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CHARLA CULTURAL SOBRE PERSONAJES EXTREMEÑOS
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CHARLA CULTURAL SOBRE PERSONAJES EXTREMEÑOS
Hace un par de años, con motivo de la apertura de una Semana
Cultural, tuve el honor de abrirla con una charla sobre personajes
extremeños. Permitidme que nuevamente hoy me dirija a vosotros con un
tema parecido, toda vez que considero primordial, importantísimo, el dar a
conocer nuestro riquísimo patrimonio cultural, desgraciadamente
desconocido por la mayoría de los extremeños, tanto los de dentro como los
de fuera. Creo, con toda sinceridad, que el mayor problema que tenemos
los extremeños es que desconocemos nuestra propia historia. Hasta hace
unos años, este problema podía justificarse por el alejamiento de la tierra,
por nuestras propias limitaciones culturales, por la falta de tiempo para
emprender la tarea, etc. Hoy día, estos problemas no existen y somos
nosotros, los miembros de las Asociaciones culturales extremeñas en la
Comunidad de Madrid los primeros que debemos de subsanar estas
deficiencias culturales. Insisto, queridos amigos, en que uno de los males
de nuestra tierra, si no el principal, es el gran desconocimiento que de ella
tenemos, tanto los de fuera, como los que hemos nacido dentro de sus
límites territoriales. Un país, una región, un pueblo sin historia, está
condenado a desaparecer por falta de referencias o por falta de memoria de
sus habitantes.
Extremadura, hasta no hace muchos años, ha sido para unos y otros
un inmenso territorio al límite de las fronteras con Portugal, pero que
parecía que no había tenido, ni tiene historia, ni mucho menos personalidad
propia como pueblo. Cuando se hablaba de Extremadura, siempre venían a
la palestra los nombres de los Pizarros y de los Corteses, y no siempre para
valorar merecidamente el fundamental aporte que hicieron a la Corona
española y al mundo de su época. Nada más incierto. Nuestra tierra, para
bien o para mal, es parte importantísima de la Historia de España, y dentro
de sus territorios se han dado los acontecimientos más relevantes que han
conformado el devenir de su gran historia común como país, tal y como
vamos a ir comprobando en estas breves notas que he ido confeccionando.
Una pregunta se me viene a la cabeza en esta nueva España de
divisiones y revisiones históricas; cuando muchas de las Comunidades
Autonómicas reclaman y consiguen lo que han dado en llamar “Deuda
Histórica”: ¿Qué es lo que tendríamos que reclamar los extremeños a lo
largo de la Historia de España, cuando hemos sido ninguneados, borrados
de los planes de desarrollo, expoliados en nuestros inmensos recursos
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económicos y hasta sentimentales o religiosos, de tal manera que ni tan
siquiera somos dueños de nuestra patrona, la Virgen de Guadalupe, cuyo
Monasterio, Puebla y toda la riqueza en tierras y ganancias pertenecen al
Arzobispado de Toledo? ¿Qué es lo que tendríamos que exigir los
extremeños que durante siglos hemos contribuido con nuestros esfuerzo y
con nuestra materia prima al enriquecimiento de otras tierras, mientras
nuestros feraces campos y nuestros pueblos se vaciaban de su mayor
riqueza como son los hombres y mujeres jóvenes? Vamos poco a poco a ir
entrando en materia.
Pero comencemos sabiendo quienes somos los extremeños, de donde
venimos y qué circunstancias especiales han hecho que nuestra tierra sea la
región de España con más emigración y no precisamente, como
señalábamos antes, por falta de riqueza, sino por la mala distribución de la
misma, en manos de caciques y terratenientes.
Las “Extremaduras” es decir las tierras que estaban al extremo del río
Duero (y digo “las” porque Extremadura, porque tal y como hoy la
conocemos no tiene nada que ver a como se le conocía en la Edad Media,
ya que existía una Extremadura dependiente del reino Astur-Leonés, otra
Estremadura portuguesa y hasta otra que abarcaba parte de la bética),
arranca, como casi todo lo que los romanos llamaron Hispania, con la
llamada Reconquista, que no fue ni más ni menos que el último y definitivo
impulso de un pueblo acorralado tras las montañas astures por no sucumbir
frente a otro pueblo joven y pujante como eran los árabes, quienes durante
muchos siglos habían venido ocupando las tierras abandonadas por los
antiguos dueños de medio mundo. Morir o vencer, ese era el dilema.
Pero los reyes del diminuto reino astur-leonés no tenían riquezas ni
hombres para emprender tan importante menester, por lo que recurren a la
Nobleza y a la Iglesia para que les ayuden con sus hombres y sus dineros
en el alistamiento de ejércitos con los que combatir al enemigo. Estos
Nobles, que ya venían haciendo de su capa un sayo, estos verdaderos
“Señores de la guerra”, como hoy se les llamarían, ponen a disposición de
“sus” reyes los ejércitos bien pertrechado con los que cuentan, a cambio de
recibir una parte de la tierra conquistada (las llamadas tierras de señorío),
exenciones en la explotación de la misma y reconocimiento social con el
nombramiento de nuevos títulos nobiliarios con los que aumentar su brillo
en la nueva Corte.
Junto a ellos, por otros motivos bien diferentes, pero con el mismo
rendimiento económico, la Iglesia, o por mejor decirlo Las Órdenes
Militares, mitad monjes mitad soldados, que tanta importancia tuvieron en
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las luchas contra el enemigo común, herederas de una tradición nacida con
sus hermanos mayores, los Templarios, y que en Extremadura fueron
extraordinariamente ricas y dinámicas hasta llegada de los Reyes Católicos
que unificaron en sus personas los Prioratos, que vieron en ellos una
semilla de discordia, cuando no de enemistad y división. Tres son las
Órdenes Militares que dominan en Extremadura: La Orden de Santiago, la
Orden de Alcántara y la Orden de Calatrava.
Muy pronto, las tierras conquistadas se irán llenando de castillos,
Casas fuertes y, naturalmente, de conventos, en los que se van asentando
los nuevos dueños. Nos estamos refiriendo al nacimiento de las grandes
propiedades, es decir a los latifundios que de una manera u otra han
sobrevivido en parte de la nueva España, marcando el destino, entre otras
regiones, de nuestra Extremadura.
He querido comenzar así mi charla, porque todo aquel que conozca
Extremadura y se interese por su rico patrimonio, habrá visto en sus
ciudades restos de otros tiempos, con sus soberbios palacios medievales
embellecidos por hermosos escudos heráldicos, en donde podemos leer la
historia de muchas de las familias de la más rancia nobleza castellana. Por
ello, los primeros nombres de personajes ilustres extremeños llevan los
apellidos: Carvajal, Suárez de Figueroa, Golfín, Moscoso, Fernández de
Cordova, de Silva, Barrera, Becerra, de Vargas, Inojosa, Maldonado,
Zayas, de la Rocha, Ulloa, Argüello…, y así hasta un interminable número
de apellidos ilustres que asientan sus reales sitios en poblaciones como
Cáceres, Plasencia, Trujillo, Montánchez, Brozas, Feria, Zafra,
Alburquerque, etc.
Muchos de estos apellidos estarán unidos a otros nuevos en el gran
acontecimiento que significa la conquista de América, por algunos tan
denostada y vilipendiada, olvidándose que fue una de las epopeyas más
importantes de los siglos XVI y XVII. Cuando se quiera hablar de “la gran
España Imperial” no podemos olvidarnos de este gran acontecimiento
donde sobresalieron hombres nacidos en nuestra tierras y que llevan los
apellidos de Cortés, Pizarro, Orellana, Valdivia, García de Paredes….., etc.
Pero bajemos de las nubes y pisemos tierra firme. En un repaso
rápido de personajes ilustres extremeños, voy a ir apuntando algunos
nombres, dividiendo por actividades la lista de ellos y acercándonos a
alguna anécdota o curiosidad que les distingan.
Entre los políticos, podemos señalar con nombre propio al pacense
Don Manuel Godoy, Príncipe de La Paz y duque de Veragua, del Valle de
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Alcudia, Generalísimo de los Ejércitos, valido del rey Carlos IV, a quien
sólo la envidia de los que siempre le consideraron un plebeyo arropado por
las faldas de la reina, y la malquerencia de un príncipe desequilibrado y
maligno, como lo fue Fernando VII, le llevarían al destierro y a una muerte
indigna en un país extranjero, de un hombre que en realidad fue un
adelantado a su tiempo.
Don Juan Bravo Murillo, nacido y allí enterrado por voluntad propia,
en Fregenal de la Sierra, uno de los hombres más importantes del siglo
XIX, asesor de la casquivana, lasciva e inculta reina Isabel II, de quien fue
su verdadero soporte en todos los avances económicos y sociales de su
reinado y quien fue pagado con el mayor de los desprecio y olvido por su
Señora. A este gran hombre, que fue cuatro veces Ministro y una vez
Presidente del Gobierno se le deben avances tan considerables como la
creación de lo que hoy llamamos Ministerio de Hacienda y Economía
(explicar). De sus Gabinetes Ministeriales salieron proyectos tan
importantes como el primer plan de escolarización rural, a escala nacional,
el plan de carreteras y ferrocarriles que hoy llamamos “Plan radial”
(explicar). Y para Madrid, entonces un poblachón con unos 180.000
vecinos y una media por persona y día de ocho litros de agua, llegándose a
dudar, incluso de la conveniencia de cambiar a Toledo la capital del reino,
la traída desde la sierra madrileña de tan preciado bien, que lleva el nombre
inmerecido de Canal de Isabel II (explicar). Cuando afloró en la calle
Ancha de San Bernando “un río vertical”, según los cronistas de la época,
un hombre triste y desilusionado observaba entre la multitud que se
agolpaban en las aceras el acontecimiento al que no fue invitado.
Dos Constituciones democráticas ha tenido España hasta el momento,
y las dos han sido presididas por personajes extremeños: la primera la de
1812, en la que por primera vez en la Historia, el español pasa a ser
ciudadano de pleno derecho dejando de ser un vasallo sin ellos, cuyo
redacción y presidencia recae en el humilde sacerdote, Diego Muñoz
Torrero, nacido en Cabeza del Buey, Badajoz, liberal, quien limita los
poderes reales y a quien una vez en el trono el cobarde y traidor Fernando
VII, perseguirá hasta el exterminio, junto quienes se han atrevido a recortar
su absoluta voluntad real. Muñoz Torrero moriría en el Penal de San Julián
de la Barra, Lisboa, como consecuencia de las penalidades sufridas en sus
años de cautiverio y muchos años después, rescatado sus restos, fueron
enterrado junto a otros liberales en el Panteón de Hombres Ilustres de
Atocha (explicar). La segunda Constitución, la de 1978, que dejaba atrás
cuarenta años de enfrentamiento cainitas entre españoles, todos pudimos
ver en televisión al nuevo rey de la instaurada –que no restaurada
monarquía borbónica-, Juan Carlos I, jurando ante los Evangelios, bajo la
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atenta mirada del Presidente de las Cortes, don Antonio Hernández Gil,
nacido en Puebla de Alcocer en 1915, muerto en Madrid en 1994.
Por no alargar mucho esta relación, nombraremos al dombenitense
don Juan Donoso Cortés (aunque su nacimiento por problemas de la guerra
contra los franceses fuera en el Valle de la Serena), cuyo pensamiento
conservador, tantas veces expuesto desde las aulas del Ateneo madrileño,
siga hoy mucho más vigente de lo que parece y más de una vez nos
encontramos con que políticos de una y otra tendencia contrapuesta repiten
ideas pertenecientes al político extremeño del siglo XIX. Su cuerpo, traído
desde Francia junto con el de Menéndez Valdés, otro afrancesado
perseguido por el “Ángel exterminador” reposan en el Panteón de Hombres
Ilustres de la Sacramental de San Isidro, de Madrid. También quiero que no
se olvide la procedencia extremeña del jurisconsulto Calatrava, cuyos
restos reposan en el ya mencionado Panteón de Hombres Ilustres de
Atocha, junto a otros prohombres como Argüelle, Martínez de la Rosa, etc.
Si hablamos de pintores, nos encontraremos con nombres tan
importantes como Zurbarán, nacido en Fuente de Cantos, aunque de
escuela artística sevillana, cuyos blancos purísimos y magistrales podremos
ver en la Sacristía de Ntra. Sra. de Guadalupe. O el llamado “El Divino”
Luis de Morales, cuyo nacimiento se cree fue en la ciudad de Badajoz, y
cuya obra podemos encontrarnos en tantas iglesias de nuestra tierra, como
puedan ser la propia catedral de Badajoz, o las parroquias de Zafra y
Calzadilla de los Barros, entre otras muchas.
Pero no termina ahí la lista de grandes pintores. Los blancos de
Zurbarán fueron recogidos por los pinceles magistrales de Jaime de Jaraíz;
el hiperrealismo, por Jaime Naranjo, de Monasterio, uno de los artistas
españoles de mayor proyección internacional, a los que añadiremos a
Obdulio, Rogelio García Vázquez, el dombenitense Cañamero, el cacereño
Gumersindo Yuste, (explicar) y, cómo no, el recuerdo imborrable de un
hombre al que España debe la conservación durante la guerra incivil del
inmenso patrimonio del Museo Del Prado, el pintor de Oliva de la Frontera,
1896, Timoteo Pérez Rubio, quien hizo el milagro de entregarlo sano y
salvo a los vencedores franquistas. Su premio: el exilio y la muerte en
Brasil, en 1977.
En el campo de la escultura, para no alargar demasiado este trabajo,
quiero nombrar a Pérez Comendador, nacido en Fregenal de la Sierra y al
emeritense Juan de Ávalos, recientemente fallecido, uno de los grandes
escultores de este siglo y a quien injustamente se le ha tratado por el
“tremendo pecado” de ser el artífice de uno de los monumentos más
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controvertidos de este siglo como es “La Cruz de los Caídos” de
Cuelgamuros, símbolo del franquismo. Juan, generoso con su tierra, donó
mucha de su obra a Mérida para hacer un museo que llevara su nombre,
obra que se encuentra casi abandonada por las autoridades autonómicas sin
saber darle un destino definitivo.
La Música estaría representada por Cristóbal Oudrid, autor nacido en
Badajoz, compositor de Zarzuelas famosas como El molinero de Subiza o
El postillón de la Rioja, además de componer la conocidísima obra El sitio
de Zaragoza. Murió en Madrid, en 1877 y su tumba se conserva en la
Sacramental de San Isidro.
Sería imposible nombrar en tan pocos minutos tantos y tan
importantes hombres de Letras como ha dado en Extremadura. No obstante
y abusando de su amabilidad voy a enumerar rápidamente aquellos que han
dejado más huella, tanto muertos como vivos, y que creo, deberíamos
conocer. Tengo que decir que desde hace 5 años vengo trabajando en la
recuperación de la memoria de estos escritores extremeños ilustres, cuyas
vidas y obras figuran en mis tres últimos libros titulados: Escritores
extremeños en los cementerios de España, que si algunos de ustedes desean
adquirir, me he atrevido a traer algunos ejemplares para su venta.
Es preocupante, por no decir estúpido señalar que Extremadura es una
tierra de incultos y con un atraso relevante en comparación con otras
regiones de España. Porque si bien es verdad que nuestra tierra ha sufrido
importantes retrasos en este campo –como en tantos otros y no por nuestra
culpa exclusivamente-, muchos se olvidan de la otra cara de la moneda, es
decir, del verdadero ejército de hombres de letras nacidos en ella.
Curiosamente, Extremadura ha sido la cuna de muchos de los grandes, por
no decir los más grandes bibliófilos de España, creadores, mantenedores o
fundadores de las grandes bibliotecas nacionales. Así, en el siglo XVIII,
resplandece la figura enorme e incontestable de don Bartolomé José
Gallardo, nacido en Campanario, Badajoz, en 1776 y muerto en Alcoy,
Alicante, en 1852, cuando buscaba una joya literaria de las muchas que dio
a conocer durante toda su fecunda vida; el siglo XIX, lo cubra con todo
merecimiento el pacense don Vicente Barrantes, otros de los hombres
capaces de recorrer el mundo a la búsqueda de un ejemplar único; y
finalmente, el siglo XX, y seguramente el hombre de letras más importante
de él, don Antonio Rodríguez-Moñino, bibliófilo y bibliógrafo, nacido en
Calzadilla de los Barros, en 1910, cuya inmensa obra de rescate y
divulgación llegó a canjearle el apelativo de “Príncipe de los bibliófilos,
según decía el escritor francés Bataillon. Pero la obra de don Antonio, con
ser importantísima, no debe ocultar el gran servicio, como decíamos de
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Pérez Rubio, que le hizo a este País, salvando de la quema o el expolio
durante la guerra incivil, tantas y tantas bibliotecas públicas y privadas, que
una vez catalogadas, muchas de ellas pasaron a engrosar la Biblioteca
Nacional. Como tampoco hay que olvidar que don Antonio, generoso como
siempre fue y sabedor de la importancia de su propia biblioteca, no dudó,
pese a las graves vicisitudes por la que le hicieron pasar uno y otro bando,
en cederla gratuitamente a la Real Academia de la Lengua, de la que él era
miembro, valorada en muchos miles de millones. A la inauguración de la
misma acudieron el Presidente de Extremadura acompañando a la familia
Real, y la propia familia del escritor, agradecidos por tan digno destino.
Pero es que en el Teatro tenemos figuras como Bartolomé de Torres
Naharros, nacido en Torre de Miguel Sesmero, Diego Sánchez de Badajoz,
Micael de Carvajal, de Plasencia, Luis de Miranda, Gregorio Silvestre,
nacido con toda probabilidad en Zafra, Luis Zapata de Chávez, nacido en
Llerena, Pedro de Valencia, Cristóbal de Mesa, también nacido en Zafra,
Vicente García de la Huerta, autor de la famosa obra teatral Raquel…., etc.
En la Poesía, al capitán Francisco de Aldana, muerto y desaparecido en la
batalla de Alcázarquivir, cuando acompañaba en los menesteres militares al
joven rey portugués don Sebastián, último rey de la Casa de Avis, cuya
muerte y desaparición hizo que la corona portuguesa pasara a manos de
Felipe II, Luisa de Carvajal y Mendoza, de Jaraicejo, Catalina Clara de
Guzmán, de Llerena, donde descansan sus restos, Meléndez Valdés, de
Ribera del Fresno, José de Espronceda, Carolina Coronado, nacidos ambos
en Almendralejo, (explicar), José María Gabriel y Galán, extremeño de
adopción, cuyos restos descansan en Guijo de Granadilla, y su nieto José
Antonio Gabriel y Galán Acevedo, nacido en Plasencia, cuyos restos
descansan en Torrelodones, Madrid; Luís Chamizo, nacido y ahora
enterrado en Guareña, etc., continuando en este siglo el inagotable filón de
grandes poetas con los nombres de Eugenio Frutos, nacido en Guareña y
enterrado en Zaragoza, Alfonso Albalá, nacido y enterrado por propia
voluntad en su ciudad de Coria, Luis Álvarez Lencero y Manuel Pacheco,
nacidos ambos en Badajoz donde descansas sus restos, Jesús Delgado
Valhondo, emeritense, José María Valverde, de Valencia de Alcántara y
muerto en Barcelona, Félix Grande, emeritense que en el año de 2006 ha
merecido el honor de recibir el Premio Nacional de las Letras. Y
recogiendo el testigo, hombres de nuestro tiempo como Santiago Castelo,
de Granja de Torrehermosa, Subdirector del diario ABC y actual Presidente
de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Ciencias, con sede
en Trujillo, Pablo Jiménez, de Navalmoral de la Mata, José Iglesias
Benítez, de Villalba de los Barros, José María Bermejo, de Tornavacas,
Pureza Canelo, de Moralejas, y así hasta un centenar de hombres
importantes de la lírica.
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Igualmente sucede con la narrativa. Sería imposible nombrar a tanto
bueno escritores como quisiéramos. Una muestra: Francisco Sánchez de las
Brozas “El Brocense”, Benito Arias Montano, nacido en Fregenal de la
Sierra y enterrado en Sevilla, (explicar), Hernán Cortés, de Medellín y
muerto en Castillejo de la Cuesta, Sevilla, cuando acompañaba al séquito
del rey Felipe II, y a quien le debemos Las Crónicas del Nuevo Mundo,
Juan Sorapán de Rieros, de Logrosán, Juan Pablo Forner Segarra, nacido en
Mérida, Adelardo López de Ayala, nacido en Guadalcanal, Sevilla, pueblo
que había pertenecido a la Baja Extremadura, por lo que él siempre se
consideró extremeño, José Cascales Muñoz, Mario Roso de Luna, de
Logrosán, cuya tumba se conserva en el Cementerio Civil de la Almudena
en Madrid, Felipe Trigo, de Villanueva de la Serena e igualmente
inhumado –en segunda sepultura- en el cementerio católico de la
Almudena, (explicar) Antonio Reyes Huertas, de Campanario, José López
Prudencio, nacido y sepultado en su ciudad de Badajoz, Enrique Díaz-
Canedo, Arturo Barea, nacido en Badajoz y muerto en Inglaterra, Pedro
Caba, el filósofo de Arroyo de la Luz, en donde se encuentran sus restos,
Francisco Valdés, nacido en Don Benito en cuyas tapias del cementerio fue
fusilado en 1936, Víctor Chamorro, nacido en Hervás, Jesús Alviz Arroyo,
de Acebo, Javier Cercas, de Ibahernando, Luis Landero, de Alburquerque,
y no quiero seguir cansándoles con tantos nombres que merecerían cada
uno de ellos un profundo estudio.
Espero haber llamado su atención lo suficiente, como para que
busquen estos nombres tan esenciales en nuestra cultura, tanto nacional
como autonómica, y entre todos seamos capaces de recuperar su memoria,
que es la memoria y la historia de nuestra tierra extremeña. Muchas gracias
por su atención.