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14U ETICA DE LAS PROFESlONES El abjeto de e st e en s ayo es proc lama r .. , este princ i pia: 10 Cinko que puede auto ri zar a los hombres individual 0 colectivamente para turba r la libertad de acci6n de alguno de sus semejantes es la proteccion de sf mismo. La (mica razon Jegitima que puede tener una comunidad para proceder contra uno de sus miembros es Ja de impedir que perjudique a los demas . ... sabre sf mismo, sabre su cuerpo y sabre su espfritu el indivi· duo es soberano. ). S. MILL, De fa fibertad. Def gobierno representativo. De fa esclavitud femenina. Tecnos, Madrid 1965, pag. 48s. ETlCA DE LAS PROFE$IONES Capftul o 7 Rel aciones entre benefi cencia y autonomfa Deciamos mas arriba que el principio de beneficencia se ha presentado con frecuencia como mero legitimador del paternalis- mo de l os profesionales. Pa ra defenderse del paternalismo se ha apelado al pri ncipio de autonomia. Desde esa perspectiva se esta- blece un antagonismo entre el principio de beneficencia y el prin- cipio de autonomia que impide abordar las relaciones entre 10 que cada principio trata de proteger y promover. En el modo habitual de tratar la relaci6n entre beneficencia y autonom ia hay un exce- so de conflictualismo que no permite valorar y percibir las siner- gias y zonas de cooperaci6n y potenciaci6n mutua entre los dos principios. Beneficencia, especialmente en los terminos que la hemos pre- sentado ("actuar bien para hacer el bien"), no es 10 contra rio de autonomia; ni autonomia es 10 opuesto a beneficencia. La rela- ci6n entre beneficencia y autonomia hay que situarla en un marco mas amplio que el del inevitable conflicto; no son principios t an independientes el uno del otro como para poder estar tan contra- pueslOs el uno al otro. Pero hay que empezar haciendose eco de que el conflicto entre beneficencia y autonomia no 5610 es posi - ble sino muy real, especial mente en las profesiones de ayuda. EI paternalismo es una tentaci6n permanente del profesionalis- mo, en especial en las profesiones en las que el profesional tiene como misi6n constitutiva cuidar de aspectos personales del usua- rio 0 cliente de sus servicios. La especificidad del propio saber y de las propias competencias profesionales ponen en un plano inclinado hacia el paternalismo. EI poder y dominaci6n profesio- ETIC'; DE !"P-.S ?ROFESI0t12S

Capftulo 7 Rel aciones entre beneficencia y autonomfabiblio3.url.edu.gt/publiclg/lib/2009/etica/6.1.3.pdfci6n entre beneficencia y autonomia hay que situarla en un marco mas amplio

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14U ETICA GE~ER.>.L DE LAS PROFESlONES

El abjeto de este ensayo es proc lamar .. , este princ ipia: 10 Cinko que puede autori zar a los hombres individual 0 colectivamente para turbar la libertad de acci6n de alguno de sus semejantes es la proteccion de sf mismo. La (mica razon Jegitima que puede tener una comunidad para proceder contra uno de sus miembros es Ja de impedir que perjudique a los demas .

... sabre sf mismo, sabre su cuerpo y sabre su espfritu el indivi· duo es soberano.

). S. MILL, De fa fibertad. Def gobierno representativo. De fa esclavitud femenina. Tecnos, Madrid 1965, pag. 48s.

ETlCA DE LAS PROFE$IONES

Capftulo 7 Rel aciones entre benefi cencia

y autonomfa

Deciamos mas arriba que el principio de beneficencia se ha presentado con frecuencia como mero legitimador del paternalis­mo de los profesionales. Para defenderse del paternalismo se ha apelado al principio de autonomia. Desde esa perspectiva se esta­blece un antagonismo entre el principio de beneficencia y el prin­cipio de autonomia que impide abordar las relaciones entre 10 que cada principio trata de proteger y promover. En el modo habitual de tratar la relaci6n entre beneficencia y autonom ia hay un exce­so de conflictua lismo que no permite valorar y percibir las siner­gias y zonas de cooperaci6n y potenciaci6n mutua entre los dos

principios. Beneficencia, especialmente en los terminos que la hemos pre­

sentado ("actuar bien para hacer el bien"), no es 10 contra rio de

autonomia; ni autonomia es 10 opuesto a beneficencia . La rela­ci6n entre beneficenc ia y autonomia hay que situarla en un marco mas amplio que el del inevitable conflicto; no son principios tan

independientes el uno del otro como para poder estar tan contra­

pueslOs el uno al otro. Pero hay que empezar haciendose eco de

que el conflicto entre beneficencia y autonomia no 5610 es posi ­

ble sino muy real, especial mente en las profesiones de ayuda. EI paternalismo es una tentaci6n permanente del profesionalis­

mo, en especial en las profesiones en las que el profesional tiene como misi6n constitutiva cuidar de aspectos personales del usua­

rio 0 cliente de sus servicios. La especificidad del propio saber y de las propias competencias profesionales ponen en un plano

inclinado hacia el paternalismo. EI poder y dominaci6n profesio-

ETIC'; DE !"P-.S ?ROFESI0t12S

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142 ETICA GENERAL DE LAS PROFESIONES

nal obtiene su legitimidad de la dedicacion institucionalizada a

proporcionar competentemente los bienes y servicios que cada profesion cultiva y trata de proporcionar. EI profesional, en la medida en que esta preparado, acreditado y dedicado a propor­cionar esos bienes y servicios tiene un innegable ascendiente (II a­mese poder, influencia 0 dominacion) sobre los clientes 0 usuarios

que precisamente acuden a el buscando que se los proporcione. EI tiene, puede y sabe - se supone; de 10 contrario es que no es un buen profesional - 10 que el cliente 0 usuario de los servicios pro­fesionales no tiene, no puede, no sa be y sin embargo necesita 0

desea. Por eso acude a el.

Esta relacion profundamente asimetrica da lugar a abusos tan pronto se pretende que toda la relacion entre el profesional y su cliente se desarrolle en base a esta jerarquia. EI punto de vista del usuario 0 c!iente no cuenta; queda reducido a mere destinatario u

objeto de la accion del profesional. Estamos, en el mejor de los casos, ante la desigualdad entre benefactor y beneficiario . Esto puede ser objeto de abusos; pero el abuso no se corrige sin reco­nocerle 10 suyo al uso.

La misma palabra "paternalismo" indica que esta relacion pro­fundamente asimetrica se asemeja y asimila a la del padre con su hijo menor de edad. Mientras el hijo no sabe 10 que necesita 0 Ie conviene, el padre decide por el y puede.legitimamente imponerle ciertas cosas "por su bien" y contra su criteria. Esta relacion pro­

tectora tiene pleno sentido mientras el hijo no tenga madurez y competencia suficiente para decidir por Sl mismo; pero esta misma

relacion entre padre e hijo se extralimita cuando el padre no per­mite que el hijo vaya tomando las decisiones que ya esta en condi ­ciones de asumir; solemos hablar entonces de sobreprotecci6n.

Cuando el profesional pretende imponer determinadas actuaciones al cliente 0 usuario que acude a el sin contar con su criterio ni con su consentimiento, esta tratando al cliente 0 usuario como a un

menor de edad y cayendo en 10 que con toda razon cabe lIamar paternalismo.

Algunos autores distinguen entre paternalismo debil (0 blando) y paternalismo fuerte (0 duro): "En el paternalismo debil, un suje­to interviene sobre la base de la beneficencia 0 la no maleficen­cia solo para prevenir una conducta esencialmente invo/untaria,

tTICA DE LAS PROFESIONES

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esto es, para proteger a las personas contra sus propias acciones esencialmente no aut6nomas". "El paternalismo fuerte, en con­

traste, implica intervenciones concebidas para beneficiar a una persona, aunque las decisiones y acciones arriesgadas de esta sean informadas, voluntarias y autonomas". (BEAUCHAMP-CHILDRESS, 1999, 262 Y s.). Tambien distinguen estos autores entre un principio de benevolencia que compite con un principio de respeto a la auto­nomia, y un principio de benevolencia que incorpora la autono­mia. Pero poco despues comentan aludiendo a los defensores del modelo de beneficencia PEllEGRINO y THOMASMA: " Esta formula­cion del modelo de beneficencia parece ser poco mas que una defensa del modelo de autonomia" (ibid., 258).

Podria decirse que hay paternalismo justificado cuando por razones de edad 0 por otros impedimentos permanentes 0 transito­rios, no hay ni puede haber autonomia; y hay paternalismo injusti­ficado cuando 51 hay autonomia 0 cuando aunque no la haya, el profesional no es quien para determinarlo ni para suplantar a quien legitimamente ostenta la tutela de la persona que no es autonoma.

EI mejor antidoto frente al paternalismo proiesional 10 consti­tuye, sin duda, la apelacion al principio de autonomia. Invocar el principio de autonomfa en las relaciones profesionales significa

que puede quedar restablecida en cualquier situacion la simetria que quedaba cuestionada par el principio de beneficencia y a la que nos hemos referido mas arriba. EI cliente 0 usuario de los ser­vicios profesionales es persona, sujeto de derechos; su opinion, sus cC?nvicciones, sus derechos merecen ser respetados.

En el ambito de las relaciones entre adultos nadie esta legiti­made para imponer a otros sus propias convicciones, ni para no respetar las ajenas. Ya hemos dicho que en terminos teoricos el paternalismo es atenerse al principio de beneficencia sin respetar el principio de autonomia. Pero que este conflicto pueda surgir y de hecho se presente con frecuencia, no significa que la benefi ­cencia sea 10 contrario de la autonomfa ni que la autonomfa sea

10 contrario de la beneficencia de modo que donde este la una no pueda estar la otra.

Para empezar, la accion benefica de los padres y en colabora­cion con ellos de algunos profesionales, el que se atienda a un menDr en sus necesidades, el que se haga bien todo 10 que hace

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bien a los ninos necesitados de apoyo, gufa y cuidado, antes de poder entrar en colisi6n 0 conflicto con la autonomfa, constituye la base del poder Ilegar a ser persona adulta capaz de tomar deci­siones, reivindicar los propios derechos, hacer respetar los propios criterios y convicciones, etc.

La persona adulta reivindica con raz6n que se respete su auto­

nomia; pero desde es. misma autonomia tambien tendra que tomar en consideraci6n los bienes que estan en juego en la acci6n que se pretende Ilevar a cabo y que, en principio, est. encamina­da a beneficiarle. La reivindicaci6n de la autonomfa personal no consiste s610 en oponerse a las imposiciones ajenas aunque pre­tendan hacerse "por su bien", sino tambien simultaneamente en

tratar de formarse un juicio propio ace rca de los bienes que estan en juego y que pueden ser objeto de valoraci6n personal adulta y no meramente reactiva . S610 asf conseguira evitar caer en una rei­

vindicacian de una autonomfa insensata, abstracta 0 arbitraria, no

menos ideol6gica que el paternalismo. No todo es defendible por el mero hecho de que alguien 10 defienda, aun cuando la persona que defienda 10 indefendible siga teniendo la condici6n de perso­na y merezca ser respetada como tal. Nadie esta legitimado para imponer a otros sus convicciones ni para suplantarle en su auto­

nomfa; pero eso no da base suficiente para afirmar que cuales­quiera convicciones sean igualmente sensatas y razonables. Y de eso se debate en terminos de bienes y de formas de hacer com­patibles unos bienes con otros y de 10 que todos pueden aportar a una vida humana plena, merecedora de ser vivida.

La adultez 0 mayoria de edad, el tener criterio propio y no estar sometido al de otros, tienden a darse por supuestos en las socieda­des liberales. Juridicamente puede ser algo obvio una vez alcanza­da la mayoria de edad y mientras a uno no Ie incapaciten, pero eso no debe cegarnos para percibir cuantos servilismos circulan en nuestra cultura en nombre de la autonomia. La realidad es que unos son 0 somas mas autonomos que atres, unas veces somas a son

mas aut6nomos que otras; unos imponen, otras seducen 0 mani­

pulan. No todos los deseos merecen ser elevados a derechos. La libertad y la dignidad, adem as de postularla y reivindicarla,

hay que fomentarla, protegerla, cuestionarla y ejercerla. No sea que s610 se reivindique la libertad frente a cuestionamientos e

ETICA DE LAS PROFESIONES

RELACIO:--lES L"!TRE BENEFICENCIA Y AUTONOMtA. 145

interferencias no deseadas para mejor atarse y esclavizarse a caprichos propios y seducciones ajenas. Siempre es faci I declarar­se aut6nomos, exentos de cumplir las leyes que otros han hecho, esas leyes que nos permiten convivir como iguales y diferentes en un espacio publico; para a continuaci6n entregarse a las arbitra­

riedades que 5610 compartimos con nuestros campi ices. Lo normal sera que el mismo usuario de los servicios profesio­

nales sea el primer interesado en que se haga bien 10 que consti­tuye para el un bien, la raz6n de ser de por que acude en deman­da de los servicios profesionales. EI que va en busca de un profe­sional para que Ie resuelva un problema que el tiene y no esta en condiciones de resolver por sf solo, esta razonablemente mas inte­

resado en que se Ie haga bien 10 que el demanda y necesita, que en su propia autonomia, para cuyo ejercicio no necesita al profe­

sianal.

La autonomfa no 5610 pone limites, sino tambien ofrece un horizonte hermeneutico al principio de beneficencia. Cada prin­cipio obtiene una interpretaci6n profundizada cuando es interpre­tado a la luz de los otros principios. No se entienden los princi­pios de la misma manera en su formulaci6n primera que despues

de haber entrado en relaci6n con los otros pri ncipios. Esto no excluye los conflictos, pero no se reduce a ellos .

Mas alia del cuestionamiento y de los posibles conffictos entre benevolencia y autonomfa, 10 que interesa es abrir la perspectiva

antropol6gica de una posible -no siempre facil, no siempre exen­ta de posibles utilizaciones ideol6gicas- benevolencia que se pro­longa en autonomfa, y de una autonomia que acoge 10 que Ie ha proporcionado la benevolencia: se sabe posible 5610 desde ella, se sabe solidaria can el bien, y se sabe comprometida con Ilevario adelante. Cada uno de estos principios tiene su propio significado y contexto; en un planteamiento inicial responden a 16gicas dife­rentes, pueden entrar en conflicto. Pero tambien es posible ver c6mo se ilumina y potencia cada principio a la luz del otro. Empecemos par considerar c6mo puede iluminar, corregir y potenciar la auto­nomfa el principio de beneficencia, de hacer bien las casas para

hacer bien a las personas. La vida moral no consiste 5610 en hacer cosas buenas, cosas

bien hechas, en hacer bien las cosas y asi hacer el bien, sino en

ETIer. DE LAS PROF:ESIO:-.'ES

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hacerlo desde la interior implicaci6n can el bien en si, can el fin

en si que es la propia persona y cualquier otra persona can la que

se relaciona mediante su actuaci6n. Ahi es donde la coincidencia

entre el normante y el narmada permite hablar de autonomia. En

ese punta de coincidencia estamos presentes tad as los seres per­sonales, todos los fines en si; la ley moral aglutina y unifica la plu­

ralidad de los fines en si en un reino de los fines, un reino de seres aut6nomos en el que nadie debe obedecer mas que cada cual a sf mismo, a la ley de su libertad racional.

La autonomia pone sabre el tapete la necesidad de respetar a

la persona, su dignidad, sus derechos, sus criterios y sus decisio­nes. Este respeto impone limites y condiciones a la beneficencia,

al buen hacer de las personas y de los profesionales. Una vez que ha entrada en escena el principia de autonomia ya no es posible continuar par la senda de la beneficencia como si nada hubiese que cambiar; ya no se trata s610 de hacer el bien sino de contar can aquel que 10 hace y can aquel al que se pretende favorecer, con sus criterios y convicciones ace rca del bien.

La autonomia consiste en radicalizar el tema del bien hasta

encontrar su nucleo absoluto que no es otro que la persona. Ningun bien es un bien de veras, sin restriccion, si no esta en estrecha

conexi6n can el bien personal mente querido y realizado, desde la

buena voluntad. Ahi radica 10 buena de 10 buena: el bien moral; ahi topamos can el absoluto etico de todo bien relativo. EI bien

moral es alga mas que la satisfacci6n de un deseo, es la realiza­cion de un compromiso libre y voluntario con el bien , perc no can

cualquier bien, sino can el bien en si que es la persona, dotada de dignidad y no s610 de precio y tambien con todo 10 que puede contribuir a la plena realizaci6n personal.

Desde esa perspectiva se ilumina a su vez bajo una nueva luz el tema del bien. La primero que hay que senalar es que la auto­

nomia es un bien. Mejor dicho: el bien no es tanto la autonomia

cuanto la dignidad de la persona, que es de donde se deriva la exi­

gencia de autonomia. La dignidad personal no es un bien cual­quiera, sino un "hiperbien" (Ch.Taylor), el bien par relaci6n al cual tiene dimensi6n moral cualquier otro bien. Ahara poclemos

precisar mejor el concepto de vida plena en sentido moral: los

bienes son bienes morales porque son elegidos y realizados par

t'I'ICA DE LAS PROF.2SIONES

RELACIONES E~TRE BENEFICENCIA Y AUTONOMfA 147

personas y para personas. La persona es la clave, a si se prefiere,

el ultimo fundamento de par que el bien tiene una dimensi6n

moral, que es un bien moral a diferencia de 10 que son otros bie­

nes que solemos lIamar pre-morales. EI bien es moral par cuanto

es realizado por personas y en la medida en que respeta a las per­

sonas y contribuye a su realizacion. Si no hay persona no hay moralidad. EI hombre puede hacerse

buena par ser persona; el es el protagonista activo de su propio bien; s610 asi lIega a hacerse bueno, eudaimon, una persona ple­namente realizada que ha adquirido un modo de ser, un caracter, un ethos. Se trata, como dijimos, no de bienes externos, sino del

bien practico, de ese bien que hacienda las personas se hacen a

la vez buenas personas. Toda persona es fin en sf; 10 que can elias se hace tiene dimen­

si6n etica par dos razones: porque 10 hacen personas y porque se hace a personas. EI bien en si que constituye la dignidad personal es par una parte alga dado desde el principia, desde que hay per­sona; no es un bien que haya que realizar, sino que respetar; aun­que en todo 10 que hagamos respetando la dignidad personal esta­remos promoviendo el bien de personas si queremos actuar bien

y hacernos buenos. La bondad, que a primera vista parece ajena a los temas de 10

dignidad, se profundiza y adquiere su estructura fundante en la dignidad; los temas de 12 dignidad se profundizan a su vez en ter­minos de bien. No es posible concebir una vida plena que no sea

a la vez una vida digna. Como bien dijo Bloch, no hay felicidad sin dignidad, ni puede haber dignidad sin superaci6n de la mise­ria. EI bien moral, la vida humana plena como horizonte de ple­nitud de una vida realizada que merezca ser alabada y propuesta

como tal horizonte de plenitud, presenta una doble vertiente. Par

una parte se trata del bien practico, es decir, del bien elegido y

realizado par las personas que son los seres que deciden c6mo vivir y 10 que hacen desde su libertad. Decidiendo y actuanclo

-esa es la segunda vertiente- 10 convierten en su etho5, en su modo

de ser adquirido mediante sus decisiones y actuaciones. EI que

actua bien se hace buena; el que actua mal se hace malo. Y buena moral mente es todo aquello que, hecho par personas, contribuye

a la plena realizaci6n de una vida humana ... personal.

tT!C'; DE LAS ?;:<'OFESrOl!ES

ra. 13

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t.TICA .... _ •. ..:RAL WI:. ....... .3 P?Or 1:.::'.l.uNES

Arist6teles ponia el bien supremo en la eudaimonfa, en la rea­

lizaci6n de la vida en plenitud; Ie daba poco mas a men as que se

tratase de uno a de todos los ciudadanos de la polis; mejor dicho la segunda era mas importante que la primera par ser el to do mas importante que la parte. Faltaba la dimensi6n personal; subrayaba el tema de la plenitud; cabe preguntar: plenitud, ide quien? Kant puso en el centro de su fundamentaci6n la persona como fin en si

que merece ser respetada absolutamente. Insisti6 unilateralmente en la autonomia, en el caracter fontal que la etica tiene en la voluntad racional de la persona que se toma a si misma y a toda

otra persona como fin en 51. Estaba mas interesado en el respeto absoluto que en la promoci6n azarosa y cambiante; aunque no

dejaba de considerar que habia fines que eran a la vez deberes: la perfecci6n propia -ipor que no la ajena?- y la felicidad ajena

-ipor que no la propia?-. Hacer el bien sin respetar la dignidad es Caer en el paternalismo a en el despotismo mas a menos ilustrado

que pretende imponer 10 que 5610 tiene sentido desde la acepta­ci6n libre de las personas. Nadie es moralmente buena contra su

voluntad. Pero la dignidad respetada que no prestase atenci6n al bien, a la realizaci6n humana del bien personal, seria formal, abs­tracta, va cia, inoperante; se presta a dar cobertura ideol6gica a contenidos arbitrariamente puestos.

La persona no es un bien cualquiera, sino bien en sf, el bien

fontal del que necesariamente sale el bien moral; y el bien supre­

mo hacia el que apunta y para el que todo otro bien posible ha de ser buena para poder ser lIamado buena en senti do etico. La etica de bienes se remonta a la persona como Fuente de toda actuaci6n

que merezca el calificativo de moral y se prolonga en un hori­Zonte de reaJizacion y pJenitud de las personas. Sin actuaci6n per­

sonallibre y responsable no hay etica; sin etica no hay realizaci6n

personal. Cabe reivindicar para la etica tanto su caracter fontal (5610 la persona es fuente de moralidad) como situar a la persona y

su realizaci6n etica (ethos) como el horizonte de toda etica. Asi 10 hacen, cada cual a su manera, A.GEWIRTH (1986) y P.RICOEUR (2000).

EI bien impuesto a la persona adulta no es bien moral, preci­samente por querer realizar un bien sin contar con la persona que

no 5610 es destinataria, sino tambien fuente insustituible de su rea­

lizaci6n personal del bien . En este preciso sentido es aut6noma;

ETICA DE LAS PROFESIONES

RELACI()Nc~ ENTRE JjI:.N!OFICEl'J\...I." {Atrrv,~u'·' .. A ''':1

no porque no pueda 0 necesite ser ayudada a aconsejada, sino porque en la rea lizaci6n de 10 que es una vida humana plena, que incluye su propio protagonismo activo, nadie puede suplantarla. La que ella libremente quiere y determina es ley para ella misma, no porque no existan otros criterios a los que pueda y deba ate­nerse, sino porque ningun otro criterio puede guiar su actuaci6n

etica si no 10 hace suyo, si no 10 convierte en personal. Si se equi­voca acerca de los bienes que realizan a no su ser corporal, socia l, personal, esos bienes no realizados juzgaran sus actuaciones y serviran de contraste a sus criterios; pero no pueden serle impues­

tos, pues si no los asume y hace suyos, no lIegan a tener la con ­dici6n de bienes morales.

En esta perspectiva los derechos morales de las personas, es decir, aquellos bienes, prestaciones, libertades y actuaciones que legitimamente puede reclamar que otros respeten a incluso favo­rezcan son aquellos que si no se les respetan a promueven no se

las esta tratando como personas. Desde aqui cabe establecer un criteria para fundamentar los derechos humanos, tanto los dere­chos negativos de la primera generaci6n que son mas absolutos par exigir sabre tad a abstenciones de acciones que los violan, como los derechos sociales positivos de la segunda generaci6n que estan sujetos a condiciones sociales en las que cabe que haya mayores a menores facilidades. Mas lejana, en camb ia, parece la conexi6n entre la persona y los derechos de la tercera generaci6n en terminos de exigibilidad incondicional par parte de la persona concreta, aunque tambien tienen relaci6n can ella. EI resto de los derechos que no tengan aqui su raiz podran ser considerados como conquistas sociales institucionalizadas jurfdicamente pero

estaran relacionados mas can bienes optativos que con la vincu­

lacion necesaria con el bien en sf que es cada persona.

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