CARROZAS DE SALVACIÓN · de juicio, Dios prometió enviar al profeta Elías como su precursor designado, como la última señal de los tiempos (véase Mal. 4: 5, oh). Este mensaje

CARROZAS DE SALVACIÓN

El Drama Bíblico del Armagedón

Hans K. LaRondelle

CARROZAS DE SALVACIÓN El Drama Bíblico de

Armagedón Hans K. LaRondelle

Paraná, Entre Ríos

2020


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PREFACIO

El tema de Armagedón en el último libro de la Biblia fascinó a los estudiantes de la Sagrada Escritura durante siglos. La fundación del Estado de Israel en 1948 agregó un nuevo vigor a este interés. Muchos creyentes sinceros llegaron a la conclusión de que el término Armageddon en Apocalipsis 16: 16 predice la ubicación geográfica de la batalla final entre los ejércitos judío y gentil, la guerra decisiva de destrucción universal que se librará en la llanura de Meguido, cerca del monte Carmelo en el norte de Palestina. Sugerida por la Nueva Biblia de Referencia Scofield (196V; ver nota en Rev 19: 1V), la interpretación se basa en la suposición de una aplicación absolutamente literal del lenguaje y la imagen proféticos.

En esta ocasión, mi propósito es analizar los principios hermenéuticos del Nuevo Testamento y aplicarlos a las "guerras santas" en la historia y profecía bíblicas. Me enfocaré, en particular, en la guerra religiosa final enfocada por la profecía bíblica. Mi objetivo es establecer hasta qué punto las profecías del Antiguo Testamento ya se han cumplido en la historia pasada y, por lo tanto, utilizan estos principios de cumplimiento como la guía y la norma para interpretar la batalla apocalíptica del "Armagedón" que muchos creen hoy está a la vuelta de la esquina. Sin una hermenéutica bíblica responsable las pautas de interpretación derivadas de la Sagrada Escritura no es posible distinguir entre la comprensión verdadera y falsa de la profecía bíblica.


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Parece claro desde nuestra perspectiva de la unidad esencial de ambos testamentos bíblicos que cualquier interpretación del "Armagedón" que no esté centralizada y determinada por el Dios de Israel y Su Mesías, Jesús de Nazaret, hace que la profecía bíblica sea una predicción. La profecía del Armagedón sobre la historia de la redención, es decir, interpreta el tema central del Armagedón como una cuestión de interés económico y político, como los depósitos de petróleo en el Medio Oriente. Si la Biblia presenta el Armagedón como la última "guerra santa" en la historia humana, entonces Dios y su pueblo mesiánico, el pueblo del Mesías Jesús, constituyen el corazón de la batalla cósmica del "gran día del Dios todopoderoso" (Apocalipsis 16:14). "Por tantas promesas como Dios ha hecho, hay tantos" sí "en Cristo 2 Cor.1: 20, NVI). Entonces debemos aplicar todos los términos hebreos de las profecías bíblicas de los últimos tiempos: Israel, Babilonia, el Monte Sión, Armagedón, etc., en una conexión viva con Cristo, es decir, cristológicamente.

Para preparar a su pueblo en todo el mundo para ese terrible día de juicio, Dios prometió enviar al profeta Elías como su precursor designado, como la última señal de los tiempos (véase Mal. 4: 5, oh). Este mensaje del tiempo del fin es la sustancia del tema de nuestro último capítulo.

La Palabra de Dios no volverá a Él vacía. El testimonio revivido de la Sagrada Escritura creará un remanente fiel de creyentes de todas las naciones. Sobrevivirán al "Armagedón" y serán liberados, como lo fue al antiguo Elías, por carrozas celestiales de salvación, enviadas desde el trono de Dios. Cristo será su


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defensor, su guerrero sagrado en la crisis de los tiempos finales de la historia de la salvación.

EL AUTOR

Mark Kellner, al escribir el obituario de nuestro autor, Hans K. LaRondelle, en la Adventist Review, lo presentó como un destacado teólogo y erudito adventista que falleció el 7 de marzo en Sarasota, Florida a los 81 años de edad.

LaRondelle, quien fue honrado en febrero de 2010 con la publicación de un libro de ensayos, enseñó en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día en Berrien Springs, Michigan, durante 25 años, retirándose en 1991 con el título de profesor emérito.

Su expresión de fe y confianza en las Escrituras no se limitó al aula. LaRondelle escribió docenas de artículos y diez libros, así como capítulos en muchos otros. Sus artículos aparecieron en Adventist Review, Signs of the Times y otras publicaciones relacionadas con la iglesia.

"Su gran contribución fue que tuvo un conocimiento profundo de la Escritura en el contexto de la tradición protestante", dijo Nikolaus Satelmajer, ex editor de la revista Ministry, donde LaRondelle fue un colaborador frecuente. “Podía comunicar su trabajo al miembro laico”, agregó Satelmajer.


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Hans Karl LaRondelle nació en los Países Bajos en 1929. Aunque nació en una familia católica romana, recibió su educación en escuelas protestantes desde los ocho años y buscando a Dios, a los 20 años llegó a creer el mensaje adventista del séptimo día. estudiando "El Gran Conflicto" de Ellen G. White.

En ese momento, el enfoque de la vida de LaRondelle cambió: dejó sus estudios de derecho en la Universidad Estatal de Leyden y se embarcó en un curso teológico en la Universidad Estatal de Utrecht. Más tarde, continuó sus estudios en la Universidad Reformada Libre de Amsterdam, donde recibió un título de doctor en teología en teología sistemática en 1971 bajo la instrucción del destacado teólogo G. C. Berkouwer.

Su disertación, "Perfección y perfeccionismo", apareció en las Monografías de la Universidad Andrews, Estudios en Religión. También fue coautor de "Perfección: la posibilidad imposible", "Un simposio sobre hermenéutica bíblica", "Cristo Nuestra Salvación" y "El Israel de Dios en profecía: Principios de interpretación profética".

LaRondelle sirvió como pastor, evangelista, líder juvenil y docente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en los Países Bajos durante 14 años, de 1953 a 1966, antes de asistir al Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día para desarrollar una larga carrera docente. Cientos de pastores adventistas que completaron sus estudios en las décadas de 1960, 1970 y 1980 se deleitaron en su enseñanza.


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"Durante su larga carrera como teólogo, profesor y escritor, el Dr. LaRondelle nos enseñó importantes lecciones sobre la doctrina de la justificación y sobre la conexión espiritual entre el pueblo de Israel y la iglesia cristiana", dijo Niels-Erik Andreasen, presidente de la Universidad Andrews. “Sus enseñanzas siempre fueron bíblicas y alentadoras, y lo que es más, las presentó con una sonrisa encantadora en los labios."

El editor gerente de Adventist Review, Steven Chávez, un ex alumno de LaRondelle, dijo que "fue uno de los principales teólogos de la iglesia, y siempre fue muy solicitado como orador y autor. LaRondelle no tenía miedo de abordar los temas difíciles con los que la iglesia lidió en esos días, incluido el concepto de perfección y perfeccionismo ".

Jiri Moskala, otro colega del Seminario, dijo que LaRondelle "fue uno de los mejores teólogos sistemáticos de nuestra iglesia. Desarrolló un sistema teológico muy bueno para todas nuestras doctrinas, lo que enfatizó tanto el centro de Cristo de todas las doctrinas, y especialmente la predicación de la profecía". Lo apreciaremos claramente en esta obra.


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ÍNDICE

CÓMO DISTINGUIR LA PROFECÍA VERDADERA DE LA FALSA ......................................................................................... 11

Especulaciones modernas de cumplimiento profético ................................................................................................. 12

Profecía verdadera y falsa dentro del antiguo Israel .. 15

Cómo distinguir la profecía verdadera y falsa dentro del Nuevo Testamento ........................................................... 22

¿Dónde está el remanente fiel de Israel? .................... 26

GUERRAS SANTAS EN LA HISTORIA PRIMITIVA DE ISRAEL ....................................................................................... 31

Las Guerras de Yahvé por parte de los reyes davídicos ................................................................................................. 40

La guerra de Yahweh en los salmos ........................... 43

La Guerra De Yahweh Desde El Punto De Vista Profético De Israel .................................................................. 46

LA GUERRA FINAL EN LA PERSPECTIVA APOCALÍPTICA ....................................................................... 59


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La relevancia de la guerra de Yahweh para la Iglesia de Jesucristo ................................................................................. 68

JESUCRISTO COMO GUERRERO DIVINO ....................... 72

Jesucristo como el caballero celestial de la nube ....... 74

El uso figurativo del simbolismo de la guerra ........... 77

Un nuevo Cantico de Libertad .................................. 80

La batalla de la cruz y la batalla cristiana ................... 85

LA CAÍDA DE BABILONIA EN EL TIEMPO DEL FIN ....... 92

La unidad del Hijo del hombre con Dios ................. 95

La iglesia como el nuevo Israel .................................. 96

La naturaleza de Babilonia ......................................... 97

La caída de Babilonia en tipo .................................... 99

El eco del destino final de Babilonia ....................... 102

Por qué cayó la antigua Babilonia ........................... 107

El camino de la caída de Babilonia.......................... 110

Armagedón: La Babilonia Apocalíptica Destruida . 112


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CARROZAS DE SALVACIÓN .............................................. 124

Fin desde el Oriente Cósmico ................................. 130

ARMAGEDÓN: EL DÍA DEL JUICIO UNIVERSAL Y LA ENTREGA ................................................................................ 140

Armagedón en su contexto apocalíptico ................. 142

Armagedón visto desde su trasfondo hebreo .......... 147

Armagedón: la gran cena servoda por Dios para las aves ........................................................................................ 157

LA CRISIS DEL TIEMPO FINAL Y LOS HIJOS DE DIOS 168

Las falsas afirmaciones del anticristo ....................... 175

Tipos históricos del drama final .............................. 180

EL SELLO FINAL DE LA PROTECCIÓN DIVINA ............ 186

Las túnicas blancas ................................................... 195

El sello del evangelio y el sello apocalíptico ............ 199

LA PRESENCIA DE ELÍAS .................................................... 205

El mensaje de Juan el Bautista ................................. 208


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El Mensaje de Elías................................................... 209

Mensaje de Elías para hoy ........................................ 212

La presencia de Elías ................................................ 215

La revelación final de los hechos en tipo y antitipo 217


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CÓMO DISTINGUIR LA PROFECÍA VERDADERA DE LA

FALSA

En nuestro tiempo de inseguridad y cambio, muchas personas se han interesado en lo que depara el futuro. La astrología ahora disfruta de su mayor auge en la historia. No pocos buscan consejos para su futuro personal o político de parte de adivinos famosos. Desafortunadamente, la experiencia ha demostrado que tales predictores son guías inciertas para el futuro. Por otro lado, muchos afirman que la Biblia predice el futuro con certeza. Se dice que un tercio de la misma consiste en profecía predictiva. Los escritores religiosos populares señalan especialmente la profecía de Armagedón en el último libro de la Biblia (Apocalipsis 13: 13). Argumentan que esta profecía se refiere al territorio del Valle de Meguido, cerca del Monte Carmelo en el norte de Palestina, como el campo de batalla durante la última guerra mundial en el futuro cercano. Los políticos advierten contra la amenaza de una guerra nuclear mundial utilizando el término Armagedón. La pregunta es ¿Cómo podemos estar seguros de saber exactamente lo que la Biblia quiere decir con el misterioso término Har Magedon, conocido popularmente como Armagedón?

Los creyentes cristianos proponen interpretaciones contradictorias. Algunos sostienen que la verdadera iglesia de Cristo no tendrá parte en la angustia o tribulación final del mundo. Dios repentinamente va a secuestrar o arrebatar la


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iglesia de la Tierra al cielo justo antes de que comience la agitación final. Estos intérpretes, que insisten en la aplicación literal de los términos Israel y el Monte Sión en la profecía escatológica, creen que la fundación del Estado moderno de Israel en 1948 fue la primera señal del secuestro inminente de creyentes cristianos al cielo.

Otros están convencidos de que la verdadera iglesia de Cristo tiene que pasar por una tribulación futura y luego debe prepararse para un tiempo de persecución y prueba sin precedentes.

Especulaciones modernas sobre cumplimiento profético

Los literalistas, refiriéndose a sí mismos como dispensacionalistas, consideran el año 1948 como el comienzo de la generación final de Israel de Dios. Apelan a la declaración de Cristo a sus discípulos: " No pasará esta generación hasta que sucedan todas estas cosas" (Mar. 13:30, NVI). Tomando la duración de una "generación" como 40 años, muchos concluyeron que el año 1988 sería el año del "Armagedón". Hal Lindsey escribió en su éxito de ventas The Late Great Planet Earth (Nueva York: Bantam Books, 19V3): “ ¿Que generación? Obviamente, en el contexto, la generación que vería las señales, la principal entre ellas el renacimiento de Israel. Una generación en la Biblia es algo así como cuarenta años. Si esta es una deducción correcta, entonces dentro de cuarenta años o alrededor de 1988, todas estas cosas podrían suceder (p. 54).


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¡Somos la generación de la que estaba hablando! (The Countdown to Armageddon [Nueva York: Bantam Books, 1982], p. 162). Según este cálculo, algunos pensaron que su rapto al cielo tendría lugar siete años antes de 1988 y se prepararon para ser arrebatados de la Tierra en 1981.

Podemos sentir los efectos devastadores de tal especulación cuando el Chicago Sun-Times, 4 de junio de 1981, informa: "En preparación para el evento [de un secuestro físico de la Tierra al cielo, 28 de junio de 1981] los 50 miembros [ de la Fundación Lighthouse Gospel en Tucson, Arizona], dejaron sus trabajos y se deshicieron de algunas de sus propiedades '' (p. 34) Un miembro, un joven médico, dijo: "Nunca he conocido tanta paz, tanta alegría”. Uno se pregunta cómo se sintió después del día de su decepción, cuando la profecía de la secta falló.

El literalismo geográfico especialmente tiene un gran atractivo para los creyentes dispensacionalistas. Harold Lindsell señala el territorio del Medio Oriente como el escenario de la profecía de los últimos tiempos. "Las Escrituras predijeron que el Medio Oriente sería central para los eventos que rodearon el segundo advenimiento de Jesucristo" (The Gathering Storm [Wheaton, III.: Tyndale House Publishers, 1980], p. 97). Él ve "Armagedón" como una referencia a la guerra final entre el Estado de Israel y la confederación de naciones árabes productoras de petróleo. Lindsell especula '' que el final de la temporada llegará antes de que se acabe el petróleo de las naciones árabes. Esto significaría que el final no está lejos y que el plan de Dios para la


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consumación de la historia alcanzará su clímax en un futuro no muy lejano '' (ibid., P. 101).

Algunos consideran la captura de la antigua ciudad de Jerusalén por el ejército israelí durante la Guerra de los Seis Días como un cumplimiento adicional de la profecía del Antiguo Testamento, incluso como "un punto de inflexión en la historia humana". Derek Prince dice que "la restauración del gobierno judío sobre el área que Jesús conocía como 'Jerusalén' marcó una transición de una era a otra. La era que Jesús llamó 'los tiempos de los gentiles' está terminando. En su lugar, está emergiendo una nueva era, una era que introducirá el gobierno de Dios en la tierra, a Israel y a todas las naciones '' (The Last Word on the Middle East [Lincoln, Virginia: Chosen Books, 1982], p. 9).

Los dispensacionalistas llaman a la nación moderna de Israel "el desencadenante del último conflicto mundial que se avecina" (J. F. Walvoord, Armageddon, Oil and the Middle East Crisis [Grand Rapids: Zondervan Books, 19V4], p. 23). De hecho, Walvoord preparó una lista detallada o un calendario profético de eventos que se llevarán a cabo "desde la Tercera Guerra Mundial hasta el Armagedón" (ibid., Pp. 23, 200-20).

Hoy, innumerables profetas modernos del cristianismo, especialmente en los círculos religiosos fundamentalistas, anuncian al mundo que estamos viviendo en la última generación antes del día del juicio universal. Su interpretación de las profecías bíblicas surge de una suposición común: ¡debemos leer las visiones proféticas de los profetas hebreos


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como una descripción literal anticipada de la historia! En otras palabras, la pauta interpretativa o suposición es literalismo estricto. Solo permite una aplicación literal de las palabras e imágenes del Antiguo Testamento para su cumplimiento moderno de los últimos tiempos. Esto implica que todas las descripciones étnicas y geográficas de Israel y sus antiguos enemigos en la profecía deben tener un cumplimiento absolutamente literal en nuestro tiempo. La suposición adicional es que el Estado moderno de Israel se convertirá nuevamente en la nación teocrática (donde Dios gobierna) entre el mundo gentil. La idea filosófica detrás de este concepto es que el significado original de la profecía del Antiguo Testamento requiere un cumplimiento literal incondicional en los tiempos del Nuevo Testamento, sin relación con el impacto dramático de la primera venida de Cristo en toda la profecía.

Profecía verdadera y falsa dentro del antiguo Israel

Poco antes del exilio en Babilonia, algunos afirmaron que Dios pronto restauraría y bendeciría a la nación judía. Tales predicadores nacionalistas atrajeron las promesas anteriores de Dios, pero se aislaron de la alianza total de Dios con Israel. Señalando el glorioso Templo de Salomón en Jerusalén, afirmaron: "¡Este es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor!" (Jer. 7: 4). Sin embargo, el profeta Jeremías trató fervientemente de contrarrestar una sensación de seguridad tan distorsionada: “Así dice el Señor de los ejércitos: “No escuches lo que los profetas te están profetizando; los llenan


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de falsas esperanzas. Hablan de visiones inventadas por ellos mismos y que no provienen de la boca del Señor ". (Jer. 23:16).

Además, también surgieron profetas autoproclamados entre los judíos exiliados en Babilonia. Proclamaron el temprano regreso de Israel a la Tierra Prometida y despertaron un espíritu de rebelión. Nabucodonosor arrestó y ejecutó a dos de los agitadores (Jer. 29:22), cumpliendo realmente una predicción que Jeremías había hecho en una carta a los exiliados. "Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, acerca de Acab, hijo de Gluey, y acerca de Sedequías, hijo de Mahasías, que te están profetizando mentiras en mi nombre: 'Te entregaré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él los matará delante de ti "(versículo 21).

Un día, en la corte del Templo, Jeremías de repente se encontró cara a cara con un oponente apasionado, el profeta patriótico Hananias. Hananías llegó al extremo de anunciar que en poco tiempo Dios cumpliría Su promesa de restaurar a Israel, un reclamo en oposición directa a la palabra profética de Jeremías de que el exilio de Israel en Babilonia continuaría durante unos 70 años completos (ver Jer. 25 : 11; 29:10). Hananías pronosticó audazmente, en el nombre del Señor, que en dos años Dios traería "los exiliados de Judá que fueron a Babilonia" (Jer. 28: 4), ¡un poderoso llamado sensacionalista para Israel! Él predijo una inminente "paz" (shalom) para su nación. ¿Fue realmente su propio pronóstico? Jeremías en ese momento solo podía mostrar que tal predicación de shalom estaba en conflicto fundamental


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con las revelaciones proféticas anteriores de Dios por parte de Moisés y todos sus profetas (versículo 8; cf. Isaías 8:20).

¿Qué hizo que la predicción de Hananiah de la restauración de Israel fuera una profecía falsa? ¿Fue el breve tiempo que puso antes del regreso de Israel del exilio babilónico en contraste con los 70 años de cautiverio de Jeremías? Parece que una diferencia más fundamental caracterizó a los falsos profetas: aplicaron la promesa de paz y bendición de Dios incondicionalmente a la futura restauración de Israel, ignorando por completo y negando que Dios había pedido un arrepentimiento genuino y un retorno fiel al Señor como la condición previa explícita para la reunión de Israel y la restauración como la nación teocrática.

Así dice el Señor: “Cuando se cumplan los setenta años de Babilonia, cumpliré mi promesa en tu nombre, de traerte de regreso a este lugar. Porque yo soy quien conoce los planes que tengo para ti ", dice el Señor," planes para hacerte prosperar y no dañarte, planes para darte esperanza y un futuro. Entonces me clamarás, vendrás a invocarme y te escucharé. Me buscarás y me encontrarás cuando me busques de todo el corazón. Me dejaré encontrar por ti", declara el Señor," y te traeré de regreso del cautiverio. Los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares donde los esparcí, y los traeré de regreso al lugar desde donde los deporté”, dice el Señor. (Jer. 29: 10-14).

El arrepentimiento moral fue la nota tónica clave de todas las profecías de Jeremías (ver Jer. 18: 7-10). Por otro lado, Hananías "predicó la rebelión contra el Señor" (Jer. 28:16), lo que llevó a


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Israel a "confiar en las mentiras" (versículo 15) cuando en el 593 a. C. anunció solemnemente una paz incondicional para Jerusalén.

Varios eruditos del Antiguo Testamento llaman a Hananías una "caricatura" del profeta Isaías, porque solo repitió la promesa de Isaías de que "ese día" Dios destruiría el yugo asirio del cuello de Jerusalén (Isa. 10:27). El profeta concluyó de la promesa de Dios, hecha a Isaías cien años antes, que la liberación prometida de Sión debe aplicarse literalmente al Judá de su propio tiempo, de lo contrario, Dios sería infiel a la profecía de Isaías. Buber muestra la falla en su razonamiento. “Sin embargo, Hananiah no se dio cuenta de que existe un momento completamente diferente en la historia. No sabe que hay culpa, una culpa por la cual falla la comisión. Los falsos profetas solamente popularizaron la promesa del mensaje de Isaías e ignoraron la condición inherente en cada mensaje profético de salvación; cambiaron la promesa de seguridad a un Israel que cumpliría fielmente su llamado en una promesa de seguridad incondicional para todos los tiempos (en Die Wandlung, Heidelberg 2 [1946-1947], pp. 279, 280.

Así que Hananiah no fue un intercesor por Israel que suplicó al Señor por la protección de su Ciudad Santa y Templo como los verdaderos profetas fueron llamados a hacer (Jer. 27:18). Jerusalén debía ser destruida según el juicio de Dios para romper la confianza de Judá en el Templo de Dios en lugar del Dios del Templo. La sensación de falsa seguridad de la ciudad era en realidad una caricatura de la garantía que el rey Ezequías


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había demostrado antes cuando el rey asirio, Senaquerib, amenazó o Jerusalén. Entonces Ezequías "rasgó su ropa, se vistió de cilicio y entró en el templo del Señor '' (Isaías 37: 1, NVI) y le pidió a Isaías que orara por el remanente que aún sobrevivía (versículo 4). La respuesta de Dios en ese momento había sido: "¡Defenderé esta ciudad y la salvaré, por mi bien y por el bien de David, mi siervo!" (versículo 35, NVI).

Pero un deterioro religioso había tenido lugar en los reyes posteriores de Jerusalén. Durante el reinado del último rey de Judá, Sedequías, surgieron falsos profetas. Sus mensajes de falsa paz no solo crearon falsas esperanzas, sino que aceleraron los juicios de Dios sobre la ciudad impenitente. “Tratan la herida de mi pueblo como si no fuera grave. "Paz, paz", dicen, cuando no hay paz” (Jer. 6:14, NVI). “Siguen diciendo a los que desprecian la palabra del Señor: "Tendrás paz". Y a todos los que siguen la obstinación de sus corazones les dicen: “No sufrirás deshonras". ¿Pero cuál estaba en el consejo del Señor para ver o escuchar su palabra? ¿Quién prestó atención y obedeció mi palabra? (Jer. 23:17, 18, NVI) “No envié a estos profetas, pero corrieron para llevar su mensaje; No les hablé, pero ellos profetizaron” (versículo 21, NVI).

Los autoproclamados profetas de Israel parecían haber creído con pasión que continuaban solo con la tradición de la verdadera profecía. Pero Dios juzgó lo contrario: “Romperé el muro y lo destruiré para que sus cimientos estén al descubierto. Cuando él caiga, serás destruido con él; y sabrás que yo soy el Señor. Entonces agotaré mi ira contra la pared y contra aquellos


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que han caído. Te diré: el muro se ha ido, y también los que han caído, los profetas de Israel que profetizaron acerca de Jerusalén y tuvieron visiones de paz cuando no hubo paz. Palabra del Soberano, el Señor”(Eze. 13:10, 11, 14-16, NVI).

Desde el principio, Moisés enseñó específicamente que el criterio decisivo para distinguir la profecía verdadera de la falsa era su acuerdo o desacuerdo con la voluntad revelada anterior de Dios (ver Deut. 13: 1-5). Por lo tanto, Dios puede probar al pueblo de Israel desafiando a un falso profeta, para ver si lo aman con verdadera lealtad (versículo 3). La Torá se mantuvo como un criterio para determinar cualquier profecía verdadera o falsa. Si bien Moisés habló principalmente de aquellos profetas que incitarían a Israel a seguir a otros dioses, la aplicación más amplia se relaciona con cada predicción que engaña al pueblo porque está en conflicto con la voluntad expresada del Dios de Israel: regresar a la alianza con El ( Deuteronomio 30: 1-3).

Después de la destrucción de Jerusalén por parte de Nabucodonosor en 586 a. C., Dios reveló la causa más profunda del fracaso de los falsos augurios de paz: “Las opiniones de sus profetas eran falsas e inútiles; no exponían su pecado para evitar su cautiverio. Los mensajes que le dieron fueron falsos y engañosos” (Lam. 2:14, NVI). “Dentro de la ciudad se derramó la sangre de los justos, por el pecado de sus profetas y la maldad de sus sacerdotes” (Lamentaciones 4:13, NVI).

Los falsos profetas en Israel evidentemente carecían de verdadera preocupación por el bienestar del pueblo de Dios.


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Ezequiel los expuso aún más rigurosamente: “Sus profetas disfrazan estos hechos engañando a la gente con visiones falsas y adivinaciones mentirosas. Dicen: "Así dice el Soberano, el Señor", cuando el Señor no habló. La gente de la tierra practica la extorsión y comete robos; oprime a los pobres y necesitados y maltrata a los extranjeros, negándoles justicia. Busqué un hombre entre ellos para construir el muro y pararse en la brecha delante de mí y para esta tierra, para no destruirla, pero no encontré ninguno. Por eso derramaré mi ira sobre ellos y los consumiré con mi gran furia; sufrirán las consecuencias de todo lo que hicieron. Palabra del Soberano, el Señor (Eze. 22: 28-31, NVI).

¡Estos autoproclamados profetas incluso arrogantemente prohibieron a los profetas de Dios hablar las verdaderas palabras del Señor! Miqueas se quejó, "'No prediques'", dicen sus profetas. 'No prediques sobre estas cosas; la desgracia no nos alcanzará '”(Miq. 2: 6; cf. Amós 7:16). En respuesta, anunció todo lo contrario de la paz para Israel: “Por lo tanto, gracias a ti, Sión será arado como un campo, Jerusalén se convertirá en un montón de escombros, y la colina del templo, un matorral (Miq. 3:12, NVI).

¿Cuál fue, entonces, la diferencia esencial entre la profecía verdadera y la falsa en la historia de Israel? No era la idea de que los verdaderos profetas solo anunciaban destrucción para el futuro, mientras que los falsos profetas solo paz y prosperidad. Los profetas de Dios definitivamente anunciaron la paz permanente en el reino mesiánico cercano (ver Miq. 4: 1-5;


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Amós 9: 11-15; Jer. 23: 5, 6; 29:13, 14; 32:42; Eze.36: 24-32; 37: 24-28).

La diferencia esencial era el hecho de que los verdaderos profetas enfatizaban el prerrequisito divino para el arrepentimiento verdadero para evitar la justicia retributiva del Señor. En consecuencia, solo un remanente espiritual experimentaría la paz y la bendición prometidas por Israel (Amós 5: 6, 15; Mic. 2:12, 13; 4: 6¬8; Jer. 23: 3-6; 31: 7, 31- 34; Ezequiel 36: 24-28). La falsa profecía evidentemente omitió esta precondición moral, acentuando el cumplimiento de las promesas de restauración de Dios, como si fueran garantías incondicionales. Tales profetas no expusieron los pecados de Israel. No pidieron fe y obediencia al Señor. ¡Así, los falsos profetas no reconocieron la hora histórica de apostasía de Israel! Simplemente transmitieron su dogma favorito de la elección incondicional de Israel, sin mostrar ninguna preocupación real por su relación con Dios y el Mesías de la profecía.

Hoy podemos reconocer a los falsos profetas por las mismas torpes afirmaciones de elección divina y restauración en el Estado moderno de Israel.

Cómo distinguir la profecía verdadera y falsa dentro del Nuevo

Testamento

Para los creyentes cristianos, Jesús de Nazaret es el verdadero intérprete del Antiguo Testamento. Lo reconocen comoel cumplimiento de la profecía del Mesías de Israel. Cristo no solo


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se consideró a sí mismo como un profeta de Dios (Marcos 6: 4; Lucas 13:33), sino que también demostró previsión y visión proféticas con autoridad divina (Marcos 13; 5-7). James D. G. Dunn perceptivamente dice de Cristo que “Su fuente de autoridad no era la ley, los padres, la tradición o los rabinos, sino su propia certeza de que conocía la voluntad de Dios…El hecho de que Jesús usara Abba para dirigirse a Dios nos permite decir con confianza que Jesús experimentó a Dios como un Padre de una manera muy personal e íntima "(Unidad y Diversidad en el Nuevo Testamento [Filadelfia: Westminster Press, 1972 ], págs. 186, 187).

En Cristo Dios ofreció a Israel la más completa y clara revelación de su voluntad y los propósitos de sus alianzas con Abraham, Moisés y David (ver He. 1: 1,2) Se dice que solo Jesús vino del corazón y del "seno del Padre" del cielo (Juan 1:18). Cristo vio su misión anunciada en las Escrituras hebreas: "Son las Escrituras las que dan testimonio de mí" (Juan 5:39, NVI). Él sorprendió a los judíos de su tiempo cuando anunció que el tiempo de los antitipos religiosos y el cumplimiento de los oficios proféticos, reales y sacerdotales de Israel había llegado con su venida: "Ahora, hay aquí uno más grande que Jonás". "Ahora aquí está uno más grande que Salomón". "Aquí está uno más grande que el templo" (Mateo 12:41, 42, 6, NVI).

Jesús vio la Torá principalmente como un libro de promesa y redención, no como un volumen de ley como lo hicieron los fariseos. Cristo también aplicó los salmos, especialmente los


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compuestos por los reyes de Israel o los líderes representativos, a Él y a Su llamado divino.

Después de su resurrección, explicó a sus discípulos que él es el corazón y el centro de la Biblia hebrea. “Él les dijo: '¡Qué difícil es para ustedes entender y cuánto tiempo les lleva creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No debería Cristo sufrir estas cosas para entrar en su gloria? Y comenzando con Moisés y todos los profetas, les explicó lo que se decía de él en todas las Escrituras" (Lucas 24: 25-27, NVI) )

Los estudiosos de la Biblia ahora comienzan a reconocer cada vez más el hecho de que el Antiguo Testamento en su conjunto no se centra principalmente en Israel, sino en el Mesías. El corazón de la misión profética e histórica de Israel es Cristo. Esto implica que solo podemos entender correctamente las profecías de la Biblia cuando relatamos las predicciones con respecto a Dios y Su Mesías, el Hijo Ungido de Dios (ver 2 Cor. 1:20).

Cristo aconsejó a sus seguidores: "Cuidado con los falsos profetas. Vienen a ustedes vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Los reconocerán por sus frutos" (Mateo 7:15, 16, NVI). Por sus "frutos", Cristo no quiso decir el poder del profeta para realizar exorcismos o milagros o su pretensión de aceptar a Cristo como Señor, sino el fruto moral de hacer la voluntad del Padre en el cielo (versículos 21-23). Cristo indicó que insistió en la prueba que Moisés prescribió en Deuteronomio 13: 1-5 al desenmascarar a los falsos profetas en


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la iglesia. La falsa profecía proclama un dios que es fundamentalmente diferente del Redentor y Gobernador de Israel, un dios que no requiere obediencia moral o arrepentimiento de que el Señor insiste en Su Torá (ver Deut. 30: 1-10). El falso profeta "trató de alejarlos del camino que el Señor su Dios les ordenó que siguieran" (Deut. 13: 5, NVI).

Cristo incluso advirtió: "Porque aparecerán falsos Cristos y falsos profetas que realizarán grandes señales y maravillas para, si es posible, engañar incluso a los elegidos" (Mateo 24:24, NVI). Así como la falsa profecía en el Antiguo Testamento tenía como énfasis exclusivo las promesas de paz de Dios, mientras ignoraba los aspectos condicionales del retorno moral de Israel al Señor, la falsa profecía en la era cristiana se identifica por su falta de conexión con las promesas de la alianza de Dios con Israel con fe en Jesús como el Cristo. Esta es ahora la condición irrevocable de Dios para el cumplimiento de la profecía. El apóstol Pablo enfatizó: "Las promesas hechas por Dios son 'sí' en Cristo" (2 Cor. 1:20).

En consecuencia, aquellos que declaran "paz" para Israel y la iglesia mientras ignoran la condición divina previa de fe en Cristo para el cumplimiento de las profecías bíblicas no proclaman al Dios de la Sagrada Escritura. Pablo escribe en verdadero estilo profético cuando advierte contra los falsos profetas en los últimos días. "Cuando dicen:" Paz y seguridad ", lo destruirá de repente, como los dolores de parto de las mujeres embarazadas; y de ninguna manera escaparán ”(1 Tes. 5: 3; cf. Jer. 6:14; 8: 11; Eze. 13:10).


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¿Dónde está el remanente fiel de Israel?

Cristo declaró solemnemente a los líderes judíos de su tiempo: "Por lo tanto, les digo que el Reino de Dios les será quitado y entregado a un pueblo que llevará los frutos del Reino" (Mateo 21:43, NVI).

¿Qué lo llevó a una conclusión tan impactante de que Dios quitaría del pueblo elegido el privilegio bendito de ser una nación teocrática? Cristo explicó la razón en su parábola de los granjeros. Habían decidido con respecto al hijo del dueño, “Este es el heredero. Vamos, matemoslo y tomemos su heredad" (versículo 38, NVI). ¡Así que los constructores judíos rechazaron la piedra angular de Israel: el Hijo de Dios (versículo 42)! Las personas que recibirían el reino de Dios no eran una generación futura de judíos, sino aquellos de su tiempo que aceptaron a Jesús como el Mesías de la profecía. Cristo aseguró a sus propios discípulos: "No tengan miedo, rebaño pequeño, porque es un placer para el Padre darles el Reino" (Lucas 12:32). Cristo ordenó a doce de ellos para representar al nuevo Israel mesiánico al que llamó "mi iglesia" (Mateo 16: 16-18). La iglesia apostólica representaba el remanente de Cristo en el antiguo Israel. El apóstol Pablo enseñó: "Entonces, hoy también hay un remanente elegido por gracia" (Rom. 11: 5, NVI).

Las promesas de Dios de bendición divina no se cumplirán necesariamente en el pueblo judío como unidad política o como grupo étnico, sino en la comunidad de fe mesiánica. El remanente de Israel estaba formado principalmente por judíos


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que creían que Jesús es el Señor de Israel y el Salvador del mundo. Los cristianos gentiles también son bienvenidos en este remanente fiel de Israel (ver Rom. 10: 9-13). Son, por así decirlo, "injertados" en el remanente de Israel, como brotes del olivo silvestre entre las ramas cultivadas del olivo que trepan al árbol del Israel de Dios (Rom. 11:17). Los judíos que rechazan a Cristo son "cortados" del olivo de Dios, pero "si no continúan en incredulidad, serán injertados, porque Dios puede injertarlos nuevamente" (versículo 23). Todo depende de la fe o la incredulidad en el Mesías Jesús como el núcleo central de las promesas y profecías bíblicas. Jesús declaró que "El que no está conmigo está contra mí; y el que no se reúne conmigo, esparce'' (Mateo 12:30, NVI). Los judíos que persisten en rechazar a Jesús como el Señor de Israel se dispersan a pesar de que viven en Palestina.

La profecía bíblica había predicho la reunión de Israel alrededor del Mesías. "Ese día las naciones buscarán la raíz de Isaí [el Mesías], que será como un bandera para los pueblos, y su lugar de descanso será glorioso "(Isa. 11:10, NVI). Cristo comenzó a cumplir esta magnífica promesa de restauración a Israel invitando a todos los judíos:" Vengan a mí, todos los que están cansados y abrumados, y les daré descanso "(Mateo 11:28, NVI).

La vida de Cristo presagia el tiempo del cumplimiento mesiánico. La iglesia espiritual de Cristo es la restauración de Israel en la profecía. Este es el enfoque Cristocéntrico de las profecías hebreas sobre el remanente de Israel (por un


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tratamiento completo, ver LaRondelle, El Israel de Dios en Profecía, capítulos. 7-10).

El tiempo del asedio romano de la antigua Jerusalén muestra cuán vitalmente importante es saber quién es el verdadero Israel de Dios. Antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C., surgieron falsos profetas en la ciudad, prometiendo a los judíos liberar al inminente ejército romano. El historiador judío Josefo informa cómo estos autoproclamados profetas apoyaron la obstinada resistencia de los judíos en Jerusalén hasta el último momento fatal. “Un falso profeta fue la ocasión para la destrucción de estas personas, que habían hecho una proclamación pública en la ciudad ese mismo día, que Dios les había ordenado tomar el Templo, y que allí recibirían señales milagrosas de su liberación. Ahora, había una gran cantidad de falsos profetas sobornados [seducidos] por los tiranos para imponer a las personas que debían esperar la liberación de Dios” (Guerras de los judíos 6. 5. 2, en W. Whiston, trad., Josephus : Obras completas [Grand Rapids, Mich.: Kregel Pub., 1960], p. 582).

Tales profetas insistieron en que la liberación divina prometida por los profetas hebreos a Israel en el Monte Sión pronto se cumpliría (ver Joel 2:32; 3: 2; Dan. 12: 1). Esperaron la liberación inminente de Dios de la ciudad en apuros. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que son los intérpretes equivocados de la profecía bíblica y, por lo tanto, los falsos profetas, condenados a una muerte miserable.


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¿Cuál fue el error básico de sus falsas profecías? Fue su aplicación de la promesa de restauración como una garantía incondicional para la etnia israelí. Ahora que Cristo había venido como el Hijo de Dios, el remanente fiel de Israel serían solo aquellos que creían que Dios había hablado Su última palabra en el Mesías Jesús. Por lo tanto, Cristo ordenó a sus discípulos en términos claros que huyeran de la condenada "ciudad santa" (Mateo 24: 15-20). Al retirar su presencia mesiánica de Jerusalén, Jesús declaró: "He aquí, tu casa estará desierta" (Mateo 23:38, NVI). El principio del literalismo geográfico que sostiene que la Jerusalén física sigue siendo el centro del cumplimiento profético hace del territorio antiguo la norma decisiva del cumplimiento en lugar de Cristo Jesús. La persona de Cristo, sin embargo, es el verdadero "lugar santo". Jesús mismo declaró que "Aquí está lo que es más grande que el templo" (Mateo 12: 6; cf. Lucas 17:20, 21; Juan 4: 21-24). Por lo tanto, solo una interpretación centrada en Cristo de las promesas del Antiguo Testamento, no el literalismo, es lo correcto para nuestra dispensación cristiana.

Otra marca de falsa profecía dentro del cristianismo es el tiempo de la Segunda Venida. Cualquier esfuerzo por fijar algún tipo de tiempo para la segunda venida de Cristo entra en conflicto con la advertencia de Cristo: "En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. ¡Miren! No saben cuándo llegará ese momento "(Mar. 13:32, 33, NVI).


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Para ilustrar el significado de sus palabras, Jesús contó una parábola sobre un maestro que asignó una tarea a cada uno de sus siervos y los dejó para cuidar de su hogar. El maestro instó al portero a estar alerta: "Mira, porque no sabes cuándo volverá el dueño de la casa" (versículo 35). Su advertencia se aplica con toda su fuerza a la iglesia. Poco después de su resurrección, los discípulos le preguntaron a Cristo: "Señor, ¿es en este momento que vas a restaurar el reino a Israel?" Pero Cristo respondió de inmediato: "No les corresponde saber los tiempos o fechas que el Padre ha establecido por su propia autoridad" (Hechos 1: 6, 7, NVI).

El verdadero cristiano entonces vive diariamente preparado para la venida del Maestro, porque Cristo vive en su corazón. Los elegidos de Cristo no serán engañados. Pablo nos asegura: "Pero ustedes, hermanos, no están en la oscuridad, de modo que este día los sorprenda como ladrones ... No somos de la noche ni de la oscuridad. Por lo tanto, no dormimos como los demás, sino que estamos alertas y sobrios; porque los que duermen, duermen de noche, y los que se emborrachan, se emborrachan de noche, pero los que somos del día, seamos sobrios, usando la coraza de la fe y el amor y el casco de la esperanza de la salvación. Dios no nos designó para ira, sino para recibir salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo "(1 Tes. 5: 4-9).


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GUERRAS SANTAS EN LA HISTORIA PRIMITIVA DE

ISRAEL

Los teólogos acuñaron el término guerra santa para expresar los actos liberadores de Dios en el éxodo de Israel de Egipto y su posterior conquista de la tierra prometida de Canaa. Yahvé, como el Dios de la alianza, tomó la iniciativa de redimir a Israel de una nación opresiva y lo autorizó a expropiar a siete naciones además de Canaán que vivían en una gran maldad (ver Deut. 7: 1, 2; 9: 4, 5). Desde su liberación de Egipto, Israel ha alabado a Dios como su guerrero divino. "El SEÑOR es un hombre de guerra; el SEÑOR es su nombre" (Ex. 15: 3, RA), o más precisamente, "Yahvé es un guerrero, ¡Yahvé es su nombre!" (BJ). El Antiguo Testamento no ofrece una imagen uniforme de las guerras de Yahweh porque con el tiempo el concepto muestra una gran variación. Sin embargo, podemos observar varios rasgos que parecen destacarse como elementos característicos.

El llamado a las armas a menudo provenía de líderes llenos del Espíritu, que tocaban la trompeta y enviaban mensajeros a todas las tribus para reunir un ejército de voluntarios bajo Yahweh (Jueces 3:27; 6:34; 1 Sam. 13: 3). Israel vio a estos soldados del ejército como "los ejércitos del Dios viviente" (1 Sam. 17:26). El ejército estaba sujeto a estrictas reglas de auto consagración, abstinencia y votos a Dios (Jos. 3 : 5; 2 Sam. 11:11; Núm. 21: 2). Antes de que una batalla en particular tuviera lugar, un profeta ofrecía sacrificios a Dios y pedía consejo divino y dirección en la


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guerra (1 Sam. 7: 9; 13: 9-12; Jueces 20:23, 27) El profeta luego anunciaba la certeza absoluta de la victoria sobre el enemigo, declarando que Yahweh había "entregado" al enemigo en manos de Israel (Jos. 2:24; 6: 2, 16; 8: 1; 10: 8, 19; Juez 3:28; 4: 7; 7: 9; etc.) Esta certeza tiene sus raíces en la convicción de que Yahvé iría delante de Israel en el campamento. batalla (Jud. 4:14; Deut. 20: 4).

Al principio, los sacerdotes retrataron esto tomando "el arca del Gremio del Señor" frente a Israel (Jos. 3:11). El informe de 1 Samuel 4-6 celebra la soberanía de Yahweh como el comandante divino de Israel. Ni Israel ni los filisteos podían controlar el arca sagrada del Señor, el símbolo de su trono y gobierno. Yahvé permaneció a cargo de su pueblo. Cuando el sacerdocio rompió el pacto (1 Sam. 2) o declaró la guerra sin consultar al Señor, Israel sufrió la derrota y su ejército fue sacrificado (1 Sam. 4:10, 11).

El hecho de que los filisteos capturaron el arca de Dios muestra que el concepto de guerra de Yahweh podría revertirse dramáticamente. De hecho, Yahvé podría incluso hacer la guerra contra su propio pueblo, un concepto desarrollado más tarde por los profetas posteriores de Israel en su perspectiva escatológica. Mientras Israel viviera en genuina comunión con su Señor, cada vez que levantaran el arca de Dios, significaba que Yahweh subía para pelear la batalla de Israel. Moisés dijo: "¡Levántate, Yahweh, y deja que tus enemigos se dispersen, y huye de los que te odian!" Y en el lugar de descanso dijo:


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"Regresa, Yahweh, a las multitudes de miles de Israel" (Números 10:35, 36, BJ).

Las Escrituras ven las guerras como las batallas de Yahweh (1 Sam. 18:17; 25:28) e Israel las registró en un libro específico, que ya no existe, llamado "Libro de las Guerras del Señor" (Núm. 21:14 ) Los enemigos de Israel también fueron considerados enemigos de Yahweh (Jueces 5:31; 1 Sam. 30:26; Sal. 83: 1-3). La Biblia describe la parte de Yahweh en las guerras de Israel en más de una forma: como el que estaba peleando mientras Israel solo necesitaba permanecer en silencio (Ex. 14:14; Isa. 30:15), o como el ganador que pidió la participación de Israel para destruir al enemigo aterrorizado, llamado a poner al "enemigo bajo maldición" (hebreo herem) (Deut. 7: 2, 5, 6; 20: 16-18). La profetisa Débora incluso pronunció una maldición sobre los israelitas que vivían en la ciudad de Meroz "porque no vinieron a ayudar al Señor" (Jueces 5:23, NVI).

Millard C. Lind hace la observación interesante de que "el herem, la dedicación del botín a Yahweh y la destrucción de toda vida ... fue una institución de guerra santa que Israel mantuvo en común con otros pueblos del Cercano Oriente "(Yahweh es un guerrero: La Teología De La Guerra En El Antiguo Israel [Scottdale, Pa.: Herald Press, 1980], p. 81). Un rasgo característico de la actividad de Yahweh como guerrero fue la producción de un pánico o terror tan repentino entre sus enemigos que causara una confusión desconcertante y ocasionalmente una autodestrucción total dentro de sus filas.


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En la vigilia de la mañana, Yahvé, desde la columna de fuego y la nube, vio el campamento de los egipcios, y activó la confusión en el campamento de los egipcios. Atascó las ruedas de sus carros y los hizo caminar con dificultad. Entonces los egipcios dijeron: "Huyamos de la presencia de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios" (Ex.14: 24, 25, BJ).

Entonces el terror cayó sobre todo el ejército, tanto en los que estaban en el campo como en el campo, así como en los que estaban en los destacamentos y las tropas de ataque, y el suelo tembló. Fue un pánico enviado por Dios. ... Entonces Saúl y todos sus hombres se juntaron y fueron a la batalla. Encontraron a los filisteos en total confusión, hiriéndose unos a otros con sus espadas (1 Sam. 14: 15-20, New International Versión; ver también Ex. 15:15, 16; 23:27; Deut. 2:25; 7:23; 11:25; Jos. 2: 9, 24; 5: 1).

Las Escrituras también vieron la acción de Dios en los fenómenos naturales que llevaron a Israel a triunfar en la batalla, como el oscurecimiento del sol, el secamiento repentino del agua y su avance repentino, las fuertes lluvias repentinas, el granizo, los truenos y los terremotos (Ex. 14: 19,21; Jos. 3:13; 4:23; 5: 1; Juez.5: 20, 21; 1 Sam. 7:10; 14:15, 20). Este elemento cósmico agregó a la batalla de Israel el aspecto de una teofanía salvadora y destructiva, o la aparición de Dios. Esto llevó a los enemigos a reconocer que Dios estaba luchando por Israel (Ex. 14:14; Jos. 2: 9-11).


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Por otro lado, el propósito final de la guerra de Yahweh fue la glorificación del Dios de Israel como el victorioso Rey y Redentor de Israel, una alabanza que constituye el tema central de la canción de Moisés en Éxodo 15. Moisés atribuye el ahogamiento del ejército egipcio. solo por efecto de la majestuosa teofanía y soberanía de Yahweh: “El Señor es un hombre de guerra; SEÑOR es tu nombre. Atormentaba los carros del faraón y su ejército en el mar. Tu diestra, oh SEÑOR, es gloriosa en poder; tu diestra, oh SEÑOR, aplasta al enemigo, Jehová reinará por los siglos de los siglo”s. (15x.15: 3-18, RA).

Otro ejemplo de la guerra de Yahweh es la destrucción de Jericó, como se describe en Josué 6. Antes de la caída de la ciudad, el divino Capitán del ejército de Israel apareció ante Josué. El líder israelita en reverencia cayó de bruces y preguntó: "¿Qué mensaje tiene mi Señor para su sirviente?" (Jos. 5:14, NVI). A cambio, llegó la certeza: "Sabe que entregué a Jericó, su rey y sus hombres de guerra en tus manos" (Jos. 6: 2, NVI). Posteriormente, Israel fue llamado a participar más activamente en las guerras de Yahweh.

Después de que Israel llevó en silencio el arca de Yahweh por la ciudad durante siete días y los sacerdotes tocaron las trompetas y el pueblo dio un "fuerte grito de batalla" (versículo 5, BJ), los muros de Jericó cayeron repentinamente, indicando cómo la conquista de Canaán por parte de Israel fue efectuada solo por el acto soberano de Dios. La responsabilidad de Israel era hacer cumplir el anatema en la ciudad hostil (versículo 21). Aquellos israelitas que secretamente ocultaron algo del botín del enemigo


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para sí mismos también caerían bajo el anatema de Yahweh, como le sucedió a Acán, de la tribu de Judá. Tomó una hermosa capa, piezas de plata y oro del saqueo y las escondió en el suelo dentro de tu tienda. Su acto infiel hacia la ley de guerra de Yahweh llevó al ejército de Israel a sufrir la derrota en la batalla contra Hai. Descubierto por la revelación divina, Acán confesó, dando "gloria" a Dios. Después de su ejecución, Israel volvió a salir victorioso en la guerra de Yahweh (Jos. 7, 8).

La razón del apoyo condicional de Yahweh se basaron en la respuesta de Israel a las obligaciones sagradas del pacto. En Deuteronomio 32, la victoria o la derrota en la guerra es el resultado de una decisión de la corte divina en la que Dios establece las razones de sus acciones legales: "Hazme morir y hazme vivir, lastimaré y sanaré" (versículo 39) , NVI).

Otro ejemplo de la guerra de Yahweh ocurre en los Jueces 4 y 5. Débora elogia el acto de "justicia" de Yahweh al derrotar al rey cananeo Jabin y Sisera, su cruel comandante del ejército, a través de las aguas de Meguido: “Desde el cielo lucharon las estrellas, desde sus órbitas lucharon contra Sísara. El río Cisón los tomó, el río viejo, el río Cisón” (Jue. 5:20, 21, NVI).

Lo que en realidad pareció haber sucedido fue que un repentino rayo de desesperación dejó varados los carruajes de Sisara en la llanura inundada, dando a Israel una victoria repentina. "Todo el ejército de Sísara cayó por el filo de la espada; ya no quedó un hombre" (Jud. 4:16, NVI). Débora termina su canción del


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triunfo de Israel con palabras llenas de significado apocalíptico: "¡Así perezcan todos tus enemigos, oh SEÑOR!" (Juez 5:31, NV).

Tanto el Cantar de Moisés en Éxodo 15 como el Cantar de Débora en Jueces 5 son himnos de victoria que Israel usó en sus celebraciones festivas posteriores, y por lo tanto mostraron una profunda influencia en la esperanza escatológica de Israel (ver Lind, Yahweh Is a Warrior, p. 74).

Podríamos mencionar más de un tipo de guerra de Yahvé en el momento de los Jueces de Israel, la intervención milagrosa del Señor en la guerra de Gedeón contra los madianitas (Jueces 6-8). En una experiencia de teofanía, Dios lo llamó directamente para ser el líder militar de Israel. "Ve con la fuerza que te anima, y salvarás a Israel de las manos de los madianitas" (Juez 6:14, BJ). Después de destruir el altar de Baal en Ophra, reunió voluntarios de varias tribus de Israel para estar listos para la batalla. Sin embargo, “Yahweh le dijo a Gedeón:‘ Las personas que están contigo son demasiado numerosas para que yo entregue a Madián en tus manos; Israel podría jactarse de ello y decir: 'Fue mi propia mano la que me los entregó' "" (Juez 7: 2, BJ).

Después de que Gedeón redujo su ejército a solo 300 guerreros, sorprendió a los madianitas por la noche con el sonido de trompetas, rompiendo los cántaros y gritos victoriosos: "¡por la espada de Yahweh y de Gedeón!" (Juez 7:21, BJ). Él llevó a cabo tal terror entre los madianitas que "Yahvé hizo que la espada en todo el campamento se voviera hacia su compañero". (versículo


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22, BJ). Gedeón no tuvo que luchar en absoluto, excepto para capturar y ejecutar a dos príncipes madianitas, en completa analogía con la victoria de Moisés sobre Egipto en el Mar Rojo. Solo completó la derrota de los reyes madianitas y su ejército. Israel ahora le pidió a Gedeón que fuera su rey. Su respuesta fue: "No seré yo quien reine sobre ti, ni mi hijo, porque es Yahvé quien reinará sobre ti" (Juez 8:23, BJ). La guerra de Yahweh en Israel se formó después de la intervención soberana de Dios en el Mar Rojo. El Señor fue el agente exclusivo de la guerra santa. Él era solo el Salvador de Israel. La presencia de Yahweh fue el factor decisivo en la victoria y existencia de Israel como teocracia.

Algunos eruditos también han clasificado un incidente significativo durante el tiempo de los profetas anteriores en la categoría de guerra santa. Sucedió después de que Israel tomó la dramática decisión en el Monte Carmelo de renovar su alianza con Yahweh y seguirlo solo a Él. El profeta Elías en ese momento ejerció su autoridad política al ordenar la muerte de 450 profetas de Baal y 400 profetas de Asera que se negaron a arrepentirse y reconocer al Dios de Israel a pesar de la exhibición de la gloria de Yahweh (1 Reyes 18: 19,40).

Aquí hay una batalla intensamente espiritual en el Monte Carmelo, la confrontación de un verdadero profeta de Yahweh y muchos profetas de Baal, la colisión de la verdadera adoración y el apóstata, que culmina en un repentino destello de gloria divina y la posterior ejecución de todos los falsos profetas impenitentes. William H. Shea indicó con gran percepción


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cómo la prueba final de Elias en el Monte Carmelo aparece como un tipo de Armagedón. “Es de esta batalla [en el Monte Carmelo] que debemos extraer la imagen de la que depende la 'batalla del Armagedón' en Apocalipsis. Todos los elementos principales de este último están dispuestos en una posición paralela en 1 Reyes 18 de una manera históricamente concreta "(" La ubicación y el significado del Armagedón en Apocalipsis 16:16 ", Andrews University Seminary Studies 18, No. 2 [1980]: 157- 162)

Los profetas de Israel llamaron al Dios de Israel el nombre de Yahweh Sabaoth, "Jehová de los ejércitos", 279 veces. Algunos eruditos del Antiguo Testamento muestran que los profetas reclaman el título para designar a Yahweh como el guerrero divino. El término ejércitos indicaría la totalidad de las fuerzas sobre las cuales Yahweh gobierna, tanto en el cielo como en la tierra. "Yahweh era el comandante de todos los poderes sobrenaturales, así como los ejércitos de Israel" (J. Watts, en The New International Dictionary of the New Testament Theology [Grand Rapids: Zondervan, 1978], vol. 3, p. 960).

Cuando Israel finalmente coronó a su pacto con Dios como el rey supremo en el Monte Sión, la antigua fortaleza de los cananeos, David compuso el Salmo 24 para dramatizar en la sagrada liturgia la conquista de Canaán por Yahweh como el guerrero real de Israel. Cuando la procesión sacerdotal con el arca llegó a las antiguas puertas de la fortaleza de Sión, el siguiente intercambio de canciones expresó el significado religioso del evento:


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“¿Quién es este rey de gloria? Es Yahvé, el fuerte y valiente. Yahvé el valiente de las guerras.Es Jehová de los ejércitos: ¡Él es el rey de la gloria”! (Salmo 24: 8-10, BJ)

La sola mención de Yahweh como el valiente comandante de Israel y el guerrero victorioso hace que las puertas giren en sus bisagras para que el arca de Dios y su joven multitud puedan ingresar a la fortaleza de Sión para celebrar la entronización de Yahweh en Jerusalén.

David eventualmente sometió a todas las naciones vecinas bajo su jurisdicción porque "el Señor le dio la victoria a David donde quiera que fuera" (2 Sam. 8: 6, NVI). Finalmente, los gobernantes de todas las naciones vasallas que asistieron a los festivales anuales de Israel reconocieron la monarquía suprema de Yahweh con vítores. “Todos, aplaudan, ¡Alabado sea Dios con gritos de alegría!... Puso a las naciones bajo nuestro poder, puso a los pueblos bajo nuestros pies” (Salmo 47: 1-9, BJ).

Los eruditos cristianos sintieron en el Salmo 47 la promesa más profunda de la alabanza cósmica y universal de Dios y Su Mesías en el gran día futuro (véase Apocalipsis 5:13).

Las Guerras de Yahvé por parte de los reyes davídicos

Los sucesores de David ya no pudieron mantener la paz del imperio de Israel. Las naciones vasallas comenzaron a planear la rebelión contra el rey davídico, como el Salmo 2 retrata con fuerza dramática. (Para un tratado detallado, ver H.K. LaRondelle, La liberación en los Salmos: Mensajes de esperanza


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para hoy [Berrien Springs, Mich.: Primeras impresiones, 1983].) Aunque no todas las guerras que Israel libró pueden calificar como una auténtica guerra de Yahweh, porque se fueron volviendo más seculares en su naturaleza, algunos llevaban las marcas de la guerra de Yahweh. una marca básica de la verdadera guerra santa era que no el rey sino el profeta o sacerdote inspirado iniciaban el llamado decisivo a la guerra. Como sucesores de Samuel, los profetas reclamaron la autoridad suprema en la política exterior y la guerra estratégica de Israel como una teocracia (1 Reyes 20:13, 14; 22: 1-28). El profeta ungió al rey, pudo reprenderlo e incluso anunciar el rechazo de Dios de un rey en particular (ver 1 Sam. 10: 1; 15:22; 1 Reyes 18:17, 18; 19:15, 16; 20:41, 42; Jer. 34)

Un erudito del Antiguo Testamento concluye: "En la época de Acab (c. 869-850), el profeta como portavoz de Yahweh en situaciones militares era una fuerza política que ningún rey en Israel o Judá podía ignorar" (DL Christensen, Transformaciones de los oráculos de guerra en la profecía del Antiguo Testamento. Harvard Diss. In Rel. 3, 1975, p. 31). Se trataba del estilo típico de "llamado a la guerra" que ahora reconocemos como una forma básica de discurso profético. Un rey parece haber entendido la autoridad política del profeta cuando exclamó en el lecho de muerte del profeta Eliseo: "¡Mi padre! ¡Mi padre! ¡Carro y caballería de Israel!" (2 Reyes 13:14, BJ; cf. 2:12).

Uno de los reyes teocráticos más distinguidos de Judá fue el rey Josafat. Cuando los moabitas y los amonitas vinieron a luchar contra él a mediados del siglo IX a.C., dedicó toda Judá a Dios


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en un día nacional de ayuno público y oración ofrecida en el patio del Templo. "Oh Dios nuestro, ¿no los juzgarás? Porque no tenemos fuerzas para enfrentarnos a este inmenso ejército que viene a atacarnos. No sabemos qué hacer, pero nuestros ojos están puestos en ti" (2 Crón. 20:12, NVI). Un sacerdote levita, bajo la inspiración de Dios, respondió a Judá con la siguiente certeza de victoria: "No tengas miedo ni te desanimes por este ejército enorme. Porque la batalla no es tuya, sino de Dios. No tienes que luchar contra él en esta batalla. Tomen su posición, manténganse firme y vean la liberación que el Señor les dará, oh Judá, oh Jerusalén ". (Versículos 15-17, NVI). El ejército de Israel fue así consagrado al Dios de Israel, de acuerdo con la ley de Israel (Deut. 20: 1-4). La certeza profética hizo que Josafat se sintiera tan seguro que nombró un coro para cantar alabanzas al Señor cuando marcharon frente al ejército. Luego, un pánico repentino Dios golpeó al enemigo de Israel, destruyendo su unidad". Los amonitas y moabitas atacaron a los que estaban en las montañas de Seir para destruirlos y aniquilarlos. Después de matar a los hombres de Seir, se destruyeron mutuamente. Cuando los hombres de Judá fueron al lugar donde se puede ver el desierto y miraron al inmenso ejército, solo vieron cadáveres en el suelo; nadie había escapado "(2 Crón. 20:23, 24, NVI). No es de extrañar que Jerusalén respondiera con un festival de alabanza y exuberante acción de gracias.

Sin embargo, la mayor amenaza para Judá e Israel se produjo con la invasión de los ejércitos asirios. En 722 a. C. Asiria deportó a las diez tribus de Israel y luego invadió Judá y


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finalmente asedió Jerusalén en 701 a. C. La amenaza asiria a la casa real de David forma el trasfondo inmediato de una de las intervenciones más espectaculares de Dios en la historia. Cuando el comandante del campamento asirio se paró frente a los muros de la ciudad santa e insultó al Dios de Israel, llegó el punto de inflexión (ver Isa. 36, 37). Ezequías, el rey de Jerusalén, consultó al Señor y recibió certeza profética: "¡Defenderé esta ciudad y la salvaré, por mi bien y por el bien de David mi siervo!" (Isaías 37:35, NVI). En una imagen antigua típica,se envió el oráculo de la guerra divina al autosuficiente rey asirio: "Le pondré el anzuelo en la nariz y el bordillo en la boca, y lo haré volver por donde vino" (versículo 29, NVI) . El resultado de esta guerra de Yahweh fue lo siguiente: “Esa noche el ángel del Señor salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento asirio. Cuando la gente se levantó a la mañana siguiente, ¡el lugar estaba lleno de cadáveres!” (2 Reyes 19:35).

La guerra de Yahweh en los salmos

Algunos sacerdotes de Jerusalén compusieron himnos específicos para conmemorar las dramáticas victorias de Yahweh en la historia de Israel (ver Sal. 46; 48; 76). Tales canciones de Sión alababan a Dios como el único refugio y fortaleza de Israel. “Dios está en medio de ti [de la ciudad]: ella es inquebrantable, Dios la ayuda al amanecer. Los pueblos rugen, los reinos se sacuden, él alza la voz y la tierra se disuelve. Jehová de los ejércitos está con nosotros. ¡Nuestra fuerza es el Dios de Jacob!” (Salmo 46: 5-7, BJ). “Como escuchamos, también vimos en la


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ciudad de Yahweh de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios. Dios lo ha establecido para siempre (Salmo 48: 9, BJ).

En esta imagen ideal de la invencibilidad de Sión, la suposición subyacente es que Yahweh y Sión disfrutaban de una unidad espiritual y genuina alianza. También sobre esta base, los salmos reales prometen al rey davídico la victoria sobre sus enemigos (Sal. 18; 20; 21) y la sagrada liturgia celebra su triunfo militar (Sal. 2; 110). Sin embargo, otros salmos, llamados lamentaciones, nombran a Dios como un guerrero fiel para salvar a Israel de la derrota del ejército y la opresión extranjera (Sal. 60; 83). Un salmo de David, el Salmo 60, es especialmente instructivo, porque introduce el concepto de la ira de Yahweh como sinónimo de la guerra de Yahweh (Sal. 60: 3; cf. 75: 8). Sorprendentemente, David aquí se queja de que el Guerrero divino que marchó con los ejércitos de Israel en la victoriosa conquista del pasado ahora ha rechazado a Su propio pueblo e incluso ha vuelto Su ira sobre ellos. Israel bebió el vino de la ira de Dios y tambaleó, indefenso ante las naciones (Sal. 60: 1-3, 10). Sin embargo, para "aquellos que le temen" (versículo 4) - Israel verdaderamente religioso - Dios garantiza la ayuda y el triunfo renovado en un oráculo de guerra inspirador (versículos 6-12). En el Salmo 83, Israel apela a Yahweh para pelear sus batallas nuevamente, ya que solía reivindicar Su nombre y hacer que Su soberanía fuera universalmente reconocida (versículos 9-18).

El Salmo 68 es probablemente la canción más magnífica de las guerras santas de Yahweh. Este complejo salmo de David parece


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haber sido escrito durante un ataque crítico de Aram contra Israel, como se registra en 2 Samuel 10: 16-19. Ante la amenaza de un inmenso ejército, David levanta las manos al cielo para clamar a Dios y que actúe como el guerrero de Israel. "Dios se levanta: sus enemigos se disuelven, sus oponentes huyen de él". (Salmo 68: 1, BJ; cf. Núm. 10:35).

David, al revisar por primera vez los triunfos de Dios desde el Éxodo y la conquista de la tierra, anuncia su certeza de victoria. "Ciertamente Dios aplastará las cabezas de sus enemigos, el cráneo peludo de aquellos que persisten en sus pecados" (Salmo 68:22, NVI).

El registro histórico muestra cuán completa fue la victoria de Israel sobre los arameos (véase 2 Sam. 10: 17-19). Los salmos de las guerras victoriosas de Yahweh contienen inherentemente la perspectiva profética del triunfo de la última guerra que Dios emprenderá en nombre de su fiel remanente, la batalla de Armagedón. Sin embargo, todo depende de nuestra definición del remanente fiel de Israel. Los salmos a menudo enfatizan que, después de todo, los juicios de Dios también caerían sobre un Israel infiel y rebelde (ver Salmos 78 y 106).

Moisés ya había confrontado a Israel con las dos caras del pacto de Dios: bendiciones y maldiciones (Deut. 27, 28; Lev. 26). Si Israel se negara a escuchar la voz de Yahweh, cada vez más castigos llegarían al pueblo elegido (Lev. 26:17, RA). Incluso después de que Israel se dispersara entre las naciones, la maldición los seguiría: "El ruido de una hoja movida los


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perseguirá; huirán como si huyeran de la espada ... caerán unos sobre otros como antes de la espada, sin que nadie los persiga "(versículos 36, 37, RA). ¡Esta maldición del pacto en realidad significaba la guerra de Yahweh contra un Israel rebelde e infiel! Los profetas clásicos desarrollarán este aspecto del juicio más adelante.

La Guerra De Yahweh Desde El Punto De Vista Profético De

Israel

El profeta Amós, quien escribió antes del exilio de las diez tribus a Asiria en 722 a.C., aplicó la maldición del pacto divino a un Israel apóstata. Anunció que un terror sobrenatural paralizaría el poder militar de Israel de su tiempo de modo que "los guerreros más valientes huirían desnudos ese día", declara el Señor "(Amós 2:16; cf. Amós 5: 3). Duane L. Christensen observa que en los oráculos de guerra de Amós "el juicio en Israel presenta una imagen sorprendente de la guerra santa de Yahweh librada contra su propio pueblo" (Transformaciones, p. 17). Aquí nos encontramos con una nueva aplicación del concepto tradicional de la guerra de Yahweh. Se convierte en un oráculo de juicio contra Israel. Amós también invierte el significado del uso popular del término el día de Yahweh. Sorprendió a Israel con su anuncio desafiante: "No lo hagas entonces, ¿es el día del Señor oscuridad y no luz? ¿No será una completa oscuridad sin luz? (Amós 5:20).


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Curiosamente, Gerhard Von Rad y otros argumentaron que el concepto del día de Yahweh tuvo su origen en las batallas de Yahweh en la historia temprana de Israel ("El origen del concepto del día de Yahweh", Journal of Semitic Studies 4, No. 2 [1959]: 97-108). Amós realmente identifica la imagen de la guerra de Yahweh con la del día de Yahweh (Amos 5:20, 27; 9: 1-4, 10). Y debido a que el día de Yahweh tuvo un cumplimiento histórico inmediato (en 722 a. C.), así como una dimensión apocalíptica, lo mismo confirma la guerra de Yahweh.

Sin embargo, el oráculo de guerra de Amós acentúa el castigo de Israel en el futuro histórico inmediato en el que Asiria sería el agente de la ira de Dios en su contra (Amós 5:27). El profeta presenta la nueva noción de que el día de Yahweh será la guerra de Dios contra un Israel impenitente cuya adoración y celebraciones ya no son aceptables para él (vv. 18-27). En esta distinción entre Israel arrepentido y no arrepentido está el mensaje básico de los profetas: el día del Señor es el día de salvación, solo para el remanente fiel de Israel (Amós 5:15; 9:11, 12; Mic. 2: 12; Joel 2:32; Sof.3: 8-13; Hab. 2: 4; Dan. 12: 1, 2).

El profeta Isaías hace uso expresivo de las imágenes de la guerra de Yahweh en sus discursos de juicio contra Asiria, Babilonia, Egipto, Edom y otras naciones, especialmente cuando se alzaron al gran ejército y poder político (Isaías 13-23; 31; 34; 47; 63). El aspecto más significativo de los oráculos de guerra de Isaías contra los enemigos de Israel es su aparente estilo y perspectiva apocalíptica; es decir, estos oráculos de guerra contienen


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dimensiones cósmicas y universales que solo pueden cumplirse en el último día del juicio. El oráculo de guerra de Isaías contra la antigua Babilonia contiene una perspectiva escatológica: “Levanta una bandera en la cima de una colina desnuda, grítales; llámalos con un gesto, para que puedan entrar por las puertas de los nobles. Yo mismo ordené a mis santos; para ejecutar mi ira, ya he convocado a mis guerreros, aquellos que se regocijan en mi triunfo…El Señor de los ejércitos está reuniendo un ejército para la guerra. ¡Mira! El día del Señor está cerca, un día cruel, de ira y gran furia, para devastar la tierra y destruir a sus pecadores. Las estrellas en el cielo y sus constelaciones no mostrarán su luz. El sol naciente se oscurecerá y la luna no hará brillar su luz. Castigaré al mundo por su maldad, a los malvados por su iniquidad. Pondré fin a la arrogancia de los altivos y humillaré el orgullo de los crueles” (Isaías 13: 2-11, NVI).

Los aspectos cósmicos universales de este oráculo de guerra contra Babilonia se cumplieron inicialmente en la destrucción histórica del Imperio neobabilónico, prestándose a un significado más profundo y una dimensión escatológica. Por lo tanto, en lugar de considerar a Isaías 13 y 14 como una profecía anticuada sobre la antigua Babilonia, consideramos que esta posee una relevancia creciente a medida que se acerca el día del juicio final. Los oráculos de guerra de Isaías señalan el verdadero problema de la ira de Dios: el enemigo de Dios y el opresor del pueblo de Dios serán derrocados y aplastados (Isa. 14: 1-6, 25). También predicen el glorioso triunfo del Mesías y su pueblo que dará como resultado el perpetuo reino de paz y descanso en la


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Tierra (Isaías 11). Es muy notable que las terribles promesas de Isaías sobre el Mesías y su reino se deriven de los oráculos de su guerra santa (Isaías 7; 9; 11; 35). Isaías llama al asustado rey de la casa de David en Jerusalén a mantenerse firme en su fe en el pacto davídico (2 Sam. 7: 12-17) y no confiar en ninguna alianza política con Asiria o Egipto para la supervivencia de Israel (Isa. 7: 1-14; 30: 1, 15). Yahvé mismo se opondría a las amenazas militares de otras naciones de acuerdo con su estrategia divina: “¡Ay de aquellos que bajan a Egipto para buscar ayuda, intentan confiar en los caballos, confían en los carros, porque son muchos, y los caballos, porque son de gran fuerza, pero no miran al Santo de Israel, ni buscan a Yahweh…Porque el egipcio es hombre y no un dios, sus caballos son carne y no espíritu! Cuando Yahvé extiende su mano, el que viene a ayudar tropezará y la primera persona caerá; y ambos perecerán juntos…Cómo ruge un león, el león joven, sobre su presa…entonces Yahvé descenderá de los ejércitos a la guerra en el monte Sión, en su colina.” (Isaías 31: 1-6, BJ).

Isaías hizo un llamado a los líderes políticos secularizados de Jerusalén para que regresaran a Yahweh y confiaran en el pacto davídico con su esperanza mesiánica. ¡Pero Isaías no era un soñador ocioso! Al mismo tiempo, anunció el impactante mensaje de que Yahweh usaría a Asiria como instrumento de Su ira por hacer la guerra contra un Israel irreligioso, para que solo un remanente sobreviviera: “¡Ay de los asirios, la vara de mi furia! ¡en manos de quién está el bastón de mi ira! Los envío contra una nación impía, contra un pueblo que me enfurece,


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para saquear y desarraigar sus bienes, y pisotearlos como el barro de las calles…En ese día, el remanente de Israel, los sobrevivientes de los descendientes de Jacob, ya no confiarán en el que los hirió; más bien, confiarán en el Señor, en el Santo de Israel, con toda fidelidad. Un remanente regresará, sí, el remanente de Jacob regresará al Dios Poderoso” (Isaías 10: 5-21, NVI).

¿La evaluación de Dios de Judá como una "nación malvada" significa que rechazó radical e indiscriminadamente a su pueblo? Ciertamente no. ¡Un remanente que demostraría fe en Yahvé sería salvo! Este concepto dual de Israel como el remanente impío y fiel forma el trasfondo para comprender el asombroso oráculo de guerra en Isaías 29: 1-8. Yahvé se presenta aquí como el guerrero que sitiará la ciudad de David. “La someterá a humillación, hasta que doble su cara en el polvo como un enemigo capturado”. En esta declaración, Isaías usó el nombre de Ariel irónicamente para designar a Jerusalén como el altar de Dios, o lugar de sacrificio. “Pero asediaré a Ariel, que llorará y llorará, y para mí será como un horno de altar. Acamparé a tu alrededor; Te rodearé con torres e instalaré mis obras de asedio contra ti “(Isaías 29: 2, 3).

El formalismo religioso de la ciudad (ver v. 1) y su alarde de seguridad (Isa. 28:14, 15) provocaron el asombroso retrato de Dios mientras libraba una guerra contra ésta. Los llamados de Jerusalén con respecto a las promesas de pacto fueron, por lo tanto, inquietantes. No cumplía la condición de fe y obediencia que Moisés había esbozado en Deuteronomio 30: 1-10. Israel


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entendió mal la naturaleza de su elección. Da la impresión de que la corte divina celestial juzgó la Ciudad Santa y pronunció la sentencia, o "cosa juzagada" (Isaías 28:22, BJ). El profeta expresa la respuesta de Yahweh en términos de guerra santa: “Ciertamente, Yahweh se levantará en el Monte Perazim, se inflamará como en el Valle de Gabaón, para llevar a cabo su obra, su extraña obra, para llevar a cabo su obra inusual”. (versículo 21, BJ).

N. Gottwald resume esta inversión profética de la guerra de Yahweh. "El pensamiento religioso de la guerra dio un nuevo giro con la aparición de los profetas que tenían en mente la guerra santa por la audaz declaración de que en estas guerras la mano Yahweh no luchó por Israel sino contra Israel" (Interprete's Dictionary of the Bible, volumen complementario [Nashville: Abingdon, 1976], p. 944).

A pesar del veredicto divino, otra sorpresa esperaba a la ciudad sitiada. Dios revertirá dramáticamente su guerra santa. En una sorprendente manifestación de su presencia, Yahweh romperá las fuerzas hostiles determinadas en la destrucción de Sion: “Pero sus muchos enemigos se convertirán en polvo, hordas crueles, como paja que sopla el viento. De repente, en un instante, el Señor de los ejércitos vendrá con truenos y terremotos y ruidos atronadores, con tormentas y huracanes y llamas de un fuego devorador…Así será con las hordas de todas las naciones que luchan contra el Monte Sión” (Isaías 29: 5-8, NVI).


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Pocos oráculos de guerra ofrecen este sorprendente escenario del repentino cambio de guerra de Yahweh (ver también Isa. 17: 12,14; Mic. 4: 11-13; Sof. 3: 1, 2, 7, 8; Zac. 14: 1-3). El registro previsto del destino de Jerusalén que encontramos mejor ilustrado tal vez sea el del asedio histórico y la liberación de Jerusalén en 701 a. C. durante el reinado del rey davídico Ezequías (ver arriba). Sin embargo, la consumación completa de la profecía de Isaías se encuentra definitivamente en el futuro. La última perspectiva de los oráculos de guerra que habla del triunfo de Sión es escatológica, centrada en profecías mesiánicas (Isaías 9 y 11; Miq. 5).

El profeta Sofonias, cuyos oráculos contra las naciones datan de los primeros años del rey davídico Josías (640-609 a.C.), continúa el sorprendente concepto de la guerra de Yahweh que se encuentra en Amós e Isaías. Ningún otro libro parece estar tan ocupado con el día universal del juicio de Dios (ver Sof. 1). Sorprendentemente, el punto focal es el juicio de Dios sobre Jerusalén (Sof. 2: 1-3; 3: 1-8). Aunque la "espada" de Yahweh destruirá a los filisteos, Moab y Ammón, Etiopía y Asiria, porque insultaron a su pueblo (Sof. 2: 4-15), el último objetivo del guerrero divino es Jerusalén (Sof. 1: 4- 13)! El demandante divino reclama este cargo legal: "No escuchó la llamada, no aceptó la lección; ¡no confió en Yahweh, no se acercó a su Dios!" (Sof. 3: 2, BJ). Específicamente, acusa a los líderes políticos, jueces, profetas de la corte y sacerdotes de robo, jactancia, engaño y profanación del santuario (ver vv. 3, 4). Pero lo peor de


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todo es que acusa a Jerusalén de impenitencia e indisposición al aceptar la corrección (versículo 7).

Sofonías hace un último llamamiento al arrepentimiento, porque el día del juicio final es inminente y el veredicto final del concilio divino será irrevocable (Sof. 2: 1-3, NVI). Dios parece reacio a rechazar a este Israel impenitente (Sof. 3: 5), pero el día del juicio se acerca rápidamente. En ese momento se levantará en la corte celestial para llevar a Israel ante la justicia y anunciar la sentencia final. "Por lo tanto, espera ", declara el Señor," el día que me levante para testificar "(v. 8, NVI).

En este pasaje, el profeta espera con interés el resultado de la demanda de Dios contra la ciudad rebelde. El veredicto divino revela tanto la justicia como la gracia de Dios. Es notable el estilo retributivo de justicia de Yahweh. Ordena a todas las naciones gentiles que se reúnan alrededor de la ciudad condenada, presumiblemente para destruirla por completo, incluido el Templo corrupto (ver v. 8). La guerra de Yahweh contra Jerusalén es, por lo tanto, el resultado de su juicio investigador sobre el pueblo del pacto.

El erudito del Antiguo Testamento S.M. Lutz concluye de su estudio de Sofonías que "el motivo de la batalla está subordinado al motivo del caso judicial…La guerra de las naciones es un ingrediente deliberado del procedimiento judicial de Dios contra ciudad "(Jahwe, Jerusalem und die Völker, WMANT 27 [Neukirchen, 1968], p. 99 [traducción adecuada]).


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Dios convoca a las naciones paganas a la guerra contra Jerusalén para ejecutar su juicio sobre un pueblo apóstata del pacto e idólatra. Esta guerra de Yahweh contra Jerusalén parecería ser el juicio final de Dios sobre Israel como una nación teocrática. En este punto, sin embargo, el profeta revela sus sorprendentes buenas noticias. De repente, Yahweh rechazará a las naciones hostiles de Sion y derramará su ira sobre ellos. "Todo el mundo será consumido por el fuego de mi ira celosa" (versículo 8). La esperanza escatológica de Israel, expresada anteriormente en Isaías 29: 5, 6, se renueva aquí. Con pasión apocalíptica, Sofonías anuncia el juicio universal de Dios sobre los gentiles porque "todo el mundo" asaltó cruelmente a su pueblo del pacto. Sin embargo, la principal preocupación de Sofonías no es la justicia punitiva de Yahweh. El propósito eterno de Dios es la restauración de Israel como verdaderos adoradores del Creador-Redentor y la vindicación de su santo nombre, como aclara Sofonías: “Pero dejaré a los mansos y humildes en medio de la ciudad, que se refugiarán en el nombre del Señor. El remanente de Israel no cometerá injusticia; no mentirán, ni se hallarán engaños en sus bocas. Comerán y descansarán, sin que nadie los asuste” (Sof. 3:12, 13, NVI).

En su perspectiva escatológica, el profeta enfatiza que solo se salvará un remanente religioso y moral. Sin embargo, esto implica que los verdaderos adoradores de Yahweh entre los gentiles serán bienvenidos en los festivales posteriores al exilio en Sión. Ellos también pertenecen a la comunidad universal de fe (ver versículo 9; cf. Isaías 56).


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En su ubicación histórica original podemos ver el cumplimiento inicial de los oráculos de guerra proféticos de Sofonías en la destrucción de Jerusalén por el rey de Babilonia Nabucodonosor en el 586 a. C. Jeremías, el profeta contemporáneo, desarrolló la imagen de Yahvé como un guerrero sagrado con mayor detalle, especialmente con respecto a Babilonia.

Jeremías retrata a Yahweh como el soberano que emplea a Babilonia como socio involuntario en su castigo para un obstinado Israel. Durante el asedio de Jerusalén (588-586 aC), Sedequías, el rey de Judá, envió mensajeros al profeta con el mensaje: "Ahora consulta al Señor por nosotros porque Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos está atacando. ¿Quizás hará el Señor una de sus maravillas por nosotros, y así se apartará de nosotros” (Jer. 21: 2, NVI)?

Aparentemente, los habitantes de Jerusalén todavía esperaban un rescate repentino por parte de Yahweh, como lo habían hecho cien años antes durante el reinado del rey Ezequías (Isa. 37). Sin embargo, Jeremías respondió con noticias inquietantes de que el Santo Guerrero lucharía contra Israel con el mismo poder que había usado en el pasado contra sus enemigos. "Yo mismo lucharé contra ti con mano poderosa y brazo fuerte, con ira, furia y gran indignidad. Mataré a los habitantes de esta ciudad, tanto hombres como animales; morirán de una terrible plaga" (Jer. 21: 5, 6, NVI).

La respuesta divina revela la irresponsabilidad de los falsos profetas en su insistencia por la salvación inminente y en su


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apelación por las promesas anteriores de Dios en aislamiento de la situación histórica actual de Israel. No sin ironía, Jeremías expuso a estos predicadores dogmáticos cuando la historia demostró que eran falsos. "¿Dónde están tus profetas que te anunciaron: 'El rey de Babilonia no vendrá contra ti ni contra esta tierra'?" (Jer. 37:19, BJ). Aquí nos encontramos con el problema fundamental de la falsa profecía: su aplicación incondicional y no histórica de las promesas anteriores de Dios de la redención de Israel. La hora de la apostasía se ignora, con el resultado de que la fe se vuelve presuntuosa.

¡La falsa profecía solo aceleró a Jerusalén a la horrible destrucción! Por otro lado, el verdadero profeta transmitió el mensaje impopular de que Dios estaba en guerra contra la "ciudad santa" (ver también Jer. 6: 1-6; 8: 14-17; 15: 3-9; 19: 7). Jeremías anunció que Dios colocaría "la bandera" en Judá y las naciones vecinas por un período de 70 años (Jer. 25: 9-11).

Después de ese tiempo, Babilonia sería juzgada y puesta bajo la eterna prohibición de Dios (Jer. 50: 21-27; 51:56, 57). El profeta luego amplía su punto de vista desde una perspectiva apocalíptica y predice que Jehová llevará a todas las naciones del mundo ante su corte de justicia y "entregará a los malvados a la espada" (Jer. 25:31). "Y habrá, en ese día, víctimas de Yahweh de un extremo de la tierra al otro" (versículo 33, BJ). Tal devastación universal en la Tierra ocurrirá, "debido a la espada feroz y al fuego de la ira del Señor" (versículo 38, RA).


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Sin embargo, esta amplificación cósmica universal de la guerra final de Dios contra los malvados se centra en Babilonia y Edom como los opresores más inhumanos del pueblo del pacto. La "copa de la ira de Yahweh" será quitada de un Israel purificado y entregada a sus verdugos (Jer. 49: 7, 12-16; 51: 7; cf. Abd. 1-4, 10-16; Isa. 51:22, 23).

El mensaje consolador para el Israel de Dios es evidente: Dios se levantará para librar una guerra contra los perseguidores de sus semejantes. Finalmente, el propósito de los oráculos de guerra de Jeremías contra Babilonia es la liberación y restauración de un nuevo Israel en comunión con el Señor: "En aquellos días", declara el Señor,“Se buscará la iniquidad de Israel, pero no se encontrará nada de los pecados de Judá, no se encontrará ninguno, porque perdonaré al remanente” (Jer. 50:20, NVI).

La destrucción eterna de Babilonia solo ocurre como un acto de justicia retributiva de Dios porque ella había decidido destruir al pueblo de Dios y su adoración en Su santuario. La restauración de Israel desde Yahvé requiere la destrucción de Babilonia. La justicia salvadora y punitiva de Dios está inseparablemente conectada. “Sin embargo, su Redentor es fuerte; Señor de los ejércitos es tu nombre. Él mismo defenderá su causa, y traerá la tierra a descansar, pero perturbará a los que viven en Babilonia”. (versículo 34, NVI).

De hecho, el llamado divino a Israel para huir de Babilonia y regresar a Sión en un nuevo éxodo para proclamar los actos redentores del Señor cambia el énfasis de esta profecía de la


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destrucción de Babilonia a un mensaje de esperanza y salvación para el Israel de Dios (ver Jer. 50: 8; 51: 6, 9, 10, 45, 50).


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LA GUERRA FINAL EN LA PERSPECTIVA

APOCALÍPTICA

Daniel y Ezequiel desarrollan la certeza de la última restauración del pueblo de Dios a través de un nuevo estilo literario de profecía llamado apocalíptico. Un hito apocalíptico básico es su período de la historia en dos eras sucesivas, la era actual y la era mesiánica. Más precisamente, la idea predice un orden secuencial de eventos futuros, bajo el supuesto de que el concilio divino ha predeterminado el curso de la historia (Dan. 10:21). El clímax de la historia es el juicio cósmico-universal en el que Yahweh reina supremo. Su veredicto subvierte todos los poderes políticos y militares hostiles a su pueblo y su adoración en su templo. Luego reivindicará a su pueblo fiel, que tanto tiempo lo indignó y hasta rechazó (véase Dan. 7 y 8), y les confiará el dominio perpetuo del mundo (Dan. 2:44; 7:27). Sin embargo, Daniel indica que primero debe llegar el fin de "un tiempo de angustia" o guerra contra los santos de Dios que terminará con un repentino rescate divino (Dan. 12: 1; 11:44, 45).

Pero las Escrituras no prometen salvar a toda la etnia israelita indiscriminadamente. Se trata solo de aquellos dentro de Israel que en la persecución permanecieron fieles a Dios y cuyo nombre fue "encontrado inscrito en el libro" (Dan. 12: 1; cf. Isa. 4: 3; Mal. 3:16; Eze. 13 : 9; Salmos 69:28). Esta proyección apocalíptica se manifiesta en las increíbles narrativas de Daniel sobre la ayuda divina ante los decretos de muerte en los


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capítulos 3 y 6. Daniel se centra en Miguel, el "gran Príncipe", como el Defensor celestial de Israel. Luchando por el Israel de Dios, finalmente triunfará judicial y militarmente sobre todos los enemigos terrenales y cósmicos de Israel (Dan. 12: 1; 10:13, 20, 21; cf. Isa. 24:21). En Daniel 12 puede verse como el resultado práctico de la entronización del Hijo del hombre en Daniel 7 y también como el triunfo del Mesías en Daniel 8, el Príncipe de los príncipes (ver A.J. Ferch, El Hijo del Hombre en Daniel Seven, Andrews University Seminary Doct. Diss Series 6 [1979], págs. 99-107).

El libro de Apocalipsiscombina al guerrero celestial de Daniel (Miguel) y al Príncipe de los príncipes en una sola figura, y lo identifica como el Cristo ascendido (véase Apocalipsis 12: 3-10). Lo que Daniel solo indicó brevemente como "un tiempo de angustia" para Israel (Dan. 12: 1), Ezequiel lo desarrolla aún más en una extensa trama de dos capítulos (Ezequiel 38, 39). El profeta posterior retrata a Israel después del exilio como restaurado en la Tierra Prometida, viviendo en "aldeas" bajo la bendición completa del pacto con Dios (Eze. 38:11). Si se acepta un orden secuencial de los capítulos 37 y 39, entonces se prevé la era mesiánica. El Mesías, como el gran David, gobierna a Israel como su rey, y el Espíritu de Dios se derrama en la teocracia (Ezequiel 37:24, 25; 39:29). El profeta señala la agresión masiva a este Israel escatológico de Dios por parte de muchas naciones, dirigidas por Gog desde el extremo norte, "un plan malvado" (Ezequiel 38:10, NVI). A pesar de esto, la Inspiración interpreta la guerra profana desde una perspectiva


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divina como parte del propósito más elevado de Dios: "En los días venideros, oh Gog, te traeré contra mi tierra, para que las naciones me conozcan cuando me santifique por medio tuyo ante sus ojos" (versículo 16, NVI; cf. v. 4).

La Providencia anuncia la llegada de un juicio apocalíptico como el día de Yahweh: “Hijo del hombre, así dice el Soberano, el Señor: 'Llama a todo tipo de ave y a todos los animales del campo: ven de todas partes y reúnete para el sacrificio que estoy preparando para ti, el gran sacrificio en las montañas de Israel. Allí comerás carne y beberás sangre” (Ezequiel 39:17; cf. 1 Sam. 17: 45-47; Sof. 1: 7; Isa. 34: 5-8; Jer. 46:10; 51:39, 40).

Ezequiel no deja dudas de que Dios volverá a intervenir en la historia. Como guerrero victorioso, luchará por su pueblo como solía hacerlo en la antigüedad. Yahweh manifestará repentinamente Su santa presencia en un aterrador "terremoto en Israel" y derramará sobre los enemigos de Israel "torrentes de lluvia, granizo y azufre ardiente" que causará tal terror que "la espada de cada uno estará contra su hermano" ( Ezequiel 38: 18-22).

El profeta usa vigorosamente el concepto de guerra de Yahweh tal como lo transmitieron los profetas anteriores (cf. Eze. 38:17; 39: 8). El último enemigo del pueblo de Dios será aplastado en las montañas de Israel (Ezequiel 38: 8, 21; 39: 2, 17), tal como Isaías había predicho previamente con respecto a Asiria: "En mis montañas lo pisotearé. su yugo será quitado de mi pueblo, y su carga de sus hombros "(Isaías 14:25, NVI).


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Joel también desarrolla con mayor detalle la perspectiva general de los profetas anteriores, como, por ejemplo, la efusión futura del Espíritu de Dios en los tiempos mesiánicos (véase Joel 2:28, 29; cf. Isa. 32:15; 44: 3; Eze 39:29). Él usa la convocatoria divina, incluso respecto de los enemigos de Israel, para santificar una guerra contra Jerusalén: “Proclama esto entre las naciones: ¡Prepárate para [literalmente: santificate] la guerra!¡Despierta a los guerreros! Todos los hombres de guerra vienen y atacan” (Joel 3: 9, NVI; cf. Jer. 6: 4).

Su perspectiva apocalíptica está en notable armonía con las expectativas de Ezequiel de la guerra final de Yahweh contra las naciones (ver Ezequiel 38, 39). Al igual que en Ezequiel, Joel enfatiza la naturaleza de la última guerra no como un conflicto secular de nación contra nación, sino como la batalla cósmica universal entre el cielo y un mundo unido en rebelión contra Dios y su pueblo del pacto. Yahweh permanece en control de principio a fin. Ordena la lucha final en el "Valle de Josafat", que combina los valles alrededor del Monte Sión, como el lugar designado para el juicio. El mismo Señor determina el resultado final: “Reuniré a todos los pueblos y los traeré al valle de Josafat. Los juzgaré allí por mi herencia, Israel, mi pueblo, porque la extendieron entre las naciones y dividieron mi tierra entre ellos” (Joel 3: 2, NVI).

Joel presenta a Yahweh como el Demandante divino en su última acusación contra sus enemigos. El profeta repetidamente describe a Israel no como una nación secular o un pueblo étnico, sino como su herencia y su pueblo (cinco veces,


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versículos 2-3), es decir, como el pueblo espiritual de Dios o la teocracia. La gloria de la Shekinah de Yahweh habita en el Monte Sión como refugio para su pueblo (ver versículo 17).

Los cargos contra Filistea y las ciudades fenicias, Tiro y Sidón, son que vendieron a los israelitas capturados como esclavos a los griegos y así los dispersaron entre las naciones (versículos 2, 4, 6; cf. Amós 1: 6, 9; Ezequiel 27:13), y que robaron el oro y la plata de Israel que pertenecían a Yahweh (Joel 3: 5). Dios se identifica tan completamente con su pueblo en su proceso apocalíptico que hace a los enemigos de Israel la pregunta: "¿Qué tienes contra mí?" (versículo 4). El veredicto divino sigue la ley mosaica de la justicia retributiva. "Si estás tratando de vengarte de mí, me vengaré de lo que has hecho rápidamente" (versículo 4, NVI; ver también v. 7). Esta ley se aplicó específicamente contra el falso testigo (Deut. 19:18, 19; cf. Sal. 7:15, 16; 9:15, 16). Los gentiles injustamente acusaron y condenaron a Israel. La historia registra que los fenicios y filisteos, comerciantes de esclavos judíos, fueron vendidos como esclavos, especialmente por Alejandro Magno en 332 a. C. (véase La Biblia del intérprete. [Nashville: Abingdon Press, 1956], vol. 6, p. 756). El juicio de Dios traerá esencialmente las mismas acusaciones como pago del tiempo del fin contra las acusaciones falsas y persecución de aquellos que realmente lo adoran (Joel 2:32).

La ejecución de la sentencia de Dios adquiere la naturaleza de la guerra de Yahweh porque Israel enfrenta la amenaza de extinción. Entonces, Joel suplica: "¡Envía a tus guerreros, oh Señor!" (Joel 3:11). Debido a que será el día cósmico-universal de


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Yahweh (versículos 14-16), el profeta no llama al lugar del campo de batalla apocalíptico el Valle de Cedrón, sino simbólicamente "valle de Josafat" (versículos 2, 12), es decir, el lugar del "juicio de Yahweh". Vemos esto enfatizado nuevamente en el simbolismo familiar de Yahweh como "el que pisa las uvas" de multitudes de malvados en la prensa del vino (versículo 13; cf. Isa. 63: 3; Jer. 25:30). El Apocalipsis de Juan aplica este simbolismo en su cumplimiento apocalíptico a la segunda venida de Cristo y a Sus enemigos a escala universal (Apocalipsis 14: 14-20).

Finalmente, la profecía de Zacarías sobre la guerra escatológica de Dios demuestra ser de suma importancia. Los últimos tres capítulos de Zacarías están construidos al estilo de un quiasmo literario, cuyo centro focal apunta a predicciones mesiánicas que luego recibieron un significado extraordinario para Jesucristo y el Nuevo Testamento (Zac. 12: 10-14; 13: 7- 9) (ver J.G. Baldwin, Haggai, Zechariah, Malachi, gen. Ed. DJ Wiseman, Comentarios Tyndale OT [Downers Grove, Ill .: Intervarsity Press, 1983], pp. 77-80). El libro presenta al Rey Mesías del capítulo 9 como el compañero íntimo de Yahweh que sería "traspasado" o martirizado, sin embargo, en Jerusalén por un Israel rebelde (Zac. 13: 7; 12:10). El mismo propósito de Dios ya había incluido a un Mesías tan sufriente: "Hiere al pastor y las ovejas serán dispersadas" (Zac.13: 7, NVI). Siglos después, Cristo vio su propio sufrimiento y muerte como el cumplimiento de la predicción de Zacarías. Las implicaciones son de largo alcance: los seguidores de Cristo son vistos como las ovejas dispersas de


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Yahweh, como el verdadero remanente de Israel (ver Mateo 26:31; Mar. 14:27).

Como consecuencia del rechazo de Israel y la ejecución del Pastor Mesías, Zacarías predice que Yahweh hará la guerra contra Jerusalén y toda la tierra de Israel, de modo que "dos tercios serán cosechados y morirán; sin embargo, la tercera parte permanecerá" (Zac 13: 7, 8; véase 14: 2). Esta forma de discurso de juicio obviamente tiene su patrón en un oráculo contra Jerusalén que Ezequiel había hecho antes del exilio en Babilonia (ver Ezequiel 5: 2, 4, 12). Como el oráculo de guerra de Ezequiel contra Jerusalén enfatizó que un remanente fiel estaría protegido por la marca de aprobación de Dios (Eze. 9), Zacarías promete que Dios reservará un remanente fiel que se arrepienta del asesinato del Mesías de Israel en el futuro escatológico. Sin embargo, la tercera parte permanecerá, dice el Señor. “Pondré esa parte en el fuego, la refinaré como plata y la purificaré como oro. Ella invocará mi nombre y yo le responderé. Es mi pueblo, diré; y ella dirá: 'El Señor es mi Dios” (Zac. 13: 8b, 9; cf. 12:10).

A la luz del shock racional de Zacarías en la guerra de Yahweh contra Jerusalén, está claro por qué Cristo insistió en que Sus discípulos huyeran de Jerusalén y Judea a las montañas (ver 24:15, 16). Cristo vio a Yahvé librando una guerra contra la Ciudad Santa cuando los ejércitos romanos destruyeron Jerusalén en el año 70 dC, de acuerdo con las predicciones de Zacarías: "Reuniré a todos los pueblos para luchar contra Jerusalén; la ciudad será conquistada" (Zac. 14: 2, NVI). Indudablemente, Cristo tenía en mente esta y otras profecías al


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explicar: "Porque estos son los días de venganza, en cumplimiento de todo lo que se ha escrito" (Lucas 21:22, NVI). La razón de Cristo para aplicar los oráculos proféticos de destrucción sobre Jerusalén para su propia generación fue la convicción de que su presencia era la visita de Dios para ofrecer paz mesiánica y de salvación a su prójimo (Luc. 19:41, 42). Con voz llorosa, anunció durante su última visita a Jerusalén: "No te dejarán piedra sobre piedra, ¿por qué no reconociste la oportunidad de tu visita?" (Versículo 44, RA). Rechazar a Cristo significaba el rechazo del Dios del pacto de Israel. Llenaron la medida de culpa de sus antepasados (Mateo 23:32). Sin embargo, Jesús también miró más allá del juicio de Jerusalén a su regreso como el juez de todos los pueblos. Entonces la predicción de Zacarías se cumplirá a escala mundial (Mateo 24:30; Zac. 12:12). Cristo librará una guerra santa contra todos los que lo traspasaron y asaltaron a su pueblo, el Israel espiritual (véase Apocalipsis 1: 7; 6: 14-17).

El Antiguo Testamento revela que Yahweh libró guerras contra los enemigos jurados del pasado de Israel, como Egipto (Ex. 15: 3, 4), Amalek (Ex. 17:16), los filisteos (1 Sam. 17:45 -47), los amorreos (Amós 2: 9), Babilonia y otros. La liberación de Israel de Egipto por la repentina desecación del Mar Rojo y el ahogamiento del ejército de Faraón, es vista en la Escritura como el ejercicio de la monarquía de Yahweh y se presenta como el prototipo de las futuras victorias de Israel sobre sus enemigos en la Tierra Prometida (Ex. 15: 14-16, 18; Deut.1:30; 7:19; Mic.7: 15; Isa.11: 10-16; 43: 16-19). Los escritores de la


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Biblia describen regularmente la presencia de Dios en una guerra de Yahweh por medio de terremotos, fenómenos en el sol, la luna y las estrellas, torrentes de lluvia y granizo, y especialmente al enviar terror y pánico paralizante entre los atacantes de Israel (Ex. 15:16; Deuteronomio 7:20, 23). Estas son las manifestaciones de la teofanía de Yahweh. Las siguientes tres características presentan la verdadera guerra de Yahweh: (1) el llamado divino para preparar la guerra a través de un profeta o sacerdote del Señor; (2) pautas divinas para la participación de Israel; (3) la garantía de la victoria.

Las batallas de Yahweh estaban condicionadas a la fidelidad de Israel como aliado divino (Sal. 46; 48). Su persistente rebelión e impenitencia iniciarían el juicio de Yahweh y la guerra santa al contrario, como se especifica en la alianza mosaica (Lev. 26: 27-34). Dios incluso empleó a Asiria y Babilonia como socios tradicionales en sus juicios punitivos sobre Israel y Judá. Sin embargo, siempre ha preservado, por su gracia, un remanente fiel de su pueblo del pacto.

Las profecías apocalípticas de Daniel, Ezequiel, Joel y Zacarías desarrollan la teología de que Dios está dirigiendo su guerra final contra los implacables enemigos del pueblo mesiánico lleno del Espíritu. La guerra de Yahweh nunca es una lucha política secular entre naciones. Tal interpretación de la última guerra en las Escrituras proféticas es característica de la falsa profecía moderna. La batalla de Dios es contra los últimos asaltantes del pueblo mesiánico remanente y su adoración divina (Sal. 2; Joel 2:32; Dan. 11:45; 12: 1; Eze. 38, 39; Zac. 12: 8, 9;


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13: 9; 14: 1-3). Esta es la esencia de la última guerra de Yahweh contra la profecía bíblica.

El propósito de la guerra de Yahweh es la vindicación de su monarquía soberana entre las naciones y la restauración del gobierno del Mesías en la tierra en paz y justicia paradisíaca (Eze. 39: 21-29; 47: 1 -12; 48:35; Zac.14: 9, 16; Joel 3:18; Mic.4: 1-5; Amós 9: 13-15).

El erudito del Antiguo Testamento Peter C. Craigie concluyó acertadamente que el tema de Dios el Guerrero no es algo periférico en la Biblia hebrea sino "uno de los aspectos más significativos y centrales de la teología del Antiguo Testamento" (El problema de la guerra en el Antiguo Testamento [Grand Rapids: WB Eerdmans Pub. Co., 1978], página 38).

La máxima importancia de las antiguas profecías de Israel se centra en su esperanza mesiánica para el mundo. Como Joyce G. Baldwin afirma muy bien en sus comentarios sobre el gobierno mesiánico de Zacarías 9: 9, 10: "Las únicas esperanzas realistas de la paz mundial todavía se centran en este rey" (Hageo, Zacarías, Malaquías, p. 167).

La relevancia de la guerra de Yahweh para la Iglesia de

Jesucristo

Debido a que el Dios de Israel es el mismo ayer, hoy y mañana, sus juicios en el pasado explican la naturaleza de sus juicios futuros. Esto le da a todos los actos iniciales de la redención de


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Dios un carácter tipológico. La caída de Babilonia en el pasado funciona como un tipo, o prefiguración, de la certeza de la caída de la Babilonia apocalíptica (cf. Jer. 50, 51 y Apoc. 17, 18). Los juicios nacionales del Día del Señor se convierten en tipos proféticos del día cósmico-universal del Señor en el futuro. La geografía del Medio Oriente, centrada en el Monte Siao, sirve como un tipo para el campo de batalla mundial de la Iglesia de Cristo contra el Anticristo.

El libro de Apocalipsis toma prestados nombres e imágenes hebreas de la guerra de Yahweh como su dramático retrato de la venida de Cristo en juicio. Esta consumación cristológica significa que el Nuevo Testamento define al Israel de Dios como el pueblo de Cristo, es decir, como la iglesia universal de Cristo (ver Hechos 4: 25-28). Por lo tanto, es de vital importancia comprender la estructura bíblica de la tipología cristiana (véase LaRondelle, Israel of God in Prophecy, cap. 4). El enfoque tipológico del Nuevo Testamento se basa en el hecho de que los antiguos enemigos de Israel estaban teológicamente determinados por su hostilidad hacia Yahweh y su pueblo en el Antiguo Testamento. El uso de sus nombres en la dispensación cristiana sirve como "tipos" que designan a los enemigos de Cristo y su pueblo del nuevo pacto, la iglesia universal. Este enfoque cristológico y escatológico distingue la tipología cristiana de cualquier mal uso alegórico o repetición literal en la historia de la redención. La relación de tipo y antitipo no es una repetición étnica o geográfica, sino una conclusión e intensidad escatológica, debido a la gloria de Cristo. El concepto de una


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repetición literal del pasado en la dispensación futura es un motivo cumplido que ha sido superado por la tipología del Nuevo Testamento. El juicio venidero y la redención del segundo advenimiento de Cristo no se corresponderán simplemente con lo que fue antes en la historia, sino que trascenderán la historia de Israel a escala global porque el cumplimiento escatológico está determinado por un mayor nivel de gloria en Cristo que sus tipos de la historia del Antiguo Testamento (ver F. Foulkes, Los Actos de Dios. Un estudio de los fundamentos de la tipología en el Antiguo Testamento [Londres: Tyndale, 1955]).

La nueva alianza tiene una gloria que supera con creces a la antigua (2 Cor. 3) Al igual que el Israel mesiánico, la iglesia de Cristo es el cumplimiento del plan de Dios para el mundo con el antiguo Israel (Rom. 9-11; ver el comentario sobre El Israel de Dios en la Profecía, cap. 7, 8). En consecuencia, los enemigos del antiguo Israel (Egipto, Babilonia, Edom y otras naciones) sirven en el Nuevo Testamento como símbolos de los opositores de la iglesia de Cristo.

El día de Yahweh se transforma en el día de Cristo (ver 1 Cor. 1: 8; 2 Cor. 1:14; Filipenses 1: 6, 10; 2:16). La ira de Yahweh se convierte en la ira del Cordero (Apocalipsis 6:16). Yahvé como guerrero celestial, el Nuevo Testamento transfigura a Cristo como guerrero sagrado (Ap. 19: 11-15). Mientras que el Antiguo Testamento reconoce a Yahweh como "el Dios de los dioses, el Señor de los reyes" (Dan. 2:47), ahora a Cristo se le da el título de "Rey de reyes y Señor de señores "(Apocalipsis 19:16). Como


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Yahweh manifestó su justicia salvadora y punitiva en el nombre de Israel, así Cristo demostrará tanto su juicio redentor como punitivo en la batalla de" ese gran día del Dios Todopoderoso "(Apocalipsis 16:14) en el nombre del verdadero Israel de Dios. Los juicios sobre los enemigos nacionales del antiguo Israel en sus territorios locales sirven como tipos o profecías representadas en el Armagedón.


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JESUCRISTO COMO GUERRERO DIVINO

Algunos han planteado la siguiente pregunta: ¿el Dios del amor y la misericordia del Nuevo Testamento no reemplaza al Dios de la guerra y la venganza del Antiguo Testamento? ¿El Nuevo Testamento no prescinde de ningún uso simbólico de Cristo como guerrero en la ética y profecía cristiana? El peligro es que comenzamos con una filosofía idealista que predetermina su concepto de lo que es bueno. Suponemos que existe cierta evolución o progresión desde los conceptos primitivos hasta los más puros de Dios en la Biblia. Pero tal desarrollo teológico era ajeno a las mentes de los escritores del Nuevo Testamento. Para Cristo y sus apóstoles, al igual que para los profetas de Israel, el amor divino es una espada de doble filo que realiza juicio y salvación.

La enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios está completamente orientada hacia el gobierno cósmico del Dios de Israel, un hecho que es muy claro en las tentaciones de Cristo en el desierto. Aquí Satanás le ofreció a Jesús el dominio sobre todos los reinos en la tierra a cambio de su reconocimiento del señorío supremo de Satanás (Mateo 4:11; Mar. 1:12, 13; Luc. 4: 1-3). Jesús comenzó su misión yendo a la guerra con el poder maligno detrás de la humanidad pecadora. Su posterior exorcismo demoníaco fue el resultado de su victoria sobre Satanás. El hombre era esclavo de alguien más fuerte que él. Jesús entró en combate actual con Satanás para atar al "hombre fuerte" (Mateo 12:29) y expulsar a los demonios de las almas de


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aquellos que confiaron en Él. "Pero si es por el Espíritu de Dios que expulsé demonios, entonces el Reino de Dios ha venido a ti". O, ¿cómo puede alguien entrar a la casa del hombre fuerte y tomar sus bienes desde allí, sin atarlo primero? Solo entonces puedes robar su casa '' (versículos 28, 29, NVI).

George E. Ladd considera que el triunfo espiritual de Cristo es de suma importancia. "En el corazón mismo de la misión de nuestro Señor está la necesidad de salvar a los hombres de la esclavitud en el reino satánico y llevarlos al reino del reino de Dios '' (A Theology of the New Testament [Grand Rapids: WB Eerdmans Pub. Co. , 1974], página 53).

En esta batalla moral-religiosa, Cristo se negó a usar cualquier fuerza externo o coerción. Anteriormente eligió el sufrimiento y la muerte en una cruz como su misión y forma de establecer una monarquía perpetua (Juan 10:17, 18; Mar. 10:45). A Pedro le aclaró su intención: "¡Guarda la espada! ¿No beberé la copa que el Padre me dio?" (Juan 18:11). Y a Pilato, el gobernador romano, le mostró la naturaleza espiritual de su reino, diciéndole "Mi reino no es de este mundo. Si así fuera, mis sirvientes lucharían para evitar que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de aquí '' (Juan 18:36, NVI).

Por otro lado, su segunda venida es un asunto diferente. Aquí Cristo anticipa su aparición "en las nubes del cielo, con poder y gran gloria". Luego enviará ángeles poderosos para salvar a sus elegidos de sus opresores (Mateo 24:30, 31; Mar. 13:26, 27; Luc. 21:27). Cristo, cuando fue puesto bajo juramento por el sumo


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sacerdote, declaró solemnemente: "Llegará el día en que verás al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poderoso y que vendrá sobre las nubes del cielo" (Mateo 26:64, NVI). Aquí Jesús se identificó con el Mesías de la profecía de Israel, anunciado gobernador de todos los pueblos. "Se identifica con la figura divina en Daniel 7:13 que monta el carro de la Guerra Divina" (T. Longman III, "The Divine Warrior: The New Testament Use of Old Testament Motif", The Westminster Theological Journal 44, No. 2 [1982]: 290-307, citando de la página, 295).

Jesucristo como el caballero celestial de la nube

El significado teológico de la "nube" en la descripción de Jesús de su regreso en el esplendor divino es claro a partir de su significado en el Antiguo Testamento y el mundo religioso de entonces. El Salmo 104, una de las canciones más bellas de la naturaleza en la antigüedad, alaba al Dios de Israel como rey del universo que "hace de las nubes su carro y cabalga sobre las alas del viento" (versículo 3). Esta declaración poética recibe un significado teológico. visto a la luz de las descripciones cananeas de Baal como el "caballero en las nubes" (documentado en Longman, p. 295). Así que el Salmo 104 está tratando de decir que Yahvé es el Dios supremo y gobernante.

El Antiguo Testamento usualmente describe las acciones de Yahweh como el guerrero divino que lucha en nombre de su pueblo elegido. Con ese propósito, viaja en el carro de su nube, dispara sus flechas y reprende a los enemigos de Israel con su trueno (Salmo 18: 9-15; 68: 4, 33; Deuteronomio 33:26; Nahúm


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1: 3 , 4; Jer. 4:13). En el oráculo de su guerra contra Egipto, Isaías advierte: "Yahweh, cabalgando sobre una nube rápida, va a Egipto. Los dioses de Egipto tiemblan ante él y los corazones de los egipcios se derriten en su pecho" (Isa. 19: 1, BJ).

Sin embargo, el pasaje que impresionó más profundamente en cuanto a la conciencia mesiánica de Cristo fue aparentemente la teofanía de la nube en la escena del juicio de Daniel 7. En este pasaje apocalíptico, el Dios de Israel delegó el reinado soberano de toda la tierra a "alguien como un hijo del hombre, viniendo con las nubes del cielo "(versículo 13, NVI).

El Nuevo Testamento usa tres preposiciones diferentes en su aplicación de esta visión de Daniel del Hijo del hombre para el regreso de Cristo: "en las nubes" (Mateo 24:30; 26:64), "en una nube" (Lucas 22:27), "con las nubes" (Apocalipsis 1: 7). Los estudiosos del Antiguo Testamento muestran que la imagen de la nube del Hijo del hombre en Daniel 7 se refiere a un atributo divino. André Feuillet recolectó unos 70 textos en el Antiguo Testamento que conectan "nubes" con apariencias divinas e intervenciones, especialmente con teofanías de juicio (ver Ferch, El hijo del hombre en Daniel Seven, pp. 162-166). El "hijo del hombre" celestial en Daniel 7 pertenece a la categoría de deidad. Cuando Jesús eligió designarse preeminentemente como el "Hijo del Hombre", reclamó la autoridad divina para perdonar los pecados (Mar. 2:10) y regresar como el juez divino del mundo (Mateo 16:27). (Para un estudio exhaustivo del significado teológico de la auto-designación de Jesús como "el Hijo del Hombre" como el título mesiánico en los cuatro Evangelios, ver


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Ladd, A Theology of the New Testament, pp. 145-158, 244-246) Cristo aplicó la teofanía de la nube del Hijo del hombre directamente en Daniel 7 a sí mismo como el caballero de la nube en el día del juicio.

El Apocalipsis de Juan se centra en la segunda venida de Cristo con círculos cada vez mayores. El revelador ve a Cristo que viene como el rey juez y guerrero "sentado en la nube" (Apocalipsis 14:14) y montado en un caballo blanco. "El jueces y guerras con justicia" (Ap. 19:11). Dirige un ejército divino, tal como Yahweh Sabaoth lo había hecho antes con Israel (versículo 14). Se llama el gran día de la ira de Dios y del Cordero (Apocalipsis 6:17).

El libro retrata al guerrero apocalíptico con una túnica "manchada de sangre" porque "pisa el lagar de la ira de la ira del Dios todopoderoso" (Apocalipsis 19:13, 15; cf. Apocalipsis 14: 17-20 ), tal como Yahweh fue pintado en Isaías 63: 2, 3 y Joel 3:13. Además, "una espada afilada sale de su boca para golpear a las naciones" porque "las gobernará con un cetro de hierro" (Apocalipsis 19:15), un indicador de las promesas mesiánicas del Salmo 2: 9 y Isaías 11: 4.

En resumen, el libro de Apocalipsis lleva el mensaje de esperanza y garantía divina de que Cristo vendrá como el verdadero Mesías para salvar a su pueblo en la última guerra del mundo contra Dios.


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El uso figurativo del simbolismo de la guerra

El libro de Apocalipsis es el libro de los contrastes. Pone a Cristo en oposición al anticristo escatológico. Los capítulos 12 a 14, la unidad central en el Apocalipsis de Juan, incluso predicen el surgimiento de una trinidad satánica para aplastar a Cristo y a su pueblo. El antiguo dragón (Apoc. 12) emplea a dos asistentes o aliados en su guerra contra los santos: la bestia marina, con diez cuernos, y una bestia terrestre, con dos cuernos (Apoc. 13). El capítulo 13 revela el clima siniestro de la persecución de Satanás a la iglesia.

En su disertación, El uso de Daniel en la literatura apocalíptica judía y en la Revelación de San Juan (Lanham-Nueva York-Londres: University Press of America, 1984), Gregory K. Beale demuestra convincentemente que Apocalipsis 13 es una reelaboración de el proceso creativo de Daniel 7 (pp. 229-248). La evidencia muestra "que Apocalipsis 13 está inspirado en Daniel 7" (p. 247).

Apocalipsis ahora integra las características simbólicas de las cuatro bestias de Daniel 7 en una bestia apocalíptica (Apocalipsis 13: 1, 2). Esta nueva bestia tiene diez coronas en sus diez cuernos, una referencia obvia a los diez reyes o reinos que surgirían del cuarto imperio mundial en Daniel 7: 7, 24. La naturaleza blasfema de la bestia marina de Apocalipsis 13: 1, 5, 6 continúa Las afirmaciones blasfemas del cuerno "pequeño" de Daniel 7: 8, 25. Incluso la transferencia de autoridad del dragón a la bestia (Apoc. 13: 2, 4) es una característica prestada de


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Daniel 7 (versículos 6, 14) La jactanciosa exclamación de todo el mundo "¿Quién es como la bestia? ¿Quién puede luchar contra ella?" (Apocalipsis 13: 4), puede verse como la aplicación al chiste irónico del cuerno orgulloso de Daniel 7:21, que "libró una guerra contra los santos y los venció". Juan alude a Daniel 7:21 cuando dice de la bestia: "Se le dio el poder de luchar contra los santos y vencerlos" (Apoc. 13: 7). El período de "cuarenta y dos meses" determinado en Apocalipsis 13: 5 para el gobierno de blasfemia y persecución corresponde a las tres veces y media de Daniel 7:25 (véase también Apocalipsis 12: 6, 14).

La característica de la bestia de calumniar al santuario divino y a los que viven en el cielo (Apoc. 13: 6) tiene su origen en el poder blasfemo del cuerno en Daniel 8:10, 11. (Ahora Apocalipsis 12: 4, 9, 13 tenía se refirió a Daniel 8:10.) Beale llega a la conclusión importante: "Juan identificó la figura blasfema de Daniel 7 con la de Daniel 8, ya que ambos se caracterizan por la misma insolencia [arrogancia orgullosa]" (ibid., p. 234)

Después de la guerra universal de la bestia contra los santos en Apocalipsis 13:7 viene la frase notable: "La bestia recibió autoridad sobre toda tribu, pueblo, idioma y nación. Todos los habitantes de la tierra adorarán a la bestia". (vv. 7, 8, NVI). Esta cláusula de autorización ("se le dio autoridad") sugiere un contraste irónico con la entronización del Hijo del hombre en Daniel 7:14, donde "se le dio dominio, y gloria, y el reino, por que los pueblos, las naciones y los hombres de todos los idiomas le servirían; su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino nunca será destruido "(RA).


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Se puede decir, por lo tanto, que en Apocalipsis 13 "los esfuerzos por conquistar a la bestia son solo una parodia irónica del triunfo final del" hijo del hombre "(ibid., P. 237). Este estilo de parodia apocalíptico contrastante entre Cristo y su anticristo escatológico ocurre repetidamente en otras frases simbólicas de Apocalipsis 13. Por ejemplo, la bestia recibió una herida mortal con una espada en una de sus cabezas, pero volvió a la vida (mencionada tres veces, en Apocalipsis 13: 3, 12, 14) Esta imitación solo puede ayudarnos a recordar la verdadera muerte y resurrección del Cordero Mesiánico (también mencionado tres veces, en Apocalipsis 5: 6, 9, 12).

Este uso de la ironía para retratar a la bestia como el anticristo podemos ver nuevamente en la pequeña sección de la segunda bestia que sale de "la tierra" y se describe como "el falso profeta" (Apocalipsis 16:13; 19:20; 20:10). Él tiene "dos cuernos como un cordero, pero habló como un dragón" (Apocalipsis 13:11). Del mismo modo, la imposición de la "marca" o "el nombre de la bestia o el número de su nombre" en la mano derecha o en la frente de cada adorador de la bestia sugiere un signo de adoración en oposición directa al sello apocalíptico - " el sello del Dios viviente '' - colocado por los ángeles de Dios al frente del Israel de Dios (Apocalipsis 13:16, 17; 7: 2-4). Después de todo, el mundo se dividirá solo en dos clases: los que adoptan la marca de la bestia y de aquellos que se paran con el Cordero "habiendo escrito su nombre y el nombre de su Padre en la frente" (Apocalipsis 14: 1). Los adoradores de Dios y Cristo se colocan en oposición directa a adoradores de la bestia y su


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imagen. La cuestión fundamental de la guerra final es, por lo tanto, una cuestión religiosa profunda y una sustancia teológica. El punto de la cuestión que el Apocalipsis enfatiza en términos de lealtad a la ley de la alianza de Dios y Su Mesías, Jesús: "Aquí está la perseverancia de los santos que obedecen los mandamientos de Dios y permanecen fieles a Jesús "(Apoc. 14:12, NVI; cf. 12:17).

El tiempo de angustia final para los cristianos fieles será el resultado de su lealtad a la voluntad de Dios revelada en la Sagrada Escritura y su concienzuda negativa a someterse a una ley estatal que viole la ley divina. El boicot profano de los verdaderos santos significará nada menos que el preludio del Armagedón, la guerra santa del Dios omnipotente.

Un nuevo Cantico de Libertad

Israel ha recordado las victorias de las batallas de Yahweh en sus canciones de adoración y celebra estos triunfos militares como actos de la monarquía de Dios y sus juicios justos. Los ejemplos anteriores se conocen como el Cantico de Moisés y el Cantico de Débora (Ex. 15; Juez. 5). Los profetas de Israel usaron el éxodo y la conquista como prototipos y modelos para la futura victoria de Yahweh sobre Babilonia y para su triunfo final en el día apocalíptico del juicio (Oseas 2:14, 15; Isa. 11:16; 27: 1, 12, 13; 51:10, 11; 52: 1-12; Eze.20: 33-42; Jer.23: 7, 8). Isaías enfatizó especialmente la conexión tipológica entre la victoria pasada de Yahweh sobre Egipto y la próxima derrota de Babilonia: “Así dice el Señor, el que hizo un camino a través del


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mar, un camino a través de las aguas violentas, que hizo salir los carros y los caballos, el ejército y sus refuerzos, y yacen allí, para nunca volver a levantarse, exterminados, extinguidos como una mecha "Olvida lo que se fue; no vivas en el pasado. ¡Mira, estoy haciendo algo nuevo!" (Isaías 43: 16-19, NVI).

El profeta va más allá de la idea de una mera analogía de la futura liberación de Israel con la del pasado; más bien, enfatiza el hecho de que la liberación futura de Dios excederá por mucho la primera. Bernhard W. Anderson señala que "el Éxodo, entonces, es un 'tipo' del nuevo éxodo que se cumplirá de una manera más maravillosa, con un significado soteriológico más profundo [redentor], y con implicaciones globales, el propósito de Yahweh revelado en el principio por palabra y acción "(" Exodus Typology in Second Isaiah ", en Israel's Prophetic Heritage. BW Anderson y W. Harrelson, eds. [Nueva York: Harper, 1962], págs. 194, 195).

El futuro acto de redención de Yahweh llevará a Israel a cantar nuevas canciones de celebración. "Los rescatados por el Señor regresarán [del cautiverio]. Entrarán a Sión con una canción; la alegría eterna coronará sus cabezas" (Isaías 51:11, NVI; cf. 35:10). La certeza de una futura restauración es tan inquebrantable que Israel es persuadido de antemano: "Canta al Señor una nueva canción, su alabanza desde los confines de la tierra" (Isaías 42:10, NVI; vea la conexión con la guerra de Yahweh en el versículo 13). Esta "nueva canción" es el grito de victoria de los redimidos (Sal. 40: 3; 96: 1; 98: 1-3; 144: 9, 10; 149: 1, 6¬9). Será la antífona del pueblo mesiánico en la nueva


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dispensación (Isaías 12). El grito escatológico de la victoria anuncia que la angustia de Israel ha terminado porque Yahweh se ha convertido en su salvación (versículo 2). Así se renueva el Cantar de Moisés (Ex. 15: 2). También el llamado Apocalipsis de Isaías, capítulos 24 a 27, predice nuevas canciones durante el banquete escatológico para todos los pueblos en el Monte Siao para celebrar la liberación de Jerusalén en el juicio final (Isaías 24: 14-16). Dios entonces vence el mal, y la Ciudad de Dios está en paz (Isaías 26: 1-8).

La muerte reconciliadora de Jesucristo como el Cordero de Dios creó una nueva situación en la historia de la salvación. Se necesitó el cielo para romper en nuevos elogios. La nueva doxología es un grito de victoria cósmica, porque Cristo ganó la batalla decisiva en la cruz en la gran controversia con su archienemigo. La victoria de Cristo prueba que es digno de ser coronado como el rey legítimo que juzga a todas las naciones. "El León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ganó para abrir el libro y sus siete sellos" (Apoc. 5: 5).

Y cantaron una nueva canción: "Eres digno de recibir el libro y abrir sus sellos, porque fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios gente de cada tribu, idioma, pueblo y nación. Los hiciste reino y sacerdotes. a nuestro Dios, y ellos reinarán sobre la tierra” (versículos 9, 10).

Basado en su sacrificio, Cristo recibe "muchas coronas" (Apocalipsis 19:12), en oposición al Anticristo que usa "diez coronas" (Apocalipsis 13: 1). Cristo será el


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ejecutor del eterno consejo y plan de Dios. El Cordero es el León de Judá, el Guerrero Davídico que recibió la autoridad y el poder divinos para gobernar todo el cosmos (Génesis 49: 8-12; Filipenses 2: 9-11; Hechos 2:36; Apocalipsis 19:16). Qué significativo es que todas las criaturas le den al Cristo resucitado la adoración y la gloria que le pertenecen solo a Dios: “Entonces escuché a todas las criaturas en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y todo lo que en ellas decía: "Al que se sienta en el trono y al Cordero sea alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos!” (Apocalipsis 5:13, NVI).

Juan ve "el Cordero, parado en el Monte Sión" en compañía del Israel mesiánico (Apoc. 14: 1). Al sonido de las arpas, el grupo posterior se abre con "una nueva canción" ante el trono de Dios y su consejo celestial. Pero está restringido a aquellos que han experimentado la redención de Cristo. "Nadie podía aprender la canción, excepto los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido comprados de la tierra" (versículo 3). Los seguidores del Cordero (versículo 4) contrastan notablemente con los seguidores de la bestia en el capítulo 13. Se negarán a adorar a la bestia a pesar de las amenazas legales ordenadas contra ellos por la bestia y el falso profeta (Apocalipsis 13: 15- 17)

Juan describe la lealtad de los redimidos en un profundo simbolismo. "Estos son los que no han sido contaminados con mujeres, ya que han permanecido vírgenes" (Apoc. 14: 4). El Antiguo Testamento calificó al pueblo del pacto como la novia, o la "esposa" de Yahweh (Isa. 54: 5, 6; Oseas 2:16, 19, 20) y el Nuevo Testamento como la virgen o la novia de Cristo (2 Cor.


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11: 2). Por lo tanto, la Escritura describe simbólicamente la apostasía religiosa como fornicación o adulterio (ver Eze. 16; Apoc. 2: 20-22). Juan retrata a Babilonia como la "madre de las rameras" ". . . con la sangre de los mártires de Jesús "(Apoc. 17: 5, 6, KJV). Sobre esta base J. Massyngberde Ford concluye que “los ciento cuarenta y cuatro mil no están contaminados por prostitutas significa que no lo hacen se entregó a la adoración de la bestia "(Apocalipsis, The Anchor Bible [Garden City, NY: Doubleday and Co., Inc., 1975], p. 244). Su" nueva canción "da testimonio elocuente de su experiencia religiosa como seguidores del Cordero hasta el final. Por fe reclamaron públicamente el triunfo de Cristo como suyo: “Por lo tanto vencieron por la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron e, incluso ante la muerte, no amaron sus propias vidas (Apocalipsis 12:11, RA).

La iglesia triunfante celebrará los actos de redención y juicio de Dios por la eternidad: “Vi algo así como un mar de vidrio mezclado con fuego y, de pie junto al mar, aquellos que habían vencido a la bestia, su imagen y el número de su nombre. Sostenían arpas que Dios les había dado, y cantaban la canción de Moisés, el siervo de Dios, y la canción del Cordero: "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Tus caminos son justos y verdaderos. Oh Rey de los Nagoes. ¿Quién no te temerá, Señor? ¿Quién no glorificará tu nombre? Porque tú eres solo santo. Todas las naciones vendrán a tu presencia y te adorarán, porque tus actos de justicia se han manifestado” (Apoc. 15: 2-4, NVl).


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El resultado final del conflicto entre la iglesia de los siglos y la trinidad satánica aparece gráficamente en Apocalipsis 15. El cuerpo de Cristo pasará por una prueba de agua y fuego al final de los tiempos, pero Dios lo salvará por la eternidad. Como el antiguo Israel cruzó con seguridad el Mar Rojo y luego cantó el Cantar de Moisés para celebrar a Yahvé como un guerrero redentor, la iglesia remanente pasará firmemente por el juicio final del Anticristo y se unirá al antiguo Israel cantando "la canción del Cordero" "(versículo 3). El Cordero es más grande que Moisés porque Él libera a todos los creyentes de Satanás, el pecado y la muerte a través de su sacrificio reconciliador. Las visiones de Juan de la iglesia triunfante tienen la intención de alentar a la iglesia militante a luchar "la buena batalla" de la fe con perseverancia hasta el final.

La batalla de la cruz y la batalla cristiana

La muerte de Cristo fue su triunfo decisivo sobre Satanás y el reino diabólico. Jesús explicó el significado cósmico de su muerte violenta al declarar: "Ha llegado el momento de que este mundo sea juzgado; ahora el príncipe de este mundo será expulsado. Pero cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Juan 12:31, 32, NVI).

Este significado de la cruz de Cristo recibe atención especial en el último libro de la Biblia: “Entonces escuché una voz fuerte del cielo que decía: "Ahora ha venido la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios, y la autoridad de tu Cristo, para el


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acusador de nuestros hermanos, que los acusa delante de nuestro Dios, día y noche ”(Apoc. 12:10, NVI).

Para indicar el significado cósmico de la victoria espiritual de Cristo en la cruz, la lealtad de Cristo a Dios hasta el final, Pablo usa la imagen de la guerra militar: "Y despojado de poderes y autoridades, los convirtió en un espectáculo público, triunfando sobre ellos en la cruz "(Col. 2:15, NVI).

El apóstol interpreta la resurrección de Cristo de la muerte como una exaltación de la soberanía sobre todas las autoridades diabólicas. Dios ahora ha instalado a Cristo a su diestra, "muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y cada nombre que pueda mencionarse, no solo en esta era, sino también en la era venidera" (Ef. 1:21, NVI).

Pablo aplica las victorias militares de Yahweh descritas en el Salmo 68 a Cristo. "Cuando ascendiste triunfante en las alturas, oh SEÑOR [Yahvé] Dios, tomaste cautivos a muchos prisioneros (ver Sal. 68:18 y Ef. 4: 8). El apóstol ve la ascensión de Cristo como su regreso triunfante de la guerra santa escoltada por un tren de cautivos como los trofeos de Su guerra. En un sentido legal, Cristo ganó la guerra cósmica decisivamente entre Dios y Satanás en la cruz. Sin embargo, en la realidad empírica, todos los poderes malvados aún no están sujetos al Señor Jesús (Heb. 2:8) Cristo ejerce su poder ahora con paciencia, amor y clemencia. "El Señor no se demora en cumplir su promesa, como algunos juzgan. Por el contrario, es paciente con nosotros, no quiere que nadie perezca, sino que todos vengan al


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arrepentimiento" (2 P. 3: 9, NVI). Pero hay un límite para el reino de la gracia de Cristo. "Porque es necesario que él [Dios Padre] reine hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte" (1 Cor. 15:25, 26, NVI).

La victoria de Cristo en la cruz ahora es activa y efectiva en el avance de los verdaderos predicadores del evangelio, en la transformación de los enemigos de Cristo (como Saulo de Tarso) en sus amigos leales, expulsando demonios, sanando a los enfermos, en resumen, en la continua actividad mesiánica de Cristo. La consumación final ocurre solo cuando Él regresa en gloria divina para reclamar lo que es suyo. Estamos seguros que "pronto el Dios de la paz aplastará a Satanás bajo tus pies" (Rom. 16:20, NVI).

El cristiano nacido de nuevo tiene el privilegio de estar unido con Cristo y su causa. En el acto sagrado del bautismo, Cristo transfiere a cada creyente del dominio de Satanás a su reino (Col. 1:13). El combate cristiano, por lo tanto, no es una lucha contra enemigos humanos, sino contra los poderes malignos detrás de ellos. Aunque sean condenados y despojados de sus derechos legales por Dios, los demonios aún pueden ejercer su poder (Ap. 12: 12-17). Por lo tanto, los cristianos deben estar alertas y espiritualmente activos: “Ponte toda la armadura de Dios, para que puedas mantenerte firme contra las trampas del diablo, porque nuestra lucha no es contra los seres humanos, sino contra los poderes y las autoridades, contra los gobernantes de este mundo de oscuridad, contra las fuerzas espirituales del


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mal en las regiones. celestial. Entonces, ponte toda la armadura de Dios, para que puedas resistir el mal día y permanecer inquebrantable, después de haber hecho todo. Por lo tanto, mantente firme, cíñete con el cinturón de la verdad, usa el peto de la justicia y calza tus pies con la preparación del evangelio de la paz. Además, usa el escudo de la fe, con el que podrás extinguir todas las flechas inflamadas del Maligno. Usa el casco de salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Ora en el Espíritu en todo momento, con toda oración y súplica; Con eso en mente, está atento y persevera en oración por todos los santos (Ef. 6: 11-18, NVI).

Este llamado apostólico a la guerra cristiana es necesario todo el tiempo, porque "las fuerzas espirituales del mal" constantemente hacen la guerra contra la iglesia del Señor Jesús. Al igual que el cuerpo de Cristo, la iglesia cristiana es invencible porque Cristo está en ella. "las puertas del Hades [infierno] no pueden vencerla" (Mateo 16:18, NVI). Roy Yates explica que "la Iglesia es el lugar donde este señorío de Cristo se realiza plenamente, donde los cristianos no están sujetos a ningún otro poder que no sea el de su Señor, y desde el cual deben extender la influencia de Cristo hasta que él se convierta Señor de todo. Es a través de la Iglesia que este misterio se proclama a los poderes se lucha la guerra espiritual contra todas las fuerzas enemigas" (Evangelical Quarterly 52 [1980]: 108).

La batalla cristiana no se gana con la fuerza humana o el armamento, sino por la unión con Cristo y su poder. Los verdaderos cristianos luchan con la "armadura de Dios". La


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descripción que hace Pablo de esta armadura, la coraza de la justicia, el casco de la salvación, proviene en parte de la descripción de Isaías de Yahvé como un guerrero sagrado (véase Isaías 59: 15-19). El creyente está verdaderamente comprometido en la batalla de Dios. Pero tiene que luchar y conquistar como lo hizo Cristo, uniéndose con Él.

Las Escrituras elevan la victoria de Cristo sobre el sufrimiento como un ejemplo para los cristianos: "Porque, en vista de lo que él mismo sufrió cuando fue tentado, puede ayudar a los que también están siendo tentados "(Heb. 2:18, NVI). El apóstol da la siguiente representación del propósito y estilo de la guerra cristiana: “Porque, aunque vivimos como hombres, no luchamos de acuerdo con los estándares humanos. Las armas con las que luchamos no son humanas; por el contrario, son poderosos en Dios para destruir fortalezas. Destruimos los argumentos y todas las pretensiones que surgen contra el conocimiento de Dios, y tomamos cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente a Cristo (2 Cor. 10: 3-5, NVI).

El clímax de la guerra espiritual de la iglesia de Jesucristo todavía está en el futuro. Las guerras de conquista del antiguo Israel no son mandato o justificación para las guerras cristianas religioso-políticas. Por otro lado, la Biblia le pide al cristiano que coopere con la policía y apoye a su gobierno pagando impuestos. En Romanos 13: 1-7, Pablo reconoce ciertas obligaciones hacia el estado según lo ordenado por Dios. Los cristianos todavía tienen doble ciudadanía. Pertenecen no solo a una nación en particular sino también al reino de Dios (ver Filipenses 3:20).


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Las demandas de ambas ciudadanías pueden conducir a una tensión o paradoja insoportable en tiempos de crisis. Un ejemplo aparece en el libro de los Hechos. Cuando las autoridades civiles en Jerusalén prohibieron a los apóstoles de Cristo la libertad religiosa de hablar, Pedro respondió con las palabras históricas: "¡Debemos obedecer a Dios en lugar de a los hombres!" (Hechos 5:29, NVI). Esto implica, por supuesto, la disposición del cristiano a sufrir por el amor de Dios sin tomar represalias con el mal o pagar violencia con violencia. El ejemplo de Pedro de guardar su espada y su voluntad de ser crucificado por la causa de Cristo le da una fuerza peculiar a su deliberación: “Por el bien del Señor, esté sujeto a cualquier autoridad constituida entre los hombres; ya sea al rey, como la autoridad suprema, o a los gobernantes, enviados por él para castigar a los que hacen el mal y honrar a los que hacen el bien. Porque es la voluntad de Dios que, al hacer el bien, silenciar la ignorancia de los tontos. Vive como personas libres, pero no uses la libertad como una excusa para hacer el mal; vivamos como siervos de Dios. Trata a todos con el debido respeto: ama a tus hermanos, teme a Dios y honra al rey (1 Pedro 2: 13-17, NVI).

Sin embargo, si sufres como cristiano, no te avergüences, glorifica a Dios con ese nombre. ... Por esta misma razón, aquellos que sufren de acuerdo con la voluntad de Dios deben confiar sus vidas a su Creador fiel y hacer el bien (1 Pedro 4: 16-19, NVI).


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La predicción profética de Apocalipsis 13 indica que la naturaleza protectora del estado finalmente allanará el camino para la posesión diabólica del gobierno en el tiempo del fin. La sociedad boicoteará y finalmente prohibirá al remanente fiel de Cristo (versículos 15-17). Bajo tales circunstancias, el consejo de Dios, como se encarna en su mensaje del tiempo del fin de Apocalipsis 14: 6-12, adquiere una relevancia creciente. Seguir al Cordero de Dios significa vida, mientras que seguir a la bestia conduce a la destrucción. En la crisis final, la palabra de Cristo demostrará ser verdadera. “a quien me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en el cielo. Pero a quien me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo. ... y quien no toma su cruz y no me sigue, no es digno de mí. Quien encuentre su vida la perderá, y quien pierda su vida por mí, la encontrará (Mateo 10: 32-39, NVI).

Ningún gobierno humano o programa político puede lograr la paz total y perpetua en la Tierra. La única esperanza del hombre depende de la promesa de Dios: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" (Apoc. 21: 5). Entonces y solo entonces se comprenderá la visión profética de Isaías: “Juzgará entre naciones y resolverá disputas para muchos pueblos… Una nación ya no tomará las armas para atacar a otra nación, nunca más se preparará para la guerra” (Isaías 2: 4).

Cristo regresará como rey para establecer su reino de paz universal y eterna. Su guerra final evitará todas las guerras futuras.


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LA CAÍDA DE BABILONIA EN EL TIEMPO DEL FIN

El Apocalipsis de Juan consiste en un mosaico de imágenes ingeniosamente construidas tomadas del Antiguo Testamento, pero es completamente cristocéntrico en su mensaje teológico. En la visión inaugural, vemos al Cristo resucitado como nuestro gran sumo sacerdote, "con una túnica y un cinturón de oro alrededor de su pecho" de pie entre "siete candelabros de oro" (Apocalipsis 1:13, 12). Este retrato simbólico de la actividad de Cristo después de su resurrección en nombre de su iglesia universal deriva del sacerdocio de Israel y su santuario hebreo. El mensaje es claro: Jesús murió no solo como el verdadero Cordero de Dios para librarnos de nuestros pecados con Su sangre (Apoc. 1: 5), sino también como el Cristo resucitado. Él es nuestro sumo sacerdote ante Dios. Realmente cumple lo que el tabernáculo hebreo y su ritual anunciaron en sus tipos proféticos.

El libro de Apocalipsis, por lo tanto, comienza con el anuncio crucial de que las ofrendas sacrificiales de Israel y el sacerdocio levítico han encontrado su cumplimiento mesiánico en el Cristo crucificado y resucitado. Así, Juan proclama el mensaje esencial del libro de Hebreos: "El orden anterior se revoca, porque era débil e inútil (porque la Ley no había perfeccionado nada), Siendo introducido una Esperanza superior, por la cual nos acercamos a Dios '' (Hebreos 7:18, 19, NVI).


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Una consecuencia dramática del nuevo acceso a Dios a través de Cristo como cordero y sumo sacerdote es la creación de un nuevo Israel de Dios. Cristo "nos hizo un reino y sacerdotes para servir a su Dios y Padre" (Ap. 1: 6). Lo que las doce tribus de Israel bajo Moisés fueron llamadas a ser, "un reino de sacerdotes" en el que cada israelita sería un testigo vivo del Dios Redentor, cada uno con acceso directo al Señor (Ex. 19: 6), es ahora cumplido en la iglesia de los doce apóstoles de Cristo. La transición del Israel nacional al nuevo Israel mesiánico es la consecuencia irrevocable de la muerte de Cristo como el verdadero Cordero pascual y Su resurrección como el verdadero sumo sacerdote y Rey del Mesías. La unión inextricable de Cristo y su iglesia universal es el tema de la nueva canción en el cielo después de la ascensión de Cristo: "Tú los hiciste reino y sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra" (Apoc. 5:10, NVI).

¡Qué gran honor y gran responsabilidad ha dado Dios a todos los que están en Cristo Jesús! Esta promesa dio consuelo e inspiración a la iglesia apostólica para que todos soportaran la persecución por su fe en Cristo. La pretensión de ser judío no es suficiente para cumplir con las demandas de Dios, porque incluso los judíos se convirtieron en enemigos de Dios y de Su Cristo (ver Apocalipsis 2: 9; 3: 9) al rechazar la gloria de Dios reflejada en Jesús. Cristo (véase 2 Co. 4: 4). Tanto Juan el Bautista como Jesús proclamaron que Dios no dependía de los judíos naturales para el cumplimiento de las promesas de su pacto (ver Mateo 3: 9; Juan 8: 33-44). La historia de la iglesia


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estaba destinada a cumplir la historia de redención de Israel. El mismo Dios inspiró el Antiguo y el Nuevo Testamento, y así forman un todo orgánico, una revelación progresiva (ver Heb. 1: 1, 2).

Los siete candelabros de oro en el santuario divino ya no representan al Israel étnico como la luz espiritual del mundo (cf. Zac. 4: 1-14; Ap. 1:13). Cristo dijo a sus discípulos: "Ustedes son la luz del mundo" (Mateo 5:14). Los candelabros de Israel ahora simbolizan la iglesia universal. El Cristo glorificado personalmente explica a Juan que "los siete candeleros son las siete iglesias" (Ap. 1:20, NVI). Otro ejemplo de que la imagen hebrea es elevada por la autoridad de Cristo para convertirse en un "misterio" o símbolo cristiano (versículo 20), ocurre en la visión: "Tenía siete estrellas en la mano derecha [de Cristo]" (versículo 16). Daniel había usado la metáfora de las estrellas para designar a los ángeles de Dios y los verdaderos líderes y maestros de sabiduría en Israel (Dan. 8:10; 12: 3).

Ahora Cristo revela a Juan: "Este es el misterio de las siete estrellas que viste en mi mano derecha: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias" (Apocalipsis 1:20, NVI). Cristo nos ofrece la clave aquí para aplicar la imagen hebrea de todo el libro de Apocalipsis a Cristo y a su propio pueblo. La misión del pueblo del antiguo pacto de Yahweh continúa ahora con el pueblo del nuevo pacto de Jesucristo, prohibiendo cualquier esfuerzo por interpretar los nombres hebreos y los lugares geográficos nuevamente de acuerdo con las restricciones de su antiguo pacto. Una aplicación literal de las imágenes hebreas y


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los nombres de Juan, ya sea étnico o geográfico, significaría volver a la antigua alianza que era válida solo antes de la cruz de Cristo. El literalismo niega la función decisiva de la cruz y la resurrección del Mesías Jesús al aplicar las profecías de Israel a la dispensación del Nuevo Testamento. Se aplican a un Israel creyente en Cristo solo a la iglesia apostólica (ver Rom. 11: 17-24).

La unidad del Hijo del hombre con Dios

Algunos consideran el hecho de que la fuente literaria principal de Apocalipsis es el Antiguo Testamento como "el primer paso hacia la innovación para descubrir el significado de los símbolos en Apocalipsis" (D. Ezell, Revelaciones sobre Apocalipsis [Waco, Tex.: Word Books, 1978], página 20).

Lo que Jesús declaró sobre su unidad con Dios, "Yo y el Padre somos uno" (Juan 10:30), el Apocalipsis de Juan captura en un retrato de Jesús con colores tomados de pasajes del Antiguo Testamento que describen la aparición de Dios. (Apocalipsis 1: 7, 14-16; cf. Dan. 7: 9; 10: 5, 6; Ezequiel 43: 2). Juan aplica varias características de Yahvé al Cristo glorificado.

De hecho, podríamos expresar la autoridad divina de Cristo más explícitamente que el libro de Apocalipsis al describir al Señor resucitado diciendo: "Yo soy Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y el fin" (Apocalipsis 22: 13; cf.1: 8, 17)? Tal designación de los absolutos divinos pertenece solo al Todopoderoso (Isaías 44: 6; 41: 4). La lección práctica de este


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glorioso retrato de la unidad de Cristo con Dios parece ser que Cristo cumplirá las antiguas promesas de Yahweh.

La iglesia como el nuevo Israel

El último libro de la Biblia sirve como una cita para el Nuevo Testamento. Transmite el mensaje de que Cristo ejecuta la justicia de Dios en ambas manifestaciones salvadoras y punitivas. Consistente con este principio del evangelio es el uso de eventos en la historia antigua de Israel como tipos para describir la apostasía y el renacimiento de la iglesia cristiana. Cristo aconseja a su iglesia en Pérgamo: "Hay personas que se aferran a las enseñanzas de Balaam, que le enseñaron a Balac a poner trampas contra los israelitas ... Al vencedor le daré maná escondido" (Apocalipsis 2: 14-17, NVI). Aquí Cristo aplica a su iglesia una antigua imagen de maldición y bendición. La razón subyacente es evidente: ambos pueblos pertenecen al mismo Dios del pacto que visitó a Israel en Jesús como el Mesías de la profecía.

A la otra iglesia apostólica en Tiatira, el mensaje de Cristo es: "Sin embargo, tengo esto en contra tuyo: que toleras a Jezabel, esa mujer que se llama a sí misma profetisa" (versículo 20, NVI). Para entender el significado de "Jezabel, esa mujer" uno debe recordar la historia de Israel bajo el rey Acab, quien se casó con Jezabel, la hija de un sacerdote pagano. Solo cuando reconstruimos la situación histórica del Antiguo Testamento podemos tomar el significado teológico de Jezabel y aplicar los principios básicos de su apostasía a la iglesia de Tiatira. Tal


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correspondencia teológica no es accidental, sino que sugiere una relación tipológica. Significa que Jezabel en Israel fue un presagio profético de una "Jezabel" en la iglesia de Cristo. Mientras que la antigua Jezabel engañó y persiguió al Israel de Yahweh, la apocalíptica Jezabel, por sus enseñanzas, engaña y coacciona a los siervos de Cristo (ver 2 Cor. 11: 13-15). Afirmando enseñar la verdad religiosa y moral en el nombre de Cristo como "profetisa", sin embargo, enseña error y apostasía por su falso cristianismo.

Este tema del cristianismo verdadero y falso en oposición mutua a Apocalipsis se desarrolla más en capítulos posteriores por los símbolos contrastantes de una mujer pura (Apoc. 12) y una prostituta (Apoc. 17), o de Jerusalén y Babilonia (Apoc. 17 -18; 21). Esta correlación con la verdad y la falsedad contrastantes es el patrón consistente en el libro de Apocalipsis. Louis F. Were afirma que "Babilonia solo se menciona en las profecías de Apocalipsis debido a su oposición a Jerusalén" (La caída de Babilonia en tipo y antitipo [Melbourne, Australia, 1952], p. 14). Entonces tenemos que definir a Babilonia teológicamente por su oposición a Sión, el verdadero pueblo de Dios.

La naturaleza de Babilonia

Para entender por qué Dios trae su juicio sobre las últimas siete plagas sobre "Babilonia", necesitamos explorar el significado teológico de la primera Babilonia; es decir, determinar su actitud contra Dios y su pueblo del pacto. La Escritura retrata los comienzos de Babilonia como una ciudad que se rebeló contra


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Dios. Sus habitantes construyeron una torre que alcanzaría "los cielos" (Génesis 11: 4), probablemente por temor a otra inundación, desafiando así la promesa de Dios para el futuro de la humanidad. Sin embargo, el juicio de Dios de confundir su lenguaje "los extendió por toda la tierra" (versículo 9). Motivada por el principio de salvación por sus propias obras y planes, Babel rechazó la voluntad de Dios desde el principio.

Siglos después, Nabucodonosor, rey del Imperio neobabilónico, invadió la tierra de Israel varias veces, destruyendo el Templo de Solomón y la ciudad de Jerusalén. Tomó cautivo al pueblo y los deportó a Babilonia. Daniel cuenta cómo Dios le envió a Nabucodonosor un sueño nefasto sobre un árbol enorme que fue cortado. El rey de Babilonia ignoró desafiantemente su mensaje cuando se jactó: "¿No es esta la gran Babilonia que construí como la capital de mi reino, con mi enorme poder y para la gloria de mi majestad?" (Dan. 4:30, NVI). El veredicto de Dios fue entonces "Su autoridad real le fue quitada" (versículo 31, NVI).

El último rey de Babilonia, Belsasar, profanó los vasos sagrados del Templo de Israel en su banquete real. En respuesta, el mensaje de Dios apareció en forma de código en la pared del palacio, interpretado por Daniel como "Fuiste pesado en la balanza y hallado falto…Tu reino fue dividido y entregado a los medos y los persas" (Dan. 5: 27, 28, NVI).

Daniel indicó que Belsasar había, en efecto, repetido la propia exaltación de Nabucodonosor. "Pero tú, Belsasar, su sucesor, no


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te humillaste, aunque sabías todo esto. Por el contrario, fuiste exaltado sobre el Señor del cielo" (versículos 22, 23, NVI).

La característica esencial de Babilonia es clara: fue el enemigo mortal de Israel y su Dios del pacto. Rechazó la verdad de la gracia salvadora como se revela en el templo sagrado de Jerusalén, blasfemó al Dios de Israel y oprimió al pueblo de Dios. Aquí tenemos el carácter teológico de Babilonia como un tipo religioso que continúa en todas sus manifestaciones futuras, especialmente en su antitipo apocalíptico durante el tiempo del fin.

El desafío de Babilonia a la autoridad de Dios tiene dos dimensiones: verticalmente: contra la voluntad revelada de Dios en su santuario; horizontalmente: contra su pueblo del pacto y sus formas de adoración. Babilonia está en guerra en ambos frentes, porque están inseparablemente unidos. La guerra contra Yahweh, el Dios de Israel, es inmediatamente evidente en la guerra contra el Israel de Dios. El principio de desafío que inspiró a la antigua Babilonia motivará nuevamente a la Babilonia apocalíptica. Pero este evento inevitablemente asegurará el mismo veredicto divino sobre Babilonia del tiempo del fin como se ejecuta en sus tipos históricos.

La caída de Babilonia en tipo

Dos profetas israelitas, Isaías y Jeremías, dedicaron capítulos enteros dedicados a sus libros en la predicción de la destrucción de Babilonia. Ambos indican que Babilonia colapsaría de una


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manera misteriosa: un repentino secado de las aguas de su protector del río Éufrates. El Éufrates fluyó desde el norte y corrió a lo largo del lado occidental de la ciudad interior de Babilonia, corriendo alrededor de la fortaleza norte y el palacio central. “Así dice el Señor, su Redentor, quien lo formó en el útero ... quien ejecuta las palabras de sus siervos y cumple las predicciones de sus mensajeros ", quien dice acerca de Jerusalén: Ella estará habitada ... quien dice a las profundidades del agua : Sécate, y secaré tus riachuelos, que dice de Ciro: Él es mi pastor, y hará lo que me plazca, dirá a Jerusalén: "Sé reconstruida", y del templo: "serás fundado” (Isaías 44: 24-28, NVI).

Su notable predicción revela un oráculo de guerra completo contra Babilonia: “¡Cayó! ¡Babilonia ha caído! ¡Todas las imágenes de tus dioses están destrozadas en el suelo!” (Isaías 21: 9, NVI). El veredicto de Dios sobre la caída de la antigua Babilonia y el éxodo de Israel desde Babilonia descansa en el corazón de las "buenas nuevas" que el profeta prometió a Sión en los capítulos 40 a 47 (ver Isa. 40: 3, 9-11; 41: 2 -4, 25-27; 46:11; 47). Isaías enfatiza el resultado providencial de Dios para su pueblo: liberar a Israel de Babilonia, crear un nuevo éxodo de redención y conducirlos a la Tierra Prometida para que puedan reconstruir el Templo de Yahweh y restaurar su adoración de alabanza y acción de gracias a su divino Redentor. El Señor aseguró a Su pueblo del pacto que Él llevaría a su captor idólatra a una destrucción repentina. “Dijiste: '¡Siempre seré la reina eterna!' ... Estas dos cosas te sucederán en el mismo instante, en un solo día, pérdida de hijos y viudez ... La desgracia te alcanzará


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y no sabrás cómo ocultarla. -allí. ... No hay nadie que pueda salvarla” (Isaías 47: 1-3, 7, 9-15, NVI).

Mientras Israel estaba en Babilonia, el profeta Jeremías escribió dos capítulos elaborados (50, 51) en un rollo especial para anunciar la certeza de la caída de Babilonia. Le pidió a un oficial judío que leyera esto en la ciudad de Babilonia, y luego "átele una piedra y tírelo al Éufrates" y anuncie: "Entonces Babilonia se hundirá para no volver a levantarse, debido a la desgracia que traeré sobre ella. Y su pueblo caerá "(Jer. 51:63, 64, NVI). Jeremías también explicó la razón por la cual Babilonia sería destruida por completo. Fue porque Dios" se vengó de su templo "(Jer. 50:28, 20, NVI). “Así lo dice el Señor de los ejércitos: "El pueblo de Israel está siendo oprimido, y también el pueblo de Judá. Todos sus captores los arrestan por la fuerza y se niegan a dejarlos ir. Sin embargo, su Redentor es fuerte; Señor de los ejércitos es tu nombre. Él mismo defenderá su causa y traerá descanso a la tierra, pero inquietud a los que viven en Babilonia. ... tus aguas se secarán. Porque es una tierra de imágenes esculpidas, y se vuelven locos por sus horribles ídolos (Jer. 50: 33-38, NVI). “Así dice el Señor: Ustedes que viven en muchas aguas y son ricos en tesoros, su fin ha llegado, el tiempo para que sean eliminados" (Jer. 51: 1, 13, NVI). “Por lo tanto, así dice el Señor: “Mira, defenderé tu causa y te vengaré; Secaré tu mar y agotaré tus fuentes ”(versículo 36, NVI).

Un mensaje emerge con una claridad abrumadora: la caída de Babilonia tendrá lugar para liberar a Israel de Dios para que pueda regresar al Monte Sión y restaurar la adoración y


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glorificación de su fiel pacto con Dios. Aquí tenemos el mensaje del evangelio implícito en la destrucción de Babilonia. Para apreciar el énfasis en la destrucción de Babilonia, uno debe ver su propósito salvador. Babilonia tiene que caer para dejar a Israel libre para su nuevo éxodo, camino al Monte Sión en una nueva Jerusalén. Esta es la gloria de Dios y la vindicación inexpugnable de su pacto con Israel.

El eco del destino final de Babilonia

Lo que le sucedió a la ciudad antigua de Babilonia nos da pistas sobre el destino del mal y sus seguidores durante los días previos a la segunda venida de Cristo. La desaparición de Babilonia nos asegura que Dios tratará con todas esas fuerzas que se oponen a Él y persiguen a su pueblo. El mensaje de la destrucción de Babilonia es uno de los más reconfortantes.

¿La historia ha honrado las predicciones? Babilonia colapsó repentinamente, como registra Daniel 5. Pero la forma en que realmente cayó es de especial importancia, porque la misma forma de su destrucción que el Apocalipsis plantea como un tipo que prefigura la futura muerte de Babilonia al final de la historia.

La naturaleza tipológica de la caída de la antigua Babilonia no requiere que cada característica de la profecía ya haya encontrado su logro actual en la historia. Los logros parciales de las antiguas profecías de destrucción y saqueo entregan el propósito superior de tranquilizar al pueblo de Dios acerca del


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mayor logro mesiánico en los últimos días. La predicción verbal y su realización inicial o parcial enfatizan la seguridad irrevocable de la última consumación del mensaje profético: el reino de Satanás será derrotado y el reino de Dios será el definitivo. Aun así, las profecías hebreas nunca pueden quedar desactualizadas hasta que el Mesías establezca su reino universal.

El día apocalíptico de Yahweh con sus signos cósmicos aún no habían ocurrido durante la subversión de Babilonia por Medo-Persia. Las características apocalípticas en las predicciones hebreas de la destrucción de Babilonia revelan que tales oráculos de guerra contienen una doble perspectiva: un cumplimiento local de alcance limitado y una consumación apocalíptica de largo alcance en un equilibrio cósmico y universal. Las antiguas profecías de Israel sobre la caída de Babilonia ya tienen inherentemente la estructura de una perspectiva tipológica. Con más que una hipérbole poética, Isaías describió el próximo colapso de Babilonia como "el día de Yahweh" (Isa. 13: 6, BJ) y "el día del ardor de su ira" (v. 13, NVI). Babilonia "será destruida por Dios, como Sodoma y Gomorra. Nunca será repoblada o habitada de nuevo, de generación en generación" (versículos 19, 20, NVI; cf. Jer. 50:46). Ese día, el sol, la luna y las estrellas "no mostrarán su luz" (Isa. 13:10). Dios castigará "al mundo por su maldad, a los malvados por su iniquidad" (versículo 11, NVI; cf. Jer. 51: 47-49).

Es bastante obvio que todos estos aspectos cósmicos universales no encontraron su consumación literal con la caída de la antigua Babilonia en 539 a. C. Pero llegará el momento, afirma el libro


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de Apocalipsis, de que todas las antiguas profecías del juicio ocurrirán en una escala sin restricciones. El antitipo siempre es más grande que sus tipos. Interpretar una identificación completa de Israel, Babilonia, y el secamiento del Éufrates en el pasado con su cumplimiento antitípico futuro niega la clave tipológica dada en el Apocalipsis de Juan, capítulo 1. Un ejemplo que revela la naturaleza tipológica de las promesas del pacto de Dios aparece en la garantía: "En aquellos días, en ese momento", declara el Señor, "uno buscará la iniquidad de Israel, pero no se encontrará nada de los pecados de Judá, no se encontrará ninguno, porque perdonaré el remanente” (Jer. 50:20, NVI) )

¡Qué maravillosa promesa de gracia para Israel desde Babilonia! Era otra forma de expresar la promesa de la "nueva alianza" de Dios como se dijo anteriormente (Jer. 31: 31-34; también ver Eze. 36: 26-28). Tal promesa fue de vital importancia para el remanente de Israel que regresó de Babilonia, para "todos aquellos cuyos corazones despertó Dios" (Esdras 1: 5, NVI).

Pero estaba claro, sin embargo, que el cumplimiento inicial de la promesa sobre el regreso del resto no era la gloria completa del nuevo pacto. El Mesías personalmente tuvo que consumar esta nueva alianza rociando Su propia sangre sacrificial y el poder de Su gracia perdonadora y purificadora (ver Mateo 26: 26-28; Luc. 22:20).

El Nuevo Testamento enseña que la fe en Cristo hace posible cumplir la promesa de Jeremías de la anulación divina de la


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culpa de Israel que experimenta el Israel mesiánico. Podemos llamarlo cumplimiento escatológico. El tiempo del nuevo pacto llegó con Cristo. En él la alianza está presente. Con su advenimiento comenzaron los últimos días de los profetas de Israel (ver Hechos 2:16, 17 y Joel 2:28). Debido a que Cristo regresará como el Juez del mundo, la promesa de una consumación más gloriosa y apocalíptica de la nueva alianza permanece. El erudito del Antiguo Testamento Hans Walter Wolff expresó esta tensión entre los saludos presentes y futuros de la nueva alianza de Jeremías de la siguiente manera: “Por ahora y hasta el día del cumplimiento, seguimos siendo justos y pecadores simultáneamente…Nos permite comenzar de nuevo en la nueva alianza, en la tensión entre el cumplimiento en Jesús y consumación para con nosotros mismos, para la comunidad de Israel y para las naciones (Confrontation With Prophets [Philadelphia: Fortress Press, 1983], p. 61).

En resumen, la promesa de perdón de Dios a Israel fue inmediatamente efectiva en su éxodo de Babilonia, fue formalizada por la cruz y la resurrección de Cristo, y ahora se ofrece a todos los que creen en Cristo Jesús, aunque se cumplirá plena y plenamente solo en los últimos años. día, en la segunda venida de Cristo.

Podemos ver implicaciones tipológicas adicionales de la caída de Babilonia: como se señaló, Babilonia se derrumbó primero cuando (según la tradición histórica) el general persa Ciro desvió repentinamente el flujo del norte del Éufrates en el siglo XVI de Tishri (septiembre-octubre), una época en que el río estaba en su


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nivel más bajo, en un lago cercano para que sus soldados pudieran ingresar a Babilonia a través del lecho seco del río. El resultado fue la inesperada rendición de Babilonia en 539 a. C., sin ningún signo o manifestación apocalíptica. Sin embargo, este cumplimiento inicial funciona como una garantía renovada de la promesa de liberación con respecto a la era mesiánica.

En la época de los apóstoles, una nueva "Babilonia" en forma de César en Roma se opuso al señorío supremo de Cristo (véase 1 Pedro 5:13). La Revelación de Juan presenta la sorprendente novedad de que las iglesias se alejarían gradualmente de Cristo, tal como la antigua Jerusalén se había alejado de Yahvé. Y así como los profetas de Israel llamaron a Jerusalén "una ramera", Apocalipsis llama a la iglesia cristiana infiel prostituta (ver Eze. 16:15; Isa. 1:21; Apoc. 17: 1, 18).

La iglesia espiritual, o cuerpo de Cristo, por otro lado, nunca puede ser vencida. Los elegidos no serán engañados (Mateo 16:18; 24:24). La iglesia fiel, la mujer del Apocalipsis 12, se ve obligada a cortar los lazos de cualquier iglesia apóstata y opresiva, la prostituta de Apocalipsis 17, a través de un nuevo movimiento de éxodo para seguir a Cristo. En el "desierto", la Palabra de Dios la mantendrá viva y también lo protegerá del ataque de las aguas destructivas. “La mujer huyó al desierto, a un lugar que Dios le había preparado, para que pudiera ser mantenida allí durante mil doscientos sesenta días…A la mujer se le dieron las dos alas del gran águila, para que pudiera volar al lugar que había sido preparado para ella en el desierto, donde la sostendrían por un tiempo, tiempo y medio, fuera del alcance de


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la serpiente. Entonces la serpiente hizo que el agua fluyera de su boca como un río, para alcanzar a la mujer y arrastrarla con la corriente. Sin embargo, la tierra ayudó a la mujer abriendo la boca y tragando el río que el dragón había derramado de su boca (Apocalipsis 12: 6-16, NVI).

El clímax de la era cristiana, sin embargo, verá una guerra universal contra el pueblo remanente de Cristo. "El dragón se enojó con la mujer y fue a pelear con el el resto de su descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús "(versículo 17, RA). Esta guerra final y total se convertirá en "Armagedón" cuando Cristo venga a la escena.

Por qué cayó la antigua Babilonia

Para entender lo que dice la Biblia sobre la futura caída de Babilonia, tenemos que saber por qué se derrumbó la antigua Babilonia. La caída de la moderna Babilonia es presagiada y prefigurada en su tipo histórico. Sin embargo, malinterpretamos la tipología bíblica si asumimos que el tipo y el antitipo deben ser idénticos en términos étnicos y geográficos. En la tipología bíblica, los eventos antitípicos mesiánicos son siempre mayores que sus tipos hebreos. La correspondencia existe solo en puntos teológicos básicos; es decir, en las relaciones básicas del pacto con Yahweh y Su Cristo. Tanto David como Cristo fueron ungidos como reyes de Israel, pero la monarquía de Cristo es infinitamente mayor que la de David. El reino de David solo presagió el reino mesiánico de una manera pequeña y


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defectuosa. La monarquía de Cristo también será muy superior a la de Salomón en toda su gloria y sabiduría (ver Mateo 12:41, 42).

El tipo histórico funciona en la providencia de Dios como modelo nacional y local del juicio universal y la redención de Cristo. Lo mismo ocurre con el colapso político-militar de la antigua ciudad de Babilonia y la posterior liberación de Israel. Esto requiere un análisis cuidadoso de por qué cayó Babilonia y cómo fue subvertida porque los eventos históricos tienen algunas características esenciales con respecto al Armagedón.

¿Por qué la antigua Babilonia fue sentenciada a caer por el juicio de Dios en las profecías de Isaías, Jeremías y Daniel? Dieron razones tales como: oposición a Yahweh y continua opresión de Israel, su pueblo del pacto, hasta que Babilonia alcanzó el límite de la prueba divina: “Te puse una trampa, oh Babilonia, y fuiste atrapada antes de que me diera cuenta; fuiste encontrada y capturada porque te oponías al Señor. ... Escuche a los fugitivos y refugiados que vienen de Babilonia, declarando en Sion cómo el Señor nuestro Dios se ha vengado, como él se ha vengado de su templo. ... Devuélvele de acuerdo a sus hechos; haz con ella todo lo que hizo. Porque ella desafió al Señor, el Santo de Israel. ... Así dice el Señor de los ejércitos: "El pueblo de Israel está siendo oprimido, y también el pueblo de Judá. Todos sus captores los arrestan por la fuerza, se niegan a dejarlos ir. Sin embargo, su Redentor es fuerte; Señor de los ejércitos es tu nombre. Él mismo defenderá su causa y traerá descanso a la


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tierra, pero inquietud a los que viven en Babilonia (Jer. 50: 24-34, NVI).

No hay duda de por qué el veredicto de Dios condenó a Babilonia. Babilonia se había exaltado religiosa y políticamente contra Dios y contra su pueblo del pacto. Ella deportó a Israel al exilio y destruyó el Templo de Dios y sus sagrados servicios de adoración. La ciudad llegó al punto de no retorno cuando Belsasar, bajo ebriedad, ordenó que los vasos sagrados del Templo de Jerusalén fueran utilizada en su banquete real y orgía blasfema (ver Dan. 5: 1-4). En este punto se hizo realidad que "su juicio llega al cielo, se eleva tan alto como las nubes" (Jer. 51: 9, NVI). "De repente, aparecieron dedos humanos y comenzaron a escribir en el yeso de la pared, en la parte más iluminada del palacio real", las misteriosas palabras, "MENE, MENE, TEQUEL, UPARSIM" (Dan. 5: 5, 25, NVI). Como en el desafío de Nabucodonosor (Dan. 4), ahora en el acto de Belsasar de insultar al Dios de Israel, es dramáticamente evidente que Yahweh es el Juez del opresor de Israel. La corte divina examinó el registro del malvado gobernador de Babilonia y llegó a un veredicto. Solo Daniel podía interpretar los misteriosos signos del rey aterrorizado: "Tequel: Te pesaron en la balanza y te encontraste falto ... Tu reino fue dividido y entregado a los medos y los persas" (Dan. 5:27, 28, NVI). Yahvé no tardó en cumplir el veredicto babilónico. "Esa misma noche fue asesinado Belsasar, rey de los babilonios" (versículo 30, NVI). La Babilonia apocalíptica caerá por la misma razón religiosa: auto exaltación sobre la autoridad de Cristo y condena de los verdaderos


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seguidores del Señor Jesús y su adoración en el santuario de Dios.

El camino de la caída de Babilonia

Pocos expositores de la profecía prestan atención a la forma precisa en que Babilonia cayó según la profecía. Sin embargo, Elena de White menciona que "los profetas hebreos habían hablado claramente sobre la forma en que Babilonia debería caer". Los medos y los persas, que habían desviado al Éufrates de su lecho, marchaban hacia el corazón de la ciudad sin vigilancia". (E. G. White, Profetas y reyes, p. 531).

Esta notable caída de Babilonia por la desviación repentina de la cascada del Éufrates, registrada por los antiguos historiadores Jenofonte y Heródoto, fue aludida en las Escrituras proféticas mucho antes de que naciera Ciro. El profeta Jeremías había indicado la naturaleza de la derrota de la ciudad de Babilonia. "Ustedes que viven [habitan, RA] entre muchas aguas y son ricos en tesoros, ha llegado su fin, el tiempo para que sean eliminados" (Jer. 51:13, NVI). "Secaré tu mar y agotaré tus fuentes" (versículo 36, NVI). "¡Una espada contra sus aguas! Se secarán" (Jer. 50:38, NVI).

Isaías fue más detallado en su descripción de la parte de Yahweh en la caída de Babilonia cuando dijo: “Quien dice a las profundidades acuáticas: sécate, y yo secaré tus corrientes, quien dice acerca de Ciro: Él es mi pastor, y hará lo que me plazca; él


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dirá de Jerusalén: 'Reconstruyete', y del templo: Sé fundado” (Isaías 44:27, 28, NVI).

El famoso Cilindro de Ciro, un documento cuneiforme encontrado en las ruinas de Babilonia, ahora en el Museo Británico, confirma la repentina conquista de Babilonia por parte de Ciro en el 539 a. C. Declara: "Sin ninguna batalla, él [Marduk] lo convirtió [Ciro] en su ciudad de Babilonia, salvando a Babilonia de cualquier calamidad"(J.B.Pritchard, ed., Ancient Near Eastern Eastern Texts, 3a ed. [Princeton, N. J .: Princeton University Press, 1969], pág. 315).

La forma en que cayó Babilonia se puede ver como un cumplimiento literal de la profecía. "En la inesperada penetración del ejército del conquistador persa en el corazón de la capital de Babilonia, a través del canal del río cuyas aguas habían sido desviadas; en su entrada a través de las puertas interiores que habían sido dejadas descuidadamente abiertas y sin tripulación, los judíos tenían abundantes pruebas de cumplimiento de la profecía de Isaías sobre la subversión repentina de sus opresores "(White, Prophets and Kings, p. 552).

Podemos notar especialmente el estrecho vínculo entre la predicción de Isaías del secamiento del Éufrates y la consiguiente caída de Babilonia. El secamiento del Éufrates allanó el camino para la entrada de Ciro a Babilonia para hacerse cargo de su gobierno mundial. Dios abriría las puertas "delante de él [Ciro], para que … no estén cerradas: iré delante de ti y aplanaré montañas ... Por amor de mi siervo Jacob, de mi


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Israel elegido, lo invoco por su nombre y te concedo un título de honor, aunque no me reconoces "(Isa. 45: 2-4, NVI).

El Dios de Israel le dio a Ciro los honorables títulos de "ungido" y "mi pastor" (Isa. 45: 1; 44:28), títulos que claramente sugieren que la subversión militar y la liberación de Ciro fueron tipos de una guerra santa de Cristo contra la Babilonia apocalíptica. "Al subvertir a Babilonia y liberar a los judíos, Ciro hizo por el Israel literal lo que Cristo hará por todos sus elegidos en el derrocamiento de la mística Babilonia y la liberación de su pueblo de su dominio" (Ap. 18: 2-4, 20; 19: 1, 2) "(The SDA Bible Commentary [Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1953-1957], vol. 4, p. 265).

Tal tipología apocalíptica solo se puede discernir cuando primero reconstruimos el contexto histórico del tipo del Antiguo Testamento. Entonces podemos comprender el significado del futuro antitipo extendiendo los puntos religiosos básicos del tipo hebreo al antitipo cristiano, la iglesia espiritual de Cristo y sus opresores.

Armagedón: La Babilonia Apocalíptica Destruida

Si el nombre de Babilonia simboliza al enemigo de Dios y de Cristo (Apocalipsis 14: 8; 17: 4, 5; 18: 2), entonces es precisamente por esta razón que podemos ver a los cristianos fieles como el Israel de Dios. La Escritura llama Armagedón al resultado final de este conflicto entre la Babilonia universal y el


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Israel universal, y denota la destrucción de Babilonia como la montaña de la muerte (Apocalipsis 16: 16-21; ver más abajo).

Los exégetas han observado que la descripción de la sexta plaga, el repentino secamiento del gran río Eufrates (versículo 12), solo anuncia la preparación de poderes políticos para la verdadera batalla de Armagedón. La colisión del Armagedón entonces esperaríamos que ocurriera durante la séptima plaga. Pero todo lo que escuchamos sobre la plaga final es que Babilonia la Grande se derrumba y es destruida (versículo 19). El Armagedón y la destrucción de la Babilonia universal son, por lo tanto, idénticos. Podemos reconocer en la unidad de la sexta y séptima plaga dos fases sucesivas del evento del Armagedón: el secamiento preliminar del gran río Eufrates y la posterior caída de Babilonia la grande. “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y sus aguas se secaron para poder preparar el camino para los reyes del oriente. ... El séptimo ángel vertió su copa en el aire, y del santuario vino una voz fuerte desde el trono, diciendo: "¡Consumado es!" ... La gran ciudad se dividió en tres partes, y las ciudades de las naciones se desmoronaron (versículos 12-19, NVI).

A riesgo de ser redundante, nos gustaría que el lector considere nuevamente la estructura teológica de un tipo hebreo y su antitipo cristiano correspondiente. La autoridad del Nuevo Testamento establece el vínculo providencial entre un tipo del Antiguo Testamento y su antitipo del Nuevo Testamento. La tipología cristiana se puede resumir de la siguiente manera:


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La tipología es la teología del progreso de los actos salvíficos de Dios a través de Jesucristo. Se basa en la suposición bíblica de que Dios siempre actúa de acuerdo con los principios inmutables de su naturaleza santa y su voluntad (Núm. 23:19; Mal. 3: 6). En el Nuevo Testamento, la tipología se caracteriza por la correspondencia histórica y teológica entre el tipo y el antitipo. La correlación teológica consiste en el hecho de que los tipos del Antiguo Testamento están determinados teológicamente por su relación específica con Yahweh, el Dios de Israel, mientras que todos los antitipos del Nuevo Testamento están calificados por su relación con Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Debido a que la comunión del pacto con Dios se establece solo a través de Cristo, toda la tipología del Nuevo Testamento converge y culmina en Cristo. Debido a que Él cumple y completa la historia de salvación del Antiguo Testamento, la tipología del Nuevo Testamento se origina, centra y termina en Cristo. Este enfoque cristológico y la perspectiva escatológica distinguen la tipología de cualquier situación paralela accidental. (LaRondelle, El Israel de Dios en la Profecía, pp. 44, 45).

Los estudiantes de la Biblia generalmente están de acuerdo en que debemos entender el juicio de Dios sobre las últimas siete plagas en Apocalipsis 16-19 desde la perspectiva de los juicios de Dios sobre Egipto y Babilonia. La primera pregunta, entonces, es: ¿cuáles son los puntos teológicos básicos del juicio de Dios sobre Egipto y Babilonia como enemigos de Israel? ¿Y cómo


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deberíamos aplicarlos de forma cristocéntrica para la futura caída de Babilonia o Armagedón?

La correspondencia básica entre el propósito de Dios con las diez plagas en Egipto y las siete plagas en la Babilonia apocalíptica parece obvia: la salvación del pueblo de Dios y el juicio de sus opresores político-religiosos. La nueva responsabilidad del pueblo de Dios hoy es que tiene que huir de Babilonia antes de que sus plagas sean derramadas del cielo: “¡Sal de ella [de Babilonia], pueblo mío, para que no compartas tus pecados, de modo que las plagas que caerán sobre ella no te alcancen! Porque los pecados de Babilonia se han acumulado hasta el cielo, y Dios ha recordado sus crímenes (Ap. 18: 4, 5, NVI).

El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era el pueblo de Yahweh (ver Jer. 51:45), pero en Apocalipsis son el pueblo de Cristo (Apocalipsis 17: 6), el pueblo de Dios del nuevo pacto. Esta transformación cristológica de Israel de Dios es el eje teológico en torno al cual gira todo el simbolismo apocalíptico. Los seguidores del Cordero de Dios huirán de Babilonia para afirmarse en el Monte Sión (Apoc. 14: 1).

La aplicación cristocéntrica se desarrolla así orgánicamente en la aplicación centralizada en la iglesia, la llamada interpretación eclesiológica. Como Yahweh y el étnico Israel se unieron como socios de alianza contra el antiguo Egipto y Babilonia, ahora Cristo y Su cuerpo universal en la Tierra están unidos contra la Babilonia moderna. Para determinar quién es el Israel de Dios y


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quién es Babilonia hoy, primero debemos establecer el carácter teológico de cada participante en la trama de la caída de la antigua Babilonia.

Babilonia: funcionó como el enemigo de Yahweh y el opresor de Israel.

• Eufrates: como parte integral de Babilonia, sostenía la capital como un muro protector, por lo que era igualmente hostil a Israel.

• Secamiento del Éufrates: como el juicio de Yahweh sobre Babilonia, que causó la caída repentina y funcionó como el inicio de la liberación de Israel.

• Ciro como general de los reyes medos y persas: Yahvé "ungió" a Ciro para derrotar a Babilonia y liberar a Israel. Ciro y los reyes del este fueron, por lo tanto, los enemigos de Babilonia y los libertadores de Israel.

• Daniel e Israel en Babilonia: fueroan el pueblo arrepentido de Dios, el remanente fiel de Israel.

Estas características religiosas son los puntos teológicos básicos de la caída de Babilonia del Antiguo Testamento. En Apocalipsis, sin embargo, Babilonia representa el enemigo mortal de Cristo y su Israel. El libro de Apocalipsis ahora ve a Babilonia e Israel como universalmente presentes en el mundo. El llamado del evangelio va "a cada nación, tribu, idioma y pueblo" (Apoc. 14: 6), un énfasis cuádruple que claramente acentúa su alcance universal. El próximo anuncio de que cayó "Babilonia la Grande" se basa en el hecho de que "hizo que todas


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las naciones bebieran el vino de la furia de su fornicación". (versículo 8). El mundo entero finalmente está bajo su hechizo (Apocalipsis 13: 3, 4, 7).

En armonía con la presencia universal de Babilonia, la Inspiración también le da al río de Babilonia, el Éufrates, una aplicación explícitamente universal: "Las aguas que viste, donde está sentada la prostituta, son pueblos, multitudes, naciones e idiomas" (Apoc. 17:15, NVI). Aquellos que insisten en que el Éufrates represente solo a aquellos que viven en la ubicación geográfica actual del Éufrates deben seguir la misma interpretación que "Babilonia". Sin embargo, no aplican el marco teológico de la tipología bíblica.

El libro de Daniel contiene la obra maestra profética de la extensión mundial de todos los eventos de los últimos tiempos en el Apocalipsis de Juan. La fórmula que enfatiza el cumplimiento universal en Apocalipsis: "cada tribu, idioma, pueblo y nación" (Apo. 5: 9; cf. 7: 9; 10:11; 11: 9; 13: 7; 14: 6; 17 : 15) - se encuentra básicamente en el libro de Daniel con su indiscutible alcance universal de cumplimiento (Dan. 3: 4, 7; 4: 1; 5:19; 7:14; G.K. Beale, "La influencia de Daniel sobre la estructura y Teología del Apocalipsis de Juan, "Journal of the Evangelical Theological Society 27, No. 4 [diciembre de 1984]: 413-423). Juan repite intencionalmente esta fórmula de Daniel en varias declaraciones de los eventos finales para evitar el error del literalismo étnico o geográfico en su terminología e imagen del Antiguo Testamento. La interpretación del ángel del Éufrates en Apocalipsis 17:15 nos protege contra el literalismo


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geográfico y nos evita una recaída en cualquier aplicación del Medio Oriente.

El Antiguo Testamento menciona el Éufrates como el límite norte de la tierra que Dios le prometió a Israel (Génesis 15:18; Deuteronomio 1: 7). Además de esta enorme corriente, llamada el "mar" de Babilonia en Jeremías 51:36, vivieron los enemigos mortales de Israel, Asiria y Babilonia. Cuando Asiria atacó a Israel, Isaías retrató dramáticamente la invasión en términos poéticos como la avalancha de un Éufrates desbordante que inundó todo Judá y amenazó con abrumar al remanente de Israel en Jerusalén (véase Isaías 8: 7, 8). Solo la intervención divina del ángel de Yahweh expuso el "secado repentino" de las "aguas" salvajes del Éufrates (ver Isa. 37:36).

Cada vez que Dios literalmente secaba un mar o un río, representaba constantemente un juicio divino sobre los enemigos de su pueblo. El secado apocalíptico del río Babilónico, por lo tanto, sugiere el juicio final de Dios sobre Babilonia (Ap. 16:12). En realidad, este juicio ocurrirá cuando las multitudes civiles de todas las naciones de repente se den cuenta de que Dios pesó y condenó a la religiosa Babilonia. Luego, retirarán inmediatamente su sumisión, incluso invirtiendo su apoyo una vez leal en un odio tan activo que destruirá completamente a Babilonia. Esta disolución de Babilonia parece ser la esencia de Apocalipsis 17, porque se convierte en el clímax de la reversión repentina de una unión leal (versículos 1, 2) a un odio mortal entre los seguidores de Babilonia y los líderes religiosos. "La bestia y los diez cuernos


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que viste odiarán a la prostituta. La llevarán a la ruina y la dejarán desnuda, comerán su carne y la destruirán con fuego" (versículo 16, NVI).

El significado de esta revelación divina para el cristianismo está más allá de la creencia. Lo entendemos más plenamente teniendo en cuenta su correspondencia con la antigua Jerusalén. Justo antes de que Nabucodonosor destruyera la Ciudad Santa (en 586 A. C.), el profeta Ezequiel explicó la razón por la cual tal juicio había sido el veredicto de Yahweh: “Pero tú [Jerusalén] confiaste en tu belleza y usaste tu fama para convertirte en una prostituta. Le concediste tus favores a todos los que pasaban, y tu belleza se convirtió en la suya. ... "¡Tú, mujer adúltera! ¡Prefieres extraños a tu propio marido! ... ¡Por lo tanto, prostituta, escucha la palabra del Señor! Así dice el Soberano, el Señor: Porque has malgastado tu riqueza y expuesto tu desnudez en promiscuidad con tus amantes, a causa de todos tus ídolos detestables, y la sangre de tus hijos que se les ha dado, por esta razón reuniré a todos tus amantes, con quienes has encontrado tanto placer, tanto a los que amabas como a los que odiaste. Los reuniré contra ti por todos lados y te dejaré desnuda frente a ellos, y verán toda tu desnudez ... Luego te entregaré a tus amantes, y destrozarán tus colinas y destruirán tus santuarios, te arrancarán la ropa, recogerán tus joyas finas y te dejarán desnuda como castigo a la vista de muchas mujeres. ... Así dice el Soberano, el Señor: Te trataré como te mereces, porque has ignorado mi juramento al romper el pacto (Ezequiel 16: 15-59, NVI).


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El sentimiento de Dios sobre la antigua Jerusalén aparentemente sirve como modelo para su veredicto sobre la moderna Babilonia. El hecho de que el antiguo Israel se haya convertido en una prostituta ante Dios en su culto religioso pone de manifiesto la sorprendente posibilidad de que la iglesia, formalmente cristiana en su culto y relaciones políticas, se convierta en una apóstata religiosa que persiga incluso a los fieles. Ezequiel 16 y Apocalipsis 17 enfatizan el mismo juicio de Dios sobre la esposa infiel, sus propios amantes políticos anteriores que la destruyeron. Cómo Jerusalén fue expuesta a su vergüenza (la "desnudez" simboliza la culpa ante Dios) y las mismas naciones en las que depositó su confianza a través de los impíos alias que la llevaron a la ruina (Eze. 16: 26-28), entonces un cristianismo caído sufrirá el mismo destino y será expuesto como "desnudo" y arruinado por sus propias multitudes confiadas al final de la era cristiana (Apoc. 17:15, 16). Además, como en Israel, la hija de un sacerdote que se había convertido en prostituta era condenada "a ser quemada en el fuego" (Lev. 21: 9), la corporación cristiana prostituida será quemada "a fuego" (Apoc. 17: 16, 17). Podemos explicar el juicio de Dios en Apocalipsis 17 de la siguiente manera: "El lado político de la coalición político-religiosa universal ... se convierte en un instrumento en las manos de Dios para llevar a cabo la sentencia contra el lado religioso de la unión" (Comentario ASD, vol. 7, p. 859).

Surge la pregunta: ¿qué conducirá exactamente a los poderes políticos y a las multitudes a transformar su unión con Babilonia


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tan abruptamente como para derivar en un odio total y en venganza retributiva? Parece que solo una revelación especial e impactante de Dios a las naciones tendría tal impacto. Debe llegar a ellos justo antes de la sexta plaga, y bien podría suceder durante la quinta plaga: "El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, cuyo reino estaba en la oscuridad" (Apocalipsis 16:10, NVI). "Oscuridad" no puede significar una condición espiritual repentina, porque el reino de Babilonia siempre ha sido espiritualmente oscuro. Esta oscuridad universal en la Tierra es el resultado de un juicio divino presagiado en una antigua plaga en Egipto. Moisés trajo "oscuridad total" sobre todo Egipto durante tres días. " Sin embargo, todos los israelitas tenían luz en los lugares donde vivían" (Ex. 10:23, NVI).

Existe correspondencia entre ambos juicios de oscuridad, podemos esperar nuevamente una señal visible de la luz protectora de Dios para su verdadero pueblo del pacto. Tal señal de la fidelidad del pacto de Dios convencerá a los perseguidores engañados acerca de a quienes pertenecen los verdaderos adoradores del Dios vivo y llevará a las multitudes enojadas a retirar repentinamente su sumisión de Babilonia y destruirla por completo. Así se cumplirá el propósito de Dios (Ap. 17:17). Elena de White describió el drama de los eventos de las últimas tres plagas en la moderna Babilonia de la siguiente manera: “Con gritos de triunfo, burlas y maldiciones, multitudes de hombres malvados están a punto de caer sobre sus presas, cuando, he aquí, una densa negrura, más intensa que la oscuridad de la noche, cae sobre la Tierra. Entonces el arco iris,


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que brilla con la gloria del trono de Dios, cruza los cielos y parece rodear a cada grupo en oración. Las multitudes enojadas de repente se detienen. Sus gritos de burla son silenciados. …Con terribles presentimientos contemplan el símbolo de la alianza de Dios, anhelando ser protegidos por su inigualable resplandor (E. G. White. The Great Controversy, páginas 635, 636).

En resumen, Apocalipsis 16 y 17 retratan el Armagedón como la destrucción total de la Babilonia universal. Esta es la esencia teológica del Armagedón. La pregunta entonces es realmente: ¿Qué significa Babilonia la Grande? La respuesta a Apocalipsis 17 es básicamente que Babilonia denota la unión ilegal de la religión apóstata y el gobierno político.

Entonces, la moderna Babilonia surge de una alianza de liderazgo religioso o eclesiástico y gobierno político. El resultado inevitable es la promulgación de leyes que obligan a ciertas tradiciones religiosas a todos los ciudadanos, independientemente de sus convicciones de conciencia. El punto crítico de tal totalitarismo ocurrirá cuando la sociedad prohíba adorar como deben a los verdaderos seguidores de Cristo y los amenace con la extinción. Sus clamores al cielo por salvación en la hora de emergencia no serán desoídos por el Pastor del rebaño, el Maestro del universo. El juicio de las plagas finales provoca la disolución repentina de Babilonia, seguida de la liberación inmediata de Israel de Dios.


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Ahora podemos hacernos la pregunta: ¿cómo se puede imaginar una salvación tan grande en los últimos tiempos? Ese es el tema de nuestro próximo capítulo.


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La idea de una salvación final de los seguidores de Cristo por intervención divina en los asuntos humanos tiene sus raíces en la antigua historia de Israel de la "guerra" de Yahweh y la perspectiva profética de Israel en el Día de Yahweh.

El antiguo Israel nunca concibió a Dios como un Ser que vivía en soledad en los cielos. El profeta Miqueas vio a Yahvé "sentado en su trono, con todo el ejército del cielo a su alrededor, a su derecha y a su izquierda" (1 Reyes 22:19). Como Creador del cielo y de la tierra, estaba rodeado de miríadas de santos ángeles y querubines que constituían Su ejército divino o ejército de guerreros victoriosos (Joel 2:11; Sal. 80: 1; 103: 20; 148: 2: Zac. 14: 5).

De especial importancia a este respecto es el título de Dios Yahweh Sabaoth, a menudo encontrado en los Salmos y traducido como "el Señor de los ejércitos" (en RA, RC, NVI) o "el Señor Todopoderoso" (en Nueva Versión Internacional) ( ver Sal. 24:10; 46: 7, 11; 48: 8; 69: 6; 84: 1, 3, 12.) A esto podemos agregar la designación mayor de "Yahweh Dios de Sabaoth", traducido como "SEÑOR Dios de los ejércitos" y "SEÑOR Dios todopoderoso" (Sal. 59: 5; 80: 4, 7, 14, 19; 84: 8; 89: 8). El término hebreo para "anfitrión" (saba) es idéntico a "ejército". David indicó por título que Yahvé era "el Dios de los ejércitos de Israel" (1 Sam. 17:45) y el comandante de "sus huestes celestiales", sus poderosos ángeles (Salmo 103: 20, 21).


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Moisés alabó a Yahweh porque marchó victoriosamente del monte Sinaí con Israel "con miríadas de santos" (Deut. 33: 2; cf. Gá. 3:19). Débora se refirió a esta teofanía histórica como la seguridad del nuevo acto de liberación de Yahweh de los reyes hostiles de Canaán (Jueces 5: 4, 5, 19, 20). David también recordaba con orgullo la marcha triunfal de Yahweh en el Salmo 68: 7-10. Él enfatizó que muchos miles de ángeles guerreros acompañaron a Dios. "Los carros de Dios son innumerables, hay miles de miles; en ellos, el Señor vino del Sinaí a su Lugar Santo. Cuando ascendiste triunfante en las alturas, Señor Dios, tomaste cautivos a muchos prisioneros" (Sal. 68:17, 18, NVI).

Moisés y David describieron al Dios de Israel como el caballero celestial que cabalga sobre las nubes, que viene a salvar a su pueblo cuando en su angustia lo invocan (Deut. 33:26; Sal. 68: 4, 33). En sus canciones de adoración, Israel confiaba en la certeza inspirada: "El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los libra" (Salmo 34: 7). David retrató la respuesta actual de Dios a sus gritos de ayuda en la imagen semipoética de una teofanía: “Abrió los cielos y bajó; nubes oscuras estaban bajo sus pies. Montó un querubín y voló, deslizándose sobre las alas del viento. Hizo de la oscuridad su escondite, las nubes oscuras, llenas de agua, el refugio que lo rodeaba. Con el brillo de su presencia las nubes se rompieron en granizo y relámpagos, cuando el Señor tronó desde el cielo, y la voz del Altísimo resonó. Disparó sus flechas y dispersó a mis enemigos, con sus rayos los derrotó” (Sal. 18: 9-14, NVI).


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El profeta Habacuc también se refirió a Yahweh como el guerrero liberador de Israel en una representación fascinante de la salvación divina. Su elaborada descripción de Yahweh como un guerrero cósmico tomó prestadas algunas características del mundo religioso contemporáneo para resaltar la superioridad de Yahweh. “¿Es contra los ríos, Yahweh, que se enciende tu ira o tu furia contra el mar, para que cabalgues tus caballos, tus carros victoriosos? Desnudas tu arco, llenas tu arco con flechas. Cavas la tierra con torrentes; Cuando te veo las montañas tiemblan; pasa una tromba, el abismo hace oír su voz, levanta las manos. El sol y la luna permanecen en tu morada, a la luz de los rayos de tu lanza. Con ira viajas por la tierra, con ira pisoteas las naciones. Saliste a salvar a tu gente, Para salvar a tu ungido; destrozaste el techo de la casa de los impíos, quitando los cimientos hasta la roca. Apuñalaste al jefe de sus guerreros con tus dardos, que se reunieron para dispersarnos con gritos de alegría, como si fueran a devorar a un desgraciado en un lugar escondido. ¡Pisoteaste el mar con tus caballos, el torbellino de grandes aguas!” (Hab. 3: 8-15, BJ).

En su poema litúrgico, Habacuc comienza a recordar la antigua reputación de Dios por el éxodo histórico de Israel desde Egipto. Como resultado, le pide a Dios que ahora restaure sus actos de liberación a Jerusalén. "Haz lo mismo otra vez en nuestro tiempo ...; en tu ira, recuerda la misericordia" (versículo 2, NVI). Anticipando una respuesta positiva a su súplica, anticipa la llegada de una impresionante teofanía en la que Yahweh llega con majestuoso esplendor para liberar a sus


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oprimidos y castigar a sus opresores (versículos 3-7). Después de describir la aparición de Yahweh como un guerrero divino, Habacuc describe ampliamente el acto de liberación (versículos 8-15; ver texto arriba). Esta sección comienza con la pregunta retórica de si Yahweh dirigió su acto punitivo solo contra el mar caótico y los ríos (versículo 8), un eco de los antiguos conceptos cananeos, cuando montaba sus caballos y sus "carros victoriosos". El profeta responde que Dios vino a salvar a su pueblo y a su ungido, y de repente aplastó al líder impío de la tierra (versículo 13). Es significativa la forma en que Habacuc expresa la victoria de Yahweh: "Con tus propias flechas disparaste por su cabeza, cuando sus guerreros salieron como un huracán para esparcirnos" (versículo 14, NVI). La descripción no es mitología pagana ni poesía abstracta. Yahweh se dio a conocer en la historia de Israel como el Dios del Éxodo, como el Dios del Sinaí, como el capitán de los ejércitos del cielo que conquistó Canaâ. El profeta construye su teología y su esperanza para la nueva liberación de Israel en la historia, sobre eventos reales en el pasado de Israel.

Donald E. Gowan aplicó esta lección a los cristianos de hoy. "Conocemos a Dios por lo que hizo, y sobre esa base creemos en lo que hará en el futuro" (El triunfo de la fe en Habacuc [Atlanta: John Knox Press, 1976], p. 82). Parece que Habacuc en su referencia a "carros victoriosos" o "carros de salvación" (NASB, NKJV) tomó prestado directamente del salmo de David del famoso guerrero (Sal. 68). Herman Gunkel incluso llamó a


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este famoso salmo "un himno escatológico" sobre el éxodo de Israel desde el tiempo del fin.

Curiosamente, algunos exégetas judíos, como Rashi, vieron en el Salmo 68 una referencia a la próxima era mesiánica, una opinión compartida por el apóstol Pablo en Efesios 4: 8. El erudito judío Umberto Cassuto prefiere ver el Salmo 68 como una oración urgente de David, similar a la de Habacuc 3, que ofreció durante un momento de grave peligro para Israel, "Es tanto una oración como una expresión de fe "(Estudios Bíblicos y Orientales [Jerusalén: The Magnes Press, The Hebrew University, 1973], Vol. I, p. 279). Él interpreta "los carros de Dios" del Salmo 68:17 como "los carros de los ángeles que acompañan la gloria de la Prisión Divina que viene del Sinaí para vivir en el Monte Siao" (ibid., P. 265). La versión también tradujo: "Los carros de Dios son veinte mil, incluso miles de ángeles: el Señor está entre ellos, como en el Sinaí, en el lugar santo".

El Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día señala que la traducción "ángeles" en este texto es una conjetura y que la frase probablemente debería traducirse, según un equivalente ugarítico, como "guerreros", que significa "los guerreros de Dios" (vol. 3, p. 791).

Los cumplimientos históricos definidos del salmo inspirado aparecen en el ministerio del profeta Eliseo. El ejército arameo había rodeado la ciudad de Dotán para capturarlo, porque había informado al rey de Israel de la guerra secreta planeada por el


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rey de Siria. Una mañana, el sirviente de Eliseo descubrió para su sorpresa que "una tropa con caballos y carros" había asediado a Dotán. Sin embargo, el profeta le aseguró: "No tengas miedo. Los que están con nosotros son más numerosos que ellos" (2 Reyes 6:16, NVI). Eliseo no quiso decir que el ejército de Israel era más grande que el de Siria. Él oró para que Dios permitiera a su siervo ver el ejército celestial de Yahweh. "Entonces el Señor le abrió los ojos, y miró y vio las colinas llenas de caballos y carros alrededor de Eliseo" (versículo 17). Los carros de salvación de Dios y sus ejércitos celestiales eran una realidad invisible.

En otra ocasión, durante el asedio de Samaria por Siria, el ejército angelical de Yahweh intervino aún más espectacularmente. Cuando la crisis de Israel se volvió crítica, cuatro leprosos decidieron un día que su única esperanza de supervivencia sería abandonar el campamento sirio. Al llegar al campamento enemigo, ¡no encontraron a nadie allí! Luego descubrieron un hecho asombroso. “Porque el Señor había hecho que los arameos oyeran el ruido de un gran ejército con caballos y carros de guerra, por lo que se dijeron unos a otros: 'El rey de Israel contrató a los reyes de los hititas y los egipcios para atacarnos!' Entonces para salvar su vida, huyeron al anochecer, abandonando carpas, caballos y asnos, dejando el campamento como estaba ”(2 Reyes 7: 6, 7, NVI).

Eliseo experimentó la intervención salvadora de los carros de salvación de Yahweh cuando "he aquí, un carro de fuego, con caballos de fuego, los separó el uno del otro; y Elías se arremolinó hacia el cielo". (2 Reyes 2:11, RA). El grito de Eliseo:


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"¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y sus jinetes!" (versículo 12), era "una referencia clara a los miembros del ejército divino que luchaban por Israel" (P.D. Miller, Jr., "El Consejo Divino y el llamado profético a la guerra", Vetus Testamentum 18 [1968]: 107). El reconfortante mensaje de esperanza en todas estas historias bíblicas es que el Dios de Israel no solo hizo esto sino que prometió que enviará sus carros de salvación a su pueblo durante el Armagedón.

Fin desde el Oriente Cósmico

No podemos entender el Armagedón al máximo si vemos la caída de Babilonia del tiempo del fin como un fin en sí mismo. El colapso de Babilonia tiene un propósito mayor: "que el camino esté preparado para los reyes que vienen del oriente" (Apoc. 16:12, NVI). Para entender el significado teológico de esta última oración, necesitamos mirar nuevamente su origen hebreo y la caída de la antigua Babilonia. Tanto Isaías como Jeremías predijeron que los reyes que vinieron del oriente derrocarían a Babilonia. Isaías consoló al Israel exiliado en Babilonia con la buena noticia de que Yahvé ya había incitado a un libertador del oriente, a quien el Dios de Israel había designado como rey sobre muchas naciones: “¿Quién ha despertado al que viene del oriente, y lo ha llamado a su servicio, entregándole naciones y sometiendo reyes antes que él?... Yo, el Señor, que soy el primero y que soy yo mismo el último. Desperté a un hombre, y del norte viene; desde la primavera proclamará mi nombre. Desde el principio le dije a


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Sión: "Mira, estas cosas están sucediendo!...A Jerusalén le daré un mensajero de buenas noticias. Desde el este llamé un ave de rapiña; de una tierra muy lejana, un hombre para cumplir mi propósito… Otorgaré la salvación a Sión, mi esplendor a Israel. (Isaías 41: 2-4, 25-27; 46: 11-13, NVI).

Es un hecho notable que las predicciones de Isaías sobre la conquista de Ciro de Persia están unidas a las profecías mesiánicas (Isaías 42: 1-7). El profeta compara a Ciro con un Redentor mayor, el Siervo de Yahvé que sería "una luz para los gentiles, para abrir los ojos de los ciegos, para liberar a los cautivos de la prisión y para liberar el calabozo de los que habitan en la oscuridad" (versículos 6, 7) Lo que Ciro haría por el Israel nacional, en la esclavitud en Babilonia, el Mesías lo lograría alcanzando a todos los hijos de Dios que se sintieran en la oscuridad y la esclavitud en cualquier lugar. Una de las predicciones más reconfortantes para Israel fue la certeza de que Dios había llamado a un general del ejército persa para liberar a Israel de Babilonia. En su obra de liberación, Ciro sirvió como un tipo de la misión libertadora del Mesías: “Así dice el Señor a su ungido [mesías]: a Ciro, cuya mano derecha sostengo firmemente. Por el bien de mi siervo Jacob, mi Israel elegido, lo llamé por su nombre y le concedí un título de honor, aunque no me reconociera” (Isa. 45: 1-4, NVI). “Quien dice acerca de Ciro: “Él es mi pastor, y hará lo que yo quiera; él dirá sobre Jerusalén: "Sé reconstruida", y del templo: "cimenta tus bases" (Isaías 44:28, NVI).


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Isaías llama a Ciro el "ungido" de Yahweh, indicando que el guerrero oriental estará equipado con poder para cumplir una misión para Yahweh y su pueblo. El profeta describe al Mesías venidero en términos idénticos. "El Espíritu del Soberano, el Señor, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido para traer buenas nuevas a los pobres" (Isaías 61: 1). Aunque Ciro, cuyo nombre significa pastor, no adoraba al Dios de Israel, Yahweh lo eligió para ser "mi pastor". Debía servir a la causa de Dios: redimir a Israel de Babilonia, enviarlo de regreso para reconstruir Jerusalén y sentar las bases para un nuevo Templo.

Jeremías agrega a la profecía anterior de Isaías la mayor posición de que Dios traerá "contra Babilonia una coalición de grandes naciones del norte. Ellos tomarán una posición en contra de ella y la conquistarán" (Jer. 50: 9, NVI). "¡Miren! La gente viene del norte; una gran nación y muchos reyes se movilizan desde los confines de la tierra" (versículo 41).

“El Señor agitó el espíritu de los reyes de los medos, porque su propósito es destruir Babilonia…Prepara a las naciones para luchar contra ella” (Jer. 51:11 -28, NVI).

Una mirada al mapa de imperios rivales en la época de Jeremías muestra que el Reino Medo estaba ubicado principalmente al norte de Babilonia, mientras que Persia se extendía al este de Babilonia. Ciro vino de Persia y, por lo tanto, Yahvé pudo llamarlo "del este", "de una tierra muy distante" (Isa. 41: 2, 25; 46:11). Pero Ciro no marchó solo. Era el jefe de las fuerzas aliadas de los reyes de Media y Persia. Aunque venía del este,


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Ciro invadió Babilonia desde el norte. Su desviación de las aguas del Éufrates allanó el camino para que los reyes del oriente ingresaran a la capital y asumieran su gobierno mundial (cf. Dan. 5:28). Apocalipsis elige la liberación histórica de Israel de Babilonia por parte de Ciro como el tipo hebreo para la liberación de Cristo en el tiempo del fin (Apocalipsis 16:19).

La naturaleza tipológica de los juicios divinos en el Antiguo Testamento es ampliamente reconocida. Louis F. Were señala: "Era costumbre de los profetas guiados por el Espíritu emplear eventos locales y nacionales en una 'doble' aplicación que pinta los eventos mundiales en relación con el Mesías y su Iglesia" (La caída de Babilonia en Tipo y Antitipo, p. 64).

Jesús aplicó una doble aplicación en su predicción de la destrucción de Jerusalén y el mundo en Mateo 24. La unidad teológica del Antiguo y Nuevo Testamento tiene sus raíces en su conexión tipológica. El juicio de Dios sobre la moderna Babilonia en Apocalipsis es más que una analogía accidental con la subversión de Ciro de la antigua Babilonia. Cristo regresará como un rey celestial para consumar los tipos y profecías hebreas a escala universal y cósmica. No se levantará de ninguna ubicación geográfica, sino del trono de Dios. ¡Su aproximación a la Tierra es entonces del Oriente astronómico o cósmico!

Esta dimensión ya aparece en la visión de Ezequiel. Vio que "del camino del este, vino la gloria del Dios de Israel" y luego entró al templo "a través de la puerta que mira hacia el este" (Ezequiel 43: 2, 4, RA). Del mismo modo, Joäo observa en una visión a un


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ángel "que viene del Este [griego: heliou de apo anatoles], que lleva el sello del Dios viviente" (Apoc. 7: 2, NVI). Enviado por Dios, el ángel apocalíptico vendrá de la dirección de Dios. El ángel con el sello protector de Dios para los santos no se origina en ningún país oriental de la Tierra, sino que desciende del este cósmico. Del mismo modo, en el nacimiento de Cristo, los sabios de Babilonia vinieron a Belén diciendo: "Hemos visto tu estrella en el este [en tèi anatolèi]" (Mateo 2: 2).

En Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento (W.F. Arndt y F.W. Gingrich, eds. [Chicago: University of Chicago Press, 1957, p. 61]) se señala que el término anatole singular probablemente no es una expresión geográfica, como el plural anatolon en Mateo 2: 1, pero aquí es "más propiamente astronómico" (p. 61). También la descripción del advenimiento de Cristo en Luc. 1:78 señala hacia los cielos orientales: "el sol naciente [anatole] nos visitará desde". Los judíos describieron poéticamente al "Mesías de Yahweh" como "el sol naciente" (Strack-Billerbeck, Kommentar zum NT, II: 113). Cristo identifica a su iglesia como "la estrella brillante" (Apocalipsis 22:16). Usó una imagen cósmica para describir su regreso: "Entonces como un rayo que sale desde el este y se muestra incluso en el oeste, así vendrá el Hijo del Hombre" (Mateo 24:27, RA).

El colapso futuro de Babilonia es "para que se prepare el camino para los reyes del oriente [apo anatolès heliou, desde el nacimiento del sol]" (Apoc. 16:12). La dirección de la brújula "desde el este" es idéntica a la de Apocalipsis 7: 2, y por lo tanto


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apunta al Este cósmico o a la dirección de Dios en la procesión de los guerreros celestiales.

También es reveladora la frase "de esa manera…estad preparados"[Apoc. 16:12, NKJV], (hina hetoimasthei he hodos). Esta expresión comúnmente se refiere a la actividad redentora de Dios en la historia de la salvación, con un llamado implícito a la preparación y preparación del hombre (cf. Luc. 2:30, 31; 1 Cor. 2: 9; Rom. 9:23; Juan 14: 2, 3). Dios envió a Juan el Bautista a "preparar el camino para el Señor" para que la gente pudiera estar lista para recibir a Cristo (Mateo 3: 3; cf. Isaías 40: 3; Luc 1:17, 76). En su providencia, Dios también proporcionará la manera apropiada de prepararse para el glorioso regreso de Cristo a nuestro mundo para redimir a su pueblo oprimido. El repentino secamiento de las aguas del Éufrates y la posterior caída de Babilonia abre el camino para la venida del Señor como el rey legítimo, y sus ejércitos celestiales para tomar el mando del Planeta Tierra (Apocalipsis 19:14).

En palabras de C. Mervyn Maxwell, "el momento de la verdad" es "el momento en que millones y millones de personas en todo el mundo repentinamente se dan cuenta de la hipocresía de sus líderes espirituales y detestan al clero en quien han depositado su confianza", con el resultado inmediato de la retirada del "apoyo popular de los últimos tiempos al falso sistema religioso conocido como 'Babilonia'" (God Cares [Mountain View, California: Pacific Press Pub. Assn., 1985], vol. 2, pp. 442 443).


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Muchos expositores del libro de Apocalipsis identificaron a los "reyes de Oriente" en Apocalipsis 16:12 con Cristo y sus ejércitos celestiales en Apocalipsis 19: 11-16 y descubrieron con alegría el mensaje final de esperanza para la iglesia de Jesucristo de la época de final (para una revisión, ver el capítulo Louis F. Were, The Kings That Come From the Sunrising [Berrien Springs, Mich.: Primeras impresiones, 1983, cuarta reimpresión).

Aquellos que creen en Jesús como su Salvador personal y lo siguen en su estilo de vida como el divino Señor no tienen nada que temer en la oscuridad futura. "Para aquellos que temen mi nombre, el sol de la justicia se levantará, trayendo curación en sus alas" (Mal. 4: 2, RSV).

Algunos hicieron la pregunta: ¿Por qué el plural? ("reyes del Oriente"). Esto tiene la intención de describir el regreso de Cristo como el libertador de sus fieles. Maxwell sugiere que Apocalipsis 16:16, 17 implica que Cristo y Dios el Padre llegarán a la escena del Armagedón "como los 'reyes del oriente'" (God Cares, vol. 2, p. 443).

Debemos recordar que Apocalipsis 16 lleva a su fin dos plagas con la descripción hebrea de la caída de Babilonia perpretrada por Ciro y los "reyes de Oriente" para asegurar a la iglesia de Cristo la certeza de la caída babilónica del tiempo del fin. Segundo, Cristo causa la destrucción de la Babilonia apocalíptica en Apocalipsis en unión con Sus ejércitos celestiales. "Los ejércitos del cielo lo siguieron, vestidos de lino


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fino, blanco y puro, y montados en caballos blancos" (Apocalipsis 19:14).

Como comandante de las legiones angelicales del cielo, Cristo descenderá de los cielos orientales para hacer la guerra contra los "reyes de la tierra" unidos y sus ejércitos (versículo 19). Los "reyes de Oriente" aparecen así en oposición a los "reyes de la tierra", un contraste cósmico entre el cielo y la tierra. El resultado es una conclusión predeterminada, porque los ángeles de Dios exceden infinitamente a los reyes terrenales.

Acerca de la razón por la cual Apocalipsis 16:12 presenta a los ángeles como "reyes", los profetas de Israel utilizaron un vínculo similar cuando se dirigieron a los reyes hostiles de Babilonia y Tiro como símbolos, o representantes, de un ángel caído de Dios (véase Isaías 14: 4, 12; Ezequiel 28: 12-16). Parece muy apropiado que los ángeles no caídos de Dios se presenten como reyes guerreros celestiales que pelearán contra reyes de todo el mundo (Apocalipsis 19:14). También los "reyes de Oriente" funcionan simbólicamente como el antitipo de los primeros reyes de Oriente, bajo Ciro, los salvadores de Israel de Babilonia. Como antitipo, los futuros reyes del nacimiento del sol son mucho más grandes que su tipo del Antiguo Testamento. Los ángeles guerreros no son "reyes" en un sentido político terrenal. Vienen y montan "en caballos blancos" y visten de blanco, ¡como el mismo Cristo! Esto indica que Sus ángeles funcionan como Él: como las legiones de Dios bajo Cristo, como los ejércitos celestiales de Cristo, en una misión divina de rescate del planeta Tierra.


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El libro de Daniel había descubierto previamente que hay una guerra en curso entre los ángeles guardianes de varios reinos terrenales. Tales ángeles la Escritura clasifica como "príncipes" incluyendo a Miguel (Dan. 10:13. 20; 12: 1). Daniel llama a los príncipes príncipes victoriosos en el capítulo 8 como "el Príncipe del ejército" (Dan. 8:11). Cristo sugirió que los ángeles de Dios están organizados en unidades de batalla disciplinadas. "¿Crees que no puedo preguntarle a mi padre, y él no pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles?" (Mateo 26:53, NVI). A su regreso, todas las legiones, o formaciones de batalla, de santos ángeles acompañarán a Cristo (cf. 8:38). Si un ángel de Dios puede matar a 185000 soldados asirios en una sola noche (ver 2 Reyes 19:35), ¡qué poder invencible es simbolizado por todas las huestes de ángeles cuando vienen como guerreros poderosos de Yahweh! (Joel 3:11; Salmo 103: 20, 21)

Por lo tanto, no podemos esperar la última liberación de la humanidad originada en la sociedad humana. Vendrá de fuera de la raza humana, del espacio exterior, cuando Cristo regrese como Señor omnipotente. Él descenderá de los cielos orientales, junto con sus miríadas de ángeles, para salvar a todos los que le pertenecen por medio de la fe viva (ver Mateo 24:31).

Algunos han sugerido que los ejércitos salvadores de Cristo en Apocalipsis 19 también incluyen santos, como Enoc y Elías, quienes ascendieron vivos al cielo antes. A este respecto, es interesante observar que el Apocalipsis representa a veinticuatro "ancianos" en el cielo vestidos con túnicas blancas y con coronas


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de oro en la cabeza (véase Apocalipsis 4: 4, 10). Ciertamente, podemos suponer que estos santos trasladados a la gloria o ya resucitados de la muerte en la época de Juan (Mateo 27:52, 53; Ef. 4: 8), formarán parte del acompañamiento real que sigue a Cristo en su gloriosa misión.

El propósito final del regreso de Cristo no es la destrucción de Babilonia, sino el levantamiento del reino de Dios de paz y justicia eternas en la tierra. Cristo fue entronizado como el soberano soberano sobre nuestro planeta cuando ascendió de la muerte y ascendió al trono del Padre (Hechos 2:36; Mateo 28:18; cf. Dan. 7:14). Sin embargo, solo cuando suene la última trompeta para inaugurar el año jubilar (cf. Lev. 25: 8-10; Isa. 27:13; 1 Tes. 4:16, 17) vendrá Cristo a quitar el dominio de Babilonia y entregar el gobierno. de esta Tierra a una humanidad redimida que lo adora en espíritu y en verdad. “El séptimo ángel tocó su trompeta, y hubo fuertes voces en los cielos que decían: "El reino del mundo se ha convertido en nuestro Señor y en su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15, NVI).

Entonces la soberanía, el poder y la grandeza de los reinos que están debajo de todo el cielo serán entregados en manos de los santos, el pueblo del Altísimo. Su reino será un reino eterno, y todos los gobernantes lo adorarán y obedecerán (Dan. 7:27, NVI).


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ARMAGEDÓN: EL DÍA DEL JUICIO UNIVERSAL Y LA

ENTREGA

El término Armagedón solo aparece una vez en Apocalipsis: "Entonces los tres espíritus los reunieron en el lugar que, en hebreo, se llama Armagedón" (Apocalipsis 16:16, NVI). Por supuesto, debemos entender el pasaje de su propio contexto bíblico. El texto declara que el nombre Armagedón está acuñado "en hebreo", lo que apunta a una conexión del Antiguo Testamento. Por lo general, los intérpretes traducen el nombre como "Montaña Meguido", pero esto no traduce la palabra real Megido, o Magedon (o Mageddon), como se lee en los manuscritos griegos de Apocalipsis. Curiosamente, la versión griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, generalmente transcribe el nombre de la ciudad de Meguido como Mageddo (2 Crón. 35:22; Juez 1:27; Jos. 12:21). Pero en una ocasión parafrasea la expresión "la llanura de Meguido" como "la llanura de la muerte" o la destrucción, es decir, en Zacarías 12:11 (ekkoptomenou: "ser cortado").

El nombre Har-Magedon en el original griego de Apocalipsis 16:16, como Montaña de la Destrucción, indica la naturaleza del evento que ocurrirá cuando los espíritus de los demonios reúnan o unan todos los poderes políticos del anticristo contra Dios y el pueblo de Cristo. La destrucción será su destino en la providencia de Dios. Isbon T. Beckwith por lo tanto concluye: "Él [el nombre Har-Magedon] es entonces un nombre


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imaginario para designar la escena de la gran batalla entre el Anticristo y el Mesías" (El Apocalipsis de John [Grand Rapids: Baker Book House, 1979, reimpresión de 1919], página 685).

Robert H. Mounce ve el Armagedón como el clímax de la historia de salvación también: “Donde sea que suceda, Har-Magedon simboliza la subversión final de todas las fuerzas del mal por la fuerza y el poder de Dios. El gran conflicto entre Dios y Satanás, entre Cristo y el Anticristo, entre el bien y el mal, que se encuentra detrás del desconcertante curso de la historia, se apoya en el tema final en una lucha final en la que Dios saldrá victorioso y se llevará consigo aquellos que confiaron en él (El libro de Apocalipsis, El nuevo comentario internacional sobre el Nuevo Testamento [Grand Rapids: Eerdmans, 1977], p. 302).

Con respecto a los antecedentes históricos de la ciudad de Meguido, los expositores se refieren principalmente a la guerra histórica de Israel contra los reyes cananeos hostiles, celebrada en el Cantar de Débora (Juez 5). Cuando la posición de Israel era impotente y desesperada contra los carros de Sísara (Juez 4:13), el Señor intervino desde el cielo a través de fuertes lluvias para que "el río Cisón [un río cerca de Meguido] los tomara (Juez. 5: 19-21)0. León Morris y otros ven esta guerra victoriosa de Yahweh "" como un símbolo de la subversión final de todas las fuerzas del mal por un Dios todopoderoso "(The Revelation of St. John, Tyndale NT Commentary [ Grand Rapids: Eerdmans, 1973], página 200). Esto plantea la pregunta de cuáles son los puntos básicos de las guerras de


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Yahweh en la Biblia hebrea (ver capítulos II-IV). Si el Armagedón es la guerra final de Dios contra sus enemigos jurados, entonces las guerras anteriores de Yahweh funcionan como tipos o prefiguraciones de su guerra apocalíptica. Los actos de juicio y salvación de Dios a menudo son básicamente uno en naturaleza y propósito. El cántico de Débora ya ha señalado el futuro al concluir con un pasaje que contiene una perspectiva apocalíptica: “¡Que todos tus enemigos perezcan, oh SEÑOR! Pero aquellos que te aman sean como el sol cuando sale en su fuerza” (Jueces 5:31).

El Armagedón diferirá de sus tipos en el Antiguo Testamento en que toda la población mundial se dividirá entre aquellos que sean el pueblo del nuevo pacto de Dios y aquellos que sean sus enemigos declarados.

Armagedón en su contexto apocalíptico

El texto señala que “Entonces vi tres espíritus inmundos que se parecían a ranas, que salían de la boca del dragón, la boca de la bestia y la boca del falso profeta. Son espíritus de demonios que realizan signos milagrosos; van a reyes de todo el mundo para reunirlos en la batalla del gran día del Dios Todopoderoso. "¡He aquí, vengo como ladrón! Feliz es el que permanece vigilante y guarda su ropa con él, para que no camine desnudo y no se vea su vergüenza". Luego los tres espíritus los reunieron en el lugar que, en hebreo, se llama Armagedón” (Apocalipsis 16: 13-16, NVI).


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Esta sección registra una visión que parece interrumpir el flujo de las plagas sexta y séptima. Podemos entender el interludio como una descripción de cómo los espíritus de los demonios preparan al mundo para la guerra final de Dios. Los puntos de vista posteriores explican más específicamente que Armagedón es la revelación final de los hechos entre Babilonia y el Mesías en los últimos tiempos (ver Apocalipsis 17:14 y 19: 11-21).

Juan vio a tres espíritus demoníacos emerger del dragón, la bestia y el falso profeta. R. Mounce explica que "los espíritus inmundos provienen de la boca del triunvirato profano y sugieren la propaganda persuasiva y engañosa que en los últimos días llevará a los hombres a un compromiso incondicional con la causa del mal" (The Book of Revelation, p. 299).

Queda sin respuesta la pregunta: ¿Cuál es esta "causa del mal" universal? El texto dice: "Ve a reyes de todo el mundo [oikoumenê], para reunirlos en para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso" (verso 14). Algunos llegarán a la conclusión de que las palabras predicen una guerra mundial entre un bloque oriental de naciones y un bloque occidental. Tal especulación puede surgir solo cuando las palabras de las Escrituras se despojan completamente de su raíz y contexto bíblicos. Ninguna guerra de naciones contra naciones está a la vista aquí. El clímax del Apocalipsis de Juan trata con un mal más grave a la vista de Dios: ¡las fuerzas religiosas apóstatas llevarán a todos los poderes políticos en la Tierra a unirse por una causa común, librando una guerra contra el pueblo de Dios! Aquí está la trama asesina de la última guerra demoníaca en


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Apocalipsis. Aquí está "la causa del mal" que activará la participación dramática de Dios y el juicio de su guerra santa contra Babilonia. La guerra contra Dios es la guerra contra el pueblo de Dios. Esta ha sido siempre la experiencia del Israel de Dios en la Sagrada Escritura y fue la razón por la cual Dios intervino para liberar a su pueblo fiel del pacto. El hecho de que el pueblo de Cristo esté en el centro de la guerra apocalíptica ya podemos deducirlo de la advertencia de Cristo: “¡He aquí que vengo como ladrón! Feliz es el que permanece vigilante y mantiene su ropa con él, para que no camine desnudo y no se vea su vergüenza” (Ap. 16:15, NVI).

Cristo llama a sus seguidores por este medio para permanecer espiritualmente despiertos y estar preparados para el momento crítico del final de la historia. Solo cuando el creyente en Cristo está vestido espiritualmente con la túnica de la justicia de Cristo, puede ponerse de pie en la prueba final de la fe (cf. Ap. 3:18). Beckwith se centra en este tema religioso del Armagedón: "La reunión de todas las fuerzas de la Bestia en la batalla abrirá la crisis suprema a los santos" (El Apocalipsis de Juan, p. 684).

Los santos no han sido raptados al cielo durante las plagas finales en Babilonia. La unión instigada por el demonio de todos los poderes políticos y religiosos apóstatas en la Tierra se vuelve contra el pueblo fiel de Cristo. Solo podemos ver su significado a la luz de la guerra cósmica entre Dios y Satanás, entre Cristo y Su anticristo. C. Mervyn Maxwell concluye que "la batalla de Armageddon no será la tercera guerra mundial", porque "en 'Armageddon' los reyes de la tierra son reunidos por


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demonios para luchar no tanto entre sí como contra el Cordero" (God Cares, vol. 2, página 442). La pregunta final es: ¿Quién gobernará el universo? El gran conflicto comenzó en el cielo y ha continuado en la tierra desde la caída de Adán (Apocalipsis 12: 7-9; Génesis 3:15). Los ángeles caídos constantemente se unen o unen a líderes políticos y militares para un objetivo final: la destrucción de la iglesia de Cristo. "Pelearán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque él es el Señor de señores y el Rey de reyes; y con él ganarán sus llamados, elegidos y fieles" (Apoc. 17:14, NVI).

Esta es la explicación del ángel de la razón que llevará a nuestro mundo a la batalla del Armagedón. Al mismo tiempo, él asegura a los creyentes que Cristo triunfará espectacularmente, porque él ha sido establecido Señor supremo en su sacrificio expiatorio como el Cordero. Los títulos que pertenecen a Dios solo en la Biblia hebrea - Rey de reyes y Señor de señores (Deut. 10:17; Sal. 136: 3; Dan. 2:47) - ahora se transfieren a Cristo cuando aparece como guerrero divino. (Ver el estudio de G. K. Beale, "El origen del título 'Rey de reyes y Señor de señores' en Apocalipsis 17:14", New Testament Studies 31, No. 4 [1985]: 618-620).

Pero, ¿cómo hacen realmente los reyes “la guerra" contra el Cordero de Dios? George B. Caird explica: "La única forma en que los reyes terrenales pueden hacer la guerra al Cordero es a través de sus seguidores. La guerra es otra vez otra referencia para la gran persecución" (La Revelación de San Juan [Nuevo York: Harper y Row, 1966], p. 220). Juan había indicado previamente la persecución apocalíptica de Israel contra Dios a


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través de nuevas leyes estatales: "El dragón estaba enojado con la mujer y fue a pelear con el resto de sus descendientes, aquellos que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. "(Rev. 12:17, RA).

La visión de Juan del Armagedón en Apocalipsis 19 revela por completo la respuesta de Dios al complot satánico dirigido al pueblo de Cristo. Aquí se retrata a Cristo como el guerrero celestial que monta su caballo de batalla blanco, que vendrá al rescate de su pueblo. “Vi los cielos abiertos y ante mí un caballo blanco, cuyo jinete se llama Fiel y Verdadero. Él juzga y guerrea con justicia. Sus ojos son como llamas de fuego, y en su cabeza hay muchas coronas y un nombre que solo él conoce, y nadie más. Está vestido con una túnica manchada de sangre, y su nombre es la Palabra de Dios. Los ejércitos del cielo lo siguieron, vestidos de lino fino, blanco y puro, y montados en caballos blancos. Una espada afilada sale de su boca, con la cual golpeará a las naciones. "Los gobernará con un cetro de hierro". Él pisa el lagar de la ira feroz del Dios todopoderoso, y en su túnica y en su muslo está escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES ... Entonces vi a la bestia, los reyes de la tierra y sus ejércitos que se reunieron para luchar contra el jinete y su ejército” (Ap. 19: 11-19, NVI).

Esta visión del segundo advenimiento de Cristo proclama que Él viene para salvar a su iglesia y llevar a cabo el juicio mesiánico sobre los impíos, como se anuncia en las Escrituras hebreas (ver Sal. 2: 9; Isa. 11: 4). Pablo ya había enfatizado este doble aspecto del regreso de Cristo cuando escribió que Cristo castigará a los


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perseguidores de su pueblo "con destrucción eterna" el día que venga a ser glorificado en su pueblo (2 Tes. 1: 5-10).

El nombre "Fiel y Verdadero" (Apocalipsis 19:11) es la garantía de Cristo de que volverá en el momento de la emergencia universal. Él es fiel a sus promesas de la aliaba y las consumará con el esplendor y la brillantez fulgurante de la aparición de Cristo.

Armagedón visto desde su trasfondo hebreo

Cristo vendrá como juez y como guerrero. "Él juzga y guerrea con justicia". El antecedente específico del Antiguo Testamento para la doble misión del Mesías es la profecía de Joel 3. Aquí Yahweh convoca a todas las naciones para que se reúnan en el Valle de Josafat para hacer la guerra contra el Israel de Dios en el Monte Siao. El Dios de Israel aparecerá como Juez y como el Guerrero que luchará por su pueblo rodeado: “Allí los juzgaré por mi heredad, Israel, mi pueblo…El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas ya no brillarán. El Señor rugirá desde Sión…Pero el Señor será un refugio para su pueblo, una fortaleza para Israel” (Joel 3: 2-16, NVI).

La relación de Joel 3 con Apocalipsis 19 pertenece al cumplimiento mesiánico. La interpretación inspirada de la profecía de Joel es una aplicación cristológica. La visión apocalíptica de Juan acerca de Cristo como un Juez y Guerrero Divino convierte el juicio de Yahweh contra los enemigos de Israel en el juicio de Cristo contra los enemigos de Sus


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hijos. Los enemigos de Israel se convierten en "la bestia y los reyes de la tierra" y "el falso profeta" (Apocalipsis 19:19, 20). Durante el Armagedón, Cristo será un refugio para su pueblo, un lugar seguro para el Israel de Dios, donde sea que se encuentre en el mundo.

La interpretación de Juan de Joel 3 en el libro de Apocalipsis nos enseña que las profecías hebreas del juicio de Yahweh sobre los enemigos nacionales de Israel ya no se pueden aplicar a sus limitaciones étnicas y geográficas después de la cruz y la resurrección de Cristo. El Nuevo Testamento revela que las promesas de Israel se cumplirán de una nueva manera a través de Cristo y en una escala mayor, un hecho que es notable si observamos cómo Apocalipsis 14 aplica esta escritura del Antiguo Testamento en el marco posterior a la resurrección: “Lanza la hoz, ya que la cosecha está madura. Ven, pisa las uvas, porque el molino está lleno y los depósitos se desbordan, ¡Qué grande es el mal de estas naciones!” (Joel 3:13, NVI).

Apocalipsis 14 aplica la imagen de tono agrícola de la escena del juicio local unas seis veces al juicio mundial universal. Cristo ejecutará el juicio de Yahweh en el Valle de Josafat a escala global. Lanza la hoz cuando la cosecha de la tierra está madura (tres veces "tierra" en Apocalipsis 14:15, 16). Del mismo modo, los racimos de uvas provienen de todo el mundo (también tres veces "tierra" en los versículos 18, 19, RSV) y son arrojados al "gran lagar de la ira de Dios" (versículo 19). El "gran lagar" es, de hecho, también universal (versículos 18, 19) y ya no es el valle de Josafat local de Joel en el Medio Oriente. El monte Sión se


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convierte en el símbolo neotestamentario del lugar donde Cristo reúne a su pueblo para adorarlo y para su gozar de su compañía salvadora y santificadora (ver Heb. 12: 22-24; Apoc. 14: 1).

En resumen, el Apocalipsis de Juan enseña a la iglesia que: (1) el juicio de Yahweh será llevado a cabo por Cristo a su regreso en la gloria divina; (2) el pueblo del pacto de Yahweh que se encuentraen el Monte Sión pertenece a Cristo; (3) el valle del juicio local se expande a toda la Tierra. En términos teológicos, el Apocalipsis enseña la aplicación cristológica, eclesiológica y universal del juicio profético y la liberación de Joel.

Sin embargo, Apocalipsis 19, como todos los expositores reconocen, presenta la imagen más completa de Armagedón. El capítulo retrata a Cristo como el guerrero victorioso, descendiendo del cielo en un caballo blanco (versículo 11). Él viene a reclamar nuestro planeta como Su dominio legítimo: "Hay muchas coronas en su cabeza" (versículo 12). Ni el dragón con sus siete coronas (Ap. 12: 3) ni el monstruo marino con sus diez coronas (Ap. 13: 1) recibieron de Dios la autoridad para reinar sobre la humanidad. Cristo regresa como "Rey de reyes y Señor de señores" (Ap. 19:16). Solo el Padre lo autoriza a gobernar la Tierra, y solo llevará a cabo la santa voluntad de Dios, porque Él es "la Palabra de Dios" (versículo 13). Cualquier cosa que los profetas hebreos hayan predicho a lo largo de los siglos sobre la esencia y la ejecución del juicio de Yahweh, Jesucristo lo cumplirá y consumará. El libro de Apocalipsis aplica cuatro características del regreso de Cristo del cielo:


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A. "Está vestido con una capa manchada de sangre" (versículo 13).

B. "Una espada afilada sale de su boca, con la cual golpeará a las naciones" (versículo 15).

C. "Él los gobernará con un cetro de hierro" (versículo 15).

D. "Él pisa el lagar de la ira de la ira del Dios todopoderoso" (versículo 15).

La acumulación de evidencia para el juicio en el Apocalipsis le da a la iglesia la certeza de que el Cristo resucitado es el punto focal de todas las perspectivas hebreas de juicio, que la monarquía de Cristo es la única esperanza para un mundo que sufre de injusticia, crueldad y persecución religiosa. Las cuatro descripciones simbólicas de Cristo como rey juez provienen de escenas del Antiguo Testamento en las que Yahweh o Su Mesías ejercen venganza divina sobre los perseguidores del verdadero Israel. La revelación de que Cristo crucificado y resucitado llevará a cabo las predicciones hebreas de juicio asegura la unidad orgánica del Antiguo y Nuevo Testamento y los convenios.

A. "Está vestido con una capa teñida de sangre" (Apocalipsis 19:13).

Algunos entienden que el pasaje significa que Cristo entra en una túnica manchada de sangre para simbolizar su abnegación para todos los hombres. Pero siempre tenemos que relacionar


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primero el lenguaje de la imagen apocalíptica con su raíz y fuente hebreas. Isaías había expresado el juicio de Dios sobre Edom, el amargo enemigo de Israel (ver Núm. 20: 18-20; 2 Crón. 28:17), en el siguiente estilo poético: “¿Quién es el que viene de Edom? ¿Quién viene de Bozra, con su ropa teñida de rojo? ¿Quién es el que, en una capa de esplendor, avanza en la grandeza de su fuerza? Soy el que habla con retención, poderoso para salvar". ¿Por qué tu ropa es roja? Pisoteé [a las naciones] en mi ira y las pisoteé en mi indignación; su sangre salpicaba mi ropa, y manché toda mi ropa. Porque el día de la venganza estaba en mi corazón, y llegó el año de mi redención '' (Isaías 63: 1-4, NVI).

La imagen dramática del profeta del juicio de Yahweh sobre el antiguo enemigo de Israel aparentemente sirve en Apocalipsis 19 como modelo para la misión final de Cristo al mundo. Apocalipsis enseña cómo se cumplirá el oráculo de guerra de Isaías contra Edom en Cristo y en Su anticristo en Armagedón. Más importante es el mensaje de que la gracia salvadora de Dios coincide con la suya. Dios tiene un doble propósito en mente: "el día de la venganza" también introducirá el tiempo de su redención (Isa. 63: 4). Isaías 34 y 35 trabajan con más detalle en estos dos aspectos de la guerra de Yahweh contra Edom. El día de la venganza de Dios sobre Edom (Isaías 34: 5, 6) se vuelve representativo de su guerra contra todas las naciones: "la indignación de Jehová es contra todas las naciones" (versículo 2, RA). “Los destruirá totalmente, los entregará al monte…las montañas se empaparán en su sangre” (versículos 2, 3).


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La característica adicional de las señales cósmicas son que el cielo se enrollará como un pergamino y las estrellas caerán (versículo 4), lo cual describe la teofanía de Yahweh e indica que la destrucción histórica de Edom no fue, sin embargo, el cumplimiento completo del oráculo de guerra de Isaías. Su perspectiva apocalíptica solo se logrará plenamente en el regreso del Mesías Jesús, cuando ejecute la justicia de Dios y traiga la redención a Su pueblo (véase Apocalipsis 6: 12-15). Isaías enfatiza que la destrucción de Edom ocurre debido a la redención de Israel: "un año de retribución, para defender la causa de Sión" (Isaías 34: 8). Por un lado, el territorio de Edom se volverá desolado, y "no se apagará de día ni de noche; su humo subirá para siempre" (versículos 9, 10), mientras que, por otro lado, Dios establecerá Su glorioso reino en Sión y transformará cada desierto en un jardín el del Edén. Ya no aparecerá nadie enfermo o discapacitado entre los rescatados del Señor, "alegría coronará sus cabezas "(Isa. 35: 1-10). Entonces también encontramos que inmediatamente después de la batalla de Armagedón en Apocalipsis 19, se inicia la alegría perpetua de los santos (Apoc. 20-22). Aquí está la capa plateada alrededor de la nube oscura de Armagedón.

B. "Una espada afilada sale de su boca, con la cual golpeará a las naciones" (Ap. 19:15).

Esta imagen nos recuerda la primera visión que Juan tuvo de Cristo, cuando vio una "espada afilada de doble filo" salir de la boca del Señor (Ap. 1:16). Tal retrato sugiere una imagen de batalla. Cristo advirtió a Pérgamo que pelearía con la espada de


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su boca contra aquellos que enseñan idolatría e inmoralidad en la iglesia (Ap. 2: 14-16). Uno podría preferir pensar en una justa condena verbal de la falsedad, en un "pronunciamiento de conducta mortal" (R.H. Mounce) por parte de Cristo, pero el realismo del lenguaje en la pintura de Juan sobre el regreso de Cristo se refiere a algo dicho anteriormente en la descripción semipoética de Isaías de que el Mesías davídico "con sus palabras, como si fuera un bastón, golpeará la tierra; con el aliento de su boca matará a los malvados" (Isa. 11: 4, 5; cf. Isa. 49: 2). Esta perspectiva profética de la guerra final del Mesías contra '' los impíos '' declara el propósito de la venida de Cristo al Armagedón: matar a los impíos, especificados por Juan como la bestia, el falso profeta y los reyes de la tierra (Ap. 19:19 20).

La bestia y el falso profeta son capturados y "lanzados vivos en el lago de fuego que arde con azufre", mientras que el resto, los reyes de la Tierra y las multitudes engañadas, "fueron asesinados con la espada que salió de la boca del que está montado en el caballo "(versículo 21). Mientras que la bestia y el falso profeta aparentemente simbolizan las organizaciones religiosas apóstatas cuyos seguidores enfurecidos sacrifican a sus falsos pastores (véase el capítulo VI), las multitudes enojadas de Babilonia serán incapaces de resistir el esplendor consumidor de la gloria de Cristo.

El mensaje de Armagedón revela la esencia de la enseñanza de Pablo sobre el anticristo: "Entonces los impíos serán revelados, a quienes el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su venida" (2 Tes. 2: 8) Tanto


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los apóstoles Pablo como Juan proclamaron como parte de su mensaje del evangelio que el Señor Jesucristo será el victorioso Mesías de Isaías. Jesús subvertirá la Babilonia anticristiana y extinguirá a todos Sus enemigos, es decir, aquellos que se rebelen contra Su supremacía.

Isaías había retratado a Yahweh como el guerrero cuya "espada" vendría a juicio y causaría una "gran matanza en Edom" (Isaías 34: 5, 6). La imagen de Juan de Cristo enseña que la espada de Yahweh será confiada a Cristo. Él juzgará y peleará con absoluta justicia. Los juicios de la ira divina, que todos los profetas hebreos han señalado y que el Nuevo Testamento aplica a la segunda venida de Cristo, no pueden espiritualizarse en una victoria del evangelio sobre las mentes malvadas.

El grito simbólico de los mártires asesinados (Ap. 6: 9-11) encontrará su satisfacción en la justicia retributiva y salvadora de Dios. Entonces las multitudes en el cielo gritarán: "¡Aleluya!La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Condenó a la gran prostituta quien corrompió la tierra, tomó de ella la sangre de sus sirvientes”. Y una vez más, la multitud exclamó: "¡Aleluya! El humo que sale de él sube por los siglos de los siglos "(Apocalipsis 19: 1-3, NVI).

C. "Él los gobernará con un cetro de hierro" (Ap. 19:15).

Tomando esto solo, podríamos malinterpretar esta frase como una sugerencia de que Cristo gobernará despiadadamente sobre los no arrepentidos. Pero una reflexión sobre su origen, el Salmo


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2, elimina cualquier mal concepto de su significado intencional. En este salmo real, Dios comisionó a su Hijo ungido para aconsejar primero a los gentiles (versículos 10-12) y luego juzgar a las naciones rebeldes: “[el Rey Mesías] los quebrará con una vara de hierro y los triturará como una olla de barro (Sal. 2: 9, NVI). Una cosa está clara en el paralelismo poético: el Mesías ejercerá su autoridad para gobernar juzgando y ejecutando a aquellos que se niegan a reconocerlo como Señor. Él "los destrozará como una vasija de barro".

El Salmo 110 habla del juicio mesiánico en términos menos poéticos: “El Señor está a tu derecha, el aplastará a los reyes en el día de su ira. Juzga a las naciones, amontonando a los muertos y aplastando a los gobernantes a través de la tierra (versículos 5, 6).

Esta extraña obra del Mesías difícilmente podría expresarse de manera más realista. El mismo realismo del juicio de Dios se aplica en Apocalipsis 19 a Cristo cuando viene como rey guerrero para encontrarse con sus enemigos anticristianos en la batalla de Armagedón.

D. "Él pisa el lagar de la ira de la ira del Dios todopoderoso" (Apocalipsis 19:15).

La cuarta imagen simbólica recuerda la imagen de la cosecha de la tierra en Apocalipsis 14: 17-20. Allí un ángel declara que las uvas de la tierra están maduras, luego otro ángel las recoge y las arroja "al gran lagar de la ira de Dios" (versículo 19). Esa vista concluye con un clímax impresionante. "Y el molino fue


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pisoteado fuera de la ciudad, y la sangre fluyó del molino a las bridas del caballo, en una extensión de mil seiscientos estadios" (versículo 20, RA).

Nuevamente, el significado se vuelve transparente solo si tomamos en cuenta su raíz maestra en Joel 3. Joel presentó el valle alrededor del Monte Sión, "el Valle de Josafá" como si fuera una prensa de vino llena de maldad (versículo 13), obviamente refiriéndose a la reunión de naciones hostiles al Israel de Dios (versículos 2, 12). El juicio de Dios "fuera de la ciudad" (Apoc. 14:20) sugiere cómo se cumplirá realmente la escena del juicio de Joel. "Monte Sión" es el lugar donde dos o tres se reúnen en nombre del Dios del nuevo pacto (versículo 1). Robert Mounce sugiere que la referencia profética al juicio "fuera de la ciudad" alude al sufrimiento de Cristo "fuera de la puerta". Su conclusión es que "aquellos que rechazan el primer juicio deben participar en el segundo" (El libro de Apocalipsis, p. 282).

El pisado de las uvas fue una famosa escena agrícola en Israel. Los profetas a menudo lo usaban para ilustrar la realidad del juicio y la condena venideros, el efecto de la guerra santa. “El Señor ruge desde lo alto. . . Él grita como los que pisotean las uvas; grita a todos los habitantes de la tierra. . . Ese día, los ejecutados por el Señor estarán en todas partes, de un lado de la tierra al otro”. (Jer. 25: 30-33, NVI).

Cuando Juan describe 1.600 estadios a la brida de los caballos (versículo 20), señala simbólicamente a toda la Tierra. Apocalipsis usa cuatro como el número de la Tierra (Ap. 7: 1;


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20: 8); su multiplicación sugiere la superficie total de nuestro mundo. En otras palabras, el juicio final de Dios se extiende a los impíos dondequiera que estén. El único lugar de seguridad y protección es el Monte Sión, es decir, donde está el Cordero de Dios (Apoc. 14: 1-5). Se dice que Cristo pisó el lago "de la ira de la ira del Dios todopoderoso" (Apocalipsis 19:15). Mounce comenta la frase "Juan no es sensible al Hijo que entra en la ejecución del juicio" (ibid.). Sin embargo, el punto de Juan es declarar una verdad apocalíptica que podamos evaluar mejor a la luz del oráculo de guerra de Isaías contra Edom (Isa. 63: 1-4; ver debajo de subtítulo A). El pisar de Cristo las uvas producirá un torrente de "vino" que derramará como si fuera "en la copa de su ira". Todos los seguidores de la bestia y el falso profeta deben beberla (Apoc. 14: 9, 10). Isaías ya había explicado la imagen cuando dijo: “Haré que tus opresores coman su propia carne; se emborracharán con su propia sangre, como con vino. Para que todos sepan que yo, el Señor, soy tu Salvador, su Redentor, el Poderoso de Jacob” (Isa. 49:26).

El acto de pisar las uvas de Cristo cuando regresa a la Tierra es otra poderosa metáfora para sacar a la luz el irrevocable destino de Babilonia. Ella recibirá su Armagedón.

Armagedón: la gran cena servida por Dios para las aves

“Vi a un ángel que estaba parado al sol y que gritó con voz fuerte a todas las aves que volaban por el cielo: Ven, reúnete para el gran banquete de Dios, para comer la carne de reyes, generales y


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gente poderosa. de caballos y sus jinetes, la carne de todos: libres y esclavos, pequeños y grandes” (Ap. 19:17, 18, NVI).

La invitación del ángel a las aves de rapiña contrasta deliberadamente con la invitación anterior: "Bienaventurados los que son llamados a la cena de bodas del Cordero" (versículo 9). Evidentemente, Dios proporcionará ambos banquetes: uno para Babilonia en Armagedón, el otro para Israel reunido en el Monte Sión (Apocalipsis 18: 4; 14:11). Los alimentos parecen representar destinos opuestos: el mayor gozo de la comunión con Cristo en el cielo arriba contra la indescriptible angustia de la separación de Dios en la tierra. En otras palabras, Dios proveerá vida eterna o muerte eterna. La inevitable responsabilidad del hombre es elegir entre el Cordero y la bestia, entre Cristo y el anticristo. El próximo capítulo prestará más atención a la naturaleza de este conflicto espiritual.

¿Qué significa que un ángel de Dios esté "parado en el sol" y que invite a todas las aves de rapiña a la cena de Dios? Sugiere una proclamación de importancia cósmica universal: el llamado final de Dios para que el cielo y la tierra participen en la batalla decisiva. La certeza del triunfo de Dios asegura a los buitres que recibirán cadáveres para devorar. La invitación al Armagedón sigue el antiguo estilo oriental de convocatoria al combate: "¡Ven aquí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo!" (1 Sam. 17:44, NVI). Moisés y los profetas incluso advirtieron a un incrédulo Israel: "Sus cadáveres servirán como alimento para todas las aves del cielo y para los animales de la tierra, y no habrá nadie para ahuyentarlos" (Deut. 28:26, NVI).


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Jerusalén apostató a tal grado del pacto de Yahvé que adoptó la costumbre pagana de sacrificar a cada primogénito suyo. En ese momento el profeta Jeremías tronó que el infame Valle de Hinom, al suroeste de Jerusalén, se transformaría en un "Valle de Matanza"y cumpliría la predicción de Moisés de la maldición del pacto (ver Jer. 7:32, 33). El profeta Sofonías reiteró el juicio en su llamado a Jerusalén para prepararse para la muerte. “Cállate ante el Señor Soberano, porque el día del Señor está cerca. El Señor preparó un sacrificio; Él consagró a sus invitados. El día del sacrificio de Jehová castigaré a los príncipes e hijos del rey” (Sof. 1: 7, 8).

Si bien es obvio que estos oráculos de juicio encontraron un cumplimiento literal en la horrible destrucción de Jerusalén y terminaron con la dinastía davídica en el año fatal 586 a.C., sin embargo, contienen una clara perspectiva escatológica. La dimensión futura que vemos se desarrolló especialmente en el oráculo de guerra de Ezequiel contra Gog (Eze. 38, 39). Su predicción intrigante del futuro ataque de Gog contra el Israel de Dios "en las montañas de Israel" (Ezequiel 38: 8; 39: 2, 4) parece ser una de las principales raíces de la predicción de Juan de la batalla de Armagedón. “Vendrás de tu lugar, del extremo norte, tú, acompañado de muchas naciones, todas ellas montadas a caballo, una gran multitud, un gran ejército. Avanzarás contra Israel, mi pueblo, como una nube que cubre la tierra. En los días venideros, oh Gog, te traeré contra mi tierra, para que las naciones me conozcan cuando me santifique a través de ti ante sus ojos…En mi celo y en mi gran furia, declaro


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que en ese momento habrá un gran terremoto en Israel…Invocaré la espada contra Gog en todas mis montañas. Palabra del Soberano, el Señor. La espada de cada uno será contra su hermano. Haré juicio sobre él con peste y derramamiento de sangre; caerán torrentes de lluvia, granizo y azufre ardiente sobre él y sus tropas y sobre las muchas naciones que estarán con él” (Ezequiel 38: 15-22, NVI). “En las montañas de Israel caerás, tú y todas tus tropas y las naciones que están contigo. Te daré como alimento para todo tipo de aves que comen carne y los animales del campo” (Ezequiel 39: 4, NVI). “Hijo de hombre, así dice el Soberano, el Señor: Llama a todo tipo de aves y a todos los animales del campo: Vengan de todas partes y únanse al sacrificio que estoy preparando para ti, el gran sacrificio en las montañas de Israel. Allí comerán carne y beberán sangre ... En mi mesa comerán tu porción de caballos y jinetes, de hombres poderosos y soldados de todo tipo. Palabra del Soberano, el Señor” (versículos 17-20, NVI).

Apocalipsis extendió la descripción de los muertos por el Mesías más allá de la lista de naciones en Ezequiel 39. En Armagedón, los buitres se alimentan de la "carne de todos: libres y esclavos, pequeños y grandes" (Ap. 19:18). Las multitudes de Babilonia, reunidas para la batalla contra Dios y su Mesías, son descriptas por Juan de manera universal y total. Todo el mundo estará en la colina de la destrucción, un Har-Magedon. Apocalipsis expande deliberadamente el campo de batalla de las predicciones de Ezequiel y Joel a escala global. "Todas las personas" en la Tierra finalmente estarán involucradas. Las aves


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"volando por el cielo" están llamadas a alimentarse de la carne de todos los guerreros muertos que se hallen luchando contra el Divino Gobernante. Cristo había advertido a Jerusalén: "Donde haya cadáver, los buitres se reunirán allí "(Lucas 17:37; cf. Mateo 24:28). Jesús usó este modismo para advertir a la nación de Israel que el rechazo de su Mesías conduciría a la decadencia espiritual y la destrucción. La predicción de Cristo llegó a ser una horrenda realidad cuando Jerusalén experimentó su "Armagedón" en el año 70 D.C. William R. Kimball comenta: “A pesar de las pretensiones de los falsos profetas, Dios no venía a entregar sino a juzgar. La ira consumidora de Dios iría contra la nación tan natural e inevitablemente como los buitres atraídos por la carne putrefacta” (Lo que la Biblia dice sobre la gran tribulación [Joplin. Mo.: College Press Pub. Co., 1983], págs. 7). 149, 150).

El principio básico del juicio de Dios sobre Jerusalén permanece sin cambios para un mundo que ha rechazado a Cristo. Aquí aparece la razón del llamado y advertencia de Cristo con respecto al Armagedón en el Apocalipsis para el mundo de hoy: ¡Su Mesías!

Muchos han notado que Apocalipsis 19 no describe una batalla real entre el cielo y la tierra. ¿Cómo podrían los seres mortales ofrecer resistencia contra el Guerrero Divino cuando Él desciende de los cielos orientales? La Biblia revela que cuando el cielo realmente se abre y la tierra tiembla por un terremoto universal, el miedo paralizará repentinamente a todas las personas.


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“Los reyes de la tierra, los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, y todos los esclavos y hombres libres se escondieron en las cuevas y los acantilados de las montañas y dijeron a las montañas y las rocas: Cae sobre nosotros y escóndenos del rostro de aquel que se sienta en el trono y la ira del Cordero, porque el gran día de su ira ha llegado; y quien puede soportar” (Apocalipsis 6: 15-17, RA). ¿Cómo podemos concebir una batalla tradicional en tales circunstancias? El Apocalipsis de Juan, por lo tanto, pone de relieve el tema real de la gran controversia: “Entonces vi a la bestia, los reyes de la tierra y sus ejércitos reunidos para luchar contra el que monta el caballo y contra su ejército. Pero la bestia fue arrestada, y con ella el falso profeta…Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre” (Ap. 19:19, 20, NVI).

El Armagedón es el resultado de una apostasía universal con respecto a Dios y a Cristo. La Tierra se unirá en una rebelión religiosa y política contra Cristo y sus verdaderos seguidores. Cualquier conflicto político o militar entre naciones de Oriente y Occidente no conoce la condición fundamental para el Armagedón: que todas las fuerzas políticas y militares en la Tierra omitan sus diferencias mutuas y se unan en guerra contra el Dios de la Biblia y contra aquellos que lo adoran. Según las Escrituras esta cuestión de Armagedón ya era central en los salmos, porque se anunciaba allí que el rey Davidico librará una guerra final contra todos los que conspiraron contra el Dios soberano de Israel y decidan destruir al pueblo del pacto (Salmos 2, 18, 20, 21, 110 y otros). Los salmos reales se basan en el


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pacto davídicas (véase 2 Sam. 7: 12-16) y transmiten la única esperanza para el futuro del mundo: el reino universal del Mesías.

Salmo 2 en su perspectiva del tiempo del fin

El Salmo 2 y sus aplicaciones del Nuevo Testamento dejan en claro que la batalla final y concluyente en la Tierra se centra en la cuestión religiosa de la voluntad de Dios como se revela en su alianza con Israel. El salmo comienza con la sorprendente pregunta: "¿Por qué las naciones se enojan y las personas conspiran en vano?" La idea aquí no es que algunos países hagan la guerra entre sí, sino la de una conspiración de naciones en "tierra" (tres veces) contra el rey teocrático en el Monte Sión. “Los reyes de la tierra se ponen en pie y los gobernantes conspiran juntos contra el Señor y contra su ungido” (Versículos 2, 3). El propósito de las naciones gentiles no es luchar por la mera independencia política y económica. ¡Más bien, se unieron "contra el Señor y contra su ungido" (versículo 2)! Se rebelan contra el pacto del Dios de Israel y el Mesías por razones religiosas; se rebelan contra la soberanía de Yahweh. Por lo tanto, el conflicto es esencialmente de naturaleza religiosa: ¿quién es el verdadero gobernante del mundo? Los líderes nacionales expresan su odio contra Yahweh al rechazar sus "cadenas" o lazos, una aparente referencia a las leyes de adoración y moralidad de la alianza de Dios con Israel. El Nuevo Testamento enseña que el hombre natural es básicamente egocéntrico y, por lo tanto, por naturaleza está en guerra con el


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Dios de amor abnegado. "La mente pecaminosa es hostil a Dios. No se somete a la ley de Dios, ni puede hacerlo" (Rom. 8: 7, Nueva Versión Internacional).

Lo que la Escritura llama el corazón carnal está en conflicto fundamental con la ley espiritual de Dios (ver Gá. 5:16, 17 y Rom. 7: 14-25). Como Cristo es la encarnación de la ley y el amor de Dios, la humanidad impenitente está en guerra con Cristo y su justicia. La guerra del Sanedrín en Jerusalén contra Cristo y sus apóstoles bien podría ser descripta, según Gamaliel, como luchar contra Dios (Hechos 5:39). Cristo está completamente identificado con su pueblo. por eso le preguntó a Saulo, que estaba reuniendo a los cristianos en la cárcel: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hechos 9: 4).

Los apóstoles interpretaron su comisión de predicar a Cristo como el Mesías de la profecía como un mensaje autorizado por el Rey celestial. "¿y [Dios] nos ha confiado el mensaje de reconciliación? Entonces somos embajadores de Cristo, como si Dios estuviera haciendo su llamado a través de nosotros" (2 Cor. 5:19, 20, NVI). Pablo llamó a cada cristiano en la tierra a ser "un buen soldado de Cristo Jesús" (2 Tim. 2: 3) y luchar "la buena batalla de la fe" (1 Tim. 6:12).

La iglesia apostólica vio la rebelión contra el Mesías como se predijo en el Salmo 2 cumplida en la conspiración de "Herodes y Poncio Pilato y ... el pueblo de Israel" contra Cristo Jesús y sus apóstoles (ver Hechos 4: 24-28). Su interpretación cristológica del Salmo 2 se basa en la convicción apostólica de que el


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verdadero Israel está representado por la comunidad o el cuerpo de Jesucristo, es decir, por la iglesia de Cristo. El Nuevo Testamento declara que el rey ungido de Israel en el Salmo 2 encontró su cumplimiento mesiánico en la resurrección de Cristo de los muertos (Hechos 13: 32, 33) y en Su entronización celestial como "Señor y Cristo" (Hechos 2:36; Heb. 1: 5, 13; 5: 5). Ahora reina, atrayendo a todos los hombres hacia Sí mismo a través de la predicación del evangelio, ganando incluso a algunos de sus enemigos más apasionados, como Saulo de Tarso.

El Salmo 2 alcanza su clímax en el llamado de Yahweh a todos los gentiles: "Honrad al Hijo" (Sal. 2:12), es decir, reconozcan la monarquía suprema y la autoridad del Mesías de Israel. El acto de reverencia y adoración recibirá aprobación divina y bendición. Por otro lado, el Mesías ejecutará la justicia de Yahweh contra todos los burladores de su autoridad y reinado (versículo 9).

El libro de Apocalipsis alcanza su clímax con la idea de que el Salmo 2 se cumplirá en su perfección cuando Cristo regrese como el juez y rey divino para ajusticiar a todas las fuerzas impías y anticristianas en la Tierra. "Él gobernará sobre ellos con un cetro de hierro" (Ap. 19:15; véase también Sal. 2: 9). En resumen, el mensaje del Nuevo Testamento dice que el Salmo 2 se cumple progresivamente en el ministerio de Cristo:

1. En su entronización celestial como sacerdote-rey (Sal. 2: 7).

2. En su reinado actual para vencer la hostilidad del hombre contra su gracia y justicia (versículos 10-12).


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3. En su venida como juez y ejecutor de la justicia divina para todas las naciones (versículo 9). (Para un tratamiento en profundidad del Salmo 2, vea el libro Deliverance in the Psalms. Messages of Hope for Today, Berrien Springs, Mich.: First Impressions, 1983], pp. 51-60).

Esta triple aplicación cristológica del Salmo 2 establece el principio de que el salmo, con su guerra apocalíptica debe aplicarse a través de la cruz, la Resurrección, la Ascensión y la Segunda Venida de Cristo. La cruz transforma los términos e imágenes hebreas en categorías cristológicas. La guerra contra Dios es la guerra contra el pueblo espiritual de Cristo. Armagedón es la respuesta del Cielo a los clamores de Israel por la liberación de Dios del opresor babilónico. El Apocalipsis presenta solo dos ejércitos en contraste con la confrontación del Armagedón. Por un lado, están "los reyes del mundo entero" que siguen a las autoridades religiosas apóstatas y los espíritus de los demonios (Apocalipsis 16:14), mientras que por el otro lado están "los reyes del oriente" (versículo 12), que vienen a juzgar en esta conspiración universal contra el Israel de Dios.

Los dos tipos de "reyes" opuestos llevaron a muchos expositores de la Biblia a la convicción de que "los reyes de Oriente" no pertenecen al mundo de Babilonia, sino que son los redentores celestiales del pueblo de Dios. Estos verdaderos libertadores no podían ser líderes humanos porque "los reyes del mundo entero" fueron engañados para unirse a Babilonia (versículo 14). En el contexto del Armagedón, Juan llama dos veces a Cristo "Señor de señores y Rey de reyes" (Apocalipsis 17:14; 19:16); La razón


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de esto es que él conducirá a "los ejércitos del cielo" (versículo 14) a nuestro planeta para concluir la guerra cósmica entre Dios y Satanás por su monarquía. Por lo tanto, será "la batalla del gran día del Dios Todopoderoso" (Apo. 16:14).

La batalla de Armagedón es la última plaga que cae del cielo sobre Babilonia. Aquellos que quieran abandonar la ciudad condenada deben hacerlo antes de que las plagas comiencen a caer y antes del final del juicio humano. En su providencia, Dios hizo un llamado final para escapar de Babilonia en el tiempo del fin. Los que obedecen el ultimátum divino se convertirán en el último pueblo remanente de Dios. Los carros de salvación divina los salvarán del Armagedón. ¡Para ellos, el Armagedón será el día de la liberación!


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LA CRISIS DEL TIEMPO FINAL Y LOS HIJOS DE DIOS

Los profetas del Antiguo Testamento habían descrito el clímax de la historia humana en términos de una conspiración universal de las naciones contra el Israel de Dios. Las multitudes hostiles finalmente planearán un golpe mortal a la comunidad mesiánica. La perspectiva profética de Joel muestra que el remanente fiel de Israel busca un último refugio en el Monte Sión, en el santuario de Yahweh. En esta declaración de la emergencia final, Joel anuncia la certeza de que "entonces todos los que invoquen al Señor serán salvos…y en Jerusalén habrá un remanente a quien el Señor llamará" (Joel 2:32, NEB)

El mismo principio fundamental de liberación para el remanente del tiempo del fin de Israel también aparece en el libro apocalíptico de Daniel. "En ese momento aparecerá Miguel, que vigila a sus compatriotas; y habrá un momento de angustia como nunca antes… Pero en ese momento las personas serán liberadas, todos los que estén escrito en el libro "(Dan. 12:1, NEB).

El oráculo de Abdías sobre la guerra de Yahweh contra Edom también termina con esperanza: "Pero los que escapen estarán en el Monte Sión; él será santo" (versículo 17, NVI). La mayoría de los profetas describen la liberación final del pueblo de Dios en términos de una teofanía cósmica de Yahweh como u Libertador celestial.


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Sofonías caracteriza a los sobrevivientes en Jerusalén en el día del Señor como "los mansos y humildes, que se refugiarán en el nombre del Señor. El remanente de Israel no cometerá injusticias; no mentirán ni encontrarán engaño en sus bocas" (Sof. 3:12, 13, NVI). Entonces el Señor actuará "contra todos los que te oprimieron" (versículo 19). La perspectiva apocalíptica habitual de los profetas era que Dios proporcionará un remanente fiel, humilde y santo de Israel que le adore en Espíritu y en verdad. Él los liberará en el Monte Sión cuando venga como Guerrero divino en el día del Señor.

La revelación adopta la perspectiva de una guerra universal contra el Israel de Dios, integrado por Cristo y sus verdaderos seguidores (Apocalipsis 12-19). El libro ahora presenta el drama del fin como una guerra religioso-política llevada a cabo por el "dragón" contra Cristo y sus fieles en todas partes. "Y el dragón se enfureció contra la mujer, y fue a hacer la guerra al resto de sus descendientes, es decir, aquellos que guardan los mandamientos de Dios y permanecen fieles al testimonio de Jesús. " (Apoc 12:17, NEB).

Juan describe al "dragón" como un monstruo parecido a una bestia con una cola de serpiente. Tiene siete cabezas, cada una con una corona real, y tiene diez cuernos (versículo 3). Luego identifica al dragón con "la serpiente antigua llamada Diablo o Satanás" (versículo 9), una referencia directa a la serpiente que engañó al hombre en el paraíso, según el primer libro de la Biblia.


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La conexión inspirada entre el dragón de los últimos días y el engañador de la humanidad en el paraíso indica que la última lucha de Satanás contra la humanidad es básicamente de la misma naturaleza religiosa que el primer conflicto en el Jardín del Edén. Se ha de cuestionar la veracidad y la validez permanente de la voluntad revelada de Dios al hombre. Desde el principio hasta el final, la serpiente y dragón sigue siendo el mismo Satanás. Siempre ha sugerido que la palabra de Dios no es confiable, que la ley moral de Dios es muy restrictiva de la libertad humana, que nos niega la autonomía absoluta, y por lo tanto debe cambiarse, y que la pena de muerte para el transgresor no es cierta porque la muerte significa solo la transición a una esfera superior de vida y sabiduría (ver Génesis 3: 1-4; Dan. 7:25). Esta gran ilusión solo aumentará y alcanzará su clímax al final del tiempo. “Serán destruidos, porque no han abierto sus mentes para amar la verdad, para encontrar la salvación. Entonces, Dios los pone bajo una ilusión que trabaja en ellos para hacerlos creer la mentira” (2 Tes. 2: 10-12, NEB).

El odio de Satanás hacia Dios se traduce invariablemente en odio hacia el prójimo de Dios, como se muestra en el registro histórico del Antiguo y Nuevo Testamento. Los libros apocalípticos de Daniel y Juan se unen para descubrir que nuestro mundo se ha convertido en el campo de batalla sobre la fiabilidad de la Palabra de Dios. La serpiente afirmará hasta el final que la ley de Dios no es razonable y que su amenaza de castigar con la muerte es pura mentira (véase Génesis 3: 1-4).


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Desde que el hombre tomó partido en la lucha espiritual entre Dios y Satanás, la serpiente ha estado en guerra con el pueblo de Dios. Busca destruir a los santos en la faz de la tierra. Su objetivo es alcanzar el poder de Dios sin tener el carácter de Dios, recibir el culto cósmico de todas las criaturas sin ser el Creador, gobernar sin oposición en el universo sin amar la creación.

La característica de las siete cabezas coronadas obviamente apunta a la estrategia de Satanás de emplear poderes políticos y militares para prohibir y ejecutar al Israel de Dios. La crisis del fin vendrá cuando Satanás logre engañar a todas las naciones por medio de señales sobrenaturales para unirlas en rebelión contra el Dios de Israel. Dentro de la estructura total del Apocalipsis, los capítulos 12-14 forman su sección central. Los tres capítulos se centran en la guerra del dragón contra la mujer de Dios después de que ella engendra al Mesías (Apocalipsis 12: 4-6, 14-17). La forma en que Satanás libra su guerra contra Cristo y su iglesia se revela dramáticamente en Apocalipsis 13, en el así llamado “capítulo del Anticristo”. El dragón va a la playa y recibe a una bestia que surge del mar como su aliada. Al igual que el dragón, esta bestia marina tiene siete cabezas, cada una con "un nombre de blasfemia" y diez cuernos, cada uno con una corona real. El dragón luego transmite a la bestia del mar "su poder, su trono y su gran autoridad" (versículos 1, 2). El hecho de que una herida mortal, infligida en una de sus siete cabezas, fuera curada, llevó a "todo el mundo" a adorar al dragón


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y la bestia marina, ahora considerada invencible a los ojos de todas las personas (versículos 3, 4).

La revelación coloca la conexión íntima entre el dragón y la bestia en contraste deliberado con la unión de Dios el Padre y su Hijo, el Mesías. La bestia marina y el dragón tienen el mismo número de cabezas y cuernos (Apocalipsis 12: 3; 13: 1), lo que sugiere una unidad esencial de las dos criaturas. El dragón incluso le dio a la bestia su trono, poder y autoridad. La curación milagrosa de una herida mortal en una de sus cabezas simboliza el poder del dragón para revivir a su agente agonizante con el único propósito de enviarlo a una misión diabólica: "Se le dio poder [a la bestia marina] para librar la guerra contra los santos y para vencerlos. Se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, idioma y nación" (Apoc. 13: 7, NVI).

Por el contrario, Dios envió a su Hijo a una misión en perfecta armonía con su voluntad salvadora. Después de que Cristo fue herido de muerte en la cruz, resucitó de entre los muertos por el poder de Dios. Entonces el Padre le dio plena participación en su trono, poder y autoridad (Ef. 1: 20-22).

El paralelismo de la bestia marina y de Cristo indica que la bestia representa al anticristo como un imitador o caricatura de Cristo. Para complicar el engaño, el dragón alienta a otro agente a llevar a cabo su propósito de gobernar el mundo. Así como la Divinidad consiste en una Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Satanás crea su falsa trinidad. Como dragón, él emplea un segundo poder, una "bestia que sale de la tierra" que


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tiene dos cuernos como los de un cordero pero habla como un dragón (Apoc. 13:11). Su misión será exaltar a la bestia marina y, por medio de milagros engañosos, llevar al mundo entero a adorar a la bestia marina revivida (versículo 14). Apocalipsis se refiere a la segunda bestia como "el falso profeta" (Apocalipsis 19:20; 16:13). "El falso profeta" actúa como la falsificación del Espíritu Santo. Mientras que el Espíritu de Dios vino como el Espíritu de verdad para traer gloria a Cristo (Juan 16:13, 14), el falso profeta con sus milagros engaña al mundo entero al obligar a todos los hombres a adorar una "imagen" del anticristo (Apoc. 13:14, 15).

La revelación expresa la naturaleza coercitiva de esta falsa adoración a través de la compulsión política de imponer una "marca de la bestia" (Ap. 19:20; 13:16). Cristo por este medio llama a su iglesia a estar despierta a los problemas en los consejos legislativos de las naciones. La conciencia unida por la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura es un derecho humano inalienable, así como una solemne responsabilidad que se ejerce ante Dios. La conciencia humana es el último campo de batalla para las fuerzas del bien y del mal. La crisis final de la historia será un dilema religioso y moral que cada persona tiene que enfrentar individualmente. Dios dirige su ultimátum a cada individuo: "Si alguien adora a la bestia y su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano, él también beberá el vino de la ira de Dios" (Apoc. 14: 9, 10). Estar del lado de Cristo o estar del lado del anticristo - ¡esa es la cuestión final! "Aquí es donde la fortaleza del pueblo de Dios tiene su lugar: guardar los


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mandamientos de Dios y permanecer leales a Jesús" (Apoc. 14:12, NEB).

El miedo a los boicots públicos y la muerte parece motivar a muchos a tomar partido con los poderes políticos gobernantes. Cristo nos enseñó con palabras y ejemplos, sin embargo, que en asuntos de adoración divina, la vida eterna está en juego. Consideraba que la comunión con el Padre era de suma importancia para su propia vida. Su mayor temor era ser abandonado por Dios. En Getsemaní luchó con la sumisión de su propia voluntad a la del Padre, clamando: "Padre, si quieres, quítame esta copa; sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42) . Así que practicó su consejo: "No temas a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Más bien, teme a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28, NVI; cf. Lucas 12: 5). El ejemplo de Cristo le da al creyente el valor para entrar en el conflicto final de Apocalipsis 13. Desmond Ford describe las implicaciones para la última generación de cristianos: “Este capítulo [Apocalipsis 13] señala la crisis que se anticipó durante mucho tiempo al final de los siglos: la crisis que presagia el Día del Señor y el Armagedón. El Armagedón es para la iglesia lo que el Calvario fue para Cristo: el último conflicto, el rostro oculto de Dios, la amenaza de extinción, pero también la máxima liberación” (New Castle, California, Crisis: A Commentary on the Book of Révélation [New Castle, California, 1982], Vol. II, pág. 578).


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En oposición a las demandas del anticristo, el Apocalipsis coloca los reclamos eternos de Dios para el hombre: “Clamó en voz alta: "Teme a Dios y ríndele homenaje, porque ha llegado la hora de su juicio. Adora al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas". Sin embargo, un tercer ángel siguió, clamando en voz alta: "Quien adore a la bestia y su imagen y reciba su marca en la frente o en la mano, beberá el vino de la ira de Dios, vertido sin diluir en la copa de su venganza. Será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles y ante el Cordero "(Apoc. 14: 7-10, NEB).

Dios envía tres ángeles para anunciar su advertencia final a todos los que viven en la tierra a fin de neutralizar la obra de los "tres espíritus inmundos" (versículos 6-9; 16:13, 14). Los ángeles instan a los santos a permanecer leales a los mandamientos de Dios y a ser "fieles a Jesús" (Apoc. 14:12).

Mientras los tres espíritus satánicos influyen con leyes políticas de todo el mundo "para reunirlos para la batalla" contra Dios en Armagedón (Apocalipsis 16:14, 16), los tres santos ángeles de Dios suplican a todos los creyentes que abandonen Babilonia y se refugien con el Cordero en el Monte Sión (Apocalipsis 14: 1; 18: 4).

Las falsas afirmaciones del anticristo

Las copas celestiales de la ira en Apocalipsis 16 especifican con más detalle el contenido del día de la ira con el que terminó el capítulo 6. La serie de las siete plagas halla "su clímax en la


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destrucción de la ramera" (J.M.Ford, Revelation, p. 120). Basado en el hecho de que el Apocalipsis en su conjunto sigue el modelo del bosquejo de Ezequiel - apostasía , juicio y restauración al final, J. Massyngberde Ford concluye que la prostituta Babilonia del libro de Apocalipsis no designa al Imperio Romano sino a una "Jerusalén" pervertida, el "Israel infiel" de la Era Cristiana (ibid., pp. 282-288 En otras palabras, la moderna Babilonia no es un poder ateo sino el pueblo infiel al pacto que se comporta como la antigua Babilonia.

Su sugerencia gana peso si consideramos el siguiente testimonio bíblico. Cinco profetas hebreos habían caracterizado a las tribus apóstatas de Israel, incluida Judá, de su propio tiempo como "prostitutas", como una esposa adúltera de Yahweh (Oseas 2: 5; 3: 3; 4: 15; Isaías 1:21; Mic. 1: 7; Jer. 2:20; 3: 1, 6-10; ver especialmente Ezequiel 16 y 23). Más que cualquier otro profeta, Ezequiel acusó gráficamente a Jerusalén de haber actuado como una "prostituta desvergonzada [desvergonzada]" con Egipto, Asiria y Babilonia (Ezequiel 16: 26-30). Debido a sus relaciones amorosas ilícitas, Dios juzgará a Israel en su santa ira al unir a los mismos amantes en su contra. Despojarán su desnudez, robarán sus piedras preciosas y finalmente lo cortarán en pedazos con sus espadas y quemarán sus casas por completo (versículos 37-41). El antitipo apocalíptico de este juicio sobre el Israel caído se aplica en Apocalipsis 17 a la prostituta Babilonia. "En cuanto a los diez cuernos que viste, odiarán a la prostituta; te quitarán la desnudez y te dejarán devastado, devorarán tu carne y te quemarán en el fuego" (Apoc. 17:16, NEB).


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La acusación de Dios contra su antiguo pueblo del pacto fue bastante específico: "Porque han cometido adulterio y hay sangre en sus manos. Han cometido adulterio con sus ídolos; incluso sus hijos, a quienes han engendrado para mí, han sacrificado a los ídolos. "(Ezequiel 23:37, 38, NVI).

El santuario y el sábado fueron los pilares básicos de Israel para adorar a Dios como Creador y Redentor. Esto hizo a Israel un reino único en religión y ética. Dios aún mide tanto la apostasía como la reforma mediante estas sagradas verdades que conectan el cielo y la tierra. La responsabilidad final del culto y la vida moral de Israel se basa específicamente en el sacerdocio ordenado.

Dentro del simbolismo general de Jerusalén como adúltera, el enfoque central se centra especialmente en el sacerdocio corrupto. Curiosamente, el rollo de Qumran nuevamente acusó a Jerusalén de apoyar un sacerdocio impío que había iniciado una apostasía litúrgica en el santuario y había promovido la injusticia social a expensas de los pobres.

Varias características de la prostituta apocalíptica apuntan a una renovada apostasía en la iglesia cristiana: (1) sostiene una copa de oro en la mano (Apoc. 17: 4); (2) ella escribió en su frente un nombre de significado místico: "Babilonia la Grande, la madre de las rameras y las abominaciones de la tierra" (versículo 5); (3) ella está "borracha con la sangre de los santos", los mártires de Jesús (versículo 6).


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Su vestido de color púrpura y escarlata, adornado con oro, piedras preciosas y perlas, nos recuerda inmediatamente al sumo sacerdote de Israel que vestía los mismos colores y cuyo peto tenía doce piedras preciosas dispuestas en oro (véase Ex. 28: 5 , 15-20). La misteriosa inscripción en la frente de la ramera, "Babilonia la Grande", podemos verla como la contraparte del grabado en la frente del sumo sacerdote: "Santidad al Señor" (ver Ex. 28:36, 38). En otras palabras, la imagen de la adúltera de Apocalipsis sugiere una parodia del sumo sacerdote de Israel, una apostasía religiosa de magnitud universal dentro de la cristiandad. El anticristo incluso ha sido llamado el "sacerdote corrupto" de la era cristiana. Reclamando el ministerio sagrado de salvación - "la copa de salvación" en el santuario (cf. Sal. 116: 13) - ofrece confusión religiosa y moral en lugar de su copa de oro llena con el vino de Babilonia (cf. Apo. 14: 8). Aparentemente, Babilonia insiste en la aplicación legal de sus dogmas religiosos por parte de los poderes del estado para que los disidentes puedan ser procesados y finalmente ejecutados (Ap. 17: 1-6).

La antigua Jerusalén fue asesina de los profetas de Dios (ver Mateo 23: 29-39). Si hay una correspondencia básica de la apostasía de Israel y la apostasía de la iglesia, se puede esperar que el anticristo corrompa el método de salvar del nuevo pacto y su santo sábado. Anticipándose a una apostasía fundamental dentro de la iglesia apostólica, Pablo comenzó a amonestar a los ancianos de las iglesias locales para prepararse para la distorsión venidera del evangelio apostólico: “Cuida de ti y de todo el


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rebaño al que el Espíritu Santo te ha hecho obispo, para pastorear la iglesia de Dios, que compró con su propia sangre. Sé que, después de mi partida, entran lobos voraces entre ustedes, que no perdonarán al rebaño. Y que, entre ustedes, los hombres se levantarán diciendo cosas perversas para arrastrar a los discípulos detrás de ellos” (Hechos 20: 28-30, RA). “Si, de hecho, alguien viene, predica a otro Jesús que no hemos predicado, o si aceptas un espíritu diferente que no has recibido, o un evangelio diferente que no has abrazado, sea anatema” (2 Cor.11: 4 , RA).

El apóstol Pablo se dio cuenta de que "la rebelión final contra Dios" sería desenmascarada en todo su engaño solo en el "momento apropiado" de la historia y que solo la gloriosa aparición de Cristo la destruiría (2 Tes. 2: 3-8). A su vez el Apocalipsis de Juan contiene la invitación final de Cristo a todos los que viven en la Tierra a abandonar Babilonia e ir al Monte Sión como el Israel de Dios (Ap. 18: 4; 14: 1), a separarse de la ramera (Ap. Ap. 17), y unirse con la mujer de Dios (Apocalipsis 12). Es básicamente una cuestión de adoración leal o infiel al Creador (Apoc. 14: 7, 9-11). Aceptar la marca de la bestia está en contraste directo con recibir el sello del Dios viviente. El conflicto final gira en torno a la validez permanente de los mandamientos originales de Dios y la fe apostólica en Jesús (Apoc. 14:12). El centro del último conflicto religioso, entonces, se encuentra en la verdadera interpretación de la ley moral de Dios y el evangelio de Jesucristo en la Sagrada Escritura. No es hasta que Dios establezca claramente ante la


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gente la cuestión de la autoridad de la Sagrada Escritura con respecto a la ley y el evangelio, "y este último sea llevado a elegir entre los mandamientos de Dios y los de los hombres que quienes continúen transgrediendo recibirán 'la marca de la bestia' ”(White, The Great Controversy, p. 449). Esta será la controversia final de la última generación en todo el mundo (Apocalipsis 14: 6, 9-12).

Tipos históricos del drama final

El primer mártir por su fe fue Abel. Caín estaba enojado con su hermano porque Dios aceptó la ofrenda de Abel, mientras que se negó a aceptar la suya. Así "Caín atacó a su hermano Abel y lo mató" (Génesis 4: 8). Este odio fatal contra los fieles del mismo Dios es el prototipo de la amarga guerra del anticristo contra la verdadera iglesia de Cristo. La pregunta final nuevamente se enfocará en la adoración apropiada de Dios.

Dos narraciones del libro de Daniel iluminan específicamente el tema religioso en el drama apocalíptico. Nabucodonosor, rey de Babilonia, había erigido una imagen dorada en la llanura de Dura. Él les ordenó a todos "postrarse en el suelo y adorar la imagen dorada" tan pronto como escucharan el sonido de la bocina y otros instrumentos musicales (Dan. 3: 1-5) en su ceremonia de dedicación. Su decreto totalitario no permitió ninguna libertad de conciencia. "Quien no se postra en el suelo y no lo adora, será arrojado inmediatamente a un horno en llamas" (versículo 6, NVI). Tres funcionarios del gobierno judío, por lealtad a Yahweh, se negaron persistentemente a obedecer su


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orden real. Cuando el rey enfurecido los desafió con la pregunta "¿Qué dios puede librarlos de mis manos?" (versículo 15, NVI), respondieron con coraje ejemplar: "El Dios a quien adoramos puede librarnos, y él nos librará de tus manos, oh rey. Pero si no nos libra, sabe, oh rey, que no adoraremos a tus dioses ni adoraremos la imagen dorada que mandaste erigir "(versículos 17, 18, NVI).

Los expositores reconocieron esta conmovedora historia de prueba de lealtad frente a la muerte por parte de los funcionarios hebreos en Babilonia y su liberación divina como un tipo significativo de la crisis de los últimos tiempos para la iglesia de Dios en la moderna Babilonia. Tanto Daniel 3 (el tipo) como Apocalipsis 13 (el antitipo) mencionan un decreto de muerte emitido por legisladores con respecto a un tema religioso. Ambos libros apocalípticos describen una "imagen" que Babilonia plantea como la última prueba de fe para el Israel de Dios. En ambas situaciones, los poderes gobernantes obligan al culto falso con una pena de muerte. Daniel 3 informa la sorprendente liberación de tres fieles funcionarios hebreos después de que fueron condenados y ejecutados legalmente. Tales rescates no son característicos para todos los verdaderos creyentes. Muchos se convirtieron en mártires o exiliados y no recibieron "lo prometido "(ver He. 11: 37-40. Apo. 6: 9-11). Juan vio a muchos" que fueron decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, y no habían recibido su marca en sus frentes o en sus manos "(Apoc. 20: 4, NVI).


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La narrativa anterior de Daniel sirve como un tipo para indicar cómo Dios librará a los santos en la crisis final. Algunos serán decapitados, mientras que otros solo serán ejecutados judicialmente y escaparán de la muerte actual. Los fieles sobrevivientes estarán con el Cordero como la contraparte de los leales hebreos que entraron en el horno de fuego junto con Aquel que era como "un hijo de los dioses" (Dan. 3:25).

La historia de la lealtad personal de Daniel a Dios cuando se enfrentó a un decreto político de muerte (Dan. 6) una vez más ofrece la promesa de la salvación divina para el remanente final. Los funcionarios del gobierno persa intentaron encontrar un cargo contra Daniel acerca de su función política, pero fracasaron. "Finalmente, estos hombres dijeron:" Nunca encontraremos ninguna razón para acusar a este Daniel, a menos que esté relacionado con la ley de su Dios '"(versículo 5, NVI). Engañando al rey Darío, lograron emitir una ley que prohibía la oración a cualquier persona, excepto al rey durante 30 días, bajo pena de muerte. Al negarse a comprometer su conciencia religiosa, Daniel continuó glorificando al Dios de Israel tres veces al día. Condenado por la nueva ley, fue lanzado en el foso de los leones. Pero Daniel sobrevivió a la prueba porque Dios le envió a Su ángel y "cerró la boca de los leones" (versículo 21).

Aquí se usa el verbo guardar enfáticamente cinco veces. Como Daniel fue encontrado "inocente" a los ojos de Dios, el rey hizo arrojar a sus falsos acusadores al foso de los leones (versículo 24). En otras palabras, recibieron el mismo juicio que tramaron para


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Daniel. Así será en Armagedón al final de la historia de la salvación. El libro de Daniel termina con la gloriosa promesa de que durante la angustia final, la intervención personal de Miguel liberará al verdadero Israel. "En esa ocasión, se levantará Miguel, el gran príncipe que protege a su pueblo ... Pero en esa ocasión [de angustia final] será liberado su pueblo, todos cuyo nombre esté escrito en el libro " (Dan. 12: 1, NVI). El rescate final de los santos incluirá mártires incluso, porque Dios los resucitará de entre los muertos. "Muchos que duermen en el polvo de la tierra se despertarán" (versículo 2).

Las narraciones de Daniel sobre la máxima lealtad religiosa a la santa ley de Dios y la liberación divina (Dan. 3 y 6) prueban los tipos o prefiguras inmediatas de la crisis final para el pueblo de Dios y su liberación divina. (Dan. 12: 1, 2). El mensaje del Antiguo Testamento sirve como telón de fondo para la crisis prevista del fin de los tiempos y el resultado providencial en Apocalipsis 13 y 14.

El libro de Esther registra otro drama épico en la historia de Israel que se encuentra y termina en Apocalipsis. El rey persa Jerjes ordenó a todos sus sirvientes que se inclinaran ante Amán, su más alto funcionario real. El judío Mardoqueo, de la tribu de Benjamín, se negó a obedecer tal orden que parecía pedirle honor a un hombre. En reacción, el enfurecido Amán comenzó a conspirar para destruir a todo el pueblo de Dios en las 127 provincias del imperio de Jerjes, desde la India hasta Cus [Etiopía] (Esther 3: 1-6). Amán instó al rey a emitir un decreto real que permitiera que el pueblo judío fuera aniquilado porque


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vivían separados de la cultura persa y no obedecían las leyes del rey. “No le corresponde al rey tolerarlos", aconsejó Jerjes (versículo 8). Él y rey echaron suertes [en hebreo: pur], y un decreto real estableció el decimotercer día del duodécimo mes para la eliminación de todos los ciudadanos judíos. La orden era"exterminar y aniquilar completamente a todos los judíos, jóvenes y viejos, mujeres y niños en un solo día y para saquear sus posesiones "(versículo 13, NVI).

Mientras Amán se preparaba para la ejecución de Mardoqueo, la reina Ester, que era prima de Mardoqueo, informó a Jerjes de la conspiración malvada contra su propio pueblo. Su súplica fue: "Perdona mi vida y la vida de mi gente; esta es mi petición y mi deseo. Porque hemos sido vendidos por destrucción, muerte y aniquilación" (Esther 7: 3, 4, NVI) ) Cuando el rey se dio cuenta de que Amán había usado la autoridad real para su propia exaltación como primer ministro, ordenó que lo ahorcaran con la misma horca que había preparado para Mardoqueo (versículos 9, 10). Entonces Jerjes emitió un nuevo edicto real, permitiendo a todos los judíos protegerse y destruir a sus atacantes (Ester 8:11). "Para los judíos fue una ocasión de felicidad, alegría, alegría y honor" (versículo 16, NVI). El esquema asesino que Amán ideó contra los judíos se había vuelto contra "su propia cabeza" (Ester 9:25).

Este drama tiene más que interés histórico. Podemos ver el decreto de muerte en el libro de Esther como otro prototipo del decreto de muerte apocalíptico de Apocalipsis 13: 15-17. Si bien los puntos teológicos básicos de prohibir al pueblo del pacto de


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Dios adorar son los mismos, el impacto futuro sucederá a escala mundial y la salvación de la iglesia remanente será infinitamente más espectacular y gloriosa.

En esta perspectiva tipológica, leemos la Biblia hebrea a la luz de Cristo y el Nuevo Testamento y la encontramos llena de esperanza y advertencias para la iglesia de hoy. La historia de Israel de las guerras de Yahweh y su perspectiva profética sobre la última crisis presentan los tipos y las sombras de la cuestión del verdadero culto en Armagedón. La revelación indica cómo las guerras y triunfos de Yahweh en el pasado alcanzarán su clímax cósmico-universal en Cristo como un guerrero divino. La historia de Israel también muestra en ejemplos prácticos cómo los cristianos pueden prepararse para el conflicto final con los poderes de las tinieblas: mediante la adoración fiel de acuerdo con la voluntad revelada de Dios, como Daniel la practicaba; por intercesiones insistentes con los líderes políticos, como lo hizo Ester; por confianza y una respuesta obediente al pacto de Dios, como lo manifestaron los amigos de Daniel. En pocas palabras, por caminar humildemente con Dios todos los días. La gracia de Dios es suficiente, porque su poder se perfecciona en nuestra debilidad (2 Cor. 12: 9). Si el corazón humano se une a Cristo, todas las cosas son posibles. El que comienza con el Señor también puede terminar con Él. Cristo promete que "el que persevere hasta el fin será salvo" (Mateo 24:13).


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EL SELLO FINAL DE LA PROTECCIÓN DIVINA

La cuestión de cómo prepararse para el Armagedón adquiere una urgencia creciente. Será demasiado tarde para prepararse cuando veamos a Cristo viniendo en su gloria. Entonces "todos los pueblos de la tierra llorarán con amargo remordimiento "por él" (Apoc. 1: 7). Entonces los líderes de la tierra clamarán a las montañas y a las rocas: "Caed sobre nosotros y escóndenos del rostro del que se sienta en el trono y la ira del Cordero, porque ha llegado el gran Día de su ira; ¿y quién puede sostenerse en pie?" (Apocalipsis 6:16, 17 - RA).

La respuesta a la pregunta "¿Quién puede soportar?" (BJ) toma toda la extensión de Apocalipsis 7, uno de los capítulos más reconfortantes del libro. Presenta "la teología del remanente" en Juan (J. M. Ford, Apocalipsis, p. 120). Él ve en una visión cómo Dios enviará a un ángel especial "ascendiendo del este" para sellar "las frentes de los siervos de nuestro Dios" aparentemente para su protección contra la destrucción cósmica universal que se avecinara. "Entonces oí el número de los que estaban sellados: ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel" (versículo 4, NVI).

El mensaje básico es la certeza de que Dios no destruirá el mundo indiscriminadamente. Dios diferencia entre los que le sirven y los que no. Él decide quién le pertenece y quién no. "El Señor conoce a los que le pertenecen" (2 Tim. 2:19). Malaquías declara: “Entonces, los que temían al Señor hablaron entre ellos,


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y el Señor escuchó atentamente. Se escribió un libro en memoria de aquellos que temían al Señor y honraron su nombre. "El día que actúe", dice el Señor de los ejércitos, “serán mi tesoro personal. Tendré compasión de ellos como un padre tiene compasión del hijo que lo obedece. Entonces verás nuevamente la diferencia entre los justos y los malvados, entre los que sirven a Dios y los que no" (Mal. 3: 16-18, NVI).

Los académicos llaman a esta idea de separar al Israel espiritual del Israel no espiritual como teología del remanente. Dos situaciones de crisis en la historia de Israel parecen actuar especialmente como tipos proféticos del sellado apocalíptico del remanente de Dios antes del Armagedón. La primera ocurrió en Egipto. Dios le ordenó a Israel que pusiera la sangre del cordero de la Pascua en las puertas superiores y las vigas de las puertas de sus casas. "La sangre será una señal para indicar las casas en las que estás; cuando vea la sangre, pasaré. La plaga de destrucción no te golpeará cuando ataque Egipto" (Ex. 12:13, NVI). La sangre asperjada fue la marca designada de Dios para señalar al Israel que pertenecía a Yahweh. Aquellos que aceptaron su emblema ordenado recibieron protección cuando los juicios punitivos de Yahweh cayeron sobre Egipto. Israel, por fe y obediencia, necesitaba apropiarse de este sello de aprobación de Dios.

No menos significativa es la visión de Ezequiel de los seis verdugos angelicales que traían la ira de Dios sobre Jerusalén después de que se hubiera negado a arrepentirse de su apostasía e idolatría. Yahweh ordenó a los ángeles sacrificar a los idólatras


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en el Templo de Dios y en la Ciudad Santa. Sin embargo, la misericordia de Dios aparece al mismo tiempo en su envío por adelantado de un ángel especial al cual se le dice "ve por la ciudad de Jerusalén y pon una señal en la frente de aquellos que suspiran y gimen por todas las prácticas desagradables que se hacen en él "(Ezequiel 9: 4, NVI).

William H. Shea saca esta conclusión perceptiva: “Por lo tanto, se hizo una diferenciación en esto entre las dos clases de personas en Judá en ese momento, los justos y los malvados, el remanente para ser salvado y los no pertenecientes al remanente, que serían destruidos. La implicación de esta división es que la distinción en estos dos grupos se había producido mientras Yahvé se sentaba a juzgar en su templo. La ejecución de la sentencia fue el resultado de decisiones tomadas durante la sesión de juicio en el templo. Este juicio de los habitantes de Judá fue investigador en el sentido de que se había tomado una decisión en cada caso y, como resultado, se hizo una división entre estas dos clases de personas (Estudios seleccionados sobre interpretación profética, Daniel y la serie del Comité de Revelación [Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1982], Vol. I, p. 17).

Aquellos marcados con el sello de Dios estaban protegidos del derramamiento de la ira de Dios. Recibieron el sello debido a su sincero arrepentimiento por la maldad y la idolatría dentro de Israel (ver Ezequiel 7, 8). Pero en cuanto al resto de Israel, "en su maldad, se rebeló contra mis leyes y decretos más que las


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personas y las naciones a su alrededor. Rechazó mis leyes y no actuó de acuerdo con mis decretos" (Eze 5: 6, NVI).

Un Israel arrepentido es un Israel espiritual. El juicio destructivo de Dios es su juicio retributivo: "Entonces, por mi parte, no los miraré con piedad ni los perdonaré, sino que haré que lo que han hecho caiga sobre sus cabezas" (Ezequiel 9:10, NVI). Dios manifestó su misericordia cuando en su juicio separó al Israel de Dios de un Israel apóstata. Se los reservó a través de su propia marca especial de aceptación y propiedad en sus frentes. Entonces, primero vino el sellamiento del remanente fiel de Israel, y luego siguió la ejecución de un Israel no arrepentido.

En su contexto histórico, el cumplimiento primario de esta visión solemne fue la destrucción de Jerusalén y su Templo por parte de Nabucodonosor en 586 aC. El Apocalipsis de Juan aplica el cumplimiento más amplio del tiempo del fin del juicio de Ezequiel en el capítulo 7 como el sellamiento divino de los 144000 verdaderos israelitas que sobrevivirán al día de la ira (versículos 1-8). Dios elige este remanente final de Israel como su posesión especial en un mundo rebelde. Sobrevivirán al Armagedón y estarán parados en el Monte Sión junto con el Cordero de Dios de la Pascua (ver Apocalipsis 14: 1-5). Esta comunidad define a los 144000 israelitas como el Israel mesiánico, la iglesia universal de Cristo Jesús, cuando se abre el sexto sello (Ap. 6:12).

Si vemos las 12 divisiones tribales, con 12000 israelitas de cada tribu como un símbolo de la iglesia mundial de los 12 apóstoles


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de Cristo, entonces también debemos entender el número 144000 como igualmente representativo del Israel universal de Dios en la crisis al final de la historia de salvación.

La lista de 12 tribus en Apocalipsis 7 es única en las Escrituras y obviamente simbólica. Coloca a Judá como el primero en la fila, aparentemente para enfatizar que Cristo es la cabeza del nuevo Israel (Apoc. 5: 5, 6). Además, omite la tribu de Dan y la reemplaza con la tribu de Manasés, que ya está incluida en José (Apocalipsis 7: 8) para mantener el número 12. La explicación probable de la omisión simbólica es la creencia judía y cristiana primitiva de que Dan representaba la idolatría y que de allí emergería Belial, o el anticristo (véase Génesis 49:17; Juez. 18:30; 1 Reyes 12:29). En otras palabras, la omisión de Dan también tiene un significado mesiánico. El número 12 y sus múltiplos aparecen más de 30 veces en el libro de Apocalipsis y la palabra tribu o tribus 15 veces.

El estudio de Albert Geyser concluye que las 12 tribus en Apocalipsis representan el "propósito cósmico, porque 12 es también el símbolo de finalización, cumplimiento. La insistencia del Apocalipsis en esto presupone el cumplimiento de la promesa de David a David en 2 Sam. 7: 15, las constantes promesas de restauración de su reino de doce tribus por parte de los profetas, y la renovación del planeta" ("Las doce tribus en Apocalipsis: Apocalipsis cristiano judeo y judeo", Nuevo Testament Studies 28 [1982]: 388-390).


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Juan ve una visión de la Nueva Jerusalén con 12 puertas que tienen grabados los nombres de las 12 tribus de Israel, mientras que sus 12 fundaciones llevan los nombres de los 12 apóstoles del Cordero (Apoc. 21: 12, 14). Así, Israel y la iglesia son declarados pueblo de Dios. Douglas Ezell siente que los 144,000 verdaderos israelitas de Apocalipsis 7 y 14 también representan simbólicamente a todos los redimidos de la humanidad: “Como Juan usó el título del Antiguo Testamento reservado para los israelitas "un reino de sacerdotes" para referirse a todos los cristianos (ver Apocalipsis 1: 6; 5: 9, 10), entonces ahora usa las doce (tribus) multiplicadas por doce (los apóstoles), multiplicado por diez (el número de perfección) elevado al tercer poder (el número de la deidad) para describir simbólicamente a todos los redimidos” (Revelaciones sobre Apocalipsis, p. 60).

Es significativa la descripción de Juan de que solo "escuchó el número" de los israelitas sellados (Ap. 7: 4), mientras que tan pronto como "miró" vio "una gran multitud que nadie podía enumerar, de todas las naciones, tribus, pueblos" y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidas con ropas blancas, con palmas en las manos” (versículo 9, RA). Esta conexión autoexplicativa entre lo que Juan escucha y lo que ve ya apareció en el capítulo 1, donde Juan "escuchó" detrás de él "una voz fuerte como una trompeta". Luego "se volvió para ver quién hablaba" y vio a Cristo (Ap. 1:10, 12, 13). Lo que Juan ve tiene la intención de aclarar más lo que escuchó. El mismo patrón ocurre nuevamente en el capítulo 5, donde Juan escuchó a uno de los ancianos decir: “He aquí, el León de la tribu de Judá. . .


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venció”. Entonces vi un Cordero, que parecía haber muerto” (Apoc. 5: 5, 6). Lo que Juan ve explica lo que escuchó. Por lo tanto, muchos estudiantes de la Biblia consideran la visión de Juan de la multitud victoriosa de todas las naciones como la explicación divina de los 144,000 israelitas triunfantes en el tiempo del fin. Dios prometió que los descendientes de Abraham serían "como la arena del mar, una multitud que no puede ser numerada" (Génesis 32:12, NKJV; ver también Génesis 15: 5; Gálatas 3: 7, 29).

Juan menciona dos características específicas de la multitud innumerable que vio: "Estos son los que vinieron de la gran tribulación y lavaron sus ropas y les dispararon en la sangre del Cordero". (Apocalipsis 7:14, NVI).

Primero, son los santos cristianos, judíos o gentiles, que creen en la sangre expiatoria de Cristo como el Cordero de Dios. Segundo, todos sobreviven "a la gran tribulación" o al tiempo de persecución. La distinción entre la visión del ángel de Oriente con respecto al sellado del remanente de Israel y la visión de la gran multitud es una progresión histórica. El sellamiento de los 144,000 en Apocalipsis 7 coloca al Dios de Israel todavía en la Tierra, antes de la crisis final de fe, mientras que la visión de los santos victoriosos, con las palmas en las manos, los tiene en la gloria divina, ante el trono de Dios. Ellos ya "vinieron de la gran tribulación". Por lo tanto, se puede observar el progreso en la historia de la salvación en Apocalipsis 7. Parece razonable concluir que la multitud victoriosa en el cielo debe representar a


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los santos a lo largo de la historia humana, incluido el 144,000 Israel de Dios del tiempo del fin.

Esta conclusión está en armonía con el resto del Nuevo Testamento, porque supone que todos los hijos de Dios pasan por pruebas y sufrimientos por Cristo (ver Heb. 11: 24-26; hechos 14:22; 2 Tim. 3:12; 1 Tes. 3: 3). Pablo incluso declara que somos "coherederos con Cristo, si de hecho compartimos sus sufrimientos, para que también compartamos su gloria" (Rom. 8:17, NVI). Sin embargo, el enfoque principal del libro de Apocalipsis es definitivamente la tribulación final en la historia de la salvación y la última generación de Israel de parte de Dios. Parece ser el contexto claro en el que se colocan 144000, como indica D. Ezell: “Con el número simbólico, 144,000, y la gran multitud, Juan responde a la pregunta con la que terminó Apocalipsis 6: "¿Por qué vino el gran Día de su ira, y quién puede sostenerse en pie?" (Apocalipsis 6:17) (ibid., P. 61).

Apocalipsis 12-19 desarrolla más específicamente el enfoque del tiempo del fin y explica por qué los 144,000 ocupan el escenario central nuevamente en Apocalipsis 14: 1-5. Ellos fueron los que vencieron la amenaza final de Babilonia: el decreto de muerte universal contra el Israel de Cristo. Prefirieron ser leales al Cordero y entregarle sus vidas a Él que aceptar la marca de la bestia y vivir en Babilonia (Apocalipsis 13: 15-17). Los 144000 vinieron de la "gran tribulación", de la última guerra religiosa en la historia mundial. Como la última legión de los fieles y consagrados de Cristo, están representados simbólicamente


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como 12 unidades de batalla de 12000 guerreros, similar a la legión especial de guerreros de Moisés consagrada en Números 31: 1–7.

El plan determinado de Dios es evitar que los vientos de destrucción soplen en el mundo hasta que todos sus legionarios elegidos tomen su lugar de fe en la crisis final de la tierra (Ap. 7: 1). Los ángeles de la destrucción esperan bajo el orden restrictivo: "No dañen, ni la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que sellemos las frentes de nuestros sirvientes" (versículo 3, NVI). El número simbólico de los santos sellados no implica que la iglesia remanente de Cristo sea necesariamente un número pequeño. "El número 144,000 no denota una limitación numérica de aquellos que están sellados; simboliza la perfección final del pueblo de Dios" (E.D. Schmitz, en The New International Dictionary of New Testament Theology [Grand Rapids: Zondervan, 1976], vol. 2, página 695).

La plenitud de los 144,000 de Israel parece ser una innumerable multitud de vencedores cristianos: “Después de estas cosas, miré y vi una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, de todas las tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero. Llevaban túnicas blancas y tenían palmas en sus manos; y gritaron en voz alta: "Victoria a nuestro Dios, que se sienta en el trono, y al Cordero" (Apocalipsis 7: 9, 10, NEB).

En contraste directo con aquellos que aceptaron la marca de la bestia, los miembros del Israel espiritual recibieron el nombre


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del Cordero y su Padre en sus frentes (Apocalipsis 14: 1), su signo de victoria mesiánica. Tuvieron el coraje de confesar a Cristo como el Señor y comandante de sus vidas. Su victoria sobre el Anticristo es la derrota de Satanás. El pueblo de Dios solo triunfó por su unión con Cristo en su muerte y resurrección (Apocalipsis 12:11). Como vencedores del anticristo, recibirán túnicas blancas de Cristo, al igual que todos los conquistadores de fe anteriores las recibirán (Apoc. 3: 4, 5, 18).

Las túnicas blancas

En el Antiguo Testamento, las coloridas vestimentas del pueblo de Israel y sus sumos sacerdotes tenían un significado religioso (Números 15: 37-41; Ex. 28). El sumo sacerdote vestía diariamente túnicas de lino fino tejido con hilos de oro e hilos de telas azules, púrpuras y rojas y una coraza con piedras preciosas montadas sobre adornos de oro. En su frente llevaba una placa de oro grabada con las palabras "Santidad a Yahweh" (ver Ex. 28:36). Isaías se regocijó en la restauración de Israel después del exilio en estas palabras: "porque él me cubrió con vestiduras de salvación y me envolvió con la túnica de la justicia" (Isa. 61:10, RA). Y el Salmo 132: 16 canta del sacerdocio de Israel: "Viste a tus sacerdotes en la salvación". Más tarde, Cristo usó la túnica de boda como una metáfora del perdón y la aceptación divina en su parábola del banquete de bodas (Mateo 22:11).


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El libro de Apocalipsis a menudo emplea la túnica blanca como la túnica escatológica prometida a todos los seguidores de Cristo y vencedores. Representa la pureza y justificación divinas, la victoria y la vindicación divina en el juicio final. Durante el quinto sello apocalíptico, el veredicto de Dios en la corte divina reivindicará a los mártires. "Entonces cada uno de ellos recibió una vestimenta blanca" (Apo. 6:11). Es una triste realidad en la vida que los cristianos a menudo contaminan su ropa, recibida en el bautismo, por deslealtad e indolencia (Apocalipsis 3: 4). Luego, Cristo atrae a todos sus seguidores profesos para ser vencedores y mantener sus túnicas blancas para que sus nombres permanezcan en el libro de la vida (versículos 5, 18). El último desafío y amenaza llega durante el tiempo escatológico de problemas, la gran tribulación de Daniel 12: 1. Entonces Dios despierta a cada creyente para pelear la última batalla de la fe en un tiempo de amarga persecución. A pesar de los fracasos anteriores, el creyente en Cristo puede renovar su lealtad a Dios y, en una nueva consagración, lavar su vida. En una sorprendente declaración, el ángel intérprete explica cómo los creyentes podrán resistir la prueba final: “Entonces él me dijo: Estos son los que pasaron por la gran prueba; lavaron sus túnicas y las pusieron blancas en la sangre del Cordero '' (Apocalipsis 7:14, NEB).

La participación de la sangre vital expiatoria de Cristo trae la justificación divina, la santificación y la glorificación. Pero la fe salvadora es una posesión de fe, una fe que el cristiano debe ejercer diariamente. La última bienaventuranza del Apocalipsis


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dice: "Bienaventurados los que lavan sus vestiduras en la sangre del Cordero, para que se les otorgue el derecho al árbol de la vida, y para que puedan entrar a la ciudad por las puertas" (Apocalipsis 22:14).

Jesús ya había dicho: "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo 5: 8, RA). Ninguna otra preparación servirá a los santos para el Armagedón: "He aquí, vengo como viene el ladrón. Bienaventurado el que vigila y guarda sus vestiduras, para que no camine desnudo y no se vea su vergüenza" (Apoc. 16: 15, RA).

Para permanecer firme en la crisis futura, el hijo de Dios debe vivir una vida santificada consistente ahora y debe estar seguro en su corazón de salvación actual. En su día, Pablo insistió: "¡Ahora es el momento favorable, ahora es el día de salvación!" (2 Cor.6: 2, NVI). ¡Ahora es el momento de ir a Cristo, rendirnos a Cristo como el Señor y aceptar su regalo de una nueva relación con Dios! Cristo se ofrece como el Cordero de Dios a todos los que se sienten indignos ante un juez santo, a todos los que necesitan el perdón divino de los pecados. El acto judicial de Dios de colocar al creyente arrepentido como justo delante de Él por su gracia, no lo encontramos en ninguna parte más gráficamente que en una visión de un profeta posterior al exilio, Zacarías. Él ve a Josué, el sumo sacerdote, que representó al remanente de Israel que había regresado del cautiverio de Babilonia, de pie en la presencia de Dios. El profeta escucha a Satanás acusar a Josué de no ser digno de salvación. Pero Dios rechaza la solicitud de Satanás para el castigo adicional de Israel.


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En la corte del cielo, la gracia salvadora de Dios resulta en la justificación de ese arrepentido Israel: "¿No es este un tizón arrebatado del fuego?" Ahora, Josué llevaba ropa sucia delante del ángel; y el ángel se volvió y dijo a los que estaban frente a él: "Quítate la ropa sucia". Luego le dijo a Joshua nuevamente: "Mira cómo te quité la culpa y te pondré finas prendas" (Zac. 3: 2-4, NEB).

Esta maravillosa túnica blanca colocada en lugar de la ropa sucia es el llamado a servir a Dios, con la promesa adicional de la glorificación eterna: “Si sigues mis caminos y obedeces mis preceptos, gobernarás mi casa y también estarás a cargo de mis tribunales, y te daré un lugar entre los que están aquí” (versículo 7, NVI).

Mientras que el perdón de los pecados y la vida santificada es la experiencia de los verdaderos santos en todas las épocas (ver Salmo 32; Rom. 4: 4-8), la redención agrega un mayor significado a la generación final de las personas. Tendrán que conocer la prueba final de lealtad a Cristo.

La necesidad de una comunión viva con Cristo es la más urgente para la última generación de cristianos. Para aquellos que atesoran su comunión con Cristo más que la vida y luego rechazan la marca de la bestia y su imagen, el Señor les otorga el sello divino de aprobación y supervivencia. Los reconoce como suyos y los protege contra la ira divina sobre Babilonia y su Armagedón. Dios mismo los reivindica y los sella para la


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traslación antes de la última trompeta (cf. 1 Cor. 15: 51-55; 1 Tes. 4:16, 17).

El sello del evangelio y el sello apocalíptico

Existe un peligro real de confundir el sello apocalíptico de Dios al final de los tiempos con el sello del evangelio que todos los cristianos reciben cuando nacen a la fe en Cristo y se unen a Él en el bautismo. Cada creyente nacido de nuevo recibe el Espíritu Santo en su bautismo como el sello de la redención. “Cuando escuchaste y creíste en la palabra de verdad, el evangelio que te salvó, fuiste sellado en Cristo con el Espíritu Santo de promesa, que es la garantía de nuestra herencia hasta la redención de aquellos que pertenecen a Dios, para alabanza de su gloria”. (Efesios 1:13, 14, NVI). “No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con que fuiste sellado para el día de la redención” (Ef. 4:30, NVI). “Él nos ungió, nos selló como su propiedad y puso su Espíritu en nuestros corazones como garantía de lo que está por venir” (2 Cor. 1:21, 22, NVI).

Según la enseñanza apostólica, cada creyente nacido en Cristo recibió el sello de la propiedad de Dios en su corazón cuando fue ungido con el Espíritu Santo. "Porque no han recibido un espíritu que los esclavice de nuevo en el miedo, sino el Espíritu que los adopta como niños, a través del cual clamamos: "Abba, Padre" (Rom. 8:15).

La unción del Espíritu se refiere al bautismo del creyente en el agua y el Espíritu (ver Juan 3: 5; 1 Juan 2:20, 27; 1 Cor. 12:13).


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Observamos una semejanza real aquí con el propio bautismo de Jesús, donde Dios colocó su "sello de autoridad" (Juan 6:27, NEB) o "sello de aprobación" (NVI) en Cristo cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él como una paloma “una voz del cielo dijo: “Tú eres mi Hijo amado; Estoy muy contento contigo” (Lucas 3:21, 22). La seguridad divina de ser un hijo de Dios ahora se ofrece a todos los que creen en Cristo: “Pedro respondió: “Arrepiéntanse, y que cada uno de ustedes sea bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ti, para tus hijos y para todos los que están lejos, para todos los que el Señor nuestro Dios llama” (Hechos 2:38, 39, NVI).

El Espíritu de Dios "sella" al creyente como el heredero de Cristo y lo llama a perseverar en la fe hasta el final (Mateo 24:13; Rom. 5: 1-5). Cristo insiste con todos sus seguidores: “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap. 2:10, NVI). “Haré del vencedor una columna en el santuario de mi Dios, y él nunca se irá de allí. Escribiré en él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de Dios; y también escribiré mi nuevo nombre en él” (Apocalipsis 3:12, NVI).

La profecía de Apocalipsis 7: 1-8 se refiere a una situación de crisis única cuando los fieles "siervos" de Dios (versículo 3) colectivamente tienen que enfrentar la prueba de lealtad frente a la muerte y resistir al anticristo (Apocalipsis 13: 15-17). Necesitan protección durante los vientos finales de la lucha


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universal y el derramamiento de sangre (Ap. 7: 1, 2) y el poder para resistir el gran día de la ira de Dios (Ap. 6:17). Los siervos de Dios ya están en posesión del sello espiritual del Espíritu Santo recibido en su bautismo en Cristo. Por lo tanto, están "en Cristo". Pero solo después de que los siervos de Dios de los últimos tiempos hayan sido probados para la marca de la bestia y hallados leales pese a la amenaza de muerte, recibirán de los ángeles de Dios el exclusivo "sello apocalíptico" como la marca de aprobación divina y protección de las fuerzas de muerte y destrucción.

Precisamente por esta razón, los cristianos que violaron ignorantemente la santa ley de Dios no recibirán la marca de la bestia hasta que hayan sido confrontados con la señal discutida de la supremacía de Dios y hayan rechazado voluntariamente su ley del pacto. Esta prueba apocalíptica de fe trazará la última línea de demarcación entre el cristianismo verdadero y apóstata ante Dios.

Podemos estar seguros de que Dios no dejará al mundo en la oscuridad con respecto a la cuestión final de su autoridad y voluntad. Todos tendrán suficiente luz para tomar una decisión inteligente. En la agitación final del anticristo, la línea de distinción se trazará cada vez más públicamente "entre los que sirven a Dios y los que no" (Mal. 3:18).

En realidad, todo el carácter y la espiritualidad del adorador saldrán a la luz en el momento de la decisión apocalíptica. Apocalipsis 14: 1-4 enfatiza el compromiso total de los 144,000


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verdaderos israelitas con Cristo. Ellos "lo siguen a donde quiera que va". La revelación los alaba como vírgenes y "primicias para Dios y para el Cordero" debido a la calidad de su adoración (cf. Rom. 11:16; 2 Cor. 11: 2).

L. F. Were describe sus características distintivas: “Esta compañía sagrada, la última de la cosecha del mundo, vivirá el período más oscuro de la Tierra, en un momento en que los errores del diablo serán los mayores; y, en un momento en que el mundo entero se maravillará de la bestia, permanecerán, ante la amenaza de muerte, leales al Cordero de Dios y soportarán el conflicto final con Él (144,000 Sellado! ¿Cuándo? ¿Por qué? [Melbourne, Australia, nd ], página 76).

Apocalipsis 7 indica por qué los 144000 necesitarán un sello especial del tiempo del fin: para garantizar su protección de los siete ángeles que Dios comisionó desde su Templo celestial para derramar las últimas siete plagas en el mundo babilónico (cf. Ap. 6:17; 15: 1, 5-8; 16: 1, 2).

Aquí está la contraparte obvia, o antitipo, del mensaje de sellamiento al antiguo Israel en Ezequiel 9. Anunció el juicio y la misericordia de Dios de Su Templo terrenal en un Israel dedicado a la adoración falsa (Eze. 8). Sin embargo, Dios mostró piedad al mandar un ángel antecediendo al castigo como figura sacerdotal (Ezequiel 9: 2) para marcar las frentes de un remanente arrepentido con un signo de aceptación divina, claramente visible para los verdugos angelicales que siguieron en su estela. Estos últimos fueron los agentes de la justicia


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retributiva, ordenados a sacrificar a todos aquellos israelitas que no mostraban este sello del Señor en sus frentes (ver los versículos 5-10; Deuteronomio 13: 8). En la visión de Ezequiel, la destrucción de la gente obstinada y no arrepentida del pacto, inmediatamente siguió al sellado del resto. El Señor de la gloria abandonó a Jerusalén al abandonar el santuario (Ezequiel 10:18).

El mensaje de la visión de juicio de Ezequiel es cada vez más oportuno para la última generación del pueblo de Dios. Desde el trono de Dios en su Templo celestial se enviará su juicio y misericordia finales. La ira del Cordero (Apocalipsis 6:17) no es exactamente una metáfora que indica el resultado natural de violar las leyes de Dios. Es el juicio del tiempo del fin específico de Cristo en los escarnecedores de su gracia expiatoria y los que rechazan su autoridad divina. El propósito de esta predicción apocalíptica es llevar a cada creyente y cristiano medio comprometido a un arrepentimiento genuino ante Dios.

Walter Zimmerli explica su propósito: “Ante la blasfemia del Santo por la abominación humana, cuando los hombres comienzan a gemir por las abominaciones de la devoción egoísta del pueblo, se puede ver un espacio de misericordia dentro de la ira divina ( Ezequiel, Hermeneia [Filadelfia: Fortress tress, 1979], vol. I, p., 253).

Básicamente así será nuevamente en el juicio de un mundo que ha rechazado a Cristo. William H. Shea muestra que "El juicio anterior del templo en Jerusalén refleja en el microcosmos lo


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que se predice que sucederá en una escala macrocósmica en la sesión de juicio posterior en el templo en el cielo" (Estudios seleccionados en interpretación profética, p. 13).

Desde el punto de vista del juicio de Ezequiel, solo aquellos de Israel marcados por la figura sacerdotal escaparán de la ira de Dios, en el tiempo final. En el juicio final, solo los verdaderos adoradores de Dios serán elegidos para recibir el sello apocalíptico en sus frentes. Ellos escaparán de la ira del Cordero (Ap. 6:16, 17). Las últimas siete plagas no los afectarán ni dañarán. Este sello de Dios garantiza su traslación a la gloria inmortal cuando Cristo aparezca. Solo los sellados sobrevivirán al Armagedón. En conclusión, podemos resumir la diferenciación bíblica entre el sello del evangelio y el sello del tiempo del fin de la siguiente manera:

El sello del evangelio se coloca en los corazones de los nuevos creyentes por el Espíritu Santo en el sacramento del bautismo para asegurar su adoración a Dios y su futura herencia. Se coloca el sello apocalíptico: en las frentes de los siervos de Dios por los santos ángeles durante la prueba final de fe para garantizar la protección contra plagas y Armagedón.


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LA PRESENCIA DE ELÍAS

El último capítulo del Antiguo Testamento contiene una promesa escatológica. No solo es notable porque constituye el mensaje de advertencia final de Dios al antiguo Israel, sino también porque contiene los principios básicos del atractivo final de Dios para su pueblo del nuevo pacto, la iglesia. “He aquí, te enviaré al profeta Elías, antes de que venga el gran y terrible Día del Señor; Él convertirá el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres, para que no venga y hiera la tierra con una maldición” (Mal. 4: 5. 6, RA).

El Nuevo Testamento interpreta el "gran y terrible Día del Señor" o el día del juicio, como la segunda venida de Cristo (Hebreos 9:27, 28). Dios enviará al "profeta Elías" para salvar a su pueblo de ese día que quemará a los malvados en una destrucción tan completa que "ni raíz ni rama" permanecerá (Mal. 4: 1). Recibir el mensaje de Elias es crucial; si es rechazado, Dios golpeará "la tierra con una maldición". Si se acepta, Israel se unirá a Dios en un pacto que traerá las bendiciones de Dios.

¿Quién es este Elías para venir? ¿Es el mismo profeta que se dirigió a Israel durante la crisis de apostasía de Baal? ¿Aparece nuevamente el mensaje en Apocalipsis, el libro que prepara a un pueblo para el segundo advenimiento de Cristo?

A lo largo de la historia, varios mensajeros han afirmado ser Elías. Es importante que comprendamos el significado de esta intrigante profecía del regreso de Elías. A menos que lo


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hagamos, no podremos distinguir entre Elías verdadero y falso al final del tiempo.

Para Malaquías y sus contemporáneos, Elías, de Tisbe, en Galaad (1 Reyes 17: 1), fue un antiguo profeta. Vivió más de cuatro siglos antes de Malaquías, unos 800 años antes de Cristo. El libro de los Reyes revela que Elías fue un profeta enviado por Dios a Israel en una época de apostasía religiosa y moral. Israel había caído en la idolatría e inmoralidad de la adoración de Baal, y la misión de Elías era llamar al pueblo de Dios para renovar la alianza mosaica, para restaurar la adoración sagrada de Israel con respecto a Yahweh. Cuando Dios le dice a Malaquías: "Enviaré a Elías nuevamente antes de que tenga lugar el juicio final", debemos suponer que el pueblo de Dios aparentemente ha vuelto a apostatar.

En una lectura superficial, la promesa parecería indicar que el profeta mismo habría de volver. Sin embargo, el Nuevo Testamento indica que la profecía apunta a una doble repetición del mensaje de Elías en lugar del regreso del profeta actual. Cristo interpretó la predicción de Malaquías como la llegada de un mensaje de avivamiento y reforma similar en espíritu y naturaleza al de Elías, diseñado para allanar el camino para su primer advenimiento. En Apocalipsis podemos buscar un mensaje adicional, similar en espíritu y naturaleza al que pronunció el antiguo profeta, cuyo propósito es preparar el camino para el segundo advenimiento de Jesús. El mensaje de Elías, entonces, no apunta a la reencarnación o reaparición del


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profeta literal, sino que es un llamado de Dios para que la gente se prepare para el advenimiento de Cristo.

Jesús aclaró a sus discípulos que los rabinos tenían razón al argumentar que Elías debe preceder a la venida del Mesías como su precursor (Mateo 17:10). “Jesús respondió: De hecho, Elías viene y restaurará todas las cosas. Pero les digo: Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, pero hicieron con él lo que quisieron. De la misma manera, el Hijo del hombre será maltratado por ellos. Entonces los discípulos entendieron que era Juan el Bautista de quien había hablado” (versículos 11-13, NVI).

Juan el Bautista no afirmó ser una reencarnación del antiguo profeta Elías (Juan 1:21), pero enfatizó su misión de ser la "voz" o mensaje, para anunciar la aparición inminente del Mesías. Él "respondió con las palabras del profeta Isaías:" Soy la voz de alguien que clama en el desierto: "Haced un camino recto para el Señor" (versículo 23, NVI).

Incluso antes del nacimiento de Juan, el ángel Gabriel había declarado a sus padres: "Traerá a muchos de los israelitas al Señor su Dios. E irá delante del Señor, en el espíritu y el poder de Elías, para traer los corazones de los padres hacia sus hijos y desobedientes a la sabiduría de los justos, para dejar a un pueblo preparado para el Señor "(Lucas 1:16, 17).

Gabriel cita las mismas palabras que Malaquías 4 y las aplica a la misión de Juan. Diciendo que el mensaje de Elías es un mensaje de preparación para el advenimiento de Cristo, Gabriel


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interpretó la predicción del Antiguo Testamento cristológicamente.

Así, el Nuevo Testamento también proporciona la clave para entender la profecía de Malaquías con respecto al segundo advenimiento de Cristo. La antigua profecía lo señala más directamente, como podemos ver por su énfasis en el "gran y terrible" día del juicio que el Nuevo Testamento presenta como el segundo advenimiento de Jesús. Los apóstoles llaman el día del juicio como "el día de nuestro Señor Jesucristo" (ver 1 Cor. 1: 7, 8: 5: 5; 2 Cor. 1:14).

El mensaje de Juan el Bautista

El mensaje de Elías se repetirá antes de la segunda venida de Jesucristo. Preparará a un pueblo para encontrarse con Dios en juicio. Podemos entender mejor el propósito del último mensaje de Elias al notar lo que hizo Juan el Bautista para preparar a la gente para el Primer Advenimiento. Jesús dijo que Juan "restaurará todas las cosas" (Mateo 17:11). Estaba haciendo lo que Elías había hecho, llamando a la gente a Dios y a Sus mandamientos.

Cuando reprendió al rey Herodes por la relación ilícita del rey con la esposa de su hermano (Lucas 3:19), su exaltación fiel de la ley de Dios le costó la vida. Pero él no era un legalista, porque predicó a Cristo como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29).


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¿Es necesario tal mensaje de avivamiento y restauración hoy? Nunca los hombres pisaron los mandamientos de Dios de manera más desafiante. Nunca rechazaron más a Dios, nunca ignoraron tanto su Palabra. Nunca el mundo ha necesitado el mensaje de Elías más que hoy.

El mensaje de Elías se suma a nuestro sentido del regreso inminente de Cristo porque el mensaje debe llegar en el momento adecuado. Juan el Bautista no llegó siglos antes del primer advenimiento: lo precedió. Del mismo modo, la proclamación del mensaje de Elías introduce la Segunda Venida. Es un mensaje de impacto global y hace un llamado al pueblo de Dios, dondequiera que se encuentren, a abandonar la apostasía y regresar a la relación correcta con Dios.

Para entender el significado del mensaje para nuestros días, debemos examinar sus principios básicos más de cerca primero, tal como lo dio Elías. Al hacerlo, nos protegeremos de la mala interpretación tan frecuente.

El Mensaje de Elías

En 1 Reyes 16: 30-33 leemos del matrimonio del rey Acab con "Jezabel, hija de Etbaal, rey de los sidonios". A los reyes de Israel se les prohibió pagar el matrimonio porque con el consorte a menudo venía una religión pagada. Y así fue. La adoración de Baal, mezclada con la verdadera adoración de Yahweh, fue introducida e impuesta a la gente.


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El capítulo 23 de 2 Reyes explica el culto a Baal de manera más completa, revelándolo como una forma de adorar al sol. Bajo este sistema, la gente adoraba a "todo el ejército de estrellas" quemando incienso a Baal, el sol y la luna, las constelaciones y todos los ejércitos celestiales "(versículos 4, 5). La adoración de Baal en Israel, sin embargo, fue una amalgama, que combina los principios de la fe hebrea y los de Baal en un solo sistema. El resultado fue que las 10 tribus del norte "abandonaron todos los mandamientos del Señor su Dios, y se hicieron dos ídolos de metal en forma de terneros y un poste sagrado de Asherah. Se inclinaron ante todos los ejércitos celestiales y adoraron a Baal" (2 Reyes 17:16, NVI).

La misión de Elías era convocar a Israel de la apostasía para que volviera a Dios y sus mandamientos. Dios no puede separarse de sus mandamientos. Es a través de ellos que expresa su voluntad. Rechazar la voluntad de Dios es rechazar a Dios mismo.

Como señal de la apostasía religiosa de Israel, Dios retuvo la lluvia (1 Reyes 17: 1; véase también Deuteronomio 11:16, 17). Durante tres años y medio no llovió, un período desastroso para la nación. Uno podría esperar que, después de un año, los israelitas se arrodillaran para descubrir qué les estaba pasando religiosamente. En cambio, Acab y Jezabel endurecieron sus corazones, y la gente sufrió terriblemente. Al final de los tres años y medio, Dios envió a Elijah de regreso a los líderes apóstatas con una apelación final.


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¿Cómo recibió la gente de los días de Elías su mensaje? Cuando Acab vio a Elías, lo que le dijo fue: "¿Eres tú, eres el alborotador de Israel?" (1 Reyes 18:17, RV). El profeta respondió: "No molesté a Israel; pero lo hiciste tú y la casa de tu padre, porque abandonaste los mandamientos del Señor y seguiste a los Baales" (versículo 18).

El portavoz de Dios quería llevar al pueblo de Dios a una decisión de renovar su lealtad a Él. Elías se dirigió a la gente y dijo: “¿Cuánto tiempo van a balancearse de un lado a otro? Si el Señor es Dios, síganlo; pero si Baal es Dios, síganlo '. Sin embargo, la gente no respondió nada” (versículo 21). En esta hora dramática, Elías comenzó a restaurar el altar del Señor que estaba en ruinas (versículo 30).

Aquí recibimos un vistazo de lo que había hecho el culto a Baal. Había rechazado la adoración de Yahweh en su mensaje de salvación por la gracia de Dios (ver Lev. 17:11). Elias toma 12 piedras y reconstruye el altar. Al hacerlo, revive la doctrina de la salvación gratuita y enfatiza la unidad de las 12 tribus de Israel. Ciertamente aquí hay un mensaje de unidad y restauración de la ley divina y el evangelio.

El mensaje de Juan el Bautista contenía los principios básicos del mensaje de Elias. Llamó al pueblo a los mandamientos de Dios y al verdadero arrepentimiento por fe en el Cordero de Dios (Juan 1:29). Significaron su aceptación del mensaje a través de su bautismo para el perdón de los pecados (Lucas 3: 3). Así,


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Juan cumplió su comisión de preparar el camino para el primer advenimiento de Jesús.

Y así debe ser al final del tiempo. Como discípulos de Jesús, tenemos que convocar al hombre moderno para que regrese de la apostasía, para regresar de cualquier forma sofisticada a la "adoración de ídolos" que podamos tener hoy: desde las profundidades del materialismo, desde el cientificismo, desde lo oculto, desde los falsos conceptos del evangelio. de Dios. El mensaje de Elias es una súplica para regresar del legalismo por un lado y de la permisividad por el otro, de regreso a la verdadera adoración a Yahweh, de regreso a la ley original y al evangelio. Este ha sido el propósito de Dios para todas las edades: traer a la humanidad de regreso a su pacto. Y entonces Dios envió al Mesías Jesús para caminar entre nosotros, para que pudiéramos saber cómo es Dios y buscar caminar con Él.

Mensaje de Elías para hoy

El mensaje de Elías para nuestros días aparece en Apocalipsis 14: 6-20. El escenario, como se predijo en Malaquías 4, es el juicio. Juan ve una "nube blanca y, sentado en la nube, alguien" similar al hijo del hombre ". Tenía una corona de oro en la cabeza y una guadaña afilada en la mano. Un ángel llama a Aquel que está sentado en la nube: “'Toma tu guadaña y cosecha la cosecha, porque la cosecha de la tierra está madura; ha llegado el momento de cosecharlo. Entonces el que estaba sentado en la nube pasó su hoz por la tierra, y la tierra fue cosechada” (versículos 14-16, NVI).


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Aquí tenemos un retrato simbólico de la segunda venida de Cristo. Viene con una corona, como Rey de reyes, y una hoz, como juez. El último juicio, señalado por todos los profetas, que Él pronto cumplirá. La imagen proviene directamente de Joel, que es, por así decirlo, el Apocalipsis en una cápsula del Antiguo Testamento. Joel pinta a Yahweh que desciende en el valle de Josafat para juzgar a las naciones que persiguieron a su pueblo del pacto. En Joel 3:13 aparece la frase: "Echa la hoz, porque la cosecha está madura". Debemos concluir, entonces, que Juan aplica el apocalipsis de Joel del juicio de Yahweh como el día del juicio de Cristo. Cristo mismo había declarado que su Padre "le dio al Hijo todo el juicio" (Juan 5:22, RV).

Pero Cristo no volverá sin antes emitir un llamado al arrepentimiento, una invitación a restaurar la verdadera adoración, un llamamiento para prepararse para su venida. Y tal invitación divina aparece en Apocalipsis 14, donde tres ángeles juegan un mensaje de preparación para el apocalíptico. Dios dio a entender los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14. Son el mensaje de Elías para nuestros días, llamando al pueblo de Dios donde quiera que esté y como se llame: católicos romanos, luteranos, metodistas, nazarenos, adventistas del séptimo día, bautistas u otros, para que vuelvan a su compromiso con la voluntad revelada de Dios, la verdadera adoración, de vuelta a Jesús.

El nombre de la iglesia que profesamos seguir no es de suma importancia, porque una iglesia no salva. Si una iglesia no salva, entonces seguramente su nombre no puede salvar. Lo más


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importante es si una iglesia escucha y responde al mensaje de Elías, el mensaje que, como en los días de la apostasía de Acab y los días de Juan el Bautista, llama a todos a volver a los "mandamientos de Dios y la fe de Jesús "(Apoc. 14:12, RSV).

El mensaje de Elías hoy llama a todos los hombres en lugar de adorar a la creación a adorar al Creador. "Adora al que hizo los cielos, la tierra, el mar y las fuentes de agua" (Apoc. 14: 7, NVI). Esto aparentemente pone el significado del cuarto mandamiento en el centro focal: "Acuérdate del día de reposo para santificarlo ... porque en seis días el Señor hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y el séptimo día, descansó, por lo tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó "(Ex. 20: 8-11, RA).

Un autor expresó la oportunidad del mensaje de Elías desde el final de Apocalipsis 14 en estas desafiantes palabras: "En la exaltación de lo humano sobre lo divino, en la alabanza de los líderes populares, en la adoración de Mammon y en la exaltación de las enseñanzas de la ciencia sobre las verdades. de Apocalipsis, multitudes hoy siguen a Baal "(E. de White, Prophets and Kings, p. 170).

Una terrible advertencia de juicio va para aquellos que eligen adorar "a la bestia y su imagen", que los comentaristas identificaron con la religión apóstata, la audaz alteración de la ley de Dios y el evangelio. Un ángel mensajero declara solemnemente que Babilonia, el sistema religioso apóstata, "cayó" (versículo 8).


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Es significativo que la Escritura llame al pueblo de Dios a la "perseverancia" (RA), o la "paciencia" (KJV) de los santos (versículo 12). Perseverancia es resistencia. Aquí hay un llamamiento no solo para convertirse en cristianos, sino para seguir siendo cristianos, incluso frente a la persecución, que a menudo es la parte de aquellos que sinceramente siguen los mandamientos de Dios. Entonces vemos que, como en los días de Elías, guardar los mandamientos es una de las marcas que identifican a los verdaderos adoradores de Dios. Una terrible maldición vendrá sobre aquellos que deliberadamente desafían a Dios y su voluntad (ver versículos 9-11). El cielo llama a todos los hombres a creer en Jesús con una fe que salva y santifica. Esta fe es tan real que quienes la tienen están dispuestos a seguir a Jesús adondequiera que vaya. La pregunta es: ¿Amamos a Cristo supremamente?

La presencia de Elías

El Apocalipsis describe el corazón del último mensaje de advertencia de la siguiente manera: "Entonces vi a otro ángel, que voló por el cielo y tenía en la mano el evangelio eterno para proclamar a los que viven en la tierra, a cada nación, tribu, idioma y pueblo" (Apoc 14: 6, NVI). Podemos resumir el mensaje completo en esta oración inclusiva: "el evangelio eterno". Si no es el evangelio, el viejo evangelio, el evangelio sin cambios, el predicador no puede representar correctamente a Elías del tiempo del fin. Él no está obrando en el espíritu, el poder y la verdad de Elías. Si una iglesia no está proclamando el


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mensaje básico del evangelio salvador, si no presenta justificación por fe sin las obras de la ley, entonces no está cumpliendo su misión; no está exponiendo el evangelio único de Dios que juzga todos los demás mensajes (ver Gálatas 1: 6-9).

Aquí el Apocalipsis usa "evangelio" en relación con "perpetuo" (KJV), o "eterno". Parece que Juan agrega esta calificación porque aquellos que dicen predicar el mensaje de Elías afrontan el peligro de ofrecer un evangelio diferente. Un evangelio que se centra tanto en las advertencias contra Babilonia y la bestia y su marca puede condenar en lugar de salvar.

El evangelio eterno salva. El único camino del Paraíso perdido al Paraíso restaurado, abarca todas las dispensaciones. Es el mismo mensaje del evangelio de reemplazo del Hijo de Dios que Isaías predicó (Isaías 53). El mismo mensaje sobre el Cordero de Dios que Juan el Bautista predicó. El mismo evangelio de aceptación divina del arrepentimiento verdadero que Jesús predicó. El mismo evangelio de la gracia soberana que Pablo predicó. Este es el evangelio que la última generación también está llamada a proclamar con urgencia. El calendario de Dios siempre es perfecto. La proclamación universal de la invitación final de Dios para regresar a Él y seguir Su voluntad revelada, la presencia de Elías, puede considerarse como la mayor señal de que Cristo pronto vendrá en gloria.

En su misericordia nos llama a revivir nuestra adoración al Creador, una adoración que irradia amor divino por todos los hombres, en el Espíritu y en la verdad. Si bien el evangelio de


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Cristo nos llama a obedecer a Dios con todo nuestro corazón y todas nuestras fuerzas, es la antítesis misma del legalismo, porque nos aleja de la dependencia en nuestros esfuerzos a la dependencia total de Cristo. El mensaje divino crea fe en quienes lo escuchan. Al ser predicado prepara a la humanidad para estar cara a cara con Aquel que viene con una corona y una hoz, como Rey de reyes y como un juez justo.

Ahora, mientras todavía ofrece libremente la gracia de su salvación, el mensaje de Elías requiere nuestra decisión: “¿Cuánto tiempo vas a balancearte de un lado a otro? Si el Señor es Dios, síguelo; pero si Baal es Dios, síguelo a el". (1 Reyes 18:21, NVI). La verdad nunca fue medida por números. Elías estaba prácticamente solo contra los 850 profetas de Baal y Asherah apoyados por el gobierno de Israel (versículos 19, 22). Dios no está satisfecho con la neutralidad en tiempos de apostasía. Cuando nos llama a hacer un nuevo compromiso con Él y su palabra y su reino, es hora de levantarse y ser contados entre el remanente fiel, cuyas credenciales y credos son la Biblia y solo la Biblia.

La revelación final de los hechos en tipo y antitipo

El conflicto espiritual entre Elías y los profetas de Baal en el Monte Carmelo actúa como un prototipo dramático de la batalla final entre el bien y el mal como se describe en Apocalipsis 16: 13-16. En la época de Elías, tres poderes se unieron en oposición al profeta de Dios: Acab, el rey de Israel, que representaba el poder estatal del reino del norte. Jezabel, su


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esposa pagana que vino de Fenicia y promovió activamente el culto a Baal dentro de las tribus del norte de Israel. Ella "estaba exterminando a los profetas del Señor" (1 Reyes 18: 4), y obviamente representaba el poder perseguidor de la religión apóstata dentro de Israel. Y finalmente, los falsos profetas, un total de 850, que obedecieron las órdenes de Jezabel (versículo 19).

No es casualidad que Juan describa los tres poderes apocalípticos que se unen para oponerse al Israel mesiánico de Dios al final del tiempo como "el dragón", "la bestia" y "el falso profeta" (Apocalipsis 16:13). Esta trinidad demoníaca, impulsada por un odio sobrenatural contra el verdadero Israel de Dios, une todos los poderes estatales en el mundo para un golpe mortal final contra la iglesia prohibida en Har-Magedon (versículo 16).

Algunos eruditos han identificado "Har-Magedon" o "Monte Meguido" con el Monte Carmelo, ubicado cerca de Megido, con la consecuencia de que ven a Har-Magedon como el antitipo apocalíptico de la lucha histórica final en el Monte Carmelo en los días de Elías (ver E. Lohmeyer, Die Offenbarung des Johannes [Tubinga, 1953], p. 137; WH Shea, "La ubicación y el significado del Armagedón en Apocalipsis 16:16", AUSS 18 (1980): 157-162).

Esta conexión tipológica enseña una vez más que el tema en juego en Armagedón es la adoración verdadera o falsa del Dios de Israel. Más que eso, el resultado de la confrontación final revela un paralelo más sorprendente con la victoria de Elias. El


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fuego del Dios de Israel en el cielo decidió quién era el Dios viviente cuando consumió el sacrificio de Elías en el Monte Carmelo (1 Reyes 18:38). El profeta de Dios ordenó la captura de todos los falsos profetas y ordenó su ejecución en el Valle de Cisón (versículo 40). En la batalla del Armagedón, Cristo ganará su victoria de manera similar. Cuando se acerca a la escena de batalla con sus ejércitos celestiales, la guerra santa encuentra un final rápido: “La bestia fue arrestada, y con ella el falso profeta que había realizado las señales milagrosas en su nombre. . . Los dos fueron lanzados vivos en el lago de fuego que arde con azufre” (Ap. 19:20, 21, NVI).

Sin embargo, lo más reconfortante para el pueblo de Dios es la mayor recompensa de Elías. Después de completar su misión, Dios lo trasladó a la gloria inmortal cuando un carro celestial con caballos de fuego fue enviado desde del cielo. "Y Elías fue arrebatado al cielo" (2 Reyes 2:11, NVI). En esta experiencia, la recompensa de Elías es un tipo profético de lo que recibirá la última generación de los hijos de Dios.

Cuando Cristo regrese en su gloria desde los cielos orientales, cabalgando sobre su victorioso caballo de batalla, miríadas de ángeles lo acompañarán en sus caballos blancos para liberar a los santos de sus opresores y transferirlos a la mansión eterna de Cristo (Ap. 19: 11- 14) ¡Han estado esperando esto por mucho tiempo! Valió la pena vivir y sufrir, como declaró el apóstol Pablo: "Considero que los sufrimientos que soportamos ahora no se comparan con el esplendor, aún no revelado, que está reservado para nosotros" (Rom. 8:18, NEB).

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CARROZAS DE SALVACIÓN · de juicio, Dios prometió enviar al profeta Elías como su precursor designado, como la última señal de los tiempos (véase Mal. 4: 5, oh). Este mensaje