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1 CORPUS PAOLINO CCRR-UESD ON LINE Prof. Dr. José Miguel García UNIDAD DIDÁCTICA I: CRONOLOGÍA PAULINA En las cartas paulinas y los Hechos de los Apóstoles no tenemos ninguna fecha precisa respecto a estancias y viajes de Pablo 1 . Por este motivo, los estudiosos discuten entre respecto a la cronología paulina. No obstante, en estos escritos neotestamentarios tenemos algunas referencias a personas o sucesos históricos que nos permiten reconstruir a grandes trazos la cronología paulina. 1. Sucesos o personas de la historia general a) Galión procónsul de Acaya Pablo había llegado a Corinto desde Atenas (predicación en el areópago: Hch 17,16-34). A su llegada, según Lucas, se encontró con Aquila y Priscila, que habían llegado hacía poco desde Italia a causa de la expulsión de los judíos de Roma, ordenada por Claudio (noticia que estudiaremos más adelante). Durante un cierto tiempo indeterminado, Pablo trabaja con ellos (fabricantes de tiendas de campaña). Durante ese tiempo, aprovecha los sábados para predicar y discutir en la sinagoga con los judíos. A partir de la llegada de Silas y Timoteo se dedica plenamente a la predicación entre los judíos. Ante la hostilidad (¿ultrajes/blasfemias?), deja la sinagoga y se establece en casa de Tito Justo (prosélito), que está contigua a la sinagoga; por tanto, de fácil acceso a los judíos. De hecho, el responsable de la sinagoga, Crispo, acogió la fe cristiana con toda su casa; y ciertamente no fue el único según Hch 18,8. Lucas resume su actividad en Corinto señalando que predicó allí durante un año y seis meses (v.11). Inmediatamente después nos da la siguiente información: “Siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron contra Pablo y lo trajeron ante su tribunal” (Hch 18,12). ¿Quién es Galión? Lucio Junio Anneo Galión, hermano del famoso filósofo Séneca, nació en Córdoba. Séneca lo describe como persona buena, sereno y afable con todos. Bajo el emperador Tiberio se trasladó a Roma, donde trabajo en la administración 1 Las referencias autobiográficas se hallan en: Gál 1-2; Flp 3,4-6 (cf 2Cor 1,22); 1Cor 15,8-9. Otras referencias en boca de Pablo ofrecidas por Lucas son: Hch 18,3; 21,39; 22,3s; 25,10-12; 26,4;

CCRR-UESD ON LINE Prof. Dr. José Miguel García UNIDAD ... · Otro historiador romano posterior, Dión Casio, en su Historia Romana, ofrece una noticia posiblemente relacionada con

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CORPUS PAOLINO CCRR-UESD ON LINE

Prof. Dr. José Miguel García

UNIDAD DIDÁCTICA I: CRONOLOGÍA PAULINA

En las cartas paulinas y los Hechos de los Apóstoles no tenemos ninguna fecha

precisa respecto a estancias y viajes de Pablo1. Por este motivo, los estudiosos discuten

entre sí respecto a la cronología paulina. No obstante, en estos escritos

neotestamentarios tenemos algunas referencias a personas o sucesos históricos que nos

permiten reconstruir a grandes trazos la cronología paulina.

1. Sucesos o personas de la historia general

a) Galión procónsul de Acaya

Pablo había llegado a Corinto desde Atenas (predicación en el areópago: Hch

17,16-34). A su llegada, según Lucas, se encontró con Aquila y Priscila, que habían

llegado hacía poco desde Italia a causa de la expulsión de los judíos de Roma, ordenada

por Claudio (noticia que estudiaremos más adelante). Durante un cierto tiempo

indeterminado, Pablo trabaja con ellos (fabricantes de tiendas de campaña). Durante ese

tiempo, aprovecha los sábados para predicar y discutir en la sinagoga con los judíos. A

partir de la llegada de Silas y Timoteo se dedica plenamente a la predicación entre los

judíos. Ante la hostilidad (¿ultrajes/blasfemias?), deja la sinagoga y se establece en casa

de Tito Justo (prosélito), que está contigua a la sinagoga; por tanto, de fácil acceso a los

judíos. De hecho, el responsable de la sinagoga, Crispo, acogió la fe cristiana con toda

su casa; y ciertamente no fue el único según Hch 18,8. Lucas resume su actividad en

Corinto señalando que predicó allí durante un año y seis meses (v.11). Inmediatamente

después nos da la siguiente información: “Siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos

se levantaron contra Pablo y lo trajeron ante su tribunal” (Hch 18,12).

¿Quién es Galión? Lucio Junio Anneo Galión, hermano del famoso filósofo

Séneca, nació en Córdoba. Séneca lo describe como persona buena, sereno y afable con

todos. Bajo el emperador Tiberio se trasladó a Roma, donde trabajo en la administración 1 Las referencias autobiográficas se hallan en: Gál 1-2; Flp 3,4-6 (cf 2Cor 1,22); 1Cor 15,8-9. Otras referencias en boca de Pablo ofrecidas por Lucas son: Hch 18,3; 21,39; 22,3s; 25,10-12; 26,4;

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imperial. Fue amigo íntimo de Claudio y llegó a ser procónsul de la provincia de Acaya.

Su mandato, según Séneca, no lo terminó a causa de unas fiebres, que le obligaron a

volver a Roma (Epist 104,1). Cayó en desgracia después del suicidio de su hermano, y

aunque no se sabe con certeza qué ocurrió con su vida, se suele situar su muerte hacia el

año 66. Suele admitirse que se suicidó.

¿Cuándo fue procónsul de Acaya? En Delfos, Grecia, se ha encontrado una

inscripción que reproduce una carta del emperador Claudio. Se trata de una respuesta

del emperador, posiblemente dirigida a los ciudadanos, a una cuestión planteada por

Galión sobre los problemas demográficos de la ciudad-santuario de Delfos. He aquí el

texto de esta inscripción:

“Tiberio Claudio Cesar Augusto Germánico, en la décimo segunda

potestad de tribuno, aclamado emperador 26 veces, padre de la patria… Hace

ya mucho tiempo que he mostrado mi simpatía hacia la ciudad de Delfos,

incluso he procurado su prosperidad, y he protegido siempre el culto de Apolo

(Pítico). Mas como ahora se oye decir que está siendo abandonada hasta por

sus ciudadanos, tal y como recientemente me ha referido L. Junio Galión, mi

amigo y procónsul… con el deseo de que Delfos conserve incólume su prístina

belleza, os ordeno llamar de otras ciudades a Delfos a hombres libres como

nuevos habitantes y de asignarles a ellos y sus descendientes todos los

derechos y privilegios que tienen los de Delfos como ciudadanos”.

Dado que se menciona la vigésima sexta aclamación imperial, si logramos

fecharla podremos saber cuándo fue Galión procónsul de Acaya. Las aclamaciones eran

ovaciones públicas rituales que festejaban el triunfo de un emperador después de una

campaña militar o después de un suceso muy significativo. De la vigésima sexta

aclamación no tenemos un texto que la feche con precisión; pero sabemos con precisión

la vigésimo séptima: tuvo lugar el 1 agosto del año 522. Por otra parte, en la inscripción

también se dice que era el décimo segundo año del mandato del emperador Claudio, y

dado que su primer año fue del 25 enero 41 al 24 enero 42, hemos de fechar el décimo

segundo año de su mandato del 25 enero 52 al 24 enero 53. Por tanto, la vigésima sexta

aclamación debió ocurrir entre el 25 enero 52 y el 1 agosto 52. Como generalmente no

2 Frontino, Los Acueductos de Roma 13, afirma que dos acueductos fueron terminados por Claudio “durante el consulado de Sila y Tiziano el 1 de agosto del 803 de Roma”. Y en la inscripción del acueducto se lee: “Tiberio Claudio, hijo de Druso César Augusto Germánico, pontífice máximo, el duodécimo año de su poder de tribuno, cónsul por quinta vez, aclamado emperador por la 27 vez, padre de la patria”.

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se hacía la guerra durante el invierno, sino desde finales de marzo hasta comienzos de

noviembre, la vigésima sexta aclamación probablemente debió tener lugar entre el mes

de abril y julio del 52. La carta, por tanto, fue enviada entre los meses de abril-julio del

52.

En ella se nombra a L. Junio Galión como procónsul de la provincia de Acaya. El

encargo de procónsul duraba un año. Bajo el gobierno de Tiberio los procónsules debían

viajar durante el mes de junio para comenzar su gobierno en julio. Claudio, sin

embargo, dio la orden de que el viaje lo hicieran en abril, para tomar contacto cuanto

antes. Pero dado que la navegación no era muy segura todavía en ese periodo del año,

esta ordenanza no se tomó en serio; por lo que el emperador se limitó a exigir que

salieran a la mitad del mes de abril de Roma, sin exigirles su llegada al destino cuanto

antes3. En realidad, se siguió haciéndose más o menos como en la época de Tiberio. Por

ello, se suele considerar que el año proconsular se desarrollaba desde el comienzo de

julio hasta el final de junio del año siguiente. La cuestión que plantea Galión a Claudio

seguramente no fue sólo llegar a su destino. Es lógico suponer que necesitó un cierto

tiempo desde su llegada para conocer las necesidades de su territorio y plantear al

emperador los problemas a los que tenía que hacer frente. Por eso, podemos fechar la

presencia de Galión en Corinto, capital de la provincia de Acaya, desde el 1 de julio del

51 al 30 de junio del 52.

Podría ser que hubiera vuelto antes a Roma por motivos de salud, como dice

Séneca en Epist 104,1. En este caso, el encuentro con Pablo hay que situarlo en el año

51. Muy probablemente los judíos aprovecharon el cambio de proconsulado para

intentar acabar con Pablo, esperando del recién llegado una disponibilidad a conquistar

el aprecio de la población. Por ello, hay un consenso entre los estudiosos al situar la

llegada de Pablo a Corinto durante el año 50; fecha importante para hacer los cálculos

de otros acontecimientos de los orígenes del cristianismo y de la cronología paulina. Si

Pablo dejó Corinto después del encuentro con Galión para ir a Siria (Lucas señala que

se quedó todavía allí muchos días), debemos suponer que el viaje en barco lo realizó

antes que se cerrará el mar (mare clausum) a mediados de septiembre. Ahora bien, si

Pablo deja Corinto antes de mediados de septiembre del 51, dado que su estancia duró

18 meses, podemos deducir que llegó a dicha ciudad en la primavera del 50.

3 La navegación más segura era del 27 de mayo al 14 de septiembre; pero se desaconsejaba hacerlo desde el 11 de noviembre al 10 de marzo.

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Lucas concluye el relato con estas palabras: “Pablo, habiendo permanecido allí

bastantes días aún, despidiéndose de los hermanos, se embarbó para Siria, y con él

Priscila y Aquila” (v.18).

b) En el mismo pasaje se nos ofrece otra referencia histórica importante: la

expulsión de los judíos de Roma por mandato de Claudio. En Hch 18,2 leemos:

“Habiendo hallado a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién llegado de Italia

con Priscila, su mujer, porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran

expulsados de Roma…” Este suceso aparece en la vida de Claudio de C. Tranquillo

Suetonio del siguiente modo: “Expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos

continuamente a instigación de Cresto” (Divus Claudius 25,4). En esta noticia no es

claro si la expulsión es de todos los judíos o solamente aquellos que ocasionaban los

tumultos. Según Lucas, fueron todos. Pero la presencia del adjetivo no es muy

concluyente, pues lo usa con mucha frecuencia (171 veces en Hch) y no pocas veces es

redundante. En cualquier caso, Suetonio indica como causa principal de los tumultos un

tal Cresto. Los estudiosos están de acuerdo en identificarlo con Cristo, que al parecer

Suetonio lo cree presente en la ciudad. Por otra parte, dado que no se podía expulsar a

los ciudadanos romanos, hemos de suponer que fueron expulsados aquellos judíos que

no tenían la ciudadanía romana y en concreto los adeptos a Cresto; o sea,

principalmente los misioneros cristianos y sus secuaces. Aquila y Priscila, por tanto, son

ya cristianos cuando encuentran a Pablo en Corinto. De hecho, Hch no hace ninguna

alusión a su bautismo y adhesión al cristianismo.

Otro historiador romano posterior, Dión Casio, en su Historia Romana, ofrece una

noticia posiblemente relacionada con ésta de Suetonio, que dice así: “En cuanto a los

judíos, los cuales se habían vuelto a multiplicar en tan gran número que, por motivo de

su multitud, a duras penas se les podía echar de la ciudad sin provocar un tumulto, él (=

Claudio) no les expulsó, pero les ordenó que no celebraran reuniones aunque podían

continuar con su tradicional estilo de vida. Disolvió también las asociaciones

restablecidas por Cayo (Calígula)” (60,6,6). En ella no se habla de expulsión, sino de

prohibición imperial de realizar reuniones, y se ordena disolver las asociaciones judías.

Dión Casio sitúa este edicto en el año 41. Si Dión Casio se refiere al mismo hecho que

Suetonio había que situar la llegada de Aquila y Priscila a Corinto en ese año o el

siguiente. Una fecha que no armoniza con la que hemos deducido del gobierno de

Galión. Sin embargo, varios estudiosos consideran probable que las noticias se refieren

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a procedimientos diferentes. Quizá hubo un primer aviso a los judíos (Dión Casio) y

luego la expulsión definitiva (Suetonio). Esta segunda decisión de Claudio habría que

colocarla en la segunda mitad de su gobierno (41-54), posibilitando así que Aquila y

Priscila llegaran a Corinto a finales de la década de los 40.

Un historiador cristiano del siglo V, Pablo Orosio, en su obra Historiae advrsus

paganos coloca la expulsión de los judíos en el año noveno del gobierno de Claudio:

“El año noveno de su reinado, Josefo recuerda que los judíos fueron expulsados de

Roma por Claudio. Sin embargo, Suetonio habla también sorprendentemente así:

"Expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos continuamente a instigación

de Cresto", porque no sabía del todo si Claudio había ordenado castigar y oprimir a los

judíos que se levantaban contra Cristo o más bien si ha querido expulsar también a los

cristianos, en tanto que individuos de una religión emparentada” (7,6,15-16). La fecha

ofrecida por Pablo Orosio va del 25 de enero del 49 al 24 de enero del 50. Perfecta

coincidencia con la fecha asignada a la llegada de Pablo a Corinto que hemos deducido

de la noticia de Galión. Pero hay un gran problema: aunque Pablo Orosio atribuye la

información a Flavio Josefo, tal noticia no se encuentra en las obras de Josefo. ¿Dónde

conoció la fecha de la expulsión? ¿No puede ser algo inventado por él mismo?

c) Otra referencia que puede ser útil para la cronología paulina es la prisión de

Pablo en Cesarea Marítima después de su tercer viaje. En ese tiempo Antonio Félix es

prefecto de Judea, como señala explícitamente la noticia lucana por medio de la carta

que envía el tribuno Lisias al prefecto: “Claudio Lisias al egregio procurador Félix,

salud…” (23,26; cf. también 24,4). Su gobierno termina durante la prisión de Pablo,

según Hch 24,27: “Cumplido un bienio, Félix recibió por sucesor a Porcio Festo; y

deseando con este favor hecho a los judíos asegurarse su benevolencia, Félix dejó a

Pablo en prisión”. Si los dos años aluden a todo el gobierno de Félix, con los datos de

los historiadores romanos, se podría indicar como fechas de su prefectura del 53 al 55.

En este caso, Pablo se presentó ante el tribunal de Porcio Festo en la primera mitad del

año 55 y transferido a Roma en el 56, y no en el 60, como la mayoría de los autores

afirman. No obstante, muchos estudiosos refieren el bienio a la prisión de Pablo, en

cuyo caso la administración de Félix en Judea puede haber sido más larga; se suele

señalar los años que van del 52/53 al 58/59.

En realidad, la noticia de Lucas sobre el bienio difícilmente puede referirse a la

prefectura de Félix, pues no manifiesta ningún interés en indicar la duración de los

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gobiernos romanos y sí la prisión de Pablo (cf. 24,27; 28,30). Por último, tenemos una

referencia indirecta en el discurso de Pablo ante Félix que exige un mandato más largo

de dos años: “Sabiendo que de muchos años a esta parte eres juez de esta nación…”

(24,10). Difícilmente Pablo se hubiera expresado así si el gobierno de Félix hubiera

durado sólo dos años.

Félix fue depuesto por Nerón, cuyo gobierno va de octubre del 54, pues Claudio

muere el 13 octubre del 54, a junio del 68. Según las investigaciones numismáticas, se

puede afirmar que las últimas monedas atribuidas con seguridad al gobernador Félix son

del primer año de Nerón (54-55). Se ha identificado una nueva emisión en el año quinto

de Nerón (58-59), probablemente coincidiendo con un cambio de procurador (Porcio

Festo). Eusebio señala concretamente el segundo año del gobierno de Nerón como el

momento en el que Félix fue destituido. Ahora bien, se ha podido comprobar que

Eusebio se equivoca en unos cuatro años respecto al gobierno de Nerón; por tanto,

hemos de colocar la destitución de Félix en el sexto año del gobierno de Nerón; o sea en

el año 59-60.

Por todo ello, hemos de deducir que el gobierno de Félix duró desde el año 52/53

al año 58/59. Es más, algunos estudiosos colocan el comienzo de su gobierno en el 49.

En confirmación de este periodo más largo, tenemos una referencia en los Anales de

Tácito (XII,54), cuando hablando de los acontecimientos del año 52, alude a Pallante,

hermano de Félix, del que dice que era gobernador de Judea de hace tiempo4. Pablo,

pues, habría sido arrestado en Jerusalén en el año 56/57, y su prisión en Cesarea dura

hasta el 59.

Hay un grupo de estudiosos que colocan la conversión de Pablo al comienzo de

los años 30 y su detención en Jerusalén a mitad de los años 50. El problema de esta

datación es que resulta imposible colocar el tercer viaje misionero de Pablo, que suele

fecharse entre el 52/53-56/57.

d) Los Hechos aluden brevemente a la huida de Pablo de Damasco como medio

de escapar de las insidias de los judíos de dicha ciudad, que buscaban su muerte:

1La ascensión y dimisión de Antonio Félix está relacionada con la carrera de su hermano Pallas, que llegó a ser uno de los personajes más importantes del gobierno de Claudio, dado que él propició el matrimonio del emperador con Agripina (año 48). Se mantiene con el poder en los primeros años de Nerón; pero cae en desgracia y es envenenado por Nerón en el 62. Antes su hermano fue denunciado por los judíos, si no cae en total desgracia ante la gravedad de los cargos es gracias al poder de su hermano, por tanto, su dimisión debió ocurrir antes de que desaparezca la influencia de su hermano en la casa imperial, muy probablemente hacia el año 59/60.

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“Cuando hubieron transcurrido bastantes días, tramaron los judíos el plan de matarle;

mas llegó a conocimiento de Saulo su plan de asechanzas. Y día y noche vigilaban

especialmente las puertas de la ciudad, con el designio de matarle. Mas tomándole los

discípulos durante la noche, le descolgaron muro abajo en una espuerta” (9,23-25). En

2Cor 11,32-33, el mismo Pablo alude al suceso en estos términos: “En Damasco, el jefe

regional puesto por el rey Aretas tenía distribuidas guardias en la ciudad de los

damascenos con el objeto de prenderme, y por una ventanilla fui descolgado muro abajo

en una espuerta, y escapé de sus manos”. Según Hch, son los cristianos los que le

ayudan a escapar (variante: sus discípulos). Pablo no lo dice explícitamente, pero es

fácil de deducir. No obstante, el Apóstol no aclara por qué lo busca el gobernador para

arrestarle. Si Lucas tiene razón al afirmar que esta decisión fue tomada por las insidias

de los judíos, debemos deducir que éstos poseían una gran capacidad de influencia en la

ciudad (hay estudiosos que estiman una población de 50.000 judíos en Dámasco en esa

época).

La mención al rey Aretas IV permite fechar el episodio de la fuga de Pablo de

Damasco. Ciertamente este suceso ha debido tener lugar antes del 40, pues en ese año

muere este rey5. ¿Pero podemos saber con exactitud en qué año tuvo lugar su huida de

Damasco? Algunos autores señalan que los nabateos se apoderaron de Damasco

después de la muerte del emperador Tiberio (37). Según bastantes autores, durante el

gobierno de Calígula (37-41) el rey Aretas estuvo representado en Damasco por un

etnarca; por ello colocan en este periodo la huida de Pablo. Por añadidura se ha

identificado una emisión de monedas en el año 37. No obstante, existen algunos datos

que no permiten concluir fácilmente la fecha de la huida de Pablo.

Por una parte, la emisión de monedas no está bien atestiguada en esta ciudad, que

tiene muchos periodos en blanco. Por otra parte, la presencia de los nabateos en esta

ciudad es anterior al reinado del rey Aretas IV. Dado su dedicación al comercio, es fácil

suponer que tuvieran alguien que defendiera sus intereses en la ciudad de Damasco. No

hay que olvidar que esta ciudad pertenecía a la Decápolis; o sea, se trata de una ciudad

libre. De hecho Gál 1,17 supone que era así en tiempos de Pablo: no forma parte del

reino de Arabia. Por tanto, hemos de deducir que en la ciudad había una especie de

cónsul nabateo que defendiera los intereses de sus connacionales. Por añadidura, el 5 Su reinado, que va del 9 a.C.-40 d.C. es el de mayor esplendor en el reino nabateo. Enemistado con los romanos, pues no había tenido su permiso para acceder al trono; posteriormente consigue establecer buenas relaciones con ellos. Enemistad fuerte con Herodes Antipas, pues para casarse con Herodías repudió a su hija. Luchó contra él.

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modo de proceder de la autoridad judía de Jerusalén supone la existencia de un gobierno

independiente, pues también ellos tenían en la ciudad sus “autoridades”. De hecho, en

varias ciudades están atestiguados estos gobernadores o principales judíos que velaban y

defendían los intereses de su nación (cf. Antioquía, Alejandría). Si fuera así, la huida de

Pablo no hay que situarla en el periodo de dominio nabateo (a partir del 37), sino que

pudo ocurrir antes.

Por lo demás, la forma de expresarse de Pablo parece reconocer una autonomía de

la ciudad de Damasco. Normalmente se piensa que Damasco pertenecía entonces al

territorio gobernado por el rey Aretas IV, y por eso en la ciudad de Damasco había un

hombre que gobernaba en nombre suyo. El reino nabateo tenía su capital en Petra y

aparece designado en las fuentes escritas, por ejemplo Flavio Josefo, como el reino de

los árabes. Arabia, pues, designaba todo el territorio al oriente de Transjordania,

incluyendo al norte la ciudad de Damasco. Pero si Damasco fuera parte del reino

nabateo, Pablo no pudo decir en Gal 1,17 que marchó de Damasco a Arabia, porque eso

sería marchar de Arabia a Arabia, lo que sería un sinsentido.

Ciertamente, según la información paulina de Gál 1,18, el tiempo que pasó en

Damasco-Arabia es bastante largo: “tres años” (hay que tener en cuenta el modo de

computar judío). No se nos dice nada sobre los motivos de esta larga estancia. Pero

podemos suponer que debieron influir tanto el peligro que Pablo corría si volvía a

Jerusalén habiendo adherido al cristianismo, como su deseo de anunciar a Cristo en

aquella región. No hay que olvidar que la presencia judía era numerosa y que los

nabateos hablaban una lengua semítica, cercana al arameo. Sin olvidar que los árabes

eran considerados por los judíos como descendientes de Ismael, llamados a participar

en la salvación de Israel según algunas profecías. En modo alguno tenemos que

interpretar esta estancia de Pablo en Damasco-Arabia como dedicada a la meditación y

al estudio. La fe cristiana crece viviendo la vida de la Iglesia y comunicándola, no

aislándose y realizando no se sabe qué meditación trascendental6.

2. Fechas biográficas de Pablo en las cartas

Hay otras referencias en la cartas de Pablo a los acontecimientos o sucesos de su

vida personal o de la comunidad cristiana. ¿Qué podemos deducir de las cartas de Pablo 6 Interesante saber de qué vivió Pablo. Es muy probable que trabajara con su manos para ganarse el pan. Tejedor de tiendas.

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respecto a su cronología? Principalmente en Gál, hay algunas referencias a sucesos que

vienen colocados en un cierto orden temporal. He aquí las citas donde aparecen todas

las referencias: visión de Jesús en el camino de Damasco (Gál 1,12-16); la visita a

Arabia y vuelta a Damasco (v.17); tres años después, la visita a Jerusalén, donde

permanece 15 días (v.18); luego realiza una actividad en las regiones de Siria y Cilicia

(v.21); después de 14 años, segunda visita a Jerusalén (2,1); actividad en Galacia, Asía

Menor, Macedonia, Acaya, preocupado por la colecta a favor de Jerusalén (2,10; cf.

también 1Cor 16,1-4; 2Cor 8-9; Rm 15,25-32); encuentro/discusión con Pedro en

Antioquía (Gál 2,11-14). Veamos de cerca ahora estas noticias. En realidad, Pablo da

sólo dos fechas precisas: 1,18 y 2,1. El problema respecto al cómputo de estos años

reside en saber cuál es el momento que inicia el cómputo: ¿en 1,18, Pablo alude a su

vuelta a Damasco después de su estancia en Arabia o su llegada a Damasco después de

la visión? Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Además, teniendo en cuenta el modo

de computar judío (recuérdese “el tercer día” del acontecimiento de la resurrección de

Cristo) no se puede afirmar que fueran años completos.

Los estudiosos en general, teniendo en cuenta que los acontecimientos aludidos

son muy cercanos y que la subida de Pablo a Jerusalén sigue a su abandono de la ciudad

de Damasco, algo que debió ocurrir antes de la muerte del rey Aretas, colocan su

llegada a dicha ciudad hacia el año 33; y su segunda visita a Jerusalén, hacia el año

47/49. Esta segunda visita coincidiría con el llamado “concilio de Jerusalén”. Después

del concilio de Jerusalén desarrolla una actividad misionera intensa y lleva a cabo la

colecta en ayuda de los pobres, según se le había indicado en la asamblea; a ella dedica

su energía (1Cor 16,1-4). En la carta a los Gálatas alude también a la colecta (2,10; 6,7-

10).

3. Posible cronología de la vida de Pablo

A nuestro entender, si la fecha de la muerte y resurrección de Jesús tuvo lugar en

el año 30 (algo no seguro, aunque es la fecha admitida por la mayoría de los

estudiosos), ésta es la cronología de los principales acontecimientos de la vida de Pablo:

Encuentro con Jesús resucitado cerca de Damasco: 31/32

Primera visita a Jerusalén y encuentro con Pedro: 34/35

Segunda visita a Jerusalén (con ocasión del hambre): 44/45

Primer viaje misionero: 46-48

El llamado concilio de Jerusalén: 48/49

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Segundo viaje misionero: 50-52

Tercer viaje misionero: 53-57

Prisión en Cesarea: 57-59

Teniendo como fechas más bien seguras las que acabamos de señalar, se suele

colocar el nacimiento de Pablo entre los años 5-10 de la era cristiana; su prisión en

Roma durante los años 60-62/63. Muy probablemente en el año 63 consiguió de nuevo

la libertad y pudo realizar otros viajes. Según una tradición antigua, tuvo oportunidad de

realizar su gran deseo de venir a España (cf. Rom 15,28). Y su muerte en el año 67,

después de una segunda prisión romana, fue por decapitación en la vía Laurentina, en

un lugar llamado ad Aquas Salvia.

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Prof. Dr. José Miguel García

UNIDAD DIDÁCTICA II: VIDA Y FORMACIÓN DE PABLO

Tema 1: Educación farisea

En un reciente libro centrado en el estudio de la persona y la actividad misionera

de Pablo, Paul Barnett sostiene que este apóstol es una figura enigmática, “porque a

cerca de él tenemos más preguntas que respuestas”. No deja de sorprender esta

afirmación, cuando, de todos los apóstoles de la Iglesia primitiva, seguramente es del

que estamos mejor informados gracias a sus cartas y a los Hechos de los Apóstoles. No

obstante, es cierto que a pesar de esta información hay preguntas a las que no podremos

responder. Por ejemplo, ¿quiénes fueron sus padres? ¿Cómo adquirió la ciudadanía

romana? ¿Conoció y escuchó a Jesús durante su ministerio público? Sobre otras

cuestiones sólo lograremos una respuesta parcial: ¿Por qué cambió su primer nombre,

Saúl, por el de Pablo? ¿Qué hizo durante los años que van desde el acontecimiento de

Damasco al comienzo de sus viajes apostólicos? En otras alcanzaremos una respuesta

razonable, con visos de ser la más probable. Entre otras, ¿dónde aprendió la tradición

cristiana: en Damasco, Jerusalén o Antioquia? ¿Tenía un plan misionero? En cualquier

caso, el esfuerzo por esclarecer lo más posible la personalidad y la vida de Pablo nos

permitirá conocer mejor no sólo al denominado Apóstol de las gentes, sino también los

primeros años de la Iglesia.

1. Nacimiento y formación de Pablo

Desconocemos casi todo de su familia. Sin embargo, San Jerónimo hace a su

familia originaria de Giscala, al norte de la Galilea (In Philemonem 7,672). No sabemos

dónde descubrió esta información, pero puede ser cierta por dos motivos. Primero, las

raíces fuertes que tiene la familia de Pablo en Palestina (una hermana vive en Jerusalén,

él estudió con maestros importantes que habitaban en Jerusalén, etc.). Segundo, la

pertenencia familiar al fariseísmo (hijo de fariseos), grupo establecido exclusivamente

en Palestina. En cualquier caso, Pablo nace en Tarso (Hch 9,11; 21,39; 22,3), por tanto,

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su familia vivía allí. Probablemente por motivos de negocios. Quizá el oficio que

aprendió Pablo, fabricar tiendas, pudiera tener relación con los negocios familiares.

También podría ser un indicio el hecho de que en sus viajes tiene contactos con

artesanos y comerciantes textiles: una vendedora de púrpura en Filipos, tejedores y

tintoreros en Corinto, comerciantes en Éfeso (cf. Hch 16,13; 18,3).

Podemos deducir que la familia de Pablo pertenecía a un nivel alto. El hecho de

que fuera ciudadano romano, aunque no sepamos cuándo y cómo adquirió este título su

padre, nos indica que gozaba de una cierta preeminencia; generalmente este status era

concedido a ciudadanos sobresalientes por su riqueza o servicios al bien público. Por

otra parte, su sobrino en Jerusalén tenía acceso a los grupos dirigentes del judaísmo, ya

que fue esa familiaridad con esos ambientes lo que le permitió descubrir el plan que

algunos estaban tramando para dar muerte a su tío (Hch 23,16).

Los estudiosos no dudan en identificar la ciudad de Tarso como lugar de

nacimiento del Apóstol apoyándose en la información transmitida por Lucas en Hch

21,39: “Dijo Pablo: Yo soy judío de Tarso de Cilicia” (cf. 22,3). Sobre su formación,

sin embargo, no se logra una postura unánime. Las escasas noticias que tenemos sobre

sus orígenes se deben al mismo Pablo y al autor de los Hechos de los Apóstoles. Estos

pasajes, según la versión española de Bover-O’Callaghan, dicen así:

“Circunciso del octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín,

hebreo de hebreos; por lo que mira a la ley, fariseo; en cuanto a celo,

perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia que pueda darse en la ley,

hombre sin tacha” (Flp 3,5-6).

“¿Hebreos son? También yo. ¿Israelitas son? También yo. ¿Linaje son de

Abraham? También yo” (2Cor 11,22; cf. Rom 11,1).

“Yo soy un hombre judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta

misma ciudad (= Jerusalén), instruido a los pies de Gamaliel en todo el rigor de

la ley de nuestros padres, celador de Dios, como todos vosotros lo sois el día de

hoy” (Hch 22,3; cf. 23,6).

“Mi vida, pues, a partir de la juventud, cual la pasé desde el principio en

mi nación y en Jerusalén, la saben todos los judíos, que ya de antes y muy de

atrás me conocen, y saben, si quisieren dar testimonio, que conforme a la secta

3

más estricta de nuestra religión viví como fariseo” (Hch 26,4-5; cf. Gál 1,13-

14).

Según estas informaciones, Pablo fue miembro de una familia judía ortodoxa y de

estricta observancia de la Ley, educado en el fariseísmo en la ciudad de Jerusalén. W.C.

van Unnik afirma que, según la información ofrecida en Hch 22,3, Pablo nació

(gegenneménos) en Tarso, pero fue criado desde su más tierna infancia

(anatezramménos) en Jerusalén, y en la misma ciudad fue educado (pepaideuménos)

por el fariseo Gamaliel. Utilizando una rica documentación, van Unnik observa que los

tres participios representan una triada que indica tres momentos de la vida: el

nacimiento, el crecimiento en la casa paterna durante los primeros años y la instrucción

del maestro. La misma triada se utiliza en Hch 7,20-22 hablando de Moisés. También

allí se dice que Moisés fue criado por sus padres y después por la hija del Faraón, y que

fue instruido en la cultura egipcia. Por tanto, si bien Pablo había nacido en Tarso, su

infancia y sus años de formación transcurrieron en Jerusalén; donde ya hemos dicho que

vivía una hermana suya casada (Hch 23,16)1. Ahora bien, si nacido en Tarso, creció y se

educó en Jerusalén, debemos suponer que sus padres, decidiendo que su hijo no creciera

en la diáspora, se mudaron a Jerusalén cuando Pablo todavía era un niño pequeño2.

Algunos estudiosos objetan contra esta explicación la afirmación de Pablo que

tenemos en Gál 1,22: “Personalmente era desconocido de las Iglesias de Judea que

vivían en Cristo”. Se ha llegado incluso a afirmar que Pablo nunca estuvo en Jerusalén

antes de su conversión al cristianismo. Pero sería necesario no olvidar que Jerusalén en

tiempos de Pablo no era un pueblo pequeño donde todos se conocían. Según los

cómputos ofrecidos recientemente, en aquella época Jerusalén tenía más de cincuenta

mil habitantes3. Por tanto, no todos se conocían entre sí. Por lo demás, la comunidad

primitiva de Jerusalén estaba formada principalmente de los discípulos provenientes de

Galilea; insertados en un ámbito no familiar. Por añadidura, la referencia paulina no se

centra en Jerusalén, sino habla de las comunidades cristianas de Judea, que puede

referirse a toda Palestina.

A pesar de que algunos autores modernos se empeñen en identificar las raíces del

cristianismo de Pablo en el mundo griego y le consideren un judío helenístico de la

1 W.C. van Unnik, “Tarsus or Jerusalem. The City of Paul's Youth”, en Sparsa Collecta. Part One: Evangelia. Paulina. Acta (NT.S 29), Leiden 1973, 273-296. 2 Así lo afirma W.C. van Unnik, “Tarsus or Jerusalem”, 301. 3 Cf. M. Hengel, Il Paolo precristiano (SB 100), trad. di G. Pontoglio, Brescia 1992, 78-80.

4

diáspora, sin ninguna “contaminación” de la tradición judía palestinense, la descripción

que el mismo Apóstol hace de sí como miembro de la secta farisea y las noticias

ofrecidas por Lucas obligan a situar su crecimiento y educación en Palestina, y más

concretamente en Jerusalén. Téngase en cuenta que los fariseos eran miembros de un

grupo de laicos preocupados por la santidad ritual de la vida cotidiana. Para ellos, vivir

en un país pagano significaba perder esta santidad o pureza; sólo se podía ser verdadero

judío en Israel. Por lo demás, como el mismo Hengel observa, “las fuentes no ofrecen

ninguna indicación sobre la existencia de escuelas explícitamente fariseas fuera de

Palestina durante el periodo del segundo Templo”4. Si Pablo fue educado de forma

farisea, ello significa que dicha educación tuvo lugar en Palestina, y como leemos en

Hechos, a los pies de Gamaliel en la misma ciudad de Jerusalén.

2. Lengua

Ahora bien, si el cambio de residencia de Tarso a Jerusalén sucedió cuando Pablo

era un niño pequeño, incapaz de salir solo de casa, se debe concluir que el arameo fue la

lengua que aprendió desde su infancia. Que habló arameo es algo afirmado

explícitamente en los Hechos de los Apóstoles5. Según M. Hengel, también el mismo

Pablo lo afirma en sus cartas cuando se dice “hebreo hijo de hebreos”: “En 2Cor 11,22 y

Flp 3,5, hebraios difícilmente puede significar otra cosa que hebraisti; es decir, judío de

Palestina que habla la lengua sagrada o el arameo, o también judío de la diáspora que

por su origen y formación está ligado estrechamente a la madre patria”6. El término en

plural, hebraious, es utilizado también en Hechos con el mismo significado para

designar al grupo de cristianos de habla aramea que vivía en Jerusalén (6,1).

Por otra parte, el mismo Apóstol reconoce en dos ocasiones no poseer el dominio

de la lengua griega que se esperaría de uno que la tuviera como lengua madre y hubiera

sido educado en la cultura helenística durante su infancia. Nos referimos a dos pasajes

de 2Corintios. Dicen así en la versión española citada anteriormente:

4 M. Hengel, Il Paolo precristiano, 98. Las afirmaciones contenidas en el texto se pueden encontrar argumentadas en este libro en las p.85-100. 5 Hch 21,40; 22,2. 6 M. Hengel, Il Paolo precristiano, 82. En la nota 24 ofrece referencias de las fuentes donde aparece la primera acepción; ya que de la segunda no ofrece ningún ejemplo. Se tiene la impresión de que Hengel defiende también este significado no porque haya encontrado este valor en las fuentes, sino porque se resiste a aceptar que Pablo haya sido educado solamente en el judaísmo de Palestina.

5

“Porque las cartas, hay quien dice, son graves y fuertes; pero la presencia

del cuerpo es poca cosa, y la palabra despreciable (ho logos exouthenêmenos)”

(10,10).

“Pues pienso que en nada les voy en zaga a esos supereminentes

apóstoles. Que si bien ignorante/inexperto en la palabra (idiôtês tô logô), mas

no en la ciencia; pero... bastante nos hemos dado a conocer a vosotros de todas

maneras y en todas las cosas” (11,5s).

En estos pasajes Pablo no está aludiendo a una carencia de una voz adecuada o la

falta de un dominio de la retórica, como algunos estudiosos interpretan estos pasajes,

sino a una impericia o deficiencia a la hora de expresarse en griego; es decir, no tiene un

dominio perfecto de esta lengua. Algo que sólo puede deberse a su conocimiento

imperfecto, seguramente por haberla aprendido como segunda lengua.

Después de haber estudiado las construcciones que pueden ser indicios de que

Pablo haya pensado en arameo y, por tanto, que su lengua madre no fuera el griego, Van

Unnik concluye: “En las cartas de Pablo hay muchos ejemplos de asociaciones mentales

que sólo pueden encontrar explicación satisfactoria a través del arameo... Pablo es

bilingüe; escribe un griego razonable, pero el curso del pensamiento es a veces arameo.

La voz es de Jacob, pero las manos son de Esaú… Espero haber mostrado que en el

pensamiento de Pablo, aun cuando se exprese en griego, hay ciertamente algún proceso

mental arameo”7. También Béda Rigaux considera el arameo como lengua madre de

Pablo: “No es un perfecto bilingüe. Pablo piensa en arameo. Su dependencia respecto a

los LXX prueba abundantemente la naturaleza de su formación. Es judío. Su griego es

una segunda lengua. La palabra griega oculta difícilmente el concepto hebreo, no sólo

en traducción de un texto, sino como expresión de pensamiento”8.

Así pues, según Hch 22,3, si los padres de Pablo se habían transferido a Jerusalén

cuando todavía era un niño pequeño, el Apóstol no recibió una formación helenística

sistemática. Aquello que él conoce del mundo griego y su capacidad de hablar en griego

puede deberse a su contacto con esta cultura en la misma Jerusalén, donde había una

presencia significativa de judíos de la diáspora. Otros estudiosos confirman estos datos

por medio de un estudio detallado de sus cartas y los posibles influjos helenísticos, por

7 W.C. Van Unnik, “Aramaisms in Paul”, en Sparsa Collecta, 142-143. 8 B. Rigaux, Saint Paul et ses lettres. État de la question (SN), Paris-Bruges 1962, 180.

6

ejemplo la filosofía estoica. Sus conocimientos al respecto son los habituales, no

manifiesta tener un gran conocimiento, pues la ideas fundamentales de esta filosofía

están ausentes en sus escritos o son usadas de forma no rigurosa9. Por ejemplo, en Col

3,5 refiere un catálogo de vicios: fornicación, impureza, pasión, concupiscencia mala y

codicia; una lista fuera de lugar en el pensamiento estoico, pues la pasión (pathos)

jamás entraría en un catálogo semejante al ser un concepto que está en el origen de estas

concreciones. Por eso, W.F. Albright afirma: “No hay absolutamente nada en las

referencias de Pablo a la filosofía popular o en su raro uso de aforismos griegos o

recursos retóricos que indiquen que recibió una educación griega profana. La total

ausencia de evidencias de que Pablo conoció los autores clásicos es, por sí sola, prueba

conclusiva de que no estudió jamás formalmente en griego, al menos más allá de un

nivel elemental”10. Por su parte F. Mussner afirma: “Decir que Pablo ‘helenizó’ el

cristianismo constituye un enorme disparate. Pablo piensa en ‘categorías judías’. El

hecho de ser un judío de la diáspora, nacido en Tarso, que había recibido de su padre la

ciudadanía romana, puede haberlo marcado en más de un aspecto, que por otra parte no

es fácil de detectar en concreto”11. Hace algunos años P. Barnett, defensor decidido de

una formación helenística en Pablo, se veía obligado a reconocer: “Sus escritos no

manifiestan ecos de Homero y Platón, y poco influjo de las formas retóricas griegas que

podríamos esperar si hubiese asistido a una de las escuelas filosóficas de Tarso. Más

bien, sus escritos están impreganados del lenguaje y las ideas de la Biblia griega, la

Septuaginta”12.

3. Fariseo

En varias ocasiones Lucas en los Hechos de los Apóstoles, casi siempre en

discursos del propio Pablo, afirma su pertenencia al grupo fariseo; por ejemplo, 22,3;

26,4-5; etc. Estas afirmaciones suelen poner por testigos a sus contemporáneos, dejando

claro que su pertenencia farisea antes de su adhesión al cristianismo era bien conocida

9 M. Pohlenz, “Paulus und die Stoa”: Zekschrift für die neutestamentliche Wissenschaft 42 (1949) 69-104. Por ejemplo, apatheìa (libertad de las pasiones), atarassìa (libertad de preocupaciones y agitaciones), eudaimonìa (bienestar que deriva de una armonía espiritual). 10 W.F. Albright, Appendice VIII: Paul’s Education, en J. Munk, The Acts of Apostles (The Anchor Bible), Garden City, New York 1967, p. 312 [309-312] 11 F. Mussner, Tratado sobre los judíos. Para el diálogo judeo-cristiano (BEB 40), trad. de J.C. Rodríguez Herranz, Salamanca 1983, 216. 12 P. Barnett, Jesus and the Rise of Early Christianity. A History of New Testament Times, Downers Grove, Illinois, 1999, 261. Ciertamente su referencia a los LXX se debe a su idea de que el mundo en el que vivió Pablo fue el helenístico; algo que está por demostrar.

7

por todos en Jerusalén. El mismo Apóstol alude varias veces a su pasado fariseo en las

cartas. Nos interesa sobre todo Flp 3,3-9:

“Que nosotros somos la circuncisión, los que, en el espíritu de Dios, le

damos culto, y nos gloriamos en Cristo Jesús, y no ponemos nuestra confianza

en la carne; si bien yo podría tener confianza también en la carne. Si otro

alguno se cree poder confiar en la carne, yo más; circunciso del octavo día, del

linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; por lo que mira a

la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la

justicia que pueda darse en la ley, hombre sin tacha. A pesar de todo, cuantas

cosas eran para mí ganancias, ésas por Cristo las he reputado pérdidas. Que sí,

que aun todas las cosas estimo ser una pérdida, comparadas con la eminencia

del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien di al traste con todas, y

las tengo por basuras, a fin de ganarme a Cristo y ser hallado en él, no

poseyendo una justicia propia, aquella que viene de la ley, sino la que viene

por la fe de Cristo, la justicia que proviene de Dios, basada sobre la fe”.

Señala acertadamente D. Mariano Herranz: “Suele decirse que en este pasaje de

la carta a los Filipenses san Pablo quiere poner en guardia a los fieles de Filipos contra

la actividad de los llamados judaizantes, cristianos —o predicadores cristianos— de

origen judío que pretendían imponer la circuncisión y la observancia de la ley mosaica a

los convertidos de origen pagano. Pero, en esta hipótesis, resulta extraño que san Pablo,

tras proclamar cómo consideró pérdida todo lo que constituía su timbre de gloria dentro

del judaísmo, lo que lo hacía intachable en él, exhorte a los filipenses a hacer lo mismo.

Si los destinatarios de la carta eran antiguos paganos, ¿cómo podían renunciar a algo

que no poseían: el linaje de Israel, la circuncisión, la justicia según la ley? El único

modo de que el pasaje completo haga sentido es suponer que en él tenemos una briosa

exhortación de san Pablo a cristianos de origen judío, amenazados de renunciar a Cristo,

a su fe en Jesús de Nazaret, por una falsa fidelidad al judaísmo, hacia la que son

empujados por judíos que no han acogido el Evangelio. Por eso al comienzo dice: «La

circuncisión somos nosotros». Dicho de otro modo: los verdaderos judíos son los que

han creído en Jesús”13.

13 M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, Madrid 2008, 114s.

8

El nombre “fariseo” deriva del término arameo feras, que significa “separado,

segregado”. Con él, se alude a la forma de vida que tenían estos judíos: vivían separados

de todo aquello que podía llevarles a la impureza y evitaban comer nada impuro. En la

literatura post-bíblica los fariseos se contraponen a los ‘am ha-aretz, el pueblo

ignorante. Sólo el fariseo podía cumplir correctamente la Ley, pues la conocía y se

esforzaba por observarla. Según su creencia, sólo en Palestina se podía vivir como judío

observante de la Ley. Sólo allí tenemos constancia de que existían escuelas fariseas

(algo semejante ocurre hoy con los hasidim/haridim). Eran intransigentes respecto a la

Ley14.

Desconocemos el origen exacto de este grupo, que subraya su obediencia a la Ley

no sólo escrita sino también oral, de componente fundamentalmente laical. Es probable

que surgiera después de la vuelta del exilio babilónico. Durante la guerra macabea loa

fariseos luchan junto a los saduceos contra el intento de helenización del judaísmo.

Flavio Josefo (Ant 13,171) afirma la existencia de los fariseos hacia el 150 a.C.

(tenemos fuentes escritas fiables). Los fariseos se opondrán a los asmoneos y suscitarán

luchas violentas. Van ganando el apoyo popular hasta imponerse bajo el gobierno de

Salomé Alejandra. Su influencia llegará hasta determinar la liturgia del Templo.

Se organizan en haburot y destacan por el estudio y las obras de misericordia.

Importancia del banquete comunitario de los viernes. La doctrina se centra en venerar la

Ley oral, el desarrollo de un legalismo exagerado (613 normas), la creencia escatología

(resurrección corporal, angelología), y el celo de Dios (cf. Nm 25; 1Re 19; 1Mac 2).

Ciertamente la pertenencia al judaísmo, y sobre todo, a una familia farisea, hizo

de la Torah y los libros sagrados el principal contenido del estudio de Pablo, que

comenzaría a casa, y después de cinco años en la escuela15. De hecho, en sus cartas cita

de memoria o alude a pasajes del AT, como algo familiar. Los estudiosos están bastante

de acuerdo sobre el origen de las citas del AT en las cartas de Pablo: la versión de los

LXX. J. Jeremias, comenta con razón que esto es ciertamente extraño, pues Pablo 14 Ver los relatos de Flavio Josefo en D. Mariano, San Pablo en sus cartas,123-126. 15 Según Jacob Taubes, La teologia politica di San Paolo, Milano 1997, 56, es incuestionable la verdad histórica de estos datos: “Sin duda tenía un pasado fariseo ligeramente diferente del usual. Sé que muchos lo niegan; [según éstos] todo lo que está escrito en los Hechos de los Apóstoles tiene que estar necesariamente equivocado… Personalmente, esto no me convence por razones muy simples. Quien escribe veinte o treinta años después de Pablo que estuvo sentado a los pies de Gamaliel cuando todavía había personas que le conocían, sabe bien que no puede permitirse afirmaciones que no pueda garantizar. Me parece mejor creer a los textos contemporáneos que a los hipercríticos alumnos de Bultmann, en concreto a los de la segunda generación. Los Hechos son ciertamente una apología, pero construida con elementos de la realidad. Con las mentiras no se hacen apología. ¿No se dice que las mentiras tienen las piernas cortas? Por tanto, una apología se construye con sucesos verdaderos”.

9

perteneció a la escuela palestinense, y no a la helenística. Algunos han querido justificar

el recurso a los LXX por su vinculación a la sinagoga de la diáspora. Puede ser. Pero no

hay que olvidar que Pablo estudió con Gamaliel y, por tanto, debió estar en los círculos

de lengua aramea, capaces además de leer corrientemente el hebreo. De hecho, a veces

las citas provienen claramente del original hebreo.

Su formación profundamente religiosa se deja notar en su frecuente uso de la

oración: reza antes y después de las comidas (1Cor 10,30; Rm 14,6; 1Tm 3,4s); da

gracias continuamente al Señor (1Tes 1,2; 2Tes 1,3; 2,13; 1Cor 1,4; Flm 4; Col 1,3; cfr.

2Tes 1,11; Rm 1,10; Flp 1,4). Desde pequeños, los hijos de las familias fariseas se

acostumbraban a rezar tres veces al día la oración de las Dieciocho bendiciones

(Shmone esre)16; se rezaba por la mañana, al alzarse; al mediodía, en coincidencia con

el sacrifico de las 3; y por la noche, antes de acostarse17.

El grupo de los fariseos estaba formado por judíos laicos que querían vivir una

fidelidad total a la Ley mosaica; se comprometían, sobre todo, al pago del diezmo y de

la pureza legal. Ellos acabarán teniendo el mayor influjo sobre la comunidad hebrea, a

pesar de su pequeño número (según Flavio Josefo, unos 6000). Es probable que el

radicalismo de la secta farisea lo haya percibido en total sintonía con la educación

recibida (cf. Gál 1,14).

Como ya hemos dicho, Pablo fue discípulo de Gamaliel, que a su vez fue

hijo/discípulo de Hillel, el famoso rabino que vivió poco antes de Cristo y se diferenció

16 Texto de la oración: “Yahvé, abre mis labios, y proclame mi boca tu alabanza. Bendito seas. Yahvé, Dios nuestro y Dios de nuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra, escudo nuestro y escudo de nuestros padres. Bendito seas Yahvé, escudo de Abraham. Eres héroe esforzado, alimentas a los vivos, das vida a los muertos. Santo eres tú y temible tu nombre y no hay Dios alguno fuera de ti. Bendito seas, Yahvé, Dios santo. Concédenos, Padre nuestro, la gracia de tu conocimiento, la del entendimiento y la prudencia que procede de tu Torá. Bendito seas, Yahvé, que concedes la gracia del conocimiento [...] Perdónanos, Padre nuestro, pues pecamos contra ti; borra nuestros pecados ante tus ojos. Bendito seas Yahvé, que perdonas generosamente. Mira nuestra tribulación y guía nuestra lucha, y sálvanos por tu nombre. Bendito seas, Yahvé, Salvador de Israel. Santifícanos, Yahvé, nuestro Dios, por el dolor de nuestro corazón y haz sanar nuestras heridas. Bendito seas, Yahvé, que curas las enfermedades de tu pueblo, Israel. Bendícenos, Yahvé, nuestro Dios [...] Y colma el mundo con los tesoros de tus bienes. Bendito seas, Yahvé, que reúnes a los dispersos de tu pueblo, Israel. Trae de nuevo a nuestros jueces como antes y nuestros consejeros como en un principio. Bendito seas, Yahvé, que amas el derecho. Bendito seas, Yahvé, que doblegas a los tiranos. Apiádate, Yahvé, nuestro Dios, de Jerusalén, tu ciudad, y de Sión, la morada de tu gloria. Bendito seas, Yahvé, Dios de David, que edificas Jerusalén. Escucha, Yahvé, nuestro Dios, la voz de nuestra súplica, pues eres un Dios clemente y piadoso. Bendito seas, Yahvé, que atiendes la plegaria. Ten complacencia, Yahvé, nuestro Dios, y habita en Sión, y podrán servirte tus siervos en Jerusalén. Bendito seas, Yahvé, pues queremos servirte con temor. Te damos gracias, Yahvé nuestro Dios por todas las buenas acciones de bondad. Bendito seas, Yahvé, a quien es bueno dar gracias. Pon tu paz en Israel, tu pueblo y bendícenos a todos en conjunto. Bendito seas, Yahvé, que haces la paz”. 17 Did. 8,3, prescribe que se rece tres veces al día el padrenuestro; probablemente por influjo del judaísmo.

10

de otro contemporáneo suyo, Shammai, por su dulzura y menos rigor respecto a los

prosélitos y no judíos; por el contrario, respecto a los más desfavorecidos de Israel,

Shammai era más caritativo que Hillel18. Gamaliel fue amado y venerado por todos

(Hch 5,34); de él se hizo esta alabanza a su muerte: “Con la muerte de Gamaliel

disminuyó la veneración de la Sagrada Escritura, la pureza y la sobriedad” (Sota 9,15).

Por otra parte, si Pablo recibió plenos poderes del Sanhedrín para ir a Damasco

(9,1s; 22,5; 26,10), seguramente había ya concluido sus estudios y adquirido alguna

responsabilidad, pues los enviados por el Sanhedrín solían ser del alto rango.

Sus cartas reflejan un gran conocimiento de los métodos exegéticos rabínicos. Por

ejemplo, de las siete normas establecidas por Hillel para la exégesis de la Escritura, en

las cartas de Pablo es posible identificar al menos cinco19.

18 Algunos pensamientos de Hillel: “No te separes de la comunidad, no te fíes de ti mismo hasta el día de tu muerte, y no juzgues a tu prójimo hasta que no te hayas puesto en su lugar. No digas que algo no se puede entender, porque se entenderá; y no digas: estudiaré cuando tenga tiempo, porque quizá ya no tendrás más tiempo”. Solía decir: “Un inculto no teme el pecado, y un ‘am ha-aretz no puede ser santo. El vergonzoso no aprende; el que se enfada no enseña, y quien se preocupa demasiado del dinero no llegar a ser sabio. Donde no hay hombres, esfuérzate por ser un hombre” (M. Avot 2,5-6). 19 Las siete reglas de Hillel son las siguientes (entre paréntesis se dan referencias de las cartas paulinas donde se pueden identificar): 1. Qal va-homer, argumentación a fortiori, “de menor a mayor”: si algo es válido en lo pequeño, también valdrá en lo grande (cf. 2Cor 3,1-18; Rm 5,12-29); 2. Gezerah shavah: principio de equivalencia, por el que dos textos que tratan del mismo argumento se explican mutuamente (cf. Gal 3,6.11; Rm 1,17; 4,3); 3. e 4. Biniam av i-katuv echad y biniam av mishenei ketuvim: desde uno o dos textos bíblicos pueden derivarse principios válidos para toda la Escritura; 5. Ke-jotze be-maqom acher: un pasaje oscuro se explica con un pasaje más claro; 6. Kelal v-pherat v-pherat kelal: lo que vale para la parte, vale también para el todo (cf. Gál 5,14; Rm 3,19); 7. Davar halamed me-injano: un pasaje se explica partiendo de su propio contexto.

11

Tema 2: Conversión en el camino de Damasco

1. Pablo perseguidor

Tanto Lucas como el mismo Pablo hablan de su pasado como perseguidor de la

Iglesia (Hch 8, 3; 9,1-2; 1Cor 15,9; Gál 1,13.23s; etc.). Algunos autores han querido

quitar importancia a esta actividad asegurando que se han cargado las tintas para

destacar la imponencia de su conversión al cristianismo. Sin embargo, los verbos

griegos que aparecen en estos textos (porthein, diôkein) implican acciones que van de

los insultos hasta la agresión física, de las calumnias hasta la destrucción y el

aniquilamiento. De la existencia de una persecución radical, que implicaba la expulsión

de la sinagoga y la incautación de los bienes son buen testimonio Jn 9,22; 1Tes 2,14s y

Heb 10,32-35. Lucas no debió actuar arbitrariamente cuando asignó a Pablo acciones

radicales contra los cristianos: prisión y muerte.

La causa de este afán persecutorio en Pablo es el celo santo (cf. Flp 3,6). El

mismo celo se halla a la raíz de la condena de Jesús (Mc 15,10). El motivo de este celo

radica en que se identifica en Jesús y sus secuaces el gran pecado de la blasfemia y la

herejía; y como manda la Ley se debe erradicar de la tierra todo blasfemo (Lv 24,14-

16). Por lo demás, como manifiesta el discurso de Esteban en Hch 7, los primeros

cristianos, afirmando el poder salvífico de la muerte de Jesús, despojaban a la Ley de la

obligatoriedad de sus normas como camino de salvación.

Dado que Damasco se hallaba fuera del territorio judío, se ha discutido respecto a

la competencia del Sanhedrín de poder ejercer un poder coercitivo fuera de Palestina.

Tenemos noticias de que se concedieron o reconocieron poderes totales al Sumo

Sacerdote y al Sanhedrín respecto a los judíos no sólo de Palestina sino también de la

diáspora. Así, por ejemplo, Flavio Josefo hace referencia en su obra Antigüedades

judías al privilegio concedido por Julio César al pueblo judío de que el sumo sacerdote

decidiera las cuestiones problemáticas relacionadas con sus tradiciones en todo el

imperio. También 1Mac 15,21 refiere cómo el cónsul romano sugirió al rey de Egipto

Ptolomeo de enviar a los judíos impíos de su reino al sumo sacerdote Simón para que

hiciera justicia. Por lo demás, si la afirmación insistente de Lucas a este respecto en Hch

(9,1-2; 22,5; 26,10) no hubiera tenido fundamento histórico alguno, los judíos

contemporáneos de los hechos narrados habrían podido desmentirlo fácilmente. Sin

embargo, según los testimonios que poseemos, no sólo no es negado, sino que se adecua

perfectamente con la actitud que las autoridades judías tuvieron respecto al cristianismo

naciente, según consta en las fuentes cristianas. Las cartas paulinas y los Hechos apoyan

12

con claridad que los judíos apóstatas eran perseguidos duramente también en la diáspora

por parte de la autoridad judía. Por lo demás, algunos rastros de la legitimidad de esta

posición de las autoridades judías aparecen en la literatura rabínica posterior, donde se

acepta como razonable y justa la condena de los cristianos20.

¿Qué función desarrollaba Saulo dentro del judaísmo? No está claro y los

estudiosos no se ponen de acuerdo. No parece adecuado atribuirle la autoridad de rabino

ordenado, algo que todavía no existía en su tiempo y que exige una edad madura (hacia

los 40 años). Pero parece bastante seguro que no podía ser un simple estudiante.

Teniendo en cuenta algunas referencias de la regla esenia de Qumrán (cf. 1QSa 1,12ss),

donde se señala la edad de 25 años para ocupar un puesto entre los miembros

importantes de la comunidad y 30 para presidir un proceso y pronunciar sentencias,

podemos deducir que Pablo podía pertenecer a esta segunda categoría. Lo que implicaba

también una cierta autoridad de enseñanza en las sinagogas; algo que parece deducirse

de sus predicaciones y discusiones en las sinagogas.

¿Qué sabía Pablo sobre Jesús? Es posible un conocimiento de visu; al menos

algunos autores no lo excluyen apoyándose en 2Cor 5,16 (cf. Excurso)21. Por lo demás,

su labor en los juicios y condenas de los primeros cristianos debió permitirle un

conocimiento más detallado de la nueva comunidad. Debemos suponer en Pablo, por

tanto, un cierto conocimiento de Jesús y de su predicación antes de su conversión;

ciertamente desde el punto de vista fariseo.

2. Encuentro con Jesús camino de Damasco

Un nota bene antes de estudiar el acontecimiento de Damasco. Pablo no emplea

jamás el vocabulario de la conversión para referirse a esta experiencia, que le llevo a

adherirse a la comunidad cristiana. Por ejemplo, no utiliza los términos: metanoien,

metanoia, epistrephein. De hecho, no pocas Biblias introducen este relato con el título

“Vocación de Saulo”. Tampoco se puede considerar este suceso como el origen de un

cambio de una religión (judaísmo) a otra (cristianismo). Para Pablo Jesús es el

verdadero Mesías de Israel y el cristianismo es el verdadero Israel, donde se cumplen

20 Basta recordar la Birkat-ha-minim: “Para los apostatas (µydmwçml), que no haya esperanza; y que el reino de la arrogancia (ˆwdz twklm) sea liquidado en nuestros días; y que los notzrim (µyrxwn) y los minim (µynym) desaparezcan en un cerrar de ojos; que sean borrados del libro de los vivos y no sean inscritos con los justos; bendito seas tú, Señor, que sometes a los insolentes”. Véase también bAZ 16b-17a; Toseftá Hul 2,22-23; jShab XIV,4,14d; jAZ II,2,40d; etc. 21 Para el estudio de este texto, que ha sido muy debatido entre los estudiosos seguiremos M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, capítulo X: “San Pablo y Jesús” (p.211-231).

13

todas las promesas antiguas. Tal como se expresa el mismo Apóstol en Gál 1,15-16, el

suceso de Damasco evoca más una llamada profética. Para percibirlo es conveniente

leer, por ejemplo, estos dos pasajes: Jer 1,5; Is 49,1-6. Cerca de Damasco, Jesús

resucitado se manifiesta al perseguidor dentro de un resplandor cegador y le llama a una

nueva misión.

Damasco se hallaba no muy lejos de Jerusalén, unos 220 km. Esta ciudad es muy

antigua. El testimonio escrito de su existencia se halla en las inscripciones egipcias de la

época de Tutmosis III (1483-1425 a.C.) con el nombre de Tamasqu. Pablo debió

recorrer a pie el camino hasta Damasco. A pesar de que las representaciones pictóricas

suelen introducir caballos en este acontecimiento, es algo improbable, pues este tipo de

cabalgadura no era de uso común. Como mucho, podemos suponer que usara algún

pollino o mulo; pero esto también era caro. Además al ir acompañado, es difícil suponer

que todos pudieran disponer de estos animales de transporte. Por tanto, lo más probable

es que fuera a pie, y que el recorrido durase unos ocho días, haciendo la siguientes

etapas: Jerusalén, Jericó, Bet Shean, Gadara, Hippos, Betsaida, Berenice, Kokba,

Damasco.

¿Qué sucedió en las cercanías de Damasco? En las tres versiones que tenemos de

este acontecimiento en la obra de Lucas hay pequeñas diferencias o especificaciones. En

Hch 9,3-4 se dice que le envolvió una luz celeste, Saulo cayó en tierra y oyó una voz

que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Sus compañeros oyeron la voz,

pero no vieron a nadie. En Hch 22,5-6, en un discurso del mismo Pablo, narrando

sustancialmente del mismo modo el hecho, lo sucedido se sitúa hacia el mediodía. No

obstante, en esta versión se dice que los compañeros de Pablo vieron la luz, pero no

oyeron la voz. En Hch 26,13-15, en otro discurso de Pablo, situando también hacia el

mediodía el suceso, se dice que la luz los hizo caer a todos al suelo, y el Apóstol oyó la

voz que le hablaba en arameo.

Este acontecimiento está muy bien atestiguado, pues en sus cartas Pablo alude

varias veces: Gál 1,12-17.23s; 1Cor 9,1; 15,8-10; 2Cor 4,6; Flp 3,3-17 (leer todos los

textos). En Gál se expresa con un lenguaje profético del AT, que sirve para subrayar la

dimensión de llamada de este acontecimiento. Una llamada gratuita de Dios, sin agente

humano. Pablo enraíza en esta llamada su misión apostólica. Desde un punto de vista

humano no hay preparación alguna para esta experiencia. En 1Cor subraya la visión real

de Jesús. No es una imaginación, iluminación o cualquier fenómeno subjetivo, sino un

hecho objetivo. Jesús se le mostró, tomando la iniciativa. También en estos pasajes

14

afirma que en esa ocasión fue constituido apóstol. 2Cor evoca de modo indirecto el

suceso, y lo describe como iluminación y conocimiento. En la misma línea está Flp,

aunque indica aquí el cambio radical que supuso este conocimiento verdadero de Jesús,

pues ya no pone su confianza en la carne. Hay otros pasajes que han sido considerados

también una referencia al suceso de Damasco; por ejemplo, 1Tm 1,12-16, donde opone

su vida anterior y la vida en Cristo, y Rom 7,7-25, que no parece biográfico y, por tanto,

no es clara la referencia a dicho suceso.

Lucas, como hemos dicho, narra tres veces su conversión: Hch 9,1-19; 22,4-16;

26,9-18. Estas informaciones coinciden en afirmar que Pablo decide ir a Damasco

dentro de su proyecto de perseguir y acabar con el grupo cristiano (explicar el posible

origen del cristianismo en Damasco por la huida de los cristianos helenistas de

Jerusalén). El primer relato está narrado históricamente, los otros dos son discursos de

Pablo delante de los judíos y el rey Agripa. Este acontecimiento es destacado por Lucas,

pues identifica en él la justificación de la misión paulina entre los gentiles. El lenguaje

del primer relato histórico es claramente el de una teofanía profética: luz, doble llamada

divina, caída por tierra, preguntas de Pablo. La misión apostólica no sucede en ese

momento; es Ananías quien se la encomienda en nombre del Señor. O sea, es dentro de

la Iglesia donde envía Jesús. El relato subraya más la llamada apostólica que el cambio

radical de su vida. Los otros dos relatos subrayan más la validez de la misión gentil y la

falsedad de oponer el cristianismo al judaísmo. En el segundo, la llamada a la misión

sucede durante una visión de Pablo en el templo de Jerusalén. En el tercero, se destaca

la obediencia de Pablo a la llamada. Como se puede ver, la concepción lucana de este

suceso no es muy diferente de la expresada por Pablo en sus cartas.

En cualquier caso, de todos estos textos se deduce con claridad que Pablo, en el

camino de Damasco, tuvo una visión real de Jesús glorioso. O sea, aquel que

consideraba un maldito de Dios, condenado por blasfemo y herético, estaba vivo en la

gloria celeste. El juicio del Sanhedrín estaba equivocado, pues Jesús había sido

constituido Señor y juez de vivos y muertos. Por tanto, sus seguidores no eran unos

blasfemos ni estaban equivocados o engañados, sino que estaban en la verdad. No tenía

una alternativa diferente a la que tomó: adherirse al grupo de cristianos y comenzar a

predicar como Salvador y Mesías a Jesús de Nazaret. Es más, esta salvación no iba

dirigida sólo a los judíos, sino a todos los hombres. Este es el Misterio de Dios

desvelado, como afirma en sus cartas. La marginación de la Ley mosaica es una

consecuencia del reconocimiento de esta verdad.

15

El Papa Benedicto XVI, en sus catequesis paulinas, afirma: “En el camino de

Damasco, en los inicios de la década del año 30 del siglo I, después de un período en el

que había perseguido a la Iglesia, se verificó el momento decisivo de la vida de san

Pablo. Sobre él se ha escrito mucho y naturalmente desde diversos puntos de vista. Lo

cierto es que allí tuvo lugar un viraje, más aún, un cambio total de perspectiva. A partir

de entonces, inesperadamente, comenzó a considerar "pérdida" y "basura" todo aquello

que antes constituía para él el máximo ideal, casi la razón de ser de su existencia (cf.

Flp 3, 7-8) ¿Qué es lo que sucedió? […] Cristo resucitado se presenta como una luz

espléndida y se dirige a Saulo, transforma su pensamiento y su vida misma. El

esplendor del Resucitado lo deja ciego; así, se presenta también exteriormente lo que

era su realidad interior, su ceguera respecto de la verdad, de la luz que es Cristo. Y

después su "sí" definitivo a Cristo en el bautismo abre de nuevo sus ojos, lo hace ver

realmente. En la Iglesia antigua el bautismo se llamaba también "iluminación", porque

este sacramento da la luz, hace ver realmente. En Pablo se realizó también físicamente

todo lo que se indica teológicamente: una vez curado de su ceguera interior, ve bien.

San Pablo, por tanto, no fue transformado por un pensamiento sino por un

acontecimiento, por la presencia irresistible del Resucitado, de la cual ya nunca podrá

dudar, pues la evidencia de ese acontecimiento, de ese encuentro, fue muy fuerte. Ese

acontecimiento cambió radicalmente la vida de san Pablo. En este sentido se puede y se

debe hablar de una conversión […] Él mismo nunca habló detalladamente de este

acontecimiento, tal vez porque podía suponer que todos conocían lo esencial de su

historia, todos sabían que de perseguidor había sido transformado en apóstol ferviente

de Cristo. Eso no había sucedido como fruto de su propia reflexión, sino de un

acontecimiento fuerte, de un encuentro con el Resucitado […] Pablo no interpreta nunca

este momento como un hecho de conversión. ¿Por qué? Hay muchas hipótesis, pero en

mi opinión el motivo es muy evidente. Este viraje de su vida, esta transformación de

todo su ser no fue fruto de un proceso psicológico, de una maduración o evolución

intelectual y moral, sino que llegó desde fuera: no fue fruto de su pensamiento, sino del

encuentro con Jesucristo. En este sentido no fue sólo una conversión, una maduración

de su "yo"; fue muerte y resurrección para él mismo: murió una existencia suya y nació

otra nueva con Cristo resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta

renovación de san Pablo […] ¿Qué quiere decir esto para nosotros? Quiere decir que

tampoco para nosotros el cristianismo es una filosofía nueva o una nueva moral. Sólo

somos cristianos si nos encontramos con Cristo […] Sólo en esta relación personal con

16

Cristo, sólo en este encuentro con el Resucitado nos convertimos realmente en

cristianos. Así se abre nuestra razón, se abre toda la sabiduría de Cristo y toda la riqueza

de la verdad”.

Ya en su primera encíclica Benedicto XVI había insistido sobre esta naturaleza de

la fe cristiana como acontecimiento: “No se comienza a ser cristiano por una decisión

ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,

que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE 1).

“"Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga

2, 20). Todo lo que hace san Pablo parte de este centro. Su fe es la experiencia de ser

amado por Jesucristo de un modo totalmente personal; es la conciencia de que Cristo no

afrontó la muerte por algo anónimo, sino por amor a él -a san Pablo-, y que, como

Resucitado, lo sigue amando, es decir, que Cristo se entregó por él. Su fe consiste en ser

conquistado por el amor de Jesucristo, un amor que lo conmueve en lo más íntimo y lo

transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y sobre el mundo. Su fe es el

impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe es amor a Jesucristo”

(Benedicto XVI, 28 junio 2008).

El origen de este suceso está en la iniciativa de Dios (Gál 1,15). Gracias a él,

Pablo adquiere un conocimiento de Cristo verdadero, “de una posición carnal (cf. 2Cor

5,16) se abre a la fe reconociendo en el crucificado el Señor (afirmado así más de 55

veces en sus cartas). Por eso, afirma que “Dios me ha revelado a su Hijo” (Gál 1,16). Al

mismo tiempo, esta visión le manifiesta a Jesús glorificado. Es hecho, pues, testigo de la

resurrección (1Cor 9,1; 15,8-10). Testigo del Resucitado, como los otros apóstoles. De

hecho, en la lista que ofrece Pablo de los beneficiarios de apariciones del Resucitado se

coloca en el último lugar. Ofrecemos aquí la versión española que la Biblia de Jerusalén

hace de estos versículos:

“Que se apareció a Cefas,

y luego (eita) a los Doce;

después (epeita) se apareció a más de quinientos hermanos…

Luego (epeita) se apareció a Santiago,

más tarde a todos los apóstoles (eita tois apostolois pasin).

Y en último término se me apareció también a mí…” (v.5-8).

3. ¿Podemos deducir una fecha segura para este acontecimiento?

17

La lista que acabamos de citar tiene una anomalía clara: si al comienzo Pablo

menciona una aparición a los Doce, en cuyo número están incluidos todos los apóstoles,

¿a quién se refiere, cuando en penúltimo lugar dice que Jesús se apareció “a todos los

apóstoles”? La dificultad que la presencia de “a todos los apóstoles” plantea aquí es

reconocida naturalmente por los estudiosos. Uno de ellos, G. D. Fee, considera este

enunciado de la lista como “el más desconcertante de todos” por la dificultad que

entraña saber a quiénes se designa22.

A primera vista, la interpretación más simple es considerar la expresión “todos los

apóstoles” en su significado más obvio de designación de los Doce; en cuyo caso, Pablo

se refiere aquí a una nueva aparición a los mismos. En esto el Apóstol coincidiría con

los evangelios que nos han conservado dos apariciones a los Apóstoles: una, la del

grupo sin Tomás, y otra, en la que también estaba presente este apóstol23. Pero esta

hipótesis, pese a su aparente obviedad, no consigue evitar el reproche de ser una mera

repetición en una lista donde se citan los testigos de la resurrección, no las apariciones

que tuvieron lugar. Por tanto, si antes ha nombrado los apóstoles, no era necesario

volver a citarlos24.

La mayoría de los estudiosos prefiere considerar el término “apóstol” en sentido

lato, como sinónimo de “enviado, misionero”. Con este sentido lo tenemos, por

ejemplo, en Hch 14,4.14, donde Pablo y Bernabé son designados “apóstoles”. Es más,

el mismo Pablo atribuirá el nombre de “apóstol” a colaboradores suyos (2Cor 8,23; Flp

2,25), por tanto nada impide aquí entender la expresión “todos los apóstoles” como

designación de “un círculo de seguidores de Jesús difícil de precisar, pero más amplio

que el círculo de los Doce”25. Se trataría, pues, de una aparición a un grupo abierto de

misioneros cristianos. ¿Qué grupo más amplio se esconde tras esta referencia? Algunos

creen que se refiere a un grupo de misioneros más amplio de los Doce sin especificar;

otros incluso nombran los componentes: Pedro, los Doce y Santiago, más un amplio

22 G. D. Fee, The First Epistle to the Corinthians (NICNT), Grand Rapids 1987, 731. También C. K. Barrett, A Commentary on the First Epistle to the Corinthians (BTNC), London 1968, 342, afirma: "No está claro a quien se quiere designar con todos los apóstoles". 23 Entre otros, E.-B. Allo, Saint Paul. Seconde Épître aux Corinthiens (EtB), Paris

21956, 392s.397; A.

Robertson-A. Plummer, A Critical and Exegetical Commentary on the First Epistle of St Paul to the Corinthians (ICC), Edinburgh 21978, 338. 24 Como se puede observar la lista sólo contiene referencia a hombres, dejando de lado las apariciones a las mujeres narradas en los evangelios. El motivo es claro: está aludiendo a los testigos oficiales de la resurrección de Jesús. 25 J. Caba, Resucitó Cristo, mi esperanza. Estudio exegético (BAC 475), Madrid 1986, 115. Cf. también J. Hering, La première épître de saint Paul aux Corinthiens (CNT 7), Paris-Neuchatel 1949, 136; C. K. Barrett, First Corinthians, 343; G. D. Fee, The First Epistle to the Corinthians, 732.

18

grupo conocido como apóstoles. La mayor objeción es probablemente que el grupo y

aparición de Jesús que resultan de dar aquí a “apóstol” este significado amplio es más

enigmática que el enigma que pretende resolver.

P. Winter ha sugerido que Pablo unió, o mejor, yuxtapuso dos tradiciones

diferentes: una referida al apóstol Pedro, y la otra a Santiago, según atribuyeran la

preeminencia a uno o a otro de estos apóstoles. Ambas tradiciones tenían en común que

recogían tres grupos de apariciones que iban siempre in crescendo: Pedro-los Doce-más

de quinientos hermanos; Santiago-los Doce-todos los hermanos26. Respecto a esta

hipótesis, hay que comenzar diciendo que no cuenta con el respaldo de ninguna variante

textual. A lo que hay que añadir inmediatamente que ningún otro escrito del NT nos

proporciona indicio alguno de esa otra tradición que supone P. Winter. Incluso Winter

piensa en que la aparición de Santiago sería un duplicado de la de Pedro. Además el

texto ofrece indicios que apuntan en una dirección muy distinta a la de un duplicado; si

nos atenemos al valor cronológico que poseen las partículas adverbiales con que Pablo

introduce cada aparición (eita, epeita), más bien parece que el Apóstol está aludiendo a

dos apariciones distintas, ocurridas en momentos distintos.

Tras esta breve reseña de explicaciones a la anomalía que entraña esta aparición a

"todos los apóstoles", ofrecemos nosotros la explicación de la misma por mala

traducción del original arameo escrito por Pablo. Recuérdese que al dativo objeto

indirecto griego corresponde en arameo la preposición lamed, prefijada a la palabra

siguiente. En este caso el original arameo del inciso de Pablo decía: ’ajar leshaliji’a

kola’. El traductor interpretó el lamed como preposición de dativo, y de ello resultó el

griego que poseemos: “a todos los apóstoles”. Ahora bien, entre los muchos valores de

esta preposición se cuenta también el de “según, como”. Este era, en realidad, el valor

que tenía la preposición lamed en este inciso de 1Cor 15,7. Traduciendo ahora el

original arameo de acuerdo con él, el Apóstol decía:

“Después, como a los apóstoles todos, en último lugar de todos, como al

abortivo, se apareció también a mí”.

Por tanto, en el original semítico Pablo no hablaba de una aparición a todos los

apóstoles después de haber enumerado una aparición a los Doce. Lo que ocurre es que

la referencia a la aparición que tuvo él en el camino de Damasco está precedida de una

extensa introducción. Y en esta introducción lo que expresa con cierta solemnidad Pablo

26 Cf. P. Winter, I Corinthians XV 3b-7: NT 2 (1958) 144-149.

19

lo había dicho ya al comienzo del capítulo noveno de esta misma carta: “¿No soy yo

apóstol? ¿No he visto a nuestro Señor Jesús?”. Afirma de este modo, pues, que su

aparición tienen la misma dignidad que la de los apóstoles; mediante ella, también él ha

sido constituido testigo de la resurrección y apóstol. Y al colocarla en la lista quizá

también está indicando que tuvo lugar no mucho tiempo después de las otras. En efecto,

el hecho de que Pablo haya colocado su aparición en esta lista, aunque en último lugar,

puede deberse no sólo a que está reclamando una dignidad igual a la de los otros

apóstoles, problemática ausente o al menos no afrontada explícitamente en este pasaje,

sino sobre todo a que tuvo lugar no mucho después de las apariciones a los otros

testigos.

Una noticia que puede sostener esta interpretación la hallamos en la literatura

apócrifa del NT. En algunos libros gnósticos del siglo II (Ascensión de Isaías, Apócrifo

de Santiago (o Libro secreto de Santiago) y algunas referencias en las obras de Ireneo)

señalan como periodo de las apariciones de Jesús resucitado 18 meses, en contra del

dato lucano de los 40 días. ¿Cómo se originó esta información? Algunos estudiosos

modernos explican esta noticia referida a la aparición de Jesús resucitado a Pablo, que

se dice el último de todos ellos en ver a Jesús. Esta fecha está confirmada por otros

escritos litúrgicos que, en la fiesta de la conversión de san Pablo (25 enero), colocan el

acontecimiento de Damasco en el segundo año después de la Ascensión. Así el

Martyrologium Romanum: “Conversio sancti Pauli Apostoli, quae fuit anno secundo ab

Ascensione Domini”; Breviarium Apostolorum: “Paulus qui interpretatur pius, ortus ex

tribu Beniamim, apostolus gentium, his cecundo pos ascensionem Domini anno

baptizatus est…”; la obra atribuida a Isidoro de Sevilla, De ortu et obitu patrum: Illic

secundo post Ascensionem Domini anno baptizatus”; etc27. Según estas referencias

cronológicas, el encuentro con Jesús resucitado en el camino de Damasco hay que

colocarlo en el año 31/32.

4. Encuentro con Pedro en Jerusalén

Después de tres años de la visión de Jesús resucitado en el camino de Damasco

Pablo vuelve a Jerusalén. La noticia paulina dice así: “Después de tres años subí a

Jerusalén para hablar con Cefas (historêsai Kêfan), con quien permanecí quince días”

(Gál 1,18). “Conocer”, “visitar”, “ver a Cefas”, son las distintas alternativas que ofrecen 27 Un estudio más extenso de estos y otros textos en R. Riesner, Paul’s Early Period. Chronology, Mission Strategy, Theology, trans. by D. Stott, Grand Rapids 1998, 64-74.

20

las versiones. Sin embargo, G. D. Kilpatrick, que ha estudiado detenidamente el

significado del verbo griego historéo con complemento de persona, llega a la conclusión

de que la expresión historésai Kephan tiene que significar “para recibir información de

Cefas”. Puede traducirse por “conocer” cuando se trata de un país, o de un suceso; en

ese caso tiene la mayoría de las veces el sentido de “ver con los propios ojos”. Pero con

complemento de persona su significado más común es “preguntar”, “obtener

información preguntando”. En este caso, Pablo se encontró con Cefas en Jerusalén para

obtener información de él. Esta urgencia es fácilmente explicable si tenemos en cuenta

que hasta ese momento la tradición evangélica le había llegado por segunda mano, no

por los testigos.

Se dirá que quince días no son suficientes para semejante tarea. Pero esta

observación sólo puede surgir de la ignorancia del ambiente judío y de la educación

judía de Pablo. Conocemos, por la literatura rabínica, la costumbre de los rabinos de

visitarse para obtener información sobre la tradición oral. Con tal motivo realizaban a

veces largos viajes. Es el caso de Hillel, que viajó desde Babilonia a Jerusalén para

“recibir halakah” (pPes. VI, 1). La cantidad de material que un rabino entrenado podía

aprender en pocos días era enorme; sobre todo si lo comparamos con nuestras

capacidades. El Talmud de Babilonia relata cómo Resh Laqish, sabiendo que el hijo de

Pedat conocía la colección midrásica llamada Torat Kohanim (un antiguo comentario al

Levítico), visitó al hijo de Pedat y aprendió la colección en tres días; luego empleo tres

meses para comprender el sentido y aprender a usar el material memorizado (Yeb. 72

b). Otro relato rabínico cuenta cómo R. Meir y R. Natán deseaban humillar a Rabbán

Simeón ben Gamaliel; con este fin iban a pedirle exponer el difícil tratado Uqsin, que

éste no conocía. Pero Jacob ben Qodshi evitó la humillación del maestro obrando de

este modo: se colocó en la habitación de encima de Rabbán Simeón y comenzó a repetir

en voz alta el texto del tratado, una y otra vez. Sospechando algo, Rabban Simeón

prestó atención al recitado y consiguió aprenderlo; al día siguiente fue capaz de hacer la

exposición del tratado sin problema alguno (bHor.13 b). De estos relatos podemos

deducir que quince días no son pocos días para un judío educado en la formación

rabínica (Hch 22,3).

Por lo demás, sus cartas muestran un buen conocimiento de la tradición

evangélica. Además de las referencias explícitas a la tradición histórica (eucaristía,

muerte y resurrección), encontramos enseñanzas paulinas que derivan claramente de la

tradición evangélica; por ejemplo, el divorcio (1Cor 7,10-11) y el sostenimiento de los

21

predicadores (1Cor 9,14). Estudios recientes identifican en Pablo un conocimiento de

los dichos de Jesús según están colocados en la tradición sinóptica. Un ejemplo es Lc

10, que habla del sostenimiento de los apóstoles: cuando se compara con 1Cor 9 se

descubren bastantes expresiones y términos comunes que no pueden ser fruto de la

casualidad (apóstol, sembrar, derecho, recompensa, anunciar la buena noticia, comer y

beber, etc.). Otros pasajes identificados se encuentran, sobre todo, en Rm.

Por otra parte, es llamativo que Pablo, que es un ciudadano, emplee tantas

metáforas agrícolas o rurales. Riesenfeld ha demostrado que esta familiaridad de Pablo

con el ambiente rural proviene de las parábolas de Jesús. Por lo demás, el hecho de que

en sus cartas no haya muchos datos sobre la vida de Jesús o citas explícitas de sus

palabras no quiere decir que no las usase en su predicación. No se debería olvidar que

las cartas son escritos que tratan de responder a situaciones y problemas concretos de

las comunidades.

Excursus: Sobre 2Cor 5,16

No es seguro que Pablo haya conocido a Jesús durante su ministerio en Jerusalén.

Aunque se ha querido ver en 2Cor 5, 16 una referencia a dicho conocimiento, como

luego veremos, de este texto no se puede deducir ningún trato de Pablo con el Jesús

histórico antes de su encuentro en el camino de Damasco. No obstante, Pablo debía

saber de Jesús a través de los primeros cristianos y los comentarios que llegaran a los

círculos fariseos. No hay que olvidar que este grupo fue uno de los adversarios de Jesús

durante su ministerio. Por tanto, debía saber de su capacidad de hacer milagros, de sus

enseñanzas e interpretaciones de la Ley mosaica, de su falta de respeto al sábado y a las

reglas de pureza, de sus seguidores, de su condena por el Sanhedrín y muerte en cruz.

En cualquier caso, la verdad sobre quién era Jesús no la alcanzó por el testimonio de los

primeros cristianos, sino por la manifestación del mismo Jesús resucitado.

El pasaje de 2Cor 5 es muy importante para entender que el verdadero

conocimiento de Cristo no proviene sólo de la razón y la interpretación humana, sino

que es necesaria la luz de la fe. El texto, en traducción literal, dice así: “De modo que,

desde ahora, a nadie conocemos según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne

(kata sárka Christón) ya no conocemos a nadie así”. Este texto ha sido interpretado

como si Pablo afirmara un menosprecio al Cristo histórico: la fórmula “según la carne”

modificaría a “Cristo”; Pablo no se interesaría ya por el Cristo según la carne, es decir,

22

el Cristo histórico. Pero es también posible que la expresión “según la carne” califique

el verbo conocer. En este caso, Pablo está hablando de su forma de conocer: antes era

carnal, ahora, gracias a la fe, conoce de otro modo. La primera interpretación se ha

denominado “histórica”, la segunda “religiosa”. ¿Cuál de ellas es la adecuada? Veamos

qué nos dice el contexto y la estructura de la frase.

a) El contexto

Se sabe que 2 Corintios trata de justificar el ministerio apostólico de Pablo y, al

mismo tiempo, de defender su autoridad apostólica contra algunos que trataban de

arruinarla en la comunidad de Corinto. Para ello, Pablo proclama su fidelidad de apóstol

de Cristo: la prueba son los mismos cristianos de Corinto, a los que el Apóstol llama

«una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el

Espíritu de Dios vivo» (2 Cor 3,3). El ministerio apostólico, espiritual, sitúa a Pablo

muy por encima de la economía antigua; y la primera apología (2 Cor 2,14-7,16) va

destinada a mostrar esa superioridad. La nueva economía, la cristiana, está presidida por

el Espíritu; la señal de la antigua economía es «la letra», «la carne». Todos aquellos que

no leen la Ley a la luz del Espíritu están todavía en la letra: es el caso de los judíos. Ese

fue también el caso del mismo Pablo, que en otro tiempo fue un judío obediente a la

letra y atado a la carne. El comentario, al estilo rabínico, sobre el episodio del velo de

Moisés (2 Cor 3,7-18), ilustra a la perfección esta idea del Apóstol: para los judíos, el

sentido mismo de las Escrituras está velado.

Pablo, pues, defiende su ministerio como un ministerio «espiritual», conducido y

guiado por el Espíritu, contra las perspectivas humanas que llama «carnales». Los

judaizantes, al defender la letra de la Escritura, vienen a defender sus tradiciones

humanas (carnales), al igual que en su vida práctica se conducen por móviles humanos,

y esto, hasta en su ministerio (véase, además de la primera apología, 2 Cor 10-13).

Pablo hace entender a sus detractores de Corinto que se han quedado en un punto de

vista humano (carnal y no espiritual), superado (viejo y no renovado por Cristo): él, al

contrario, está en la novedad del Espíritu traído por Cristo y su conducta no tiene ya

nada de una vida carnal.

En este pensamiento, la afirmación central es 2 Cor 3,17: el Espíritu es el Señor.

Pese a todas las dificultades para entender este texto, lo que aquí se afirma —y

fuertemente— es que, en el nuevo régimen inaugurado por Cristo, la lectura de la

Escritura se hace a la luz del Espíritu. Esa «iluminación» del Espíritu se explica en el

23

curso de la exposición: el Espíritu que poseemos por la fe (4,13) nos llevará a la

resurrección, como Cristo (4,13-15); hará morir en nosotros el hombre exterior y

renovará el hombre interior (4,16), para que lo mortal sea absorbido por la vida en todos

los que han recibido las arras del Espíritu (5,4s). Esta vida nueva, según el Espíritu,

impone a los creyentes costumbres nuevas: ya no deben vivir para sí, sino para Cristo,

muerto y resucitado por ellos. La conclusión de todo este pensamiento brota

espontáneamente: el cristiano es una creatura nueva (5,17).

Nuestro pasaje viene inmediatamente antes de esta conclusión. En él, Pablo hace

referencia a su propia persona, a su historia. Pero en todo el contexto no encontramos

una sola alusión al pensamiento que los defensores de la interpretación histórica creen

poder leer en 5,16. Pablo no está hablando de una oposición entre el Cristo histórico y el

Cristo que él predica: esa oposición sólo existe en la mente de algunos exegetas

modernos. El Apóstol contrapone, a lo largo de toda la primera apología, dos actitudes

diferentes: una actitud humana, regida por la «carne», que en la lectura de la Escritura

se queda en la «letra», y otra «espiritual», regida por el Espíritu, que trasciende la letra y

prescinde de miras humanas; una y otra están representadas por los adversarios del

Apóstol y por el propio Pablo, respectivamente. Es a la luz de esta contraposición como

hay que leer nuestro versículo: también Pablo ha participado de esa actitud «carnal», y

conoció «carnalmente» a Cristo. Pero ahora ya no conoce así, ni a Cristo ni a nadie.

b) La estructura y el vocabulario

Lo que el contexto nos deja entrever va a confirmarse con el estudio de la

estructura de la frase en cuestión. De todas las divisiones del versículo que se han

propuesto, la más razonable parece ser la que ve en él tres partes, bien marcadas por la

repetición del verbo «conocer»:

“De modo que, desde ahora, a nadie conocemos (oídamen) según la carne.

Y si conocimos (egnókamen) a Cristo según la carne (kata sárka Christón)

ya no conocemos (ginóskomen) a nadie así”.

Esto remite al esquema a b a, o mejor, a b a’, que es muy característico: a’ recoge

y repite a con una insistencia mayor. Esto es, una primera afirmación —la vida de Pablo

ya no es carnal—, se repite en la tercera parte con más énfasis: no, no lo es. En la

segunda parte, la afirmación es subrayada con una adversativa: en otro tiempo, es cierto,

tuvimos un conocimiento carnal de Cristo.

24

Para explicar el procedimiento de composición del esquema hay que recurrir al

lazo verbal que une las tres partes mediante el verbo «conocer» (a b a’) y la locución

«según la carne» (a b). Pero, además de la lógica antitética del semita que era Pablo y la

intención polémica que le lleva a prevenir el posible ataque de sus detractores, es sabido

que el Apóstol gusta de referirse al tiempo en que era perseguidor de la Iglesia, para no

«gloriarse sino en su debilidad». Él fue carnal como ellos antes de su conversión, pero

ya no lo es.

El interés de haber reconocido este esquema ternario radica en que sugiere la

sinonimia del verbo conocer en las tres partes, aunque Pablo emplea dos verbos

diferentes: eidénai en a y ginóskein en b a’. Lo mismo podemos decir de las dos veces

en que aparece la fórmula «según la carne»: es evidente que en los dos casos ha de

significar lo mismo y realizar una función semejante. Ahora bien, quienes defienden la

interpretación histórica tienen que admitir un sentido diferente en los dos verbos, para

no hacer decir a Pablo la tontería de que no conoce a nadie «humano». Igualmente,

según los autores que en la segunda parte unen la locución «según la carne» a «Cristo»,

resulta que kata sárka tiene que ejercer en una misma frase dos funciones distintas, y

significar dos cosas distintas también. En v.16b modifica el complemento «Cristo», y

significaría «el Cristo según la carne, el Cristo histórico, visible». Pero, ¿y en 16a? Ahí

la locución «según la carne» modifica necesariamente al verbo conocer: no conocemos

carnalmente a nadie, pues afirmar que Pablo quiere decir que no conoce a nadie visible,

histórico o humano es un enorme despropósito. El único modo de evitarlo es hacer que

el «nadie» de las partes primera y tercera se refiera también veladamente a Cristo. Pero

¿hay algún indicio de ello? ¿No es esto poner en el texto más de lo que permite

cualquier interpretación razonable? En 16 a y c, Pablo afirma verdaderamente que no

conoce a nadie según la carne, esto es, que su conducta y su ministerio no son carnales

con respecto a nadie, ni a Cristo ni a los hombres. Ni, por supuesto, a los corintios.

El análisis del vocabulario no hará sino reforzar esta interpretación. En primer

lugar, está el término «Cristo», que designa siempre en Pablo a Jesús resucitado y

glorioso, Señor de la Iglesia. Si Pablo hubiera querido referirse en este pasaje a Jesús

terreno, antes de su resurrección, habría dicho, lo mismo que en otras ocasiones,

«Jesús». Este detalle hace imposible la interpretación histórica: pues, para los autores

que la defienden, Cristo resucitado es, naturalmente, el Cristo de la fe. El de la historia

es el del ministerio público, el predicador de Palestina. Resulta que Pablo dice aquí,

según eso, que ha conocido en otro tiempo al Cristo (resucitado) según la carne, lo cual

25

es ciertamente otro despropósito. Lo que sucede es, sencillamente, que Pablo ignora la

distinción que establece la exégesis moderna entre Jesús de la historia y Cristo de la fe.

Él distingue, ciertamente, entre Jesús antes de su glorificación y después de su

glorificación, pero en los dos casos se trata de la misma persona. El uso, muy temprano,

del nombre compuesto «Jesucristo» bastaría por sí mismo para probarlo.

En cuanto al verbo «conocer», ya hemos visto que Pablo emplea dos verbos

sinónimos: eidénai en la primera parte, ginóskein en los dos restantes. Este último verbo

es empleado por Pablo más de treinta veces y, menos en tres casos, siempre tiene un

significado religioso: designa el conocimiento de la obra del Padre llevada a cabo por

Cristo. Lo mismo sucede con eidénai: aunque Pablo usa menos veces este verbo, sólo

en dos ocasiones sirve para expresar un conocimiento «histórico». En el resto de los

casos, que suman una docena, designa, como ginóskein, un conocimiento de naturaleza

religiosa.

Nos queda por estudiar la locución «según la carne». La discusión estriba aquí,

como sabemos, en si hay que unir esta fórmula al verbo «conocer» o al complemento

«Cristo». Tanto el contexto como la estructura de la frase hacen muy poco probable que

la expresión pueda significar aquí lo que es inevitable si se une a «Cristo»: «humano»,

«histórico». Al adoptar esa solución se rompe el hilo del pensamiento paulino y la

estructura literaria del versículo, creando insuperables problemas de interpretación: hay

que dar un sentido distinto a la fórmula en la primera parte, hay que explicar por qué

Pablo usa el término «Cristo» para referirse al Jesús terreno; por último, hay que

justificar por qué Pablo introduce aquí semejante pensamiento.

Todas estas dificultades desaparecen si unimos la locución «según la carne» al

verbo «conocer», tanto en la primera parte como en el segundo. Pablo opone un

«conocimiento carnal (según la carne)», característico de sus adversarios y que él ha

compartido cuando era perseguidor de Cristo, al «conocimiento espiritual» que él ahora

posee, y que rige toda su vida, para con Cristo y para con los hombres. Pablo, pues, no

despreciaba al Jesús histórico, ya que era él en quien creía, y por el que había de dar su

vida. Ya no acepta lo que dice el Sanhedrín, sino lo que el Padre le ha revelado; el

criterio no nace de la carne, sino de la fe. Posición idéntica a la que tuvieron los

discípulos desde el comienzo: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.

Por otra parte, Pablo no separa jamás el Jesús histórico y el Cristo glorioso. Para

él son la misma persona. Varias expresiones pueden ayudarnos a entenderlo: 1Cor 2,6

26

(el Señor de la gloria es Jesús crucificado); Col 2,6 (Jesús el Señor) Ef 4,21 (Cristo y

Jesús son él mismo) ; 2Cor 11,4 (predica al Jesús histórico).

27

Tema 3: Pablo, apóstol de los gentiles

Seguramente este título es el más utilizado para referirse a Pablo. Ciertamente lo

usa él mismo en sus cartas y hay que reconocer que fue el más eficaz a difundir el

cristianismo fuera de Palestina. Pero hay que estar atento a no absolutizar este título,

pues a) Pablo no fue el primero en anunciar el Evangelio fuera de Palestina (Hch 11,19:

Fenicia, Chipre, Antioquía; Hch 9,2: Damasco), b) su predicación iniciaba siempre en

las sinagogas o se proponía a los judíos en primer lugar, c) su deseo era insertar a todos

los gentiles en el pueblo elegido de Dios. En este sentido es muy significativa la

expresión de Rm 15,15-16: llamado para que todos los gentiles sean convertidos en una

ofrenda agradable a Dios por el Espíritu. No hay que olvidar que el pueblo de Israel era

una ofrenda agradable a Dios (santidad). Es el pueblo elegido en el que se complace

Dios (sólo el judío obraba conforme a la voluntad de Dios manifestada en la Ley). La

voluntad de Dios se ha desvelado por completo en Jesús, su enviado. La predicación de

Pablo se dirige a todos los hombres para que, creyendo en Jesús, puedan gozar de la

relación con el verdadero Dios, puedan formar parte del pueblo elegido. Por eso,

considera a todos los cristianos miembros del pueblo elegido: «Si sois de Cristo, sois

descendencia de Abrahán» (Gál 3,29). Mediante su anuncio, llama a todos los hombres

a formar parte de la Iglesia, el verdadero pueblo de Dios (cf. Ef 2,11-19).

Como es fácil constatar en Hch (13,45-47; 18,4-5; 28,23-29), Pablo proponía el

Evangelio a los judíos en primer lugar, y a los paganos temerosos de Dios que acudían a

las sinagogas. Pero su predicación no quedaba limitada a los miembros del pueblo de

Israel, también se abría a todos los gentiles. En algunas ocasiones, Pablo justifica su

apertura al mundo gentil apelando a la cerrazón de los judíos: “Pero cuando ellos (= los

judíos) se le opusieron y blasfemaron, él sacudió sus ropas y les dijo: Vuestra sangre

sobre vuestras cabezas; yo soy inocente; desde ahora me iré a los gentiles” (Hch 18,6).

La fórmula “vuestra sangre sobre vuestras cabezas”, que nos recuerda la expresión

pronunciada por las autoridades judías durante el juicio de Jesús ante Pilato, es

frecuente en el judaísmo para expresar la responsabilidad de una acción o consecuencia.

En este caso, Pablo hace responsable a los judíos que le rechazan de su propia pérdida,

de su vida empobrecida sin Cristo. Si ellos deciden vivir sin Cristo no es porque Pablo

no se lo anuncia, sino por su propia libertad. Es más, el hecho de haber recibido varias

veces castigo por orden de los responsables de la comunidad judía en las ciudades

donde predicaba el Evangelio (cf. 2Cor 11,24) no le llevó nunca a cambiar de planes:

siempre que llegaba a una ciudad, lo primero que hacía era ir a la sinagoga.

28

1. Elegido y enviado

El término “apóstol” significa “enviado, mensajero autorizado, delegado”. De

hecho, en sus cartas Pablo designa de este modo no sólo a los Doce, sino también a los

que predican el Evangelio o son delegados por las iglesias para alguna misión concreta

(cf., por ejemplo, Flp 2,25; 2Cor 8,23). Este uso aparece también en otros escritos de la

primera generación (Ap 2,2; Did 11,4-6). Pablo no se presenta como apóstol de una

comunidad, sino de Cristo Jesús por voluntad de Dios (1Cor 1,1; 2Cor 1,1; Gál 1,1; Rm

1,1; Col 1,1)28. Por eso, insiste que su apostolado no nace por encargo de los hombres,

sino de Dios. Esta conciencia que manifiesta Pablo tiene su origen en la llamada que le

dirige Dios después de su encuentro con Jesús resucitado en el camino de Damasco. En

efecto, Hch 22,12-16 narra cómo Dios comunica su voluntad a través de Ananías,

“hombre piadoso según la Ley, recomendado por todos los judíos”; es decir, se trata de

un judío observante. Las palabras que dirige a Pablo dejan muy claro quién es el que le

elige y envía: “El Dios de nuestros padres te ha elegido”. La elección y misión son obra

del Dios de Israel, el mismo Dios cuya gloria y santidad pensaba Pablo que eran

negadas, destruidas por la predicación de aquellos que perseguía. La misión que llevará

a cabo entre las naciones, dirigiéndose tanto a judíos como a griegos, es voluntad del

Dios de Israel. “El que pone en marcha la misión de san Pablo entre los gentiles –afirma

M. Herranz-, el que hace de él el Apóstol de los gentiles, es el mismo Dios que escogió

a Israel para que en él fuesen benditas todas las naciones de la tierra”29.

En sus cartas aparecen tres características principales que constituyen al apóstol.

La primera es “haber visto al Señor” (cf. 1Cor 9, 1), es decir, haber tenido con él un

encuentro decisivo para la propia vida. Análogamente, en la carta a los Gálatas (cf. Gál

1, 15-16), dirá que fue llamado, casi seleccionado, por gracia de Dios con la revelación

de su Hijo con vistas al alegre anuncio a las naciones. Como afirma Benedicto XVI:

“En definitiva, es el Señor el que constituye a uno en apóstol, no la propia presunción.

El apóstol no se hace a sí mismo; es el Señor quien lo hace; por tanto, necesita referirse

constantemente al Señor”. Como ya hemos dicho, el término griego apóstolos significa

“enviado, mandado”; esta es la segunda característica: “haber sido enviado”. Comenta

Benedicto XVI: “Por consiguiente, debe actuar como encargado y representante de

quien lo ha mandado. Por eso san Pablo se define "apóstol de Jesucristo" (1Cor 1,1; 28 Cf. también Ef 1,1; 1Tm 1,1; 2Tm 1,1; Tt 1,1. 29 M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, 150-151.

29

2Cor 1,1), o sea, delegado suyo, puesto totalmente a su servicio, hasta el punto de

llamarse también "siervo de Jesucristo" (Rm 1,1). Una vez más destaca inmediatamente

la idea de una iniciativa ajena, la de Dios en Jesucristo, a la que se está plenamente

obligado; pero sobre todo se subraya el hecho de que se ha recibido una misión que

cumplir en su nombre, poniendo absolutamente en segundo plano cualquier interés

personal”. La tercera característica es la predicación y fundación de comunidades. Es,

por tanto, un servicio, no un título honorífico. Así se comprenden ciertas expresiones de

Pablo acerca de la urgencia de predicar y de sostener y consolidar las comunidades

cristianas que el Espíritu ha generado por medio de él. Ningún sufrimiento o dificultad

impedirá al apóstol cumplir su misión, que es el origen de su alegría, pues comunica la

bendición de Dios y hace partícipes a todos los hombres de la gracia salvadora del

Evangelio.

Explica también Herranz por qué Pablo defendió con energía su condición de

apóstol y su misión entre los gentiles, al mismo tiempo que dicha misión suscitó una

gran hostilidad entre los judíos observantes de la Ley mosaica. He aquí sus palabras: “El

ardor que san Pablo pone en su defensa está justificado por dos motivos: la misión entre

los gentiles era parte de los planes salvadores de Dios; a través de ella, el mismo Dios

que había hecho de Israel su pueblo escogido quería llevar ahora a todos los hombres las

insondables riquezas de Cristo. Por tanto, cualquier acción que intentase poner trabas a

la misión entre los gentiles era a la vez una acción contra el mismo Dios y contra la gran

masa de los pueblos gentiles, a los que así se robaba una riqueza a la que tenían derecho

[…] El Apóstol de los gentiles no predica una fe o una religión nueva, cuyos adeptos

son exclusivamente paganos; en tal caso, las autoridades judías, en su papel de

defensoras de la ortodoxia, no habrían tenido nada que objetar. Lo que la predicación de

san Pablo —y de la Iglesia en general— quiere lograr es la inserción de los gentiles en

Israel, en el pueblo de Dios, proclamando una fe en Jesús de Nazaret a la que se había

opuesto el alto tribunal judío, que lo condenó como blasfemo, y rompiendo con

tradiciones que un judío celoso consideraba esenciales a la religión judía […]

humanamente era natural que un judío celoso de Dios luchase contra este judío, de la

estricta secta de los fariseos, que se llamaba a sí mismo Apóstol de los gentiles. Para

cesar en esta lucha contra él necesitaba convencerse de que era el mismo Dios de sus

padres quien había separado para sí a san Pablo para encomendarle la obra de la

salvación de los gentiles, que san Pablo estaba haciendo realidad las palabras de Dios a

30

Abrahán, en que se expresaba la razón de ser de Israel: por él serían benditas todas las

naciones de la tierra”30.

2. Pablo, predicador de Jesucristo

El título “apóstol de los gentiles” se ha difundido y acuñado para hablar de Pablo.

También él mismo se lo atribuye (cf. Gál 1-2). Pero no es totalmente exacto si se quiere

afirmar con él que Pablo predicó solamente a los paganos.

a) Ya hemos visto que Pablo no fue el primero en anunciar el Evangelio fuera de

Palestina. Lucas en Hechos atribuye el comienzo de la misión gentil a los cristianos

huidos de Jerusalén por motivo de la persecución (Hch 11,19-21); difícilmente si no

hubiera sido así habría privado de tal privilegio al gran apóstol de los gentiles.

b) Pablo predicó en las sinagogas de la diáspora a los judíos y temerosos de Dios.

Su táctica de comenzar siempre por las sinagogas de los judíos está claramente

atestiguada en las palabras que escribe a los Corintios: «Cinco veces he recibido de los

judíos cuarenta azotes menos uno» (2 Cor 11,24). Además el modelo de predicación

recogido en Hch 13,16-41 es típicamente judío; también las cartas paulinas con

frecuencia usan razonamientos claramente judíos.

c) Su predicación a los gentiles se justifica por la expulsión de las sinagogas (Hch

13,45-47; 18,4-7; 28,23-29). En cualquier caso, buscaba un lugar cercano a la sinagoga

o accesible para que los judíos pudieran seguir escuchándole. Además el celo que se

enciende contra él y sus colaboradores surge generalmente al ver el éxito de la

predicación apostólica entre los judíos (Hch 13,42-45; 14,1-2; etc.).

d) Después de su bautismo, Pablo permanece por algún tiempo en Damasco, con

un viaje a Arabia. Los estudiosos suelen suponer que allí comienza su misión según la

modalidad que aparecerá después descrita en los relatos de sus viajes misioneros en los

Hechos. Pero hay un dato significativo que no podemos saltar: Lucas narra una visión

de Pablo en el templo de Jerusalén en la que recibe el mandato divino de ir lejos, a los

naciones. El pasaje dice así: “Me aconteció, vuelto ya a Jerusalén, que, estando en

oración en el templo, fui arrebatado en éxtasis, y le vi a él que me decía: Date prisa y sal

inmediatamente de Jerusalén, pues no recibirán tu testimonio acerca de mí. Y yo dije:

Señor, ellos saben que yo andaba por las sinagogas encarcelando y azotando a los que

creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo estaba

allí presente, asistiendo y guardando los vestidos de los que le mataban. Y díjome:

30 M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas,151-152.

31

Anda, que yo te enviaré a lejanas naciones” (Hch 22,17-21). Este texto presupone que

Pablo, hasta el momento, ha predicado sólo a los judíos. Por tanto, también durante su

estancia en Damasco su predicación iba dirigida a los judíos; son éstos que buscan su

muerte y no se alude a ninguna relación explícita con el mundo pagano.

El judaísmo de la diáspora era mucho más numeroso que el de Palestina (1 millón

en Palestina frente a los 4 ó 5 fuera de ella; también hoy la presencia judía es mayor

fuera de Israel). Se asentaban en las ciudades, donde gozaban de la protección oficial de

Roma y gozaban de una jurisdicción propia para los asuntos internos. Se han

conservado edictos de las autoridades de muchas ciudades de Asia Menor, en que se

hace saber a la población que los judíos gozan de ciertos privilegios debidos a sus

peculiares creencias y prácticas religiosas, reconocidas por los romanos. Las

comunidades judías de la Diáspora vivían en cierto modo como islotes dentro de la gran

masa pagana. Generalmente vivían en barrios propios, ya que la observancia de la Ley

mosaica impedía una integración total. En esas comunidades siempre son las

autoridades judías, con sus secuaces, los primeros en reaccionar contra Pablo (cf. 1Tes

2,14-16). El motivo principal es su celo santo, pues consideran que la predicación

paulina conducía a la apostasía (cf. Hch 21,18s). Ciertamente en las comunidades

paulinas convivían judíos y gentiles, lo que implicaba la abolición de la separación

secular de estos pueblos por razón de pureza legal. Además ciertas prácticas judías se

reconocían sin vigencia: circuncisión, alimentos puros, carne ofrecida a los ídolos, etc.

De hecho, la Ley ya no era el camino específico del cumplimiento de la voluntad de

Dios y medio de salvación; en su lugar Cristo muerto y resucitado por nuestra salvación

era el centro de la vida de la comunidad cristiana. No es extraño que los judíos fieles a

la Ley percibieran la propuesta de Pablo como herética y opuesta a la ley mosaica.

3. La difícil misión entre los gentiles

La elección divina de Israel no fue jamás un fin en sí mismo. En su elección serán

benditas todas las naciones. O sea, su llamada era el modo de difundir el abrazo de Dios

a todos los hombres. Esta vocación universal de Israel fue reiterada por los profetas31.

Sin embargo, la concepción del judaísmo de la época de Pablo estaba muy lejos de vivir

conscientemente esta misión. El juicio y la actitud que manifestaba respecto a los

paganos eran muy severos, y llevaban a un rechazo de cualquier contacto con el mundo

31 Cf. Gn 12,1-3; Is 11,10; 42,1.6; 49,1-3.6; Am 9,11-12; etc.

32

pagano. Quizá este rechazo fue favorecido por el odio y la violencia que el pueblo judío

tuvo que sufrir de parte de las otras naciones. En cualquier caso, se consideraba a los

paganos como pecadores y rechazados de Dios. Rabí Eliezer ben Hircanos (h. 90)

declaraba que ningún gentil tendría parte en el mundo venidero; la condenación eterna

era su paradero final. Se comprende, pues, la oposición que encontró el ministerio

apostólico de Pablo entre los gentiles de parte de los miembros de su raza. Pero

seguramente este antagonismo, que muchas veces llegó hasta la violencia física, tenía

también otro origen: considerar el cristianismo como un grupo herético, que alejaba de

la verdadera observancia de la Ley a judíos y prosélitos.

Según narra Lucas en Hch, la misión de Pablo frecuentemente se interrumpía a

causa de los ataques o persecuciones de los judíos que le obligaban a huir. La causa del

proceder de los judíos es identificada con el celo santo. O sea, los adversarios de Pablo

veían que la predicación cristiana proponía un alejamiento de la observancia de la Ley y

de las tradiciones, consideraban la secta de los nazarenos como un grupo apóstata. Los

adversarios de Pablo participaban del celo que llevó al mismo Apóstol a perseguir a la

Iglesia antes de su encuentro con Jesús (cf. Hch 26,9-11). En este sentido, afirma M.

Herranz: “Se ha dicho con razón que primero la predicación del propio Jesús y luego la

de los apóstoles representó un reto muy fuerte para los judíos piadosos, sinceramente

creyentes y celosos de su fe32. La historia de san Pablo, perseguidor de la Iglesia por

celo de Dios, es la mejor prueba de ello. Sólo cuando, en el camino de Damasco, Dios

se dignó revelar en él a su Hijo, pudo ver el deslumbrado Saulo que su celo era

insensato, que no le hacía defender los derechos de Dios, sino todo lo contrario:

guerrear contra Dios”33.

La continua oposición que tuvo que sufrir Pablo de parte de los judíos le llevó a

referirse en varios lugares de sus cartas a esta circunstancia intentando razonarla,

explicar por qué el continuaba anunciando este Evangelio que era escándalo para sus

hermanos de raza. Quizá en Ef 3,1-12 Pablo se expresa de modo explícito al respecto:

“Por causa de esto, yo, Pablo, el prisionero de Cristo Jesús por vosotros

los gentiles…, si es que habéis oído la economía de la gracia de Dios que me

fue dada en orden a vosotros, y es que por revelación se me dio a conocer el

misterio…; el cual, en otras generaciones, no fue dado a conocer a los hijos de

los hombres cual ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el 32 Véase, por ejemplo, D.E.H. Whiteley, The Theology of S. Paul, Philadelphia 41972, 74. 33 M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, 139-140.

33

Espíritu, a saber: que los gentiles son coherederos y miembros de un mismo

cuerpo y juntamente partícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del

Evangelio, del cual yo fui constituido ministro según el don de la gracia de

Dios, que me fue dada según la energía de su poder. A mí, menor que el más

pequeño de todos los santos ( = los creyentes en Cristo), me fue otorgada esta

gracia, la de anunciar a los gentiles las riquezas de Cristo, imposibles de

rastrear, y de iluminar a todos, dando a conocer cuál es la economía del

misterio, escondido desde el origen de los siglos en Dios, que creó todas las

cosas, a fin de que se dé a conocer ahora a los principados y a las potestades en

los cielos, por medio de la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios, según el

designio eterno que se había propuesto en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

En este texto vuelve a afirmar que su acción misionera va dirigida tanto a judíos

como a los gentiles, pues también éstos están llamados a participar de la herencia del

pueblo elegido. Afirma M. Herranz: “Esta predicación lleva a todos los hombres, judíos

y gentiles, una insondable riqueza: «las riquezas de Cristo», los bienes que Dios ha

otorgado a los hombres por medio de Cristo, y que llegan a todos los hombres por

medio de la Iglesia. Así se explica que san Pablo, a pesar de escribir desde la cárcel, no

manifieste la menor sombra de tristeza: el largo párrafo que hemos transcrito respira un

vivo y profundo sentimiento de adoración gozosa a Dios, que ha querido servirse de un

instrumento tan frágil y pobre como la persona de san Pablo para realizar este

acercamiento de los gentiles al Dios vivo y verdadero, comunicándoles las riquezas de

Cristo y haciéndoles partícipes de la misma herencia prometida al pueblo escogido”34.

4. Algunas características de la actividad misionera de Pablo.

a) En las sinagogas. Los hombres que pueblan las regiones que va a recorrer Pablo

se dividen en dos grupos: paganos de religiones diversas, con más o menos sensibilidad

religiosa auténtica, y judíos de la diáspora. Las ciudades más importantes del

Mediterráneo contaban con colonias judías, algunas muy numerosas. Por esencia, el

Evangelio representaba la culminación de la Revelación de Dios, o de la historia santa,

que comenzó con la vocación de Abrahán. De ahí que la presentación del Evangelio a

judíos fuese fácil (cf. modelo en Hch 13,16-24). Por otra parte, en las sinagogas, Pablo

podía encontrar también paganos simpatizantes o prosélitos del judaísmo, los llamados

34 M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, 141-142.

34

«temerosos de Dios». Seguramente la elección de Chipre como primer lugar de misión

sea debida a la presencia llamativa de judíos en la isla y a que la familia de Bernabé era

originaria de allí (Hch 13,5).

Dentro de este modo de actuar se tiene que explicar su decisión de circuncidar a

Timoteo: es de índole pastoral; no hay en ella ninguna claudicación del Apóstol ante las

presiones de los judaizantes. Timoteo era hijo de madre judía, pero su padre era pagano.

Los judíos de la colonia de Listra sabían que no había sido circuncidado, y la noticia

podía llegar o haber llegado a las comunidades judías de otras ciudades. Pablo, como

vemos por sus cartas, piensa hacer de él uno de sus más cercanos colaboradores. Y

como dentro de su táctica misionera la predicación en las sinagogas judías es un primer

paso esencial, necesita que Timoteo tenga acceso también a las sinagogas, acceso que

estaba totalmente cerrado a un no judío, es decir, a un no circuncidado.

b) De ciudad en ciudad. Según el relato de Lucas, la actuación de Pablo en las

ciudades que visita durante sus dos primeros viajes sigue siempre el mismo esquema:

predicación en la sinagoga, éxito inicial, reacción de las autoridades judías locales y

judíos celosos, salida de la ciudad. La expulsión o fuga no es debido al mandato o

presión de las autoridades judías, sino por las autoridades civiles; generalmente

presionadas por los judíos celosos ante la actuación de Pablo y sus colaboradores. Pablo

sabe sacar partido de las condiciones particulares del gobierno de las ciudades

helenísticas a favor de su misión. En los vastos territorios del Oriente griego no existía

jurisdicción o autoridad interurbana, excepto la del gobernador romano. Pero el

gobernador romano sólo intervenía en el caso de que corriese peligro la paz y el orden

político en la provincia. En realidad, el gobierno y la administración de justicia en las

ciudades corría a cargo de las autoridades municipales. De este modo, si el

representante de Roma en esa región no tenía noticia de un movimiento de insurrección

o verdadero peligro para la paz, un alborotador de cualquier índole podía continuar

indefinidamente su acción moviéndose de ciudad en ciudad.

Por otra parte, es necesario saber que sólo los gobernadores de las provincias

fronterizas del Imperio tenían a su disposición fuerzas militares. Los procónsules y

legados de las otras provincias, como eran las de Grecia y Anatolia, sólo disponían de

pequeños contingentes, estacionados en la capital respectiva. Su actuación, por tanto, en

un lugar distante de ésta no podía ser fulminante, y además no solían movilizare para

capturar un ladrón común o un alborotador. Las fuerzas policiales de las autoridades

municipales estaban centradas en las ciudades, muy distantes entre sí y con extensos

35

territorios bajo su control; difícilmente podían vigilar todos los movimientos o

agitaciones sociales del territorio bajo su custodia.

c) Colaboradores. Pablo suele denominarse siervo de Jesucristo35. No se trata de

un título humilde, sino honorífico, pues sitúa a su persona en la esfera de Cristo: es su

administrador y legado. Pues bien este título lo atribuye a otros colaboradores suyos:

Timoteo y Epafras (Flp 1,1; Col 4,12). Timoteo, más conocido, acompañó a Pablo en

sus viajes misioneros, teniendo también autoridad sobre las comunidades. De este tipo

de colaborador itinerante también son Tito, Silas, Marcos y el propio Lucas, por citar

algunos.

Seguramente, Pablo recomendó a sus colaboradores lo que leemos dirigido a

Timoteo en 1Tm 4,13: aplicarse a la lectura, la exhortación y la enseñanza. Estas tres

funciones son partes integrantes de la liturgia sinagogal: lectura de los libros sagrados,

palabra de exhortación, enseñanza doctrinal. Este consejo de Pablo no tendría sólo la

finalidad de una buena preparación de los encuentros cristianos, sino también de todo lo

que conlleva: preparación de lectores, predicadores y maestros. Por lo demás, dado que

gran parte de su trabajo era la presentación del Evangelio a los judíos, también Pablo

tenía la preocupación de que este servicio se hiciera con toda dignidad, evitando que

una inadecuada preparación fuera más obstáculo a la difusión evangélica que ayuda.

En cuanto a Epafras, sabemos que fue el fundador de la comunidad de Colosas, y

de otros dos lugares cercanos: Laodicea y Hierápolis36. En la carta a los colosenses,

Pablo dice de Epafras que “se toma mucho trabajo por vosotros —los de Colosas—, y

por los de Laodicea, y por los de Hierápolis” (v.13). Estas tres pequeñas ciudades

recibieron el Evangelio ya en vida del Apóstol, no ciertamente por él, sino por este

colaborador, seguramente encontrado en Éfeso. Estas comunidades, también bajo la

35 Es útil leer el capítulo I y IV del libro de M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, 31-50 y 91-110. 36 La ciudad de Colosas se hallaba en el extremo oriental de la provincia proconsular de Asia, cuya capital era Éfeso, en el extremo occidental. San Pablo no había estado nunca en esta pequeña ciudad. Por obra sobre todo de Epafras, al que nombra en la carta y que sin duda entró en contacto con san Pablo durante su estancia en Éfeso, en la ciudad de Colosas nació una comunidad cristiana. Pasado algún tiempo, mientras san Pablo se halla preso, la amenaza de doctrinas extrañas, que ponen en peligro la buena marcha de la vida de la comunidad, obliga a Epafras a visitar al Apóstol e informarle de la situación. Entonces san Pablo interviene por medio de la carta. Pero la carta no testimonia sólo el nacimiento de una comunidad cristiana en la zona interior de la provincia de Asia, no misionada por san Pablo. En los saludos finales, el Apóstol dice: «Cuando haya sido leída esta carta entre vosotros, haced que sea leída también en la Iglesia de Laodicea; y la que recibiréis de Laodicea, leedla también vosotros» (Col 4,16). San Pablo, por tanto, había escrito también una carta a los cristianos de Laodicea, carta que se ha perdido.

36

autoridad de Pablo (a las que escribe también), fueron guiadas de modo estable por este

colaborador a modo de obispo residente.

Junto a ellos tenemos otros muchos más colaboradores, que daban una mano a

Pablo de formas muy diferentes37. Algunos apoyaban a Pablo en su labor misionera

mediante hombres y financiación. El Apóstol viajó mucho, tanto por tierra como por

mar. Todos estos desplazamientos suponían un gasto importante, no sólo para pagar los

medios que usaba, sino también alojamiento y comida diaria. Aunque Pablo ejerció un

oficio que le permitía su apostolado, pues los instrumentales los llevaba con él

(skênopoiós: tejedor de tiendas), no siempre tuvo el tiempo y las condiciones para

ejercerlo. Un ejemplo de esta colaboración es la comunidad de Filipos (2,27-30; 4,14).

Hay un pasaje que explica bien la labor misionera de las comunidades paulinas;

nos referimos a Tit 3,13: “A Zenas, el experto en la Ley, y a Apolo, provéelos

diligentemente para el viaje, de modo que no les falte nada”. Lo comenta M. Herranz

con estas palabras: “No es difícil adivinar la situación que supone este encargo. Zenas y

Apolo van a pasar por Creta en un viaje misionero, como predicadores itinerantes.

Probablemente es el mismo san Pablo quien los envía; al menos podemos suponer que

le han pedido que los presente a los cristianos de Creta para que los acojan

debidamente. Pero como su estancia en la isla será sólo una etapa en un recorrido más

amplio, los predicadores necesitarán también ser equipados para la continuación de su

viaje. Por eso san Pablo encarga a Tito que cuide solícitamente de que sean provistos de

lo necesario. Tras el encargo, dirigido a Tito, el Apóstol añade unas consideraciones que

nos revelan algo muy importante: el responsable de la atención material de los

misioneros es Tito, pero el peso que supone la financiación de la estancia y el viaje de

los que van a llegar recae sobre las espaldas de la comunidad. San Pablo, en efecto,

dice: «Y aprendan también los nuestros —es decir, los miembros de nuestras

comunidades cristianas— a tener iniciativas en las obras buenas, atendiendo a las

necesidades apremiantes (de la evangelización), para que no sean inútiles» (Tt 3,14).

Esta es la traducción ordinaria de las palabras del Apóstol; pero el original griego (hína

mè ôsin ákarpoi) permite leer en ellas una idea más profunda. Si los cristianos de Creta

no colaboran en la obra misionera, ayudando a la financiación —en metálico o en

especie— del viaje de Zenas y Apolo, su fe sería estéril. Lo que hará de su fe cristiana

37 Para una lista de más de 50 colaboradores nombrados en las cartas paulinas o en Hechos cf. L.J. Lietaert Peerbolte, Paolo il Missionario. Alle origini della missione cristiana, trad. di F. Iodice, Cinisello Balsamo 2006, 268-270.

37

una fe verdadera, demostrada en el fruto, será su colaboración en la predicación de esa

misma fe a otros hombres. En su carta a los Romanos, san Pablo pedirá a la comunidad

de Roma un servicio semejante: hacer posible su viaje misionero a España”38.

d) Como recuerda Benedicto XVI en su primera catequesis sobre Pablo, dedicada

al ambiente religioso y cultural en que vivió el Apóstol, hubo dos factores decisivos que

favorecieron la labor misionera de Pablo: la cultura helenista y la red de vías

construidas a lo largo de todo el imperio. “El primero fue la cultura griega, o mejor,

helenista, que después de Alejandro Magno se había convertido en patrimonio común,

al menos en la región del Mediterráneo oriental y en Oriente Próximo, aunque

integrando en sí muchos elementos de las culturas de pueblos tradicionalmente

considerados bárbaros. Un escritor de la época afirmaba que Alejandro «ordenó que

todos consideraran como patria toda la ecumene... y que ya no se hicieran diferencias

entre griegos y bárbaros» (Plutarco, De Alexandri Magni fortuna aut virtute, 6.8). El

segundo factor fue la estructura político-administrativa del Imperio romano, que

garantizaba paz y estabilidad desde Bretaña hasta el sur de Egipto, unificando un

territorio de dimensiones nunca vistas con anterioridad. En este espacio era posible

moverse con suficiente libertad y seguridad, disfrutando entre otras cosas de un

excelente sistema de carreteras, y encontrando en cada punto de llegada características

culturales básicas que, sin ir en detrimento de los valores locales, representaban un

tejido común de unificación super partes, hasta el punto de que el filósofo judío Filón

de Alejandría, contemporáneo de san Pablo, alaba al emperador Augusto porque «ha

unido en armonía a todos los pueblos salvajes... convirtiéndose en guardián de la paz»

(Legatio ad Caium, 146-147)”.

En efecto, es también conocido de todos el sistema de vías que construyó el poder

romano para facilitar la comunicación de todo el imperio. Desarrollado desde la época

republicana, alcanzó su punto álgido en el siglo II d.C. Un buen testimonio de ello nos

lo ofrece Elio Aristide, en su discurso de elogio a Roma pronunciado a mediados del

siglo II: “No dan miedo las Puertas de Cilicia (Tauro), ni los pasos angostos de Arabia a

Egipto, ni existen montes inaccesibles, ni ríos insuperables, ni gentes bárbaras

inhospitalarias... Las palabra de Homero de que "la tierra es común a todos", vosotros la

habéis realizado construyendo toda clase de puentes sobre los ríos, abriendo montes y

construyendo caminos transitables, llenando de hospedajes los lugares desiertos, e 38 M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, 104s. Vale la pena leer todo el capítulo, que lleva por título: “San Pablo y sus colaboradores”.

38

introduciendo en todos los lugares orden y civilización”. Esta red de vías de

comunicación favoreció en gran manera los desplazamientos del Apóstol.

Muchas ciudades en que Pablo predicó el cristianismo se hallan en el itinerario de

dichas vías. Por ejemplo, la Via Egnatia, de unos 800 km, que iba desde el Bósforo a la

costa adriática, pasaba por las ciudades de Filipos y Tesalónica; de esta última ciudad

nacía otra vía que se dirigía hacia Berea, Atenas, Corinto, Cencreas. Famosa también la

Via Maris, que unía Egipto, Palestina, Fenicia, Asia Menor; ésta cruzaba las ciudades de

Azoto, Joppe, Lida, Cesarea Marítima, Tiro, Antioquía. Después de esta ciudad se

dirigía a las puertas de Cilicia y atravesaba las ciudades de Tarso, Perge, Mileto, Éfeso

y Esmirna.

En esa época, el viaje era muy fatigoso y lento: a pie 30-40 km al día, en carros

unos 50 km y a caballo, con cambios frecuentes, se podía llegar a unos 200 km. Por

mar, el peligro era grande al no existir los salvavidas ni las barcas de salvamento, y la

eventualidad del naufragio era frecuente (cf. 2Cor 11,25; Hch 27,9-44). La época más

segura iba del 27 de mayo al 14 de septiembre; se desaconsejaban las travesías desde el

11 de noviembre al 10 de marzo. La distancia que se podía recorrer con viento normal

era de unos 70 km al día; con viento favorable eran unos 100 km. Además de la

navegación marítima estaba la fluvial, ya que los romanos habían construido también

toda una red de canales y ríos navegables. La distancia que se podía recorrer en ellos era

de unos 30 km al día. Aunque menos peligrosos que el mar, tampoco era una forma

segura de viajar. Se comprende, pues, que la gente prefiriera viajar por tierra. Sabemos

que Pablo usó con normalidad el barco para sus viajes.

e) Proyecto misionero de Pablo. En el invierno del 57 al 58, Pablo se encuentra en

Corinto, adonde ha venido por tierra desde Éfeso para dos cosas principalmente: visitar

la comunidad cristiana y recoger la colecta para Jerusalén. Son los últimos meses del

tercer viaje misionero del Apóstol. Pablo, en un principio, piensa volver a la ciudad

santa por mar, pero cambia de planes al tener conocimiento de las asechanzas de los

judíos. Por este motivo, decide realizar un largo viaje por tierra, bordeando las costas

del Egeo, hasta Mileto. Allí se despide de la comunidad de Éfeso y toma un barco que

se dirige a Tiro y luego a Tolomaida (Hch 20,17-21,7).

A lo largo de la ruta Pablo visitará de nuevo las comunidades de Macedonia y

Asia Menor. Curiosamente estas visitas no estaban previstas en el viaje inicial de

regreso. Comenta M. Herranz: “¿La consideraba innecesaria? Aunque resulte

sorprendente, quizá debamos responder que sí: san Pablo consideraba innecesarias estas

39

nuevas visitas. Es más: hay motivos para pensar que no sólo las consideraba

innecesarias, sino incluso contraproducentes para su plan misionero. Ciertamente, una

nueva visita a unas comunidades que sólo contaban unos años de vida sería una

oportunidad que el Apóstol aprovecharía para consolidar la fe y la organización dentro

de ellas; pero él mismo nos va a ofrecer una interpretación distinta de estas forzadas

visitas a comunidades ya en marcha.

”Mientras en Corinto (invierno 57) espera que sea practicable la navegación, san

Pablo escribe la más extensa de sus cartas: la dirigida a los cristianos de Roma. En ella,

después de la amplia exposición doctrinal (c.1-11) y una más breve exhortación pastoral

(12,1-15, 13) antes de los saludos finales encontramos una descripción de los planes

futuros y la acción misionera del Apóstol; esta descripción constituye un documento

precioso para entender la obra apostólica de san Pablo (15,14-33). San Pablo piensa ir a

España, y para preparar su viaje y su tarea en los confines de la tierra necesita la

colaboración de los fieles de Roma. Al justificar este proyecto de viaje misionero a

Occidente, el Apóstol hace dos afirmaciones que a primera vista tienen cierto aire de

exageración retórica. La primera dice: «Pues desde Jerusalén hasta el Ilírico, y en todas

direcciones, lo he llenado todo del Evangelio de Cristo» (Rm 15,19). El relato de san

Lucas en Hechos y los datos que contienen sus cartas hacen que nos sorprendamos ante

esta afirmación de san Pablo: en ninguno de los dos lugares que nombra para dar los

límites geográficos de su actividad, Jerusalén y el Ilírico, ejerció una acción misionera.

Para san Pablo, el centro del mundo, visto desde la obra y el plan de Dios que proclama

el Evangelio, es Jerusalén, la ciudad santa del judaísmo; y Jerusalén es también el punto

de partida del Evangelio que predica. Por eso, aun sin haber misionado en Judea, puede

decir con verdad que desde Jerusalén.

”Pero también el lugar geográfico que escoge para indicar el límite occidental de

su acción misionera es extraño: ni el libro de los Hechos, ni ninguna de las cartas

escritas antes que Romanos aluden a una actividad de san Pablo en el Ilírico (= Albania,

Montenegro, Serbia, Bosnia y Croacia). Las ciudades más cercanas a esta región

visitadas por san Pablo son las de Tesalónica y Berea, en la provincia de Macedonia. Es

innegable que tras esta aparente inexactitud geográfica se esconde algún misterio. A

descubrirlo nos ayudarán algunos datos de geografía de la época. Cuando san Pablo

recorre los territorios del Mediterráneo oriental, las antiguas unidades políticas llevan

más de cien años incorporadas al Imperio de Roma. Por lo que se refiere a la parte

40

Norte de la península balcánica, la unión con la capital del Imperio estaba asegurada por

la via Egnatia. Esta importantísima vía romana partía del puerto de Dirraquio, en el

Adriático, en la costa del Ilírico, y pasando por la capital de Macedonia —Tesalónica—

y Filipos llegaba a Bizancio. San Pablo utilizó sin duda esta vía por primera vez en su

segundo viaje, al marchar de Filipos a Tesalónica. Desde aquí, dejando la calzada, se

dirigió hacia el Sur, fijando su pasajera residencia en Corinto. Si hubiera seguido en

dirección Oeste, dejándose llevar por la calzada, habría terminado en Dirraquio, ciudad

del Ilírico, donde le habría sido fácil embarcarse en una nave que lo trasladase a Brindis,

en la costa italiana, y aquí hubiera estado esperándolo otra excelente calzada que lo

hubiese llevado a Roma: la via Appia. Porque, en realidad, la via Egnatia estaba

concebida como la prolongación de la via Appia. A través de ella, Roma quedaba unida

por tierra con las provincias más orientales del Imperio, Siria y Palestina.

”A la luz de estos datos, las palabras de san Pablo en la carta a los Romanos

comienzan a revelar su misterio. El Apóstol, que es un ciudadano de la parte oriental del

Imperio, quiere decir que ha predicado en toda esa mitad oriental, y por eso nombra el

Ilírico: esta región marcaba el límite occidental del mundo griego; desde allí, pasando

del extremo occidental de la via Egnatia al extremo oriental de la vía Appia en suelo

italiano, se entraba en el Occidente del Imperio, el mundo que san Pablo no ha podido

evangelizar hasta ahora. Por otra parte, aunque no llegase a pisar suelo ilirio —y,

repetimos, ni Hechos ni las cartas hablan de ello—, podía decir sin mentir ni exagerar

que había llevado el Evangelio hasta el Ilírico, es decir, hasta los confines occidentales

de la porción oriental del Imperio. Su actividad en varias ciudades de Macedonia,

especialmente la capital, y su utilización del tramo oriental de la via Egnatia

justificaban su afirmación”39.

39 M M. Herranz Marco, San Pablo en sus cartas, 83-85.

41

42

Tema 4: Los viajes misioneros de Pablo

1. Los años desconocidos

Según nuestra crónica de la vida de Pablo, sabemos que subió a Jerusalén después

de su huida de Damasco. En la ciudad santa tuvo un encuentro con Pedro que duró

quince días, donde aprendió la tradición evangélica. Esta estancia también es descrita en

Hch 9,26-30. Según Lucas, el Apóstol desarrolló una actividad en Jerusalén, que debió

durar un cierto tiempo, aunque no lo especifica. Esta actividad iba dirigida a judíos

tanto de habla aramea como griega. A causa del peligro que corría su vida, los hermanos

le embarcaron en Cesarea Marítima rumbo a Tarso. Pablo en Gál 1,21 confirma esta

noticia: “Luego me fui a las regiones de Siria y Cilicia”; no se olvide que Tarso se halla

en la región de Cilicia. Este modo de expresarse, es adecuado a la época del Apóstol, ya

que desde el 25 a.C. la parte este de la Cilicia fue añadida a Siria y gobernada

administrativamente bajo la designación de “provincia de Siria y Cilicia”40.

Pablo en Gál 2,1 indica que subió de nuevo a Jerusalén 14 años después. Por su

parte Hch 11,25s informa del modo cómo Pablo se integra en la comunidad de

Antioquía, gracias a Bernabé, después de su periodo de estancia en Cilicia. Este periodo

de tiempo que va desde su marcha de Jerusalén hasta su regreso a la región de Siria es

de una duración de unos 9 años. ¿Podemos deducir de las fuentes alguna información

sobre su actividad durante este largo periodo de tiempo? Destaquemos ante todo que la

decisión de los hermanos de Jerusalén y la iniciativa de Bernabé muestran que Pablo no

rompió los vínculos con la comunidad de Palestina. Por otra parte, aunque ni Pablo ni

Lucas detallan estos años, la carta de los apóstoles y presbíteros después del concilio de

Jerusalén está dirigida a “los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía,

en Siria y en Cilicia” (Hch 15,23). De esta pequeña referencia podemos deducir, por

tanto, que no sólo se afirma que hay comunidades en Cilicia, de las que no se nos da

noticia de su fundación, sino además que parte de sus miembros son gentiles. De igual

modo, al comienzo del segundo viaje, Hch 15,41 indica la existencia de comunidades

cristianas en Cilicia. Es muy probable que estas comunidades tengan su origen en la

actividad paulina durante esos años, que los estudiosos denominan “desconocidos”. Por

lo demás, el mismo Pablo parece indicar que durante su estancia en Cilicia también

40 Cotejar Hch 9,26-30; 11,19-26; 11,27-30; Gál 1,21; 21-3. Según la información de Pablo sube a Jerusalén 3 años después de su llegada a Damasco. Después de Jerusalén se va a Cilicia. Buscado por Bernabé, va a Antioquía y allí permanece 1 año. Desde allí sube a Jerusalén con ocasión del hambre. Leed también Hch 15 y cotejadlo con esta última cita de Gál para saber qué se esconde tras esta información.

43

predicó, pues en Gál 1,22-24, después de haber indicado que se fue a las regiones de

Siria y Cilicia, alude al asombro que se genera entre las comunidades de Judea al saber

que Pablo, el antiguo perseguidor, está predicando la fe cristiana.

Algunos autores identifican la pena sufrida por Pablo de los cuarenta azotes

menos uno (castigo típicamente judío; 2Cor 11,24) durante su actividad misionera en

las sinagogas durante estos años, lo que llevaría a identificar estos gentiles con los

temerosos de Dios. Según F. Josefo la presencia judía en esta región era numerosa y con

notable poder41. Por otra parte, como ya hemos indicado, Hch 22,17-21 sitúa el

comienzo de la misión entre las naciones/gentiles después de su visión en el templo de

Jerusalén, ocurrida después de su regreso a la ciudad santa tras la fuga de Damasco. Por

ello, es razonable pensar que durante los años siguientes Pablo habría dirigido su trabajo

misionero especialmente a los gentiles que encontraba en las sinagogas de Cilicia.

A raíz de la difusión de la fe cristiana entre judíos y gentiles en Antioquía, la

comunidad de Jerusalén decide enviar a Bernabé a esta ciudad (Hch 11,19-22). La

necesidad creada por esta nueva situación movió a Bernabé a tomar una decisión que

marcará el futuro de la vida de la Iglesia: “Partió para Tarso en busca de Saulo, y en

cuanto le encontró, le llevó a Antioquía” (v.25). Allí, durante un año entero, predicó y

enseñó a todos los que se acercaban o formaban parte de la comunidad cristiana. La

población de esta ciudad en esa época, según los estudiosos, era de 300 mil habitantes,

de los que unos 50 mil serían judíos.

Durante este periodo sitúa Lucas un viaje de Pablo a Jerusalén con motivo del

hambre que padeció “toda la tierra” bajo el gobierno de Claudio (Hch 11,27-30). Este

suceso es narrado también por F. Josefo (Ant 20,2.5; cf. también 3,15.3; 20,5.2), que la

coloca bajo el gobernador Tiberio Julio Alejandro (46-48), aunque señala que comenzó

antes, y que afectó solamente a Judea. Es probable que esta visita haya que identificarla

con la aludida en Gál 2,1-3, pues hace referencia a una revelación y a que habló en

privado con los responsables de la comunidad para confrontarse respecto a su

predicación dirigida a los gentiles. La situación del llamado concilio de Jerusalén, con la

que se ha querido identificar esta segunda visita, no armoniza completamente con la

situación descrita por Pablo, pues allí se trata de una asamblea oficial, compuesta no

sólo por los responsables, que aborda la cuestión de la circuncisión, exigida por un

grupo vinculado al fariseísmo. A favor de esta identificación está también la 41 Cf. M. Hengel-A.M. Schwemer, Paul between Damascus and Antioch. The Unknown Years, trans. by J. Bowden, Lousville 1997, 158-161.

44

coincidencia de las fechas con el hambre en varios lugares bajo Claudio (entre los años

44-48).

2. Viajes misioneros de Pablo

La segunda parte de los Hechos de los Apóstoles tiene como protagonista

principal a Pablo y sus viajes misioneros. Esta es la fuente principal que permite

reconstruir estos viajes. El primer viaje se halla narrado en los c.13-14, el segundo en

15,40-18,22 y el tercero en 18,23-21,17.

a) Primer viaje.

Las fechas más probables para el primer viaje son los años 46-48. Este proyecto

misionero fue una iniciativa de la comunidad de Antioquía. Fueron designados para

llevarlo a cabo Bernabé y Pablo. Es probable que la elección de dos misioneros se

remonte al uso de Jesús (Lc 10,1) y a la mentalidad judía que exigía el acuerdo de dos

testigos para la validez del testimonio. Con ellos iba Juan Marcos, originario de

Jerusalén, como colaborador, aunque no se especifica en qué consistía su ayuda.

El primer destino es Chipre; la elección de esta isla se debió probablemente a

Bernabé, pues era originario de dicho lugar (Hch 4,36). Para ello bajaron al puerto de

Seleucia, donde se hicieron a la mar. Desembarcados en Chipre, se dirigieron a

Salamina para comenzar su misión. Allí iniciaron la predicación del Evangelio yendo a

las sinagogas y utilizando las ocasiones de reuniones litúrgicas, ya que la población

judía que habitaba en la isla era muy numerosa. Esta ciudad era importante y muy

habitada; basta recordar que su teatro tenía 20.000 puestos. Por desgracia no se han

identificado restos de las sinagogas de la época; probablemente debido a la expulsión

de los judíos impuesta por Trajano (115-117 d.C.) y su posterior destrucción. Desde

45

Salamina marcharon a Pafos, ciudad marítima en la punta opuesta de la isla, lugar de

residencia del procónsul romano. En esta ciudad fueron invitados por el procónsul

Sergio Paulo, que se convirtió al cristianismo.

La siguiente etapa fueron algunas ciudades de Panfilia, Pisidia, y Licaonia,

regiones de Asia Menor, que formaban parte de la provincia romana de Galacia. Es

posible que la elección de estas regiones tenga que ver con la presencia de la familia de

los Sergio Paulo; varias inscripciones testimonian la influencia de esta familia durante

los siglos I y II. Zarpando de Pafos, llegaron a Perge de Panfilia, donde Juan Marcos

decidió regresar a Jerusalén. Después de atravesar la provincia de Panfilia, llegaron a

Pisidia, concretamente a la ciudad de Antioquía. Los sábados participaban en la liturgia

sinagogal, y al final de la misma Pablo solía anunciar el Evangelio a la comunidad

judía. Como consecuencia de esta predicación muchos judíos se unieron a Pablo y

Bernabé. Sin embargo, un grupo de judíos se enfrentó con Pablo y le impidió seguir

predicando en la sinagoga. Esta circunstancia obligó a los misioneros cristianos a

difundir el mensaje evangélico en otros ámbitos abiertos también a los gentiles. El éxito

de la misión cristiana fue tal que los adversarios judíos, encendidos de celo santo ante lo

que consideraban una apostasía de la fe judía, con ayuda de algunas mujeres

importantes de la ciudad, lograron expulsar a los misioneros cristianos. La reacción de

los judíos indica que la predicación de los misioneros cristianos se dirigía a los

miembros de la comunidad judía, fueran miembros de Israel o prosélitos.

Pablo y Bernabé, sirviéndose de la vía Sebaste, se dirigieron a la ciudad de Iconio.

La distancia no era muy grande: 90 kms; por tanto, llegarían allí en unos dos o tres días,

dependiendo del modo de transporte. En esta ciudad, que fue islamizada en el s. XIII, no

hay resto alguno de la antigua presencia cristiana. No se han llevado a cabo

excavaciones arqueológicas. Llegados a ella, según su costumbre, se dirigieron a la

sinagoga, donde anunciaron la salvación en Cristo Jesús. Una vez más, muchos judíos

creyeron. Pero los adversarios judíos soliviantaron los ánimos de la ciudad, que terminó

dividiéndose en dos bandos. La situación se hizo peligrosa para Pablo y Bernabé, que

huyeron a la región de Licaonia, a las ciudades de Listra y Derbe.

Según la obra apócrifa los Hechos de Pablo en Iconio hay que situar el encuentro

de Tecla con Pablo. Esta es una historia que tuvo mucho éxito popular. Tecla era una

joven que vivía junto a la casa donde habitaba Pablo y que seguía sus predicaciones

escondida. Encendida en deseos de seguir la vida propuesta por Pablo, rompe con su

novio y se escapa de la casa de sus padres. Ni que decir tiene que Pablo fue denunciado

46

como corruptor y llevado a prisión. Tecla consigue introducirse en la prisión para seguir

aprendiendo. A la joven se la condena a la hoguera, pero las llamas no la dañaron y una

lluvia repentina apagó la hoguera. Consigue seguir a Pablo en sus viajes misioneros. De

vuelta en Antioquía sucede otro percance, pues se enamora de ella un personaje famoso,

que ella rechaza. Ofendido consigue que se le imponga la pena de muerte y fue echada a

las fieras. Pero una leona la defiende de las fieras. Posteriormente se convierte en una

misionera en su propia tierra y en Seleucia. Esta leyenda es bastante antigua. Ya la

conocía Tertuliano, pues se hace eco de ella en su tratado De Baptismo, escrito a

principios del siglo III. En él afirma: “Quienes, para defender el derecho de las mujeres

a enseñar y bautizar, apelan al ejemplo de Tecla de la que habla la literatura apócrifa de

los Hechos de Pablo, sepan bien esto: el presbítero que en Asia compuso esos Hechos

cubriendo con la atribución a Pablo lo que había inventado él, ha sido desenmascarado,

ha confesado haber actuado así por simpatía hacia Pablo y ha sido depuesto. ¡Cómo

podemos considerar verosímil que Pablo haya concedido a un mujer la facultad de

enseñar y bautizar, justamente él que no permitió a las mujeres recibir en las asambleas

instrucciones regulares!” (De Bapt XVII,5).

En Listra, que dista de Iconio unos 30 kms, Pablo sanó a un cojo de nacimiento.

El milagro fue motivo de maravilla entre los habitantes, que acabaron identificando a

Bernabé con el dios Zeus y a Pablo con Hermes. Fragmentos de inscripciones

testimonian una gran veneración a Zeus y Hermes en esta ciudad. Entre los primeros

miembros de la comunidad cristiana fundada allí están Eunice, madre de Timoteo, y su

abuela Loida. Hch 16,1 dice que Timoteo era hijo de padre griego y madre judía.

Inscripciones funerarias del siglo I encontradas en los alrededores de Listra testimonian

la frecuencia de matrimonios mixtos. Pero su estancia en esta ciudad no duró mucho,

pues unos judíos de Antioquía e Iconio vinieron a Listra con el objetivo de suscitar el

rechazo de Pablo y Bernabé entre los habitantes de aquel lugar. Como consecuencia de

esta labor de oposición Pablo fue apedreado y dado por muerto. Sin embargo, se

recuperó prontamente y, dejando la ciudad, marchó con Bernabé a Derbe, donde

predicaron con éxito el Evangelio.

Realizaron el regreso a Antioquía pasando por las diferentes ciudades

evangelizadas anteriormente con el fin de confortarlas en la fe e indicar responsables en

cada una de ellas: “Volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, fortaleciendo los ánimos de

los discípulos, exhortándoles a que perseveraran en la fe: Es necesario que a través de

muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. Después que les designaron

47

ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en

quien habían creído” (Hch 14,21-23). Esta información de Lucas no sólo muestra una

organización de la Iglesia desde los inicios, sino también la conciencia de que es

propiedad del Señor, es Él quien tiene que defender y proteger a sus fieles.

Probablemente el hecho de no visitar las sinagogas, sino las casas donde habitaban los

cristianos, hacían mucho más discreto este viaje de vuelta. Llegados a Atalía,

embarcaron para Antioquía, donde contaron a todos los miembros de la comunidad el

viaje y los frutos de su labor misionera. Pablo y Bernabé se quedaron con la comunidad

más de un año.

Según cálculos de los estudiosos, el recorrido de este primer viaje fue de casi

2.000 kilómetros.

Concilio de Jerusalén (año 49). Leer Hch 15. Hacer notar que la discusión se

origina por la cuestión de la circuncisión, pero las indicaciones que se dan en la carta

enviada desde Jerusalén son normas de pureza legal que permiten la convivencia de los

cristianos procedentes del judaísmo y de la gentilidad. Son normas que buscan favorecer

la unidad de la Iglesia.

b) Segundo viaje.

El segundo viaje misionero se desarrolló durante los años 50-52. Según Hch

15,37-39, Pablo se separó de Bernabé por un altercado a causa de Marcos, que les había

abandonado en Panfilia; el Apóstol eligió a Silas como compañero para este segundo

viaje.

Por su parte, Bernabé con su primo Marcos regresó a Chipre (Hch 15,39),

predicando en toda la isla. El nombre de este apóstol es explicado en Hch 4,36 como

“hijo de la consolación”. Es probable que sea una traducción del nombre arameo: bar

nabya’, que significa “hijo de la profecía”. Desde el año 48 Sergio Paulo había dejado

su cargo de gobernador; por tanto, cuando éstos volvieron no tuvieron su protección y

apoyo. Es posible que Bernabé fuera a Corinto, pues en 1Cor 9,5-6 lo da por conocido

de la comunidad. Según la literatura apócrifa se narra que el mago Elimas Bar-Jesús

sublevó a los judíos contra Bernabé, que acabó siendo lapidado en el año 61. Según esta

literatura, Marcos lo enterró cerca de Salamina y en su tumba puso un evangelio de

Mateo, que Bernabé llevaba siempre con él. Tertuliano cree que la carta a los Hebreos

fue escrita por Bernabé.

48

Pablo y Silas, después de recorrer Siria y atravesar las montañas del Tauro por las

puertas de Cilicia, llegaron a esta región, donde visitaron y consolidaron las

comunidades existentes. Más tarde llegaron a las ciudades de la región de Licaonia

donde Pablo había fundado comunidades en el viaje anterior. En Listra adquiere un

nuevo colaborador, Timoteo. Dado su origen judío, y queriendo permitirle participar en

las reuniones sinagogales, Pablo decidió circuncidarle. Atravesaron las regiones de

Pisidia, Galacia occidental y Frigia, llegando cerca de la región de Misia. La intención

de Pablo era subir a predicar el Evangelio en Bitinia (cf. la carta de Plinio el joven),

pero las circunstancias no fueron favorables, por lo que cambió de planes.

Bajó a Tróade, puerto de mar importante. Esta ciudad, próxima a la famosa Troya,

unos 25 kms, fue fundada por Antígono. Su posición estratégica, uniendo dos

continentes, favoreció su desarrollo. Las ruinas visibles dan idea de su esplendor. Su

decadencia comenzó a causa de un terrible terremoto en el año 267 d.C. En el siglo XIV

sirvió de cantera para la construcción de la ciudad turca de Estambul. Desde allí se

alcanzaba Roma por mar, y a pie desde la ciudad griega de Neaopolis, donde

comenzaba la via Egnatia, se llegaba a Dirraquio en el Adriático, y pasando a Brindisi,

por la via Apia, se llegaba a Roma. En esta ciudad se les unió Lucas, autor de los

Hechos de los Apóstoles, pues empiezan los relatos “nosotros”. Desde allí, Pablo

embarcó con sus compañeros rumbo a Samotracia, en Grecia.

Desembarcados en Neápolis, se dirigieron a Filipos, ciudad de la región de

Macedonia. No se han encontrado restos arqueológicos de una presencia judía en esta

ciudad. Este dato explicaría el gesto inusual de Pablo y sus compañeros de acudir el

sábado a orillas de un río, donde esperaban hallar un lugar de oración. En efecto, allí

encontraron a algunas mujeres y les propusieron el Evangelio. Entre ellas se encontraba

Lidia, originaria de Tiatira, donde se había hecho simpatizante de la religión judía;

49

convertida al cristianismo, ésta hospedó a los misioneros en su casa. Permanecieron allí

un periodo largo predicando la Buena Nueva; utilizando para ello el lugar habitual junto

al río. Con ocasión de un exorcismo realizado por Pablo, éste y Silas fueron arrestados,

y los magistrados de la ciudad, después de mandar apalearlos, los encarcelaron (cf. 1Tes

2,2). Estando en la cárcel, mientras ellos estaban cantando himnos a Dios, hubo un

terremoto y se abrieron todas las puertas y los cepos se soltaron. Este fenómeno

extraordinario favoreció la conversión del carcelero y toda su familia. Poco después

abandonaron la ciudad y, pasando por Anfípolis y Apolonia, fueron a Tesalónica,

situada junto al mar. Probablemente para atender a la comunidad de Filipos quedaron

Timoteo y Lucas.

Tesalónica era la capital de Macedonia. En ella la presencia de judíos era notable

y Pablo con sus compañeros fueron varios sábados a la sinagoga para anunciarles la

salvación en Jesucristo. La predicación logró la conversión de algunos judíos, muchos

griegos temerosos de Dios y bastantes mujeres principales. Los judíos celosos echaron

mano de maleantes y alborotadores y soliviantaron la ciudad. Pablo y Silas tuvieron que

huir a Berea. Allí, según su costumbre, fueron a la sinagoga, donde continuaron con su

labor misionera. Los judíos de aquella ciudad los acogieron con buen ánimo y muchos

de ellos se convirtieron al cristianismo; también bastantes mujeres distinguidas y

griegos. Pero los adversarios judíos de Tesalónica, al tener conocimiento de la labor

realizada por Pablo en esa ciudad, fueron allá y lograron alborotar a los habitantes. Una

vez más, Pablo se vio obligado a huir; en aquella ocasión sus compañeros, Silas y

Timoteo, pudieron quedarse en Berea.

Pablo, conducido por sus guías, llegó a Atenas, donde tuvo lugar su famoso

discurso en el Areópago; pero el anuncio de la resurrección de Jesús motivó el sarcasmo

de sus oyentes. Los convertidos al cristianismo en esta ciudad fueron muy pocos. El

Apóstol no se quedó allí mucho tiempo, sino que partió para Corinto, donde se

estableció por un tiempo largo, según Lucas: un año y seis meses. En esta ciudad Pablo

conoció un matrimonio judío, Aquila y Priscila, expulsado de Roma en tiempos del

emperador Claudio; llegaron a ser grandes colaboradores suyos. Probablemente

volvieron a Roma después de que Nerón abolió el edicto de Claudio (55 d.C.), pues

Pablo los saluda en la carta dirigida a esta comunidad (Rom 16,3-4). También durante

su estancia allí visitó la sinagoga cada sábado y se esforzó por convertir a los judíos y

temerosos de Dios al cristianismo. Ante la resistencia de los judíos decidió abandonar la

sinagoga e instalarse en una casa contigua que pertenecía a un tal Tito Justo, un

50

temeroso de Dios convertido al cristianismo. Es posible que este personaje perteneciera

a una familia importante de alfareros, los Titii, recordados por Estrabón. Si fuera así,

dada la fama que tenían las cerámicas de Corinto, esta persona debió gozar de una

posición bastante acomodada, con una casa grande, que serviría para las reuniones de la

comunidad. Entre los convertidos al cristianismo estaba Crispo, el archisinagogo, y toda

su familia.

También en esta ciudad los judíos intentaron impedir la difusión de la fe cristiana.

Con este fin, prendieron a Pablo y lo llevaron ante el tribunal del procónsul Galión,

acusándole de difundir un culto contrario a la Ley judía. Lucas presenta la acusación en

estos términos: “Éste persuade a los hombres a que adoren a Dios de forma contraria a

la Ley” (Hch 18,13). Pero Galión, al tratarse de una cuestión interna al judaísmo, se

declaró incompetente para juzgar la acusación y les mandó despejar el tribunal.

Después de su estancia en Corinto, decidió regresar a Antioquía de Siria.

Acompañado de Aquila y Priscila, se embarcó en Cencreas y fue a Éfeso. Allí predicó

también en la sinagoga y, a pesar del interés suscitado, no se detuvo mucho tiempo.

Habiendo dejado en Éfeso a Aquila y Priscila, embarcó de nuevo y marchó a Cesarea;

desde allí bajó a Antioquía, dando por concluido su segundo viaje misionero.

Durante este período de tiempo habría recorrido unos mil cuatrocientos

kilómetros.

c) Tercer viaje.

Realizó su tercer viaje durante los años 53-57. Entre los colaboradores de este

periplo misionero se hallan Timoteo, Tito y Lucas.

Partiendo de Antioquía, recorrió las regiones de Galacia y Frigia visitando las

comunidades establecidas en diferentes ciudades. Al llegar a Éfeso, decidió establecerse

51

allí por más de dos años. Durante los primeros meses utilizó las reuniones sinagogales

para anunciar a Jesucristo a los judíos. Ante la resistencia de algunos de ellos utilizó la

escuela de Tirano para continuar su trabajo misionero. Al ser Éfeso una ciudad muy

visitada, la estancia de Pablo en ella permitió a muchos judíos y gentiles de otras partes

oír el anuncio evangélico. También extendió su radio de acción misionera con la ayuda

de colaboradores a otras ciudades vecinas: Colosas, Laodicea, Hierápolis.

Lucas refiere en Hch 19,11-20 que Pablo realizó muchos milagros en esta ciudad,

lo que motivó que algunos exorcistas judíos intentarán también realizar prodigios

invocando el nombre de Jesús, pero con resultados catastróficos. Este suceso, junto al

poder curativo que operaba en Pablo, hizo que muchos que habían utilizado artes

mágicas se convirtieran al cristianismo y decidieran quemar los libros de magia. Según

Lucas, el cálculo de lo que costaron esos libros ascendía a 50.000 monedas de plata.

El éxito de la predicación de Pablo fue tal que puso en peligro las ganancias de los

plateros que fabricaban estatuillas de la diosa Artemisa, venerada en Éfeso. Por este

motivo, un tal Demetrio, de oficio platero, junto a otros compañeros artífices, produjo

un tumulto en la ciudad contra Pablo y la comunidad cristiana. Pero la astucia con que

llevaron el asunto algunos amigos de Pablo permitió que el tumulto se deshiciera sin

lamentar ningún daño42.

Sin embargo, algunos rasgos del relato que tenemos en el libro de los Hechos no

encajan bien con esta imagen de una predicación paulina eficaz en Éfeso. En primer

lugar, aunque la permanencia de Pablo en esta ciudad fue bastante larga, dos años y

algunos meses, Lucas menciona explícitamente muy pocas conversiones. Por otra parte,

resulta extraño que después de esta permanencia prolongada el Apóstol abandone Éfeso

y no vuelva jamás a ella. Incluso en su camino de vuelta a Jerusalén, cuando quiere

despedirse de los presbíteros de Éfeso, no lo hace en esta ciudad, sino en Mileto.

También resulta llamativo que los únicos miembros de la comunidad cristiana que

Lucas nombra sean todos judíos, sin que tengamos otras evidencias en sus escritos de la

existencia de una significativa comunidad gentil. Por último, sorprende también que la

revuelta de los plateros no se convierta en una persecución de los miembros de la

42 Según la tradición, Timoteo dirigió la comunidad de Éfeso cuando la dejó Pablo. En esta ciudad habría muerto mártir en el año 97.

52

comunidad cristiana local; los únicos apresados son dos compañeros de misión del

Apóstol, Gayo y Aristarco, procedentes de Macedonia43.

Leyendo con atención el discurso de Mileto (Hch 20,17-35), encontramos algunas

alusiones que confirman la sospecha de que la estancia del Apóstol en Éfeso no supuso

un avance cómodo y arrollador de su misión. Desde el comienzo del discurso, Pablo

recuerda los trabajos que tuvo que padecer en Éfeso a causa de la conspiración de los

judíos; algo que aparece muy de pasada en Hch 19,9. A pesar de esta oposición, él no se

retrajo, sino siguió predicando en público y por las casas44. Por otra parte, tenemos en el

discurso una declaración solemne sobre su no responsabilidad de la suerte de los otros

(Hch 20,26), como si no los hubiera engendrado en la fe y, por tanto, no se reconociera

padre de ellos. Y termina su alocución de despedida presagiando grandes dificultades

para la comunidad45. Por lo demás, Pablo hace referencia en varias ocasiones a las

dificultades que sufrió en Éfeso. Estas dificultades ejemplifican los trabajos y peligros

que sufrió Pablo recorriendo los países de Asia Menor y Grecia por hacer llegar a los

hombres el beneficio de la fe en Cristo, del Evangelio. Sufrimientos y trabajos que no

fueron excusa para dejar su misión apostólica, para echarse atrás, como afirma por tres

veces en su discurso de despedida en Mileto46. Era muy consciente del bien que llevaba

entre manos, del don precioso que entregaba a los hombres. Algo muy semejante, si no

idéntico, leemos al comienzo de 2Cor, justamente en el pasaje que recuerda las

tribulaciones que le sobrevinieron en Asia: “Pues si estamos en apuros, es por vuestro

consuelo y salvación” (1,6). Aunque no se dice explícitamente es muy probable que el

Apóstol haya sufrido una prisión en este ciudad. De hecho, el mismo Pablo hace

referencias en sus cartas a las graves dificultades sufridas en esta ciudad (1Cor 4,6-13;

15,31-32; 2Cor 1,8-10; Rom 16,4.7. Leer estos pasajes).

Poco después Pablo salió para Macedonia y Acaya, donde residió tres meses.

Durante este periodo, a causa de la colecta en favor de los necesitados de Jerusalén y

Judea, visitó de nuevo Filipos y Corinto. Informado de las maquinaciones que los judíos

estaban tramando contra él, decidió cambiar sus planes de retorno inmediato a Siria.

Desde Filipos se embarcó para Tróade, donde se detuvo una semana. Allí realizó la

43 Existe un estudio detenido de todas estas características en el interesante libro de R. Strelan, Paul, Artemis, and the Jews in Ephesus (BZNW 80), Berlin-New York 1996, 126-153. Allí se encontrará también una amplia bibliografía sobre la cuestión. 44 En el discurso afirma por dos veces a que estas dificultades que no le acobardaron Hch 20,20.27. 45 Sobre el discurso de Mileto cf. R. Strelan, Paul, Artemis, and the Jews in Ephesus, 265-271. 46 Cf. Hch 20,20.27.31.

53

resurrección de un joven, Eutico, que se había matado al caer de un tercer piso desde la

ventana donde estaba escuchando la predicación de Pablo; la duración del discurso

favoreció que el joven se adormeciera y perdiera el equilibrio. Desde Tróade fue por

tierra hasta Aso, donde le recogieron en un barco para llevarlo a Mileto. En esta ciudad

se despide de los responsables de la comunidad de Éfeso. Allí se embarcó de nuevo, y

después de pasar por Cos, Rodas, Pátara, llegó a Tiro, donde se quedó con la comunidad

una semana. Haciendo velas de nuevo, llegó con sus compañeros a Tolemaida, y

posteriormente a Cesarea Marítima, donde se quedaron bastantes días hospedados en la

casa de Felipe, el diácono.

En Cesarea tiene lugar la visita del profeta Agabo, que anuncia la prisión de Pablo

en Jerusalén. El relato de Hch 21,10-14 informa sobre los esfuerzos realizados por sus

compañeros para disuadir al Apóstol de subir a Jerusalén y la firme decisión de éste a

morir por Cristo. Es interesante notar que el Espíritu reveló a Pablo lo que le iba a

ocurrir, pero él no utilizó esta información para huir, sino para acoger aquello que se le

manifestaba por amor a Cristo (al igual que Jesús en Getsemaní). Y su decisión no nacía

de su jactancia o suficiencia, sino de su deseo de amar a Cristo por encima de su

libertad y de su propia vida. Como dice M.G. Lepori: “El Espíritu Santo no nos ilumina

para servir nuestra comodidad y facilidad, sino para ayudarnos a hacer libre y

conscientemente las elecciones que nos permitan preferir siempre más a Cristo que a

nosotros, porque como dice San Benito al final de su Regla: ‘No antepongáis

absolutamente nada a Cristo, que nos conduce a todos juntos a la vida eterna’ (72,11d-

12)”. Desde Cesarea, pues, subieron a Jerusalén, donde fueron recibidos con gozo por la

comunidad cristiana de la ciudad santa.

Se calcula que el recorrido del tercer viaje misionero fue de unos mil setecientos

kilómetros.

En Jerusalén Pablo, acusado de haber profanado el templo al introducir con él

unos gentiles, estuvo a punto de morir en un linchamiento. El tribuno de la cohorte

romana de la torre Antonia le liberó de las manos del gentío, pero lo retuvo en el

acuartelamiento militar con el fin de averiguar qué delito había cometido. En sus

intentos de saber qué había sucedido, el tribuno tuvo conocimiento de una conjura

contra la vida de Pablo, por lo que decidió enviar el prisionero al procurador Félix, que

residía en Cesarea Marítima. Para asegurar su integridad física, Pablo fue acompañado,

según Hch 23,23-24, por setenta soldados de caballería y doscientos lanceros. Lo

bajaron por la noche a la fortaleza de Antipátrida, entre Lida y Cesarea, y a la mañana

54

siguiente, acompañado sólo por los de cabellaría, fue llevado ante Félix en Cesarea. El

prefecto romano, en lugar de resolver el asunto prontamente, dio largas esperando

conseguir dinero por la liberación de Pablo. Este permaneció prisionero en Cesarea

durante unos dos años hasta la llegada del sucesor de Félix, Porcio Festo, quien,

queriendo resolver el asunto pendiente, decidió juzgar a Pablo en Jerusalén, según la

petición que le habían dirigido las autoridades judías. Pero Pablo, reclamando el

derecho que le concedía su ciudadanía romana, apeló al tribunal del César, obligando

así al procurador a enviarlo a Roma. ¿Por qué no apeló al César desde el principio de su

prisión? Seguramente porque esperaba que se resolviese el problema de una forma más

sencilla, sin tener que realizar los gastos cuantiosos de viaje y hacer frente a una

duración larga del proceso ante el emperador. Su apelación al emperador fue su última

estratagema de evitar subir a Jerusalén y poner en peligro su vida.

3. Viaje a Roma

El viaje de Pablo prisionero a Roma está narrado en los dos últimos capítulos de

Hechos (27-28). Lucas narra vivamente y con detalle este viaje marítimo por ser uno de

los que acompañaron al Apóstol. Se hicieron a la vela en los últimos meses del año 59.

Las informaciones que ofrece Lucas en su relato son de gran exactitud, como han

destacado diferentes estudiosos. “Todos los detalles geográficos y marineros –afirma E.

Meier- resisten cualquier examen histórico y deben venir de un testigo directo, exacto y

buen observador”. M. Reiser dice que todos los detalles y términos náuticos utilizados

por Lucas no son retóricos, sino apropiados y exactos.

El barco navegó desde Cesarea hasta el puerto de Sidón, donde atracaron; desde

allí bordearon las costas de Chipre, Cilicia y Panfilia hasta echar anclas en Mira de

55

Licia, en cuyo puerto cambiaron de nave. La navegación se hizo lentamente desde las

costas de Gnido hasta la isla de Creta, donde atracaron en un lugar llamado Puertos

Hermosos. El tiempo de invierno era cercano y la navegación bastante insegura, por ello

decidieron buscar un puerto apto para invernar, eligiendo otro puerto de Creta, llamado

Fenice. Sin embargo, una violenta tempestad los arrastró mar adentro. Durante catorce

días fueron a la deriva. Todos en el barco desesperaron de alcanzar un puerto: “Como ni

el sol ni las estrellas aparecieron por muchos días, y una tempestad no pequeña se abatía

sobre [nosotros], desde entonces fuimos abandonando toda esperanza de salvarnos”

(Hch 27,20). El único que estaba seguro de que iban a salvarse era Pablo: “Os exhorto a

tener buen ánimo, porque no habrá pérdida de vida entre vosotros, sino sólo del barco.

Porque esta noche se me presentó un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,

diciendo: ‘No temas, Pablo; has de comparecer ante el César; y mira, Dios te ha

concedido la vida de los que navegan contigo’. Por tanto, tened buen ánimo amigos,

porque yo confío en Dios de que sucederá tal como se me ha dicho” (27,22-25). En

efecto, la tempestad los arrastró hasta la isla de Malta; la nave encalló, destrozándose

con la sacudida de las olas, mientras los 276 personas que iban en la nave se salvaron.

Acogidos con gran humanidad por los habitantes de la isla, pudieron invernar allí

durante tres meses. Al comienzo de la primavera del año 60 embarcaron en una nave de Alejandría y

llegaron a Siracusa, ciudad siciliana, donde se detuvieron por tres días. Después de

pasar por Regio, llegaron a Pozzuoli, donde fueron acogidos por una comunidad

cristiana; allí se quedaron por una semana. Desde allí se encaminaron a Roma

atravesando Foro Apio y Tres Tabernas. En la capital del imperio Pablo pudo alquilar

una casa; en ella vivió por dos años bajo custodia militar, pero con libertad de acoger a

todos los que acudían y de anunciarles la fe en Jesucristo. Muy probablemente en el año

62 consiguió de nuevo la libertad y pudo realizar otros viajes. Según una tradición

antigua, tuvo oportunidad de realizar su gran deseo de venir a España (cf. Rom 15,28).

4. El viaje misionero a España.

Los estudiosos, generalmente, han identificado las referencias paulinas a una

prisión con la prisión sufrida en Roma. Así, por ejemplo, en Flp 1,19-26; Flm 22 Pablo

se dice prisionero, aunque en estos textos también manifiesta su esperanza de ser

liberado y realizar una visita a las comunidades de Macedonia y Asia Menor. Ahora

bien, este plan pastoral casa mal con el deseo expresado en Rom 15,17-28 de viajar a

56

España. Por tanto, en estas cartas tiene que aludir a una prisión diferente a la romana;

muy probablemente a la que sufrió en Éfeso (cf 1Cor 15,32). Aunque Lucas no

menciona esta prisión en su relato, sabemos que Pablo aludió en varias ocasiones a las

dificultades que sufrió en Éfeso; de tal gravedad, que pensó que perdería la vida. Ya

estudiaremos las cartas de la cautividad y veremos que es muy improbable que Pablo las

haya escrito todas desde Roma.

Un final feliz de su prisión romana es fácil de deducir, aunque Lucas no lo haya

dicho expresamente. Por una parte el juicio ante el procurador Festo y el rey Agripa

termina con la afirmación explícita de su inocencia por parte de la autoridad romana y

religiosa (Hch 26,30s). Por otra parte, las características de su prisión en Roma

demuestra la poca gravedad de la acusación (Hch 28,16). Lucas afirma que este arresto

domiciliario duró dos años enteros (Hch 28,20). Si tenemos en cuenta que su llegada a

la capital del imperio fue en la primavera del año 60, debió ser puesto en libertad

durante la misma estación del año 62. La mayoría de los estudiosos fecha el martirio del

Apóstol en el año 67. Por tanto, Pablo pudo realizar con facilidad su añorado viaje

apostólico a España. ¿Lo realizó?

Tenemos algunas noticias que lo confirman. En primer lugar 1Clem 5,6-7: “Por la

envidia y rivalidad mostró Pablo el galardón de la paciencia. Por seis veces fue cargado

de cadenas 47 ; fue desterrado, apedreado; hecho heraldo de Cristo en Oriente y

Occidente, alcanzó la noble fama de su fe; y después de haber enseñado a todo el

mundo la justicia y de haber llegado hasta el límite del Occidente y dado su testimonio

ante los príncipes, salió así de este mundo y marchó al lugar santo, dejándonos el más

alto dechado de paciencia”. La fecha de este escrito se discute entre los estudiosos:

algunos la colocan en el comienzo de los 90, otros en los 70. La expresión “hasta el

límite del Occidente” hay que entenderlo referido a España. De hecho el autor de este

escrito conoció la carta a los Romanos y el proyecto del Apóstol de llegar hasta nuestra

patria. Difícilmente habría escrito esta expresión si hubiera estado cierto que la ciudad

más al oeste a la que llegó Pablo fue Roma.

Otro documento que menciona este viaje es el Canon Muratori, escrito h.180: en

la línea 39 afirma que Pablo partió de Roma hacia España (profectio Pauli ab urbe ad

Spaniam). También al comienzo del apócrifo Hechos de Pedro, escrito a finales del

siglo II, se hace mención de esta noticia: “Pablo ayunó durante tres días, demandando a

47 Probablemente se refiera a las prisiones de Filipos, Efeso, Jerusalén, Cesarea y las dos romanas.

57

Dios qué era para él lo más conveniente. Tuvo así una visión en la que el Señor le decía:

Pablo, levántate y sé con tu presencia el médico de los que están en España”. Estas

noticias, junto con la expresión de 1Clem, han hecho que muchos estudiosos modernos

den por seguro el viaje apostólico de Pablo a España. La tradición de los siete varones

apostólicos vendría a confirmar el origen paulino de la difusión del cristianismo en

España.

58

Tema 5: ¿Pablo, el verdadero fundador del cristianismo?

Desde del siglo XIX la investigación moderna del Nuevo Testamento ha insistido

en contraponer las figuras de Jesús y Pablo. Seguramente uno de los estudiosos que más

ha influido en la concepción de los orígenes del cristianismo fue W. Wrede, que publicó

una obra de carácter divulgativo sobre Pablo48. Wrede considera que Pablo, aunque

tenga una base común con Jesús, es esencialmente un fenómeno nuevo; mientras que

Jesús se halla dentro del judaísmo, Pablo, por su pertenencia al mundo helenístico,

introduce un cambio radical en el cristianismo. En concreto, Pablo introduce una

imagen nueva de Jesús, diferente del que fue históricamente: lo convierte en un ser

transcendente, preexistente, divino. Por eso, Pablo puede ser considerado el segundo

fundador del cristianismo; y dado que esta concepción cristológica fue la que se impuso

con el tiempo, se podría denominarle como el verdadero generador de la fe cristiana.

En realidad, esta reconstrucción de Wrede no tiene en cuenta los datos ofrecidos

por las fuentes, tanto Hch como las cartas paulinas. Como hemos podido ver en los

temas precedentes, Pablo está profundamente enraizado en el judaísmo palestinense; es

más, su formación farisea se percibe en sus escritos en el conocimiento y la exégesis de

los textos sagrados y también en ciertas costumbres adquiridas. También su lengua es

más semítica que griega. Por lo demás, incluso en sus viajes misioneros se mueve

siempre dentro del judaísmo de la diáspora. La separación radical de Pablo respecto al

judaísmo palestinense y la comunidad cristiana de Judea es una pura invención de la

exégesis moderna49.

De igual modo, buena parte de la investigación judía moderna y contemporánea

sostiene que el verdadero fundador del cristianismo es Pablo; en él identifican la causa

de la radicalización antijudía del cristianismo. A su entender, Pablo ha hecho de Jesús,

el crucificado, el Hijo de Dios y el mediador de la salvación universal. Esta afirmación

es vista como contraria a la fe tradicional judía y, por tanto, la creación de algo diferente

a lo que vivió Jesús y sus discípulos.

1. El cristianismo primitivo

Si tenemos en cuenta el cristianismo primitivo que existía antes de la conversión

de Pablo, podremos ver con claridad el error que implica atribuirle la fundación del 48 W. Wrede, Paulus, Halle 1904. 49 La literatura rabínica ignora a Pablo, del que no hace mención alguna. Probablemente los judíos de los primeros siglos prefirieron correr un tupido velo sobre esta figura tan decisiva para la difusión del cristianismo al considerarlo un apóstata y generador de una oposición a la Ley de Moisés.

59

cristianismo. No se debe olvidar que Pablo, después de su conversión, fue introducido

en el conocimiento de Jesús por los seguidores cristianos ya existentes. Para conocer

este cristianismo primitivo, con el que el mismo Apóstol entró en contacto, se requiere

un estudio pormenorizado de las comunidades cristianas más primitivas. De este modo

se podrá identificar dónde surgieron las diferencias que ciertos estudiosos modernos han

identificado entre la doctrina de Jesús y la de Pablo.

Generalmente se suelen distinguir en el cristianismo primitivo anterior a Pablo

dos tipos de comunidades: la palestinense y la helenística. Esta última habría surgido

del encuentro del cristianismo palestinense con la cultura helenística, dando lugar a una

simbiosis entre la fe cristiana original y las religiones mistéricas existentes en el mundo

helénico. El encuentro de estas dos concepciones tuvo lugar cuando los cristianos, quizá

a causa de la dispersión posterior a la muerte de Esteban, llegaron a las ciudades donde

dominaba la cultura helenística. El sincretismo resultante originó una nueva religión:

“Tan pronto como el cristianismo penetró en el territorio helenístico, la predicación de

la muerte y resurrección de Jesús... se encontró, en las mentes paganas, con historias

aparentemente similares de la muerte violenta y la exaltación de los dioses”50. El

cristianismo helenístico se caracterizaría por la atribución a Jesús de concepciones de

las religiones paganas. Este cristianismo helenístico fue el que encontró y asimiló Pablo,

llegando a ser uno de sus mejores propagandistas.

Esta explicación del cristianismo que conoció y difundió Pablo, cuyo mejor

representante es W. Heitmüller, fue asumida, e incluso radicalizada, por R. Bultmann,

uno de los exegetas que más han marcado la investigación reciente del Nuevo

Testamento. En su Teología del Nuevo Testamento afirma: “Pablo procedía del

judaísmo helenístico; su patria era Tarso de Cilicia (Hch 9,11; 21,39; 22,3). Sin duda

recibió aquí su primera formación dentro del ambiente de los escribas rabinos, de lo que

dan prueba sus cartas. Según Hch 22,3 habría disfrutado también de las lecciones de

Gamaliel (el mayor) en Jerusalén; sin embargo, se discute este dato e incluso se pone en

duda (teniendo en cuenta Gál 1,22). En cualquier caso, él entró en contacto con la

cultura helenística en su misma patria, conoció la filosofía popular y se familiarizó con

la aparición del sincretismo religioso. El, que no fue discípulo personal de Jesús, fue

ganado para la fe cristiana por el kerygma de la comunidad helenística. [...] La

teología de Pablo representa frente a la predicación de Jesús una nueva estructura y esto 50 W. Heitmüller, Zum Problem Paulus und Jesus, en K.H. Rengstrof (ed.), Das Paulusbild in der neueren deutschen Forschung, Darmstadt 1964, 141.

60

demuestra justamente que Pablo tiene su lugar dentro del cristianismo helenístico. La

tan a menudo y tan apasionadamente discusión Jesús y Pablo es en el fondo la cuestión:

Jesús y el cristianismo helenístico”51.

Bultmann sostiene que el cristianismo helenístico fue el resultado de la

combinación de elementos mistéricos y el mito gnóstico del redentor con el cristianismo

de cuño palestinense; y esta concepción cristiano-helenística convirtió a Jesús en una

divinidad mistérica. Incluso llega a identificar la provincia de Siria como el lugar en que

se dio esta transformación del cristianismo: “El problema de la helenización de la

primitiva cristiandad me parece estar estrechamente conectado con el de su

"sirificación". La participación de Siria en la historia religiosa de la religión helenística

y la primitiva religión cristiana necesita una urgente investigación”52.. Por influjo de

Bultmann bastantes estudiosos atribuyen a la comunidad cristiana de Antioquía de Siria

un papel decisivo en la apertura del cristianismo palestinense al mundo helenista y su

transformación radical. Según ellos, se habría formado en esta ciudad por primera vez

una comunidad de cristianos provenientes en su mayoría de la gentilidad, no basada en

la ley sino en Cristo, sin vínculos con el cristianismo palestinense y Jerusalén,

favoreciendo así un notable influjo sincretista sobre el cristianismo.

Si tenemos en cuenta la falta de base histórica que se detecta en esta teoría, no

deja de ser sorprendente el consenso que ha ganado entre los estudiosos. M. Hengel ha

llamado la atención sobre algunas cuestiones que los defensores de esta “sirificación”

suelen censurar53. En primer lugar, a) poseemos un conocimiento muy limitado sobre la

helenización de Siria y los cultos religiosos existentes en aquella provincia durante el

período precristiano (años 350-50 a.C.). Es más, b) recientemente A. Feldtkeller ha

mostrado que no hay prueba de la existencia de religiones mistéricas en Siria durante

los inicios del cristianismo54. De igual modo, F. Millar ha probado la inconsistencia del

sincretismo que, según tantos estudiosos, existió en Siria durante la difusión del

cristianismo55. Por otra parte, c) la literatura cristiana de origen sirio que ha llegado

51 R. Bultmann, Teología del Nuevo Testamento (BEB 32), trad. de V.A. Martínez de Lapera, Salamanca 1987, 241-243. 52 R. Bultmann, Die Bedeutung der neuerschlossenen mandäischen und manichäischen Quellen für das Verständnis des Johannesevangeliums, en Exegetica. Aufsätze zur Erforschung des Neuen Testaments, Tübingen 1967, 102s. 53 M. Hengel, The 'Hellenization' of Judea in the First Century after Christ, trans. by J. Bowden, Philadelphia 1989. 54 A. Feldtkeller, Im Reich der syrischen Göttin. Eine religiöse plurale Kultur als Umwelt des frühen Christentums (SVFR 8), Gütersloh 1994, 120-123. 55 F. Millar, The Roman Near East 31 BC-AD 337, Cambridge-London 1993, 268-276.

61

hasta nosotros no procede de Antioquía, sino de Edesa; por tanto, nuestras

reconstrucciones de aquella comunidad se mueven en el terreno de la pura hipótesis. Por

último, d) resulta muy dudosa la influencia del paganismo sirio sobre el judaísmo, dada

la especial aversión que tenían los judíos a cualquier influjo de los cultos paganos.

Buenos ejemplos de ello son la reacción del pueblo judío ante la pretensión de Antíoco

IV Epífanes de instaurar el culto a Zeus en el templo de Jerusalén, cuyo intento fue

catalogado por el autor del libro de los Macabeos como la “abominación de la

desolación” (1Mac 1,54); o la repulsión que suscitó en un judío tan helenizado como

Filón la propuesta de Calígula de erigir estatuas suyas en las sinagogas de Alejandría:

“Era el negocio más abominable”56.

Por otra parte, si el cristianismo que encontró y predicó Pablo era el resultado de

un sincretismo, sería impensable que cristianos procedentes del judaísmo como

Santiago, Cefas y Juan, columnas de la iglesia de Jerusalén, dieran la mano a Pablo y

Bernabé en señal de comunión (Gál 2,9). Si problemas menores, como eran los

alimentos impuros, la carne de los sacrificios a los ídolos o la obligación de la

circuncisión, provocaron tensiones como las que narran Lucas en los Hechos o el

mismo Pablo en sus cartas, ¿qué habría sucedido si éste, como misionero enviado por la

comunidad de Antioquía, hubiera predicado un sincretismo abominable? Por todo ello,

consideramos como la condición histórica más probable la no existencia del sincretismo

religioso en el cristianismo primitivo de Siria. Es más, la relación estrecha de Antioquía

con la comunidad de Jerusalén, como queda atestiguada con claridad en los Hechos de

los Apóstoles, obliga a concluir que en ella no se profesó un cristianismo diferente al de

la comunidad palestinense.

Según M. Hengel, “el desarrollo cristológico desde Jesús hasta Pablo sucedió

alrededor de los primeros dieciocho años, un lapso de tiempo muy breve para semejante

proceso intelectual. Los puntos esenciales de la cristología aparecieron más en aquellos

años que en el resto de los siguientes siete siglos de la historia de la Iglesia”57. Este

estudioso precisa todavía más, diciendo que la cristología se formula en los dos

primeros años anteriores a la “conversión” de Pablo, pues su violenta oposición a los

judeo-cristianos surge de considerarlos heréticos, contrarios a la Ley, a causa de su

confesión de fe en Cristo. A su entender, además, no hay ninguna razón para considerar

a la comunidad de Antioquía, en los diez primeros años de su existencia, más creativa 56 Citado en J. Danielou, Ensayo sobre Filón de Alejandría, 33. 57 M. Hengel, Between Jesus and Paul, SCM, London 1983, 30-47, p. 39-40.

62

teológicamente que las otras comunidades de Jerusalén, Siria o Cilicia. En realidad, los

desarrollos cristológicos decisivos habían tenido lugar ya antes de que la nueva fe

llegara a Antioquía.

2. Dónde se originó la cristología

Ahora bien, si no puede atribuirse a esta comunidad una cristología que explique

el origen de la fe cristiana que acabó imponiéndose en el imperio romano, si no se

puede demostrar la existencia de una comunidad helenística con creencias diferentes a

las palestinenses antes de la conversión de Pablo, si las columnas de la Iglesia de

Jerusalén estaban de acuerdo con el evangelio de Pablo y Bernabé, ¿dónde hay que

situar el origen del cristianismo predicado por Pablo? Todos los indicios apuntan en la

misma dirección: en Jerusalén. “Las raíces de la comunidad judeocristiana/helenística, o

más exactamente de la comunidad judeocristiana de habla griega en la que el mensaje

de Jesús fue formulado en griego por primera vez, se remontan claramente a la más

primitiva comunidad de Jerusalén, y de acuerdo con ello el primer desarrollo lingüístico

de su kerygma y su cristología debe haber tenido lugar ya allí”58.

Recuérdese que la fundación de algunas de las comunidades más importantes,

entre ellas Damasco y Antioquía, se debe a los primeros misioneros cristianos que

procedían de Jerusalén. Es más, durante bastante tiempo los cristianos de origen judío

formaron parte del grupo dirigente de dichas comunidades, como sucedió en Antioquía.

Incluso es muy probable que durante las primeras décadas del cristianismo todos los

misioneros provinieran del judaísmo; por lo que sabemos, Pablo fue el primero que tuvo

cristianos convertidos del paganismo entre sus colaboradores. Por tanto, la concepción

de Jesús como ser preexistente y divino no tiene su origen en el sincretismo de las

comunidades helenísticas, sino en la misma comunidad de Jerusalén, y ciertamente en

los años precedentes al protagonismo misionero de Pablo.

“El acontecimiento insólito de la Resurrección —afirma C.A. Franco— fue el

"impulso creador" que abrió las inteligencias de los apóstoles y predicadores —judíos

de origen y formación— para comprender sus Libros Sagrados y buscar en ellos todo lo

que sobre Jesús habían anunciado los profetas... Fue en el breve espacio de tiempo

transcurrido entre la muerte de Jesús y la conversión de San Pablo cuando se formaron

los fundamentos cristológicos que dominan el Nuevo Testamento. En estos cuatro o

58 Cf. M. Hengel, The 'Hellenization', 18.

63

cinco años, junto a la sucesión vertiginosa de los hechos —muerte y resurrección de

Cristo, nacimiento de la Iglesia, misión entre los gentiles...— discurría el desarrollo de

la cristología de forma que el Mesías Jesús, vencido aparentemente por el grupo fariseo,

llegó a situarse en el sitio reservado hasta ahora a la Ley: el único camino de salvación

para los hombres. La última aparición de Jesús resucitado al fariseo de Tarso cerraba

este espacio de tiempo tan decisivo para la formación de la cristología. Sus frutos se

verían años después, cuando la misión de San Pablo en el Oeste y la aparición de sus

cartas mostrasen hasta qué punto fue importante esta primera etapa de los orígenes del

cristianismo”59.

Después de nuestro estudio hemos llegado a una conclusión opuesta a la de

aquellos que defienden la existencia de un cristianismo helenista diferente del

palestinense: Antioquía y Jerusalén confesaban la misma fe, y su origen hay que situarlo

en la comunidad que se formó después de los acontecimientos pascuales. Toda la

reflexión de la comunidad cristiana de Jerusalén consistió en tomar conciencia de las

consecuencias de la pretensión divina que manifestó Jesús durante su vida terrena y del

acontecimiento extraordinario de su resurrección. De hecho, la investigación exegética

ha puesto en evidencia el carácter arameo y tradicional de las fórmulas y confesiones de

fe que encontramos en las cartas de Pablo: lo que él transmite lo ha recibido como

tradición (1Cor 15,3). En realidad, la influencia de la cultura helenista que podemos

encontrar en las cartas de Pablo son ciertos elementos de diatriba, algunos términos

estoicos con un significado diferente al usado en estos círculos, algunas técnicas

retóricas y ciertos conocimientos de costumbres griegas. Todos estos datos indican a

Jesús de Nazaret como verdadero fundador del cristianismo y a Jerusalén como lugar en

que se formuló por primera vez la cristología.

Por otra parte, es llamativo constatar que en sus cartas Pablo no sólo afirma que lo

que él predica es lo mismo que predican los otros apóstoles y transmite la misma

tradición, sino también que su cristología es esencialmente la misma en todos sus

escritos, o sea no hay una evolución o desarrollo creativo. En realidad, ateniéndonos a

los datos que reflejan las fuentes, la cristología es algo que los apóstoles han recibido

del mismo Jesús: su divinización no es por influencia pagana, sino que tiene su origen

en la misma conciencia de Jesús.

59

C.A. Franco, “Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor”: CEv 9 (1974) 23s.

64

Con frecuencia se atribuye la divinización de Jesús a Pablo, a su reflexión en

contacto con el mundo helénico. Se contrapone de este modo una doble concepción de

Jesús: la palestina, y original, que vería en Jesús un rabino, un profeta, el Mesías; la

paulina, que habría elevado al rango de la divinidad a este rabino judío. En realidad, la

veneración de Jesús se constata desde los primeros años del cristianismo y está

atestiguada en todos los escritos del NT.

3. Sobre la veneración de Jesús en las comunidades primitivas

Un primer dato que llama la atención en las cartas paulinas es que en ellas

tenemos afirmadas una serie de convicciones cristológicas que no son explicadas, sino

que se dan por supuesto, como conocidas y admitidas por los destinatarios. Teniendo en

cuenta que las cartas paulinas fueron escritas en la década de los 50, o sea unos 20 años

después de los acontecimientos sucedidos en Jerusalén, hay que admitir que estas

convicciones cristológicas son anteriores a la redacción de las cartas y los destinatarios

debieron recibirlas durante la predicación misionera de Pablo. En realidad, esta

concepción, como hemos visto, la recibió Pablo de la comunidad cristiana que encontró

(Damasco, Jerusalén). Por tanto, la cristología se formó en un breve periodo de tiempo.

Podemos decir que estamos ante un fenómeno que no es el resultado de una evolución

(en contacto con el mundo griego), sino la aparición repentina de una novedad absoluta.

Según M. Hengel, la cristología habría adquirido su formulación en un par de años, los

que van desde la crucifixión a la conversión de Pablo. No olvidemos que la persecución

violenta llevada a cabo por el Apóstol tiene su origen en las afirmaciones y veneración

que otorgaban las comunidades cristianas a Jesús, algo que era a sus ojos blasfemo y

contrario a la Ley. Su encuentro con Jesús en Damasco le hará consciente de su error:

Aquel que consideraba un maldito de Dios está exaltado en la gloria.

Un rasgo llamativo presente en los escritos neotestamentarios (Hch, cartas, Apo)

es el emparejamiento de Jesús y el Dios Padre como destinatarios del culto de la

comunidad cristiana. Esto es verdaderamente significativo si tenemos en cuenta que las

primeras comunidades cristianas son de origen judío, por tanto de una fe monoteísta

radical. Esto se expresa del modo siguiente: a) Himnos cantados en comunidad sobre

Jesús; b) Invocaciones dirigidas a Jesús; c) Oraciones realizadas en nombre de Jesús o

dirigidas a Él; d) El nombre de Jesús si ritualiza en los sacramentos (bautismo,

eucaristía); e) Presencia de Jesús durante la eucaristía. Junto a estos rasgos de

veneración hallamos también la afirmación explícita de su preexistencia, su

65

participación en la creación del mundo, su exaltación por encima de todas las potencias

terrestres y celestiales, su papel de juez de todo lo creado. Estos atributos no son el

resultado de una reflexión o decisión humana, sino la manifestación o revelación de lo

acontecido con Jesús después de su muerte. La resurrección de Jesús y sus posteriores

apariciones a los discípulos son el origen de este culto y veneración de su persona.

Ahora bien, Jesús no fue considerado como una divinidad que se añadía a un panteón, al

estilo de la religión pagana. El culto que se le tributaba era la respuesta a su exaltación a

la derecha del Padre; por ello, Jesús es venerado como el Hijo, en total relación a Dios

Padre. Jesús comparte la gloria y el trono de Dios. El culto cristiano a Jesús es

monoteísta, colocado dentro de la tradición judía.

También la arqueología testimonia esta fe en Jesús, Hijo de Dios. Con motivo de

nuevas construcciones en Talpiot, barrio de Jerusalén situado en la carretera hacia

Belén, en 1945 se descubrió una tumba sin profanar. En su interior había cinco osarios

que han sido fechados en el año 50 de nuestra era. En uno de los osarios, marcado con

el signo de la cruz, se leen estas palabras griegas: Iesou Iou (Jesús, ayúdale), y en otro

en arameo: Yeshu Aloth (Jesús, resucítale). Este reconocimiento del poder divino de

Jesús sólo es explicable porque ha tenido lugar un acontecimiento sorprendente: su

resurrección de entre los muertos.

1

1. Algunas características de los escritos paulinos

En el NT se recogen 13 cartas paulinas, aunque sabemos que no son las únicas que

escribió. En 1Cor 5,9 hace referencia a una carta escrita con anterioridad a dicha

comunidad y en 2Cor 2,4 alude a otro escrito, denominado “carta en lágrimas”, enviado

anteriormente. Por otra parte en Col 4,16 pide que sea leída en público en esa

comunidad la carta de Laodicea. Ninguna de éstas ha llegado hasta nosotros.

En cualquier caso, al igual que en los manuscritos antiguos, el orden de las cartas

paulinas en nuestras Biblias nada tiene que ver con las fechas en que fueron escritas; se

debe más bien a la longitud de los escritos: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Ef, Flp, Col, 1 y 2Tes, 1

y 2Tm, Tit, Flm. A este corpus se suele añadir Heb, aunque ciertamente esta carta no la

escribió Pablo. Marción (h. 140) ordenó las cartas paulinas según el interés teológico:

Gál, 1 y 2Cor, Rm, 1 y 2Tes, Col, Flm, Flp, Load (=Ef).

Los estudiosos suelen considerar 7 cartas auténticas (Rm, 1 y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes,

Flm), mientras no se ponen de acuerdo sobre las 6 restantes. Bastantes exegetas

incluyen entre las auténticas Col y 2Tes. La mayoría considera las restantes obras de

discípulos muy cercanos a Pablo: 1 y 2Tm, Tit [pastorales], Ef. El motivo en que se

apoyan los estudiosos para cuestionar la autenticidad de estas seis cartas es la diferencia

de vocabulario, estilo, argumentos y la comparación con las otras cartas auténticas.

Junto a ello, también tienen su importancia posibles referencias a situaciones históricas

que permitan a los estudiosos identificar mejor las circunstancias, motivo y lugar dónde

se redactó el escrito.

Ciertamente la existencia de estas referencias históricas son decisivas para poder fechar

las cartas paulinas. Desde un punto de vista cronológico, aunque lo estudiaremos con

mayor detenimiento prestando atención a cada una de las cartas, generalmente los

estudiosos suelen ofrecer estas fechas: 1 y 2Tes serían las más primitivas, escritas desde

Corinto en el año 50-51; luego vendrían 1 y 2Cor escritas desde Éfeso y Macedonia

respectivamente, entre los años 52-55; Gál suelen colocarla después de la 2Cor y Rm en

el año 57/58, escrita posiblemente desde Corinto. En cuanto a las llamadas cartas de la

cautividad (Flp, Col, Flm, Ef) depende de la prisión paulina a la que se atribuyan. Como

es bien sabido, además de la cautividad de Roma y Cesarea, es muy probable que el

Apóstol también haya sido encarcelado en Éfeso (2Cor 1,8-11; 11,23; 1Cor 14,32). Por

muchos años se pensó en la prisión romana como lugar de redacción de esas cartas.

Pero hay algunos datos que parecen señalar en otra dirección. Así Flm 22, donde Pablo

expresa su deseo de visitar Colosas; algo que se armoniza con dificultad con su

2

proyecto de ir a España terminado su arresto en Roma (Rm 15,24.28). El hecho de que

en Flp, Pablo aluda al pretorio (1,13) y a la casa del César (4,22), ha llevado a muchos

estudiosos a colocar su redacción durante su prisión romana. Pero, dado que el pretorio

indica el lugar del juicio de los prefectos y cónsules y la casa del César puede designar a

los oficiales y esclavos romanos, puede ser también colocada durante su prisión sufrida

en Éfeso o Cesarea. De igual modo, expresa su esperanza de ir a Filipos (1,26s; 2,24),

algo que tampoco armoniza con sus planes misioneros a España desde Roma.

Ciertamente, todas son verdaderas cartas, escritos de circunstancias; es decir, motivadas

por circunstancias concretas y dirigidas a destinatarios precisos. Esto implica que Pablo

no se detenga a detallar circunstancias conocidas por los destinatarios o a veces no sea

demasiado explícito. En efecto, en ellas, no se dice todo, dando por supuesto muchas

cosas; se responde a cuestiones planteadas o problemas suscitados. No se olvide que

van dirigidas a comunidades ya establecidas, que anteriormente han recibido una

predicación e instrucción en la fe; etc. Sin duda alguna, el desconocimiento que

poseemos respecto a las circunstancias o problemas que originaron las cartas hace

difícil su interpretación en muchas ocasiones.

No obstante, no son escritos pasajeros ni dirigidos a un individuo: exceptuando la carta

Flm, el resto van dirigidos a comunidades. Además se leen en comunidad y se pasan a

otras comunidades. O sea, son misivas apostólicas, con toda la autoridad adquirida de

Cristo. Son misivas para la Iglesia. Aunque este carácter no impide que Pablo hable en

tono personal, aluda a su vida, exprese sus sentimientos, envíe saludos personales, etc.

Estos escritos son instrumentos de gobierno, de enseñanza, de polémica. Ciertamente

son piezas originales, tanto por contenido como por estilo. En una comparación con las

cartas privadas del periodo helenístico que nos han llegado las diferencias son notorias.

El escrito paulino más semejante a una carta privada es la de Flm.

Suelen comenzar con una acción de gracias (cf. 1Tes 1,2-3; Flp 1,4; Col 1,3; Ef 1,16;

etc.). Probablemente sea un influjo de su formación judía. Por regla general, en sus

cartas Pablo no retoma la catequesis sobre los hechos y dichos de Jesús, que con toda

probabilidad realizaba oralmente en las comunidades. Por otra parte, son escritos llenos

de referencia al AT: citas explícitas, alusiones y exégesis. Los estudiosos han

computado 93 citas del AT; la mayoría de las cuales se encuentran en las cuatro grandes

cartas, sobre todo en Rm. Los libros del AT que más cita son: 33 veces el Pentateuco;

25 Isaías; 19 Salmos. Ciertamente la versión de los LXX es la más utilizada, pero

también el texto hebreo y otras veces se aleja de uno y otra. Otra característica común a

3

sus escritos son la bendiciones y doxologías (frases breves de alabanza o bendición de

Dios). Es claro el influjo judío de las bendiciones sinagogales y domésticas (oración de

la mañana o la noche, bendición de la mesa, etc.). En sus escritos se percibe con

claridad la influencia de su formación judía, sus experiencias espirituales y la

predicación cristiana primitiva.

Para percibir con claridad la diferencia que hay entre las cartas normales de la

antigüedad greco-romana y las paulinas es necesario que nos detengamos en señalar las

partes que componen estos escritos. Comenzaban con un saludo en el que el autor se

identifica a sí mismo y a sus destinatarios. Después el autor expresa su deseo de buena

salud para su lector, por cuya intención pide y da gracias a los dioses. Inmediatamente

después se aborda la cuestión que ha movido a escribir la carta; que se cierra con un

saludo final y despedida. He aquí un ejemplo de carta privada (Papiros de Oxyrinco

CXVII):

“Jerus a su hermano Dionisio, saludos. Te he urgido en persona a tener el

horóscopo (meteoridin) en los archivos y también la venta de los hijos de los

esclavos, y la venta del vino que viene de los viñedos cercanos y lejanos,

guardando el dinero en un lugar seguro hasta que llegue. Te envío unas buenas

semillas de melón a través de Diógenes, el amigo de Jereas el ciudadano, y dos

tiras de tela selladas con mi sello, una de ellas te ruego des a tus hijos. Saludos

a tu hermana y Cirila. Ródope y Arsinus te saludan. Ruego que estés bien”.

La diferencia con las paulinas salta a la vista.

Por último, debemos señalar que con toda probabilidad desde el s.I se dio la iniciativa

de hacer circular copias de las cartas paulinas agrupadas. Un indicio de ello puede ser

este testimonio de 2Pe 3,15-16:

“Considerad la paciencia de nuestro Señor [como] salvación, tal como os

escribió también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le fue

dada. Asimismo en todas [sus] cartas habla en ellas de esto; en las cuales hay

algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen —

como también [tuercen] el resto de las Escrituras— para su propia perdición”.

Y también el Canon Muratori:

“En cuanto a las cartas de Pablo, ellas mismas muestran a los que deseen

entender desde qué lugar y con cuál fin fueron escritas. En primer lugar

[escribió] a los Corintios prohibiendo divisiones y herejías; luego a los Gálatas

[prohibiendo] la circuncisión; a los Romanos escribió extensamente acerca del

4

orden de las Escrituras y exponiendo que Cristo era su tema principal. Nos es

necesario exponer cada una (de las cartas). El beato apóstol Pablo mismo,

siguiendo el ejemplo de su predecesor Juan, escribió a siete iglesias en el

siguiente orden: primero a los Corintios, segundo a los Efesios, en tercer lugar

a los Filipenses, en cuarto lugar a los Colosenses, en quinto lugar a los Gálatas,

en sexto lugar a los Tesalonicenses, y en séptimo lugar a los Romanos.

Escribió dos veces a los Corinitios y a los Tesalocinenses para corregirles,

porque se reconociese que la Iglesia es una en toda la tierra. También Juan,

aunque escribe a siete iglesias en el Apocalipsis, escribe a todas. Además,

[Pablo escribe] una [carta] a Filemón, una a Tito, dos a Timoteo, por afecto y

amistad; pero han sido consideradas por la Iglesia como referentes a la

organización de la disciplina eclesiástica. Circulan otra a los Laodicenses, y

otra a los Alejandrinos, fabricadas con el nombre de Pablo para sostener la

herejía de Marción, y algunas otras que no pueden ser reconocidas por la

Iglesia católica, para que la hiel no se mezcle con la miel”.

No siempre su forma de expresarse es clara, llegando a veces a ser enigmática o

confusa. Por todos estos motivos, para entender las cartas paulinas se necesita la ayuda

de los comentarios de los estudiosos. Citas sobre la dificultad de la prosa paulina:

A.F. Segal, Paul le converti. Apôtre ou apostat, trad. par A. Paumier-P. Ghirardi-J.F.

Sené, Paris 2003, 9: “Las cartas de Pablo, aunque muy leídas, hay que contarlas entre

los textos más difíciles y complicados de la literatura occidental”.

L. Alonso Schökel en su libro sobre La traducción bíblica: "Traducir poesía es de

ordinario tarea más difícil que traducir prosa –aunque la prosa de Pablo supera en

dificultad a casi toda la poesía del AT-"1. En las cartas de Pablo no sólo tenemos

oscuridades en las que la gramática y el léxico son enigmáticos y el sentido muy difícil

de adivinar; tenemos también no pocos pasajes en los que resulta claro lo que dice el

griego, y sin embargo, cuesta mucho aceptar que el Apóstol pudiera escribir tal cosa.

Incluso hay casos en los que, ante esta extrañeza, algunos estudiosos han pensado que

tales palabras no las escribió el Apóstol, sino que fueron introducidas posteriormente en

el texto escrito por él.

1

L. Alonso Schökel-E. Zurrro, La traducción bíblica: Lingüística y estilística, Madrid 1977, 335.