Centros Clandestinos de detención. El caso de Rosario. 1976-1983 - Roberto Román

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    entros clandestinos de detencinAlgunas reflexiones sobre cmo abordar su estudio:el caso de Rosario, 1976-1983

    C

    ROBERTOROMN

    ResumenEl propsito de este artculo es dar cuenta, aunquede manera somera, del funcionamiento de los cen-tros clandestinos de detencin en la ciudad de Ro-sario durante la ltima dictadura militar. La con-duccin militar posibilit, en todo el territorio na-cional, la libertad de accin e iniciativa de los co-mandos subordinados con el fin de eliminar fsica-mente a los opositores polticos. Los centros clan-

    destinos de detencin fueron la herramienta indis-pensable para cumplir tal objetivo. La multiplici-dad, clandestinidad y distribucin de los mismos,actuando en sincrona, fueron una garanta para larecaudacin de informacin, que sera utilizada demanera letal contra los enemigos del rgimen. Laciudad de Rosario present caractersticas propias,sin dejar de responder a los patrones comunes quecaracterizaron al resto del pas. En su mayor parte,este trabajo se encuentra fundado en el relato de lossobrevivientes de esos centros clandestinos, quie-nes aportan una mirada particular de la experienciaconcentracionaria.

    Palabras claveEstado terrorista centros clandestinos de deten-cin tortura sistemtica detenidos-desapareci-dos sobrevivientes Rosario

    Recibido con pedido de publicacin el 05/07/2006

    Aceptado para su publicacin el 05/12/2006Versin definitiva recibida el 19/11/2007Roberto Romn es estudiante de la carrera de Historia

    de la Universidad Nacional de [email protected].

    ROMN, Roberto Centros clandestinos de detencin. Algunas reflexiones sobre cmo abordar suestudio: el caso de Rosario, 1976-1983,prohistoria, ao XI, nmero 11, Rosario, Argentina,

    primavera 2007, pp. 215-236.

    AbstractThis article studies, though briefly, clandestinedetention centers modus operandiin Rosario duringthe last military dictatorship. The military leadershipmade it possible for the subordinate commandogroups to act and take initiatives without restraintsall over the national territory, in order that physicalelimination of its political opponents could beachieved. Clandestine detention centers were a key

    tool for this goal to be met. The multiplicity, secrecyand distribution of such centers, altogether,guaranteed the necessary handling of informationthat was to be lethally used against the enemies ofthe regime. Though sharing common patterns withthe rest of the Country, the city of Rosario hadcharacteristics of its own. For the most part, this

    paper is based on the testimony of the survivors ofthese clandestine centers who offer their own pecu-liar vision of their detention experience.

    Key WordsState terrorism clandestine detention centers systematic torture detained-disappeared survivors Rosario

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    El Golpe y los fundamentos de la represin

    En la madrugada del 24 de marzo de 1976 se inici una de las etapas ms oscuras ysangrientas de la historia de nuestro pas. Un golpe militar termin con el gobiernoconstitucional de Isabel Martnez de Pern y coloc al mando del poder a los re-presentantes de las fuerzas armadas. El general Jorge Rafael Videla, el almirante EmilioEduardo Massera y el brigadier Orlando Ramn Agosti inauguraron una nueva fase a laque denominaron Proceso de Reorganizacin Nacional. Los argumentos del Golpe fue-ron la necesidad de cerrar definitivamente un ciclo histrico caracterizado por el desgo-bierno, la corrupcin poltica, el flagelo de la subversin y la falta de una estrategia globalen materia econmica. Pretextando vocacin de servicio y capacidad para buscar res-puestas favorables a estos problemas, las fuerzas armadas asumieron la total conduccinde la Repblica.

    Se anularon todos los mandatos polticos elegidos democrticamente; se disolvieronel Congreso, las Legislaturas y los Consejos, se relev a los representantes de la Corte y de

    los Tribunales Superiores y se suspendieron las actividades polticas y gremiales. Tan slocinco das despus del Golpe, el 29 de marzo, asumi como presidente de la Nacin uno desus principales idelogos, Jorge Rafael Videla. Con el argumento de la lucha anti-subver-siva, abiertamente proclamada por la Doctrina de la Seguridad Nacional, el nuevo go-bierno instal un sistema represivo enmarcado en un premeditado plan de aniquilamientode opositores polticos, coordinado y extendido a lo largo y a lo ancho de todo el territorioargentino.

    En los medios de prensa y difusin, la alimentacin cotidiana de la imagen del ene-migo interno y la construccin simblica del delincuente subversivo como polo opuesto deuna tradicin patritica y una cultura occidental y cristiana, le permitieron a las fuerzas

    armadas alcanzar, en una parte importante de la sociedad, un alto nivel de consenso yexpectativas positivas. Mientras que la violencia, desembozada o latente, fue la herra-mienta de la cual se valieron para lograr un despliegue institucional absoluto.

    En la ciudad de Rosario, a las pocas semanas de haberse producido el Golpe y mien-tras los representantes de las fuerzas armadas hacan pblicos en todo el pas los principiosrectores que fundamentaban la necesidad de un gobierno cuya principal misin era disci-plinar a todos aquellos sectores que ponan en riesgo la paz social y la libertad delpueblo argentino, Agustn Feced1declaraba abiertamente la guerra contra la subversinlocal:

    1 Unos meses antes de producirse el ascenso de Leopoldo F. Galtieri como responsable del II Cuerpo deEjrcito, y durante la gestin de su antecesor, el general Ramn Genaro Daz Bessone, fue designado comointerventor de la Polica rosarina mediante Decreto 0813/76 de la intervencin militar en la provincia, elcomandante de Gendarmera Carlos Agustn Feced. Ya haba ocupado este cargo durante la dictadura deOngana-Levingston-Lanusse. En su nueva designacin reemplaz al coronel Antonio Monte Silva. Perma-neci en ese cargo entre abril de 1976 y mayo de 1978. Durante este periodo se convirti en uno de losprincipales responsables de la represin en la ciudad de Rosario y zonas de influencia.

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    Ser muy breve seores. Estamos al pie de continuar con una batallainconclusa contra la insurreccin aptrida [...] parece que va a ser elmomento de pelear. Con esto queda notificada la insurreccin. No losestaremos esperando sino que los atacaremos ya [...] comenzaremos la

    guerra total contra la guerrilla y la subversin. A los extremistas lesdigo que a partir de este momento tienen doce horas para abandonar laciudad. De lo contrario nosotros los acompaaremos al cementerio.2

    Del mismo modo, el general Leopoldo Fortunato Galtieri3pona en palabras los motivosde su designacin como Jefe del Estado Mayor del II Cuerpo de Ejrcito con asiento enRosario:

    El Ejrcito de hoy, nuestro Segundo Cuerpo de Ejrcito, tiene unamisin impuesta que es clara: la lucha contra la subversin y el apoyoal proceso de reorganizacin nacional [...] Para los que an piensan en

    la subversin, la subversin por las armas y por los valores, el Cuerpode Ejrcito II Teniente General Juan Carlos Snchez, aplicar toda lafuerza y potencia de su moral y todo el peso de sus medios hasta lograrel aniquilamiento de los delincuentes subversivos.4

    Como acabamos de exponer, construcciones de semejante envergadura sirvieron de sus-tento simblico al despliegue de la ms terrible persecucin poltica que haya conocidonuestro pas. De all en ms, por lo menos cinco fueron los dispositivos que definieron esteprograma de exterminio que dur hasta 1983: la violencia, la clandestinidad, la negacin yocultamiento de los hechos y sus responsables y como elementos originales la constitu-

    cin de la figura del desaparecido y la apropiacin sistemtica de los menores, hijos delos desaparecidos.Los aos de plomo pasaron uno a uno. La dictadura militar logr articular un intenso

    silenciamiento de la oposicin poltica. Mientras tanto, y segn su discurso, procuraba laplena erradicacin de la subversin, la recomposicin de las relaciones entre los ciuda-danos y la elaboracin de nuevos instrumentos legales tendientes a revitalizar las institu-ciones polticas y la forma de seleccin de sus responsables. Por supuesto utilizando, entodos los casos y sin excepcin, el terror como mecanismo de persuasin.

    Los centros clandestinos de detencin

    y la metodologa criminal del Estado terroristaUna de las principales caractersticas del Estado terrorista fue su capacidad deinstitucionalizar con carcter permanente y clandestino la ms terrible actividad represiva

    2 Declaraciones de Agustn Feced, enLa Capital, Rosario, 10 de abril de 1976.3 Por Decreto Presidencial nm. 2430/76, Leopoldo F. Galtieri fue designado como principal responsable del

    II Cuerpo de Ejrcito. Ocup este cargo entre el mes de octubre de 1976 y febrero de 1979.4 Declaraciones de Leopoldo F. Galtieri, enLa Capital, Rosario, 13 de octubre de 1976.

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    ilegal que se haya conocido en la Argentina. Los centros clandestinos de detencin fueronel principal instrumento utilizado por los dictadores para la preservacin del orden socialimpuesto, sirviendo como eje fundamental del modelo poltico de las fuerzas armadas: elsecuestro, la desaparicin, la tortura y la muerte de los actores sociales comprometidos

    con proyectos opuestos al orden poltico, social y econmico imperante en ese momento.Durante todos estos aos de democracia, los organismos de derechos humanos juntocon diferentes actores sociales, comprometidos con la tarea de bsqueda de la verdad y deenjuiciamiento de los responsables de las aberraciones cometidas contra ciudadanos ar-gentinos, y en muchos casos extranjeros, han demostrado a travs de sus denuncias pbli-cas y judiciales la participacin efectiva de numerosos hombres vinculados a la represin.No han podido avanzar del mismo modo en la compleja tarea de explicar la lgica deldespliegue y funcionamiento de la maquinaria de exterminio que puso en funcionamientola Junta Militar.

    Sabemos al da de hoy que el Estado terrorista articul permanentemente una doble

    faz en su actuacin: una pblica y sujeta a leyes (inconstitucionales) que administraban lasacciones de la sociedad civil subordinada al poder militar y otra clandestina, al margen deuna supuesta legalidad formal y fuera de cualquier canon institucional. En cuanto a estasegunda fase, entendemos que los centros clandestinos de detencin fueron parte del apa-rato militar y desempearon una funcin imprescindible en la infraestructura institucionalconfidencial. Los centros clandestinos de detencin y exterminio fueron posibles, por unlado, por la necesidad de evitar la legalizacin masiva, sin previo proceso de seleccin, dela totalidad de las personas secuestradas en una situacin de absoluta confidencialidad y,por otro, por la descentralizacin operativa necesaria para hacer ms efectiva la finalidaddel exterminio.

    Antecedentes de violencia policaca, apremios ilegales y utilizacin de tortura comomtodo de ablandamiento de personas detenidas por delitos comunes o razones polticas ygremiales, existieron desde siempre en las instituciones encargadas de la seguridad ennuestro pas y son harto conocidos por todos.5Incluso, la desaparicin del cadver, comoel montaje de un accidente o falso enfrentamiento, fueron parte de los artilugiosimplementados para hacer desaparecer las pruebas del delito. Sin embrago, el antecedentems significativo, que presenta la ejecucin sistemtica de la tortura, muerte y desapari-cin de personas, fue el accionar del Ejrcito durante el Operativo Independencia.6

    5 RODRGUEZ MOLAS, RicardoHistoria de la tortura y del orden represivo en la Argentina, EUDEBA,Buenos Aires, 1985.

    6 El 5 de febrero de 1975, la presidenta Isabel Martnez de Pern firm el Decreto 261/75. La acompaabansus ministros: Adolfo Mario Savino (Ministerio de Defensa), Alberto L. Rocamora (Ministerio de Interior eInt. de Justicia), Jos Lpez Rega (Ministerio de Bienestar Social), Adolfo Gmez Morales (Ministerio deEconoma), Ricardo Otero (Ministerio de Trabajo), Alberto J. Vignes (Ministerio de Relaciones Exterioresy Culto) y Oscar Ivanissevich (Ministerio de Cultura y Educacin). Este decreto habilitaba al ComandoGeneral de Ejrcito a ejecutar las operaciones militares necesarias a efectos de neutralizar y aniquilar elaccionar de la subversin en la provincia de Tucumn.

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    vacin de informes a las autoridades de mayor rango, quienes eran las encargadas de tomarlas decisiones pertinentes a cada caso.

    Todos los casos estn archivados en microfilms describiendo desdeel procedimiento, luego antecedentes y sentencia. Junto a los datos del

    procedimiento haba dos tems finales: traslado-libertad....9

    Soy nuevamente interrogada en varias oportunidades [...] estosinterrogatorios fueron grabados [...] Exista un registro de detenidosque inclua carpetas, fichas y cintas magnetofnicas de los detenidos.10

    En 1977 comenzaron a microfotografiar las carpetas de todos los se-cuestrados. Slo se les abra carpeta e incorporaba a listas a quieneshubieran llegado vivos a La Perla.11

    Se suman al testimonio de los sobrevivientes, los detalles aportados por personas que

    participaron del entramado institucional de la represin. Estos no hacen ms que afirmarlos datos arriba expuestos:

    Conocido un objetivo o blanco [elemento subversivo] o sospechosode tal, se lo detena, se lo llevaba a un lugar de interrogatorio y se ledaba mquina [tortura con picana] extrayndole informacin de otrossospechosos, a los que se proceda a detener y as, hasta tener todo unmosaico o cadena de personas. En algunos casos, esa cadena se corta-ba cuando algn detenido se quedaba [mora] en la tortura. Recinentonces con un grupo de personas investigadas o un cierto cmulo de

    informacin se elevaba a la Superioridad, tanto a la Jefatura de Policacomo a la Jefatura del rea Militar. Esa informacin iba codificada yparta desde el mismo GRUPO DE TAREAS. En las Comisaras sehaca un informe reservado [donde se pona la verdad del procedi-miento] y un Acta 20840 donde se volcaban los datos que servan parala cobertura de legalidad como por ejemplo en los casos de detenidosa los cuales se cortaba [mataba] haciendo figurar que haban muertoen un enfrentamiento.12

    9 Testimonio de Carlos Muoz (CONADEP-Legajo nm. 704), sobreviviente del centro clandestino de de-

    tencin (CCD) de la Escuela de Mecnica de la Armada (ESMA). Ver COMISIN NACIONAL SOBRELA DESAPARICIN DE PERSONAS (CONADEP)Nunca Ms.Informe de la Comisin Nacional sobrela Desaparicin de Personas, EUDEBA, Buenos Aires, 1984, p. 275.

    10 Testimonio de Gatica Caracoche (CONADEP-Legajo nm. 1830), sobreviviente del CCD La Cacha. VerCONADEPNunca Ms, cit., p. 276.

    11 Testimonio de Graciela Gauna (CONADEP-Legajo nm. 764), sobreviviente del CCD La Perla. VerCONADEPNunca Ms, cit., p. 276.

    12 Testimonio de un oficial de la Polica de la provincia de Buenos Aires (CONADEP-Legajo nm. 7316). VerCONADEPNunca Ms, cit., p. 257.

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    La brutalidad de los maltratos, las violaciones, vejaciones y asesinatos producidos en cadauno de estos lugares no debe impedirnos observar los niveles de racionalidad y dedicacinexclusiva a la produccin de informacin; una informacin necesaria para aumentar losconocimientos sobre quienes los represores consideraban el enemigo interno: la subver-

    sin marxista. El anlisis de los aspectos ideolgicos iba acompaado por la necesidad deconocer con el mayor detalle el grado de compromiso y actividades polticas de losinvolucrados, como as tambin sus supuestas reas de operaciones con el objetivo dereconocer el terreno y manejar en profundidad la movilidad de las organizaciones polti-cas, tanto en los espacios de las ciudades como en el caso de experiencias rurales.

    A la hora de abordar esta difcil problemtica, resulta fundamental no considerarexclusivamente a los centros clandestinos como lugares de muerte, sino como epicentrosde la bsqueda, el anlisis y la diseminacin de la informacin, entendida como comple-mentaria de la planificacin del exterminio de opositores polticos. La muerte es un ele-mento profundamente complejo de ser analizado, pero si tenemos en cuenta el ciclo de

    bsqueda de datos (secuestro-desaparicin-tortura-secuestro) utilizado en los centros dedetencin, nos encontraremos con que no todos los detenidos fueron eliminados; existe unnmero importante de testimonios de sobrevivientes que pueden aportar una nueva miradaal problema que nos hemos propuesto trabajar.

    De contar con los informes oficiales que recorran las oficinas del amplio aparatoburocrtico del Estado clandestino, la explicacin del fenmeno abordado sera ms ex-haustiva. Pero es una realidad que no cualquier miembro de la sociedad civil puede acce-der a esa informacin. En el caso de los juicios contra los criminales del Estado terrorista,la posibilidad de consultar la documental de las causas est reservada a las partes. Por otrolado, la ausencia de archivos clasificados ha demostrado que la mayor parte de estos infor-

    mes fueron destruidos u ocultados por los implicados en la represin. Ms enigmtico anes el caso de aquellos represores que se tomaron el trabajo de guardar algunos acervos ensus bibliotecas personales, ya sea con la intencin de involucrar a otros responsables o porel slo hecho de custodiar y mantener en orden la informacin obtenida durante ese perio-do. Otra de las posibilidades es que algunos de los documentos que reivindican la luchacontra la subversin formen parte actualmente del material didctico utilizado en los cur-sos de adoctrinamiento de los agentes de inteligencia militar.13

    13 Para este ltimo caso, sera provechoso para nosotros mencionar los hechos ocurridos durante el ao 2006.A doce aos (1994) de promulgada la Ley de Seguridad Interior y a cuatro (2002) de la Ley de InteligenciaMilitar, que prohbe a las fuerzas armadas acciones dentro del territorio nacional contra ciudadanos argen-tinos, qued demostrado por medio de una denuncia realizada ante el Ministerio de Defensa que los aspi-rantes a la carrera militar seguan recibiendo instruccin de manuales que legitimaban la inteligencia inter-na, contemplaban la represin de la subversin cuando las fuerzas de seguridad fueran sobrepasadas, re-chazaban la unificacin del control de inteligencia y reivindicaban la victoria de la lucha anti-subversivadurante la dictadura. Nuevamente surgieron evidencias del tema en cuestin a raz del escndalo producidopor la denuncia del cabo Carlos Alegre al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), al negarse a

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    En este punto nos encontramos con uno de los ncleos problemticos ms duros aresolver: la validez del discurso de los represores. En este sentido, en los ltimos aos, elperiodismo de investigacin fue el que mayor cantidad de logros ha obtenido. As lo handemostrado las confesiones que distintos investigadores han obtenido de Jorge Rafael

    Videla,14

    Ramn Genaro Daz Bessone, Albano E. Harguindeguy15

    y Adolfo FranciscoScilingo,16por citar algunos casos. Aqu nos surgen las siguientes preguntas: qu fuentesms calificadas que stas para referirse a las operaciones desarrolladas por las fuerzasarmadas? Y en contraposicin: cunto de lo que se dice es verdad?

    Estos duros testimonios confirman que, pese a las desprolijidades del sistema repre-sivo, los centros clandestinos no trabajaron de forma aislada y que la multiplicidad y ladistribucin en todo el territorio nacional fue una garanta para la recaudacin de informa-cin en forma simultnea. Adems, confirman que la brutalidad del modo operativo nodebe empaar la posibilidad del investigador de abordar otros elementos propios al mto-do utilizado por las fuerzas represivas como ser, por slo mencionar algunos de ellos: las

    patrullas de reconocimiento, los puestos de observacin, los interrogadores, la documen-tacin capturada, la inteligencia de transmisiones, la infiltracin en las estructuras de lasorganizaciones poltico-militares, la utilizacin de registros e informes y las tareas de con-tra-inteligencia.

    Ese exterminio metdico y con rpido alcance en los centros clandestinos de deten-cin, fue producto de la parcelacin planificada del territorio con el propsito de organizarla eliminacin sistemtica del enemigo. Tal finalidad requiri la concentracin de informa-cin en los puntos estratgicos de cada una de las zonas, a la cual se le sumaron un poste-rior proceso de anlisis, distribucin y uso de la misma. La puesta en funcionamiento deeste complejo proceso comprometi una serie de tareas administrativas que involucraron

    no slo al Estado en su faz clandestina, sino que tambin incorporaron tareas burocrticasen las instituciones que mostraron una parcial vigencia pblica. Por slo mencionar unejemplo cercano al de la ciudad de Rosario, podemos tomar el caso de la ciudad de SantaFe. En esa localidad, la Brigada de Investigaciones sirvi como lugar de recepcin dedetenidos, tanto de la capital como de zonas aledaas. All se realizaban los primerosinterrogatorios, en los cuales se incluan severas golpizas y sesiones de torturas. Luego, losdetenidos-desaparecidos eran trasladados a la Comisara 4, definida por los denunciantescomo el centro de reunin de informacin del rea. Cuando las condiciones lo exigieron,los detenidos fueron conducidos a un local de la Unin de Docentes Argentinos. El finaldel circuito era la Guardia de Infantera Reforzada. En ese sitio se defina la libertad de los

    realizar tareas de inteligencia sobre ciudadanos en la base de la Armada de Almirante Zar de Trelew. VerPgina/12, 25 de abril de 2006 y 24 de septiembre de 2006.

    14 SEOANE, Mara y MULEIRO, VicenteEl Dictador, Sudamericana, Buenos Aires, 2001.15 Marie-Monique Robin, Directora del telefilm Escuadrones de la Muerte. La Escuela Francesa. Presenta-

    do en septiembre de 2003, en el Canal Plus de Pars.16 VERBITSKY, HoracioEl Vuelo, Sudamericana, Buenos Aires, 2004.

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    detenidos o su traslado a los penales oficiales del gobierno bajo la direccin del PoderEjecutivo Nacional.17

    Si bien algunos testimonios aportan ms datos que otros, es sumamente complejoreconstruir y explicar la red de relaciones institucionales que se despleg a lo largo y a lo

    ancho de nuestro pas. Es ms difcil an determinar los niveles reales de responsabilidadde los mandos superiores, debido al elevado nivel de conflictos y disputas, en el interior yentre cada una de las fuerzas. Con esto no queremos decir que se trate de una labor impo-sible de realizar, sino que a la hora de emprender esa desafiante problemtica es necesariotener en cuenta la relacin existente entre los siguientes elementos: a) la capacidad dedecisin de los altos funcionarios militares; b) la capacidad de respuesta de los subalter-nos; c) el despliegue institucional de los aparatos burocrticos del Estado terrorista que seabocaron a la seguridad interna; y d) los niveles de conflictividad entre los diversos agen-tes que componan la trama de poder.

    Rosario y el cinturn rojo del ParanA comienzos de los aos 1970s. Alejandro Lanusse haba definido al cordn industrial queiba de San Nicols hasta Puerto General San Martn como el cinturn rojo del Paran.La zona riberea se caracteriz por la importancia de las actividades industriales, entre lasque se destacaban grandes centros fabriles como Metcon (propiedad de Ford), Acindar yMaratn (ambas pertenecientes a la misma empresa, en ese momento presidida por JosAlfredo Martnez de Hoz) en Villa Constitucin y Somisa, en San Nicols. Este polo dedesarrollo haba sido escenario, desde fines de la dcada anterior, de luchas obreras ymanifestaciones estudiantiles, a las que se sum el apoyo de un sinfn de agrupacionesmilitantes. Tambin aqu las organizaciones poltico-militares, como ERP y Montoneros,

    alcanzaron un importante nivel de organizacin en el accionar armado. No fue novedadque las fuerzas armadas vieran en Rosario y sus alrededores uno de los focos subversi-vos ms importantes del pas, junto a la Capital Federal, La Plata, Crdoba y Tucumn.18

    A partir de 1974, el accionar represivo de la Alianza Anticomunista Argentina oTriple A (AAA) fue un hecho inminente que comenz a sembrar el terror en toda la socie-dad, especialmente en las fbricas y en la Universidad.19Claro ejemplo de ello fue la

    17 Testimonio de la Sra. Mnica Martnez (CONADEP-Legajo nm. 7509), sobreviviente de los CCT Brigadade Investigaciones de Santa Fe, local de la UDA, Comisara 4 y Guardia de Infantera Reforzada. Ver

    CONADEPNunca Ms, cit., p. 195.18 Segn un documento denominado Directivas del Comandante General del Ejrcito N 404/75 (lucha

    contra la subversin), distribuido secretamente entre los responsables de las fuerzas armadas el 28 deoctubre de 1975, las ciudades mencionadas constituan las principales zonas que deban estar sujetas alcontrol estratgico del Estado Mayor Conjunto con la finalidad de desmantelar cualquier accionar armadode las organizaciones poltico-militares.

    19 La Triple A fue la organizacin parapolicial de ultraderecha creada y dirigida por el ministro de BienestarSocial, Jos Lpez Rega, con la finalidad de eliminar opositores polticos al gobierno de la seora MaraEstela Martnez de Pern (30 de junio de 1974-24 de marzo de 1976). En otras provincias surgieron versio-

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    represin llevada a cabo contra los trabajadores de Acindar, en la madrugada del 20 demarzo de 1975. Grupos de choque compuestos por miembros de las distintas fuerzas deseguridad, a los cuales se unieron integrantes de la derecha sindical, intervinieron la fbri-ca donde persiguieron y detuvieron a ms de trescientos obreros, entre los que se encontra-

    ba el lder metalrgico Alberto Piccinini. El albergue de ancianos fue utilizado como cen-tro de detencin, all se aplicaron torturas y malos tratos a las personas ilegalmente demo-radas. Las muertes y las desapariciones de Villa Constitucin pueden citarse como el prem-bulo del accionar represivo que dara comienzo a partir del Golpe.20Cabe preguntarnosaqu si para ese entonces ya haban sido seleccionados los lugares que se utilizaron en estaregin como centros de reunin de personas secuestradas.

    Segn los datos suministrados por el informe oficial que presentara la ComisinNacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP)21al Presidente de la Repblica,Ral Alfonsn, en la ciudad de Rosario22y zonas de influencia existieron tres centros clan-destinos de detencin: el Batalln de Comunicaciones 121, la Fbrica Militar de Armas

    Domingo Matheu y el Servicio de Informaciones de la Polica de Santa Fe. Aos mstarde, se sabra que estos lugares no eran los nicos.El primero de ellos se encuentra todava situado en el barrio Saladillo, en la zona sur

    de la ciudad. Segn el testimonio del ex sacerdote, Santiago Mac Guire, en el lugar habapor lo menos quince celdas para detenidos. De los relatos de los sobrevivientes se despren-de que con frecuencia los detenidos eran trasladados al Batalln 121, luego de haber pasa-do por la Fbrica Militar de Armas Domingo Matheu, ubicada en calle Ovidio Lagos 5250,

    nes autctonas como fueron los casos de Crdoba y Mendoza, donde accionaron el Comando Libertadoresde Amrica y el Comando Anticomunista Mendoza. Se estima que entre los meses de julio y agosto de 1974la Triple A cometi un asesinato cada diecinueve horas. Para septiembre de ese ao haban muerto alrede-dor de doscientas personas.

    20 Es importante aclarar que, a partir del 24 de marzo de 1976, la represin en la zona de Villa Constitucinqued ms bien vinculada al circuito operacional que una a esta ciudad con San Nicols y Capital Federal.

    21 A travs del Decreto 158/83 el gobierno radical de Ral Alfonsn dispuso el juicio sumario de las tresprimeras Juntas Militares. Con la finalidad de reunir las denuncias y llevar a cabo una investigacin queposibilitara el juzgamiento de los responsables del genocidio, se cre mediante el Decreto 187, del 15 dediciembre de 1983, la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP). El informeoficial fue presentado el 20 de septiembre de 1984. De esta manera, el 22 de abril de 1985, comenz en la

    Cmara Federal de apelaciones el juicio a las Juntas Militares. Tan slo unos meses despus, el 9 de diciem-bre de 1985, se imparti la condena a los principales culpables de la represin. Estos sucesos fueron deimportante trascendencia a nivel institucional y meditico. Nunca se haba investigado, juzgado y conde-nado en la historia de nuestro pas a figuras con tanto poder y en tan corto plazo.

    22 Rosario se encontraba bajo el accionar del II Cuerpo de Ejrcito, cuya comandancia tena asiento en lamisma ciudad. Fueron responsables de la represin los generales Ramn G. Daz Bessone (septiembre de1975-octubre de 1976), Leopoldo F. Galtieri (octubre de 1976-febrero de 1979), Luciano A. Juregui (fe-brero de 1979-diciembre de 1980) y Juan Carlos Trimarco (diciembre de 1980-hasta el advenimiento de lademocracia).

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    lugar donde, por esos aos, la urbanizacin era escasa, caracterizada por la presencia degrandes complejos fabriles alternados por terrenos baldos y quintas.23

    Adriana Arce, Juan Antonio Rivero y Ramn Aquiles Vern fueron algunos de lossobrevivientes del centro clandestino de detencin que funcion en las instalaciones de la

    fbrica a partir del golpe militar. El rea destinada a los secuestrados tena entrada por unportn del paredn sur, que fuera construido a fines de 1976. Por all, ingresaban los veh-culos que transportaban a los secuestrados y stos eran alojados transitoriamente en unacocina donde, segn el reconocimiento realizado por algunos sobrevivientes del lugar acom-paados por miembros de la CONADEP Delegacin Rosario el 13 de septiembre de 1984,esperaban su turno para ser torturados en una sala contigua. Un poco ms adelante seencontraban las caballerizas del Ejrcito, lugar destinado para albergar a los detenidos encondiciones infrahumanas.

    Ambas instalaciones del Ejrcito tenan un acceso rpido a la Avenida Uriburu, demanera que sta permita un traslado aligerado y seguro de los detenidos de una dependen-

    cia a la otra. La imposicin de la edificacin castrense rica en murallas, alambrados depa, puestos de vigilancia y pesados portones dotaron de cierto hermetismo las activida-des que all se llevaban a cabo. Pese a ello, estas instituciones eran vinculadas por losvecinos de la zona, desde mediados de la dcada de 1960, con la represin a las manifes-taciones de protesta que realizaban los trabajadores del sindicato de la carne o los obrerosmetalrgicos, por mencionar dos de los gremios ms importantes. Lo mismo sucedera conla Fbrica de Armas de Fray Luis Beltrn, prxima a la ciudad de San Lorenzo.

    El Servicio de Informaciones de la Unidad Regional II (SI) o El Pozo,24como se loreconoce tambin en nuestros das, se ubica en la esquina de San Lorenzo y Dorrego, a tanslo unos trescientos metros de lo que fuera la Sede del Comando del II Cuerpo de Ejrci-

    to.25Los sobrevivientes del lugar y los organismos de derechos humanos no ahorran pala-bras en afirmar que se trat del epicentro de la represin, no slo en la ciudad de Rosariosino en todo el sur de la provincia.

    Las oficinas del Servicio de Informaciones se ubicaron hasta 1975 en calle Catamarcaal 1300. En ese lugar, segn la denuncia que realizara el sobreviviente Miguel ngel Obeid,

    23 All funciona actualmente la Sede de la Jefatura de Polica de Santa Fe, despus de que fuera trasladadadesde el histrico edificio donde oper durante dcadas, frente a la Plaza San Martn, en pleno centro de laciudad. Al presente toda esta rea ha sufrido importantes transformaciones producto de la pavimentacinde calles y la extensin de Avenida Francia, que dividi el terreno de la Fbrica Militar en dos partes.Asimismo, la edificacin de numerosas viviendas, la limpieza de los terrenos perifricos y el tendido deiluminacin, la dotan de una fisonoma muy diferente a la que poda encontrarse en los aos 1970s.

    24 El 9 de mayo de 2002, por medio del decreto nm. 0717, el Gobierno de la provincia de Santa Fe cedi susinstalaciones a los organismos de derechos humanos de Rosario para que all se creara el CENTRO POPU-LAR DE LA MEMORIA. Este fue el primer antecedente en nuestro pas en el que un gobierno provincialreconoca pblicamente la existencia de estos lugares del horror y, al mismo tiempo, conceda a los familia-res de las vctimas la potestad de circular libremente por sus instalaciones.

    25 En el inmueble ubicado en la esquina de Crdoba y Moreno hoy funciona el lujoso caf Rock and Fellers.Est previsto que a futuro funcione all el Museo de la Memoria.

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    tambin se aplicaron torturas y tormentos a los detenidos. Haba cinco calabozos indivi-duales y nos tenan desnudos, invierno y verano. Nos vivan picaneando, cont Obeidcuando revelara la existencia de este lugar en 1983.

    Despus del Golpe, el Servicio de Informaciones centraliz el accionar represivo, ya

    no en la dependencia de calle Catamarca, sino en el edificio de la Jefatura de Polica de laUnidad Regional II, donde tambin se encontraba situada la Alcaida de Mujeres. El prin-cipal responsable del lugar fue el Jefe de Polica, comandante de Gendarmera AgustnFeced, quien dirigi en forma personal las operaciones militares de exterminio y losinterrogatorios a detenidos-desaparecidos.

    Un documento que lleva la firma de presas polticas de Villa Devoto, plantea queen la ciudad de Rosario se pueden definir por lo menos tres etapas de la represin. En unprimer momento, que comprende desde el 24 de marzo de 1976 a marzo de 1977, el Servi-cio de Informaciones centraliz la tarea de realizar los secuestros e implement la torturade manera brutal sobre los detenidos-desaparecidos. En la segunda etapa, entre marzo y

    septiembre de 1977, la sede sigue siendo el Servicio de Informaciones de Rosario. Losmtodos son los mismos, pero ponen mayor cuidado en que la tortura sea sistemtica y losprisioneros duren lo que los militares dispongan. Por ltimo, desde septiembre de 1977en adelante, la polica no trabaja directamente relacionada a los presos polticos. El Ejr-cito es el que realiza todas las tareas. Comenz a emplearse en las afueras de Rosario,principalmente en las zonas de Fisherton y Funes, una serie de centros clandestinos paratareas operativas, de inteligencia y de contra-inteligencia militar. El tormento fsico ya nose empleaba de manera sistemtica, los mtodos de tortura eran ms refinados, los esfuer-zos de los grupos de tareas se centraban en la manipulacin psquica de los detenidos y suutilizacin con fines polticos.

    Refuerzan este testimonio colectivo, ofrecido por las presas de Villa Devoto, algunasde las primeras aproximaciones a las que arrib el Equipo de Investigacin por la Memo-ria Poltico Cultural (EIMePoC), dirigido por la antroploga Silvia Bianchi.26De su traba-jo puede inferirse que, entre los meses de junio-julio de 1976 a febrero-marzo de 1977, seencuentra el mayor nmero de desapariciones de personas, coincidiendo estos datos conlas afirmaciones realizadas por las detenidas. Asimismo, otro dato importante que aportan

    26 Una de las tareas que este equipo desarroll consisti en el armado de un listado que sistematizara toda lainformacin existente hasta el momento sobre la desaparicin de personas en la ciudad de Rosario y alrede-dores. El primer listado con en cual comenz a trabajar el equipo fue editado en la publicacin de Jos LuisDAndrea Mohr,Memoria Deb(v)ida. Este trabajo se encarg de ordenar territorialmente el accionar repre-sivo de la ltima dictadura militar y fue de mucha utilidad, no slo por la informacin que brinda, sino porlos aportes que proporciona desde una concepcin espacial del fenmeno. Se sumaron a este la informacinextrada de los archivos de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Polticas y Gremiales y ellistado aportado por el Museo de la Memoria de la ciudad de Rosario. La amistosa relacin con el EquipoArgentino de Antropologa Forense (EAAF) permiti el intercambio de informacin entre las distintasbases de datos de la que cada uno dispone. Resulta esencial el testimonio de los sobrevivientes al momentode realizar algunas correcciones o agregar nuevos datos.

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    las investigaciones realizadas por el EIMePoC, est relacionado con las formas de elimi-nacin fsica de los prisioneros. Junto a la desaparicin de los cuerpos, los represoresimplementaron como metodologa recurrente los fusilamientos colectivos. En muchos ca-sos, los cuerpos fueron abandonados en la va pblica o zonas descampadas, con signos

    tales de violencia que se haca imposible reconocer la identidad de los mismos. En otrascircunstancias, los grupos de tareas se encargaron de planificar falsos enfrentamientos,con la intencin de mostrar a la sociedad que se estaba librando una guerra sin cuartelescontra la subversin.

    Actualmente, gracias al testimonio de los sobrevivientes, existe un registro muy im-portante de personas vistas en el Servicio de Informaciones que luego fueron halladasasesinadas en la va pblica o en las afueras de la ciudad. Ana Mara Ferrari, sobrevivientedel Pozo, secuestrada el 15 de octubre de 1976, relata:

    Bajan Juan, el guardia, con dos muchachos, uno el que haban curadolo reconoc por el pantaln vaquero. Me toc la cabeza y le dije: hastala victoria, hasta siempre. Le dije eso, por la furia que demostrabansent que no lo bajaban para torturarlo sino que no lo iba a ver ms.27

    Aos despus, Ana Mara terminara reconociendo por fotos a ese joven al que habancurado y haba reconocido por su ropa. La madrugada del 17 de octubre de 1976, EduardoLaus, Cristina Noem Costanzo, Mara Cristina Mrquez, Anala Mara Murgiondo, JosOyazbal, Sergio Jalil y Daniel Oscar Brajacoba (todos ellos militantes montoneros) fue-ron trasladados a Los Surgentes, provincia de Crdoba. All fueron fusilados y luego lleva-dos a la Morgue Judicial del Hospital San Roque. Las partidas de defuncin fueron confec-cionadas como NN; en todos los casos, la causa de la muerte fueron heridas mltiples de

    balas. Los cuerpos fueron sepultados en una fosa comn en el cementerio de San Vicente.28Carlos Pedro Dawydowyz, ex agente de la Seccin Mantenimiento de los vehculos

    empleados por el Servicio de Informaciones desde 1976 a 1978, relata una situacin de lasmismas caractersticas:

    ...en el ao 1977, aproximadamente, fueron sacadas 7 personas delServicio de Informaciones [...] y se los traslada hasta Ibarlucea (loca-lidad cercana a Rosario) bajo el pretexto de que seran trasladadas aCoronda. Estos individuos no eran legales, estaban por izquierda; noestaban asentados en ningn Libro de Entradas ni nada por el estilo,

    haban sido detenidos dos o tres das antes. Una vez en Ibarlucea se los

    27 Testimonio de Ana Mara Ferrari, sobreviviente del Servicio de Informaciones. Entrevista realizada porintegrantes del Equipo de Investigacin por la Memoria Poltico-Cultural.

    28 En marzo de 1984 los cuerpos fueron exhumados. Los restos fueron llevados al Servicio Mdico Forense.All slo pudo identificarse el crneo de Cristina Costanzo. En 2003, fue de pblico conocimiento queaos despus del hallazgo los restos exhumados fueron devueltos al Cementerio y posteriormente incine-rados.

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    hace descender cerca de la comisara de esa localidad, ms o menos a150 metros antes y los acribillan a balazos. En esa oportunidad estabaFeced, que comandaba todo y les grita a los empleados que estabandentro de la Comisara y l mismo balea todo el frente del edificio con

    una ametralladora a los fines de hacer creer que era un intento decopamiento de la Seccional. Yo estaba presente en esa oportunidad ypude ver todo lo que pas....29

    Gracias al trabajo de investigacin realizado por el Equipo Argentino de AntropologaForense (EAAF) sobre las noticias de atentados, enfrentamientos y hallazgo de cadveres,publicadas por el diarioLa Opininen 1976, hoy podemos saber que ese falso enfrenta-miento fue realizado a fines de ese ao y que, en realidad, fueron seis los cuerpos de lasvctimas que protagonizaron aquel suceso. La informacin publicada en dicho peridico,el da 21 de diciembre del ao de referencia, manifiesta que:

    El Comando del II Cpo. de Ejrcito con asiento en Rosario dio aconocer ayer la identidad de los seis extremistas abatidos el sbadoltimo durante un frustrado intento de asaltar la comisara de Ibarlucea,localidad situada a 26 km. de Rosario. Las identidades de los terroris-tas, todos pertenecientes a la organizacin proscripta el ao pasadoson las siguientes: Norma Elba Larrosa (a) Leonor; Rodolfo RalSegarra (a) Hueso, ambos integrantes de la seccin Prensa, rea deagitacin y propaganda; Horacio Humberto Meleli (a) Gallego, acti-vista sindical metalrgico; Alberto Cristian Asad (a) El Turquito;Segundo Severino Nuez (a) Joaqun y Oscar Maximiliano Aguirre

    (a) Pedro.30

    Un hecho que no podemos omitir en este trabajo, de similares caractersticas a los fusila-mientos perpetrados contra los militantes montoneros en Los Surgentes e Ibarlucea, es elcaso de la masacre producida en el cruce de las calles Cafferata y Ayolas (hoy Uruguay).Entre la madrugada y la siesta del 20 enero de 1977, siete estudiantes universitarios mili-tantes de la Organizacin Comunista Poder Obrero (OCPO) fueron secuestrados en distin-tos lugares de la ciudad y llevados al Servicio de Informaciones.31En ese lugar permane-

    29 Testimonio de un ex agente de la Polica de la provincia de Santa Fe. Ver CONADEP Nunca Ms, cit.,

    p. 199.30 Fecha de desaparicin de las vctimas: Norma Elba Larrosa 12 o 18 de diciembre de 1976, Rodolfo Ral

    Segarra 1 de diciembre de 1976, Horacio Humberto Meleli 18 o 19 de diciembre de 1976, Alberto CristianAsad 18 de diciembre de 1976, Segundo Severino Nez 12 de diciembre de 1976 y Oscar MaximilianoAguirre 18 de diciembre de 1976.

    31 Los militantes del OCPO secuestrados eran: Hctor Luis Flux, Silvia Lidia Somoza, Mnica CristinaWoelflin, Nadia Doria (compaera de Alberto Piccinini), Gladis Beatriz Hiriburu, Luis Enrique Ulmanskyy Hugo Elas. Este ltimo es quien logr escapar del Pozo. Puede accederse a su testimonio en el Centrode Documentacin del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), Buenos Aires, Argentina. All, Elas

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    cieron en calidad de detenidos-desaparecidos, siendo torturados durante tres das. Final-mente, luego de que uno de ellos lograra fugarse del SI, fueron llevados hasta la intersec-cin de las calles Cafferata y Saavedra, donde metros ms adelante fueron brutalmenteasesinados.

    Carlos Arroyo, sobreviviente del Pozo, secuestrado el 11 de enero de 1977, en sutestimonio cuenta que:

    El nico da que tuvimos mucho miedo fue cuando se escap un mu-chacho del Partido Obrero, fue el nico que se escap del lugar. Ha-ban cado unos 6 o 7 compaeros, entre ellos creo que estaba la mujero la esposa de Piccinini. Despus de que el tipo se escapa, en represa-lia los matan a todos. Nosotros escuchamos el ruido de los autos cuan-do se los llevaban a todos vivos [...] Esto ocurri a fines de enero,principios del 77.32

    Como era de esperar, das ms tarde, un comunicado oficial del II Cuerpo de Ejrcito dabasu versin de los hechos:

    El da 23 de enero siendo las 2,30 hs. aproximadamente, personalperteneciente a la jefatura de rea 211, al arribar a la interseccin delas calles Cafferata y Saavedra, observ en un automvil Renault 12ocupado por varias personas que iba siguiendo a una motocicleta tri-pulada por una pareja, aspecto que llamo la atencin y se les impartila orden de detencin para controlar la documentacin personal. Losrespectivos conductores imprimieron mayor velocidad a los vehculos

    para iniciar la fuga y cayeron abatidos los ocupantes de la motocicletay del automvil. Cuando se procedi a revisar el automvil se encon-traron doce granadas de mano y veinte kilos de explosivos ante lo cualse alert a los vecinos para evitar cualquier accidente y se requiri laparticipacin de la Brigada de explosivos [...] Se realizan diligenciaspara determinar la identificacin de los 6 delincuentes abatidos (4mujeres y 2 hombres).33

    A partir del mes de marzo de 1977, los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad ygrupos de extremistas comenzaron a desaparecer progresivamente. Hacia fines de 1977y durante todo el ao 1978, fue casi inexistente la mencin de estos fusilamientos encu-biertos. Esta poltica meditica fue coincidente con los anuncios realizados por las autori-

    relata los difciles momentos vividos durante su secuestro y brinda detalles importantsimos sobre el restode sus compaeros.

    32 Testimonio de Carlos Arroyo, sobreviviente del Servicio de Informaciones. Entrevista realizada por inte-grantes del Equipo de Investigacin por la Memoria Poltico-Cultural.

    33 La Opinin, Rosario, 26 de enero de 1977.

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    dades militares locales que se adjudicaban, para este momento, la victoria absoluta contrala subversin. Fue all cuando tomaron mayor importancia los centros clandestinos dedetencin ensamblados en propiedades privadas. Al parecer, el Servicio de Informacionescomenzaba a perder protagonismo en la represin y a padecer mayores controles por parte

    del Ejrcito. Segn el testimonio de Luis Cuello, su desmantelamiento estuvo fuertementevinculado al asesinato del estudiante de Ingeniera Conrado Mario Galdame Blet. Luis nosbrinda sus argumentos:

    A Galdame lo matan en el Servicio de Informaciones, le vuelan lacabeza, no tena que ver con nada. Ah quieren armar un simulacro deenfrentamiento pero no s por que razones no les sale, entonces, paratapar su muerte, van a la casa donde viva. Entran y matan a dos perso-nas y dicen que fue un enfrentamiento.34

    Junto a Galdame fueron asesinados los hermanos Mara Antonieta y Rory Cspedes Chang.

    Ambos estudiantes universitarios de origen peruano. El parentesco de estos jvenes conintegrantes de las fuerzas armadas de su pas ocasion trastornos diplomticos entre laArgentina y Per. Fue as que las autoridades del II Cuerpo de Ejrcito ordenaron el tras-lado de los integrantes de los grupos de tareas a otras dependencias policiales.

    Entre los centros clandestinos ubicados en las afueras de Rosario podemos mencio-nar a La Calamita. Se trata de una antigua bodega ubicada en calle Crdoba al 1100 (hoyEva Pern) de Granadero Baigorria. Funcion como centro clandestino de detencin entre1976-1977, bajo el mando del teniente coronel Oscar Guerrieri. Su existencia fue reveladapor Nelly Elma Balestra y su esposo Gregorio Larrosa, en enero de 1984. Santiago MacGuire tambin estuvo detenido en este sitio antes de ser trasladado al Batalln 121. A raz

    de estas denuncias, tambin se supo que el lugar sirvi como depsito de objetos robadosen los operativos. Actualmente, son muy pocos los testimonios de sobrevivientes con losque contamos para lograr una descripcin acertada de su funcionamiento.

    Otro caso es El Castillo de Funes, dispuesto al noroeste de la plaza de esa ciudad,pasando tres cuadras las vas del ferrocarril y a slo trescientos metros del AeropuertoInternacional de Fisherton. Jaime Dri revel la existencia de este lugar basando su testimo-nio en el relato de algunos compaeros, durante su detencin en La Quinta de Funes. Driafirma haber escuchado que por ese lugar haban pasado ms de cien personas y que elmismo fue desactivado porque la poblacin civil lo haba descubierto. De la misma mane-ra, relata que casi todas las personas all detenidas fueron trasladas a una casa de recupera-cin en La Rioja. Posiblemente el destino de todas ellas no haya sido muy diferente al queresolvan los vuelos de la muerte.

    All estuvo detenido Rafael Bielsa, quien reconociera el lugar en diciembre de 2003ante representantes de la Justicia federal. Tambin Susana Zita, quien fuera detenida con

    34 Testimonio de Luis Cuello, sobreviviente del Servicio de Informaciones, detenido el 15 de noviembre de1978. Entrevista realizada por integrantes del Equipo de Investigacin por la Memoria Poltico-Cultural.

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    su hermana Graciela y su madre. Susana recuerda haber escuchado cantar a Rafael Bielsa.La misma afirmacin hacen Adriana Quaranta y Luis Mejas.35Con la diferencia que esteltimo recuerda haberlo escuchado en La Calamita.

    No muy lejos del Castillo, en la interseccin de la Ruta N 9 con la calle San Jos,

    funcion La Quinta de Funes. La casa tambin fue conocida con el nombre de QuintaSan Jorge, Casco la Nueva Argentina o segn el testimonio de Santiago Mac Guire,detenido all durante la dictadura Ceferino Namuncur. El entonces comandante del IICuerpo, Leopoldo F. Galtieri, llev a la vecina ciudad de Funes a miembros de la agrupa-cin montoneros con la intencin de infiltrar a la conduccin de la misma, radicada enMxico y asesinar a sus mximos dirigentes. El plan fue desbaratado en enero de 1978,despus que Tulio Valenzuela lograra escapar de sus captores y revelara las intenciones delbando castrense. La referencia ms clara del lugar podemos encontrarla enRecuerdos dela Muerte, de Miguel Bonasso. Esta historia est basada en la experiencia del ex diputadoJaime Dri,36nico sobreviviente.

    Miguel Bonasso, basando su descripcin en el relato de Dri, hace de La Quinta y lazona en la cual se encuentra la siguiente referencia:

    Funes es un barrio residencial, un refugio para la alta burguesa deRosario, ubicado en la zona oeste, a un costado de la ruta que viene deBuenos Aires, constituye un remanso verde en el paisaje urbano dondepredominan las chimeneas fabriles, los gigantescos elevadores de gra-no, la implacable monotona de los barrios pequeo burgueses o lafranca sordidez de los asentamientos proletarios [...] las casa no seapian unas con otras, estn separadas por cercas vegetales, aisladas

    en montculos de csped bien cortado, sombreadas por parasos, euca-liptos, pinos y otros rboles aosos. Los chalets californianos, loscottages, estn alejados de las simpticas callejuelas de tierra, reclui-das en su intimidad gozosa.

    La quinta [...] ocupa un pulcro terreno de dos manzanas. La casaprincipal es una construccin sombra, con ladrillos adornados porpiedras, con techo de dos aguas de pizarras rojas [...]. Est ubicada aunos cien metros del portn de entrada, que da a la Ruta Nacional N

    35 Luis Mejas fue secuestrado junto a su esposa, en el mes de julio de 1977, en la puerta de su departamentode calle Zeballos entre Moreno y Dorrego. Luego de haber permanecido alrededor de quince das en LaCalamita, ambos fueron abandonados en la Circunvalacin. Al instante fueron levantados por la patota yllevados al Pozo. Luis asevera haber visto all a Eduardo Braccachini, militante montonero que fueraasesinado el 25 de julio del 1977, en la localidad de Alvear, junto a Enzo Rafael Zunino y Mara SusanaBroca.

    36 Jaime Dri logr escapar de la dictadura el 19 de julio de 1978. Poco tiempo despus en una conferencia deprensa en Pars denunci el genocidio en la Argentina. Dri haba sido trasladado de la ESMA a La Quintade Funes el 27 de diciembre de 1977.

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    9, y est compuesta por una sala [...], el living, comedor [...], un am-plio dormitorio [...], una cocina, un bao y una habitacin ms peque-a [...]. A espaldas del chalet, a unos cinco o seis metros de distancia,hay un pabelln precario, erigido con materiales de segunda [...]. Si-

    guiendo la misma lnea de edificacin, cinco metros a la izquierda deeste pabelln, si la observacin se hace desde el portn de entrada,hay un garage lo bastante grande como para recibir a tres o cuatrocoches. A unos treinta metros del edificio principal, en una diagonalorientada hacia el frente de la quinta, est la piscina, a la que no lefaltan vestuarios....37

    La presentacin de esta extensa cita, donde el autor hace una descripcin detallada de laquinta, tiene como objeto mostrar con rigurosidad las caractersticas fundamentales que ellugar tena en ese momento. La ciudad de Funes ha sufrido importantes cambios en losltimos treinta aos, fruto del crecimiento urbanstico de Rosario. El predio de la casa y losterrenos lindantes hoy da pueden no presentar las mismas caractersticas de ese entonces.

    La Quinta de Funes oper como centro clandestino entre septiembre de 1977 yenero de 1978, segn las afirmaciones de Cecilia Nazbal, esposa del desaparecido Fer-nando Dante Dussex unos de los detenidos que pas por ese lugar y querellante en lacausa que tramita ante los Tribunales Federales de Rosario. La Quinta fue alquilada porel coronel Edgardo Aquiles Juvenal Pozzi.38Cecilia Nazbal tiene una prueba de que sumarido pas por El Castillo antes de ser trasladado a La Quinta de Funes. Se trata deuna pequea carta escrita en una servilleta de bar y recibida por correo. Dussex la mandel 22 de agosto de 1977, poco despus de su secuestro, el da 8 de ese mismo mes. En la

    misma deca:Bori: [as la llamaba] Creers que estoy muerto. Pero me salve por unpelo [...] No estoy en una crcel. No te imagins quines estn aqu:Lucy [Stella Hilbrand de Del Rosso], Marga [Liliana Nahs deBruzzone], Ignacio [Jorge Novillo] y Cabezn ngel [HctorLarrosa].39

    Todas las personas mencionadas en la carta se encuentran hoy desaparecidas. Jaime Driafirma haber visto en La Quinta de Funes a Lucy, a Ignacio y al Pipa, apodo conel que se lo conociera a Dussex. No menciona a Marga y al Cabezn ngel.

    Luego de la denuncia que realizara Tulio Valenzuela en Mxico, los detenidos deFunes fueron llevados a la Escuela Tcnica Osvaldo Magnasco, localizada en la esquina

    37 BONASSO, MiguelRecuerdos de la Muerte, Planeta, Buenos Aires, 2003.38 Principal responsable del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario, entre noviembre de 1976 y octubre

    de 1979.39 Pgina/12, suplemento Rosario/12, Rosario, 7 de diciembre de 2003.

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    de Ovidio Lagos y Zeballos de la ciudad de Rosario.40Tras un breve paso por ese lugar,fueron nuevamente trasladados, esta vez a La Intermedia. Se trataba de un chalet ubica-do junto a la autopista a Santa Fe, frente al Automvil Club Argentino. El ex represorEduardo Constanzo declar que poco antes del Mundial fueron exterminados all 16 sub-

    versivos. Se encontraban a su lado Rodolfo Rieg, el general Luciano Adolfo Juregui yel coronel Alcides Juvenal Pozzi.41

    Todo lo dicho hasta aqu no es ms que un intento de poner en evidencia algunas delas caractersticas de la represin en nuestra ciudad. Son muchas las incgnitas por resol-ver, ms an son las dificultades que se presentan al momento de abordar estos problemas.Sin embargo, no debemos darnos por vencidos porque hay quienes tienen una historia quecontar, y ellos son los sobrevivientes. Sus testimonios constituyen una de las piezas funda-mentales para comprender el accionar del Estado terrorista, slo faltan aquellos que quie-ran escucharla.

    Las voces de los sobrevivientesEn este apartado, y para concluir con las ideas generales planteadas en el artculo, intenta-remos exponer algunas consideraciones que, entendemos, deben tenerse en cuenta a lahora de realizar una investigacin sobre la compleja trama de problemas que encierran loscentros clandestinos. Ms arriba hemos mencionado las dificultades que se presentan paraacceder a la informacin oficial de las fuerzas armadas y dems fuerzas de seguridad. Laapertura y desclasificacin de documentos confidenciales y secretos en pases como Esta-dos Unidos y Francia, ms los resultados de las investigaciones realizadas por personasinteresadas en este tema, han aportado nueva informacin sobre el adoctrinamiento de losmilitares argentinos y la utilizacin de ciertos mtodos represivos, pero sabemos que esto

    no resulta suficiente. Asimismo, nos hemos referido brevemente a la importancia que ad-quieren, en tanto fuentes orales, los relatos de los sobrevivientes. Es justamente en estepunto donde nos gustara volver para proponer algunas reflexiones.

    Hay quienes han negado la existencia de los centros clandestinos y por ende, de esamanera, han descalificado la figura del sobreviviente. El caso ms reciente lo representa eljoven abogado y periodista Nicols Mrquez,42quin asevera que no puede haber sobre-vivientes de algo que no existi. Para Mrquez no existieron centros clandestinos sinolugares de detencin irregulares producto de una guerra no convencional. Desde su pun-

    40 En la edicin deRecuerdos de la Muertea la que hacemos referencia, Miguel Bonasso agradece los comen-tarios que hiciera a la primera publicacin el seor Ral de Encina. El mismo, en una tarea de investigadoraficionado, logr develar la identidad del Director de la Escuela Tcnica, cuyo nombre era Nstor D. Bertotti.

    41 La Capital, Rosario, 25 de marzo de 2001.42 Nicols Mrquez es el autor del polmico libroLa otra parte de la verdad, impreso por la editorial Grfica

    MPS, a mediados de 2004. Esta obra goza de una amplia tirada de ms de 15 mil ejemplares en todo el pasy se presenta como una justificacin del accionar de las fuerzas armadas durante la guerra civil desatada enlos aos 1970s. La misma fue patrocinada y prologada por el abogado defensor de militares represores,Florencio Varela.

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    to de vista, no hay sobrevivientes sino delincuentes-subversivos liberados. Apreciacionesde este tipo, que niegan tanto la existencia de estos lugares del horror como la validez delos relatos de quienes lograron salir con vida de all, pretenden impedir las investigacionesrealizadas con rigurosidad, que ayuden a conocer y a tratar de interpretar los porqu,

    cundo, quines y dnde se llev a cabo el aniquilamiento.Desde el Juicio a las Juntas Militares, y durante todos estos aos, las voces de lossobrevivientes slo fueron consultadas cuando era necesario denunciar la violacin sis-temtica de los derechos humanos. Sin embargo, muy poco se ha dicho sobre los proyectospolticos a los que aspiraban los hombres y las mujeres de la generacin de los aos 1970s.Desentraar las oscuras tramas tejidas alrededor de la experiencia de haber sobrevividoa un centro de detencin nos permite abrir nuevas puertas para tratar de superar visionesinfundadas que soplan vientos de confusin y desconfianza. Es pertinente en este casomencionar la reflexin que hiciera Eduardo Luis Duhalde en relacin con los prisionerosdetenidos clandestinamente:

    El anlisis de la conducta de los prisioneros de los campos, no puedeperder de vista que esta experiencia lmite y monstruosa no fue queri-da por ninguno de ellos y que slo la violencia brutal y tecnificada delterrorismo de Estado pudo construir con hombres y mujeres arranca-dos de su existencia cotidiana, el dramtico arco que tiene en cadaextremo al Hroe y al Traidor.43

    Las referencias a los centro clandestinos de detencin y las condiciones de vida osobrevivencia a las cuales fueron expuestos miles de hombres y mujeres, pueden propor-cionarnos algunas claves significativas para definir la difcil condicin de la sobrevivencia,

    no slo en los aos inmediatamente posteriores al fin del terrorismo de Estado sino tam-bin en la actualidad.

    Bajo inhumanas condiciones muchos prisioneros lograron sobrevivir a la tragedia delos centros de detencin, donde ...la relacin de poder es tan desigual y al mismo tiempotan omnmoda, que la participacin del secuestrado en su propio destino la vida o lamuerte resulta muchas veces secundaria. Por ello no es posible aplicar criterios rgidos yabsolutos tendientes a diferenciar la conducta de los desaparecidos no aparecidos y la delos prisioneros liberados.44

    Entendemos por sobreviviente a toda aquella persona que pas por un centroclandestino de detencin en calidad de detenido o detenido/desaparecido y sali con vidade esa experiencia. Esta aclaracin que parece trivial y, tal vez, de poca rigurosidad con-ceptual, no hace ms que procurar que ese dramtico arco que tiene en cada extremo alHroe y al Traidor se mantenga libre de toda determinacin rgida y absoluta. Pretende-mos superar los planteos dicotmicos y opuestos y dejar bien en claro que las reglas de

    43 DUHALDE, Eduardo LuisEl Estado..., cit., p. 160.44 DUHALDE, Eduardo LuisEl Estado..., cit., pp. 161-162.

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    juego dentro de los centros de detencin eran impuestas por los represores y no por losreprimidos, as como que toda forma de supervivencia es propia de la condicin humanaen situaciones lmites o de extrema violencia. Como afirmara Hugo Vezzetti:

    ...en la experiencia del campo centros clandestinos de detencin

    no hay lugares para un juicio moral sobre la responsabilidad de lasvctimas: no son ellas, las que sufrieron la degradacin y aun el envile-cimiento las que deben ser juzgadas, sino los victimarios y, en todocaso, el sistema y sus responsables.45

    Desde esta perspectiva, consideramos que los testimonios de los sobrevivientes no sloson vlidos para reconstruir la vida privada en los centros de detencin y la relacin exis-tente entre cada uno de ellos, sino que tambin, y muy especialmente, permiten recuperarlas memorias de una generacin que luch y dio su vida porque crea en el cambio y latransformacin social. Desde ya nos parece importante que de una vez por todas se pueda

    hacer justicia y se condene a los responsables del terrorismo de Estado, pero esa no estarea del historiador.Recuperar las voces de los sobrevivientes, sus relatos, sus historias de vida, signi-

    fica para nosotros superar los lmites impuestos por los testimonios sujetos a causas judi-ciales. Si bien son portadores del espanto de lo verdadero y de terribles certezas de la vidaen los centros, a la vez que se transforman en depositarios de sospechas y juicios absolutospor haber eludido la condena que debieron soportar los que ya no estn, constituyen elnexo necesario para que las generaciones presentes y venideras descubran una interpreta-cin diferente de nuestro pasado reciente. Hacindolas partcipes de una concepcin de lahistoria que no admita versiones condicionadas por el discurso imperante de vencedores

    y vencidos.Es necesario que los sobrevivientes se den, y nos den, la posibilidad de escuchar

    aquellos que tienen para decir-nos. Como dice Pilar Calveiro, se den la posibilidad deescracharse as mismos, porque:

    ...el escrache es otra de las formas [que considera la autora] indispen-sables en la construccin de la memoria. Es necesario escrachar, poneren evidencia, impedir el disimulo de quienes se hacen los desentendi-dos en relacin con las responsabilidades que les cupieron. Hay queescracharnos, polticamente hablando, no como un castigo sino como

    una forma de ser veraces para, de verdad, pasar a otra cosa. En estesentido, escarchar es exhibir-se en trminos de la prctica poltica an-

    45 VEZZETTI HugoPasado y Presente: Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Siglo XXI, BuenosAires, 2002, p. 189.

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    terior, de la que hay que dar cuenta para que la presente adquiera nue-vos sentidos.46

    Dejar hablar y escuchar a los sobrevivientes no es, como dicen algunos, una forma dereivindicar el demonio de la subversin en detrimento de la responsabilidad del terroris-

    mo de Estado, sino que cumple la funcin social de hacernos responsables, y a la vezpartcipes, de la reconstruccin de nuestro pasado reciente. El proceso planificado de ex-terminio de opositores polticos que existi en nuestro pas fue posible porque ampliossectores de la sociedad argentina avalaron, por accin u omisin, esa terrible determina-cin.

    El rechazo a la teora de los dos demonios no nos puede desviar haciala de un nico demonio, el poder militar, como si el resto de la socie-dad hubiera sido una vctima inmvil, ajena a toda responsabilidad.Todos los Estados son potencialmente asesinos pero, para que se pue-

    da instaurar una poltica de terror a travs de un poder concentracionarioy desaparecedor, hace falta algo ms que un puado de militares crue-les y vidos de poder. Todo autoritarismo de Estado crea y potencia elautoritarismo social que, a su vez, lo sostiene; podramos decir quenada en su caldo. No se trata de uno, dos o veinticinco millones dedemonios, se trata de entender qu pas, es decir, qu nos pas, atodos nosotros, desde el lugar que cada uno ocup y ocupa.47

    Rosario, noviembre de 2007

    46 CALVEIRO, PilarPoltica y/o Violencia. Una aproximacin a la guerrilla de los aos 70, Grupo Norma,Buenos Aires, 2005, p. 19.

    47 CALVEIRO, PilarPoltica y/o Violencia..., cit., p. 13.

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