que existía en

la sociedad. Entre los temores del momento existía la posibilidad de que

algún policía se infiltrara en el grupo para escuchar lo que se decía y para

individualizar a los consumidores de drogas. Actualmente —como lo señala

Juan— las cosas han cambiado totalmente al extremo de que se habla de

las drogas con total claridad y la prensa se ocupa de ellas con frecuencia.

Una de las señales más claras en el mismo sentido al que apunta la

afirmación de Juan es que se ha empezado a discutir la posibilidad de

legalizar el autocultivo de la marihuana y que los diarios publican

asiduamente noticias sobre un probable proyecto de ley, sobre las

adicciones en general y acerca de actos públicos realizados en Montevideo

en los que se reclama la legalización. Por lo demás, con el paso del tiempo

Narcóticos Anónimos ha crecido de modo gigantesco, está en todo el país y

se ha multiplicado de una manera extraordinaria.

Cierto día le dijeron a Juan y a una compañera del grupo que los

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necesitaban para ayudar a un adicto que hacía poco que estaba internado.

La ayuda que se les pedía consistía en que se dirigieran al Hospital

Británico, donde estaba internado el adicto tratado por el equipo del doctor

Cortinas, para que lo acompañaran al grupo en la que sería su primera

participación, y que después lo llevaran nuevamente al hospital donde

seguiría internado. Todo aquello ya estaba coordinado por los terapeutas,

de modo que el adicto, después de haber aceptado integrarse a “La Magia”,

esperaba a quienes irían a buscarlo. Este procedimiento es habitual y

busca que el principiante no llegue solo, esto es, que sea introducido en el

grupo por alguien que ya está en rehabilitación. Pero lo que no es habitual,

como lo subraya Juan, es que el adicto al que va a buscarse para llevarlo

al grupo por primera vez sea una persona ampliamente conocida a la que

por distintas razones casi todos son capaces de ubicar por su papel en la

sociedad.

Como seguramente ya se ha entendido, el adicto a quien Juan y la

compañera fueron a buscar al hospital era Carlitos, figura pública por ser

sobreviviente de los Andes y, además, hijo de Carlos Páez Vilaró, un

hacedor volcado a múltiples actividades que gozaba de un gran renombre.

Aquella fue la primera gran sorpresa que Juan se llevó al saber quién era el

adicto que tendrían que acompañar desde el Hospital Británico hasta el

grupo “La Magia”. Juan nunca había hablado con Carlitos, no lo conocía

en persona, pero, por supuesto, sabía muy bien quién era a pesar de que la

tragedia de los Andes había sucedido en 1972 y el encuentro en el hospital

sucedía en 1991.

La simbólica importancia que tenía aquel encuentro concretado por la

llegada al hospital de dos adictos estaba marcada por el hecho de que

quienes se acercaban a buscar a Carlitos no eran dos funcionarios

cualesquiera del sistema de salud uruguayo ni dos enfermeros anónimos

que se disponían a cumplir mecánicamente con un simple trámite o con

una orden burocrática recibida de sus superiores. Las dos personas eran

nada menos que dos pares del internado, un hombre y una mujer que

tenían sus mismos problemas de adicciones.

Debido a lo reciente de la formación de “La Magia”, ni Juan ni la

compañera llevaban mucho tiempo participando de las reuniones, pero de

todos modos ya habían dejado de consumir y tenían una buena dosis de

experiencia en la actividad del grupo, todo lo cual explica que fueran

elegidos por los terapeutas para cumplir con la trascendente misión.

Juan recuerda que el trayecto hasta la sede de la calle Mario

Cassinoni lo hicieron en su auto, al tiempo que afirma que se había

tomado con tanta responsabilidad la tarea que se les había encomendado a

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él y a su compañera que su único interés radicaba en que todo

transcurriera normalmente hasta que llegaran a “La Magia”. Debido a su

nerviosismo se preocupaba por cada detalle por insignificante que

pareciera y como temía hasta que les sucediera algo en el tránsito

manejaba con mucho cuidado no fuera a chocar o a pasar una luz roja que

terminara retrasando la llegada del trío porque se había visto obligado a

detenerse por la intervención de un inspector que pretendía aplicarle una

multa. Sin embargo, su nerviosismo fue en parte aliviado por la actitud de

Carlitos, quien, desplegando el sentido de humor reconocido por todos, no

bien vio el auto de Juan, un vehículo común que no tenía nada que

permitiera considerarlo extraordinario, pensando en la finalidad con la que

sería utilizado inmediatamente lo bautizó como “el drogomóvil”. Esta fue la

segunda sorpresa que vivió Juan aquel día al comprobar que Carlitos con

cada una de sus intervenciones buscaba quitarle dramatismo a lasituación, de la misma manera que lo había hecho en la cordillera tal como

ha quedado documentado en el libro “Después del día diez”. Siguiendo con

esa conducta relajada que impedía a los demás concentrarse en el

pensamiento de hechos negativos, Carlitos se refería alegremente como

“Londres”, al lugar en el que estaba internado y al cual habían ido a

buscarlo, es decir, el Hospital Británico.

Cuando por fin estuvieron en “La Magia”, también los demás

integrantes del grupo quedaron impresionados al comprobar quién era el

principiante recién llegado. Y en los meses siguientes su presencia

continuó siendo un hecho resaltable por tratarse de quien se trataba, pero

además por su manera de ser, por todo lo que en las reuniones posteriores

fue volcando en el grupo. Juan está convencido de que Carlitos, fuera por

la razón que fuera, hubiera llegado a destacarse y a alcanzar algún grado

de notoriedad aunque nada hubiera tenido que ver con la tragedia de los

Andes.

No deja de ser divertido saber que la preocupación de Juan de aquel

primer día, no había desaparecido ni siquiera cuando ya estaban reunidos

en el grupo, al punto que en el momento en el que Carlitos se levantó para

ir al baño su sentido de responsabilidad todavía vivo lo obligó a acercársele

 y susurrarle “no vayas a marcar”, temiendo que la ida al baño fuera una

excusa usada por Carlitos para consumir cocaína a escondidas. Casi

seguramente su sentido extremo del deber que le exigía cuidar hasta el

último momento a quien le habían confiado lo hubiera obligado a

acompañarlo hasta el interior del baño si las circunstancias hubieran sido

otras. Juan, según sus propias palabras, se sentía, “como un soldado

custodiando a la persona que se le había encomendado especialmente”.

Más allá de la sonrisa que le provoca la evocación de lo sucedido aquel día,

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Juan también recuerda que “afortunadamente Carlitos se sintió cómodo

desde el principio, es que la fruta estaba madura para empezar el proceso

de rehabilitación”.

 Y así como el doctor Cortinas había afirmado que cuando Carlitosllegó a él “estaba muy mal”, Juan expresa que cuando fue a buscarlo al

hospital lo encontró “en un estado terrible”. Y agrega lo siguiente:

“Realmente estaba muy mal, su vida se había roto en pedazos, su

economía se encontraba comprometida, sus vínculos afectivos también

comprometidos, sus amigos se habían alejado, tenía un millón de

inconvenientes encima. En realidad, estaba como todos los que pasaron

por lo que él pasó, nadie llega a un grupo mucho mejor que Carlitos. Se

trata de un cuadro que se repite, se pierden amistades, pareja, dinero, todo

va quedando por el camino. Carlitos no llegó como un superhombre, llegóigual que cualquier otro que no tuviera su renombre y tuvo que hacer el

mismo proceso que todos para lograr la rehabilitación. Y fue a partir de ella

que pudo recuperar todo lo que había perdido. Él estaba cerca de los

cuarenta años al empezar la recuperación y fue entonces, a partir de ese

momento, cuando también empezó su madurez”.

Para Carlitos resulta inolvidable y así se encarga de señalarlo, que

cierto día quien lo fue a buscar al hospital fue Abraham, un alcohólico

anónimo de más de ochenta años muy conocido que era un especie de

institución en los grupos porque había recuperado absolutamente todo loque había perdido al punto que sus testimonios eran tan impresionantes

que provocaban un gran impacto en quienes lo escuchaban relatar lo que

había conseguido con la rehabilitación. Carlitos insiste en afirmar que

aquel día sintió que era un privilegiado al llegar al grupo en el auto de

Abraham.

Juan describe en pocas palabras la vida que había llevado Carlitos,

tal como lo ha hecho él mismo y otras personas que lo habían conocido

antes de empezar su recuperación: “Hasta entonces él había sido una

persona caprichosa, malcriada, inmadura, no tenía ideas claras ni estabapreparado para tener una vida propia. Todo esto puedo decirlo porque él

mismo lo ha repetido varias veces”.

Sin perjuicio de que más adelante otras personas directamente

vinculadas al proceso de rehabilitación de Carlitos den sus opiniones sobre

las consecuencias que tuvo para él la integración al grupo de Narcóticos

Anónimos, parece oportuno transcribir ahora lo que piensa Juan de su

presencia en las reuniones de “La Magia” de la calle Mario Cassinoni.

Esencialmente lo que Juan subraya es la actitud de Carlitos y lo que

sufrió para lograr que después de su paso por Narcóticos Anónimos fuera

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una persona distinta: “A Carlitos le costó mucho tiempo salir adelante.

Hasta su situación económica se había deteriorado completamente, el auto

en el que andaba en aquella época, por ejemplo, estaba completamente

destartalado. Él tuvo que pelear mucho para recuperar su vida, esto no

sucedió de un día para el otro, ni mucho menos. Estuvo años peleando y

acomodando sus cosas, puedo asegurar que le dio muchísimo trabajo

convertirse en la persona que es hoy. Y para esto el grupo fue fundamental.

Ese proceso tuvo que ver con su voluntad, aunque también incidió la

asistencia terapéutica, es verdad, pero el grupo le resultó esencial para

cambiar su vida, para que se decidiera a apostar por una nueva, diferente

a la que había llevado. Quien crea que no trabajó una enormidad, que no

se rompió el alma para conseguirlo, está completamente equivocado. Nada

le cayó de arriba, todo fue el resultado de un esfuerzo bestial para ocupar

el lugar que ocupa hoy en el plano individual y familiar. No hay dudas deque tuvo que poner una gran carga personal para salir del pozo”.

Lucas Alberto del Valle, conocido por todos como el Padre Lucas, es

un sacerdote dominico nacido en España, que vive en el Uruguay desde

1981. Los estudios eclesiásticos los realizó en Valencia y en Barcelona,

mientras que los de psicología los hizo en esta última ciudad. Profesor

desde hace veintiocho años en la Universidad Católica de Montevideo,

actualmente lo es de Análisis Existencial y Fundamentos de Psicoterapia.

Es autor, además, de un libro que ya lleva tres ediciones escrito con la

intención de colaborar con los adictos que están en proceso de

rehabilitación.4 

Más allá de sus títulos y de su actividad como docente es una figura

emblemática en “La Magia”, para cuya formación contribuyó ofreciendo sin

condiciones el lugar en el que se realizarían las reuniones y, como él

mismo lo dice, su propia persona. En efecto, siempre acompaña a los

adictos en recuperación para quienes está a disposición todas las tardes

desde hace más de diecisiete años. “Es el único lugar —explica— que

funciona todas las tardes, a partir de las siete esto es un hervidero,

siempre hay entre cincuenta y sesenta personas. Hasta vienen padres

desesperados por las adicciones de sus hijos para que los atienda. Yo tengo

un don que Dios me dio para la gente, todo el que viene después de

conversar conmigo se va en paz.”

El Padre Lucas no participa en los grupos y cuando se le pregunta

cuál es entonces su función aclara con un tono divertido y con un acento

español inocultable: “Ejerzo de mí, no pongo cara de cura ni de psicólogo”.

Lucas Alberto de Valle, “Notas para adictos. De la dependencia a la libertad”, impresoen Tradinco, Montevideo, mayo de 2010. 

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 Y con una simpatía que termina contagiando a quien lo escucha agrega

afirmaciones sorprendentes si se considera que provienen de quien es un

profesor universitario: “Mi mejor bagaje es que quiero a las personas, uno

descubre más cuando quiere a alguien que cuando está estudiando. Yo no

tenía ninguna experiencia en adicciones, ni idea sobre eso, en todo caso lo

único que tenía era la teoría que me había dado la psicología, algo que no

sirve para nada. Los libros son libros, si no nacen de la vida no sirven. En

un despacho no se escribe un libro de verdad. Se escribe conviviendo con

la gente”.

El Padre Lucas hace hincapié en el cuarto paso llamado “Inventario

moral”, uno de los doce que tradicionalmente se siguen en los grupos de

rehabilitación. Él no interviene directamente ni interfiere en la actividad de

Narcóticos Anónimos, pero, como lo explica, si alguien se encuentra muycaído no duda en hablar con quien necesita ayuda. Y si tiene una

inquietud espiritual lo invitará a participar en un retiro que a veces logra

reunir entre veinte y veinticinco personas. A fin de año, momento en el que

por el ambiente que se vive durante las fiestas tradicionales los adictos

corren el peligro de recaer en el consumo de drogas, los lleva a un

campamento en Minas, donde se construyeron cabañas con un gran

esfuerzo aprovechando materiales en desuso como maderas que son

abandonadas por la gente y en el que el Padre Lucas asegura desbordando

alegría que existe una gran organización.

El cuarto paso que ha mencionado el Padre Lucas, llamado

“Inventario moral”, de acuerdo a sus palabras consiste en ir reconociendo

todos los resentimientos que el adicto tiene, todo lo que guarda u oculta,

todo lo que ha hecho mal, mientras que con los otros pasos se van

reparando todas esas cosas. El último paso es “pasar el mensaje”, es decir,

hablar de eso para que otros sepan que existe la posibilidad de ocupar ese

lugar que les permitirá recuperarse. Incluso, hay grupos de servicio que

van a visitar hospitales, cárceles y centros de internación psiquiátrica para

pasar ese mensaje tal como se los pasaron a ellos. Una tarea que exige

poseer un gran sentido de la solidaridad.

Fue el Padre Lucas quien le dijo algo a Carlitos, que después le

serviría para darle tranquilidad en relación a una actitud suya que en

principio podría verse como la expresión soberbia característica de alguien

que se considera un escalón por arriba de los demás.

Como ya se ha explicado, pasado un tiempo desde su rehabilitación,

Carlitos se dedicó a dar conferencias, una forma de vida que le ha

permitido convencerse de que ya podía abandonar la idea de que era

“bueno para nada”, como lo había creído en su juventud. Actualmente

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sostiene que él sabe para qué es bueno, en tanto se ha convencido de que

es un muy buen conferencista. Entonces, al imaginar que quien lo

escuchara expresar ese juicio sobre sí mismo podría llegar a definirlo como

un arrogante que no conoce la humildad, recordó lo que le había

comentado el Padre Lucas y de qué modo sus palabras terminaron

ayudándolo hasta el día de hoy: “La cuestión es creérsela y yo me creo que

soy muy buen conferencista. Y me digo que soy el mejor, que difícilmente

alguien pueda superarme. El Padre Lucas me había explicado que la

palabra humildad proviene de humus o sea de tierra. De modo que

finalmente la humildad significa tener los pies en la tierra y si yo afirmo

que dando conferencias soy bueno, ¿dónde está mi arrogancia? No soy

arrogante, simplemente estoy señalando un hecho, algo que es verdadero,

una característica positiva de mí que no tengo que esconder ni callar. Así,

por ejemplo, en un sentido absolutamente contrario también digo que nomanejo bien ya que es verdad que no soy un buen conductor. Entonces,

del mismo modo que reconozco una virtud mía también soy capaz de

admitir un defecto. Tanto en un caso como en el otro expreso una verdad.

Aquello del Padre Lucas me ha servido muchísimo, fue una de esas cosas

que a uno le quedan grabadas para siempre. Lo que pasa es que no existe

la costumbre de aceptar que alguien diga cosas buenas de sí mismo. En

seguida lo tachan de arrogante. Al fin de cuentas, por algo me contratan

para dar conferencias empresas de un gran poder económico y de enorme

prestigio internacional, si no fuera bueno en lo mío no lo harían. ¿O acasopuede pensarse que disfrutan gastando dinero en algo que cuando lo

reciben se dan cuenta de que no era lo que esperaban de mí?”

La intervención de Gelsi, que enfoca el mismo asunto tratado

anteriormente, es propicia para ilustrar lo que piensa quien como él ha

tenido a Carlitos como paciente de psicoterapia durante ocho años:

“Carlitos se creía una persona sin ninguna fuerza de voluntad, no se creía

capaz de nada y sin embargo llegó a probarse que no era así. Por eso, por

ejemplo, las charlas que ofrece con éxito y que tomó como medio de vida le

han dado la posibilidad de ejercer su poder de seducción. Hizo de eso unoficio y al mismo tiempo, de esa manera, al recorrer un camino propio

pudo separarse de la figura de su padre. Con la figura paterna hizo un

gran proceso, lo aprecia pero no va más allá. Ya no es alguien que lo

aplaste. Soportó críticas muy duras recibidas por realizar las conferencias,

pero pudo demostrarse que tiene una gran fortaleza y una gran voluntad

contrariamente a lo que hasta entonces había creído. Cuando le dicen que

está lucrando con los muertos de los Andes ya no le preocupa. Es que

ahora se lo creyó. Esto lo ha construido él mismo, la psicoterapia lo ayudó

en ese sentido aunque no es el terapeuta quien lo logra sino la interacción,

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finalmente es el paciente quien hace el trabajo. Carlitos es un hombre que

obra por impulsos, no es un hombre de pensamiento, tampoco de acción.

Él estaba convencido de que no era inteligente porque no era un

intelectual, lo que no tenía nada que ver, son cosas distintas.

Paulatinamente fue rescatando lo que verdaderamente es su inteligencia

natural que es mucho más emocional y práctica. Así fue que adquirió una

noción de valor personal sin complejos”.

La personalidad actual de Carlitos —siempre de acuerdo a la opinión

de Gelsi— se destaca indudablemente por la voluntad ya que ha entendido

que no puede volver a vivir en el caos en el que estuvo. Quizás porque

sospecha que puede recaer, no en la droga en sí misma sino en el caos o en

el desorden de los cuales nuevamente podría pensar que lograría salir con

la droga. Es como si se sintiera originariamente flojo y por eso se hubieradecidido a aplicar su voluntad con un gran sentido de la responsabilidad. A

lo que se compromete se dedica y lo hace. Ya no quiere más el atajo, esta

es una característica suya de hoy. Y lo esperanzador para Gelsi es que este

aspecto altamente positivo lo adquirió, no lo tenía.

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PARA CAMBIAR HAY QUE PADECER

Con la finalidad de buscar nuevos testimonios de personas que

vivieron de cerca el recorrido realizado por Carlitos a partir de su ingreso a

“La Magia”, es necesario escuchar lo que sostiene Ismael Piñero, consejero

en adicción y director desde hace quinces años de la ONG “Ser libre”.

 También él logró alcanzar la rehabilitación, gracias a la cual hace ya dos

décadas que está libre de drogas.

Pinero empezó a concurrir al grupo el 19 de setiembre de 1991,

mientras que como es sabido Carlitos lo hizo el 29 de octubre del mismo

año, de modo que entraron a “La Magia”, casi al mismo tiempo. Piñero

afirma algo que ya había expresado el doctor Cortinas, es decir, que el

síndrome de abstinencia de los medicamentos es todavía más duro que el

de la cocaína lo que lleva a que el adicto a esta clase de substancias

necesite lo que él llama “una mayor contención”.

 Y agrega: “Carlitos se había hecho una trampita porque había dejado

el alcohol, pero seguía consumiendo droga de manera que la rehabilitación

no le llegaba nunca. Hay personalidades adictivas y hay rasgos comunes a

todos los adictos, como la baja tolerancia a la frustración, la

hipersensibilidad, un comportamiento obsesivo o compulsivo y algunos

otros. La tragedia de los Andes, incluso hasta después de tanto tiempo de

ocurrida, puede haber actuado como un disparador ya que tuvo un efecto

postraumático muy difícil de enfrentar. La condición para entrar a un

grupo hay que buscarla en el sufrimiento que se está viviendo, extremo que

Carlitos estaba padeciendo. La actitud se demuestra con ese primer paso,

se toma conciencia del problema y se busca una solución, tal como él lo

hizo al ir a ‘La Magia’. La droga hace más lento el duelo o impide que se

viva de modo natural. Carlitos drogándose nunca llegaba a resolver el

problema de los Andes. El adicto sufre y se droga, le viene rabia y en lugar

de dejarla salir se droga nuevamente de modo que otra vez adormece el

dolor y el sufrimiento que experimenta. No se llega nunca a la zona de

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cura, no se deja que los sentimientos se manifiesten libremente. La culpa,

el dolor, la rabia, incluso las pérdidas, nunca llegan a ser aceptados, todo

está siempre dormido, se postergan de por vida. No importa cuál es la

droga, sea cual sea actúa de la misma manera”.

Damián Rapela, por su parte, al considerar el tema ya abordado que

intenta explicar la posible relación que existió entre la tragedia de los

Andes y la posterior caída de Carlitos en el consumo de drogas, sostiene

que alguien que sufre un trauma como el que le tocó vivir en la cordillera lo

único que puede hacer durante mucho tiempo es racionalizar la

experiencia traumática. “Si Carlitos hubiera intentado vivirla desde el

terreno de lo emocional hubiera enloquecido”, afirma Rapela. De acuerdo a

su opinión el desplacer que provoca es tan grande que resulta intolerable.

La culpa, la vergüenza, la rabia y la angustia adquieren una dimensióncolosal de manera que lo primero que Carlitos tenía que hacer era

sobrevivir y para lograrlo estaba obligado a racionalizar lo sucedido. Cada

vez que aparecía un sentimiento peligroso lo tapaba con droga, pasando a

otros temas o hablando con alguien, siempre evadiendo la experiencia

traumática.

Carlitos había empezado a tratarse con el doctor Cortinas, cuyo

equipo como ya se ha dicho integraba Rapela, por lo que también asistía a

sesiones con éste. Justamente, ya en la etapa final Rapela recuerda que le

decía a Carlitos que el día que él destapara el tema de la cordilleraseguramente iba a tener problemas por lo que debería buscar ayuda.

Mientras tanto, él estaba convencido de que estaba bien que lo encarara

desde el punto de vista racional.

Carlitos era ya un “gran adicto”, afirma Rapela, pero cuando dejó de

consumir porque el grupo lo había ayudado a liberarse no pudo en primera

instancia bucear en el conflicto de la cordillera. “Si lo hubiera hecho,

seguramente hubiera vuelto a consumir”, comenta Rapela, para después

agregar: “Todavía no estaba capacitado para enfrentarse a esos niveles de

angustia. Eso fue lo que le dije, que me parecía apropiado que todavía noentrara en eso y que cuando estuviera más fortalecido por el paso del

tiempo podría bucear en los Andes”.

Finalmente Rapela, expresa algo que ya han repetido otros testigos del

esfuerzo extraordinario realizado por Carlitos para zafar de la trampa en la

que había caído: “Carlitos hizo aquello que le dije, por supuesto que le

costó un gran trabajo y que le llevó mucho tiempo. Me consta que fue una

etapa muy difícil para él a pesar de que ya llevaba tiempo sin consumir. La

segunda cordillera le llevó muchos más años y probablemente le produjo

más sufrimiento que la primera”.

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En la conversación con Rapela surge otro interesante elemento que

tiene que ver con la imagen equivocada que muchas veces la mayoría de la

gente se hace de alguien a quien no conoce debidamente. Se trata del

asunto muchas veces considerado de la diferencia que existe entre lo que

alguien es y lo que parece ser, de cómo generalmente la imagen con la que

la gente se queda termina ofreciendo una especie de pintura falsa del otro

que nada tiene que ver con lo que realmente es.

“Otra cosa que quiero subrayar —enfatiza Rapela— es la calidad de

persona que es Carlitos. Cuando yo lo conocí representaba para la opinión

general lo que se llama ‘un carrasquito’ 5, un pituco, un sobrador que

contaba historias grandilocuentes de dudosa veracidad. Cuando llegó al

tratamiento conmigo era evidente que traía puesta una máscara brutal, era

otra persona, si se lo rascaba apenas un poquito enseguida aparecía elotro. Lo que él representaba resultaba bastante diferente a lo que era en

realidad. En el tratamiento se mostraba como una persona derrotada, muy

golpeada, que necesitaba ayuda, pero al mismo tiempo era alguien muy

solidario, amable, simpático, capaz de comunicarse a través de los

sentimientos, todo aquello que la gente no sabía de él ni tampoco

imaginaba. Al trabajar con él me di cuenta de que atrás de la máscara que

usaba se escondía una personalidad riquísima.”

Después de escuchar a los especialistas la voz de Carlitos se impone

por sobre las ajenas para hablar sin eufemismos de la razón por la cual élcree que decidió por fin encarar su rehabilitación definitiva combinando la

internación hospitalaria y especialmente la asistencia al grupo la “La

Magia”. Para que el lector comprenda cuál fue el proceso de su

razonamiento lo mejor es escucharlo recordar la vida que llevaba.

Dice Carlitos: “Simplemente comprendí que mis compañeros de

generación evolucionaban, pero que yo, por el contrario, iba para atrás. Y

también me dije que no era posible que después de haber vencido a la

muerte en los Andes estuviera matándome de esa otra manera. Había

momentos en los cuales tomaba conciencia de semejante barbaridad. Yohabía llegado a valerme simultáneamente hasta de tres taxis que estaban a

mi disposición, los llamaba por teléfono y acudían a la dirección que les

daba para recoger un paquete que después me traían a mi casa. Esa era

una de las formas que usaba para que me llegara la droga. Recuerdo que la

cocaína me la mandaban en sobres que tenían el logotipo de la Cámara de

Diputados, un camuflaje perfecto. Yo soy naturalmente un productor, si en

aquella época hubiera existido el teléfono celular hubiera organizado una

red de conexiones extraordinarias. Puedo sostener que de alguna manera

En alusión al barrio Carrasco. 

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 yo era un genio para procurarme lo que me hacía falta. También iba a

barrios alejados que nunca hubiera pensado que llegaría a visitar en los

que, por ejemplo, me dirigía a un tipo al que le pedía un diario que al

entregármelo simplemente me decía ‘la página de deportes’. Abría el diario

 y en esa sección estaba la droga pegada. Yo era capaz de hacer todo eso,

aunque en general era bastante cómodo, me hacía llevar la droga al lugar

que quería. También en Punta del Este tenía a una persona que se

encargaba de que no me faltara. Las pastillas las conseguía sin problemas,

me las arreglaba para obtener las recetas obligatorias, no se trataba de una

cajita por mes, yo consumía muchas pastillas por día. Hasta había ubicado

una farmacia que por ciertos contactos me las daban sin receta. Y como un

día me enteré de que los dentistas podían recetar psicofármacos mis

posibilidades aumentaron más todavía. Quiero dejar algo bien claro: nadie

va a la ruina por el consumo, si queda en la calle es por las locuras quecomete como consecuencia de ser un consumidor. No se consume tanto

como para dilapidar una fortuna debido a lo que cuesta la droga. El doctor

Cortinas ponía un ejemplo que a mí me parecía muy acertado. Me decía

que si a un adicto le ponían un millón de dólares sobre una mesa y al lado

un vaso de whisky seguramente elegiría el vaso. Podrá parecer una

caricatura, pero eso es lo que le pasa a un adicto. Deja de pagar las

cuentas, deja de preocuparse por las obligaciones de la vida cotidiana, está

para otra cosa. Piñero, por ejemplo, era un hombre de recursos pero

cuando tuvo la desgracia de romperse el tendón de Aquiles no pudoasistirse en una institución médica privada, no encontró otra solución que

internarse en un hospital público. Su situación económica del momento no

le permitió tratarse de otro modo. Recuerdo que fui a visitarlo y juré que

nunca más volvería a pisar ese hospital que estaba en un estado

lamentable, era deprimente. A eso lo había arrastrado el consumo. Yo me

enteré que adicto quiere decir ‘no dicho’ y me acuerdo que mi madre para

suavizar la situación cuando hablaba con alguien de mi internación nunca

decía que a eso me habían llevado las drogas, mencionaba el hecho

diciendo algo así como ‘Carlitos está internado por problemas con losmedicamentos’, no nombraba para nada a la cocaína, esa droga no se

podía ni mencionar. De ese modo le parecía que evitaba la vergüenza que

se supiera que tenía a su hijo en un hospital por consumo de cocaína. Y es

al revés, hay que nombrarla, hay que hablar. El tiempo ha pasado y es

verdad que hoy, sin embargo, la situación es diferente, ahora es un tema

que se toca con más naturalidad”.

Según el doctor Cortinas, es verdad que los adictos siempre se las

arreglaban para conseguir las recetas de los psicofármacos explotando

ciertas complicidades al tiempo que señala que no hay que olvidar que en

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aquellos tiempos los controles eran menores que en la actualidad.

Carlitos ha insistido en afirmar que en los Andes aportó lo que llama

su “buena onda”, refiriéndose a lo fundamental que le resultó su actitud

positiva al permitirle transformarse en alguien que trabajaba para el grupo.Para ejemplificar su afirmación alude a la película “La vida es bella”6, como

modo de señalar que en la cordillera siempre apareció su lado optimista

que lo hacía pensar en algún hecho esperanzador, en que algo había más

adelante bastante lejos de la tragedia. También ha sostenido que él no era

así, que cambió debido a las circunstancias tan particulares vividas en la

cordillera. Fue en ese momento y en ese lugar cuando se valió del

optimismo, que lo dejó expresarse para sobrellevar una situación que se

mostraba intolerable.

Algo similar le pasó, de acuerdo a lo que explica, cuando resolvióescapar del mundo de las drogas. Sus palabras no dejan dudas sobre cuál

fue en este caso su actitud: “Cuando volví a la normalidad en el Uruguay,

fui metiéndome en un callejón sin salida, sentía que las frustraciones eran

cada vez mayores, a pesar de que siempre tenía una salida graciosa para

 justificar lo que estaba haciendo, digamos que le encontraba la vuelta por

el lado payasesco, era evidente que estaba perdido en un laberinto infernal.

 Y aunque parezca paradojal eso me resultó tan evidente que al darme

cuenta de que no tenía salida terminé planteándome la necesidad de dejar

de consumir. Esa fue la gran decisión de mi vida. Lo había intentado variasveces, pero dejaba un tiempo y luego volvía a lo mismo porque no

solucionaba los otros problemas como el laboral o el familiar. Hasta que

entré a Narcóticos Anónimos y todo empezó a cambiar. Me acuerdo que

una de las cosas que más me ayudó fue que me dijeran que uno de cada

cien de los que entraban en los grupos llegaba a cumplir un año sin

consumir. Me aferré a eso con todas mis fuerzas, me dije que yo iba a ser

ese uno de los cien, a pesar de que también ese desafío me provocaba

miedo. ¿Y si no era yo uno de los cien? Sin embargo, aprendí que también

 yo tengo miedo, que a pesar de haber sobrevivido a una tragedia como la

de los Andes, tengo derecho a tener miedo. Así fue como empecé a dar la

batalla más dura de mi vida. Y logré vencer el miedo como lo demuestra el

hecho que yo haya sido uno de los cien. Ya hace veinte años que no

consumo, logré lo que quería. Un periodista que cierta vez se acercó para

hacer una nota sobre los grupos de adictos terminó entrando en uno de

ellos. Fue muy gracioso. En las reuniones solía decirse que al adicto le

daban un cheque en blanco en el que podía poner la cantidad que quisiera,

6 Dirigida y actuada por Roberto Benigni, en “La vida es bella” (1997) un padre inventa

una historia para ocultarle a su hijo -a quien intenta convencer de que se trata de un juego- la tragedia que están viviendo en un campo de concentración nazi. 

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se trataba de algo simbólico aludiendo a todo lo que el rehabilitado ganaba

de vida al entrar en el programa de rehabilitación. Y resultó que tiempo

después me encontré con aquel periodista que al verme empezó a gritarme

que lo del cheque era verdad. También a él le fue muy bien, el grupo le dio

un gran resultado. Tanto él como yo habíamos logrado llenar aquel cheque

con una cantidad inmensa de vida que no es posible asimilarla al dinero”.

Según lo entiende Carlitos, no tenía otra solución a la vista, hizo la

mejor elección, la que lo salvaría, de ahí que exprese lo siguiente: “El

camino de salida es Narcóticos Anónimos, para mí no hay otro. Dejar de

consumir no es solamente abandonar el consumo, hay que trabajar muy

duro, es necesario poner pasión en la actividad que se ha empezado para

cambiar la vida. A mí se me prendió la lamparita, me dije que ese era el

último vagón y que yo tenía que subirme a él sin esperar más aunquehacerlo me significara sufrir. Me agarré con las dos manos, ya que

seguramente no volvería a pasar. Para cambiar hay que padecer, hay que

sufrir y conocer el dolor, pero también hay que tener en cuenta que no

todos tienen la suerte de encontrar la posibilidad del cambio. Ya dejé de

pensar que soy bueno para nada, ahora sé que es posible que yo no sirva

para muchas cosas pero sé en cambio que sirvo para otras. Tengo un

camino personal, a partir de aquel momento dejó de importarme lo que

pudiera hacer mi padre con Casapueblo o lo que haría mi madre con su

estancia, lo que importaba era que yo tenía un valor en mí mismo y que

podía arreglármelas sin esperar lo que me llegara de mis padres. Entendí

que lo único que tenemos es el hoy, ayer ya se fue y mañana no ha llegado

todavía. Solamente hoy no consumo y solamente hoy soy lo más feliz que

puedo permitirme”.

Si bien es verdad que Carlitos había llegado a la droga por “novelería”,

tal como lo dijo anteriormente, cuando después de fumar marihuana le

presentaron a la cocaína inmediatamente sintió su seducción y se

convenció de que esa droga era para él. Lo fascinó la consecuencia que

experimentaba al consumirla, es decir, que con la cocaína el pensamiento

no tenía ninguna clase de censura. Se dejó envolver por la realidad que le

mostraba que después de incorporarla a su organismo adquiría lo que él

define como una gran velocidad mental. Le parecía que era brillante, que

era el número uno en todo, cuando en verdad no lo era en nada. Todo

aquello lo había llevado a entrar en un círculo vicioso ya que

inmediatamente después de los momentos eufóricos sobrevenían los

bajones que él vivía como algo espantoso, decididamente intolerables. Y,

precisamente, como no los soportaba volvía a consumir cocaína para

sentirse otra vez alejado de los estados a los que lo llevaba la falta de la

droga.

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No hay dudas de que lo que finalmente triunfó en él fue la actitud, esa

nueva postura de ánimo que le permitió buscar la puerta de escape, de la

misma manera que había sucedido en los Andes cuando a través de la

noticia que Nicolich había escuchado en la radio los sobrevivientes

supieron que la búsqueda se había suspendido. Entonces ellos,

contradictoriamente, consideraron que aquella en definitiva era una buena

noticia en tanto a partir de ese momento su salvación dependería de ellos

mismos. Esa había sido una demostración de una actitud

incomparablemente positiva, como la que habían desplegado Parrado y

Canessa corriendo el riesgo de perderse para siempre cuando decidieron

seguir adelante en medio de la inmensidad de la cordillera y continuaron la

marcha para intentar el milagro que significaría encontrar una ayuda en

lugar de retroceder para refugiarse con los demás entre los restos del

fuselaje del avión y ahí esperar pasivamente lo que el destino les tuvierareservado.

Carlitos también siguió adelante, tampoco él aceptó permanecer

inactivo en medio de las ruinas a las que lo había llevado la droga,

continuó caminando hasta reencontrarse con la vida que en su caso fue la

que le alcanzó la última internación y la integración al grupo de Narcóticos

Anónimos. Al fin de cuentas, se trató de algo comparable con el encuentro

de Parrado y Canessa con el arriero chileno que los arrancó de la muerte.

Por algo Carlitos le había contestado al doctor Cortinas que el grupo había

sido para él como volver a ver los helicópteros descendiendo en la nieve

para rescatarlos.

Si Carlitos hoy mira hacia atrás lo hace solamente para recuperar los

aspectos positivos del pasado porque sabe que esa actitud al mismo tiempo

tiene la virtud de generar una respuesta positiva también en los otros. No

se deja dominar por las posturas negativas que encuentra en muchas

personas que en ciertos casos no son otra cosa que expresiones de una

envidia poco disimulada ya que en general él siente que no se reconocen

los méritos de quien ha logrado algo por su propio esfuerzo. Como ejemplo

contrario de esa postura menciona a su padre quien siempre mira hacia

delante con optimismo y elogia lo que su hijo hace con expresiones como

“estamos en la lucha” o “arriba el ánimo” en consonancia con su

personalidad que lo lleva a pelear cada vez que surge un obstáculo. Es

sabido que a Carlitos le costó desprenderse del fardo de la figura paterna,

pero ahora todo es diferente ya que ha logrado andar por una vía distinta a

la de él lo que le ha dado la posibilidad de abandonar pacíficamente la idea

de verlo como a un competidor.

No está de más repetir que este proceso de cambio a Carlitos lo obligó

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a pasar momentos extremadamente difíciles. Estaba pisando un terreno

tan inestable que sostiene que incluso hubo momentos en los que llegó a

comprender a los suicidas, pero al encontrar el equilibrio hasta entonces

esquivo, el mundo de la droga se convirtió en algo completamente ajeno

para él, un universo poblado de muerte que afortunadamente ya no le

pertenece. Y después de desprenderse de la amenaza representada por las

drogas, cuando entró en el mundo opuesto, ya nada tuvo que ver con la

cocaína ni con los medicamentos consumidos en exceso. Ni con ninguna

otra clase de droga, fuera la que fuera. Antes de llegar a la meta que se

propuso sabía perfectamente dónde podía encontrarlas, cuáles eran los

pasos que debía dar para conseguirlas, mientras que inmediatamente

después de dejar el consumo ignoró para siempre todo lo que se

relacionaba con ellas.

Entre tantos actos cumplidos por Carlitos que sirven para entender

su necesidad de valerse de una postura abiertamente positiva, es posible

recordar lo que sucedió el día que tuvo que dar una conferencia en la

ciudad mexicana de Puebla. En aquella oportunidad los oradores fueron

Antonio Valladares, el cubano que había estado prisionero durante

veintidós años condenado por el régimen de Fidel Castro, una mujer judía

alemana que había sobrevivido a la experiencia límite de pasar un largo

tiempo en un campo de concentración nazi y Carlitos, quien hablaría de la

tragedia de los Andes.

Valladares explicó las condiciones infrahumanas que había soportado

en la cárcel redondeando un cuadro que a Carlitos le pareció horrible; por

su parte la mujer judía incorporó lo que había significado para ella tolerar

el terror, la humillación y el desprecio por la vida que los nazis les hacían

sufrir diariamente a los prisioneros, todo lo cual había terminado por crear

un ambiente depresivo entre quienes habían concurrido a escuchar las

conferencias. Carlitos, quien había concurrido a Puebla con su hija, era el

último orador. Cuando le llegó el turno de hablar decidió empezar su

charla afirmando que si la presencia de los tres conferencistas se hubiera

debido a que se buscaba desarrollar una especie de competencia para

determinar quién lo había pasado peor probablemente sería el ganador,

pero que según lo entendía él estaba ahí para otra cosa, que su interés era

demostrar cómo había logrado salir hacia delante y no quedarse en lo que

había sufrido. Y dominado por esa actitud fue que ofreció toda su charla.

Al final de la conferencia la respuesta del público fue de una excepcional

aprobación al punto que llevó a la gente a pararse y a rodear a Carlitos

para demostrarle su entusiasmo hasta que su hija tuvo que intervenir para

evitar que aquello se saliera definitivamente de cauce.

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 Tanto se ha hablado ya de “La Magia”, a tal punto se ha hecho

referencia a lo que el grupo contribuyó en la rehabilitación de Carlitos, que

es hora de formular la pregunta que busque desentrañar la verdadera

razón por la cual parece ser que ese procedimiento termina siendo el único

efectivo para que los adictos abandonen el consumo de drogas. ¿Dónde

está el secreto, cómo opera lo que parece un milagro o, justamente, simple

magia, que lleva a una persona que ha estado consumiendo durante años

a abandonar las drogas a partir de su participación en un grupo

conformado únicamente por quienes se habían rendido a las adicciones?

La palabra “pares” es usada constantemente por quienes se ocupan

del tema dando a entender que al reunirse los iguales, esto es, quienes

están padeciendo un mismo drama, todos se encuentran también

ocupando un mismo lugar y respirando en un ambiente que no les eshostil. Estas son las condiciones que, al mismo tiempo, les permite exhibir

libremente y sin vergüenza el pesado fardo que llevan encima sin escuchar

recriminaciones por lo que han hecho. Éste, pues, es el punto central que

se abordará en el próximo capítulo para tratar de clarificar lo que pasa en

el interior de un grupo y cómo fue que Carlitos encontró en él la tabla de

salvación.

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ENCONTRARSE CON LOS DEMÁS

Lo primero que afirma Carlitos al explicar cuál fue la causa por la que

él entiende que el grupo terminó siendo el medio más adecuando para que

encontrara la puerta abierta que al traspasarla le permitió reencontrar la

libertad perdida estuvo en que de pronto se vio rodeado de pares que

estaban ahí peleando por la misma cosa que él. Y que nadie juzgaba al

otro, que nada de lo que se dijera era considerado anormal o condenable.

No todo sucedió, por supuesto, de manera instantánea, reconoce que

hubo momentos en los que escuchaba las exposiciones de sus compañeros

como si hubiera pasado a habitar en otro planeta. Así, por ejemplo,

expresa que le costaba entender algunos de los testimonios, que no llegaba

a darse cuenta de la real dimensión de lo que significaban las palabras que

llegaban a sus oídos. En ese sentido recuerda un caso concreto que le sirve

para dar un ejemplo del asombro que sintió al escuchar a un compañero

que se manifestaba muy contento porque finalmente se había permitido la

felicidad de dedicarle un tiempo de su vida a su sobrino para jugar con él.

Aquella confesión acerca de un hecho aparentemente trivial, un acto casi

insignificante que llenaba de satisfacción al integrante del grupo poco a

poco fue adquiriendo para Carlitos su verdadero sentido ya que pudo

entender que con la rehabilitación se llegaba a disfrutar de cosas que hasta

entonces habían sido dejadas totalmente de lado. En cierto sentido lo queafirma de algún modo remite a lo que había dicho Gelsi, sobre la

heroicidad que Carlitos llegó a descubrir en la cotidianeidad.

“Al final me di cuenta de que al entrar al grupo había empezado a

manejar la telenovela de la vida, era como si me dijeran que no debía

perderme el próximo capítulo, es decir, que no podía faltar a la próxima

reunión”, expresa Carlitos para recordar al mismo tiempo que estar entre

sus pares también le hizo comprender que era necesario cambiar de vida,

apartarse de varias cosas, entre ellas de las personas que hasta entonces

lo habían acompañado en el camino de la droga. Esas personas definidas

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irónicamente por Carlitos como “los chicos malos”, tenían que ser evitadas,

archivadas en el pasado para siempre, para ser sustituidas por nuevos

amigos que no por casualidad casi inmediatamente pasaron a ser los

integrantes del grupo. Al mismo tiempo, asegura que paralelamente se

había formado un grupo más reducido, un grupito al que denomina “el

pelotón de recuperación”, formado por ocho o diez personas que se

llamaban por teléfono, que comentaban cómo lo habían pasado en esos

días, que se alegraban porque “La Magia” continuaba aumentando el

número de integrantes y que festejaban todo lo que con gran voluntad y

esfuerzo paulatinamente iban logrando en el plano personal.

Según Ismael Piñero, el grupo resulta ser la ayuda fundamental

porque es la que un adicto le ofrece a otro adicto. Esta verdad fundamental

fue la que le comentó cierta vez a un periodista que lo había llamado parahacerle un reportaje. La respuesta que recibió del periodista al establecer

una similitud que Piñero nunca se había planteado le sirvió para darse

cuenta de que realmente era así. En efecto, el periodista le contestó que la

afirmación de Piñero lo había llevado a compararla con el efecto que tienen

las vacunas, especialmente el suero antiofídico. Piñero en un principio no

entendió el sentido de la respuesta del periodista, pero luego comprendió

que tenía razón, que esa era la causa de que los grupos funcionaran. Para

expresarlo gruesamente Piñero sostiene que “el mal cura al mal”, tal como

el suero hecho en base al propio veneno inoculado en el organismo de una

persona evita que el veneno que recibió al ser mordido por una serpiente lo

lleve a la muerte. “Sin veneno es imposible hacer el antídoto”, afirma

Piñero. En el caso del adicto sucede algo parecido, los medicamentos no

sirven, lo que da resultado es el otro, es decir, el igual. Como el adicto es

siempre adicto, de acuerdo a Piñero es como si fuera portador de un virus,

la adicción está latente. Por eso es que hay que aprender a convivir con la

adicción y buscar la forma de protegerse en el grupo para que esa adicción

oculta no se manifieste abiertamente.

Con otras palabras el padre Lucas apunta en la misma dirección que

lo hizo Piñero: “El adicto está limpio, pero sigue siendo adicto. Si él

pensara que dejó la droga para siempre, si pensara que es para todo la

vida, no podría enfrentarlo. ‘Hoy pude, mañana se verá’, eso es lo que debe

decirse y es lo que se dice. En el grupo sigue con la droga de modo

simbólico, eso es lo que los reúne, pero no piensa en ella concretamente,

solamente que es ella la que los reúne. Todos tenemos dependencias, pero

las vamos cambiando, los árboles se mantienen firmes si tienen buenas

raíces y estas son nuestras dependencias. El ser humano es un ser con

otros seres —recuerdo lo que dice Heidegger— antes de ser individuo

estuvo con alguien, con su madre, por ejemplo, por eso sufre la soledad. Se

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sufre la separación. Claro que hay dependencias humanas naturales

porque somos limitados y otras que como las adicciones llevan a las

drogas, cosa que es muy distinta”.

La adicción es una enfermedad que muestra características raras.Una de ellas —manifiesta Piñero— es que la medicina no es la que está

mejor preparada para enfrentarla. Y otra es que cuanto más se ayuda a un

enfermo por adicción peor se pone. Si a alguien que tiene hepatitis se lo

acompaña, se le lleva la comida a la cama, se lo vigila cuando debe ir al

baño, etc., el enfermo se manifestará agradecido y reconocerá la ayuda que

se le ofrece. Con un adicto, por el contrario, nada de eso servirá para nada,

seguirá enfermo. La ayuda deberá pasar necesariamente por otro lado. Al

adicto que va a consultarlo Piñero le dice que haga de cuenta que fue a ver

al médico que va a atenderlo para ocuparse de su caso. Que él le dirá cuáles su enfermedad, cuáles son los riesgos que conlleva, por qué está

viviendo lo que lo hace sufrir, tocará el tema familiar y algunos otros

puntos, pero concluirá explicándole que no podrá indicarle el remedio para

la enfermedad, que esa solución no podrá dársela ya que ella se encuentra

únicamente en el papelito que le entrega donde figuran las direcciones en

las que se reúnen los grupos de adictos y los horarios en los que

funcionan. Es el grupo el que pone al alcance del adicto las herramientas

necesarias, tales como alejarse de su ambiente habitual y no consumir la

primera dosis. Si no se toma la primera no habrá ni segunda ni tercera.

Como ya se ha dicho, se trata solamente de hacerlo por hoy, mañana no se

sabe lo que podrá pasar, se fijan metas cortas y se trata de que el adicto

comprenda que la adicción no puede controlarse con drogas, de ahí la

necesidad imperiosa de la abstinencia y de la integración al grupo.

Para el Padre Lucas en el grupo se crea una mística, de hecho quienes

concurren a él no se drogan, en todo caso la droga, como ya lo ha

manifestado, está presente a nivel simbólico. Los adictos quedan

afectivamente dependientes de una forma inmadura, necesitan de algo

para seguir viviendo. Entran a un grupo por la presencia de los otros, pero

en realidad hay en ello una inmadurez en tanto necesitan actos que

provengan de afuera para sentirse bien. La única manera de salir adelante

es pertenecer al grupo, la forma de crecer como persona. La droga hace

posible que seres solitarios puedan encontrarse para hablar de lo suyo

frente a otros que los escuchan. Quien por primera vez entra al grupo es el

más importante para todos, los otros le prestan atención, cosa que antes

no le sucedía. Es extraordinario, la droga que antes le servía para

separarse y estar en soledad es la misma que al adicto le sirve para

encontrarse con los demás. Por sí solos no van a poder salir del problema,

harán una terapia, por ejemplo, pero cuando vuelvan a la vida normal

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volverán a lo mismo porque no habrán cambiado su proceso interno.

“Diríamos que desde el punto de vista cristiano se trata de una conversión

 —explica el padre Lucas— ya que se trata de un cambio fundamental.” En

el grupo al adicto se le pide que rompa con lo anterior, que aquello que lo

rodeaba desaparezca, se trata de una vida nueva para la que deben crearse

actitudes también nuevas. Hasta que se integró al grupo nadie se había

preocupado por el adicto, nadie le preguntaba cómo se sentía o qué podían

hacer por él. Es el grupo el que lo hace.

No es casualidad que quienes fueron entrevistados para este trabajo

coincidieran en sus declaraciones. Todos se han especializado en

adicciones y, además, algunos de ellos, como ya se ha señalado, también

son adictos que como Carlitos pasaron por momentos muy duros para

liberarse de las drogas. Una nueva opinión, en este caso, la de DamiánRapela, se incorpora a las ya emitidas para explicar por qué el grupo llega

a lograr un resultado tan positivo.

En primer lugar, Rapela recuerda que los grupos fueron creados por

adictos y que la mayoría de quienes concurren a ellos ya dejaron de

consumir de modo que saben muy bien cuáles son los mecanismos a

emplear, los desafíos y las preguntas que plantea la rehabilitación tanto

como saben que no se puede salir de la adicción si no hay un cambio de

vida fundamental. Es que el adicto no está preparado interiormente para

hacer un cambio brusco, no está fortalecido para un desafío de esanaturaleza de manera que busca el recurso que conoce de toda la vida que

es el consumo. El grupo actúa fundamentalmente como contenedor, pero

con la virtud de que se trata de alguien que puede hacerlo porque entiende

cuál es el problema. Si un adicto va al psiquiatra —manifiesta Rapela— le

hará estudios clínicos, también entrevistará a los familiares, al cónyuge, a

los padres y terminará diciéndole al paciente que tiene un problema de

adicción y que es necesario que deje de consumir. Esta es la respuesta de

la medicina. Pero cuando el adicto va al psiquiatra hace ya mucho tiempo

que sabe que tiene que dejar de consumir. No era eso lo que necesitaba

que el psiquiatra le dijera, lo que necesitaba saber era cómo tenía que

hacer para dejar el consumo. “No hay un tratamiento farmacológico para

terminar con una adicción”, sostiene Rapela.

Mientras tanto, el psicólogo Pablo Gelsi afirma que el adicto en

soledad siempre encuentra muchas justificaciones para explicar su

adicción. El grupo, en cambio, no se lo permite, no lo deja hacer eso, lo

enfrenta a la verdad o sea que, en suma, no le da la posibilidad de mentir.

A Gelsi le parece que todos tenemos una especie de niño que es muy

sensible a la opinión ajena. Y al amor ajeno. Caer o recaer nos deja con el

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temor de que no nos quieran. Además, un psicoterapeuta ve al adicto una

vez por semana durante cincuenta minutos, en cambio los grupos insumen

mucho más tiempo. La otra razón por la cual los grupos dan resultado

debe verse en la realidad que indica que siempre hay alguien que está peor

de manera que se puede ejercer la misericordia o la ayuda. Se trata de una

gimnasia mediante la cual todos son terapeutas de todos al punto que

entre ellos termina formándose un lazo particularmente fuerte.

Finalmente, es Juan quien ofrece una imagen del grupo que podría

tomarse como la síntesis de todas las opiniones dadas hasta ahora: “En el

grupo están los pares, los que pasaron por lo mismo, los que no juzgan, los

que aceptan al otro tal como es. Son los que se protegen mutuamente.

Solamente aquel que pasó por una etapa tan severa puede comprender

cabalmente a quien está empezando la recuperación”.Según Carlitos, todo el trayecto que recorrió en Narcóticos Anónimos

también puede verse como una nueva lucha contra el no, de la misma

manera que había sucedido durante los setenta y dos días que permaneció

perdido en la cordillera. Tenía que buscar el aspecto positivo que siempre

es posible encontrar, eso que, de acuerdo a lo que él mismo expresa, los

norteamericanos llaman “the bright side”, la búsqueda del lado brillante

aun en los momentos más oscuros. Y habla, además, de una característica

suya que todos quienes lo conocieron mientras asistió a las reuniones del

grupo o aquellos que compartieron con él diferentes terapias también hanmencionado especialmente.

Para tratar esos temas es que expresa: “Me valí del sentido del humor,

la buena onda siempre contribuye a favor de uno mismo y de los demás,

ella quizás en algún momento se convirtió en la mejor herramienta que

pude utilizar. Yo trataba de poner color para eliminar el gris y el negro. Por

eso es que cuando hablo de todo esto vuelvo a acordarme de la película ‘La

vida es bella’. La depresión, eso que los uruguayos llamamos el bajón y al

que muchos son afectos, no ayuda para nada. En los grupos yo tuve que

aprender a convivir con historias muy depresivas, pero al mismo tiempome las arreglé para cultivar la paciencia. Me encontré con gente muy

distinta, también eso tuve que admitirlo y sobrellevarlo. Compartí el dolor

con los compañeros adictos, de ahí que si alguna vez había tenido

arrogancia fue en el grupo donde la perdí. Hay un caso que a mí me parece

extraordinario porque sirve para aclarar todo esto que estoy diciendo. Yo

contribuí a formar un grupo que funcionaba en la iglesia de Carrasco al

que llamé ‘Por Acá’ y que después se convirtió simplemente en el grupo

‘Pora’. Lo había denominado de aquella manera porque estaba convencido

de que por acá era el camino para librarse de las drogas. A ese grupo

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concurría un hombre que vivía muy lejos, más concretamente en el Cerro.

Lo curioso es que en su barrio había un grupo de Narcóticos Anónimos,

pero él había decidido atravesar toda la ciudad para integrarse al que

funcionaba en la iglesia de Carrasco simplemente para expresar el

profundo resentimiento que le provocaban quienes habitaban ahí. Así

descargaba su sentimiento en presencia de la propia gente que le

despertaba tanta antipatía”.

Carlitos también contribuyó a la formación de otro grupo en Punta

Carretas, que para no abandonar su sentido del humor denominó “14 de

Julio”. La razón de este nombre la explica en virtud de que a él concurrían

adictos a las pastillas, entre ellos algunas mujeres que seguramente ahí se

sentirían mejor que compartiendo experiencias con consumidores de otra

clase, por ejemplo de cocaína. La ironía radicaba, claro, en que el 14 deJulio se celebra la toma de la Bastilla, mientras que ese grupo se había

formado para quienes tomaban las pastillas.

 Ya ha quedado claro que en los grupos todos terminan igualados y

que finalmente también todos se toleran. Hay otro ejemplo que da Carlitos

que resulta de utilidad para entender los diferentes orígenes de los adictos

que se reúnen para solucionar sus problemas: “Yo estaba peleando para

obtener la tarjeta de crédito dorada, me sentía preocupado porque no podía

lograr que me la dieran, pero al mismo tiempo en mi grupo había una

persona cuya gran preocupación era que a veces no tenía el dineronecesario para pagar el boleto del ómnibus que debía tomar para ir a las

reuniones. Sin embargo, él y yo éramos iguales, en el grupo teníamos algo

en común que nos había llevado a estar juntos, habíamos cometido los

mismos errores. Yo nunca sentí que me trataran de modo distinto por ser

eso que despectivamente suele denominarse ‘un carrasquito’ ni por gozar

de cierto renombre por haber sido uno de los sobrevivientes de los Andes”.

Carlitos bajó al llano —según Juan— para ser uno más, ya que en el

grupo tuvo que comunicarse con todo tipo de gente de manera que

demostrar esa humildad seguramente no le resultó una tarea fácil. A Juanle consta que eso no puede hacerlo cualquiera, que para Carlitos bajarse

de lo que denomina “el trono”, le resultó clave. La necesidad imperiosa de

igualarse a los demás proviene de la realidad indudable que exhibe el

grupo, muy desparejo socialmente. “Actualmente, hay diferencias por las

distintas ubicaciones geográficas que tienen los grupos, pero en aquella

época ‘La Magia’ era el único y concurría gente de todos lados”, recuerda

Juan al referirse al nacimiento de Narcóticos Anónimos en el Uruguay. Y

aprovecha para explicar cómo Carlitos se movía en aquellos tiempos: “Si

bien es cierto que Carlitos tuvo la humildad necesaria para trabajar de

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modo igualitario con todos los demás nunca dejó de mostrar de dónde

venía, cuál era su origen. Eso no lo ocultó nunca. En el grupo seguía

siendo el mismo, hasta cuando estaba destruido de pronto se largaba a

hablar del golf, la humildad no lo llevó a mentir sobre sí mismo, la usó

para estar en el grupo pero no para caer en la mentira. Es posible, no lo

niego, que esto le haya generado simpatías y también antipatías, pero esto

también le pasaba afuera del grupo”.

Como lo dice Damián Rapela, para salir de la adicción hay que tener

una gran reserva, una madera de cierta calidad, de lo contrario, quien no

la tenga se encontrará con serias dificultades para llegar a la

rehabilitación. Claro que Rapela también afirma que aquellos que pueden

reírse o emplear más o menos frecuentemente el humor sobre sus

problemas es porque ya están superándolos. Si es que no los han superado ya.

El reconocido sentido del humor desplegado por Carlitos, es también

recordado por Ismael Piñero, tal como ya lo han hecho otros entrevistados:

“Lo que siempre destacó a Carlitos, desde el primer día que lo vi en el

sanatorio, fue su sentido del humor. Siempre tenía una actitud alegre,

divertida, hacía bromas con todo. Creo que esa fue una de las claves que lo

ayudaron a salvarse. Se trataba de algo muy destacado, no me olvido de su

actitud en ese sentido, es que el humor ayuda mucho, es sanador”.

Los grupos funcionan —recuerda Carlitos— con un sistema quepodría llamarse de padrinazgo de modo que también él tuvo que elegir a

uno de los adictos como padrino. La persona elegida como padrino es

alguien con quien el adicto tiene una mayor intimidad, a quien se le

consulta ciertas cosas debido a que tiene más experiencia en el grupo que

aquel a quien va a apadrinar. De alguna manera se trata de alguien que va

a actuar como apoyo o sostén de un modo más directo. Y cuando a Carlitos

le llegó el momento de elegirlo optó por un hombre que se distinguía por su

parquedad, dureza y rigidez. La pregunta que se impone es por qué buscó

que su padrino en el grupo fuera una persona con esas característicaspersonales. Y su respuesta que no se hace esperar demuestra hasta dónde

estaba dispuesto a hacer todos los esfuerzos para lograr la rehabilitación:

“Lo elegí porque representaba todo lo contrario a lo que yo había vivido en

mi casa por la falta de límites con que me había manejado. Yo lo veía como

a una persona sólida, que no había recaído y que, además, andaba por la

vida no solamente sin consumir drogas sino también como un hombre de

acción. En el grupo no se está para quedarse estático, sin hacer nada,

aquel hombre me fue de utilidad porque yo necesitaba límites y en él los

encontré. Es que para mí la adicción —creo que ya lo he repetido varias

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veces— es la enfermedad de la carencia de límites.”

Las tentaciones para un adicto están presentes permanentemente, es

necesario andar con gran cautela para evitarlas porque suelen presentarse

ocultas, disfrazadas atrás de la palabra de un amigo, de una reunión a laque se es invitado o por una casualidad que en principio parece tan

inocente que aparenta no representar un peligro para la recaída.

Como Carlitos comenzó su recuperación un 29 de octubre, muy poco

tiempo antes de que llegaran las fiestas tradicionales, es decir, la

Nochebuena y el Fin del Año de 1991, ese 31 de diciembre, el primero que

pasaría limpio de drogas, resolvió invitar a los integrantes del grupo a su

casa. Ahí estarían todos juntos, protegiéndose recíprocamente de modo

solidario. Fueron alrededor de veinte personas, pero entre ellas había un

primo suyo que no era adicto y que para sacarse las ganas de tomar unwhisky como modo de festejar el 31 de diciembre de la manera que

acostumbraba hacerlo debió esconderse del grupo en un rincón de la casa

para que ninguno de los presentes se sintiera tentado por el alcohol. Ese

fue el precio que debió pagar al encontrarse en medio de gente que estaba

dispuesta a mantenerse alejada de cualquier droga y que había

desarrollado entre sí una relación de mucho apego.

Los recuerdos de Carlitos que ilustran sobre los difíciles momentos

que le esperaban en los primeros tiempos de la rehabilitación son muy

numerosos. Algunos de ellos se vinculan con Punta del Este, aquel paraísocostero en el que acostumbraba pasar sus doradas vacaciones veraniegas

cuando todavía se movía consumiendo drogas.

En 1992, mejor dicho, en el primer verano posterior a su entrada a

“La Magia”, afirma que apenas fue un día a Punta del Este. Curiosamente

está en condiciones de mencionar con exactitud la fecha, ya que recuerda

perfectamente que fue el 19 de enero de 1992. Apenas habían pasado unos

cuatro meses de su participación en el grupo y aclara que por esa razón si

bien había decidido volver al balneario lo hizo con un miedo “atroz”.

 Todo parecía perfecto, ya que Carlitos también recuerda que aquel 19

de enero de 1992 era un día hermosamente soleado con un cielo sin nubes

profundamente azul, una ocasión ideal para que mientras se dirigía en el

auto hacia Punta del Este su memoria reprodujera los intensos momentos

que había pasado en el lugar al que ahora volvía en plena época de

rehabilitación. Cuando llegó dio algunas vueltas, estuvo un rato en la playa

disfrutando el día magnífico y después fue a Casapueblo, la célebre

construcción que su padre levantó en un lugar de una belleza

extraordinaria y que es visitada permanentemente por los turistas

extranjeros. La jornada era perfecta, sin embargo a las cinco de la tarde de

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pronto volvió a su auto y sin pensarlo más enfiló nuevamente hacia

Montevideo para llegar a tiempo a la reunión del grupo de “La Magia”.

Marchaba por la carretera a toda velocidad temiendo ahora que se le

hiciera tarde para estar otra vez entre sus pares.

Lo que dice a continuación al evocar el regreso a Montevideo es otra

clarísima demostración de la poderosa atracción que ya había logrado

ejercer el grupo en su personalidad. Nada podía arrancarlo del medio en el

que se sentía seguro, ni siquiera su adorada Punta del Este: “Me

preguntaba cómo era posible que un día como aquel yo decidiera

abandonar Punta del Este, la que seguramente había estado llorando por

mi ausencia, que yo la dejara atrás para irme a toda velocidad a

encerrarme en un cuartito lleno de adictos, un lugar gris en el que no

podía encontrar ningún color. ¿Cómo podía estar Punta del Este sin mí ycómo podía yo dejarla a mis espaldas? La respuesta fue rápida y sencilla:

es que en aquel cuartito yo sabía que estaba la vida”.

 Ya en otras circunstancias, cuando había pasado un tiempo de su

ingreso al grupo y se encontraba dedicado a trabajar en publicidad,

resolvió tomarse quince días de vacaciones para pasarlos en Punta del

Este. Le parecía claro que en esa época podía ofrecerse un tiempo de

descanso sin que lo paralizaran los temores o las dudas sobre los peligros

que podían esperarlo en la costa del este. Como siempre lo había hecho

cuando iba al balneario, poco después de llegar se dirigió a la playa y quisola casualidad que en ese mismo momento se encontrara con un viejo

amigo, en realidad “un compañero de carrera”, como Carlitos lo define hoy,

es decir, alguien a quien conocía de la época dura en que ambos

consumían. El amigo estaba con su novia y de pronto, inesperadamente,

empezó a recordarle a Carlitos varios hechos de aquellos tiempos negros.

Sus cuentos traían al presente lo que habían vivido, se paseaba por el

pasado sin dejar de evocar a viva voz anécdotas con cuentos interminables

de lo que habían convivido como consecuencia de sus adicciones. Parecía

que el amigo hubiera sido puesto en ese lugar de la playa a propósito para

tirarle a Carlitos todo aquel pasado lamentable sobre sus espaldas,

 justamente lo que él había decidido abandonar para siempre. Carlitos se

dio cuenta que empezaba a verse envuelto por los relatos que hacía su

amigo, algunos de los cuales le resultaban incluso muy divertidos, sintió

que retrocedía para encerrarse nuevamente en el triste ambiente de los

tiempos de la droga, hasta que de pronto en medio de la interminable

evocación de su amigo tuvo conciencia de que la evocación de los hechos lo

había alterado. No había dudas, las palabras que escuchaba lo habían

perturbado de tal modo que comprendió que todo aquello se había

transformado en un momento extremadamente peligroso.

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Afortunadamente, tomó una súbita decisión salvadora. Se despidió de su

amigo y de su novia, se dirigió a su casa, cargó todas sus cosas en el auto

 y regresó inmediatamente a Montevideo para escapar de la inesperada

amenaza que lo había sorprendido en la playa.

Una vez en la ciudad decidió que postergaría las vacaciones hasta el

mes siguiente, ya que se dio cuenta de que tenía que abrir un paréntesis

de tranquilidad antes de volver a Punta del Este. Se repetía que aquel

estado muy parecido a la enajenación que le había hecho vivir su amigo y

que había estado a punto de depositarlo nuevamente en el pasado ya no

podría soportarlo. A tal extremo lo había llevado que, incluso, mientras lo

escuchaba en la playa se había visto arrastrado a revivir mentalmente el

día que había esperado a la policía en la cama con las armas a su lado. “Yo

no digo que él lo hiciera con esa finalidad, pero a veces algunos de los quetodavía siguen en carrera hacen lo posible para que el otro vuelva a la

droga. Y lo cierto es que mi amigo sigue consumiendo”, termina Carlitos el

relato acerca del encuentro casual que lo obligó a huir de Punta del Este.

Él reconoce que es una persona que se siente llamada especialmente

por el alcohol, lo que lo lleva a afirmar que por esa razón se siente más que

nada un alcohólico porque realmente le gustan las bebidas especialmente

el whisky. Cuando tenía apenas cuatro años de edad había aprovechado

que se encontraba alejado de la mirada de su madre para beber con un

amigo todas las botellitas de whisky que su padre juntaba en unacolección. Ese fue su primer contacto con el alcohol, droga que por otra

parte, como ya se ha señalado, fue la primera que consumió diariamente

en el primer verano después de su rescate en los Andes. Y también fue el

alcohol el que en los casi veinte años que lleva sin consumir se convirtió en

la droga que lo hizo flaquear, es decir, que lo hizo caminar por el pretil del

que hubiera podido caerse para ceder a la tentación de volver a

consumirla.

Aquello sucedió cuando un amigo que se dedicaba a la publicidad lo

invitó a concurrir a una reunión que se haría con motivo del lanzamientode “Jet” un whisky veinte años de “J&B”, su marca preferida. A Carlitos se

le iluminó la cara cuando pensó en aquel whisky que para él era una

especie de elixir, una bebida que sabía que podría disfrutar como muy

pocos podrían hacerlo. Y se dispuso a acompañar a su amigo. Sin

embargo, una vez más sobre el peligro se impuso su voluntad, su decisión

inquebrantable de escapar a la trampa que estaba a punto de pisar. Ya en

el momento de entrar en el auto para dirigirse al lanzamiento de la bebida

súbitamente recapacitó y se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer.

No lo dudó, expulsó con decisión a esa especie de demonio interior que a

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toda costa quería que nuevamente tomara el camino equivocado y rechazó

la idea de acompañar a su amigo al acto de presentación. “Cuando entendí

que aquello era un disparate lo que hice fue irme en el auto a la reunión

del grupo en lugar de dirigirme al lanzamiento del whisky, tomé esa

decisión porque afortunadamente era verdad que yo tenía ganas de tener

ganas de dejar de consumir, ese día pude demostrarme que

verdaderamente era así”, remata Carlitos la evocación de aquel momento

en el que estuvo tan cerca de la recaída.

Esa determinación, esa actitud dirigida a conseguir lo que se había

propuesto también quedó de manifiesto en el momento de establecer la

hora en la que debería funcionar los domingos el grupo “La Magia”. Para

Carlitos, como para muchas otras personas en todo el mundo, ese día es el

más deprimente de la semana al punto que se ha llegado a hablar del“síndrome del domingo”, de ahí que el horario que terminó estableciéndose

en “La Magia” fuera a instancias de Carlitos quien quería a toda costa que

los adictos se reunieran cuando la depresión se volvía más peligrosa: “Para

mí el domingo es terriblemente depresivo —afirma— así que fui yo quien

sostuve que el grupo debía reunirse en el peor momento, esto es, a la

última hora de la tarde y por eso propuse que las reuniones se hicieran a

las ocho de la noche. Aquella propuesta mía fue aceptada y creo que

todavía sigue vigente, que el grupo continúa reuniéndose los domingos a

esa hora. Yo no puedo olvidarme de lo deprimido que me sentía los

domingos de tardecita, siempre lo asociaba con determinados programas

de la televisión que se transmitían al entrar la noche, como uno que se

llamaba ‘Polideportivo’ y otro también de la década de los ochenta que

tenía como protagonista a un personaje de nombre MacGiver, aquellas

horas dominicales para mí eran insoportables. Al juntarme en el grupo con

los otros adictos la cosa cambiaba totalmente, de alguna manera la

depresión era derrotada y el peligro se esfumaba. El grupo provoca en los

concurrentes una notable mejora en el estado de ánimo: si venís mal, salís

bien, y si venís bien, salís mejor”.

Ninguna posibilidad se descartaba si tenía la capacidad de ayudar a

eludir los riesgos que se consideraban inminentes. Y si esa posibilidad no

existía se la creaba. Así es que Piñero recuerda que Carlitos y él, debido a

que “La Magia” en aquella época se reunía solamente una vez por semana y

ellos necesitaban tomar el “antídoto” con más frecuencia, al mismo tiempo

concurrían a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Sabían que no podían

esperar siete días para encontrarse en un refugio habitado por sus pares

de Narcóticos Anónimos, de modo que lograban lo buscado asistiendo a los

dos grupos. Y como Alcohólicos Anónimos tenía ya una trayectoria

bastante más larga les resultaba muy útil la experiencia que esa

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organización había alcanzado. Aquella asistencia conjunta a uno y a otro

grupo era una demostración más de la voluntad que los animaba. Cuando

las puertas de “La Magia” estaban cerradas ellos se encargaban de

encontrar otras que estuvieran abiertas.

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invitado como disertante faltó sin dar aviso por lo que los organizadores se

encontraron con un imprevisto problema debido al hueco que se había

formado en la programación. Carlitos recuerda que el invitado ausente era

un médico norteamericano llamado Bernard Nathanson, muy conocido

pues durante muchos años se había dedicado a la constante realización de

abortos. De él se decía que en esa actividad había practicado varios miles

hasta que en cierto momento tomó conciencia de lo que había hecho y se

arrepintió de tal modo de su pasado que terminó dando conferencias en

defensa de la vida.

Fue entonces cuando ante la ausencia del médico, la representante de

Carlitos, inquieta porque no encontraba solución para disimular la falta del

conferencista desaparecido, lo llamó para comentarle su problema y la

respuesta que recibió fue que él se animaba a llenar el vacío dando unanueva conferencia que se titularía “Mi segunda cordillera”. Así fue como

Carlitos por primera vez ofreció una charla en el que el tema central fue su

adicción a las drogas, ya que la empresa organizadora del congreso —

informada por la representante de Carlitos— entendió que en tanto la

rehabilitación de un adicto también podía verse como un homenaje a la

vida entraba sin violencia en la temática que se abordaría en las charlas.

La intervención de Carlitos causó una gran impresión en el público y en los

organizadores de manera que su primera incursión en el tema tan espinoso

que se trata en este libro terminó con la aprobación de todos.

Debido a que en los últimos años Carlitos no ha dejado de ofrecer

conferencias que lo han llevado a convertir esa actividad en su exitoso

medio de vida, es apropiado buscar la razón por la cual paulatinamente fue

entrando en ese quehacer, búsqueda que, además, permitirá conocer

cuáles fueron sus pasos a partir de la rehabilitación.

“Yo cambié en los últimos diecinueve años, o sea desde que abandoné

la droga”, recuerda Carlitos, mientras se dispone a agregar más detalles

sobre la continuación de ese proceso de cambio: “En realidad, se trató de

algo muy doloroso y complicado que empezó cuando yo tenía treinta y ochoaños. Fue un largo transcurso, no sucedió en un momento. Es necesario

aguantar, meterse de pies y cabeza en lo que con razón puede llamarse

una vida normal. Hacer lo que todo el mundo hace, cumplir con las

llamadas ocho horas, realizar lo que los demás cumplen todos los días con

regularidad. A mí me parecía que yo estaba llevando una vida mediocre

mientras que, como de costumbre, siempre pensaba en mi padre que había

sabido largarse por cuenta propia. Lo que pasa es que eso, esto es,

decidirse a hacer por la propia cuenta, yo me daba cuenta que no era para

cualquiera. Y que quizás tampoco lo fuera para mí. De todos modos, yo

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tenía que vivir esa etapa para terminar con la que veía marcada por la

mediocridad. Y la viví poco a poco hasta que llegué a las famosas ocho

horas y me convertí en una persona autónoma. Aunque tenía mucho miedo

hice los deberes pendientes y creo que supe hacerlos bien”.

Carlitos antes había trabajado en el campo, pero cuando por fin

empezó la nueva vida que le abría su decisión de alejarse de las drogas, a

partir de la rehabilitación incursionó en distintas agencias dedicadas a la

actividad publicitaria llegando a cumplir con ese requisito que se había

impuesto y que no se cansa de denominar “las ocho horas”. Sin embargo,

cuando estaba dedicado a la publicidad el Uruguay fue golpeado por la

crisis financiera del 2002 que hizo tambalear a varias empresas. Hasta

entonces le había ido muy bien, pero de golpe el panorama de las agencias

de publicidad se había vuelto negro por lo que su futuro se había pobladode enormes dificultades. Otra vez, pues, se encontraba en una especie de

callejón sin salida. De ahí que tuviera que plantearse urgentemente la

necesidad de cambiar el rumbo para dirigirse hacia otro lugar que lo

pusiera al abrigo de la inseguridad.

Por su cabeza pasaron las dos posibilidades que podía considerar

para enfrentar aquel momento. La primera era absolutamente negativa, no

le aportaría absolutamente nada ya que consistía en quedarse quieto, en la

inactividad total, esperando pasivamente la herencia que algún día le

llegaría para darle la tranquilidad definitiva en el aspecto económico. Unadecisión en ese sentido para él hubiera significado un lamentable retroceso

de modo que la abandonó inmediatamente consciente de lo que hubiera

representado semejante paso atrás.

La segunda posibilidad que barajó fue buscar una clase de trabajo

que se ubicara en un terreno completamente diferente al que había

transitado hasta entonces con la publicidad. Y para hacerlo de la mejor

manera de modo de evitar el riesgo de equivocarse llegó a preguntarse qué

era lo que realmente estaba en condiciones de hacer. Fue en este momento

cuando llegó a la conclusión de que podría valerse de alguna de suscondiciones naturales para empezar a andar por otro lugar.

Estas son las palabras de Carlitos, tratando de explicar cómo llegó a

la decisión que lo ayudaría a abrir una nueva puerta en el ámbito laboral:

“Yo me di cuenta de que tenía facilidad para hablar, en los grupos siempre

había desarrollado esa característica que me era habitual para ofrecer

frecuentemente testimonios muy diversos. Incluso la publicidad me había

dado cierta soltura en el campo de la comunicación. Entonces, en aquel

2002 armé la página web de los sobrevivientes de los Andes, precisamente

cuando se cumplían treinta años de la tragedia porque pensé que podría

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dedicarme a dar conferencias sobre lo que habíamos vivido en la cordillera.

 Y así empecé, me encaminé hacia eso. Al año siguiente me llamaron para

dar tres conferencias en México. Para mí fue toda una prueba”.

El comienzo de esta novedosa actividad significó para Carlitos, unaetapa que a pesar de su aparente seguridad no careció de dudas sobre su

capacidad para desarrollarla con éxito. El desconocimiento acerca de la

forma que debía utilizar en un terreno que se disponía a pisar

profesionalmente por primera vez lo obligó a asumir que estaba en

condiciones de enfrentarlo y que con esa actitud optimista podría salvar las

dificultades que seguramente se le presentarían.

De aquella primera charla pública con la que comenzó la nueva

profesión, Carlitos se ocupa de la siguiente manera: “Yo llegué a Monterrey

para ofrecer la primera conferencia sin tener idea de nada, ni siquierasabía cuánto se acostumbraba cobrar por un trabajo de esa naturaleza, lo

ignoraba todo. Recuerdo que la organizadora, un mando medio, en

realidad, me dijo que daba por descontado que yo tendría perfectamente

planificada la conferencia que iba a dar. Como respuesta yo saqué un

papelito del bolsillo algo arrugado en el que había anotado cuatro o cinco

puntos, se lo mostré y agregué que ese era todo el plan que yo tenía. No sé

qué pasó por su cabeza, pero probablemente ella habrá pensado que se

habían equivocado de medio a medio al contratarme. Di la conferencia y

desde aquel día debido a la conformidad que conseguí nunca más dejé dededicarme a eso. Yo había estado muy nervioso, es verdad, sobre todo

después que había aceptado el compromiso de esa primera conferencia.

Incluso, en un principio estuve tentado de hacerla acompañado por algún

otro sobreviviente como forma de sentirme más tranquilo al saberme

respaldado. Afortunadamente no tomé esa decisión, resolví que aceptaría el

desafío solo y que así me las arreglaría. Me acuerdo que la conferencia en

Monterrey la di mientras tomaba mate, a mí me parece que lo hice así para

sentirme más cómodo junto a un elemento conocido, para valerme de una

especie de mecanismo de defensa. Y como seguí obteniendo éxitos tras

éxitos hasta el día de hoy los contratos se han sucedido sin pausa. Yo en

las conferencias pongo pasión, no me siento un consejero ni nada parecido,

la historia de los Andes, por ejemplo, la cuento de modo que vaya al

interior de cada uno aunque también me refiero someramente a otros

períodos de mi vida. Todo esto lo hago sin ninguna clase de arrogancia, las

charlas me salen naturalmente”.

La reflexión de Carlitos al recordar las críticas que ha recibido —y en

ciertas ocasiones todavía recibe— por el tema central al que dedica sus

conferencias se encuentra con la afirmación que en las páginas anteriores

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hizo Pablo Gelsi al expresar que a Carlitos le echaban en cara que

estuviera lucrando con los muertos, una acusación extremadamente dura

que, sin embargo, hoy sabe asumir con la seguridad que después de

librarse de las drogas ha adquirido sobre sus reales posibilidades: “Claro

que como suele pasar, entre nosotros no han faltado ciertos uruguayos que

no sé por cuál razón me hacen conocer sus críticas abiertamente por la

actividad que llevo adelante. Lo que puedo escuchar habitualmente es ‘¡qué

lindo curro que encontraste!’, esto es lo que se les ocurre decir, es todo lo

que ven sin valorar lo que tuve que luchar para llegar a vivir de mi propio

esfuerzo. Que piensen lo que quieran, ya no me importa lo que digan. Esto

me hace acordar a la etiqueta inmodificable que algunos otros parecería

que se alegraran con colocarme para dar de mí una imagen completamente

alejada de la realidad. Cuando ya estaba viviendo sin drogas de ninguna

clase una persona conocida me dijo cierta vez que había visto unafotografía mía en un diario y agregó ‘¡vos siempre estás tomando !’.  Yo había

concurrido a una reunión y en el momento en que se tomó la fotografía que

se publicó estaba con un vaso de refresco en la mano. Hacía una eternidad

que no tomaba alcohol, pero para esa persona lo más fácil fue ver lo que

había imaginado, lo que él quería ver, no lo que en verdad era. Si Carlitos

Páez tenía un vaso debía estar lleno de alcohol. Para aquel conocido no

podía ser otra cosa”.

El humor no desaparece, cuando Carlitos habla siempre es posible

encontrar en sus palabras una mención a algún hecho divertido que

termina provocando una sonrisa o directamente una risa abierta en quien

lo escucha. Eso sucede cuando, por ejemplo, se refiere a sus primeros

tiempos en la actividad publicitaria o más concretamente a la razón por la

cual se le vio como una persona que podría desarrollar importantes ideas

en esa profesión.

 Ya en la época en la cual se había empezado a filmar la película

basada en el libro “Viven”, Juan Pedro Baridón, de Nivel Publicidad, le dio

trabajo. Hasta acá nada hay de divertido en lo que cuenta Carlitos, pero en

cambio lo que sigue es imposible escucharlo sin demostrar al menos una

mínima expresión aprobatoria del humor que desencadena: “Baridón me

puso como Director Creativo, pero lo cierto es que yo no sabía nada de

publicidad. El origen había estado en que cuando a Canessa se le ocurrió

entrar en política porque quería ser candidato a la presidencia de la

República, me acuerdo que se me ocurrió algo muy simple, casi una

puerilidad, para que él la usara como eslogan. Lo que yo dije entonces fue

‘ si quiere un pan en su mesa vote a Canessa ’. Eso fue todo. Aquello cayó

tan bien que terminé como Director Creativo. Fue una exageración, no

tengo ninguna duda en afirmarlo, por esa frase terminé con semejante

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cargo, pero lo que importa es que cumplí con mi trabajo, al fin de cuentas,

con cierto miedo, logré hacer las ocho horas”.

Al cabo de un año de estar en publicidad, Carlitos y su amigo Ricardo

Belbussi se largaron por su propia cuenta para armar una agencia.Carlitos antes ganaba seiscientos dólares por mes, pero ahora ya recibía

mil mensuales, suma que obtuvo durante varios años. Cuando aspiraba a

llegar a esa suma le decía a Belbussi “estoy buscando a Luquita”, broma

con la que parafraseaba una canción muy conocida que se llamaba

“Buscando a Lupita” y que, al mismo tiempo, aludía a la denominación de

“luca” que en el habla popular equivale a mil. A pesar de todo y si bien no

significaba que él considerara que lo que percibía era poco se daba cuenta

de que sus aspiraciones eran nada en comparación con lo que tenían sus

compañeros. Finalmente, tal como se ha dicho, llegaría el tiempo en el cualse dedicaría exclusivamente a las conferencias y la publicidad ya no sería

una actividad de la que tuviera que ocuparse.

Para terminar con el relato del período anterior a su dedicación plena

a las conferencias, Carlitos repite satisfecho que “al menos es verdad que

fui un trabajador”. Y no deja pasar la oportunidad para elogiar la

personalidad de su amigo y sobre todo su contagiante actitud: “Yo quiero

decir que Belbussi es una persona extraordinaria, siempre exhibe una

actitud positiva, nunca dejó de empujarme para que continuara hacia

delante”.Pablo Gelsi piensa que lo que Carlitos entendió casi milagrosamente

fue que sin esfuerzo no le sería posible llegar a ningún lado positivo. Hasta

entonces se había afiliado a un modelo de vida que no le servía y que por el

contrario le resultaba contraproducente. De ahí que Gelsi asegure que si

bien sucedió tarde en su vida, ya salido de la droga, Carlitos descubrió el

camino del trabajo y ahora si no se le presentan charlas para dar se siente

preocupado debido a que al faltarle esa actividad le parece que no tiene

nada, por lo que Gelsi sostiene que Carlitos debería buscar la forma de

generar alternativas distintas de modo que llegado el momento pudieradedicarse a otra cosa. Si después de darse contra una pared supo salir

airoso ahora tiene que pensar que ya nada puede desarrollar la fuerza

suficiente para arrastrarlo hacia atrás.

Coincidentemente con la llegada de Carlitos a Narcóticos Anónimos, el

grupo había ido creciendo de un modo extraordinario lo que hizo que el

trabajo grupal resultara más variado y atractivo. Hubo nuevos lugares y

días para las reuniones por lo que también en ese aspecto la magia se

había producido.

Entre los adictos hay un momento que adquiere una significación

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muy especial, al punto que se festeja también de manera particular. Se

trata del día en el cual un integrante del grupo llega a su “cumpleaños”,

esto es, cada vez que completa un año sin haber consumido.

Pero cuando se cumple el primer año —tal como lo señala Juan— lacelebración es todavía mucho más importante, en esa ocasión hasta se le

entrega una medalla al rehabilitado quizás por aquello que para Carlitos

había significado el verdadero desafío que se había propuesto vencer, es

decir, ser uno de los cien que llegaba al año sin consumir. Habitualmente

en esa ocasión concurre mucha gente para participar en la reunión abierta

de manera de acompañar a quien ha tenido la satisfacción de cumplir el

primer año limpio de drogas. Si bien eso es lo habitual, cuando a Carlitos

le llegó ese momento, Juan recuerda que hubo una enorme cantidad de

personas, algo verdaderamente formidable, ya que todos los integranteshabían invitado a amigos y familiares, entre quienes estuvieron también los

de Carlitos, salvo su padre, y otros sobrevivientes de los Andes. Se trató de

una reunión impactante por el mundo de personas que lo acompañó en la

celebración. Juan cree que entre otras razones para que se reuniera tanta

gente es posible que de alguna manera haya influido el nombre del adicto

que celebraba un hecho de tanta importancia.

La fecha en la cual se realizó la reunión para festejar el primer año de

Carlitos sin drogas fue el 29 de octubre de 1992, es decir dos días antes de

su cumpleaños, pero la casualidad quiso que también el 29 de octubrefuera justamente el día en el cual habían muerto sus dos grandes amigos

Diego Storm y Gustavo Nicolich, como consecuencia del alud que se había

producido en la cordillera constituyéndose en una segunda tragedia

terrible que se había sumado a la inicial cuando el avión cayera en los

Andes. Carlitos sintió la necesidad de pronunciar unas palabras para

evocar la dolorosa desaparición de sus amigos y concluyó su intervención

dedicándoles emotivamente aquel día tan especial como un homenaje a la

vida.

La comparación de ese aniversario en “La magia” con el rescate en losAndes, se hace nuevamente presente en el recuerdo de Carlitos, en

coincidencia con lo que en su momento le había contestado al doctor

Cortinas cuando este le había preguntado cómo se había sentido después

de haber participado por primera vez en la reunión del grupo: “Nosotros en

el grupo habitualmente nos reuníamos alrededor de una mesa de ping

pong y el día en el que festejamos mi primer año sin drogas yo dije que

aquella mesa que nos había servido para juntarnos y apoyarnos

mutuamente durante todo ese tiempo para mí era como las aspas del

helicóptero que a los sobrevivientes nos había sacado de la cordillera. En

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definitiva yo estaba viviendo un segundo rescate”.

Hubo todavía otro hecho que fue una muestra más de lo que

representaba para Carlitos cumplir otro año sin haber consumido drogas.

Al conmemorarse el segundo año él se encontraba intranquilo porqueestaba a punto de nacer en Buenos Aires su hijo Carlos Diego. La razón de

su inquietud se debía a que no quería perderse la reunión que se haría en

Narcóticos Anónimos para festejar el acontecimiento. A toda costa

necesitaba compartir su alegría con los integrantes del grupo. Él sabía que

si le avisaban que su hijo había nacido debería viajar a Buenos Aires,

estaría obligado en suma a renunciar a la participación en la reunión, no

podría darse el gusto de apretarse en un abrazo con sus compañeros. La

elección se volvía compleja, ya que tampoco quería perderse el nacimiento

de su hijo. Si este momento llegaba aparentemente no habría solución, lesería imposible estar en dos lados al mismo tiempo. Sin embargo, la

casualidad intervino nuevamente y su hijo nació al día siguiente de que

Carlitos festejara su aniversario en “La Magia” tal como lo deseaba. Así fue

que pudo disfrutar por partida doble: en primer lugar en “La Magia” su

segundo año libre de drogas y al día siguiente en Buenos Aires el

nacimiento de Carlos Diego.

El 30 de octubre de 1993, Carlitos pudo entonces viajar y asistir al

nacimiento de su hijo que se produjo ese día. Y esa misma noche, sin

esperar que pasara más tiempo, concurrió al grupo de AlcohólicosAnónimos en Buenos Aires, aquel en el que había iniciado su recuperación

tiempo atrás, para agradecer todo lo que había recibido en sus comienzos,

así como para comunicarles a sus integrantes que ya hacía dos años que

estaba limpio de toda clase de drogas. Asimismo, como se entiende, pudo

participarles su alegría porque ese día acababa de tener un hijo en Buenos

Aires.

Las diferencias de edades entre Carlitos, su padre y su hijo se dan

curiosamente en cantidades redondas. Carlos Páez nació en 1923, Carlitos

en 1953 y su hijo Carlos Diego, como se dijo, en 1993. Tiene entoncestreinta años de diferencia con su padre y cuarenta con su hijo. Esta gran

distancia cronológica que hay entre él y su hijo lo lleva a que, mientras

observa el tránsito de la adolescencia de Carlos Diego a la juventud, se

detenga a comparar las mismas épocas que ambos vivieron y a recordar lo

que él estaba haciendo cuando tenía la edad de su hijo. El año próximo,

por ejemplo, siguiendo la línea del pensamiento de Carlitos, Carlos Diego

festejará sus diecinueve años, es decir, la edad que Carlitos cumplió

mientras estaba perdido en la cordillera de los Andes y no sabía cuál sería

su destino.

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A pesar de que no viven en el mismo país, ya que Carlos Diego reside

en Buenos Aires, Carlitos afirma que igualmente está presente, ya sea

porque él viaja a la Argentina o porque su hijo viene al Uruguay. Tanto la

tragedia de la cordillera como la caída de Carlitos en las drogas, son

hechos que para Carlos Diego no tienen otra significación que la que

pueden adquirir meros relatos ya que cuando ocurrieron no había nacido.

Sin embargo, Carlitos comenta que hace poco su hijo asistió a una

conferencia suya y se dio cuenta de que se había mostrado interesado en el

tema y que de alguna manera también se sentía orgulloso de su padre.

Carlitos espera que a su hijo no le esté reservado repetir lo que le

sucedió a él cuando sufrió la presencia paterna como la de un hombre

exitoso que era reconocido en todos lados y a quien le parecía que nunca

podría igualar. Si bien las dos situaciones no son exactamente iguales esverdad que la condición de sobreviviente de los Andes, a pesar del tiempo

transcurrido, continúa estando presente en la memoria colectiva por lo que

su hijo es probable que reciba señales del renombre de Carlitos en

distintos ámbitos. Esto si bien en determinados momentos puede ser

positivo, si no se logra manejarlo de la mejor manera para un adolescente

en las puertas de la juventud puede resultar contraproducente hasta llegar

a dificultarle la vida cotidiana tal como le sucedió a su padre.

La recuperación de Carlitos tuvo consecuencias en todos los aspectos

de su vida, incluso en los que parecerían de menor importancia. A partir desu transformación ya no toleró ninguna pérdida, entendida ésta en el

sentido más amplio posible, ni siquiera de las cosas materiales. Lejos había

quedado aquel tiempo en el que llevara a los productores de la película en

su auto tan deteriorado que, según sus propias palabras, parecía ser el

peor del mundo. Todo ha cambiado, ahora si algo se rompe o se

descompone inmediatamente tiene que sustituirlo o arreglarlo, no soporta

que las cosas no funcionen, sean las que sean. Se ha convertido en un

obsesivo que quiere que todo cumpla correctamente con su función y que,

por lo tanto, si no lo hace hay que repararlo.

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LOS ANCIANOS DE WOODSTOCK

El caso de Carlitos no deja de ser uno más entre tantos otros

similares vividos por los adictos, muchos de los cuales lamentablemente no

llegan al buen fin que él logró al convertirse en uno de los cien que

completó un año sin drogas tal como se lo había propuesto vehemente al

integrarse a “La Magia”. Tanto consiguió que ha sobrepasado esa primera

meta con creces al cumplir veinte años alejado del consumo.

Más allá de la experiencia propia de Carlitos, es necesario admitir que

las drogas se han extendido de modo extraordinario en los últimos tiempos

sin que aparezca en el horizonte una solución que permita creer que

finalmente se terminará con sus nefastas consecuencias.

La voluntad de Carlitos, su carácter positivo expresado hasta en las

más difíciles circunstancias gracias al respaldo que significaba la presencia

de sus pares en el grupo, le permitió alcanzar la meta que se había fijado,

pero esto no puede contribuir a que se olvide la realidad que sigue

expandiéndose en el mundo entero de la cual dan testimonio las noticias

periodísticas publicadas con una frecuencia preocupante.

Cuando en las páginas anteriores se habló de la posibilidad de que en

el Uruguay se legalizara el autocultivo de la marihuana, se entró en un

aspecto del problema que a un observador inexperto lo llevaría a pensarque se trata de una droga inofensiva y que por lo tanto ninguna razón de

peso debería impedir que se consumiera libremente. Sin embargo, no es

esta la opinión de los especialistas consultados para este trabajo. Por el

contrario, ellos se han manifestado abiertamente en contra de su

liberalización y lo han hecho, por supuesto, apoyándose tanto en sus

amplios conocimientos del tema como, en algún caso en particular, en las

propias vivencias generadas a partir del consumo personal del cual

lograron escapar.

En tanto la finalidad del libro, tal como lo ha declarado Carlitos, debe

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un modo más tolerante. El adicto a la marihuana se convierte en una

persona sin voluntad, es incapaz de tomar decisiones, queda estancada.

En el plano individual es una especie de ente. No me olvido, además, que la

droga que más problemas causa en el Uruguay es el alcohol. Y todos

sabemos que está legalizada, ¿se quiere hacer lo mismo con la marihuana?

El alcohol se encuentra en todas las edades, en todas las clases sociales,

en todo el país, en ricos, pobres, mujeres y hombres. Además, el caso de

Holanda que suele ponerse como ejemplo para apoyar la liberalización de

la marihuana no es aplicable entre nosotros ya que allá se manejan pautas

culturales muy diferentes a las nuestras”.

Lo que sostiene el doctor Cortinas, por su parte, es si cabe todavía

más impactante al recordar las secuelas dejadas por la marihuana con el

paso del tiempo en los participantes del festival de Woodstock y suscontinuadores, que él mismo tuvo la oportunidad de comprobar. Como se

sabe, el consumo de la marihuana se generalizó en aquel hecho social que

adquirió la condición de histórico en los años sesenta del Siglo XX, al

convertirse en un emblema de la revolución cultural iniciada con la

proclamación del amor libre, la búsqueda de la paz y otros objetivos que

fueron asociados al movimiento hippie. Pero como se verá, Cortinas no se

detiene ahí, además advierte crudamente acerca de todo lo que puede

sufrir quien consume marihuana por un tiempo prolongado, consecuencias

que como se comprenderá después de leer sus palabras el común de la

gente ignora totalmente. Para clarificar y terminar con esa ignorancia es

que resulta imprescindible atender lo que dice.

En principio, para el doctor Cortinas no hay dudas sobre la

inconveniencia que supone el consumo de esa droga: “La marihuana por

definición es nociva, en verdad se trata de una droga psicoactiva altamente

nociva. El apogeo de su consumo se produjo en los Estados Unidos en los

sesenta sobre todo a partir de Woodstock. Cuando yo hice mi capacitación

 y entrenamiento en los años ochenta en aquel país —veinte años después

de Woodstock— conjuntamente con mis colegas pude ver en los hospitales

a los que podríamos llamar justamente ‘los ancianos’ de los años sesenta

que estaban con atrofias cerebrales causadas por la marihuana, daños

cerebrales orgánicos derivados de su consumo. La marihuana no es una

droga neutra, además de los trastornos de comportamiento que genera por

los consumos prolongados, también causa esos daños cerebrales muy

importantes. La inmunidad de un consumidor de marihuana queda

además debilitada al extremo que puede ser afectada más fácilmente por

los virus. Los espermatozoides, por otra parte, sufren las consecuencias y

las mujeres por su lado tienen problemas con la ovulación, dificultades en

suma para procrear. Esto es absolutamente necesario saberlo”.

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Quizás bastara con las opiniones ya transcriptas para convencerse del

peligro que encierra el consumo de marihuana, una verdad que se ubica en

el polo opuesto de lo que sostienen la necesidad de su liberalización. Pero

todavía puede agregarse a aquellas la que expresa el Padre Lucas, quien se

ocupa de los adictos desde hace casi veinte años para brindarles su apoyo

incondicional: “Cualquier droga es importante, no es que la marihuana no

lo sea. Como lo es el alcohol o la adicción a las relaciones o a la comida. Yo

me pregunto cuál es la intención que se tiene al pretender la liberalización

del consumo de la marihuana. ¿Será que con esa medida se lograrían más

votos? Y me hago otra pregunta. ¿El que la promueve está realmente

interesado en las personas? Este es uno de esos casos propios de las leyes,

pero para mí la ley no es sinónimo de justicia. Con las leyes en la mano

también se cometen grandes injusticias. Es decir, ya vendrá uno que hará

bueno al otro. Éstos llevarán a la cárcel a aquellos, pero después aquellosllevarán a los otros a prisión. Si se preocupan tanto por la salud como

dicen deberían entonces preocuparse para que no se fumara marihuana.

Lo único que resultaría positivo —tratando de encontrar con buena

voluntad un aspecto que no fuera negativo— de la legalización sería la

eliminación del tráfico. Pero de ahí a que la marihuana sea inofensiva hay

una gran distancia. Es sabido que ya existen muchos estudios científicos

sobre la labor destructiva de la marihuana en el propio cerebro, por

ejemplo en las estructuras psicóticas. En Londres se han hecho

investigaciones muy importantes de estos temas. ¿Que hay gente a la quela marihuana no le hace nada?, claro, ya lo sabemos, también hay gente a

la que un poco de alcohol no le hace nada. ¿Y qué se busca con semejante

afirmación? En general, se olvida que a la estructura perversa del ser

humano le gusta transgredir, San Agustín decía que las manzanas del

huerto vecino siempre son más ricas que las tuyas. Es que son de otro.

Hay personas que por la estructura psicológica, por trastornos de

personalidad, algunas con psicopatías serias, que para sentirse bien

necesitan de la transgresión”.

Carlitos empezó a fumar marihuana por lo que el llamó “novelería”,pero también admitió que poco después se pasó al consumo de la cocaína.

En este caso, él entra perfectamente en el noventa y cinco por ciento al que

se refirió Piñero, cuando afirmó que ese es el porcentaje de los adictos que

después de consumirla terminan trasladando su adicción a otras drogas

más pesadas. Carlitos no ha sido, pues, una excepción ya que ha sido uno

de los que cumplió el proceso descripto caracterizado por el tránsito de una

droga a la otra.

La costumbre de fumar marihuana no le duró mucho tiempo, por el

contrario, la consumió durante un corto período al cabo del cual llegó a la

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conclusión de que no lo satisfacía. De todos modos, en tanto la única droga

que hasta ese momento estaba consumiendo era el alcohol, Carlitos

sostiene que al probar la marihuana se permitió dar un paso que lo llevó a

romper el límite para animarse a dar el salto con el que alcanzaría un

nuevo escalón todavía más peligroso.

Hay que tener en cuenta que en aquella época —como muchas

personas todavía— él no consideraba que el alcohol fuera una droga. Por lo

demás, Carlitos afirma que no le gustó el efecto que la marihuana le

produjo y que por esa razón no la consumió más que durante un corto

lapso, después del cual pasó a consumir cocaína. No deja de causar

sorpresa que Carlitos exprese que fumó marihuana a pesar de que siempre

la había considerado una droga “sucia”. La asociaba con una clase

particular de gente que no le agradaba, una visión suya muy particularque, incluso, una vez llegó a plantear en las reuniones del grupo para

referirse con desagrado a quienes la consumían. El efecto de la marihuana,

según afirma, lo volvía “lento” y no le proporcionaba ningún “buen viaje”,

de ahí que la abandonara más o menos rápidamente. Esa “lentitud” a la

que se ha referido Carlitos hace recordar lo que había manifestado Piñero

en el sentido de que el consumidor de esa droga se vuelve una persona

estancada, una especie de ente.

Debido a que Carlitos caía en momentos depresivos se daba cuenta de

que la marihuana no lo ayudaba a escapar de esos instantes en los que seencontraba muy alejado de la euforia, estado que para decirlo de una

manera simple siempre le resultó más atractivo que otros porque, según

afirma, su personalidad lo lleva a preferir la velocidad a la lentitud. La

cocaína, en cambio, lo levantaba a la altura de los períodos eufóricos que

deseaba y le quitaba la censura al pensamiento que se largaba a correr a

una velocidad desbocada. Por supuesto, ya se ha dicho que, al mismo

tiempo, consumía psicofármacos para nivelar su estado ya que no podía

sostenerse de modo continuado en la euforia permanente. De todas formas,

también él asegura que la marihuana no es una droga inofensiva ni mucho

menos, que los efectos que le producía no fueran los que más le gustaban

es harina de otro costal.

Si se tratara de entender qué es lo que Carlitos quiere decir cuando se

refiere a los estados eufóricos que alcanzaba con el consumo de cocaína,

no habría mejor manera para lograrlo que leer la versión escrita de lo que

les hizo llegar en la cassette mencionada en las páginas anteriores a Frank

Marshall, Kathleen Kennedy, Bruce Cohen y Robert Watts, aunque en

general resulta evidente que todo lo dicho está dirigido fundamentalmente

a Marshall, en razón de que sería quien dirigiría la película “Viven” y por lo

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tanto debería ser quien atendiera las múltiples sugerencias que va

volcando en la grabación.

La transcripción de lo grabado por Carlitos insumió nueve carillas en

un cuerpo de letra pequeño y a un espacio en hojas tamaño oficio. Laextraordinaria verborragia derivada del consumo de la droga ha quedado

expuesta en las dos horas en las que estuvo hablando encerrado en su

casa como si los responsables de la filmación de la película estuvieran a su

lado escuchándolo.

Entre otras evidencias resulta especialmente elocuente las veces que

repite un mismo comentario como, por ejemplo, que en ese momento ya

habían pasado diecinueve años desde que la tragedia de la cordillera se

había producido, que la película en vías de realización duraría una hora y

cuarenta y tres minutos o que lamentablemente está hablando es españoldebido a que no puede transmitir lo que siente en inglés. De las

multiplicadas reiteraciones parecería que en algún momento hubiera

tenido conciencia ya que en cierto pasaje de su monólogo Carlitos dice

textualmente “a lo mejor me he repetido muchas veces...” y en otro, ya

cerca de terminar, expresa “queridos amigos creo que voy a concluir esta

conversación la cual espero que no los haya aburrido...”.

Hay en esa cabalgata verbal desenfrenada que trata de abarcarlo todo

expresiones de deseo sobre cómo entiende él que debería ser la filmación

(“siempre me he imaginado, a nivel personal, cómo debe hacerse estapelícula...”), sugerencias para el guión (se refiere a que en algún momento

se pensó incluir a una chica con finalidad de darle un toque erótico a la

película, lo que hubiera sido inconveniente, así como a las soluciones

extravagantes que hubieran hecho aparecer en el filme a un loro y a un

puma), preguntas acerca de cómo se las arreglaría el director para

presentar hechos fundamentales entre ellos la decisión de los

sobrevivientes de alimentarse con carne humana, su opinión sobre cuál

tendría que ser la escena inicial (“la película debería comenzar...”), su

certeza acerca de lo que él entendía que debía ser la finalización de lapelícula (“la película debería terminar...”), comentarios con los que busca

descartar la semejanza con el filme “Missing”7, lo conmovido que se sintió

cuando vio “Platoon”8, dudas sobre cómo debería enfocarse la búsqueda de

7 Película de 1982, dirigida por Costa Gravas, en la que un padre busca en Chile a suhijo desaparecido durante el golpe miliar que derrocó al presidente Salvador Allende.Carlitos le dice al director Marshall que no puede establecerse un paralelismo entreesa búsqueda y la que realizó su padre Carlos Páez Vilaró para ubicarlo en lacordillera.8 

Película de 1986, dirigida por Oliver Stone, a la que Carlitos alude en razón de lasimilitud del sentimiento contradictorio que en la película vive uno de los soldados que

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los actores más apropiados para representar los distintos papeles teniendo

en cuenta la juventud de los protagonistas reales, etc.

Sin perjuicio de todo lo dicho, después de haber expuesto en el

transcurrir de la charla tantos juicios y explicaciones cinematográficos novacila en afirmar inesperadamente “bueno, yo no puedo opinar ya que no

conozco nada sobre cine”, para terminar poniéndose en manos del director

Frank Marshall por una razón que ni para el propio Carlitos tiene una

explicación lógica: “Realmente creo en ti, no sé por qué, pero creo en ti”.

Ni siquiera en ese momento estuvo ausente la figura de su padre. Es

así que ya en los últimos minutos de la grabación lo trajo a colación y llegó

a caracterizarlo sin cuidarse para ocultar lo que pensaba de él: “Mi padre

 ya les debe haber enviado el material y se pueden poner en contacto con él,

 ya que estará a su disposición. Es una persona de cine ya que ha dirigidotres proyectos, es pintor, artista muy egocéntrico y una amplia imaginación

a la que le tendrán que poner freno”.

Lo comentado hasta acá no es otra cosa que la expresión de la

necesidad que aquel día sintió Carlitos de expulsar sus ideas sobre la

película estimulado por el consumo de la cocaína. Como se comprenderá,

se trata apenas de un apretado resumen de todo cuanto abordó mientras

hablaba ya que, por ejemplo, entre tantas otras cosas hizo menciones a

Dios, a Hitler, a Cristo y al ladrón crucificado junto a él. De todos modos,

no sería justo terminarlo sin recordar otros temas a los que también lacocaína lo llevó a incursionar crudamente aunque no se refieran

directamente a la filmación ya que aportan datos que arrojan más luz

sobre las consecuencias inmediatas que tuvo en su vida su condición de

sobreviviente de los Andes.

En algunos pasajes sus declaraciones adquieren cierto tono de

lamentación, sobre todo al recordar cómo se sintió en plena juventud al

comprobar que para los demás era una persona excepcional, de una

categoría considerada casi más allá de la condición humana, al tiempo que

se refiere a la forma como eran tratados los sobrevivientes por los mediosde prensa.

En ese sentido, no resulta cómodo intentar trasladarse en el tiempo

para ubicarse en la piel del Carlitos de diecinueve años al saber por sus

palabras que en San Fernando, Chile, una mujer se le acercó para tocarlo

esperando que ese gesto la curara del cáncer que padecía. ¿Se había

convertido en una especie de dios?

regresa a su hogar de la guerra de Vietnam y el que, según asegura, él mismoexperimentó al ser rescatado de los Andes para volver a la vida normal. 

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 Tampoco es posible aceptar sin asombrarse este párrafo que se

transcribe textualmente: “Una vez estuve en un programa en la televisión

argentina en el cual me estaban haciendo un reportaje. El programa debía

durar una hora pero debido a la gran repercusión que tuvo duró noventa

minutos más. Estuve respondiendo a distintas preguntas durante dos

horas y media cuando una persona llamó diciendo que había decidido no

suicidarse después de oír los relatos de esta vuelta a la vida. Esa persona

me hizo sentir muy bien, sentí como que me habían compensado, me sentí

útil”. ¿Su palabra había adquirido la fuerza de un mensaje divino capaz de

convencer a quien lo escuchara?

Él sabía que ni se había convertido en una figura celestial ni estaba

en condiciones de lanzar a los cuatro vientos la prédica propia de un

misionero que se proponía convertir a los demás a su religión de vida.Sabía, en cambio, que era simplemente un sobreviviente de los Andes, a

pesar de que para la gente encandilada por lo que admiraba como una

aventura inigualada era evidente que resultaba todo aquello y todavía algo

más.

En cuanto a los medios de comunicación, Carlitos se las arregló para

que en la grabación se conociera su opinión sobre la forma con que

aquellos se conducían: “Nunca nos creímos héroes de nada, la prensa nos

convirtió en héroes, apóstoles, caníbales... lo que se les ocurriera”. Y más

adelante todavía insiste con la misma idea: “...después de un día para elotro, luego de vivir en el frío y pasar hambre y sufrimientos, nos

convirtieron en héroes, superhombres, apóstoles de la Fe y no sé qué más”.

Por último, otra vez vuelve al mismo tema —tal como se dijo la repetición

es una de las características más salientes de su monólogo— para afirmar

que “...nos hicieron importantes... lo único que les importaba era el dinero,

¿cuál revista vendía más, qué diario tenía más ventas, cuál era el mejor?...

todo lo que decíamos era publicado como si estuviéramos en exhibición

todo el tiempo”. A todo esto agrega la siguiente reflexión final sobre lo que

sintió al reintegrarse a la vida normal: “¿Qué podía pensar yo? Sólo tenía

diecinueve años y mi foto circulaba por las páginas de las revistas más

importantes del mundo y, vamos a ser honestos, de un país chico del cual

nadie había oído hablar jamás”.

Leer la versión escrita de lo que grabó es también muy útil para

comprender que ya en aquel momento, en relación a lo que había sucedido

en los Andes, Carlitos estaba convencido de la importancia que adquiría la

existencia de un grupo, una verdad que luego debería trasladar al

momento en que empezaría a intentar su salida de las drogas: “El concepto

de unidad y equipo son importantes —recuerda con palabras que se

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supone que le dirige a Marshall— es verdad el dicho de unidos nos

mantendremos fuertes. Cuando la gente piensa que son los valores

humanos individuales los que cuentan, uno se da cuenta de que no es así.

Hay gente que dice que afrontar las cosas en grupo te hace un cobarde, te

rebaja, pero yo pienso lo opuesto, creo que hacer las cosas en equipo es

acertado... creo que la ayuda que te puede brindar un ser humano es

importante, no es ningún acto de valentía afrontarlas solos”. Y a

continuación habla de lo que significa llegar a valorar los actos cotidianos,

esos que aparentemente no tienen ninguna importancia: “Volver al

momento en que quizás las cosas intrascendentes como cepillarse los

dientes, sacar agua de la canilla o simplemente mirarse al espejo... las

cosas de todos los días que en realidad son parte de nuestras vidas cobran

un sentido muy importante”. Por algo es que Carlitos ha afirmado más de

una vez que entre los adictos rehabilitados se decía que habían vuelto a serciviles, una expresión extraordinariamente ilustrativa que hablaba de la

vuelta a la civilización, a la vida que llevaba el común de la gente.

Esas son, precisamente, algunas de las cosas del día a día que

también recuperó al dejar el consumo, de tal modo que es imposible dejar

de asociar sus reflexiones con las que después expresaría Gelsi al afirmar

que Carlitos ha entendido lo que significa la heroicidad de lo cotidiano. Lo

vivido en los Andes, pues, y lo experimentado durante la rehabilitación han

terminado formando parte de una misma verdad central.

Hasta ahora se hablado de varias drogas sin nombrar todavía a la

pasta base, seguramente la que ha dado más que hablar en los últimos

años en el Uruguay. Entonces, cuando se le pregunta a Piñero si, como

cree casi toda la gente, es verdad que los consumidores de pasta base no

concurren a los grupos para intentar la rehabilitación explica que no es

así. “Por supuesto que también a los grupos van adictos a la pasta base, lo

que sucede es que en general se considera que a esas organizaciones

solamente concurren quienes consumen cocaína u otras drogas pesadas

posiblemente porque se asocian las clases de drogas con las categorías

sociales a las que pertenecen los consumidores, pero hay que recordar que

existen grupos en lugares muy diversos de Montevideo, los hay, por

ejemplo, en barrios como Carrasco o Punta Carretas, es verdad, pero

también funcionan en otros muy diferentes cuyas composiciones sociales

no tienen correspondencia con las de estos últimos.”

Sea como sea, al terminar este capítulo parece evidente que, como lo

ha dicho Damián Rapela, cualquiera sea la droga de que se trate, para el

adicto llegar a la conclusión de que ella no va a estar más con él es un

proceso que insume un tiempo larguísimo. Es entonces cuando se produce

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el momento de la aceptación, lo que desemboca en el último paso para la

resolución de la travesía de adicción.

Para Gelsi, por su parte, es cierto que cuando Carlitos era un

adolescente el tema de la droga no era lo que es hoy, al punto que nisiquiera el alcohol estaba tan extendido hecho que lo lleva a afirmar que

para él no resulta raro que Carlitos no hubiera caído en las adicciones en

aquella época. Sin embargo, recuerda que cuando recibió cierto dinero de

algún familiar lo perdió ya que la filosofía del adicto a substancias es la

misma que la del jugador. Ninguno de ellos recorre el camino que debería

andar en la vida, siempre termina buscando un atajo de modo de llegar al

fin propuesto rápidamente y sin esfuerzo.

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UN PADRE QUE ES TODO

Aquella manía de Carlitos de la que ya se hablado por la perfección en

el campo dominado por las cosas materiales es necesario considerarla

particularmente en otros planos mucho más importantes como el de las

relaciones afectivas que también fueron esencialmente reparadas a partir

de su rehabilitación.

Si es verdad que un adicto se despreocupa por todo al punto que

también termina perdiéndolo todo, en su caso resulta evidente que ha

experimentado una transformación fundamental que lo ha llevado a

recuperar lo más importante que había ido dejando por el camino. Y al

tocar este punto es inevitable hablar de lo que ha significado para Carlitos

el renacimiento de la relación con su hija María Elena, conocida por sus

familiares y amigos como Gochi. La desaparición de las drogas hizo posible

que padre e hija se reencontraran.

La fuerte sensibilidad emotiva que ha adquirido la relación con ella es

radical en tanto puede verse como la síntesis de todo lo que ha logrado

recuperar Carlitos después de abandonar el consumo. Entre las cosas de

valor perdidas ninguna es comparable con aquellas que se relacionan con

el mundo de los afectos. Y más todavía si se trata de los que unen a los

padres con los hijos. Hoy en día puede afirmarse sin caer en la exageración

que entre Carlitos y su hija hubo un antes, marcado a fuego por la

perniciosa presencia de las drogas, y un después felizmente gobernado por

el período en el que desaparecieron.

Las palabras de Gochi llaman la atención desde el principio por la

madurez que demuestran y por la claridad con la que ella es capaz de

visualizar lo que le tocó vivir debido a las adicciones de su padre.

Probablemente lo que expresa conmueve especialmente debido a que en

sus comentarios no aparece ni una sola crítica, ni una mínima cuota de

resentimiento. No se muestra herida, no formula quejas, no juega el papel

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de víctima para quejarse con rencor por lo sucedido, nada hay en sus

expresiones que haga pensar que interiormente le echa en cara a su padre

haberle estropeado su joven vida.

A diferencia de lo que podría pensar la mayoría de la gente, Gochisostiene con total convicción que si se le ofreciera la posibilidad de viajar

en el tiempo hacia atrás para cambiar su pasado y tener una familia

diferente, sólidamente constituida, con un padre que tuviera las

características que se les adjudican a quienes se conducen de un modo

tradicional, ella no elegiría que las cosas sucedieran de un modo distinto a

lo que fueron en la realidad. Se queda con la vida que le tocó en suerte no

obstante lo que debió enfrentar.

Según su parecer, en la medida que los hechos se encadenan y, por lo

tanto, unos llevan inevitablemente a otros, si bien es cierto que lasadicciones de Carlitos fueron de acuerdo a lo que cree la causa de la

separación de sus padres, también es verdad que su madre se vio obligada

a pelear por ella de un modo especial y que ambas rehicieron sus vidas

 junto a Pepe Gómez, el marido de su madre, una persona a quien valora

como a un hombre extraordinario que siempre actuó como si fuera su

padre. “Él fue excepcional —explica— creo que no hay dos iguales, para mí

fue de muchísima importancia.” Además, asegura que tuvo dos abuelas

maravillosas que resultaron ser excepcionales madres.

Gochi reconoce que en definitiva cuando Carlitos al final de suproceso de rehabilitación la recuperó como hija lo hizo totalmente

cambiado: “Yo he notado ese cambio —asegura— la relación que hoy tengo

con él es tan o más sincera que la que tienen con sus hijos muchos padres

que no debieron enfrentar los problemas que nosotros tuvimos que sufrir.”

Pero Gochi agrega todavía una opinión que llamativamente, a pesar de

lo sucedido, se convierte en una especie de agradecimiento por los

momentos que tuvo que vivir y de felicidad por lo que ha significado la

recuperación de su padre: “Si yo tengo que pasar raya me digo que al fin de

cuentas yo gané. Sin dudas, yo tuve una vida rara, diferente, pero el saldoque me dejó es un montón de cosas que si hubiera vivido de otra manera

nunca hubiera tenido. Yo repito lo que dice una amiga de mi madre, es

decir, que las historias se cuentan al final de lo sucedido. No porque mi

padre cayó en las drogas y yo carecí de su presencia hasta que tuve quince

años en este momento tengo que juzgarlo, pasar raya y decir que él actuó

de un modo desastroso. Tengo ahora treinta y tres años y si es hoy cuando

paso raya afirmo sin dudar que actualmente tengo un padre excepcional”.

Carlitos ha coincidido en sostener que para él está claro que hoy en

día la relación con su hija no tiene nada que ver con lo que había sido

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antes de su rehabilitación. En tanto la liberación de las drogas supuso

para él cambiar radicalmente su actitud en todos los aspectos, en este

concreto de la relación con Gochi, es notorio que tuvo un vuelco decisivo

que le sirvió para actuar como padre de un modo totalmente diferente.

Gochi era muy pequeña cuando sus padres se separaron, de modo

que poco puede recordar de lo que sucedía en tiempos en que Carlitos

actuaba como una persona distinta a la actual. Sin embargo, su

inclinación por la verdad la lleva a dejar una constancia que deja en

evidencia el admirable reconocimiento de la hija por su madre: “Es cierto

que yo no recuerdo casi nada de los primeros tiempos, pero quiero quebrar

una lanza por mi madre porque ella nunca me habló mal de mi padre.

Jamás lo hizo. Por supuesto que no se me escapa que por la situación que

me tocó vivir siempre estuve muy contenida, incluso algo malcriada, sobretodo por mis abuelas y por mi abuelo materno, pero esto yo lo veo desde el

lado positivo, como un valor agregado, mis abuelos fueron excepcionales”.

¿De qué manera se relacionan hoy padre e hija? ¿Hablan de lo

pasado, mencionan el tiempo negro de las drogas o ese período permanece

escondido atrás del silencio? Gochi no vacila en afirmar que siempre

conversan sinceramente, incluso de las adicciones, que no se esconden

absolutamente nada. Y aprovecha para sostener que afortunadamente ella

siente que las drogas son algo lamentable que causa mucho daño por lo

que se encuentra totalmente alejada de ellas. Recuerda, al mismo tiempo,un hecho capaz de emocionar al pensar en una hija que en ciertos

momentos estaba obligada a vivir casi a contramano de lo que hacían las

demás jovencitas de su edad: “A los quince años, mientras mis amigas

preparaban muy contentas y entusiasmadas sus fiestas de cumpleaños, yo

acompañaba a mi padre al grupo de adictos. Lo hacía cuando se trataba de

reuniones abiertas, una vez por año iba con mi tía Agó que en todos estos

asuntos siempre fue una gran compañera”.

El reencuentro, ese renacimiento de la relación, fue dándose

paulatinamente y en un principio para Gochi resultó una novedad a la queno le resultó fácil acostumbrarse. Después de lo que había pasado, no

podía esperarse que de buenas a primeras ella se acomodara frente a su

padre como si todo hasta ese día hubiera transcurrido de una manera

normal. Tuvo que adaptarse, esperar que los sucesivos pasos fueran

indicando el camino que ambos empezarían a recorrer juntos.

Es al tratar este delicado tema que Gochi expresa lo siguiente: “Me

acuerdo que cuando yo tenía alrededor de trece años me dijeron que mi

padre estaba internado en un hospital porque le estaban haciendo lo que

me parece que era algo así como una cura del sueño. Yo fui a verlo y creo

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que fue en aquel momento que empecé a reencontrarlo. También recuerdo

que tiempo después, cuando ya tenía catorce años, hicimos todos juntos

un viaje, la familia entera. Y más tarde todavía papá me invitó a

acompañarlo a China y Japón, países en los que estaban promocionando la

película de los Andes. En esta oportunidad viajamos solamente nosotros

dos. Hasta ese momento no podía decirse que yo tuviera una relación

propia de una hija con su padre, esa que felizmente hoy tenemos, por eso

reconozco que hasta me daba cierta vergüenza aceptar su invitación para

viajar. No se trataba de que yo me avergonzara por el pasado de papá,

porque se había dejado ganar por las adicciones, era otra cosa distinta,

influía aquel hecho de que entre nosotros no hubiera todavía una

verdadera relación entre un padre y una hija”.

Gochi repite que vive todo lo que pasó como un proceso,especialmente la maduración de Carlitos como padre, todo lo cual por

supuesto lo valora como un hecho extraordinariamente positivo. Se siente

muy contenta por lo que él ha cambiado al transformarse después de

abandonar las drogas. Hasta entonces había sentido que no tenía el

respaldo de un verdadero padre responsable, al extremo que en buena

medida puede afirmar que ella se sentía entonces más coherente que él.

Sin embargo, la situación es hoy exactamente la contraria al punto que no

vacila en reconocer que se ha convencido de que cuenta con el apoyo de un

padre que se ha plantado de modo positivo en la vida.

En cierto sentido, Gochi piensa que la vida la llevó a revivir momentos

que también su padre había vivido: “Lo que sucedió fue para él parte de un

todo, la separación de sus padres, la tragedia de los Andes, las drogas, al

final fue como que recibiera un pasaporte para usufructuar la libertad de

hacer cosas que a otros no les estaban permitidas. Pero al mismo tiempo

 yo siento también que soy una mujer que resultó muy golpeada en la vida,

incluso hasta algo malcriada tal como lo dije antes. Igual que mi padre”.

Si alguna duda hubiera quedado sobre la claridad con la que Gochi

interpreta la verdadera naturaleza de su vida pasada y de la franca posturaque la lleva a no renegar de ella basta escucharla decir lo que se transcribe

a continuación: “La gente suele decir que mi padre es diferente por lo que

tuvo que pasar en los Andes, pero sin embargo los otros sobrevivientes no

tocaron fondo como él y pasaron por lo mismo. Lo que yo tengo claro,

repito, es que no hubiera querido vivir otra vida, aun con las desgracias y

las alegrías que viví me quedo con la que tuve, nunca me lamentaría

porque no me tocó una distinta. Lo que sí digo es que yo tengo cuatro hijos

 y que me esfuerzo por tener una vida organizada alrededor de una familia

tradicional que se mantenga unida, quizás porque eso fue lo que no tuve. A

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pesar de todo —y digo esto sabiendo que es difícil que se entienda— al

mismo tiempo yo no siento que eso me haya faltado. Es en este sentido que

le doy un valor enorme a mi madre y a mis abuelos maternos, cuando mis

padres se separaron yo pasé a vivir con ellos y con mi madre. Y no puedo

dejar de recordar nuevamente a mi abuela paterna”.

Por último, Gochi realiza una especie de recapitulación que sirve para

redondear su pensamiento sobre el momento que está viviendo con el

transformado Carlitos: “Mi padre cambió y sigue cambiando. Yo hace casi

dos años que estoy viviendo nuevamente en el Uruguay, pero antes viví

tres años en Suiza y yo sé que esa separación a él no le resultó nada fácil,

que de verdad la vivió como algo durísimo. Ahora que he vuelto a vivir en

Montevideo, a veces me angustio al preguntarme cómo pude hacerle eso a

mi padre, cómo me fui a otro país, me doy cuenta de que siento ciertaresponsabilidad por él”.

 Y al volver a plantearse cuál debió haber sido su actitud como

respuesta a la forma con que se manejaba su padre debido a las adicciones

reitera la misma lúcida postura: “¿Qué debía hacer? ¿Juzgarlo por lo que

había hecho? ¿O tomarlo tal como es con el agregado de lo que fue y

quererlo de todos modos? Esto fue lo que hice. Nunca se me ocurrió

echarle en cara su conducta. Y además soy yo quien ganó ya que ahora

tengo una familia nueva que se ha multiplicado porque el marido de mi

madre tiene cinco hermanos. Hoy tengo cuatro tíos y doce primos más.Pero gané también en algo fundamental, yo tengo con mi padre una

comunicación tan particular que a veces me asombro. La forma de

comunicarnos que tenemos muchas veces me hace pensar en el libro ‘El

secreto’ de Rhonda Byrne9. Todo encaja, es como si nos adelantáramos en

nuestros pensamientos que terminan coincidiendo sin que lo hubiéramos

planificado para que sucediera de ese modo. Es extraordinario”.

Seguramente, si Carlitos tuviera que sintetizar lo que ha influido el

abandono de las drogas en el plano de la relación con Gochi, no

encontraría mejor manera para hacerlo que repetir lo que ella ha expresadofinalmente para ubicar en su justa medida lo que significó el reencuentro.

Esa su declaración final que se transcribe más abajo es un corolario que lo

explica todo de un modo absoluto, una declaración de victoria después de

una dura batalla que Gochi disfruta porque sabe que al mismo tiempo

también su padre estará disfrutándola con la misma satisfacción. ¿De qué

9  Publicado en 2006, el libro trata sobre la llamada “ley de atracción” y tiene como

tema central la necesidad de enfocarse en las cosas positivas para modificar los

resultados. No obstante las numerosas críticas que recibió se convirtió en un best-seller. 

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otra forma podría Carlitos demostrar que su recuperación alcanzó el punto

más alto, que su actitud lo llevó a reconquistar lo más valioso?

A sus espaldas ha quedado el adicto de las sucesivas internaciones,

de las marchas y contramarchas, de la vida malgastada, de los actosirreflexivos, de los momentos enajenados, para que sobre él haya triunfado

el padre que provoca en su hija palabras tan emotivas como las siguientes:

“Él y yo somos ahora inseparables, no puedo decir otra cosa como no sea

que tenemos una relación impresionante. Mi padre para mí hoy es mi

amigo, mi terapeuta, mi todo”.

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7/17/2019 Campodonico Miguel Angel - Carlitos Paez Mi Segunda Cordillera

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ..................................................................................... 7

PRÓLOGO ............................................................................................... 9

UNA NUEVA CORDILLERA .................................................................... 12

 ADICTO SIN LOS ANDES ...................................................................... 21

EL HÉROE EN LO COTIDIANO .............................................................. 31

PARA CAMBIAR HAY QUE PADECER .................................................... 44

ENCONTRARSE CON LOS DEMÁS ........................................................ 53

LA LIBERTAD DE UNA ACTIVIDAD PROPIA ........................................... 65

LOS ANCIANOS DE WOODSTOCK ......................................................... 74

UN PADRE QUE ES TODO .................................................................... 84