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ENTREVISTA A JOSÉ IGNACIO GARCÍA SJ, DIRECTOR DE CJ 2 3 Centros como CJ mantienen la tensión entre lo que hacemos el día a día y una mirada más amplia y profundaJosé Ignacio García SJ se ha incorporado este mes de septiembre como nuevo director del centro de estudios Cristianisme i Justícia. Tras 12 años en Bruselas, José Ignacio llega a Barcelona para empren- der una tarea para la que se siente, nos dice, “muy bien acogido y sana-mente retado”. Nacido en Madrid en 1964, su trayectoria ha estado muy vinculada a la acción social y el com-pro- miso por la justicia, ya sea desde la investigación, la reflexión, la acción directa o la inci-dencia, también con una fuerte preocupación por la cuestión ecológica. En esta entrevista nos habla de esta nueva etapa que inicia ahora en Cristianisme i Justícia, y comparte con nosotros algunas reflexiones a partir de la experiencia de estos últimos años en Bruselas. Te acabas de incorporar a Cristianisme i Jus- tícia, centro fe-cultura-justicia de la Com- pañía de Jesús que cuenta con 40 años de historia. ¿Cómo ves el papel de los centros fe-cultura-justicia de la Compañía de Jesús? J.I.G: Son centros de larga tradición que res- ponden a una determinada manera de estar presentes en el mundo y a la necesidad de que nuestra fe se nutra de pensamiento y de com- prensión. Podríamos caer en la tentación de una reflexión que se aísla y se hace indiferente al mundo, o de un compromiso pastoral que exige mucha dedicación y puede encerrarse en sí mismo. Centros como Cristianisme i Justícia mantienen la tensión entre lo que hacemos en el día a día y una mirada más amplia y profunda. Es un ejercicio ambicioso, pero merece mucho la pena. Cuando miramos con cierto recorrido la vida de la Compañía de Jesús, vemos que estos centros han animado muchísimos deba- tes, se convierten en lugares de referencia y de práctica del diálogo. Tienen un gran valor. migración en Europa ya estaban muy tensionados, y con la crisis de Siria de 2015, el sistema implosionó. El contexto es cada vez más duro y menos permeable al tema de la migración y el asilo. Es un debate fuerte y difícil de gestionar, y los próximos años van a ser muy complica- dos. Primero, para las personas que quieren emigrar y buscan protección. Y también para todas las organizaciones que se dedican a este tema. Va a ser necesaria mucha coope- ración mutua. Necesitamos colaborar mejor y más, y ser más resilientes, porque va a ser un debate social de larga duración, que exige mucha escucha, atención y generosidad. Los centros fe-cultura-justicia transi- tan en las fronteras y en una sociedad secularizada. ¿Qué supone esto? Tenemos que aprender a dialogar en socieda- des plurales. Nuestros centros pueden ayudar a darnos claves para comunicar nuestra fe, hacerla comprensible, y superar desánimos y en-frentamientos un poco artificiales y en- crespados. Seremos más exitosos cuanto más ayude-mos a las personas a vivir su fe y a los que no comparten la fe, a entender un poco qué pasa aquí. Por ahí están nuestros retos. En Bruselas, José Ignacio García ha traba- jado al frente de dos instituciones interna- cionales de la Compañía de Jesús: el Jesuit European Social Center (JESC) y el Servicio Jesuita a los Refugiados en Europa. Tam- bién ha sido delegado de la Conferencia de Provinciales Europeos para el Sector Social y ha participado en las últimas Congrega- ciones Generales de la Compañía de Jesús. Después de tu experiencia dirigiendo el JRS Europa ¿qué es lo que más te preo- cupa en cuanto a la acogida de personas migrantes y refugiadas en Europa? Los procedimientos de gestión del asilo y la

Centros como CJ mantienen la tensión entre lo que hacemos

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ENTREVISTA A JOSÉ IGNACIO GARCÍA SJ, DIRECTOR DE CJ

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“Centros como CJ mantienen la tensión entre lo que hacemos el día a día y una mirada más amplia y profunda”

José Ignacio García SJ se ha incorporado este mes de septiembre como nuevo director del centro de estudios Cristianisme i Justícia. Tras 12 años en Bruselas, José Ignacio llega a Barcelona para empren-der una tarea para la que se siente, nos dice, “muy bien acogido y sana-mente retado”.

Nacido en Madrid en 1964, su trayectoria ha estado muy vinculada a la acción social y el com-pro-miso por la justicia, ya sea desde la investigación, la reflexión, la acción directa o la inci-dencia, también con una fuerte preocupación por la cuestión ecológica. En esta entrevista nos habla de esta nueva etapa que inicia ahora en Cristianisme i Justícia, y comparte con nosotros algunas reflexiones a partir de la experiencia de estos últimos años en Bruselas.

Te acabas de incorporar a Cristianisme i Jus-tícia, centro fe-cultura-justicia de la Com-pañía de Jesús que cuenta con 40 años de historia. ¿Cómo ves el papel de los centros fe-cultura-justicia de la Compañía de Jesús?

J.I.G: Son centros de larga tradición que res-ponden a una determinada manera de estar presentes en el mundo y a la necesidad de que nuestra fe se nutra de pensamiento y de com-prensión. Podríamos caer en la tentación de una reflexión que se aísla y se hace indiferente al mundo, o de un compromiso pastoral que exige mucha dedicación y puede encerrarse en sí mismo. Centros como Cristianisme i Justícia mantienen la tensión entre lo que hacemos en el día a día y una mirada más amplia y profunda. Es un ejercicio ambicioso, pero merece mucho la pena. Cuando miramos con cierto recorrido

la vida de la Compañía de Jesús, vemos que estos centros han animado muchísimos deba-tes, se convierten en lugares de referencia y de práctica del diálogo. Tienen un gran valor.

migración en Europa ya estaban muy tensionados, y con la crisis de Siria de 2015, el sistema implosionó. El contexto es cada vez más duro y menos permeable al tema de la migración y el asilo. Es un debate fuerte y difícil de gestionar, y los próximos años van a ser muy complica-dos. Primero, para las personas que quieren emigrar y buscan protección. Y también para todas las organizaciones que se dedican a este tema. Va a ser necesaria mucha coope-ración mutua. Necesitamos colaborar mejor y más, y ser más resilientes, porque va a ser un debate social de larga duración, que exige mucha escucha, atención y generosidad.

Los centros fe-cultura-justicia transi-tan en las fronteras y en una sociedad secularizada. ¿Qué supone esto?

Tenemos que aprender a dialogar en socieda-des plurales. Nuestros centros pueden ayudar a darnos claves para comunicar nuestra fe, hacerla comprensible, y superar desánimos y en-frentamientos un poco artificiales y en-crespados. Seremos más exitosos cuanto más ayude-mos a las personas a vivir su fe y a los que no comparten la fe, a entender un poco qué pasa aquí. Por ahí están nuestros retos.

En Bruselas, José Ignacio García ha traba-jado al frente de dos instituciones interna-cionales de la Compañía de Jesús: el Jesuit European Social Center (JESC) y el Servicio Jesuita a los Refugiados en Europa. Tam-bién ha sido delegado de la Conferencia de Provinciales Europeos para el Sector Social y ha participado en las últimas Congrega-ciones Generales de la Compañía de Jesús. Después de tu experiencia dirigiendo el JRS Europa ¿qué es lo que más te preo-cupa en cuanto a la acogida de personas migrantes y refugiadas en Europa?

Los procedimientos de gestión del asilo y la

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A mí no me gusta darle un valor enorme: no vamos a ser nuevos y diferentes, sino que nos vamos a parecer bastante a lo que éramos antes. Pero ha servido para poner de relieve cosas que ya estaban y que dá-bamos por supuestas o no mirábamos.

¿Cómo nos interpela esta situación a cada uno de nosotros?

La legislación sobre migraciones y su im-plementación dice más de nosotros que del extranjero. Claramente la tendencia fuerte dentro de la Unión Europea es a la resistencia, a las dificultades, a insistir en el retorno, la devolución…. Por una opinión pública que se va haciendo más asustada y siente que debe pro-tegerse, y por políticos que son incapaces de revertir estas sensaciones, porque les resulta más sencillo sostener esta opinión y mantener-la que enfrentarse a ella o desmontarla. Europa está optando por convertirse en fortaleza y eso nos lleva a preguntarnos: ¿cómo me puedo sentir reconocido en esta Unión Europea que lo que está promoviendo no es precisamen-te lo que nos ha constituido como Europa?

La Compañía de Jesús tiene un fuerte compro-miso de trabajo acompañando migrantes y re-fugiados, desde la fundación de JRS, en 1980, y recogido también en las Preferencias Apostóli-cas Universales. ¿Qué capacidad de incidencia tiene una organización como JRS Europa para afrontar estos retos?

Yo me he pasado 12 años en Bruselas y mucha gente me pregunta si sirve para algo estar allí, si cambia algo. Yo me pregunto: ¿qué pasaría si las ong y la sociedad civil no estuviéramos presentes? Es cierto que nuestra capacidad de influencia es muy limitada, pero cuando ves la capacidad que tiene el mundo econó-mico y político… si no hubiese una pequeña sociedad civil, con una pequeña voz, yo creo que este mundo daría un poco de miedo.

En nuestro entorno más próximo tenemos a fa-milias y comunidades que deciden acoger en su hogar a personas migrantes o refugiadas. ¿Qué valor tienen estas iniciativas?

Son muy valiosas. A menudo podemos sentir que las opciones que tomamos son pequeñas, que no transforman tanto como nos gustaría. Pero nuestras acciones tocan la vida: toda la campaña de hospitalidad está afectando para bien la vida de personas concretas. Además, se generan redes y un círculo de personas alre-dedor de estas redes que ven y reconocen que está ocurriendo algo importante. Iniciativas como esta generan una grieta para irse infil-trando y tienen capacidad de transformación.No creo que de la pandemia todos apren-damos y lo aprendamos todo. Creo que aprenderemos un poquito y algunos.

La pandemia, con todo lo que ha supuesto, y todo lo que ha puesto de manifiesto ¿nos va a servir para aprender y cambiar?

Uno de los temas que te preocupan y que ha centrado buena parte de tu trabajo es la emer-gencia climática.

Sobre este tema, en la Iglesia hay un antes y un después de Laudato SI. La encíclica del Papa Francisco nos adelanta a todos y marca un camino. Que hoy podamos decir que lo social y lo medioambiental está muy vinculado, es porque Laudato SI nos lo puso delante, pero antes no era tan evidente. Este documento abre los ojos a la Iglesia y a los creyentes. En cuanto a la respuesta ante la emergencia climática, me temo que el mundo no se mue-ve fácilmente. Es un tema que nos afecta a todos y requiere una respuesta por parte de todos, pero cómo conseguir poner las piezas para que todo encaje, es muy complicado.

Ante estos retos enormes, ¿la espiritualidad ignaciana puede darnos una respuesta espe-ranzadora?

Al mirar el mundo uno puede sentir pavor. El catastrofismo es fácil de alimentarlo. Yo creo que hay un lugar importante para la fe. Y puede darnos fortaleza para construir relacio-nes personales y sociales, sostener nuestras acciones y darles un horizonte mayor que el esfuer---zo de cada uno. La espiritualidad ignaciana nos ayuda a mirar la realidad y em-patizar con ella, movilizarnos, y contribuir desde ahí para transformar la realidad.