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R E A Ll S M O ~ FANTASTICO Louis Champantier _~misterio De Compostela PLAZA & JANES S.A. EDITORES Título original: LES JACQUES ET LE MYSTERE Primera edición: Diciembre, 1976 ~) Edition~ Robert Laffont, S. A., 1971 ~) 1976, PLAZA & JANES, S. A., Editores Virgen de Guadalupe, 21-33 Esplugas de Llobregat (Barcelona) Printed in Spain -- Impr~so e~l España ISBN: 84-01-47033-1 -- Depósito Legal: B. 50.136-1976 CRAFICAS GUADA, S. A. -- Virgen de Guadalupe, 33 Esplugas de Llobregat ( Barcelona) NOTA DEL AUTOR PARA LA EDICIÓN ESPAÑOLA Jacques, en francés, es un nombre de pila que corresponde al inglés Jack, al español Yago (Sant Yago = Santiago) y al latino Jacobus, derivado, después del cristianismo, del hebreo- arameo Jacob. Fue también, antes del cristianismo y en los primeros tiempos de éste, un sustantivo, usado en general como adjetivo, que designaba ciertas categorías de personas que efectuaban trabajos manuales. En este caso parece haber derivado del vasco (lengua que tiene indudablemente algún parentesco con el ligur) JAI;IN, que significa sabio. Con este aspecto, se conocen otros términos derivados, entre ellos gars (diminutivo: gar‡on); en galo: Gwas... y, sin duda: jars, que es el macho de la oca. En este sentido se emplea todavía popularmente en Francia para designar a los campesinos (Jacques Bonhomme) o en Inglaterra para referirse a los marinos (Union Jack). Parte de su sentido primitivo persiste en las leyendas: “Jack, el matagigantes”, en Inglaterra, así como en la expresión popular francesa “Ne fait pas le Jacques”, “No te hagas el listo”. La semejanza fonética debía llevar insensiblemente a la confusión de los dos términos e inducir a algunas hermandades de artesanos a jugar con el equívoco, lo cual ocurrió hasta finales del siglo XIII... Eri la Península Ibérica, en su mayor parte ocupada por los musulmanes, que hablaban una lengua oriental, es evidente que al no existir el sustantivo calificativo Jacques, no podía crearse ningun equívoco con el nombre, quedando Yago tan solo como un nombre de pila. Excepto en los Pirineos, donde los vascos conservaban el término Jakin, que ciertamente guarda alguna relación con la ciudad de Jaca (en épocas romanas: Iacca), lugar ancestral de reunión de los “Jacques”, los artesanos de la construcción. En Cataluña, donde los restos toponímicos vascuences son bastante numerosos, parece haberse producido una confusión, y el nombre de Jacques se convirtió en Jaume, que se parece mucho al Jean francés y al John inglés, probablemente derivados ambos del laun vasco, término que designa no al sabio, sino al señor... Con razón o sin ella, yo creo que Compostela fue, en épocas muy lejanas, en las épocas dolménicas, un lugar de iniciación de los “Jakinak”, los “Jacques”; de aquí la elección hecha por el apóstol Santiago para cristianizarlo.

Charpentier, Louis - Misterio de Compostela

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R E A Ll S M O ~ FANTASTICO Louis Champantier _~misterio De Compostela PLAZA & JANES S.A. EDITORES Título original: LES JACQUES ET LE MYSTERE Primera edición: Diciembre, 1976 ~) Edition~ Robert Laffont, S. A., 1971 ~) 1976, PLAZA & JANES, S. A., Editores Virgen de Guadalupe, 21-33 Esplugas de Llobregat (Barcelona) Printed in Spain -- Impr~so e~l España ISBN: 84-01-47033-1 -- Depósito Legal: B. 50.136-1976 CRAFICAS GUADA, S. A. -- Virgen de Guadalupe, 33 Esplugas de Llobregat ( Barcelona) NOTA DEL AUTOR PARA LA EDICIÓN ESPAÑOLA Jacques, en francés, es un nombre de pila que corresponde al inglés Jack, al español Yago (Sant Yago = Santiago) y al latino Jacobus, derivado, después del cristianismo, del hebreo-arameo Jacob. Fue también, antes del cristianismo y en los primeros tiempos de éste, un sustantivo, usado en general como adjetivo, que designaba ciertas categorías de personas que efectuaban trabajos manuales. En este caso parece haber derivado del vasco (lengua que tiene indudablemente algún parentesco con el ligur) JAI;IN, que significa sabio. Con este aspecto, se conocen otros términos derivados, entre ellos gars (diminutivo: gar‡on); en galo: Gwas... y, sin duda: jars, que es el macho de la oca. En este sentido se emplea todavía popularmente en Francia para designar a los campesinos (Jacques Bonhomme) o en Inglaterra para referirse a los marinos (Union Jack). Parte de su sentido primitivo persiste en las leyendas: “Jack, el matagigantes”, en Inglaterra, así como en la expresión popular francesa “Ne fait pas le Jacques”, “No te hagas el listo”. La semejanza fonética debía llevar insensiblemente a la confusión de los dos términos e inducir a algunas hermandades de artesanos a jugar con el equívoco, lo cual ocurrió hasta finales del siglo XIII... Eri la Península Ibérica, en su mayor parte ocupada por los musulmanes, que hablaban una lengua oriental, es evidente que al no existir el sustantivo calificativo Jacques, no podía crearse ningun equívoco con el nombre, quedando Yago tan solo como un nombre de pila. Excepto en los Pirineos, donde los vascos conservaban el término Jakin, que ciertamente guarda alguna relación con la ciudad de Jaca (en épocas romanas: Iacca), lugar ancestral de reunión de los “Jacques”, los artesanos de la construcción. En Cataluña, donde los restos toponímicos vascuences son bastante numerosos, parece haberse producido una confusión, y el nombre de Jacques se convirtió en Jaume, que se parece mucho al Jean francés y al John inglés, probablemente derivados ambos del laun vasco, término que designa no al sabio, sino al señor... Con razón o sin ella, yo creo que Compostela fue, en épocas muy lejanas, en las épocas dolménicas, un lugar de iniciación de los “Jakinak”, los “Jacques”; de aquí la elección hecha por el apóstol Santiago para cristianizarlo.

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LOUIS CHARPENTIER Cuando los musulmanes tomaron Alejandría, .el Omar que los mandaba hizo quemar la famosa biblioteca declarando: “Todo lo que haya de verdad ahí dentro se encuentra en el Corán y puede, por tanto, ser destruido; y todo lo que no se halla en él es falso y debe, pues, desaparecer.” Conviene también señalar que, en su época, Atanasio, a quien se considera santo, había destruido ya una parte de esta biblioteca que no juzgaba de acuerdo con su cristianismo. Todo ello parte del principio bíblico admitido en el cristianismo: “Aquel que no está conmigo, est contra mí. . . “ Y lo cierto es que todos no- sotros vivimos dentro de este estado de nimo, ~; pues dicho principio ha desbordado el plano reli- ~, gioso para introducirse en la vida corriente y en .~jO, la vida política. . Partiendo de aquí, si usted no est “pro”, es -~ considerado como “anti”, aunque sea usted perfec- Ii tamente indiferente. Y se llega a tal grado de es- F tupidez que la gente se golpea en el rostro, en nom- 1 bre de la no violencia, si es preciso... |.' Este estado de nimo se ha extendido asimis- mo a las ciencias, y principalmente a la llamada “histórica”, de ahí la sistem tica alteración de todo aquello que, en el pasado, no se ajusta a la revelación, sea ésta religiosa o laica. INTRODUCCIàN Esto no facilita el conocimiento. Todo aparece deformado, porque estamos con-~ dicionados por las autoritarias decisiones de los~ pontífices de la moral, de los pontífices de la po- lítica o de los pontífices de la historia. ¨Se sabr alguna vez el daño que los sacerdo- tes, católicos o protestantes, han hecho al cristia- nismo, que los personajes del saber han hecho a la ciencia, los moralistas a la moral, los marxistas y dem s leninistas al socialismo, y ~Os historiado- res titulares han causado a la Historia~ M s que todos los dem s, tal vez los historia- dores nos han extraviado, nos han óbligado casi a aceptar, no la verdad, sino sus verdades, lo cual es muy distinto... Y ello generalmente debido a que ellos mismos parten de una idea preconcebida condicionados como est n por sus predecesores ó

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por la autoridad atribuida a ciertos nombres que no se atreven a poner en duda. Pero lo peor radica en la destrucción de los do- cumentos, como cuando Atanasio u Omar queman los libros de Alejandría, san Martín o Carlomag- no destruyen los dólmenes, la Inquisición se en- trega a los autos de fe y los protestantes o los re- volucionarios destruyen las iglesias... Entonces de- saparecen retazos de historia, y el investigador avanza a tientas en la oscuridad y corre el peligro de equivocarse, por mucha conciencia que ponga en su tarea. Uno se encuentra con un rompecabezas al que le faltan numerosas piezas. En consecuencia, sub- siste la duda sobre el lugar que corresponde a las que ha podido reunir... Al igual que el epigrafista, uno intenta tapar los agujeros del modo m s lógico posible... y di- cho posible nunca es seguro. Modestamente, uno se ve obligado a tomar partido. Así ocurre con el camino de Compostela. Me pareció--y esto de un modo seguro, pues las pruebas han subsistido en el terreno--que el camino en dirección Oeste que conduce a Galicia, ~1 extremo occidental de España, había sido, Jle siempre, recorrido por poblaciones a las atraía, bien un instinto indeterminable, bien ~deseo de expansión, conservado, de generación generación, por una leyenda y por una tradi- pn. ~ Asimismo, me pareció que, con nuevas formas, ji~renda y tradición habían subsistido durante la ~a cristiana, a pesar de los cambios de motiva- ~tin ocurridos durante esta nueva Era, hasta pre- ~pitar en ese camino a la multitud de peregrinos ~e todos sabemos. Aunque esta peregrinación a Compostela ha ~ido numerosa y su mérito, en la evolución del Oc- idente, enorme, lo que me ha llamado la aten-

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:i~Sn ha sido, sobre todo, el misterio de sus oríge- es remotos. Son, pues, dichos orígenes los que he tratado le descubrir intentando colocar en su sitio las ~,locas piezas todavía existentes del rompecabezas. Esto no era posible hacerlo sin conferir a di- ~cho intento de recomposición un aspecto deshilva- ~nado, que quiz s algunos no puedan perdonarme... Pero, tal como decía Villon a propósito de su ~Romant du Pet-au-Deable: La materia es tan notable Que enmienda todo el daño. 1. LA PEREGRINACIàN 1~ S~NTII~GO DE COMPOSTELA renaicos, y luego, por montes y valles, éstos pere grinaban hasta la lejana Finisterre, en las orillas oce nicas. Se moría en la ruta o bien se regresaba, mo~ trando orgullosamente la venera, signo de la pe~ regrinación cumplida, la aconcha de Santiago~, condecoración del valeroso peregrino. Seg£n los hagiógrafos, Santiago, el Santiago de que se trata aquí, era uno de los apóstoles, cono- cido con el calificativo de “el Mayor” para distin- guirlo de otro Santiago, también apóstol, llama- do “el Menor”. Era hijo de Zebedeo y de María Salomé y her- mano de san Juan Evangelista. Se le suponía na-- ' cido en Betsaida, y había sido uno de los “Hijos del Trueno)>. Era, junto con Juan, uno de los íntimos del Señor, el cual le admitía en sus secretos. Hero- des Agripa le había mandado decapitar el 8 de las calendas de abril (25 de mayo), día de la Anun- ciación. A partir de estos hechos se creó una leyenda, que se amplió con el transcurso de los años, con- forme a las necesidades de maravillas que mani- festaban los peregrinos, y Santiago de Vor gine,- en el siglo XII, la relató piadosamente tal como

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sigue: Tras la muerte de Cristo, Santiago predicó primeramente en Judea y Samaria, y luego se em- barcó y llegó a España para tratar de cristianizar ese país. No tuvo mucho éxito, ya que no conse- guía formar m s que nueve discípulos, o quiz siete; o tal vez solamente uno. Se admite, adem s que era seguido por un perro, m s sensible a su influencia que los paganos... No debemos olvidar el perro... A consecuencia de este fracaso, regresó a Ju- dea, donde su acción legendaria se caracterizó por una serie de conflictos con un mago llamado Her- ~es, conflictos dirigidos la mayor parte de las F~or legiones de ngeles y de demonios. Ha- io encadenado Hermógenes a un cierto Fileto, --~ago lo libró de sus cadenas; el mago envió ~ces a una legión de demonios atados con li- as de fuego, de las que Santiago los liberó, r estos mismos demonios, se hizo entregar a ~:nemigo encadenado, al que luego, sin rencor, ~IS las cadenas y convirtió. Hermógenes, arre- _tido, le entregó sus libros de magia para que ~quemara, pero Santiago se negó a ello y los ~dó echar al mar... ~espués de su decapitación “algunos discípulos _iaron su cuerpo durante la noche por temor a judíos, lo pusieron sobre un barco y, abando- ítdo a la Divina Providencia el cuidado de su ~ultura, subieron a bordo de aquel navío que ~ecía de gobernalle. Conducidos por el ngel de ~os, llegaron a las costas de Galicia, el octavo día las calendas de agosto, al reino de Loba. Había ~tonces en España una reina que llevaba ese mbre y que quiz lo merecía”. Acordémonos de Loba... (Louve). 1~ “Los discípulos descargaron su cuerpo y lo co- bcaron sobre una enorme piedra que, fundiéndo- ie como cera bajo el cuerpo, se transformó mara- 5~illosamente en un sarcófago.~ Esto tampoco debemos pasarlo por alto. . ~b “Los discípulos fueron entonces a dear a

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~loba: "El Señor Jesucristo te envía el cuerpo de ~su disc~pulo a fin de que recibas muerto a aquel ~que no pudiste recibir vivo." Le contaron enton- ces el milagro por el que habían llegado sin timón ~i~ hasta las costas de su país, y le pidieron un lugar conveniente para la sepultura. La reina, al oír ~- aquello, les dirigió, mediante supercherías, a un 1~ hombre muy cruel, o, seg£n algunos autores, al ~ rey de España, al objeto de obtener en esto su ,t, consentimiento. . . “ Tras diversas peripecias, dicho rey termina por aceptar. “Loba quedó muy entristecida al enterarse de esto, y cuando los discipulos fueron a verla pro- vistos de la autorización del rey, respondió: "Co- ged mis bueyes que est n en el monte Iliano; un- cidlos a un carro, cargad el cuerpo de vuestro maestro, y luego, en el lugar que os plazca, ente- rradlo donde os parezca."“ Ahora bien, ella hablaba como loba, pues sa- bía perfectamente que aquellos bueyes eran to- ros indómitos y salvajes... Los discípulos, sin sos- pechar la malicia, escalaron la montaña, donde se encontraron con un dragón que respiraba fue- go; se abalanzaba ya sobre ellos cuando todos hicieron el signo de la cruz par defenderse y atravesaron el vientre del dragón con sus espa- das. Hicieron también el signo de la cruz sobre los toros que, instant neamente, se convirtieron en dos animales mansos como corderos. Uncieron - los animales y colocaron sobre el carro el cuerpo del santo, junto con la piedra sobre la que había .~ sido depositado. Entonces, los bueyes, sin que na- ~;e les dirigiera, llevaron el cuerpo hasta el inte- ~or del palacio de Loba que, al verlo, quedó es- ~acta~.; y consagró su palacio a Santiago (1). úar~Sn, sobre el río Ulla. Otra leyenda afirma que el cuerpo, una vez arribados a tierra, había sido transportado a una colina escarpada, conocida actualmente con el nombre de Pico Sacro, desde donde fue conducido a un lugar conocido m s tarde con el nombre de Arca marmórica o Arcis marmoricis, cerca de la

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localidad de Amoea. Luego, el lugar de la sepultura fue olvidado durante varios siglos. (I) Seg£n Santiago DE VORµGINE: La Leyenda aurea. No fue hallado otra vez hasta el año 813, o, se- ~in Bedier, el 830, durante el reinado de Alfonso _ Casto. Seg£n la Historia Compostelana, un ermitaño, ~!iamado Pelagio (que significa: hombre de mar) _ ie avisado milagrosamente del lugar donde se ~allaba la sepultura del apóstol por unas luces ~jobrenaturales que danzaban encima de la tum- _ . La tumba fue descubierta oficialmente por den de Teodomiro, obispo de Iria Flavia. Pare- ~e que se trataba de un pequeño mausoleo oculto ~or una densa vegetación. Se admite generalmen- ~e que la construcción era de típico estilo romano. También se cree, pero sin demasiada seguri- ~lad, que Alfonso II había mandado erigir una pri- ~itiva iglesia en el lugar de aquel mausoleo... ; En la batalla de Clavijo, el año 844, sostenida ~or los españoles contra los musulmanes, Santia- ~Bø, convertido de pronto en caballero armado, ~apareció en medio de los combatientes, resplande- ~ciente y montado sobre un caballo blanco. Blan- ~diendo una espada flamígera, hizo una gran car- r~ nicería entre los infieles y llevó a la victoria a las tropas del rey Ramiro, salvando así todo el nor- te de España, desde los Pirineos hasta Galicia. t~ Este hecho de armas post mortem le valió con- ú vertirse en Patrón de España y fiador de su li- beración... Y, en su calidad de caballero celestial, de tener el honor, mediante “autómata” interpues- to, de consagrar caballeros a los reyes de España. En sustitución de Santiago, el “autómata” est siempre en el convento de Las Huelgas, cerca de Burgos. . . No producir demasiado asombro el saber que, aun en los ambientes m s adictos a las tradiciones

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cristianas, la leyenda de Santiago no se acepta sin reservas. . . A mediados del siglo IX, se propuso una varian- te, seg£n la cual el cuerpo del santo habría sido conducido a las proximidades de Granada p~ te santos. Evidentemente, era m s lógico q_ barco que navegara sin rumbo desde el Me~li1 neo oriental tocara tierra en el sur de Espa~i~ lugar de ir ~ embarrancar en la atl ntica Ga~ M s racionalistas todavía, los autores mo nos han prelendidO investigar la creación de ~ Santiago en hechos históricos q,ue habían ten lugar en la épOca de la invasión rabe. Así, en 1 rida se habría encontrado una piedra con una i cripción que informaba de que en aquella ciud había existidO, en la primera mitad del siglo una iglesia consagrada a Santa María, en la c~ se guardaban reliquias de la verdadera cruz de diferentes santos, entre ellos san Juan Bautisl san Pedro, san Pablo, san Esteban, san Juan Eva gelista y Sant;agO el Mayor. Al ocurrir la invasió los clérigos de Mérida huyeron llev ndose con~ go las citadaS reliquias y las depositaron en Ir., Flavia. Las reliquias de Santiago habían ganad entonces por la mano a todas las dem s; luegc~ cuando ocurrjerOn las primeras invasiones no~ mandas, fueron trasladadas al lugar donde se des~ cubrieron pOsteriormente... ; Pues bien, como de costumbre, los racionalis- tas no tienen razón. Esta leyenda no ha sido forjada por los histo- riadores. No l~ace referencia a hechos, sino a tra-~ diciones. Tengamos en cuenta que nadie ha men- cionado nunc~, una predicación cualquiera de San- tiago en Espana. Por m s que san Juli n de Tole- do especificó, en el año 686 que la predicación de Santiago había tenido lug r entre los judíos; y que Idacio, obispo de Iria Flavia, ignora todo lo que se refiere a la recalada de la barca milagrosa, no por ello la leyenda deja de crearse: se crea y se desarrolla. Los detalles se le añaden uno a uno. Se cargan las tintas. Y es así como nace la concha, o venera ~a versión, cuando el barco que trans-

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macabro cargamento llegó hasta la de- ~hra del río Ulla, y las gentes lo arrastra- ~ta dejarle en seco, se observó que su qui- ba cubierta de conchas que m s tarde ser- ~de insignias y de símbolos a los peregri- ~:ómpostela. cuerdo con otra versión, como la barca ~eguía tocar tierra, dos caballeros penetra- ~el agua para ayudar a transportar la carga ~lir del agua, aparecieron cubiertos entera- c~de aquellas conchas. pb importa el hecho de que dichas veneras adhieren a los cuerpos, sino que viven, ~s, en los fondos marinos. ¨Acaso no era ~ria una insignia para los millares de pere- que emprenderían la ruta hacia Compos- ~tas conchas son las “merelles”, llamadas así ~I nombre de un pueblo costero, no cercano a ~lavia, sino próximo a Noya... E la concha se añadió la estrella. Ya no eran i~ lo que había indicado el lugar de la sepultu- ,1~1 santo, sino una estrella que se había man- ~o encima de la tumba y había atraído a los ores, los cuales, m s o menos aterrorizados, ~ron al obispo; aquel lugar ha sido entonces ~do “Campo de la Estrella”, Campus Stellae, ~vertido en Compostela. La peregrinación se psformaba en una marcha hacia la estrella, y ~uta a recorrer era la de la Vía L ctea (al final ~a cual se encuentra, por otra parte, la constela- n del Can Mayor). Los eruditos prefieren subra- que la tumba se halla en una necrópolis y es mucho m s juicioso y m s lógico- hacer F var Compostela del vocablo latino composi- ~n: cementerio... Pero los eruditos se equivo- ban pronunci ndose contra el dicho popular; ppular, sí, pero sabio. Y sutil. 16 ~--EL IIIISTER10 DE CO~II'OSTEL

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En primer lugar es notable el apego que se le tiene al nombre de Santiago. Entre los apóstoles, se le escogió a él y-no a otro. Pese a lo que afirma san Juli n de Toledo, se le hace predicar en Es- paña porque es necesario que regrese a ella. Es preciso que dicha predicación haya tenido lugar para preparar el retorno... E incluso se le da por compañero a un perro, como aquel que se halla en el cielo, en los confines de la Vía L ctea. Se le tiene inclinación al nombre y al lugar: “Los huesos sagrados del bienaventurado apóstol Santiago, trasladados a España, son venerados en el extremo norte del país, frente al mar de Bretaña, y son objeto de una devoción extraordi- naria por parte de los habitantes”, dicen las “adi- ciones al martirologio de Floro de Lyon”, hacia 838 (citado por Bottineau) (1), y, por encima de todo, se le tiene apego a la llegada de dichos res- tos por mar. Es necesario que desembarquen en Galicia, aun a costa de un milagro. Asimismo, es preciso que Santiago sea caba- llero, incluso “matamoros” en caso de necesidad, pesar de la mansedumbre tan conocida de los apóstoles y de su proclamado pacifismo. También es necesario que domestique a los to- ros haciéndolos mansos como corderos antes de subyugar a la reina Loba. Todo esto es maravilloso, tal como al pueblo le usta verlo en sus historias; pero se trata de un ;portento admirablemente dirigido... ~ Como la historia de la estrella y de la Vía L c- e _ ~ ' tea; como la historia de la concha de Santiago. De hecho, nadie crea las leyendas. Ellas mis- mas se crean, porque son historia. Una vez crea- das, se cuentan y se transforman seg£n los luga- res y las épocas, y también seg£n las razas, las len- (I) YVES BOTTINEAU: Les chemills d~ Saint-~ ques, Ed. Arthaud. Gigante. Arte c~iitico de la Galicia portuguesa, a~nerior la Influenc~a romana. MuseL) de Guimaraes. (Foto co- ción del autor.)

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. t Juan de la Pena: el coro de la abadía fue levantado la caverna pnmitiva. (Foto Col. del autor.) guas y las creencias; pero, cualesquiera que sean las transformaciones, subsiste el mismo fondo por- que éste es verdadero y porque sigue estando pre- sente, confuso pero real, en la memoria at vica. Las leyendas no se suprimen. Est n en el hom- bre... Y, a falta de poder o de querer suprimir- las, se las adapta... Y adaptarlas es también, en cierto modo, salvarlas. Es guardar en la conciencia del hombre lo que, en caso contrario, permanece- ría enterrado--e in£til--en los subconscientes. ¨Qué quedaría de todas las leyendas celtas, in- cluso de aquellas que el celtismo había adaptado de épocas anteriores, si no hubiesen sido cristia- nizadas, es decir, readaptadas en una época en que predominaba el cristianismo? Recordemos el “caldero de Lug” que, adapta- do por el cristianismo, se convierte en el Grial, sin perder, no obstante, su significación de con- tinente de la sangre de Dios, es decir, del líquido vital por excelencia, que da, o vuelve a dar, la vida material o espiritual. Recordemos esa “Tabla Redonda” de los caba- lleros lanzados a la b£squeda del Santo Grial, como lo estuvieron, milenios antes, los “danzari- nes” de los crómlechs en busca de la vida eterna. En verdad, sería un poco infantil creer que la transformación de las leyendas se produce al azar y conforme a las ideas pasajeras de alg£n narrador de imaginación desbocada. Semejantes cosas divierten y pasan... A los narradores se les permitira entretenerse relatando los milagros que el santo hace en favor de los peregrinos a lo largo de la ruta de Compos- tela, y que son, en cierto modo, la publicidad “co- mercial” de los lugares de paso preparados: el malvado mesonero castigado, el ahorcado que con- tin£a vivo, el pollo asado que recobra la vida en Santo Domingo de la Calzada... Pero éstos son ya relatos tardíos cuando el verdadero objetivo de la peregrinación ha sido alcanzado.

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Por lo que se refiere a la leyenda ab sica”, uno 'percata--y yo trataré de que los lectores lo ha- n también-- de que todos sus elementos han lo sopesados y calculados con cuidado para que hallen en concordancia con otros hechos an- ~uos y que conciernen, efectivamente, al lugar, camino de estrellas, a la concha, al nombre, a 7ba y al perro... Que nadie se llame a engaño respecto a dicha laptación: se refiere tanto a la meta como al ca- ino; incluso este absurdo lanzar a “pobres pere- inos” a una ruta donde nada tenían que hacer uno de los elementos, y no de los menores, de a extraordinaria civilización que, en la Edad edia, nos dio las catedrales y, a plazo diferido que hemos podido conseguir de libertad. En todo caso, una cosa es notable --y debe r destacada--: esas leyendas cristianas nacen en ; conventos benedictinos, pero sólo después de fusión, realizada por Witiza (que se convertir - san Benito de Aniano), de los monjes de san ~nito con los de san Columbano... Como si el ;oro legendario antiguo hubiera sido confiado a custodia de estos £ltimos y entregado por ellos la cristiandad. Junto con la manera de uti- arlo. Por el camino de las estrellas... 11. EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS Compostela est vinculada a la estrella por s mismo nombre, bien sea esta estrella la del co~ post~lm, del campo, o, tal como lo creen los alqu mistas, la del compost: estrella que se forma e la superficie del crisol con motivo de una de k primeras operaciones de la Gran Obra. Existiría una cuarta etimología posible, m s s creta y m s tradicional, que encontraría su orige en el término compos, que, en ciertas formacione podría significar “maestro”: el Maestro de la e trella. Adem s, tradicionalmente, el camino de Sa tiago es la Vía L ctea, denominación de este ap rente reguero de estrellas que atraviesa nuest cielo hasta la constelación del Can Mayor.

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Cuando se quiso “promocionar” la peregrin ción, se pensó en utilizar la considerable fama q~ había conservado Carlomagno entre los países ( Occidente. Aunque jam s llegó a poner los pie o incluso aunque ni siquiera llegó a oír hablar c ella, se dejó entender que el podcroso emperad~ había acudido a la tumba del santo y había ter plado su espada en las aguas atl nticas; posterio mente se dijo que, al menos, había tenido una r velación de ello. Después de su muerte y sobre que contenía sus restos, se representó ~-revelación”, y la dirección de Compostela ndicada por dos hileras de estrellas. s bien, los dos regueros de estrellas existen tienden desde el Mediterr neo al Atl ntico. Ien exactamente dos líneas paralelas diri- le Este a Oeste. evidente que la exactitud es relativa a la :ia, pues cerca de 1.000 km a vuelo de p - 'paran la costa catalana de la gallega.) primera línea, la que est situada m s al rte, en la Cataluña francesa, de un cierto Estelle”, pico de la Estrella, eminencia de ~róxima a “Bains du Boulou” situada, apro- mente, a 42ø 30' de latitud. tin£a, a unos 23 0 24 kilómetros al Oeste, Puig de l'Estelle, “monte de la Estrella”, 8 m, situado también a 42ø 30' de latitud, le La Tour de Batere. ) kilómetros en dirección Oeste se encuen- 'uig de tres Estelles, de 2.096 m, el “Monte Tres Estrellas”, situado igualmente en el 0 42~ 30'. s bien, aproximadamente a unos cuatro- kilómetros m s al Oeste, del otro lado de ineos, volvemos a encontrar, casi en este paralelo, a 42ø 40' de latitud, Estella, “la ~”, cuyo nombre vasco Lizarra designaba n la estrella. La desviación respecto al ver- paralelo es, pues, seg£n los mapas, de 10' a de 400 km, lo cual no es muy considera- ~simismo, en la misma región de Estella, entra un lugar llamado Licharra, que muy ~dría ser una deformación del vasco Lizarra lugar se halla en los 42ø 36' de latitud. al Oeste hallamos un Astray, que quiz -efiera a un Aster... pero que est situado n en la latitud 42ø36'.

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resto del camino es menos expresivo en ta. Sin embargo, si se la sigue hasta el ~o, vemos que desemboca cerca de Ponte- A I~o P~rpintn-~ El relrcario de Carl(>magno lleva dos hileras de estrellas. Veamos la segunda: Siempre partiendo de Cataluña, 20' m s al Nor- te que la primera hilera, es decir, aproximadamen- te unos 36 kilómetros, encontramos: Les Etetlles, cerca de Luzenac, a 420 46'; Estillón, a 420 47~; lue- go, m s all de los Pirineos, no lejos de la ruta de Olorón a Jaca, cerca de Somport, un lugar lla- mado Lizarra, a 420 46', y m s lejos, cerca de Pam- plona, Liz rraga, también a 420 46' (este £ltimo pueblo podría ser un hayal, es decir, un “enjambre de estrellas”). Y m s tarde a£n, pasados los montes de Leon, Liciella (420 46'), y luego, en Galicia, un Aster (tam- bién a 420 46'). Y esto nos lleva directamente a Compostela que, en realidad, se encuentra situada un poco m s al Norte, en los 420 53~, pero, por el contrario, el Pico Sacro, primera morada legendaria de la tumba, se halla muy cerca de los 420 46'. Seis puntos en línea recta, seis puntos en el mismo paralelo. Rehacerlo al azar sería excesivo. El azar no puede ser responsable de todo... El hecho subsiste. Y lo que es m s, un recuer- do popular, que se pierde en la noche de los tiem- pos lo había transmitido, puesto que ese camino llev ba el nombre de “camino de las estrellas”... Y si Santiago de Compostela se encuentra a 420 53, es que la £ltima estrella ha sido desplazada... y el paralelo 42u46' desemboca muy cerca de Padron a donde el barco que transportaba los restos de santo había venido a embarrancar; y m s cerca a£n de Nova, muchos siglos antes, vino a encallar otro viajero. Cualquier matem tico dir que colocar cua- tro puntos en línea recta es una operación volun-

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taria, siendo infinitesimales las probabilidades de que ello ocurra por azar. Cualquier geógrafo dir también que elegir cuatro puntos en un mis- mo paralelo, aunque sea con algunos minutos de error y en mil kilómetros de distancia, no podría ser obra de gentes carentes de mapas precisos y de instrumentos de medición perfeccionados. Si se. hubiera tratado de alg£n sacerdote, es- pecialmente sabio --los hay, ciertamente y m s sabios de lo que se cree, aunque no se hay n dado a conocer--, si se hubiese tratado de alg£n cléri- go que, bautizando, juntamente con otros, al cami- no de Compostela en el siglo x, hubiera sido capaz de marcar de este modo el eje de Santiago, es evi- dente que no habría partido de la Cataluña fran- cesa para franquear--longitudinalmente--los Pi- rineos, camino éste impracticable. El eje procede de una época muy anterior al cristianismo. Se trata, evidentemente, de un tra- zado muy antiguo, del que subsistía un vago re- cuerdo como camino de las estrellas y respecto al cual se conservaba una tradición. Mucho antes de la Era cristiana, alguien supo bastante sobre íopografía, geografía y astronomía, v lo supo con una técnica suficiente como para poder jalonar este eje, este paralelo del globo terrestre. Es preciso, pues, admitir--o negar toda logica-- que existieron gentes que poseían una ciencia muy superior a todo lo que los prehisto- riadores han podido imaginar de nuestros leja- nos antepasados. Pero hay que admitir también que si el cris- tianismo consideró necesario “recoger” ese eje, es porque la tradición lo había perdido desde los tiempos prehistóricos o protohistóricos. Y esto significa que la tradición de la marc~a- hacia el Oeste a lo largo del camino de la~raban ~llas no había sido abandonada... Y, ,c, donde se sido abandonada, era porque teníacciséis millas, - ¨Cu l? ¨Quién puede conte~s y carninos anti- ~tradición? La tradición queJnocible; Glastonbury

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26 L cho m s all de la invención de Santiago... Y las leyendas cuyo origen es infinitamente m s le- - 1ano. Pero lo m s asombroso--y al mismo tiempo revelador--es que este eje de marcha en dirección Oeste, hasta el océano Atl ntico, no es £nico en nuestro Occidente. Ni mucho menos, ya que se han descubierto al menos otros dos que son a£n f - cilmente reconocibles en las distribuciones de los monumentos megalíticos y en residuos toponími- cos cuya fecha es imposible concretar de un modo serio. Adem s del de Compostela, existe, en Inglate- rra, un trazado que, desde los alrededores de Do- ver, lleva hasta los confines de la costa atl ntica, exactamente a una ría de la costa norte de Cor- nualles. En Francia, est el que une Sainte-Odile, en Al- sacia, con la punta extrema de Finisterre. Estas tres rutas ofrecen buen n£mero de pun- tos en com£n. Las tres van de Este a Oeste en dirección al Atl ntico, y las tres desembocan, no en el mar abierto, sino en rías profundas que permiten re- molcar los navíos hasta dejarlos en seco y que, adem s, son refugios muy seguros. Todas terminan en regiones, si bien no son montañosas, al menos tienen un relieve bastante accidentado. Finalmente de las tres, dos siguen, de Este a Oeste, un par lelo terrestre, trazado con suficien- te rigor como para no ser considerado efecto del ~zar; si la tercera escapa--por poco--al parale- ~-b, no por ello es menos rigurosamente rectilínea, 1~ que permite afirmar que las tres han sido que- r~das asi; por tanto, con fines £tiles. Las tres atraviesan regiones abundantes en megalitos y dólmenes, y unen lugares ~sagrados”. Todas est n, de un modo u otro, relacionadas con la leyenda del Grial, incluso renovada cristia-

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namente. A dos de ellas les concierne la historia de Noé (Bretaña y Galicia); a dos les atañe el laberinto (Galicia y Cornualles). La ruta brit nica est situada algo por encima del paralelo 51~18'. Por lo que he podido descu- brir, se inicia en la costa este, cerca de Sandwich, pero no podría asegurar que su origen no est realmente en el continente; de ser así, y si pue- den descubrirse vestigios de ello, esto permitiría situarla en la época anterior al hundimiento de la Mancha. El trayecto pasa por Canterbury (51017'), lugar sagrado; Maidstone (la piedra de la Virgen, mega- -lito actual o desaparecido); Knolehouse (51016'), que debe corresponder a una antigua gruta sagra- da; Godstone (510 51'), megalito “la piedra de Dios”; Red Hill, la colina rcja donde un gran pe- rro, de origen desconocido, est grabado en el subsuelo; Amesbury (51O ll'), que parece ser la ~Tumba de Ad n”, crómlech. A cierta distancia se encuentra el crómlech m s grande que se conoce, Avesbury (sin duda la “Tumba de Eva”); Stone- henge (510 ll'), donde se halla el “gran templo del Sol”, del que su parte central de piedras en posi- ‡ión vertical data de los alrededores del 1800 a. de J. C., pero el dolmen que lo rodea, el Cathoir Ghall, la “Sala de baile de los Gigantes”, es muy anterior; Glastonbury (51O9'), donde José de Ari- matea depositara el Grial (lo había hecho ya en Cataluña), cerca de la colina de Avalon que, antes de los aportes aluviales, fue la isla de Avalon, la ~isla de las manzanas, fruta simbólica de la inicia- ción, la isla bienaventurada a donde se retiraban , las almas de los héroes; Glastonbz¨ry, donde se údespliega, con un di metro de dieciséis millas, marcado con piedras megalíticas y caminos anti- ~uos, un zodíaco a£n reconocible: Glastonbury donde se halla un “Pozo del Grial”, Chalice Well pozo claramente dolménico, cuadrado como el de Chartres, espectacular y cuya mampostería se pa- rece a la de los monumentos de Egipto. Por £lti-

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mo, el camino parece terminar en la bahía de Barnstaple (51O 6'), no muy lejos del Tintagel le- gendariv donde fue hallado, grabado en la piedra, un laberinto parecido al que figura en una medalla de bronce minoana... Pero anterior a ésta, y pa- recido a ese mismo laberinto, grabado también en los tiempos neolíticos y descubierto en Galicia, al borde del Atl ntico, no muy lejos de Santiago de Compostela. La “ruta” francesa discurre desde Sainte-Odile al extremo m s alejado de la Armórica. Sigue fiel- mcnte el paralelo 480 27'. Había sido señalada y es- tudiada como antigua ruta de peregrinación por Henri Dontenville en su bello libro La Mythologie Fran‡aise ( I ). Sainte-Odile, m s arriba del pueblo de Ober- nay, en Alsacia, se halla dentro de un recinto ci- clópeo muy vasto y constituido por enormes blo- ques, y cuya fecha es imposible precisar, aunque hay suficientes motivos para pensar en el neolí- tico. Recinto evidentemente sagrado. La ruta ha- cia el Oeste pasa cerca de Chanlp du feu, llega a la Pierre piquée, sin duda un menhir de jalona- miento; Raon-l'~tape, lugar del que Dontenville ha indicado que se trataba realmente de una etapa en una peregrinación que duró hasta las proximi- dades de nuestra era (cerca de Rain se encuentra, por lo dem s, una Pierre d'appel), Sión, la colina sagrada cerca de la cual las invasiones germ ni- cas crearon Vaudémont, que fue un l~otan mons, un monte de Wotan; Domrémy y su Bois-Chenu, donde retozaban las hadas, con, no lejos, un Vau- (I) Henri Dontenville: La Mythologie Fran‡aise. ed. Pagot. 30 -~ ~ deuille otra vez un lugar consagrado a Wotan; loinvilie, también un lugar sagrado que los latinos dedicaron a J£piter; Foret d e Fontainebleau (bosque de la Fuente de Belén); Chartres, que sin duda fue, y es todavía, el lugar sagrado de las Galias m s destacado y que, teniendo en cuenta los innumerables megalitos de su región, debió serlo ya mucho antes de la llegada de los celtas. La ruta prosigue a través del bosque de Fougeres,

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con sus numerosos monumentos megalíticos, coin- cide, cerca de Bazouges, con un menhir de jalo- namiento, pasa luego por el emplazamiento de esa curiosa iglesia redonda llamada El Temple, que bien podría ser una construcción templaria... cerca de enormes megalitos quebrados. M s ade- lante, el paralelo pasa por los roquedales de Cra- gou sin duda una forma alterada de “Gargan”, antés de penetrar en los montes de Arrée (el nom- bre tiene importancia), alcanza la ría del Elorn en Landerneau y entra en el reino de León. A esos montes de Arrée corresponden, en la re- gión de Galicia donde termina el Camino de las Estrellas, los montes Aro, que est n legendaria- mente vinculados como el monte Ararat del C u- :caso, a la recalad de Noé después del cataclismo del Diluvio. El camino de Compostela est cerca del para- lelo 420, el de Armórica, próximo al 480, y el de Barnstaple de Cornualles, cerca de los 51o; una cierta lógica, que por otra parte no es forzosa- mente v lida, conduciría a investigar si dichos ca- minos no estaban, quiz s, escalonados de tres en tres grados. Nos faltaría, por tanto, el que corres- ponde a los 45O, para que se cumpliera la progre- sión racional 4245-48-51. Ahora bien, el paralelo 45O pasa por Le-Puy-en-Velay, que, desde tiempos inmemoriales, es lugar de peregrinación, con el mismo título que Glastonbury, Chartres y San- tiago Dicho paralelo pasaría por Lascaux, no lejos de Eyzies, y desembocaría en Lugon-L2bourne y, en los tiempos prehistóricos, antes de que las tie- rras de aluvión hubiesen dado lugar al estuario, en la ría que debía constituir la Dordoña. La suposición no es inverosímil. En cuanto al camino de Santiago que nosotros habremos de seguir con m s detalle, si bien varió cuando las organizaciones hospitalarias se las in- geniaron para trazar rutas m s f ciles en las que se establecieron albergues de etapa, la implanta- ción de los primeros monasterios, así como las de ,los “guardianes” de la ruta, como la Orden del Temple o la de Santiago de la Espada, demues- tran que el primer camino recorrido--en la me-

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dida en que esto podía hacerse en las monta- ñas--era realmente el trazado delimitado por los dos caminos de estrellas, es decir, entre las lati- tudes 420 30~ y 42~ 50'. Ahora bien, si se hubiera tratado solamente de cumplir con sus deberes religiosos en la tumba del santo, cualquier ruta hubiese sido buena--ha- bía otras, a lo largo de la costa, utilizadas por los devotos--, pero la ruta tradicional prevaleció so- bre todas las dem s, a pesar de sus dificultades; y aquí veo como una especie de prueba de que la leyenda cristiana se había basado en una leyenda m s antigua y en una tradición que exigía el em- pleo de esta vía. Asimismo, en la peregrinación a Armórica, hubo, mucho tiempo antes del cristianismo, gentes que emprendían ese viaje, en condiciones eviden- temente muy difíciles, que se internaban en esta ruta como en un laberinto... Y con un objetivo de- terminado. . . Un objetivo, cuya misma esencia debía ser re- ligiosa, ya que el cristianismo estimó convenien- te sustituir la antigua religión por la nueva en este camino. Y sin duda con todo conocimiento de causa. 3-- EL MISTERIO DE (.OMI'OSTEL-~ 111. LOS QUE VENíAN DEL MAR Esas tres peregrinaciones est n relacionadas con el mar. Con el océano Atl ntico. Y con la na- vegación también, ya que los lugares donde ter- minan son puntos de recalada en rías, es decir, en lugares lo bastante adentrados en la tierra como para servir de refugios y permitir que los navíos sean puestos en seco. No se trata de puertos de embarque. Las gen- tes que vienen de Sainte-Odile o de los Pirineos centrales no son marinos. Estos lugares son ele- gidos por gentes que llegan a tierra, gentes que proceden del mar; y los caminos son trazados por hombres del interior que van a encontrarlos; tan- to si se trata de comercio, como si es otro el mo- tivo.

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El m s antiguo viajero casi histórico desem- barcado en esta costa de Galicia es Hércules. Tras haber efectuado una incursión, en una isla atl ntica, para robar los bueyes del gigante Gerión, conduciría estas bestias a la Península Ibérica, y m s especialmente a La Coruña. Allí ins- talaría entonces el rebaño en una gruta encima de la cual construiría una torre, que a£n existe y que lleva el nombre de “Torre de Hércules”. Esta construcción es en parte romana sobre basa- mentos fenicios... No se-puede aceptar como verosímil la leyen- da de Hércules. No se puede aceptar como vero- símil cualquier historia, pero, en tal caso, habría que plantearse lógicamente el porqué de estas le- yendas !y, si es que nada representan, a qué se debe que su recuerdo se conserve tan lejos del Mediterr neo oriental, cuna de la leyenda de Hércules. Sea cual fuere la personalidad de Hércules, hay en su leyenda, por lo menos en lo que con- cierne a sus viajes a Occidente, una cierta cons- tancia que permite situarla en el tiempo. Ya llamé la atención, en Los Gigantes y el mis- terio de los orígenes (1), que las £nicas armas del héroe griego eran el arco y la maza, lo que le sit£a en una época anterior a la Edad del Bron- ce en Oriente. Recordé también que el objeto de sus viajes era conseguir productos de la agricul- tura y de la cría de ganado; que ignoraba el arte de navegar, ya que se vio obligado a tomar pres- tado un barco para llegar a la isla del Atl ntico. La leyenda es anterior, pues, a la llegada al Medi- terr neo oriental de los <~divinos pelasgos”, hom- bres del mar y que procedían del mar. Estos productos de civilización que faltan en el Próximo Oriente, Hércules los encuentra, bien en la costa atl ntica, bien en una isla atl ntica, in- cluyendo la nave de altura, lo que implica cuando menos el conocimiento de los procedimientos de construcción naval en dichos lugares. A esta isla, o islas, que debían encontrarse en el Atl ntico, Platón, que fue un hombre serio, las designa normalmente como Atl ntidas. La acción

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de Hércules se sit£a, pues, antes de la desaparición de estas islas, es decir, antes del cataclismo posei- doniano que las hizo desaparecer y que abrió el estrecho de Gibraltar. Adem s, Hércules, quienquiera que fuera,- es (I) L. CHARPENTIER: LOS Gigantes y el ~nisterio de los orígenes, Ed. Plaza & Janés, en esta misma co Iección y en col. “Otros Mundos”. un hombre de las cavernas. Tanto cuando va saquear el jardín de las Hespérides, como cuan¨ regresa con sus bueyes, es en las grutas dond~~ busca cobijo. La gruta es su h bitat normal, y esto hace suponer que la aventura heracleana tuvo lugar a fines del período glacial llamado Wurm V, que terminó cataclísmicamente hacia el año 8000 a. de J. C.; lo que se corresponde con la. época de la desaparición de la Atl ntida seg£n Platón Después, indudablemente, no quedaron m s que los supervivientes de las alturas montañosas y lo5 pocos supervivientes atlantes que sus bar- cos habían podido salvar, dispersados a través- de los mares... En cuanto a los pueblos bóreos o hiperbóreos, el período glacial sin duda había reducido suma- mente su densidad El segundo desembarco legendario en esta I coSta de Galicia es contempor neo del Diluvio,, pues se trata de Noé No hay, en efecto, m s que un Noé. Adem s del de la Biblia, una leyenda beréber hace desembarcar uno en el Atlas, una leyenda maya narra el desembarco de otro en América Central en NiYi; y el Man£ de la India se le pa- rece mucho. Seg£n la leyenda gallega, Noé llegó con el arca a una ría que lleva todavía su nombre, la ría de ' IJoya, donde fundaría la ciudad de dicho nom- bre que Froissart denomina “llave de Galicia”. Uno podría pensar en una “transposición geo- gr fica” debido a las elucubraciones de un lector

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de la Biblia sobre el antiguo nombre de Noya, pero surge la sorpresa al comprobar la existencia, ú en las alturas que bordean esta ría de Noya, de una cadena de altas colinas (500 m) que lleva el ~nombre de montes Aro. ~hora bien, Noya y los montes Aro est n situa- ~ ' ', ial final de una peregrinación cuyo camino E~ trazado desde hace mucho, mucho tiempo, ~, lugares con nombres de estrella. ~a peregrinación que partía de Sainte-Odile ~ia el océano tenía su término en una ría de montes Arrée. E1 Noé de la Biblia recaló en el monte ,4rarat C ucaso, de donde no parece haber quedado guna tradición de peregrinación, pero donde, ~n embargo, Jasón iba a buscar el “Vellocino de ~o”. Es inquietante. ~i P Uno se ve inducido a preguntarse, dado que ~das las leyendas de todos los pueblos, sean éstos ~e Asia, de Europa o de América, narran, tras el ~ataclismo del Diluvio, la arribada a tierra de un bombre portador de una civilización, si tal vez no ~parece aquí un recuerdo de esa dispersión de los ~i tlantes (u otros), de esa “di spora” de la que sí ~ablaba en Los Gigantes y el misterio de los oríge- ~-nes, atlantes que transportaron al mundo entero r~los restos de la brillante civilización que, seg£n Platón, había sido la suya en la isla Atl ntida. Una civilización de la que percibimos algunos ~ecos, puesto que vivimos de ella. Vivimos de ella porque cultivamos la tierra y criamos ganado.

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~: Pues bien la colección de leyendas, que nunca hay que ~tómar demasiado a la ligera, dice clara- mente que Noé llevaba con él animales terrestres, necesariamente domésticos. Esto no puede care- cer de significación. Noé es agricultor. Su primera previsión, al to- mar tierra, fue plantar, especialmente la viña, de ~ lo cual se siguió, seg£n la Biblia, algunos incon- i venientes de tipo etílico para él; en vasco--y la lengua vasca tiene suma importancia en este ca- mino de Compostela--no, variante de ano, signi- ' fica vino... Y cuando, después de la filoxera, se E: hizo traer planta americana, resultó que se lla- maba Noah. ¨Hay que suponer que el nombre de Noé no era m s que una especie de nombre colectivo, en lugar de un nombre propio? Esto parece bastan- te probable, lo cual explicaría esa serie de Noés salvados del naufragio y marinos... Y esto expli- caría la inextricable dificultad que se experimenta para fijar los “comienzos” de la cría de ganado, de la agricultura, del empleo del bronce, del fue- go, etc. l~stas eran cosas que los supervivientes disper- sados debieron enseñar a poblaciones muy esca- sas que habían sobrevivido al cataclismo; enseñar en formas apropiadas al grado de evolución de dichas poblaciones (de cuyo trabajo no podían prescindir para sobrevivir). Es f cil imaginarlos como Robinsones salva- dos del naufragio hallando a algunos “Viernes”, a los que pronto subyugarían, y emple ndolos como mano de obra, pero a los que también era necesario enseñarles a desbrozar y cultivar la tie- rra, y a trabajar la madera y la piedra para cons- truir. A juicio de los griegos, estos Robinsones estu- vieron considerados como seres divinos. Para los hombres de las cavernas se trataba de seres de esencia superior (algunas sesiones de ~magia” sin duda ayudaron a ello). Cuando tuvieron descen- dientes, se convirtieron en una aristocracia, bien porque les acompañaran mujeres, o porque hu- bieran “hallado hermosas a las hijas de los hom- bres”; una aristocracia que se transmitía tradicio-

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nalmente elementos de la ciencia desaparecida y que dirigía el trabajo de los autóctonos con el pro- pósito de reconstruir productos de dicha ciencia. El cataclismo fue de tipo diluviano y corres- ponde geológicamente al deshielo brusco del enor- me casquete glacial acumulado en el período de Wurm V. La inundación que de ello se derivó ad- quirió obligatoriamente su mayor amplitud en el Ecuador, sumergiendo, si es que existía, la isla Atl ntida, que, bajo la presión de las aguas, se hundió. Así pues, no es en absoluto sorprendente que el desembarco de los supervivientes llegados de Atl ntida o de otros lugares se hubiera reali- zado, a partir del paralelo 45~, en montañas cada vez m s altas a medida que uno se acercaba al Ecuador: costa cant brica, C ucaso, Atlas, Etio- pía, Nepal, y luego, al norte de esta latitud, en tierras m s bajas: montes de Arrée, Cornualles e Irlanda, mar B ltico, por lo que se refiere a esta parte del mundo. Todos ellos lugares marcados con dólmenes... Todos lugares que parecen haber dado origen a las m s diversas civilizaciones. No podemos olvi- dar que las m s antiguas civilizaciones conocidas del Próximo Oriente proceden del C ucaso; la egipcia, de Etiopía; la india, del Nepal, o de la al- tiplanicie del Ir n. ¨Trataron de reunirse estos supervivientes dis- persos? Otras leyendas permiten suponerlo. Así es como tradiciones fabulosas cuentan que Tubal hijo de Jafet y nieto de Noé, atravesó en barco, ai lado de los suyos, el Mediterr neo de Oriente a Occidente, donde se sintió atraído por las aguas misteriosas de un río ( que alg£n día se llamar Ebro) y lo remontó hasta llegar a Varés. Allí fue seducido por las bellezas de la región vasca; algu- nos de los suyos quedaron allí, dando lugar a los ~erones de la Rioja, mientras que otros prosiguie- ron hasta las altas cimas (1)... Es evidente que las tradiciones de arribadas marineras posdiluvianas son demasiado numero- sas para no encubrir un fondo de verdad, por al- terada que esté esa verdad. Por otra parte, existe otra NoYa en el golfo de Vizcaya, no lejos de Laredo y cerca de un pueblo,

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(I) Alfredo Gil del Río: Horizontes riojanos, Cen- tro riojano de Madrid. Ajo, que, en español, se pronuncia Aro... No pa- rece haber ninguna leyenda respecto a este Noya. ¨Quién, si no tales hombres, habrían podido trazar semejantes caminos en dirección O,este, hacia el mar Atl ntico, cuna de los antepasados, caminos que son tan directos como el rumbo de un barco fijado por un navegante experto? Hombres del Oeste... ¨Acaso no es la misma leyenda, aunque con otra forma, que la de Ad n? . ¨Qué dice el Génesis? Hay un Edén, jardín, lugar de delicias. Por una motivac;ón simbólica de ingerir un fruto --que se afirma era la manzana, y la isla mítica de ~valon, isla de las manzanas, est en el océano . Atl ntico--, Ad n y Eva fueron expulsados del, paraíso del Edén. Hacia Oriente... Así pues, la idea primordial es ' que este Edén de las manzanas estaba hacia Occi- dente . ¨Al Occidente de qué? No se sabe, pero todas~ las leyendas sit£an la “Tierra de los Antepasados” en el Occidente de Europa; alli donde est n las, “Islas Bienaventuradas”. Islas, así pues: mar. Mar de Occidente, por tanto, Atl ntico. Para los pueblos preincaicos, por el contrario,y esa tierra bienaventurada de donde llegan los “Dioses” est en Oriente. Así pues, también, en el océano Atl ntico. Siempre se va a parar a la mítica Atl ntida, Atl, sabemos que es un prefijo que tiene el sen tido de grande, como en el Atlas, y sin duda los Alpes. Ante, Ande, esto est muy- cerca, fon ticamente, de Edén, muy cerca también de Ad r Y uno recuerda los grandes crómlechs de Ing terra, la tumba de Ad n: Anlesb~rv, y la tum' de Eva: Avesb7l ry. Ad n, expulsado del paraíso terrestre, del Ed ¨es acaso una “repetición” de Noé, o bien se tr~ de eCt~ nrimer éxodo rnlonialista de los atlan~

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que, seg£n Platón, llegó hasta Italia central y Egipto? Y Ad n tiene dos hijos, uno que cría ganado, el otro agricultor, y el hijo de Caín, Enoc, ya es constructor... Ellos traen ya de Occidente una ci- vilización. Un descendiente bastante próximo de Caín es Tubalcaín, el herrero, el metal£rgico... Y éste tie- ne por hermanastro a Noé, constructor naval... Yo no tengo por la Biblia, historia del pueblo judío escrita por judíos, mayor respeto que por la historia de Francia escrita por los franceses o por la historia de Inglaterra escrita por los ingle- ses. Todo pueblo se considera siempre m s o me- . nos elegido, y a menudo la vanidad racial hace í pOCO caso de la verdad objetiva; pero el Génesis, ,-redactado por un egipcio, Moisés, que había sido ,- educado en el Templo donde se guardaban los se- cretos y las crónicas, es una historia legendaria ~de los primeros tiempos y no puede ser conside- ~ada demasiado como una novela, aunque haya ~iido un poco novelada. Evidentemente, cuando bloisés habla del primer hombre no piensa en ~1 pitec ntropo tan querido a los prehistoriado- ~es, sino en una forma de Homo sapiens ya muy k~rolucionada... Y que llega de Occidente. ... Y que ha comido el fruto del rbol de la tiencia: como Prometeo había robado el fuego '1 cielo... Y que, expulsado del Edén, se encuen- ~a entre hombres menos evolucionados... ¨Son estos Hon70 sapiens los que trazaron las tas hacia el Oeste, hacia los puertos de las rías Cornualles, de Armórica y de Galicia, a través las cuales permanecerían en contacto con la ia original? No es posible responder, pero, an- ror o posteriormente el cataclismo que marca ~hiato del neolítico, esas rutas fueron trazadas, ,~ rectitud haría pensar en que fueron baliza- I “por vía aérea”... b¨Hubo, en esta civilización antigua, hombres Idores cuyos trazados aéreos fueron prosegui-

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sibles no significa evidentemente que estén des- provistas de sentido. En esta provincia de Galicia, pero especial- mente en la parte portuguesa, en la región de Alvao, se han encontrado tejas hechas de barro cocido portadoras de signos idénticos a los que los fenicios utilizaron en su alfabeto primitivo, pero esos ladrillos son muy anteriores a la apari- ción de los fenicios en las costas atl nticas, costas que m s tarde visitarían con asiduidad. Así pues, no se puede descartar la idea de que tales signos fueran “recuperados” por esos navegantes del Pró- ximo Oriente y empleados por ellos para crear su alfabeto. Queda Ia solución, de la que soy partidario, de una antiquísima escritura simbólica, cuya lectura v cr~hr~ tAr ~ Cr íritll n~ c~n v~ ~r~PcihlPs Resultar asombroso descubrir que un cierto n£mero de estos signos megalíticos ha perdurado entre los constructores y que los podem-7s7s encon- trar a lo largo del camino de Santiago grabados en las piedras de las iglesias y monasterios... Una de esas figuras, en todo caso, permanece inscrita en baldosas en el suelo de algunas de nuestras catedrales, un signo que parece ser una especie de “suma”, de resultado de todas las otras marcas: el laberinto. Los antiguos habitantes de Chartres llamaban~ al laberinto dibujado en baldosas blancas sobre el pavimento de su catedral, la Legua, queriendo tal vez expresar con este noll-bre una idea de la Iongitud del camino enrollado sobre sí mismo formando complicados meandros. Otros lo llama- ban: el camino de Jerusalén, siendo considerado como un símbolo de la ruta de peregrinación has- ta el lugar de la pasión de Cristo. Los obreros lo llamaban el Dédalo, en recuerdo del maestro de obras de Cnossos, que había realizado el famoso laberinto donde moraba el Minotauro: Dédalo, pa- dre de ~caro, el aviador desgraciado. En general se admite que el espacio central en que desembocaba el tortuoso camino estaba reservado al Maestro de la Obra que escribía en él su nombre de fraternidad, insertando así, de al- guna manera, su “marca de f brica” y la garan-

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tía de que la obra había sido ejecutada conforme a los datos tradicionales de los que Dédalo había sido uno de los depositarios. Así pues, no sin cierta emoción, mezclada con algo de pavor, nos encontramos s£bitamente, a leguas de distancia de nuestras catedrales y a miles de años de sus constructores, frente a pie- dras megalíticas en las que aparece grabado el mismo símbolo, que, no por el hecho de ser me- ~berinto de Mogor (Marín). Museo del Instituto de Po71tevedra ~os complicado en su exposición, se parece menos ~n cuanto a su forma general y su espíritu... Y, de inmediato, se tiene la impresión de que ada est enteramente terminado, de que corrien- ~es subterr neas, desconocidas, siguen la marcha ~parente de la Humanidad, de que el secreto de ~un conocimiento tradicional ha persistido y, qui- ~- z , persiste a£n... Y de que el laberinto est aauí como una respuesta a todas las preguntas Laberinto de Tintagel segL~n Geof/rey Rusell (R.l.L.K.O.) ditaci~n, habiéndose llevado a cabo estudios muy eruditos por parte de filósofos, generalmente orien- talistas, sobre las relaciones de este laberinto con el camino seguido por el subconsciente, hasta in- cluso con la marcha del pensamiento humano. Para los hopis de América, que consideran, no el “camino” sino el “trazado”, se trata ~e una representación de los caminos del espíritll que, partiendo del centro de la cruz, desembocan en cuatro puntos muertos obligando, para recorrer la totalidad del laberinto, a servirse de los cuatro brazos. Entre esos mismos hopis el laberinto ofrece también un sentido inici ticó analógico: a saber, la figura que dibuja, en su trazado exterior, en el, brazo de la madre que sostiene al recién nacido, y en su trazado interior, la matriz de la madre cónteniendo el feto; la comprensión de este sím~ bolo permite el renacimiento inici tico, el renaci-, miento a un mundo superior.

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Esta explicación filosófica de los hopis va acompañada de leyendas no sólo acerca de la “mu- tación” del hombre que renace, sino también so- bre el “cambio” de mundo del conjunto de los hopis (1). A propósito de esta idea de matriz y de rena- ' cimiento, surge un hecho perturbador: Se recuer- da que el héroe Teseo, para ir a combatir al Mi-- notauro dentro del laberinto, tuvo que acudir a Ariadna, a la que sedujo y de quien obtuvo aquel famoso hilo conductor gracias al cual pudo ex- plorar el laberinto y salir de él: el “Hilo de Ariad-, na”; ahora bien, en vasco, hilo es Hari, y Agna, la nodriza. Hari-Ana es el hilo nutricio, el cordón umbilical (y así es como los hopis consideran a uno de los cuatro brazos de la cruz central del laberinto). No hago intervenir la lengua vasca sin moti (I) Frank Waters: Book of the Hopi, “BallantiDI Books Inc.”, Nueva York. vo. Esta lengua data de los tiempos neolíticos. En el camino de Santiago y en todo Occidente ha tenido una importancia sobre la que volveré ha- blar m s adelante... Los laberintos de nuestras catedrales no tienen exactamente el mismo trazado que los neolíticos, bien porque los maestros de obras hayan querido l dibujar una cruz en ese laberinto, o por otras ra- zones que ignoro; pero el hecho de que todos sean idénticos, demuestra que obedecen a una regla com£n, y no a la fantasía. No obstante, hay que recalcar un hecho. En El enigma de ta catedrat de Chartres (1) yo había descubierto, sin atreverme demasiado sacar conclusiones de ello, que las “Notre-Dame” de una cierta región de Francia estaban dispues- ,~ tas como si se hubiera querido reproducir sobre '~ el terreno el signo de la constelación de la Vir- gen; ahora bien, todas esas catedrales poseen, o ,,~ han poseído, un laberinto: Chartres, Reims, ~ Amiens, Bayeux, Laon. Esto no podría ser en nin- '~ g£n caso involuntario. Todos son lugares- reser- L; vados a la Virgen en su denominación de Nuestra Señora, la Esposa del Verbo, Virgen Madre eter-

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~na de todas las religiones. E~ Aunque las circunvoluciones de esos laberin- tos de catedrales no son exactamente similares a ias de los neolíticos, sin embargo, no por ello ~tespetan menos su separación cruciforme de las ~os partes, formando así, junto con el círculo de ,~rmino final, esa cruz provista de asa que era el fmbolo de vida entre los egipcios (de quienes se ~firma que poseían un laberinto de agua, el Osi- i,~ion de Menes, donde podían entrar barcos y que ~a utilizado como lugar de inhumación). ~ (1) L. Charpentier: El enigma de la catedral de _artres, Ed. Plaza & J anés, en esta misma colec- ~b y en la col. “Otros Mundos”. Se ha dicho al respecto que el laberinto ~, esencialmente un mapa de viaje de las almas la vida ulterior hasta que encuentran renacimi~ to en el rbol de vida del centro. Vemos que todas estas explicaciones y an lis convergen hacia un “lugar” com£n: el laberin es un instrumento de renacimiento, tanto si trata de un renacimiento material, como pare~ que era para los egipcios, como espiritual, corr en el caso de las “leguas” de nuestras catedr les; y así ocurre también entre los indios ame canos. La concordancia es significativa... En cualquier caso, se trata de un camino, un camino de iniciación. Parece que en la antigua Grecia, donde se c conocía también el laberinto, su itinerario era b~ lado. Y sin duda eso no se hacía de un modo sir bólico, sino realmente, y podemos suponer, cc toda lógica, que esos coros que dirigía el obisp en la Edad Media, en la catedral de Chartres, desarrollaban en el laberinto. Se abren algunos horizontes cuando nos ent ramos de que el nombre galés de Stonehenge e] Cathoir Ghatt, la sala de baile de los Gigantes. Aql est tal vez la explicación lógica de los crómlecl cuya utilidad buscan en vano nuestros prehist riadores. ¨Constituían quiz tales crómlechs, ta to circulares como rectangulares, un trayecto I

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beríntico que había que recorrer ritualmente, decir rítmicamente; así pues, bailando? Parece, al menos en los peñascos de Galici que se dieron algunas variantes de ese laberint o, m s exactamente, laberintos incompletos en 1 que sólo existe o bien un trayecto exterior q~ no conduce al centro, o, por el contrario, £nic mente el centro matriz. Asimismo, est n grabad( con mucho cuidado, lo que excluye la idea de ur simple inscripción. Yo no dudo en ver aquí “apr ximaciones”, o “esbozos” tal como un profes~ podría exponer esquem ticamente a sus alumno La vecindad de otros petroglifos y el hecho de qt: sobre las que est n grabados general- - aparecen cercadas demuestran que no es ,~ considerarlos como distracciones. ~e-aquí algo sumamente interesante: no se :t de grabados hechos por un hombre para sí ii~o. Fueron realizados para los hombres y ex- ~idos. Completos o no, los laberintos fueron ,.licados. Los hopis los explican, los hind£es los ,~can, el hecho de que en Cnossos se hubiera ~do una leyenda en torno al laberinto prueba ~e era explicado, y también es cierto que había _b explicado a los maestros de obras de nues- _~ catedrales. Así pues, constituye un instrumento de ense- za, cualquiera que sea su forma, y para esta eñanza fueron necesarios maestros. Maestros, discípulos; tenemos aquí algo que se ~arece a una universidad. Indudablemente, no una ,~miversidad tal como la imaginamos actualmente, ~esbordados como estamos por los libros y el in- ,~lectualismo. Admitimos que acudían allí gentes para aprender. ~-~ Respecto a los maestros, sabemos que fueron ! marinos. Hasta que no se demuestre lo contrario, yo los tengo por atl nticos, es decir, atlantes, los ~ grandes Antes, los Gigantes de nuestros cuentos

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,~ y tradiciones; los Señores de la tradición vasca, ~: los Jaunak, plural de Jaun, señor, y su ciencia la hallaremos en el legado de la tradición. ¨Los alumnos? Los obreros autóctonos, de los que era imposible prescindir porque constituían la £nica mano de obra después del cataclismo que lo había asolado todo; a los que fue necesario en- ' señar la agricultura, la cría de ganado, las herra- mientas, luego el saber y, finalmente, el conoci- miento. Y esa peregrinación de Santiago debió ser, ante todo, una peregrinación de obreros manuales en ruta hacia el conocimiento simbolizado por el la- berinto, m s tarde estilizado en la forma de una cruz provista de asa, el signo gracias al que el hombre es recibido entre los dioses. En otras épocas, este signo se convertir en el crismón y el crismón se transformar en la Rosa,~ el rosetón, la rosa en la cruz, pero la continuidad no ser interrumpida, del mismo modo que tam- poco se interrumpir la continuidad de empleo de los signos petroglíficos grabados en los roqueda- les de la Galicia de Compostela. Todo el arte de los maestros consiste en haber dejado esta enseñanza en signos tales que la com- prensión de su significado est en función del es- tado de recepción del discípulo, y resulta eviden- te que ésa es una de las razones del establecimien- to de los caminos inici ticos transformados en l~e- regrinaciones. V. LA CIENCIA ANTIGUA En estos tiempos en que el hombre consume SF~ una cantidad extravagante de materia gris, de materia a secas y de trabajo humano ~para man- dar un ingenio balístico, tripulado o no, a dar ~: algunas vueltas alrededor de la Luna; en que la ~- m quina de descerebrar, tan querida al padre Ubu, F' est constituida por tomos escindidos; en que

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t la ciencia, tan exacta, y el c lculo de resistencia de los materiales son utilizados científicamente ~ para contruir habitaciones para hombres dignas ; de ser calificadas de conejeras; en que los cere- bros deficientes de los hombres tienen que pro- longarse mediante cerebros electrónicos para F~ calcular el n£mero de muertos que causar el automóvil el próximo año; en resumen, en una época en que la ciencia se admira a sí misma por ser tan científica, podría parecer imp£dico hablar 1: de esta otra ciencia m s o menos desaparecida, 1~ a la que se ha dado en llamar habitualmente cien- cia tradicional. Evidentemente, se puede negar a ésta toda cua- lidad de ciencia y reducirla, seg£n la óptica mo- derna, a un estado de “balbuceos”, de “premisas” de nuestro saber actual. Y no obstante, si se intenta (por m s que éste sólo puede ser incompleto) efectuar su balance, se llega a extrañas conclusiones; y esto ciñéndo- nos £nicamente a los hechos demostrables, se~ nuestra concepción: por la medida y por la pru ba científica. Pasemos r pidamente por alto el aspecto ag~ rio y las dotaciones que los misteriosos antepas, dos nos hicieron de la cría de ganado del trigc del maíz... Pues los doctos prehistori dores pre tenden ver aquí el resultado de selecciones mile narias --con desprecio de su propia concepció del hombre de la prehistoria. Pasemos por alto también las propiedades l£ricas de los lugares donde fueron levantados I megalitos, propiedades activas sobre las plant; las bestias y los hombres; puesto que dichas Ct lidades y la naturaleza de las acciones son igr radas todavía por los sabios de hoy. Sin embargo, recordemos el descubrimiento utilización de las aguas terapéuticas, dado que r sotros utilizamos algunas de ellas hoy día... S asombrarnos demasiado del hecho que todas es

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fuentes hubieran sido conocidas, con sus cualic des, mucho tiempo antes de la época céltica, pu~ to que los nombres de la mayor parte de tal fuentes derivan del ligur o del vasco. Se habI podido admitir, al reflexionar en ello, que pa utilizar terapéuticamente tales aguas era preci tener por lo menos algunas nociones sobre la cor titución del cuerpo humano y su funcionamienl e incluso sobre el mecanismo de la acción. Pero pasemos a citar algunos hechos m s “cie tíficamente” demostrativos. Las tres rutas de peregrinación que he seña] do demuestran que los “míticos” antepasados er; capaces de determinar y jalonar “exactament los paralelos terrestres; lo cual presupone medi~ de observación y de c lculo que, pese a no s forzosamente idénticos a los nuestros, permití; operaciones sumamente complejas, sobre todo regiones montañosas. Se podr afirmar que ellos no poseían tal medios (es decir. en la mentalidad de nuestros 7 micos. . . ) y sin embargo lo hicieron y i~ra puede verificarlo en los mapas actua- ~hec~o de que ignoremos el procedimiento c autoriza a negar el resultado. mi estudio sobre la catedral de Chartres, subrayado que el “módulo” sobre el que . basada la elevación “musical” es la cien- na parte de grado del paralelo en la latitud ~numento (cualquiera puede medirlo con un decímetro en un plano exacto o con un de- ro en la propia catedral). Queda excluido, ~s razones que he aportado, el que se trate l coincidencia. Se excluye también la posi- i de que ei maestro de obras hubiera podi- ~dir este grado. Así pues, fue necesario que maestro de obras lo dedujera de datos que ron transmitidos y de procedimientos que eñaron, de los cuales ignoramos su natura- ero cuyos métodos de transmisión empeza- percibir. hablemos de la redondez de la Tierra que ctamos de haber descubierto hace algunos ares de años. Basta con leer m s cuidadosa- las escrituras y especialmente Job ~II-12:

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Et quien reina sobre el ORBE de la Tierra... para saber que esta Tierra giraba, referirse muel II-8: que de Jehov son los GOZNES de la Tierra e ellos ha cotocado el ORBE. sería asombroso que los teólogos que con- ~n a Galileo hubieran ignorado tales textos... tes bien, las propias dimensiones de la Tie- quiz s incluso del sistema solar ya se co- 1 y fueron inscritas, sin duda, en diversos mentos, entre ellos la gran~pir mide llamada ~ops. gran pir mide est stiuada exactamente en Ido treinta de latitud Norte. Exactamente, n error de minutos, sino casi al segundo. Adem s, las caras de la gran pir mide est n . dirigidas exactamente a los cuatro puntos cardi- nales. El error supuesto es de 4 minutos 35 se- gundos. Digo supuesto, ya que se trata del orden de magnitud de los errores que nosotros cometemos actualmente con los instrumentos m s perfeccio- nados que poseemos; así pues, no es cierto que el error sea “piramidal”. Ahora bien, conseguir esto exige un enorme caudal de conocimientos, no sólo de la Tierra, sino también del cielo, pues este resultado sólo puede obtenerse mediante enfoques astrales; y los enfo- ques astrales exactos implican, por un ladoj el exacto conocimiento del cielo y de sus movimien- tos (y no solamente del cielo aparente) y luego un no menos exacto conocimiento de los tiempos. Conocimiento exacto de los tiempos, pero tam- bién medida exacta de los tiempos... -Y ~pensar que nosotros estamos convencidos de haber in- ventado estos instrumentos de medida que son el reloj y el cronómetro! No creo que sea superfluo recordar aquí algu- nas de las comprobaciones realizadas en el an li- sis de esa gran pir mide llamada de Keops, y en este sentido recojo los “c lculos” del abate Mo- reux, del que no debe olvidarse que fue un ma- tem tico y un astrónomo afamado: La pir mide est situada en el meridiano que atraviesa mayor cantidad de tierras, y asimismo

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en el paralelo que atraviesa m s tierras y menos mares--lo cual supone unos conocimientos geo- gr fic~>s tan vastos como los actuales. (Y, contra- riamente a lo que piensa Thor Heyerdahl, los egipcios jam s navegaron m s all del Nilo, pues fletaban barcos fenicios para sus expediciones.) Aunque es dudoso que el módulo de construc- ción fuera el codo de 0,636 566 m, diezmillonésima parte del radio terrestre en el polo, no obstante de las dimensiones de la pir mide fue de donde el abate Moreux dedujo esa cifra. La suma del n£mero de pulgadas piramidales que miden las dos diagonales de la base equivale a la cifra del Gran Año: 25.600 años, es decir, el tiempo empleado por el punto vernal en recorrer enteramente el zodíaco, a consecuencia de la pre- cesión de los equinoccios (movimiento demasiado lento para ser observado en el transcurso de la vida del hombre). La altura de la gran pir mide es la milmilloné- sima parte de la distancia media de la Tierra al Sol (148 m): Históricamente, es imposible que los egipcios del tiempo de Keops hubieran consegui- do los medios de obtener, mediante investigacio- nes u observaciones, todos esos datos de la ciencia moderna tan provista de instrumentos. No obstante, la pir mide est ahí para quien quiera medirla... Los hombres de ciencia han redescubierto--a veces de mala gana, ya que la vanidad de la cien- cia moderna es inmensa-- estas cifras, pero hay que subrayar que si las han redescubierto es por- que las conocían... Y que no han descubierto m s que lo que ya conocían... Por tanto, la lista no est cerrada. Se acaba de descubrir que Stonehenge era, entre otras cosas, un computador astronómico... Y ha sido necesa- rio el empleo de un cerebro electrónico para que nos diéramos cuenta de ello. Imaginemos cu ntas cosas ignoradas est n encerradas en otros monu- mentos. La altura de la pir mide es una medida solar, la base es una medida terrestre (asimismo en re-

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lación con el desplazamiento del punto vernal, es decir, una medida del tiempo), y esta solución geométrica que parece abstracta produce cierto vértigo metafísico cuando se pretende profundi- zar en ella... Por ejemplo, una pir mide levantada seg£n las proporciones de la llamada de Keops transmite todas esas enseñanzas conocidas y una gran parte de otras que no lo son todavía... Y de este modo �se comprende cómo esta ciencia primera puede transmitirse de siglo en siglo sin que los no ini- ciados, en la lectura de esta figura geométrica, puedan entender nada en ella... La base cuadrada de la pir mide es una me- dida terrestre; el lado tiene una longitud de 230 metros, es decir, que la superficie tiene aproxi- madamente 5.300 m2. No conocemos exactamente la forma de la Tierra, que es un esferoide. Calcu- lando su superficie como si se tratara de una es- fera, obtenemos la cifra de 515 millones de kiló- metros cuadrados... Es probable que, dentro de algunos años, los satélites lanzados con este fin nos aporten informaciones m s precisas sobre la forma de nuestro planeta y sobre sus dimensiones exactas... Me inclino a creer que las cifras recti- ficadas de la superficie terrestre se aproximar n a 530 millones de kilómetros cuadrados. Para esta suposición, me baso en el hecho que las tres “tablas del Grial” que sirvieron para tra- zar el plano en el suelo de la catedral de Chartres equivalen a la centésima parte de la tabla cuadra- da de la pir mide (estando la tabla cuadrada mar- cada en su ngulo sudeste por ese rayo de sol que viene a incidir en él cada mediodía de solsti- cio... Y esto, aun en el caso de que dicho ngulo hubiera sido marcado suplementariamente en un embaldosado, en el siglo XVIII, por un canónigo que sin duda no ignoraba su significado). Es posible que el arquitecto --desconocido-- o la persona que encargara las obras --descono- cida--de Chartres hubiera ~isto e incluso medido la pir mide,,pero no se ve qué idea habría impul- sado a ése o esos hombres a utilizar dicha su- perficie como base de una planta gótica... Excepto si sabían, tradicionalmente, cu l era

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la significación de esa superficie... Y si sabían, tradicionalmente, volverla a encontrar... Y si sa- bían, no menos tradicionalmente; que utilizarla era armonizar el monumento con la propia Tie- rra, con todas las consecuencias que esto impli- ca--m gicamente--en el hombre que llega has- ta este monumento. ...Y es el problema de la transmisi6n de esta ciencia tradicional el que plantea la peregrinación a Santiago de Compostela. Pero esto no es todo por lo que respecta a las pir mides, ya que es necesario--algo que se tiene tendencia a olvidar--considerarlas en plural. No hay una pir mide en la llanura de Guizeh sino tres, n£mero que no se debe al azar, sino q£e tie- ne su significado. La tradición pretende que si la mayGr llamada de Keops, encierra en sus proporciones él mundo material, la segunda, llamada de Kefrén, repre- senta al hombre, el mundo humano; y la tercera, denominada de Micerinos, representa el mundo divino. Es evidente que la ciencia moderna, eminente- mente materialista, no podía descubrir m s que lo que era material, así pues, aquello contenido en la gran pir mide... Pero la exploración de las otras queda por hacer... Y su enseñanza no es real- mente menos valiosa que la de la “grande”. Digo “llamada de Keops”, de “Kefrén” o de “Micerinos”, porque, salvo prueba en contrario, no creo que las tres pir mides hubieran sido cons- truidas como tumbas m s de lo que la catedral de Bourges lo fuera como mausoleo de san Esteban, aunque lleve su nombre... Evidentemente es una manía arqueológica considerar todos los monu- mentos cuyo destino se ignora como funerarios. El hecho que en ocasiones sirvan para ello, como las catedrales, no constituye una prueba suficien- te; e incluso si fuera cierto que los tres faraones en cuestión las hubieran~ utilizado para sus mo- mias, tampoco esto sería demostrativo. Si un mediocre conquistador rabe no hubie- ra intentado derribar la gran pir mide en busca de un tesoro faraónico, y, al hacerlo, n~) hubiera

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descubierto una entrada, seguiríamos ignorando que una de sus alas internas contiene lo que se ha denominado un sarcófago (siempre la necroma- nía), y que, evidentemente, no lo es, sino un reci- piente tallado muy cuidadosamente y cuya ca- bida facilita el descubrimiento de algunas otras verdades científicas concernientes a la densidad de la Tierra y su peso (el cual tiene su importan- cia para la buena marcha del sistema solar). Asimismo habríamos ignorado que hay un co- rredor dirigido exactamente hacia un punto ficti- cio situado encima del Polo Norte terrestre; di- cho de otro modo, que ese corredor es exacta- mente paralelo al eje de la Tierra... Todo esto es mensurable; así pues, accesible a nuestra mente científica moderna. Se compren- de que hombres que tan bien conocían la Tierra y su naturaleza hubieran podido trazar en el terre- no “paralelos” como los de Santiago, la Armórica y Cornualles; que hubieran podido realizar esas alineaciones ortodrómicas como las de los lugares Isoré, de los que hablaba en Los Gigantes y el mis- terio de los origenes. Todo esto nos es asequible porque seríamos capaces de realizarlo de nuevo si conociéramos sus razones, pero la ciencia tra- dicional no se detiene en este aspecto material... Pienso en ese extraño dibujo--por lo dem s fu- gaz seg£n las iluminaciones--que señala una coli- na en la alineación de la bahía del Eo, en Galicia, perfectamente visible (bajo ciertas luces), desde Ribadeo, al norte de Lugo, y que se vuelve a en- contrar en una piedra céltica, actualmente en el museo de Guimaraes, en la Galicia portuguesa, y también en un aguilón del monasterio moz rabe de San Miguel de Escalada, cerca de León. Pienso también en esa incesante utilización de piedras de fecundidad, de piedras habladoras, de piedras que producen sonidos, a veces bloques enormes que toda la técnica moderna no conseguiría mane- jar. Todo esto y también muchas otras cosas, que parecen salidas de un maravilloso cuento de ha- das, nacidas de “est£pidas”--seg£n el materialis- mo-- supersticiones y que ponen de manifiesto que en épocas que parecen muy lejanas a noso-

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tros, hombres --u otros seres-- poseyeron una ú ciencia de la tierra, de las plantas, de los anima- les, de los hombres y de los fenómenos naturales muy superior a la que conocemos actualmente. Es evidente que la Humanidad ha conocido hombres sumamente sabios (lo que no significa que toda la Humanidad fuera sabia) y no es menos eviden- te que ellos no revelaron su sabiduría de la forma como nosotros procedemos actualmente en nues- tros colegios y universidades. Y, sin embargo, este saber, al menos parcial- mente, fue transmitido, y sin él nada habría sub- sistido... Este saber fue inscrito en el terreno in- cluso, o en símbolos, o en monumentos de propor- ciones y dimensiones cuidadosamente calculados, pero de los que es preciso tener la clave. Una clave que no est al alcance de cualquiera y que no pueden descubrir ni tan siquiera los que son capaces de comprender, sino sólo aquellos que est n en estado de saber. Dicho de otro modo--y m s simplemente-- el hombre sólo puede saber cuando se ha elev do personalmente al nivel de la Verdad que busca. No es f cil, con nuestra mentalidad actual comprender el espíritu que anima a estos sabios. El hombre moderno, frente al saber, piensa de in- mediato: provecho y poder sobre los dem s. En cuanto a los antiguos, parece como si se hubieran tomado cuidado especial en no entregar directa- mente nada que pudiera ser perjudicial, y en no entregar, incluso a través del tiempo, el medio de llegar a este saber m s que a una categoría de hombres aptos para recibirlo. Sin ninguna duda, hay algo que ellos entrega- ron sin reticencia: la agricultura; una cosa que siempre es benéfica para todos, tanto para los opu- lentos como para los miserables. El agricultor, denominado un sarcófago (siempre la necroma- nía), y que, evidentemente, no lo es, sino un reci- piente tallado muy cuidadosamente y cuya ca- bida facilita el descubrimiento de algunas otras verdades científicas concernientes a la densidad de la Tierra y su peso (el cual tiene su importan- cia para la buena marcha del sistema solar).

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Asimismo habríamos ignorado que hay un co- rredor dirigido exactamente hacia un punto ficti- cio situado encima del Polo Norte terrestre; di- cho de otro modo, que ese corredor es exacta- mente paralelo al eje de la Tierra... Todo esto es mensurable; así pues, accesible a nuestra mente científica moderna. Se compren- de que hombres que tan bien conocían la Tierra y su naturaleza hubieran podido trazar en el terre- no “paralelos” como los de Santiago, la Armórica y Cornualles; que hubieran podido realizar esas alineaciones ortodrómicas como las de los lugares Isoré, de los que hablaba en Los Gigantes y el mis- terio de los origenes. Todo esto nos es asequible porque seríamos capaces de realizarlo de nuevo si conociéramos sus razones, pero la ciencia tra- dicional no se detiene en este aspecto material... ~1 Pienso en ese extraño dibujo--por lo dem s fu- i gaz seg£n las iluminaciones--que señala una coli- na en la alineación de la bahía del Eo, en Galicia, perfectamente visible (bajo ciertas luces), desd~ Ribadeo, al norte de Lugo, y que se vuelve a en- contrar en una piedra céltica, actualmente en el museo de Guimaraes, en la Galicia portuguesa, y también en un aguilón del monasterio moz rabe de San Miguel d e Escalad a, cerca de León. Piens<~ también en esa incesante utilización de piedras de fecundidad, de piedras habladoras, de piedra~ que producen sonidos, a veces bloques enormq que toda la técnica moderna no conseguiría manq jar. Todo esto y también muchas otras cosas, qu ú:3. ~ / parecen salidas de un maravilloso cuento de ha- das, nacidas de “est£pidas”--seg£n el materialis- mo-- supersticiones y que ponen de manifiesto - ~ que en épocas que parecen muy lejanas a noso- ~j tros, hombres --u otros seres-- poseyeron una ciencia de la tierra, de las plantas, de los anima- les, de los hombres y de los fenómenos naturales muy superior a la que conocemos actualmente. Es evidente que la Humanidad ha conocido hombres sumamente sabios (lo que no significa que toda . ~ la Humanidad fuera sabia) y no es menos eviden-

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te que ellos no revelaron su sabiduría de la forma como nosotros procedemos actualmente en nues- tros colegios y universidades. Y, sin embargo, este saber, al menos parcial- mente, fue transmitido, y sin él nada habría sub- sistido... Este saber fue inscrito en el terreno in- cluso, o en símbolos, o en monumentos de propor- ciones y dimensiones cuidadosamente calculados, pero de los que es preciso tener la clave. Una clave que no est al alcance de cualquiera y que no pueden descubrir ni tan siquiera los que son capaces de comprender, sino sólo aquellos ~; que est n en estado de saber. Dicho de otro modo--y m s simplemente-- el _~ hombre sólo puede saber cuando se ha elev do _~ personalmente al nivel de la Verdad que busca. No es f cil, con nuestra mentalidad actual _ comprender el espíritu que anima a estos sabios. El hombre moderno, frente al saber, piensa de in- ~- mediato: provecho y poder sobre los dem s. En ~cuanto a los antiguos, parece como si se hubieran _~tomado cuidado especial en no entregar directa- _~nente nada que pudiera ser perjudicial, y en no _~ntregar, incluso a través del tiempo, el medio de _legar a este saber m s que a una categoría de _ ombres aptos para recibirlo. _~ Sin ninguna duda, hay algo que ellos entrega- _Dn sin reticencia: la agricultura; una cosa que _empre es benéfica para todos, tanto para los opu- _ Itos como para los miserables. El agricultor, como tal, nunca puede causar daño, al contrario. Puede ser individualmente peligroso para sus se- mejantes, pero no puede convertir su actividad agrícola en algo dañino. Cría cosas para alimentar a los hombres. Aunque semejante manera de enseñar y de transmitir pueda parecer antidemocr tica, por fuerza reconoceremos que era perfectamente jus- ta y muy inteligente. Y esto permite suponer que se trataba de una forma superior de hombres de- sembarazados de ese capricho de niño mimado que es el gusto por el poder, y liberados igualmente de la idea de provecho tal como nosotros lo enten- demos y que nada puede significar para un hom-

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bre superior. ¨Cu l era esta minoría cuya ciencia es innega- ble aun cuando ella no la puso al alcance de los; retoños de nuestra Universidad? A veces, uno se siente tentado, tan marcados estamos por la mo- . derna civilización igualitaria, a pensar que esto no pudo ser obra de humanos, sino de seres su- periores llegados de otros mundos. Excluir esta posibilidad, a priori, sería bastante est£pidamente dogm tico. Nada, en sí, excluye esta posibilidad, excepto en cuestión de forma. Una cuestión de forma, porque todo lo que existe sobre la Tierra es fruto de la Tierra y res-, ipionde a necesidades terrestres, sigue leyendas. que son necesariamente terrestres. Así ocurre con la piedra, el hombre o el manzano. Son frutos de la Tierra. No solamente de ella sola, sino también de la Tierra dentro del sistema solar. Este sistema solar, y no otro; con planetas- que son los planetas del sistema solar y que tienen posiciones muy definidas con relación a la Tie- rra y que participan en las leyes de la evolución~ terrestre. Frutos del sistema solar dentro de su galaxia3 y de su lugar en su galaxia, con las leyes que s~ ~'i derivan de este lugar y no de otro... No es _ cuestión de posible vida. El tomo solo vive, F~ _ to que gira. Ni de evolución, ya que todo e~ _ ciona, sino de leyes de esa evolución que h ,I~j _ que toda cosa en el Universo sea £nica y qu mitir que hayan podido venir hombres de r parte equivaldría a admitir que existe otra Ti~ exactamente igual, en un sistema solar y en ~;ílj i_ galaxia exactamente semejantes- '~ Esto quiz no es imposible, pero sí improba Cuando se descubre, entre los incas, reprQ F taciones de hombres dentro de aparatos que bien parecen cohetes con toberas, hay que a ~ tir que se trata de hombres y no de seres ll ~ ,ø dos de otro mundo bajo esta forma... Y nada. toriza a pensar que no se trata de hombres i

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~- habíah volado en cohetes... Lo cual, yo creo,~ ocurrido. I i . - Actualmente nosotros volamos, ahora b I i\ ~ d - piénsese en lo que se produciría si un catacli tLjjj Ill tii mundial suprimiera, adem s de todas las ci~ des donde est n los documentos, las noventa y ve centésimas partes de la Humanidad. ¨Qué daría, cien años después, de esta civilizaciór la que tan orgullosos nos pretendemos? Ni siq ra los mcdios de volver a encontrar esa cie~ tradicional que los antiguos dejaron... La explicación normal de esta ciencia es l \' 1 L fue la obra de hombres superiores, desaparec j!~ en un cataclismo y cuyos supervivientes, mari~ ~ se dispersaron por el mundo y cnseñaron a ~| i. dem s supervivientes. Yo creo que ésos fueron j~ Gigantes de la leyenda, los Ja¨lnak, los seño~, dueños, de la Naturaleza como Basa-Jaun o los secretos fecundados de la tierra como M ~-laun, y que eran, tal vez, de raza roja, como ~himaritas fenicios o los Ja~n-Gorri, los señores ~jos de la mitología vasca. Existe otra explicación a esta ciencia de la que la mayor parte de aspectos siguen siendo incom- prensibles puesto que no conocemos ni su origen, ni sus médios, ni su objetivo; la del abate Mo- reux, que es necesario citar, puesto que podría suceder que, salvo en lo que concierne a ciertos aspectos religiosos, fuera cierta. Así pues, seg£n el abate Moreux, Ad n, en el paraíso es omniscente. Arrojado de él por su pe- cado dé la manzana, parte con su ciencia que transmitir a sus descendientes, pero la cual, de generación en generación, debilitar hasta desapa- recer, de suerte que los monumentos que pudie- ron resistir al tiempo ser n cada vez menos sa- bios, cada vez menos “divinos”, cada vez m s mezquinamente humanos. Se trata de una explicación lógica en sí, tanto si uno se ciñe a la letra del Génesis, como si con- sidera este Génesis desde un punto de Yista ale- górico. El hombre sabio arrojado de su Edén (o de su Anda), habiendo perdido sus medios, obligado

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a subsistir en la naturaleza salvaje y cuyos descen- dientes se deslizan poco a poco en la mediocridad, ~. ¨acaso no es en el fondo, la misma historia de los superviviéntes del cataclismo de la Atl ntida?~ El Ad n sabio arrojado hacia el Este... Por lo dem s, sea lo que fuera de este origen, porciones de dicha ciencia fueron transmitidas y9 conservadas, y no sólo en las pir mides de Egipto (donde, sin embargo, llegaron a ser tal vez m s completas que en otros lugares), sino, por ejem- plo, en esos monumentos “b rbaros” que son los~ dólmenes y las piedras enhiestas... Una cosa e~s notable: excepto en lo que con~ cierne a las alineaciones de lugares, todo lo qu~ ha llegado hasta nosotros de esta ciencia est in~ crito en la piedra o inscrito en las proporcion~ de monumentos, generalmente de piedra. Uno da cuenta entonces de que fueron los construc~ res de tales monumentos y los grabadores de ta- les piedras los vehículos del saber. Asimismo uno se percata de que este saber, transmitido desde los t£mulos hasta nuestras ca- tedrales, dio nacimiento a estallidos artísticos ma- ravillosos, separados por “períodos de poca acti- vidad”; y, para que dichos estallidos sucesivos ha- yan podido existir, fue necesario que, durante los períodos “muertos”, la enseñanza continuara trans- mitiéndose... Y, al manifestarse esta tradición en los monumentos, es lógico admitir que son los constructores quienes est n en la base de esa transmisión. Así pues, se llega a la conclusión de que las her- mandades de constructores de la Edad Media son los sucesores, sin discontinuidad, de los construc- tores de dólmenes; con el mismo título que los constructores egipcios, fenicios, griegos, persas, latinos y musulmanes, portadores y transmisores de datos, ritualmente enseñados en secreto; datos ~que ellos comprendían o no, pero de los que fue- ron sus vehículos durante esos “períodos muer- , tos”... Todo me induce a pensar que existió una en- señanza similar para las acl;ividades agrícolas y la

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cría de ganado. Los rituales de fertilización que ~descubrimos, casi idénticos, en toda la superficie ~del Globo, constituyen para mí una garantía se- ~ura de ello... ~,; Hubo una ciencia agrícola que se transmitió ~tualmente y que constituyó el objetivo de inicia- ~ones, y sólo a primera vista parece asombroso ~pe el mismo nombre de “Jacques” (1) hubiera ~i~signado, en Occidente, al propio tiempo, a los _ ~structores y a los agricultores. --~Para éstos, al menos en Occidente, las invasio- b rbaras, incluida la latina, barrieron toda tra- ~bn agrícola al hacer extensivo el concePtO de k~ El autor se refiere aquí a la costumbre fran- ~de denominar “Jacques” a los campesinos: “Jac- ,~Bonhomme”, el campesino del pueblo. (N. del T.) servidumbre a todo aquel que trabajaba la tierra. Esto era, al mismo tiempo, desposeer de toda dig- nidad humana al campesino e, ipso facto, privarle de toda posibilidad de iniciación. VI. LA LOBA “LUG” Y LA OCA Hacia el final de la Vía L ctea est la constela ción del Can Mayor. L.e siguió el Navío. Cuando se intenta cristianizar las antiguas le yendas del camino de Galicia, es una reina lob (Loííve) quien recibe, en }as condiciones que he mos explicado, los restos de Santiago. Esto tien~ su significado. Para deslizar una leyenda popula de una época a otra es recomendable la conserva- i, ción de los nombres habituales. Cuando la Iglesia intentó hacer desaparecer a Garg n, invcntó un san Gorgón para tomar pose- sión de los lugares sagrados. Fue generalmente un san Lu quien sustituyó a Lug. Esta reina Louve, que a veces se intenta iden- r tificar con un “Lobo” tal vez histórico, reina en , la provincia de Lugo, feudo del dios Lug, que se ~- pronunciaba como el francés Lou, como actual- mente todavía en Irlanda.

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Contribuyendo a ello la latinización, hubo una época en que Lug-Lou se identificó con Lupus- . Lobo. Louve, que sin duda fue una Lusine, se con- ,. virtió en una Loba. Nos encontramos otra vez en familia con el ~Can Mayor de la Vía L ctea. Es Loba quien reci- ~e a Santiago... Y toda la leyenda primitiva se '~encuentra cristianizada. El Perro se ha transfor- mado en Lobo... Y ha perdurado hasta nuestros ~ías. servidumbre a todo aquel que trabajaba la tierra. Esto era, al mismo tiempo, desposeer de toda dig- nidad humana al campesino e, ipso facto, privarle de toda posibilidad de iniciación. VI. LA LOBA “LUG” Y LA OCA Hacia el final de la Vía L ctea est la constela- sión del Can Mayor. L e siguió el Navío. ,. Cuando se intenta cristianizar las antiguas le- IS del camino de Galicia, es una reina loba ~e) quien recibe, en las condiciones que he- xplicado, los restos de Santiago. Esto tiene ~nificado. Para déslizar una leyenda popular la época a otra es recomendable la conserva- ie los nombres habituales. Iando la Iglesia intentó hacer desaparecer a m, inventó un san Gorgón para tomar pose- ie los lugares sagrados. Fue generalmente un u quien sustituyó a Lug. ,ta reina Louve, que a veces se intenta iden- r con un “Lobo” tal vez histórico, reina en ~vincia de Lugo, feudo del dios Lug, que se mciaba como el francés Lou, como actual- ~ todavía en Irlanda. ,ntribuyendo a ello la latinización, hubo una en que Lug-Lou se identificó con Lupus- Louve, que sin duda fue una Lusine, se con- en una Loba. >s encontramos otra vez en familia con el úlayor de la Vía L ctea. Es Loba quien reci- Santiago.. Y toda la leyenda primitiva se

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ntra cristianizada. El Perro se ha transfor- en Lobo... Y ha perdurado hasta nuestros Detr s de esta Louve, evidentemente est Lug, no el Dios, en el sentido en que lo emplea~ los cristianos, sino en el sentido de “Patrono”; Lug, el “patrono” de los ingeniosos. Lug fue también, sin duda, un dios de raza de los ligures, en la época en que el Occidente entero estaba poblado por esta raza, antes de la invasión de los celtas y la ascensión de los iberos; de esos ligures que trataron de enfrentarse a Hércules en la llanura de la Crau y cuyos supervivientes al ca- taclismo recibieron a los sabios marinos del Occi- dente atl ntico... No son los celtas quienes introdujeron a Lug en España. Su anterioridad queda demostrada por la existencia de poblados Lug en las provincias vas- cas cuya toponimia es, sin discusión, la m s anti- gua de Occidente... Y los celtas jam s invadieron el país de Euzkadi. Yo había subrayado en Los Gigantes y el mis- terio de los orígenes que los poblados Lug, en Francia, dibujaban una espiral, el centro de la cual se encontraba en el centro actual de Francia y su origen se localizaba en los Pirineos occiden- tales. Ahora bien, parece que esta espiral, que forma- ba una especie de “juego de la oca”, se prolonga dentro de la Península Ibérica con otra espiral, homóloga de la francesa, pero inversa con relación a ésta, formando así esta doble espiral que tan a menudo se descubre en los petroglifos neolíticos. Tal como había dicho en Los Gigantes..., no creo que debamos ver aquí el resultado de una “fa- bricación” humana deliberada, sino una figura na- tural inherente a la formación de la Tierra; hom- bres m s sensibles que nosotros a las influencias tel£ricas y m s aptos para utilizarlas v incularon esta formación a una m s o menos mítica perso- nalidad Lug. Lug se presenta entre los celtas como el pa- Santa Cruz de Serós: capilla rom nica, do~1de se perciben las primeras in f luencias d e la construcción cluniacense.

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(Foto Col. del autor.) Puente la Reina: el puente de los peregrinos tendido cer ca del antiguo vado que guardaba una casa de templarios. (Foto Col. dcl autor.) - trono de los “ingeniosos”, aquellos que poseen una cierta aptitud para utilizar ingeniosamente materiales y fuerzas terrestres; concepción cierta- mente heredada de los ligures. Normalmente, pues, cualquier “ingenioso” ten- dr interés en buscar, dondequiera que se mani- fiesten, la ayuda de las acciones tel£ricas apropla- das; de ello se sigue un “balizamiento” toponímico que tuvo lugar en épocas cuya antiguedad nos es- capa. Esta espiral, no sé si sería posible descubrir- la después de los cambios toponímicos aportados por los latinos, m s tarde por los rabes y a con- tinuación por los cristianos, pero las espirales del Norte son todavía f ciles de descubrir. La primera (o la segunda) etapa se sit£a en la región de Vitoria, en la provincia vasca de ~lava (Luco, Luquiano, Luvando, etc.). Señalemos que, al igual que en la espiral de Francia, existe, en los “casos” de Lug, una concentración de dólmenes; aquí, esta concentración es muy importante en la provincia de ~lava. Viene luego la región dc Oviedo (Lr~gones, que ~1 era, por otra parte, el nombre de un pueblo de la región); la provincia de L~go, el nombre de cuya capital es de por sí bastantc expresivo; después la de Pontevedra, y finalmente Portugal, cuyo an- tiguo nombre, L~sitania, es revelador. - Descubrimos a continuación, si no a Lug, cuan- do menos a los ligures en el nombre de aquel fa- I moso lago Lig£stico que se encontraba cerca de, Tartesos, al norte de C diz... l Lo que bien parece ser una scgunda espiral se r descubre también en la región de Jaca, y luego en la de Logroño; de León, que fue tal vez una Civita Legionae, pero ése no podría ser el caso de los' montes de León, particularmente bien provistos

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de aldeas Lug... Por tanto, no es en absoluto asombroso encon-~ trar que el camino de Compostela discurre de po-~ blado Lu~ en troblado Lu~ a través de las espiras;. y esto nos da una primera idea de la cualidad de las gentes que, tradicionalmente, efectuaban esta peregrinación . Y, tal como era de esperar, cn el camino de Lug encontramos la Oca: la Oca en dos formas linguísticas: I ) la m s antigua, la que ha persis- tido en el francés y cuyo origen es preindoeu- ropeo: Oic, Auch, Ouche, y que, en España, ha dado lugar a Oca, que casi ya no existe m s que en la toponimia; 2) la forma indoeuropea, deriva- da del s nscrito Harrlsa, y quc ha dado lugar a Ganso y Cansa, incluso Ansa y Anso. E, igualmen- te, al ~oos~ ingl~s. En cl país vasco--sicmpre hemos de rcgresar al país ~asco cn cstc camino de Compostela--se descubrc igualmcnte las dos formas: en el grito para llamar a las ocas: -Ar~k, Al~k! y en Ant~ara, que parecc dcrivado de Harnsa. A cstas ocas las cncontrarcmos a lo largo de todo el camino. Descifrar cl mito dc la Oca sería indudable- ú mente la mcjor opcración histórica posible, pero, aunquc rcspccto a este mito las historias son nu- merosas, las aclaracioncs que aportan son muy confusas, bicn que de ellas se desprenda una in- dicación bastantc rclacionada con la verdad. i~ Tal v cz no sc trata, hablando con propiedad, ,~ de la oca tal como la conocemos, sino m s bien del L palmípedo, pucs tanto como la oca puede ser el cisne, aunquc ~ste aparcce en la mayor parte de ~1 IOS casos como una personificación del macho de r.la oca simbólica: el cisne J£piter dando a luz en ~Leda-oca a los Dióscuros y a Helena, la fuerza, la ~inteligencia y la bclleza; el mítico rey de los cel-

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~as: C!~no.s; los hi jos de Lir transformados en Cisnes y desafiando los ataques del tiempo, aque- Flos cuyos cantos eran soberanamente bellos. Y podría ser también el pelícano que alimenta sus hijos con sus propias entrañas. ~: 73 . La oca desempeñaba un gran papel en la n. tología faraónica. El jeroglífico de Geb, heredet del trono de Horus, es una oca y una pierna. diccionario de los símbolos (1) cuenta que, cuan~ do los faraones fueron identificados con el sol su alma fue representada en forma de una oca,~ ya que la oca es el sol salido del huevo primiti /1\. ~ Formas de la pa~a de la oca. vo. Las ocas eran, dice también este diccionario, consideradas como mensajeras entre el cielo y la Tierra. El advenimiento de un nuevo rey era anunciado, entre otras ceremonias, mediante la suelta de cuatro ocas a los cuatro puntos car- dinales. En el Altai, en el ritual de sacrificio del caba- llo, el cham n tiene como montura una oca para perseguir el alma del caballo; y una oca le sirve también de montura para su regreso de los in- fiernos. Entre los celtas, la oca--o el cisne--era un (I) Ediciones Robert Laffont. ,ero del otro mundo. Por lo dem s, para ~tones era un alimento prohibido. cualquier lugar y en cualquier mitología ~ pertenezca, vemos que la oca es un símbolo !e refleja al iniciado; y la antiguedad de este ~olo es muy grande.

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~a propia oca es simbolizada generalmente por ,~pata, lo cual es normal ya que éste es su prin- ~al signo distintivo. Estilizado y dirigido hacia ~jo, se reduce a tres trazos divergentes, unidos ~no en la c£spide; y este signo fue uno de los knbolos de enseñanza de los druidas. 1.~ Estilizado y dirigido hacia arriba, representa d tridente, que es el arma de Poseidón, el dios de taza de la Atl ntida, el dios marino que los lati- ,~os convirtieron en Neptuno. Ii~ .Unidos estos dos signos por la c£spide, dan ~icomo resultado esa estrella de seis puntas que se e,convertir en el crismón de los primeros construc- ~tores cristianos y del que los sacerdotes hicieron una especie de anagrama de Cristo. -~ Asimismo es bastante probable que la flor de lis original fuera ese tridente de Poseidón, adopta- da por los reyes francos por razones políticas an - logas a las que le hicieron adoptar el crismón a Constantino, “cubriendo el palio la mercancía”. Se adopta sin verguenza los signos del adeptado, f - cil ennoblecimiento... Aunque el simbolismo cristiano haya hecho de- saparecer poco a poco este signo de la oca: el tarso palmeado, no por ello dejar de perdurar durante mucho tiempo, ya que constructores pi- renaicos lo inscribían todavía en el siglo XVIII (como marca segregacionista, por lo dem s). Parece que realmente es este signo lo que est grabado en algunos capiteles de la abadía de Leyre, en el camino de Compostela. Lo descubri- mos también en esa Reina Pedauque (pata de oca), con el mismo valor de signo de iniciación. Parece que esta Reina Pedauque es originaria de la región de Toulouse, lo cual es normal pues, 74 75 tras las grandes invasiones b rbaras, y quiz s cluso antes, no existe en Occidente m s que l solo camino inici tico, y la casi totalidad de I tradición est concentrada en los Pirineos y a largo de la costa cant brica...

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Este hecho se ha atribuido un poco a la ligen a los visigodos, que no eran menos b rbaros qu~ los dem s hunos, suevos o francos, pero que opuestos a los pueblos de la montaña, no podi~ imponerse a ellos, como los francos en las llanu~ ras de la región de Soissonns. Los visigodos no son m s responsables de eso que se ha llamado arte visigótico que los rabes del arte rabe, los merovingios del arte merovin- gio, o Luis XV del estilo de su nombre. El estilo visigótico es el de los constructores~ pirenaicos, y la pata de oca se convertir en la-~' concha de Santiago, adornada con florituras y con una pizca de helenismo debido a los clérigos, cuan- do la significación pagana se haya perdido. Pero la oca la descubrimos a lo largo del ca- mino de Santiago, con su primitivo nombre de; Oca o en su versión indoeuropea de gansa o de ansa. En la región de Jaca, origen del camino, tene- mos así Ansó, en el valle de Ansó, no lejos del lu- gar estrellado, el cuartel de Lizarra. Volvemos a encontrarlo de nuevo en la denominación de dos cursos de agua, que llevan su nombre o lo lleva- ron: el río Oja, que Alfredo Gil del Río cree que primitivamente era río Oca, y que ha dado su nombre a la Rio ja; luego otro río Oca, en los Mont~s de Oca, donde se'encuentra un Pico de la Pied ra ja, que bien parece ser “ piedra del Jars (ganso)”, no muy lejos de un Ocón, lo cual resulta bastante expresivo. Est también en los montes de León, inmedia- tamente al oeste de Astorga, en El Ganso, un jars ligur traducido por indoeuropeos. No sé si es todavía este jars que hay que en- contrar en el pueblo de Argozón, cerca de Chan- se halla una asombrosa necrópolis ~ro es ciertamente la oca lo que encon- ú'~tra vez en la ruta de Lalín a Compostela ~aso de la Oca, que conduce quiz menos ~~postela que al Pico Sacro, la montaña sa- J~:que, seg£n algunas leyendas, fue la primera

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It£ra del apóstol. ,~1 otro lado de Compostela se encuentra, por ~parte, otra Oca, en el río Tambre, el cual de- ~;boca precisamente en la ría de Noya y baña ~stribaciones del monte Aro. ~-~Pues bien, esos lugares de la Oca est n com- ~ndidos todos en el camino delimitado por las Yis hileras de estrellas de que hablaba anterior- ente. El camino de la Oca coincide muy exacta- ~ente con ese camino de las Estrellas, marcado a largo de esta ruta, a donde se marcha en pere- l~rinación desde hace milenios, con monumentos F-megalíticos entre los que est n el dolmen m s ,~ grande de la región pirenaica, el de El Villar, en ,~ la provincia de ~lava. Henos aquí enfrentados con las Estrellas, que son asuntos de “superhombres”, de gigantes (géants), de “Juanes” (leans), quiz s aviadores, quiz cosmonautas, sin duda atlantes, pero en todo caso infinitamente sabios... Con los “lugianos”,.especie de demiurgos (en el sentido griego del término), transformadores de la materia, gentes que saben “sacar la miel de la piedra” seg£n la expresión de san Bernardo... Con los fervorosos de la Oca, los jars (ansa- res), los manuales, trabajadores de la madera, de la piedra y del metal... Todos situados en ese camino hacia el Oeste, en ese camino donde pasan “realmente” las puer- tas, los desfiladeros estrechos de la ruta inici tica, que les conduce hasta cabalgar la yegua que les aguarda en las orillas de las rías atl nticas, cuan- do hayan asimilado los signos que fueron graba- 76 77 . dos para ellos en las rocas sagradas de Ga~licia. ~ Con pérdida de su vida en favor de otro n cimiento.

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Nota para los amantes de folklore a quien es viejo Lug hoy incomodaría: La Vía L ctea era lla mada, en Irlanda: el despliegue del arco iris d~ Lugh, o también: la fronda de Lugh... E~ El neolítico contempla la aparición, desde su ~nienzo, de la piedra pulimentada. Desde su co- ~ienzo, es decir, inmediatamente después de eso ~e los prehistoriadores llaman el “hiatos~, el fi- j~l catastrófico de la edad de las cavernas y de la Diedra tallada. La piedra pulimentada no representa solamen- ~te un cambio de técnica en la forma de utilizar la ~piedra; de hecho, es la creación del utensilio, del ítil para trabajar la madera. ~ste es el comienzo de los constructores. Los constructores empiezan . con el hacha. El hombre se dispone a hacer huma- no a su mundo. Todo lo que el hombre ha realiza- do parte de ahí. Toda su evolución personal tam- bién. La piedra pulimentada aparece bruscamente en el neolítico; es una mutación. Una mutación que no es individual, sino general... Es necesario que dicha mutación haya sido pro- vocada, y en diversos lugares. Ha sido preciso en- señar a los hombres las materias apropiadas, para la fabricación de hachas adecuadas, al objeto de que puedan convertirse en carniceros, en carpin- teros. . . Durante miles de años, el hacha permanecer como un instrumento, un objeto sagrado. Ser co- locada en las tumbas como símbolo de superiori- dad. El hacha de piedra pulimentada, no la d dra tallada. En efecto, esta hacha de piedra es la clav todo, incluyendo las artes del fuego, puesto-- permite una utilización racional de la mad para cocer. Es el comienzo de la cer mica. El metal vendr m s tarde; aunque no d~ mos equivocarnos al respecto, pues la utilizac del metal es muy anterior a lo que generalmed

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se cree... Para atenerse a la leyenda, a las leyendas d los “Noé”, es difícilmente admisible que “arcas capaces de afrontar la navegación en alta mar h~ bieran sido construidas sin ning£n refuerzo me t lico, bien se tratara de cobre, bronce o hierro Así pues, aquellos supervivientes marinos del cataclismo pudieron haber sido quienes aportaron~ la metalurgia, aunque ésta parece que surgió muy- tardíamente. No se excluye la posibilidad de que este “retraso” hubiera sido el resultado de un tab£. En realidad, no se sabe ni dónde ni cu ndo apa- reció el bronce. Los prehistoriadores parecen estar todavía bajo el peso de esta especie de dogma na- cido de la utilización cristiana de la Biblia de que la luz procede obligatoriamente de Oriente. Nada hay m s incierto, y se puede atribuir la aparición del bronce tanto al Próximo Oriente como a Tar- tesos. Y henos aquí enfrentados con cl misterio de Tartesos, el Tarshish de la Biblia. Así pues, ¨ qué era Tartesos ? Una ciudad, por lo menos, y, m s probablemente, un territorio, si- tuado cerca de la desembocadura del Guadalqui- vir. Los aportes de aluvión lo han cubierto total- mente en la actualidad, de suerte que es difícil des- cubrir exactamente su emplazamiento. Sin embargo, se sabe que estaba situada m s arriba de C diz, la antigua Gadir de los fenicios v posteriormente la Gades de los romanos: ahora c~ bien, si se presta crédito a Platón, los dos “hijos mayores” de los reyes descendientes de Poseidón, dios de la Atl ntida, tenían por nombrc Atlas y Gadir. El Atlas es, al otro lado del estrecho de Gi- braltar, el país de Anteo, y por lo que se refiere a las tierras situadas m s al interior que C diz,

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est Andalucía, formada con el mismo radical, ANT o AND, que Anteo. A causa de esto, algunos han pretendido ver, en esta Andalucía y en Tartesos, ciudad cuya crea- ción se pierde en la noche de los tiempos, la At- l ntida de Platón, o una colonia atlante anterior Zl 6-- EL UISTERIO DE ~OMI'OSIEL~ 31 al “Diluvio”. Los montes de Andalucía, Sierra l rena y Sierra Nevada, bien pudieron ser refugi como el Atlas; y los supervivientes bien pudier regresar a las tierras bajas a medida que las ag~ se iban retirando... (Existe una leyenda “Noé” e Tingiz --T nger--, y el cabo Espartel se denor~ naba en otra época Ampelusia: el cabo de la~ viñas. ) - Parece que, al menos por lo que se refiere a la ciudad de Tartesos, se trataba de una península situada entre el lago Lig£stico al Norte, el Atl nti- co al Oeste y un golfo, posteriormente rellenado por el Guada]quivir, al Sur. Podría ocurrir que su nombre fuera vascuence y significara: “Entre dos marismas”: Tarte-Xili (etimología propuesta con todas las reservas...). Los tartesios eran marinos, marinos del Atl n- tico, lo cual supone conocimientos de construc- ción naval y metal£rgicos, y ciertos autores no va- cilan en atribuirles la invención del bronce hacia el año 3500 a 3000 a. de J. C. Ellos serían los que habrían bautizado a las Islas Brit nicas con el nombre de Albión denomi- nación que lleva en sí una idea de blanc£ra. Seña- lemos la existencia de una tribu o de un pueblo Albión en Galicia, no lejos de La Coruña... Otros atribuyen esa invención del bronce a los hititas, los hititas del C ucaso... Naturalmente, este período llamado Edad del Bronce fue precedido por el período del cobre: calcolítico, de Chalcos, cobre... Y un cobre dora- do daría, en griego, auricalco, metal atlante cuya naturaleza Platón afirmaba ignorar... Pero los cla- vos de cobre son suficientes para la navegación en alta mar. Sin embargo, se trata siempre de me-

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talurgia. Metalurgia no significa navegación, pero nave- gación si que implica casi necesariamente meta- lurgia . Ahora bien, en un momento decisivo de la protohistoria a~arecen. en las a~uas del Medite- ~: = asgos, Ios hombres que vienen del Mediterr neo, los hombres que “llegan i~ sólo pueden proceder de Occidente, a tra- _ ~ estrecho de Gibraltar. Para los griegos, ~iQ~nbres son los “divinos pelasgos”, seres su- ps y, adem s, considerados como los ante- ,os de algunos griegos. ~ ~ “germanómanos” habrían hecho gustosa- c de esos pelasgos “normandos” anticipados ~óreos... Del mismo modo que algunos si- ,~n la Atl ntida en Gotlandia. Vanidad racial. I a £ltima y brutal glaciación que exterminó ~mamuts de Siberia en un tiempo increíblemen- _ corto no debió ser mucho m s caritativa con ~ hombres que vivían por encima del parale- _ 45O... Y duró algunos milenios. Esos pelasgos, hombres blancos, sólo podían ceder del Oeste, de un pueblo marino, de un _ ~ueblo sabio, puesto que era navegante. Desapare- ~:ida la Atl ntida, y dado que ellos son muy poste- _ ~riores a dicha desaparición, no podemos buscar su origen m s que desde el Atlas a las Islas Bri- t nicas --y m s probablemente en Tartesos. Por tanto hay, en ese momento de la protohis- F toria, - dos civilizaciones marítimas en el Medite- ,~ rr neo: los pelasgos y los fenicios. Hay también una civilización de tradición marítima--pero sólo de tradición--: la egipcia. Tendremos que ser m s explícitos en este

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~- punto. Los egipcios no son navegantes, excepto en el Nilo; la navegación marítima plantea una serie de problemas muy diferentes de la fluvial, la cual puede ser resuelta, tal como hicieron los faraones, ,~ con papiros atados entre sí... Esto es lo que reali- zó Thor Heyerdahl, con la esperanza de atravesar el Atl ntico a bordo de semejante ingenio. ~ste se deshizo la primera vez en medio del viaje (rea- lizado no obstante, por la ruta m s f cil de nave- ~ación atl ntica), y la se~unda, aunque el barco consiguió terminar la travesía, llegó en un e~ tal que quedó inservible. Por otra parte, existe un documento egipcio I relata que un faraón deseoso de hacer explo las costas de 14frica, quiz s en busca de oro h fletar un barco por los fenicios, los cuales fór ban también la tripulación. Llevaban con ellos d~ funcionarios del faraón. Es evidente que si és hubiera poseído barcos capaces de navegar p~ alta mar, no habría tenido necesidad de recurr a la marina fenicia. Pero, no obstante, la tradición marítima egipcu existia, aunque hubiera dejado de ser activa E efecto, persistió la costumbre de la barca sagrad~ que se ponía a disposición del faraón muerto para que este pudiera regresar a la “Tierra de los An- tepasados” en Occidente. Por lo dem s, dicha barca iba acompañada de la de Oslris, que debía guiarle hacia aquella tie- rra (1). Pues bien, un conjunto sorprendente de hechos . que se refieren a esos tiempos prehistóricos o protohistóricos y de tradiciones que se mantuvie- ron durante un largo período de tiempo vincula indudablemente la Oca a los pueblos navegantes --y, por e} mismo motivo, a los pueblos de los dólmenes (2). La civilización egipcia surgió de Etiopía, de las montañas de Etiopía. Los etíopes son los ~<tos- tados”, los oscuros, pero de ninguna manera los negros. Nada tienen de negroides. Se trata de una raza emparentada con los peuls. Proceden de

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un país de dólmenes, y, para sus descendientes o (I) Sobre este particular vease el capítulo dedi- cado al Gigante Isoré en Los Gigantes y el misterio de (2) Sólo existen concentraciones de dólmenes en regiones r~lativamente cercanas al mar o a ríos na- vegables, o que lo fueron. 5". ~. . , ia oca es un animal sagrado. E~iicios de los que se sabe que vivían don- ~lmenté est el Líbano, son los grandes .~ mediterr neos de la Antiguedad. En tiem- Ely remotos, franquearon el estrecho de Gi- ,~y exploraron las costas atl nticas de Afri- ~uropa. Comerciaron con Tartesos. Fueron ~os que constituyeron la marina del rey Sa- ~, no habiendo poseído los judíos jam s ma- 1. alguna. Fueron también ellos los que cons- lreron su templo. Sin duda, llegaron hasta Amé- ... Se dice también que inventaron el alfabeto. ~hora bien, este pueblo fenicio es muy miste- ~o. No se encuentra su origen en ninguna par- Se admite, hasta que se posea mejor informa- ~n que eran descendientes de los himaritas, los plalés, llegados desde el golfo de Adén, habrían ~nontado todo el mar Rojo... Son-de raza roja. Himarita (H.M.R.) significa ;~rojo; el nombre griego de fenicio, Phoeniké, quie- F re decir -también rojo. Este nombre ser conser- vado por una parte de ellos que, hacia el 800 a. de J. C., marchar n a instalarse en Cartago, donde se convertir n, para los dem s pueblos, en los p£- ~ nicos.

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€ Parece que, en su origen, los cretenses eran de la misma raza. En cualquier caso, los egipcios les llamaban rojos... Y también ellos poseían una ma- IE rina. Y estos pueblos, cuando menos los fenicios, fue- ron a realizar prospecciones en el Atl ntico y a ,~ instalarse incluso frente a Tartesos, en C diz, la ~A antigua Gadir. Asimismo, parece que fueron ellos los que hicieron acto de presencia en Irlanda, con el nombre de “milesios”... ¨Qué fueron a hacer al Atl ntico? En las cos- tas africanas sabemos que iban a buscar oro--y no es imposible que hubieran sabido dónde encon- trarlo gracias a declaraciones de las gentes del Atlas, aquellas a las que Heródoto llamó los “at- l~n ~ c” Pero también llegan hasta Galicia (~ atribuye los basamentos de la torre de Hérl en La Coruña), hasta Armórica y hasta las i Casiterides, que se encontraban, seg£n la m~ parte de los historiadores, frente a la costa o~ de Cornualles. Es conocido de todos que fueron a buscar e~ ño y quiz cobre para su bronce. ¨Cómo conocían su existencia? Habría s; necesaria una exploración previa, ya que los i~ genas no utilizaban los metales, ni los de los tai tesios, ni los suyos propios... ...A menos de que hubiera existido una tra~ ción anterior, una tradición com£n ~ aquellos pu~ blos de marinos. Una tradición que muy bien pud haber tenido alguna relación con la oca, la palm peda. Pues recojo esta información en El tesota~ cataro, de Gérard de Sede (l)--”pueblo nade era~ el sobrenombre dado por los antiguos a los tarte-- SIOS (y también a los fenicios). Por otra parte,~ estos habían adoptado como emblema una pata de palmípeda, símbolo del remo. Cerca de Tartesos existía un río llamado con el nombre latino dé "pato": Anas (Estrabón III)”. Pero, tras los oscuros etíopes y los rojos feni- CIOS, he aquí a los blancos pelasgos. Los pelasgos, . Ios hombres del mar, son, en la literatura griega

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seres divinos. Platón los designa siempre comó tales. Sin considerarlos, no obstante, como míti- cos. Son divinos; así, pues, sabios. Proceden del Oeste. . . Parece que se instalaron en el mar Egeo y, so- bre todo, en Lidia, donde fundan la ciudad de Ar- gos. De Argos partió la nave del mismo nombre ha- cia el C ucaso, en busca del “objeto” inici tico (I) Gérard de Sede: El tesoro c taro, Ed. Plaza & Janés; en esta misma colección y en col. “Otros _. ~ié Oro~, conseguido tras numero- i ¨pasos~, gracias a una maga local. hcaso donde desembarca un Noé, por- ~iencla, aespu~ u~ llaucl ~ ~-~del Diluvio; en el C ucaso, de donde, ~s los arqueólogos consideran que pro- s ;tod s las técnicas civilizadoras del Pró- ~ente; en el C ucaso donde se encontraba .~do Prometeo por haber regalado el fuego ~ a los hombres, Prometeo traidor al se- lr - ~mo no darse cuenta, escribe Gérard de de que esos pelasgos y las ciudades que fun- ist n marcados por el signo de la blancura? ~incura, en griego: Argos ( I ).” iecordemos ahora que Anteo, el gigante que hdoto ha llamado Atlante, fundó una ciudad ~tl nornbre de su mujer: Tingiz, que significa: ~Por otra parte, los pelasgos a veces han sido htificados como los hititas, lo cual conduce a parentesco con los pueblos cauc sicos, o, cuan- ~ menos, con algunos de ellos. Finalmente, estu- .icron directamente vinculados con los pueblos de ~1~ costa jónica, antes de que los jónicos los expul- "~aran.

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Se admite generalmente que, bajo el impulso celta de los jonios, emigrantes pelasgos llegarían a ~ constituir el pueblo etrusco, el cual fundó Alba, r~.~ que significa blanco. Adem s, los etruscos recono- ,~ cían oficialmente como parientes suyos a los ha- ,~ bitantes de la antigua Lidia... Y la Oca era para ellos un animal sagrado. Añadamos, finalmente, que Albania sería de ,~ origen etrusco: Albania, la Blanca; y recordemos el nombre de Albión dado por los tartesios a las Islas Brit nicas; y los albiones, de la Galicia com- postelana. Recordemos también que el Jardín de las Hes- _~ (I) Op. cit. 86 ~ 87 pérides (siempre ese “Jardín situado }4 Oeste”) era propiedad de las tres “Hesp~ hijas del poniente: La Negra, la Roja y la Bia Podemos ver que todo eso hierve en la n marmita. Una marmita provista de tres pa Parece realmente que aquí tenemos qué vé~ las con, si no el mismo pueblo, al menos con I blos emparentados, que poseen ciencias del i mo origen y que, tras haberse buscado y en~ trado, mantendr n relaciones generalmente añ tosas; pueblos navegantes muy avanzados I pecto a sus contempor neos subdesarrollados que, todos ellos, tienen en la oca una especie símbolo superior (¨y acaso no se llama Jasón Jefe de los argonautas?). Hay que destacar también que todos los lugl res de origen (conocidos) de esos pueblos est~i marcados por dólmenes: Etiopía, Arabia C uca so, Andalucía, Atlas y, naturalmente, toda la Euro pa atl ntica; y la importancia de este signo nc debe menospreciarse. Por £ltimo, todos muestr n una propensión natural a situar en el Oeste el país de la felicidad... Y es, por lo dem s, una marcha hacia el Oeste la que emprende Ulises en la Odi- sea. Con frecuencia se ha subrayado que el nom-

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bre de Homero (H.M.R.) era el mismo que el de los himaritas, los rojos H.M.R.; en griego, Phoe- niké, Ios fenicios. Victor Bérard opinaba, y dio: de ello razones de mucho peso, que la Odisea era de orlgen fenicio. Por lo dem s, parece que los griegos de la épo ca de la guerra de Troya ignoraban casi todo lo que se refería al Mediterraneo occidental, y hu bieran sido incapaces de describir, a los pies de las columnas de Hércules, y con semejante deta- lle y exactitud, la isla de Calipso, tal como era y tal como es todavía, cerca del monte de los Mo- nos, el antiguo monte Abyla, frente al peñón de Gibraltar. Adem s del interés geogr fico y, ni que decir uatribuye a la Odisea, existe ~tronca esta narración con to- ~i~i ticos, bien sean por tierra o ~uerer conocer m s que su aspecto exacto que sea, y a£n se puede se- ~ <Irlstrucciones n uticas”). equival- ,~e de todo su simbolismo sagrado que ignoraban en absoluto. sentido, es el “Libro de los Muertos” ~:1 camino, los pasajes, las pruebas, has- L so a los infiernos, la huida de la lla- E u~imalidad, en Circe, y la “muerte para . durante siete años en la isla de la nin- ~tal... Luego, el retorno del hombre sin i superior y justiciero... ú es también un aspecto del camino de Com- camino de muerte. VIII. LA PEREGRINACl¨iN DE LA MUER No se puede separar Santiago de Compostela~ y su “camino de estrellas” de esa civilización at- l ntica; ahora bien, la antiguedad de dicho cami- no se cifra en milenios. Salvo quiz s el vasco, las lenguas empleadas en aquella época han desaparecido, y no quedan de ellas m s que algunas raíces, e incluso éstas degeneradas por los dialectos, transformadas se-

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g£n la garganta de las distintas razas y seg£n las modas siempre variables, de suerte que, aunque los simbolos subsisten, los sonidos correspondien- tes se han desviado o han desaparecido Por tanto, sería ilusorio pretender imaginar o descubrir lo que ocurría primitivamente en ese camino. Muchas cosas se han desvanecido, y esta desaparición impide una interpretación cierta de los símbolos, reducidos, por falta de vocablos, a representaciones m s o menos analógicas. La ma- yor parte de las veces nos encontramos ante estos símbolos como ante un jeroglífico relacionado con una lengua que no conocemos o con un modo de sentir que es completamente extraño para no- sotros . Lo asombroso es que esta laguna es relativa- mente reciente, pues nos damos cuenta de que ciertas cosas, que ahora ya no comprendemos habían perdurado hasta la Edad Media. i~No sabemos ya qué significan, pero subsiste el ~ho, muy adecuado para contentar a los prehis- ~iiadores, de que se trata, tanto en Compostela IDmo en la Armórica o Cornualles, de una peregri- l~ación de muerte. La muerte en el Oeste es evidentemente una ~radición. Hacía el Oeste se dirige el Ka del muer- to egipcio. Hacia el Oeste est n las Islas Bienaven- .turadas. Hacia el Oeste est la isla de Avalon, isla ~le las manzanas, a donde van las almas de los celtas difuntos. La tumb~ del dios Belén est al oeste, en la rada del Mont-Saint-Michel, que era el monte Tom- E~ be, cerca de ese otro peñón de Tombelaine, sin ~duda Tumba Belisama. Si bien Santiago se hace decapitar en Jerusa- lén, esto casi constituye un error, pero el error es rectificado por este macabro crucero hacia Ga- ~ licia donde su cuerpo reposa en el Oeste. |~ Se puede comentar esta antigua costumbre, y ver en ella el deseo de identificar al sol que mue- re cada día en el Oeste antes de renacer en el

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Este. Se puede pensar que una cierta tradición, un recuerdo ancestral, situaba en el Oeste la “Tie- rra de los Antepasados” a donde había que re- gresar, como a una matriz original, para un rena- ~- cimiento al ejemplo del astro reverenciado. i Cualquiera que sea el papel desempeñado por el poniente en el subconsciente humano, es evi- dente que el deseo de marchar hacia un lugar de ,~ muerte implica la esperanza de un renacimiento; si no, ¨por qué desplazarse, si se trata sólo de dejar abandonados unos restos aquí o all ? ~- Hay un punto en que las religiones, por diver- ,~ sas y diferentes que sean, pr cticamente no va- rían: cuando afirman que la muerte es un paso de una vida a otra. Que la nueva vida sea presen- tada de maneras diferentes, no cambia el hecho inicial: Hay un renacimiento. Y, para renacer, es necesario morir. Lo que concierne a la auténtica muerte se apli- ca también a cualquier cambio de la natul humana; nos atreveríamos a decir a cualc mutación. Para encontrarse en estado distin~_ primitivo, es absolutamente necesario morir i pecto a ese estado primitivo. Se trata de una tradición que se conserva n malmente en todos los rituales inici ticos, inc yendo los de ingreso en las órdenes religiosas.; necesario que el Hijo del Hombre muera para qi renazca. Las ceremonias de iniciación, las tomas de I bito, constituyen un ceremonial que se inicia una muerte; es un ritual de muerte... Se trata d~ morir con respecto al mundo. Se mata al hombrl viejo para que nazca el nuevo. Si continuara sien do el mismo, la ceremonia no significaría nada. ~3 Aunque son diferentes, las ceremonias de ini~ ciación en las tribus llamadas primitivas procedeni del mismo principio b sico. No se cambia sin re nacer, no se renace sin morir. El signo externo m s conocido es la pérdida del nombre, pues siempre se ha considerado que

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el nombre representa al individuo, y, si éste es distinto, su nombre debe ser asimismo diferente. Descubrimos esto en la Biblia, donde, después de haber consentido en el sacrificio, Abram se con- vierte en Abraham. Es otro hombre... Jacob se convierte en Israel después de su combate contra el ngel. El Papa, al ser entronizado, pierde su nombre de hombre y toma su nombre de Sumo Pontífice. Lo mismo ocurre con los reyes en su coronación. Los novicios convertidos en hermanos reciben un nuevo nombre (salvo para el registro civil. .. ) Todo e slo tiene un claro significado de aban- dono de la vieja person~l ~' ! v~ .niento de otra nueva. No podomos dudar que esta conccpción de una mutacion profunda del hombre, lograda mediante las pruebas y las ceremonias inici ticas, existió en los tiempos m s remotos, en la época incluso del Esle a: BajlJIrelie1~e de la iglesia de Sall Mig/~el. (Folo Col. del ~tor.) hombre de las cavernas, y podemos supone~ otra parte, que, por una extensión analógi¨ muerte fue, en alguna época, plasmada, du~ las pruebas, bien fuera mediante una herida medio de la ablación de alguna parte del c£el respondiendo en este caso la parte por el tc Al terminar el combate contra el ngel de D Jacob tiene el “nervio del muslo” resecado. Que COJO como, en la mitología griega, Hefaistos~ herrero. Tal vez éste es el sentido de esas rep sentaciones de manos de las pinturas rupestr manos a las que les faltan dedos. Visto desde este ngulo de muerte inici ti o, si se prefiere, de muerte simbólica, la extra~ dinaria cantidad de monumentos considerados declarados funerarios en esos países del extren Oeste que son Galicia, Armórica y Cornualles, n~ parece tan extraordinaria. ¨Son realmente sepulcrales estos monumen~. tos? l~sta es una pregunta que habría que demos- trar de un modo m s convincente de lc que se ha hecho hasta ahora. Hacer pasar un hombre por-~

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la tumba, simbólicamente, exige la construcción de semejante tumba. Considerar, simbólicamente, que esa tumba donde perece el hombre viejo, en el seno de la tierra, es una matriz en donde este hombre renace, exige que dicha tumba sea cons- truida de una cierta manera, en las tinieblas con ruta de salida para el nuevo nacimiento; hora bien, esto es exactamente lo que descubrimos en los tumuli de Bretaña o en las mamoas de Gall- cia. La tumba real es generalmente un cairn (t£mu- lo céltico) de piedras acumuladas o, simplemen- te, un t£mulo de tierra; la tumba simbólica posee un corredor con, al parecer, una idea de laberinto. Tales corredores, a menudo sinuosos como la naturaleza, no concuerdan con cad veres de hom- bres que han dejado de vivir corporalmente, y el hecho de haber encontrado--no siempre, incluso en aquellos que nunca fueron violados--esquele- tos en esos tumuli o mamoas no autoriza en ab- ~dichos cadaveres, éstos podrían ler de nuestra época. ~en: la lengua gallega, significa: seno, s~a región existe un enorme n£mero ~e~es alineadas como ocurre cerca de ~: Compostela, donde se levantan una i~a de tales mamoas entre Lens y Oca. ,~ oca. i~s reales o tumbas de iniciación? ¨Aca- ~ianta importancia la cuestión? Siempre ~rte de lo que se trata... uién sigue este camino hacia la muerte? li~nos responder ciertamente de un modo ,~te a esta pregunta ante la ausencia de do- ,~os o de signos descifrados, pero, no obs- i~podemos deducir que el camino era una ~ia la iniciación. ~r lo dem s, esta tradición de muerte se ha ~~vado en los países de Cornualles, Armórica .~icia. A veces se ha supuesto que se trataba

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~a forma de romanticismo característico de ~arradores de cuentos o del espíritu celta. Yo, .,~el contrario, veo aquí la supervivencia de una i~dición que ha durado mucho tiempo, milenios. t iba al Oeste para “morir”... Y es el cad ver Santiago el que embarranca ahí en su barco ~ilagroso. "~ En lo que atañe a los celtas, sabemos, por al- ~unos autores latinos, que su sentimiento sobre la muerte no se podía comparar al que nosotros ~ tenemos actualmente, pues, para ellos, la muerte T~ era sólo un paso, una especie de peripecia que conducía a una reencarnación. La piedra y el cairr~ ,~: bastaban para recordar a los héroes. Cabe también que entre el pueblo, que no par- ticipaba en las muertes inici ticas y en los rena- . cimientos que de ellas se seguían, se hubiera ex- tendido ese cuento de hadas de que los muertos regresan con una forma diferente, de donde ha- bría surgido ese folklore de aparecidos, de fan- 94 ~ 95 tasmas, que tanto abunda en esos tres pai Dado que he empleado el término iniciad falta de poseer otro que tuviera una significa~ valida o siquiera aproximada, sin duda es ne~ rio tratar de darle, en la medida que se pueda, definición o una explicación. La necesidad es tanto mayor cuanto que, p~ intentar ponerse en contacto con la ciencia tra cional y sus modos de transmisión es necesa~ recurrir a esta “predisposición” qué proporcion precisamente, la iniciación. El término ha sido generalmente empleado tontas y a locas. Etimológicamente, indica a aqu¨ que se interna en la vía, y no, como se muestlil tendencia a creer, a aquel que sabe. La palabra procede del latín, initium, comier~

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zo. El iniciado no es aquel que sabe, sino el que comienza, el que es introducido en la ruta del co~ nocimiento. Por extensión, se le ha dado la sig- nificación de enterado. Así, se dice que un hombre esta iniciado en las matem ticas cuando posee un cierto saber matem tico. Lo mismo ha ocurrido en el sentido esotérico. Generalmente se piensa que el iniciado es aquel que posee el conocimien- to; es sólo aquel que puede tenerlo. A este respecto hay que distinguir entre saber y conocimiento. Saber, en su sentido actual, es pu- ramente cerebral. Por ejemplo, se sabe aritméti- ca, pero esto no proporciona, sin embargo, el.co- nocimiento de los n£meros. El cerebro humano se parece enormemente a un cerebro electrónico. Recibe aquello que se le facilita y saca, seg£n sus posibilidades, sus con- secuencias analíticas, pero tan sólo a partir de datos que le son proporcionados, bien por sus sen- tidos, o por comunicaciones exteriores Se puede perfectamente imaginar un sordo al que, por medio de una notación musical, se ense- saber de la m£sica,- ~sutiles de la,armonía. Se ~=~gar a ser capaz de compo- n acerca de la m£sica. Pero no ~onocimiento de ella. La propia = ~sica le sería para siempre inacce- ~co sabría nunca que la m£sica no ~ance, que nunca la comprendería, , ~dría saberlo o siquiera imaginarlo? r el hombre de la caverna de Platón, "I~ m s que reflejos y se imaginaría que J~ mundo, en tanto que no son m s que ~os. Podría deducir, cerebralmente, todo ~i~, pero del verdadero mundo no tendría conocimiento. ~kiado, en el ejemplo del m£sico, es aquel ~iende la m£sica; y esto no significa que respecto a la m£sica, alg£n saber. Podr , ~almente ignorante de las leyes musicales, naturaleza de la m£sica le ser accesible.

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~depender de él adquirir su saber. ~,~d ocurre con la diferencia entre el químico "~íl alquimista; todo el saber del químico no le ~ve de- conocimiento, conocimiento del que ge- ~lmente ignora su naturaleza e incluso su exis- iencia. ~r Parece que el fin primordial de todas las reli- ~iones ha sido dar al hombre la posibilidad de ,~ ponerse en un estado en que le permitiera el acce- so al conocimiento; buscando cada una de ellas ~ sus propios procedimientos destinados a “abrir F el entendimiento”- ascesis, yoga, etc.; incluso acu- ,~ diendo al desenfreno de los sentidos, como lo hizo Rimbaud- a las virtudes del vino, como Rabelais; a las mortificaciones, como muchos cristianos; o a la danza, como los derviches... Para ser m s explícito; parece que el objetivo buscado es abrir a la percepción sentidos m s o ~;~ menoS embotados en el hombre para permitirle penetrar no sólo la apariencia y las relaciones ma- 97 7--EL IIIIS~ER10 DE COUI'OSTELA bas de los santos, a los “compañeros” a su peripl del Tour de Francia... Ni que decir tiene que ese estado de “conoci miento-> da al hombre algunos “poderes” llama dos magicos, puesto que desarrolla facultades de las que est privado el ser corriente, principal-~ mente en lo que atañe a la taumaturgia, de donde se sigue la necesidad de un cierto secreto en el aprendizaje de los “medios”. El secreto impide la creación de documentos excepto documentos. Iegibles £nicamente por los que han recibido los medios de descifrarlos. En su naturaleza, tales “documentos” son del mismo or- den que las fórmulas algebraicas o químicas que utllizan los matem ticos o químicos. Si se desco- noce el lgebra y la química, las fórmulas son tan indescifrables como una p gina en chino para quien ignora esta lengua. Pero semejante secreto tiene otra consecuen-

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cia: crea la perennidad. Los secretos que hay que guardar y transmitir est n, por tal motivo, al abri- go --relativo-- de la destrucción, al menos m s resguardados que aquellos que han sido sembra- dos a los cuatro vientos. El lenguaje hablado cambia de sentido de una región a otra. Las palabras pierden su valor y m s tarde su sentido, hasta tal punto que en oc siones hay que hacer un esfuerzo de traducción para com- prender en todo su significado textos del siglo pa- sado... Pero si las enseñanzas son reducidas a sím- bolos, basados en la misma esencia m s que en la forma de lo que deben transmitir, adquieren una estabilidad que guarda una íntima relación con la propia estabilidad de dicha esencia. La transmisión podr , así, pues, efectuarse sin des- viación, puesto que la esencia es constante. Sólo que para comprender esos signos ser pre- ciso que el individuo lanzado a la b£squeda de su significado sea capaz de captar su esencia, es de- cir, que se encuentre al menos en estado de recep- tividad del conocimiento. loo 5er necesario que se halle en estado de gra- ~,:es decir, iniciado. ~En definitiva, se tratar de una transmisión de ~ciado a iniciado, trascendiendo el tiempo si es réciso, y el secreto estar tanto mejor guardado ~anto que el iniciado tendr gran dificultad en ~nlicarlo a un profano, como la tendría si inten- ~ra hacer comprender la m£sica a un sordo. Por lo dem s, así se explica el fracaso de todas ~s explicaciones de símbolos, pues la explicación ~acía al símbolo de toda su sustancia. 1~ Otra consecuencia, reputada como m gica, es ~que los símbolos, los verdaderos, el tener una seme- ~nza analógica de naturaleza con aquellos que ~simbolizan, se convierten en instrumentos de ac- ~ci~n sobre la cosa simbolizada... Pero he aquí de

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nuevo algo que escapa al intelectualismo, para el cual la analogía termina en la semejanza. Es decir, en la apariencia. En su principio, todo esto es verdadero para el úverbo, que, <~plasmado” en la materia, es símbolo de la materia, la representa y la contiene, la crea incluso, y que, por esto y para esto, dio conoci- miento al Om Mane Padme OM de la India, a la salmodia hebrea, a las letanías cristianas y, sobre todo, a la c bala fonética de Occidente, y, en su forma escrita, a la kabbala hebraica. De aquí la importancia del nombre... Y era necesario que el camino de Compostela fuera un camino de “Jacques”. IX- LlGuREs Y CELTAS .,f ~ _o, y aunque haya podido existir !te mediterr neo, son evidentemen- J'-pueblos que predominan en todo el i~peo en la época en que la leyenda ~ición del Maestro Jacques, ese talla- .~s que habría participado en la cons- ,~1 templo de Jerusalén, el primero el ~-leyenda, ciertamente, pero esto no bas- ile deba ser rechazado en bloque, a prio- yendas no nacen sin motivo. .a leyenda de talladores de piedra, quiz s ~ posteriormente por un lector de la Bi- “ligures), repreSente ru SegUrøS de que el té Plrøsbabile Podel øCcidente enterO, estOZpa que h JanteS de tend pero que hablaban ~eanaba de pu blennente incOrø noS quedan aleS comO el vasC del que se SupOne I s en numero muchO rn dàInFenes deasd que gcneralmente se atribuye a los “neOIítl.cos~ al no Signiflca sus ~ c

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todo al Sur del Loira er perdurado sobre _ . ESpaña cerca de srh15t0nCos se les encuentr ~ IYa edlaedYednda siubraya que en la Provenza _do den .allcia~ en los Pirineos LigOUre5” El If n e eXlste a£n un B i tiCo y las IslaP E ttiønal haSta tas obilln øCuPado se sigue cOnSadqUe domF"~ M~ Osd~ ibferaS y 102 ~echo positivo, que por lo dem s me pare- ~ha sido corroborado, reside en las relacio- ~e habían existido entre los “artesanos” li- los fenicios. aquí la leyenda “gremial”. ~!I Maestro Jacques es de origen pirenaico. La da facilita incluso su pueblo de nacimiento: ~c. Pertenece, dando por supuesta su existen- eal, a la raza que ha cubierto el Occidente de ~ nenes. En su calidad de ligur, es sectario de .~lg y de la Oca. Es un Jars un Maestro Jars ~mo Maestro, est iniciado én la naturaleza de tallaba la pie- ~- En la época de la construcción del templo de Salomón por obreros fenicios, el maestro de obras Hiram hace venir al Maestro Jacques para que le ,i ayude, con algunos compañeros, en dicha cons- trucc;ón. Esto ocurre hacia el 900 a. de J. C. En ese mo- ~,i mento, los fenicios son dueños todavía del Medi- ~- terr neo y llegan también hasta el Atl ntico m s L~ all de las columnas de Hércules, para comérciar con Tartesos (por cuenta de Salomón, entre otros) ~ ~para extraer el estaño y quiz s el oro en la Noy t~i- 1n~ 1 -de Galicia, en la Armórica y en las ;slas Casii

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des situadas frente a la punta de la costa- de t~ nualles. ~ - - Así pues, no existe ninguna imposibilidad n pecto a que los fenicios hubieran podido enc trar talladores de piedra de origen pirenaico esta costa de Galicia donde, tradicionalmente, 1 bía tenido lugar el viaje inici tico de los “mam les” y, m s especialmente, de los de la piedra. Ninguna imposibilidad tampoco respecto a q dichos “obreros” hubieran sido conducidos Oriente, sobre todo si pensamos en las relacion bastante amistosas que manteDían tradicion, mente los pueblos de la Oca y los pueblos Patl que llevan el emblema del torso palmeado t como lo har n otros constructores pirenaicos has ta el Renacimiento. Asimismo, tampoco es imposible que un talla dor de piedra iniciado fuera a trabajar para un - maestro de obras iniciado en el Oriente Próximo ¨ En el templo de Salomón ? Tomemos la Bi- blia. Así pues, la Biblia dice (y esto puede ser con siderado como histórico) que cuando Salomón quiso construir un templo para depositar en él el Arca y las Tablas de la Ley, como carecía de obreros (entend monos, de obreros capaces de construir un templo, es decir, iniciados; no hemos de olvidar que Israel es un pueblo de pastores, un pueblo nómada cuyo h bitat es la tienda de cam- paña y que hace sólo muy poco tiempo que ha adoptado costumbres sedentarias en tierra de Ca- na n, demasiado poco para tener una tradición de constructores), Salomón acudió a Hiram, rey de Tiro, fenicio, que disponía de obreros de la pie- ~dra, de la madera y del metal. La historia bíblica, que no hay motivo para poner en,duda, añade que Hiram, rey de Tiro, en- vió a Salomón a su maestro de obras Ahiram y a sus obreros calificados. Es aquí donde la leyenda introduce el hecho ~i soli‡itó la ayuda del Maestro Jacques ,~aradas. Esto ya no es histórico, pero

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-ma leyenda considera al Maestro Jacques L5~sponsable de la columna Jakin y quiz ~ de la columna Boaz. t traductores de la Biblia dan generalmen- ~kin la significación de: “él consolidar ”, ~n lengua vasca esta palabra significa: “sa- ~el sabio”. I~Libro I de los Reyes (VII-22) añade: En la de de esas columnas había un adorno en for- liC lis. ¨Lis, tridente o pata de oca? La marca h sido adecuada, tanto para Ahiram, del “pue- ~ade” fenicio, como para el Maestro Jacques ~pata de oca... Ieyenda añade que, como con motivo de la ucción del templo se empleaba a muchos ex- ~os que hablaban lenguas distintas, el rey Dn (aunque sin duda se trata de Ahiram) les facilitado un sistema de signos aplicables Drlstrucción que permitía a los obreros en- ~lerse en la obra sin necesidad de recurrir a _ lenguaje articulado. Este conjunto de signos, al parecer utilizado ~davía por los “Compagnons des Devoirs” (1), dis- ~esto en un círculo, lleva el nombre de “Péndulo ~lle Salomón” y se halla vinculado, de un modo u ~tro, al crismón del que tendremos que volver a ~ablar en el camino de Santiago. Pues bien, algunos de tales signos se parecían ~ctrañamente a letras del alfabeto del sarcófago de Hiram, lo cual no es sorprendente; pero lo que sí resulta asombroso es descubrir que se parecen también a signos petroglíficos de los peñones gra- bados de Galicia, a los del alfabeto de Alvao, en la Galicia portuguesa, y a algunos signos de Glo- zel, que yo considero una necrópolis de “profe- sionales” de los tiempos neolíticos (2). (I) Véase La Pend~le a Salonloll, de Raoul Ver- gez, Ed. Julliard. (2) Los ~igan~es y el misterio de los orígenes. 104 105 Pero los signos de Galicia, así como los

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zel, son muy anteriores al alfabeto de Hir~ Veamos cómo las cosas se entrecruzan :~ vuelven a reunir, sin que sea posible aporta menor prueba de ello, al no disponer de otro~ cumentos que los legendarios. Los signos neolíticos de Occidente, los si~ de los constructores y los signos fenicios tie una evidente analogía. Los fenicios poseen talleres de construcción. Los fenicios y los constructores de Occide mantienen relaciones legendarias. Los fenicios recalan en lugares señalados d~ de la m s remota antiguedad de los comienz neolíticos como tramos finales de caminos il ci ticos en los que los hombres se convierten qi “sabios”: Jakin, en vasco. . Legend riamente, los fenicios trabajan ca obreros de la construcción que son Jacques (c Jakinak?) llegados de Occidente. La misma marca de la pata de la oca se des cubre entre esos occidentales y entre los fenicio~ “tarsos de pato”. E~stos son, junto con otros m s sutiles, los “ele mentos” de la red. En cuanto al punto de confluencia, éste se si t£a allí donde se encuentra precisamente esta acu~ mulación de signos ante los que los m s sabios arqueólogos pierden “su br£jula~, es decir, al final del camino de las Estrellas, en las rías de Gali- cia donde uno de los padres Noé de las leyendas vino a recalar, a domesticar los animales y a plan- tar su viña. Habr que reconocer que todo esto no es obra del azar. Como tampoco lo es la identidad de los monumentos dolménicos en el mundo; como tam- poco la identidad del laberinto (se puede inventar muchos otros), ni la identidad de los signos pe- troglíficos o alfabéticos. No pudiendo ser obra del azar y difícilmente

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un caso de transmisión, es preciso, pues, que to- ~i en que podemos saberlo, este es, para Occidente y el Mediterr - ~. . Iij:cir atlante. dieron su nombre a Galicia son cel- ~gaeles, aquellos que nosotros conoce- .1 nombre de galos. de su aparición en el extremo noroes- el~ínsula Ibérica est sujeta a controver- general se admite, sin embargo, que su ~ibno lugar hacia el siglo v a. de J. C., con h~imación de un centenar de años; es de- . 1000 años después de su llegada a la ~ree que procedían del Asia central y, m s ~~tamente de las altiplanicies del Ir n, de ahí _~re genéral de arios dado a los pueblos del i~ origen que hablan dialectos llamados in- ~peos. krtidas sucesivas de esta Asia central habrían ~b origen a los troncos jonios, dorios, celtas, ~aanos, eslavos... Las ramas llamadas célticas habrían cumplido ' período de estancia m s o menos largo en Eu- p Central, y algunos troncos, por lo dem s, han ~Jrdurado en las regiones balc nicas. En la parte m s extrema de Occidente, parecen ~l~ber sido notablemente menos civilizados que D.IDs pueblos que invadieron y con los cuales se aezclaron, pero en general se cree que fueron ellos ~:!bs que aportaron el hierro hacia el 800 a. de J. C. I'or lo menos, el hierro hace, con ellos, su apari- ción p£blica en Occidente. - - En la Galia se organizan--o se los organiza-- en federaciones, utilizando generalmente el amo- jonamiento constituido por las concentraciones

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megalíticas que hallaron en el suelo. En efecto, los puntos de confluencia entre la pueblos celtas --van generalmente de cuatro e cuatro--est n marcados por megalitos o dólme~ nes que son muy anteriores a ellos, y uno podría preguntarse si esta “invasión” ocurrió del mod como se tiende a suponer, es decir, una oleada b r- bara de ocupantes que pretendieron instalarse... O bien se trató de un “reparto” de hombres lla- mados para poblar regiones subhabitadas; pue- blos dirigidos del mismo modo a como un apicul- tor distribuye los jóvenes enjambres en colmenas vacías. Evidentemente estamos pensando en los drui- das que fueron los conductores de los pueblos cel- tas de Occidente... Pero resulta sorprendente que sólo se hable de dichos druidas en las regiones de extremo occidental; ahora bien, los celtas residie- ron en la Europa balc nica y han perdurado algu- nos troncos allí. En los tiempos de Roma tales regiones no estaban germanizadas, y, no obstante, los autores latinos no hacen ninguna mención de “druidas”... a pesar de que los latinos prestaron mucha atención a los “b rbaros” susceptibles de amenazar Roma... Podemos preguntarnos si la institución druí- dica no es anterior a la llegada de los celtas a la Galia y a las Islas Brit nicas. El vocablo “druida” es ciertamente céltico, pero sin duda no es m s que una traducción de un anterior “sabio” o “vi- dente”. En la región de Provenza, de predominio ligur, se les llamaba “magos”. La leyenda irlandesa los describe como descen- dientes~de la tribu de los “Dé Danan” (Tuata dé Danan ), tribu de la Diosa-Madre magos que ha- brían llegado a Irlanda antes q£e los fomoré y antes que los milesios... Y--el detalle es impor- tantísimo--Apolodoro indica que se daba el nom- bre de danaenes a los argivos, las gentes de Argos: pelasgos. ~ste no es un nombre propio, sino un calificativo que parece tener alguna relación con el verbo griego: dao, enseñar... Y los druidas son ,!entes~---

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~s pelasgos eran pueblos que procedían del ~r~ del mar occidental, del Atl ntico; y otra ~dición irlandesa afirma que los primeros drui- .~s de Irlanda habían llegado de España... M s adelante seguiré con este tema que creo ~arda una íntirna relación con el camino de San- b~o de Compostela. l _ ~ Los gaeles, instalados en la parte m s extrema de Occidente y distribuidos muy inteligentemente, _ ~ emprendieron, como ya es sabido, expediciones entre los siglos v y III antes de nuestra Era... ha- cia Galicia, hacia Roma o hacia Oriente. Y se produjo también un hecho extraordinario: tales expediciones (excepto la que marcha en di- rección a Roma, y en cierto sentido también ésta, pues Roma est muy cerca de Alba y Etruria) tie- nen lugar hacia los lugares inici ticos tradiciona- les: Galicia--o al menos aquel país que m s tar- de ser Galicia--, Delfos y el C ucaso, donde ellos crear n la Galacia. ¨Tesoros codiciados? Sin duda. ¨Pero se trataba de tesoros “monetarios”? Por lo ~; que sabemos, el oro no era raro en la Galia, y pa- rece que los galos no le daban excesiva importan- . cia, entreg ndolo de buen grado a los dioses de los 1~ lagos y de los estanques. ¨No se referir m s bien a las bases de esta ciencia tradicional que ellos quieren ir a recoger en las fuentes para descubrir aquello que, poco a poco, pierde su pureza origi- nal. . . ? ¨Algo que los druidas quieren hallar de nuevo, sabiendo dónde hallarlo? La primera expedición se dirige hacia lo que ser posteriormente Galicia, el “finisterrae” de Ibe- ú1 ria. Esta expedición tiene lugar en el siglo v a. de -1 J. C. Y discurre por el actual camino de Santiago. Todavía es posible seguir sus huellas, ya que deja descendencia en los países atravesados.

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Los gaeles pasan por Somport o por uno de los pequeños puertos que lo rodean, y dejan su nom- :1 109 ~,L b,re a un río: el río G tlego... Dejan tamb~ n netamente ligures. Pr ctica- , anarecer el monumento de pie- nombre a Briones, los briones o berones, al. cer una subtribu de los bituriges (existe to~ un “Brion” cerca de Issoudun). Parece asimismo que Burgos tuvo cierta ción con esos mismos bituriges, y, aunque Lu un dios anterior a los celtas, fueron ellos bablemente quienes lo convirtieron en León y montes de León. Se les descubre sobre todo en Galicia, norn mente: un grupo celta en Lugo que tiene una d sa Poemana; ambrones en Ambroa que m s ~ de se convirtió en La Coruña tongres al sur ~ bo siq Tras os Montes; eburones en �bora, sobre el Ta~Vid ' bre, cerca de Santiago... _ un secreto. Su sentido hermétlco Aproximadamente en aquella época acababa ¨ producirse en esta parte extrema del Oeste ur explosión cultural precéltica, que puede situar~ a finales de la Edad del Bronce y que se man fiesta por una actividad muy grande de las explc taciones de los minerales auríferos y estaníferos un notable desarrollo de los contactos marítimo~ con el Occidente noratl ntico. Es bastante sorprendente volver a encontral albrones entre el Navia y el Eo, y osismii, coma en el extremo del Finisterre armoricano. Los auto- res españoles que han estudiado el tema muy de cerca creen generalmente que éstas son denomi- naciones cuyo origen es anterior a los celtas; lo mismo opinan también de los sefes, que con fre- cuencia han sido considerados, sin duda errónea- mente, como puramente celtas, pero que en reali- dad estarían constituidos en su mayor parte por el fondo autóctono, aquellos que entregaron a los celtas recién llegados los secretos de la piedra. En efecto, no parece que los celtas hubieran sido originalmente “gentes de la piedra~. Antes

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de la llegada de los romanos, no se descubre en- tre ellos trabajos de la piedra; como tampoco, por otra parte, entre sus primos “germanos,-. Los gordies considerados célticos que quedan en el Me- ~que eu la época de la dominación ~sus arquitectos; por el contrario, -; carpinteros; los trabajos de car- ~s por ellos en las aciudades lacus- uestran sobradamente. i~, el trabajo llamado céltico de la pie- ~;a aparece antes de Roma. Los especí- ~notables est n actualmente en el mu- maraes en la Galicia portuguesa. r e ~ A ~ 7 f~n rll~nA-- se descubren ~a mismas cabezas mudas halladas en '. y en otros lugares que muchos sabios se 1 en considerar como “funerarias~ porque I de h lito; no obstante, los grandes ojos- i~; y bien vivos habrían debido desengañarles. ,~ pues, resulta que hacia el siglo v a. de J. C., _!ltas gaélicos han tomado posesión, en Occi- ii6, antes de la ~llegada de la segunda ola de ~i~ belgas y bretones que ser una verdadera l ión destructora. ,ie sabe, gracias a los estudios de Dotenville, ,~la peregrinación armoricana existía todavía en ,~ tiempos célticos. Podemos deducir de ello que ~mismo ocurría con las peregrinaciones de Gran !~etaña y, evidentemente, de Galicia, siendo esta kima, por la naturaleza misma de las poblacio- es meridionales, m s ligur que celta. ~sta es una reanudación --o una continua- ~Sn--voluntaria, preparada y organizada, de las ~peregrinaciones neolíticas, y el objetivo civiliza- dor se me aparece evidente. b,re a un río: el río G llego... Dejan también su~ nombre a Briones, los briones o berones, al pare- cer una subtribu de los bituriges (existe todavía~ un “Brion” cerca de Issoudun). Parece asimismo que Burgos tuvo cierta rela-

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ción con esos mismos bituriges, y, aunque Lug es un dios anterior a los celtas fueron ellos pro- bablemente quienes lo convirtiéron en León y los montes de León. Se les descubre sobre todo en Galicia, normal- mente: un grupo celta en Lugo que tiene una dio- sa Poemana; ambrones en Ambroa que m s tar- de se convirtió en La Coruña; tongres al sur de Tras os Montes; eburones en Ebora, sobre el Tam- bre, cerca de Santiago... Aproximadamente en aquella época acababa de producirse en esta parte extrema del Oeste una explosión cultural precéltica que puede situarse a finales de la Edad del Brónce y que se mani- fiesta por una actividad muy grande de las explo- taciones de los minerales auríferos y estaníferos y un notable desarrollo de los contactos marítimos con el Occidente noratl ntico. Es bastante sorprendente volver a encontrar albiones entre el Navia y el Eo, y osismii, como en el extremo del Finisterre armoricano. Los auto- res españoles que han estudiado el tema muy de cerca creen generalmente que éstas son denomi- naciones cuyo origen es anterior a los celtas, lo mismo opinan también de los sefes, que con fre- cuencia han sido considerados, sin duda errónea- mente, como puramente celtas, pero que en reali- dad estarían constituidos en su mayor parte por el fondo autóctono, aquellos que entregaron a los celtas recién llegados los secretos de la piedra. En efecto, no parece que los celtas hubieran sido originalmente “gentes de la piedra~-. Antes de la llegada de los romanos, no se descubre en- tre ellos trabajos de la piedra; como tampoco por otra parte, entre sus primos “germanos,-. Los gordies considerados célticos que quedan en el Me- J~IIa francés son netamente ligures. Pr ctica- ~nte, no se ver aparecer el monumento de pie- ~a céltico m s que en la época de la dominación k Roma y de sus arquitectos; por el contrario, ~n excelentes carpinteros; los trabajos de car- ~intería dejados por ellos en las “ciudades lacus- .tres~ lo demuestran sobradamente. ~, Ahora bien, el trabajo llamado céltico de la pie-

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~dra en Galicia aparece antes de Roma. Los especí- ~menes m s notables est n actualmente en el mu- ~seo de Guimaraes en la Galicia portuguesa. ~-. Señalemos que, de vez en cuando, se descubren t' cabezas sin boca que parecen representar, no ca- beza sin vida, sino cabezas con la boca cosida, ~ que conservan un secreto. Su sentido hermético .s es seguro. Son - esa mismas cabezas mudas halladas en Glozel... y en otros lugares que muchos sabios se obstinan en considerar como “funerarias~- porque carecen de h lito; no obstante, los grandes ojos abiertos y bien vivos habrían debido desengañarles. Así pues, resulta que hacia el siglo v a. de J. C., los celtas gaélicos han tomado posesión, en Occi- dente, antes de la llegada de la segunda ola de celtas belgas y bretones que ser una verdadera invasión destructora. Se sabe, gracias a los estudios de Dotenville, que la peregrinación armoricana existía todavía en '1 los tiempos célticos. Podemos deducir de ello que . la mismo ocurría con las peregrinaciones de Gran Bretaña y, evidentemente, de Galicia, siendo esta £ltima, por la naturaleza misma de las poblacio- nes meridionales, m s ligur que celta. l~sta es una reanudación --o una continua- ción--voluntaria, preparada y organizada, de las peregrinaciones neolíticas, y el objetivo civiliza- dor se me aparece evidente. _~I establecer la progresión .~1 hasta la forma m s evo- lengua vasca ocurre de modo p~ecisión en el mecanismo de su imposible añadirle el menor en- X. LOS VASCOS Los celtas, en su marcha hacia Galicia, s ~_ ron el trayecto que se convirtió en el de la cl si paregrinación del siglo XIV: Logroño, León, Lu~ ipero no parece que penetraran en el país vas en las provincias de raza vasca. Voluntaria u o~ gatoriamente, las rodearon. Uno podría preguntarse si acaso no existía

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tabu respecto al país vasco, pues el c~mino de ] Estrellas lo atraviesa completamente, y las est llas toman en él nombres vascos: Izarra Lizarra Si existió aquí un tab£ para los céltas, é~ solo pudo venir de los druidas, los £nicos capac de ainstituir” estos tipos de defensas y los £nic suficientemente respetados para hacerlas obs var. Los vascos, cuyo origen se pierde en la noc de los tiempos y que nadie, hasta hoy, ha con! guido entroncar racial o lingiiísticamente con ni g£n pueblo, hablan lo que sin duda es la m s a tigua lengua del mundo, y, si se da crédito a C mente de Jaurreguiberri, la m s sabia desde origen. Este autor, en su calidad de matem tico dedicó a estudiar su lengua desde este aspecto. E aqui lo que dice: “En filología existe una ley general que se I fiere a la evolución progresiva del lenguaje, y ~ ~tario. A poco que s~ ~iLUUI~ 1;(.111 ~u~ore en ella la estructura general nmenso edificio armonioso. Que al- ~le ese monumento se hayan degra- ~ en los lugares m s frecuentados i- la unidad del conjunto, y es notable menos utilizadas en el uso del ha- conserven la pureza y el rigor tota- ~e inducido a reconocer que la lengua a~seguido la ley de evolución progresi- i las dem s lenguas se han perfecciona- Ei~r de una forma inicial grosera, el vasco ~un conjunto inicial de tal perfección que ~icaciones en forma de mejora se demos- ~o solamente in£tiles, sino imposibles de ,~ la pr ctica.” (1). ~ndo a Clemente de Jaurreguiberri la res- ,bilidad de su opinión sobre la no evolución rlengua vasca, subsiste el hecho que nos ha- ,~s frente a la m s antigua lengua del mundo, ~menos ante la lengua m s antigua de Occi-

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"~e, y, lo que es m s, una lengua de rara per- ,~ión. ~~-Sin duda, la lengua tiene una antiguedad neolí- 1, y, dado que parece que no es transmisible l~era de los círculos familiares y de la tribu, esta ~iltiguedad hab-remos de atribuirla también al pro- ~io pueblo. ~: -Para citar sólo un ejemplo, pero que vale por r~sí solo-por todas las pruebas: el hacha, los instru- ~ mentos agrícolas para cavar la tierra, los £tiles ,- para tallar, est n todos formados con el radical haitz, que significa la piedra. Cuando el bronce (I) Clément de Jaurreguiberry: Un peuple et ¨Itle tangue pus comme les autres. Documentos suletinos. 112 . 113 8--EL NISTERIO DE l'O~IPOSTELA remplazó a la piedra pulimentada, o inclus~ llada, se conservó para el instrumento el non del antiguo... Una lengua quc, antes dc la Edad del Brd --y éste es m s antiguo en la Península Ibérica lo que generalmente se admite--había llegadi un punto de pcrfección y plenitud que toda ahora parece admirable... El pueblo vasco es un pueblo dc montañe que posee todas las tradiciones, y por otra p~ las aptitudes, de un pueblo dc marinos. Lo que se considera como un resto de matri cado y que hace de la mujer vasca la dueña ab luta en su casa no es m s que el sistema de on nización de un pueblo de tradición marítima. Hi falta alguien que conserve la perennidad de casa durantc las travcsías. En el fondo, la mu; es “dueña a bordo”, y, si se rcflexiona sobre el nos damos cucnta de que es necesario que lo sl Hasta hoy no se ha encontrado para los vasc ninguno de esos orígenes a que tan aficionad son los antropólogos que gustan de hacer mala~ rismos con los “mediterr neos”, los “mongoloide

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y dem s. ~stos sólo han comprobado que, al la de los beréberes y los irlandeses, son los pari~ tes m s cercanos conocidos del hombre de CI Magnon, que sin duda fue el m s hermoso espel men que jam s haya existido de la especie h mana. Cuando los historiadores tratan de represent; cómo ocurrieron las invasiones de Europa por pa te de los pueblos de Levante, en esta costa vast sólo pueden poner, desde la prehistoria has~ Roma, la indicación: “zona tradicionalista”. Los an lisis y clasificaciones de los “grupa sanguíneos” por regiones, tarea emprcndida hac algunos decenios, han proporcionado informach nes estadísticas muy interesantes. Así, nos percatamos de que el grupo sanguíne “O” es muy poco frecuente en la Europa central m s frecuente en toda la parte occidental y en ~jorrelieve de la iglesia de San Miguel. ( Foto h~tor.) Magreb, al oeste de una línea que va desde el go de Trieste al norte del B ltico, y que su frecu cia m xima se sit£a en puntos bastante delimi. dos: el Atlas, el Rif, cerca de T nger, la parte oe te de Anda]ucía, el país vasco, la Baja Normand~ maritima, Irlanda, Escocia, Islandia, un rea b i tica; Cevenas, el país c taro, Córcega, Cerdeña, en Asia, un enclave sobre el mar Negro, al pie d~ Caucaso. . . Todos los países próximos al mar o f cilment~ accesibles por los ríos y riachuelos. Todos comprendidos en la zona dolménica de Occidente. Y el C ucaso... Uno puede preguntarse, con grandes probabili~ dades de responderse positivamente, si este grupo sanguíneo “O” no es acaso la “secuela” de ese pue-7 blo de navegantes llegados del Atl ntico y que he- mos encontrado a lo largo de este estudio. Asimismo, nos percataremos de que esos aislo

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tes” contienen las etnias que m s se aproximan al hombre de Cro-Magnon. Y de todos esos islotes parece realmente que el vasco ha sido el £nico en conservar una cierta pureza en la continuidad de la raza, y ello a causa por un lado, de su organización tradicional y, por otro, a la conservación de su lengua, qué nada debe, salvo vocablos prestados, a los dialectos in- doeuropeos o semíticos; lengua que por desgra- cia, poco a poco cede a la presión del mundo mo- derno y que, sin embargo, sería muy importante Esta lengua neolítica es de tendencia agluti- nante y posee numerosas inflexiones no estando destinada, pues, a la escritura, que soiamente pue- de empobrecerla (el primer tipo de escritura de la lengua vasca data del siglo x, y fue encontrado en el monasterio de Yeso, no lejos del camino de Santiago). A propósito de dicha lengua, Frank Bourdier ha puesto de relieve, en su Prehisforia de Fran- ~nómeno bastante curioso: un n£mero k-lugares y de ríos y de puentes france- ~en tener nombres de origen vasco o vas- ~tre ellos, muchos derivados del radical ~ua, y de Gar, la piedra, lo cual me pare- ~ien ligur (¨pero hasta qué punto el ligur, ~e la lengua popular de Europa antes de la del indoeuropeo, no estaba emparentado asco?). ~blemente, es en el vasco donde hay que el origen de Alesia, y no, como se ha hecho ~ado frecuentemente, en el aliso o en una , lUy dudosa. ~iste un cierto n£mero de Alaiz en el país ~; entre otros, una Sierra de Alaiz, situada en ~mitivo camino de Santiago, el camino de las

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5~11as, entre Jaca y Garés, que es actualmente ~te la Reina. Ai~z es la piedra. Al o El es, desde i~lpo inmemorial y casi en todas las lenguas an- lS, el modo de designar a la incognoscible di- _dad (Ahal, en vasco, designa el poder~. Al-aitz i la piedra de Dios, o la piedra divina, que los ~breos denominan en su lengua: Beth-EI, la casa 3~ Dios. .~ (En los tiempos célticos descubrimos el térmi- ~ equivalente: Car-Bel, la piedra de Belén, que @~. dado lugar a Carmelo.) c~ Asimismo parece que, por antífrasis, aitz ha ibdo la caverna; quiz refiriéndose al agujero en ,~1 peñasco, tal vez a la gruta dolménica que se en- ~ientra bajo la mesa; de ahí esos numerosos lu- ~gares terminados en Aise que desginan cavas y cavernas. La Chaise-Dieu francesa probablemente ~sólo es una Casa-Dei para los latinistas; m s ve- rosímilmente~ debe tratarse de una “gruta de Dios~" una Al-Aisia. ~€ - - Hay algo m s notable. La mayor parte de los ~- lugares cuya denominación céltica puede entron- (I) Frank Bourdier: Préhistoire de France, Ed. Flammarion. carse con el vasco son aquellos que, por u~ cepto cualquiera, parecen “sagrados” y qu menudo, han quedado como tales, normaln~L anexionados por la actual forma religiosa. I~o pretendemos llevar los an lisis hasta ~ consecuencias extremas, sobre todo en ese tei no tan inestable y a veces subjetivo, pero uno 1 ne la tendencia a pensar, sin embargo, que el v. co se presenta un poco como una lengua sagrad

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Cuesta trabajo creer que esta lengua tan sutil, ts nitida y tan completa no sea una lengua “entr gada” a un pueblo con la misión de “conservarla Que nadie hable de inverosimilitud. Esto ~L exactamente lo que hizo Moisés. Pero aquí abordamos un campo m s herméti co.-l,o propio de una lengua sagrada es tener va lor inici tico y ser, por sí misma, un elemento d~ religión, es decir de relación cósmica tanto en el sentido material como en el m s sutil, divino. - ~ste es, de hecho, el sentido dado por los kab- balistas a la lengua hebraica. Cualquier expresión de semejante lengua esta- ra en resonancia armónica con los mundos del Universo, con lo que Platón denominaba la “m£- sica de las esferas”, y por tal motivo su acción sobre todas las cosas, incluyendo el hombre ten- dr una forma de identidad con esas acciones cosmicas. Es exactamente el principio creador del Verbo... Sabemos que los templos egipcios, griegos y posteriormente, los grandes monumentos cristia- nos tienen como fundamento de su construcción no un plano arquitectónico independiente de su fantasía o de la moda del tiémpo, sino una “consa- gración”, es decir, una frase en lengua sagrada que, interpretada cabalísticamente, “proporciona” todas las grandes concordancias del monumento con el lugar, la época y los hombres. Esto puede encontrarse en los propios nombres de las dos columnas del templo de Salomón, cuyas “calificaciones” se conocen: lakin: “él consolida- ,, ~st la fuerza~, calilica~ un valor totalmente distinto tódo esto hay mucha sabiduría. ~grada solamente puede haber sido ~;sabios; gentes cuyo saber es tanto i que muestran al lado de una simpli- ~una diversidad infinita. precisamente el caso de la lengua

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~:Rntando con el amor que sienten por ,~ y que es susceptible de provocar en ú cierta parcialidad, todos los eruditos ~ponen de acuerdo para ensalzar la infi- eza de su lenguaje. “La £nica persona . ~transitiva --escribe Inchauspé-- es sus- ~de 6.500 modificaciones diferentes, y los l~rminativos del presente de indicativo de ~i transitiva totalizan m s de 3.200 modifi- l~s todas ellas diferentes entre sí.” r~añadidura, otra característica del vasco re- ~ en su sistema de construcción que, seg£n i~nte de Jaurreguiberri, respondería a una dis- ~n matem tica muy estricta y muy comple- t~ste autor ha dejado notas al respecto que, ~n creo, la Academia Vasca intenta publicar ,~slmente. ~EI vasco--escribe Jaurreguiberri--es una len- iC de una lógica matem tica, y su elocución se ect£a conforme a reglas armoniosas adaptadas _ la mentalidad humana, de donde resulta incon- ~4ebible que un hombre adulto, nacido en Soule r habiendo vivido siempre allí, cometa una sola falta de sintaxis. Digan bien: -una sola! “ ~ Así pues, los vascos son los herederos de una lengua sumamente sabia, de tradición oral, foné- tica (como la c bala occidental), de car cter sa- cro como lo demuestran los nombres de lugares sagrados salidos del vasco; e incluso de divinida- des, ya que Balisama, apariencia material del dios Belén, es una formación vasca, indicando el sufijo ama el femenino. ú ll9 ¨Sería rebasar los limites de la lógica admiti que esta ciencia linguística corre pareja con aque lla antigua ciencia del cosmos, de la tierra, de lo~ hombres, de las bestias y de las plantas, de k que algunos vestigios han llegado hasta nosotro~ con el nombre de ciencia tradicional? Dado que es imposible relacionar la lengua vas ca con ninguna otra lengua conocida (salvo, a

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parecer, con algunos radicales caucasianos, eviden temente); puesto que esa lengua no puede pro ceder de Oriente, como tampoco la etnia vasca a la que est vinculada, es necesario admitir, y nc hay ning£n dilema en ello, que esta lengua es occidental y procede de un pueblo desaparecido, atl ntico... O que los vascos son ellos mismos dicho pueblo. Es m s probablc que tales atl nticos fueran marinos que habían dcscmbarcado en las costas de Occidentc, antes, durante o después de un ca taclismo mundial que hizo dcsaparecer su tierra dc origen; que habían dcsembarcado en Galicia (Noya y montes Aro), cn la costa cant brica (otra Noya, otro Ajo), en Armórica (montes de Arrée) en Irlanda, en Cornualles, cn el C ucaso (Noé y el monte Ararat), supervivientes, portadores de una civilización de criadores de ganado, de agriculto- res, de marinos, de constructores, que poseían un inmenso conocimiento de las leyes de la Natura- leza, de la tierra, del cosmos; y que poseían una lengua sagrada, reflejo directo de las grandes le- yes cósmicas así como dc aquéllas del comporta- miento animal y humano; una lengua m gica y creadora . . . Yo no mc atrevería a afirmar de un modo ab- soluto quc esta lengua sagrada sea cl vasco, pero pienso quc el vasco es, de todas las-lenguas occi- ~dentales, la que se lc aproxima m s. Y opino que la desaparición de la lengua vasca, en una época en que el materialismo borra poco a poco todos los valores, sería un nuevo cata- clismo. 120 v he terminado todavía con los vascos. uando las órdenes cristianas decidieron pro- ~r de nuevo la peregrinación de Compostela-, regrinación inici tica, no fue ciertamente sin ~ndas razones. Como eran h biles en el arte t publicidad se sirvieron, por decirlo así, de e los recursós y especialmcnte del cmperador ~magno, quien, por razoncs de politica roma- abía sido ya consagrado como “gran figura”... d es cómo se vio aparecer, cn cl itinerario ,vmery Picaud, la primera versión de lo que

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3nvertir m s tarde en La Canción de Rol- - la Gesta Tl(rpi~lia. Qué pintaba, en esta historia de Santiago de ~Dste~a, la paliza que algunos vascos habían iinado al “sobrino” Rold n, conde de la :a? arlomagno jam s rindió viaje a Santiago dc pDstela; y es incluso probable que nunca oye- ablar del lugar... Pero acaso no se trataba dc cristianizar, tal D se había producido ya con Santiago, una da anterior que cs~aba dcmostrando tener gran capacidad de perdurar? ~DS celtas poseían lo quc se ha convenido en ar un “dios de los hcrreros”. ,a especie dc equívoco quc sobre la palabra mantiene la concepción judeocristiana hace ~er bastantc f cilmcnte quc nuestros antepa- eran politeístas. Esta conccpción dcbcría iarse. De hecho, una partc dc los supuestos es -ligures y celtas corrcspondcría a lo que almente nosotros llamamos santos patronos, ecir, a hombres quc han cxistido realmente, I que se revelaron como de una naturaleza su- Dr a la de la Humanidad quc les rodeaba. Lo los gricgos llaman una naturaleza divina, sin, ~bstante, dcjarsc engañar por cllo. ~tra parte de aqucllos dioses no cra m s que 121 representación de fuerzas naturales, lo que daba lugar a un “dios trueno”, un “dios viento~ dioses o diosas “fuentes", cosas todas ellas cuy natu- raleza escapa al hombre, que el hombre no puede dirigir ni dominar y que, por tal motivo, se reve- lan como superiores... Est también la egrégora de raza, el dios de la raza o del pueblo. Para los celtas, éste era Teuta- tes (Tuata Teos, el dios de la tribu); Jehov para los hebreos (Yo soy el Dios de Tsrael...). Tales dioses han sido representados, signo éste de su materialidad, sobre todo entre los griegos y latinos, pero también entre otros pueblos: son

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los ídolos, los iconos... Del Ser Supremo, no se puede siquiera inten- tar dar la definición, ya que, por su propia natu- raleza, es incognoscible para la mente humana. Ha sido una debilidad del cristianismo haberlo rebajado al rango de imagen representable. Pues bien, los celtas poseían un “patrono” de los herreros, el “dios” Cul n, del que el héroe ir- landén Cuchulaín fue en una época el “perro”; y Cul n, seg£n nuestro grafismo actual, y que tiene a£n su residencia en un lugar de la región de Berry, se pronunciaba: khr'oulan' (Cuchulaín se pronuncia a£n khr'ouhr'oulin). Cul n es khr'oulan', o, m s popularmente Rol- d n (Roland). Es el mismo nombre que se s£pone para el sobrino de Carlomagno; que se supone, ya que en su calidad de franco, el susodicho sobrino debía muy bien llamarse Roul o Ra£l, o Rolf. Entonces cabría preguntarse si Aymery Picaud con su Gesta Turpinia, no pretendió volver a mo- ler una~vieja historia, una vieja leyenda del sacri- ficio, bajo las piedras, de un Rold n-Cul n. Es seguro--o casi--que la retaguardia del em- perador, al regresar de España, sufrió, en Valcar- los, una derrota infligida por los revoltosos vas- cos, y esto debió cantarse en el país; y Duranda~, la espada de Rold n, había hendido el peñasco des- pués de que el valiente hiciera sonar desesperada- ~nlte su trompa de marfil. ,~ Y esto ocurría en Valcarlos-Roncesvalles... ~' Pero es en las proximidades de un pequeño ,uerto, por lo dem s de difícil acceso, cerca del ~rco de Gavarnie, donde se halla la “Brecha de _~old n”, no lejos del camino que siguieron los ~eltas, por Sallent de G lley,o, sobre el río de este ,~4ombre; y el país fue vasco y una parte de la to- onimia se ha conservado vasca. ~ Los celtas-gaeles traían con ellos el hierro y la rforja. ¨No podría tratarse en tal caso de un Cul n- ,~Rold n, a quien se prohibiera pasar, se rechazara ~y se condenara a muerte por haber vulnerado un ~tab£ sobre la forja y sobre el hierro?

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En vasco, una de las denominaciones de la for- ja es ola... Evidentemente, cabe pensar en una condena a muerte simbólica, pues se trata de algo que en- contramos constantemente en la vida inici tica, como el asesinato de Hiram, como la muerte del Maestro Jacques, y otras... O algo que se produce con frecuencia, apoy ndose la tradición en el he- i~ cho real, pues la brecha de Rold n existe. F ¨Estarían los vascos, en aquellos tiempos, in- vestidos del papel de guardianes de la tradición? f De hecho, son realmente los vascos quienes guar- dan el camino de Santiago, el verdadero, aquel que discurre “entre estrellas”, y yo no sé si acaso no hemos de ver una preciosa indicación en el he- cho que a la entrada del camino, cerca de Jaca, pjA~- ' se encuentra un pueblo llamado Atarés; y que el radical vasco Atari tiene significación de puerta. Es preciso volver a esos nombres vascos o vas- coides que aparecen a cada paso en la tierra gala. Esta toponimia se aplica ~ un considerable n£me- ro de lugares sagrados; pues bien, muchos de és- tos revelan alineaciones ortodrómicas a distancias a veces considerables: los Alesia, los Isoré (Iza es el radical de ser), y otros también. Esto sólo puede ser obra de hombres sabios; y tales hombre bios hablan vasco. Así pues, es lógico pensar que tales homb; sabios procedían de ese país vasco y que eran~ ficientemente poderosos o reverenciados coj para elegir los lugares y hacer erigir en ellos monumentos necesarios. Con razón o sin ella, yo los tengo por desc~ dientes de los £ltimos atlantes, los Grandes Ant, convertidos en Gigantes (Géants) en la tierra gur, y a continuación es Juan (Jean). Son señoK en vasco: Jaun. Señores porque poseen el poder; poder q nada tiene en com£n con el de un jefe de gobi~ no, sino que es un poder real y directo sobre Naturaleza, como Ma~a-Jaun, este señor de la turaleza de la mitología vasca. Por otra parte, m s tarde, los druidas lanz

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a los celtas a los caminos que conducen a luga inici ticos; lugares que sólo habrían podido nocer gracias a una tradición surgida de sus p decesores vascos. Así pues, aparece probable q los druidas fueron los descendientes y los discí los de esos Jaunak. Añadamos a éste otro hecho: una tradición landesa pretende que los primeros druidas ] bían llegado de España. Todo esto da alguna consistencia a la posib dad de un origen vasco de los druidas; dando F supuesto que la palabra dn(ida es un térmi celta aparecido con ellos, la designación anter sin duda era Jean (Juan) o Jaun (muy parecido John brit nico). En ~al caso, ¨ no habría sido inicialmente vasco la lengua sagrada de los druidas? (Forzo mente tenían una.) Esto explicaría cómo fueron marcados los minos de peregrinación inici ticos hacia los m~ tes de Arrée de la Armórica donde la concent ción se denomina todavía Pardon, hacia los m~ tes Aro de Galicia, donde el lugar de reunión ~ron, allí donde, naturalmente, ~ntiago... Y donde se instalaron los ~ con un fin de protección contra pue- ~rbaros. .. itando cuidadosamente el país vasco. XI. EL CAMINO DE SANTIAGO Hubo una época en que el camino inici tico de Saint-Odile a la Armórica no fue recorrido ya,~ sino sólo como una superstición nacida de un~ vago recuerdo tradicional; ni siquiera fue segui- do hasta su término, sino sólo hasta el monte Tombe, el actua] monte Saint-Michel. Es probable que ese abandono ocurriera en la- época en que Roma ocupaba la Galia y en que los druidas eran perseguidos y desterrados. La fe~ cha, incluso aproximada, es difícil de precisar, pero la ruta inici tica original estaba seguramen- te olvidada en el momento de las invasiones b r- baras.

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Es asimismo difícil concretar en qué momento se produjo el abandono del camino de las Islas Brit nicas, pero es probable que ambos caminos fueran dejados en fechas bastante próximas, y se puede seguir con relativa facilidad el proceso de dicho abandono. Los romanos “ suspendierom~ la educación b - sica que los druidas impartían a los jóvenes galos; de modo que dichos druidas se vieron obligados, para subsistir, a limitarse aJ ejercicio del arte mé- dico, lo que por otra parte era una de sus espe- cialidades; pero la formación necesaria para inter- narse en las rutas inici ticas dejó de darse... Y re- correr el laberinto, si se ignora el ritual, es un juego sin valor. ~asiones b rbaras hicieron el resto, re- 7,~a una especie de esclavitud a todo aquel _ ertenecía a la “raza de los señores” (a sa- n nica) franca, burgundia o gótica. Pero ~e que la peregrinación de Compostela se interrumpido de la misma manera, y esto t ~I hecho de que pudiera ser recogida tan ~nte por el cristianismo... Y también que sido utilizada, sólo ella, por el resto del !~ltP ~esta persistencia había una razón esencial, la montaña. Pr cticamente, los montañe- ~manecieron fuera del alcance de los roma- ~, m s tarde, de los b rbaros. No es posible ~busca de los montañeses a sus propias mon- ~;, sin peligro. Ahora bien, los montes se ex- kn sin interrupción desde Cataluña a Galicia ilma que, partiendo de la Provenza, había in- ~do con bastante facilidad la Península Ibérica de César, sólo se asentó en la costa cant bri- ~rdíamente, y después de la conquista de la I~arece que la resistencia había sido particular- ~te feroz en el país vasco donde los romanos L--inaron por preocuparse solamente de asegu- r los eJes de comunicaciones necesarios para el Fnsporte del oro que extraían en grandes canti- I~des de León.

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:~ Así pues, no es imposible que el recorrido ini- i~tico hubiera conseguido mantenerse durante Fta semidominación romana, recorrido que tal ~z era utilizado incluso por los propios construc- ,~ores romanos. Lamentaríamos sacar conclusio- ~es apresuradas, dado que Roma construía en to- ~das partes, pero es preciso subrayar que varias es- ~'elas descubiertas en la provincia vasca de ~lava, erca de Vitoria, estelas romanas, llevan grabadas rcos de puentes y pueden en justicia ser atribui- as a “pontífices”. Resultaría sorprendente que tales pontífices hu- bieran sido exclusivarnente latinos. como también que hubieran sido exclusivamente latinos aquello que erigieron los monumentos romanos que s~ levantaban en todas partes donde Roma se asen taba. El Lacio no habría bastado para proveer 1O! obreros necesarios, como tampoco los légionario! que efectuaron sus conquistas, tanto m s cuantc que los “proletarios” romanos no hacían m s qu~ (su mismo nombre lo indica) proporcionar hijos ~ servir de tropas políticas a las diferentes faccio nes. Es probable, por tanto, que los “hombres de la piedra” o los carpinteros que emprendían e] viaje inici tico pudieran trabajar en las obras ro manas. A falta de una educación ritual, al menos pu dieron aprender allí la fabricación y manipula ción del mortero, el famoso mortero, el m s gran de invento de Roma en el campo de la construc- ción, clue permitir la bóveda y, con ella, el ~ro m nico”. Asimismo sería sorprendente que los constructores romanos y los constructores loca- les no hubieran confraternizado en las obras, lle- gando incluso a constituir “fraternidades” en las que debía ser de rigor una cierta forma de inicia- ción. A decir verdad, no existe ninguna prueba de que el camino hubiera sido “seguido” en tiempos de Roma ni en los primeros tiempos de las inva- siones b rbaras, excepto el hecho que había sido reanudado cuando la cristiandad comenzó a tener un asomo de organización. Sabemos, gracias a la toponimia, que fue reco- rrido antes de Roma, y, gracias a los textos, reem-

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prendido en el siglo vlll; sería asombroso que su tradición se hubiera mantenido sólo verbalmente. Todo lleva a creer, pues, que no hubo interrup- ción, al menos total El cristianismo en las masas apareció con los b rbaros; o los b rbaros invadieron Occidente junto con el cristianismo. Aunque Constantino lo r!~ ~bía reconocido en el 312 como una de las reli- iones de Roma, jam s lo había impuesto. Por el ~ntrario, había reconocido la libertad religiosa. ,os b rbaros, desde el momento en que se hu- bieron insealado, hicieron de él una religión del Estado, lo cual representa también un medio de 30bernar al reservar a las familias reinantes las dignidades eclesi sticas. Gobernar por el hierro o por la religión sig- ~ificaba reducir los pueblos a la esclavitud; lo que ,~o se diferenciaba, por otra parte, de la empresa romana m s que en los medios; el resultado era ~iempre la reducción de los hombres libres al es- tado de servidores del poder. En ese tipo de régimen, todo conocimiento e incluso todo saber desaparece. Los campos dejan ~r cticamente de ser cultivados, y no aparecen ya ~onstructores. La £nica defensa contra la esclavi- ~ud es someterse a otro poder menos rapaz, y, en Iquellos tiempos, éste era la Iglesia y m s espe- :ialmente el monacato. De los monasterios volver a surgir la civiliza- ~ión, tanto por lo que se refiere a la agricultura :omo a las dem s profesiones. En los monaste- ios es en el £nico lugar donde est permitido a os hombres volver a estudiar y redescubrir las ~laves de sus profesiones. Sabemos, a través de los primeros monumen- :os cristianos, que los monjes constructores “tra- ~ajaban” sobre tradiciones bizantinas adaptadas a lgunas técnicas romanas. Sin embargo, parece que, en los Pirineos y en a costa cant brica, había persistido otra tradi- :ión, precisamente en ese camino de Santiago,

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ula tradición que llamamos visigoda para mayor 'acilidad, a pesar de que es evidente que ninguno le los b rbaros invasores poseía conocimiento de a piedra. - Así pues, aunque no fuera m s que gracias a 128 129 ~--EL ~ilSlER10 DE CO~.(POSTELA - esos “visigodos”, se conservaría en ese camino ur tradición inici tica del oficio, una tradición c “obreros manuales”. Obreros manuales conscientes --y sabios_ cuyo saber corre parejo con el trabajo de la m~ teria. ~- Yo no creo que tales gentes hubieran abandó nado el signo de la oca... Y es precisamente en lo! Pirineos, y precisamente a constructores “segre gados”, que se impondr , después del siglo ~II, e porte de este signo, una pata de oca cosida a su vestidura de “santurrones”, de “cagots”. ¨Son cristianos esos obreros manuales? Sir duda, lo son de alg£n modo, en la medida en qu~ la simbología cristiana se parece a la suya, por la~ cruz y el sacrificio y el “renacimiento”... Y se les inventa Santiago porque son jars (ansares), secta~ rios de la Oca (término que en Francia ha dado lugar a “gars”, y probablemente a un término equi- valente en céltico, ya que en el país de Gales ha dado lugar a “Gwas”). Santiago (Saint-Jacques~ ocupa el lugar del “Maestro Jars”, el muy sabio:~ Jakirl. Su perennidad la deben al hecho de que la montañas protegen la ruta. Las montañas y la montañeses. En ese camino son hombres libre condición primera de la iniciación. Roma sólo pudo preservar sus comunicacio nes; los suevos, que llegan hasta Galicia, evitan también el camino como habían hecho los celtas El visigodo Leovigildo se estrella en él y sólo con sigue destruir una ciudad santa: Varia, que algu- nos creen era Aregia (?); Carlomagno, que toma por caminos defendidos, pierde en ellos su reta- guardia. . . Entonces, para cristianizarlos, se les crea una

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hermosa leyenda, una leyenda cristiana, pero tan lparecida como sea posible a la leyenda tradicio- nal, conservando símbolos y tótems. Históricamente, Santiago es un engaño. No 130 i ~Jacques”, puesto que las tradiciones son las. El “Patrono-Jacq~es” se convierte en in Santiago. mbarca donde debe desembarcar. Como un , en la costa de Occidente, al término del de las estrellas, al final de la “Vía L cteaY>, de se halla el “Can Mayor”, ¨acaso, en su a predicación, Santiago no est acompaña- m perro? perro? ¨Pero, acaso no es, en su forma de tótem hasta hoy todavía, de los “Hijos del , Jacques”, actualmente “Compagnons Pas- e Devoir~? laestro Jacques es un hombre de la pie- cuando se coloca el cad ver de Santiago ~a piedra, ésta se ahueca por sí misma con- ose en sarcófago; milagroso tallador de Y sobre su tumba se instala la estrella, la £ltima del camino de las Estrellas, del ca- ici tico, de la Vía L ctea. Santiago se con- sí en “magister”. Tras su muerte debe re- esto es algo que har en la batalla de en la que cabalga la yegua, la cabala, el blanco, y así tenemos el “caballero”. ~ aquí a estos “Jacques,- entrados en el "I!u ue la Iglesia sin tener que abandonar nada ~sus tradiciones. ~¨Es tan asombroso esto? Sabemos que todas i- Ieyendas cristianas proceden de los monaste- m s especialmente de los monasterios be- nos; ahora bien, los benedictinos son los ~ederos directos de los pontífices romanos; otor- ~n incluso el grado de “Pontifex Maximus” (el úande de los constructores de puentes) al ~esultaría sorprendente que no hubiera te-

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gar ninguna colusión entre tales monjes los constructores laicos aquellos artesanos li- ~res de los Pirineos y l costa cant brica que rearon lo aue se ha denominado estilo visi~odo. Hay m s a£n: los monjes de San Columba eran también constructores, constructores que l bían conservado las tradiciones druídicas, que r die, ni romanos, ni b rbaros, había destruido - Irlanda que permaneció libre, y cuyos obispos crL tianos habían conservado funciones druídicas i por tal motivo, también las tradiciones. -~ Ahora bien, en el camino de Santiago han exi~ tido ciertamente construcciones de la Orden d San Co]umbano, y algunas decoraciones muy ar tiguas son c]aramente de inspiración irlandesa como en el monasterio de Leyre --cuyo misrr~ nombre, por otra parte, sería, seg£n el padre Be~ ges, un “recuerdo” del Eire. Y poco tiempo antes de la invención de la tur~ ba de Santiago, el abad Witiza, que m s tarde. ser conocido como “san Benito de Aniano”, re funde en una sola Orden las de San Benito y San Columbano. Comprendemos ahora el doble fin de la cris- tianización de una tradición legendaria que intro- duce a los constructores paganos en el cristianis- mo y que aporta a los constructores cristianos la~ necesaria tradición inici tica de Occidente. Para esas gentes, la invención de Santiago no era, por tanto, en absoluto un engaño. ¨Qué im- portaba la forma de la leyenda, si el fondo seguía- siendo v lido... ? Y por este intermedio, al proteger con una es- pecie de tab£ la persona de los peregrinos, les fue posible a los profesionales del Norte acercarse otra vez al £nico camino inici tico que a£n permane- cía libre. I No obstante, era difícil recuperar “oficialmen- 2 te” la “pata de oca” como signo. Así, se la trans~ formó, aunque no demasiado. Se convirtiff en la concha, la concha de Santiago, acompañada de otra bella leyenda. E incluso dos Es divertido comprobar que la concha de San-

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a, como decía yo, el nombre pOp ~, que puede ser el diminutivo de ~ue es sobre todo el nombre de un io en la ría, muy cerca de Noya, dor ~rcó Noé, y no cerca de Iria Flavia, desernbarcado Santiago. Pequeña na nte.. . ~ro es un hecho que la concha de Santia i~a cierta apariencia de una pata palmea ~in embargo, no es cierto que todos lc hubieran aceptado esta sustitución ~ue por la concha, pues aquélla persist ~i~ mucho tiempo entre los constructore~ ps. ~30 obstante, un hecho es seguro: en lo ,~ cristianos--y parece que lo mismo ~ riormente--el camino de Santiago era nada, un camino de constructores, y ~ ero probable que la mayor parte de los g l~estros de obras del Occidente en la Edad ,~orrieron ese camino, tanto si eran monje~ ~tcos. M s tarde, y cuando el camino hubo sidl icionado por ellos, no siempre dentro del b de las estrellas, es cuando la “peregrin ,~e realmente promocionada, no para los ~res del arte, sino para las poblaciones... ('~ yea de penitencia, latente en el cristianis Hasta que los “Coquillards” (mendigo! ~on de ella una ruta de desvalijamiento... Los monjes constructores recorrieron l ~el camino de Santiago, y este camino est atiborrado de sus construcciones mon s ~ veces en ruinas, a veces abrumadas bajo t rroco español delirante de santos en postu trales, de florituras y de oros...

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...Pero realmente parece que el “rom n llegó a ser verdaderamente él mismo has pués de la apertura cristiana de ese camir los obreros que pasaron por aquí los que fue capaces de realizar en Francia las grandes licas. Aunque allí no encontraron en absoluto el tico, habían adquirido la capacidad de realiza~, Esto había sido comprendido por los grand abades, pero ellos eran casi todos maestros,i obras. Esto había sido también comprendido por' Orden del Temple, y es en el camino primitivo, i camino de las estrellas, donde se encuentran 1 primeros establecimientos del Temple en España. Pero, ¨acaso el Gran Maestro no llevaba el Ah Ci'15, el bastón de medir de los maestros de obras Pero es tiempo ya de tomar el bordón del peré grino. s £nico el camino de Santiago? Lo es en el o (al menos hasta el siglo XII) y 1O es en el D... Los estilos se superponen y se entremez- el visigodo perdura en el gótico, el moz ra- el barroco... como la misma casa que se est restauran- ntinuamente. Cada investigación, cada exca- , lleva a descubrir en cada monumento ba- tOs anteriores a las fundaciones históricas; esas ciudades de Oriente que, a medida que ava, siguen revelando ciudades m s y m s as, hasta el punto de que no se sabe ya cómo larlas si no es mediante n£meros. s mismas casas para innumerables genera de “itinerantes”. La iglesia toma posesión caverna, aunque sigue siendo caverna, y los DS que la hicieron graban en ella signos neo- i. do es al mismo tiempo permanente y perece- Las épocas se confunden. Ya no hay historia, historias. Como la pé d'auque est conteni- la concha de peregrino, la espada de Cul n : en la de Santiago; la piedra poderosa en al y la copa; y el bastón de medir en el bas- el peregrino.

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Icesivos milenios se dan cita en los albergues apas. . . Aunque la ruta de las estrellas tiene su ~. cerca del Mediterr neo, en Cataluña, el cami~ Santiago, en los tiempos cristianos, parte de l~sta es, al mismo tiempo, una ciudad y u gión situada bajo Ios puertos pirenaicos de port, del Tourmalet y de ese pequeño paso cerca de Gavarnie, toma el nombre de la “B de Rold n”. Su nombre latino era lacca, que parece e. relacionado con el radical vasco: iak, el cual plica una idea de saber y est muy cerca de Jacques legendarios. En el español actual, di nombre significa: “caballo de labor”. Imposible, evidentemente, determinar si se 1 ta aquí del caballo cabalístico, pero la coincid cia es extraña... Encontramos de nuevo, en esta región la est lla en el cuartel de Lizarra (42046'), la óca e n región de Ansó, en el valle de Ansó, derivado si duda del Hanso, el jars indoeuropeo. Es en esta región donde, al parecer, se encue tran los m s antiguos monasterios cristianos, neralmente instalados encima dc grutas que fu ron sin duda inici ticas... Y aquí estaba el Grial. O, cuando menos, ] copa que parece haber dado origen a la leyend del ('.ri~l-v~c. Esta copa se hallaba, desde tiempo inmem~ rial, en uno de los m s antiguos monasterios d~ camino, en Santa María de Sasabé, que se encue tra no lejos de Canfranc, en el puerto de Sompor entre Borau y Aisa, una región de montañas dif ciles y grutas numerosas. En una de estas num~ rosas grutas estaba instalado el monasterio d Santa María. Este Grial, que actualmente forma parte del t~ soro de la catedral de Valencia, se describe com sigue en la “Guía Azul”: “Se trata de un c liz ts llado en una gata oriental verde esmeralda, qu

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l S~mport ~ ~ ortalet /\-/ 1 42ø Eslre11a /rCanfranc Aisa // '~ ø ~11 - Santa Maria de Sasabe Iy 3~C ~ Santa Elena ~,, ~ E S P A N A "t~ cruz O -t O Atares~' 42- 3 o i~ ~- San Juan de la Peña ,~C ~ ~/ LEYENDA =RIl~a de peregrinació~ 137 los juegos de la lu~ incidente hacen variar hasta el p£rpura.” Este vaso fue trasladado un buen día al mo- nasterio de San Juan de la Peña, que se encuen- tra a los pies del pico de Oroel en la sierra llama- da de San Juan. Desde aquí fue transportado pos- teriormente a Huesca, de donde el rey de Aragón, Alfonso V, lo tomó para hacer donación de él a la catedral de Valencia, donde se halla en la actua- lidad. En ocasiones se suponc que la existencia de este vaso habría dado origen a una nueva versión de la leyenda del Grial dentro del ciclo de la Tabla Redonda . La leyenda merece que uno le dedique cierta atención. O, m s bien, las leyendas, ya que hay m s de una, al menos en lo que se refiere a la aparición del Grial en la cristiandad. Así pues, el Grial sería una copa o una taza tallada en la esmeralda que adornaba la frente de Lucifer mientras era todavía el Angel de la Luz y que habría perdido sobre la Tierra al ser precipi- tado fuera del cielo después de su rebelión.

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Hay que subrayar que el Grial que actualmen- te figura en el tesoro de Valencia es verde esme- ralda. . . Esta copa o taza habría sido precisamente con- servada, y en ella recogería José de Arimatea la sangre de Jes£s agonizando en la Cruz; a veces se admite que era el mismo vaso que Jes£s habría utilizado en la ~Itima Cena. Desde el punto de vista de la alquimia, se tra- ta evidentemente del vaso de la transmutación... José de Arimatea, que la tradición presenta como caballero, aunque parece que su nombre sig- nificaba “sepulturero” o aguardi n de los muer- tos”, habría, tras diversas peripecias maravillo- sas, entre ellas un emparedamiento, trasladado este vaso a dos lugares cuando menos: --seg£n una tradición galesa, a Glastonbury, San Miguel de Escalada: galería mo; rabe. San Miguel de Escalada la iglesia visigoda, uno de los monumentos m s antiQuós del camino rJrimitivo de Com- en las Islas Brit nicas, donde existe un p dolménico que lleva el nombre de Cha. Well, el pozo del C liz, el pozo del Gri --seg£n una tradición occitana, a Provenz las Santas Marías de la Mar, de donde bría sido trasladado al país c taro. Ahora bien, si es ya de por sí notable qu~ Grial brit nico aparezca legendariamente en de los caminos inici ticos de que hablaba en primeros capítulos de este libro, no lo es me que, entre las Santas Mujeres que se asenta en las Santas-Marías en compañía del Grial, se llara María Salomé, madre de Santiago el Ma~ nuestro Santiago del camino de Compostel Y que, precisamente, se descubra un vaso llam~ el Grial en este camino. La leyenda es puramente occidental y no ha necesidad de ulteriores investigaciones para ve hasta qué punto se asemeja a la del caldero d

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Lug cuyas propiedades son an logas a las del Gri~ cristiano. Por lo dem s, en diversas leyendas, entre ella la que Wolfram von Eischenbach sacó de Guyc de Provins, el Grial es una piedra, o un vaso d piedra, y, sin pretender aventurarme demasi~ en un terreno de especialista, el radical vasco contiene una idea de piedra, y Ahal, una idea poder, lo que añadido a que la H de har es sp y la R ronca, da al conjunto Har-ahal una idea “poder de la piedra” que quiz nos orienta ha un posible origen etimológico de la palabra Gri~ --¨Creéis --decía san Bernardo-- que no puede sacar la miel de la piedra? Al sur de Jaca, en el límite inferior del ca no de las estrellas (42030'), se encuentra el s~ prendente monasterio de San Juan de la Pe construido, en gran parte, dentro de una gr~ formada por un peñasco inclinado. aquí en qué medida, cuando el cristia- ~retendió anexionarse--y utilizar--el ca- Santiago, tuvo cuidado de instalarse en que poseían alguna importancia inici - ata de un lugar que actualmente es de f - o gracias a una carretera moderna que ~a por el flanco de la colina y la montaña, e antaño sólo debió ser visitable al precio bles dificultades y por caminos de herra- lo dem s, el viejo monasterio est rodeado nas abruptas, y de tal naturaleza que no n ning£n cultivo, ni siquiera mínimo... y a nieve se mantiene durante varios meses En este caso no hay la excusa, como en ento del Gran San Bernardo, de ofrecer lidad para los viajeros, puesto que el mo- se encuentra lejos de todo camino prac- y muy apartado de cualquier ruta impor- ~yenda cristiana sit£a aquí, sin demasiada ión, la morada de un ermitaño (veremos en

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mento qué sentido debe darse a los ermi- el camino de Santiago), pero la ermita de bre sólo no concuerda demasiado con la convento, sobre todo cuando sabemos el que los monjes se tomaban en no insta- ~ s que en lugares donde podían garanti- subsistencia. ~vidente que lo que atrajo a los monjes es r sagrado, ya que allí no existían ninguna ondiciones exigidas y buscadas para la ins- de un monasterio. Salvo el agua y la ma- ~do lo dem s falta. No es posible cultivar huerto para alimentar a la comunidad, y, a parte, los monjes que residían en él eran ados por un convento situado al pie de la a (San Juan est a 1.200 metros de altitud) ta Cruz de Serós. Ilta bastante evidente que ese lugar sólo fue ocupado para cristianizarlo, para cristian una gruta inici tica en la que la Iglesia se' instalado. Las partes m s antiguas del monasterio mu tran la huella de influencias moz rabes; asi designaba a los constructores españoles cristia bajo dominación musulmana. Este detalle, que encuentra a cada paso a lo largo del camino Compostela, permite suponer que, al margen las luchas por la ocupación de tierras y de las r; zias que se practicaban en aquella época tanto F parte rabe como cristiana, entre los feudos bes y los feudos cristianos no dejaba de fluir u corriente cultural, al menos entre los construct res de una u otra religión. Sabemos que las primeras mezquitas del Prt ximo Oriente fueron, sobre todo, obra de co~n~ tructores armenios... ¨Hasta qué punto no hub musulmanes empleados en la construcción de iglesias cristianas del camino de Santiago? Cuando los monjes de Cluny se hicieron cal de las contrucciones del camino de Compostela, monasterio de San Juan fue organizado, sin log adquirir por ello los medios de subsistencia.

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edificó un claustro, que recientemente ha sido r taurado, con grandes dificultades, pues estaba m derruido. Sin embargo, algunos capiteles se c~ servan todavía legibles. Se puede, a elección, ver en ellos la ilustración de pasajes de la Bib] o, si uno tiene la mentalidad así preparada, d cubrir una especie de Mutus Liber de las operac nes de la Gran Obra alquímica; desde la matar de los inocentes hasta el matraz en el atanor... Esta iconografía exigiría un an lisis de es cialista que est lejos de mi propósito. Durante alg£n tiempo se enterró en este n nasterio a los Infantes de Navarra, en una s; barroca que contrasta fuertemente con la sev~ dad de los lugares y de las construcciones, p~ ~teones, m s antiguos, cuyas aberturas ~ muralla antigua. Se presentan como ilos cerrados en losas esculpidas en bajo- ~s;t marcado con la cruz del Temple, otro ~uz de Santiago de la Espada, terminada ~-de espada, otra con la cruz de Calatrava... 3dos aparece grabado el crismón, signo so- íue ya hemos hablado, pero sobre el que DS de extendernos, puesto que parece ha- ) un símbolo mucho m s importante que ha para los constructores del camino de ~., . ue se denomina crismón es un slgno que ~star constituido por las letras X y P, ma- s de las letras griegas ji y ro. Hace mucho se llegó a la conclusión que se trataba del na del Cristo, dado que esas dos letras son iales de la voz griega Christos, el Ungido. ree también que éste era el famoso signo nstantino, convertido al cristianismo, ha- :ho grabar sobre su estandarte, el labarum, , que una voz le hubiera anunciado: in hoc inces, “con este signo vencer s”, antes de r a Majencio bajo los muros de Roma. ancio, que relata la visión de Constantino, a, por lo dem s, de la letra ro, sino de una e termina formando un círculo y que atra- ~rticalmente una.X, que nosotros llamaría- tualmente cruz de San Andrés.

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m Geoffrey Russel, el crismón de Constan- úía efectivamente ji-ro, pero se trataría aquí variante de la cruz provista de un asa, de vida en las religiones de Egipto, y Rus- ~lca que el enigma del crismón podría en i ser muy parecido al del laberinto; siendo el bucle de la ro al formado por el cen- laberinto. ;to abre algunas perspectivas. ~fecto, si consideramos una especie de esti- del laberinto reducido a la cruz del centro que separa el “mundo exterior~ del “mundo inte- rior”, obtenemos esa cruz cuyo.brazo superior se dobla para formar un bucle o lazo; signo que, por otra parte, existe en los petroglifos gallegos. De hecho, se trata aquí de la cruz provista de asa, jeroglífico egipcio, símbolo de la vida eterna que todas las momias y todas las representaciones de faraones llevan consigo en el momento de com- parecer a juicio ante los dioses. Es el signo mismo de la consecución inici tica, el del acceso a la vida eterna. Este signo existe también en los petroglifos. Pues bien, es exactamente este “crismón" sim- plificado--uno de los m s antiguos, sin duda--el que encontramos en e! monasterio moz rabe de San Miguel de Escalada. Sólo que el bucle se ha convertido en una P, considerada como una ro, y se le ha añadido alfa y omega (signos que también aparecen en los petroglifos). - p A ~ ~J Es probable que se trate de una rememoración ~le la frase: Yo soy el alfa y la omega, frase que, ~or lo dem s, se aplica muy bien a este símbolo ~le vida eterna. La siguiente variación es la aplicación de la P, sobre una cruz latina, sino sobre una cruz lla- ada de San Andrés--y no me atrevería a afir- ar que no existe alguna idea de arrianismo, por

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~quel entonces muy afincado en los países meri- ~dionales, en ese empleo--; y se obtiene así el crismón que conocemos, al que se añaden las A ~y W que se han hecho tradicionales... Se añade luego al conjunto la S latina, que tan- to puede ser una letra como la serpiente trepadora del símbolo del caduceo, por diversos motivos pa- recida a la cruz provista de asa. En efecto, la S no tiene derecho ni revés. Naturalmente, se creyó que, dado que apare- cían letras, era preciso leer este signo como si se tratara de una disposición alfabética. 4 145 10--EL MISTERIO DE COMPOSTELA ~,, ~sta es la tesis generalmente admitida po. todos aquellos que pretenden leer en él: Christos Pero esto ofrece muchas dificultades. Ante toda debido a las mismas letras: ¨Por qué esta alf~ may£scula y esta omega min£scula? Y, sobre todo .¨por qué esas letras griegas, ji, ro, alfa y omega junto con una S latina y no una sigma? Adem s, estas letras no est n fijas, siendo 1O! cambios de posición entre el alfa y la omega su mamente frecuentes. En Santa Cruz de S~rós, in cluso, la omega aparece a la izquierda, la alf~ abajo y la S a la derecha... Y esto debe tener s- significación. En tal caso, ¨se trata de letras o de signos? No podemos evitar establecer la semejanza en tre esas letras y los “signos” petroglíficos dibuja dos en los peñascos de Galicia; todas esas “letras~- en efecto, se hallan en forma de signos en los pe ñascos; como también se encuentran en los ladri llos neolíticos de Alvao, a los de Glozel: A, X, I P, (.~, S. Adem s, en ellos se descubre igualment~ la estrella de seis brazos que forma el crismón Se impone también otro hecho. El crismón e~ un signo del camino de Santiago. Es un signo de constructores pirenaicos. En el Norte sólo apare ce raras veces y, seg£n parece, posteriormente, en

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tanto que casi todas las iglesias meridionales, des de las m s antiguas conocidas, lo muestran. Desde Jaca a Compostela, no hay una sola que no la tenga. l~ste es el motivo por el cual no dudo en ver en este grafismo, cualquiera que sea el origen que hetenda atribuirle y cualquiera que fuera el leo que se hubiera hecho de él m s tarde por e de los clérigos, una especie de marca de fra- idad de constructores; sin duda, aquellos que, ~ués de haber sido los “Jacques”, se convirtie- , dentro de la cristiandad, en los “Hijos del stro Jacques”, y que pusieron su firma con ese món a lo largo de su ruta inici tica. Firma? ¨Pero acaso no es este mismo sentido ue tiene el crismón de la gran vidriera del XII de la catedral de Chartres, obra de un ~to y de cristaleros de Saint-Denis? Leyendo vidriera, que se reparte entre las tres grandes anas de occidente, de derecha a izquierda o corresponde, el crismón constituye su £lti- medallón, abajo a la izquierda, allí donde el ta pone su firma, al final de la obra. drma; pero quiz también etiqueta o marca brica; una especie de afirmación de que la ia revestida con este signo est adecuadamen- onstruida seg£n las normas tradicionales na- s en épocas remotísimas, y que para el hom- tiene valor de claustro materno... Pues este món, incorporado al “Péndulo de Salomón”, ~ce que es empleado a£n por los “Compagnons os Devoirs”, si bien no como instrumento de ~ajo, al menos como esquema utilizable en la osición natural de las construcciones. )ado que toda cosa de valor tiene m£ltiples tos, es posible, adem s, quP este crismón pue- eerse alfabéticamente. ,n el signo m s simple, es decir, la rueda de brazos con el alfa y la omega, se leería f cil- te I A X 0, que puede ser una forma fonética rago: Jacques; lo que, después de todo, no s absurdo que pretender encontrar en él el bre de Cristo. 'onsiderando solamente las letras que apare-

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“en sobreimpresión” sobre la cruz: ROSA. El conjunto forma ROSA~ruz; ahora bien, c~ do aparecieron los grandes Rosacruces ope~ vos del gótico, en lugar del crismón dibujaron i grandes rosetones luminosos. Del crismón al setón, el camino es directo. Finalmente, enigma entre los enigmas, algun crismones llevan bajo el bucle de la ro una peq ña raya que la convierte también en una tau encontramos de nuevo aquí una palabra que pu ser la palabra clave del famoso cuadrado m gi Sator arepo tenet opera rotas S ~ T C) f~ R E P o T ~: I\) E T O P-E Ot ~ S que nadie ha conseguido jam s descifrar de modo satisfactorio: ROTAS, pero también: TAROS, el indescifr~ juego inici tico. El crismón, desposeído de sus letras grie~ tal como aparece dibujado en el panteón tem] rio de San Juan de la Peña, es decir, la estn de seis radios, es, para los alquimistas, el s bolo del Spiritus mundi, el espíritu universal,, es también la fuerza universal (un poco la N'w~ vre de los druidas) que permite, gracias a la c centración y la fijación obtenidas en la Gran 0~ obtener al mismo tiempo la medicina universc al “polvo de proyección”, agente de las trans~ taciones. 148 ~n, la ascesis de las “fraternidades” y ~ alquímicas son de la misma naturale- medios físicos y filosóficos de penetra- esencia de las manifestaciones materia- ~tra parte, no podemos olvidar que el “ca- Compostela” es uno de los nombres dado lquimistas al largo trabajo de laboratorio ravés de operaciones y pruebas sucesivas, ~ca en el resultado final de la piedra filo-

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cual explica sin duda este aspecto her- le los capiteles de San Juan... e el comienzo del camino de Compostela, est “declarado”. Se trata de un camino o de gentes que van a buscar, dentro de D y gracias a su oficio, un conocimiento , al mismo tiempo que una transforma- funda de sí mismas... y que se inician en queda mediante ceremonias desconocidas, amente celebradas en el seno de la Tierra le donde viene todo saber y toda trans- ;n. es sin duda el origen del sentido sagrado grutas, tanto en Santa Cristina como en n de la Peña, que los cristianos utilizaron eron en seguida remplazadas por iglesias tradicionalmente. omprende que Cluny, que fue la mayor ~e constructores en una Orden que había tantos carpinteros y talladores de pie- lbiera comprobado la necesidad de “cu- -istianamente este camino que vincularía andad con la ciencia tradicional. parece que Cluny hiciera jam s ninguna a para destruir la tradición pagana de base, contrario, el abad borgoñón parece haber a sus propios obreros, monjes o laicos, a -la de esta “universidad”, y es lícito pre- e si el gran arte de Cluny no tiene quiz ~n en el camino de Compostela. do menos, la abadía adquirió, en ese te- 149 rreno, ta~to como aportaba. En cuanto a preten der dosificar las influencias, como gustan de ha cer los especialistas, no es precisamente tare2 f cil. Los eruditos discuten, con gran acompañamien to de publicaciones doctas, sobre los orígenes de la mayor parte de monumentos: si Santa María la Mayor de Olorón sirvió de modelo a la catedral de Jaca, o al revés; si Saint-Sernin-de-Toulouse fue un esbozo o una copia de la basílica de Santiaga de Compostela... Y se habla de influencia france sa, de influencia ibérica, de prioridades, en tanta que es evidente que se trata de una fraternidad de constructores, entre los cuales había gentes que procédían de diversos lugares, incluso tal vez de los rabes, que han dejado su marca desde Tou-

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louse a Compostela. Sin duda, cuando se organice el camino de los peregrinos “penitentes”, tales influencias apare- cer n... Pero el crismón habr desaparecido. Un hecho hay que recorclar: cuando los viaje- ros abandonaban la región de las grutas de Jaca, de San Juan o de Sasabé, pasaban cerca o por el interior de un pueblo que lleva el nombre de Ata- rés; pues bien, en vasco, Atari significa la puerta. De este modo, debidamente preparados, cruza- ban la puerta del camino. XIII. LOS “C~GOTS” Jaca es una región. Es la de la iniciación, en el ~ntido etimológico del término, al camino de ompostela. Contrariamente al camino peregrino ue iba de etapa en etapa, de albergue en alber- e, la ruta primitiva iba de región en región si- liendo la vía trazada por el doble camino de es- úellas. Jaca fue también una de las regiones de con- ~ntración de “cagots”. No se sabe con exactitud qué fueron los “ca- ~ts”, quienes, con todo, perduraron hasta nues- os días y no est n quiz completamente extin- ibles. Se trata de un curioso enigma del que ellos mismos parecen haber tenido la solución, menos que la hayan ocultado cuidadosamente. Los “cagots” constituían lo que durante mu- o tiempo se consideró como una etnia, vivien- casi £nicamente en los Pirineos y siendo man- nidos por las poblaciones locales en una muy tricta segregación, an loga, en muchos aspec- ~s, a la que sufren, en la India, los parias, inclu- ~ndo la intocabilidad. En las ciudades y pueblos donde se hallaban, vían en barrios separados a los que se denomi-

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ba “cagoteries”. Entraban en las iglesias sola- ente por puertas separadas y utilizaban, para mar el agua bendita, una pila especial. La comu- 151 �nión sólo podían recibirla al extremo de una leta de madera. Se les consideraba, adem s, prosos . Estaban confinados a oficios bien concreto Los hombres eran carpinteros, albañiles o ta dores de piedra, y las mujeres, tejedoras. Col símbolo de segregación, llevaban cosida obligal riamente, sobre el hombro izquierdo, una pata, oca de paño rojo (el color de la cruz templaria, cual era llevada también sobre la espalda izqui da). Eran casi exclusivamente pirenaicos. Se 1 encuentra en España en las provincias de Guip~ coa y Navarra, y principalmente en la región d Jaca. En Francia residían no lejos de la fronterl sobre todo en Orthez y Oloron-Sainte-Marie, e decir, en la región correspondiente a Jaca del lad francés de los Pirineos; asimismo, en el depart~ mento de los Altos Pirineos, en Cauterets, y en ~ Alto Garona, en Saint-Bertrand-de-Comminges, e decir, frente a puertos pirenaicos, de los que m s est n muy alejados; sus h bitats m s s rados resultan ser pueblos de las Landas y Gers . No podemos descartar la posibilidad de qu~ hubiera tratado de una etnia, ya que en estas giones donde la población es generalmente m na de ojos negros, muchos de ellos eran rubios ojos azules, y, adem s, sus orejas con frecuel aparecían desprovistas de lóbulo... Pero la se gación a que estaban obligados era tan rígida les resultaba imposible casarse fuera de su gr~ y, a la larga, esto pudo traducirse. en una ci degeneración de los individuos; o quiz repre tar un retorno a la acentuación de rasgos de I nos antepasados. Su talla era también bastante pequeña, p como su vida era miserable, este detalle nó pu ser considerado como una particularidad ra~ A finales del siglo XIII, aparecen en los te~

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con el nombre de crestias, lo que, en dialecta i~ca al mismo tiempo cristiano y cretino. ~una etimología que parece carecer de sig- puesto que esas gentes vivían en país o y en aquella época no era ninguna par- dad serlo. En cuanto a la calificación de evidentemente se trata de una injuria de- 1. . rd de Sede apunta la idea de que ese so- bre pudo haber sido provocado por el he- su cabellera rubia tomaba la forma de una o incluso que dicha supuesta cresta habría ser un bonete frigio, que ellos llevaban gus- nte. ~xplicación, esta vez, no puede ser descarta- beradamente. Frigia es una antigua región ~tro de Asia Menor, poblada de bebrices, ~ntes de los pelasgos, aquellos pueblos que Dn del mar”. Fue, adem s, uno de los países minaron los g latas, esos galos instalados Menor hacia el 300 a. de J. C. rendía allí un culto especialmente impor- I Cibeles, la gran Diosa-Madre, que se ase- nucho a la céltica o antecéltica Belisama, o de la naturaleza fecunda, y el gorro fri- el de los sacerdotes de la diosa. ra bien, este gorro era llevado también en londe tenía el sentido muy claro de una dis- I de los iniciados. D los “cagots” son constructores, y es bas- probable que fueran responsables de una parte de las iglesias pirenaicas antes de que completamente “segregados”. Oficialmen- llos se debe la iglesia de la abadía de Saint- cerca de Argeles. quien dice constructores de templos, dice .os. ~ serían acaso estos crestias simplemente ses, no de origen ciertamente, sino llamados r razones “ de época” ? efecto, este nombre de crestias no aparece

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finales del siglo X~ll, es decir, en el momen- 153 to del ffregreso” de los cruzados tras su a del Oriente Próximo por los musulmanes~ regresan en aquel momento; no solamente l zados, sino también los constructores que noraban ni Creta, ni el laberinto, ni Dédalo.. Io ignoraban porque, entre los descendien~ los pelasgos, habían encontrado otra vez Ul tigua tradición llegada del mar, que era, en cia, la misma que la del camino de Santiag~ No podemos olvidar que, entre los constr res de la Edad Media, un laberinto se llamah dedalus, en recuerdo del laberinto minoan~ Creta. . . Cualquiera que sea la etimología que uno ~ todo gira siempre alrededor de la construccid El término “cagot” no aparece en los te~ hasta el siglo XVI. En los textos, ya que su ori es realmente mucho m s antiguo, aunque no pi ce que haya podido ser concretado de modo tisfactorio. Se pensó en los gabalos, esta tribu celtoli~ que dio su nombre al Gevaudan y que, seg£nt; trabón, habría estado tempranamente en relaci con los fenicios... a En el siglo XVIII, Court de Gibelin, opina que los "cagots" eran los restos de un antiguo pl blo que habitaba estas regiones, y que, habien sido vencido, fue sometido a una vergonzosa se~ dumbre. Así, estos diversos enfoques podrían ! gerir, con toda la prudencia que en este caso impone, que los "cagots" eran los descendien~ de una tribu protohistórica especializada en 1 actividades de la construcción (1).” También se han sugerido otras etimologías. El lengua celto-ligur, el perro es ca (cu en gaélico) la raíz indoeuropea o preindoeuropea es la mismL que la del latín: canis; y esto nos ha dado ado m s del chien (perro), el cabot de ~ermaní . S~ (1) Véase en esta colección El tesoro c taro Gérard de Sede.

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r~n de Goth” o “~;hien des úJotns” ~dos). i~e, tanto como el Norte desprecia- i~ godos (habría, por lo dem s, mu- ,~ sobre la facilidad con que el ejér- lí~ constituido sobre todo por beré- .~per;etrar sin grandes daños en todos ~ós sometidos a la dominación visigo- li~, hasta el Loira; quiz debido a que 1~ no sentían la necesidad o el deseo de ~tra los que venían a liberarlos de sus ~ El pueblo habría conservado enton- ,~resentimiento contra los constructores ~6 godos... "~nbargo, su etimología no es muy satis- ~aunque sería un error eliminar al perro. ~}el Can Mayor que se encuentra al final L ctea, tanto el perro como el lobo se ~tenido, en efecto, como tótems de cons- ~s, y los “Compagnons du Devoir de Liber- ~ “Enfants de Salomón”, se llaman todavía ,,~ y los Compagnons Passants du Saint De- ~x “Enfants du Maitre Jacques” se llaman: ~z s el sufijo vasco go nos aporte una ex- ~Sn m s satisfactoria. Este sufijo implica .idea de lugar o de oficio aplicada al sustan- ~iœ1 diccionario vasco-francés de Lhande pro- ~bna el siguiente ejemplo: Israel-go, de Israel. ~ncebible--estamos aquí en regiones que fue- ,l~argo tiempo, o son todavía, de lengua vasca-- | cagot fuera una forma dialectal de Ha'r-go, o de piedra, o incluso Ca-go, oficio de perro, llor extensión, aquellos que lo ejercen. vPiedra, perro o lobo, seguimos en el mbito ' los constructores y de los constructores del ijlnino de Santiago, el mbito de los Jacques. ~ Es notable, por lo dem s, que los “cagots” ten- h una colección de leyendas que se asemeja a la de los Jacques y singularmente a los de la jos del Maestro Jacques”. Ellos también p paron en la construcción del templo de Salo (La malignidad p£blica les acusaba de habel

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cutado tan mal trabajo allí que fueron despec de las obras. Asimismo se les acusaba de h sido los carpinteros de la cruz de Cristo...~ Su h bitat es en sí mismo muy “expresi Est n, de alg£n modo, “concentrados” en las tradas” del camino de Santiago, bien sea en ~ p£zcoa y en las provincias vascas francesas, . uno y otro lado del Somport, o en los puertos ~, valle de Ar n. Son constructores, llevan el gorro de inici~ y est n marcados con la pata de oca... ¨Sería sible que nos hall ramos aquí en presencia de £ltimos descendientes de los contructores de d menes, sectarios de Lug; Lug, que se pronun~ como Lou en francés, Lou el animal totémico~ los Jacques...? Quedaría por explicar el ostracismo de que f~ ron víctimas durante varios siglos... A falta de todo documento, es difícil captar, proceso que condujo a esta segregación, que fli feroz. F cilmente se comprende que el primer act segregacionista nace de ellos mismos, como ocur con cualquier minoría que desea guardar su pers~ nalidad y que se retrae así un poco de la socieda~ mayoritaria. El caso es suficientemente constant~ como para que sea necesario insistir en ello. Este retraimiento de la sociedad se agrava aqu por el hecho de que se trata de gentes de ofici~ poseedores de secretos profesionales ferozment~ guardados, como asimismo de secretos inici ti~ cos, de rituales que necesariamente tienen una for~ ma religiosa particular, suficiente para hacerle~ sospechosos al com£n de los cristianos. Por añadi- dura, son gentes que hablan un argot de oficio de apariencia hermética; que utilizan comparaciones, profesionales, alegorías profesionales, lo cual hace' de ellos, en cierto sentido, unos extranjeros. ~~ una apariencia de fraternidad, con _b se desprende: un apoyo fraternal y i~ sangre reservado especialmente a los de la fraternidad. ~general, no hace falta m s para crear

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~o de una segregación, pero otros facto- ~on sin duda a agravar este estado de mer lugar, se sabe que gozaban de la ~n casi hasta nuestros días, de ser lepro- ~ai, aun sin apariencia de verdad, bastaba ~rtarles a un lado a causa del terror que ~in. Dicha reputación no era necesariamen- al principio. Se comienza a hablar de ellos ~itextos como de una minoría segregada en ~ca del retorno de las cruzadas; no sólo es ~, sino incluso probable, que hubiera entre ~!entes que regresaban de Oriente, y no es ~ible que entre estos £ltimos hubiera lepro- ~iendo la lepra una enfermedad nada rara ~uellos tiempos... Y sin duda una hermandad ,iBbría aceptado que sus miembros enfer~os r~n relegados a las leproserías comunes, por lo ,~en dicho caso el temor no estaba totalmente ilstificado. ~sto explicaría también su entrada separada ~las iglesias, la pila de agua bendita separada y ~ modo de administrarles la comunión al extre- 1~ de una paleta de madera. ~Pero ninguna explicación para esta segregación sobre todo, para su duración, es satisfactoria. n duda hay otras, y uno puede preguntarse si, bido a la aparición de las “cagoteries” tras la In- ~Uisición, la Iglesia, una cierta Iglesia dominada ~r los dominicos, no habría tenido alguna res- lonsabilidad respecto a una camarilla cuyas tradi- ~iones eran mantenidas contra un conformismo ,~npuesto. . . O si tal como hizo Felipe el Hermoso contra ~as fratérnidades de constructores libres en Fran- cia, no se habría intentado reducir a voluni Occitania, a esos constructores protegidos del ple. Hermanos de oficio que no se inclinaba El problema subsiste enteramente. :DE SAN JUAN A PUENTE LA REINA k San Juan de la Peña desciende una sen-

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~ntañosa hasta el antiguo monasterio de z de Serós que estaba encargado de la lltación de los monjes de San Juan. Cerca y, el “camino inici tico” se encuentra con mino peregrino”. ~de las épocas de gran afluencia de peregri- ~ decir, desde el siglo XII, IOS dos caminos ,listintos, incluso aunque a veces se unan o ~urran juntos durante cortos trayectos. ~i camino inici tico sigue su “eje de estrellas”, ~.~es un paralelo terrestre. Transcurre, no de il- en etapa, sino de región en región. El cami- ~ peregrinación, por el contrario, es una ruta l-lda por hombres y jalonada a todo lo largo ~;r viaje por albergues de etapa juiciosamente ~llribuidos: hospitales, monasterios o encomien i. El objetivo de la peregrinación es Santiago, ~jetivo del camino supera la idolatría tumular. Hubo acaso, cuando se fijó la ruta de pere- ,_.ación, un deseo deliberado de apartarse del ~minO primitivo de las estrellas? Así parece, ya ,ile, mir ndolo bien, las dificultades geogr ficas t uno y otro vienen a ser las mismas y el camino ~imitivO es m s corto; adem s, es evidente que t “arraStrà” a los peregrinos del lado español de 3s Pirineos no hacia Jaca, sino hacia Roncesva- Por el contrario, y bas ndose en el asp‡- los capiteles de la iglesia abacial, el padre E ve en el nombre un origen irlandés, lo cual tiene de imposible, ya que una parte de ella de la época en que los hermanos de San G bano se dispersaron por toda Europa, apor a los benedictinos el tesoro céltico... Y las ciones entre Irlanda y el norte de España fi siempre estrechas. La primera mcnción del monasterio en ~ documento data del año 842, pero hace refen a una época precedente en que el monasterio tía ya. Por otra parte, se han hallado basamt de un edificio anterior sin que haya sido po establecer una fecha para ellos, ni siquiera ap mada. Se trata de una iglesia bastante tosa su diseño, pero que, no obstante, respeta en~ proporciones el n£mero ureo. La cripta es del siglo IX y plantea un eni,

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arquitectónico bastante extraordinario. El con to de la construcción, que.sostiene también la sia del siglo Xl, descansa sobre fr giles colul 11as que se levantan por encima del suelo ac medio metro, coronadas por capiteles enor} los cuales sostienen un conjunto de bóvedas c peso es ciertamente abrumador. La parte m s antigua de la iglesia actual, procede del siglo Xl, muestra claramente la in vención de los moz rabes... A menos que se tn se de constructores musulmanes, ya que cie detalles ornamentales parecen proceder dira mente de Persia y no tienen un “aval” cristia En aquella época no se conocía todavía el ostr~ mo religioso, y no es cierto que las fraternid~ de constructores hubieran atribuido una gran: portancia a los aspectos exteriores de la religi~ Finalmente, algunos capiteles, al lado de I gos y motivos decorativos muy irlandeses, mu tran lo que bien me parece ser una pata de estilizada. . . V'' . A ~er cuarto del siglo XI se produjo iento particularmente importante: ié toma de posesión del camino de ~or parte de Cluny. ~1 estudio y la oración, las activida- bs de la Orden benedictina fueron ~de su creación, la agricultura y la i~ Una buena parte de los monjes eran talladores de piedra y albañiles. Los ~n muy a menudo maestros de obras. ~i~la construcción alcanzó su punto cul- i la reforma cluniacense, y Cluny mis- ~semillero de maestros de la construc- ~dad Media, fuera esta construcción re- ~ ~a ~ caso el gran abad de Cluny que fue |~ecesidad de hacer reemprender a los ~ts el camino inici tico para dar al ro- | e nació del bizantino y del romano, la | ncia tradicional que le faltaba? Es po- que atañe a la construcción religio-

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~ntenido siempre y en todas partes su- ,i~creto, pero lo cierto es que vemos de- ~, a partir de Odilón, una sutil política ~articipa el rey don Sancho de Aragón. ~era etapa de esta acción es la intro- or don Sancho de la regla cluniacense ~sterio de San Juan de la Peña, en 1025. pañoles viajan a Cluny y monjes clunia- , hn Juan; luego los intercambios se ex- ~eyre, que pronto abraza también la re- ~ny. ~poca en que, con ayuda del abad de ispo de Pamplona, Cluny abre a los pere- Santiago la ruta de Roncesvalles. ~ misma época se organizan los caminos p en Francia, caminos que dan lugar a ~che de monasterios, de albergues de eta- ~spitales que hemos mencionado. Y este Irroche nos revela el verdadero objetivo ,tregrinación a Compostela. Son caminos de constructores. Vemos desfilar por ellos r~ tamente a penitentes, místicos, salteadores dei minos y mendigos, pero los contructores marc~ delante, los constructores que no hacen su pe grinación en calidad de penitentes, ni como miS cos, sino como aprendices, como candidatos a iniciación. Constructores y filósofos, y místicí desde san Francisco de Asís a Nicol s Flamel. Se ha dicho, y es evidente, que el camino- d Compostela fue la gran universidad en la que ~ instruyó la Edad Media. Sin el camino de Con postela, el rom nico no habría sido lo que fu nutrido por una ciencia simbólica nuevamente h~ llada, por una ciencia tradicional nuevamente apli cada. . . Desde Leyre, el camino de las estrellas, por Al dunate, que es quiz la “puerta escogida”, por e alto de Loiti y la sierra de Alaiz, llega a la extrañ; capilla de Eunate, cuyo nombre significa en vasa “las cien puertas”. Se trata de una capilla octogonal rodeada por un deambulatorio exterior de arcadas, que est claramente inspirada en la mezquita de la Roca

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de Jerusalén. Esta mezquita se convirtió en pro- piedad de los templarios cuando éstos se instala- ron en el emplazamiento del templo de Salomón - Utilizaban en ella como altar el peñasco visible sobre el que Abraham habría estado a punto de inmolar a su hijo Isaac y, por encima del cual, Mahoma fue transportado, a caballo, al cielo. A falta de cualquier documento sobre esta ca- pilla de Eunate --que est aislada en medio de: un campo, lejos de toda aglomeración--, ha sido atribuida a los templarios, que en varias ocasio- nes emplearon este tipo de construcción, m s tar- de se les negó su paternidad, y, por £ltimo, como de costumbre, los arqueólogos decidieron que se trataba de una capilla funeraria. De hecho, una capilla octogonal, an loga, ex- cepto en el deambulatorio, se encuentra a unos cin- cuenta kilómetros, en el camino de peregrinación, _~s del Río, y pertenece, oficialmente, a la ~del Temple. ~to es que la cruz del Temple no aparece ~soltuo en Eunate, y es posible que esta capi- n hubiera sido una posesión templaria, pero x~e difícil no relacionar en absoluto la Orden ~emple con su erección o, cuando menos, con ,~ncepción. Hacer de ella un monumento fune- ~D es totalmente gratuito... E incluso no se pue- ,i~star seguro de que haya sido un monumento ~ulto cristiano. ~al vez no esté fuera de lugar examinar aquí el ~blema--podríamos decir incluso el enigma-- ilas iglesias circulares. Tradicionalmente, el baptisterio católico es re- ~do y es en este baptisterio donde se introduce cristiano a la vida católica y a IOS misterios ! la religión (no soy yo quien inventa el término isterio). Es aquí también donde se inicia el ca- ,_~£meno, una vez que éste ha respondido de sí hismo y de su fe--si no puede hacerlo, un padre ~spiritual, un padrino lo har por él. t Los templos griegos inici ticos, tales como Del ,fos, estaban construidos igualmente en forma

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,~ircular, y ciertamente no es tampoco sin motivo ~que la mezquita de la Roca sea redonda. En el ~fondo encontramos aquí otra vez el crómlech pri- mitivà, que era, en cierto sentido, “sala de danza” ~y, a causa de su forma, danza en círculo. Pues bien, Eu~2ate posee un deambulatorio ex- terior, lo cual no tiene sentido si no es para circu- lar por él- hasta el Renacimiento, no hay cons- tancia de que los hombres hubieran derrochado tiempo y dinero para cosas in£tiles. Así, pues, ese deambulatorio est ahí para “deambular”, y para deambular en círculo. Quiz s incluso danzar. Que nadie se asombre: durante mucho tiempo, el pro- pio obispo de Chartres dirigió corros en su cate- dral. No se trata de una distracción, sino de un medio. Es una ascesis corporal. La propia ceremonia inici tica debía hacerse en “tabla redonda”. El hombre es integrado “den- tro del círculo”. Una si-mple corriente de mano a mano le integra en la fraternidad, y todo el resto es secreto. En esta capilla, que no parece en absoluto els- tablecida para el ejercicio del culto p£blico, veo un instrumento de “misterio”. Es posible que hubiera sido destinada a las ce- remonias secretas del Temple; es posible también --y esto es lo que me parece m s probable--que estuviera destinada a una hermandad de construc- tores. Lo cual no impediría en absoluto al Temple ser m s o menos parte activa o sólo protectora. No podemos olvidar que el bastón del Gran Maes- tre es el abacus, el cual es el bastón de magister de los constructores. Finalmente, tanto por lo que se refiere a los del Temple como a los de los “compañeros”, los misterios de sus reuniones privadas eran secretos, y este secreto era fuertemente vigilado y defen- dido... Eunate est en pleno campo, en una llanu- ra, es decir que resulta difícil aproximarse sin ser divisado. La construcción est rodeada por un deambulatorio de algunos metros de anchura, lo cual impide que oídos indiscretos escuchen a tra- vés de las paredes y las puertas. Se ha materia-

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lizado aquí la caverna primitiva... al tiempo que los rayos destructores del sol han sido detenidos por delgadas placas de alabastro que guarnecen las estrechas ventanas. Es notable el n£mero de capillas circulares construidas tanto en Francia como en España, en los caminos de Santiago. Esta densidad no puede ser sólo resultado del capricho, y la forma misma necesita un ritual actualmente desaparecido Añadiré que las capillas circulares no sbn una rareza en las pocas edificaciones templarias que no han sido demasiado destruidas. Por lo dem s, los templarios no est n muy le- jos de Eunate; aunque no se habían instalado en Obanos, sí lo habían hecho al menos--y muy só- lidamente--en Gares-Puente la Reina, puesto que los historiadores españoles admiten que este es- tablecimiento fue el primero en España y quedó luego como su casa madre. En Gares estaba primitivamente el vado que atravesaba el río Arga; los templarios se habían i nstalado, tal como lo hacían habitualmente, cerca de este vado, pero abrieron también un estable- ú cimiento dotado con un hospital en el otro extre- mo de la ciudad en la ruta de peregrinación. Aquí, en Puente la Reina, el camino de peregri- nación que procede de Roncesvalles por Pamplo- na, y que fue trazado por los cluniacenses, se en- cuentra con la ruta primitiva. Aunque la capilla octogonal de Eunate est ale- jada sólo unos pocos kilómetros, este camino no tiene acceso a ella- Ia confluencia de las dos rutas se efect£a en la entrada de la ciudad donde la Orden del Temple había edificado la iglesia y el hospital (1). (I) Este establecimiento posee un curioso Cristo en una cruz en forma de Y que parece haber dado su nombre de Crucifijo en la Encomienda, pero el cristo es del siglo XVI, muy posterior a la desapari- ción de la Orden del Temple. XV. DE PUENTE LA REINA A LEISN

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Pr cticamente es a partir de Puente ta Rei donde la ruta de peregrinación tomó el nombre cam~no francés. Y no el Camino de los Francese~ Cabe suponer que esto no carecía de fund mento y que esa nueva ruta fue establecida por bajo el impulso de franceses, y la influencia pl ponderante de Cluny en la construcción de 1 vias, puentes y albergues podría ser la prueba ello. Sólo que ese camino no fue ya a partir de e tonces el de las estrellas. De hecho los peregrin~ son dirigidos fuera de esta ruta; sé les aparta ella; como si hubiera una cierta complacencia hacerles marchar por la ruta de Roncesvalles Resulta bastante evidente que no son los per grinos quienes trazan su ruta, sino que alguien: hace por ellos. Hay una especie de aempresa c peregrinación” que prepara la organización de: ruta antes de la gran afluencia, del mismo mod que en la actualidad se preparan los centros turí tiCos antes incluso de atraer a los turistas. Esta ruta, este camino francés, es conocido e sus menores detalles. Hoy día se la sigue por un carretera, arreglada en 1965, que bordea, con cie tas modificaciones para los automóviles la ant gua calzada. La m s insignificante guí explic con detalle sus bellezas y relata las leyendas r~ ~lay motiv~ para insistir sobre lo ~ido notablemente tratado (1). ~ie subrayar, no obstante, lo que no se ,~nte a menudo, que, antes que el peregri- por allí el constructor, y que, por tal mo- -trata también en este caso de- un camino ~tructores, lo cual le confiere un car cter ~tinto del que habría podido tener una sim- ~ turística... Y los aermitaños” que se en- lm en ella son gentes muy extrañas... ~:amino de peregrinación se confunde con el ~estrellas hasta llegar a Estrella, ex Lizarra. ~los peregrinos, ésta ser la £ltima estrella Compostela. Desde Estrella, el camino ha ~poco a poco, trazado en dirección a Burgos,

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~os Arcos, Logroño, N jera, Santo Domingo ~alzada, Belorado... Desde Burgos vuelve a tarse hacia el Norte por Castrogeriz, Fró- Sahag£n, Mansilla, en dirección a León, se unir con la ruta inici tica. _ nino construido, y los constructores no son dos... Sin duda éste es el m s extraordinario ino monumental del mundo, tanto en lo que ~cierne a las iglesias como a los monasterios u ,llpitales; iglesias por desgracia demasiado a me- ldo estropeadas por la violenta afición que de- 3s;traron los arquitectos españoles a recubrir el m nico y el gótico con esas construcciones ba- Dcas que los desfiguran--afectando incluso a la opia basílica de Compostela--o sobrecargarlas m esos retablos que agobian por su pompa, pro- popeya y adornos de oro... No obstante, en ellos ! encuentra con frecuencia el crismón tradicional ~ las fraternidades y las marcas personales de ,s obreros sobre las piedras de construcción. Se han conservado algunos nombres de los aestrOS de obras que abrieron ese camino, pero ; sorprendente que su leyenda, o la leyenda crea- (I) Véase, en especial, de Yves Botineau, Les che- ins de Saint-Jacques, Ed. Arthaud. 169 u,o!~eledal el ,o~leaua a~ . osuo~l~ Aal 1~ aluand~ un l!nllsuoa e ,ol!uu!l as ou l,a ~s,euuap øl lød sope!a!u! so~. ap ella!qnasap ell!pol el uoa 'p!lpe~ ap sea!lq~n selqo ap o!lals!u!~ la ua 'OlleluaSaldal le opea -o~mba e~ as ou ezo~elez oplela~ lollnasa u~o!ae!a!u! ns ap o~ -!uuea la u~ ¨salolamlsuoa sapuel~ sol ap oulw~ oldold la ua anh IoFauu ollaaeq op!pod eFIqeq -u,op A? arez!pualde ns OZ!q 'lel ouuo~'Ar~se~q ap ollsaeuu un sa o~u!~uoa olues 'oqaaq aa - arez -ualde ns alqos aluauule!aadsa A' Oa!lluuala Op1 ns alqos lolla u,n~le oqnq anb sa saauolua '~

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-a~ue ap u,o!~al eun” u,o!a!sods!p ns e elual ou 'anb A~solua!w!aouoa souellxa Anuu aasod anh -uad e opeu!lau! alua!s as oun 'ouanhad oll un -ua ues!aald sa ou anb '~1O Oll la alqos a1uand ~1 -ue un l!nllsuoa e auod as ouel!uula alsa oFIj olad 'selpald uoa ellezlea IS elalallea ap OZo~3 lezell ~elpald e elpa!d 'apand lopeFeqell 0~!1 -la un '~o~!l ua 'anb olla!a sa ~ 'ouu!r,old le lap Ar olua~uelad~ual alualaaxa un ap oA!lea~ aluawl!a,e~ s,euu lel!suell uepand sou!~a~ad. -od sol anb eled selalallea l!nllsuoa ap o~ se!sal~! ~sa~el!ds -uand 'selalallea opuaAmlsuoa A Ola!Ua~U -!uula lolsed la asopu,a!ll!Auoa sou!l~ala-s aslel3esuoa o!p!aap opuena oluauuouu asa U~ 'soue oau!a!lu!aA elualo~u!uuoa opuena,o~ olad 'euuo~ ap ope!Aua lope~!pald 'e!lSO -al~ ues ap olndlas!p ua asl!llaAuoa eled ‡ 3p ep!A el ,ouopueqe oduua!l un XVIII. LOS “COMPA¥EROS” En esta semejanza de los signos petroglífi de Galicia con los signos lapidarios de los cc tructores del camino de Galicia reside tal vez misterio m s extraordinario de la peregrinac~ de Compostela... Y, quiz , también, su solución Pero antes de abordar ese problema, sin du es necesario resumir lo que antecede, que pue dejar la impresión de una red, seg£n la defr ción que de ella daba un muchacho: “Aguje~ unidos por cordeles...” Pero una red no deja ser un conjunto coherente... El camino de Santiago, en España, es un c mino de iniciación que tiene su origen, cuando rn nos, en el neolítico y cuyo recorrido parece D haberse interrumpido jam s. Su nombre (en francés, chemin Saint-Jacque~ procede del hecho de que se trata de un camid de iniciados, es decir, de sabios. Es un recorri~ de Jakin, para emplear la denominación vasca. ~- Est relacionado, de alguna manera misteric sa, con los “pueblos del mar” llegados de Occi~ te, entre los que se descubre un símbolo con el palmípedo, la oca o el cisne, representado

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el tarso palmeado, la pata de oca, el “pé d'auq de la Edad Media. Ese camino fue proyectado y preparado, primer lugar por sus cualidades tel£ricas, F J~Dr otras razones ignoradas, por un pue- ~do del Atl ntico: los Géants (Gigantes), ~r~des Antes, los Jeans (Juanes); Jaun, se- ~vasco. suficientes motivos para suponer que esos ~sos atlantes, fueron depositarios de una muy asombrosa de la cual transmitieron ~te, al menos por lo que se refiere a los que Dn salvarse del cataclismo marítimo que su- I al mundo habitado durante el famoso “hia- olítico. persados, naufragados en un mundo casi de- se vieron en la necesidad de emprender la íe hacer evolucionar a los pueblos subdesa- los entre los que se encontraron, adem s de rles una parte de sus conocimientos a cam- la ayuda que necesitaban para sobrevivir. s centros por lo menos, fueron estableci- Occidenté, con camino inici tico “prepara- a lo largo de paralelos claramente determi- que desembocaban en Cornualles, la Armó- gur y Galicia. as gentes formadas gracias al camino reco- ritualmente les dieron un saber agrícola, in- al y, tal vez, comercial. Parece que esos tres os fueron frecuentados hasta los tiempos de , la cual destruyó sistem ticamente todo lo o podía someter. Ios campesinos, Roma había hecho escla- los b rbaros supuestos cristianos hicieron s, y el nombre de “Jacques” que les quedó, do por extensión, se convirtió en peyorativo el de pedzouilles (“paletos” o “patanes”), cques-pied-d'oie. ser perseguidos y exterminados los instruc-

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druidas, los caminos inici ticos y los cen- ie la Galia y Gran Bretaña desaparecieron. solamente un camino de iniciación en Occi- , el de Galicia, protegido por sus montañas ~ atrajo a los hombres del arte, aquellos a ue la servidumbre no ataba a la tierra. 197 sólo hitita, sino también sumeria y babilon Los pirenaicos aportan, por su parte, ac que se denomina arte visigótico, aunque los baros visigodos, no m s que los rabes, nun~a ron capaces de construir... Pirenaicos, c ntabros, moz rabes, ¨se encol ron acaso sobre la base de una tradición mil ria com£n, mantenida en secreto de siglo en 5 y aplicada r pidamente a las técnicas diversas el ritual del trabajo? A partir del momento en que la bienaventt da invención de la tumba del Apóstol permi cristianizar el camino, lo que marca la ruta una línea de monasterios y ermitas, tanto “~f godos” como “moz rabes”, siempre edificados grutas probablemente sagradas por tradici Santa Cecilia, San Juan de la Peña, Leyre, Estel Iranzu, Irache, Pancorbo, San Mill n, San MigU de Escalada..., y tantos otros. Esos “visigodos” a los que se añadieron “m z rabes” forman una fraternidad de constructon que tiene por patrono--y no sólo a partir del cri tianismc~ a un “Jacques” legendario. La Eda Media conocer a esta hermandad con el nombn de Enfants de Mattre Jacques (Hijos del Maestrl Jacques). En lo que concierne al crismón, parece que, primitivamente, fueron los “Jacques” quienes lc adoptaron como una marca particular. Aunque no se puede afirmar que esté ausente de las reali- zaciones cluniacenses, no obstante es bastante raró en ellas... Pero hubo ciertamente interpenetraCiO- nes entre los constructores pirenaicos y los clunia-~ censes, llegados tardíamente a la ruta, con inter- cambios de sistemas, procedimientos y ornamen-~ tos.

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Adem s del crismón, los “Jacques” dibujan en sus piedras signos lapidarios. Estos signos son innumerables. Casi todas las piedras de ciertos monumentos est n marcadas así --y principal- mente, por lo dem s, la basílica de Santiago de 200 .~de su grabado es sumamente pro- ~' ~n, casi todos estos signos se vuelven a ~en los grabados petroglíficos de los pe- ~líticos de Galicia; y no sólo aquellos ,l~np}es como la cruz o la flecha, sino tam- bs mucho m s complejos. ~ata de transmisiones que habrían perdu- ~enios, de signos de iniciados siempre re- .~ No puede afirmarse nada al respecto, F~ confrontación es inquietante... y la peren- ~s patente. ,otro-de la cristiandad organizada que pere- ~por el camino de Compostela, estos “Jac- ~quedan aparte, ligados a una tradición ante- ~' con, indudablemente, una concepción reli- ~i: j filosófica, ritos “al margen”, transe£ntes iilretos... gentes aparte y, por lo mismo, fuera protección del clero, salvo quiz de la de la ~kn del Temple, cuya misión no es discriminar trapos de las servilletas... Secretos aparte, modos de vida y de pensamiento diferentes ~los otros; poco m s hace falta para crear una ~regación en los lugares donde intentan vlvir, y, ~tribuyendo a ello la Inquisición, de estos “Jac- ~es,- saldr n los “cagots”. La Orden de San Benito es una orden construc- ~ra y cultivadora por excelencia, y esto se debe i la misma regla. Una buena parte de sus miem- ~ros estuvo constituida por albañiles, talladores ~de piedra o carpinteros. El estudio efectuado re- ~gularmente y de forma conjunta encaminó a esos t canteros~ carpinteros y albañiles hacia la arqui-

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,-tectura y la filosofía de la arquitectura. Asimismo encaminó a los monjes agricultores hacia ese otro arte real que es la alquimia. En la Orden había también muchos m£sicos, lo cual es otra forma de “religión” muy próxima al arte arquitectónico. Podemos añadir a esto que mantenía escuelas en las que se enseñaba no ~ el trivium y el quadrivium sino también los di; sos aprendizajes. Ocurrió entonces que, tanto en calidad de m jes como de hermanos laicos, conversos y obre~ vinculados a la Orden, ésta poseyó la mayor ei presa de construcción de monasterios e iglesi que haya existido jam s, puesto que esta empre estaba repartida entre varios miles de casas e Occidente y algunas en Oriente. Sus construcciones estaban científica y filo~ ficamente ejecutadas seg£n una notable amalga~ de técnica romana--los romanos dieron excelen tes constructores de puentes--, ritmos gregoria nos, simbólica decorativa bizantina y filosofía pla tónica. Añadamos que cuando Witiza, abad d~ Aniano, lugar éste situado en los Pirineos Orient~ les, llevó a cabo la fusión con la Orden de San Coi lumbano, amplió el mundo benedictino con toda la filosofía druídica, base sin duda de todo el saber de los “Jacques”. Es en la época de esta fusión cuando se “in- ventó” la tumba de Santiago en el extremo de Ga- licia... Y si no se puede afirmar con seguridad que, la Orden renovada por san Benito de Aniano fuera la instigadora de este hallazgo, cuando menos es cierto que contribuyó en gran parte a crear la le- yenda. ¨Cu l podía ser su objetivo? Tan sólo uno es probable: Santiago era sólo un apóstol entre los dem s, y había en Francia y en el resto de Occi- dente suficientes reliquias o seudorreliquias para “montar” todas las peregrinaciones que se quisie- ra; y en verdad que no faltaban; por tanto, es preciso admitir que era el camino lo que le inte- resaba a la Orden benedictina; a la Orden bene- dictina en tanto quc constructora. De hecho, Cluny montó una ofensiva cn gran escala para acaparar la ruta. El abad Odilón envió sus constructores.

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¨Por qué los constructores? ¨Para aportar un “estilo” a la construcción? ¨O bien para lanzar a ~, conversos y obreros de la Orden Tercera _~ta inici tica? me inclino por esta £ltima respuesta. Hay ~dmitir que los maestros de obras cluniacen- ~o eran precisamente ignorantes. Asimismo, ~emor a equivocarse, se puede admitir que, ~o de la Orden, formaban parte de una cofra- ,~de constructores, y reflexionando en ello uno ~a cuenta de que no podía ser de otro modo. ~Yo no estoy calificado para decir lo que se uiría en este camino... y al final de él, pero ~un hecho que, a partir del siglo XI, durante el ~al los aibañiles de Cluny recorrieron el camino, ~o cambia en la contrucción benedictina. No sólo ,~técnica es m s sólida, sino que adem s la cons- ~ucción “canta”. Se ha encontrado un ritmo, y jjin duda un estudio matem tico de algunos edifi- ~os rom nicos cluniacenses aportaría muchas re- ,~elaciones sorprendentes. ~ A través de Cluny, el mundo cristiano se re- ,concilia con una tradición milenaria, y el viaje inici tico de los constructores cluniacenses pro- !PørCiøna resultados m s importantes que el em- pleo de ciertas formas moz rabes rebuscadas a lo largo de la ruta: una armonía que se correspon- de con el Cosmos... Y uno se pregunta... Uno se pregunta si £nicamente recorrer el ca- mino de forma ritual era suficiente para llevar al peregrino de la escuadra y el comp s de este esta- do de “conocedor” que le permitía dar a los hom- bres un instrumento de mutación, o bien si, m s all incluso de esta “evolución” del constructor, no est acaso inscrito, en ese paisaje o en esas pie- dras de Galicia, el documento de un asombroso saber.. Que tal vez salta a los ojos, pero que no

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sabemos ya descubrir. Pero, ¨por qué esta peregrinación popular, con idea subyacente de penitencia, de salvación eter- na, etc.? ¨Era una m scara o una empresa co- ~nercial? Sea lo que fuere, Cluny desvía el camino, pre- 202 _ 203 para una ruta para turistas, al margen de la de las estrellas; un camino bordeado de hosn les para mayor facilidad de esos turistas. ¨Se hace esto para dejar la vía libre? Cluny es el que abre la ruta de Roncesvall m s f cil sin duda que el Somport en esa épo y considerando que el país vasco est cristian~ do... Y Cluny es el que libera, desde Jaca a Pul te la Reina, el camino inici tico de la oleada m densa de peregrinos. Cluny es el que, pasado Estella, que no es I sible evitar, traza un camino hacia la llanura, 1 cia Logroño, hacia Burgos y m s all , por Sa~ gun antes de ir a parar a León, desviando al t rista o penitente del camino megalítico de ,41a~ y del lugar sagrado de San Miguel de Escalada. - Asimismo, a partir de León, lo aparta nuev~ mente a través de Astorga antes de volver a ed contrar el inevitable desfiladero del ManzanaP~ y después, una vez pasados los montes de León es de nuevo Cluny quien traza una ruta apart del camino de las estrellas y sube por Sarria Puerto Marino, Arz£a, Santiago... Nada de “paso de la Oca” para el turista, nada de concentración en Padrón, nada de Noya... Ape nas se le permite un r pido aseo en Labacolla y la posibilidad de gritar Montjoie! a la vista de Santiago de Compostela. Y quiz s es mejor que esté dispuesto así. Par aquel que busca una vía, el turista es indeseable en su camino... Y m s vale que los mercaderes del templo sean mantenidos lo m s lejos posible de éste.

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Lo cual no quiere decir que, por otra parte, los obreros de Cluny no hubieran construido no- tables fragmentos de arquitectura ante los que uno tiene que maravillarse... ¨Quiénes eran esos obreros? En la medida en que se puede tener alguna certeza acerca de estos hombres de los que no queda ning£n documento, sino solamente tradiciones, parece que fueron los ~iieros o camaradas de la hermandad cono- m s-tarde con el nombre de “Enfants du Pere ~ise-, y, actualmente, “Compagnons du Saint ,~ir~-. ~ozaban de la absoluta protección de la Orden, ~leyenda les acusa de haber asesinado al Maes- ~acques... Este asesinato, evidentemente falso, ,5~ legendario y simbólico, ¨oculta acaso un re- ~o m s sutil? a hermandad de constructores, llamada los , de Salomón” aparece en la Edad Media. tiene noticias de ellos hasta transcurrido tiempo, pero lo que de ellos sabemos nos a pensar que nacieron junto con la Orden mple a la que estaban muy ligados y la cual ~ haber sido, cuando menos, su garante y blemente su protector... Esto en el caso de ~s vínculos no hubieran sido m s estrechos, 1 no debería ser descartado. Orden del Temple y la Orden del Císter inseparables, por lo menos en sus orígenes. r lo que sabemos--y sabemos muy poco y través de la leyenda--la hermandad de los s de Salomón” estaría también vinculada construcción del templo de Jerusalén. Así una parte de la colección de leyendas de los s del Maestro Jacques” habría pasado a esta mdad, y esto podría, con justicia, hacer su- que los “Hijos de Salomón” nacieron, de orma u otra, de los “Jacques”. s canciones de los “compañeros” evocan to-

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ecos de sus lazos con los caballeros del Tem- yo nombre completo era: det Templo de Sa- ~2. ora bien, es evidente. que los nueve prime aballeros del Temple fueron enviados a Je én por san Bernardo con el objetivo de traer ~cumento inici tico que se encontraba en los nentos del templo de Salomón; que el em 204 20' pleo de este documento fue b sico en esa es~ de explosión civilizadora que conoció la Edad dia en Occidente; que, adem s, fue este mi san Bernardo quien creó la orden caballeresca Temple “y le encomendó su misión”. En mi opinión, este documento inici tico e las Tablas de la Ley, ocultas en el templo y nunca habían sido descubiertas, ni cuando t lugar la destrucción del primer templo por babilonios, ni con ocasión de la destrucción segundo templo por los romanos de Tito. Sobre todo esto ya me extendí, en la medi en que podía hacerlo al menos, en El enigma dei catedrat de Chartres (I) y en Los Misterios Ta plarios (2), y no querría insistir; sin embargo, qr siera recordar que estas Tablas de la Ley, ley ~ vina y no “humana”, pertenecían a Moisés, qt éste había huido de Egipto con lo que había ser el pueblo hebreo, y que este mismo Mois~ egipcio, había sido educado en el Templo y, pc tanto, había tenido acceso a la ciencia secreta d los sacerdotes. Es notable que encontremos el mismo orige tradicional, bie~ sea en Etiopía, donde nació I civilización faraónica (por lo dem s, Salomón, qu no lo ignoraba, envió a Etiopía, al menos, un copia de las Tablas de la Ley y todavía est allí o en Fenicia ( fue un fenicio quien construyó e templo de Salomón, Hiram de Tiro); en el C ~ caso, donde desembarcó Noé y de donde surgif ron las civilizaciones hitita, sumeria, babilonia por otra parte, jonia, así pues, griega (sin olvida que allí fue encadenado Prometeo que había rc

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bado el fuego del cielo, y que aquí se encontrab; el vellocino de Oro); occidental, finalmente, pOI Galicia (donde desembarcó otro Noé), por la Ar mórica y por Cornualles. Así pues, en el momento en que san Bernard~ (I) Publicado por esta editorial en esta mism; colección y en la colección “Otros Mundosl~. (2) Ed. Robert Laffont. .,~ nueve primeros caballeros en misión, nos l~amos en presencia de “constructores” (tras kultura, la construcción es capital para la i~ción), de constructores que habían recupe- ~na técnica, y que poseían, al menos por lo 1~ refiere a los “Jacques”, una enseñanza sim- .~ de la cual ellos podían conocer o no su ~profundo, pero que transmitían ritual, sim- ~~, secretamente, de generación en generación. tarde llega a Occidente el documento cientí- Pues se trata rea]mente de ley científica, que ite la utilización de esta enseñanza secreta. ntonces tiene lugar la expansión. Y esta ex- ilSn, su desarrollo, fue confiado a la Orden del ple, aun cuando se enmascarara con luchas ntales contra los musulmanes. Esta expansión I desarrollo incluyen, en primer lugar, la agri- ~ira (todas las encomiendas ser n empresas ~colas) y, en segundo lugar, la construcción de p~lmentos cuya acción directa sobre el hombre por objeto hacerle evolucionar. Y para que ~e permanezca ignorante al respecto, el bastón ~nando del Gran Maestre del Temple es el aba- ~1~ vara de medir, y, en cierto sentido, como su ~ibre indica, bastón de maestro de constructo- se pone a disposición de los templarios una Inoría escogida de constructores que se organi- en forma de hermandad y que utilizar n, para ~ar a cabo su misión, la tradición “jacquaire”,

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ida de “Noé” el atlante (en el sentido atl nti- , y los datos científicos de las Tablas de la Ley. Y de este modo surge el gótico, y surge Char- ~... ~- Yo considero que los “Hijos de Salomón” pro- ~den de los “Jacques”, no sólo debido al empleo b la colección de leyendas de los “Hijos del Maes- ro Jacques” por parte de los “Hijos de Salomón”, br~o también por el de ciertos tótems, como el pe- rro o el lobo. Tradicionalrnente, los “Hijos del Maestro Jac- 207 208 ques” son “lobos” (loups). Investigando el n de esta denominación, recordamos que son rios” de Lug, el dios ingenioso, que son ho~ de la piedra, y que la piedra, en la medida en es posible remontarse m s all de los indoe peos, es car, har en vasco, y que el perro es e los celtas: Ca o Cu. .-- Ni que decir tiene, que eran sectarios de desde el origen de los tiempos, pero que no se virtieron en lobos hasta después de la apari~ del lupus. Anteriormente, fueron- sin duda J (gansos o ansares), de ahí su nombre de “Jacqu (y, fonéticamente, jars, que parece ser una pa~ zación, estaba ciertamente relacionado con la I dra, car, como lo estuvo el perro en la época cell El tótem del ciervo que aparece en los pet glifos de Galicia y otros lugares se explica de misma manera por el preindoeuropeo carn, que un plural de piedra, lo cual dio: Cernum, el di ciervo. Los “Hijos del Maestro Jacques” son “loboi (loups), pero también “cocos” (loups-garous), ~ cual es una forma pleon smica aparecida tardil mente. El garou es el gars-loup, que bien se podr~ pronunciar jars-lug. Ninguna relación, evidentemente, con los “coD ductores de lobos” de los que existían todavía a~ gunos especímenes en el Lemosín y parece que ed Sologne en el siglo pasado, y que simplementé son domesticadores de lobos, lo cual es m s f cil

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de lo que por lo general se piensa. El “garu” vive aparte del mundo... Y esto nos ayuda a ver un poco m s claro en esas historias de ermitaños que aparecen en el origen de algunos monasterios a lo largo de toda la ruta de Santiago, tales como Santo Domingo de la Calzada o San Juan de Ortega (y otros muchos, incluso en las rutas “jacquaires” de Francia). No parece que los antiguos de la Edad Media hubieran dado a la palabra “ermitaño” el sentido del cristianismo alejandrino: hombre que vive .~i desierto (eremus). ~ecto, en las historias legendarias que con- r~l la fundación y construcción de las aba- ~contramos con frecuencia a un “ermitaño”. ~no san Benito es calificado de eremita; y Iye Subiaco. Pierre de l'Etoile ( -qué casua- I es un ermitaño que, a orillas del Creuse, ~ye Fongombault. Un Santiago, general bi- (! ), se hace ermitaño en el Berry y cons- en el siglo IX, la capilla Dam-Gillon (hoy Capilla de Angillon)... Y tantos otros. te estado eremítico se parece mucho al de bmiurgos~ griegos, especialistas y maestros , unados, que vivían retirados y a los que los ~nos y constructores acudían a solicitar con- sobre las reglas que debían observar en la ~ición de sus obras. ,~li hombre, llegado a un cierto estado de cono- ,iento, sobre todo en lo que concierne a las ~s de la Naturaleza, se encuentra al margen de li~ciedad corriente. Da un poco de miedo, y se le ~e m s o menos aparte, como ocurrió durante -~ ho tiempo con los herreros, los dueños del ~go... ,~£n hoy, en ciertas regiones, este hombre, que -, un poco “brujo”, vive apartado, en un estado

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~i eremítico. ¨Podemos descartar la posibilidad de que esas ~numerables ermitas que encontramos a lo largo ~I camino de Santiago (donde se erigieron monu- ~entos religiosos) hubieran sido la morada de ~ompañeros” de maestros, lugares tan solitarios ue los “transe£ntes” del camino inici tico no los isitaran...? ¨Y suficientemente h biles en su ofi- io como para que los reyes y dem s príncipes ~udieran a ellos para encargarles sus propias onstruccioneS~ sus palacios, sus puentes o sus ~calzadas? ...Maestros que habían finalizado la “travesía~, que vivían apartados y que, en cierto sentido, ser- vían de “apoyo” a los aspirantes a la iniciación. EL ~ISTER10 DE CO~IPO~-TELA XIX. LA CµBALA El asentamiento de los celtas en Galicia tan deliberado como lo sería, mil quinientos a m s tarde, el de los primeros monasterios- y la misma razón de ser: la apertura de la via iniciación a los “b rbaros” que ocupaban toda el Occidente. Aquí también es difícil hablar de “conquisb es decir, de una imposición de fuerza junto c privilegios por parte del vencedor. Parece que ~ celtas se habían mezclado con los autóctonos. Si plemente, su lenguaje prevaleció, como había oa rrido en la Galia. Es probable que se tropezan aquí con ligures, al menos en los territorios qu m s tarde ser n Galicia, ya que, en las orillas d~ bajo Ebro, formaron, con las poblaciones exista tes, lo que se ha llamado los celtíberos. De hecho, ocupan, en torno al país de raz vasca, lo que ser el camino de peregrinaciól cristiano. Contrariamente a la población con la que s~ encuentra y se mezclan, ellos no son “gentes de la piedra~-. Seg£n Jes£s Taboada Chivete cuando finaliza~ ba el período del bronce, se había producido una~ explosión cultural del noroeste hisp nico precél

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tico, y esto se había traducido en una mayor utili- zación de las minas de oro y de estaño y, al mismO ia reanudación de antiguos contactos ~on el Occidente noratl ntico. ~ato popular del extremo Oeste consti- ~do.étnico cuya superioridad y vitalidad ~tes. Las obras de ese Oeste siempre mos- J~a clara originalidad con relación a la i~tas peninsulares, y esta personalidad se indr a todos los modos posteriores de ex- ~cir de algunos investigadores, esta pobla- ,~e procedía de la época megalítica, habría E~u límite oriental en la costa mediterr nea, |1~ tradición atl ntica y estaría ligada por ~. a- la cultura nórdica. t recién llegados celtas se habrían incorpo- ~~ esta población sin llegar a transformar lo i~l de la personalidad de dichas gentes. Se a producido sencillamente una interacción ~fica. La rica habla hallstatiana se trans- 1~, por un fenómeno de aculturación, al con- ,~ con los indígenas, quienes mantuvieron su ~onalidad a través de todos los avatares hasta ~s muy recientes. J~os especialistas han tropezado con grandes di- _lltades para ponerse de acuerdo sobre los lími- de la civilización llamada castreña y su con- ~tencia. Parece como si aquí hubiera algo “ in- _ lexo~, que permitiera lo mismo atribuir esto a celtas, aquello a los autóctonos, lo de m s all ~indoeuropeos precélticos, e incluso a los iberos. ,-~ Esto recuerda las controversias de otros espe- Eialistas que discuten sobre si un trocito de pie- ~ra procede del rom nico borgoñón, del estilo de 3~oitiers, o de un merovingio tardío. Volveremos encontrar todo este falso problema en el camino ristianO de Santiago. . Y el problema era el mis- ~íno mil quinientos años antes. Galicia es lugar por ~donde pasan hombres tanto llegados de la tierra

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como del mar, aportando cada uno de ellos algu- na cosa, llev ndose cada uno alguna cosa; el au- tóctono, sin embargo, permanece invariable. No hay dólmenes bretones, dólmenes ai ses, dólmenes iberos; hay dólmenes, hay los... Hay constructores de dólmenes que tien mismo modo de pensar y cuyas técnicas s~ diferencian por la tensión, las tensiones, de lz teria tratada y del suelo donde est n levanti Y no se podría dudar que han sido tratados lísticamente. Es con los celtas --a causa del emplea gaélico--cuando aparece el término c bata, do a caballo por los sutiles lazos de la fon~ Es importante acordarse de que todas las ~ guas habladas por entonces en el Occidente ad tico carecen de escritura y que la sutileza de I lengua se basa en su disposición fonética, su rit y sus inflexiones. Ya no es posible determinar cu l es el ori del cabalus latín; bajo latín y, seg£n Ferron, s- do del bajo galo. No puede dudarse que el ca llo, ligado a la cabala, fue elegido o impue por su valor fonético, una fonética que nada d al latín. El término parece celta, o fabricado. Para signar el caballo, el ligur tiene la palabra Eg y el latín, que evidentemente deriva de él, ti Equus. En la región de Laux, caballo se lla gvas, palabra que bien podría ser el aeslabón” tre egvo y cabal. Los celtas utjlizan la palabra Vedra. Y ahora, si recordamos que nos hallamos en era del Carnero (Aries) donde el Dios supre] tiene por símbolo a este animal, en lenguaje tico, Belén; si no olvidamos tampoco que los jetos inici ticos, por no decir sagrados, son piedra, tanto en ligur como en celta, se llama c (h'ar en vasco); la piedra de Dios ser , en la é] ca del Carnero: Carbel o Carbal. Si igualmente recordamos que el lenguaje

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es escrito, sino hablado, y que f cilmente se pc de B a M o a V, y que el nombre de Belén apare z de la Orden dcl Ternple. Cruz “oficial~ que figura las de todas las órdenes de caballería de España. ~to de Las Huelgas. (Foto Col. del autor.) rada: tau que constituye el signo militar del Tem la fortaleza templaria que guarda los desfiladero eso a Galicia. ( Foto Col. del autor.) también como Balam, Mal n o Val n (el Ven Vin, vaso de vino, de la lengua de oíl equiva “Batro dou Bin” de la lengua de oc), obtendro para designar la “piedra de Dios”, Carmal-Can Carbal-Carbel o Carval-Carvel. O lo que es lo mismo, Cavale-Cabale. Así se puede pasar de la piedra divina a la. vale” (yegua, en francés poético), vinculando f~ ticamente esta piedra sagrada a la montura l adquiere por ello una especie de sacrilización; La cosa es m s corriente de lo que generalm te se cree. Popularmente, el gato arañador (g feur) es un escribano forense (greffier). Así o rre también que las eminencias consagradas a L~ los lu-dun, fueron asimiladas al león (sin que haya podido llegar a saber si el león así designa~ era realmente el leo latino). Señalemos que, bastante curiosamente, la c telación del León es denominada por los va Zaldia, el caballo... Fonéticamente, el carbalier (¨cabalista?' aquel que conoce los arcanos y el porqué y el c de la piedra de Dios; es un jinete, que mon~ yegua. En francés, esto ha dado lugar a chev~ (caballero), con un sentido distinto de cav, ( jinete). Y es realmente la cavale (la yegua), la c l lo que van a buscar, a través de un camino debe ser recorrido, esos antiguos peregrinos teriores a Santiago. Parece incluso, si prestamos crédito a la le da, que se trata de una c bala renovada la qu ofrece en la era de Belén, como se ofrecer

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en la era de los peces, en la era cristiana. ~sta es la leyenda de la isla de la Toja, qu encuentra a la entrada de la ría de Pontevedra Se cuenta que un hombre que tenía un ca~ muy viejo decidió cierto día dejarlo moril muerte natural. Para ello, cruzó el pequeño b de tierra, descubierto durante la marea baja unía la isla a la tierra (convertido actualment 214 ~) y abandonó el caballo en la isla. ~emana m s tarde quiso averijguar lo que Dcumido. Cu l no sería su asombro al en- . r al animal piafando lleno de vida y de vi- iil caballo totalmente rejuvenecido, como si -~ ocurrido un nucvo nacimiento. aballo se había bañado en las aguas de una que se halla en la isla y que era fuente de ~d eterna... que decir tiene que esta fuente de eterna d es explotada en la actualidad industrial- ~ra bien, para ir desde esta isla de la Toja el lugar de “reunión”: Padrón (Pardon, en actual), hay que franquear el pequeño río en el que se podría reconocer f cilmente é o un Liger ligur; y este río se cruza por un llamado Pontevedra (y todo esto se encuen- y cerca de Mogor, donde fue encontrada la grabada con el laberinto). ~ latinistas impenitentes cuyo horizonte to- ,ico se limita con demasiada frecuencia al hacen derivar Pontevedra de ponte veteris, ~nte del veterano. Esto representa olvidar ialicia era un lugar donde se hablaba el cel- r y que vedra designaba, en celta, al caballo ~or (en español: jaca). Por lo dem s, de ello a quedado la palabra palafrén, que fue, en- s galos, el paravedra, el caballo de refuerzo yudaba a los troncos de los cargamentos de- do pesados a subir las cuestas abruptas. y~ adem s, en la misma provincia de Ponte- , otro Vedra, del que no se ha pensado to- hacer un veterano. no sé si esta leyenda, traída de Santiago, que fue aplicada a Bagnoles-de-l'Orne en su exacta de caballo viejo rejuvenecido por el

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de una fuente, pero es asombroso que Bag- se encuentre precisamente en el trayecto, cir, a pocos kilómetros, de esa peregrinación iba de Sainte-Odile a los montes de Arrée y 215 que seguía muy exactamente el paralelo ~e latitud. Ni que decir tiene que mi explicación dc bala mediante la piedra de Belén puede m~ no ser satisfactoria, pero no por ello deja de relacionada con la yegua ~cavale), y se encu en el origen de lo que m s tarde ser la caba andante (o chevalerie), y no la caballería d~ rra (o cavalerie). Podría parecer que, hablando de Santiagq es oportuno recoger la lejana epopeya irlan~ pero los lazos que unen a Galicia con Irlanda ron muy estrechos. Así pues, con motivo de la expedición de gairo, hijo de Crimthann, dicho guerrero se p~ pitó junto con sus hombres dentro de un 1~ - para ir, a petición de un “hombre de hechicer Fiachna, a rescatar a su mujer que había sido n tada por unos bandidos. Habiendo triunfado en su misión y dev~ to su esposa a Fiachna, éste les dio a cada uno-- caballo “para regresar a su país”. “Si queréis--dijo Fiachna--, llevaos los cal llos con vosotros y no os bajéis de ellos.~ Cuando regresaron, las gentes del país se ab Ianzaron a su encuentro. “No os acerquéis--dijo Loegairo--; hemos v nido para deciros adiós...” Y se alejó de ellos pa entrar en el Sidh (País de las Hadas). Todo el proceso de iniciación, popularizado, d encuentra aquí reunido: el tr nsito a un “mundl paralelo” que es la muerte simbólica, la victorii sobre este otro mundo, el retorno posterior mon tado en la yegua que no puede ya ser abandonada~ lo cual coloca al caballero de alguna manera apar~ te de los dem s, al vivir una experiencia dif~

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rente. La relación entre la c bala y el caballo est tan arraigada a£n en la época en que nace la leyenda; rœ~ necesario h cer cabalgar a éste a, y, conforme al punto de vis- ~~o, consagrarle caballero de armas. ,I.motivo de que, en la batalla de Cla- ~s musulmanes, los caballeros cristia- ~i4iarecer en medio de ellos, montado iI;o de una blancura inmaculada, a un e-resplandeciente que se dedicó a hacer ~ina entre los enemigos, garantizando ido la victoria. Se trataba del apóstol ~: había regr~esado para desempeñar el allero y patrono futuro de la Recon- li~ Península Ibérica, montando la blan- ~1, el pobre apóstol que, en su lejana 4bía cabalgado ciertamente nunca otra _~e la burra y que--teóricamente--no ~bido tocar jam s una espada. ~un Santiago sin caballo equivalía a des- ~enda hacia la mojigatería, lo cual pre- ~tc no habrían podido aceptar los peregri- l~vez no muy cristianos todavía, que conti- la tradición milenaria. X X . LOS GRABADOS DE NOYA En este terreno “compañeril" sigue reinando el misterio, y los propios “compañeros~, por su parte, han hecho lo necesario en el transcurso de los siglos para que así fuera, y quiz sea mejor que haya ocurrido de este modo. Tras un docto examen de los signos lapidarios existentes en las iglesias, los arqueólogos, que sa- ben bien cómo se hace un monumento, han saca- do de ellos conclusiones lógicas: el maestro de obras, o el arquitecto, distribuía entre los talla- dores y carpinteros el trabajo a destajo. En cada piedra o viga el obrero ponía una marca personal y, cuando llegaba la hora de la paga, le bastaba con enseñar las marcas para sumar el n£mero de

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minas, sestercios o sueldos que el destajista había ganado. . . Digo minas, sestercios o sueldos, porque el mis- mo fenómeno se ha observado en los monumentos griegos, romanos, rom nicos y góticos; lo cual de- muestra una hermosa constancia en la economía de la construcción... Y, después de todo, la explicación tal vez sea v lida y ese medio de contabilidad quiz fuera posible... No obstante, la complicación de algunos de ta- les signos hace suponer que, para poderse tomar el tiempo necesario de grabarlas--y hay algunas r en las que el trabajo ha sido hecho muy profunda- mente pese a lo duro de la materia--esos desta- jistas no debían ser muy apremiados para termi- nar su tarea y recibir su paga... Y, dado que no todas las piedras est n adornadas, ¨habremos de suponer que los obreros que sí tenían urgencia se contentaban con marcar sus piedras con carbón o con tiza? Una £ltima observación todavía. Sin duda por falta de atención, no he podido descubrir signo al- guno en los monumentps civiles, ni tampoco en las piedras de las iglesias platerescas y barrocas, no obstante numerosas... ¨Tendremos que llegar a la conclusión de que los monumentos civiles, fortalezas y dem s, nada debían a los destajistas y que estaban construidos por simples patanes asalariados...? ¨O que la cons- trucción religiosa había dejado de acudir a los destajistas? No hay que descartar, a pr¨ori, esta explicación. Demostraría que los albañiles habían dejado de ser libres. En efecto, el hombre que hacía una marca en su piedra demostraba al mismo tiempo que tomaba su responsabilidad personalmente y que, por tanto, tenía derecho a tomar esta respon- sabilidad; es decir, que era un hombre libre, que disponía libremente de su trabajo. l~ste es el aspecto “social” de esa organización (o de esa ausencia de organización, seg£n los cri- terios actuales) del trabajo; pero hay otro aspecto que resulta muy enigm tico: se trata de las mis-

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teriosas l pidas sepulcrales de Noya. Noya, clave de Galicia y lugar de desembarco de un legendario Noé, es una pequeña ciudad muy extraña, no en su apariencia exterior, que es la misma de todos los puertos de las rías gallegas --aunque un cierto enarenamiento le haya restado mucha de su antigua importancia portuaria--, sino a causa de una gran cantidad de l pidas sepulcra- les muy sorprendentes. - - - - Estas piedras est n concentradas en un peque- 218 - 219 r~ 1 Las extra~2as marcaS de las “piedras de tumhosl- del ce ~ue rodea la iglesia de San Fran- ~s tumbas, las hay recientes, y tam- .íi~, como en todos los cementerios, _ ~ del que yace y las inscripciones ha- ~ego encontramos otra serie de pie- ~nchas, como se decía antaño, cuya fe- ~j;osible fijar, pero que parecen proceder .de la Edad Media o del Renacimiento. ~t n- apoyadas contra las paredes con ~ de conservación; otras han sido em- ,~é nuevo en los tiempos modernos, con i~s modernas... ~-piedras son extrañas, porque, salvo rarí- ~epeión, no incluyen ninguna inscripción i~li mención alguna de la persona que se su- ,~bía de yacer en la tumba que les corres- ~~ cubrir. ~unente dibujos. Dibujos complicados, de ,-lectura, grabados linealmente, como lo es- l~s petroglifo~ de los peñascos megalíticos, lo est n los signos lapidarios de los cons- ~tores de iglesias; con, pese a la mayor com- ,~ción de los dibujos, una especie de parecido I tales signos. ql)ibujos, pero ning£n nombre. Indudablemen- tumbas de “compañeros muertos”, de maestros.

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,~ nombre no cuenta, ya no cuenta. Es el signo ,~ iniciado que muere al mundo, que pierde su bmbre... Su nombre sí, pero no su “cualifica- ~Jibn~. que se expresa en jeroglíficos. ¨Pero acaso hubo alguna vez cad veres bajo ~sas planchas sin nombre? ¨Acaso no son esas pidas sepulcrales el símbolo de la muerte sim- ~bólica de los novicios convertidos en profesos, en los conventos; de la muerte simbólica de los reyes euando se los corona; de la muerte simbólica del eardenal convertido en Papa? Como estas piedras s~n generalmente poco co- nocidas, incluso por los especia}istas del camino de Compostela, he reproducido algunas, proceden- tes, bien de fotografías, o de la Historia de Gali- cia de Ramón Otero Pedrayo (1). ...Añadiendo algunos petroglifas me~ varios miles de años m s antiguos, pero C que me parece que guardan un evidente p~ gr fico. Sin duda existen cementerios de pereg todo lo largo de la ruta de Santiago. El vi~ largo, difícil y a veces peligroso, sobre tod las personas de edad; pero ninguno de esl menterios tiene ese car cter secreto, indescil voluntariamente indescifrable... ¨Era Noya, marcada ya por su leyenda, - gar donde se conseguía la definitiva iniciacibii ese camino al que, desde hace milenios, llega hombres en busca del conocimiento? Por otra parte, Noya posee otra iglesia, no, grande, pero sí bastante notable que ofrec particularidad de poseer un pórticó en arco de veda apuntado con notables esculturas cuyo F cido con las del “pórtico de la Gloria~ de Santil es evidente; representando éstas, por lo que5 dice, los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, I dos ellos m£sicos y la mayoría teniendo en, mano el matraz alquímico. '~' Sólo que en Noya los veinticuatro anciaW siempre m£sicos y alquimistas, no son m s qi doce.. .

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(I) Buenos Aires, 1962. XXI. COMPOSTELA ~a el peregrino,' que día tras día había reco- ~el camino tan largo y a veces tan monótono ~recía eterno, Compostela era como un abra j~icia de donde era desterrada toda pena. ruta terminaba s£bitamente en un cerro el que la mirada abarcaba toda la ciudad ~us techos y campanarios, en medio del ver- ~e los bosques... Y el buen peregrino gritaba ~tjoie!, exclamación que servía tanto para ex- ~r alborozo, como de grito de guerra... y sobre ~o origen latino todos los filólogos han especu- b vanamente. El nombre quedó para bautizar este lugar des- el que se descubre la ciudad. Asimismo era tradicional lavarse minuciosa- nte en la fuente de Labacola, cuyo significado ~ular atenta al decoro y deja suponer maligna- nte que los peregrinos, al terminar su viaje, se preparaban para otros combates distintos que los ~spirituales. . . Luego tras un £ltimo descanso, se orgamzaba ~la procesión que costeaba los límites de la ciudad, hacia el Norte y en dirección a la basílica. ~ (Los grupos de peregrinos no parecen haber It- atravesado las ciudades m s que raras ocasiones Recibidos en los arrabales, alojados y alimentados cuando ello era posible, desfilaban a continuación por fuera de las murallas... Recibidos, si, . jetos a la desconfianza de los ciudadanos;..' Pero sin duda no ocurría lo mismo en pia ciudad de la peregrinación... Y no hay m s agradable en el mundo que la vieja C~ tela de la época de la peregrinación, apre~ torno a su iglesia.

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Por ella pasaron los mejores constructore mundo, gentes que sabían no sólo poner p sobre piedra, sino hacer de ello una satisfac para los ojos y el espíritu; hacer de una ci~ un lugar de calor humano sin desperdiciar i de la nobleza de sus piedras... -Que nuestros banistas de los grandes bloques, constructore~ conejeras para hombres aprendan ahí cómo ~ calle se hace viva, propicia a la fantasía, al c~_ Jeo, al comercio; cómo, en una misma ciudad, calles pueden ser acomunales” y las plazas ~r~ les”! ~ Y, sorprendente paradoja, la circulación au3 movilística y el estacionamiento de vehículos- acomodan mejor con la vieja ciudad que con nueva. Parece que haber afectuado el recorrido d~ camino de Compostela es algo que les falta a k~ constructores de hoy, que no han aprendido a cd nocer ni la tierra, ni la piedra, ni el hombre.. Pero sin duda conviene que haya ocurrido de esU modo. Compostela lo tiene todo a punto para el per~ grino, tanto para aquel al que han iluminado lo9 reflejos divinos de la belleza como para el idól tra al que colman de satisfacción los innumera- bles ídolos en que se han convertido las estatuaS del Apóstol, incluyendo la imagen cubierta de oro del altar sobre cuyos hombros es necesario poner las manos. Para los peregrinos, los “Reyes Católicos~ ha bían hecho instalar un Hospital Real (la palabra hospital tenía entonces un sentido de hotel), enor- me y muy hermosa construcción, edificada un ~actualmente se mantiene fiel a su pri- ~sión: es el “Hostal de los Reyes Católi- ~Establecimiento no especialmente destina- i~c peregrinos de escasos medios... c peregrinos sólo tenían que dar algunos ,~ para llegar hasta la basílica y recogerse ~umba del Apóstol. La iglesia no tiene ya su ,io primitivo. Su pórtico occidental de doble j~ de medio punto ha desaparecido detr s de

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,~rreglos que le ha infligido el “barroco” espa- ~ora, una doble escalera, de estilo “civil no- 4, no carente de mérito por lo dem s, sube una fachada enmarcada por dos torres con ~rnos; fachada donde abundan, en torno a ven- _ s muy laicas, un gran n£mero de im genes _ santo, tanto pedestres como ecuestres, distri- ~idas en niveles sabiamente calculados... Y, no obstante, hay que agradecer la labor de ~s arquitectos, ya que, aunque el joyero casi no líine m s calidad que su aspecto suntuoso, debi- a la joya que contiene, representó la m s efi- de las protecciones. Sin él, es probable que el ~dmirable Pórtico de la Gloria, a£n intacto, ha- vbría sido asolado por los vientos del Oeste domi- ~antes y procedentes del mar que no est muy ~ejano... Y, adem s, ¨acaso no hace falta una piel ~:de asno para vestir y ocultar a la Bella? Por una vez, los arqueólogos, que no son capa- ces de descubrir un templo antiguo sin calificarlo ~de monumento funerario, tendrían razón. La basí- lica encierra una tumba. E incluso un cementerio. Las excavaciones emprendidas debajo del monu- mento han permitido sacar a la luz el “compos- tum” anterior a su construcción, cementerio sobre todo romano que contenía el “arca marmoricis” de la invención de la tumba del santo. En este lugar, en el año 818, el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, hizo levantar un pequeño san- tuario, pero, después de la aparición del santo como caballero en la batalla de Clavijo en el año 224 225 15--EL MISTERIO DE CO!IPOSTELA 844 se hizo evidente que el Apóstol merec honrado de manera m s grandiosa y, en 89 fonso III decidió edificar una basílica, la cu~ arrasada en el 997 por Almanzor. Sus camp fueron transportadas a hombros de cristianos~ ta Córdoba, de donde el rey Francisco III cuperó al terminar la Reconquista, y en 1236~ hizo conducir de nuevo a Composte;a, definit mente marcada por la estrella de la peregrinaa

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Hacia fines del siglo XI, cuando Galicia ~st ya al abrigo de las incursiones musulmanas, se menzó la edificación de la actual catedral, en~ emplazamiento del antiguo santuario, que pas6 constituir su cripta. En el 1105, la construcc;~ estaba lo suficientemente adelantada para que u~ parte del edificio, sin duda el coro, pudiera s~ consagrado. ~ Yo no sé si esta extraordinaria iglesia pued;~ ser clasificada como “rom nica”, esto es asuntl de especialistas. Si este estilo est caracterizad~l por la bóveda de medio punto, es evidentement~ rom nico, o romano. Un rom nico de arco de h~ rradura que procedería de los moz rabes... Y, sic embargo, nadie se sorprendería, aunque la bóved~ fuera de crucero ojival, hasta tal punto la armoní~ musical de la construcción recuerda a ciertas ca- tedrales del siglo XIII. Hay aquí todo el misterio del templo realizado, aunque, por tal motivo, es- capa al “estilo”. Sin escapar, no obstante, a las semejanzas que ponen de manifiesto lo que actualmente se deno- mina una “escuela” y que me parece ser obra de una hermandad. Su planta es cruciforme y el coro est termi- nado por un bside semicircular. Contrariamente a lo que se suele creer, esta planta en forma de cruz no respondía primitiva- mente a una imitación simbólica de la cruz, sino, con un sentido m s utilitario, al n£mero de sacer- dotes o capellanes que tenía que oficiar en las ; iglesias. Cuando ese n£mero era grande, se deja- ~ir la necesidad de un n£mero de capillas ~te para todos. Ahora bien, todos esos alta- ~oían ser dirigidos hacia el Este, y, después i~capillas absidiales en torno al bside, hub( ~oncebir los transeptos para instalar en ellos ~las dirigidas del modo ortodoxo. Cluny, don- abundancia de monjes y capellanes era gran-

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~uvo incluso que doblar el n£mero de esos ~septos y llegar de este modo a una planta en ~a de cruz de Lorena. ,l~sí pues, no se puede sacar ninguna conclu- de la planta de la basílica. ~En cuanto al bside en forma circular, que es j~stante en el rom nico, parece realmente que su ~igen es anterior al cristianismo puesto que esta ~rma se encuentra en la basílica pitagórica de la ~erta Mayor que ha estudiado especialmente Je- 6nimo Cacorpino. ~ Como la mayor parte de las grandes iglesias, la catedral de Santiago no est construida sobre ~na línea recta, sino que el coro se halla inclina- ~lo a la izquierda, hacia el Norte, con relación a la alineación de la nave. Los mismos transeptos ~no son perfectamente perpendiculares a la nave y est n inclinados en el mismo sentido. El propio pórtico occidental no es absoluta- mente perpendicular a la nave y su fachada est ligeramente inclinada hacia el Norte: Es, pues, como si toda la construcción hubiera sido estable- cida en torno a un eje curvo, hall ndose el cen- tro de curvatura hacia el Norte. Todo esto, evidentemente, no puede distinguir- se “directamente”, pero aparece muy claro en el plano (yo utilizo el levantado por Conant para su reconstitución). Se trata de un desfase de líneas que el ojo no capta directamente, como ocurre también en Chartres. Esta “torsión” casi constantemente presente en las grandes iglesias perduró hasta finales de la Edad Media y a veces m s all todavía. Se le han buscado --y encontrado-- toda clase de explica- 226 ~ 22~ ciones, desde la falta de destreza de los mae de obras ( -sí, hombre! ) hasta necesidades das al terreno. En cuanto a la constancia de~ desviación, cualquiera que hubiera sido el teEl o el constructor, finalmente se terminó por h2 en ella un infantil simbolismo de patrocinio; eJemplo, al representar la iglesia el cuerpo

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Cristo en la Cruz, el coro estaba inclinado ht la izquierda, porque la cabeza del Crucificado lo había hecho durante su agonía... De hecho, esta inclinación se vuelve a en~ trar en la mayor parte de las galerías cubierl (dólmenes) megalíticas. Es, por tanto, el resulta de una tradición transmitida y a£n no explica~ pero que muestra claramente, a través de la cor trucción, la perennidad milenaria de un cierto ber, quiz s hoy día perdido. Las absurdas ornamentaciones y el oro en pr~ fusión que los españoles han gustado de introdl cir en sus iglesias no consiguen destruir la a traordinaria armonía de la catedral de Compost~ la, cuyas proporciones consiguen seguir siend humanas a pesar de los veinticuatro~ metros d~ altura de su bóveda y su extensión que es de ce~ ca de cien metros. Por supuesto, se planteó la cuestión de sabel q~ién la había realizado. El evidente parentescd que existe entre Saint-Sernin de Toulouse y San; tiago de Compostela ha hecho afirmar con fre~ cuencia a los arqueólogos franceses que el arquh tecto de esta £ltima había llegado seguramente del otro lado de los Pirineos. . . - El gallo francéS, lanza su quiquiriquí! Y, naturalmente, }os arqueó logos españoles afirman lo contrario. -Olé! Nacionalismo est£pido, tanto como querer atri- buir una catedral a un rey o un obispo (salvo ca- sos raros y conocidos en que los obispos eran maestros de obras). Los constructores son las her- mandades de constructores, y los reyes y los obis- pos eran incapaces de darles la menor indicación concerniente a la construcción. ~ que se puede afirmar al respecto es h 1~ misma hermandad la que construyó ~snin y Compostela... Y Olorón y Jaca. Y se 1~ gentes que no sabían si eran franceses o ~s, que sin duda dejaban estas denomina- a los sedentarios, siendo ellos “transe£n- ~ero es probable que fueran los m s antiguos

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mino de Santiago, pirenaicos, c ntabros, leo- o gallegos: los “Jacques”, aquellos que m s ~ fueron conocidos con el nombre de aHijos haestro Jacques”. J~o obstante, sería absurdo pretender estable- ~na especie de foso entre los constructores pi- ~icos y los cluniacenses que fueron los dos gran- ~talleres” del camino de Compostela; hubo ~tamente entre las dos “empresas” no sólo in- ~cambio de influencias, sino . también a veces ~bajo en com£n. Así ocurre que se descubren gnos lapidarios que sólo pueden proceder de los ~cques” en monumentos claramente clunia- ~ses. , Asimismo, la influencia se extendió m s all lle las construcciones del camino, tanto en las tec- hicas arquitectónicas como en los motivos orna- pentales (los cuales se transmiten, ciertamente, ~on mayor facilidad). De este modo, en el “roma- ~nico de Poitiers” se descubren restos de influen- .cias moz rabes que en realidad proceden del ca- mino de Santiago, de donde carpinteros y canteros ~franceses venían de recorrer el camino inici tico. De hecho, en aquella época existen verdadera- mente dos universidades de constructores en Occi- ~ente: Cluny y los “Jacques”, con la obligada in- terpenetración de influencias recíprocas y, sin duda, unos ciertos celos profesionales. Todas las piedras de la basílica (o casi todas) est n marcadas con signos lapidarios, y la profun- didad de estos grabados hace suponer que no se trata de simples indicaciones, sino de una especie de ritual, una forma de identificación del tallador de l~iedra con la piedra tallada y que, por inter- - medio de su símbolo personal, le introduce, a él, como parte integrante del templo. La iglesia estaba en verdad terminada desde hacía mucho tiempo, cuando, en 1168, el maestro Mateo se convirtió en maestro de obras de la ca- tedral y emprendió la tarea de rehacer el pórtico

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occidental. Los historiadores se han preguntado el motivo de este cambio, ya que es evidente que esta repa- ración no tenía ninguna causa arquitectónica el pórtico primitivo estaba todavía en buen estado. En general han coincidido en que, por un lado, convenia dar m s amplitud a la entrada, en con- sideración al n£mero creciente de peregrinos, y, en efecto, las dos entradas primitivas se convirtieron en una sola, a la cual se añadieron dos entradas laterales m s pequeñas que daban acceso a las naves laterales. Por otro lado, en todo Occidente se estaban construyendo maravillas, y era necesario que San- tiago no quedara en situación de inferioridad. En efecto, es la época en que el gótico, bajo el im- pulso del Císter y de una nueva hermandad de constructores, vinculada a la Orden del Temple los “Hijos de Salomón”, adquiere una gran ex- pansión. Toda la concepción y la realización de este pór- tico est n dominadas por la extraordinaria perso- nalidad de este “Mateo” que ha permanecido bas- tante misteriosa. Su origen no se conoce con exac- titud, habiéndose vertido mucha tinta al respecto pero seguro que debió gozar en la propia Compos- tela, antes de que sus trabajos fueran empren- didos, de una fama bastante grande para que se le otorgara la confianza de remplazar el pórtico primitivo, que era, al decir de la época, muy her- moso. Ahora bien, Mateo tuvo no solamente que des- montar este pórtico, sino también recalzar en la cripta todo el soporte de la nueva construcción entre las dos torres cuadradas primitivas, aunque ~parece que el maestro era ducho en tales trabajos, ~pues se le atribuye la construcción de un puente sobre el río Ulla. ú Todo esto hace suponer que Mateo debía de ser de origen local, para que su maestría fuera cono- cida y se le otorgara una confianza total, pero el trabajo realizado prueba que no había bebido en una sola fuente y que lo había aprendido todo en la gran universidad popular que era, en aquel en-

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tonces, la ruta jacobea, y, sin duda, como sus se- mejantes, yendo de obra en obra... No se puede describir el Pórtico de la Gloria. Las im genes son a veces impotentes para refle- jar su belleza. Sin duda es una de las m s extraor- dinarias obras maestras de la escultura de fines del siglo Xll; y quiz de todos los tiempos. Su división vertical parte de un concepto filo- sófico, por lo dem s constante en todas las reli- giones: abajo, sosteniendo el conjunto, el mundo animal; un mundo de vocación fant stica, tratado en un duro granito ocre, sirve de basamento al mundo humano de la Iglesia, a la izquierda los profetas del Antiguo Testamento, a la derecha los Apóstoles, tratados en un m rmol compacto. En el pilar central, sobre una columna que re- presenta el rbol de Jesé en piedra transl£cida de reflejos azulados, el apóstol Santiago el Mayor, sentado y apoyado en el bastón de peregrino, aguarda en el umbral del santuario a él consa- grado. Encima est el mundo divino rodeando al Cris- to en la gloria, y los cuatro evangelistas con sus símbolos; los instrumentos de la pasión son mos- trados por ngeles sobre un “fondo” de coro ce- leste. Es evidente que el artista ha pretendido dar una idea de la Jerusalén celeste tal como la des- cribe el Apocalipsis de san Juan; intención tanto m s evidente ~uanto que las arquivoltas de la gran puerta est n adornadas con las im genes de ve~ ticuatro m£sicos en las que todos coinciden e~; ver ;~ los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. En las arquivoltas de las puertas laterales p; rece que est n representados, a la izquierda, paraíso terrestre, y a la derecha, el infierno. Estos ancianos del Apocalipsis han plantead a los analistas algunos problemas que han sido s~ metidos a discusión... Y algunos otros de los qu no se ha hecho mención jam s. Ante todo, los instrumentos de m£sica. Hay u gran n£mero de ellos de los que la mayor part

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no han existido jam s en España o, al meno~ no han sido nunca representados en ella. Los ha específicamente italianos, lo que permitiría supc ner que el maestro había residido en Italia. Ha; uno, la representación del cual no se halla m que en Chartres y en este pórtico de Santiago. Per~ hay muchos otros signos también que demuestra] que Mateo había recorrido las obras de Franci y que las normas del gótico francés no le era] extrañas. Se ha dicho incluso que su pórtico er; la primera puerta gótica de España. Pero hay otro detalle que me parece much~ m s importante, y es que esos veinticuatro ancia nos que, en el semicírculo de la arquivolta, “con versan entre ellos”---como dice la guía!--por Ul lado, est n coronados, y, por otro, casi todos tie nen en la mano, adem s de su instrumento de m£ sica, el matraz alquímico. Es imposible no pensar en esos reyes corona dos del pórtico real de Chartres que llev,an tam bién el matraz; reyes que son también m£sicos ~ de los que habla, como adeptos, Fulcanelli en E, misterio de las ca~edrales (1). De este modo, encontramos, en este camino d~ Santiago, dos referencias directas a la alquimia: una, en capiteles del claustro de San Juan de la (I) Publicado por esta editorial en las coleccione~ “Otros Mundos” y “Rotativa”. ~Peña, al comienzo del camino; la otra, en su de- sembocadura, en Santiago de Compostela (y, por lo dem s, también en el porche de Noya, visible- mente inspirado en Santiago). Encontramos asimismo otras en los caminos de Santiago de Francia, en Aulnay, donde también unos m£sicos ancianos sostienen el matraz al- químico. . . Ahora bien, los alquimistas llaman a la suce- sión de las operaciones que conducen a la obten- ción de la piedra filosofal, la “Vía L ctea” o su “Camino de Santiago”. ¨Habr que suponer que la “iniciación” que se iba a buscar en este cami- no iba m s all que la piedra y la madera y se trataba en definitiva de conseguir un conocimien-

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to infinitamente m s profundo que el de cortar las piedras y ensamblarlas? Esto es tanto m s inquietante cuanto que, sin querer volver al “caldero de Lug” o al Grial, en- contramos, en épocas casi modernas, a dos adep- tos conocidos en ese camino de Santiago: Nicol s Flamel, que no hizo de ello un misterio y que afir- maba haber tenido la revelación de la materia pri- mera durante el camino de regreso, en León (lu- gar de renacimiento, como lo indica Nuestra Se- ñora y sus vidrieras), y Jacques Coeur, que fir- maba con dos corazones, conforme a su apellido, pero que ciertamente, a pesar de su nombre de pila, no hubiera añadido a sus corazones la concha del peregrino si no hubiera adquirido el derecho a través de un viaje a Compostela. Por £ltimo, entre los apóstoles representados en el Pórtico de la Gloria, hay dos Santiago, uno el Mayor, en honor del que fue levantada la basí- lica, y Santiago el Menor, aquel que tanto se pa- recía a Jes£s, el poseedor de todos sus secretos, el sabio, el cojo, y que lleva también su bastón, no de peregrino, sino de constructor, el bastón ador- nado con cintas, del “compañero”. -Un “Jacques”. . . ! Unable to recognize this page. ~ Yo no pretendo que lo que afirmo sea demos- trativo, ni que los pocos hechos que he podido ~eunir sean suficientes para obtener la convicción. -Existieron, antes de la Historia, hombres que poseyeron una ciencia suma, principalmente en lo ~ue concierne a la Naturaleza, la Tierra, el cielo ~:y el hombre. Negarlo sería tan absurdo como pre- Stender que las pir mides no son m s que mani- festa~ciones megalomaníacas, o Chartres un monu- mento de superstición. Yo he buscado, no este saber (no estoy pre- parado para ello), sino sus medios de transmisión y las vías de esta transmisión; y todo esto en el camino que fue la gran universidad de la Edad Media: el camino de Compostela. Me pareció que esta transmisión había sido confiada a la piedra, y, por esto mismo, a los hom- bres que trabajaban dicha piedra.

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Es posible que esta transmisión hubiera sido también confiada a los poetas y narradores; pero los poemas desaparecen junto con las variaciones del lenguaje, y su traducción no puede ser otra cosa que una traición; en cuanto a la adaptación de los cuentos a los sucesivos lenguajes, lo que se produce es una constante transformación que ter- mina por vaciar las historias de todo su contenido. Todo esto es tan cierto que incluso escritos tan serios como los de Platón no han podido escan a esta “pérdida de sustancia”. Así ocurre con e pasaje del Timeo donde los traductores no ha sabido reconocer una geometría distinta de la e clidiana, una geometría musical, de unidad var~ ble, que permitió, entre otras, la construcción rl la catedral de Chartres... Y aquí también esta ciencia fue transmitidi por los constructores, los “patanes” de la piedri No obstante, Platón había planteado bien e problema al usar la expresión m£sica de las esf~ ras, que situaba muy claramente la posición d, la “sensibilidad” humana dentro de y CO~I retació~í al mbito cósmico. Pero nosotros vivimos en la época de “la escri tura”, es decir, cuando el conocimiento es rempla- zado por una cierta forma de saber-memoria “E~; peligro --dice con mucho acierto Jean Brun--r seg£n Platón, es que los hombres temen la escri- tura por algo que habla y que es capaz de rem- plazar al conocimiento...” Y puesto que la escritura, en esta transmisión- del conocimiento, defrauda al investigador, nos ve- mos obligados a volver a este modo de transmi sión que fueron el símbolo sobre la piedra y el monumento religioso. A P~OP~SSI TO DE LA OCA Y DEL GANSO Los lugares que llevan el nombre de la oca o del ganso son muy numerosos en Francia. Estas; dos palabras son anteriores al indoeuropeo; su - raíz es ligur. No cabe suponer que estos nombres designaban lugares donde se crían las ocas, pues- to que pueden ser descubiertos tanto en monta-

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ñas pobladas de rboles como en las llanuras. Por la misma razón, jars (ganso) no puede ser un de- rivado de “jardín”, el “gard” céltico. El término no podría adaptarse a los innumerables “pasajes - ~l - ~: lós Jars”, “paso del Jars”, que con frecuencia ~signan lugares escarpados donde los jardines ~tarían tan mal situados como la cría de las Icas. ~. Jars designa, por tanto, un ser, cualquiera que ~ea su naturaleza, y un ser que pasa, que viaja y ~ue, tradicionalmente, toma por estos pasos; ca- mino de peregrinación, en cierto sentido, pero no L n camino de palmípedos animales, los cuales, ~dem s, viajan volando. La relación entre Jars y “ Jacques” puede no ~esultar evidente; sin embargo, se deduce de una Imasa de pequeños hechos cuya acumulación ter- ~nina por constituir una probabilidad. Es signifi- ~cativo, por ejemplo, que los campesinos sean lla- .~mados “Jacques” y, al mismo tiempo, tradicional- ~mente: “pedzouilles” (paletos), patas de oca. ~- Acabamos de ver que los “ jars” simbolizan ~gentes que viajan; en vasco, Joaki contiene preci- t samente una idea de desplazamiento, de marcha. La heredad de la “Reina Pedauque” parece ser ~ primitivamente el Tolosanés, en todo caso la Aqui- ,~ tania, terreno tradicional de los “Hijos del Maes- tro Jacques” que lo han representado en el pórti- ~o de varias iglesias. ~-~ Por otra parte, Calvani me señala, en Chatelle- ~- rault-sur-Loire, una calle de los “Cisnes Santiago” y una calle de los “Cisnes Chateauneuf”, hall ndo- se estas dos calles en la ruta de Santiago de Com- postela. No muy lejos, en esta misma ruta, se encuentra un Passage des Jars... Demasiadas coincidencias terminan por equiva-

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ler a una prueba. Por no hablar de los “pasos de Oca”, citados anteriormente en el camino de Santiago de Com- - postela..; Y ese puerto de la “piedraja”, piedra del Jars, en ese mismo camino... Otras semejanzas fonéticas han debido produ- cirse incluso en épocas poco lejanas, por ejemplo... En las inmediaciones de Saint-Benoit-du-Sault, 2 ~,R 239 pos tela. ( Foto C'ol . d~ I autol . ) 240 1~ imite del Berry y el Lemosín marcado por ,~enes y lugares sagrados muy antiguos, exis- ~los viejas encrucijadas de caminos llamadas, ~ss, “La Crousette”. En una y otra se celebra, j~adariamente, el Sabbat de los gatos. Se afirma ~aquí, en la Nochebuena, los gatos de la región ~e£nen para celebrar su Sabbat, danzar, gritar ~ntar seg£n su propio rito. ~videntemente esto es un recuerdo de reunio- ruidosas dondé se desarrollaban ritos curiosos ~cuando menos, curiosos para los no iniciados), bailes, cantos y “vociferaciones”. ~Es evidente que los gatos no se re£nen ni se inieron nunca en ese lugar, pero no est claro ~ fuera también así para los “Jars” o “lacques”. G~o se trata de sabbats de brujos, que tienen lu- ~r en otros parajes.) Ahora bien, estas dos “croisettes” est n en un ~irayecto Santiago que unía Neuvy-Saint-Sepulchre pglesia circular) con Saint-Léonard-de-Noblat (ca- ~illa circular); antigua ruta de los “ jacquaires” ~gue unía Vézelay con Orthez. s Estos “Jacques” hablaban entre sí un “lengua-

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,~e profesional”, y, como eran viajeros, “compañe- ,~os transe£ntes”, es probable que le incorporaran ~t¨rminos y expresiones recogidas en el curso de sus desplazamientos; todo ello debió dar origen a ~una lengua particular, probablemente incompren- sible para los “sedentarios”. Su recuerdo ha per- ~ durado en ciertas expresiones de la lengua llama- .F- da “verde” (argot) que han adoptado como pro- ~ pia esos jóvenes que actualmente se llaman “mau- e.- vals gar‡ons”. Estos “lacques” devanan el “ Jars” como las ocas, hablan en jerga (ils jargonnent), parlotean (ils jasent). Hablan argot, pero este argot resulta ser un lenguaje hermético, en el sentido inici - tico de la palabra; los filósofos de la Edad Me- dia, que son latinistas, lo denominan, como María de Francia, la “lengua de los p jaros (oiseaux)”, que quiz fue la “lengua de los ansorones (oisons)”. 16--EL !~ISTER10 DE COI~POS~ELA Hay tal vez algunos ecos de esta lengua el obras escritas en jerga “jobelin” de Fran‡ois lon, quien durante un tiempo trabajó con 5 niles: - Poi,tt ne ressemblent les ma‡ons Que servir faut a si grand peine... Una cierta forma de enseñanza inici tic~ bía transmitirse a través de cuentos, de histori Algunos han llegado hasta nosotros con el nol bre de Contes de Ma Mere l'Oye. Los autores ql los trituraron y llenaron de hadas en el siglo xv tal vez no lo saben, pero se trataba de cuentos lengua de oca, en jerga. No han sabido conserv~ de ella m s que un cierto aspecto maravilloso, ~ el que, no obstante, perduran algunos aspectq iniciaticos, como el castillo de la Bella Durmient~ del Bosque en su corona de espinas, como la bel~ oculta bajo su piel de asno, como el copete roj~ de Riquete, bonete o gorro de iniciado, como ~ gato con botas, que sin duda fue un ca-bot, un perro (un “compañero”) no con botas (botté~ sino cojo (boiteux), signo de la iniciación de maes~ tria, servidor de Car-abas, el “Padre de la Piedra”; el Jars cojo, el ingenioso, el maligno, al cual no~ se puede imitar sin que le llamen a uno al orden: “ -No hagas el tonto! “ (Fais pas le Jacques!)

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El Jars parece haber dado lugar al “gars” (cha- val), y su compañera la “garce” (chavala), no obs- tante, en el argot actual se dice a£n la “ jerce” Cuando las lenguas indoeuropeas sustituyen en los profesionales --tardíamente-- a la lengua tradi- cional, la oca se convicrtc en hanser, con una H i aspirada que da lugar al Gosse inglés, pero que, en i argot, da lugar al “gonze” (gone, en la región de Lyon) y a su compañera la “gonzesse” (gachí). Sólo que, aunque la oca se conserva, el ganso (jars) desaparece, y, de modo consecuente y lógi- co, Jacques sigue luego y cae dentro del dominio publico. . . ~AROTS ~; peregrinos poseían, generalmente, un bas- ~?ero, tradicionalmente--el bastón o vara de , era llevado por los maestros de obras; y ~i~ITnente todavía, por los compañeros, la “can- ~la caña). a primera orden de caballería creada para ~ger la ruta de peregrinación fue la Orden de ~iago, llamada Santiago de la Espada. ,~en San Juan de la Peña, había una copa lla- ~a el Grial, pero es en forma de una marmita caldero como se encuentra este símbolo a ~rgo de todo el camino. . Por £ltimo, en ciertos escudos, junto a las ~a~itas” se descubren, en muebles her ldicos, ~os besantes; también se hallan presentes en los j~:udos de ciertas posesiones templarias, como en bnferrada. ~ Nos encontramos, pues, en presencia de un S~ntiago del Bastón (bastos), de un Santiago de ~ Espada, de un Santiago de la Copa y de un San- liago de los Dineros (oros). Los cuatro “palos” del juego de los tarots. ~- Los tarots son un juego de naipes practicado ~ £n en España y en el Franco Condado. En este ~-”juego” hay dos partes; por un lado, el juego pro- piamente dicho en el que cada palo comprende

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rey, reina, caballo o caballero y criado o sota, m s diez cartas numeradas del uno al diez. La otra parte, con la que no se juega, es infi- nitamente m s misteriosa. Se compone de 21 l - minas numeradas y una sin n£mero. Estas l minas parecen relativamente recientes, puesto que no aparecen hasta el siglo XIV, y no sólo en un juego del que se afirma que fue inventado para Carlos VI de Francia, sino también como motivos “decorativos” en los pórticos de las cate- 243 drales, lo cual permite suponer que se les c~ día un alcance mayor que el de una simple. tracción. El hecho que los cuatro “palos” se vuelva encontrar en los cuatro símbolos de las activ des del camino de Santiago me induce a per~ que este juego, imitado de otros anteriores creado en esta ruta... Y, sin duda, al objeto 3 permitir añadirle las “l minas” que me parece( cluían las sucesivas explicaciones de una enseña za que no podía ya ser impartida de otro modo~ Ocurrio que, a fines del siglo XIII, la Inqu~ ción, que había sido creada, ante todo, por y p~E la Orden dominica al objeto de “combatirJ-: herejía c tara, se había aficionado al terror y. poder que de éste se derivaba, y se dedicaba. perseguir todo aquello que no se ajustaba a s propia concepción del cristianismo, y es evidenl que los rituales y los secretos de los “compañ~ ros” no se “ajustaban” precisamente. Por otra pal~te, cuando Felipe el Hermoso di Francia, en 1307, detuvo a los templarios, y Cle mente V los suprimió, ambos eliminaban al mi5. mo tiempo a los principales defensores de los “a~ bañiles”. Por otra parte, Felipe el Hermoso había supri mido también las franquicias concedidas por san Luis a los constructores. Por tal motivo, las her- mandades habían tenido que regresar a la clan- destinidad. La protección que habría podido brin- darles la Orden de San Juan de Jerusalén, herede-

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ra de los bienes del Temple, no podía ser sufi- ciente, salvo gremialmente, pero los obreros de San Juan no son Hermanos de of icio, sino servi- dores. Es e,yidente que las dos C)rdenes no tenían la misma misión. La creación de un mensaje inici tico, compren- sible sólo para los iniciados, reducido a una serie de jeroglíficos y que puede, por tanto, ser difun- i dido sin pehgro, ya que nadie puede estar con- vencido de comprenderlo, no parece ya entonces 244 ~ari~3 (y sin duda éste es el caso de I ~s” de Nostradamus)... E incluso se pl bar sus im genes en los pórticos de I ~ lo dem s, el nombre primitivo del tarot i de- los imagineros”, y ello habría debi ~~ar la sospecha, ya que los imagineros, ad Media, son aquellos que cincelan las in ~- de los tímpanos, de los pórticos y de s de las catedrales... Y que, en el siglo x aron a introducir en ellos las im genes c hos autores han tratado de descifrar el T I parece que ninguno lo haya conseguid si los actuales “Compagnons des Devoir ~n hacerlo... el siglo XIX, en ciertos medios “ocultista ~ientalistas, se despertó un enorme entusi ~por la kabbala judía (vista por semihebraiza ~); como resultaba que los tarots, poseían ~iinas mayores, y dado que existían 22 letr ~braicas, cabía la tentación de asimilar cada J~tina (llamada arcano en esa misma época) a u ~ra. Y así se hizo. Tras lo cual se efectuaron elucubraciones so~ sas l minas, esas letras y esos símbolos... Era ~poca de la gran brujería filosófica que, -ay!, ~e demostró en absoluto bruja y poco filosófi De hecho resulta claramente evidente que ~tarot nada tiene de com£n con la kabbala. Es c tiano, puesto que una de las l minas represe] ~- al Papa... Y no muy ortodoxo, dado que al P~

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se le ha añadido una papisa. Nada tiene que ~- con el judaísmo, que, en el aspecto religioso, habría tenido ninguna relación con la emperatr Por encima de todo me parece que tiene aspecto simbólico de un animismo muy evolu nado... Lo cual es normal para gentes cuya S~ rana Gran Madre es la Naturaleza. La primera l mina es el Prestidigitador. Naturalmente, para la significación de la p bra, se ha evitado recurrir a la etimología prirr tiva, y se ha aceptado de entrada el sentido q posee desde el siglo XVI: “el que hace trucos”. Ahora bien, la palabra viene de batel, de b que ha dado lugar a bastón, pero también con trucción (bdtiment), obra (bdtisse). Este prest digitador es un constructor... Y en el tarot d Marsella le vemos, mostrando su bastón, llevand el dinero, mientras sobre la mesa --el banco- aparecen, al lado de los dados, el cuchillo-erspad El juego est declarado el constructor en el camino Viene luego el Papa. El Maximus, el m s grande de puentes. Suyo es el bastón y la Copa, que es un c liz El Emperador representa el poder. Suya es 1 Espada y el Dinero, el dinero que es un imperitlm una delegación de poder. Imagino que Papisa y Emperatriz son repeti cion del Papa y el Emperador, aspecto invertida de sí mismos, complemento necesario en el mun- do humano. Luego (no sigo el orden habitual) las cuatro virtudes alquímicas, que hallamos otr vez en tor- no a la tumba de Francisco II de Bretaña en la catedral de Nantes, y de las que Fulcanelli ha dado, en Las moradas filosofales (1), una exégesis sobre la que yo no podría volver: La Fuerza, la Justicia, la Templanza, y, en la forma del Ermi- tano (mvertido en la tumba de Francisco II), la

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Prudencia, que no se ilumina con un espejo sino El Ermitaño, evidentemente... Siguen otras l minas, que no me siento capaz de analizar de un modo v lido, pero que deben referirse a un paso inici tico: el Enamorado y el El prestidigitador e inici tico. Papa es el Pontif e. Ios constructores d~ triplemente mitrad~ “Otros MundOS,,øyP”øEIesAtracaeddtørpal eln las colecciones ~-Luego la Rueda de la Fortuna, en la que unos í~7nos pasan, cuando ésta gira, de la c£spide a la ~ida. Su simbolismo primitivo es f cilmente le- ~le. Lo que ya es menos sabido es el “mono”, ~ra designar el patrono, es un término de origen ~ompañeril”. La Torre fulminada, llamada “Maison-Dieu”, ~dría representar la torre de Babel, los construc- ~res de la cual se vieron obligad~s a dispersarse, ~ues habían dejado de comprenderse entre sí (lo i~:ual no ocurrió durante la construcción del tem- plo de Salomón, gracias al empleo de signos uni- l~versales facilitados a los obreros). Viene a continuación la Muerte, seguida o pre- cedida por el Colgado. Colgado por los pies, es de- cir que el tr nsito por la muerte y el renacimiento inici tico “invierte” la visión del mundo para el Viene luego el “Baphomet”, llamado el Diablo, . símbolo alquímico que tanto se ha echado en cara a los templarios. La Estrella; por 1o dcm s, hay un cielo de es- ~ trellas, sin duda es el “camino de las estrellas”. t La Luna: al borde del agua, dos perros ladran a . Ia Luna, dos perros o lobos... En el agua se en- ~: cuentra el C ncer, en la forma cl sica de un can- grejo. Ahora bien, el Sol se encuentra en la cons- telación de C ncer en julio (en el plano astronómi-

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co, no en el astrológico), es decir, en el mes de las reuniones de peregrinos en Galicia. La Luna parece derramar su favores sobre los dos ani- males. El Sol, por su parte, alumbra a dos gemelos, símbolo de una hermandad como pudiera ser la del Temple... Sigue a continuación el Juicio, con un ngel portando una trompeta, y finalmente, el Prestidi- gitador transfigurado, reconocible porque tiene su - varita en la mano. Se ha convertido en hermafro- dita y muy explícitamente victorioso dentro de una aureola rodeada por los símbolos de los cua- 247 tro Evangelistas (que son también los símbolc los cuatro elementos). Por £ltimo, llegamos a la £ltima carta, no merada, en cierto modo rechazada, el Mat, tal vez es el Loco, perseguido por un perro expulsado. No forma parte ya del juego. Ni que decir tiene que el tema sólo ha si tocado ligeramente... Y por su lado m s f ci Queda por descubrir la verdadera enseñanza. F I N INDICE ESPA~OLA . 5 l1~15ORINACI(5N A SANTIAGO COMPOSTELA . II MINO DE LAS ESTRELLAS . . 22 ~1~ III ~ QUE VENIAN DEL MAR . i~Lo IV LABERINTO . . . . . . . ~v .

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~I~TULO V ~A CIENCIA ANTIGUA . . . . . 55 ~iPfTULO VI r~- LA LOBA LUG Y LA OCA . . . . 69 PfTULO VI I . EL ENIGMA DE TARTESOS . CAPfTULo VIII LA PEREGRINACI~N DE MUERTE . 90 CAPíTuLo IX LIGURES Y CELTAS CAPíTULO X LOS VASCOS CAPíTuLo XI EL CAMINO DE SANTIAGO . . . 121 CAPíTuLo XII JACA . . . . . . . . . . 13 CAPíTULO XIII LOS “CAGOTS” . . . . . . . 151 CAPíTuLO XIV DE SAN JUAN A PUENTE LA REINA . 1593 CAPíTuLO xv DE PUENTE LA REINA A LE~N ú ú 168 CAPíTuLo XVI HACIA GALICIA . CAPfTULo XVII LOS PETROGLIFOS . CAPíTuLo XVIII LOS “COMPA~EROS” .

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78 86 96 CAPíTuLO XIX LA C~BALA . . . . . . . . 210 CAPíTuLO xx LOS GRABADOS DE NOYA CAPíTuLo XXI COMPOSTELA AP�NDICE 218 223 235 TITULOS PUBLICADOS i~ EN LA COLECCION “REALISMO FANTASTICO” ~ U INC~SG- ,i~r Kolosimo ,i~ conocido de ~, hace un ex- _ó tudio-de nues- ~onito planeta” _ I creyendo cono- 1~ el fondo no nos ~ho mas familiar de ~ pudiera serlo para Jmando marciano en- 3~ a espiar nuestro llo,,, Edición llustrada. I fl~q CIONAL ~- . Maudult ncia~- que por fin em- i2!8zan a encontrar su ubi- cación en el pensamiento

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sctual. Tele,oatía, clarivi- dencia, quiromancia y car- tomancia, alucinaciones, yoga... 5. EL ENIGMA DE i A GRAN PIRAMIDE. An- dré Pochan Libro muy completo en que se pasa revista a cuanto se sabe de la pir - mide de Keops a través de todas las épocas y se dan normas de ,nterpreta ción. Edición ilustrada. 6. ASTRONAVES EN LA PREHISTORIA. Peter Kolosimo A través de una abundan- te iconografía (300 ilus- traciones) el autor ras- trea todo vestigio de las civilizaciones anteriores a la nuestra o posibles con- tactos con seres de otros mundos ocurridos en los albores de nuestra cultu- ra Edicioll ilustrada. . EL TESORO CATARO. Gérard de Sede Del oro de Delfos a las ruinas de Montségur: la sangrienta cruzada contra una herejía que a£n sub- siste ¨Por qué cantaban en “ lengua secreta “ los trovadores medievales? Edición ilustrada. 8. LA ERA DEL ACUA- RIO. Jean Sendy ¨Oué lugar ocupa el hom- bre en el Universo? ¨Ha

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lleqado el fin de la tran- quilizadora ilusión huma- nista? Edicion ilustrada.- 9. EL MUNDO DE LO ULTRASENSORIAL. Hans Herlin Un estudio cauteloso de los poderes ocultos del ser humano: hionosis, es- piritismo, telecinesis. 10. EL PLANETA DE LAS POSIBILIDADES IM- POSIBLES. L. Pau- wels y J. Bergier Los dos célebres autores, creadores de una nueva concepción de los hechos inexolicables, nos presen- ~an nuavos motivos a nuestra consideración so- Dre temas muy diversos. ú1. LOS GIGANTES Y MISTERIO DE L ORIGENES. Louis Charpentier .1 El autor de El enigma ~| la catedral de Chartr~ I nos presenta en esta o~ una teoria sobre los a genes de las civilizacl nes, llev ndonos de la r~ no por unas incursion~ apasionantes. Edición il trada. 12. LOS EXTRATERRES TRES EN LA HlSTCi

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RIA. Jacques Berni~ Un estudio vivaz, por Iz gil pluma del coautor de El retorno de los brujo~ en que analiza exhaustl- vamente las posibilidades de contacto con extra terrestres . 13. PLATILLOS VOLAN- TES..., AOUI Y AHO- RA. Frank Edwards La sorprendente evolución de los acontecimientos re- !acjonados con los OVNIS y los casos mas destaca dos. Edición ilustrada. 14. EL ENIGMA DE LA CATEDRAL DE CHAR- TRES. Louis Charpen- ti~r IJn hombre Interroga a una catedral, y la catedral responde. Y todo el mis- terio de un saber perdido~ se desvela poco a poco. Edición ilustrad-. ~pós~- ros rµ i~. como ~ua tra- ttra epoca ~"ei -- rnomen- ~brtos te- os a fin estimular ~rimientos. ENIGMAS ~IIVERSO. Ri- ~terrenal, el Di-

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~a y Gomorra, Babel, el Dra- iete cabezas, Jl~ Errante... Res- l~icas a grandes . Edición ilus- ~OS RELOJES C~5S- ~filCOS. Michel Gau- uol~n ~ien las supersticio- ~ as~trológicas ser la ex- l~ión externa de impor- b~ltes-hechos científicos? In int~rcsantísin1o estu- .~io d~l iesarrollo de la ~astrología, desde la anti- ~edad hasta los descu- ~-brimientos m s recientes. .~ -Eo'iicion ilustrada. 1~ fJA BARRERA DEL TiEMPO. Andrev~ to- rnas El r,udo de este libro gira en torno de la dimension del tiempo. En la primera parte, baciélldonos cam- prender los oroblemas del llamado t£nel del tiempo, esa cuarta dimensión. En su apasionante segunda parte, girando en torno de famosas profecías.Edicion ilustrada. 19. EL ORO DE RENNES. Gérard de Sede ¨Cu l era el secreto del abad Berenger Sauniere quien entre 1891 y 1917, sa gastó m s de mil qui- nlentos millones de fran-

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cos viejos? ¨De qué teSO- ro provenian sus ~abulo- sos recursos? Edición ilus- trada. 20. UN CASO PERFEC TO Antonio Ribera y Rafael Farriols. Mediante una aplastante documentación gr fica se estudia primordialmente la aparición de un OVNI en San José de Valderas (Madrid), junto con otros tres casos que pertene- cen a similares caracte- rísticas. Edición ilustra~ia. 21. NO ~OMOS LOS PRI- MEROS. Andrew To- mas La tesi., de este libro--de la que se dan abundantes ejemplos-- es que han existido varias civilizacio- nes, cuyos rastros se han perdklo y que alcanz~ron conocimientos que no he- mos sido los primeros en descubrir. Atl ntida, ex- traterrest~es . . 22. MiLDIUMS Y FANTAS- MAS. Robert Tocquet 25. OUIRILOGIA,~, Colomar Al fin la bibliogra pañola acerca de ma ha llenado un-~ imprescindible. Di forma clara y am~ desvelan los secr~ la mano, siempre un punto de vista fico v con numeroe

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plicaciones intere~ mas. Edición ilustr LOS fenómer os m s sor- prendentes, masas que bailan, levitaciones. casas encantadas, fanta nas--, estudiados con absoluto rigor cientifico. Un libro 26. EL ENIGMA 7f que establece la frontera DIACO. Jacqu i entre el fraude y la ver- ,i..,l dad. !3. EL TESORO DE LOS ALOUIMISTAS. Jac- ques Sadoul ¨Existieron alguna vez los alquimistas? Tras una la- boriosa b£squeda, el autor ha encontrado textos don- de se demllestran que la transmutación de los me- tales viles en oro fue un hecho irr~batible. 24. SUPERMUNDOS. !os- hua Strickland ¨Hay civilizaciones en el espacio exterior aue tra- tan de estab!ecer contac- to con nosotros, mien- tras nosotros investiga- mos su posible Dresencia7 El autor, partiendo una postura escéptic~i adentra y aclara el- terioso mundo de b trología y nos ilu mientras el misrno se ce un adepto 2 esta: cia. Ediri~n ill~ctr~b 27. PASAPORTE GONIA. Jacque~ I lee - - Libro muy bisn docum

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tado ~obre el fen6m~i OVNI, crn un apénd redactado especialrnu. para las observaciod españolas. Lo m s y objetivo sobre tema.