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Acuerdo Nro. 178 En la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe,
a los 27 días del mes de junio del año dos mil trece, se reunieron en
Acuerdo los Sres. Vocales de la Sala Primera de la Cámara de Apelaciones en lo
Laboral, Dr. Enrique Arnaldo Girardini, Dr. Nicolás Jorge Rogelio Vitantonio y
Dr. Sergio Fabián Restovich a fin de dictar sentencia en los autos caratulados
“CAPELLETTI HUMBERTO R. C/CELULOSA ART SA Y/U OTRA
S/DEMANDA LABORAL” (Expte. Nro.118/11) venidos para resolver los
recursos de nulidad y de apelación interpuestos contra el fallo dictado por el
Juzgado de Primera Instancia de Distrito en lo Civil, Comercial y Laboral Nº 1
de San Lorenzo. Efectuado el estudio de la causa, se resolvió plantear las
siguientes cuestiones:
I) ¿Es procedente el recurso de nulidad?
II) ¿Resulta ajustada a derecho la sentencia apelada?
III) ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
Practicado el sorteo de ley, resultó el siguiente orden de
votación: Dr. Girardini, Dr. Vitantonio y Dr. Restovich.
A la primera cuestión el Dr. Girardini dijo: Los recursos de
nulidad interpuestos por Celulosa Argentina S.A. a fs. 465 y por LA CAJA
A.R.T. S.A. no han sido mantenidos en la Alzada y no advirtiendo vicios de
procedimiento ni de pronunciamiento que ameriten su declaración de oficio, cabe
desestimarlos.
Voto por la negativa.
A la misma cuestión los Dres. Vitantonio y Restovich dijeron:
Coinciden con el colega preopinante respecto de la respuesta que debe darse al
interrogante planteado respecto de la nulidad del fallo y, por tanto, votan en
idéntico sentido.
A la segunda cuestión el Dr. Girardini dijo: Contra la sentencia
T. VI, F. 231, Nro. 182 de fecha 5 de abril de 2010 (fs. 450/457) que hace lugar a
la demanda condenando a Celulosa Argentina S.A. y a La Caja Aseguradora de
Riesgos del Trabajo S.A.; declara la inconstitucionalidad del art. 39 inc.1 de la ley
24557; rechaza el planteo de inconstitucionalidad del art. 5° de la ley 25561; hace
lugar a la compensación de gratificación; rechaza las excepciones de falta de
acción y legitimación pasiva; hace lugar al hecho nuevo denunciado; rechaza la
tacha al testigo Sendra; y determina el régimen de imposición de costas; la actora
interpone a fs. 458 recurso de apelación parcial, y ambas codemandadas
interponen recurso de apelación total, a fs. 465 lo hace Celulosa Argentina S.A. y
a fs. 468 lo interpone La Caja Aseguradora de Riesgos del Trabajo S.A., los que
son concedidos a fs. 476.
Elevados los autos a la Sala, a fs. 507/516 expresa agravios la
recurrente actora, los que son contestados por La Caja Aseguradora de Riesgos
del Trabajo S.A. y Celulosa Argentina S.A. a fs. 521/530 y 534/543
respectivamente, oportunidad en la que también expresan sus agravios, que
respondidos por la actora a fs. 545/553, dejan los presentes en estado de resolver.
Los reproches vertidos por la actora se enderezan a cuestionar: 1. La
distribución del porcentaje de incapacidad; 2. La imputación de la gratificación
extraordinaria como pago a deducir; 3. Intereses devengables desde el dictado de
la sentencia.
Por su parte, los agravios de La Caja Aseguradora de Riesgos del
Trabajo S.A. se concretan en que el sentenciante en el pronunciamiento de grado:
1. Entienda que la ART se comportó como parte dentro de los presentes autos; 2.
Afirme que en el convenio de homologación no se hace mención alguna a los
reclamos por reparación integral en virtud del art. 1109 y 1074 y concordantes del
Código Civil; 3. Declare la inconstitucionalidad del art. 39 inc. 1 de la ley 24.557;
4. Rechace la tacha interpuesta contra el testigo Sendra; 5. Haga lugar al hecho
nuevo denunciado por la actora e imponga las costas en el orden causado. 6.
Utilice una fórmula para determinar la “reparación integral”; 7. Concluya que la
Caja ART SA debe responder en virtud del art. 1074 del Código Civil.
Las quejas de Celulosa Argentina S.A. reprochan al sentenciante
que: 1. Afirme que en el convenio de homologación no se hace mención alguna a
los reclamos por reparación integral en virtud del art. 1109 y 1074 y concordantes
del Código Civil; 2. Declare la inconstitucionalidad del art. 39 inc. 1 de la ley
24.557; 3. Determine que el art. 39 resulta inaplicable al presente proceso en
cuanto a la eximición de responsabilidad civil, considerando acreditado la
existencia de los presupuestos de responsabilidad civil y por ello declarara
inoficiosa la pretendida declaración de inconstitucionalidad del art. 49 apartado 1
y art. 6 de la ley 24.557; 4. Rechace la tacha interpuesta contra el testigo Sendra;
5. Haga lugar al hecho nuevo denunciado por la actora e imponga las costas en el
orden causado; 6. Decida aceptar lo manifestado por el perito medico referente a
la incapacidad del 14,38% que padece el actor deriva de los esfuerzos diarios y
repetidos que realizó para la empresa demandada; 7. Decida que su parte no
cumplió con su obligación de “no hacer”; 8. Utilice una fórmula para determinar
la “reparación integral”.
Por su prelación lógica, ya que de prosperar quedarían sin sustento,
total o parcial, las pretensiones recursivas de la actora, iniciaré el examen de los
agravios deducidos por Celulosa Argentina SA y por la Caja ART SA, para luego
examinar los reproches de la parte accionante.
I. Agravios de La Caja Aseguradora de Riesgos del Trabajo
S.A. y Celulosa Argentina S.A.
Tratare los agravios en forma conjunta atento que la mayoría de los
reproches versan en general sobre las mismas cuestiones.
1. Convenio celebrado entre el actor y Celulosa Argentina S.A.:
Respecto a dicho convenio, cuestionan ambas demandadas que la
sentencia considera que en el convenio no se hace mención alguna a los reclamos
por reparación integral de los arts. 1109 y 1074 y concordantes del Código Civil.
Afirman que en el mencionado convenio el actor ha manifestado
que, al haber percibido la suma de $20.320 y la gratificación extraordinaria, nada
mas tendría que reclamar por ningún otro concepto emergente de la relación
laboral ni por su cese, por lo que aseveran, por este solo motivo la demanda
debería haberse rechazado.
En la cláusula tercera del convenio de desvinculación celebrado en
fecha 15 de abril de 1999 se expresa que la suma de $3.000 otorgada en concepto
de gratificación extraordinaria por egreso “se imputará como cancelación total
respecto de cualquier rubro o concepto cualquiera fuera su naturaleza, ya sea
salarial o indemnizatorio, laboral o previsional, por vacaciones, SAC, horas
extras, art. 212 LCT, 1113 del Código Civil…”.
No puede obviarse que dicho convenio no ha sido homologado en lo
que concierne a esta cláusula de gratificación, sino que además a fs. 12 del
expediente de homologación que obra por cuerda el actor expresamente denuncia
el acta acuerdo celebrado.
Ello me conduce a examinar la validez o no del convenio suscripto
entra las partes.
De las constancias de autos surge que la demandada Celulosa
Argentina S.A. (en adelante C.A.S.A.) despidió al actor y ante tal despido, le
abonó al mismo la suma de $20.320., de los cuales la suma de $ 3.000. se la
nomina como gratificación extraordinaria por egreso.
Como lo he señalado en anteriores precedentes, el trabajador, en el
marco de la relación de subordinación y dependencia y constreñido por un ínsito
estado de necesidad emergente de la situación de desamparo en que es colocado
por decisión de la empleadora, es llevado a aceptar el condicionamiento en dos
aspectos esenciales de la vida humana, la libertad y dentro de este amplio
concepto la dignidad, al tener que aceptar no solo estar sometido a los poderes de
dirección y organización de un tercero, sino que, las razones de necesidad que lo
condicionan, conllevan la aceptación por el dependiente de situaciones de
pérdidas de sus derechos e intereses, la mayoría de las veces camuflada en la
amenaza de un mal mayor, por ejemplo la consecuente recurrencia a un largo
pleito para percibir las indemnizaciones que pudieren corresponderle.
Es por ello que se reconoce al trabajador en la relación laboral una
libertad restringida y una hiposuficiencia negocial como consecuencia no solo de
la necesidad económica, sino también de la relación de poder en la que se
encuentra inmerso.
Es a partir de ese reconocimiento que el derecho del Trabajo va
construyendo, primero por la actividad estatal y luego conjuntamente con la
actividad colectiva, un conjunto de reglas y normas técnicas donde el sujeto
protegido es el trabajador dependiente, acotando la supremacía del empleador, e
instalando, ante la desigualdad negocial de su posición en la relación laboral, una
desigualdad jurídico-normativa que equilibre la falta de libertad, reconociendo al
principio protectorio o de protección como la directriz esencial que fundamenta
todo el ordenamiento positivo especial.
Dentro de estas reglas encontramos el llamado principio de
irrenunciabilidad, consagrado expresamente en el art. 12 de la LCT, resultando
sumamente relevante el análisis de su alcance.
Existe una corriente doctrinaria importante en la actualidad que
apunta a reformular la aplicación del mencionado principio; circunstancia que me
obliga a adelantar que comparto y adhiero a esta doctrina, desde que tiende a
evitar que se termine aceptando que bajo el eufemismo de una supuesta
autonomía negocial del dependiente afecte sus derechos indemnizatorios, máxime
cuando estos derivan de un daño emergente de la relación laboral.
El tema en examen revela perfiles de complejidad que se acentuaron
a partir de la doctrina sentada en el caso “Barain, Narcizo T. c. Mercedes Benz
Argentina S.A.” (D.T. 1985-B-1156) por la Sala VI de la Cámara Nacional de
Apelaciones, donde, apartándose de la corriente mayoritaria que admitía la
posibilidad de renuncia de los créditos que excedía los mínimos fijados se
interpretó que son irrenunciables todos los derechos emergentes de la relación
laboral, incluso los que superan los mínimos indisponibles.
Este decisorio, en una interpretación amplia del art. 12 de la LCT
(que hoy ha encontrado recepción normativa en la ley 26.574, si bien no aplicable
al presente en razón del principio de irretroactividad), destaca la realidad jurídica
en que se encuentra el trabajador en relación de dependencia cuando expresa
“Para considerar carente de eficacia jurídica al consentimiento del trabajador,
prestado tácitamente o expresamente en un acuerdo, no se necesita la presencia
de los vicios de la voluntad a los que se refiere el derecho civil, disciplina que
regula las relaciones entre iguales, porque el principio de irrenunciabilidad
recepcionado por el art. 12 de la LCT, conciente de la incidencia de la
dependencia laboral sobre los trabajadores, priva de efectos a toda convención
que importe una disponibilidad en perjuicio del dependiente o la renuncia a lo
que acuerdan normas imperativas” (del voto del Dr. Capon Filas, compartidos
por los restantes jueces de la Sala).
Si los trabajadores pudieran renunciar a las indemnizaciones que les
corresponden después de sufrido un riesgo personal el derecho del trabajo
perdería su nota de imperatividad y pasaría a la categoría de jusdispositivum, sin
que la homologación por parte de organismos administrativo implique la
preservación del dicho principio.
Por lo tanto carecen de validez las declaraciones de tipo general,
como “nada mas tendría que reclamar por ningún otro concepto emergente de la
relación laboral ni por su cese”, mas allá de las precisiones que pretendan
imponérsele, como ocurre en los presentes, ya que a través de las mismas, los
trabajadores renuncian anticipadamente a los derechos que les acuerdan las leyes
laborales, a pesar de que se formalicen en acuerdos suscriptos por las partes,
atento que implican la quita sobre derechos irrenunciables que además se
traducen en incontrovertidos.
Entiendo que el convenio suscripto por las partes no puede
interpretarse de manera tal que conlleve a una renuncia de derechos y a la
liberación de la empleadora de las obligaciones a su cargo, sin que resulte
relevante a los fines de la ineficacia del pretendido acuerdo, como bien surge de
la argumentación de la iudex a quo, se haya consignado determinado articulado o
norma, ya que lo esencial que corresponde analizar es la pérdida de derechos.
En tal sentido, el acuerdo celebrado configura una renuncia
anticipada de un derecho que goza de la preferente protección en la ley especial
que regula los accidentes y enfermedades del trabajo, cuya imperatividad impide
la eficacia de todo acto unilateral o bilateral que obste a que se produzcan los
efectos normales que la misma ley prevé.
Al conformarse la existencia de estos actos lesivos, cede la eficacia
formal del principio de seguridad jurídica que encubre un acto disvalioso, dando
lugar a la preeminencia de la finalidad sustancial que pretende la ley garantizando
una efectiva seguridad jurídica axiológicamente valiosa.
Desde otro ángulo de análisis, cabe señalar el error conceptual al
llamar convenio de desvinculación a un instrumento posterior a la efectiva
desvinculación del trabajador por decisión de la empleadora C.A.S.A., en el que
ya la voluntad del trabajador había sido superada por la decisión extintiva de
aquélla, restándole solamente percibir las indemnizaciones pertinentes, a cuyo
efecto resulta también irrelevante la recurrencia a un acta acuerdo atento la
inexistencia de situación litigiosa o controvertida.
En este marco es donde cabe conceptualizar la expresión
"gratificación extraordinaria por egreso". El significado semántico de la palabra
gratificar señala claramente que se trata de un premio, de un regalo con que una
parte premia a la otra, con motivo, en este caso, del egreso del trabajador,
constituyendo exclusivamente el egreso la única razón de ser de la gratificación y
que no condice con una posterior imputación a eventuales créditos que pudiera
tener el trabajador hacia su empleadora, ya que no se produce por la existencia de
la relación laboral, sino que su operatividad nace cuando dicha relación ya no
existe, resultando entonces inconducente pretender otorgarle una extensión
compensatoria de eventuales créditos laborales o una imputación a determinada
normativa que tiene su aplicación con motivo de aquel vínculo laboral.
Ante ello cabe distinguir aquellas gratificaciones que se otorgan
durante la vigencia de la relación laboral, que tienen su origen en la
espontaneidad o discrecionalidad del empleador, pero que no constituyen una
donación sino que se revelan causados en la mejor o mayor prestación del
trabajador y por lo tanto responden a una naturaleza remuneratoria, de aquellas
otras liberalidades que surgen a partir del distracto, configurando en este caso
dicha liberalidad una donación en tanto no responde a circunstancias derivadas
de la prestación de trabajo y carece de razonabilidad la pretendida imputación a
rubros emergentes del desarrollo de la vinculación de trabajo.
Por lo tanto, el agravio respecto a que el a quo haya considerado
que en el convenio de desvinculación no se hace mención alguna a los reclamos
por reparación integral en virtud de los arts. 1109 y 1074 y ccdtes. del Código
Civil, además de que la conclusión del juez haya sido acertada por cuanto no
surge del texto del pretendido convenio de homologación una referencia expresa a
dichas normas, además resulta irrelevante conforme lo expuesto precedentemente.
Los agravios dirigidos a la conclusión arribada que en el convenio
de desvinculación no se hace mención alguna a los reclamos por reparación
integral en virtud de los arts. 1109 y 1074 y ccdtes. del Código Civil serán
rechazados.
2. Inconstitucionalidad del art. 39 inc. 1 de la ley 24.557:
Dicha norma establece: “1. Las prestaciones de esta ley eximen a
los empleadores de toda responsabilidad civil, frente a sus trabajadores y a los
derechohabientes de éstos, con la sola excepción de la derivada del artículo 1072
del Código Civil”, es decir sólo admitiendo la opción por la acción civil en caso
de dolo del empleador.
En el fallo "Aquino Isacio c/ Cargo Servicios Industriales s/
Accidente", que comparto y adhiero en sus fundamentos y en su decisorio, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha dicho: "Para esta Corte, es justo y
razonable que la legislación contemple el abanico de intereses y expectativas que
pone en juego la relación laboral con motivo de un accidente o enfermedad en
términos que atiendan, equilibradamente, a todos los actores comprometidos en
ese trance. Empero, esto es así bajo la inexcusable condición de que los medios
elegidos para el logro de dichos fines y equilibrios resulten compatibles con los
principios, valores y derechos humanos de la Constitución Nacional enuncia y
manda respetar, proteger y realizar..."..."La ley de riesgos del trabajo al excluir
mediante el art. 39 inc. 1ero. sin reemplazar con análogos alcances la tutela de
los arts. 1109 y 1113 del Código Civil, no se adecua a los lineamientos
constitucionales a pesar de haber proclamado que tiene entre sus objetivos
reparar los daños derivados de accidentes de trabajo y de enfermedades
profesionales -art. 1ero. inc. 2do. b- negando a la hora de proteger la integridad
psíquica, física y moral del trabajador, la consideración plena de la persona
humana y de los imperativos de justicia de la reparación que no deben cubrirse
sólo en apariencia"..."El hecho de que los menoscabos a la integridad psíquica,
física y moral del trabajador, prohibidos por el principio "alterum non laedere",
deban ser indemnizados en los términos del art. 39 inc. 1ro. de la ley de riesgos
del trabajo, que excluye la vía reparadora del Código Civil, vuelve a dicha
norma contraria a la dignidad humana…".
Acompaño a la sentenciante de grado en cuanto declara la
inconstitucionalidad del art. 39 inc. 1 de la ley 24.557 ya que como asevera
“exime al empleador de responsabilidad civil”, lo que resulta lesiva de la
protección de la que debe gozar el trabajo según el art. 14 bis y los derechos de
igualdad y propiedad tutelados por los arts. 16 y 17 de la Constitución Nacional,
sin que el tenor de los agravios expresados por las co-demandadas logren
desmoronar la axiología finalista que inspira el decisorio "Aquino" cuando resalta
la dignidad humana como bien jurídico de preferente tutela, a la par que precisa
"...en el ámbito de las cuestiones examinadas, el art. 39 inc. 1 de la ley 24.557
afecta las garantías constitucionales reconocidas en los arts. 14 bis, 16, 17, 19 y
28 de la Constitución Nacional y de los tratados incorporados por el art. 75 inc.
22, de modo que se encuentran reunidas las condiciones que exigen declarar la
invalidez de la norma, como última ratio del orden jurídico", descartando dudas
sobre la inconstitucionalidad de la norma referida.
Esta inconstitucionalidad nace de la clara discriminación entre la
generalidad de los sujetos a quienes están dirigidas las normas de los arts. 1109,
1113 y ccdtes. del Cód. Civil y aquellos que sufren daños personales en
circunstancias de desempeñarse en trabajos en relación de dependencia, y
semejante discriminación, con la que se descalifica a la persona por la sola
situación de trabajar en relación de subordinación, no es coherente con el
principio de igualdad ante la ley instituido en el art. 16 de la Constitución
Nacional, ni tampoco con otros principios adoptados y recogidos por nuestra Ley
Suprema por la vía de la incorporación de la Declaración Universal de Derechos
Humanos.
Tal como establece la sentenciante, resultando procedente la acción
civil intentada por el trabajador deviene inoficioso el tratamiento de la
declaración de inconstitucionalidad del art. 49 apartado 1 y art. 6 de la ley 24.557,
por cuanto al habilitar el planteo de inconstitucionalidad del art. 39 de la ley, deja
expedita la acción de responsabilidad extracontractual sobre cuyos fundamentos
normativos asienta la jueza de anterior instancia jurisdiccional su
pronunciamiento.
Por lo que dicha queja no tiene andamiento y ha de ser desestimada.
3. Presupuestos de responsabilidad civil:
El tercer agravio de Celulosa Argentina S.A. se centra en que la a
quo haya considerado acreditado la existencia de los presupuestos de
responsabilidad civil en el análisis de la prueba rendida en autos.
Menciona la recurrente que la sentenciante efectúa una valoración
equivocada de la prueba rendida en autos y le otorga valor probatorio a pruebas
improcedentes e ilegales como la declaración del testigo Sendra y el hecho nuevo
denunciado por la actora.
Por lo que examinaré la concurrencia o no de los presupuestos que
viabilizan la aplicación del art. 1113 del Código Civil: 1) Existencia de relación
laboral. 2) Objetivación de la cosa riesgosa o peligrosa. 3) Existencia de daño. 4)
Relación causal entre la cosa riesgosa y el daño. 5) Propiedad o guarda de la cosa.
En autos está reconocida la existencia de la relación laboral, por lo
cual tengo por cumplido este extremo.
Tampoco resulta objeto de controversia la titularidad de Celulosa
Argentina S.A. como propietaria o guardián de las cosas.
En cuanto a la existencia de daño, la pericial médica obrante en
autos (fs. 365/367) surge que el actor “presenta una disminución de agudez
auditiva: 5,38% de la T.O. Genu-Varun de rodilla izquierda y pinzamiento
articular, con más intensidad del lado izquierdo: 9% de la T.O. según baremos
de pág. 163 del libro “Código de Tablas de incapacidades Laborativas”, de
Rubinstein. Como no existe la historia clínica ni documentales que avalen la
evolución de las tareas, se considera que la incapacidad funcional de las
gonalgias es del 18% de la T.O. De dicha incapacidad se toma 50% imputable al
trabajo y 50% debido a la artrosis. Se tomó esta determinación debido a los
escasos elementos para poder reconstruir la historia clínica médico legal.” (fs.
367 vta.).
Resulta oportuno examinar conjuntamente el reproche que formula
en su sexto agravio la co-demandada C.A.S.A. sobre la pericia médica:
Cuestiona la parte la decisión de la magistrada de aceptar lo
manifestado por el perito médico referente a la incapacidad del 14,38% que
padece el actor deriva de los esfuerzos diarios y repetidos que realizó para la
empresa demandada, cuestiona el quejoso que el perito médico de autos no le
consta el origen de la incapacidad en razón de que no acreditó en autos que se
haya constituido en el lugar de trabajo y visto las tareas que realizaba el actor para
fundamentar su opinión en el dictamen.
Cabe destacar que el dictamen médico luce debidamente fundado,
por lo que no me apartaré de sus conclusiones, careciendo de asidero los
argumentos expuestos por las partes para intentar descalificarlo, habida cuenta
que la experticia encuentra correlato confirmatorio con los testimonios rendidos
en autos y la pericial técnica practicada.
En relación a la existencia de cosa riesgosa, si bien no se debe
considerar al trabajo en sí mismo como cosa, cabe destacar que no es el trabajo el
que produce la minusvalía, sino las condiciones en que aquel se realiza por el
vicio o riesgo de las cosas de que se vale el empresario para el desarrollo de sus
actividades industrial o comercial.
El testigo Gustavo Enrique Sendra (fs. 110) –compañero de trabajo
de accionante- en cuanto a las tareas que desarrollaba el actor aseveró: “…el
actor fue operador de máquina, de equipo de arrastre y de autoelevador marca
Petibon, siempre lo vi trabajando en eso. Que las tareas que hacia Cappelleti
eran descargar camiones, después pasó a ayudante de operador, manejaba una
sección que se llama Cartage, donde se pica la madera" (respuesta a la segunda
pregunta).
Afirmando que la empleadora ni la ART brindaron cursos de
capacitación en Higiene y Seguridad Industrial (respuesta a la cuarta y quinta
pregunta).
En relación al funcionamiento de la máquina Petibon dijo: “…es
una máquina autoelevador con almeja giratoria, que tiene cuatro ruedas con
doble tracción con movimiento hidráulico, la cabina donde se trabajaba era muy
reducida, muy chica. Se trabajaba adentro con las puertas cerradas, la cabina
tenía más o menos un metro por un metro. Con esa máquina se descargaba
camiones y se iba a veces a descargar camiones al campo en muy malas
condiciones, nos obligaban a veces a trabajar sin frenos porque era la única
máquina que había y no se podía parar la producción. Con las ruedas de las
masas totalmente soldadas que se salían, con mucho ruido en el caño de escape
muy cerca de los oídos sin calefacción. Se trabajaba contínuamente con palancas
en movimiento, que era para poder hacer cada movimiento se tenía que acelerar
la máquina con el pedal a fondo sino no se podía hacer ningún movimiento, con
espacio reducido y muy incómodo. Y contínuamente con mucho ruido” (respuesta
a la sexta pregunta).
Al ser preguntado acerca si el ambiente donde el actor desarrolló su
labor era ruidoso y en caso positivo cuales eran los elementos o máquinas
causante de tales ruido afirmó: “era muy ruidoso, el ruido mayor era la chispera
donde se picaba la madera, después las máquinas Petibon, los tractores Ranger
y la Dropp y las palas mecánicas, después la zaranda, son ruidosos” (respuesta a
la séptima pregunta).
Agregando en relación a la entrega de elementos de protección
auditivos por parte de la empresa: “Que en el último tiempo se le brindó a
Cappelletti elementos de seguridad pero eran de muy baja calidad, que se
rompían constantemente que no servían para nada. Aclara que los elementos de
seguridad eran los protectores auditivos, y antiparras que también no servían, se
rompían” (respuesta a la octava pregunta).
Finalmente dijo: “Que todos los trabajos eran de esfuerzo físico,
porque la mayoría eran manuales, que casi siempre se rompían las cadenas de la
mesa y se cruzaban los palos entonces ahí teníamos, tenía que ir Cappelletti a
correrlos con la mano y con un gancho. Después adelante en la chispera se
arrancaban los palos y había que sacarlos con una maza y con una barreta, en
ese momento se paraba esa parte y teníamos que bajarnos nosotros de la
máquina e ir a ayudarle a Cappelletti para poder destrancar el palo, eran palos
la mayoría todos grandes, de doscientos kilos. Cuando se paraba lo obligaban a
ayudarlo lo destrababan de a dos o tres personas. A veces se usaba aparejo para
poder sacarlo…” (respuesta a la novena pregunta).
Por su parte, el deponente Feliciano Benjamín Retamal (fs. 126) –
quien fuera compañero de trabajo del actor- en relación a las tareas desempeñadas
por Cappelletti dijo: “…estuvo en la Petibon que el actor también fue ayudante
operador, que utilizaba un gancho de fierro para destrabar los troncos que se
trababan antes de llegar al volante de picada de los palos, que anteriormente
manejaba la Petibon que con la máquina se agarraba los palos de los camiones,
se descargaba, que se manejaba yendo para atrás y delante permanentemente”
(respuesta a la segunda pregunta).
Afirmando, en concordancia con el declarante anterior, que la
empleadora ni la ART brindaron cursos de capacitación en Higiene y Seguridad
Industrial (respuesta a la cuarta y quinta pregunta).
En lo que respecto al funcionamiento de la máquina Petibon, dio
suficiente razón de sus dichos, debido a que el declarante también la manejó: “…
Con la Petibon se descarga el camión, se saca los palos y se lo pone en la mesa
donde los palos marchan para picarlos. La petibon tiene una almeja que agarra
los palos, primero se avanza para el camión y se frena de ahí va para atrás a la
mesa y frena va para atrás vacío y frena y vuelve al camión, por cada descarga
de camión calculo que deben ser treinta frenadas. Que la máquina Petibon no
tiene embrague, solo acelerador y freno, que es automático.” (ver respuesta a la
sexta pregunta).
En cuanto al ambiente de trabajo del actor dijo: “Que era ruidoso,
que el ruido lo hacía el caño de escape de la máquina la Petibon que estaba
atrás de la espalda, que no se podía cerrar la puerta porque se moría de calor.
El volante de la chispera donde se pica el palo hacia mucho ruido que nos dejó
sordos.” (ver respuesta a la séptima pregunta).
Dando cuenta que las tareas del actor “…eran tareas de gran
esfuerzo, que la de mayor esfuerzo era destrabar los troncos con los ganchos,
también encarrilar cadenas de la mesa que cuando se descarrilaban lo hacíamos
nosotros” (ver respuesta a la novena pregunta).
Habiendo examinado con profundidad dichos testimonios, observo
que sus declaraciones son contundentes y categóricas, careciendo de asidero los
argumentos con los que intenta el apelante descalificar sus testimonios, ya que los
mismos, a contrario de lo afirmado por el recurrente, dan cuenta en forma clara y
concordante de las tareas que realizaba el actor, resultando acreditados los
esfuerzos que realizaba y el ruido existente, no puedo obviar que los mismos
conocen tales hechos por trabajar en la misma sección que el actor, por lo que no
se refieren a tareas generales de la sección y no contestan vagamente, como
afirma el quejoso a fs. 538 y vta., sino que amerita otorgar a ambos testimonios
un experto conocimiento del desenvolvimiento de las tareas.
Tampoco tienen andamiento los argumentos expuestos por el
apelante tendiente a desacreditar la Pericia de Higiene y Seguridad obrante a fs.
261 y siguientes, por lo que no me apartaré de la misma, advirtiendo una
exhaustiva labor pericial sobre la base de la verificación in situ como así también
de la documentación aportada por la empleadora que luce incompleta y
desactualizada.
En relación a la dolencia del oído del actor, cabe establecer que aún
cuando el ruido no es “cosa” propiamente dicha, sí lo son las maquinarias que lo
producen y todo aquello que constituyó el medio ambiente en el cual el trabajador
cumplió su débito laboral.
En el caso sometido a revisión ha quedado acreditado que el actor
desarrollaba sus tareas en un ambiente ruidoso, excediendo el nivel sonoro en
gran medida al máximo permitido por la legislación vigente en materia de
seguridad e higiene industrial.
Además de ello, de las probanzas habidas en la causa puede
observarse que las maquinarias existentes en el lugar en que el dependiente
cumplía sus tareas pueden considerarse riesgosas en los términos del art. 1113 del
C.C., atento el nivel de sonoridad producido.
Ello se deduce de la pericial técnica, el experto en cuanto al nivel de
ruido contínuo existente aseveró “…los valores determinados están alrededor de
la dosis de 90 db (A), establecidos en el Anexo V capítulo 13 del decreto 351/79,
esta situación no invalida la probabilidad del eventual daño auditivo que el
entorno laboral le pudiere haber causado, hecho que se podrá verificar en el
informe Perito Médico, practicado el examen de Audiometría y sustentado por
los exámenes periódicos que la codemandada le debió realizar al actor, sobre
todo desde el año 1997 hasta su desvinculación con la empleadora. (punto c),
agregando que no le fueron suministrados al actor los protectores auditivos
(punto d)".
Agregando el experto que “…lo observable es la falta de
constancias de entrega de protección auditiva y la ausencia de mediciones de
ruido en el ámbito de trabajo donde el actor desarrolló su última etapa laboral,
es decir como operador de la máquina Petibon” (punto b).
Cabe señalar que de la documentación acompañada por la
demandada C.A.S.A. a la pericial técnica (fs. 269), correspondiente al año 1997,
se desprende la existencia de un nivel sonoro que llega a los 88,40 dB (A) en la
sección alistamiento, donde se desempeñaba el actor, en coincidencia con la
verificada por el experto, sin que se advierta acreditada la reducción de sonoridad
de la máquina Petibon, ni que se hubieren adoptado las medidas pertinentes.
Sobre el estado de conservación de la máquina utilizada por el actor
dijo el experto que no fue presentada documental alguna de mantenimiento
preventivo (punto e) y que no le fue suministrado copias del “Plan de
Autoevaluación”, ni del “Plan de Mejoramiento”, de manera que no puede
referenciar hecho alguno relacionado con los cambios propuestos y consumados
en la máquina Petibon (punto g) y agregó “…no me entregaron documental
alguna que demuestre cierta acción tomada con el caño de escape de la indicada
máquina el cual es fuente generadora permanente de ruido para el operador y se
ubica en la parte posterior de su posición de trabajo” (punto h).
En relación a los cuestionamientos efectuados por el apelante a fs.
538 in fine del memorial recursivo cabe establecer que el límite fijado por la ley
de higiene y seguridad y su decreto reglamentario respecto del máximo nivel
sonoro admisible para el trabajo continuo, no tiene carácter absoluto, por cuanto
ciertos seres humanos pueden verse afectados por debajo de dicho límite y otros
no.
En este sentido: Debido a que la influencia de los ruidos en el ser
humano no es suceptible de valoración rígida, debe considerarse que no existe
una cifra tope de decibeles que traza el límite entre lo dañoso y lo que no lo es
(CNAT, II, 19.03.84, Carpetas DT, 2315).
Los 90 dB (A) que fija el decreto reglamentario en el anexo V,
marca el límite a partir del cual deben adoptarse correcciones para reducirlo, pero
no indica que por debajo de esos niveles deba considerarse que el ruido es
inofensivo para la salud de los trabajadores, ya que a partir de los 85 DB (A) se
exige el uso de protectores auditivos y los controles periódicos.
Por ello, acreditada la existencia de la disminución de agudez
auditiva en el actor y un nivel de ruido que ronda en algún caso y que excede en
otros el legalmente admisible corresponde atribuir a las cosas que lo producen el
carácter de riesgosas.
Tal como refiere la jueza de grado “…los movimientos repetitivos
de sus miembros inferiores, posiciones antiergonómicas y esfuerzos reiterados,
resultaron de entidad suficiente y determinante en la producción del daño” (fs.
454).
En lo que refiere a la relación causal entre la cosa riesgosa y el
daño, basta la intervención de una cosa peligrosa en un suceso dañoso para que
pueda presumir que el daño resulta de la actualización de ese peligro, en tanto no
se aporte la demostración de incausalidad que enerve aquella relación causal
aparente (Cf. Matilde Zavala de González, “Responsabilidad por riesgo”, pág.
176).
Por lo que, acreditado que el nivel sonoro en el ambiente que
cumplía sus tareas el actor dentro del establecimiento de la demandada,
demuestra el riesgo de las cosas que lo producían, que el actor se desempeñó en
ese ambiente y que el mismo padece una incapacidad atribuible a lesiones
producidas por trama acústico, concluyo que no le asiste razón al apelante ya que
se encuentra demostrada la existencia de la relación causal entre el daño y el
riesgo de la cosa, por lo que el agravio debe ser rechazado.
En cuanto a Genu-Varun de rodilla izquierda y pinzamiento
articular, de las experticias médicas y técnicas en concordancia con los
testimonios analizados, se desprende que las tareas realizadas por el actor en la
máquina Petibon, exigieron del trabajador un continuo uso de las piernas en el
habitual avance y retroceso de dicho artefacto con incidencia directa en las
rodillas, habida cuenta que solo contaba con freno y acelerador y con un
importante estado de deterioro, produciendo un efecto traslativo a la columna,
resultando idóneo para producir un desequilibrio en el organismo con las
consecuencias verificadas por el perito médico.
A tenor de lo expuesto, puede concluirse que las tareas realizadas
por Capelletti actuaron, ya sea en forma directa o a través de las maquinarias
utilizadas, como causas eficaces de las lesiones que presenta y que fueron
acogidas por la iudex a quo.
El agravio será desestimado.
4. Tacha interpuesta contra el testigo Gustavo Enrique Sendra.
Respecto al rechazo de la tacha interpuesta contra dicho testigo,
observo que a fs. 111 de autos Celulosa Argentina S.A. tacha al testigo “en razón
de su parcialidad en su declaración ya que en la primera contestación declara
que no es acreedor ni deudor de Celulosa Argentina y seguidamente declara que
tiene un reclamo contra la empresa del problema físico…” agregando que el
testigo tiene un “…intereses directo en el resultado de estos autos, ya que los
hechos fundantes de los presentes, son iguales a los hechos fundantes de su
reclamo…”
La jueza de grado rechazo dicha tacha alegando que lo “aducido por
Celulosa Argentina S.A. no ha sido acreditado de modo alguno…no se ha
probado en autos que el reclamo de Cappelletti, las patologías del trabajo
reclamadas, resulten coincidentes con las enervadas por el testigo Sendra…” (fs.
956 vta. in fine).
Ello provoco las criticas de las partes quiénes insisten en que el
testigo inicio juicio con el patrocinio del Dr. Paoloni contra Celulosa Argentina,
pretendiendo la misma acción y con los mismos fundamentos y remarcando que
el testigo tiene un interés en que el pleito sea favorable.
En primer lugar destaco que en la causa no se acreditó que el
deponente haya iniciado la misma acción y con los mismos fundamentos contra la
demandada como se expresa en el memorial de agravios.
En segundo lugar, el testigo dio cuenta al prestar su declaración al
responder la primer pregunta dijo: “Que tengo un reclamo contra la empresa
Celulosa, del problema físico” ello no lleva sin más a considerar que se trata de la
misma acción y con los mismos fundamentos, además como lo tengo dicho el
hecho de que el testigo tenga juicio pendiente con la demandada no invalida al
testigo a declarar, sino que su testimonio debe ser analizado con mayor estrictez,
no observando en su declaración la parcialidad alegada por los recurrentes ya que
el testigo se limita a declarar lo que sabe por haber trabajado para la demandada,
que por otra parte encuentra correspondencia con lo declarado por Retamal y lo
verificado en la pericial técnica, descartando parcialidad por interés en la
declaración de Sendra.
Acompaño a la jueza de origen respecto al rechazo de la tacha
interpuesta contra el mismo y el agravio será rechazado.
5. Hecho nuevo denunciado por la actora.
La magistrada de grado entendió que si bien el hecho nuevo no fue
denunciado dentro de los tres días de conocimiento, debido a que el hecho guarda
relación intrínseca con el tema debatido hace lugar al mismo e impone las costas
en el orden causado. Argumentan las partes que ello viola el debido proceso legal
y la defensa en juicio ya que insisten en que el hecho nuevo debe ser denunciado
dentro de los tres días de su conocimiento y no luego.
Cabe recordar que el art. 62 del CPL dispone: “Cuando con
posterioridad a la contestación de la demanda o de la reconvención ocurriere o
llegare a conocimiento de las partes algún hecho nuevo vinculado con la
cuestión litigiosa estás podrán denunciarlo al juez o al tribunal en cualquier
estado de la causa, en cuyo caso será también de aplicación lo dispuesto en el
artículo precedente”.
En virtud que el hecho nuevo denunciado por la actora se trata de la
absolución de posiciones de La Caja ART en los autos caratulados “Cuello Julio
c/ Celulosa Argentina S.A. y otra s/ Demanda Laboral” Expediente Nro. 691/01
(fs. 159/160) de donde surge el reconocimiento de la ART de incumplimientos
incurridos por Celulosa Argentina S.A. en las condiciones y medio de trabajo del
actor, entiendo que se encuentra íntimamente vinculado a la cuestión litigiosa de
autos y por ello acompaño a la magistrada respecto a que el mismo debe ser
incorporado al proceso, manteniendo incólume las costas en el orden causado.
En efecto, no puede obviarse que la amplitud que establece el art. 62
CPL. para la denuncia de hecho nuevo, al que asimila a la facultad del juzgador
de decretar de oficio las medidas de prueba que estime conveniente (art. 61 CPL.)
habilita la posibilidad de incorporar pruebas referidas al hecho calificado como
nuevo, con la sola limitación de que se encuentre vinculado con la cuestión
litigiosa, es decir que el tipo de hechos nuevos al que alude el art. 62 es aquel que
guarda conexión con las pretenciones y defensas ya introducidas al trabarse la
litis y hace a la prueba de las mismas, sin que exista una modificación del
contenido del pleito.
No advirtiéndose que el hecho nuevo denunciado en autos altere la
contradicción original, ni configure una pretensión diferente, la conclusión de la a
quo de receptarlo resulta ajustado a derecho.
El agravio será desestimado.
6. Incumplimientos de la demandada Celulosa Argentina S.A.
Reprocha Celulosa Argentina S.A. que la magistrada de origen
decidiera que su parte no cumplió con su obligación de “no hacer”.
Coincido con la jueza de baja instancia respecto a que el deber
primario de prevención está a cargo del empleador (Cf. art. 8 ley 19.587 y art. 33
LRT), con sustento en dichas normas observo una conducta omisiva en la
patronal, quien –tal como afirma la a quo a fs. 454- con la documental presentada,
se deduce que Celulosa Argentina S.A. tuvo conocimiento de las dolencias del
actor y no obstante ello, no tomó ninguna medida tendiente a evitar la evolución
de tales dolencias, ya sea mejorando las condiciones de trabajo o bien ubicando a
Capelletti en tareas acordes que eviten la progresividad de las dolencias.
El hecho de haber practicado la empleadora algunos de los
exámenes periódicos no excede del cumplimiento formal de la norma, ya que
cuando surgen de los mismos la existencia de dolencias -sean o no derivadas del
trabajo y que como se verifica en autos han derivado de la prestación laboral y de
las condiciones en que la misma se realizaba- contemporáneamente surge la
obligación de la empleadora de no continuar haciendo aquello que producía daño
en el trabajador y paralelamente hacer aquellas modificaciones técnicas y/u
organizacionales que hagan cesar la incidencia dañosa en el organismo del
dependiente.
El 18 de julio de 1984, de un examen médico periódico, surge que
el actor presentaba un síndrome de meniscos interno de rodilla izquierda (fs. 323).
En la audiometría efectuada el 19 de agosto de 1994, emerge que el
actor presentaba un descenso bilateral compatible con hipoacusia mixta con
mayor componente perceptivo, observando que se recomendó “proteger” (fs. 325
y siguientes); en la audiometría efectuada el 19 de mayo de 1995 del informe
surge: “Curvas auditivas compatible con hipoacusia mixta. Comparando con la
anterior leve ASCENSO” (fs. 355), y en la efectuada en fecha 5 de diciembre de
1996 en observaciones surge “Caída pareja a/ vías a/ oídos sobre todo en tonos
3000-4000-6000-8000” (fs. 351). También de la documental agregada a fs. 344 se
evidencia los problemas físicos en la rodilla del actor.
Advierto que Celulosa Argentina S.A. en su reproche no formula
argumentos convincentes que conduzcan a modificar lo decidido en el
pronunciamiento de grado respecto a su conducta omisiva y a su responsabilidad
en la producción de los daños verificados en el trabajador.
Por lo que los cuestionamientos efectuados no tendrán recepción.
7. Fórmula utilizada para determinar la “reparación integral”.
En relación a la reparación integral, la jueza de grado entiende que
resulta aplicable al caso lo ordenado por la Cámara Nacional de Apelaciones del
Trabajo, Sala III, en autos “Méndez Alejandro c/ Mylba S.A.” del 28/04/2008 y
aplica la formula financiera utilizada en dicho precedente y fija la suma de
$38.254 en reparación en concepto de daño material y por daño moral en función
del plenario “Vieytes” lo impone en un 20%: $ 7.650.
Ambas partes cuestionan la aplicación de dicha fórmula
argumentando que la misma no ha sido introducida por ninguna de las partes,
afirmando que hay una clara violación del debido proceso legal y un exceso de las
funciones de la a quo.
No obstante, los apelantes no aportan elementos convincentes que
demuestren que la solución dada por la sentenciante a los efectos de fijar los
montos del daño material y moral no sea la correcta.
Creo necesario establecer que ante la pretensión de resarcimiento
del daño por vía de la acción civil, cabe atender a todo menoscabo, limitación,
disminución o pérdida que sufra el trabajador en su integridad sicofísica
emergente del trabajo, y que excede la faz laborativa.
El daño material no es solo la incapacidad laborativa sino la
aminoración del damnificado en cualquier ámbito de su existencia hasta el límite
de la “vida probable”, pues la incapacidad no solo debe medir el aspecto del
trabajo sino también cuanto atañe a las actividades de la víctima y la proyección
que tiene la dolencia sobre la personalidad integral.
A fin de calcular el monto indemnizatorio, una vez probado el daño,
entiendo que le corresponde a los jueces de la causa establecer las pautas para
determinar el quantum indemnizatorio.
De esta forma la cuantificación de la indemnización debida al
trabajador constituye una tarea específica de los jueces, por lo que no existe
violación del debido proceso legal y un exceso de las funciones de la a quo, como
afirman lo apelantes.
En la presente causa, la magistrada considero prudente utilizar la
formula que emerge del fallo “Méndez”, la que no ha sido cuestionada por los
recurrentes, sino que solo cuestionan que la misma no haya sido peticionada por
ninguna de las partes de la causa, por lo que, reitero, siendo facultad de los
magistrados establecer el monto de la indemnización, y estimo justo y equitativo
para calcular el monto indemnizatorio con la fórmula aplicada por la magistrada,
las quejas serán rechazadas.
Por lo que entiendo razonable el importe establecido por la
sentenciante y las quejas serán rechazadas.
8. Responsabilidad de La Caja ART SA.
En su primer agravio cuestiona que la jueza entendiera que la
Aseguradora de Riesgos del Trabajo se comportó como parte dentro de los
presentes autos.
Cabe tener en cuenta que la Ley de Riesgos del Trabajo se
estructura sobre la base de la creación de entidades con fines de lucro -las ART.-
asignándoles a las mismas funciones que extienden su responsabilidad mas allá de
la finalidad reparadora, sino que el papel singular y primario que les ha otorgado
es el de garantizar la finalidad de prevenir eficazmente los riesgos del trabajo y
para ello, deberá asumir compromisos concretos de cumplimiento de las normas
de higiene y seguridad en el trabajo (confr. art. 4° Ley 24557), es decir que coloca
en estas entidades la calidad de sujetos pasivos de la carga de prevención y
seguridad.
En tal calidad este nuevo sujeto es deudor de seguridad con carácter
originario y a la par, la propia norma le impone una obligación de vigilar el
cumplimiento del Plan de Mejoramiento, emergiendo su responsabilidad al darle
el carácter de controlador, independientemente de la relación de causalidad
adecuada necesaria para efectivizar la ley, cuando, ante la ocurrencia del hecho
dañoso deriva del incumplimiento de la obligación in vigilando, conforme surge
claramente de lo dispuesto respecto a las empresas críticas, lo normado por el
decreto 1278/2000.
Cuando la norma referida utiliza los términos de eficacia y de
asumir compromisos concretos en la prevención, queda establecido en la
axiología de la misma que tales calificaciones deben responder a un sentido de
utilidad de la intervención de las A.R.T. y su accionar, que garantice la
indemnidad del trabajador, máxime cuando la ART. conforma un sujeto que por
sus conocimientos, sus aptitudes y capacitación técnica posee un mayor grado de
idoneidad en la previsión que exige sus funciones de prevención y seguridad (arg.
arts. 901, 902, 904, 1074 C.C.).
En tal carácter esta codemandada La Caja Aseguradora de Riesgos
del Trabajo ART. S.A. es traída al proceso desde su inicio conforme surge a fs. 2
que, si bien no individualiza la razón social, resulta claro que se demandaba a la
ART. que tenía a su cargo la prevención y cobertura de los riesgos de trabajo de
la empleadora, evidenciando los términos de la demanda que la acción se
promovía también contra la aseguradora.
Denunciada la Aseguradora de Riesgos del trabajo contratada por
C.A.S.A. al contestar ésta la demanda (fs. 21), el juzgado da curso a la demanda
contra la La Caja ART. S.A. para que comparezca, conteste la demanda y ofrezca
prueba, quedando por lo tanto integrada a la litis.
En tal sentido se expide la sentenciante a fs. 451 vta., descartando la
pretensión de citación de denuncia de litis, habida cuenta que la conducta de la
aseguradora al contestar la demanda implica hacerse cargo de su calidad de sujeto
pasivo en el presente proceso, y así lo ha decretado el juzgado interviniente.
La conducta asumida por la aseguradora de contestar la demanda,
ofrecer pruebas, alegar, etc. conforma la situación procesal de la misma como
parte, distando en extremo la pretensión de denuncia de litis donde la facultad
procesal del tercero se limita al control procedimental.
Cabe desestimar el agravio de La Caja ART. S.A. articulado en tal
sentido.
En cuanto a la responsabilidad de la ART la jueza de grado entendió
que “Así, la Caja ART SA responde en virtud del art. 1074 del Código Civil, el
cual estima que toda persona que por cualquier omisión hubiere ocasionado un
perjuicio a otro, será responsable solamente cuando una disposición de la ley le
impusiera cumplir el hecho omitido…Como podrá apreciarse la responsabilidad
de la ART surge por el hecho propio y consiste en omitir el cumplimiento del
deber de prevención que la LRT pone a su cargo…”.
Conforme lo dispusiera esta misma Sala en “Torres c/ Swift”, F°
222 del 28-09-06, se responsabiliza a las ART en acciones de derecho común
ciñendo la reparación económica a los límites del régimen de riesgos establecido
por la ley 24.557.
Cabe señalar que de la prueba rendida en autos no surge que la
empleadora haya tomado medidas de seguridad, que capacitara a sus empleados
(art. 9 de la ley 19.587), al respecto, los testigos de la causa afirman que ni la
empleadora ni la ART brindaron cursos de capacitación en Higiene y Seguridad
Industrial (respuesta a la cuarta y quinta pregunta) y el testigo Sendra en relación
a la entrega de elementos de protección auditivos por parte de la empresa dijo:
“Que en el último tiempo se le brindó a Cappelletti elementos de seguridad pero
eran de muy baja calidad, que se rompían constantemente que no servían para
nada. Aclara que los elementos de seguridad eran los protectores auditivos, y
antiparras que también no servían, se rompían” (respuesta a la octava pregunta),
es decir, solo refiere a la entrega en el último tiempo de la relación laboral.
Las Aseguradoras de riesgos del trabajo están obligadas a asesorar a
los empleadores para prevenir y proteger. Tal como establece la sentenciante
conforme el art. 4 de la ley 24.557 y normas complementarias, la ART debió
controlar el ámbito donde el actor cumplía sus tareas y corroborar que se
cumplieran las normas de seguridad y cursos de capacitación al personal, no
resultando suficientes las 79 inspecciones formales con las que la ART pretende
liberarse de responder en el presente.
Recordemos que el perito técnico a fs. 262 afirma que no le fueron
entregados al actor protectores auditivos, agregando que los planes de
autoevaluación y plan de mejoramiento no le fueron suministrados en el acto de la
pericia, afirmando que según una constancia de visita de la ART en el mes de
enero de 1999 surge que el nivel de cumplimiento de la empleadora respecto de la
ART era el Nro. 2 y que el plazo para alcanzar el nivel 3 estaba vencido.
Además el representante legal de La Caja ART SA dentro de los
autos caratulados “Cuello Julio c/ Celulosa Argentina S.A. y otra s/ Demanda
Laboral” Expediente Nro. 691/01, al momento de absolver posiciones (fs.
159/160) refirió que se habían constatado incumplimientos en el medio de trabajo
donde el actor cumplía su trabajo por parte de Celulosa (posición quinta), y si
bien refirió que tales incumplimientos habían sido denunciados ante la
Superintendencia de Riesgos del Trabajo (posición sexta), no existe probanzas en
autos que avalan tal denuncia.
Entiendo que las inspecciones efectuadas por la entidad aseguradora
eran meramente formales ya que no se acreditó que a través de las mismas se
hubieren disminuido o anulados los riesgos.
De esta forma no probado el cumplimiento de las obligaciones
referidas se observa una conducta omisiva de la ART que lleva a determinar su
negligencia como contribuyente al mantenimiento de condiciones de trabajo que
provocaron las dolencias del actor.
Afirma Grisolía que: “cabe considerar que existe responsabilidad
civil extracontractual cuando las ART incumplen las obligaciones legales
impuestas (art. 4.4; art. 31.a; dec. 170/96), con fundamentos en el artículo 1074
del Código Civil, si se verifica una conducta omisiva de la ART que haya
permitido el incumplimiento del empleador y ocasione un daño al trabajador”,
aclarando que en tal caso “la ART actúa como tercero responsable respecto del
trabajador, ya que las prestaciones del sistema liberan totalmente al empleador”
(“Ley de Riesgos del Trabajo –II”, Revista del derecho laboral, Doctrina,
Jurisprudencia, Actualidad, Rubiznal -Culzoni Editores, pag. 173).
No puedo dejar de señalar que la Corte Suprema de Justicia de la
Nación ya en el año 2007 en el precedente “Galván, Renee c/ electroquímica
Argentina S.A. y otro” (La Ley 12/11/2007) afirmó: “Es arbitraria la sentencia
que eximio de responsabilidad –con fundamento en el art. 1074 del Cód. Civil- a
la Aseguradora de Riesgos del Trabajo, con sustento en que la demanda no
indicaba cual habría sido la omisión de aquella que ocasionó el infortunio….”, y
en el año 2009 en la causa “Torrillo, Atilio Amadeo y otro c/ Gulf Oil Argentina
SA y otro” la Corte condena no sólo al empleador principal, sino que también
hace extensiva la obligación indemnizatoria en forma solidaria y por el total de la
misma en los términos del Código Civil, a la ART, por considerar que la misma
no cumplimentó en modo alguno lo establecido en el art 1 y 4 de la ley 24557 en
cuanto a las obligaciones de seguridad de las ART atinentes a planes de
mejoramiento, control, fiscalización de las empresas aseguradas con el objeto de
verificar el adecuado cumplimiento de la normativa sobre higiene y seguridad del
trabajo.
Acompaño a la sentenciante al considerar que la ART incurrió en
omisión culposa que torna aplicable el art. 1074 del Código Civil. Los
argumentos de la Caja ART SA no resultan suficientes para modificar tal
decisión, desestimando este agravio.
II. Agravios de la actora.
Analizaré los mismos en el orden que han sido propuestos:
1. El primer agravio de la actora se centra en la distribución del
porcentaje de incapacidad determinado en el pronunciamiento de grado.
Recuerdo que el perito medico dictamino: “Como no existe la
historia clínica ni documentales que avalen la evolución de las tareas, se
considera que la incapacidad funcional de las gonalgias es del 18% de la T.O.
De dicha incapacidad se toma 50% imputable al trabajo y 50% debido a la
artrosis. Se tomó esta determinación debido a los escasos elementos para poder
reconstruir la historia clínica médico legal.” (fs. 367 vta.).
La magistrada entendió que la imputación del 50% relativa al
trabajo “…resulta razonable –y de uso ordinario- que ante la ausencia de
documentación pertinente a fin de deslindar las causas de la incapacidad –
distintas al factor trabajo- se imponga dicho porcentaje”. (fs. 454 vta.).
Lo ya expuesto al tratar el agravio formalizado por la co-demandada
C.A.S.A. resulta pertinente respecto al reproche deducido por la parte accionante,
en cuanto a que el examen de los elementos médicos y técnicos aportados
permiten confirmar la experticia médica en el grado de incapacidad determinado
y la distribución imputacional al trabajo y a causas personales.
Este agravio ha de ser desestimado.
2. En cuanto a la suma de $3.000 abonada por Celulosa Argentina
S.A., entendió la magistrada de grado que la misma debe ser deducida del monto
final que resulte, siguiendo la doctrina establecida por el fallo “Wagner”.
Al respecto entiendo que resulta ineficaz la compensación de la
suma otorgada en calidad de “Gratificación Extraordinaria” en tanto compromete
las dimensiones más fundamentales del derecho y la dignidad humana,
violentando el interés general contenido en el orden publico laboral.
En tal sentido, el acuerdo celebrado configura una renuncia
anticipada de un derecho que goza de la preferente protección en la ley especial
que regula los accidentes y enfermedades del trabajo, cuya imperatividad impide
la eficacia de todo acto unilateral o bilateral que obste a que se produzcan los
efectos normales que la misma ley les prevé.
Al conformarse la existencia de estos actos lesivos, cede la eficacia
formal del principio de seguridad jurídica que encubre un acto disvalioso, dando
lugar a la preeminencia de la finalidad sustancial que pretende la ley garantizando
una efectiva seguridad jurídica axiológicamente valiosa.
En mérito a la brevedad me remito a lo expresado al tratar el primer
agravio de ambas demandadas, donde se ha analizado en extenso la eficacia y
validez del convenio de desvinculación aportado.
A su tenor entiendo que debe modificarse lo decidido en la instancia
anterior y la suma de $3.000 no debe descontarse de la suma que resulte de autos.
El agravio será receptado.
3. En relación a los intereses la magistrada los determinó desde el
dictado de la sentencia.
Entiendo prudente y razonable confirmar los intereses siguiendo el
criterio adoptado por la iudex a quo que determina su aplicación desde la fecha de
notificación de la sentencia conforme el auto T. VII F° 42 N° 398 (fs. 459) en
razón de cuantificar el daño sobre la base de valores actuales a la fecha del
pronunciamiento.
Por lo que no cabe modificar este tramo del decisorio de anterior
instancia jurisdiccional.
En consecuencia, propondré que se confirme lo decidido en la
instancia anterior, a excepción de la compensación de la gratificación
extraordinaria.
Voto pues por la afirmativa parcial.
A la misma cuestión el Dr. Vitantonio dijo:
I) Discrepo respetuosamente con los fundamentos que mi colega de
primer voto desarrolla para dar respuesta a la pregunta referida a la justicia del
pronunciamiento que, por los motivos que expondré, propongo sea parcialmente
modificado. Es que, mi primer disenso con el voto de mi colega se ancla en el
método utilizado en su discurso jurídico al tratar, en forma conjunta, los agravios
de la demandada principal (en adelante Celulosa) y La Caja Administradora de
Riesgos del Trabajo (en adelante ART).
Así, del examen de los temas traídos a consideración de este
Tribunal revisor, considero que las cuestiones jurídicas que componen los
agravios de ambas demandadas deben ser examinadas en forma separada. Es que:
a) el artículo 243 del Código Procesal Civil y Comercial, de aplicación supletoria
al procedimiento laboral, expresamente determina – generando el principio de
congruencia – que los hechos constitutivos de la litis son los que proceden
jurídicamente de la demanda y su contestación y de las peticiones formuladas en
ella, cualquiera sea la calificación que se les hubiese dado (sic), circunstancia
que resulta de importancia vital para la resolución de los recursos interpuestos por
las partes, dado el gaseoso contenido de la pretensión del actor en orden a su
yerro en la forma de considerar las génesis de sus patologías a las que califica de
“enfermedades profesionales” (cf. fojas 2, punto II; fojas 2 vuelta punto IV). De
suyo, como las patologías que dice padecer no constituyen “enfermedades
profesionales” – al menos en la definición técnica de ellas – sino forman parte de
las denominadas “enfermedades-accidente” y ambas demandadas se agraviaron
de la cuestión, es menester desbrozar la situación jurídica de cada una; b) ello así,
porque aquella distorsión conceptual y el hecho de haber demandado
conjuntamente a ambas (Celulosa y la ART, según emerge del contenido
pretensional de fojas 2, punto II) genera causas jurídicas absolutamente disímiles
por las cuales – eventualmente – cada una de ellas debería responder. De hecho, y
como observaré en su oportunidad al tratar los agravios de Celulosa, la
demandada se refiere expresamente al punto, como agravio dirimente de su
posición jurídica. Igual posición asume la ART, reprochando los motivos por los
cuales la sentencia, según dice, en forma equívoca, la condenó como responsable,
en argumento también esencial para su posición jurídica; c) por lo demás, la ART
cuestionó la recepción, por parte del a quo, de su condición procesal en la causa,
circunstancia a la que me referiré al examinar sus agravios, aunque con
fundamentos distintos a los desarrollados por mi colega preopinante.
II) Sentado lo expuesto, y antes de ingresar al examen del contenido
de los reproches que cada uno de los tres contradictores formula al fallo de
anterior grado jurisdiccional, me referiré a tres cuestiones que son comunes a
todas las partes en este proceso y que determinan el perímetro y confín de las
cuestiones en debate. Me estoy refiriendo: a) a la inconstitucionalidad del artículo
39.1 de la ley 24.557, declaración resistida por ambas demandadas en forma
coincidente en sus agravios; b) a los elementos que conforman la estructura de la
responsabilidad civil y su desarrollo, atento el contenido pretensional del actor y
la opción que formulara de transitar el camino reclamacional del derecho común
y c) la validez jurídica de las denominadas cláusulas de gratificación, también
llamadas cláusulas de finiquito que – con finalidad cancelatoria – se encuentran
en acuerdos transaccionales o extintivos del contrato de trabajo.
II.a) Reiteradamente se hace referencia – como agravio – a la
declaración de inconstitucionalidad del artículo 39.1 de la ley 24.557. De hecho, a
esta altura del desarrollo de la doctrina judicial de la Corte federal, que
empleadores y administradoras de riesgos del trabajo sigan cuestionando aquel
reproche aparece, al menos, como poco original, sobre todo porque no han
variado los argumentos en que fundamentan su postura. De hecho, permanecen
idénticos e inalterables en todas sus intervenciones. Puede ser dispensable en el
caso de autos, toda vez que – al momento de iniciarse la acción (febrero de 2001)
– los precedentes hartos conocidos de la Suprema Corte federal todavía no habían
sido dictados. Sin embargo, como la cuestión ha sido materia de la contradicción
y de los agravios de las demandadas, me referiré al tema.
II.b) No es la primera vez que esta Sala que integro, se hubo
referido a aquella materia. En los autos “Ferrari, Jorge c/ Cedal SRL”; “Paez,
Carlos Eduardo c/ Papelera Alsina SA” ; “Ponce, Nora c/ Proagro SA” y
“Bottari, Mauricio c/ ACINDAR S.A.”, entre tantos otros, este Tribunal tuvo
oportunidad de afirmar que el themma decidendi, esto es, la inconstitucionalidad
del articulo 39.1. de la ley 24.557, amerita un breve repaso de los vericuetos
legales y jurisprudenciales que se derivaron de la regulación normativa de los
accidentes de trabajo y enfermedades profesionales en la historia jurídica de
nuestro país.
En efecto, durante ochenta años, desde 1915 – fecha de la sanción
de la ley 9688 – hasta mediados de 1996, en que terminó la vigencia de la ley
24.028, y comenzó a regir la ley 24.557, todo el esquema reparatorio otorgó al
trabajador lo que se llamó la opción del derecho común, esto es, la posibilidad de
accionar o bien por la vía tarifada, con fundamento en la responsabilidad objetiva
o bien por la vía de la reparación del derecho civil, anclando el contenido
pretensional en los elementos que constituyen la responsabilidad civil. Este
sistema dual no resultó de la casualidad. Por el contrario, el desarrollo legislativo
del esquema “sistémico” – tal como lo determinó la ley 9688 – de reparación
“tarifada” y de responsabilidad “objetiva” se perfiló siguiendo la legislación
europea de finales del siglo XIX donde se había visualizado que la reparación de
los infortunios del trabajo con fundamento en el derecho civil, que para la
atribución de responsabilidad seguía la tradición romanista de responsabilidad
“subjetiva”, esto es, por culpa o dolo, resultaba bastante difícil para el trabajador,
en una época histórica en que las normas legales; las de seguridad industrial y los
esquemas de justicia especializada prácticamente no existían. Por ello, entonces,
se diseñó el sistema tarifado: bastaba que el trabajador acreditara que el
infortunio se había producido como motivo y en ocasión del trabajo para que el
patrón deba responder, en un claro diseño de responsabilidad “objetiva”. Claro
está que la facilidad jurídica y probatoria acotaba el importe reparatorio que, en la
ley 9688, se determinó en el importe de mil (1.000) salarios diarios o en su
reducción relacionada conforme el porcentaje incapacitante. O dicho en otras
palabras: el trámite y la prueba eran más sencillos y simples, pero el importe de la
indemnización sensiblemente menor. Por ello, entonces, se legisló sobre la
posibilidad de que el trabajador que quisiera transitar el camino del reclamo de la
responsabilidad civil subjetiva y de reparación integral pudiera hacerlo: cobraría
un importe indemnizatorio notablemente superior, pero se alejaba de la
objetividad laboral y debía probar - necesariamente – los cuatro elementos de la
responsabilidad, a saber: el daño; la antijuridicidad; el nexo de causalidad y el
factor de imputación, es decir, dolo o culpa.
La ley 24557 cambió diametralmente aquel esquema y prohibió –
salvo los casos de responsabilidad previstos en el artículo 1072 del Código Civil,
esto es, en el supuesto de dolo del empleador – la opción del trabajador de
reclamar por vía del derecho común, perfil legislativo que dio nacimiento al
innumerable torrente – ya conocido, por cierto – de críticas de la doctrina en
forma unánime y de fallos jurisprudenciales declarando la inconstitucionalidad
del sistema. Debe recordarse que la ley fue sancionada en septiembre de 1995 y,
un mes después, en octubre del mismo año, en el Encuentro de Profesores de
Derechos Civil (Mar del Plata, 1995) se concluyó en una dura crítica contra el
artículo 39.1: la veda a la posibilidad del trabajador de reclamar por la vía del
derecho común, es claramente discriminatoria y, por ello, inconstitucional.
Desde la sanción de la ley, entonces, el trabajador que pretende una
reparación integral con fundamento en las normas del derecho civil, debe acudir a
la justicia reclamando la inconstitucionalidad del esquema sistémico de la ley y,
recién después, diseñar su pretensión con fundamento en el derecho común. Es lo
Miguel Angel Maza ha denominado “cúmulo complementario de
resarcimientos”. ( cf. Tratado jurisprudencial y doctrinario – Riesgos del Trabajo
– Miguel A. Maza, Director; Federico Pavlov, Coordinador – Editorial La Ley,
Buenos Aires, 2010, Tomo I, Volumen 5 - págs. 350 y sgts.)
Tuvieron que pasar nueve años desde la sanción de la ley para que la
Corte Suprema de Justicia de la Nación dictara el precedente “Aquino” (CSJN –
21-09.2004 – Fallos 327:3753). La doctrina jurisprudencial del fallo, fue
posteriormente ratificada y ampliada en “Díaz” (cf. CSJN – “Diaz, Timoteo c/
Vaspia SA” del 07.03.2006 – Fallos 329: 2206) donde el voto de la Dra. Carmen
Argibay, que no había votado en “Aquino”, pues todavía no integraba la Corte,
avanza sobre el contenido del fallo anterior en criticar el artículo 39.1 de la ley
24557.
Miguel Angel Maza (cf. Tratado Jurisprudencial y Doctrinario –
op.cit. – págs. 347 y sigs.) sintetiza los motivos por los cuales, dice, la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, declaró la inconstitucionalidad del artículo 39.1
de la ley 24.557: a) juzgó inaceptable que una ley impusiera, a los que han
sufrido un daño “injustamente causado” una reparación menguada, no integral,
haciéndoles soportar una parte del daño; b) tal ley resulta discriminatoria al tratar
de un modo diferente, excluyendo del derecho a la reparación integral del que
goza todo habitante de este país, a las víctimas de infortunios derivados del
empleo, sin mediar razones objetivas que justifiquen este trato distinto y menos
protectorio; c) el derecho a ser completa e integralmente compensado – cuando
no hay posibilidades del volver las cosas a su estado anterior – de los daños
injustamente causados resulta la traducción legal del deber de no dañar – regla
“alterum non leader” – que tiene estirpe constitucional y d) ante el mandato
protectorio del artículo 14 bis de la Constitución Nacional es esperable del
legislador un régimen más intenso de protección y reparación que el previsto para
el resto de los habitantes, pero nunca lo inverso.
En el mismo sentido, se expidió oportunamente la Corte Suprema de
Justicia de Santa Fe (cf. “Cabral” ) al afirmar que “…habrá de advertirse que
los actuales lineamientos no implican censurar todo régimen legal limitativo de
la reparación por daños – lo cual incluye el propio de la LRT - con sus elevados
propósitos de automaticidad y celeridad en el otorgamiento de las prestaciones.
En realidad, de lo que se trata es que, por más ancho que fuese el margen que
consienta la Constitución Nacional en orden a dichas limitaciones, resulta poco
menos que impensable que éstas puedan obrar válidamente para impedir que,
siendo de aplicación el tantas veces citado principio contenido en el artículo 19
de la Constitución nacional “alterum non laedere”, resulte precisamente el
trabajador, sujeto de preferente tutela constitucional, quien pueda verse privado,
en tanto tal, de reclamar a su empleador la justa indemnización por los daños
derivados de un accidente o enfermedad laboral, persiguiendo una reparación
integral frente a la mengua de sus capacidades…” (sic – del voto de la Señora
Ministro Doctora María A. Gastaldi al que adhieren el resto de los miembros del
Tribunal). El Señor Ministro Doctor Roberto Falistocco, aunque con reflexiones
distintas, arriba al mismo pronunciamiento. En su voto, expresó: “…resumiendo:
no encuentro “ a priori” incongruencia entre la vigencia de un régimen tarifado
de reparación de daños por infortunios laborales y las cláusulas
constitucionales; en cambio, cuando se pretende una reparación integral y se
demuestra que la ley de Riesgos del Trabajo la limita por vedar la
demandabilidad de algún rubro que integra aquella, dicho ordenamiento jurídico
contradice las cláusulas de orden superior enunciadas por la Corte nacional en
los precedentes de referencia. Es en este último aspecto en donde se acredita la
contradicción con normas constitucionales de la Ley de Riesgos del Trabajo en
atención al reclamo practicado por el actor, en donde se incoa una pretensión
sustentada en rubros resarcitorios insusceptibles de ser abarcados por el
régimen cuestionado, lesionándose el derecho a una reparación integral, en los
alcances que le otorga el Máximo Tribunal de la Nación…” (sic)
Tal fue, por otra parte, el contenido de la posición jurídica asumida
por esta Cámara, en tribunal integrado, en los autos “Nis, Edgardo c/ Figun, José
y otros” (cf. Protocolo de Sentencias Sala II y publicado en LLLitoral
2006:1109).
Posteriormente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, emitió
los pronunciamientos “Llosco” (cf. “Llosco, Raúl c/ Irmi SA” – Fallos
330:2696); “Cachambi” (cf. “Cachambi, Santos c/ Ingenio Río Grande SA” –
Fallos 330: 2685) y “Vallejos”, todos fallados el 12 de Junio de 2007, que
expresamente habilitan al trabajador a transitar los que se dio en llamar
“inexistencia de la opción acumulativa” permitiéndole, por no resultar de un
impedimento legal, como acontecía con las anteriores legislaciones, ejercitar el
cobro del esquema sistémico – las prestaciones de la ley – y, conjunta o
posteriormente, la vía de la reparación integral, circunstancia que aventa
cualquier posibilidad de acreditar que las primeras no les resultan suficientes. O
dicho en otras palabras: el trabajador puede transitar el camino sistémico y
percibir las prestaciones de la ley y, posteriormente, reclamar por la reparación
del derecho común, con obvia deducción de lo percibido.
Los argumentos que esta Sala hubo dejado sentado como doctrina
judicial responden a la más moderna hermenéutica que dimana del máximo
tribunal federal y provincial, circunstancia que – de suyo – rebaten los
argumentos explicitados por ambas demandadas, por lo que los agravios que en el
tema hubieron desarrollado Celulosa Argentina S.A. y La Caja Administradora de
Riesgos del Trabajo, deben ser desestimados, confirmándose la sentencia en
cuanto declara la inconstitucionalidad del artículo 39.1 de la ley 24557.
II.c) La segunda cuestión común a las partes - de ínsita relación
con el punto anterior, y de incidencia directa en el examen de la causa - es el
reclamo que, con fundamento en el derecho civil, como consecuencia de su
petición de la inconstitucionalidad de los artículos 39.1 y 49, disposición primera,
y el listado de enfermedades profesionales contenidos en los decretos
reglamentarios oportunamente dictados.
Así, resulta sabido que para que proceda la responsabilidad civil,
esto es, el contenido teórico del reclamo dañoso del actor con fundamento en el
artículo 512 del Código Civil, son necesarios cuatro elementos, de existencia
ineludible: a) la infracción a un deber jurídico preexistente, sea de origen legal o
voluntario, es decir, lo que se suele denominar “antijuridicidad”; b) el daño
injusto o perjuicio en general; c) la necesaria relación de causalidad entre el acto
(acción u omisión) que importa la violación del deber y el daño causado y d) el
dolo (arg.art. 506 y 1072 del Código Civil, único supuesto autorizado por la ley
24.557) o culpa (arg.art. 512 Código Civil) del agente, salvo en aquellos casos en
que el factor de imputación prescinda de la consideración del elemento subjetivo.
Es obvio, afirma Jorge Mayo, que la falta de cualquiera de estos requisitos será un
obstáculo insuperable para la procedencia de la responsabilidad (cf. Código Civil
y leyes complementarias – Comentado y concordado – Directo Belluscio –
Coordinador Zannoni – Astrea, Buenos Aires, 1979 – Tomo II, pags. 617 y sgts. –
comentario al art. 512 del Código Civil, con cita de la totalidad de la doctrina
nacional y extranjera).
La formulación teórica del contorno dentro del cual se mueven los
principios de la responsabilidad civil en la estructura de nuestro ordenamiento
jurídico, no es de menor importancia en el Derecho del Trabajo en general y en el
examen y análisis de la presente causa en particular. Es que resulta de toda
obviedad que, cuando el trabajador opta por transitar el camino de su reclamo
reparatorio fundado en las normas del derecho común y con anclaje en la
responsabilidad civil, se aparta – voluntaria y libremente – del esquema
protectorio del Derecho del Trabajo y del esquema de responsabilidad objetiva
que le otorga la reclamación tarifada para ingresar en la ineludible carga de tener
que probar aquellos elementos componentes que le dan sustento. Esta carga se
traslada, necesariamente, al campo de lo procesal, esto es, deberá el trabajador
acreditar – en el transcurso de la litis y en beneficio de su propio interés – no
solamente los elementos estructurales de la responsabilidad civil, ya citados, sino
también la prueba necesaria en el proceso para acreditarlos de manera clara y
asertiva.
Lo dicho, claro está, en manera alguna significa generar espacios de
reflexión contrarios al esquema protectivo del Derecho del Trabajo; a la
hiposuficiencia del trabajador como sujeto particular de aquella protección o a la
valoración más o menos restrictivas de las probanzas de la causa. Por el contrario,
como se dijo en el parágrafo anterior, la “opción” por el resarcimiento contenido
en las normas civiles tiene casi cien años en la República Argentina y la línea
jurisprudencial clásica e inveterada en la cuestión supone el tránsito de la prueba
necesaria para lograrlo cuando se opta por el camino del derecho común.
II.d) Por último, la siguiente cuestión común – de la que los tres
contradictores se agravian – se relaciona con la validez jurídica de las
denominadas “cláusulas de gratificación”; “cláusulas de finiquito”;
“gratificaciones extraordinarias”, o cualquier otra denominación que se les
endilga y su finalidad cancelatoria en los acuerdos extintivos por mutuo acuerdo o
transaccionales celebrados entre trabajadores y empleadores.
El actor y ambas demandadas, cada uno en la medida de su
reproche, se agravian de la decisión de la sentencia de anterior grado
jurisdiccional de otorgarle validez jurídica cancelatoria al importe de tres mil
pesos ($ 3.000) entregados como gratificación extraordinaria y compensable de
liquidación total de cualquier rubro o concepto establecidos y enumerados en la
cláusula tercera del convenio de egreso celebrado entre las partes ( cf. autos
“Cappelletti, Humberto c/ Celulosa Argentina” – expte.439/07 agregado por
cuerda y ofrecido como prueba).
II.d.1) Ab initio debe destacarse que el examen del caso de autos
posee una situación particular: no se trata de una extinción por mutuo acuerdo del
contrato de trabajo, regulado por el artículo 241, primer párrafo, del régimen de
contrato de trabajo ni de un acuerdo “transaccional” en que trabajador y
empleador se presentan ante la autoridad judicial o administrativa del trabajo y
“relatan” un supuesto “conflicto” o causa conjetural de despido y transan
supuestos intereses en litigio para pedir la “homologación” del acuerdo, para
poder cumplir con el único supuesto permitido por el artículo 15 de la LCT. Es
ambos supuestos que, resulta sabido, en la mayoría de los casos, se encubre un
despido negociado, suele incluirse una “cláusula de gratificación”; de
“compensación” a futuro o de “finiquito” en que el trabajador renuncia por
anticipado a cualquier tipo de reclamo de cualquier naturaleza que tenga su
génesis en el contrato de trabajo.
Por el contrario, debe destacarse que en el supuesto de autos tanto el
actor (cf. demanda a fojas 2 vuelta) cuanto la demandada empleadora ( cf. fojas
20) reconocen – y así llega firme a esta instancia revisora – que el actor fue
despedido sin causa en fecha 24 de febrero de 1999, es decir, la presentación
ante la autoridad administrativa del trabajo se limitó a: 1) ratificar la existencia
del despido sin causa (cláusula primera del acuerdo); 2) recibir y convalidar el
importe de la liquidación final y 3) confirmar la recepción del importe dado como
gratificación extraordinaria por egreso (cláusula tercera) como “…cancelación
total respecto de cualquier rubro o concepto cualquiera sea su naturaleza, ya sea
salarial o indemnizatorio, laboral o previsional, por vacaciones, S.A.C., horas
extras, art.212 (L.C.T); 1113 del Código Civil y/o respecto de cualquier otro
reclamo, bonificación o reintegro que el futuro pudiera derivarse de la relación
laboral extinguida....” ( sic).
Ni la autoridad judicial ni la administrativa tienen competencia para
“homologar” una “cláusula de gratificación extraordinaria por egreso” de un
contrato de trabajo jurídicamente finalizado o extinguido y, por tanto, inexistente.
Mucho menos pueden intervenir – ni tampoco homologar – un despido ad nutum.
La referencia tiene su importancia, pues el fallo nada dice al respecto y, esta sola
mención, bastaría para rechazar la convalidación jurídica de la cláusula que
efectúa el a quo.
Sin embargo, teniendo en cuenta la importancia recidivante de
aquellas cláusulas, que nuevamente aparecieron en el firmamento del derecho
laboral y dado que la sentencia de primera instancia ancla su decisorio en un
precedente de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe, limitándose a utilizar un
“argumento de autoridad” sin profundizar en la cuestión, me referiré a la cuestión
que – como ya se dijera – fue objeto del reproche de los tres contradictores.
II.d.2) En efecto ya expresé mi opinión en dos precedentes de esta
Sala (cf. “Ponce, Nora c/ Proagro SA” y “Bottari,Mauricio c/Acindar SA” - cf.
Protocolo de Sentencias de esta Sala, año 2011). Aunque en aquellos previos se
trataba de la extinción del contrato de trabajo por mutuo acuerdo, formalizado
entre las partes por escritura pública (arg.art. 241, primer párrafo, LCT) y que
incluyen el pago de una gratificación dineraria y la cláusula “nada más tendrá
que reclamar por ningún concepto o motivo”, los argumentos sirven – pues son
idénticos – para resolver la cuestión de estos autos.
Dije en aquella oportunidad, como Vocal de primer voto, que fue en
el fallo plenario “Lafalce” dictado por la Cámara Nacional de Apelaciones del
Trabajo hace cuarenta y dos años (cf. CNAT, en pleno, en autos “Lafalce,Angel
c/Casa Enrique Schuster SA” del 29.09.70 – DT 1970-718) donde se estableció
que “la manifestación de la parte actora en un acuerdo conciliatorio de que
“una vez percibida íntegramente la suma acordada en esta conciliación nada
más tiene que reclamar de la demandada por ningún concepto emergente del
vínculo laboral que los uniera” hace cosa juzgada en juicio posterior donde se
reclama un crédito que no fue objeto del proceso conciliatorio” cláusula que,
desde entonces, ha sido inveteradamente copiada en todos los acuerdos de
cualquier naturaleza que se celebran en el fueron laboral.
Llamada también por la doctrina española y por el Estatuto de los
Trabajadores de aquel país como “cláusulas de finiquito” la doctrina establecida
en el plenario “Lafalce” fue, posteriormente, ampliamente superada por los
siguientes motivos: a) el fallo había sido dictado con anterioridad a la sanción de
la ley de contrato de trabajo, (norma jurídica dictada en setiembre de 1974) que
en el artículo 241 reguló de forma especial la extinción por mutuo acuerdo,
otorgándole al juez la facultad de valorar – de forma expresa y aún en contra del
texto del acuerdo - si se había llegado a una justa composición de los derechos e
intereses (arg.art. 15 LCT) en clara custodia al principio de irrenunciabilidad de
derechos; b) el plenario, como claramente emerge de su texto, refiere
exclusivamente a los créditos emergentes del contrato de trabajo y que hubiesen
tenido origen litigioso; c) en ningún supuesto se establece la posibilidad de
renunciar a derechos; d) esta imposibilidad de renuncia claramente involucra a las
consecuencias incapacitantes, sea por accidentes de trabajo, enfermedades
accidentes o por enfermedades profesionales.
La circunstancias de que las denominadas cláusulas de finiquito, o
bien con las denominaciones que se las conoce en la doctrina nacional, no atrapen
ni cancelen los reclamos provenientes por reparación de incapacidades
provenientes de accidentes de trabajo, enfermedades accidentes o enfermedades
profesionales, fue claramente determinado por alguna jurisprudencia de esta
Cámara de Apelaciones del Trabajo de Rosario cuando, en la década de los
noventa, habían proliferado los acuerdos extintivos por mutuo acuerdo y se
entregaba al trabajador un importe económico graciable que, según la
empleadora, debía compensarse con cualquier otra reclamación.
Con todo, la particular cuestión traída a consideración de este
tribunal revisor por parte del recurrente y el fallo de la Corte de la provincia
citado por el a quo, me llevan a la particular necesidad de ampliar los
fundamentos de aquel voto.
II.d.3) A partir de “Lafalce” y dada su obligatoriedad funcional
como fallo pleno, la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo no tuvo otra
oportunidad de expresarse sobre el tema. La sanción de la Ley de Contrato de
Trabajo y la recomposición de los miembros de aquel tribunal trajeron nuevas
interpretaciones, aun cuando la jurisprudencia se mantuvo oscilante.
Para imponer un “quietus”, y en una posición claramente favorable
a los empleadores, la Corte Suprema de Justicia de la Nación– en la composición
de aquella época - dicta, el 23 de agosto de 1988, el precedente “Gatarri, Alfredo
c/ Cometarsa Construcciones Metálicas Argentinas SA” (cf. DT 1989 A, 585 y
sigts.), citado como fundamento en el acuerdo examinado en autos, en el que se
fija como doctrina judicial que “resulta válido el pago gratificatorio realizado al
trabajador compensable, en forma genérica, con cualquier otro crédito que
tuviese con motivo de la disolución del vínculo, o derivado de las disposiciones
de la ley 9688. La existencia de tales acuerdos no viola el principio de
irrenunciabilidad (art.12 LCT), aun en el supuesto de carecer de homologación
judicial”. A partir de este precedente, fuertemente criticado por un sector de la
doctrina nacional, (cf. POSE, Carlos – “Sobre la validez de las reservas
efectuadas por el empleador al abonar gratificaciones con motivo de la extinción
del contrato de trabajo” – Nota al fallo “Gatarri” en DT 1989 A, 585 y sgts. –
Del mismo autor puede espigarse “Con relación al caso “Gatarri”.Un nuevo
enfoque judicial” – Nota al fallo “Martínez” de la CNAT, Sala II, en DT 1990 A,
1036 y sigts., entre otros de la época) la jurisprudencia telúrica, en forma
absolutamente mayoritaria, se encolumnó siguiendo los lineamientos del
precedente “Gatarri” (una detallada compulsa de los fallos de la Corte federal;
de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo y de otros tribunales
nacionales puede espigarse en el excelente trabajo intitulado “Extinción del
contrato de trabajo por voluntad concurrente de las partes” – CABALLERO,
Julio y COMADIRA, Guillermo L. en Revista de Derecho Laboral – Extinción
del contrato de trabajo I – Editorial Rubinzal Culzoni, 2000,1 – págs. 59 y sigts.,
especialmente páginas 93 y sigts.). La alineación de la jurisprudencia nacional a
partir de 1989 con el precedente de la Corte federal no debe llamar la atención
pues, para entonces, la doctrina y la jurisprudencia ius laboral tenía otros
problemas más relevantes de los que ocuparse, especialmente la detracción
normativa que apuntaba – en general – al corazón del principio protectorio; la
reglamentación del derecho de huelga que imponía una cortapisa al derecho
constitucional; la hiperinflación, que pulverizaba los salarios; la ausencia de
convenciones colectivas de trabajo y los métodos de actualización salarial por vía
de índices y, en fin, la globalización económica internacional y la aparición del
fenómeno del neoliberalismo que algunos autores ya preveían con consecuencias
nefastas, para nombrar solamente algunas de las complicaciones y problemas en
que la doctrina se debatía por entonces en los años noventa del siglo pasado.
En nuestro territorio provincial, resultan de aquella época y de
determinadas y particulares empresas, el tránsito de este tipo de extinción
contractual con la inclusión de la cláusula de finiquito o de cancelación de futuros
reclamos. Con todo, con el transcurso de los años la cuestión cayó en un cono de
sombras y, salvo algún precedente aislado, no mantuvo ni concitó la atención de
la doctrina y la jurisprudencia.
II.d.4) Aclarados los antecedentes del tema en debate corresponde
centrarnos en el reproche común de las partes y formalizar un contorno sobre el
estado actual de la cuestión.
De suyo, nunca convalidé la juridicidad de las llamadas cláusulas
de finiquito o de compensación a cuenta o como quiera que se las hubo
denominado. Es que, sin perjuicio de los argumentos que seguidamente expondré,
aquellas cláusulas no solamente constituyen una limitación al principio de
irrenunciabilidad de derechos sino, al par, lesionan la ratio legis del artículo 241,
primer párrafo, del régimen de contrato de trabajo. Es que, más allá de la
interpretación restrictiva que toda la doctrina y la jurisprudencia nacional le
confirió a este tipo de extinción contractual, se encuentra legislada para que el
trabajador no reciba indemnización ninguna. Si recibe una compensación
graciable, esto es, un regalo, una liberalidad del empleador, no puede ser
compensada por ningún otro concepto de ninguna naturaleza emergente del
contrato de trabajo y, mucho menos – resulta obvio afirmarlo – consecuencia de
accidentes o enfermedades profesionales o, como en el caso de autos,
enfermedades no listadas pero que ameritan su consecuencia reparadora. O dicho
de otra manera y en concepto ramplón: una liberalidad es un regalo que el
empleador decide – de forma unilateral – entregar; regalar; obsequiar; conferir;
otorgar o cualquier otro sinónimo que se quiera emplear y no requiere ni puede
ser compensado con ninguna otra cuestión económica. Se entrega sin
condiciones. Lo contrario supone, como toda la doctrina lo hubo establecido
desde siempre, un fraude encubierto o una renuncia negociada (cf. DOWHALUK,
Christian S. – Acuerdos extintivos laborales – Editorial García Alonso, Buenos
Aires, 2012, páginas 214 y siguientes).
Lo expuesto adquiere – en el caso de autos – una superlativa
proyección pues no se trata, como ya se dijo, de una extinción por mutuo acuerdo
o una transacción sino – simplemente – de intentar darle fuerza homologatoria a
una cláusula aislada pues el contrato ya estaba extinguido.
En efecto, la antijuridicidad de aquellas cláusulas compensatorias
tiene, según la visión actual del tema , en mi criterio, los siguientes fundamentos:
1) La Corte Suprema de Justicia de la Nación no solamente cambió
su composición desde el precedente “Gatarri” sino que, resulta de toda
evidencia, mutó notoriamente su doctrina judicial en materia de derecho
individual y colectivo de trabajo. Es que, si como ha dicho el tribunal cimero de
la Nación en “Vizzoti”, en afirmación que ya recorre con carta de ciudadanía los
caminos de nuestra disciplina, “el trabajador es sujeto de preferente tutela
constitucional” no se entiende de qué manera la compensación receptada por el a
quo y criticada por el actor cumple con el contenido constitucional de proteger el
trabajo en todas sus formas, circunstancias que se proyecta al momento temporal
y jurídico de la extinción. 2) Al par, en reiterados pronunciamientos judiciales,
especialmente en todos aquellos vinculados a la protección de la salud del
trabajador la Corte federal ha dicho que “…la protección de la integridad
psicofísica del trabajador, cuando no de la vida misma de éste, mediante la
prevención en materia de riesgos laborales resulta, sin dudas, una cuestión en la
que alcanza su mayor significación y gravedad la doctrina de esta Corte, según
la cual, aquél es sujeto de preferente tutela constitucional (“Vizzoti”, Fallos
327:3677, 3689 y 3690 y “Aquino”, Fallos 327: 3753, 3770 y 3797) …(sic – del
voto de la mayoría en el precedente “Torrillo”, Considerando nº 4, último
párrafo). En el mismo precedente, en el último párrafo del Considerando nº 8 del
voto de la mayoría se expresaba “…la prevención en la integridad física del
trabajador es el presupuesto legítimo de la prestación de servicios, que no puede
ya concebirse sin la adecuada preservación de la dignidad inherente a la
persona humana (“Aquino”, cit. voto de la jueza Highton de Nolasco,….”(sic).
Una correcta hermenéutica de esta visión iusnaturalista de la Suprema Corte
nacional, respecto de la dignidad de la persona del trabajador, debe hacernos
pensar que no resulta jurídicamente relevante que se establezcan cortapisas,
reducciones o compensaciones ninguna con aquellas consecuencias derivadas de
la lesión a la salud psicofísica del trabajador. Si el a quo, en su discurso jurídico,
que comparto en este aspecto, estableció por parte de la demandada el
incumplimiento de un deber jurídicamente relevante (antijuridicidad) en grado de
culpa (arg.art. 902 del Código Civil), y encontró probado el nexo adecuado de
causalidad entre la prestación del débito, las patologías sufridas y las
consecuencias incapacitantes, concluyendo en la responsabilidad civil de la
empleadora, resulta contrario a todo proceso deductivo e igualmente contrario a la
interpretación convalidante del máximo tribunal de la Nación pensar que pueda
compensarse la cuantificación numérica de aquella responsabilidad con una suma
entregada de forma abstracta, gaseosa o en “compensación”. de cualquier suma o
sentencia judicial. 3) La reforma constitucional de 1994, a partir de la jerarquía
constitucional de tratados internacionales, introdujo en el derecho del trabajo el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, tan citados – también – por los
precedentes judiciales de nuestro máximo tribunal federal. En ellos, la protección
del trabajador, latamente considerada, supone una tendencia a lo que el Protocolo
del Mercosur ha denominado la “progresividad de los derechos sociales”, esto
es, la protección del y al trabajador tiende a incrementarse, nunca a soliviantarse
por lo que, hogaño, la doctrina judicial sentada en “Gatarri” resulta vacía de
contenido jurídico. 4) Por último, debo afirmar que la referencia del a quo a la
adhesión “moral” y a la “vigencia” del fallo “Wagner” de la Corte provincial (cf.
A y S – Tomo 210 – pag. 62/69) merece sus reparos. En efecto, no solamente lo
efectúa de forma dogmática, ya que los fallos de la Corte no resultan obligatorios
para los tribunales inferiores de la provincia pues no tenemos sistema casatorio
sino que, al par, no repara que el precedente “Wagner” fue un pronunciamiento
con voto dividido, donde el voto en minoría del Señor Ministro Doctor Mario
Luis Netri, posee tan sólidos argumentos como el de la mayoría y, citando su
propio contenido, resulta – el tema en examen sobre la compensación – “.. en los
supuestos de pretendidas compensaciones de gratificaciones por infortunios
laborales se manifiestan sobre una diversidad de cuestiones fácticas a evaluar
según el caso concreto que impiden trasladar las pautas interpretativas
enunciadas sin examinar concienzudamente los presupuestos de hecho de cada
causa sometida a juzgamiento como serían, por ejemplo, la vía elegida; la forma
de instrumentación; su validez, alcance, concreto contenido, etc..[….] Repárese,
además, que el contenido casuístico que depara el tema en discusión conduce
inexorablemente a que la materia involucrada se encuentra reservada a los
jueces propios de la causa, pues – al fin y al cabo – se trata de la interpretación
que éstos le puedan asignar a los términos utilizados por las partes al
instrumentar este tipo de acuerdos de conformidad con las constancias de la
causa. Se trata, pues, de cuestiones de hecho, prueba y derecho común, aspectos
que ingresan en la esfera de las facultades de los magistrados del proceso al
decidir las causas sometidas a su decisión y, por ende, a menos que se demuestre
arbitrariedad, supuesto que no se logra acreditar en la especie, no resultan
susceptibles de ser revisadas por la vía de excepción intentada, desde que no
compete a la Corte al ejercer su jurisdicción extraordinaria, erigirse en una
tercera y ordinaria instancia…” ( sic – voto del Ministro Doctor Netri). O dicho
de otra manera, no resultan sincrónicamente aceptables ni deben seguirse
obligatoriamente los pronunciamientos que se formulan en zonas opinables o
discutibles del derecho de fondo.
II.d.5) En consecuencia, y conforme la particular situación de la
causa y los procedentes citados, propongo que – en esta cuestión común a los
litigantes – se rechacen los agravios formulados por la demandada Celulosa y La
Caja ART y se recepte el agravio del actor, revocando – en igual medida – la
sentencia venida en revisión, en cuanto recepta la compensación por gratificación
extraordinaria de pesos tres mil ($ 3.000) que se rechaza.
III) Examinados los tres temas comunes, analicemos los agravios de
las partes. Adelanto que alteraré el orden procesal en que los reproches fueron
expresados y comenzaré examinando la censura formulada por la demandada
principal, Celulosa Argentina S.A. Posteriormente examinaré la queja que la
administradora de riesgos del trabajo La Caja formula contra el fallo para
finalizar con los agravios del actor. Esta alteración del examen en el orden
procesal de los memoriales de las partes se relaciona con temas comunes que –
según propondré para la respuesta a la justicia del fallo – tienen relación de
continente a contenido, de suerte que la decisión sobre el agravio de alguna puede
incidir en el de los demás.
IV) Agravios de Celulosa Argentina S.A.
IV.a) Contra la sentencia de anterior instancia, la demandada
Celulosa Argentina S.A. formula ocho agravios (cf. 534/543), a saber: 1) que la
sentencia hubiere desestimado la aplicación de los artículos 1109 y 1074 del
Código Civil al convenio extintivo oportunamente celebrado entre las partes; este
reproche es sólo parcial pues la demandada pretende que aquel convenio tiene
eficacia cancelatoria total y que, como consecuencia de ello, la pretensión debe
ser desestimada en su totalidad. 2) porque el fallo receptó la inconstitucionalidad
del artículo 39.1 de la ley 24.557. 3) Que la sentencia hubiere considerados
acreditados los presupuestos de la responsabilidad civil y declare inoficiosa la
aplicación al presente de los artículos 49.1 y 6 de la ley 24.557. Para así
fundamentar este agravio cuestiona que se hubiese acreditado el nexo causal entre
prestación del débito y daño, nexo que reputa inexistente; resta valor probatorio a
la testimonial de Sendra, examinando sus motivos; examina las testimoniales,
para concluir que no se probó la pretensión del actor y cuestiona la pericial
técnica, afirmando que el fallo no realiza la pertinente valoración de la misma. 4)
en cuanto la sentencia rechaza, con costas, la tacha al testigo Sendra. 5) porque
recepta el hecho nuevo invocado por el actor, imponiendo las costas por su orden.
6) reprocha el porcentaje de incapacidad establecido en la pericia médica. 7) que
la sentencia hubiere receptado la responsabilidad por incumplimiento del artículo
75 del la L.C.T. y, por último, 8) cuestiona la fórmula para determinar el
mecanismo de cuantificación numérica de la pretensión.
Por razones de claridad en el examen de los agravios de la
demandada, concentraré los reproches en tres grupos: a) examinaré,
primeramente, los agravios numerados en su memorial como 3, 6, 7 y 8, pues se
encuentran íntimamente relacionados entre sí, en orden a la reclamación central
de la causa; b) analizaré, posteriormente, los agravios numerados 4 y 5 que,
aunque de contenido procesal, se refieren indirectamente a los primeros; c) en
cuanto al agravio referido al acuerdo extintivo celebrado entre las partes, ya fue
examinado como tema común a las tres partes y remito a los fundamentos
expresados en el parágrafo III.d de mi voto.
Debo recordar, por último, que el agravio de la demandada Celulosa
referido a la inconstitucionalidad del artículo 39.1 de la ley 24.557 ya fue tratado
como cuestión común de la causa y desestimado, conforme lo analizado en el
parágrafo III.a de mi voto.
IV.b) En efecto, se agravia la demandada Celulosa porque la
sentencia recepta la pretensión y la condena al pago de un importe de capital e
intereses, consecuencia de la acción de reparación por daños que dice haber
sufrido en su salud el trabajador, como consecuencia de la prestación de su débito
laboral. Desarrolla en su memorial, en los numerales referidos, todo el plexo de
argumentos en que funda su queja.
Examinados aquellos fundamentos considero que le asiste
parcialmente razón. Veamos por qué.
IV.c) El actor funda su reclamo en el origen de dos patologías que
dice haber adquirido en la prestación de su débito, a saber, “lesiones físicas en
ambas rodillas” (Punto IX.1, fojas 5) y “lesiones auditivas” (Punto IX.2, fojas 5
vuelta) y a las que califica de enfermedad profesional.
Preliminarmente, como ya afirmé al comienzo de mi voto, debe
hacerse una referencia a la confusión conceptual del actor en calificar sus
patologías como “enfermedades profesionales”, aspecto que no se relaciona con
una crítica peyorativa, sino que tiene directa relación con su pretensión y con la
solución final del litigio. Así, desde el dictado mismo de la ley 9688 y la
regulación por la autoridad de aplicación, se consideró a las enfermedades
profesionales a las propias de una profesión, es decir, las que causan una
patología psicofísica en el trabajador y lo inhabilita total o parcialmente para la
prestación de su débito, en el ejercicio de su actividad habitual. La ley 9688 decía
que debían ser “…efecto exclusivo…” de la “clase” de trabajo realizado (arg.art.
22). Siempre, las leyes (9688, 18913, 23643, 24028 y 24.557 inclusive) derivaron
la calificación a un listado que debía confeccionar la autoridad de aplicación.
Verbigracia, en la ley 9688, y fruto de aquella época, podemos mencionar la
nuemocosis (intoxicación por partículas sólidas); tabacosis (obreros que
manipulan el tabaco y que causa lesiones pulmonares también por aspiración);
antracosis (aspiración del polvo del carbón); siderosis (aspiración del polvo de
hierro), y así sucesivamente, con el saturnismo; hidrargismo; cuprismo;
carbunclo; brucelosis, etc.
El sistema de la ley 24.557, también derivó la calificación a las
patologías “incluidas en el listado” (arg.art. 6, apartado 2), elaboración tan
criticada por ser un sistema cerrado y a “tres columnas” (el listado debe
identificar el agente de riesgo; el cuadro clínico y las actividades generadoras), y
que fuera elaborado por el Laudo 156/96 del Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social (B.O. 03.06.1996) y aprobado por Decreto 658/96 (B.O. 27.06.96).
Existen también las denominadas “enfermedades accidente”, es
decir, las patologías contraídas con motivo y en ocasión del trabajo, que también
causan una lesión psicofísica, pero que se van instalando lenta y progresivamente
en el organismo del trabajador, se encuentran – a decir de los médicos – en estado
sub clínico y emergen en sus síntomas a partir de un catalizador externo. A
diferencia de la anterior, la enfermedad accidente supone la concurrencia de un
escenario predisponente personal en la salud del trabajador y otros factores
producidos por la prestación del débito (posiciones antiergonómicas; ambiente
ruidoso; movimientos repetitivos; polución ambiental; factores climáticos, etc.).
Fruto de la creación pretoriana, por no encuadrar en el concepto técnico de
“enfermedades profesionales”, llevó a la jurisprudencia – anterior a la ley 24028 –
a generar la denominada teoría de la indiferencia de la concausa para,
justamente, evitar la inclusión de los factores personales previos y predisponentes
del trabajador. A su hora, la ley 24.028, “achicó” aquel concepto y el consecuente
marco reparador regulando que debía determinarse la incidencia del factor
personal y el factor laboral, siendo solamente reparables estos últimos.
La prieta síntesis histórica y conceptual no resulta anodina. Por el
contrario, tiene directa relación con la reclamación del actor; el contenido de la
sentencia de anterior instancia y los agravios de la demandada principal, toda vez
que las patologías que el actor reclama (lesiones en ambas rodillas y lesiones
auditivas) deben, claramente, incluirse en el concepto de enfermedades accidente
y no “profesionales” como lo refiere en su demanda.
Así, entonces, examinemos los agravios de la demandada Celulosa
en confrontación con las pruebas rendidas en la causa y la normativa vigente.
Adelanto que el agravio por la patología de las rodillas será receptado, aunque
debe rechazarse el agravio sobre la patología auditiva.
IV.d) Sin embargo, antes de ingresar en el examen de los agravios
de la demandada sobre la recepción de las patologías del actor y su consecuencia
incapacitante, es menester – por ser una prueba de directa relación con aquellos
reproches – formular una axiología sobre la pericia médica, que la demandada
critica de forma especial.
En efecto, al aceptar su cargo y previo a la realización de la pericia
y como condición sine qua non para poder realizar la experticia de forma idónea,
el perito peticionó la realización de una serie de estudios previos (cf. fojas 258).
Corrido el pertinente traslado a la parte actora (fojas 258 vta.) esta afirma que,
dado que el trabajador no cuenta con los medios para la realización de aquellos
estudios, los peticionados por el perito se realicen en un hospital público (fojas
259) circunstancia por la que el a quo ordenó traslado a la demandada que se
cumplimentó según cédula de fojas 307 y a la ART a fojas 308. A fojas 310 luce
agregado la copia del oficio librado al Hospital Provincial del Centenario con la
orden para efectivizar los estudios y presentado para su diligenciamiento en fecha
17 de febrero de 2005.
Y es a partir de aquel esquema temporal que la pericia médica
ingresa en un cono de sombras pues la parte actora, a fojas 311( cargo de fecha 11
de agosto de 2005) y a fojas 312 (cargo de fecha 01 de setiembre de 2005),
informa que debido al tiempo transcurrido sin haber realizado el Hospital
Provincial, los estudios solicitados, acompaña algunos realizados por el actor a su
cargo. Los informes acompañados son, a decir del perito médico, parciales
informando al tribunal que, con ellos, no podrá realizar la pericia encomendada.
De su parte, el Hospital Provincial del Centenario contesta el oficio que
oportunamente le remitieran (fojas 318), emergiendo del mismo que los estudios
auditivos oportunamente presentados nunca se realizaron, dando a entender
claramente que el actor nunca se presentó a la realización de los estudios
requeridos por oficio 1847/04. Posteriormente el perito informa – nuevamente –
que con los estudios parciales acompañados no puede realizar la pericia en debida
forma y, a pedido del actor, el tribunal ordena al perito realizar la experticia con
los estudios realizados y las constancias de autos ( fojas 362/363/364).
A partir de aquellas circunstancias que rodearon a la realización de
la pericia y la información del perito sobre su contenido, resulta de toda evidencia
que la valoración de aquella prueba ofrecida y rendida por la actora, debe ser de
naturaleza restrictiva. O dicho en otras palabras, la demandada Celulosa
Argentina SA se agravió del contenido de la pericia en orden a que se la pueda
considerar probatoria del nexo causal entre patología y prestación del débito, lo
que conlleva aquel examen valorativo limitado.
IV.e) Se agravia la demandada porque el fallo recepta la existencia
de patologías en ambas rodillas como consecuencia de la prestación del débito.
Para así reprochar el pronunciamiento expresa que el actor no probó el nexo
causal adecuado entre su patología – a la que el perito denomina genu varum – y
la prestación del débito. Considero que le asiste razón.
En efecto, comencemos afirmando que en la experticia el perito
realiza una serie de consideraciones sobre la espondiloartrosis y la artrosis que
ninguna relación tenían con el objeto pericial. Al referirse, concretamente, al
genu varum que advierte de la radiografía de fecha 02.10.99 solamente
“transcribe” el informe del médico radiólogo (ver informe reservado en secretaría
y oportunamente presentado por el actor): “ paciente con genu varo artrósico se
indica tratamiento médico” (firma el informe radiológico el Dr. Alfredo Parfait
que el perito cita en su informe).
Esa simple referencia, y la posterior asignación de incapacidad
(fojas 366 vuelta) no puede considerarse, técnicamente considerada, una pericia
médica que establezca el nexo causal entre la patología encontrada y la prestación
del débito.
En efecto, qué es el genu varum? El perito no lo dice en su
dictamen, por lo que mal puede entenderse que el a quo hubiese receptado su
procedencia como enfermedad accidente o, mejor dicho, como patología
emergente de la prestación del débito. El denominado genu varum es una
alteración del eje de los miembros inferiores. Llamado también – y
vulgarmente – domador de barriles, se presenta comunmente en el recién nacido y
persiste durante los dos a tres primeros meses de vida. A partir del momento en
que los pequeños dejan los pañales, el genu varum se irá corrigiendo. La
patología también se la conoce como “genu vara” ( genu: rodilla – vara)
consistente – ya en los adultos y como se dijo – en una peculiaridad física
marcada por una inclinación hacia fuera de la pierna en relación con el muslo,
dando apariencia de un arco. Por lo general, la angulación medial de ambos - el
fémur y la tibia - están involucradas. La etiología de la patología traumatológica
es variada aunque, la bibliografía médica, en general, coincide que es
genética, es decir, de nacimiento. Con todo, el raquitismo infantil y la mala
alimentación son conducentes a confirmar estas patologías desde la niñez. Sin
embargo, también en la etapa adulta las infecciones; tumores u otras patologías
pueden afectar el crecimiento de las piernas. Existen también causas
ocupacionales, circunstancia altamente notoria en los jockey, traumas físicos o
accidente que dañó los cóndilos del fémur. En la mayoría de los casos en los que
persiste después de la infancia, hay poco o ningún efecto sobre la capacidad de
caminar. Debido a la tensión y el desgaste desigual en las rodillas, sin embargo,
incluso las manifestaciones más leves pueden ser síntomas de un inicio acelerado
de la artritis. Los que tienen las piernas arqueadas y una predisposición genética
para el desarrollo de la artritis es probable que empiecen a tener síntomas de la
artritis a los 30 años (cf. Shriner’s Hospital for Children – Houston, Texas
(U.S.A); RAMOS VERTIZ, Ortopedia y traumatología, Editorial Atlante, año
2000; Diccionario Enciclopédico Ilustrado de Medicina; 26ª. Edición ( pág. 681).
Estas prietas referencias a la patología denunciada debieron ser
explicitadas por el perito para que el juez sepa y conozca de qué se trata, ya que
tal es su función en el proceso. Sin embargo, no lo hace. Pero aun suponiendo que
lo expresado en la pericia resultara útil, cosa que no reviste aquella importancia y
consecuencia probatoria, tampoco establece el perito – de forma clara – si aquella
patología se debe o tiene relación con la prestación del débito (como se citó, en el
caso de los jockey). No dice absolutamente nada porque, además, los puntos de
pericia presentados por el actor – y que resultaban de su onus probandi en
beneficio de su propio interés – tampoco lo solicitan. Es que, siendo el genu
varum una patología genética, es decir, que se posee desde el nacimiento, la
referencia a la prestación del débito resultaba de importancia procesal y sustancial
absolutamente relevante.
Pero, además, obsérvese que en la pericia en higiene y seguridad
industrial (cf. fojas 261/266 y sus Anexos) la referencia a la máquina Petibon se
relaciona – exclusivamente – en la producción de ruido o en su eventual falta de
mantenimiento. La referencia tiene importancia superlativa pues el actor, en su
escrito pretensional, estableció como pauta fáctica que la patología de genu
varum que posee la adquirió por la utilización constante de la máquina Petibon y
en las innumerables flexiones de piernas que debió hacer en los pedales y
palancas de la misma ( cf. fojas 2 vuelta, punto IV). Más nada de aquello probó el
actor. De suyo, salvo la descripción en la demanda, ni siquiera existe en la prueba
pericial una descripción técnica de la máquina, ni una foto. En otras palabras no
se sabe cómo es la máquina y su funcionamiento, única forma de determinar – en
relación de causa a efecto, es decir, de nexo causal – si la utilización de ella era
causa suficiente para la patología pretendida o, por lo menos, aumento porcentual
de la ya padecida.
No modifica lo expuesto que en la carpeta médica del actor,
presentada por la demandada, exista (cf fojas 344) referencias del actor por
artralgias en ambas rodillas de fecha junio de 1985 y octubre de 1986, por la que
se le dieron algunos días de licencia. Ello así porque – en todo caso – aquellas
algias provienen de una situación de artrosis y no de gonalgias como dice el
perito. Ambas manifestaciones externas – las algias, esto es, los dolores – no
tienen forma de comprobación clínica.
En definitiva, entonces, considero que el agravio de la demandada
principal en orden a la inexistencia de nexo causal entre la patologías de rodillas
reclamado por el actor debe ser receptado toda vez que no se hubo probado de
forma clara, concreta y jurídicamente relevante que aquella pueda tener
vinculación causal con la prestación del débito.
IV.f) Sin embargo, debe rechazarse el agravio referido a la
patología auditiva padecida por el actor. Respecto de este reclamo considero que
el trabajador prueba, decididamente, los elementos de la responsabilidad.
Así, se hubo probado el daño. La pericia médica claramente
determina que – al momento de su realización – el actor padece una disminución
auditiva que califica con un 5,38% de incapacidad, en relación a la incapacidad
total, hipoacusia medida según AMA 84 ( tabla de valores de la Asociación
Médica Americana). De su parte, la pericia técnica detalla – de forma
particularmente intensa – la circunstancia relevante de causalidad en relación con
el ambiente ruidoso en que prestaba su débito el actor, especialmente la máquina
Petibon y las mediciones de su caño de escape, cercano – según el perito – a la
cabina y oídos del que la utilizaba. Por lo demás, el perito también determina la
falta de entregas de elementos protectivos por parte de la empresa a sus
trabajadores. ( cf. fojas 262 y sgts.)
Debe destacarse que, de la carpeta médica del actor, acompañada
oportunamente por la propia demandada surge que: 1) en 1988 ( cf. fojas 258) el
actor tenía audición normal de ambos oídos; 2) en 1994 se informaba “descenso
bilateral compatible con hipoacusia: PROTEGER ( cf. informes de fojas
325/326); 3) en 1995 se informaba ASCENSO en la disminución auditiva ( cf.
fojas 355); 4) la misma circunstancia patológica, es decir, el descenso auditivo en
ambos oídos en los niveles tonales de 3000; 4000; 6000 y 8000 DCb (cf. fojas
351). Esta circunstancia – de claro conocimiento de la empleadora – enlazada con
la falta de entrega de los protectores auditivos – configura una típica infracción a
un deber jurídico preexistente mandado por la ley y que se configura en línea con
la culpa. Es que el principio alterum non leadere configura una línea horizontal
que atraviesa todo el espectro de la responsabilidad civil y que, en materia de
protección de la salud del trabajador adquiere una importancia relevante. De suyo,
el incumplimiento de parte de Celulosa de las normas de higiene y seguridad,
según informa el perito, constituye una clara violación de aquella premisa, por lo
que debe responder por el daño causado.
IV.g) Así, entonces, corresponde rechazar el agravio y receptar la
incapacidad parcial del actor en un 5,38 % de la incapacidad total, con
fundamento en la disminución auditiva (hipoacusia).
IV.h) En su agravio octavo de orden, y relacionado con el examen
de este tema, la demandada cuestiona la fórmula receptada por el fallo para
determinar la cuantificación numérica de la causa. Para así reprochar la sentencia
la recurrente afirma que aquella fórmula no fue propuesta por ninguna de las
partes; no formó parte de la demanda y, consecuencialmente, altera el principio
de congruencia ya que el a quo se excedió en sus facultades.
El contenido del memorial de la recurrente no conlleva, conforme la
norma establecida en el artículo 118 del Código Procesal Laboral, una queja
concreta y puntual sobre el tema por lo que no debe considerarse técnicamente un
agravio. La apelante no cuestiona ninguna circunstancia en particular. Se limita a
una glosa abstracta pero no cuantifica un número alternativo; no fija un baremo
distinto al del a quo; no especifica los motivos; fundamentos u desarrollos
técnicos por los cuales las cifras fijas por el a quo, tanto en la cuantificación del
daño cuanto en la de la tasa de interés fijada, deberían ser cambiadas; en una
palabra, no formula un agravio puntual y concreto contra el método utilizado por
el fallo, por lo que su agravio deviene inconsistente y, por tanto, debe ser
desestimado.
V) En cuanto a los fundamentos dados por la demandada en su
memorial en relación al agravio numerado como cuarto y conexo con el rechazo
de la tacha al testigo Sendra invocado, han quedado abstractos en su tratamiento
atento la recepción del agravio sobre la patología de genu varum y la rechazo de
la censura del agravio relacionado con la patología auditiva padecida por el actor.
VI) Sin embargo, merece un tratamiento distinto el reproche
referido a la recepción por parte del fallo del “hecho nuevo” invocado por el
actor a fojas 167 de autos. Con todo, el agravio, como expresaré seguidamente,
será desestimado.
En efecto, resulta sabido que el denominado hecho nuevo es aquel
que, sin formar parte de la contradicción (arg. art. 243 Código Procesal Civil y
Comercial de aplicación supletoria e integradora), puede ser alegado
posteriormente por las partes por no haber sido conocidos al tiempo de la
demanda y contestación resultando de importancia para la definición del proceso.
En la economía del ordenamiento procesal laboral puede ser denunciado en
cualquier estado de la causa ( arg.art. 62 Código de Procedimientos en lo
Laboral).
Coincido con la recurrente que la Señora Juez de anterior grado
jurisdiccional resuelve la cuestión de forma confusa y autocontradictoria en su
discurso jurídico. Más, sin embargo, en definitiva, la confesión extrajudicial
denunciada – pues de esa figura procesal se trata el hecho nuevo invocado por el
actor, es decir, la absolución de posiciones rendida por la misma parte (la
demandada), en otro juicio – se transforma en abstracta a tenor del resultado que
propongo para resolver la cuestión en análisis.
El agravio, entonces, será desestimado.
VII) A la postre propongo se recepte parcialmente el recurso de
apelación intentado por la demandada Celulosa Argentina y, en consecuencia, se
revoque parcialmente la sentencia venida en revisión en cuanto recepta los daños
por la patología de rodillas padecida por el actor, reclamo que se rechaza,
confirmándose la sentencia en todo lo demás que fue materia del remedio
intentado.
Al interrogante planteado voto parcialmente por la negativa.
VIII) Agravios de La Caja Administradora de Riesgos del
Trabajo.
La Caja, Administradora de Riesgos del Trabajo formula siete
agravios contra la sentencia de anterior grado jurisdiccional, que despliega en su
memorial de fojas 521/530.
Alteraré el orden en que aquellos reproches fueron expresados por la
recurrente y examinaré solamente dos, el primero y séptimo de su desarrollo pues
– como se verá inmediatamente – los considero dirimentes de tanta intensidad que
transforma al resto en abstracto. Por ello, y dado el contenido del séptimo
agravio, adelanto que propondré se rechace la pretensión contra la ART.
Así, la primer censura de la ART refiere a la calificación procesal
que efectúa el fallo respecto de su calidad de “parte” en el presente proceso. En
el séptimo – que aquí examinaré en segundo lugar – se agravia en cuanto el fallo
determina que la responsabilidad de la ART se fundamenta en el artículo 1074 del
Código Civil.
VIII.a) En efecto, en el primer agravio de su memorial, la
administradora de riesgos del trabajo critica el fallo por cuanto lo considera como
“parte” en los presentes y, por tanto, sujeto pasivo de la relación procesal y con
entidad suficiente para ser condenado. Para así expresar su descontento considera
que no es parte en el proceso pues el reclamo del actor se fundamenta en una
enfermedad-accidente supuesto no contemplado en la Ley de Riesgos del Trabajo
y, por tanto, se trata de una contingencia no cubierta por la ART, citando
jurisprudencia en apoyo de su tesis. Resulta importante destacar, en lo que
concierne para examinar el agravio, que al contestar su demanda – y de forma
autodecisoria – la codemandada La Caja se hubo autocalificado como tercero
citado al proceso en calidad de “llamamiento coactivo de tercero”, conocida
comunmente como “denuncia de litis” ( arg. art. 305, primer párrafo, del Código
Procesal Civil y Comercial, de aplicación supletoria e integradora).
No le asiste razón en su reproche.
Así, comencemos por afirmar que la regulación jurídico procesal del
llamado “tercero” en los procesos – en cuyos oscuros meandros no ingresaré por
no ser materia propia del themma decidendi – no depende de la voluntad de las
partes sino del contenido de la ley, es decir, de la particular regulación procesal
que, por circunstancias de una política judicial determinada – pueda darse en una
etapa histórica determinada. De hecho, cada código procesal puede regular la
intervención de los terceros en el proceso de manera disímil y conforme la
orientación ideológica de su ordenamiento adjetivo. De suyo, resulta sabido que
el esquema procesal básico supone un “sujeto procesal principal” (el actor, que
peticiona en nombre propio o en cuyo nombre se peticiona; o el demandado,
frente al cual se reclama) y “sujetos procesales eventuales” (testigos; peritos;
terceros). Sin los primeros (sujeto procesal principal) no se concibe el proceso
dialéctico dispositivo que regula nuestro ordenamiento. Sin partes no puede haber
proceso. Los sujetos procesales eventuales pueden o no tener participación en
aquel y su ausencia no afecta la validez del mismo.
Sentado lo expuesto, es la ley (regulación procesal de los sujetos
eventuales, en la especie, Título VI, Sección I y II, arts. 301 a 308 del Código
Procesal Civil y Comercial, de aplicación supletoria) la que regula la “calidad” de
cada uno de los sujetos en el proceso o, en defecto, las posibilidades de que
alguno de los dos sujetos procesales principales, “traiga” al proceso al sujeto
procesal eventual, y no el propio tercero el que califique su intervención en aquel.
O dicho de otra manera, la regulación del “tercero” depende de la voluntad de la
ley y no de la decisión autocalificativa de las partes.
De allí, entonces, que habiendo intervenido en el proceso como
sujeto procesal principal, toda vez que así fue “demandado” por el pretensor y así
lo recepcionó el a quo, mal puede autotitularse tercero. De hecho, en el esquema
procesal ordinario (arg.art.243 CPCC, de aplicación supletoria) La Caja – como
bien afirma el a quo – se comportó como sujeto procesal principal: compareció y
contestó la demanda; ofreció pruebas; asistió a la audiencia prevista en el artículo
51 CPL; formuló sus alegatos y fue “condenado” como parte, sin que aquel
esquema sea procesalmente reprochable.
El agravio será desestimado.
VIII.b) Despejado el camino procesal, resta examinar el segundo
agravio, numerado como “séptimo” en el memorial de la ART.
En efecto, se agravia la ART de que – según el fallo – deba
responder con fundamento en el contenido imputacional del artículo 1074 del
Código Civil. Para así fundamentar su reproche, la administradora de riesgos del
trabajo demandada desarrolla dos argumentos: que la sentencia es
autocontradictoria y confusa, pues establece un régimen general de
responsabilidad extracontractual para la demandada principal (arg.art. 1113 C.C.)
mientras que afirma que la ART debe responder en función del artículo 1074 del
Código Civil; afirma – como segundo argumento – que su parte hubo probado de
forma fehaciente que obró con diligencia en el cumplimiento de las normas
legales tal como se prueba con las pericias contables y técnicas rendidas en la
causa.
Examinados los agravios de la quejosa, en confrontación con las
normas reguladoras de la cuestión en debate y la prueba rendida en autos,
considero que le asiste razón.
VIII. c) Ad introductionem debe destacarse que el encuadramiento
legal de la cuestión respecto de la ART efectuado por el fallo es correcto. Es que
la génesis de la responsabilidad entre la empleadora Celulosa y la Administradora
de Riesgos del Trabajo La Caja, son distintos y, de allí, mi disidencia en el
tratamiento conjunto que propuso mi colega, según expresé al comienzo de mi
voto. Es que la empleadora principal responde como consecuencia del
incumplimiento del contrato de trabajo habido entre las partes y en orden a la
preservación de la salud del trabajador mientras que la ART lo hace ante el
incumplimiento de un deber jurídico de obrar, tal como emerge del centro de
imputación normativo del artículo 1074 del Código Civil. La empleadora como
consecuencia de las cláusulas contractuales; la administradora de riesgos del
trabajo por imposición y regulación de la ley.
Más sin embargo, coincido con los reproches de la recurrente en el
sentido de que el fallo de anterior instancia se ancló – sola y exclusivamente – en
una formulación teórica y dogmática, sin examinar la prueba que – en beneficio
de su propio interés – ofreció y rindió La Caja prueba que, en mi criterio, resulta
suficiente para exculparla de responsabilidad.
La importancia del tema amerita una glosa jurídica previa para el
correcto encuadramiento de la cuestión.
VIII.d) En efecto, el artículo 1074 del Código Civil se encuentra
regulado en el Título VIII, Capítulo I, De los delitos y refiere a la responsabilidad
que de ellos se deriva. En el artículo 1073 Vélez Sarsfield estableció – en línea
con el derecho penal – que el “delito puede ser un hecho negativo; de omisión, o
un hecho positivo”. En el supuesto de la “omisión” se los subclasifica en delitos
de omisión simple (verbigracia, cuando se falta al deber de denunciar que tiene el
funcionario público) o de comisión por omisión (cuando, además, la omisión
tiene virtualidad fáctica para causar un daño). La doctrina civil nacional se hubo
ocupado extensamente de todos estos temas (cf. Machado; Salvat; Colombo;
Orgaz; Llambías; Borda; entre tantos otros). En mi criterio, la exposición más
clara sobre la cuestión la hubo desarrollado con brillantez Aída Kemelmajer de
Carlucci al comentar – justamente y entre otros – el artículo 1074 citado ( cf.
Código Civil Comentado y concordado, Director Belluscio, op.cit., Tomo 5,
páginas 92 y siguientes). La autora concluye, luego de examinar todas las
posturas en orden a la solución que debe darse a la cuestión en el derecho
argentino, que la mayoría de la doctrina nacional y la jurisprudencia se
encolumna en lo que denomina teoría amplia¸ esto es, que se debe admitir la
responsabilidad siempre que existe una obligación jurídica de obrar.
Las administradoras de riesgos del trabajo encuadran en la
responsabilidad citada pues tienen una obligación jurídica de obrar que nace –
expresamente y como bien afirma el fallo – de la propia ley 24557 (arg.arts. 1 y 4,
concordantes de la ley y decretos reglamentarios).
Hasta aquí la posición del fallo es impecable y la ART confunde su
posición. Sin embargo, el agravio debe ser receptado. Veamos por qué.
VIII.e) En efecto, se hubo probado en autos, en mi criterio de forma
clara, que La Caja cumplió acabadamente con su deber de control y actividad
propia en la prevención de la seguridad y riesgos del trabajo para con la
demandada empleadora, circunstancia que el a quo en su fallo no examinó ni
valoró.
Así de la pericia técnica rendida en la causa emerge que durante el
período que va desde la vigencia de la ley 24.557 (mayo de 1996) hasta el
despido del actor (febrero de 1999) La Caja realizó en la empresa demandada
cincuenta y ocho (58) inspecciones ( cf. pericia a fojas 261, punto 1), sin
computar otras posteriores que siguió realizando luego de la desvinculación del
actor. Igualmente la pericia determinó que la ART cumplió con la entrega de
material de propaganda de prevención y realizó las investigaciones pertinentes en
supuestos de accidentes. En este aspecto, resulta importante destacar que la ART
informó a la empresa que poseía un nivel de cumplimiento “2”, conforme las
pautas reglamentarias y que debía ascender al nivel “3” dentro del año establecido
en la ley, cumplimiento que no fue observado por la empleadora, todo lo cual
informa el perito con claridad y constancias documentales ( cf. puntos “f” y “g” a
fojas 263/264).
De ello se sigue, en correcta hermenéutica que La Caja cumplió
acabadamente con sus obligaciones de control y verificación del estado de
cumplimiento de las normas de higiene y seguridad, mientras que la incumplidora
fue – según afirma claramente el perito – la empresa empleadora. Esta
circunstancias, en mi criterio, relevan de responsabilidad y culpa a la
administradora de riesgos del trabajo.
Y existe otro elemento a considerar que abona la tesis exculpatoria y
tiene relación con la vigencia temporal de la ley 24557 y sus decretos
reglamentarios. En efecto, las empleadoras tenían un período de adaptación al
cumplimiento de las nuevas disposiciones. En autos hubo quedado probado que la
ART cumplió. Sin embargo, la empleadora no lo hizo. El precedente “Torrillo”
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue dictado diez años después de la
desvinculación del actor ( cf. “Torrillo, Atilio Amadeo y otro c/ Gulf Oil
Argentina S.A.” del 31 de marzo de 2009 – DT 2009 – 468) fallo que estableció
un nuevo escenario respecto de la responsabilidad civil de las ART pero que, para
entonces (1999) no resultaba vigente.
Con todo, debe destacarse que el fallo anotado, en opinión dividida
(votaron por la mayoría los Ministros Fayt; Maqueda; Petracchi y Zaffaroni; en
disidencia el Ministro Lorenzetti y rechazaron el recurso por cuestiones formales
las Ministros Highton de Nolasco y Argibay) estableció la responsabilidad civil
de las administradoras de riesgos del trabajo. Sin embargo, la disidencia entre la
mayoría y el voto del Ministro Lorenzetti fue – justamente – respecto de la
“extensión” que debe darse al deber jurídico de obrar y la responsabilidad
consecuencia de las ART ( cf. considerando número 8 del voto de la mayoría, que
resulta ser el más importante y los considerandos del voto del Ministro
Lorenzetti).
A la postre, entonces, en función de la aplicación temporal de la ley;
la prueba rendida en la causa que acredita de forma ineludible el cumplimiento de
La Caja de sus obligaciones de prevención y el incumplimiento de la empleadora,
me convencen de que no hubo ni se probó la culpa de la ART por lo que – en este
caso en particular – debe exculpársela de responsabilidad ya que demostró haber
obrado con diligencia en el cumplimiento de su obligación jurídica.
VIII.f) Conforme el contenido de la propuesta que efectúo, resulta
abstracto el análisis del resto de los agravios de la ART, según ya adelantara.
VIII.g) Propongo, entonces, se recepte el recurso de apelación
interpuesto por La Caja Administradora de Riesgos del Trabajo y se revoque, a su
respecto, la sentencia apelada en cuanto la condena solidariamente con la
empleadora principal, condena que debe expresamente revocarse.
Al interrogante planteado voto por la negativa.
IX) Agravios del actor.
Contra la sentencia de anterior instancia interpone el actor – a fojas
458 – recurso de apelación parcial por los siguientes ítems y fundamentos del
fallo: a) la aplicación temporal de los intereses (punto I de su escrito apelatorio);
b) la distribución del porcentaje de incapacidad con relación a la patología de las
rodillas e imputada al trabajo (punto II.1 de su escrito apelatorio) y c) la
imputación para descontar la bonificación graciable el importe final de condena
(punto II.2 de su escrito apelatorio).
IX.a) El remedio apelatorio fundado en la patología de las rodillas,
ya fue resuelto al tratar los agravios de la demandada Celulosa Argentina, por lo
que su tratamiento deviene abstracto, debiendo rechazarse el recurso por ese ítem.
IX.b) La apelación respecto de la recepción del importe de la
bonificación graciable ya fue, igualmente, tratado en los puntos comunes (cf.
parágrafo III.d de mi voto) por lo que el reproche del actor – en este punto – debe
receptarse.
IX.c) Queda por examinar, únicamente, el recurso interpuesto con
motivo de la aplicación temporal de los intereses. Sobre el particular, estimo debe
ser confirmada la sentencia que los dispuso desde su notificación, pues el cálculo
de la reparación concluída por la a quo – que no resulta modificado- estima el
daño sobre valores actuales.
X) En definitiva, corresponde dar respuesta parcialmente negativa al
interrogante sobre la justicia del fallo y receptar, también en forma parcial, el
recurso de apelación intentado por el actor, conforme los considerandos
explicitados en los dos parágrafos anteriores.
A la misma cuestión el Dr. Restovich dijo: Adhiero a los
fundamentos y conclusiones del Dr. Vitantonio, y voto en idéntico sentido.
A la tercera cuestión el Dr. Girardini dijo: Atento el resultado
obtenido al tratarse las cuestiones anteriores, corresponde: 1) Declarar desiertos
los recursos de nulidad interpuestos. 2) Receptar parcialmente el recurso de
apelación interpuesto por el actor. En consecuencia la sentencia debe revocarse
en cuanto recepta como cancelatorio el importe de la gratificación extraordinaria
de tres mil pesos ($ 3.000), que se revoca. 3) Receptar parcialmente el recurso de
apelación interpuesto por Celulosa Argentina S.A. y, en consecuencia, revocar
parcialmente la sentencia en cuanto recepta la patología de rodillas padecida por
el actor, confirmando el resto de la sentencia en cuanto fue materia del recurso
interpuesto. 4) Receptar totalmente el recurso de apelación interpuesto por La
Caja Administradora de Riesgos del Trabajo y, en consecuencia, revocar la
sentencia en cuanto la condena solidariamente con la codemandada, debiendo –
en consecuencia – rechazarse contra ella la demanda. 5) En cuanto al régimen de
costas, conforme el fundamento por los cuales se receptó el recurso de apelación
de la codemandada La Caja y el incumplimiento probado de la demandada
principal de las normas de higiene y seguridad, corresponde que sean soportadas
en ambas instancias y en su totalidad a cargo de la demandada Celulosa Argentina
S.A. (arg.art. 101 y 102 CPL). Los honorarios de segunda instancia se fijan en el
cincuenta por ciento (50%) de los que, en definitiva, correspondan regular en baja
instancia por los principales.
Así voto.
A la misma cuestión los Dres. Vitantonio y Restovich dijeron:
Visto el resultado obtenido al votarse las cuestiones anteriores, corresponde dictar
pronunciamiento en la forma propuesta por el Dr. Girardini.
A mérito del Acuerdo que antecede, la Sala Primera de la Excma.
Cámara de Apelaciones en lo Laboral de Rosario, RESUELVE: 1) Declarar
desiertos los recursos de nulidad interpuestos. 2) Receptar parcialmente el recurso
de apelación interpuesto por el actor. En consecuencia la sentencia debe revocarse
en cuanto recepta como cancelatorio el importe de la gratificación extraordinaria
de tres mil pesos ($ 3.000), que se revoca. 3) Receptar parcialmente el recurso de
apelación interpuesto por Celulosa Argentina S.A. y, en consecuencia, revocar
parcialmente la sentencia en cuanto recepta la patología de rodillas padecida por
el actor, confirmando el resto de la sentencia en cuanto fue materia del recurso
interpuesto. 4) Receptar totalmente el recurso de apelación interpuesto por La
Caja Administradora de Riesgos del Trabajo y, en consecuencia, revocar la
sentencia en cuanto la condena solidariamente con la codemandada, debiendo –
en consecuencia – rechazarse contra ella la demanda. 5) En cuanto al régimen de
costas, conforme el fundamento por los cuales se receptó el recurso de apelación
de la codemandada La Caja y el incumplimiento probado de la demandada
principal de las normas de higiene y seguridad, corresponde que sean soportadas
en ambas instancias y en su totalidad a cargo de la demandada Celulosa Argentina
S.A. (arg.art. 101 y 102 CPL). Los honorarios de segunda instancia se fijan en el
cincuenta por ciento (50%) de los que, en definitiva, correspondan regular en baja
instancia por los principales. Insértese, hágase saber, y oportunamente bajen.-
(Expte.Nº118/11)
(siguen las firmas//////////////)
////////////////////“CAPELLETTI HUMBERTO R. C/CELULOSA ART SA Y/U
OTRA S/DEMANDA LABORAL” (Expte. Nro.118/11)
GIRARDINI VITANTONIO RESTOVICH
(en disidencia)
VALDES TIETJEN