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CAPÍTULO 1
FUNDAMENTOS DE FONOLOGÍA VARIABLE
El capítulo está ordenado de la siguiente manera. En primer lugar, se establecen los
lineamientos generales que sustentan la idea de una fonología variable. A continuación se
repasan las tradiciones de estudio y, en tercer término, se examinan las posibilidades de
los modelos formales para abordar los datos variables. Hacia el final del capítulo se
esboza un posible modelo de variación y cambio fónico. La sección termina haciendo
referencia a la jerarquización de los rasgos fonético-fonológicos.
CONCEPCIÓN GENERAL DE LA FONOLOGÍA VARIABLE
La fonología variable estudia de forma realista la representación social de los sonidos
lingüísticos1. Toma como unidad de trabajo a la comunidad de habla —no al individuo—
y articula relaciones relativamente abstractas entre restricciones fónicas y condiciones
sociales, de modo tal que en su versión más abstracta expone (esboza, al día de hoy) los
principios básicos de una teoría de la variación y el cambio fónico. En el terreno
puramente fonológico parte de la generalización estocástica (Guy 2007, p. 7), la cual
establece que los principios válidos en fonología categórica tienen que ser también
válidos en el terreno variable, de forma que no hay una línea divisoria entre la fonología
categórica y la fonología probabilística. En la dimensión sociolingüística, acepta la idea
de que la variación lingüística indiza significados sociales de diferente rango (Eckert
2008), de modo tal que la estela derivada de tales significados promueve la continua
renegociación de la identidad lingüística de los hablantes (Niño-Murcia y Rothman
2008). La identidad es el principal valor expuesto al trajín del mercado lingüístico (en el
1 Las fonologías no variables se ocupan de la representación mental y de la computación de los sonidos: “Phonological theory deals with the mental representation and computation of human speech sounds” (de Lacy 2007a, p. 1).
41
sentido de Bourdieu 1985), espacio social donde se ofertan, airean, amasan e incluso se
dilapidan las necesidades lingüísticas de los hablantes (Martín Butragueño 2010c).
Parece conveniente detenerse un poco en algunos de los rasgos enunciados, con el
propósito de sentar las bases o al menos las líneas directrices del trabajo que se pretende
desarrollar en las páginas siguientes. Una primera precisión tiene que ver con la manera
en que se entiende en este texto el término realismo. Ya se ha hecho referencia a él en las
páginas preliminares del libro, al recordar algunas de sus características, aunque éstas
podrían resumirse en la necesidad de trabajar con hablantes específicos en comunidades
de habla concretas, antes que con sistemas excesivamente idealizados. La lingüística
realista se opone, en especial, a la lingüística especulativa carente de un programa
empírico, así como al empleo de datos hipotéticos o inventados2; guarda también ciertas
reservas acerca de los acercamientos exclusivamente experimentales y en general hacia
las aproximaciones concebidas sólo en el marco del laboratorio. No debería haber muchas
excusas para no considerar lo que realmente hacen los hablantes, en vez de imaginarlo o
sacarlo por completo de su contexto cotidiano. No se opone, sin embargo, a emplear estas
otras fuentes de datos, siempre y cuando se conciban como complementarias y no como
nucleares.
La idea del trabajo de corte realista va indisolublemente unida, entre otros
aspectos, a la de comunidad de habla, como se discute a continuación.
La representación lingüística de la comunidad de práctica como punto de partida de una
teoría del cambio lingüístico
De la misma manera que la visión del estilo de habla ha ido evolucionando en
sociolingüística desde una visión estática, en la que el hablante recibe ciertos
condicionamientos asociados a la formalidad del contexto, reaccionando ante ellos, hacia
una visión mucho más dinámica, en la que el hablante construye y reconstruye el
contexto, aplicando diferentes estrategias y reestructurando sucesivamente su identidad
2 Cf. Bresnan (2007) acerca de la posibilidad de que los contrastes intuitivos sobre gramaticalidad efectuados por muchos lingüistas parezcan reflejar probabilidades más que restricciones categóricas. Para una discusión de modelos psicolingüísticos que incorporan la variación, véase Fasold y Preston (2007).
42
(cf. Eckert y Rickford 2001), ha evolucionado también el concepto de comunidad de
habla. No basta, en efecto, con concebir la comunidad como el espacio de residencia en el
que se desarrolla la actividad cotidiana (ni mucho menos identificarla con una unidad
geodemográfica, por mucho que a veces haya de ser el punto de partida para planear una
investigación). Para entender el papel de la comunidad de habla en los procesos de
cambio lingüístico, es esencial verla como una creación social en la que se consolidan
recursos simbólicos, se generan nuevos sentidos a partir de la colaboración de sus
miembros en la factura de significado social y se construye el cambio lingüístico (Eckert
2000, p. 34). Para captar la idea de co-construcción de las identidades individuales y
grupales, es necesario referirse al concepto de comunidad de práctica, desarrollado en
Lave y Wenger (1991) y Wenger (1998). Una comunidad de práctica es un agregado de
personas que participan en la misma empresa (es decir, de unos mismos propósitos e
intereses), en el seno de la cual los individuos desarrollan y comparten formas de hacer
cosas, modos de hablar, creencias, valores (esto es, las prácticas que llevan a cabo); las
relaciones sociales surgen de estas actividades, y las actividades surgen de las relaciones
sociales, de forma que la comunidad de práctica se define a la vez por la filiación de sus
miembros y por las prácticas compartidas que surgen de tal filiación. El valor del
concepto descansa en la naturaleza mutuamente constitutiva del individuo, el grupo, la
actividad y el significado (Eckert 2000, p. 35). Las comunidades de práctica pueden tener
diferentes tamaños y naturalezas vinculantes, y un individuo puede pertenecer
simultáneamente a varias comunidades de práctica, las cuales pueden llegar incluso a
entrar en conflicto en la construcción de la identidad individual; además, el papel de un
individuo puede ser diferente (central, marginal) según la comunidad de práctica de que
se trate. Las prácticas simbólicas dentro de las comunidades de práctica llevan a la
construcción de significado social, lo cual es fundamental para entender cómo se indiza
(infra) la variación lingüística. La colección de tipos de comunidades de práctica en
diferentes ubicaciones sociales permite ensamblar prácticas que se ven como culturas de
clase, de género, étnicas u otras. Y aunque un individuo participe en múltiples
comunidades, ello no es azaroso, pues sus intereses, la exposición a las comunidades y la
43
necesidad de ellas depende de su ubicación en el mundo. La idea de comunidad de
práctica se relaciona con la perspectiva de redes sociales, e incluso la idea de modo de
vida se enlaza de forma inherente con la de comunidad de práctica (ibid., pp. 36-41).
Aunque las comunidades de práctica a las que apela el basamento empírico de la
FVEM lo son en muchos casos de manera general (la comunidad hispanohablante en
general, la comunidad hispanohablante de México, el centro de México, la ciudad de
México o la de Veracruz, ciertas redes sociales que están por detrás de la colecta del
CSCM, etc.), es clara la necesidad de ver en la negociación, renegociación y creación de
nuevos valores simbólicos en los que descansa la identidad propia por oposición a la
ajena, la fuente última que justifica el surgimiento de las innovaciones lingüísticas y su
propagación posterior, a través de procesos de transmisión intracomunitaria y de difusión
entre comunidades (Labov 2007, 2010), en la medida en que el acarreo de significado
social conlleva una ventaja fundamental, mejorar la percepción de la identidad.
Aunque de una manera más dinámica, el privilegio concedido al motor social
como causa de la variación y el cambio lingüístico sigue siendo —pienso— respetuoso
con la perspectiva sobre el cambio formulada ya por Antoine Meillet:
Le seul élément variable auquel on puisse recourir pour rendre compte du
changement linguistique est le changement social dont les variations du langage
ne sont que les conséquences parfois immédiates et directes, et le plus souvent
médiates et indirectes. [...] Il faudra déterminer à quelle structure sociale répond
une structure linguistique donnée et comment, d’une manière générale, les
changements de structure sociale se traduisent par des changements de structure
linguistique (1921; cito por la edición de 1958, pp. 17-18).
La incorporación del fundamento social a un modelo multicausal del cambio
lingüístico se aborda hacia el final de este capítulo.
Que los variables lingüísticas se sucedan en el habla y que cada hablante no
disponga del tiempo necesario para monitorear cada aparición de la variable, no significa
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que no se ejerza cierto control. Además, en algunos casos la variación pasa al frente y
nuevos elementos del estilo variable echan raíces, especialmente si caen en manos de
líderes con mayores derechos para otorgar significado a la variación (Eckert 2000, p. 38).
El tránsito de necesidades
La variación es útil porque indiza o porta significados sociales3. Conscientes o no,
buscados, recibidos o impuestos, la manera en que el individuo maneja estos portadores
genera su identidad lingüística individual y social. La necesidad identitaria tiene
repercusiones porque actúa lo que podría llamarse el principio de la decisión mínima y la
repercusión máxima. Este principio se fundamenta en una idea simple: no existe el
comportamiento lingüístico casual, pues no hay forma lingüística que no sea relevante en
la búsqueda de significado, sea este semántico, pragmático o social (es decir, identitario).
Incluso la más pequeña postura lingüística que adoptemos en el transcurso de un
intercambio verbal apela a la construcción verbal del mundo, y la variación se decanta en
cambio cuando se difunde a través de la estructura social, en la medida en que la
necesidad identitaria transita a través de las comunidades de práctica.
La decisión mínima y la repercusión máxima funciona, de hecho, como principio
para vincular las soluciones adoptadas por cada hablante en cada interacción concreta con
las redes comunitarias y las instituciones de las que forma parte (establecidas unas y
otras, a fin de cuentas, como comunidades de práctica de diferentes naturalezas y
niveles), de manera que la variación inscrita en los enunciados específicos entre al
servicio de propósitos mucho más generales, capaces de desembocar en todo tipo de
acciones4. Este principio tiene que ver, como se viene diciendo, con el carácter interesado
que subyace a las acciones lingüísticas. Esa perspectiva interesada está en la base de la
explicación sociolingüística de la variación, de los intercambios comunicativos, de la
afiliación en la comunidad de habla y de la actitud distante o próxima con respecto a las
3 Para profundizar en el carácter del significado social, debe consultarse el fundamental trabajo de Silverstein (1976). 4 Para una discusión más amplia del estudio de la sociolingüística como estudio de las necesidades comunicativas, cf. Martín Butragueño (2010c), cap. 1 de la Historia sociolingüística de México.
45
instituciones involucradas en la competitividad lingüística. En ese sentido, el interés
máximo del hablante es siempre el de sacar beneficio social del acto lingüístico, de modo
que cubra sus necesidades, y en realidad las amplifique tanto como el mercado social se
lo permita. La sociolingüística es la disciplina que se ocupa de estudiar cómo los
hablantes satisfacen o no sus necesidades lingüísticas. Y necesidades lingüísticas, aquí,
vale por los usos, conocimientos, bienes, servicios y derechos que precisan ser alcanzados
para el pleno desarrollo individual, grupal y social de los hablantes, lo cual abarca desde
el conocimiento del uso apropiado de las reglas lingüísticas de la comunidad hasta el
empleo de las lenguas en contextos sometidos a normas institucionales. Existe entonces
una ecuación que enlaza el interés manifiesto por los hablantes, en la medida en que tales
dividendos buscan cubrir una serie de necesidades, las cuales a su vez pueden describirse
mediante varias familias de reglas de operación, atendiendo para su clasificación a la
cantidad de contexto lingüístico que es necesario incorporar a la hora de formularlas.
Estas reglas no son otras que aquellas con las que los hablantes se desenvuelven en el ir y
venir del comercio propio de las sociedades verbales.
El esquema sociolingüístico que se intenta describir es a la vez simple y complejo.
Es simple porque parte de un solo principio general, el de la búsqueda de beneficios cada
vez que sea posible obtenerlos. Como podrá suponerse, las utilidades recolectadas en la
mayor parte de las ocasiones serán en realidad bastante magras; no tanto en otras. Es
posible, por ejemplo, que un hablante acerque un poco a su estándar de referencia su
forma de hablar en ciertas ocasiones, por ejemplo en una cita formal o en el salón de
clase; por el contrario, puede acentuar los rasgos propios de su habla vernácula cuando se
encuentre en compañía de ciertos amigos íntimos, en especial si se trata de personas del
mismo sexo. Puede hacer otro tanto cuando regrese a su comunidad de origen a pasar un
corto período de tiempo, si se trata de un individuo que ha emigrado a un núcleo urbano,
o simplemente cuando se encuentre con alguien procedente de su mismo lugar de origen.
Tal comportamiento de acomodación, descrito inicialmente por algunos psicólogos
sociales, pero aplicado después fructíferamente para describir parte de los mecanismos
asociados a la variación y el cambio lingüístico, tiene que ver con la actuación exógena o
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endógena de las personas con respecto a las comunidades de las que forman parte, y es
sólo un ejemplo de entre los muchos que pueden mencionarse a propósito del partido que
podemos ir sacando de las diferentes situaciones, tal como se nos ofrecen en la vida
cotidiana, privada o pública. Pero siendo un principio unitario de partida el que está en la
base de las acomodaciones lingüísticas, sus consecuencias pueden ser muy variadas, y sus
repercusiones enormemente distantes del punto de partida original, de manera que en ese
sentido se dice que se trata al mismo tiempo de un fenómeno complejo, tanto social como
lingüísticamente. Desde el punto de vista social, los contactos cara a cara están en la base
de la constitución de pequeñas comunidades, trátese de la familia, la gens, la red social o
la asociación de muy pequeño tamaño. En estructuras de nivel superior, fundamentadas
en las relaciones distantes, emergen el tipo de vínculos propios de los gremios, los
entornos laborales o religiosos, la clase social o la comunidad amplia constitutiva de la
nación o incluso de la comunidad lingüística multinacional de la que se pueda formar
parte, de modo que los hablantes nos movemos en todo momento en uno o más de estos
planos, que influyen de alguna manera en las opciones lingüísticas que ejercemos. Se
dice, por cierto, opciones ejercidas, y no siempre decisiones tomadas, porque esta
búsqueda del interés sociolingüístico no significa que seamos conscientes o que
monitoreemos plenamente el camino que tomamos en cada caso. Desde el punto de vista
lingüístico, por otra parte, es en principio muy diferente el material que entra en juego, y
que hay que describir, cuando se trata de una opción fónica que afecta, por ejemplo, al
ensordecimiento de una vocal, o a la elisión de una consonante implosiva, que cuando se
trata de emplear cierto conjunto de palabras adecuadas para mostrar solidaridad con un
grupo, o de desenvolverse en los complejos rituales y ciclos de una conversación
ordinaria o de un intercambio formal. La cantidad de contexto que hay que tener en
cuenta es muy diferente según los casos. Son todas estas dimensiones las que generan las
necesidades que hay que satisfacer en cada ocasión, y la manera en que se resuelven
puede describirse, cuando menos en su base lingüística, por medio de una taxonomía
mínima que considera tres grandes tipos de reglas diferentes.
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Dittmar propuso hace algunos años, en un trabajo enormemente sugerente, que
existen tres tipos de reglas sociolingüísticas: las reglas regulativas, las reglas constitutivas
y las instrucciones (cf. 1996), tipos que en principio permitirían establecer la naturaleza
general de cada fenómeno considerado, al tiempo que formulaciones básicas para poder
llevar a cabo una sociolingüística interpretativa, crítica y general en lo que respecta a la
comprensión de las diferentes facetas de la actividad lingüística de las personas. Las más
sencillas de formular son las primeras, las reglas regulativas. Tienen estas reglas como
forma universal Si X, entonces Y, y como forma particular, asociadas con las primeras
mediante reglas de correspondencia, Si x, entonces y, lo que da pie a expresiones del tipo
“Si es una [ɾ] final ante pausa, entonces se asibila”, “Si es un le no argumental, entonces
tiene valor intensivo”, etcétera. Hasta cierto punto, la cantidad de contexto que es
necesario considerar puede mencionarse dentro de la propia regla, y encajan bastante bien
con los enunciados o expresiones más o menos formales mediante los que se ha descrito
ciertos fragmentos del conocimiento lingüístico. La sociolingüística de la variación fónica
y de parte de la variación sintáctica suele poder formularse por medio de expresiones
regulativas. Obsérvese que la idea de que es necesario introducir poco contexto en su
formulación es relativa, pues se dice que es poco sólo en relación con los otros tipos de
reglas, donde se tiene en cuenta fragmentos mucho más amplios y, sobre todo, menos
sistematizables, del entorno contextual. Las reglas regulativas están en la base de la
caracterización de numerosos aspectos específicos de las variedades de habla y de las
lenguas. No debe considerarse que las reglas regulativas ocupan un papel menor o de
jerarquía disminuida, en el conjunto de los fenómenos sociolingüísticos; todo lo
contrario. Las reglas regulativas, insertas en la tradición que plasma los modos de las
ciencias naturales en las expresiones sociológicas, describen las relaciones del proceso
dinámico con las categorías vinculadas a él; su función es reguladora de las conductas, en
la medida que expresan que ciertas acciones deben o pueden realizarse. En buena medida,
si no es que en todos sus términos, el material discutido en el vol. I de la FVEM es de
carácter regulativo.
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Las reglas constitutivas, por otra parte, tienen la forma En el contexto Z, x cuenta
como Y. Como puede observarse, se trata de reglas de entrada acotadas por la precisión
del contexto en el que pueden aplicarse (Z), aunque se trata todavía de un contexto de
carácter bastante general (por eso se escribe con una letra mayúscula). Además, frente a
la identificación entre X e Y, o entre x e y, tal como ocurre con las reglas regulativas, en
este caso la x particular simplemente cuenta como una Y general, lo que va siendo lo
mismo prácticamente que decir que ‘vale más o menos por’, o que ‘significa sólo
aproximadamente lo mismo’, frente a la identificación plena que esperamos con las
regulaciones, cuestión que en última instancia tiene que ver con el problema clásico del
papel del significado en la constitución de variables lingüísticas. Las relaciones
establecidas por las reglas constitutivas son más laxas, más aproximativas y dependen
más del contexto. Ejemplos sencillos de formulaciones constitutivas son las que
corresponden a enunciados como “En México, la palabra cuate significa ‘gemelo’ o
‘amigo’”, o, “En una discusión, la palabra pendejo cuenta como un insulto”. Uno de los
puntos más interesantes con las constituciones es que sirven para definir prácticas o
instituciones sociales, al expresar cómo se llevan a cabo ciertos actos. Se refieren a
contextos muy generales, que con frecuencia precisan indizarse (supra) para ser
interpretados, de forma que pueda saberse con exactitud a quién o a qué se están
aplicando. Otro de los ejemplos más claros surge al considerar el papel de los
diccionarios, tanto como objeto como en cuanto a su contenido, como instituciones
sociales que se vuelven puntos de referencia para la comunidad de habla. El material
lexicográfico colabora en la constitución social del significado de los términos que
registra, aunque su propósito de partida haya sido descriptivo. Se quiera o no, la
comunidad de habla institucionaliza el diccionario como fuente normativa, constitutiva;
el diccionario es también un medio de apropiación lingüística. Por supuesto, no sólo el
léxico es objeto propio de las reglas constitutivas, aunque sí es quizá su campo de acción
más claro. La constitución puede estar en la base de buena parte de la propia variación
sintáctica, en la medida en que muchas variantes sintácticas significan sólo
aproximadamente lo mismo, y valen o cuentan las unas sólo aproximadamente lo mismo
49
que las otras. También los actos de habla describibles en contextos muy generales son
susceptibles de una descripción constitutiva. El mecanismo de aproximación, de que una
variante lingüística cuente de forma aproximada como otra, está en la base de numerosos
cambios lingüísticos, en la medida en que en cierto momento los hablantes han tomado
como moneda común las divisas lingüísticas foráneas. Parte de los materiales que habrán
de discutirse en los vols. II y III de la FVEM tiene propiedades constitutivas.
Las instrucciones, por fin, necesitan hacer referencia a una gran cantidad de
información contextual. Tienen la forma Encuentra una z minúscula, y ve que en el
contexto z, x cuente como Y. Como puede verse, se trata de contextos de naturaleza muy
específica, que puede llegar a ser casi circunstancial; por eso el contexto (z) se representa
ahora por medio de una letra minúscula. Al igual que las reglas constitutivas, y a
diferencia de las regulativas, también aquí la identificación entre la x y la Y es sólo
aproximada. Es posible concebir como instrucciones una gran cantidad de operaciones
diferentes. Por poner un ejemplo, las instrucciones para describir los cambios de turno en
una conversación entre amigos necesitan incluir una gran cantidad de información sobre
el mantenimiento, la toma y la cesión del turno, los puntos de transición adecuados, y las
relaciones entre las operaciones de detalle y las que afectan a la organización general del
encuentro conversatorio. Otro ejemplo lo proporciona la adecuada contextualización de
expresiones, como las muchas que podrían anotarse por ejemplo a propósito de la palabra
cuate. Podrían darse muchos más ejemplos de expresiones específicas, de esta o de otra
serie, de forma que se considere la dificultad de explicar con exactitud tanto su
significado como las circunstancias que pueden hacer adecuado su uso. Se ha observado,
por hacer referencia a fenómenos lingüísticos de naturaleza diferente, la dificultad de
exponer el uso de la cortesía en una comunidad de habla determinada, más allá de las
normas más generales, ritualizadas y convencionales. También las actitudes y sobre todo
las creencias lingüísticas pueden entrar, sobre todo en sus aspectos menos regulares y
sistemáticos, dentro del gran capítulo de las instrucciones. Lo mismo cabe decir de las
relaciones entre la entonación y el discurso. Aunque ciertos movimientos de la curva
melódica son bastante generales, como puede ser el descenso asociado a expresiones
50
declarativas, o el ascenso ligado a enunciados que esperan una respuesta o una
continuación, la descripción entonativa de ciertos valores discursivos, como por ejemplo
la ironía agresiva o afectuosa, la reconvención hiriente, o la hipocresía medida, puede ser
enormemente compleja y quizá sólo válida para una situación muy específica. La
entonación, que será el objeto de estudio del volumen II de esta obra, será precisamente
uno de los campos más fértiles para discutir el campo de acción de cada una de estas
familias de reglas, desde las diferencias convencionales expuestas por las regulaciones
(por ejemplo, la diferencia entre un enunciado declarativo y un interrogativo), las
matizaciones de orden intermedio expresadas por medio de constituciones (por decir, “si
quieres ser cortés, expande las subidas y los descensos tonales”) y desde luego las
instrucciones complejas aptas para resolver situaciones específicas (digamos los patrones
adecuados para contar una buena historia a un grupo de amigos en tales y cuales
circunstancias). En su versión más ambiciosa, tal forma de ver los hechos podría ser útil
para abrir una brecha de discusión acerca de qué es lo fonético y qué es lo fonológico al
trabajar con la entonación (el problema sería más bien delimitar cuál es el tipo de regla
puesto en juego).
La idea general, entonces, es que los fenómenos lingüísticos involucrados en los
procesos variables pueden tener rasgos muy diferentes entre sí, y esto condiciona tanto la
forma de estudiarlos como las repercusiones que pueden tener sobre las comunidades de
habla, sobre los individuos y sobre el cambio lingüístico mismo. Un corolario de cierto
interés es que el comportamiento lingüístico y el social están íntimamente vinculados y se
describen por los mismos tipos de reglas. Las reglas regulativas describen actividades y
comportamientos independientes de las reglas; las reglas constitutivas se refieren a
acciones que dependen de las reglas mismas; las instrucciones son formulaciones muy
sensibles al contexto. En su manifestación lingüística, las expresiones regulativas son las
propias de la variación fónica y gramatical, las constitutivas se asocian a las instituciones
léxico-semánticas y las instrucciones describen el significado construido en la interacción
sociolingüística. La diferencia principal entre los tres tipos de reglas es la cantidad de
contexto que incorporan: poco y con aspiraciones de generalidad en las reglas
51
regulativas5, medianamente involucrado cuando se trata de la variación etnosemántica
propia de las reglas constitutivas, y plenamente presente en el desarrollo de las
instrucciones. Los tres tipos de reglas comparten como perspectiva sociolingüística, en
todo caso, partir del análisis empírico de la interacción entre hablantes como eje factual
fundamental.
La generalización estocástica como principio organizador del material lingüístico
Una cuestión central en el desarrollo de una fonología aceptable es que pueda dar cuenta
tanto de los hechos categóricos como de los variables. Como recuerda Guy (2007, p. 6),
la heterogeneidad ordenada de la que hablaban Weinreich, Labov y Herzog (1968)
implica que las variantes aparecen según tendencias fundamentadas en la probabilidad, y
no de manera aleatoria, tanto en lo que toca a las regularidades sociales como a las
lingüísticas:
The central observation here is that variable processes display the same patterns
of occurrence and non-occurrence that are found for categorical alternations, and
hence are likely governed by the same principles and generated by the same
processes of grammar. Since alternations are what phonological theories have
clasically been designed to account for, we can reasonably expect that extant
theories incorporate explanatory principles and generalizations about linguistic
structure that are relevant to variable alternations (id.).
A esta proyección de los enunciados metalingüísticos tanto sobre los hechos
categóricos como sobre los procesos variables se le ha llamado generalización estocástica
(Clark 2005, Bresnan, Dingare y Manning 2001, Guy 2007), de modo que se considera la
forma en que los principios fonológicos generales quedan reflejados en las distribuciones
5 Sea que los sistemas de reglas se articulen como gramáticas coexistentes (el modelo más común en lingüística pero con mucho el menos realista y más débil desde el punto de vista sociolingüístico), como escalas implicativas, como reglas variables (adscritas a modelos lineales, como en un principio, a modelos no lineales o, incluso, a modelos no derivativos), como gramáticas de variedad o con cualquier otro recurso que respete el enunciado condicional básico de esta familia de reglas.
52
probabilísticas de las variantes fónicas. Ciertamente, no sólo el trabajo variacionista se ve
beneficiado por la generalización estocástica, sino que el material variable supone a su
vez una rica fuente para la fonología, en la medida en que se proporcionan hechos que
requieren explicaciones, se confirman predicciones y se aportan pruebas empíricas para
resolver problemas que no pueden ser abordados de otra forma. Una teoría fonológica
adecuada ofrecerá explicaciones del rango más amplio de patrones fónicos, incluyendo
los aspectos probabilísticos, y la variación formará parte de la construcción de esa teoría.
El supuesto de invarianza, dominante desde los neogramáticos, ha sido útil en el
desarrollo de la lingüística, pero no responde a la realidad del lenguaje. La fonología
tiene, en definitiva, que desarrollar modelos más realistas (Guy 2007, p. 23).
TRADICIONES DE ESTUDIO
Historicidad del objeto de estudio
El estudio de las representaciones sociales de materiales lingüísticos necesita anclarse en
comunidades históricas determinadas, tal como éstas se exponen a lo largo del tiempo
real y aparente —confrontación básica como herramienta de análisis en la
sociolingüística variacionista— y en la longitud de la geografía real y aparente —la cual
origina análisis y proyecciones geolingüísticas. La FVEM toma como unidad de trabajo
el espacio social del español mexicano. Esta decisión necesita de algunas precisiones.
Debe aclararse que hubiera sido más coherente, desde un punto de vista histórico,
considerar lo que podría llamarse el gran español mexicano, es decir, el que se proyecta
más allá de las fronteras actuales, especialmente a través de la gran masa de emigrantes
residentes en los Estados Unidos, así como la variedad que se proyecta como modelo de
referencia lingüística en parte de Hispanoamérica; también hubiera sido importante
considerar más sistemáticamente su papel como lengua de contacto, en especial con el
inglés y con las lenguas indomexicanas, pero unas y otras necesidades han quedado más
allá de los límites que ha sido posible marcarse en este momento.
53
Por otra parte, me parece que el problema de la historicidad necesita anclarse en al
menos cuatro grandes problemas (sin duda, entre otros): la historia lingüística de México
como una cuestión de desplazamiento de lenguas; el problema de las zonas dialectales del
español mexicano; el conjunto de grandes cambios lingüísticos que se produce,
aproximadamente, a partir de la década de los años setenta del siglo XX; los rasgos del
español mexicano en su marco hispánico:
a) La historia lingüística de México como una cuestión de desplazamiento de
lenguas y la expansión del español en México al hilo del crecimiento urbano (en
buena medida). El primer aspecto que debe considerar una visión historicista de la
variación lingüística presente en México, tanto en los aspectos que afectan
exclusivamente al español como a los que tienen que ver con el contacto con
lenguas indígenas, es que la historia lingüística de México es, ante todo, la historia
del desplazamiento de las lenguas originarias por el español, en un proceso
conflictivo que comenzó en el siglo XVI y que no ha terminado todavía, a pesar de
las mejores intenciones de las políticas lingüísticas diseñadas en los últimos años.
El español se extendió en primer término por las zonas urbanas6. El núcleo del
sistema urbano colonial fue la ciudad de México, centro de las rutas principales,
fuera hacia las regiones mineras del norte por los caminos de Pachuca, Guanajuato
y Zacatecas; el oeste, en el rumbo de Toluca y las localidades de Michoacán, el
Bajío y Guadalajara; el sur, en comunicación con Acapulco y Huatulco vía
Cuernavaca y Cuautla; y el este, hacia el que se viajaba por Puebla y Orizaba, para
llegar a Veracruz (Garza 1985, p. 68). Desde el punto de vista lingüístico, el papel
de la capital fue también central en la distribución del primer español. Edificada
desde 1522 sobre las ruinas de Tenochtitlan, la capital colonial tenía 30 000
habitantes, entre indígenas y españoles, en el momento de su fundación, y habrá
de ser por muchos años la única entidad que quepa propiamente en la categoría
(actual) de ciudad, dentro del rango de las medianas. Las ciudades “serían el
6 El punto se desarrolla en mucho mayor detalle en el cap. 19, “El proceso de urbanización: consecuencias lingüísticas”, de la Historia sociolingüística de México (dir. R. Barriga y P. Martín. México: El Colegio de México, 2010, pp. 997-1093).
54
baluarte del poder español: puestos de avanzada para dominar los campos a su
alrededor. Rápidamente se volvieron centros socioeconómicos que atraían a todo
tipo de inmigrantes españoles: hombres y mujeres, abogados y comerciantes,
zapateros y carpinteros. Para los años setenta del siglo XVI, quizá 60 000
españoles, casi todos habitantes urbanos, vivían en Nueva España, cerca de 30%
en la Ciudad de México” (Cope 2005, 407). Si en 1650 la ciudad de México llega
a tener 56 000 habitantes, Puebla alcanza en 1646 apenas las 7 000 almas,
Valladolid (Morelia) 4 900, San Luis Potosí 4 200, y Veracruz, Oaxaca y
Zacatecas 3 500 (Duhau 1988, p. 81). En términos sociolingüísticos, por otra
parte, estas pequeñas cantidades no deben llamar a engaño, pues los llamados
primeros pobladores tienen un papel fundamental en la constitución lingüística y
cultural de un territorio (Labov 2001, pp. 45 y 503-504), y los núcleos
fundacionales de Guadalajara (año de 1542), Zacatecas (1546), San Miguel
(Guanajuato) (1555), Durango (1563), León (1576) —entre otros— habrán de
tener un papel importante en los desarrollos de épocas muy posteriores. Durante el
siglo XVIII continuó el crecimiento natural de las ciudades, especialmente de la de
México que, a pesar de ciertas fluctuaciones debidas a epidemias y migraciones,
superaba ya los 100 000 habitantes para 1790 (Quiroz 2005, p. 17). El primer
siglo del México independiente experimenta muy pocos cambios en los patrones
generales de urbanización. Del comienzo al final de la centuria hay apenas un
0.9% de aumento global en la proporción de población urbana, aunque el número
de ciudades se duplica. México es, durante todo el siglo XIX, un país básicamente
rural. A principios de siglo, en 1803, en las postrimerías de la Colonia, había
nueve entidades caracterizables como ciudades, dos de ellas medianas y siete
pequeñas. En el momento finisecular las cifras llegan a dieciocho ciudades, cuatro
medianas y catorce pequeñas. El siglo XIX, sin embargo, es clave en los procesos
de desplazamiento lingüístico y expansión del español, por lo que el estudio del
bilingüismo en el período parece ser crítico para entender la situación actual (cf.
Villavicencio 2010), y eso a pesar de que para 1900 no hay todavía una sola
55
ciudad grande en el país. Es más, sólo la ciudad de México, con 344 721
habitantes, y la de Guadalajara, con 101 208, superan las cien mil personas.
Únicamente Puebla, León, Monterrey y San Luis Potosí tienen más de 50 000
pobladores. Capitales tan características como Mérida, Guanajuato, Pachuca o
Morelia andan por las 40 000 personas. Y ciudades que en las décadas siguientes
experimentarán un fuerte crecimiento andan todavía por los 30 000 habitantes
(como Querétaro o Veracruz), o incluso por los 25 000 (es el caso de Toluca o el
de Celaya). Estamos ante un país plenamente rural, con sólo una de cada diez
personas viviendo en entornos urbanos, con un sistema urbano reducido, formado
por 33 ciudades, que en su inmensa mayoría son pequeñas. La Revolución va a ser
un componente esencial en la constitución urbana del país. En sí misma, es fuente
de una enorme cantidad de desplazamientos, que pone en contacto a hablantes de
grandes secciones del país. Por otro lado, las ciudades se convierten en bastión y
refugio de las clases medias. Las políticas económicas y sociales del momento
posrevolucionario dilatan, sin embargo, el crecimiento de las ciudades. Para 1940,
las transformaciones empiezan a ser patentes. Al final de este primer período del
siglo XX, que viene a coincidir con el fin de la etapa cardenista y con el comienzo
de la Segunda Guerra Mundial, caracterizado en líneas generales por un
crecimiento urbano sosegado, se observa, por otro lado, que las cifras se han casi
duplicado en la mayor parte de los aspectos. La población total de México ha
crecido en unos seis millones y medio y se acerca ya a los veinte millones de
habitantes. A un ritmo más intenso que el del crecimiento general de la población,
la urbanización es ya de un 20%. Y el sistema urbano, ya en ebullición,
comprende ahora 55 ciudades. Entre ellas, destaca con claridad la ciudad de
México, con 1 559 782 habitantes en el momento —había superado el millón de
personas durante la década de los años veinte—. El sistema urbano es básicamente
monocéntrico, pues la ciudad de México concentra a cuatro de cada 10 habitantes
urbanos del país, y la siguiente ciudad en tamaño demográfico, Guadalajara,
alberga sólo a 240 721 personas. Además de Guadalajara, de entre las trece
56
ciudades medianas, sólo cuatro más (Monterrey, Puebla, Tampico y Torreón)
superan los 100 000 habitantes. Entre las medianas de menor tamaño están
Mérida, Aguascalientes, San Luis Potosí, Orizaba, León, Veracruz, Chihuahua y
Pachuca. Las décadas posteriores a 1940 marcan un fuerte impulso sobre el
carácter urbano del país. El crecimiento de las ciudades en los años cuarenta
equivale casi al de las cuatro décadas anteriores, pues de 1950 a 1970 el proceso
de urbanización crece en un 20%, y otro tanto ocurre entre 1970 y el año 2000.
Para 1970, el sistema urbano mexicano alcanza la cifra de 174 entidades.
Concediendo que ya para 1960 había tres ciudades grandes, la ciudad de México,
Guadalajara y Monterrey, sólo la primera superaba el millón de habitantes. En
1970, en cambio, las dos segundas acompañan ya a la capital en el grupo de
entidades con más de un millón de personas, y Puebla se incorpora al grupo de
ciudades grandes (con 629 344 pobladores). La lista de ciudades medianas incluye
al final de la década de los sesenta 55 poblaciones, 30 de ellas de más de 100 000
habitantes, entre las que se encuentran León, Torreón, Ciudad Juárez, Tampico,
San Luis Potosí, Tijuana-Rosarito, Chihuahua, Mexicali, Mérida, Veracruz, entre
muchas otras. Hay también ya un verdadero cúmulo de entidades urbanas de
pequeño tamaño, 115. En conjunto, casi la mitad de la población vive en ese
momento en áreas urbanas (el 47.1%), lo cual marca la inflexión de proporciones
entre el campo y la ciudad. El crecimiento urbano sigue progresando, y al final de
la centuria el conjunto de ciudades asciende a la impresionante cifra de 350, un
número más de diez veces mayor que cien años antes. Si durante los años sesenta,
setenta y ochenta el sistema se va transformando gradualmente de monocéntrico a
policéntrico, la etapa finisecular consolida al tiempo la tendencia a la formación
de una megalópolis en el centro del país, todavía en etapas relativamente iniciales,
pero con ramificaciones cada vez mayores en las ciudades del entorno capitalino.
En el año 2000 hay en México, entonces, 28 ciudades grandes. De ellas, nueve
tienen más de un millón de pobladores. Se trata de las ciudades de México (con
sus 17 968 895 habitantes es una de las más grandes del mundo), Guadalajara (3
57
677 531), Monterrey (3 243 466), Puebla (1 892 674), Toluca (1 410 870), León
(1 279 859), Tijuana (1 274 240), Ciudad Juárez (1 218 817) y Torreón (1 007
291). Otras diecinueve poblaciones se encuentran en el rango que va del medio
millón al millón. Entre ellas se encuentran localidades tan importantes histórica y
lingüísticamente como Mérida (842 188 personas), Acapulco (722 499), Saltillo
(637 273) o Veracruz (593 181), entre muchas otras. De las 88 localidades
medianas, 42 tienen más de 100 000 habitantes, y de las 234 ciudades pequeñas,
164 tienen más de 20 000 pobladores (cf. para todas estas cifras Garza 2003). Tan
importante o más que el tamaño sería el considerar el papel de las entidades
urbanas como representantes de los diferentes subsistemas urbanos que se han
generado con el paso del tiempo. Entre esos subsistemas se encuentran hoy día la
megalópolis central, acompañada la ciudad de México, en diferentes grados de
relación, de núcleos como Toluca, Cuernavaca, Pachuca, Tlaxcala, e incluso
Puebla y Querétaro. Otros grandes subsistemas son los formados por las áreas
metropolitanas de Guadalajara y Monterrey, a los que se vinculan diferentes
ciudades, como ocurre con los ejemplos de Aguascalientes y Saltillo,
respectivamente. Un tercer tipo de subsistema es el formado por las ciudades
fronterizas; algunas de ellas están fuertemente ligadas a los Estados Unidos, como
es el caso de Tijuana, vinculada a la megalópolis de la Costa Oeste, o el caso de
Ciudad Juárez, que posee fuertes lazos con El Paso, Texas. Las ciudades
fronterizas del noreste, como Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo, se encuentran
integradas al subsistema de Monterrey. Existen también ciudades industriales
fuera del área de influencia inmediata de la ciudad de México, como Hermosillo o
San Luis Potosí. Ciertas ciudades portuarias o turísticas, como Cancún o Puerto
Vallarta, a su vez, constituyen superficies urbanas de gran pujanza en la
actualidad (Garza 2003, pp. 93-94), a las que habría que añadir ciudades de
jerarquía más regional, pero de enorme interés lingüístico, como Veracruz,
Acapulco o Mérida. El flujo de relaciones entre ciudades, incluida la
consideración de los desplazamientos de sus habitantes entre unas y otras, es de
58
gran importancia para entender la difusión de fenómenos de variación y cambio
lingüístico, y probablemente para comprender el proceso paulatino de constitución
relativa de zonas dialectales en México.
b) El problema de las zonas dialectales7. Aunque ha habido notorios avances en
cuanto al trazado de las zonas dialectales de México a lo largo de la segunda
mitad del siglo XX, es también claro que falta mucha investigación por realizar, en
parte porque los materiales clásicos no han sido suficientemente explorados, y en
parte por la necesidad de llevar a cabo numerosos estudios locales que se integren
a la visión general, pero también por la urgencia de continuar recogiendo más y
mejores datos y, sobre todo, por la importancia de reformular algunas de las
preguntas tradicionales. Una de las estrategias posibles es la confrontación de los
datos de campo con la percepción de los hablantes; otra la construcción de
modelos relativamente abstractos que se vayan poniendo a prueba con los datos
empíricos. Con todas sus limitaciones, la FVEM pretende ser una aportación al
desarrollo del conocimiento de la dialectología mexicana.
Con posterioridad a su propuesta de zonificación léxica de (1971), que
seguramente es la más citada, Lope Blanch trazó veinticinco años después un
modelo más integrado de zonas dialectales, con distinción de diez áreas en vez de
diecisiete. Se trata de una propuesta presentada con carácter provisional, por un
lado, y fundamentada al parecer ante todo en criterios fónicos, aunque también se
mencione algún otro elemento, como las formas de tratamiento. Hoy por hoy,
sigue siendo la proyección más completa, y la que seguramente debería tomarse
7 Esta cuestión se discute en mucho más detalle en “La división dialectal del español mexicano”, trabajo redactado para el tercer volumen de la Historia sociolingüística de México (dir. R. Barriga Villanueva y Pedro Martín Butragueño. México: El Colegio de México), libro actualmente en preparación. Para una visión general de la dialectología del español, véase Moreno Fernández (2009). Para el caso mexicano, es claro que hay que seguir profundizando en los Atlas disponibles (cf. Lope Blanch 1990-2000 y Alvar 2010). Por otra parte, hay una serie de proyectos en curso, como el Corpus oral del español de México, que a medio plazo permitirán reconsiderar algunas cuestiones. Una de las más pertinentes, sin duda, es la entonación como delimitadora de variedades, dado su valor prominente. Están en curso dos proyectos: la colaboración mexicana al Atlas interactivo de la entonación del español o ATLES (http://prosodia.upf.edu/atlasentonacion/), asociado a su vez al Interactive Atlas of Roman Intonation (IARI, cf. Prieto, Borràs-Comes y Roseano 2011); y la colaboración para el Atlas Multimédia Prosodique de l’Espace Roman (AMPER, http://perso.limsi.fr/rilliard/amper/; cf. Contini, Lai y Romano 2002).
59
como punto de partida para cualquier discusión posterior. La figura 1.1 reproduce
la propuesta de zonas dialectales.
FIGURA 1.1. Mapa de las zonas dialectales de México según Lope Blanch (1996,
p. 89)
Las diez zonas expuestas son las siguientes: i) La Península de Yucatán, cuyo
español se caracteriza por la interferencia fónica del adstrato maya, al tiempo que
ostenta rasgos que lo diferencian de las hablas caribeñas, como el consonantismo
sólido, sin aspiración de [s] en coda; ii) Chiapas, antigua parte de la Capitanía
General de Guatemala, con hablas coincidentes en buena medida con las
centroamericanas, tanto en la presencia del voseo como en su carácter
conservador y rural; iii) Tabasco, dialecto de transición entre el yucateco y el
veracruzano; iv) las hablas veracruzanas de tierras bajas, afiliables a las
variedades caribeñas; v) el altiplano oaxaqueño, cercano lingüísticamente al
centro del país; vi) el altiplano central, encabezado por la ciudad de México; vii)
60
las hablas de las costas de Oaxaca y Guerrero, prolongadas hacia el norte del
Pacífico; viii) el noroeste, desde Sinaloa a Chihuahua, Sonora y Baja California,
uno de cuyos rasgos más peculiares es la solución fricativa [ʃ] de /t͡ʃ/; ix) las
hablas del altiplano septentrional; x) Tamaulipas y Nuevo León en el noreste.
Queda apuntada, además, la posibilidad de establecer divisiones menores, como
por ejemplo una correspondiente a Michoacán y Jalisco.
A lo largo de la FVEM se pondrán a prueba diferentes modelos
dialectales, con diversos niveles de abstracción: con dos, tres y cinco particiones,
así como, en algún caso, con comparaciones con modelos fundamentos en
principios geográficos independientes. Se defiende la idea general de que los
argumentos fónicos se encuentran entre los principales y más claros para la
discusión geolingüística. Dado la forma en que se presentan los hechos
lingüísticos en los llamados nuevos mundos, se defiende que el enfoque
variacionista es necesario (aunque quizá no suficiente) para poner orden en la
complejidad de los datos8.
c) El gran cambio de los años setenta. Uno de los hechos más notables que parece
irse perfilando al avanzar en el análisis de diferentes variables fónicas segmentales
es que varias de ellas parecen haber experimentado cambios notables en sus
patrones generales de distribución en algún momento datable, aproximadamente,
entre 1970 y 1980 (fenómenos como la retracción de la aspiración de /s/ o la
asibilación de las róticas, entre otros). El fundamento de la tesis se establece al
proyectar en el tiempo real los datos obtenidos en el tiempo aparente. Aunque en
líneas generales ya se sabía del acercamiento casi general (pues hay algunas
variables locales que escapan a este patrón) a las formas más prestigiosas del
centro del país, parece importante determinar con hechos fehacientes el sentido de
este tipo de procesos. Aunque una vez más es necesaria mucha más investigación
general y global de diferentes variables, podría tratarse en su conjunto de uno de
8 Ciertamente, es necesario combinar en todo momento los argumentos cuantitativos con los cualitativos (cf. Clua 2010).
61
los hechos más notables para entender la evolución del español en México en las
últimas décadas. Seguramente no es difícil encontrar una explicación de alcance
general: más o menos en esas fechas es cuando se produce un aumento notorio en
las vías de comunicación, especialmente a través de las vías carreteras, que
enlazan con mucha mayor facilidad grandes regiones del país; un segundo hecho
es la ampliación de los medios de comunicación masiva, especialmente de la
televisión, sin olvidar la radio y otros medios; en tercer término, cabe pensar en un
aumento masivo de los años de escolarización cursados por el promedio de la
población, con los efectos que ello tiene para la estandarización de las hablas; en
cuarto término, las últimas décadas han visto un evidente crecimiento de las capas
medias de la población, lento por momentos pero progresivo en general, que
puede estar contribuyendo a crear una nueva imagen lingüística deseable entre
grandes sectores de la población. Este patrón general no es incompatible con el
desarrollo de identidades locales, como parece ocurrir, por ejemplo, en Mérida y
en algunas ciudades septentrionales. Creo que se trata, en suma, de hechos clave
que merecen seguirse investigando en mayor detalle.
d) El español mexicano en su marco hispánico. No debe olvidarse que cualquier
proyección sobre el español mexicano adquiere sentido pleno sólo cuando se
contrasta e incorpora al marco hispánico general, tanto en el sentido histórico
como en el sentido geográfico. Tal manera de proceder, por supuesto, no está
reñida con la evidente realidad de que el español es una lengua internacional y
policéntrica, con focos de referencia claramente diferenciados que ejercen su
fuerza gravitatoria tanto sobre amplias áreas geográficas, especialmente a través
de las redes formadas por ciudades de diferente tamaño, como sobre la lengua en
su conjunto (cf. López García 2011 para el español y Ashby et al. 2012 para el
portugués). Pero el sentido general de los patrones variables, se manifiesten éstos
como relativamente estables o como abiertamente cambiantes, se ilumina cuando
se llevan a cabo comparaciones, especialmente con sociedades y comunidades en
que se manifiesten condiciones más o menos análogas: retracción y
62
estandarización, nivelación de diferencias locales, crecimiento de las
concentraciones urbanas a veces a ritmos desmesurados, movimientos
migratorios, expansión de la educación escolar, influencia de otras lenguas
internacionales y locales, etc.
Historicidad del proceso de análisis
Un segundo aspecto implicado en la discusión de la representación social del uso
lingüístico y del significado proyectado por éste, es la inserción del proceso analítico en
una tradición determinada. Por supuesto, la necesidad última que lleva a explicitar el
enfoque adoptado pasa por aceptar la parcialidad del observador a la hora de seleccionar
los fenómenos más interesantes para exponer, desbrozar y solventar las hipótesis más
generales (por ejemplo, que el examen propuesto es útil para desarrollar una visión
teórica e histórica del cambio lingüístico). Una necesidad más primaria asociada a la
explicitud, por otra parte, tiene que ver con una perspectiva de corte relativista a la hora
de entender los avances posibles en los trabajos científicos de corte socio-histórico. Este
relativismo pasa básicamente por dos aduanas: a) es mucho lo aportado por trabajos
previos, por más que no siempre sea sencillo establecer un diálogo heurístico y que en
ciertos momentos se corra el riesgo de interpretar los análisis del pasado más allá de su
marco interpretativo; b) cualquier aportación, en caso de haberla, nunca será definitiva.
En todos estos sentidos (el general o último y los dos primarios), la FVEM
pretende asentarse sobre una tradición real de estudios de variación y cambio, tal y como
se ha desarrollado en México y sobre el español de México. Me parece evidente que esa
tradición existe (frente a la opinión de otros sociolingüistas9), aunque hay que reconocer
que tras los primeros desarrollos hubo un período de relativo desinterés.
9 No concuerdo en absoluto con Flores Farfán cuando al referirse a la sociolingüística del español mexicano señala que el variacionismo es todavía un programa de investigación, dotado apenas de unos pocos estudios de caso (2010, pp. 34-35). Dejando aparte la disponibilidad de materiales clásicos (como los del habla culta y popular o los del Atlas Lingüístico de México), en la última década han ido apareciendo varios grupos pujantes de investigación, en los que se han levantado o se están levantando materiales de varias ciudades mexicanas, así como de entornos rurales. Al tiempo que existen proyectos personales sobre aspectos relacionados con todos los niveles lingüísticos (fonología segmental y prosódica, léxico, morfología y sintaxis, discurso, pragmática y conversación), existen también varios proyectos colectivos en curso que aspiran a ofrecer imágenes no sólo de toda la ciudad de México, sino de todo el país (como el Corpus oral
63
Particularmente en México, es determinante a la hora de establecer qué es la
sociolingüística la historicidad misma de la disciplina, con el contraste, en ocasiones,
entre lo que las cosas son y lo que podrían ser. Cuando Lope Blanch discute en 1978, en
un trabajo que continúa siendo interesante y significativo, las relaciones y connivencias
entre sociolingüística y dialectología hispánica, señala que la dialectología es el estudio
del habla, por oposición a la gramática, que es el estudio de la lengua. Tal definición
remite a la posibilidad, legítima sin duda, de referirse a una visión teórica de la
dialectología. Pero tal definición no es completamente convincente cuando se juzga a la
luz de la investigación realizada más o menos en los cien años anteriores a ese mismo
trabajo. En el mejor de los casos, la dialectología había sido el estudio de ciertas hablas,
cosa en principio bastante distinta del estudio de los mecanismos de producción y uso
lingüístico, y había reemplazado su papel inicial de testigo directo de los procesos de
cambio lingüístico por unas tareas descriptivas de gran amplitud, también y sin duda
legítimas e interesantes en sí mismas, pero diferentes10. Es muy revelador de la opinión
de Lope Blanch cierto conocido pasaje:
Muchos de los trabajos filológicos que yo he emprendido o asesorado —sobre
dialectología diastrática, polimorfismo, habla culta urbana de México, concepto
de prestigio normativo, influencia de los sustratos, etcétera— atienden, si bien
superficialmente, a factores sociales, de manera que parecería que —nuevo
Monsieur Jourdain— habría estado haciendo sociolingüística, creyendo hacer
dialectología (1978a, pp. 52-53; p. 27 en el libro de 1993).
del español de México o dos proyectos fonético-fonológicos sobre entonación). Y también se han realizado y se están realizando cierto número de estudios de contacto entre el español y varias lenguas indígenas, así como algunos trabajos de sociolingüística realista sobre lenguas indígenas. En 2008 se realizó el primer coloquio de cambio y variación, seguido por un segundo en 2010 y un tercero está próximo a celebrarse en 2012. Varios de estas investigaciones están, además, vinculadas a proyectos comparativos internacionales. Aunque las tareas por realizar son enormes, me parece que los avances que se están consiguiendo van bastante más allá de lo programático. 10 Lope Blanch se ocupó del problema de las relaciones entre dialectología y sociolingüística en varias ocasiones; quizá la más explícita es el trabajo “La sociolingüística y la dialectología hispánica”, incluido en el libro publicado por él y por Manuel Alvar, En torno a la sociolingüística (1978, pp. 33-58), y recogido después en los Ensayos sobre el español de América (1993, pp. 7-35). Es necesario reconocer, en cualquier caso, que no siempre es fácil establecer con precisión los límites entre dialectología y sociolingüística; véase al respecto López Morales (2004, pp. 25-31).
64
Tal opinión decanta, en cierto sentido, el juicio que cabe realizar acerca del papel
de los trabajos de dialectología urbana realizados en México, en especial en las décadas
correspondientes a los años sesenta y setenta. En muchos sentidos, los exámenes llevados
a cabo en Tlacotalpan por Lara (1968), en Tabasco por Williamson (1986), en
Tamazunchale por Ávila (1990), en Oaxaca por Garza Cuarón (1987), o en Valladolid
por García Fajardo (1984), entre varios otros, no son muy diferentes ni menos valiosos,
actuales o perspicaces que las investigaciones sociolingüísticas que empiezan a
desarrollarse en otros países por las mismas fechas.
Los trabajos mexicanos, por su parte, abren una tradición de análisis lingüístico
urbano que se va prácticamente a interrumpir por casi dos décadas. Por una serie de
motivos, cuya descripción no es posible emprender en este momento, las puertas de la
dialectología urbana no alumbraron, o no por lo menos en el grado en que hubieran
podido, una apetecible tradición de sociolingüística urbana, dando lugar a un
sorprendente e indeseable desfase en esta rama del conocimiento lingüístico, en
comparación con lo llevado a cabo en países que pudieron haberse incorporado más
tardíamente a las corrientes de análisis urbano, prescindiendo incluso de la etapa
dialectológica urbana. La concepción lopiana del polimorfismo, mencionado en la cita de
arriba, muy apreciable desde el ángulo de la dialectología, es insuficiente sin duda desde
la variación y el cambio. El polimorfismo es un gran avance respecto a las visiones
simplistas del material dialectal, tal como se desenvuelve en las dimensiones geolectales,
familiares e individuales, y supone reconocer y aceptar el problema clásico de la
multiplicidad de respuestas ante la aplicación de un cuestionario o en la emisión de
formas por parte de un hablante. La cuestión de la variación no se descasa del
polimorfismo, pero va algo más allá. El dato variable es la herramienta primaria para
estudiar el cambio lingüístico. Y sobre el cambio pueden, y deben, hacerse afirmaciones
generales, quizá formulables mediante reglas o restricciones (infra), o cuando menos a
través de generalizaciones amplias, asociadas a un comportamiento dinámico que aspira a
ser descrito con rigor. El par conceptual formado por la idea de polimorfismo y por la
65
idea de variación, variable y variantes, no es desemejante en su ecuación, en definitiva, al
que emerge al comparar la dialectología urbana con la sociolingüística; de hecho, ambos
conceptos funcionan como los núcleos del sistema heurístico.
Hay que esperar a los últimos años, en cualquier caso, para ver en México el
resurgimiento de la tradición de estudios sociolingüísticas variacionistas y de lenguas en
contacto en los que uno de los protagonistas es el español; ya están apareciendo
diferentes resultados tanto de investigaciones individuales como colectivas.
POSIBILIDAD (DESCRIPTIVA) DE UN ACERCAMIENTO FORMAL
Aunque explicar la variación fónica no requiere de un marco formal determinado,
siempre y cuando se suspenda el supuesto de invarianza (Guy 2007, p. 19), aquí se
esboza un modelo de la variación fónica próximo a los supuestos generales de la llamada
teoría de la optimidad. Debe quedar claro que el empleo de cualquier modelo fonológico
es sólo una conveniencia descriptiva que, en el mejor de los casos, asegura la
verosimilitud del efecto lingüístico al emparentarlo con procesos más o menos comunes
desde el punto de vista fonológico, circunscritos además al empleo de un conjunto de
herramientas descriptivas relativamente acotado y supuestamente universal. Como se
viene insistiendo, no debe confundirse la potencialidad de un cambio con su realización
efectiva, lo que limita el interés de la modelización dinámica a una descripción
económica de los hechos. Ciertamente, en términos prácticos, es verdad que el proceso de
explicitación a que obliga la formalización de los copiosos datos que apoyan los estudios
de variación y cambio ayuda a establecer generalizaciones más profundas y sugiere la
investigación de parentescos inicialmente no sospechados11.
El intento de vincular los datos variables con los modelos fonológicos tiene una
larga historia, uno de cuyos comienzos fundamentales fueron los "Principios de fonología
11 Parte de lo expuesto en este apartado adapta y pone al día los caps. 1 y 4 de Variación lingüística y teoría fonológica (Martín Butragueño 2002).
66
histórica" elaborados por Jakobson en 1931 (cf. 1980), deslumbrantes por su claridad y
amplitud, pero básicamente taxonómicos, bajo la condición del carácter abrupto del
cambio fonológico, pues más allá de las posibles transiciones intermedias propias de la
evolución fonética, a la fonología sólo le interesan los extremos, como cuando se afirma
que en el gran ruso meridional, la átona [o] → [a]. Como señala Kuryłowicz,
it seems that the field of linguistic explanation in the literal sense must be
circumscribed by the linguistic aspect of the change in question, i. e. by the actual
state of the system before and after the change [...]. The change ought to be
analysed and accounted for as a shift of the system, therefore attention should be
paid above all to points of neutralization, to identifications, and to the rise of new
phonemic oppositions. The accumulating deviations from the traditional
pronunciations are not linguistic changes sensu stricto (1975, p. 12).
En la visión jakobsoniana, en la supresión de correlaciones, es de forma ordinaria
el término marcado el que se suprime; el papel de la marcación, como es bien sabido, es
uno de los más debatidos en lingüística12.
Habrá que esperar a la Economía de Martinet, en todo caso, para disponer de una
hipótesis explicativa de corte estructural sobre el cambio fonológico. Aun sin descartar el
papel de la función estética para atribuir connotaciones sociales y estilísticas a timbres
fónicos específicos (1974, pp. 55-56), la hipótesis funcional de Martinet está pensando en
la función distintiva (cf. Trubetzkoy 1970, pp. 33-36), pues siendo "coincidentes en las
demás condiciones dos oposiciones fonológicas, se mantiene mejor aquella que es más
útil para la comprensión mutua que aquella otra que lo es menos" (Martinet 1974, p. 59).
Aunque los fonemas se manifiestan en campos de dispersión más o menos amplios, entre
ellos existirían márgenes de seguridad, de modo que una forma de ver el cambio fonético
12 Véase al respecto, entre otros, Traugott (1973), Lightfoot (1979), Battistella (1990, pp. 1-22), Martín Butragueño (1997, pp. 54-61), Haspelmath (2006). El problema había sido ya retomado por Chomsky y Halle en 1968 y en el célebre libro de Bailey sobre variación y teoría lingüística la hipótesis se convierte en el Principio 1 (1973, p. 37).
67
es a través de la modificación, sea creciente o decreciente, de tales márgenes de
seguridad. El punto crítico es que la comprensión entre hablantes dependería del
mantenimiento de ciertos márgenes, convertidos así en necesidad comunicativa y en
presión sobre la forma adoptada por el desarrollo de los propios cambios fónicos. Y
aunque el gran lingüista francés señala que tal necesidad no es el único factor en juego
(pp. 75-76), es claro que tal manifestación funcional del cambio ocupa un papel central
en su exposición. Una oposición entre dos segmentos de un sistema es más robusta
cuanto mayor es su rendimiento funcional, lo que viene a equivaler al monto de
distinciones que contribuya a marcar. Decidirlo en la práctica, no obstante, puede ser una
tarea no tan fácil de llevar a la práctica:
Rendimiento funcional es un concepto sincrónico empleado en la fonología de la
escuela de Praga para valoración de las diferencias cuantitativas en la distribución
de las oposiciones de los fonemas. La nueva afirmación de que el peso de una
oposición mínima determinaría su estabilidad diacrónica, supone una ampliación
hipotética del concepto original. Sin embargo, su verificación empírica aparece
cargada de problemas (Bynon 1981, p. 127).
Además de la dificultad intrínseca para establecer los listados de oposiciones
léxicas posibles, el hecho es que existen muchos pares de segmentos que no
necesariamente se confunden, a pesar del bajo rendimiento de la oposición, como ocurre
por ejemplo entre [ʃ] y [ʒ] en inglés. Un problema adicional de la hipótesis funcional la
naturaleza de las cadenas reestructuradoras (de tracción o de propulsión) en casos
específicos. Aunque Martinet rechaza la hipótesis binarista (cf. Jakobson, Fant y Halle
1952), propone el rasgo distintivo como unidad de cambio, de modo que la integración de
un segmento en un sistema puede apreciarse por la calidad y cantidad de correlaciones en
que se integre (es decir, por las matrices en que se instale, fruto éstas del ordenamiento de
las series, como la de las oclusivas sordas, y de los órdenes, como las labiales); y una
oposición habrá de ser más estable cuanto más se encuentre integrada en una correlación
68
o en un haz de correlaciones. Bajo estas condiciones, la expectativa sería que un sistema
coherente ejerciera una fuerte atracción sobre los segmentos marginales, de manera que el
efecto natural sería la ocupación de las casillas vacías. Ciertamente, si existe tal tendencia
intrínseca hacia la coherencia, se esperaría una armonía mayor de la que se manifiesta en
las realidades lingüísticas. Martinet se adelanta a la objeción de falta de integración
estructural tras milenios de práctica fónica (ibid., p. 125): por un lado, hay que contar con
la fatiga de los órganos articulatorios, así como con necesidades comunicativas
cambiantes que afectarían al léxico, la sintaxis, la prosodia, etc.; además, la evolución de
las lenguas se produce en contacto con otras lenguas y con otros dialectos de una misma
lengua13. El principio de economía es, en suma, la síntesis entre las necesidades
comunicativas y la tendencia a emplear el menor esfuerzo posible en la operación
articulatoria. El problema metodológico es que las dos caras del principio explican
cualquier suceso, sea por el predominio del menor esfuerzo (aval del cambio) o por el de
la necesidad de comunicarse de forma apropiada (sostén del mantenimiento de las
distinciones)14.
El célebre trabajo de Weinreich, Labov y Herzog de 1968 lleva a cabo, entre otras
cosas, una crítica detallada y estricta a la visión estructuralista del cambio fónico, en
especial a la perspectiva sostenida por los estructuralistas estadounidenses (cf. en especial
las pp. 126-150 y 126-137), dada la resistencia ideológica al desarrollo del estudio
empírico del cambio lingüístico (cf. también Labov 1994). Si el cambio fonético se veía
como lento e imperceptible, y en consecuencia alejado de la posibilidad de ser observado
de manera directa en comunidades de habla actuales, el cambio fonológico se consideraba
en sí como abrupto e instantáneo, de modo que tampoco cabría exámenes realistas del
13 Así las cosas, cabría preguntarse por la magnitud de estas fuentes de socavamiento, frente a la corriente primaria de armonización. Por otra parte, dado que los sistemas fonológicos son al menos en parte artefactos del lingüista, cabe suponer que la estrategia representacional de un sistema de cualquier época intente ser lo más simple y coherente que sea posible, pues tanto más convincente será la propuesta. Es de temerse que dentro de tal marco de referencia, todo cambio produzca inevitablemente sistemas fonológicos óptimamente estructurados, lo cual no sería particularmente notable, si se considera que el punto de partida también habría estado estructurado de la forma más conveniente. 14 Un problema adicional de la hipótesis funcional es que “las fusiones son más comunes incluso que las mutaciones en cadena, y que las fusiones masivas sí tienen lugar, con un incremento concomitante en homonimia”, además de que no sólo hay que considerar las mutaciones en cadena, sino también los cambios en paralelo (Labov 1994, citado por la traducción de 1996, p. 841).
69
comportamiento de los hablantes. La aportación principal del variacionismo ha sido,
precisamente y a fin de cuentas, el diseño de métodos para observar el cambio lingüístico.
Las críticas esenciales del trabajo de 1968 a la tradición estructuralista eran tres: a) si se
concibe que los cambios fonéticos son graduales, no es sencillo explicar cómo llegan a
ser categóricos (cf. Hockett 1958, pp. 456-457); b) es arriesgado identificar la distinción
entre fonémico y subfonémico con discreto e infinitesimal, estable y fluctuante, regular e
irregular, consciente e inconsciente; c) no debe suponerse automáticamente que algún
tipo de función cognoscitiva es el componente esencial en el comportamiento lingüístico.
Muchos de estos problemas se solucionan aceptando que la variabilidad es inherente al
sistema y que lo extraño sería que no hubiera variación, aunque tal hecho ha sido difícil
de asumir por las teorías fonológicas desarrolladas en los últimos cuarenta o cincuenta
años.
Algunas de las aseveraciones más tajantes de Weinreich, Labov y Herzog no
casan, con todo, con la práctica efectiva de algunos estructuralistas. En nuestra tradición,
el ejemplo de Alarcos es llamativo, pues en su Fonología insiste en la necesidad de
realismo fonético en los trabajos diacrónicos, donde los elementos redundantes pueden
ser importantes (1965, p. 113). Y aunque, como muchos otros, habla de la lentitud y
gradualidad del cambio fonético, y de la instantaneidad de las revoluciones fonológicas,
se apresura a señalar que los sistemas nuevos pueden convivir con los previos por largo
tiempo (p. 114). Si la sección teórica dedicada por Alarcos a la fonología diacrónica
desciende en buena medida de las ideas de Jakobson y Martinet, y se muestra apegada a
la tradición funcional en la mayor parte de los casos (cf. pp. 112-140), incorpora también
a Coseriu en su aparato reflexivo, en especial para explicar por qué cambian las lenguas,
si son sistemas que a fin de cuentas cumplen adecuadamente su función: las lenguas no
son sólo códigos, sino que son procesos históricos, una actividad o enérgeia, y no sólo
resultado o érgon (p. 117).
Aunque la fonología experimentó una segunda revolución a partir de los años
sesenta del siglo XX, con el advenimiento de las ideas generativistas al terreno fónico, y
se ha asistido de entonces hasta ahora a una riquísima serie de propuestas que han
70
cambiado varias veces nuestra forma de ver los hechos lingüísticos, no parece poder
decirse que las hipótesis centrales sobre el cambio lingüístico derivables de las diferentes
generaciones de modelos formales hayan sido ni muy novedosas ni tan sustancialmente
diferentes como podría parecer a primera vista. La actitud general de la FVEM, como se
ha dicho, es aceptar que la formalización fonológica es útil para describir mejor, y sólo
eso, los fenómenos variables. La verdadera explicación hay que buscarla en las
condiciones históricas y sociales experimentadas por las comunidades lingüísticas: el
cambio es una cuestión de los hablantes, no de los sistemas, aunque exista un efecto
manifiesto en ellos.
Conviene retroceder por un momento a la propuesta dialectológica estructural de
Weinreich (1954) para entender mejor la aportación del generativismo a los hechos de
variación. La propuesta weinreichiana permitía describir adecuadamente las diferencias
de inventario fonológico, en términos de cuántos y cuáles segmentos tienen dos
variedades. Por ejemplo, para el español podemos hablar de dos grandes subsistemas, uno
seseante y otro distinguidor de [s] y [θ] (cf. RAE 2011, pp. 267-268), que pueden
considerarse de manera conjunta a través de la idea de diasistema. La propuesta, sin
embargo, no dispone de mecanismos adecuados para dar cuenta de la distribución
fonológica y la distribución léxica de los sonidos. Considérese que la diferencia entre dos
variedades dadas no radica muchas veces en el inventario, sino en la distribución de los
sonidos. Así, [ɾ] y [l] tienen condiciones contextuales de realización diferentes en algunos
dialectos hispánicos, y no hay forma evidente, aunque sí algunas propuestas un tanto
artificiosas, de incorporar el hecho a la visión diasistemática (cf. Penny 2000, pp. 30-32 y
Chambers y Trudgill 1994, cap. 3).
Las reglas fonológicas generativistas permiten, en cambio y ya desde las primeras
propuestas, la incorporación del contexto fónico, así que es perfectamente posible
servirse de ellas para mostrar las diferencias de distribución contextual. Y para la
distribución léxica, es posible pensar en un depósito léxico. Sin embargo, al igual que
bajo el concepto de diasistema, sigue siendo problemática la incorporación de diferencias
no discretas. Es verdad que una discusión tradicional radica en establecer si las
71
diferencias de pequeño detalle fonético (cualitativo o cuantitativo) son en realidad
relevantes para la teoría fonológica. Uno de los puntos de vista más extremos es que los
hechos variables carecen de interés para la fonología, lo cual tiende a extraer los procesos
de cambio y variación del campo de la teoría lingüística, para relegarlos al purgatorio de
la anécdota. Salvo que uno acepte que el cambio lingüístico no es un problema que la
lingüística deba estudiar (lo cual sería sorprendente si se acepta que la variación es
connatural a las lenguas), la desarticulación de los modelos formales con respecto a los
hechos dinámicos es, simple y llanamente, una limitación de los modelos. Y el problema
operativo, desde luego, es que la variación cuantitativa y cualitativa, de pequeño o de
gran detalle, es muy pertinente para el estudio de la variación y el cambio lingüístico. Ya
se ha comentado supra que la FVEM parte, entre otras cosas, de la premisa de
generalización estocástica: es decir, que los principios generales que rigen los hechos
categóricos son los mismos que los que ordenan los procesos variables.
La explicación del cambio lingüístico atisbada en el primer generativismo
fonológico, dotada de dos aspectos, uno formal y otro empírico, no es muy diferente de la
defendida en varios de los modelos más recientes. A comienzos de los sesenta, el cambio
se va a presentar como diferencias entre gramáticas, lo que tiene el efecto de desalojar el
problema del cambio fónico de la teoría de la gramática misma. Además, nunca parece
haber sido muy clara la articulación entre el tipo de variación atribuible a reglas
opcionales y el tipo de variación planteada como diferencias entre gramáticas. La
vinculación entre el modelado formal y los datos empíricos sobre el cambio descansa en
el criterio de simplicidad, es decir, en un supuesto procedimiento mecánico que permita
elegir entre varias alternativas. Cuando en 1962 Halle establece los fundamentos de la
fonología en la gramática generativa, propone que la medida formal de la simplicidad sea
el número de símbolos que aparecen en una descripción (cito por 1971, p. 138). Además,
Halle proponía concentrar la atención sobre las gramáticas de los dialectos más que sobre
los datos mismos (p. 178), lo cual es, sin duda, una gran aportación, por lo menos en el
nivel programático. La idea funciona bastante bien, por cierto, mientras una variedad se
derive de otra, como ocurre en el ejemplo del pig latin y el inglés, pues el primero queda
72
expuesto con la sola regla “Trasládese el grupo consonántico inicial al final de la palabra
y agréguese /e/” (p. 149). Otra cosa ocurre cuando no hay precedencia de una variedad
sobre otra, pues no hay en realidad forma obvia de incorporar las variedades de una
lengua a un único sistema (por lo menos a partir de una fonología basada en reglas).
Concebidas las gramáticas como conjuntos ordenados de reglas, las diferencias sólo
pueden deberse a una de dos causas: a) que las gramáticas tengan diferentes reglas; b) las
reglas son las mismas, pero se aplican en orden diferente15. Otra suposición planteada en
el modelo es que el cambio está asociado a la adquisición del lenguaje, entendida ésta
como el proceso de construcción de la gramática más simple para unos enunciados, un
subconjunto de los cuales son percibidos por el niño (ibid., p. 151). Los adultos, en
cambio, sólo podrían añadir algunas pocas reglas, sin poder eliminarlas o reestructurar
decisivamente la gramática. Pero "como cada niño construye su propia gramática óptima
independientemente sobre la base de los enunciados a que ha sido expuesto, no es seguro
que el niño tenga una gramática idéntica a la de sus padres, porque [...] un conjunto de
enunciados puede ser generado por más de una gramática" (p. 153).
Esta forma de ver las cosas produce (y produjo) impresiones negativas. La
hipótesis, por un lado, se limita a establecer que lo pertinente en el estudio del cambio es
sólo lo que es pertinente para la teoría de la gramática, lo que inspira desconfianza si se
ve desde el lado del cambio lingüístico. Por otra parte, aunque la hipótesis pueda ser en sí
coherente, supone un enorme cúmulo de premisas sobre la forma de las gramáticas, los
criterios evaluativos de simplicidad, la correspondencia entre la eficiencia formal y la
eficiencia cognoscitiva, la adquisición lingüística y los mecanismos del cambio
lingüístico, hasta el extremo de parecer más un espejismo de avance que un progreso
verdadero acerca de los problemas, necesitados de abundante investigación empírica
sobre bases realistas.
Así las cosas, lo que hace el capítulo sexto de The Sound Pattern of English, es
ilustrar la hipótesis formal sobre el cambio, por medio de una comparación de los
15 El orden de las reglas de una variedad de habla no se delimitaría por consideraciones históricas o de otro tipo análogo, sino sólo por el criterio de simplicidad.
73
dialectos de John Hart (1551-1579), John Wallis (1653-1699), Christopher Cooper (1687)
y T. Batchelor (1809), pero en modo alguno un estudio que pudiera poner a prueba esta u
otra hipótesis sobre el cambio lingüístico. El cambio, visto como un problema derivado y
periférico, concebido sólo como reanálisis, queda fuera del marco de la comunidad de
habla, sin ofrecer ninguna explicación a las motivaciones por las que los adultos sumarían
reglas a sus gramáticas hasta hacerlas no óptimas, ni a la obviedad de que las diferencias
generaciones presentes en una familia no se corresponden con la comunidad, ni al papel
de los compañeros o de otros factores diferentes a la edad, o a por qué el fruto de un
cambio ha de ser una gramática más simple. La idealización presente en las propuestas de
1962 y 1968 favorece el retrato coherente de la teoría de la gramática, pero dificulta el
acercamiento a la irracionalidad del cambio (recuérdese el trabajo de Bach y Harms
1977).
El camino deductivo permitía formular restricciones secundarias: a) un cambio no
debe alterar la inteligibilidad; b) el número de reglas que puede agregarse debe ser
restringido; c) el cambio tiene más probabilidades de sobrevivir si implica añadir una
regla simple al final de una subdivisión de la gramática. No es que estos corolarios no
sean lícitos como parte del desarrollo general de la hipótesis problema. El problema es
que al enfrentar los siempre incompletos datos históricos, los supuestos en busca de
refrendo se convertían más bien en herramientas reconstructivas. La parte más dura de la
hipótesis es de hecho la que reúne los aspectos formales y empíricos alrededor del criterio
de simplicidad:
Si asumimos ahora que las reglas son agregadas siempre de [una en una] y en un
punto determinado de la gramática, se deduce que el orden sincrónico de las
reglas refleja la cronología relativa de la aparición de las reglas en una lengua.
Además, bajo estas condiciones, es posible utilizar el criterio de simplicidad como
una herramienta para inferir la historia de una lengua, porque nos permite
reconstruir diversos estados de una lengua aun en la ausencia de evidencia
externa, como documentos o préstamos en o de otras lenguas (Halle 1971, p. 155).
74
Más allá de la cordura técnica de servirse de un criterio de simplicidad o de un
criterio tipológico o de cualquier otro criterio general —a falta de otros argumentos—
para proponer hipótesis someras con el fin de reconstruir etapas desconocidas, es claro
que resultaría simplemente falaz, una vez elaborada la reconstrucción, pretender
desprender de ella una prueba de la validez de la hipótesis de partida. La afirmación de
Halle es sólo, en el mejor de los casos, una técnica reconstructiva, y no otra cosa.
Si es cierto que lo ofrecido por The Sound Pattern of English frustraba algunas
expectativas, los años finales de la década de los sesenta acogen numerosas iniciativas en
realidad poco compatibles entre sí o con el generativismo más ortodoxo, impresión que
puede verificarse revisando los trabajos contenidos en el libro fruto de la reunión sobre
Cambio lingüístico y teoría generativa sostenida en 1969 (Stockwell y Macaulay 1977).
Quizá el desarrollo más preciso de las teorías originales quepa encontrarlo en varios
trabajos de Kiparsky (como el excelente de 1968), que estaba distinguiendo entre reglas
de adición o de cambio fónico y reglas simplificadoras o analógicas.
La repercusión del primer generativismo sobre el estudio del cambio fue más
modesta que en otros campos de la lingüística. En general, se proporcionó un formalismo
interesante para describir saltos de estados, pero apenas se enfrentó el problema de los
mecanismos del cambio y la incorporación de los fenómenos variables a la teoría
lingüística. Las razones principales son tres: el relativo desinterés mostrado hacia cierto
número de trabajos empíricos sobre la variación y el cambio; el papel marginal concedido
dentro de la teoría al estudio del cambio lingüístico; la existencia de una larga tradición
de estudios sobre el cambio lingüístico ya dotada con un tipo de preguntas y un estilo de
respuestas propio.
La reacción al formalismo, en todo caso, no se hizo esperar. Cuando Chomsky y
Halle afirmaron haber estado describiendo la adquisición como un proceso instantáneo, y
que su modelo era sólo una primera aproximación idealizada al problema (1968, p. 331),
además de que su acercamiento a los rasgos, a las reglas y a la evaluación eran demasiado
formales (ibid., p. 400), muchos sintieron que el aprovechamiento de la gramática
75
generativa para el estudio del cambio lingüístico no iba a corresponder a las expectativas
creadas (Stockwell y Macaulay 1977, p. 10). Por otra parte, la fonología posterior a The
Sound Pattern of English evolucionó a través de un conjunto de subteorías, especializada
cada una de ellas en un aspecto diferente, por momentos a cierta distancia de la teoría
estándar. Varios de estos desarrollos tuvieron consecuencias interesantes para el
tratamiento fonológico de los datos variables. Las fonologías no lineales recuperaron la
sílaba como entidad imprescindible (cf. Vennemann 1972 y Hooper 1976), lo cual va a
ser trascendental para el tratamiento de la variación consonántica del español y de
muchas otras lenguas. La fonología lineal trataba el acento como una propiedad
segmental más, es decir, como una propiedad de las vocales, pero la fonología métrica lo
trató como un atributo de la rima silábica (piénsese en las consecuencias para el
tratamiento de las vocales, cf. el cap. 2 de este libro). Otras categorías suprasegmentales
fueron abordadas desde la fonología prosódica. En el modelo estándar, los rasgos
segmentales aparecían sin ningún orden en especial en el seno de matrices. La fonología
autosegmental, y la derivada geometría de rasgos, ordenan los rasgos en jerarquías
arbóreas, con los rasgos de nivel inferior anclados en los nodos superiores, de modo que
una regla puede afectar a un rasgo o a un nodo (véase infra para el modelo geométrico
adoptado en la FVEM, a partir de Hall 2007). Chomsky y Halle habían abandonado la
distinción entre fonología y morfonología, pero la fonología léxica introduce dos niveles
de reglas léxicas y unas reglas postléxicas (cf. Hinskens, van Hout y Wetzels 1997, pp. 3-
5; Herrera Zendejas 2000; el carácter postléxico de la entonación será un punto esencial
en las discusiones del vol. II de la FVEM).
Con todo y que las posibilidades formales aportadas por todas estas perspectivas
para tratar la variación y el cambio son muy apreciables, no es siempre evidente que
hayan ofrecido nuevas hipótesis sustantivas sobre el cambio lingüístico diferentes a las ya
presentadas por Halle en 1962. La incorporación de rasgos cuantitativos a las reglas
generativas fue una de las aspiraciones más notables y polémicas de algunos
variacionistas. Pero si bien Cedergren y Sankoff proponían en 1974 que la actuación es el
reflejo estadístico de la competencia, la exposición de Weinreich, Labov y Herzog (1968)
76
parecía usar las reglas generativas estándar simplemente como formalismo para hablar en
realidad de algo completamente diferente. De hecho, los años setenta y ochenta
mostraron distintos niveles de adaptación de las ideas fonológicas en los trabajos sobre
variación y cambio del español. La mayor parte de los trabajos con cierta ambición
fonologizadora tomaban como punto de partida las propuestas de Chomsky y Halle de
1968, aunque con diferencias según los ámbitos de trabajo. Sí es posible encontrar
ejemplos de formalización en trabajos de lo que podría llamarse dialectología teórica,
pero muy raramente en el análisis de datos geolingüísticos. También en los trabajos
históricos emerge el modelo estándar, no sin algunas críticas e incluyendo elementos de
la llamada fonología natural (cf. Pensado 1983, Harris-Northall 1990). Y en cuanto a los
trabajos sociolingüísticos, se solía aceptar casi sin reparos la hipótesis de Cedergren y
Sankoff (1974), como por ejemplo en López Morales (1983) sobre San Juan de Puerto
Rico, trabajo muy influyente que sirvió de modelo para otras investigaciones valiosas.
Las críticas al modelo estándar surgidas desde los trabajos de variación y cambio
se resumen en tres aspectos (cf. Harris-Northall 1990). Obsérvese que las críticas siguen
siendo válidas para los modelos fonológicos más recientes, incluidos los de corte optimal:
a) Excesiva idealización formal. Los trabajos con datos variables que emplean
formalismo generativista tienden a reducir los procesos naturales a esquemas
ortodoxos, pero simplistas. La gramática generativa supone que los cambios
suelen aumentar la simplicidad del sistema, lo cual no es cierto en muchos
casos. Además, la simplicidad formal requerida por la propia gramática tiende
a agrupar en reglas simples y unitarias fenómenos que en realidad se dieron o
se dan dispersos en el tiempo y en el espacio. La FVEM, en ese sentido,
adopta un punto de vista levemente escéptico acerca de los beneficios de la
formalización fonológica: aunque se ve como positiva la posibilidad de
relacionar fenómenos en apariencia muy diferentes, en cuya conjunción la
fonología puede desempeñar un papel interesante como medio de construir
generalizaciones, se concibe que ésta es descriptiva y no explicativa. Además,
se trabaja con un enfoque fonético-fonológico, asumiendo que los principios
77
aplicados y las generalizaciones conseguibles descansan en las mismas bases
con independencia del carácter categórico o variable de un fenómeno.
b) Base empírica problemática. La fonología generativa es casi inviable para
estudiar la variación y el cambio lingüístico por suponer metódicamente que
la comunidad de habla es homogénea y trabajar con hablantes-oyentes ideales.
Tal estrategia ha provocado que hayan debido crearse artimañas para explicar
hechos muy comunes. Por ejemplo, postular gramáticas alternativas para dar
cuenta de los varios estilos de habla disponibles en el repertorio de cualquier
habla para poner en práctica diferentes estrategias según las necesidades
comunicativas del momento. De la misma manera, los análisis históricos
generativistas suelen presentar líneas ideales de evolución dentro de un
dialecto, cuando en la realidad la concepción misma de tales dialectos es muy
problemática, entre otras cosas porque los dialectos no viven aislados y el
contacto lingüístico es la sustancia misma de la vida comunitaria que da pie a
la variación y el cambio. Por si todo esto fuera poco, no siempre se han tenido
en cuenta con el cuidado necesario muchos de los resultados de los proyectos
descriptivos. La FVEM parte, como se plantea desde las primeras líneas de
este capítulo, de una concepción comunitaria, de la observación de la vida
social con métodos y enfoques realistas y de bases empíricas bastante amplias,
como queda anotado en la sección de Fuentes en los preliminares del libro16.
c) Sentido cuestionable del enfoque en su conjunto. En fonología generativa sólo
interesa el resultado, no los procesos de innovación y difusión. Las reglas se
presentan como si fueran estáticas y abruptas, cuando los cambios son por
naturaleza dinámicos y muchas veces graduales. No es fácil decidir, por
ejemplo, cómo tratar una regla de epéntesis de [e], vigente por amplísimos
períodos de tiempo (que aparece en español por subespecificación en
16 Estoy consciente de que existen numerosos estudios valiosos tanto locales como puntuales que pueden matizar parte de lo que se dice en los capítulos siguientes; no todo ha sido posible tenerlo en cuenta, por el simple motivo de las limitaciones prácticas y personales a la hora de emprender un trabajo de carácter general, como intenta ser la FVEM.
78
diferentes contextos, cf. Núñez Cedeño y Morales-Front 1999, pp. 143-145).
Sólo interesan los aspectos internos de los cambios y su reflejo en la
competencia de los hablantes. Pero los cambios no pueden reducirse a reglas o
a otro tipo de formalizaciones que sólo muestren que el cambio ha tenido
lugar, sin considerar la naturaleza variable y cambiante de las lenguas. El
espíritu de la FVEM (más allá de sus limitaciones) es ofrecer una visión
integral de la variación fónica, en especial en sus dimensiones temporal,
espacial y social, ofreciendo, en la medida de lo posible, diferentes
proyecciones bajo parámetros aparentes y reales que sugieren el camino
adoptado por los procesos variables. En algunos casos, asimismo, se ensayan
explicaciones que apuntan a dar cuenta de las motivaciones para la expansión,
la retracción o la estabilidad de determinadas variantes.
Parecería poder decirse que la mayor parte de las críticas al modelo estándar son
válidas también para los modelos no lineales y no derivativos, aun reconociendo que, al
menos en lo que toca al problema de la excesiva idealización formal, las aproximaciones
optimales son más flexibles para dar cuenta de la variación. Tampoco puede decirse,
desde luego, que desde el variacionismo haya surgido una propuesta fonológica
alternativa. Lo más parecido a ella fueron las reglas variables (Labov 1969, Cedergren y
Sankoff 1974), que en lo fundamental implicaban acompañar las reglas estándar de
coeficientes probabilísticos, bien de manera directa en la regla, bien por medio de una
matriz adyacente, sin cuestionar en realidad el aspecto general del modelo fonológico. De
hecho, varias de las críticas acumuladas en los años posteriores fueron, paradójicamente,
de corte formal, pues cuando nuevas propuestas fueron modificando o reemplazando
abiertamente el modelo estándar, la base formal de las reglas variables no se actualizó.
Como sea, los problemas sustantivos eran más graves. Nunca quedó claro cómo era
posible que los coeficientes probabilísticos surgidos del estudio de la actuación
lingüística de una comunidad pudieran sumarse a reglas diseñadas para explicitar la
competencia lingüística individual. No suele ponerse en tela de juicio el valor de los
análisis multivariables, pero la posibilidad de otorgarles un peso teórico específico y
79
directo en un modelo fonológico se fue esfumando o desapareció de la discusión con el
tiempo. Para mediados de los ochenta estaba bastante claro que la propuesta original de
reglas variables había dejado de ser viable como opción teórica (cf. el contundente trabajo
de Fasold de 1991). Se han seguido empleando a veces, olvidando los cuestionamientos,
o bien tomando los datos cuantitativos como un tipo de argumentos importantes para
decidir cuál es el mejor de entre varios análisis fonológicos (como en parte, de hecho, se
hace en la FVEM). Existen, ciertamente, actualizaciones formales de la representación
fónica como base para la incorporación del material variable, convertidas en tesis para
relanzar la idea de reglas variables, de modo que se han propuesto extensiones
variabilistas de la fonología léxica (Guy 1994), o de principios como el de contorno
obligatorio (el PCO, concebido como una restricción variable en Guy y Boberg 1997), e
incluso se han comparado las bondades de la optimidad con las de las reglas variables
(Guy 1997).
Pero el problema de fondo, a mi juicio, no es simplemente establecer los
fundamentos técnicos para incorporar lo mejor posible los hechos variables a modelos
categóricos. La cuestión verdadera es el qué se quiere modelar: mientras se busquen
calzadores para incrustar la variación en las competencias individuales se llegará siempre
a la misma paradoja, que no es otra que el hecho de que la variación y el cambio sólo
cobran sentido vistos y estudiados desde la comunidad, porque son fenómenos sociales.
Por eso en la FVEM ha parecido preferible partir de la idea de que la única visión realista
posible de la variación es histórica y social, aceptando que el estatus del material
formalizado es meramente descriptivo e instrumental y dando por sentado que hay que
buscar la explicación en otro lado.
A continuación se repasan los lineamientos generales de la perspectiva optimal,
las discusiones acerca de la forma de incorporar los fenómenos variables a tal clase de
representaciones y la solución operativa empleada en la FVEM.
80
Particularidades generales del acercamiento optimal
Como se ha señalado, cabe ufanarse de que la teoría fonológica haya ido siendo cada vez
más flexible para contener, tratar o discutir los elementos variables (Hinskens, van Hout y
Wetzels 1997, p. 3), más allá de la paradoja mencionada supra. Si los modelos
fonológicos no lineales, con la recuperación de las gradas prosódicas y la concepción
estructurada y geométrica de los rasgos, habían llegado a ser mucho más capaces para
enfrentar la variación fónica, la optimidad, surgida a comienzos de los años noventa (cf.
Prince y Smolensky 2004, McCarthy y Prince 1994), supuso una ruptura radical con los
desarrollos fonológicos anteriores. La optimidad propone un modelo fonológico no
derivativo, especialmente útil para tratar la diversidad lingüística, entre otras cosas
porque no es completamente categórico y permite las excepciones. La perspectiva sigue
perteneciendo, en cualquier caso, a la esfera del pensamiento chomskyano, de modo que
la lingüística se concibe como el estudio de los universales, o propiedades compartidas
por todas las lenguas, y de la variación lingüística posible entre las lenguas. Una vez más,
la lingüística es una teoría explicativa del conocimiento inconsciente que los hablantes
tienen de su lengua (cf. Prince y Smolensky 2004; Archangeli 1997; Kager 1999, cap. 1;
McCarthy 2002, 2008; Cutillas Espinosa 2003; de Lacy 2007b).
El modelo fonológico optimal consta de un componente generativo (GEN),
alimentado por el lexicón (o desde el output de un módulo sintáctico separado); los
candidatos propuestos desde el instrumento generativo, infinitos en principio, son
evaluados (EVAL) por medio de una serie de restricciones universales, de forma que se
obtiene un ganador. Por último, los candidatos más satisfactorios alcanzan a ser
interpretados fonéticamente desde el módulo correspondiente. Dado la universalidad de
las restricciones, la única diferencia entre las lenguas debería ser el orden jerárquico de
las restricciones mismas y el contenido del lexicón. Los dos tipos generales de
restricciones son las de BUENA FORMACIÓN y las de FIDELIDAD. Las primeras evalúan la
estructura del output; las segundas, su relación con otras formas (típicamente, las del
input). Se supone que las restricciones de cada fonología están totalmente jerarquizadas
(aunque el dato exacto no siempre puede atestiguarse, y que son infringibles (incluso por
81
el candidato ganador), aunque las infracciones son menos graves si se producen ante una
restricción más baja en la jerarquía, o si violándose la misma restricción se hace en un
número menor de veces (cf. de Lacy 2007b, pp. 9-10).
En cuanto a la evaluación de la relación entre input y ouput, cabe señalar que las
restricciones de FIDELIDAD regulan la presencia y la identidad de los rasgos, así como e
orden lineal de los elementos. Algunas de las principales entre estas restricciones son las
siguientes (McCarthy y Prince 1995a, de Lacy 2007b, p. 14)17:
(1) a. Sobre la presencia de segmentos:
MAX-IO: constituye una infracción cada segmento x del input sin
correspondencia en el output (cada elisión).
DEP-IO: constituye una infracción cada segmento x del output sin
correspondencia en el input (cada epéntesis).
b. Sobre la identidad de los rasgos:
IDENT [rasgo]: se produce una infracción de la restricción si el
segmento x presenta [αrasgo] en el input y [–αrasgo] en el output (es
decir, no se cambie el valor del rasgo).
c. Sobre el orden lineal:
LINEARITY: para cada par de segmentos x, y del input, y dados sus
correspondientes en el output x', y' en el ouput, se produce una
infracción si x precede a y, e y' precede a x' (que no haya metátesis).
d. Sobre las relaciones entre uno y varios:
UNIFORMITY: constituye una infracción cada segmento del output al
que corresponda más de un segmento en el input (cada fusión).
17 Además de las relaciones de FIDELIDAD entre el input y el output (I-O), se han considerado las relaciones entre bases y reduplicantes (B-R), ya dentro del ouput (cf. Raimy 2000). Otro aspecto interesante es la localidad de la interacción de las restricciones, pues una regla o una constricción pueden ser globales (es decir, aplicarse en diferentes lugares) u opacas (aplicarse sólo una vez). La fonología optimal maneja con gran facilidad el primer tipo de localidad, precisamente por ser no derivativa, pero tiene mayores problemas para lidiar con la opacidad (cf. McCarthy 2007, pp. 107-114).
82
El volumen I de la FVEM se mencionan las siguientes restricciones de fidelidad
(en los pasajes correspondientes de los capítulos 2 a 5 se aclara la procedencia de cada
restricción y se procura justificar las razones para su uso):
(2)
a. MAX-IO: todo elemento del input debe tener uno correspondiente en el output.
b. MAX STRESSσ [X]: un segmento presente en el input tiene que estar en el output,
si se encuentra en una sílaba acentuada.
c. MAX STRESSσ [b] [g]: un segmento [b] o [g] oclusivo presente en el input tiene
que estar en el output, si se encuentra en una sílaba acentuada.
ch. MAX STRESSσ [ð]̞: una [ð]̞ en el input tiene que estar presente en el output, si se
encuentra en una sílaba acentuada.
d. MAX #[ð]̞: una [ð]̞ en posición inicial de palabra en el input tiene que aparecer
en el output.
e. MAX [ð]̞: se prohíbe la elisión de [ð]̞.
f. MAX-ONSET(A0): los segmentos en el ataque con el máximo estrechamiento (no
continuos, oclusivos, nasales y laterales) presentes en el input tienen que
estar en el output.
g. MAX-ONSET(Af): los segmentos en el ataque con grado medio de apertura
(fricativos) tienen que estar en el output.
h. MAX-ONSET(AMAX): los segmentos en el ataque con grado máximo de apertura
(aproximantes y vocales) presentes en el input tienen que estar en el
output.
i. IDENT [rasgo]: el signo de un rasgo del input no debe alterarse en el output.
j. IDENT(aproximación): las características de aproximación del input no debe
modificarse en el output.
k. IDENT(continuidad): el tipo de continuidad del input no debe modificarse en el
output.
l. IDENT(estridencia): el tipo de estridencia del input permanece idéntico en el
83
output.
ll. IDENT(LUGAR): el LUGAR articulatorio de un segmento debe ser idéntico en el
input y en el output.
m. IDENT(anterioridad): la anterioridad del input no debe modificarse en el output.
n. IDENT(distribución): el tipo de distribución del input no debe modificarse en el
output.
ñ. IDENT(lateralidad): la lateralidad del input no debe modificarse en el output.
o. IDENT /R/: el tipo de rótica presente en el input tiene que permanecer en el
output.
p. IDENT #[−continuo]/[+anterior]: en inicio absoluto, un input [−continuo] y
[+anterior] debe ofrecer los mismos rasgos en el output.
q. IDENT V[+continuo]/[−anterior]: tras vocal deben aparecer los rasgos
[+continuo] y [−anterior] en el input y en el output.
r. IDENT C[−continuo]/[−anterior]: tras consonante debe aparecer un output
[−continuo] y [−anterior] idéntico al input.
s. IDENT-IO [µ]: el valor moraico del input debe ser idéntico al del output.
t. IDENTOBSTR(LUGAR): el LUGAR articulatorio de los segmentos obstruyentes debe
ser idéntico en el input y en el output.
u. IDENT(sonoridad): la sonoridad de un segmento debe ser idéntica en el input y
en el output.
v. IDENT-PROMINENCE [–continuo]: debe aparecer una oclusiva en posiciones
prominentes en el input y en el output.
w. IDENT(estrechamiento): el grado de apertura debe ser igual en el input y en el
output.
x. IDENT [+consonante]: el rasgo [+consonante] debe mantenerse en el input y en
el output.
y. DEP-IO: no debe haber segmentos en el output que no tengan correspondencia
en el input.
84
z. DEP-LINK: no debe haber asimilaciones (inclusión de asociaciones en el output
no presentes en el input).
Como puede observarse, la lista puede en realidad reducirse a tres restricciones
básicas de FIDELIDAD: las que corresponden a MAX-IO, (2a) a (2h), que bloquean las
elisiones; las propias de IDENT-IO, que van de (2i) a (2x), encargadas de preservar la
identidad del material; y un par de restricciones de la familia DEP-IO, (2y) y (2z), cuya
función es evitar la inclusión de material nuevo en el output. Los miembros de cada
familia se van formando mediante la inclusión de precisiones sintagmáticas y
paradigmáticas, que establecen el ámbito preciso de acción propio de cada una de las
restricciones en los procesos descritos. Como ocurre también con las restricciones de
BUENA FORMACIÓN, muchas de ellas se emplean a propósito de varios procesos diferentes,
intentando respetar el principio de eficiencia o economía formal en la descripción.
La evaluación de la estructura del output, por otra parte, se lleva a cabo por medio
de las restricciones de BUENA FORMACIÓN. Éstas pueden ser de dos tipos, según hagan
referencia o no al contexto: las restricciones de MARCACIÓN o BUENA FORMACIÓN
CONTEXTUAL, en cuya formulación se atiende a diferentes aspectos propios de la
disposición estructural del contexto, y las restricciones de NATURALIDAD o BUENA
FORMACIÓN INTRÍNSECA, que no necesitan atender en especial a las propiedades del
contexto y que con frecuencia atienden a propiedades articulatorias, aerodinámicas o
acústicas del sonido, de modo que vienen a corresponder en buena medida a lo que
tradicionalmente se consideraba como principio del menor esfuerzo o economía
articulatoria18. Tanto la marcación como la naturalidad tienen una larga tradición en
fonética y en fonología; si la marcación era ya uno de los condicionamientos
mencionados por Jakobson para discutir el cambio lingüístico, la discusión de la
naturalidad fonética se remonta cuando menos al siglo XIX. El atractivo de la lectura
18 No siempre se hace o es necesario hacer esta distinción entre dos tipos de restricciones de BUENA FORMACIÓN, sino que simplemente se habla de MARCACIÓN en términos generales para hacer referencia a toda esta familia de restricciones, en el sentido más amplio posible. Aquí sí se trata de una distinción importante, puesto que se va a aprovechar infra en el esbozo de modelo de cambio multidimensional.
85
optimal es haberlas incorporado a un modelo más general, sin concederles un valor
absoluto. La marcación, de todos modos y como ha señalado Haspelmath (2006) puede
entenderse de muchas, quizá demasiadas, formas diferentes, y se torna un principio
demasiado escurridizo en el trabajo lingüístico. No hay duda, por otra parte, de su
productividad en los planteamientos optimales (cf. de Lacy 2006).
Entre las restricciones de MARCACIÓN o BUENA FORMACIÓN CONTEXTUAL
empleadas en el volumen I de la FVEM se encuentran las siguientes:
(3)
a. *PCO(LARÍNGEO) #: se prohíbe aplicar el Principio de Contorno Obligatorio para
rasgos en el ámbito del nodo LARÍNGEO en final de emisión.
b. *V[ð]̞V: no debe haber coronales aproximantes en posición intervocálica.
c. AGREE(X): dos segmentos adyacentes deben ser iguales.
ch. AGREE(estrechamiento): los segmentos adyacentes deben concordar en el
grado de estrechamiento.
d. AGREE(sonoridad): los segmentos adyacentes deben concordar en sonoridad.
e. *ONSET: no debe haber segmentos en el ataque de la sílaba.
f. *ONSET [+aproximante]: no debe haber segmentos [+aproximante] en el ataque
de la sílaba.
g. *ONSET [–aproximante]: no debe haber segmentos [–aproximante] en el ataque
de la sílaba.
h. *ONSET [+continuo]: no debe haber segmentos [+continuo] en el ataque de la
sílaba.
i. *ONSET [–continuo]: no debe haber segmentos [–continuo] en el ataque de la
sílaba.
j. *COMPLEX ONSET: no debe haber ataques silábicos complejos.
k. *CODA: no debe haber segmentos en la coda de la sílaba.
l. *COMPLEX CODA: no debe haber más de un segmento en la coda silábica.
ll. *CODA/obstruyente: no debe haber segmentos obstruyentes en coda silábica.
86
m. *CODA/oclusiva: no debe haber segmentos oclusivos en coda silábica.
n. *CODA/fricativa: no debe haber segmentos fricativos en coda silábica.
ñ. *CODA/nasal: no debe haber segmentos nasales en coda silábica.
o. *CODA/líquida: no debe haber segmentos líquidos en coda silábica.
p. *CODA/semivocal: no debe haber segmentos semivocálicos en coda silábica.
q. *CODA [+sonoro]: no debe haber segmentos [+sonoros] en coda silábica.
r. *CODA [+obstruyente]/[+sonoro]: no debe haber segmentos [+obstruyentes] y
[+sonoros] en coda.
s. *CODA [–continuo]: no debe haber codas que sean [–continuo].
t. *CODA [+continuo]: no debe haber codas que sean [+continuo].
u. *CODA [s]: no debe haber [s] en coda silábica.
v. HNUC (nuclear harmony constraint): un núcleo de mayor sonoridad es más
armónico que uno de menor sonoridad.
w. *GEM: se prohíben las soluciones geminadas.
Por otra parte, entre las restricciones de BUENA FORMACIÓN INTRÍNSECA (o ajena al
contexto, o NATURALIDAD) empleadas cabe señalar las mencionadas en (4), que de alguna
manera se pueden reducir a dos ideas generales: que todo proceso tiene que respetar la
naturalidad fonética y la naturalidad tipológica.
(4)
a. *LABIAL: es preferible que un segmento no sea LABIAL.
b. *CORONAL: es preferible que un segmento no sea CORONAL.
c. *DORSAL: es preferible que un segmento no sea DORSAL.
ch. *FARÍNGEO: es preferible que un segmento no sea FARÍNGEO.
d. *[+estridente]: es preferible que un segmento no sea [+estridente].
e. *[–estridente]: es preferible que un segmento no sea [–estridente].
f. *[–anterior]: es preferible que un segmento no sea [–anterior].
g. *[+anterior]: es preferible que un segmento no sea [+anterior].
87
h. *[–distribuido]: es preferible que un segmento no sea [–distribuido].
i. *[+distribuido]: es preferible que un segmento no sea [+distribuido].
j. *[–glotal]: es preferible que un segmento no sea [–glotal].
k. *[+glotal]: es preferible que un segmento no sea [+glotal].
l. HAVE PLACE: un segmento debe tener LUGAR de articulación.
ll. *RESONANTE [–sonoro]: los segmentos resonantes no son sordos.
m. *[alv]/[+distr]: es preferible que un sonido alveolar no sea [+distribuido].
n. *[dent]/[–distr]: es preferible que un sonido dental no sea [–distribuido].
ñ. *[alv]/[–distr]: es preferible que un sonido alveolar no sea [–distribuido].
o. *[dent]/[+distr]: es preferible que un sonido dental no sea [+distribuido].
p. *[CORONAL]/[–anterior]: es preferible que un segmento [CORONAL] no sea [–
anterior].
q. *[CORONAL]/[+anterior]: es preferible que un segmento [CORONAL] no sea
[+anterior].
Como señala Colina (2009, pp. 5-8), varios problemas son particularmente
interesantes dentro de la investigación actual dentro de la fonología optimal: a) la teoría
de la correspondencia y las restricciones output-output. Si la teoría de la correspondencia,
en relación con la FIDELIDAD, relaciona el input con el output de los candidatos, dando
lugar a las restricciones IO, es posible establecer también relaciones entre dos outputs
(OO), como una base y un reduplicante (BR), una base y una forma trunca (BT), una base y
una forma relacionada morfológicamente, formas relacionas morfológicamente que no
son derivadas, y ouputs relacionados léxicamente, entre otros. La condición general es
que la base tiene que ser una forma que aparezca de modo independiente, y contener un
subconjunto de los rasgos gramaticales de la forma derivada. Las restricciones OO se
jerarquizan aparte de las IO. En español, las relaciones OO han servido para trabajar
problemas como los hipocorísticos, los vocoides, los plurales, los diminutivos, la
aspiración de /s/ y los prefijos. La FIDELIDAD al input puede producir infracciones a la
BUENA FORMACIÓN, pero al no considerar al input pueden emerger estructuras no
88
marcadas, lo que da pie a que las restricciones OO de BUENA FORMACIÓN queden por
arriba de las restricciones OO de FIDELIDAD: este fenómeno es conocido como "la
emergencia de lo no marcado" (McCarthy y Prince 1994); b) la optimización del lexicón
y la riqueza de la base. No existen restricciones que afecten al input, de modo que la
teoría de la optimidad se basa por entero en el output, explicado por las restricciones y su
jerarquización. Sí se postulan representaciones subyacentes, pero el punto es que la
fonología tiene que poder tratar con cualquier input potencial y seleccionar sólo el output
óptimo. Dada la riqueza de la base, se supone que el aprendiz selecciona el input más
parecido al output, estrategia conocida como optimización del lexicón; c) el residuo
derivativo y la posibilidad de postular estratos. La opacidad es problemática para la
fonología optimal: tradicionalmente, se trata de situaciones en que aparece el contexto
apropiado, pero el proceso no tiene lugar, así como de casos en que el proceso tiene lugar
aun cuando el input no encuentre ya la descripción estructural apropiada. En opinión de
Colina (p. 7), este problema puede tratarse por medio de restricciones OO de IDENTIDAD o
por medio de restricciones de alineamiento. Una solución alternativa propuesta por
algunos autores19 sugiere la necesidad de un número restringido de estratos, de modo que
los ámbitos fonológicos de raíz, palabra y frase piden diferentes jerarquías de
restricciones. Así, el output de la raíz es el input del ámbito palabra, y el ouptut de este
nivel es el input del nivel frástico; d) la variación y la jerarquía de restricciones. Los datos
dialectales, en opinión de Colina, pueden explicarse por medio de variaciones en la
jerarquía de restricciones. Más problemática es la variación no dialectal o intra-dialectal,
aunque se hayan empleado reordenamientos de restricciones. Otras opciones son el
ordenamiento parcial de las restricciones o la optimidad estocástica, que para Colina
tendría potencial para explicar incluso la variación compleja no categórica propia de los
datos sociolingüísticos (estas y otras posibilidades se discuten infra).
19 Véanse al respecto las propuestas de Bermúdez-Otero, en http://www.bermudez-otero.com/Stratal_Optimality_Theory.htm, así como en Bermúdez-Otero (2012). Otra sugerencia consiste en postular una fonología optimal con cadenas de candidatos, de modo que la opacidad se explique por medio de una síntesis de optimidad y de derivaciones, de modo que un candidato conste de una forma de superficie y de una serie de formas intermedias (cf. McCarhy 2007b). En opinión de Colina (id.), tal combinación no es necesaria para explicar los datos del español. Sobre opacidad y variación, véase también Anttila, Fong, Benus y Nycz (2008) y Ettlinger (2009).
89
Se han propuesto, entonces, diferentes maneras de incorporar los hechos variables
a las representaciones optimales; el punto común es, desde luego, proporcionar recursos
formales que permitan autorizar varios candidatos válidos, de modo que quede expresada
la riqueza del output. No faltan, desde luego, las voces que, desde la optimidad, siguen
proponiendo lo mismo que Halle en 1962, es decir, que el cambio se produce por saltos
generacionales más o menos abruptos, lo que se representa por medio de reanálisis en las
gramáticas de los nuevos hablantes. Piénsese que si el mecanismo dispuesto en la visión
optimal para dar cuenta de la variación y el cambio es la mudanza en el orden jerárquico
de las restricciones, no es particularmente espectacular descubrir que ése es precisamente
el mecanismo del cambio. Con una visión más empírica, en cualquier caso, parece
necesario buscar soluciones más detalladas (suponiendo, claro, una actitud diferente a los
que piensan que los hechos de variación son libres y residuales). Guy (1997) formulaba
críticas severas a las posibilidades brindadas por la optimidad para dar cuenta del cambio
y la variación: aunque la optimidad original no es categórica, sí es determinista, pues
prevé un único output. Ha sido necesario, de hecho, acudir a diferentes subterfugios para
dar cuenta de la variación individual y comunitaria. Si las restricciones son universales e
incluso innatas, todas deberían ser accesibles para cualquier hablante; la suposición de
que las restricciones inobservables están de todos modos presentes, pero muy por debajo
en la jerarquía, es incomprobable. Dado que la forma de modelar diferencias entre lectos
son los diversos órdenes jerárquicos entre restricciones, esto supondría que las diferencias
entre hablantes dentro de una comunidad serían del mismo tipo teórico que las que se
presentan entre comunidades. La cuantificación tiende a ser bastante imprecisa. El peso
de una restricción superior no puede compensarse por medio de una evaluación global, y
el efecto de una restricción queda en suspenso ante otra restricción superior. Además, la
fonología optimal es irrestricta, pues “a set of just 20 constraints, far fewer than are
necessary to account for all phenomena in all languages, would have about 2.35 × 1018
possible orderings” (ibid., p. 341). En un sentido parecido se pronunciaba McMahon
(2000), al considerar la dificultad de aceptar la universalidad de muchas de las
restricciones, y no simplemente que son específicas de una lengua determinada. Más
90
grave es quizá el hecho de que no se explique por qué se produce el reordenamiento de
las restricciones, y debería delimitarse cuáles de ellos son posibles. La comparación entre
órdenes anteriores y posteriores a un cambio ofrece una visión estática, sin decir gran
cosa del proceso de transición, lo que sugiere que los modelos formales son meramente
descriptivos con respecto al cambio lingüístico, no explicativos. Las explicaciones
funcionales (como la de Haspelmath) tienen que reducir el papel del innatismo y aceptar
que las selecciones de variantes depende muchas veces de factores contingentes y
externos. Desde la optimidad, parecería tratarse de la misma manera los cambios
regulares y frecuentes que los esporádicos, de modo que “it would seem that reranking is
descriptive at best, fortuitous at worst, and post hoc either way, so long as the constraint
set is in principle unrestricted, and the reranking itself depends on external factors,
whether phonetic, functional or sociolinguistic” (p. 239).
Quizá los dos problemas que se han explorado en más detalle, en el sentido
variable, sea la cuestión de las modificaciones estilísticas en un mismo hablante y la
representación de los cambios diacrónicos. Ambos problemas se han abordado por medio
de alteraciones en el orden entre las restricciones de FIDELIDAD y de BUENA FORMACIÓN.
Así, en los estilos de habla más formales, las restricciones de FIDELIDAD tienden a ocupar
un lugar más elevado en la escala jerárquica, mientras que las de BUENA FORMACIÓN se
vuelven particularmente relevantes en los estilos de habla informales. De la misma
manera, al estudiar el cambio lingüístico, un ascenso de las restricciones de FIDELIDAD
suele implicar un proceso de retracción (cf. Martín Butragueño 2008), tipo de
movimiento muy común, cuando menos en las circunstancias desdialectalizadoras de las
sociedades occidentales; por el contrario, una superior posición jerárquica de las
restricciones de BUENA FORMACIÓN puede estar asociada a la difusión de una innovación
lingüística.
Una clara diferencia entre ambos tipos de procesos —los estilísticos y los
vinculados al cambio— tiene que ver con el carácter individual o colectivo en que hay
que buscar su dominio de aplicación. Si los procesos estilísticos son un problema para la
representación de la competencia fonológica, los vinculados al cambio sólo pueden verse
91
desde una fonología trazada desde y sobre la comunidad de habla. La dimensión
individual del estilo ha hecho que se trate como un fenómeno de gramáticas coexistences
o de gramáticas en competencia (véase por ejemplo Guitart 1997 para el español o Van
Oostendorp 1997 para el holandés). La idea de gramáticas coexistentes, en cualquier
caso, ha sido duramente criticada en diferentes ocasiones:
This approach is mainly theorical. Two varieties which have been separately
described in their entirety have never compared. There are not explicit criteria for
a systematic comparison. The reference to the need for social categories is mere
lip service. This position, then, belongs to traditional “autonomous” linguistics
and is, with regard to variation, no more than formal extension (Dittmar 1996, p.
128).
El problema de fondo con la idea de gramáticas coexistentes aplicada a la
variación estilística es que resulta extraño o al menos poco intuitivo suponer que
cualquier cambio de estilo llevado a cabo por un hablante, así sea en una misma
intervención, es en realidad un cambio de gramática. Existen, por otra parte, algunas otras
propuestas más flexibles, de modo que se ha hablado de restricciones no jerarquizadas
(ya en Antilla 1997) y de restricciones flotantes (Nagy y Reynolds 1997; cf. Morris 1998
para la variación estilística del español). Bajo la idea de restricciones flotantes se parte
también de la jerarquización variable de restricciones. Sin embargo, se defiende que
existe una sola jerarquía en que algunas restricciones, las que tienen que ver con la
variación, están jerarquizadas con respecto a ciertas restricciones, pero no con respecto a
otras, quedando así sólo parcialmente ordenadas. Frente a los sistemas de gramáticas
coexistentes en que se diseñan varias jerarquías paralelas pero categóricas, la perspectiva
de restricciones flotantes requiere que los hablantes únicamente conozcan una jerarquía,
con un subconjunto de restricciones jerarquizado de manera incompleta (Morris 1998, p.
33).
92
Una de las propuestas más citadas para dar cuenta del cambio fónico es la de
Anttila y Cho de 1998, presentada por sus autores como una teoría débil del cambio (p.
54), en el sentido de Weinreich, Labov y Herzog (1968, pp. 99-100), pues se trataría de
una teoría que formula restricciones sobre la transición de un estado de lengua a otro. Es,
en cualquier caso, un intento muy interesante de combinar las regularidades invariantes,
las regularidades variables y las preferencias estadísticas. Al estudiar la alternancia entre
la presencia de rótica y la elisión a final de palabra en inglés, proponen la existencia de
cinco dialectos, tres de ellos invariantes (tipos A, B y C) y dos variables (A+B y B+C).
En los dialectos A, no hay ni elisión ni inserción de rótica no etimológica, de modo que el
aspecto que adoptan las jerarquías correspondientes a las restricciones FAITH, *CODA y
ONSET es FAITH » ONSET, FAITH » *CODA y *CODA » ONSET. En los dialectos del tipo B,
aparece elisión ante una consonante presente en la palabra siguiente, pero no ante vocal;
los órdenes jerárquicos son entonces FAITH » ONSET, *CODA » FAITH y *CODA » ONSET.
Por fin, en las variedades del tipo C, la rótica desaparece ante consonantes, pero llega a
aparecer una rótica no etimológica ante vocal, de modo que ONSET » FAITH, *CODA »
FAITH y *CODA » ONSET. Las variedades A+B y B+C se presentan como combinaciones
de los tipos anteriores (lo cual puede ser en sí bastante discutible, por cierto), y en ellos
hay elisión e inserción variables. Para caracterizar A+B basta tomar lo que A y B tienen
en común, es decir, FAITH » ONSET y *CODA » ONSET; el tipo B+C, a su vez, surge de las
jerarquías compartidas por B y C: *CODA » FAITH y *CODA » ONSET. La única jerarquía
que tienen todas las variedades en común, y que de alguna manera las vincula, es *CODA
» ONSET. Se supone, además, que existiría una estela propia del trayecto recorrido por el
cambio lingüístico, de modo que A → A+B → B → B+C → C20.
Una solución más radical fue la propuesta por Haspelmath en 1999, a partir de la
idea de adaptación diacrónica. Además de la optimidad gramatical, existiría una utilidad
del usuario. De este modo, si se establece, por ejemplo, MAX LEX como restricción de
optimidad, de modo tal que pida que cada segmento del input de una palabra léxica o de
20 Cabe albergar ciertas dudas sobre la posibilidad de extender o generalizar este tipo de análisis. Seguramente no se representaría de la misma manera un cambio que se manifestara de manera diversa independiente en dos dialectos diferentes.
93
un morfema tenga que tener un segmento correspondiente en el output, existiría también
una MAX LEX entendida como restricción de utilidad, la cual señalaría que la preservación
del material fonológico de los elementos con mayor contenido semántico ayudaría al
oyente a identificar las partes más importantes de un discurso. Lo que vincularía a ambos
tipos de enunciados es precisamente la idea de adaptación, entendida como la matriz del
cambio lingüístico. Tal perspectiva presupone tres hipótesis, que a su vez constituyen los
pasos por los que transitaría el cambio: a) las lenguas presentan variación en todas las
áreas de la gramática; b) la frecuencia de uso de una forma se determina primariamente
por su utilidad; c) las estructuras de alta frecuencia terminan por hacerse obligatorias,
mientras que las poco frecuentes se pierden. Esta tercera hipótesis, no exenta de
problemas, apela a la idea de atrincheramiento (Langacker 1987, p. 59), proceso por el
que se asientan patrones en las gramáticas mentales de los hablantes21. Dado que la
evolución lingüística partiría de fuentes con frecuencia no aleatorias, el cambio
lingüístico sería más lamarckiano que darwiniano (recuérdese lo natural y lo artificial en
Keller 1994). Resulta así la paradoja de que las gramáticas se adaptan a las necesidades
de los hablantes, aunque éstos no puedan conformar la lengua activa y voluntariamente.
Aunque no cabe sino concordar en la necesidad de desarrollar una optimidad del uso, la
tesis tiene varios problemas, siendo el más notorio el elevado grado de idealización, pues
el individuo parece concebirse simplemente como un hablante oyente-ideal, fuera de la
comunidad y de los intercambios lingüísticos específicos. La variación, a su vez, se
concibe de forma muy difusa, sólo como proceso pasivo y no como actividad, envuelta en
una visión del cambio que sigue siendo autónoma, pues los procesos parecen surgir sólo
de la dinámica interna del lenguaje, de la cual los hablantes serían únicamente
espectadores no muy interesados.
Una de las propuestas más influyentes en la última década para incorporar la
variación es la llamada optimidad estocástica, que parte del algoritmo de aprendizaje
21 El asentamiento de patrones mentales trae a colación, por otro lado, algunas de las aproximaciones de corte cognoscitivo que se han propuesto a propósito de la variación. Ya Hudson, en 1997, tomaba los datos fónicos variables como prueba de la existencia de redes de prototipos. Puede verse ahora al respecto la parte tercera del volumen editado por Geeraerts, Kristiansen y Peirsman (2010), y el capítulo 7 de Moreno Fernández (2011), dedicado a la sociofonología y la cognición.
94
gradual (Boersma 1998, Boersma y Hayes 2001). El AAG es un algoritmo que pretende
servir para jerarquizar las restricciones durante el proceso de aprendizaje de una
gramática optimal. Según Boersma y Hayes (1991) sirve para aprender la variación
"libre", puede tratar de modo efectivo los datos de aprendizaje "ruidosos" y "explicar" los
juicios de buena formación graduados. Antes de seguir adelante con la exposición de los
planteamientos relativos al AAG, es necesario hacer notar que a los efectos útiles aquí
interesa más en su dimensión técnica que conceptual, debido a que a) está concebido en
principio para abordar problemas de aprendizaje; en el mejor de los casos, puede sugerir
cómo se transmite la variación, no como se difunde, en el sentido de Labov (2010); b)
parte del supuesto de la existencia de variación libre, común a la tradición generativista,
pero no pertinente desde el punto de vista de la variación y el cambio; c) en la medida en
que se como explicativo de juicios de gramaticalidad relativos, lleva la discusión al
terreno de la competencia individual; como se expuso desde las primeras líneas de este
capítulo, una fonología variable es realista y social. Hechas estas consideraciones, el AAG
tiene como rasgos interesantes asumir una escala continua de severidad de las
restricciones y considerar a la gramática como estocástica, pues en cada evaluación del
conjunto de candidatos se añade de modo temporal un pequeño componente
distorsionador al valor jerárquico de cada restricción, de modo que la gramática puede
producir outputs variables si algunas jerarquías de restricciones se encuentran cercanos
(ibid., pp. 45-46).
Dos conceptos fundamentales para entender el funcionamiento del AAG son la
escala jerárquica continua y la evaluación estocástica de candidatos. El algoritmo supone
una escala lineal de severidad en las restricciones, de modo que los valores más elevados
corresponden a las restricciones más altas; la escala se divide en unidades arbitrarias, sin
haber, en principio, límite inferior o superior (otros, como Zubritskaya 1997, también
proponen hablar de una escala). La figura 1.2 muestra algunas situaciones posibles.
a. Jerarquía categórica C1 C2 C3
95
severo laxo
b. Jerarquía categórica con rangos C1 C2
severo laxo
c. Jerarquía libre C2 C3
severo laxo
d. Resultado común: C2 » C3
.2 C2 C3 .3
severo laxo
e. Resultado no común: C3 » C2
C2 .3 .2 C3
severo laxo
FIGURA 1.2. Distintas jerarquías en una escala continua.
Fuente: Boersma y Hayes (2001, pp. 47-48)
96
Así, (a) presenta la escala continua, pero vinculada a un orden estricto y no
variable de las restricciones, lo que sería un caso especial dentro del panorama general,
de modo que C1 » C2 » C3. Por otra parte, la distancia entre C1 y C2 es mayor que entre C2
y C3. En el momento de hablar, o de evaluar los candidatos, la posición de las
restricciones puede verse perturbada por un valor aleatorio positivo o negativo, de modo
que puede hablarse más bien de un rango de valores al aplicar la restricción. Si los rangos
de cada restricción no se traslapan (caso b), entonces el efecto final es semejante a la
jerarquización categórica, pero si se traslapan (situación c), la jerarquización es variable.
Dado que el punto de selección preciso puede recaer en cualquier parte del rango, puede
que el orden de las restricciones no se altere (como en d) o que sí se altere (como en e). Y
los órdenes C2 » C3 y C3 » C2 producen diferentes outputs válidos. Las restricciones
jerárquicas se interpretan entonces como distribuciones probabilísticas:
For each constraint, we assume a function that specifies the probability that the
selection point will occur at any given distance above or below the constraint's
ranking value at evaluation time. By using probability distributions, one can not
only enumerate the set of outputs generated by a grammar, but also make
predictions about their relative frequencies (Boersma y Hayes 2001, p. 48).
El AAG supone que los puntos de selección para las restricciones lingüísticas se
distribuyen normalmente, en el sentido estadístico, con la media de la distribución en el
valor jerárquico; la desviación estándar de la distribución surge del proceso de
evaluación, no de las restricciones. Las curvas normales asociadas a un par de
restricciones pueden quedar traslapadas, y producirse la situación ya descrita en la figura
1.2 (casos d y e). La idea general es que el AAG permite ir llevando a cabo ajustes
moderados de los valores jerárquicos, que en última instancia conducirán a adquirir la
gramática correcta. El modelo implica que el aprendiz parte del dato de aprendizaje (una
forma adulta de superficie), que se toma como base para continuar construyendo la
gramática (o la fonología) en proceso; cuando la gramática en construcción genera
97
errores, es necesario irla reajustando, mediante la comparación entre las infracciones a las
restricciones propias del dato original y las del dato producido por el aprendiz. La
plasticidad es la cantidad numérica con que el AAG ajusta los valores jerárquicos de las
restricciones en un momento dado. En los casos de variación "libre", el algoritmo
producirá una gramática que imita las frecuencias relativas de las variantes "libres". Una
vez que el AAG ha aprendido una gramática, su validez puede atestiguarse simplemente
repitiendo muchas veces el proceso de evaluación estocástica, obteniendo estimaciones
precisas acerca tanto de qué formas genera la gramática como de las frecuencias con que
se generan las formas (ibid., p. 54).
El AAG, en suma, puede ser un recurso técnico interesante para incorporar algunos
aspectos de la variación a la fonología optimal, dado que intenta asignar de modo
empírico un valor jerárquico apropiado para cada restricción (ibid., p. 51; para el estilo,
véanse las pp. 82-83; véase sin embargo Kiparsky 2005 para una perspectiva contraria).
Debe observarse, por otra parte, que como perspectiva basada en un modelo de prueba,
error y ajuste, no es en sí una aportación sustantiva (explicativa) al problema de la
variación y el cambio (ciertamente, la propuesta tampoco parece pretender eso); de
hecho, como modelo sustantivo de cambio lingüístico no sería diferente a visiones como
las expresadas en Hockett (1958) y en muchos otros autores. Para que fuera un modelo de
transmisión o en especial de difusión lingüística necesitaría una prueba empírica que
diera contenido al proceso de ajustes (por ejemplo, la hipótesis etológica o del reparto de
variantes según la oferta y la demanda expuesto en Labov 1994).
También Díaz-Campos y Colina (2006) defienden que la variación puede ser
incorporada dentro de la fonología optimal. Al repasar los diferentes enfoques propuestos
para tratar el problema, consideran que su propio enfoque, consistente en una
combinación de las perspectivas de restricciones no jerarquizadas y la consideración de
pesos probabilísticos es compatible con el algoritmo de aprendizaje gradual de la
optimidad estocástica. Así, los pesos probabilísticos inferiores a 1 corresponderían a los
rangos superpuestos del algoritmo. Cuanto mayor sea la probabilidad, menor es el rango
de superposición, es decir, la verosimilitud de aplicar la jerarquía inversa. En cambio, los
98
pesos probabilísticos inferiores a 0.5 indicarían que la jerarquía opuesta es más frecuente
(pp. 436-437). Más allá de una confrontación entre la optimidad estocástica y la
optimidad probabilística (id., n. 10; Guy 2007, p. 22), quizá no demasiado diferentes en
los aspectos más técnicos de las propuestas, aunque seguramente sí en su trasfondo, el
volumen I de la FVEM adopta un punto de vista muy semejante al de Díaz-Campos y
Colina.
La optimidad estocástica (así como el conjunto de sus derivados y sus críticas) no
es, en todo caso, el único enfoque optimal que asigna valores numéricos a las
restricciones. Existen otros candidatos a dar cuenta de la variación de manera más
plausible. Una de esas perspectivas es la llamada gramática armónica distorsionable
(noisy harmonic grammar), esbozada desde Boersma y Weenink (2007) y Goldrick y
Daland (2009), en la que el candidato óptimo es aquel con la armonía numérica más alta.
Esta armonía es la suma de las puntuaciones de las restricciones ponderadas, de modo
que para cada restricción k en un conjunto de restricciones K, la puntuación infractiva del
candidato (sk) se multiplica por el peso de esa restricción (wk) (cf. Pater 2009, Coetzee
2009c, Coetzee y Kawahara 2011). Por su parte, la gramática de máxima entropía
(maximum entropy grammar) surge a partir de la demostración de Johnson (2002) acerca
de cómo una gramática optimal puede transformarse en un modelo de probabilidad
logística, idea luego aplicada a diferentes estudios sobre variación fonológica, como Jäger
(2007). Como señalan Coetzee y Pater (2011), donde puede encontrarse una reseña sobre
ésta y otras cuestiones relativas a la variación fonológica, los fonólogos ajenos a la
tradición sociolingüística se han mostrado reticentes a considerar las reglas variables, en
parte porque los pesos relativos concedidos a las variables son extraños a los formalismos
típicos de la fonología estándar basada en reglas; las cosas, sin embargo, son diferentes
para las fonologías restrictivas, pues el mecanismo nuclear para la priorización de
restricciones, sea ésta por medio de jerarquías o de ponderaciones, determina las
diferencias en la probabilidad de aplicación de los procesos.
Si la incorporación de los datos probabilísticos es uno de los grandes problemas
para que la fonología pueda dar cuenta de la variación, otro no menor es el tratamiento de
99
los hechos sociolingüísticos. No faltan tampoco las propuestas que sugieren cómo se
podría establecer un vínculo explícito con el mundo exterior. Kostakis (2010) esboza una
teoría del vestigio que pretende generar ese vínculo. La idea general es que el cambio
lingüístico consistiría siempre en la reducción del estatus de ciertas restricciones, sean de
FIDELIDAD o de BUENA FORMACIÓN; pero durante esa reducción quedaría un residuo, una
restricción vestigial de carácter output-output (frente a la naturaleza input-output de la
restricción original), que sería precisamente el vínculo con los factores externos. La
restricción VESTIGE, por ejemplo VESTIGE(*CODA), estaría regida por normas sociales, de
modo que los grupos demográficos con mayor apelación a VESTIGE usarán más formas
anticuadas que los grupos de baja demanda. Tal visión anti-modular de los factores
externos permitiría predecir la existencia de variación en una fonología optimal, aunque
sin formalizar la naturaleza precisa de esa variación, dadas las diferencias entre cultura y
cultura, de modo que la sociolingüística tendría que describir los factores sociales que
influyen sobre VESTIGE en cada caso.
Existen en suma diferentes posibilidades para proyectar la generalización
estocástica. Se recordaba supra la afirmación que establece que los datos variables son
compatibles con cualquier fonología que por lo pronto no prohíba la variabilidad. Esto es
cierto en líneas generales, pero hay que conceder que el enfoque adoptado sí tiene ciertas
consecuencias sobre las predicciones que pueden llevarse a cabo desde los modelos
formales. La perspectiva de la FVEM, por otra parte, fuertemente empírica, sugiere a)
trabar los datos por medio de modelos no excesivamente abstractos, que permitan
reproducir el camino inductivo que condujo a ellos; b) poder acceder en cualquier
momento a los soportes probabilísticos que sustentan los pasos analíticos; c) emplear una
forma de trabajo compatible con la lectura sociolingüística clásica —esto es, el tipo de
material inserto en las reglas variables— y al tiempo dialogante con las posturas de
tradición más fonológica. En ese sentido, se adopta un acercamiento optimal
probabilístico, pero abierto no sólo a la asignación de probabilidades a las jerarquías de
restricciones, sino también y cuando convenga, al examen probabilístico del respeto
concedido a cada restricción. Esto último es provechoso para poder exponer en mayor
100
detalle los matices de aplicación de cada jerarquía. Sin embargo, no se incorporan
mecanismos generadores de vínculos sociales de forma explícita en las formalizaciones
fonológicas (entre otras cosas, porque como se expone infra, se considera que el papel de
los factores sociales es en general superior al de los factores lingüísticos, afirmación
metarregular, o metarrestrictiva, lo que sugiere una lectura de los hechos antes modular
que anti-modular).
De esta forma, siempre que ha sido posible se han establecido las generalizaciones
fonológicas a partir del examen de datos cuantitativos, proyectados por medio de
probabilidades logísticas o de frecuencias. En otras ocasiones, los datos de partida
provienen de exámenes de mapas lingüísticos aislados y la fundamentación es en ese caso
cualitativa. Los datos cuantitativos, cuando existen, no se incorporan a las jerarquías de
restricciones, sino que son la base argumentativa para organizarlas. Se ofrecen también
diferentes cuadros comparativos en los que se confronta el aspecto de las jerarquías de
diferentes variedades de habla. Debe considerarse que en ambos casos, tanto en las
fonologías variables de una variedad como en la comparación diafonológica entre
variedades, que existen diferentes candidatos válidos (supra), en la medida en que se
documentan en la realidad, lo que genera, en última instancia, la diferencia fundamental
entre las representaciones variables y las representaciones categóricas.
HACIA UN MODELO MULTIDIMENSIONAL EXPLICATIVO DE LA VARIACIÓN Y EL CAMBIO
La posible explicación de las razones por las que se produce la variación lingüística, la
cual a su vez puede desembocar en cambios de todo tipo, parte de una visión dinámica de
los hechos lingüísticos. El principio de la decisión mínima y la repercusión máxima, ya
mencionado supra, otorga el papel de causa a los hablantes, y el de efecto a las
estructuras lingüísticas. Cada decisión ventajosa establecida por cada hablante en cada
evento comunicativo puede tener efectos acumulativos que desemboquen en cambios
lingüísticos, siempre y cuando se den las condiciones adecuadas, que básicamente
101
consisten en la aceptación por otros miembros de la comunidad de práctica del carácter
convencional de las supuestas ventajas obtenidas a lo largo de la interacción en
determinados eventos. Es decir, un proceso dinámico es ante todo un proceso de
convencionalización desde el punto de vista social, con efectos en diferentes tipos de
instrumentos, sean éstos de naturaleza fónica (fonologización), léxica (lexificación),
gramatical (gramaticalización) o pragmática (pragmaticalización).
Se han propuesto diferentes paráfrasis para dar una idea general del curso de los
acontecimientos. Así, en uno de los pasajes más sugerentes de los Orígenes del español,
Menéndez Pidal comparaba el cambio lingüístico con las hojas arrastradas por un río (cf.
1986, pp. 530-531). Algunas de las hojas son llevadas por el flujo central, mientras que
otras, al deslizarse cerca de la orilla, avanzan más lentamente, sin que falten las que se
detengan y queden varadas. Pero, al fin y al cabo, a todas lleva la misma corriente. El
símil es afortunado, pues permite conciliar lo casi inconciliable: que el cambio lingüístico
es regular y que cada palabra tiene su propia historia. Lo que no permite representar este
modelo fluvial es que el cambio lingüístico es a la vez social e individual. Es individual
porque los cambios terminan por provocar reestructuraciones en las gramáticas (las
fonologías, para el caso) de los hablantes. Es social porque sólo podemos hablar de
cambio lingüístico cuando se difunde a través de la estructura de la comunidad. Si se
quiere, entonces, corregir la representación del modelo de cambio lingüístico, es
necesario proporcionar algún recurso que nos permita considerar esta ambigüedad
individual y social. Una manera simple es imaginar que el río pidalino es en realidad una
especie de red, en parte descentralizada, aunque dotada de algunos nodos de especial
densidad, a la que están conectadas numerosas terminales, algunas de ellas asociadas a su
vez en forma de subsistemas más o menos complejos, que se conectan al flujo o corriente
central para obtener materiales y ocasionalmente para subirlos, de modo tal que estas
reconexiones permiten a cada terminal tener una mejor posición relativa que las de su
entorno. De esta forma, al río primitivo se han sumado las terminales individuales, que
gozan de autonomía, pero sólo de relativa libertad, pues ésta queda condicionada por la
forma que pueden adoptar las operaciones de reconexión, hacia arriba o hacia abajo. Las
102
operaciones de copiado serían en realidad metarreglas, pues harían referencia a las reglas
lingüísticas (que, como se mencionó supra, pueden ser reglas regulativas, reglas
constitutivas e instrucciones). El aspecto de tales metarreglas estaría próximo a ser un
modelo débil (restrictivo, véase también supra) del cambio lingüístico22.
Ya se ha comentado líneas atrás algunas de las limitaciones formales de la teoría
fonológica para dar cuenta de los problemas relacionados con la variación y el cambio
lingüístico, así como algunas de las posibles soluciones técnicas. Quisiera referirme ahora
al aspecto general que podría adoptar un modelo multidimensional y metarregular del
cambio, a partir de la exposición de tres premisas y de cuatro hipótesis sustantivas, tres de
las cuales se vinculan, adicionalmente, a diferentes tipos de evaluación optimal y una
cuarta a la evaluación de la apropiación sociolingüística23. El modelo no pretende agotar
todos los tipos de cambio fónico, pero sí pretende ofrecer un esbozo general de las
relaciones entre forma y sustancia en el marco de una visión que toma la comunidad de
habla como unidad de trabajo.
Las tres premisas son las siguientes:
(5)
a. PREMISA I: un modelo del cambio fonológico debe respetar los requisitos
formales de la teoría fonológica general.
b. PREMISA II: la multicausalidad no es en sí misma una explicación suficiente de
los hechos, de modo que cuando se apela a diferentes causas es necesaria
jerarquizarlas.
c. PREMISA III: la explicación del cambio fonológico será, ante todo, la
explicación de los procesos de cambio.
22 Para un desarrollo de la cuestión de los mecanismos sociales del cambio lingüístico, cf. Martín Butragueño (2003). 23 Una versión previa del modelo expuesto en las páginas siguientes aparece en el cap. del libro Variación lingüística y teoría fonológica. Como se podrá apreciar, sin embargo, son numerosos los aspectos que se han modificado.
103
La PREMISA I es simplemente la formulación de la generalización estocástica, es
decir, establecer que los instrumentos fonológicos que se empleen en las descripciones,
han de ser los mismos que en la fonología general. Además de las ventajas de la
explicitud, implica sostener que los hechos fonéticos operan básicamente bajo las mismas
reglas del juego que los estrictamente fonológicos, y por eso en diferentes partes de este
libro se reiterará la idea de estar trabajando bajo esquemas fonético-fonológicos. La
PREMISA II es de gran importancia para jerarquizar de forma metarregular los principios
de trabajo expuestos a través de las cuatro hipótesis sustantivas que se presentan infra, en
la medida en que se pide una ponderación de las causas posibles. La multicausación de
Malkiel (expuesta en particular en varios trabajos publicados entre 1967 y 1977,
recogidos en el fundamental volumen de 1983, pp. 227-319), ha sido una de las mejores
maneras de resolver polémicas estériles acerca del cambio lingüístico, en especial cuando
los datos son insuficientes:
There exists an extensive corpus of literature on the individual forces that are
known to spring into action in the shaping of language. Depending on each
researcher´s range of experience, catholicity of taste, and doctrinaire position
regarding certain controversial matters such as the principle of teleology in
evolution, he will incline to favor either external or internal factors, either the
hypothesis of gradual improvement (under adverse circumstances, deterioration)
of structure or the alternative hypothesis of mere regrouping of the structure’s
constituents, either an explanation allowing for the intervention of speakers, at
varying levels of consciousness, in the events affecting their speech or the rival
explanation operating with unguided clashes of blind forces (1983c, p. 251).
No había, en cambio, muchas explicaciones que se preocuparan por conjuntar los
papeles de los factores aislados (cf. Zamboni 1988, pp. 109-114 y 189-196). Parte del
proceso de conjunción tiene que ver, precisamente, con que los componentes de la
multicausación necesitan ser ordenados para convertirse en verdaderos enunciados
104
teóricos. Malkiel aborda el problema de la jerarquización de las causas especialmente en
un trabajo publicado en 1977 (citado aquí como 1983d): una forma de ordenar los
factores es seriarlos según la secuencia temporal en que actúan; otra, más problemática
(pero más cercana a los planteamientos de la FVEM), es determinar su importancia
relativa para asignarles un rango determinado.
La PREMISA III, por fin, subraya la importancia de considerar los mecanismos del
proceso de cambio (tanto lingüísticos como sociales) y no sólo los estados inicial y final.
Las propiedades generales de los procesos de cambio son análogas a las de otros sistemas
dinámicos complejos, y el papel estratégico de los hablantes se vuelve central. No se trata
únicamente de suponer que sea conveniente considerar el proceso en aras de una mayor
eficiencia descriptiva, sino de establecer que la explicación del cambio y los modelos que
puedan formularse al respecto dependen de esta consideración.
Las cuatro hipótesis sustantivas pueden enunciarse en la forma que sigue24:
(6)
a. HIPÓTESIS I (principio de la apropiación sociolingüística del cambio): toda
variación lingüística tiende a ser aprovechable socialmente por cada individuo.
b. HIPÓTESIS II (principio de la buena formación contextual del cambio): todo
variación lingüística tiende a respetar el contexto.
c. HIPÓTESIS II (principio de retracción): toda variación tiende a respetar los
elementos vinculantes de un sistema de referencia.
d. HIPÓTESIS IV (principio de la buena formación intrínseca del cambio):
Por otra parte, la metarregla más general plantea que el modelo debe jerarquizar
las cuatro hipótesis sustantivas en los términos de (7). Debe entenderse que no se propone
a través de la jerarquía de causación que en todo proceso de variación y cambio fónico
24 Me parece que la propuesta es básicamente compatible con las cuatro preguntas que según Anttila (2007) debería responder una teoría fonológica de la variación: "a) Why does variation occur in this environment as opposed to others? b) What determines the phonological shapes of the variants? c) What determines the quantitative preferences among the variants? d) What is universal and what is language-particular about this pattern?" (p. 520).
105
estén involucrados siempre todos los factores en juego, ni que su peso relativo sea
siempre el mismo. Lo que se propone es que las cosas suelen ser así.
(7)
El orden jerárquico de las hipótesis es I > II > III > IV.
Es necesario detenerse a explicar qué suponen (6) y (7). La HIPÓTESIS I, o
principio de la apropiación sociolingüística, defiende la idea de que ninguna de las
explicaciones puramente lingüísticas acerca del comportamiento de los cambios fónicos
puede ser satisfactoria para determinar sus causas. La razón última de los cambios
fónicos es social.
Lo interesante, desde luego, es que a través de los estudios específicos es posible
evaluar el principio de la apropiación sociolingüística. En el modelo de cambio y
variación aquí esbozado el lugar más importante es ocupado por las condiciones sociales;
la motivación última de esta perspectiva es simple: que las lenguas puedan cambiar no
significan que lo hagan forzosamente. Tiene que haber una buena razón, o una serie de
buenas razones, para que la comunidad decante una elección específica y la proyecte a lo
largo del tiempo. Referirse a esas buenas razones implica resumir los hallazgos obtenidos
por la sociolingüística en los últimos cuarenta años. Como no es posible llevar ahora a
cabo esa síntesis, se proponen ocho enunciados de fundamentación social general:
(8)
a. Un cambio lo es cuando se difunde socialmente.
b. Todo cambio fónico tiene una dimensión social.
c. Todo individuo quiere ascender en la escala social.
d. Todo individuo quiere identificarse con un grupo.
e. Todo individuo quiere sacar ventajas de toda situación comunicativa.
f. Todo cambio y variación surge del contacto; nada procede de ningún sitio.
g. Todo cambio surge motivado por la convergencia.
106
h. Todo cambio surge motivado por la divergencia.
En lo que toca a (8a), el aserto fue establecido ya por lo menos desde 1968 por
Weinreich, Labov y Herzog, al asentar las bases para el estudio empírico del cambio
lingüístico, en la medida en que los procesos de variación y cambio sólo pueden
entenderse en la medida en que tienen eco en la comunidad de habla. El enunciado (8b)
tampoco es nuevo25, aunque probablemente genere más desacuerdos entre quienes
enfaticen el peso de las causas internas. No sólo es un corolario obvio de (8a), sino que
tiene un sentido sustantivo: puestos a buscar una causa última en la explicación de los
cambios, habrá que rastrearla más allá de las estructuras lingüísticas. Piénsese que un
sistema lingüístico no tendría por qué cambiar por sí mismo, pues es difícil imaginar una
lengua natural que no funcione óptimamente (supra) o que tenga la capacidad de
autorregularse, como si tuviera una vida autónoma de sus hablantes. Y si un sistema
funciona óptimamente, las razones del cambio tienen que estar fuera de él, más allá de la
estructura lingüística, sin que quede impedido, desde luego, que las lenguas condicionen
después fuertemente los caminos transitados por los cambios fónicos. La causa
sociolingüística aporta la razón necesaria.
Los enunciados (8c) a (8h) sintetizan hallazgos básicos obtenidos por la suma de
numerosos estudios empíricos llevados a cabo en el último medio siglo, como
motivaciones comunes a las que apuntan las necesidades de los hablantes en la práctica
del comercio lingüístico cotidiano (supra): la obtención de una posición deseable en el
entorno social (8c); la identidad con grupos de diferente tamaño y constitución (8d); las
ventajas deseadas y perseguidas por cada persona en cada intercambio comunicativo (8e);
la importancia del contacto de variedades como fuente para la variación (8f), trátese de
otras lenguas o de otros dialectos, en diferentes tipos de contactos que pueden
desenvolverse no sólo en el espacio, sino en el roce entre grupos sociales o como efecto
del transcurso del tiempo (presencia de elementos remanentes de sistemas pretéritos,
25 Tal como se observado en diferentes ocasiones, “diachronic variation results from social variation and is inconceivable without it” (Penny 2000, p. 5).
107
innovaciones de las generaciones jóvenes y una larguísima serie de posibilidades); la
manera en que este principio de contacto (o versión lingüística del parmenídeo ex nihilo
nihil fit) se manifiesta a través del acercamiento a los demás (8g) en busca de la
integración en el grupo o, paradójica pero complementariamente, del alejamiento, la
segregación y el reforzamiento de la identidad propia (8h), ambos al servicio de la
(des)acomodación lingüística, tan fructífera para entender las motivaciones de los
hablantes a la hora de adoptar o rechazar determinadas decisiones lingüísticas. La lista
podría aumentarse, pero el punto central es el que fundamenta la idea de que el cambio
lingüístico se comporta de la misma manera que otros sistema dinámicos complejos:
pequeñas decisiones en puntos diferentes del mercado lingüístico, siempre en la dirección
en que el hablante cree en ese momento más oportuna para apropiarse
sociolingüísticamente de la situación, terminan teniendo grandes consecuencias cuando
se transmiten a través de los focos de referencia (los líderes del cambio) por la red social
y se consideran a medio y largo plazo. Y tal realidad exige una metodología específica,
relativa a la manera en que se acopian los datos, se analizan y se integran en modelos
matemáticos ad hoc, no muy diferentes a los que regulan el tránsito en una ciudad, a los
que explican los accidentes o a los que dan cuenta de las epidemias o de los cataclismos
económicos (piénsese en las paráfrasis tradicionales, que no modelos en sentido estricto,
para describir los cambios lingüísticos, desde el viejo modelo de ondas en adelante).
Todos estos planteamientos deberían haber hecho ya evidente por qué el principio
de la apropiación sociolingüística ocupa el lugar más elevado en la jerarquía de (7), por
encima de cualquier otro factor lingüístico. Si se me permite el juego lingüístico, podría
decirse que la primera y la última palabra la tienen los hablantes, a fin de cuentas; en mi
opinión, son tantos los hechos que corroboran esta visión del cambio, que el verdadero
desafío sería demostrar lo contrario. Suscribo enteramente lo que en realidad ya han
dicho otros:
No empirical study so far carried out has actually demonstrated that sound change
can arise spontaneously from within a variety; if this is correct, it can be
108
suggested that to believe in wholly internally-motivated change (perhaps labelled
as ‘genetic’) is more an act of faith than an affirmation os scientific principle
(Milroy 1999, p. 24).
Las HIPÓTESIS sustantivas II, III y IV aportan el nada despreciable papel de los
datos lingüísticos, aunque queden por debajo de I en la escala de (7). En efecto, el
principio de la buena formación contextual del cambio, el principio de retracción y el
principio de la buena formación intrínseca del cambio esbozan las herramientas
necesarias para dar cuenta por lo pronto de todos los procesos discutidos en el volumen I
de la FVEM; probablemente, estos principios deban ampliarse o complementarse al llegar
al volumen III, momento en que será necesario referirse al papel de la analogía
morfológica26 y de la difusión léxica como desencadenadores del cambio fónico. Por el
momento, sin embargo, es suficiente con ellos27.
Que habrá que ir más lejos es algo que puede desprenderse de la teoría basada en
el uso, defendida por Bybee en varios trabajos, pues ésta permite el tránsito entre los
aspectos externos e internos del cambio lingüístico, al defender que la estructura se crea
cuando la lengua se usa. Como en otros sistemas complejos, la estructura sistemática del
lenguaje se encuentra en continua evolución a través de la aplicación de procesos durante
múltiples eventos de uso. La gramática, como organización cognoscitiva del lenguaje,
emerge, más que estar fijada. La capacidad de crear sistemas lingüísticos por medio de
categorizaciones, analogías, automatizaciones neuromotoras, generalizaciones semánticas
e inferencias pragmáticas deriva de las capacidades neurocognoscitivas innatas; se trata
de capacidades generales que también se usan para crear el lenguaje. La hipótesis es que
no hay necesidad de postular universales lingüísticos innatos, sino que las similitudes
26 Quedaría incluido en la analogía el posible (y nada claro) efecto de los factores sintácticos —categoriales, funcionales o posicionales— sobre el cambio fónico. Para el papel de las presiones paradigmáticas en fonología, véase Pons Moll (2010). 27 La noción de "aprendizaje imperfecto" (en la tradición de Halle 1962) se sigue defendiendo en especial como base para el cambio analógico y, de la mano de la fonología léxica, para explicar el cambio por difusión léxica (Kiparsky 1995, 2008).
109
translingüísticas pueden explicarse por medio de la interacción de un pequeño número de
mecanismos de cambio (2008, p. 110):
First, sound change, realized as gradual phonetic change, takes place in words and
permanently affects their representation. Thus variants are associated with
particular words, phrases, or morphological categories. Second, marginal or
infrequent variants of words are lost, given the phonetic categories a limited range
of variation. Third, phonetic change continues to progress, taking the changed
variants farther away from their original source. This entails the establishment of
new neuromotor routines that are not necessarily dependent upon the phonetic
context. It also qualifies the new variants perceptually for phonemic contrast,
should the occasion arise. This scenario, then, explains how and why "word-level"
phonology develops and why such phonology usually involves segments and
features that are used usually contrastively. However, it also explains how and
why intermediate cases develop (ibid., p. 120).
Como puede observarse, este modo de ver las cosas concede un papel central al
nivel de la palabra (cf. Ewen y van der Hulst 2001), y a su carácter frecuente o no, como
desencadenante de generalizaciones y de rutinas automatizadoras (cf. Bermúdez-Otero
2007, pp. 512-516; Coetzee 2009a, 2009b; Coetzee y Kawahara 2011). El contexto iría
rebajando su importancia según avanza el proceso de cambio. Aunque, como se ha dicho,
la analogía y la difusión léxica se analizarán en más detalle en el vol. III, debe aclararse
en este momento que, a mi juicio, los hechos empíricos no apoyan plenamente la
perspectiva desarrollada por Bybee en diferentes trabajos (en especial en 2001), pues en
numerosos procesos de variación y cambio fónico, incluidos los descritos en este primer
volumen de la FVEM, la difusión léxica y la analogía, incluidos en esta última los
factores funcionales, tienen un papel más bien modesto. Insisto, en cualquier caso, en que
el modelo presentado ahora no estará completo sin los procesos difusivos y analógicos,
pero mi impresión general es que todos ellos son componentes de un modelo más general,
110
sin que ninguno por separado agote las posibilidades brindadas por los cambios fónicos
(punto de vista que entronca con las propuestas más antiguas sobre el cambio).
Debe observarse, en un sentido laxo, que las hipótesis lingüísticas mencionadas
supra hacen simplemente referencia a algunas de las fuerzas que tradicionalmente se han
mencionado como motivadoras de la variación y el cambio fónico, en especial en lo que
toca al cambio fónico regular: el efecto del contexto, el papel de un sistema de referencia
y la naturalidad articulatoria y tipológica de los caminos adoptados. De nuevo, son
numerosísimos los trabajos de variación fónica que han empleado diferentes factores
contextuales, como la posición en la sílaba y en la palabra, el tipo de consonantes y
vocales contiguas, la ubicación con respecto a las pausas, los acentos y los movimientos
prosódicos, la armonía de sonidos a mayor o menor distancia, etc., y es raro el proceso
fónico en que alguno o algunos de estos factores no tienen un cierto papel o incluso un
papel preponderante entre los hechos lingüísticos, de manera que se producen
asociaciones, disociaciones y condicionamientos de diferente tipo entre un segmento y su
contexto. Es posible, incluso, que el principio pudiera reducirse a una sola regla
regulativa (supra) del tipo 'Asocia o disocia [X] a [Y]', que cubriera incluso los casos de
elisión e inserción de elementos28, lo que supondría en buena medida reducir la
aplicación del principio a la búsqueda de efectos del principio de contorno obligatorio
(PCO), probablemente entendido como condición de contorno probable (CCP, cf. Guy y
Boberg 1997), o a través de restricciones de tipo AGREE. En cualquier caso, como es
necesario precisar las gradas fónicas en que el efecto es pertinente, así como su carácter
léxico o postléxico, por lo pronto parece preferible no poner demasiadas limitaciones y
considerar que la acción contextual puede describirse a través de restricciones fonético-
fonológicas probabilísticas (estocásticas) sobre la conformación del output, es decir con
restricciones de MARCACIÓN o BUENA FORMACIÓN CONTEXTUAL, tales como las
catalogadas en (3) para los fenómenos estudiados en el vol. I de la FVEM.
28 Cf. en todo caso los comentarios de Kiparsky (1995, pp. 660-662) sobre la proyección de los tipos de asimilación al cambio fónico.
111
La apuesta de la jerarquía de (7), por otra parte, no es que se trate de una familia
de factores pertinentes para dar cuenta de la variación fónica (lo que no parece necesitar
de muchas demostraciones), sino que entre los factores lingüísticos el más importante es
precisamente el que establece el principio de buena formación contextual. Aunque no es
posible resolver en este momento tal cuestión, y debe quedar apuntada sólo como
hipótesis, es importante dejar claro que es, en primer término, una cuestión empírica, y
que la veracidad relativa a la importancia de la tendencia depende de reconsiderar una
muestra de casos descritos detalladamente en un conjunto representativo de lenguas.
Como se comprenderá, tal exploración va más allá de los propósitos y posibilidades de la
FVEM, pero, en mi opinión, en un primer balance cualitativo referido sólo a la variación
fónica del español, me parece que el saldo resulta favorable a la ordenación de causas que
se está proponiendo29.
El tercer factor general y segundo de entre los lingüísticos es el llamado principio
de retracción. La retracción de un proceso de cambio conduce a la recuperación o al
menos la retención de relaciones establecidas en un sistema lingüístico de referencia
diferenciado del propio vernáculo, sea en el tiempo o en el espacio, de forma que se
producen distribuciones propias de la variación estable o incluso el cambio lingüístico se
encamina en sentido contrario al seguido hasta un momento determinado (aunque no
necesariamente siguiendo los mismos mecanismos: por ejemplo, los resultados de un
proceso pueden avanzar mediante regulaciones fónicas, pero retroceder por difusión
léxica). El fenómeno tiene una dimensión social (cobijada en el principio de apropiación
sociolingüística ya expuesto) y una dimensión lingüística, que es a la que conviene
referirse ahora. Los procesos de retracción, por otra parte, parecen moverse de uno en
uno, es decir, a través de una sola regla fónica o a través de un solo cuerpo léxico
específico, y me parece mucho menos verosímil la idea de que el llamado equilibrio del
sistema provoque cambios que tiendan a reajustar los cambios para mejorar la eficiencia
29 El autor de estas líneas está trabajando en este momento en poner a prueba la jerarquía de (7) mediante los hechos variables descritos en el primer volumen de la FVEM, en una investigación en principio independiente de este texto. Aunque se trata de un subconjunto de entre los problemas de variación fónica posible, confío en que se trate de un primer paso para poner a prueba la concepción del cambio fónico que se está exponiendo.
112
del sistema mismo, pues equivaldría a decir que se adopta como referencia un modelo
futuro (y no simplemente uno pretérito o uno paralelo). En mi opinión, ya expresada, el
equilibrio del sistema es más un efecto del método analítico, que tiende a reconstruir
sistemas simétricos, económicos formalmente, y que es quizá útil para describir cambios
de estado en descripciones diacrónicas, que un hecho demostrado acerca del
comportamiento de los procesos de variación y cambio (recuérdese la PREMISA III de 5c).
En todo caso, si es que esta acción equilibradora existe, podría verse también, en lo
esencial, y aunque pueda parecer extraño, como un proceso de retracción, pues implica de
todos modos que los reajustes se producen por la acción de un sistema de referencia
(cuyo efecto o ventajas deberían percibir los hablantes de alguna manera, a través de
dividendos supuestamente pagados por el rendimiento funcional martinetiano, a no ser
que se confíe ciegamente en que las lenguas son sistemas autorregulados que tienden a la
armonía estructural, confianza que no comparto mientras no se demuestre en el análisis
de procesos).
La descripción del movimiento satelital que significa atender a un sistema de
referencia necesita precisar cuidadosamente el aspecto lingüístico en realidad
considerado, es decir, aun tratándose de fenómenos puramente fónicos, si se trata de
modificaciones expuestas en el ámbito del segmento visto en bloque o si se trata de un
nodo o de un rasgo terminal dentro de un segmento o de una familia de segmentos.
Obsérvese que si es que el llamado equilibrio funcional tiene algún efecto claro, este
consistiría esencialmente en establecer un reparto equitativo de las configuraciones
geométricas de los miembros de un sistema fónico, lo cual es, ante todo, un efecto
paradigmático. Precisamente, otra cuestión interesante —en la que no voy a entrar
ahora— es si cabría sumar a este motivo paradigmático otros hechos también
básicamente paradigmáticos, como la analogía morfológica y la difusión léxica.
En términos formales, la acción de un sistema de referencia sobre las formas
vernáculas puede expresarse a través de una adaptación de las restricciones de FIDELIDAD,
que condicionan las relaciones entre el input y el output, como las expuestas en (2) para
este volumen de la FVEM. Es importante entender que a los efectos de los problemas
113
vinculados al cambio lingüístico, el input no se limita a vaciar los miembros de un
lexicón abstracto, sino que procede de una fuente de referencia dotada de realismo social.
Esto es una condición indispensable para organizar una fonología variable: de la misma
manera que las restricciones fonético-fonológicas son generalizaciones estocásticas sobre
el comportamiento de una comunidad específica, y que existen no uno sino varios
candidatos válidos, el lexicón es un componente formado por piezas fruto de la
arquitectura histórica de una lengua.
De nuevo, es una cuestión empírica establecer si el principio de retracción tiende
a presentarse en el nivel jerárquico con que se presenta en (7). Dada la cantidad de
procesos históricos que han tendido hacia la estandarización, dada la cantidad de procesos
debidos al contacto entre variedades, y dada la gran cantidad de fenómenos de
desdialectalización que hoy en día se ven por todas partes, me inclino a pensar que, como
mínimo, no se trata del factor menos importante, pero requerirá de estudios más
detallados que la formulación de la hipótesis que ahora se realiza.
Por fin, el principio de la buena formación intrínseca del cambio considera la
naturalidad fónica de los procesos llevados a cabo y de los resultados obtenidos, por lo
que de nuevo supone hacer referencia al aspecto del output, por ejemplo a través de las
restricciones que se proponen en (4) para los procesos discutidos en este volumen de la
FVEM. Sin negar su importancia y su papel, la jerarquía de (7) apuesta por la idea de que
se trata de la familia de condicionamientos relativamente menos importantes. La
perspectiva general es que existirían ciertas vías por las cuales es más natural que
transiten los cambios fónicos. Así, el sentido común dice que sería más probable
encontrar un deslizamiento de la zona LABIAL hacia la CORONAL, que no de la zona
LABIAL hasta la DORSAL en un solo paso; sin embargo, improbable no es imposible, y así
en skikun, un dialecto atayal hablado en Formosa, se documenta [p] → [k] y [m] → [ŋ]
(cf. Labov 1996, pp. 655-657). De la misma manera, puede esperarse que en el área
propia de los sonidos CORONALES anteriores haya en general más variación, dado el
espacio brindado por el paladar. Si se considera el listado de rasgos pertinentes (infra) y
se piensa a continuación en los procesos de variación y cambio registrados histórica,
114
dialectal y sociolingüísticamente en español, por no hablar de otras lenguas, la mayoría
de los nodos y los rasgos terminales, por no decir todos, resultará que se habrán visto
involucrados en al menos algún proceso variable. Aunque una vez más es un problema
empírico, no es fácil establecer cuáles son los sectores relativamente estables y cuáles los
relativamente inestables, y vincular estos hechos con generalizaciones articulatorias y
tipológicas, así como con otro tipo de fenómenos, como los malentendidos naturales
(Martín Butragueño 2000). Es además delicado establecer la lectura conveniente de un
proceso, por natural que éste parezca. Así, el debilitamiento de /s/ en coda, tan común en
español, parece moverse a través de un mecanismo de regla regulativa, pero en gondi,
lengua dravídica del centro de la India, en la que también se documenta la aspiración y la
elisión de /s/, el proceso se desenvuelve a través de un mecanismo de difusión léxica
(Krishnamurti 1998). Como señala Blevins (2004), toda lengua hablada se caracteriza por
un amplio rango de variación fonética, parte de la cual es específica de la lengua,
mientras que otra parte queda determinada por las propiedades físicas del aparato vocal
(pp. 7-8). Tan importante es la consideración de la fonología evolutiva, que la premisa
central del enfoque, que establece que "principled diachronic explanations for sound
patterns have priority over competing synchronic explanations unless independent
evidence demonstrates, beyond reasonable doubt, that a synchronic account is warranted"
(ibid., p. 23), tiene como consecuencia la idea de que las restricciones de BUENA
FORMACIÓN deben escindirse de las gramáticas sincrónicas (id.).
ESTRUCTURA GENERAL DE LOS RASGOS FONÉTICO-FONOLÓGICOS
El modelo de geometría de rasgos que subyace, en principio, a las representaciones
jerárquicas de los rasgos fonético-fonológicos de los procesos variables discutidos en los
capítulos de este libro, presenta el aspecto que se muestra a continuación, adaptado de
Hall (2007). La figura 1.3 expone la arquitectura nodal de los rasgos considerados, y los
cuadros 1.1 a 1.4 catalogan para una serie de segmentos los signos de “+” y “–”
115
correspondientes a los rasgos binarios, así como la marca “✓” o la ausencia de marca
para aquellos rasgos que son privativos, es decir, que sólo pueden estar presentes o
ausentes. Estoy consciente de que la representación geométrica de los segmentos fónicos
se viene discutiendo desde hace bastantes años, y aunque existe consenso acerca de que
los rasgos no conforman una matriz carente de orden, sino que éstos exhiben una
jerarquía y una organización, los detalles y aun la concepción general pueden variar
bastante según diferentes perspectivas investigadoras (puede verse una adaptación para el
español en RAE 2011). Tal discusión va más allá de los objetivos de este libro, y se
adopta en líneas generales la propuesta de Hall por incluir en sí misma una revisión
bastante mesurada de puntos de vista previos. Desde luego, el objetivo último es disponer
de una visión universal del sistema de rasgos fónicos que pueda adaptarse a los
fenómenos fonético-fonológicos discutidos en la FVEM, y no partir de propuestas, por
interesantes que puedan ser, concebidas sólo para el español.
116
consonántico
RAÍZ resonante
aproximante
LARÍNGEO [continuo] [nasal] [lateral] [estridente]
[sonoro] [constreñido] [extendido] LUGAR
LABIAL CORONAL DORSAL FARÍNGEO
[redondeado] [anterior] [distribuido] [retraído] [alto] [bajo] [RLA]
FIGURA 1.3. Representación geométrica de los rasgos fónicos
(adaptado de Hall 2007, p. 313)
La representación de la figura 1.3 muestra un nodo RAÍZ que domina a dos nodos
privativos de clase, LARÍNGEO y LUGAR. Del nodo LUGAR, a su vez, cuelgan otros cuatro
rasgos privativos: LABIAL, CORONAL, DORSAL y FARÍNGEO. Los rasgos distintivos binarios
se encuentran dentro de la RAÍZ —[consonántico, resonante y aproximante]—, debajo de
la RAÍZ —[continuo, nasal, lateral y estridente]— o por debajo de las clases privativas:
así, de LARÍNGEO cuelgan [sonoro, constreñido y extendido], de LABIAL surge
[redondeado], de CORONAL [anterior y distribuido] y de DORSAL [retraído, alto, bajo y raíz
lingual adelantada o RLA]. En líneas generales, basta con este catálogo para dar cuenta de
la variación segmental reseñada en la FVEM. Dado el gran nivel de detalle necesario para
apreciar algunos aspectos de la estructura de la variación, en ciertos casos ha sido preciso
117
introducir algún matiz adicional en algunos de los rasgos, aunque se ha procurado
respetar al máximo el principio de economía formal en las representaciones.
Conviene ahora examinar los cuadros de rasgos según segmentos (también a partir
de Hall 2007, pp. 332-333 y páginas previas para diversos comentarios sobre los rasgos).
CUADRO 1.1. Rasgos para los segmentos obstruyentes
p t ̪ t ʈ C k q ʦ ʧ ɸ f θ s ̪ s ʂ ʃ ç x χ ħ
b d ̪ d ɖ ɟ ɡ ɢ ʣ ʤ β v ð z ̪ z ʐ ʒ ʝ ɣ ʁ ʕ
[consonántico] + + + + + + + + + + + + + + + + + + + +
[resonante] – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –
[aproximante] – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –
[continuo] – – – – – – – – – + + + + + + + + + + +
[estridente] – – – – – – – + + – – – + + + + – – – –
LARÍNGEO ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
[sonoro] ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓ ∓
LUGAR ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
LABIAL ✓ ✓ ✓
[redondeado] – – –
CORONAL ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
[anterior] + + – – + – + + + – – –
[distribuido] + – – + + – + + – – + +
DORSAL ✓ ✓ ✓ ✓
[retraído] + + + +
[bajo] – – – –
[alto] + – + –
FARÍNGEO ✓
118
La primera línea del cuadro 1.1 incluye segmentos [–sonoros] y la segunda
[+sonoros]. En cuanto a los rasgos incluidos en la RAÍZ, todos los segmentos son
[+consonánticos], [–resonantes] (pues se trata de un catálogo de sonidos obstruyentes) y
[–aproximantes]. Los sonidos consonánticos presentan una obstrucción radical en la
región mediosagital del tracto vocálico; los obstruyentes configuran la cavidad bucal de
forma que queda impedida la sonorización espontánea; los no aproximantes carecen de
una constricción en el tracto vocal capaz de producir la salida del aire sin fricción.
Por debajo de la RAÍZ, es pertinente referirse ahora a los rasgos [continuo] y
[estridente]. El primero permite separar a los segmentos oclusivos, que son [–continuos],
de los fricativos, que son [+continuos]. Los segmentos continuos se caracterizan por
poseer una configuración articulatoria que permite que la corriente de aire fluya a través
de la región mediosagital del tracto oral. El cruce entre [continuo] y [resonante] permite
distinguir cuatro clases de sonidos: 1) oclusivos, que son [–continuos] y [–resonantes]; 2)
fricativos, caracterizables como [+continuos] y [–resonantes]; 3) nasales y laterales, a los
que cabe asignar [–continuos]30 y [+resonantes]; 4) róticos31, semivocálicos y vocálicos,
que son [+continuos] y [+resonantes]. El rasgo [+estridente] se aplica a los llamados
sonidos sibilantes o fricativos de obstáculo (cf. Ladefoged y Maddieson 1996, p. 138, y el
cap. 4 de este volumen). Entre los segmentos obstruyentes, opone los sonidos fricativos
alveolares, postalveolares y retroflejos, que son estridentes o sibilantes, a los sonidos
fricativos interdentales, palatales, velares y faríngeos; entre los oclusivos, se emplea
también, en general, para marcar las africadas orales.
Todos los sonidos obstruyentes del cuadro 1.1 activan el nodo LARÍNGEO, y dentro
de él el rasgo [±sonoro] según se produzca o no vibración de las cuerdas vocales. Todos
poseen LUGAR, sea éste LABIAL, CORONAL, DORSAL o FARÍNGEO, según se requiera como
articulador a los labios, la parte delantera de la lengua, el dorso lingual o la faringe
(aunque su estatus como articulador es más discutible). Ninguna de las obstruyentes
LABIALES del cuadro es [+redondeada]. El área CORONAL es ocupado por los sonidos
30 Las laterales no son [+continuas] porque no son mediosagitales. 31 En realidad, no todos los sonidos róticos son [+continuos]. Lo son, como puede apreciarse en el cuadro 1.3, [r], [ʀ] y [ɹ], pero no [ɾ].
119
dentales y alveolares —que son además [+anteriores]— y por los sonidos postalveolares,
retroflejos y palatales —que son [–anteriores]—. Dentro de CORONAL queda también
especificado el rasgo [±distribuido], de forma que son distribuidos los sonidos dotados de
una constricción formada por la lengua al extenderse en una distancia considerable a lo
largo del flujo de aire; sirve para oponer los sonidos apicales, [–distribuidos] de los
laminales, [+distribuidos] y, en general, para oponer los dentales, postalveolares y
palatales —[+distribuidos]— a los alveolares y retroflejos —[–distribuidos]—. DORSAL
domina a [retraído] (siempre positivo en el cuadro 1.1, así como en el 1.3, y en realidad
útil ahora para las vocales, en 1.4), que caracteriza la dimensión horizontal del dorso, y a
[alto], [bajo] y [RLA], que describen la dimensión vertical (aunque [RLA] sólo es
pertinente para las vocales, infra). Todas las consonantes de los cuadros 1.1 y 1.3 son [–
bajas], pero [±alto] sirve para diferenciar las obstruyentes velares —[+altas]— de las
uvulares —[–altas]—.
CUADRO 1.2. Rasgos laríngeos para oclusivas sordas, oclusivas aspiradas sordas,
eyectivas, oclusivas sonoras, oclusivas sonoras respiradas e implosivas
p t k ph th kh p’ t’ k’ b d g bɦ dɦ gɦ ɓ ɗ ɠ
LARÍNGEO ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
[sonoro] – – – + + +
[extendido] – + – – + –
[constreñido] – – + – – +
Los rasgos que cuelgan del nodo LARÍNGEO son cruciales para cierto número de
distinciones que afectan a las consonantes oclusivas (cf. el cap. 3 de este volumen).
Además del rasgo [±sonoro], ya comentado, es necesario referirse a [±extendido] y a
[±constreñido]. La caracterización de segmento [extendido] se otorga cuando el
desplazamiento de los cartílagos aritenoides crea una abertura glotal amplia; es propio de
las aspiradas sordas y las respiradas sonoras. Por su parte, [constreñido] hace referencia a
120
la aducción de los cartílagos aritenoides, lo que provoca que las cuerdas vocales se vean
presionadas e impide su vibración normal; reciben el rasgo las eyectivas y las implosivas.
CUADRO 1.3. Rasgos para consonantes resonantes y segmentos laríngeos
m n̪ n ɳ ɲ ŋ ɴ l l ̪ ɭ ʎ ʟ r ʀ ɾ ɹ j w h ʔ
[consonántico] + + + + + + + + + + + + + + + + + + – –
[resonante] + + + + + + + + + + + + + + + + + + – –
[aproximante] – – – – – – – + + + + + + + + + + +
[continuo] – – – – – – – – – – – – + + – + + + + –
[nasal] + + + + + + + – – – – – – – – – – – – –
[lateral] – – – – – – – + + + + + – – – – – – – –
LARÍNGEO ✓ ✓
[extendido] + –
[constreñido] – +
LUGAR ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
LABIAL ✓ ✓
[redondeado] +
CORONAL ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
[anterior] + + – – + + – – + + + –
[distribuido] + – – + + – – – – – – +
DORSAL ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
[retraído] + + + + +
[bajo] – – – – –
[alto] + – + – +
Ya se ha hecho referencia supra al valor articulatorio de la mayor parte de los
rasgos mencionados ahora en el cuadro 3.1. Sólo debe recordarse que [nasal] y [lateral]
cuelgan de la RAÍZ. El primero, cuando es positivo, describe los sonidos en los cuales se
121
ha producido un descenso del velo, de modo que el aire pasa también por el conducto
nasal. En cuanto al segundo, los sonidos [laterales], frente a los centrales o no laterales,
son aquéllos en que la lengua impide el flujo del aire por el centro de la boca, pero
permite que pase por uno o ambos lados.
A diferencia del marcado original de Hall, las notaciones [j] y [w] se emplean en
la FVEM para referirse a sonidos [+consonánticos], y como tales se marcan en el cuadro
1.3. Las semivocales se representan siempre como [i]̯ y [u̯], con independencia de su
carácter prenuclear o postnuclear. Sus rasgos son idénticos a los de [i] y [u], y las
diferencias entre unas y otras se establecen en términos prosódicos, pues sólo las
segundas se emplean para representar los núcleos silábicos.
Por último, debe advertirse que en la representación adoptada los llamados
sonidos LARÍNGEOS, [h] y [ʔ], carecen de LUGAR.
CUADRO 1.4. Rasgos fónicos para las vocales
i ɪ y ʏ ɯ u ʊ e ɛ ø œ ɤ o ɔ ʌ æ a ɑ ɒ
DORSAL ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
[retraído] – – – – + + + – – – – + + + + – + + +
[alto] + + + + + + + – – – – – – – – – – – –
[bajo] – – – – – – – – – – – – – – – + + + +
[RLA] + – + – – + – + – + – – + – – – – + +
LABIAL ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
[redondeado] + + + + + + + + –
El cuadro 1.4 establece la asignación de rasgos para las vocales, de modo tal que
es posible observar las semejanzas y las diferencias con respecto a las consonantes,
empleando prácticamente el mismo conjunto de características articulatorias. A todas las
vocales se les atribuye la zona articulatoria DORSAL, y algunas de ellas son, además,
LABIALES, casi siempre [redondeadas]. Especialmente importantes para la caracterización
fonético-fonológica son los rasgos terminales adscritos a DORSAL, que pueden ser
122
positivos o negativos, según los casos. Ya se comentó supra que [retraído] caracteriza la
dimensión horizontal del cuerpo lingual, mientras que los rasgos [alto], [bajo] y [RLA]
describen la altura lingual. Así, [+alto] refiere al cuerpo lingual elevado, mientras que [–
alto] describe un cuerpo lingual distintivamente no elevado. Por su parte, [+bajo] señala
un cuerpo lingual descendido, y [–bajo] un cuerpo lingual distintivamente no descendido.
Por fin, [RLA] apunta a la posición adelantada o no de la raíz lingual; [RLA] desplazó al
rasgo [tenso] de Chomsky y Halle (1968) en parte por la vaguedad fonética de este último
(cf. Hall 2007, p. 329)32.
32 En el capítulo 3 de la FVEM se discuten diferentes aspectos pertinentes para la consideración de la tensión en español.