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Miguel de Cervantes
on Quijote
Adaptación, notas y actividades
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Agustín Sánchez Aguilar
lustraciones Svetlin
Vicens Vives
Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
Diseño gráfico: Estudi Colomer
Primera edición, 2004
Primera reimpresión, 2004
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Segunda reimpresión, 2004
Tercera reimpresión, 2004
Cuarta reimpresión, 2004
Depósito Legal: B. 44.004-2004
SBN: 84-316-7637-x
úm. de Orden V.V.: T-072
© AGUSTÍN SÁNCHEZ AGUILAR
Sobre la adaptación, las notas
actividades.
© PAPADOPOULOS PUBLISHING
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Sobre las ilustraciones. En colaboraciócon Vicens Vives Primaria, S.A.
© VICENS VIVES PRIMARIA, S.A.
Sobre la presente edición según el art. de la Ley 22/1987.
Esto es una copia de seguridad de mibro original en papel, para mi us
personal. Si llega a tus
manos es en calidad de préstamo deberás destruirlo una vez lo haya
eído, no pudiendohacerse, en ningún caso, difusión ni uscomercial del mismo.
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MPRESO EN ESPA A
PRINTED IN SPAIN
Editorial VICENS VIVES. Avda. dSarriá, 130. E-08017 Barcelona.
mpreso por Gráficas INSTAR, S. A.
Edición digital: Adrastea, Diciembr2007
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Índice
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on Quijot
..............................................................1
Un caballero en busca de aventura
.......................................................... 7
Gigantes con aspa..............................................................
15
l yelmo del barbero y la aventura d
os galeotes ................................... 24
on Azote en Sierra Moren..............................................................
32
on Quijote y sus demonio
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..............................................................
42
ulcinea en su borric..............................................................
54
l desafío, la cueva y el retabl..............................................................
63
l barco encantado y el caball
volador
................................................... 74
a ínsula Baratari
..............................................................
86
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l retorno del caballer
..............................................................
96
ctividades
..............................................................107
on Quijote
rgumento
..............................................................
108
Comentario..............................................................
112
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
on Quijote
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Un caballero en busca de aventuras
En un lugar de la Mancha de cuy
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nombre no quiero acordarme, vivió hac
mucho tiempo un hidalgo1 alto y seco d
carnes que rondaba los cincuenta años
tenía fama de hombre bueno. Cuentaque se llamaba Alonso Quijano y que
levaba una vida modesta y sin lujosaunque en su casa nunca faltó la comida
ni unas buenas calzas de terciopelo quucir los días de fiesta. Don Alonso
vivía con una criada que pasaba de locuarenta años y con una sobrina que no
legaba a los veinte, y era un hombr
madrugador y amigo de la caza qu
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había
rabado una estrecha amistad con el cur
el barbero de su aldea. Por su
condición de hidalgo, apenas teníobligaciones, así que dedicaba su
muchas
horas de ocio a leer libros dcaballerías. Y tanto se aficionó a lahistorias de
gigantes y batallas, caballeros andante
princesas cautivas, que llegó a venderbuena parte de sus tierras para compraibros y más libros.
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De día y de noche, don Alonso no hacíotra cosa más que leer. Por culpa
de los libros, abandonó la caza descuidó su hacienda2, hasta que fuerza de
anto leer y tan poco dormir, se le secel cerebro y se volvió loco. A veces
soltaba de golpe el libro que tenía entrmanos, blandía con fuerza su vieja
espada y empezaba a acuchillar la
paredes como si se estuvierdefendiendo
de una legión de fieros gigantes. S
había convencido de que todo lo que
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contaban sus libros era verdad, y así fucomo se le ocurrió el mayor disparate
que haya pensado nadie en el mundodecidió hacerse caballero andante y
echarse a los caminos en busca d
aventuras.
«Me llamaré don Quijote de lMancha», se dijo. «Batallaré contrgigantes
malandrines3, defenderé a lo
huérfanos y a las viudas y me harfamoso con
1 Los hidalgos eran los nobles de clas
más humilde. No pagaban impuestos n
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rabajaban,
sino que vivían de rentas.
2 Hacienda: posesiones y negocios duna persona.
3 Malandrín: 'malvado'. Es una palabrque don Quijote usa a menudo porquaparece
mucho en los libros de caballerías.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
mis hazañas».
De modo que un día de julio a
amanecer se puso una armadura de sus
bisabuelos, montó a lomos de su caball se escapó por la puerta trasera de su
casa, decidido a probar su valentía emil y una aventuras. Llevaba una lanza y
una espada que habían criado polvo eun rincón durante muchos años, y lo
primero que hizo al salir de su aldea fu
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pensar en su amada Dulcinea del
Toboso. «Seguro que estará bordando m
nombre con hilos de oro», se dijo. Y es
que, como todos los caballeros andanteamaban a una princesa, don Quijote se
había buscado una dama a la que adora servir. Tras darle muchas vueltas al
asunto, había elegido a una mozabradora del pueblo del Toboso de l
que
había estado enamorado en otro tiempoSe llamaba Aldonza Lorenzo, tenía
sobre el labio un lunar que parecía u
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bigote y podía tumbar a un puerco con
una sola mano, pero don Quijote l
había dado el nombre principesco de
Dulcinea y se la imaginaba como undama criada entre algodones, con los
cabellos rubios como el oro y con lpiel más blanca que el marfil.
El día en que don Quijote salió de su
aldea, el sol calentaba con tanta fuerza
que faltó muy poco para que al hidalgo
se le derritiesen los pocos sesos que le
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quedaban. Su caballo avanzaba muy
despacio, porque el pobre estaba en los
huesos y tenía poco aguante, aunque a
don Quijote se le antojaba la bestia más
recia y hermosa del mundo. Hacía poco
días que le había puesto el nombre de
Rocinante, que le parecía sonoro y
musical y muy apropiado para el caball
de un gran caballero.
ba don Quijote imaginando batallas
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cuando de pronto se entristeció al
pensar: «Según la ley de caballería, sól
podré entablar combate cuando me
hayan armado caballero en una solemne
ceremonia. Pero no importa», añadió:
«al primero que aparezca por el camino
e pediré que me arme caballero».
Sin embargo, en todo el día no se
cruzó con nadie, y ni siquiera encontró
un lugar donde comer, así que al caer la
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arde don Quijote y su caballo iban tan
cansados como muertos de hambre. Por
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
fortuna, antes de que anocheciera asom
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una venta4 junto al camino y, al verla,
don Quijote empezó a decirse:
«¡Qué castillo tan magnífico! ¡Quorres, qué almenas, qué foso!»,
porque, como estaba loco de atar, todo que veía le parecía igual a lo que
contaban sus libros. A la puerta de l
venta vio a unas mujerzuelas y las
omó por delicadas princesas, y al oíque un porquero llamaba a sus cerdos
pensó que era un centinela dándole lbienvenida.
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—Señor mío —le dijo al ventero, quera un andaluz gordo y pacífico—,
¿podríais hospedarme en vuestrcastillo?
Cuando el ventero vio a aquel espantaj
alto como un ciprés y con una
armadura tan vieja y descompuestaestuvo a punto de echarse a reír, pero
pensó que le convenía ser prudente respondió con toda cortesía:
—Sea muy bienvenido el caballero, quen este castillo le serviremos lo
mejor que sepamos.
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Cenó don Quijote un bacalao maremojado y peor cocido y un pan más
duro y negro que el alma del demonioaunque a él le pareció que estaba
comiendo mejor que un príncipe
Acabada la cena, don Quijote sarrodilló
ante el ventero y le dijo:
—No me levantaré de aquí, valeroscaballero, hasta que me otorguéis un
don que quiero pediros.
El ventero no supo qué responder, y do
Quijote siguió diciendo:
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—Querría que me armaseis caballerpara que pueda socorrer con mis
armas a los menesterosos que hay poesos mundos.
El ventero, que era muy burlón, vio qu
podía divertirse un rato a costa
de aquel loco, así que le siguió lcorriente y dijo:
4 venta: posada, casa en que loviajeros comen y se alojan.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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—En verdad que no hay ejercicio máhonroso que la caballería andante,
a la que yo mismo me dediqué en muventud. Fueron tantos los huérfanos
a los que maltraté y las viudas a las qu
pervertí que acabé pasando por casi
odos los tribunales de España. Dmodo que yo sabré armaros caballero
mejor que nadie en el mundo.
—Entonces decidme dónde puedo velaas armas, porque, según la ley
de caballería, antes de ser armad
caballero, debo pasarme toda una noche
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vigilando mi armadura ante un altar.
—Ahora mismo no tenemos capilla e
este castillo —respondió el ventero
con mucho desparpajo—, porque lhemos derribado para hacerla de nuevo
pero podéis velar las armas en el patioque nadie os molestará.
Así que don Quijote salió al patio, squitó la armadura, la dejó junto a un
pozo y empezó a pasearse alrededor cosemblante muy serio como si estuviera
haciendo la cosa más importante de
mundo. Con el escudo pegado al pecho
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a
anza en la mano y la luz de la lun
luminándole la frente, parecía ufantasma
recién salido del infierno. Lo
huéspedes de la venta lo miraban desdejos y no
paraban de reírse, pensando que en toda Mancha no había un hombre más
oco que aquel.
Llevaba don Quijote un buen rato dvela cuando salió al patio un arriero5
que tenía que dar de beber a sus bestias
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Y, como la armadura de don Quijote le
molestaba para sacar agua del pozo, l
cogió y la tiró tan lejos como pudo>
pensando que era un trasto viejo.
—Pero ¿qué hacéis, canalla? —le gritdon Quijote.
Y, sin pensarlo dos veces, alzó su lanz
le dio tal golpe al arriero en la
cabeza que lo derribó al suelo y lo dejmedio muerto y con los ojos en blanco.
Viendo aquello, los compañeros deherido salieron al patio hechos una furi
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comenzaron a tirar piedras contra doQuijote, que se escondía tras su escudo
para evitar los golpes, pero no sseparaba del pozo por no dejar a solasu
armadura.
—¡Venid aquí, bribones —decía—, quvoy a daros lo que os merecéis!
Pero las piedras siguieron lloviendcada vez con más fuerza y don Quijote
sólo salvó la cabeza gracias a que eventero salió por una puerta gritando:
—¡Dejen de tirar piedras! ¿No ven qu
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ese hombre no sabe lo que hace?
—¡Juro por la fermosa6 Dulcinea de
Toboso que castigaré esta ofensa! —
clamaba don Quijote.
Cuando el ventero logró por fiapaciguar a los que tiraban las piedras,
salió a toda prisa al patio y le dijo a do
Quijote:
5 arriero: el que lleva burros y otrabestias de carga de un lugar a otro.
6 Don Quijote dice fermosa en vez dhermosa imitando el lenguaje de lo
ibros de
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caballerías, que utilizaban un castellanantiguo
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Ya habéis velado bastante las armasArrodillaos, que voy a armaros
caballero.
Entonces sacó el libro en el que anotabos gastos de sus clientes y,
mientras hacía como que leía unoración, golpeó a don Quijote con l
espadaen la nuca y los hombros tal y como shacía en los libros de caballerías.
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—Yo os nombro caballero —proclamó.
La ceremonia era un puro disparate
pero don Quijote no cabía en sí de
gozo. Abrazó al ventero con entusiasm le dijo:
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
—Abridme las puertas del castillo
porque debo partir cuanto antes aayudar a las viudas y a los huérfanos.
—Primero tendréis que pagarme la cen
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la paja de vuestro caballo —
respondió el ventero.
—¿Pagaros?
—¿Es que no lleváis dinero?
—Ni blanca, porque nunca he leído quos caballeros andantes lleven
dinero encima.
—Los libros no lo dicen porque estclaro como el agua, pero los caballeros
levan siempre dinero y camisaimpias. Y los escuderos que lo
acompañan
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cargan con vendas y pomadas por si hade curar las heridas de su señor.
—Buen consejo es ése —dijo doQuijote—, y prometo seguirlo en cuanto
pueda.
Y así lo hizo: poco después deamanecer, decidió regresar a su aldepara
hacerse con dinero y camisas limpias para tomar un escudero que lo
acompañara en sus aventuras. Y en esba pensando cuando vio venir a un
grupo de hombres y se propus
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aprovechar la ocasión para rendihomenaje a
a hermosura de Dulcinea. De modo quse apretó el escudo contra el pecho,
alzó la lanza y se detuvo en mitad de
camino.
—¿Qué queréis? —le preguntaron loviajeros al acercarse, viendo que
aquel hombre armado y de tan extrañfigura no les dejaba pasar.
—¡Que confeséis que Dulcinea deToboso es la doncella más fermosa del
mundo! —contestó don Quijote.
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Al oír aquello, los viajeros no tuvieroduda alguna de que aquel hombre
estaba loco de remate. Uno de ellos, quera muy amigo de las bromas, le
contestó a don Quijote en son de burla:
—Señor caballero, nosotros somomercaderes y vamos a Murcia a compra
sedas. Jamás en la vida hemos oídhablar de esa tal Dulcinea del Tobosoasí
que no sabemos cómo es. Permostradnos un retrato suyo y, aunque seuerta
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de un ojo y le salgan espumarajos por lboca, diremos que es la doncella más
hermosa del mundo.
—¿Tuerta Dulcinea? —rugió doQuijote—. ¿Espumarajos en su boca?
Pagaréis esos insultos con la vida!
Y, sin decir nada más, apuntó a lo
mercaderes con su lanza y galopó contr
ellos con intención de matarlos. Pero, poco de echar a correr, Rocinante
ropezó con una piedra, y don Quijotacabó rodando por el suelo en medio de
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una gran polvareda. Entonces emercader burlón le arrebató la lanza y
comenzó a apalearlo con tantas ganaque lo dejó molido como blanca harina.
—¡Bribones, malandrines! —gritaba e
hidalgo.
Tras darle una buena tunda, lomercaderes se fueron y don Quijote se
quedó a solas. Intentó levantarse, perno podía, por culpa del peso de las
armas y del dolor de los huesos. Y ashubiera pasado muchos días hasta
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
morirse de hambre de no ser porquapareció por el camino un labrador dsu
misma aldea que le hizo la caridad drecogerlo y llevárselo a lomos de sasno.
—Pero, ¿quién os ha dejado así, señoQuijano? —le decía.
—Diez o doce gigantes altos como unorre —respondió don Quijote.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Cuando llegaron a la aldea, la casa dehidalgo andaba de lo más
alborotada. Su sobrina y su criad
levaban tres días sin saber nada de él y
pensaban que algo malo le habísucedido. El cura y el barbero de laldea
habían llegado a la casa preguntando po
don Alonso, y la sobrina les decíamuy preocupada:
—¡Mi tío se ha vuelto loco de tanto lee
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ibros de caballerías!
—¡Con el buen juicio que tuvo siempre
—se lamentaba maese Nicolás, que
así se llamaba el barbero.
En esto, se oyeron en la calle unograndes suspiros de dolor, y todos
salieron a la puerta a ver lo que pasaba.
—¡Don Alonso! —exclamó la criadcuando descubrió a su amo atravesado
sobre el asno.
—Llevadme a mi cama —susurró do
Quijote—, que he caído de mi caballo
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cuando combatía contra diez gigantes.
«¿Conque gigantes...?», se dijo el cura
«Por mi vida que mañana mismo
quemaré los libros que os han vueltoco».
Y así se hizo. Al día siguienteaprovechando que don Quijote aúdormía,
el cura y el barbero entraron en el cuartdonde guardaba sus más de cien libros
los fueron tirando al patio, donde lcriada los apiló para quemarlos.
—¿Y qué pasará cuando mi tío s
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despierte y no encuentre los libros? —
preguntó la sobrina.
A lo que el cura respondió:
—Lo mejor será tapiar la puerta de l
biblioteca y decirle a vuestro tío que
un encantador se ha llevado todos suibros y hasta el cuarto en el qu
estaban.
La idea les pareció bien a todos, pensaron que con aquello bastaría para
devolverle la cordura a don Alonso. Asque aquella misma tarde tapiaron la
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puerta del cuarto mientras el humo dos malditos libros oscurecía el cielo
impio de la aldea.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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Gigantes con aspas
A los dos días de volver a su casa, doQuijote se levantó de la cama para ir a
ver sus libros, pero, al no encontrar ecuarto donde los guardaba, comenzó a
palpar las paredes buscando la puerta.
—Ya no hay aposento ni libros —lexplicó la sobrina—, porque ha venido
un encantador cabalgando sobre udragón y se los ha llevado por los aires
Don Quijote se quedó desolado.
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—Sin duda ha sido el mago Frestón —dijo—, que me tiene aborrecido
porque sabe que soy el caballero mávaliente del mundo.
Quince días estuvo don Quijote en s
casa, en los que cada vez que pasaba
ante el muro de su biblioteca, volvía entar las paredes y lanzaba un hondo
suspiro de tristeza. Su sobrina y lcriada trataban de darle ánimos y hacía
odo lo posible para que olvidara soco deseo de ser caballero andante
pero
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de nada sirvieron tantos esfuerzos, puedon Quijote empezó a preparar en
secreto su segunda salida. Un buen díafue a buscar a un labrador vecino suyo,
casado y con hijos, y le preguntó s
quería ser su escudero.
—¿Y qué hace un escudero? —preguntel campesino, que se llamaba
Sancho Panza y era un hombre de pocestatura y mucha barriga, más bueno
que el pan pero muy corto dentendederas.
—No tienes más que acompañarme e
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mis aventuras y llevar vendas y
pomada para curarme si fuese necesari
—respondió don Quijote—. Y, a
cambio de tus servicios, te nombrargobernador de la primera ínsula que
gane7.
Sancho Panza no sabía lo que era un
nsula, pero la idea de ser gobernador
e gustó tanto que aceptó el oficio descudero sin pensárselo dos veces. Asque
a los dos o tres días, don Quijote
Sancho salieron en plena noche sin
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despedirse de nadie y se pusieron ecamino en busca de aventuras. Don
Quijote llevaba camisas limpias y algúdinero, y Sancho salió de la aldea
montado en un borrico.
7 Los libros de caballerías llamabansulas a las islas.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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—Nunca he leído de ningún escuderque fuera a lomos de un asno —dijo
don Quijote—. Pero no importa: ecuanto venza a un caballero, te regalarsu
caballo.
—Me he traído el borrico porque nestoy acostumbrado a andar mucho —
respondió Sancho—, y para mí es tabueno como el mejor caballo del mundo
porque más vale algo que nada y ándemo caliente y ríase la gente. Lo que sí
e digo es que se acuerde de su promes
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de hacerme gobernador...
—No temas, Sancho, que es posible qu
antes de seis días te corone como
rey.
—¿Rey? La verdad es que prefiero segobernador, porque, aunque me
gustaría que mis hijos fueran infantes
me parece que mi mujer no vale para
reina. Mejor hágala condesa, y ya sermucho... Y no lo digo porque yo no
quiera a mi Teresa, que la quiero máque a las pestañas de mis ojos, pero y
se
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sabe que no se hizo la miel para la bocdel asno...
En estas conversaciones se les hizo ddía, y a la luz de la mañana
descubrieron treinta o cuarenta molino
de viento que hay en el campo de
Montiel8.
8 El campo de Montiel es una comarcsituada entre Ciudad Real y Albacete.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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—La suerte nos acompaña, amigSancho —dijo don Quijote—. ¿Ves
aquellos gigantes fieros de allí abajoPues pienso entablar batalla con ellos
hasta quitarles la vida.
—¿Qué gigantes?
—Aquellos de allí. ¿No ves lo largo
que tienen los brazos?
—Eso no son gigantes —dijo Sancho—sino molinos de viento, y lo que
parecen brazos son las aspas.
—Bien se ve, amigo Sancho, que n
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sabes nada de aventuras, porque salta a
a vista que son gigantes. Pero, si tiene
miedo, apártate y ponte a rezar, que yo
voy a entrar en batalla.
—¡Que no, señor, que son molinos! —comenzó a gritar Sancho, pero don
Quijote ya no podía oírle, porque corrí
a todo galope contra los gigantes de su
maginación.
Justo entonces el viento empezó a moveas grandes aspas de los molinos,
don Quijote dijo:
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—¡Menead los brazos todo lo ququeráis, que no os tengo miedo! —y
uego añadió mirando a los cielos—Oh señora de mi alma, fermosísima
Dulcinea, ayudadme en este combate!
Llegó don Quijote al primer molino y lclavó la lanza, pero, como el viento
soplaba con tanta fuerza, las aspasiguieron girando, con lo que la lanza se
partió por la mitad y don Quijote y scaballo echaron a rodar por el campo.
—¡No le decía yo que eran molinos! —
dijo Sancho, que llegaba corriendo a
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socorrer a su amo.
—Calla, amigo mío, que lo que h
pasado es que el mismo hechicero que
me robó los libros ha convertido estogigantes en molinos para verme vencido
deshonrado.
El pobre caballero apenas podí
ponerse en pie, pero Sancho le ayudó a
subir a lomos de Rocinante, que tambiéenía más de un hueso desencajado.
Cuando volvieron al camino, doQuijote iba tan ladeado sobre su caball
que
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parecía que fuera a caerse de umomento a otro.
—Enderécese, señor —le decía Sanch—, que va de medio lado, aunque
debe de ser por el dolor de la caída.
—Lo que más me duele no son logolpes, sino el destrozo de la lanza,
porque un caballero sin armas es comun cielo sin estrellas. Así que si
encuentras una rama gruesa a la vera decamino, dámela, Sancho, que encajaré
en ella la punta de mi lanza para tenerl
a punto si llega otro combate.
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Aquella noche la pasaron entre unoárboles, y don Quijote arregló su lanza
al y como había dicho. Sancho durmide un tirón hasta el amanecer, pues se
había bebido más de media bota de vin
mientras cenaba con lo que llevaba en
sus alforjas9. En cambio, don Quijote nprobó bocado, y se pasó toda la noche
9 alforjas: pareja de bolsas que se echsobre el lomo del caballo.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
despierto, pensando en Dulcinea.
18
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Al día siguiente, siguieron buscandaventuras, y don Quijote trabó
combate con un vizcaíno porque lconfundió con un encantador que había
raptado a una princesa. Y, aunque venci
en la batalla, recibió un espadazo
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brutal en la cabeza que le rompió ecasco y le rebanó media oreja. Sanchcuró
a su amo como mejor supo, pero doQuijote no paraba de decir que el mejor
remedio era el bálsamo 10 del gigantFierabrás.
—¿Y qué bálsamo es ése? —preguntSancho.
—Uno con el que no hay que tene
miedo a las heridas ni a la muerte.Porque, si algún caballero me partiera ecuerpo en dos, lo único que tendrías
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que hacer es colocar la parte que haycaído sobre la que siga en pie antes de
que la sangre cuaje, encajar con cuidadas dos mitades y darme un trago del
bálsamo. Y ya verás como en u
santiamén volveré a estar más sano quuna
manzana.
—Si eso es así —dijo Sancho Panza—déme la receta, que yo venderé el
bálsamo de pueblo en pueblo y me harrico en menos que canta un gallo.
—La receta la guardo en la memoria
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amigo Sancho, y lo único que siento
es no tener los ingredientes a mano par
preparar el bálsamo ahora mismo.
Aquella noche, cenaron en las chozas dunos cabreros, que les ofrecieron
buena carne y mejor vino. En cambio, adía siguiente no les fue tan bien,
porque Rocinante se empeñó ecoquetear con unas jacas que no teníaganas
de amores. Los dueños de las yeguas lapalearon con unas estacas y, cuando
don Quijote y Sancho salieron a venga
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a ofensa, acabaron tan malheridos
como el propio Rocinante.
—¡Ah, señor don Quijote! —decíSancho desde el suelo sin poder
moverse—, ¿por qué no me da un tragdel brebaje del Feo Blas?
—Se dice bálsamo de Fierabrás —
respondió don Quijote con una voz
doliente que parecía de mujer—, y ojalo tuviera a mano. Pero no tengas pena,
Sancho, que antes de dos días lprepararé y se acabarán todos nuestro
males.
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Al final, Sancho Panza sacó fuerzas ddonde no las tenía y se puso en pie,
aunque caminaba más curvado que uarco. Levantó a don Quijote, lo atravesó
sobre el desventurado Rocinante y lueg
siguieron su camino entre suspiros de
risteza y quejas de dolor.
—Alégrese, señor —dijo Sancho apoco rato—, que por allí abajo se vuna
venta.
Alzó la vista don Quijote y contestó:
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—No es una venta, Sancho, sino ucastillo.
—Le digo, señor, que es una venta.
—Te repito, Sancho, que es un castillo.
Así se les fue un buen rato, uno jurandque era una venta y el otro
10 bálsamo: brebaje, jarabe.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
nsistiendo en que era un castilloCuando llegaron, el ventero lemprovisó un
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par de camas en un antiguo pajar qudejaba ver el cielo y las estrellasporque
enía el tejado lleno de agujeros. DoQuijote se acostó pronto, pero no llegó
cerrar los ojos, porque le dio por pensaque en aquel castillo vivía una princesa
que la princesa se había enamorado dél.
«Seguro que esta noche vendrá
verme», se decía muy preocupado«Pero
o no puedo corresponder a su amor
porque debo mantenerme fiel a m
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señora
Dulcinea del Toboso».
El diablo, que nunca duerme, enredó lacosas de tal manera que la noche
fue de lo más agitada. Resultó que aado de don Quijote dormía un arriero
bruto y malcarado que se había citad
para aquella noche con una moza que
rabajaba en la venta. La tal moza slamaba Maritornes y era una mujer
menuda, que tenía un ojo tuerto y el otrno muy sano, la nariz chata y una
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oroba en las espaldas que le hacímirar al suelo más de lo que ella hubier
querido. Pensando que ya todo el munddormía, la moza entró de puntillas en
el cuarto del arriero y comenzó a busca
su cama a tientas, pero de pronto don
Quijote la agarró por el brazo comenzó a decirle:
—Fermosísima señora, ya sé a lo quvenís...
Tenía Maritornes el cabello más ásperque las crines11 de un burro y un
aliento que olía a ensalada rancia, per
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a don Quijote le pareció que su cuerpo
despedía aromas de rosa y jazmín y qu
su pelo era más fino que la seda.
11 crines: pelos que tienen los caballo otros animales por detrás del cuello.
20
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Sé que me amáis —le dijo—, pero n
puedo corresponderos porque micorazón es de Dulcinea...
Cuando el arriero oyó aquellas palabras
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saltó de su cama muerto de celos,
corrió hacia don Quijote y le soltó ta
puñetazo en la mandíbula que le dejoda
a boca bañada en sangre. Y no content
con aquello, se subió a las costillas del
hidalgo y empezó a pateárselas como sfuera un caballo al trote. La cama
soportó mal que bien los tres primerosaltos, pero al cuarto no pudo aguantar
más, y se vino abajo con tal estruendque no quedó nadie despierto en la
venta. Cuando el ventero oyó el golpe
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abrió los ojos de par en par, se levantó
de su cama hecho una furia y entró en e
establo gritando:
—¿Dónde está ese mal bicho dMaritornes, que seguro que est
escándalo
es cosa suya?
Más asustada que una liebre, Maritornecorrió a esconderse en la primera
cama que encontró, que era la dSancho. Y sucedió que, justo entoncesel
pobre escudero estaba soñando con u
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ejército de moros y, al sentir aquel
cuerpo al lado del suyo, creyó que l
ropa se le venía encima y comenzó dar
puñetazos a diestro y siniestro
Maritornes, como es natural, respondicon sus
buenas puñadas, de manera que los doacabaron enzarzados en la más
graciosa batalla del mundo.
Viendo a su dama tan maltratada, earriero corrió a socorrerla, y el ventero
a apalearla, con lo que empezó un
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pelea de todos contra todos en la que no
quedó un solo hueso sano. Y, cuando lo
cuatro quedaron bien molidos y
aporreados, cada cual bajó la cabezavolvió a su cama sin decir esta boca e
mía
se durmió como pudo con su paliza cuestas.
—Sancho, ¿estás despierto? —comenzentonces a decir don Quijote.
—¿Cómo quiere que esté, si aquí no haquien duerma?
—¡Ay, Sancho, que este castillo est
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encantado! ¡No te vas a creer lo que me
ha sucedido! Estaba yo conversando ta
ricamente con una princesa cuando de
pronto ha aparecido un gigante y me hmolido todos los huesos del cuerpo.
—A mí también me han aporreado —respondió Sancho.
—Entonces pídele al señor del castillque te dé aceite, vino, sal y romero,
que voy a hacer el bálsamo de Fierabrápara que sanemos en un periquete.
Salió Sancho de su cama gimiendo d
dolor y volvió con una aceitera, un
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mortero12 y los ingredientes debálsamo, que don Quijote machacdurante un
buen rato mientras decía más de ochentpadrenuestros. Acabada la mezcla, la
echó en la aceitera y se tomó un buerago, y lo primero que sintió fue un
escalofrío que le recorrió todo el cuerpde los pies a la cabeza. Y, antes de que
pudiera guiñar un ojo, comenzó
vomitar, a sudar y a tiritar como si shallara
camino de la muerte.
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—Tápame bien —le dijo a Sanchmientras se metía en la cama.
12 mortero: cuenco de madera en el quse machacan alimentos.
21
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
A pesar de los temblores, don Quijotardó poco en dormirse, y a las tres
horas despertó como nuevo y le dijo Sancho:
—¡Mira qué pronto he sanado gracias a
bálsamo!
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buscar aventuras!
Poco le faltó al bueno de Sancho par
enviar a su amo a lo más hondo del
nfierno, pero al fin obedeció para nfaltar a su deber y se levantó com
pudo.
Mientras tanto, don Quijote abandonó eaposento13, se fue al establo en busca
de Rocinante y le puso la silla dmontar. Y, ya a lomos del caballo, sali
al patiode la venta y le dijo al ventero con voreposada:
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—Muchas gracias, señor, por el buerato que nos habéis dispensado en
vuestro castillo.
—Antes de marcharos —contestó eventero— tendréis que pagar el gasto
que habéis hecho en mi venta.
Don Quijote se quedó de piedra.
—Entonces, ¿esto es una venta? —exclamó—. Pues en verdad os digo que
pensaba que era un castillo. Pero, si euna venta, no pienso pagar, porque a los
caballeros andantes se nos ha de aloja
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de balde por lo mucho que ayudamos a
os necesitados.
—Poco me importa a mí si soicaballero o bandido: pagadme y dejaode
cuentos.
—¡Vos sois un mentecato y un ma
ventero! —dijo don Quijote con gran
ndignación y, como no quería discutirpicó espuelas a Rocinante y salió de la
venta sin comprobar siquiera si sescudero le seguía.
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Entonces el ventero fue en busca dSancho, pero Sancho le soltó que si su
amo no pagaba, él tampoco.
—No temáis, señor ventero —dijeroentonces unos mozos fortachones y
bromistas que se alojaban en la venta—que nosotros le haremos pagar la
cuenta a este desvergonzado...
Y lo que hicieron fue sacar a Sancho rastras hasta el patio, echarlo en
mitad de una manta y lanzarlo arriba abajo como si fuera un muñeco.
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—¡Señor don Quijote, señor doQuijote! —clamaba Sancho a voz en
grito—. ¡Venga a ayudarme, que mmatan!
Al oír aquello, don Quijote se detuvo y
viendo que Sancho no le seguía,
13 aposento: cuarto.
22
Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijotevolvió al galope a la venta parayudarle. Pero el ventero había cerrad
a
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puerta, así que don Quijote no pudhacer otra cosa más que mirar cómo su
escudero volaba como un gorrión al otrado del muro.
—¡Gente endiablada —decía—, no l
maltratéis más!
Media hora estuvieron los mozomanteando a Sancho, que volvió a tierra
firme tan mareado y confuso que apenaograba dar un paso a derechas. La
compasiva Maritornes le ofreció uarro de agua, pero Sancho pidió urago
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de vino, y lo pagó con su propio dineroY, en cuanto se lo acabó, salió de la
venta a lomos de su asno tan apriscomo pudo. El bálsamo y el manteo lo
habían dejado lastimado y dolorido
pero, cuando ya alcanzaba a doQuijote,
echó la vista atrás y dijo con ciertalegría:
—¡Qué demonios, al menos no h
pagado!23
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
El yelmo del barbero y
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la aventura de los galeotes
«¡Malditas aventuras que no son máque desventuras!», se decía Sancho
cuando llegó junto a su amo. Llevabmuchos días recibiendo palos y mápalos
sin que la ínsula de sus sueños asomaspor ninguna parte, y tenía más ganas
de volver a su aldea que de se
gobernador. Sin embargo, decidió seguiadelante, y fue como tirar por el caminde la desgracia, pues aquella misma
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mañana don Quijote confundió a urebaño de ovejas con el ejército de un
emperador moro que se llamabAlifanfarón y odiaba a los cristianos.
—¿Pero no ve que es un rebaño? —l
decía Sancho—. ¿Acaso no oye los
balidos?
—Eso no son balidos —respondió doQuijote—, sino tambores y
rompetas que suenan en son de guerra.
Decidido a castigar a las tropas desoberbio Alifanfarón, don Quijote
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arremetió con su lanza contra las ovejahasta que mató a más de siete y
malhirió a otras tantas. Viendo que aqueoco no iba a dejarles un solo animal
con vida, los dueños del rebañ
empezaron a apedrear a don Quijotpara que
se marchase, y guijarro a guijarro, lmachacaron los dedos, le hundieron dos
costillas y le rompieron tres o cuatr
dientes.—Dame el bálsamo, Sancho —dijo doQuijote cuando acabó la
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granizada—, que ahora lo necesito máque nunca.
Sancho le acercó la aceitera, y su amse bebió de un solo trago todo lo que
quedaba en ella.
—Ahora mírame bien la boca —añadidon Quijote— y dime cuántos
dientes me quedan, porque creo que hescupido lo menos dos.
Sancho le metió los ojos hasta lmismísima garganta, y justo entonces el
bálsamo hizo su efecto: don Quijote n
ogró aguantarse las ganas de vomitar, y
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soltó desde el estómago unperdigonada de aceite que le dejó Sancho las
barbas perdidas. Al ver aquello, epobre escudero sintió tanto asco quambién
él se puso a vomitar sobre su señor, coo que quedaron los dos como de
24
Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijoteperlas.
—Dime lo que has visto, Sancho —dij
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don Quijote.
—Que no le queda un solo diente.
—¿Estás seguro?
—Le digo que le han dejado las encía
más lisas que la palma de mi mano.
—¡Desventurado de mí! —exclamó doQuijote—. Mejor hubiera perdido
un brazo, porque un diente vale más quun diamante y una boca sin muelas es
a peor cosa del mundo.
Aquella jornada, los sorprendió l
noche en lo más espeso de un bosque,
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adonde habían entrado buscando agupara beber y asearse. Y ya sonaba el
rumor de una cascada cuando empezaroa oír un gran estruendo que dejó a
Sancho temblando de miedo.
—¿Qué es eso, señor? —dijo el pobrescudero con los ojos abiertos de par
en par como una liebre asustada.
Sonaban los golpes a compás, como sestuvieran martilleando en un gran
hierro, y no parecía sino que un gigantestuviese dando saltos con una cadena
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a cuestas.
—Tú quédate aquí, Sancho, que yo vo
a averiguar quién es el malandrín
que arma tanto escándalo —anunció doQuijote—. Y si en tres días no he
vuelto, vete al Toboso y dile a mi señorDulcinea que he muerto batallando en
su honor.
—¿Pero es que me va a dejar solo? —replicó Sancho echándose a llorar
como un niño—. Déjese de aventurasseñor, y vámonos de aquí ahora mismo,
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que a veces se va por lana y se vuelvrasquilado.
—No quiero lágrimas, Sancho, porqua sabes cuál es mi deber.
Viendo que don Quijote no s
ablandaba, el escudero decidió valersde su
ngenio para no quedarse solo, aprovechando un despiste de su amo, ssacó
el cinturón y le ató las patas Rocinante. De manera que, cuando doQuijote
quiso marchar, no pudo hacerlo, porqu
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el caballo no podía moverse sino a
saltos.
—Eso es que Dios se ha conmovido comis lágrimas —dijo Sancho
Panza— y ha ordenado que Rocinante nse mueva hasta que llegue el día.
—Dices bien, Sancho, así que m
quedaré contigo hasta que amanezca,
pues el buen cristiano debe obedecer Dios.
Durante la noche, los golpes no cesaro, por culpa del miedo o de algo
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que había comido, a Sancho se lrevolvió el vientre, por lo que tuvo que
descargarlo. Pero, como no se atrevía apartarse ni un pelo de su señor, se bajó
os calzones allí mismo e hizo con e
menor ruido posible lo que nadie podía
hacer por él. Don Quijote, que era dolfato fino, notó en las narices lovapores
que soltaba su escudero, y protest
ndignado:—Apártate, Sancho, que hueles mucho, no a rosas. Apártate, te digo, y, de
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ahora en adelante, tenme más respeto no te alivies tan cerca de mí.
25
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Así pasaron la noche, y cuando eprimer rayo de sol alumbró el cielo,
Sancho Panza desató en silencio lapatas de Rocinante, que empezó a dar
manotadas nada más verse libreEntonces don Quijote dijo:
—¡Ya es la hora de batallar!
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Y echó a correr con su caballo hacia eugar de donde venía el ruido. Con
al de no quedarse solo, Sancho decidiseguir a su señor y, tras caminar un
buen rato bajo los árboles, llegó con é
al pie de la cascada, donde había seis
mazos de batán14 que eran los qudaban los golpes. Al ver aquelloSancho
cambió de pronto el miedo por la risa
e dijo a su señor en plena carcajada:—¿Esos eran los gigantes que iba matar vuestra merced?
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Don Quijote agachó la cabeza de purvergüenza, y se irritó tanto con las
risotadas de Sancho que levantó la lanz le asentó dos buenos palos en las
espaldas.
—¡Cierra esa boca, Sancho! —dijo—Si hubieran sido seis gigantes no te
burlarías tanto!
Y con eso salieron del bosque volvieron al camino.
Al poco rato, comenzó a llover, entonces vieron que se acercaba a lomo
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de un asno un hombre que llevaba algbrillante en la cabeza.
—¡Aventura tenemos, Sancho! —dijdon Quijote—. Porque aquel caballero
que viene por allí trae en la cabeza e
elmo de Mambrino, con el que podré
sustituir el casco que me rompió aqueescudero de Vizcaya.
Hacía mucho tiempo que don Quijotsoñaba con conquistar el yelmo del
moro Mambrino, un casco maravillosdel que los libros decían que volvía
nvencible a quien lo usaba. Pero e
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hombre que venía por el camino no ermás
que un barbero, y lo que llevaba en lcabeza era la bacía15 con que afeitaba
sus clientes. Se la había puesto en l
cabeza para no mojarse el sombrero coa
luvia, y, como la bacía era de hojalata estaba muy limpia, relumbraba desde
muy lejos como si fuese de oro.
—Abre bien los ojos, Sancho —dijdon Quijote—, porque ahora mismo me
verás conquistar el yelmo de Mambrino
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Y, sin decir nada más, galopó contra ebarbero dispuesto a atravesarlo con
su lanza.
—¡Entrégame ese yelmo o morirás! —ldecía.
El barbero, que, sin comerlo ni beberlovio a aquel fantasma cayéndole
encima, saltó de su burro y echó a correpor el campo más ligero que el viento.
En la huida, perdió la bacía, que doQuijote recogió del suelo para ponérsel
en la cabeza. Y, como le costab
encajársela, dijo:
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14 batán: máquina con unos gruesomazos de madera movidos por uncorriente de agua,
que se empleaba para tratar las pieles as telas de lana.
15 bacía: especie de plato hondo couna muesca en un lado. Se llenaba dagua con jabón
se colocaba bajo las barbas durante eafeitado.
26
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Sin duda que el rey moro que mandque le hicieran este yelmo debía de
ener una cabeza enorme.
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Al oír que don Quijote llamaba yelmo a bacía, Sancho no pudo
aguantarse la risa.
—¿De qué te ríes, Sancho?
—De lo mucho que se parece ese yelma una bacía.
—Eso es porque algún ignorante, nsabiendo el tesoro que tenía entre
manos, lo ha transformado en bacíapero yo llevaré este yelmo a un herrer
me lo arreglará. Y, mientras tanto, me l
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dejaré puesto, y me librará la cabeza de
más de una pedrada.
En esto, Sancho se fijó en el burro debarbero y, viendo que llevaba una
buena albarda16, le preguntó a su amo spodía quedársela, a lo que respondió
don Quijote:
—Sobre las albardas del enemigo laeyes de la caballería no dicen nada,
pero quédate con esa si es tu gusto.
Así que Sancho tomó la albarda y se l
puso a su borrico, que quedó de lo
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más lindo. Y, cuando volvieron acamino, le dijo a su amo:
—¿Sabe qué he pensado hace umomento, cuando lo veía luchar contrel
del yelmo de Martino?
— Mambrino, Sancho, se dicambrino.
—Martino o Mambrino, lo que hpensado es que tiene vuestra merced la
peor figura del mundo, por lo que mubien podría llamarse el Caballero de la
Triste Figura.
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—El Caballero de la Triste Figura... —dijo don Quijote paladeando las
palabras—. Me parece bien, Sancho, dmodo que a partir de ahora me llamaré
16 albarda: especie de almohadón qu
se coloca sobre el lomo de un animapara ponerle
una carga encima.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
así, como otros se han llamado eCaballero del Unicornio o el Caballerde la
Ardiente Espada.
ada más decir aquello, don Quijotalzó los ojos y vio que por el camino
venía una docena de hombres en hilera
atados todos a una misma cadena dehierro. Llevaban esposas en las muñeca candados en los pies y caminaban
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vigilados por cuatro guardas: dos caballo, armados con escopetas, y dos pie,
que llevaban lanzas y espadas.
28
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Esos que vienen por ahí —dijSancho— son presos que vacondenados
a remar en las galeras del Rey17.
—¿Quieres decir que los llevan contr
su voluntad?
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—Así es.
—Entonces mi deber de caballero e
socorrerlos y ponerlos en libertad.
—No haga eso, señor —advirtió Sanch—, que esos hombres son
delincuentes castigados por la justicia.
Don Quijote se acercó a los prisionero
les preguntó uno por uno qué
delito habían cometido, y todorespondieron lo mismo: que loenviaban a
galeras de forma injusta. En esto, e
galeote que iba al final de la hilera l
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gritó a
don Quijote:
—¡Deje de meterse en lo que no lmporta!
Era un hombre de unos treinta años, dbuena estampa pero algo bizco. Él
solo llevaba más cadenas que todos lo
demás juntos, y era porque tenía más
delitos que ninguno, y los guardaemían que se escapase.
—Ese bellaco —dijo el comisario quba a la cabeza de los galeotes— es el
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famoso Ginés de Pasamonte, que ya hpasado cuatro años en galeras y morirá
remando.
—Si quiere saber mi vida —le advirtiel tal Ginés a don Quijote—, léala
cuando la publique.
—¿Acaso eres escritor?
—Sí soy, y uno de los mejores del reinoHe escrito las verdades de mi vida
con tanta gracia que no hay mentiras qumaravillen tanto.
Don Quijote se quedó callado, pensand
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en todo lo que le habían contado
os galeotes, y luego se acercó al jefe d
os guardas y le dijo:
—Señor comisario, libere a estonfelices, pues van a galeras contra su
voluntad.
—¿Que los libere?
—Sí, porque no hay que convertir eesclavos a los hombres que Dios hizo
ibres.
—¡Menuda majadería! —replicó e
comisario—. ¿Cómo voy a soltar a esto
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criminales? Vamos, señor, póngase bieel orinal que lleva en la cabeza y siga s
camino, que no tenemos tiempo parescuchar disparates.
Al oír aquello, don Quijote enrojeció d
rabia y exclamó:
—¡Maldito bellaco! ¿Cómo te atreves nsultarme?
Y al instante cargó contra el comisario o derribó del caballo con un golpe
de lanza.
Viendo aquello, los demás guarda
empuñaron sus espadas y arremetieron
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contra don Quijote; pero, al advertir quos galeotes trataban de romper sus
17 galeras: grandes barcos de guerrmpulsados por remos. A lo
delincuentes que eran
condenados a remar en las galeras se lolamaba galeotes.
29
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
cadenas para ponerse en fuga, nsupieron adónde acudir: si contra los
prisioneros o contra el loco de la bacía.
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Sancho, pensando que su deber eracabar lo que había empezado su amo,
ayudó a liberarse a Ginés de Pasamontequien luego rompió las cadenas de sus
compañeros, cogió la escopeta de
comisario y amenazó a los guardas
diciéndoles:
—¡Marchaos ahora mismo o no lcontaréis!
Temiendo por su vida, los guardaecharon a correr por mitad del campo
hasta perderse de vista, y entonces lo
galeotes desnudaron al comisario para
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quedarse con sus ropas. Sancho lmiraba todo con tristeza, diciéndose a s
mismo: «Ahora los guardas avisarán a lSanta Hermandad18 y mi señor y yo
acabaremos en la horca por habe
soltado a estos criminales». DoQuijote, en
cambio, estaba de lo más satisfecho.
—Para agradecerme la libertad que ohe dado —les dijo a los galeotes—,
quiero que vayáis al Toboso y le contéia mi señora Dulcinea lo que don
Quijote ha hecho por vosotros.
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—Eso no puede ser —contestó Ginés dPasamonte—, porque si fuéramos
odos juntos, la Santa Hermandad nardaría en encontrarnos. Si queréis,
podemos rezarle a vuestra señora un pa
de oraciones, pero lo de pedirnos que
vayamos al Toboso es pedirle peras aolmo.
—¡Hijo de la gran puta! —bramó doQuijote—, ¿así me agradeces lo que
he hecho por ti?
Al oír aquello, Pasamonte, que n
aguantaba insultos de nadie, les guiñó el
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ojo bizco a sus compañeros, que nadmás ver la señal empezaron a coger
piedras del suelo y a tirarlas contra doQuijote. Sancho se refugió de la
pedrisca detrás de su asno, y do
Quijote intentó protegerse con el escudopero
aun así recibió tantas pedradas que caycon Rocinante al suelo. Un galeote le
robó la chaquetilla que llevaba, otro l
quitó la bacía e intentó hacerla pedazoscontra el suelo, y los demás corrierohacia Sancho y le quitaron la ropa hasta
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dejarlo en camisa.
Cuando los galeotes se hubieron ido
Sancho comenzó a lamentarse
diciendo:
—¡Y lo peor es que la Santa Hermandavendrá por nosotros para
ahorcarnos!
—¡Ay, Sancho —suspiró don Quijotlevándose las manos a la cabeza—, si
e hubiera hecho caso, no nos habrípasado todo esto!
—¡A ver si así escarmienta! Y ahor
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corra si no quiere acabar en la cárcel,
que la Santa Hermandad no se anda co
chiquitas.
—Eres hombre cobarde, Sancho, peresta vez seguiré tu consejo por
18 La Santa Hermandad era la policíque vigilaba los caminos.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijotecomplacerte y nos esconderemos comdices.
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Así que Sancho levantó a su amo y Rocinante, ayudó a don Quijote a
montar, subió a lomos de su borrico uego los dirigió a todos hacia laásperas
montañas de Sierra Morena, pensanden pasar allí unos cuantos días hasta qu
a Santa Hermandad se olvidase dellos.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Don Azote en Sierra Morena
Aunque iba molido por las pedradasdon Quijote entró en Sierra Morena coel
corazón alegre, pues pensó que entraquellas montañas le esperaban más
aventuras que en ninguna otra parte. Averse lejos de los caminos y de los
malnacidos galeotes, Sancho sacó de su
alforjas un mendrugo de pan y unrozo de queso, y agradeció a Dios qu
Ginés y sus compinches no le hubiesen
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quitado la comida además de la ropaPero, justo cuando empezaba a llenar la
panza, don Quijote descubrió entre unoarbustos una maleta medio podrida y
e pidió a Sancho que la abriese. E
buen escudero obedeció tan rápidcomo
pudo, y sacó de la maleta cuatro camisade hilo fino, un librillo de memoria19
muy bien encuadernado y un pañuelo co
más cien escudos20 de oro.—Acércame el libro, Sancho —dijo doQuijote—, y quédate con el dinero,
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porque te lo mereces más que nadie eel mundo.
Al oír aquello, Sancho se alegró tantque se puso de rodillas ante su señor
le besó las manos más de veinte veces
—¡Por fin una aventura de provecho! —decía—. ¡Ahora sí que doy por bien
empleados todos los palos y pedradaque he recibido!
Mientras Sancho enloquecía dfelicidad, don Quijote se puso a hojeael
ibrillo de memoria, y, como vio qu
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estaba lleno de poemas de amor, decidi
quedárselo, porque siempre había sid
muy aficionado a los versos. Sancho le
pidió que le leyese algún poema, a lque don Quijote respondió recitando co
mucho sentimiento un hermoso sonetsobre las crueldades del amor. Acabado
el poema, los dos andantes siguieron scamino peñas arriba, y así fue como al
poco rato llegaron a un verde pradleno de flores por donde corría u
manso
arroyuelo.
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—¿Sabes qué he decidido, Sancho? —dijo entonces don Quijote—. Que voy
19 librillo de memoria: diario, cuadernde apuntes.
20 escudo: moneda antigua.
32
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
a quedarme unos días entre estas áspera
montañas haciendo penitencia21.Porque debes saber que todos locaballeros andantes, cuando era
raicionados
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por su dama, se retiraban a la soledadel monte para llorar y dar tumbos y
rasgarse la ropa como si hubieraperdido el juicio.
—¿Queréis decir que Dulcinea se h
encariñado con otro y ya no os quiere?
—Claro que no, Sancho, pero en esestá el punto. Porque, ¿qué gracia tiene
volverse loco cuando a uno le damotivos? El toque está en desatinar si
razónalguna para que Dulcinea piense: «si mdon Quijote hace esto en seco, ¿qué no
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haría en mojado?».22
—¿Y qué hago yo mientras vuestr
merced llora y suspira?
—Irás al Toboso y le llevarás una carta Dulcinea. Y yo te pagaré el favor
escribiéndole a mi sobrina para que tregale tres pollinos23 muy buenos que
engo, en mi establo.
—Me parece bien —dijo Sancho.
—Como no tengo papel, voy a escribias cartas en este librillo que nos
hemos encontrado, pero antes de llega
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al Toboso acuérdate de buscar a un
maestro de escuela para que te copie l
carta de Dulcinea en un papel más
apropiado.
—Pero entonces ella se dará cuenta dque la letra no es suya...
—Eso no importa, Sancho, porqu
Dulcinea no sabe leer ni escribir, ni
amás ha visto mi letra, pues nuestroamores han sido platónicos.24
—¿Quiere decir que nunca ha habladcon ella?
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—Ni le he hablado ni la he visto más dres veces en toda mi vida, porque
su padre, Lorenzo Corchuelo, apenas ldeja salir de casa, por miedo de que
vuelva loco de amor al primer hombr
que se cruce con ella.
—¿Me está diciendo que Dulcinea deToboso es Aldonza Lorenzo, la hija
de Lorenzo Corchuelo?
—Esa misma —respondió don Quijot—, y es tan hermosa y delicada que
merece ser la reina de todo el universo.
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—¡Yo la conozco de sobras, y sé que euna moza hecha y derecha y de pelo
en pecho! Da unas voces que dejasordo y levanta un saco de patatas emenos
que canta un gallo. ¡Y yo que pensabque la señora Dulcinea era una
princesa...!
—Cuida lo que dices, Sancho, que parmí Dulcinea vale tanto como la más
alta princesa de la tierra. Y poco mmporta que no sea de alto linaje, porquo
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a pinto en mi imaginación como deseo.
21 hacer penitencia: maltratarse e
cuerpo para purificarse el alma.
22 Es decir, '¿qué sería capaz de hacesi tuviera motivo?'
23 pollino: asno de poca edad.
24 amor platónico: el que mantienedos personas que se limitan a mirarse hablarse, sin
hacerse caricias ni darse besos.33
Miguel de Cervantes [Adaptación
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Don Quijote
—¡Y hace muy bien! —concluyó Sanch
—. Pero no hablemos más y
póngase a escribir.
Don Quijote se apartó un poco parredactar las cartas a solas, y luego le
dijo a Sancho que iba a leerle la d
Dulcinea por si perdía el librillo durantel
viaje.
—No vale la pena, señor, porque tengan mala memoria que a veces me
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olvido hasta de cómo me llamo. Pero, dodas formas, léamela, que me gustará
oírla.
Don Quijote leyó la carta, y a Sancho lpareció que era lo más sentido que
había oído en todos los días de su vida.
—¡Cómo escribe vuestra merced! —
dijo—. ¡Si sabe más que el diablo! Per
ahora escríbale a su sobrina por lo dos pollinos.
En cuanto don Quijote acabó la segundcarta, Sancho montó en su borrico
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para ponerse enseguida en camino, persu amo le dijo que aguardase un
momento:
—Espera, Sancho, que voy a darme unocuantos cabezazos contra esas
peñas para que puedas contarle Dulcinea las locuras que hago por ella.
—No es necesario, señor, que yo le dirque se ha dado mil cabezazos
contra una roca más dura que ediamante.
—Entonces espera al menos a que hag
dos docenas de locuras.
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—Le digo que no se moleste, señor.
Pero don Quijote no le hizo caso, sin
que se quitó los calzones a toda prisa
comenzó a dar volteretas desnudo dcintura para abajo, enseñando cosas que
Sancho habría preferido no ver. «¡Biepuedo jurar que mi amo está loco!», se
dijo el buen escudero, y con espensamiento se puso en camino.
Aquella noche durmió Sancho al raso, al día siguiente pasó ante la venta
donde lo habían manteado y se detuvo
a puerta diciéndose: «¿Entro o no
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entro?». Estaba muerto de hambre quería probar un plato caliente porque
levaba muchos días comiendo fiambrepero no se atrevía a entrar por no
revivir los malos recuerdos del manteo
Y en esa duda estaba cuando salieron
de la venta dos hombres y dijeron a uiempo:
—Pero ¿aquel no es Sancho Panza?
Lo habían reconocido con tanta facilidaporque aquellos dos hombres eran
el cura y el barbero de la aldea, lo
mismos que le habían quemado lo
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ibros a
don Quijote. Al verlos venir, Sanch
estuvo a punto de ponerse en fuga parno
ener que contestar preguntas incómodas
pero al fin decidió quedarse por no
evantar sospechas.
—¿Dónde está vuestro amo, SanchPanza? —le dijo el cura al acercarse.
—Es un secreto, y no pienso decirlo.
—Entonces pensaremos que lo habéimatado —le avisó el barbero—, pues
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salisteis de la aldea con él y ahora vaisolo.
—Yo no soy hombre que mate a nadi—protestó Sancho—. Don Quijote
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
está haciendo penitencia en el montmuy a su sabor, y yo voy al Toboso a
levarle una carta a Dulcinea, de la qu
mi amo está enamorado hasta los
hígados.
—Entonces dejadnos ver la carta y ocreeremos.
Sancho se metió la mano en el pechpara buscar el librillo, pero por más
que se palpó no dio con él, pues do
Quijote se lo había quedado sin darse
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cuenta.
—¡Ay! —gritó Sancho más pálido qu
un muerto, y empezó a arrancarse las
barbas y a aporrearse las narices, de tadisgustado como estaba.
—Pero ¿qué os pasa? —le preguntmaese Nicolás, muy alarmado.
—Que he perdido tres pollinos comres castillos, porque no encuentro las
cartas de mi señor.
—Pero seguro que las recordaréis —ladvirtió el cura—, así que no tenéis
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más que dictármelas para que las copie.
—Sí que las recuerdo, sí. La d
Dulcinea decía...
En su carta, don Quijote llamaba Dulcinea «alta y soberana señora», le
contaba que tenía el corazón herido damor, le juraba que se pasaba las noche
pensando en ella y se despedídiciéndole: «Besa vuestros pies, ECaballero de
a Triste Figura». Sancho se pasó ubuen rato tratando de hacer memoria de
odo aquello, pero, por más que s
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rascaba la cabeza y miraba unas veceal
suelo y otras al cielo, no recordaba unsola palabra. Hasta que al fin, después
de haberse roído la mitad de la yema d
un dedo, dijo con satisfacción:
—¡Ya me acuerdo! La carta de Dulcinedecía: «Alta y sombreada señora,
estoy muy mal del corazón y no pueddormir porque me paso toda la noche
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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besuqueándoos los pies».
El cura tuvo que esforzarse mucho par
no reírse.
—¡Qué buena memoria! —dijo—Enseguida buscaré papel y copiaré esas
delicadas palabras. Pero ahora entracon nosotros a la venta, que ya es horde
comer.
—Mejor sáquenme algo caliente —dijSancho—, porque prefiero no entrar.
El cura y el barbero no entendieron qu
podía tener Sancho contra aquella
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venta, pero no quisieron preguntar mássino que le sacaron un plato caliente y
uego se entraron a comer. Durante ealmuerzo, el cura estuvo pensando de
qué modo podían devolver a do
Quijote a la aldea, y al final le dijo abarbero:
—Lo mejor que podemos hacer es quo me haga pasar por una princesa
menesterosa25 y vos por mi escudero,
que le pidamos a don Quijote que nosacompañe a nuestro reino para matar un gigante que no nos deja vivir.
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Como al barbero le pareció buena ideae pidieron a la ventera unas
prendas con las que disfrazarse. El curse puso un manto y una falda, y maese
icolás se tapó media cara con una col
de buey que hacía las veces de barba.
Pero, al salir de la venta, el cura pensque no era decente que un hombre de
glesia fuese por los caminos vestido dmujer, así que le dijo al barbero:
—Dadme esas barbas, que yo haré descudero y vos de doncella.
Estaban cambiándose las ropas cuand
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de pronto apareció Sancho, que
estuvo a punto de morirse de risa a
verlos.
—¿Adónde van vestidos de carnaval—les dijo.
—A ayudar a vuestro amo.
—Mi amo no necesita ayuda, porque d
aquí a dos días será emperador, y a
mí me hará gobernador de una ínsula.
—Para que vuestro amo sea emperado—dijo el barbero—, hay que sacarlo
de su penitencia, o perderá la vida ante
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de que pueda ganar su primer reino.
Entonces el cura le explicó a Sancho e
plan que tenían.
—Debéis llevarnos hasta don Quijote —e dijo—, y no nos descubráis, o
amás seréis gobernador.
—Pero yo tengo que llevarle la carta
Dulcinea...
—¿Qué necesidad tenéis de ir aToboso? Basta con que le digáis a don
Quijote que habéis encontrado Dulcinea con muy buena salud y co
muchas
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ganas de verle.
Tanto le insistieron, que Sancho Panz
acabó por ceder y dar media vuelta.
Y así fue como al día siguiente entraroen Sierra Morena, en una de las
ornadas más calurosas del mes dagosto. Al llegar a un bosquecilloSancho les
dijo al cura y al barbero:
—Quédense aquí vuestras mercedesque yo me adelanto para avisar a don
Quijote de que se vaya vistiendo.
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25 menesterosa: necesitada de ayuda.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Al cura y al barbero les pareció bienasí que se sentaron a descansar a la
sombra de unos árboles mientras Sanchba en busca de su señor.
—¡Si será mala la locura de don Quijot
—dijo el cura— que se le hacontagiado a Sancho en un visto y nvisto!
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—Así es —respondió el barbero—, y lpeor es que...
ba a añadir algo cuando de prontempezó a oírse una voz dulcísima que
cantaba con honda, tristeza. Llenos d
curiosidad, el cura y maese Nicolás se
asomaron por entre unos arbustos, y asdescubrieron que el que cantaba era un
oven labrador. Se había metido en uarroyo para refrescarse los pies, qu
erande una finura deslumbrante: más blancoque la nieve y tan delicados como si
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sólo hubieran caminado sobre alfombrade flores. Pero lo que más asombró al
cura y al barbero fue que el muchachocreyéndose a solas, se quitó de pronto e
gorro que llevaba y dejó caer sobre su
hombros una melena larga y tan rubia
que parecía de oro puro.
—¡Pero si es una mujer! —susurró ecura.
—¡Y la más hermosa del mundo! —exclamó el barbero.
Como lo dijo más alto de lo que debía
a muchacha alcanzó a oírlo, y se
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asustó tanto al notar que la espiaban qusalió a toda prisa del arroyo y echó a
correr como alma que lleva el diablo.
—Deteneos, señora —dijo el cura—que no queremos haceros daño, sino
serviros como buenos cristianos.
La muchacha no le hizo caso, pero s
carrera terminó muy pronto, porque,
como sus pies eran tan delicados, npudo sufrir la aspereza de las piedras, y
acabó cayendo al suelo. Y allí se quedópensativa, sin decir nada y con gesto
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muy triste. El cura y el barbero se lacercaron, y trataron de animarla lmejor
que supieron, pero la muchacha siguimuda por un buen rato como si hubiese
perdido la lengua hasta que los dohombres se ganaron por fin su confianz
ella aceptó contarles su historia.
—Me llamo Dorotea —dijo— y vo
buscando a un hombre al que quieromás que a mi propia vida. Su nombre edon Fernando, y es un joven rico y de
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alto linaje. Yo le entregué mi cuerpo mi alma porque me dio palabra de
matrimonio, pero hace algunas semanase marchó de su casa sin despedirse de
mí y ya no he vuelto a saber nada de é
Así que voy buscándolo por los
caminos para hablarle, porque mcorazón no descansará hasta que sepas
razones por las que don Fernando me h
desdeñado. Y el motivo por el que voyvestida de hombre es para evitar lopeligros que corremos las mujere
cuando
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viajamos solas.
El cura y el barbero se comprometiero
a ayudar a Dorotea en su búsqueda,
ella les agradeció la ayuda con dulcepalabras.
—Pero, díganme, ¿y vuestras mercedequé hacen en la sierra? —preguntó
a muchacha.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Y así fue como supo de la locura de do
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Quijote y de la artimaña26 con que
el cura y el barbero querían devolverl
a su casa.
—Yo os ayudaré —dijo Dorotea—: mpondré mis ropas de mujer y haré de
princesa con mucha propiedad, porquhe leído más de una docena de libros de
caballerías y conozco muy bien su estil las costumbres de las princesas.
De modo que, cuando Sancho volvió, sencontró frente a frente con la
mujer más bella que había visto en s
vida. Dorotea se había puesto un manto
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precioso que redoblaba su hermosura levaba un collar de esmeraldas que
parecía digno del cuello de una reina.
—¿Quién es esta fermosa doncella? —preguntó.
—Es la princesa Micomicona —lrespondió el cura—, que busca a don
Quijote para pedirle que la vengue de ugigante y promete pagarle el favor con
muchas riquezas.
—¡Dichoso hallazgo! —exclamó SanchPanza—. ¡Ya verá qué pronto mata
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mi señor a ese hideputa de gigante!
Cuando llegaron por fin junto a do
Quijote, lo encontraron más flaco y
amarillo que nunca, porque llevaba tredías pegando brincos y dándose
cabezadas contra los árboles sin comeotra cosa más que hierbas. Dorotea se l
acercó en compañía del barbero de lafalsas barbas y se arrodilló diciendo:
—¡Oh valeroso caballero!, no mevantaré de aquí fasta que me otorguéis
un don que quiero pediros.
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—Yo vos lo concedo siempre que nhaga daño a mi patria ni a mi señora
Dulcinea del Toboso —respondió doQuijote.
—Señor mío, yo soy la princes
Micomicona, y he venido desde eejano
reino de Micomicón para pediros qumatéis al gigante Pandafilando, que
quiere quitarme el trono. Mi padre, qu
es un mago muy sabio, me dijo que enEspaña encontraría al caballero mávaleroso del mundo, que se llama don
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Azote o don Cogote...
—Don Quijote, señora, don Quijote —
corrigió Sancho.
—Mi padre también me dijo que podríreconocer al caballero que buscaba
porque tiene un lunar pardo con dopelos muy negros debajo del hombro
zquierdo...
—Sancho, hijo —dijo entonces doQuijote—, ayúdame a quitarme la
camisa, que quiero ver si soy yo escaballero.
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—No hace falta, señor —respondiSancho—, que yo he visto que vuestra
merced tiene en la espalda un lunar codos pelos más gruesos que las cerdas
de un cepillo.
—Entonces pongámonos en caminoseñor don Quijote —dijo Dorotea—,
pero con la condición de que no oentrometáis en ninguna otra aventurfasta
que me venguéis de Pandafilando. Y, ssalís victorioso, me casaré con vuestra
26 artimaña: maniobra astuta que s
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hace para conseguir algo.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
merced para haceros rey, y así podréinombrar a Sancho gobernador de una de
mis ínsulas.
—¡Viva la princesa Micomicona! —dijSancho, loco de felicidad, y corrió a
besar las manos de Dorotea.
En cambio, don Quijote respondió corostro serio:
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Señora mía, lo de casarme con SAlteza es imposible, porque mi corazón
es de Dulcinea del Toboso.
Sancho no podía creerse lo que estaboyendo.
—Pero, ¿es que va a dejar plantada una princesa para irse con la hija de
Lorenzo Corchuelo? —exclamó—. ¡Asamás seré gobernador! Pero ¿no ve que
Aldonza Lorenzo no le llega a doñ
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Micomicona ni a la suela del zapato?
Al oír aquello, don Quijote se irrit
anto que levantó la lanza sobre Sancho
le soltó dos buenos palos en laespaldas.
—¡Villano, majadero! —gritó—. ¡Retiro que has dicho de Dulcinea o te
quedarás sin la ínsula que he ganadpara ti!
—Lo retiro, señor —dijo Sanchponiéndose de rodillas—, y perdóneme
pero es que yo no sé callarme cuand
una cosa me viene a la punta de la
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engua...
—Ya lo sé, Sancho, y perdóname t
ambién, pues no logro reprimirme
cuando alguien habla mal de la señorde mi alma.
Satisfechos los dos, el grupo se puso ecamino y, nada más salir de Sierra
Morena, se les unió el cura, que fingique pasaba por allí por pura casualidad
Aquella tarde, el barbero cayó poaccidente de su caballo y perdió dgolpe sus
barbas postizas, con lo que estuvo
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punto de dar al traste con la artimaña de
cura. Don Quijote lo vio todo, pero l
dio una explicación acorde a lo quhabía
eído en sus queridos libros:
—¡Si serán malvados los encantadoreque me persiguen —exclamó— que
e han quitado a este hombre las barbacomo quien no quiere la cosa, tan sólo
para advertirme de que no vaya al reinde Micomicón! Pero esos avisos no van
a asustarme, porque, cuando lo
caballeros como yo tenemos un debe
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que
cumplir, no hay encantador en el mund
que pueda ponernos miedo.
Mientras don Quijote pensaba en voalta, el cura se acercó al barbero y
volvió a pegarle las barbas con muchdisimulo, después de lo cual dijo unas
palabras mágicas que, según él, servíapara devolverle las barbas al que las
había perdido.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
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Don Quijote
—Entonces tendréis que enseñarme es
conjuro —dijo don Quijote, muy
admirado—, porque, si vale para pegabarbas, también servirá para cerrar las
heridas que los caballeros recibimos dcontinuo en nuestras batallas.
En eso llegaron junto a una fuente, dondse detuvieron a almorzar y,
cuando volvieron al camino, don Quijotse apartó del resto junto a Sancho y le
preguntó qué había dicho Dulcinea a
recibir la carta.
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—A decir verdad —respondió eescudero—, no llegué a entregarlvuestra
carta...
—Ya lo sé, Sancho, porque el librill
me lo quedé yo sin darme cuenta. Pero
seguro que se la dictaste de memoria algún maestro.
—Se la dije a un sacristán, y la copió apie de la letra.
—Y dime, Sancho, ¿qué hacía la reinde la hermosura cuando la viste? Sin
duda estaría ensartando perlas
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bordando unas sedas con hilo de oro...
—Cuando yo llegué estaba cubriendo d
sal unos lomos de puerco.
—Pero seguro que al acercarte a ellsentiste un delicioso aroma de rosas...
—Lo que noté fue un olorcillo alghombruno, pero sería que estaba
sudada de tanto traer y llevar lopuercos.
—No sería eso, Sancho, sino que testarías algo acatarrado, o que te oliste
a ti mismo, porque mi Dulcinea huel
mejor que los lirios del campo. Pero,
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¿sabes qué es lo que más me maravillaSancho? Que sólo has tardado tres días
en ir al Toboso y volver. Seguro qufuiste y viniste por los aires, ayudadpor
algún hechicero que me aprecia.
—Eso sería, señor —respondió Sanch—, porque yo noté que mi borrico
andaba como si volara.
Así siguieron un buen rato, don Quijothaciendo preguntas y Sancho
contestándolas con lo primero que l
venía a la lengua. Y, aunque el pobre
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escudero salió bien de la pruebamaldijo a quienes le habían obligado decir
antos embustes, pues había sudado cieveces más con aquellas pocas mentiras
que en toda una vida de trabajar en ecampo.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Don Quijote y sus demonios
Tras pasar la noche al raso, la princes su séquito27 se recogieron en la venta
donde habían manteado a Sancho, quiehubiera preferido seguir adelante por
no revivir aquel mal recuerdo. Do
Quijote pidió acostarse enseguidporque
ba muy cansado, así que la ventera l
preparó una cama en el mismo aposentoque la otra vez, pero a condición de qua pagase como era debido. Los demás
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se sentaron a comer y, ya en lsobremesa, charlaron sobre la locura ddon
Quijote y sobre los libros dcaballerías. El ventero explicó que tenídos o tres,
que disfrutaba mucho cuando algunde sus huéspedes los leía en voz alta al
amor de la hoguera.
—¡Santo Dios —dijo—, y qu
espadazos pegan esos caballeros! Aveces
hasta me dan ganas de echarme al mont
buscar algún dragón para cortarle la
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cabeza.
—Pues a mí lo que más me gusta —
confesó Maritornes— es cuando el
caballero abraza a su dama bajo unaranjo y empieza a susurrarle palabra
de
amor...
—Esos libros están Henos de disparate—advirtió el cura—, y lo mejor que
se podría hacer con ellos es quemarlosporque no dicen una sola palabra que
sea verdad.
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—Pero, ¿qué está diciendo? —protestel ventero—. ¿Acaso es mentira que
el caballero Felixmarte de Hircanirebanó el cuello de cinco gigantes coun
solo golpe de espada y que Cirongilide Tracia ahorcó a un dragón con sus
propias manos?
—Ni esos caballeros existieron —contestó el cura—, ni jamás se ha vist
undragón en todo el mundo. Pero, puestque no me creéis, pedidle a Dios que
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esos libros no os sequen el cerebrcomo a nuestro don Quijote.
En eso estaban cuando de prontsintieron un gran alboroto y vieron que
Sancho salía corriendo del aposento d
su amo.
—¡Vengan todos a ayudar a mi señor —decía a gritos—, que está luchando
contra el gigante Pandafilando y acabde cortarle la cabeza como si fuera un
27 séquito: grupo de personas quacompañan a un rey, un príncipe o unoble.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
nabo!
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Eso no puede ser —dijo el cura—porque Pandafilando está en la otra
punta del mundo.
—¡Les digo que entren a ayudar a mamo, y verán el suelo lleno de sangre
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la cabeza del gigante en un rincón, ques tan grande como un cuero de vino!
Al oír aquello, el ventero se llevó lamanos a la cabeza.
—¡Que me maten —dijo— si do
Quijote no ha dado alguna cuchillada a
os cueros de vino tinto que hay a lcabecera de su cama! ¡Y la sangre qudice
este buen hombre será el vino que se h
derramado...!Temiéndose lo peor, el ventero y lodemás corrieron al aposento, donde
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encontraron a don Quijote con la espaden alto, acuchillando los cueros de
vino. Estaba en camisa, lo que le dejabal aire unas piernas largas y flacas y
mucho más peludas que limpias. Y l
mejor era que tenía los ojos cerrados,
porque estaba soñando que ya habílegado a Micomicón y que batallaba
contra el gigante Pandafilando.
—¡Pelea, malandrín —le gritaba—, quaquí se acabarán tus fechorías!
Cuando el ventero vio los cueros rotos
el suelo encharcado de vino, se
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enfureció tanto que saltó sobre doQuijote y empezó a aporrearle la cabeza
puño limpio. Y sin duda se la hubierpartido en dos de no ser porque el cura
el barbero lograron sujetarlo a tiempoPero ni aun así despertó don Quijote, de
modo que maese Nicolás le echó encimun jarro de agua fría para que abriese
os ojos de una vez.
Mientras tanto, Sancho se puso a gatas comenzó a buscar por el suelo la
cabeza del gigante.
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—Como no la encuentre —decía—, mquedo sin ínsula. Pero tiene que
estar por aquí, porque yo la he vistcaer...
«¡Válgame Dios!», pensaban todos
«Está peor Sancho despierto que su am
durmiendo».
En esto, don Quijote confundió la sotandel cura con las faldas de
Micomicona y se arrodilló ante él pardecirle:
—Fermosísima princesa, el gigante y
está muerto.
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Al oír aquello, Sancho Panza se puso epie de un salto y gritó loco de
alegría:
—¿No lo decía yo? ¡Venga esa ínsulaque Pandalifando está muerto y
requetemuerto!
Eran tantos los disparates que decía
entre don Quijote y Sancho que nadie
podía aguantarse la risa. El único questaba serio era el ventero, que repetía
una y otra vez:
—¡Por mi vida que esos cueros me lo
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van a pagar!
Al final, entre el cura y el barber
ograron acostar a don Quijote, que se
quedó dormido en un santiamén, y luegapaciguaron al ventero
prometiéndole que le pagarían siregatear lo que valiesen los cuerorotos.
En el resto de la tarde no les sucedinada que merezca la pena contar, pero
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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a eso del anochecer se oyeron en ecamino unos cascos de caballo que
anunciaban la llegada de un nuevhuésped. El ventero salió a recibirlo co
muy buen ánimo, confiando en que e
gasto del viajero compensase la pérdid
del vino, y se encontró con un caballeralto y apuesto, vestido con ropas
nuevas y caras, propias de un hombrrico y de alto linaje.
—Señor ventero, ¿hay posada? —dijo erecién llegado nada más apearse
del caballo.
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Cuando Dorotea oyó aquella voz, squedó más blanca que la cera, lanzó
un hondo suspiro que le salió del fonddel alma y cayó desmayada al suelo. En
eso, el caballero entró en la venta y, a
ver a la dama desfallecida, abrió loojos
de par en par como si hubiera visto uángel del cielo.
—¡Dorotea! —empezó a gritar—, ¿qu
es lo que te pasa?Y es que el recién llegado no era otrque don Fernando, el caballero al que
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Dorotea buscaba por los pueblos caminos de Andalucía y de la ManchaAl
legar junto a su antigua amada, doFernando la tomó en sus brazos y ldijo:
—¡Ay Dorotea, no sabes cuánto me harrepentido de la maldad que te
hice! Vuelve en ti y perdóname, qulevo mucho tiempo buscándote para
casarme contigo según te prometí.Cuando Dorotea recobró el sentido oyó que don Fernando quería casarse
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con ella, comenzó a llorar de alegría coanto sentimiento que no hubo nadie
en la venta que no derramase algunaágrimas con ella. Lloró Maritornes,
loraron el barbero y el cura, lloró e
ventero y lloró su mujer, y hasta el
mismísimo Sancho acabó bañado elanto, aunque era el único que nloraba
de felicidad, sino por la amargura d
haber descubierto que la tal Micomiconno era una princesa, sino una simpldama que se llamaba Dorotea. Y, par
que
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don Quijote lo supiese y no siguierhaciéndose ilusiones, fue a buscarlo a s
aposento y le dijo con mucha tristeza:
—Duerma lo que quiera, señor TristFigura, y olvídese de Pandafilando,
porque ya todo ha terminado.
—Así es, Sancho —respondió do
Quijote—, porque le he cortado lcabeza
a ese gigante en la más fiera batalla quse haya visto nunca.
—¡Ay, señor, no se engañe, que e
gigante muerto es un cuero de vino y su
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cabeza es la puta que me parió!
—¿Qué dices, loco?
—Digo que, si vuestra merced sevanta, verá a la tal Micomicona
convertida en una dama que se llamDorotea.
—Ya te he dicho mil veces, amig
Sancho, que este castillo está encantado
por lo que no debes creer nada de lo quveas ni oigas entre estos muros. Pero,
con todo, ayúdame a vestirme, ququiero ver esa transformación que dices
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Mientras tanto, Dorotea le explicó a sprometido quién era don Quijote, así
que cuando el hidalgo salió de saposento con la lanza en la mano y lbacía en
a cabeza, don Fernando ni siquierpestañeó, como si estuviera viendo lcosa
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijotemás normal del mundo. Don Quijotatravesó la sala en silencio, clavó lo
ojos
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en Dorotea y le dijo con voz serena grave:
—Ya he sabido, ¡oh fermosa señoraque habéis dejado de ser princesa para
convertiros en una dama, pero, si l
habéis hecho por miedo, ya podéis ser
princesa otra vez, porque acabo dmatar al gigantillo que tanto omolestaba...
—Valeroso caballero —contest
Dorotea con mucha seriedad—, everdad
que algo ha cambiado en mí, a causa d
ciertos sucesos felices que acaban de
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ocurrirme, pero yo sigo siendo lprincesa Micomicona y sigo necesitand
vuestra ayuda, así que espero que macompañéis a mi reino tal y como
prometisteis.
Al oír aquello, don Quijote se volvihacia Sancho, apretó los dientes,
hinchó los carrillos, alzó la lanza bramó lleno de ira:
—Ahora te digo, Sanchuelo, que eres emayor bellacuelo que hay en
España. Dime, ladrón vagabundo, ¿quié
demonios te manda engañarme? ¡Por
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mi vida que te voy a...!
—Sosiéguese, señor —le interrumpi
don Fernando—, y disculpe a su
escudero, que sin duda se habrá dejadengañar por algún malvado encantador.
—Así lo creo —dijo don Quijote—porque este Sancho es más bueno que el
pan, aunque a veces se caiga de puronto.
Aquella noche, todos se fueron a dormimuy temprano, a excepción de
don Quijote, que decidió permanece
despierto para hacer la guardia, no fues
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que algún amigo de Pandafilando sacercara al castillo con ganas dvenganza.
Sancho, en cambio, durmió de un tirósegún su costumbre, y lo primero que
hizo a la mañana siguiente fue visitar lcuadra para ver a su asno, al que quería
como si lo hubiese parido. Y estabacariciándole el hocico y diciéndolcosas
bonitas cuando sintió de repente qualguien se le venía encima y empezaba
aporrearle la cabeza con mucha rabia.
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—¡Por fin te encuentro, maldito ladrón—decía el aporreador—.
Devuélveme mi albarda ahora mismo!
Y es que aquel desconocido era ebarbero al que don Quijote y Sancho le
habían arrebatado la bacía y la albardaquel día en que lloviznaba sobre los
campos. El buen hombre acababa dlegar a la venta y había reconocido su
albarda nada más verla, pero Sancho ne permitió que se la llevase, sino que l
defendió con tales puñetazos que le dej
al barbero los dientes bañados en
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sangre.
—¡Señor don Quijote, señor don Quijot
—gritaba Sancho sin dejar de
soltar mojicones28 a diestro y siniestr—, venga a ayudarme, que me matan!
Alarmados por los gritos, todos lohuéspedes de la venta corrieron a la
cuadra, y don Quijote se hinchó dorgullo al ver el coraje con que peleabsu
escudero. El cura y don Fernandograron separar a los dos combatientes
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28 mojicón: puñetazo que se da en lcara.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
entonces el barbero señaló a doQuijote y a Sancho y comenzó a decir:
—¡Sepan vuestras mercedes que estodos desalmados me asaltaron el otro
día en mitad de un camino y me robaroesta albarda, y también una bacía sin
estrenar que me había costado u
escudo!
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Al oír aquello, don Quijote replicó condignación:
—Es verdad que hace días luché contreste cobarde, pero fíjense si será
mentecato que dice que el yelmo d
Mambrino, que yo le arrebaté en justa
batalla, es una simple bacía de barberoVamos, Sancho, trae el yelmo para que
odo el mundo vea que soy yo el qudice la verdad!
—Escúcheme, señor, es mejor que no lsaquemos —murmuró Sancho—,
porque habrá alguno al que le parecer
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bacía en vez de yelmo.
—Haz lo que te mando, Sancho, que n
odas las cosas de este castillo se
han de transformar unas en otras por artde encantamiento.
Por no desobedecer a su señor, Sanchfue en busca de la bacía. Y, al volver,
dijo:
—Este es el baciyelmo que ganó mseñor.
Don Quijote tomó la bacía y preguntó:
—¿Cómo se puede decir que esto es un
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bacía?
uestro barbero maese Nicolás, qu
sabía mejor que nadie de la locura de
don Quijote, decidió divertirse un ratsiguiéndole la corriente, así que le dij
al
otro barbero:
—Señor barbero, como yo soy dvuestro mismo oficio, sé muy bien cómo
es una bacía, y os puedo asegurar queso que don Quijote tiene entre lamanos
es un yelmo.
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—Así es —asintió el cura, que habíentendido enseguida la intención de su
paisano.
—No hay duda de que es un yelmo —asintieron don Fernando, Dorotea y
odos los demás.
El barbero burlado se quedó de piedra.
—Pero, ¿es que estoy soñando? —dij—. ¿Así que ahora resulta que mi
bacía es un yelmo? Debe de ser questoy borracho, aunque me extrañmucho,
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porque llevo dos días sin probar ungota de vino.
Viendo que tenía las de perder en ldisputa, el barbero renunció a su
albarda y a su bacía y se dispuso
marcharse, con lo que la paz volvió reinar
en la cuadra. Pero el diablo, que todo lenreda, quiso que en aquel mismo
nstante entrara por la puerta del establ
una cuadrilla de la Santa Hermandad,cuyo capitán le iba diciendo al ventero:
—Vamos buscando a un desalmado qu
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a semana pasada liberó a unos
galeotes. Es un hombre alto y seco, d
rostro amarillo y piernas largas, quleva
puesta una armadura más vieja qu
Matusalén y usa una bacía como si fuerun
sombrero...
En eso, el capitán levantó la vista y sencontró frente a frente con un
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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hombre idéntico al que acababa ddescribir, así que comenzó a gritarle su
cuadrilla:
—¡Prended a ese hombre, porque es e
criminal que andamos buscando!
Y, para que no se le escapase, saltsobre él y lo agarró por el cuello. Don
Quijote, que no toleraba maltratos dnadie, comenzó a crujir de pura rabia
erespondió al cuadrillero con sus mismaarmas: echándole las manos a la
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garganta y apretando con todas sufuerzas. Cuando la cara del capitán
empezaba a amoratarse, los otrocuadrilleros saltaron sobre don Quijotea
quien don Fernando defendió con sespada. El cura comenzó a pedir paz a
voces, Maritornes se puso a llorar, lventera chillaba como una descosida, su
marido maldecía mil veces al maldit
don Quijote y el barbero de la bacíadecidió aprovechar el alboroto parsaltar de nuevo sobre Sancho
recuperar
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su albarda, pero, antes de que llegase rozarla, recibió más de treinta patadas
en el estómago y otros tantos mojiconeen la cara. De manera que en la cuadra
odo eran llantos y palos, puñetazos
cuchilladas, gritos y coscorrones, sangr
más sangre. Y en medio de aquel caosan sólo don Quijote supo poner orden,
gritando con voz de trueno:
—¡Deténganse todos y escúchenme! ¿Nven que este castillo está
encantado y que es una necedad pelears
por cosas de tan poca importancia?
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Fue como un milagro, porque todos sdetuvieron de pronto y dejaron la
paliza en el punto en que estabaEntonces el cura se acercó a todo correal jefe
de los cuadrilleros y le dijo al oído:
—Mire vuestra merced que de nada lservirá prender a don Quijote,
porque el juez lo soltará por loco ecuanto lo vea.
—Eso no es asunto mío —respondió ecapitán—. Yo tengo orden de
prenderlo y lo voy a prender.
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Pero tanto le insistió el cura y tantaocuras llegó a hacer don Quijote en
poco rato, que el capitán acabó porendirse y dejó correr el asuntoMientras
anto, el barbero reanudó su pelea coSancho, aunque al final aceptmarcharse
porque el cura le pagó al contado eprecio de su bacía y de su albarda.
—¡Entonces a mí también se me ha dpagar! —protestó el ventero—. ¿O es
que mis cueros no valen tres o cuatr
veces más que la albarda de ese señor?
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—Calma, señor ventero, que ahormismo os pago —dijo el cura; y, como
cumplió su promesa, todos quedarocontentos, con lo que se confirmó que el
dinero todo lo arregla.
Aquella noche, los viajeros volvieron dormir en la venta, pues estaban tan
molidos por los golpes que nadie tuvánimos de ponerse en camino. Y, al
amanecer del día siguiente, cuando doQuijote se despertó, notó que no podía
mover los pies ni las manos. «Debo d
estar encantado», se dijo.
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Y así debía de ser, porque alrededor dsu cama vio cuatro fantasmas
vestidos con túnicas y antifaces, que levantaron de la cama, lo sacaron al
patio de la venta y lo encerraron en un
gran jaula montada sobre un carro de
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
bueyes. En eso, uno de los diablocomenzó a decir con una voz profunda y
cavernosa que espantaba al mism
miedo:
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—¡Oh Caballero de la Triste Figura, nengas pena, pues te hemos
encantado y encerrado en esta jaula parque puedas llegar en un santiamén al
reino de Micomicón! Y no olvide
decirle a tu escudero que te acompañen este
viaje, pues a los dos se os premiarcomo es debido por el valoncomparable
de vuestro brazo.Sancho, que había salido al patio y lestaba viendo todo, besó las manos de
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su señor en señal de obediencia, pero eel fondo de su alma se dijo: «Para mí
que estos diablos no son de fiar». Yestaba en lo cierto, porque todo aquellno
era más que una farsa para llevar a doQuijote a su casa lo antes posible. Todo
había sido idea del cura, quien habíconstruido la jaula con ayuda de maese
icolás y de un par de cuadrilleros
uego había convencido al dueño de uncarro de bueyes para que llevase a doQuijote hasta su aldea a cambio de un
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buen salario. De modo que los cuatrdiablos eran el cura y sus tres ayudantes
quienes habían atado a don Quijote cocuerdas para que no pudiera moverse.
Sancho se olía la trampa de tod
aquello, y lo que más le hizo sospechafue
que, al partir de la venta, los diablos sdespidieron de don Fernando y de la
princesa Micomicona como si lo
conocieran de toda la vida. Pero no dijnada,
por miedo de que también a él l
encerrasen, así que siguió al carro e
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que iba
su señor mientras se iba diciendo: «L
que más me duele es volver a casa igual
que salí, en vez de verme montado en ucoche y con ropas de gobernador,
pero donde las dan las toman». De modque decidió acabar con la farsa y, a
eso del mediodía, se acercó a la jaula e dijo a su amo:
—Señor, ¿ve a esos dos diablos de ahíPues son el cura y el barbero, que
quieren devolvernos a la aldea porqu
ienen envidia de nuestras hazañas.
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—¡Ay, Sancho amigo —respondió doQuijote—, qué poco entiendes de
caballerías! ¿No ves que me haencantado para llevarme evolandillas29 al
reino de Micomicón? DesengáñateSancho, que si esos dos te parecen ecura y
el barbero será porque tú también vaencantado.
—No sea tan duro de cerebro, señorque vuestra merced no va encantado
sino engañado. Y, si no, dígame si e
esta jaula no le han venido ganas de
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comer, de beber o de orinar como todoos días.
—Claro que sí, Sancho.
—Entonces no puede estar encantadoporque los encantados ni comen ni
beben ni hacen aguas.
—En eso tienes razón, pero hoy en dí
se han inventado otras maneras de
encantamiento. Yo sé que voy encantado eso basta a mi conciencia.
Con todo, Sancho se empeñó en liberaa su señor, y aquella misma tarde le
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dijo al cura:
29 en volandillas: muy deprisa.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
—Sería bueno soltar a don Quijote urato, porque, si no, se lo hará todo
encima y dejará la jaula hecha unpocilga.
El cura, que ya no llevaba la túnica ni eantifaz porque se había cansado de
hacer de diablo, pensó que Sancho tení
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razón, así que abrió la jaula y dejó que
don Quijote se retirase entre uno
árboles para descargar el vientre. Pero
sucedió que justo entonces sonó en ecamino una triste trompeta, y do
Quijote
creyó que había llegado la hora de unnueva aventura. Así que, sin pensárselo
dos veces, se levantó los calzones a todprisa, saltó sobre Rocinante y galopó
hacia el camino, sin atender al cura y abarbero, que le gritaban:
—Señor don Quijote, ¡vuelva aquí! ¿N
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ve que le están esperando en el
reino de Micomicón?
Los que pasaban por el camino no erasino unos labradores cubiertos con
únicas blancas, que iban en procesión levaban a hombros la imagen de una
Virgen. La habían sacado de la iglesi
para pedirle que hiciese llover sobre lo
campos, porque la sequedad de aqueverano estaba a punto de malograr las
cosechas. Pero, como don Quijote tenía imaginación envenenada por los
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ibros de caballerías, confundió a lVirgen con una hermosa princesa a lque
acababan de raptar aquellos diablovestidos de blanco. De manera quapuntó
a los labradores con su espada y empeza gritar:
—¡Liberad a esa princesa, malandrines
Uno de los que iban en la procesión, qu
era más atrevido que el resto, nose dejó espantar por don Quijote, sinque sacó un bastón y le soltó tal
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garrotazo en el hombro que lo dejumbado en el suelo. Al ver aquello
Sancho
corrió junto a su amo e intentó ponerlen pie. Pero, como don Quijote no se
movía, pensó que estaba muerto comenzó llorar a moco tendido.
—¡Válgame Dios —decía a gritos—que han matado al más glorioso
caballero de la Mancha! ¡Oh tú qu
fuiste más generoso que AlejandrMagno,
que luchaste sin temor contra tanto
malhechores y que me prometiste l
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mejor
nsula del mundo! ¡Oh azote de lo
malos, oh enamorado sin causa!, ¿cómo
puede ser que de un solo garrotazo thayan mandado al otro mundo así como
así?
Tantas fueron las voces y los gemidos d
Sancho, que don Quijote acabó
por despertar, y entonces dijo:
—Ayúdame, Sancho, a ponerme sobre ecarro encantado, porque no tengo
fuerzas para montar en Rocinante.
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—Lo haré de muy buena gana, señor mí—respondió Sancho—, y
volvamos a la aldea, que ya tendremoiempo de buscar nuevas aventuras que
nos den fama y reinos que gobernar.
Así que don Quijote entró de nuevo en laula y el carro volvió a rechinar
camino de la aldea, adonde entró acabo de seis días. Y, como dio lcasualidad
de que llegó un domingo, todos lovecinos estaban en la calle, así qunadie se
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quedó sin ver a don Quijote en la jaulamás flaco y amarillo que nunca. La
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
mujer de Sancho acudió a recibir a sescuderil esposo, y nada más verlo le
preguntó cómo estaba el asno, a lo quSancho respondió que venía bueno.
—Y dime, marido —siguió diciendTeresa Panza—, ¿qué has sacado de
us escuderías? ¿Me has comprado algú
vestido? ¿Traes zapaticos para tushijos?
—No traigo nada de eso, sino otra
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cosas de más importancia, que ya te
enseñaré cuando estemos solos.
Mientras tanto, el carro entró en el patide la casa de don Quijote, donde
su sobrina y la criada se tiraron de lopelos al ver lo mal que volvía su tío y
señor, y maldijeron mil veces los libro
que le habían gastado el seso. El cures
dijo que lo metieran en la camenseguida y que, cuando despertase, ldiesen
cosas apropiadas para el corazón y par
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el cerebro.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Y, sobre todo —les advirtió—, tengamucho cuidado de que no se les
vuelva a escapar, porque nos ha costadmucho trabajo traerlo hasta aquí.
—No se preocupe, señor cura —dijo l
sobrina—, pues le juro por mishuesos que don Alonso no volverá salir de esta aldea en todos los días qu
e
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quedan de vida.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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Dulcinea en su borrica
Cuando Teresa Panza vio los cieescudos que su marido traía de Sierra
Morena, empezó a dar saltos de alegríapero Sancho le advirtió que aquello no
era más que el comienzo, ya que mu
pronto volvería a los caminos y seríagobernador de una ínsula.
—Pues si por fortuna te ves con algúgobierno —le dijo Teresa—, no te
olvides de mí y de tus hijos, qu
Sanchico ya tiene edad de ir a l
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escuela, y
Mari Sancha quiere casarse.
—Estáte tranquila, que yo la casaré coun conde, y la llamarán «señoría» a
odas horas.
—Eso no, Sancho. Mejor casémosla coLope Tocho, que es un mozo rollizo
sano y se le van los ojos detrás dnuestra hija. Y olvídate de los condes as
condesas, que son gente muy suya y nomirarían por encima del hombro.
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Sancho repitió que quería casar a MarSancha con un conde, y Teresa
nsistió una y otra vez en que preferípor yerno a Lope Tocho, así que se
pasaron más de una hora discutiendo po
o que no era más que viento y
humo.30 Teresa acabó bañada en llantporque ya veía a su hija encerrada en un
palacio, pero la tristeza se le esfumó dpronto al día siguiente, cuando Sancho
empezó a gastarse los cien escudos ecosas para su casa y su familia.
Mientras tanto, don Quijote estuvo má
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de un mes en la cama, sufriendo
por las viudas y los huérfanos a los qu
dejaba sin ayuda. Sancho visitaba a su
amo a diario, porque se moría de ganade volver a los caminos y visitar
castillos y matar gigantes. Pero nsiempre podía entrar en la casa de don
Quijote, pues a veces la criada lcerraba el paso gritándole:
—¡Vete de aquí, maldito, que tú eres eque desquicias a mi amo y lo llevas
por esos andurriales!
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Un buen día, Sancho acudió a visitar don Quijote en compañía de un
oven bachiller31 del pueblo que slamaba Sansón Carrasco. Nada máentrar
30 Es decir, por algo que tal vez nunclegaría a pasar.
31 El bachiller era el estudiante de loprimeros cursos de universidad.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
en el aposento, el tal Sansón, que er
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muy bromista, se arrodilló ante la cam
dijo:
—¡Oh, señor don Quijote, que amparáia las doncellas y favorecéis a las
viudas, sois el caballero más famoso demundo, como bien demuestra este libro
que os traigo!
Don Quijote tomó el libro que lmostraba Sansón y leyó su título en voz
alta: Historia de don Quijote de l
ancha, escrita por el historiado
árabe Cide Hamete
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enengeli y traducida a la lengu
castellana por Miguel de Cervante
Saavedra.
—¿No te decía yo, Sancho amigo —dijel caballero lleno de orgullo—, que
algún sabio escribiría mis hazañas parejemplo de todos?
Sancho, que estaba tan orgulloso comsu señor, le preguntó a Sansón si
ambién él aparecía como presonaje e
el libro.— Personaje, Sancho, se dic
ersonaje —respondió el bachiller—.
no sólo
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aparecéis en el libro, sino que el taCide Hamete cuenta incluso lavolteretas
que disteis en la manta, y dice qualgunas veces no sois tan valiente como
debierais.
—Yo soy como soy —sentenció Sanch—, y con tal de verme puesto en
ibros, me importa un higo lo que digade mí.
Don Quijote quiso saber si el autor deibro prometía una segunda parte, a
o que Sansón respondió que sí, siempr
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que tuviera algo que contar en ella.
—Entonces habrá que salir cuanto ante
a la ventura —concluyó don
Quijote—, aunque sólo sea para darle ese sabio moro una historia que escribir
«¡Ay Dios mío!», se dijo entonces lcriada, que lo estaba escuchando todo
porque había pegado el oído a la puertdel aposento. «Bien claro se ve que don
Alonso quiere volver a ser caballero»Así que aquella misma tarde se present
en casa de Sansón Carrasco par
suplicarle que no permitiese que do
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Alonso
volviera a los caminos. La pobre lleg
emblando y sudando de miedo, y le dij
a gritos al bachiller:
—Pero ¿cómo se os ha ocurridenseñarle ese libro a don Alonso?
Seiscientos huevos he gastado para qu
mi señor mejorara un poco, y todo para
nada, porque ahora volverá a salir y mo devolverán apaleado y enjaulado
como hace un mes!
—Sosiéguese, señora —respondi
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Sansón—, pues lo mejor es que vuestro
amo vuelva a salir en busca d
aventuras. Os diré lo que vamos hacer...
Y le explicó la artimaña que habí
ramado para devolverle la cordura a
don Alonso. El cura y el barbero yestaban al corriente de aquel plan y lo
consideraban muy adecuado, así que lsobrina y la criada de don Quijote no
hicieron nada por impedir que su tío señor volviese a sus aventuras. Como la
otra vez, don Quijote se escapó de cas
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de noche y sin despedirse de nadie, y
montó en Rocinante con ánimo alegre
pensando en las muchas batallas que le
ofrecería el destino. Y no menocontento iba Sancho Panza, que ya s
veía a un
ris de ser gobernador.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
—Iremos a Zaragoza —anunció doQuijote al salir de la aldea—, donde
van a celebrarse unas solemnes justas3en las que podré batallar contra otros
caballeros y ganaré eterna fama por evalor de mi brazo. Pero antes quiero ial
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Toboso para visitar a mi señorDulcinea y pedirle su bendición.
Cuando Sancho oyó aquello, toda salegría se volvió en tristeza. «Si don
Quijote habla con Dulcinea», pensó
«descubrirá que no le llevé su carta me
dejará sin ínsula». Estaba tan inquietque, en el viaje al Toboso, apenas abria
boca, sino que caminó apenado pensativo como si sólo esperardesgracias.
Tres días les costó llegar a la patria d
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Dulcinea, en la que don Quijote quiso
entrar de noche para que su visita fues
o más discreta posible. Así que
uvieron que buscar su palacio dprincesa a la luz de la luna y sin ayud
de
nadie, pues a aquellas horas todo eToboso dormía a pierna suelta.
—Vamos, Sancho —dijo don Quijote—guíame hasta el palacio de
Dulcinea.
—Verá, señor —respondió el escuder
con un nudo en la garganta—, es
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que ya no me acuerdo de dónde estabapero sin duda vuestra merced lo sabrá
mejor que yo, porque debe de habevisitado ese palacio millares de veces..
—Ven acá, mentecato, ¿no te tengo dich
que jamás en mi vida he visto a
Dulcinea ni he pisado su palacio, y questoy enamorado de oídas?
—Ahora me entero —dijo Sancho—. Yconfieso que, si vuestra merced no la
ha visto, yo tampoco.
—¿Cómo que no las has visto? ¿Acas
no le trajiste mi carta?
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—Sí que se la traje, pero yo también va Dulcinea de oídas.
—Sancho, Sancho, mira que no emomento de burlas...
—Lo único que recuerdo es que e
palacio estaba en una callejuela sin
salida...
—¡Maldito seas, villano harto de ajos¿Dónde se ha visto un palacio en una
callejuela sin salida?
—Será que aquí en el Toboso tienen lcostumbre de levantar los palacios
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en calles pequeñas...
Sancho ya no sabía qué decir par
disimular sus mentiras, pero sucedió qu
usto entonces don Quijote vio un bultgrande a la luz de la luna y creyó que
había dado con el palacio, así que parallá se fueron. Sin embargo, cuando
legaron frente al edificio descubrieroque no era más que la iglesia del pueblo
que tenía una torre muy alta.
—Con la iglesia hemos dado, Sancho —dijo don Quijote.
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—Y, si seguimos así, daremos conuestra sepultura. ¿No sería mejor que
saliéramos del pueblo y volviésemomañana a la luz del día? Y, si es que
vuestra merced no quiere que le vea
rondando el palacio de su dama, ya
vendré yo a hablarle y a pedirle sbendición...
32 justas: torneo, combate en que locaballeros batallaban por deporte.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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A don Quijote le pareció que el consejera bueno, así que amo y criado
salieron del Toboso y se refugiaron eun bosquecillo cercano. Y, a eso del
amanecer, don Quijote dijo:
—Vamos, Sancho, vuelve al Toboso y va decirle a Dulcinea que estoy
preso de su amor. Y fíjate bien en si spone nerviosa o colorada al oír mi
nombre, porque eso querrá decir que mcorresponde en mis amores.
—Allí voy —dijo Sancho—, y anim
ese corazoncillo, que donde menos se
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piensa salta la liebre.
A lomos de su borrico, Sancho se alej
camino del Toboso, pero en cuanto
perdió de vista a su señor, se apeó deburro y se sentó a pensar al pie de un
árbol.
—¡Puto diablo! ¿Y ahora dónde vas
encontrar a Dulcinea? —se
preguntaba a sí mismo—. Eso quisiersaber yo —se respondía como si
estuviera hablando con otro—. Perodime, Sancho, ¿no es verdad que tu amo
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está loco? Claro que lo está, porquoma los molinos por gigantes y la
ventas
por castillos. Entonces, ¿por qué no taprovechas de su locura para engañarle
¿Y cómo le engaño? Pues haciéndolcreer que la primera labradora que te
encuentres es la señora Dulcinea deToboso.
Sosegado con aquellos pensamientos
Sancho se quedó al pie del árbolhasta al atardecer, para que su amcreyera que estaba en el Toboso. Y tuvo
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anta suerte que, justo cuando sevantaba para reunirse con su señor
vio venir
a tres labradoras sobre tres burros burras, que sólo Dios sabe lo que eranY,
cuando por fin llegó hasta don Quijote, el caballero le preguntó si traía buenas
noticias, Sancho le respondió con muchalegría:
—Tan buenas, que ahora mismo va a vea la señora Dulcinea con sus
propios ojos. Vamos, asómese, qu
viene por allí abajo con dos de su
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doncellas,
montada en una yegua blanca como l
nieve. Y va vestida de seda y cargada d
oyas, y lleva los cabellos sueltos, quson más dorados que los rayos del sol.
Loco de alegría, don Quijote extendió lvista hacia el Toboso, pero cuando
vio a las tres mujeres que se acercabanse quedó más pálido que un muerto.
—¡Válgame Dios —dijo—, que yo nveo más que a tres aldeanas montadas
en borricos!
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—Pero, ¿qué está diciendo, señorFíjese bien, que esas son Dulcinea y sus
doncellas, y póngase de rodillas, que ylegan.
Cuando las aldeanas se acercaron
Sancho se arrodilló ante la primera, que
levaba un palo en la mano para picar su burra.
—Reina de la hermosura —le dijo coa mayor cortesía—, aquí os rinden
homenaje don Quijote y su escudero.
Don Quijote se puso de rodillas y mir
con ojos desencajados a la que
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Sancho llamaba reina, porque lo que éveía era una aldeana con la nariz chata
a cara muy redonda.
—¡ Déjenmos pasar, que vamodepriesa! —gruñó la supuesta Dulcinea
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
evantando el palo—. ¡Y si tienen ganade burla, ríanse del hideputa de su
agüelo!33
Estaba tan irritada, que azotó a su burrcon el palo para que saliera al
rote, pero la bestia se disgustó al veque la trataban tan mal, de modo que di
un brinco y tiró a su dueña al suelo. DoQuijote acudió a toda prisa a levantar
a Dulcinea, pero la dama no necesitab
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ayuda de nadie, porque, tras coger
carrerilla, apoyó las manos sobre e
rasero de la borrica y le saltó encimmás
igera que un halcón.
—¡Vive Dios que Dulcinea cabalgmejor que un mejicano! —se admiró
Sancho—. ¡Hace correr la burra como sfuera una cebra!
Y así era la verdad, porque Dulcinea sus doncellas se alejaban más
rápidas que el viento.
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33 Como tienen poca cultura, las trealdeanas usan los vulgarismodéjenmos, depriesa y
agüelo en vez de las palabras déjennosdeprisa y abuelo.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—¡Malditos sean mis enemigos loencantadores —se quejó don Quijote—
porque no sólo han convertido a mDulcinea en la aldeana más fea demundo,
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sino que le han puesto en la boca ualiento de ajos crudos que me hrevuelto
el alma!
—¡Oh canallas encantadores! —grit
Sancho, esforzándose para que no se
e escapase la risa.
Y con eso tomaron el camino dZaragoza, por el que iba don Quijote tan
riste y pensativo que parecía a punto dcaer enfermo. Al día siguiente, sin
embargo, se animó un poco cuando s
untaron con un caballero que hacía su
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mismo camino. Tenía el hombre unocincuenta años, iba vestido con un gabá
verde y parecía la persona más sensata educada del mundo. Cuando vio a
don Quijote con su armadura y le oy
decir que era caballero andante,
enseguida pensó que había topado coun loco. Pero, en la conversación que
mantuvo con él, don Quijote habló coan buen juicio de las cosas de la vida,
que el Caballero del Verde Gabán ya nsupo qué pensar.
Mientras su amo conversaba, Sancho s
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apartó del camino para comprarles
unos requesones a unos pastores qu
ordeñaban ovejas. Pero, cuando ya los
estaba pagando, don Quijote empezó gritarle que volviese, porque había
legado la hora de una nueva aventura necesitaba su casco, que iba atado al
borrico de Sancho. Cuando el escuderoyó a su señor, no supo qué hacer con
os requesones, y no se le ocurrió nadmejor que echarlos dentro del casco de
su amo. Así que, cuando don Quijote s
o encajó en la cabeza, notó que por los
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ojos y por toda la cara comenzaba caerle un sudor muy frío, lo que lextrañó
mucho, porque no tenía ni pizca dmiedo.
—Parece que se me están derritiendos sesos —dijo, pero entonces se sacó
el casco y, al mirarlo por dentro, bramleno de ira—: ¡Maldito seas, malnacid
escudero, que me has llenado el casc
de requesones!A lo que Sancho respondió con muchcalma y disimulo:
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—Eso será cosa de algún encantadorporque yo no malgasto requesones en
a cabeza de nadie.
—Todo puede ser —asintió don Quijotemás calmado.
Y, tras limpiarse la cara, se plantó con lanza en medio del camino, a la
espera de un carro de mulas que sacercaba.
—Mire, señor —le dijo el del VerdGabán—, que aquel carro no es de
ningún enemigo, porque lleva la bander
del Rey.
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Pero don Quijote le contestó que ésabía muy bien lo que se hacía, y,
cuando el carro llegó por fin, lpreguntó al carretero:
—Decidme, buen hombre, ¿qué llevái
en ese carro?
—Dos leones bravos enjaulados para eRey, que son los mayores que se
hayan visto nunca en España. Y ahorvan muertos de hambre porque hace un
buen rato que no han comido.
Don Quijote, sonriéndose un poco, dijo:
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60
Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
—¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitosApeaos, buen hombre, y abrid las
aulas, que voy a batallar contra esados fieras.
—¡Dios santo, no haga eso! —dijo edel Verde Gabán, convencido otra vez
de que don Quijote estaba loco.—¿Es que no me has oído, bellaco? —lnsistió don Quijote al carretero—.
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Te he dicho que sueltes a los leones, ahora mismo te atravieso con mi lanza!
Al oír aquello, Sancho comenzó a llorar
—Mire, señor —le dijo a su amo—, quesos leones son de verdad. Hay uno
que está sacando una uña por entre lobarrotes, y es una uña tan grande que el
eón ha de ser mayor que una montaña.
—Si tienes miedo, retírate —lrespondió don Quijote—. Y, si mueroa
sabes lo que tienes que hacer: irás a
Toboso y le dirás a Dulcinea que m
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último
pensamiento fue para ella.
El Caballero del Verde Gabán vio quera inútil oponerse a un loco armado,
así que echó a correr con su yegua y salejó del camino tanto como pudo. Y lo
mismo hizo Sancho, que, aunque llorab
a moco tendido por su señor, no por
eso dejaba de aporrear a su borrico parponerse a salvo. Mientras tanto, el
valiente don Quijote se acercó a loeones, desenvainó la espada poquito a
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poco, se encomendó a su señorDulcinea y abrió la jaula del primeeón. La
fiera, que era enorme y tenía cara dmuy pocos amigos, se revolvió, tendia
garra, bostezó muy despacio y sacó unengua de dos palmos con la que se
desempolvó los ojos y se lavó el rostroDespués, asomó la cabeza fuera de la
aula y, tras haber mirado a una y otrparte, se dio media vuelta con mucha
calma, le enseñó sus partes traseras
don Quijote Y entró de nuevo en la jaul
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para echarse a dormir.
—Señor carretero —dijo entonces do
Quijote— dele palos a ese león para
que salga.
—El león tiene abierta la puerta —contestó el carretero, que se había
refugiado con sus mulas entre uno
árboles pero lo estaba viendo todo— ysi
no quiere salir, es cosa suya. Dejadlestar, pues ya habéis demostrado vuestr
coraje.
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—Eso es verdad, así que ven a cerrar lpuerta y a partir de ahora proclama
allá por donde vayas lo que ha pasadoque yo he esperado al león y él no ha
querido pelear por miedo de que l
hiciese pedazos.
Y con eso acabó la aventura de loeones, de la que don Quijote escap
con
vida de puro milagro. Cuando Sanch
vio que su amo seguía entero, se frotos
ojos como si estuviera soñando, e igua
de asombrado quedó el Caballero del
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Verde Gabán, quien volvió con su yegu le dijo a don Quijote:
—Ahora vénganse a comer y descansar a mi casa, que buena falta les
hace.
Cuatro días pasaron don Quijote Sancho en el hogar del Caballero, a
quien muy pronto tuvieron por un santopues el buen hombre adoraba a su
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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familia, se mostraba muy caritativo coos pobres, no murmuraba nunca de
nadie y llevaba una vida de lo máranquila y ordenada. En realidad, tasólo
e inquietaba una cosa: descubrir si doQuijote era un cuerdo que tiraba a loco
o un loco que hablaba como un sabioPero, por más que lo estuvo observando
durante aquellos cuatro días, no sac
nada en claro, así que al final se dijo sí
mismo: «Este don Quijote es un loco qu
a ratos se vuelve cuerdo, y su caso es
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an extraño que no podrían curarlo ni lomejores médicos del mundo».
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
El desafío, la cueva y el retablo
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El día en que dejaron la casa deCaballero del Verde Gabán, don Quijot
Sancho se cruzaron en su camino counos cómicos que viajaban disfrazadode
un pueblo a otro. Y, cuando don Quijotvio al Diablo entre el Rey y la Muerte,
comenzó a decir:
—¿Has notado, Sancho, cuánto s
parece el teatro a la vida? Pues en lascomedias uno hace de rey y otro dmendigo, pero, cuando se acaba l
función
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los actores se quitan sus ropas, emendigo y el rey son iguales. Y esmismo
pasa en la vida, donde unos naceemperadores y otros esclavos, perocuando
lega la muerte y nos desnuda, todoquedamos iguales en la tumba.
—También dicen que la vida es como eajedrez —contestó Sancho—,
porque, durante el juego, cada piezhace un oficio distinto, pero, cuando
ermina la partida, todas se mezclan e
una misma bolsa, que es como dar con
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a vida en la sepultura.
—Cada día, Sancho, te muestras má
sabio y menos simple.
—Será que algo se me ha pegado dvuestra sabiduría, que cae sobre mi
corta mollera como el abono en la tierrseca.
—Hoy hablas tan de perlas —se rió doQuijote— como si no te hubieras
criado en el campo, sino en la corte entre grandes señores.
Aquella noche, los dos andantes s
refugiaron en un bosque de altos
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árboles, donde toparon con otros dohombres de su mismo oficio, pues unera
caballero como don Quijote y el otro erescudero como Sancho. Y mientras los
dos caballeros empezaban a charlasobre las grandezas de su aventurera
profesión, los criados se apartaron dsus señores para hablar escuderilmente.
Sancho dijo que lo peor de su ofici
eran los días que pasaba sin comer, a lque
contestó el Escudero del Bosque:
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—Pues no sufráis, que esta nochcenaréis como un rey.
Y sacó una empanadilla muy grande dconejo y una bota de vino, de las
que Sancho comió y bebió sin hacers
de rogar.
—Vuestra merced sí que es escudercomo Dios manda —decía—, no como
o, que lo único que llevo en las alforjaes un pedazo de queso tan duro que
puede descalabrar a un gigante.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Así estuvieron charlando un buen rato, anto llegaron a beber, que
dejaron la bota vacía y se durmieron coa comida en la boca. Entre tanto, el
Caballero del Bosque le explicó a doQuijote que acababa de luchar contruna
giganta y que había derrotado a más dreinta caballeros en pocos días.
—Y uno de los que he vencido —dijo—
es el mismísimo don Quijote de la
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Mancha, de quien sin duda habréis oídhablar.
—En eso andáis equivocado —protestdon Quijote—, porque don Quijote
de la Mancha soy yo.
—Os repito que he derrotado a doQuijote y, si no me creéis, mi espada
probará lo que digo.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Insisto, señor caballero, en que e
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auténtico don Quijote soy yo, y estoy
dispuesto a defender esta verdad con la
armas.
—Acepto el desafío —concluyó eCaballero del Bosque—, pero ser
mejor
que esperemos a que amanezca para quel sol nos vea combatir. Y batallaremos
con una condición: que el vencidquedará obligado a hacer todo lo que
disponga el vencedor.
Así que fueron a buscar a sus escudero
para decirles que tuvieran las
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armas y el caballo a punto en cuantamaneciera, porque iban a lucharSancho
quedó muy asombrado y temeroso, perhizo lo que don Quijote le había
ordenado y luego volvió a roncar hastel alba. Y, cuando el sol asomó por el
balcón del nuevo día, lo primero que viSancho al abrir los ojos fue la nariz del
Escudero del Bosque, que tenía u
amaño colosal, era morada como unaberenjena y estaba sembrada dverrugas por todas partes. Era, en fin
una nariz
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an horrorosa, que Sancho se puso en pide un salto y echó a correr muerto de
miedo. «¡Ay Dios mío», se decía, «¡hcenado con un monstruo!».
Mientras tanto, don Quijote subió
omos de Rocinante y se preparó para
combatir. A la luz del día, descubrió qusu rival era un hombre recio y ancho
de hombros, y que llevaba una vistoscasaca34 llena de brillantes espejitos e
forma de luna. Pero, como ya se habípuesto el casco, no pudo verle la cara.
—Recordad que, si os venzo —dijo e
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Caballero del Bosque—, tendréis que
obedecerme en todo lo que os ordene.
Don Quijote asintió, y entonces los dorivales se alejaron el uno del otro,
porque debían embestirse con las lanzaen plena carrera. En esto, llegó Sancho
corriendo hasta su amo y le dijo:
—¡Ay, señor, ayúdeme a subirme a esalcornoque, que las narices de aquel
escudero me tienen lleno de espanto!
Miró don Quijote al escudero y, al ve
que sus narices eran en verdad
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horrorosas, no dudó en ayudar a Sancha trepar al alcornoque. Así que,
cuando el Caballero de los Espejos sdio la vuelta y empezó a galopar contrsu
rival, encontró a don Quijote ocupadopor lo que se detuvo en seco a mitad del
camino. Sin embargo, don Quijoterminó enseguida, y entonces echó
galopar
a todo el correr de Rocinante. Al veque su enemigo se le venía encima, el
Caballero de los Espejos espoleó a s
caballo con tanta fuerza como si quisier
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partirlo en dos, pero la bestia se negó dar un solo paso más, de manera que
don Quijote se encontró con un blancde lo más fácil. Y fue tal el lanzazo que
dio a su enemigo, que lo hizo saltar poos aires y lo dejó tumbado en el suelo.
Entonces, don Quijote se apeó dRocinante y acudió junto al Caballero dos
Espejos para comprobar si lo habímatado. Y, cuando le quitó el casco y lvio
por fin el rostro, se quedó tan espantad
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como si hubiera visto al mismísimo
Satanás.
34 casaca: especie de chaqueta ceñida.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
—¡Ven aquí, Sancho —gritó—, que vaa ver lo que han hecho mis
enemigos los encantadores!
Cuando Sancho llegó y vio la cara decaballero, se quedó pálido como un
muerto y comenzó a hacerse cruces.
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—¡Pero si es igualito que el bachilleSansón Carrasco! —dijo—. ¡Santo
Dios, y qué malvados son esoencantadores que dice vuestra mercedVamos,
señor, métale la espada por la boca este caballero, y así matará al brujo que
leva dentro!
Siguiendo el consejo, don Quijote sdispuso a matar a su enemigo, pero
usto entonces el Escudero del Bosqucomenzó a gritar:
—¡Deténgase, señor don Quijote, qu
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ese caballero es su amigo el bachiller
Sansón Carrasco!
Sancho miró al escudero y descubricon gran sorpresa que había perdido
sus horribles narices.
—¿Y las narices? —le preguntó.
—Las tengo aquí guardadas —contestel otro, sacándose del bolsillo unas
narices postizas.
Entonces Sancho se fijó mejor en la cardel escudero, y, viendo que le
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resultaba conocida, exclamó con grasorpresa:
—¡Pero si eres mi vecino Tomé Cecial!
—¡Así es, porque todo esto no es máque un enredo!
—¡Ay! —se quejó entonces el Caballerde los Espejos, que acababa de
volver en sí.
Viendo que su enemigo podía oírle, doQuijote le plantó la punta de la
espada en la cara y le dijo con firmeza:
—¡Os he vencido, caballero, así qu
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estáis a mi merced! Y lo que os exijo es
que vayáis al Toboso a rendirl
homenaje a la altísima DulcineaPrometed que
o haréis o sois hombre muerto!
—Así lo haré —dijo el vencido covocecilla de enfermo.
Don Quijote envainó su espada y ayudal caballero a levantarse, tras lo
cual le dijo a Sancho que ya era hora drse, porque aquella aventura había
ocado a su fin. Y lo mejor es que s
marchó convencido de que los
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encantadores le habían cambiado la cara su rival, cuando lo cierto es que
había batallado contra el auténticSansón Carrasco. Y es que aquel enredo
formaba parte del plan del bachille
para devolverle la cordura a su vecino
Alonso Quijano.
—Yo quería salir vencedor parmponerle a don Quijote la obligació
de
no salir nunca más de su aldea —dijSansón cuando se quedó a solas coTomé
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Cecial—, pero todo nos ha salido derevés.
—Decís bien, porque don Quijote se voco y contento y nosotros
quedamos cuerdos y malparados —
respondió Tomé, que había aceptadhacer
de escudero porque era un hombralegre y de poco entendimiento—. Asque
67Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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o me vuelvo a mi casa, porque nquiero acabar en la tumba antes diempo.
—Pues yo sigo adelante —murmuró ebachiller—, aunque ya no lo hago
por curar al maldito don Quijote, sinpara vengarme de él. Pero antes tengo
que encontrar a un médico que mentablille las costillas, pues lo menome he
roto cinco o seis.Mientras tanto, don Quijote siguió scamino hacia Zaragoza, por el que iba
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Sancho callado y meditabundo, pueestaba convencido de que los dos coos
que habían batallado eran loverdaderos Sansón Carrasco y TomCecial.
—No pienses más en eso —le decía doQuijote—. El que ha peleado
conmigo no puede ser Sansón Carrascoporque ni el bachiller es caballero ni
iene nada contra mí.—Yo lo único que sé —replicó Sanch— es que aquellos dos se parecían a
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nuestros vecinos como un huevo a otrhuevo.
—Y yo te repito que ese parecido es unartimaña de los malignos
encantadores que me persiguen, que ha
querido confundirme para verme
derrotado.
Aunque don Quijote no logrconvencerlo, Sancho se olvidó de su
nquietud enseguida, cuando pasaron pouna alameda donde había más de
cincuenta cocineros asando gallinas
cociendo liebres, friendo dulces y
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cortando quesos, apilando panes sirviendo vino. Eran tantos los manjareque
se veían y se olían allí, que Sancho screyó en el paraíso y notó que la vista se
nublaba de pura hambre. Sucedía que ucampesino muy rico llamado
Camacho estaba celebrando sus bodas ycomo quería compartir su alegría con
odo el mundo, invitaba a todo el qupasaba a comer lo que quisiera. Sancho
dio buena cuenta de tres gallinas y do
gansos, pero don Quijote apenas probó
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bocado, y se dedicó a charlar con uestudiante que era uno de los invitados a
boda. Y, entre otras cosas, le explicque tenía muchas ganas de visitar lcueva
de Montesinos, que quedaba por allcerca, pues había oído contar muchas
maravillas de ella.
—Yo os llevaré mañana mismo, insign
caballero —le respondió elestudiante, que hablaba con muchpompa porque se las daba de sabio y de
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escritor—. Pues debéis saber quconozco estos parajes de nuestra ilustrnación
española como si hubiera morado eellos desde los tiempos del celebérrimo
Hércules.35
Así que, al día siguiente, don Quijotpudo asomarse a la boca de la cueva
de Montesinos, que se hundía como upozo en las entrañas de la tierra.
—Todos los grandes caballeros demundo —dijo entonces— han bajado
alguna vez al infierno, y yo no voy a se
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menos. Así que átame, Sancho, una
soga a la cintura porque pienso entrar e
a cueva ahora mismo.
35 morar: vivir; celebérrimofamosísimo; Hércules: héroe mítico d
a antigua Grecia del
que se dice que estuvo en España y quabrió el estrecho de Gibraltar.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Pero, ¿qué locura es esa? —replic
Sancho—. ¿Qué necesidad tiene
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vuestra merced de enterrarse en vida?
—Yo no soy, Sancho, de esos caballero
que temen al peligro, así que átame
cuanto antes, que la aventura me espera.
Viendo que no había modo de hacerlcambiar de opinión, Sancho y el
estudiante le ataron una cuerd
arguísima alrededor de la cintura y lfueron
soltando poco a poco mientras doQuijote se hundía en las tinieblas de la
cueva. Luego, esperaron una media hor
volvieron a recoger la soga, y lo más
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gracioso es que don Quijote saliprofundamente dormido, y tuvieron que
menearlo un buen rato antes de qudespertase. Regresaba tan impresionado
que tardó más de dos horas en hablar
pero al fin, a eso de las cuatro, bajo un
cielo nublado y triste, dijo:
—Escuchadme, porque oiréimaravillas...
Y comenzó a contar todo lo que habívisto, en lo que se le fue más de una
hora. Dijo que en el fondo de la cuev
había un palacio de cristal, y que e
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aquel
palacio estaban encerrados lo
caballeros de Carlomagno y los del reArturo
con sus hermosas damas, y que todo
levaban allí abajo más de quinientos
años, hechizados por el mago Merlín.
—Lo que más me extraña —dijo eestudiante— es que hayáis visto tantas
cosas en tan poco tiempo, pues nhabéis pasado bajo tierra más de medihora.
—Eso no puede ser —replicó do
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Quijote—, porque allá vi amanecer tres
veces, así que tengo que haber estad
res días.
—Perdóneme vuestra merced —dijSancho—, pero yo no me creo una
palabra de todo lo que nos ha contado.
—Pues créelo, porque lo he visto co
mis propios ojos. Y tienes que saber
que, entre otras maravillas, me hapasado por delante tres labradoras que
brincaban como cabras por los campos una de ellas era la sin par Dulcinea
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del Toboso...
«¡Ay que me muero de la risa!», pens
Sancho. «¡Como si yo no supiese
quién encantó a Dulcinea y a sudoncellas...!». El estudiante, en cambio
se
creyó palabra por palabra todo lo quhabía contado don Quijote, y en verdad
nadie podrá decir a ciencia cierta si ecaballero había visto todas la
maravillasque decía o si tan sólo las había soñadoEl caso es que, como estaba
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atardeciendo, los tres amigos spusieron en camino, y al poco ratlegaron a
una venta.
—¡Qué suerte han tenido de venir est
noche —les dijo el ventero nada más
verlos—, porque acaba de llegar maesPedro!
—¿Y quién es maese Pedro? —preguntdon Quijote.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
—Un titiritero que anda por estas tierracon un retablo36 y un mono
adivino. Y el mono es tan sabio que, se preguntan algo, salta al hombro de su
amo y le dice al oído la respuesta de lque le preguntan, y casi siempre acierta
como si tuviese el diablo dentro de
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cuerpo. Maese Pedro cobra dos realepor
cada respuesta del mono, así que diceque está riquísimo. Y ya veréis que es
un hombre muy chistoso, que habla po
os codos y bebe por doce.
Cuando don Quijote vio al tal maesPedro, pensó que debía de tener la
cara enferma, pues llevaba todo el ladzquierdo tapado con un parche de tela.
En cuanto al mono, era grande y sicola, de cara graciosa y trasero peladoDon
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Quijote le preguntó por su futuro, permaese Pedro le advirtió que el mono
sólo respondía a preguntas sobre epasado y el presente.
—¡Pues yo no suelto ni blanca para qu
me digan mi pasado! —dijo
Sancho—, porque ¿quién lo va conocer mejor que yo? Pero si el señor
monísimo sabe las cosas presentes, haquí mis dos reales, y dígame qué hace
ahora mi mujer Teresa Panza.
Maese Pedro se dio dos golpes en e
hombro y entonces el mono le saltó
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encima, se arrimó a su oído y comenzó mover la boca como si estuviera
hablando. Y, en cuanto el animalillvolvió al suelo, maese Pedro corrihacia
don Quijote, se puso de rodillas yabrazándole las piernas, dijo:
—¡Oh ilustre don Quijote de la Manchagrandísimo caballero que ayudas a
os caídos y consuelas a lo
desdichados!El mono había adivinado quién era doQuijote, de lo que quedaron
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pasmadísimos todos los que estaban ea venta.
—Y tú, ¡oh buen Sancho Panza! —continuó maese Pedro—, que eres el
mejor escudero del mejor caballero de
mundo, alégrate, porque tu Teresa está
bien, y ahora mismo está echándose urago de vino mientras desgrana una
cabeza de ajos.
—Lo de los ajos no sé si es verdad —dijo Sancho—, pero lo del vino me lo
creo, porque mi Teresa siempre se h
dado muy buena vida.
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—Ahora digo yo —agregó don Quijot— que el que lee mucho y anda
mucho, ve mucho y sabe mucho. Porquo nunca hubiera creído que existen
monos adivinos, pero ahora lo he vist
por mis propios ojos y sé que es verdad
Pues yo soy don Quijote de la Manchaal y como ha dicho ese animal sabio.
—Y yo os honraré como merecéis —anunció el titiritero— representando
mi retablo ahora mismo y de balde.
—Este maese Pedro —le dijo entonce
don Quijote a Sancho en un
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susurro— debe de haberle vendido salma al diablo a cambio de que le diesal
mono el don de adivinar.
—Eso debe de ser —respondió Sancho
Pero ninguno de los dos llegó sospechar que en todo aquello hubiergato
36 retablo: teatrillo portátil en el que srepresentan obras de títeres.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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encerrado. En realidad, el mono nadivinaba nada, pero estaba amaestrado
para subirse al hombro de su dueño mover la boca como si hablase. Y lo qu
pasaba es que, antes de entrar en u
pueblo, el muy pícaro de maese Pedrse
nformaba de las cosas que habíapasado en él, con lo que siempracertaba en
sus contestaciones, y así fue como senteró de que don Quijote y Sancho
estaban en la venta.
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Pero lo que no se le podía negar a maesPedro era que tenía mucha gracia
para manejar sus títeres. Aquella nochrepresentó la historia de la princesa
Melisendra, con la que dej
encandilados a don Quijote y a todos lootros
huéspedes de la venta. Melisendra erraptada por unos moros y su marido
ograba rescatarla sacándola e
volandas por el balcón de un palacioPero los
moros descubrían a la pareja y corría
ras ella con un poderoso ejército. Y
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sucedió que, cuando don Quijote vio oyó a tanto moro por detrás de aquellos
dos cristianos inocentes que se queríaanto, se levantó de golpe, desenvainó
su espada y se puso a gritar:
—¡Deteneos, malnacidos, o conmigsois en batalla!
Y, diciendo esto, saltó sobre el retablo comenzó a acuchillar a los títeres
con tanta furia que los descabezó a casodos. Y el propio maese Pedro, que
estaba tras el retablo, habría perdido s
cabeza de no ser porque logró
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encogerse a tiempo.
—¡Deténgase, señor don Quijote —
gritaba—, que lo que está viendo son
muñecos y no moros de verdad! ¡Aypecador de mí, que me deja sin negocio
El escándalo era tan grande que hasta emono adivino echó a correr y huyó
por los tejados de la venta. Don Quijotno paró hasta destrozar todo el retablo,
entonces miró a su alrededor con eorgullo del guerrero victorioso y dijcon
voz rotunda:
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—Díganme: ¿qué hubiera sido dMelisendra y su señor esposo si yo no
hubiera estado aquí? ¡Viva la caballeríandante!
—¡Viva la caballería, y muera yo —dij
maese Pedro echándose a llorar—,
que hace un momento era dueño y señode reyes y ejércitos y ahora me veo
pobre y sin mi mono, porque antes datrapar a ese animal voy a sudar hasta
por los dientes!
—No llores, maese Pedro —le dij
Sancho con voz tristísima—, que me
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quiebras el corazón. Mi señor doQuijote, que es muy buen cristiano, tpagará
odo lo que ha roto.
—Ahora ya no tengo dudas —dijo do
Quijote— de que mis enemigos los
encantadores me cambian las cosadelante de los ojos, porque a mí mpareció
que todo lo que hemos visto pasaba e
verdad, y por eso me alteré y quiseayudar a Melisendra. Pero no sufráismaese Pedro, que os pagaré los títeres
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rotos.
Y así lo hizo, pagando real por rea
odas las heridas de los que habían
perdido la cabeza, los ojos o la nariz, ncluso desembolsó dos reales por el
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
rabajo de agarrar al mono. Claro qu
otro gallo le habría cantado al tal maesePedro si don Quijote hubiera sabidquién era en verdad aquel titiritero.
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Porque, aunque alguno no lo crea, jurpor todos los caballeros del mundo y
por el borrico de Sancho Panza, al quDios tenga en su gloria, que maesPedro
no era ni más ni menos que aquel Ginéde Pasamonte al que don Quijote había
iberado en Sierra Morena, y que habíagradecido a pedradas el don de la
ibertad. Para que la justicia no l
reconociese, Pasamonte se había tapada
mitad de la cara con un parche y s
había hecho titiritero, oficio en el que s
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desenvolvía como pez en el agua. Y poeso más de uno, al oír esta historia, se
pregunta por qué el tal Ginés no sdedicó a manejar títeres desde el primedía
de su vida, en vez de amargar a tantgente con sus bellaquerías y delitos.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
El barco encantado y el caballvolador
A los tres días de salir de la venta, doQuijote y Sancho se cruzaron al pie de
una loma con un escuadrón de más d
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doscientos aldeanos que iban armados
hasta los dientes con lanzas, ballestas
arcabuces.37 Lleno de curiosidad, don
Quijote les preguntó por las razones ques movían a la guerra, a lo que
contestó uno de los campesinos:
—Resulta que nuestro alcalde tiene u
don muy gracioso, y es que imita los
rebuznos del burro a las mil maravillasY por esa habilidad, los del pueblo
vecino, cada vez que ven a alguno dnuestro pueblo, se ponen a rebuznar par
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burlarse de nosotros. Y, como ya no haquien soporte tanta burla, hemos salido
a buscarlos para matarlos a todos.
Pensando que su deber de caballero erponer paz, don Quijote se abrió
paso hasta el centro de aquel ejército dijo:
—Yo, señores míos, soy caballerandante, por lo que conozco muy bien el
gran daño que causan las armas. Y poeso os digo que a la guerra sólo hay que
r por razones de importancia, como e
defender la vida y la familia, y no por
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niñerías.
Al ver que le escuchaban, don Quijot
calló un instante para tomar aliento,
pero Sancho aprovechó su silencio parañadir:
—Y además no tienen por quavergonzarse de oír un rebuzno, porquo
de mozo rebuznaba cuando me venía egana, y tanto se me daba que algunos
me tuviesen envidia por lo bien que lhacía. Y, si no me creen, escuchen, qua
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ciencia del rebuzno es como el nadarque una vez aprendida nunca se olvida.
Dicho esto, Sancho se llevó las manos as narices y comenzó a rebuznar
con tanta fuerza que retumbaron todo
os valles cercanos. Pero uno del
escuadrón, pensando que se burlabaalzó un palo largo y recio y le soltó tal
golpe a Sancho en las espaldas que epobre cayó al suelo sin sentido. Don
Quijote arremetió contra el del palopero fueron tantos los que le apuntaron
con sus ballestas y arcabuces, que al fi
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uvo que escapar para ponerse a salvo.
Luego, los del escuadrón atravesaron
Sancho sobre su borrico, que siguió los
37 ballesta: arma con la que se lanzaflechas; arcabuz: especie de escopeta.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
pasos de Rocinante, y, cuando eescudero recobró el sentido, don Quijote
dijo:
—¡En mala hora te dio por rebuznar! ¿Aquién se le ocurre nombrar la soga
en casa del ahorcado?
—Ya no rebuznaré más, señor, perodígame: ¿es buen caballero andante el
que sale huyendo cuando muelen a s
escudero?
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—Yo no he huido, sino que me hretirado por prudencia.
—Sea lo que fuere, bien se ve que vuestra merced le importo muy poco,
pues el otro día dejó que me mantearan
hoy ha dejado que me apaleen y
mañana dejará que me saquen los ojosAsí que mejor me vuelvo a mi casa con
mi mujer y mis hijos en vez de andar da ceca a la meca con quien tan mal me
quiere...
—Pues si eso es lo que deseas, ech
cuentas de lo que te debo, que ahora
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mismo te pagaré para que puedas irte.
—Calculando que hace unos veinte año
que me prometió la ínsula, lo
menos me debe...
—¿Veinte años? ¡Pero si no hace más ddos meses que salimos de casa! Ya
veo que quieres quedarte con todo m
dinero, y no me importa, pues prefiero
andar pobre y verme solo antes que ir ecompañía de tan mal criado. ¡Anda,
malandrín, vuélvete a tu casa, que tienemás de bestia que de persona!
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Cuando Sancho se oyó tratar tan mal, lentró tal pena en el corazón que se
e llenaron los ojos de lágrimas y lpidió perdón a su señor una y mil veces
—Yo te perdono, Sancho —dijo do
Quijote—, pero en adelante no seas tan
nteresado y aprende a tener pacienciaque día vendrá en que seas gobernador
al y como te prometí.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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En esas y otras conversaciones se lepasaron dos días, y al tercero llegaron
a las riberas del Ebro, que maravilló don Quijote por la claridad y la
abundancia de sus aguas. Y, viendo qu
a la orilla del río se mecía una barca,
dijo el caballero:
—Has de saber, Sancho, que ese barcde ahí está encantado y me está
pidiendo que suba en él, como pasantas veces en los libros de caballerías
pues ha de llevarme hasta un castillo e
el que sufre prisión un valiente
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caballero.
—Si vuestra merced quiere dar en otr
disparate, yo obedezco, pero sepa
que esta barca es de algún pescador dpor aquí.
El caso es que acabaron embarcando ynada más emprender su viaje río
abajo, don Quijote empezó a decir:
—Por lo que veo, ya debemos de habesalido al océano.
—¿Al océano? —replicó Sancho—Pero si todavía estoy viendo a
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Rocinante y a mi borrico donde lohemos dejado!
—Te digo, Sancho, que estamos en maabierto, y hasta es posible que
hayamos atravesado el Ecuador. Y, si no
pásate una mano por el muslo para
ver si llevas piojos, porque, si se te hamuerto de calor, es que ya lo hemos
atravesado.
Sancho hizo la prueba, y se sacó demuslo tal puñado de piojos vivitos y
coleando que respondió de mala gana:
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—¿No le decía yo que todavía estamoen España?
En eso, descubrieron unas grandeaceñas38 en mitad del río, y apenas las
vio don Quijote, dijo:
—Mira, Sancho, ese es el castillo qubuscamos.
La barca entró entonces en una rápidcorriente y se acercó a toda prisa a
as ruedas del molino, contra las que siduda iba a hacerse pedazos. Viendo el
peligro, los molineros salieron con una
varas largas para detener la barca, y,
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como tenían la cara y la ropa llenas dharina, don Quijote creyó que eran
fantasmas, así que se puso en pie, saca espada y empezó a gritar:
—¡Liberad al caballero o tendréis qu
batallar conmigo!
Sancho estaba tan espantado que sarrodilló para rezar un padrenuestro.
Y, aunque los molineros lograrodetener la barca, no pudieron evitar que
volcase, así que los dos aventureroacabaron en el agua. Don Quijotnadaba
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como un ganso, pero el peso de larmadura lo arrastró hacia el fondo dos
veces, así que, de no ser porque lomolineros saltaron al agua parsacarlos,
amo y criado habrían muerto allí mismoY lo peor fue que, cuando ya salían a
ierra firme, aparecieron los dueños da barca y, al verla destrozada, le
exigieron a don Quijote que se l
pagase.—Lo haré con gusto —respondió ehidalgo—, a condición de que liberéis
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38 aceña: molino de agua.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
al caballero que está cautivo en ecastillo.
—Pero ¿qué castillo decís, hombre siuicio? —replicó uno de los
molineros.
—¡Basta! —estalló don Quijote—Todo esto es un engaño de los
encantadores que me persiguen! ¡Que m
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perdone el caballero cautivo, pero yo
no puedo más!
Así que pagaron la barca, volvieron ebusca de sus bestias y siguieron su
viaje más tristes que nunca.
Y, como las cosas ya no podían irlepeor, al atardecer del día siguiente la
fortuna volvió a sonreírles, pues scruzaron con un duque y una duquesque
os recibieron en su palacio con grandemuestra de cortesía. Sucedía que los
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ales duques habían leído el libro sobras primeras aventuras de don Quijote,
así que se alegraron mucho de conocerlen persona. Y, como tenían al hidalgo
a su criado por los dos hombres má
ocos y graciosos del mundo, decidiero
acogerlos en su palacio para reírse unodías a su costa. El duque les advirtió a
sus criados que debían tratar a doQuijote y a Sancho como si fueran
caballeros de veras, así que los rociarocon agua de rosas a la entrada del
palacio y los recibieron con un sinfín d
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reverencias. Y, como don Quijote no
advirtió que los criados se reían a su
espaldas, se sintió por vez primera un
auténtico caballero andante. En cuanto Sancho, enloqueció de contento al
verse tratar mejor que al Papa de Roma se le fueron los ojos tras los sabrosos
manjares que les sirvieron de cenaDurante la comida, los duques ndejaron
de hacer preguntas, con lo que senteraron de que Dulcinea se había
convertido en una cebolluda labradora.
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—Y vos, Sancho —dijo el duque—¿aún soñáis con gobernar una ínsula?
—Así es —contestó el escudero—porque quien a buen árbol se arrima
buena sombra le cobija, y yo me h
arrimado al árbol de mi señor y sé quno
me faltará una ínsula.
—Estáis en lo cierto —respondió eduque—, porque yo os daré la mejor
nsula que tengo en mis tierras.
—Arrodíllate, Sancho —dijo entonce
don Quijote—, y besa los pies a Su
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Excelencia por la merced que te hhecho.
—Por supuesto que voy a besárselosque a quien se humilla Dios le ensalza
al buen pagador no le duelen prendas.
—¡Maldito seas, Sancho! —le riñó doQuijote—. ¿Cuándo llegará el día en
que hables sin refranes?
—Dejadlo —dijo la duquesa, que smoría de la risa—, porque a mí los
refranes de vuestro escudero me gustamucho. Decidme, Sancho, ¿vendréis
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esta tarde a charlar conmigo en una salmuy fresca que tenemos aquí en el
palacio?
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—En estos días de verano —respondiel escudero— tengo yo la costumbre
de echar cuatro o cinco horas de siestapero hoy no pegaré ojo con tal de
acompañaros.
La duquesa presintió que la charla seríentretenida, y no se equivocó,
porque aquella tarde Sancho se mostrcomo el escudero más charlatán y
divertido del mundo. No sólo contó co
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pelos y señales todas las aventuras que
había vivido con su señor, sino qu
legó a confesar que él había sido el
verdadero encantador de doña Dulcinea
—Como don Quijote está loco de remat—dijo—, le hago creer lo que no
iene pies ni cabeza.
—Y si sabéis que está loco, ¿por qué lacompañáis?
—Porque somos vecinos de toda la vid él es un hombre generoso y
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
agradecido, y yo lo quiero de todcorazón.
Tras más de tres horas de darle a l
engua, Sancho se marchó a su cuarto y
entonces la duquesa corrió en busca dsu marido para contarle todo lo que le
había explicado el escudero:
—Dice que don Quijote ha visitado lcueva de Montesinos y que allí abajo
ha visto a muchos caballeros encantado
por el mago Merlín y a la mismísima
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Dulcinea convertida en aldeana.
—Entonces —dijo el duque— l
prepararemos a don Quijote una burla e
a que aparezcan Dulcinea y el magMerlín.
Y así lo hicieron. Uno de aquellos díanvitaron a don Quijote y Sancho a
una cacería en el monte, donde el pobrescudero pasó mucho miedo al
cruzarse con un jabalí de grandecolmillos. Cazada la presa, los duques sus
huéspedes comieron en unas espléndida
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iendas de campaña y, a eso del
atardecer, cuando ya era hora de volve
al palacio, comenzó a sonar de repente
un gran estruendo de disparos rompetas, tan horrible que Sancho se
desmayó de miedo en las faldas de lduquesa. En medio de aquel colosal
ruido, apareció un carro tirado por seimulas y un espantoso demonio que dijo:
—En ese carro de ahí viene la señorDulcinea, a la que el mago Merlín ha
desencantado por un rato para que do
Quijote pueda verla de nuevo en toda
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su hermosura. Y el propio Merlín viena deciros cómo podéis desencantarla
para siempre.
Lleno de emoción, don Quijote miró ecarro, en el que era verdad que
venía una doncella muy hermosasentada en un trono y tapada de pies a
cabeza con un largo velo de hilos de or plata. Y, cuando el carro se detuvo,
apareció un hombre vestido de negrodelgadísimo y pálido, y dijo con voz
fantasmal:
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Yo soy Merlín el mago, y he venido
desde el temible infierno a revelaros
que Dulcinea seguirá hechizada
hasta que Sancho Panza, el escudero,
se suelte los calzones pierna ahajo
se dé sin piedad ni disimulo
res mil buenos azotes en el culo.
—¿Tres mil azotes? —dijo Sancho, qu
acababa de volver en sí—. ¡Ni
soñarlo! Que se azote mi amo, que spasa el día hablando de Dulcinea y la
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lama «mi amor» y «luz de mis ojos»...
—Pero, ¿qué estáis diciendo, do
villano? —bramó don Quijote—. Yo te
amarraré a un árbol y te daré diez miazotes si es preciso. Y no me repliques,
que te arrancaré el alma.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Así no —dijo el espíritu de Merlín—porque vuestro escudero ha de
recibir los azotes por su voluntad, y no
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a fuerza.
—¡No pienso azotarme! —insisti
Sancho—. Y además, ¿qué tienen quver
mis posaderas con el encantamiento d
nadie?
En esto, la hermosa doncella que veníen el carro se puso en pie, se quitó el
velo del rostro y dijo con varonidesenfado:
—¡Maldito seas, Sancho! ¿Es que no tconmueve mi desgracia? Si no
quieres azotarte por mí, hazlo por t
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amo...
—Pensad, Sancho —dijo el duque—
que si no hay azotes no hay ínsula,
pues yo no puedo darles por gobernadoa mis insulanos a alguien que no se
apiada de una doncella en apuros...
—Señor Merlín —preguntó Sancho—
¿no podría darme dos días para
pensarlo?
—No —respondió Merlín—: debéidecidiros ahora mismo.
Al final, tanto le insistieron a Sancho
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que el pobre prometió calentarse el
rasero tal y como le pedían, pero
condición de azotarse cuando équisiera,
sin plazo fijo y sin hacerse sangre. Do
Quijote se conmovió tanto que se colgó
del cuello de su escudero y le soltó máde mil besos en la frente y las mejillas.
En eso, el carro volvió a ponerse emarcha y desapareció entre los árboles,
mientras la hermosa Dulcinea le hacíuna gran reverencia a Sancho. Y lmejor
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fue que ni don Quijote ni su escuderadvirtieron que todo aquello era una
farsa, y que los que hacían de Merlín Dulcinea eran dos criados del duque.
—¡Buena ha sido la burla! —dijo l
duquesa retorciéndose de risa cuando
se quedó a solas con su marido aquellnoche.
—Mejor aún será la de mañana —respondió el duque.
Y es que al día siguiente volvieron a laandadas, pues le hicieron creer a
don Quijote que una condesa lo andab
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buscando para pedirle un don. La tal
condesa se presentó acompañada po
doce dueñas39 en el jardín donde los
duques comían con sus huéspedes, y lque más les sorprendió a todos fue que
as trece mujeres llevaban la cara tapadcon unos velos muy oscuros. Tras
hacer una gran reverencia, la condesa sadelantó y dijo:
—Yo, señores, soy la condesa Trifaldi he venido con estas queridísimas
dueñas desde el lejanísimo reino d
Candaya para que el famosísimo don
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Quijote de la Mancha remedie ungrandísima desgracia que nos hsucedido.
—Pues aquí está don Quijotísimo parque le pedirísimis lo que
queridísimis —dijo Sancho, a lo qudon Quijote añadió que socorrería a la
condesa y a sus dueñas con mucho gusto
—Debéis saber, ilustre caballero —dijentonces la Trifaldi—, que en el
reino de Candaya vive el malvadgigante Malambruno, que nos hamargado
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a vida con sus artes mágicas.
39 dueña: mujer madura que sirve a un
noble como dama de compañía.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
81
Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
—Y ¿qué es lo que os ha hecho? —preguntó la duquesa.
—Ahora mismo lo veréis —contestó lTrifaldi.
Y entonces la condesa y sus doce dueñase quitaron de golpe los velos y
dejaron al descubierto sus caras. Y
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odos los que estaban presentequedaron
pasmados al ver que las trece mujereenían el rostro cubierto con unas
espesísimas barbas.
—¡Menuda pelambrera! —dijo Sanch—. ¡Mejor hubiera sido que el tal
Malcanuto les hubiera cortado lanarices, aunque tuvieran que hablagangoso
oda la vida!
—Bien decís —exclamó la Trifald
echándose a llorar—. Porque, ¿adónde
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va una mujer con este bosque de barbasMalambruno dice que sólo nos dejará
a cara lisa cuando combata frente frente con el valiente don Quijote de la
Mancha...
Don Quijote dijo que viajaría a Canday lucharía con Malambruno, pero
Sancho no quería acompañarle, pueemía que en su ausencia le quitasen la
nsula que le habían prometido.
—La manera más rápida de viajar a lejanísima Candaya —explicó
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entonces la Trifaldi— es a lomos de ucaballo de madera que inventó el mago
Merlín y que vuela por los aires coanta ligereza como si lo llevaran los
mismos diablos. Se llama Clavileñ
porque es de leño y tiene una clavija ea
frente, y lo mejor es que ni come nduerme ni tiene alas, y camina tan llanque
quien viaja encima puede llevar en lmano una taza llena de agua sin que se l
derrame una gota.
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—¿Y cuántos caben en ese caballo? —preguntó Sancho.
—Dos personas: el caballero y eescudero. Y para gobernarlo lo únicque
hay que hacer es mover la clavija de lfrente: si se mueve a un lado, Clavileño
vuela por los aires y, si se lleva al otrocamina a ras de tierra.
—Yo no subo en ese caballo ni harto d
vino —avisó Sancho—, que no soybrujo para ir por los aires.
—Sin vuestra presencia no haremo
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nada —dijo la Trifaldi—, pues
Malambruno exige que don Quijote vay
con su escudero.
—¿Pero qué tendré yo que ver con laaventuras de mi señor? —replicó
Sancho—. Por unas niñas huérfanas sque me arriesgaría, pero por quitarleas
barbas a unas dueñas, ¡ni soñarlo!
—¡Tened piedad, amigo Sancho, que coeste calor no hay quien aguante
anto pelo! —dijo entonces la Trifaldi,
o dijo con tanto sentimiento que a
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Sancho se le escaparon dos lagrimones respondió enternecido:
—¡No lloréis, condesa, que yo montaren Clavileño y acompañaré a mi
señor hasta el fin del mundo si hac
falta!
De modo que sacaron al caballo, que erde madera, y entonces la Trifaldi
dijo que, para que los jinetes no smareasen con la altura, les convení
aparseos ojos con un pañuelo.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Y, cuando oigan que el caballrelincha —agregó—, es que ya han
legado a Candaya.
Don Quijote y Sancho subieron acaballo y se dejaron tapar los ojos, eamo
con muchas ganas de empezar l
aventura, y el criado temblando dmiedo
como tantas veces. Y, nada más verlos
omos de Clavileño, todos los presentes
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dijeron a gritos:
—¡Que Dios os guíe, valentones, pue
a vais por los aires, veloces como
flechas!
Oyó Sancho las voces y apretó a su ampor la cintura.
—Señor —preguntó—, ¿cómo dicen qu
vamos tan altos, si parece que
están hablando junto a nosotros?
83
Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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—No repares en eso, Sancho, que eestas volaterías todo se sale de lo
ordinario y nada es lo que parece. Y nme aprietes tanto, que me ahogas. ¿Qué
es lo que temes, medrosico, si llevamo
el viento en popa?
—En eso no os equivocáis, que por estado me da un viento tan recio
como si me estuvieran soplando con ufuelle.
Y así era la verdad, pues los criados deduque estaban dándoles aire con
unos grandes fuelles, de lo que su
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señores se reían a rabiar. Luego les
acercaron a la cara unos hierbajo
ardiendo para hacerles creer qupasaban
unto al sol y, al poco rato, diero
remate a la aventura pegando fuego a
Clavileño. Y, como el caballo estableno de cohetes tronadores, reventó en
medio de un gran ruido, con lo que doQuijote y Sancho saltaron por los aires
acabaron en el suelo medichamuscados. Entonces se quitaron lopañuelos y
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descubrieron con asombro que estabaen el mismo jardín de donde habían
salido. La Trifaldi y sus barbudas habíadesaparecido, y los duques y sus
criados estaban como desmayados en e
suelo. Pero lo que más sorprendió a
don Quijote fue encontrar una lanzclavada en la tierra, de la que colgabun
pergamino que decía con grandes letra
de oro:l ilustre caballero don Quijote de l
ancha acabó la aventura de la
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condesa Trifaldi con sólo intentarla
alambruno se da por contento y la
barbas
de las dueñas quedan ya lisas y
mondas.
—Bendito sea Dios, porque todo hacabado bien —dijo don Quijote.
Y, con esa satisfacción, se fue hacia loduques, que fingieron despertar de
su desmayo y alegrarse mucho con l
noticia de que la aventura habíaerminado sin daño para nadie. Pero l
que les contentó de verdad fue lo bien
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que había salido la burla, y la destrezcon que sus criados habían hecho el
papel de la condesa Trifaldi y sus docdueñas barbudas. La duquesa le
preguntó a Sancho qué era lo que más l
había gustado del viaje, y entonces el
buen escudero respondió:
—Lo más bonito ha sido ver lo pequeñque es el mundo mirado desde el
cielo. Porque, cuando íbamos volandoo me he levantado un poquito el
pañuelo por un lado y entonces he vist
a tierra y me ha parecido tan pequeña
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como un grano de mostaza. Y me hdicho: «¡Ay Sancho!, ahora ya ves quos
gobiernos y riquezas por los que tantpeleáis los hombres no merecen la pena
porque son cosas pequeñas y de pocsustancia y se marchitan de un día para
otro como la flor del campo».
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
La ínsula Barataria
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Al día siguiente del vuelo de Clavileñoel duque le dijo a Sancho que se
preparase para salir de viaje, porque lhabía llegado el momento de ser
gobernador:
—Os envío a una ínsula hecha y derechdonde no falta de nada, y debéis
saber que mis insulanos os esperan coantas ganas como si fueseis un enviado
del cielo.
—Pues yo os prometo gobernarles comDios manda —respondió
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Sancho—, que me parece que, en esto dgobernar, todo es empezar.
Cuando don Quijote se enteró de que sescudero partía hacia la ínsula
aquella misma tarde, lo llamó a s
cuarto para hablarle a solas. Sanchentró en
el aposento con miedo, pensando que samo iba a pedirle que se diese los tres
mil azotes de Dulcinea antes d
marcharse. Sin embargo, lo único ququería
don Quijote era darle a su escuder
algunos consejos para que ejerciera su
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nuevo oficio lo mejor posible. Y lprimero que le recomendó fue qugobernase
con prudencia y humildad, que evitara lenvidia y la pereza, que luchase por el
riunfo de la justicia y que fuercompasivo sin dejar de ser riguroso.
—Ve siempre limpio y bien vestido —añadió luego— y no te dejes crecer
mucho las uñas; bebe con medida
porque el vino suelta la lengua más de lque
conviene, y no comas ajos ni cebollas
para que no descubran por tu aliento qu
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naciste en cuna villana. Y sobre todo nmasques a dos carrillos ni se te ocurra
eructar delante de nadie.
—Este último consejo lo tendré muy ecuenta —contestó Sancho—,
porque tengo la costumbre de eructar siremilgos siempre que me viene en
gana.
—Tampoco tienes que abusar de lorefranes, que son más propios de los
aldeanos que de un hombre culto.
—Es que sé más refranes que un libro,
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se me vienen todos juntos a la boca
cuando hablo, pero a partir de ahor
sólo diré los que vengan al caso, que en
casa llena, pronto se guisa la cena, y abuen entendedor, pocas palabras le
bastan.
—¡Eso es, Sancho! ¡Te estoy pidiend
que no digas refranes y tú te pones a
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
ensartarlos a troche y moche com
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siempre!
En resolución, don Quijote le dio
Sancho más de treinta o cuarenta
consejos, todos atinadísimos y muuiciosos, pues ya se sabe que el hidalg
sólo disparataba en las cosas de lcaballería. Y, cuando acabó, le dijSancho:
—Todos esos avisos son muprovechosos, pero, como tengo tan mala
memoria, no sé si los recordaré. Así qumejor démelos por escrito, que, aunque
no sé leer ni escribir, yo se los daré a m
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confesor para que me los recuerde
cuando convenga.
—¡Ay Dios, y qué mal está que ugobernador no sepa leer ni escribir! Me
gustaría que al menos aprendieses firmar.
—No sufráis por eso, que yo fingiré qu
engo dolorida la mano derecha y
e pediré a alguno que firme por mí.
—¡Que Dios te guíe, Sancho amigo, esperemos que el duque no descubra
que ese cuerpecillo gordo que tienes n
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es más que un saco lleno de malicias y
refranes!
—Señor, si cree que no valgo pargobernar, ahora mismo renuncio a la
nsula, porque prefiero ir Sancho acielo que gobernador al infierno.
—Pues por esto mismo que acabas d
decir mereces gobernar sobre mil
nsulas: eres bueno por naturaleza, y eses la mayor virtud que puede tener un
gobernador.
Aquella tarde después de la comida
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Sancho dictó una carta para su Teresa,
en la que le decía que ya er
gobernador, y luego dejó que le pusieraunas
ropas muy vistosas de juez, con lo qu
legó la hora de la despedida. Tras besa
as manos de los duques, Sancho sabrazó llorando a don Quijote, quien ldio
su bendición con los ojos bañados e
ágrimas, y luego se puso en camino,acompañado por un mayordomo muchos criados.
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Como Sancho no sabía lo que era unnsula, no le extrañó que la suya
estuviera en tierra firme. En realidados criados del duque lo llevaron hasta
una villa de unos mil vecinos, a la qu
lamaron «ínsula Barataria» por lbarato
que le había salido el gobierno al nuevgobernador. Todo el mundo en el
pueblo tenía orden de obedecer
regalar a Sancho como si fuera umarqués,
así que lo recibieron con mucha
reverencias y con grandes muestras d
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alegría.
ada más llegar, le entregaron las llave
de la ínsula, y luego se lo llevaron al
uzgado para que hiciese justicia. Locriados del duque esperaban reírse a
rabiar con los disparates de Sanchopero resultó que el nuevo gobernadoos
dejó a todos con la boca abierta, puehizo justicia con tanto tino como si
hubiese dejado de ser bobo por la gracide Dios.
Desde el juzgado, llevaron a Sancho a
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ujoso palacio que iba a ser su casa,
adonde llegó corriendo un mensajer
con una carta del duque que decía:
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Señor don Sancho Panza, he tenid
noticia de que unos enemigos míos va
a
asaltar vuestra ínsula una noche d
estas, así que andad con cuidado. Y sé
ambién por espías dignos de confianzque en la ínsula han entrado cuatro
hombres disfrazados que tiene
ntención de mataros, por lo que o
aconsejo que
estéis alerta.
Vuestro amigo,
l Duque
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Muy temeroso quedó Sancho coaquellas noticias, pues no sabía que era
simples embustes del duque parmeterle miedo. Sin embargo, lnquietud le
duró muy poco, porque enseguida se llevaron a comer y el mayordomo lo
sentó ante una mesa llena de apetitosomanjares. Había una olla de cocido que
humeaba, cazuelas de conejo guisado
de ternera en adobo y grandes fuentesrebosantes de frutas. A Sancho se lalegraron los ojos con la comida, pero,
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antes de que pudiera probar nada, se lpuso al lado un personaje muy serio y
estirado que le dijo:
—Yo soy el doctor Pedro Recio, naturade Tirteafuera, y tengo el deber de
velar por vuestra salud, así que no se oocurra probar nada de lo que hay en
esta mesa, porque todo son alimentoque hacen mala digestión.
—Por eso no sufráis —respondiSancho—, que yo puedo comer de todo
porque tengo el estómago acostumbrad
a vaca y tocino, nabos y cebollas.
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—Pues aquí sólo comeréis unas láminade hojaldre y unas tajadicas finas
de carne de membrillo, que todhartazgo es malo y el poco comer oavivará el
ngenio.
Cuando Sancho oyó aquello, le vino a lmemoria la carta del duque, y
entonces se dijo: «¡Vete con ojoSancho, que este es sin duda el enemig
que ha88
Miguel de Cervantes [Adaptación
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Don Quijote
venido a matarte, y con la peor muert
de todas, que es morir de hambre». Así
que le dijo al médico:
—Doctor Pedro Recio, natural dTirteafuera, salid de aquí ahora mismo
dejadme comer o cogeré un garrote y o
echaré a palos de la ínsula.
Temeroso de Sancho, el médico salió da sala sin decir esta boca es mía,
pero en los días siguientes volvió presentarse cada vez que el gobernado
se
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sentaba a la mesa, y le prohibió uno traotro todos los platos que pudieran
apetecerle. «¡Malditos sean el doctor a ínsula!», se decía el pobre Sancho,
«que oficio que no da de comer no val
dos habas». Pero, a pesar del hambre
que pasaba, se empeñó en cuerpo y almen gobernar lo mejor posible: limpió la
nsula de maleantes, desterró a loenderos que engañaban a sus clientes,
reunió comida y ropa para los huérfanosvisitó las cárceles para consolar a los
presos y se esforzó en premiar a lo
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buenos y castigar a los malos. Todas las
horas del día las dedicaba a s
gobierno, y se negaba en redondo a salide caza
como hacían otros gobernantes, pues l
parecía que su deber era cuidar de su
nsula, y no holgazanear detrás de uciervo o de un jabalí. En fin, que Sanch
se comportó con tanta nobleza y dicteyes tan buenas, que todavía hoy se
obedecen en aquel lugar, donde se les hdado el nombre de «Las constituciones
del gran gobernador Sancho Panza».
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Mientras Sancho llevaba adelante sfalso gobierno, la duquesa inventó una
nueva burla, y cierto día le dijo a uno dsus pajes:
—Vas a ir a la aldea de don Quijote y l
levarás a Teresa Panza la carta que
e escribió Sancho, otra carta de mparte y un regalo que os daré para ella.
El paje, que era hombre gracioso y dmucho ingenio, aceptó de buen grado
a misión, y en pocos días se plantó ea aldea de don Quijote. Al llegar,
preguntó por Teresa Panza, y entonces l
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señalaron a una mujer de unos
cuarenta años, fuerte y tiesa y con la pie
muy tostada por el sol del campo. El
paje cabalgó hacia ella y, cuando la tuvdelante, se apeó del caballo, se puso de
rodillas y dijo con mucha solemnidad:
—Déme sus manos, mi señora doñ
Teresa, esposa del señor don Sancho
Panza, gobernador de la ínsulBarataria.
—¡Levántese, señor, que se equivoca —respondió Teresa—, que yo no soy
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más que una humilde labradora, mujede un escudero y no de un gobernador!
—Vuestra merced es esposa dignísimde un gobernador archidignísimo, y
en prueba de ello, tenga este regalo qu
e envía mi señora la duquesa.
Entonces el paje se sacó de la manga ucollar de corales rematado con dos
bolas de oro puro y se lo colgó decuello a Teresa, quien se sintió a do
dedosde volverse loca de alegría. Luego epaje le dijo que le llevaba además un
carta
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de Sancho y otra de la duquesa, a lo quTeresa respondió:
—Pues hágame el favor de leérmelasque yo no sé el abecé.
En su carta, Sancho le decía a Teres
que, como ya era gobernador de una
nsula, muy pronto se pasearían por lcorte en un coche de caballos y podrían
89
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
casar a Sanchica con un condazo d
omo y lomo. Por su parte, la duquesa
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explicaba que Sancho gobernaba snsula a las mil maravillas y que ella se
moría de ganas de conocer a Teresa, que había oído hablar muy bien de las
bellotas que se criaban en la aldea d
don Quijote.
—¡Pues yo le enviaré a vuestra señorun saco de bellotas tan grande que se
relamerá nada más verlo! —exclamTeresa cuando el paje acabó de leer—
Yqué claro se ve por esas cartas que mSancho ya está hecho todo un
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gobernador, que no es moco de pavo! ¡Yeso que aquí en el pueblo todo el
mundo dice que mi marido no sirve máque para guardar cabras! Pues en dos
días me sentará en un coche como si y
fuera una papesa. ¡Santo Dios, y
cuántas envidiosas me van a salir!
La buena mujer estaba tan contenta quse puso a saltar y a bailar en plena
calle mientras canturreaba:
—¡Gobiernito tenemos, que sogobernadora!
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Entonces le dijo a Sanchica que lsirviera al paje unos huevos con tocin,
mientras tanto, ella se fue a buscar a umonaguillo al que conocía y le dio un
par de bollos a cambio de que lescribiese dos cartas: una para Sancho otra
para la duquesa. Luego, volvió a cascon las cartas y con un saco enormleno
de bellotas, y le dijo al paje:
—Esto es para vuestra señora.
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El paje se guardó las cartas, atravesó esaco en las ancas de su caballo y
volvió a toda prisa al palacio de suseñores. Y, cuando, los duques leyeroal
fin las cartas de Teresa, estuvieron punto, de morirse de la risa, pues lbuena
mujer disparataba de lo lindo. Lo qumás repetía era que tenía muchas ganas
de pasearse en coche, aunque laenvidiosas del pueblo la llamasevillana y
harta de ajos cuando la viesen arreglad
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como una reina.
Y es que la pobre Teresa no sospechab
que el poder de su marido se iba a
deshacer en dos días como el humo en eviento. Sucedió que, en la séptima
noche de su gobierno, cuando Sanchdormía en su cama, comenzó a sonar de
pronto un horrible estruendo dcampanas y voces, tambores rompetas, tan
grande que parecía como si toda lnsula se estuviera hundiendo. Confuso
emeroso, Sancho saltó de la cama
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salió de su cuarto en camisón, entonces
vio que por todas partes corríasoldados con las espadas en altgritando
«¡alarma, alarma!».
—¡Ármese, señor gobernador —le dijuno de ellos—, que han entrado
nfinitos enemigos en la ínsula y sivuestra ayuda no haremos nada!
—¿Que me arme? Eso déjenlo para mseñor don Quijote, que se echa los
gigantes a las barbas de seis en seis
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Pero yo, ¿como me voy a armar si no sni
empuñar una espada?
Sin embargo, tanto le insistieron, que afinal dejó que lo armasen. Y, como
aquella guerra no era más que una burlao que hicieron fue ponerle un gran
escudo por delante y otro por detrás atarlos entre sí con unos cordeles, con l
90
Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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que Sancho quedó emparedado entre doconchas como si fuera una tortuga.
Por entre los escudos le sacaron ubrazo y, poniéndole una lanza en lmano, le
dijeron:
—¡Guíenos vuestra merced, moriremos si es preciso!
Sancho intentó caminar, pero, como npodía doblar las rodillas, cayó al
suelo con un golpe tan grande que creyque se había hecho pedazos. Y lo peor
fue que los soldados lo dejaron tirado
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siguieron corriendo de aquí para allá,
de tal manera que unos tropezaban co
él y otros le caían encima, y el pobre
Sancho tuvo que esconder la cabeza esu caparazón de escudos para que no se
a partiesen en dos a fuerza dpisotones.
—¡Cierren las puertas de la muralla! —decía el capitán de los soldados—.
Levanten trincheras! ¡Disparen contra eenemigo!
«¡Ay, Dios mío, sácame de aquí!»
susurraba Sancho sudando de miedo. Y
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ocurrió que el cielo debió de oír susúplicas, pues, cuando menos lesperaba,
de repente se oyó gritar:
—¡Victoria, victoria, hemos vencido
Los enemigos se van!
Uno de los soldados se acercó agobernador y le dijo que repartiese el
botín, a lo que Sancho respondió covoz doliente:
—Yo lo único que quiero es que mevanten y que me den un trago de
vino.
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De modo que lo pusieron en pie, lquitaron los escudos y le dieron un
buen trago de vino, y entonces Sanchvolvió a su cuarto sin decir nada y
comenzó a vestirse en silencio. Luego
muy poco a poco porque estaba molido,
se fue a la caballeriza, adonde lsiguieron todos los demás, y, traabrazar y
besar a su borrico, le colocó la albard
mientras le decía entre lágrimas:—¡Ven aquí, amigo mío! ¡Qué feliceeran mis días cuando no tenía más
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cuidado que alimentar tu corpezueloPues, desde que me subí a las torres da
ambición, no ha tenido mi alma ni unsola hora de descanso.
Y luego se montó en el asno y les dijo os que allí estaban:
—Abridme paso, que me voy, pues yno nací para defender reinos, y
prefiero hartarme de ajos y dormir al pi
de una encina que temblar de miedoen una blanda cama y permitir que umédico de Tirteafuera me deje en los
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huesos mondos.
—No se vaya, señor —dijo entonces e
doctor Recio—, que yo prometo que
en adelante le dejaré comer eabundancia.
—¡Ya es tarde, amigo! —respondiSancho—. Los Panzas somos muy
estarudos, y cuando decimos que no eque no, y no hay que estirar más el
brazo que la manga y cada oveja con spareja. Y déjenme pasar, que se me hac
arde.
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Todos los que estaban allí lo mirabacon tristeza, arrepentidos de haberle
ratado tan mal, pero, por más que lnsistieron para que se quedase, Sancho
no dio su brazo a torcer, sino que s
despidió con muchas lágrimas y smarchó
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
diciéndose: «Ahora ya sé que no nacpara gobernar y que las riquezas que se
ganan en las ínsulas son a costa d
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perder la comida y el sueño».
Aunque Sancho partió al amanecer, s
omó el viaje con tanta calma que se
e hizo de noche poco antes de llegar acastillo de los duques. Al ver las
primeras estrellas, se apartó del caminen busca de un lugar donde dormir,
pero, como la noche era muy oscura, nveía por dónde iba, así que acabó
cayendo en una honda sima de la que nhabía forma de salir. El asno quedó
patas arriba y empezó a quejarse,
Sancho se puso a llorar y a dar grito
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para
que le ayudaran, aunque fue como darlo
en el desierto, porque por aquellos
andurriales no había ni un alma.
Pero dejemos a Sancho en su desgraci sepamos qué le ocurrió a don
Quijote mientras duraba el gobierno d
su escudero. Y es el caso que el hidalgo
añoraba tanto a Sancho, que se pasó lmayor parte de los días caminando sin
rumbo por el castillo y sus alrededorescon la mirada perdida y la cabeza
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gacha. Pero no por eso los duquedejaron de hacerle burlas parentretenerse a
su costa. Y, entre otras cosas, fingieroque en el palacio había una doncella qu
se moría de amor por don Quijote, asque el caballero sufrió lo indeciblepues
no quería lastimar a la muchacha perampoco podía hacerle un hueco en su
corazón, que estaba ocupado de medio medio por la altísima Dulcinea. Y otro
día le metieron en su cuarto una legió
de gatos furiosos, que saltaron sobre las
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narices de don Quijote y le dejaron lcara acribillada, por lo que el pobruvo
que pasarse ocho días en la cama, con lcabeza vendada desde la nuez de la
garganta hasta la punta de los cabellosEn fin, que el buen caballero recibió en
pocos días más arañazos, puñadaspellizcos y alpargatazos que en toda su
vida, aunque él siempre pensó que tod
eran fechorías de algún malignoencantador.
Recuperado al fin de sus heridas, do
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Quijote decidió ponerse en camino
cuanto antes, pues le parecía que aquell
vida ociosa que llevaba en palacio no
era propia de un buen caballero andanteComo las justas de Zaragoza se
acercaban, tomó la costumbre de salir acampo todos los días de buena mañana
para ejercitarse en el galope a lomos dRocinante. Y sucedió que, uno de
aquellos días, el caballo arrancó correr con muchos bríos hasta llegar aborde
de una sima, en la que estuvieron a punt
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de caer. Entonces don Quijote miró
hacia abajo y oyó una voz que decía:
—¡Ah los de arriba! ¿Hay algúcaballero que se duela de un gobernado
sin gobierno que ha acabado enterraden vida?
«¡Pero si es la voz de Sancho!», se dij
don Quijote, lleno de asombro, y
uego gritó:
—¿Quién está ahí abajo? ¿Quién squeja?
—¿Quién va a ser sino el desgraciad
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de Sancho Panza?
«¡Ay Dios!», pensó don Quijote, «que m
buen escudero está muerto y su
alma está penando aquí abajo».
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Si eres Sancho y estás en epurgatorio —dijo—, no temas, qupagaré mil
misas por tu alma con tal de ponerte eel cielo.
—Sí que soy Sancho, y vuestra mercedebe de ser mi señor don Quijote.
Pero sepa que no me he muerto ni unsola vez en todos los días de mi vida,
sino que anoche caí en esta sima con m
borrico, que no me dejará mentir.
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Entonces, como si entendiera a su amoel asno comenzó a rebuznar, y lo
hizo con tanta fuerza que retumbó toda lcueva.
—¡Yo conozco ese rebuzno como si l
hubiera parido! —exclamó don
Quijote—. Y también reconozco tu vozSancho mío, así que espérame, que iré a
castillo del duque y traeré a alguien que saque de ahí abajo.
—Vaya, señor, pero vuelva pronto o mmoriré de miedo.
Cuando los duques se enteraron de l
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que le había pasado a Sancho,
quedaron muy asombrados, y enseguid
enviaron a muchos criados con
cuerdas, que con no poco trabajsacaron al asno y a su amo a la luz de
sol. Y
cuando Sancho entró por fin en ecastillo, se arrodilló ante los duques es dijo:
—Yo, señores, fui a gobernar vuestr
nsula Barataria, de la que vuelvo sinhaber ganado ni perdido nada. Ordenas leyes que mejor me parecieron, hice
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usticia como mejor supe y estuve punto de morir de hambre por culpa dun
médico que me puso a dieta. Anteanochnos atacaron los enemigos y salimos
victoriosos, pero mis hombros npodían llevar la pesada carga degobierno,
así que decidí dejar la ínsula y volver aservicio de mi señor don Quijote, pues
con él al menos me harto de pan, aunquo coma con sobresalto.
Los duques abrazaron a Sancho y l
prometieron otro oficio menos duro
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que el de gobernador, pero don Quijotdijo:
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—No será necesario, pues mañanmismo volveremos a los caminos en
busca de aventuras.
Aquella noche, Sancho se deshizo e
ágrimas cuando le leyeron las cartasde su Teresa, porque le dio mucha penpensar en qué poco había quedado el
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deseo de su mujer de pasearse en cochePero al día siguiente recobró la sonrisa
cuando los duques le entregaron ubolsico con doscientos escudos de orpara
os gastos del camino. Y así, máanimado y alegre que nunca, salió decastillo
con rumbo a Zaragoza, en compañía dsu amo y a lomos de su querido borrico
del que se prometió que nunca máhabría de separarse ni por todo el ordel
mundo.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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El retorno del caballero
Cuando don Quijote se vio de nuevo cielo abierto, libre para ir a donde
quisiera, se sintió tan feliz que dijo:
—La libertad, Sancho, es uno de lodones más preciosos que han recibido
os hombres: vale más que todos loesoros de la tierra y del mar, y por ella
conviene arriesgar la vida si es precisopues no hay pena mayor en el mundo
que ser esclavo de otro o verse cautivo.
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Aquella mañana, Rocinante no dejó drelinchar, y el borrico de Sancho
soltó desde su tripa más de dieolorosos suspiros, de lo que se alegrmucho
don Quijote, pues le pareció que todaquello eran presagios de grandes
victorias. Sin embargo, a media tarde ecaballero se dejó vencer por la tristeza,
pues volvió a acordarse de Dulcinea
se la imaginó brincando por los campoa
omos de una borrica. Sancho no s
había dado más que cinco azotes de lo
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res
mil que hacían falta para desencantar
a emperatriz de la Mancha, pero, por
más que don Quijote le insistió en que sazotase, no consiguió ablandarle el
corazón.
—Tenga paciencia —decía Sancho—
que cuando menos lo espere me
dejaré el trasero hecho un colador.
Aquella noche, amo y criado srecogieron en una venta, donde nada má
entrar toparon con un caballero que leí
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un libro. Y, al pasar por su lado, le dijo
el ventero:
—¿Os gusta el libro, señor doJerónimo?
A lo que respondió el caballero:
—¿Cómo me va a gustar si está lleno ddisparates? Y lo peor es que pinta a
don Quijote desenamorado de Dulcinea
Al oír aquello, don Quijote rugiencendido en cólera:
—Quien diga que don Quijote h
olvidado a Dulcinea miente más que
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habla, pues yo sé mejor que nadie que lprincesa del Toboso reina en mi
corazón con más fuerza que nunca.
Cuando el tal don Jerónimo miró arecién llegado, comprendió al instante
que estaba ante el mismísimo doQuijote de la Mancha, así que le dio ugran
abrazo al tiempo que decía:
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
—Bien veo que sois el famoso doQuijote, y este es sin duda vuestro leal
escudero. Yo, señor, leí con mucho gusta primera parte de vuestras
aventuras, en la que Cide Hamete opintaba con enorme respeto. Por eshace
unos días compré este otro libroitulado Segunda parte de las hazaña
de don
Quijote, que es obra de un ta
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Avellaneda. Pero está claro que estautor
desconocido quiere arruinar vuestrbuena fama, pues os describe como un
hombre torpe, chillón y desenamorado
retrata a Sancho Panza como un
borracho simplón y nada gracioso.
—Entonces no haga caso de eshistoriador de tres al cuarto —dijo
Sancho—, porque nosotros somos comdice Cide Hamete: mi amo, valiente,
discreto y enamorado hasta las cachas;
o, tan gracioso que soy capaz de
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alegrar a la misma tristeza.
—A mí que me retrate quien quiera —
erció don Quijote—, pero que no me
maltraten, o perderé la paciencia.
Aquella noche, don Jerónimo charlargo y tendido con don Quijote, quien
e contó las maravillas que había vist
en la cueva de Montesinos y le explicó
que iba camino de Zaragoza parparticipar en unas justas.
—Pues, según Avellaneda, ya habéiestado en esa ciudad —advirtió don
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Jerónimo, a lo que respondió doQuijote:
—Entonces no pondré los pies eZaragoza, y así demostraré que ese tal
Avellaneda miente como un bellaco.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
Don Jerónimo le dijo que en Barcelon
había otras justas donde podríademostrar su valor, así que a la mañansiguiente don Quijote y Sancho se
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pusieron en camino hacia tierras dCataluña. Tras seis días de viaje, unnoche
se cobijaron bajo unas encinas y sucedique, cuando Sancho dormía más a su
sabor, notó que alguien empezaba bajarle los calzones.
—¿Qué pasa? —dijo sobresaltado—¿Quién me desnuda?
—Soy yo —contestó don Quijote—, qu
vengo a darte los tres mil azotesque le debes a Dulcinea.
—Merlín dijo que los azotes tenían qu
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ser voluntarios...
—Pues yo no pienso dejarlo a t
voluntad, porque he visto que tienes el
corazón muy duro y las carnes mublandas.
—Le digo que me deje o acabaremomal —replicó Sancho, quien se
defendió con tanta fuerza que acabó poumbar a don Quijote en el suelo.
—¡Oh traidor! —se quejó el caballer—. ¿Contra mí te rebelas, que te doy
de comer de mi pan?
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Pero Sancho ya no le escuchaba, pues shabía alejado un buen trozo
buscando otro árbol bajo el que dormirY ya se estaba acomodando al pie de
una encina cuando sintió que algo l
rozaba la cabeza y, al alzar las manosnotó
con horror que lo que tenía encima eraos pies de una persona. Temblando de
miedo, corrió hacia otro árbol, per
ambién allí topó con unas piernasataviadas con calzas y zapatos, y lmismo le pasó con todos los árboles
os
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que se acercó, así que empezó a gritar:
—¡Venga deprisa, señor don Quijote,
verá que los árboles de aquí no
crían frutos sino piernas humanas!
Llegó corriendo don Quijote y, trapalpar las piernas, dijo con mucha
calma:
—No tengas miedo, Sancho, que lo qupasa es que estos árboles están
lenos de bandoleros ahorcados por lusticia, lo que me da a entender que ya
debemos de estar cerca de Barcelona.4
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Y así era. Pero lo peor fue que, nadmás amanecer, aparecieron de
mproviso más de cuarenta bandolerovivos, que rodearon a don Quijote y a
Sancho y saquearon las alforjas de
escudero. Y ya estaban a punto dregistrar
al propio Sancho y de encontrarle locien escudos que le había dado el duque
cuando de pronto se oyó decir:
—¡Dejad a ese pobre hombre!
El que hablaba era el capitán de lo
bandoleros, que acababa de llegar a
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omos de un poderoso caballo y armadcon cuatro pistolas. Era un hombre de
unos treinta y tantos años, robustomoreno y de mirada seria. Y lo que máe
admiró de don Quijote fueron su viejarmadura y la honda tristeza de sus ojos
40 En época de Cervantes, Cataluñestaba llena de bandoleros que causabamuchos
problemas políticos y sociales.98
Miguel de Cervantes [Adaptación
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Don Quijote
—No estéis tan apenado, buen hombr
—le dijo—, que yo no soy ningún
asesino, sino el famoso bandolerRoque Guinart, que es más compasiv
que
riguroso.
—Lo que me apena —contestó doQuijote— no es haber caído en tus
manos, famosísimo Roque, sino que tuhombres me hayan sorprendido sin
armas, cuando mi deber de caballero e
vivir siempre alerta y con el puño
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aferrado a la espada. Pues debéis sabeque yo soy don Quijote de la Mancha,
de cuyas grandes hazañas ya se habla eodo el mundo.
Roque Guinart había oído contar que e
aquellos días iba por los caminos
un hombre entrado en años que decía secaballero andante y se hacía llamar
don Quijote, así que se alegró mucho dconocer a aquel loco del que tanto se
hablaba. Y, como las tierras de Cataluñse habían vuelto muy peligrosas, se
ofreció a acompañar a don Quijote y
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Sancho hasta Barcelona para que no les
pasara nada en el camino.
Tres días y tres noches tardaron elegar a la ciudad, en los que don
Quijote quedó fascinado por la vidaventurera que llevaban Roque y sus
hombres. Como la justicia andaba tra
ellos, dormían de pie y con el arma
cargada en la mano y cambiaban dugar a cada instante, de forma que
amanecían aquí y comían allá, unaveces huían sin saber de quién y otras
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esperaban sin saber a quién. Y, aunquRoque vivía de robar a los viajerosenía
buen cuidado de no ofender a la gente dbien y obraba siempre con una
nobleza que no parecía propia de uforajido. En el fondo, tenía un natural
compasivo y generoso, y por eso émismo se lamentaba de llevar aquellvida
miserable de crímenes y asaltos, a lque lo habían arrastrado algunos malos
pasos de juventud. Y tanto s
avergonzaba de sus fechorías que algun
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vez el
propio don Quijote lo vio llorar d
risteza.
Al fin, por atajos y sendas escondidaslegaron a Barcelona, donde don
Quijote y Sancho vieron por vez primerel mar, del que admiraron su
abundancia y su enorme belleza. Everano tocaba a su fin, los días eraclaros y
Barcelona se mostraba más hermosa qununca, hospitalaria con los forasteros y
amistosa con todos. Un amigo de Roque
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que se llamaba don Antonio y era muy
rico, acogió en su casa a don Quijote y
Sancho, pues había leído el libro de
Cide Hamete y quería disfrutar con laocuras de uno y las gracias del otro.
Don Antonio y sus amigos celebraromuchas fiestas en honor de don Quijote,
e llevaron a pasear por Barcelona hasta lo montaron en una galera para qu
viese la ciudad desde el mar. Siemprque se cruzaban con él, se inclinaban en
una reverencia y le regalaban los oído
como si estuvieran delante de un
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príncipe, y, aunque en verdad lo hacíaen son de burla, don Quijote se
enorgullecía de verse tratar tan a lseñor y pensaba que todo aquello era un
premio por haber socorrido con su
armas a tantos necesitados.
Y así, pasito a paso, se fue acercando ldesgracia. Una mañana en que don
Quijote se paseaba a orillas del mar, se acercó un caballero a lomos de un
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
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caballo, cubierto con una armadura armado con una lanza. Llevaba pintada
en el escudo una luna blanca y brillante al acercarse a don Quijote le dijo a
gritos:
—¡Escúchame, ilustre don Quijote de lMancha! Yo soy el Caballero de la
Blanca Luna y vengo a hacerte confesaque mi dama es mil veces más hermosa
que Dulcinea del Toboso. Si no lconfiesas, habré de luchar contigo. Ymis
condiciones son que, si te venzo, tendrá
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que dejar la caballería andante y
retirarte a tu casa durante todo un año; y
si soy derrotado, podrás decidir sobre
mi vida y quedarte con mi caballo y miarmas.
—Si hubierais visto a Dulcinea —respondió don Quijote con mucha
calma— sabríais que no hay bellezcomparable a la suya, así que acepto
vuestro desafío.
De modo que los dos caballeros salejaron el uno del otro y luego
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comenzaron a correr para embestirscon las lanzas. Y sucedió que el de la
Blanca Luna topó contra don Quijote coanta fuerza que dio con él y con
Rocinante en el suelo.
—Señor don Quijote —dijo entoncesponiéndole al vencido la espada ante
os ojos—, confesad que mi dama emás hermosa que la vuestra o tendré qu
mataros aquí mismo.
A lo que respondió don Quijote con vodébil y enferma:
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—Dulcinea del Toboso es la dama máhermosa del mundo y mentiría si
dijera lo contrario, así que quítame lvida como me has quitado el honor.
—Eso jamás —dijo el de la Blanc
Luna—: me contento con que os retiréia
vuestra casa y no volváis a tomar laarmas al menos en un año.
Don Quijote respondió que así lo harí
, con esa promesa, el Caballero dea Blanca Luna se entró en la ciudad
medio galope, rodeado por una nube de
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muchachos. Tras llegar al mesón dondse hospedaba, se quitó la armadura, y
aquella misma tarde partió camino de lMancha. Pues debes saber, amable
ector, que el Caballero de la Blanc
Luna no era ni más ni menos que Sansón
Carrasco, aquel bachiller que habíntentado derrotar a don Quijot
haciendo
de Caballero de los Espejos. Llevab
mucho tiempo tras los pasos del hidalgo
al fin lo había encontrado y vencido. Y
de esa manera había dado fin a su plan,
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pues don Quijote ya quedabcomprometido a volver a su aldeadonde podría
curarse y recobrar el juicio.
Mientras tanto, don Antonio y su
amigos levantaron del suelo a don
Quijote, que había perdido el color derostro y tenía doloridos todos los hueso
del cuerpo. Seis días tuvo que pasarsen cama, en los que no dejó de darle
vueltas a la desgracia de su derrotaSancho cuidó de él y de Rocinante, que
había acabado tan malparado como s
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dueño. Y, aunque el buen escudero
amentaba el fin de aquellas aventura
con las que esperaba llegar a rico, hizo
odo lo posible por mostrarse alegrante su amo y consolarlo con tiernas
palabras.
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
Llegó así la hora de emprender ecamino de regreso, en el que doQuijote
cabalgó despojado de su armadura vestido con ropas de diario. Y lo peofue
que en la primera noche de su viajvolvió a probar el amargo sabor de la
desgracia. Resultó que, cuando estabdescansando con Sancho debajo de uno
árboles, de repente apareció una piar
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de más de seiscientos cerdos que unos
hombres llevaban a una feria. Y, si
guardar respeto a nadie, llegaron labestias
a la carrera, gruñendo y resoplando, y s
levaron por delante a don Quijote, a
Sancho, a Rocinante y al borrico, quacabaron tumbados en el suelo y
pisoteados por cerdosas pezuñasSancho le pidió la espada a su amo para
matar a todos los puercos que pudiesepero don Quijote contestó:
—Déjalos estar, amigo, que al caballer
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que va vencido como yo es justo
que le muerdan los leones y le pisen lo
puercos.
El regreso fue, en fin, pesaroso y tristePor las noches, don Quijote no
ograba dormir, porque los malopensamientos acudían a su imaginaciócomo
as moscas a la miel. Desde eanochecer hasta el alba, todas las hora
se le ibanen recordar a la encantada Dulcinea y ecantarle coplas de amor con el corazón
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encogido y los ojos llenos de lágrimas.
—Escucha, Sancho —dijo un día do
Quijote—, si quieres cobrarte por los
azotes de Dulcinea, dátelos tú mismo o te los pagaré al contado.
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
Abrió Sancho los ojos y las orejas u
palmo y respondió:—Dígame vuestra merced cuánto mdará por cada azote.
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—Lo que quieras, Sancho, porque ni coodo el oro del mundo podría
pagarse el desencanto de Dulcinea.
Pidió el escudero un cuartillo por cadazote y luego calculó a duras penas
que la azotaina completa le iba a salir don Quijote por ochocientos veinticinco
reales, con los que Sancho pensabentrar en su casa rico y contento aunque
bien azotado. Así que aquella mismnoche se desnudó de medio cuerparriba
le quitó las riendas a su borrico par
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azotarse con ellas. Don Quijote lo vio ir
con tantas ganas que tuvo que decirle:
—Ten cuidado, Sancho, y no te deodos los azotes en una sola noche, no
sea que te hagas pedazos y te mates ascomo así.
Deseoso de acabar cuanto antes, e
escudero se metió entre unos árboles y
empezó a darse latigazos mientras samo los contaba en voz alta. Pero, a los
siete u ocho azotes, dijo Sancho:
—Creo que el precio de esta zurra e
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muy barato, así que quiero que me
pague cada azote al doble de l
acordado.
—Me parece bien —respondió doQuijote.
—Entonces ¡lluevan azotes, que el ququiere truchas se ha de mojar las
calzas!
Pero el muy pícaro dejó de dárselos eas espaldas y empezó a darlos
contra los árboles, lanzando un suspirde vez en cuando, tan hondo como si se
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estuviera arrancando el alma.
—Basta, Sancho —dijo al fin do
Quijote—, que ya te has azotado más de
mil veces.
—Apártese vuestra merced y déjemdarme otros mil azotes.
Pero eran tan grandes los suspiros qu
daba Sancho que don Quijote temió
por su vida, así, que acudió a quitarlas riendas y lo convenció de qu
siguiera
con el maltrato otro día. Sanch
obedeció quejándose por fuera
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sonriendo por
dentro, y en las dos noches siguiente
concluyó su azotaina a costa de las
cortezas de otros cuantos árboles, con lque don Quijote quedó engañado pero
feliz, convencido de que Dulcinea yestaba desencantada. Y justo al día
siguiente del fin de los azotes, asompor fin la aldea de don Quijote en el
horizonte, y, al verla, se arrodillSancho y comenzó a decir:
—Abre los ojos, deseada patria,
recibe con la gloria que merecen a estos
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dos hijos tuyos...
A lo que dijo don Quijote que se dejas
de tonterías y subiera al borrico
para entrar en la aldea. Y, nada málegar, se cruzaron con el cura y co
Sansón
Carrasco, que los recibieron cograndes abrazos y se ofrecieron acompañar a
don Quijote hasta su casa. Los chiquillo
del pueblo, que los vieron pasar,empezaron a gritar de calle en calle qudon Alonso y Sancho ya estaban de
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vuelta. Teresa Panza oyó la buennoticia y salió de casa loca de alegríacon el
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
pelo revuelto y a medio vestir. Y, cuandvio que Sancho volvía a pie, le dijo:
—¿Cómo es que no vienes en tu cochde gobernador?
—Calla, Teresa —susurró Sancho—que vengo más rico de lo que parece.
Dineros traigo, que es lo que importa,
ganados sin daño de nadie, salvo de lascortezas de unos cuantos árboles.
Camino de su casa, don Quijote le
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contó al cura y al bachiller que había
caído derrotado en Barcelona y qu
debía permanecer en la aldea durantodo
un año. Y luego añadió:
—¿Han leído vuestras mercedes esoibros en que aparecen unos pastores
que suspiran y cantan coplas de amor ea soledad de los bosques?
El cura y el bachiller asintieron, sisaber adónde iría a parar don Quijote.
—Pues he decidido que en este año —
dijo el caballero— me dedicaré a ser
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pastor con el nombre de Quijótiz cantaré al son de un laúd y derramarmil
ágrimas por mi amada. Sancho me hprometido que se vendrá conmigo, y nos
gustaría que vuestras mercedes noacompañasen.
—Por supuesto que lo haremos —contestó el cura mientras maldecía por
dentro aquella nueva locura de s
vecino.Con eso llegó don Quijote a su casadonde ya le esperaban su sobrina y la
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
criada. Apenas las vio, el caballero ledijo:
—Ay hijas, llevadme a la cama, que nvengo muy bueno.
Y es que regresaba tan y tan triste posaberse vencido, que acabó cayendo
enfermo. Seis días se pasó en la camcon unas fuertes fiebres, en los que
Sancho no se separó de su lado ni u
momento. El bachiller, el cura y e
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barbero
rataban de animarlo diciéndole que mu
pronto todos se irían al campo a hacer
de pastores. Pero, como don Quijote nmejoraba, tuvo que visitarlo el médico,
que le tomó el pulso y dijo consternado:
—Cuide, señor, de la salud de su alma
que estas penas que le llenan el
corazón se lo van a llevar por macamino.
Comprendió don Quijote que se estabmuriendo, pero recibió la noticia
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con ánimo sosegado. En cambio, scriada, su sobrina y Sancho comenzaroa
lorar con mucho sentimiento, pues ya sha dicho alguna vez que don Quijote
era un hombre bueno y se hacía quererEl caso es que, tras la visita del médico
el hidalgo durmió de un tirón más dseis horas y, cuando despertó, comenza
gritar con mucha alegría:—¡Bendito sea Dios, pues acaba ddevolverme el juicio! Ahora ya sé que
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perdí la luz del entendimiento por culpde los libros de caballerías, que en otro
iempo leí con placer y hoy condeno maldigo con toda mi alma. Ya nunca má
seré don Quijote, sino Alonso Quijano,
quien en esta aldea llaman El Bueno.
Pero decidle al cura que venga, ququiero que me confiese, y traedme a un
escribano para que pueda dictarle mestamento, pues siento que me voy
muriendo a toda prisa.
Con aquellas palabras, se deshicieron e
ágrimas los ojos de todos los que
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estaban en el cuarto, quienes no tuvierodudas de que era cierto que don
Alonso se les iba. Entró el cura y lconfesó, y luego don Quijote dictó su
estamento, en el que le dejó a s
sobrina su casa y sus tierras, a la criadveinte
ducados para un vestido y a su escuderel salario que le debía por sus buenos
servicios. Con eso, entró Sancho en e
aposento, y don Quijote le dijo:—Perdóname, amigo, por las veces que he hecho parecer loco sin serlo.
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—¡Ay, señor mío —contestó Sancho sidejar de llorar—, no se muera
vuestra merced, sino hágame caso y vivmuchos años, porque la mayor locura
que puede hacer un hombre en esta vid
es dejarse matar por la tristeza!
Levántese de esa cama y vámonos acampo vestidos de pastores, que quizá
detrás de algún arbusto encontraremodesencantada a la señora Dulcinea.
Pero don Quijote insistió en que ya nestaba loco sino cuerdo, y que ya no
sería caballero ni pastor, sino Alons
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Quijano el Bueno, que había nacido
hidalgo en una aldea de la Mancha. Tre
días siguió viviendo, en los que se
desmayó muchas veces, hasta que al fie llegó el momento de su último
suspiro y se fue para siempre. El cura lpidió al escribano que dejase constanci
de que Alonso Quijano el Buenoconocido como don Quijote, habímuerto en
su casa de muerte natural, no fuera aparecer otro Avellaneda y lo resucitas
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
para hacerle vivir nuevas aventuras.
Y con eso se acabaron las hazañas desdichas de aquel hidalgo que se dejó
engañar por sus libros y murió cuerddespués de vivir loco. Que en paz
descanse allí donde esté.
in
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
a c t i v i d a d e s
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Miguel de Cervantes [Adaptación
Don Quijote
on Quijote
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Argumento
01 Tras volverse loco, el hidalgAlonso Quijano decide hacerscaballero
andante, con lo que empieza una vida do más ajetreada. ¿Por qué enloquece
don Alonso y qué pretende lograr cosus aventuras? (págs. 7-8) ¿Cómo soas
armas, el caballo y la amada que eligepágs. 8) ¿Crees que escoge a la person
dónea para que le nombre caballero
pág. 9)
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02 Desde su primera salida, doQuijote no para de dar y recibir golpes.
¿Qué le ocurre mientras vela sus armaspágs. 10-11) ¿Y cuando intenta
homenajear a Dulcinea? (pág. 12) Ya d
vuelta en la aldea, ¿qué hacen el cura y
el barbero para remediar su locurapág. 14)
03 En su segunda salida, don
Quijote se hace acompañar por elabrador Sancho Panza. ¿Cómo es
Sancho y por qué acepta el oficio
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de escudero? (págs. 15-16) ¿Qué
actitud adopta durante el episodio
de los molinos? (pág. 17) ¿Cómo se
explica don Quijote el final
desgraciado de esa aventura? (pág.
17)
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
04 Cierta noche, don Quijote y Sanchse alojan en una
venta, donde acaban enzarzados en ungran riña. ¿Cómo
empieza la pelea? (págs. 20-21) ¿Qué l
sucede a Sancho cuandontenta remediar sus dolores con e
bálsamo de Fierabrás? (pág.
22) ¿Y cuando se niega a pagarle aventero por el gasto que ha
hecho en la venta? (pág. 22)
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05 Por culpa de su locura, don Quijotconfunde de
continuo lo real con lo imaginario. ¿Poqué ataca a las ovejas?
pág. 24) ¿Qué se imagina cuand
suenan los batanes? (pág. 25)
¿Qué es en verdad el yelmo d
Mambrino? (pág. 26) ¿Por quéibera don Quijote a los galeotes y qu
pago recibe por ello?
págs. 28-31)
06 ¿Para qué se queda don Quijote
solas en Sierra
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Morena? (pág. 33) ¿Qué misión debcumplir Sancho mientras
anto? (pág. 33) Al final, ¿qué aventurobliga a don Quijote a
abandonar la montaña? (págs. 38)
07 Ya en la venta, ¿a qué se debe qudon Quijote acuchille
os cueros de vino? (pág. 44) Al dísiguiente, ¿quién y por qué
aporrea a Sancho? (pág. 46) En ldisputa por el baciyelmo, ¿qué disparat
dicen los amigos de don Quijote par
reírse un rato? (pág. 47) Cuando la paz
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vuelve a la venta, ¿qué inesperadaparición motiva una nueva pelea? (pág48)
08 Para devolver a don Quijote a shogar, el
cura se inventa una farsa musofisticada. ¿Qué le
hace creer al caballero? (págs. 48-49Camino de la
aldea, ¿por qué arremete don Quijot
contra unaprocesión? (pág. 51) ¿Cómo reaccionSancho al
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creer que su amo ha muerto? (pág. 51)
09 Tras pasar más de un mes en la cama
don
Quijote emprende su tercera salida¿Qué curioso
ibro le anima a buscar nuevaaventuras? (pág.
55) ¿Por qué Sancho teme ir al Toboso qué se
nventa para no salir perjudicado? (pág57) En
ese mismo capítulo, ¿con qué golpe d
suerte
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acaba la aventura de los leones? (pág61)
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
10 ¿Por qué motivo discuten y sdesafían don
Quijote y el misterioso Caballero deBosque? (pág.
64) ¿Quién es en realidad ese caballer por qué ha
buscado el combate con don Quijote
pág. 67)11 El Quijote nos da a entender que nsiempre
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es fácil distinguir lo real de lo fingido o soñado.
¿Cómo se manifiesta esa idea en eepisodio de la
cueva de Montesinos? (pág. 69) ¿Po
qué el mono de
maese Pedro parece adivino sin serlopág. 71-72)
¿A qué se debe que don Quijotarremeta contra el
retablo de Melisendra? (págs. 72-73Aunque parece
un buen hombre, ¿quién es en realida
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maese Pedro?
pág. 73)
12 Durante el episodio del rebuzno¿con qué
discurso demuestra don Quijote su buenvoluntad?
pág. 74) Sin embargo, ¿qué torpeza d
Sancho lo
estropea todo? (pág. 74) Al final, ¿poqué discuten el
caballero y su criado? (pág. 75)
13 Al llegar al Ebro, don Quijote cre
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encontrar un barco encantado. ¿Qué
misión se propone entonces? (pág. 76
¿Quiénes son en realidad los fantasmas
que ve el caballero y cómo acaba laventura? (pág. 77)
14 Cuando más desanimados sencuentran, los protagonistas se cruzacon
unos duques que los reciben comhéroes. ¿De qué conoce la pareja a don
Quijote y Sancho y con qué intención loacoge
en su palacio? (pág. 77)
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15 Gracias a los duques, don Quijotvive
varias aventuras extraordinarias. Segúel mago
Merlín, ¿qué hace falta para desencanta
a
Dulcinea? (pág. 79) ¿Qué hazaña le pida don
Quijote la condesa Trifaldi? (pág. 82Sin
embargo, ¿qué ocurre en realidad en eardín de
os duques durante el supuesto vuelo de
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Clavileño? (pág. 84)
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
16 Para burlarse de Sancho, los duque
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e
encomiendan el gobierno de la ínsula
Barataria. Contra todo pronóstico, ¿qu
virtudes demuestra Sancho como juez y
gobernante? (págs. 87, 88 y 89) ¿Qué eo que
más le decepciona de su cargo y qusuceso le
empuja a dimitir? (págs. 90-91) ¿En qué
curiosas circunstancias se reencuentrSancho
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con su amo? (pág. 94)
17 ¿Por qué decide don Quijote dirigirs
a Barcelona? (pág. 98) ¿Cómo descubr
Sancho que en Cataluña abundan los
bandidos? (pág. 98) ¿Qué siente doQuijote
viendo la vida que lleva RoquGuinart?
pág. 99) ¿Por qué podemos decir quRoque
es un personaje con dos caras? (pág. 99
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18 En Barcelona, don Quijote caderrotado ante el Caballero de lBlanca
Luna. Pero ¿quién es en realidad escaballero y con qué fin ha vencido al da
Triste Figura? (pág. 100)
19 De nuevo en camino, donQuijote no para de pensar en
Dulcinea. Al final, ¿cómo convence aSancho para que se dé los tres mil
azotes? (págs. 102-103) Sin embargo,
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¿con qué picardía engaña el escudero
a su señor? (pág. 103)
20 Vencido y melancólico, don
Quijote regresa a su casa, donde cae
enfermo de gravedad y pasa en cama
sus últimos días. En medio de su
honda tristeza, ¿qué gran alegría se
leva el hidalgo poco antes de morir?
pág. 105)
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
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Comentario
01 Don Quijote es un loco que deforma realidad
eniendo en cuenta lo que ha leído en loibros de
caballerías. ¿Por qué resulta disparatad
que considere aRocinante el mejor caballo del mundopág. 8) ¿Cómo
distorsiona don Quijote lo que ve y oyen la venta donde
o ordenan caballero? (pág. 9) ¿De qu
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modo afecta su
pasión por los libros de caballerías a s
manera de
hablar? (págs. 10, 38, 46...)
02 Aunque a ratos pueda resultapeligroso, don
Quijote es un hombre bueno, pues ¿qu
misión se asigna
a sí mismo al hacerse caballero? (págs7-8) ¿Con qué
buena intención comete el error diberar a los galeotes?
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pág. 29) ¿Podríamos decir que doQuijote es un
pacifista? (pág. 74)
03 Don Quijote es un personajcomplejo a medio
camino de la locura y la cordura. ¿Corespecto a qué
cosas disparata una y otra vez? (pág. 86En cambio, ¿qué
pasajes demuestran su buen juiciopágs. 60, 63, 74, 86-
87...)
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04 Los personajes que rodean a doQuijote adoptan actitudes muy
diferentes con respecto al hidalgo y a socura. ¿Cómo reacciona el Caballero
del Verde Gabán al advertir que do
Quijote es un loco cuerdo? (págs. 6061)
¿Qué opinaríamos hoy de alguien quutilizase a un desequilibrado mental
como fuente de diversión, tal y com
hacen los duques?05 ¿Crees que deberíamos imitaalgunas de las actitudes de don Quijot
o,
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por el contrario, sería un disparatomarlo como modelo porque, a fin de
cuentas, es un chiflado?
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Miguel de Cervantes [AdaptaciónDon Quijote
06 La historia de don Quijote parec
sugerir que la lectura de novelas puede
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resultar muy perjudicial. ¿Estás dacuerdo con esa idea? ¿Has deseado t
en
alguna ocasión imitar a tus héroes, come pasa a don Quijote? Si tuvieras que
omar como modelo a un personajiterario, ¿a quién elegirías y por qué?
07 Cervantes presenta a Sancho Panzcomo un hombre materialista,
miedoso y aficionado a la buena vida¿En qué momentos se hace más evidente
su amor por el dinero, su carácte
asustadizo y su pasión por la comida
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págs.
19, 25, 32, 68, 75, 79, 84, 103...) A
margen de sus continuas equivocaciones¿cuál
es el rasgo más característico de l
forma de hablar de Sancho? (págs. 1677,
86...)
08 Aunque Sancho parece muy bobo, ¿equé episodios demuestra una
gran astucia? (págs. 25, 47 y 58) Auzgar por su comportamiento en lnsula,
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¿nos convendría tener un presidente o urey como Sancho Panza? ¿Por qué?
09 ¿Qué pasajes recuerdas en que sevidencie con claridad que don Quijote
Sancho tienen caracteres mu
distintos? ¿Crees que Sancho aprecia su amo o
e parece que sólo lo sigue por interéspágs. 51, 78-79 y 105) ¿Qué
declaraciones del escudero reflejan l
nfluencia del idealismo y la sabiduríde
su señor? (págs. 63 y 84)
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10 ¿En qué se aprecia el cariño qusiente don Quijote por su escudero?
págs. 87 y 92) Con todo, ¿en quocasiones le regaña con severidadpágs. 26,
40, 46, 75 y 98)
11 Cervantes escribió el Quijote parburlarse de los libros de caballerías,
fantasiosas novelas de aventuraprotagonizadas por valientes caballero
en queaparecían batallas y torneos, dragones gigantes,
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pócimas mágicas, princesas encantadasbrujas y
enanos. Cervantes rechazaba los librode
caballerías por sus exceso
maginativos, su falta
de verosimilitud y sus deficienciaartísticas.
¿Cómo parodia el autor los bebedizomágicos y
os caballos voladores, tan propios dos libros de
caballerías? (págs. 21-22 y 80-84) ¿Y e
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ípico
episodio en que el caballero luch
contra una fiera
o una legión de gigantes? (págs. 17, 44 61)
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12 En el Quijote, la risa nace a menuddel enorme contraste que se produce
entre lo real y lo imaginado. ¿Cómdescribe don Quijote a Dulcinea y cómo
hace Sancho? (págs. 33-34 y 41) ¿Quefectos produce el bálsamo de Fierabrá
según don Quijote y cuáles tiene everdad? (págs. 19 y 22) ¿Qudiferencias
median entre lo real y lo imaginario eel episodio del encantamiento de
Dulcinea? (págs. 58-59)
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13 Buena parte de los momentocómicos del Quijote derivan de lorpeza
con que Sancho maneja el lenguaje. Econcreto, ¿cómo deforma la carta de do
Quijote a Dulcinea? (págs. 35-36) ¿Quotras expresiones distorsiona porque no
as ha oído nunca? (págs. 19, 27, 55 82)
14 ¿Qué personaje te ha hecho reír más
don Quijote o su escudero? ¿Quécaracterísticas de Sancho te parecen mádivertidas? ¿Consideras gracioso o más
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bien desagradable el momento en quos dos protagonistas vomitan el uno
sobre el otro? (pág. 24) ¿Te han hechreír los golpes que recibe don Quijote o
por el contrario, te ha molestado qu
sufra tanto en sus aventuras?
15 El Quijote nos advierte de que las
apariencias a menudo engañan y de que
una misma situación puede originar
opiniones muy dispares. ¿Qué episodio
expresa de forma humorística la idea de
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que no todos juzgamos igual las mismas
cosas? (págs. 47) ¿Crees que el mundo
funcionaría
mejor
si
nos
acostumbráramos a adoptar el punto de
vista de los demás e intentáramos
comprender sus razones en vez de dar
por sentado que somos nosotros quienes
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enemos la razón?
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Table of Contents
Don Quijot...........................................................
Un caballero en busca de aventura...........................................................7
Gigantes con aspa...........................................................
El yelmo del barbero y la aventura dlos galeotes ................................... 24Don Azote en Sierra Moren
...........................................................
32Don Quijote y sus demonio
...........................................................
42
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Dulcinea en su borric...........................................................
El desafío, la cueva y el retabl