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Núm. 9 I Marzo 1967 e oema) e Aleixandre Cien años de soledad (Fragmento> Gabriel García Márquez Pla m : bert H ffjet Rojo sobre rojo (Relato> Beatriz Guido ncantada" y otros poemas el Arteche

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Núm. 9 I

Marzo 1967

e oema)e Aleixandre

Cien años de soledad (Fragmento>Gabriel García Márquez

Pla m :bert H ffjet ::~.

Rojo sobre rojo (Relato>Beatriz Guido

ncantada" y otros poemasel Arteche

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editorial sen barraI editoriál'alfaProvenza 219, Barcelona 8, España

novedades

BIBLIOTECA FORMENTOR

Julio Barreiro

Roberto Sapriza

Montevideo

alfaeditorial1389 • Tel. 981244

LA VERDAD DE LAS COSAS

Un itinerario de reflexiones sobre el hombre, el arte, los libros, las

cosas.

IDEOLOGIAS Y CAMBIOS SOCIALES

Siendo imposible negar la función relevante de las ideologías en losprocesos de transformación que vive América Latina, una de las pre­guntas capitales a las que el autor -profesor de Filosofía y de Cien­cia Política- trata de contestar en este ensayo es la siguiente: ¿esla ideología el agente histórico de la revolución en el continente?

URUGUAY: UNA PROPUESTA DE CAMBIO

Profesor de Ciencias Económicas de la Universidad de Montevideoy director, hasta 1966, de la Comisión de Inversiones y Desarrollo,Enrique Iglesias realiza en este libro un análisis socio-económico dela realidad uruguaya e indica los principios básicos para una planifi­cación que contemple las urgencias del cambio para el progreso sinmenoscabo de la libertad política, que es una de las más firmes

tradiciones uruguayas.

Enrique Iglesias

UEVA NARRATIVA HISPANICACENI2:AS DE IZALCO, de Darwin J. Flakoll y Claribel Alegría

nos da con una viveza extraordinaria la más íntima tortura de lapequeña ciudad provinciana que a todos parecería tranquila y casi

la que, en cambio, las crispaciones de la pasión y de la violenciainusit':lda fuerza.

de tímidos amores culpables y de una brutalidad casi

De Emir Rodriguez Monegal en Mundo Nuevo.

GRAN SERTON: VEREDAS, de Joao Guimaraes Rosa

«Joao Guimaraes Rosa ha logrado ser universal en su enfoque sin dejar de estarcomprometido con su territorio... hoyes considerado el más grande escritorbrasileño vivo y uno de los primeros en América Latina... Como lo han señaladoya los mejores críticos brasileños, "Gran Sertón: Veredas» se parece en muchosaspectos a las novelas de caballería que cierran la Edad Media ibérica: esaficción épica de los infatigables caballeros andantes que Cervantes parodió enel "Quijote». Como estos prototipos Riobaldo está inspirado por el honor, porun amor que no es de este mundo, por la más pura amistad, por una noble causa;y lucha contra la traición, la tentación carnal, los oscuros poderes de lastinieblas pero el verdadero tono de "Gran Sertón: Veredas» es la posesióndiabólica En cuanto a las versiones al español, G.R. se declara maravilladocon la que ha hecho Angel Crespo de su última novela ("debí haberla escritoen español», dice «es una lengua más fuerte, más adecuada para el tema») ..,Traducir a G.R. es como traducir a Joyce: el suyo es también un mundoesencialmente verbaL»

HISTORIAS DE FERRARA, de Giorgio Bassani

Bassani es un escritor minucioso y lento. Sólo tres libros, estas "Historiasde Ferrara», "El jardín de los Finzi-Contini» y el reciente "Dietro la porta»,constituyen su obra literaria y mantienen una de las carreras de escritor másseguras de la Italia contemporánea. Pero cada uno de sus libros es una obramaes1tra. Cada una de las historias que constituyen este volumen es un "raconto»ejemplar.

BIBLIOTECA BREVE

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97, rue Sto Lazare, París (9). Teléfono: 744.23.20.

Director: Emir Rodríguez MonegalJefe de Redacción: Ignacio IglesiasAdministrador: Ricardo López Borrás

Se publica en asociación

con el Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales (ILARI).

Dibujo de Copi

entrevistas

Aleixandre: Continuidad de una poesía

relatos

El insomnio en Macando

Retrato de novios

Rojo sobre rojo

taller

Diario (11)

poemas

La guerra

"La encantada» y otro poemas

Nuevamente Europa

valoraciones

Graciliano Ramos, un clásico

arte

El humorismo es cosa seria

Cómo nace un dibujo

libros y autores

«Rayuela»: la novela como caja de Pandora

Julián Marias o la fe en el liberalismo

Nuevas publicaciones

Latina desde Londres

uruguaya

Calmellot: una autopsia

Número 9

José Luis Cano

Gabriel Garcla Márquez

Nicolás Suescun

Beatriz Guido

Eugene lonesco

Vicente Aleixandre

Miguel Arteche

Manuel Pinillos

Eliane Zagury

Copi

Copi

Carlos Fuentes

l. Iglesias

Jorge Blanco

Robert A. Nisbet

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que persigue "lo otro" como tema· poético, a tra­vés de mi labor sucesiva.

JLC: El panorama de la nueva poesía españolaque esbozaste en aquella entrevista de 1959, ¿teparece que sigue vigente en 1966, o algo ha varia­do en él? Entonces estimabas que el gran temade la nueva poesía era "la consideración. delhom­bre histórico, del hombre fluyente, inmerso en unaquí y un ahora". Y observabas que de los ..subte­mas resultantes, el de la angustia había remitido,el de la esperanza se había Intensificado, pero sóloen su vertiente social, pues en su vertiente religio­sa perdía fuerza. Y en cuanto a la poesía social,ya entonces en boga, la juzgabas enteramente legí~

tima y necesaria, si conseguía la expresión· idónea.¿Piensas hoy igual que entonces? ¿Qué es,atujuicio, lo que ha cambiado en nuestra·· poesía,y cuáles son los signos más característicos quecualifican la obra de nuestros mejores poetasjó­

venes?VA: El tema central sigue siendo el mismo,me

parece: la acentuada consideración del hombrehistórico, el hombre fluyente, en su aquí y su ahora.Creo, sin embargo, que si su núcleo no está ago­tado. muestra síntomas de cansancio en algunosde sus aspectos. La estricta preocupación socialparece ahora haber menguado en cuanto provee­dora de motivos poéticos. Quizá lo que exige lapoesía consiguiente es una renovación expresiva,pues en verdad las inquietudes que originaron aque­lla preocupación están lejos de haber caducado,de haber siquiera disminuido. En cierto modo sehan integrado, en su manifestación literaria, en unaextensa preocupación ética general. Entre los jó­venes. esta evolución del contenido se acompañade una traslación correlativa de la expresión, y elprosaismo, como valor, antes en buena parte do­minante, está siendo sustituido por una diferenteexigencia en el cuidado de la forma, desde la quese modula la nueva poesía meditativa hoy creciente.La poesía, en los años pasados, y en sus momentosde mayor extremosidad, diríase que «se disculpa­ba" de existir. intentando, si no confundirse, acer­carse lo más posible a los otros géneros, la narra­ción. el ensayo. Una muestra más de la capacidadde renovación que la poesía lleva en sí misrn~' yque tan necesaria fue en los años de referencía.Hoy buena parte de la juventud busca centrarsede otra manera, en un intento de mover su enfoqueexpresivo ensanchando por otro costado su acervomodulador. Reivindica, por ejemplo, a la imagi­nación como facultad creadora, tan empalidecidaen el período precedente. y los más jóvenes estánincluso redescubriendo por su cuenta los valoressensoriales de la formulación poética. Se producen

no pocas sorpresas.

*JLC: Hace siete años, en una entrevista que tehice para Cuadernos, afirmabas que tu libro Historiadel corazón abría una nueva etapa de tu poesía,en la que ya no era la Creación y su unidad fusio­nadora el tema central de tu obra, sino el vivir delhombre, su existencia total en el transcurrir his­tórico e individual. Tus dos libros últimamente apa­recidos, Presencias y Retratos con nombre, ¿debenconsiderarse como pertenecientes aún a ese se·gundo ciclo de tu poesía?

VA: Sí. Esa segunda etapa, que se inicia en laúltima parte de Sombra del Paraiso, con su primerlibro completo en Historia del corazón, creo quellega hoy efectivamente a Retratos con nombre.Al lado de la visión totalizadora del vivir humanoa que aludes, puede el poeta considerar la visión

de la parte, del pormenor (el "detalle"y este segmento ser ahora tal criatura,tal mujer, que al particularizarse e indi-

vidlúalliz81rse llegan a la caracterización, aparecien­Tal eS,me parece, el proceso naturalRetratos con nombre en el conjuntoEn cambio Presencias, el otro vo­refieres, es una antología temática

CONTINUIDAD DE UNA POESIA

espiritual realismo de un Velázquez. He aquí queel poeta ya no nos habla de sí mismo, de sus fu­rias y penas, de su amor o su soledad, sino quedirige ahora su mirada a la realidad en torno, sobretodo a la realidad de los otros, sin los cuales, porotra parte, no existe el yo. El descubrimiento delotro, como realidad esencial del yo, lo ha hechoprimero la filosofía en nuestro tiempo, pero hansido acaso los poetas quienes han sabido dar aese hallazgo trascendencia humana y luz profunday enriquecedora. Solamente en un poema de Retra­tos con nombre -«Cumpleaños,,- habla Aleixan­dre de sí mismo, al contemplar su propia vida,como en rápida imagen cinematográfica: primero lainfancia andaluza con fondo azul marino, y luegola juventud, la madurez: hierro frio para el corazóno el cuerpo sufrientes, y al cabo la alcanzada se­renidad de una historia aún inconclusa: el almamanchada, "con toda su viva mancha", y el pechotatuado con el transcurrir doloroso, o feliz, de los

años.He vuelto a charlar con el poeta en su retiro

estival de Miraflores de la Sierra, el bello pueble­cito serrano próximo a Madrid donde Aleixandreha escrito casi todos sus libros desde hace másde treinta años. Recojo a continuación, para Mun­do Nuevo, algunas de mis preguntas y sus intere­santes respuestas.- J. L. C.

espiritu y al estilo de su poesía. Como por deberde crítico y pasión de lector he seguido día a díasu trabajo, mi sorpresa y mi admiración han sidoconstantes al contemplar a un Aleixandre supe­rándose en cada libro, ensanchando cada vez másel ámbito y la materia de su poesía, pasando delparaíso a la historia, del corazón a la materia máshumilde y usada, del hombre solitario a la granmasa viva de los hombres, de la pequeña ola si­lenciosa al bramido doloroso del mar inmenso quejadea sin descanso. En el último libro de Aleixan­dre, Retratos con nombre, continúa el poeta elacercamiento -que ya nos sorprendió en su libroanterior, En un vasto dominio-, a la existenciaconcreta, histórica, del hombre, que implica unclaro proceso de objetivación de la realidad, en elque el yo del poeta, como protagonista del poema,desaparece para dejar paso a la contemplaciónatenta, detenida, morosa a veces, de la realidad entorno, del vivir del hombre y de las cosas a lolargo del tiempo y del espacio. Para sus Retratoscon nombre -la mayoría de ellos de personas co­nocidas, poetas y artistas, pero algunos de figurasanónimas: un albañil, un pregonero, un payaso...-,utiliza Aleixandre una técnica vivificadora, de pin­tura viva en movimiento, que nos recuerda a vecesun grabado de Goya o una acuarela de EduardoVicente. Es el suyo un pincel cálido y penetrador,teñido con frecuencia de ternura y aun de piedad;otras, las menos, de ironía. Pero en esos poemas­retratos hay algo más que un logro artístico: unaintención moral, de solidaridad con el esfuerzo delhombre, sea un gran artista -véase los admira­bles retratos de Jorge Guillén, de Dámaso Alonso,de Gerardo Diego, de Rafael Alberti, de Carlos Riba,del escultor Angel Ferrant...- sea una figura bo­rrosa o ignorada -un obrero, una ramera- quecobra de pronto vivo relieve gracias al pinceliluminado del poeta. Ese tipo de poema-retrato noes puro capricho de un artista: obedece a la es­tructura interna de una visión del mundo que llenala segunda fase de la poesia de Aleixandre, iniciadacon Historia del corazón, y que se desarrolla en dosplanos: el vivir humano en su totalidad, desplegán­dose en el tiempo y en el espacio, y el vivir con­cretísimo, individualizado, de una figura humana,conocida o anónima. La técnica entonces pareceexigir a veces una pintura realista, de pormenor, demorosa descripción de la figura, con el sereno y

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racionti

La poesía' se ha comparado a veces a un rio fiel,a un manantial que no cesa. El verdadero poeta loes desde que nace a la poesía hasta que muere,en cuyo momento vuelve a nacer a una fama mayor,a esa especie de eternidad que es el firmamentoge los poetas. Son pocos los casos de decadenciade Un gran poeta, casi siempre motivada por ago­tamiento, por sequedad o por la coacción de cir­cunstancias históricas. (El caso de Manuel Macha­do a partir de la guerra civil española es uno delos más tristes.) Los grandes poetas de la Genera­ción del 27, de los que muy pocos nos quedan yavivos, han dado un ejemplo admirable de continui­dad y de fidelidad a la propia obra. Un Jorge Gui­lIén, doblado ya el cabo de los setenta años, con­tinúa incansable su labor, y apenas terminado elsegundo ciclo de su poesía, Clamor, ha empezadoa trabajar en el tercero, que se llamará Homenaje.y la misma continuidad en Gerardo Diego, en Ra­fael Alberti -cuya poesía reverdece hoya la clarasombra de las calles romanas-, en Dámaso Alon­so, en Vicente Aleixandre. En plena madurez de sutalento, Aleixandre publicó el pasado año doslibros de poesía: Presencias y Retratos con nombre.Desde que en 1928 apareció su primer libro, Ambi­to, hasta hoy, han transcurrido treinta y ocho añosde una obra que ha ido creciendo y enriqueciéndo­se con admirable continuidad, fiel a la divisa goe­thiana: sin prisa pero sin pausa. No es Aleixandreun poeta que se distinga por una producción abun­d,ante de libros, como es el caso de un Pablo Ne­(uda en América o de un Gabriel Celaya en España,aunque pasan ya seguramente de una docena losque ha publicado. Sus libros son de gestaciónlenta, y entre la aparición de uno y otro suelenpasar varios años. Sería quizá exagerado decir queAleixandre sigue también la divisa que Plinio atri­buyó a Apeles, nuIla dies sine línea, pero sí sabe­mos, por confidencia del poeta, que diariamenteconsagra unas horas a la tarea poética, trátesede escribir o corregir sus propios poemas, o deleer y aconsejar a los jóvenes poetas que le con­sultan.

Lo admirable de Aleixandre -y a lo que debeacaso hoy el sólido prestigio de que goza en lapoesía contemporánea- es que posee como pocosel secreto de renovarse, de enriquecer su obra yhacer que evolucione con la historia de su tiempoy de su país, pero permaneciendo siempre fiel al

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El soldado nativo: Aquí nací. Aquí me quedo. Es trístesaber que el día en noche encarna. Eternamíré la luz en unos ojos bellos.íCuán lejos ya! Aquí en la selva acatola úníca luz, y vivo. Pues ígnoroaquí de donde vengo. Son las avestenaces las que sobrevíven, las quesobrevuelan. Aquí a mís píes líanasbullen, y síenten que tíerra es todo, y nadaes diferente. El cíelo no es distinto.El ave es tierra y vuela.Lo mismo garza que alcotán. íQué pájaros

fantasmas, qué chirrídosfantasmas! El agua pasa y cunde.Aqui mí cuerpo mineral hoy puedevivir. Soy piedra pues que exísto.

El brujo: Solo quedé. Arrasada está la aldea.Ah, el miserableconquístador pasó. Metralla y, más, venenoví en la mírada horrible. y eran jóvenes.Cuántas veces soñé con un suspIrocomo una muerte dulce. En mis brebajes

puse el beleño de no ser, Y supedormir, terrible ciencia última.Pero hoy no me valíó. Con ojo fijo

velé y míré, y secoun ojo vio la lIuvía, y era roja.

Pálído y sec(),y ensangrentado en su interíor, cegó.

El soldado nativo: No estoy dormido. No sé sí muero o sueño.En esta herida está el vívir, y yatan sólo ella es la vída.Tuve unos labíos que significaron.Un cuerpo que se erguia, un brazo extenso,como unas manos que aprehendíeron: cosas,

objetos, seres, esperanzas, humos.Soñé, y la mano díbujaba el sueño,el deseo. Tenté. Quíen tíenta víve. Quíen conoce ha muerto.

Sólo mí pensamíento víve ahora.Por eso muero. Porque ya no míro,pero sé. Joven lo fuí. Y sín edad, termíno.

El brujo: Pues ví míré. La sangre no era un río,síno su pensamiento doloroso.La sangre vive cuando presa pugnapor surtír. Pero sí surte, muere.Como un castillo donde prisíoneraestá la bella y un dulce caballero

VICENTE ALEIXANDRE

Ca guerraJaSE LUIS CANO

cierta consideración de la vida desde la altitud dela edad. Creo que no hay que aguardar a ponerel pie en el último pico: cualquiera puede ser elúltimo. Pero el libro no está concluso y pareceprematuro divagar sobre él.

JLC: Por último, ¿cómo juzgas las restriccionesa la libertad de creación y de expresión que algu­nos Estados imponen todavía a los escritores y alos artistas? El arte, la cultura, ¿deben ser libres,o estar controlados y mediatizados por el Estado?

VA: El escritor, hombre entre hombres, tiene natu­ralmente condicionada su libertad, su personalidad,por la sociedad en que se expresa, y este condi­cionante, al darle límites, le revela. Cosa diferentees la construcción externa y que mediatiza la cul­tura. A veces con el aparato coactivo del Estado:otras, y es bien sabido, por medios más insidiososy sutiles, ajenos a la evolución de algunas estruc­turas capitalistas. Si la construcción a que te re­fieres es en principio dudosamente admisible, dehecho se ha mostrado además, en la mayoría de loscasos, como perturbadora y de resultados adversos.Creo que a la altura de nuestro tiempo, y en con­cordia con los deberes hacia la colectividad, cadavez hay menos alternativa a un supuesto que sepresenta con creciente evidencia: la necesidad dela libertad para el escritor y el artista. O

Dibujo de Capi

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JLC: ¿Estimas, pues, que el momento poéticoespañol en 1966 es fértil y supera a otros ante­riores;-'permitiéndonos ser optimistas en cuanto alfuturo próximo de nuestra poesía?

VA: Es inquieto, fértil y prometedor. Acentúa lasensación de. traslación, de giro, y en este sen­tido me parece lleno de significación. Lo encabezanlos poetas jóvenes de más probada personalidad,con obra y en posesión de la conciencia de estarbuscando, hallando habría que decir, salidas re­novadoras a una situación cumplida.

JLC: Tras tu libro Retratos con nombre, tan bienacogido por la crítica, me has dicho alguna vez quehas empezado a escribir un nuevo libro, que quierereflejar una contemplación del mundo, del vivir hu­mano, desde una última madurez de tu espíritu.¿Quieres decirme algo de ese libro que preparas?

VA: ¿Qué quieres que te añada? La preocupa­ción temporal ha sído una constante en mi poesíadesde hace años. Y dentro de una visión abarca­dora, su materialización en lo concreto, hombres ycosas, una lucha contra la fluidez del medio im­palpable. Pero en este libro quísiera intentar algodiferente. Algo más lírico, por una parte, a travésde la vicisítud en que la instancía temporal sitúaal protagonista, y por otra parte algo que conlleve

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VICENTE ALEIXANDRE

por una realidad inmediata que entonces le resultómás fantástica que el vasto universo de su imagina­ción, perdió todo interés por el laboratorio de al­quimia, puso a descansar la materia extenuada porlargos meses de manipulación, y volvió a ser elhombre emprendedor de los primeros tiempos quedecidía el trazado de las calles y la posición delas nuevas casas, de manera que nadie disfrutarade privilegios que no tuvieran todos. Adquirió tan­ta autoridad entre los recién llegados, que no seecharon cimientos ni se pararon cercas sin con­sultárselo, y se determinó que fuera él quien diri­giera la repartición de la tierra. Cuando volvieronlos gitanos saltimbanquis, ahora con su feria am­bulante transformada en un gigantesco estableci­miento de juegos de suerte y azar, fueron recibidoscon alborozo porque se pensó que José Arcadioregresaba con ellos. Pero José Arcadio no volvió,ni llevaron al hombre víbora que, según pensabaUrsula, era el único que podría darles razón de suhijo, así que no se les permitió a los gitanos ins­talarse en el pueblo ni volver a pisarlo en el fu­turo, porque se les consideró como mensajeros dela concupiscencia y la perversión. José ArcadioBuendía, sin embargo, fue explícito en el sentidode que la antigua tribu de Melquíades, que tantocontribuyó al engrandecimiento de la aldea con sumilenaria sabiduría y sus fabulosos inventos, en­contraría siempre las puertas abiertas. Pero la tri­bu de Melquíades, según contaron los trotamundos,había sido borrada de la faz de la tierra por habersobrepasado los límites del conocimiento humano.

Emancipado al menos por el momento de lastorturas de la fantasía, José Arcadio Buendía im­puso en poco tiempo un estado de orden y trabajo,dentro del cual sólo se permitió una licencia: laliberación de los pájaros que desde la época dela fundación alegraban el tiempo con sus flautas,y la instalación en su lugar de relojes musicalesen todas las casas. Eran unos preciosos relojes demadera labrada que los árabes cambiaban porguacamayas, y que José Arcadio Buendía sincroni­zó con tanta precisión, que cada media hora elpueblo se alegraba con los acordes progresivos deuna misma pieza, hasta alcanzar la culminación deun mediodía exacto y unánime con el valse com­pleto. Fue también José Arcadio Buendía quien de­cidió por esos años que en las calles del pueblose sembraran almendros en vez de acacias, y quiendescubrió, sin revelarlos nunca, los métodoshacerlos eternos. Muchos años después,

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

Estas páginas pertenecen a Cien años de Soledad,la gran novela con la que Gabriel Garcia Márquezcompleta la saga de Macando, iniciada hace añoscon La hojarasca y continuada en libros tan sin­gulares como El coronel no tiene quien le escribay La mala hora. El mes próximo la Editorial Sud­americana de Buenos Aires publicará Cien años deSoledad. La publicación de este capitulo, asi comodel anticipo en nuestro núm. 2 (agosto de 1966),

especialmente autorizadas por el autoredJ'torial. Para una información más completa

Márquez y su obra remitimos al lec­de Luis Harss recogido en el núme­

1.Jciemlbre de 1966) y que también se incluyeLos nuestros, asimismo editado por

~an~ericana. (N. de la R.)

El insomnio en MacondoEl hijo de Pilar Ternera fue llevado a casa de susabuelos a las dos semanas de nacido. Ursula loadmitió de mala gana, vencida una vez más por laterquedad de su marido que no pudo tolerar laidea de que un retoño de su sangre quedara na­vegando a la deriva, pero impuso la condición deque se ocultara al niño su verdadera identidad.Aunque recibió el nombre de José Arcadio, termi­naron por llamarlo simplemente Arcadio para evitarconfusiones. Había en aquella época tanta activi­dad en el pueblo y tantos trajines en la casa, queel cuidado de los niños quedó relegado a un ni­vel secundario. Se los encomendaron a Visitación,una india guajira que llegó al pueblo con su her­mano, huyendo de una peste de insomnio que flage­laba a su tribu desde hacía varios años. Ambos erantan dóciles y serviciales que Ursula se hizo cargode ellos para que la ayudaran en los oficios domés­ticos. Fue así como Arcadio y Amaranta hablaronla lengua guajira antes que el castellano, y apren­dieron a tomar caldo de lagartijas y a comer hue­vos de arañas sin que Ursula se diera cuenta, por­que andaba demasiado ocupada en un prometedornegocio de anímalitos de caramelo. Macondo esta­ba transformado. Las gentes que llegaron con Ur­sula divulgaron la buena calidad de su suelo y suposición privilegiada con respecto a la ciénaga,de modo que la escueta aldea de otro tiempo seconvirtió muy pronto en un pueblo activo, con tien­das y talleres de artesanía, y una ruta de comerciopermanente por donde llegaron los primeros árabesde pantuflas y argollas en las orejas, cambiandocollares de vidrio por guacamayas. José ArcadioBuendía no tuvo un instante de reposo. Fascinado

La guerra fue porque está siendo. Yerranlos que la nombran. Nada valen y son sólo palabraslas que te arrastran, sombra polvorosahumo estallado, humano que resultas 'como una idea muerta tras su nada¿Dónde el. beleño de tu sueño, zu~op~ra dormir, si todo ha muerto y veos~/o que la luz piensa? No, no hay vidaSinO este pensamiento en que yo acabo.'El pensamiento de la luz sin hombres. .

TOdo está quieto y todo está desiertoy el alba nace, y muda. .

Pasé como una piedra y fui a la mar.

El pájaro:

El brujo:

ab~e el portón, y sale: la luz mata.ASI la sangre, en que el destino yerra~ues .si fulgura muere. Ah, qué misteri;Increlble. Sólo sobre unos labios coloridoscomo tras celosia, se adivina 'el bulto de la sangre. y el amantepuede besar y presentir, isin verla!

¿Quién habla aquí en la noche? Son venenoshumanos. Soy yavíejo y oigo poco,mas no confundo· el canto de la alondrac~n el ronco trajín del pecho pobre.Miro y .en torno casi ya no hay aíre~ara. mis alas. Ni rama para mi descanso.(..Que subversión pasó? Nada conozco.Naturaleza huyó. ¿Qué es esto? y vueloen un aire que rnata.

Leta! ceniza en que bogar, y muero.El soldado nativo: Q é

u .sed horrible. En tierra seca, nada.Tendido estoy y sólo veo estrellasEl agujero de mi pecho alienta .c~mo brutal error. Pienso, no hablo.Sle~t? Alguna vez sentír fuera vivir.QUlza hoy siento porque estoy muriendo.y la postrer palabra sea: Senti.

Camino a tientas. ¿Entre piedras andoo e?tre miembros dispersos? ¿Frio un talónQ~e run;oroso un trozo que está solo: o es una frente rota?Mas alla de la muerte vive algo,

__ "":~~~;'!un resto, en vida propia. Y ando apartoesa otra vida a solas que no en'tiendo.

El soldado nativo: Si al .. gUlen llegase... No puedo hablar No puedo

gntar. Fui joven y miraba, ardia, .tocab~, sonaba. El hombre suena. Peroy - mudo, muero.

aqUl ya las estrellas se apagaronp~es que mis o;os ya las desconoden.Solo el aire del pecho suena. El estertordentro de mí respíra por la he 'dn a,como por una boca. Boca inútilReciente, y hecha sólo .para morir.

El brujo:

La alondra:

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10GABRIEL GARCIA MARQUEZ EL INSOMNIO EN MACaNDO 11

considerarla como un miembro más de la familia.Era con Ursula más afectuosa que nunca lo fueronsus propios hijos, y llamaba hermanitos a Ama­ranta y a Arcadio y tío a Aureliano y abuelito aJosé Arcadio Buendía. De modo que terminó pormerecer tanto como los otros el nombre de RebecaBuendía, el único que tuvo siempre y que llevó condignidad hasta la muerte.

Una noche, por la época en que Rebeca se curódel vicio de comer tierra y fue llevada a dormir enel cuarto de los otros niños, la india que dormía conellos despertó por casualidad y oyó un extrañoruido intermitente en el rincón. Se incorporó alar­mada, creyendo que había entrado un animal en elcuarto, y entonces vio a Rebeca en el mecedor,chupándose el dedo y con los ojos alumbradoscomo los ojos de un gato en la oscuridad. Pas­mada de terror, atribulada por la fatalidad de sudestino, Visitación reconoció en esos ojos los sín­tomas primarios de la enfermedad cuya amenazalos había obligado, a ella y a su hermano, de des­terrarse para siempre de un reino milenario en elcual eran príncipes. Era la peste del insomnio.

Cataure, el indio, no amaneció en la casa. Suhermana se quedó, porque su corazón fatalista leindicaba que la dolencia letal había de perseguirlade todos modos hasta el último rincón de la tierra.Nadie entendió en la casa la alarma de Visitación.«Si no volvemos a dormir, mejor», decía José Ar­cadio Buendía, de buen humor. «Así nos rendirámás la vida.» Pero la india les explicó que lo mástemible de la enfermedad del insomnio no era laimposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentíacansancio alguno, sino su inexorable evolución ha­cia una manifestación más crítica: el olvido. Que­ría decir que cuando el enfermo se acostumbrabaa su estado de vigilia, empezaban a borrarse desu memoria los recuerdos de la infancia, luego elnombre y la noción de las cosas y por último laidentidad de las personas y aun la conciencia delpropio ser, hasta hundirse en una especie de idio­tez sin pasado. José Arcadio Buendía, muerto derisa, consideró que se trataba de una de tantasdolencias inventadas por la superstición de los in­dígenas. Pero Ursula, por si acaso, tomó la pre­caución de separar a Rebeca de los otros niños.

Al cabo de varias semanas, cuando el terror deVisitación parecia aplacado, José Arcadio Buendiase encontró una noche dando vueltas en la camasin poder dormir. Ursula, que también había des­pertado, le preguntó qué le pasaba, y él le con­testó: «Estoy pensando otra vez en Prudencia Agui­lar». No durmieron un minuto, pero al día siguientese sentían tan descansados que se olvidaron de lamala noche. Aureliano comentó asombrado· alahora del almuerzo que se sentía muy bien a pesar

torbaron por todas partes y se les encontrabadonde menos se suponía, siempre con su clo­queante cacareo de gallina clueca. Pasó muchotiempo antes de que Rebeca se incorporara a lavida familiar. Se sentaba en el mecedorcito a chu­parse el dedo en el rincón más apartado de lacasa. Nada le llamaba la atención, salvo la mú­sica de los relojes, que cada media hora buscabacon sus ojos asustados, como si esperara encon­trarla en algún lugar del aire. No lograron que co­miera en varios dias. Nadie entendia cómo no sehabía muerto de hambre, hasta que los indígenas,que se daban cuenta de todo porque recorrían lacasa sin cesar con sus pies sigilosos, descubrieronque a Rebeca sólo le gustaba comer la tierra hú­meda del patio y las tortas de cal que arrancabade las paredes con las uñas. Era evidente que suspadres o quienquiera que la hubiera criado, la ha­bían reprendido por ese hábito, pues lo practicabaa escondidas y con conciencia de culpa, procu­rando trasponer las raciones para comerlas cuandonadie la viera. Desde entonces la sometieron auna vigilancia implacable. Echaban hiel de vacaen el patio y untaban ají picante en las paredescreyendo derrotar con esos métodos su vicio per­nicioso, pero ella dio tales muestras de astucia eingenio para procurarse la tierra, que Ursula sevio forzada a emplear recursos más drásticos.Ponía jugo de naranja con ruibarbo en una cazue­la que dejaba al sereno toda la noche, y le dabala pócima al día siguiente en ayunas. Aunque na­die le había dicho que aquel era el remedio espe­cífico para el vicio de comer tierra, pensaba quecualquier substancia amarga en el estómago vacíotenía que hacer reaccionar el hígado. Rebeca eratan fuerte a pesar de su raquitismo, que teníanque barbearla como a un becerro para que tragarala medicina, y apenas si podían reprimir sus pata­letas y soportar los enrevesados jeroglíficos queella alternaba con mordiscos y escupitajos, y quesegún decían los escandalizados indígenas eran lasobscenidades más gruesas que se podían concebiren su idioma. Cuando Ursula lo supo, complemen­tó el tratamiento con correazos. No se estableciónunca si lo que surtió efecto fue el ruibarbo o lastollinas, o las dos cosas combinadas, pero la ver­dad es que en pocas semanas Rebeca empezó adar muestras de restablecimiento. Participó en los

de Arcadio y Amaranta, que la recibieronuna hermana mayor, y comió con apetito

sil"lfiélndc)se bien de los cubiertos. Pronto se reveló"au,,,,uct el castellano con tanta fluidez como la

los indios, que tenía una habilidad no­los oficios manuales y que cantaba el

relojes con una letra muy graciosahabia inventado. No tardaron en

la persona que les había pedido el favor. Todo suequipaje estaba compuesto por el baulito de laropa, un pequeño mecedor de madera con floreci­tas de c~'ores pintadas a manoy un talego de lonaque hacIa un permanente ruido de clac clac clacd~~~e llevaba los huesos de sus padr~s. La' cart~d.IrIg~da a José Arcadio Buendía estaba escrita enterm~nos muy cariñosos por alguien que le seguíaquenendo mucho a pesar del tiempo y la distanciay que .se .sentía obligado por un elemental sentid;human/tano a hacer la caridad de mandarle esa po­bre huerfanita desamparada que era prima de Ursu­la e~. segundo grado y por consiguiente parientata~ble~ de José Arcadio Buendía, aunque en gradoma~ lejano, porque era hija de ese inolvidableamIgo que fue Nicanor Ulloa y su muy digna espo­sa Rebeca Montiel, a quienes Dios tuviera en susanto reino, cuyos restos adjuntaba a la presentepara que les dieran cristiana sepultura. Tanto losnombres mencionados Como la firma de la cartaeran perfectamente legibles, pero ni José ArcadiaBuendía ni Ursula recordaban haber tenido parien­tes con esos nombres ni conocían a nadie que sellamara como el remitente y mucho menos en larem?ta p~blación de Manaure. A través de la niñafue Im~oslble obtener ninguna información comple­mentana. Desde el momento en que llegó se sentóa chuparse el dedo en el mecedor y a observar at~dos c~n sus grandes ojos espantados, sin quediera senal alguna de entender lo que le pregunta­ban. Llevaba un traje de diagonal teñido de negrogastado por el uso, y unos desconchados botine~de .charol. Tenía el cabello sostenido detrás de lasorejas con moños de cintas negras. Usaba un es­capulario con las imágenes borradas por el sudory. en la muñeca derecha un colmillo de animal car­nlvoro montado en un soporte de cobre como amu­leto contra el mal de ojo. Su piel verde, su vientreredondo y tenso como un tambor, revelaban unamala salud y un hambre más viejas que ella mis­ma, pero cuando le dieron de comer se quedó conel ~'ato en las piernas sin probarlo. Se llegó in­~Iu~,ve a creer que era sordomuda, hasta que losIndiOS le preguntaron en su lengua si quería unpoc~ de agua y ella movió los ojos Como si loshubiera reconocido y dijo sí con la cabeza.

Se quedaron con ella porque no había más re­medio. Decidieron llamarla Rebeca, que de acuer­do con la. carta era el nombre de su madre, por­que AurelIano tuvo la paciencia de leer frente aella todo el santoral y no logró que reaccionarac~n ningún nombre. Como en aquel tiempo no ha­bla cementerio en Macando, pues hasta entoncesno había muerto nadie, conservaron el talego conlos huesos en espera de que hubiera un lugar dig­no para sepultarlos, y durante mucho tiempo es-

Macando fue un campamento de casas de maderacon techos de cinc, todavía perduraban en las ca­lles más antiguas los almendros rotos y polvorien­tos, aunque nadie sabía entonces quién los habíaplantado. Mientras su padre ponía en orden el pue­blo y su madre consolidaba el patrimonio domésti­co con su maravillosa industria de gallitos y pecesazucarados que dos veces al día salían de la casaensartados en palos de balso, Aureliano vivía horasi~terminables en ~l laboratorio abandonado, apren­dIendo por pura Investigación intuitiva el arte deI~ platería. Se había estirado tanto, que en pocotiempo dejó de servirle la ropa abandonada porsu hermano. y empezó a usar la de Su padre, perofue necesano que Visitación les cosiera alforzas aI~s camisas y sisas a los pantalones, porque Aure­llano no había sacado la corpulencia de los otros.La adolescencia le había quitado la dulzura de lavoz y lo había vuelto silencioso y definitivamentesolitario, pero en cambio le había restituído laexpresión intensa que tuvo en los ojos al nacer.Estaba tan concentrado en sus experiencias deplatería que apenas si abandonaba el laboratoriopara comer. Preocupado por su ensimismamientoJosé Arcadio Buendía le dio llaves de la casa y u~poco de dinero, pensando que tal vez le hicieraf.al:a una mujer. Pero Aureliano gastó el dinero enaCI~~ muriático para preparar agua regia y embe­"~clo las llaves con un baño de oro. Sus exagera­cIones eran apenas comparables a las de Arcadioy. Amaranta, que ya habían empezado a mudar losdientes y todavía andaban agarrados todo el día alas mantas de los indios, tercos en su decisión de~o hablar el castellano sino la lengua guajira. «NotIenes de qué quejarte», le dijo Ursula a su marido«~os hijos heredan las locuras de sus padres.» YmIentras se lamentaba de su mala suerte, convenci-da de que las extravagancias de sus hijos eran algot~~ espantoso como una cola de cerdo, Aurelianofl!o en ~"a una mirada que la envolvió en un ám­bIto de Incertidumbre. «Alguien va a venir», le dijo.~rsula, c~mo siempre que él expresaba un propó­Sito, trato de desalentarlo con su lógica casera.Era normal que alguien llegara. Decenas de faras­:ero~ pasaban a diario por Macando sin suscitarInqUietudes ni anticipar anuncios secretos. Sin em­bargo, por encima de toda lógica, Aureliano estabaseguro de su presagio.

-.No sé quién será -insistió-, pero el que seaya vIene en camino.

~' domingo, en efecto, llegó Rebeca. No teníamas de once años. Había hecho el penoso viajedes.d~ Manaure con unos traficantes de pieles quereCIbIeron el encargo de entregarla junto con unacarta en la casa de José Arcadio Buendía, peroque no pudieron explicar con precisión quién era

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12GABRIEL GARCIA MARQUEZ EL INSOMNIO EN MACONDO 13

escribir cerca de catorce mil fichas, cuando apare­ció por el camino de la ciénaga un anciano estra­falario con la campaníta triste de los durmientes,cargando una maleta ventruda amarrada con cuer­das y un carrito cubierto con trapos negros. Fuedirectamente a la casa de José Arcadio Buendía.Al abrirle la puerta, Visitación pensó que llevabael propósito de vender algo, ignorante de que nadapodía venderse en un pueblo que se hundía sinremedio en el tremedal del olvido. Era un hombredecrépito. Aunque su voz estaba también cuartea­da por la incertidumbre y sus manos parecían du­dar de la existencia de las cosas, era evidente quevenía del mundo donde todavía los hombres po­dían dormir y recordar. José Arcadio Buendía loencontró sentado en la sala, abanicándose con unremendado sombrero negro, mientras leía con aten­ción compasiva los letreros pegados en las pare­des. Le saludó con amplias muestras de afecto,temiendo haberlo conocido en otro tiempo y ahorano recordarlo. Pero el visitante advirtió su falsedad.Se sintió olvidado, no con el olvido remediable delcorazón, sino con otro olvido más cruel e irrevo­cable que él conocía muy bien porque era el ol­vido de la muerte. Entonces comprendió. Abrió lamaleta atiborrada de objetos indescifrables, y deentre ellos sacó un maletín con muchos frascos. Ledio a beber a José Arcadio Buendia una substan­cia de color apacible, y la luz se hizo en su me­moria. Los ojos se le humedecieron de llanto, an­tes de verse a sí mismo en una sala absurda dondelos objetos estaban marcados y antes de avergon­zarse de las solemnes tonterías escritas en lasparedes, y aun antes de reconocer al recién lle­gado en un deslumbrante resplandor de alegría.Era Melquíades.

Mientras Macando celebraba la reconquista delos recuerdos, José Arcadio Buendía y Melquíadesle sacudieron el polvo a su vieja amistad. El gi­tano iba dispuesto a quedarse en el pueblo. Habíaestado en la muerte, en efecto, pero había regre­sado porque no pudo soportar la soledad. Repudia­do por su tribu, desprovisto de toda facultad so­brenatural como castigo por su fidelidad a la vida,decidió refugiarse en aquel rincón del mundo to­davía no descubierto por la muerte, dedicado a laexplotación de un laboratorio de daguerrotipia. JoséArcadio Buendía no había oído hablar nunca de eseinvento. Pero cuando se vio a sí mismo y a todasu familia plasmados en una edad eterna sobre unalámina de metal tornasol, se quedó mudo de es­tupor. De esa época databa el oxidado de dague­rrotipo en que apareció José Arcadio Buendía conel pelo erizado y ceniciento, el acartonado cuellode la camisa prendido con un botón de cobre, yuna expresión de solemnidad asombrada, y que

nantes de su niñez, Aureliano le explicó su método,y José Arcadio Buendía lo puso en práctica entoda la casa y más tarde lo impuso en todo elpueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosacon su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared,cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animalesy las plantas: vaca, chivo, puerco, gallína, yuca,malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las in­finitas posibilidades del olvido, se dio cuenta deque podia llegar un dia en que se reconocieranlas cosas por sus inscripciones, pero no se recor­dara su utilidad. Entonces fue más explicito. El le­trero que colgó en la cerviz de la vaca era unamuestra ejemplar de la forma en que los habitan­tes de Macando estaban dispuestos a luchar contrael olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todaslas mañanas para que produzca leche y a la lechehay que hervirla para mezclarla con el café y hacerel café con leche. Así continuaron viviendo en unarealidad escurridiza, momentáneamente capturadapor las palabras, pero que había de fugarse sin re­medio cuando olvidaran los valores de la letraescrita.

En la entrada del camino de la ciénaga se ha­bía puesto un anuncio que decía Macando y otromás grande en la calle central que decía Diosexiste. En todas las casas se habían escrito clavespara memorizar los objetos y los sentimientos. Peroel sistema exigía tanta vigilancia y tanta fortalezamoral, que muchos sucumbieron al hechizo de unarealidad imaginaria, inventada por ellos mismos, queles resultaba menos práctica pero más reconfortan­te. Pilar Ternera fue quien más contribuyó a popula­rizar esa mixtificación, cuando concibió el artificiode leer el pasado en las barajas como antes habialeído el futuro. Mediante ese recurso, los insomnesempezaron a vivir en un mundo construído por lasalternativas inciertas de los naipes, donde el pa­dre se recordaba apenas como el hombre morenoque había llegado a principios de abril y la madrese recordaba apenas como la mujer trigueña queusaba un anillo de oro en la mano izquierda, ydonde una fecha de nacimiento quedaba reducidaal último martes en que cantó la alondra en el lau­rel. Derrotado por aquellas prácticas de consolación,José Arcadio Buendía decidió entonces construir lamáquina de la memoria que una vez había deseadopara acordarse de los maravillosos inventos de losgitanos. El artefacto se fundaba en la posibilidadde repasar todas las mañanas, y desde el principiohasta el fin, la totalidad de los conocimientos ad­quiridos en la vida. Lo imaginaba como un diccio­nario giratorio que un individuo situado en el ejepudiera operar mediante una manivela, de modoque en pocas horas pasaran frente a sus ojos lasnociones más necesarias para vivir. Había logrado

que no, el narrador decía que no les habla pedidoque dijeran que no, sino que si querían que lescontara el cuento del gallo capón, y cuando se que­daban callados el narrador decía que no les habíap.edido que se quedaran callados, sino que si que­nano que l~s contara el cuento del gallo capón, ynadie podla irse, porque el narrador decía queno ':,s había pedIdo que se fueran, sino que siquer~an que. les contara el cuento del gallo capón,y aSI sucesivamente en un círculo vicIoso que seprolongaba por noches enteras.

Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta deque. la peste había Invadido el pueblo, reunió alos jefes de familia para explícarles lo que sabiasobre la enfermedad del insomnIo, y se acordaronmedIdas para im~edir que el flagelo se propagaraa las ~tras poblaCIOnes de la ciénaga. Fue así como~e qUitaron a los chIvos las campanitas que losarabes cambIaban por guacamayas, y se pusierona la entrada del pueblo a disposición de quienesdesatendían los consejos y súplicas de los centI­nelas e insistían en visitar la población. Todos losforasteros que por aquel tIempo recorrían las ca­lIes. de Macando tenían que hacer sonar su cam­panlta para que los enfermos supIeran que estabasano. No se les permitia comer ni beber nada du­rante su esta?Cla, pues no había duda de que laenfermedad solo se transmitía por la boca, y todaslas cosas de comer y de beber estaban contamina­das .de inso~nio. En esa forma se mantuvo la pes­te. clrcunscnta al perímetro de la población. Tane:'caz. ~ue la cuarentena, que llegó el día en que lasltuaclon de emergencia se tuvo por cosa naturaly se o!'ganiz.ó la vIda de tal modo que el trabaj;rec.o~r~ su ritmo y nadie volvió a preocuparse porla mutll costumbre de dormir.

. Fue Aureliano quIen concIbIó la fórmula que ha­bla .de defenderlos durante varios meses de las~vaslOnes de la memoria. Lo descubrió por casua­lidad. . Insomne experto, .por· haber sido uno delos pnmeros, había aprendido a la perfección elarte_ de la platería. Un día estaba buscando el pe­quena yunque que utilIzaba para laminar los me­tales y no r:cordó su nombre. Su padre se lo dijo:«tas». Aurellano escribíó el nombre en un papelque pe~ócongomaen la base •del yunquecito:taso ASI estuvo seguro de no olvidarlo en el fu­turo.. Nos~.'eocurrióqUefueraaquella la primeramanlfestaclondeL olvIdo, porque el objeto teníaun no.mbre dIfícil de recordar. Pero pocos díasdespues •• descubrió que tenía dificultades para re­cordar casI todas las cosas del laboratorio. Enton­ces las· marcó con elnombre respectivo, de modo~~e le. bastaba con leer la inscripción para iden­tificarlas. Cuando su padre le comunicó su alarmapor haber olvidado hasta los hechos más impresio-

~e que había pasado toda la noche en el laborato­no dorando .un prendedor que pensaba regalarlea Ursulª el dla de su cumpleaños. No se alarmaronhast~ ~' tercer dla, cuando a la hora de acostarsese smtleron sIn sueño, y cayeron en la cuenta deque llevaban más de cincuenta horas sIn dormir. --:-Los nIños tambIén están despiertos -dijo' lamdla con su convicción fatalísta-. Una vez queentra en la casa, nadie escapa a la peste.

. Habí~n contraído, en efecto, la enfermedad delmsomnlO. Ursula, que había aprendIdo de su ma­d:e el valor medIcinal de las plantas; preparó eh,zo beber a todos un brebaje a base de acónitopero no consiguieron dormir, sino que estuvlero~

todo. el día soñando despiertos. En ese estado dealucmada lucIdez no sólo veían las imágenes de~u~ propios sueños, sino que los unos veían lasImagenes soñadas por los otros. Era como si lacasa se hubiera llenado de visitantes. Sentada ensu_~ecedor en un rincón de la cocina, Rebecasano. que un hombre muy parecido a ella, vestidode Imo blanco y con el cuello de la camisa ce­rrado por un botón de oro, le llevaba un ramo derosas. Le acompañaba una mujer de manos delí­cadas que separó una rosa y se la puso a la nIñaen .el pel~. Ursula comprendió que el hombre y lamUjer sonados eran los padres de Rebeca peroaunque hizo un gran esfuerzo por recono~erlosc~nfirmó. su certidumbre de que nunca los habí~VistO. Mientras tanto, por un descuido que JoséArc~dio Buendía no se perdonó jamás, los anl­m~'ltos . de caramelos fabricados en la casa se­gUlan Siendo vendidos en el pueblo. Niños y adul­tos chupaban encantados los delíclosos gallItos ver­~es de~ insomnio, los exquisitos peces rosados delmso~nlO y los tiernos caballitos amarillos del in­som~lO, de modo que el alba del lunes sorprendiódespierto a todo el pueblo. Al principio nadie sealarmó. Al contrario, se alegraron de no dormIr,porque entonces había tanto que hacer en Macan-do que el tiempo apenas alcanzaba. Trabajarontanto, que pronto no tuvieron nada más que hacer,y se encontraron a las tres de la madrugada conlos brazos cruzados, contando el número de notasque ~enía el valse de los relojes. Los que querlandon~lIr, no por cansancio sino por nostalgia de lossuenas, recurrieron a toda clase de métodos ago­tad~res. Se reunlan a conversar sin tregua, a re­petirse durante horas y horas los mismos chistes acomplicar hasta los limites de la exasperación' elcuento del gallo capón, que era un juego InfinIto enque el narrador preguntaba si querlan que les Con­tara el cuento del gallo capón, y cuando contesta­ban q.~e sí, el narrador decía que no había pedidoque dijeran que sí, sino que si querían que contarael cuento del gallo capón, y cuando contestaban

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bre de otra época. Una noche creyó encontrar unapredicción sobre el futuro de Macando. Sería unaciudad luminosa, con grandes casas de vidrio, don­de no quedaba ningún rastro de la estirpe de losBuendía. «Es una equivocación», tronó José Ar­cadio Buendía. «No serán casas de vidrio sino dehielo, como yo lo soñé, y siempre habrá un Buen­día, por los siglos de los siglos.» En aquella casaextravagante, Ursula pugnaba por conservar el usode razón, habiendo ensanchado el negocio de ani­malitos de caramelo con un horno que producíatoda la noche canastos y canastos de pan y unaprodigiosa variedad de pudines, merengues y bizco­chuelos, que se esfumaban en pocas horas por losvericuetos de la ciénaga. Había llegado a una edaden que tenía derecho a descansar, pero era, sinembargo, cada vez más activa. Tan ocupada estabaen sus prósperas empresas, que una tarde miró pordistracción hacia el patio, mientras la india la ayu­daba a endulzar la masa, y vio dos adolescentesdesconocidas y hermosas bordando en bastidor ala luz del crepúsculo. Eran Rebeca y Amaranta.Apenas se habían quitado el luto de la abuela,que guardaron con inflexible rigor durante tresaños, y la ropa de color parecía haberles dado unnuevo lugar en el mundo. Rebeca, al contrario delo que pudo esperarse, era la más bella. Tenía uncutis diáfano, unos ojos grandes y reposados, yunas manos mágicas que parecían elaborar conhilos invisibles la trama del bordado. Amaranta, lamenor, era un poco sin gracia, pero tenía la distin­ción natural, el estiramiento interior de la abuelamuerta. Junto a ellas, aunque ya revelaba el im­pulso físico de su padre, Arcadio parecía un niño.Se había dedicado a aprender el arte de la pla­tería con Aureliano, quien además le había ense­ñado a leer y escribir. Ursula se dio cuenta depronto que la casa se había llenado de gente, quesus hijos estaban a punto de casarse y tener hijos,y que se verían obligados a dispersarse por faltade espacio. Entonces sacó el dinero acumulado enlargos años de dura labor, adquirió compromisoscon sus clientes, y emprendió la ampliación de lacasa. Dispuso que se construyeran una sala formalpara las visitas, otra más cómoda y fresca para eluso diario, un comedor para una mesa de docepuestos donde se sentara la familia con todos susinvitados, nueve dormitorios con ventanas hacia elpatio y un largo corredor protegido del resplandordel mediodía por un jardín de rosas, con un pasa­manos para poner macetas de helechos y tiestosde begonias. Dispuso ensanchar la cocina paraconstruir dos hornos, destruir el viejo granero don­de Pilar Ternera le leyó el porvenir a José Arcadio,y construir otro dos veces más grande para quenunca faltaran los alimentos en la casa. Dispuso

EN MACaNDO

su ofuscación. "Si echas otros veintepuedes demorarte un poco más», dijo

Aureliano se desvistió, atormentadosin poder quitarse la idea de que su

no resistía la comparación con su her­pesar de los esfuerzos de la muchacha, él

sintió cada vez más indiferente y terriblemente«Echaré otros veinte centavos», dijo con voz

deisolad:a. La muchacha se lo agradeció en silencio.la espalda en carne viva. Tenía el pellejo

pegado a las costillas y la respiración alteradapor un agotamiento insondable. Dos años antes,muy lejos de alli, se había quedado dormida sinapagar la vela y había despertado cercada por elfuego. La casa donde vivía con la abuela que lahabía criado quedó reducida a cenizas. Desde en­tonces la abuela la llevaba de pueblo en pueblo,acostándola por veinte centavos, para pagarse elvalor de la casa incendiada. Según los cálculosde la muchacha, todavía le faltaban diez años desetenta hombres por noche, porque tenía que pagarademás los gastos de viaje y alimentación de am­bas y el sueldo de los indios que cargaban elmecedor. Cuando la matrona tocó la puerta porsegunda vez, Aureliano salió del cuarto sin haberhecho nada, aturdido por el deseo de llorar. Esanoche no pudo dormir pensando en la muchacha,con una mezcla de deseo y conmiseración. Sentíauna necesidad irresistible de amarla y protegerla.Al amanecer, extenuado por el insomnio y la fie­bre, tomó la serena decisión de casarse con ellapara liberarla del despotismo de la abuela y dis­frutar todas las noches de la satisfacción que ellale daba a setenta hombres. Pero a las diez dela mañana, cuando llegó a la tienda de Catarino,la muchacha se había ido del pueblo.

El tiempo aplacó su propósito atolondrado, peroagravó su sentimiento de frustración. Se refugió enel trabajo. Se resignó a ser un hombre sin mujertoda la vida para ocultar su vergüenza de su inuti­lidad. Mientras tanto, Melquíades terminó de plas­mar en sus placas todo lo que era plasmable enMacando, y abandonó el laboratorio de daguerro­tipia a los delirios de José Arcadio Buendía, quienhabía resuelto utilizarlo para obtener una pruebacientífica de la existencia de Dios. Mediante uncomplicado proceso de exposiciones superpuestastomadas en distintos lugares de la casa, estabaseguro de hacer tarde o temprano el daguerrotipode Dios, si existía, o poner término de una vezpor todas a la suposición de su existencia. Mel­quíades profundizó en las interpretaciones de Nos­tradamus. Estaba hasta muy tarde, asfixiándose

de su descolorido chaleco de terciopelo,papeles con sus minúsculas manos

gorrión, cuyas sortijas habían perdido la lum-

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

F~ancisco el Hombre, así llamado porque derrotó aldiablo en un duelo de improvisación de cantos, ycuy.~ verdadero nombre no conoció nadie, desapa­recIo de Macando durante la peste del insomnio~ una noche reapareció sin ningún anuncio en I~tienda de Catarino. Todo el pueblo fue a escuchar­lo para saber qué había pasado en el mundo. Enesa ocasión llegaron con él una mujer tan gordaque cuatro indios tenían que llevarla cargada enun mecedor, y una mulata adolescente de aspectodesamparado que la protegía del sol con un para­gu~s. Aureliano fue esa noche a la tienda oe Ca­tanno. ~ncontró a Francisco el Hombre, como uncamalean monolítico, sentado en medio de un cír­culo de curiosos. Cantaba las noticias con su viejavoz descordada, acompañándose con el mismoacordeón arcaico que le regaló Sir Walter Raleighen la Guayana, mientras llevaba el compás con sus~randes pies caminadores agrietados por el sa­litre. Frente a una puerta del fondo por donde en­traban y salían algunos hombres, estaba sentaday se ~banicaba en silencio la matrona del mecedor.C.atanno, con una rosa de fieltro en la oreja. ven­dla a la concurrencia tazones de guarapo fermen­tado, y aprovechaba la ocasión para acercarse alos .hombres y ponerles la mano donde no debía.Hacl~ la media noche el calor era insoportable.Aurellano. escuchó las noticias hasta el final sin en­c~ntrar. ninguna que le interesara a su familia. Sed~sponla a regresar a casa cuando la matrona lehizo una señal con la mano

-Entra tú también -le dijo-o Sólo cuesta vein­te centavos.

Aureliano ec~ó una moneda en la alcancía queI~ matrona tenia en las piernas y entró al cuartoSin saber pan;¡ qué. La mulata adolescente consus teticas de perra, estaba desnuda en la ~amaAntes de Aureliano, esa noche, sesenta y tres hom~bres habían pasado por el cuarto. De tanto serusado, y amasado en sudores y suspiros, el airede la habitación empezaba a convertirse en lodo.La mU~hacha quitó la sábana empapada y le pidióa A~rellano que la tuviera de un lado. Pesaba comoun lienzo. La exprimieron, torciéndola por los ex­tremos, hasta que recobró su peso natural. Voltea­r.on la estera, y el sudor salíéldel otro lado. Aure­Iiano ansiaba que aquella operación nO terminaranunca. Conocía la mecánica teórica del amor p

d. . . .. , •... '.. • ..... ,. erono po I~ tenerse en pie a causa del desaliento des~s rodillas, y aunque' tenía la piel erizada y ar­diente no podía ~esistir a la urgencia de expulsarel peso de sus tnpas.Cuando la muchacha acabó~e arr~glar la cama y le ordenó que se desvistiera,el le hiZO una explicación atolondrada: "Me hicieronentrar.•Me dijeron que echara veinte centavos en laalcancla y que no me demorara.» La muchacha

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Ursula describía muerta de risa como "un generalasustad~~>.. En verdad, José Arcadio Buendía es­taba asustado la diáfana mañana de diciembre enque le hicieron el daguerrotipo, porque pensabaq~e la gente se iba gastando poco a poco a 'me­dida que su imagen pasaba a las placas metálicasPor una curiosa inversión de la costumbre, fue Ur~sula qUie.~ le sacó aquella idea de la cabeza, comofue tamblen ~Il~. quien olvidó sus antiguos resque­n:ores y decid10 que Melquíades se quedara vi­v~e~do en la casa, aunque nunca permitió que leh~cleran un daguerrotipo porque (según sus pro­pias palabras ~extuales) no quería quedar parab.~rla de sus metas. Aquella mañana vistió a losnlnos con sus ropas mejores, les empolvó la caray les dio una cucharada de jarabe de tuétano ~cada uno para que pudieran permanecer absoluta­mente inmóviles durante casi dos minutos frentea I~ aparat~~a cáma:a de Melquíades. En el dague­r.rotlpo familiar, el unico que existió jamás, Aure­liana apareció vestido de terciopelo negro, entreAc:narant~ y Rebeca. Tenía la misma languidez y laml.sma mirada clarividente que había de tener añosm.as tarde frente al pelotón de fusilamiento. Peroaun no había sentido la premonición de su destino.Era un orfebre experto, estimado en toda la cié­naga por el preciosismo de su trabajo. En el tallerque compartia con el disparatado laboratorio deMelq~íades, apenas si se le oía respirar. Parecíarefu~larse. en otro tiempo, mientras su padre yel gitano Interpretaban a gritos las predicciones deNostradamus, entre un estrépito de frascos y cu­betas, y el desastre de los baños derramados y elbromuro de plata perdido por los traspiés y tro­pezo.~es que daban en la oscuridad. Aquella consa­graclon al trabajo, el buen juicio con que adminis­traba sus intereses, le habían permitido a Aurelianoganar en poco tiempo más dinero que Ursula consu deliciosa fauna de caramelo, pero todo el mun-do se extrañaba de que fuera ya un hombre hechoy d~recho y no se le hubiera conocido mujer. Enrealidad, no la había tenido.

~eses después volvió Francisco el Hombre, unanciano trotamundos de casi 200 años que pasabac?n frecuencia por Macando divulgando las can­c~ones compuestas por él mismo. En ellas, Fran­CISCO ~I .Hombre relataba con detalles minuciososlas. noticias ocurridas en los pueblos de su itine­rano, desde Manaure hasta los confines de la cié­naga, de modo que si alguien tenía un recado quemandar o un acontecimiento que divulgar, le paga­ba do.s centavos para que lo incluyera en su re­pertono. Fue así como se enteró Ursula de lamuerte de su madre, por pura casualidad, unanoche en que escuchaba las canciones con la espe­ranza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio.

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Dibujo de Copi

Esa misma tarde se fueron los soldados. Pocosdías después, José Arcadio Buendía le consiguiócasa a la familia del corregidor. Todo el mundoquedó en paz, menos Aureliano. La imagen deRemedios, la hija menor del corregidor, que porsu edad hubiera podido ser hija suya, le quedódoliendo en alguna parte del cuerpo. Era una sen­sación física que casi le molestaba para caminar,como una piedrecita en el zapato. O

Don Apolinar Moscote se desconcertó, pero JoséArcadio Buendía no le dio tiempo de replicar. "Sólole ponemos dos condiciones», agregó. "La primera:que cada quien pinta su casa del color que le déla gana. La segunda: que los soldados se vayanen seguida. Nosotros le garantizamos el orden.» Elcorregidor levantó la mano derecha con todos losdedos extendidos.

-¿Palabra de honor?-Palabra de enemigo -dijo José Arcadio Buen-

día-o Y añadió en un tono amargo: -Porque unacosa le quiero decir: usted y yo seguimos siendo

enemigos.

\ \\,c~'

EN MACaNDO

a disposición de José ArcadioRuencjla. Pero él se opuso, según explicó, porque

Moscote había vuelto con su mujer yy no era cosa de hombres abochornar

delante de su familia. Así que decidió arre­situación por las buenas.

Aurelliano lo acompañó. Ya para entonces habíai!rnpe,caclo a cultivar el bigote negro de puntas en­

y tenía la voz un poco estentórea quede caracterizarlo en la guerra. Desarmados,

sin hacer caso de la guardia, entraron en el despa­cho del corregidor. Don Apolinar Moscote no perdióla. serenidad. Les presentó a dos de sus hijas quese encontraban allí por casualidad: Amparo, de 16alÍas, morena como su madre, y Remedios, de ape­nas nueve años, una preciosa niña con piel delirioy ojos verdes. Eran graciosas y bien educadas, lesacercaron sillas para que se sentaran. Pero ambos

permanecieron de pie.-Muy bien, amigo -dijo José Arcadio Buendia

-usted se queda aqui, pero no porque tenga en lapuerta esos bandoleros de trabuco, sino por con­sideración a su señora esposa y a sus hijas.

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

mesa y se lo mostró: "He sido nombrado corregi­dor de este pueblo». José Arcadio Buendía ni si­quiera miró el nombramiento.

-En este pueblo no mandamos con papeles-dijo sin perder la calma-. Y para que lo sepade una vez, no necesitamos ningún corregidor por­que aquí no hay nada que corregir.

Ante la impavidez de don Apolinar Moscote, siem­pre sin levantar la voz, hizo un pormenorizado re­cuento de cómo habían fundado la aldea, de cómose habían repartido la tierra, abierto los caminos eintroducido las mejoras que les había ido exigiendola necesidad, sin haber molestado a gobierno al­guno y sin que nadie los molestara. "Somos tanpacíficos que ni siquiera nos hemos muerto demuerte natural», dijo. "Ya ve que todavía no tene­mos cementerio.» No se dolió de que el gobiernono los hubiera ayudado. Al contrario, se alegrabade que hasta entonces los hubiera dejado creceren paz, y esperaba que así los siguiera dejando,porque ellos no habían fundado un pueblo paraque el primer advenedizo les fuera a decir lo quedebían hacer. Don Apolinar Moscote se había pues­to un saco de dril, blanco como sus pantalones.sin perder en ningún momento la pureza de susademanes.

-De modo que si usted se quiere quedar aquí,como otro ciudadano común y corriente, sea muybienvenido -concluyó José Arcadio Buendía-.Pero si viene a implantar el desorden obligando ala gente que pinte su casa de azul, puede agarrarsus corotos y largarse por donde vino. Porque micasa ha de ser blanca como una paloma.

Don Apolinar Moscote se puso pálido. Dio unpaso atrás y apretó las mandíbulas para decir conuna cierta aflicción:

-Quiero advertirle que estoy armado.

José Arcadio Buendía no supo en qué momentose le subió a las manos la fuerza juvenil con quederribaba un caballo; agarró a don Apolinar Mos­cote por la solapa y lo levantó a la altura de susojos. "Esto lo hago -le dijo- porque prefierocargarlo vivo y no tener que seguir cargándolomuerto por el resto de mi vida.» Así lo llevó porla mitad de la calle, suspendido por las solapas,hasta que lo puso sobre sus dos pies en el caminode la ciénaga. Una semana después estaba de re­greso con seis soldados descalzos y harapientos,armados con escopetas, y una carreta de bueyesdonde viajaban su mujer y sus siete hijas. Mástarde llegaron otras dos carretas con los muebles,los baúles y los utensilios domésticos. Instaló la fa­milia en el Hotel Jacob, mientras conseguía unacasa, y volvió a abrir el despacho protegido por lossoldados. Los fundadores de Macando, resueltos aexpulsar a los invasores, fueron con sus hijos ma-

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construir en el patio, a la sombra del castaño, unbaño_-para las mujeres y otro para los hombres, yal fondo una caballeriza grande, un gallinero alam­brado, un establo de ordeñar y una pajarera abiertaa los cuatro vientos para que se instalaran a sugusto los pájaros sin rumbo. Seguida por docenasde albañiles y carpinteros, como si hubiera con­traído la fiebre alucinante de su esposo, Ursulaordenaba la posición de la luz y el conducto delcalor, y repartía el espacio sin el menor sentidode sus límites. La primitiva construcción de losfundadores se llenó de herramientas y materiales,de obreros agobiados por el sudor, que le pedíana todo el mundo el favor de no estorbar, sin pensarque eran ellos quienes estorbaban, exasperados porel talego de huesos humanos que los perseguíapor todas partes con su sordo cascabeleo. En aque­lla incomodidad, respirando cal viva y melaza dealquitrán, nadie entendió muy bien cómo fue sur­giendo de las entrañas de la tierra no sólo la casamás grande que habría nunca en el pueblo, sino lamás hospitalaria y fresca que hubo jamás en elámbito de la ciénaga.José Arcadio Buendía, tratan­do de sorprender a la Divina Providencia en mediodel cataclismo, fue quien menos lo entendió. Lanueva casa estaba casi terminada cuando Ursulalo sacó de su mundo quimérico para informarleque había orden de pintar la fachada de azul, yno de blanco como ellos querían. Le mostró la dis­posición oficial escrita en un papel. José ArcadioBuendía, sin comprender lo que decía su esposa,descifró la firma.

-¿Quién es este típo? -preguntó.-El corregidor -dijo Ursula desconsolada-.

Dicen que es una autoridad que mandó el gobierno.

Don Apolinar Moscote, el corregidor, había lle­gado a Macando sin hacer ruido. Se bajó en elHotel de Jacob -instalado por uno de los pri­meros árabes que llegaron haciendo el cambalachede chucherías por guacamayas- y al día siguientealquiló un cuartito con puerta hacia la calle, a doscuadras de la casa de los Buendía. Puso una mesay una silla que compró a Jacob, clavó en lapared un escudo de la república, que había traídoconsigo, y pintó en la puerta el letrero: Corregidor.Su primera disposición fue ordenar que todas lascasas se pintaran de azul para celebrar el aniversa­rio de la independencia nacional. José ArcadioBuendía, con la copia de la orden en la mano,lo encontró durmiendo la siesta en una hamaca quehabía colgado en el escueto despacho. ,,¿Usted es­cribióeste papel?», le preguntó. Don Apolinar Mos­cote,unhombre maduro, •. tímido, de complexiónsanguínea, contestó. que sí. ,,¿Con qué derecho?»,volvió a preguntar José Arcadio Buendía. Don Apo­linar Moscote buscó un papel en la gaveta de la

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hayNo

para quecocina a tomar­

muy frío y me

regué las matas antesel sol. La mata de novios

Es una lástima, tan linda quepasada le cambié la tierra peroLas hojas están amarillas, amari­

no tiene ni botones. Cuando salgamosal norte voy a traer unos pies. Las

rosas cecilia están muy bellas, en cambio. Nuncalas vi con tantas flores. Son tan lindas las rosascecilia. Siempre me hacen acordar de mamá quelas quería tanto.

Volví a verlo. Esta vez corrí las cortinas y retiréla colcha de su cara. Ni se había movido. Estabacomo entumecido. No se había afeitado ayer ytenía la barba crecida. Antes no se le veía tanmal, cuando era negra y espesa. Con esos ojososcuros que tenía y tan blanco que era se veíamás pálido cuando no se afeitaba. A mí me gusta­ba así. Cuando me besaba me dejaba manchasrojizas en el mentón. Siempre he tenido la piel tandelicada. Pero ahora ya no nos besamos y no megusta que deje de afeitarse porque tiene la barbarala y blanca. Se ve desaseado. Siempre tengoque obligarlo, casi. Qué trabajo para que se cuide.Hasta hace poco, lo primero que hacía antes dedesayunar era afeitarse. Ahora ni quiere salir. Nole dan ni ganas de ir al cine, que le gustaba tanto.

Volví a taparlo con la colcha y me fuí a hacerel mercado. Compré papas, zanahorias, azúcar,que ya no queda casi, y una libra de carne, yperejil, para hacerle el caldo que le gusta tanto.De vuelta me encontré con la señora de al lado.Siempre tan amable. Me preguntó por Blanca ypor nosotros. Le dije que estábamos bien todos.También me dijo que iba a llover, que hoy diceen el periódico. Ojalá sea cierto. Parece que nuncase va a acabar el verano y todo está más caropor la sequía.

Cuando entré a la casa, lo primero que hicefue ir a verlo. Seguía lo mismo, y yo que creía

se había levantado. Le dije que eso noéra posible. Que claro que estaba viejo y acha­coso, pero que no era para tanto. Que yo estabalo mismo y sin embargo iba al mercado, cocinaba,barría, limpiaba, tendía la cama, lavaba la ropa...No abrió la boca.

Estamos viejos, sí, pero todavía podemos salira caminar y no estamos en el asilo. Caminar nossienta. Hay que hacer un poco de ejercicio devez en cuando, y además necesitamos unos pies denovio. Podemos ir al parque, ahora que estamos enverano, o decirle a Blanca que cuándo nos vuelvea llevar al campo con Germán y los niños. Hace yabastante que no nos lleva. La última vez estuvo muycontento, y hasta corrió, y los niños jugaron conél, y Blanca dijo que se veía mejor.

O podemos ir al cine por las tardes. Es ciertoque ahora están muy malas las películas, perobueno, algo es algo, y de vez en cuando dan unavieja buena. Hace poco vimos una con GretaGarbo. El lloró... yo sé, yo lo vi, yo también, lomismo que cuando la vimos hace tanto, cuando sele tira al tren, al fin, y cuando está bajando lasescaleras, esas escaleras tan grandes que pareceque no se van a acabar nunca. Ya no hay nadiecomo ella, qué mujer. Las actrices de ahora nole dan a los tobillos... Esa noche pasaron pornosotros y nos llevaron. Estuvo muy contento.Me habló mucho cuando volvimos a la casa yse acordó de cuando llevábamos a Blanca al ciney de cuando Germán ya estaba de novio de ellay nos invitaba a tomar té con bizcochos en esesalón de té tan bueno que quedaba en la esquinade la doce.

No contestaba nada yeso que le gusta que lehable de esas cosas, y él mismo se pone arecordar y añade detalles que a mi ya se mehan olvidado. Aun cuando hablemos de las mis­mas cosas siempre hay algo nuevo que añadir oalgo en que estamos equivocados, que no fueantes sino después del matrimonio de Blanca,que fue cuando estábamos de novios solamente,que esa no fue la película que vimos la nocheque Germán le pidió la mano de Blanca, ahoraque había ahorrado para pagar la primera cuotade la casa, que< esa otra no la vimos con ellos,y así se nos pasan las horas, recordando. Siemprehablamos de cosas que hemos hecho juntos yeso me parece bien porque antes, al principio,me hablaba de cuando era muchacho y soltero y amí me daba dolor de no haber estado con él,

RETRATO DE NOVIOS

además de que estoy segura que inventaba de lolindo, que es peor. Yo también inventaba, pero nomucho. Cosas que ahora ya no sé si ocurrieronde verdad. Nunca estoy tan segura como cuandohablamos de lo que hemos hecho juntos.

Está muy nervioso, muy inquieto ahora. Yo yano sé lo que le pasa. Debe ser porque no tienenada que hacer. Hasta habla mal de Germán, quesi no fuera por él dónde estaríamos. En el ancia­nato, donde más. Solos, separados, y sin poderver a Blanca y los niños. Si no es por él nohubiéramos podido seguir pagando el arriendo,que es tan caro y lo suben cuando quieren,después de que se le acabó la plata que teníaen el banco. Yo sé que nunca le gustó dependerde nadie, pero qué se puede hacer. Ya va paradiez años que no consigue trabajo. No lo dejan,y con razón. Yo sé que dice que sí puede, peroeso no es cierto. La verdad es que ya no puedehacer nada, con ese dolor en los huesos y latos y los ojos que ya no puede ni leer el periódico.Por eso es que dice que le gusta oir el radio,porque no puede leer nada.

Le hablaba y le hablaba, pero no se movía.Entonces me acerqué muy pasito y le toqué lafrente. Estaba helada. Lo volví a tapar bien conla colcha y no abrí la ventana, como pensabahacerlo para ventilar la pieza. Me fui a la cocinaa hacer el almuerzo. Cuando la carne ya estabatierna y las zanahorias hechas, saqué la carne paramolerla porque le cuesta mucho trabajo masti­carla. Pero mientras tanto, se me ocurrió hacerarequipe con la leche que quedaba. Hace muchoque no comemos y yo lo hago tan bien. En eso,batiendo la leche y el azúcar, se me fue lamañana.

Cuando todo estuvo listo lo llamé, pero tampo­co vino. Le dije que le tenía una sorpresa, perono contestó. Fui a verlo. Tenía una mosca que nose le quería quitar de la nariz. Tuve que espan­tarla varias veces. Lo toqué de nuevo y seguíaigual de helado. Estaba lívido. Me senté a su lado,sobre la cama. Tenía una sonrisa en los labios,como si estuviera soñando en algo. Parecía másjoven. Me acordé de cuando me besó la primeravez, en el zaguán oscuro, una vez que mamá nonos acompañó a la puerta. Se me olvidó que elalmuerzo estaba listo. No me dio hambre y eltiempo pasó volando. Creo que me dormí un ratoahí sentada, porque cuando miré el reloj, queestá atrasado, eran las tres.

Había podido calentar aun cuando fuera elcaldo cuando volví a la cocina, pero no teníahambre. No quería comer sola, además. Lo quehice fue recoger los platos de la mesa. Tenía que

unas medias y remendar la sábana grande

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que se volvió a romper. Me puse a hacerlo en laalcoba, en este asiento que traje de la cocina.No me gusta sentarme en su silla. También levoltié el cuello a la camisa blanca y le cosí elchaleco del vestido ese que se pone todos losdías como si no tuviera otro que está casi nuevo.Pensé que esta vez le molestaría que prendierael radio, y esa música ruidosa que tocan todo eltiempo a mí me vuelve como loca. Nunca. megustó que se quede horas y horas pegado alaparato ese. Siempre es mejor cuando hablamos losdos solos.

Ya está muy oscuro. No alcanzo a ver el relojni distingo la fotografía sobre la cómoda queestuve mirando hace un rato. Pero eso no importa.Me la sé de memoria. De todas las fotografíasnuestras es la que más me gusta, esa y en laque estamos con Blanca, cuando aún no habíacumplido los quince y tiene el pelo tan largo ytan rubio todavía. Pero esa está en el cajón. Laotra, en cambio, siempre la pongo sobre la cómodacon la de Blanca y los niños. En la de las bodasde plata, que a ti te gusta tanto, quedamos muyviejos, todos arrugados. Pero eso fue culpa delfotógrafo. Nunca estuve de acuerdo en que Blancala pusiera en la sala. No estamos así de viejos.

Ya no hay nada de luz. Parece que va a llover.El sol se puso muy temprano. Está haciendo comofrío. Voy a cerrar los postigos para que no seentre el agua, si llueve, por el vidrio roto. Ademáspor ahi entra mucho viento. Le voy a extender eledredón y yo me voy a poner mi pañolón, y laspantuflas de lana para abrigarme los pies...

No vaya prender la luz. ¿Para qué? Así a oscu­ras me encuentro bien...

Estás muy alto en la fotografía. Me llevas porlo menos una cabeza y tu mano, grande y fuerte,está sobre mí hombro. Mamá se escandalizó cuan­do la vio yeso que nos ibamos a casar el messiguiente. Tienes bigote, estrecho como acostum­brabas llevarlo, pero muy negro y tupido. Me gusta­ba tu bigote. Te veías tan elegante. No sé porqué te lo quitaste. No fue hace mucho ¿te acuer­das? Después dijiste que yo te lo había hechoquitar. Pero eso no es cierto. Me gustabas máscon bigote. Se te veía la cara más larga y teníasmás presencia. Casi no te reconozco cuando telo quitaste, nunca te había visto sin él.

Tienes el pelo muy negro, peinado de para atrás,y tus ojos parecen negros, pero en realidad soncafé oscuro. Estás, tal vez, un poco pálido, peroeso debe ser cosa de la fotografía porque túsiempre tienes buen semblante. Tu piel es suavecomo la de un muchacho. La camisa de cuelloduro te deja siempre una marca roja en el cuello.Es delicada tu piel, como la de un niño. Pero no

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20NICOLAS SUESCUN

el pecado parecía perdonable por lo circunstanciale imprevisto.

El se nos unió al grupo; no venía con nosotros,repito, de eso estaba seguro. Tampoco puedo de­cir que se nos unió: volvió la cabeza cuando elchico dijo eso de los norteamericanos.

Me molestaba al principio descubrir en ese ros­tro las huellas de una barba densa que habíaestado allí, tal vez durante semanas o meses qui­zá, hasta hace unas pocas horas: rica y poblada,posiblemente no demasiado oscura, con ese colordel cabello de Cristo en las estampas. Pero queal ser afeitada había dejado su presencia defini­tiva; como si detrás de ella hubiera existido o exis­tiera todavía, escondida, una enfermedad de lapiel que rechazara definitivamente la luz, el soly también el aire. Podía descubrir con precisióndonde nacía en los pómulos y también su findebajo del mentón.

Se unió a nosotros, repito; bueno, siguió a milado, quizá porque a los dos nos produjo el mismorechazo eso, lo que dijeron los chicos. O tal vezporque mi reacción me obligó a gritarles:

-iBajen de ahí, pibes!Me asustó la ingenuidad de mis palabras, la ex­

presión ríoplatense que la hacía incomprensible.Los chicos ni me miraron, pero él sigue a mi

lado, ahora definitivamente:-¿Argentino?-Sí -contesté, y volví a repetir: -Argentino.Mucho debimos caminar desde el lugar donde

nos dejó la «limousine» hasta la calle principal.-Tuve y tengo familia en la Argentina -me dijo.-Ah -contesté, sin darle importancia.Pero su acento me resultaba indeciso: había

una vocal detrás de cada palabra, una inestabili­dad, un titubeo, que me impedía ubicarlo en algunaparte.

Decir «tengo familia» es cosa de gringos, pensé.Esos que creen poder encontrar fácilmente enBuenos Aires al compañero de armas o de colegio.

Cuando llegamos a la calle principal nos des­bandamos todos, pero esta vez, yo lo busqué.Quizá él también porque al volver a encontrarnosle descubrí el último resto de entusiasmo que pare­cía quedarle. No más de treinta y cinco años, pen­sé; pero en ese momento en que le adiviné el en­tusiasmo, fue la nostalgia la que envejeció su cara.Y sentí que debía agradecérselo:

-Lo buscaba.

BEATRIZ GUIDO

(*) Estas páginas pertenecen a una novela enpreparación. Aunque es inevitable que' el lectordescubra, tal vez antes que el, protagonista, laidentidad de ese misterioso compañero de juerga,conviene recordar que una ficción no· debe serleida literalmente. (N. de la R.)

-"-Yo, si tengo que chingarme un gringo, me lochingo.

_Y... chíngatelo, ¿qué más da? Total, ¿a quiénle importa?

Nos detuvimos al mismo tiempo (*). Ellos, loschicos, no repararon en nosotros, ni en el efectoque podrían haber producido sus palabras. Si­guieron pintando de negro, en los «affiches» de lasparedes, los dientes de Doris Day y de Gary Grant.

No venía con nosotros en el grupo; sin embargo,cuando nos descubrimos por primera vez frente alos chicos crei reconocerlo.

Habíamos aterrizado en El Paso: un frente detormenta venía a nuestro encuentro. Pero ya hedejado de creer en la voz de los micrófonos de losaviones y los aeropuertos; con el mismo dulce ymarcado acento me informarían: «Favor abrocharseel cinturón porque vamos a estrellarnos.» O «¿Mepermite pasar la noche con usted en el próximoaeropuerto?» «Sírvanse leerlas instrucciones estánfrente a sus asientos, junto a los salvavidas.»

Me dejé arrastrar hasta la frontera de Méxicojunto al grupo de pasajeros, casi todos turistasnorteamericanos. Estaba dispuesto a seguirlos entodo el largo e inacabable desfile de casas dejuego y de prostituCión que nos venían prometiendolas camareras del avión en voz baja, con anticipadacomplicidad y pecaminoso susurro.

Marcábamos el paso al compás de «TijuanaBrass». Ciudad Juárez era la promesa de exclusi­vos placeres, inencontrables, decían, en cualquierotro lugar de la tierra, salvo Tijuana o Casablancaantes de la guerra, o La Habana, en los inolvida­bles tiempos del Supremo Batista. La promesa eradefinitiva: no importaba el calor ni la cantidad debolsas, cámaras fotográficas y canastos personalesque tenían que cargar. Ciudad Juárez: una promesareal, verdadera.

Por las piernas de los hombres, descubiertaspor las «bermudas», chorreaba el sudor. Tambiénen las mujeres el recorrido daba tumbos por losrollos y las zanjas de los muslos, donde las pecasemparejaban el color de la piel. Molestaban loschicos en ese cortejo febril, desesperado, en que

Bojo sobre rojo

o

Me regalaste un collar que debió costar muchoy e~o que no tienes sino tu sueldo. No me lo pong;caSI, y yo creo que tú te has dado cuenta queme veo mejor sin nada, porque nunca me pre­guntas por él.

Todos los días me baño con agua fría, tem­p:ano por la mañana y debe ser por eso que mipiel es tan suave y tan tersa, aquí en la cara,en l~s hombros, en los brazos, en los muslos, enel Vientre, en el seno.

Mis caderas no son demasiado anchas y missenos son redondos y firmes. Me gusta mirarmedesnuda en el espejo. Pero lo que más quieroes ~ostrarte mi cuerpo, para que lo tomes yestruJ~S entre tus brazos. Sí, más que nada quieroque ,tu lo tomes y que sienta tu calor pegadoal mIO.

Ante ti no me dará vergüenza. Algo en tu miradame a:egura que serás bueno conmigo. A tu ladom~ Siento protegida. Bajo tus manos, mi hombro,mi cuerpo entero se estremece de placer...

Tengo frío ahora y quiero que nuestros doscue:pos se unan contra el viento que sopla y lallUVia que ha empezado a caer. En la cama des­nudos, sintiremos calor y nuestro sueño será pro­fundo. Tómame entre tus brazos, que estoy tiri­tando. Afuera está lloviendo y hace frío.

\rf~

.1,'/" f-...--.._/1 K ~//11/ I~----

Jt;1J'/ ~v r¡ J.

Dibujo de Copi ~

parece, con esos bigotes y esa nariz tan rectaqUEUe. hacen tan masculino. Eres muy amable con­migo. En la fotografía se ve. No estás mirandohacia la cámara, como yo, me estás mirando amí. Tu mano, tan grande que tapa cualquiera delas mías, me está protegiendo. Es cuadrada casicon los nudillos muy grandes, y su calor me hac~poner la carne de gallina cuando me acariciany hasta cuando me roza...

Yo estoy muy bella.

El pelo está suelto. Es largo y sedoso y muynegro, como azabache, como mis ojos. Cuandome pongo un clavel rojo en la cabeza me dicenque parezco sevillana. También porque mis pes­tañas son largas, torneadas y espesas, y mi pieltan blanca.

Todo mi cuerpo está proporcionado. Mi cuello eslargo como mis manos y mis piernas. Del cuello yla~ man.o~ todo el mundo me dice que son muyanstocratlCas. Su piel es casi transparente y através se vislumbran las venas, delgadas y azu­ladas. Las manos me las cuido mucho. Nuncam~ pongo nada fuera del anillo que me regalómi abuela cuando cumplí dieciséis años. En elcuello tampoco me pongo nunca nada. Se vemejor así, desnudo, sobre todo cuando me recojoel pelo y me veo más alta y esbelta.

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22

-Yo también -me contestó.Fuif~li'z por primera vez en muchos meses: ha­

bía quedado atrás Martín, el pacto, la noche deMadrid. Perón ya no era otra cosa que un nombrede cinco letras. No estaba solo.

Al llegar a un gran cartel que decía: «20 de No­viembre - Aniversario de la revolución mexicana-o,fuimos barajados de brazo en brazo por las pros­titutas. Sentía un rechazo por ellas desde niño.Quizá porque sospechaba que para mis hermanos,no Martín, sino los mayores, las únicas experien­cias amorosas habían sido siempre con putas.

No me avergüenza confesar que les temo. Un te­rror casi infantil me producen sus grandes senos,o la falta de ellos si son magras. Sus cabellospeinados con tricófero; las nalgas manchadas porhuesos y con marcas imborrables hasta en las másjóvenes. Recordaba que José María solía decir:«Tienen menos carne que piel, menos materia quetela. El contenido nunca se ajusta, nunca encaja:ni los huesos ni los músculos ni nada!»

Fuimos palpados por manos inconfundibles: untacto preciso y profesional. Arrojados a salonesde juego, junto a las cajas tragaperras y los ven­dedores de LSD o simplemente marihuana. Mecreí entonces en la necesidad de rescatarlo; porquerescatándolo me salvaba yo también. Recuerdo sólosu terror, no su asco; lo delataba su mirada siem­pre en acecho. Nada de. lo que llevaba. puestoparecíapert~necerle: el traje no ajustaba~u cuerpo,ni.lat~lanI el color oscuro preveían esa ciudadde calor asfixiante.

----Salgamos de aquí ---propuse.-¿Adónde?-A. cu~lquier pa~~. Sup~raron.l~g~lIe·de las

muñecas de Hamburgo -agregué por decir algo.-Es la cloaca·· dé Texas, Sl.l pdzd Ciégo. ¿Córno

podrían vivirsirlél?

Descubrí ·.un·•• pórtal •. casi.~ng~n~mbr~Xéri!r~niosa un patio c?loniaI a~arenternen~.El~~¡¡h~?Ita~?

El me· señala. unos esc~lone~'N?¡¡.¡¡~9!~rnO¡¡Yagradecimo¡¡ .el .. silencío,sInot?talx~.q~~>.r8¡¡llegaba sólo el eco de la calle, eneseedificio<s~e

rodeaba el patio casi conventual; sólo el eco,sí;de todas las risas, de todos los cuartósy losprds­tíbulos de Ciudad Juárez.

-Mi nombre· es Gonzalo Astrada "'"'-digo,conven"cional-. Voy para NewMéxico. Meínvitarom apasar el fin de semana en un rancho; un ex mi­nistro de mi país.

-Valderrama -se presenta.Su nombre me resultó prestado; le agradecí sin

embargo que se lo inventara. Adivinándome agrega,impreciso:

-Vienen a buscarme mañana... Ahora se·. tratade pasar la noche.

BEATRIZ GUIDO

-¿Adónde? -me aventuro a preguntar.-No lo sé todavía. Cualquier parte menos su

país -dice con tristeza.-Hay otros lugares peores -respondí ofendido;

pero definitivamente entregado, continué: -Todoslos pueblos son iguales ante los príncipios elemen­tales. Clasificarlos, dividirlos, pertenece a una moralburguesa, ¿no es cierto?

Mi discurso termina titubeante, pero Valderrama,triste e irónico, sin mirarme me responde:

-iNo hay duda de que usted fue Reformista... !¿No lo es todavía?

Esa palabra, Reformista, que escucho en bocade un extraño en el patio de un convento o deuna segura casa de prostitución de Ciudad Juárez,me enternece hasta las lágrimas.

Iba a contestarle: «Sólo un argentino pudo ha­berme sentenciado». Llamarme Reformista es sí,una sentencia.

-No se preocupe, todos los fuimos alguna vezy alguien a quien admiré o admiro, podría haber­lo sido también de nacer en su país.

Yo estaba adentro: no me atreví a indagar. Sinembargo, quería pronunciar varios nombres, vo­mitárselos:

-Aníbal Ponce, quizá -titubeé sin convicción.Ahora la sorpresa venía de él:-Fue una suerte encontrarnos; no sé nadar en

cloacas.

Sentí un deseo imperioso de mostrarme. Un de­seo que había sentido pocas veces ante un hombre;quizá sólo ante mi hermano Martín y ante Martí­nez Estrada. A veces ante un recuerdo o una anéc­dota. Martín pasaba los veranos con Lisandro de laTorre de San Gerónimo, en la casa de pueblo delos Vímo. Su carta. póstuma sigue en mi billetera.Es una entrega sin límites, una sensación que meenajena porque no logro controlar la conquista.Me pierdo siempre: me arrojo, sí, como pez ciego;me deslumbra y me destruye alguien que respondaa la sola. devocíón de sus ideas. Al conductor, aese, lo presiento porque me entrego de inmediatosin pensar qué conduce o hacia dónde intenta con­ducirme.

Cada palabra, cada gesto de Valderrama parecíavenir de otro más importante, y para ganar su ad­miración, digo:

-Treinta mil prostitutas; cada una son tres dó­lares diarios al Estado de Chihuahua.

Quise demostrar mi erudición, pero las cifrasme resultaron infantiles y casi justificables. Tresdólares de impuestos es tan exigua suma que sentívergüenza. Pero a él pareció interesarle la precisiónde las cifras; iluminó su rostro y dijo:

-Qué otro banquete para ofrecérselo a los teja-

SOBRE ROJO

la revolución mexicana en el vientre de sus¿qué mejor venganza?

Se abren las ventanas del patio y los chillidos-eran risas y no chillidos-, nos obligan a escon­dernoS detrás de las columnas.

que abarcar todas las ventanas para ubi­risas.

-iSon chicas -grito-, es un colegio!Como si presintiera una emboscada -lo adivino

preparado para la lucha y la huída-, corre al cen­tro del patio, junto a una fuente.

-iCuidado! -me grita-o iES una trampa!Pero yo también me equivoco: del portal princi­

pal enfrentando al de la calle surgen dos pequeñasrriujeres. Una más vieja que la otra, si es que esopuede decirse de ellas. Hasta que no llegan juntoa mí no me doy cuenta que son enanas. Mientrastanto, las risas a través de las ventanas han ce­sado para dar paso a las voces.

Nos toman ahora de la mano y Valderrama buscami brazo.

-iDónde caímos, hermano! Es nada menos quela «Boutique Fantastique»- dice en perfecto fran­cés. Una casa de prostitución de enanas, famosa enel Caribe. Antes la teníamos en La Habana...

-Me gusta el ballet, pero no ésto -contesto.y sin darle tiempo para pensar, pregunto:

-¿Asilado?

Suelta la mano de la enana. Lo veo torcer ellabio inferior; le tiembla la mejilla bajo el pómuloizquierdo y sin mirarme levanta por un brazo a laenana de la derecha; pero otra lo atrapa por laespalda. No reacciona y responde a mi pregunta:

___De Batista, ¿se refiere?- Y sigue interrogán­dome, agresivo. -¿No había asilados con Batista,acaso? Ahora también hay de los otros, cabrones,los que lo aguantaron y gozaron.

Pero de inmediato se arrepiente.Ahora nos arrastran las enanas a empujones y

se!;Juimcls sus pequeños saltos por el patio. No nosdef'en'dirrlos lo suficiente, no. Asco, repugnancia y

nos hicieron correr hacia el centrono hacia la calle. 0, quizá, pienso hoy,

rama adivina que hay allí escondite y refu­a.las próximas horas.ueb!es del salón principal en que nos hi­trar no guardan relación con sus tamaños

gil10 o no imaginamos que pudieran sentar­?Itos sillones todas juntas, semidesnudas.amos la risa: una risa sin fin, encadena­

de los caireles movidos por laen el techo.

obsCE"lnc)S se desvanecen en la acciónDos de ellas acarician

duerme sobre un sofá imperio.

23

Me sorprende la decoración, sólo comparable conuna sala familiar de provincias: muebles imperiodorados, jarrones de bronce, diana, cervatillos ygobelinos. En las ventanas cerradas a la calle, loscortinados de felpa protegen el color y aislan todosonido exterior.

Una sola cosa era bien real: no podíamos huír.Nos habían atrapado. Sus cuerpos se multiplica­ban. Otros ojos, otras bocas junto a sus propioscuerpos.

-Son diez -afirma Valderrama con una segu­ridad increíble.

-¿Ni una más ni una menos? -interrogo sor­prendido.

-iVa a ser difícil escaparnos! Están entre­nadas, tienen más fuerza que diez hombres. Cui­dado con las piernas, las pantorrillas.

Después llegaron otras vestidas de fiesta y congrandes abanicos de plumas de paraíso en colo­res rojos brillantes. Los abanicos casi las cubríanhasta ocultarse fácilmente detrás de ellos y estehecho me produjo tal hilaridad que quise trasmi­tírsela:

-iAllí, allí! -señalé, mientras él trata de descu­brirlas como si fueran alimañas en la selva.

Todos los gestos de Valderrama, todos los mo­vimientos del tórax, poseen la tensión del alerta.Se contradice con su mirada y su frente estu­diantil.

Ya eran demasiadas. Me incorporé a su mismoasco que crecía hasta el vómito. Fue entoncescuando él dijo:

-Vamos a necesitar más valor que en los díasdel ciclón Flora.

Me mira ahora como sorprendido de sus propiaspalabras para buscar mi inmediata reacción. A míno se me escapa. Estoy seguro de que algo merecuerda. El me descubre buscando en mi memoriainfructuosamente esa palabra que pueda delatar suidentidad. Cada vez más entregado a la curiosidadque despierta en mí cada uno de sus gestos, sien­to la inquietud en el rápido movimiento de susojos, la situación mágica, sorpresiva e irreal enque hemos caído. Cualquier cosa que nos sucedaahora no hará más que unirnos, ligarnos en el re­cuerdo futuro, tal vez en una amistad a la que nome avergüenza calificar de amorosa. Sin embargo,sospechaba ya que cualquier cosa que pudierasucedemos era lo único que habríamos de hacerjuntos porque «estaba escrito»: al final de la nochehabriamos de separarnos. Eramos, sí, los protago­nistas de una circunstancia, de un accidente único,irreal. Todo me hacía pensar que él, Valderrama,podía desaparecer en cualquier instante.

Sin embargo, yo ya estaba dispuesto a seguirlo,

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quizá Elesde el preciso momento en que nos en­contramos frente a los chicos. Sólo bastaba que élme dijera: «Ven conmigo. Deja a tu padre y a tumadre y sígueme...» y lo hubiera seguido comoseguí a Martín desde el día en que me dijo, encuarto año Nacional: «Perdé un año, ¿total qué teimporta? Veníte conmigo; nos vamos para hablarcon Perón en Caracas.» Y lo seguí entonces cie­gamente, sin titubear.

Ese mismo sentimiento de "pasar a otras manos»que tanto me avergüenza y que creía superado,volvió a aparecer en mí frente a este hombre queconocía desde hacía pocas horas. Las circunstan­cias, el hecho casi irreal de la «Boutique Fantasti­que" me producía un placer mucho más poderosoque el temor y el asco por las enanas. Nos uníaesta vez la misma exaltación: exaltación de vivir odescubrir lo casi inencontrable en otro lugar dela tierra. Escapar de allí era la aventura, y en esaaventura caminábamos los dos.

Son cuatro o quizá ocho las que ahora nos em­pujan con manos raposas, pequeñas horquillas orastrillos. Yo sigo indagando para que vuelva a mimemoria el significado de «ciclón Flora».

No nos resistimos. Curiosidad tal vez, un refugiopara las próximas horas o la sensación de impo­tencia y a la vez de orgullo viril que nos impideagredirlas o pegarles. Además, no he dicho lo quenos decían o parecían decir, entre risas ahogadasy chillidos semejantes a los de pájaros y roedoresnocturnos: "Papacito, corazón de papaya, mentadi­tos, mentitas, luz de luciérnagas, bombón de ca­nela, placer de novicias, beso de monjas, maestros,señores.»

Dos de ellas nos ofrecían obscenos cuadros vi­vos de esculturales promesas que resultaban al fi­nal inocentes en su extrema impudencia. Una queno habla español: «Honey pie, sweetheart, appleblossom, baby» -entendí. Otra se encaramó sobrelos hombros de Valderrama, quien se vio así obli­gado a cargarla con el brazo izquierdo.

Entramos a un cuarto similar a la sala de recibo.Una gran cama sobre una tarima lo diferenciaba.Solamente cuando nos tiraron sobre la cama com­prendí que la íntención real era desvestirnos pararobarnos.

-¿Cuánto trae encima? -chillaron a mi oído.Valderrama las escucha y busca anhelante en el

doble cinto, demasiado ancho para su cuerpo ma­gro. En mágico· movimiento entrelaza su mano conmi izquierda para ocultar el objeto que guardala suya obligándome a seguírlo junto a la pared.

-Travelers checks, como cualquier turista yan­kee, dice.

Con precisión increíble consigue arrancar el em­papelado, oculta esa parte por mi cuerpo. Quizá

BEATRIZ GUIDO

fueron tres o cinco los minutos que sus uñas es­carbaron, ahuecaron el cemento, lo horadaron. Di­simuló el paquete en el agujero y restableció, sobreel empapelado rojo los arabescos del dibujo mien­tras con sus piernas de ágil bailarín mantenía alas enanas a distancia. Yo trataba de imitarlo enesa trágica pirueta; lo único que logramos era di­vertir a las enanas, deshechas por la risa.

Después, del otro bolsillo, saca una libreta pe­queña de direcciones, pensé, y me la entrega:

-iGuárdela, por favor, no permita que se laquiten!

No sé por qué confió en mí o qué diferenciahabia en que la tuviera él o yo. Ese pedido deapoyo, esa confianza, no me dejó recapacitar enque me marcaba con el contenido.

-iSweetie pie, honey bunch, lovely dove! -se­guían gritando.

Lancé un grito que Martín llama «alarido demono", y las hice retroceder. Comencé a insultarlassin ganas, con el único propósito de despertar laadmiración de Valderrama. Pero él se defendíasin mi ayuda con todas sus fuerzas.

Porque ahora ya nos tienen sobre la cama.-¿Cuánto, cuánto, putas payasas, enanas inmun­

das... ? ¿Cuánto quieren por dejarnos ir? -lesgritaba.

Una de ellas había descubierto en uno de misbolsillos la cámara Polaroid y con un solo mo­vimiento, sus pequeñas manos, sólo se me ocurrecalificarlas "raposas», la pusieron en marcha. Laque llamaban Poupée conocía su rápido manejoy surgió el milagro aunque no me gusta tan si­quiera escribir esa palabra. Comienza así un des­enfrenado espectáculo: ante !a primera revelaciónnos abandonan. Me siento liberado de la fuertepresión de sus manos y compruebo que en miespalda se apoya la de Valderrama.

Los dos buscamos la puerta de salida. No ibaa recuperar la cámara ni me importaba: era elprecio del rescate. Ya en la puerta compruebo queson varias las vueltas de llave.

-¡La llave... piojosas putas! -les grito desespe­rado. Y no sé muy bien por qué me nace esemismo insulto.

-Basta -me grita Valderrama-, así no conse­guirá nada.

Ahora se acerca a ellas y pausadamente repite:-Necesitamos salir de aquí, perderemos el avión.

Nuestro trabajo, trabajamos, como ustedestra­bajan.

Pero nadie parece escucharnos. Por el contrario,Poupée, que manejaba la cámara y a quien lasotras respetaban por su sabiduría, consiguió re­tratarlo sin que él se diera cuenta, rodeado portodas ellas como un predicador.

SOBRE ROJO

En1ton'ces pude verlo en la búsqueda desesperadafotografía. Valderrama se arrastra por el

juega con ellas, ríe, las insulta,se esconde detrás de la cama, gruñe, las sorpren­de, arranca sus vestidos, a veces las escupe, otras,las besa. Practica la táctica del ring: nunca deja desaltar y de mover sus pies. Las diez enanas contraél. No podré olvidar sus manos en el aire casti­gándolas, sin herirlas demasiado, su mirada en lanuca, previendo el acecho por la espalda. Aprendíyo también a girar como un trompo. Y pude ayu­darlo por la casualidad que nunca me ha abando­nado todavía. Las circunstancias me protegen: unade ellas, la que llaman Carmela y que posee lafoto, se refugia entre mis piernas. No lucho dema­siado para conseguirla; la tomo en mis brazos yme dejo besar, venciendo toda repugnancia. Ellaguía mi mano hasta su cuerpo: ubica los dedospulgar e índice en sus pechos y el meñique enel pubis. Ríe a mí oído con pequeños chillidos dealegría. Una sensación de ternura hace vencer miasco cuando apoya la cabeza en mi hombro; perono dejo de arrebatarle la fotografía que a ellaparece no importarle ahora. Soy yo quien dejandomi carga en el suelo, me dedico a observarla. Laplaca de Valderrama revela otra cara, otra cara queínfructuosamente busca mi memoria, pero que estásegura de reconocer, de descubrir. Y ahora él esquien ruega, tal vez amenaza con su mirada, perosólo dice: «Gracias, gracias", mientras me la arre­bata. La hace pedazos y los guarda en su bolsillo.Poupée ya nos ha tomado otra fotografía, peroesta vez Valderrama, precavido, ha dado la es­palda.

Me produce placer mirarlas ahora: serias, cons­picuas, formales; se fotografían en conjunto, cu­bren las piernas y el escote con las manos. Des­pués de contar sesenta segundos corren paramirarse reveladas. Y es tanta la satisfacción queadivino en ellas que me acerco a Poupée, no sinantes recoger detrás del empapelado rojo de lapared el paquete escondido y le digo:

-La llave, la llave por otro rollo.Sin resistencia, me la entrega.Valderrama me apremia con una sonrisa y ya es

bastante.-No he visto a nadie mejor preparado para la

acción -me dice.Los dos empujamos la puerta. En el salón prin­

cipal, a las otras enanas parece no importarlesnuestra huida: rodean al mismo hombre dormido

el sofá, que ahora despierta y con el sombreropuesto, trata de defenderse de ellas que

practi(~an la misma solícita, imperiosa y asfixianteque ya nosotros conocíamos.

Echamos a correr después de cruzar la calle has-

25

ta llegar, por una cortada, a la compensaclon deuna plaza silenciosa, con una confitería sobre unaglorieta.

-Necesito comer algo -digo-; no pruebo bo­cado desde antes de aterrizar.

-La libreta, por favor-, exige y me lo recuerda.Se la entrego sin mirarla.

-Gracias. Quizá un trago. Nos lo merecemosesta vez -me responde colocando la libreta en elbolsillo izquierdo, junto al corazón.

Me parece que desea darse una tregua. Si nobebe, lo va a hacer para acompañarme. Yo estoydispuesto a ir hasta el fondo de su identidad, des­cubrirla es el único propósito de mis próximas ho­ras. Desespero ante la sola idea de que Valderra­ma pueda desaparecer de mi lado sin adioses, sinpalmearme la espalda o estrecharme las manos.

-Hay una plaza en Tucumán -digo sin titu­bear-. También Tucumán tiene una plaza y hay unaglorieta para la banda de música..

- Tucumán -dice- sí, es hermosa. Pero no loserá tanto cuando bajen de las montañas. Está se­ñalada.

-Todas las ciudades de América están señala­das -aseguré.

Ahora es él quien se sorprende y se prepara parainterrogarme.

Pregunta la hora para saber cuánto tiempo lequeda a la noche todavia.

-¿Apenas las once... ? -respondo-o Tengo queestar a las seis de la mañana en El Paso. ¿Yusted?

No me sorprende su respuesta:-A mí me prometieron buscarme después de

las cinco... pero puede pasar todo el día también,eso depende.

Aunque se abre la posibilidad de la indagación,no contesto y propongo ir a refrescarnos antes decomer.

El hambre me trae felicidad por primera vez enestos últimos días. Las próximas horas se me pre­sentan llenas de una excitación desconocida. Mien­to, hubo otra vez: cuando el 17 de agosto de 1955me eligió Frondizi entre los estudiantes del Nacio­nal Buenos Aires, para hacerle un informe sobre larepercusión de su discurso. El recuerdo de esedía, quizá, el temor a que Valderrama me hablarade «claudicaciones necesarias", me trajo y produjoen mí el mismo temblor incontrolable por todo elcuerpo. Las «claudicaciones necesarias» iban uni­das ya imperecederamente a cualquier palabra ogesto político. Temblaba; tiemblo ahora porque mepreparo. Estoy entrenado en la desilusión y el des­encanto; una sola palabra puede sumirme en eldesconcierto más total. Quizá sea el gran pretexto

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26BEATRIZ GUIDO SOBRE ROJO 27

paramLinercia: alimentar los gestos, la voz de lasdesilusiones, los guiños del desengaño.

Mientras lo escucho orinar a mi lado, más in­clinado el torso de lo común en ese rito necesario,silencioso y casi siempre humíllatorio, debo aso­ciarlo inconscientemente con la guerrilla. Pero suidentidad se me pierde, se confunde. Espero an­sioso las próximas horas como el tiempo de larevelación.

El también se siente feliz, estoy seguro. Camina­mos rozándonos los brazos hacia la solitaria glorie­ta con glicinas y naranjos. El mozo dormita en unamesa y el dueño ha preparado unos tamales ypulque con hielo. La "Boutique Fantastique» haquedado atrás.

-¿Universitario o terrateniente? me interroga depronto.

-Ni una cosa ni la otra. Acompaño desde haceaños a un hombre político, lIamémoslo así, que tieneuna enorme fe en sus deshonestidades.

Mi sinceridad, la forma en que armé la frase, pro­dujo el impacto.

-De esos cabrones está llena la patria.y porque dice "la patria» no me ofendo. Porque

él la hace suya y es algo más que me revela suidentidad.

-Es mi hermano. Pactar es la vieja táctica deSpencer o de Adam Smith, ¿no? -digo.

-Pero siempre esa es carrera de lobos -meresponde--, llegar por sobre el fracaso de los otros.Sólo entiendo una sociedad de trabajo liberado, sinla necesidad física de vendernos como mercancía.La mercancía es la célula, la rentabilidad, el inte­rés individual.

Conocía desde niño esa dialéctica: José María,Ramón y mi Martín. Las sobremesas de los domin­gos inacabables, infinitos, en la calle México. "Sólofalta que me hable del amor a la humanidad, delhombre liberado de su enajenación; ya ha pronun­ciado eso del trabajo liberado», pensé.

No intenta atraerme: sin embargo, siento quenada ni nadie le interesa más que yo en ese mo­mento. Entonces busco seguro la satisfacción paradesconcertarlo; me gusta ir al fondo de las traicio­nes o de las contradicciones.

El vuelve a adivinarme:-Con mi madre discutía siempre: ¿se necesita

o no del heroísmo para traicionar una idea o unpartido? Ella insistía en eso del heroísmo de lasclaudicaciones. Yo pensaba que era cosa de ca­brones. Debilidades, el poder, la ambición superioral sacrificio.

-¿Muerta?-Sí, muerta.Volvió a temblarme la piel debajo del pómulo

izquierdo. Pero ya nos habían servido el segundoKalua. Reemplazaron el pulque por Kalua: me sabea café con hielo. Pensamos que es un refrescoliviano, pero la distensión que produce en nuestroscuerpos, denuncia el contenido de alcohol sin des­

tilar.Me siento enternecido nuevamente. Yo había nom­

brado a Martín y él a su madre.Comemos vorazmente con las manos; sentimos

el hambre en la boca seca más que en el estó­mago. El dueño nos hace señas detrás de unaventanilla del mostrador y Valderrama y yo reco­gemos la comida.

Lo que nos espera al día siguiente no importa;esa noche parece alargarse en sucederes y acon­tecimientos fantasmales.EI dueño nos señala unashamacas bajo unas retamas para recostarnos. Yame parece extraño.

Me interroga de pronto.-¿Su hermano, es oficial? ¿Oficial? ¿Sí, del

gobierno actual? - insiste, aclara.-No, de su partido. A veces el partido suele es­

tar en el gobierno, pero a él le interesa otra cosa.quizá el cambio de una estructura, un nuevo plan­teamiento.

-¿Siempre dentro del capitalismo? -sigue in-terrogándome.

-Sí, pero con otras bases. Es Keynesianistafurioso ahora. Viene del marxismo -agrego sinlevantar los ojos-; los conozco a todos, como seimaginará.

Y como veía venir la pregunta, continúo antesde que me mencione la "santidad de la ortodoxia»:

-Yo he comenzado a creer en la necesidad deciertos pactos. No creo en los intocables.

Sin levantar los ojos ni buscarme, responde:-Sí, los conozco.Cierra los ojos y leyéndose, continúa:-Solamente en las primeras etapas de lucha;

aconsejan usarlos contra las dictaduras, les ma­ravilla sentirse heróicos liberales. Nunca son de­finitivos y a veces de allí salen las delaciones, elfracaso de los proyectos, aun de las revoluciones-disimula. Ahora los detesto, ya no los acepto;pienso que usted tampoco, creo. Sólo su admira­ción para las tropas de asalto. Somos (utiliza elplural) conciencia, por eso molestamos después.Nos devuelven o nos envían para comenzar denuevo en otra parte. Anonimato: es lo mismo queestar muerto, enterrado.

No sabia él hasta qué punto yo bebía, devorabasus palabras, cada una de ellas, y estudiaba misrespuestas para deslumbrarlo y ganar su admira­ción.

-No hay lugar para Alyosha -dije.

_Alyosha... -repitió-. Usted tiene el poder delos nombres de la infancia. Un libro

colección Zig-Zag con un barbudo en la tapa.de haber encontrado un argentino como

también -le respondo.Entonl~es ríe. Me muestra sus dientes casi per­

y simula no entender. Y a mí no me importa:reslPorlde a mi casi pregunta, a ese "yo también»

dije buscándolo.-¿Mujer? -pregunté seguro de llevar la con­

versación a otro terreno.-Sí -dice tristemente--; hijos también. Pero

hay otros hijos y otras mujeres en el mundo.¿Y usted?

-Yo sigo a un hermano. Mujer no tengo. Sólologro excitarme con mujeres distintas. No hagoel amor dos veces con la misma.

Vomito mi verdad a propósito, para probarlo. Mejuego esta vez y no me importa. Pero no logrovolverlo contra mí.

-Es lógico -me responde--. Coincide con sumoral o la de su hermano. La enajenación no esbuena nunca. Después de todo nos condenamos onos salvamos solos.

-Hay pueblos enteros que se condenan; los ale­manes, por ejemplo.

-Hablaba de hombres, no de pueblos o deideas.

-¿Quién es culpable al liberarse de esa enaje­nación? ¿El que se libera o el liberado? ¿Dóndeestá la verdad?

-Hay que dejarlos solos. En mi casa, ellos tienenla verdad de su pueblo. Yo tengo la humanidaddetrás de mí -dice como en un rezo.

-¿Dejarlos solos? Mueren si uno los deja.-¿Usted cree? Ellos no, nosotros sí -me sonríe

tristemente Valderrama.Otra vez logra conmoverme. Ahora sí estoy se­

guro que no me espera de él ningún desencanto.Sé que esa noche tiene un límite, una hora pre­cisa de separación. Es quizá esa certeza lo quehace que comencemos el encuentro por la mitad,tal vez por el final. No me entristece, no. Cadapalabra que él pronuncia o que responde a lasmías es la respuesta que busco.

Siento deseos de gritarle: "Poseo todo el "dineronegro» que necesito. Si Martín compra a Perón yopuedo ayudarlo a usted.» Un sentimiento nuevo,una necesidad de proteger y de seguirlo. Siempre,con los que Martín llama despectivamente "román­ticos», me veo en la necesidad de mentir. Sí, men-

todo el tiempo. Pero con Valderrama no.iNunca! Mi verdad lo conquista siempre y salgo

por más terrible que la presente o la

Hubiera relatado mis últimos días paso a paso:cómo busqué, sólo para halagar a Martín, quePerón me sonriera. Cómo vomité esa noche sinparar y cómo gozaba viendo a Martín, desesperado,ir de un lado para otro en busca de mi mejoría.

Me di cuenta entonces de que Valderrama habiavomitado como yo también, varias veces en losúltimos tiempos. Y su fuerza venía ahora del re­conocimiento de su angustia. Nuestra debilidad, elmomento preciso en que nos habíamos encontrado,daba a nuestros gestos y acciones una precisiónencadenada al efecto sin límites.

Ahora él saca de su bolsillo los trozos de papelde la fotografía y los coloca en mi mano. Los hu­biera llevado a la boca en agradecimiento, paratragarlos delante de él, pero los escondo en mibolsillo.

-Los arrojaré al mar como las cenizas de al­guien muy querido -digo.

-Gracias.Ahora lo invito a descansar en las hamacas de

mimbre.-En el 53 -continúa-, peleé contra Perón en

las calles de Buenos Aires... Cangallo, BartoloméMitre.

-¿Nacional Buenos Aires?-No: Medicina, titubea. No; Derecho en Las

Heras. Me embarcaron unos amigos. Tengo pa­rientes, creo habérselo dicho.

No me atrevía a decirle: -Hace solamente unasemana estuve con él en Madrid.

Continúa:-Creo que volvería a hacerlo, pero no por la

misma causa. Y tampoco en su país. Allí están to­dos separados: obreros, estudiantes. Demasiadatierra, poco campesino... Y su hermano, ¿lo espera?

-Sí, me espera.-Allí tengo algunos amigos, muchos muertos,

amigos de lucha.-Yo también.-¿Vuelve?-Sí, pronto.Tratamos de hamacarnos ahora. Dejamos las be­

bidas sobre la mesa. La noche era serena y tibia,los árboles nos protegían del sereno; hacía tiempoque no entraba al sueño tan seguro, quizá feliz.

-Astrada, me llama.Me incorporo. Nunca mi nombre resultó más

conmovedor, más mío, más verdadero que al es­cuchárselo.

-Mi madre está enterrada allí... circunstancial­mente -murmura.

Y no se atreve a seguir. Siento interrumpirlo, cor­tando angustiosamente su pedido.

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LA ENCANTADA

OJOS QUE TE VIERON IR

Ojos que te vieron ir,manos que no te acompañan,niebla donde te me borras,mares donde te me escapas.

Pasos que se van y weneny no les oigo, miradasque en la noche me despiertany me traen tu distancia.

La encantada, la ofendida,la trocada y trastocada,la que a mi me mudaroncomo árbol sin hojas,como sombra sin cuerpo.Dios sabe si es fantástica o no es fantástica,si en el Mundo se encuentra o no se encuentra.La que veo y se esconde,la que los niños siempre miran,la que jamás verán los Mercaderes,la que aparecey desaparece.La que conmigo muerey me desmuere.La visible,la invisibleDulcinea.

Mesa que te vio volvery partir te vio, murallaque te siguió con la nochey te dejó en madrugada.

Cordillera donde subeslo que no serás mañana;voces de tu voz perdidadonde no está tu distancia.

Taza de café sin dedos,vino que ya no desata,cigarrillo en el tablerode un ajedrez sin celada.

ARTECHE

BEATRIZ GUIDO

del Sur... que solamente se ve desde «allí»... ; yes cierto, amigo.

-Sí, es cierto. Yo también la busco en el cielo.Con las primeras luces despierto. El ya había

partido. A mi lado, sobre la hamaca de esterilla,sólo la forma de· su cuerpo, ahora pequeña, casiel hueco del cuerpo de los muertos al ser retiradosde su cama.

Al llegar a El Paso, los micrófonos del aero­puerto vocean, deletreando difícultosamente minombre. Martin me esperaba.

-¿Adónde te metiste anoche?-Con unas putas enanas -dije.-¿Adónde?-La «Boutique Fantastique... Te hubieras diver-

tido.-Lo pasaste bien. Me alegro.-También había algunos guerrilleros, refugiados,

creo.-¡Comunistas de mierda! -respondió mi her-

mano Martín. O

-¿Becoleta o Chacarita? -interrogo refiriéndo­me a los cementerios.

-No tiene importancia, perdóneme. Gracias lomismo.

No seguí insistiendo. Identificar un muerto, unatumba, es también delatarse, identificarse.

Después de un largo silencio pensé que se habíadormido.

-iQué hijas de putas esas enanas! -recordóriendo.

-No podré olvidarlas realmente, ché... unas pu­tas inmundas.

Lo vi incorporarse, tratar de encender un ciga­rrillo y temblarle la mano. Medí mis próximas pa­labras. Yo también temblaba. Busqué un papel yescribí mi nombre y dirección.

Cuando termina de leerlo busca mi mirada.-No sé dónde andaré los próximos meses, tal

vez los próximos años. Lo siento.-Yo también.Lo vi mirar hacia el cielo.-De chicos nos cuentan esa mentira de la Cruz

Dibujo de Copi

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-- .. -- .... --_ ..

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Puerta que parece abrirse,pero que se abre a tu nada;dinteles de sólo estrellas,pero sin umbral la casa.

Lápiz que en la noche inmóvilya no encontrará las cartas,susurros en la penumbrade aquel que te susurraba.

Ojos que te vieron irsin tiempo hacia tu mirada,mientras me detengo y buscoy oigo que en la noche cantan.

AHORA VEO QUE TU SANGRE SALTA

Ahora veo que tu sangre saltay el miedo sube ya las escaleras,y abren la puerta a medianoche y entrala mano que te lleva.

Ahora palpo el muro repetidoen cuatro muertes sobre tu cabeza,las uñas que te arrancany las órdenes que alguien vocifera.

Ahora te desnudan en la noche,te arrebatan la piel, la voz te llagan,te dejan en montón sobre las piedras,

te dividen en mil, te deshombrecen,y te matan la luz que en ti vivia,y escupido en la sombra alli te dejan.

PARA SER VISTOS DE LOS HOMBRES

Para ser vistos de los hombres o del Jefe de los hombres,para el primer asiento en el banquete y la primera silla,para engullir los primeros bocados,para arrojar a los pobres las primeras migajas,para alquilar la imagen del Abandonado,para dar el perdón a quien conviene otorgar el perdón,para dejar caer las piedras en los hombros de los otrospero jamás cargar con ellas,para llamados ser Excelentisimos,lIustrisimos,Altisimos, para alargar

la mano y retirarladel humillado, parasantificar el oro, bendeciral que se lava las manos con el oro,para colar el mosquito,rapiñar el salario,codiciar lo visibley hacer del pobre un invisible,para vender la Paloma del Altar,mercar con Epulón vejando a Lázaro,negar mil veces en sus pedros y pedir un prodigio,multiplicar el pan del poderoso,para dejar que pasen los camellos por el hondón de todas las agujas,para emporcar el agua de la samaritana,lapidar a la adúltera,borrar lo que en la arena estaba escrito,borrar lo que en las Tablas fuera escrito,para cerrara piedra y lodoel Reino de los Cielos.

ROMPEN LAS OLAS

Rompenlas olas,se deshacen las olascontra el acantilado,y queda sólo un poco de espuma entre las rocas.Tu vida es esa sangre blanca que se estrella y esparcebajo todos los climas y en cuántas constelaciones;tu vida, sobre tantas distancias,las sombras que dejaste,las semillas de tus muertos que se mueven en tus venas;tu tiempo siempre el de partir y no llegar:las olas de granito de nuestra cordillera,la luz que llueve en esa Isla,los blancos muros de España,los óxidos letales del café parisino.

Cuántas veces fuiste espuma en otras latitudessin que jamás borraran su blancura las tinieblas;y mientras otros aullaban en el cienocreyéndose inmortales y quemaban tus palabrasy en tus ojos te abrian con uñas el destierro:tu limpia mano ofrecias a las aguas amargas.

No has de partir a oscuras como se van los otros,ojos desorbitados por todos los terroresy por todas las vidas que a la agonia asistenpidiendo cuenta de sus sangres.No llamarán a nadie porque todos te llaman,y estarán a tu orilla aquellos que sellabascon tu amor, un dia que olvidaste,

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porque al amor le basta con estarsin exigir su recompensa.

Asi, bajo esta noche de tormenta,mientras oigo las voces de acentos extranjeros,mi mano hundi en tu espuma desterraday en el/asostuve silencioso lo que crei perdido:la anónima nobleza que consiste en sufriry salir aún más limpio de todo sufrimiento.

PAISAJE DE MARIO CASTRO

El ojo espectro de esa luna quieta,la siembra de los cubos de esas casas,el negro cordillera que te traspasatoda el agua secreta.

La sangre en llamas sin final, sin dónde,el cielo verde de la tela bebe.y el color que se mueve,y sobre todo aquello que se esconde.

La distancia que cae de esa lunatrae soles perdidos de otras playas,islas remotas, bosques, mares, vientos,

nieves, desiertos, y tal vez algunavoz que en la noche sin cesar te llamay espera el agua de tu nacimiento.

YO SE QUE EN ESTA LAMPARA APARECES

Yo sé que en esta lámpara aparecesy en la ceniza de este cigarrillo,y en el vaso, tal vez: me siento, escribo,me oyes, y viajo, y vuelvo hacia otros meses.

y aqui, bajo la lámpara, en las esesde soledad sin siempre sigues vivo,mi muerto, mi sin más, mi adiós, mi amigo,y sobre este papel desapareces.

Volvi de nuevo hacia tu ayer: me llamas:oigo tu voz de muerto en esa cinta,la cinta que ya nunca se detiene

en esa casa oscura oscura casay en esta negra tinta negra tintay en estas blancas sienes blancas sienes.

EL OTRO MURO MAS ALLA

El otro muro más allá y el que no veo:el otro muro más acá y el que presiento:el pan que aqui me como:el que tal vez me comeré cuando haya muerto:el que me dice que no hay nada alláy aquel que me asegura que en la tierraestá toda la vida de la muertey la justicia, y nada más, como si sólo la justiciaganar pudiera aquello que el amorjuntó en el hueso a hueso.

El otro mundoy el muro que me toca,el pan que se me escapa,y el otro, el otro, el otro donde no hay nada más.

LA NIÑA DE LA OSCURIDAD

La mna de la oscuridad,la niña que tiene el rostro en la oscuridadde los jardines sombrios:en donde llueve y nadie sabeo sólo sabe que la niña llevala mitad de su rostro,la mitad de sus ojos:

la niñade la oscuridad,volado el rostro,el rostro en sangre que derramasobre las flores: la nlna que me llamasobre la lluvia que no cae,en su mitad perdida,en los jardines sombrios de la tierra.

MERCEDES DE ORILLA A ORILLA

Esas que están alli son sus visiones:inmemoriales y crispados muros,lívidos blancos, vetas desoladasde rojos infernales, torbellinosde agrios azules sobre negras puertas,casas que plañen al volumen tercode su orfandad sin fin mu/tiplícada.y cuando su color muerde en los lienzosedades de su sol mediterráneo,mirad cómo su sangre se derrama

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con temblores de sur, ved en su manocómo levanta con chilenas formastoda la soledad que hay en su España.

HE VISTO ROSTROS APAGADOS

He visto rostros apagados,labios que muerden el silencio,ojos vacios con sus noches,manos crispadas en el sueño.

He visto manos con abismos,labios implacables,rastros de restos de rostros en el aire.

He visto el tajo de la cólerasobre los derrotados,el miedo cientopiés sobre la nucacuando se escuchan ciertos pasos.

LA NOCHE TRAS EL ARBOL DE ORO

La noche tras el árbol de oro:la noche, el árbol,los frutos de oro.La oscura noche sobre el árbol de oro,los bosques incendiados,las cenizas de platas,las ramas de oro,el rlo que a la mar se me desliza,el tronco de oro,los frutos, las raices.El árbol de oro que no desaparece,allí en la noche siempre,la lluvia que lo empapa,los años que en la noche me lo acechan,el hacha que desea degollarlo.El árbol de oro con raiz de oro,aquel que le arrojara arena,la escalera del rayo que lo buscadurante tantos años.El árbol que jamás podrán borrármelo,el que me dio su copa contra el páramo,el que a mi lado escribe cuando escribo,el que aún me sostiene,a pesar de aquel fuego,a pesar de las noches y los años.

SATISFACIENDO AGRAVIOS

Satisfaciendo agravios,multiplicando panes,enderezando entuertos,azotando cambistas,gigantes derrotando,escribiendo en la arena,despreciando la hacienda,curando paraliticas,huyendo de eclesiásticos,sanando a los leprosos,ganando yelmos y bacias,curando endemoniados,volando en clavileños,resucitando lázaros,tomando a Maritornes por señora,perdonando a la adúltera,poniendo en libertad a los forzados,perdonando,libertandocontra todos los fueros de la muerte,yéndose poco a pocoagonizandosin los nidos de antaño,sin pájaros hogaño.Apareciendo,desapareciendo.Muriendo horizontal a todo priesa,muriendo vertical con dos ladrones.Dejándose morir para que todos,si es posible, vivamos.

ESTE ES EL FIN DEL CRISTO ABANDONADO

Este es el fin del Cristo Abandonado,el fin de la lanzada, el clavo y el vinagre,el nunca más de la Resurrección,el siempre de la muerte en el Sepulcro,el fin del pan que multiplicala sangre, el fin del buen Ladrón y Magdalena,el fin del hombre Lázaro sin muerte.Este es el fin del traidor en Judas,del cobarde en tu Juan,el fin de la ramera perdonada,la huida en mercader y a latigazos,el balbucear del rico que entra al cielocada cien mil años y el sisear del pobredescoyuntado a huesos por· el rico.Esta es la fuga a noches en el asno,el apagarse de la estrella,el reventar de los belenes, el esta/lído

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Yo y mis dibujos

SR: Me gustaría saber cómo y por qué llegaste aParís.

COPI: No estoy muy seguro; cómo sí sé porquetomé un barco y llegué a Francia hace cuatro años,pero no sé por qué. Inventé el pretexto de venira ver teatro (había escrito algunas obras), pero unavez aquí, claro, no fui nunca a ningún estrenoni tampoco volví a escribir.

SR: Y, ¿qué pasó desde el dia en que te em­barcaste hasta que empezaron a salir los díbujossemanales en el Nouvel Observateur?

COPI: Cuando llegué a París mi padre me man­daba plata, poca plata, como para vivir burguesa­mente un año. Durante ese tiempo no hacía nada,vivía en un hotel. Después la plata se acabó ymequedé sin medios de vida. Le pedí prestado a todala gente que conocía; entonces me di cuenta quelo único que sabía hacer para ganarme la vida eradibujar. Y comencé a vender dibujos en el Pontdes Arts durante un verano, el verano del 63. Unavez le vendí en la terraza del Deux Magots unosdibujos a la mujer de Jean Claude Fournet, quedirigía en ese momento la revista Twenty. Me pidióotros y empecé a publicar durante unos seis meses,más o menos. La revista desapareció y en ese mo­mento apareció el Nouvel Observateur. Habían vistomis dibujos, me los pidieron yeso es todo.

SR: ¿Qué relación hay entre esos primeros dibu"jos y los actuales?

COPI: Los dibujos de los primeros tiempos, esosque vendía por la calle, no eran bandes dessinées:no eran varios dibujos. Yo hacía un collage de ma­teria plástica muy luminosa; el chiste consistía enparte en el color. Ahora después de dos años vol­ví a esta modalidad y haré una exposición de col­lages en diciembre.

SR: Vos empezaste escribiendo teatro y ahoradibujás... ¿te parece que cuando uno tiene algo quedecir, no importa tanto el medio de expresión?

COPI: Creo que importa, que solamente hay unmodo. Lo que uno dice depende enormemente delcómo, lo que uno dice es también la manera dedecirlo.

SR: De acuerdo. Pero no se nace para escri­bir teatro o para hacer dibujos o para pintar; setiene algo que decir y después por las circunstan­cias, o porque eso le acomoda mejor a uno, se ter­mina haciéndolo de un modo determinado, quizáSILVIA RUDNI

El humorismo es cosa seriaCon la cara de rasgos afilados siempre tapada porun mechón de pelo que se obstina en caer sobrela frente; una cara que también se esconde entrelos pliegues de su bufanda roja; casi siempre conun cigarrillo negro entre los labios, este señor pa­rece un francés. Yeso creen, por otra parte,los millares de lectores de Le Nouvel Observateur,que cada semana se abalanzan sobre la historiaque imagina Copio

Sin embargo, Copi no nació en Paris. Se llamaRaúl Natalio Damonte y es un argentino de 27 años.Más todavia: es nieto de Natalio Botana, un perio­dista excepcional que en la década del treinta di­rigió Crítica y se convirtió en ejemplo del periodis­mo informativo de Buenos Aires. La infancia deCopi se dividió entre Montevideo y Buenos Aires;nada hacia prever entonces lo que pasaria unosaños después. Porque como él mismo reconoce, eraun pésimo estudiante y entre interrupciones y aban­donos terminó el bachillerato a los 22 años. Claroque a esa edad ya habia tenido tiempo de ejerci­tarse en su primera vocación: el teatro. La obra sellamaba Un ángel para la señora Lisa y en ella, cu­riosamente, el personaje principal permanecia sen­tado todo el tiempo.

A Paris llegó en el 62 y como él cuenta en estereportaje para Mundo Nuevo, los comienzos nofueron nada fáciles. Pero cuatro años después, Copise ha convertido en el niño mimado de la ciudad.En diciembre inauguró una exposición de collages(que se vendieron antes de su inauguración), salióun libro con una antologia de sus dibujos Les pou­lets n'ont pas de chaises y recibió el premio HumorNegro del 66.

Estos éxitos no parecen conmoverlo demasiado.Por lo menos, su timidez es la misma de siempre:una mezcla de retraimiento y audacia. A sus activi­dades gráficas Copi agregó recientemente una nue­va: en la teatralización de sus sketches (teatro Bil­boquet) se convirtió en actor, desnudo dentro deuna bañadera, personificó a su célebre pollo. Sonexcentricidades no muy habituales: generalmenteprefiere encerrarse en su estudio de la rue Jacob

dibujar sus cuentos con una delgadisima lapi­Mientras lo hace, escucha incansablemente el

disco: el tango Se dice de mí, cantado porMerel/o.

Los cómo y los por qué de su humor, Copi losen este reportaje grabado.

NOTAS:

Hambre tiene el hombre que no tiene nombre,hambre de sus hambres,hambre de no dejar de ser un hombrey preguntar qué fue, dónde se fueronsus hambres y sus hembras y sus nombres,y sostener sobre sus hombroslos cielos que se caen,y huir contra la sombra,nacidos de mujer, cortos de dias,siempre hambrientos de ser y estar muriendo.

"Mercedes de orilla a orilla", homenaje a la pintora española Mercedes Gómez­Pablos. "Paisaje a Mario Castro", homenaje al pintor chileno. "Para ser vistosde los hombres", a José Manuel· Vergara y María Inés de Vergara. "Satisfa­ciendo agravios", a Jaime Castillo Velasco. "La encantada", a Jorge Cash.

buscadme ahora,

HAMBRE TIENE EL HOMBRE QUE NO TIENE NOMBRE

decidme ahora que no seael fin de la Palabra(en el principio la Palabra, en el principiolas Tinieblas que jamásse van), y el Rio que a los maresse va según el Cristo, y el Cristo no regresa:se va, se fue: lo dejo escritoa ver si no es el fin, a ver si en esta nocheTú no me has abandonado.

de la pregunta que no diceJosé de Arimatea.

Este es el findel centurión y de los liriosdel campo (mirad los lirios del campo, y Salomón con todasu gloria no pudo alimentarte).

Este es el fin:

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SR: Si bien en tus dibujos siempre hay una crí­tica, en cambio, no hay una intención política. ¿Porqué?

COP!: No tienen una intención política circuns­tancial, pero pienso que hay una dimensión polí­tica que se da en ese diálogo eterno entre unamujer sentada y un animal parado. Creo que lo queperfila al personaje de la mujer es el hecho detener una silla y de estar sentada en un lugarfijo. El problema de ella es que no conoce el lí­mite del espacio donde está y lo único que la ataal mundo es esa silla. Según la escala social, lasilla podría ser una casita en el campo, podría serun trono, una joya de chez Cartier o el poder. Sí,ese elemento tan simple, la integra al mundo, laasegura. Los animales no tienen silla, nunca vana tenerla y de ahí proviene su posición de inferio­ridad. Al pollo le gustaría tenerla pero a la mujerno le pasa por la cabeza, jamás, hacer sentar ensu silla al pollo, o comprarle una.

SR: Sin embargo, la mujer tiene relaciones afecti­vas con los animales.

COP!: Sí, tiene relaciones amorosas y sexuales,pero siempre con la barrera de la silla.

SR: Yo diría que es una situación un poco in­cómoda. Y vos, ¿de parte de cuál de los persona­jes te ponés? Porque los lectores, unánimemente,están con el pollo, se sienten identificados con él.

COP!: Depende de los días. La mujer no es ri­dícula como parece. Es bastante fina, sutil, tienesus chispazos de inteligencia, de ternura, de mater­nalismo con los animales. A mí me emociona bas­tante. y, por otro lado, si el pollo tuviera silla y lamujer no, el pollo sería verdaderamente más cruel,se convertiría en un déspota. Una vez hice un dibujoen el que el pollo se quedaba con la silla [Fig. 1].

SR: La mujer tiene momentos de inteligencia o deternura, pero son los momentos de ternura o de in­teligencia que puede tener una señora gorda, ¿no?Esas tías que uno no soporta tienen, de vez encuando, momentos rescatables.

COP!: Sí, no se puede decir que sea muy bri­llante, pero no creo que los animales lo sean de­masiado. La gente quiere al pollo porque es unanimal, porque no tiene silla y está indefenso. Aun­que nadie lo quiere tanto como para desearle unasilla. En el fondo, todos intuimos que el pollo consilla sería igual a la mujer.

SR: Es el caso de los partidos de oposición,¿no?

COP!: Podría interpretarse así.SR: Ahora me acuerdo que una sola vez el pollo

y la mujer se aliaron, contra un tercero, y ese ene­migo común era un cura. ¿Es la vieja lucha de laIglesia contra el Estado?

COP!: Sí, pero al mismo tiempo, bueno, es una

HUMORISMO ES COSA SERIA

La loca geografía

en la Coupole a la una de la mañana, ychiste que salió ese día en el semanario. En­

es incómodo; no, no es incómodo pero esdifícil...

SR: Claro, no es la relación de una persona consino que es la relación entre una persona y

autor de cierta clase de chistes visuales, deNo es una relación del todo personal.

COP!: Sí, es eso, hay un falseamiento de la rela­ción a priori que trato de evitar.

SR: ¿Volverías ahora a la Argentina?COP!: Siempre tengo ganas de volver a ver a

mis hermanos y a mi madre, pero en estos momen­tos no quiero vivir en la Argentina. Ni tengo ganasde hacer nada en mi país. Supongo que si vivieraen la Argentina no dibujaría y, supongo, también,que alguna vez querré trabajar allí.

SR: ¿Por qué?COP!: Porque yo estoy muy condicionado por un

cierto ambiente; dibujo porque hay alguien en elObservateur que espera mis dibujos. Por otra parte,mis dibujos en la, Argentina, en este momento, notendrían el mismo sentido. Serían completamentedistintos porque el público también es otro.

SR: ¿Son demasiado sofisticados, intelectualespara la Argentina?

COP!: No, no, no lo creo. No son sofisticadospero hay una critica -no demasiado evidente peroimportante- a un cierto tipo de relación que sepuede establecer entre una señora sentada y unpollo que creo que en este momento en mi paísno se da así; allí, las relaciones se entablan deotra manera. No sé explicarlo bien, hay una tensióny una angustia económica, social, que cambia lasrelaciones entre la gente. El diálogo de la señoracon el pollo podría ser Francia, los Estados Unidosy los países más o menos estabilizados que sabenque dentro de un mes van a estar sentados en elmismo lugar y que el kilo de tomates costaráigual que hace quince días.

COPI

semana es bueno o es malo, ¿eso lo modifica enalgo a tu juicio?

COP!: No, no lo modifica, en absoluto. Me olvidoinstantáneamente.. Una vez que lo he terminado, lollevo a la revista y lo dejo y me olvido del dibujo.Tengo que hacer un esfuerzo para saber cuál seráel dibujo que sale esta semana. Y el dibujo si­guiente es una reconstrucción total de ese mundopartiendo de cero. Cuando dibujo se me borratodo lo demás. Me pasó, al principio, que dos o tresdibujos tuvieron un éxito desmedido y me di cuentadespués que inconscientemente trataba de imitar­los. Eso es malísimo. No hay que imitar a nadie,ni siquiera a uno mismo. Yo hago cada vez lo quetengo que hacer, como si fuera la primera vez.

SR: ¿Te inquieta el éxito?COP!: Tengo un lado un, poco superficial al cual

le preocupa el éxito.

SR: ¿Te preocupa hasta el punto de querer imi­tar ese lado tuyo, lIamémosle, más exitoso?

COP!: No, creo que era el lado sorprendido deléxito. Por más que uno espere un gran éxito du­rante ochenta años, el día que el éxito llega unose desconcierta un poco, está contento y quiereguardarlo. O sea: la mejor manera de perderlo de­finitivamente. Después me acostumbré al éxito yno pensé más en él. Sin embargo, volvería a inquie­tarme seriamente si lo perdiera, muy seriamente.

SR: Pero vos sos muy tímido, siempre me pa­reció que cuando la gente dice: "Ah, muy bueno sudibujo de esta semana", vos te ponés molesto,incómodo.

COP!: Sí, me siento un poco incómodo, sobretodo cuando no conozco a alguien y ese alguienme conoce a través de mis dibujos. A veces escomo un examen: la gente que conoce las tirasestá esperando verme como el personaje que in­ventó esos dibujos, entonces hay una dificultadde establecer una relación simple con alguien quecree conocerte íntimamente y a quien vos no cono­cés en absoluto. Hay un déca!age, hay un reajustea hacer, más complicado que cuando uno conocea alguien y le parece simpático por la cara o porlo que dice. La relación es más difícil.

SR: ¿Suponés que la gente espera encontrar unser brillante, graciosísimo y tenés miedo de noresponder a esas expectativas?

COP!: No, no es que tenga miedo. Yo y mis dí­bujos somos dos cosas distintas, quiero decir sia un tipo le gusta lo que hago le seguirá gustandoaunque me encuentre a mí un imbécil rematado. Loque me preocupa es que cuando conozco a alguienhay un período que va de un minuto hasta cienaños en que mi interlocutor se está preguntandoquién soy, cómo soy, por qué dibujo y las relacio­nes entre lo que digo y lo que hago en la vida

Istinto del que se ejemplo, vosescribir teatro y ahora estás dibujando.

COP!: No sé.• Si ahora yo escribiera teatro loharía de una manera completamente distinta. Nun­ca escribí ni dibujé con un mensaje; lo que tengoque decir es lo que descubro que tengo que de­cir al hacerlo. En mi caso, lo que digo está en laforma de expresión. Es la relación de los dibujosentre sí, entre una leyenda y una mirada. En elteatro sería muy diferente, aunque quizá no tanto.

SR: Tus dibujos son bastante universales, nadieadivina tu nacionalidad mirándolos. Si hubieras em­pezado a dibujar en la Argentina, ¿harías el mismotipo de cosas?

COP!: No sé, no sé.SR: Pero, ¿París te cambió mucho?COP!: No, no creo. Creo que me maduró, pero

sigo siendo el mismo.SR: ¿Es ésta una ciudad difícil para el extranje­

ro, para el latinoamericano?COP!: ¿Desde qué punto de vista?SR: Bueno, digamos para el intelectual o para

el creador.COP!: Debe ser bastante difícil, sí. Por lo pronto

debe ser difícil vender lo que uno hace, o darse aconocer. Pero es posible, creo que es posible triun­far para ganar plata vendiendo cuadros o llegar alpúblico con lo que uno hace.

SR: ¿Cuál es tu teoría sobre tus propios dibujos?COP!: Nunca lo pensé, las cosas me salen así.SR: Pero, seguramente, ¿te interesará saber qué

pasó antes con el humor, cuál es su evolución osu historia?

COP!: No, no, nunca miro dibujos. A muchos hu­moristas no los conozco bien. Cada semana leo aSempé y a Siné porque me hacen reír mucho. Perono estoy al tanto de lo que se hace, ni trato deasimilar una técnica ni de estar en una corrienteo en otra. Yo me siento a dibujar delante de unapágina en blanco y me divierto sin pensar en lo quehice, ni en lo que vi y sale lo que sale.

SR: Y ¿tus propios dibujos te hacen reir?COPI: Sí, mucho.SR: ¿Tu reacción personal ante lo que hacés es

la medida para saber si la cosa marcha?COP!: Sí, es la única medida. Además creo que

es la única medida que puede tener nadie ante sutrabajo. No se puede hacer una cosa para que leguste a otro sin que le guste a uno. Y si no megustan a mí, no sé por qué razón mis dibujos lesvan a gustar a los otros.

SR: ¿Te preocupa lo que piensa la gente detus dibujos?

COP!: Sí, me preocupa...SR: ¿Te influye la opinión de los demás? Es de­

cir, cuando te comentan si el dibujo de esta

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[Figura 1]

oposición un poco tonta la que tomaron los per­sonajes. Cuando lo hice pensé que era un chisteanticlerical pero ahora no estoy tan seguro. La po­sición de ellos, diciendo "cada uno tiene su pro­pia ética», es tan chata como el planteo queles hace el cura [Fig. 2].

Crónicas informales

SR: ¿Tus dibujos tienen algo que ver con lo quese llama -infortunadamente- teatro del absurdo?

COP!: No, evidentemente, en lonesco hay algo...pero no, no creo.

SR: Los sketches teatrales que hiciste últimamen­te tienen algo de absurdo...

COP!: Puede ser, no soy consciente de las in­fluencias que tengo. No conozco la definición delteatro del absurdo; supongo que será lonesco. Pue­de ser que tenga cierta influencia de lonesco. Sí,pero lonesco no me gusta mucho.

SR: ¿Sigue siendo tu primer amor el teatro?COP!: No, no de la misma manera. En Buenos

Aires me pasaba la vida en el teatro, o leyendoteatro y sentía esa especie de magia que se des­prende de todo lo teatral. Ahora no la siento más,el teatro me aburre un poco.

SR: ¿Los dibujos están primero, no?

COP!: Estoy muy contento y muy apasionado porel dibujo semanal que hago desde hace dos añosy no lo dejaría para escribir teatro. Quizá llegueel momento en que me aburra y vuelva a escribiro haga otra cosa. De todos modos, estos últimostiempos tengo una necesidad de salirme constan­temente, no me alcanza con la tira semanal, ne­cesito hacer teatro, preparar la exposición, dedi­carme a cualquier actividad complementaria.

SR: Tu teatro es un poco la escenificación delos dibujos. ¿Me equivoco?

COPI: Yo no me doy cuenta; para mí son cosasseparadas. Pero un dibujo también está separadode otro, no sé si entendés...

SR: Sí, pero, sin embargo, semana a semana hayuna relación. Hay un tema que se repite. Por ejem­plo, hubo una época en que el pollo fue reem­plazado por un señor llamado Alberto y ahí ases­taste algunos dardos contra el matriarcado [Fig 3].

COP!: ¿Ah, sí? No me había dado cuenta.

SR: No puedo creerte que todo sea tan espon­táneo...

COP!: No, y sí, te vaya contar los últimos dibu­jos que hice. El dibujo de la' semana que viene esmuy simple, sólo tiene dos líneas. Primero empecéa dibujar, la mujer había levantado el pie y se lomiraba. Y a mí eso me hizo mucha gracia. Le

HUIMOI'lISMO ES COSA SERIA

dando vueltas a la idea durante tres o cua­l) días y siempre me hacía gracia pero no sabía01' qué. Finalmente lo encontré: me divertía quelIa mirara su propio pie. Con ese esquema salió

lo siguiente: ella se está mirando el pie y llega elo el pato (nunca sé bien qué es) y le pre­qué está haciendo. Ella se concentra primero

lo que el pollo le pregunta y le contesta: "Memirando el pie», y después dice: "para dis­

Entonces vuelve a mirarse el pie, muy hip­notizada, muy contenta, y el pollo también le mira

pie un rato y le dice: "Yo no encuentro que seadistraído», y ella dice: "Ah, porque el pie no es

Lo gracioso del asunto es que cuando hicedibujo me había comprado un par de zapatos

tengo puestos ahora, de un color bastante ex­Son un poco colorados, ¿no?, y fui al Ob-

2]

ES /vil HER~\ANO)EL CU R/\.

41

servateur; se lo mostré a Jean-Daniel, el director,y le gustó. En seguida me miró y dijo: "Pero quélindos zapatos tiene usted». En ese mOmento nosdimos cuenta los dos que había una relación. Nosé hasta qué punto me compré los zapatos por­que hice ese dibujo o si ya lo había pensado antesy entonces el chiste fue una especie de autocríticahacia mí mismo, pensando que no hay cosa mástonta que tener un par de zapatos más lindos omás feos. De ahí salió lo otro: no hay cosa máshorriblemente siniestra que a uno le pueda diver­tir y distraer, que uno pueda concentrarse mirandosu propio pie y que no pueda hacerlo mirando elpie de otra persona [Fig. 4].

SR: Sí, sin duda esa mujer es muy egocéntrica.y además terriblemente egoísta porque se diviertecon su propio pie.

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COPI: El humor se ha convertido en un mediode expresión serio. Hay cosas que se dicen mejoren un chiste gráfico, que en un cuento o en unartículo. Pero hay muchas limitaciones. Por lopronto, un dibujo tiene que hacer reir a alguien.

SR: Quand méme!COPI: Entonces se puede hacer reir por algo

dramático. Pero, a la vez, tiene que ser sumamen­te simple. Se le puede pedir al público que mireun chiste diez veces para encontrarle otros sig­nificados; siempre que, al mismo tiempo, ese lec­tor se haya podido reir a la primera mirada.

SR: Copi, ¿no pensás que hay un nuevo ties!.de huníOF, vos incluído, que se ha convertido enun género para intelectuales?

COPI: El público que más me gusta, el queme hace sentir más seguro, es el de los lectoresinfantiles. Cuando alguien me dice: «A mis chicosles gustan sus dibujos», eso me encanta. Inclusoconozco gente desconcertada porque no entiendenlo que hago, en cambio sí sus hijos. No creo serintelectual en absoluto. En todo caso soy intelec­tual muy simplemente.

SR: Antes de convertirte en un humorista, ¿con­siderabas al género como una cosa seria?

COPI: No tenía ideas hechas sobre el humor.Ahora tengo ciertas convicciones y un poco deexperiencia.

SR: ¿Quiénes influyeron sobre vos?COPI: ¿Dibujantes? Solamente Steinberg, como

le pasa a todo el mundo. Y después encuentro unparentesco entre lo que hago y los libros de LewisCarroll. Cuando era chico leía muchísimo Aliciaen el pais de las maravillas.

SR: ¿Y quiénes te gustan?COPI: En Francia, Sempé, Siné y Chaval. Entre

los argentinos, Landrú siempre me parece exce­lente, y también Oski. Todos hacen reir pero todosdicen cosas serias. O

EL HUMORISMO ES COSA SERIA

NOTA

En las páginas siguientes (44-48) ofrecemos cuatro estados deun dibujo de Copi: desde el borrador inicial en que se le des­cubre jugando todavia con los personajes y con los textos enfrancés, hasta el dibujo final, tal como fue publicado en LeNouvel Observateur. Para la traducción al argentino de estey otros dibujos de la misma publicación hemos conseguidola ayuda del autor. (N. de la R.)

COPI: Pero el pollo no lo es menos. El, de nin­guna manera se divertiría mirando. el pie de lamujer.

SR: ¿Por qué lo odiás al pollo, pobrecito?COPI: Es que todo el mundo tiende a identificar­

se con el pollo y no con la mujer. y. bueno, yosiento mucha ternura por ese personaje pasivo, sen­sato, al que todo el mundo critica.

El público que más me gusta

SR: Hablábamos de la espontáneidad...COPI: Sí, te sigo contando. Ese dibujo sobre el

pie, yo creo, sólo pudo salir así, sin pensar: «tengoque hacer un dibujo gracioso». Esa semana cuandollevé el dibujo al Observateur vi la tapa del nú­mero siguiente: era sobre la pi/ule y no fue sóloeso: todos los diarios hablan de lo mismo. Volvía mi casa y sin darme cuenta me puse a hacerun gag sobre los anticonceptivos.

SR: ¿Alguna vez te censuraron tus dibujos?COPI: No, nunca. Muchas veces yo entrego los

dibujos (siempre se los muestro a Serge Lafauris) ysi no les gusta un dibujo o una frase me lo dicen.Por supuesto, por principio, me opongo, digo quetengo razón y me voy. Después llamo por teléfonoy si estaba equivocado modifico la historia. En ge­neral, siempre es mejor la primera línea, dondehago el planteo. Después, en el último dibujo, porun deseo estúpido de redondear la situación, ocu­rreque destruyo el clima. Que lo vea otra personame hace mucho bien porque después de darlevueltas a una idea veinte veces se pierde el sen­tido de la autocrítica.

SR: ¿~o crees que la función del humor ha cam­biado? Ahora las críticas más feroces se hace!:LatraVéS de los humoristas, se han convertido entos portavoces, en los señaladores de los defectosde la sociedad...

COPI

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.~O\)OS LOS v\A~ Li\¡ /v\iSfv\{;,\ ~O[\?\\E:'7A1

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IAE MI ROELPiÉ.

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¿QUE. ESTÁHf\CIENDO?

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¿OTRh PEQUEÑATAc'lTA DE TÉ?

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[Figura 4]

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Graciliano Ramos: un clásicocia!. Era todo un ambiente de agitación que nopodía aceptar la acción estática de Caetés. Contodo, el libro es un punto de partida, deja esta­blecida para siempre la filiación realista del autor.

En 1934, sin embargo, S. Bernardo surgió de talmodo distante a Caetés en su madurez que la crí­tica no estaba preparada para recibirlo. Era unafigura extraña a aquel regionalismo, el lado opues­to del realismo socialista, «el mango del cuchillo»,como dijera Carlos Lacerda (3). Se inaugura así latrilogía, que se completaría en breve espacio detiempo y con un vigor artístico impresionante: en1936 Angústia y en 1938 Vidas Secas. La críticade vanguardia «no comprometida" exaltó el valorintrospectivo de Angústia e insertó Vidas Secas enel contexto regionalista típico, «fatalismo de la tie­rra" y otras inconsecuencias extrañas por completoal propósito real del autor. Se discutió cuál de lasdos novelas sería la obra maestra de GracilianoRamos, que, en contestación, en una autocríticarigurosísima, creía que lo único bueno que habíaescrito era S. Bernardo. En fin, lo que interesaapuntar es que el novelista fue víctima de un ma­niqueismo de la crítica: entre el realismo socialistay la novela psicológica. Utilizando las conquistastécnicas de la literatura moderna y partiendo deuna observación profunda de la realidad social eindividual en su interacción, construyó lo que hayde más verdaderamente artístico en su generación,es decir, la mejor novelística de la primera mitaddel siglo. No fue un hombre de profesiones de feliteraria, grupos o escuelas. Nunca renegó de lanecesaria soledad e independencia del artista paracomponer una obra genuina. De ahí la notable di­versidad técnica de su obra, que presenta no obs­tante una unidad muy sólida. Cada esfera temáticacrea la estructura formal conveniente y exacta. Esanovela cerrada en sí misma, que se transpone fic­ticiamente a la novela que deberá escribir su per­sonaje, Paulo Honório, motivación y límite de todala acción en S. Bernardo, se transforma en monólo­go interior fluído que reconstruye psicoanalítica­mente la vida de Luis da Silva en Angústia, y sefracciona en episodios cerrados, casi sin interac­ción que no sea la cronológica, en Vidas Secas.

El protagonista de S. Bernardo, Paulo Honório, esel gran agente de la novela; toda la acción se de­sencadena a través de sus actitudes individualesque, a su vez, provocan las reacciones de losotros personajes. Causa y efecto, sin duda, de suactuar literariamente. El problema de la expresión

ELIANE ZAGURV

(1) Carlos Nelson Coutinho: «Uma Analise Estructural dosRomances de Graciliano Ramos», en Revista Civilizar;BoBrasileira, año 1, núm. 5-6, marzo de 1966, pago 142.

(2) «El maximo posible en toda la extensión del senti­miento que representa la personalidad de las personas quehablan aquella lengua». T. S. Ellot: «What is a classic?»

On Poetry and Poets, Faber, London, 1961, pág. 67.Carlos Lacerda: «S. Bernardo y el mango del cu-

en Revista Académica, enero de 1935. El autorla novela por presentar el conflicto desde el punto

vista del propietario rural y no desde el de los· cam­sin tierra: el mango del cuchillo y no su hoja

olucionaria.

Hoyes voz general y corriente entre los estudio­sos de literatura brasileña el epíteto de «clásicode la prosa de la generación de 1930" para Gra­ciliano Ramos. Con todo, el término clásico es de­masiado genérico, abarcando muchas connotacio­nes de significado. Recientemente, Carlos NelsonCoutinho publicó un ensayo en el que explica esteclasicismo desde el punto de vista marxista. Enun excelente estudio sociológico de las novelas deGraciliano Ramos afirma que éste reprodujo «latotalidad de la sociedad brasileña en sus variosniveles de evolución» (1). Asimismo consiguió ex­presar (según dice Eliot en otro contexto) «themaximum possible of the whole range of feelingwhich represents the character of the people whospeak that language» (2), a través de la tipificacióndel complejo social brasileño del momento en latrilogía S. Bernardo, Angústia y Vidas Secas, oca­sionando en cada novela una estructura diferente,de acuerdo con el nivel que representa. En térmi­nos de técnica de ficción y estilo, sin embargo, elestudio de este clasicismo todavía se está por ha­cer. No nos proponemos ahora un análisis exhaus­tivo, sino el establecimiento de algunas coordena­das y la puntuación de algunos problemas.

La primera novela de Graciliano Ramos, Caetés,escrita en 1925 pero publicada sólo en 1933, fuereconocida como un error y un anacronismo tantopor el autor maduro como por la crítica. De hecho,se inscribe en la concepción realista-naturalista defines de siglo, bajo la tutela de Eya de Queiroz,autor de cabecera de Graciliano hasta el fin desu vida, según el testimonio oral de su viuda, doñaEloísa Ramos. Es evidente que la fecha de publi­cación fue poco afortunada; la novela regionalistanordestina ya estaba en pleno desarrollo y el rea­lismo socialista como teoría de la novela andabaen todas las bocas. Por otro lado, el país acababade sufrir una transformación (revolución del 30) quelo impulsaba hacia un nuevo orden político y so-

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(9) Rui Mourao: «Vidas Sécas de Graciliano Ramos», enRevista de Cultura Brasileña, tomo IV, núm.13, junio de1965, Embajada del Brasil en Madrid.

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es, así, fundamental en la vivencia dramática delpersonaje hecho autor y el autor hecho personaje.Esta situación se da por primera vez en la literatu­ra brasileña con tal intensidad, superando el arti­ficio literario tradicional de la narrativa en primerapersona. Es un impacto para la crítica contempo­ránea, que en la persona de Jayme de Barros ar­gumenta: -Por desgracia, en S. Bernardo hubo unerror técnico: Paulo Honório, con su espíritu mez­quino, de limitado horizonte, su mentalidad pococultivada, no convence a nadie de que sería capazde escribir este libro, que es una de las mejoresnovelas aparecidas aquí en los últimos tiempos. Seve enseguida que quien lo escribió fue el mismoSr. Graciliano Ramos, y que él no es Paulo Ho­nório» (4). Oponemos aquí las palabras del propionovelista al criticar un trabajo ajeno: -Ciertamen­te hubo paciencia y demora en la composición.Describiendo un alma simple, vulgar, que se revelaen sus cartas, el autor corre el riesgo de volversevulgar también. Para escapar a esto se recurre ala técnica. Se advierten los pantanos disfrazadosque es preciso evitar y las espinas insidiosas quenos hieren los dedos. Conoce perfectamente a supersonaje, pero no se confunde con él en ningúnmomento. Doña laiá es una criolla honesta de unahonestidad rigurosa y de piedra. El Sr. José CarlosBorges comprende su moral y su dureza. Y lasfija en cartas que doña laiá haría sí supiese es­cribir. Si él nos mostrase las cartas de esa cria­tura, con su ortografía y su puntuación, la historiasería horrorosa. La redacción no es la de la viejapero nos parece que lo es. La correspondencia,tiene por tanto verosimilitud, una verosimilitud ob­tenida a costa de repeticiones oportunas y de unvocabulario reducido, presumiblemente el que adop­tan las mujeres de escasos recursos intelectualesy mucha devoción» (5). Me parece que con las de­bidas adaptaciones, lo dicho justifica S. Bernardo ytraza con claridad la posición de la conciencia es­tilística del autor ante la ficción. Como PauloHonório, el lenguaje de S. Bernardo es seco, di­recto y brutal (6). Lo que se consigue a través deun estilo casi telegráfico, de períodos cortos, cor­tados, incisivos. Y por la coordenación (casi siem­pre asindética) de las oraciones, un raciocinio másprimitivo, que todavía no jerarquiza las accionesen relaciones de causa y efecto, mas apenas per­cibe un paralelismo o una concomitancia. Tomemosun ejemplo: -Continuaba observándolo, pero la ob­servación era instintiva. Se despertó. Bostezando,mostrando los caninos amarillos y puntiagudos,Mendoya dio una palmada y pulverizó un mosquito.iMosquitos como balas! Había pasado una nochehorrible» (7). Reducida a lo esencial, la frase esta­

rá basada en el substantivo o en el verbo; el ser

ELIANE ZAGURY

en acclon. Todo lo demás surgirá con gran eco­nomía y siempre con mucha expresividad; la adje­tivación estará basada menos en el deseo de ca­racterizar objetivamente el ser que en la funciónde expresar la posición afectiva de Paulo Honórioen relación a él; de ahí que los medios expresivossean variados, desde el adjetivo morfológicamentetal hasta el pronombre exclamativo. Por ejemplo:-Me levanté y me aproximé a la luz. Mis manoseran realmente enormes. Fui al espejo. Muy feo,el Dr. Magalhaes; pero yo, en aquella vida de mildiablos, peleando con los campesinos el día entero,al sol, estaba asustado. Quemado. iQué cejas! Elpelo era grisáceo pero la barba emblanquecía.iSin afeitarme! iQué desprolijidad!» (pág. 161). Asícomo el adverbio, también intensivo, va con fre­cuencia a materializarse en una comparación demucha expresividad: -Doña Gloria continuaba de­recha como un palo de escoba» (pág. 194). «y elpequeño continuaba arrastrándose, cayendo, lloran­do, feo como los pecados» (pág. 156). -Había gas­tado los años trabajando como caballo de indiopara criar aquella sobrina» (pág. 159). Etc.

En Angústia, menos notoriamente que en S. Ber­nardo, el problema de la expresión también apare­ce como fundamental, aunque la narración en pri­mera persona sea menos consciente de sí misma,ya que es un monólogo interior y no una creaciónliteraria de Luis da Silva. Este protagonista, sinembargo, es periodista y escribe artículos en laprensa. De este modo, en la caracterización de surival amoroso, dirá: -Julio Tavares no tenía nin­guna de las cualidades que le atribuían. Era un su­jeto gordo, colorado, risueño, patriota, hablador yescribidor [ ... ] Lenguaje intrincado, muchos adje­tivos, ningún pensamiento» (8). Y dirá respecto así mismo: -Delante de él me sentía estúpido. Son­reía, restregaba mis manos con esa cobardía quela vida áspera me dio y no encontraba una palabraque decir. Mi lenguaje es bajo, acanallado. A vecesfarfullo palabras obscenas. No las adopto al es­cribir por falta de hábito y porque los periódicosno las publicarían, pero es mi manera natural dehablar cuando no estoy en presencia de los je­fes» (pág. 43). Ahí, en la diferencia entre lo que

(4) Jayme de Barros: .Chronica Literaria», en Estado deMinas, 17 de marzo de 1935.

(5) Graciliano Ramos: «Justiticación del voto», en Un­has Tortas, Martins, S. Paulo, 1962, págs 153-154. El articulono está fechado pero será tal vez de 1937 pues está in­serto en una serie de trabajos de esta fecha.

(6) .Este gran libro es corto, directo y brutal-, observaAntónio Candido en «Ficc;:ao e Confissao-, en Caetés, 6a.edición. Martins, S. Paulo, 1961, pág. 20.

(7) Graciliano Ramos: S. Bernardo, 7a. edición, Martins,S. Paulo, 1961, pág. 35.

(8) Graciliano Ramos: Angústia, 8a. edición, Martins, S.Paulo, 1961, pág. 38.

GRACILlANO RAMOS: UN CLASICO

piensa o siente y lo que expresa y crea, es dondeestá el núcleo de la neurosis de Luis da Silva:su improductividad, su insatisfacción, su condiciona­miento exterior. Aunque sea imposible pensar enuna escritura automática tratándose de GracilianoRamos, la tensión del lenguaje despojado que ha­bía en S. Bernardo se diluye. El monólogo interiorlleva evidentemente a una prosa más flexible, quesupone interrupciones, suspensiones, vuelta insis­tente de motivos (la cobra del viejo Trajano, lagordura de Juliao Tavares, etc.), paráfrasis en bus­ca de la exteriorización psíquica más exacta delo que todavía se está elaborando y no una expre­sión sintética. Por ejemplo: -La voz precipitada deMarina era ininteligible; la de Juliao Tavares sepercibía nítidamente y me causaba asco: me hacíapensar en gordura, en blancura, en blandura, encualquier cosa semejante al tocino crudo. Cuelloenorme, sin huesos, todo grasa. Cuando el hombreandaba por la calle, mirando hacia arriba, risueño,con pasitos cortos, la papada temblaba. Aquelloera bamboleante, fláccido, debía tener la consis­tencia de un buñuelo. De repente, doña Adéliacomenzaba a hablar. Las mismas quejas de siem­pre, lamentaciones tranquilas. Nunca vi a nadielamentarse así. Palabras arrastradas, monótonas,un pequeño silbido al final de cada pausa. Aquelsosiego me irritaba casi tanto como los derramesde Juliao Tavares» (págs. 85-86). Como se ve, Luisda Silva está siempre preocupado con el lenguajede los personajes, la contracara de la angustiosaintroversión en que está preso.

En Vidas Sécas, el problema de la expresióntambién va a determinar la estructura formal. En unexcelente artículo, Rui Mourao condiciona los ca­pítulos cerrados, pertenecientes separadamente acada personaje con el aspecto de soledad e im­posibilidad de intercomunicación en que se en­cuentra cada uno de ellos, en su primariedad ex­presiva (9). Lo que resulta también de la narraciónen tercera persona: toda la configuración expre­siva tiene que llegar desde afuera, descriptivamente,en una interpretación dramática en que el límite au­tor-personaje está bien marcado, a pesar de lapresencia de la técnica del estilo indirecto libre.En S. Bernardo esta técnica aparece cuando el au­tor-Paulo Honório y el personaje-Paulo Honório sesuperponen, en una dramática temporal: -No obs­tante haber muerto, me parece bien que él vaya atrabajar. iVago!» (pág. 115). En Angústia el estiloindirecto libre propuesto por la dramatización tem­poral pasa casi inadvertido, ya que condice más

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naturalmente con la fantasía del monólogo interior,disfrazándose en recreaciones narrativas o digresio­nes afectivas superpuestas al contenido anímico ac­tual.

Establecida así la premisa de que el problemaexpresivo del personaje es lo que va a crear laestructura formal de la novela de Graciliano Ra­mos (así como la tipificación social es la que creala configuración del personaje, como observó Car­Ias Nelson Coutinho en el artículo antes· mencio­nado), podremos llegar a un concepto del clasicis­mo estilístico en el autor, teniendo en cuentaprincipalmente esa misma diversidad de estructuray lenguaje de las tres novelas.

Realismo

El concepto de realismo en literatura es bastantecomplejo. Puede ser verosimilitud. Lo que quieredecir: una realidad interna tan coherentéquésenos presenta verosímil, esto es, posiblédé serpenetrada y admitir la participación afectiva e .in­telectual del lector en su trama. De ese modo lle­garíamos fatalmente a afirmar que no habría< artesin realismo. Lo que no deja de ser verdad, puesel concepto de verosimilitud es cambiante dentrode la historia: nada más verosímil para el hombrede la Edad Media que las aventuras maravillosasde los caballeros bretones o los milagros de laVirgen María, así como nada más verosímil hoyque un viaje espacial. Sin embargo no todos loshombres evolucionan al mismo tiempo, por condi­ciones socio-económicas, intelectuales, etc. Así, lacultura se superpone en capas, creando varias-verosimilitudes» relativas. Lo mismo se da con lasculturas que se superponen. Entonces la antigua-verosimilitud» pasa a ser fantasía-símbolo,. quecomo artificio técnico de la literatura crea a travésde una suprarrealidad la -verosimilitud» actual. Esel caso, por ejemplo, de la presencia de los mitosgriegos en la literatura moderna, o de la presenciade la metamorfosis (el poder mágico de la brujería)en la literatura del absurdo. Un proceso semejantees el de la utilización de la "verosimilitud» de laliteratura popular oral como suprarrealidadsimbó­Iica de la "verosimilitud» de una obra de literaturaculta; caso típico el de la figura de Iemanjáen lanovela Mar Morto, de Jorge Amado. Es ese; portanto, el concepto de realismo inherenteala pro~

pia verdad de la ficción. ¿Cuál sería,. empero,· elconcepto de ese otro realismo que, síenc.Jounaco­rriente y un temperamento literario, se· generalizacomo escuela en la segunda mitad· delsiglopa­sado? Sería una «verosimilitud» creada con Iama­teria de lo cotidiano, de la realidad sensibleeiJn-

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teligible ~D términos de un raciocinio lógico des­criptivo. El misticismo, las creencias, el sueño, eldelirio, pueden aparecer como temática, pero nun­ca como una cosmovisión. Es en esta linea quesituamos a Graciliano Ramos, que según CarlosNelson Coutinho ha evolucionado de un realismonovecentista anacrónico a un realismo crítico, es­tadio anterior a la posibilidad de un genuino rea­lismo socialista. Una literatura basada en la obser­vación y no en la imaginación. Lo que nos llevaa encontrar una identidad muy grande entre perso­najes y hechos de su obra autobiográfica (sobretodo Infancia, 1945), y su obra de ficción. Por ejem­plo: la perra Moqueca de Infancia, que se desa­rrolla en la Moqueca de Historias de Alexandra yen la Baleia de Vidas Sécas, el episodio de <<in­fierno» y "Nubes» (el misterio de las palabras) deInfancia que se funden en «el niño mayor» deVidas Sécas. Lo que, literariamente, se realizó ensentido contrario, o sea, la obra de ficción fue es­crita antes de la obra de memoria: el máximo de ladepuración en esta actitud de recrear la observa­ción de la realidad.

Nos encontramos con el esbozo de la pregunta:¿cuáles son las implicaciones estilísticas de estaactitud realista? En un principio, vamos a tener lapenetración en el lenguaje literario de un voca­bulario de palabras concretas, anteriormente res­tringidas al lenguaje oral. De esta penetración re­sultará una ascensión o ennoblecimiento de esevocabulario (literatización) y el «envilecimiento» dellenguaje literario (coloquialización). En fin, se pro­vocará un intercambio mayor de los dos tipos delenguaje, pues, por otro lado, la palabra eruditaparalela a lo coloquial podrá ser más fácilmenteasimilada al vocabulario activo del lector. Es evi­dente que, dependiendo del ambiente en que trans­curre la novela, habrá o no una penetración de vo­cabularios específicos (lenguaje de bajos fondos,lenguaje profesional). Sea como fuere, también estevocabulario específico estará nivelado con el len­guaje literario. En la voluntad de lograr este nive­lamiento reside el arte del escritor; si no tuvierala sobriedad precisa en la pintura de los ambientesy personajes este elemento riquisimo de expresi­vidad estaría confinado a ser mera excrecencia delcuadro pintoresco, sin funcionalidad en la estruc­tura interna de la obra de ficción. Así, en muchosescritores vamos a encontrar verdaderos graficismosdel lenguaje oral, que transpuestos al lenguaje es­crito. son caricaturas mal hechas en vez de tipi­ficaciones. Por ejemplo: la transcripción seudofoné­tica del habla de los personajes de condicióninferior (el apócope de las z y las s finales, prin­cipalmente) •cierto abuso de expresiones pintores­cas de la imaginería popular, etc. Es necesario no

ELlANE ZAGURY

olvidar que el lenguaje literario es esencialmentelenguaje escrito, más visto que oído, más intelec­tualmente mentado (una vez que la comunicaciónse da fuera de una situación sensible). De este mo­do, el lenguaje oral tiene que ser recreado, adapta­do, para permitir la nivelación. Es esto lo que con­sigue Graciliano Ramos con maestria portentosa.Al punto de haber provocado en los críticos dosactitudes contradictorias: el elogio de su «espon­taneidad» (sic) y el de su clasicismo. La verdad esque el estilo del novelista corresponde a la rea­lidad de un lenguaje literario brasileño de la len­gua portuguesa. Su virtud está en la retención,selección y fijación de las formas observadas en larealidad lingüística oral y escrita, dentro de unafuncionalidad expresiva totalizante. En eso estribasu clasicismo: adecuación y sobriedad conscienteen todo un trabajo obsesivo y exhaustivo de bús­queda de la expresión exacta. Lo demuestran muybien sus originales, donde la búsqueda de la sín­tesis perfecta imprimió cortes frecuentes y extensos,reduciendo varias veces una página a unas pocaslíneas. Comprobado también en su crítica del tra­bajo ajeno: "El Sr. José Carlos Borges no cometelos deslices en que son fértiles los campeones dela ley gramatical. No practica tampoco los erroresvoluntarios de ciertos ciudadanos que, escribiendosistemáticamente sus críticas aviesas son puristasfrustrados que tratan de crear un lenguaje tortuosoy falso. Se expresa simplemente, sin adornos inne­cesarios y esto da a su prosa una apariencia denaturalidad que engaña al lector desprevenido. Noadvertimos el artificio, tenemos la impresión de queaquello es espontáneo, ordenado sin ningún es­fuerzo» (10).

Rolando Morel Pinto escribe a propósito del vo­cabulario de Graciliano Ramos: «Denota hasta unacomprobada preferencia por los vocablos más gro­seros de una serie sinonímica. Esta preferencia,por otra parte, la heredarán los personajes narra­dores de sus novelas» (11). Y ejemplifica con quefrecuencia se dan trompa por labios, machos yhembras por hombres y mujeres, facha por rostro,etc. En otro lugar, estudié las directrices de anima­lización de los personajes, llevadas a efecto espe­cialmente por las comparaciones (12), lo que seexplica por el contexto de alienación de las poten­cialidades humanas en que se encuentra el per­sonaje, focal izado por el realismo crítico. Lo que

(10) Graciliano Ramos: op. cit. en nota (5), pág. 153.(11) Rolando Morel Pinto: Graciliano Ramos Autor e Ator.

Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de Assis, S. Paulo.1962, pág 20.

(12) Eliane Zagury: "Una semántica de comparación enVidas Secas". en Letras, año 1, núm. 1. Facultad Nacionalde Filosolia de la Universidad del Brasil. Rio,de 1965.

GRACILlANO RAMOS: UN CLASICO

se va a reflejar estilísticamente en el vocabulario,es evidente. No me parece, de todos modos, quesea «preferencia por los vocablos más groserosde una serie sinonímica», cuya herencia recae so­bre los personajes. Al contrario, el estilo de Graci­liana Ramos siempre se contamina del contexto.El caso de trompa y facha, sin embargo, es espe­cial; no cabe como ejemplo de lo que acabamosde decir. Son las palabras más frecuentes de laserie sinonímica en el lenguaje coloquial común.Se presentan muchas veces en expresiones que,nada tienen de groseras, son hasta cariñosas: «es­tar de trompa", «hacer trompitas», «linda facha»,etc., etc. Por otra parte, el clasicismo del estilono excluye la grosería, si es necesaria para lograrla expresión exacta. En lo que respecta a los im­properios, son también la adecuación y la sobriedadlas que determinarán su presencia en la obra delnovelista.

En suma, Graciliano Ramos nos ofrece un es­tilo clásico realista, en la medida en que su obser­vación es también lingüística y de detalle: su se­lección no es apriorística, nace de la adecuaciónexpresiva. Así, todos los niveles del lenguaje pre­sentes en la estructura ambiental de la novelason tomados en cuenta, interpenetrados y amal­gamados en su estilo, en una tipificación lingüís­tioa recreada y supeditada a lo esencial totali­zante.

Regionalismo

Desde el principio, hay que considerar la existenciade dos espeoies de regionalismo literario, genéti­camente distintas, que traen en sí actitudes, for­mas y efectos bien distintos. El primero de ellos,más fácilmente señalable y tradicionalmente acep­tado bajo esta denominación, es de origen román­tico y resultado de una mezcla de exotismo (tra­ducido en lo pintoresco) y nacionalismo liberal, concaracterísticas individualizantes en su necesidad deafirmación diversificadora. Los elementos que uti­liza son siempre los más notorios y, por esto mismo,los más superficiales: descripción de la geografíalocal, costumbres populares, preferencia por el vo­cabulario supuestamente autóctono y por las ex­presiones pintorescas; lo que se busca es impri­mir un aire de «poesía tosca» en su simpática in­genuidad. Convengamos en que el movimiento mo­dernista brasileño nació bajo la égida de la li­bertad de expresión (el «derecho permanente a lainvestigación estética» de Mario de Andrade) y sucausa-consecuencia: el individualismo artístico, enque la consigna era apenas «escribir brasileño», li­berarse de la «sintaxis lusitana". En esta búsqueda

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de diversificación cultural y lingüística estaba laafirmación de una personalidad literaria brasileña(que malo bien siempre ha seguido existiendo pro­gresivamente dentro de nuestra formación nacional);tal tipo de regionalismo llegó a afirmarse en unacasi escuela de prosa, la novela regional1sta de1930. Por una coincidencia temporal y espacial,Graciliano Ramos ha sido considerado integrantede esta situación literaria. Aunque no obstante laverdad es otra: el novelista de Alagoc!s representaaquel segundo tipo de regionalismo que nace dela actitud de observación realista y que· estuvopresente desde siempre en la literatura, Un· regio­nalismo clásico, que estilísticamente se basa en unadialectología inherente que deriva del propio men­tar lingüístico del autor. Esta es la simple llave deuna paradoja corriente: «tal obra es tanto más uni­versal cuanto más regional», cuanto más profunda­mente y clásicamente regional, diríamos nosotros.Cuanto más ceñida a la contención y la funciona­lidad en la selección de las formas lingüísticas alser fijadas literariamente. Lo mismo para la ca­racterización de las costumbres y tipos. En Gra­ciliano Ramos, por esto mismo, la descripción esun elemento inexistente en bloque, aparece pul­verizada en la narración, surgiendo solamente cuan­do se hace indispensable. Vidas Secas, en su plas­ticidad cinematográfica (movimiento acción) noestá afuera de este contexto: por el contrario, lapropia descripción se hace narrativa, en la medidaen que el paisaje absorbe al hombre que luchadesesperadamente por afirmarse contra él, sobre­viviendo. En general, los elementos regionales apa­recen aludidos: siempre la referencia como mé­todo de situación en la realidad. Así, por ejemplo,el nombre de los personajes caninos (Moqueca yBaleia; es decir: Pescado y Ballena). alusivos a lafauna de la costa, de acuerdo con la supersticiónregional de que dando tales nombres a los perrosdifícilmente contraerán la hidrofobia. La misma so­briedad aparece en el lenguaje. Está por hacersetodavía un relevamiento dialectológico de Ala­goas, lo que realmente dificulta el estudio del len­guaje literario de Graciiiano Ramos, en la deli­mitación de los regionalismos de substrato indíge­na, arcaísmos portugueses que se eternizan en laregión, etc. Con todo. por el camino inverso de lainvestigación tradicional de la geografía lingüística(el relevamiento del lenguaje oral), es importantenotar que los regionalismos que están registradosen Graciliano Ramos son, sin sombra de duda, loque de más expresivo y arraigado hay en el dialec­to o subdialecto alagoano, una vez que llegaron aintegrar el mentar lingüístico del autor, sobrepo­niéndose al padrón general y elevándose a la. ca­tegoría estética y literaria.

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LOS MILITARES EN EL BRASIL

DEBATE SOBRE El TERCERISMO EN El URUGUAY

relatos de Francisco Ayala, Guillermo Cabrera Infante, Haroldo Contí, Aníbal Ford,Witold Gombrowicz, Juan José Hernández, H. A. Murena, Juan CarlosOnetti, Elvira Orphée, Francisco Pérez Maricevich, Manuel Puig, AugustoRoa Bastos y Néstor Sánchez.

poemas de Juan Bañuelos, Héctor Biancíotti, Cecilia Bustamante, Miguel Angel Fernán­dez, Humberto Díaz Casanueva, Leonardo Milla, César Fernández Morenoy Octavio Paz.

ensayos de Miguel Albornoz, Vicente Barretto, Keith Botsford, Edgardo Cozarínsky,Daniel Devoto, Manuel Durán, Fernando Díez de Medína, Francisco Fernán­dez Santos, Carlos Fuentes, Anthony Hartley, Herbert Luthy, Julio Mafud,Adolfo de Obieta, José de Onís, Eugenio Puccíarellí y Guillermo de Torre.

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publicará en los próximos números:

nes que utilizaría el escritor para una mayor efica­cia comunicativa en términos estéticos. Por otraparte, la velocidad de la vida' moderna, la con­quista del tiempo y del espacio, provoca una ten­tativa de apresar la comunicación verbal propia através de frases cortas, nominales tantas veces,las enumeraciones caóticas: toda una tentativa desimultaneidad de ideas o sensaciones (no hay queolvidar el "polifonismo» de Mario de Andrade).En Graciliano Ramos, sintaxis psicológica y simul­taneidad se funden maravillosamente con el tiporudimentario de organicidad mental de Paulo Ho­nório y Fabiano. De este modo, está fuera de dudala funcionalidad de un estilo moderno en su obra.En Angústia, la vanguardia es más visible, por estomismo no tiene la profundidad del vanguardismo deVidas Sécas y S. Bernardo, un vanguardista clási­co, en lo que puede haber de fijación definitiva,sobria y adecuada de las características de la li­teratura moderna. O

Estilísticamente, sin tratar más sobre la diver­sificación de lenguaje en la trilogía, sino por elcontrario de los puntos comunes de filiación mo­dernista, observaríamos desde el principio la utili­zación de una sintaxis que se denominaría psico­lógica, puesto que al traducir literariamente unaactitud mental de su personaje Graciliano Ramosmantiene, no sus esquemas automáticos y espontá­neos, sino su proceso mental lingüístico recreado,o sea despojado de la vacilación y de los lapsos,reconstruído en lo esencial, en la directriz de or­ganización de las palabras e ideas principales. Loque es diferente de una sintaxis lógica, ideal decomunicación intelectual perfecta y por su abs­tracción y rigidez incompatible con la utilización es­tética de la lengua. Se nos ocurre una pregunta:ya que es así, ¿no habrá sido siempre la sintaxispsicológica la única literaria? Es evidente que sí.La modernidad estaría en el hecho del desarrollode la psicología como ciencia que trae informacio-

RAMOS: UN CLASICOELlANE ZAGURY

configuración de personajes, cada capítulo incluyeun nuevo elemento en la tesitura de la novela, comosi el autor, en lugar de desarrollar la acción, tra­tase de cercarla, modificando esencialmente el mo­dus literario del género, en cierta medida la narra­tiva se elabora de manera critica, juzga la acciónen la medida que ella se realiza (o no se realiza),en vez de sugerir a través de ella, tradicionalmente,un juicio ético de los valores socialmente vigentes.De este modo, los capítulos cerrados son pequeñosciclos de explicación u obstáculos de la acción,comprendida como cosmovisión. Lo que se crista­liza en la inseguridad de Fabiano y en la represiónde la señora Vitoria y sus niños. En S. Bernardo, laestructura es aparentemente muy tradicional, ce­rrada y objetivada en el libro que Paulo Honórioestaría escribiendo. La contribución moderna, contodo, es fundamental: la novela de Paulo Honóriono es otra cosa que el eje de la superposicióntemporal, de la dramatización del pasado a travésde la memoria, de la anulación del tiempo cronoló­gico en favor de un tiempo subjetivo. Nótese queel libro comienza por una proposición y una jus­tificación (los dos primeros capítulos), iniciándoseverdaderamente en el tercer capítulo, en el estilode las memorias: "Comienzo declarando que mellamo Paulo Honório, peso ochenta y nueve kilosy completé cincuenta años en la fiesta de S. Pedro[ ... ] Poseo una partida de nacimiento, que men­ciona padrinos, pero no menciona ni padre ni ma­dre» (pá. 15). Este mismo tonus memorialista semuestra en una nueva faz: hemos dejado bien sen­tado que es el presente que se derrumba sobreel pasado, no hay la tradicional fluidez históricade la narrativa en el pretérito. Será siempre lasuperposición y el intercambio presente-pasado, queno son puntos fijos, pero evolucionan con la cons­trucción de la novela. El presente trae el pasado,no sólo por el esfuerzo consciente de la memoriapara la redacción del libro, sino también por lacontinuidad sensorial, proustianamente. Por ejem­plo: "La toalla reaparece, pero no sé si es estatoalla sobre la que tengo las manos cruzadas o laque estaba aqui hace cinco años» (pág. 115). Deeste modo habrá lugar no sólo para la confesión,sino también para la introspección que en el capí­tulo 19, verdadera obra maestra de construcción yestilo, se condensa de manera que ya no sentimosa Paulo-Honório-escritor hablando de Paulo-Honó­rio-personaje, sino a los dos completamente fun­didos en un personaje único, que es la creaciónverdadera de Graciliano Ramos, no siendo los ante­riores más que artificios para llegar al último. Deahí en adelante, aunque los personajes-artificios secrucen y superpongan, la unidad ya está aseguraday sólo vuelve a aparecer en el último capítulo.

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Tradicionalmente se da el nombre de lenguaclásica arpadrón literario correspondiente al apo­geo de determinada civilización,_ cuya lengua oficiales el dialecto que se impone culturalmente por he­gemonía política. Sin embargo, este concepto essimplista para el mundo actual, en el que las na­ciones no poseen una capital política que sea elcentro cultural absoluto (a ejemplo de Roma y elimperio Romano). La expansión cultural de hoyesmucho más compleja, las universidades se espar­cen, la imprenta divulga, etc. En el Brasil, por ejem­plo, aunque el "dialecto carioca» de Rio de Janeirosea el padrón lingüístico, la literatura dialectal(impulsada por la novela regionalista de 1930, sinduda) florece con vigor. No obstante, aunque estetipo de regionalismo, si tuvo el mérito de levantarlas formas dialectales al nivel estético y literario,todavía no produjo la cantidad suficiente de es­critores clásicos para afirmar los padrones litera­rios de los lenguajes dialectales. Graciliano Ramos,sin embargo, como ya se vio, tiene el mérito defijar literariamente el dialecto alagoano, si es quees posible denominar así el padrón lingüístico ge­neral de esa región.

Modernismo

Desde el principio, hemos venido estableciendo laposición de Graciliano Ramos dentro del Modernis­mo brasileño. Focalicemos por tanto aquí apenaslos procesos técnicos de ficción y estilo que esta­rían presentes en su obra. Es en Angústia dondeson más visibles, lo que no excluye la enorme im­portancia que tuvieron en las otras novelas, comoveremos más adelante. La inexistencia de capítulosen Angústia, substituídos por asteriscos que indi­can apenas un cambio en el fluir de la concienciadel personaje narrador, es una conquista de laliteratura moderna: la novela corta realmente susvínculos genéticos con la novela de caballería, enque la lectura colectiva y en voz alta del únicoy raro ejemplar existente obligaba a esta estructuracortada en episodios, en la necesidad de facilitaruna lectura conveniente, con interrupciones adecua­das al desarrollo de la narración (los tratados deretórica y poética de la época atestiguan toda unatécnica del "suspenso»), y con la novela burguesade folletín, con sus capítulos diarios o semanalesde la prensa periodística. En Vidas Sécas, la van­guardia estructural está dada en la modificación dela funcionalidad del capítulo. Dejando de lado lasrazones presentadas por Rui Mourao en el trabajoantes citado (muy válidas desde el punto de vistaexpresivo) y atendiendo exclusivamente a la or­ganicidad, verificamos que, más que episodios o

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EUGENE IONESCO

Diario (11)1. Vinea, uno de los más grandes poetas de supais, ha traducido mi obra El rey se muere (*). Yolo conocí antaño, hace mucho tiempo. Lo recuerdocomo a un señor. Era gallardo, hablaba poco, sen­sible e inteligente no era fascista como la mayoriade los "intelectuales» de su país. Cuando la extremaizquierda se instaló en el poder, dejó de ser iz­quierdista. Es una reacción sana, honrada. No que­ría que lo embrutecieran, no quería que lo com­praran. Fue un hombre libre que quería tambiénla libertad para los demás: no se aprovechó deninguna tiranía y aceptó soportarlas, a pesar deque todas lo querían como cómplice. Ni amo nicriado. Un señor aislado. Los acontecimientos hi­cieron que después de haberlo tenido apartado, lospoderes políticos le volvieran a tomar en conside­ración. Admitieron que era un gran poeta, editaronsus obras: tanta nobleza, tanta probidad e intransi­gencia habían terminado por impresionar franca­mente a los que ya estaban impresionados pero nose atrevían a decirlo, así como a los demás, quedecidieron un buen día que era el momento opor­tuno de manifestar su admiración por este hombreque no había decaído moralmente. Pero físicamen­te perdía sus fuerzas y a la edad de setenta añosacaba de morir.

Me alegró mucho saber que era él quien traducíami pieza, orgulloso de que hubiera hecho estaelección; desolado al enterarme al mismo tiempode que estaba enfermo, que estaba a punto demorir, que estaba muerto. Su personalidad era ra­diante; me impresionaba su brillantez, pero real­mente nunca me había acercado a él. Además, ja­más se llega a conocer a alguien por la conversa­ción, ni siquiera tomándolo de la mano, ni cami­nando juntos. Es a través de un texto, es decir a tra­vés de una confesión, o sea sumergiéndose en eluniverso de otro, en los abismos de otro, que lacomunión puede realizarse. He aquí por lo menosuna justificación de la literatura. Esto ya no esuna trivialidad, pues si bien se dice a menudo ra­ramente se lleva a cabo. A solas con una obra, asolas con otro, un otro que ni siquiera está ente­rado de esta experiencia, de este acercamiento,que desconoce que es conocido verdaderamente,profundamente. El mundo de aquél se torna el deéste. Intimidad profunda, discreta, total.

1. Vi.nea murió una vez terminada la traducción.¿Qué pudo significar para él? ¿acaso pudo ayu­darle en algo? Yo había escrito esa obra para

aprender a morir. Debía ser una lección, como unaespecie de ejercicio espiritual, una marcha progre­siva, etapa tras etapa, que yo traté de volver ac­cesible hacia el fin inevitable. Cuando mi piezafue representada en París y en el extranjero, algu­nos críticos afirmaron que no contenía más queideas triviales, reflexiones ya conocidas o previsi­bles: tal vez porque esa gente, esos espectadores,se creían en un espectáculo y se negaban a viviruna aventura que, en cierto sentido, no puede sersino trivial, desde luego, ya que nos pertenece atodos, pero que es fundamental si se trata devivirla. ¿Habrá podido ese texto ayudar a 1. Vineaa morir? A mí no me ayudó; a medida que loescribía era como si rechazara el texto. Fue sólouna obra de teatro más, de la que me iba tor­nando espectador como los demás, un poco mássensibilizado pero siempre como a distancia demí mismo. Si pudiera saber que le aportó algo,y qué le aportó; si lo pudiera saber. Si pudo ayudara alguien a disminuir su angustia, a aceptar sudestino, sería para mí una alegría, un alivio, unajustificación. Si hubiera podido ser una lecciónpara los demás, me animaría a creer que tal vez yopueda aprovechar mi propia lección.

-;:

Estoy dividido entre el arrepentimiento y el remor­dimiento. Hay que decidirse, hay que elegir entreel arrepentimiento y el remordimiento. No se pue­den soportar las dos cosas a la vez. El remordi­miento: me siento culpable de haber causado dañoa los demás. El arrepentimiento: me siento culpa­ble de haberme causado daño a mí mismo. Aban­dono el arrepentimiento por el remordimiento; des­pués el remordimiento por el arrepentimiento. Estoes estar entre paredes, esto es la prisión. Durantela mañana, es el arrepentimiento. En cuanto caela noche, llega el remordimiento. El arrepentimien­to ofrece el rostro del egoísmo. ¿Tengo derecho aser egoísta? Puedo elegir entre lo que menos medaña; puedo elegir entre yo y el otro como se eli­ge entre dos objetos, siendo así que somos seres,existencias. El arrepentimiento es difícil de soportar,pero es claro. Resulta concreto. El arrepentimientopresenta primero el rostro de los demás, luego

(*) La primera parte del "Diario» de lonesco sepublicó en el núm. 8 de Mundo Nuevo. (N. de la R.)

DIARIO (JI)

lo pierde devorado por las tinieblas y se convierteen una angustia sin rostro.

*Reclamo el derecho de arreglármelas conmigo mis­mo. De estar cara a cara conmigo mismo. De miconfrontación conmigo mismo puede que salgaotro. "No cambies, no dejes subir todas esas an­gustias a la superficie, cierra los ojos, no podríassoportarlo.» Pero de todos modos no puedo sopor­tarme; ya es hora que tenga conciencia de ello. Esel momento de vencer. ¿Para qué luchar?, dicela otra voz. ¿Para qué? Pero cojeo, pero me ahogo,pero me muero de no poder morir, de no saberlo.Si lograra considerarme ya como muerto, la an­gustia también estaría muerta. ¿Considerarme muer­to? No lo lograré hasta tanto no me mate la muerte.Ya sé, ya sé, más vale matarse que dejarse matar.Me parece una montaña inaccesible. Y puesto quecreo que esto es imposible, no me sirve de nadapensaren ella, no es más que literatura.

*Mientras me concentro en mis problemas, es decir,mientras lucho conmigo mismo, son numerosos loshombres que viven en la miseria o se matan entresí, están en guerra: 99 por 100 de los que guerreanno quieren hacerlo; como yo, son prisioneros, node sí mismos sino de sus jefes: sólo los dirigentesquieren, no quieren, no deciden, deciden y ordenanla matanza. Todo el país se levanta en armas con­tra los opresores, muere por la independencia, todoun pueblo quiere liberarse de sus opresores, de­testa -dicen- lo que se llama el imperialismonorteamericano, el explotador capitalista u otros ex­plotadores y tiranos. Imágenes para niños o cruely grosera ironía: los argelinos querían a tal puntoliberarse de los colonos franceses que apenas ter­minó la guerra de Argelia se fueron en bandadas aFrancia para encontrar trabajo y un poco de pan.En el barrio en que yo vivía, vi un magnífico auto­móvil norteamericano en el que había cuatro árabesbien vestidos y una joven, tipo Pasionaria. El autose paraba cada veinte o treinta metros, de tiendaárabe en tienda árabe, para recolectar fondos be­névolos en vista del objetivo final. La cara queponía el dueño al que pedían no tenía nada debenévola. Nada benévolo tampoco era el aspectode aquel árabe que agonizaba ante mi puerta, aquien seguramente no habían ejecutado porqueera benévolo y mostraba deseos de combatir.• Enalgunos países del Este la explotación capitalista

era tan detestada que veinte añosde la revolución liberadora esos paises

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reconstituyeron con alegría sociedades norteame­ricanas con capitalistas norteamericanos. Eran biendesgraciados aquellos campesinos del Danubio quemarchaban descalzos por las carreteras, pero conlos zapatos a la espalda porque les calentaban de­masiado los pies, y que no tenían para comer másque pan, tocino, huevos, queso blanco, cebollas,papas y, de vez en cuando, un pollo al que aca­baban de torcer el pescuezo en el gallinero dondedecenas de otras aves esperaban el mismo destino.Estos desdichados campesinos estaban muy dis­gustados, ya que habiendo sido creada la escuelaprimaria obligatoria no podían hacer trabajar mása sus hijos en casa, y no quedaba más que lapobre mujer para ordeñar la vaca. En resumen, nose trata de esto y parece que me extravío en lapolítica. Lo que quiero decir es lo siguiente: losque están presos desean evidentemente la libertad,el que tiene hambre quiere comer por poco quesea, el que participa en una guerra tiene miedo dela guerra, tiene miedo y supera los peligros, tienemiedo de morir aquí y ahora, es feliz cuando la lu­cha cesa por haber escapado a la muerte, y hastael día siguiente tiene tiempo para vivir, liberadode su miedo, casi toda una eternidad. El miedo alpeligro quita la angustia. La angustia es el senti­miento de estar rodeado por mil peligros inexis­tentes, peligros que no son concretos, peligros sinrostro. Es tan natural vivir entre necesidades y pe­ligros que la angustia se presenta como el sufri­miento por sentirse frustrado del peligro cotidiano eindispensable, pero concreto y real, visible, al quese puede atacar, del que es posible defenderse.La angustia es el peligro durante la noche. No sepuede creer en la ausencia del peligro: la ausen­cia del peligro parece una trampa pérfida. No esya un hombre, un tigre, a quien tengo que comba­tir, del que tengo que escapar para salvarme: estodo un ejército de monstruos invisibles e impal­pables. El peligro es vida. La angustia es mortal.Es el temor de peligros desconocidos. Me amena­za ¿pero qué, quién? ¿de qué lado enfrentarme?Doy puñetazos en el aire. El peligro es el miedode morir, de ser muerto, La angustia es el miedoa la muerte.

El crimen más grande es el homicidio. Caín mataa Abe!. Es el crimen por excelencia. Y no se hacemás que matar. Mi enemigo visible, el que quierematarme, tengo que matarlo para que no me mate.Matándolo me olvido porque tengo la oscura con­ciencia de que matándolo mato a la muerte. Sumuerte no se vuelve contra mí, su muerte deja deser para mí fuente de angustia si maté al adversa­rio con el asentimiento colectivo: las guerras están

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hechas para eso. Matar es un derivado, conjuromi propia.--m~erte. Magia de la muerte. Acción má­gica del acto de matar. Cuando los alemanes ma­taban a los judíos, todos tenían la conciencia tran­quila: mataban para defenderse. ¿Los judíos noquerían exterminar o someter el mundo entero? Oaun: ¿no corrompían la salud, las virtudes de laraza aria, lo cual es otra manera de matar? Sos­tenidos por una ideología procedente del Génesisdel siglo XX del inglés Chamberlain, por el condede Gobineau, por los racistas franceses, más ru­dimentarios, del siglo XIX; apoyándose igualmenteen los recuerdos más recientes de los "pogroms»rusos (pogrom es una palabra rusa, una acciónrusa) y en los campos soviéticos de la muerte,agregando a esto su propia crueldad, los alemanes,pensadores natos, se sentían justificados. El anti­semitismo no es de origen alemán: es ruso, pola­co, francés. No pretendo que los alemanes fueraningenuas ovejas rabiosas, pero había antecedentesque procedían de otros lugares. Los alemanes sesintieron culpables en el momento en que una co­lectividad más amplia los reprobó, los condenó.Entonces toda la sociedad alemana se sintió comoun solo individuo condenado por la sociedad, pues­to precisamente en el banquillo de los acusadospor una sociedad de naciones. Es cierto que laexplosión de odio contra la humanidad que mani­festaron es verdadera y objetivamente culpable.Siento un horror mezclado con una especie de ad­miración por los que asumen la responsabilidad dematar solos, de tomar la decisión de vivir una vidade asesinos, los francotiradores del asesinato, losque llamamos vulgares matones, los asesinos pro­fesionales. iQué coraje, qué desafío, qué fuerza deespíritu!: al igual que Jean Paul Sartre, esos hom­bres no tienen Super-yo. Sabemos ahora que laexístencia es agresión. Sabemos también que lasociedad está dividida, que las distintas catego­rías sociales se combaten. Que cada categoría so­cial tiene la conciencia limpia puesto que es unacolectividad. Trátase simplemente de destruir laconciencia limpia de una clase o de una categoríasocial para que se derrumbe. En lo absoluto, nin­guna categoría social tiene más o menos razonesque otra para tener una conciencia limpia o no.Las propagandas se dedican a destruir la concien­cia limpia de una categoría social y a reforzar lade su propia categoría. Más perspicaz y profundoque Carlos Marx, Hippolyte Taine nos había yademostrado que la aristocracia sucumbió porquese dio cuenta, porque tomó conciencia de que sehabía vuelto inútil. Los nobles dimitieron: nochedel 4 de agosto, etc. La lucha de clases sólo esaguda, sólo es posible cuando una clase renunciaa la lucha. Por supuesto esta clase puede arrepen-

EUGENE IONESCO

tirse después, rehacerse y comprender que las de­más no tienen mejores razones que ella mismade... etc. David Rousset nos explicó muy bien cómoel campo de concentración es una sociedad comotodas las sociedades existentes, como todas lasorganizaciones sociales; el campo de concentraciónes la sociedad tal cual es en su esencia, quinta­esenciada. Kafka también; describió los campos deconcentración antes de que existieran. Lo sabía.

Kafka, como Cristo, asumía la culpabilidad uni­versal. Ese es su sentimiento de culpabilidad. ¿Dequé somos culpables? Del crimen contra el amor.y Sigmund Freud, ese otro gran judío, ese granrabino, de la más pura tradición de los rabinos,médicos de almas, quiso exorcisar el odio. Los ju­díos inventaron el amor, el amor del otro, el amorpaternal, el amor divino. Es por esta razón quefueron acusados de odiar. Son rapaces también,claro, como todo el mundo: detestan asimismo, peroes mucho más raro en ellos.

Es imposible imaginar la propia muerte. Por supues­to hay que intentarlo, ya que es imposible.

He aquí una cuerda, que está anudada. Deshagoel nudo. Ya no hay nudo. ¿Qué se hizo del nudo?La cuerda no ha desaparecido. Se pueden hacerotros nudos con la misma cuerda. Soy un nudo.Soy la cuerda. ¿Soy más una cuerda que un nudo?

No sintiéndose amado él mismo, Freud supo loque faltaba a todos: ser amado. Se dio cuentatambién que no se debe rechazar la agresión. Ha­cer de la vida una agresión amorosa. La agresiónlubricada de amor. Así se puede ser matado deuna manera muy suave, de una manera más suave.

Como un rito.

De pronto, una alegría, una felicidad. Hace años yaños que no había sentido eso. Todo me parecíapesado, ininteresante, gris, melancólico; era inca­paz de leer un libro, de interesarme por una con­versación, por un espectáculo. Miraba hacia otrolado. Todo era un esfuerzo, un deber: escribirobras de teatro, ver representar obras de teatro,las reuniones mundanas o profesionales, o amis­tosas, la visita de un joven escritor o de un es­tudiante extranjero que se interesaba por "mi obra»,todo me agotaba. La notoriedad literaria tampocotenía interés.

Al final de cada frase que pronunciaba o que eradicha por alguien, entre las líneas de la

DIARIO (11)

que leía, como subtítulo en las pantallas de cine,o escritas sobre los muros o los techos, estas pa­labras: «¿para qué?». Incluso el deseo se agotaba,se destruía, roído por el «¿para qué?»

y después, de súbito, esta felicidad de la queno puedo decir más que es insensata. Pero hayque aceptarla como insensata. Admitir que todafelicidad no puede ser sino insensata, pero vivirlaintensamente. Debo decir que a veces durante estosúltimos años, una promesa, un comienzo de feli­cidad, venía a iluminar el cielo de mi tristeza: leoponía un "¿para qué?», un "¿qué quiere deciresto?" o "eso no me impedirá morir» o "no hayrazón para ser feliz». Esta clase de vislumbre defelicidad se apagaba instantáneamente y volvía ami melancolía. Esta vez es como si hubiera com­prendido que la alegría es un don del cielo, escomo la gracia, inexplicable pero evidente, cierta.No es explicable, no tiene razón de ser, y éstadebe ser su razón de ser, y esta falta de razón esquizá su única razón valedera, posible, verdadera.Esto puede comprenderse si me digo que todaslas razones que nos damos a propósito de cual­quier cosa, son razones malas o razones faisas, yaque no sabemos nada y nuestro espíritu es muylimitado. Es lo mismo afirmar, que, después detantas otras cosas, la ignorancia es la causa denuestros sufrimientos y hasta quizá sea su mismasustancia. Ya que no podemos ser otra cosa queignorantes, queda una sola solución: ignoremos laignorancia y confiemos. obremos como si supié­ramos.

Y, en esta alegría que sentí ayer, el mundo seme presentó bajo otra luz, bajo una luz nueva.Fue como si los árboles, las casas, los rostros, elagua y el cielo hubieran sido limpiados, como sitodo se hubiera vuelto limpio, renovado, remozado.Pero sobre todo esta intuición de limpieza. Y sen­tí que el mundo volvía a ser, era interesante, muyinteresante. ¿Qué había estado haciendo desdehacía tanto tiempo? ¿Dónde había estado? ¿Quiénme había impedido mirar y ver? Realmente, cadaparcela de este mundo me parecía llena de in­terés, del más grande interés. ¿Frescura y virgini­dad de mi universo interior? Renovación interior,un alma liberada o rejuvenecida. Si cambio, cambioal mundo. Ojalá dure. Ojalá permanezca limpio.Ojalá exista siempre esta frescura. Ojalá ya no seensucie más.

R.: Pobre criatura mía, ser minúsculo, lleno de in­quietud, de sufrimiento y de amor. La veo comouna ardilla, corriendo menuda, de una habitación

otra del apartamento, de un estante a otro debiblioteca, colocando, clasificando, buscando el

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objeto, el lápiz o los lentes que acabo de perderpor centésima vez en media hora. La casa es comoun vasto dominío para ella, tan menuda, como unahormiga que se afana, minuciosa, poniendo ordenen todo. Donde se siente mejor es en mi escritorio,cuando clasifica mi correspondencia, cuando orde­na mis manuscritos. Allí se siente feliz. Allí sonsus dominios más que en el resto de la casa. Essu universo, o más bien el centro de su universo,su aire respirable se encuentra allí. Incluso yoformo parte de sus dominios, soy como una casaque habita. Si le digo que deje de arreglar miscosas o mis manuscritos, si tiene la impresión deque me molesta, se derrumba. Es como si intentaraecharla de su casa. En efecto está en su casa.Soy su morada. ¿Dónde iría a habitar fuera? Suactitud es sin duda verdadera, auténtica, ya quees irracional. No es lógica, no es contractual, esprofunda, hunde sus raíces en una especie de ver­dad universal y permanente. Todo es irremplaza­ble. ¿Puede cambiarse el sol de lugar? ¿Puedenquitarse el agua o la tierra del universo? ¿Puedecambiarse el sol de lugar, puede lograrse que hayatres puntos cardinales y no cuatro? Si me ausen­tara, si me separara, todo se derrumbaría. Pobrequerida enamorada que me detesta y que me adora.Soy su casa, la que se construyó o la que cons­truyó.

Hacerle admitir que un ser tiene necesidad de in­dependencia, que, como decía Rilke, el mejor re­galo que puede hacerse al ser amado es la li­bertad, es para ella inconcebible: no comprendelas palabras independencia, autonomía, algo propioque es necesario conservar. No experimenta estanecesidad, no sabe lo que quiere decir indepen­dencia, ya que es toda del otro, y el otro es suyo.Necesito la libertad: ella no puede entenderlo. yaque para ella no hay libertad más que siendo dos.

*Dicen que los celos son un defecto; no hay queser celoso, no está bien ser celoso. Los celossostienen al mundo. El ser humano es celosodesde el primer día de su nacimiento; los gatosson celosos, los perros son celosos, las palomasson celosas, el tigre es celoso como un tigre. Lasflores son celosas, y también los árboles. Dios esceloso. Se es celoso porque no se puede vivirsin amor. Ella es celosa porque únicamente unser puede darle amor, de un solo ser puede acep­tar el amor que no puede dejar de exigir de eseser. No se la puede privar de amor. No se le pue­de impedir respirar, no se puede dejar de amarla.

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Claro que hay que tener celos, pero los celos nodeben dorñ-inarnos. Todo es cuestión de medida.

Pero, ¿es culpa suya si tiene un corazón másgrande que ella misma? Ella encierra más pasiónque la que es capaz de albergar. Es como un ríoque desborda porque su lecho es demasiado an­gosto.

Tendríamos que tener un solo pensamiento, unasola meta: la felicidad del otro; deberíamos echar­nos los unos a los pies de los otros.

Tendríamos que tener, con respecto a los demásy a nosotros mismos, el punto de vista del quemira un moscardón que se golpea contra el vidriode la ventana, sin saber que una de las hojasestá abierta. Abrámosle toda la ventana.

Son frases lindas.

Somos criaturas risibles. Somos cómicos. Es bajoeste aspecto que deberíamos vernos. Sólo el hu­mor, rosa o negro o cruel, pero únicamente el hu­mor puede devolvernos la serenidad.

No escribiré más con seriedad. Escribiré sólopara reír. Incluso debería no escribir más, perodebo hacer teatro, componer cuentos, ya que soyliterato profesional, ya que tal es mi función. Peroen realidad todo esto no vale gran cosa. La lite­ratura es un derivado. ¿Qué hicimos en el sueñoen el que ví el muro? No lo atravesé, ni lo de­rrumbé, ni intenté derrumbarlo: lo evité. Hablo yhablo, lo cual me permite no hacer nada. La lite­ratura me alivia, es una coartada, me disculpa porno actuar. No escribiré más... salvo para construirobjetos, símiles de pequeños universos.

'1:

El burgués explotador no odiaba al proletariadoque explotaba. Los Estados socialistas, mientras nose muestran cansados o corrompidos o decadentes,detestan tanto a los antiguos explotadores y a loshijos de los antiguos explotadores como a susnietos (como si todo pareciera tornarse racismo;en efecto, una sola generación de castigados nobasta para saciar la venganza; la Biblia nos ense­ña que los hebreos, al volver del cautiverio babiló­nico, sintieron una sed de venganza y un aborreci­miento muy comprensible por todo lo extranjero,por poco extranjero que fuese; así no sólo losverdaderos extranjeros eran impuros, sino tambiénlos judios que tenían un pariente extranjero, con­siderando que para no ser extranjeros los parientes,a su vez, no debían tener un pariente extranjero;también era impuro y debía ser exterminado e!

EUGENE IONESCO

ganado perteneciente a los extranjeros, y sus ani­males domésticos y sus sirvientes. Su casa, impura,debía ser incendiada a fin de purificar las piedras.)Pero los Estados socialistas detestan y desconfíande sus propios administrados; y los que no que­rían dejarse explotar, es decir alienarse renuncian­do a su libertad, eran enviados a ser explotadospor la fuerza en los campos de concentración, eincluso a veces se les alienaba por la fuerza, ex­terminándolos. Por supuesto, esta explotación nose llamaba explotación del hombre por el hombre;se llamaba libre aceptación del trabajo voluntariopor entusiasmo, que motivó la expresión irónicade «trabajo forzado voluntario». Hoy en dla estonos hace reír ya que la impostura es harto evi­dente; no lo era tanto incluso hace poco, y si sedecía a un progresista que no todos los norafri­canos morían con alegría por la libertad, que porotra parte no tienen, y que ni siquiera ya esperandesde que son independientes, y que entre losobreros de la Rusia socialista había uno solo queno era totalmente feliz, el progresista parisino yrico trataba a uno de reaccionario o de vendido alcapitalismo norteamericano; tal es la acusacióndel hombre de ideas avanzadas de nuestro tiempo,en tanto que su padre, intelectual avanzado en suépoca, nos acusaba de estar vendidos a Moscú. Con­testan con el slogan célebre: la explotación delhombre por el hombre no existe ni puede existir enRusia; toda la colectividad está simplemente alservicio del Estado. Y si uno no lo admite, esque "no hablamos el mismo idioma». Existe unlenguaje burgués (en el que, a pesar de todo, pue­de descubrirse la explotación del hombre por elhombre) que corresponde a una mentalidad bur­guesa; existe un lenguaje socialista, que corres­ponde a la mentalidad, al pensamiento revoluciona­rios (pero no el del pueblo: hay siempre un hiatoentre la revolución y el pueblo; los "revoluciona­rios» son pensadores, ideólogos burgueses que tie­nen un lenguaje que el pueblo comprende mal onada: es el "pueblo», si se puede decir así, quehabla y piensa «burgués»). iVaya a proponer ladesmistificación de tal lenguaje! Se alzarán dehombros. Y es de esta rudimentaria mala fe queresulta lo que se llama hoy en día la «crisis dellenguaje» de lo que nos hablan día y noche tantosburros sabios. Volviendo al burgués explotador: noera cruel, era indiferente. No odiaba al obrero, lodespreciaba, a veces lo compadecía. Y finalmentele sucedió en ocasiones no tener la concienciamuy limpia y dimitir, como antes lo había hecho laaristocracia. Y los vemos actualmente golpeándoseel pecho, injuriando a la burguesía, es decir, a ellosmismos, siendo así que la burguesía ya no tienenada de agresiva, de alienadora, puesto que, por

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suerte, los sindicatos se defienden de este lado,mientras que, como todo el mundo sabe, aunquehay que repetirlo, la tiranía y la explotación causanestragos al otro lado, a pesar de que los diariostratan de ocultarlo bajo los montones de floresde la propaganda. Si los burgueses hubieran sidointeligentes, habrían dicho que los comienzos delmundo industrial exigía el sacrificio de la mayoríade la población: la afirmación de esta necesidadno hubiera empero constituído, sin embargo, unatrampa o una «crisis del lenguaje».

Sueño incoherente, demasiado disociado, imposiblede contar y además casi olvidado. Recuerdo estaspalabras: «Precisamente entra el sheriff», dice unamujer rubia; y veo entrar al sheriff con su placa;siempre la policía. Veo también un hombre conbarba negra, que desaparece en la multitud.

Salvo en raros momentos de euforia extática enmi adolescencia, en los que" creí sentir una pre­sencia absoluta, cuando me parecía que todo es­taba justificado -más aún: salvado-, salvo inclusolos momentos de plenitud de mi infancia vividosen la ChapeHe-Anthenaise, nunca tuve alegrías ver­daderamente profundas. Desde luego, la tristeza sinrazón aparente, la desesperación, todo mi desampa­ro estuvieron a menudo cubiertos por momentosde felicidad (la felicidad no es la alegría) que lle­naba más o menos mi abismo interior: mi noviaz­go y mi casamiento, la paternidad, las satisfaccio­nes profesionales, esta especie de notoriedad, semi­agradable, semiinsoportable; sí, todo eso fue im­portante, todo me procuró olvidos pasajeros sinpoder resolver nada, sin poder consolarme de ladesgracia de sentirme perdido en este mundo des­tinado a la muerte. Nunca pude superar este can­sancio agobiador, esta enorme fatiga psíquica yfísica que he cargado toda mi vida sobre mis hom­bros, que me ha impedido alegrarme: me sentíincómodo en la vida, toda la vida, como «fuera decasa", tan rodeado por la desdicha de los demáscomo saturado de la mía, con la conciencia de quela vida es infernal, inadmisible Detestándose recí­procamente la gente sólo se alivia matándose tam­bién mutuamente, si se levantan unos contraotros, si mienten y sufren en los otros, para tratarde evitar el propio sufrimiento. Ni masoquista, nisádico, ni fanático político, creo haber sido siem­pre lúcido, con una lucidez un poco simple, qui­zá insuficiente, pero en general he visto claro.Co.morerldo por qué se declaran la guerra, por qué

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se abaten; comprendo que no quieran comprender­lo, sé perfectamente que las ideologías, las filoso­fías, otras razones que se dan, no son más quecoartadas y justificaciones, inconscientes, semin­conscientes, de sus pasiones, de una desesperaciónescondida... Sé también que no lo admitirán jamásy que siempre rehusarán a desmitificarse a simismos, siendo así que hoy en día no se habla másque de desmitificación. Una lucidez superior com­prendería mejor no sólo las razones de la sinra­zón, sino sobre todo la razón de la sinrazón. Unatal lucidez superior se ríe de mi lucidez limitada,empírica. No tengo esta lucidez superior que meproporcionaría la serenidad. Más vale, sin embargo,tener una lucidez mediocre que no tener nada;más vale esto que ser engañado como toda ese.gente que se agita, habla, que piensa que piensa.

No, nunca pude sentirme cómodo en este mundode desgracias y de muerte, por el que me sentíimpotente de hacer nada: todo termina mal. Losaños han agravado mi tristeza, mi fatiga, mi asco,mi miedo. Entonces, hice mi trabajo, dije que nohabía nada que decir, «escribí", para emplear unaexpresión penosa, escribí con una pena casi insu­perable, y cuanto más alegre parecía lo que escri­bía, más aumentaba mi infortunio. Se me hizo im­posible escribir comedias, o casi; fue, pues, paraaliviarme que me puse a escribir dramas más ne­gros. Escribo sobre la miseria y la angustia conuna especie de satisfacción. ¿Cómo se puede ha­blar de otra cosa cuando se sabe que se va amorir? El horror y !a cólera de ser mortales es loque hace que la humanidad sea como es. El ma­soquismo, el sadismo, destrucción o autodestruc­ción, las guerras, revueltas y revoluciones, el odiode los unos contra los otros sólo son, consciente­mente o no, provocados por el sentimiento de nues­tro fin inminente, por el miedo, y transformados,transferidos o no, a la muerte. No nos sentimosbien aquí, no nos sentimos en nuestra casa. Entanto no se nos garantice la inmortalidad no nossentiremos colmados, nos odiaremos los unos alos otros, a pesar de la necesidad que sentimosde amarnos. iAy! ¿cómo las criaturas de la des­dicha podrían no temer todo de las otras criaturasde la desdicha? Cada uno odia en el otro al mortalque es él mismo. Proverbio: Hijos míos desconfiadlos unos de los otros.

Sin embargo, sin embargo está la enseñanza· deesos admirables rabinos jasidas que sabían lo queera el amor, que sabían cómo se podía llegar aél, que podrían reenseñárnoslo si no fuéramos sor­dos o ciegos. La ciencia del amor. Ni destruir a losenemigos, puesto que al fin y al cabo" no hay ene­migos, no hay enemigos más que por". error; nihuir de la tierra, sino purificarla, es decirdevólVer

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a los hombres una conciencia despierta. Unir lorelativo a -fó -absoluto, hacer que la ceguera confíeen la sabiduría. Pero la ceguera no puede ser sinoceguera: los asesinos sádicos acusaban a esos ino­centes de matar a los hijos cristianos y de bebersu sangre; los codiciosos proyectando sobre estossabios su propia ignominia, les reprochaban lacodicia, y los imperialistas les reprochaban que­rer conquistar el mundo.

Humanismo, supuesto humanismo cómodo, la gro­sera violencia de la que se hicieron groseras filoso­fías, las aberraciones llamadas revolucionarias, elodio más destilado, lleno de hiel, conscientementediabólico, que por ser solapado resulta menosfácil de descubrir que la necesidad de los brutosde la reacción: todo esto, destilado, que nos pene­tra, que surge de nosotros y cae sobre nosotros,que estructuramos, monumentalizamos, todo eso sellama «cultura».

También sé detestar; no estoy al abrigo de laepidemia, o más bien de la endemia, pero, a pesarde todo, mezclada con todo esto, permitiéndomemirar desde lo alto, tengo cierta indiferencia. Por­que si no tuviera esta indiferencia, mezclada conmi cólera, con mi angustia, atenuándolas como elagua rebaja la fuerza del vino, no podría ni si­quiera decir esto, rompería la hoja de papel, lodestruiría todo. ¿Puedo pensar que no detesto pordetestar, y que es el hecho de detestar lo que de­testo? Veamos: todo el mundo detesta el odio yes por eso que el mundo odia.

Extiéndase, señor, en este canapé; esto es, asi.¿Está bien instalado? Bueno. Respire profundamen­te. Inspire, expire. Respire normalmente. Imagineque su brazo es pesado, muy pesado. Piense: «Mibrazo derecho se halla laxo y pesado. Mi brazoizquierdo se halla laxo y pesado. Mi brazo es muypesado.» Imagínese que su cabeza cae ligeramentehacia atrás. Conserve los ojos bien cerrados. Ima­gine que sus hombros son muy livianos. «Mis hom­bros son tan livianos.» Imagine que su pierna de­recha es pesada. Piense: «Me encuentro muy rela­jado y mi pierna es muy pesada.» Sus dos piernasson muy pesadas. Imagine que sus dos piernas sonmuy pesadas. Piense que su corazón está a la iz­quierda. Sienta los latidos de su corazón. Piense:«Mi corazón bate a un ritmo regular y lento, micorazón late a un ritmo regular y lento.» Pienseque siente su vientre y sus intestinos. Ustedsiente la circulación de la sangre en el vientre.Diga: «Siento la circulación de la sangre en mivientre, siento mis intestinos.» Imagine que supelvis es pesada, que se hunde en el canapé, que

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el canapé lo sostiene. Diga: «Mi pelvis se hundeen el canapé.» Muy bien, respire normalmente. Aho­ra respire fuerte, inspire, expire. Inspire, expire.Abra los ojos. Estírese con placer, como un gato.Puede usted bostezar. Está muy bien señor; lo hizomuy bien. Su pulso es mucho menos acelerado, suritmo se ha vuelto normal. Usted se dio cuenta deque levanté su brazo hace un momento: se cayó;realmente se ha vuelto más pesado. Es hermosoun rostro, un cuerpo, relajados. Todas las fuerzasvitales están ahí, no en el sueño, sino en el repo­so. Esto es la relajación. Es hermoso un cuerporelajado y vivo.Al salir del consultorio médico, le dicen: «¿Qué ha

pasado desde hace media hora? Usted sonríe, com­pletamente relajado; ya no es el mismo de antes,iha rejuvenecido tanto!» Los monstruos interioresdescansaron, se relajaron, bostezaron, dispuestosahora a echarse sobre los demás, con todas lasgarras fuera.

No se cambia; es la situación la que cambia. Sepuede estar situado en condiciones mejores o peo­res, siempre soy yo quien está en el medio, elmismo en mi esencia íntima. Si se pone una plan­ta al sol, se desarrolla; si se riega poco, se mar­chita; sin embargo, amarilla, o verde, o seca, o di­secada, o desarrollada, es siempre la misma plantaa pesar de sus diversas reacciones que respondena las distintas condiciones en que ha sido puesta.El camaleón cambia de color cada vez que lo exigesu defensa: ¿Deja por eso de ser camaleón? ¿Setransforma en el medio que lo asimila, se torna lahoja que imita? Continúa siendo el mismo cama­león. Así, desde siempre, se es; no se deviene; laesencia precede a la existencia; las reacciones di­fieren sin alterar esta esencia. La historia no noshace. Incluso a veces la hacemos. Las cosas nonos hacen, puesto que estamos ya hechos. Esascosas nos hacen alternar de un estado a otro, perotodos esos estados los reconozco como míos, mepertenecen sin hacerme; los soporto, los tengo. Nohubiera podido, no podré ser otro: puedo haceresto de bueno o de malo, pero no me vuelvo esemal, ese bien, ese falso, ese verdadero. No se tra­ta, pues, de cambiar, sino de encontrarse: lo inal­terable en las alteraciones completamente provisio­nales de un yo mezclado con el mundo. Se tienetendencia a confundir los cambios de estado o desituación con un cambio esencial imaginario. Queyo esté en un estado de irritación, de salud, de en­fermedad, de bienestar o de malestar, todo esto es,en suma, exterior a mí mismo. Si fuera labrador,burgués, etc., sería completamente distinto de otrolabrador, burgués, obrero. Igual que un actor, que

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es el mismo a través de diferentes papeles. Un gatono se vuelve gato; es gato desde su nacimiento,se comportará como un gato y nada podrá alterarsu naturaleza de gato. No aprenderá a ser gato;sabe serlo. Creo en la idea de gato. Es por estoque, quizá ilógicamente, me siento inclinado a pen­sar que no estamos tan lejos de la inmortalidad.Esto me permite también esperar que la serenidad,cierta indiferencia serán finalmente más fuertes quemi cólera y mi desesperanza. Finalmente, la natu­raleza humana no puede ser odiada. Su buen omal humor son alteraciones psicológicas provi­sionales, estados diversos que no la destruyen nila modifican esencialmente.

*Creo haber sido perfectamente fiel conmigo mismo.No he cambiado. Desde que me conozco, mis sen­timientos, mis pensamientos, mi ser, representanuna especie de invariabilidad que los sucesos, lavida, no han podido alterar. Me reconozco en loque pensaba, en lo que era a los diecisiete años.Las tentaciones de herejías y fanatismos que sesucedieron no me sedujeron. Antes de encontrarrespuestas, razones de mi inconformismo, me em­pecinaba espontáneamente, sin argumentos, sin otrarazón que la muda y profunda del corazón, a ries­go de dar luego los contraargumentos. Era lo queera. Soy lo que he sido. Aprendí muy pronto a estarsolo, porque no pensaba lo que pensaban los de­más. Mi naturaleza profunda me lo impedía. Perola soledad no es el aislamiento, no es una barreraque me separa del mundo, es un escudo, una co­raza que puede defender mi libertad, que me permi­te conservar la sangre fría a pesar del braseroardiente en que me hunden mis furores, mis re­pulsiones, mis terrores. Continúo conversando conlos demás, por encima de la barrera, en la medidade lo posible.

*Cuando, después de haberle dicho que me casaba,mi madre fue a casa de mi prometida, y cuandoésta le abrió la puerta, mi madre la miró un mo­mento a pesar de que la conocía bien desde hacíabastante tiempo, como si tuviera frente a ella a otrapersona; la miraba con otros ojos, como cuando semira un paisaje desde otro ángulo que lo haceaparecer diferente: una amiga, hija de una amiga,pero una extraña, se tornaba de manera inesperada,la pariente más cercana, alguien como su hija, al­guien como otro yo mismo, alguien también comootra ella misma, alguien que esperaba desde siem­pre, que presentía, que no reconocía y que a lavez le parecía conocer de siempre, la persona de­signada desde el primer día por el destino, a la

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vez impuesta y elegida. Era la princesa, su herede­ra, la que iba a volverse pronto la reina en su lu­gar. Mi futura mujer respondió a la mirada de mimadre; mi madre tenía los ojos llenos de lágrimaspero contenía su emoción, y sus labios que tem­blaban un poco expresaron algo indecible. No séen qué medida eran conscientes de lo que se de­cían sin hablar. Era una comunicación muda, unaespecie de rito breve que redescubrían espontá­neamente y que debía llegar transmitido desde ha­cía siglos: era una especie de entrega de poder.En ese momento mi madre cedía su lugar y mecedía también a mi mujer. La expresión del rostrode mi madre quería decir: ya no es mío, es tuyo.iCuántas recomendaciones silenciosas, cuánta tris­teza y cuánta felicidad, cuántos temores y cuántaesperanza, cuánto renunciamiento había en estaexpresión! Era un diálogo sin palabras fuera de mí,un diálogo de mujer a mujer.

Este ceremonial no duró más que algunos ins­tantes, pero, sin duda, siguió las reglas de unatradición muy antigua; y como era un misterio, mimujer aceptó, jugó el juego sagrado y, obedecien­do a una voluntad, a una potencia que la trascen­día, me ligó a ella, se ligó a mí para la eternidad.Jamás intentó liberarse. Jamás conoció a otro hom­bre. A veces he querido liberarme por un momentoo por varios, pero mis huídas eran sentidas comosacrilegios. Mi madre me entregó a mi mujer, lacual se encargó de mí y se transformó después enmi único pariente, más madre que mi madre, mihermana, una novia perpetua, mi hija y mi compa­ñera de lucha. Estoy seguro de que todo se hizoasí; estoy convencido de que mi mujer, que se en­cargó de mí, no pudo o no quiso nunca desenten­derse de mí y que este lazo jamás pudo romperseporque el compromiso sagrado entró en juego.

Mi madre murió tres meses después de mi ca­samiento.

Viejo sueño

Hace algunos años, mi mujer, mi hija y yo pasá­bamos nuestras vacaciones en Inglaterra. Vivimoscasi un mes en casa de una amiga inglesa, D. Te­nía una casa muy bonita del siglo XVII y un magní­fico jardín. Había reservado para los que invitaba,toda una ala de la casa, la más moderna. Vivía consus dos hijos en el otro extremo. Junto a la ha­bitación con dos camas que nos fue destinada,estaba la de mí hija, con una cama y separadade la nuestra por un tabique. Algunos días despuésde nuestra llegada tuve un sueño extraño y bas­tante horrible: estaba rodeado por decenas de· mé­dicos vestidos de blanco. Uno de ellos me. dijo:

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"Señor, tenem.os que operarle a usted del cere­bro.» -"No -es agradable, pero si es necesario, há­ganlo.» De pronto los médicos desaparecieron. Unosolo volvió para decirme que se habían equivocadotodos, que yo no tenia nada y que podía volvera casa. Me pareció sospechoso y supliqué al mé­dico que me dijera la verdad: "Tengo un tumorcanceroso en el cerebro y no es operable, por esoquiere que me vaya. Le encarezco me diga la ver­dad.» -"Bueno, contestó el médico, ya que quie­re saber la verdad le diré que usted tiene un cán­cer incurable en el cerebro.»

En ese momento, me despierto angustiado. Era elalba. Una débil luz llegaba desde las ventanas. Re­cuerdo a un amigo que murió, hace ya tiempo,de un tumor canceroso en el cerebro. La enferme­dad le había hecho perder el sentido de la di­rección. Si quería ír a la derecha se encontrabaa la izquierda. Quería ir a la puerta y se encontra­ba junto a la ventana. Me levanté cubierto desudor, y para tranquilizarme quise ver si yo con­servaba el sentido de la dirección. Me propuse irhacia la ventana; llegué. Me dije: ahora, vayamoshacia la puerta; llegué sin dificultades, de maneraprecisa. Me sentí aliviado. Sin embargo, movidopor el miedo seguí deambulando por la habitaciónpara llegar a las metas que una tras otra me indi­caba a mí mismo. La mesa de noche, la otra ven­tana, el ropero, la otra pared, luego, de nuevo, laprimera pared, y así sucesivamente. Mi mujer, des­pierta por mi agitación, abrió un ojo y sorprendidame preguntó si me habia vuelto loco. Contestéque no lo creía y le expliqué la razón de este"Nuevo viaje alrededor de mi cuarto». Me con­testó que era una locura tomar en serio una pe­sadilla. Me volví a acostar, pero ya no pude dor­mirme. Cerca de las nueve fuimos a tomar eldesayuno al comedor, en el otro extremo de lacasa. La dueña y mi hija ya estaban allí. Mi hijadijo: "Te oi roncar, papá, a través del tabique;roncabas muy fuerte.» -"No pude haber roncado,primero porque no ronco y, segundo, porque esta­ba despierto.» -"Sí, roncabas y muy fuerte, y eraun ronquido curioso.» Iba a protestar cuando laSra. D. dijo a mi hija: "Sí, mi querida, era sin dudatu papá quien roncaba.» Me callé un poco sor­prendido. En cuanto se fue mi hija, la Sra. D. sedirigió a mí: "Discúlpeme, no era usted quien ron­caba, era mi abuelo. No era un ronquido sino unestertor de agonizante. Mi abuelo murió hace sieteaños, un 8 de agosto, y hoyes el aniversario desu muerte. En cada aniversario, de mañana, a lahora de su muerte hace oir su estertor. Tranquilíce­se, no hace otra cosa.» -"Yo sé de qué y cómofalleció su abuelo -dije--. Murió de un tumor can­ceroso en el cerebro. Lo habían mandado al hospi-

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tal, quisieron operarlo y después los médicos renun­ciaron porque, como le dijo uno de ellos a su de­manda, el tumor era inoperable. Por eso murió encasa.» -,,¿Cómo lo sabe usted? Es exacto.» ­"Porque soñé eso toda la noche» -respondí-o

Desde este suceso, el estertor no se oyó nuncamás. Fue como si me lo hubiera apropiado. Ni el8 de agosto siguiente, ni durante dos años más,el muerto se manifestó. Y los parientes de la se­ñora D., es decir, la hija y el yerno del difunto,vinieron a establecerse nuevamente en el ala dela casa que habían dejado para habitar en otraque se habían hecho construir a ciento cincuentametros de allí.

Sueño de esta noche

Me quedan retazos de imágenes. Colores sombríos,negro y gris oscuro. Creo que estaba en un viejosuburbio o en un antiguo pueblo, bastante mal con­servado, bastante deteriorado, con mi abuela y miabuelo maternos: un lugar extraño, que me eradesconocido y que según parece era el lugar deorigen de mis abuelos. No sé cómo llegué allí;pasó algo, hubo discusiones de las que no con­servé más que un vago recuerdo. Estaban dos demis tíos (uno barbudo), que son muy viejos y viventodavía. Conservo la imagen de una habitacíónen la planta baja, con una especie de camastro odos. ¿Me entero que mi abuelo está muerto, seestá muriendo o se va a morir? ¿Es que me enteroo me digo lo mismo con respecto a mi abuela?La veo tal como era cuando vivía, morena, sin unasola cana a pesar de su edad avanzada. Estoy enla municipalidad del pueblo o del suburbio, en elestado civil. Muchos empleados, entre ellos unobastante joven al que me dirijo. Me siento felizde estar allí, esa es quizá la razón de haber venido,para conocer el verdadero nombre de la madrede mi abuela, su nombre de soltera que no sabe­mos, tal vez porque lo escondía; origen social com­prometedor de la bisabuela. ¿Pertenecía a una ca­tegoría étnica perseguida o condenada? Pero yoquiero conocer mi origen. El empleado me diceque, en efecto, sólo puedo conocer el nombre demi bisabuela en la municipalidad del pueblecito enque nos encontramos, pues es el único pueblecitodel mundo que posee todavía los expedientes decualquiera, originario o no de esta antigua muni­cipalidad.

En las imágenes, en el ambiente de la vieja casabaja, el aspecto de mi abuela era deplorable: muymal vestida, casi como una vagabunda, sórdida, muysucia. De pronto está afuera, en un patio diminutorodeado de un pequeño muro de piedra, bajo. La

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tierra es barrosa, de un barro endurecido. El cie­lo siempre sombrío, las casas de alrededor bajasy siempre sucias. Pero mi abuela está allí, reju­venecida, vestida con un hermoso vestido claro,bella, otra, rodeada, sin embargo, por muchos ni­ños, sus niños: en realidad, tuvo verdaderamentedoce. Se rejuveneció porque cambió su nombre,que la mantenía separada del mundo y la hundíaen su vejez. Cambiando de nombre tenía que re­juvenecer. La miro y me embarga un sentimientoinefable: una especie de inquietud, esto no puedeo no debe hacerse, o quizá la impresión de queno está del todo bien. A mi derecha, a la derechadel patio, una casita de un piso, estropeada, quepodría ser nuestra casa de hace un momento vistade afuera, y en la cual entra uno de mis dos viejostíos, que en este momento está muy enfermo. Ape­nas entra se produce un incendio. La casa ardecon llamas altas. Llegan los bomberos de rojo, consu coche rojo.

No vi el fin del incendio ni la casa nueva le­vantada para reemplazar la vieja, la que se acabade quemar. No logré tampoco conocer el nombrede la madre de mi abuela, el nombre que buscaba.Sigo buscando el nombre...

Nuestra amiga Sorana Gurian murió hace unosaños de una enfermedad grave. Durante meses, du­rante un año o dos, día tras día, las inyeccionesprolongaron su existencia, aplazando su muerte deun día para el otro.

Michel M., psicoterapeuta, pensaba que la angus­tia en que vivía Sorana era inhumana, intolerable.Decidió hacer algo por ella, ayudarle con todassus fuerzas. Un día fue a la clínica, luego al díasiguiente, después todos los días durante dos otres meses. Quería enseñar a Sorana a morir, ense­ñarle la muerte. Tuvo éxito en tan difícil empresa.Una mañana, muy tranquila, Sorana dijo al médicoque venía a darle la inyección cotidiana que ya nola quería, que tampoco quería estar dormida a finde conservar su conciencia intacta hasta el últimomomento. Murió una semana después, dignamente,como lo había deseado.

'*Tengo demasiada vitalidad. Por consiguiente quie­ro vivir demasiado. Tal es el motivo de esta obse­sión por la muerte. Es esta necesidad de vivir loque hay que resolver, abolir, o al menos moderarmucho. Una vez conocidas verdaderamente las ra­zones de vivir, se disuelven inmediatamente.

Para conquistar la propia muerte hay que volver­se un hombre libre. La muerte no debe ser una li­beración ni una trampa. Debe ser una conquista,

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una ascensión. El buen camino de la muerte pasapor el de libertad.

No hay que matar a nadie. Al contrario, si sellega a aceptar la angustia y la muerte de otro,uno puede morir a su vez. ¿Cómo se puede acep­tar la muerte de otro? Diciendo que finalmente, eslo mejor que puede ocurrirle a alguien. ¿Cómopuedo soportar su pena, su carga? Diciéndome quecada uno debe llevar su carga; diciéndome que tam­bién los demás deben llevar su parte de la desdi­cha de este mundo.

Escapo de su angustia como de la mía propia. Leimpido ir hasta el final de su angustia y de supe­rarla, al igual que tampoco tengo la posibilidad deir hasta el final de mi propia angustia y de supe­rarla. Me consuelo y le consuelo. Juego peligroso.Si resisto, si supero mi angustia, resisto la angus­tia del otro y la supero, pudiendo ser así el tera­peuta del otro.

La muerte no es un descenso.

Z. me dice: Los psicólogos conocieron siemprelos sueños premonitorios y de clarividencia. EnOccidente no se puede creer en ellos porque, paranosotros, los sucesos tienen lugar en el tiempo.Tenemos, en efecto, un pensamiento causal. Hay unantes y un después, éste efecto de aquel. Antes,después, causalidad, tiempo. Los orientales, des­preciados, no son comprendidos por los occiden­tales, porque los occidentales ven las cosas en unconjunto de correlaciones, de significaciones. Esevidentemente otra manera de explicarse el mundo;toda verdad no es más que una explicación quepodemos dar de una cosa y de las cosas. Paraadmitir estos fenómenos, que nos parecen insólitoso absurdos, habría que substituir simplemente nues­tro pensamiento histórico, causal, por un pensa­miento espacial. Una figuración espacial, no tempo­ral. Si pudiéramos no historiar y a la vez no es­pecializar, seríamos aún más libres; tendríamosotra representación del mundo, o mejor, ya quetoda figura está en el espacio, una explicacíón nofigurativa del mundo.

'*Una vez más: ¿Quiero realmente la salvación? Ibaa decir: ¿Quiero realmente salvarme? Pero lo desalvarme me recuerda el salvamento, el "salvémo­nos», el "huyamos». ¿Es que quiero verdaderamenterealizarme, conocerme de veras? ¿Ser realmentedueño de mi vida y de mi muerte, o bien es quequiero pura y simplemente hacer, continuar hacien­do literatura? D

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" Rayuela "':la novela como caja de Pandora

Nuevamente Europa

MANUEL PINILLOS

Siempre parada encima, siempre, igual que nubeque tapa el sol, la llama del cielo, una bandera;o tal vez esa joven bandada de estorninos, inocente,volando en el solemne mediodia, claramente melódico.

Siempre rompiendo encima, siempre. No obstante

tu alegrisima nota sobre el agua(el puerto con luces, los barcos de vuelta,la antigüedad de tu camino extraño: ese grito a lo lejos,

ese grito intacto, con todos los siglos y las armas,que se extiende inmenso y repetido quebrándose en sus voces,cual la llamada del eco en el silencio de la piedra que diriase que excusa el escucharlo).

iAy! Nosotros, debajo, clavados en diasde constante duda, de humo y desorden,

miramos el aire roto y llagado,el huracán que se forma en el costado de las playas,

mientras las alargadas ramas del mar

yacen o azotan el viento,y llueve la noche de la Historia.

Siempre parada encima, siempre, siempre,

cayéndose a lo largo del mundo y sus momentos,como el portavoz que da la ola en el instante de morir,

llenando el suelo de arenilla y despojos,estrellas que se hunden, rosas de alguna parte que no importa.

Pero a pesar de todo, porque es tanto,yo entiendo y entenderé eternamente tu eternidad, tu encendimiento.

Tu rasgada túnica de ofrecida, tu impúdica soberbia,

que descubren tu antiguo cuerpo de sangre,una dulce y feroz cadena de hijos que aúllan

en torno a tu bello nombre de muerta.

CARLOS FUENTES

El lector francés * conoce a Julio Cortázar por unamaravillosa colección de cuentos elípticos, Las ar­mas secretas (uno de los cuales ha servido a Mi­chelangelo Antonioni de base para su nuevo film,The Blow Up) y por una extensa novela alegórica,Los premios. La publicación de Rayuela compro­bará que aquellas obras eran de tránsito y prepa­ración para ésta, saludada por el Times LiterarySupplement de Londres como «the first great novelof Spanish America». Se puede afirmar, en efecto,que este novelista argentino de 52 años, desde sushabituales residencias en la Place du Général Beu­ret en París y en una granja cerca de Saignon, estáescribiendo hoy la mejor prosa narrativa de la len­gua española. Pero limitarlo a eso que PhillipeSollers llama el «Iatinocentrismo» sería un graveerror. Para el crítico norteamericano C. D.B. Bryan,escribiendo en The New Republic, Rayuela es «themost powerful encyclopedia of emotions and vi­sions to emerge from the postwar generation ofinternational writers». El lector podrá comprobar lavalidez de estas afirmaciones a poco que se entre­gue a uno de los más ricos universos de la ficcióncontemporánea: el que contiene esta caja de Pan­dora -juego, ceniza y resurrección- que esRayuela.

Novela latinoamericana, Rayuela lo es porqueparticipa de una atmósfera mágica de peregrina­ción inconclusa. Antes de ser descubierta, Américaya había sido inventada en el sueño de una bús­queda utópica, en la necesidad europea de en­contrar un la bas, una isla feliz, una ciudad de oro.¿Es de extrañar que el rasgo más significativo dela imaginación literaria latinoamericana sea la aven­tura en pos del Eldorado -Carpentier-, del pa­raíso patriarcal -Rulfo-, de una identidad original-Asturias- o de una helada mitificación -Bor­ges- que se encuentran más allá de la pesadillahistórica y de la esquizofrenia cultural de un mun­do soñado en la utopía y degradado en la epo­peya? Pero si hasta ahora esa imaginación nacíade una conciencia de la descomposición de la his­toria y de la sociedad, Cortázar realiza la pere­grinación hacia adentro, busca la explosión haciasí mismo que, con fortuna, puede conducirlo a la

(*) Este trabajo fue escrito especialmente para La Quin­zaine littéraire, de Paris, con motivo de la publicación enfrancés de Rayuela, por las ediciones Gallimard.

«superación» de las figuras. En todo caso, Cortá­zar no pretende comprometer a la sociedad si antesno ha comprometido a la realidad.

Al nivel más aparente, Rayuela ofrece una es­tructura y una historia engañosas. La división for­mal del libro es triple. La primera parte, «Dellado de allá», es París y la historia del expatriadoargentino Horacio Oliveira, que al buscar a la mujeramada y desaparecida, La Maga, la recuerda y re­cuerda la vida en común, a un paso indefinible deluniverso «clochard». La segunda, «Del lado de acá»,es Buenos Aires y el encuentro de Oliveira conTalita, la doble de La Maga, cuidadora de gatos enun circo y posteriormente enfermera en un manico­mio. La tercera parte, los «Capítulos prescindibles»,reúne un «collage» de citas, recortes de periódicos,signos y promociones que van de lo académico alo popo

Una «tabla de instrucciones» completa la estruc­tura sólo para empezar a transfigurarla: la novelapuede ser leída una primera vez de corrido, yuna segunda vez siguiendo la tabla de instruccio­nes. Pero esta segunda lectura sólo abre la puertaa una tercera y, sospechamos, al infinito de la ver­dadera lectura. Cortázar, nos damos cuenta, estáproponiendo algo más que una narración. Su pro­pósito es agotar todas las formulaciones posiblesde un libro imposible: un libro que suplantara ra­dicalmente la vida o, mejor, que convirtiera nuestravida en una vasta lectura de todas las combinacio­nes de lo escrito. Proyecto «increíble», como diríaBorges, equivalente a imaginar la total negacióno el total salvamento del tiempo.

«¿Encontraría a La Maga?» Las primeras palabrasde Rayuela entregan la clave de esa búsqueda in­conclusa, «increíble» que, cerrada antes de escri­bir el libro, Oliveira re-presenta en la ceremonia dela escritura del libro. Porque sólo el libro le per­mitirá el nuevo encuentro con La Maga, esa «con­creción de nebulosa», ligeramente candida. ligera­mente perversa, continuamente recordada y previs­ta en un tiempo presente de la literatura que seconvierte en la tercera muerte del tiempo real. Haytres extinciones en Rayuela: la muerte deJa pre­sencia recordada, la muerte de la prefiguración yla muerte del libro escrito para compensar la au­sencia de La Maga, la compañera indispensabledel juego infantil interrumpido y desacralizado, Sólola pareja, proyecto "increíble» de negación y sal-

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Gran maestro conte!ni¡)orán'eotoria, Julio Cortázar haconvicción profunda del autor: «Aparte'destinos individuales, somos parte dedesconocemos.» Y las constelaciones>de Rfinalmente, nos hablan del tiempo y deláHCon Octavio Paz y Luis Buñuel, Julio r'n ....:;·.."';;

presenta hoy la vanguardia de la cOlltempOréine!ídcidhispanoamericana. Con Paz, comparte laincandescente del instante como punto supremo· dela marea temporal. Con Buñuel, comparte la visiónde la libertad como el aura del deseo permanente.de la insatisfacción desautorizada y, por ello, re­volucionaria. O

Marías O la fe en el liberalismo

No cabe la menOr duda: cada nuevo libro de JuliánMarías resulta para el lector motivo de entrañadaremoción. Nadie puede permanecer indiferente antelo que, más que engolada lección, es siempre re­flexión esclarecedora, afán suasorio. La fina inte­ligencia de Marías sabe captar lo que es complejoy en apariencia huidizo con una inmensa ambiciónde claridad. Tanto es así que podria hacer suyasaquellas palabras de Goethe: "Yo me declaro dellinaje de esos ! que de 10 oscuro hacia 10 claroaspiran." No es mínima empresa en tiempos comolos actuales. que a mí se me antojan de rebuscadaconfusión y de oscuridad, quizá para mejor ocul­tar la falta de ideas verdaderamente originales.

El último libro de Julián Marías reúne varios en­sayos, en los que estudia tres temas principales:los problemas del inmediato futuro de España yalgunos momentos decisivos de su historia, el mun­do hispánico a que España pertenece, quiérase ono, y el Concilio Ecuménico, cifra de tantas espe­ranzas de transformación para gran parte del mun­do católico. Su titulo es el del primer ensayo:Meditaciones sobre la sociedad española (El Librode Bolsillo. Alianza Editorial, Madrid, 1966). Trátase,sin duda alguna, del de mayor importancia y delque me ocuparé. Y complementa otros estudios delautor sobre el mismo tema. hasta formar un cuerposistemático en el que se establece una visión deconjunto sobre los problemas y la entraña espa­ñoles.

Aunque las antenas de Marías se proyectan so­bre múltiples realidades de la filosofía, de la his­toria, de las ciencias sociales y de la. literatura.pues nada es ajeno al rigor científico que presidetoda su ya vasta obra, se percibe en él con claridadmeridiana una preocupación mayor harto compren-

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«in-conducta», a un despilfarro de movimientos aje­nos al lenguaje que tradicionalmente los ha descri­to. El conflicto conduce rectamente a la burla, lafarsa y el absurdo. La broma descomunal, digna deRabelais y de Sterne, se apodera del libro. El en­cuentro con la vieja y solitaria pianista ninfómana,Berthe Trépat. La colocación de los tablones enBuenos Aires, donde los fracasos de la intenciónson tantos que el fracaso se convierte en el pro­pósito de la acción. La muerte de Rocamadour, elniño de La Maga, en medio de una orgía literaria.El descenso a la morgue refrigerada, al hielo abra­sador del infierno. La re-escritura y re-ordenacióndel mundo en los cuadernos del insigne loco uru­guayo, don Ceferino Piriz. Son éstas las claves pro­fundas de Rayuela, de su filiación patafísica, desu anclaje en la extremailuminaciónsurrealista.desu perturbado diálogo entre las esfinges bretonia­nas del humor y el azar.

El lenguaje y la acción marginales se transfor­man en el contralenguaje y la superación esencia­les de la búsqueda de Oliveira. La peregrinación loconduce al doble de sí mismo, Traveler. Y ante eldoble encarnado sólo hay dos respuestas: el ase­sinato o la locura. De otra manera, Oliveira debe­ria aceptar que su vida, al no ser singular, carecede valor y de sentido; que otro, que es él, piensa,ama y muere por él y que acaso Oliveira es sóloel doble de su doble y sólo vive la vida del dóp­pelganger. Oliveira intenta el asesinato por el te­rror. No un verdadero asesinato, pues matar aldoble sería suicidarse, sino un conato criminal queabra las puertas de la locura. O por lo menos, quehaga creer a los demás que Oliveira está loco.Allí, en el manicomio y el hospital finales queson el único kibbutz asegurado por el azar, la vir­tud y la necesidad propias de los Oliveiras de estemundo, se puede vivir en el absurdo sin justifica­ciones ni contradicciones Se puede. al fin, multi­plicar la irrealidad inventando todo lo que parecefaltar en el mundo: Oliveira pertenece a la líneade los imbéciles geniales que, de Louis Lambert aPierrot le Fou, crean el imprescindible orden de loprescindible. En el manicomio y en el hospital. puer­to final del Nietszche que todos podemos ser, seencuentra el centro de la rayuela, se reúnen el cieloy el infierno y se puede ejercitar la libertad a partirde un clamor perpetuo de insuficiencia, de insatis­facción.

"Ya se está». dice Oliveira. A ese estar, el no­velista sólo le da el impulso mortal, el salto haciala probable isla del deseo convertido en realidad.El verdadero ser está en otra parte y el novelistaes el profeta que quisiera conducirnos fuera delcautiverio del discurso, de la historia y de la psi­cología.

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los desechos de la razón ("un burdel de vírgenes,si tal cosa fuera posible»), la sociedad (<<este ca­llejón sin salida al servicio de la Gran InfatuaciónIdealista-Realista-Espiritualista-Materialista del Occi­dente, S. R. L.»), la historia (<<Puede ser que hayaun reino milenario, pero si alguna vez llegamos aél, ya no se llamará aSÍ») y la inteligencia (<<... elhecho mismo de estarlo pensando en vez de es­tarlo viviendo prueba que está mal»). Cortázar trazaaquí una verdadera memorabilia de todo lo que nodebería. llevarse a una isla desierta.

Pero Oliveira está ya, instalado con masoquistaalegría, en una isla desierta. Su sueño, La Maga,madona y amante, no está. No puede contar con lasombra insustancial de la caverna, Buenos Aires.Sólo le queda lo que arrastra: el basurete racional,los pianos rellenos de burros muertos de Un chienandalou. Oliveira renuncia a las palabras del ba­surero ("En guerra con la palabra, en guerra, todolo que sea necesario, aunque haya que renunciara la inteligencia») a cambio de los actos. Pero losactos tienen que ser descritos por las palabras delautor, Julio Cortázar: "La violación del hombre porla palabra, la soberbia venganza del verbo contrasu padre, llenaban de amarga desconfianza toda me­ditación de Oliveira, forzado a valerse del propioenemigo para abrirse paso hasta un punto en quequizá pudiera licenCiarlo y seguir -¿cómo y conqué medios, en qué noche blanca o en qué tene­broso dia?- hasta una reconciliación total consigomismo y con la realidad que habitaba.»

La verdadera integración de Rayuela se iniciacon esta desintegración de las palabras para inte­grar los actos que el novelista deberá describir.Michel Foucault dice que «Don Quichotte lit le mon­de pour démontrer les livres... 11 lui incombe lapromesse des livres.» Cortázar se propone la ope­ración contraria. Por boca de Morelli, declara suintención de hacer una novela. no escrita, sinodes-escrita. Para des-escribir. Cortázar inventa uncontralenguaje capaz, no de reemplazar las imá­genes, sino de ir más allá de ellas, a las purascoordenadas. a las figuras, a las constelaciones depersonajes. "Atrápalas, cógelas del rabo, chillen,putas», dice Octavio Paz de las palabras: no haceotra cosa Cortázar. A puñetazos, sin aliento, concargas dislocadas de dinamita conceptual, rítmica,onomatopéyica, hace saltar el lenguaje de su pro­pia novela y sobre la ruina total vuela -triunfodesintegrado de alas en lIamas- el autor, últimoángel de este anti-paraiso y anti-infierno en queDios y Demonio son una sola paradoja:: mientrasmás se crea, más se condena. Rayuela es a laprosa en español lo que Ulises a la prosa en inglés.

Este encuentro de los actos y el contralenguajecapaz de des-escribirlos, obliga a Oliveira a una

negar yy el infierno en el juego de la rayuela. Al disol­verse la pareja, Oliveira es entregado al éxodo, ala búsqueda de la "isla final» que represente elespacio peraido, a la peregrinación hacia el "kib­butz del deseo» en el que se puede vivir -o sepuede creer que se vive- con los sustitutos de launidad amorosa perdida.

Novela de puentes entre lo perdido y lo recu­perable, Rayuela se inicia bajo los arcos del Senay culmina sobre unos raquiticos tablones que unenlas ventanas de una pensión en Buenos Aires. Laodisea de Oliveira lo lleva de París, el modelo ori­ginal, a Buenos Aires, la patria falsa. Buenos Aireses la cueva en la que se reflejan las sombras delser. La realidad de la Argentina es una ficción, laautenticidad de la Argentina es su falta de auten­ticidad, la esencia nacional de la Argentina es laimitación europea: la ciudad de oro, la isla feliz, noes más que la sombra de un sueño de fundación.Oliveira regresa a Buenos Aires para encontrar aTa/ita, la doble de La Maga parisina perdida. PeroLa Maga, por fuerza, está acompañada del doblede Oliveira: Traveler, al que le daba rabia llamarseasí, él que nunca había ido más allá del Río dela Plata. Talita y Traveler, los reflejos degradadosde La Maga y Oliveira, ofrecen también una vidade remedo: la bohemia expatriada, el intelectual de­sarreglo de los sentidos, se convierte, en el contex­to "nacional», en actividad de circo, manicomio yhospital. ¿La caída? ¿La nada? Si, pero no con lavoluntad trágica de una conciencia que contemplael derrumbe de algo. La caída, en Rayuela, esla de un Buster Keaton de la Pampa, voluntaria­mente cómica, bufa, grotesca: es la caída de al­guien que no tiene donde caer porque antes nose ha levantado; es la nada del mundo latinoame­ricano, confrontado con la nada antes de ser otener nada. O, mejor, después de tener sólo unsueño: ¿Encontraría a La Maga? ¿pero es que al­guna vez Oliveira conoció a La Maga, o sólo pre­tende encontrarla con las palabras que dice Oli­veira y escribe Cortázar?

La ironía del viaje espiritual de Oliveira es que,como todo proyecto de ser, nace de una concien­cia solitaria pero no se puede sostener aislada­mente. Oliveira intenta todas las alquimias de lasustitución. Y cada una le entrega una caricaturaseca, tragicómica. de su esplendorosa unidad so­ñada de erotómano cornudo al lado de la compañe­ra deseada y detestada. La Maga. En este nivel,los «capítulos prescindibles» se vuelven imprescin­dibles. Morelli, un viejo escritor fracasado, posibleaftér ego del autor. es el magíster ludí de estemercado de las pulgas de la cultura, de estaPorta Portese de las ideas en las que se acumulan

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sible: España. Fl:le en el pasado y lo sigue siendoen el presente' preocupación de no pocos españo­les, afanosos de examinar la España de antaño yde hogaño con los ojos bien abiertos. Recordemosentre nuestros contemporáneos inmediatos a Ortegay Gasset, preguntando y preguntándose angustiado:«Dios mío, ¿qué es España?» Y también a AméricoCastro, incansable fustigador de dormidas volunta­des: «España, tema de leyendas y blanco de ani­mosidades, necesita ponerse en claro consigo mis­ma.» Sin embargo, lo que ahora le preocupa a Ma­rías no es ahondar en la esencia de España y delo español, ni saber lo que somos y por qué losomos, sino algo más cotidiano: ¿Qué va a pasar?¿Qué vamos a hacer? Las respuestas a estas pre­guntas que todo el mundo lanza a voleo le intere­san en grado sumo, por entender que las opinionessobre la realidad efectiva de España son sobre­manera deficientes y desorientadoras. «Nadie puedesorprenderse de ello: desde 1936 no se habla enEspaña con suficiente holgura de ella misma; enrigor, no hizo falta esperar a la guerra civil paraque la claridad fuera insuficiente.»

Considera el autor de Meditaciones sobre la so­ciedad española que es absolutamente necesario«desterrar de una vez para siempre la idea de queEspaña es un país anómalo y para quien no valenlas leyes de la física, la política o la moral; de queconstituye siempre un caso especial, una excepciónal amparo de la cual puede hacerse lo que conven­ga». Lo que aclara la situación presente es el he­cho de que millones de españoles han vivido siem­pre y continúan viviendo en estado de barbechoo despoblado, en situación amorfa, sin incorpora­ción real al nivel de la vida activa, sobre todo dela vida histórica. Este estado de hecho produce unagran distancia entre la realidad y la apariencia,una falta de articulación y reconocimiento de loselementos reales, por debajo de una ficticia unifor­midad y unanimidad. Estima Marías que «sólo estaincorporación de la sociedad española al nivel delo que en el último tercio del siglo XX y en Euro­pa merece llamarse 'humano' permitirá mirar conconfianza el futuro.» Esto supone, claro está, elejercicio de la libertad y la organización del plura­lismo por lo que atañe a regiones, clases, grupossociales, grupos religiosos, intereses, opiniones, etc.«El Estado monolítico y uniforme es tan irreal ypoco viable como el atomismo individualista quefinge hombres singulares y abstractos dotados deuna libertad también abstracta. Entre uno y otrose interponen las formas reales, las estructuras efec­tivas en que la sociedad está articulada y -to­davía más- va a articularse.»

Ese pluralismo no puede tener otra base que laconcordia, entendida «no como una supuesta y

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ficticia 'unanimidad', que ni es posible ni seríadeseable, sino como una inquebrantable decisión devivir juntos, esto es, de convivir y discrepar». YMarías prosigue con estas líneas de capital im­portancia: «De ahí la necesidad de los programasde vida colectiva, y de que estos sean propuestos(y no impuestos) a la sociedad, de que esta puedaoptar, prestarles su adhesión o negársela, y ellocon la frecuencia necesaria para asegurar la efecti­vidad del consentimiento, porque no se puede hi­potecar el futuro. Los instrumentos de esta proyec­ción colectiva son los partidos políticos. No tengoninguna debilidad por ellos, más bien siento antetodos una pizca de repulsión instintiva, nunca hepertenecido a ninguno y creo muy improbable queesto me ocurra nunca; pero estoy persuadido deque en nuestro tiempo -desde la crisis del anti­guo régimen en el siglo XVIlI- son absolutamentenecesarios para una vida normal. El consensus, fun­damento de la legitimidad, al sobrevivir la crisisde ésta, tuvo que ser expreso, manifiesto, y estoquiere decir democrático, lo cual requiere la arti­culación en partidos de las grandes corrientes deopinión.» Cita un poco larga pero necesaria, pues­to que ahora se habla mucho, tal vez demasiado,de la crisis de las ideologías y vetustez de los par­tidos políticos, si bien es cierto que los que discu­rren así suelen ser los que detentan el poder yquieren imponer su propio partido como organi­zación única.

Insiste asimismo Marías en la necesidad de noaceptar como válida la descripción de situacionesque dejaron de ser actuales hace ya varios dece­nios, así como en evitar una engañosa impresiónde «inminencia». Es decir, no seguir un pensamien­to inercial ni caer en el pecado de la prisa, sobretodo de la prísa verbal. «Hay algunos que sóloquieren seguir; otros, lo mismo sólo que al revés;algunos, por último, queremos otra cosa; pero nootra cosa cualquiera.» ¿Qué es lo que quiere nues­tro autor? Concretamente, la organización de unliberalismo de la sociedad, de un liberalismo so­cial, postulado ya en 1908, como nos recuerda élmismo, por su maestro Ortega. Y al igual que éste,Marías ve en Europa la solución del problema es­pañol. «España está en Europa, y ésta no está $ola,sino en Occidente: es uno de sus lóbulos insepa­rables. Ahí es donde hay que plantear el problema;desde ahí hay que imaginar el futuro, incluso losmatices diferenciales españoles. Cualquier solución'aparte', provinciana o caprichosa, es utópica y estácondenada al fracaso. Los que para imaginar elporvenir de España miran nostálgicamente a Hitlertienen tanto sentido histórico como los que vuel­ven los ojos a Mao. Sólo las soluciones europeasy occidentales y actuales pueden ser viables. Pero

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hay varias, porque el Occidente es plural y permitela originalidad.»

Como puede comprobarse, Julián Marias expresauna vez más su fe en Europa y en el Occidente.Pero es la suya, ante todo y sobre todo, una profe­sión de fe liberal. Por eso muestra su oposición alos atributos cada día mayores del Estado, pro­:ceso que amenaza ahogar a la sociedad; igualmenteal afán de planificación que ha acometido a mu­chos, particularmente a los jóvenes ávidos de su­puesta eficacia. Considera que los que aborrecenel liberalismo son precisamente los que desprecianal hombre. No puede, pues, sorprender que Mariasse inquiete de la nueva ola de politicismo queamenaza a España, o sea de «anteposición de lopolítico -con una visera coloreada ante los ojos­a toda otra consideración.» Teme que al silenciosiga el estruendo, al conformismo el caos, al agu­do politicismo la ausencia de una verdadera po­lítica.

Es el suyo, grosso modo, un liberalismo por elcual lucharon unos cuantos hombres egregios alo largo de los dos últimos siglos de la historiade España, siempre -iay!- vencidos por el tradi­cionalismo contrarrevolucionario. Un liberalismo quemás que un sistema político es un estado de espí­ritu, una manera de ser, un «temple», como él dice.Confieso que todo esto pone en el alma una vetade desazón, sobre todo a la vista del rumbo quesigue el mundo entero. No puedo por menos derecordar un libro de Raymond Aron, Ensayo sobrelas libertades (Alianza Editorial, Madrid, 1966), enel que el sociólogo francés se interroga sobre lacompatibilidad entre las necesidades de la civili­zación técnica y la actual síntesis democrática yliberal imperante en el Occidente, comprobando queuna sociedad técnica presenta caracteres colec­tivistas tan acusados que hacen que la amenazasuprema de nuestra época sea la del totalitarismo.Estos temores son los míos, por lo que envidio deveras la entusiasta y a la par razonada fe delamigo Marías.

1. IGLESIAS

Nuevas publicaciones

La Editorial Ooubleday & Company, de Nueva York,acaba de publicar una nueva edición en inglés deuno de los clásicos de la literatura extranjera sobreAmérica Latina: Lite in México, por Fanny Calderónde la Barca. Publicado originariamente en 1843, ellibro estaba compuesto básicamente sobre las car­tas que la autora enviaba a su familia. Nacida en

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Edimburgo en 1804, casada con el primer repre­sentante español en México, la autora estaba enuna situación privilegiada, por su doble origen,para examinar con ojos completamente nuevos larealidad fascinante de México. La primera edicióndel libro, que fue aconsejada por el ilustre hispa­nista Prescott, había sido censurada por la propiaautora, que omitió nombres y comentarios confi­denciales. Para esta nueva y monumental ediciónnorteamericana Howard T. Fisher y Marion Hall Fis­her han ido a buscar en los diarios íntimos y lasrestantes cartas familiares para restablecer en laforma más completa posible el texto original. Elresultado de este trabajo de unos veinticinco años,en que los esposos Fisher recorrieron México pal­mo a palmo y revisaron archivos y coleccionaroncuidadosamente ilustraciones, es la más hermosaedición, la más erudita y documentada que pedirsepuede, la más adecuada para el lector moderno.Más de ciento cincuenta ilustraciones en el textoy casi otras tantas en láminas especiales, 140 pá­ginas de notas a cuerpo chico, índices y otrasayudas completan una edición verdaderamenteúnica.

Entre los últimos títulos que ha publicado Alfa, deMontevideo, se destacan La verdad de las cosas,Notas y Apuntes para una obra, del crítico de arteRoberto Sapriza. En una página autobiográfica elautor informa que nació en Montevideo (1922), quesus más queridos recuerdos son del campo y de lacasa de su abuelo, que ha viajado mucho por Es­paña y Francia, y ha llegado hasta Grecia y NuevaYork, que su «pasión ha sido, y es, leer y contem­plar pintura». Los aforismos que recoge este vo­lumen están dedicados a la poetisa Esther de Cá­ceres, La editorial informa en la tapa posterior queSapriza ha estudiado en Montevideo con JoaquínTorres García y con José Bergamín. Ambos maes­tros parecen presentes en la inspiración de lostextos. También publica la misma editorial NoraPaz, un poema en forma dramática de quien esuno de los más interesantes poetas uruguayos deestos últimos años, Milton Schinca (nacido en1926). Nora Paz es su cuarto libro.

Las Ediciones Aquí Poesía, de Montevideo (quepublican una revista del mismo título) han editadorecientemente un nuevo volumen de versos de sudirector, Rubén Yacovski, que se titula Zona deRabia y que refleja una concepción más que com­prometida, militante del verso, y un volumen de Er­nesto Cardenal, La Hora O, el distinguido poetanicaragüense que es actualmente monje trapense.Este libro habia sido publicado por primera vezen México, antes de la entrada del autor en laTrapa, por cuenta de la Revista Mexicana de .. Litf!7

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Revista mensual dirigida por Camilo José Cela

SUMARIO DEL N° 130ENERO1967

C. J. C.: El intelectual y la acclOn. Noticiero.SERRANO PONCELA: Un estudio de «La Regenta».MIGUEL FERNANDEZ: Seis poemas de "Sagrada materia».HUGO RODRIGUEZ-ALCALA: Traje de marinero.JOSE CORREDOR MATHEOS: La casa,JUAN MARICHAL: Apologia de la literatura española.ANTONIO BENEYTO: Las Sonatas de Valle-Inclán.ANTONIO MOLlNA: Poemas de Susana March.

Precios de suscripción: Un año, 500 ptas.; 6 meses, 275 ptas.Extranjero: Un año, 12 dólares.

Redacción Administración - Suscripciones:Francisco Vidal, 175. La Bonanova. PALMA DE MALLORCA (España)

cido en Guadalajara, 1944), que se concentra enmostrar la vida, casi picaresca, de la juventudmexicana de clase media. El joven autor ha pu­blicado antes otra novela, La tumba (1964).

También en México la Universidad Nacional Au­tónoma ha recogido, bajo el título Puertas al Cam­po, una colección de textos críticos de OctavioPaz en que predominan los temas latinoamericanos.En una presentación del poeta Marco Antonio Mon­tes de Oca se subraya la calidad excepcional deestas páginas: "Fenómenos que integran nuestroarte, unidos a otros temas detectados por la gransensibilidad del autor, son examinados con flui­dez imaginativa que no desdice el rigor concep­tual característico de Paz. Por una razón pareja aésta, la lectura del presente libro fascina e incitaa recorrer con atención unos hechos todavía fres­cos en la historia y ocultos por modo frecuente, envirtud de la cerrada oposición que ciertas estruc­turas del mundo actual -la publicidad, por ejem­plo- guardan hacia valores ínsitos en la creaciónestética; los mismos valores que, hoy día, en susmás connotadas concreciones, anuncian un augeartístico pocas veces visto en Latinoamérica.» Pró­ximamente nos ocuparemos de este libro fermenta!y de otros volúmenes recientes de crítica del no­table poeta mexicano. O

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5) ¿ Es posible tender a crear un cuerpo profesio­nal con objetivos profesionales en el panorama ac­tual de la sociología argentina? El volumen estápresentado por José Luis de Imaz, que actuó decoordinador del seminario.

En México las Ediciones Joaquín Mortiz han reco­gido en un volumen titulado Los narradores ante elpúblíco las conferencias que dictaron veinte escri­tores mexicanos en un ciclo auspiciado por elInstituto Nacional de Bellas Artes, durante el año1965. Los participantes fueron, por orden de susconferencias: Rafael Solana, Juan Rulfo, Juan JoséArreola, Jorge López Páez, Ricardo Valdés, InésArredondo, Amparo Dávila, Carlos Fuentes, JuanGarcía Ponce, Juan Vicente Mela, Vicente Leñero,José de la Colina, Irma Sabina Sepúlveda, BeatrizEspejo, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco.En la Serie del Volador la misma editorial mexica­na acaba de publicar dos nuevos títulos: Un cuartode conversión, cuentos del escritor peruano Ma­nuel Mejía Valera (nacido en 1928) que ya habíapublicado dos colecciones de relatos (La evasión,1954, y Lienzos de Sueño, 1959, este último recogi­do en el presente volumen) además de un libro so­bre Fuentes para la historia de la filosofía (1963);Y De perfil, segunda novela de José Agustín (na-

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montaña, 1959), dos de novelas cortas (La captura,1961, El silbido de la culebra, 1966).

Asimismo en Chile las Prensas de la EditorialUniversitaria han publicado por cuenta del Centrode Investigaciones de Literatura Comparada dosnuevos cuadernos de una serie muy interesantede estudios críticos que dirige el profesor RoqueEsteban Scarpa:Léautaud y el otro, de ArmandoUribe Arce, que explora la personalidad y la obradel célebre ensayista francés, muerto en 1956; yCesare Pavese, de María de la Luz Uribe, queestudia al influyente narrador y poeta italiano, unode los que más ha determinado el rumbo de lajoven literatura latinoamericana.

Los Cuadernos del Instituto de Letras, de la Fa­cultad de Filosofía y Letras de la Universidad Na­cional del Litoral (Argentina), acaban de publicarun estudio del novelista David Viñas sobre Lafe­rrere, del apogeo de la oligarquia a la crisis de laciudad liberal. Tanto en su obra narrativa comoen su producción crítica, Viñas ha manifestado unenfoque sociológico-político que deriva en buenamedida de los estudios de Sartre o de Lukács, yque ha tenido el mérito de renovar polémicamentela visión de la literatura argentina, aunque muchasveces a expensas de una visión profunda de lasobras estudiadas. Este trabajo sobre Laferrere, elexitoso comediógrafo de principios de este siglo,es uno de sus ensayos más ambiciosos.

También en la Argentina, la Editorial Emecé hapublicado dos nuevas obras: La noche, de FedericoPeltzer, novela que se centra en la experiencia deuna mujer casada y solitaria con un hombre queencuentra casualmente en el banco de una plaza;y Los creyentes, veintidós cuentos de Nicolás CÓ­caro que giran en torno de la angustia y la sole­dad del hombre contemporáneo. En Buenos Aires,la editorial Juan Goyanarte ha editado Dos guiones,de Dalmiro Sáenz, que recoge el texto de dos li­bretos cinematográficos escritos por el exitoso au­tor de Setenta veces siete. Se titulan: Treinta-trein­ta y El sexto día. Por su parte, las Ediciones libe­ra han publicado un volumen de ensayos bajo eltítulo Del sociólogo y su compromiso, que recogetextos de Juan Carlos Agulla, Gerardo Andújar,Adolfo Critto, Floreal Forni, José Luis de Imaz, JoséEnrique Miguens y FranciscoSuárez, leídos en unseminario organizado en Buenos Aires los días 23y 24 de noviembre de 1965. El volumen trata deresponder a las siguientes cuestiones: 1) Estadode las investigaciones sociológicas que se realizanen la Argentina; 2) Respuestas que los sociólogospueden dar a los problemas del país; 3) Nivel decompromiso asumido por los sociólogos; 4) Plan­teo del orden de prioridades en las investigaciones;

Cadernosbrasileiros

Zig-Zag, de Santiago de Chile, ha editado dosnuevas novelas chilenas. Cuerpo creciente, de Her­nán Valdés, que fue distinguida con una menciónen el concurso de Casa de las Américas (jurado:Alejo Carpentier, Manuel Rojas y Mario Benedetti)y que es un intento de mostrar la formación y de­sarrollo de un joven chileno en permanente luchaentre la realidad y su imagen de la misma; elautor nació en Santiago, en 1934. Ha publicado yados volúmenes de poesía. La otra novela se titulaEl desenlace y con ella Edesio Alvarado obtuvoel Premio Zig-Zag en un concurso de 1966. El autorya había sido destacado por la crítica con unaobra anterior, El caballo que tasia, de 1962. Tam­bién ha publicado un libro de poemas (El corazóny el vuelo, 1948), uno de cuentos (Venganza en la

ratura (1960), Y ha sido reeditado varias veces endistintos países- de América.

SUMARIO JANEIRO . FEVEREIRO 1967

N" 39

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KEITH BOTSFORD:Vinte e dais homens, uma bola

ROBERTO BURLE MARXO jardim como forma de arte

CARMEM DA SILVAEu compro essa mulher!

JACK JONESOtto Rank-uma heresia esquecida

JOSE MARIA MAYRINKA inquietude univérsitária

JAIME RODRIGUESA problemática culturaldo cinema brasileiro

FICCAO - POESIAS - TEMAS LlVROS

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Rua Prudente de Morais, nO 129Rio de Janeiro

Assinatura: Por um ano (6

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América Latina desde Londres Sobre la nueva poesía uruguayalugares comunes y los comodines de siempre:"crítica de las generaciones anteriores", "compro­miso del poeta con su medio", etc. Según los te­mas tratados se podría llegar a la conclusión deque la nueva generación se ve enfrentada natural­mente al problema del lenguaje, mientras que lasegunda busca su ubicación en una nueva realidadsocial e intenta una apertura hacia un público des­conocido que emerge con los cambios que sufreel país. Pero esas no son conclusiones corrobora­das por la discusión misma. No se transparentaen la mesa de los jóvenes, por ejemplo, la necesi­dad real de encontrar formas nuevas para expresaruna realidad nueva; por el contrario, desde lostítulos mismos de los temas, se advierte la perezaformal de una generación que hasta ahora se haplanteado los problemas a partir de la óptica par­ticular de algún "ismo" de origen europeo o dealguna filosofía que no sirve más que como apoya­tura demagógica para los que prefieren volver laespalda al quehacer poético mismo. La discusióndel primer tema propuesto -en la medida que nose daba como resultado de una búsqueda angus­tiosa de medios de expresión que sirvieran comoinstrumentos para operar en una temática nueva­terminó en un debate acalorado sobre subjetivis­mo-objetivismo, que sólo sirvió para oscurecer aúnmás el sentido de la reunión. Los otros dos puntosdel temario apenas se discutieron porque, comodijo Leonardo Milla, "oo. a los más jóvenes no lesinteresan las revistas. Inclusive no estoy seguroque los aquí presentes queramos hacer una revis­ta". La segunda mesa ordenó con cuidado sus te­mas y dio a cada uno el tiempo necesario deexposición. Fuera de este mérito superficial y delas intervenciones serias de algunos de sus parti­cipantes por ahondar en la conversación, a pesarde las tiradas egocéntricas y pueriles de algunapoetisa (<<no sé cuántos de ustedes se han deteni­do a mirar el cielo,,), la mesa no logró profundizaren los temas y, como remata el prospecto, "seprolonga sin que, al cerrarse poco después el de­bate, se haya logrado un acuerdo".

Posiblemente la razón fundamental de haberseorganizado estas discusiones. reside en el hechode poder oponerlas en un período más o menosbreve de tiempo y enfrentarlas a una proposicióntemática común. Es evidente que el resultado sólose justifica en la medida de esa posible oposición.Cada resumen por separado documenta una vezmás la incoherencia casi general, las dificultades

Dos generaciones de poetas se reunieron hace al­gún tiempo en Montevideo para discutir sobre lanueva poesía uruguaya. Resulta interesante cotejarestos debates en que son los poetas mismos quie­nes se critican y exponen sus dudas e interroga­ciones frente a una poesía en gestación. Ambasmesas redondas se realizaron en el Centro de Pro­moción Cultural, de Montevideo, publicándose lue­go sendos resúmenes que sintetizaban lo tratadoen ellas. A la primera asistieron poetas jóvenesque han editado o se han hecho conocer sóloen la última década: Nelson Marra, Manuel Már­quez, Enrique Fierro, Enrique Elisalde, Walter deCamilli, Miguel Padilla y Leonardo Milla. El segun­do debate fue llevado a cabo con poetas de ge­neraciones anteriores que cuentan ya con una lar­ga trayectoria; a él asistieron Jorge Medina Vidal,Clara Silva, Amanda Berenguer, Carlos Brandy, MiI­ton Schinca y Nancy Bacelo. Estuvo presente enlas dos mesas el profesor y crítico Alejandro Pa­ternain, que está preparando la Antologia de laPoesia Uruguaya Contemporánea que publicarápróximamente la Editorial Alfa.

Aunque los poetas habían sido convocados paradiscutir un mismo tema general, los detalles deltemario corrían por cuenta de ellos mismos. En lamesa de los jóvenes Nelson Marra, que ofició comoordenador del debate, planteó a los invitados trestemas fundamentales que según su opinión son ala vez "tres caracterizaciones de la generaciónpoética que comienza a publicar alrededor de1960". Los temas propuestos eran: Poesía objetiva,carencia de imaginación creadora y falta de unarevista de jóvenes. En la otra mesa, Jorge MedinaVidal, comentó extensamente el temario confeccio­nado que constaba de los siguientes puntos: Ubi­cación del poeta uruguayo en el mundo de lasrelaciones sociales, el poeta y los criticas y elpoeta uruguayo y el mundo.

Mientras en la mesa de los jóvenes se aceptóunánimemente el temario propuesto, en la otra seplanteó una discusión sobre el mismo que no tuvoresultado concreto y que consumió casi la mitaddel tiempo con que se contaba para el debate.Pero cuando se llegó finalmente a un acuerdo, losintegrantes reaccionaron rápidamente y fueron losúnicos que pudieron desarrollar los temas de unamanera ordenada. Este fenómeno, consecuencianatural de una larga experiencia de debates y me­sas redondas, aseguró una discusión más eficazy viva. que trató en lo posible de escapar a los

de marzo se comenta con gran aplauso la últimanovela del peruano José María Arguedas Todas lassangres; el autor es calificado como "el más im­portante escritor vivo del Perú" y la obra es consi­derada como de lectura indispensable para quienesdeseen conocer cómo es la vida en los Andes pe­ruanos. No tan favorable es la corta reseña de Elbuen salvaje, del colombiano Eduardo CaballeroCalderón (5 de mayo) Después de reseñar breve­mente su argumento, el crítico opina que el Parísque muestra está envejecido y resulta desilusio­nante. Aunque la novela se ubica en 1964, la reali­dad que presenta es la de los años cuarenta, cuan­do el existencialismo estaba aún de moda. Mejorle parece la presentación del dilema del intelectuallatinoamericano que después de haber vivido enEuropa no puede resignarse a volver a su tierra.Para el crítico, lo mejor del libro son las especu­laciones del protagonista que al final parece com­prender que el único elemento verdaderamente re­volucionario en América Latina es el mestizo. Elcomentario de La casa verde, del peruano MarioVargas Llosa (22 de septiembre), señala la habili­dad y complejidad con que está creada la estruc­tura del libro, aplaude la objetividad del autorfrente a los problemas que el libro plantea, y se­ñala la superficialidad con que el libro presentaa casi todos sus numerosos personajes. Aunque lanovela le parece de lectura fascinadora, el críticoconsidera que no alcanza la significación moral deLa ciudad y los perros y se queda corta en suproyección. Un hecho que hace más valiosos estoscomentarios del TLS es que se refieren a librosrecientemente publicados y que aún no han sidotraducidos al inglés. El insularismo británico pare­ce estar siendo atacado en su misma fortaleza. O

*Acaba de aparecer en Asunción el primer númerode Criterio, revista universitaria de cUltYfa, que di­rige Basilio Bogado G. En este primer número sedestacan un trabajo de René Dávalos, sobre "Posi­bilidades de una nueva cultura", que no dice co­sas realmente muy originales pero tiene la valentiade decirlas en Paraguay; un reportaje de GabrielCasaccia, novelista paraguayo que ha obtenido conLos exilados, el primer premio en el ConcursoPrimera Plana (v. un fragmento de esta novela enel núm. 8 de Mundo Nuevo); un estudio de JustoPastor Benítez (h) sobre la "Ideología paraguayaen la guerra contra la Triple Aalianza". O

El interés por los estudios latinoamericanos es bas­tante viejo en Inglaterra. Fueron realmente los in­gleses (después de los españoles, naturalmente)los primeros europeos en recorrer el continente,en cartografiarlo, en estudiar su flora y su fauna,en describir a sus habitantes. Durante mucho tiem­po son ingleses los principales viajeros que nosayudan a conocernos desde fuera. Más tarde, elcomercio y la industria, la diplomacia y aun lapolítica colonial, determinaron otros tipos de in­vestigación y estudios menos desinteresados. Enlas universidades y centros de estudio, los eruditosbritánicos han aportado algunas piezas fundamen­tales al conocimiento de América Latina. Pero sison importantes esas piezas también son numéri­camente escasas, ya que hasta hace poco el lati­noamericanismo se encontraba poco desarrollado ytenía poco estímulo en las principales universida­des inglesas. Ahora esta política cultural está cam­biando radicalmente.

Un reflejo de estos cambios, que tienen apenaspocos años, es el espacio que ahora se concedeen una publicación tan característicamente britá­nica como el Times Literary Supplement a lostemas latinoamericanos. En una rápida revisión delos números correspondientes al año pasado es po­sible encontrar importantes referencias a temas,libros y autores de nuestro continente. Así, en laserie de tres suplementos especiales dedicados aNew Ways in History (Nuestros caminos de la histo­ria) aparecen sendos artículos sobre la historiogra­fía latinoamericana. Mientras Raymond Carr escribe(7 de abril de 1966) sobre las nuevas actitudes delgobierno británico, de las universidades y aun delos estudiosos, en un trabajo que es modelo desíntesis informativa y de opinión mesurada, RichardM. Morse escribe sobre «El auge latinoamericano"(28 de julio), señalando sobre todo la confluenciade intereses entre los estudios de tipo académicoy las investigaciones sobre el Tercer Mundo; elluntercer artículo de la misma serie (8 de septiembre),Tulio Halperin Donghi ofrece, bajo el título .d~

«La América Latina se contempla a sí misma", laotra cara de la moneda: la crítica o. autocríticaque define tan precisamente la nueva actitud .. lati­noamericana.

En ediciones corrientes del mismo TLS es fre­cuente encontrar ahora referencias y comentariOssobre temas latinoamericanos. Como es habitualdicha publicación, los comentarios. van) sin firlllapero eso no impide a sus anónimos autore$ex­presar muy firmemente sus opiniones. Así, el 17

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para explicarse.. eje algunos o el aburrimiento lisoy llano de otros, y excusa la ausencia demasiadonotable de otros poetas, entre ellos Idea Vilariño,que se ha opuesto siempre a toda inclusión de sunombre en una mesa redonda.

No es necesario concluir con el consabido «lasmesas redondas no sirven» porque esta nueva ten­tativa no haya dado los resultados esperados. Posi­blemente el error consista en pedirles más de loque pueden dar. De todos modos, estos poetasuruguayos se esfuerzan por hacer más conscientela tarea artística y buscar en el diálogo las posi­bilidades de entender las nuevas perspectivas poé­ticas que se abren para el Uruguay, lo que esdecir también para América Latina. - JORGEBLANCO.

El monolingüismo quechua

Mesa redonda sobre el monolingüismo quechuay aymara y la educación en el Perú, se titula elimportante libro que ha editado la Casa de laCultura del Perú. Se trata de un diálogo entre lin­güistas, educadores y antropólogos. El problemacentral discutido en esas sesiones es el del bi­lingüismo: el método y el carácter que debe de­finir la enseñanza del castellano en un país dondela gran mayoria habla el quechua. Un criterio ex­puesto defiende la tesis de que la castellanizacióndel país debe partir del desarrollo y de la nece­sidad de introducir la civilización actual: estatesis, que supone una «integración» o aculturaciónen el método tradicional de la antropología apli­cada, fue puesta en tela de juicio. Según otrocriterio planteado allí, el castellano debe ser en­señado como una segunda lengua, en la mismaforma en que los hispanohablantes aprenden elinglés, por ejemplo.

Más allá de la discusión, ambas tesis visualizandos claras tendencias en el intento de comprendery enfrentar el problema indígena, incluso en elintento de definir la cultura peruana: por un lado,la introducción de soluciones "occidentales», laintegración de lo indígena a lo moderno; y, porotro lado, la búsqueda de soluciones a partir delo netamente nacional o nativo. En el caso con­creto del monolingüismo, esta última tesis quieredefender la existencia del idioma quechua, amena­zado por la educación oficial, y en esta defensaquiere plantear la conservación de tradiciones, li­teraturas populares, la misma concepción del mun­do que supone el ejercicio de un idioma dado.Así, el Plan de Fomento Lingüístico, que aquí sos­tiene la fundación Ford, y dirige el lingüista AI-

SEXTANTE

berto Escobar, está experimentando, con inusitadoéxito, con la colaboración de la Universidad deCornell y la ayuda del Ministerio de Educaciónlocal, un plan de enseñanza del castellano que nodeja de lado el quechua. Se espera, por lo demás,graficar fonológicamente el quechua para iniciarsu enseñanza paralelamente a la del castellano.Por lo pronto, en Quinua, Ayacucho, donde operaeste ensayo, el quechua es utilizado como elemen­to comparativo para el aprendizaje del castellano.

México: El Premio Villaurrutia

El Premio Xavier Villaurrutia 1966 ha sido otorgadoa Fernando del Paso por su novela José Trigo, pu­blicada por la flamante Editorial Siglo XXI. ElPremio se otorga anualmente al mejor libro publi­cado por autor mexicano escogido entre teatro,novela, poesía, cuento y ensayo. La cantidad es dediez mil pesos mexicanos. El jurado está com­puesto actualmente por Juan José Arreola, JuanRulfo y Francisco Zendejas, que fue el fundadordel Premio y su animador principal a través de losaños. En su primera época el jurado estaba com­puesto por Carlos Pellicer, Rodolfo Usigli y el mis­mo Zendejas. Posteriormente Carlos Pellicer fuereemplazado por Octavio Paz. Hasta ahora han ob­tenido el Premio Villaurrutia: Juan Rulfo, por PedroPáramo (editado por Fondo de Cultura Económica);Octavio Paz, por El Arco y la Lira (Fondo de Cul­tura Económica); Rosario Castellanos, por BalúnCanán (Fondo de Cultura Económica); Josefina Vi­cens, por El Libro Vacio (Empresas Editoriales);Marco Antonio Montes de Oca, por Delante de laluz cantan los pájaros, (Fondo de Cultura Econó­mica); Juan José Arreola, por La Feria (EditorialJoaquín Mortiz); Elena Garro, por Los Recuerdosdel Porvenir (Editorial Joaquín Mortiz); HomeroAridjis, por Mirándola Dormir (Editorial JoaquínMortiz), y Salvador Elizondo, por Farabeuf (EditorialJoaquín Mortiz). Sobre la novela de Fernando delPaso, que se anuncia como un libro de extraordi­naria ambición, publicaremos próximamente un de­tenido estudio.

Guerrillas en el Brasil

Por decisión del Supremo Tribunal Militar se ex­cluyó al industrial Jacob Horowicz de la denunciaofrecida en la Segunda Auditoria de Guerra contralos editores del libro Guerra de Guerrilha, cuyo

SEXTANTE

autor es Ernesto (Che) Guevara y que había sidopublicado en una traducción brasileña. El abogadodefensor alegó que no se puede considerar uncrimen el hecho de que Horowicz haya impresodicho libro en la época en que el autor era "per­sona grata" en el Brasil y hasta recibió la Ordendel Cruzeiro do Sul.

Censura en el Perú

La Junta de Supervigilancia de Películas, dirigidaen el Perú por un ex ministro de Trabajo y autorde algunos libros sobre filosofía del trabajo, Anto­nio Pinilla, ejerce una confusa pero fuerte fiscali­zación. Contra los fuertes ataques de la prensa ylos largos memoriales de los amantes del buencine, dicha institución prosigue negando el permisopara la exhibición de Morir en Madrid, el admirabledocumental de Fréderic Rossif, que, sin embargo,ha sido proyectado en sesiones casi secretas enuna sala privada. La película sueca Adorado John,también fue prohibida por la Junta pero la fuertepresión de la prensa hizo que el pase fuera dado.La obra maestra de Eisenstein, El acorazado Po­temkin, está asimismo censurada, a pesar de quese dio permiso para que se exhibiera en la Uni­versidad de San Marcos. Sin ninguna política visi­ble, con cierto tinte moralizante y cierta ingenuidadfrente a películas consideradas «subversivas», laJunta se ha convertido aquí en una entidad irriso­ria que los periódicos satirizan al máximo. Un ver­dadero escándalo se produjo cuando "premió» avarias películas, a críticos y entidades de cine-club.El cine-club «LumÍt3re» renunció públicamente alpremio, y lo mismo hizo el critico Alfonso La Torre.El escándalo prosiguió cuando la Junta ofreció alcine-club «Lumiere» el permiso para exhibir Moriren Madrid y luego lo denegó. Secretas, pero nodemasiado, presiones de tipo diplomático y políticodetienen todavía este documental en manos de lacensura.

Conservación de la obra de arte

En Chile, la Cámara de Diputados aprobó un pro­yecto de normas relativas a la conservación deobras de arte. Los principales aspectos de esteproyecto son la disposición que autoriza a pagarparte del impuesto de herencia bajo la forma dedonativos a museos reconocidos oficialmente, y lareglamentación sobre la salida del país de obrasde arte, que en lo sucesivo sólo podrá realizar

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libremente el propio autor, mientras que todo otroposeedor deberá pedir autorización al Ministeriode Educación y garantizar el retorno de la obra,si el autor de ésta vive, o pagar un impuesto· del20 por 100 sobre el valor asignado, si se trata dela obra de un artista fallecido. Medidas de estanaturaleza, inspiradas en leyes similares que hanenriquecido los museos de Estados Unidos y Eu­ropa, son muy necesarias en casi todos los paíseslatinoamericanos.

Totalitarismo azteca

A casi diez años de su publicación en lengua espa­ñola, acaba de ser traducido en Francia (Máspero,París) El pensamiento de los antiguos mexicanos,de la antropóloga francesa Laurette Sejourné. Ellibro ya había sido difundido ampliamente por lasediciones del Fondo de Cultura Económica de Mé­xico. La publicación actual ha suscitado interéspor sus tesis polémicas y penetrantes. En un co­mentario para la reputada Quinzaine Littéraire (nú­mero 10), Genevieve Bonnefoi destaca la originali­dad del libro y subraya el carácter totalitario de lacivilización azteca. Una frase de la autora queallí se cita resume adecuadamente el espíritu desu obra: "Confundir la exterminación en masa delos aztecas con el ideal ético que circula en sustextos sería como explicar la Inquisición por laenseñanza de Cristo.» Libro singular, seguramentedespertará aquí el interés por otros trabajos de laautora que reside en México desde 1940, y estácasada con don Arnaldo Orfila Reynal, fundadordirector de la Editorial Siglo XXI.

Caracas: Importante Congreso

En Caracas se ha constituido el Comité del XIIICongreso de Literatura, que se reunirá en esa ciu­dad, coincidiendo con las grandes celebracionesdel cuatricentenario de Caracas. Esta vez el Con­greso se dividirá en dos partes, la primera, en elpasado mes de enero, se realizó en Los Angeles,Estados Unidos, y tuvo como tema a Rubén Darío,a cuyo centenario estuvo consagrada; la segunda,en Venezuela, se ocupará de la novelaiberoame­ricana durante el mes de agosto. Esta segundaparte coincidirá con el otorgamiento, por primeravez, del importante premio internacional de novela"Rómulo Gallegos», instituído por aquella nación(ver Mundo Nuevo, núm. 2, Sextante).

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EIPfan Camelot: una autopsia

NISBET

Es bien conocida la reaccJOn unan/me de AméricaLatina frente a la denuncia del Plan Camelot reali­zada por El Siglo, periódico comunista chileno, el12 de junio de 1965. Semejante intromisión delEjército de los Estados Unidos en los asuntos in­ternos de un pais latinoamericano, estuviera o nodisimulada por los sacrosantos derechos de lainvestigación sociológica, suscitó la más ardientey general condena. No sólo la extrema izquierdaencontró en la denuncia suficiente combustible paraalimentar sus ataques sistemáticos contra los Esta­dos Unidos, sino que hasta las personas e institu­ciones más simpatizantes con dicho pais se unie­ron a la condena de una actividad intolerable yque afecta a la soberania de América Latina. En for­ma naturalmente apasionada, aunque justa, la Cá­mara de Diputados de Chile, por intermedio deuna Comisión investigadora, llegó a conclusionesinevitablemente condenatorias.

El único aspecto tal vez discutible de la reacciónprovocada por el descubrimiento del Plan fue elintento, no siempre desinteresado ni apolitico, deextender la censura a todas las actividades de lasociologia behavioral (o de la conducta humana),estuvieran o no auspiciadas por alguna instituciónnorteamericana. Uno de los sociólogos chilenos másindependientes, el padre Roger Vekemans, llamó laatención sobre este peligro en unas declaracionespúblicas: "Lo que más me preocupa, ya que estáfrustrado el proyecto, es que queda una hipotecasobre las ciencias sociales y más especificamente,en el caso concreto en que estamos, sobre la in­vestigación social. En otras palabras, lo que másme inquieta de todo este incidente, es que la li­bertad de investigación podria salir dañada, re­cortada, reducida, limitada, cuando, a mi entender,tal libertad es, quizá, más radicalmente importanteque las otras libertades que defiende el régimendemocrático: la libertad de opinión, o la libertadde prensa, por ejemplo. En el fondo, la libertad deinvestigación es casi previa a la libertad de prensa.»

En este mismo sentido es también muy interesan·te la opinión del sociólogo noruego Johan Galtung,principal responsable de que se conociese verda­deramente en los medios sociológicos chilenos yen toda la América Latina bajo qué auspicios mi­litares se estaba proyectando el Plan Camelol. Enla carta en que rechaza la invitación del Dr. Hop­per para participar en dicho Plan (22 de abril de1965), Galtung subraya que no lo hace porque leparezca mal la investigación en si misma o el he-

cho de que esté auspiciada por el Departamentode Defensa de los Estados Unidos. Lo que si cen­sura es que dicha investigación esté motivada porfinalidades politicas muy determinadas y que su­ponga la concepción del Ejército norteamericanocomo un organismo intervencionista. En el informeque más tarde Galtung redactó para el Ministeriodel Interior de Chile (15 de julio), señala que nole asombra que muchos distinguidos sociólogosnorteamericanos hayan aceptado honestamente in­tervenir en el Plan ya que éstos sólo suelen ver elaspecto técnico de este tipo de trabajos y carecenpor lo general de una visión politica adecuada.Asimismo señala Galtung (en lo que coincide conel padre Vekemans) el peligro de que en el futurose aplique a todos los planes sociológicos las con­denaciones que suscite Camelot y por eso pide alGobierno chileno que establezca una distinción muynítida entre uno y otros.

Entre los sociólogos norteamericanos, uno de losque mejor ha examinado el Plan Camelot para de­terminar desde distintos puntos de vista su alcancey consecuencias, ha sido el profesor Robert A.Nisbet, de la Universidad de California, en River­side. En un extenso articulo para la revista ThePublic Interest (New York, otoño de 1966) hace unaauptosia del Plan que es un modelo de análisisy humor algo negro. El mérito mayor de su trabajoconsiste en encarar el problema no sólo en susaspectos más salientes y escandalosos (la investi­gación del Ejército norteamericano en América La­tina, el descrédito de la sociologia behavioral nor­teamericana en el mundo, etc.) sino en todas susramificaciones dentro de los Estados Unidos, des­de la competencia de los Departamentos de Estadoy de Defensa por los fondos para grandes proyec­tos de investigación sociológica hasta la explosióndemográfica en el campo de la sociologia estado­unidense, pasando por un examen despiadado delos aspectos éticos y metodológicos de la partici­pación de sociólogos behaviorales en las activida­des politicas de la nación norteamericana.

Utilizando una formidable documentación y unatemperada ironia, el profesor Nesbit demuestra lapeligrosidad, no sólo en el terreno politico sinoprincipalmente en el universitario, de planes comoeste. Sus conclusiones ( que asumen al final uncarácter paródico a la manera de la anticipaciónfamosa de George Orwell en su novela 1984) noson excesivamente optimistas y señalan la existen­cia de un peligro de una naturaleza aún más in-

EL PLAN CAMELOT: UNA AUTOPSIA

sidiosa, aunque también más sutil, que el querevelaron los titulares del periódico chileno El Siglo.Aprovechando el nombre del Plan, que alude al fa­buloso reino de Camelot, el profesor Nisbet realizaalgunos juegos de palabras e incluso alguna pará­frasis del estilo épico de Lord Alfred Tennyson, aquien se deben los Idylls of the King, reelaboraciónromántica de la leyenda del Rey Arturo y sus Ca­balleros de la Mesa Redonda, asi como de otropoema no menos célebre del bardo victoriano: eldedicado a celebrar la carga de la brigada ligeraen la guerra de Crimea.

Mundo Nuevo piensa que la difusión de este tex­to en América Latina puede ayudar a la mejor com­prensión de un episodio que si bien tiene losgraves caracteres politicos que ya fueron denun­ciados oportunamente por la prensa y el Con­greso chilenos, también tiene otros aspectos meto­dológicos y éticos que merecen ser examinadoscon más espacio y perspectiva, como lo hace aquiel profesor Nisbet. Por otra parte, el valor auto­critico de un trabajo como éste no necesita serencarecido.- E. R. M.

El plan Camelot debe ser tal vez el peor plan cien­tífico que ha existido desde que el rey Canutotrató de dominar las mareas: el peor concebido,peor aconsejado, peor diseñado y peor ejecutadode todos los planes. Pero también hay que deciralgo a su favor. Nunca un plan de las cienciassociales ha despertado un interés tan amplio, tandiverso y en sitios tan elevados del gobierno nor­teamericano. Más importante aún: nunca un plan haproducido, o al menos estimulado, resultados a lalarga de tanta importancia (y posiblemente hastabenéficos) en la política gubernamental con respec­to a las ciencias sociales. ¿En qué consiste elplan Camelot, y por qué tánto escándalo? Es sa­bido que el plan fue concebido a fines de 1963por algunos oficiales de la Oficina de Investiga­ción y Desarrollo del Ejército norteamericano. Eldetalle del plan fue encargado a la Oficina deInvestigación de Operaciones Especiales (SpecialOperations Research Office, cuya sigla es SORO),de la American University, una organización quehabía sido creada hace algunos años con fondosmilitares con el propósito expreso de desarrollarinvestigaciones en ciencias sociales para el Ejér­cito. Los objetivos del plan Camelot eran, según sedeclaró: 1) La identificación sistemática de los sín­tomas del colapso de una sociedad, y 2) la identifi­cación de las acciones que pueden prevenir el co­lapso. Las principales áreas nacionales que intere-

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saban al plan Camelot habían sido elegidas entrepaíses de América Latina, el Próximo Oriente, Asia,Europa Occidental y Africa. El plan fue iniciado afines de 1964 por SORO con un grupo especial desociólogos bajo la dirección del difunto Rex Hop­pel, sociólogo interesado en América Latina. Comoconsejeros del plan, en distinto grado de contactoy continuidad, había 33 sociólogos, algunos de ellosque cuentan entre los más distinguidos de la es­cuela "behavioral» de los Estados Unidos. El planCamelot fue cancelado en julio de 1965 por ordendel Secretario de Defensa, McNamara, como con­secuencia de una serie de acontecimientos queexaminaremos rápidamente en este artículo.

Leyendo la multitud de reacciones y comentariosque ha despertado el plan Camelot uno recuerdainevitablemente el viejo cuento de los tres ciegosque intentaron describir un elefante. Según el Was­hington Evening Star, cuyo redactor político WalterPincus fue el primero en revelar el proyecto, elplan Camelot era otro episodio más en el intermi­nable conflicto entre los departamentos de Defensay Estado. Para el Ejército norteamericano, bajocuyos auspicios el plan había sido concebido, erauna investigación que se interesaba en las condi­ciones de .desorden social, motines e insurreccio­nes, que podría, según dijo el general Dick, «ayu­darnos a predecir el posible uso del ejércitonorteamericano en cierto número de casos en queocurriera una situación de colapso social». Parauna gran mayoría de chilenos, en cuyo país el planvio por primera vez la luz internacional, era unaflagrante y odiosa intervención en los asuntos do­mésticos de una nación con la que Estados Unidosestaba en paz. El Secretario Dean Rusk consideróel plan como una intromisión .bastante poco bri­llante del Ejército en la siempre delicada esfera delas relaciones internacionales con América Latina.Muchos miembros del Subcomité de Organizacionesy Movimientos Internacionales del Congreso nortea­mericano consideraron el plan como una triste con­secuencia del papel disperso, inadecuado y fuerade foco que la sociología behavioral tiene en elgobierno norteamericano.

Para muchos sociólogos, la más notable carac~

terística del plan, fue su cancelación sumaria porparte del Ejército, una acción considerada general­mente como si revelase otro capítulo de ladiscri­minación del Gobierno contra las ciencias beha­viorales. (Este punto de vista, como veremos, eratal vez el más interesado y el menos fundado en larealidad.) Para algunos administradores universita­rios de todo el país, y también algunos de los res­ponsables de otros planes sociológicos de estetipo, la reacción a Camelot fue o pudo haber sido:«Gracias a Dios». Para los sociólogos norteameri-

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canos que estaban trabajando en el extranjero, es­pecialmente eñesas zonas políticas en que el pa­triotismo tiende normalmente a estar siempre amar­tillado, Camelo! era dinamita y podía fácilmenteprofetizar el desastre para toda investigación fu­tura de norteamericanos en el extranjero. Y asíocurrió.

Entran los de afuera

Hay otra reacción al plan Camelot que debemosdejar registrada: la de muchos sociólogos liberalesopuestos al oficialismo. Lo que ellos aprendieronde Camelot, otros lo habían aprendido ya en otraspartes: el salario del pecado es la muerte. Uno delos más irónicos aspectos (casi diríamos uno delos aspectos más camelotianos) de todo el proyec­to fue la ausencia absoluta entre sus dirigentes deesos sociólogos que, por lo general, son hoy elblanco de los que están fuera del favor oficial:estos para quienes la palabra de cinco sílabas "ofi­cialismo» ha venido a substituir todas las obsceni­dades más o menos polisilábicas de su léxico.iHay qué ver! Aquí había un enorme plan de cien­cia behavioral, auspiciado y financiado por la másoficialista y venerable de todas las institucionesoficiales, el Ejército; un plan creado -para citar laspalabras del alto jefe de los camelotianos, Dr. Theo­dore Vallance, director de SORO- como "conse­cuencia del continuo interés del Gobierno en ali­mentar el crecimiento y desarrollo ordenado de losnuevos países del mundo», un propósito oficial sinlugar a dudas. Hay que agregar a todo esto elhecho de que el plan Camelot fue probablementeel plan más ricamente dotado de toda la historiade las ciencias behaviorales: se le habían adjudi­cado unos seis millones de dólares. Y, Gloria inExcelsis Deo, era un plan en que por fin entrabanlos que estaban fuera: la mayoría de los sociólogosque participaban allí pertenecían, en mayor o me­nor grado, a la izquierda liberal del abanico polí­tico y es casi seguro que no había entre ellos unsolo partidario de la guerra del Vietnam. En la otramargen de la laguna Estigia, la sombra de Platóny de todos sus descendientes hasta C. Wright Milisdeben haber saltado de alegría al contemplar esteascenso final de los puros de corazón a la ciuda­dela del poder moderno.

¿Cuáles fueron los incentivos que atrajeron y losmotivos que inspiraron a estos sociólogos a acep­tar •• un. plan que de acuerdo con su naturalezaoficial era un. tipo de empresa de investigaciónabierta que permitiera al Ejército de los EstadosUl'lidosumpunto •de apoyo. táctico más .fácil? lr­ving<Louis Horowitz; que no tuvo nada que ver en

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Camelot pero cuyo artículo es el más informado yel más esclarecedor de todos los que han apare­cido sobre él, nos dice que hay una deslumbrantevariedad de motivos entre los participantes en elplan. Lo siguiente es una paráfrasis del "autorre­trato colectivo de Camelot tal como lo veían lossociólogos que lo dirigían», según ha escrito el pro­fesor Horowitz.

Primero, había la alegría de poder hacer algogrande en sociología, algo que borrara la memoriade lo rutinario, que obliterara el recordado tediode lo que C. Wright Milis llamó una vez "empirismoabstracto». Segundo, existía el embriagante sentidode libertad que aporta una posición en la cumbredel poder; esto en contraste con la falta de liber­tad de la existencia universitaria común en quenuestros colegas pueden examinar nuestra obrapara decidir sobre su mérito y substancia. Tercero,había la posibilidad platónica de educar una élite,de moldear la mentalidad del más antiguo y rea­cionario de los grupos dirigentes, los generales,y tal vez de dotar al Ejército por primera vez enla historia de propósitos pacíficos y constructivos.Cuarto, se tenía la esperanza de acelerar el as­censo del hombre a la perfección a través de lahumanización, si no de la conquista inmediata, delpoder militar: un sueño que hasta la fecha habíaestado confinado a los utopistas en la historia peroque ahora era una parte muy considerable de losnuevos hombres del poder, los sociólogos beha­vioristas. Quinto, existía el sentido embriagador devivir peligrosamente mientras los otros pobres so­ciólogos continuaban dentro de sus capullos uni­versitarios.

Estos son algunos de los motivos que el profe­sor Horowitz pudo descubrir en su investigaciónde Camelot. De ello se puede concluir fácilmenteque un sentido de excitación milenaría debe ha­berse apoderado de los camelotianos durante aque­llos agitados días de los años 1964-65; un sentidode excitación provocado al comprender que menta­lidades incorruptibles e imperecederamente huma­nitarias habían llegado a los salones del poder,a los bastiones mismos, y podían mirar desde loalto a esos sociólogos menores, los oficialistas,que habían vendido sus almas demasiado prontoy demasiado barato.

Entonces se desató el infierno. Después de mesesde reposo camelotiano, de contemplación, de pen­sar y planear, de interminables consultas con losfavorecidos, meses en que los sueños eran soña­dos y luego codificados y luego perforados en tar­jetas 1. B. M, toda la empresa (ioh maldito encono!)tuvo que terminar. Terminar no con estrépito sinocon un sollozo. Ocurrió así.

EL PLAN CAMELOT: UNA AUTOPSIA

Desastre en Chile

Uno de los consejeros del plan, un profesor ayu­dante de antropología, nacido en Chile pero ciuda­dano norteamericano, que iba a dicho país a pasarel verano por asuntos personales, ofreció -por unestipendio, naturalmente- consultar a algunos so­ciólogos chilenos sobre si les interesaría un planen el que el Ejército norteamericano, trabajando através de sociólogos behavioristas, emprendería-sobre una base estrictamente científica, como esnatural, y sólo con los más elevados motivos- lainvestigación de las condiciones de desorden so­cial y de rebelión, y de los medios de lucha contraambos en los países extranjeros; no necesariamen­te Chile, se entiende, sino en otros países latinoa­mericanos o del resto del mundo. Esta idea le pa­reció espléndida al jefe de los camelotianos enWashington y así partió, sino el primero, el verda­deramente último de los Intrépidos Camelotianos.

El resto pertenece a la historia. A los sociólogoschilenos, por algún motivo, no les pareció bien laidea de que su país o cualquier otro fuera investi­gado por sociólogos behavioristas que, por máspuros de corazón y de estructuras metodológicas,y por más rangos del escalafón que estuvieran se­parados de los tanques y de los lanzallamas, actua­ban sin embargo inevitablemente como agentes delEjército norteamericano en tierra extranjera. El in­forme del Comité Chileno a la Cámara de Diputa­dos de dicho país señalaba que el sólo débil in­terés de algunos sociólogos chilenos por el plansurgió de habérseles asegurado por escrito quetodo el plan estaba auspiciado por institucionesde carácter privado o civil, y que sólo cuando em­pezaron a reflexionar sobre el significado del usode un nombre en código y, lo que es más revelador,cuando recibieron un informe completo y documen­tado de lo que era en realidad el plan Camelot,informe escrito por otro de los consejeros -hom­bre de ideas pacifistas que no pudo soportar másel peso de la culpa- entonces pudieron contestarde manera adecuada.

Una de las maneras fue entregar toda la docu­mentación a un periódico de izquierda que, des­pués de meses de publicar un habitualmente abu­rrido material, tenía en cambio algo de significaciónrealmente extraordinaria. No es difícil imaginarseel tema: la diplomacia norteamericana, después deun siglo de trabajar a través de los reyes. de labanana, se había vuelto hacia los reyes de la so­ciología behavioral, es decir, de los todopoderososindustriales a los todopoderosos universitarios, etc.,etc. De todas las maneras las noticias de Camelotempezaron a circular, en Chile al menos. El es­cándalo que podía predecirse fue inmediato y

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sustancial, llegando hasta la Cámara de Diputadosque, como he indicado, consideró necesario orde­nar una información sobre todo el asunto hecha porun Comité especial. En general, el informe chilenoes notable por su moderación, pero se ahorra po­cos detalles de Camelot, su organización, su per­sonal, sus contactos con los chilenos, etc. En estosaspectos es un documento más útil que el informede nuestro propio Congreso, que protege la iden­tidad de los sociólogos de Camelot y la naturalezade todos los detalles del plan, de una manera queno habría sido permitida probablemente si Camelotinvolucrara a figuras del mundo de los negocios odel gobierno en vez de universitarios.

Pero si el informe del Comité Chileno fue rela­tivamente moderado, la opinión publica y oficial dedicho país no lo fue. El rebote producido por Ca­melot agarró al menos a un sociólogo norteameri­cano conocido mío, que fue expulsado sumariamen­te de Chile, dejando en suspenso el producto demeses de importante investigación. Fue indudable­mente una víctima que ni siquiera podía calificarsede mirón ya que no sólo no tenía nada que ver conCamelot, sino que era totalmente ajeno a su exis­tencia. Sus protestas no se sirvieron de nada. Elodio despertado por Camelot incluía a todos lossociólogos norteamericanos.

No fue, sin embargo, la reacción chilena sino lade Washington la que demostró ser decisiva y demás larga consecuencia para las ciencias behavio­rales en los Estados Unidos. Nuestro embajador enChile, Ralph Dungan, herido por ignorar algo que(dado el auspicio del Ejército norteamericano) a élle parecía naturalmente parte dé su cometido, man~

dó un cable muy tajante a Rusk después de.leerlos detalles de Camelot en los periódicos chilenos.Rusk fue a ver al presidente Johnson, Johnsonfue a ver a McNamara, tv1cNamara fue descendien­do graciosamente (y agradecidamente sin duda) elescalafón oficial, y de todo esto -en uno de los ac­tos más rápidos jamás registrados en Washington~

surgió una orden del Ejecutivo que prohibía· inves­tigaciones en países extranjeros auspiciadas por elGobierno y que en opinión del Secretario de Estadopudieran afectar adversamente las relaciones exte­riores de los Estados Unidos. Sin pérdida de tiem­po, el Departamento de Defensa enterró a Camelot;o, para seguir desarrollando la hermosa imagine­ría del título del plan, sentenció a sus habitantesa regresar al mundo de la realidad.

Y la más triste de todas las tristes pequeñasironías de este cuento es que, como habría. de. de~

cir casi quejosamente uno de los principales res­ponsables, Chile ni siquiera había sido elegido paraun estudio tipo Camelot, ino había sido cartografia­do, programado, codificado, o convertido. en fichas

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perforadas! D~. tllil materia,iay!, está hecha la ciu­dad de los hombres.

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Pero la memoria de Camelot sigue flotando. Suverdadera importancia en la historia de las cienciassociales comienza con su muerte. Así como nadale vino mejor a la vida de Carlos I de Inglaterraque la forma en que fue ejecutado, así nada fuetan fértil para las ciencias sociales en la vida delplan Camelot, nada tan rico de posibilidades comosu cádaver; ese cadáver cuya autopsia por partedel Congreso de los Estados Unidos fue dispuestacasi antes de que emitiera su último suspiro. Dela audiencia llevada a cabo en el Subcomité deOrganizaciones y Movimientos Internacionales sur­gió un informe. Y no puedo pensar en nada másedificante para los sociólogos que la lectura deese documento de doscientas páginas; edificantey lisonjero. Si se necesitara algún remedio queeliminara drásticamente el complejo de grupo mi­noritario que todavía caracteriza a la valoracióncon que muchos de nosotros, sociólogos, nos tortu­ramos y que nos lleva a sentirnos despreciados, dis­criminados y odiados por la sociedad y el Go­bierno, ese remedio puede encontrarse gratis eneste informe. Digámoslo bien alto y que llegue bienlejos: el Gobierno norteamericano a partir del Sub­comité, cuya tarea era escudriñar en el ataud deCamelot, y recorriendo toda la ciudad de Washing­ton hasta llegar a los secretarios Rusk y McNama­ra, se interesa por las ciencias behaviorales.

En realidad, al leer el texto completo del infor­me, uno descubre que las ciencias behavioraleshan sido milagrosamente liberadas de todo pecado.El aprovechamiento de las ciencias behavioralespor parte del Ejército, eso no está libre de pecado,pero, como veremos, se trata de otra historia. Enlos comentarios de algunos miembros del Sub­comité, sólo dos veces encontré algunos sobren­tendidos irónicos pero aun estos fueron suscitadospor ciertos testimonios sobre las ciencias beha­viorales que había que leer para poder creer. Dé­jenme citar dos ejemplos. En un momento, el di­rector de SORO estaba· explicando al Subcomitéla importancia de exportar a las naciones subde­sarrolladas los conocimientos que poseen los nor­teamericanos en ciencias behaviorales. El ejemploque daba está basado en lo que le contó un amigo,que, mientras viajaba por Africa, había visto unavez un automóvil detenido en una carretera conuna rueda pínchada mientrassusocupantas esta­ban parados a su alrededor, aparentemente sin sa­ber qué hacer. Ante este ejemplo unóde los miem-

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bros del Subcomité sólo pudo recomendar gentil­mente al director que recorriera cualquier carreteranorteamericana para comprobar el mismo espec­táculo. El segundo ejemplo fue ofrecido por su re­presentante del Ejército. Presionado por el Sub­comité señaló un "descubrimiento» de las cienciasbehaviorales: que en Vietnam, el Vietcong viajabafrecuentemente en grupos de familias aldeanas, jun­to con las mujeres y los niños, y que comían suscomidas a horas fijas del día. Uno de los miembrosdel Subcomité, con la paciencia un poco agotada,se preguntó si se necesitarian equipos enteros desociólogos para descubrir algo que presumible­mente estaba al alcance de cualquier patrulla dereconocimiento, algo que Julio César había descu­bierto empleando simples legionarios en su cam­paña germánica.

Pero estos, lo subrayo, son los únicos ejemplosde ironía que puedo encontrar en el informe delSubcomité, y su verdadero blanco no eran las cien­cias behaviorales sino el Ejército y el uso que éstehacía de aquéllas. Leyendo el informe como so­ciólogo, uno se descubre literalmente reteniendo elaliento a medida que avanza a través del testimonio,porque si alguna vez un plan de ciencia behavio­ral quedó expuesto -como juicio profesional, pro­yecto, ejecución, aparte del enorme gasto de dinero(varios cientos de miles de dólares ya se habíaninvertido en el plan)- a la posibilidad de unadespiadada caricatura por parte de un Comité delCongreso, fue el plan Camelot. Pero, lejos de todacaricatura u hostilidad, sólo hay allí respeto, cor­tesía y un interés serio en el aporte de las cien­cias behaviorales y de su propia situación en elgobierno nacional. Después de todo, ¿en qué otrodocumento del Congreso (o en cualquier docu­mento profesional) se puede ver a las ciencias be­haviorales caracterizadas como "uno de los útilesvitales en el arsenal de las sociedades libres»,con una recomendación final de que se aumentenenormemente los fondos para subvencionarlas y sehonre su carácter oficial al incluirlas como partede la Oficina Ejecutiva del Presidente así como enuna Fundación Nacional?

m

Ni una sola vez en la audiencia del Subcomité seplanteó el problema de la ética profesional conrespecto a los sociólogos que participaron en elplan Camelot. Sin embargo, fue en Chile. dondeaparentemente se esperaba distinto nivel de con­ducta en los investigadores, que el asunto se plan­teó. Leyendo el informe del Comité Chileno y algu­nas expresiones de la prensa de dicho país, se

EL PLAN CAMELOT: UNA AUTOPSIA

encuentra muy poca, o casi ninguna, de esa cen­sura a los militares norteamericanos a que se con­finó nuestro Subcomité, porque en Chile, como enel resto de América Latina por lo general, sólo seespera lo peor de los militares. Lo que incomodó yaún incomoda a los sociólogos chilenos es, en pri­mer lugar, el hecho de que profesores norteame­ricanos se hubieran dejado envolver en algo comoel plan Camelot y, en segundo lugar, que ningúnacto de censura hacia los participantes del plan sehaya realizado o siquiera sugerido por parte de ins­tituciones norteamericanas de sociología. Desde unpunto de vista chileno parecía increíble que so­ciólogos se hubieran entregado a ejecutar un planbajo los auspicios del Ejército norteamericano, planque suponía la ínvestigación "en los detalles másíntimos» de instituciones y vidas privadas latinoa­mericanas; igualmente increíble les parecía que ensus primeros contactos con sus colegas chilenos,los sociólogos norteamericanos hubieran camufladoel auspicio del Ejército, refiriéndose vagamente afundaciones privadas y al apoyo de una FundaciónCientífica Nacional [norteamericana l. Hasta el díade hoy hay sociólogos chilenos y latinoamericanosque creen en la responsabilidad de las organizacio­nes profesionales norteamericanas de presentar susexcusas de alguna manera; incluso de registrar unvoto de censura por la conducta de los sociólogosdel plan. Pero cualquiera que conozca el desagra­do de los profesionales norteamericanos, ya seanmédicos, abogados o profesores, para censurar asus colegas sabe que los chilenos tendrán queesperar un largo rato.

Los aspectos éticos de Camelot han recibidoalguna atención por parte de los sociólogos nor­teamericanos, pero ha sido principalmente en formade cartas a periódicos especializados, y éstas porlo general son superficiales y tangenciales, fre­cuentemente revelan fines personales y tienen a losmilitares y al Departamento de Estado como cabe­zas de turco; por lo general se limitan a la cuestiónde si las ciencias behaviorales tienen o no algoque hacer al servicio del Ejército. Esta última meparece una cuestión sin verdadero fundamento, ex­cepto en el terreno de la ideología personal decada uno. Yo creo que, en primer lugar, había unaresponsabilidad ética mayor por la naturaleza mis­ma de la empresa que los técnicos del plan Ca­melot desdeñaron al aceptar colaborar en elia. Peroesto no tiene nada que ver con lo que a mí meparece una indiscutida y casi axiomática propiedadde las ciencias behaviorales al concertar ciertotipo de compromisos profesionales con el Ejército.

Si las ciencias behaviorales son lo que sus másdestacados representantes dicen que son -un con­junto de hipótesis y conclusiones no ideológicas,

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objetivas, extraídas del estudio desapasionado yfiscalizado de la conducta humana-, entonces nohay nada intrínsecamente malo en que sus con­clusiones sean utilizadas por el Ejército. ¿Por quédichas ciencias no pueden contribuir a la políticamilitar o a las relaciones exteriores como contri­buyen a la organización de comunidades, a la re­novación urbana, a las relaciones entre. las razasy otras zonas de la sociedad? Que los sociólogoscolaboren directamente con el Ejército -comoempleados en un plan diseñado por éste-- o através de fundaciones y universidades casi autó­nomas, es, como subrayaré más abajo, un asuntode profunda significación desde el punto de vistade la organización del trabajo. Pero difícilmentepuede ser considerado éste como un asunto deética.

El derecho de un individuo, ya sea sociólogo, quí­mico o ingeniero, de no entregar a los militareslos esfuerzos y aportes que haya hecho como cien­tífico me parece indiscutible, por más vano e ilu­sorio que sea este derecho. Pero esto no tiene nadaque ver con la naturaleza de las ciencias y sí tienetodo que ver con valores morales de tipo personal.Yo no veo cómo podemos afirmar por un lado quelas ciencias behaviorales son ciencias -es decir,conjunto de conocimientos que van más allá delcapricho individual y de las preferencias moralespara alcanzar el nivel de conclusiones empírica­mente válidas- y, por otra parte, cómo argumen­tamos que sus principios no deben ser comunica­dos al Ejército o alguna otra parte reconocida yy oficial de la sociedad y del Gobierno de losEstados Unidos.

No les corresponde decir por qué

En donde el problema de la ética profesional apa­rece en forma más significativa en el plan Camelotes, me parece, en la aceptación inicial del mismopor sociólogos que actuan como sociólogos. De­jemos de lado por ahora los sentimientos de lossociólogos chilenos que se sintieron engañados porlos norteamericanos; es siempre difícil demostrarquién dijo qué cosa y cuándo. Dejemos, por lamisma razón de lado los aspectos éticos de losmotivos que revelaron las entrevistas del profesorHorowitz con los principales de Camelot, motivosque, debo reconocer, conmovieron lo que yo creíaera mi inconmovible sentido de propiedad; porquelos motivos mencionados, después de todo, son alu­sivos, tenues y tal vez irrelevantes. Pero lo queno se puede dejar de lado es el hecho de que ungrupo de sociólogos norteamericanos, actuandocomo tales, permitieron al Ejército norteamericano,

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creer que no--había nada científicamente erróneoen un plan sociológico norteamericano, auspiciadopor el Ejército de dicho país, y orientado a las zo­nas históricamente muy sensibles de América La­tina con el expreso propósito de descubrir, a tra­vés de todas las posibles penetraciones de lacultura y de la mentalidad las condiciones de des­orden social, conflicto y rebelión.

Aquí acontece un fenómeno de interpenetraciónde culturas que uno podría justificadamente supo­ner que puede ser comprendido por cualquier apren­diz en un curso de introducción a la sociología o ala antropología, y que también se le podría ocurrira cualquier norteamericano no especializado quehaya estado leyendo periódicos en las dos últimasdécadas. ¿No había nadie en la organización ad­ministrativa de SORO, nadie entre los sociólogosque fueron designados como profesionales, no co­mo simples técnicos, para declarar en efecto al Te­niente General William Dick, jefe de investigacióny desarrollo del Ejército: "Su propósito es asuntosuyo y sin duda admirable desde el punto de vistadel Ejército; como sociólogos behaviorales nos gus­taría ayudarlo lo más posible; pero todo lo quesabemos como sociólogos behaviorales nos llevaa creer en la falta de sabiduria monumental y po­siblemente catastrófica de tal plan,,?

No se hubiera necesitado más de cinco minutospara explicar al buen general los aspectos máselementales del etnocentrismo latinoamericano, es­pecialmente en todo lo que tiene que ver con losmilitares norteamericanos. ¿El planteo de este pro­blema no era necesario y fundamental? No quierodecir "ideológicamente» fundamental, sino profe­sionalmente, científicamente fundamental. ¿Acasoel médico como médico no está profesionalmenteobligado a negarse a acceder al pedido de un pa­ciente de preparar un remedio que sus conoci­mientos médicos le dicen que es dañino? ¿Puedeel sociólogo creer que el médico está autorizadoa refugiarse en una declaración implícita de estetipo: yo soy un hombre de ciencia y si mis clienteslo ordenan no me corresponde averiguar el porqué?

Decir que el sociólogo no tiene derecho, en cuan­to hombre de ciencia, a poner en duda una misióny aun a negarse (como hombre de ciencia) a co­operar, .. significa no sólo equivocarse en cuanto ala naturaleza de la ética profesional, sino tambiénseguir siendo ciego al punto. de vista que ha em­pezadoa prevalecer en la comunidad cientifica delmundo actual, en.que el deber del hombre de cien­cia a pronunciarse sobre la política de la investiga­ción, a pronunciarse. como científico sobre la via­bilidad,.economía y sabiduría de la política de .. in­vestigación no sólo no· se pone en duda sino, como

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Don K. Price ha documentado con admirable de­talle en su libro The Scientific State, es algo delo que ha llegado a depender la opinión tanto delCongreso como del Ejecutivo en los Estados Uni­dos.

Pero esto, de acuerdo a todo lo que yo he podi­do leer, no pareció ser considerado por los sociólo­gos behavioristas de Camelot o sus colaboradores.Ellos no tenían por qué razonar, sino sólo cumpliro morir, un epitafio más adecuado, sin embargo,para la caballería ligera en los famosos versos deTennyson que para hombres de ciencia profesio­nales cuyo juicio sobre la viabilidad de un plan esparte admitida de cualquier contrato.

IV

Pero si los sociólogos behaviorales y los militaresnunca advirtieron el problema básico y subyacente,los miembros del Subcomité del Congreso sí lovieron. Repetidas veces durante la audiencia, algu­nos miembros preguntaron si era prudente que losmilitares emprendiesen el tipo de investigación quepresuponía el plan Camelot. Nadie presentó elproblema en forma más nitida y aguda que eldiputado Roybal: ,,¿Acaso el mero hecho de queel Ejército dirigía el plan no creaba por sí mismoun problema en muchos países?» Esta es precisa­mente la cuestión: ¿por qué los militares intervi­nieron en este asunto? A lo que el general Dickcontestó que cuando los soldados norteamericanosintervienen en un área extranjera, les es útil cono­cer las costumbres, los hábitos y también los posi­bles conflictos internos de esa región; de ahílavieja costumbre del Ejército de repartir manualesa sus tropas. Pero esta no era una respuesta ade­cuada a la pregunta muy concreta, que no se refe­ría a los manuales entregados a los soldados enlas regiones en que los Estados Unidos mantienentropas, sino al plan multimillonario de ciencias so­ciales que era Camelot. El diputado Fraser admitióla necesidad de manuales para Vietnam o Corea."Pero -continuó diciendo- cuando se trata decrear un modelo de una sociedad en desarrollo, conla intención de predecir lo que va a ocurrir en esasociedad, con el propósito de imaginarse qué cIa­se de cosas se pueden hacer para influir las decí­siones y los procesos sociales, yo no veo qué tieneque hacer el Ejército en este juego.»

Tampoco lo pueden ver muchas otras personas,pero de lo que se puede inferir de la lectura delinforme, ni al doctor Vallance que representaba alos sociólogos de Camelot, ni al general Dick, nial señor Seymour Deitchman, representantes delEjército, se les ocurrió que había alguna enorme

EL PLAN CAMELOT: UNA AUTOPSIA

estupidez o -considerando el asunto "metodológi­camente»- alguna anomalía científica en el he­cho de que el Ejército norteamericano hubiera en­viado sociólogos a países latonoamericanos comoChile. No fue un sociólogo vinculado al plan sinouna vez más el diputado Fraser quien, a continua­ción de algún piadoso testimonio del Dr. Vallancepronunció las siguientes palabras: "Hay en todasu exposición una suerte de actitud implícita sobrelas relaciones de este país con el resto del mundoque, si yo no fuera norteamericano, tal vez me pa­recería muy ofensiva, ya que sugiere de algunamanera que nos corresponde a nosotros descubrirlos dinamismos que actúan en dichos países parabeneficio de nuestro Ejército. Si yo fuera latinoame­ricano, no me parecería esta una situación parti­cularmente feliz.»

Con el acicate del plan Camelot, los miembrosdel Subcomité podrían haber dejado registradoen las actas que ya que la guerra desde hacemucho tiempo es considerada un asunto demasiadoimportante para ser dejada en manos de los gene­rales, la sociología es demasiado importante paraser dejada en manos de los titanes de la plani­ficación. Pero el Subcomité no lo hizo. Con laclase de suerte que, según el famoso versito deArthur Guiterman tienen los niños, los locos, losborrachos y los ciudadanos norteamericanos, la so­ciología behavioral emergió de esta audiencia po­tencialmente devastadora con su lustre intacto, suprestigio si cabe, aún más alto, habiendo asistidoal siempre divertido espectáculo de ver castigar alos militares, y con la clara posibilidad futura deun apoyo nacional a las ciencias sociales quesupera todo lo que se podría haber soñado conalgún realismo a partir del momento en que lacaja de Pandora de Camelot fue abierta.

El Departamento de Estadoversus los profesores

iEso no fue todo! En el informe del Subcomitétambién se incluye algo que puede divertir a lossociólogos hasta un grado equivalente a ver a losmilitares convertidos en chivos emisarios. Es elespectáculo de ver al Subcomité decir al Departa­mento de Estado que empiece a utilizar más a lasociología behavioral para la formulación de supolítica extranjera. Desde muchos puntos de vistaeste es el subproducto más camelotiano de todala horripilante empresa, porque si hubo alguna vezuna buena ocasión para que el Departamento deEstado manifestara su desagrado tradicional de las0ciología, esta fue una.

Es bien sabido que entre el Departamento de

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Estado y la comunidad universitaria norteamericanahay, y ha habido durante largo tiempo, Uh recelobasado en la falta de confianza del Departamentoen los resultados concretos de la investigaciónsociológica, y en la creencia de los universitarios-muy bien expresada por el profesor Gabriel Al­mond a un periodista de Science- que el Depar­tamento de Estado es una "institución conservado­ra, dominada por un servicio de relaciones exterio­res generalmente entrenado en el derecho, en lala historia y en las disciplinas humanísticas. Creenen tomar decisiones a través de una suerte de pro­ceso intuitivo como una antena.» De acuerdo conlos cálculos oficiales presentados en Science, delos 25 millones de dólares gastados por oficinasdel gobierno en investigaciones sociales en el ex­tranjero durante el año 1966, el Departamento deEstado gastó unos 200 mil dólares. El Departa­mento de Defensa gastó doce millones y medio, esdecir la mitad del total general.

A pesar de que su testimonio ante el Subcomitéfue generalmente sincero y convincente, Dean Ruskno pareció muy dispuesto a explicar los motivos deesta desproporción. Cuando el diputado Frelinghuy­sen insistió en que explicara por qué, dada la grancantidad de dinero que el Departamento de Defen­sa disponía para la investigación sociológica, elDepartamento de Estado sólo pedía y recibía ape­nas unos centavos y, lo que era todavía más im­portante, por qué una investigación como la deCame!ot no había sido confiada al Departamentode Estado antes que a los militares, Rusk indicósolamente que preferiría no entrar a discutir la"cuestión de los criterios por los cuales un de­partamento u otro debe aceptar la responsabilidadpor cierto tipo de investigación». Es claro que eneste punto, el Secretario Rusk señaló que estetipo de investigación "debe estar mejor en manosde agentes privados». Volveré sobre esto en laparte final de mi artículo porque es probablementede importancia vital para el futuro de toda inves­tigación en el extranjero realizada por eruditosnorteamericanos.

Pero si el Secretario Rusk prefirió no explicar elpor qué de la separación entre el Departamentode Estado y los profesores , otras personas conigual experiencia tanto en relaciones exteriorescomo en las universidades, lo han dicho.· LouisJ. Halle, en The Virginia Quarterly Review. (inviernode 1964), ha presentado el asunto con toda clari­dad. "Hubo un período después de la [segunda]guerra mundial en que varios departamentos delgobierno trataron de relacionarse con las>uni~

versidades. Esto ocurrió en el casodelPentágonoy de las facultades de ciencias y tecnología,jo queya tenía precedentes en el vínculo entre lossa"

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bios atómicos y el Ejército en Los Alamos. En elcaso del Departámento de Estado no funcionó.Profesores de historia diplomática, profesores dehistoria latinoamericana, profesores de sociologíay economía fueron llevados a Washington para reu­nirse con funcionarios del Departamento de Estadoque trataron de explicarles sus problemas. Pero ladistancia entre unos y otros no pudo ser colmada.Los profesores tendieron a confinarse en el carác­ter general de los problemas que los funcionariosesperanzados les presentaban, y a menudo sólo ha­blaban de la necesidad de mantener el idealismotradicional de nuestra conducta internacional. Cuan­do se les confrontaba con la pregunta directa:,,¿qué podemos hacer?», se quedaban callados.Podían contestar cualquier pregunta hasta esta úl­tima, pero era esta última la única para la que nopodían dar contestación a los funcionarios del De­partamento de Estado. El experimento, que fueabandonado, dejó a los funcionarios en un estadode desencanto teñido de amargura, como sueleocurrir después de un noviazgo interrumpido ocompromiso roto.»

Se puede suponer, sin embargo, que en el futuroel Departamento de Estado, aguijoneado por elSubcomité (aguijón muy formal y expresado en lasrecomendaciones oficiales), se comprometerá másactivamente en la investigación asociado a los so­ciólogos. Aunque no sea la clase de investigaciónque produzca una respuesta a cada pregunta adhoc que aparezca un día determinado sobre unescritorio del Departamento de Estado, sino unaclase que, si se la implementa durante el tiemposuficiente, y, esperemos, con un grado de discri­minación crítica que faltó en Camelot, puede lle­gar a constituir el germen de importantes decisio­nes en materia política.

v

No podemos concluir la discusión del impacta delplan Camelot en el Departamento dé Estado sinreferirnos a una derivación que poruh tiempo· pro­dujo considerable agitación en el campo de ·Ia so­ciología. Me refiero al memorándum del PresidenteJohnson, inmediatamente después • del descubri­miento del plan en Chile, que· ordenó al· Secretariode Estado examinar todas las investigaciones\gu­bernamentales en tierras extranjeras en busca deposibles consecuencias negativas para las relacio­nes de los Estados Unidos. Es bien· sabido, dadaslas torpezas de Camelot, que semejante· orden· eramuy necesaria. Pero la primera respuesta de lossociólogos, incluídos los que se habían comprome­tido en Camelot, fue gritar: "Censura». ¿Con. qué

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derecho, preguntaron, un departamento del Gobier­no se tomaba la atribución de escudriñar las in­vestigaciones auspiciadas por otros departamentosy en las que participaban sociólogos norteameri­canos?

La respuesta podría haber sido simplemente: conel mismo derecho con que hoy, aunque imperfec­tamente, el Departamento de Estado examina los"planes» de la industria norteamericana que presu­ponen su intervención en países latinoamericanos.El tan odiado espectáculo de antaño cuando loscomerciantes norteamericanos entraban en las re­públicas bananeras de Centroamérica y luego lla­maban a la infantería de marina si las cosas seponían difíciles, no se debe repetir más, pareceobvio, cuando se trata de planes sociológicos engran escala. A pesar del mito de la inmaculadaconcepción que rige entre los sociólogos behavio­rales norteamericanos - para quienes las corre­rías más agresivamente personales en la intimidadde los seres humanos son consideradas como mila­grosamente puras-, la violación de la dignidadnacional por una empresa universitaria norteameri­cana repugna tanto a los sentimientos de los ex­tranjeros como la violación por parte de los co­merciantes o los funcionarios norteamericanos. Elinforme del Comité Chileno deja esto bien claro.Seria posible un día de mucho calor refrescarseimaginándose qué podría haber pasado en cual­quiera de los países marcados por el plan para serinvadido, si el plan hubiera tenido "buena» suerte,si hubiera tenido "éxito», si su imprevisible descu­brimiento no lo hubiera llevado a una muerte pre­matura. Se habrían necesitado varios regimientosde infantería de marina para rescatar el capitalinvertido en la investigación y para proteger lasvidas de los investigadores norteamericanos.

Lo que sigue maravillando es que, dadas todaslas consideraciones de dignidad nacional, conside­raciones que como el informe chileno subraya es­pecíficamente no pueden ser dejadas de lado "bajoel pretexto del carácter científico de Camelot», laorden del Presidente norteamericano no incluyeraa todas las investigaciones en el extranjero. Porque¿qué puede ser más importante que el mantenimien­to de los buenos sentimientos en América Latina,buenos sentimientos que durante años han sidoamenazados por la arrogancia comercial norteame­ricana y que la arrogancia universitaria norteameri­cana amenazó en 1965? Pero el memorándum delPresidente no cometió este error. Se confinó exclu­sivamente a las investigaciones auspiciadas por elGobierno. Excluyó completamente de su alcance lainvestigación privada hecha por universidades, fun­daciones e individuos. El Secretario Rusk lo pusobien en claro al dar su testimonio frente al Subco-

EL PLAN CAMELOT: UNA AUTOPSIA

mité del Congreso. Casi tan importante es el hechode que el Consejo de Investigación de Asuntos Ex­tranjeros que fue creado por el Departamento deEstado para poner en práctica el memorándum delPresidente, ha excluído de hecho de su jurisdic­ción todas las subvenciones dadas por la Funda­ción Nacional de la Ciencia, los Institutos Naciona­les de Salud, la Ley Nacional de Defensa de laEducación y el Programa Fulbright. El ámbito delConsejo quedó así restringido a los Departamentosde Defensa, Comercio, Tesoro, etc. Finalmente dela experiencia de un año con el nuevo procedi­miento parecería surgir que nada de legítimo in­terés para las ciencias sociales ha derivado de laadministración del Consejo. Es difícil de entenderqué quería decir el principal dirigente de la Aso­ciación Norteamericana de Psicología cuando de­claró, según Science (8 de julio), que los nuevosprocedimientos "han minado la confianza en lacomprensión por parte del Gobierno de cómo ac­túa la ciencia. [oo.] Uno prefiere que sean colegaslos que juzguen la obra de uno. De esta manera laciencia adelanta, cuando los colegas miran crítica­mente por encima de nuestros hombros».

Estas palabras son tan irrelevantes como piado­sas. Volviendo a Camelot, se puede suponer quedocenas de sociólogos consultantes miraron sobrelos hombros de docenas de responsables del plan.Pero si ha quedado registrado en algún lado elhecho de que miraron en forma suficientementecrítica como para llegar al centro de este monu­mental error, yo no he podido encontrar ningunahuella de este registro. Hablar serenamente sobrela santidad de la ciencia al día siguiente de Ca­melot, un plan que por encima de todo ha debili­tado la confianza de los intelectuales latinoameri­canos en la comunidad universitaria y erudita delos Estados Unidos, es un poco como hablar delos derechos de la libre empresa en el contextopredatorio de la diplomacia del dólar.

Como ya lo he indicado, los miembros del Co­mité Chileno no se conmovieron ante los objetivos"científicos» de Camelot. Me parece útil citar laspalabras del informe: "Queremos decir que estaintervención extranjera en nuestros asuntos inter­nos no puede ser defendida con el pretexto deque la investigación social que se proponía realizarera de carácter cientrfico.» Tengo algo más quedecir luego sobre las crecientes consecuenciaspara la política internacional de los Estados Unidosde la investigación en gran escala hecha por insti­tuciones privadas en tierras extranjeras. Aquí bastacon señalar que cuando uno de los más· importan­tes Departamentos nacionales -ya sea el de De­fensa, el de Estado o el de Comercio- auspiciaun proyecto científico, aunque esté compuesto por

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psicólogos y sociólogos, parece evidente que ni si­quiera el elixir del método científico basta paraborrar el hecho del tal auspicio.

VI

Llegamos ahora a los episodios de mayor alcancesin duda que siguieron al descubrimiento de Ca­melot: las audiencias del Congreso y los proyectosde ley que si son aprobados darán lugar a unaFundación Nacional de Ciencias Sociales y a unDepartamento de Ciencias Behaviorales en la Ofi­cina Ejecutiva del Presidente, para no .mencionaruna conferencia sobre las ciencias behavioraIesauspiciada por la Casa Blanca.

No quiero sugerir con esto que Camelot fue laúnica causa de estos importantes acontecimientos.Después de todo, proposiciones de este tipo seles habían ocurrido a los sociólogos durante años.Hay que tener en cuenta, por otra parte, el efectoque produjo en la conciencia universitaria y en elGobierno la revelación de que la Universidad· delEstado de Michigan había organizado durante años,con dinero del Estado, un proyecto para el entre­namiento de la policía de Vietnam del Sur, proyectoen el que se habían empleado ciertos individuos"que tenían práctica en trabajos de investigaciónpara los Estados Unidos», según declaró el Pre­sidente John Hannah, de dicha Universidad. Sedijo que espías de la CIA figuraban entre los indi­viduos, y aunque el presidente Hannah declaróque ni "la Universidad ni sus representantes teníanconocimiento de que ninguno de ellos tuviera vin­culaciones con la Central Intelligency Agency», estadeclaración, con todos los debidos respetos, es unpoco difícil de valorar. Dada la naturaleza de lascosas la Universidad no podria haber sabido, nose le podría haber permitido saber, oficialmenteal menos, si alguno de estos "que tenían prácticaen trabajos de investigación» eran agentes de laC 1A.

Pero el asunto de la Universidad del Estado deMichigan fue sólo una tempestad, de consecuen­cias bastante limitadas, algunas de las cuales con­sistieron en la cancelación de planes •. universita­rios, potencialmente delicados, en distintas partesdel país y en relación con la CIA y otras oficinasdel aparato militar norteamericano.. Camelot, porotra parte -no sólo 80r la acción gubernamentalque inspiró sino también por los problemas éticos,intelectuales y universitarios que suscitó=- fue encomparación un terremoto cuyas repercusiones con­tinuarán por largo tiempo. Examinemos. algunasde éstas.

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Las ciencias§Qciales y la política

Hay que considerar en primer lugar el problemavital de la política nacional con respecto a lasciencias sociales y behaviorales. Como ya lo se­ñalé, el Subcomité del Congreso al hacer su autop­sia de Camelot dejó bastante en claro el desagra­do con que veía que los militares auspiciaran in­vestigaciones en el extranjero. Esto quedó explíci­tamente expresado en las recomendaciones oficia­les del Subcomité. Y aunque algunos miembros dedicho Subcomité se inclinaron a recomendar queel Departamento de Estado se hiciese responsablede este tipo de investigaciones, la más importanterecomendación (de la que disentió sólo un miem­bro del Subcomité) estaba dirigida a organizar unaoficina especial del Gobierno para auspiciar lasciencias sociales. La recomendación oficial delSubcomité no fue más allá de sugerir una Oficinade Consejo de las Ciencias Behaviorales en laCasa Blanca. Más tarde, sin embargo, (junio de1966), el presidente del Subcomité Dante B. Fas­cell, de Florida, presentó en el Congreso un proyec­to de ley no sólo para llevar a cabo esta reco­mendación, sino para que se organizase unaconferencia sobre las ciencias behaviorales en laCasa Blanca y, lo que es más importante, paraque se estableciese una Fundación Nacional deCiencias Sociales. Actualmente (agosto de 1966) elSubcomité de Investigaciones Gubernamentales delSenado que preside Fred R. Harris, de Oklahoma,ha organizado una audiencia sobre estos y otrosasuntos similares. La mayor parte de los testimoniosuniversitarios (aunque no todos) ha estado a favorde esa Fundación, y se nos asegura que el senadorHarris está también a favor. Otra audiencia sobrelas ciencias sociales y su aprovechamiento por elGobierno ha sido organizada actualmente por elSubcomité de Programas Técnicos y de Investiga­ción del Comité de Operaciones Gubernamentalesdel Congreso, dirigido por el diputado Henry S.Reuss, de Wisconsin. Una vez más, sólo se puededecir con toda reverencia respecto a Camelot:iNunca tan pocos han ganado tan inintencional­mente la gratitud de tántos!

Si una Fundación Nacional para las Ciencias So­ciales, para no mencionar una Oficina de Consejode las Ciencias Behaviorales en la Casa Blanca,es o no deseable a esta altura de la historia delas ciencias sociales es. una pregunta difícil aunpara aquellos de nosotros cuyo interés inmediatoes el bienestar y prosperidad. de las ciencias so­ciales. Sin duda hay mucho que decir a favor deambas instituciones. Habrá que obviar algunas in­comodidades y dificultades. Pero habrá otras que,en vez de ser obviadas, podrán ser fácilmente crea-

ROBERT A. NISBET

das por tales instituciones. No creo ser el único enpensar que el establecimiento formal muy publici­tado de estas instituciones puede conducir porparte del Gobierno y de la opinión pública a unaexpectación tan pesada que las ciencias socialesno estén preparadas para cargar sobre sus hom­bros. No digo esto porque piense que nada opoco de carácter científico existe en las cienciassociales. Muy lejos de ello. Hay zonas en las cien­cias sociales de hoy en que trabajos de una natu­raleza científica más auténtica (usando la palabracientífica en su sentido estricto y esencial) son másposibles que en ciertas zonas de las ciencias bio­lógicas y, por lo que yo sé, de las físicas. Estono está en discusión. El mayor inconveniente pro­vendrá, me parece, de la posibilidad bastante se­gura de que el Gobierno -que ya tiende a estarcada día más, y en forma cada vez más amplia,"orientado hacia una misión.. en su concepción delas ciencias- coloque sobre una Oficina que cuentecon la sanción nacional la responsabilidad de pro­blemas y cuestiones de política ·que las cienciassociales no pueden ni deben contestar.

En la generación pasada, las ciencias socialeshan hecho aportes de considerable valor para lasociedad y para la política social. Esto es indis­cutible. Que dadas las actuales tendencias realicenaportes aún mayores en el futuro, es casi seguro.Pero aquí no reside la esencia del problema. Laesencia reside en si, dadas las monumentales ex­pectaciones políticas que serían creadas a las cien­cias sociales por el establecimiento de tales insti­tuciones como las que proponen los proyectos deley del diputado Fascell, las ciencias sociales (o,lo que es lo mismo, cualquier ciencia) podrían rea­lizar esas expectaciones en forma de no dejar unvacío muy grande entre ellas y la realidad comopara no fomentar la desilusión en el gobierno y enla sociedad. Para decirlo en pocas palabras, sepuede afirmar que el peligro consiste en la siemprepresente tentación del gobierno de ver a los soció­logos como médicos -llamados a contestar pre­guntas ad hoc de hoy, de ayer si fuera posible-,cuando en el mejor de los casos son fisiólogosa los que sólo conciernen los asuntos vitales dela naturaleza de la conducta humana.

Sombras democráticas

Hay otro aspecto inquietante. Las ciencias socia­les abarcan hoy una gran variedad no sólo deltipo de obra a realizar, sino, lo que es igualmenteimportante, de concepciones sobre el tipo de obraque habria que realizar. Debajo de la costra deaparente unidad que cubre la frase «ciencias so-

EL PLAN CAMELOT: UNA AUTOPSIA

ciales.. hay fisuras de extraordinaria profundidaden las concepciones que sustentan los mismos so­ciólogos. Aquí las orientaciones varían mucho másque entre los especialistas en ciencias naturales.El efecto casi inevitable, me parece, de una Fun­dación de Ciencias Sociales sería el de crear unpoder demasiado visible para resolver eventual­mente esos conflictos de orientación. Una Funda­ción Nacional significa un director poderoso, parano mencionar vastos fondos. Todo lo que sabemoscomo sociólogos sobre la burocracia y sobre lasinformales pero poderosas presiones que actuansobre la burocracia, desde fuera o desde dentro,sugiere la posibilidad de un desarrollo de las cien­cias sociales, configurado desde fuera, que no sepuede contemplar con ecuanimidad.

También ocurre, finalmente, y desde el estrictopunto de vista de la investigación sociológica, quehay que tener en cuenta la consideración más im­portante de todas: el inevitable efecto de fragmen­tación, para no decir de segregación, que una Fun­dación semejante podría tener sobre la ciencia dela conducta humana. La raiz aún sigue siendo elhombre, y una de las más fascinantes y alentado­ras de todas las tendencias actuales en las cien­cias behaviorales es la síntesis de los distintosacordes de las investigaciones sociales, psicológi­cas y fisiológicas (y, quién sabe, incluso físicasen la próxima generación) que se dedican al. es­tudio del hombre. Si hay algo que convierte elelusivo término «ciencia behavioral.. en algo dis­tinto de "sociología.. , es una concentración mayor,me parece, en la conducta humana como rigurosopunto de partida en contraste con la plétora deproblemas, temas, valores e ideologías que la lar­ga historia de la filosofía moral y de las cienciassociales nos han legado. Estos son problemas vi­tales que no son exclusivamente sociales o bioló­gicos, sino ambas cosas a la vez; problemas sobrelos que se están haciendo ahora importantes inves­tigaciones. Buscar, en efecto, a través de la sepa­ración de los fondos y del plan con que se enca­ran los problemas una desvinculación de lo socialy de lo biológico consistiría en invertir las actualessaludables tendencias.

Me parece que sería mucho mejor ampliar, a tra­vés de la legislación adecuada, el área sociológicaactual de la Fundación Nacional de las Ciencias.(Un proyecto de ley presentado al Congreso propo­ne exactamente esto.) La experiencia de aquellaInstitución estos últimos años ha sido ciertamentemuy alentadora desde el punto de vista de lasciencias sociales. Habiendo protestado duranteaños. como lo hemos hecho muchos de nosotros,contra la arbitraria distinción que establece el pú­blico entre «ciencia.. y «ciencias sociales») ¿por

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qué ahora tratar de institucionalizar esa distinción,arriesgarse a perpetuarla para siempre, por mediode la creación de una fundación especial?

VII

Por más importante que sea el asunto de una nue­va Fundación tal vez tenga menos relevancia queotro problema -también subrayado por Camelot­y que se refiere a la continua utilidad de todo el«sistema de planes.. que ha estado de moda enla relación entre el Gobierno y las ciencias desdeel día siguiente a la segunda guerra mundial, cuan­do un grupo de destacados hombres de ciencia, ac­tuando desde Washington, pudieron darle la sabiaguía y la fiscalización que tal sistema claramentenecesita. Pero no se puede suponer que esa sa­biduría va a existir siempre. Hay inmensas opor­tunidades, por un lado, para la buena o mala di­rección burocrática de la investigación científicay, por otro lado, para que actúen consideracionespolíticas (quiero decir de política científica tantocomo de la otra). Hay mucho que decir en favordel abandono, o al menos de una drástica reduc­ción, de un sistema que no sólo permite sino quealienta a los hombres de ciencia a ir a Washing­ton, ya como individuos ya en grupos pequeños, arecibir donaciones para planes que han sido escu­driñados demasiado rápidamente y que están diri­gidos por consideraciones harto casuales. Por otraparte, el sistema promueve la disconformidad den­tro de las universidades.

El Dr. Frederick Seitz, presidente de la AcademiaNacional de Ciencias, ha pronunciado recientementealgunas palabras importantes sobre este punto:«Creo que todo el proceso de apoyo de investiga­ciones de tipo universitario con dinero del Estadose podría mejorar substancialmente si una frac­ción mayor de ese dinero llegara a las Universida­des bajo la forma de donaciones institucionales quefueran distribuídas sobre la base de decisiones to­madas conjuntamente por la Administración y lasfacultades universitarias."

El Dr. Seitz deja bien claro que una de las ra­zones principales para esta recomendación de uncambio de política es la de dar fuerza al gobiernointerior de las Universidades, a los jefes de depar­tamento, a los decanos, pero también a los comitésy consejos de las facultades; fuerza que han per­dido bajo el sistema de planes en los que son de­jados completamente de lado o simplemente re­ducidos a las tareas administrativas por. científicoscuyo poder y movilidad están garantizados. por laindependencia de sus proyectos de la Universidad

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en que está radicada su función principal (y tam­bién su posesiÓn' del cargo universitario y su altosalario y otros beneficios). Como lo subraya elDr. Seitz, tal independencia ayuda a explicar el tipode desintegración de la comunidad universitariaque experimentó Berkeley hace dos años.

La segunda razón que da el Dr. Seitz para su re­comendación es la afinidad fatal que parece en­contrarse entre el sistema de planes gubernamen­tales y el tamaño de esos planes que son adminis­trados por las Universidades. A ninguna burocraciale gusta administrar fondos para una infinidad depequeños planes individuales. Es mucho más fácilconceder a una distinguida personalidad científicagrandes cantidades de dinero para un solo proyec­to. Hay que agregar a esto el hecho de que elCongreso, en las ocasiones en que examina cómose gastan los fondos para la ciencia, se contentamás fácilmente ante planes que tienen un «sentidomisionero», que tienen un alto grado de saborsintético. El resultado de todo esto es alentar laproliferación de proyectos científicos que tienenuna naturaleza práctica o fácil de aplicar y puedenpor lo tanto ser manejados fácilmente por institu­ciones no universitarias -ya sea de tipo nacional,estatal o privada- y que tienen también un atrac­tivo sutil pero poderoso, en vez de alentar esosotros planes, más pequeños, menos conclusivos,que pertenecen a las zonas más básicas o teoré­ticas de las ciencias.

El problema del auspicio

Habría también, es claro, otras cosas que ganar,y esto sobre todo en el campo cada vez más am­plio de las investigaciones norteamericanas en elextranjero. Si algo enseña el plan Camelot es laímportancia crucial del auspicio cuando un grupode sociólogos norteamericanos se traslada al ex­tranjero para hacer encuestas en la estructura so­cial, en la cultura y en otros valores que por sumisma naturaleza corren el riesgo de ofender lasensibilidad de los extranjeros. Existe entre mu­chos eruditos extranjeros -aparte de los funcio­narios de los distintos gobiernos y de los ciudada­nos comutles- cierta sospecha no sólo delGobierno de los Estados Unidos y sus instituciones,sino de . toda institución gubernamental de cual­ql.lierpaís que sea: una· sospecha que se basaehilos frecuentes conflictos· entre estos gobiernos

COlrfll.lhiclacles intelectuales en aquellos países,las nuevas regiones subdesarro­

parten delaégida<de un departa-

ROBERT A. NISBEl

considerados «limpios» como AID o NSF o NlH,se enfrentarán cada vez más con la sospecha, oserán al menos sometidos a acusaciones políticasde tipo interesado, de que esas investigaciones di­simulan una penetración militar clandestina.

Las Universidades norteamericanas, por otra par­te, parecerían mucho menos susceptibles de des­pertar tales sospechas o acusaciones, especial­mente cuando sus investigaciones en el extranjerose basan desde el principio, en la cooperación to­tal con Universidades de las regiones a estudiar.En casi todos los países del mundo la Universidades, y es muy probable que lo siga siendo, unainstitución en la que se deposita confianza. Sólose necesita pensar en la gran cantidad de eruditos,científicos y altos funcionarios públicos de los paí­ses latinoamericanos, asiáticos y africanos cuyaeducación superior ha sido completada total o par­cialmente en Universidades norteamericanas, apar­te de la actuación generalmente distinguida· de uni­versitarios norteamericanos en dichos países. Sepuede decir, es claro, que Camelot prueba lo con­trario. Después de todo este proyecto fue concebidodentro del ámbito de SORO, que está administra­tivamente vinculado a la American University. Peropor todo lo que se sabe, SORO tiene una situaciónvirtualmente independiente; sólo nominalmente pa­rece ser parte de dicha Universidad; está en laUniversidad pero no es parte de ella; sus lazoscon el Ejército se parecen a los de la Rand conla Fuerza Aérea. De hecho es un centro de investi­gación del Ejército que por distintas razones, quealguna vez deben haber parecido buenas a losadministradores de la American University, está alo­jado allí en vez de estar en el Pentágono.

Esto es una cosa muy distinta del auspicio uni­versitario como solemos entenderlo general y exac­tamente nosotros. Y si los universitarios latinoame­ricanos estuvieron justificados, desdichadamentepara nosotros, en verter algún odio hacia una Uni­versidad norteamericana, un análisis más sobriorequiere empero algunas distinciones como las queestoy haciendo. Pero hay,sin embargo, algunas lec­ciones bastante duras que aprender de Camelot.Si el sistema de conceder donaciones masivas alas Universidades fuese adoptado por las fundacio­nes del Gobierno con preferencia al actual sistemade planes, entonces estas fundaciones gubernamen­tales deberán mucho a las Universidades en loque respecta a la maquinaria administrativa garan­tizada que se ocupará de distribuir esas donacio­nes masivas. Las fundaciones nacionales deberíaninsistir en que se estableciese, un mínimo de cuer­pos fiscalizadores dentro de las Universidades,compuesto de miembros de las facultades así comode administradores, y que tuvieran algo de esa

EL PLAN CAMELOT: UNA AUTOPSIA

misma responsabilidad general frente a toda inves­tigación realizada bajo los auspicios de estas do­naciones masivas que los consejos y comités do­cente-administrativos han tenido desde tiempoinmemorial sobre los programas de estudio, loscursos y las investigaciones financiadas interna­mente por las Universidades.

No nos equivoquemos. Tal sistema al reemplazaral sistema de planes que ya ha cumplido veinteaños en este país, tendrá enemigos mortales entrelos propios sociólogos; por lo menos entre los queahora están acostumbrados a las ilimitadas posibili­dades, a la independencia, al gigantismo que acom­paña al sistema de planes. Sin embargo, tanto porlas razones dadas por el Dr. Seitz como por razo­nes inherentes a la naturaleza especial de lasciencias sociales -inherentes en particular a lanaturaleza de la investigación en el extranjero-,creo que el sistema de donaciones masivas, alhacer que las Universidades sean las verdaderasresponsables en vez de las oficinas gubernamen­tales que actúan a través de planes ad hoc, re­sultará a la larga en una jerarquización de lasinvestigaciones. Me parece que así habrá menosposibilidades de que vuelva a ocurrir un asuntocomo el de Camelot. Pero esto sucedería sólo siexiste en el ámbito universitario una «infraestruc­tura» universitaria de bona fide para la distribucióny fiscalización de esos fondos. Entregar asuntostan vitales a una oficina como SORO, en que losvínculos con la Universidad son sólo nominalesy los vínculos con el Ejército (u otro departamentodel Gobierno) son decisivos, podría ser ruinoso.

VIII

Pero cualquiera que sea la «infraestructura» de lainvestigación norteamericana en el extranjero, se­ría ingenuo suponer que el futuro puede quedarlibre de la amenaza de impactos sobre las relacio­nes exteriores como los que Camelot representó deuna manera tan admirable. Aunque Camelot no hu­biera existido, siempre estaría ahí el problema queCamelot sin duda intensificó: retener (para no men­cionar aumentar) la hospitalidad de las nacionesextranjeras para las investigaciones norteamerica­nas en las ciencias behaviorales. Aun suponiendoque los chilenos, nigerios, cingaleses, ingleses,franceses y alemanes puedan ser máshospitala­rios ante un plan del tipo Camelot que provengade la Universidad de Harvard en vez del Departa­mento de Defensa, el problema seguirá siendo:¿Cuánto más favorables? Porque estamos tratandode un tipo de investigación que tiene tales caracte­rísticas que cada día aumentan los problemas de

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un conflicto potencial con la sensibilidad de losextranjeros.

Conviene recordar que buena parte de la animo­sidad hacia Camelot que aparece en el informechileno tiene más que ver con el tipo de problemabásico que estaba enterrado debajo de las másabsurdas pretensiones del plan. Desde el punto devista chileno había algo groseramente inadecuadoen el hecho de que, al margen de los auspiciosdel Ejército norteamericano, el plan Camelot sepropusiera (estoy citando casi literalmente) investi­gar no sólo aspectos aislados e innocuos de lavida chilena, sino hacer una radiografía de la na­ción, incluyendo los aspectos más íntimos de losseres humanos: lo que piensan, sienten, creen oesperan. Y todo esto sin el consentimiento o laautorización ya sea del Gobierno o de las Univer­sidades chilenas.

Conviene subrayar el hecho de que la intimidadpersonal e institucional aún es tomada más en se­rio en América Latina y en muchos otros paísesdel mundo que lo es en Estados Unidos en donde,las encuestas tipo Gallup y Roper, los informes ala Kinsey, la ciencia behavioral y/o el espionajeelectrónico de jurados, clases, oficinas y lugaresde reunión por parte del F. B. l., para no mencionarlos océanos de cuestionarios que parten diariamen­te de los centros de ciencias sociales, de las ofi­cinas de personal industrial, de las oficinas guber­namentales, y que averiguan cada aspecto íntimoy delicado de la vida política, sexual, financiera yonírica de cada uno desde hace más de un cuartode siglo, ha convertido a los norteamericanos enel pueblo más desnudamente expuesto de la his­toria, y en este sentido vital tal vez el menos libre.Aun bajo las dictaduras militares de América La­tina existe y se valora una libertad de intimidadindividual y personal que tal vez nosotros hemosempezado a olvidar en los Estados Unidos.

Abusos de conffanza

Hay otra razón para la posible desconfianza queexiste entre los intelectuales y los sociólogos ex­tranjeros ante todo plan norteamericano. Son losbastante desiguales antecedentes de respeto delas confidencias realizadas durante una investiga­ción que tienen los sociólogos norteamericanos.Hay ejemplos, como es sabido, en que se conce­dió a algunos sociólogos el acceso total a una co­munidad, una secta, un club o una pandilla, o unarchivo de documentos, sólo bajo la garantía delabsoluto carácter confidencial y el anonimato delos informantes: ambos fueron drásticamente viola­dos por algunos sociólogos que, a pesar de los

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planes para

de publicar lala forma que le haya per­

La reciente cancelación porparte de la Aviación Militar norteamericana de unplan basado en la Oficina de Investigaciones Cien­tíficas de dicha institución, pero administrado porla Universidad de Wisconsin, puede servir de ejem­plo. Aunque la Aviación Militar no presentó nin­guna explicación oficial por la cancelación, hayrazones para creer que cuando se examinaron al­gunas de las preguntas muy detalladas e íntimasque debían ser hechas a un grupo selecto de ofi­ciales, se llegó a la conclusión de que semejantecuestionario podría afectar el estado de ánimo delos mismos, ya que siempre podía darse el casode que en el futuro se supiese la identidad de lacomunidad, o del grupo o aun de los individuoscuestionados.

Una vez más pasa aquí, como pasa con muchosde los problemas planteados por Camelot, que lareacción inmediata e instintiva de la comunidaduniversitaria es por lo menos muy curiosa. Así,un profesor ha declarado que la principal leccióna extraer de la cancelación de aquel plan es quenosotros, los sociólogos, debemos educar al públi­co a comprender que debe esperar y aceptar delos sociólogos el mismo tipo de preguntas, muypersonales e íntimas que ha aceptado desde hacemucho tiempo de parte de los médicos y abogados.Pero hayal menos dos aspectos de este asuntoque hacen completamente sospechosa la compara­ción. En primer lugar, la «intimidad» de los médi­cos deriva exclusivamente de la necesidad de emi­tir un diagnóstico para la curación del paciente.La intimidad del sociólogo deriva de las necesida­des de una investigación que será eventualmentepublicada. En segundo lugar, está el problema delas responsabilidades y sanciones. Un médico quefuera declarado culpable de dar a conocer o desimplemente insinuar la identidad de un pacienteque tuviera, digamos, una enfermedad venérea oun alcoholismo crónico o presentara un caso deninfomanía sería castigado profesionalmente. Nohay tales sanciones en la profesión universitaria.Es muy posible, en realidad, conseguir ascensos yganar suculentos derechos de autor en el campode las ciencias behaviorales por actitudes que enlas profesiones legales o medicales llevarían a lasuspensión del título.

Esto podrá parecer un asunto tangencial. Sinembargo, creo que algo que se ha transformadoen un asunto cada vez más complejo e incómodopara la conciencia norteamericana, tendrá inevita­blemente que convertirse, dado los bastante menos

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que perfectos antecedentes que las ciencias beha­viorales tienen en la preservación de las confiden­cias, en un asunto de importancia considerablecuando las personas en observación sean chilenosy franceses en vez de norteamericanos. Como yaseñalé antes, una de las respuestas de la comuni­dad universitaria e intelectual latinoamericana alplan Camelot fue precisamente la de preguntar quéactos de censura habían realizado las asociacionesde sociólogos norteamericanos con respecto a losindividuos que participaron en Camelot.

La fase imperialista de las investigaciones

Sin embargo, más importante que el tipo de planesy preguntas para el futuro de las investigacionesnorteamericanas en el extranjero es su volumenpotencial. Aquí ocurre algo que, con cierta exacti­tud, podemos presentar en términos malthusianos.El número de investigaciones en el extranjero au­mentará (si se vencen las barreras) aritméticamentepero la población de sociólogos behavioristas nor~~eamericanos que tengan preguntas que plantear enareas extranjeras aumentará geométricamente. Siantes la investigación norteamericana en el extran­jero estaba reducida a un pequeño grupo de an­tropólogos y geógrafos que aprendieron, de la ma­nera más difícil, la enorme importancia del tactola confianza y la sinceridad, así como la existenci~de límites a todo cuestionario que se presente a unpueblo extranjero, que hicieron su trabajo comoindividuos y no como miembros de un plan formi­dable, ahora este tipo de investigación, como sa­bemos, abarca todas las ciencias behaviorales. Dadasu creciente popularidad entre los sociólogos quea~:e~ eran incapaces de encontrar el camino paradlrlg/rse a un consulado; dada la disminución (enel sentido de provecho cada vez más reducido)de material norteamericano de actitudes Doliticascreencias religiosas, aspiraciones sociales: sueños:orgasmos, etc., frente a las exigencias voraces delos titanes de la ciencia behavioral que deseanaumentar su cada vez más creciente masa deentrevistados; y dadas, finalmente, las hordas deestudiantes ya graduados que están escribiendodisertaciones, jóvenes profesores ambiciosos, ma­duros profesores luchando por algún plan titánico,para no mencionar los cientos de millones de dó­lares para este tipo de investigaciones que apare­c~rán inevitablemente al formalizarse la ayuda na­c/onal, dado todo esto, nadie se puede extrañarsi un número cada vez más creciente de gobier­nos extranjeros (y también de comunidades extran­jeras) empiezan a tomar una actitud hostil hacialos sociólogos norteamericanos que antes estaba

EL PLAN CAMELOT; UNA AUTOPSIA

reservada para los comerciantes norteamericanos.La inmaculada creencia de los universitarios nor­teamericanos de que está justificada cualquier in­vasión de la intimidad o cualquier exposición pú­blica de la psiquis humana mientras se haga ennombre de las ciencias en vez de, digamos, laindustria de la televisión, me temo que no tengamaycres posibilidades de alcanzar la popularidadde lo que tuvo la Inquisición medieval cuando de­fendia sus invasiones en nombre de la piedad y laprotección de los fieies. Suponer que todo marcharábien si las investigaciones en el extranjero son rea­lizadas por una Fundación Nacional o una Uni­versidad norteamericana es, me temo, ser ingenuo.Habrá que tener en cuenta, muy seguramente, otrasconsideraciones -de relaciones extranjeras, politi­ca nacional, etc-, cuando la industria norteameri­cana de los conocimientos empiece realmente aproducir en masa para los mercados extranjeros.

¿Este lenguaje parece ofensivo? Más vale quenos acostumbremos a él. El modelo más notabledel investigador behaviorial está dejando rápida­mente de ser el erudito -aquel de «arrugada fren­te en un rincón libresco»- y se está convirtiendorápidamente en un ágil promotor, igualmente cómo­do en los institutos universitarios, los centros denegocios y las oficinas del Gobierno. Todavia se­guimos usando la engañosa imagen del eruditoy su derecho natural a la libertad de la investiga­ción. Esta imagen es para la imagen de la inves­tigación actual, de gran escala y realizada por unacorporación, lo que la imagen del pequeño nego­ciante y su derecho natural a sacar provecho de sutrabajo es a la imagen de la gran industria: uncompuesto de auténtica nostalgia, conciencia cul­pable y «camouflage». La estructura, los incentivosy aun el lenguaje de la investigación actual tienenmás en común con el mundo de los negocios quecon el universitario. Y sustancialmente importa pocoque nos refiramos en este caso a investigación «uni­versitaria» o "no universitaria».

Es posible, creo, aplicar a la industria actual delconocimiento lo que Berle y Means escribieron hacetreinta años sobre las grandes corporaciones in­dustriales: "Cuáles son los motivos eficaces, en loque se refiere al control, es un asunto de conje­turas. Pero es problable que se pueda aprendermás con respecto a ellos, estudiando los motivosde un Alejandro Magno que parte en busca denuevos mundos para conquistar, que si se consi­deran los motivos de un pequeño comerciante delos días de Adam Smith.» Si se sustituye «pequeñoerudito» donde dice "pequeño comerciante», la re­levancia de estas palabras resulta clarísima.

La investigación en el extranjero lleva miras deconvertirse en una operación masiva, y, potencial-

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mente, invasora. Si uno fuera marxista-leninistadiría que la industria de la investigación norteame­ricana está empezando a entrar en su fase impe­rialista. Una disminución en las inversiones, unaproporción cada vez más decreciente de ganancias,empieza a advertirse en el mercado norteamerica­no. Ya se han investigado demasiado a menudolas pequeñas ciudades, las ciudades medianas, lasgrandes ciudades; se han empezado a agotar lasposibilidades de estudio de las clases media, altay baja. Se necesitan nuevos mundos para conquis­tar para que la ya frenética competencia dentro delos Estados Unidos no degenere en guerra civil.(Hace poco dijo un directivo del mundo de losnegocios que ahora es vicepresidente financiero deuna gran Universidad: "Nada de lo que he vistoen quince años de negocios se compara con lasalvaje competencia, como entre lobos, que ad­vierto en la Universidad. Dios salve a los extran­jeros cuando los universitarios caigan sobre elloscon todo vigor.») Debe haber en este momentoliteralmente decenas de miles de sociólogos beha­viorales norteamericanos -aspirantes a títulos uni­versitarios en busca de disertaciones, profesoresen todos los rangos del escalafón, para no mencio­nar las hordas de investigadores sin título queactuan en el mundo de los negocios y del Gobier­no- ya preparados, con las computadoras bienaceitadas y a la orden para dar el Gran Salto através de todos los océanos apenas esté a su dis­posición el capital para investigaciones con el quetanto han soñado.

Envio

Estamos en 1984. En Estados Unidos se acaban derecibir despachos de un país latinoamericano, Bra­Iivia, que informan sobre los tonantes titulares yeditoriales en los periódicos, sobre motines en lascalles y el peligro mortal de que el Gobierno dedicho país caiga. La Embajada y el Consulado nor­teamericanos han sido apedreados. Se acaba dedescubrir en Bralivia el vasto plan Shangri-La, quehabía sido creado por la Fundación Norteamerica­na para las Ciencias Behaviorales y estaba dirigidopor eminentes sociólogos norteamericanos con losque colaboraban secretamente sociólogos de Bra­Iivia contratados por los norteamericanos. Se leshabía concedido un permiso confidencial por partedel Gobierno de Bralivia a cambio de una autori­zación para excederse en un 87 por 100 de losgastos de administración, pagaderos en dólares,tanto por ciento corriente en las Universidadesnorteamericanas para todo proyecto que tenga basegubernamental. De acuerdo con los periódicos de

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CUADERNOS HISPANüAMERICANOS

Bralivia;e(>plan ShangricLahabíasido organizadohace.años rñmediatamente después que los erro-res deL plan Camelot fueron calculados y valora-dos con el fin de realizar una encuesta de tiposaturación en un pueblo extranjero que no estuvie­ra al tanto de ser investigado y que, por lo tanto,desde el punto de vista de la investigación, sehallara en condiciones puras. Con el permiso delGobierno de Bralivia y la ayuda de sociólogos lo­cales se habían instalado aparatos de espionajeelectrónico en los confesionarios, salas de jurados,salones de clase, cocinas familiares y burdeles deBralivia. Por medio de técnicas de computación deInvestigación-Total-y-Simultánea, recientemente des­cubiertas, se había abarcado todas las institucionesde Bralivia: la Iglesia, la familia, los partidos polí­ticos, las comunidades locales, los sindicatos, lasescuelas, los manicomios, los jardines infantiles, lasempresas industriales y la burocracia. Entrevistasen profundidad y de gran intimidad fueron posi-

ROBERT A. NISBET

bies a través de técnicas psicodélicas que destruíantoda posibilidad de sospecha por parte de los bra­livianos. Se descubrió que el plan Shangri-La ha­bia estado funcionando por más de tres años.Aunque ningún sociólogo behaviorista norteameri­cano declaró estar al tanto de dicho plan, un miem­bro del personal administrativo hizo la siguientedeclaración: «Se trataba de hacer un experimentopara descubrir lo práctico que podia resultar estetipo de plan. Realmente no nos interesaba Braliviapara nada. No figuraba entre los 24 paises señala­dos para un estudio intensivo. La mayor tragediaes que estábamos a punto de realizar el mayordescubrimiento metodológico de la historia de laciencia. Ahora todo esto no ha servido para nada.»Parece que la denuncia del plan Shangri-La partióde una confidencia de uno de los colaboradoresnorteamericanos al enterarse de que el resultadodel plan sería comunicado al Departamento deComercio. O

Colaboradores* Aleixandre, Vicente (España, 1898): es uno de losmás importantes poetas españoles vivos. Sus obrasmás conocidas son Ambito (1928), Espadas como labios(1932), La destrucción o el amor (1934), Sombra delparaiso (1944), Mundo a solas (1950), Poemas paradi­siacos (1952), Presencias y Retratos con nombre(1965). El poema Y la entrevista que hoy publicamosIlan sido especialmente enviados para MundO Nuevo.,~ Arteche, Miguel (Chile, 1926): se ha destacado comouno de los poetas principales de su promoción. Entresus obras figuran La invitación al olvido (1957), Unanube (1949), El sur dormido (1950), Solitario, mira haciala ausencia (1953), Otro continente (1957), Destierrosy tinieblas (1964) Y De la ausencia a la noche (1965).Arteche ha obtenido dos veces el premio Municipalde Poesía, en Santiago de Chile, y desde 1965 esagregado cultural de la Embajada de su país en Ma­drid. .La encantada" y otros poemas constituyen partede una secuencia en la que trabaja actualmente elautor.* Blanco, Jorge Daniel (Uruguay, 1940): ha estrenadoen 1962 La araña y la mosca en la Comedia Nacionalde Montevideo. Con esta obra obtiene el primer premiode la Comisión de Teatros Municipales y recibe tam­bién el premio del Círculo de la Critica y de Casadel Teatro del Uruguay. Actualmente reside en París.* Cano, José Luis (España, 1912): es fundador y di­rector de la colección de poesía Adonais, creada en1943, y secretario de la revista española Insula dondepublica regularmente estudios de crítica literaria. Tienevarios libros de poesía y ha organizado algunas co­lecciones como la Antologia de la nueva poesía es­pañola (Madrid, Gredos, 1958). Ultimamente publicó Elescritor y su aventura, en el que recoge varios de susestudios de crítica literaria.

* Fuentes, Carlos (México, 1928): es el más brillantenarrador mexicano actual. Ha publicado tres novelas:La región más transparente (1958), Las buenas concien­cias (1959) y La muerte de Artemio Cruz (1962). Entresus libros de relatos figuran Los Dias enmascarados(1954), Aura (1962)) y Cantar de Ciegos (1964). Acabade dar término a dos novelas más: Zona sagrada yCambio de piel, a la que pertenecen algunas páginasque fueron adelantadas en el núm. 4 de Mundo Nuevo.Actualmente Fuentes trabaja y vive en Paris.

* García Márquez, Gabriel (Colombia, 1928): es con­siderado el más importante novelista joven de su patriay uno de los primeros de América Latina. Ha publicadoya varios títulos, el más estimable de los cuales es talvez El coronel no tiene quien le escriba (1957), variasveces reeditado y traducido. Ha terminado una extensasaga narrativa sobre la imaginaria población de Macon­do que se titula Cien años de soledad, y de la que yaMundo Nuevo había adelantado un capítulo en el nú­mero 2 (agosto de 1966). En una entrevista publicadaaquí mismo en el núm. 1 (julio de 1966), Carlos Fuentesse refería a su obra con estas palabras: «García Már­quez está instalado en los viejos reinos vegetales deGallegos y Rivera, sólo para liberarlos de ese pesomuerto y reintegrarlos a la ímaginación con un humor,una belleza, una auténtica compasión que jamás pudie­ron tener Arturo Cova o el Sute Cúpira o Santos Luzar­do, que eran figuras antidialécticas. En cambío la dinastiade los Buendia que traza Garcia Márquez, es des­lumbrantemente antimaniquea; los Buendia son los fun­dadores y los usurpadores: los Sartoris y los Snopes deHispanoamérica, en una sola integración fulgurante.Cien años de soledad es la crónica de ese Macondo,ese pueblo perdido de Colombia que podría ser, por

VRRevista literaria bimestral

fundada en 1931 y dirigida por Victoria Ocampo

Número 302 (Septiembre-Octubre de 1966)

RODOLFO FINKELSTEIN León ShestovLEON SHESTOV Ciencia e investigación libreBAICA DAVALOS Asalto al ArcaHOMERO ARIDJIS PerséfoneERNESTO MEJIA SANCHEZ Tres poemas terrenalesJORGE BOSCH Blanchot o el esplendor del

espacio literarioMARTA ALVAREZ PoemasOSVALDO ROSSLER Poemas de infanciaJAIME BARYLKO El mundo de S.J. Agnón

Crónicas - Notas bibliográficas

Suscripción anual: $ 600 - Número suelto: $150

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Director: José Antonio Maravall

Número 204

HIGINIO ANGLES: Antonio de Cabezón, organista de Carlos V y de Felipe 11.­

FEDERICO SOPEÑA: En el centenario de Antonio de Obregón.- JOSEFINA PLA:

Antología de poesía paraguaya.- MARIA ANGELlCA CORREA: Dos historias de

Buenos Aires.- SALVADOR ARANA-SOTO: Puerto Rico en la novela popular

norteamericana.- CARLOS ARBELft.EZ CAMACHO: Arte colonial en Hispanoamérica.

- ANTONIO ELORZA: Hacia una tipología del pensamiento reaccionario en los

orígenes de la España contemporánea.- NOTAS - COMENTARIOS - SECCION

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Todos los materiales publicados en Mundo Nuevo soninéditos en castellano, salvo mención en clentido con­trario. Está prohibida su reproducción, total o parcial,si no se menciona expresamente la procedencia. Nose mantiene correspondencia sobre colaboraciones nosolicitadas. Las opíniones contenidas en los trabajoscon firma pertenecen exclusivamente a sus autores. Estaes una revista áe diálogo. O

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con éxito por la Comedia Francesa en la temporada1966.

" Pinillos, Manuel (España, 1914): publicó su primerlibro de poemas en 1948 y en 1951 consiguió el premio"Ciudad de Barcelona" con De hombre a hombre.Publicó además A la puerta del hombre, Tierra denadIe, Esperar no es un sueño, Lugar de orIgen, etc.

* Rudni Silvia, (Argentina, 1946): ha trabajado en elsemanario argentino PrImera Plana y actualmente resi­de en París como corresponsal del mismo. Es habi­tua! colaboradora de esta revista.

* Suescun, Nicolás (Colombia, 1937): prepara actual­mente un libro de poemas y otro de cuentos; a esteúltimo pertenece el que ahora publicamos. Colabora re­gularmente en la revista Eco, de Bogotá.

* Zagury, Eliane: es una joven crítica brasileña queestudia en la Facultad de Filosofía y Letras, de Rio deJaneiro, donde dirige la revista Letras. Es colaboradorade Cadernos brasílelros.

* El diseño de la carátula de Mundo Nuevo, y elproyecto de típografía de sus páginas interiores, perte­necen a los artistas ingleses Colin Banks y John Miles.

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la página tercera de la cubierta.

eneslma vez, sólo la víctima de las fuerzas imperso­nales, la selv-á i¡ el río. Pero García Márquez lo trans­figura, como Faulkner transfiguró el condado de Yokna­patawpha. Toda la historia 'ficticia' coexiste con lahistoria 'real', lo soñado con lo documentado, y gra­cias a las leyendas, las mentiras, las exageraciones,los mitos de esa gente, Macondo se convierte en unterritorio universal, en una historia casi bíblica de lasfundaciones y las degeneraciones, en una historia delorigen y destino del tiempo humano y de los sueñosy deseos con los que los hombres se conservan odestruyen. Es decir: el escenario es el mismo, lo queha cambiado es el poder imaginativo que lo ilumina.Esa es toda la diferencia."

Nombre y apellidos

Pago mediante cheque bancario o giro postal a nombre de Ricardo López Borrás, 97, rueSaint-Lazare, Paris IX·.

* Guido, Beatriz (Argentina, 1924): se reveló con unaprimera novela, La casa del ángel (1954). Otras novelassuyas: La calda (1956), FIn de fíesta (1958), El IncendIoy las vlsperas (1964); esta última ha conocido uno demayores éxitos de librería de estos últimos tiemposy ha sido vertida al inglés por la casa Scribner's deNueva York. También es autora de un libro de cuentos.La mano en la trampa (1961). Ha colaborado con suesposo, Leopoldo Torre Nilsson, en la preparación delibretos cinematográficos sobre temas suyos y ajenos.Las páginas que hoy publica Mundo Nuevo pertenecena su última novela en preparación.

* lonesco, Eugene (Rumania, 1912): vive en Franciadesde la ocupación de su patria por los nazis y escri­be en francés. El «Diario" que terminamos de publicaren este número, fue originariamente divulgado por larevista Preuves, con cuya autorización se reproduceaquí. Se regístra en él una profunda crisis de identidadque sufre el famoso comediógrafo y de la que surgiráuna de sus últimas obras, La solt et la ta/m, estrenada

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DICCIONARIO

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DEL ESPAÑOLpor María Moliner

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