Cerammica Colonial. Jose Sanchez

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    LA CERMICA EXPORTADA A AM RICA

    EN EL SIGLO X VI A TRA VS

    DE LA DOC UMENTACIN DEL ARCHIVO

    GENERA L DE INDIAS.

    I. M ateriales arquitectnicos y

    contenedores de mercancas 1

    POR JOS MARA SNCHEZ

    El descubrimiento de Amrica supuso la apertura de la que pronto se convirti en la ms

    importante ruta com ercial de la M odemidad. Tod a clase de productos cruzaron el Atlntico dem anda-

    dos-por la nueva sociedad colonial, primero en el deseo de sobrevivir y ms tarde de reproducir los

    modelos sociales y culturales que ya se haban experimentado en Castilla. En este contexto, los

    -productos cermicos jugaron un papel decisivo. Por fortuna para nosotros estos cargamentos quedaron

    minuciosamente descritos en los registros de mercancas que, con fines fiscales, realizaban los

    inspectores de la Casa de la Contratacin. A partir de su estudio y crtica proponemos este artculo

    centrados en d os importantes mb itos en los que la cermica jug un papel protagonista: los m ateriales

    arquitectnicos y los contenedores de mercancas

    .The discovery of America stood up for the opening of the most important trading route in the

    Mod ern Age. Every kind of product that was required by the new colonial society crossed the Atlantic

    Ocean. Taking into accoun t all of this pottery played a decisive role. Fortunately these loadings were

    counted in detail in los registros de mercancas

    that fact with a taxing purpose was registered by the

    supervisons of the

    asa de ontratacin

    earried out. This anide is focused on two important aspects

    in which the earthenware was outstanding: architectural elements and merchandise receptacles

    1. El contenido de este artculo procede de un captulo de nuestra tesis doctoral titulada El comercio

    cermico entre Sevilla y Amrica (1492-1600) dirigida por el doctor D Alfonso Pleguezuelo y

    defendida en la Universidad de Sevilla en el ao 1993.

    LABORATORIO DE ARTE 9 (1996) 125-142

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    os Mara Snchez Snchez

    El presente trabajo tiene por objeto plantear una primera aproximacin al

    estudio del comercio cermico que tuvo lugar entre Sevilla y A mrica en el siglo

    XV I. Su contenido se desarrollar en dos partes: la primera, correspondiente a este

    artculo, se centrar en los materiales arquitectnicos y los contenedores de

    mercancas; mientras que la segunda estar dedicada a los ajuares domsticos y

    la cermica de uso cultual y laboral.

    Como nica fuente de informacin se ha usado la Seccin III del Archivo

    General de Indias (se citar en adelante AG I) denominada Casa de Contratacin

    de las Indias ; concretamente la serie Registros de mercancas: ida , entre los

    arios 1492-1600 Esta serie contiene informacin relativa al comercio que se

    desarroll entre Sevilla y el Nuevo Mundo durante el perodo colonial

    3

    La

    docum entacin contiene datos referentes a los emisores y receptores de los envos;

    naturaleza cantidad y precio de los productos adems de los datos relativos a la

    flota de embarque, fecha de partida y pago de impuestos.

    1 PANORAMA GENERAL

    Desde los primeros arios del descubrimiento, entre Sevilla y Amrica se

    produjo un continuo y creciente intercambio de toda clase de productos comercia-

    les. La naciente sociedad colonial, a medida que se fue asentando y desarrollando,

    demand de Castilla una amplia variedad de manufacturas en el deseo de reprodu-

    cir los modos de vida caractersticos del occidente europeo. En este contexto

    debemos sealar que la cermica jug un papel muy destacado.

    El envo de produ ctos cermicos fue una co nstante desde los primeros viajes

    a las nuevas tierras hasta el declinar del siglo. Los em barcaderos del Gua dalquivir,

    a su paso por S evilla o a la altura de Sanlcar de B arrameda, fueron el escenario

    cotidiano del cargamento de miles de objetos de barro que, cuidadosamente

    dispuestos en las bodegas de los navos, tuvieron como destino final Amrica.

    Este comercio no supuso un trfico especializado sino que se realiz conjunta-

    mente con otros productos de muy diversa ndole (textiles, muebles, orfebrera,

    libros, etc.) y por mercaderes activos en todo tipo de tratos, que seleccionaban los

    productos en funcin de la demanda y de la fluctuacin de los precios.

    2.

    Para el siglo XV I la serie consta de un total de 54 legajos, catalogados entre los nmeros 1 079

    al 11 33. Se detecta una considerable prdida de legajos para los aos pertenecientes a la primera mitad

    del siglo, mientras algunos otros estn formados por cuadernillos dispersos de distinta fecha. Por otra

    parte, la serie carece de una ordenacin sistemtica pese al inventario realizado en el siglo pasado por

    D. Agustn Cen Bermdez.

    3.

    La informacin se agrupa en registros , es decir, inventarios de todas las mercanca s que cada nave

    transportaba, donde figuraban la descripcin de los gneros cargados y los precios de los mismos. El origen

    de estos registros se remonta, segn Clarence H. H aring, al ao 1493, apa reciendo en las instrucciones

    dadas a Coln en este ao. Se trataba de inventariar con fines fiscales, pago de almojarifazgo , todos los.

    productos que circulasen en la Carrera de Indias . Tal prctica supona una notable fuente de ingresos

    para la Corona, adems de un mtodo de co ntrol oficial sobre el trfico americano.

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    Debemos precisar que la exportacin de cermicas no fue consecuencia de

    la falta de alfareras indgenas. Muy al contrario al llegar los espaoles a Amrica

    encontraron activos importantes talleres que daban satisfaccin a la pob lacin india

    autctona. En ellos se produca una cerm ica hecha a man o de tecnologa prima-

    ria pero de lneas muy depuradas y decorada m ediante engobes bruidos de gran

    atractivo esttico. Sin embargo sus formas y decoraciones no respondan al gusto

    de los espaoles; no eran similares a lo que conocan y estaban acostumbrados;

    por ello inmediatamente tuvo q ue activarse un impo rtante flujo com ercial destina-

    do a proveerles de los productos caractersticos peninsulares, trfico que fue

    creciendo conforme se fue asentando y desarrollando la colonizacin.

    Cuantificar el volumen total de este comercio durante el siglo XVI es una

    tarea de gran dificultad, fundamentalmente porque la serie documental sobre la

    que hemos trabajado es incom pleta habindose perdido gran parte de la informa-

    cin sobre todo la correspondiente a la primera mitad del siglo

    A este inconve-

    niente podramo s aadir otro: la falta de rigor por parte de los oficiales de la Ca sa

    de la Contratacin a la hora de realizar los registros o comprobar su veracidad.

    As debemos anotar distintas prcticas de fraude fiscal tales como cargas ilcitas

    de mercancas una vez cerrados los registros o la declaracin de unos productos

    por otros de menor valor econmico para disminuir el pago de impuestos 5.

    El comercio cermico entre Sevilla y A mrica se prolong a lo largo de todo

    el siglo XVI aunque conviene establecer ciertas diferencias entre los momentos

    iniciales y el declinar del perodo.

    Durante las dos primeras dcadas se caracteriz por una enorme variedad

    tipolgica de piezas pero co ntrarrestado por un volumen

    de mercancas numrica-

    mente escaso. Los envos parecen responder ms a encargos puntuales o a ajuares

    personales que a un verdadero comercio al por mayor de escala internacional.

    La limitada cuanta de los envos podra ser consecuencia del an escaso

    desarrollo de la sociedad colonial en un perodo inestable de conquista y posesin

    del territorio; mientras que la gran variedad sera explicable por el deseo de los

    primeros pob ladores espaoles de reprod ucir los ajuares caractersticos peninsula-

    res para lo cual tuvieron que demand ar todos los objetos que no podan encontrar

    en los talleres locales autctonos: vajillas para sus mesas, cacharreras para sus

    cocinas, o incluso los ladrillos y tejas para edificar sus propias moradas.

    Esto puede quedar de manifiesto en las mercancas remitidas en 1524 por

    Luis Hernndez en la nao Santa Mara de la Antigua con destino a la isla de

    Santo Domingo:

    nueve botijas de conserva de zanahoria;

    cinco botes de conserva;

    4.

    Tal carencia slo podra quedar paliada, en parte, con el estudio de los contratos de fletes

    conservados en el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla aunque esto podra constituir el objeto

    de otro artculo.

    5. LORENZO SANZ E.: Comercio de Espaa con Amrica en la poca de Felipe II. Valladolid

    1980; Tomo II pgs: 333-336.

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    quinientos ladrillos

    cuatro tinajas de barro;

    doce bacines verde y blanco;

    dieciocho jarras de barro de media arroba;

    doce salseras chiquitas de barro;

    diecisiete bernegales blancos;

    docena y media de jarros blancos de pico;

    cuatro pe/fumadores;

    docena y media de jarras para beber;

    treinta vasos de loza de platos y escudillas;

    ciento cincuenta ollas

    catorce platos blancos grandes;

    nueve saleros de barro y

    tres vasos de lebrillo

    6.

    En la segunda mitad del siglo cambiaron las pautas com erciales. Las cantida-

    des exportadas fueron ms importantes, contndose incluso por miles las piezas

    remitidas pero la variedad fue ms reducida. Se advierte un nuevo planteamiento

    de carcter claramen te mercantil donde y a slo se com ercializarn los productos

    con un mayor margen de beneficio y por tanto ms lucrativos para el cargador.

    Ahora los registros estarn constituidos en muchos casos por un solo producto

    aunque en cantidades realmente importantes:

    7 cajas de loza con 200 docenas de

    platos pequeos a 2 reales la docena

    7.

    Coincide este cambio con la aparicin de las primeras alfareras coloniales

    fruto de las enseanzas de los misioneros y de artesanos peninsulares o proceden-

    tes del resto de Europa establecidos en A mrica que com enzaron a desarrollar una

    produccin con tipos y decoraciones occidentales. Juan Surez de Peralta, al

    describir la vajilla utilizada en e l banquete dado por el segundo Marqus d el Valle

    de Oaxaca con motivo del bautizo de su hijo don Pedro, nos deja un ejemplo de

    la copia de los tipos occiden tales por talleres locales de N ueva E spaa: ...la cena

    la cual fue m uy cum plida en la que se s irvieron en uno s vasos que all en M x ico

    llaman alcarrazas y unos jarros de barro y stos se hicieron en el pueblo de

    Alonso de vila en Quauhtitln que se hace all mucho barro y por gala les

    mandaron poner a todos unas cifras desta manera: una R. y encima una corona.

    Esta tena todos los jarros y alcarrazas y psola Alonso de vilci .

    Sobre el establecimiento de a lfareros occidentales en los territorios novohispa-

    nos contamos con algunos ejemplos documentados. Citemos el caso del ollero

    Juan de la Talavera, vecino de Alcal de Guadaira, que embarc para Nueva

    6. AGI. Contratacin 1079. fol. s/n.

    7. Registro de Miguel Hernndez en la nao San Jusepe de Buenaventura con destino a Veracruz

    en 1599. AGI. Contratacin, 1132. fol. s/n).

    8. GMEZ DE OROZCO F.: El mobiliario y la decoracin en la Nueva Espaa en el siglo XVI.

    Mxico 1983; pg. 31.

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    Espaa en 1555 y pag 200.000 maraveds para poder ejercer all su oficio

    9

    ;

    o

    el caso de Antonio X inovs ceramista de origen italiano que en 1579 form con

    Jernimo Prez una compaa para hacer y tratar loza en Puebla'''.

    Tam bin po r tradicin oral nos ha llegado o tro testimo nio muy significativo .

    Es el caso de los padres dominicos de Puebla de los ngeles (Mxico) quienes

    pidieron a sus hermanos de religin de Talavera de la Reina que los monjes que

    se trasladaran a Amrica llevasen aprendido el oficio de alfarero para ensearlo

    a los indios u.

    Estos talleres, para su desenvolvimiento, tuvieron necesidad de demandar

    ciertos materiales especficos del oficio, de lo cual tambin qued constancia

    documental:

    seis quintales de vedro en sus barriles los dos de vedro blanco y

    los otros dos de vedro azul y otros dos de vedro amarillo cost ocho reales el

    arroba montan 192 maraveds

    12 .

    A partir de estos momentos el comercio cermico quedar restringido sola-

    mente a productos de alta calidad o complejidad tcnica, junto a contenedores

    necesarios para el transporte de productos agrcolas o artesanales.

    Po r o tra parte los talleres prehispnicos continuaron activos manteniendo sus

    tipologas y deco raciones autctonas aunque mejorando su produccin con ciertas

    innovacio nes tecnolgicas impo rtadas desde Espaa: el to rno las cubiertas vitri-

    ficadas y el tipo de horno

    . El primero, el torno, sustitua al mtodo de fabrica-

    cin manual, mucho ms lento e impreciso; las cubiertas de vedro transparente

    de plomo o de esmalte blanco de estao supusieron un mto do de impermeabili-

    zacin ms perfecto que los sutiles bruidos americanos y la posibilidad de dar

    a las decoraciones de las piezas una mayor estabilidad y, finalmente, el horno

    rabe de cmara de com bustin baja y cmara de coccin alta de form a semiesf-

    rica permiti la cochura de piezas a temperaturas ms altas de las acostumbradas.

    Todos estos cambios supusieron progreso en cierto sentido y retroceso

    en otro si es que resulta lcito hacer estos juicio s de valor. En realidad slo eran

    distintas cermicas para diferentes sociedades que entraban en contacto.

    Sobre la procedencia de los productos cermicos remitidos a Amrica, la

    documentacin cita expresamente distintos lugares de origen.

    En primer lugar, respecto a los objetos de alfarera, en especial los conte-

    nedores para el transporte de productos agrcolas, todos fueron sevillanos

    14.

    9. Catlogo de Pasajeros a Indias. Tomo I, pg. 86.

    10. LPEZ CERVANTES G.: Cermica colonial en la ciudad de Mxico. Mxico 19 39; pg. 22 9.

    11.

    Esta tradicin fue recogida y publicada por primera vez por BARBER, E.: The maiolica of

    Mexico. Philadelphia, 1908; pgs. 40-50.

    12.

    Registro de Juan de valos en la nao Santa Mara del Juncal con destino al puerto de Nombre

    de Dios en 1592. (AGI. Contratacin, 1096. fol. s/n).

    13. ALBERT DE LEN, M.A.: Desarrollo de la cermica colonial en Nueva Espaa en Mxico

    colonial. Mxico, 1989. pgs. 44.

    14.

    Se aplica el trmino a aquellos objetos cermicos que carecen en su inmensa mayora de cubierta

    esmaltada; siendo sus acabados en labor spera a veces decoradas con engo bes o mediante una capa

    de vidriado transparente o ligeramente tintado, generalmente en verde o melado.

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    Posiblemente la escasa tecnologa necesaria para producirlos los hara asequi-

    bles a todos los talleres locales; lo cual unido a su bajo precio y fragilidad

    material no aconsejara su trada desde puntos muy distantes.

    Por contra, respecto a las lozas, s llegaron a la ciudad productos desde

    enclaves ms lejanos: unos nacionales Talavera, Manises y otros internacionales,

    preferentemente i talianos.

    Respecto a los centros italianos su presencia estuvo favorecida por dos

    factores principalm ente: primero por la larga tradicin m ercantil de estos territorios

    desde la Baja Edad Media, confirmado por la presencia de colonias de sus

    com erciantes en las principales ciudades euro peas, entre ellas Sevilla; y segundo,

    por e l m ayor avance tecnolgico de sus ta l leres, que haban logrado superar los

    viejos procedimientos medievales y, al mismo tiempo, renovar los repertorios

    decorat ivos , em pleando un nuevo lenguaje forma l inspirado en mo tivos proceden-

    tes de la antigedad clsica

    5

    Tuvieron especial significacin Pisa Gnova y Venecia cuyos productos se

    detectan en Sev illa desde la primera m itad del siglo XVI, tanto para su com ercia-

    lizacin a Amrica como para los ajuares de la amplia colonia de italianos,

    especialmente genoveses establecida en la ciudad.

    El pr im er envo de loza i ta liana a Am rica constatado docum entalmente data

    de 1545, cuando Juan de Astorga registr en la nao San Juan con destino a

    Cartagena

    1 platos de V enecia

    6 Sin embargo, es a partir de la segunda mitad

    del siglo XVI cuando la exportacin de sus lozas cobra verdadera importancia

    cuantitativa, respondiendo documentalmente a cuatro denominaciones: Loza de

    Gnova, loza de Pisa azul, loza de Pisa salteada, y la ya citada loza de Venecia,

    advirtindose un incremento constante de supresencia en las flotas.

    Respecto a los talleres peninsulares, debemos comentar, inicialmente, que

    todos debieron experime ntar un con siderable aum ento de sus producciones , pues ,

    ante ellos, se abra un nuevo mercado de escala continental.

    Talavera desem pea, sin duda, el papel ms destacado y de m ayor prestigio entre

    los centros espaoles. Sus productos fueron deman dados por todos los ter r i tor ios

    peninsulares, aunque su exportacin a Amrica resulta un tanto ms confusa'''.

    En la docum entacin que hem os m anejado son m uchas las referencias re la t ivas

    a la exportacin de loza talaverana a los nue vos territorios coloniales; sin em bargo,

    hasta la actualidad, nada original de Talavera ha aparecido en Am rica, y es mu y poco

    lo encontrado en Sevilla

    8

    A qu responden entonces es tas denom inaciones? La

    respuesta posiblemente hay a que buscarla en las co pias realizadas por alfares locales.

    15.

    A la introduccin de la tcnica de la cermica decorada a mano alzada sobre base estannfera

    con efectos pictricos y calidades similares a obras sobre lienzo o tabla, se suman los nuevos temas

    decorativos (grutesco, candelieri, etc) tomados de la observacin arqueolgica de las ruinas roma nas.

    16.

    AGI. Contratacin 1079. fol. s/n.

    17.

    PLEGUEZUELO , A.: Sevil la y Talavera: entre la colaboracin y la competencia en Laboratorio

    de Arte; n 5; Sevilla, 1992, pgs. 275-293.

    18. Ibdem, pg. 285.

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    La creciente demanda de las vajillas talaveranas por los territorios americanos

    debi encontrar un significativo freno: la dificultad inherente a su transporte desde

    la ciudad castellana hasta S evilla. El em plazamiento geogrfico de T alavera exiga

    que la exportacin de sus lozas se hiciera necesariamente por va terrestre, lo cual

    no slo era peligroso por las malas condiciones de los caminos en contraste con

    la fragilidad del produc to, sino tam bin excesivam ente costoso._ Por ello, pronto

    debieron aparecer ciertos alfares en Sevilla especializados en realizar copias de

    productos talaveranos, o incluso la adaptacin de otros alfares ya existentes para

    realizar esta loza cuya demanda estaba asegurada.

    Esta situacin estuvo en gran media posibilitada por el traslado de algunos

    maestros talaveranos a Sevilla los cuales, mediante convenios y acuerdos, enseria-

    ron a los alfareros locales sus tcnicas y decoraciones y acabaron por desarrollar

    su arte in situ. Tal es el caso d el alfarero Antn D az, vecino de Talavera, residen-

    te en Sevilla al menos desde 1552

    Estas piezas fueron denominadas Lozas de Talavera aunque a veces se precis

    un poco ms nombrndose como Lozas contrahechas a las de Talavera

    20 .

    Algunos de los alfares especializados en realizar copias talaveranas estuvieron

    emplazados en Sevilla en el llamado Campo de Tablada/San Telmo, en la margen

    derecha del arroyo Tagarete, de lo cual qued constancia en los propios envos:

    I caja

    de loz a de Talav era hecha en S an Telm o con 24 do cenas a 3 reales la docena21

    En la actualidad el anlisis minucioso de estas piezas sevillanas nos perm iten

    diferenciarlas de los originales castellanos por las siguientes notas

    22 :

    1 Formalmente las obrs talaveranas son de mayor tam ao, recias y consis-

    tentes; frente a las copias sevillanas que mantienen las proporciones pequeas y

    delicadas de las vajillas de influencia italiana.

    2 Los motivos decorativos varan en su interpretacin, siendo de factura

    ms deshecha y descuidada. Los originales talaveranos son muy minuciosos

    y perfeccionistas.

    3 La calidad de los esmaltes castellanos no se alcanza en Sevilla.

    4 En ocasiones, se sustituye el negro manganeso utilizado en Talavera para

    perfilar las figuras, por azul cobalto.

    La dem anda de las lozas talaveranas por los territorios americanos fue aum en-

    tando cuantitativamente, alcanzando cifras realmente espectaculares en los arios

    finales del siglo. As queda patente en el siguiente envo:

    419 docenas de platos

    y escudillas azules de Talavera cost cada docena a 2 reales y medio; y 2 cajas

    19.

    GEST OSO, J.: Historia de los barros vidriados sevillanos. Sevilla, 1 904) 1995 ; pgs. 3 09-3 1 0.

    20.

    Para una sociedad que no tena un concepto peyorativo de la copia , la ejecucin de estas

    vajillas se consideraba admisible y era comnm ente aceptada. Se utiliz el nom bre de Talavera porque

    era el lugar donde se produca este tipo de cermica, y quizs, incluso, por el propio prestigio del

    centro, pero sin una conciencia de falsedad.

    21.

    Registro de Cristbal Snchez en la nao Santa Catalina con destino a Cuman en 1598. AGI.

    Contratacin, 1130, fol. s/n).

    22.

    PLEGUEZU ELO, A.: Cermicas de Triana. Coleccin Carranza. Sevilla, 1996, pgs. 13 3 -13 4.

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    os M ara Snchez S nchez

    de loza de Talavera azul y blanca con 53 docenas fue costo cada docena una

    con otra a 4 reales

    33.

    Menos importancia tuvo Manises en las exportaciones de loza a Amrica,

    quizs porque su produccin se haba qued ado anquilosada en tipos y decoraciones

    de raz medieval, principalmente lozas de reflejos dorados. Esto le supuso, en la

    primera mitad del siglo, un progresivo languidecer de sus alfares y clientela,

    situacin que pudiera quedar confirmada por el hecho de que en 1511 cuando los

    Condes del Real realizaban la decoracin del nuevo palacio que construan en la

    calle de los Trinitarios en la ciudad de V alencia encargaron los azulejos a Sevilla

    ignorando la produccin local

    No obstante lentamente fueron sustituyendo sus

    esquemas de tradicin musulmana en favor de otros mudjares y renacentistas 25.

    Pero, sin duda, fueron los alfares sevillanos los mayormente beneficiados,

    cuantitativa y cualitativamente, de la nueva coyuntura. En primer lugar, su volu-

    men de produccin se increment espectacularmente multiplicndose de manera

    continua y progresiva con el paso de los arios. En segundo lugar, sus labores

    pasaron de un horizonte claramente medieval a otro de carcter moderno, ms

    avanzado tanto tecno lgicame nte como en sus repertorios formales y decorativos.

    Ello estuvo posibilitado, en primer lugar por la llegada de vajillas forneas

    que pronto fueron imitadas, y en segundo lugar, por la presencia en la capital

    hispalense de alfareros italianos y flame ncos que med iante el establecimiento de

    convenios y compaas, ensearon sus tcnicas a los olleros locales. As el caso

    del artista flamenco Francisco Andre a quien en 1561 al llegar a Sevilla estableci

    compaa con el ollero Roque Hernndez en el

    hazer del azulejo de Piza y en el

    fazer loa de Piza... 26.

    Respecto a los puntos de destino sealemos que su importancia fue variando

    conform e fue desarrollndose el descub rimiento conqu ista y colonizacin de las

    nuevas tierras .

    En un primer momento el mbito de destino fue la Amrica Insular es decir

    los puertos pertenec ientes a las islas del istmo inicialmen te descubiertas. Du rante

    las tres primeras dcadas del siglo el puerto de envo casi exclusivo fue Santo

    Domingo en la isla Espaola, seguido a gran distancia por el de San Juan de

    Puerto Rico. Desde ellos se distribuyeron las cermicas embarcadas en Sevilla por

    las otras islas menores y por los primeros asentamientos continentales.

    A partir de 1531 hasta 1540 comienza a aumentar el trfico dirigido a los

    puertos de entrada de los dos grandes Virreinatos continentales: Veracruz para

    Nueva Espaa y Nombre de Dios para Tierra Firme. El volumen comercial se

    23. Registro de Baltasar de Riberos en la nao Santa Ana con destino a puerto de Santo Domingo

    en 1590. (AGI. Contratacin, 1089; fol. s/n).

    24.

    GESTOSO, J.: Historia de los barros... Sevilla, 1904) 1995; pg. 176.

    25.

    MARTNEZ CAVIR, B.: La Loza Dorada. Madrid, 1983.

    26. GESTOSO, J.: Historia de los barros... pg. 223.

    27. CHAUNU, P.: Sevilla y Amrica siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1983;

    pgs. 269-277.

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    reparte pues ms o menos equitativamente entre Santo Domingo para la zona

    insular y los dos nuevos puertos continentales.

    Finalmente desde 1541 en adelante comienzan a destacarse Veracruz y

    Nombre de Dios apareciendo otros nuevos puntos como Campeche para la

    pennsula de Yucatn Puerto de Caballos para la Audiencia de Guatemala y

    Cartagena para Nueva Granada.

    Las cermicas em barcadas hacia Am rica tuvieron diferentes finalidades pero

    las cuatro bsicas fueron:

    1 M ateriales constructivos.

    2 Contenedores de productos agrcolas y artesanales.

    3 Ajuares domsticos.

    4 Objetos de carcter cultual y laboral.

    Respecto de la cermica arquitectnica su exportacin fue significativa en

    la primera mitad del siglo suministrndose los materiales necesarios para las

    primeras construcciones tanto civiles como religiosas. Sin embargo a partir de

    la dcada de los 50 se produce una cada de la dem anda coincidiendo posiblemen-

    te con la activacin de talleres locales en los distintos virreinatos. Ahora slo

    llegarn de la pennsula productos de alta calidad y complejidad tcnica principal-

    mente azulejos y paneles cermicos pintados.

    Los contenedores cermicos constituyen el captulo ms importante desde

    el punto de vista cuantitativo. Fueron usados para el transporte de mercancas

    tanto productos agrcolas como labores manufacturadas. Aqu la botija perulera

    tuvo el papel ms destacado a gran distancia de otros contenedores como tinajas

    jarras vasos etc.

    Respecto al tercer apartado el del menaje domstico incluy una enorme

    variedad de objetos desde cermicas de fuego empleadas en las cocinas a vajillas

    de mesa o piezas meramente suntuarias constituyendo su presencia en Amrica

    un retrato robot de la propia cermica que consuman los castellanos en su tierra

    de origen. La variedad de tipos denuncia una clientela sofisticada que consume

    productos cermicos qu e sobrepasan las puras necesidades primarias. No obstante

    hemos de aclarar inmediatamente que nunca lleg a exportarse toda la amplia

    variedad tipolgica de la cermica sevillana sino solamente una reducida parte:

    aquella que por su carcter funcional o decorativo fue ms demandada.

    Finalmente el ltimo apartado estara com puesto por ciertos objetos de carcter

    cultual que formaron parte del ajuar litrgico de templos capillas etc y otros de uso

    laboral complemento de procesos artesanales o de ingenios industriales del mom ento.

    2.

    ESTUDIO DE LAS MERCANCAS

    Siguiendo el esquema tipolgico y de uso propuesto lneas arriba abordemos

    la descripcin de las mercancas embarcadas:

  • 7/24/2019 Cerammica Colonial. Jose Sanchez

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    os Mara Snchez Snchez

    2 1 Cermica arquitectnica

    Ladrillos:

    Su presencia se constata en los m omentos iniciales de la coloniza-

    cin, durante los primeros 25 arios, aunque conocemos algn envo puntual en

    fechas ms avanzadas. Su mbito de destino fue la Amrica Insular, y muy

    especialmente Santo Domingo.

    Posiblemente, las urgentes necesidades constructivas en los primeros asenta-

    mientos y la mala calidad del barro de las islas, supusieron la necesidad de

    importar ladrillos desde la pennsula. Esta dem anda asegurada los convirti, pese

    a su escaso valor m ercantil, en un objeto comercializable. Por otra parte, en estos

    primeros arios, cuando an el volumen de mercancas no era muy considerable,

    el envo de ladrillos pudo tener una segunda utilidad: el servir de lastre para

    mantener en una posicin idnea la lnea de flotacin de los buques.

    Fueron los propios tripulantes de los barcos m aestres, pilotos, marineros, etc-

    quienes los remitieron bien de forma individual o formando pequeas com paas

    para con seguir el capital inicial

    8 As sucedi en la nao Santa M ara de Consola-

    cin cuando en 1509 registraron el contramaestre, el escribano y tres marineros

    la cantidad de 2000 ladrillos con destino a Santo Domingo

    29 .

    Las referencias documentales que hemos consultado son muy escuetas pues

    se realizaron en un momento en que an no se haba desarrollado plenamente el

    sistema de registro, lo cual nos impide precisar ciertos datos que seran de gran

    importancia tales como el tipo de ladrillo enviado, el precio o su destino especfico

    final. Tales carencias quedan paliadas en parte por los datos que nos proporcio-

    nan las excavaciones arqueolgicas practicadas en los territorios americanos. En

    el antiguo asentamiento de Caparra (Puerto Rico) han aparecido numerosos

    ejemplares que formaron parte de la casa del conquistador Juan Ponce de Len .

    Estn realizados con pa stas de color am arillo claro o rojizo, y responden a tres tipos:

    Rectangulares con las seis caras planas, posiblemente usados en muros,

    enmarque de vanos y umbrales.

    Rectangulares con una cara sin aplanar, usados en soleras.

    Semicirculares, formando parte de la fachada de l edificio como de coracin

    arquitectnica.

    Las cantidades remitidas oscilaron entre las 500 y las 8.00 0 unidades por registro.

    Tejas: Es el segundo material constructivo en nmero enviado a Amrica.

    Cronolgicamente, su comercio se prolonga un poco ms que el de los ladrillos,

    28. En los aos iniciales del Descubrimiento fue frecuente que las tripulaciones participasen

    activamente en el trfico mercantil, pues la Corona, para incentivar su enrolamiento, les permita

    transportar un mnimo de mercaderas sin pagar fletes de 50 a 100 pesos con cuya venta podan

    obtener un beneficio complementario a su sueldo.

    29.

    AGI. Contratacin 1079 fol. s/n.

    30.

    HOSTO S, A. de: Investigaciones Histricas: Las excavaciones de C aparra. Puerto Rico, 19 38 ;

    pgs. 52-53.

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    La cermica exportada a Amrica en el siglo XVI a travs de la documentacin ...

    35

    llegando hasta mediados de siglo, razn que habra que atribuir a que, en estas

    fechas se registra un producto de mayor especializacin tcnica la teja vidriada

    quizs an poco asequible para los talleres locales.

    Su comercio supuso algunas innovaciones debido a la extrema fragilidad de

    estas piezas y al considerable nmero que se quebraban durante la travesa.

    En ocasiones, su precio se estableci no por las unidades remitidas sino por

    las recibidas en buen estado. A s se recoge en el envo de A lonso Prez al puerto

    de Nombre de Dios en 1550:

    3000 tejas vidriadas por el millar de tejas que

    llegasen sanas 6 000 maraveds .

    En otros casos, debido a la resistencia de los

    merc aderes sevillanos a comercializarlas sern los propios interesados los que las

    registren como el caso del gobernador de Santo Dom ingo que en 1 5 09 encarga

    4.500 tejas posiblemente para su propia residencia

    En este supuesto al respon-

    der a encargos expresos iban vendidas de antemano fijndose su precio en origen

    y no especulndose con ellas en destino.

    Se export bsicamente la teja rabe en las dos modalidades de produccin

    existentes en Sevilla: la teja basta y la teja fina o vidriada en los colores caracte-

    rsticos del mom ento.

    Las cantidades embarcadas fueron muy considerables: desde las 1.000 unida-

    des en los registros menores, hasta las 10.000 en los ms numerosos.

    Azulejos Su exportacin a Amrica se realiz a lo largo de todo el siglo

    XVI, prolongndose posteriormente por los siglos XVII y XVIII.

    Su comercio estuvo restringido a edificios relacionados con las mximas

    instancias del poder tanto civiles cabildos audiencias

    etc como eclesisticos

    conventos iglesias etc ; junt a ciertos domicilios particulares pertenecientes

    a los estratos ms privilegiados de la sociedad colonial. Ciertamen te este producto

    de alta calidad y valor econmico no fue asequible a la mayora de la poblacin

    considerndose su empleo com o un signo ms de prestigio y distincin social para

    sus propietarios.

    A su difusin contribuyeron dos factores determinantes: uno de carcter

    esttico por la indiscutible calidad ornamen tal que proporcionaban a los edificios

    donde se aplicaban constituyendo un soporte casi inalterable de ricas decoraciones

    en difciles condiciones ambientales; otro de carcter funcional pues dispuestos

    sobre las fbricas de las construcciones protegan sus estructuras y, al tiempo,

    evitaban su deterioro.

    Por otra parte, en edificios de carcter religioso los azulejos se convirtieron

    en un mtodo ms de evangelizacin pues fueron un medio idneo para difundir

    programas iconogrficos de contenido evanglico; y, adems, su variedad y

    riqueza cromtica constituyeron un magnfico reclamo para la poblacin indgena

    cuyos gustos por la suntuosidad se identificaban con sus ricas gam as polcromas.

    31. LISTER, F. y R.: Andalusian Ceramics in Spain and New Spain. Tucson, 1987; pg. 315.

    32.

    OTTE, E.: La flota de Diego Coln, espaoles y genoveses en el comercio transatlntico de

    1509 en Revista de Indias, Vol. 24, n 97 y 98, Madrid, 1964; pgs. 482-502.

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    os Mara Snchez

    Snchez

    Se dispusieron en interiores, formando parte de zcalos, pavimentos o techum -

    bres

    3 3

    y al exterior, en el exorno de fachadas y portadas.

    Se export principalmente el llamado azulejo de cuenca o arista , cuyo

    sistema de produccin seriado permiti abaratar su coste y satisfacer fcilmente

    la creciente dem anda que generaron los territorios de ultrama r

    3 4

    Aunque tambin

    se com ercializaron sus varian tes el alizar, el alicer y la olambrilla:

    Primeramente

    8 cajones en que van 1200 azulejos grandes cuadrados y 200 aracices sic) y 600

    medianos y 1500 chicos, que todos ellos costaron 17.000 maraveds .

    Los medios de em balaje em pleados para su exportacin fueron dos fundamen-

    talmente: las cajas de madera, com o contenedo r fijo de gran capacidad; y las seras

    de esparto, como contenedor flexible, de menor capacidad, empleado principal-

    mente en la primera mitad del siglo.

    En algunos casos se detecta la presencia de azu lejos de centros de producc in

    extranjeros, como ciertos azulejos de Holanda consignados por Bernardo Grimaldi

    en la nao Santa Mara en 1509 36 .

    Su constancia arqueolgica es explcita en toda la zona del Caribe, donde han

    aparecido num erosos ejemplares realizados con la citada tcnica de a rista. Se trata

    de losetas cuadradas en torno a los 13,5 cm. de lado y de 2 cm. de espesor rea-

    lizadas con un barro amarillo claro y decoradas con mo tivos vegetales y geom tri-

    cos de tradicin mudjar donde se emplean cinco colores: verde morado-negro

    melado y azul para los motivos; y blanco para el fondo.

    Todos los envos constatados t ienen como destino la Isla de Santo Do mingo:

    En 1509 en la nao Santa Mara de la Antigua consignaba Diego Fernndez de

    Morn: 140 seras de az ulejos

    ; posteriormente en 1594 Esteban Ulloa de Toro

    en la nao Nuestra Seora del Rosario realizaba otro envo de ma yor cuanta: 2.500

    azulejos en tres cajas a 600 maraveds el millar para entregar a Alonso de Ulloa .

    Quizs algunas de estas partidas tengan correspondencia con los paneles que

    decoran los muros de la Capilla de Bastidas en la Catedral o los de la Portada y

    zcalos de la Iglesia de los Dominicos o los ejemplares que forman parte de la

    pila del Convento de San Francisco en Antigua .

    33. En alfarjes donde sustituyen a las tabicas del forro.

    34.

    Su proceso tcnico co nsista en aplicar una m atriz de madera, con el dibujo previamente tallado,

    sobre el barro fresco de la pieza que , al rehundir su superficie, dejaba la impronta del dibujo y creaba

    unas cavidades donde eran depositados los pigmentos evitando su mezcla durante la coccin.

    35.

    Registro realizado por Juan de Tapias en la nao Santa Ana con destino a la Habana en 1596.

    (AGI. Contratacin 1121, fol. 94

    ny.)

    36.

    OTTE, E.: La flota de Diego Coln pgs. 48 2-502.

    37.

    Ibdem, 4 82-502.

    38. AGI. Contratacin 1110 fol. s/n.

    39.

    ANG ULO IIG UEZ, D.: El gtico y el renacimiento en las Antillas. Sevilla, 194 7; pgs. 44 -4 9.

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    La cermica exportada a Amrica en el siglo XVI a travs de la documentacin

    37

    2.2.

    Contenedores de mercancas

    Constituyen, desde un punto de vista cuantitativo, el captulo m s importante

    de los productos cermicos remitidos a Amrica. Ciertamente, fueron cientos de

    miles los contenedores cermicos que, depositados en las bodegas de los barcos,

    formaron parte de los envos que constituan la flota anual. Los tres tipos remitidos

    fueron: vasos, jarras y botijas.

    Vaso:

    Es el objeto peor conocido de los tres citados pues, por el momento,

    carecemos de evidencias materiales identificables con esta nomenclatura. Esta

    situacin resulta contradictoria con la frecuencia c on que se cita y con lo prolon-

    gado de su uso a lo largo de todo el siglo XVI, desde los primeros envos hasta

    los arios finales.

    Sabem os que el trmino se utili7 en el siglo X VI con dos acepciones: una, como

    taza o cuenco de uso individual; como puede quedar explcito con el siguiente

    registro de 1593:

    2 docenas de vasos, que costaron 8 reales, de beber

    ;

    y dos,

    como contenedor, resultando, en muchas ocasiones, muy confusa la interpretacin

    del documento.

    Cuando se usa en esta ltima acepcin se detalla primero su nmero y pos-

    teriormente las piezas que transporta:

    30 vasos de loza, de platos y escudillas ;

    4 vasos de lebrillos grandes y chicos, un vaso y medio de bacines de barro

    42.

    El uso del trmino como contenedor siempre lo hemos encontrado asociado

    a productos cerm icos, lo cual unido a la mencionada falta de testimonios materia-

    les, nos induce a pensar si quizs la expresin vaso fuera utilizada como una

    unidad de medida ms que como un contenedor en s. Tal hiptesis parece quedar

    confirmada por un pleito del gremio de olleros de Lima de 1 557 donde se recoge

    que:

    en la ciudad de Sevilla el oficial de este oficio no ha menester caudal para

    poner tienda de ello y labrar loza porque hay obreros que hacen a dos maraveds

    cada vaso, que es una docena, y el oficial gana lo dems .

    Como vemos en el

    texto se establece con rotundidad la equivalencia de vaso con una docena, no

    obstante, debem os tomar con reservas esta afirmacin que no parece confirmarse

    en todos los casos.

    Lo cierto es que la expresin utilizada como unidad de medida siempre

    aparece asociada a productos de alfarera o de loza basta.

    40.

    Registro de Juan Bautista Prez en la nao San Salvador con destino a Cartagena en 1593. AGI.

    Contratacin 1107, fol. s/n).

    41.

    Registro de Luis Hernndez en la nao S anta Mara de la Antigua con destino al puerto de S anto

    Domingo en 1526. (AGI. Contratacin 1079, fol. s/n).

    42.

    Registro de Diego Beltrn en la nao la Victoria con destino a Ro de la Hacha en 1545. (AGI.

    Contratacin 1079, fol. s/n).

    43.

    GUTIRREZ, R.: Artes utilitarias en el virreinato de Per en Pintura, escultura y artes tiles

    en Iberoamrica, 1500-1825. Madrid, 1995; pg. 354.

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    os M ara Snchez Snchez

    Jarra

    No hay total seguridad en la identificacin de esta denominacin con

    una forma concreta, aunque podemos aventurar la hiptesis de hacerla coincidir

    con los envases de estilo temprano descritos por Goggin . De establecerse esta

    relacin, sera un contenedor con forma esfrica y con dos asas afrontadas

    prximas a la boca. P arece lgico formular esta hiptesis pues el contexto arqueo-

    lgico en que vienen apareciendo estos envases coincide, hasta ahora, con la

    cronologa del trmino en los registros y, adem s, en castellano jarra se emp le,

    casi siempre, para designar una vasija con dos asas.

    Fue el con tenedor ms usado e n las tres primeras dcadas del siglo, decayendo

    posteriormente su emp leo de forma progresiva'. La ltima referencia docum ental

    que poseemos de este objeto es de 1526, fecha, no obstante, que debemos tomar

    con reservas dada la escasez de do cum entacin entre ese ario y 1540. A partir de

    ese momento deja de tener uso, siendo sustituida por la botija perulera.

    Su desaparicin pudo estar motivada por razones de economa y de comodi-

    dad. La produc cin de jarras deba ser lenta por la com plejidad de su fino tornea-

    do a dos caras, hecho en el sentido inverso al habitual, y por la colocacin aadida

    de las dos asas junto a la boca. A dem s, sus paredes, relativamente finas, supon-

    dran un constante peligro de roturas. Esto ltimo exigi que para su transporte

    fueran protegidas, igual que se hara con las botijas, mediante una funda de esparto.

    As queda recogido en las ordenanzas del gremio de los esparteros de 1511 :

    Otros

    ordenamos que ningn ollero, no (sic) venda jarras, ni botijas a condicin de

    dallas enseradas .

    En la jarra se transportaron todo tipo de productos: vino, aceite, vinagre,

    aceitunas, pasas, almendras, higos, nueces, berenjenas, frutas, etc; siempre en

    cantidades no muy grandes. Veamos el cargamento cermico de la nao Santa

    Mara fletada en el ario 1509:

    *

    Alonso Gorjn:

    3 jarras de vino, 10 jarras de vinagre y 3 jarras de pasas.

    *

    El escribano:

    2 jarras de almendras, pasas e higos.

    *

    El contramaestre:

    7 jarras de pasas e higos.

    *

    Juan de Castellanos:

    2 jarras de higos y pasas.

    *

    Orozco:

    1 jarra de pasas.

    *

    Gorjn:

    7 jarras de vino.

    *

    Fernn Lorenzo:

    7 jarras de pasas y 13 jarras de vino.

    *

    Francisco Robledo:

    171 jarras de vino y 10 canta ritas de aceitunas.

    * Ortiz:

    4 jarras de berenjenas y aceitunas.

    *

    Alonso de la Palma:

    4.500 ladrillos.

    44.

    GOGGIN, J.: Spanish Olive Jar: An introductory study. New Haven, 1960; pg. 23.

    45.

    As ha sido verificado recientemente por la propia arqueologa andaluza al ser el envase ms

    abundante en el relleno de bvedas

    en

    edificios sevillanos del siglo XV y principios del XVI AMO-

    RES, F. y CHISV ERT, N.: Tipologa de la cermica comn bajomedieval y moderna sevillana (siglos

    XV -XVIII): loza quebrada de relleno de bvedas en SPAL. Revista de Prehistoria y Arqueologa de

    la Universidad de Sevilla, n 2; Sevilla, 1993; pg. 282).

    46.

    Ordenan zas de la Ciudad de Sevilla. (Andrea G rande, 163 2). Ed. facs, Sevilla, 1975; pg. 222.

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    La cermica exportada a Amrica en el siglo XVI a travs de la documentacin ...

    39

    Diego Mrquez:

    3 botijas de aceite.

    Alonso Martn:

    I jarra de harina 1 jarra de vino y 1 jarra de garbanzos.

    Bernardo G rimaldi:

    cajas con 36 botes de conserva de V alencia; azulejos

    de Holanda

    47.

    Es de sup oner que las destinadas al transporte de lquidos iran vidriadas interior-

    mente y p resentaran una boca estrecha; mientras qu e las de slidos seran de labor

    spera y con boca ancha aunqu e esto no aparece indicado en la docum entacin.

    No tuvieron uso habitual en los domicilios particulares, slo se emplearon

    para el comercio, como atestigua su ausencia en depsitos arqueolgicos

    domsticos de Sevilla

    8

    Sobre su capacidad, la documentacin manejada explicita dos tamaos: uno

    la denominada jarra de azumbre, es decir, lo equivalente a algo ms de 2 litros;

    y, en segundo lugar, la de media arroba, en torno a los 6 litros

    9

    De ambas

    tenemos testimonios arqueolgicos aunqu e es especialmente abundante un tercer

    tamao mayor que contiene una arroba y que podra identificarse con lo que la

    documentacin cita como

    jarra

    sin ms especificaciones.

    Segn Goggin estos envases iban marcados con almagra en los hombros,

    aunque de ello tampoco tenemos referencia documental.

    Botijas:

    Sin duda fue el producto cermico con mayor volumen d e comercio

    durante todo el siglo XVI. Estu vo ya p resente en los aos iniciales de la coloniza-

    cin en los primeros envos realizados al Nuevo Continente; multiplicndose las

    cantidades remitidas de forma constante y progresiva hasta finales de siglo. Se

    trata de un objeto bien conocido que presenta cuerpo globular ligerame nte cnico

    con base curva inestable y boca ms bien estrecha y dotada de un potente labio.

    En esta simplificacin de lneas radic su xito, pues, haba que producir con

    rapidez y para ello era preciso simplificar al mx imo la forma. Las asas des apare-

    cen y su funcin es asumida por la propia boca que ahora gana en resistencia y

    volumen ajustndose al tamao de la mano para hacer de fcil asidero.

    Su produccin seriada a tomo en barro grosero sin ningn tipo de concesiones

    decorativas y su utilidad para cualquier tipo de transaccin supusieron unas condicio-

    nes muy adecuadas para las necesidades y el volumen del comercio del momento.

    Se cuentan por m iles las botijas enviadas a Amrica; por ejemplo en la flota

    de 1592 se transportaron un total de 226.227 botijas registradas, a las que habra

    que sumar otras procedentes de prcticas ilegales y contrabando

    5.

    47.

    OTTE, E.: La flota de Diego Coln

    pgs. 482-502.

    48.

    AMORES, F. y CHISVERT, N.: Tipologa de la cermica... pg. 282.

    49.

    Goggin seala una capacidad de 5.4 litros para las que registra en la iglesia de San Nicols de

    Trujillo, (GOGGIN, J.: Spanish Oliver Jar... pg. 11).

    50.

    En los buques de la armada tambin se transport vino para ser vendido en Indias: por una parte

    la gente de mar y guerra solan reservar una parte de su racin diaria para ms tarde especular con

    ellas en las plazas americanas, sin embargo, el mayor volumen del trfico fraudulento se produca en

  • 7/24/2019 Cerammica Colonial. Jose Sanchez

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    140

    os Mara Snchez Snchez

    Las botijas se remitieron fundamentalmente en calidad de contenedores de

    productos agrcolas sobre todo vino y aceite pero tambin se com ercializaron

    botijas vacas en cantidades realmente importantes. En 1542 Juan Ortiz remiti

    al puerto de Nombre de Dios:

    400 botijas peruleras vacas y 20 pipas de vino;

    y en 1574 Vicente Centurin registr con destino a Honduras:

    15 toneladas de

    botijas peruleras .

    Tales envos podran responder a las necesidades dom sticas

    de las nuevas casas coloniales

    5

    ;

    aunque tan importante volumen quizs debi

    tener otra funcionalidad relacionada con el envo de algn producto colonial a la

    pennsula con amplios beneficios pues al inevitable pago de impuesto haba que

    sumar el coste de importar las propias botijas vacas

    5

    El vino fue uno de los principales productos que utiliz la botija para su

    com ercializacin, emplendose en e l 43% de los envos' '' . Aqu recibi la com pe-

    tencia de las pipas de cuero y de los toneles de madera, aunque la botija acab

    imponindose fundamentalmente por ser ms barata

    5 5

    Lo mismo ocurri con el

    aceite que aparece como el segundo producto agrario ms enviado a Amrica.

    Documentalmente, se nombran distintos tamaos de botijas: en primer

    lugar, citemos la

    botija perulera,

    con capacidad de una arroba (11,5 litros) uti-

    lizada preferentemente para el trfico de vino; muy comn fue tambin la

    botija medio perulera,

    que, como su denominacin indica tena capacidad de

    media arroba y que se emple para el transporte de aceite; a ms distancia

    quedan otras capacidades con las de cuarta de arroba, arroba y media o dos

    arrobas para otros productos varios.

    Las botijas reciban para su transporte una preparacin previa, tendente a

    paliar su fragilidad material. Consista en un reforzado externo mediante unos

    los espacios huecos de las naves donde se cargaban un alto nmero de unidades fuera de licencia.

    Esta prctica exista desde el m ismo tiempo que se impuso el sistema de convoyes. La administracin

    mantuvo una actitud de permisividad y tolerancia para incentivar a las tripulaciones (estimulando el

    alistamiento) y rebajar el costo de los gastos del impuesto de Avera. Solamente en el siglo XVII,

    debido a los abusos cometidos y al claro perjuicio causado a los comerciantes y al fisco, la prctica

    intent ser controlada, permitindose solamente un cupo fijo de 220 0 botijas por cada galen (SER RA-

    NO MANGAS, F.: Armadas y flotas de la plata (1620-1648). Madrid, 1989; pgs. 182-83).

    51.

    LISTER, F. y R.: Andalusian Ceramics... pg. 316.

    52.

    As se advierte en distintos testimonios, como el recogido en 1570 por Lpez de Velazco en

    su crnica Geografa y descripcin de las Indias sobre la ciudad de Veracruz:

    el agua) que se bebe

    en este puerto se trae de una laguna que est cerca y aunque no es buena, puesta en las botijas se

    adoba en la mar...

    (LPEZ DE VELASCO, J.: Geografa y descripcin de las Indias. (1570) 1894;

    pgs. 212-214 ).

    53.

    La respuesta a la interrogante que planteamos podra hallarse en los legajos correspondientes

    a los registros de venida cuya consulta tenemos prevista iniciar en breve.

    54.

    LORENZO SANZ, E.: Comercio de Espaa... pgs. 469.

    55.

    En concreto los toneleros deban traer del norte las duelas para fabricar los toneles, por no ser

    a propsito para esta clase de labor las maderas de la regin. Consta que en slo m es y m edio del ao

    1597 llegaron al puerto de Sevilla 270.000 duelas y gran cantidad de tablones de pino y roble

    procedentes de Alemania y Escandinavia (SCHAPPER, E.: Una estadstica de 1597 sobre la

    navegacin extranjera en el puerto de Sevilla en Investigacin y Progreso, septiembre, 1934).

  • 7/24/2019 Cerammica Colonial. Jose Sanchez

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    La cermica exportada a Amrica en el siglo XVI a travs de la documentacin ...

    capillos de esparto

    em plei t s o pell s

    que las hacan ms resistentes a los

    posibles golpes producidos durante la carga o d escarga del navo o por los envites

    del mar durante la travesa. Adems iban entibadas con corcho para evitar

    deslizamientos o corrimientos de la carga.

    Por otra parte sus bocas eran tapadas y selladas con corcho y yeso para

    evitar tanto que se derramara su contenido com o que se produ jeran sustracciones

    ilegales durante la travesa:

    200 arrobas de aceite en 400 botijas de media arroba

    esteradas y tapadas con corcho y yeso y bien acondicionadas y por marca alma-

    gradas las bocas, a 11 reales el arrobas .

    Otro aspecto de un enorme inters histrico y arqueolgico lo constituyen

    ciertas marcas que se practicaban en las botijas y que servan para identificar a

    su propietario tanto en el puerto de embarque en este caso Sevilla como en los

    de destino, para entregarlas correctamente a su debido receptor

    57 .

    Tales marcas figuraban en el registro efectuado por la C asa de la C ontratacin

    de Indias y sobre las mismas botijas como tambin en algunos casos en la

    escritura notarial que presentaba el destinatario.

    El marcaje sobre las botijas se realiz siguiendo cuatro procedimientos que,

    como se advertir en los ejemplos propuestos, en la mayora de los casos aparecen

    combinados:

    El primer procedimiento es el

    estampil lado

    realizado en la ollera durante

    su proceso de elaboracin. C onsista en presionar un curio de a lgn material duro

    contra el barro fresco dejando marcada su impronta. Se efectu generalmente en

    la boca:

    200 botijas peruleras llenas de vino de Cazalla, cada una a 10 reales,

    las cuales van marcadas en la boca con una llave en el mismo barro y en las

    em -

    pleitas una cruz de almagra .

    Ms generalizada fue la

    rotul cin con lm gr o tint

    en la pella o en la

    boca:

    100 botijas de aceitunas esteradas a 200 reales, marcadas en la boca con

    tinta y por una A grande fuera

    59 .

    Un tercer procedimiento fue la

    m arca de fuego es decir, aplicando un hierro

    candente al esparto:

    219 botijas peruleras esteradas hasta la boca, llenas de vino

    de su heredad y cosecha del 85, marcadas de fuego de la marca de fuera

    60

    Un ltimo mtod o consista en poner algn elemento u

    objeto colgante

    de la

    botija:

    100 arrobas de aceite dulce y claro en 200 botijas esteradas de media

    56.

    Registro de Alonso Lpez en la nao San Juan y San Francisco con destino al puerto de

    Cartagena en 1593. AGI. Contratacin 1106, fol. s/n).

    57.

    Las botijas eran aparentemente todas iguales con lo que necesitaban un sistema de identificacin

    comercial que permitiera el reconocimiento de cada una de ellas para llevar a cabo su correcta

    distribucin o entrega.

    58.

    Registro de Diego Hernndez en la nao La T rinidad con destino al puerto de Veracruz en 1584.

    AGI. Contratacin 1081, fol. s/n).

    59.

    Registro de Simn Amador en la nao San Miguel, con destino a Nombre de Dios en 1583. AG I.

    Contratacin 1080, fol. s/n).

    60.

    Registro de Hemando de Almansa en la nao Nuestra Seora de Gua con destino a Cartagena

    en

    1586. AGI. Contratacin 1086, fol. s/n).

  • 7/24/2019 Cerammica Colonial. Jose Sanchez

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    os Mara Snchez Snchez

    arroba marcadas a las bocas con alma gra de la primera marca de fuera y por

    seal un hilo de carreto al cuello a 8 realesm

    De esta forma , en los puertos de destino, cuando eran desem barcadas, se evitaban

    confusiones y errores en su entrega, siendo norm al que el consignatario presentara

    para su identificacin un poder notarial donde se reproduca la propia marca.

    Respecto a l a gama de m arcas , podemos sealar

    que lo m s usual fue u t il izar

    las iniciales del nombre o apellido del cargador. Ncr obstante cuando un mismo

    cargador real izaba varios envos c on d iferentes consignatarios se ut i liz la inicial

    del propio destinatario. Tambin fue habitual utilizar signos cristianos, como la

    cruz, cruz y orbe o el anagrama de Cristo JHS), reconocindose en tales signos

    virtudes protectoras destinadas a preservar la mercanca de los peligros de la

    travesa naufragios, piratera, etc). Un tercer grupo estara consti tuido por simples

    formas geomtricas o dibujos caprichosos de muy variada ndole.

    Com o resum en final de este primer art culo queremos sealar cierta dual idad

    que carac teriz el com ercio cermico e ntre Sevi lla y Am rica a lo largo del s iglo

    XVI y que podra quedar bien ejemplificado con los dos mbitos especficos que

    hemos t ratado: por una parte , los productos cermicos dem andados por sus v alores

    intrnsecos, formales, funcionales o decorativos; o simplemente, por su propia

    com plejidad tcnica e l caso de los azulejos pintados a m ano alzada ; por otra

    parte, los objetos cermicos que actuaron como simples vehculos para el envo

    de otros productos; y que, por tanto, su eleccin estuvo motivada bien por su

    idoneidad para el transporte bien por razones de economa; o, en otras palabras,

    por ser s implem ente baratos y adecuad os el caso de las bot i jas peruleras. En

    ambos supuestos, su demanda fue consolidndose con el transcurso de los arios,

    const i tuyendo u no de los captulos ms impo rtantes de los regis t ros de m ercancas

    a Amrica en el siglo XVI.

    61. Registro de Martn Lpez en la nao Nuestra Seora del Rosario con destino a Nueva Espaa

    en 1586. AGI. Contratacin 1083, fol. s/n).