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Cartografías cubanas en el nuevo milenio. Notas para una narrativa distanciada Ariel Camejo Publicado en La Siempreviva, La Habana, No. 14, 2012, pp. 25-31. Hace poco tuve la oportunidad de ver en vivo aquí en La Habana al joven músico barbadense Magnet Man, quien ha popularizado en los últimos años una fórmula musical que combina la tradición del reggae, con motivos del rock y el hip hop internacional. Me cautivó especialmente el estribillo de una de sus canciones: close your eyes and feel/ cierra tus ojos y siente… pues de alguŶa ŵaŶera estaďleĐía una relación directa con nociones que considero atendibles en el entorno de las que podrían ser tendencias de la literatura y especialmente de la narrativa breve, en su diálogo con el continuo de la cultura cubana contemporánea. Ese ejercicio de entender o enfrentar la realidad a partir del filtraje estético de la experiencia quizás permita establecer un hilo conductor que nos ayude a transitar las dos últimas décadas de producción artística en la Isla, aunque debo decir de antemano que ese recorrido solo puede ser planteado aquí como un pequeño boceto, un dibujo imperfecto de las complejidades que entraña referirse a un campo cultural sumamente diverso en su planteamiento. Y aquí aprovecho para establecer un primer juicio de valor que muy acertadamente reconociera hace unos años el destacado crítico de arte Gerardo Mosquera, quien se refería a la paradójica circunstancia de que aun cuando habían desaparecido las estructuras de soporte material para la actividad artística a partir del colapso del campo socialista europeo, la profunda red de la institucionalidad cultural en Cuba seguía produciendo creadores de talla internacional en todos los órdenes del arte: la plástica, la música, el ballet, el cine, la literatura; un signo que desafortunadamente no suele adquirir mucha relevancia cuando se sondean los derroteros del arte cubano en esa década tan complicada para nuestra cultura, nuestro país y su historia. Sin embargo, no me interesa tanto detenerme en el entre-tiempo de los años noventa, del que mucho se ha escrito ya, y sí tratar de establecer algunas coordenadas que creo pueden ser relevantes para el trazado de una cartografía actualizada, sobre todo, de nuestra narrativa, aunque esta no pueda desligarse nunca de ciertas construcciones discursivas como las de la nación, la cultura y muy especialmente de la identidad. Incluso creo que es este hoy el concepto más difícil de definir en términos de sociedad y cultura, en tanto cruza desde todas las direcciones las maneras de decir y hacer en materia de arte. La pregunta por la identidad, y junto a ella la pregunta por la identificación, parece ser una constante creativa que posibilita distinguir formas y modos de dialogar, de manera más o menos armónica, con la historia y con la tradición. Creo que de alguna forma he situado ya dos importantes coordenadas para el análisis de la producción cultural en Cuba a partir de 1989: la primera habla de la articulación de una metodología creativa a partir de procesos que pertenecen más a la visión que a la mirada, y que de alguna manera organizan una estética que podríamos denominar como realismo sensorial, es decir, un tipo de aproximación artística en la que resulta evidente el vínculo entre obra y contexto, pero mediada por

Cartografias Cubanas en El Nuevo Milenio. Notas Para Una Narrativa Distanciada. Ariel Camejo

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  • Cartografas cubanas en el nuevo milenio. Notas para una narrativa distanciada

    Ariel Camejo

    Publicado en La Siempreviva, La Habana, No. 14, 2012, pp. 25-31.

    Hace poco tuve la oportunidad de ver en vivo aqu en La Habana al joven msico barbadense Magnet

    Man, quien ha popularizado en los ltimos aos una frmula musical que combina la tradicin del

    reggae, con motivos del rock y el hip hop internacional. Me cautiv especialmente el estribillo de una

    de sus canciones: close your eyes and feel/ cierra tus ojos y siente pues de algua aera estalea una relacin directa con nociones que considero atendibles en el entorno de las que podran ser

    tendencias de la literatura y especialmente de la narrativa breve, en su dilogo con el continuo de la

    cultura cubana contempornea.

    Ese ejercicio de entender o enfrentar la realidad a partir del filtraje esttico de la experiencia quizs

    permita establecer un hilo conductor que nos ayude a transitar las dos ltimas dcadas de produccin

    artstica en la Isla, aunque debo decir de antemano que ese recorrido solo puede ser planteado aqu

    como un pequeo boceto, un dibujo imperfecto de las complejidades que entraa referirse a un campo

    cultural sumamente diverso en su planteamiento.

    Y aqu aprovecho para establecer un primer juicio de valor que muy acertadamente reconociera

    hace unos aos el destacado crtico de arte Gerardo Mosquera, quien se refera a la paradjica

    circunstancia de que aun cuando haban desaparecido las estructuras de soporte material para la

    actividad artstica a partir del colapso del campo socialista europeo, la profunda red de la

    institucionalidad cultural en Cuba segua produciendo creadores de talla internacional en todos los

    rdenes del arte: la plstica, la msica, el ballet, el cine, la literatura; un signo que desafortunadamente

    no suele adquirir mucha relevancia cuando se sondean los derroteros del arte cubano en esa dcada

    tan complicada para nuestra cultura, nuestro pas y su historia.

    Sin embargo, no me interesa tanto detenerme en el entre-tiempo de los aos noventa, del que

    mucho se ha escrito ya, y s tratar de establecer algunas coordenadas que creo pueden ser relevantes

    para el trazado de una cartografa actualizada, sobre todo, de nuestra narrativa, aunque esta no pueda

    desligarse nunca de ciertas construcciones discursivas como las de la nacin, la cultura y muy

    especialmente de la identidad. Incluso creo que es este hoy el concepto ms difcil de definir en

    trminos de sociedad y cultura, en tanto cruza desde todas las direcciones las maneras de decir y hacer

    en materia de arte. La pregunta por la identidad, y junto a ella la pregunta por la identificacin, parece

    ser una constante creativa que posibilita distinguir formas y modos de dialogar, de manera ms o

    menos armnica, con la historia y con la tradicin.

    Creo que de alguna forma he situado ya dos importantes coordenadas para el anlisis de la

    produccin cultural en Cuba a partir de 1989: la primera habla de la articulacin de una metodologa

    creativa a partir de procesos que pertenecen ms a la visin que a la mirada, y que de alguna manera

    organizan una esttica que podramos denominar como realismo sensorial, es decir, un tipo de

    aproximacin artstica en la que resulta evidente el vnculo entre obra y contexto, pero mediada por

  • los camuflajes y los velos de la experiencia personal; la segunda radica en el establecimiento de

    posiciones discursivas que modalmente priorizan la indagacin y el cuestionamiento por encima de la

    asimilacin y la afirmacin, es decir, el afloramiento de lo que Foucault llama un rgimen discursivo

    que podramos denominar como interrogativo.

    Las idas y vueltas recurrentes entre estos dos puntos, a veces en lnea recta, en ocasiones siguiendo

    trazos oblicuos y hasta discontinuos, me han motivado a afirmar ms de una vez que constituyen el

    ndice ms claro de lo que parece ser el axioma creativo de la cultura cubana de los ltimos veinte

    aos: no es posible construir una nocin de identidad en la que persista la relacin entre sujeto

    individual y sujeto colectivo planteada como una igualdad matemtica que se resume, por reduccin, a

    la mismidad de lo uno o lo que es peor, a la cancelacin de las singularidades que conforman esa gran

    suma. En la resolucin de ese dilema histrico, en tanto se sustenta en una prctica discursiva que no

    es solo posterior a 1959 sino que tiene un fuerte asiento en el pensamiento cubano del siglo XIX, y muy

    especialmente en la nocin martiana de pueblo y nacin, radica quizs la efectividad de ciertas

    prcticas culturales y su mayor grado de madurez respecto de otras que le son contemporneas.

    Y aqu introducir un segundo juicio, quizs el ms polmico de este recorrido. Creo que en ese

    concierto de quiebres, superposiciones, tachaduras y enmiendas, es el discurso literario el que menos

    aporta a la profunda renovacin del quehacer cultural de la Isla de los ltimos aos. Dicho as puede

    parecer exagerado, pero puesto a dialogar con el florecimiento conceptual y emprico alcanzado sobre

    todo por la msica, aunque tambin por las artes visuales, e incluso el universo audiovisual cubanos,

    ciertamente la literatura no muestra credenciales demasiado reveladoras.

    Su tabla de salvacin suele ser situada por la crtica en la produccin underground (sobre todo en

    soporte digital y web), pero ese tampoco parece ser un territorio literario relevante si tenemos en

    cuenta que precisamente en ese espacio de produccin y circulacin es que han alcanzado legitimidad

    y visibilidad la mayora de las zonas significativas de la msica, el cine o las artes visuales de factura

    nacional en los ltimos diez aos.

    Precisamente ah, en esa dimensin difusa del camuflaje semi-institucionalizado (que se mueve

    entre el comercio de msica y video por cuenta propia1 y las florecientes empresas dedicadas a la

    organizacin de espectculos P.M.M.2 v.g., hasta las ediciones de catlogos de artistas con capital privado y la creacin de galeras no institucionales, o incluso el apoyo a ciertas instituciones cuya

    plataforma de trabajo se concentra en las periferias del arte joven, como es el caso de la Asociacin

    Hermanos Saz o la Fundacin Ludwig) se sita el xito del reguetn o del hip hop y la msica

    electroacstica; el inters creciente por la aprehensin performtica, el happening, la intervencin

    pblica; o el afloramiento de una nueva vena documental y de ficcin experimental en torno a zonas

    1 Esta es la frmula que a partir de la dcada de los noventa se utiliza en Cuba para denominar al trabajo privado,

    ejercido por ciudadanos no asociados a empresas o negocios estatales, los cuales haban desaparecido desde el ao 1968. 2 P[or]. [un] M[undo]. M[ejor]. es una empresa estatal dedicada a la organizacin de espectculos musicales y

    recreativos. Junto a otras asociaciones empresariales similares ha sido una de las encargadas de construir un espacio de legitiai soial para geros oo el reguet, ofiialete al vistos pero paradjiaete aupados por iniciativas comerciales de este tipo.

  • tab como la homosexualidad, los guetos urbanos, los desplazamientos (y los desplazados) como

    consecuencia de las migraciones internas y externas, entre otros que no gozan precisamente de

    espacios diversos de difusin (y legibilidad) oficial o institucional. Curiosamente, y a pesar de la

    diferencia de finalidades que anima a cada una de estas localizaciones, todas comparten la cualidad de

    formar un espacio, un lugar diverso en el que un cierto lenguaje adquiere voz y tonalidad. El vendedor

    de CDs y DVDs (que en la nueva concepcin del empleo en Cuba adquiere carcter legal) permite la

    vocalizacin musical restringida por las disqueras cubanas (al menos por aquellas que se subordinan al

    control del Ministerio de Cultura), mientras que iniciativas como la de Espacio Aglutinador, la galera

    alternativa que organizaran en su casa-estudio los artistas Sandra Ceballos y Ezequiel Surez, permita

    desde el ao 1994 la articulacin de una narrativa alternativa y menos oficiosa que la que intentaba

    organizar discursivamente las artes plsticas en Cuba.

    Terminando con esta digresin necesaria, creo que el infortunio?, o mejor, la suerte diferente

    (divergente?) de nuestro espacio literario radica en el retraso con que se ha sumado a la que

    parece ser la lnea dominante de nuestra cultura desde la fractura que signific el trnsito de la dcada

    de los aos ochenta (dominados por un revival singular del compromiso sociopoltico de la produccin

    artstica) hacia los aos noventa (cronotopo del vrtigo esquizoide en torno al derrumbe, la cada, el

    desamparo, el estar como muchos balseros a la deriva, al pairo). Esta trayectoria, ms o menos sinuosa, ms o menos (dis)funcional, tiende a la confluencia

    progresiva de las funciones autor, texto o gnero en un frente mucho ms consistente de discurso o

    regmenes de discursividad, como he sealado hace un momento. Un primer ndice de este

    movimiento lo ilustra el sendero transitado por una zona no despreciable de nuestras artes plsticas

    desde los aos finales de los ochenta. Esa clula, ese desprendimiento cultural comienza por operar un

    distanciamiento institucional situado por encima de los tradicionales lmites polticos hasta culminar

    en la inauguracin de nuevos lugares para otro modo de decir, que nunca hubieran sido posibles desde

    la actividad individual, y cuya materializacin inmediata aconteci de manera oficial en la exposicin

    Kuba o.k., aunque ya haba vivenciado momentos definitorios desde el ao 1989, tras las exposiciones

    colectivas Proyecto Castillo de la Fuerza y La plstica joven se dedica al bisbol. (Kubao.k. fue

    organizada por Jrgen Harten y Antonio Eligio [Tonel] como una muestra del arte cubano hecho por

    artistas nacidos entre 1954 y 1969, y se expuso en la Stdtische Kunsthalle Dsseldorf del 1 de abril al 13 de mayo de 1990. En la muestra participaron algunos de los ms valiosos exponentes de la

    plstica cubana de aquel momento Flavio Garcianda, Glexis Novoa, Ciro Quintana, Jos Bedia, Segundo Planes, Lzaro Saavedra, Ibrahm Miranda, Jos Toirac, entre otros y, sobre todo, marc la apertura y la proyeccin del arte cubano al mercado internacional.)3

    Con igual perspectiva han logrado fraguarse espacios para decir en los que la nocin de colectivo,

    de accin grupal, constituye un elemento cohesionador de cierta discursividad. Ese dictum, vlido es

    aclararlo, implica no solo la posibilidad de enunciar un lugar potico sino tambin la capacidad de

    3Cfr. Kuba o.k. Aktuelle Kunst aus Kuba, Jrgen Harten y Beatriz Aulet (eds.), Stdtische Kunsthalle Dsseldorf-Centro

    de Desarrollo de las Artes Visuales de Cuba, 1990.

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  • manifestar la gestualidad cultural propia, los temas y los modos desde los que se acta y se atraviesa

    un cierto modelo de la cultura nacional y de la identidad. Entre ellos podemos mencionar la Muestra

    de Nuevos Realizadores (ahora Muestra Joven ICAIC), el Festival JoJazz para jvenes jazzistas y el

    Alamar Express de rap y hip hop, las Agencias Cubanas del Rap y del Rock, la Ctedra Arte de Conducta,

    el intenso movimiento sociocultural que implica en el mbito cubano de hoy la cultura del reggetn, la

    diversificacin casi extrema de la prctica danzaria (que destruye incluso los lmites del cuerpo

    cannico: Danza Voluminosa), o en un entorno ms restringido, los grupos de emos, frikis, skaters,

    repas, mikis y rapers que pululan por el Vedado en las noches habaneras, en una suerte de nomadismo

    reivindicador de las superposiciones entre localidad y globalidad.

    Esas narrativas han intentado construir (precisamente en el mbito fugaz del espaciamiento, en el

    vrtigo del movimiento catico) los relatos de la diferencia, justo donde el ejercicio histrico de la

    homogeneizacin haba dibujado una mundanidad multidimensional en la que los diversos ejes de la

    articulacin identitaria y ciudadana conducan a experiencias dismiles y hasta contrapuestas de la

    geografa aioal, patritia, etal. Hoi Bhabha nos recuerda en su ya clsico libro El lugar de la cultura, cmo ese gesto entraa un giro significativo del discurso cultural de los ltimos aos del siglo

    XX al desplazar la ontologa como centro de preocupacin esttica y superponer al paradigma

    antropolgico, al paradigma de la confluencia, la cartografa de la localidad.

    Ms all de sus resultados como generacin literaria no creo que los autores que hoy agrupamos

    bajo el rtulo de novsimos y postnovsimos hayan logrado trascender los efectos de una prctica

    circunstancial que, en trminos temporales, pudo haber alcanzado cierta relevancia. Sin entrar en

    distinciones generacionales ese ncleo diverso potica y etariamente que, entre otros, agrupa a

    escritores como Rolando Snchez Mejas, Ernesto Santana, Alberto Garrands, Roberto Uras, Ronaldo

    Menndez, Ena Luca Portela, Daniel Daz Mantilla, Alberto Garrido, Pedro de Jess, Waldo Prez Cino,

    Karla Surez, Alberto Guerra, David Mitrani, Ernesto Prez Chang, Ernesto Prez Castillo, Jos Miguel

    Snchez, Mylene Fernndez Pintado, Ral Aguiar o Herbert Toranzo, qued consumido en un

    narcicismo quizs excesivo que no le permiti dirigir/digerir su heteronoma hacia un sendero ms

    fructfero o al menos sintonizar de manera ms coherente con el rumbo que tomaba la cultura cubana.

    En funcin de ilustrar un resultado de esa magnitud y alcance podramos hablar de lo que

    representa hoy en el mbito de las artes plsticas el magisterio de creadores que desde dentro y fuera

    de Cuba marcaron una pauta discursiva en medio de una gran diversidad de propuestas estticas: en

    ese grupo podramos incluir desde artistas que provenan de la escuela de los aos ochenta como

    Flavio Garcianda, Jos Bedia, Lzaro Saavedra y Jos Toirac, hasta la nueva generacin que aglutinaron

    esencialmente Ibrahm Miranda, Sandra Ramos, Tania Bruguera y Ren Francisco.

    Podra mencionar muchos factores que justificaran ese desfasaje esttico-temporal, pero creo que

    todas esas razones son solo una va fcil para evitar el problema que me parece bsico enunciar aqu:

    quin es el sujeto interpelado por esa interrogacin que mencionaba al principio?, a quin le habla la

    literatura cubana de los ltimos veinte aos y especialmente la de la ltima dcada? Si en el caso de las

    artes plsticas, de la msica, del ballet, del cine y hasta de la arquitectura, podemos sentir que los

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  • nuevos modos discursivos se sitan como dispositivos perturbadores de un cierto status quo, la

    literatura cubana parece no dialogar con nadie, es decir, simula estar intentado fundarse a s misma a

    cada momento, nacer de la nada o nacer desde un lugar imposible de concebir, al menos desde cierta

    lgica histrica de lo nacional (una lgica que conduce siempre a la superac(c)in, que no puede

    articularse ajena a las sumatorias, a la progresin positiva de la Historia). Y ese sntoma se ha

    consolidado paulatinamente en las ltimas dos dcadas.

    Si en la narrativa de los aos noventa todava era posible distinguir zonas de profundo carcter

    testimonial y una voluntad esencialmente desmitificadora de los cnones heroicos de la nacin cubana,

    as como de su tradicin literaria, no es menos cierto que poco a poco fueron ocupando un mayor

    terreno los ejercicios de tematizacin de la escritura y los procesos creativos, el auge de los dilogos

    interdiscursivos y un inters muy especial por los relatos distpicos, que hablan no de una simple

    evasin nihilista, sino de la conquista de una nueva territorialidad esttica en la que quedara

    enmarcado un grupo amplio de escritores, en su mayora menores de treinta aos, que constituyen

    hoy una generacin mucho ms diversa y catica que la precedente.

    Sin nimo de ser exhaustivo mencionar algunos de los nombres ms relevantes de esa generacin,

    que alguien ha llamado ya Generacin 00, pues prcticamente todos los narradores que se integran

    a ese encuadre comienzan a publicar despus del ao 2000. El listado lo encabezan nombres quizs

    ms conocidos fuera de Cuba como los de Anna Lidia Vega Serova, Michel Encinosa F u Orlando Luis

    Pardo, y sigue con una lista extensa integrada por Ral Flores, Jorge Enrique Lage, Legna Rodrguez

    Iglesias, Evelyn Prez, Yunier Riquenes, Anisley Negrn, Yonnier Torres, Erick Motta, Gustavo Sabs,

    Ariadna Rengifo, Adriana Zamora, Yordanka Almaguer, Lien Carranza, Zulema de la Ra, Elaine Vilar,

    Susana Haug, Osdany Morales, Ahmel Echevarra, Raydel Araoz, Miguel Vanterpoll, entre muchos otros

    que el tiempo y la cordura me impiden mencionar. De muchos de ellos es prcticamente imposible or

    hablar fuera de Cuba pues la mayora de sus libros circulan solo limitadamente en el pas. Legna

    Rodrguez, una de las voces ms singulares de esta generacin, responde jocosamente a ese lmite que

    dibujan las ediciones provinciales, marcando al mismo tiempo la proyeccin exteriorista de su mirada.

    En uno de sus relatos el narrador nos dice: Un da vendrs a mi pas y te contar quin soy.

    Ms all de esa circunstancia, un poco maldita si recordamos a Virgilio Piera, quisiera detenerme

    en aquellas caractersticas que permitiran sostener esta tesis un poco arriesgada que he planteado y

    que tiene que ver con una operatoria de distanciamiento sociodiscursivo de la narrativa cubana

    respecto de sus contextos de produccin y circulacin, y enfrentada a un campo cultural que apuesta

    de manera enftica por un nuevo tipo de interaccin socioesttica desde una ciudadana y una

    identidad ms abiertas.

    En primer lugar no resulta difcil identificar la persistencia y hasta la intensificacin del juego con la

    Escritura, tematizado de forma ilimitada y que tendra una pieza sumamente reveladora en un cuento

    como Examen de la obra de Alberto G, de Mercedes Melo. All, como en otros relatos, la figura del

    narrador se convierte en un heternimo estilstico, en un ensayo literario de la voz, en un rol que

    puede ser actuado por los dismiles y controvertidos personajes que conforman la geografa literaria

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  • cubana. La escritura, en ese sentido, se transforma en una suerte de hipervnculo, en un espacio virtual

    que de alguna forma coexiste con la realidad.

    Ante el vrtigo de los roles, que en buena medida es tambin un gesto frente a la inmovilidad

    representativa del sistema sociopoltico, el mbito del deseo se concibe como una proyeccin

    desajustada de la identidad y la ciudadana. En esa lnea puede entenderse el planteamiento de

    conflictos silenciados que an persisten en el mapa de nuestra socialidad, bsicamente aquel que

    opone a las zonas oriental y occidental del pas, que Ernesto Prez Castillo graciosamente concibe

    como un dilema entre La Habana y Labana, conflicto en el que se agazapan otros como la

    confrontacin entre escritura y oralidad o entre literatura y mercado. ndices de esta naturaleza me

    motivan a realizar un acercamiento a la literatura de estos ltimos diez aos menos desde una

    plataforma de rastreo estilstico y ms desde las implicaciones que el propio comportamiento de

    nuestro campo literario manifiesta y gestualiza en el entorno ms abarcador y complejo de la cultura

    nacional, posnacional, transnacional o como quiera que le llamemos a esa ocurrencia singular a la que

    nos enfrentamos hoy.

    Quisiera detenerme en el examen de tres aspectos que, desde esta lectura personal, singularizaran

    socioestticamente la produccin literaria actual frente al resto de los discursos artsticos que tienen

    lugar en estos momentos en Cuba, los cuales nos permitiran hablar ms que de una literatura

    descentrada, de una literatura ex-cntrica, concentrada casi obsesivamente en lo raro y lo extrao. Ello

    quizs permita explicar por qu las casi inexistentes referencias a la tradicin literaria nacional se

    concentran en autores como Lino Novs Calvo, Enrique Labrador Ruiz, Ezequiel Vieta, Calvert Casey,

    Reynaldo Arenas, Reina Mara Rodrguez, ngel Escobar o Guillermo Vidal, por solo mencionar los

    principales nombres de una lista de escritores que reviven las tensiones entre canon y corpus.

    El primer aspecto es la insistencia, precisamente en el entorno del realismo sensorial, en lo que se

    ha etiquetado como realismo sucio. Semejante denominacin, no es ocioso insistir en ello,

    enmascara una gran variedad de formas y modos de asumir esa suciedad que, contrariamente al

    criterio generalizado, habla ms de un ruido semitico y cultural que de una imagen o una proyeccin

    paisajstica. Ese ruido tematiza una lucha donde contienden las diferencias entre los sitios y las

    representaciones disyuntivas de la vida social,4 y muy especialmente la escisin profunda entre

    intelectual y sociedad que de forma permanente podemos rastrear tanto en autores consagrados

    (Pedro Juan Gutirrez, Ena Luca Portela), como en otros ms noveles (Zulema de la Ra).

    El carcter recurrente de esa incursin sealiza un procedimiento que podra resumirse como

    necesidad de textualizar el contexto, de asimilarlo en calidad de un pre-texto o texto en estado puro,

    que se somete al ejercicio de narrativizacin. Ello posibilita una evaluacin literaria del entorno social y

    al mismo tiempo justifica la insistencia sobre determinados problemas sociales en calidad de un

    abordaje meramente esttico. En esta operatoria de camuflaje o encubrimiento del decir, se localizara

    un primer rasgo diferenciador frente a lo que acontece en otros discursos artsticos, cuyo inters por la

    actuacin directa sobre el entorno social habla de una operatoria inversa a la que registra la literatura,

    4Homi K. Bhabha: El lugar de la cultura, Manantial, Buenos Aires, 2002, p. 138.

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  • es decir, que aboga por transformar la prctica artstica en un ejercicio de la realidad. Los ejemplos ms

    claros podran ser la actividad que ha generado la Ctedra Arte de Conducta, coordinada por Tania

    Bruguera, aunque no podra dejar de mencionar lo que sucede con la cultura del reguetn en Cuba,

    en estos momentos, convertida en un fenmeno social que va mucho ms all del simple afloramiento

    de un discurso musical perifrico.

    El segundo aspecto consiste en la reflexin casi obsesiva sobre el Amor, la cual se tematiza

    generalmente como una tensin entre cuerpo y sujeto. Esos dos campos, que de alguna manera

    tipifican las posiciones sociales modales del deber y el poder, suelen ser atravesados por dos ejes

    fundamentales alrededor de los cuales se construye precisamente la meditacin en torno a ese Amor:

    el sexo y la violencia.

    En el caso del primero sirve de soporte a la exploracin minuciosa de los lmites del cuerpo, cuerpo

    fsico y ciudadano, cuerpo moral y social, poniendo de relieve las tensiones que an sobreviven en el

    cuadro de nuestra contemporaneidad, sobre todo aquellas que tienen que ver con la sealizacin de

    ciertos modelos histricos y polticos de ciudadana. El segundo recorre desde las metamorfosis

    corporales que conducen a la subversin de la sexualidad natural, hasta el regodeo con las prcticas

    del dolor y el sufrimiento, la automutilacin y hasta la autofagia.

    Ambos ejes contribuyen a consolidar la tesis de un inters marcado en aquello que todava resulta

    extrao como referencia, una textualidad que persiste en preguntarse a s misma sobre la posibilidad

    de participar de una realidad en la que estas experiencias han dejado de ser tab para convertirse en

    una prctica cotidiana. Una textualidad que indaga en las distancias que separan el gran mito del Amor

    nacional, con todos y para el bien de todos, del dolor personal y colectivo.

    Desde esta perspectiva puede rastrearse un segundo grado de espaciamiento entre literatura y

    cultura que respondera al proceso tardo de somatizacin en virtud del cual un cambio sociopoltico se

    transforma o asimila discursivamente en trminos socioestticos. La diferencia aqu estriba en el hecho

    de que un desarrollo en sentido contrario se haba producido desde mediados de los aos ochenta,

    sobre todo en el mbito de la msica y las artes plsticas, aunque tambin en el cine. De manera que la

    brusca entrada en la crisis econmica de los aos noventa, y los cambios sociales que esta motiv, ya

    tenan una plataforma discursiva sobre la cual sostenerse, y que haba nacido bsicamente de una

    discusin intensa con la tradicin y el canon.

    En el caso de la msica ese dilogo no solo abra la puerta a la legitimacin definitiva de la matriz

    africana (la rumba y el guaguanc, pero tambin la msica ritual), sino que inclua gneros mucho ms

    controvertidos para el estatus poltico, como el rock o el pop, o experimentaba una modificacin

    vertiginosa de movimientos musicales como el de la Nueva Trova, que adquira matices mucho ms

    complejos con el quehacer de autores como Gerardo Alfonso, Carlos Varela o Santiago Feli.

    Para las artes plsticas el giro tom esencialmente el rumbo de una polmica ardua entre figuracin

    y abstraccin, que dio lugar a un hbrido de resonancias conceptualistas desde el cual se superponan

    las nuevas formalidades sobre los viejos asuntos, o simplemente sobre ideologemas enquistados en la

    conciencia social. Bajo el lema del clebre cuadro de Lzaro Saavedra, El arte un arma de lucha, toda

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  • una generacin de artistas plsticos cuestionaba irnicamente cierta tradicin discursiva que

    comenzaba a fragmentarse y a entenderse a s misma como un ncleo disgregado. Algo similar

    ilustrara a finales de los ochenta el filme Papeles secundarios, de Orlando Rojas, que inauguraba una

    nueva forma de decir a partir precisamente de esas superposiciones entre lo viejo y lo nuevo, entre

    tradicin y contemporaneidad, dejando una estela a la que unos aos ms tarde se sumara otro ttulo

    imprescindible de la cinematografa cubana, Madagascar, de Fernando Prez.

    Siguiendo esta reflexin llego al ltimo de los aspectos que me interesa sealar sobre los ritmos de

    la literatura cubana actual, y se trata de la ausencia de la Historia en la historia. Quizs los ltimos diez

    aos atestigen una de las etapas ms presentistas de la literatura cubana. Salvo muy contadas

    excepciones el contexto de desarrollo de los relatos se circunscribe a los ltimos veinte aos, por no

    decir al presente inmediato del texto. Pero no se trata solo de ese sentido de omisin de la Historia en

    tanto secuencia progresiva y cronolgica del gran relato de la nacin, sino tambin de aquel magma

    que es fruto de una sedimentacin cultural y sociodiscursiva, alimentada por las voces y las

    gestualidades de ese constructo que llamamos pueblo cubano, donde se mueven, ausentes a toda

    jerarqua, lo mismo Jos Mart que Antoica Izquierdo, por solo poner dos ejemplos que van, como

    decimos popularmente en Cuba, del azafrn al lirio, pero que tributan todos al gran ajiaco de la

    cubanidad, aunque como reconociera alguna vez Nicols Guilln, muchos de esos componentes solo

    afloren de vez en vez a la superficie del gran caldo.

    La literatura cubana actual parece edificarse ajena casi por completo a esos celajes de la tradicin,

    incluso a aquel que pudiera resultarle lgicamente ms cercano, el de nuestra propia literatura. Hace

    un momento reconoca que esas referencias o coqueteos eran escasos y se limitaban a un grupo de

    autores con caractersticas muy especficas, pero lo cierto es que el mbito de remisin literaria se

    localiza con mayor nfasis en la literatura norteamericana, europea y asitica de la segunda mitad del

    siglo XX. Ello ilustra una cierta neurosis en torno a la actualizacin de los modelos literarios que de

    alguna manera ha difuminado los vnculos entre literatura y sociedad, aun cuando el acento temtico

    en el contexto pueda simular lo contrario. Y ello no solo en el terreno de la narrativa.

    Recuerdo que hace unos aos en un evento conmemorativo por el natalicio de Nicols Guilln, el

    profesor y escritor Jess David Curbelo se preguntaba por qu los poetas jvenes en Cuba seguan

    tratando con tanto recelo la figura del bardo camageyano, sobre todo cuando se sabe que su obra da

    fe de uno de los ejercicios de mayor versatilidad y experimentacin potica del canon literario cubano.

    Su conclusin, con la que estuve plenamente de acuerdo, era que el rechazo se produca de manera

    tcita. Guilln estaba condenado de antemano simplemente por ser un poeta del canon y an ms, por

    ser nuestro Poeta Nacional, es decir, tanto por ser un poeta inscrito en la retoricidad como por

    enmarcarse dentro de una retrica de la Patria. Lo sorprendente aqu es que ni siquiera ese acto del

    nombramiento oficioso resulte relevante como duda, como motivo para la indagacin.

    Nuevamente puedo ripostar con el efecto contrario, esta vez en el entorno de lo que sucede hoy

    con el teatro cubano, una nueva generacin de dramaturgos y teatrlogos que en los ltimos cinco

    aos han logrado fraguar un peculiar movimiento que ellos llaman Tubo de Ensayo. Gracias a los

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  • empeos de jvenes autores y especialistas como Rogelio Orizondo, Yerandi Fleites, Fabin Surez,

    Agnieska Hernndez, William Ruiz o Yohayna Hernndez, la creacin teatral joven en Cuba ha

    comenzado a pensar en las estrategias y los modos de situarse de manera grupal, colectiva, en el mapa

    de la institucionalidad, pero tambin como garantes de un dilogo, por complicado que sea, entre

    conflictos heredados y conflictos nuevos para la escena teatral de la Isla. Es precisamente ese sentido

    del participar el que echo de menos en nuestros narradores, tambin, por qu no, entre nuestros

    poetas, incluso sin el epteto de jvenes.

    La literatura cubana contempornea, como Edipo, ha asesinado a sus padres lentamente, ha

    borrado la huella de su paternidad y quizs conocedora del destino incierto de la Escritura, ha querido

    silenciar sus orgenes. Quizs, como el viejo rey de Tebas, tenga que sacarse los ojos para poder

    contemplar definitivamente la magnitud de su cuchillada y en ella el porqu de un mundo por su culpa

    castigado. O quizs no, quizs el desajuste que dibuja frente al mapa que intenta contener nuestro

    horizonte socioesttico solo sea el primer sntoma de una nueva experiencia, de un estado de vrtigo

    singular en el que todava no estamos preparados para contemplarnos.

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