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Antropología Teológica Otilio Herrera Castillo, José María, “Iglesia y Derechos Humanos” en Anales de la cátedra Francisco Suárez, vol. 41, Granada, 2007, pp. 75-87. Disponible en: http://revistaseug.ugr.es/index.php/acfs/article/view/862/98 8 En una dura crítica a los compromisos que falta por asumir a la Iglesia como institución y al Vaticano como Estado miembro de la ONU, el autor sostiene que la Iglesia católica queda debiendo mucho en materia de derechos humanos y veladamente dice que esto afecta a su credibilidad. Aunque aclara al principio del artículo que no es posible abordar todos los temas en materia con profundidad, el autor es puntual en su análisis de tres aspectos principalmente. A través de ellos, establecidos como paradigma para poder mirar el conjunto de los problemas que no se tratan en el texto, la crítica a la insitución eclesiástica, a la que califica de “monarquía absoluta” es incisiva, pero fundamentada en extractos del CIC sobre todo, así como de algunos documentos del Magisterio de la iglesia. Aborda en primer término a la Santa Sede, con el Papa a la cabeza, como un agente ambivalente en materia de Derechos Humanos. Muchos discursos, pero poco compromiso y menos aún denuncia decidida. Tres frases lo muestran así: 1) “La Santa Sede ha suscrito solamente 10” de los 103 convenios internacionales en DH. 2) “Los medios de comunicación nos han mostrado al Papa dando la comunión a dictadores” y 3)

Castillo: derechos humanos

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Una crítica a la participación de la Iglesia en los derechos humanos. Especialmente dura con la Santa Sede.

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Antropologa Teolgica Otilio HerreraCastillo, Jos Mara, Iglesia y Derechos Humanos en Anales de la ctedra Francisco Surez, vol. 41, Granada, 2007, pp. 75-87. Disponible en: http://revistaseug.ugr.es/index.php/acfs/article/view/862/988 En una dura crtica a los compromisos que falta por asumir a la Iglesia como institucin y al Vaticano como Estado miembro de la ONU, el autor sostiene que la Iglesia catlica queda debiendo mucho en materia de derechos humanos y veladamente dice que esto afecta a su credibilidad. Aunque aclara al principio del artculo que no es posible abordar todos los temas en materia con profundidad, el autor es puntual en su anlisis de tres aspectos principalmente. A travs de ellos, establecidos como paradigma para poder mirar el conjunto de los problemas que no se tratan en el texto, la crtica a la insitucin eclesistica, a la que califica de monarqua absoluta es incisiva, pero fundamentada en extractos del CIC sobre todo, as como de algunos documentos del Magisterio de la iglesia. Aborda en primer trmino a la Santa Sede, con el Papa a la cabeza, como un agente ambivalente en materia de Derechos Humanos. Muchos discursos, pero poco compromiso y menos an denuncia decidida. Tres frases lo muestran as: 1) La Santa Sede ha suscrito solamente 10 de los 103 convenios internacionales en DH. 2) Los medios de comunicacin nos han mostrado al Papa dando la comunin a dictadores y 3) El Papa ha visitado varias veces Estados Unidos y [] nunca ha dicho lo que tendra que decir. En cuanto a la organizacin ad intra en la Iglesia, el autor sostiene que no existe un compromiso prctico para hacer valer los Derechos Humanos porque la misma estructura lo impide. Utiliza fragmentos del CIC para sostener su argumento y muestra a la Iglesia como una monarqua absoluta, haciendo una sutil referencia al s. XVIII, cuando la primera declaracin nacida de la Revolucin Francesa hizo su aparicin en 1789. Ante tal organizacin, cualquier miembro de la Iglesia se tiene que sentir en una situacin de indefensin total, dir el autor. Quiz exagera con se tiene que sentir, pero es un recurso redaccional que busca despertar en el lector un dejo de indignacin y preocupacin. La crtica ms dura aparece en la frase cuando los derechos fundamentales de las personas no estn debidamente asegurados y protegidos, las relaciones humanas se enrarecen. Tal vez convendra preguntarse verdaderamente dnde estn esos DH debidamente asegurados y protegidos en nuestros das.Finalmente, en la visin del autor se trata de un problema mucho ms profundo que firmar un acuerdo, cambiar una legislacin vigente o endurecer los discursos del Papa. En la Iglesia, se anteponen dogmas, normas o ritos a la vida de las personas, a los derechos de las personas, a la felicidad de las personas En esta frase, est la tesis de todo el argumento, la denuncia ms cruda y apenas asoma la raz de esta situacin. La pregunta que deja en el aire es, por supuesto, cmo se relaciona esta organizacin que llamamos Iglesia con la forma de vida de Jesucristo? Justamente por esta pregunta, en el aire, se habla veladamente de la credibilidad de la Iglesia, o ms bien, la crisis que sta atraviesa. Con sutileza muestra la hipocresa de quienes, amparados en un autonombrado seguimiento de Cristo, juzgan a los dems y pierden as el camino de la verdad. Aunque no lo escribe, se puede ver entre lneas que la pregunta dirigida a estos lderes religiosos es simple y llana, dura incluso: ustedes, a quin siguen?Si aplicamos la pregunta a nuestras pequeas comunidades, a las capillas y parroquias donde desempeamos un servicio, queda de manifiesto un simple y claro principio: el evangelio se encarna o no. En el respeto a las personas con quienes compartimos el camino, en la bsqueda comn de una felicidad autntica, basada en la construccin de un mundo ms justo, ms humano, est encarnado el evangelio. Cuando importan ms las formas y las normas que la historia personal de cada miembro de la comunidad que se acerca a nosotros, es ms fcil que esa persona no vuelva porque no encuentra aquello que est buscando. Si nosotros hiciramos posible esa experiencia de encuentro en un rostro humano, con manos fraternas y palabras clidas, no habra necesidad de decirles que vivimos el evangelio, ellos mismos lo sabran en su corazn.