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Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
E
CAPÍTULO 12 La Europa de la restauración siglo XIX
n 1814, después de la derrota napo-
leónica se reunieron en Viena los re-
presentantes de casi todos los Estados
Europeos para realizar una reorganización
territorial de Europa y repartir zonas de in-
fluencia entre las potencias vencedoras. La
mayor parte de los embajadores hicieron un
papel de simples comparsas, ya que las gran-
des decisiones se adoptaron en el “Comité de
los Cinco”, formado por las cuatro potencias
vencedoras (Inglaterra, Austria, Rusia y Pru-
sia) a las que se unió Francia, después de la
restauración de los Borbones.
La dirección diplomática del Congreso la lle-
vo el príncipe Metternich, ministro austriaco,
quien intento consolidar la hegemonía de los
Habsburgo y organizar, al mismo tiempo, una
alianza internacional para combatir las ideas
nacionalistas y liberales que amenazaban al
restaurado orden europeo.
A lo largo de las sesiones, y tras haber des-
aparecido el enemigo común que unía a es-
tas naciones, estallaron las rivalidades entre
las potencias enfrentadas por sus aspiracio-
nes territoriales para conseguir la hegemo-
nía europea. Aparecieron en el Congreso dos
bloques: por una parte Rusia y Prusia que
esperaban incorporar, respectivamente, los
territorios de Polonia y Sajonia y por otra In-
glaterra y Austria, en medio de quienes ma-
niobraba el político francés Charles Maurice
de Talleyrand, tratando de hacer triunfar sus
propias aspiraciones sobre Sojonia y Nápoles
en nombre del legitimismo monárquico.
El Congreso de Viena
(1814-1815) En 1814 se inició un Congreso cuyo objetivo
básico sería el de fijar las frontera definitivas
en Europa. En él estuvieron representados
prácticamente todos los estados europeos y,
en algunos casos, incluso fueron sus máximos
dignatarios los que participaron. La convoca-
toria partió de las cuatro potencias que ha-
bían derrotado a Napoleón y entre las que se
pretendía conseguir un equilibrio que mantu-
viera la paz en el continente, impidiéndose
todo conato de un nuevo imperialismo como
el que se acababa de vencerse.
Al mismo tiempo, vista la amenaza que había
supuesto la Revolución Francesa, determi-
naron que había que dotar también a la es-
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
2 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
tructura futura de Europa de los mecanismos
necesarios para evitar en el futuro cualquier
tipo de revolución política. Aunque Francia
había sido la principal causante de las últi-
mas guerras, la subida al trono de Luís XVIII
y su alianza con Gran Bretaña hizo que se la
invitase también a mandar un representante
y, de hecho, su presencia en el Congreso se
consideró como la de una nueva quinta po-
tencia. Los acuerdos alcanzados tras las ne-
gociaciones condujeron a una etapa de relati-
va tranquilidad en Europa, con conflictos muy
localizados, tanto en el tiempo como en el
espacio. Esta etapa se rompió con la Primera
Guerra Mundial.
La Conferencia estuvo presidida, desde sus
inicios, por el Ministro de Asuntos Exteriores
austriaco Klemens Wenzel von Metternich
que, de hecho fue uno de los principales artí-
fices de lo conseguido.
Las consecuencias del Congreso pueden agru-
pase en dos bloques principales. Por un lado
se encuentran las referentes a los cambios
territoriales con respecto a la situación tras
las guerras napoleónicas y, por otro, las rela-
tivas al tipo de política general que se plan-
teó mantener en Europa.
Las ideas conservadoras tuvieron arraigo es-
pecialmente en los Estados que mantenían
sólidamente sus estructuras agrarias y feuda-
les, que tenían un menor grado de desarrollo
industrial como sucedía en España, Portugal,
Rusia, Austria y Prusia.
El conservadurismo de estos países tenía en
común el rechazo al sufragio universal y de la
igualdad entre los hombres, pues los conside-
raba algo antinatural; se defendía a ultran-
za el absolutismo monárquico tradicional, la
intransigencia religiosa y el dogmatismo filo-
sófico. Este ambiente fue el que rodeó a los
políticos del Congreso de Viena y que no dejó
de reflejarse en sus resoluciones.
La reordenación territorial
(1815) La resolución final del Congreso de Viena
(1814-1815) modificó las fronteras de Europa,
recogió una fórmula de compromiso entre las
aspiraciones nacionales que, a raíz de la inva-
sión napoleónica se había despertado en al-
gunos pueblos, la aplicación del principio de
legitimidad histórica y dinástica y las ambi-
ciones de las grandes potencias vencedoras.
Las modificaciones de fronteras más impor-
tantes fueron las siguientes:
a. Francia quedó reducida a sus fronteras de
1792.
b. Gran Bretaña se consolidó como la prime-
ra potencia marítima, al controlar puntos
estratégicos de las grandes rutas oceáni-
cas (Gibraltar, Malta, Ceilán (Sri Lanka), y
El Cabo). Se anexó el reino de Hannover,
posible plataforma de intervención en el
continente en caso de guerra.
c. Rusia se convirtió en la primera potencia
continental en territorio y en ejército, in-
corporando Finlandia y la mayor parte de
Polonia a su imperio, aunque éstas segui-
rán conservando cierta autonomía y sus
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
3 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
propias instituciones.
d. Austria se aseguró la hegemonía en la pe-
nínsula italiana con la anexión de Lombar-
día, el Véneto y la Costa de Dalmacia. e. Prusia amplió enormemente sus territo-
rios, sobre todo hacia el oeste y se colocó
entre las grandes potencias europeas de
esa época. f. La Casa de Orange recibía la República de
Holanda, así como la mayor parte de lo
que hoy es Bélgica, que había pertenecido
a Austria. Con ello se formaba el Reino de
Holanda.
g. Noruega se transfería de Dinamarca a Sue-
cia y Suecia cedía a Prusia la Pomerania
sueca. h. Se garantizaba la neutralidad de Suiza. i. Se creo, en Alemania, una Confederación
de 39 estados a partir de los previos tres-
cientos, bajo la presidencia del empera-
dor de Austria. Sólo minúsculas porciones
de Austria y Prusia quedaban incluidas en
la Confederación.
La Santa Alianza (1815)
Los teóricos de la Restauración fueron cons-
cientes de la necesidad de crear un sistema
político que mantuviese el nuevo orden de
Europa y que sirviera de freno a las aspiracio-
nes revolucionarias de la burguesía. Para ello
apoyaron la propuesta del zar Alejandro I de
crear la Santa Alianza. La ideología ultracon-
servadora del acuerdo en el que participaron
Rusia, Austria y Prusia, se plasmó dentro de
cada uno de esos estados en un aumento de
la represión, disminución de la tolerancia y
un mayor control policiaco y militar.
El zar estaba convencido de ser “el salvador de
Europa” y les propuso a las demás potencias
un programa de carácter universalista y supra
confesional ya que reunía a los soberanos de
Austria (católico), Prusia (protestantes) y Ru-
sia (ortodoxo). Tenía como finalidad defender
la religión, la paz, la justicia, mantener el
absolutismo como un régimen patriarcal de
gobierno de los pueblos, asumiendo el “de-
recho” de intervención militar contra toda la
clase de movimientos revolucionarios, libera-
les o nacionalistas de cualquier país.
Si un Estado rompía con el orden establecido
en Europa -ya fuese por revolución interna o
por agresión militar-las demás potencias te-
nían el derecho y el deber de restablecer la
normalidad.
A esta alianza se unieron la mayoría de los
Estados europeos, con excepción y por moti-
vos diferentes de Gran Bretaña, Los Estados
Pontificios y Turquía.
La ideología ultraconservadora de la Santa
Alianza se plasmó dentro de cada uno de los
Estados europeos en un aumento de la repre-
sión, disminución de la tolerancia y un mayor
control policiaco y militar.
Los tribunales de excepción, la censura, el
control ideológico y político de la enseñanza,
la prensa o los espectáculos se extendieron
por Austria, Italia, España y Francia. Incluso
Gran Bretaña, nación que se había convertido
en patria de los liberales en medio de la re-
acción conservadora, adoptaría medidas ex-
cepcionales contra las libertades personales
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
4 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
como la supresión del Habeas Corpus (1816)
o las “Seis actas”, votadas en 1819, que es-
tablecían en la práctica un estado de guerra
permanente.
A pesar del recrudecimiento de la represión a
las fuerzas conservadoras les resultaba cada
vez más difícil controlar el acenso de las fuer-
zas revolucionarias, organizadas clandestina-
mente en sociedades secretas y por ello, la
primera mitad del siglo XIX no es solamente
la época de la Restauración, sino también del
Liberalismo, el Nacionalismo y las Revolucio-
nes burguesas.
El liberalismo del siglo XIX
El movimiento cultural y filosófico de la Ilus-
tración del Siglo XVII había sentado las bases
teóricas de las transformaciones que tendrían
lugar en Europa en el siglo XIX. El liberalismo,
teoría política de la burguesía en el siglo XIX,
tiene como antecedentes teóricos al filósofo
inglés John Locke (1632-1704) quien se opo-
nía al absolutismo defendiendo formas de go-
bierno basadas en la voluntad de la mayoría,
la igualdad ante la ley y un derecho natural
racionalista que defendía las libertades indi-
viduales.
La obra de Locke sería retomada por el Barón
de Montesquieu (1689-1755) en El Espíritu de
las Leyes. En esta obra planteó una monar-
quía constitucional como forma de gobierno
donde se garantizaran las libertades persona-
les a través de la separación de poderes.
En su propuesta el rey detenta el poder eje-
cutivo, que no tiene la capacidad de elabo-
rar las leyes, sino ordenar su aplicación. El
poder legislativo es el encargado de elaborar
las leyes, aprobar o no las cargas fiscales y
controlar la gestión del poder ejecutivo; el
poder legislativo está detentado por repre-
sentantes elegidos por el pueblo. Y el poder
judicial responsable de la administración de
la justicia e independiente de los otros dos
poderes.
La influencia de Montesquieu en el pensa-
miento político contemporáneo es enorme,
tanto en la difusión del feudalismo como en
la elaboración de las primeras constituciones
escritas, a raíz de revoluciones liberales-bur-
guesas. La Constitución de Estados Unidos de
1787 y la Constitución de Francia de 1791; es-
tas a su vez, serían el modelo seguido directa
o indirectamente por la mayoría de los países
que adoptaron el modelo liberal de gobierno.
También influyó en la formación de la ideolo-
gía liberal, el francés Jean Jacques Rousseau
(1717-1778) a través de su obra que manifies-
ta su convencimiento a favor de una sociedad
democrática. Afirmaba que los gobernantes
tenían que ser servidores del pueblo, ya que
el Estado había sido creado para defender la
libertad de los hombres, y al pueblo corres-
pondía, por lo tanto, ejercer el poder. Los go-
bernantes no eran más que los delegados de
la voluntad general del pueblo en busca del
bien común y la justicia.
Los objetivos del Liberalismo
El liberalismo se afirma en el mundo con los
triunfos de la independencia de Estados Uni-
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
5 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
dos, y sobre todo, con el de la Revolución
Francesa. Su incidencia en Europa va a ser
muy grande por ser la demostración de que
era posible construir un orden liberal.
El liberalismo intentaría conseguir su aspira-
ción de libertad basándose principalmente
en los siguientes puntos: libertades persona-
les, que en esa época se referían sobre todo
a la libertad de conciencia, de religión y de
imprenta. Además de considerar dentro de
esas libertades la igualdad jurídica (todos los
hombres son iguales ante la ley) que suponía
terminar con los privilegios de la aristocracia
feudal. El concepto de igualdad de la bur-
guesía liberal se limitaba al aspecto jurídico,
sin pensar en ningún momento en la igualdad
cultural, ni mucho menos en la económica.
División de poderes. Dentro de cada Estado
siguiendo los principios enunciados por Mon-
tesquieu: el ejecutivo, el legislativo y el judi-
cial, así el Estado constitucional se contrapo-
ne a las arbitrariedades del absolutismo.
Derecho de los ciudadanos a participar en la
actividad política directamente a través de
representantes elegidos por un parlamento
encargado de promulgar leyes y de contro-
lar la acción del gobierno. Este derecho a la
participación política está unido al derecho
al voto o derecho de sufragio.
Libertad económica, se defiende una econo-
mía ordenada, sin control del Estado. El lema
liberal que recogió este principio fue “Dejad
hacer, dejad pasar”, que reflejaba la idea de
que la iniciativa privada, la libertad de co-
mercio, de asociación de empresa, etc., era
la única manera de conseguir la prosperidad
económica y el progreso social.
El liberalismo intentaría conseguir su aspira-
ción de libertad. Triunfó en primer lugar en
Gran Bretaña, y a partir de mediados del si-
glo XIX en todo el continente europeo, coin-
cidiendo con la expansión de la industrializa-
ción y el capitalismo.
El liberalismo económico
del siglo XIX El primer teórico del liberalismo económico
fue Adam Smith (1723-1790) con una obra ti-
tulada “Investigaciones sobre la naturaleza y
las causas de las riquezas de las naciones”.
Esta obra significó el inicio de la economía
política clásica. En ella se atacó la concep-
ción mercantilista de que la riqueza de las
naciones dependía de la acumulación de me-
tales preciosos.
Smith rechazó también las teorías fisiocráti-
cas que afirmaban que en la agricultura es-
taba la fuente de todas las riquezas, ya que
señaló que la base de las riquezas es el tra-
bajo individual y que existe una “ley natural,
justa y espontánea”, por lo cual el interés
individual de las personas las lleva a buscar
su bienestar mediante la producción de mer-
cancías, las cuales adquieren un valor en el
mercado, al combinarse de manera “natural
y espontánea” la oferta y la demanda.
Las naciones son tanto más ricas, cuantos más
productos y objetos de cambio posean, por lo
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
6 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
que debe haber libertad de trabajo y libertad
de comercio (librecambismo).
Otro teórico del liberalismo económico pro-
fundizó en las ideas de Smith, fue David Ri-
cardo (1772-1823) fue uno de los economistas
más coherentes que estableció la “ley del sa-
lario natural” que debería ser suficiente para
vivir, pero no demasiado alto, porque provo-
caría un aumento de la población y por consi-
guiente, un crecimiento de la mano de obra,
lo que acarrearía un descenso de los salarios.
La contribución más importante de David
Ricardo, recogida posteriormente por Karl
Marx, fue establecer que el valor de un obje-
to representa la suma del trabajo empleado
en su elaboración.
Otro teórico destacado del liberalismo, Tho-
mas Robert Malthus (1766-1834) es conocido
sobre todo por su “Ensayo sobre los principios
de la población”, donde afirma que la miseria
de las masas trabajadoras es una ley natural
debido a la desproporción entre el aumento
geométrico de la población y el aumento arit-
mético de los recursos.
Evolución del liberalismo
El pensamiento liberal tuvo un desarrollo
contradictorio, por una parte se desarrolla-
ría una tendencia moderada, el liberalismo
doctrinario o doctrinarismo, que agrupaba a
los sectores más conservadores de la burgue-
sía, la Corona, un sector de la aristocracia, la
iglesia y por otra parte, una ideología progre-
sista de principios igualitarios, el movimiento
democrático.
El doctrinarismo trataba de armonizar los
principios liberales con los poderes tradicio-
nales, admitía el derecho a voto, aunque li-
mitado a una minoría de personas con cier-
ta fortuna o que detentaba algún cargo en
la administración o en el ejército: sufragio
censitario. La corona admitía prerrogativas
legislativas y restableció las relaciones con la
iglesia.
El doctrinarismo reflejó la ideología de la alta
burguesía en casi todos los países de Europa
pero principalmente en Francia con la polí-
tica de François Pierre Guillaume Guizot du-
rante el reinado de Luis Felipe de Orleans y
en la España de Isabel II.
Por su parte, el movimiento democrático lle-
varía a sus últimas consecuencias los princi-
pios igualitarios y de soberanía popular, de
signo contrario al pensamiento conservador,
se desarrolló a lo largo del siglo XIX en dife-
rentes tendencias (radicales, republicanos).
Los demócratas anteponían los derechos de
la mayoría de la población a las libertades
individuales y concebían al Estado, no como
defensor de los derechos humanos individua-
les, sino como defensor del derecho de la ma-
yoría.
Defendían los demócratas el sufragio univer-
sal, derecho al voto para toda la población, y
la democratización progresiva e igualitaria de
la sociedad, mediante la difusión de la cultu-
ra. En sus programas recogieron la aspiración
de un reparto más igualitario de las riquezas,
tendiendo a eliminar las diferencias de clase.
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
7 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
Crisis del sistema de
la Restauración siglo XIX
El movimiento democrático iría paulatina-
mente ganando fuerza e influencia, sobre
todo entre la pequeña burguesía, artesanos,
pequeños comerciantes, ciertos profesiona-
les liberales, y entre los trabajadores, hasta
conseguir en los países industrializados una
ampliación del derecho a voto a toda la po-
blación.
En España se reconoce este derecho a la Cons-
titución de 1869 y definitivamente en 1885 a
la muerte de Alfonso XII de Borbón, llamado
el pacificador con el gobierno de Práxedes
Mateo Sagasta.
Aunque consiguió hacer triunfar algunos de
sus principios a partir de 1848, el movimiento
democrático fue duramente reprimido duran-
te la etapa de la Restauración y se refugió en
sectas y sociedades secretas que realizarían
una incesante labor de conspiración contra el
Antiguo Régimen.
En el Congreso de Viena, tras la derrota na-
poleónica había triunfado el conservadurismo
sobre el liberalismo, éste seguía vivo, organi-
zándose en la clandestinidad. Las logias ma-
sónicas en los países absolutistas del sur de
Europa y sobre todo algunas sociedades se-
cretas, como los carbonarios, extendidas por
Italia, España y Francia, trataron por todos
los medios de instaurar un régimen liberal,
inspirado en los principios de la Revolución
Francesa y recogidas en la Constitución de
Cádiz de 1812.
La primera gran oleada de revoluciones libe-
rales en Europa de la Restauración sacudió al
continente europeo a partir de 1820. Fue un
movimiento generalizado contra el antiguo
Régimen y dentro de él se enmarcaron accio-
nes como la sublevación del general Rafael
del Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla)
que impuso a Fernando VII la Constitución de
1812; el pronunciamiento del ejército portu-
gués, en agosto de 1820; las revoluciones de
Nápoles y Piamonte y la rezagada revolución
decembrista en Rusia en 1825.
Todas las revoluciones fueron aplastadas, al-
gunas de ellas por la intervención militar di-
recta de la Santa Alianza.
En Europa se inició en la guerra de indepen-
dencia de Grecia entre 1821 y 1832 que divi-
dió a las potencias europeas, provocando la
disolución del sistema político nacido en el
Congreso de Viena.
La rebelión griega, de inspiración liberal-na-
cionalista, organizada contra el Imperio Tur-
co, estuvo preparada por sociedades secre-
tas, creadas por inmigrantes. Contaría con la
colaboración de la Iglesia ortodoxa y con el
apoyo de la mayor parte de los países libera-
les de Europa. La defendieron porque vieron
su causa identificada con la de la revolución
griega.
Los conservadores destacaban en ella el as-
pecto de lucha religiosa contra el Islam; los
rusos, por razones estratégicas, pues in-
tentaban debilitar a su tradicional enemigo
fronterizo, el Imperio Otomano; únicamente
el Imperio Austriaco se opuso al Movimiento
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
8 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
Helénico, viendo en este el peligro de que
triunfasen los principios del Liberalismo y del
Nacionalismo que a partir del Congreso de
Viena habían estado combatiendo.
La independencia de Grecia fue la causa in-
mediata de la disolución de la Santa Alianza,
ya que las potencias europeas antepusieron
sus intereses nacionales a los principios ideo-
lógicos que la habían inspirado.
Coincidiendo en este estallido revoluciona-
rio se produjeron las guerras por la indepen-
dencia de las colonias españolas en América,
que, excepto en Cuba y Puerto Rico se consu-
marían en 1824.
Esta primera oleada revolucionaria de 1820
fue reprimida sangrientamente en casi todos
los países, aunque su importancia, fue gran-
de porque significo el hundimiento del siste-
ma político de la Restauración, dejando así,
abierta la puerta al triunfo de un nuevo ciclo
revolucionario, que a partir de 1830 transfor-
maría la sociedad europea.
La revolución de Julio en 1830
en Francia y su repercusión
en Europa
En 1830 comenzó en Francia una nueva con-
vulsión revolucionaria. La Monarquía Borbó-
nica, restaurada tras la derrota de Napoleón,
tuvo que reconocer algunos progresos libera-
lizadores realizados entre 1789 y 1814. Por
ello concedió una Carta Constitucional en
1814, por la que se estableció un sistema par-
lamentario bicameral; además se reconocían:
la igualdad ante la ley, las libertades indivi-
duales, las ventas que se habían realizado de
los bienes reales.
A la muerte de Luis XVIII, quien había iniciado
este sistema moderado, lo sucedió su herma-
no Carlos X, absolutista convencido, que go-
bernó únicamente con el apoyo de la Iglesia
y de los ultraconservadores. Carlos X ante la
oposición que le representaban los parlamen-
tarios, disolvió la Asamblea, suprimió la liber-
tad de prensa, modificó el derecho electoral
restringiendo el sufragio, y concedió prerro-
gativas sin precedente a la Iglesia. Tales me-
didas provocaron la sublevación del pueblo
en Paris en 1830, apoyadas por las sociedades
republicanas, los periodistas, los intelectua-
les e incluso por los grandes financieros y los
monárquicos moderados.
Carlos X, falto de respaldo militar, tuvo que
huir. Las fuerzas moderadas, respaldadas por
la banca, obtuvieron el control político de la
situación y decidieron mantener la monar-
quía, aunque sustituyeron a los desprestigia-
dos Borbones por la Casa de Orleans.
El nuevo Rey, Luis Felipe de Orleans, realizó
algunas reformas, como la de restablecer la
bandera tricolor, restaurar la guardia nacio-
nal para mantener el orden público y modifi-
car la Constitución, dándole una orientación
más liberal, aunque dentro de los principios
moderados del liberalismo doctrinario. Con
este monarca se inició la edad de oro de la
alta burguesía francesa, que realizaría gran-
des inversiones especulativas, mientras que
las sociedades republicanas, que se sentían
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
9 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
fracasaría nuevamente en el intento de vador dirigido por Austria y Rusia.
unificar a los países germánicos.
e. Italia, donde el fracaso de los alzamientos revolucionarios de 1831en los territorios del norte, llevaría a una reorganización de los revolucionarios, dirigidos por Giuseppe Mazzini, en una organización nacionalista y liberal, la joven Italia que luchaba por la unidad, la independencia y las libertades contenidas en La Declaración de los Dere- chos del Hombre.
f. Polonia, donde triunfo, en un primer mo- mento, la insurrección de Varsovia, lle- gándose a proclamar su independencia en
profundamente defraudadas, fueron dura-
mente reprimidas.
Las revoluciones que se produjeron a partir
de la Revolución Francesa de julio de 1830 in-
auguraron en Europa una etapa de predomi-
nio político y económico de la gran burguesía
en toda Europa, reforzando los movimientos
constitucionalistas del centro y sur.
Los países donde tuvo una mayor repercu-
sión la agitación revolucionaria de Francia en
1830 fueron:
a. España, donde a la muerte de Fernando VII
en 1833, se estableció un régimen liberal,
en guerra abierta contra la insurrección
absolutista de los Carlistas. Se emprendie-
ron transformaciones de gran importancia,
como la desamortización eclesiástica y la
construcción de los primeros ferrocarriles
movidos por energía de vapor. b. Portugal, donde se consolido el constitu-
cionalismo en 1834 tras diversos pronun-
ciamientos militares.
c. Suiza, donde quedo abolida la Constitu-
ción aristocrática y se incorporó al sufra-
gio universal indirecto en 1830. d. Alemania, donde el movimiento revolucio-
nario liberal consiguió obtener de varios
príncipes textos constitucionales, aunque
1830, pero al no recibir el esperado apoyo
de los países occidentales, sucumbió ante
la brutal represión de las tropas zaristas,
que anularon su Constitución, impusieron
una rustificación total y convirtieron a Po-
lonia en una colonia más del Imperio Ruso. g. Bélgica, donde la revolución de 1830, ad-
quirió también el carácter de una lucha
de liberación nacional, que en este caso
triunfaría, formándose como un estado
independiente. Bélgica unida a Holanda
en un solo reino a partir del congreso de
Viena, se revelo contra la política despó-
tica de Guillermo I que imponía el idioma
holandés como lengua oficial, mantenía
una política de favoritismo con los protes-
tantes en la enseñanza, y gravaba con im-
portantes tasas fiscales a los industriales,
además de restringir la libertad de prensa.
La revolución belga contaba con el apoyo
de la Francia de Luis Felipe y de la Gran
Bretaña, que acudieron en favor de su in-
dependencia. En 1831, Bélgica aprobó su
primera Constitución y fue proclamado
rey Leopoldo I.
La agitación revolucionaria de 1830 supon-
dría, en definitiva, la división de Europa en
dos grandes bloques: el occidental liberal y
constitucional, encabezado por la Gran Bre-
taña y Francia; y el bloque occidental conser-
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
10 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
Tal división reflejaría también la extensión de
las transformaciones sociales provocadas por
la Revolución Industrial en los países occiden-
tales, haciendo en ellas inviable el antiguo
régimen absolutista.
Al conseguir cierto grado de desarrollo indus-
trial, se formó una burguesía sólida que exi-
gía participar en el poder político, mientras
que en los imperios orientales predominaba
aun una aristocracia terrateniente, fuerte,
dispuesta a unirse en defensa de sus privile-
gios contra cualquier reivindicación revolu-
cionaria.
Las revoluciones en Europa
1848
En 1848 estallaron en Europa diversas revo-
luciones de mayor amplitud que las de 1830.
Tenían motivaciones diferentes, según los
países donde se produjeron, aunque presen-
taron en común un carácter liberal y nacio-
nal, así como un contenido democrático. Par-
ticiparon en ellas diferentes clases sociales
opuestas al absolutismo y a las manifestacio-
nes que persistían aun del Antiguo Régimen,
desde el naciente proletariado hasta la bur-
guesía industrial y financiera que se benefició
del desarrollo industrial.
La chispa que encendió esta nueva convulsión
revolucionaria, fue la revolución en Francia
en 1848 y que se originó por las siguientes
causas:
a. Crisis económica. Las malas cosechas de
trigo de 1846 y 1847 provocaron un au-
mento en el precio del pan, la cual coin-
cidió con la crisis de la industria textil y
una crisis financiera generalizada debido a
maniobras de especulación de capitales en
la construcción de ferrocarriles. Se creó,
en consecuencia, un clima de inseguridad
económica, de desconfianza en el gobier-
no y una generalización de paro entre los
trabajadores. b. Errores diplomáticos del gobierno francés.
Las intrigas en torno al matrimonio de Isa-
bel II de España enfrentaría a Luis Felipe
con la corona Británica se generalizaron,
llegando a estar presente la amenaza de
un conflicto armado, y fue causa de temor
en la burguesía francesa, que rechazaba
la irrespetable política interior de su go-
bierno.
c. Condiciones sociales. La fuerte industriali-
zación francesa a partir de 1830, enrique-
ció a la burguesía a costa de una sobreex-
plotación del proletariado, condenándolo
a condiciones de vida infrahumanas. Las
familias trabajadoras se veían obligadas a
soportar el hacinamiento y la falta de hi-
giene en sus viviendas, un elevado número
de enfermedades sin asistencia médica de
ningún tipo, el trabajo de las mujeres y
niños para poder subsistir y salarios que
apenas cubrían las primeras necesidades
biológicas.
No es de extrañar que con estas condiciones
de vida surgiera en Francia un movimiento
revolucionario obrero, partidarios de la vio-
lencia, que trataba de conquistar una vida
más digna para su gremio.
Historia Universal Siglo XVIII - XIX | Krismar Educación
11 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
El sufragio censitario redujo a 200 mil las
personas con derecho al voto, en una pobla-
ción con 35 millones de habitantes. El frau-
de electoral y la intransigencia del gobier-
no provocaron la alianza de los legitimistas,
bonapartistas, republicanos y socialistas, en
oposición a un gobierno empeñado en ignorar
las transformaciones ocurridas en la sociedad
francesa.
La confluencia de los factores señalados des-
encadeno diversos motines en Paris en febre-
ro de 1848. El rey huyó a Gran Bretaña, sin
tratar de poner resistencia a la Revolución.
Esta vez los republicanos no se dejaron es-
camotear el poder, como había ocurrido en
1830, se formó un gobierno que reunió a mo-
derados liberales y socialistas, pero tuvo una
duración muy limitada, en un plazo de un año
se reprimió sangrientamente la insurrección
de los obreros en Paris, con un saldo de 10 mil
muertos. Luis Napoleón fue elegido presiden-
te de la república con apoyo de la burguesía,
los católicos y el campesinado, abriéndose
con ello el camino al establecimiento del Se-
gundo Imperio.
La agitación revolucionaria en Europa
En donde mayor repercusión tuviera la oleada
revolucionaria de 1848 fue en el Imperio Aus-
triaco, Italia y Alemania.
En el imperio Austriaco coincidieron en la re-
volución las reivindicaciones democráticas-li-
berales de estudiantes, obreros, pequeña
burguesía y milicias de Viena, que se alzaron
contra el absolutismo y las luchas nacionalis-
tas contra el centralismo del imperio de che-
cos, italianos y húngaros. La coincidencia en
la revolución sería únicamente en el tiempo,
pero no en los objetivos. Los demócratas vie-
neses triunfaron, en parte, porque las tropas
imperiales estaban dispersas tratando de so-
focar las diferentes insurrecciones naciona-
les.
Por su parte los húngaros lucharon por su li-
bertad nacional, pero se opusieron a su vez, a
conceder la libertad a las minorías que esta-
ban sometidos a ellos, por ejemplo los croa-
tas. El ejército austriaco con la ayuda de Ru-
sia, fue recuperando poco a poco el control
de todos los territorios y restableció el ab-
solutismo. La única conquista revolucionaria
que no se anuló fue la liberación del campe-
sinado de la servidumbre feudal.
En Italia las revueltas de 1848 se realizaron
por la unidad nacional y las libertades consti-
tucionales. En Lombardía y Véneto, que eran
territorios ocupados por los austriacos, esta-
lló la revolución aprovechando la insurrección
que se había producido en marzo en Viena.
El resto de los Estados italianos que en un
primer momento acudieron en ayuda de esos
territorios, pero al extenderse la agitación li-
beral en sus propios dominios, los soberanos
se vieron obligados a retirar a sus tropas, re-
cuperando nuevamente los austriacos el con-
trol del norte.
También fueron derrotados los nacionalistas
radicales que habían proclamado Venecia,
Toscana y Roma como repúblicas indepen-
dientes.
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12 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
Los austriacos consiguieron además que se
anularan todas las constituciones en los terri-
torios de Italia, resistiéndose únicamente el
reino de Piamonte, que al mantener su mo-
narquía constitucional liberal, se convertiría
en el polo de atracción de todos los naciona-
listas y liberales italianos.
En Alemania el sentimiento nacional fue el
motor de los brotes revolucionarios de 1848
por la aspiración común de crear un Estado
nacional unido y derrotar el absolutismo lu-
charon unidos, desde los burgueses de la in-
dustria y las finanzas, hasta los miserables
obreros desarraigados, pasando por los pro-
fesionistas y los artesanos.
En el mes de marzo de 1848 ya se había con-
seguido que se proclamaran constituciones
en los 39 estados alemanes. A continuación
se convocó a una Asamblea Nacional Cons-
tituyente, formada casi exclusivamente por
miembros de la burguesía, que, sin consultar
a los príncipes, proclamaron regente (Reich)
del “imperio” alemán a Juan de Habsburgo.
A pesar del innegable entusiasmo popular, el
Parlamento, recién creado, no tenía armas,
ni recursos, ni funcionarios propios; por lo
tanto su eficacia en la práctica se vio reduci-
da debilitándose paulatinamente víctima de
sus propias contradicciones internas.
La unidad alemana solamente le interesaba a
la burguesía que todavía era demasiado débil
en los Estados alemanes.
La lucha por la unidad nacional de Italia y
Alemania no llegó a consumarse, aunque se
destacarían ya los dos reinos que, con un sis-
tema constitucional, fueron los catalizadores
de la unidad: Prusia y Piamonte.
En 1850 terminó la agitación revoluciona-
ria en Europa. Su impacto fue mayor que
en las oleadas de 1820 a 1830; por primera
vez se produjo una agitación de masas con
predominio de participación de trabajadores
industriales. El desarrollo industrial había
provocado cambios en la sociedad europea,
desarrollándose un proletariado más nume-
roso que comenzó a organizarse en partidos
propios, diferentes a los de la burguesía, mo-
vilizándose por reivindicaciones particulares,
que atacaron no sólo al antiguo régimen, sino
también a la burguesía.
Las clases burguesas, una vez que alcanzaron
la extensión del constitucionalismo por Euro-
pa occidental, tras la oleada revolucionaria
de 1848, se retrajeron a posiciones más mo-
deradas, temiendo verse desbordadas por el
movimiento obrero, todavía poco maduro e
inexperto, pero muy radicalizado como con-
secuencia de la miseria de las clases traba-
jadoras. Se produjo, por lo tanto, un cambio
en las fuerzas que protagonizaron los futuros
levantamientos revolucionarios: la burguesía
asentada en el poder se hizo conservadora, el
proletariado en plena expansión sería el mo-
tor de las nuevas luchas.
En enero de 1848 se publicó en Londres El
manifiesto del Partido Comunista de Carlos
Marx y Federico Engels, cuyos principios di-
fundían a través de la revista “La Nueva Ga-
ceta Renana”, que editaron en Colonia desde
junio de ese mismo año.
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13 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
El nacionalismo
del siglo XIX
A partir del siglo XIX, el nacionalismo sería
una de las fuerzas políticas más importantes
en la evolución de los países, y no solamente
en los de Europa, sino también en los del res-
to del mundo.
El nacionalismo se basa en el concepto de so-
beranía nacional, es decir, que la legitimidad
de un gobierno está dada por una voluntad
general, por el consenso de una población
con intereses comunes. Los principios de li-
bertad difundidos por la Revolución Francesa
se empezaron a aplicar también a los demás
pueblos, concretándolos en el derecho que
tienen a elegir a sus propios gobernantes y a
su forma de gobierno.
Tales factores, unidos a la difusión del idea-
lismo romántico, potenciaron la búsqueda del
“alma del pueblo” y la consideración perso-
nal de una conciencia común y de un destino
colectivo.
Junto a elementos subjetivos, se realizaron
también los elementos objetivos de diferen-
ciación de las nacionalidades: los espacios
geográficos, la lengua, la religión, las cos-
tumbres y las tradiciones.
Entre los pensadores que aportaron una base
teórica al nacionalismo señalamos a Johann
Gottfried Herder, Jean Jacques Rousseau y
Gottlieb Fichte, pero por su influencia, sin
duda los más importantes fueron Friedrich
Hegel y Guiseppe Mazzini.
Mazzini (1805-1872) prototipo del revolucio-
nario romántico, defendió una filosofía polí-
tica optimista. En él se funden las concepcio-
nes de nación de Herder con los proyectos de
democracia social de Saint-Simón; reconcilió
el nacionalismo con el liberalismo revolucio-
nario más democrático, convencido de que
tanto el individuo como la nación son igual-
mente sagrados. Su simpatía por todos los
movimientos de las nacionalidades oprimidas
(polacos, húngaros, eslavos del sur) y su fe en
la democracia lo llevaron a soñar con una Eu-
ropa unida, donde cada pueblo desarrollara
libremente sus instituciones nacionales.
Hegel (1770-1831) defendió tesis radicalmen-
te distintas a este optimismo democrático.
El principal teórico del nacionalismo alemán
concibió la comunidad nacional como un todo
unitario, donde los individuos carecían de de-
rechos, a no ser a través del Estado. Hegel
afirmaba que las naciones tienen una “misión
histórica” que cumplir, pero no en el sentido
de colaboración y enriquecimiento mutuo de
la humanidad, como sostenía Mazzini sino en
lucha y oposición a las demás naciones. Igno-
rando el principio más elemental de realismo
político, creía que la guerra era una manifes-
tación de vitalidad nacional.
El nacionalismo posterior a Hegel considera-
ría las tradiciones como una manifestación
permanente de una supuesta personalidad
nacional, proporcionando argumentos a los
conservadores que a partir de este momento
defendieron el mantenimiento del estatus so-
cial, político y económico como una manifes-
tación más de ese carácter nacional.
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14 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
Algunos discípulos de Hegel como Heinrich
von Treitschke, hicieron todavía más sim-
plista este pensamiento, destacando los ele-
mentos más irracionales del nacionalismo: el
culto a la fuerza, a la violencia o al racismo.
El nacionalismo alemán quedaría dominado
por este conjunto de ideas reaccionarias que
potenciaron sentimientos de superioridad co-
lectiva, que traerían como consecuencia la
opresión de otros pueblos considerados “in-
feriores”, conjunto con una política expan-
sionista. Este tipo de nacionalismo llamado
también chauvinista, de gran potencia, se
extendería por diversos países europeos, sir-
viendo de cobertura ideológica a la conquista
de nuevas colonias, que se realiza en la etapa
imperialista.
El nacionalismo Italiano
Los nacionalismos que consiguieron articular
una mayor coherencia política fundamenta-
ron el concepto de nación en elementos co-
munes como: la “unidad racial”, una lengua,
una cultura, una religión o un espacio geográ-
fico. En los países donde coincidieron estos
cinco elementos se agruparon en torno al úni-
co Estado que, desde el punto de vista mili-
tar o económico, podría servir de aglutinante
de la unidad nacional: el reino de Piamonte
y Cerdeña que se convirtió en el motor de la
unificación italiana en 1850.
El Piamonte era la zona más desarrollada de
Italia, con sólo 60 por ciento de analfabetis-
mo, frente a más de 90 por ciento en el sur.
En este reino se había producido una renova-
ción de la agricultura, ampliándose los cul-
tivos intensivos e introduciendo maquinaria.
La construcción de ferrocarriles, a partir de
1835, había favorecido la aparición y el desa-
rrollo de núcleos industriales en el Valle del
Po, financiados por inversiones suizas e ingle-
sas, con importación de maquinaria británica
y utilizando una mano de obra abundante y
barata. Gracias a esto, se fue consolidando
una burguesía emprendedora que aspiraba a
la supresión de las barreras aduaneras que
separaban a Piamonte de su gran mercado
natural: la península italiana. Por lo tanto, la
burguesía del norte fue la primera interesada
en la unidad italiana, contando para ello con
el eficaz apoyo de la prensa especialmente
con el periódico fundado por Camilo Benso,
Conde de Cavour, Il risorgimiento.
La unidad italiana tuvo como protagonistas
históricos al rey Víctor Manuel III, hombre
muy popular por ser liberal, y al presidente
del Consejo de ministros Cavour, patriota li-
beral, de sólida formación económica, hábil
diplomático, que consiguió atraerse a los na-
cionalistas en torno a la casa de Saboya, fa-
milia noble del norte de Italia, que gobernó
ese país entre 1861-1946.
El programa de Cavour para conseguir la uni-
dad se basaba en la renuncia a las conspira-
ciones revolucionarias que había impulsado
Mazzini, buscando el derrocamiento del abso-
lutismo mediante una evolución liberal pau-
latina, además de aceptar y buscar la ayuda
extranjera para expulsar a los austriacos de
Italia.
En una primera etapa, Cavour consiguió la
ayuda de Napoléon III de Francia, provocando
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15 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
una guerra con Austria (1859) a consecuencia
de la cual Lombardía pasó a integrarse en el
reino de Piamonte, aunque Venecia siguió en
poder de los austriacos.
En 1860, y después de unos motines que ex-
pulsaron pacíficamente a sus soberanos, los
ducados de Toscana, Parma y Módena apro-
baron en sendos plebiscitos su unión a Pia-
monte. A cambio de reconocer la anexión y
en virtud de un tratado anterior (Tratado de
Plombiers de 1858), Francia recibió Niza y la
alta Saboya.
La anexión del reino de Nápoles se realizó
gracias a la increíble aventura de Garibaldi y
sus mil “Camisas Rojas” que desembarcaron
en Sicilia, tomaron Palermo y después de cru-
zar el estrecho ocuparon Nápoles. La dudosa
fidelidad de Garibaldi al rey Víctor Manuel,
hizo que el ejército piamontés interviniera en
Nápoles, convocándose a un referéndum que
ratificaría la unión del reino de las Dos Sicilias
con el de Piamonte: Víctor Manuel I se procla-
mó rey de Italia en 1861 quedando fuera de
este reino únicamente los Estados Pontificios
y Venecia. Venecia se incorporó a Italia en
1866, a raíz de la guerra austriaco-prusiana.
La incorporación de Roma y los Estados Ponti-
ficios tenía que realizarse en contra de la vo-
luntad de Napoleón III, hasta entonces aliado
de Piamonte. Napoleón debido a la presión de
los católicos franceses, se oponía a la anexión
de Roma, donde mantenía desde 1849 una
guarnición para garantizar la independencia
de la ciudad. Los italianos empezaron por ello
a mantener una actitud hostil hacia Francia,
deseando su debilitamiento para consumar su
unidad.
Cuando Francia tuvo que retirar sus tropas
de Italia para hacer frente a la guerra con-
tra Prusia, Víctor Manuel entró en Roma y la
ciudad ratificó la anexión mediante un refe-
réndum.
Esta ocupación culminó el proceso de unidad
italiana, pero provocó la ruptura con el Papa,
quien se negaba a reconocer el hecho consu-
mado a pesar de las garantías que le ofrecía el
Estado italiano. Las relaciones con la Iglesia
no se restablecerían sino hasta el tratado de
Letrán, firmado por Benito Mussolini, primer
Ministro de Italia y el papa Pio XI en 1929.
La unidad alemana siglo XIX La unidad alemana se realizó bajo los aus-
picios de Guillermo I de Prusia y su canciller
Otto von Bismarck. La sólida posición econó-
mica alcanzada por Prusia junto con su pres-
tigio cultural y con un ejército modernizado,
le dio la fuerza suficiente para plantear la
cuestión de la unidad alemana en beneficio
propio, excluyendo a los austriacos.
La primera fase de la estrategia de Bismarck
se concretó con la “Guerra de los Ducados”
en 1864 contra Dinamarca, que sería derrota-
da por la alianza de Austria y Prusia.
Los prusianos ocuparon los ducados de
Schleswig y Luxemburgo, lo cual les permitió
unir el mar del Norte con el Báltico a través
de un canal; Austria ocupó temporalmente el
Holstein.
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16 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
La segunda fase pasaba ya por el enfrenta-
miento directo con Austria para ello Bismarck
consiguió el aislamiento diplomático de este
imperio mediante pactos con Rusia y Francia,
además de comprometerse con una alianza
con el joven reino de Italia, que abrió un se-
gundo frente en la retaguardia austriaca.
La guerra estalló en 1866, y en ella el ejér-
cito prusiano reorganizado por Helmuth von
Moltke, fue rápidamente transportado en
ferrocarriles consiguiendo sorprender a los
austriacos, que tuvieron que pelear en dos
frentes, infringiéndoles la decisiva derrota de
Sadowa. Como consecuencia de esta guerra
Austria quedaría excluida de Alemania, ade-
más de perder Venecia y el Holstein. Prusia se
anexó todos los Estados que la separaban de
sus territorios occidentales de Renania, orga-
nizó una confederación con 23 de los Estados
alemanes y obligó a los demás a firmar con
ella tratados de Alianza militar.
El nacionalismo alemán
La Francia imperial de Napoleón III se inquietó
ante el pujante expansionismo prusiano, por
lo que inició una campaña diplomática para
conseguir compensaciones territoriales que
restablecerían el equilibrio europeo, recla-
mando sucesivamente el Sarre, el Palatinado
romano, Luxemburgo y Bélgica, sin tomar en
cuenta la voluntad de las poblaciones de es-
tos territorios. La opinión pública internacio-
nal y sobre todo la de los Estados alemanes,
condenaron unánimemente las intenciones
francesas, uniéndose en torno a Prusia.
Bismarck aprovechó un incidente diplomático
trivial, con motivo de la candidatura al trono
español de un príncipe alemán para provo-
car la ruptura de relaciones y la consiguiente
declaración de guerra. El ejército prusiano
volvió a sorprender a Europa por su eficacia,
modernización y nuevas tácticas bélicas: sor-
presa, utilización de camuflaje. Consiguió
derrotar totalmente al ejército francés en 1870 e hizo prisionero a Napoleón III.
Con esta derrota se produjo en Francia el hun-
dimiento del imperio y la proclamación de la
Tercera República, que no consiguió evitar la
caída de Paris. La capitulación francesa supu-
so para Prusia la anexión de Alsacia y Lorena,
además de recibir una fuerte indemnización
económica.
En un ambiente de euforia y exaltación na-
cionalista por la victoria, Guillermo I fue pro-
clamado emperador (Káiser) de Alemania; el
segundo imperio alemán pasó a ser la primera
potencia militar y económica del continente
europeo, y la segunda del mundo, después de
Gran Bretaña.
Sin embargo, la anexión por la fuerza de Alsa-
cia y Lorena envenenaría las futuras relacio-
nes con Francia, siendo una fuente de cons-
tante hostilidad, que desembocó en nuevas
guerras.
Francia
Al caer Napoleón III prisionero en Sedán, el
segundo imperio dejó de existir y se procla-
mó la Tercera República sin derramar una
sola gota de sangre en defensa de la empe-
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17 CAPÍTULO 12 | La Europa de la restauración siglo XIX
ratriz Eugenia Montijo o las instituciones im-
periales.
El triunfo liberal se explica por la progresiva
pérdida de popularidad de Napoleón, a causa
de su desastrosa política exterior. Sin duda,
el mayor fracaso en este terreno fue el in-
tento de construir un imperio en México, go-
bernado por Maximiliano de Habsburgo, bajo
la protección de un ejército expedicionario
que acabó con la ejecución de Maximiliano
por los revolucionarios mexicanos al retirarse
las tropas francesas.
Gran Bretaña
Coincidiendo con la reacción conservadora
de la Restauración, el gobierno Tory (conser-
vador) de 1815 a 1823 mantuvo una política
represiva, con el único objetivo de impedir la
difusión de nuevas ideas políticas y sociales.
El partido Whig (liberal) en la oposición rei-
vindicaría el derecho de los católicos a la par-
ticipación política y sólo cuando consiguieron
esto (1829) se planteó la necesidad de una
reforma parlamentaria que saneara el siste-
ma electoral.
Irlanda vio desaparecer su Parlamento en
1800 al ser unido por decreto al Parlamento
inglés. Se trata de uno de los factores que
influyeron en la rebeldía irlandesa frente a
la Gran Bretaña. A esto hay que añadir que
hasta 1829 los católicos estaban excluidos de
participar en la vida política e Irlanda, olvi-
dada por la administración británica, tuvo
una economía dependiente de la iglesia. Es-
tas son algunas de las razones por las que se
desarrolló un fuerte movimiento nacionalista
a lo largo del siglo XIX. ≥