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Cien Facetas Del Sr. Diamonds - Vol. 11 - Emma Green

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Emma Green

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Cien Facetas del Sr.Diamonds

Volumen 11:Incandescente

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1. Alta traición

¡Hago lo que puedo, Eleanor!Amandine es muy testaruda, nodejará a Gabriel así como así…

Estas palabras resuenan en micabeza y me dejan desencajada. Medan sudores fríos y ardientes a lavez y, a mi alrededor, las paredesdel salón me dan vueltas, siento

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cómo el corazón se me acelera.Todo tiene explicación, las piezasdel puzle por fin encajan: por esomi intuición me ordenaba alejarmelo más posible de esta chica y de sucuriosidad malsana. Iris no se hacolado en la vida de Tristan porcasualidad, está en mi contra desdeel principio. La belleza rubia deojos de víbora está en una misión,es la espía de Eleanor…

Esta conclusión me hielaliteralmente la sangre. Cuando alfinal le oigo decir: “¡Hasta

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mañana!” y colgar, me entra elpánico. ¿Qué hacer? ¿Huir oresponsabilizarme? ¿Evitarla oafrontarla? ¿Quedarme sin saber oconocer toda la verdad? Porque esprecisamente lo que temo, tener queanunciarle al hombre que amo quehe descubierto la manera deencontrar a su prometidadesaparecida. Peor aún: anunciarleque la mujer que busca con tantoahínco le busca a él también, a sumanera. ¿Debo darle esta pista yhacer que se encuentren?

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¿Y correr el riesgo de que medeje?

Estoy totalmente perdida en mispensamientos cuando la puerta de lacocina se abre de sopetón ydescubro el rostro asombrado deIris. La rubia se detiene unmomento, sorprendida por mipresencia. Luego se repone pararetomar la compostura. Susexpresiones son neutras,impasibles, me mira fijamente sinrodeos y se dirige a mí…

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–Amandine, ¿qué haces aquí?Me encuentro frente a un dilema:

confesarle que lo he oído todo yexigirle explicaciones o pretenderlo contrario, hacer como si nada.También contemplo una últimaopción… ¡Arrancarle los ojos!Pero no tengo tiempo de vacilar, sumirada fría y sospechosa meinterroga, debo tomar una decisiónen el acto. Al final, me acuerdo delteléfono de Marion…

¡La excusa perfecta!–He… he venido a devolverle el

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teléfono a Marion. Pensé queestaría en casa.

–Pues no. Está comiendo conLouise.

Apenas percibo las palabras quesalen por su boca. Solo con verlame dan náuseas, esta chica estóxica, me pone enferma. Mivocecilla interior se desata y learroja secretamente todos losinsultos habidos y por haber.

–Ah…–¿Llevas mucho tiempo aquí? No

te he oído entrar, estaba hablando

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con una amiga por teléfono…, medice, algo titubeante.

–No, acabo de llegar, no sabíaque estabas en casa.

¿Te crees que soy tonta deremate, eh? Te vas a librar hoy,pero no sabes la que te espera…

–¿Y si no? ¿Qué tal con tuDiamonds? ¿Sigue en busca de lamujer de su vida?

¡Voy a hacer que te tragues lalengua!

–Sin novedades, la rutina. ¿Y tú?¿Tristan y tú seguís tan

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enamorados?–Sí, doy gracias al destino cada

día por haberle cruzado en micamino…, añade dirigiéndome unasonrisa tan falsa como sus palabras.

¿Ah sí? ¿A eso le llamasdestino? ¿Acostarte con alguiensolo para espiar a su mejoramiga?

–A veces me pregunto si me lomerezco, vuelve a añadir alobservar mi reacción.

¡Se pregunta si lo he oído todo,me pone a prueba!

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–Yo también me lo pregunto.Tristan es un buen chico, no ve elmal por ninguna parte…, lerespondo, sin dejar de mirarla.

–¿Insinúas que yo soy el mal?Peligro… ¡Me va a pillar!–No, simplemente señalo que

Tristan concede su confianza confacilidad. Espero que seas digna deella.

–Sois amigos, por eso entiendotu reacción, pero me parece que esonos concierne a los dos, ¿no?

–Parece interesarte mucho mi

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vida amorosa, por eso me permitodevolverte con la misma moneda.

–Despiertas mi curiosidad,Amandine. ¿Qué hace una chicacomo tú con un multimillonariotorturado? Tengo curiosidad, eso estodo.

–Yo también.Esta conversación de besugos

llega a su fin. Iris no pareceinquieta, está convencida de que nohe oído su conversación conEleanor. Totalmente desmoralizadapor este nuevo golpe del destino,

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deposito el teléfono de Marion enla mesa del salón, le hago una señalcon la mano a mi enemiga y medirijo a la salida. Delante de lapuerta, le hablo por última vez…

–¿Le puedes decir que le hetraído el móvil, por favor?

–Sí. Y no dudes en volver, estoysegura de que tenemos muchascosas de qué hablar. Pero lapróxima vez, avisa en vez deplantarte aquí de improviso…

Ganas de matar…–¡Me lo apunto!, le grito dando

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un portazo al salir.Tras este intercambio de alta

tensión, volver a trabajar parece elpeor de los calvarios. Solo tengoganas de una cosa: de irme a casa ydesplomarme en la cama, evadirmeen los brazos de Morfeo. Noreflexionar ni pensar, ese es un lujoque no puedo permitirme. Helogrado arrastrarme hasta la salidadel metro sin chocarme con otrosusuarios, pero no prometo nada,todavía podría ocurrirme. Apenasveo a los que pasan, adelantándome

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o cruzándose en mi camino en estacalle pretenciosa del octavo distritoque me lleva a la oficina. A fuerzade girar a toda marcha, mi cerebrocorre el riesgo de implosionar.Darle vueltas no me ha conducido anada, sigo entre dos aguas, incapazde tomar una decisión. ¿Le revelotodo a Gabriel? ¿O le traicionoguardándome el secreto? No soloEleanor sigue viva, Iris acaba deconfirmármelo a sus espaldas, sinoque no ha olvidado a mi amante.¿Qué busca exactamente? ¿Cuenta

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recuperar a su Diamonds ycomenzar una nueva vida con él?

¡Adiós Amandine!¡Por encima de mi cabeza!Tienen un hijo juntos, no puedo

competir con eso…Al verme llegar con lágrimas en

los ojos y con cara de disgusto,Marcus se pone al instante su trajede confidente psicólogo. Adopta untono de voz suave y me lleva a lacafetería para prepararme un“brebaje que te va a remontar lamoral”. O lo que es lo mismo: un

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café con leche cremoso saborvainilla.

¡Vaya que si remonta!–Querida, pase lo que pase, no

olvides que al final del túnelsiempre está la luz.

–¿Pero qué dices Marcus? ¡Noestoy en coma!

–Sabes a qué me refiero, lasituación acaba siemprearreglándose…

–No estoy tan segura…, le digo,llorando como la que más.

–Amandine, querida, ¡me partes

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el corazón! ¿Quién se ha atrevido ahacerte tanto daño? Dímelo, que leenvío a mi perro feroz detrás de él.

–¿Lo has comprado al final, tuchihuahua?

–Sí, por fin soy papá. Es negro yblanco, y se llama Jackson Five.Sabes, por lo de: “It doesn’tmatter if you’re black or white”, yeso. ¡Ah sí! Había cinco cachorrosen la camada y el mío nació elúltimo… de ahí lo de “Five”. ¿Locoges? Jackson por Michael y Fivepor…

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–Sí, Marcus, lo pillo.–Me mata haberlo dejado solo

todo el día en casa… Solo tienetres meses, mi pobre tesoro.

–En tu lugar, me preocuparíasobre todo por el apartamento…

–No, mi Jackson sabecontenerse: he cogido la opcióncoqueto y limpito. ¡De tal palo talastilla!, añade, partiéndose de risa.

–Por lo menos no te sentirásdecepcionado. Los perros sonfieles, a diferencia de otros…

–Bébete el café, querida, verás,

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es una poción mágica pararemendar los corazoncitos rotos. Situ sexy boy te incordia, pasa alsiguiente, la vida es demasiadocorta como para…

–Hmm… ¿Os molesto?Ferdinand de Beauregard, el

dandi en jefe hace su aparición,igual de afectado que siempre en sutraje de marca. Lanza una miradaque no da lugar a equívoco a micolega favorito, que se escabulledespués de acariciarme la espaldapor última vez como signo de

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solidaridad y compasión.–¿Va todo bien, Amandine? No

parece estar en buena forma. Leestaba esperando para hablar delplanning de Londres, pero esopuede esperar.

–No, no he pedido un tratofavorable, voy a buscar mis apuntesy…

–¿Qué trato favorable? ¿De quéme habla?

–Me parece que usted me tratade forma diferente a los demásempleados. No sé por qué.

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–Es usted muy imprevisibleAmandine, quizá demasiado. ¿Sepuede saber a qué se deben estasreflexiones?, me pregunta con unasonrisa exasperante en los labios.

–Lo sabe muy bien.Tirarte a mi mejor amiga solo

para ponerme celosa, porejemplo…

¡Pues no lo has conseguido!–No tenga miedo de expresarse,

Amandine. Dígame lo que piensa deverdad.

–Ha manipulado a Marion…

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Para hacerme daño.–Un poco sí. Pero no solo por

eso. Su amiga es… encantadora. Ycréame, hice que se lo pasara bien.

–¿No le molesta aprovecharseasí de las mujeres? ¿Utilizarlas yluego tirarlas? Los hombres comousted me repugnan. Nos tratan comoa objetos, con fecha de caducidadpegada en la frente… o en otraparte.

–Baje le volumen una raya,Amandine. Por un lado, se tratabade una relación entre adultos que

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consintieron. Y por otro, usted noes la más indicada para dárselas deperro guardián, me parece que suDiamonds tiene también cierta…reputación.

–Se equivoca en todo…–Ya lo verá, acabará abriendo

los ojos. Sobre él, sobre mí, sobretodos. Hablaremos mañana deLondres, preséntese en mi despachoa primera hora. Buenas tardes,señorita Baumann.

¿Con usted cerca? Imposible…Son casi las 10 de la noche

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cuando Gabriel aparece tocando ala puerta de mi apartamento,bastante más confiado que el díaanterior, como acostumbra. Elhombre al que abro la puerta estásereno, alegre y condenadamenteguapo. No me esperaba volverle aver tan pronto, todavía tengo muypresentes las emociones de la nocheanterior, a pesar de que Iris ocupaahora la mayor parte.

El 99 % para ser exactos…En un arrebato pasional, mi

amante sublime me levanta del

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suelo y me besa ardientemente, sinsospechar de mi desasosiego.Tomada por sorpresa, me dejollevar con mucho gusto y duranteunos segundos, logro olvidarme detodo. Luego, mi multimillonario mevuelve a posar en el suelo y meofrece la sonrisa más tierna delmundo. Es demasiado para mí, micerebro torturado me ha quitadotodas las fuerzas y sin darmecuenta, se me caen las lágrimas.Inquieto y conmovido, Gabriel seapresura a hacerlas desaparecer de

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mi rostro.–Mi Amande dulce, ¿qué ocurre?¡Dile la verdad!¿Estás loca? ¡No digas nada!Acabará sabiéndolo y lo

pagarás caro…¿Acaso quieres que encuentre a

Eleanor? ¡Cállate!–¿Amande?, vuelve a decir.

Estoy aquí, no me voy a ningún sitiohasta que no me digas lo que tepreocupa. ¿Es por Beauregard?

–No, no tiene nada que ver conél. Estoy… agotada.

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–¿Estás segura? ¿No tienes nadaque decirme respecto a él?

–¿De qué me hablas? ¿Por quéno te olvidas de él? Te pasas el díaalertándome contra él, pero terepito, me…

–Sé que sale con Marion, añadefríamente interrumpiéndome. Y mepregunto si es eso lo que te ponetriste. O peor aún, celosa.

–¿Cómo lo sabes?–He contratado un detective…–¡¿Perdona?!, le digo

ruborizándome.

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–Amande, cálmate, solo quieroasegurarme de que permanecealejado de ti a una distanciaaceptable.

–¡Estás completamente chiflado,Gabriel! Si no detienes todo eso deinmediato…

–¿Qué? Acaba tu amenaza,Amandine, quiero oír lo que sigue.

–Quiero que entiendas de unavez por todas que Ferdinand deBeauregard no es más que mi jefe,que nuestra relación esestrictamente profesional. Me

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importa un comino que se acuestecon todo el mundo, no me atrae,¡solo te quiero a ti!

–¿Eso mismo le has dicho aMarion?

–Todavía no he hablado conella, acabo de enterarme de que seacuestan juntos. Es mi mejor amiga,voy a intentar protegerla, eso estodo. Me niego a que le haga mal. Ysi interpretas eso como celos, nohay nada que yo pueda hacer.

–Sé que no te gustan mismétodos, pero cuido de lo que me

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pertenece. Es duro para mí, estoysiguiéndole la pista a una cobardeque nos ha traicionado a mi hijo y amí. Ya perdí una vez a la mujer queamaba, no volverá a ocurrirme.

–¿Y cómo debo tomármelo? Noconfías en mí, me espías, acosasmis más mínimos gestos y accionesy los de mi entorno. Después detodo, eres tú el que ha elegidoperseguir a tu ex, ¡eres tú quien meabandona! Y soy yo la que estoymuerta de miedo porque me dejespor ella, soy yo la que más sufre.

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Gabriel, ¿no lo ves? No vivo desdeque recorres el mundo entero porencontrarla, desde que luchas comoun animal por ella… ¡y no por mí!,le grito sollozando.

–¡Sabes bien que lo hago porVirgile! La odio, ¡jamás podríavolver a amarla después de lo quenos hizo!

–Quisiera creerlo, pero…–Amandine, ¡moriría por ti!, me

grita abalanzándose sobre mí.Mi amante feroz posa sus manos

en mi cara y me obliga a mirarle a

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los ojos. Intento deshacerme de suinfluencia, todavía aturdida poralgunas de sus revelaciones, peroGabriel resiste.

¿Espiar a mi jefe, y qué más?Como si un email amenazador

no fuera suficiente…–Deja de huir de mí, Amandine,

deja de desafiarme, deja de dudarde mí, me pone enfermo, ¡me ponesenfermo! Estoy dispuesto a todo porti, a lo mejor y a lo peor, precisa,colérico.

Su boca se posa sobre la mía y

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se abre paso, disuadiendo todatentativa de resistencia. El mismoesquema se repite una vez más, ysoy consciente de ello. Empiezo aacostumbrarme a estas disputas quese saldan con un asedio divino ypacificador. Cuando nos faltan laspalabras, los argumentos, nuestroscuerpos toman el relevo y nos hacenregresar al buen camino. Nosolvidamos de todo, nos vaciamos,disfrutamos el uno del otro, sinninguna otra expectativa que unplacer efímero pero estremecedor,

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eso es lo que espero.Unas horas después de esta

reconciliación sobre la almohada,“Blame it on the boogie” de losJackson Five resuena e interrumpeprecipitadamente mi sueño. Otra delas bromas de Marcus: hadescargado la melodía y la hainstalado en mi teléfono a misespaldas.

Bien le haría tragarse sudichoso chihuahua…

A mi lado, Gabriel masculla y seagita, medio despierto. Me

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escabullo discretamente de lahabitación, descolgando el teléfonosin siquiera echar un vistazo alrostro que aparece en la pantalla.

¡Sea quien sea, me va a oír!Reconozco inmediatamente la

voz de mi mejor amiga. Al otrolado de la red, Marion pareceterriblemente molesta…

¡Y con razón!–¡Amandine! No pensé que ibas

a descolgar, siendo tan tarde…–He olvidado poner el móvil en

silencio. Y por cierto, veo que has

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recuperado el tuyo.–Sí, gracias por habérmelo

traído. Y perdona por… ya sabes…Ferdinand.

–Marion, haz lo que quieras, nosoy tu madre, pero podías habermeavisado. Es mi jefe, te lo recuerdo.Y ten cuidado, oculta bien su juego,pero no es tan caballero y tanencantador como parece…

–Lo sé, no me hago ilusiones. Yera la primera vez…

–¿Y la última?–No lo sé, depende de él. En

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cualquier caso, ¡vale la pena!–Puedes ahorrarme los detalles,

gracias. Por cierto, tengo algo másimportante que decirte…

–¿El qué?–Es sobre Iris.–Dime.–Le he oído hablar con una tal

Eleanor por teléfono…, le digocuidando de bajar la voz.

Si Diamonds me oyera…–…–Esta peste me la tiene jurada,

ya me lo temía desde el principio,

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tenía un mal presentimiento. Nosabe que la oí, le hice creer que nosabía nada. No sé qué hacer, dudoen contarle todo a Gabriel pero¡tengo tanto miedo de que encuentrea Eleanor! Y que desaparezca de mivida de la noche a la mañana…Solo de pensarlo me pone enferma.

–…–¿No me dices nada? ¿Te das

cuenta de que esta chica se hacolado en nuestras vidas, incluidala de Tristan, solo para espiarme?Estoy convencida de que Eleanor le

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ha enviado para recolectarinformación y llevar a cabo su planmaquiavélico: ¡Recuperar aGabriel! ¡Mi Gabriel!

–…–¡Marion! ¡Di algo!–Vas a odiarme…, acaba

diciendo con una vocecilla.–¿Qué dices?–Yo lo sabía… Sabía que estaba

en contacto con Eleanor.Cuelgo sin reflexionar,

totalmente agobiada por lo queacabo de oír. Me cuesta respirar,

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moverme, mi cuerpo no responde.Acabo de recibir una enormebofetaza, un mazazo. La confesiónde mi mejor amiga me ha heridoprofundamente, pensaba podercontar con su lealtad incondicional,pero me equivocaba. Esta vez, sutraición es la gota que colma elvaso.

Cualquier otro menos ella…¡Marion no!

Doy vueltas al apartamentodurante largos minutos, recorro lashabitaciones sin saber adónde ir,

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intentando calmarme y controlarmis lágrimas, pero es un esfuerzo envano. Acabo volviendo a Gabrielen el dormitorio, haciendo el menorruido posible para no despertarle.

Ni despertar sus sospechas…Me recuesto lo más

silenciosamente posible en mi ladode la cama, pero ese simplemovimiento basta para alarmar a miamante. Se gira hacia mí, posa surostro en mi cuello, y se dirige a mícon una voz a la vez adormilada ytremendamente sexy…

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–¿Va todo bien, Amande?–Sí, solo era Marion, vuélvete a

dormir…, respondo sin logrardisimular mis emociones.

Gabriel se incorporainmediatamente, inquieto ytotalmente alerta. Me mira fijamentecon su mirada metálica y me hablamás claramente.

–Háblame. Sé que me ocultasalgo.

Si se lo cuento, le voy aperder…

Sin pensar, paso a la ofensiva

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para evitar revelarle mi secreto. Lebeso suavemente, acariciándole lacara con el dorso de la mano,después su torso. Sorprendido enprincipio, mi Apolo acabarespondiéndome a ese beso, que sevuelve más ardiente. Suspira dedeseo, mientras nuestras lenguas seentrelazan y nuestras manos serecorren. Siento su cuerpo tensarse,al tiempo que mi intimidad palpitade impaciencia. Ya desnudo,sacude mi camiseta, luego mi shorta juego con una facilidad

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desconcertante. Nuestros últimosretozos se remontan a apenas unashoras, pero mi multimillonario yase ha puesto firme. ¡Yo también,por cierto! Excitadísima, no mepreocupo de cerrar la doble ventanaque da al patio.

Durante más de una hora, miamante insaciable se da en cuerpo yalma para ofrecerme las cariciasmás suaves, los castigos mástiernos, para infligirme todas lasdeliciosas sevicias cuyo secretoconoce. Yo le ofrezco todo mi ser,

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me abandono bajo sus manosexpertas e implacables. Jadeo,suspiro, gimo mientras él gruñe deexcitación haciendo que me corravarias veces. Al final, cuando misúltimas fuerzas están a punto deescapárseme, nos abrazamos alunísono, en un último orgasmo depotencia magistral. Las paredestiemblan y nuestros gritos hacen ecoen todo el patio de mi edificio,hasta entonces tan apacible… Nosdesplomamos, satisfechos, agotadosy nos reímos con la idea de haber

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despertado a todo el barrio.–Parecías tan inocente cuando te

conocí…, ironiza Gabrielpasándome una botella de agua fríarecién salida del frigoríficoamericano.

En la penumbra de mi cocinarutilante, no puedo evitar devorarsu cuerpo escultural con la mirada.Como Dios lo trajo al mundo, labelleza de Gabriel corta larespiración.

–Lo era. Usted influye muynegativamente en mí, Sr. Diamonds.

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–Lo mismo podría decir deusted, señorita Baumann. Nunca hesentido tanto deseo por una mujer…Y usted sabe utilizar muy bien susencantos, no se haga la inocente.

–Una mujer debe hacer lo quehaga falta para evitar que su hombreesté tentado de ir a buscarlo a otraparte…

–Créeme, Amande, la tentaciónestá justo enfrente de mí…, medice, casi amenazando.

–Es bueno saberlo…, lerespondo bebiendo un trago de agua

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sin dejar de mirarle.–Intentas volverme loco,

¿verdad? Ten cuidado Amande,nunca me canso de ti…

A ambos lados de la barra, nosmiramos fijamente, inmóviles y conescalofríos. La tensión sexual espalpable, pero no estoy segura deque mi cuerpo sobreviva a otranueva partida de sexo endiablado.Gabriel se muerde el labio y esesencillo gesto me indica que másme vale salir pitando lo antesposible… En cuanto doy un paso,

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mi amante dominante me imita y elabismo entre los dos no hace másque estrecharse. Dudo entre lasganas irreprimibles de ofrecermeuna vez más a él o resistirme. Estejueguecito del gato y el ratón meexcita sumamente, y decido hacerque dure, no rendirme.

Atrápame si puedes,Diamonds…

–¿Adónde crees que vas, así?Has despertado mi instinto decazador Amande, hagas lo quehagas serás mi presa…, añade, con

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un destello intenso en su mirada.–¿Y si me niego?–No haré nada sin tu

consentimiento. Pero veoclaramente que tienes tantas ganascomo yo…

Seguimos dando vueltas sinsentido, sin dejar de mirarnos a losojos un momento. Soy consciente deque la partida está perdida deantemano, que Gabriel acabaráobteniendo lo que desea… y yotambién, al mismo tiempo. Perotodavía no estoy dispuesta a ceder,

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¡quiero hacerme desear!–No te gusta que se resistan…

Pues qué pena, a mí me encanta,resistirme.

–Te conozco de la A a la Z,Amande. Quieres tu libertad, perotambién te gusta que te dominen.Intentas desestabilizarme, peroninguna de tus facetas me escapa…

–¡Me gustaría poder decir lomismo!

–Si dejas que me acerque, podréquizás ayudarte a evaluarmemejor…

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–¿Crees que voy a tragarme elanzuelo tan fácilmente?

–Sí. Mira, he ganado terreno…Gabriel tiene razón, no estamos

muy lejos el uno del otro, incluso sila barra de madera barnizada leimpide aún hacerse conmigo.

No por mucho tiempo…–¿Qué tienes pensado hacerme?–Todo.–¿Y más concretamente?–Deja que te muestre…Sin que me dé tiempo a huir, da

la vuelta a la barra, me toma por las

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caderas y me arrima junto a élriéndose orgulloso. Mi grito deestupor queda ahogado por suslabios frescos que se posan en losmíos y ya siento un calor suavepropagarse en mi vagina. Me besamás profundamente y gimo bajo losasaltos de su lengua ávida yaventurera. Sus manos se desatan yrecorren mi cuerpo, desplazándomea su manera. Con un gesto seguro,se sienta en una de las sillas, mecoloca a horcajadas sobre él ysepara las piernas, para abrir más

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mis muslos. Posa una mano en lacurva de mis riñones, y la otra sealoja en el hueco de mi entrepierna.Su pulgar dibuja círculos alrededorde mi clítoris, luego, dos de susdedos se hunden en mi intimidad yme visitan en lo más profundo. Altiempo que jadeo sensualmente, mearqueo al máximo. Mis pechosapuntan en dirección del cielo. Suboca se apodera de mis pezones,los mordisquea sin reservas y yodejo la tierra definitivamente.

Tras largos minutos de divinos

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suplicios, mi amante excitado yduro como la piedra me atrapa bajolas nalgas para facilitar suinserción. Su inmenso y palpitantesexo se hunde en mi feminidad,vuelve a salir, luego se hunde denuevo. Repite esta maniobrademoniaca varias veces, antes depenetrarme más brutalmente, másprofundamente. Mi Apolodominador hace lo que quiereconmigo, comienza un vaivénlúbrico y seductor, que me arrancaestertores de placer. Me posee, mi

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cuerpo y mi espíritu están a sumerced, a las órdenes de suvirilidad insaciable y absoluta. Susgruñidos se vuelven más roncos,más cercanos e intuyo que se acercasu orgasmo. Aprovecho paraagarrarme a su cabello y paramorderle salvajemente el lóbulo dela oreja, como para mostrarle queno tiene todo el control, que pormucho que me posea no le confierotodo el poder. Al final, alcanzamosel orgasmo al unísono, y Gabrielgrita una última vez, de dolor y de

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éxtasis. Caigo en sus brazos,agotada y encantada de sentir supiel ardiente contra la mía.

Son casi las 5 de la mañanacuando volvemos a nuestra camaking size y nos abandonamos en unprofundo sueño, acurrucados el unojunto al otro, con nuestros cuerposaún temblorosos y doloridos.

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2. Tan lejos, tan cerca

Gabriel presiente un nuevoindicio, se ha vuelto a ir siguiendola pista a esta mujer que tanto odiosin ni siquiera conocerla. Todavíaignora que Iris me confirmó unainformación de suma importancia:mi enemiga jurada, sosia maldita,mi rival definitiva está viva, sin

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lugar a dudas. Peor aún, Eleanorestá al acecho, nos espía adistancia, dispuesta a deshacerse demí, a pulsar la tecla “borrar”cuando juzgue el momentooportuno. Un detalle en particularme escapa y me preocupa: ¿por quéahora? ¿Por qué ha elegidoreaparecer en este preciso instante?Gabriel ha pasado página al fin, seha decidido a volver a amar, arehacer su vida, conmigo…

Piedad, que no cambie deopinión…

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No le he dicho nada de misúltimos descubrimientos. Al mentiral hombre al que amo, me arriesgoa perderle, soy consciente de ello,pero esto me supera, me niego a serquien le conduzca hasta su exprometida. Desde hace cuatro días,la sombra de este secreto planeapeligrosamente por encima de micabeza, pero la ausencia de miamante me ayuda a morderme lalengua. Por primera vez desde queme enamoré perdidamente deDiamonds, dudo en reunirme con él

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esta tarde. Siento una mezcla deimpaciencia, excitación y…angustia.

Me conoce mejor que nadie…Va a presentir que le escondoalgo.

¡Deja de escucharte y reaccionaAmandine! No lo olvides, es ella otú…

Por suerte, Adèle, larecepcionista de la Agencia ModelsPrestige, pone fin a laselucubraciones de mi vocecillainterior. Ofreciéndome una sonrisa

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digna de un anuncio de dentífricoblanqueador, me entrega unpequeño paquete.

–Señorita Baumann, ¡está en laluna! Ánimo, solo queda un día parael fin de semana… Su amigaMarion intenta contactarla desde las8 de la mañana, he anotado todassus llamadas.

–Buenos días, Adèle, gracias porhaberme pasado el mensaje, pero lapróxima vez que llame, dígale queno deseo hablar con ella. Y porfavor, ¡llámeme Amandine!

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–Se supone que debo atenerme alos apellidos. Órdenes de ladirección.

–Puede hacer una excepciónconmigo. Quedará entre nosotras…

Intercambiamos una miradacómplice y me alejo en direccióndel ascensor que me lleva alséptimo piso del edificiohaussmaniano. La actitud de misupuesta mejor amiga me exasperasobremanera. Me ha traicionado alocultarme la verdadera identidad deIris, lo sabía todo y no me dijo

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nada, pero que no se espere quevaya a perdonarla en el acto. Desdehace tres días me bombardea conllamadas, mensajes, ¡incluso meenvió sushis a domicilio anoche!Como si un bol de arroz pudierahacerme olvidarlo todo…

Bien le habría hecho tragarse elwasabi a cucharillas…

Con inmensa decepcióndescubro la ausencia de Marcus. Sudespacho está desesperadamentevacío, y cuando Isabelle, lacontable, me confirma que está

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enfermo, mi morosidad sedecuplica. Mi compañero preferidohabría logrado devolverme lasonrisa, estoy segura, pero pareceser que hoy, Jackson Five será elúnico que disfrute de su presenciareconfortante. Aunque un Marcusgriposo no sé yo...

Él mismo se considera undrama queen y un remilgado… ¡Nodebe ser muy agradable!

Dejo de apiadarme de mi destinoun minuto para enviarme unmensaje. Si alguien merece que le

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mimen, es él.[Mi Marcus, ¡qué largo se me va

a hacer el día sin ti! Te envío todasmis ondas positivas para que terecuperes pronto. P.D.: de formaexcepcional, te autorizo a que teatiborres lloriqueando delante decomedias románticas.]

[Pensándolo bien, me danmuchas ganas de fingir una migrañapara reunirme contigo… ¿Te quedasitio bajo la funda nórdica?]

Apenas dejo mi móvil que sepone a vibrar frenéticamente.

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Veo que la fiebre no ha alteradosus funciones cognitivas… ¡Tecleamás rápido que su sombra!

[Querida, yo también te echo demenos. Por suerte, tengo a mi hijopeludo y a Bridget Jones parahacerme compañía (me conocesdemasiado bien…). Y no tengoprevista una crisis de bulimia: ¡nohay enfermedad que valga saltarsela dieta!]

[Ah, se me olvidaba: te invitaríaa venir bajo mi funda nórdica, peroa FDB no le haría ni pizca de

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gracia. Sabes bien que no puedeprescindir de ti…]

Medio divertida y medio molestapor sus comentarios, le respondo alinstante.

[Cúrate bien, mi gordito picarón.Quiero verte en forma el lunes, ¡soyyo la que no puede prescindir deti!]

En un tiempo récord, mismartphone vibra de nuevo…

[¿Gordito? ¡¿Estoy soñando o mehas llamado gordo?!]

Me río sarcásticamente

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guardando el teléfono en el bolso,para no ceder a la tentación deresponderle. Incluso ausente,Marcus logra embellecer mimañana.

A diferencia de Marion…Al abrir mi cuenta de email,

descubro cuatro emails no leídos,todos provenientes de la señoradescocada. Dudo en leerlos,convencida de que su contenidohará que pierda repentinamente mibuen humor. Al final, me vence lacuriosidad. Los tres primeros no

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son muy interesantes, Marion sedeshace en disculpas sin grancontenido. Sin embargo, elúltimo…

De: Marion AubracA: Amandine BaumannAsunto: La verdad sale siempre

de la boca de los… Aubrac Bueno, quería hablarte de esto

de viva voz, pero como insistes en

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ignorarme… ¡Ahí va toda laverdad!

Aproximadamente una semanaantes que tú, yo también descubríque Iris estaba en contacto conEleanor. Le oí hablarle porteléfono. Primero pensé que notenía que ver con ella, que era unacoincidencia. A fin de cuentas, haymuchas Eleanor. Pero tuve misdudas, así que me puse a espiarla.

¡Fíjate, esta i***** le llamatodos los días! Y se pasa horashablando de ti y de Diamonds. De

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paso, no duda en ponernos a parir amí y a Tristan. ¡No se salva nadie!

Si no te he revelado nada, erapara protegerte. Sé que vas aresponderme: “Excusa no válida”,pero es verdad. No quería hablarosni a ti ni a Tristan hasta no estarsegura. Quería ofrecerosinformación concreta, acercarme aella para saber más.

Hoy me doy cuenta de que no hasido el mejor enfoque…

Amandine Baumann, te pidosolemnemente que me concedas tu

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perdón y que te unas a mí en mibúsqueda: desenmascarar a estarubia de bote y sobre todo, hacerlepagar por su traición.

Juntas somos más fuertes, ¿no?Te echo de menos,Marioneta

Debo reconocer que este emailacaba de responder a numerosasincógnitas, pero no bajo la guardia.No sé qué mosca les ha picado,

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pero desde que Diamonds entró enmi vida, mis allegados parecenestar decididos a decepcionarme,de una forma u otra. No pretendoser perfecta, ni estar al abrigo decometer errores, pero sería incapazde ocultar algo así a Marion…

Pero mentir a Gabriel…¡Hipócrita!

Sí, bueno…Me dispongo a responder a mi

mejor amiga para enterrar el hachade guerra, pero la melodía de miteléfono fijo me interrumpe.

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–Amandine, soy Ferdinand.¿Puede venir a mi despacho?

Para no perder la costumbre, eljefazo cuelga antes de que me détiempo a responderle. De todasformas, su pregunta no da lugar avacilación alguna: cuandoBeauregard solicita a alguien a sudespacho, se obedece sin rechistar.Por el camino, me tomo no obstantela licencia de enviar un mensaje aMarion…

[Gracias por tu email. Tienesrazón, siempre es mejor juntas. Lo

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hablamos este fin de semana…]Al entrar en el antro del dandi en

jefe, descubro una taza de cafédepositada en mi lado de la mesade cristal. Cuando percibe mipresencia, Ferdinand me escudriñarápidamente de la cabeza a los pies,y luego me invita a sentarme.

–Buenos días Amandine, muyacertada la asociación de rosa ynaranja de su top fluorescente,perfecto con la falda recta. Entiendeel color-block, me recuerda a laúltima colección de Marc Jacobs.

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¡Un verdadero genio, este tipo!El señor está de buen humor…

¿Se puede saber por qué?–Beba el café antes de que se

enfríe, me indica al instante.Quisiera que viéramos juntosrápidamente el programa de lapróxima semana. Toma el café sinazúcar, ¿o me equivoco?

–No, está perfecto.–La gente ya no sabe apreciar las

cosas buenas. No hay nada mejorque un café solo para comenzar lamañana. Y una ayudante sublime

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con la que compartirlo…Despacito, Beauregard…–Por dónde iba… Salida el lunes

por la mañana a las 10, vuelta eljueves por la tarde. Prevea variostrajes, nuestro planning está biencargado. Encuentros condiseñadores, sesiones de fotos,entrevistas y por supuesto, la grangala organizada por la Agencia.Para esta ocasión, le ofreceremosun vestido…

–¿Un vestido?–Saint-Laurent o Gaultier, no lo

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sé todavía. Pero no se preocupe poreso, usted estaría perfecta hasta conuna bolsa de la basura a la espalda.

¿Eso es un cumplido?–Marcus nos acompañará,

¿verdad?–Sí, como encargado de

comunicación, su presencia esindispensable. ¿Le alivia quevenga?

–¿Qué quiere decir?–¿Le resulta… peligroso

encontrarse sola conmigo?–No.

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–¿Molesto?–Tampoco.–¿Excitante?, me pregunta esta

vez con una gran sonrisa.–¿Ha terminado? ¿Puedo volver

a mi despacho?, le digo intentandomantener mi formalidad.

Durante varios segundos, nosmiramos fijamente sin bajar lamirada. Al final, yo capitulo y meabandono en una carcajada,acompañada por este hombre conaire de top model pero de lo másirritante. Debo admitir no obstante

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que mi director general no está solohecho de defectos: tiene la dichosatendencia a mirarme con ojostiernos, a acostarse con mi mejoramiga, pero tiene el don del humor,al que es difícil resistirse. Asientecon la cabeza y salgo de sudespacho, con una sonrisa en loslabios. Esta última se disiparápidamente cuando me doy cuentade que voy a tener que abordar conGabriel el tema peliagudo del viajea Londres.

Cuatro días lejos de él… En

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compañía de Beauregard…¡Ayayay!

Son casi las 8 de la tarde cuandopor fin me voy de la Agencia y mealejo de los Campos Elíseos paratomar la dirección del parqueMonceau. Mi amante adorado meespera con impaciencia, he hechoun esfuerzo de bárbaros paraimpedir que venga a buscarme aldespacho. El riesgo de que se crucecon Ferdinand y su labia esdemasiado grande. Veinte minutosmás tarde, ahí estoy frente a la

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pesada puerta del suntuosoinmueble privado. Soledad mesaluda rápidamente y me invita areunirme con el propietario en sudespacho. Por una vez, la rígidaconserje no parece descontenta alverme, parece haberse suavizado.Me arriesgo a hacerle algunaspreguntas…

–Gabriel me ha dicho que la Sra.Diamonds y Virgile se han ido deledificio recientemente. ¿Todo fuebien?

–Señorita Baumann, sé que es

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usted una joven perspicaz. ¿Ustedqué cree?

–¿Prudence también le ha hechola vida imposible a usted, verdad?

–Se podría decir que sí,efectivamente…

Le susurro “un peso menos” ymientras me alejo para reunirmecon mi hombre de negocios, le oigoreírse ahogadamente detrás de mí.

¡¿Realmente acabo de hacerlereír?!

Gabriel está sentado en sudespacho, en plena conversación

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telefónica con, al parecer, elredactor jefe de una de susnumerosas publicaciones. Entre losdos hombres, las bromas seencadenan y descubro una enésimafaceta de Diamonds: el directorgeneral abierto, relajado, caluroso.Al verme llegar, pone finrápidamente a la conversación y mehace señas para que me acerque.Una vez que llego a su lado, sientosus manos apoderarse de mi cinturay llevarme junto a él. Me encuentrosentada en su regazo, y antes de que

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me dé tiempo a protestar, su bocadulce y voluptuosa se posa en lamía. Intercambiamos un tierno ylánguido beso, como si quisiéramosrecuperar a toda costa el tiempoperdido. Hace cuatro días que no heolido su perfume, acariciado supiel, probado sus labios y meimpaciento por ir aún más lejos. Miamante en la gloria se escapa pararetomar la respiración y aprovecharpara reprenderme suavemente…

–Me ha hecho esperar, señoritaBaumann. Rara vez le he

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encontrado tan… ¡apetitosa!–Si bien recuerdo, soy yo la que

utilizo ese término para referirme austed, Sr. Diamonds.

–La ósmosis, Amande,simplemente.

Me vuelve a besar, másfogosamente esta vez, y yo meabandono totalmente, prisionera desus brazos divinos.

Tras este encuentro ardiente,compartimos un instante de dulzuray de quietud, solos en el mundo enun enorme despacho y más

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enamorados que nunca. Cuando mimultimillonario retoma la palabra,se me cae literalmente la baba alescucharle…

–Te he echado de menostremendamente, Amande dulce.

–Entonces deja de buscarla…Quédate cerca de mí.

–Sabes que no puedo. Se lo deboa…

–Virgile, lo sé…, le digo, algomás seca de lo que pretendía.

–No hagas más difícil estasituación, Amandine. Bastante

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complicada ya es por sí sola.–¿No tengo derecho a quejarme?

¿A que me cueste soportar que elhombre al que amo corra detrás deotra mujer? ¡Una mujer a la que haamado!

–Y a la que ya no ama… Ahíestá la cuestión, Amande. Ya nosiento nada por Eleanor, exceptoira… y lástima.

–Preferiría que sintierasindiferencia por ella.

–Imposible, ¡es la madre de mihijo!, concluye levantándose para

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vestirse de nuevo.Yo hago más de lo mismo,

ofendida. Sé que voy a lamentarlo,pero me salen las palabras sin quepueda retenerlas.

–Me haces el amor, me dices queme amas y a continuación mereprendes como a una niña. Esta esnuestra dinámica.

–Amandine, ¿qué quieres de mí?¿Qué me consagre en cuerpo y almaa ti, que solo viva por ti, que meolvide de todo lo demás?

–No. Que me des más

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importancia a mí que a ella.–Ya lo hago.–Tengo mis dudas. Ella es

omnipresente, jamás te dejatranquilo.

–Mientras no la haya encontradoasí será. Siento que sufras peroescúchame, solo te quiero a ti, megrita asiéndome del brazo parallevarme junto a él.

Intenta besarme pero me resisto,profundamente herida por estaconversación.

–¡Entonces encuéntrala, y no

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hablemos más!¡Dile lo de Iris! ¡Ahora, díselo!¿Sí?¿No? ¡¿Qué hago?!–Deja de resistirte, ¡me pone

enfermo Amandine!–Me voy varios días a Londres,

con Ferdinand, le suelto de repentepara impedir revelarle mi secreto.

–¿Cuándo?–Del lunes al jueves.–¿Para qué?–Por el trabajo. Desfiles,

sesiones fotográficas, noche degala.

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–¿Sola con Beauregard?–Marcus también viene.–Vale.Me acaba de hablar tan fríamente

que un escalofrío me recorre elespinazo. Siento que se prohíbeexpresar lo que realmente llevadentro, y que por una vez, tengoganas de que se deje llevar.

–¿No dices nada? ¿No estásceloso? Qué novedad… Será elefecto Eleanor.

–¡Deja de decir tonterías! Ya mehas reprochado que te controlo, que

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quiero dirigir tu vida. Me aguantopara darte tu espacio y créeme, meexige un esfuerzo sobrehumano.

–Más vale que sea verdad…–¡No sabes lo que realmente

quiero, Amande amarga!, me lanzaantes de besarme fogosamente.

Y vuelta a la prórroga…Hmm… Sí, otra vez…Gabriel ha cuidado del más

mínimo detalle todo el fin desemana. Tras una primera nochetórrida, me ha ofrecido un sábadoinolvidable: un paseo romántico a

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caballo en el acaballadero deJardy, una comida al exterior, unatarde deliciosamente perezosa ypícara, seguida de una proyecciónde preestreno a domicilio. Eldomingo por la mañana llegademasiado pronto para mi gusto, ydebo decidirme a abandonar a mimaravilloso amante. He prometidoa Camille que pasaría tiempo conella, y no puedo faltar a micompromiso. Cuando me bajo delMercedes negro, no puedocontenerme y se me cae una

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lágrima. La idea de no volver a vera Gabriel en cinco días me mata,estamos más enamorados ycómplices que nunca, y meobsesiona que este sentimiento tanpuro, tan bruto, se esfume.

Ojos que no ven, corazón queno siente…

Tras un beso intenso einterminable, me decido a dejarmarchar al hombre que amo.Todavía no le he revelado elsecreto, no he logrado desvelarle laidentidad de Iris, pero en el

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momento de separarnos, hago todolo posible para intentar no pensaren ello. Este hombre sublime hacelatir mi corazón a mil por hora. Eneste preciso instante, nada más tieneimportancia.

–¡Vaya cara traes! Te recuerdoque soy yo la que acaba de sufrir untraumatismo, exclama mi hermanaal verme llegar con ánimoderrotista.

Me esfuerzo a sonreír en el acto,consciente de que necesita que lareconforten más que yo. Su aborto

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la ha conmocionado, Camilleparece haber enflaquecidotremendamente, y su tez pálida mepreocupa. Mientras se vuelve ainstalar en el sofá, me apresuro apreparar un té a la menta, sudebilidad.

–Cuéntame, ¿qué tal estás? ¿Ycon Silas, cómo van las cosas?

–Bien, ya no tengo tirones, elproblema está más bien en micabeza. No deseaba este bebé, peroya lo amaba. Menos mal que tengo aSilas, ¡si supieras cómo me ha dado

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seguridad!–¿Ah sí?–El disgusto de Eleanor ya se le

ha pasado, se ha centrado en mí yen mi recuperación. Me trata comoa una princesa desde hace unasemana, ¡qué suerte tengo!

Mi hermana se concede sonreírun poco, luego vuelve a tener surostro impasible. Está claro que nose ha recuperado todavía en elplano emocional.

–Me alegra oírte decir eso.Tenía miedo de que le rechazaras

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después de esta… prueba.–Créeme, lo pensé. Durante dos

días, me pregunté si quería seguircon él, pero tengo la impresión deestar verdaderamente enamorada.En fin, el tiempo lo dirá.

–¿Y Oscar, qué tal está?Esperaba verlo hoy…

–Está con Alex. Está en forma,sí, me ayuda a seguir adelante…,logra pronunciar antes de romper allorar.

–Oh Camille… Me parte elcorazón verte así. ¿Qué puedo hacer

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para ayudarte?–Sé feliz, Amandine. Sé que no

siempre he sido fan de Gabriel,pero ahora te entiendo…

Suena el timbre,interrumpiéndola. Le doy un besocariñoso en la mejilla y corro haciala puerta. Descubro el rostroangélico de Simon y le abrazo antesde dejarle entrar. Mi hermano seabalanza en dirección de Camille yles oigo reír sarcásticamente alcomentar mi atuendo.

–Amandine se ha convertido en

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la mujer de un multimillonario,entiendes…, precisa mi hermanadetallando mi vestido trapecio TaraJarmon.

–No, Amandine trabaja en unaagencia de modelos, ya no puedevestirse solo de H&M, lesrespondo haciéndoles una mueca.

–Por cierto, ¿cuándo mepresentas a las modelos?, preguntaSimon.

Me sorprendo al no pensar enGabriel durante varias horas. Desdela llegada de Simon y el regreso de

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Oscar, a Camille le ha vuelto casila sonrisa, y acabamos el díaapoltronados los unos contra losotros, viendo películas de WaltDisney y atiborrándonos depalomitas. Vuelvo a mi apartamentosobre las 9 de la noche, y descubroun email de mi amante que ya hasalido escopetado…

De: Gabriel DiamondsPara: Amandine Baumann

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Asunto: TÚ Mi Amande adorada,John Barry ha dado con una

nueva pista. Cuando leas estemensaje ya estaré en el aire, rumboa Suiza.

Ten presente que a pesar de loskilómetros que nos separan no teolvido, siempre estás conmigo.

Solo te quiero a ti.Tu G.

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3. Encontrarte y despuésperderte

Son aproximadamente las11 cuando bajo de la ostentosalimusina y descubro la fachadasuntuosa del Dorchester. Ferdinandha previsto las cosas a lo grande, yno me esperaba menos de estemillonario con aires de dandi.

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Durante el vuelo, no se le haolvidado explicarme por qué, segúnél, Londres es la ciudad másinspiradora del mundo. Yo me hecontentado con escucharle y sonreírde vez en cuando, aunque tenía lacabeza en otra parte. Hace menosde veinticuatro horas que nos hemosdespedido, pero no puedo dejar depensar en Gabriel.

¿Dónde estás, Diamonds?¿Con ella?–Darling, ¡despierta! Vas a

descubrir uno de los hoteles más

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bonitos, exclama Marcuscogiéndome del brazo paraconducirme a la entrada.

El espléndido hotel inglés sesitúa en el elegante barrio deMayfair, al borde de Hyde Park.Este digno representante del lujo“so british” une refinamiento yelegancia, sin caer en el exceso. Alrecorrer el lugar con la vista, nopuedo impedir preguntarme si mimultimillonario ya ha pasado unaestancia aquí. Una vez atravesadaslas puertas magistrales, me

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encuentro en un amplio vestíbulodecorado en tonos claros yluminosos, que da a “La Alameda”,lugar de encuentro ineludible de loslondinenses a cualquier hora deldía. Una mezcla sutil de antiguo,contemporáneo, con toquesacogedores y de diseño: memaravilla todo lo que me rodea. AMarcus también, al parecer. Se leescapan grititos, se agita y me lanzamiradas de asombro a lo largo detoda la visita.

–Honey, he encontrado mi

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residencia secundaria. ¡No temuevas, voy a llamar a mi banqueropara endeudarme unos diez siglos!

–Vuelve a la tierra, Marcus…, ledigo, mientras estallamos de risa.

Ferdinand ya está en larecepción. Sorprendo a losempleados del hotel de lujo, cadacual más guapo, echándole el ojo yhaciéndole reverencias. En su trajenegro de corte perfecto, reconozcoque tiene muchísimo encanto.

–Y por cierto, ¡¿dónde estánnuestras maletas?!, exclamo al

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acordarme de que el collar dediamantes que me regaló Gabrielestá en la maleta pequeña.

–Querida, ahora formamos partede este mundo de gente importante,alguien se ocupa de nuestrasmaletas.

–Si tú lo dices…–De todas formas, ¡qué

necesidad hay de maletas! Soloestamos a unos minutos de lastiendas de grandes marcas de BondStreet. Una sesión de shopping esde obligación. ¡Me pido el look

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decadente y excéntrico de los it-boys londinenses! Por cierto,¡aprovecha para modernizarte!

–¿Qué insinúas, “querido”?¿Qué me visto como una mendiga?Te advierto, ¡no me transformarásen Lady Gaga!

–¡Ya estamos con las amenazas!Don’t worry , ¡eres mi musasweetie! Pero nunca se tienedemasiada ropa. Y tu vestido es deinfarto, pero lo realzarían más unpar de derbys de ante colorcoñac… o sandalias fluorescentes.

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–¿Tienes algo en contra de misbailarinas?

–Con las piernas divinas quetienes, sí. Tus shoes son muyabuela, si pudiera te los quemaría,añade partiéndose de risa.

Su voz alta encaramada resuenatodavía en el vestíbulo cuandonuestro director general nosalcanza. Nos habla con su sonrisitadisimulada y yo ya veo avecinarseun golpe de Trafalgar…

–Una noticia buena y una mala.He podido negociar para obtener mi

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suite con vistas a Hyde Park, diceorgulloso girándose hacia mí.

¡Defiéndete, Amandine!–Me he desvivido una semana

por conseguirla, Ferdinand, ¡perono querían saber nada!

–Tranquila, Amandine, no se lotome como un ataque. Acepté pagarel doble, eso les hizo másconciliadores… Sin embargo, unade vuestras habitaciones ha sidoacordada a la pareja que iba ahospedarse en mi suite.

–¿Qué quiere decir?, pregunto

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algo cortante, al ver su juego tanclaro.

–Que mis habitaciones están a sudisposición, Amandine…, dicecomo si nada.

Pues vaya…–Gracias pero no hace falta. Si

no le importa, compartiré lahabitación con Marcus.

Este último, acaba por entendermis señas de angustia y respondesin hacerse esperar…

–¡Por mí perfecto! ¡Adjudicado!Una mujer en mi cama, será una

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novedad.–Y no cualquier mujer… añade

Ferdinand mirándome fijamente alos ojos. Como usted quiera, peromi suite cuenta con doshabitaciones separadas, que cierrancon llave…

Qué pesadito…–Vayamos a instalarnos, la

sesión de fotos es a las 2, ¿no?,digo, ignorando sus últimoscomentarios.

–Sí, nos encontraremos en elrestaurante a las doce y media. No

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me hagan esperar. Ya verán, el chefAlain Ducasse despertará suspapilas…

–¡Perfecto, hasta luego!Tomo la tarjeta magnética que

me proporciona De Beauregard y lehago una seña a Marcus paraindicarle que es hora de irse a lahabitación. Aún risueño, micompañero me sigue y descubrimosjuntos los pasillos largos yelegantes en tonos pastel, antes dellegar a la 310. Espaciosa ydecorada con un gusto exquisito,

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luce un estilo muy inglés conmotivos florales, realzada con unmobiliario moderno y bibelots artdéco.

Más o menos una hora más tarde,nos dirigimos al restaurantegastronómico. Entre tanto, me hecambiado de ropa y me he puesto unvestidito negro Givenchy, tipoAudrey Hepburn según Marcus, queencontré en una trapería. Me hepuesto zapatos del mismo color, yme he atado el pelo con un moñoestricto. Me he puesto maquillaje

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suave. Al verme salir del cuarto debaño lujoso, mi acólito se maravillacon mi atuendo, precisando que mefundo totalmente en el decorado.

Algo es algo...Ferdinand accede a la gran sala

al mismo tiempo que nosotros, ynoto que ha cambiado su traje negroclásico por otro gris, que reconozcoser de la marca Hugo Boss.

¡Empiezo a entender del tema!Comemos rápida pero

fastuosamente, en un decoradoincreíble. Me da la impresión de

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encontrarme en una casa solariegade Escocia. A nuestro alrededorhay muros pintados representando alos habitantes de las Highlands ensu vestimenta tradicional y una luztamizada les ilumina sutilmente. Laconversación fluyesorprendentemente, incluso esdivertida. Marcus cuenta una bromatras otra, como de costumbre, ydescubro a un Ferdinand ligero ysereno. Ellos dos se llevan bien yme asombra constatar que nuestrotrío improvisado funciona.

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Durante tres días hemosrecorrido toda la ciudad paraconocer a los nuevos modelos ycreadores, y hemos supervisado lassesiones de fotos de las marcas másconocidas: Burberry, Paul Smith,Vivienne Westwood. Los nuevosmiembros de la Agencia ModelsPrestige han tenido el honor dellevar puestas las últimasnovedades, para la inmensa alegríade Marcus, que no ha dejado de darsu opinión sobre todo. Muyprofesional, ha hablado en un inglés

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irreprochable con cada estilista ydiseñador para promover nuestrosservicios. En cuanto a Ferdinand, amenudo estaba presente y dirigíatodo este bello mundo sin esfuerzos.He descubierto un carismaimpresionante en este hombre, ytambién un lado más humano, másnatural. Para mi gran sorpresa, nose ha comportado de maneradesplazada en ningún momentoconmigo, pero sí se ha mostradoprofesional y atento. Por primeravez una complicidad nueva ha

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aparecido entre nosotros. Me hesentido apreciada con un juiciojusto, por algo más que mi físico.

El miércoles por la tarde he idoa buscar mi vestido para la grangala organizada esa misma noche enel Four Seasons. De camino allujoso centro Harrods, me ha sidoimposible concentrarme en elvestido sublime de Saint Laurentque me iban a confiar. La ausenciade Gabriel me pesa tremendamente.Desde que llegué a Londres los díaspasan a toda velocidad, pero cada

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noche me duermo con el corazón envilo. Su silencio me hiereprofundamente. La presencia deMarcus me devuelve a veces lasonrisa, pero solo en apariencia.¿Dónde está mi amante? ¿Mi amor?¿El hombre de mi vida? ¿Por quéeste silencio, esta indiferencia?¿Eleanor ha salido de su escondite?¿Él ya me ha borrado de su vida?

Unas horas más tarde, hago mientrada en la sala de recepción decasi quinientos metros cuadrados,del brazo de Marcus. Situada en un

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piso elevado, nos ofrece una vistadespejada del Támesis y de la City.Para la ocasión, este lugarexcepcional se ha decorado con loscolores de la agencia: negro y plata.En medio de toda esta gentesublimemente afectada, casi mesiento en mi lugar. Mi vestido largoy gris con reflejos metálicos me havalido numerosos cumplidos y haatraído las miradas de los hombres,pero también de las mujeres de laasamblea. Por una vez, Marcus seha puesto un atuendo sobrio: un

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traje de Armani negro, a juego noobstante con una pajarita rosafucsia…

¡Sería demasiado pedirle pasardesapercibido!

El champán corre a raudales, sesirven cientos de canapés y lasdiscusiones van a buen ritmo. A lamitad de la gala, Ferdinand se hahecho con nosotros parapresentarnos a ciertos convidados,los más influyentes según mi agente007. Como rey del cotilleo, Marcusconoce absolutamente a todos y me

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sopla el apellido y la función aloído, lo que me evita quedar enridículo varias veces. Luego, midirector general, más elegante yseductor que nunca, aprovecha laausencia de mi doble para llevarmeaparte…

–Ha dado una muy buenaimpresión Amandine, estoysatisfecho con su trabajo desdenuestra llegada a Londres. Y por lodemás…

–¿Por lo demás?–Tener una ayudante tan guapa

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como usted juega a mi favor. Lagente la admira, la desea y dice quesé rodearme bien. Por cierto, estevestido es… cautivador…, añademirándome de arriba abajo.

–Usted es el director general deuna agencia de modelos. Trabajacon mujeres mucho más bellas queyo y lo sabe perfectamente. Graciaspor estos cumplidos, pero dudo queestén justificados.

–Se pasa el tiempodesvalorizándose, Amandine. Sinrazón…

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–Es su opinión, pero no meconoce lo suficiente como parajuzgarme así.

–Es lo único que pido, conocerlamejor…, dice muy seriamentepasando sus dedos entre una de lasmechas de mi pelo.

–¡No empiece!–Nunca dejará de verme como

un manipulador, un adulador, uncanalla de primera.

–No olvido lo que le hizo aMarion.

–¿Marion? No hice otra cosa que

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darle lo que quería. No tiene nadaque ver con usted. Usted esdiferente, me intriga, me…

–Creo que es mejor que vaya abuscar a Marcus. Buenas tardes,Ferdinand.

–Amandine…Ignoro las últimas palabras que

me ha dirigido y doy media vuelta atoda velocidad para escaparme deesta discusión perturbadora. Nosiento nada por este hombre, sé aquién pertenece mi corazón, perolas confesiones de Ferdinand me

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han emocionado. Parecía tansincero… Hasta ahora se habíacontentado con ligar conmigo máspor el juego que por otra cosa, perome doy cuenta de que algo hacambiado.

¡Ya no juega!Perdida en mis pensamientos, me

doy cuenta de que alguien detrás demí me acaricia la nuca. Me doy lavuelta bruscamente, preparada allamar a mi jefe de todo, pero misojos quedan totalmente atraídos porlos de Gabriel. No puedo reprimir

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un grito de alegría y salto a susbrazos, sintiendo cómo se meempañan los ojos.

Está ahí… ¡Por mí!No está con ella…Permanezco acurrucada a los

brazos de Diamonds durante largossegundos, luego vuelvo a la tierra yme doy cuenta de que todas lasmiradas se han girado hacianosotros. Ferdinand está a unosmetros de mí y parece trastornado,casi apenado por lo que ve. Luegomi loco amante me levanta y me

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lleva a grandes pasos hacia lasalida. Cuando entra en el ascensory pulsa el botón dorado, descubroque ha alquilado el último piso delFour Seasons. Sin pronunciar unasola palabra, nos abalanzamos eluno sobre el otro en esta jaulametálica e intercambiamos un besoapasionado, tórrido, divino. Laspuertas se abren demasiado deprisapara mi gusto y Gabriel se despegade mí, me toma la mano paraconducirme hasta su suite.

No me da tiempo a maravillarme

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al descubrir el lugar, sigo a miApolo hasta el salón, luego leobservo mientras se quita lachaqueta de traje y pulsa un botónluminoso situado en la pared. Alinstante, las suaves notas de Clarode Luna de Debussy resuenan en lainmensa sala y me transportan.Gabriel se acerca a mí, nosdejamos llevar el uno contra el otroy compartimos un baile lánguido,romántico. Entre nosotros la fusiónes total, siento su respiraciónacariciar mi nuca, luego sus labios

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posarse. Nuestros cuerpos se unen,suavemente, sin precipitación. Mihombre desliza la cremallera de mivestido mientras yo desabrocho supantalón y me dispongo a ofrecermea él… Una y otra vez.

Tras este encuentro tierno ysensual, me asalta la culpabilidad.Es más fuerte que yo, no logrohacer caso omiso de este secretoque llevo después de todo estetiempo y que me pesa una tonelada.A pesar de todos mis esfuerzos, Irissigue ahí, en una esquina de mi

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cabeza.Quizás sea el momento…–¿En qué piensas, Amande?,

pregunta Gabriel al ver mi rostropreocupado. Pensaba que mi visitate devolvería la sonrisa…

–No podría haber soñado conalgo mejor. Gracias por…

–No me lo agradezcas, me dicebesándome suavemente. No puedoprescindir de ti, he tomado un aviónsin pensármelo dos veces, tenía queverte, tocarte…

–Imagino que tus espías te han

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dicho dónde me encontraba.–Sí. Para eso están ahí, necesito

saber dónde te encuentras en cadainstante. Sobre todo cuandoBeauregard está en los alrededores.

–¿Y yo? ¿Te parece normal queno sepa adónde vas, lo que haces ycon quién?

–Pronto ya no tendrás quepreguntártelo. Una vez que obtengatodas las respuestas jamás nossepararemos.

–¿Me lo prometes?–Sí. No te imaginas hasta qué

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punto me cuesta estar lejos de ti,Amande.

Sus palabras me ablandan elcorazón, pero me corroe laculpabilidad. Gabriel se levanta,me sirve una copa de champán y mela entrega.

–Un día seremos solo tú y yo,Amandine Diamonds.

Esta última frase acaba conmigo.Bebo el brebaje espumoso de untrago, sin distinguir el sabor. Es unatontería y un cliché, pero lonecesito para darme valor.

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–Tengo algo que decirte…, ledigo oyendo cómo se me quiebra lavoz.

–¿Sí?–…–¿Amandine?Me lanzo, con los ojos cerrados,

por miedo a ver la ira y ladecepción en su mirada. Confiesoal hombre al que amo más que atodo en el mundo que le mientodesde hace casi dos semanas, quesu prometida desaparecida lebusca. Que he descubierto una pista

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para encontrarla, pero que se lo heescondido. Que Iris estás encontacto con Eleanor, que le habla adiario, que recopila informaciónpara luego transmitírsela. Al finalde mi monólogo, veo el rostro tanbello de mi multimillonariotransformarse, cerrarse,endurecerse. Cuando al final mefaltan las palabras y se me caen laslágrimas, Gabriel se levanta, seviste, recupera su maletín y se vasin dirigirme una palabra omirarme. Los sollozos se apoderan

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de mí y durante una eternidad mequedo allí, postrada, perdida,abandonada.

Son casi las tres de la mañanacuando regreso al Dorchester,agotada e impaciente por volver aver a Marcus para desmoronarmeen sus brazos. Gabriel y yoacabamos de vivir nuestra peordisputa, nuestro peor altercado. Noha dicho una palabra, pero suactitud ha hablado por él. He leídola ira en su mirada, pero aún: lalástima. Como si por fin abriera los

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ojos y descubriera quién soyrealmente. Una chica banal, débil,egoísta. Una chica que no merece elamor de un hombre como él. Alvenir a Londres quería demostrarmeque soy la mujer de su vida. Yo lehe demostrado lo contrario. Estaconclusión me rompe el corazón,me tuerce el estómago, la idea dehaberle perdido me es insoportable.No sé, ya no sé cómo vivir sin él…

Con los ojos chorreando delágrimas y los zapatos en la mano,

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entro en nuestra habitaciónesperando encontrar a Marcus. Lossonidos que percibo una vezcerrada la puerta me indican queestá ahí, pero que no está solo. Alparecer, mientras echaba a perderla historia más bonita de mi vida, élinvitaba a un hombre a su cama.

¡Sea quien sea, cuando sea,pero no aquí, no ahora!

No me atrevo a avanzar, peropor un segundo, dudo en interrumpirlo que parece ser un retozóndemente (y muy ruidoso). Al final,

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logro darme cuenta de que no soy elombligo del mundo y que Marcusbien se merece una noche de locura.

¿Pero dónde puedo ir?¡Ni se te ocurra, Amandine!Es la única solución…Vuelvo al ascensor vacilante, me

adentro en la jaula dorada y pulsoel botón del piso superior. Mevuelven los sollozos, no me creoque vaya a tener que humillarme deesta manera frente a mi jefe. Peropoco importa, acabo de perder alamor de mi vida, todo lo demás

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parece fútil. Me arrastro hasta ladoble puerta majestuosa de la suitey toco suavemente en la maderaclara. Una vez, dos veces. Se abrela puerta y descubro el rostroextrañado de Ferdinand.

–¿Amandine? Pensé que estabacon Diamonds…, dice con una vozalgo cortante.

–Yo… yo…Las lágrimas me impiden

expresarme, me tiembla todo elcuerpo.

–Entre, no se quede ahí. ¿Qué le

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ocurre?, me pregunta inquieto.–Solo necesito… dormir.–Venga. ¿Quiere algo de beber?–Solo… dormir.–Amandine, ¡explíqueme!–Le he… perdido…, le digo

sollozando.–Si la quiere tanto como pienso,

es imposible. Ignoro lo que haocurrido, pero apuesto a quevolverá. Venga, por aquí…

Ferdinand me toma de la mano yme lleva a una de las habitaciones.Al pasar delante de un espejo, veo

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el reflejo de una chica en lágrimas,destrozada por la pena, despeinada,con el maquillaje corrido. Derepente, me siento ridícula en estevestido de gran diseñador,demasiado bonito y elegante paramí. Beauregard me ordenaamablemente que me siente en lacama y se coloca a mi lado. Nodice ni intenta nada, y su simplepresencia me reconforta. Sinfuerzas y ya sin lágrimas acaborecostándome. Él no se mueve,espera ahí pacientemente, hasta que

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me duermo en los brazos deMorfeo… A falta de los de Gabriel.

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4. El lenguaje de las flores

He regresado de Londres hacecasi una semana, con el corazónpartido en mil pedazos, y no sénada de Gabriel, aparte de unmensaje escueto.

[Deberías haber confiado en mí.]He leído y releído este mensaje

unas cien veces desde que me lo

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envió, al día siguiente de nuestradiscusión sobre el tema de Iris. Esuna bobada, pero cada vez queaparece en la pantalla de mismartphone, tengo la esperanza deencontrar algo nuevo. Una seña, unamuestra de que todavía me ama, queno me ha dejado para siempre, queperdona mi traición. Pero estas seispalabras siguen siendo las mismas,y su significado dista mucho detranquilizarme.

He intentado llamarle, le hedejado mensajes implorantes,

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apasionados, explosivos. Quisieratanto que me entendiera, que sepusiera en mi lugar. El hombre queamo corre detrás de la ex mujer desu vida, desafío a cualquiera que nose deje llevar por los celos, demiedo a ser reemplazada,rechazada, olvidada. Pero su hijomerece encontrar a su madre.Gabriel tiene razón, al mentirle heperjudicado involuntariamente aVirgile. Y eso no estoy segura deque Diamonds me lo perdone algúndía…

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Salgo del metro y sientoinmediatamente una vibración en elbolsillo de mi pantalón vaquero. Altomar el camino de la oficina,escucho el buzón de voz. La vozaguda de Marion me obliga a alejarel teléfono de la oreja, peroadvierto que vendrá a buscarme a la1 de la tarde, durante el descansopara comer. Y mi mejor amigaconcluye diciendo…

“Tengo cosas que contarte, Am.Y sobre todo, ¡tienes que ponermeal día sobre mi nuevo novio! ¡Ya

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sabes, Ferdinand!”Me viene en mente el rostro

inquieto y compasivo deBeauregard. No le he vuelto a verdesde aquella noche de pesadilla enla que se comportó como unverdadero gentleman,… un amigo.No volvió a París con Marcus yconmigo, se quedó en Londres paracerrar nuevos contratos ycomprarse un apeadero en elcorazón de la City.

Dura la vida de millonario…Vuelve mañana y no sé en

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absoluto qué esperarme. ¿Estarádiferente o hará como si nada? Esteviaje profesional nos ha acercado,ya no veo a mi jefe de la mismamanera. ¿Le ocurrirá lo mismo a él?

Son las 9. Acabo de tomarme uncafé macchiato con mi compañeropreferido y le escucho quejarse detodo y de nada. Su ex ocupa suapartamento y se niega a marcharse.Su aventura con el modelolondinense se ha revelado máscomplicada de lo previsto: ¡el rubiocañón está casado! Jackson Five

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está enfermo desde hace unos días,y el veterinario no sabe lo que tieneexactamente. Y para colmo, Marcusha cogido tres kilos, por culpa del“estúpido fish and chips”. A partirde ahora no se pone otro color queel negro. Lo que es increíble es queincluso cuando su pequeño mundose le desploma, este bello efebochiflado logra reírse de todo.Admiro su optimismo legendario,su fuerza, su determinación a nodejarse abatir.

Ojalá me lo transmitiera…

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Tras este corto pero deliciosoparéntesis, me toca volver atrabajar y poner todo en orden antesdel regreso del jefazo. Enciendo elordenador y empiezo consultandomis emails. Cuando el nombre deGabriel Diamonds aparece en mipantalla de 27 pulgadas, se mecorta la respiración. Hago clic sinpensármelo y veo aparecer elmensaje…

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De: Gabriel DiamondsPara: Amandine BaumannAsunto: Ninguno He recibido todos tus mensajes.

Odio oírte llorar.Te quiero.G.

Oh Gabriel…

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De: Amandine BaumannPara: Gabriel DiamondsAsunto: ¿Ninguno? Pensé que lo nuestro se había

acabado, que me habías dejado.No puedo vivir sin ti, Gabriel.

¿Me perdonas?Te amo tanto...A.

Apenas un minuto más tarde

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aparece su respuesta. Se me caenlas lágrimas, pero de alegría estavez.

De: Gabriel DiamondsPara: Amandine BaumannAsunto: Todo lo que quieras No, no te he dejado Amande,

sería incapaz de hacerlo.Hagas lo que hagas, siempre te

querré.

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G.

Sus palabras me tranquilizan yme paralizan al mismo tiempo. Meinunda una ola de sentimientoscontradictorios. No sé si pedirleque vuelva o darle su libertad,preguntarle para saber si subúsqueda avanza o noentrometerme, pedirle disculpas unavez más o callarme parasimplemente saborear las palabras

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que me ha dirigido. GabrielDiamonds me hace experimentartodo tipo de sentimientos, estehombre es medio ángel mediodemonio, la influencia que tiene enmí no deja de aumentar… Measusta y a la vez me excitatremendamente. Y como si leyeramis pensamientos, recibo un nuevomensaje.

De: Gabriel Diamonds

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Para: Amandine BaumannAsunto: Y mucho más Se me olvidaba, vuelvo

mañana.GifG.

Bajo su mensaje, una imagenanimada y subtitulada “I’m soexcited!” representa a un hombresaltando de cualquier manera. Este

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Gif hace que me parta de risa y merecuerda hasta qué punto mi amantepuede ser imprevisible. Alenviarme esta sorpresa electrónica,acaba de enterrar el hacha deguerra. Mis angustias se evaporan ycomo una niña, salto de mi sillarodante para abalanzarme sobreMarcus. No sabe por qué actúo así,pero divertido, se une a mihilaridad y una vez más, todas lasmiradas se vuelven hacianosotros…

Sí, soy la ayudante del director

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general, ¿y qué?Son las 11. En recepción me

avisan de la llegada inminente de unmensajero. Nada fuera de lonormal, recibo a diario un númeroindecente de paquetes, la mayoríaprovenientes de grandes creadoresy destinados a Ferdinand. Pero estavez, no es una caja lo que meentrega este joven, con el casco descooter bajo el brazo, sino unenorme ramo de flores. Un pocoruborizada, lo acepto e intentocontrolarme. Gabriel tiene el don

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de sorprenderme y de agasajarme.Estas rosas blancas sonseguramente su forma dedisculparse por su largo silencio.Con una sonrisa resplandeciente enlos labios, arranco la tarjeta rosaclaro y me quedo literalmentepasmada…

No todos los hombres soncobardes. Espero que le hayavuelto la sonrisa… FDB

¿A qué juegas, Beauregard?Par suerte, Marcus no está en los

alrededores y no tengo que

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justificarme. Oficialmente, esteramo lo ha enviado mi novio, puntofinal. Quiero evitar a toda costa loschismes…

Una ayudante a la que el jefetira los tejos… ¡Qué cliché!

Y sin embargo, mi intuición medice que Ferdinand no busca solollevarme a la cama. Desde Londressu comportamiento me intriga,parece más natural, más sinceroconmigo, pero juega todos suspapeles: jefe, amigo, confidente,pretendiente… ¡Hay que decidirse!

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Si Gabriel supiera…Es la una de la tarde. Marion

acaba de darme un toque, Bajo lossiete pisos a toda prisa parareunirme con ella, impaciente porcontarle todo. Al verme escarlata ysofocada, no puede reprimirlanzarme unas cuantas pullas.

–Amandine Baumann, aliasLaura Ingalls, dice partiéndose derisa.

–¿Laura qué?–La cría de La casa de la

pradera. ¡Hay que repasar esos

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clásicos!–¡Tus clásicos, no los míos!–Bueno, te invito a un panini.–Muy amable, Nellie Oleson.–Lo ves, te acuerdas. Estaba

segura… responde dándome unpequeño azote. Y no soy unapuñetera que yo sepa. Por cierto,hablando de puñeteras…

–Marion, dame dos minutosantes de abordar los temasirritantes. Me muero de sed…

Nos instalamos en una terraza ymi mejor amiga ficha enseguida al

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“camarero guaperas” que seacerca a nosotras. Coquetea todo loque puede mientras pido mi paninide tomate y mozzarella y mi soda.Marion opta por un sandwich clubvegetariano y un té helado.

Debería llamarse MarionGreen…

–Ya está, podemos empezar…,digo después de haberme quitado lased.

–Estaba hablando de… Iris…–Me gusta más cuando le llamas

“la peste”…

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–Sí, bueno, como quieras.Entonces Tristan ya está alcorriente, por fin me decidí acontárselo anoche. No fue fácil, mellamó loca unas diez veces antes decreerme.

–El pobre, ha debido ser ungolpe duro…

–Sí, estaba fatal. Bebió algo demás, seguramente para ahogar sutristeza y acabó confesándome queno estaba seguro de estarenamorado…

–¿Qué? ¡No es la impresión que

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da cuando está con ella!–Lo sé, pero me ha dicho que…

que…–¡Marion!–Que todavía te quiere y que Iris

solo le había hecho cambiar lasideas. Bueno, no me ha dicho esoexactamente, pero casi.

–Ah…, le digo sin saber muybien cómo reaccionar.

–Tranquila Amandine, no hashecho nada malo. ¡No es tu culpa! Yacabará encontrando a alguien quete borrará para siempre.

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–Sí, eso espero. ¿Y qué piensahacer por Iris?

–Igual que nosotras, quiere saberlo que esconde, así que va aseguirle el juego. Va a intentarespiar sus llamadas y acceder a susemails. Esta tarde sabré más.

–Me pregunto cómo acabarátodo esto, y cuándo. Gabriel me haescrito esta mañana, todavía mequiere…

–¿Qué? ¡¿Y solo me lo cuentasahora?!, exclama soltando susándwich. ¿Todavía seguís juntos?

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Durante la comida, pasamosrevista a los diferentes temas deldía: las dulces palabras deDiamonds, el ramo que me haregalado Ferdinand, su indiferenciacon respecto a Marion, el plan deataque de Tristan, elrestablecimiento de Camille y losguaperas que toman las mismasclases de sociología que mi mejoramiga. Al final, cuando toca volveral trabajo, se levanta, coge el bolsoy me suelta una última frase que merompe el corazón.

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–Todos están enamorados de ti,Amandine. No puedo luchar contraeso…

–Marion, no digas eso.–Es la verdad. Y ni siquiera

puedo guardarte rencor, no es comosi corrieras detrás de ellos…

–¿Quieres que le hable aFerdinand de ti?

–No, bueno, no sé, como veas.En todo caso, no hagas que me veacomo una víctima, bastante tonta yame siento así…

Un achuchón más tarde y

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Marioneta vuelve a sonreír. Paga lacuenta pavoneándose ante Léonard,el camarero, y luego regresa, con unaspecto más alegre. Cuando meentrega un papelito, entiendo porqué. Léo, como ya le llama, ¡acabade darle su número de teléfono!

Metida de lleno en mis informes,se me ha pasado la tarde sin darmecuenta. Pensaba que la ausencia deFerdinand aligeraría mi agenda,pero todo lo contrario. Debodemostrar lo que valgo y mostrarmemás autónoma, más segura de mí

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misma. A decir de las miradasoblicuas de mis compañeros, estánesperando que caiga…

Las novatadas se sienten en elambiente…

Tras una pequeña sesión deshopping improvisada con Marcus,me dirijo a casa de mi hermana, conmis derbys coñac nuevos puestos.Como de costumbre, Camille no semuestra muy diplomática al decirmeque mis zapatos son más bienbonitos pero que son demasiado“masculinos”.

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–El look boyish no es para mí.Tú te lo puedes permitir, con tusilueta perfecta, pero yo te prefieroencaramada a los talones…, dicesirviéndome un vaso de rosado.

¡¿Me toma el pelo, la señorapantuflas?!

Una vez soplada mi copa, intentoescaparme, pero esta tirana meobliga a quedarme a cenar para quesea su cobaya. Insiste en que pruebesus últimas creaciones culinarias:gazpacho de melón, verduras de lahuerta en vasitos y sorbetes

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variados. Hago como si lo disfruto,pero sus recetas dejan mucho quedesear y además, este menú ya noes novedad. Después de este veranocanicular, estoy encantada de saberque se acerca el otoño, mi estaciónpreferida…

–¡Es hecho en casa! A diferenciade algunas, tengo tiempo queperder…

–¿Silas no anda por losalrededores?

–No, pensé que lo sabías. Se fuea reunirse con Gabriel el fin de

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semana pasado. Me llama todos losdías, pero siento que me escondealgo. ¡Ojalá la encuentren pronto, asu Eleanor, para que no hablemosmás de ella!

–Gabriel regresa mañana,supongo que Silas también.

–Más le vale, no pienso pasarmela vida esperándole. Menos mal quetengo a Oscar… Pero bueno, un hijono remplaza a un hombre.

Mi hermana y su tactoinigualable…

¿Me paso el tiempo esperando a

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Gabriel y acaso me quejo?Sí, vale…Me levanto con buen pie, este

viernes por la mañana. No sécuándo tiene pensado sorprendermemi Diamonds apareciendo allídonde no me lo espero, pero por siacaso, me decido por un nuevovestido solapado anaranjado, quepone de relieve mis curvas y mipiel dorada. Una coleta baja, unpoco de máscara efecto voluminosoy un toque de melocotón en loslabios y ya estoy preparada para

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saltar al metro. Pataleo deimpaciencia con la idea de volver aencontrarme con mi hombre, meimagino cruzándome con él en cadaesquina, pero llego sola a laAgencia algo antes de las 9.Ferdinand sí que está allí, a decirde la nota que me encuentro en midespacho dónde presiden las rosasresplandecientes…

No las ha tirado, me alegro…Pásese por mi despacho a las10 en punto, por favor.

¡Buenos días, maniaco de la

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puntualidad!¿Tendría que haberlas tirado?Las 10 en punto. Entro en su

cueva, no sabiendo muy bien quéencontrarme. Descubro unFerdinand con aspecto cansado,pero igual de arreglado a laperfección que siempre. Hoy llevaun vaquero, camisa blanca conribete azul cielo y chaqueta gris.Sentado detrás de su escritorio, eldandi en jefe me dirige una sonrisaperezosa, que no logrointerpretar…

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–Está preciosa, Amandine.¿Deduzco por ello que todo se haarreglado?

–Podría decirse que sí. Le hepreparado los informes…

–¡No me hable de trabajo, porDios! He dormido muy poco estasemana, Londres es una ciudadllena de sorpresas. Voy acontentarme con hacer unasllamadas y con verla trabajar en milugar…, añade, todo sonriente.

–Y yo que pensé que era unworkaholic…

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–Hay prioridades en la vida,Amandine. Es importante tomarsesu tiempo, incluso cuando se está ala cabeza de un imperio. Por cierto,sé de uno que debería adoptar lamisma filosofía…

–¿Perdón?–Su novio, por ejemplo.Ya empezamos…–No sé qué pinta Gabriel en

esto.–¿En serio? ¿No le parece

extraño que venga a verla a Londrespara abandonarla unas horas más

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tarde?–Tenía… sus motivos. Y eso no

es de su incumbencia.–Creo que sí lo es. Desde el

momento en que llama a mi puertaen medio de la noche, en un estadolamentable, sí, me incumbe…, dice,con un aire serio.

–Siento haberle importunado…–No se disculpe Amandine, ¡no

es su culpa! Mi puerta estarásiempre abierta para usted, estemosdonde estemos. Es Gabriel encontra de quien estoy, no de usted.

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–¿Por qué insiste enentrometerse en ello?

–La aprecio, y no quiero que seaproveche de su… inocencia.

–No necesito que me protejan,este hombre me ama y me hacefeliz, ¡búsquese otro hobby,Ferdinand!, exclamo, fuera de mí.

¿Se cree mi caballero sirviente?¡Está de broma!

–Gabriel Diamonds le hahablado de mi supuesta reputaciónmuchas veces. Simplemente mepermito hacer lo mismo. No estoy

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seguro de que se ocupe de ustedcomo se merece.

–Ya le he pedido que no seocupe de mi vida privada. Soy suayudante, nada más…

–¡Deje de tomarme por lo que nosoy!, exclama levantándose. ¡Solodeseo su bien, Amandine! Y cuandovuelva a romperle el corazón, sedará cuenta de que…

–¡No! Cuando me llameAmandine Diamonds, le tocará austed darse cuenta de que se haconfundido en todo, que Gabriel y

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yo estamos hechos el uno para elotro, ¡que nada ni nadie puedesepararnos!

Sin darle la oportunidad decontarme más cuentos, salgo a todaprisa de su despacho y doy unportazo tras de mí. Estoy chocadapor lo que acabo de oír, perotambién decepcionada por la actitudde este hombre al que empezaba arespetar. Si Ferdinand quiere jugara salvador de doncellas, no seráconmigo.

El resto del día resulta

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asombrosamente tranquilo, nadavuelve a arruinarme el buen humor.Me cuesta pensar en otra cosa queen Gabriel, en nuestro encuentro, enlos besos tiernos y apasionados quevamos a intercambiar. Ese físico,necesito perderme en su miradaazur, oler su piel, su respiración, superfume almizclero y sensual. Alfinal, mi jefe ha decidido ponerse atrabajar y no sale de su despacho.Nos enviamos unos emailseducados e impersonales paraponernos al día en algunos

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proyectos en curso, pero nada más.¿Se habrá dado cuenta de que haido demasiado lejos?

No sé por qué, pero lo dudo…Vuelvo a casa a las 7, esperando

encontrar a mi amante huidizo, peroconstato que mi apartamento estádesesperadamente vacío. Imposiblereprimirme: le envío un mensaje,intentando ocultar mi decepción.

[Te echo de menos, te espero…]Al instante, suena el timbre.¿Pero cómo lo hace?Es él quien descubro en la

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imagen, cuando descuelgo elinterfono vídeo. En la pantalla, meencuentro a un Gabriel sonriente,resplandeciente de belleza ycarisma. Apenas me da tiempo aoírle decir alegremente: “¡Ven!”,que ya estoy a la entrada. Me lanzosin pensármelo dos veces al rellanoy caigo sobre él en el pasillo. En supantalón de lino beis y camisablanca inmaculada, parece unfigurín. Mi evidente entusiasmo lehace reír, luego se parte de la risacuando me lanzo a sus brazos.

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Durante largos minutos, el tiempose detiene. Nos besamosfuriosamente primero, con nuestroscuerpos pegados el uno contra elotro, luego más suave y tiernamente.Al fin, nuestra burbuja románticaestalla cuando percibo la voz deSilas…

–¡Bueno tortolitos, no es pornada, pero hemos quedado con Iris!

¡¿Qué?!Como respuesta a mi

desconcierto, Gabriel se toma lamolestia de explicarme…

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–Hemos venido a buscarte paraque le interrogues con nosotros,Amande. Si esta chica esverdaderamente la espía deEleanor, podrá darnos informaciónprimordial. Nuestra última pista nonos ha llevado a ninguna parte, esnuestra última oportunidad. Yquiero que estés ahí, ya no quieroapartarte, mereces saberlo. Acoso aEleanor por mi hijo, pero tambiénpor ti, por nosotros. Una vez lahayamos encontrado, podremosseguir adelante… ¡Te he echado de

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menos!, concluye besándomesalvajemente, bajo la miradaburlona de su hermano gemelo.

–Ah… ¡el amor!

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5. Falsa identidad

El Mercedes negro con las lunastintadas se abre paso en las callesparisinas y nos conduce hasta ellugar de la cita, que no es otro queel apartamento de Marion y de suhermano. Me informan por elcamino que Tristan ha organizadoeste encuentro. Se ha tomado la

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libertad de contactar a Gabriel paraponer las cartas sobre la mesa, paraque Iris desvele por fin suverdadera identidad.

–Es un buen tipo este TristanAubrac, debo reconocer que sabesrodearte bien, Amandine, comentaSilas, mirando hacia la ventana, conlos ojos en el vacío. Solo esperoque Marion no me destripe…,murmura a continuación.

En el habitáculo, la tensión espalpable. Gabriel apenas hapronunciado una palabra desde que

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se puso a conducir. Su gemelo,controla su aprehensión de la mejor(o peor, según se mire) manera queconoce: hablando por hablar.Sentado en el asiento trasero,intento ignorar las banalidades quesalen de su boca y me empeño enmirar fijamente el retrovisor paracruzar la mirada de reojo de miamante. Nuestros ojos se cruzanvarias veces, se aforan, luego seabandonan. Cada vez queestablecemos esta fugaz conexión,siento cómo se relajan los rasgos de

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Gabriel y distingo un esbozo desonrisa en su rostro sublime.Nuestra discusión de Londres se haquedado bien atrás y solo esperoque Iris se confiese rápidamentepara que pueda al fin abandonarmeen sus brazos divinos.

Nos acercamos al bulevarVoltaire y al final, Silas decidecerrar el pico. Bajo la presión delos nervios, igual que nosotros,reúne sus fuerzas para laconfrontación que está por llegar.Sus investigaciones para encontrar

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a Eleanor no han dado ningúnresultado hasta ahora, pero estatarde, todo podría cambiar. Si Irises la verdadera topo de mi enemigajurada, este ajuste de cuentas nospondrá en buena dirección. Derepente, me pregunto qué hago yoallí. ¿Estoy segura de quererparticipar a esta búsqueda maldita?

Mi futuro con Gabriel está enjuego en este momento…

¡Conductor, dé media vuelta!Marion nos abre y por poco me

estrangula. Al parecer, no está al

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corriente de nada, su hermano hapreferido probablemente nohablarle de esta entrevista secreta,para evitar que se vaya de la lenguadelante de Iris.

Marion Aubrac, ¡metepatasprofesional!

No puede reprimirse acribillar aSilas con la mirada, pero nos acogealegremente a Gabriel y a mí.

–¿He organizado una megafiestay he perdido la memoria entretanto?, bromea acompañándonoshasta el salón. ¿Os sirvo algo de

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beber? Silas, ¿algo de curare? ¿Unpoco de lejía, quizás?

–Marion, perdona que nosplantemos así, vamos a explicártelotodo. ¿Tristan no está en casa?,pregunta Gabriel, a la vez estresadopor la situación y divertido por laelocuencia de mi mejor amiga.

–Volverá en un cuarto de hora,ha ido a comprar pizzas con Iris.Por cierto, empieza a tocarme lasnarices que la princesa le hagaascos a mis platos vegetarianos. Enfin, me estoy desviando del tema.

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¿A qué se debe esta visita…improvisada?

Dirige una mueca sarcástica aSilas, que hace todo lo posible porignorarla y yo me contengo para noecharme a reír. Marion tiene el donde distender el ambiente, inclusocuando el cielo se apresta avenírseme encima.

–Siéntate Marioneta, tenemosque hablar…, le digo, mientrasGabriel estrecha su mano contra lamía.

Cinco minutos más tarde, se

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transforma en pila eléctrica. Nodeja de preguntarnos si es buenaidea, si no sería mejor seguirespiando a Iris, mejor que pillarla atraición.

–¿Traición? ¡esa palabra leviene al pelo!, comenta Gabriel.Marion, sé que esta confrontaciónno será un camino de rosas, pero escrucial. Esta chica tieneinformación que darnos, y cuentocon arrancársela, en contra de suvoluntad si hace falta.

–¿Por qué reaccionas así,

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Marion? ¡No eres de las que seescaquean!, añado yo.

–¡Pienso en Tristan! Lo que va aoír puede que le destruya… Soloquiero ahorrárselo un poco.

–Marion, es él quien tuvo lainiciativa de este encuentro, lonecesita para poder pasar página.Créeme, mi objetivo no es hacerledaño…, responde Gabriel con suvoz más tierna.

–¡Y aún así, no sería la primeravez!, dice ella amargamente.Vosotros, los Diamonds, tenéis una

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idea extraña de las relacioneshumanas y de sus consecuencias.¡No os corroe la culpabilidad quedigamos!

–¡Marion!–No, Amandine, deja que se

exprese…, me interrumpe Silas.¡Saca lo que tengas dentro, Aubrac!

–He dicho todo lo que tenía quedecir. Os deseo toda la felicidaddel mundo, pero agradecería que, apartir de hoy, me dejarais aparte devuestras historias. Y a mi hermanotambién. Ahora, sorprendamos a

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Iris y se acabó.Gabriel y Silas intercambian una

mirada, molesta y cómplice a lavez. Con esto, mi mejor amiga seescabulle a la cocina y vuelverápidamente con una bandeja llenade vasos.

–Bebamos, ¡nos dará ánimo!,exclama riéndose.

La señora lunática en todo suesplendor…

Los minutos transcurren alralentí. Silas no levanta la cabezade su teléfono, Gabriel sin embargo

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se toma el tiempo de comentar ladecor ac i ón “con gusto” delapartamento. Luego, Marion y él seponen a hablar de enología. Alparecer por lo que dicen, la botellaque acaba de descorchar mi mejoramiga y que le ha regalado su padrees de buena cosecha.Personalmente, los aromasamaderados y afrutados del vino encuestión son la menor de mispreocupaciones. Tiemblo deimpaciencia y de miedo a la idea deoír la puerta abrirse. Los hermanos

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Diamonds son extrañamentetranquilos. Demasiado tranquilos…

Ruidos de cerradura, portazo.Unos pasos resuenan en el pasillo,mezclados con las voces de Tristany de Iris. Esta última precede a su“novio” y entra primero en el salón.Mira fijamente a Gabriel, luego aSilas. A la rubia, de costumbre tanescandalosa, la hemos pillado porsorpresa e intenta batirse enretirada, pero Tristan, que se hacolocado en el marco de la puerta,se lo impide. Al final, se da la

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vuelta y nos mira de arriba abajofríamente, colorada del estupor y laira. A mi lado, mi amante parecehaberse descompuesto. No me hadado tiempo a preocuparme, laacusada ya ha pasado al ataque.

–¡Qué bonito conjunto! Es unaencerrona, por lo que veo…Tristan, imagino que tú tienes algoque ver en todo esto.

–¿Realmente creías que no iba adescubrir nada? ¿Que podríasseguir riéndote de mí parasiempre?, le responde, cargado de

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desprecio.–Violette…, logra por fin

vocalizar Gabriel.–¡¿Qué?!, ruge Silas.–¡Eres tú, te reconozco!

Violette…–Concentrémonos, se llama Iris,

añade Marion.–No, se llama Violette

Fitzgerald…, pronuncia Gabriel sinlograr ocultar su turbación.

–¿Fitzgerald? Como…–Sí, Amandine, ¡como Eleanor!,

dice enfurecido.

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–Me sorprende que mereconozcas, Gabriel. Pensaba quehabías borrado de tu memoria todolo que concierne a mi hermana…,responde con saña.

La cara de mi Apolo se tensa,mira fijamente a su interlocutora,decidido más que nunca a obtenerrespuestas.

–Precisamente, no he borradonada, quiero encontrarla.

–¡Pero qué dices! ¡La hasremplazado! ¡Con su sosia además!Es repugnante, decías que no la

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abandonarías nunca, que nada ossepararía…

–Escúchame bien, Violette.Eleanor nos hizo creer a todos queestaba muerta. Me dejó con mi hijode tres días en los brazos, jamásdio señales de vida en catorceaños. ¿Y tú pretendes hacermecreer que yo la traicioné? ¡Abre losojos, tu hermana está enferma, mearruinó la vida y la de mi hijo, la demi hermano y tantas otras!

Sus palabras me sientan comouna enorme bofetada. Oírle gritar

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que Eleanor arruinó su vida es unadeclaración de amor pocodisfrazada. Como si, desdeentonces, apenas sobreviviera.Como si yo no hubiera logradohacerle olvidar su dolor, curar susheridas. Frente a ellos dos y a suspalabras coléricas, tengo laimpresión de no existir.

No es el momento de flaquear…–Vuestra madre está detrás de

todo esto. Es ella quien se deshizode mi hermana, quien se aprovechóde su debilidad, en el peor

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momento… Obligó a Eleanor adisfrazar su muerte para proteger asus hijos queridos.

–No me creo ni una palabra,gruñe Gabriel.

–Prudence os ha engañado atodos. Y sigue haciéndolo, por loque veo…

–Incluso si fuera verdad, deberíahaber sido más fuerte, haberresistido. Todos la queríamos amatar, pero eso no le importabanada. No pensó más que en ella,como siempre, vocifera Silas.

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–Estaba enferma, Prudencepodía hacer con ella lo quequisiera. Deberíais haberahondado, intentar descubrir laverdad en vez de aceptar su muertetan fácilmente. ¡Jamás visteis sucadáver! ¡Si la hubierais querido,lo habríais hecho, os habríaisnegado a creerlo mientras notuvierais pruebas palpables!

–Violette, ¿dónde está?, preguntaGabriel acercándose a la rubiafuribunda.

–¿Estás seguro de querer

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saberlo? Y tú, Amandine, ¿quépiensas de todo esto?, dicegirándose hacia mí, con una sonrisamalsana en los labios.

–¡Deja a Amandine aparte ydime dónde está!

–¿Amandine?, me interroga, másdemoníaca que nunca.

–Díselo, que acabemos de unavez…, suelto yo con un suspiro.

Gabriel me mira y me cuestadescifrar las expresiones quedesfilan por su rostro. Una mezclade alivio y de agradecimiento, me

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parece. Frente al silencio deViolette, toda la asamblea serebela. Tristan, Marion, Silas: medoy cuenta por fin de que Eleanornos concierne a todos. Estamosunidos por el trágico destino de estamujer.

¿Y si fuera ella la verdaderavíctima de esta historia?

–Está en París, desde hacemeses. Desde que decidió retomarel control de su vida, de no huirmás, de encontrar al hombre al queama y sobre todo, recuperar a su

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hijo. ¡Virgile es suyo!, grita, comopara convencerse de que suspalabras tienen sentido.

–¿Virgile? ¿Suyo? Esta mujer escualquier cosa menos una madre.Jamás se ha preocupado por él, mihijo tiene casi 14 años y ha crecidosin su madre. Le han criado losDiamonds y nadie más, me oyes,¡NADIE!, recalca Gabrielmirándola de arriba abajo.

–Es con Eleanor con quien debeshablar, Gabriel, no con esta…garduña…, añade Silas atrapando a

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su hermano por el brazo parahacerle retroceder.

–¿Dónde está en París?, preguntaMarion.

–No revelaré esta informaciónhasta haber hablado con mihermana. Ella decidirá. Vigila tuteléfono, Diamonds, te mantendré alcorriente. Y con esto,…

Rosa da media vuelta, trashabernos mirado fijamente largorato, uno después del otro. Silasintenta bloquearle el paso, peroGabriel le disuade…

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–Deja que se vaya. Violette, quesepas que si no me contactas, teencontraré.

–¿Ah sí? ¿Igual que hasencontrado a Eleanor?, diceirónica. Junto a mí, mi amante se estremecede rabia, siento que está a un pasode saltar sobre su presa paradespedazarla. Pero algo le retiene.La gacela ya se ha alejado, se oyeun último portazo y el león no se hamovido. Tras unos segundos desilencio, Gabriel se explica. Ha

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contratado a dos detectives paraque le informen de los más mínimosgestos y acciones de la joven.

–No irá a ninguna parte sin quela sigan. Incluso si intentadesaparecer, no se me escapará…

Con el ánimo empañado desueño, me despierto lentamente dellimbo. Me obligo a abrir los ojos,aunque preferiría volverme adormir para detener el tiempo yolvidarme de todo. El cuerpodesnudo y musculoso de Gabrielestá a unos centímetros del mío, y

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me vuelven al pensamiento lasimágenes de la noche pasada. Trasesta confrontación explosiva,dijimos adiós a Marion y Tristan yvolvimos a la calma de miapartamento con una alegría pocodisimulada. Silas nos llevó encoche, a Gabriel y a mí, hasta lapuerta de mi edificio, y luego se fuea buscar a Camille. Sin pedirme miopinión, mi amante detallista meprepara un baño y me desnuda conuna ternura infinita. Una vezsumergida en esta agua ardiente y

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salvadora, alcanzo algo deserenidad. Luego, tras un cuerpo acuerpo lascivo, Gabriel y yo nosdormimos el uno contra el otro, aúnebrios de placer.

Quisiera borrarladefinitivamente de mi memoria ydisfrutar de este espectáculo deensueño, pero Violette-Iris todavíaestá bien presente. Me hago unovillo en la funda nórdica comopara protegerme de estos recuerdosdolorosos. Luego siento a Gabrielacurrucarse junto a mí. Sus labios

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calientes se pegan en lo alto de miespalda, su cabellera despeinadame hace cosquillas en la nuca, hastaque siento sus manos apoderarse demis caderas para darme la vuelta.Nuestras caras se miran de frente,casi se tocan, y una vez más measombra la belleza de sus rasgos, latersura de su piel, la luminosidadde sus ojos.

–Buenos días Amande dulce y…sexy. ¿Has dormido bien?

–Mejor de lo que pensaba. Noestaba segura de encontrarte a mi

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lado al despertarme…–¿Por qué?–No lo sé, pensaba que…

bueno… que Violette te habríacontactado.

–No pienses en eso mi amor…,murmura besándome tiernamente.

¡¿Mi amor?!¡¿MI AMOR?!Es la primera vez que pronuncia

estas palabras, y es una tontería,pero no puedo evitar analizarlas,examinarlas. Es sospechoso. Mivocecilla interior me sopla que se

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muestra más afectuoso paratranquilizarme, pero que no essincero. Este “mi amor” solo buscacalmar mi angustia, acallar miespíritu torturado, mis celosenfermizos.

¿A quién creer? ¿A él o a mí?–Vas a reunirte con ella

Gabriel… No es más que cuestiónde días.

–Sí, y eso me permitiráconsagrarme a ti por fin. Ya no nosseparará más.

–¿Estás seguro de ello?, le digo

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apurada, sintiendo caérseme laslágrimas.

–Amande, si supieras hasta quépunto te amo… Mostraste un valorincreíble ayer, estuviste… perfecta.

–Perfecta… Temo ya no serlopara ti cuando ella esté en losparajes.

–Te haces daño, deja de dudarde mí, de nosotros. Voy asolucionar todo esto por mi hijo, nopor mí… Mi corazón estáocupado…, añade acariciándome ellado del dorso de la mano.

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–Dijiste que te arruinó la vida…–Sí, me interrumpe, y tú me has

salvado. Me has devuelto el gustopor la vida, me has dado ganas deser yo mismo, no ese robot sin almaque he sido durante tantos años.Eres tú a quien quiero Amandine, túeres quien deseo, pero no solo eso.Si te perdiera, no sobreviviría.Sobreviví a Eleanor, pero a ti seríaimposible.

Estas palabras que soñabaescuchar me afectan como unabomba. Mis sospechas, mis miedos,

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mis indecisiones se disipan, micuerpo se lanza al suyo y reclama loque se le debe. Durante dos horasmi amante magnético me haceperder la cabeza, de todas lasformas posibles e imaginables.Durante horas, Violette y Eleanorno son una amenaza, ni una sombraque planea sobre nuestroscorazones tranquilos.

La burbuja en la nos hemosrefugiado estos tres días acabaestallando. Gabriel, que todavía nosabe nada de Violette, ni de

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Eleanor, se despide de mí el lunesde madrugada. Odio las despedidasen general, pero ésta se revelaparticularmente desgarradora.Seguramente porque soy conscientede la inminencia de su encuentro.También porque este hombreexcitante que me llama “mi amor”se ha convertido en mi droga, porno decir mi razón de vida. La ideade separarme de él una semana meda dolor de estómago. Su ausenciasuscita en mí una falta no soloafectiva, sino también física. Como

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si una mano con garras aceradas seintrodujera en mi vientre y loarrancara a su paso…

La diferencia es que esta vez,Gabriel me llama todos los días, meenvía mensajes románticos, emailspícaros y paquetes sorpresa. Se hadado cuenta de hasta qué punto meafectaba cada separación, e intentahacer que esta sea más soportable.Saber que me echa de menos, quedesea estar conmigo, me da fuerzapara sobrellevarlo. Todos estosdetalles me ayudan a soportar el día

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a día: los cambios de humor deMarion, las extravagancias deFerdinand, los ataques de histeriade Marcus, los monólogosquejumbrosos de Camille.

El jueves por la tarde, tras unajornada de trabajo interminablesalpicada de fracasos sucesivos,dejo que mi madre me convenza yacepto su invitación a cenar. Pormucho que se haya curado, sigueutilizando su tarjeta “¡casi me voyal otro mundo!” para obtener todolo que quiere. Solo al llegar a casa

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de mis padres me entero de queCamille y Silas también vienen.

Grrr…No estoy como para disertar

sobre Eleanor, Violette, Prudence oquienquiera. Pero con esos dos ahí,me espero lo peor…

–Entonces, ¿la ha encontrado porfin?, me pregunta mi hermana sintomarse la molestia de saludarme.

–Camille, ¿podemos hablar deotra cosa?

–¿Lo dices en serio? ¡Ni siquieraestuve allí cuando afrontasteis a

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Iris! Quiero decir, Violette. Bueno,ya sabes…

–Sí, yo sí que estaba allí, ycréeme, preferiría olvidar esenumerito.

–¡También me concierne a mí!Silas se llevaba muy bien conEleanor, se puede decir que hacriado a Virgile, pero extrañamente,me han dejado de lado en esto.Como de costumbre…, añadehaciéndose la víctima.

–¡A comer!, grita mi padre,mientras Silas me da dos besos y le

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pide a mi hermana que me dejetranquila.

¡Vaya! ¡Qué novedad!No he comido casi nada en

cuatro días, por eso devoro con unapetito feroz dos platos de bœufbourguignon. Mi madre aprovechapara decir a todos los comensalesque estoy demasiado delgada, quedebería trabajar menos y dormirmás. Mi padre sale a mi rescate yreplica que estoy perfecta comosoy, lo que molesta a Camille. Laseñora centro-del-mundo se siente

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excluida… Como buena hermanitaque soy, aprovecho la ocasión paradecirle que su nuevo flequillo lequeda fenomenal. Evidentemente,no puede reprimir mandarme apaseo…

–Gracias, no eres la primera endecírmelo. Pero no me copies, no tequedará bien, tu frente esdemasiado pequeña.

Inspira… Expira…Nos estamos levantando de la

mesa cuando suena mi melodía deOasis. Veo el nombre de Gabriel

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aparecer en la pantalla y me alejorápidamente antes de descolgar. Leecho muchísimo de menos y mesorprendo a esperarme loimposible: que me anuncie que estáahí, a la puerta…

Estás soñando…–¿Sí?–Amandine…, resopla, casi

susurrando.En ese momento, lo entiendo

todo. Mi corazón se me estrechatanto que me cuesta respirar…

–…

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–Me he reunido con ella… ¡Mehe reunido con Eleanor!, dice, convoz temblorosa.

–Me lo había imaginado… ¿Quéimpresión te da? ¿Cómo te…sientes?

–No lo sé… Ya no lo sé.Ya se me caen las lágrimas.

Acaba de apuñalarme en plenocorazón.

Continuará...¡No se pierda el siguiente

volumen!

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