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    San Luis Mara Grignin de Montfort

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    Ya que la divina Cruz me tiene escondi-do y me prohbe hablar, no me es posible -ytampoco lo deseo- hablaros, para manifesta-ros los sentimientos de mi corazn sobre la

    excelencia de la Cruz y las prcticas santasque os permitan uniros en la Cruz adorablede Jesucristo. Sin embargo, hoy, el da ltimo de mi re-tiro, salgo, por as decirlo, del encanto de mi

    interior, y trazo sobre este papel algunos bre-ves dardos de la Cruz, para que atraviesenvuestros benditos corazones. Dios quisierahacerlos penetrantes no con la tinta de mipluma, sino con la sangre de mis venas. Pero,

    ay, aunque ella fuera necesaria, es demasia-do criminal. Sea, pues, el Espritu del Diosviviente la vida, la fuerza y la esencia de estacarta. Sea su uncin santa su tinta. Sea mipluma la divina Cruz, y sean el papel vues-

    tros corazones.

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    I.- Excelencia de la unin de los Amigos de

    la Cruz

    Amigos de la Cruz, estis profundamenteunidos, como otros tantos soldados crucifi-cados, para combatir el mundo (Gl 6,14).No hus vosotros de l, como los religiosos

    y religiosas, por temor a ser vencidos, sinoque, como valerosos y bravos guerreros,avanzis en el campo de batalla, sin retroce-der un paso y sin volver la espalda. Animo!Combatid con valenta!

    Unos fuertemente, y vuestra unidad deespritus y corazones ser infinitamente msfuerte y ms terrible contra el mundo y elinfierno, que lo que pueda ser el ejrcito deun reino bien unido contra los enemigos del

    Estado. Si los demonios se unen para per-deros, unos vosotros para espantarlos. Silos avaros se unen para traficar y ganar oroy plata, unid vuestros esfuerzos para ganarlos tesoros eternos, contenidos en la Cruz. Si

    los libertinos se unen para divertirse, unos

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    vosotros para sufrir.

    A. Grandeza del nombre de Amigos de laCruz

    Os llamis Amigos de la Cruz. Qu nom-bre tan grande! A m me encanta y me des-

    lumbra. Es ms brillante que el sol, ms altoque los cielos, ms glorioso y solemne quelos ttulos ms formidables de reyes y empe-radores. Es el nombre sublime de Jesucristo,verdadero Dios y verdadero hombre al mis-

    mo tiempo. Es el nombre inconfundible delcristiano. Pero si su resplandor me deslumbra, no esmenos cierto que su peso me espanta. Cun-tas obligaciones inexcusables y difciles se

    encierran en ese nombre, segn el mismoEspritu Santo lo declara: linaje elegido, sa-cerdocio real, nacin consagrada, pueblo ad-quirido (1Pe 2,9). Un Amigo de la Cruz es un hombre ele-

    gido por Dios entre los diez mil que viven

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    segn el sentido y la sola razn, para ser unhombre totalmente divino, que va ms all

    de la razn, y que se opone tajantemente a lamera inclinacin sensible por una vida y unaluz de pura fe y de amor ardiente a la Cruz. Un Amigo de la Cruz es un rey omnipo-tente, es un hroe que triunfa sobre el demo-

    nio, el mundo y la carne en sus tres concupis-cencias (1Jn 2,16). Al amar las humillaciones,espanta el orgullo de Satans. Al amar la po-breza, vence la avaricia del mundo. Al amarel dolor, mata la sensualidad de la carne.

    Un Amigo de la Cruz es un hombre santoy separado de todo lo visible, cuyo coraznse eleva por encima de todo lo caduco y pe-recedero, y cuya conversacin est en los cie-los (Flp 3,20). Pasa por esta tierra como un

    extranjero y un peregrino, sin apegarse a ella,con indiferencia, y la pisa con menosprecio. Un Amigo de la Cruz es una excelenteconquista de Jesucristo, crucificado en elCalvario, en unin de su santa Madre. Es un

    Ben-Oni, hijo del dolor, o un Benjamn, hijo

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    de la diestra (Gn 35,8, nacido de su cora-zn dolorido, venido al mundo a travs de su

    costado traspasado, y vestido en la prpurade su sangre. Marcado por su origen san-griento, no respira sino cruz, sangre y muer-te al mundo, a la carne y al pecado, y viveaqu abajo oculto en Dios por Jesucristo (Rm

    6,11; 1 Pe 2,24). En fin, un perfecto Amigo de la Cruz es unverdadero porta-Cristo, o mejor, un Jesucris-to, que puede decir con toda verdad: ya novivo yo, sino que es Cristo quien vive en m

    (Gl 2,20). Mis queridos Amigos de la Cruz, sois vo-sotros por vuestras acciones lo que signifi-ca vuestro grandioso nombre? O al menostenis un autntico deseo y una verdadera

    voluntad de venir a serlo, con la gracia deDios, a la sombra de la Cruz del Calvario yde Nuestra Seora de los Dolores? Usis losmedios necesarios para conseguirlo? Ha-bis entrado en el verdadero camino de la

    vida (Prov 6,23; 10,17; Jer 21,8), que es la va

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    estrecha y espinosa del Calvario? O es quecaminis, sin daros cuenta, por el camino

    ancho del mundo, que conduce a la perdi-cin (Mt 7,13-14)? Ya sabis que existe unava que parece derecha y segura para el hom-bre, pero que lleva a la muerte (Prov 14,12)? Sabis distinguir bien entre la voz de Dios

    y de su gracia, y la voz del mundo y de la na-turaleza? Escuchis claramente la voz deDios, nuestro Padre bueno, que, despus dehaber maldecido tres veces a cuantos siguenlos deseos del mundo, ay, ay, ay de los ha-

    bitantes de la tierra! (Ap 8,13), os llama contodo amor, tendindoos los brazos, apar-tos, pueblo mo! (Nm 16,21; Is 52,11; Ap18,4), pueblo mo elegido, queridos Amigosde la Cruz de mi Hijo; apartos de los mun-

    danos, que han sido maldecidos por mi Ma-jestad, excomulgados por mi Hijo (Jn 17,9),y condenados por mi Espritu Santo? Cuidado con sentaros en su pestilente c-tedra! No acudis a sus reuniones! No va-

    yis por sus caminos (Sal 1,1)! Huid de la in-

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    mensa e infame Babilonia (Is 48,20; Jer 50,8;51,6.9.45; Ap 18,4)! No escuchis otra voz ni

    sigis otras huellas que las de mi Hijo biena-mado! Yo os lo di para que sea vuestro ca-mino, vuestra verdad, vuestra vida y vuestromodelo: escuchadle (Mt 17,5; 2Pe 1,17). Escuchis a este amable Jess? Cargado

    con su Cruz, os grita: venid detrs de m(Mt 4,19), y seguidme, que quien me sigueno anda en tinieblas (Jn 8,12)! Animo!: yohe vencido al mundo (16,33).

    B. Los dos bandos

    Queridos cofrades, ah tenis los dos ban-dos con los que a diario nos encontramos:el de Jesucristo y el del mundo (Jn 15,19;

    17,14.16). A la derecha, el de nuestro amado Salva-dor (Mt 25,33). Sube por un camino que, porla corrupcin del mundo, es ms estrecho yangosto que nunca. Este Maestro bueno va

    delante, descalzo, la cabeza coronada de es-

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    pinas, el cuerpo completamente ensangren-tado, y cargado con una pesada Cruz. Slo

    le siguen una pocas personas, si bien son lasms valientes, sea porque no se oye su vozsuave en medio del tumulto del mundo, o seaporque falta el valor necesario para seguirleen su pobreza, en sus dolores, en sus humi-

    llaciones y en sus otras cruces, que es precisollevar para servirle todos los das de la vida(Lc 9,23). A la izquierda (Mt 25,33), el bando delmundo o del demonio. Es el ms numeroso,

    y el ms esplndido y brillante, al menos enapariencia. All corre todo lo ms selecto delmundo. Se apretujan, y eso que los caminosson anchos, y que estn ms ensanchadosque nunca por la muchedumbre que, como

    un torrente, los recorre. Estn sembrados deflores, llenos de placeres y juegos, cubiertosde oro y plata. A la derecha, el pequeo rebao (Lc 12,32)que sigue a Jesucristo slo sabe de lgrimas

    y penitencias, oraciones y desprecios del

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    mundo. Entre sollozos, se oye una y otra vez:suframos, lloremos, ayunemos, oremos,

    ocultmonos, humillmonos, empo-brezc-monos, mortifiqumonos (Jn 16,20). Pues elque no tiene el espritu de Jesucristo, que esun espritu de cruz, no es de Cristo (Rm 8,9),ya que los que son de Jesucristo han crucifi-

    cado su carne con sus concupiscencias (Gl5,24). O nos configuramos como imagenviva de Jesucristo (Rm 8,29) o nos condena-mos. Animo!, gritan, valor! Si Dios est pornosotros, en nosotros y delante de nosotros,

    quin estar contra nosotros? El que estcon nosotros es ms fuerte que el que esten el mundo (1Jn 4,4). No es mayor el siervoque su seor (Jn 13,16; 15,20). Un instante deligera tribulacin produce un peso eterno de

    gloria (2Cor 4,17). El nmero de los elegidoses menor de lo que se piensa (Mt 20,16). Slolos valientes y esforzados arrebatan el cielopor la fuerza (Mt 11,12). Nadie ser corona-do sino aqul que haya combatido legtima-

    mente segn el Evangelio (2Tim 2,5), y no

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    segn el mundo. Luchemos, pues, con todovalor!.

    stas son algunas de las palabras divinascon las que los Amigos de la Cruz se animanmutuamente. Los mundanos, por el contrario, para ani-marse a perseverar en su malicia sin escrpu-

    lo, claman todos los das: Vivir, vivir! Paz,paz! Alegra, alegra! Comamos, bebamos,cantemos, dancemos, juguemos! Dios esbueno, Dios no nos ha creado para conde-narnos. Dios no prohbe las diversiones; no

    vamos a ser condenados por eso. Fuera es-crpulos! No moriris (Gn 3,4)! Acordos, mis queridos cofrades, de quenuestro buen Jess os est mirando ahora,y os dice a cada uno en particular: Ya ves

    que casi toda la gente me abandona en el ca-mino real de la Cruz. Los idlatras, cegados,se burlan de mi Cruz como de una locura;los judos, en su obstinacin, se escandalizande ella (1Cor 1,23), como si fuera un objeto

    de horror; los herejes la destrozan y derriban

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    como cosa despreciable. Pero -y lo digo conlgrimas y con el corazn atravesado de do-

    lor- mis propios hijos, criados a mis pechos einstrudos en mi escuela, los propios miem-bros mos que he animado con mi espritu,me han abandonado y despreciado, hacin-dose enemigos de mi Cruz (Is 1,2; Flp 3,18).

    Tambin vosotros queris marcharos?(Jn 6,67). Tambin vosotros queris aban-donarme, huyendo de mi Cruz, como losmundanos, que son en esto verdaderos anti-cristos (1Jn 2,18)? Es que queris vosotros,

    para conformaros con el siglo presente (Rm12,2), despreciar la pobreza de mi Cruz, paracorrer tras las riquezas; evitar el dolor de miCruz, para buscar los placeres; odiar las hu-millaciones de mi Cruz, para ambicionar los

    honores? En apariencia, tengo yo muchosamigos, que aseguran amarme, pero que,en el fondo, me odian, porque no aman miCruz; tengo muchos amigos de mi mesa, ymuy pocos de mi Cruz [Imitacin de Cristo

    II, 11,1].

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    Ante esta llamada de Jess tan amorosa,elevmonos por encima de nosotros mis-

    mos, y no nos dejemos seducir por nuestrossentidos, como Eva (Gn 3,6). Miremos so-lamente al autor y consumador de nuestra fe,Jess crucificado (Heb 12,2). Huyamos la de-pravada concupiscencia de este mundo co-

    rrompido (2Pe 1,4). Amemos a Jesucristo dela manera ms alta, es decir, a travs de todaclase de cruces. Meditemos bien las admi-rables palabras de nuestro amado Maestro,que sintetizan toda la perfeccin de la vida

    cristiana: Si alguno quiere venirse conmigo,que se niegue a s mismo, que cargue con sucruz y que me siga (Mt 16,24).

    II. Prcticas de la perfeccin cristiana

    Toda la perfeccin cristiana, en efecto,consiste en:

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    1 querer ser santo: el que quiera venirseconmigo,

    2 abnegarse: que se niegue a s mismo,3 padecer: que cargue con su cruz,4 obrar: y que me siga.

    A. Si alguno quiere venirse conmigo

    Si alguno quiere: y no algunos, se refiere alreducido nmero de los elegidos (Mt 20,16),que quieren configurarse a Jesucristo crucifi-cado, llevando su cruz. Es un nmero tan pe-

    queo, tan reducido, que si lo conociramos,quedaramos pasmados de dolor. Es tan pequeo que apenas si hay uno porcada diez mil. As fue revelado a varios san-tos, como a San Simen Estilita, segn refiere

    el santo abad Nilo, despus de San Efrn, SanBasilio y varios otros. Es tan reducido que, siDios quisiera reunirlos, tendra que gritarles,como otra vez lo hizo un profeta: congre-gos uno a uno! (Is 27,12), uno de esta pro-

    vincia, otro de aquel reino.

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    Si alguno quiere: aquel que tenga una volun-tad sincera, una voluntad firme y determinada,

    no ya por naturaleza, costumbre o amor pro-pio, por inters o respeto humano, sino por unagracia victoriosa del Espritu Santo, que no atodo el mundo se da: no a todos ha sido dadoa conocer el misterio (Mt 13,11). De hecho, el

    conocimiento del misterio de la Cruz ha sidodado a unas pocas personas. Para que un hom-bre suba al Calvario y se deje crucificar conJess, en medio de su propia gente, es necesa-rio que sea un valiente, un hroe, un decidido,

    un discpulo de Dios, que pisotee el mundo yel infierno, su cuerpo y su propia voluntad; unhombre resuelto a dejarlo todo, a emprendertodo lo que sea y a sufrirlo todo por Jesucristo. Sabedlo bien, queridos Amigos de la Cruz:

    aquellos de entre vosotros que no tengan estadeterminacin andan slo con un pie, vue-lan slo con un ala, y no son dignos de estarentre vosotros, porque no merecen llamarseAmigos de la Cruz, a la que hay que amar,

    como Jesucristo, con un corazn generoso y

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    de buena gana (2Mac 1,3). Basta una volun-tad a medias para contagiar, como una oveja

    sarnosa, a todo el rebao. Si una de stas hu-biera entrado en vuestro redil por la puertafalsa del mundo, en el nombre de Jesucristocrucificado, echadla fuera, pues es un loboen medio de las ovejas (Mt 7,15).

    Si alguno quiere venirse conmigo, que tan-to me humill (Flp 2,6-8) y que me anonadtanto que llegu a parecer un gusano, y noun hombre (Sal 21,7); conmigo, que no vineal mundo sino para abrazar la Cruz -aqu

    estoy (Sal 39,8; Heb 10,7-9)-; para alzarlaen medio de mi corazn -en las entraas(Sal 39,9)-; para amarla desde joven -la qui-se desde muchacho (Sab 8,2)-; para suspirarpor ella toda mi vida -cmo la anso! (Lc

    12,50)-; para llevarla con alegra, prefirin-dola a todos los goces y delicias del cielo y dela tierra -en vez del gozo que se le ofreca,soport la cruz (Heb 12,2)-; conmigo, enfin, que no hall la plena alegra hasta morir

    en sus divinos brazos.

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    B. Que se niegue a s mismo

    El que quiera, pues, venirse conmigo, asanonadado y crucificado, debe, a imitacinde m, no gloriarse sino en la pobreza, en lashumillaciones y en los sufrimientos de miCruz: que se niegue a s mismo.

    Lejos de los Amigos de la Cruz esos quesufren con orgullo, esos sabios segn el siglo,esos grandes genios y espritus fuertes, queestn rellenos e hinchados con sus propiasluces y talentos! Lejos de aqu esos grandes

    charlatanes, que hacen mucho ruido y queno dan ms fruto que el de su vanidad! Lejosde aqu los devotos soberbios, que hacen re-sonar en todas partes aquel no soy como losdems del orgulloso Lucifer (Lc 18,11); que

    no aguantan que les censuren, sin excusarse;que los ataquen, sin defenderse; que los hu-millen, sin ensalzarse! Tened mucho cuidado para no admitir envuestra compaa a estos hombres delicados

    y sensuales, que se duelen de la menor mo-

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    lestia, que gritan y se quejan por el menordolor, que jams han conocido la cadenilla,

    el cilicio y la disciplina, ni otro instrumentoalguno de penitencia, y que unen a sus devo-ciones -aquellas que estn de moda- una sen-sualidad y una inmortificacin sumamenteencubiertas y refinadas.

    C. Que cargue con su cruz

    Que cargue con su cruz, con la suya pro-pia. Que ese tal, que ese hombre, esa mujer

    excepcional -toda la tierra, de un extremoal otro, no alcanzara a pagarle (Prov 31,10],tome con alegra, abrace con entusiasmo y llevesobre sus hombros con valenta su cruz, y nola de otro; -su propia cruz, aqulla que con mi

    sabidura le he hecho, en nmero, peso y me-dida exactos (Sab 11,21]; -su cruz, cuyas cua-tro dimensiones, espesor y longitud, anchura yprofundidad, trac yo por mi propia mano contoda exactitud; -su cruz, la que le he fabricado

    con un trozo de la que llev sobre el Calvario,

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    como expresin del amor infinito que le ten-go; -su cruz, que es el mayor regalo que puedo

    yo hacer a mis elegidos en esta tierra; -su cruz,formada en su espesor por la prdida de bienes,humillaciones y desprecios, dolores, enferme-dades y penas espirituales, que, por mi provi-dencia, habrn de sobrevenirle cada da hasta

    la muerte; -su cruz, formada en su longitudpor una cierta duracin de meses o das en losque habr de verse abrumado por la calumnia,postrado en el lecho, reducido a la mendicidad,vctima de tentaciones, sequedades, abandonos

    y otras penas espirituales; -su cruz, constitudaen su anchura por todas las circunstancias msduras y amargas, unas veces por parte de susamigos, otras por los domsticos o los familia-res; su cruz, en fin, compuesta en su profundi-

    dad por las aflicciones ms ocultas que yo mis-mo le infligir, sin que pueda hallar consueloen las criaturas, pues stas, por orden ma, levolvern la espalda y se unirn a m para hacer-le padecer.

    Que la cargue, que la cargue: no que la

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    arrastre, ni que la rechace o la recorte o la ocul-te. Es decir, que la lleve en lo alto de la mano,

    sin impaciencia ni tristeza, sin quejas ni mur-muraciones voluntarias, sin componendas nimiramientos naturales, y sin sentir por ellovergenza alguna o respetos humanos. Que la cargue, es decir, que la lleve mar-

    cada en su frente, diciendo aquello de SanPablo: en cuanto a m, no quiera Dios queme glore sino en la cruz de nuestro SeorJesucristo (Gl 6,14), mi Maestro. Que la lleve sobre sus hombros, a ejemplo

    de Jesucristo, para que la cruz venga a ser elarma de sus conquistas y el cetro de su impe-rio (Is 9,6-7). En fin, que l la grabe en su corazn por elamor, para transformarla as en zarza ardien-

    te, que da y noche se abrase en el puro amorde Dios, sin consumirse (Ex 3,2). La cruz. Que cargue con la cruz, puesnada hay tan necesario, nada tan til, tandulce ni tan glorioso, como padecer algo por

    Jesucristo (Hch 5,41).

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    1. Nada tan necesario

    Para los pecadores

    En realidad, queridos Amigos de la Cruz,todos sois pecadores. Entre vosotros no hayninguno que no merezca el infierno (Prov

    24,16; 1Jn 1,10) -y yo ms que ninguno-.Pues bien, es necesario que nuestros pecadossean castigados en este mundo o en el otro. Si Dios, de acuerdo con nosotros, los cas-tiga en ste, el castigo ser amoroso: la mise-

    ricordia, que reina en este mundo, ser quiencastigue, y no la rigurosa justicia; ser, pues,un castigo suave y pasajero, acompaado deconsolaciones y mritos, y seguido de re-compensas en el tiempo y la eternidad.

    Pero si el castigo necesario a los pecadosque hemos cometido queda reservado parael otro mundo, ser entonces la justicia im-placable de Dios, que todo lo lleva a sangrey fuego, la que ejecute la condena. Castigo

    espantoso (Heb 10,31), indecible, incom-

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    prensible: quin conoce la vehemencia detu ira? (Sal 89,11); castigo sin misericordia

    (Sant 2,13), sin mitigacin, sin mritos, sinlmite y sin fin. S, no tendr fin: ese peca-do mortal de un momento que cometisteis;ese mal pensamiento voluntario que escapa vuestro cuidado; esa palabra que se llev el

    viento; esa accin diminuta que violent laley de Dios, tan breve, sern castigados eter-namente, mientra Dios sea Dios, con los de-monios en el infierno, sin que ese Dios de lasvenganzas se apiade de vuestros espantosos

    tormentos, de vuestros sollozos y lgrimas,capaces de hendir las rocas. Padecer eterna-mente, sin mrito alguno, sin misericordia ysin fin! Queridos hermanos y hermanas mos,

    pensamos en esto cuando padecemos al-guna pena en este mundo? Qu felices so-mos de hacer un cambio tan dichoso, unapena eterna e infructuosa por otra pasajeray meritoria, llevando esta cruz con pacien-

    cia! Cuntas deudas nos quedan por pagar!

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    Cuntos pecados cometidos! Para expiarpor ellos, aun despus de una contricin

    amarga y de una confesin sincera, ser ne-cesario que suframos en el purgatorio du-rante siglos enteros, por habernos conten-tado en este mundo con algunas penitenciastan ligeras! Ah! Cancelemos, pues, nuestras

    deudas por las buenas en este mundo, llevan-do bien nuestra cruz. En el otro, todo habrde ser pagado por las malas, hasta el ltimocntimo (Mt 5,26), hasta una palabra ociosa(12,36). Si logrramos arrancar de las manos

    del demonio el libro de la muerte (Col 2,14),donde ha sealado todos nuestros pecados yla pena que les es debida, qu debe tan enor-me encontraramos! Y qu felices nos vera-mos de sufrir aos enteros aqu abajo, con tal

    de no sufrir un solo da en la otra vida!

    Para los amigos de Dios

    No os preciis, mis amigos de la Cruz, de

    ser amigos de Dios o de querer llegar a serlo?

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    Decidos, pues, a beber el cliz que hay queapurar necesariamente para ser hecho amigo

    de Dios: bebieron el cliz del Seor y llega-ron a ser amigos de Dios (Breviario antiguo).Benjamn, el preferido, hall la copa, mientrasque sus hermanos slo hallaron trigo (Gn44,1-12). El predilecto de Jesucristo posey su

    corazn, subi al Calvario y bebi en su cliz:podis beber el cliz? (Mt 20,22). Excelentecosa es anhelar la gloria de Dios; pero desear-la y pedirla sin resolverse a padecerlo todoes una locura y una peticin insensata: no

    sabis lo que peds. Es necesario pasar pormuchas tribulaciones (Hch 14,22)... S, esuna necesidad, es algo indispensable: hemosde entrar en el reino de los cielos a travs demuchas tribulaciones y cruces.

    Para los hijos de Dios

    Os gloriis con toda razn de ser hijos deDios. Glorios, pues, tambin de los azotes

    que este Padre bondadoso os ha dado y os

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    dar ms adelante, pues el castiga a todos sushijos (Prov 3,11-12; Heb 12,5-8; Ap 3,19). Si

    no furais del nmero de sus hijos amados-qu desgracia, qu maldicin!-, serais delnmero de los condenados, como dice SanAgustn: quien no llora en este mundo,como peregrino y extranjero, no puede ale-

    grarse en el otro como ciudadano del cielo.Si Dios Padre no os enva de vez en cuandoalguna cruz sealada, es que ya no se cuidade vosotros: est enfadado con vosotros, y osconsidera como extraos y ajenos a su casa y

    su proteccin; os mira como hijos bastardos,que no merecen tener parte en la herencia desu padre, ni son dignos tampoco de sus cui-dados y correcciones (Heb 12,7-8).

    Para los discpulos de un Dios crucificado

    Amigos de la Cruz, discpulos de un Dioscrucificado: el misterio de la Cruz es un mis-terio ignorado por los gentiles, rechazado

    por los judos (1Cor 1,23), y despreciado por

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    los herejes y los malos catlicos; pero es elgran misterio que habis de aprender en la

    prctica de la escuela de Jesucristo, y que s-lamente en su escuela lo podis aprender. Envano buscaris en todas las escuelas de la an-tigedad algn filsofo que lo haya ensea-do. En vano consultaris la luz de los senti-

    dos y de la razn: slamente Jesucristo puedeensearos y haceros gustar este misterio porsu gracia victoriosa. Adiestros, pues, en este ciencia sublimebajo la gua de un Maestro tan excelente, y

    poseeris todas las dems ciencias, pues stalas contiene a todas en grado eminente. Ellaes nuestra filosofa natural y sobrenatural,nuestra teologa divina y misteriosa, nuestrapiedra filosofal que, por medio de la pacien-

    cia, cambia los metales ms groseros en pre-ciosos, los dolores ms agudos en delicias, lapobreza en riqueza, las humillaciones msgraves en gloria. Aquel de vosotros que sabellevar mejor su cruz, aun cuando fuere un

    analfabeto, es el ms sabio de todos.

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    Escuchad al gran San Pablo, que vueltodel tercer cielo, donde aprendi misterios

    ocultos a los mismos ngeles, asegura queno sabe ni quiere saber otra cosa que a Je-ss crucificado (1Cor 2,2). Algrate, pues, t,pobre idiota, y t, humilde mujer sin talentoni ciencia: si sabis sufrir con alegra, sabis

    ms que cualquier doctor de la Sorbona, queno sepa sufrir tan bien como vosotros (Mt.11,25).

    Para los miembros de Jesucristo

    Sois miembros de Jesucristo (1Cor 6,15;12,27; Ef 5,30). Qu honor! Pero qu nece-sidad hay en ello de sufrir! Si la Cabeza est

    coronada de espinas (Mt 27,29) estarn losmiembros coronados de rosas? Si la Cabezaes escarnecida y cubierta de barro en el ca-mino del Calvario se vern los miembroscubiertos de perfumes sobre un trono? Si

    la Cabeza no tiene dnde reposar, descan-

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    sarn los miembros entre plumas y edredo-nes? Sera una mostruosidad inaudita. No,

    no, mis queridos Compaeros de la Cruz,no os engais: esos cristianos que veis portodas partes, vestidos a la moda, en extremodelicados, altivos y engredos hasta el exceso,no son verdaderos discpulos de Jess cruci-

    ficado. Y si pensrais de otro modo, ofende-rais a esa Cabeza coronada de espinas y a laverdad del Evangelio. Ay, Dios mo, cuntascaricaturas de cristianos, que pretenden sermiembros del Salvador, son sus ms alevosos

    perseguidores, pues mientras con la manohacen el signo de la Cruz, son en realidad susenemigos! Si de verdad os gua el espritu de Jesucris-to, y si vivs la misma vida que esta Cabeza

    coronada de espinas, no esperis otra cosaque espinas, azotes, clavos, en una palabra,cruz; pues es necesario que el discpulo seatratado como el maestro y el miembro comola Cabeza (Jn 15,20). Y si el cielo os ofrece,

    como a Santa Catalina de Siena, una corona

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    de espinas y otra de rosas, elegid como ella lacorona de espinas, sin vacilar, y hundidla en

    vuestra cabeza, para asemejaros a Jesucristo.

    Para los templos del Espritu Santo

    Ya sabis que sois templos vivos del Esp-

    ritu Santo (1Cor 6,19), y que como piedrasvivas (1Pe 2,5), habis de ser construdos porel Dios del amor en el templo de la Jerusalncelestial (Ap 21,2.10). Pues bien, disponospara ser tallados, cortados y cincelados por

    el martillo de la cruz. De otro modo, perma-necerais como piedras toscas, que no sirvenpara nada, que se desprecian y se arrojanfuera. Guardos de resistir al martillo queos golpea! Cuidado con oponeros al cin-

    cel que os talla y a la mano que os pule! Esposible que ese hbil y amoroso arquitectoquiera hacer de vosotros una de las piedrasprincipales de su edificio eterno, y una de lasfiguras ms hermosas de su reino celestial.

    Dejadle actuar en vosotros: l os ama, sabe

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    lo que hace, tiene experiencia, cada uno desus golpes son acertados y amorosos, nunca

    los da en falso, a no ser que vuestra falta depaciencia los haga intiles. El Espritu Santo compara la cruz: -unasveces a una criba que separa el buen gra-no de la paja y hojarasca (Is 41,16; Jer 15,7;

    Mt 3,12): dejos, pues, sacudir y zarandearcomo el grano en la criba, sin oponer resis-tencia: estis en la criba del Padre de familia,y pronto estaris en su granero; -otras vecesla compara a un fuego, que elimina el orn

    del hierro con la viveza de sus llamas (1Pe1,7): en efecto, nuestro Dios es un fuego de-vorador (Heb 12,29), que por la cruz perma-nece en el alma para purificarla, sin consu-mirla, como aquella antigua zarza ardiente

    (Ex 3,2-3); -y otras veces, en fin, la comparaal crisol de una fragua, donde el oro buenose refina (Prov 17,3; Sir 2,5), y donde el falsose disipa en humo: el bueno, sufre con pa-ciencia la prueba del fuego, mientras que el

    malo se eleva hecho humo contra sus llamas.

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    Es en el crisol de la tribulacin y de la tenta-cin donde los veraderos amigos de la Cruz

    se purifican por su paciencia, mientras quelos que son sus enemigos se desvanecen enhumo (+Sal 36,20; 67,3) por su impacienciay sus protestas.

    Hay que sufrir como los santos...

    Mirad, Amigos de la Cruz, mirad delan-te de vosotros una inmensa nube de testigos(Heb 12,1), que demuestran sin palabras lo

    que os estoy diciendo. Ved al paso un Abeljusto, asesinado por su hermano (Gn 4,4.8);un Abraham justo, extranjero sobre la tierra(12,1-9); un Lot justo, expulsado de su pas(19,1.17); un Jacob justo, perseguido por su

    hermano (25,27; 27,41); un Tobas justo, afli-gido por la ceguera (Tob 2,9-11); un Job jus-to, arruinado, humillado y hecho una llagade los pies a la cabeza (Job 1,1ss). Mirad a tantos apstoles y mrtires tei-

    dos con su propia sangre; a tantas vrgenes

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    y confesores empobrecidos, humillados, ex-pulsados, despreciados, clamando a una con

    San Pablo: mirad a nuestro buen Jess, elautor y consumador de la fe (Heb 12,2), queen l y en su cruz profesamos. Tuvo que pa-decer para entrar por su cruz en la gloria (Lc24,26).

    Mirad, junto a Jess, una espada afiladaque penetra hasta el fonde del corazn tier-no e inocente de Mara (+Lc 2,35), que nun-ca tuvo pecado alguno, ni original ni actual.Lstima que no pueda extenderme aqu so-

    bre la Pasin de uno y de otra, para hacer verque lo que nosotros sufrimos no es nada encomparacin de lo que ellos sufrieron! Despus de todo esto quin de nosotrospodr eximirse de llevar su cruz? Quin de

    nosotros no volar apresurado hacia los si-tios donde sabe que la cruz le espera? Quinno exclamar con San Ignacio mrtir: queel fuego, la horca, las bestias y los tormentostodos del demonio vengan sobre m para que

    yo goce de Jesucristo! (Romanos 5)?

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    ... y no como los reprobados

    Pero, en fin, si no queris sufrir con pa-ciencia y llevar vuestra cruz con resigna-cin, como los predestinados, tendris quellevarla con protesta e impaciencia, comolos reprobados. As os pareceris a aquellos

    dos animales que arrastraban el Arca de laAlianza mugiendo (1Re 6,12). Os asemeja-ris a Simn de Cirene, quien ech mano a laCruz misma de Jesucristo, a pesar suyo (Mt27,32), y que no dejaba de protestar mientras

    la llevaba. Vendr a sucederos, en fin, lo queal mal ladrn, que de lo alto de la cruz se pre-cipit al fondo de los abismos. No, no, esta tierra maldecida en que habi-tamos no cra hombres felices. No se ve claro

    en este pas de tinieblas. No es en absolutoperfecta la tranquilidad en este mar tormen-toso. Nunca faltan los combates en este lu-gar de tentacin, que es un campo de bata-lla. Nadie se libra de pinchazos en esta tierra

    llena de espinas (Gn 3,18). Es preciso que

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    los predestinados y los reprobados lleven sucruz, de grado o por fuerza. Tened presentes

    estos cuatro versos: Elgete una cruz de las tres del Calvario;elige con cuidado, ya que es necesario pade-cer como santo y como penitente o como r-probo que sufre eternamente.

    Eso significa que si no queris sufrir conalegra, como Jesucristo; o con paciencia,como el buen ladrn, tendris que sufrir apesar vuestro como el mal ladrn; habris deapurar entonces hasta las heces el cliz ms

    amargo (Is 51,17), sin consolacin alguna dela gracia, y llevando todo el peso de la cruzsin la poderosa ayuda de Jesucristo. Ms an,tendris que llevar el peso fatal que aadir eldemonio a vuestra cruz, por la impaciencia a

    la que os arrastrar; y as, tras haber sido unosdesgraciados sobre la tierra, como el mal la-drn, iris a reuniros con l en las llamas.

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    2. Nada tan til y tan dulce

    Por el contrario, si sufrs como conviene,la cruz se os har un yugo muy suave (Mt11,30), que Jesucristo llevar con vosotros.Vendr a ser las dos alas del alma que se ele-va al cielo; el mstil de la nave que os llevar

    al puerto de la salvacin feliz y fcilmente. Llevad, pues, vuestra cruz con paciencia,y por esta cruz bien llevada, os veris ilumi-nados en vuestras tinieblas espirituales, puesquien no ha sido probado por la tentacin,

    nada sabe (Sir 34,9). Llevad vuestra cruz con alegra, y os verisabrasados en el amor divino, pues sin cru-ces ni dolor, no se vive en el amor (Imita-cin de Cristo III,5,7).

    Slamente se recogen rosas entre las espi-nas. Y slo la cruz enciende el amor de Dios,como la lea el fuego. Recordad aquella her-mosa sentencia de la Imitacin: cuanta vio-lencia os hicireis sufriendo con paciencia,

    tanto creceris en el amor divino [I,25,3].

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    No esperis nada grande de esas personasdelicadas y perezosas, que rehuyen la cruz

    cuando sta se les acerca, y que jams porsu cuenta se buscan alguna con discrecin:son tierra inculta que no dar sino abrojos,porque no ha sido arada, desmenuzada yremovida por el labrador experto; son agua

    estancada, que no sirve ni para lavar ni parabeber. Llevad vuestra cruz alegremente: encon-traris en ella una fuerza victoriosa a la queningn enemigo vuestro podr resistir (Lc

    21,15), y gozaris de una dulzura encanta-dora, con la que nada puede compararse.S, Hermanos mos, sabed que el verdaderoparaso terrestre est en sufrir algo por Jesu-cristo (Hch 5,41). Preguntad, si no, a todos

    los santos: os dirn que nunca gozaron ensu espritu de tan grandes delicias como enmedio de los mayores tormentos. Vengansobre m todos los tormentos del demonio!,deca San Ignacio mrtir [Romanos 5]. O

    morir o padecer, deca Santa Teresa [Vida

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    40,20]. No morir, sino sufrir, deca SantaMagdalena de Pazzi. Y San Juan de la Cruz:

    padecer por Vos y que yo sea menospre-ciado [decl. de su hno. Francisco]. Y tantosotros hablaron este mismo lenguaje, comoleemos en sus vidas. Creed a Dios, queridos Hermanos mos:

    cuando se sufre por Dios alegremente, diceel Espritu Santo, la cruz es causa de todaclase de alegras para toda clase de personas(+Sant 1,2). La alegra de la cruz es mayorque la de un pobre a quien colman de todo

    gnero de riquezas; mayor que la de un al-deano que se ve elevado al trono; mayor quela de un comerciante que gana millones; ma-yor que la de un general que consigue gran-des victorias; mayor que la de unos cautivos

    que se ven libres de sus cadenas. Imaginad,en fin, todas las mayores alegras que pue-dan darse en esta tierra: pues bien, todas es-tn contenidas y sobrepasadas por la alegrade una persona crucificada, que sabe sufrir

    bien.

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    3. Nada tan glorioso

    Alegraos, pues, y saltad de gozo cuandoDios os regale con alguna buena cruz, por-que, sin daros cuenta, recibs lo ms grandeque hay en el cielo y en el mismo Dios. Re-galo grandioso de Dios es la cruz! Si as lo

    entendirais, encargarais celebrar misas, ha-rais novenas en los sepulcros de los santos,emprenderais largas peregrinaciones, comohicieron los santos, para obtener del cieloeste regalo divino.

    El mundo la llama locura, infamia, estu-pidez, indiscrecin, imprudencia. Dejadleshablar a los ciegos: su ceguera, que les llevaa juzgar humanamente de la cruz muy al re-vs de lo que es en realidad, forma parte de

    nuestra gloria. Y cada vez que nos procuranalgunas cruces con sus desprecios y persecu-ciones, nos regalan joyas, nos elevan sobre eltrono, nos coronan de laureles. Pero qu digo? Todas las riquezas, to-

    dos los honores, todos los cetros, todas las

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    brillantes coronas de potentados y empe-radores, como dice San Juan Crisstomo,

    no son nada comparados con la gloria dela cruz [MG 62,55-58]. Ella supera la gloriadel apstol y del escritor sagrado. Este santovarn, inspirado por el Espritu Santo, deca:si as me fuera dado, yo dejara el cielo con

    mucho gusto para padecer por el Dios delcielo. Prefiero las crceles y mazmorras a lostronos del empreo. Envidio menos la gloriade los serafines que las mayores cruces. Me-nos estimo el don de los milagros, por el que

    se sujeta a los demonios, se domina sobrelos elementos, se detiene al sol, se da vida alos muertos, que el honor de los sufrimien-tos. San Pedro y San Pablo son ms gloriososen sus calabozos, con los grilletes en los pies

    (Hch 12,3-7), que arrebatados al tercer cie-lo (2Cor 12,2) o que recibiendo las llaves delparaso (Mt 16,19). En efecto, no es la cruz la que dio a Jesu-cristo un nombre sobre todo nombre, a fin

    de que al nombre de Jess toda rodilla se do-

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    ble en el cielo, en la tierra y en los infiernos(Flp 2,9)? La gloria de la persona que sufre

    bien es tan grande, que el cielo, los ngelesy los hombres, y el mismo Dios del cielo locontemplan con gozo, como el espectculoms glorioso. Y si los santos tuvieran algndeseo, sera el de volver a la tierra para llevar

    alguna cruz. Pero si esta gloria es tan grande ya sobre latierra cmo ser la que adquiere en el cie-lo? Quin podr explicar y comprender ja-ms ese peso de gloria eterna que obra en

    nosotros el breve instante de una cruz bienllevada (2Cor 4,17)? Quin comprender lagloria que produce en el cielo un ao y quizuna vida entera de cruz y de dolores? Seguramente, mis queridos Amigos de la

    Cruz, el cielo os prepara para algo grande -oslo dice un gran santo-, pues el Espritu San-to os une tan estrechamente con aquello quetodo el mundo rehuye con tanto cuidado. Esindudable que Dios quiere hacer tantos san-

    tos y santas cuantos Amigos de la Cruz exis-

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    ten, si sois fieles a vuestra vocacin, si llevisvuestra cruz como es debido, como Jesucris-

    to la ha llevado.

    Y que me siga

    Pero no basta con sufrir: tambin el demo-

    nio y el mundo tienen sus mrtires. Es preci-so que cada uno sufra y lleve su cruz siguien-do a Jesucristo: que me siga (Mt 16,24), esdecir, llevndola como l la llev. Y para esohabis de guardar estas reglas:

    Las catorce reglas

    No procurarse cruces a propsito, ni por cul-pa propia

    1 No os busquis cruces a propsito ni porculpa propia. No hay que hacer el mal paraque venga el bien (Rm 3,8). No conviene,sin una inspiracin especial, hacer las cosas

    mal para atraerse el desprecio de los hom-

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    bres. Hay que imitar, ms bien, a Jesucristo,del que se dijo todo lo ha hecho bien (Mc

    7,37), y no por amor propio o vanidad, sinopor agradar a Dios y para ganar al prjimo.Y si os dedicis a cumplir lo mejor que po-dis vuestros deberes, nos os faltarn contra-dicciones, persecuciones y desprecios, pues

    la divina Providencia os los enviar, contravuestra voluntad y sin que lo elijis.

    Mirar por el bien del prjimo

    2 Si vais a hacer cualquier cosa en s indi-ferente, que, aunque sea sin motivo, pudieraescandalizar al prjimo, absteneos de hacerlopor caridad, para evitar el escndalo de losdbiles (1Cor 8,13). Y el acto heroico de ca-

    ridad que en esa ocasin hacis vale infinita-mente ms de lo que hacas o querais hacer. Sin embargo, si el bien que hacis es nece-sario o til al prjimo, aunque algn fariseoo mal espritu se escandalice sin motivo, con-

    sultad con alguien prudente para aseguraros

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    de que lo que hacis es necesario o muy tilal comn de los prjimos; y si l as lo consi-

    dera, continuad hacindolo y dejadles mur-murar, con tal de que os dejen actuar, contes-tando en esta ocasin aquello que respondiNuestro Seor a algunos de sus discpulos,cuando vinieron a decirle que haba escribas

    y fariseos que se escandalizaban de sus pa-labras y actos: dejadles; estn ciegos (Mt15,14).

    Admirar, sin pretender imitar, ciertas

    mortificaciones de los santos

    3 Algunos santos y varones ilustres hanpedido, buscado e incluso procurado pormedios ridculos cruces, desprecios y humi-

    llaciones. Pues bien, eso debe movernos aadorar y admirar la obra extraordinaria delEspritu Santo en sus almas, y a humillarnosante tan sublime virtud; pero no ha de llevar-nos a pretender volar tan alto, pues nosotros,

    comparados con esas guilas veloces y esos

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    leones rugientes, no pasamos de ser pollosmojados y perros muertos.

    Pedir a Dios la sabidura de la cruz

    4 No obstante, podis e incluso debis pedirla sabidura de la cruz, que es una ciencia sa-

    brosa y experimental de la verdad, por la quese entienden a la luz de la fe los ms ocul-tos misterios, entre otros el de la cruz; peroes ciencia que no se alcanza sino a travs demuchos trabajos, profundas humillaciones y

    fervientes oraciones. Si necesitis este esp-ritu generoso (Sal 50,14), que permite llevarcon valor las ms pesadas cruces; este espri-tu bueno (Lc 11,13) y suave, que hace, en loparte superior del alma, gustar las amarguras

    ms repugnantes; este espritu puro y firme(Sal 50,12), que slamente busca a Dios; estaciencia de la cruz, que contiene todas lasverdades; en una palabra, este tesoro infini-to que nos hace partcipes de la amistad de

    Dios (Sab 7,14), pedid la sabidura; pedidla

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    incesantemente, con toda insistencia, sin va-cilar (Sant 1,5-6), sin temor de no alcanzar-

    la, e infalible-mente la recibiris. Y entoncescomprenderis claramente, por experiencia,cmo se puede llegar a desear, a buscar y agustar la cruz.

    Humillarse por las propias faltas, pero sinturbacin

    5 Cuando por ignorancia o incluso por cul-pa propia hayis cometido cualquier torpeza

    que os acarree alguna cruz, humillaos inme-diatamente bajo la mano poderosa de Dios(1Pe 5,6), sin consentir en turbaciones, di-ciendo interiormente, por ejemplo: stosson, Seor, los frutos de mi huerto!. Y si en

    vuestra falta hubiese algn pecado, aceptadcomo un castigo la humillacin que os so-breviene. Muchas veces, permite Dios quesus mejores servidores, que son los ms le-vantados por su gracia, cometan las faltas

    ms humillantes para humillarlos ante s

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    mismos y ante los hombres, y para quitarlesas la vista y la consideracin orgullosa de las

    gracias que l les concede y del bien que ha-cen, a fin de que, como dice el Espritu Santo,ningn mortal pueda enorgullecerse anteDios (1Cor 1,29).

    Dios nos humilla para purificarnos

    6 Estad bien convencidos de que todo cuan-to hay en nosotros est todo corrompido porel pecado de Adn y por los pecados actuales

    (Rm 3,23), y no slo los sentidos del cuerpo,sino tambin las potencias del alma. Y de quedesde el momento en que nuestro espritucorrompido considera algn don de Dios ennosotros con morosidad y complacencia, ese

    don, esa accin, esa gracia se ensucian y co-rrompen, y Dios aparta de ellas su divina mi-rada. Y si las mismas miradas y pensamien-tos del espritu humano echan as a perderlas mejores acciones y los dones ms divinos

    qu diremos de los actos de la propia volun-

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    tad, que an son ms corruptos que los delentendimiento?

    Despus de eso, no nos extraemos, pues,si Dios se complace en ocultar a los suyos enel asilo de su presencia (Sal 30,21), para queno se vean manchados por las miradas de loshombres ni por su propio conocimiento. Y

    para ocultarlos as qu cosas permite y haceese Dios celoso! Cuntas humillaciones lesprocura! De qu tentaciones permite quesean atacados, como San Pablo (2Cor 12,7)!En qu incertidumbres, tinieblas y perpleji-

    dades les deja! Oh! Qu admirable es Diosen sus santos, y en las vas que l disponepara conducirles a la humildad y la santidad!

    En las cruces, evitar la trampa del orgullo

    7 Tened mucho cuidado de creer, como losdevotos orgullosos y engredos, que vuestrascruces son grandes, que no son sino prue-bas de vuestra fidelidad, y testimonios de un

    amor singular de Dios hacia vosotros. Esta

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    trampa del orgullo espiritual es sumamentesutil y delicada, pero est llena de veneno.

    Pensad ms bien:

    1) que vuestro orgullo y delicadeza os ha-cen tomar como postes lo que no son msque pajas, como heridas las picaduras, como

    elefantes los ratones, como atroces injurias yabandono cruel una palabrita que se lleva elviento, en realidad una nadera;

    2) que las cruces que Dios os enva son ms

    bien amorosos castigos de vuestros pecados,y no muestras de una benevolencia especial;

    3) que por ms cruces y humillaciones que los enve, os perdona infinitamente ms, dado

    el nmero y la gravedad de vuestros crme-nes; pues habis de considerar stos a la luzde la santidad de Dios, que no soporta nadaimpuro, y a quien vosotros habis ofendido;a la luz de un Dios que muere, abrumado de

    dolor a causa de vuestros pecados; a la luz de

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    un infierno eterno que habis merecido mily quiz cien mil veces;

    4) que en la paciencia con la que padecismezclis lo humano y natural bastante msde lo que creis; prueba de ello son esos mi-ramientos, esas bsquedas secretas de con-

    suelos, esas expansiones del corazn tannaturales con vuestros amigos, y quiz convuestro director espiritual, esas excusas tansutiles y prontas, esas quejas, o ms bien ma-ledicencias contra quienes os han hecho mal,

    tan bien formuladas, tan caritativamente ex-puestas, ese reconsiderar y complacerse de-licadamente en vuestros males, ese conven-cimiento luciferino de que sois algo grande(Hch 8,9), etc. No acabara nunca si hubiera

    de describir todas las vueltas y revueltas de lanaturaleza incluso en los sufrimientos.

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    Aprovecharse ms de los sufrimientos pe-

    queos que de los grandes

    8 Aprovechaos de los pequeos sufrimien-tos an ms que de los grandes. No mira Diostanto lo que se sufre como la manera en quese sufre. Sufrir mucho y mal es sufrimiento

    de condenados; sufrir mucho y con aguan-te, pero por una mala causa, es sufrir comomrtir del demonio; sufrir poco o mucho,sufriendo por Dios, es sufrir como santo. Si se diera el caso de que pudiramos elegir

    nuestras cruces, optemos por las ms peque-as y deslucidas, frente a otras ms grandesy llamativas. El orgullo natural puede pedir,buscar e incluso elegir y tomar las crucesms grandes y espectaculares. En cambio,

    slo puede ser fruto de una gracia excelen-te y de una gran fidelidad a Dios ese elegiry llevar alegremente las cruces pequeas yoscuras. Actuad, pues, como el comercianteen su mostrador, y sacad provecho de todo:

    no desperdiciis ni la menor partcula de la

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    verdadera Cruz, aunque slo sea la picadu-ra de un mosquito o de un alfiler, la dificul-

    tad de un vecino, la pequea injuria de undesprecio, la prdida mnima de un dinero,un ligero malestar del nimo, un cansanciopasajero del cuerpo, un dolorcillo en unode vuestros miembros, etc. Sacad provecho

    de todo, como el que atiende su comercio,y as como l se hace rico ganando centavoa centavo en su mostrador, as muy prontovendris vosotros a ser ricos segn Dios. Ala menor contrariedad que os sobrevenga,

    decid: Bendito sea Dios! Gracias, Diosmo!. Y guardad en seguida en la memoriade Dios, que viene a ser vuestra alcanca, lacruz que acabis de ganar. Y despus ya noos acordis ms de ella, si no es para decir:

    Mil gracias, Seor! o Misericordia!

    Amar la cruz con amor sobrenatural

    9 Cuando se os pide que amis la cruz no

    se est hablando de un amor sensible, que es

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    imposible a la naturaleza. Hay que distinguir bien entre tres clases de

    amor: el amor sensible, el amor racional y elamor fiel y supremo. Dicho de otro modo: elamor de la parte inferior, que es la carne; elamor de la parte superior, que es la razn; yel amor de la parte suprema o cima del alma,

    que es el entendimiento iluminado por la fe. Dios no os exige que amis la cruz con lavoluntad de la carne (Jn 1,13). Siendo stacompletamente corrupta y criminal, todo loque de ella nace est corrompido, y ella mis-

    ma no puede por s misma someterse a lavoluntad de Dios y a su ley crucificante. Poreso Nuestro Seor, refirindose a ella en elHuerto de los Olivos, dice: Padre mo, quese haga tu voluntad y no la ma (Lc 22,42).

    Si la parte inferior del hombre en el mismoJesucristo, siendo toda ella santa, no fue ca-paz de amar la cruz sin alguna interrupcin,con ms razn la nuestra, completamentecorrompida, la rechazar. Es cierto que po-

    demos experimentar a veces, como no pocos

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    santos han experimentado, una cierta alegrasensible en nuestros sufrimientos; pero esa

    alegra, aunque est en la carne, no proce-de de la carne; proviene de la parte superior,que est tan llena del gozo divino del EsprituSanto que lo hace desbordar sobre la parteinferior, de modo que entonces la persona

    crucificada puede decir: mi corazn y micarne retozan por el Dios vivo (Sal 83,3). Hay otro amor a la cruz que llamo racio-nal; est en la parte superior, que es la razn.Este amor es completamente espiritual, y

    como nace del conocimiento de la felicidadque hay en sufrir por Dios, es perceptible y espercibido por el alma, a la que alegra y forta-lece interiormente. Pero este amor racional,aunque bueno y muy bueno, no siempre es

    necesario para sufrir alegremente y segnDios. Y es que existe otro amor de la cima, delpice del alma, como dicen los maestros dela vida espiritual -o de la inteligencia, como

    dicen los filsofos-. Por l, sin sentir alegra

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    alguna en los sentidos, sin captar en el almaningn placer razonable, sin embargo, se

    ama y se gusta, a la luz de la pura fe, la cruzque se lleva; y eso aunque muchas veces esten guerra y lgrimas la parte inferior, quegime y se queja, que llora y busca alivio, demanera que dice con Jesucristo: Padre mo,

    que se haga tu voluntad y no la ma (Lc22,42); o con la Santisima Virgen: he aqula esclava del Seor, hgase en m segn tupalabra (1,38). Pues bien, con uno de estos dos amores de

    la parte superior hemos de amar y aceptar lacruz.Sufrir toda clase de cruces, sin rechazar nin-guna y sin elegirlas

    10 Decidos, queridos Amigos de la Cruz,a sufrir toda clase de cruces, sin exceptuarninguna y sin elegirlas: cualquier pobreza,cualquier injusticia, cualquier prdida, cual-quier enfermedad, cualquier humillacin,

    cualquier contradiccin, cualquier calum-

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    nia, cualquier sequedad, cualquier aban-dono, cualquier pena interior y exterior,

    diciendo siempre: Mi corazn est firme,Dios mo, mi corazn est firme (Sal 56,8;107,2). Disponos, pues, a ser abandonadospor los hombres y los ngeles, y hasta delmismo Dios; a ser perseguidos, envidiados,

    traicionados, calumniados, desprestigiadosy abandonados por todos; a sufrir hambre,sed, mendicidad, desnudez, exilio, crcel,horca y toda clase de suplicios, aunque seisinocentes de los crmenes que se os imputan.

    Imaginaos, en fin, que despus de haber sidodespojados de vuestros bienes y de vuestrohonor, despus de haber sido expulsados devuestra casa, como Job y Santa Isabel reinade Hungra, se os tira al barro, como a esta

    santa, o se os arrastra a un estercolero, comoa Job, hediondo y cubierto de llagas (Job 2,7-8), sin que se os d un trapo con que cubrirvuestras heridas, sin un trozo de pan, que nose niega a un caballo o a un perro, para co-

    mer, y que en medio de tales males extremos,

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    Dios os abandona a todas las tentaciones delos demonios, sin aliviar vuestra alma con la

    menor consolacin sensible. Creedlo firmemente: ah est la meta su-prema de la gloria divina y de la felicidad ver-dadera para un verdadero y perfecto Amigode la Cruz.

    Cuatro motivos para sufrir como se debe

    11 Para ayudaros a sufrir bien, tomad lasanta costumbre de considerar estas cuatro

    cosas:

    1 La mirada de Dios

    En primer lugar, la mirada de Dios que,

    como un gran rey en lo alto de una torre, miraen el combate a su soldado, complacido y ala-bando su valor. Qu mira Dios sobre la tie-rra? A los reyes y emperadores en sus tronos?Con frecuencia no los mira sino con despre-

    cio. Mira las grandes victorias de los ejrcitos

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    del Estado, las piedras preciosas, en una pala-bra, las cosas que los hombres consideran ms

    grandes? Lo que es ms estimable a los ojosde los hombres es abominable ante Dios (Lc16,15). Qu es, pues, lo que mira con placery gozo, y de qu pide noticias a los ngeles y alos mismos demonios? -Dios mira al hombre

    que por l lucha contra la fortuna, el mundo,el infierno, y contra s mismo, al hombre quelleva con alegra su cruz. No has visto sobrela tierra una maravilla inmensa, que todo elcielo contempla con admiracin?, dice el Se-

    or a Satans: no te has fijado en mi siervoJob, que sufre por m (Job 2,3)?

    2 La mano de Dios En segundo lugar, considerad la mano de

    este Seor poderoso, que permite todo el malque nos sobreviene de la naturaleza, desde elmayor hasta el menor. La misma mano queaniquil un ejrcito de cien mil hombres(2Re 19,35) es la que hace caer la hoja del r-

    bol o el cabello de vuestra cabeza (Lc 21,18).

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    La mano que hiri tan duramente a Job (Job1,13-22; 2,7-10) es la misma que os roza sua-

    vemente con esa pequea contrariedad. Lamisma mano que hace el da y la noche, elsol y las tinieblas, el bien y el mal, es la quepermite los pecados que os inquietan: no hacausado la malicia, pero ha permitido la ac-

    cin. Por eso, cuando veis que un Seme osinjuria y os tira piedras, como al rey David(2Re 16,5-14), decos interiormente: no nosvenguemos de l; dejmosle actuar, pues el

    Seor ha dispuesto que obre as. Reconozcoque yo he merecido toda clase de ultrajes, yque con toda justicia Dios me castiga. De-tente, brazo mo, y t, mi lengua: no hieras,no digas nada! Este hombre o esta mujer que

    me dicen y hacen injurias son embajadoresde Dios, que de parte de su misericordia vie-nen para castigarme amistosamente. No irri-temos, pues, su justicia, usurpando los dere-chos de su venganza. Ni menospreciemos su

    misericordia resistiendo los amorosos golpes

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    de sus azotes, no sea que, para vengarse, nosremita a la estricta justicia de la eternidad.

    Considerad que Dios, con una mano infi-nitamente poderosa y prudente os sostiene,mientras os hiere con la otra. Con una manomortifica, con la otra vivifica; humilla y enal-tece (Lc 1,52). Con sus dos brazos abarca por

    completo vuestra vida dulce y fuertemente(Sab 8,1): dulcemente, sin permitir que seaistentados y afligidos por encima de vuestrasfuerzas (1Cor 10,13); fuertemente, pues osayuda con una gracia poderosa, que corres-

    ponde a la fuerza y duracin de la tentacin yde la afliccin; fuertemente, s, porque, comolo dice por el espritu de su santa Iglesia, l sehace vuestro apoyo junto al precipicio anteel que os hallis, vuestro gua si os extraviis

    en el camino, vuestra sombra en el calorabrasador, vuestro vestido en la lluvia queos empapa y en el fro que os hiela, vuestrovehculo en el cansancio que os agota, vues-tro socorro en la adversidad que os abruma,

    vuestro bastn en los pasos resbaladizos, y

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    vuestro puerto en las tormentas que os ame-nazan con ruina y naufragio [Breviario an-

    tiguo].

    3 Las llagas y los dolores de Jess crucificado

    En tercer lugar, mirad las llagas y los do-

    lores de Jess crucificado. l mismo os dice:vosotros, los que pasis por el camino llenode espinas y cruces por el que yo he pasa-do, mirad, fijaos! (Lam 1,12). Mirad con losojos corporales y ved con los ojos de la con-

    templacin si vuestra pobreza y desnudez,vuestros desprecios, dolores y abandonos,son comparables con los mos. Miradme, am que soy inocente, y quejaos vosotros, quesois los culpables.

    El Espritu Santo nos manda por boca delos Apstoles esa misma mirada a Jess cru-cificado (Gl 3,1); nos ordena armarnos coneste pensamiento (1Pe 4,1), arma ms pene-trante y terrible contra todos nuestros ene-

    migos que todas las dems armas. Cuando os

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    veis atacados por la pobreza, la abyeccin, eldolor, la tentacin y las otras cruces, armaos

    con el pensamiento de Jesucristo crucificado,que ser para vosotros escudo, coraza, cascoy espada de doble filo (Ef 6,11-18). En l ha-llaris la solucin de todas las dificultades yla victoria sobre cualquier enemigo.

    4 Arriba, el cielo; abajo, el infierno

    En cuarto lugar, mirad en el cielo la hermo-sa corona que os espera, si llevis bien vues-

    tra cruz. sta es la recompensa que sostuvoa los patriarcas y profetas en su fe en mediode las persecuciones; y es la que ha anima-do a Apstoles y Mrtires en sus trabajos ytormentos. Preferimos, dicen los patriarcas

    con Moiss, ser afligidos con el pueblo deDios, para gozar eternamente con l, a dis-frutar momentneamente de un placer cul-pable (Heb 11,24-26). Soportamos grandespersecuciones en espera del premio, dicen

    los profetas con David (Sal 68,8; Jer 15,15).

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    Somos por nuestro sufrimientos como vcti-mas condenadas a muerte, como espectculo

    para el mundo, para los ngeles y los hom-bres, y somos como basura y anatema delmundo (1Cor 4,9.13), dicen los Apstoles yMrtires con San Pablo, por el peso inmensode gloria que nos prepara la momentnea y

    ligera tribulacin (2Cor 4,17). Contemplemos sobre nuestra cabeza a losngeles que nos gritan: Guardaos de perderla corona sealada con la cruz que se os hadado, si la llevis bien. Pues si no la llevis

    como se debe, otro la llevar como convieney os arrebatar el premio. Combatid valien-temente, sufriendo con paciencia, nos dicentodos los santos, y recibiris un reino eterno(Mt 5,10-12; 11,12). Escuchemos, en fin, a

    Jesucristo, que nos dice: no dar yo mi pre-mio sino a quien haya sufrido y vencido porsu paciencia (Ap 2,7.11.17.26-28; 3,5.12. 21;21,7). Contemplemos abajo el lugar que hemos

    merecido, y que nos espera en el infierno con

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    el mal ladrn y los condenados, si como ellossufrimos con protesta, despecho y venganza.

    Exclamemos con San Agustn: quema, Seor,corta, poda, divide en esta vida, castigandomis pecados, con tal que me los perdones enla eternidad.

    Nunca quejarse de las criaturas

    12 Jams os quejis voluntariamente, mur-murando de las criaturas de que Dios se sirvepara afligiros. Y distinguid en las penas tres

    modos de quejas:-La primera es involuntaria y natural: es ladel cuerpo que gime y suspira, que se queja yllora, que se lamenta. Mientras el alma, comohe dicho, est sometida a la voluntad de Dios

    en su parte superior, no hay en esto pecadoalguno.

    -La segunda es razonable: nos quejamos ymanifestamos nuestro mal a quienes pue-

    den remediarlo, como al superior, al mdico.

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    Es una queja que pueda ser imperfecta si esdemasiado ansiosa, pero en s misma no es

    pecado.

    -La tercera es criminal: se da cuando nosquejamos al prjimo para evitar el mal quenos hace sufrir o para vengarnos, o cuan-

    do nos quejamos del dolor que padecemos,consintiendo en la queja y aadindole im-paciencia y murmuracin.

    Recibir la cruz con agradecimiento

    13 Nunca recibis una cruz sin besarla hu-mildemente con agradecimiento. Y si Diosen su bondad os favorece con alguna cruz de

    mayor peso, agradecdselo de un modo es-pecial y pedid a otros que hagan lo mismo.Seguid el ejemplo de aquella pobre mujerque, habiendo perdido en un pleito injustotodos sus bienes, con la nica moneda que

    le quedaba, encarg celebrar una misa para

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    dar gracias a Dios por la buena suerte que lehaba deparado.

    Cargar con cruces voluntarias

    14 Si queris haceros dignos de las crucesque os vendrn sin vuestra participacin, y

    que son las mejores, procuraos algunas cru-ces voluntarias, con el consejo de un buendirector. Por ejemplo; tenis en casa algn muebleintil al que estis aficionados? Dadlo a los

    pobres, diciendo: quisieras tener cosas su-prfluas, mientras Jess es tan pobre? Os repugna algn alimento, ciertos actosde virtud, algn mal olor? Probad, practicad,oled: venceos.

    Estis excesivamente apegados a algunapersona o a determinados objetos? Apartaos,privaos, alejaos de aquello que os halaga. Tenis muchas ganas naturales de ver, deactuar, de aparecer, de ir a tal sitio? Deteneos,

    callaos, ocultaos, desviad vuestra mirada.

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    Sents natural repugnancia por un objetoo por una persona? Usadlo a menudo, fre-

    cuentad su trato: dominaos. Si de verdad sois Amigos de la Cruz, elamor, que es siempre ingenioso, os har en-contrar muchas pequeas cruces, con lasque os iris enriqueciendo sin daros cuenta

    y sin peligro de vanidad, que no pocas vecesse mezcla con la paciencia cuando se llevancruces ms deslumbrantes. Y por haber sidofieles en lo poco, el Seor, como lo prometi,os constituir sobre lo mucho (Mt 25,21.23);

    es decir, sobre muchas gracias que os dar,sobre muchas cruces que os enviar, sobremucho gloria que os preparar...

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