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¿Hay aquí un problema? Gisella Catanzaro Cuando un vago malestar o una queja cuchicheada sin mayor convencimiento en los pasillos pasa a ser motivo de una meditación, algo de su autoevidencia como destino fatídico más o menos estoicamente soportado puede quedar suspendido. La producción de esa suspensión inicia lo que generosamente podríamos denominar el moderno movimiento de la crítica. Un movimiento en el cual el gesto demoledor iba generalmente acompañado por algún tipo de re-totalización orientada a comprender ese fragmento aislado como un elemento significativo de una trama. Nada nuevo para las ciencias sociales que, teóricamente, aún hoy conciben a esa desnaturalización (aunque no tanto a la re-totalización) como su “raison d’être”. Nada nuevo tampoco si recordamos que algo de la suerte de esa interrupción del mundo de las evidencias cotidianas se juega en la forma en que ese movimiento desnaturalizador se realice. Una de esas formas podría ser la denuncia. Si la denuncia es, por una parte, capaz de dar la voz de alarma, manifiesta a menudo la voluntad de ocupar el lugar de la cosa, a la cual generalmente desprecia. Menos pretenciosa que la denuncia, la reivindicación anuncia de antemano que ella busca soluciones y no problemas. Y así, si en la denuncia el espacio para la producción de una cuestión como problemática tiende a cerrarse en el mismo movimiento en que se abre, la reivindicación trata al problema horizontalmente, “se corre” del espacio que puede reconocer como relevante para otros. Cuando la crítica vuelve sobre sí misma para poner en juego sus propios procedimientos críticos puede, por el contrario, volver vulnerable su posición, problematizarla; sobre todo si reconoce que ese objeto que va a cuestionar merece –ante todo– su respeto: él señala una cuestión en la que de algún modo está comprometida su propia existencia como modo singular de la práctica. Pero que esa potencialidad no sea inmediatamente identificable con un criticismo garantizado es tal vez el más relevante y dramático descubrimiento de nuestro presente. Un presente en el cual la autorreferencialidad del pensamiento no sólo ha dejado de ser sinónimo de criticismo en el sentido de volver problemático al pensamiento y al mundo sino que tiende a identificarse, más bien, con su opuesto: la desproblematización del mundo y de su propia práctica. Si “endogamia”, “autorreferencialidad”, “formalismo”, “obnubilación por el propio ombligo”... pueblan las intervenciones suscitadas por la “cuestión referato”, tal vez resulte ineludible reconocer que al plantearla entramos en esta sinuosa zona de riesgo. Una zona en la cual la resistencia al vértigo del infinito juego de espejos que se abre con la crítica de la crítica de los procedimientos críticos de la universidad, podría ser –al mismo tiempo– la condición para mandar al referato y, más urgentemente tal vez, la cuestión de la autorreferencialidad misma, “a examen”. Y si ese riesgo tuviera al menos algo que ver con aquel clásico debate entre distanciamiento y compromiso en el que se buscaba indagar las posibilidades críticas del pensamiento, pensar la cuestión del referato podría ser la ocasión para abrir –de forma paradojal pero no por ello necesariamente improductiva– un problema en la comunidad académica por el cual la identidad misma de esa comunidad deviniera problemática en sus relaciones internas, así como también en su relación con la sociedad. La sospecha de que lo que se juega en el referato es más que el referato parecería constituir, si no una garantía, sí una condición inicial de aquella problematización. A partir de allí es posible producir un primer desdoblamiento donde el examen del procedimiento de evaluación por pares de los trabajos a ser publicados involucra el cuestionamiento de la ponderación de ese “modo de la crítica” en la evaluación de los antecedentes de los docentes-investigadores. Ese desplazamiento permitiría señalar la responsabilidad institucional en la promoción de un determinado régimen de evaluación que hace abstracción de la inferioridad de condiciones en que se encuentran los cientistas sociales para participar en él y que, por lo tanto, los coloca en una posición poco

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  • Hay aqu un problema?

    Gisella Catanzaro

    Cuando un vago malestar o una queja cuchicheada sin mayor convencimiento en los pasillos pasa a ser motivo de una meditacin, algo de su autoevidencia como destino fatdico ms o menos estoicamente soportado puede quedar suspendido. La produccin de esa suspensin inicia lo que generosamente podramos denominar el moderno movimiento de la crtica. Un movimiento en el cual el gesto demoledor iba generalmente acompaado por algn tipo de re-totalizacin orientada a comprender ese fragmento aislado como un elemento significativo de una trama. Nada nuevo para las ciencias sociales que, tericamente, an hoy conciben a esa desnaturalizacin (aunque no tanto a la re-totalizacin) como su raison dtre. Nada nuevo tampoco si recordamos que algo de la suerte de esa interrupcin del mundo de las evidencias cotidianas se juega en la forma en que ese movimiento desnaturalizador se realice.

    Una de esas formas podra ser la denuncia. Si la denuncia es, por una parte, capaz de dar la voz de alarma, manifiesta a menudo la voluntad de ocupar el lugar de la cosa, a la cual generalmente desprecia. Menos pretenciosa que la denuncia, la reivindicacin anuncia de antemano que ella busca soluciones y no problemas. Y as, si en la denuncia el espacio para la produccin de una cuestin como problemtica tiende a cerrarse en el mismo movimiento en que se abre, la reivindicacin trata al problema horizontalmente, se corre del espacio que puede reconocer como relevante para otros. Cuando la crtica vuelve sobre s misma para poner en juego sus propios procedimientos crticos puede, por el contrario, volver vulnerable su posicin, problematizarla; sobre todo si reconoce que ese objeto que va a cuestionar merece ante todo su respeto: l seala una cuestin en la que de algn modo est comprometida su propia existencia como modo singular de la prctica. Pero que esa potencialidad no sea inmediatamente identificable con un criticismo garantizado es tal vez el ms relevante y dramtico descubrimiento de nuestro presente. Un presente en el cual la autorreferencialidad del pensamiento no slo ha dejado de ser sinnimo de criticismo en el sentido de volver problemtico al pensamiento y al mundo sino que tiende a identificarse, ms bien, con su opuesto: la desproblematizacin del mundo y de su propia prctica.

    Si endogamia, autorreferencialidad, formalismo, obnubilacin por el propio ombligo... pueblan las intervenciones suscitadas por la cuestin referato, tal vez resulte ineludible reconocer que al plantearla entramos en esta sinuosa zona de riesgo. Una zona en la cual la resistencia al vrtigo del infinito juego de espejos que se abre con la crtica de la crtica de los procedimientos crticos de la universidad, podra ser al mismo tiempo la condicin para mandar al referato y, ms urgentemente tal vez, la cuestin de la autorreferencialidad misma, a examen. Y si ese riesgo tuviera al menos algo que ver con aquel clsico debate entre distanciamiento y compromiso en el que se buscaba indagar las posibilidades crticas del pensamiento, pensar la cuestin del referato podra ser la ocasin para abrir de forma paradojal pero no por ello necesariamente improductiva un problema en la comunidad acadmica por el cual la identidad misma de esa comunidad deviniera problemtica en sus relaciones internas, as como tambin en su relacin con la sociedad. La sospecha de que lo que se juega en el referato es ms que el referato parecera constituir, si no una garanta, s una condicin inicial de aquella problematizacin. A partir de all es posible producir un primer desdoblamiento donde el examen del procedimiento de evaluacin por pares de los trabajos a ser publicados involucra el cuestionamiento de la ponderacin de ese modo de la crtica en la evaluacin de los antecedentes de los docentes-investigadores. Ese desplazamiento permitira sealar la responsabilidad institucional en la promocin de un determinado rgimen de evaluacin que hace abstraccin de la inferioridad de condiciones en que se encuentran los cientistas sociales para participar en l y que, por lo tanto, los coloca en una posicin poco

  • competitiva para acceder al sistema de premios previstos para los que sean capaces de cumplir sus requerimientos en tiempo y forma.

    Ahora bien, si sostenemos que la singularidad de las condiciones de produccin del pensamiento social (argentino) no se agota necesariamente en la desigual distribucin de recursos y su escasez sino que implica cosas tales como temporalidades, modos del intercambio y tradiciones editoriales propias, el problema del referato abre un nuevo nivel de problemas donde habr que considerar, tambin, el modo en que la forma del examen determina sus contenidos y no ya nicamente las desiguales condiciones de acceso a la forma vlida y/o las desviaciones locales en su aplicacin. Pero entonces el problema sustantivo residir en que lo que se juega en la adopcin de un tiempo y una forma de evaluacin del pensamiento universalmente vlidos (en el doble sentido de aplicable a todas las disciplinas del conocimiento y en cualquier parte del mundo) pasa a ser la sustancia misma de ese pensamiento, y no sus modos pretendidamente posteriores de circulacin y publicacin.

    Si puesto que no tienen valor equivalencial en el presupuesto curricular, ya no hay tiempo para escribir libros, tampoco lo habr para pensar lo que tal vez slo el espacio de suspensin que a veces crean los libros podra permitir pensar. Pero entonces, urgida por los tiempos de ese tipo de evaluacin de la productividad, lo que la prctica intelectual pierde es nada menos que su capacidad potencial para entrar en conflicto con el tiempo natural de la vida cotidiana, en lo cual le va al menos una parte de su potencialidad crtica; la parte en la que su distanciamiento encarna la forma de un compromiso con y contra la realidad.

    Una (tal vez slo aparente) paradoja que surge de esta cuestin es que, preocupada por garantizar la calidad de los productos que le destinar a la sociedad, la universidad termina parecindose demasiado a esa sociedad en la cual piensa pero tambin a la cual debera aportar prcticas y elementos crticos. Ms paradjico an es que para hacerlo entre en un mecanismo autorreferencial y endogmico donde los nicos juicios vlidos sean los de los expertos. La problemtica figura del intelectual distanciado puede resolverse entonces en la prctica del especialista que coloniza objetos de estudio y es tanto ms venerado cuanto mejor garantice la inaccesibilidad de su fortaleza. Pero el summun de la paradoja es que tambin en esto la universidad se parece demasiado a esa sociedad parcelada en que la administracin y el discurso tcnico pretendieron reemplazar a la poltica. Lo devaluado en este caso es la coexistencia conflictiva de modelos tericos y metodolgicos en un mismo presente, conflictividad que o bien resulta homogeneizada por los criterios de una crtica de las formas lo cual por supuesto supone ya todo un posicionamiento terico sobre la definicin del pensamiento y de la crtica o bien se espacializa como diferencias multiplicadas al infinito que circunscriben dominios incomunicados entre s e internamente ms o menos autorreproductivos. La unidad formal (de contenidos conformados que no es ninguna mera unidad) y la pluralista multiplicidad de diferencias incomunicadas podran comprenderse entonces como dos efectos posibles que tal vez no sean tan irreconciliables como parecen de aquella determinacin de los tiempos y las formas del pensamiento.

    Es posible eludir la sensacin de que para plantear la cuestin del referato en este nivel resulta casi ineludible apelar a los temas clsicos de las ciencias sociales, desde su disputa metodolgica es decir, sobre los modos de produccin con las ciencias exactas, hasta a escala civilizatoria el problema de la racionalidad instrumental? Si esta asociacin no resultara del todo disparatada, podra estar no nicamente indicando la actualidad de aquellos debates (arrumbados en un rincn por el mandato aggiornamentista), sino tambin cuestionando la idea de que el anlisis de los procedimientos universitarios supone, necesariamente, la desatencin de los grandes problemas del pensamiento social.

    Por otra parte, si algo de la imagen de un mundo en que los medios se han transformado en sus propios fines puede resonar en un problema aparentemente minsculo como el del referato, tal vez sea una ocasin para sospechar de su insignificancia como problema del presente; como problema tambin nuestro; problematizador de nuestras prcticas, y no mero objeto-problema, tema de estudio o curiosidad terica. Pero entonces no implicara un cambio de escala demasiado grande

  • pretender que ese problema se circunscriba al nivel de una poltica institucional de la que los docentes-investigadores en ciencias sociales seran vctimas propiciatorias?

    Recurriendo a la figura de las puntas y los ovillos que alguien utiliz para plantear la cuestin: la crtica del modelo de evaluacin implicado en la lgica del referato, no podra desenrollarse tambin hacia una problematizacin de las formas de produccin del conocimiento (incluida la circulacin y la evaluacin) que tambin como docentes y alumnos practicamos en nuestra Facultad? Nada de lo antedicho sugerira que la evaluacin como tal deba ser impugnada o descartada en tanto falso problema del que sera posible prescindir. Al contrario, si merece la crtica es porque plantea un problema real de nuestra vida universitaria frente al cual de hecho tomamos posicin como evaluados y evaluadores; como participantes de una relacin social que podr tener como escenas ms o menos evidentes el referato o la instancia del examen final, pero que tiene lugar constantemente en la ms insignificante de las cotidianeidades.

    La idea de que el momento intersubjetivo en que los productos del conocimiento son evaluados es posterior al proceso productivo mismo, ciertamente supone toda una definicin del conocimiento (y de la docencia y el proceso de aprendizaje, tambin). Especficamente, supone una definicin individualista, contemplativa y transparentista segn la cual el investigador (y el docente, y el alumno) primero conocen, en privado, y despus comunican a sus pares (o no) el saber que, como buenos consumidores, supieron adquirir. La medida en que esta (impopular?, poco marketinera?) definicin se aleje de nuestras prcticas actuales como investigadores...y docentes...y alumnos, constituir probablemente un ndice de hasta qu punto podemos considerar el problema suscitado en este caso por el referato como una cuestin puntual y ms o menos ajena a nosotros. Si no es ajena eso no significa que la culpa deba generalizarse bajo el canon cristiano, pero s que el problema nos involucra en tanto problema, que tal vez no tenga respuestas sencillas, y que ese hecho no debera hacer desesperar a una cultura intelectual tan acostumbrada al dilogo y a la confrontacin como al aire que respira... O deberamos dudar de que el debate y la pasin por discutir gocen de tan buena salud en nuestra comunidad acadmica?

    Ms que emprender la impugnacin de un (nada inocente) control de calidad desde la confianza en que nuestra prctica intelectual es normalmente intersubjetiva y crtica, no sera sta una ocasin para problematizarla e intentar recuperar su vitalidad? Si ciertamente creemos que, siendo todas culpables, no todas las definiciones del conocimiento... y de la evaluacin....y de la crtica son iguales, no honraremos mejor la tradicin del debate y la confrontacin proponiendo una discusin en la que estemos comprometidos (es decir, en riesgo), que elaborando declogos de las malas, o inadecuadas, o interesadas en las que estn involucrados los otros?

    Cuando, para dar un ejemplo, la norma de los recorridos propuestos por las materias se parece peligrosamente a un compos en el cual apenas es posible revolotear sobre una pgina de un artculo de un libro para pasar enseguida al siguiente y as sucesivamente, deja de ser tan evidente que el intento de detenerse en el recorrido de una obra o un pensamiento pueda ser desechado como mero vestigio de un enciclopedismo felizmente superado. Pero, inversamente, tampoco es evidente que ese esfuerzo tenga que conducir ineluctablemente a la produccin de expertos en un tema, un autor, una poca, como si fueran poseedores de una suerte de saber csmico, atemporal y deslocalizado que slo rota sobre s mismo.

    Sera difcil dejar de compartir la idea de que al pensamiento social no lo juzga solamente un grupo de expertos sino que tambin lo juzga la opinin. Pero para que esto suceda la universidad tiene que manifestar su voluntad de intervenir en los debates pblicos; y no necesariamente desde la lgica de la opinin (o sea, reduplicando la imagen que la sociedad tiene de s misma al reconocerse plenamente en ella). Sin embargo, y para aludir slo a un tema reciente, hubo acaso una intervencin pblica de la Facultad a propsito de la cuestin de la ESMA cuando, como para no dejar lugar a la retirada, ya contbamos con toda una produccin sobre la problemtica de la memoria antes de que se produjera ese acontecimiento; una produccin que hubiera servido, al menos, para enmarcarlo, empezar a abordarlo, o como quiera decirse?

  • Sospecho que en ausencias tales como esa tambin tuvo una cuota de responsabilidad la generacin a la que pertenezco y que, en la ocasin, se hallaba demasiado ocupada llenando formularios, adaptando el formato de las notas a pie de pgina, trabajando en sus propios proyectos de investigacin, o dando clases (que a menudo no slo no cuentan con el reconocimiento del salario, sino que a veces incluso carecen del reconocimiento del nombre). Tal vez hasta estbamos intentando formarnos. Cuestiones todas que no necesariamente tienen el mismo grado de productividad para el desarrollo de un pensamiento crtico pero que ciertamente forman parte de las prcticas cotidianas actuales de los jvenes investigadores de la Facultad. Cuestiones en las que estbamos demasiado ocupados como para dedicarle parte de nuestro tiempo a esta cuestin, o a la cuestin de los modos en que pensamos y escribimos, etctera. Y est mal que esto sea as? Pedir algo ms no sera un exceso de voluntarismo? A la inversa, podemos esperar a estar formados para tener una voz? Parece no haber una respuesta adecuada a estas cuestiones. Pero precisamente porque no la hay, tal vez nos estemos enfrentando a la experiencia de un problema.

    Complota esta amplificacin del mbito de influencia de la cuestin-referato contra nuestra capacidad para proponer alternativas imaginativas? Probablemente. No sera sta la primera vez en que la expansin indiscriminada de un problema (o de un concepto) coincide con su muerte por hiperinflacin y la consiguiente prdida de su especificidad. Frente a esta legtima objecin sera posible sealar, no obstante, que si esa especificidad se define como un dato inerte del que debe partir toda consideracin, difcilmente arribemos a una respuesta que no estuviera ya contenida en la postulacin misma. Si parte de esa especificidad consiste en que se trata de un mtodo de evaluacin entre pares para la publicacin de los artculos, para ser especfico ser necesario definir si evaluar significa medir la distancia que separa al postulante de un saber preexistente (o del formato legtimo), si significa intervenir en el texto del otro para obligarlo a persistir en el problema que plante, etctera; ser necesario establecer qu es lo que define a un par (y, por consiguiente, a un no-par); ser necesario definir qu es lo que sostiene las diferencias jerrquicas tambin entre las publicaciones.

    Si muchos de los cuestionamientos al mecanismo del referato sealan su carcter abstracto, impersonal, annimo; si sealan el carcter inorgnico de un criterio impuesto desde el exterior, para ser concretos ser necesario generar las alternativas imaginativas en un debate colectivo. Un debate que interrumpa el automatismo de las prcticas autorreproductivas que, a veces bajo las formas de la investigacin y la docencia, amenazan al dilogo y al pensamiento crticos en ciencias sociales. Cmo funcionan hoy el intercambio intelectual y la crtica interna en los grupos de investigacin de nuestra Facultad? Queda algo en la vida de las ctedras adems de parciales para corregir y problemas burocrticos? Sin duda, el problema del referato es un problema singular. A veces es difcil, sin embargo, no ver en ese camino solitario y unidireccional que transita el docente de su casa al aula (bastante despoblado de mediaciones intersubjetivas, por no decir desierto) la sombra del investigador que recorrer el mismo camino pero para enfrentarse esta vez con las murallas del castillo del referee, invisible e inalcanzable propietario de LA crtica.