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CANTU-Historia Universal 2b

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C É S A R C A N T Ú PO K 
D . N , ICOLÁS I  a
S errano
C&teilrútico auxiliar que na sido de la misma Factiltad 
y Profesor libro ao Filosofía dol Derecho on la UnlTcrsldad do .Madrid 
Abosado de este Colegio. Aoadémloo de la £ooo¿mioa Matritense
Individuo del Cláustro do la Universidad do Salamaaca *
r  de otras corporaciones oientincas
T omo   II
ADMINISTRACION 
P L A Z Ü E L A D E L B I O M B O . N Ú M E í£íi) !
 
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' ‘- Esta obra es propiedad de don Manuel Ro drigues, y nadie sin su consentimiento podrá  reimprimirla ni traducirla.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
FONDO EMETERIO  .VALVERDEYTELLEZ
POCA . SEGUNDA  jr.
t D E S D E E L D I L U V I O H A S T A L A S O L I M P I A D A S
Años a. ae J. C., 3348 á m.-Aios de la Creación. 1636 á 3228,
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CAPITULO I i
Aplicación del sentido del libro de Job á la filosofía de la Historia.—Job, patriarca de Idu-  me a.—-Providencia de Dios sobre los pueblos extrañ os á  Israel.—Lo que era Job.—Su época.  Sus b ienes pue stos á discreción de Sataná3. — Sus de sgracias y su resignación. — Su persona  puesta á discreción do Satanás.—Sus sufrimientos y su resig nación .—Visitanle tr es rey es ami gos suyos.—Job maldice el dia do su nacimiento.—Vituperios do Eliphaz.—Respuesta de Job- 
Vituperios de Baldad.—Respuesta, humildad y súplica de Job.
-i La filosofía de la Historia, tali como queda 
expuesta en nuestros estudios preliminares (I),  halla al presente, en la maravillosa narración  que sigue, una solemne comprobación de la 
verdad católica. Nieguen y ridiculicen Renán 
y otros racionalistas mas ó ménos explícitos" ó 
vergonzantes las bellas y sublimes tradiciones 
que la ciencia católica venera y la sábia críti
ca afirma y comprueba, que apenas si sus ecos  llegarán ¿ sonar en la liora postrera del siglo 
que corremos. La sábia y altísima Providencia vela y guia 
los pasos de la humanidad, libre en su carrera,  por caminos sólo al infinito pensamiento cono
cidos, abatiendo unas veces y levantando otras 
los destinos de los pueblos; ni los justos en me
(1) Tomo I, pág. 30. 
tomo  n
abundante prosperidad, pueden burlar aquella 
 justa providencia; todo, así el castigo como el  premio, asi el dolor como la felicidad y laventura, 
van encaminados al logro de la felicidad de los 
imperios y naciones,»y al cumplimiento de los 
planes providenciales de Dios en la Historia.
Hé aquí, en concreto, el gran pensamiento 
de la doctrina santa y revelada; hé aquí el eco  
venerando de los profetas; hé aquí el testimo
nio de las enseñanzas de San Agustín y Bossuet; 
hé aquí el lema de la escuela histórico-católica.
¿Dónde leeis, sábios del infecundo raciona
lismo, en esta teoría, palabras de inconsciente 
fatalismo? ¿Hay algo en la Historia más gran
de para la dignidad humana, y más raciona  
y adecuado á la alteza divina,’ que esta senci
lla expresión de nuestra filosofía de la Historia?
2
en todos los momentos de la existencia de la  
humanidad, ya propicios, ya adversos, el pensa
miento filosófico católico, inmóvil como la roca 
y seguro como sus cimientos, ni cambia, ni 
oscila, ni se muda; siempre la mirada augusta  
de la Providencia dirige los destinos de la vida,  
y siempre el hombre racional y libre cumple  su misión individual y social.
Bien podíamos aquí preguntaros , una vez 
sabido lo que la. escuela católica cree: y voso
tros, racionalistas de todos los matices, ¿podréis  decirnos lo que creeis? ¿podréis decirnos cómo  
explican vuestras escuelas los destinos de los  pueblos?
Noche oscura y eterna es en verdad la His
toria, vista fuera de estos luminosos y clarísi
mos horizontes que irradia el sol de la verdad 
católica; ni las luchas de los antiguos impe rios, ni Grecia, ni Koma, ni los bárbaros, ni la  
edad medía, ni la reforma, ni, las revoluciones, 
tienen llana y fáoil interpretación fuera de estos  
altísimos, racionales y maravillosos dogmas.
Por do quiera que el sano y reflexivo enten
dimiento católico atienda é indague el por qué 
de los destinos humanos, hay algo en la Hisr 
toria que responde por las teorías. Ofrécesenos 
en el ingreso de este segundo tomo, y en la con
tinuación de la  Epoca, segunda , libro IV,   en 
cuyo estudio nos ocupamos, una historia nota
bilísima, cuyo argumento es de inmenso valor 
para aplicarlo á la vida social y á la indaga
ción del destino de los reinos y naciones.
Oigamos á este propósito el genio de nues
tro inmortal maestro fray Luis de León, timbre  glorioso de la antigua Universidad de Salaman
ca y ornamento de la literatura española, so
bre el libro de Job, á que nos referimos: cier
tamente pocos habrá que no traduzcan y apli
quen con recto y bien intencionado sentido las 
palabras de aquel varón, á los destinos de los  pueblos (1).
(1i Alas impugnaciones de Renán y otros orien talistas al libro de Job, puede la ciencia católica es-  pañolaoponer, á más déla hermosa traducción v de fensa del maestro fray Luis de León y otros escri tores, la que ven* (Dios mediante) .la luz pública,  original de D. Francisco Caminero, digno continua dor de la gloriosa pléyade de escriturarios espaüoles.
HISTORIA UNIVERSAL
Dice asi el maestro fray Luis de León en su  
preciosa dedicatoria del libro de Job, á una al
ma llena de pureza y virtudes:
«Todos padecen grandes trabajos, porque el 
padecer es debido á la culpa, y todos nacen en 
ella; pero no los padecen todos de la misma  
manera, porque los malos á su pesar y sin fru
to, y los buenos con utilidad y provecho. Y de 
los buenos, unos con paciencia y otros con go
zo y alegría, que es propio efecto de la gracia 
. del Evangelio, de que San Pablo dice en su  
persona: «Ya nos gozamos en las tribulacio
nes.» De estos sois vos y los demás de su ór- 
deñ, que descansan cuando padecen, por mos
trar lo que aman. Que el amor de Cristo que 
arde en sus almas, mostrándose descansa y 
padeciendo se muestra. Y ansí, padecen con 
gozo, y si no padecen, tienen hambre de pade
cer, y la descubren siempre que pueden y en  
todo lo que pueden. Y de ella nace agora man
darme vuestra reverencia le declare el libro de  
los sucesos y razonamientos de Job; que como 
los valientes soldados gustan de conocer los he
chos hazañosos de los que lo fueron, ansí vues tra reverencia, en esta milicia de paciencia que  
profesa, desea reconocer este ejemplo excelen te, que tal es el de Job, como por su escritura 
parece. La cual escritura es útil de muchas ma
neras; porque no es solo historia, sino doctrina 
y profecía; porque demás de que nos cuenta los  azotes de Job y su paciencia, también nos com
pone las costumbres y nos profetiza algunos 
misterios venideros, y esto en verso y en for
ma de diálogo, porque más se guste y mejor se 
imprima. Verdad es que el estilo poético y la 
mucha antigüedad dé la lengua y del libro le 
hacen muy oscuro en no pocos lugares; mas esta 
oscuridad vencerá con sus oraciones vuestra re
verencia, que obligada es á favorecerme con 
ellas, pues pone este peso en mis hombros. En 
que hago tres cosas: una, traslado el texto del 
libro por sus palabras, conservando cuanto es 
posible en ellas el sentido latino y el aire hebreo, 
que tiene su cierta majestad; otra, declaro en 
cada capítulo más exteadidamente lo que se di
ce; la tercera, póngole en verso, imitando mu
chos santos y antiguos que en otros libros sa
grados lo hicieron, y pretendiendo por esta ma
 
Sagrada Escritora, en que mucha parte de nues
tro bien consiste, á lo que yo juzgo. Pues ansí  
como no sabemos con certidumbre el autor de 
este libro, que unos dicen que Moisés, y otros 
que antes de Moisés, ansí vuestra reverencia 
ha de tener por sin duda que es libro sagrado 
y canónico. En el cual él Espíritu-Santo nos  cuenta, lo primero la virtud y prosperidad de 
Job; lo segundó, su azote, y lo tercero, las ra
zones qrie pasó cón unos compañeros suyos, que 
viniendo á consolarle, sé pusieron á reprehen derle, que es la mayor dificultad qüe en él hay; 
porque muchas veces parece que Job y sus com
pañeros dicen lo mismo, siendo los intentos con trarios.
»Para cuyo entendimiento, advertimos que 
Job, querellándose, dió á entender que padecía 
sin 'culpa; de que, ofendidos sus compañeros, 
porfían que se engaña y que es pecador. Y prué- 
banlo ailsí: «Dios es justo; luego castiga á solo 
los pecadores. Ti'i eres castigado de Dios; lue
go eres pecador.» Y sobre este argumento, co
mo sbbre quicio, se rodea todo lo que dicen los 
primeros tres compañeros. Y en lo que más se 
detienen, es en probar: lo primero, que es la   justic ia de Dios, que á la verdad es lo más cier
to y lo1ménos necesitado de prueba; mas insis
ten en ello, porque, á su parecer, lo demás na ce de alli por fuerza de consecuencia. Y prué- 
banlo con hacer claro por diversas maneras que 
Dios es bueno, y sábio, y poderoso, diciendo 
grandezas de la bondad de Dios y de su saber  
y poder; porque el ser injusto uno siempre le 
viene, ó de saber poco, ó de poder ménos, ó de 
ser mal inclinado; que, como se sabe, las fuen
tes de todo lo malo son, ó flaqueza, ó ignoran
cia, ó malicia. A esto responde Job, y en lo que 
responde, confiésales ésta primera parte, que  toca á la justicia de Dios; y no sólo la confiesa, 
mas él también la prueba y se extiende en de cir maravillas de estos divinos atributos. Pero 
niégales lo que de ellos coligen, y persevera 
en defender su inocencia, y les prueba que no 
son pecadores todos los que Dios en esta vida 
Castiga. En que, en suma, afirma dos cosas: 
una, « No siempre castiga Dios en esta vida á 
los pecadores, ni son pecadores todos los que
Dios en ella aflige;» otra, «Yo no he pecado de 
manera que merezca el mal que padezco.» Y 
cuando afirma esto último, agobiado del dolor 
y de la porfía de los que sin razón le condenan, 
parece alguna vez que excede en palabras, vol
viéndose á Dios y pidiéndole qué le ponga con 
él á juicio, y averigüe aqueste azote con él. Por 
lo cual, á lo último salé Eliü, el cuarto de los 
amigos, y no aprobando las razones de los pri
meros, condena á Job por otra razón nueva, di
ciendo que á lo ménos peca en ponerse con Dios  á juicio. Y ansí, lo que pretende es probar, no 
que :fué pecador, sino que se debe Job sujetar 
á Dios y callar, y tener por bueno lo que hace. 
Y pruébalo de aquesta manera: «Las obras de 
Dios, y lo que pretende en lo que hace, no lo 
puede saber el hombre; luego debe con pacien
cia juzgar bien de lo que Dios hace, y no pe dirle razón de ello.» La primera de estas dos co
sas, de qué la segunda necesariamente se si
gue , pudo Eliú probarla con ejemplos palpa
bles de las cosas que Dios hace y no las enten
demos los hombres; mas no lo prueba por esta 
vía, antes multiplicando razones impertinentes,  la oscurece y confunde. Y ansí Eliú no erró en lo principal de su intento y en lo que probar 
pretendía, sino en no acertar á probarlo. Por 
donde Dios al fin se descubre, y lo primero, re
prende á Eliú de que una cosa tan clara como 
es no penetrar el hombre las obras y los juicios 
de Dios, no supo probarla; y lo segundo, vuelto 
á Job,' le prueba con razones claras lo que con
fundía á Eliú con palabras oscuras. Y ansí, el 
intento de Dios es el mismo de Eliú, persuadir 
á Job que tenga por bueno lo que hace con él, 
y no quiera saber por qué causa lo hace, ni pe
dirle cuenta y razón. Y arguye, como Eliú ar- 
guia: «El hombre no puede alcanzar las obras 
de Dios ni sus fines; luego debe con paciencia 
 juzgar bien de lo que Dios hace , y no pedirle 
cuenta.» Y lo primero desto, prueba Dios en su 
discurso por manifiesta manera, haciendo alaT-
de muchas cosas qué tenemos entre las manos,  que las hace é l , y el hombre aunque las ve 
no las entiende, como con las obras naturales 
y ordinarias. De donde necesariamente conclu
ye que, si no conocemos lo ordinario que él ha
ce, mucho ménos podremos alcanzar lo extraor*
 
Job reconoce su exceso luego, y humillase. Y 
Dios, que sabia su sencillez y bondad, y que 
habia defendido con verdad su inocencia, no se 
enoja con él, y enójase con sus tres amigos,  
porque hablaron mal en tres cosas : una, que 
impusieron ¿Job que era malo; otra, que afir
maron que Dios no acosa aquí sino á sólo los  
malos; la tercera, que destas dos mentiras qui
sieron sacar defensa de la justicia divina. Como 
si Dios no pudiera quedar por justo, si queda
ba Dios por bueno, ó si no se valiera de apoyos 
tan flacos y tan falsos. Esto, pues, bien enten
dido, en las oscuridades de este libro dará mu cha luz.
Hé aquí el argumento según se halla en un  
códice, en que están recogidos los capítulos de  
Job, en tercetos, de letra del maestro fray 
Luis de León: «Job, natural deHus, provincia 
vecina á Idumea y Arabia, entre ajena de Dios, 
gran siervo suyo, y de los bienes de la vida 
abastado, cercado de hijos y rico de ganados y  
de familia, y por esta3 causas en su pueblo y 
en los comarcanos señalado y temido, para ma
yor bien suyo y para ejemplo de virtud á los  
venideros, es entregarlo de Dios al demonio á  
petición suya, no para que le mate, sino para 
que le tiente y azote. Quítale la hacienda, má
tale los hijos, llágale fea y cruelmente en el  
cuerpo, y tráele á tanto desprecio, que su mis
ma mujer le baldona y le persuade á que ge 
mate á sí mismo. Pues estando así lleno de 
miseria, y armado de paciencia, y sentado en 
un muladar, visítanle cuatro hombres princi
pales y sabios de aquella tierra, y grandes sus  
amigos. Con los cuales, despues de un largo 
silencio que causó en él el dolor, con la vis
ta de los amigos renovado, y en ellos el es- I
panto de una mudanza de fortuna tan grande, 
al fin, comenzando él y respondiendo ellos, trá
base entre todos uá largo y reñido razonamien to. Que en sustancia, de parte de los amigos  
es decir que Dios, como justo que es, siempre 
os malos pecadores en esta vida los castiga  
con miserables sucesos, y que ansí le castiga-
ba a el como i gran pecador; y de parte de Job  es defender que Dios, n¡ „asHga n¡ 4
so.os los malos en esta ti,la, ni él lo era enlon-
ces por ser pecador y malo. Sobre lo cual, ansí  
por la una como por la otra parte, se dicen ra
zones altísimas, llenas de artificio y de dulzu
ra en las palabras y en las sentencias, preña
das de grandes misterios. Pintanse las condi
ciones de los hombres malvados, el ingenio de 
los buenos y justos; engrandécese por extra
ñas maneras la grandeza del poder de Dios y 
de su saber; dícese de su grande bondad y jus
ticia; profetízase su venida al mundo, la resur
rección de la carne, el juicio último, con otras 
cosas de grande cualidad y provecho. Y al fin  
de todo sobreviene Dios, y habla con Job con  
forma sensible, y enséñale que, pues es hom
bre, no se ponga con Dios en cuentas ni quie
ra apear sus juicios. Y despues, vuelto á las  
amigos de él, díceles que no han acertado en 
sus razones, y que han afligido sin causa á sil 
amigo, y mándales que se le humillen y le pi
dan que le ruegue por ellos, y que rogándose
lo Job, los perdonará. Hácese ansí, y Dios sana  
á Job y restitúyele á su estado primero con 
mayor prosperidad que al principio.»
Veamos ahora más extensamente esta nota
ble y maravillosa historia del glorioso siervo   de Dios, el patriarca de Idumea.
Tomando á la posteridad de Job para su  
pueblo de predilección, Dios no ha abandona
do á los demás pueblos; para la salvación de 
todos ellos, escogerá uno, que será el deposi
tario de su ley y de sus oráculos, que será en 
todo el Universo una prueba viviente de su 
providencia y de su justicia (1). En esta nación 
es en la que serán benditas todas las naciones 
de la tierra. Entre tanto, los pueblos que pare
cían más abandonados, Dios no los abandona 
sin embargo. ¿Qué hay en apariencia más re
probado que la raza maldita de Canaan? Y no 
obstante, hemos visto elevarse en medio de ella 
á un personaje tan grande como Abraham, un 
rey de justicia y de paz, un pontífice del Altí
simo, figura profética, por su nombre, sus ac
tos y su historia, del Pontífice eterno, del Hijo 
de Dios. Del mismo modo, Ismael, padre de los 
árabes, es arrojado de la casa de su padre; 
pero con el recuerdo de la fe de Abraham, lle-
(1) Rorbacher, 1.1, pág. 273.
 
va á los desiertos una promesa divina para él  
y para toda su raza. En fin , Esaú pierde por 
sil falta la herencia paterna de las promesas y  
de las bendiciones; y no obstante, vamos á 
ver entre sus descendientes á un patriarca y  
profeta, que será una profecía muy semejante  
de Cristo, en sus sufrimientos y en su resur
rección.
José, hijo de Jacob, vivia un hombre en la  
tierra de Hus; su nombre era Job: sencillo,  
recto, temeroso de Dios, y que se apartaba del 
mal. Naciéronle siete hijos y tres hijas. Su ha
cienda consistía en siete mil ovejas, tres mil  
camellos, quinientas yuntas de bueyes, qui nientas asnas y un creeido número de domés
ticos y de siervos para su servicio y para la la
branza. De manera, que era reputado por el  
más grande y opulento de todo el Oriente.
Sus hijos tenian la costumbre de ir turnan
do por dias, y celebrar cada uno su convite en  
su casa, al que convidaban á sus tres herma
nas para comer y beber con ellas. Y cuando se  
acababa este turno de. convites, enviaba Job á  
llamarlos y los exhortaba á que se purificasen 
y preparasen para asistir á los holocaustos, que, 
levantándose muy de mañana, ofrecía por cada 
uno de ellos; porque decia: «¿Quién sabe si  
mis hijos habrán ofendido á Dios de algún mo
do en el calor del banquete?» Y Job repetía 
esto siempre que celebraban estos convites (1).
¡Qué adorable familia! ¡qué unión en los hi  jos! Y en el padre, ;qué tierna solicitud! ¡qué  admirable piedad!
En un antiquísimo fragmento, que está á  
continuación del libro de Job en el griego, en 
el árabe y en la antigua Ynlgata, se dice que 
Job habitaba en la tierra de Ausitides, sobre 
los confines de la Idumea y de la Arabia. Su 
nombre era desde luego Jobab. Tomó una mu
 jer de Arabia, de la cual tuvo un hijo lla
marlo Ennon. Su padre fué Zaré, uno de los
descendientes de Esaú, y su madre Bosorrha; 
de suerte, que era el quinto despues de Abra- 
ham. Hé aquí los reyes que reinaron en Edom,  
región en, la cual él mismo fué príncipe. El
(1) Job, 1.
primero fué Balac, hijo de Beor, y su ciudad se  
llama Deunaba; despues de Balac fué Jobab, 
que también es llamado Job; despues de él vi
no Asom, jefe de la región themanítida; des
pues de este fué Adad, hijo de Barad, que der
rotó á los madianítas en el llano de.Moab; el  
nombre de su ciudad era Gethaim. Los amigos  
de Job que vinieron á verle, fueron Elifaz, uno  
de los descendientes de Esaú, rey de los thema-  
nianos; Baldad, soberano de los sanclieanos, y   Sofar, rey de los mineanos.
Este fragmento, recomendable por su an
tigüedad y el común sentir de los Padres y  
délos intérpretes, establece suficientemente á 
nuestra vista el tiempo en que vivió Job y su  
descendencia de Esaú.  Hus ,  en hebreo Uts,  en 
griego Os, es el nombre de un antiguo princi
pe de Seir, de quien tomaría su nombre la  
tierra de Hus ó Ausitides, la tierra donde más 
tarde habitó Job. Pero volvamos á la liistoria 
de este patriarca, que el apóstol Santiago nos 
propone por modelo (1).
entre ellos Satanás. Y díjole el Señor: «¿De  
dón4e vendrás tú?» Él respondió: «Señor, ven
go de dar vuelta á la tierra y de recorrerla 
toda entera.» «¿Te has puesto á considerar, le  
replicó el Señor, á mi siervo Job, que no tiene 
semejante sobre la tierra, varón sencillo y rec
to, temeroso de Dios, y que se aparta de toda 
sombra de mal ?» Y Satanás respondió al Se
ñor: «¿Acaso Job teme á Dios gratuitamente? 
¿no le has pertrechado y guarnecido por toda3
partes en su persona y en su hacienda, de ma
nera que le has prosperado en todo aquello en  
que pone la mano, y sus posesiones no han 
ido siempre en aumento? Mas extiende algún  
tanto sobre él tu mano, y tócale á todo lo que  
posee, y verás como te maldice y blasfema.» 
El Eterno dijo entonces á Satanás: «Mira, á tu  
disposición está todo cuanto posee ; pero cuida
do con que extiendas tu mano contra él (2).»
El Señor aparece aquí como el rey sobre su  
trono. Los ministros de su providencia vienen
(1) Jacob, 5, 11. (2) Ibid., 1.
2
á darle Cuenta de las naciones á las cuales les
ha comisionado, y de los individuos que ha so
metido á su guarda. Satanás, el adversario, 
viene también á Acusar á los hombres ante  Dios, y saber que le sea permitido afligir y 
tentar. Está en la presencia de Dios, como el 
ciego ante la luz del so l, sin verle. Veamos 
ahora cómo usó del permiso que se le dió.
Un dia en que los hijos de Job celebraban 
un convite en la casa de su hermano mayor, 
vino un mensajero á Job y le dijo: «Señor, es tando arando tus bueyes y paciendo junto á 
ellos los asnos, hicieron una irrupción los sa
beos, quitaron la vida á los mozos, se lo lleva
ron todo, y yo sólo he podido escapar para 
traerte la noticia.» No bien habia acabado de 
hablar este hombre, cuando llegó otro y le 
dijo: «Un grande fuego ha descendido del cie
lo, que ha herido á las ovejas y á los pastores, 
y todo lo ha devorado y reducido á cenizas; y 
yo sólo:he quedado, para venir á darte el avi
so.» Y cuando todavía estaba diciendo esto, so
brevino otre, que le dijo: «Los caldeos, dividi
dos en tres escuadrones, se han echado sobre  tus camellos, y quitando la vida á los mozos 
que les guardaban, se los han llevado todos; yo 
sólo he podido librarme para venir á contárte
lo.» Y cuando aún hablaba esto, entró otro y  
le dijo: «Tus hijos é hijas estaban comiendo y  
bebiendo en la casa de tu hijo primogénito,. y  de repente se levantó un impetuoso viento de 
la parte del Mediodía, y haciendo estremecer 
las cuatro esquinas de la casa, y desencajándo
la, cayó sobre ellos, y quedaron todos sepulta
dos en sus ruinas; y yo solamente he escapado 
para-traerte la noticia.» Entonces Job se levan
tó de su asiento, y dando muestras de dolor, 
rasgó sus vestiduras, v mesó los cabellos de su 
cabeza; y postrándose en tierra adoró al Señor,  y dijo señalando 4 la tierra: «Desnudo salí del 
vientre de mi madre, y desnudo volveré á ella  El Señor que me lo dió todo, él todo me lo ha 
quitado; no se lia hecho en esto más que su vo
luntad; bendito sea su santo nombre.» En todo 
esto que pasó, Job no pecó profiriendo por sus 
labios palabra alguna indiscreta ó ménos co medida contra Dios.
Satanás se habia alabado de que le haría
blasfemar contra Dios, y ¡hé aquí que le ben
dijo] El rayo, la tempestad, no han podido en  él más que los ladrones.'
Habia dos pueblos con el nombre de sabeos. 
El uno descendía de Saba, hijo de Regma, hi  jo de Cusch, hijo de Cam; el otro de Saba, 
hermano de Regina, y por consiguiente' tam bién de Cam. Habitaban la Arabia, los unos 
hácia» el mar Rojo, los otros hácia el Golfo Pér
sico. Los caldeos de quienes se habla aquí, son 
los de esa nación que, mientras tanto que todos  los demás obedecían al imperio de Babilonia, 
mantuvieron su independencia- en medio de 
sus montañas, de las cuales, aun en tiempo de 
Ciro, Salían para vivir del pillaje ó ponerse á 
sueldo del que queria pagarles (1). No es extra
ño que el enemigo de todo bien se valiera do 
semejantes auxiliares para hacer mal. Sin em
bargo, fué vencido. Job se mostró como Dios lo 
habia dicho, perfecto, intachable; porque este  es el sentido de la palabra original.
Otro dia en que los hijos de Dios habian 
comparecido de nuevo delante del Señor, y so 
presentó también entre ellos Satanás, el ¿temo 
dijo: «¿De dónde vendrás tú?» El respondió: 
«Señor, de rodear la tierra y recorrerla toda  entera.» «¿Has considerado, replicó el Seáor, á 
mi siervo Job?» «Señor, respondió entonces Sa tanás; todo lo. que no toea al hombre en su 
persona, cuanto posee lo dará de buen grado 
con tal que no le toquen á la piel. Y si no tóca
le en lo vivo de la carne, y verás entonces las- 
bendiciones que te da en tu cara.» Entonces el 
Eterno dijo á Satanás: «Pues mira, en tu mano 
está; pero bien entendido que no-te permito  quitarle la vida (2).»-
Y con esto, partió Satanás de la presencia 
del Señor, é hirió á Job-cubriéndole de una as querosa y espantosa llaga, desde la planta de 
los piés hasta lo más alto de la cabeza. Y sen
tado en un muladar, con nn pedazo de teja 
raía los gusanos y podre que salian de sus 
llagas. Su mujer, al verle en aquel estado, le 
dijo: «Quieres aún permanecer en esa tu estu
pidez y necedad? Da bendiciones á Dios y mué-
(1) Xenofontc, Ciropedia, 1, 3  (2} Job.,2, 1-S.
 
rete despues.» «¡Ah! mujer, le respondió Job, 
no muestras rastro de juicio, ni de cordura en  
lo que has hablado. Si de la mano de Dios he
mos recibido los bienes, ¿por qué no hemos de 
recibir también los males?» En todo esto que 
pasó, no profirió Job palabra que fuese pecado.
Satanás le habia quitado ganados, casa, 
hijos, salud; pero le habia dejado su mujer. 
Contaba vencerle por ella, como habia hecho 
con el primer hombre; pero por esta vez Sata
nás fué vencido. Job, que sobre sus propios 
males guardó silencio, toma la palabra para 
 justificar la Providencia de Dios. Su mujer le 
excitó á la blasfemia; mas él no se rinde ni á  
su mujer, ni á los ladrones, ni á Satanás; se 
eleva hasta esa mano poderosa que dirige todo 
esto por caminos de impenetrable sabiduría; y 
continua sufriendo, unos dicen que durante 
tres años, otros que hasta siete, y algunos que 
hasta diez, pero siempre bastante largo tiempo 
para que príncipes extranjeros pudiesen venir  á ser testigos.
En efecto, tres amigos de Job, que la ver
sión y el libro de Tobías llaman reyes, oyeron  
todos los males que le habian sucedido, y vi nieron á consolarle, cada uno del lugar donde 
moraba: Elifaz, de Teman; Baldad, de Suhá,  ySofárj'de Naamath. Luego que llegaron, y 
que de lejos le alcanzaron á ver, no le conocie ron. Y así, alzando el grito y llorando, rasga
ron sus vestiduras y echaron polvo al aire para, 
recibirlo en su cabeza. Y se estuvieron senta dos en tierra, acompañándole siete dias y sie
te noches, sin que ninguno de ellos le dijese  
una sola palabra, porque veian el extremo dolor  que le afligía (1);
Estos son tres amigos verdaderos; no aban donan á Job en el infortunio, y toman parte en 
sus sufrimientos. Mas no comprendían que Dios 
puede afligir á los justos, ya para hacer brillar  en ellos la gloria de su gracia, ya para hacer
les más justos todavía, ya para darles como 
ejemplo á los siglos futuros, ya, por último, 
por otra multitud de razones que nosotros no 
conocemos. Tenian el celo por Dios, .pero su 
celo no era bastante perfecto. Como consecuen
(l) Job, 2, 11-13.
cia de este error, en vez de consolar á Job, 
cuando el dolor le arrancara lamentos, le ago
biarán con reflexiones impertinentes é injurio
sas; se esforzarán con discursos llenos de elo
cuencia para arrebatarle el único bien que le 
queda, el testimonio de una buena conciencia,
persuadiéndole que Dios no castiga de esta 
suerte más que á los malvados. El defenderá  
contra ellos, con más elocuencia todavía, la sa biduría de Dios y su propia inocencia.
Habia sin duda notado en ellos estas dispo
siciones, cuando , en fin, abrió la boca y mal
dijo el dia de su nacimiento, diciendo: «¡Perez^.  
ca el dia en que yo nací, y la noche en que de  
mi se dijo: «¡Concebido ha sido un hombre so- 
»bre la tierra!»1¡Conviértase en tinieblas aquel 
dia! ¡No tenga Dios cuenta con él desde k» al
to , ni de luz sea alumbrado! ¡Quede sepulta
do en tinieblas y sombra de muerte; cérquele 
oscuridad, y sea envuelto en amargura! ¡Sea
aquella noche ocupada de tenebroso torbellino, 
y no se cuente más en el número de los’dias, 
ni de los meses del año! ¡Quede como excomul
gada y separada de las otras, y no se oigan en 
ella voces, n i cánticos de alegría! ¡Maldíganla 
todos los infelices que reniegan del dia en que  
nacieron, y todos los que se hallan prontos pa
ra despertar á Leviatan. (Estos eran ciertos pue
blos del Africa que maldecían al sol, á causa 
de su calor excesivo, y que insultaban al mis
mo tiempo al cocodrilo, acostumbrado á dor
mir durante el dia sobre las orillas del Nilo.)  
¡La oscuridad de esta noche ofusque el resplan
dor de las estrellas, que espere la luz del otro
dia, y no llegue á verla, ni nazca la aurora 
sobre ella, por cuanto me sacó del vientre de 
mi madre para padecer miserias y male 3  en 
que me veo! ¿Por qué no morí en el seno de mi 
madre? ¿O por qué no perecí en el mismo pun
to en que ñ&cí? ¿Por qué me recibieron en las  
rodillas? ¿Por qué me arrimaron al pecho para 
que mamase? Estaría ahora durmiendo en el 
silencio de la muerte; reposaría en mi sueño, 
 juntamente con los reyes y potentados de la 
tierra, que se erigen mausoleos y magníficos 
sepulcros en sitios despoblados, ó con los po
derosos que poseen oro y llenan sus casas de 
riquezas, ó bien subsistiría á semejanza de un
 
abortivo, qu? luego Jo esconden y quitan de la
vista, ó como los que, habiendo sido concebi
dos, no vieron luz. En el sepulcro cesa, por 
último, el gran ruido que moviéronlos impíos;  allí es donde hallan el reposo aquellos cuyas 
fuerzas se gastaron con los trabajos y faenas 
de la vida. Allí descansan sin recibir la menor  
molestia y sin temer la voz del que ni siquiera 
les dejaba respirar; los que estaban destinados  
á arrastrar juntos una cadena y á los trabajos  
penosos. Allí están los grandes y los pequeños;  allí los esclavos, libres ya del rigor con qué 
los trataba su señor. ¿Por qué se há concedido 
la luz á un desastrado como yo? ¿y por qué se  
ha dado la vida á los que la pasan en amargu
ra de corazon? ¿Por qué se concede á aquellos,  
que«sperando la muerte y deseándola con ma yor anhelo, que aquel con que se cava en bus
ca de un tesoro, huye de ellos, y se sienten  
trasportados de alegría cuando la ven ya cer
cana? ¿Por qué á un hombre que va por un ca
mino que no conoce, ni sabe adónde volverse, 
por qué Dios le ha rodeado todo de tinieblas? 
Me cuesta pena y suspiras el llegar la comida  á la boca, y mi voz ruge como aguas que se 
precipitan de los montes. No fueron vanos mis   temores, pues veo sobre mí los mismos males 
y calamidades que temia. ¿Acaso no llevé con  
resignación, con silencio y con paciencia mis 
primeras calamidades ? Mas no por eso ha de
 jado el Señor de darme muestras de su terrible  cólera é indignación (1J.»
(Satanás es aún vencido] Se habia alabado   de que Job maldeciría á Dios en su cara; y en 
lo más amargo de sus gemidos no maldice más 
que el dia de su nacimiento, el dia en que ha 
sido eoncebido en iniquidad y engendrado en  pecado, porque este pecado es la causa princi
pal de los malea que sufre. Su maldición cae, 
finalmente, sobre el pecado y sobre aquel qué 
es su autor. Ella no se reduce, en el fondo, 
más que á decir en lenguaje más sublime lo 
que nosotros decimos todos los dias en un len
guaje más sencillo: «No nos dejes caer en ten tación, mas líbranos de mal.»
Elifaz de Temán veia perfectamente que tal
era el sentido de las palabras de Job, porque 
sin hacerle ninguna tacha particular, hé aquí  
en qué tono habla: «Temo, Job, que si entra
mos en disputas, te ha de ser muy molesto; 
pero ¿quién' podrá dejar de decir lo-que tiene
encerrado dentro de su pecho? Tú en otro 
tiempo amaestrabas y dabas consejos á los 
otros, alentándolos y consolándolos cuando los  
veias tristes y caídos. Con tus palabras soste
nías á los que ya vacilaban, impidiendo que 
cayesen. Mas ahora que te ha tocado y venido  
sobre tí este azote, veo que flaqueas y que es
tás todo turbado. ¿Qué se ha hecho, díme, 
aquel tu antiguo temor de Dios (si fué verda
dero J, tu paciencia y la perfección de tu vida? 
Vuelve hácia atrás los ojos, y regis tra si hubo 
 jamás algún inocente que caminase con cora
zon sano delante de Dios, que haya perecido. 
Y o ,   por el contrario, he visto que los impíos 
pararon siempre en mal, y que recogiendo 
aquello mismo que sembraron, perecieron sin 
recurso al menor soplo de la divina indigna
ción que se encendió contra ellos. No te ten
gas, no, por justo; te diré una palabra que me 
ha sido declarada, y una parte de su blando 
susurro que llegó á mis oidos-fEneThorror de  una visión nocturna, cuando todos los sentidos 
del hombre están sepultados en profundo sue
ño, quedé repentinamente poseído de temor y  
todo temblando, y se estremecieron todos mis  huesos; y pasando por delante de mí un espí
ritu, se me erizaron ios cabellos. Púsose delan
te de mí uno, cuyo semblante no pude cono
cer; ss me presentó á mis ojos un espectro, y  
oia una voz delicada, ' como de viento muy   suave, que me dijo: «¿El hombre será más  
»justo que Dios? ¿0 una criatura podrá creerse   »más pura que el mismo que la crió? Si 
«aquellos espíritus que Dios crió prevaricaron,  »¿qué sera, pues, de los que moran en casas de 
»barro, y están cimentados sobre tierra, y que  
«serán consumidos como el vestido es consumi d o de la polilla (1)?>
Uno de los primeros errores del Oriente ha  sido creer que despues de haber criado Dios el 
mundo, le abandonó al gobierno de sus ánge-
(1) Job, 3. (1) Job, 4.
 
les Sin duda él les emplea como sus ministros; 
pero no descansa sobre ellos.
«¡Ojalá, respondió Job á Elifaz, que pudie
ran ponerse en dos balanzas los pecados con 
que merecí esta ira de Dios y los males que pa dezco! Se veriá luego que estos, en compara
ción de aquellos, pesaban más que la arena de  
la mar. Mis palabras están llenas de dolor,  
porque las saetas del Señor están en mí; su 
veneno consume mi espíritu, y espantos del  
Señor militan contra mi. ¿Quién diese que se 
cumpliera mi petición, y que Dios me conce
diera lo que espero? No quiero oponerme á la 
voluntad del Santo por esencia; antes, por el  
contrario, lo que deseo y lo que seria para mí   un gran consuelo, es, que agravando más y más  
su mano, me acabara, y muriera yo perfecta
mente resignado en su divina voluntad. Porque  
¿cuál es mi fuerza para sufrir siempre, ó cuál 
mi fin para portarme con paciencia? Mi forta
leza ¿es la fortaleza de las piedras? ¿Mi carne 
es de bronce? No encuentro ¡socorro para mí;  aun mis amigos me han abandonado (1).
«Milicia es la vida del hombre sobre la tier- ra, y sus dias parecidos á los dias del jornale ro. Como el esclavo desea la sombra, y como el  
 jornalero aguarda el fin de su trabajo, así tam bién yo tuve meses de mucha aflicción y conté  
noches de insomnio. Si ‘me echo á dormir, di
go : «¿Cuándo será el dia (2)?* Y por la tarde 
y por la mañana me hartaré de dolores. Mi car
ne se ha vestido de podre y de inmundi
cias de polvo, y mi piel se ha secado y se ha 
encogido. Si digo: mi lecho me consolará,  
misTpensamientos aliviarán mi cama, me ater
ras con sueños y me estremeces con horribles 
visiones. ¿Qué cosa es el hombre para que le 
engrandezcas y pongas sobre él tu corazon? 
Le visitas de madrugada, y de repente le prue
bas. ¿Hasta cuándo no me perdonarás y no me  permitirás respirar? ¡Pequé! ¿Qué haré contigo,  
oh guardador de los hombres? ¿Por qué me has 
puesto contra tí y he sido hecho pesado para mí  
mismo? ¿Por .qué no quitas mi pecado y por qué 
no retiras mi iniquidad? Hé aqui que yo ahora
fl) Job, 6. (2) Según los Setenta.  
TOMO II
voy á dormir en el polvo, y si me buscares por 
la mañana, no subsistiré (1).»
Baldad Suhita sostiene que las desgracias  
de Job son la pena de SU3 pecados; trata su 
virtud de hipocresía, y le exhorta á convertirse.  
¿Por ventura Dios pervierte el juicio? ¿O el  
Omnipotente trastorna lo que es justo? Aunque  
tus hijos hayan pecado contra él y los haya de  jado en mano de su iniquidad, sin embargo, si  
ttí te levantares de mañana á Dios y humilde  
rogares al Omnipotente, si limpio y recto ca
minares, se apresurará al  p u n to para socorre
ros y volverá la paz á vuestra morada, donde 
viviréis en justicia; y vuestra primera fortuna 
será pequeña en comparación de la última.   Pregunta, pues, á la edad pasada, y escudriña  
atentamente las memorias de loa Padres fpor-  
que nosotros somos de ayer y lo ignoramos,  
 pu e3 nuestros dias pasan sobre la tierra como  
sombra); ellos te enseñarán, te hablarán, y del 
fondo de su corazon sacarán estas sentencias: 
«¿Un j unco puede conservarse verde sin hume
dad? ¿ó crecer un carrizo sin agua? Cuando 
aún está en flor, si la humedad le falta, se seca  
sin que mano le toque antes que las otras yer
bas. Tal es la suerte de todos los que olvidan  
á Dios; asi perecerá la esperanza del hipó crita (2).»
«Verdaderamente sé, respondió Job, que así  
es> J  íllle el hombre no será justificado compa rado con Dios. Si él le pide cuenta de sus accio
nes, entre mil, no podrá justificar una sola.  
Dios es sábio de corazon y poderoso de fuerza.
. ¿Quién le resistió y tuvo paz? El trasladó los  
montes, sin que ellos se apercibieran; él es  
quien los trastorna en su furor. 'El conmueve 
la tierra de su lugar, y sus columnas se estre
mecen; él manda al sol y no sale, y cierra las  
estrellas como bajo de sello. El solo extendió  
los cielos y camina sobre las ondas del mar. El 
es quien ha hecho la constelación del Arcturo» 
del Orion y las Hiadas, y las que están más 
próximas al Mediodía. El hace cosas grandes  
é incomprensibles, y cosas maravillosas que 
no tienen número. Si viniere á mi, no le veré; y
(1) Job, 7. (2) Ibid., 8. Bt#.ía *
 
repente, ¿quién le responderá? ó quién puede 
decirle: ¿por qué haces esto? El es Dios, y nin
guno puede resistir á su cólera. Debajo de él 
se encorvan los que llevan sobre si el orbe. 
¿Pues quién soy yo para responderle y para 
atreverme á hablarle? Aun cuando yo fuera 
 justo, no respondería, sino que imploraría á mi 
 juez. Y aun cuando escuchare mi súplica, no 
creo que haya oido mi voz, porque con torbe
llino me quebrantará, y multiplicará mis heri
das aun sin causa. No me deja respirar, y me 
llena de amarguras. Sí se busca fortaleza, Él  es Omnipotente; se trata de justicia , ¿quién po
drá emplazarle un día? Si quisiere yo justifi carme, mi boca me condenará; si me mostrare   inocente, me convencerá que soy malo. Aun 
cuando fuere sencillo, lo ignorará mi alma y 
me fastidiaré de mi vida. Todo lo que he dicho 
se reduce pues á esto: Dios aflige en este mun
do al justo y al impío; por consiguiente, es 
una injusticia creer que soy culpable porque  soy afligido (lj.
»Oh Señor, yo me recelaba de todas mis 
obras, sabiendo que no perdonabas al delin
cuente. Y si aun así soy un impío, ¿por qué he  trabajado en vano (2)?
»En el estado en que me veo, me da hastío 
el vivir más tiempo; dejad, Señor, que yo hable 
un poco en mi defensa; permítase un desahogo 
á una alma llena de amargura. Diré á mi Dios: 
¿Quereis condenarme? Sea así, condenarme 
como queráis; mas decidme, ¿qué modo de pro ceder es este que quereis usar en mi causa? Yo  
soy obra de vuestras manos; y esto no obstan
te, parece quef dejais correr libremente las ca
lumnias de mis enemigos, que no entienden 
vuestra manera de juzgar, y creen que favore
céis su intención. Para conocer mi inocencia, 
no necesitáis de pruebas exteriores; las sabéis 
por vos mismo, vuestros ojos no son de carne,  ni vuestra vista es limitada como la del hom
bre. Vuestros días y años no son como los días 
y años de los hombres. Ni teneis necesidad de  días ni de años para indagar si yo he cometi-
HISTORIA ÜNIYEBSAL
(1) Job., 9, 2-22.  <2} Ibid. ,28 y 29.
do ó no alguna falta, ó si soy inocente. Vos lo
sabéis sin tantas pruebas, y á la menor insi nuación vuestra estoy en vuestro poder. Siendo 
yo de piés á cabeza obra de vuestras manos, 
parece que por esta razón debíais conservarme, 
y no deshacerme de este modo. Acordaos, que 
como barro en manos de alfarero, así me for
masteis; y que por mi natural condicion luego* 
he de ser reducido á polvo. Así como de la le
che cuajada y esprimida se forma el queso, del 
mismo modo formasteis mi cuerpo. De huesos 
y de nervios bien, unidos me formasteis, de piel  
y de carne me cubristeis. Vida me disteis, y  
' bienes inestimables, y vuestra solicitud y pro
videncia no se han apartado, para conservár
mela hasta este punto. Aunque esto disimuláis 
afligiéndome con males tan terribles, esto no 
obstante, bien sé que nada se os oculta. Si os 
ofendí, y por entonces me perdonasteis, ¿por 
qué ahora volvéis á renovar la memoria de mis 
culpas pasadas? Si he sido un impío, ¡ay de mí! 
no os satisface todo el mal que sufro; y si jus to é inocente, no me vale para no ser azotado 
y afligido. lt por mi soberbia, sí me tengo por 
 justo, me traspasarás; como un cazador á una 
leona, me volverás á atormentar de un modo  portentoso (1).»
Semejantes ideas y expresiones admirarán A'  más de un lector. Los que conocen á dos Santos 
modernos, comparables á Job por la eminencia  de sus virtudes, la solidez de espíritu y grande
za del alma, Santa Teresa de Jesús y San Juan 
de la Cruz, no se admirarán desde luego. Han 
aprendido de ellos que por ciertas pruebas in
comprensibles, Dios conduce á las almas privi
legiadas á la cumbre dé ía perfección; pruebas  ya dulces, ya terribles, en las que el hombre 
muere sucesivamente para la vida de los senti
dos y para la vida,puramente humana, para vivir 
en fin una vida enteramente divina; muerte y • vida místicas, de las cuales la vida y la muerte 
corporales ño son más que una sombra. Saben 
también que todos los dias se verifica, en las 
almas santas, lo que ha dicho un filósofo paga
no: Dios que ama apasionadamente á los bue
nos, y que quiere hacerles mejores y más ex
 
celentes en cuanto posible sea, les asigna un 
hado para ejercitarles. Es un espectáculo ver daderamente dignoi de Dios, ver á un varón 
fuerte presa del infortunio (1). No hay heroísmo alguno que sea compara
ble á este heroísmo del sufrimiento cristiano:
(1)  Mira ris tu , si Deus il le bonorum amantiss imus,    gui illa s guam , óptimas esse atgue excellentissimos  vultfortu nam Mi s cum gva exerceanlur assignai?—  Eece spectaculum dig num , ad guod respiciat Deus:  ecceparDeo dignum, vir fortis c mi mala fortuna com-   positus. Séneca,  De Provident.
HISTORIA UNIVERSAL 15
cuando la mano de la justicia de Dios se deja 
sentir sobre la frente de la criatura, y esta se 
inclina respetuosamente y acata y venera y  
besa la misma mano que le humilla y abate,  
entonces aparece digna obra de Dios, y se en
noblece en tan alto grado aquella criatura, que  
hace simpática la desgracia y envidiada su 
muerte. Igual suerte alcalizan los imperios y  
naciones, cuando del seno de sus desventuras 
logran alcanzar virtudes para la vida pública  y social.
 
CAPÍTULO II
Vituperios de Sopea r.—Re spu esta de Job y su fe en la resurrección,—Instancia de Eliphaz y   respuesta de Job .-In ve ctiv as de Baldad.-Quejas, deseos y esperanzas de Job .-Prueb as de su   creencia en la resu rrec ción.—Sus tres am igos continúan amonestando á Job y este respondién doles. Sus protestas.—De scrib e su primitiva prosperidad, en oposicion con su miseria presen te, y prueba su inocencia por la exposición) de su vida pasada.—Invectivas de Eliú á Job y á   sus am igos. Dios respond e á Job y le representa su superioridad sobre el hombre.—Job se hu milla.—Dios continúa. R esp ue sta de Job.—Reprensión que Dios dirige á su s tres amigos. _ 
Restablecimiento de Job en su primitiva prosperidad.—Qué sabiduría era el objeto de las inda gaciones de Job.—Cómo nos conduce á esta sabiduría.—Doctrina del libro de Job—Job figura
de Jesucristo.
de felicitar al santo hombre, porque Dios le juz
gó digno de ser dado así en espectáculo al 
mundo entero, á los ángeles y á los hombres, 
no busca otra cosa sino el desconsolarle. «¡Ojalá  
que Dios te hablase y que abriese sus labios con
tigo para mostrarte los secretos de la sabiduría y  la extensión de los preceptos de su ley! Enton
ces cómprenderias que es mucho ménos lo que  Él te castiga, que lo que tu maldad merece.» A  estas palabras tan duras, añade, para inducirle 
á convertirse, reflexiones muy bellas, pero co munes, sobre la Providencia de Dios (1). Tam
bién Job responde con una gran superioridad 
de razón y de elocuencia: «Verdaderamente pa rece que sois los únicos sábios que hay en el 
mundo, y que la sabiduría morirá con vosotros. 
Yo también tengo sentido, y no me considero 
ménos sábio que vosotros, porque ¿quién hay 
que ignore lo que vosotros sabéis? Ei'que como 
yo e,s escarnecido por sus am igos , invocará á 
Dios, y DÍ03  le oirá, porque se apiada de los 
sencillos que injustamente son mofados y es
carnecidos. Es una antorcha que desdeñan loa  dichosos del siglo, pero ella lucirá en su tiem
po. Vemos en abundancia y llenas las casas 
de los ladrones y logreros, y provocan audaz
mente á Dios, que ha puesto en sus manos to
do lo que poseyeron. En efecto : pregunta á las
OJ Job, 11,
bestias, y ellas te enseñarán; á las aves del 
cielo, y te lo mostrarán. Habla á la tierra, y te 
responderá, y á los peces de la mar y te lo di
rán. Porque ¿quién ignora que todo esto es obra 
de las manos del Señor? En su mano está el  alma de todo viviente y el espíritu de toda car
ne humana. ¿Por ventura no es la oreja la que 
discierne de las palabras, y del sabor el pala
dar del que come? En los ancianos está la sa
biduría y en la larga edad la prudencia. Pero 
en Dios está la sabiduría y la fortaleza; á Él 
pertenecen el consejo y la inteligencia. Si una  
vez llegare á destruir, no habrá quien levante   el1edificio; si encerrase á un hombre, ninguno 
hay que lo abra; si detuviere las lluvias, toda 
la tierra se secará; y si las diere un poco de 
soltura, la inundará toda y la trastornarán. En 
Él residen la fortaleza y la sabiduría; Él cono
ce igualmente al que engaña y al que es en gañado.
»A los que se precian de hombres de conse
 jo , l°s conduce á un fin d^acertado, y vuelve 
fátuos á los jueces dejándoles sin saber qué ha
cerse. Quita las insignias de autoridad y honor 
á los más altos, y los reduce á la miseria de las 
cadenas de una cárcel. Despoja de sus glorias 
á los mismos sacerdotes, y trastorna á los gran
des. Permite que aquellos mismos que habian 
sido tenidos siempre por hombres de verdad y 
de rectitud, se alejen de ellas con daño de los 
pueblos que siguen sus consejos, y que los an
cianos pierdan el juicio en sus consejos. Lie-
 
na de confusion á los príncipes, haciendo que  
desean el desprecio de sus vasallos, y levanta 
á los que mucho tiempo estuvieron abatidos.   Pone en lugar elevado á los que el mundo  
tuvo oscurecidos, y saca á luz lo que se creia  ya sepultado en las tinieblas del olvido. Hace 
crecer los reinos y los destruye; y despues de 
' haberlos trastornado, los restablece al estado 
primero que tenian. Quita á los príncipes que  
gobiernan los pueblos de la tierra la luz del 
entendimiento; y por sus pecados y los de sus  
súbditos, permite que so engañen y anden des
caminados , como los que van por un despobla
do sin vereda siquiera que los lleve. Andarán 
á tientas, como el que camina de noche sin luz  
y sin noticia del lugar en que se halla, cayen
do y tropezando á cada paso, como sucede á 
los borrachos (1).
de trabajos y miserias mientras vive, apenas  
se deja ver, cuando, semejante á la flor, es cor
tado y se marchita, desaparece como sombra y  
 jamás permanece en un mismo estado, porque 
es inconstante y mudable. ¿Y vos, Seüor, os in clináis hasta poner sobre él los ojos, y á llamar
le , para que dé cuenta delante de vo9 de todas 
sus acciones? ¿Quién podrá hacer limpio al que 
de su origen sale súcio y hediondo? Ninguno 
sino vos. Limitado es el término de los dias del  
hombre; contados están sus meses en vuestra 
presencia; señalados teneis los términos de su  
vida, de donde no podrá pasar. Bástale la bre
vedad de la vida y su miseria, no le sobrecar
guéis inás; dejadle respirar un poco; sus mis
mos males le hacen desear la muerte, para go
zar de reposo, como desea el jornalero el dia 
de huelga. No se quita un árbol sin que deje  
de sí esperanzas; despues de cortado arroja de 
nuevo, y sus retoños no dejan de brotar. Si se 
envejecieran en la tierra sus raíces, y el tronco 
por falta de agua llegara á morir, en tocándo
le el agua, brotará por mil partes, y se le verá  
rodeado de ramos y de hojas como cuando fué   plantado. Mas no así el hombre; una vez muer
to, despojado y consumido, no vuelve á corn
il) Job, 12. TOMO II
HISTOHU UNIVERSAL 1*7
secos para siempre, asi también el hombre, en  
muriendo, no despertará del sueño de la muer
te hasta que el cielo sea mudado, como lo se
rá al fin del mundo. ¿Quién me hiciera la gra
cia de que escondieras, aunque fuera en lo más  
profundo de la tierra, para ponerme á cubier
to de tu furor, hasta que pasase, y me señala
ras un tiempo en que te acordases; de mí?
»El hombre muere, y sin embargo tornará 
á vivir. Durante todos mis dias, esperaré mi 
resurrección, hasta que venga el tiempo en  
que reverdeceré. Entonces me llamarás, y' yo  
responderé; tenderás tu diestra á la obra de 
tus manos. Aunque al presente cuentas todos  
mis pasos, sin embargo, no mires mi peca
do (1).»
hemos seguido la traducción de un sabio orien
talista de Alemania (2), Job manifiesta su firme  
creencia, no solamenté en la inmortalidad del  
alma, sino en la resurrección futura de su 
cuerpo. Se considera él como un árbol, al cual  
la muerte corta el tronco ; pero cuya raiz  
permanece en la tierra. Subsiste allí largo 
tiempo estéril; mas al fin, cüando hayan desa
parecido los cielos, respirará las aguas de la 
vida eterna, y reproducirá al hombre en una   juventud eterna.
Se creería que los amigos de Job iban á ser 
movidos á causa de sus bellos sentimientos;  
pero no. Job habia dicho que Dios, afligiendo  
frecuentemente á los justos y á los pecadores,  
no se podia deducir contra él que era culpable  
porque era afligido. Ellos, preocupados con la  idea de que, aun en este mundo, los buenos  
son siempre felices y los malos siempre des
graciados, le reprueban su razonamiento como  una orgullosa impiedad, bajo pretexto de que  
en ese caso Dios no seria justo, y que por tan
to seria inútil suplicarle. Tal es, en sustancia,  
el segundo discurso de Elifaz, que termina por 
una bella descripción de los remordimientos
(1) Job, 14. (2) Michaelis.
 
que persiguen al malvado hasta en la prospe ridad (1).
«He oido con frecuencia razonamientos se
mejantes, respondió Job; vosotros todos sois 
unos consoladores importunos. ¿Acaso pondréis  fin á esas palabras dichas fuera de propósito? 
¿Qué he hecho yo para merecer semejantes 
respuestas? To mismo podria también hablar 
como vosotros; y si cambiada la suerte, nece- 
sitáseis vosotros de consuelo, como yo lo nece
sito, yo os consolaría con mis palabras.» Y des
pues de un rápido cuadro de los males que ex
perimenta , aña de: «He sufrido todo esto sin 
que la conciencia me acuse de alguna iniqui
dad, cuando para alabar á Dios alzaba mis ma
nos puras. ¡Oh, tierra! no escondas los morta
les dolores que me acaban, ni haya lugar en 
ti en donde se encubran mis clamores, porque 
testigo ha de ser de mí inocencia el que vive 
en los cielos, y en las alturas reside el que pe
netra mi corazon y sabe que es verdad esto que 
digo. Vosotros, que os vendeis por mis amigos, 
hablad"cuanto queráis; á Dios es á quien con  lágrimas apelo (2).»
Ofendido de las palabras de Job, Baldad 
replica: «¿Cuándo pondrás fin á tu hablar? 
Entiende bien primero lo que se te dice, y lue
go responde, si tiénes qué. No sólo no entien
des lo que té decimos, sino que nos tienes por 
bestias, y parecemos á tus ojos una cosa vil y  
despreciable. ¿Crees tú que por tu respeto tras tornará Dios el órden de su providencia y que 
dejará sin castigo á los impíos? ¿No es cierto 
que al malo se le acabará la felicidad, y que 
no quedará rastro de ella ni en salud, ni en 
hacienda, ni en hijos, como á tí te acontece?» 
Estas últimas palabras comienzan un cuadro  poético, pero exagerado, de las desdichas de un  malvado (3).
La respuesta de Job es admirable y llena de 
dolor y esperanza. «¿Cuándo acabareis de an
gustiar mi alma y de molerme con vuestros 
discursos'.- Veis que son ya machas las veces 
que pretendeis confundirme, imputándome lo
(1) Job, c. 15. (2) Ibid., c. 16. (3) Ibid., c. 18.
que no es, y no os avergonzáis de oprimirme 
con vuestra importunidad. Mas demos caso que 
yo haya errado; el daño de este yerro no pasa 
á otros, en mí se queda. Vosotros os levantais 
contra mí, y de mi calamidad tomáis achaque 
para acusarme. Acabemos de una vez: enten
ded , por último, que lo que digo es que Dios 
no sigue ahora conmigo una tela de juicio en 
esto con que me aflige y azota. Veis que opri
mido pido justicia, y no hay quien me oiga; y  
que pidiendo que se me hagan cargos, nadio 
me los hace. Por todos lados y caminos me tie
ne cerrado; y.así, no puedo dar un paso ade-.  
lante; en este estrecho en que me puso estoy 
también á oscuras. Me despojó de mi hacienda, 
de mi dignidad y familia, por cuyas cosas era 
honrado y estimado. Todo me lo quitó: hijos, 
casa, tierras, salud, y me veo perecer; y como 
árbol que se arranca de raíz, me dejó sin espe
ranza de volver á mi primer estado. Encendió 
su saña contra mí, y me trata como si fuera 
enemigo suyo. Un escuadrón de mil males, que 
son sus soldados ó ministros, vinieron á una 
contra mí, y me atropellaron y pisaron, y me 
cercaron por todas partes. Hizo que mis her
manos se alejasen de mí, y que mis conocidos 
y familiares se me hiciesen extraños y me 
abandonasen. Me desampararon mis parientes,  y los que tenían de mí conocimiento me olvi
daron. Mis siervos y siervas me miraron y tra
taron como á un desconocido. Aconteció llamar 
por mi propia boca á mi siervo, pidiéndole que  
de mí se apiadase, y él, torciéndome el rostro, 
ni siquiera me dió respuesta. Mi mujer, no pu-  
diendo sufrir mi aliento, no quería acercarse á 
mí, y tenia que rogar á los hijos de mis entra
ñas. Aun los mentecatos me despreciaban, y en 
apartándome de ellos se mofaban de mí y se 
burlaban. Aquellos á quienes en otro tiempo 
fiaba mis secretos, me aborrecieron; y mis más 
íntimos amigos me volvieron las espaldas. Con sumida toda la carne, no me ha quedado sino 
la piel sobre los huesos y los labios al rededor 
de mis dientes. Apiadaos de mí, apiadaos de 
mí, siquiera vosotros, que decís ser mis ami
gos; bien veis de la manera que me ha herido 
la mano del Señor. ¿Por qué me perseguís, co
mo Dios me persigue, y no quereis cesar hasta
 
hartaros de mis carnes? ¡Oh! ¡quién me -diese 
que se escribieran con punzón de hierro mis 
palabras en un libro, ó en una lámina de plo
mo con buril, ó que con cincel se grabasen en  
piedra dura! Porque estoy cierto de- que vive 
mi Redentor, y que en el último dia me resu
citará del polvo á que hé" de ser reducido. Y 
que de nuevo me ha de rodear de esta misma 
piel, y que vestido asi de carne he de ver á mi 
Dios. Yo. por mí mismo y por mis ojos le he de 
ver, y no otro por mí; y en mi corazon está 
de asiento y arraigada la esperanza de esta  verdad (1).»
Job, vencedor de los tormentos y raspando 
con una teja la podredumbre de su carne, con
solaba sus miserias con la esperanza y la ver
dad de la resurrección. ¿Qué cosa más clara 
que esta profecía? Ninguno, despues de Cristo, 
habló tan claramente de la Resurrección como 
Job antes de Cristo. El Señor no habia muerto 
todavía, y este atleta de la Iglesia veia ya á su 
Redentor resucitando de entre los muertos. Asi  
habla San Jerónimo, y con él todos los santos  doctores (2).
En nuestros dias, entre los exegetas protes
tantes, se cuentan algunos que, encontrando 
las palabras de Job muy claras, han intentado 
oscurecerlas. Pero lió aquí cómo se expresa un 
sábio orientalista (3): «En cuanto á mí, no sa
bría entender estas palabras sino como la es- 
perajiza de una vida futura despues de la 
muerte; si otros, de ordinario medianamen
te conocedores del hebreo, las interpretan en 
el sentido de que Job esperaba todavía para 
esta vida la vuelta á una mejor fortuna, les es 
necesario, no solamente hacer á estas palabras la 
más extraordinaria violencia, sino que además, 
en esta misma profesión de fe que quiere sea 
trasmitida á la posteridad, poner á Job en con
tradicción con todo lo que ha dicho anterior
mente, y esto sobre el punto capital; pues en 
verdad la profesión de fe que liace aquí Job 
uo se parece en nada á una retractación.»
Los amigos de Job continúan dirigiéndole
(1) Job, c. 19, 2-21. (2)  A do. error. Joan, hieras, (3) Michaelis.
la palabra, y él respondiéndoles. Sofar, sin di
rigirle ninguna acusación, describe los casti
gos con que Dios castiga á los malvados; Eli-  faz le dice sin rodeos que su malicia ha llega
do á su colmo y que sus iniquidades son infi
nitas; Baldad ensalza la grandeza y santi
dad de Dios; suponiendo siempre los tres que 
Dios no castiga en este mundo más que á los 
malos. Job sostiene que los impíos gozan fre
cuentemente acá, bajo de una larga prosperi
dad, y que el crimen con frecuencia también 
queda impune, porque Dios se reserva ordina
riamente el castigo para despues de esta vida.
Y nada más verdadero. Dios es soberanamente 
 justo. Bajo él, no hay ningún bien que no de
ba ser recompensado, ningún mal que no deba 
ser castigado; pero para ejecutarlo existe no 
solamente e l tiempo, sino también la eternidad. 
Ahora bien: no hay ningún malvado que no 
haga algún bien; Dios le recompensa en este 
mundo por alguna prosperidad temporal, espe
rando castigar sus crímenes eternamente en el  
otro. Por otra parte, no hay ninguno tan bue
no que no haga algún mal; Dios le castigará 
frecuentemente en el tiempo, para no tener más 
que recompensarle en la eternidad. Sin embar
go, algunas veces castigará á los malos de una 
manera visible, como recompensará también 
algunas veces visiblemente á los buenos, á ñn 
de que se recuerde siempre que El es el dueño.  
Los amigos de Job le habian agraviado de di
ferentes maneras cuando deducían de su des
gracia que debia ser un malvado y un hipócri
ta. También al fin el santo patriarca les res
ponde:
mi alma, que mientras haya en mí aliento y  
Dios me deje respirar, no hablarán mis labios 
iniquidad, ni mi lengua trazará mentira. Lejos  de mi que no os tenga yo por justos; hasta mo
rir no dejaré de defender mi inocencia. No de
sistiré de justificar mi conducta, como he co
menzado á hacerlo; porque mi conciencia d<»
nada me remuerde en todas las acciones de mi  vida (1).
(1) Job, 27,2-6.
tiempos pasados, en aquellos dias felices, cuan
do Dios me tenia bajo de su custodia y  me de
fendía! Cuando la luz de su divino favor me 
alumbraba, y con ella caminaba yo seguro en 
medio de las tinieblas y noche oscura de los 
peligros. Como fué en los años de mi juventud, 
cuando Dios habitaba en mi casa, y tratándo
me familiarmente me comunicaba mis secretos. 
Cuando el Omnipotente estaba conmigo, y me 
veia rodeado de mis hijos y sirvientes. Cuando 
era tan pingüe mi hacienda, y tenia en tanta 
abundancia los bienes y los frutos de la tierra. 
Cuando salia al lugar del juzgado, y en la pla
za publica me tenian preparado un asiento emi
nente y distinguido. Me veian los mozos, y de 
respeto se escondían; y los ancianos, luego que 
llegaba, se levantaban y se quedaban en pié. 
Los principes cesaban de hablar y me escucha
ban atentos. Los principales ni aun osaban re
sollar estando yo presente. Los que me escu
chaban me llenaban de bendiciones, y los que 
rae veian daban testimonio, ensalzando mi rec
titud, porque sentenciaba á favor del pobre, 
que por estar agraviado levantaba el grito 
hasta el cíelo; y del huérfano, que se veia sin 
socorro. Me llenaba de bendiciones aquel que 
hubiera perecido si yo no le hubiera alargado
la mano; y llenaba de consuelo el corazon de
la viuda; la justic ia, como en manto y corona 
real, resplandecía en todas mis acciones y* en 
los juicios que pronunciaba. Fui el maestro de 
los ignorantes, y el que volví á poner en cami
no derecho á los que de él se habían extravia
do. Era el padre de los pobres, y estudiaba con 
diligencia las causas de los desgraciados. Que
brantaba el poder y violencia de los injustos 
sacándoles la presa de entre los dientes. Y me 
hacia esta cuenta: en mi casa y en mi descan
so llegaré hasta el dia postrero, y multiplicaré 
mis dias como la palma sus ramos. Como ár
bol plantado cerca de agua, estaré siempre ver
de y florido, gozando de la próspera fortuna, y 
no me faltará el rocío y favor del cielo. Mi 
prosperidad estará siempre en pié, y mi poder 
y fuerza se aumentará en mi mano. Los que 
me escuchaban, esperaban que yo hubiese ha
blado, y recibían mis avisos con un silencio
HISTORIA UNIVKRSAL
bras, que caían sobre sus oídos como las g o
tas del rocío. Me esperaban como el campo 
seco aguar da la lluvia del cielo, y abrían su 
boca, como la tierra, para recibir las aguas del 
otoño. Si alguna vez me los mostraba risueño 
con ellos de gozosos, apenas lo creían; y la ale
gría que les mostraba en el semblante, no les 
menoscaba mi autoridad. Si quería ir á estar 
entre ellos, me distinguían siempre con el más 
honrado asiento, y me rodeaban como á rey, 
á quien cercan sus tropas, colgadas de mi bo
ca, como lo están los afligidos del que los está  consolando (li).
»Mas al presente, hacen mofa de mi los que 
nacieron despues que yo; aquellos cuyos pa
dres me desdeñaba ponerlos con los perros de 
mi ganado; habitaban en los barrancos y en 
las cavernas de la t ierra; raza innoble y más  vil que la tierra.
»Y ahora, dentro de mí mismo, se marchita 
mi alma, y dias de aflicción pesan sobre mi ca
beza. De noche siento mis huesos taladrados de
dolores , y no duermen ni reposan los gusanos 
que me comen. Mi carne es consumida por su 
multitud. Me veo tal, que sólo puedo compa
rarme con el lodo, con el polvo, y con la ceni
za. Os llamo á voces, Dios mío, y no me res
pondéis, y afligido me pongo en vuestra pre
sencia, y no os volvéis1ni siquiera á mirarme. 
Os portáis conmigo como si fuérais cruel, y en 
el mismo rigor con que me azota vuestra ma
no, parece que sois mi enemigo. Me elevaste, 
y teniéndome como suspendido en el aire, me 
has estrellado con violencia. Lloraba en otros 
tiempos sobre el que estaba afligido, y se com
padecía mi alma del pobre. Esperaba bienes, y 
viniéronme males;, aguardaba luz, y sobrevi
nieron tinieblas. Mis entrañas hirvieron sin re
poso alguno; sorprendiéronme días de aflic
ción. Denegrida está mi piel, y mis huesos se 
secaron á causa del gran ardor que me consu
me. Mi antig.ua alegría se ha convertido en 
llanto, y mis regocijos y festines en voces de  lamentos (2).
(1) Job, c. 29. (2) Ibid., c. 30.
 
»He hecho pacto con mis ojos para apartar 
de mí todo pensamiento impuro.
»Si desdeñé de venir enjuicio con mis sier
vos cuando pleiteaban contra mi, ¿qué haré yo 
cuando Dios viniere á juzgarme? ¿Y qué le res
ponderé cuando llegue &preguntarme?
»Por ventura, ¿no es uno mismo el que nos 
hizo á los dos, y en el mismo lugar y de la 
misma manera? .Si negué á los pobres el so- 
corroí que pedían y deseaban, y no acudí al 
punto á satisfacer sus deseos á la viuda; si co
mí solo mi pan y no "comieron también de él 
loa huérfanos, hambrientos y necesitados (por
que desde mi más tierna edad el huérfano ha 
encontrado en mí un padre); si desprecié al 
que iba á perecer, porque no tenia con qué ves
tirse, y al pobre que no tenia con qué cubrir
se; si no me bendijeron sus costados, por
que se abrigó con los vellones de mis ovejas; 
si alcé mi mano contra el huérfano, aun cuan
do la justicia estaba de mi parte y tenia mayor 
favor que todos, sepárese del hombre desco
yuntado mi brazo y quiébrese con todos sus 
huesos. Si creí que en el oro estaba mi fuerza, 
puse jamás en él mi confianza; si fundé mi 
contento en la abundancia de mis riquezas, ó 
en lo mucho que poseía amasado por mis ma nos... si me holgué de lacaida de mi enemigo, 
ó me regocijé del mal que vino sobre él, no 
por eso di soltura á mi lengua para mostrar 
tal deseo y prorumpir en maldiciones contra 
su vida... Si la tierra y surcos de ella, hechos 
con gran fatiga por mis jornaleros, gritan con
tra mí; si comí de sus frutos reteniendo el jor
nal y afligiendo el corazon de los infelices que 
la trabajaron, en vez de trigo prodúzcame abro  jos y espinas por cebada (1).»
Despues de esto, los tres amigos de Job ce
saron de responderle, viendo que él continuaba 
creyéndose justo. Entonces aparece un nuevo 
personaje, Eliú, hijo de Baraqué!, de la familia 
de Ram. Podia ser de los descendientes de Buz, 
hijo de Nachor, arameo ó sirio. Ram puede ser 
colocado aquí por Aram. Eliú se irrita contra 
Job y contra sus amigos; contra Job, porque 
decia que él era justo delante de Dios; contra
sus amigos, porque le habian condenado sin 
haber encontrado respuesta razonable á sus la
mentos. Como era de ménos edad que ellos, es
peró á que acabasen de hablar. Cuando vió que 
no tenian nada que-decir, lleno de indignación, 
habló en estos términos: «Soy jóven todavía y 
vosotros más avanzados en edad; por tanto, me 
he estado callando con la cabeza baja, y no he 
osado deciros lo que sentía. Yo decia: «Hablará 
»la edad provecta, y los muchos años enseña- 
»rán la sabiduría.» Sin duda existe espíritu en 
el hombre, pero la inspiración del Omnipoten
te es la que da la inteligencia. Así, no siempre 
es dada la sabiduría á los muchos años, ni  á los ancianos el que sepan hacer un justo .jui
cio de las cosas. Por tanto, hablaré yo también 
ahora; escuchadme mientras digo lo que sien to y sé (1).»
El nuevo interlocutor volvió á decir poco 
más ó ménos las’ mismas cosas que los otros 
habian dicho jra; toma á mala parte algunas 
expresiones de Job^le acusa de orgullo, de pre
sunción, de blasfemia, todo por celo por la cau sa de Dios, y pretextando siempre que no pe
dia más que ser corregido. Ni Job ni sus ami
gos le responden; habla sólo con muchas repe
ticiones, y termina con una descripción del po der y de la sabiduría de Dios.
Entonces Dios respondió'á Job, ó más bien 
al hombre en general, desde un torbellino: 
«¿Quién es ese que habla sin reflexión, mez
clando verdades y palabras juiciosas con otras 
nécias é impertinentes? Ciñe tus lomos como 
hombre dispuesto al combate; voy á interro
garte; respóndeme: ¿Dónde estabas, díme, 
cuando eché los cimientos de la tierra? Mués- 
tramelo, si lo sabes. ¿Quién echó las medidas 
de ella, si lo sabes, ó quién extendió sobre el