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CARTAS DE LUIS G. URBINA A ALFONSO REYES I Casi dos generaciones separaban en edad a Luis G. Urbina y A l - fonso Reyes. El primero nació en 1864 y el segundo en 1889: vein- ticinco años de diferencia. Curiosamente, es el mismo número de años que transcurre entre la muerte de Luis G. Urbina (18 de noviembre de 1934) y la de Alfonso Reyes (29 de diciembre de 1959). Ambos vivieron setenta años y mantuvieron una larga amis- tad, nunca perturbada, aunque la vida los llevó por rumbos dis- tintos. Esta amistad, iniciada en 1905 o 1906, se prolongaría has- ta la muerte de Luis G. Urbina en Madrid, aunque para enton- ces Reyes ya llevaba diez años fuera, de España. Eran muy distintos: por su edad, por la condición socioeco- nómica de sus orígenes, por su formación y sensibilidad, por sus intereses intelectuales. Uno miraba al pasado, el otro al futuro. Sobre el trasfondo de las letras y la poesía, la amistad de Reyes y Urbina fue una relación humana sostenida en el afecto y el res- peto a los valores fundamentales de la existencia: la amistad, la generosidad, la rectitud. Ambos fueron por igual ajenos a los dis- turbios de la codicia, la ambición o la maledicencia. Lo que Re- yes afirmó de Urbina vale para ambos: "Su talento era parte de su bondad" 1 . La amistad arranca de 1906, año de fundación de la revista Savia moderna, si bien uno ya sabía del otro desde mucho antes. Según el testimonio de Urbina, conoció a Reyes en 1899 o 1900, en un teatro de la ciudad de México. Tenía Reyes diez años de edad e iba de la mano de su padre. En el entreacto, el general Reyes saludó a Carlos Díaz Dufoo, que acompañaba en esa oca- 1 "Recordación de Urbina", en Pasado inmediato, AROC, t. 12, p. 272. NRFH, XXXVII (1989), núm. 2, 559-601

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C A R T A S D E L U I S G . U R B I N A A A L F O N S O R E Y E S

I

Cas i dos generaciones separaban en edad a L u i s G . U r b i n a y A l ­fonso Reyes. E l p r i m e r o nació en 1864 y el segundo en 1889: v e i n ­t i c inco años de di ferencia . C u r i o s a m e n t e , es el m i s m o número de años que t ranscurre entre la m u e r t e de L u i s G . U r b i n a (18 de n o v i e m b r e de 1934) y l a de Al fonso Reyes (29 de d i c i embre de 1959). A m b o s v iv ieron setenta años y mantuv ie ron u n a larga amis­t a d , n u n c a p e r t u r b a d a , aunque la v i d a los llevó p o r r u m b o s dis ­t in tos . Esta a m i s t a d , in i c iada en 1905 o 1906, se prolongaría has­t a la m u e r t e de L u i s G . U r b i n a en M a d r i d , aunque para e n t o n ­ces Reyes ya l levaba diez años fuera, de España.

E r a n m u y dis t intos : por su edad, por la condic ión socioeco­nómica de sus orígenes, por su formación y sensibi l idad, por sus intereses intelectuales. U n o m i r a b a al pasado, el o t ro al f u t u r o . Sobre el trasfondo de las letras y la poesía, la amis tad de Reyes y U r b i n a fue u n a relación h u m a n a sostenida en el afecto y el res­peto a los valores fundamentales de la existencia: la amis tad , la generosidad, l a r e c t i t u d . A m b o s fueron por i gua l ajenos a los d is ­t u r b i o s de la codic ia , la ambición o la maledicencia . L o que R e ­yes afirmó de U r b i n a vale para ambos: " S u ta lento era parte de su b o n d a d " 1 .

L a amis tad arranca de 1906, año de fundación de la revista Savia moderna, si b i e n u n o ya sabía del o t ro desde m u c h o antes. Según el t es t imonio de U r b i n a , conoc ió a Reyes en 1899 o 1900, e n u n teatro de la c i u d a d de M é x i c o . Tenía Reyes diez años de edad e i b a de la m a n o de su padre . E n el entreacto , el general Reyes saludó a Carlos Díaz D u f o o , que acompañaba en esa oca-

1 "Recordación de U r b i n a " , en Pasado inmediato, AROC, t. 12, p. 272.

NRFH, X X X V I I (1989), núm. 2, 559-601

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sión a U r b i n a y le presentó a su h i j o (Al fonso Reyes había leído los Cuentos nerviosos de D u f o o ) . — L e ha gustado el l i b r o de u s t e d — d i j o el general Reyes, y comenta U r b i n a que la cara i n f a n t i l de A l f onso Reyes "se i luminó de p r o n t o , con luz de entusiasmo. N o era p r o p i a de su edad la l l a m a i n t e r i o r que le encendía los ojos candidos . Se ad iv inaba en él a u n lector a r d i e n t e " 2 . Es posible que el niño haya retenido la imagen de ese encuentro con U r b i n a (entonces con 36 años de edad) , figura consagrada ya con u n l i ­b r o de poemas y u n a a m p l i a a c t i v idad periodística.

Al fonso Reyes regresó a M o n t e r r e y para i n i c i a r sus estudios de bachi l lerato en el Colegio C i v i l del Estado y en 1905 se tras la ­d ó a la c i u d a d de M é x i c o para concluir los en la Escuela N a c i o n a l P r e p a r a t o r i a . E r a la época en que empezaba a gestarse el m o v i ­m i e n t o c u l t u r a l que culminaría con las actividades del Ateneo de la J u v e n t u d antes del estallido de la Revo luc ión . Reyes h a conta­do que a su l legada a la c iudad de M é x i c o , se introducía a l a cáte­d r a de L u i s G . U r b i n a en la Escuela N a c i o n a l Preparator ia , " p o r el gusto de oírle leer en voz alta algunos pasajes del Sombrero de tres picos o a lguna cosilla de p o e s í a " 3 . Dos hermanos mayores re ­conoc ió A l f onso Reyes entre los escritores que f recuentaban él y los miembros de su generación: E n r i q u e González Martínez y L u i s G . U r b i n a . Este último se acercó al g r u p o del Ateneo de la J u ­v e n t u d ; y cuando esta nueva generación de escritores empezó a reun i r se , " a q u e l poeta de p r i m e r a fila, aquel per iodista cot izado, aquel maestro, inst int ivamente se acercó a nosotros, entró en nues­tras inqu ie tudes , y a u n abrió de nuevo los l ibros en nuestra c o m ­pañía. Poco después, hasta nos tuteábamos. . . " 4 .

E n 1913, el 9 de febrero se i n i c i a la " D e c e n a trágica" y ese día el general Reyes m u e r e acr ib i l lado ante las puertas del Pala ­cio N a c i o n a l . U n mes y días después de este acontec imiento , el 16 de m a r z o , U r b i n a escribe unas líneas a Al fonso Reyes:

Alfonso muy querido: / Estaré puntualmente donde, por encargo de Ezequiel, me citas. Y a sabía algo de lo que me anuncias en t u recado. Siento deveras no haber podido darte hoy el abrazo domi ­nical, y ver en tus ojos y sentir en tus palabras tu clara, dulce y pen-

2 Luis G . U R B I N A , " M a d r i d se despide de Alfonso Reyes. Dibujos en un menú" , Páginas sobre Alfonso Reyes, 1911-1945, Universidad de Nuevo León, Monterrey, 1955, t. 1, p. 49. E l texto de Urbina se publicó en El Universal, México, D . F . , el 11 de mayo de 1924.

3 ''Recordación de U r b i n a " , p. 273. 4 Ibid.

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 561

sativa juventud. Celebraré que tu mal de garganta no te impida can­tar mañana u n aleluya —fíjate: no una aleluya— al advenimiento de u n proyecto de estudios serios./Muy tuyo/ Luis .

Es la p r i m e r a carta de U r b i n a a Reyes en el arch ivo de éste, y por su tono y contenido se deja ver l a relación de amistad que ya unía a ambos escritores a pesar de la d i ferencia de edad. Para esa fecha, ya L u i s G . U r b i n a había sido n o m b r a d o d i rec tor de la Bib l io teca N a c i o n a l (26 de febrero) y es probable que en el r e ­cado de Reyes, a que hace mención U r b i n a , aquél le i n f o r m a r a de su posible designación como segundo secretario de la L e g a ­ción de M é x i c o en Franc ia . C u a t r o meses más tarde , el 16 de j u ­l i o , A l f onso Reyes recibe su título de abogado y u n día después es designado segundo secretario en la Legación mex i cana en Pa­rís; se embarca el 12 de agosto p a r a E u r o p a , donde permanecería once años, hasta 1924.

L u i s G . U r b i n a duró dieciocho meses en el cargo de d i rec tor de la Bib l io teca N a c i o n a l (había t o m a d o posesión el p r i m e r o de m a r z o ) ; t e r m i n a su función el 28 de agosto de 1914, al caer V i c ­t o r i a n o H u e r t a . E n esas mismas fechas y p o r l a m i s m a razón, el personal de la Legación de M é x i c o en F r a n c i a queda despedido. A l f onso Reyes v ia ja a España y se instala en M a d r i d , adonde l l e ­ga el 2 de octubre de ese año de 1914, s in empleo y s in recursos. Desde M é x i c o , U r b i n a le escribe el 20 de octubre y el t ono i n i c i a l de l a carta se expl ica por l a c i rcunstanc ia personal en que se en ­c o n t r a b a n ambos :

Oct. 20, 1914

M i querido Alfonsito: No hablemos n i de t u vida n i de la mía por no hablar de cosas

tristes. M e figuro tus inquietudes y tus penas. Te figurarás las mías. Añadamos u n cincuenta por ciento a lo que nos figuramos y nos habremos acercado a lo cierto. Pero por fortuna, nuestros valores efectivos conservan su integridad^ eso ya es algo, como decía el buen Andersen. Yo he quedado de esta prueba un sentimental cristalino: frágil y sonoro al más ligero aire espiritual. Soy u n licenciado v i ­driera del corazón. Te recuerdo con una suave emoción de dolor, u n poco a lo romántico, como, cuando tenía quince años, me acor­daba de mis hermanitos. Y te veo chiquitín, guapillo, con tu sonri­sa cariñosa y tus ojos infantiles, andar como el héroe del humoris­ta, en busca de una posición; sólo que la tuya no es social —no quieres tal cosa— sino intelectual. Buscas tu rincón escondido y claro, en

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el que poder estudiar, pensar y amar. Lo encontrarás. Tienes ta­lento y fe. Y te será más grato cuanto más trabajo te cueste hallar­lo. Todo tu ser moral , en plena asunción, va a salir vigorizado por efecto de esta gimnasia de la voluntad que estás haciendo. Yo sé bien lo que vales y confío ciegamente en t i . Reconozco que eres u n tranquilo consciente, u n domador de ímpetus y arrebatos. Y espe­ro verte siempre así.

De mí te sé decir que lo que me ha salvado m i mundo interior intacto, es la serenidad. Ahora mismo que te escribo entre cuatro paredes desnudas, sobre las tablas de u n estante vacío, sigo tan me­lancólicamente contento como cuando estaba yo rodeado de libros, de amigos y de m i viejo bienestar burgués. Todo se ha perdido fue­ra de mí, pero dentro de mí nada se ha alterado. Y peso, día por día, m i sentencia kempisteana: A m a tu cruz. . .

Ya ves, he tenido paciencia para coleccionar mis últimos ver­sos, y mansedumbre para darlos a la estampa. Te los mando. El libro resultó feo y con apariencia de pequeño —no obstante que con­tiene igual o mayor material que otros míos. Pero es que aquí toda adquisición [sic] editorial se dificulta mucho: el papel, la imprenta, el cajista, todo. A pesar de ello, estoy preparando mis cuatro libros de prosa; m i selección de artículos y trabajos literarios. V a tan ade­lantada la cosa que antes de que termine noviembre habré conclui­do. Entonces me dedicaré a concluir una novela empezada y a co­menzar mis memorias. Porque no quiero dejar de decir mi palabra, la que ha de revelar cómo u n hombre, más o menos corriente, vio la vida de los demás en relación con la suya propia. Quizá tengan algún interés para los futuros curiosos de psiquis las confidencias de u n sencillo hombre de letras que se agita en u n medio reacio y casi hostil a la cultura. ¿Qué te parece? Todo lo haré, todo lo escri­biré en los intervalos que me deja la necesaria pesca del pan que está siendo para mí fatigosa, pero que, por hoy, me permite ence­rrarme largas horas en m i casa. Tengo horror a la calle; una enfer­medad que tal vez pudiera llamarse viafobia. Dime con tu fraternal franqueza los defectos graves de m i libro último. Infórmame de cuan­to hayas producido y mándamelo, si puedes. Y también infórmame de t i , de tu aguilucho. Y de dónde anda Amado Ñervo, a quien ten­go que escribir largo, y Pancho Icaza, a quien debo saludos y pláti­cas, y Ángel Zárraga, y Carlitos L o z a n o . . . Y basta de informacio­nes. Si me contestas, me darás m i consuelo. Te quiere con todo su corazón tu hermano

Luis

Esta carta de L u i s G . U r b i n a a Reyes debió s igni f icar el apo­y o m o r a l que éste necesitaba para enfrentar su difícil situación e n M a d r i d , sobre la que el m i s m o Reyes dejó u n a m p l i o t e s t imo -

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n i o en su Historia documental de mis libros, I V . E l l i b r o a l que se refiere U r b i n a , y del que espera los comentar ios de su a m i g o es Lámparas en agonía, pub l i cado con pie e d i t o r i a l de l a V i u d a de C h . B o u r e t y pró logo de E n r i q u e González Martínez. Las m e m o r i a s a que hace referencia n u n c a las escribió, como se expl ica al final de este t raba jo . D e los cuatro l ibros con selección de artículos y trabajos l i t e rar i os , se publicó en M é x i c o en 1915 Cuentos vividos y crónicas soñadas, editado por Eusebio G ó m e z de la Puente . E n este m i s m o l i b r o se a n u n c i a n , en prensa, Los gestos de la carátula, p r i m e r a serie, y en preparación la segunda serie, más Psiquis en­ferma y Hombres y libros. Estos dos últimos se p u b l i c a r o n en M é x i ­co p o r E l l i b r o francés, el año de 1923. D e l p r i m e r o , n i n g u n a de las dos series f o r m a parte de la bibliografía de U r b i n a .

Las cosas m a r c h a n m a l para U r b i n a en M é x i c o . Ese m i s m o año de 1914 fue apresado d u r a n t e tres días; se v ive con d i f i c u l t a ­des en la c i u d a d , hay persecuciones, y finalmente deja l a cap i ta l el p r i m e r o de marzo de 1915 para d ir ig i rse a L a H a b a n a , en c o m ­pañía del músico y compos i tor M a n u e l M . Ponce y el v i o l i n i s t a Pedro Valdés Fraga . Su permanenc ia en la capi ta l de C u b a es de catorce meses, como co laborador de El Heraldo de Cuba. Pero recién l legado a L a H a b a n a , U r b i n a escribe a Reyes el 28 de m a ­yo de 1915 u n a larga car ta , donde expl ica la difícil situación que h a v i v i d o en la c iudad de M é x i c o y las razones que lo o r i l l a r o n a e m i g r a r . E l documento es sin d u d a u n tes t imonio de p r i m e r a i m p o r t a n c i a p a r a conocer las c ircunstancias prevalecientes en la cap i ta l de la Repúbl ica en 1 9 1 4 y 1915, años iniciales de la C o n ­vención y de la presidencia prov i s i ona l del general E u l a l i o G u ­tiérrez:

Alfonsito mío: M u y retardada recibo tu tarjeta postal. Para llegar aquí, ya te

imaginarás qué dificultades, qué trabajos, qué catástrofes. Frente a mí la suerte me está borrando la vida, como u n chiquillo malcria­do borra la caligrafía laboriosa de una pizarra. M i vieja plana se es­tá desvaneciendo. Y yo lo veo con interés, con resignación y con tristeza. Es cosa curiosa ésta de asistir a los propios derrumbamien­tos. ¿Parciales? ¿Totales? Acaso nada más incidentales. ¡Ojalá que el alarife que llevamos dentro se apresure a levantar lo destruido. Materiales hay; pero m i albañil parece u n poco cansado. Lo vigi la­ré. Lo malo es que ya comienza a no entusiasmarle el j o rna l de ver­dad y de ilusión que le ofrezco. Los ancianos no tienen en qué gas­tar sus ahorros y por eso se apoltronan. Y ya m i espíritu siente fat i ­ga de vejez. Veremos.

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A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

Hace ocho meses, en octubre del año pasado, te escribí una carta de abuelo, muy larga, muy llena de apotegmas para uso de la niñez incauta; con la carta, te envié m i l ibro Lámparas en agonía. Castro Antonio* , que fue el encargado del tránsito postal, me aseguró que te mandaría carta y l ibro . ¿Los recibiste?

Te me has escondido tanto tiempo, como duende travieso, que nada sé sino que vives, que sufres, que trabajas. En malas andan­zas sigue el mundo, Alfonso. Malas y un poco inútiles. Todo que­dará peor para volver todo a lo mismo.

Ahora , te abreviaré el cuento. La cultura en México ha caído con tanto estrépito que he quedado poco menos que sordo: muy tardo de oído. Apenas percibo las voces de nuestros amigos y camaradas. De cuando en cuando veía pasar, durante mis escapatorias a la ca­lle (he estado escondido, preso, detenido, fugitivo, etc., etc.), a J u ­lio T o r r i del brazo de Antonio Castro, y a Manue l Toussaint de la mano de Alberto Vázquez del Mercado. Iban rumbo a la L ibre ­ría General. Los veía pero no los oía. Ellos están mudos como yo sordo. Y luego. . . ¡hacen tanto ruido sables, fusiles, corceles y ca­ñones! ¡Desconcierta de veras este concertante mi l i tar ! El pretoria­nismo está echando mucho tejido adiposo. Y a n i le vienen los pan­talones de Don Venustiano n i las chaparreras de V i l l a . Aquella ba­rriga tragona crece, crece. ¡Qué bien que se harta el ogro! L a cosa, sin embargo, no tiene ya más remedio que apresurarla. Cuanto an­tes, mejor. Para ese envenenamiento no quedan ya sino los recur­sos terapéuticos de los sucesos revolucionarios. Lavar la sangre en circulación y adelante con los faroles. Por desgracia no hay hombres químicamente puros n i pueblos completamente esterilizados. Los ton­tos, los locos y los perversos que se metieron en la aventura de redi ­m i r sin educar y de libertar sin repr imir , pudieron hacer muchas cosas: heroicidades, dinero, buenas y malas acciones; lo que no lle­garon n i llegarán a hacer es Gobierno. Lo hará la Casa Blanca y nada más. Lo hará sojuzgándonos y humillándonos, riéndose u n poco, para adentro, de nuestra tragedia de monos. ¡Y dizque está­bamos salvados!

Te diré: fuera de m i país, suspirando a plenos pulmones, he creí­do decoroso, pertinente, sano y honrado defender la revolución. En primer lugar, porque bajo la escoria de sangre, corre el anhelo h u ­mano de bienestar y de justicia. Y de cuando en cuando la corrien­te subterránea rompe la costra de lodo, y suelta u n chorro nítido de cristal. Se chapotea en fango, pero cuando podemos beneficiar el fierro vemos que, por fragmentos, tiene ley de oro. Esta cosa abs-trusa y monstruosa que se llama pueblo posee una virtual idad inte­resantísima; su egoísmo muestra aspectos sublimes. Sin embargo,

* Antonio Castro Leal .

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 565

los que juegan con él lo prostituyen. L a degradación colectiva va rumbo a la caverna. ¿Te parezco demasiado incongruente? Es que estoy escribiendo lo que pienso en desorden, en m i cuarto de casa de huéspedes, con u n calor que me derrite los sesos y una sofoca­ción de cuarenta caballos.

Pues te decía. Los amigos que no están escondidos están m u ­dos, y los que n i una n i otra cosa están, van para locos que vuelan. Enrique González Martínez no ha podido salir de su casa. Pobre como Job, se está comiendo sus uñas y sus libros. M e despedí de él cuando me propuse salir de México en busca de pan para los míos que ya ladran. El pan en m i casa había desaparecido y la vida pasa­ba unas congojas que no son para contarse. V a u n ejemplo, toma­do al acaso en la memoria. U n a tarde de fríos de febrero, paseába­mos Antonio Caso y yo por la Alameda de Santa María (¿te acuer­das?). Antonio acababa de ser aclamado, que no nombrado, Director de la Preparatoria. Hablábamos de programas de l iteratura. Está­bamos tranquilamente departiendo bajo las ramas de Academus. De repente seis polizontes nos rodearon: con lujo de aparato y atrez-zo nos llevaron a la comisaría; nos soltaron luego; nos reaprehen-dieron a las pocas h o r a s . . . y no te contaría yo esto si por una chiri­pa de la Providencia (no te rías) no sale a media noche del poder, u n generalote energúmeno, de esos que en todo idiota con jaquet ven u n científico. L a cosa no es para salir a tomar chocolate. Desde en­tonces no veo a Antonio . ¡Pobrecillo! Se metió como los topos, de­bajo de la tierra. Todo ello tiene su explicación; se dice que se per­seguía a los amigos de Pepe Vasconcelos. ¡Figúrate!

Bueno; tenté, antes de salir de m i casa, todos los caminos; edité libros, vendí chacharas, anduve la ceca y la meca. . . Nada. Con pro­funda pena, repartí a m i familia, muchacha por aquí, muchacha por allá, acullá la vieja, al otro lado la chiquilla para que no pesa­ran grandemente sobre los que les dieron hospitalidad y salí. Aquí me tienes. Necesito v iv i r para esas pobres criaturas, v iv i r y traba­ja r . V i n e a L a Habana de saltimbanqui l iterario. M i inspiración vive la danza del vientre, en conciertos y veladas con Ponce y con Valdés Fraga. He escrito muchos versos, muchos artículos, de crí­tica, de política, de variedades; para darme a conocer como gente de letras y como laborioso. No cometo ninguna otra mala acción. No doy a ninguno sablazos. M e como m i amargura. M e bebo m i su­dor. Y aquí estoy frente a ese monstruo de cartón que se llama la suerte. Acabo de dar en la Sociedad de Conferencias (Academia de letras y ciencias) una clase sobre lírica mexicana. Como carezco de libros de consulta (no me traje más que lo puesto), hice uso de la memoria y presenté u n trabajo v ivido . Llegué hasta Al tamirano . En una segunda conferencia hablaré de Don Justo para acá. Pron­to verás eso. A ver qué te parece. Ando en busca de labor l iteraria

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en la prensa. Aquí las literaturas son absolutamente inapreciadas, des­preciadas mejor dicho. Si no encuentro puesto en esta prensa sui generis (ya te contaré) solicitaré oficios más bajos: mesero, vendedor de periódicos, repartidor de leche, o más bajo aún: barrendero, l i m ­piabotas . . . La existencia puede llevarme a la caricatura grotesca. M i sonrisa interior, u n poco mojada en lágrimas, no me abandona­rá. Confío en ella.

Aquí tienes, viejecito, el telón de fondo de m i v iv i r . Está pinta­do con brocha gorda. Pero como lo ves de lejos quizá te produzca efecto. Enséñale esta carta a Martín Guzmán. Para él es también. Dile que no olvido el cariño de ustedes y que lo traigo colgado al cuello como reliquia de beata. Abraza mucho, por m i cuenta, al Cha­to Acevedo, dile que aquí, en la misma casa de huéspedes ("Martí­nez H o u s e " , Prado 104) donde yo resido vive también Chema L o ­zano; saluda cariñosamente a Rivera. Habíame de todo y de todos. Escríbeme pronto. Tus cartas me harán u n inmenso bien. Lo mis­mo las de Martín.

N o olviden a su amigo el viejecito. Luis G. U r b i n a

D e esta carta se desprende que Al fonso Reyes no contestó a U r b i n a l a a n t e r i o r , lo cual es expl icable , pues se encontraba en aquel per iodo heroico en el que se sostenía con su p l u m a " e n po ­breza y l i b e r t a d " . E l m i s m o Reyes h a contado ya que los p r i m e ­ros textos de Cartones de Madrid, escritos al comienzo de la estan­c ia madrileña, se p u b l i c a r o n casi todos a p a r t i r del 11 de febrero de 1915, en El Heraldo de Cuba, el periódico de L a H a b a n a en el que escribía U r b i n a , pero q u i e n i n t e r v i n o para que se rec ib ieran las colaboraciones del mex i cano en M a d r i d fue Pedro Henríquez Ureña . D e 1 9 1 4 y 1915 son Cartones de Madrid y Visión de Anáhuac, a u n q u e no se p u b l i c a r o n hasta 1917.

E l 3 de m a y o de 1916 se embarca L u i s G . U r b i n a r u m b o a España, adonde va como corresponsal de El Heraldo de Cuba, y p r e v i a estancia de dos meses en Barce lona l lega a M a d r i d en p le ­n o verano . L o rec iben en la Estación del N o r t e A m a d o Ñervo y A l f r e d o G ó m e z de la V e g a . Tenía entonces el poeta 52 años y los 18 restantes los vivió en M a d r i d , v ia jando a Méx i co en 1917, 1921 y 1925.

Seis años después de la m u e r t e de U r b i n a , Reyes escribió u n texto con recuerdos del poeta —páginas lamentablemente breves, dedicadas a los años previos a l a Revo luc ión , pero que m u y poco d i cen de la etapa de M a d r i d , apenas u n párrafo. Para rescatar a lgo de aquellos años, nos quedan los textos periodísticos del m i s -

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m o U r b i n a y sus cartas d i r ig idas a Reyes, cuidadosamente guar ­dadas p o r éste. Las de Reyes a U r b i n a , por desgracia, están per­didas . A l final de l t raba j o , como ya se d i j o antes, volveremos so­bre esto. L a correspondencia de L u i s G . U r b i n a a Al fonso Reyes, depositada en el arch ivo de la C a p i l l a A l f o n s i n a , contiene 47 p ie ­zas, algunas de ellas notas m u y breves, dos tarjetas personales y u n te legrama. Dos cartas de pocas líneas se escr ibieron en M é x i ­co antes de la salida de Reyes a E u r o p a ; u n a , también desde M é ­x ico y enviada a M a d r i d ; o t r a , de L a H a b a n a a M a d r i d (estas dos últimas y u n a de las pr imeras ya están recogidas en este t r a ­ba jo ) ; u n a más desde Buenos A i res a M a d r i d ; u n te legrama al p a r t i r de M é x i c o a España en 1922, al c onc lu i r su v i s i ta al país. E l resto está env iado y rec ib ido en M a d r i d , o desde M a d r i d a Pa­rís y Buenos A i r e s , ciudades en las que Reyes desempeñaba sus misiones diplomáticas. Es decir , con excepción de las pr imeras c inco cartas y el te legrama c i tado , 42 cartas fueron escritas p o r U r b i n a en España.

L a correspondencia de U r b i n a presenta u n a d i f i c u l t a d , pues la m a y o r parte de las piezas l l evan como fecha el día del mes, pe­ro en muchas falta el año , e incluso el l u g a r desde el que se envía la carta . Es necesario desprender, del contenido de estas piezas, su procedencia y su fecha exacta, lo cua l no en todas es posible. S i n embargo , u n a vez real izada esta tarea , el m a t e r i a l p e r m i t e ub i car en el t i empo aspectos importantes del pensamiento, los p r o ­b lemas , estados de ánimo y c ircunstancias de la v i d a de U r b i n a en los 19 años que cubre d icha correspondencia, de 1911 a 1930, y sobre todo sus impresiones y ju i c i o s sobre la v i d a y la obra de A l f onso Reyes. E n todas las cartas y mensajes de U r b i n a a R e ­yes, sin excepción, se mant i ene inal terable la expresión de afecto y a m i s t a d , revestida en la mayoría de los casos de ese t ono , mez­cla de t e r n u r a , sensibi l idad y do lor callado de la v i d a , caracterís­t i co del estilo del poeta de la ' ' v i e ja lágr ima' ' . A l paso de los años, las cartas del h o m b r e adul to que se d i r ige al j o v e n se convertirían en las del h o m b r e v ie jo que se siente m a r g i n a d o de las nuevas co­rr ientes l i t e rar ias , ve las posiciones que va conquistando su a m i ­go y su proyección en el ámbito h ispanoamericano desde París y Buenos A i r e s , y opta finalmente por su " r i n c ó n de o l v i d o " .

Pero al l legar a España en 1916, con 52 años de edad, U r b i n a t iene todavía v i g o r y entusiasmo p a r a i n i c i a r nuevas empresas. E n el mes de agosto, poco t i e m p o después de instalarse en M a ­d r i d , aparece el p r i m e r número de la revista Cervantes, real izada p o r U r b i n a en colaboración con Francisco Vil laespesa, el poeta

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m o d e r n i s t a . Por esas fechas l lega también a M a d r i d I s idro Fabe-l a , enviado p o r d o n V e n u s t i a n o C a r r a n z a a E u r o p a en misión d i ­plomática, para obtener la reanudación de relaciones con varios países, y con destino final en Buenos A i res como m i n i s t r o p l e n i ­potenc iar io de M é x i c o . Fabela invitó a su amigo U r b i n a a v i a j a r a la capital argent ina para d ic tar conferencias sobre l i t e r a t u r a m e ­x i cana ; U r b i n a llegó en a b r i l de 1917 a Buenos A i r e s , donde per­manec ió u n poco más de tres meses. Poco antes de p a r t i r , el 4 de a b r i l , U r b i n a le entregó personalmente a Al fonso Reyes esta carta :

M u y querido Alfonsito: C o n el pie en el estribo, gran señor, ésta te escribo. N o pude

verte; no pudiste verme; no pudimos vernos. Los que tiramos del carro no tenemos tiempo de nada. Aquí te dejo m i saludo muy res­petuoso y amable para tu mujer , para tu simpática compañera, u n beso en la frente de tu hi jo , el que prolongará tus anhelos de vida mejor, y dos grandes abrazos para t i , uno de estimación muy since­ra y otro de cariño muy grande. A la vez, te recuerdo mis encargos, y entre ellos, el de que entregues al Sr. Rodríguez Marín el l ibro que te llegará con esta carta. Mándame tu volumen apenas salga.

¡Que no me olvides! Fraternalmente tuyo.

Luis

M i e n t r a s estaba U r b i n a en Buenos A i r e s , A l fonso Reyes re ­cibió en M a d r i d u n a carta de M a n u e l J . S ierra , el h i j o de d o n J u s t o , p i d i e n d o apoyo y la búsqueda de u n abogado para i n i c i a r u n j u i c i o c on t ra los editores que en España habían pub l i cado , s in permiso de la v i u d a de d o n Justo S ierra , su Historia politica, e i n ­f o r m a n d o además que se había pedido la confiscación de la ed i ­c ión . E l 24 de m a y o escribe Reyes a Buenos A i r e s , i n f o r m a n d o a U r b i n a la petición y postura de M a n u e l J . Sierra en relación con el l i b r o de su padre editado en España:

M i querido Luis : Nada ha habido en la prensa sobre nuestros libros: nada te he

enviado por eso. Del mío sólo recibí 50 ejs. que ya distribuí, y co­mo en ninguna librería aparece, y ha pasado ya tanto tiempo, me he dirigido a u n Sr. Yagues —a quien me remite Galo el impresor— a ver si él me puede hacer enviar los otros 50 ejs. que pedí. Villaes-pesa, con las prisas del viaje, apenas me presentó con cierto señor Llorens, o cosa parecida, diciéndome que él quedaba encargado de

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 569

todo, pero de quien no he vuelto a saber palabra. Ayer me dijo cierto amigo que m i l ibro , aunque no aparece aún por las librerías, está ya en las tiendas de lance del Horno de la Mata : cosas de Villaespe-sa. Esto es lo que en nuestra tierra llamamos "chotear la mercancía".

He recibido carta de Manuel Sierra en que me precisa estos tres puntos: I o Que le envíe u n ejemplar de cierta edición que saben se ha hecho en M a d r i d de la Historia política de D . Justo, obra que como todas, está registrada debidamente y es ahora propiedad de la V iuda (y añade: el único patrimonio de m i madre está en las obras de m i padre); que ya han avisado que dicha edición sea recogida. 2 o que le dé abogado de confianza a quien enviar poder para este negocio. 3 o que hable contigo del asunto. Hice algunas averigua­ciones, y tuve ocasión de preguntar a Blanco Fombona si era él quien se proponía hacer esta edición, para que en tal caso, evitando d i f i ­cultades, se pusiera antes de acuerdo con la familia Sierra. M e dijo que no, pero que sí existía tal edición, y no me quiso decir dónde, y aun creo que se interesó en el asunto. Sin embargo, yo pude ave­riguar que tal edición formaba el tomo V I de vuestra Colección Cer­vantes, y no he podido examinarla, aunque no se ha puesto a la venta, y enviaré a Manuel el ejemplar que solicita. En cambio, no le ha­blaré de abogado n i cosa parecida, porque lo que menos sospecha­ba él es que podrías tú estar interesado en esto, y creo que tratán­dose de ustedes, todo se arreglará a satisfacción de ambos. Si en algo te puedo servir a este respecto, ya sabes que cuentas conmigo. Sé feliz, saluda a los amigos, y escríbeme algo de lo que te haga sentir aquella t ierra. ¿Qué de tus proyectos? ¿Volverás a ésta? En tal caso, no te asocies más con Paco.

Te abraza muy cariñosamente tu fraternal A . R .

Esta carta y dos de respuesta a M a n u e l J . Sierra (1 de j u n i o y 3 de j u l i o de 1917) son las únicas de Al fonso Reyes en el expe­d iente de la correspondencia de U r b i n a , porque fueron escritas a máquina y se conservó la copia. Reyes, espíritu conci l iador, bus­có que el p r o b l e m a se arreg lara sin la intervención j u d i c i a l . L a respuesta de U r b i n a no se hizo esperar:

Buenos Aires, ju l i o I o de 1917

M i querido Alfonsito: Recibí tu carta. M e dice ella lo que me temía respecto de tu l ibro . ¡Cómo sentí no dejar arreglado esto! Sé bien lo disgustado que estarás. Tanto como yo. Espero que para cuando recibas esta carta el asunto esté terminado en cuanto a la aparición; en cuanto al negocio será preciso que me esperes. No tar­daré en regresar, según mis cálculos y mis deseos. He apartado ca-

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A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

marote en el " R e i n a V i c t o r i a " , que si no sucede nada.gordo, saldrá de aquí el 2 del próximo agosto. Si para entonces no te han l iquida­do, entraré en campaña y venceremos. A dos garrochas no hay toro va­liente. Yo he hecho ya atmósfera argentina para la llegada de tu l i ­bro. Caerá bien, te lo aseguro. Y yo quedaré encantado de tu triunfo. ¡Qué lástima de retardo! ¡Maldito sea el queso!

Lo de la edición de D o n Justo, y la carta de Manue l , es cosa que me contraría horriblemente. En efecto: para evitar la rapiña de la obra, intentada ya por otra casa, la misma de que me hablas, el mismo sujeto que está viviendo de cogerse los libros, hice anun­ciar en la "Colección Cervantes" la historia del maestro. Logré parar el golpe. Y permití que Paco Villaespesa diera a conocer los pr ime­ros capítulos. Pero nada hubiera yo hecho, n i permitido hacer, sin dir ig irme antes a la Familia Sierra. Y en el caso de que me obliga­ran los ladrones del otro lado a la publicación, el producto integro de la edición, hubiera ido inmediatamente a manos de la señora. Sin em­bargo, por cable hubiera yo solicitado el consentimiento. Y no sal­dría una línea sin que yo hubiera corregido las pruebas. Estos dos eran mis deberes imprescindibles. No encontré otra manera de evi­tar u n latrocinio como el que le hicieron a la V iuda —¡pobrecita! — del Duque Job, que parando el golpe con el anuncio. Convinimos Villaespesa y yo en que nada se publicaría de Don Justo antes de que yo regresara a España. M e figuro lo que sucedió: el hombre, para salir de apuros, para dejar dinero en su casa, recurrió al " M é ­xico y su evolución social", y cometió la falta. ¡Ahí va!, sin decir nada, sin pensar nada, en su atolondramiento normal , acrecentado por las necesidades del viaje.

¡Qué horror! No es sólo lo del dinero; es la reputación de E l que yo cuido como mis propios ojos. ¡Qué l ibro será ese lleno de erratas, de disparates, de abominaciones! Esto, a pesar de m i ca­chaza, me tiene fuera de mí. Razón tiene Manue l , y dile que sí; que proceda; que nombre abogados, que haga cuanto se necesite para que este negocio quede en claro, y la señora no sea hurtada en sus intereses y no sea profanada la memoria del Maestro. Segui­ré tu consejo. No más Paco. Amigos sí, pero socios no. No nos en­tenderemos nunca. El vive a la picaresca; y yo no puedo v iv i r así. ¡Si tú lograras evitar que saliera esa malhadada edición! ¡Si fuera tiempo todavía! ¡Inténtalo! Te lo agradeceré mucho. Dile o trans­críbele todo esto a Manuel .

Ahora , cinco líneas sobre t u amigo. Veladas, artículos, infor­maciones de periódico, retratos de Seminarios, comidas. . . Inge­nioso, cordialísimo, es m i cicerone; me ayuda de verdad y con gran desinterés en la misión intelectual. Lugones, fraternal, lleno de ca­maradería; un poco retraído. Los muchachos de "Noso t ros " , u n encanto. Muchas invitaciones a fiestas y veladas. U n curso de " L i -

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E URBINA A R E Y E S 571

teratura mexicana' ' en la Facultad de Filosofía y Letras de la U n i ­versidad de Buenos Aires. Esto es lo serio. Cinco conferencias se­minarios. M e falta una solamente; que daré dentro de seis días. U n trabajo muy pesado para ordenar, para sintetizar, para doctrinar. U n éxito enorme. El aula, que es más amplia, se repleta hasta aquello del alfiler. Ya verás mis apuntes; ya me harás indicaciones. L a la­bor ha sido fuerte. Creo haber cumplido. Te contaré muchas cosas de acá. Esta vida es interesantísima. Saluda a tu mujer. Besa a tu niño. No me olvides. No me culpes. Dale un abrazo de m i parte a Pancho Icaza y recibe para t i , uno que te ahogue. M u y tuyo.

Luis ¡Hasta dentro de u n mes!

L a recomendación de Al fonso Reyes: " N o te asocies más con P a c o " , y l a respuesta de U r b i n a , c o n f i r m a la i m a g e n de desor­den que caracterizó al poeta Francisco Vil laespesa, fincado en la poesía y ajeno a los elementales aspectos prácticos de la v ida . J u a n R a m ó n J iménez lo recuerda en los inicios del siglo, entregado a la poesía, " a t ravesando puertas , paredes y techos, como si fue­r a n a i re , en el m i s m o estado de inconciencia d isparatada , entrea­b i e r t a s iempre la boca, molde pa lp i tante de la pa labra de su r i t o , fija la v is ta , tras los lentes de su miopía , en su fin"5. A l c o m u n i ­car Reyes a M a n u e l J . Sierra la respuesta de U r b i n a (30 de j u l i o de 1917), dice de Vil laespesa que tiene " e l t emperamento a t o l o n ­d r a d o de los «vates» " . Es posible que el p r o b l e m a haya sido re ­suelto e i n t e r r u m p i d a la continuación del trabajo edi tor ia l . E n todo caso, ese m i s m o año viajó Villaespesa a M é x i c o y es probable que h a y a n hablado él y M a n u e l J . S ierra . E n cuanto al a m i g o de R e ­yes que cumple con U r b i n a funciones de cicerone en Buenos A i r e s , n o ha sido posible ident i f i car l o .

D e los l ibros que m e n c i o n a n ambos, el de Reyes es El suicida, publ icado ese año de 1917 en M a d r i d , en la I m p r e n t a de M . García y G a l o Sáez. Antes del v ia je a Buenos A i r e s , U r b i n a envió a R e ­yes tres mensajes, dos sobre su l i b r o ; el p r i m e r o , de febrero 9, dice: " M i querido A l f o n s i t o : / M e urge verte para arreglar el asunto de t u l i b r o . T e espero el d o m i n g o próx imo en la mañana antes de las once. / T e quiere t u f r a t e r n a l / V i e j e c i t o . " E l segundo no t iene fecha: " M i q u e r i d o A l f o n s i t o : / T u v e que salir impensada y v i o l entamente a Barcelona para arreglar asuntos editoriales . E l martes estaré de regreso. T e espero. Es urgente que te vea . / ¿ M e

5 J U A N R A M Ó N J I M É N E Z , "Recuerdo al primer Villaespesa. 1899-1901", La corriente infinita. (Crítica y evocación), Aguilar, Madrid, 1961, p. 67.

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perdonas la tardanza? / S iempre t u y o / L u i s . " E l tercero, del 24 de m a r z o , es aún más breve que los anteriores : " S r . D . A l f onso Reyes . / Presente. / V e n mañana d o m i n g o a correg ir pruebas de diez a once de la mañana. / T u h e r m a n o / L u i s " .

E l l i b r o de U r b i n a es La literatura mexicana durante la Guerra de Independencia, en el que recogió el texto o r i g i n a l m e n t e aparecido como Introducción a la Antología del Centenario y pub l i cado en la m i s m a casa impresora de El suicida. Ese m i s m o año L u i s G . U r ­b i n a publicó u n a Antología romántica6 y La vida literaria de México1, donde recoge los textos de sus conferencias de Buenos A i r e s .

A l finalizar el año de 1917, L u i s G . U r b i n a v i a j a a M é x i c o , donde permanece seis meses. Es n o m b r a d o por el presidente C a ­r r a n z a P r i m e r Secretario de la Legación M e x i c a n a en M a d r i d , o cupando el puesto que había dejado A m a d o Ñ e r v o , y se e m b a r ­ca el 16 de j u l i o de 1918 con r u m b o a España. Duraría en el car­go hasta el 10 de j u n i o de 1920 (el 21 de m a y o el presidente C a ­r r a n z a muere en T l a x c a l a n t o h g o ) ; ese m i s m o día, A l fonso Reyes es n o m b r a d o Segundo Secretario y med io año más tarde pasa a ser P r i m e r Secretario. E n estos dos años L u i s G . U r b i n a vivió el per iodo más desahogado económicamente en M a d r i d .

E l 8 de octubre de 1918 murió en la c i u d a d de M é x i c o el p i n ­t o r S a t u r n i n o Herrán. C o n este m o t i v o , el 27 de n o v i e m b r e de ese año escribió U r b i n a a Reyes unas sentidas líneas:

M i querido hermano Alfonso: Acabo de recibir una noticia tristísima: la muerte de Saturnino

Herrán. ¡Pobre muchacho! ¡Tan bueno, tan manso de corazón, tan naturalmente artista, tan hinchado de entusiasmo y esperanza! Cuan­do hace cinco meses lo dejé, ya estaba enfermo. Paliducho, largui ­rucho, cargado de hombros, con su abierta sonrisa que enseñaba las encías amoratadas, con sus grandes y cansinos ojos de tísico! Es­taba muy pobre: había cometido la locura amorosa de casarse, y la otra locura consoladora y tristísima de tener u n hi jo . Locuras las dos porque él sabía que vino al mundo muy mal herido. Yo conocí a su padre: u n tuberculoso que pasó por la vida — u n a vida corta— delirante de talento y de amor. Saturnino —¿te acuerdas?— d ibu ­jaba como u n exquisito; pintaba como u n maestro. Deja una obra apenas comenzada; un despunte de aurora. Tenía muchos proyec­tos, mucha fe en sí mismo; mucha existencia por delante. De buena gana me lo hubiera traído a ver a Velázquez a quien tanto amaba.

6 E d . Araluce, Barcelona, 1917. 7 Imprenta Hnos. Sáez, Madrid, 1917.

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 573

Venir al Prado era su sueño incesante. Y ahora. . . U n a flor que cae: nuestro jardín se va despoblando. Hasta luego, viejecito. Te escribo estas líneas a lomo de caba­

l lo , aprovechando u n minuto de m i mañana diplomática. Te escri­bo para desahogarme de este minuto de pena y de nostalgia. Te es­cribo porque veo que tú también piensas en Saturnino Herrán.

¡Pobrecito! Ruega a Dios por él. Te quiere mucho.

Luis

E l 15 de d i c i embre de 1918 escribe U r b i n a a Reyes u n a breve no ta :

Hermano: M e escribe Juan B. Delgado anunciándome que has sido elegi­

do miembro correspondiente de la Academia Mexicana. Que en ello se empeñó mucho Pepe López Portil lo. Que Delgado te felicita.

Yo te mando u n abrazo. M u y tuyo. Luis

A l fonso Reyes leyó en la A c a d e m i a su discurso como m i e m ­b r o correspondiente , c inco años y med io después, el 20 de j u n i o de 1924, en ocasión de su viaje a M é x i c o 8 .

C u a t r o días después del anter i o r mensaje, el 19 de d i c i e m b r e de 1918, U r b i n a dirigió o t ro a Reyes:

M i querido Alfonso: H e leído tus dos estudios. M u y curioso el de Paravicino. M u y

interesante el de Góngora. Pero como este segundo es continuación de otro llamado "Los textos de Góngora", me han quedado las ideas u n poco deshilvanadas e incompletas. ¿Serías tan bondadoso de bus­carme un ejemplar de " L o s textos. . . " y remitírmelo con el pro­metido l ibro grande sobre Ruiz de Alarcón? M i r a que cuanto escri­bes —que ya es muy serio— nutre mis aficiones y me enseña m u ­cho. Y a sabes que soy u n curioso infatigable. / Te quiere y te admira tu hermano./ Luis .

Los dos estudios son " L a s dolencias de P a r a v i c i n o " y " R e s e ­ña de estudios gongor inos , 1913 -1918" , publ icados ambos en el número 3 de la Revista de Filología Española. E l a n t e r i o r , " L o s tex ­tos de G ó n g o r a " , se había publ i cado en la m i s m a revista dos años antes.

8 Incluido en la Quinta Serie de Simpatías y diferencias, AROC, t. 4, pp. 437-440.

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574 A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

A l finalizar 1921 L u i s G . U r b i n a regresa a M é x i c o a i n v i t a ­c ión del gob ierno , que le p ropor c i ona viáticos y pasajes y le ofre­ce t raba jo en la c iudad de M é x i c o . A q u í permanece hasta el mes de j u n i o de 1922, y regresa a España con u n n o m b r a m i e n t o de la Secretaría de Educación Pública como P r i m e r Secretario de la Comis ión " F r a n c i s c o del Paso y T r o n c o s o " . E l 10 de septiembre escribe a A l fonso Reyes ( la carta no menc iona el año, pero p o r lo que se dice en la parte final se concluye que es de 1922):

M i muy amado Alfonso: Estoy aquí, como devota en ejercicios, en u n delicioso retiro es­

pir i tual . ¿Que cómo vine, preguntas? Pues casi n i lo sé; por u n pro­digio de la suerte, combinado con u n esfuerzo de la voluntad. Yo he de contarte todo eso, letra a letra, y latido a latido. Pero antes necesito, por imperioso mandato de m i cariño, decirte que siempre soy, siempre he sido y seré siempre tu hermano mayor, atento, amo­roso, imperturbable en los vaivenes de la pasión y del destino. Siem­pre fuiste y serás una alma selecta que desenvuelve ante mí sus ma­ravillosas facultades pensativas y sensitivas. Y yo hago que m i co­razón tome parte en el espectáculo.

¿Quién recuerda bajezas y escorias? Nuestra amistad vive y ve más alto. Como que toda ella está llena de amor, de piedad, de sin­ceridad. Dichosos nosotros que podemos querernos y estimarnos así.

T u recuerdo me ha acompañado en m i peregrinación. He sabido de tus triunfos y me he enorgullecido. No te decores

la gloria con una lágrima de amargura. Para que ella resplandezca no necesita diamantes efímeros.

Deja que rastreen los envidiosos. T u carta me dio tristeza por­que me reveló un aleteo azorado de tu inquietud. No. Acabo de com­probarlo. Tienes muchos amigos que te quieren, que te admiran y que están contentos de t i . Yo, naturalmente, soy del coro que canta el h imno.

Adiós, Alfonsito mío, escríbeme; reanudemos la confidencia. Bueno, se me olvidaba decirte que he venido a hacerme cargo

de los papeles " D e l Paso y Troncoso" , y a seguir mis investigacio­nes archivescas. El pretexto para una escapatoria. Además me ha ascendido u n poco el periódico. De modo que puedo dormir sin so­bresalto y yantar sin escasez, durante m i tiempo de silencio y de olvido. ¡Qué fortuna!

Dale mis recuerdos a Manuel i ta , besa a Alfonsito. Y si ves a Manuel Ponce dile que lo quiero y lo admiro como siempre y que con frecuencia pienso cariñosamente en él y en su buena compañera.

Para t i mis abrazos estremecidos. Luis

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 575

E l año de 1923 U r b i n a publicó cuatro l i b ros , dos en M é x i c o (Psiquis enferma y Hombres y libros), u n o en M a d r i d {Luces de Espa­ña) y o t ro más en París (Poemas escogidos). Luces de España se lo en ­vió a Reyes con carta del 1 de m a r z o (no se ind i ca el año, pero puede identi f icarse por la mención del l i b r o ) . A l final de la car ta se refiere a su salud y a su estado de ánimo: " H e estado achacoso y t r is tón" . Q u i n c e días más tarde , el 16 del m i s m o mes y año (ahora sí señalados ambos) , U r b i n a le envió otros dos, s in m e n ­c ionar cuáles son:

Entre las rancias manías que me quedan, una de las irrefrenables es ésta de enviar a mis amigos mis libros, con dedicatoria y todo, como en los tiempos del Gallo Pitagórico y de D o n j u á n Mateos. Ahí van esos dos últimos volúmenes. Los primeros ejemplares son, co­mo siempre, para t i .

L a carta t e r m i n a con la expresión del que siente que se va que­dando atrás frente a las nuevas expresiones l i t e rar ias :

Sé muy bien que, intelectualmente, no te interesan. A ningún mo­derno interesan ya estas antiguallas mías. Y por eso, no te los man­do para que los leas, sino sólo para que los pongas en cualquier r i n ­cón de tu biblioteca, como recuerdo de u n amigo viejo que te admi­ra mucho y te quiere más.

Por su conten ido , dos cartas más pueden fecharse en el año 1923; u n a , con la mención " m a r z o 2 1 " , en la que U r b i n a acusa recibo a Reyes de u n l i b r o de versos (Huellas); l a segunda, en la que se refiere al escándalo suscitado por u n l i b r o de d o n Franc i s ­co A . de Icaza, Diccionario de conquistadores y pobladores de la Nueva España, pub l i cado en j u n i o de ese año en M a d r i d . U r b i n a escribe a Reyes pero no se p u d o ident i f i car dónde se encontraba éste, po ­s iblemente de vacaciones fuera de M a d r i d :

Agosto 29

Sí, m i bueno y querido Alfonsito, en M a d r i d estoy sufriendo los rigores de u n verano implacable. Tú ya comprenderás que esta forzada penitencia, esta casa que es u n horno para las carnes, este sol que es como un estilete para los ojos, me tienen enfermo. Pero ¡qué le vamos a hacer! Para estos pequeños males se han hecho las ayudas de paciencia que recetaba Lope.

Efectivamente: he leído ese escándalo con que recibieron en Mé­xico a Icaza. No conozco de esta batalla más que el lado del ataque.

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576 A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

No recibo sino Excélsior. Como a t i , me ha apenado mucho el inc i ­dente. Hay en esta aparente investigación de la verdad un sedimento sucio, un pozo de malas pasiones que van acaso desde el resquemor hasta la envidia. M e figuro que la defensa de Icaza debe de haber sido muy acre y muy despectiva, lo que habrá irritado la furia de sus contrincantes. De cualquier modo que sea, el ataque, creo yo, ha sido mezquino, enconado e injusto. No me parece una polémica de Ateneo, sino un asalto de encrucijada. Entre tanta hipótesis, con­jetura y negación de conocimientos, no veo la prueba del plagio. Siento, sin embargo, la mala voluntad. Esto mismo que te digo, muy ampliado y muy golpeado, se lo escribí a Pepe Núñez y Domínguez, que es el único que, en carta última, me habla del asunto. Nicolás Rangel no me ha puesto una letra desde hace dos meses. Si se co­munica conmigo le diré lo mismo. L a inquina y la crueldad contra un hombre de tantos méritos y servicios como Pancho Icaza, es u n caso de inconciencia o de perversidad. M e hago cargo del sufrimiento de ese espíritu, tan quisquilloso, tan llagado por los alfilerazos y lan­zadas de la suerte. U n horror , Alfonsito.

Pues has de saber que Núñez y Domínguez me dice que hubo u n defensor de Icaza que, sin dar m i nombre, insinuó que yo, des­de aquí, desde M a d r i d , dirigía la campaña. Pudiera ser que el mis­mo Icaza, nuestro caviloso Pancho, sugiriese la perfidia. Yo le dije a Núñez y Domínguez, mire usted: los que se entretienen en obser­var cucarachas con lupa, ven monstruosos y espantables estos i n ­sectos. A la simple vista no son sino unos bichos asquerosos. Así, la calumnia. No me importa. Sé que cuando vuelva la luz y barran, desaparecerán calumnias y cucarachas. Esperemos la hora del aseo.

Fíjate: no conozco el l ibro de Icaza. No he visto en mipambacera vida los papeles del Sr. Del Paso y Troncoso. ¡Qué tontos o qué malignos los que me meten en estas andanzas, entre las cuales —se­gún veo— andas tú en tu noble papel de admirador y alentador de u n elevado y tenaz esfuerzo!

Por todas estas cosas, considero probable que se venga abajo la comisión. He aquí el verdadero y doloroso resultado de estas r i ­ñas de prensa. ¡Cómo minusculiza (¡perdón por la palabra!) el a l ­ma, el polvo de los archivos, el trato con la paleografía! Ante estas fatalidades no hay que perder la tranquil idad. ¡Dios dirá, herma­no! Acuérdate del fatalismo de nuestros pelados: / Ya sería mi costela-ción, patronato!

El calor, que ha sido durante muchos días de poner a uno en agonía, me ha vuelto papilla el cerebro, me lo ha convertido en el liquido humor de Sor Juana (y no son lágrimas las mías sino sudo­res). No he podido trabajar. Estoy retrasado en mis labores. Espe­ro con ansia días frescos, noches tranquilas. Si ves a Serrano o a Alducín, salúdalos en m i nombre.

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E URBINA A R E Y E S 577

Aquí tienes a tu amigo, a tu viejecito amigo, agotado por la tem­peratura, abatido por la pobreza, y en espera de no sé qué obscuro y triste. . . Saluda afectuosamente a Manuelita, besos al niño. Abrá­zate en m i nombre.

M u y tuyo Luis

Escríbeme si puedes. ¿Cuándo regresas? M e estás haciendo m u ­cha falta.

L .

U n a referencia a esta acusación de p lag io puede verse en el estudio p r e l i m i n a r a las Obras de Francisco A . de I caza . 9 L a parte final de l a carta toca de nuevo el t ema personal , que empieza a ser r e i t e r a t i v o , del desaliento, añadiéndose ahora la referencia a l a pobreza, condición que ya no se separará de la v i d a del poeta. U n a mezcla de fatal ismo y resignación ante las circunstancias que cada vez lo l i m i t a b a n más.

E l año de 1924 se i n i c i a con u n a carta de quejas p o r la i n c o m ­prensión de quienes en M é x i c o debían proveer el envío de fondos a U r b i n a , como secretario de la Comis ión " D e l Paso y T r o n c o -s o " ; también es de agradec imiento a Reyes y a E n r i q u e G o n z á ­lez Martínez ( q u i e n se encontraba en M a d r i d como M i n i s t r o p le ­n i p o t e n c i a r i o de M é x i c o en España y Por tuga l ) por el apoyo rec i ­b i d o en esa época difícil, y referencia a sus trámites para ser aceptado en El Universal como co laborador :

M a d r i d , enero 29

Alfonso mío: T u carta del 24 me llena de consuelo. M e promete sesenta días

de pan. González Martínez y tú me ayudarán a que, por u n t iem­po, pueda orientarme y calcular la solución de m i problema. No sé si sabrás que, de México, me niegan los viáticos. N i poco n i m u ­cho: nada. M e parece algo inmoral el acuerdo. Los emigrantes y aventureros suelen conseguir la repatriación. A mí no me suspen­dieron por incumplimiento n i por mala conducta. Fue por econo-

9 F R A N C I S C O A . D E I C A Z A , Obras, ed. y estudio preliminar de Rafael Cas ­tillo, F C E , México, 1980, pp. 103-106. Sobre la Comisión "Francisco del Pa ­so y Troncoso" véase S I L V I O Z A V A L A , Francisco del Paso y Troncoso. Su misión en Europa, 1892-1916, Instituto de Estudios Históricos, Biblioteca del Claustro de Sor Juana, México, 1980 (ed. facs. de la del Museo Nacional, México, 1938).

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578 A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

mía patriótica. ¿Tenía yo derecho a solicitar. . . ? En fin, ha pasa­do. Tú sabes lo difícil que está M a d r i d pa ra vivir de la p luma . Aca­so " E l Sol" me ofrezca una colaboración de quince duros mensuales. Tú verás.

H e escrito a Miguel Lanz Dure t , pidiéndole u n a de estas dos cosas: aumen to de trabajo y situación de unas pesetas aquí, o envío de mil quinientos pesos pa ra regresar a México y trabajar en ese pandemónium de pasiones. Es decir, naufragar . ¿Qué voy a hacer de serio, durable ni definitivo, en el trajín de u n periódico político? Aquí del proloquio: nada r , nadar , y en la orilla, ahogar.

H e pensado, Alfonso, que tal vez Ar tu ro Pañ i , que es tan bue­no , esté dispuesto a escribir a Alberto, exponerle mi situación y pe­dirle cordialmente ayuda . N o he hecho n a d a malo ni bochornoso pa ra que m e dejen así. H e procurado representar , a mi modo , la cul tura de México. H e t rabajado, con ahínco de mejorarla. ¿ Q u é piensas de esto? N a d a haré sin tu consejo y tu apoyo.

Y . . . hasta luego, mi Alfonso, que estoy un poco quebran tado . Grac ias . Gracias . Gracias .

Mis saludos a Manue l i t a . Mis besos al n iño . Acuérdate de tu viejecito amigo

Luis P o c o después, el 12 d e m a r z o d e ese m i s m o a ñ o , U r b i n a in ­

f o r m a a R e y e s l a r e s p u e s t a de El Universal:

M i quer ido Alfonso: P a r a darte buenas noticias, las esperé de Mé­xico, y retrasé unos días la contestación de tu carta y el acuse de recibo de las quinientas de marzo . M e has hecho u n gran bien, no sólo mater ia l , sino espiritual, po rque siento que tengo en ti a u n amigo fiel, comprensivo y generoso. T u mirada ha sabido ver el fondo de mi vida. Y ese interés no te lo puedo pagar más que con mi cari­ñosa confianza en ti. Yo también te veo y te comprendo .

H a s de saber . . . ¿Te acuerdas que propuse dos soluciones a " E l Un ive r sa l "? Pues bien: a fines de febrero recibí u n cable que decía: Primera solución. Luego, a principios de marzo , me escribió Miguel Lanz Dure t , diciéndome, textualmente : " R e s p e c t o del asunto de sus viáticos, he estado t ra tando con M a n u e l Sierra, quien a su vez ha estado viendo al Sr. D n . Gena ro Es t rada , y veo tan bien enca­minadas las gestiones de aquello, que juzgo casi seguro que se le remi tan en b r e v e " . Hace dos días recibí otra carta de Lanz Dure t , confirmándome el cable, y diciendo: "Efec t ivamente , en vista de la difícil situación en que se encuent ra usted, he decidido aceptarle , además de los cuat ro artículos que mensua lmen te hemos conveni­do, dos más pa ra " E l Universal I l u s t r a d o " median te un pago total de $350 al mes , que se repartirán como sigue: A usted $200 en M a ­drid; a su familia, en México, $ 1 5 0 " . Y en seguida agrega: " Y a

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 579

estoy arreglando, por conducto de m i cuñado Manuel Sierra, que le giren a usted sus viáticos. En caso de que se los manden, espero se sirva decirme inmediatamente si resuelve venir o quedarse allá, para arreglarnos respecto de su colaboración".

Hasta estos momentos no recibo aún dinero ninguno de ' ' E l U n i ­versa l " ; nada hay de positivo todavía; pero, como ves, la situación está cambiando en m i favor, y parece resuelto m i problema en el porvenir. Por de pronto, me salva el oficio. Poco ganaré, pero no me moriré de hambre. Aquí nos apañaremos gentes y animales pa­ra bendecir la vida humilde; y en México, Lucesita, aunque mer­mada en algo su mensualidad, no quedará abandonada. ¿Te pare­ce bien?

Ahora , veremos lo de los viáticos. Yo te diré lo que resulte, tan pronto como lo sepa.

Esta carta que es de transcripciones necesita una, que es curio­sa. M i r a : me escribió el poeta Luis Quintani l la , agradeciéndome la cordialidad de u n juic io severo que le hice acerca de sus poemas, y me dice (textual): " Y usted qué hace? No se aleje de nosotros. El otro día, hablaba yo de usted con el doctor Puig Casauranc, y me decía él que usted no quería venir a México. ¿POR Q U E ? " Así, con letras mayúsculas me hizo la pregunta.

Tú verás si sonríes. Yo sí, con u n poco de amargura. Esta tem-poradita me ha quebrantado la salud. El ánimo está como siempre. Estas penas pequeñas que, según el poeta, son las que hacen daño, se me han acumulado a última hora, cuando resbalando por la ram­pa, voy a llegar a los sesenta.

Por eso me dio triste risa leer este viejo refrán, que me encontré en el último l ibro de Menéndez Pidal: " A la ramera y al juglar , a la vejez les viene el m a l " .

H o y estoy por las transcripciones. Perdóname la lata. ¿Cómo está Manuelita? M e supongo que bien, como lo deseo.

Besa al niño. . . no olvides a tu hermano. Luis

¿Y tú? Escríbeme cuando puedas. No rompas el hilo con tijeras de silencio.— Yo , cuando menos, he de escribirte cada mes.

Luis

A l final de la carta U r b i n a escribió que " r e s b a l a n d o p o r l a r a m p a , v o y a l legar a los sesenta" . Había nacido el 8 de febrero de 1864, o sea que ya había c u m p l i d o esa edad pero afirmó s iem­pre que su fecha de n a c i m i e n t o fue el 8 de febrero de 1867, y esta c i r cunstanc ia podría expl icar l a mención a su " p r ó x i m a " edad sexagenar ia 1 0 . L a p r i m e r a colaboración que envía U r b i n a a El

1 0 Quien descubrió la fecha exacta del nacimiento de Luis G . Urbina (fi-

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580 ALFONSO R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

Universal en ese año de 1924 se publicó el 11 de m a y o y es la cró ­n i ca de la despedida de los amigos de M a d r i d a Al fonso Reyes, q u i e n había conc luido su t raba jo diplomático en España, en el R e s t a u r a n t L h a r d y 1 1 .

Reyes regresó a M a d r i d a finales de octubre de ese año de 1924, en misión especial ante el rey Al fonso X I I I . Permanece allí apro ­x i m a d a m e n t e dos semanas, t i e m p o en que seguramente conversó con L u i s G . U r b i n a , pero no hay n i n g u n a referencia de esto en el a r ch ivo .

E l c inco de n o v i e m b r e ya está Reyes en París, dispuesto al regreso; recibe instrucciones de esperar ahí su destino diplomáti­co. Se hospeda en el m i s m o edi f ic io donde murió M a r c e l Proust (44 , R u é H a m e l i n ) . E n d i c i embre es designado M i n i s t r o y queda al frente de la Legación de México en Francia . E l p r i m e r o de enero L u i s G . U r b i n a r eanuda su correspondencia con Reyes:

Sr. D n . Alfonso Reyes París

M i querido hermano Alfonso: Ahora sí puedo escribirte para decirte algo. Esperaba noticias

que comunicarte y ayer me llegaron por conducto de nuestro ami ­go el Coronel Pérez Figueroa, porque Enrique y sus secretarios an­dan, en estos días, por Sevilla. U n cable. Cesa la Comisión del Pa­so y Troncoso. O lo que es lo mismo me quedo, desde hoy, sin pan y sin esperanza. Lo temía; lo presentía. Pero, aunque m i vida, que ha sido turbulenta, sabe ya ser un Tiberíades por el que pasa Dios serenamente, aquí me tienes u n poco acongojado y decaído. L a si­tuación —tú lo comprenderás, Alfonsito— no es para menos. Lo material me aflige, y, te lo confieso, algo también lo moral . Lo que importa es precipitar la vuelta a México —no podrá ser antes del diez y nueve— porque no sé como voy a apañarme. . . veremos. Mucho estoy temiendo que me escatimen, al céntimo, los viáticos; no podré entonces llevar mis libros, la mayor parte de ellos indis­pensables para mis trabajos. Para mí, eso sería una catástrofe. La joroba molesta, pero hay que aguantarse, como dice la copla.

jado en 1 8 6 8 en todas las historias de la literatura) fue Gerardo Sáenz, de la Universidad de Arkansas, quien explica en su biografía del poeta que no exis­te acta del Registro Civi l del nacimiento de Urbina porque ese año no hubo ese servicio, y pudo encontrar el acta de bautizo porque la hija de Urbina le dijo que su padre afirmaba haber nacido el 8 de febrero de 1 8 6 7 . Cf . G E R A R ­D O S Á E N Z , Luis G. Urbina. Vida y obra, Ediciones de Andrea, México, 1 9 6 1 , p. 7 y p. 15 , nota 2 .

1 1 Véase nota 2 .

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 581

De cualquier modo, yo tenía dos intranquilidades: la mía y la tuya. Las dos, con resoluciones contrarias, han desaparecido.

T u nuevo tr iunfo , por encima de los resentimientos políticos, me satisface y me alegra lo indecible. La actitud de tu moral, la fuerza de tu entendimiento, tu corazón, tan fino, tu juventud tan empren­dedora de bien, han sido reconocidos justamente, en esta ocasión. Esta prueba por la que pasaste, no sin dolor, afianzará tu porvenir. Adelante, Alfonso; a trabajar, a cantar, a v iv i r tu vida interior tan luminosa y tan ancha de horizonte. Aprovecha tu edad, la mejor década, la de los treinta y cinco a los cuarenta y cinco. Ya comien­zas a paladearla, cuando me dices que tienes muchos deseos de tra ­bajar y que empiezas a sentir más el goce y el dolor. Es que va su­biendo t u sol: está cerca del cénit. Todas tus potencias crecerán, durante estos diez años, para darte la plenitud, física y espiritual. H a comenzado para t i el verano. La pequeña herida de tu corazón se removerá constantemente. Déjala: no es una ventana, es u n pe­queño y escondido raudal de lágrimas, que refrescarán tu pecho con frescura de piedad y perdón. Te volverán más bueno todavía.

¿De Camila? ¿De m i perro y m i gata? Camila llora a escondi­das. M e apena verla sufrir. ¡Tan angelical! ¡Tan abnegada! U n a alma pura en u n cuerpecillo insignificante; Jerez Agustín, en taza de barro pueblerino. M i perro está echado en estos momentos, a mis pies, y m i gata es m i pisapapeles sobre m i mesa. ¡Y tener que dejar esta casita de silencio, de olvido, de calor íntimo, de labor apa­cible! ¡Qué le vamos a hacer!

M i l gracias, por tus cartas a los amigos. Acaso me sirvan para orientarme y ambientarme en México.

V o y a escribir una impresión de lector, acerca del Calendario y la Ingenia. L a Ingenia, sobre todo, es u n encanto. M e ha deleitado. Y a verás de qué manera.

Apólogos mínimos: Los últimos pájaros (volando) a los que quedan con la cabeza

fuera del nido: —¿Y por qué no os atrevéis, vosotros? ¿Para qué tenéis las alas?

Los pájaros perezosos: —¿Pero qué, no veis lo ridículo y pasa­do de moda de vuestro vuelo, que es como el nuestro? Imposible compararlo con el de esas grandes aves que ahora rompen el cielo. Son de palo, de tela, de hierro; pero qué ruidosas, qué veloces! Y además, llevan u n hombre dentro. No ; decididamente nos queda­mos en casa. Tenemos miedo y vergüenza de los aeroplanos. Los aeroplanos echarán del aire a las golondrinas. Cantaremos en el alero.

El otro apólogo — e l del manant ia l— queda para otra ocasión. Y a te d i la lata. Adiós, Alfonso mío; besos a tu niño; saludos a M a -nuelita. T u hermano

Luis

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582 A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

L a felicitación de L u i s G . U r b i n a a A l fonso Reyes se debe a su designación como M i n i s t r o Plenipotenciario de México en F r a n ­c ia , h i t o i m p o r t a n t e en su carrera diplomática por la significación de la sede en el servicio exter ior . U r b i n a , en cambio , entraba de nuevo en u n per iodo de di f icultades económicas , al suspenderse los trabajos de la Comis ión " D e l Paso y T r o n c o s o " . E n ese año de 1925 el poeta vivía en el número 7 de la calle de Fernán G o n ­zález, en compañía de C a m i l a R u i z Penal ver , su a m a de llaves desde el t i e m p o en que hab i taba en la calle de C l a u d i o Coel lo nú­m e r o 70 (1919) . M i e n t r a s , su esposa Luces i ta y sus hi jos p e r m a ­necían en M é x i c o , sosteniéndose con parte de los pagos de las co­laboraciones de U r b i n a a El Universal. Dadas las condiciones de precar iedad en que ahora se ve, hab la de " p r e c i p i t a r la v u e l t a a M é x i c o . . . porque no sé como voy a a p a ñ a r m e . . . " Por eso que­da en la carta la figura tr iste de C a m i l a , que l l o r a a escondidas. E l apólogo de los pájaros, al final de la carta , es u n a clara alusión a su l i b r o Los últimos pájaros, pub l i cado en M a d r i d el año ante­r i o r , poesía que él considera ant i cuada ante l a de su a m i g o , cuya Ifigenia cruel se había editado también en 1924.

E l 20 de enero U r b i n a escribe de nuevo a Reyes, re i terando sus quejas p o r su situación t a n c o m p r o m e t i d a y de jando mención de l apoyo del m i n i s t r o E n r i q u e González Martínez para su re ­greso a M é x i c o y su sobrevivencia en M a d r i d hasta el m o m e n t o de su p a r t i d a :

M i querido Alfonso: Comenzaré esta carta como empieza el Nocturno a Rosario:

(¡Ay! Rosario, la muerta lejana. . .) Pues bien, yo necesito recurrir a t i en esta situación tan molesta

en que me hallo y que tal vez conoces ya por el relato de Guil lermo Jiménez. Sí; nuestro ministro Enrique González Martínez puso el cable pidiendo m i l dólares de viáticos y pago y transporte de mis libros. Pedí esa cantidad porque realmente tengo deudas por unos cuatrocientos duros —esas cositas que se van acumulando con la confianza imprevisora de que mañana se liquidarán. No quería i r ­me de España como tantos mexicanos que personalmente contribu­yen a aumentar el descrédito colectivo. Bien sé que si en otros t iem­pos fue posible que se me diera esa suma, ahora, acaso, no lo será. Pero, en fin, pedí para que se me ofreciera (martingala de comer­ciante). H a n transcurrido quince días y el cable no ha sido contes­tado. Este silencio me indica una de estas dos cosas: o que no le han hecho caso o que la respuesta vendrá por correo. Esto segundo me parece lo más probable. Y si la suma que para viáticos me asig-

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 583

nan ha de correr todos sus trámites burocráticos, no llegará la or­den a M a d r i d sino hasta fines de febrero o mediados de marzo. ( F i ­gúrate los factores: nuevo ministro; principio de año; montones de oficios y nombramientos que f i rmar . )

Cogido en esta trampa casi por sorpresa, no me queda más que u n recurso: no v iv i r , arrastrar la vida hasta marzo. Para ello, redu­cidos los gastos al mínimo, necesito seiscientas pesetas mensuales durante febrero y marzo. Así, pues, he imaginado un plan diabóli­co: que tú me prestes trescientas pesetas en febrero y trescientas en marzo, y que González Martínez me facilite igual cantidad en las mismas condiciones que tú. El presupuesto mensual está calculado así: treinta y cinco duros para la casa y ochenta y cinco para comi­da de mis animales, Camila y yo (arroz, patatas y judías en sus m i l y cinco combinaciones). U n vaso de cerveza en bar de barrio cuan­do queden algunas pesetas sobrantes. Será difícil, pero. . .

Tengo, en ese caso, sesenta días para escribir, no a Genaro, a los amigos particulares a fin de que ejerciten su buena voluntad y su influencia para que se resuelva m i asunto, de cualquier manera que sea. Lo que gano en México, como sabes, es para Lucesita, que está en una larga y costosa agonía. No debo tocar eso. Es sagrado.

Ayer hablé a Enrique González Martínez de m i proyecto. Y a conoces lo bondadoso que es, y está dispuesto a prestarme ese ser­vicio. (En enero me ha dado doscientas cincuenta pesestas.) Yo confío a ciegas, Alfonsito, en tu cariño. Confío también en tu estimación, en la fe que tienes de m i honorabilidad. ¿Puedes aceptar m i pro­yecto? Si puedes, no dudo de que me servirás.

No me quejo: comprendo los sucesos; los nuevos hombres, los nuevos problemas, las necesidades del ahorro y la contracción eco­nómica. M u y bien: así vienen los tiempos.

Si acaso me quedara yo abandonado aquí, buscaría, en esos dos meses, trabajo —¡qué difícil!— para apañarme en una existencia de pocilga y sopa de ajos. L a conciencia no se enturbiaría por eso; se entristecería u n poco nada más.

Alfonsito mío: excúsame ya que conoces los esfuerzos que hay que hacer para no entrar, definitivamente, en la miseria negra.

Aguardo tu respuesta con la impaciencia que supones. Saluda a Manuel i ta ; besa al chico.

Te abraza tu Luis

L a respuesta de Reyes debió ser o p o r t u n a y pos i t iva . L a s i ­guiente carta la envía U r b i n a después de u n poco más de dos m e ­ses, el dos de a b r i l de 1925, fijando fecha para su salida a M é x i c o :

M i querido hermano: ¡Por fin! Ayer me dieron en la Legación

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A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

la mitad de mis viáticos, y me guardaron la otra mitad para que no fuera yo a gastar más de lo conveniente, en vista de mis apuros y compromisos. Tota l : me enviaron de México seiscientos dólares, cantidad extraordinaria en las presentes circunstancias. Genaro, M a ­nuel Sierra y los demás buenos amigos, estimulados por Miguel Lanz Duret , deben de haber contribuido a esta buena obra. Así pues, he pedido pasaje en la Trasatlántica Española, donde me rebajan el 3 0 % , para embarcar el 19 de mayo en Santander.

Nadie más que tú comprenderá lo que espiritualmente me cuesta arrancarme de este pedacito de tierra donde, olvidado, bebía savia de paz y contemplación. Nadie más que tú sabe el íntimo y callado dolor del agua de remanso que el viento remueve y lanza otra vez a las estériles borrascas. No es éste u n lamento; es u n contenido so­llozo que llega a tu corazón, como tímida y avergonzada confiden­cia —¿Cuándo, señor, me será dado volver a descansar? A Pepe Vasconcelos le debo cerca de tres años de tranquil idad espiritual. Ese periodo me hizo pensar en emprender una obra de arte alta y pura. Truncos quedan mis esfuerzos y quebradas mis aspiraciones. ¡Qué le vamos a hacer! Es preciso mojar con el sudor de la frente el pan de cada día. Resignémonos.

No , m i amado Alfonso: los alfilerazos que ahora te da la vida, y que tú sientes como puñaladas, antes han de entonarte que aba­t irte . Están mojadas esas puntas en una gota de veneno de envidia. Pero ya lo sabes: "de la flecha del odio, sabe el v i en to " .

Ahorrar hasta el sacrificio es, por otra parte, una vileza. Y lue­go, es una irreflexión. —Recuerda la sórdida existencia que llevó Amado Ñervo, afín de Shylock— para no lograr n i siquiera la es­peranza, n i siquiera la grat itud. Pero piensa en que es preciso pre­ver: t u hijo puede hallarse u n día incompleto y solo. Entonces, no será vileza sino alta v i r tud poner en sus manos elementos de porve­n i r . ¿Estás conforme?

No temas: tienes u n gran corazón y una gran inteligencia. Las saetas vienen de abajo, de los que, desde las sombras, te ven subir. La impotencia y la mediocridad te zahieren. La señal es buena. Son­ríe y canta. Esos dardos pequeños vuelven el alma fuerte y grande.

Por lo demás, parece que la vida de México se ha enturbiado u n poco. Por tanto correr, el río se ha ennegrecido con el fango del lecho. Ya volverá la transparencia, y podrás mirarte en las aguas, como en u n claro espejo.

Hermano mío: m i gratitud es grande, no tanto como m i cari­ño. N o me olvides. Antes de partir volveré a escribirte.

Tuyo como siempre

Luis

A Manuel i ta mis saludos. A Alfonsito, m i beso.

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E URBINA A R E Y E S 585

Los consejos de L u i s G . U r b i n a a Al fonso Reyes obedecen a los ataques d i r ig idos a éste y publ icados en los periódicos de la c i u d a d de M é x i c o , mientras cumplía su función diplomática en Par ís 1 2 .

E fec t ivamente , U r b i n a escribió a Reyes antes de part irá M é ­x i co , como lo ofreció en su carta del dos de a b r i l . Son sólo unas líneas de despedida y la promesa de escribir largo desde M é x i c o .

M a d r i d , mayo 13 Hermano Alfonso:

¿Adiós? ¿Hasta luego? L a despedida no es cosa mía; es del de­venir. Es de Dios.

V o y al garete. Pero como la nave es vieja, conoce de estos pe­ligros.

Ahora se me clavan los afectos en el corazón, como flechas. E l tuyo desangra m i corazón. Nada más, m i Alfonso.

El diez y nueve salgo de España. •—Es decir; no salgo; me arran­co. Tú sabes todo lo que me cuesta, en la vida íntima, este desga­rramiento.

Te escribiré de México largamente. ¿Quieres? Saluda a Mahue-l i ta ; besa a tu chico. Repite a m i querido A r t u r o Pañi mis agradeci­mientos. — T u y o , como siempre, hermanó mío.

Luis Dirección: " E l U n i v e r s a l " , I turbide 11.

L u i s G . U r b i n a llegó a l a c i u d a d de M é x i c o el cinco de j u n i o de 1925. Pocos días después, el 18 de ese mes, recibió el n o m b r a ­m i e n t o de Profesor Especialista de Arqueología , dependiente de la Sección de Población Preco lon ia l , del D e p a r t a m e n t o de A n t r o ­pología , expedido por la Secretaría de Educación Pública, cuyo t i t u l a r era el doctor José M a n u e l P u i g Casauranc . M á s tarde , el 28 de j u l i o , se le comisionó para ocuparse en España de la c lasi f i ­cac ión de los documentos de la Comis ión " D e l Paso y T r o n c o -s o " . U n día después, el 29 de j u l i o , fue designado Secretario del M u s e o Nac ional de H i s t o r i a , Arqueología y Etnografía, para v ia jar a España con este cargo. U r b i n a se embarcó de nuevo con r u m b o a España el 13 de agosto de ese año de 1925. L l e g a a M a d r i d en

1 2 Escribe A L F O N S O R E Y E S en SU Diario, el 15 de marzo de 1925, refirién­dose a la recepción que le ofreció la Revue de VAmérique Latine'. ' 'Aunque la fies­ta fue, señaladamente, a mi persona, la he hecho derivar hacia México, cuya prensa diaria me injuria por estos días" (Diario, 1911-1930, Universidad de Guanajuato, Guanajuato, 1969, p. 95).

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586 A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

los p r i m e r o s días de septiembre y a finales del mes siguiente rea­n u d a su correspondencia con Reyes en París:

M a d r i d , octubre 22 1925 M i querido hermano Alfonso:

Aprovecho uno de mis pequeños ocios en comunicarme conti­go. No quisiera yo escribirte quejas, y ¡sin embargo! Hace dos me­ses y casi medio más, que salí de México con m i pliego de comisión en el bolsillo: — l a Secretaría de Educación me dio el encargo de recoger, coleccionar, clasificar y remit ir a Veracruz, los papeles del señor del Paso y Troncoso. Además, como lo solicité, me comisio­nó también para que continuara mis investigaciones históricas en los archivos de España. Pues bien: hasta esta fecha no he recibido u n centavo de sueldo. ¿Negligencia? ¿Dificultad? ¿Otra cosa? Chi lo sa. Ello es que la inquietud parece ser conmigo una querida apa­sionada. No me abandona. Anteayer puse dos cables con sendos gr i ­tos de náufrago. Mientras me contestan braceo para no ahogarme.

No me imaginaba yo este abandono, porque, en lugar de tro ­pezar, a m i llegada a México, malas voluntades, hallé buena acogi­da en los altos círculos, y entre los amigos y compañeros. M u y gen­t i l el Min i s t ro de Educación, doctor Puig ; muy afable Pérez Tay -lor, el jefe de Bellas Artes. Alberto Pañi, muy cariñoso y complaciente (me invitó a comer en su casa); el Min is t ro de Relaciones, afectuo­so y dispuesto a servirme (obra, seguramente, de nuestro fraternal Genaro Estrada); y hasta una persona que yo no conocía, el L ic . D o n Gilberto Valenzuela, lleno de simpatía y generoso. E l ambien­te me pareció halagador, y logré aprovecharlo. Pedí la comisión, discretamente, sin gastos para el Gobierno, sólo el traslado a M a ­d r i d , de m i sueldo como Secretario del Museo, puesto que me die­ron tan pronto como llegué, a modo de provisional gana-pan. M i s gastos de viaje me los regaló u n rico y buen amigo mío, español: D o n Adolfo Prieto. Y así salí de la t ierra, tan amada de lejos, tan maltratadora y áspera de cerca. Si ves a Manue l Ponce, dile que te enseñe el párrafo de m i carta que se refiere a la atmósfera moral de México. Ahí le digo cómo las pasiones que antes nos provoca­ban a la lucha, y eran enemigos de nuestro tamaño, o más grandes, ahora se achicaron, y son duendecillos inconsistentes, gnomos sub­terráneos, que, a nuestro paso, preparan el hundimiento del cami­no para que caigamos sin conocer a quién debemos la caída. El com­bate es silencioso, entre los que valen y no valen, entre los aptos y los ineptos. Siempre ha sido así. Solamente que antes solían ga­nar los útiles, los preparados, los cultos. Y ahora, no. Vencen los otros, disfrazados con la remendada y colorida capa de mendigo de los vocablos de moda: redención, reivindicación. . . Antes, el odio y el amor eran reales. Ahora, son falsos. Y las invocaciones suenan

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 587

a vacío. Es decir, no; suenan a egoísmo, a ambición personal, a me­dro sórdido. Lo que se quiere es v iv ir ampliamente, perezosamen­te, sin chirimbolas de estudios n i especialidades. Encumbramiento, dinero, lu jo , desenfado. ¿Y quién dijo miedo? Gon la fuerza de la despreocupación y el quemeimportismo se han aflojado los lazos del deber. Todo eso es muy postguerra. En México lo agrava el dese­qui l ibr io secular: nueve millones de indios, movidos y removidos brutalmente por tres millones de mestizos. Los indios son el rencor impotente, la inadaptación asombrada, el pesado fardo de la mise­r ia . Los mestizos son la audacia sin freno, la inquietud sin ideal, el sensualismo sin refinamiento. En las manos del cura, el indio es superstición. En las manos del general, es trinchera. Su carne sirve para todo. Es aprovechable para todos los engaños, para el político principalmente. En la tr ibuna parlamentaria no hay nada más de­clamatorio que invocar al indio . ¡Qué mina tan explotable para los seudo redentores!

¿Pero por qué te hablo de estas cosas que tú sabes y piensas me­j o r que yo? Perdóname. Se me fue la mano. Es que quería darte m i última impresión de conjunto.

Ahora bien. Hay incrustados en esta barahúnda núcleos míni­mos de inteligencia preparada y de v i r t u d c iv i l . H a y hombres brú­julas en esta desorientación. Hay jóvenes que se sustraen al conta­gio. De su resistencia depende la salvación. Yo creo que resistirán. Entre las gentes de gobierno hay pensamientos claros y caracteres rectos. L a esperanza no se puede perder. Esta descomposición co­lectiva es, acaso, un síntoma de vigor popular. Es, quizá, como la fiebre: un deseo del organismo de el iminar toxinas, de purificarse. En todo caso, es vida. Es bueno observarla serenamente.

Aquí tienes, m i hermano Alfonso, u n esquema de mis impre­siones mexicanas.

Hablemos de lo tuyo. Sí. Noté y comprobé la enemistad que hacia t i sienten personas que no ha mucho se decían tus amigos. Inútil decirte —porque me conoces y estás seguro de mí— cuál fue m i papel. Defenderte, no únicamente con andar ciego sino con jus ­tas y tranquilas razones. Creo que estos aborrecimientos artificiales están engendrados por el mismo estado espiritual de todo el país. L a malevolencia y la calumnia han substituido al mauser y la ame­tralladora, aunque las cuatro armas puedan funcionar simultánea­mente. No debes hacer caso. Estas pirotecnias sentimentales de la ofensa y el agravio son las más efímeras: el más leve soplo de aire las desvanece y apaga. T u energía cordial y la elevación de tu ta­lento sobrevivirán, sin mengua, a esos cohetes inofensivos, si bien molestos y malolientes.

Ahora , te diré: he buscado en vano los papeles del Sr. del Paso y Troncoso. L a repentina muerte de Pancho Icaza —notic ia que

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588 A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

recibí al llegar a L a Habana— me da en qué pensar acerca del pa­radero de los dichos papeles. ¿Habrán quedado en poder de la fa­mi l ia que ahora está en México gestionando —según sé— una pen­sión? Yo indago, husmeo, atisbo; pero nunca ofenderé la memoria de u n amigo a quien tendí, sinceramente, la mano. María Enriqueta y Carlos Pereira han elevado memoriales al Gobierno de México, semidenunciando irregularidades y substracciones, Dime confiden­cialmente, si algo sabes. Guardaré clausurada reserva.

T a n pronto como anden medianamente estos títeres de erudi­ción y documentación que traigo entre manos, iré a buscarte a Pa­rís. — \0h si, yo volveré, París divinol—• y pasaré contigo unas sema­nas. Encantado de t u invitación que acepto con el alma.

Y a te d i la lata. Discúlpame el desahogo. Es una prueba de m i cariño. Saluda afectuosamente a Manuel i ta . Besa a Alfonsito. Re­cibe mis abrazos

Luis

Esta larga carta , de quejas y reflexiones, además de de jar tes­t i m o n i o de las lamentables c ircunstancias en que se desenvuelve la v i d a de U r b i n a , recoge su apreciación del m u n d o of ic ial de la c i u d a d de M é x i c o y de las condiciones de marginación e i n j u s t i ­c ia de los indígenas, explotados y m a n i p u l a d o s p o r quienes son " l a audacia s in f reno , l a i n q u i e t u d s in idea l , el sensualismo sin r e f i n a m i e n t o " . L a m e n t a b l e m e n t e está p e r d i d a la m a y o r parte de la correspondencia de U r b i n a y sería interesante poder leer su carta a M a n u e l M . Ponce sobre " l a atmósfera m o r a l de M é x i c o " . E l ex i l i o de L u i s G . U r b i n a debió ser m u y doloroso para él, pero a l m i s m o t i e m p o lo mantenía distante de su t i e r r a * ' t a n a m a d a de lejos, t a n m a l t r a t a d o r a y áspera de c e r c a " .

E l p r i m e r o de enero de 1926, U r b i n a fue designado D i r e c t o r de la Comis ión " F r a n c i s c o del Paso y T r o n c o s o " , y debió v i a j a r a Sevilla para trabajar directamente en el A r c h i v o de Ind ias . Desde esta c i u d a d escribió a Reyes en París:

Sevilla, 28 de abri l de 1926 M i querido hermano Alfonso:

M e cayeron tus tres sentidas líneas, sobre una mesa polvorien­ta del famoso Archivo de Indias, Estoy aquí trabajando desde hace más de dos meses, entre inquietudes de hoy y papeles de ayer. Tú , que tan completamente conoces esta clase de labores, comprende­rás cuánto me voy hundiendo en la vida de antaño y olvidando m i propia actualidad. Esto es u n mar y estoy con el agua en las n a r i ­ces. H a y primores de hechos muertos y he de esforzarme en resuci­tarlos y en echarlos a andar. De algo nos h a d e servir la costumbre

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 589

de la visión lejana. El ealor de Sevilla me va a mandar muy pronto a M a d r i d . E l aire ya comienza a quemar. Y la temperatura excesi­va recrudece mis achaques que no me dejan a sol n i a sombra, pero que se atenúan con la tibieza del clima. Espero que el mayo madr i ­leño me será propicio. De allí, en llegando, te volveré a escribir. No pasará una semana.

Porque has de saber que no es preciso que llenes m i silencio. Sin l iteratura —valga la imagen por lo exacta — m i silencio ha esta­do siempre lleno de tu recuerdo. No olvido —no olvidaré— n i tu cariño n i t u bondad.

¿Qué me ha pasado? Entre otras cosas, cierto pudor, cierto te­mor de seguir contándote mis dificultades mínimas —para mí máximas— con el mundo positivo del dinero. U n a sola frase te bas­tará para comprenderlas. Anoche —¡hasta anoche! — recibí dos no­ticias halagadoras: que autorizan el pago de mis sueldos como en­cargado de la "Comisión del Paso y Troncoso" y que nuestro ex­celente Genaro Estrada me da otra, con u n pequeño subsidio más. En total 21 pesos mexicanos diarios. L a salvación. L a gloria. Pero que si llega un poco más tarde, me encuentra, de fijo, en agonía. Cuatro meses de angustias, consoladas y olvidadas por el fraternal González Martínez. Varias veces pensé comunicarte estas ínfimas penas, de las que me han medio salvado los artículos del Universal , cuyo producto, como sabes, comparto con Lucesita y los auxilios de González Martínez. Varias veces pensé también que esta cons­tante situación mía iba a mortificarte. Y así se pasaron los días. Pe­ro acaso no ha pasado uno solo sin que m i memoria dejara de pre­sentarme tu afable sonrisa y tus ojos'amables. Estoy escribiendo el informe de mis investigaciones. En m i próxima carta te hablaré de él. Se me ha removido la enfermedad lírica: he pergeñado versos. Escríbeme tú a Fernán González 7, a donde siempre. Camila, que te recuerda a cada rato, te manda saludar.

Dile a Manuelita que le mando muy afectuosas expresiones. Besa a Alfonsito. Recibe u n abrazo muy largo de t u hermano

Luis

L a v i s i ta , o vis itas , de L u i s G . U r b i n a al A r c h i v o de I n d i a s en Sevi l la , las hacía con las l imitac iones de sus propios recursos, pues no le l l egaban los fondos de M é x i c o . Su largo silencio de ca­si m e d i o año (su carta anter i o r es del 22 de octubre de 1925) se expl i ca porque no quería repet ir le a Reyes su p r o b l e m a de pobre ­za y l i m i t a c i o n e s , que como se ve seguía resolviendo l a generosi­d a d de E n r i q u e González Mart ínez . " S e m e h a r e m o v i d o la en ­f e r m e d a d lírica: he pergeñado versos " , dice U r b i n a , porque des­pués de Los últimos pájaros había decidido no escr ibir más poesía.

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590 ALFONSO R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

Este m a t e r i a l se publicó en M é x i c o en edición p o s t u m a de 1941 , con prólogo de Al fonso Reyes ( q u i e n había conc luido su t raba jo diplomático en 1939), doce años después de que L u i s G . U r b i n a i n t e g r a r a esos poemas para su edición, el año de 1929 1 3 .

Dos cartas más envió U r b i n a a Reyes ese año de 1926:

Ávila, agosto 16 de 1926 M i muy querido Alfonso:

Te mando con estas líneas unas cuartillas, copia de m i crónica escrita para " E l Universal " de México. Son u n fragmento nada más y forman parte de una serie que he titulado: " L i b r o s de México bajo árboles de Cast i l la " . Fue aquí, sin un l ibro , sin u n pequeño diccionario, sin bagaje alguno, donde pensé e intenté u n esbozo de crítica impresionista de t u 'Pausa". Todo faltará en m i articulillo periodístico, menos m i admiración y m i cariño por t i . He deseado que lo vieras antes de que se publique. Escribirlo no; copiarlo es u n homenaje a tu talento. M i s felicitaciones. M i s aplausos. Perdó­name en gracia de m i sana atención.

M e supongo que estarás ya compartiendo tu vida espiritual con Alfredo Gómez de la Vega. Este intrépido e inteligente amigo nuestro ha hecho una última temporada en M a d r i d realmente gloriosa. Y quiere mostrar sus timbres y lucir sus conquistas, en una visita a nuestro México. M e parece muy bien pensado, aunque acaso. . . la crisis social no sea propicia a sus proyectos. Yo sé bien que le ayudarás, porque a generoso y noble no te gana nadie. Este m u ­chacho merece tu protección. M i l gracias por ella.

Y nada más, sino qué disculpes m i osadía por haber intentado hacer u n boceto de crítica de tu delicado l ibro "Pausa" . Repito la súplica.

Saludos a Manuel i ta . Besos a Alfonsito. U n abrazo de tu hermano.

Luis

M a d r i d , septiembre 2 de 1926 M i inolvidable Alfonso:

No sé si recordarás a Pablo, el hermano de Camila, a quien ve­rías en tus visitas al Museo del Prado, de donde es uno de los porte­ros. Se llama Pablo Ruiz , es u n muchacho excelente, que, aunque sin cultura completa, tiene u n notable ahínco de ver, de saber y de educar su espíritu. Ya está bastante enterado de cosas de arte plás­tico. Ahora va a París, aprovechando sus vacaciones, en busca del

1 3 Luis G . U R B I N A , El cancionero de la noche serena [Imprenta Universitaria], México, 1 9 4 1 .

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E U R B I N A A R E Y E S 591

Louvre, del Luxemburgo, y de los aspectos estéticos de la gran ciu­dad. Te lleva u n abrazo mío, el de siempre, el fraternal y cordia-lísimo.

Te recomiendo al chico, por si necesitare de tu ayuda. Te ant i ­cipo las gracias.

Recibí tu efusiva carta. A l leerla, se me humedecieron los ojos, el bueno eres tú, hermano mío.

He leído "Re lo j de so l " . Tiene páginas admirables que has he­cho bien en recoger. Ahí te va otra felicitación.

Y dime: ¿dónde anda Gómez de la Vega? ¿qué hace? ¿cuándo marchará a México? He perdido todo rastro de eso.

Saluda a tu Manuel i ta . Besos a tu Alfonsito. No olvides a tu viejecito.

Luis

E n estas dos cartas nada más queda mención a los l ibros de Reyes. U r b i n a , aunque escribía de nuevo poesía, ya no publicó ningún l i b r o después de 1924. A l f r e d o G ó m e z de la V e g a , el no ­table actor mexicano, qu ien hizo amistad con L u i s G . U r b i n a desde su a r r i b o a España en 1916, se encontraba en 1926 en la c i m a de su carrera , in i c iada en M a d r i d y consolidada después en M é x i c o .

A l fonso Reyes t e r m i n a su t raba jo diplomático en París y se embarca con r u m b o a M é x i c o en marzo de 1927. E n a b r i l es de­signado m i n i s t r o en la Repúbl ica A r g e n t i n a , y parte a Buenos A i r e s , vía N u e v a Y o r k , a pr inc ip ios dé j u n i o . E n el barco recibe n o t i c i a de su designación como emba jador en A r g e n t i n a . A q u í permanecerá hasta el mes de a b r i l de 1930, para trasladarse co­m o emba jador a R í o de J a n e i r o . Las dos últimas cartas de U r b i ­n a a Reyes conservadas en el arch ivo de éste están d i r ig idas des­de M a d r i d a Buenos A i r e s :

M a d r i d , ju l i o 16 de 1928 M i inolvidable Alfonso:

Hace más de u n mes que nuestro amigo —ya por ser tuyo lo es mío— el doctor Juan J . Bada me dio t u carta. El acaso te escriba diciéndote lo que ha logrado en su empresa. Yo he puesto m i vo­luntad que es mucha pero que puede muy poco. Algunas veces ha venido a verme Bada. Es simpático, inteligente, de vivacidad juve ­n i l . M e parece bueno. Lo será puesto que hizo buenas migas conti­go. H a venido a visitarme tres o cuatro veces a m i Tebaida. Porque has de saber que ahora vivo en el extra-radio de M a d r i d , a u n lado de la carretera de Aragón, un barrio envuelto en polvo y sol —co­mo la gloria huguiana— y en el que viven muchos obreros y al-

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592 A L F O N S O R A N G E L G U E R R A NRFH, X X X V I I

gunos gitanos. Como telón de fondo, en u n desmedrado jardinc i to , se ve la fachada-galería del Cementerio de la Almudena. El hoteli-to, hecho con cuatro ladrillos y tres palos, se l lama: V i l l a Camila. De Camila es. Guarda sus escrituras; cuida sus gallinas y sus flo­res, y hasta creo que se da sus humillos de propietaria. A él ha lle­vado a su familia —a su madre y a sus hermanos solteros— y a mí que, aunque advenedizo, busco sombra familiar. No sé que será ma­ñana de mí. Ojalá que la suerte me dejara en este rincón de olvido. Aquí seguiré yo la rumia espiritual. Dios lo haga. También el pol­vo se cansa de ser barrido.

Y aquí como en dondequiera que esté yo, m i pensamiento va t i [sic], y m i recuerdo te sigue cariñosamente. Y aunque tu existen­cia es agitada, múltiple, bril lante, estoy seguro de ocupar u n lugar-cito en t u corazón generoso.

Cada vez que puedas, ponme dos líneas que me hagan saber de t i . Saluda con todo afecto a Manuel i ta y besa a tu niñote.

U n abrazo de tu viejecito. Luis

Dirección: Ventas del Espíritu Santo. Barrio del Carmen. Ca­lle de Martín Freg, 18, M a d r i d .

Cas i u n año después de esta carta , en a b r i l de 1929, falleció en M é x i c o doña L u z Roseta de U r b i n a , esposa del poeta, a q u i e n éste visitó sólo en tres ocasiones, en 1917, 1921 y 1925, desde que se trasladó a España en 1916. T o d o ese t i e m p o , la esposa de U r ­b i n a recibió fondos que le s ituaba El Universal, donde él p u b l i c a ­b a sus crónicas de M a d r i d . A h o r a , en 1928 y gracias a l a desaho­gada situación económica que le proporc ionó el puesto de d irec ­t o r de la Comis ión " D e l Paso y T r o n c o s o " , U r b i n a adquirió u n a modesta y pequeña casa en las afueras de M a d r i d , a n o m b r e de su compañera C a m i l a R u i z Penalver .

L a última carta es del 5 de febrero de 1930. U r b i n a había m a n ­dado semanas antes su última colaboración, pub l i cada el día 9 de ese mes de febrero , a l periódico El Universal de M é x i c o . D e l a carta se desprende que U r b i n a cont inuaba trabajando en la C o ­misión " D e l Paso y T r o n c o s o " :

M i querido hermano Alfonso: Haces bien en pensar que la con­fianza que tenemos en nuestro cariño está por encima de toda ur ­bana cortesía y por debajo de todo prolongado silencio. Tú y yo sa­bemos bien cuan honda es la raíz de esta amistad que esmerada­mente cultivamos desde mucho tiempo ha. L a planta, conforme pasan los años está más frondosa y más florecida de ternura. ¡Co­mo que la hemos regado más de una vez con lágrimas íntimas, en

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horas de confidencias y pesares! Estás en m i corazón. Vives en m i recuerdo. Y cuando la vida clava las uñas en m i suerte, evoco tu alma suave y piadosa y no me siento tan triste n i tan solo. Pero es, m i querido Alfonso, que estamos en distintos planos, y que t u exis­tencia se atomiza en ráfagas apasionadas y brillantes; y yo, desde m i rincón de sombra y olvido, temo echar soplos de melancolía y perturbar, por un instante, el polvo de oro que bulle en tu cinta de sol.

Sin embargo, te escribí, desde Sevilla, en el pasado octubre. T u carta que acabo de recibir, me da la sospecha de que no recibiste mis líneas, las cuales, por lo demás, no eran sino simple expresión de m i viejo sentimiento.

Has adivinado. No soy feliz; pero si la tranquila contemplación del mundo, si el apaciguamiento del espíritu, nos acercan a una po­sible dicha, en camino estoy de llegar al termino. Pasó la época de los ciclones. De cuando en cuando, u n poco de mar de fondo, y na­da más. He logrado el milagro de sacarme fuera de mí mismo, y verme en perspectiva. El espectáculo me entretiene y me hace pen­sar en las ciegas fuerzas de m i destino inexorable.

Lo malo es que la edad y los achaques están deshaciendo m i barca. M e siento con pocas ganas para seguir en la faena. Mas co­mo hay que v iv i r no queda otro remedio que orzar para que ayude u n poco el viento.

Ahora mismo me levanto de u n periodo de dolencias y desa­lientos. Espero volver dentro de unos días a mis labores del A r c h i ­vo de Indias, si es que me dejan la comisión de investigador. ¡Ojalá que sí!

He leído con emoción tu cuento: Fuga de Navidad. Está pre­ciosamente hecho. Es una página muy vivida. ¿Qué más has he­cho? Cuando puedas, chárlame de eso.

Te he quitado más tiempo del que yo pensaba. Dispénsame. Y cree que la lámpara sigue ardiendo, y no se extinguirá sino con la muerte.

Saluda a Manuel i ta . Besa a Alfonsito. Para t i m i abrazo de hermano.

Luis

E n 1930 U r b i n a tenía 66 años, estaba enfermo y cansado, s in fuerzas para c o n t i n u a r lu chando , y le quedaban casi c inco años de v i d a . Reyes, en c a m b i o , tenía 41 años y todavía fa l taban n u e ­ve p o r t e r m i n a r su t raba jo diplomático, regresar a M é x i c o , y v i ­v i r sus últimos veinte años con u n a producción m u y extensa en todos los géneros que cultivó. Es posible que U r b i n a h a y a optado p o r el s i lencio, p a r a no c o m u n i c a r al a m i g o las penalidades de su v i d a en decl ive.

A Genaro Estrada debemos u n a i m a g e n de los últimos años

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de L u i s G . U r b i n a , al que visitó en M a d r i d en su casa de Martín F r e g , 18. " C u a n d o llegué a España, en 1932, ya L u i s G . U r b i n a ofrecía a s imple v ista todo el aspecto de u n h o m b r e vencido p o r los achaques y entristecido por la v i d a " 1 4 . T r a b a j a b a como po­día para c u m p l i r su labor de rescate de documentos en el A r c h i v o de Ind ias y se mantenía aislado, al grado que m u c h a gente creía que había regresado a M é x i c o .

Poco antes de m o r i r , U r b i n a contra jo m a t r i m o n i o con C a m i ­la R u i z , por insinuación y sugerencia de Genaro Estrada , q u i e n además intentó convencerlo de regresar a M é x i c o .

No quería regresar, y casi siempre eludía este tema, cuando yo le proponía la vuelta a México. Quejábase de que estaba olvidado, de que ya nadie le escribía, de sus decepciones con antiguos amigos, de que aquí no tendría recursos para subsistir. . . asegurándome que la ciudad de México —¡su vieja ciudad de México que él tanto ama­ba!— no cuadraba a su actual temperamento.

Genaro Estrada menc iona el t ema de las m e m o r i a s , n u n c a es­critas por U r b i n a . V e i n t e años antes, el poeta había escrito a A l ­fonso Reyes: " P o r q u e no qu iero dejar de decir mi palabra, la que h a de revelar c ó m o u n h o m b r e , más o menos corr iente , v i o la v i d a de los demás en relación con la suya p r o p i a " ( carta de octubre 20 de 1914). E n 1934, según el tes t imonio de Estrada , no quería escr ib ir porque " l a s memor ias s irven para conocer a los grandes hombres o a los vanidosos que gustan de e x h i b i r su egoísmo y sus pequeños c h i s m e s " . A u n q u e añadía: " S í , sí, con mis memor ias se podría reconstruir u n México peculiar que yo conocí m u y b i e n " .

L u i s G . U r b i n a murió a las tres de la tarde del día 18 de no ­v i e m b r e de 1934. Las autoridades mexicanas d ispusieron el t ras ­lado a M é x i c o del cadáver, que llegó a V e r a c r u z en el vapor " H a ­b a n a " el 11 de d i c i embre . Ese día se r i n d i e r o n honores al poeta desaparecido y el día siguiente llegó el féretro a la c i u d a d de M é ­xico . Los restos se depositaron en la R o t o n d a de los H o m b r e s I l u s ­tres el 13 de d i c i embre de 1934.

I I

E l 17 de d i c i embre de 1934 la v i u d a de U r b i n a escribió a A l ­fonso Reyes en R í o de J a n e i r o ; d o n A l fonso había regresado en

1 4 G E N A R O E S T R A D A , " L u i s G . Urbina en España y sus últimos días", Obras. Poesía, narrativa, crítica, F C E , México, 1983, pp. 380-385.

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esos días de M é x i c o , donde murió su m a d r e . C a m i l a R u i z v i u d a de U r b i n a le expresa sus sentimientos p o r esa pérdida y le hab la del poeta m u e r t o : " a usted era u n o de los que más quería en el m u n d o ( lo sé b i en ) , supo su l legada a M é x i c o dos días antes y d i j o , tengo que escribir a m i A l f o n s i t o . Pobre , qué poco d u r ó " .

L a siguiente carta es del 19 de febrero de 1935 y entre otras cosas le dice a Reyes:

D . Alfonso, entre los papeles del pobre Viejecito hay dos sobres pa­ra que se los entreguemos a usted, yo sé es algo de su vida íntima, pero no he querido n i que nadie lo vea n i que nadie se entere, así que usted dirá cómo se los mando. . .

U n a tercera carta es del 11 de febrero de 1939:

M i estimado y bueno D o n Alfonso: Recibí su carta atenta y ca­riñosa del nueve de enero, sintiendo no haber recibido la anterior; quedo tranquila al saber que tiene en su poder los sobres que le man­dé de nuestro amado Viejecito (Q.E.P.D. ) , ya sé cuánto cariño guar­dará usted a todo lo suyo./ M i nunca bien llorado Luisito me habló de usted en muchas ocasiones, con verdadero cariño de padre le que­ría mucho; yo hoy u n poco más tranquila y recordando las conver­saciones tenidas con él en la int imidad. Alguna vez me dijo que si él por casualidad moría sin testar, que siempre me aconsejara de usted, y teniendo en cuenta este deseo suyo y sabiendo usted como yo su amor a los libros, quisiera me orientara qué sería bueno ha­cer con ellos, porque mientras yo viva, todo lo suyo lo guardaré co­mo una reliquia, pero no quisiera mor i r sin arreglar esto, sentiría mucho pasara a manos que no lo supieran apreciar, así que lo dejo al buen sentido de usted. . .

D e los dos sobres mencionados p o r la v i u d a de U r b i n a y que dice ya recibió A l fonso Reyes en R í o , no se h a pod ido saber su conten ido ; no se t r a t a de sus m e m o r i a s , como se verá más ade­l a n t e , pero p o r lo que a f i r m a la v i u d a , se t r a t a de textos persona­les de U r b i n a , que quizá ella m i s m a no conoc ió , si esos sobres estaban y se m a n t u v i e r o n cerrados 1 5 . E n la m i s m a carta del 11 de febrero de 1936, continúa C a m i l a R u i z v i u d a de U r b i n a :

1 5 "Todavía me alcanzó en Sudamérica su mensaje postumo: papeles que no interesan a la posteridad" ( A L F O N S O R E Y E S , "Recordación de U r b i n a " , p. 278).

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en ésta (su casa) todo está como él lo tenía, no se figura la pena que me da tocar sus cosas, me parece que así lo veo, y oigo sus pasitos, menudos y silenciosos; pero al mismo tiempo comprendo que así no pueden quedar sus cosas; le sorpendió la muerte cuando se deci­dió a escribir sus memorias, no obstante dejó unas cuartillas hechas, ha sido una lástima que no pudiera terminar pues tiene cosas muy curiosas, y otras, que él contaba con su gracia propia que usted sa­be él tenía, fue una lástima que no le diera tiempo hacer más pero en esto se hizo, y válgame la palabra que él empleaba y que siem­pre le producía risa, se hizo pendejo, no olvidó que usted en todas sus cartas se lo rogaba y yo también se lo decía pero en esto no nos escuchó. Yo quisiera si esto se publicara, que fuera usted el que se entendiera con todo esto, pues usted es el que sabrá dar su verdade­ro sentido a estos escritos, no he dicho a nadie nada, por tener puesta la confianza en usted y estar segura que me dará la solución de todo esto.

F i n a l m e n t e se sabe ahora que L u i s G . U r b i n a dejó sus m e ­m o r i a s , aunque incompletas . Qu izá escuchó el consejo de Gena ­r o Estrada , que reiteró el pedido de A l fonso Reyes en sus cartas. Es posible que estas m e m o r i a s , si como parece U r b i n a empezó a escribirlas poco antes de m o r i r , sean m u y breves, pero de todas formas t ienen valor para la histor ia de nuestras letras. Al fonso Re ­yes contestó desde R í o a la v i u d a de U r b i n a :

Ríojaneiro, 3 de marzo de 1936

Ante todo, querida Camila , le agradezco el caso que hace de m i recuerdo y la confianza que U d . pone en m i amor al Viejecito ino l ­vidable. Su carta del 11 de febrero último ha llegado a mis manos con la buena nueva de que nuestro Luis dejó algunas cuartillas de memorias, las cuales, por pocas que sean, sé yo que contendrán u n valor inmenso.

M e habla usted, entre otras cosas, del destino que habría que dar a los libros de Luis , o mejor que " d a r " , " p r e v e r " , para en que caso de muerte de usted, ocasión que espero en Dios esté muy leja­na. Claro es que mientras usted viva, y sea por muchos años, en ninguna parte estarán mejor custodiados que entre sus manos cari­ñosas. Pero, yaque usted quiere tomar providencias para el porve­n i r , yo realmente creo que sería lo más puesto en razón el dejar ta­les libros como legado, para cuando usted falte, a la Biblioteca N a ­cional de México, en nombre y en memoria del poeta U r b i n a que algún tiempo fue su Director. Yo creo que esto a él le hubiera agra­dado. Y no le hablo de dejar tales libros a los amigos, porque nadie sabe quién estará vivo para entonces, que si no, yo me apresuraría

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a ofrecerle incorporarlos a la inmensa familia de libros que tengo yo en México, en m i casa, bajo la custodia de m i hi jo , y que ocupa cinco grandes salas con estantes bien apretados.

Si a U d . le agrada, a mí me entusiasma la idea de recoger y publicar cuidadosamente, por cuenta mía y en beneficio de U d . y en la forma y manera que a U d . más le plazca, esas cuartillas inédi­tas de memorias, así como cuantos papeles inéditos de carácter pu -blicable hayan quedado por ahí. No tiene más que mandármelos en u n paquete protegido con cartones y bien certificado, que yo los cuidaré y trataré como cosa santa. U d . ya sabe el empeño que yo tenía en que ese hombre de alma ejemplar nos dejara la lección de su vida y sus memorias completas. Pero, en verdad, "se hizo pen­de jo " . . . En fin, algo es algo, y aun mucho puesto que viene de él.

Manuel i ta volvió ya de México para compartir conmigo esta so­ledad en que nos tiene la ausencia del hijo único. M e consuela el haber recibido las mejores noticias de m i Alfonsito, que está estu­diando muy bien y tomando muy en serio la vida. Ella me encarga saludos y recuerdos para U d . Y yo le mando todo m i afecto, redo­blado y multiplicado con aquel recuerdo que nos une. M u y suyo

A . R . Laranjeiras 397

E l 31 de m a r z o de ese m i s m o año, la v i u d a de U r b i n a escribió de nuevo a Al fonso Reyes y hace mención de los textos que dejó el poeta: " D . A l f onso , de las cuart i l las que nuestro amado L u i s i -t o dejó escritas, las recogeré y se las mandaré , así como algunos datos de los últimos años, y desde que conoc í al V i e j e c i t o , y de m i s f a m i l i a r e s " . E n esta m i s m a carta la v i u d a dice que t iene " e l p r i m e r l i b r o que h i zo , se t i t u l a La última serenata(poema, 1887), no sé si usted lo conocerá, está de su puño dedicado a su papá cuando tenía 14 años. Es u n l i b r i t o c h i q u i t o " . Este poema está recogido en Ingenuas (1902) , con la mención al final " P u b l i c a d o en Versos, 1 8 9 0 ) " 1 6 . E n la edad que m e n c i o n a la v i u d a h a y u n e r r o r , pues en 1887 U r b i n a tenía 23 años, y si ella estuviera en la creencia de que él había nacido en 1867, como el p r o p i o poeta decía, l a edad sería de 20 años. D e todas formas , si ésta es u n a edición separada del poema n o está i n c l u i d a en la bibliografía de L u i s G . U r b i n a . H a y o t r a referencia curiosa en la m i s m a car ta , con relación a u n l i b r o de U r b i n a , depositado en la Casa C i a p " h a r á como cuatro o cinco a ñ o s " , pero que él m i s m o no quiso

1 6 Luis G . U R B I N A , Poesías completas, ed. y pról. Antonio Castro Leal , Po-rrúa, México, 1946, t. 1, pp. 60-73.

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que se ed i tara . Esta ed i t o r ia l estaba cerrada j u d i c i a l m e n t e y no se podía recoger el m a t e r i a l . S i n embargo , l a v i u d a añade que este l i b r o lo i ba a p u b l i c a r l a Casa A r a l u c e , de Barcelona. Salvo que se t r a t a r a del Cancionero de la noche serena, p a r a el cual se sabe que U r b i n a no encontró ed i tor , no es posible precisar de qué l i ­b r o se t r a t a .

L a siguiente carta de C a m i l a R u i z v i u d a de U r b i n a a Al fonso Reyes es del 10 de enero de 1938, en plena guerra c i v i l . Está de­d icada a p lantear el p r o b l e m a del pago de l a pensión que le adeu­da el gobierno mex i cano , pero menc i ona su intención de v i a j a r a M é x i c o , vía Barcelona y París, "propós i to que tengo f o r m a d o desde hace algún t i e m p o , para encontrarme más cerca de m i v i e -j i t o y así consolarme de l a soledad y tristes recuerdos en que estoy s u m i d a ' ' . También i n f o r m a sobre el dest ino de los l ibros y pape­les de U r b i n a :

. . .con fecha 20 de noviembre último, entregué en nuestra emba­jada la Biblioteca, para hacerla seguir en su día a la Biblioteca Na­cional de México. Y a escribí al Director dándole cuenta de esta do­nación. Cuantos papeles le ofrecí del viejito, se los mandaré o los llevaré personalmente a ésa, no habiéndolo hecho antes por temor a pérdidas que serían lamentables, dada la anormalidad de las cir­cunstancias. No olvido este ofrecimiento que cumpliré exactamente.

Esta carta , que p u d o enviarse d i rec tamente a M é x i c o , pues la v i u d a de U r b i n a menc i ona haber rec ib ido la de Reyes del 20 de d i c i embre de 1937, en la que posiblemente recibió i n f o r m e de éste de su regreso a M é x i o al conc lu i r su misión diplomática en Buenos A i r e s , t u v o respuesta desde la c iudad de M é x i c o el 15 de febrero de ese año de 1938:

M i buena amiga: He leído con todo interés y emoción su grata carta del 10 de

enero, y ya me imagino la penosa situación que estará usted atra­vesando entre la tragedia de España y el retardo de m i Gobierno para despachar el asunto de sus pensiones. Voy a ponerme en con­tacto con algunos amigos del departamento respectivo para ver si despachan su asunto lo más pronto posible.

Quedo en espera de los papeles del viejecito que usted me anun­cia. Tome todas las precauciones del caso pues tanto para usted co­mo para mí y para incontables personas, esos papeles son verdade­ras joyas.

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Reciba los más cariñosos saludos de m i familia y cuente siem­pre con su viejo amigo.

Lic . Alfonso Reyes Córdoba núm. 95

Ese m i s m o día 15 de febrero Al fonso Reyes se comunicó con Rafae l C a b r e r a , su amigo de los t iempos del Ateneo de la J u v e n ­t u d , p a r a t r a t a r el p r o b l e m a de la pensión; poco después sale de M é x i c o en misión especial a R í o de J a n e i r o , de la que regresa en enero del siguiente año. E n d i c i embre de 1939 ya está en L i s ­boa la v i u d a de U r b i n a y desde ahí escribe a Reyes. L lega a M é ­x ico y h a b i t a en el número 66 de la A v e n i d a 2, en San Pedro de los Pinos .

E l 3 de j u l i o de 1940, seguramente atendiendo la so l i c i tud de la v i u d a de U r b i n a , A l f onso Reyes dirigió carta al m i n i s t r o en M é x i c o de la Repúbl ica D o m i n i c a n a , T e ó d u l o P i n a Cheva l i er :

Señor Min is t ro y muy distinguido amigo: A la muerte de nuestro poeta Luis G. Urb ina , sus últimos pa­

peles y libros quedaron en manos de su viuda, doña Camila Ruiz de U r b i n a , actualmente entre nosotros; y yo quedé encargado de recogerlos para consagrarles toda m i piedad y m i cariño y ver de que no se nos pierdan. L a viuda me dice que depositó todo esto, al venir la catástrofe española, en nuestra Embajada en aquel país. Todo se encuentra, pues, actualmente en la Legación Dominicana de M a d r i d . Escribo a usted en nombre de la señora de U r b i n a y en el propio para rogarle que interponga sus buenos oficios a fin de que recobremos tan valiosas reliquias. T a l vez a través del Go­bierno Dominicano sería fácil obtener que todo ello le fuera remi t i ­do a usted y yo lo recogería de sus manos. Dígame usted qué re­suelve sobre el caso y de antemano acepte m i profundo agradeci­miento.

Con mis mejores respetos para la familia, quedo su cordial amigo y atento s.s.

Alfonso Reyes

A l parecer no h u b o respuesta a esta petición. Dos años más tarde , el Subsecretario de Relaciones Exteriores, J a i m e Torres Bo-det , se dirigió al M i n i s t r o de M é x i c o en C i u d a d T r u j i l l o , so l ic i ­tándole p i d i e r a al gobierno de ese país r e t i r a r de los archivos de la e x t i n t a E m b a j a d a de M é x i c o en España, que habían quedado a cargo de l a representación Diplomática de la Repúbl ica D o m i ­n i cana en M a d r i d , tres paquetes con documentos del poeta m e x i ­cano L u i s G . U r b i n a , para entregarlos a su v i u d a . Este c o m u n i -

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cado se envió con copia al M i n i s t r o de M é x i c o en L i sboa , y a la v i u d a . Seis meses más tarde , el 22 de sept iembre, el M i n i s t r o de L i s b o a , J . M . A l v a r e z del Cas t i l l o , envió al Secretario de Re la ­ciones Exter iores los tres paquetes que supuestamente contenían los documentos de L u i s G . U r b i n a . L a v i u d a del poeta recibió el 21 de d i c i embre de ese año de 1942, y firmó el recibo corres­pond iente , dos l ibros y dos paquetes que pertenecieron a su espo­so, con l a mención : " d i c h o s l ibros cont ienen recortes de periódi­cos y los bul tos d o c u m e n t o s " . S i n embargo , esto no era lo que esperaba re c ib i r l a v i u d a , pues al día s iguiente, 22 de d i c i e m b r e , se envió este mensaje a L i sboa : "Rec ib i é ronse tres paquetes con documentos U r b i n a S T O P Su V i u d a ind icamos fa l tan m a n u s c r i ­tos pr inc ipales los que probab lemente encuéntranse en tres pa ­quetes grandes S T O P Ruégole investigar i n f o r m a n d o esta vía. R e ­l a c i o n e s " .

Dos meses después, el 15 de febrero de 1943, el Cónsul de M é ­x ico en C i u d a d T r u j i l l o t ranscr ibe u n comunicado del Secretario de Relaciones Exter iores de la Repúbl ica D o m i n i c a n a , de fecha 10 de ese mes y año, ra t i f i cando el envío de los tres paquetes por conducto de la Legación de México en Lisboa. A u n q u e no se aclara si se t r a t a de los tres paquetes con " m a n u s c r i t o s p r i n c i p a l e s " , por la referencia a la ratificación del envío debe entenderse que se t ra ta de los tres paquetes o r i g i n a l m e n t e enviados en el mes de sept iem­bre del año anter i o r . E n confirmación de lo anter i o r el M i n i s t r o A l v a r e z del Cast i l l o i n f o r m a el 14 de a b r i l de 1943: " D e v i v a voz M i n i s t r o D o m i n i c a n o M a d r i d díceme no haber encontrado m a ­nuscritos refirióse suyo 52747 habiéndosele encarecido rep i ta c u i ­dadosamente b ú s q u e d a " 1 7 .

D e todo lo anter i o r se concluye que l ibros y documentos no p u d i e r o n rescatarse de la E m b a j a d a D o m i n i c a n a en M a d r i d . D e los documentos al menos se sabe que incluían las memor ias i n ­conclusas de U r b i n a y otros textos personales. D e los l ibros que ­da el t es t imonio de Genaro Estrada , i n c l u i d o en su artículo sobre los últimos días de U r b i n a en M a d r i d :

L a casa de U r b i n a era un juguete: u n saloncillo minúsculo, u n co­medor algo más amplio, las habitaciones de Camila y de sus pa­rientes, la d iminuta alcoba del poeta, en donde éste dormía en u n angosto lecho con cubierta de terciopelo rojo oscuro y la biblioteca:

1 7 Toda esta información se encuentra en el expediente de Luis G . U r b i ­na, en la Secretaría de Relaciones Exteriores.

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NRFH, X X X V I I C A R T A S D E URBINA A R E Y E S 601

aquí estaban ocupando hasta la línea del techo, sus libros de siem­pre; autores españoles, franceses, mexicanos. . . 1 8

Sin embargo , Ernesto Mej ía Sánchez, en su t raba jo sobre U r -b i n a con m o t i v o del centenario de su nac imiento , a f i r m a que " l o s l ibros l l egaron al fin a M é x i c o , pero , p o r causas que se i g n o r a n , no a su hogar d e f i n i t i v o " 1 9 . E n el expediente de U r b i n a en la Se­cretaría de Relaciones Exter iores se encuentra u n memorándum sin fecha, firmado por el l icenciado M a n u e l López Cleres, en el que se hace referencia a l a pensión de la v i u d a de U r b i n a y se dice que la señora " c e d i ó g ra tu i tamente a la U n i v e r s i d a d N a c i o ­n a l la b ib l io teca del i lustre desaparecido, conteniendo numerosos volúmenes y documentos de va lor e interés para la N a c i ó n " .

E n el F o n d o Especial de la Bib l io teca N a c i o n a l no fue posible encontrar l a documentación y l ibros de L u i s G . U r b i n a .

ALFONSO RANGEL GUERRA

1 8 Véase nota 14. 1 9 E R N E S T O M E J Í A S Á N C H E Z , " U r b i n a y la Biblioteca Nacional " , Boletín

de la Biblioteca Nacional, segunda época, t. 15, núms. 1-2, 1964, 61-74.