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De Reciedumbre es el palpo a la existencia, es el susurro que el poeta ofrece como resarcimiento a sus injustos reclamos hechos a la vida. No es una poesía mística ni metafísica, ni arquitectura ni diseño, ni palabras ni códigos. Totaliza el misterio, descuartiza las circunstancias, se adentra en las dolencias del mundo y se lo canta al universo con devota humildad. Luis Ormachea Azpilcueta, poeta insular y un tanto iconoclasta en esta pradera de figuretis, ha revelado una vez más, su incendiario susurro de versos poetizando aquel último refugio donde el hombre (o los hombres) podrán compensar un poco de su incertidumbre: la esperanza. Carlos Rivera, periodista y escritor La poética de Luis Ormachea es esencialmente este empuñar la palabra no como un arma, sino como una flor que nos revela una belleza intraducible, y por belleza no nos referimos a la contemplación estética de las cosas, sino a la revelación de aquello que nos estremece. “Si en lugar de canciones tu mano se iluminara con una jauría de rosas, o supieses”, entender no es una posibilidad, pues estamos ante la música de una poesía que se descubre en los colores, en un único color que estalla y nos invade como la ceguera o la primera vez que uno abre los ojos. Maria Miranda, crítica literaria Universidad de San Agustín

Carlos Rivera

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Page 1: Carlos Rivera

De Reciedumbre es el palpo a la existencia, es el susurro que el poeta ofrece como resarcimiento a sus injustos reclamos hechos a la vida. No es una poesía mística ni metafísica, ni arquitectura ni diseño, ni palabras ni códigos. Totaliza el misterio, descuartiza las circunstancias, se adentra en las dolencias del mundo y se lo canta al universo con devota humildad. Luis Ormachea Azpilcueta, poeta insular y un tanto iconoclasta en esta pradera de figuretis, ha revelado una vez más, su incendiario susurro de versos poetizando aquel último refugio donde el hombre (o los hombres) podrán compensar un poco de su incertidumbre: la esperanza.

Carlos Rivera, periodista y escritor

La poética de Luis Ormachea es esencialmente este empuñar la palabra no como un arma, sino como una flor que nos revela una belleza intraducible, y por belleza no nos referimos a la contemplación estética de las cosas, sino a la revelación de aquello que nos estremece. “Si en lugar de canciones tu mano se iluminara con una jauría de rosas, o supieses”, entender no es una posibilidad, pues estamos ante la música de una poesía que se descubre en los colores, en un único color que estalla y nos invade como la ceguera o la primera vez que uno abre los ojos.

Maria Miranda, crítica literaria Universidad de San Agustín