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CAPITULO XVIII La venganza de Vanderbilt Si bien la situación de Walker seguía siendo crítica, las perspectivas que para mediados de diciembre de 1856 tenía a la vista eran mejores que las de cualquier orfO tiempo des- de el comienzo de la guerra con la coalición centroamericana. Los aliados habían logrado retener Masaya a un costo pavo- roso sin haber podido impedir la destrucción de Granada ni de inflingir a los incendiarios el castigo que hubieran que- rido; yen los combates habían sufrido pérdidas casi siempre tres veces mayores que la de los filibusteros. Estaban faltos de líder, despedazados por las disenciones, fustigados por la peste. Cañas y sus costarricenses quedaron tan amila- nados después de su encuentro el 11 de noviembre en la ca- rretera del Tránsito, que de ahí a pocos días permitieron el desembarco de ochenta reclutas americanos en San Juan del Sur, los que siendo apenas la décima parte de las fuerzas que Cañas les pudo haber lanzado, llegaron sin tropiezo has- ta La Virgen. Las tropas aliadas estaban ya a punto de desintegrarse cuando una nueva potencia apareció en su ayuda. Por meses y meses Vanderbilt había estado en comu- nicación con los presidentes de las repúblicas centroamerica- nas instándoles a unirse contra el enemigo común. {ll. Aho- ra que todos los gobiernos habían salido en campaña y que tenían a los filibusteros en aprietos, vio llegada la hora de su venganza. En el otoño envió a San José a dos agentes suyos, un inglés llamado William Robert C. Webster y un americano apellidado Spencer, a indicar al gobierno de C05w (11 Historio de Nicaragua, Pág" 630 -" por Jo,,, Dolare, Gámet, 282

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Page 1: CAPITULO XVIII La venganza de Vanderbilt tiempo des - SERIE...CAPITULO XVIII La venganza de Vanderbilt Si bien la situación de Walker seguía siendo crítica, las perspectivas que

CAPITULO XVIII

La venganza de Vanderbilt

Si bien la situación de Walker seguía siendo crítica, lasperspectivas que para mediados de diciembre de 1856 teníaa la vista eran mejores que las de cualquier orfO tiempo des­de el comienzo de la guerra con la coalición centroamericana.Los aliados habían logrado retener Masaya a un costo pavo­roso sin haber podido impedir la destrucción de Granada nide inflingir a los incendiarios el castigo que hubieran que­rido; yen los combates habían sufrido pérdidas casi siempretres veces mayores que la de los filibusteros. Estaban faltosde líder, despedazados por las disenciones, fustigados porla peste. Cañas y sus costarricenses quedaron tan amila­nados después de su encuentro el 11 de noviembre en la ca­rretera del Tránsito, que de ahí a pocos días permitieron eldesembarco de ochenta reclutas americanos en San Juan delSur, los que siendo apenas la décima parte de las fuerzasque Cañas les pudo haber lanzado, llegaron sin tropiezo has­ta La Virgen. Las tropas aliadas estaban ya a punto dedesintegrarse cuando una nueva potencia apareció en suayuda.

Por meses y meses Vanderbilt había estado en comu­nicación con los presidentes de las repúblicas centroamerica­nas instándoles a unirse contra el enemigo común. {ll. Aho­ra que todos los gobiernos habían salido en campaña y quetenían a los filibusteros en aprietos, vio llegada la hora desu venganza. En el otoño envió a San José a dos agentessuyos, un inglés llamado William Robert C. Webster y unamericano apellidado Spencer, a indicar al gobierno de C05w

(11 Historio de Nicaragua, Pág" 630 - " por Jo,,, Dolare, Gámet,

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ta Rica la manera de asestar el tiro de gracia al filibusteris­mo. Spencer y Webster llegaron a la capital el 28 de no­viembre, y en el acto se abocaron en secreto con el PresidenteMora. Tanto entusiasmó a éste el plan propuesto que lesprometió la cooperación de sus tropas. Vanderbilt sabíaque la llave del poder de Walker estaba en un Tránsitoabierto, y que si por cualquier medio los costarricenses lo·graban apoderarse de los vaporcitos del Río San Juan, losfilibusteros no podrían recibir refuerzos ni pertrechos de lospuertos estadounidenses del Atlántico; y no pudiendo los pa­saieros cruzar el istmo de uno a otro mar, los vapores oceá­nicos tendrían que ser retirados, y entonces tampoco podríallegarles a los filibusteros más socorros de California. Lasenfermedades, el hambre y los aliados eran igualmente ele­mentos con los que podría contarse para ver la rápida ruinade Walker¡ y más todavía, con el bloqueo de la navegaciónpor el río, Vanderbilt no sólo se vengaría de él, sino que sedaría el gusto de ver salir de Nicaragua a Margan y a Ga­rrison, suplantadores suyos en el negocio marítimo. Y tam­bién esperaba que luego, en agradecimiento por haberleayudado a exterminar a los invasores, el gobierno de Nica­ragua le otorgaría una nueva concesión de la ruta del Trán­sito, lo que significaría para él un triunfo a la redonda. Sen­tíase, en fin, tan seguro del éxito de su plan, que el día deNavidad publicó en los diarios neoyorquinos un aviso ha­ciendo saber a los accionistas de la vieja compañía que "Lasapariencias presagian la realización de mis esperanzas res­pecto de que pronto la Compañía recuperará sus derechos,concesión, y bienes en el istmo de Nicaragua, tan injustamenteinvadida". (1).

Los detalles del plan de tomarse los vapores se de¡aronenteramente a cargo de Spencer, quien por haber sido ma­quinista de UIlO de los vapores del Tránsito, conocía perso­nalmente a los tripulantes y también todos los meandros, ba~jíos y raudales del río. Nadie mejor que él para realizar

111 Herald. de Nueva York, ~5 de diciembre de 1856.

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o perfección el plan. Moro, sin revelórselo a nadie, pidióvoluntarios para una expedición al Río Sarapiquí. los jefesescogidos fueron todos extranjeros: el Capitán Cauty, oficialinglés ascendido posteriormente o Coronel; el Coronel Bori­lIier, zuavo francés, y el roso de apellido Spencer, audaz de­lincuente americano.

El Río San Juan tiene dos robustos tributarios que lo nu­tren por el Sur; el Sarapiquí que hace su maridaie con él enLo Trinidad, a unas treinta millas de Son Juan del Norte; yel San Carlos, veintisiete millos arribo del Soropiquí. Mora,con el objeto de despistar, dio orden al ejército expediciona­rio de salir con destino al Sarapiquí, pero cuando la vanguar­dia de ciento veinte hombres se encaminaba allá, sus oficia­les recibieron contraorden de dirigirse al Río San Carlos. lle­gados allí el 16 de diciembre los hombres se embarcaron enbalsas y canoas hasta ganar el San Juan, en cuya ribera vi~

vaquearon la noche del 22, dos millas arriba de la TrinIdad.En este último lugar había un retén de filibusteros encargadode resguardar el río e impedir que los costarricenses bajaranpor el SorapiquL Jamós soñaron que nadie bajando por elSon Juan los atacara; estaban pues desprevenidos. Un des­tacamento de costarricenses salió a picarle la retaguardia01 enemigo, poro lo cual subieron un vigía a un órbol muyalto desde donde podía espiar sus movimientos. Otro des­tacamento se les acercó de frente, y a una señal ambos lescayeron encima a Jo hora de comer matando a unos y cap­turando a los demás. los filibusteros no habían colocadocentinelas, y tenían a cierta distancia sus rifles en pabellón,de los cuales sólo cuatro pudieron tomar a la hora de losbolazos; de los cuatro únicamente dos fueron disparados. (l J.

El día anterior, al zarpar uno de jos vapores de río a SanJuan del Norte con algunos oficiales filibusteros a bordo, va­rios de los pasajeros vieron unas balsas extrañas en la bocadel Río San Carlos, pero no hicieron caso y siguieron su CQ_

111 Nólele que 1" loma d.. lo Trinidad y el bloqueo efedlvo del dI) Ivv:erl)l'\ efecto elpropio dío que de Nuevo Yorlo. ~OHCl el Ttnn...u COI'\ provislol'\lK r redlllc:n.

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mino inocentes del peligro cercano. Entre esos oficiales ibanLockridge y Rogers. El primero volvía a Estados Unidos aseguir reclutando gente para Walker, mientras que Rogers,en función de confiscador general, viajaba a San Juan delNorte con el fin de incautarse de la imprenta llevada allípor Kinney. El incendio de Granada había destruido casi porcompleto el equipo tipográfico de El Nicaragüense. De ha­ber los oficiales inquirido sobre las balsas extrañas, hubieranpuesto sobreaviso al destacamento de La Trinidad, el plan deSpencer habría fracasado y la historia de Nicaragua pudohaber sido muy otra.

Tomada la Trinidad, Spencer dejó el puesto guarnecidocon cuarenta hombres y se llevó a sus prisioneros o Son Juandel Norte, a donde llegó a Jos dos de la madrugada apode~

rándose de cuatro vapores del río antes de amanecer. Lamayor parte de capitanes y tripulantes, después de oír hala­gadoras propuestas de Spencer, aceptaron seguir trabajan­do. Enarbolóse en los vaporcitos la bandera costarricense yremontaron el Río San Juan. En la bahía no había ningúnbarco de guerra americano al cual el agente de Margan yGarrison pudiera pedir protección de la propiedad ameri­cana. El nuevo agente comercial de Estados Unidos, Mr.Cottrell, recurrió al comandante de la poderosa escuadra in­glesa anclada ese día en la bahía, pero el marino rehusóintervenir basándose en que la propiedad Se Ja disputabandos partes interesadas, el agente de una de las cuales auto­rizaba la presa, de modo que él, dijo, no podía formarse jui­cio respecto a los méritos de la controversia.

Entre tanto, el General José Joaquín Mora, hermano delpresidente, y comandante en jefe del ejército costarricense,había seguido a Spencer con una fuerza considerable hastael Río San Carlos, avanzando con suma dificultad, pues laruta era sólo un trillo con trechos de montaña tan cerradaa veces que los hombres sólo podían abrirse paso a punta de

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machete. El trillo cruzaba una región deshabitada y dema­siado escabrosa para las bestias, de manera que las provisio­nes de guerra y de boca hubieron de ser transportadas ahombros de la gente, en cuya tarea se emplearon seiscientoshombres. Mora llegó al embarcadero con ochocientos sol­dados, todos bien armados de rifles Minié y suficientes mu­niciones suministradas por Vanderbi It. En su viaje de regresoagua arriba del San Juan, Spencer se detuvo en la boca delSan Carlos y envió uno de los vapores del río a recoger alGeneral Mora y su gente. Al acercarse el vaporcito al em­barcadero, un piquete de costarricenses que estaban aposta­dos en una balsa, se asustaron tanto al ver el extraño arte­facto que se lanzaron al agua y se ahogaron. Mora tomóel mando de la tropa y remontó el San Juan hasta El Castillo,donde capturó otros dos vapores del río. Allí tomó Spencerel vaporcito utilizado para pasar el raudal de El Toro, y si­guiendo río arriba encontró al vapor la Virgen anclado atreinta mi'llas del lago en espera de Rogers que andaba enSan Juan del Norte. Ocultando a sus soldados llevó su bar_quito hasta el costado del vapor del lago sin despertar lamás mínima sospecha, y fácilmente se apoderó de él. Supróximo objetivo era el puerto y fortaleza de San Carlos quedomina el punto en que el lago desagua en el río. Al acer­carSe allí Spencer hizo las señas indicadoras de que no habíanovedad, las mismas que se cruzaban entre fortaleza y barcosy que en muchos meses no habían sido alteradas. El coman­dante del lugar, Capitán Kruger, tomó al punto un botecito,y toda la guarnición de la fortaleza bajó a la ribera. Elarribo de un vapor era todo un suceso en la vida monótonade esos hombres. Ocultáronse de nuevo los costarricensesdel vapor la Virgen, y al atracar el botecito a su costado pre­guntó Kruger a Spencer si Rogers venía a bordo. Le respon­dió que sí y subió confiadamente al vapor donde en el actofue hecho prisionero. Kruger era el único oficial de la forta­leza, de suerte que con su captura quedaba la plaza al man­do de un sargento. Spencer obligó entonces a Kruger, bajoamenaza de muerte, a firmar una orden al sargento de en­tregar la plaza al oficial inglés, Capitán Cauty. Así fue co-

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mo fortaleza y puerto de San Carlos cayeron en poder de loscostarricenses sin disparar un solo tiro. (1).

El río San Juan, desde el lago hasta su desembocaduraen el mar, pasó al dominio de los aliados, pero a Walker lequedaba todavía el San Carlos, el más grande y veloz de losvapores, con el cual señoreaba sin disputa el lago. Spencerconsideró riesgoso aventurarse en esas aguas mientras elSan Carlos estuviese en poder de los filibusterosj siendo talla situación se volvió diez millas río abajo en La Virgen a es­perar la llegada de aquel vapor. Y no tuvo que aguardarmuchos días. El 2 de enero de 1857 arribó a San Juan delSur el vapor de San Francisco con su cuota habitual de pasa­jeros para los puertos estadounidenses del Atlántico. Se lescondujo por el camino del Tránsito a la bahía de La Virgenen donde tomaron el San Carlos. El vapor cruzó el lago, yal aproximarse al puerto de su nombre la gente de Cauty lehizo las señas de que no había ninguna novedad. Sin sos­pechar nada el vapor entró en el río. Y cayó en la trampa.Frente a sí tenía a un barco del río mandado por Spencer ylleno de costarricenses armados, y no podía volver al lagosin tener que pasar bajo el fuego de los cañones de la for­taleza del puerto. Spencer le intimó la rendición. Su capi­tán, un danés llamado Ericksol1, quería correrse el albur dedesafiar los cañones y regresar a La Virgen, seguro de que laartillería costarricense no le haría daño al barco; pero unyerno de Charles Margan, apellidado Harris, que por casua­lidad via¡aba en el vapor, prohibió el intento. El San Carlosse entregó y sus pasa¡eros fueron enviados a San Juan delNorte en uno de los vaporcitos del río. Allí encontraron a lospasaieros y reclutas recién llegados de Nueva York en elJames Alger y de Nueva Orleans en el Texas. Los que iban apuel·tos estadounidenses del Atlántico fueron embarcados enel James Alger, y los que se dirigían a California, que eranunos doscientos, siguieron a Panamá por cuenta de Harris;

[1) Libro do 'ecorte. de WhMlcr, Vol. 4, pógs. 187, 195, 198, Times, d" Nueva York,'J.de mar~ú de 1857; Harrer's We..kly, Vol. l., Pág. 312; DlIbhn Review, XLIII.P"9" 382 - 3.

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de allí pasaron a su punto de destino. Enviarlos a San Fran~

cisco costó a Morgan más de $ 25.000 dólares, más los gas­tos de operación de los barcos.

El General Mora, reforzado con la llegada de los tres­cientos hombres de su retaguardia, se embarcó con todosellos, salvo los que dejó de guarnición en los retenes del río,en los dos vapores del lago y se apoderó del puertecito de LaVirgen. Estaba ya en fácil comunicación con los aliados deMasaya, mientras que Walker quedaba completamente des­conectado del Caribe y de Estados Unidos. El plan de Spencerhabía sido un éxito rotundo. Su amo de Wall Street no te­nía más que sentarse a saborear la agonía de los filibuste~

ros y regocijarse con el pandemónium que tal suceso causa­ría entre las compañías navieras rivales. Por cuenta suyahizo remitir desde San José diez mil dólares para que pa­garan a la oficialidad y tripulación de los vapores captura­dos y asegurasen su lealtad a la nueva bandera y a sus nue­vos amos. Del General Mora salió un efusivo parte sin re­conocerle ningún mérito al artífice de la victoria: "El veneroque daba vida a la simple renaciente hidra del filibusterismo,está cortado. La espada de Costa Rica lo cortó". (1J. Perono fue Ja espada de Mora sino el oro de Vanderbilt y Joosadía de Spencer los que realizaron la proeza.

El verdadero héroe de la campaña del San Juan se me­rece algo más que una simple nota. Sus asociados y adver-

¡11 Libro de recortes de Wheele" Vol. 4, Pág. 177. Memorloo, de Pérez, Parte 2,Pág. 177. Hay una illtercscrnte anécdota publicada primeramente veinte a¡;o~

de~pués de habe, ocurrido los acont8cirtlil'ntos narrados, y, por lo tanto, de dudo.aautenticidad; ello aparece en uno nato de la Historio de Ni(or09UO, por Gámez,Pág. 669. Según ew, Vanderbilt dio una cena en el re.tauronte Delmonico ovarios prominente. hi.panoomericano,. y cuando vio o su. invitados brincar de01e9"a por los mucho. brindi5, le. anunci6 .u propósito de acabar con los filiobusteros. Al preguntór5ele c6mo lo haría, hizo llamar a Spencer. "¿Cree ustedfácil", la preguntó el comodoro, "tomar los vapores que William Wa[ker tiene a suservido?". "No [o c'-oo di[ícil" respondió Spenmf. "¿Puede y quiere u5tedacometer e.a empresa?". '·Estoy <1 Su disposición". En medio del má5 profundosilencio de todo. 105 comenso!e5 que miraban con asombro a aquellos do. hombres,sacó el comodoro de su boisillo un cheque de veinte mil dólares que entregó aSpencer, "amo premio anticipado de lo auda, emprosa que iba a acometer, y que5eria lo destrucción da Williom Walker.

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sarios le conocían por su apellido únicamente, y sólo despuésde muchas averiguaciones se supo que su nombre completoera Sylvanus H. Spencer. De su pasado hablaba poco, pero,según parece, después de su hazaña en el río gustaba dejactarse de haber sido hasta recientemente un simple ¡orna­lera. PI. Como razón principal de estar entonces en contrade Walker daba la de que habiendo heredado un considera­ble número de acciones de la vieia Compañía del Tránsito, aldisolverla y abolirla Walker le había robado su propiedad,la cual trataba ahora de recuperar. Y tan pronto como rea­lizó su operación Se regresó a Nueva York, donde tenía suhogar. Por el maltrato que daba a los soldados costarricen­ses éstos se alegraron de verse libres de él. El General Mora,a poco de haber llegado a San Carlos, escribió a su her­mano el Presidente aconsejándole no dar a Spencer nin­gún cargo militar, pues que no sabía nado de táctica ni tam­poco cómo tratar a los soldados, pero que sí podía "ocupar­lo en pedir a la casa de Vonderbilt que nos ayude con su in­fluencia y materiales de guerra". (21. Recientemente unescritor costarricense ha tratado de achicar 10 obra de Spencerponiéndolo como simple guía de 'lo tropa, mientras que todala gloria de la campaña del San Juan se la atribuye a suspropios compatriotas. (3). Sin embargo, los historiadorescentroamericanos que trataron este tema antes no le rega­tearon al americano sus laureles.

Con el río y el lago en poder de Costa Rica, llegaron aSan Juan del Norte para Walker tres partidas de reclutas queno encontraron en el puerto barcos poro trasladarse al inte·rior. El primer vapor en llegar fue el Texas con el contingentede Nuevo ürleans mencionado ya. Cuando este vapor en­tró en la bahía allí estaba Spencer con uno de los vaporcitos

11) Sogún Jamel J.,f/,ty l/ocho. Spancer eru h'la de Jat>n Canlitkl S~flcer. e~-Secr"­loria de Guerra, y por lo lanlo hermano do) únlco olidal de lo malino de 9U"""nme,icano ahorcttdo por motín a bordo. BY"'oYI of War, Pc',g. 171.

[21 kcup.. r'. W"ekly, l., P6\l1. 71 Y 199, Tim... , de Nu"va York, 30 de mCHZO do 1857;Libro do mcortOI da Wheoler, Vol, 4, Pág. 210.

(31 él señor Manu..1 ÚllazCl Peralto, en lo infro,;uc~ión de) libiO que lrodu(o de Rache(Son Jo.';. 19081 dice q<Je el único americano que t<:>m6 porle en lo compañafue Spllnrer, "q<Je hacío aficiol de 9uio··.

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del río y tropa costarricense. Los reclutas iban ocultos bajocubierta, con rifles listos para apoderarse del vaporcito deSpencer en la noche. Pero el plan lo frustró el CapitánCockburn del barco de guerra inglés CossClck, quien subió abordo del Texas para manifestar que aun cuando él era neu­tral en la cuestión que sobre el Tránsi-¡-o discutían dos bandosamericanos, no permitiría derramamiento de sangre ni des­trucción de la propiedad en aguas del protectorado británico.A todo esto Spencer, habiéndose alertado, se llevó su bar­quito a un ba¡ío del río hasta donde no podrían seguirlo losfilibusteros. (1).

Entre los detenidos en San Juan del Norte a causa delas actividades de Spencer hallábanse muchos de los meioresoficiales de Walker. El Coronel Frank p. Anderson, uno de"aquellos cincuenta y seis primeros", venía de regreso ter­minada su licencia para ir a Estados Unidos a curarse deuna herida en el brazo. Estando en su casa de Brooklynsus admiradores le obsequiaron un banquete y una espada.En el mismo barco venía Charles W Doubleday, quien cuan­do Wa'lker llegó a Nicaragua ya estaba allí y se incorporóa la Falan¡e. Su conocimiento del país y de la gente habíasido de gran utilidad a Walker, pero después pidió su ba¡apor una discrepancia con él¡ ahora, al ver a su antiguo jefeen dificultades, volvía resuelto a meterle el hombro otra vez.Venía también con ellos el General Robert Chatham Wheat,uno de los que desembarcaron con López en Cuba donde fuehecho prisionero, y luego encarcelado durante varios mesesen España. Más tarde participó en una revolución en Mé­xico; allí obtuvo el grado de general de brigada y fue nom­brado gobernador militar de Veracruz. Con James, el her­mano de Walker, estuvo en el colegio de Nashville, y el deseode estar con sus paisanos le hizo renunciar a su puesto enMéxico para irse a Nicaragua. Nunca pudo unirse a Walker,pero vivió lo suficiente para pelear en la guerra civil ame­ricana con rango de coronel de los "Tigres de Luisiana". El

11) ""!rio!. ond fil1buslers, Págs, 183,'6, por Oliphanl.

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Coronel George B. Hall, hijo de un ex-alcalde de Brookyln,veterano de la guerra méxico-americana, y comisario generalde Walker, era otro de los oficiales detenidos; volvía de sucasa de recuperar su salud quebrantada por las fiebres. Yotro más todavía era el Capitán J. Egbert Farnum, domici­liado antes en Pensilvania, veterano también de la guerra mé­xico~americana y de las fuerzas de López. Allí estaban asi~

mismo Hornsby, Norvell Walker, y Rogers, varias veces men­cionados en estas páginas. Spencer, como se habrá visto,privó a Walker no sólo de sus vapores sino también de losservicios de algunos de sus más capacitados oficiales.

Extraña que estos oficiales cedieran el mando de losreclutas varados en San Juan de'l NOI"te a Lockridge, a quiensi se le había dado grado de general, lo era sólo en el ramode reclutamiento, y nunca había prestado servicio activo. Sinembargo, parece que como todavía se consideraba a losreclutas en tránsito y no inscritos aún como militares al ser­vicio de Walker, a Lockridge correspondía el mando de ellos.Esta opinión la impuso Harris, agente y yerno de CharlesMargan, quien quería a todo trance recobrar el control delas propiedades del Tránsito y pretendía además ser amo yseñor de la situación allí. Los oficiales con más rango queLockridge se avinieron a servir baio su mando, y se acuartelóa los hombres en Punta de Castilla, al otro lado del puertode San Juan del Norte. Se les puso inmediatamente a repa­rar el viejo y abandonado vaporcil0 del río Rescue que Spen"cer no había creído valía la pena de llevarse; pero no pu­dieron trabajar sin la intromisión británica. Mientras estu­vieron los reclutas en San Juan del Norte los marinos ingle­ses los asediaron continuamente tratando de hacerles ver loshorrores que les esperaban si persistían en su intento de pro­seguir al interior del país. Y una mañana de enero el Ca­pitán Cockburn llegó donde ellos en un bote repleto de ma­rinos a ordenar a Lockridge que formara su tropa; le explicósu propósito de llevarse a los súbditos británicos que desea­ran ponerse bajo su protección. Con los cañones del Cossacl<apuntando en esos instantes hacia Punta de Castilla, a

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Lockridge no le quedó más remedio que agachar la cabeza.Formada la tropa, hízoles Cockburn la propuesta y cierto nú­mero de ellos dieron un paso al frente, aunque muchos deesos seudobritánicos tenían un sospechoso acento alemán envez de la típica entonación irlandesa o londinense, que erala que se esperaba oir. El incorregible Wheat, desde un botecercano, reventó en improperios contra John Bull y su de~

recho a intervenir. Terminó retando a duelo a Cockburn. (11.

Mas pese a esas deserciones la tropa de Punta de Cas~

tilla siguió más o menos intacta, y tal vez hasta mejor por ladefección de los pusilánimes. El 4 de febrero arribó otravez el Texas con el largamente esperado Tifus y unos cientoochenta de sus "matones de la frontera". Todos los hom­bres tenían buenas y bastantes armas y municiones, y al finel destartalado barquito estuvo listo para remontar el río. Elhaber hecho jefe a Lockridge fue un error. Era un hombrealto, flaco, y de hombros caídos, prototipo de los desharra­pados montañeses de Kentucky que de lo que menos teníaera de soldado; nunca supo hacerse querer ni pudo jamásimponerse a sus subalternos ni tampoco reprimir los alter­cados y triviales celos entre sus oficiales. Los filibusteros de­salojaron de La Trinidad a los costarricenses causándoles nu­merosas ba¡as. El éxito de esta operación Se debió a Dou­bleday, Anderson y Wheat. Su próxima meta era El Castillo,y para atacarlo Lockridge designó a la compañía de Kansas,compuesta de mocetones robustos pero indisciplinados. Ti­tus, inflado de orgullo por la notoriedad que le habían dadolos periódicos de Kansas, se negó a servir bajo el mando deningún oficial y salió solo en el vaporcito con sus desorgani­zados partidarios, mientras los hombres fogueados se que­daban atrás. Cauty era el comandante de El Castillo, histó­rica fortaleza de la época colonial emplazada en la cumbrede un cerro que domina el río. En el siglo XVlll la atacó ytomó el entonces Teniente da Navío Horacio Nelson, (+) más

11) Remln;'<enses, Págs. 17B - 81, por Dovbleday; I¡b,o de recorte, de Wheelcr, Vol.1'11 L(l oc'-'poción de El Castillo par Nelson du,ó de {Ib'il o noviembre de 1780.

IN. del T.].

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tarde héroe de Trafalgar. Al acercarse Titus a la fortaleza,Cauty se apresuró a poner a salvo los cuatro vapores quetenía amarrados abajo del raudal. Dos de ellos fueron contodo éxito sacados de allí, y a los otros dos que no pudieronser llevados se les pegó fuego destruyéndolos. Cauty, quesólo tenía treinta hombres en la fortaleza y una exigua can­tidad de municiones, tan pronto vio que llegaba Titus aban­donó la batería emplazada en la plataforma a nivel del río.El filibustero se apoderó de ella y también del vapor Seottque Cauty había incendiado después de haberlo hecho pa­sar el raudal. Los filibusteros apagaron las llamas y lo de­¡aran a la deriva para que se aleiara del alcance de los ca­ñones de la loma de El Castillo. Cauty pegó en seguidafuego al último de sus vapores cuyas amarras soltó para quese arrimase al Seott; los filibusteros, no obstante eso, lo abor­daron y lo ataron a la ribera, pero no pudieron impedir quese incendiara. Titus, teniendo ya al inglés a merced suya,le intimó la rendición. Cauty le respondió que sólo se ren­diría con órdenes de su jefe el comandante de la forta'leza deSan Carlos, y pidió veinticuatro horas de tregua para esperarla orden. Titus, que no sabía nada de guerra ni de estra­tagemas, accedió. Cauty ya había mandado a pedir re­fuerzos, los que llegaron antes de expirar la tregua, Titusno esperó siquiera a cerciorarse del número de hombres queIlegaba¡ corrió por la ribera hasta sus vapores y se reem­barcó apresuradamente río abaio. Los costarricenses per­dieron sus cuatro vapores del río, pero El Castillo quedómejor guarnecido. Los filibusteros acamparon en 10 isla deSan Carlos, varias millas abajo de El Castillo, en donde le­vantaron una empalizada para defenderse de los costarri­censes y unas cuantas casuchas para guarecerse, pues lle­vaban ya semanas de vivir bajo copiosas lluvias y entreciénagas tropicales. Las fiebres causaban estragos¡ la dis­ciplina brillaba por su ausencia y el espíritu de los hombresandaba a ras de! suelo, El regreso de Titus después de sufiasco de El Castillo aumentó el abatimiento¡ las desercionescooperaban con las fiebres en arralar las filas. Fue tan cri­ticado Titus que renunció al mando que tenía y dijo que iría

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a juntarse a Walker por vía de Panamá. De Texas y Luisia­na llegaron a mediados de marzo ciento treinta reclutas, ha­ciendo ya un total de cuatrocientos. Componían el contin­gente de Luisiana exhanjeros en su mayor parte engancha­dos en Nueva Orleans, lo que no se tenia como una buenaadquisición, pero los tejanos, que se autotitulaban "Los Bati~

dores del Alama", procedían de San Antonio y constituían unaexcelente tropa. Venia al mando de Marcellus French, quiendejó a la posteridad un relato de sus experiencias. (1l.

Con este refuerzo Lockridge resolvió tantear de nuevo atomarse El Castillo, y para allá se embarcó con sus hombres.Llegados al punto se encontraron con que los costarricenses,desde la intentona de Titus, habían hecho de la posición unafortaleza casi inexpugnable. Las inmediaciones y las faldasdel cerro habían sido despe¡adas de toda maleza, y hastahabían levantado en torno una empalizada de troncos de ár­boles. Wheat, Hornsby, y Doubleday opinaron que todo in­tento de asalto fracasaría. No les quedaba más que vol­verse a San Juan del Norte; y sin disparar un tiro dejaron ElCastillo en manos de los costarricenses. De regreso hicieronalto en el raudal, y allí Lockridge convocó en la cubierta su­perior del Seon a todos sus hombres para decirles que desdeese momento quedaba licenciada la tropa, y que lo dichoatañía por igual a oficiales y soldados, quedando así todosen el mismo pie de igualdad. En seguida pidió voluntariosque quisieran hacer un esfuerzo para ir a juntórsele a Walkera cualquier costo y riesgo, ya fuese por la vía de Panamá osubiendo el Sarapiquí y por ese rumbo abrirse camino a tra w

ves de Costa Rica hasta llegar a San Juan del Sur. Unos seisoficiales y cien rasos se le ofrecieron; los demás se embarca­ron en el Rescue, el cual llevaba ya doscientos enfermos, ypartieron a San Juan del Norte. Viendo al Rescue alejarserío abajo con el agua hasta la borda, lleno de enfermos ydesilusionados, Hornsby exclamó: "iLlevO ya veinte años deser soldado, y ésta es, créanmelo, la escena más triste que

1\) Ver OvurlClnd Monthly, N. S., xx., Págs, 517 - 23.

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jamás he visto!". El Seott iba detrás, y al llegar a la Trinidadambos vapores pararon para enviar un piquete de recono­cimiento a ver si los costarricenses habían vuelto a ocupar ellugar en ausencia de lockridge. Para esa operación baió lamayoría de los hombres del Seott, y fue gran suerte que asífuera, ya que a poco rato estalló su caldera matando a va­rios e hiriendo gravemente a Anderson, Morcellus French, yOoubleday entre otros. Hornsby, Wheat, y Norvell el her­mano de Walker, salieron ilesos. Llevóse a los lesionadosa un lanchón que el Scott traía a remolque, y a los que pu­dieron acomodarse en el Rescue, junto con los enfermos queyo llevaba, se les condujo a toda prisa a San Juan del Norte.Muy descorazonados Se sintieron al saber que sólo dos horasantes el Tennessee había zarpado hacia Colón. los médicosde la escuadra inglesa atendieron a los víctimas, y puestoque el Tennessee volvería a tocar San Juan del Norte de re­greso a Nueva York, lockridge corrió o traer el resto de sugente para reembarcarlos con destino a Estados Unidos.Margan había ordenado al capitán del borco recoger en SonJuan del Norte o los filibusteros que quísieran regresarse. Yatodos, después de lo explosión del Seott, habían perdido laesperanza de incorporarse a Walker. Cuando el Rescue vol­vía al puerto vieron sus hombres alelarse al Tennessee de­jándolos a la buena de Dios. Pocos momentos antes se so­ñaban encontrar allí un hermoso vapor esperándolos paradevolverlos a la civilización y o sus hogares. ¡Cuón tristesveían ahora al borco perderse de visto! No llegaría otro entodo un mes. Al capilón del Tennessee le habían rogado Ile.varse a todos los americanos, pero sólo se fueron cincuenta,pues traía órdenes de ir a Cayo Hueso a embarcar un desta­camento de tropas estadounidenses de guarnición allí.

En su campamento de Punta de Castilla esa pobre gentesufrió )0 indecible. San Juan del Norte era un poblacho su­mamente pequeño para encontrar allí que comer, y ni los en­fermos ni los quemados, aun teniendo con qué pagar, halla­ban donde alojarse. Los sanjuaneños se vieron obligados a

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pedir protección a los barcos de guerra británicos contra losdesmanes de algunos filibusteros ya casi enloquecidos, y atal grado llegaron las cosas que fue forzoso poner guardiasa fin de impedir que entraran en el pueblo sin permiso delas autoridades. Esto no obstante, debe dejarse constanciade que algunas familias porteñas llevaron a sus casas a ofi­ciales quemados en la explosión del Seott, y los curaron sindeseos ni esperanzas de recibir compensación. (11. Muchosde los hombres murieron a causa de pasarse días y días a laintemperie, sin asistencia médica y sin que comer. Y paracolmo de males Cauty se apareció un día con soldados cos~

tarricenses en el único vaporcito del río que les quedaba, losamedrentados filibusteros creyeron que les había llegado suúltimo día. Pero no, la escuadra británica mandó colocaruna hilera de botes entre el vapor de Cauty y Punta de Cas­tilla, y atracó además el Reseue al costado de uno de sus bar·cos de guerra, reiterando de esa manera su decisión de nopermitir que en el puerto de San Juan del Norte estallaranhostilidades ni se destruyera propiedad alguna. Luego el Ca­pitán inglés Cockburn convocó a una conferencia a Cauty ya J. N. Scott, agente éste de Margan y Garrison, y les anu~­

ció su intención de llevarse a los hombres. Pidió a Scott quelibrara contra Margan una letra de cambio por el costo delos pasajes, a lo que el agente, no sin refunfuñar, accedió.Como garantía de la libranza pidióse a los filibus'teros la en R

trega de sus armas y del vaporcito Rescue; en seguida pasa­ron los 375 que eran ellos a bordo del Cossacl< y fueron lle­vados a Colón. Allí trató Cockburn de conseguirles pasajeen un vapor de Estados Unidos, pero tropezó con dificultades.En primer lugar, el agente rehusó aceptar la libranza de Scottcontra Morgan¡ en vista de ello Cockburn ofreció hacerse res­ponsable por la cantidad de doscientos pasa les a razón deveinte dólares cada uno y recaudar el resto del dinero me­diante la venta de [as armas dadas a él en garantía. Perosurgió otro obstacúlo: entre los filibusteros había brotado el

111 Entra la< buenas samaritanas mendonaremo. a MiH Robert., neoyorquina, quiencuró de las quemadura. a French y al Teniente Sistere, de luisíana. Doubledayfu,", asistido por una familia alemana de buen corazón,

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sarampión y el capitán del vapor se negó o tomarlos a bordo.Las autoridades municipales, por añadidura, prohibieron eldesembarco de los hombres manifestando que no queríanverse invadido por gente de esa calaña, y cerraron las puer­tos del hospital a los enfermos. Y no solamente eso, se lesnegó también sepultura en tierra¡ sólo el mar parecía dispues.to a recibir sus cuerpos ulcerosos plagados de gusanos y depiojos. Al fin pudieron ser transportados a Nueva Orleanso bordo del barco de guerra inglés Tartar. (11.

Puesto que era imposible ya recuperar el Trónsito, Mor.gon y Garrison vieron que el retiro de sus vapores oceánicosera inevitable. Ni reclutas ni pertrechos podían llegarle mása Walker por la vía de San Juan del Norte, y tampoco podíanllevarse pasaieros de Nueva York o California o través deNicaragua. No le quedaba otra cosa a la compañía navieraque paralizar sus barcos y abandonar a Walker a su propiasuerte. Así se hizo en abril de 1857. El fin, pues, era cues­tión de días. El hombre de Vanderbilt había hecho lo que nopudieron hacer los gobiernos aliados de lo América Central.Fueron capitalistas americanos los que impusieron el régimenfilibustero en Nicaragua, y fue también un capitalista ame·ricano quien lo derrocó.

Digno de mencionarse es que uno de los oficiales deWa\ker tuviera el suficienl'e coraie para ir a reunirse con suantiguo iefe a despecho del bloqueo del río y del lago. Estefue Rogers, el "confiscador general". En vez de seguir alockridge se fue a Colón, se cruzó a Panamá, y 01 no encon·trar allí vapor para San Juan del Sur, contrató una lancha ydos marineros simulando querer ir a las Islas de las Perlas,cincuenta millas mar afuera. pero en verdad con el propósitode dirigirse a San Juan del Sur, quinientas millas más allá.Ningún marinero se hubiera atrevido a hacer semejante tra·vesía, de ahí que Rogers tuviera que recurrir a ese ardid.

(11 Manu~critol. ArcllivM del Oaporl<lmenlo de MClrino, Floto del CO'ibe, JI., P6:g, 27y siguiente.; el DelIa. de N",llV<I Orl""n~, 28 de abril de 1857; Tribuno., de N..evoYark,7 de mayo de 1857; Ubro de recorl~ de Wheeler, Vol. 4, póg. 221.

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Después de cargar la embarcación con bastimentas para va­rios días de navegación, se hicieron a la vela, y estando yaa cierta distancia de la costa, Rogers encañonó a los mari·neros con un par de revólveres obligándolos a tomar otro de­rrotero, en busca de Walker. y durante días y días perma­neció frente a los hombres armas en mano, sin atreverse adormir un solo instante, hasta que los forzados tripulantes lellevaron sano y salvo a su punto de destino: San Juan del Sur.Rogers tenía agallas de filibustero de verdad. Añádase queera irlandés. Podemos condenar la conducta indómita detales hombres, pero debemos admitir que, por lo menos, laraza que los dio a luz no era degenerada. Roja era la san­gre que corría por sus venas. (1),

11) Palriols and Filibude.., róg~, 226.7, por Oliphant, E~le o~critor ingles venía enel mismo barco que Roge" y llegó con él hOlto Panamá; allí Rogers lo invit6 oCOrrer la misma aventuro, Ver el Times, do Nueva York, 9 de morzo de 1857.

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CAPITULO XIX

En lo última trinchera

Por el tiempo en que Spencer iniciaba sus operacionesen el San Juan, Walker comenzaba a concentrar sus tropasen Rivas, pequeña ciudad con casas de gruesas paredes deadobe convertida en plaza fuerte por los costarricenses cuan­do su invasión del pasado abril. Era ideal como plaza de­fensiva. Una legua al Este queda el puertecito de San Jorge,en la ribera del Lago de Nicaragua. Al Sur corría la rutaterrestre del Tránsito, hacia la cual partían desde Rivas trescaminos divergentes¡ gracias a ellos los filibusteros contro­laban la rufa. El total de las fuerzas de Walker acuartela­das allí el 3 de enero de 1857 ascendía a 919 hombres, 197de los cuales se hallaban enfermos. Con los encargados delabastecimiento de la tropa y los de otras dependencias,más los destacados en diversas comisiones, el número de com­batientes se reducía a 519. Dos semanas después de la ocu­pación de Rivas el San Carlos zarpó de La Virgen con los pasa­¡eros procedentes de California, pues los filibusteros ignora­ban todavía que Spencer había capturado todos los otrosvapores. Pasados varios días sin que ninguno de los vapo~

res del lago apareciera, los hombres concentrados en Rivascomenzaron a preocuparse, pero nadie había soñado siquie­ra que el enemigo pudiera haberse apoderado de todos losbarcos, y se pensaba que de haber sido vistos los costarricen­ses en el río la noticia habría sido llevada a Rivas. Los másoptimistas, por tanto, atribuían el retraso a cualquier causafácilmente imaginable en relación con el transporte de pasa­jeros de y para San Juan del Norte.

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Fueron días largos de vigilancia y desvelos, y ningúnvapor aparecía. Luego un día de tantos se vio venir sobreel lago y hacia La Virgen al tan largamente esperado SanCarlos, pero al ocercarse 01 muelle no hizo las señas conveni­das ni devolvió las que se le hicieron desde tierra. Sólo echóun vistazo al lugar y enfiló rumbo al Norte. Muchos ame­ricanos que allí residían recogieron apresuradamente sus en­seres, los metieron en sacos y partieron a pie a todo escapea San Juan del Sur con la esperanza de tomar el vapor deCalifornia que aguardaba todavía a los pasajeros que de­bían lIegor procedentes del Atlóntico. Destocóse en el actoa un piquete de soldados o impedir que el enemigo desembar­cara en la Virgen¡ y allí esperaron una semana entera, sinnoticias de los costarricenses, hasta que de nuevo aparecióel San Carlos fondeando en Ometepe a plena visto de los fili­busteros acantonados en La Virgen. Pocos días despuésomaneció allá también el vapor La Virgen; y entonces se supotoda la triste verdad. Pl. Los dos vapores del lago y proba­blemente todos los del río habían caído en poder de los alia­dos. Pero no fue sino hasta el 24 de enero que de Panamále llegó información fidedigna a Walker de todo lo ocurridoen el Río Son Juan. (2).

Poco antes de emprender Spencer su campaña habíanlos filibusteros traído de San Juan del Norte una pequeñagolela que para echarla al lago reparaban en La Virgen,cuando aparecieron los vapores frente a la playa de la islade Ometepe. -Walker pidió su opinión a Fayssoux sobre laposibilidad de utilizarla en un intento de volver a tomarse losvapores; había quienes ardían en deseos de cruzarse por lanoche a Ometepe en [a goleta con viento favorob[e y recop­turarlos. Fayssoux opinó en contra del plan, y para que lagoleta no cayera en poder de los aliados se le pegó fuego.

El General Mora no hizo por donde comunicarse con Josaliados acuartelados en Masaya hasta que hubo llevado to-

111 "Experlence of SamIJel Ab...lom. fll1bu.ler", Atlanlic Monthly, IV., Ms. 651 -65.121 la GtH:,.,.. de Nicaragua, po"s. 356 _7, por Walker.

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das sus tropas a San Carlos, dejando así asegurada la de~

fensa del río. Estaban ya los aliados casi a punto de aban·donar la campaña cuando les llegó la noticia del triunfo cos­tarricense. Esto dio a Mora y a Cañas prevalencia ante losgenerales aliados, de lo cual salió Cañas con el nombramien­to de Comandante en Jefe, y se ordenó acto seguido marcharde frente sobre Rivas. Henningsen, entre tanto, había con­solidado las defensas de esa ciudad. Walker pensaba man­tenerse siempre a la ofensiva, pero antes quería poner la ciu~

dad en tal estado de defensa que una pequeña guarniciónpudiera retenerla y conservar a salvo sus víveres y pertrechos,mientras él, con el grueso de sus fuerzas, saldría a darle ba­talla al enemigo. Los filibusteros pegaron fuego a los ran­chos de las rondas de la ciudad y desbrozaron sus montuososalrededores para que los aliados no pudieran emboscarseallí. Hiciéronse nuevas trincheras y se reforzaron las vjeias.El Coronel Swingle montó talleres de mecánica en la ciudadyen San Juan del Sur se apropió de una maquinita de vaporque acondicionó como taller de fundición para fabricar balasde cañón, quizá la primera fábrica de ese género montadaen Nicaragua. Apropiáronse igualmente los filibusteros detodas las campanas de las iglesias de Rivas y su inmediacio­ies para convertirlas en balas.

El 26 de enero ocuparon los aliados el pueblo de ElObraje, (+) unas tres millas al Norte de Rivas, y se atrinche­raron tan perfectamente allí que Henningsen aconsejó noatacarlos a fondo. Dos días más tarde se trasladaron a SanJorge, en las orillas del lago, desde donde podían comuni­carse con Mora. Aquí también levantaron rápidamente trin­cheras. (ll. El 29 salieron Henningsen y Sanders a desalo­iarlos de eSe punto. Pero los celos que Sanders y otros ofi­ciales tenían de Henningsen motivaron la desunión de lasfuerzas. Y hubo más todavía: varios oficiales bebieron tanto

[+) Hoy Belén (N. del T.).11! "la rapidez con que lo, ,01clad01 centroamericanas conslrUyen borricadas e. casi

il1cr~íble, una larga práctica las ha hecho en esto más die,lros que el mi,mo po­pulocho de Parí,", La Guerra de Nícaraguo, Pág. 360, P'" Walker.

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aguardiente antes de entrar en combate, que se les fue ala cabeza y no entendieron ni pudieron eiecutar fielmentelas órdenes de sus superiores. En el ataque -que fue undesastre- Walker perdió casi ochenta de los cuatrocientoshombres que mandó allá. Los aliados estaban en sup€!rio­ridad numérica de cinco a uno, y de tal manera atrinchera­dos que el éxito habría sido imposible aun cuando la propor­ción entre filibusteros y aliados hubiese sido a la inversa. Acausa de aquellos celos Walker relevó a Henningsen, ya lascuatro de la mañana del 4 de febrero a la cabeza de dos­cientos hombres atacó San Jorge. Y por segundo vez no pu­dieron los filibusteros 1-omarse las trincheras. Volvieron asufrir un desgaste que no podían permitirse en esas circuns­tancias; veinticinco hombres perdieron, incluso algunos de susmejores oficiales_

El PI-esidente Mora recurrió a nuevas tácticas para urdirla ruina de los filibusteros. El año anterior, cuando entró enNicaragua, amenazó con fusilar a todo filibustero que fuesetomado con las armas en la mano. Esto no había hecho másque enardecer la resistencia de ellos, haciéndoles pelear conmás fiereza. Ahora en cambio Mora hacía circular hojasimpresas en las afueras de Rivas prometiendo protección ypasaje gratis hasta Estados Unidos d todo aquel que deser­tase de las filas de Walker. Ya no quería acabar con todoslos invasores únicamente con su líder. En 1856 había de­clarado guer~a d todos los filibusteros; en 1857 se la hacíaa uno solo. Los efectos de la promesa de Mora se hicieronsentir en breve_ La deserción brotó como epidemia. Se hizocosa de todos los dias y más principalmente entre los califor­nianos, cuya vida libre en el Oeste los había hecho menosdóciles a los rigores de la disciplina militar que los oriundosde los esrados americanos del Atlántico. Cerrado el Río SanJuan, ya sólo llegaban reclutas de San Francisco, y muchosde ellos, amargamente desilusionados por no haber encon~

trado la situación como se las habían pinrado, y no sintién­dose ya obligados moralmente a servir una causa que pare­cía agonizar, se pasaban en la primera oportunidad a los

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aliados. No tenían con Walker lazos que los ligaran, comolos que ataban a los sobrevivientes de "aquellos cincuenta yseis primeros" y a otros llegados al principio.

Tras de cada rechazo de los filibusteros, los aliados pe­leaban con más confianza. Entonces fue que éstos empe­zaron a salir de sus trincheras, y el5 de marzo llegaron hastael propio camino de) Tránsito donde infJingieron una tre­menda derrota a los rifleros de Walker iefeados por Sandersy Waters, enviados allá con la misión de hacer retroceder alos aliados a San Jorge. (+l. Esta vez ambos bandos pelearonen números casi parejos (160 rifleros contra 200 aliados); elefecto de esta derrota deprimió mucho a los americanos.Viendo que algo serio debía hacerse para vivificar el aba­tido espíritu de su gente, Walker planeó hacer un último es­fuerzo lanzando todas sus tropas contra los aliados atrinche­rados en San Jorge. Cuatrocientos hombres era todode lo que podía disponer para el empuie. Henningsen sacósu artillería, que eran siete cañones de diversos tipos. lamarcha sobre el puertecito comenzó a las dos de la mañanadel 16 de marzo, y al amanecer la artillería rompió \05 fue­gos. El cañoneo obligó a los aliados a desocupar la plaza,y se metieron en gran número entre el tupido monte de lasafueras con el fin de picarle la retaguardia a Walker ycortarlela retirada a Rivas. Este movimiento obligó a Walker a darmedia vuelta y presentar batalla en el camino que conducíaa su cuartel general. Durante su ausencia los aliados habíantratado de entrar en Rivas, pero Swingle los mantuvo a raya.Sin embargo, a media legua de la ciudad habían ellos ·levan­todo una trinchera, y los filibusteros tuvieron que pelear undía entero para poder volver con su artillería y heridos allugar de donde salieron. Setenta y seis de los cuatrocientosfueron muertos o heridos, y no hicieron nada digno de men­ción. San Jorge seguía en poder de los aliados y éstos con­tinuaban recibiendo refuerzos, mientras que los filibusteros,tras de lanzar contra aquéllos lo más de las fuerzas que pu-

(+1 Fua esta la bútalla do El Jocote, ganada por el Generol nicaraguen.e FernandoCharnorr". (N. del T.).

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dieron, estuvieron a punto de ser envueltos y exterminados.Este asalto del 16 de marzo fue el último golpe que descargóWaJker. De ahí en adelante se mantuvo estrictamente a ladefensiva. Aun habiendo suhido los aliados en cada unode Jos encuentros baias mucho mayores que los filibusteros,podían seguir dándose eJ lujo de perdir cinco hombres poruno de Walkel', y aun así pelear en términos iguales.

Justamente una semana después, con los primeros indi~

cios del amanecer del 23 de marzo, los aliados tomaron laofensiva atacando a los filibusteros en Rivas. Fueron repe­lidos con fuertes pérdidas y el cañón de a cuatro libras deCañas, que un artillero italiano manejaba con pericia, les fuetomado y llevado en triunfo a la ciudad. Pero seguían em­pleando dos arqueológicos cañones de a veinticuatro librasdel tiempo de la colonia que habían llevado al'lí por el lago.A intervalos irregulares lanzaban con el [os balas rasas sobrela plaza, las cuales recogían Swingle para refundirlas y devol~

vérselas en balas de a seis.

Un 1'0\ de las fuerzas, enviado al día siguiente por Walk­el' a Edmund Randolph, revela que en Rivas había un totalde tal vez ochocientos hombres, 332 de los cuales eran aptospara pelear, y 224 yacían enfermos o heridos. El resto secomponía de empleados de los almacenes de guerra, de laintendencia y de los hospitales, de soldados con licencia y deciviles. Walker aseguraba que bastaría un leve empuje paradesaloiar al enemigo; pero que no quería desperdiciar hom­bres innecesariamente, de modo que se limitaría a retener laciudad en espera de saber algo definitivo acerca de Lockridge.Había enviado a éste por la vía de Panamá un mensajediciéndole que viniera a iuntársele en Rivas, y que él no eva~

cuaría la ciudad mientras tuviera esperanzas de que los ame­ricanos se abrirían paso por el río. (1),

Ya no podían hacerse salidas de aprovisionamiento Je­jas de Rivas, pues corrían el riesgo de una emboscada. El

[1) Libro da 'ecorte, de Whee:er, Vol. 4. P6g. 235.

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27 de enero los sitiados probaron por primera vez la carnede mula en su menú. (11. Matáronse las primeras secreta­mente por la noche junto con unos bueyes, y nadie sospechólo que se estaban zampando. Pero al día siguiente se descu­brió la engañifa, y entonces algunos rehusaron comer su ra­ción de carne hasta que se les dijo que sin darse cuenta ha­bían estado comiendo mula desde días antes. Junto con esacarne dábase a la tropa plátano y chocolate. Los animalescomían hoias de mango. Mas no fue la carne de mula ni fue­ron los cañones de a veinticuatro libras lo que abatió a los fi­libusteros en Rivas, sino el constante pasarse a los aliados.Unos cuantos desertores, seducidos por la promesa de garan­tías dada por Mora, lanzaron mensajes dentro de las líneasde Walker haciendo saber a sus excamaradas que los costa­ricenses habían cumplido estrictamente su palabra. Algunosde esos mensaies llegaron a su destino y las deserciones au­mentaron grandemente. Por ejemplo, de la última compa­ñía de colifornianos llegada el 7 de marzo a Nicaragua (se­tenta Guardias de la Estrella Roía] no quedaban a principiosde abril más que doce. (2l.

Los filibus'reros temían que para el 11 de abril, aniver"sario de la segunda batalla de Rivas, Jos aliados lanzaranotro asalto a la ciudad, y su temor se hizo realidad antes declarear el día. Por tres puntos embistieron los aliados, y porlos tres fueron rechazados. Unas tropas guatemaltecas lle­gadas el día anterior, arremetieron de frente ignorando porcompleto el alcance de los rifles, y se acercaron tanto a lastrincheras filibusteras que a éstos casi les daba lástima ma­tarlos. Walker sólo tuvo tres muertos y seis heridos, en tan­to que los aliados perdieron de 600 a sao hombres. Walker,no teniendo qué dar de comer a los heridos aliados quedespués del frustrado asalto quedaron dentro de sus líneas,Se los devolvió al enemigo ba¡o bandera de tregua. Durante

111 With WClI~e' in NIc"'<lflU<l, PÓ9_ 154, po, Jomison¡ el Delta, de Nuevo Orlean., 28d~ mayo de 1857.

(21 [1 wpitéln de 6'10 compcLllía "se,iaió ull relata de $U co,t" e ignominiosa wrrera.Ve, lClst of Ihe Filibuslen, po, Willinm Fmnk Stcwmt. ¡Sacmmento, 1857).

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la lucha los fi libusteros hicieron también sesenta prisioneros.Walker propuso a los aliados canjearlos por ganado vacuno,pero su propuesta fue rechazada. Insinuó en seguida que lesmandaran de comer mientras los tuviera él en su poder. Estapropuesta fue igualmente rechazada, pues los aliados dU R

daban, y con razón, que los víveres llegaran a manos de losprisioneros. El asalto del 11 de abril fue la última acción dela guerra. De ahí en adelante los choques fueron sólo tiro­teos sin ton ni son y escaramuzas entre piquetes y retenes.

Por la noche del día del ataque despachó Walker a SanJuan del Sur al Capitán Hankins a pie con dos muchachos delpaís a recoger la correspondencia de Panamá. Regresó a ca­ballo el 14¡ el solípedo llegó a incrementar la escasa provi­sión de comestibles. Este incidente demuestra que los alia­dos no tenían cercada toda la ciudad, y que de haberlo que~

rido, la fuerza entera de filibusteros pudo haber salido deRivas a la costa del Pacífico sin estorbo ni tropiezo. A decirverdad, esto era precisamente lo que Walker tenía en mentehacer tan pronto como la falta de víveres le hiciera imposibleseguirse sosteniendo por más tiempo en Rivas. Seguía él enla ciudad en parte porque esperaba que llegara Lockridge,a quien había ordenado juntársele allí, y en parte tambiénporque no quería que los centenares de enfermos y heridoscayeran en manos de los aliados. Su propósito era, en casode que fuese necesario evacuar Rivas, dirigirse a San Juandel Sur y embarcar toda su tropa en la goleta Granada, bienpertrechada entonces. Hankins trajo cartas informándole dela llegada a San Juan del Norte de los "Batidores del Alama"y de una compañía de Mobila en refuerzo de Lockridge. Estoinyectó cierto aliento, pero Hankins trajo -también cartas deNueva York haciendo saber que Margan y Garrison habíanresuelto retirar sus vapores oceánicos de la línea de Nicara­gua. De manera que aun cuando Lockridge coronase susesfuerzos, ya no podría esperarse la llegada de más reclutasde Estados Unidos hasta que se hiciesen otros arreglos parasu transporte, lo cual ponía de manifiesto que los días delrégimen filibustero estaban contados.

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Walker achaca a debilidad y timidez el hecho de que lacompañia naviera lo abandonase, y declara que si bien élcreía que Margan y Garrison le serían fieles solamente hastacuando conviniese a sus propios intereses, por lo menos es­peraba de ellos mayor osadía y sagacidad que las demostra­das en esos críticos momentos. (1). Pero, a decir verdad, esoshombres revelaron sensatez percatándose de lo inútil que eraseguir peleando con Vanderbilt; y puesto que los barcos deellos no servirían sino para llevar refuerzos y pertrechos aWalker -empeñado en esos momentos en una causa perdi­da- el retiro de sus vapores no solamente era necesario co­mo cuestión de política económica de la compañía, sino tam­bién un acto humanitario, ya que a todo nuevo recluta quellegara a Nicaragua no le esperaban más que muchos sufri­mientos y tal vez la muerte; sólo embaucados podían ir allá.No fue pues traición de parte de Margan y Garrison lo quehizo zozobrar la empresa de Walker. los vapores de esosseñores continuaron prestándole servicios en el Pacífico hastamás de tres meses después del cierre del Tránsito, y de lospuertos del Atlántico siguieron también llevándole reclutasmientras hubo esperanzas de reabrir el río.

y he aquí que otro actor entra entonces en escena. Aprincipios de febrero ancló en San Juan del Sur la corbetaamericana Saint Mary, al mando del Capitán Charles H.Davis. El Comodoro Mervine le ordenó el 19 de enero de 1857,en Panamá, dirigirse a aquel puerto y adoptar allí las dispo­siciones pertinentes para proteger la vida y 'la propiedadamericanas mientras durase la precaria situación de Nicara­gua. (2), Poco después de haber arribado Davis, los aliadosle pidieron que impidiese en San Juan del Sur nuevos de­sembarcos de reclutas para Walker, basando la solicitud enque tal medida estaría de acuerdo con la política del gobier­no americano que en numerosas ocasiones había impedidola salida de expediciones filibusteras de Estados Unidos. Da-

111 La Guerra de Niw'<lgua, Pág•. 391 -2, par Walker.121 I-Iousa Doc. 2. 35 Cong., I Se.,. Libro d" recortes de Wheelar, Vol. 4. Pcig. 203.

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vis respondió que si bien era deber de los funcionarios de sugobierno aplicar la ley de neutralidad dentro de las jurisdic­ción territorial de Estados Unidos, ello no obligaba a los ofi~

ciales navales a aplicarla en territorio de naciones extrani eHras. y les manifestó además que su gobierno sabía de laguerra civil que desguazaba a Nicaragua, pero que era neu­tral en ella. En consecuencia, dijo él, no podía prestar ayudaa ninguna de las pari'es beligerantes, pero sí la debida pro­tección a la propiedad y la vida de norteamericanos.

Como protector de la propiedad americana Davis des­plegó encomiable celo. Cuando la captura de los vapores dellago, por ejemplo, hallábase en el puerto de San Juan delSur el barco americano Narragansett. Walker se apoderó desus botes llevándoselos al lago con el propósito de utilizarlosen la recaptura de los vapores. Davis hizo que los devolviera.En otra ocasión, una patrulla costarricense disparó en aquelmismo puerto contra un grupo de marineros del vapor Ori­zaba, de Margan y Garrison. Se les había enviado a tierraa surtirse de agua potable y uno de ellos fue apresado. Davisintercedió consiguiendo que lo soltaran. {\ 1. El 24 de abril,con el consentimiento de los beligerantes, envió Davis al Te­niente Huston y a un cabo de marinos a Rivas a evacuar deallí a Jas mujeres ya los niños para llevarlos a San Juan delSur bajo protección de las bandera americana.

En esa situación las cosas, convínose en una cesación dehostilidades durante la cual -filibusteros y aliados fuera de lastrincheras se confundieron en regocijada camaradería. Losaliados obsequiaron aguardiente y tabaco a los filibusteros,lo que fue una bendición para los adictos al fumado y la be­bida; yeso fue también probablemente ocasión para que mu­chos incrédulos viesen la conveniencia de desertar. Sea co­mo fuere, de ahí en adelante las deserciones se hicieron máscomunes todavía, hasta el punto de que durante la semanasiguiente llegaron a ser de quince y veinte al día. El colmo

(1) Libro d" recortes de Wheel"" Vol.,¡, Pág. 229,

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fue que uno de los médicos del hospital desertó y por la nochese acercó a las trincheras a distancia de ser oído, y desdeallí exhortó a los filibusteros a pasarse al campo aliado ~to­dos los que pudieran hacerlo--- asegurándoles que serían bientratados. Dábales su palabra de honor, como francmasónque era, de que al tomar la ciudad los aliados no harían nin­gún daño o los enfermos y heridos que encontraran allí. l'l.Esta última consideración había hecho que muchos filibusie­ros siguieran todavía leales. El temor de que el enemigodegollara a sus camaradas y heridos, como lo habían hechoel año anterior los costarricenses, daba fuerza a muchos parapelear hasta morir. Titus, el "Motón de la Frontera" quedespués de su chasco de El Castillo se había incorporado aWalker por la vía de Panamá; Bostic, Secretario de Estado deWalker; y BeH, Moyor de Infantería, fueron algunos de losque se paso ron a los aliados. El mal ejemplo dado por losoficiales cundió entre los soldados. Unos cuantos deserto­res fueron tan desconsiderados que se llevaron sus caballos,empobreciendo aún más los ya menguados comestibles. No­che a noche Titus y otros desertores se encaramaban en lastrincheras aliadas instando a sus ex-camaradas a venir a jun­tarse a ellos, llamándolos a veces por sus propios nombres yhaciéndoles agua la boca con descripciones de comida. tabacoy guaro en abundancia. Los americanos no peleaban allípor su patria; poquísimos lo hadan por algo que no fuese elamor a la aventura --causa que en verdad no tiene nada desagrado-- de modo que nodo de extraño tenía que en laprimero oportunidad escapasen de los tormentos del hom­bre y la sed de guaro que a los más de ellos mortificaba, ybajo las copiosas lluvias de la noche buscaban el omparo delos que habían sido sus enemigos. Finalmente Walker expi­dió un comunicado diciendo que todo aquel que así quisierapodía irse solicitándole a él salvoconducto. De esa manerano se les consideraría desertores. Sólo cinco aprovecharon laocasión, y cuando salían de la ciudad fueron rechiflados y

(11 LibiO de ,eco,hH tic Whc<:ler. Vol. 4. Pó". 212.

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escarnecidos con gritos de irrisión. A uno que le faltó corajey se volvió del camino, Walker lo echó del campo.

El 28 de abril Walker visitó a lo tropa en sus cuarteles.les habló asegurándoles haber recibido noticias de lockridge,quien llegaría, les dijo, de un momento a otro. Sabíase queese día Walker había recibido correspondencia, lo que dioa los hombres esperanzas de que lo dicho por él fuera cierto.Sin embargo nada ocurrió, salvo tiroteos esporádicos hastael anochecer del 30 en que un ayudante de campo del GeneralMora llevó Q Walker una carfa del Capitón Devis. Este,viendo que la situación de Walker ero insostenible, se pre­sentaba en carácter de mediador entre filibusteros y centroa_mericanos con miras a poner firn al conflicto llevándose delpaís a los primeros. Moro, rechazado dos veces en intentosde tomarse por asalto la ciudad, estaba convencido, segúnpropia confesión de que el logro de su ob¡etivo costaría mu­cha sangre, pues había descubierto que el enemigo era mu­cho más fuerte de lo se \e había hecho creer. Estaba resuel­to a obligar a Walker a rendirse por hambre cuando intervinoDavis manifestando que si se salvaba la vida de los ameri­canos él conseguiría la capitulación del líder filibustero. Acambio de salvarles la vida Mora recibiría todas las armasy demás pertrechos que aquéllos tenían en San Juan del Sury Rivas. P). De buen grado aceptaron los aliados la propues­ta, pues merced a ella ganarían la guerra sin tener que se­guir peleando ni gastando más dinero. Davis envió o Walk.er la citada corta. Cruzáronse varios mensajes antes de en­tablar en firme las negociaciones. Se arreglaron los prelimi­nares en las primeras horas de la noche y Walker envió oHenningsen y Woters como delegados ante Dovis en el cam­po aliado. El oficial naval les dijo que tenía pleno conoci­miento de la situación de Walker, quien sólo podía sostener·se a lo más unos días. les informó asimismo que Lockridgehabía abandonado la campaña del San Juan regresándose

11 I El Informe olí:i".1 de Mora lo leproduleroo varios p"ri6diLO~ o:omcrlrono\ que lotomoron de Cronle", de Son JO$", de Co~ta Rica. libro de rscortes de WheelerVol. 4. ró~. 215. '

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a Estados Unidos, y que ya no volverían vapores o San Juandel Sur. Sabía además, añadió, que los americanos care­cían de víveres y desertaban en gran número. Proponía, enconsecuencia, que los sobrevivientes se rindieran a él y queWolker y dieciseis oficiales de su elección subieron a bordodel Saint Mary con destino a Panamá; los demás oficiales ysoldados serían llevados también allá, pero por otra ruta,acompañados de un oficial de la marina americana y ba¡o laprotección de su bandera. Henningsen discutió al principiodiciendo que no Se sabía aún con certeza si Lockridge habíaabandonado su intento, y que aun así bien podía Wolkerabrirse paso por entrre las líneas enemigas y embarcarse enSan Juan del Sur en el Granado. A esto último Oavis replicóque no permitiría salir del puerto a la goleta, y que la apre­saría antes de partir él de San Juan del Sur. La entrevistaduró hasta las dos de la madrugada, hora en que Hennings.eny Waters regresaron a Rivas, no sin antes prometer a Davistraerle la respuesta de Walker o las diez de la mañana,siempre y cuando las negociaciones no se rompieran.

La determinación de Davis de apoderarse de la Gra­nada, matándole con ello a Walker toda esperanza de es­cape, no significaba para el filibustero más que un ultimátumque debía aceptar o perecer. Redactóse en el Cuartel Ge­neral de Walker el convenio de capitulación, incorporando enél las propuestas de Davis, y se le añadió una cláusula to­cante a los garantías que debían darse a los naturales delpaís que habían abrazado la causa de Walker, y de quienesnadie se había acordado en la entrevista. Walker se negabaa firmar ningún convenio que no consignara tales garantías.A la hora fijada Henningsen llevó el documento a Davis conlo referida cláusula de Walker. Aprobado que fUe por 00­vis, volvió Henningsen donde Walker por su firma. Durantesu entrevista con Davis esquivó Henningsen en lo posible alos oficiales aliados, limitándose a un cambio de saludos pro­tocolarios con dos de ellos, y esforzándose por hacer ver queél sólo trataba con el capitán de corbeta americano. Waters

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volvió con el documento a donde Davis, con quien se estuvohasta que Wa'lker le mandó a decir que estaba listo para irse.

Entre tanto, por órdenes de Hennigsen destruíanse elarsenal y los cañones. La máquina de vapor, el fuelle y elcubile1'e del taller de fundición fueron también destruidos.Los fjlibusteros inutilizaron trece cañones rompiéndole losmuñones aserraron por el medio Jas cureñas, y en los pozosde la ciudad echaron 1.500 libras de pólvora, 55.000 tiros,y 300.000 fulminantes. No fue pues por falta de pertrechosque los filibusteros capitularon. Sólo quedaron sin ser des­truidas las armas manuales y unas seiscientas balas rasasde cañón, junto con las granadas.

A las cinco de la tarde del 1" de mayo entraron en laplaza Davis y Zavala, éste iba como escolta personal deWalker y de su estado mayor, y él mismo los haría pasar porentre las líneas aliadas. Hízose formar la tropa filibusteraen la plaza para leérseles la última orden día (la No. 59!.Decíales Walker en ella haber firmado el convenio en razónde solemnes seguridades dadas a él respecto de que Lockridgehabía renunciado a sus esfuerzos de llevarles ayuda por elSan Juan, habiéndose regresado ya a Estados Unidos. Aña~

día que por el momento se separaba de e)Jos, y expresabasu agradecimiento a los oficiales y soldados que militaronbajo su mando, manifestándoles que las cosas habían lle­gado "a la presente situación por la cobardía de algunos, laincapacidad de otros, y la traición de muchos", pero que"pese a todo} el ejército ha escrito una página en la historiaamericana que será imposible olvidar ni borrar jamás. Es­peramos que el futuro, si no el presente, nos juzgue con jus­ticia". Después de este mensa¡e de despedida se leyó a latropa el texto del convenio firmado por Walker y Davis. Actoseguido avanzó Henningsen para notificarles que desde esemomento quedaban todos al mando del Capitán Davis y bajola protección de la bandera americana, y que era de espe­rarSe prestaran al capitán de la marina la misma ciega obe~

diencia que habían rendido a su general en ¡efe. Luego

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Henningsen entregó el mando de la guarnición a Davis, quientambién les habló pidiéndoles ayudarle en el desempeño desu espinosa tarea. El marino y el filibustero se encaminaronhacia el Cuartel Geneml de Walker, y lo encontraron vacío.Walker y su Estado Mayor, mientras ocurría lo anterior, ha­bíanse escabullido a caballo y tomado el camino de San Juandel Sur escoltados por el General Zavala. (1).

La precipitada partida de Walker resintió mucho a latropa. Lo acusaron de haberlos abandonado en la desgra­cia, y de pensar sólo y antes que todo en su seguridad per­sonal. Consideraban que, al igual del capitán de un barcoque se hunde, debió haberse quedado hasta no ver al últimoa salvo. Pero en vez de ser así, 'fue el primero en buscar comosalvarse abandonando a una tercera parte de sus partidariosenfermos y heridos. Fue también censurado por haber to­mado una ruta de regreso a su patria distinta de la de ellos,y algunos de sus críticos d¡¡eron que tuvo miedo de enfren­tarse a otros que no fueran sus oficiales de mayor confianza,cuando había desaparecido toda suieción a la disciplina mi­litar. El evidente desemparo en que Walker deió a sus soj~

dados se hizo más ostensible aún a poco de la ocupaciónde la plaza de Rivas por los aliados. No había él dichonada a Davis respecto de su arsenal, y es probable que elmarino no supiera de su existencia. Los aliados, por tanto,consideraro'n la destrucción del arsenal una flagrante burladel convenio de capitulación, y tanto enfureció eso a los sol­dados que mucho costó a sus oficiales impedir que desaho­garan su rabia en los ya indefensos filibusteros. (2). La rabiade los aliados, sin embargo, no tenía razón de ser, puestoque Walker no se había rendido a ellos sino al capitán de unbuque de guerra americano, quien nada había estipuladoacerca del armamento, como no fuera que los soldados fili­busteros debían entregar sus armas; que todos los oficiales

(11 Libro do recortes de Wheeler, Vol. 4, Pág. 202, La Guerra de Nicaragua. Págs.403 - 9, por Waiker.

121 n"lo dado p~r>Qnalmenle al autor por el General John T. MeGrath. Ver tambiénel Vol. ~ de 10< libro, de recortes d~ Wheeler, Pág, 215.

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podían conservar sus armas de cinto y que Walker y sus die­dseis oficiales seleccionados por él llevaran sus espadas yrevólveres. Uno de los artículos del convenio estipulaba quelos hombres aún fieles a Walker no serían transporfados enlos mismos barcos que los desertores.

Al momento de capitular, los filibusteros tenían todavíavíveres para dos o tres dias, y esto era: dos bueyes, dos mulas,y algo así como diez quintales de azúcar. Durante más deun mes su dieta fue principalmente de carne de caballo y demulo, azúcar y chocolate. Con gran riesgo de sus vidas po­dían hacerse de unos pocos mongos en los rondas de 10 ciu­dad; pero como había quienes deseando posarse 01 enemigose hacían "capturar"' cuando recogían la fruta, los que noquerían manchar su reputación con sombras de sospecha nose acercaban a 105 mangos.

En Rivas se rindieron en total 463 hombres, clasificadosasí: oficiales y soldados en servicio activo, 164; heridos, en­fermos, médicos y asistentes de hospital, 173; empleados dediversas dependencias y civiles armados 86; tropa nicara­güense, 40. (11. Estas cifras hablon con mayor elocuencia delo que pudiera decirse con palabras acerca de la muerte, en­fermedades y las deserciones ocurridas durante el sitio deRivas_ Cuando Walker concentró allí sus fuerzas para librarsu última batalla contaba con 919 hombres. El 19 de febrerole llegaron cuarenta reclutas de Colifornia, y el 7 de marzosetenta más. Tenía por lo tanto en Rivas un total de 1.026hombres; y como el día que capituló no le quedaban más que463, el número de muertes y deserciones en cuatro meses desitio alcanzó a 566, o sea el 55 % del total de sus fuerzas.Digno de atención es el hecho de que cuarenta soldados ni­caragüenses estuvieran con Walker hasta el último momento,sirviéndole voluntariamente. Al contrario de los generalescentroamericanos, Walker nunca obligó a engrosar sus filasa ningún hijo del país, yero precisamente su temor al reclu-

(1) Tomado del informe de Henninll~lIn que figuro en el Vol, 4 de kl$ Ilbro~ de reoorte$de Wheeler.

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temiento forzoso lo que hacía que lo gente más pobre lo con­siderara al principio como su libertador. Por mucho tiempolo oposici6n a los filibusteros en Nicaragua se circunscribióprincipolmente a las clases superiores, que eron los calzados(así en el original ~nglésl. Fue sólo hasta cuando apare­cieron los de la proveeduría montoda lIevándoseles sus ca­ballos, mülas, ganado, y víveres, que los más pobres se vol­vieron contra los filibusteros. La visita de uno de esos de acaballo significaba para ellos el hambre, lo cual era peorque el reclutamiento durante sus guerras intestinas. Es ver­dad que también los jefes militares nicaragüenses se les lle­vaban sus víveres, pero en mucho menor cantidad que losfilibusteros. El soldado de·l país requiere un mínimo para sumonutención¡ a él le bastan sólo plátanos y tortillas de maíz,y en tan mínimo cantidad que con esa magra diela un Hli­bustero se moriría lentamente de necesidad. Por su parte,el filibustero exigía sus diarias rociones de carne, y lo porciónque consumía de bebidas y comida era tol que los nicara­güenses la consideraban enorme. Su apetito, pues, les obli­gaba a saquear el país.

Los soldados nicaragüenses que Walker tenía en Rivas,en los intervalos de la lucha conversaban a menudo con suspaisanos de las trincheras contrarias. Algunos de los queestaban con los aliados decían a sus compatriotas haber sidoagarrados (así en el original inglés) y llevados allí a la fuer­za. Walker dice en su libro que de los trincheros leonesas nun­ca dispararon contra los americanos. PI. Walker y los ofi­ciales de su Estado Mayor seleccionados por él, con excepciónde Henningsen, se alojaron en camarotes del Saint Mary enlo noche del día de su rendición. Davis no llegó sino hastalo mañana siguiente, cuando pidió a Walker entregarle lagoleta Granada sin oposición alguna para no tener que ha­cer uso de la fuerza. El convenio de capitulación no men­cionaba el barco, por consiguiente, Walker se negó a entre­garlo; pero Davis, poniendo oídos sordos a los argumentos

tI! la Gll~m> deo Ni«l<C'911a, Pág. 39~. por Wolker.

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del filibustero, ordenó a su Primer Teniente Maury abordarloy apoderarse de él. Este oficial llegó a la Granada exigién­dole a Fayssoux su entrega. El valeroso capitán respondióque sólo ante fuerzo superior lo entregaría. la Saint Maryapuntó entonces sus cañones a lo goleta y embarcó a gentearmada en sus botes. Realizada esta operación Maury in­timó a Walker diciéndole que si quería evitar un derrama­miento de sangre ordenara a Fayssoux rendir el barco. Elfilibustero vencido escribió entonces esta nota a Fayssoux:"Entregue la goleta Granada a Estados Unidos". Al poco ra­to fue arriado la bandero de Nicaragua y la de Estados Uni­dos subió al tope del polo mayor. la marina nicaragüensehabía dejado de existir. Y para colmar la copa de la amar­gura de'l filibustero, el 4 de mayo, segundo aniversario de lasolida del Vestal Davis entregó la goleta a los costarricenses,quienes la pusieron en monos de un negro jamaicano ayudan­te del General Cañas. Días después desplegó sus ve'las re­pleta de guatemaltecos con rumbo a El Realejo. Una tor­menta la hizo pedazos contra los arrecifes de lo costa, perola gente se so·lvó. Así terminó la breve carrera del primerbarco de guerra nicaragüense. 11J.

Davis no tenía más autoridad poro intervenir que lasinstrucciones recibidas de Mervine sobre la protección de lavida y propiedades de ciudadanos norteamericanos. El Se­cretario de Marino, sin embargo, había enviado instruccionesa Mervine de ofrecer a Walker y a los que siendo ciudadanosamericanos fuesen también partidarios suyos, la oportuni­dad de salir de Nicaragua; pero Davis, sin conocer tales ins­trucciones, actuó en conformidad con ellas. El Departamen­to de Marina aprobó todo lo hecho por él, salvo la aprehen­sión de la goleta Granada y su entrega a una de las portesbeligerantes. (2). Los sobrevivientes de la expedición, 364 entotal, fueron llevados a Panamá, donde Mervine los atendió.las mujeres y los niños evacuados de Rivas por Davis duran~

111 Carta de Wolker (1 Buchonon publlcodo cn el Stale., de W'l$hin¡;ton, el 17 de juniode 1857; La Guerra d.. Nitaragua, P6¡¡•. ti I 0- 11, por Walh".

t2] InfOrme al S"Ctetario de Marino, 18~7. en Hou'IC Ex. Doc. 2, 35 Congo I Seu.

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te las hostilidades pasaron los días críticos en casa del cónsulamericano en San Juan de! Sur; para su manutención los ofi~

ciales de la corbeta Saint Mary contribuyeron con unos cua­trocientos o quinientos dólares. Esta gente, junto con los en­fermos y heridos, más los oficiales que Walker dejó, fueronenviados a San Juan del Norte, donde Jos médicos inglesesde'] Crion asistieron a los enfermos. El barco de guerra ame­ricano Cya!1'e se los llevó a todos a Colón, 142 en total, inclu~

yendo trece muieres y cinco niños, a donde llegaron el 16 dejunio. El Orion, habiéndole precedido, volvió a prestarlesayuda. El Comodoro Hiram Paulding, Comandante de laFlota del Caribe, gestionó su transporte hasta Nueva York abordo de uno de los vapores de esa ruta, pero la compañíanaviera sólo accedió a llevarlos a Nueva Orleans. Sin em­bargo, habiendo insistido los médicos en que debía lIevár­seles a un clima más septentrional, Paulding se encargó detransportarlos hasta Nueva York a bordo del Wabash, su bar­co insignia. Más de la mitad de la gente estaba enferma,y todos, cuando subieron a bordo de los barcos americanos,iban en estado de indigencia, faltas de ropa adecuada y pla­gados de chinches y de piojos. De los almacenes del barcoSe les dio lo que se pudo. El Capitán Erskine, de la armadai'nglesa, ofreció el Tentar para llevar a los sobrevivientes aEstados Unidos tan pronto como ese barco volviese de su via­je a Nueva Orleans a donde había conducido a Jos hombresde Lockridge, pero Paulding declinó el ofrecimiento. (11. ElWabash entró en Nueva York el 28 de junio con 138 refugia­dos¡ cuatro habían muerto en e'l viaje.

El Comodoro Mervine, entre tanto, se las veía negrascon más de trescientos hombres de Walker¡ las tribulacionesde éstos eran también grandes y constituían además un pe~

ligl'o para la salud de la marinería. Los envió por tren dePanamá a Colón, de donde fueron transportados a EstadosUnidos.

1\i Manuscritos de 10< Archivo, de la Secretorio de Marino Fleln del CnTibe, 11, Pág. 33Y o~ros. '

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La invasión de Nicaragua no fue una excurSlon cam~

pestre. Se ha calculado que, en proporción numérica, lasbajas de los filibusteros fueron así como el doble de las su­fridas por el ejército americano en lo guerra con México. El11 de abril de 1856 los filibusteros perdieron en Rivas elveinticuatro por ciento de sus combatientes; en la segundabatalla de Masaya, el 17 de noviembre, perdieron el treintay cinco por ciento; en el sitio de Granada el cincuenta y sietepor ciento; en la primera batallo de San Jorge, el veintitréspor ciento; yen la último, el dieciocho por ciento. (11. Variosson los cálculos hechos de las bajas que por una u otra causosufrieron los filibusteros. Monsieur Felix Be!ly, publicistafrancés que estuvo en Nicaragua poco después de la caídade Walker, y que dejó un muy entretenido aunque no muyexacto relato de lo que vio y supo allá, dice que en Nicaraguamurieron catorce mil filibusteros. {2l. Según otro cronista,de los estados americanos de'l Atlántico salieron siete milaventureros hacia Nicaragua y unos tres mil quinientos deCalifornia. Pl. Ambos datos son burdas exageraciones. Lafuerza efectiva de Walker nunca pasó de mil doscientos hom·bres, y el mayor número que lanzó al combate fue de ocho­cientos, en su primera batatla de Masaya. De acuerdo conun informe que se dice preparó el ayudante general de Wolk­er, el total de soldados enganchados hasta el 24 de febrerode 1857, con exclusión de los del país, empleados de las di­versos dependencias, y ciudadanos voluntarios, fue de 2.288.(41. Después de eso fecha sólo le llegaron setenta reclutasmás. Henningsen, que relata pormenores con precisión mi·litar, fija e'l total de enganchados desde el desembarco deWalker hasta el día de su rendición en 2.518 hombres. Estedato incluye los contingentes omitidos en el informe del ayu­dante generol del líder filibustero. Como puede verse, am­bos informes concuerdan. Henningsen da cuenta tambiénde lo que ocurrió a los filibusteros enganchados: Mil murie~

111 Informe de Henning,en. VlJr Vol. 11, Pág. 208 del libro do rOCOllM de Wheeler.121 A T'l'V'H" l'Amerique Cenl'flle, Vol. 1, r6g. 2135. por Fe!i" 6elly.[3) Dublin Review, Xliii, Póg. 375.(41 Nitl'rClglK>, Pág•. 2Q'1· 10. por Petor F, Stout (F¡lfldelfio, 18591.

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ron en combate o de enfermedades; 700 desertaron; 250fueron dados de ba¡a; 80 cayeron prisioneros estando de guar­dia en poblaciones o en vapores, y el resto se rindió en Rivas,con excepción de unos pocos más de quienes no se da cuento.El treinta y cuatro por ciento de las fuerzas fue muerto o he­rido; el cuarenta por ciento cayó víctima de las balas aliadaso de las enfermedades; el veintiocho por ciento desertó; eldiez por ciento fue dado de baio; el cuatro por ciento fue hechoprisionero o no se supo nunca de e'llos. Tan sólo quedó eldieciocho por ciento que se rindió en Rivas.

los cálculos referentes a las bajas sufridas por los cen­troamericanos son sólo presunciones, pero no es muy aven­turado decir que fueron cuatro o cinco veces mayores que lasde los filibusteros. No tenían ormas de precisión ni eranduchos en el mane¡o de las suyas, mientras que los otros eranen gran parte expertos tiradores. El francés M. Belly ardien­te simpatizador de los aliados en su lucha contra Walker, des­cribe con gran elocuencia los horrores que los atormentaban.··EI cólera y los plagas", dice, "¡unto con los rifles ameríca­nos hacían de cada ciudad una tumba y de cada jornadauno hecatombe .. Aquello no fue una guerra, fue unacarnicería". (1). Y también el Presidente Mora, después delo batalla de Rivas del 11 de abril de 1856, declaró que losfilibusteros pelearon más como demonios que como hombres,y que el peor enemigo, tanto de los filibusteros como de loscostarricenses, había sido el clima de Nicaragua, al que atri­buyó la pérdida de mil soldados suyos. 12L Henningsen, cuyoscálculos son tan buenos como los mejores, pone en 17.800hombres 1a fuerza total lanzada por los aliados contra Walk­ero De esa cifra, 11.550, dice, eran soldados centroameri­canos llegados a Nicaragua. El total de aliados muertos yheridos en combate lo calcula en 5.860, pero no se arriesgaa estimar cuántos murieron del cólera y otras enfermedades.

[11 Obra citada de Belly, Pág. 285 del Vol. l.121 Ti"""•• de Nucv(J Yor\(, 9 de me,"o de 1657.

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(1}, los cálculos de Henningsen respecto al número y a laspérdidas de los aliados son mucho más moderados que losremitidos por corresponsales de periódicos cuando ocurrieronlos sucesos; de manero pues que estos reportajes deben leerseCOn cautela. los cifras de Henningsen, en cambio, provienende un avezado observador militar, quien nada ganaba canex;agerar el número de las fuerzas contrarias ni con empe­queñecer las propias, y son por consiguiente más dignas defe que las calculadas al buen tuntún por los reporteros.

No hubo regociio en Estados Unidos por 10 caída deWalker, como no fuera de parte de los acérrimos opositoreso lo extensión de la esclavitud. De mucho consuelo fue elhecho de que Walker hubiera sido derroiado gracias sóloa la ayuda facilitada por Vanderbilt, Spencer, y Davis, ame­ricanos todos. (2). El más fuerte calificado opositor del fili­busterismo fue Horace Greely, cuyo diario Tribune, de NuevaYork, si bien expresaba contento por el desenlace, decía: "Envano buscamos en toda su correra un solo acto de cordura operspicacia. Todo su éxito se debió a la absoluta postraciónen que a causa de las guerras civiles se encontraba el pueblode Nicaragua y al querer vivir en paz a toda costa". Pl. Porotro lodo, el Harper's Weekly, que en varios artícu'los censura­ra diversas fases de la campaña de Walker, pedía al Tribunemostrara la forma en que el cierre de lo ruta del tránsito in­teroceánico, que causó el debilitamiento de Walker, habíaredundado en beneficio de la civilización o del comercio, yañadía que si un considerable sector del pueblo nicara­güense pidiera a VlJalker volver al país, y él viese lo conve­niencia de ligar sus intereses a los de la Compañía Accesoriadel Trónsito que lo había arruinado, su segunda toma de

(JI ATribúyete ,,1 p"",n,,r.l" MOH' hao"r dicho que I~~ "sltogo! del c61cra '1 la pro~¡­

mldod de ktl ltu.. los hut>!i\! he~ho Inevil",ble la di,olud6n del "Ié'ciro cHoclo eroveinte díos li W"lker hubi",,, ¡x>dldo !~TcnC"e du,Clnie .,5e lien,lX'. Vol.4 de loslibro! de recones de Wheeler. ~69. 2.19.

[21 Vol. 4, Pág. 239 de los iib",. do !~COnCI dc Wheeler.131 Wnkly TrIbu".., Nvevo York. 3 de i~lio de ;1)57.

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posesión de la presidencia de la república no sería causa dehondas lamentaciones. (1).

Lo prensa británica, desde luego, exteriorizó su rego­cijo al ver que Walker había dejado de ser elemento pertur­bador en la América Central. Pocos ingleses, si es que susdiarios eran fiel reflejo de lo opinión pública, parecíon ha­ber comprendido los propósitos de Walker. Para ellos fuesiempre un bandido, un granuja, un desalmado saqueador,y cabecilla de una chusma armada. El Times, de Londres,deploró que Davis hubiera intervenido y evitado "el igno h

minioso fin de la carrera de los filibusteros, como no fueraque el estado de desesperación en que se haUaban les hubie­se hecho ver que la muerte ero 10 único que les esperaba atodos··. y a continuación: "Que Estados Unidos pelee yconquiste si ve razón para ello y está dispuesto a asumir laresponsabrlidod¡ pero es un oprobio que una nación celosade su buen nombre Se convierta en patrocinadora --(]unquesolapada- de bandidos tales como esos filibusteros y sujefe'·. 12). Después de medio siglo lo idea de que los go­biernos de Pierce y de Buchanan utilizaron a Walker comoinstrumento para efectuar la anexión de partes de la Amé­rica Central aún persiste, y sólo entre los escritores ingleses.

111 Harpet's W_ldy, Vol. l. Póg. 530.t21 'i"",~, ¿.lO londrc~, o~l 18 de junio de 1851. HO)rmClfoCl~ polobro!. elol. de uno

nocjón que lolió o dar SUI primeros POSOI por el mundo con lo~ ~~peodlcl(,,'l"! p¡'ó­tlctu de lo~ vi~¡n!lO$ y nOlmondOli, y qua debe IU ¡m~lio de Orlant~ y el dominiode loo rnare& o 101 bucaneros de los ~i!llol XVI y XVII. Y más aún, Lo invo~i6n

del Tron.voal, e!lcobezodo por Jomeson. 1+) eltá todavía fresco en lo memoriade lo. hombres.

1+1 SI, LeondN S. Jamer.on, in9ié, nacido en 1853 y muerta en 1917. ilwod¡ó ,,""l~rrilor¡o del Mrico 0'01 Sur e!l 1906 y log.ó 01 fin extender de elo monero elimperio colonial de lo Gran ll..,toño. IN. del T.].

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CAPITULO XX

Más desventuras de los filibusteros

Mientras el filibusterismo disparaba en Rivas sus últi­mos cartuchos, la atención pública se había fijado de nuevoen Sonora. Hacia allá iba otra expedición californiana. Erael líder Henry Crabb, cuyo nombre ha figurado en estas pá­ginas. Crabb, originario de Nashville, Tennessee, había si­do condiscípulo de Walker. Se graduó de abogado y co­menzó a ejercer en Vkksburg, Misisipí. En 1848, en el cursode la campaña presidencial, tuvo un altercado en un mitinpolítico con un hombre apellidado Jenkins, Director del Senw

tinel, y al otro día, al encontrarSe ambos en la cdlle, volvierona discutir y terminaron baleándos8¡ del lance resultaron heri­do Crabb y muerto Jenkins. Crabb fue procesado por homi­cidio y luego absuelto. Poco después Se trasladó a Califor­nia en una caravona de buscadores de oro. Se establecióen Stockton donde reanudó su carrera de abogado y al pocotiempo fue electo procurador de la cuidad. En 1852 eramiembro de la cámara legislativa del estado y en los dosaños siguientes fue senador del estado. En 1855 se afilió alpartido "Know-Nothing" (+) y fue postulado para senadorde Estados Unidos, pero se retiró de la lucha cuando se vioperdido. (1l.

1+) Portido ,ecreto político que tuvo 'u opogeo entra 1853 y 1856. Tenia c"m" lemanegar emplGo gubernamental a too" aquel que n" fue,e nacido en E$tados Unidos,y hacía la guerra a lo. cat6licos. Estos ·'no-'''-nada·' decían n" tener conocimientode la$ actividades de 'u partido; de "hí $U denominación. IN. dal T.).

ll) Ca,k"t of Reminlcen...s, Pág•. 385 - 7, por H. S. foote, {Wa,hington, 1874; y Benthand Bo, 01 the Soulh and Southwe.t, Pcíg. 144 (St. Lou,. 1876; O·Mearo, Brodericky Gwin, Págs. 47 - 8, Reministen,e. of o Rong"r, I'ág. 217, por 8ell; Hiolory ofColifornio, Vol. 111, Pág. 806 Y 5iguienle" por Hittell.

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Decepcionado de lo político, Crabb comenzó a buscardónde volcar el sobrante de sus energías. Al igual que Walk­er, se interesó tan vivamente en los planes de los francesesen Sonoro que en octubre de 1853 tomó pasaje en el ber­gartín Carolirre que iba de San Francisco a Guaymas; queríaecharle un vistazo 01 país. Se había casado Con la hija deun español de Manila, Islas Filipinos, de apellido Aínza. Es­ta familia, radicada en Sonora, había sido en un tiempo bas­tante acaudalada, pero habiéndose empobrecido a causa derevoluciones y confiscaciones, emigró a California en calidadde refugiados. El viaje de Crabb tenía como fin ver la ma­nero de conseguir la restitución de las propiedades de losAínza. Sucedió, sin embargo, que el Caroline era barco con­tratado por Walker poro llevar sus filibusteros a Baja Cali­fornia, y cuando la heterogéneo multitud de esos oventure­ros subió a bordo, Crabb pensó que si llegaba a Sonora ensemejante compañía fracasaría en sus gestiones. En conse_cuencia, bajó su equipaje y pospuso su viaje para una oca­sión más propicio. (l).

Pasado algún tiempo Crabb partió 01 Este de EstadosUnidos, y al cruzar por la vía de Nicaragua -según vimosen el Capítulo VIII- concibió la idea de llevar a ese paístropa californiana a tomar parte en la lucha empeñada en­tre legitimistas y democráticos. En su viaje de regreso a Ca­lifornia le acompañaban C. C. Hornsby y Thomas F. Fisher,a quienes indujo a incorporarse a la empresa. Por media­ción de Fisher firmó un contrato con Jerez para llevar qui­nientos hombres a Nicaragua, pero cuando Crabb llegó aCalifornia le tentó la ideo de hacerse elegir senador de Es­tados Unidos, y viendo en esa coyuntura la posibilidad dealcanzar ahora su ambicionada meto, abandonó su propó­sito filibustero para lanzarse de nuevo a la política. El con­trato que tenía con Jerez se lo ofreció a su amigo Walker;pero éste prefirió el que Cale había firmado Can Cestellón.A la influencia de Crabb debióse en parte que Wolker y sushombres se embarcaran en el Vesta para Nicaragua.

(11 Alta C",Hfomia, 21 da octubm de 1853.

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Su nueva incursión en la política produjo a Crabb desi­lusiones y humillación únicamente, y las noticias de! éxitode Walker en Nicaragua le provocaron otro ataque de fiebrefilibustera. A Nicaragua no podría ir sino como subordi­nado de Walker¡ Sonora, en cambio, seguía pidiendo la lle­gada de un "regenerador", y su matrimonio con una mujerde familia sonarenSe le ataba con fuerza a los intereses deesa región. De consiguiente, a principios de 1856 se orga­nizó un grupo colonizador de unas cien personas, ex-sono~

renses en su mayoría, con los cuales partió Crabb a México.Acompañábanle su esposa y varios familiares de ella, )0 cualdaba a la empresa visos que no eran de filibusterismo. Cuan­do hubieron llegado todos a Los Angeles, la mitad se desa­lentó ante la perspectiva de un tedioso viaje a través del de­sierto, y abandonaron el intento¡ pero el resto cruzó la fron­tera. Encontraron Sonora en su estado normal de turbu­lencia¡ contra el Gobernador Gándara se había alzado enarmas Ignacio Pesquiera. Los insurgentes pidieron ayuda aCrabb ofreciéndole incentivos para que pudiera llevar colonosal país, y )e manifestaron el deseo de que una vez obtenidasu independencia, Sonora fuese anexada a Estados Unidos,pero que para poder realizarla consideraban indispensableefectuar antes la colon'izacién americana.

Crabb regresó a California en el otoño preñada la men­te de un vasto plan de colonización, pero estando la ciuda­danía demasiado inmersa en la campaña de las próximaselecciones presidenciales para prestar atención a su proyecto,se vio obligado a posponer por varios meses su intento derealizarlo. En el interín, las dos facciones habían hecho laspaces olvidando sus rencores. Ahora, considerando Pesquie­ra que la invitación hecha a los americanos le perjudicaríaante el gobierno con el cual ya estaba en paz, quiso purgarsu pecado de deslealtad acusando de ser filibusteros a losmismos hombres que había querido llevar al país. (1l.

11) Hou.~ Ex. Doc. Pág. 64, 35 Cong., I S~t •.

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Disipada en California la excitación política, Crabb co­menzó a organizar lo que llamó "Compañía Colonizadorade Arizona", y muchos señalados políticos californianos opo­yaron lo empresa. En enero de 1857 se reunieron en asam­blea en el pueblo de Sonora, condado de Tuolumne, unoscincuenta o sesenta expedicionarios, los que el 20 de esemes se dirigieron a San Francisco donde les esperaba otrocontingente. Juntos todos lsumaban unos cien individuos}tomaron un barco hacia San Pedro, a donde llegaron el 24.De allí siguieron hasta el Monte, condado de Los Angeles,donde se pasaron una semana comprando bestias, carros yprovisiones. El 27 de febrero llegaron a Fort Yuma¡ y allíse estuvieron otra "reclutando animales".

la compañía se organizó militarmente, y durante supermanencia en Fort Yuma hacían o diario los ejercicios derutina y también montaban guardia; los oficiales ponían es­mero en mantener una férrea disciplina. Crabb era el Ge­neral en Jefe¡ R. N. Wood, su ayudante de campo, era ex­miembro de la legislatura estotol de California, y en esemismo estado había sido uno de los electores de la nomina­ción de Fillmore¡ T. D. Jones, con el cargo de Jefe del Cuerpode Artillería, era graduado de West Point, y había sido te­niente del ejército regular; el Doctor T. J. Ox\ey, Jefe delCuerpo Médico, había pertenecido al partido "Whig" y fi­guró como líder de los "Know-Nothing" y fue también miem­bro de la legislatura; J. C. Crosby, con grado de General deBrigada, seguía siendo miembro del senado estatal; WilliamH, McCoun, el Jefe Superior de Administración Militar, eratambién ex-legislador de Californio; y Henry P. Watkins, ex­socio del bufete de abogada de Walker y colaborador en la"regeneración" de Sonoro, tenía el cargo de Intendente delEiército.

A principios de marzo Crabb y su gente salieron de FortYuma hacia Sonora tomando el camino del desierto. El 25llegaron al poblado de 50noyto, al borde de 10 frontera deMéxico. El Alcalde del pueblo notificó en el acto 01 Prefecto de

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El Altar que los hombres iban armados de dagas, revólveres,y rifles, pero que se habían comportado respetuosamente conlas familias, las personas y la propiedad. la noticia de queiban en comino la sabían ya las autoridades mexicanas, yse disponían a resistirlos. En su llamamiento a los sonoren­ses el Prefecto de El Altar instábales a tomar los armas contro"los bandidos". Ignacio Pesquiera, Vice-gobernador del es­tado y General en Jefe de las fuerzas de la frontera, hizo másque el mismo Herodes en querer demostrar su lealtad y surotunda execración de los hombres a quienes antes indujerao invadir Sonora. En una engolado proclama pedía: "Vo­lemas a castigar, con todo la furia que o duros penas puedencontener nuestros corazones llenos de odio, a la opresión, alos salvajes filibusteros que en mala hora intenton hollar elsuelo patrio y provocar ¡insensatos! nuestra ira, iNi piedadni sentimientos generosos pora con esa chusma! lQue mue­ran como bestias salvajes quienes pisoteando la ley de lasnaciones y despretiando el derecho de gentes y todos las ins­tituciones sociales, se atreven a invocar como su única nor­ma la ley de la selva, ya valerse sólo de la fuerza bruta". PI.

la hostilidad demostrada por las autoridades pareciósorprender mucho a Crabb, quien apenas llegó a Sonoyta sepresentó ante el custodio del puebio dándole palabra de susbuenas intenciones, y protestando al mismo tiempo contra losactos hostiles y acusaciones lanzadas contra él. Tambiénescribió al Prefecto de El Altar manifestándole que él y sugente había llegado en conformidad con las leyes de colo­nización de México inducidos por muy influyentes ciudada­nos, "con miras a fundar hogares más felices con ustedes yjunto a ustedes", A la gente que llevaba, añadía, se agre­garían novecientos hombres mós. Sus propósitos eran "sim­plemente pacíficos", ajenos a ¡deos hostiles. Cierto era queiban armados, cosa usual cuando se tienen que atravesarregiones infestadas de indios bravosj y grande era su sorpre­sa al ver que las autoridades tomaban una actitud bélica

11I Hou¡~ h. Doc. 1>4,35 Cong., I Seu.

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amenazándolos con envenenar los pozos, e incitando a losindios en su contra. Terminaba su carta Con la advertenciade que "si ha de verterse sangre, con todos sus horrores, seausted el responsable, no yo".. [1l.

Crabb se estuvo sólo dos días en Sonoyta y luego siguiórumbo a Caborca, pequeña ciudad cercana a Punta Lobos,en el Golfo de California. A eso de las ocho de )0' mañanadel P de abril, estando a media milla de ,la ciudad y yendodescuidados por los trigales, los filibusteros recibieron unarepentina descarga de mexicanos emboscados. Continua­ron avanzando sobre la ciudad al tiempo que respondían 0-1fuego; los mexicanos los acosaban por los flancos. Pudierontras una hora de lucha guarecerse en unas casas de adobemientras los mexicanos se hacían fuertes en la iglesia de en­frente. En el encuentro murieron dos de los filibusteros ydieciocho resultaron heridos, tres de los cuales fallecieron lanoche siguiente. Unas horas después de haber entrado enlas casas, Crabb y otros de los suyos arremetieron a travésde la calle con un barrilito de pólvora en intento de volar laspuertas de -la iglesia. Fracasaron; murieron varios, y algu­nos, junto con Crabb, quedaron heridos, Estaban los ame­ricanos estrechamente cercados cuando el 6 de abril unaflecha encendida prendió fuego al techo de su casa. Hicie­ron los sitiados estallar un barrilito de pólvora ba¡o el techode paia en llamas con e-l propósito de apagar el fuego. Ha­biéndoles fallado esto también, Crabb hizo propuestas depaz.

Poco antes de las once de la noche envióse un hombrea la iglesia bajo bandera de tregua, No se le permitió vol­ver, pero desde allí llamó a sus compañeros diciéndoles queGabHondo, el jefe, les prometía enviarlos a El Altar para serjuzgados conforme a las leyes si sa'lían todos de la casa unopor uno deiando sus armas adentro, Luego Crabb hizo quesu cuñado, un hispanoamericano apellidado Cortlezón, en­tablara a larga distancia pláticas de paz con Gabilondo. El

{JI House Ex. Doc. 64, 35 Congo I SeS!, Págs. 29 - 30.

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militar mexicano hablaba desde el campanario de la iglesiay Cortlezón desde la puerta de la caso de adobes. Volvióa prometer Gabilondo un juicio ajustado a la ley, y Crabbdijo a (ortlezón que preguntara cómo iban a ser tratadoslos heridos. Gabiiondo respondió que tenía un buen médicopara atenderlos. Hecha esta promesa Crabb resolvió ren­dirse, bien que algunos de sus hombres desconfiaban de lapromesa mexicano. los americanos atravesaron de uno enuno la calle de¡ando sus armas en la casa, y apenas entra·ban en lo iglesia eron amorrados y llevados al cuartel. Seseparó o Crobb de sus hombres y no le permitieron comu­nicarse con ellos. A la una de la mañana del?, a dos horasjustas de su rendición, se presentó un sargento con un papelque comenzó a leer en español y (ortlezón a traducir al in­glés. El papel decía que al amanecer todos serían pasadospor las armas.

La sentencia se eiecutó pocas horas después. Los fusi­laron en grupos de cinco y diez. Los soldados desf'inados aesa toreo estaban tan nerviosos y les temhlaba tonto el pul.so que a la primera descarga caían más filibusteros heridosque muertos. los estertores de los heridos los ponían másnerviosos todavía. Entonces voltearon a los prisioneros deespaldas para que los soldados no tuvieran que mirar lascaras de los hombres o quienes estaban tirando; así pudieronhacer mejor su trabajo. A Crabb se le aplicó un tratamientoespecial. Se le amarró con la cara vuelta a un poste frentea la casa que había ocupado, y le ataron las manos bastantemás arriba de su cabezo. Se dice que le dispararon den tirosa su cuerpo que maniatado quedó colgado. Cortáronle lacabezo, y después de exibirla varios días en el pueblo laconservaron en mezca! como macabro trofeo de su victoriasobre los filibusteros americanos, y en prueba de lealtadde los pesquieristas al gobierno. los mexicanos dejaron loscadáveres podrirse al sol, y se jactaron de haber cebado a suscerdos con carne de americanos. Y también Gabilondo sejocló de haber cumplido su palabra de ponerles un buen mé­dico. Lo masacre fue sin duda instigada por Pesquiera, quien

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pa,a entonces se afrentaba de haberse relacionado con Crabb;bien sabía que los muertos no hablan. Con los filibusterosiba un muchacho de catorce años llamado Charles EdwardEvans. Le perdonaron lo vida y reveló la historia. Gabilondolo llevó a su casa en donde lo tuvo de sirviente hasta que elvice-cónsul americano en Mozatlón pudo obtener su libertad.(11.

Según Jo versión mexicana, los hombres de Crabb serindieron a discreción, pero aún cuando esto fuese cierto, lamatanza de los prisioneros no tiene iustificación. Conce­diendo que esos hombres fueran bandidos o piratas, el he­cho en sí no es razón suficiente para que sus captores los fu­silaran en el mismo lugar de los sucesos. Eso fue igual quelincharlos, y es en verdad extraño que un historiador ameri­cano justifique tal hecho. [2J. El fusilamiento de Crabb y suscompañeros conmovió hondamente los sentimientos en Esta­dos Unidos, sobre todo en California en donde el líder ysus principales asociados eran muy conocidos y estimados, yen donde en cambio los mexicanos eran cordialmente de­testados. El Ministro Forsyth pidió al gobierno mexicanoefectuar una investigación de los hechos y castigar a los res­ponsables de tan inicua medido, pero la característica de­mora de las tramitaciones en la América Hispana hizo queel asunto Se estancara para siemp,e en los cenagales de ladiplomacia.

No cabe duda, desde luego, de que Crabb llevaba enmente desarrollar algo más que una simple empresa de colo­nización. Lo que en verdad quería era emular las hazañasde Sam Houston y de Walker en Nicaragua. El periódicoSan Joaquin Republican, publicado en Stockton, donde en untiempo vivió, decía después de dar cuenta de su muerte:"Nadie que conozca la integridad de los hombres que orga­nizaron y dirigieron la empresa podrá jamás creer que suspropósitos fueran infames o sórdidos ... Creemos que ni su

(11 House h. Doc. 64,35 Cong.• Se,,_ l.(21 Norlh M"••""" S'ClI... and lUCIO, Vol. 11. 1'6\1s. 694 _ 5, por H. H. l3on<Xl Sona-oft (San

Fronoo«>, 18891.

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más acernmo enemigo podrá decir que hayo ha habido enCalifornia un hombre de más limpia reputación que él". Pl.Aunque valiente, honrado y resuelto, Crabb no tenía la fibrade que están hechos'los verdaderos filibusteros. Walker yHenningsen se vieron a menudo en más precaria situaciónque los hombres de eaborca, sobre todo en la primera y enla segunda batalla de Rivas y en el sitio de Granada, y siem­pre salieron adelante. El haberse fiado de las promesas me­xicanas habla bien de su corazón, pero no de su cabeza.

Volvamos a Walker, a quien deiamos a bordo de unbarco de guerra americano en San Juan del Sur. De esepuerto el filibustero y su Estado Mayor caído fueron llevadosen el Saint Mary a Panamá, de donde siguieron a Estados Uni~

dos¡ llegaron a Nueva Orleans el 27 de mayo. Allí fueronrecibidos entusiastamente. Tan pronto como Walker bajódel pasamano sus simpatizadores lo alzaron en hombros lle­vándolo nI coche que lo esperaba. La excitada multitud lesiguió en procesión hasta el Hotel Saint Charles. desde cuyobalcón se vio obligado a hablar. El gentío, negándose adispersarse, le pidió cdn tanta insistencia que hablara otravez, que al fin bajó a la rotonda, se subió a una mesa, y vol~

vió a hablar. Celebróse un mitin público el 29 por la nocheen la "tierra neutral" de la calle Canal, (2J. Walker y suEstado Mayor subieron a un tablado decorado con la ban­dera de las barras y las estrellas y de su bandera de Nica­ragua. El general fi'1ibustero habló durante dos horas; hizoun resumen de su carrera en Nicaragua, defendió su actua_ción, y rindió tributo de admiración a los hombres que lu-

(1) San Joaquin Republitan, 17 de mayo de 1857.[21 Una señora de Nueva Orlean" M". V. F.. McCord, compu&o un poema a Walker

cuando éste llegó o la ciudad. La coml:>mici6ll carece de valor literario, pero loúltimo de 'u. quince estrofas es intere.ante porque expresa la ¡de" que el americanaCOmún y corriente tenía de los planc. de William Walker·

iSalve a tí, Poladín! Corone el cielotLJ írente de CC1udillo nacionaly veo pronto volar sobre el mar01 águila emblemóticullevando en su pico un ramodel órbol americano.

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charon contra él. (1). De Nuevo Orleons siguió a Memphis,de allí a louisville, en donde visitó a su hermana la señorade Richardson, luego pasó a Oncinnoti y por último a Washi­ngton. El 12 de junio, previa cita, fue recibido por el Presi­dente Buchonan, y tres días después le expuso por escrito sucoso contra el Capitán Davis, protestando especialmente porla aprehensión del Granada. {21.

Walker llegó el 16 de junio a Nueva York. Un comitéde simpatizadores lo recibió en Amboy y cruzando la bahíallegaron a Bettery Park, donde ba¡o un aguacero pronuncióun discurso. La noche siguiente asistió al Teatro WalJack,ocupando un palco con Henningsen y su esposa. Al entrarellos, la orquesta tocó "iHail, Columbia!", y Wolker Se vioobligado a hablar desde su palco. Una muchedumbre decuriosos lo acosaba de tal manera que tuvo dificultad ensalir del teatro, y al Hegar a su hotel una banda le puso unaserenata. A nadie más que a él contrariaban semejantesdemostraciones, y tonto que paro poder descansar desocupóel hotel y se retiró a un lugar aportado donde sólo sus íntimospodían visitado. Henningsen, quien había salido de Colóndirectamente a Nueva York, fue recibido can más afectuosi­dad aún que su ¡efe. (3),

Pero el culto rendido al héroe en Nueva York no habíade durar. Las muchas críticas que Walker hiciera a Davis nofueron bien recibidas por la ciudadanía que veía en el oficialde marino al salvador del filibustero. Además, el Wabashllegó en seguida repleto de desdichados cuya terrible indi­gencia, padecimientos, y desemparo total fueron amplia­mente descritos, y tal vez hasta con exageración, por [os dia­rios y revistas. Muchos relatos de esos hombres daban cuen·ta de la indiferencia y las crueldades de su líder; y esto ad­quirió más vivos colores cuando se supo que WaJker ni si-

!JI Libro de recortc5 de Wheeler, Vol. 4, P6g. 208.[21 Srol..s, de WO$hlngton, 17 de junio d~ lB57.(JI Hen:lld, de Nue..." York. 17 y 19 d~ junio do 1857; Ubro de r~'or!a$ de Wh....ler,

Vol. 4, Pág. 202.

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quiera visitó a los que tonto habían sufrido peJeando por sucausa, ni jamás hizo nada por aliviar su situación. Más biensucedió 10 contrario: tres días después de haber llegado ellosa Nueva York él solió apresuradamente rumbo o Charleston.De aquí partió a su casa de Noshville cruzando en cortasetapas el estado de Georgia, y luego llegó a Mobila dondeya habían comenzado los preparativos de una nueva expe­dición a Nicaragua. En agosto habló la prensa de una orga_nización denominada "liga Centroamericana", con ramifi­caciones en todas los grandes ciudades de Estados Unidos,creado con el fin de organizar y equipar una segunda ex­pedición en escala mucho más grande que Jo primera. Walk­er no ocultaba su propósito de regresar a Nicaragua, yHenningsen, 01 despedirse de lockridge en Nuevo York, ledijo afirmativamente: "Nos veremos otra vez en Filipos".l+)'Al llegar el otoño, Henningsen en Nueva York, Waters enMisisipí, y R'ogers en Nueva Orleans, fueron vistos como sos­pechosos de ocuparse activamente en el enganche de volun­tarios y en la compro de armas. (11.

El conocimiento de estos hechos y rumores hicieron quelrisarri y Molino dieran cuenta al Secretario de Estado Cossde lo expedición que se planeabo, así como de los colectasque ellos creían se estaban hadendo en Nueva York paracomprar armas; por consiguiente, rogaban a'l gobierno ame­ricano impedir el desembarco de tal expedición en cualquierpuerto de la América Central en caso de que no pudieraevitarse S\J salida de Estados Unidos. 121. InmediatamenteCass envió una circular a todos los jefes de policía de Esta­dos Unidos, a los fiscales de distrito, y a los administradoresde aduana de los estados litorales, poniéndolos en autos de

\+) De Shoke,peor... JULIO CESAR. Ado IV. hceno 111, "Co$10. Enlences VOfl'\O$. comodaseó1s. Nos pond'amos en marcho y los enronTra'E1mot en filipo,", FlfifX>$.ciudad do Moced,mio. an los confines da Tracia, na laios c10l mor. En lo Ilcmur"que rodoCl lo ciudad da ese namNe an al año 42 "ntes de C.• le libró la batallolI<lmodo da Filipo, entra 101 fuerzo, de Bruto y COlio por uno porle y lo. de O~lovio

y Morco Antonio por otrl;l. LI;I b<,tollo s.a prolong6 por voriOI dlol y tarminó eon lodeuora y lo mue(hs da IQI primero.. (N, del LI.

nI H"<old. de Nuevo Y01k. 14 de diciembre de 1857.121 MOnuS(T¡'o. de los Archivos d..1 Deponomcnlo de Estado. Notos. América C"nlfal. 11.

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la proyectada expedición, y encareciéndoles el rígido cum­plim¡ento de la ley. Terminaba instándoles a remitir rápi­damente al Departamento de Estado cualquier informe queobtuvieran sobre didw expedición. El Secretario de Marinaexpidió las mismas órdenes a los capitanes de barcos en aguascentroamericanas. Las autoridades de Mobila y NuevaOrleans acusaron recibo de la comunicación de Cass, pero noremitieron ningún dato referente a expediciones filibusteras.El Fisco'l Federal de Nueva Orleans, no obstante, notificó aCass que dado caso saliera de ese puerto una expedición nohabría manera de impedirla, pues la fuerza naval de allíera completamente inadecuada. Cass transmitió en el actola nota a1 Secretario de Marina, Isaac Toucey, quien ordenóal Fulton recalar en Mobila y Nueva Orleans antes de zarparhacia aguas centroamericanas. No fUe éste un método muyeficaz para suprimir el filibusterismo, pero era más o menostodo lo que la Secretaría de Marina podía hacer con las fuer­zas de que disponía.

El 30 de octubre el fiscal federal en Nashville participóa Cass que no cabía duda del reclutamiento de gente en sudistrito, y que ya había hecho comparecer ante el juez fede­ral a personas supuestamente sabedoras de los planes deWalker, pero que no había podido reunir suficientes pruebaspara entablar acusación contra ellas. Las actividades de lospartidarios de Walker han disminuido últimamente, decía, yla expedición sin duda ha sido abandonada o su salida pos­puesta. Diez días después llegó noticia de Charleston, Caro­lina del Sur, respecto de que un ex-capitán de Walker, J. T.Mackey, tenía lista una compañía de cien hombres en la re­gión septentriona'l del estado, la cual llegaría a Charlestonpara sumarse a otra compañía de Savannah. El Fiscal deDistrito de Charleston decía estar aguardando el momentoen que se juntaran para efectuar detenciones. (1),

Cuando Toucey ordenó al Fulton entrar en Mobila yNueva Orleans de paso para las costas de la América Cen-

11) Hou,,, Ex. Doc. 24,35 Cong., 1 Sess., 13, 14.

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tral, dio instrucciones o su comandante, Teniente de NavíoJohn J. Almy, de informar al Departamento todo lo que pu~

diera averiguar en esas ciudades sobre la probable salidade filibusteros. los instrucciones dadas a Almy incluían tam­bién las que ya tenían los demás oficiales de marina en aguasdel Caribe referentes a la aplicación de la'ley de neutralidad,Estos recomendaciones eran ambiguas, pues iban dirigidasprimordialmente a las autoridades civiles de los puertos es­tadounidenses, así que Aimy, antes de partir, pidió por es­crito se 'le dijera de manera concreta cómo debía ejecutarlas.lo que él preguntaba debe haber estado también en lo men­te de todos los oficiales estacionados en puertos centroame­ricanos. Puesto que la ley de neutralidad es aplicable úni­camente en los puertos de Estados Unidos o los comprendi­dos dentro de su ¡urisdicci6n, ¿podía él apoderarse en unpuerto extranjero de un barco sospechoso -preguntaba­o sólo debía impedir el desembarco de sus pasajeros? Y enseguida ¿qué debía hacer en caso de que los pasajeros ale·garan ser viajeros con destino a San Francisco o simplementecolonizadores pacíficos? la respuesta de Toucey no fue muyexplícita; los oficia'les de marina, ero su respuesta, no debenactuar arbitrariamente ni basarse en simples presunciones,y han de tener OJidado de no intervenir en cuestiones de le­gítimo comercio; pero si se tratara de un barco dedicado aactividades filibusteras debían emplear lo fuerzo bajo sumondo poro impedir el desembarco de hombres y de armas.(11. A decir verdad, el estacionamiento de barcos de guerraen puertos extranjeros para hacer cumplir las leyes de Es­tados Unidos, era un procedimiento tan anómalo que ningúnftJncionario del gabinete habría podido dar indicaciones con­cretas respecto de lo que en tol coso debía hacerse,

llegado que hubo a Mobilo, Almy oyó rumores de unaexpedici6n filibustera, pero no eran 10 suficientemente posi­tivos como para que pudiera él tomar cartas en el asunto.Observó sí una simpatía general en favor del movimiento, y

ill $enole Doc. 13,35 Cong., 1 Sen,

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también que se tenía la impresión de que Washington lo to­leraría. El trató de borrar dicha impre'sión, pero la ciudada­nía hacía hincapié en el muy repetido decir de Cass respectode que los americanos podían en cualquier momento emi­grar llevando sus armas consigo. Si bien pudo observar quetoda la gente simpatizaba con los filibusteros, notó asimismoque los apuros económicos que entonces pasaban eran tanagobiantes que la empresa estaba a punto de zozobrar. (1),

De Nueva Orleans envió Almy el F de noviembre un infor­me simi'lar. La crisis económica, advertía, era tal allí queel en-rusiasmo filibusterista se había debilitado grandementey prevalecía la creencia de que ninguna expedición podríasalir antes de un año. Walker permanecía en la ciudad, peroparecía relativamente quieto, y los filibusteros violentos quevivían exteriorizando sus opiniones en la prensa y causandoagitación, eran sólo violentos de pa'labra y pluma. (21.

El oficial de marina no indagó como debía. Porque, almomento de escribir su informe, los preparativos para el re­greso de Walker a Nicaragua llegaban ya casi a su fin. Lasautoridades civiles federales del puerto estaban más al tantode la situación, de ah í que ellO de noviembre fuera detenidoWalker bajo acusación de infringir la ley de neutralidad. Ladetención tuvo efecto poco antes de media noche en su alo­jamiento de la Calle de la Aduana; de allí fue conducido alHotel Saint Charles, donde el Juez de Distrito lo esperaba paraintimarlo a comparecer al día siguiente por la mañana en e'ljuzgado. Y allí se presentaron también Pierre Soulé y elCoronel S. F. Slatter, e'l primero en carácter de asesor y el se­gundo como fiador. Dejóse en libertad a Walker hasta parala mañana siguiente que se vería su caso; Slatter lo afianzópor la suma de dos mil dólares. Compareció Walker a lah~ra indicada y otra vez se le dejó en libertad para que vol­viera a comparecer el 19, día en que se le enjuiciaría. El

11) E-to ocurdo en medio del pánico financiero de 1857.[21 Monu,c'itos; archivo, del Deparlamenlo de Marina, Carla' de lo, oficiales, no·

viembre de 1857,

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Fiscal de Distrito pidió al Juez elevar la fianza a Walker, perola solicitud fue denegada.

El arresto de Walker se debió en parte a un telegramaprocedente de Nueva York que los periódicos de NuevaOrleans publicaron¡ decía que en el curso de la semana sa1­dría de esta última ciudad una expedición a Nicaragua. An~

tes de aparecer esa noticia pocos eran en verdad los quesabían de la presencia de Walker en Nueva Orleans. Lasautoridades federales se reU'nieron en consulta a las diez dela noche del 10, Y resolvieron arrestarlo. Acentuóronse sussospechas al saber que el vapor f.ashion, surto en la bahía,había recibido gran cantidad de provisiones. Hasta muyrecientemente este buque-tronsporte había sido propiedaddel gobierno; luego por una suma irrisoria pasó a manos deJ. G. Humphries, de quien se sospechaba era amigo de Walk­ero Su día y hora de salida de Mobila para Sa-n Juan delNorte, como barco de pasajeros de la Compañía de VaporesMobila y Nicaragua, fueron anunciados públicamente; deahí que las autoridades federales lo tuvieran estrechamentevigilado. Enteradas éstas de que la tripulación y cargamentoestaban ya a bordo, procedieron a arrestar a Walker. ElFashion fue registrado, pero al no encontrarSe nada en él nose le detuvo¡ de modo que pocas horas después del arrestode Walker levó anclas y zarpó río aba¡o hasta Mobila. Ala tarde siguiente Walker, a pesar de estar bajo fianza, seembarcó con su Estado Mayor y gran número de partidariosen un paquebote rumbo a Mobila, y l'Iegado allí abordó elFashion, fondeado a cierta distancia de la bahía. Para SO'lirde Nueva Orleam sin despertar sospechas, sus hombres abor­daron el paquebote en pequeños grupos y por diversas vías.

Tan pronto como se supo que Walker había salido deNueva Orfeans, el Fiscal de Distrito Clock puso 0;1 tanto delhecho a Cass participándole al mismo tiempo que nada po~

dían hacer las autoridades por falta de un vapor para per­seguir a los fi'libusteros hasta donde se suponía que iban. (1).

11l House Ex. Poc. 24, 35 C0I19., 1 Se'", 1~.

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Al mismo tiempo pidió al Fiscal de Distrito de Mobila vigilaral Fashi'on en caso de que llegara a ese puerto. Al darsecuenta Cass de la evasión de Walker telegrafió a Clack orde­nándole tomar un vapor y con el Jefe de Policía y fuerzas su­ficientes dar alcance al Fashion¡ pero el mensaje, por unarazón u otra, nunca le fue entregado. Ahí terminaron lasactividades federales de Nueva Orleans. En Mobila las au­toridades federales fueron más indulgentes. El Fiscal de Dis­trito, al recibir el mensaje de Clack, remitió el caso al Admi­nistrador de la Aduana, Thaddeus Sandford, quien ordenóregistrar el barco. El registro fue pura farsa¡ en el carga­mento no vieron nada sospechoso, y los 250 pasaieros pa M

saron por emigrantes comunes y corrientes. De modo quese permitió al barco zarpar hacia San Juan del Norte, pormás que se daba por seguro que Walker iba en él. (1J. Por nohaber detenido al Fashion, Howell Cobb, Secretario del Te­soro, reprendió severamente a Sandford. El Administradorde la Aduana respondió con una larga y floia aclaracióntratando de demostrar tal candidez que hasta los mismos an­gelitos del cielo hubieran envidiado. El punto de su defensaera no haber sabido nada del caso hasta cuando el vaporhabía prácticamente salido. Que el vapor estaba ancladoa seis millas de la ciudad, añadía, y que cuando el inspectorbajó del barco ya éste se preparaba para zarpar y zarpó almomento de entregar él su informe a Sandford. Cobb acep­tó tan desmañada disculpa pero le advirtió que debía evitarse repitiera un caso semeiante. La reprimenda surtió efecto,pues el 16 de diciembre el dueño del Fashion solicitó permisode salida para la goleta Queen of the Sea, con cargamentoy mercaderías desHnadas a San Juan del Norte. A Mobilahabía llegado días antes una partida de emigrantes que sesuponía querían embarcarse en la goleta. Sanford le retuvosus documentos de embarque, a pesar de las fuertes críticasde la opinión pública. La noche después de esto se celebróun miti'l1 en el que un ex-gobernador y otros promrnentes

(1\ Hou&e Ex. Doc. 24, 35 Cong., I Se,"" 24-27; 39.44,

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ciudadanos fustigaron con aspereza la política del gobierno.y fue tan fuerte la grita popular que el Administrador pidióal Secretario del Tesoro respaldar públicamente su conducta.Cobb respondió diciéndole: "Los motivos que tuvo usted paranegar la salida justifican su actitud, y este Ministerio lo res­palda plenamente. (1).

La evasión del Fashion hizo que el gobierno aumentarala vigilancia para' impedir el envío de refuerzos a Walker. ElCapitán J. C. Mackey, ex-filibustero de quien se venía sos­pechando que reclutaba gente en Carolina del Sur, fue arres­tado en Charleston, pero al permitírsele salir del iuzgado enbusca de fiador desapareció sin deiar huella. Cobb reco­mendó a los Administradores de la Aduanas de Galveston yNueva York vigilar de cerca al Fashian, que se esperaba vol­vería pronto a llevar más filibusteros a Nicaragua¡ y Touceyordenó a la ft-agata de vapor Susquehonno, estacionada enCayo Hueso, partir en el acto a Cabo de Gracias a Dios, ydesde allí bordear la costa hasta San Juan del Norte. (21.

El Fashion zarpó el 14 de noviembre. Apenas entradoen aguas internacionales, los hombres se organizaron en unbatallón de cuatro compañías. De los filibusteros a bordotreinta habían estado con Walker en su última campaña, yseis pertenecían a la Falange de "aquellos cincuenta y seisprimeros". Hornsby, Anderson, Fayssoux, Swingle, Brunovan Natzmer, y el infatigable luchador y muchas veces he­rido Henry eran del número de los que iban dispuestos avolver a encarar los infortunios de una campaña tropical.Volvía también con ellos John Tabor a reanudar sus laboresperiodísticas en El Nicaragüense. Henry, ahora con gradode coronel, ejercitaba diariamente a los reclutas poniendoespecial empeño en los detalles rutfnarios del servicio mili­tar, como decir montar guardia y colocar centinelas; Swingle,por su parte, les enseñaba a fundir balas y fabricar cartuchos.Avistaron tierra el 23, pero el vapor, en vez de aportar en

(1) House h. Doc. 24, 35 Cong., 1 Se".,':4 -46.12) Hous" Ex. Doc. 24, 35 CDIlg., I 5e"., 29 - 32; 49 - 56.

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Son Juan del Norte se dirigió a la boca del Río Colorado, ra­mal meridional del San Juan. En este punto echórome 01agua tres botes y se ordenó a una de las compañías, la deAnderson, desembarcar armada. Remaron río arriba bajoun copioso aguaie, y el Foshion volvió al mar. Toda la nocheel vapor bordeé 10 costa y a las siete de la mañana del 24entró resueltamente en lo bahía de San Juan del Norte po­niendo proa a Punta de Castilla. Atracó el vapor al costadodel casco de un vieid barco varado de la Compañía del Trán­sito que ahora hacía de muelle, y cinco minutos después to­dos los filibusteros pisaban tierra. (l),

Todo esto se realizó ante los propios oios de los oficialesde la corbeta americana Sarotogo, estacionada allí precisa­mente para impedir el desembarque. Parece que el CapitónChatard no vio nada anormal cuando el vapor entró intré­pidamente y posó por su lado con sólo unos quince hombresen cubierta; supuso que el barco traía una cuadrilla de tra­ba¡adores america'i1os a reabrir lo ruta del Tránsito. (2).

Grande fue su contrariedad cuondo vio a varios centenaresde hombres armados de rifles saltar de la borda al cosco delviejo barco. Se vio en el acto ante el problema que antesatormentara a Almy. Estando como estaban en puerto neu­tral no quiso disparar contra el vapor para impedir el desem­barco, y viendo a los hombres ya en tierra ·no tenía ningúnpoder sobre ellos. Muy angustiado escribió en seguida a sujefe superior, el Comedora Hiram Paulding, entonces en Co­lón, pidiéndole con urgencia venir a Son Juan del Norte. Unosdías después de la llegada de Jos filibusteros arribó el vaporde pasaieros inglés Dee, al que Chatord consiguió hacer sa­lir varias horas antes de la hora señalada con su mensaje aPaulding, todavía en Colón. Junto con el despacho oficiolenviaba Chotard a Paulding una carta privado lamentán­dose de su propia estupidez al dejar que Jos filibusteros bur­laron la vigi'lancia del Smatoga. "Por no sé qué causa debo

111 Li!xo. de ,ecort&s d~ W!lQeler, Vol. 4, P&[l~. 278, 280; He,ald, NuevQ York. 14 ded¡~¡embre de> 1857.

(21 Monu1crito.; I\rchlvQ$, Ceporteunanl"" de Molino. 1'101" Oomeulro, 11, !i8.

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haber estado como aturdido, y parece que así también misoficiales ... Le ruego, señor, venga a aconsejarme. Bailanen mi cerebro las ideas como locas y sólo veo ante mí untenebroso futuro". (11.

El Fashion, que arribó a Colón casi iuntamente con el Dee,llevó a Paulding una carta de Walker en la que se quejaba deque Chatard lo importunaba con pequeñeces. Este oficial, ledecía, so pretexto de proteger la propiedad americana im­pidió a los filibusteros ocupar los edificios de la Compañíadel Tránsito en Funta de Castilla; algunos de sus oficiales, entraje civil, se habían introducido al campamento de Walkersin acatar el ¡quién vive! de los centinelas; ,jos marinos de lacorbeta americana, en sus prácticas de tiro al blanco, dispa­raban sus obuses tan cerca del campamento que un tiro maldirigido o una bala perdida podía causar graves daños; yChatard, terminaba diciendo la carta, le había notificado que,por tener su campamento en 'la línea de tiro del Saratoga, de­bía trasladarse a otro lugar, ya que si el barco tuviera quedisparar contra una nave sospechosa los filibusteros peligra­rían. Walker, habiendo antes removido de allí a una partede su gente para no estorbar las prácticas de tiro de Chatard,no hizo caso de esta última notificación. Ardido por la burlaque de él habían hecho los filibusteros, Chatard desahogabasu rabia con nimiedades irritante provocándolos a cometertorpezas que justificaran su intervención para aplastar la ex­pedición, y de esa manera borrar en parte Ja pifia cometidaal dejarlos desembarcar. No bien recibió las cartas deChatard y Walker, Paulding dispuso salir para San Juan delNorte, a donde arribó el 6 de diciembre.

Después de asentar su campamento en Punta de Casti­lla, Walker se quedó allí esperando la llegada de refuerzosque debía traerle Henningsen, así como noticias de Anderson,a quien dejara con una compañía en la boca del Río Colo­rado. El plan de Anderson era tomarse los vapores del Río

111 Manuscritos, Archivos, Departamento de Mar;na, flota Doméstico, 11, 58.

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San Juan para que embarcándose en ellos Walker y sus hom­bres pudieran seguir al interior del país. llegó Andersona lo bifurcación del San Juan antes de que la otra gente de­sembarcara en Punta de Castilla; gracias a ello pudo impe­dir que la noticia de la llegada de los filibusteros se supieraen los fortines de rio arriba yen los vapores que lo surcaban,Anderson tuvo éxito desde el principio, Para el 19 de di­ciembre tenía en sus manos tres vaporcitos del río y el vaporLo Virgen, así como la fortaleza El Castillo. Walker, entretanto, esperaba ávidamente noticias de los hombres queoperaban en el río, ya que su fracaso significaría la muertede sus esperanzas. El 4 de diciembre, sin noticias aún, sepasó lo 'noche en vela y muy inquieto esperando saber deAnderson. Y luego todo el santo día estuvo al acecho y aguar­danclo; y nada de noticias todavía. los hombres comenza­ban a desanimarse; Punta de Casfilla era, cuando más, unmelancólico y desolado arenal que las torrenciales Huvias cal·dos desde su llegada habían cOhvertido en un puerco lodazal.Sin embargo, ya entrada la tarde de ese día, se vio venir unbongo sobre el río, y al acercarse pudo distinguirse a uno delos hombres de Anderson sentado en la popa, mientras que105 dos bogas eran prueba de la victoria de Anderson; Se tra­taba de prisioneros de guerra costarricenses. "IViva FrankAndersonJ", gritó aquél cuando vio que podían oirle. liNostomamos El Castillo, los vaporcitos del río, y el vapor laVirgen 'Sin perder un solo hombre", El mensajero contó quehabían llegado hasta doce millos de San Juan del Norte enuno de los vaporci1os capturados, pero que habiéndose va­rado ésfe allí lo mandaron a él con la noticia del triunfo. Estoreavivó el abatido espíritu de los filibusteros, cuyo campa­mento rugió toda la noche en jolgorio y algazara. (1). Prontocreían ellos, dejarían ese inhóspito paraie paro irse al paraísoferrenal del inferior.

Pero al romper el alba surgió como del fondo del marla magnífica y nueva fragata de vapor Wabash, de cin-

(11 ....... Id, de Nueva YOIk, 28 de didemb'e de 1857.

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cuenta cañones, ondeando en su proa la insignia del Co­modoro Paulding. Ancló fuera del puerto por tener esasaguas poco fondo; quedó exactamente frente al campamen­to filibustero. Al día siguiente amaneció allí también elFulton, llegando a ser con éste tres los buques de guerra ame­ricanos en Punta de Castilla. Y ese mismo día apareció enla bahía el omnipresente pabellón británico enarbolado en lafragata de vapor Leopard, de veinte cañones, que fondeó cer­ca del Saratogo, y también el Brunswick, monstruo de los ma­res de noventa bocas de fuego. Este se colocó junto alWabash. Ese día Paulding invitó a su mesa al cónsul de laGran Bretaña y a los capitanes de los barcos de guerra bri­tánicos. (1J.

la presencia de tantos barcos de guerra inquie1'ó bas­tante a los filibusteros, pero a medida que las horas pasa­ban ún ocurrir nada extraordinario, se hizo creer a la gentede Walker que los barcos americanos estaban allí solamentepara vigilar a los ingleses e impedir que intervinieran. Du­rante el dia se desprendieron del Saratogo varios botes queremontaron el río; estos movimientos no llamaron la atenciónde los reclutas que simplemente creyeron se trataba de botesaguadores, pero sí preocupó q los oficiales veteranos quienesnotaron que los botes no regresaban. Pasada la media no­che Walker envió río arriba y en secreto a Fayssoux a verqué hadan aquellos botes allá. Descubrió que cortaban elpaso del río. De esto no se dlio nada a la gente, pero por lamañana fueron enviados Fayssoux y Hornsby a protestar antePaulding. El Comodoro les informó que había bloqueado elrío para impedir que Walker lo remontara, y que haría pri­sioneros a todos los filibusteros para llevárselos a EstadosUnidos. Los dos oficiales filibusteros quedaron detenidos enel barco insignia, y Pauldrng hizo los preparativos para de­sembarcar fuerzas en Punta de Castilla. (2J. Trescientos ma-

111 Lif" af Hiram Paulding, Re .. r-Admiral U,S.N., por Rebecca Po"lding, Pág. 183 Ysigui"nle" INueva York, 19101

I ) Herald, de Nueva York, 28 de diciernbre de 1856.

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rineros e infantes de marina fueron transbordados al Fulton, - 'el mas pequeno de los barcos, al cual Paulding trasladó su

insignia, y lo atracó al muelle de la Compañía del Tránsito.Allí desembarcaron los hombres que tomaron posiciones aretaguardia del campamento de Walker. En el entretantoel Saratoga se colocó entratégicamente apuntando sus caño­nes sobre los filibusteros, y botes pequeños con obuses en laproa se alinearon a la orilla de la costa directamente frenteal campame·nto. La demostración de superioridad de fuer­zas era más que palmaria, y a Wa'lker, conocer de los acon­tecimientos de la noche anterior, no le sorprendió la manio­bra. Antes de que Paulding hubiera terminado de tomaresas medidas, Walker había dado de baja a su guardia ydisuelto a la demás gente diciendo a los más exaltados -losque ardían en deseos de pelear- que resistir sería la mayorde las locuras. Paulding envió al Capitán Engle con un men­saje escrito a Walker intimándole la rendición. Ambos, alencontrarse, se dieron la mano, y Engle le entregó la nota.WaJker la leyó sin inmutarse, y habló: "Me rindo a EstadosUnidos". Engle le pidió arriar su bandera¡ Walker dio laorden a un oficial. Durante la conversación que ambos sos­tuvieron Engle le dijo: "General, me duele ver a un oficial desu temple metido en esto. Nada me gustaría más que verloa la cabeza de tropas regulares". Engle ordenó a sus hom­bres reembarcarse y volver al Fulton. Varios mensajes ver­bales se cruzaron Pauldi'ng y Wa'lker, y uno de tantos, tergi~

versado por el emisario, ofendió grandemente al Comodoro.Queriendo él mostrar consideración a Walker, le mandó a de­cir que sus oficiales y soldados serían alo¡ados aparte. Walk­er respondió que no le estaba pidiendo ningún privilegio, alo que Paulding, toma'ndo eso como altanería, ordenó lo em­barcaran inmediatamente en el Fulton. Los que después ocu­rrió lo diría meior el propio Paulding en carta a su esposa:"Después que dí la orden (Ja de embarcarlos) vino a verme,y este demonio corajudo, que había segado tantas vidas, vinoa mí, se humilló y sollozó como un niño. Comprenderás que

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me enternecí como una muier, y desde ese momento lo hetenido como huésped en mi camarote. Ahora conversamosy reímos como si nada hubiera ocurrido, y tú dirías, al verlodepartjr con el capitán y conmigo, que es uno de los nuestros.En un tipo listo y hay que serlo igual paro tratar con él. Losaqué de territorio neutral tomando una medida extrema. Es­to puede llevarme a la presidencia o costarme mi destino". (1),

Fue impresionante el encuentro de estos dos hombresque Se veían por primera vez, y los oficiales y tripulantes ape­nas pudieron disimular su asombro cuando en Jo cubierta delFulton apareció el filibustero. La gigantesca estampa delComodoro en uniforme contrastaba extrañamente con la di­minuta figura del General en obscuro traie de civil; y los allípresentes notaron que los ojos de Walker rojeaban de sangre,claro indicio, según testimonio de Paulding, de que habíallorado.

Fue una ironía del destino que al momento de rendirseWalker a Engle, y de ser arriada su bandera de Ja estrel'laroja, el retrasado vapor del río que encallara doce millas ríoarriba, apareciera con doce filibusteros que traían a bordotreinta prisioneros costarricenses. Un pelotón de marinos seapoderó del barco, liberó a los prisioneros, capturó a los fi­libusteros, y puso el vapor baio la guardia del Agente Comer­cial de Estados Unidos en Son Juan del Norte. C. J. McDonald,el agente de Margan y Garrison que acompañaba a Walkeren su viaje a Nicaragua, reclamó el vapor en nombre de sus¡efes, pero Paulding se negó a ejercer funciones saiomónicas.

Cuando Walker se rindió, unos cuarenta filibusteros seenmontañaron con la idea de seguir río arriba en busca deAnderson. Al siguiente día salieron marinos a buscarlos almonte; al anochecer habían hallado a trei'nta y dos. Los otrosremontaron el río en un bongo. La noche después de la ren­dición los sanjuaneños invadieron el campamento y lo sa-

11) Lile 01 Hiram Paulding, Pág. 183 Y a t rOl, par Rebecca Poulding Meooe.

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quearon lindamente. Mucho de lo que no pudieron llevarselo enterraron para sacarlo después. Lo que de provisionesquedaba en el campamento pasó al Wabash para ser entre­gado a las autoridades estadounidenses. Más de un fili!bustero, encolerizado por el triste desenlace, hizo añicos suarma contra el suelo.

Los oficiales y soldados, a excepción de Walker y JohnTabor, fueron embarcados en el Saratoga, y el 12, a menosde un mes de su salida de Mobila, iban de vuelta a EstadosUnidos. A Walker no \0 embarcaron en esa nave debido asu enemistad con el Capitán Chatard. El Saratoga llevó a lossoldados y oficiales a Norfolk, Virginia, y el Wabash se diri­gió a Colón, lugar de su estacionamiento. (1).

Walker dio palabra a Paulding de regresar a EstadosUnidos en un barco de pasa¡eros y presentarse a su llegadaa Nueva York ante el jefe de policía federal. Su comporta­miento a bordo del Wabash fue muy diferente del que tuvocon los oficiales del Soint Mary cuando después de capitularen Rivas lo abordó en San Juan del Sur. Con éstos fue hu­raño, pesado y altivo, mientras que ahora era ¡ovial y con­descendiente. Como llegó cinco días antes de la salida desu vapor para Nueva York, Paulding hizo todo lo posible porque se quedara a bordo con él, donde tendría mejor alo¡a­miento que en tierra, pero una vez que el barco hubo echadoel ancla, Walker rehusó permanecer allí ni siquiera para unacomida más, y tomó un cuarto en un hotelucho del puerto.En él se pasó lo más del tiempo encerrado y escribiendo; aratos, para entretenerse, se iba a pie a los talleres de repa­ración de la compañía del ferrocarril.

Cuando el Wabash zarpó de San Juan del Norte An­derson andaba todavía río arriba. El Fulton fue enviadoa la boca del Colorado, y el Susquehanna, que acababa de

{JI Entre lo, "filibu.tero:;" que regre.aron en el Saratoga iban Mrs. lluttrick y su~ tre"niños. Su esposo era copit!Ín en [o~ filas de Walker.

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llegar, se apostó e'n la desembocadura del San Juan paraimpedir la evasión de Anderson y sus hombres, así como eldesembarco de refuerzos que para Walker pudieran veniren camino de Estados Unidos. Al saber Anderson la noti­cia de la captura de Walker abandonó El Castillo clavandoantes los cañones y desmantelando las defensas de la for~

taleza; acto continuo embarcó a su gente -en el Odgen. El20 de diciembre escribió al Capitán Sands, del Susquehanno,diciéndole que estaba dispuesto a desbandar sus fuerzasquería saber si podían entrar en San Juan del Norte. Lamayoría, decíale, deseaba regresar a Estados Unidos. Sandsle contestó prometiéndole enviar allá a todo aquel que seentregara. (1). El 24 Sands destacó a sus hombres río arribaen botes remolcados por el vaporcito recién capturado porPaulding, e hizo prisioneros al resto de los filibusteros delOdgen. Anderson se rindió bajo protesta. Sus hombres, quesumaban cuarenta y cinco, fueron llevados en el Fulton a Co­lón y de allí transbordados al Wabash. Paulding llevó a losprisioneros a Cayo Hueso. La tercera expedición filibusterade Walker era ya cosa del pasado. (2).

111 Manu,critos d~ lo, Archivos del Depar~(]mcnto de Marino, Floto del Caribe, 11,Págs_ 67 y siguientes.

121 MonlJscritos de lo, Archivos del Departomento de Marino, Floto del Caribe, 11,Pág•. 71 '-74 - 6; S~nate Ex. Doc. 63, 35 Cong., 1 Se...

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CAPITULO XXI

El embrollo Wall<er-Paulding

Walker llegó a Nueva York procedente de Colón el do­mingo 27 de diciembre, a bordo del Northern Light, y delmuelle pasó directamente a casa de Henningsen en la CalleDoce. Su viejo compañero de armas se encontraba enWashington, pero en casa estaba Mrs. Henningsen. A lamañana siguiente, haciendo honor a su palabra, se presentóal Jefe de Policía Federal, quien no era otro que aquel sugran amigo y simpatizador Isaiah Ryndersj el mismo que elaño anterior fuera entusiasta promotor de varios mítines ce­lebrados en Nueva York en pro de Walker. Acompañabana éste SUs abogados Francis Meagf¡er, Malcolm Campbell, yel General Wheat. Al entrar en el despacho Rynders estre­chó la mano de Walker diciéndole: "Como Capitán Rynders,General, estoy encantado de verle, pero como Jefe de Policíano puedo decir lo mismo". El líder filibustero le retornó ca~

¡ladamente el saludo y le entregó la carta en que Pauldingponía a Walker bajo custodia del Jefe de Policía. Pero noteniendo Rynders orden de captura contra Walker ni man­damiento judicial para arrestarlo, se quedó perplejo sin sa­ber qué hacer. Se llevó al prisionero aparte, y después de unrato de conversación convinieron en ir juntos a Washingtony exponer el caso al propio gobierno. Luego Walker conce­dió una entrevista a los periodistas. Aun cuando es mucholo que hay que hacer para asombrar a gente de esa línea,todos se quedaron pasmados al oirle hablar fríamente dela invasión de Paulding a territorio de una nación amiga yde ultraje a su bandera' Es deber del gobierno americanoafirmó, restituir "a mis hombres al mismo lugar de donde

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fueron sacados a la fuerza, y también saludar a la banderade Nicaragua por la ofensa que se le hizo", (11. Era Walkeren la sala la persona más aplomada y dueña de sí misma,como también la más insignificante, en cuanto a aparienciapersonal.

A poco de haber llegado a Washington, Walker yRynders visitaron al Secretario de Estado, Cass, a quien elJefe de Policía explicó cómo y por qué llevaba prisionero asu amigo. Cass manifestó que el Poder Ejecvtivo no teníaderecho de detener a Wa\ker, y que antes de arrestárse\e porhaber violado la ley de neutralidad debió abrírsele proceso.El Jefe de Policía notificó entonces a Walker que quedaba encompleta libertad. La libertad en que quedaba el filibus­tero fue considerada por la ciudadanía como una desauto­rización de la medida adoptada por Paulding. El hecho deque un oficial americano hubiera arrestado a los hombresde Walker en territorio nicaragüense dio lugar a una bulumbade opiniones encontradas. Los abolicionistas, naturalmen~

te, aplaudieron lo hecho, y se explayaron diciendo que elComodoro había actuado en cumplimiento de una "Ley Su­perior". Por otra parte, en toclas las principales ciudadesdel Sur sus habitantes tronaron contra Paulding y celebra­ron mitines de protesta aprobando resoluciones más quetodo restallantes de epítetos violentos. [2l. Varios congre­sistas sureños manifestaron que presentarían una moción afin de que un barco de guerra llevara a Walker de vueltaa Nicaragua. Sus líderes, sin embargo, se encontraban an~

te un dilema: temían enfrentarse al gobierno con demasiadovigor por miedo a perder su apoyo en la cuestión de Kansas.

11) Herald, de Nueva York, 29 de diciembre de 1857.{2) En un mitin celebrado el 31 de diciembre de 1857 en Nueva Orlean. se resolvió

que. "E.te unánimemente condena en e,t~ caso la conducta de Pal1lding pOI notener excusa, ni precedente en la historia rle ninguna nación dvil¡,oda, es contrariaa los ley"s internacionales, y merece el conrljgno castigo de Estado. Unirlos", y"en opinl6n de este mitin es deber imporativo de e$te gobierno re.tituir al GeneralWolker y sus hombrM al paí. riel cual fueron sctGarlos tan liegalmente con fuerzO!Incontrastable$; y lombjén indemnizarlo. por entelo rle toda. lus pérdidas sufridospor cau'a de Su captura, detenciÓ!l y prlvución de w libertad y propiedad'", Time.,de Nueva York, 9 de enero de 1858.

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(ll. A todo el país desconcertó la resuelta oposlclon deBuchanan y de su gabinete a la empresa de Walker. Habíasepredicho a tambor batiente que al terminar el período dePierce y Marcy los filibusteros serían mejor tratados. Bucha­nan, como uno de los firmantes del Manifiesto de Ostende,(-1-) insinuó la adquisición de Cuba, aun por la fuerza, deser ello necesario, con tal de mantener la paz interna y lapreservación de la Unión Federal. Y más todavía, habíaaceptado su postulación y resultó electo en virtud de unaplataforma en que expresaba su simpatía por los esfuerzosque se hacían para "regenerar" a la América Central."¿Quare te, genitor, sententia vertit?" (¿Quién eres tú, pa­dre, para dictar sentencia?) era una pregunta que agitabala mente de los estadistas sureños.

La primera pública y auténtica opinión que el Presi­dente vertió acerca de la empresa de Walker se oyó el 8 dediciembre de 1857 en su primer mensaie anual al Congreso,a poco de haberse evadido el Fashion de Mobila. En refe­rencia a este incidente diio: "En nada benefician a la na­ción empresas de esa índole, antes bien le han causado yamucho daño, en lo político y en lo moral. Pido al Congresodicte leyes que impidan a nuestros compatriotas cometer esosdesafueros que las más eminentes autoridades en derechointernacional califican sin rodeos de robo y asesinato". (2J.

Más adelante Buchanan tendría oportunidad de exponer sinambages su opinión al respecto. El 4 de enero de 1858 elSenado aprobó una resolución destinada a "expedir órde­nes y recomendaciones a [as fuerzas navales de Estados Uni-

[11 Ver la. cano. de Alexander S:ephens a SU hermano Linton, en la obra Lif" ofAlexander Stephen., Pág,. 328 - 9, por John.lon ond Browne, (Filodelfia, 1878).

¡"'I Fue elle un documenlo firmado el 13 d~ octubre de 1854. Por Jomes Buchonan,J. Y. Mason y Pierre 50016, como Mini.tro. de E.tados Unido. en Inglaterra, enFrond" y en fsp"ño, quienes por orden del Pre.ldente Pierce 'e reunieron enOstende, puerto de Bélgico, con el fin de adoplor lo. medid", pertinente. por~upuc,to. perjuicios cau'odos por hp<'ñ" al corner<:io de E~tados Unjd()~ con Cubo.Recomendaba el rtwnifie,to que "Estodo. Unidos, de sur po.ible, compre cuonloonte, Cuba", y que ,i Espoiio ~e niego o vender lo Isla, "las leye~ humana, ydivino, nos darán lo t(lzón .¡ ,e la orreootamos u Espoña". Sin embargo, elSecretorio de btado, Morcy, repudió el documento. [N. del T·I.

!2j Me..ages and Paper$ 01 th~ Pre$;denl, Vol. V., ~ágs_ 447 - 8.

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dos en aguas centroamericanas relacionadas con el arrestode William Walker y de sus partidarios". Pl.

El despacho de estas órdenes fue motivo para que elPresidente emitiera un mensaje especial declarando quePaulding, al desembarcar fuerzas armadas en suelo nicara~

güense, había cometido "un grave error" que debía ser san­cionado para que no se repitiera. Era evidente, no obstante,continuaba diciendo, que el Comodoro, a quien calificaba de"valiente oficial", había actuado bajo el influjo de "senti­mientos nobles y patrióticos y sinceramente convencido deque intervenía en pro de los intereses y el honor de su pa­tria". Aun cuando el hecho constituía una violación de susoberanía, Nicaragua no sufrió por ello ningún perjuicio, an R

tes bien se vio libre de un invasor; y sólo esa nación teníaderecho de queiarse. Walker, invasor como lo era no teníaderecho a protestar por la invasión de Paulding. Si el oficialde marina hubiera arrestado a Walker antes de entrar alpuerto, habría actuado en legítimo derecho y su conductahubiera sido elogiada, pues el Artículo 8Q de la ley de neu­tralidad concede al Presidente facultad para emplear fuer­zas terrestres y navales de Estados Unidos a fin de impedirque se "lleven a efecto" expediciones filibusteras aun des­pués de haber salido de territorio estadounidense. El Presi­dente aprovechó la oportunidad para manifestar su resolu­ción de aplicar la ley. Reiteró su creencia en el "destino ma­nifiesto" del pueblo americano para reg'ir los asuntos delhemisferio occidental, pero calificó de criminal la empresade Walker, "que destruye el mismo objetivo que se proponealcanzar" ... "Si la mitad del número de ciudadanos ame­ricanos muertos miserablemente en la primera desastrosainvasión del General Walker se hubieran establecido comoemigrantes pacíficos en Nicaragua, el fin que todos perse­guimos se habda logrado en gran parte". Mejor sería, in­dicó, que fuese el propio gobierno el promotor de tales em"presas y no que las acometiesen aventureros irresponsables.

III Congresoionol Globe, 35 Cong., I Se.s. PI, 1, 179.

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Esas expediciones atentatorias, terminaba diciendo, entor·pecen el desarrollo de las relaciones exteriores con los go­biernos de la América Central. (1 J.

A nadie más que al propio Walker sorprendió 10 decla­ración del mandatario. Al momento de ser arrestado habíaasegurado solemnemente a Paulding que su empresa con­taba con el completo apoyo del Presidente; pero el Comodorono le creyó, (2). Poco después de haber llegado o EstadosUnidos y de verse públicamente calificado en Washington deaventurero, salteador y asesino, dirigió o Buchonan uno car­ta abierto de protesta por los acerbos críticos que de él y delos suyos hado, Recalcaba el hecho de que muchos de susoficiales se habían distinguido en lo guerra méxico-america~

na, y que uno de ellos "hasta fue condecorado por habersido el primero en plantar la bandera de usted en las cum­bres de Cerro Gordo" (3), Decía en la misma carta que ladocumentación del barco que lo llevó a Nicarogua era delegalidad a toda pruebo, y que aun cuando los hombrestransportados hubiesen ido en son de guerra contra una na­ción con la cual Estados Unidos estaba en paz, habían salidoyo de los limites territoriales de Estados Unidos paro que esanación tuviera derecho a intervenir, pues "los propietarios deun barco neutral están en completo libertad de transportarcombatientes y armos de contrabando o cualquier parte, su­jetos sólo al riesgo de ser capturados por ba'rcos enemigos",Terminaba la carta manifestando abiertamente su determi­nación de volver a Nicaragua, {"lo

PI Messogu o"d Pope.. al P,esidents, v_. P':'gs, 466 -'9.121 lit" <tf Hi.o.... I'a.,lding, poi Rebeoco P. M.."de, f'Og. y olms.(JI folo fue Thorno. Kenty, 10rge"'IO entonces del 7' de Infante.ía del ejé'cilo ame>itotlo

en 105 0'-;", de ISJB " 1847, oscendido a Teniente HOllorm;o poi' arrojo y ronducr"meritoria en Contreras y ChutUbusro, el 20 de ogosto de 1847. Historiea. Regis,"ond Oidio""ry o, .he Uniled Sf<lles Ann.,.. Vol. 1, P6g. 524,

(":1 "Hasla fonlo hayu un cenTroamericana destelToda de su ,...Im nOlivo, y que hubieresido drls¡:,ojodo d" !.'l' bienes y derechO!. eivlle. pOI hobemOl; praslodo sus s.. rvlciosen lo derreto y en kJ vielor'o. dedicaremos nueslro tiempo y oue$lra, "nerg'''' ..la obm de res~i~uirle ws bienes y d.. recho., Mienlras las huesos de nuestroscompaií~rOI de orrIlO., "¡"Sinodo. en raz6n de un bárbaro decreto elel goblornode CostCl Rica, blanqueen inupullo¡ en loo Se"onío~ de Nicaragua, nuestro. cara.=es se "don.orÓn y nU'!II,a. brazo. ludJarón por la justiclo que ya sé se nash"ró algún día". libra. de lceortes de Whceler. Val, 4, P~, 283, Y Horpe"1W....kly, Vol. 11. pog. 38.

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En Washington estuvo Walker sólo unos pocos días, y deallí siguió al Sur. Unicamente en ese sector del país podíaseducir al pueblo. En el Norte se daba por seguro que nosobreviviría a su útimo revés. La generalidad de los norte­ños creían que sólo el éxito era prueba de la rectitud de unacausa, y que dos fracasos consecutivos convertían al filibus­tero en un criminal. Y esta idea no se limitaba sólo al Norte.Un periódico de Florida, por eiemplo, editorializaba así: "Alprincipio le deseamos buena suerte, pero ahora comiénzasea creer que al "hombre del destino" le ha llegado su hora,y que no se le dará otra oportunidad de desperdiciar la viday la fortuna de sus compatriotas. Teniendo, como tuvo, to­das las ventajas a su favor, su presente situación y la de Ni~

caragua son prueba fehaciente de que no era el hombre delmomento. Esperamos que el gobierno aplique, al pie de laletra, nuestra ley de neutralidad". {llo

De manera similar en un mitin democrático convocadoen Montgomery, Alabama, el 26 de enero, Henry W. Hillard,ex-congresista de ese estado y ex-encargado de negocios enBélgica, declaró que aun cuando Walker fuera presidente dejure de Nicaragua no tendría derecho a reclutar gente parasu ejército ni a organizarlo dentro de las fronteras de EstadosUnidos, y que era deber del gobierno americano impedir seinfringiera la ley de esa manera. William L. Yancey, em­pero, quien representaba el ala sureña del partido democrá­tico, rebatió ese punto de vista. "Cualquier ciudadano ame­rica no", afirmaba, "tiene derecho a expatriarse. Si uno pue"de irSe también pueden mil, con tel, sí, de que no se organiceuna expedición armada aquí. Eíl embasamiento republica­no del estado de Texas se asentó y se cimentó sobre este granprincipio americano, y creo que el General Walker y suscompatriotas han tenido el cuidado de mantenerse dentro dela letra y del espíritu de tal principio. De modo pues que elPresidente no tenía derecho de arrestarlo, ni aun en alta

I¡ I Párrafo del Adve'tj,er, de Ap::dachkolo, Florido, reproducido en el He,old, de NuevoYork, el 14 de diciembre de 1857.

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mar". l'lo Pocos eran, evidentemente, los sureños que es­taban ton seguros como Yancey de que Walker no fueseculpable de violar la ley de neutralidad, porque de otromodo la prensa sureña no hubiera alzado el grito al cielopidiendo su derogación. Fl.

la ¡ira de Walker por el Sur parecía más de un héroeconquistador que de un filibustero derrotado. En Richmond,Montgomery, y Mobilo, se le dieron fiestas y banquetes, yprominentes ciudadanos se disputaban el honor de agasa­jarlo. Declaró que se dirigía o Nuevo Orleans donde pedi­ría se le enjuiciara por el delito que se le imputó al ser arres~

todo en la víspera de su partida. En Mobila pronunció undiscurso cuyo punto medular fue la revelación de sus nexoscon el gobierno de Buchonan y la explicación de lo recientehostilidad de éste a su persona. Habló de su cita privadacon el presidente el pasado junio, y se preguntaba cómo eraque siendo él un desaforado, según deda ahora el presidente,lo había éste recibido de igual a igual en lo Casa Blanca. ElPresidente y su gabinete fueron amigos suyos, dijo, hasta enseptiembre cuando repentinamente cambió el gobierno supolítica respecto de Nicaragua. Manifestó que los motivosdel presidente y de su gabinete no eran desinteresados; queBuchanan tenía puestos los ojos en el proyecto de ferrocarrily canalización a travÉs del istmo de Tehuantepec, fomentadoen el verano de 1857 por Emile la Sére y Judah P. Beniamin,de Nueva Orleans¡ que Pierre Soulé, compañero de estos ca­balleros e11 un viaje a México, había puesto obstáculos a larealización del proyecto, y que el gobiemo trc:.taba ahora devengarse de Soulé, a quien consideraba el principal defen.sor de Walker, entorpeciendo todo esfuerzo encaminado aamericanizar Nicaragua, donde Soulé había hecho fuertesinversiones. (3). Pero no fue ésto la única recriminación hecho

11) Adve'lio"r, de MOfilgomeJ';, 28 da erwro d~ 1857,121 Véme, por ojemplo, 01 Ad"e"l~ar, de Monlgomery, fachado o: 14 de enero da

105[1.(JI Mo,<~ry, d,¡ Mob;:a, 26 d~ enero; Libros de re.":ollel de Wheder, Vol. "', 1'6g. 295,

Hc,,,ld. ,!" N:,:o\tu York, 2 de febrero de 18511.

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por Walker en su discurso de Mobila. El gobierno combatía,dijo, la idea de la empresa filibustera en Nicaragua, pero nose opondría a que se la llevara a otro país, y que el mismogobierno no cortaría las ajas a Walker si éste actuara enconformidad con las ideas del Presidente. Walker afirmóque John B. Floyd, el Secreturio de Guerra, había habladocon Henningsen instándole a que por el presente los filibus~

teros se olvidasen de Nicaragua y concentraran su atenciónen México. Que se enrolaran en el e¡ército de ese país yprovocaran una guerra con España atacando en alguna for­ma a esa nación, y que tan pronto como las hostilidades es­tallasen se apoderaran de Cuba. {lj. WaJker manifestó queel cambio de actitud del Presidente, así como sus denuestospúblicos contra él, no le podían seguir obligando a guardaresos secretos, y consideraba ¡usto que el pueblo conocieraambos lados de la cuestión. El entusiasmo demostrado por,Buchanan acerca del proyecto de Te'huantepec, y su parecerrespecto a la anexión de Cuba concordaban tan bien con larevelación de Walker que hasta muchos de los adversariosdel filibustero se inclinaban a creerle. De las conversacioneshabidas entre Henningsen y el Secretario Floyd no cabe nin­guna duda, pero que si Henningsen captó fielmente el sen­tido de las sugerencias del Secret'ario y que si Floyd tenía au­torización para hablar en nombre del Presidente, aun cuandoél así lo manifestara a Henningsen, son ya cuestiones de lascuales necesitamos tener documentación más fidedigna parapoder emitir un juicio concreto sobre la veracidad de las "re­velaciones" de Walker. Floyd las desmintió categóricamen­te. (2).

Entre tanto, el embrollo Walker-Paulding seguía venti­lándose en ambas cámaras del Congreso. El Senado, comohemos visto, había pedido al Presidente mostrar la corres­pondencia e instrucciones dirigidas a los oficiales de la ma­rina americana en aguas de la América Central relacionadas

111 libras de recorte\ de Wheelel, Val. 4, Pág. 29S; Times, de Nueva York" 2 de fe­brera de 1858, Edinburgh Ileview, eXII., rógs. 566 -7.

121 El Pi(ayuno, da Nueva Orlean., 22 de julio de 185~.

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con el arresto de Walker; y el 12 de enero la Cámara Bajale pidió más todavía: toda la documentación que el Presi­dente tuviera referente a la segunda expedición de Walkera Nicaragua, siempre y cuando ello no fuera en perjuicio delbien común. Los debates habían comenzado en la Cámaraocho días atrás, y habrían de continuar allí y en el Senado,con ciertos intervalos, durante cinco meses. No hay paraqué detenerse en pormenorizar los diversos O'legatos presen­tados. Los argumentos de quienes criticaban al gobiernopueden resumirse así: 1) Walker no era culpable de infrin­gir la ley de neutralidad porque sencillamente la expediciónno había sido organizada en forma militar dentro de terri­torio estadounidense. 2) Aun cuando éste hubiera sido elcaso, estando ya los emigl'Ontes en alta mar no podía dete­nérseles legalmente, por cuanto las leyes internacionales soninaplicables más allá de tres millas de la costa. 3) En con­secuencia, ni Chatard ni Paulding tenían derecho alguno amolestar a Walker en el puerto de San Juan del Norte ni enaita mar, (1) y en eso de destituir a Chatard por no haberactuado y de censurar a Paulding por haber actuado, el go­bierno era culpable de una torpe paradoja. 4) El hecho dedesembarcar fuerzas armadas no constituía un mayor atro~

pello a la soberanía de Nicaragua que el impedir su desem­barco por la fuerza. ¿Qué habríamos dicho nosotros si unoficial inglés hubiera obrado como Paulding? Ahora existíael peligro de que Gran Bretaña tomara ese acto como prece­dente. 5) El hecho de que Nicaragua no hubiese protestadono justificaba en nada a Paulding. Eso no venía al caso.Tampoco Luis felipe habría protestado si un oficial ameri­cano hubiera desembarcado fuerzas en Francia para ayudar­le a debelar la revolución de 1848. 6) Y, en resumidas cuen­tas, aun cuando Nicaragua hubiese previamente autorizadoel arresto de Walker, ello no facultaría ipso fado al Presi­dente para ordenarlo sin que antes el Congreso lo autorizaramediante resolución expresa.

11) Recuérdese que el Capitán Dovi., cuando 105 aliadas le pidieron cn San Juan delSur impedir cl desembarco de redutos pa'o Wolker, w negó (1 ello bdlándo~e ~n

que no podía oplic.ur la ley de neutralidad de ESlodos Unidos en iurisdiccioo te­ritorial de una noción extrClniera.

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Es inj-eresante observar que muchos de quienes soste~

nían estos puntos de vista simpatizaban poco, o nada, convValker. El Senador Stephen A. Douglas, por ejemplo, enuna bien definida manifestación de su criterio, dijo: "Nin­guna gracia me hace este filibusterismo. Creo más bien quetiende a destruir Jo que pretende realizar, que eS: ensancharlos ámbitos de la libertad y la bandera". (1l. Jefferson DavisSe expresó de manera similar. Aun en el caso que tuviése­mos un i-ratado de extradición C011 Nicaragua, declaró, nopodríamos haber hecho lo que hizo Paulding. Pero pareceque tenía, no obstante, muy pobre opinión de Walker. "Nosé nada de él. No puedo simpatizar con semejante clase deexpediciones. Creo que debemos poner en práctica nuestraley de neutralidad dentro de nuestras fronteras únicamente".Si conviene que el Presidente ordene patrullar los mares, dé­bese reformar la ley para que lo pueda mandar a hacer, ter­minó diciendo. (2). El Senador Pugh, de Ohio, no creía mu­cho en Walker, pero decía que los peores hombres suelen en­carnar grandes principios, y que Walker representaba el de­recho de todo americano a expatriarse. Los principales de­fensores de Walker fueron Brown, de Misisipí, y Toombs, deGeorgia, en el Senado; y Stephens, de Georgia, Clíngman, deCarolina del Norte, Warrcl1, de Arkansas, Taylor, de Luisia­na, y Quil-man, de Misisipí, en la Cámara. P). Entre los re­presentantes del Norte y del Sur había críticos de Walker. Lomismo puede decirse de los defensores de Paulding, aunqueéste sólo raras veces fUe elogiado por los del Sur. El SenadorMallory, de Florida, fue uno de los más ardorosos defensoresdel Comodoro. Lo conocía personalmente y lo considerabauna de las personas de mayor honra y prez de la marinaamericana. 'las instrucciones que recibió eran imprecisasy bien podían interpre¡-arse para actuar en la forma que lohizo", argumenió en cierta ocasión. Mr. Zo1!¡coffer, deTennessee, culpó asimismo al autor de las instrucciones y noal hombre que se dispuso a e¡ecutarlas conforme a su leal

171 C"ng,e<sionol Globe, 35 Cong., r Se... , Págs. 223.121 Coll9re~sionul Glo:'e. 35 Cong., I 5e'5., Pág•• 217.131 Congre<oianul Globe, 35 Cong., I Se,!., Pág'.217.

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saber y entender. (1lo Si Chatard podía legalmente impedirel desembarco en un puerto neutral, Paulding podía tambiéndesembarcar fuerzas y disolver la expedición que ya habíadesembarcado, fue su razonamiento. Wright, de Georgia,propuso que se aprobara una resolución declarando que elarresto había sido ilegal, pero de acuerdo con las instruc­ciones del Secretario de Marina. 12 ). El Senador Crittenden,de Kentucky, se contaba entre los que negaban que Pauldinghubiese cometido "un grave error". Otros de los defensoresdel Comodoro fueron Ritchie, de Pensilvania, Thompson,Pottle, y Pa\mer, de Nueva York¡ Curtis, de \owa, y Montgom­ery, de Pensilvania. En el Senado, Doolittle, de Wisconsin,presentó un proyecto de resolución tendiente a o1'orgar unamedalla de oro a Paulding por haber removido de Nicaraguaa los filibusteros. Brown, de Misisipi, surgirió acto continuoque se tachase todo el texto del proyecto excepto la cláusuladel decreto sustituyéndolo con la resolución de repudiar ycondenar el proceder del marino. (3), Siempre que se discu­tía este proyecto precipitóbase tal diluvio de debates que suexamen tenía que posponerse¡ y finalmente expiró sofocadobajo una avalancha de palabras.

Los defensores de Paulding basaban sus argumentos enlos siguientes puntos; 11) Walker era fugitivo de la justicia,y cualquier oficial americano tenía derecho de arrestarlo endonde quiera, con el consentimiento de la nación en que sehubiese internado. (2) Este consentimiento estaba tácita­mente dado en la comunicación del 14 de septiembre de Mo­lino e Irisarri, en la cual pedían a Estados Unidos est'acionarfrente a la costa una fuerza naval capaz de impedir el de­sembarco de filibusteros. Es verdad que en aquellos díasninguno de esos dos caballeros podía hablar como repre­sentante oficial de Nicaragua, pero el 15 de noviembre, tressemanas antes del arresto de Walker, Irrsarri había sido re­cibido oficialmente como representante de ese país. (3) Aun

¡ll Congre•• ion,,¡ Globo, 35 Cong., I Seós., Pág. 217.(~I CO"9ro••;onal Globe, 35 Cong., I Sel'" Apéndice, Pág. 458.(31 Con9ro••ional Globo, 35 Cong., I Ses,., Apénd¡,e, Pág. 465.

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sin previo consentimiento, el lugar donde Walker desembar­có era una estéril y desierta punta de arena sobre la cualnunca ningún país había extendido su jurisdicción, y el de­sembarco de una fuerza armada allí no podía considerarsecomo verdadera violación de territoio extraniero. (4) Por úl­timo, Estados Unidos era responsable ante una nación ami­ga de cualquier invasión armada que ciudadanos america w

nos llevasen a su teritorio, yeso misma responsabilidad ius­tjfkaba la adopción de las medidas adecuadas para desba­ratarla.

Palmer, de Nueva York, recalcó que si acaso Pauldingcometió un "grave error" fue el no haber deiado a Wo'lkerenmanos de la justicia del país al que emigró. (1). Montgomery,de Pensilvania, decía que si el haber removido a Walker deNicaragua constituía una invasión, igual cosa sería el res­tituirlo, como algunos de sus amigos pedían se hiciera. Ymás todavía, en su opinión, el gobierno haría bien en llevarloallá y deiar que los nicaragüenses le demostraran su cariño.Si ellos en realidad querían que él regresara no tenía porqué hacerlo con gente armada. (2), Hubo la mar de opinio­nes discrepantes. Ni Jos amigos de Walker ni los de Pauldingaceptaron el punto de vista del gobierno, de manera queBuchanan fue blanco de críticas mordaces. Por otra parte,muchos que aplaudían al Presidente por haber condenadoal filibustero y al Comodoro reprobaban la forma en que elgobierno trató el caso. Aunque parezca extraño, uno de Jospocos que apoyaron al Presidente fue William H. Seaward,quien en todo punto y siempre defendió o Buchonan, salvoen lo de haber deiado en libertad a Walker cuando éste sepresentó voluntariamente como prisionero en Washington.Seaward hizo estallar al senado en risas diciendo que se ale­graba de ver que en su mensaje el Presidente hablara elo~

giando una "Ley Superior", expresión que el Senador neo­yorquino consideraba de su exclusiva propiedad.

11] Congre..ional Globe, 35 Cong., I Sess., Pág. 300.12) Cong,..,.. ional Globe, 35 Cong" I Sess" Pág. 281.

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lo mós extrañamente revelador de los debates fue queWalker no contaba con el apoyo unónime de los represen~

ton tes del Sur. De esto ya se habrá podido colegir leyendolos párrafos anteriores. De nadie recibió más duros e hirien­tes ~atigazos que de ciertos lenguas sureñas. lomar, deMisisipi, dijo: "Si bien yo soy del Sur, y estoy plenamente(ompenetrado del espíritu de mi región, ¡amás permitiréque el destino de 'nuestras nobles instituciones caiga en manosde pandillas de salteadores, ni que Se violen sus virtudes in­dentificándolas con el éxito de expediciones ilegales". De­claró que no aprobaría nuevos proyectos de adquisici6n te~

rritorial hasta que se hubiese solucionado práctica y satis­factoriamente la cuestión del derecho del Sur o extender susinstituciones a territorios ya confinados dentro de los límitesde la Unión americana. Esto era una cuestión "cnte cuyascolosales magnitudes los desafueros de Wolker y la crimi­nalidad de Paulding son una nonada". Pl. Hawkins, deFlorida, se expresó en este tono: "Poca es la fe que tengoen la estrella del "predestinado de los ojos grises", pues alum­bra difusa y pálida, sin brillo que le dé ni le preste su talentomilitar o cívico. Que posee un raro valor personal y fuerzade voluntad, y que ha demostrado entereza de ánimo enmomentos críticos, nadie lo duda; pero no acompañan a estosatribulas del carácter el conocimiento del arte de la guerra,el don de saber granjearse el afecto de sus tropas ni tampocosabe cómo implantar una saludable disdplina si no es conaclos de extremo y probablemente innecesario rigorismo". 121.Winslow, de Carolino del Norte, habló de manera parecido,manifestando que empresas de tal naturaleza tendían a de­valuar el carácter americano e indisponer contra nuestra na­ción a las débiles repúblicas del continente. "Si la adquisi­ción de Nicaragua es indispensable paro nuestra seguridady bienestar, adquirámosla en guerra viril y franca, no leechemos los perros". (3).

111 Congre..ional Glob... 35 Cong., I Sess., Pág. 279. En el Apéndlcll del Cong.uslonalGlobe aparece esto intervención, pero en formo resumidcr y en tono mucho másmoderado.

(21 Cong."..ional Globe, 35 Coo9 .• I Se... AplÍndlce, Pág. 461.(31 Gong."';onol Glob&, 3S Cong., 1 Seu. Apéndice. Pág. 5Q4.

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Sin embargo, fue el Senador Slidell, de luisiana, con­siderado el portavoz del gobierno de Buchanan, quien dis­paró la más demoledora andanada. Censuró con cierto durezaa Pau~ding, pero Con Walker fue despiadado. El Comodoro,extralimitándose, d¡¡o, sólo consiguió despertar una falsasimpatía por el filibustero y le dio e/lábaro del martirio. "Entodo tiempo los seudo-mártires han encontrado devotos queles rinden culto". llamó sarcásticamente o Walker "nuevoGuillermo el Conquistador"; {+¡ afirmó que una farsa elec­toral 10 llevó o la presidencia, "farsa que fue representadac.on el reconfortante acompañamiento de las bayonetas", yque un estigma de sangre y de rapiña manchaba toda sucarrera. Que no era soldado, añadió; que denigró 01 hom­bre que lo había salvado de una muerte ignominiosa, y quesu nombre se pronunciaba con espanto en toda la AméricaCentral. Por un lado, Slidell defendía al gobierno que des­tituyó a Cha1·ard por no haber actuado contra los filibusteros,y, por otro, censuraba a Paulding por haber actuado. Chatard,decia el Senador, debió arrestar a Walker y a sus partida­ríos a bordo del Foshion. Este era un barco americano conbandera americana, siendo por tanto un trocito de territorioamericano en donde quiera que estuviese. El organizar unaexpedición armada a bordo de este vapor constituyó unaviolación de lo ley de neutralidad, y su viaje fue ilícito. Sepudo haber arrestado a los filibusteros a bordo del Fashion,añadió, más al momento de pisar ellos suelo extranjero es~

taban ya fuera de la jurisdicción de Estados Unidos. (11. To­móse esto como la respuesta del gobierno a sus muchos crí­ticos, pero lo más interesante de ello es que lo decía un Se­nador representante de la región en donde hasta entOncesel filibusterismo había contado con el más fuerte apoyo.

la reacción del Norte y del Sur contra Walker respaldade lleno la verdad de aquel viejo adagio: "El éxito engen­dro el éxito". Cuando Slidell pronunciaba su discurso en elSenado no habían pasado doce meses del día aquel en que

11.1 [Nq<.rc ",,,,ntlndo conquistod", de Inglole'rD. Vivió de 1.027 (> 1.087. IN. del T,).111 Cons¡.cuionCtI G¡o~, 35 .• \.01'<1. I SQlS.• Apéndice, Póg. 1538.

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Lewis Cass, ahora Secretario de Estado, vertiera su ya citadafrase: "Los heroicos esfuerzos de nuestros compatriotas enNicaragua encienden mi admiración y simpalía. Y no ha~

brán de disuadirme las burlas, ni los reproches, ni las pala­bras injuriosas. Quien no simpatice con esa empresa tienepoco en común conmigo". (1). Esos pocos meses habían pro­ducido cambios. Ya no querían los políticos atar su carroa la cauda de una estrella fugaz. La documentación remi­tida por el Presidente a las dos Cámaras del Congreso pasóen el Senado a manos del Comité de Asuntos Exteriores yaun Comité seme\ante en la Cámara Baio, con excepción dela parte referente a las órdenes y recomendaciones impar­tidas a los oficiales de la marina¡ éstas fueron remitidas alComi1·é de Asuntos Navales. Los informes de estos comitésfueron simplemente eco del criterio expresado por el Presi~

dente en su mensaje. (2l.

Después de haber sido censurado por el Presidente,Paulding fue relevado de su cargo y subrogado por el Co­modoro Mclntosh. Durante el resto del período presidencialde Buchanan, permaneció prácticamente en retiro, y variasveces fue demandado por los frustrados filibusteros. Pl.

Sin embargo, consoló un poco a Paulding el saber queNicaragua le estaba agradecida. Antes de regresarse a Es­tados Unidos, el General Jerez, ex-compañero de armas deVvalker y Ministro de gabinete, visitó al Comodoro a bordodel VJ'abash y le agradeció con el corazón en la mano quese hubiera llevado de Punta de Castilla a los filibusteros. (4l.

El Ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, en nombrede su gobierno, le escribió expresándole igual sentimien'fo.El señor Irisarri manifestó asimismo a Cass la gratitud del

11) Tim~s, de Nu"va York, 24 de mayo de 185612) Ver Informe No. 20 del Senado, y el Informe No. 74 de la Cámara, 35 Cong" I

Seos. Tres miembros del Comil,; de Asunlo; Naval". de lo Cámara ,in embarga,presentaron un informe ce minorío elogiando a Pauldhlg.

(31 Senate Doc. lO, 35 Cong., I Ses•. , Pág. 1539.141 Con¡J ......¡onal GlobQ, 35 Cong., I Se.... Pág. 357.

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gobierno de Nicaragua por la conducta de Paulding. Pl. LaRepública de Nicaragua otorgó por decreto a Paulding unaespada con incrustaciones de piedras preciosas y veinte ca~

bollerías (670 acres) de tierras nacionales. El Congreso deEstados Unidos de 1861 le permitió aceptar la espada perono la tierra, ya que la aceptación de lo último podía sentarun precedente. (21. Aun cuando apreciamos los móviles queimpulsaron a este oficial, debemos reconocer que el gobiernohizo bien en tachar su conducta, y ésto haciendo caso omisode toda cuestión de méritos o deméritos del filibusterismo.El propio Pau1ding, como ya se ha visto, en carta a su esposareconocía haberse excedido. En su informe oficial al Secre­tario de Marina no intentó justificar su intervención basán­dose en las instrucciones recibidas, más bien manifestó "queno podía mirar a Walker y a sus partidarios bajo otro aspectoque el de forajidos que habían burlado la vigilancia del go­bierno, que salieron de nuestro territorio con el deliberadopropósito de entregarse a la rapiña y al asesinato¡ y no víotro medio meior de vindicar la ley y redimir el honor denuestra patria que desarmarlos y devolverlos a Estados Uni­dos. Asumo de lleno la responsabilidad por lo hecho y con­fío en que el gobierno justificará mi proceder. .. El huma~nitarismo, así como la ley, la justicia y el honor de la nación,exigían la dispersión de esos forajidos"· (3), Si Paulding creíasinceramente que Walker era un pirata y forajido dedicadoal asesinato y al pillaje ¿por qué entonces le llamó "ge­neral", compartió con él su mesa y camarote, y le permitióirse desde Colón a Nueva York bajo su sola palabra de ho­nor? Varias publicaciones atribuyeron la acción de Pauldinga simple animosidad por la burla hecha a su escuadra, y 0'1haberse el filibustero atrevido a "responder" a un capitánde la marina americana. (4). Hubo quienes la achacaron atnfluencia ejercida por 105 dos comandantes ingleses que ce-

(1) Notos 01 Departomento, Legodón de Nicaraguo. 1862 - 67); Lif.. 01 Hiram PauJditlg,I'ág•. 198 - 9, por Rebecca P. Mcade.

(2) Manu.critos de lo. ATchi~os del Deportomento de Marina, Flota del Caribe, 11.11., P6g. 61.

(JI Manuscrita. de lo. Archivos del Departamento de Marina, Flota del Coribe, 11.(4) Libro~ de recorte, de Wheeler, Vol. 4, P6gl. 273 - 278 - 9.

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naron con el Comodoro el día antes del arresto. Verdad esque el Capitán del Brunswick había ofrecido a Paufding coo­perar con él en la remoción de los hombres de p.unta de Cas­tilla, pero Paufding rehusó la propuesta. Se ha dicho tam­bién que Paulding era muy amigo del Capitán Davis, y quese sentió ofendido por la crítica que Walker hizo de ese ofi­cial. Pl. Entre los oficiales de la marina existía un bien ci­mentado esprit de corps, y eran muy sensitivos a las críticasde un intruso. Debe recordarse asimismo que el verano an­terior Paulding había llevado de Colón a Estados Unidos aun gran número de los sobrevivientes de Rivas, cuyos sufri~

mientas y penurias eran aún cuadros vívidos en su memoria.Es probable que todos estos hechos hubieran en cierta me­dida contribuido a regir su línea de conducta, y que sus mo­tivos fueran realmente más complejos de lo que él admitía.En todo caso, su proceder, cualesquiera fuesen los motivos,debía ser reprobado. Con la censura de Paulding el gobier­no no hacía sino seguir el precedente establecido en el casodel Comodoro David N. Porter, quien en 1825 desembarcótropas en Puerto Rico para obligar al alcalde de un pueblitoa dar explicaciones por insU'ltos proferidos a un oficial de lamarina americana. Este desplant'e costó a Porter una repri­menda y el relevo de su cargo. Hay, realmente, momentosen que Se excusa que un oficial desacate las órdenes recibi­das, pero ésto sólo en trances en que sea imperativa la ac­ción inmediata y en que el acatamiento de órdenes pudierallevar a un desastre. Paulding no afrontaba entonces tal si­tuación. Pudo, al llegar al puerto y encontrarse con que losfilibusteros habían desembarcado, cortarles su línea de abas­tecimientoj y pudo igualmente, cuando Anderson se apoderóde los vaporcitos y los envió río arriba al interior del país conlos filibusteros, prenderlos conforme a órdenes recibidas, co­mo protector de la propiedad americana. Con la adopciónde esa medfda los filibusteros hubieran tenido que some­terse, y nunca se les habría considerado mártires.

IJI Byw<lY' of WOT, Pág$. 213 - 4, por Roche.

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Cabe observar aquí que un poco más de dos años antesdel arresto de Walker, a William L. Marcy, en esos djas Se­cretario de Estado y por ningún punto amigo de los fi-libus­teros, Se le presentó la oportunidad de expresar su opiniónen un hipotético caso muy similar al relacionado con la ter~

cera expedición de Wa'lker. El señor Marcoleto, Ministro deNicaragua, a mediados de 1855 y poco después de la par~

tida de Walker y de Kinney, se dirigió al Departamento deEstado pidiéndole estacionara un buque de guerra en la ba­hía de San Juan del Norte con órdenes de impedir el de­sembarque de armas y provisiones para los filibusteros ame­ricanos en Nicaragua. Marcy le contestó el 11 de agostodiciéndole que dado caso saliera de territorio estadouniden­se una expedición armada y traspasara las fronteras deotro estado, no podría él mandar a perseguirla y capturarlaestando ya dentro de territorio extranjero. Si un barco deEstados Unidos estuviera andado en el puerto de San Juande'l Norte, en Nicaragua, "no podría, sin arrogarse faculta­des ilegales que afectarían los derechos de ese estooo, inter­ponerse para impedir el desembO'rque de armas, municiones,u otros materia'les que fuesen motivo de sospecha", El cum­plimiento de tal solicitud "constituiría un patente atropel:lode los derechos soberanos de Nicaragua, y provocaría la co­misión de actos contra individuos estadounidenses que nin­guna ley municipal ni internacional ¡ustificaría". Pl.

Como se habrá visto, las ideas de Stephen A, Douglas yJefferson Davis en 1858 eran las mismas que Marcy tenía en1855. De ninguno de estos hombres habría podido decirseque fuesen acólitos del filibusterismo. Nótese asimismo queel Secretario de Mmina Toucey ordenó a sus oficiales hacerlo que Merey decía explícitamente no había derecho de hacer;o sea, interceptar las expediciones ilegales a la América Cen­tral e impedir su desembarco. A oios vistas está que el go­bierno dio un paso de avance encaminado a reprimir el fili­busterismo, y tenía \0 plena aprobación de Buchanan. Y,

{1) Monutaitos del Departamento de E.todo, Not". del Departamento América Central,1" Págs. SS - 7.

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sin embargo, específicamente y muchos veces se acusó a estePresidente de haberse hecho de la vista gorda ante la salidode tales expediciones. A decir \lerdad, el líder filibustero nolo consideraba partidario de su empresa. Ni tampoco elMinistro de Gran Bretaña. El 16 de noviembre, apenas supode la evasión del Fashion, lord Napier, Ministro británico enWashington, escribió O lord Clarendon: "Creo que el Presi­dente y el Genero'l Coss reprueban y lomentan sinceramenteeste intento de perturbar la paz en la América Central". PI.Por venir de donde venía, ésto, si no elogio, era cuando me­nos disculpa del trono. Dos meses más j'arde Sir WilliamGore Ousley, en viaie a la América Central como comisionadoespecial de! gobierno británico, se detuvo en Washingtonporo conversar con Buchonan. Su impresión fue la mismade Napier. El Presidente reafirmó su determinación de aca­bor con el filibusterismo, manifestándole que contaba paraello con el apoyo de la mayoría de los hombres inteligentesy respetables del país. "Tengo todas las razones para creer",escribió Sir William, "que es verdad lo que el Presidente medijo respecto de sus sentimientos personales sobre el filibus­terismo; y mis observaciones particulare5 confirman plena­mente el aserto de Su Excelencia referente a la opirdón de lamayoría de los hombres influyentes de este país, incluso losde los estados esclavistas del Sur que están dispuestos a res­paldar sus actos". PI.

Un oño después vemos a Buchanan no sólo condenandoel filibusterismo sino también ridiculizando lo idea de anexarcualquier parte de lo América Central a Estados Unidos."¿Qué haríamos con esa gente?", preguntaba a Napier "Nopodríamos incorporar~osi y si lo hiciéramos, nos despedaza­rían", Nopier contestó que conocía perfectamente los im­pedimentos constitucionales y políticos que afrontaba laanexión en términos de igualdad de una región poblada poruno rozo mestizo, pero creía que algunos americanos con­sideraban la posibilidad de crear colonias o dependencias en

(11 ~rillll, Slal~ Pape,", XLVII, P6g, 742.(2) afilllh Slalo Pal'~'" XLVIII, Pág. 632.

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algunas partes de la América Central. Buchanan refutó laposibilidad de iniertar esa novedad en las instituciones deEstados Unidos, y repitió la frase que el Ministro británico lehabía oído decir muchas veces: "Sólo podemos anexar terri·torios sin dueños", (ll, Y esto lo decía uno de los firmantesdel Manifiesto de Ostende.

11) 3ritl.h Slat& P<lpe.., XLVIII, rág. 754,

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CAPITULO XXII

Dificultades del Tránsito

En moyo de 1857, después de haber sido Walker remo­vido de Nicaragua, los Generales Martínez y Jerez, jefes delos partidos legitimista y democrótico respectivamente, sepronunciaron contra el gob'ierno de don Patricio Rivas, el cualhabía sido reconocido por toclas las repúblicas centroomeri·canas, y se pusieron a la cabeza de un nuevo gobierno quefue una especie de duunvirato. (lJ. No obstante ser éste pro­ducto de una revolución, unió a las parcialidades políticasantagónicas del país. Hadendo honor a la costumbre cenotroamericana, Jos dos jefes desterraron al desafortunado Ri­vas, a cuyo llamado los eiércitos aliados habían marchadocontra los filibusteros; el ex·manclatario huyó a Inglo1erra.Convocóse luego una Asamblea Constituyen1e en lo que elGeneral Mortinez fue proclamado Presidente por unanimi.dad. Este gobierno no ero más constitucional que los reciénposados, incluyendo hasta el de Walker. Ninguno de losdos jefes militares tenía autoridad para convocar una cons­tituyente, y ningún oficial del ejército con grado más alto deteniente coronel en servicio activo podía ser electo presidente_(2J

Entre tonto, el Trónsito seguía cerrado con gran periui~

cio de \05 intereses financieros americanos. Muchas fueronlas personas de diversos sectores que se acercaron al 90-

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bierno de Nicaragua insinuándole reabrir la ruta inieroceá­nica, lo cual provocó clificultcdes enj-re esia república y Cas­Io Rica. Este último país, aunque ya habían terminado lashostilidades, retenía los vapores de la Compañía del Trán­sito y exigía que Nicaragua le reconociera derechos sobretoda la margen meridional de;1 Río San Juan. La exigenciaincluía además la posesión de las fortalezas de El Caslillo yde) puerto lacustre de San Carlos. Nicaragua cedió la deEl Castillo por un período de veinte años pero no la de SanCarlos. Resultado de esta disputa fue que ambos países sevieron en el acto envueltos en una guerra de papel y tinta. Ladisputa se ahondó al convertirse la ruj-a del Tránsito en man­zona de discordia. Costa Rica, en fuerza de su ocupaciónmilitar y pretensiones sobre la margen meridional del río,reclamaba ciertos derechos sobre la ruta interoceánica, yreforzaba su reclamo basándose en que la ocupación era denecesidad porque en caso de otra invasión Nicaragua nopodl-ía defenderla y entonces la ruta volvería a ser el caminoI"eal de los filibusteros.

Tres grupos de capitalistas se disputaban la concesión:el primer concesionario, o sea la A¡-lantic and Pacific ShipCanal Company, cuyo presidente era H. G. Stebbins y su prin­cipal proyectista Joseph L. White (generalmente conocida ca,mo la Compañía de Stebbins y Whitel; la Compañía Acce"soria del Tránsito, encabezada por Vanderbilt, la cual nuncahabía admitido la legalidad de la revocación de su con1-ratodecretado pm el gobiemo Rivas-Wolker¡ y Margan yGarrison,quienes naturalmente sostenían que sus derechos recién ad~

quiridos eran todavía válidos.

El inglés Webster, el mismo que ayudara a Spencer enla planificación de las operaciones en el San Juan, aprove­chó su permanencia en San José para obtener una especiede concesión del gobierno de Costa Rica, y habiendo reñidocon Vanderbilt se asoció a Margan y Gmrison. Pero debíalambién adquirir una concesión igual de parte de Nicaragua,cuya gestión fracasó. Entre tanto, la Compañía de

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Sj-ebbins y White pretendía que el señor Irisarri, recién nom­brado Ministro de Nicaragua pero no reconocido aún enWashington, le ayudara a obtener una nueva concesión de laruta. II'isarri había caído por completo bajo los halagos deJoseph l. White, pero Vanderbilt, cuya influencia era su­prema en los altos círculos políticos, trataba de impedir quefuese reconocido. El General Cañas, todavía en Nicaraguaal mando de las tropas costarricenses, complicaba aún másla situación con su plan de crear una nueva división políticaque comprendiera los departamentos de Rivas, Guanacaste,y el Río San Juan. Planeaba, según parece, un coup d'etotque esperaba eiecutar con la ayuda de Vanderbilt a quiencompensaría dándole la concesión de la ruta del Tránsito.El financiero rechazó el plan del golpe porque la región es­cogida para fundar el nuevo estado era sumamente des po"blada, pero en cambio pidió o Cañas le pusiera los vaporesen sus manos para poder reabrir la ruta, asegurándole queEstados Unidos apoyaría de lleno la empresa, pues el go­bierno americano había manifestado estar dispuesto a pro­teger a cualquier gobierno que volviera a poner en movi­miento el Tránsito. Logrado esto, Cañas se haría nombrarministro de Nicaragua y de Costa Rica en Washington en sus­titución de Irisarri, de quien los especuladores habían hechoun instrumento suyo. Vanderbilt obtuvo también los servi­cios de De Goicourío, quien trató de armarle zancadillas aIrisarri en Nicaragua y de ayudar a su amo escribiendo car­tas al General Jerez, amigo que había sido suyo cuando enla primavera de 1856 ambos militaban en la.s filas de Walk­ero [1), Webster, cuya concesión costarricense no le sirvió denoda, abandonó a Margan y a Garrison y se pasó de vueltao Vonderbilt. Regresó a Costa Rica en el otoño de 1857 encompañía de Daniel B. Allen, yerno de Vanderbilt, con el pro­pósito de obtener una concesión otorgada coniuntamente porlos dos repúb1icas centroamericanas.

[1) ManuócritQs de lú. Arohivo' del D"portamento de Estado, América CentTol, Núlasal Depmlamentú.

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Pero ya lrisarri había firmado contrato el 27 de juniocon Stebbins y White, el cual contrato ratificó Nicaragua enjulio. Varrderbilt protestó en el ocio alegando que la Com­pañía Accesorio del Tránsito, con arreglo al contrato original,poseía todavía derechos exclusivos, y que la revocación de­cretada en febrero de 1856 por el gobierno filibustero eranulo y sin volar alguno. Margan y Gorrison peleaban tam­bién por lo que decían ser sus derechos y privilegios, pero envista de sus vieios nexos con Walker el gobierno de Nicaraguano atendía sus reclamos. (1).

El gobierno amerkano, grandemente interesado en lareopertura del Tránsito, envió a Wtliom Carey Jones comorepresentante especial a Nicaragua con el encargo de hacerallí un estudio de la situación. Difícilmente pudo habersehecho un nombramiento más desacertado. Si los periódicosno mienten, rara vez se le vio sobrio y nunca como el diplo­mático que debía ser: (21. se le llamó de vuelta y jamás pre­sentó ningún informe que valiera la pena.

El interés del gobierno de Buchanan en reabrir la rutamotivó el reconocimiento de Irisarri como Ministro el 16 denoviembre, eS decir al día siguiente de la salida de Walkerde Mobila en el Fashion. Inmediatamente después de habersido recibido en lo Casa Blanca, él y Cass sometieron a lacons'ideración de sus recpeclivos gobiernos un proyecto detratado sobre la reapertura de la ruta; este documento fueprobablemente formu'lado con anterioridad al reconocimien­to del nuevo Ministro de Nicaragua. Dado que durante añosIrisarri había representado a Guatemala y El Salvador cercadel gobierno americano, es de suponer que antes de pre­sentar sus credenciales como Minislro de Nicaragua hubiesehablado indirectamente con Cass, sobre los asuntos de esepaís. El tratado hablaba de una ruta abierto y neutral detránsito a través de Nicaragua, con poderes concedidos a

111 Srlt;'!> Slol" Pop,,,,, XLVII, Pág. 710.(21 Har"ld, de NUe~a York. l' de entlfO dtl 1es a.

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Estados Unidos para, si fuese necesario, emplear fuerzas mi­litares destinadas a proteger pasajeros y carga que se trans~

portasen por la ruta. ji 1. La idea de Buchanan y Cass eramantener abierta una línea interoceánica neutral y segura,accesible a todas las naciones del mundo en términos deiguardad y no expuesta a interrupciones causadas por lasdesdichadas guerras civiles de la América Central. Grandefue su sorpresa cuando, muy recién firmado el tratado, lrisarriinformó a Cass que la Compañía de Stebbins y White erala única en Nicaragua con derecho a utilizar la ruta intero~

ceánica.

Los rivales de esa companla, naturalmente, deseabanimpedir la ratificación del tratado Cass-lrisarri, y los dele­gados de Vanderbilt en Nicaragua hacían todo lo posible enese sentido. También Vanderbilt continuaba adulando aCosta Rica -maniobra que implicaba sus gaies, pues esepaís retenía los vapores y controlaba el río y el lago-- yparece que abrigaba la esperanza de lograr, en favor delGeneral Cañas, la destitución de lrisarri como Ministro enWashington. Rechazado en Nicaragua el tratado Cass-¡ri~

sarri, el magnate creía que el gobierno americano, deseosode reabrir la comunicación interoceánica, entablaría nego­ciaciones con Costa Rica, y que con Cañas de Ministro veríarealizado su proyecto. (2),

Las relaciones entre Nicaragua y Costa Rica eran muytensas. Desde tiempo atrás la línea divisoria de ambos paí­ses venía siendo ob¡eto de litigio, y Costa Rica vio en esemomento la ocasión propicia para imponer su exigencia. Ni"caragua, exhausta, no podía oponer resistencia eficaz; másaún, Se sentía en deuda con su vecina del Sur por haberlalibrado de 105 filibusteros. Ante la negativa de Nicaraguaa entregar la fortaleza de San Carlos, el Coronel Cauty fueenviado a ponerle sitio con tropas costarricenses para ren-

¡II El 1DXto completo del tmlodo {;gura en, Senate Ex. Doc. 194,47 Cong., I S&5S.,Págs. 117·25

[21 Manvscri10' de los Archivos del Deparl(lmellto de E!tado, América Central, Natasal Departamen10, 11., 111.

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dirla por hambre; la guerra parecía inminente entre ambasnaciones. El panorama político, sin embargo, cambió depronto con la reaparición de Walker. Su desembarco en Puntade Castilla en noviembre de 1857 causó tal pánico en los dospaíses que por mutuo acuerdo olvidaron la discordia parahacer causa común con los fi'libusteros. Tras el arresto deWalker por Paulding volvió la armonía al istmo. El propiodía de su captura ambas repúblicas firmaron un pacto po·niendo fin al litigio fronterizo. (1).

El tratado Cass-Irisarri volvió al tapete en Nicaragua.Los agentes de Vanderbilt, con el propósito de impedir su ra­tificación, usaron como espantajo el reciente regreso de Walk­ero El Presidente Martínez, que aborrecía a los americanosy por nada del mundo quería que fuese reabierto el Tránsito,sometió el tratado a la consideración de la Asamblea firme­mente convencido de que sería rechazado; pero cuando, paragran sorpresa suya, fue ratificado, lo vetó. (2). No se atre­vió, sin embargo, a divulgar el veto, y más bien dio pábuloa \a impresión de que había firmado el documento. Y llegóhasta a entregar un paquete lacrado al representante de laCompañía de Stebbins y White, (quien no era otro que aquelcobarde de Louis Schlessinger de Santa Rosal, diciéndole quecontenía el tratado. Schlessjnger era pues el encargado dellevarlo a Estados Unidos, y obtuvo de Míster Mirabeau B.Lomar, el nuevo Ministro americano, una carta para el capi R

tán del Fuljon, en San Juan del Norte, en la cual le pedia elfavor de llevar a Schlessinger a Colón para que pudiera lle­gar rápidamente con la noticia a Estados Unidos. Por suertee1 barco de guerra no estaba en el puerto cuando el emisariollegó a San Juan del Norte; gracias a lo cual la marina deEstados Unidos se libró de ser involuníariamente cómplice deuna indignidad inferida a la diplomacia americana (3).

111 B,iti,h Sta'e Pape,., XLIX" Págs, 1222·24.(2) M,al1Ulcritos do lo. Archiva. del Deportam~nto de btudo, NiCClragua, y (o,ta Rica,

Despacho', 111.(3) HerClld, d~ Nuevo York, 31 de mayo d~ 1858; A T,ave.. I'Am~,ique Cenl'C1I~, Vol.

11, pug. 160 y sigujent~', por Belly.

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La infame treta jugada al Ministro de Estados Unidosprovino de la l'legada a Nicaragua de un francés fantasioso:Monsieur Felix Belly. Aunque no más que agente de ungrupito de anónimos especulO'dores parisienses, vio con ojorapaz las posibilidades que ofrecía la ocasión y, siendo há­bi'l actor, se las ingen'ló, envolviendo su misión en equívocosaires de misterio, para hacer creer a periodistas americanosy franceses que era representante oficial del Emperador deFrancia. Al llegar a San Juan del Norte el 14 de marzo de1858, escribió a los Presidentes Mora y Martínez en términosmás o menos herméticos dándo'les a entender que su visitatenía relación con vastos proyectos que le agradaría poneren conocimiento de sus excelencias. "Por varios años he con­sagrado mis energías a la causa de la prosperidad e inde­pendencia de la América Central, y no será culpa mía si demi viaje no resu'lta el triunfo de esta causa", decía. Se di­rigió primero a Costa Rica, y al saber Mora que iba a verloa él ordenó a media noche que de la capital salieran a en­contrarlo con mulas y un guía. El Coronel Barrillier, el zuavofrancés, fue también enviado para acompañarle, y en todoslOS pueblos del camino fue agasajado cordialmente. Estoocurría tan sólo pocos meses después de que Walker y Kinneyvolvieran a San Juan del Norte, y mientras los agentes deVanderbilt mantenían alarmados a los centroamericanos conla amenaza de posibles invasiones filibusteras. La afabili­dad del francés cautivó plenamente a Mora, quien dio ungran baile en su honor, Be'lly negaba que su misión fueraoficial, pero lo hacía en tal forma que se entendiera que loocuaaba por razones diplomáticas. Declaró además que nopodía garantizar el permanente interés de Luis Napoleón enel proyecto canalera, y hasta tuvo el tupé de presentar unproyecto de tratado entre Nicaragua y Costa Rica estipulandoe1 mutuo control del canal y el disfrute de sus privilegios. Encosa de una semana logró no sólo que Mora firmara el tra­tado sino también que fuese con él a Rivas a convencer aMartínez de que hiciese lo mismo.

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En esos momentos los sueños del sibilino personaje es­tuvieron a punto de irse a pique. Se encontró de pronto consu billetera exangüe porque los especuladores que lo respal~

daban se habían olvidado de mandarle los fondos prometi­dos. Para suerte suya, sin embargo, un paisano radicadoen Costa Rica acudió en su axilio, y así pudo seguir con sucarnavalada. El 24 de abril los dos presidentes se encon­traron a una mi'lla de Rivas, donde doce meses antes las tro­pas nicaragüenses y costarricenses habían peleado hombroa hombro, y ¡untos entraron en la ciudad en ruinas. Iniciaronlas negociaciones en una casa acribillada a balazos. Bellyse salió con las suyas. Se puso a trabajar y redactó un "tra­tado internacional" mediante el cual se otorgaba a la com­pañía que debía formar "Monsieur Felix Bel)y, pub')¡cista",Ja concesión exclusiva para construir y administrar el canalde Nicaragua.

y no paró ahí el francés. Logró también que ambospaíses firmaran un tratado de límites, en virtud del cual Ni­caragua cedía una buena parte de su territorio a Costa Ricaen consideración a la ayuda que esta república debía prestara Nicaragua en caso de controversia con Estados Unidos. Deesta suerte Costa Rica pasaba a ser condueña de un trecho dela ruta del Tránsito, y el Tratado Cass-Irisarri, aun cuandofinalmente fuese ratificado, sería de muy poco valor sin elasentimiento de Costa Rica. Be'lly garantizó a los dos presi­deMes que Francia, estando una compañía francesa asociadaa Costa Rica y Nicaragua en la construcción de! canal, proteogería Jos intereses de ambos países. (1).

Belly asestó entonces lo qUe tal vez él considerara sugolpe maestro: Indujo a Mora y Martínez a firmar una deda~

ración conjunta mediante la cual Nicaragua y Costa Ricase ponían ba¡o la protección de Gran Bretaña, Francia y Cer­deña, declaración que en su parte resolutiva daba a "Mon­sieur Belly plenos poderes para pedir en nuestro nombre el

[11 Manuscrito. de los /lrc~¡v05 del Deprtalllen~o de Estado, Nicaragua y Co~la Rica,Despo.cho$, 111.

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auxilio inmediato de todos los barcos de guerra europeosque encuentre. Le encargamos especialmente que solicite elenvío a San Juan del Norte de uno o dos barcos de la esta·ción francesa en las Antillas. V ponemos a las repúblicas deCosta Rica y Nicaragua, en la América Central, bajo la ga~

rantía del derecho de gentes europeos, y de la legislaciónespecial contra piratas y bucaneros", Daban como razón deesta insólita actitud la inminente invasión filibustera y elagotamiento de la América Central que sin la ayuda europeano podría de-Fenderse.

Junto con estos poderes dados a Belly, los dos presi­dentes lanzaron un bien calculado manifiesto enderezadocontra Estados Unidos y para consumo europeo. Decíaseen él que una nueva invasión, bajo el patrocinio del gobier­no de Estados Unidos, pondría en peligro la independenciade Nicaragua y Costa Rica; que Estados Unidos amenazaabiertamente con la anexión de la América Central por lafuerza si esas repúblicas no se sometían de buen grado; quetodos los representantes diplomáticos de Estados Unidos enNicaragua habían actuado siempre en complicidad con losinvasores; y que el actual Ministro americano en Nicaraguase jactaba en público de haber presentado el siguiente ulti­mátum: Posesión legal de Nicaragua mediante la ratifica­ción del Tratado Cass-lrisarri, o nueva invasión filibustera or­ganizada ya en Mobila bajo la bandera americana, V decíatambién la declaración que e'l gobierno de Estados Unidoshabía confesado al Ministro de Costa Rica su incapacidad deimpedir nuevas salidas de expediciones filibusteras, y quetampoco podía garantizar la seguridad de la América Cen­tral. V, por último, que por estar las repúblicas centroame­ricanas tan agotadas después de tres años de guerra devas­tadora, no podrían soportar un nuevo ataque, por lo cual"tendrán que sucumbir ante la superioridad del número sila Europa no se digna defenderlas contra tentativas sin eiem­plo en e'l sig'lo diecinueve", Así fue como Mora y Martínezpusieron sus países bajo la prof'ección de Gran Bretaña, Fran­cia, y Cerdeña, las tres potencias que hicieron respetar la

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independencia y nacionalidad del Imperio Otomano, y pe­dían a las citadas naciones no dejar por más tiempo inde­fensas las costas de la América Centrdl ni sus "ricos terrenosa merced de los bárbaros". (11. Atento siempre a causarefectos teatrales, Belly arregló las cosas de manera que losdocumentos en referencia fueran firmados en Rivas el 19 demayo de 1858, primer aniversario de la rendición de Walkerante Davis. Creyendo ingenuamente en lo que Belly apa­rentaba ser, Martínez pensó que con su ayudo podía jugarlelas barbas al Ministro Lamar que se afanaba en esas días enobtener la ratiFicación del Tratado Cass-Irisarri, y desafiar a laAsamblea que lo había aprobado contrariando su voluntad.Cuando Belly se despidió poro volver a Europa con su con­cesión canalera en el bolsillo, Martínez llegó hasta pedirleque al llegar a San Juan del Norte hiciera una investigaciónoficial de la reciente intrusión de Kinney y relatara a Luis Na­poleón el caso· (2). Pocas páginas de la historia hay que re­gistren un episodio de ópera bufa tan jocoso como este delas negociaciones de Belly con los presidentes en Rivas.

Engreído con su éxito, el francés se dirigió a Colón parade allí seguir a Nueva York. Al entrar su barco 0-1 puertoamericano arrimó un bote con Jos últimos diarios. Entre ellosel tterald de Nueva York destacaba en llamativos carácte~

res este título: "Monsieur Belly desautorizado". El informedecía que el gobierno de Francia había dedorado no tenerningún vínculo con él, y lo calificaba de simple aventurero.Sus misteriosos manipuleos en la América Central durantevarios semanas habían alarmado a todos los expansionistasamericanos y a los epígonos de la Doctrina Monree, y hastahabían reavivado lo menguante liorna de simpatía por elfilibusterismo. Habíase temido que fuera él emisario secretodel emperador de Francia. Pero habiéndose conocido la ver~

dad, la colosal ba'llena se redujo a una mísera sardina. Bellyllevaba el plan de personificar en Washington el mismo papel

111 Monlllcrifo. de lo. Archi~os del Der:"!omento de hlad". Nic"roguo y (".Ia Rica.De'IXl~ho" 111.

(2) Obra citad" de Bclly, Vol. 11. póg. 17a.

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que tan bien representara en el is1-mo, y pensaba hacer quesu proyectada compañía y el gobierno de Estados Unidosllegaran a un entendimiento. La desautorización, empero,arrebató a sus velas todo el viento, y ni Cass ni el Ministrode Francia fueron complacientes con él. Tomó un barco parasu patria y llegó a Liverpool con dieciocho francos en el bO'l­silla. El Secretario de la legación de Honduras le prestó di­nero para que pudiera llegar a París, en donde fueron pocoslos hombres de reputación que lo recibieron. Algunos pro­motores de dudosa responsabilidad le facilitaron al fin me­dios para volver a Nicaragua y comenzar el reconocimientotopográfico del proyectado canal¡ pero a su llegada se en­contró con que los diplomáticos centroamericanos en Paríshabían escrito a sus respectivos gobiernos diciendo que lospromotores eran unos bribones¡ y en Nicaragua cundió lanoticia. Los fondos para continuar los estudios topográficosde la ruta le fueron en breve negados y su hermoso plan decana'lización pasó a ser un sueño más. Lo único que logróhacer fue obstaculizar los esfuerzos que los capitalistas ame­ricanos hacían por reabrir el Tránsito.

La declaración conjunta de Martínez y Mora irritó a Cass.No sólo se acusaba en ella al gobierno americano de debili­dad y mala fe en el caso de los filibusteros, sino que menos­preciaba a la Doctrina Monroe con el establecimiento de unprotectorado europeo sobre la América Central. El Secretariode Estado pidió en seguida a Lamar averiguar si la declara­ción, era auténtica o no. Si lo era, Estados Unidos trataríanla provocación con tolerancia; aunque "si Francia o Gran Bre­taña o bien cualquier otra nación con gobierno normalmenteestablecido y consciente de sus deberes para con las potenciasextran(eras, fuere la instigadora de la ofensa", se cortaríanen el acto relaciones diplomát'icas con tal gobierno. Orde­nóse a Lomar notificar a las gobiernos de Nicaragua y CostaRica que si el contrato con Belly redundaba en periuicio dederechos adquiridos por los americanos, se exigiría completaindemnización. En cuanto a la intervención europea en losasuntos americanos, años hacía que Estados Unidos había

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manifestado su oposlclon a una política de esa naturaleza,cualesquiera fuesen las circunstancias. Por último, Lamardebía hacer ver a los citados presidentes que de no habersido por la ley de neutralidad de Estados Unidos, la invasiónque fue corolario de un malhadado contrato firmado por ciu­dadanos nicaragüenses habría triunfado, y que el poder deque ahora disfrutaban lo debían a la aplicación de dicha ley.En pago del fiel cumplimiento de sus obligaciones, el gobier­no americano había sido puesto indignamente en la picotaante los ojos del mundo. Ya había pasado por alto los fre­cuentes descomedimientos de Jas repúblicas centroamerica­nas, pero ahora, sin que esto fuera cometer una injusticia conellas, el gobierno americano exigiría justicia. Y en preven­ción de las medidas que tal actitud demandara -terminabadiciendo el oficio de Cass a Lamar--- Estados Unidos esta­cionaría barcos de guerra en San Juan del Sur, El Realejo ySan Juan del Norte, (11.

Con estas instrucciones en su poder, Lamar notificó {:llgobierno de Nicaragua que esperaba que el acuerdo suscritocon el francés no habría de poner en peligro los derechos pre­viamente adquiridos por ciudadanos americanos, y queríasaber si la declaración Mar-rínez-Mora era auténtica o no. Aldía siguiente recibió respuesta de que no se había pensadoen prÍvar de sus derechos a Jos ciudadanos americanos¡ perose pasaba por alto la pregunta referente a Jo autenticidadde la declaración de los pres'identes. Días más tarde el Mi­nistro repetía la pregunta y pedía respuesta concreta e in­mediata. Al no recibirla esta vez tampoco, volvió a la cargade manera más enfárica pregun'tando: "¿Es auténtico o noel documento?". Que sí lo era, fue la respuesta, pero queMartínez lo ·había firmado en Rivas como ciudadano particu­lar y no como presidente. Era sólo, por lo tanto, la manifes­tación del deseo de un ciudadano que quería ver a su patrialibre de filibusteros. [2J.

(1) Manu.crita. d" los A:chivos del DepartClmento de E,tado hl'odos americano.In.trucciones, XV. "

121 El tra.piés de III declmación lo confirma el pmámbulo que dice, "Lo. Jefe. SU"

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El 8 de agosto llegó Lamar a San José y presentó suscredenciales ante el gobierno de Costa Rica. Mora le explicóque la declaración había sido mal interpretada, y que cuandofue redactada eran tan grande los temores de una invasiónfilibustera, que su país se habría echado en brazos de cual­quier nación, aun en calidad de colonia, con tal de ob1'enersu protección. El 16 de septiembre el PI"esidente costarricen~

se dio nuevas explicaciones manifestando que los temoresque habían sido causa de la declaración eran infundados, yque confiaba en la buena fe y rectas intenciones del Presi­dente de Estados Unidos. [1), El 25 del mismo mes Martínezhizo igual coso.

Ni aun con la entrada de Belly en Nicaragua abando­naron su 'lucha los capitalistas americanos que se disputabanla concesión de la ruta del Tránsito" El contrato firmado porStebbins y White el 27 de ¡unio de 1857 fue revocado el 28de enero de 1858 a instancias de los agentes de Vanderbilt,y el 8 de marzo siguiente se traspasó la concesión al finan­ciero neoyorquino. Stebbins y White impugnaron la lega­lidad de la revocación, pidieron la protección de Estados Uni~

dos, y continuaron sus preparativos para inaugurar una líneade va pores (2).

Pronto se hizo evidente que Vanderbilt no tenía inten­ciones de reabrir la ruta, y que había obtenido la concesiónsólo para que ningún otro pudiera explotarla. Se supo quela línea de Panamá, o sea la Pacific Mail Company, querien­do monopolizar el tránsito entre Panamá y California, habíaaccedido a pagar a Vanderbilt $ 56.000 dÓ'lares mensunles,con tal de que no le hiciera competencia a esa compañía ni

p,emoo d" la! ~"púhliC<1s de Nicaragua y Costa Rica, reunidos en ~ivas" despu~5

de haoor G1reqlado las diferencias que dividían a loo do. Repúblicas, y ,establecidolo poz y la má. complcta armonio entre ellas, de común acuerdo, y para afíanzarla independencia y ,c¡¡urid"d de lo, p:Jí'es y de toda la América Central, 'Etc.En la citada obr(1 de P6rcz, Pág. 608.

11) Manuscritos de los Archivos del Depaltam~nto de E.taJo, Nicaragua y Costa Ríca,Desp(lchos, 111.

12) Manuscritos dc los Archivo. del Departamenlo de Estado, NicaragU(l y Coota Rica,Despachos, Irl.

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permitiera que tampoco ningún otro se la hiciese. (1). Enconsecuencia, hizo las paces con Margan y Garrison, quienesde¡aron de porfiar. Con eso sólo quedaban litigandoVanderbilt y la organización Stebbins"White. Estos siguie­ron en la brega; tal vez Vanderbilt creyó que nunca tendríandinero suficiente para hacerle mella. Así pues, 1-0leró su exis­tencia.

Es significativo, sin embargo, que Irisarri, defensor de lacausa de Stebbins y White, fuera reemplazado en octubre de1858 por Jerez, quien, según revelan los Archivos del Depar­tamento de Estado, antes de su nombramiento se carteabacon los agentes de Vanderbilt. (2), y lo es también que tanpronto como se anunció que el primer vapor de Stebbins w

White saldría para San Juan del Norte, Jerez publicó un avi­so en los periódicos de Nueva York aconse¡ando no embar­carse por esa ruta a California, debido a que la compañía,decía, no tenía vapores en el río ni en el lago, y los pasaierostendrían que hacer el viaie en bongos. Se dio por sentadoque el Ministro puso ese aviso por insinuación de Vanderbitl.(3). Cass le llamó la atención por esa indiscreción diplomá­tica. \4).

El "Washington", primer vapor de la Stebbins and Wh iteCompany, zarpó cumplidamente el 7 de noviembre para SanJuan del Norte con 320 pasajeros. A su llegada al puertoun oficial del barco de guerra estadounidense Savannah, deacuerdo con instrucciones al respecto, subió a bordo a prac­ticar una inspección ocular, pero no encontró nada sospe­choso. El gobierno nicaragüense, no obstante, había noti­ficado al agente de 'la compañía en San Juan del Norte queno permitiría a los pasajeros cruzar el istmo. El agente tomóun 'Japorcito del río y partió en él para Granada con el ob­¡eto de pedir al gobierno que modificara la orden. En SanCarlos se obligó al vaporcito llevar a un pelotón de soldados

1,1) Horpe,'. Weekly, Vol. 111., Póg. 114, He,old, de Nuevo York, 5 de ¡unio de 1B51l.121 Monuscrit05 de lo, Archivos del Deixutomenta de E~tada, América Central Nota.

al Departamento, 11.13) Evening Star, de Washington, 4 de noviembre de 1858.(4) Libros de recortes de Whecler, Vol. 4, Pág, 336.

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antes de permitirle surcar el lago. El agente encontró infle­xibles a los funcionarios gubernamentales y supo que el va­por de California que había arribado a San Juan de'l Sur ha­bía zarpado ya. Mientras esperaba el regreso del agente, el"'Washington" fue abordado por oficiales de la marina bri­tánica y registrado por segunda vez. En vista de que nopodía enviar a sus pasajeros por la vía de Nicaragua, el va"por zarpó hacia Colón y los mandó a California en barcosde la compañía rival. Unos noventa rehusaron seguir el via­je y se volvieron a Nueva York. (1 J. Este fue el Alfa y Omegadel negocio naviero de los señores Stebbins y Wh ite¡ y el Trán­sito siguió cerrado. El espectro de Walker y sus hombres re­gresando a Nicaragua era suficiente garantía para que elTránsito continuara paralizado y Vanderbilt siguiera perci­biendo por muchos meses más su mesada de $ 56.000 dó­lares.

Finalmente, en el otoño de 1859 Vanderbilt decidió po­ner fin a su alianza con la Pacific Mail Company. Yenton­ces anunció su propósito de res1ablecer el tránsito de mar amar a través de Nicaragua. Se oyó luego el rumor de que siel gobierno nicaragüense le ponía obstáculos, se serviría de\05 filibusteros para lograr su obletivo, y con este fin uno desus vapores salió con armas de Nueva Yorka Nueva Orleans¡allí intentó zarpar hacia Colón, pero se lo impidió el gobier w

no. (2J. Por una razón u otra Vanderbilt abandonó sus pla­nes de reabrir la ruta. Varios proyectos de esa naturalezasurgieron en la siguiente década, pero ninguno salió de laincubadora. Por último, la construcción de la línea férrea através de Estado's Unidos restó a'l istmo centroamericano mu­cha de su importancia. El cierre del Tránsito fUe quizá elefecto de mayor consecuencia en la carrera de Walker enNicaragua. Antes de aparecer él veinte mil americanos atra­vesaban el país cada año. La entrada en escena del filibus­tero desvió el trá"fico para otras partes, y tal vez cambió eldestino de Nicaragua.

11) Manuscrito, de 10$ Archiyo. del Departamento de Estodo, Floto de Aguas Territorial".,1858" 9, Pág. 129. Libro. de recortes de Wheeler, Vol. 4, Pág, 336.

121 Véase en el siguiente capítulo la detenci6n del PhllQclelphl(l.

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CAPITULO XXIII

Fin del Filibusterismo

Se recordará que cuando en noviembre de 1857 partióWalker de Nueva Orleans a Nicaragua, estaba en libertadbaio fianza acusado de haber infringido la ley de neutrali­dad. Apenas de regreso en Estados Unidos manifestó queiría a Nueva Or'leans a pedir se le juzgara por el delito im­putado, y esto salvó tal vez a su fiador de tener que pagarlos dos mil dólares de la fianza por incumplimiento del fili­bustero. Cuando Walker llegó a Mobila fue arrestado a so­Iicitud de las autoddades federales de Nueva Orleans, peroquedó en libertad por haberse interpuesto recurso de habeascorpus, (1) Y al llegar a esta última ciudad se le abrió juicio,junto con Anderson, por infracción de la ley de neutralidadde 1818. (2l. Allí pasó la primavera, recluído lo más deltiempo en su alojamiento del número 184 de la calle CustomHouse, atareado en la preparación de su libro qU8 sería uLaGuerra de NicarClguo". El 31 de mayo él y Anderson com~

parecieron ante el Juez de Distrito Federal. Los defendióPierre Soulé. El gobierno presentó como testigos de cargoa Bruno van Naizmer, Jules Hesse -representante éste deJ. G. Humphries y secre1-ario de [a recién organizada Sociedadde Emigrantes Sureños- a los señores Pilrner y Slatter, quie­nes tenían a su cargo la venta de bonos nicaragüenses, y alCapitán Chatard, ex-Capitán del Saratoga. Presentáronse

[1 ¡ loui,ion" Couricr, ~6 d" ¡unic de \ 858.121 Al des~mbcrrcar Ande"on y ous hombm, en (oyo Hueso fueron det~nidos para

ser interr090das por un Juez de Distrito Fooeral, quien rehu,ó presentar lo w~lt;ón

de si ~I gabierno t~nío a no jurisdicción "n olto mar; se bC1SÓ únicamente en guehnbieniÍo .ufici"ntes pruabm para O-c,-"arlas de habar violada la ley de Nuevaarleans dabía enviór,ei~. alió pe"" 'om~t~r1os o juicio.

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pruebas concretas, y la acusación del Juez Campbell fue di­recta y fuerte contra los enjuiciados. Walker, como en eljuicio de California, se defendió a sí mismo. Después de de,liberar hora y media, informó el jurado que no había podidoponerse de acuerdo, por lo que fue relevado. Diez votaronpor la absolución, y dos por la condena. Walker, seguro deser absuelto al fin, exigió nuevo juicio, pero el Fiscal de Dis­trito optó por supender el proceso. (1l.

Pasado esto, Walker se quedó en Nueva Orleans. Pre­gonaba su propósito de volver a Nicaragua, y prometió quecomería la cena de Navidad en Granada. !2l. Durante mesesse habían estado haciendo preparativos. El 8 de febrero laAsamblea Legislativa de Alabama aceptó la incorporaciónde la Compañía de Vapores Mobila y Nicaragua con capitalautorizado de cien mil dólares. (3). Un mes mós tarde sefundó, con el ob¡eto de "colonizar"' Nicaragua, la Sociedadde Emigrantes Sureños con sucursales en todo el Sur, perocon más fuerza en Alabama, Misisipí, y Carolina del Sur. Enel transcurso de la primavera y el verano Walker hizo unajira por varias ciudades y pueblos del Sur dictando conferen­cias con el fin de despertar interés en su empresa y recaudarfondos para otra invasión. (4). El vapor Fashion había vuel­to a Mobila y por haber zarpado bajo registro falso fue con­denado y puesto en subasta pública; por doscientos dólarespasó a manos de la Compañía de Vapores Mdbila y Nica­ragua.

A principios de abril Henningsen hizo un viaje a Méxicoque nada tenía que vel· con los planes de Walker. Se supuso

(1) COl11mc.dof Bun"tin, de Nueva OrieG"', I~' \' 3 de junio de 1358, Loui.iono CO<l';...,l' Y 3 de ¡unio de 1858; Pi<ayun~, de Nuevo OrlOOn$, 1" Y 3 do junio de I B58.

12) Harper'$ We"k)y, Vol. 11., p6gs. 626,706, 802.13j Ados de AlabamCl, 1857" 8, Pág,. 216 - 9, MClnu,oitos del Depark,mento de

F..lado, Oficin" de Indices y Archivo., Arrl¿rjea Centra), Carta, del nepClltClmento,1.,138 - 9; Not", ,,1 Departamento, 111.

I~I '·EI G~nerol Wolker podda con'egui' '''' milló<> d" dólaros erl el COl\clodo deDalla. pam CFmcricanizar (l 1" América Centla)" .,.crjbió el "ntu,i~tCl director delS..nlinef, de Selma, Alobc:.:ma, poco después de haber oido pronuncio, un di"lIT~o

"W"lker. Adve.tl."r, de N,ontgomery, 21 de moyo d~ 1858.

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que había ido allá a ofrecer sus servicios al General SantiagoVidaurre, ¡efe del partido liberal alzado entonces en armas.Lockridge también le había ofrecido los suyos el 29 de marzoal mismo Vidaurre prometiéndole hombres y armas a con­dición de que, una vez hecha la paz, se le permitiera orga­nizar en alguno de los puertos mexicanos del Golfo una eX­pedición para ir a "liberar" Cuba. Al saber Lockridge queHenningsen había ido q Monterrey, Cuartel General de losliberales, se inquietó mucho por temor de que éstos prefirie­ran a la suya Jo espada de aquel eminente soldado. Ade­más, le dolían todavía las críticas hechas por Walker yHenningsen respecto de su fracasada expedición en el RíoSan Juan. Dispuso entonces adelantársele a Henningsen yal mismo tiempo cobrársela por haber devaluado sus capa­cidades militares. Escribió en seguida una carta a Vidaurrediciéndole que Henningsen no era sino un agente de Walkercon quien seguramente maquinaba algún proyecto pirático.Al contestarle Vidaurre le citó una gacetilla publicada por elpropio Lockdrige en un periódico de Galveston, la cual de­mostraba que los motivos de éste para llevar tropas a Méxicoeran muy otros de los que hablaba en su correspondencia conlos líderes mexicanos. Henningsen, al enterarse de lo ase­verado por Lockridge, negó ser instrumento de Walker ytambién que estuviera planeando una invasión; manifestó,ademós, que de tomar parte en la revolución mexicana seríasólo por invij"ación expresa de Vidaurre. P}, la discordia delos dos filibusteros metió tan en sospecha a los mexicanosque desistieron de la ayuda extraniera.

A su regreso de México Henningsen se detuvo en NuevaOrleans en donde por un tiempo se le vio visitar casi diaria­mente a Walker. En el otoño supieron las autorHades que enMobila estaba tomando cuerpo una nueva expedición. Laoficina de la Sociedad de Emigrantes Sureños, de Mobila, ex­pidió el 8 de octubre una circular informando a los que qui­sieran emigrar que ellO de noviembre saldría de ese puerto

!JI Libro de recolte, de WhNler, VD:, 4, P¿g. 323.

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un barco a Nicaragua. (1). Ordenóse a la marina de guerraamericana del Caribe mantener atenta vigilancia, y el 30 deoctubre el Presidente Buchanan emitió un comunicado man­dando a los funcionarios gubernamentales estar alertas a su­primir "iada tentativa de expedición filibustera; también ad­vertía a todos los que estuviesen planeando sumarse a laempresa que ya no les valdría decir que iban como emigran­'tes pacíficos (2J. Tres días antes Irisarri había notificado aCass que a ningún extranjero, a excepción de los pasajerosque fuesen en viaie a California, se le permitiría entrar enNicaragua sin pasaporte visado por el ministro o cónsul ge­neral residente en el país de donde el pasajero hubiese sa­l¡do. (3). Por ese mismo tiempo Lord Napier advirtió a Cassque todo intento filibustero de desembarcar en San Juan delNorte o en la Costa Mosquitia sería repelido por la marinabritémica, y también que todo inten1-o de desembarcar en te­rritorio de Nicaragua o Costa Rica sería igualmente repelidosi los gobiernos de esos países lo pidieren' {4}. Malmesburycomunicó en Londl"es al Ministro americano, George M. Dalias,que se había ordenado el envío de dos barcos británicos aSan Juan del Norte con instrucciones de interceptar a los fili­busteros, y sugería se ordenara a los barcos americanos enaguas de la América Central cooperar en igual forma. (5).

Lo mismo se pidió al gobierno francés, el cual accedió a enviarbarcos de guerra allá. (6J.

[J) El texto da eM" 'ircular orxHe<ció en vé1rio$ periódico, del Sur, (omo decir elAclv~rti'er, de Montgomcry, octubre de 1858; y también en ..1 C"lf Stol<, Hi.l<>ri<o\Mogoline, Vol. 11, Pág. 184.

[2) Worh of Jame. Buchonan, Por Moore, Vol. X., Pág. 230.

[3) Manu",itos de los Archivo. del Depart"mento de E,tado, América Central, Not"sdel Dep"rtGmen10, l., Pág. 148; Cartao al Düpwt"mento, l., Pág•. 147·8.

141 Manusc,-itos d" los Archivos del Departamento de Estado, Estoda, Amoricano,In,trucdanes, XVI., Pág. 23 Y GtrClS; Brit¡sh Slale Pape", XLVIII., P6g. 699.

15) B,itish Stt>te Pape.., XLVIII., Págs. 711 - 2.

16) Mallu,(ritas de la. Archiva, del Departamento de Est"da, Estadas Am~ricanas,

InstrucciaIlG<, XVI., Pág. 23 Y atros. Quizá sea innece.orio decir que Ca", can'u, bion (ono~idas antipatías """'peas, no vio can buenos oio~ las medid", adop_1ados por Inglaterra y Fmncia, y notific6 a Lord Nopier y a MonsieuT $ortige, quedicha! medid". 'u"itarion anim",idad en F;stados Unidos, y que acc:barían decomplicar los aduaie. problema. d~ la América Central.

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El Secretario de Marina Isaac Toucey ordenó el 17 denoviembre al Comodoro James H. Mclntosh, sucesor dePaufding en el cargo de Comandante de la Marina de GuerraAmericana en el Caribe, mantenerse oio alerta y detener cual·quier expedición ilegal con destino a Nicaragua. Se le ad~

vertía que, para evitar la repetición de un caso semejante alde Paulding, interviniera sólo en alta mor. "No haga ustedeso en ningún puerto, ni desembarque un solo hombre contal ob¡eto". Pl. El hecho de que el Departamento de Marinaestacionara barcos de guerra en puertos centroamericanospara impedir el desembarco de filibusteros y luego ordenaraa sus capitanes actuar únicamente en alta mar, fue causa demucha confusión entre la oficialidad. Con frecuencia escri­bían ellos al Departamento de Marina pidiendo más clarasinstrucciones respecto de sus atribuciones, y hasta anticipa­ban casos hipotéticos acerca de los cuales querían que el De­partamento les señalara una línea de conducta. Excusadoes decir que nunca pudo Toucey aclarar cómo podría un bar­co de guerra, anclado en la bahía de San Juan del Norte, poreiemplo, interceptar una nave filibustera antes de acercarsea tres millas de la costa. A los oficiales se les advertía, porotra parte, que no debían proceder basados únicamente ensimples sospechas, y que tampoco debían intervenir en cues­tiones de comercio legal, prohibiciones éstas que enmaraña­ban más todavía a los cerebros náuticos.

El 16 de octubre Thadeus Sanford, Administrador de laAduana del puerto de Mobila, informó al Secretario Cobbde la reciente visita de William Walker, quien había llegadoa manifestarle que alrededor del 15 de noviembre saldría deMobila para San Juan del Norte un barco con unos trescien­tos emigrantes pacíficos, sin armas. Le dijo el filibustero quesi se objetaba a que él saliera como emigrante, no se embar­caría. Cobb le contestó diciéndole que sí le pedían permisopara zarpar remitiera la solicitud directamente al Departa­mento del Tesoro. El 9 de noviembre se pidió el tal permiso

1\) HOUSB Ex. Doc. 24, 35 Cong., 2 Se".

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para el buque Alice Tainfer con trescientos o más pasajeros;cobb ordenó retenerle su despacho de aduana. Algunos delos pasajeros tenían pasaporte visado por Irisarri, que al prin­cipio se creyó fuesen falsificados, pues el Ministro decía ha­ber expedido solamente doce a personas que el 6 de diciem­bre tomarían el vapor Washington de la compañía de Stebb­ins y White. Por extraño que parezca, esOS pasaportes apa­recían ahora en manos de los filibusteros de Mobila, sin quenadie supiera decir cómo habían llegado a poder de ellos.Al ser detenido el A!ice Tainter muchos de los aventureros queiban a Nicaragua se volvieron a sus casas. El 30 de noviem­bre Walker fue intimado a comparecer ante un tribunal fe­deral de Mobila, pero no se pidió nada contra él. (1).

En esos mismos días varios periódicos del Sur comenta­ban a banderas desplegadas los preparativos que se hacían.El Crescent, de Nueva Orleans, decía que en esa ciudad seestaba organizando una compañía de milicias, y el Despt:l!ch,de Augusta, estado de Georgia, publicó que el Coronel A. F.Rudler, ex-miembro del Estado Mayor de Walker, había sa­lido para Mobila, de donde partiría a Nicaragua. (2).

El 4 de diciembre varias personas involucradas en pro­yectos de expediciones filibusteras pidieron al Administradorde la Aduana Sandford permiso de salida para la goletaSuson con destino a Cayo Hueso. Como antes, le negó y re­mitió la solicitud al Secretario del Tesoro. Humphries, dueñodel barco, amenazó al Administrador con demandarlo pordaños y periuicios, y varios amigos de aquél trataron tamobién de intimidarlo con amenazas de violencia. Al fallarlesesas táctica resolvieron hacer zarpar la goleta sin despachode aduana. Entre diez y doce de la noche del 4 de diciembreciento veinte emigrantes al mando de Anderson y Doubledayabordaron la goleta que fue remolcada de la bahía de Mo­bila hasta 009 Bar, donde quedó a sus propias velas. Inme­diatamente enderezó hacia la América Central. Entre los

[11 Hoo!e Ex, Doc. 25,35 Cong., 2 Ses,.12) Libro, de ,eco(te. de Wheeie" Vol. 4, Pág. 336.

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oficiales iban hombres avezados a las balas como eran losconocidos Coroneles Bruno van Natzmer y Rudler, el MayorHoof, y los Capitanes McMichael, Rhea y McEachern. Todo eldía 5 la goleta se la pasó sin pizca de viento, y el 6, estandoaún en la bahía, un guardacostas le dio alcance. Subió unoficial a bordo pidiendo ver su despacho. El Capitán de lagoleta, Harry Maury, alegó no haber zarpado todavía y queiba al embarcadero que la flota tenía en la bahía, de dondesi se haría a la mar. El oficial llevó a su comandonte la ex·plicación de Maury y volvió en seguida declarando que lagoleta era desde ese momento presa de Estados Unidos yque debía volver inmediatamente a Mobila. Maury se negórotundamente a obedecer y echó ancla al fondo. Entoncesel Capitán del guardacostas y seis hombres se dirigieron a lagoleta. Cuando su bote se acercaba, los filibusteros se ali­niaron en la barandilla sacando sus revólveres y cuchillos, yal tiempo que Anderson y Maury parlamentaban con los ofi­ciales del guardacostas proferían amenazas diciendo que node¡arían al Capitán volver a su barco. El Capitán ordenó aloficial del bote atracado a la goleta irse al guardacostas ycañonear al Suson, sin miramientos a su propia vida. Estadecisión del Capitán enfrió la furia de los "pasa¡eros" queentonces le permitieron volver sano y salvo al guardacostas.Antes de irse declaró que si la goleta se movía de allí laecharía a pique. Por desgracia quedó uno de sus oficiales abordo, y Maury lo -Jamó en rehén. Convencido de que entales circunstancias el guardacostas no dispararía contra subarco, levó anclas en el acto y comenzó en la bahía una per­secución de pantomima. Era inútil que el guardacostas tra­tara de abordar la goleta, pues ésta llevaba cinco veces máshombres de los que tenía aquél y muy fácifmente podían losfilibusteros echarlos al agua sin tener para qué hacerles otracosa. El agente fiscal del guardacostas tenido en rehén fueinvitado a pasar al camarote del Suson, y, según las malaslenguas, como todo marino que se las pica cedió a la ten~

tación de catar todas las botellas.

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Una espesa niebla envolvió al rato a los barcos que seperdieron mutuamente de vista. Los filibusteros desplega­ron todo el velamen y pusieron proa al Golfo de México, pero,de pronto, de entre la bruma surgió como una aparición elguardacostas. Volvieron a fondear los filibusteros y lo mis­mo hizo el barco del gobierno. Reanudaron los dos capita­nes su parlamento esa noche, sin llegar a nada positivo. Aldía siguiente Maury intentó escurrirse por el Estrecho de Grant,pero viró en redondo cuando el guardacostas despejó lospuentes llamando a zafarrancho de combate. Los dos bar­cos se estuvieron al pairo hasta entrada la noche, cuandoMaury subió o bordo del guadocostas para sugerir que am­bos anclaran como la noche anterior. Acordóse hacerlo así,más cuan-do Maury regresó hizo que deslizaran la cadena porun escobén y lo subieran por el otro. El Capitán del guarda­costas, al oir rechinar la cadena creyó que la goleta estabaen efecto anclando, y entonces echó su ancla al fondo. ElSusan aprovechó el momento para internarse en las tinieblas,cubierto su fanal con una manta y además protegido por labruma. Percatándose de la treta, el Capitán del guadacos­tas reanudó la persecución, pero encalló en un baiío, y cuan~

do logró zafarse ya el Suson iba muchas millas mar afuera.El oficial del guardacostas, a bordo aún de la goleta fugitiva,ordenó a Maury anclar y no salir de la bahía. Maury res­pondió calmadamente que no pensaba hacerle caso¡ así queel guardián del honor de la nación volvió al camarote a diluirsu contrariedad en la filosofía de Omar Khayán. (,f) Dosdías después el Susan se puso al habla con un barco que ibarumbo a Nueva Orleans y transbordó al funcionario del go~

bierno. Al dejar la goleta los "pasajeros" lo despidieron contres vítores y a coro le cantaron: "Que él es un buen compa­ñero nadie habrá que lo niegue".

Doubleday describe a los que iban en la goleta como"gente en su mayoría de la clase que merodea por los mue­lles de las ciudades del Sur, con uno que oho tipo de caiero

(+) Refiére5e" los versos de e,le poel;;J per,,,: "Bebamos y cantemos que mañanamorhemos". [N. del T.].

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de banco que de pronto hubiera cambiado de profesión" {11.

llevaban órdenes selladas que debían abrir dos días másallá; ordenábasele a Anderson desembarcar en el puertohondureño de Omoa, y apoderarse allí del Castillo de SanFernando, poderosa fortaleza que sería el punto de reuniónde expediciones que seguirían después. Así no serían vistospor los barcos de guerra surtos en puertos nicaragüenses.Walker creía iustificado su desembarque de fuerzas arma­das en cualquier parte de la América Central porque todosesos estados le habían hecho la guerra. Sin embargo, eseintento de los filibusteros fracasó antes de llegar a la meta,debido a que en la mañana del 19 de diciembre el Susonencalló en unos arrecifes de coral a sesenta millas de BeJice.Después de pasarse tres días varados allí se trasladaron loshombres a un islote en donde estuvieron una semana o pocomás viviendo de pescado, frutas y también de algo de lasprovisiones que pudieron rescatar del barco. En el único bo­1ecito de la goleta Anderson y Maury se fueron a Belice dondeinfructuosamente trataron de conseguir otra embarcación quelos llevara a su destino. Por suerte apareció el barco deguerra inglés Basilisk, cuyo capitán se compadeció de ellos.No sólo tomó a los náufragos a bordo, sino que Se ofreció allevarlos a Estados Unidos, viéndolos más como náufragosde una nación amiga que como filibusteros. El l30silisk en­tró en Mobila el día de Año Nuevo, y a menos de un mes desu partida estaban los "pasaieros" de regreso en el lugar dedonde habían partido. Al entrar en el puerto pasaron muycerca del guardacostas que fuera para ellos causa de tantastribulaciones, y su capitán debe haber sentido poca o nin­guna lástima. La ciudadanía dio un banquete en honor delos oficiales del Bosilisk, y les entregó las llaves de la ciudaden reconocimiento de buen trato dado a los desilusionadosy desventurados partidarios de Walker. (21.

(7 ) Remini.<en<"., Pág. 201, por D!lublcday.[21 Para la odi'ea del Suson véan,e el Horper'. Weekly, Vo!. 111., Pág•. 22 _ 39; Ubro.

de recorJes de Wheei8r, Val. ~, póg. 335, R..min;,eenee•• por Daubleday, pógs.192 - 216; Brilish Stote Popen, XLVIII., Pág, 756; Y el Register, do Mobila, 4 deenero de 1859.

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El Secretario Cobb, recién vueltos los filibusteros náufra­gos, ordenó fuesen enjuiciados, así que el 19 de enero losprincipales actores del episodio del Susan, como Anderson,Maury, Van Natzmer, y otros, comparecieron ante el comi­sario de Estados Unidos, quien les impuso fianza de $ 2.500dólares a cada uno por violación de la ley de neutralidad.El Ttibunal Federal, no obstante, declaró que no había lugara causa, y los hombres no volvieron a ser molestados. (¡J. JuliusHesse, el agente de J. G. Humphries, dueño éste del Suson,del Fashion, y del Alice Tainter, demandó ante un tribunal eS­tatal o Sanford por la suma de $ 25.000 dólares por dañoscausados al negarse autorizar la salida del Alice Tainter. ElAdministrador de la Aduana alegó haber actuado como fun­cionario de Estados Unidos, y consiguió que su caso fueraremitido a la corte de circuito federal, en donde Hesse sus­pendió su demanda. l2l.

Can la noticia de la insistencia de Walker en querer vol­ver a la América Central cundió el pánico allí, no obstantela protección de los barcos de guerra franceses, americanos ybritánicos. El 18 de enero el gobierno de Nicaragua pidióel desembarco de marinos británicos para ayudarle a expul­sar a los filibusteros que lograran desembarcar burlando lavigilancia de las flotas combinadas. El Comodoro Mclntosh,Comandante de la flota americana, insinuó al gobierno quea él también le agradaría se le solicitara desembarcar susfuerzas si se creyese necesario. (3). Los nicaragüenses no sesentían garantizados con esta protección, pues recelabangrandemente un ataque por la costa del Pacífico que estabaindefensa. Decían temer que los filibus1'eros, viendo la im­posibilidad de desembarcar en ninguno de los puertos de lacosta atlántica, fuesen a Colón, cruzaran el istmo, tomaranun vapor en Panamá y desembarcaran sin oposición en SanJuan del Sur o El Realejo. En vista de tan apremiante soli-

(11 House Ex. Doc. 25, 35 Cong., 2 Sess.: Reghter, de Mobila, 20 de enero y 2 dejunio de 1859.

121 Register, de Mobila, 26 de mayo de 1859.13) 8ritish Stale Pape.., L., Págs. 150 - l.

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citud, Sir William Gore Ousley, quien entonces se hallaba enel país negociando un tratado, pidió al Capitán del barco deguerra británico Vixen visitar todos los puerteciros de la costadel Pacífico nicaragüense e impedir el desembarque de fili­busteros en ese titara!. Ousley procuraba concertar en Nica­ragua un tralado de comercio y navegación, y también tra­mitaba lo concerniente a la renuncia que Gran Bretaña ha­ría de su protectorado de la Mosquitia¡ la demostración depoderío naval inglés en el Caribe tenía por objeto hacer galade protección a esa zona. Malmesbury había declarado quemientras Ous\ey permaneciera en la América Central los bar­cos de guerra británico repelerían cualquier invasión filibus­tera. El diplomático fUe para Nicaragua una especie de se­guro contra el regreso de Walker, y los marrulleros funciona­rios nicaragüenses alargaban las negociaciones tanto comopodían con el fin de hacer que el Ministro permaneciera allícuanto más tiempo posible y hasta que el gobierno británicotolerase su demora. Cada vez que las negociaciones ibanviení'o en popa sonaba la arma de estar los filibusteros alas puertas, yeso bastaba para suspenderlas. Algunas deesas alarmas eran de lo más tonto. En marzo, por ejemplo,se publicó en el extraniero que Walker, bajo el supuesto nom­bre de Wilson, había cruzado el istmo de Panamá con cientocincuenta hombres en viaie a California, donde organizaríaotra expedición. Se di¡o además que Henningsen y un nu­meroso contingente de partidarios iban de cruzada en Mé­xico para juntarse con Walker en California, de donde conmás de mil hombres saldría por mar a Nicaragua. Y, aunqueparezca extraño, Sir Ousley daba crédito a todos esos infun­dios para luego volver a la carga afanado siempre en lograrla concertación del tratado. Malmesbury al fin le indicó queestaba siendo víctima de una jugarreta, pues las explica~

ciones no eran satisfactorias. Esto era prueba de que losnicaragüenses no querían que Gran Bretaña dejase de pro­teger la costa de la Mosquitia, porque de lo contrario queRdarían por ese flanco más expuestos a las invasiones filibus-

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teras. En agosto fue llamado Ousley por su gobierno, ha­biendo sido su misión de poquísimo valor. (1l.

En septiembre de 1859 los filibusteros, que durante todoel año se habían estado sosegados, volviemn a dar muestrasde actividad. Walker pasó buena parte del verano en NuevaYork, y se dijo que había conseguido de George Law el ofre­cimiento de más armas. Sea como fuere, en septiembre elvapor Philadelp!1ia tomó un fuerte cargamento de elementosbélicos y zarpó de Nueva York a Nueva Orleans, donde esta,ban concentrándose los filibusteros. En el día fijado parasu partida se fueron los hombres, para evitar sospechas, va­rias millas aba¡o de la ciudad donde abordaron el remolcadorPanther que los desembarcó en Southwest Pass. Allí espe­rarían al vapor que debían tomar después de salir éste delpuerto. Se pidió para el Phíladdphio permiso de zarpar condestino a Colón, pero las autoridades, habiendo sospechadodel movimiento de los partidarios de Walker, lo negaron. ElAlguacil de la Corte Federal, con una compañia de artilleríade la guarnición de Batan Rouge, se dirigió a Southwest Pass,donde arrestó a los filibusteros. Estos tomaron el arresto conjovialidad, y tanto así que al acercarse las tropas hicieronguasa de ello ízando una bandera negra; al ser interrogadosdijeron ser pescadores de paseíto por el río. Fueron llevadosde vuelta a Nueva Orleans en donde se les impuso fianzade $ 3.000 dólares a sus ¡efes, que eran: Anderson, Maury,Fayssoux, y William W. Scott, pero fueron luego excarceladoscuando el Tribunal Federal no pudo presentar acusación. (2l.

A [os demás se les internó en los cuarteles de abaio de la ciu­dad, de los cuales se escaparon porque 10$ dejaron sin res­guardo. Los policías que registraron el Philaclelphia no en­contraron nada sospechoso. Sin embargo, a la nod1e si­guiente, fueron echadas las armas al mar. Al saber esto,las autoridades entablaron demanda contra el barco, y alefectuar un segundo registro descubrieron una escotilla se·creta untada de alquitrán que la ocultaba y unos barrilles

111 llrili,h SI"I" Paper., L., Págs. 147, 136, 139'-90, 215 -48.12) Pkayune. de Nueva Orlcam, 18 Y 25 de Octubre de 1859.

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encima para mayor disimulo. Al ser abierta la escotilla apa­reció otro escondrijo repleto de pertrechos. [1 J.

Durante el tiempo que Walker se vio obligado a estarsequieto bajo la mirada del gobierno, no estuvo ocioso. Aunqueforzado a poner a un lado la espada, tuvo la oportunidadde esgrimir un arma más poderosa todavía, la pluma, encuyo ejercicio se había amaestrado como periodista. Se ocu­pó entonces en la preparación de la historia de su actuaciónen Nicaragua, y en la primavera de 1860 apareció su obraen Mobila en tamaño octavo y de 431 páginas titulada LaGuerra de Nicaragua (The War in Nioaragual. Es este libroun relato muy cabal de las peripecias de los filibusteros enNicaragua desde la salida del Vesta hasta su rendición alCapitán Davis. Sus previas aventuras vividas en Baja Cali~

fornia las reseña en seis páginas del primer capítulo, y esmanifiesto, por la forma cautelosa en que trata de esta pri­mera parte de su carrera, que ese no era para él tema de suagrado. En todo el libro habla de sí mismo en tercera per­sona. El estilo es claro, parco y directo, y la dicción es pura.A enemigos y amigos los tr01"a con admirable ecuanimidad,y su pluma revela muy poco de la emoción que debe habersentido cuando en su escritorio recordaba los acontecimientosde sus días de triunfo y de fracaso. Narra los sucesos conescrupulosa exactitud, y el mayor elogio que a este respectose le ha hecho proviene de los historiadores centroamerica­nos que, aun cuando por ser naturalmente hostiles a él in­pugnen sus motivos y sus actos, aceptan como verídicos lossucesos que refiere' (21.

(11 Regisle" de Mobila, 5,9,20,22, Y 26, de octubre- de 1859; Herald i de NueyaYork,6, 7. 8, Y 10 dc ectubre de 1859; Horper's W~ekly. 111., Pág. 663; 8rilishAtc""nl. and Papen, 1860, LXVIII, Pág•. 295 -7. El 7 de octubre de J 859Howell Cobb .es,,,bió al Pre.idente Buchar](ln diciéndole, "Le agrodaró U "sted.,,,ber que 'egun toda probabjlidad, y graCia, o la energía de nuestros funcionario,la. ~xpooi(ión_de Walkcr ha sido frustrada. Al entermnos de que lilegible en elorlglnall dos('ento~ hon;bre. saldrían de Nueva York en cl SI. louis, dí los po~os

conducentes poro Irnpeú"lo. En con$ccuencio, negué permiso de salida al SI. Louis."lh" Corre.po~d"nce of Robert Toombs, Al.."onder H. Slephens, and HowelJ Cobb,P"g, ~4:, ed,t"do por U. B. phillips. En Ann"c>1 Reporl ,,¡ Ihe Am~ri<an Historie,,!A"oclc>tlon, 1911, Ilj.

i2) Montúfar por eiemplo, C\iondo .e encuentra ante versiones antagónico; acepta

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Pocos escritores han logrado, como él, relatar los acon­tecimientos en que tomaron parte destacada dejando traslucirtan poco de su propia personalidad. Quien lee ve en el au­tor la fría encarnación de una idea o propósito en vez de unindividuo dotado de todos los rasgos característicos de la na­turaleza humana. Un metódico análisis de la obra revelaque el propósito primordial de su autor no fue únicamentehistoriar su lucha por el dominio de la América Central, sinotambién hacer a los sureños una solicitud de apoyo moral ymaterial en pro de sus nuevos esfuerzos para hundir el pla­tillo de la balanza a favor suyo. En el Capítulo VIII se pre­senta como el salvador potencial de la causa del Sur, y ase­gura que su empresa de Nicaragua ohece a esa región laúltima y única esperanza de poder preservar sus institucio­nes económicas y sociales. Este capítulo es el que ha hechoaparecer a Walker ante los oios de mudlOs que han estu­diado su libro, como uno de los más señalados apóstoles dela propaganda esclavista. Justo será, sin embargo, tomar enconsideración las circunstancias bajo las cuales lo escribió.

Por ese tiempo Walker dio otro paso que muchos con­síderaron no más que parte de sus preparativos para volvera la América Central. Aunque nacido y criado en un severoambiente protestante, y habiendo manifestado en su moce­dad un profundo espíritu religioso, anunció que se había con­vertido al catolicismo. Sus amigos creyeron en la buena fede su conversión¡ sus enemigos, en cambio, lo ridiculizaronjuzgando su ab¡uración de ardid para desvanecer los pre­juicios que a causa de su protestantismo pudieran tener loscentroamericanos.

Poco después de la detención del Philadelphia, de Hon­duras llegaron noticias a reanimar las desfallecidas espe­ranzas de los filibusteros. Por casi una década venía siendomotivo de litigio entre Gran Bretaña y Estados Unidos el des­tino de ciertas islas de las costa Norte de Honduras. En 1841

por lo general lo de WolkBr, aun ,Iendo la, olra~ productos de su. propio. paisanosCenl¡o(lmeritQno,.

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el Coronel McDonald, Superintendente de la Gran Bretaña enBelice y forjador del reino de Ja Mosquitia, arrió la banderade Honduras en la Isla de Roatán para izar la británica, re­clamándola como dependencia de Belice. Esa isla tiene ex­celen'tes bahías -que en Honduras casi no las hay- y suposición geográfica es dominante. No era difícil, pues, adi­vinar los designios de Gran Bretaña. El Tratado Clayton­Bulwer de 1850, conforme a la interpretación americana, eS­tipulaba la reincorporación de Roatán de Honduras; pero elgobierno británico no sólo retuvo su posesión sino que en1852 agregó a ella cinco islas más que llamó colectivamente"Colonia de las Islas de la Bahía". (11. Esa medida causóprofundo enoío en Estados Unidos, cuyo senado aprobó unaresolución declarando que con tal acto Gran Bretaña violabael Tratado Clayton-Bulwer. En 1856 el Senado americanoenmendó unilateralmente el Tratado Dallas-Clarendon in­sertándole una cláusula que prescribía la devolución de lasislas a Honduras. El gobierno británico rechazó Ja enmien­da sugiriendo en cambio que Gran Bretaña y Honduras con­certaran un tratado que determinara su posesión. El go­bierno de Estado Unidos no quería ver a Honduras enajenarninguna parte de su territorio mediante tra-rado con ningu­na potencia europea. El litigio continuó hasta el 28 de no­viembre de 1859 cuando Charles Wyke, sucesor de SirWilliam Gore Ous[ey, firmó un tratado con Honduras con­forme al cual se reincorporaban a esta nación las llamadasIslas de la Bahía. (21.

Muchos de los habitantes de Roatán, en donde todoseran súbditos británicos, se opusieron enérgicamente al tras­paso de la isla a Honduras, y hasta enviaron una peticióna la reina Victoria rogándole no ratificar el Tratado Wyke.Pese a ello, el 21 de mayo se participó a los isleños Ja ratifi­cación, por 10 que celebraron un mitin del cual salió una de­claración respecto de ciertas garantías referentes a la pro-

(11 B.itisl\ Sltlt", Ptl~,... , XLVI., Pág. 246 Y otras.PI Tilo Trtln.-Jothmion C"ntl!: A Study in A,em;wn Diplomtllk Hí.tory, Pág, 12, por

C. H. Huberic¡", (Au.jin, Texo., 19041.

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tección de sus derechos civiles yola libertad de cultos. Pl.Los informes de estos sucesos publicados en los diarios ame~

ricanos alentaron grandemente a los filibusteros que con esovieron venir otra revolución centroamericana.

A comienzos de la primavera de 1860 uno de los des­contentos isleños llegó a Nueva Orleans en busca de Walkera pedirle fuese a Roatón en ayuda de ellos contra los hondu­reños. Pero el líder filibustero se encontraba en Louisville,de manera que el comisionado habló con Fayssoux a quienencargó decirle a Walker llegara a la isla en cuanto no máspudiera. En abril cuando Walker regresó a Nueva Orleansse enteró de la invitación, yen el acto vio otra oportunidad dereconquistar su poder perdido en Nicaragua. Resolvió en­tonces ponerse a la cabeza de otra banda de partidarios, ex­pulsar de Roatán a los hondureños, y hacer de esa isla unobase desde donde recomenzar su tarea de "regenerar" a laAmérica Central. Puso en seguida manos a la obra, y el 20de abril envió allá o un pequeño grupo de avanzada a pre~

parar el camino para ,los que debían seguirles. Iba entreellos uno de sus ex-oficiales, el Capitán West. En mayo yjunio salieron otros como simples pasajeros de los barcos fru­teros; los isleños descontentos les costeaban su manutención.El creciente número de extranjeros hacía sospechar de algoa los nativos. Muchos de éstos eran negros a quienes losindividuos leales a Gran Bretaña decían que los americanosquerían hacerlos esclavos. [21.

El presidente de Honduras era en ese tiempo nada me­nos que el Genera~ Santos Guardiolo, aquel a quien en 1855la Falange Americana derrotara en Lo Virgen. Tan prontocomo él y las autoridades hondureñas supieron de la llegadade filibusteros a Roatán, resolvieron posponer el traspaso delas islas mientras durase la amenaza de invasión. En junioRudler y Dolan, ex-oficiales de Walker, con unos veinte más,

11) Manuscritos de los Archivo, del Deportomento de Estado, Notas al Departamento,América Central, 111; Notas del Dopartamento, 1, Páp. 177 _ 96.

12) He,old, de Nuevo York, 25 de ¡etlio y 1 de septiembre de 1860.

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embarcaron en Nueva Orleans a bordo de la goleta Cliflonrumbo a la isla. En ese barco iban armas y otros materia­les de guerra manifestados como mercaderías corrientes.Walker y Henry se embarcaron en la goleta John E. Taylorjunto con otros filibusreros. El CIiHon llegó a Belice el 14 dejunio y procedió a descargar parte del cargamento destinadoal puerto. El gran número de pasajeros que llevaba hizo sos­pechar a las autoridades, por lo que un oficial subió a bor­do a registrar el barco; encontró que algunas de las caiasmanifestadas como mercaderías contenían armas. Las au­toridades las decomisaron como contrabando y se negarona darle al barco permiso de zarpar hada Roatán. El capitánde la goleta protestó, arrió su bandera, y abandonó el barco.Ante semeiante situación los fdibusteros contrataron otra go­leta y partieron a Roatán. Frente a la isla encontraron allaylor con Walker, Henry y los demás. Todos pasaron 01Taylor que los llevó a la islita de (ozumel, en donde levail­taroh una barraca pal"d guarecerse de las lluvias; allí espe­raron la llegada de municiones de guerra y de boca proce­dentes de Nueva Orleans. Grande era su desilución al vertodavía flotar la bandera británica en las islas, así que nopodían hacer otra cosa que esperar el traspaso. Tras unasemdna en la ¡slíta se reembarcaron todos y por tres sema­nas más peinaron las aguas en busca del barco con las pro­visiones que nunca aparecía, y en espera de que fuese arria­da la bandera britáhica, lo cual tampoco ocurría. (I),

Al cabo se resolvió Walker por el temerario plan deasaltar la fortaleza del puerto de Tru¡illo, en tierra firme deHonduras. Como este país le había hecho la guerra cuandoél era presidente de Nicaragua, creyó justificada la toma derepresalias. Se trazó un plan muy similar al que puso enefecto cillCO años antes para tomarse Granada. Cruzaronfrente al puerto por la noche y desembarcaron en la obscu­ridad tres millas más arriba. Marcharon en seguida sobre

f1J Manuscritos de los Archivos del Departamento de Estado, All1ér:co (en!lat, Notosal Departamento, 111; "Ierold, de Nueva York, 25 de julit;J y 18 de ogosto de 1860;British Stote Popen, L., Pógs, 327 ~ 8.

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la fortaleza, pero alguien que presenció el desembarco ha­bía puesto sobre aviso a los hondureños. Los filibusterosllegaron a las afueras de la población al amanecer, y tuvie­ron allí una escaramuza. Luego se lanzaron sobre la forta­leza defendida tan sólo por un cabo y su escuadra; se adue­ñaron de ella y de la plaza sin perder un hombre, aunquevarios salieron heridos. La fortaleza era una buena muestrade O'quellas de los días coloniales de la América española, ysirvió de excelente albergue a los filibusteros que en su san­tabárbara encontraron armas. Improvisaron allí un hospitalporo los heridos y dos o tres más que habían contraído fie­bres. En la población -sin que sepamos cómo- se abas­tecieron de víveres.

Trujillo fue tomado el 6 de agosto, y al día siguienteWalker lanzó la siguiente proclama:

"Al Pueblo de Honduras. Hace más de cinco años queyo juntamente con otros fuimos invitados a la República deNicaragua con la promesa de ciertos derechos y privilegios,ba¡o la condición de que debíamos prestar ciertos serviciosen el Estado. Nosotros desempeñamos los servicios que senos pidieron, pero las autoridades existentes de Hondurasse unieron a una combinación para arrojarnos de Centro Amé­rica.

"En el curso de los acontecimientos el pueblo de las Islasde la Bahía se encuentra ahora en casi la misma posición enque se hallaban los americanos en Nicaragua en Noviembrede 1855. La misma política que condujo a Guardiola a ha­cernos la guerra lo inducirá a arrojar fuera de Honduras alpueblo de las islas. El conocimiento de esta verdad ha in­ducido a varios residentes de las Islas a hacer un llamamien­to a los ciudadanos adoptivos de Nicaragua para que pres­ten su ayuda en el mantenimiento de sus derechos de per­sona y bienes.

"Pero no bien habían algunos de los ciudadanos adop­tivos de Nicaraqua resrrmd;do cd lIatTlClrniento de los resi-

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dentes de las Islas con ocurrir a Roatán, cuando Jos actualesautoridades de Honduras, alarmadas por su seguridad, pu­sieron obstáculos que estorbaban el cumplimiento del tratadodel 28 de Noviembre de 1859. Guardiola demora el recibode las Islas por razón de la presencia de algunos hombresque ha perjudicado, y así por motivos de partido, no sóloarriesga los intereses territoriales de Honduras, más entorpecepor el momento un objeto cardinal de la política centroame­ricana.

"El pueblo de las Islas de la Bahía puede únicamenteser incorporado a vuestra República por medio de sabias con­cesiones (perol las autoridades existentes de Honduras handado pruebas por sus actos pasados de que no harán lasconcesiones necesarias. La misma politica que Guardiolaobservó hacia los nicaragüenses naturalizados le impediráadoptar el único curso por el cual Honduras puede retenerlas Islas.

"Viene a ser, por tanto, un obieto común con los nica­ragüenses naturalizados y con el pueblo de las Islas de laBahía el colocar en el Gobierno de Honduras a personas queconcedan derechos legítimamente adquiridos en los dos Es­tados.

"De eSi-a manera los nicaragüenses asegurarán su re­greso a su patria adoptiva, y las Islas de la l3ahía obtendránplenas garantías de la soberanía bajo la cual deben ser colo­cadas por el tratado del 28 de Noviembre de 1859.

"Sin embargo, para obtener el ob¡eto que llevamos enmira, no hacemos la guerra contra el pueblo de Honduras,sino solamente con/Ta un Gobierno que sirve de estorbo a Josintereses, no sólo de Honduras :;ino también de todo CentroAmérica.

"El pueblo de Honduras puede por tanto descansar enque tendrá todu \a rrf"\tprriAn r:¡LJe necesite, tanto para sus

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derechos de persona, como para los de sus bienes". (1). [+l.

A los hombres de Walker se les había hablado de queCabañas probablemente se les ¡untaría. Se recordará queen noviembre de 1855 Cabañas visitó a Walker en Granadacon el objeto de pedirle ayuda para derrocar al gobierno le­gitimista de Honduras. la negativa de Walker fue causa deque Cabañas y Jerez rompieran con él, (2) y más tarde am~

bos usaron su influencia y poder para expulsarlo de Nica­ragua. Cabañas se encontraba ahora exiliado en San Sal­vador, y es de suponer que no le alegraría la 'I1oticia del re­torno de los filibusteros, a pesar de lo mucho que pudieradetestar a Guardiola.

Tan pronto como los filibusteros se hicieron dueños deTrujillo comenzaron a poner la fortaleza en condiciones dedefensa reparando los cañones, remontando muchos de ellosen cureñas, convirtiendo la vieja prisión militar en provee,duría, y, en fin, arreglándola de modo que pudiera servirlesindefinidamente de cuartel, caso de ser necesario. Walkerexpidió un decreto aboliendo los derechos aduaneros y con­virtiendo a Trujillo en puerto libre; un error más, como severá, de los muchos que cometió. Tuvo la desgracia, a po­cos días de su llegada, de perder a su oficial de más con­fianza. Este fue Thomas Henry, quien durante la guerra deMéxico y después en la de Nicaragua demostró sus cualida­des de guerrero, [fue herido ocho veces en otros tantos me­ses de guerra con los aliados centroamericanosl. Tomado delicor entró en la san'rabárbara con un cigarro encendido.Ganoso siempre de pelear -en la línea de fuego o fuera deella- y sobre todo si achispado, le cayó a golpes al oficialque le ordenó salir¡ éste, en defensa propia, le pegó un tirodestrozándole la mandíbula. Durante todos los días de ago­nía estuvo Walker a la orilla de su cama siempre que su pre-

111 Tomado de la "GClceta de Honduras", Tomo 3", No. 93. Comayaguu, agosto 31de 1860,

(+) las razone' dadas en "poyo de !U jnva,ió" no son líricas de la claridad concep­tual de Walker, IN. del T.I.

(2) Váme al segundo párrafo del Capítulo XIII de esta abra.

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sencia no era necesaria en otro lugar. la pérdida de esehombre fue para Wa'lker más grande que la de cincuentatipos de prosapia filibustera. (1),

El 19 de agosto entró al puerto la fragata de guerrabritánica Icarus, al mando de su Capitán Norvell Salman. [2}.

De él recibió Wnlker dos días después una notificación ha­ciéndole saber que los ingresos de la aduana de TrujiJlo es­taban hipotecados al gobierno británico en garantía de unadeuda de la cual se había hecho responsable el gobierno deHonduras, pero que con la llegada de Walker los fondos dela aduana habían desaparecido, el comercio estaba parali­zado, los intereses de los comerciantes sufnan menoscabo, yque la presencio de los invasores demoraba la devoluciónde las Islas de Ja Bohía a Honduras. En vista de tales ra~

zones, él consideraba de su deber exigir la entrega de susarmas, la restitución de los fondos tomados de la caia fuertede la aduana, y el reembarque de su gente, de¡ando en elpuerto todos sus pertrechos como garantía de que no volve­rían a la costa hondureña. A los oficiales, sin embargo, seles permitiría llevar sus armas al cinto. Cumplidas estasdemandas, la bandera de Gran Bretaña respondería por laseguridad personal y pertenencias de los invasores.

Walker respondió inmediatamente negando saber nadade la sustracción del dinero de la aduana, y declarando quede haber conocido él los hechos expuestos por Salman en sunotificación, jamás hubiera alterado el régimen aduanerodel puerto. Su tono era por entero apologético, muy dife­rente del asumido en ocasiones anteriores en su trato conotros oficiales navales. Su presencia en Truiillo, explicó aSalman, obedecía simplemente "a compromisos de honorcontraídos con gentes deseosas de vivir en la América Cenwtroj conforme a las leyes y costumbres del antiguo reino, y

111 Wilh WaJkeT in Nico'<l9UO. Pág. 168 Y ot,os, por Jamison.(21 las outoridode. e,paholos de la Habana cnvimon lambién un barco de guerra O

Trujillo, pero llegó cvando ya lodo hab¡,~ lerminado. BrHish Slo!" Pape.., 1I.,Pág. 1288.

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con quienes me ligan intereses comunes bajo las institucio­nes derivadas del Código del Rey Alfredo. (+1. No he creídohacer un mal ayudándoles a conservar sus derechos legal­mente adquiridos". Finalizaba diciendo que no tenía a des­honra entregar sus armas a un oficial britónico, pero sí que­ría saber lo que Solmon haría en tal caso. Pl.

El Capitán ~e contestó agradeciéndole que no conside­rara un deshonor rendirse a él, y Se extendió en razones quereforzaban su intimación. El Gobierno de Honduras, "queyo sepa, no deseo implan1ar el Código del Rey Alfredo en laforma qUe usted lo intenta·'. Que numerosos solicitudes deprotección, añadía el Capitán, había recibido de parte dehabitantes de Trupllo y del puerto de Omoo, y entre estosúltimos mencionaba al cónsul de Estados Unidos; que él es·taba dispuesto a dárselas conforme al derecho internacional.Agregaba que, a riesgo de ser reprendido por sus superiores,se haría responsable de la seguridad personal de Wa'lker yde sus hombres poniéndolos bajo la protección de la banderabritánica, pero que debian abandonar el país costeándose elpasaje. En el puerto estaban dos goletas con cuyos capitanes·podían hacer los arreglos pertinentes. los fondos de la adua­na, que ascendían o más de tres mil dólares en monedo ybilletes, habían sido sustraídos por alguno de los hombres deWalker, y su ¡efe debía responder por esa sumo. Por otraparte, decía no reconocer a un individuo particular el dere­cho de hacerle la guerra a un gobierno constituido, ni alcan­zaba o comprender qué derechos políticos pudieran haberadquirido legalmente las personas que como sostenía Walker,estaban deseosos de vivir en la América Central. (21.

Esta nota llegó a su destino en los últimas horas de latarde, y se le di¡o al portador que volviera por la respuestaa los diez de la mañana del siguiente día. Acto continuo

i+1 Alfredo ..1 Gr(lndc, rey de lngl(lte{l(l, jnte]ecl~(I1 y g<Jcrrero, Ifl48· 99). Con6c:..!a,ent' .. otrtu, '<J obro "El Código de leyel de Alfrodo 01 Gronde". IN. del T.].

I1I He.old, do Nue~e York. 2B do> upliemb,a do> 1fl!OO.(21 H"l>la, de NU"~(1 York. 26 d .. iepllcmbre dG 1860.

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comenzaron a hacerse preparativos para abandonar la for­taleza. Los rifles Minié que sobraban fueron destrozados, yla pólvora que no pudieron llevarse la echaron al agua. Enel hospital había seis enfermos y heridos, el moribundo Henryentre ellos. Todos quedaron al cuidado del médico y de unasistente de hospital, y a eso de media noche el resto de latropa, ochenta en total, salió furtivamente de la fortalezarumbo al Este, costeando en dirección a Cabo de Gracias aDios. Los hombres hospitalizados pasaron una noche de an~

gustias, esperando por momentos que los hondureños entra­ran a asesinarlos. Muy temprano de Jo mañana siguiente elDoctor E. H. Newton dio a conocer el estado de ellos a Salman;éste puso a los heridos y enfermos bajo la protección de laGran Bretaña antes que los hondureños se dieran cuenta dela evasión de Walker. {ll.

Las tropas hondureñas comenzaron la persecución delos fugitivos. El 23 'les dieron alcance atacándolos en LaCeibita (o Cofton TreeJ, sobre el Aguán (o Río Romanol. Loshondureños fueron rechazados, pero Walker tuvo un muertoy varios heridos. El sufrió una leve herida en la cara. Siem­pre huyendo y perseguidos llegaron a un abandonado cam­pamento de corte de caoba llamado Limón (o Limasl, endonde Jos indios caribes, enemi'gos jurados de los hondu~

reños, les suministraron provisiones. Llegados al Río Negro(o Tinto) siguieron orillándolo hasta unas cuatro millas de suboca. Allí acamparon en la factoría de un inglés apellidadoDemsing.

Entre tanto Salman a bordo del Icarus, había llegado ala desembocadura de ese mismo río, cuya barra él sabía quelos filibusteros no podrían vadear. le acompañaba una go­leta con doscientos cincuenta hondureños al mando del Ge­neral Mariano Alvarez. El 3 de septiembre Salman se am~

barcó en dos botes con cuarenta hombres y remontó el río.Al llegar a la factoría emplazó a Walker a conferenciar con

11) He'<Ild, de Nueva York, 28 de septiembre de 1860.

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él Y le intimó la rendición. En típico estilo inglés, ampulosoy fanfarrón, advirtió al filibustero que en la desembocaduradel río aguardaba una numerosa fuerza hondureña, y queagradeciera a los ingleses el estar vivo todavía. Dos vecesle preguntó Walker a quién se rendiría, y Salman le contestóque a un oficial inglés. (11.

Toda la banda de filibusteros pasó en seguida a bordodel Icarus que los llevó a Trujillo, donde desembarcaron encalidad de prisioneros. Walker y Rudler fueron entregados adiscreción de las autoridades hondureñas, pero los otros, a¡~

rededor de setenta, quedaron como prisioneros bajo la pro w

tección británica, para ser, tan pronto como fuese posible,repatriados a Estados Unidos. Salman amenazó con ahor­car al primero que tocase a cualquiera de los hombres am­parados bajo la bandera de Gran Bretaña. Ya decir verdadlos hondureños estuvieron de lo más solícitos con ellos, nopor lo de la amenaza, sino por pura compasión humana,pues la mayoría de los prisioneros se encontraba en el máslastimoso estado, y sin un real.

Al llegar a Trujillo Walker parecía ser el único de losfilibusteros que no daba muestras de abatimiento. Hablódetenidamente con un periodista que abordó ellcarus y le en­tregó la correspondencia cruzada con Salman, la que, di¡o,quería fuese publicada. Acto continuo le dictó la siguienteprotesta:

"A bordo del Icerus."Sep. 5 de 1860.

"Por la presente declaro y protesto ante el mundo civi­lizado, que cuando me rendí al capitán de la fragata de gue w

rro Icarus de Su Maiestad Británica, este oficial recibió perso­nalmente mi espada y mi pistola, lo mismo que las armas delCoronel Rudler, y al rendirme le manifesté clara y concreta-

[1) Herold, de Nueva York, " de octubre de 1860; Tribune, de Nu"va York, " de octubred" 1860, Horper's Weekly, IV., Pág, 647.

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mente que me entregaba al representante de Su MajestadBritánica.

11.1 William Walker" 1' 1

Walker fue luego recluido como prisionero en la mismafortaleza abandonada por él dos semanas ani"es. El cuartoque había convertido en almacén de abastos era ahora sucalabozo. Allí permaneció seis días. Tan pronto se vio pre­so mandó traer un sacerdote a quien dijo quería prepararsepara bien morir. Mostrábase insól,jtamente preocupado porla suerte de sus hombres, y rogaba no les hiciesen ningúndaño; declaró que ellos nada sabían de la repentina decisiónsuya de llegar a Nicaragua entrando por Trujillo, y que élera el único culpable. (2), El 11 de septiembre de 1860 se leleyó la sentencia de muerte, notificándosele que sería fusila­do a la mañana siguiente. La escuchó sin siquiera pestañear.A las ocho de la mañana del 12 un piquete de soldados loconduio de la prisión al lugar fatídico. Acompañado por dossacerdotes caminaba Walker erguido y resuelto, aparente~

mente inmerso en fervientes meditaciones religiosas. Parecíatener puesta fa mente sólo en Ja confortación que Je dabanlos padres. Un gentío seguía al grupo, yen todas las puer·tos y ventanas de las casas había gente mirándolo pasar. Loshondureños parecían jubilosos al ver que pronto el temibleWalker habría dejado de existir. Frente a las ruinas de unviejo cuartel, a un cuarto de milla más o menos de la pobla­ción, escolta y curiosos hicieron alto. Colocóse a Walker deespaldas a uno de los muros, y los soldados, dividiéndose entres pelotones, cerraron el cuadro. Los sacerdotes le admi­nistraron los últimos sacramentos y se apartaron; uno de lospelotones dio un paso al frente y sonó una descarga. Otrohizo fuego también sobre el cuerpo caído, y en seguida seadelantó un soldado que, colocándole el cañon del fusil enla cabeza, le disparó el tiro de gracia desbaraj'ándole la cara

{ll tlerald, de Nueva York, 26 de .epliembre de 1860.121 Elto ()S lo que dic~ Joaquitl Miller, el poeta americano que obtuvo ~I relata d~ lo,

úlnmas hora. de W"lker da boca ,"e uno d" los sacerdotes que lo confortó esplrj"tualmenle, Ver Sun,el Maga%in~, XVI., Pág. 564.

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ya sin vida. Formó después la tropa en columna y se mar­chó dejando el cuerpo inerte allí donde cayó. Los sacerdotesy unos americanos llevaron un ataúd y dieron a sus restoscristiana sepultura. Pl.

A la vuelta de un tiempo unos americanos trataron deexhumar los restos para llevarlos a enterrar a Tenesí, pero lasautoridades hondureñas no lo permitieron. {21. Entre las per­tenencias de Walker se encontró el Gran Sello Oficial de Ni­caragua, que le fue devuelto al Presidente de esa Nación Ge­neral Tomás Martínez ¡unto con la espada que el filibusteroentregó al rendirse a Salman. Esta le fue más tarde dada enguarda a la ciudad de Granada para ser conservada allí co­mo símbolo del hombre que la había reducido a cenizas- (3).

Walker había dejado de existir. La pena de muerte quetan implacablemente decretara a Mayorga, Corral, y Salazar,le fue aplicada a él, y nadie podrá decir que no la mereciera;su asalto a la inofensiva guarnición del puerto de Trujillo esinexcusable. Pero, al mismo tiempo, no habrá quien apruebelos medios empleados para darle muerte. La acción deSalman de recibirlo como prisionero bajo su palabra de honorcomo oficial británico para luego abandonarlo a la piadosa

111 Hay ..orie, ..e.. ione. mferentes o lo ajecución de Walker. La única odrni5iblo e,1" que acebamos de narrar. Según diio "Iquien, Walker habló para declarar quemoría como católico romano; que ,econocía hab~,- hecho mal en haer la guerra aHondura5 y pedía qu~ lo perdonaron; que SU5 hombre, no len ion ninguna culpo,y que e,taba preparado paro mori,', lHoq,.. ,'. W.,.,kly, IV., Pág. 6471. Segúnaira versión, habló en e,pañol (With Wolk.. r in Nicaragua. por Jamisonl; y otramás dice que un ,acerdote habló )Jor 61. Pero en v,,,.d,,d nO h"bló a nadie másque a loo ",cerdote" Tojo lo rlicho por J"mi,on, quien como uno de lo. sobrevi­vienle. de la última expedici6n do Walker narró el caso cincuenta años despué"eS erróneo e imagina, io. La vl'"ión que el a"tor de e<1<, obra juzga verídica e.lu relutud" por do. oficiale, de Walkor, Dolon y W~<t (Hernld) de Nueva York, 4de octubre d~ 18601, inmec!iCltomenlo despué, de SI' rogra,o a E<tados Unido"~

cuando lo. acontecimiento, estaban oú", fra.co< en Su memoría. E,to, además, loc:arraboran otro, do, contemporúneo.: William s. filan, merquini.ta del Forrocarrilde Pan"má quien por casualidad se encontraba en e,oS día, en Truijllo y awgur6haber pre'enciado la ejecución, y un filibu.tero de,ertor apellidado &:heffe; ésto,dieron informes muy ,imílare. o lo, de Dolan y Wa,t. Ver el Deltc, de Nuev"Orlean" del 15 de octubre de 1860.

121 Ameritnn Hi'lory Magczine, 111., Pág. 219.131 Memorio', por Jerónimo Pérel, Porte 2, Pág. 216.

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merced de los hondureños, no puede calificarse más que detraición de la más baja especie y de todo punto inconsecuentecon la tradicional hidalguía que ha caracterizado siemprea la marina británica. De haber sabido el caudillo filibus­tero cual era la verdadera intención de Salman, seguramen­te que habría peleado hasta el final y muerto como soldado,no como uiminal. Y aun concediendo que Walker no fuesemás que un pirata, Salman le había dado su palabra de ofi­cial británico, y faltando a ella pringó de infamia sus cha­rreteras.

Por una extraña coincidencia, el propio día de [a muertede Walker, su amigo Edmund Randolph, al pronunciar en SanFrancisco un discurso durante las celebraciones del décimoaniversario de la admisión de California en la Unión Federal,hizo una alusión a Walker que en parte resultó casí proféti­ca: "Nadie puede decir qué pino canta hoy, ni en qué remotolugar, su responso por algún pionero. Unos han caído al piede su bandera; y anne[os aún insatisfechos han llevado aotros a renovar su carrera de aventuras en tierras extranje­ras. Peleando allá por gentes extrañas cuyas querellas hi­cieron suyas en las junglas tropicales abonando esas feracestierras con la sangre preciosa de sus venas. O bien en lasarenas de un desolado yermo han sido atacados y sacrifica­dos por hombres sin entrañas que los sedujeron con ofreci­mientos y por toda retribución les dieron una muerte igno­miniosa. (1).

Fue ironía del destino que el Presidente Mora, alma dela resistencia aliada contra los filibusteros, cayera en el mis­mos mes y de la misma manera que Walker. Había sido ree­lecto presidente de Costa Rica en mayo de 1859, pero unaconspiración del partido derrotado lo arroió del poder en agos­to del año siguiente condenándolo al destierro. Vino a Esta­dos Unidos y después compró una finca de café en El Salva­dor. Algunos de sus viejos partidarios y desafectos al nue-

111 La úllima frase se refjere a Crabb. RepresenlaHve Men of Ihe Pacifie, Pág. 597,por Schuck.

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va gobierno le oconseiaron volver a Costa Rica a recobror sumando. En septiembre desembarcó en Punta Arenas y reu­nió a trescientos O cuatrocientos simpatizantes, pero fue ata­cado antes de emprender la marcha sobre la capital. Sushombres huyeron en el acto y él se rindió. Juzgado por unConsejo de Guerra en campaña el 30 de septiembre, fue con­denado a muerte y ejecutado tres horas después de habérselelerdo la sentencia. De ahí a dos dias su cunado, el GeneralCañas, sufrió la misma suerte. P).

Todos los hombres de Wolker, salvo Rudler, quedaronbajo custodia de los ingleses; once fueron enviados a EstadosUnidos vía la Habana, y a cincuenta y siete los llevó directa­mente a Nueva Orleons el bOKo de guerra britónko Gladio­toro (2). Rudler fue sentenciado a ser pasado por las armas,pero por intercesión de Salman le conmutaron la sentencia acuatro años de prisión. Más tarde, por gestiones de algunosamigos suyos de Estados Unidos, fue indultado. (JI. A pocode la partido de Walker o Honduras salieron tras él dos con­tingentes más. El primero, compuesto por treinta y cincohombres, partió de Nueva Orleans el 31 de agosto, y el se­gundo, algo más numeroso, dos semanas después. Este úl­timo se cruzó en alta mar con el vapor de pasoieros que lle­vaba la noticio de lo captura de Wolker, pero no habiéndosepuesto 01 hablo, no lo supieron hosto al lIegor a Roatán. Noles quedó otra coso o estos aventureros que volverse a NuevaOrleans.

la noticia de lo muerte de Walker fue recibido en EstadosUnidos con indiferencia casi. Sus repetidos fracasos habíanhecho que miHares de los que antes le desearon buen viajey buena suerte mirasen su última tentativa con el ceño frunci­do. Y hasta en Nashville, su propio ciudad natal, en dondeen 10 personal se le tenía en la más alta estima y respeto como

1I) Cenl,al Am"'iw, 111., 1'<'Ig •. 372 - 5. por !kmcrort: N",rpe.'. W..kly. IV., póg. 679.[21 Timn del lond.es, 12 de octubre de JabO: He.cld, de Nuevo Yo.k, 4 de ct!\Jbre

de 1660.131 Wilh Woll<er in ,N;«.....guo, Pág. 176, por Jamison.

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hombre de irreprochable conducta y sólida culturo, sus pai­sanos pensaban que debió aplicar su talento a causas de me­ior provecho. El periódico de lo localidad, al comentar sumuerte, di¡o: "Millares en este país recibirán con pesar la no­ticia de su muerte por tratarse de un hombre cuya capacidady cualidades [e hacían digno de mejor suerte. A lo largo desu carrera demostró siempre entereza de ánimo e inquebran­t~e tenacidad frente a los más desalentadores reveses, cua­lidades éstas que, de haberlas ajustado a la ley y en benefi·cio de sus semeiantes, lo habrían llevado a una elevada po­sición". (1) De iguol manera en Nuevo Orleans, en donde suspartidarios llegaron a contarse por millares, sus constantesdesco!abros quebrantaron la fe de los que habían creído ensu destino, y un periódico de allí, que antes )0 apoyara, co­mentó; "La descabellada e iniustificable empresa del granfilibustero ha terminado en desastre y en derrota. Es muyprobable que a estas horas otra legión de americanos jóve­nes y valientes, pero temerariamente impulsivos, ~aya co­rrido lo misma suerte que sus predecesores en la América Cen­tral". (21. Es interesante comparar el tono de estos juiciosvertidos sobre Wa[ker en esas dos ciudades del Sur en dondese le conocía mejor, con los críticas que le hicieron en NuevaYork, ciudad del Norte en donde era también mejor conoci·do. léase, por eiemplo, el Times de allí: "Cualesquiera seanlos durezas dichas contra el General Wolker -y muchas deellas, no lo dudamos, habríon quedado sin decirse si la for­tuna le hubiera sonreído-- debe decirse asimismo que no fueun vulgar aventurero, ni por su cuna ni por sus hóbitos, nitampoco por las nobies miras que fueron norma de su vida.Era de estirpe sin mancilla, su conducta privada y su tempe­rancia eran incuestionables, profundos sus conocimientos, ysus designios originales, aunque distorsionados más tardepor una ambición desenfrenada, le hacían merecedor del éxi­to; contaba, además, con el aprecio de numerosos amigos. Yaquellos que le niegan conocimientos militares y sagacidad

(11 hpubJican Bano.r de Noshyil1c, 30 da septiembre de 1860.(2j COlTlmtrcial Bulletin, de NueYa Orleons, reprodvddo en R.publlcllo eano.., de

Nl;IlhyiUe, el 16 de septiembre de 1060.

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política de líder, rinden los más altos elogios tanto a su fuerzamoral como a su integridad personal, ya que sin estas cualida­des su primer fracaso como aventurero habría sido indefecti­blemente su última ¡ornada". Y otro diario neoyorquino atri­buyó el fin de Wa'lker a que no pudo obtener el apoyo de susconciudadanos ricos e influyentes. En vez de ver cómo ganaramigos, sólo confió en la necia y ciega creencia de un destinóinsigne. A pesar de lo anterior, afirmaba este periódico que"si Walker hubiese nacido en Inglaterra o en Francia nuncahabría sido "filibustero" porque allá hubiera encontrado am­plio campo para el ejercicio de sus extraordinarias cualidadesen positivo servicio de su patria". Por último comparaba elsambenito que a él impuso el gobierno americano con el tra­tamiento dado por la Iglesia Anglicana a Knox, Whitefield,y Wesley. (1). (+).

Y poco faltó para que el Presidente Buchanan, en sumensaje anual al Congreso en diciembre de 1860, diera pa­rabienes a la nación por la muerte de Walker. "Os felicitoporque sé que ahora prevalece en el país un sentimiento ge­neral de repudio contra el delito de organizar expedicionesmilitares dentro de los límites territoriales de Estados Unidospara ir a hacerle la guerra a estados inofensivos con los cua­les estamos en paz. A este respecto se ha efectuado un cam­bio favorable desde el comienzo de mi período gubernativo.y debiera ser ferviente deseo de todo cristiano y patriota quenunca jamás vuelvan esas expediciones a recibir apoyo nisalgan de nuestras playas". {21. Henningsen, en cambio, ma w

nifestó una opinión diametralmente opuesta en una largacarta escrita en defensa de su ex-jefe muerto: "Estamos le¡osde creer que el filibusterismo descanse ya para siempre enla tumba de William Walker. Podemos predecir, sin temora equivocarnos, que de cada gota de sangre brotada de lasmortales heridas que recibió, según se ha informado "entre

(JI Harper'. W"ekly, l., Págs. 200 y 332.!+I John Kl'lox, Reform"dor protestante escccé. de lo primera mitad del siglo XVI.

Georgc Whitefield: PrediCddor prote'tante inglé. [1714 -'701. John W",ley: Clé­'i!lo inglés fundador del Metodismo [1703 - 96), (N. del T.I.

PI Menage. (Jnd Pape.. of the Pre.ident•• V., Pág. 649.

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vítores de los nativos" a quienes lo entregó a-tado la infamiade Norwell Salmon, de cada gota de su sangre, repito, sur­girá un nuevo y ardoroso filibustero". (1). Pero Henningsense equivocó. Su difunto jefe fue el último, y también el másgrande, de todos los filibusteros americanos. El excedente deenergías de la joven nación, causa motora de tetles empresas,hallaría pronto otra válvula de escape en cuatro años de es­pantosa guerra civili yel resultado_de esta lucha fue eliminarotra causa de filibusterismo: la esclavitud africana.

11) Republioan Bonn¡¡(, de Nashville, 1O de octubre de 1860.

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adueñarse del poder supremo; falto de habilidad para atra­erse a la oposición, pero sí capaz de vencerla mediante elterror, carente en absoluto de tacto y diplomacia, su ruinosofin era ineluctable. Con menos dotes intelectuales, pero conun más profundo conocimiento de la naturaleza humana y conmayor bagaje de sentido común, pudo haber puesto fin a laanarquía y fundar un imperio tropical sobre las ruinas de undesdichado ensayo de democracia. Que su triunfo hubieraredundado en provecho de la civilización, pocos habrá, talvez, en vista de la actual situación de la América Central, quese atrevan a negarlo.

Por haber sido un fracaso, la empresa que acometió só­lo luvo consecuencias funestas para todos los que tomaronparte en e\.la. Fue perjudicial para el capital privado de Es­tados Unidos; causó enorme destrucción de vidas y de pro­piedades en Nicaragua, creó en la América Central recelosque aÚn perduran contra los norteamericanos; produjo efec­tos adversos en las relaciones de Inglaterra y Estados Unidos;y, por último -lo que parece ser más importante de todo-­destruyó la comunicación interoceánica por la vía del Río SanJuan, lo cual retardó indefinidamente \0 "regeneración" deNicaragua que siempre d¡io era el más caro anhelo de sucorazón.

fiN .

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